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Que Historia de La Filosofia Se Necesita en America Latina

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Sección 1

ARTÍCULOS
“¿Qué historia de la filosofía se necesita en
América Latina?”

PABLO GUADARRAM A GONZÁLEZ.


Universidad Central de Las Villas

1. Ayer y hoy del reconocimiento de la filosofía en América Latina.

ACE apenas medio siglo en la mayor parte de las universidades latinoamericanas era rara

H avis la existencia de una cátedra o equipo de investigación que se dedicara al estudio de


las ideas filosóficas del país en cuestión o de esa región.
En tanto que en Europa o Norteamérica tampoco era común que existieran con ese grado
de especialización cátedras sobre la filosofía de estos países, pues era lógico que los profesores
de filosofía se viesen precisados de una forma u otra a incluir dentro de sus estudios y lecciones
a los representantes de sus respectivas culturas.
Nadie dudaba de su condición de clásicos imprescindibles y hasta los filósofos de menor
talla eran nombrados o se les dedicaba alguna que otra atención para demostrar que los gigantes
también tenían subalternos y dejaban discípulos mayores y menores.
Sin embargo, a ninguno de aquellos profesores se le hubiera ocurrido incluir en algunas
de sus lecciones a uno de los pensadores de aquellos países periféricos que estaban condenados
a no tener acceso al reconocimiento de la “cultura universal”.
Cuando hacían alguna referencia a ese mundo marginado, como el caso de Hegel, por lo
general era para intentar demostrar la carencia del logos en los pueblos colonizados, a los cuales
se les debía “llevar la cultura”, y con ella la filosofía que a su juicio era un producto exclusivo
de Occidente (1).
Todo lo contrario ha sucedido entre los profesores tradicionales de filosofía en América
Latina. Sus cursos han versado sobre la historia de la “filosofía universal”, es decir, la de los
pueblos occidentales. Y era considerado un absurdo malgastar el tiempo en la atención a
pensadores del patio, comúnmente apreciados como simples reproductores de las ideas nacidas
en aquellas latitudes.
La indicación bíblica de que nadie es profeta en su tierra, ha tenido arraigo en
Latinoamérica en aquellos círculos intelectuales donde el malinchismo y la xenofilia han estado
más generalizados y encontrado eco en algunas manifestaciones de la conciencia cotidiana.
Los controvertidos conceptos de filosofía americana y filosofía latinoamericana,
fundamentalmente, adquirieron cierta connotación p ey orativa, por parte del resto de

(1) H EGEL, G.W.F. Lec c i o n es sobre historia de la filosofía. Fondo de Cultura Económica. México. 1955.
p. 95.
6 P ABLO GUADARRAMA GONZÁL EZ

la comunidad filosófica aun cuando fueron esgrimidos con carácter de yuxtaposición,


confrontación o simple analogía con la filosofía europea.
En la medida en que sus principales propugnadores han coincidido en el carácter
universal de la filosofía, estos conceptos han logrado un mayor nivel de concreción y ajuste
referido a la producción de ideas filosóficas que se realiza en el ámbito latinoamericano como
sucede en cualquier otra parte del mundo, y en tal sentido pueden ser y, de hecho, son más
utilizados en la actualidad.
En los últimos años se ha hecho más común que filósofos latinoamericanos
contemporáneos de las más diversas escuelas o tradiciones de pensamiento, sean reconocidos
por la comunidad filosófica internacional.
En la filosofía en América Latina se ha producido en los últimos años algo similar a lo
que t ambién ha ocurrido con la literatura que hizo a Roberto Fernández Retamar decir que
“Reconocer la plena incorporación de la literatura latinoamericana a la literatura mundial en
formación, no implica por supuesto, postular o aplaudir la sustitución de un parroquialismo por
otro; sino, por el contrario, comprobar en qué medida se va ensanchando el horizonte real de la
humanidad” (2).
La aceptación de la lengua castellana a partir el Congreso M undial de Filosofía de
M ontreal, así como la participación cada vez mayor de representantes de Latinoamérica en este
tipo de eventos filos óficos internacionales, las referencias a las obras de pensadores
latinoamericanos, sus traducciones, etc., constituyen un índice de reconocimiento.
Sin embargo, por es a es pecie de lo que Pablo González Casanova ha denominado
“colonialismo interno” (3) aún prevalece la idea de que los “grandes” de la filosofía mundial, al
igual que el control financiero internacional, las grandes tecnologías, etc., perdurarán per secula
seculorum en los países del primer mundo.
Aún se aprecia cierta pleit es ía y vedetismo intelectual en congresos y publicaciones
filosóficas latinoamericanos, ante estas personalidades que no obstante sus indiscutibles méritos
intelectuales, la apología de que son objeto contribuye a reanimar el viejo esquema de que la
filosofía verdadera sólo se cultiva en los países tradicionalmente reconocidos en esta actividad.
A fines del siglo XX la situación es algo distinta. Ya no es sorprendente que en muchas
universidades, y no sólo de América Latina, existan centros de investigación, grupos de trabajo,
revistas, etc., sobre el pensamiento latinoamericano que, por supuesto, incluye sustancialmente
a las ideas filosóficas de es t a región aunque no haya desaparecido del todo el enfoque
eurocentrista (4) del asunto.

(2) F E R N Á N D E Z RETAMAR, R.: Para el perfil definitivo del hombre. Editorial Letras Cubanas. La Habana.
1985. p. 538.

(3) G ONZÁLEZ CASANOVA, P .: “ Nuevas formas de pensar en el mun d o a c t u a l ” . Casa de las Américas. nº.
188. La Habana. julio-septiembre. 1992. p. 12.

