UNIVERSIDAD CATÓLICA DE HONDURAS
NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ
CAMPUS GLOBAL
Materia: FI 101 FILOSOFIA
Sección: 1001
Nombre: Jesie Mariel Rivera Zuniga
Docente: Lic. Víctor Rodríguez
Cuenta: 0801-2003-16497
La Filosofía Latinoamericana
El término Filosofía latinoamericana hace referencia a un proyecto filosófico que propugna por
una contextualización de la filosofía en el ámbito latinoamericano y no, como podría inferirse,
al conjunto amplio de corrientes filosóficas practicadas en los distintos países de América
Latina. Es el proyecto de una filosofía surgida desde América Latina y enfocada en la reflexión
sistemática sobre sus problemas y situaciones propias. Conviene por ello realizar una distinción
técnica entre Filosofía en Latinoamérica y Filosofía latinoamericana
El proyecto de elaborar una filosofía propia, anclada en la idiosincrasia y en las realidades
latinoamericanas, se desarrolló durante el siglo XX en tres vertientes diferentes: 1) la vertiente
ontológica, también llamada "americanismo filosófico", que reflexiona sobre la identidad
nacional o continental; 2) la vertiente historicista, que busca una comprensión filosófica de la
historia de América Latina y la formulación de una historia de las ideas en el continente; 3) la
vertiente liberacionista, más conocida como "filosofía de la liberación", que reflexiona sobre
las condiciones para la emancipación política, económica y cultural de los pueblos
latinoamericanos. La Filosofía Latinoamericana tiene el mismo problema en el mundo que tiene
la filosofía de la liberación, la teología de la liberación y todo pensamiento que no sea europeo.
Es difícil hacerse conocer cuando los dueños de los medios de comunicación tienen intereses
tan concretos como el de presentar el pensamiento mestizo europeo (griego-semita) como el
valor universal del que debe depender todo pensamiento, Filosofía, Teología o Sociología
posteriores. Zea, ya había olido hace siglos lo que se debería hacer para que nuestra América
ocupe el lugar que merece dentro de la historia: “hagamos frente al fanatismo, rompamos las
cadenas que esos infames déspotas de la literatura pusieron sobre nuestros entendimientos y
sacudamos el yugo de la servidumbre filosófica“
El problema de la “supuesta” filosofía latinoamericana, su originalidad y/o existencia, ha sido
un tema que, de un tiempo a esta parte, intelectuales de la región han venido poniendo en el
centro de la discusión. En el fondo, con cierto pudor se pretende desconocer nuestra propia
incapacidad por no haber podido crear ni proponer, en sentido estricto, pensamientos filosóficos
propios que hayan trascendido y permeado el pensamiento universal.
La filosofía latinoamericana a diferencia de la europea no tiene una tradición milenaria en la
que basarse, empieza desde cero. El hecho de empezar desde cero te lleva a cuestionarte incluso
a ti mismo y al lugar que ocupas tú como filósofo y tu pueblo en conjunto en el contexto
internacional. El pensamiento latinoamericano tiende hacia lo social y lo político, pues es una
sociedad que tras la independencia ha tenido que construirse a sí misma y reivindicar su espacio
en el mundo. En este sentido, en el S.XX desde México potenciado por la revolución de 1910
se extiende por toda Latinoamérica la necesidad de pensar y construir un “ser” latinoamericano
que se caracterizaría por un ser nacionalista, que reivindicaba las tradiciones y la cultura propia
de Latinoamérica y antimperialista, es decir, que rechazaba cualquier injerencia de potencias
extranjeras hacia Latinoamérica. Escritos como los de La invención de América. Investigación
acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir del mexicano
Edmundo O´Gorman o Filosofía argentina del argentino Alejandro Korn irían en este sentido.
Muchas veces desde Europa caemos en el error de creer que la filosofía nace y muere en nuestro
continente. Creemos realmente que Sócrates fue el primer filósofo, que Kant dejó cerrada la
problemática de la moral o que Nietzsche fue el mejor filósofo de la historia. Este eurocentrismo
tan marcado a lo largo de nuestra historia se refleja muy bien en nuestras universidades donde
lo europeo es la medida de todas las cosas y salvo algunas asignaturas optativas que intentan
rompen un poco este pensamiento endogámico, resulta complicado salir de él.
Este eurocentrismo tan marcado, alimentado en buena medida por nuestros sistemas educativos,
nos cierra en muchas ocasiones la posibilidad de ver más allá de nuestra realidad inmediata y
nos deja desnudos ante reflexiones que no han tenido cabida en la realidad histórica europea,
como por ejemplo hablar de colonialismo desde el punto de vista del colonizado o reflexiones
profundas que nos lleven hasta lo elemental, el preguntarnos qué somos como pueblo europeo,
o si somos un pueblo.
Para Augusto Salazar Bondy no existe en Latinoamérica una filosofía propia, sino que es
imitadora del movimiento filosófico europeo; por ello, la denomina inauténtica. Está filosofía
además es asumida sin cuestionamientos por nuestros filósofos, lo que produce una falsa
concepción del mundo, asumiendo como paradigma nuestro una concepción ajena a nuestra
realidad material y espiritual, alienándonos. Ahora bien, sin entrar en mayores preámbulos o
disquisiciones, para mi gusto el problema en sí encuentra su cabal comprensión cuando éste se
den función de qué es lo que se entiende por filosofía y cómo ésta se define. Es decir, si la
entendemos como un preguntar acerca de los problemas más universales y profundos, o
acotados a un pensamiento que sólo represente los problemas sólo de una porción de la
humanidad.
La filosofía latinoamericana será, entonces, una serie de soluciones dadas a los problemas que
interesan a los destinos nacionales; o bien la razón de los pueblos americanos, o bien las leyes
por las cuales se llega a los objetivos propuestos. Filosofía comprometida con los problemas
más urgentes, los problemas que plantea, por ejemplo, la relación compleja con el mundo
occidental, donde las relaciones de subordinación e independencia no dejan de golpear cada
cierto tiempo, obligando con ello, a una actitud política de los pensadores. Actitud que
conforma el perfil mismo de su filosofía y que se remonta a los primeros pensadores, los
Sarmiento, Lastarria, Bilbao, Mora, Alberdi y tantos otros de la llamada generación de los
emancipadores, que al mismo tiempo que reflexionaban sobre los problemas de su tiempo,
actuaban para transformarlos. Leopoldo Zea los llama filósofos engagés, “que lo mismo
tomaban la pluma que la espada, lo mismo escribían un libro sobre la sociedad que les había
tocado en suerte y sus problemas, como un manifiesto llamando a la acción para realizar el
cambio que esa sociedad necesitaba” Así, la reflexión que desarrollarán, más que una filosofía
especulativa será de carácter práctico, de lo positivo y social, de la formación de criterios en
torno a las instituciones políticas, religiosas y morales de sus respectivos países. La respuesta a
una necesidad concreta, desafiando con esto, la pretensión de universalidad que la filosofía a
ostentado en su desarrollo histórico-occidental.
Juan Bautista Alberdi, decía: “No hay, pues, una filosofía universal, porque no hay una solución
universal de las cuestiones que la constituyen en el fondo. Cada país, cada época y cada filósofo
ha tenido una filosofía peculiar, que ha cundido más o menos, porque cada país, cada época y
cada escuela ha dado soluciones distintas a los problemas del espíritu humano”.