(4) “ Desde esta perspectiva, lo que se llama recepción de la filosofía latinoamericana en Europa, y lo mismo
podría decirse de la recepción europea de la filosofía en Asia y África, es una especi e de eco de la filosofía europea
misma. Se busc a e n e fecto, la resonancia de tal o cual corriente europea o de este o aquel pensador europeo, pero
nunca se busca aquello que quizá la filosofía europea nunca pueda encontrar desde dentro de sí misma, a saber: una
filosofía diferente.” FORNET-BETANCOURT, R.: Estudios de Filosofía Latinoamericana. UNA M . México. 1992. p.
112.
¿Qué historia de la filosofía se necesita en América Latina? 7

La dedicación a esta temática ya no provoca la desaprobación por parte de los claustros


donde se practica la inves t igación filosófica tradicional. Se aprecia una civilizada tolerancia
recíproca entre los que “hacen filosofía latinoamericana”, como reconoce Arturo Andrés Roig(5)
y los que suponen que “hacen filosofía pura”, esto es, analítica (6), fenomenológica, etc., aunque
sus puntos de vista sigan siendo al respecto diametralmente opuestos.
Parece ser que se gana en conciencia de lo planteado por Gabriel Vargas Lozano de que:
“independientemente de que adoptemos una posición, no podemos validar ‘como filosofía’ sólo
a la nuestra. Esto no quiere decir que debamos asumir un eclecticismo, sino considerar que
nuestra forma de entender la filosofía es una entre otras, siempre y cuando se cumpla con ciertas
condiciones trascendentales. Lo contrario podría generar una pos ición dogmática”(7).
Planteamiento éste de gran significación al ser formulado por un intelectual marxista.
Hoy sorprende que en Europa y Norteamérica hayan proliferado los centros, equipos e
investigadores aislados que se han ido especializando en el conocimiento del devenir filosófico
latinoamericano, así como que se realicen eventos y hasta publicaciones monográficas dedicadas
a personalidades y problemas de la cultura filosófica latinoamericana.
¿Cuáles podrán haber sido las causas que han motivado este actual giro hacia el
reconocimiento de la producción filosófica latinoamericana?

Se podrían apuntar entre ellas las siguientes:

1. El grado de maduración de la conciencia nacional de los pueblos latinoamericanos y


el reconocimiento de los valores de las manifestaciones de cada región o p aís que se
han incrementado not ablemente en el siglo XX, gracias a múltiples factores, entre
ellos : el fortalecimiento de una intelectualidad más comprometida con la defensa de la
soberanía; el incremento de los movimientos, sociales, étnicos, et c., frent e a la penetración
imp erialista y formas de dominación colonial; las repercusiones ideológicas de
revoluciones como la mexicana y la cubana y del ideario socialista a part ir de la
Revolución de Octubre hasta el derrumbe del “socialismo real”; el aumento del nivel
cultural de la población latinoamericana aun cuando subsista el analfabetismo; la
labor de divulgación de las ideas filosóficas de los distintos medios de comunicación

(5) “ ... hay u na filosofía hispanoamericana, con estilo propio, con medio comunicativos que le son
específicos -entre ellos el de la comunicación oral- y con u n a t emática congruente con esa profundización del
inmanentismo que habría caracterizado a nuestra América según el maestro Gaos.” Roig, A.A. El p e n s a m iento
latinoamericano y su aventura II. Centro Editor de América Latina. Tucumán. 1994. p. 117.

(6) “ ... no existe una filosofía latinoamericana simplement e p o rque aún no se ha hecho ningún aporte
importante y colectivo a esta disciplina, tenemos que reconocer, sin embargo, qu e l a práctica filosófica ha logrado
entre nosotros un estadio de madurez, podríamos decir d e mayoría de edad, en el manejo de las cuestiones
filosóficas”. SIE R R A M E J ÍA, R.: Apreciación de la filosofía analítica Universidad Nacional de Colombia. Bogotá.
1987. p. 124.

(7) VARGAS L O ZANO, G.: “ Filosofía y autenticidad de la cultura latinoamericana”. Cuadernos americanos.
Nueva Época. México. n.º 46. Julio-agosto. 1994. p. 168-169.
8 P ABLO GUADARRAMA GONZÁLEZ

que no siempre resultan deformadoras de la realidad; así como el progresivo intercambio entre
los países latinoamericanos.
2. Un cambio en los mecanismos de dominación por parte de los países económicamente
fuertes obliga a tomar en consideración las particularidades culturales de cada región y país para
ensayar nuevas fórmulas que presupongan el reconocimiento de los valores culturales de cada
pueblo y posibiliten una mejor manipulación ideológica de su intelectualidad, líderes políticos
y sectores de la población más activos.
3. El papel desempeñado por un notable grupo de investigadores que desde los años
cuarenta tomó auge fundamentalmente en M éxico, Perú, Uruguay, Argentina, Venezuela y Cuba,
que promovió la edición de obras inéditas y agotadas de pensadores latinoamericanos
prestigiosos, así como de varias monografías de historia de las ideas por países y en general de
la región. Este movimiento de historia de las ideas filosóficas constituyó un p equeño motor
impulsor del actual auge de estos estudios, en el que se destacaron inicialmente Leopoldo Zea(8),
Augusto Salazar Bondy (9), Arturo Andrés Roig (10), y hasta Francisco M iró Quesada quien sin
abandonar el terreno de la filosofía pura ha cultivado con fervor en los últimos años los estudios
histórico-filosóficos (11). A la que se añade una prolífica y nueva generación de investigadores.
4. Un may or int ercambio académico no sólo entre los investigadores del área con la
celebración de los congresos interamericanos, y nacionales, sino también con intelectuales de
otras latitudes, que reconocen la existencia de una producción filosófica latinoamericana digna
de consideración, por lo que comienzan a promover con rigor científico este tipo de
investigaciones.
5. El s urgimiento de algunos sectores de las nuevas generaciones de profesionales
de las ciencias sociales en América Latina, que como reacción al acostumbrado
eurocentrismo, desde los años cincuent a enarbolaron lo nacional y especialmente a
partir de los rebeldes sesenta y el descubrimiento de la riqueza del pensamiento en es t os
países , asumieron además posiciones de rechazo a las tradicionales fuentes de
alimentación intelectual, y se volcaron, no siempre sin caer en posiciones algo extremas, a la

(8) “ Zea ha consagrado la filo s o fí a d e n uestra América, porque se consagró a la filosofía de nuestra
América no desde la marginación y la barbarie, sino contra ellas. Zea só lo tiene deudas recíprocas con su América,
porque A mé rica le debe también haber contribuido a su multilateral y genuino descubrimiento.” G UADARRAMA, P .
“ Urdimbres d e l p e n s a miento de Leopoldo Zea frente a la marginación y la barbarie”. América Latina. Historia y
destino. Homenaje a Leopoldo Zea UAEM. México. 1993. T. III. p. 281.

(9) Véase: SOBREVILLA, D. Repensando la tradición nacional I. Editorial Hipatia. Lima. 1989. v . 2. p.
383-606.

(10) “ (...) en sus investigaciones sobre el pensamiento latinoamericano mismo, que han servido no sólo para
arrojar nueva luz sobre el desarrollo de nuestras i d e a s, sino también para inspirar y promover el estudio científico
de nuestro pasado conceptual. Mas que nada, sin embargo su aporte, ha sido filosó fi c o , pues es en la originalidad
y peso de las ideas filosóficas de Roig que encontramos el valor permanente de su obra .” Gracia, Jorge. “ Roig y la
función de la filos o fí a e n A mérica Latina”, en: Rodríguez Lapuente, Manuel y Horacio Cerutti Guldberg. Arturo
Andrés Roig. Filósofo e historiador de las ideas. Universidad de Guadalajara. 1989, p. 309.

(11) “ En cierta manera, la historia del pensamiento filosófico propi o , le es más extraña al latinoamericano
que la historia del pensamiento europeo.”. MIRÓ Q UESADA, F.: Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano.
Fondo de Cultura Económica. México. 1974, p. 40.
¿Qué historia de la filosofía se necesita en América Latina? 9

búsqueda de lo propio. El tema de la identidad nacional, la identidad cultural que anteriormente


no preocupaba a los europeos comenzó a llamar la atención por los conflictos de distinto carácter
entre ellos, los étnicos que se han acrecentado últimamente en el viejo continente. (12)
Podrían añadirse también otras causas a ese proceso de auge de las investigaciones sobre
el pensamiento filosófico latinoamericano. Resulta necesario estudiarlas, porque del mismo
modo que la acción consciente de las más recientes generaciones de intelectuales ha contribuido
al aumento, con resultados positivos, de las investigaciones sobre el cultivo de la filosofía en
América Latina; el descuido o la comp lacencia pueden también facilitar un efecto cíclico
retardatario, especialmente cuando hay algunos intereses en el actual mundo unipolar que
pretenden estandarizar múltiples paradigmas para el próximo milenio. La filosofía puede ser un
instrumento muy útil para lograrlo o evitarlo.
Algunas de las conclusiones más generales a las que se han llegado sobre el desarrollo
de la filosofía en A mérica Latina en tales investigaciones -a pesar de los necesarios y
provechosos debates al respecto- son las siguientes:

1. La filosofía ha ocupado un lugar destacado en la evolución de la cultura


latinoamericana, en mayor medida en los últimos tiempos, aunque no siempre en el mismo grado
en las distintas épocas y regiones, -como plantea Francisco Larroyo “en la historia de las ideas
hay épocas receptivas y épocas creadoras” (13)-, aun cuando no haya tenido como vía de
expresión las formas más usuales de exposición del discurso filosófico por lo que resulta más
apropiada su consideración dentro del concepto de pensamiento propugnado por Gaos. (14)
2. Los pueblos amerindios más desarrollados estuvieron en el umbral de la producción
filosófica (15), pues el grado de elaboración de sus ideas cosmológicas y éticas, así como el
desarrollo del lenguaje, como en el caso del nahuatl (16), fundamentalmente, lo atestigua, pero
no alcanzaron el nivel de s is tematicidad, profundidad y rigor teórico que caracteriza
generalmente a la filosofía.
3. La preocupación antropológica por la condición humana de los aborígenes
impregnó de modo s ui géneris la escolástica latinoamericana y se mantuvo latente

(12) W OJCIESZAK, J.: “ Ensayo y filosofía: el caso latinoamericano”. El ensayo en nuestra América. UNAM.
México. 1993. p. 575.

(13) L ARROYO, F.: La filosofía iberoamericana. Editorial P orrúa. México. 1978. p. 32.

(14) “ ... es bien sabido cómo la historia de las ideas no puede separarse de la de las letras en ningún país,
pero menos que ninguno en los de lengua españ ola, donde no existe una filosofía independiente de la literatura en
la misma forma, o en la misma proporción, que en los países clá s i c o s d e la primera, sino un ‘ pensamiento’ que se
funde con la literatura a través de tra n s iciones insensibles, o que sólo se encuentran en plena literatura.” G AOS, J.:
Pensamiento de lengua española. Editorial Stylo. México. 1945. p. 146.

(15) G UADARRAMA, P .: “ H u ma n i smo y desalienación en el pensamiento amerindio”. Señales abiertas.


Bogotá. Marzo-mayo. 1994. p. 45.

(16) GERSTENBERG, B.: “ P hilosophisches Denken im präkolumbischen Mexiko und die P hilosophie der
Kolonialzeit in Lateinamerika” en Moritz Ralf, Hiltrud Rüstau y Gerd Rüdiger Hoffma n . W ie und warum enstand
Philosophie in verschiedene Regionen der Erde. Dietz Verlag. Berlin. 1988. p. 233.
10 P ABLO GUADARRAMA GONZÁLEZ

hasta que se hizo más pujante en la antesala de la Ilustración con el reformismo electivo (17). Ese
segundo eclecticismo (Gaos) que se p rodujo en América Latina contribuyó notablemente al
desarrollo de la filosofía moderna, a sentar las bases para la superación de la escolástica y a
preparar la maduración de la conciencia emancipativa de estos pueblos.
4. Los sacerdotes que cultivaron la filosofía durante el predominio de la escolástica no
redujeron su labor a la reproducción de la escolástica europea. (18) Su preocupación por múltiples
problemas de la circunstancia americana se reflejó en los elementos de originalidad de su
pensamiento.
5. Los pensadores latinoamericanos que se han destacado desde la Ilustración, han estado
al tanto del desarrollo de la ciencia y muchos de ellos han combinado su labor filosófica con el
cultivo de algunas disciplinas científicas, con bellas formas de expresión literaria, que han hecho
atribuirle, con razón, un rasgo de carga estética a sus ideas.
6. La mayor parte de los pensadores latinoamericanos que se han caracterizado por una
posición más auténtica, han vinculado su labor a la preocupación política y a las exigencias
histórico-sociales de cada época histórica.
7. En los filósofos latinoamericanos no es apreciable la identificación de manera absoluta
y fidedigna con una escuela de pensamiento o filósofo. Su heterodoxia les ha p ermit ido
elaboraciones propias y evoluciones tan significativas que siempre dificultan las clasificaciones
de los investigadores y exigen mejores periodizaciones y determinación de la especificidad de
su pensamiento.
8. De la misma forma que ha habido un eclecticismo, una ilustración, un positivismo y
hasta un marxismo sui géneris en América Lat ina, como testimonio de la creatividad de los
latinoamericanos, ha habido intentos de crear una “filosofía latinoamericana” y una “filosofía
de la liberación” con esa condición. Aunque no hayan podido evidenciar ras gos de absoluta
independencia intelectual y propuestas ideológicas novedosas (19), como en algunos momentos,
en la búsqueda de una alternativa al marxismo (20), sí han logrado formulaciones propias y dignas
de cons ideración por parte de filósofos de distintas latitudes, como lo demuestra la obra de
Enrique Dussel.
9. En el desarrollo de la filosofía latinoamericana se ha producido una permanente
lucha de las ideas humanistas y desalienadoras que a la larga se han impuesto contra

(17) MONAL, I:. Las ideas en la América Latina. Una antología del pensamiento filosófico, político y social
Casa de las Américas. La Habana. 1985. p. 22.

(18) Véase: MARQUÍNEZ A RGOTE , G ., y otros: La filosofía en América Latina. Editorial El Búho. Bogotá.
1993. p. 81-107.

(19) En 1976 Dussel sintetizaba la filosofía de la liberación como “ filosofía postmoderna, popular,
feminista, de la juventud, de los oprimidos, de los condenados de la tierra, condenados del mundo y de la historia”.
D USSEL, E. Filosofía de la liberación. Ediciones La Aurora. Buenos Aires. 1985. p. 9.

(20) “ It should be emphasized that Dussel was actually trying to construct a religiously grounded socialist
theory that should serve as an alternative to M a r xi s m.”. SCHUTTE, O.: Cultural Identity and Social Liberation in
Latin American Thougt. SUNY. New York. 1993. p. 180.
¿Qué historia de la filosofía se necesita en América Latina? 11

las distintas formas de conservadurismo y alienación. La mejor tradición del pensamiento


latinoamericano y las ideas que más han trascendido se distinguen por el carácter emancipatorio
y por la función social progresista que han desempeñado.

2. Peripecias metodológicas de la historia de la filosofía en América Latina.

Todo estudio de historia de las ideas exige una adecuada perspectiva metodológica, y ésta
se incrementa cuando se trata de abordar con cierto nivel de circunscripción territorial o cultural.
Una de las primeras incógnitas consiste en precisar desde cuándo la filosofía se ha
constituido en una actividad específica, o incluso una profesión propia en el ambiente intelectual
latinoamericano.
Esta consideración, que para Europa no ha tenido mucha significación, donde no ha
importado tanto si la filosofía era cultivada por sacerdotes, científicos, funcionarios,
diplomáticos o profesores de distintas disciplinas, sí ha tenido una significación especial para
el ámbito latinoamericano, donde el criterio ampliamente reconocido de Francisco Romero sobre
la existencia de una generación de los “fundadores” a principios del siglo XX, que a partir del
personalismo (21) parecía descalificar a todos los que anteriormente en estas tierras incursionaban
en ese campo y no hubiesen atendido adecuadamente el tema de la personalidad.
Sin embargo, es indudable que en América Latina desde el siglo XVI la filosofía estuvo
en manos de sacerdotes, algunos de los cuales la enaltecieron y hoy forman parte de lo mejor de
su historia, y luego fue des arrollada por ilustres laicos de las más disímiles profesiones:
abogados, médicos, diplomáticos, profesores, etc.
La filosofía ha ampliado tanto su radio de acción que si antes era considerada una de las
artes exclusivas de una élite de eruditos, hoy se llega al extremo de vulgarizar el uso de su
concepto p ara s ugerir una pauta a seguir, por ejemplo, la filosofía que anima un evento
académico, de un programa de estudios o de un proyecto cualquiera.
Una historia de la filosofía no puede desvirtuar su objeto de estudio y extenderse de
forma indiscriminada hacia todo lo que sea simplemente denominado como filosofía. Para ello
se requiere ante todo, una claridad teórica respecto al concepto de esta disciplina que siempre
presupondrá el ejercicio del pensamiento y la capacidad racional de análisis sobre un objeto de
máxima generalidad con la intención de determinar cómo se constituyen los p rincipios de la
realidad e inducir la actitud que se debe asumir ante ella.
Es imprescindible reconocer que la filos ofía ha aumentado cada vez su esfera
de acción e incursionado no sólo en terrenos novedosos, incluso para las ciencias
constituidas, sino para todas las formas del saber, por lo que la determinación de su objeto

(21) CAPPELLETTI, Á.: “ Francisco Romero y el espiritualismo latinoamericano del siglo XIX”, en Francisco
Romero. Maestro de la filosofía latinoamericana. Sociedad Interamericana de Filosofía. Caracas. 1983. p. 44.
12 P ABLO GUADARRAMA GONZÁLEZ

en la actualidad p resupone tomar en consideración muchas áreas que anteriormente parecían


lejanas a sus intereses.
Sin dudas otro problema sempiterno de la investigación filosófica es el de las
“recepciones”. Siempre han existido y existen discusiones sobre la influencia de unos pensadores
sobre otros , máxime cuando se trata de la recepción de los pensadores europeos en
latinoamericanos. Aún subsisten lamentablemente quienes piensan como Kempf M ercado que
“con la filosofía ha sucedido igual cosa que con las demás actividades del espíritu. Europa dando
las orientaciones y las direcciones, y nosotros asimilándolas e incorporándolas a nuestro
panorama cultural. Siempre Europa nos ha encontrado en actitud de adaptación y aprendizaje.
Estamos colocados frente a ella como un alumno que repite los movimientos de su profesor de
gimnasia”. (22)
Afortunadamente este criterio no es el que predomina en todas partes. Cada vez se
aprecia más el hecho de que además de las necesarias influencias del pensamiento europeo y
norteamericano, en la actualidad hay un incremento del intercambio de ideas a nivel mundial,
que presupone la consideración tanto de la producción de ideas de Asia y de África, como las
recíprocas influencias también de los pensadores latinoamericanos entre sí, sin provocar ningún
bochorno.
El tema de la originalidad, la autenticidad y las aportaciones al pensamiento filosófico
universal sigue y seguirá moviendo inquietudes, pues es correcto que se insista t anto en los
elementos novedosos y aportadores de los distintos pensadores y regiones como en la efectividad
de sus ideas.
Se debe tomar conciencia de que es más necesaria una historia de la filosofía que revele
en qué medida las ideas de un pensador han sido más provechosas a la comunidad humana, más
allá de cualquier frontera, aunque haya que comenzarla a medir, en primer lugar, por el efecto
en su entorno.
Es más necesaria una historia de la filosofía que en lugar de los siempre cuestionables
“primeros” en plantear una idea, -tarea esta siempre riesgosa por la posibilidad de que siempre
aparezca alguno anterior- se preocupe por delimitar más dónde, cuándo, por qué y con qué fin
se formuló una idea.
Los medios con que actualmente dis p onen los historiadores, aun cuando se trate de
investigaciones multidisciplinarias, no permiten precisar con efectividad el efecto de las ideas,
sus repercusiones en las distintas esferas de la realidad en que se engendran y proclaman.
La historia de la filosofía que se necesita es la que es capaz de medir los grados de
resonancia de las ideas. Tal vez esa empresa parezca, hoy en día algo utópica, pero es concreta
y no abstracta.
Los investigadores del futuro contarán con medios cada vez más sofisticados para
reproducir el pasado y poderlo lanzar sobre la mesa del laboratorio.

(22) K EMPF MERCADO, M.: Historia de la filoso f í a e n América Latina. Editorial ZIG-ZAG. Santiago de
Chile. 1958. p. 29-30
¿Qué historia de la filosofía se necesita en América Latina? 13

Debemos ir facilitando la tarea de activar la determinación de los mecanismos de alcance


para pulsar la efectividad del filosofar más reciente y sobre todo del presente que está más en
nuestras manos. La historia de la filosofía que se necesita no es sólo para alimentar la avidez de
los estudiosos de esta disciplina, sino que debe servir para algo más.
Hay varias formas de desarrollar los estudios de historia de la filosofía, bien sea por
caracterización de escuelas, tendencias, corrientes, pensadores, períodos, temas, etc., cada una
de ellas tiene sus particularidades y provechos de acuerdo con los objetivos del investigador.
Cada una tiene sus posibilidades y sus limitaciones.
Para el caso del pensamiento latinoamericano resulta muy difícil delimitar con precisión
la existencia de escuelas, pues esto no ha sido, como en Europa, lo más común. La heterodoxia
ha p revalecido, por suerte, en la mayor parte de la más valiosa producción filosófica
latinoamericana.
Existen algunas manifestaciones que se han observado especialmente en ciertos grupos
positivistas, historicistas, marxistas, analíticos de la filosofía latinoamericana y de la liberación
que en determinados momentos han presentado las siguientes características: un guía intelectual,
un conjunto de elaboraciones teóricas fundamentales compartidas y cierta hermeticidad ante la
incursión o el desafío de otras posiciones.
En cuanto a las corrientes o tendencias que se enfrentan la cuestión se hace más fácil,
pues es un hecho reconocido la influencia de ellas en distintas épocas y en consonancia con
criterios de mayor aceptación general en la historiografía filosófica mundial.
Así se han podido y se pueden delimitar varias ideas que confirman que en América
Latina la producción filosófica mantiene sus similitudes con las de otras latitudes aunque existan
sus especificidades. Ha habido marcadas tendencias de materialismo filos ófico frente al
idealismo, que no tienen necesariamente que ser simplificadas al estilo de un juego de fútbol que
se presentaba en algunas interpretaciones forzadas de la historiografía filosófica
marxista-leninista más tradicional.
T anto el materialismo como el idealismo se han enfrentado uno al otro trat ando de
permearse y dominarse recíprocamente en el plano ont ológico, y en el gnoseológico. En el
ámbito filosófico latinoamericano esto es apreciable, aunque, por supuesto, si se emplean los
instrumentos de medición adecuados.
A s í la his toria de la filosofía que necesitamos no puede soslayar su problem a
fundamental que Engels destacó y jamás concibió como una simple fórmula mágica en manos
de aquel que supiese “aplicar” correctamente el materialismo (23) como la manualística filosófica
soviética propugnó.
Durante el reciente centenario de s u muerte en 1995 muchos desearon injustamente
que no resucitase ni la más mínima de sus ideas. La experiencia histórica demuestra

(23) “ En lo que respecta a su tentativa de tratar las cosas de ma n e r a materialista, tengo que decirle ante
todo, que el método materialista se convierte en su contrario cuando no se le trata como hilo conductor en el estudio
histórico, sino como un patrón termina d o , conforme al que los hechos históricos se ordenan.” Engels F. Carta a P .
Ernst. en MARX, K. y F. E NGELS, F. Über Geschicte der Philosophie. Verlag reclam. Leipzig. 1983. p. 87.
14 P ABLO GUADARRAMA GONZÁLEZ

que los fracasos siempre demandan chivos expiatorios, sobre todo lo más lejanos posible, para
exculpar a los responsables vivos.
También en América Latina ha habido, y hay que revelarlo de la mejor forma posible,
tendencias empiristas que se han enfrentado al logicismo abstracto; concepciones racionalistas
en confrontación con aquellas, así como las modalidades de voluntarismo e irracionalismo;
corrientes conservadoras frente a posiciones progresistas y liberales, etc.
En el devenir del pensamiento filosófico latinoamericano se ha desplegado una tendencia
humanista y desalienadora que se ha tenido que enfrentar en las distintas épocas a tareas
diferentes, pero imbuida siempre de la misma misión: situar al hombre latinoamericano en
niveles superiores de humanización. Su combate ha sido contra las fuerzas que de distinto modo
han tratado de enajenarlo.
La tarea actual consiste en ir desentrañando algunas de tales contradicciones y sus
superaciones específicas. Se necesita precisar esas corrientes y tendencias, así como descubrir
otras subyacentes que apenas comienz an a manifestarse y no han logrado la conformación
suficiente para ser delimitadas con claridad.
La labor del investigador de la historia de la filosofía debe ser pronosticadora de las
posibles tendencias o rumbos por los que puede discurrir la evolución futura del pensamiento
filosófico. No sólo debe ser descriptiva y explicativa del pasado. El presente vivo y dinámico
tiene que estar en el prisma permanente de su visión del pasado y del futuro.
La historia de la filosofía latinoamericana no p uede reducir su misión a incrementar
volúmenes de bibliotecas o a satisfacer exigencias exclusivas de especialistas. Ella tiene que
trascender a otras esferas no sólo intelect uales, sino también populares y para ello tiene
necesidad de acudir a otras vías, sin abandonar las tradicionales y ya probadamente eficaces.
Tiene que acudir a los medios de comunicación masiva, la prensa, la radio y la televisión
a fin de revelar la riqueza cultural contenida en el pensamiento de cada pueblo para demostrar
la verdad consistente en que la intelectualidad de América Latina ha sabido pensar con cabeza
propia.
Sobre todo se trata de evidenciar que la mayoría de nuestros pensadores más
significativos no han sido meros reproductores de ideas ajenas y extrañas, sino en la mayoría de
los casos hombres de su tiempo con los pies en la tierra americana y el intelecto en ejercicio
permanente de reflexión crítica y reservada ante los distintos “ismos”.

3. El problema de las periodizaciones

Otra peripecia met odológica que se afronta al estudiar la historia de la filosofía


latinoamericana es la de las periodiz aciones, pues es frecuente la importación de
esquemas extraños, que no se acomodan al devenir de estas latitudes. Con el argumento del
permanente retraso se imp onen algunas periodizaciones que tienen plena correspondencia
¿Qué historia de la filosofía se necesita en América Latina? 15

con la historia europea, pero no tanto con la de esta región. Pues aunque América desde el siglo
XVI se articuló a la gestación del capitalismo mundial, su participación ha sido como proveedora
de riquezas de los países más desarrollados.
Durante siglos se ha inculcado el criterio de que siempre las ideas seguirían llegando de
Europa y no resulta sencillo eliminar esta opinión, incluso de las mentes más aventajadas. Y si
las ideas se ges t aban en aquellas latitudes pues también desde ahí debían llegar las
periodizaciones y clasificaciones.
Sin embargo, la investigación histórico-filosófica demuestra que no es tan sencillo el
asunto. La recepción de ideas nunca es pasiva. Ha habido recepción de ideas externas,
lógicamente, pero de forma activa, crítica, aport adora y auténtica. La tarea no consiste en
elaborar periodizaciones que conduzcan al otro extremo, esto es, ignorar el devenir universal de
la filosofía.
La cuestión consiste en buscar el aristotélico punto medio o la síntesis dialéctica para la
conformación de las periodizaciones. Nadie dudará de que ellas son necesarias porque facilitan
la comprensión de la complejidad social, siempre en última ins t ancia rebelde a toda
periodización o clasificación. Gústenos o no, todo en este mundo es definido; a todos siempre
nos definen. Al menos al hombre de hoy en día le es imposible vivir sin definiciones y se resiste
a la idea de la posible orfandad filosófica.
Las periodizaciones de la his toria de la filosofía jamás podrán ser exclusivas de la
actividad filosófica porque no serían adecuadas. Ellas no pueden circunscribirse a delimitar el
puro devenir de las ideas, pues como tal éste no existe, ya que es expresión siempre de múltiples
contextualidades, entre las cuales el de las ideas anteriormente existentes que fomentan a las
nuevas, es muy importante, pero no exclusivo.
Cualquier p eriodización de la historia de la filosofía debe tomar en consideración el
grado de desarrollo científico-técnico a nivel mundial, así como el contexto específico en que
se generan las ideas; los conflictos socioeconómicos, políticos e ideológicos entre los cuales
emergen las inquietudes filosóficas; las particularidades de otras expresiones de la vida espiritual
de la sociedad dado s u nivel de religiosidad, desarrollo del arte y la literatura, grados de
comunicabilidad, nivel de intercambio con otros países y culturas que faciliten la actualización
respecto a la producción filosófica de otras tierras, etc.
A juicio de Horacio Cerutti, “en general las periodizaciones con que se trabaja o bien
derivan de la historia política, o bien reflejan una concepción inmanente del desarrollo filosófico
con independencia, incluso, de las grandes ideologías p olít ico-sociales. Con toda su
arbitrariedad, la periodización reclama de algún modo cierto tipo de fundamentación estructural,
lo cual presupone afrontar la dificultad -p ara una concepción materialista- de explicar la
articulación entre base y superestructura sin caer en el mecanicismo” (24).

(24) CERUTTI, H.: Hacia una m e t o d o l o g í a de la historia de las ideas ( filosóficas) en América Latina.
Universidad de Guadalajara. 1986. p. 70.
16 P ABLO GUADARRAMA GONZÁLEZ

No escapa al problema de las periodizaciones el de la evolución y las transformaciones


que se operan en las ideas de un pensador que dificulta las clasificaciones, pues en ocasiones la
selección de partes de su obra se efectúa sin tener en cuenta las necesarias opiniones que se
producen y que conducen a veces a posiciones diametralmente opuest as a las que en otro
momento se han sostenido. ¿Qué criterio tomar al respecto? ¿Serán siempre las de la última etapa
de su vida las más elaboradas y por tanto las que deben tomarse como más válidas? ¿Puede
existir otro elemento de selección valorativo?
La consideración de que la clave de la anatomía del mono está en la anatomía del
hombre, ha llevado a plantear que para comprender la evolución de un fenómeno cualquiera debe
conocerse a partir de su máximo nivel de desarrollo. Pero la dificultad consiste precisamente en
delimitar esa cuestión. ¿Cuándo un pensador ha llegado a su máximo grado de des arrollo
intelectual?
En ocasiones el propio filósofo sugiere cuál es su obra más acabada; en otras, los
investigadores establecen un consenso aproximado sobre cuáles deben ser consideradas como
tales, pero lo cierto es que en las ideas más juveniles o en las más seniles aparecen tesis con
suficientes destellos racionales como para ser consideradas expresión aportadora de ese pensador
y no pueden de ninguna forma ser subestimadas.
La conformación de la conciencia filosófica en un hombre no se lleva a cabo como la
evolución acostumbrada de los fenómenos naturales y sociales. Son muchas las particularidades
sui géneris que intervienen en dicho proceso y el investigador no se debe dejar arrastrar por el
maremagnun de información y pensar que está ante un caos imposible de desentrañar, ni
tampoco debe presuponer que un orden metodológico preformado de la investigación del filósofo
o del tema en cuestión. Una actitud equidistante de ambas posturas le posibilitará establecer
todas las líneas directrices y vericuetos de la urdimbre.
De ahí que la investigación sobre un pensador requiera de varias lecturas, la que se hace,
y debe ser la primera, desde sus obras consideradas más sistemáticas y maduras, hacia el resto.
Y la lectura que debe también efectuarse con rigor analítico desde su iniciación intelectual que
permita apreciar cómo se fue encadenando el conjunto de sus ideas.
La atención sistemática y rigurosa de los problemas metodológicos de la historia de la
filosofía es un hecho relativamente reciente. Es cierto que algunos de los propugnadores iniciales
han sido los propios pensadores de gran talla, quienes han dejado reflexiones dignas de
consideración, pero nunca alcanzaron un nivel de especialización profesional.
Han prevalecido por lo regular dos enfoques metodológicos erróneos: uno
de caráct er universal-abstracto y otro hiperbolizador de lo nacional o lo regional (25) que

(25) “ Tanto uno como extremo nacen de una deficiente metodología cuya esencia consiste en absolu t i z a r
una cara de la moneda, ciertos aspectos del proceso histórico-filosófico, separándolos y contraponiéndolos a otros”.
D EMENCHONOK, E.: Filosofía latinoamericana. Problemas y tendencias Editorial El Búho. 1990. p. 20.
¿Qué historia de la filosofía se necesita en América Latina? 17

no ha tomado en adecuada consideración el nexo dialéctico (26) entre lo universal y lo específico


de la filosofía y la cultura latinoamericana (27).
En los últimos tiempos se ha puesto de moda no sólo criticar todo enfoque dialéctico,
sino lo que es peor aún tratar de desentenderse de toda dialéctica en el análisis filosófico, ignorar
completamente la dialéctica y evitar con ello cualquier tipo de contagio. Una de las razones es
que se ha identificado incorrectamente a la dialéctica con el “materialismo dialéct ico”, tan
lapidado especialmente en esta época de crisis del marxismo.
Un criterio tan estrecho induce a ignorar las manifestaciones del pensamiento filosófico
que se revelan en la filosofía antigua, medieval y moderna en general, y a considerar también
incorrectamente que el devenir del pensamiento filosófico latinoamericano está descontaminado
de la dialéctica.
La historia de la filosofía que se necesita en América Latina tiene el deber de diferenciar
adecuadamente los planos , y descubrir aquellos fermentos dialécticos donde estén, sin
transposiciones forzadas. Considerar que el enfoque dialéctico del desarrollo ha estado ausente
en el devenir filos ófico en es ta región, resulta tan desacertado como negar la existencia del
cultivo de la filosofía en estas tierras.
El enfoque dialéctico del mundo ha estado presente desde la gestación de la filos ofía
misma en la antigüedad hasta nuestros días, a través de las más disímiles formas. Reducir su
existencia a Hegel o a M arx, es tan absurdo/ como reducir la existencia del idealismo o el
materialismo filosófico a estas figuras. Pues como planteaba Ignacio Ellacuría, “la realidad
misma es la que se muestra como una totalidad dinámica, es t ructural y, en algún modo,
dialéctica; y es la realidad misma la que s e muestra como dando de sí formas superiores de
realidad, en las cuales las superiores se apoyen en las inferiores de las cuales provienen y éstas
se hacen presentes en aquellas. Lo que pudiera parecer deducción lógica es así deducción real,
de modo que la deducción real es la que muestra la verdad de la deducción lógica y no
viceversa”(28).
La misión de los historiadores de la filosofía en es t a región no es, al respecto, muy
distinta de la que tienen otros en diferentes latitudes, y no sólo en este último aspecto, sino en
todos los que tengan que ver con las peripecias metodológicas que demanda este tipo de
investigación.

4. La filosofía y las urgencias latinoamericanas

U na p rimera posible respuesta a la pregunta que nos inquieta, sería considerar que
se necesita una historia de la filosofía que no se limite a caracterizar, clasificar y periodizar.

(26) Véase: MAGALLÓN, M.: Dialéctica de la filosofía latinoamericana. Una fil o s o fía en la historia.
UNAM: México. 1991.

( 2 7 ) Véase: G UADARRAMA, P ., y P ERELIGUIN, N.: Lo universal y lo específico en la cultura. Universi d a d


INCCA de Colombia. Bogotá. 1988; Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1989.

(28) E LLACURÍA, I.: Filosofía de la realidad histórica UCA Editores. El Salvador. 1990. p. 39
18 P ABLO GUADARRAMA GONZÁLEZ

Además de estas funciones, que son necesarias y propias de toda actividad investigativa en las
ciencias sociales, la his toria de la filosofía en América Latina debe revelar todos los efectos
posibles que hayan tenido las ideas en diferentes épocas y circunstancias.
Debe determinar las distintas esferas sobre las cuales han repercutido. Sobre todo a partir
de la experiencia acumulada, debe sugerir los nuevos terrenos en que la filosofía pueda ser cada
día más auténtica y aportadora a la cultura y al enriquecimiento espiritual y mat erial de los
pueblos latinoamericanos, como parte significativa de esta humanidad, que cada vez incrementa
su reconocimiento a la función emancipatoria de la filosofía, aunque las fuerzas pragmáticas del
actual orden tecno-utilitario mundial imperante traten inútilmente de hacerla sucumbir.
La filosofía siempre ha tenido y tendrá sus propias demandas, las que nacen o se
engendran como resultado de su propio desarrollo como ejercicio del p ensamiento que tiene
necesidad de perfeccionar sus instrumentos epistémicos. Pero nunca se ha alimentado
exclusivamente de sí misma, sino de múltiples esferas de la realidad que le sugieren problemas,
y de otras manifestaciones de la vida espiritual que le aportan muchos fermentos nutritivos y
sugerencias, objeto también de reflexión.
La filosofía en América Latina tiene obligación de conformarse a partir de su entorno
inmediato, pero además de aquellas mediaciones que le proveen lo más fructífero de la herencia
filosófica y cultural de nuestros pueblos.
En el caso tan conflictivo de estas tierras como de otras regiones del mundo, donde las
huellas de la dependencia no pueden cicatrizar en tanto se mantengan las actuales circunstancias
la filosofía expresa en mayor medida los elementos sociopolíticos de su contenido.
La filosofía en América Latina tiene que ocuparse de los destinos del hombre
contemporáneo ante los desafíos que plantean múltiples problemas globales , ecológicos,
demográficos, integradores, migratorios, interétnicos, tecnológicos, etc. Aun cuando múltiples
disciplinas abordan cada uno de estos problemas, la filosofía está obligada a planteárselos desde
la perspectiva totalizadora con que debe apreciarlos el hombre real y no el de las estadísticas, con
sus preocupaciones y propuestas resolutivas.
La crisis civilizadora que embarga a todo el orbe tiene manifestaciones muy disímiles
según la región en que se desenvuelva el que practica la filosofía. Es muy distinto plantearse los
problemas globales en París que en Port au Prince, independientemente de la nacionalidad de
origen del que reflexiona.
Si la filosofía en América Latina, como vaticinaba Alberdi y han constatado las
investigaciones, se caracteriza por la marcada preocupación política y por el vínculo con los
problemas sociales de cada época y circunstancias, hoy menos que nunca tiene motivos para
estimular actitudes evasivas de academicismo estéril, asepsia ideológica y neutralidad axiológica.
Primero, porque en verdad estas últimas nunca han existido en parte alguna, y segundo,
porque el prestigio del filosofar dependerá de que los hombres de las más diversas
posiciones sociales y p rofesiones vean en él un instrumento necesario para la
¿Qué historia de la filosofía se necesita en América Latina? 19

comprensión y propuesta de s olución a sus problemas, de lo contrario quedaría en los


empolvados anticuarios como muestras de que el espíritu humano no siempre se ha ejercitado
en temas y problemas necesarios, útiles al propio hombre.
Si la historia de la filosofía latinoamericana no desempolva los anaqueles y demuestra
que quienes han pensado antes que nosotros, también pensaron para nosotros y que muchas de
sus ideas mantienen indudable valor, no estará cumpliendo con su más elemental deber.
La actual producción filosófica lat inoamericana no debe depender exclusivamente de
estar al tanto de las imprentas de Barcelona, Frankfurt, París o Harvard. Es necesario que los
actuales practicantes de la filosofía estén al tanto de ellas, al mismo tiempo que lo estén de las
de M éxico, Bogotá o Buenos Aires, en tanto estas editoras no se limiten solamente a reeditar las
obras proveniente del primer mundo -que es muy necesario pero insuficiente- y promuevan la
edición de pensadores latinoamericanos.
El investigador de la historia de la filosofía en América Latina debe mantener viva la
memoria histórica de los ilus tres difuntos que han conformado nuestro pensamiento, pero
también es tarea suya promover el estudio de aquellos que aportan constantemente a la cultura
filosófica latinoamericana de nuestros días.
Si cumplimos tales misiones el gremio de los futuros investigadores del pensamiento
filosófico latinoamericano nos lo agradecerá especialmente, aunque siempre será más
significativo saber de la gratitud callada de las nuevas generaciones de nuestros pueblos que por
haber aportado al mejor conocimiento de la auténtica herencia de su pensamiento serán algo más
cultos, perdón, algo más libres.

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