Revista CIDOB d’Afers Internacionals
n.º 124, p. 147-169
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X
DOI: doi.org/10.24241/rcai.2020.124.1.147
Fecha de recepción: 15.04.19
Fecha de aceptación: 10.12.19
Migrantes que se autoproclaman
autoridades discursivas: «¿Qué pasa en
Venezuela?»
Migrants casting themselves as discourse
leaders: “What’s happening in Venezuela?”
Amparo Huertas Bailén
Profesora titular, Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad, Universitat
Autònoma de Barcelona (UAB); directora, Instituto de la Comunicación InCom-UAB.
amparo.huertas@uab.cat. ORCID: http://orcid.org/0000-0002-8851-5417
Luiz Peres-Neto
Investigador, InCom-UAB; profesor colaborador, Escuela Superior de Propaganda y
Marketing (ESPM) de Brasil y Universitat Oberta de Catalunya (UOC). luiz.peres@espm.br.
ORCID: http://orcid.org/0000-0001-8190-8720
Cómo citar este artículo: Huertas Bailén, Amparo y Peres-Neto, Luiz. «Migrantes que se autoproclaman
autoridades discursivas: “¿Qué pasa en Venezuela?”». Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124
(abril de 2020), p. 147-169. DOI: doi.org/10.24241/rcai.2020.124.1.147
Resumen: Las crisis políticas provocadas por
gobiernos autoritarios favorecen la aparición
de líderes de opinión (influencers) entre la población emigrada. Al respecto, este artículo
aborda la comunicación transnacional vinculada a procesos migratorios. Usando un marco teórico que gira en torno a la noción de
intermediario –a partir de la reflexión desde
las teorías de la comunicación clásicas–, se
ahonda en la opinión pública, el pluralismo
y la desinformación, así como en los sistemas
morales y las emociones en las que esta última
se recibe. En concreto, se realiza un análisis
cualitativo de material publicado en YouTube
por dos influencers emigrantes venezolanas
sobre la autoproclamación de Juan Guaidó
como presidente encargado, en enero de
2019, poniendo el foco en los recursos que
emplean para erigirse como autoridades discursivas sobre la actualidad política desde
fuera del país.
Abstract: Political crises caused by authoritarian governments encourage influencers
to emerge in the emigrant population. In
this regard, this paper addresses transnational communication linked to migration
processes. Using a theoretical framework
that revolves around the notion of an intermediary – based on classical communication theories – it delves into public opinion,
pluralism and disinformation, and examines
the reception of the disinformation in terms
of moral systems and emotional responses.
Specifically, a qualitative analysis is made
of material posted on YouTube by two Venezuelan emigrant influencers about Juan
Guaidó’s self-proclamation as acting president in January 2019. The focus is on the
resources they use to establish themselves
as discursive authorities about the political
discussion from outside the country.
Palabras clave: comunicación transnacional,
migraciones, líderes de opinión, desinformación, cultura digital, Venezuela, influencers
Key words: transnational communication, migrations, opinion leaders, disinformation, digital culture, Venezuela, influencers
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Migrantes que se autoproclaman autoridades discursivas: «¿Qué pasa en Venezuela?»
Desde la constatación de cómo las crisis políticas derivadas de la consolidación de gobiernos autoritarios favorecen el surgimiento de líderes de opinión
entre la población emigrada, este artículo aborda la comunicación transnacional
vinculada a procesos migratorios a partir del estudio de caso de dos influencers
emigrantes venezolanas. Frente a los discursos oficiales, difundidos por los intermediarios tradicionales, aparecen personas que se autoproclaman fuentes de
información válidas para conocer la actualidad política de los países de origen
por el mero hecho de haber tomado la decisión de emigrar. Nos interesan especialmente los fundamentos sobre los que estos nuevos intermediarios asientan
su legitimidad para elaborar contranarrativas geopolíticas. No analizaremos su
perfil como activistas, sino el relato discursivo que emplean, accesible de forma
global pero especialmente orientado a la opinión pública en el exterior del país
en cuestión.
Aunque la noción de intermediario es polisémica, nuestro interés remite a un
sentido de reciente aparición, ligado a la figura del influencer, cuyas bases provienen de la idea del líder de opinión. Entendemos el intermediario como cocreador
de opinión pública y, para su estudio, hemos recurrido a la hermenéutica de profundidad de Thompson (2011). El alcance de una posición social privilegiada por
parte de los influencers solo puede explicarse a partir de la confluencia de una larga
serie de factores, como la rampante digitalización de la cultura (Fuchs, 2015), la
crisis del sector comunicativo tradicional (Bolaño, 2016; Napoli, 2010; Murdock,
2011), el dominio de la lógica del entretenimiento en prácticamente todas las
parcelas de la vida (Han, 2012), la desafección política (Vallès y Ballart, 2012), la
conformación de una nueva ecología mediática (Scolari, 2015) o la articulación en
redes de las prácticas sociales, culturales y económicas (Castells, 2009).
Al tratar el contexto venezolano, conviene añadir la creación de un sistema comunicativo pensado para garantizar la voz oficial en términos exclusivos, una idea
que el régimen populista de este país consolidó con el nombramiento de Nicolás
Maduro como presidente de la república tras la muerte de Hugo Chávez el 5 de
marzo de 2013 (Fernández, 2018). Conscientes de esta complejidad, en este trabajo empírico hemos optado por acompañar el análisis discursivo y su reinterpretación con un análisis sociohistórico. Como punto de partida, consideramos que
el papel del influencer –de estos nuevos intermediarios– es ambiguo pues, aunque
pueden actuar como fuentes, también pueden contribuir a la proliferación de la
desinformación.
Este artículo se centra en la actividad digital de dos influencers con estéticas y objetivos muy diferentes: la humorista y escritora venezolana-estadounidense Joanna
Hausmann, residente en Estados Unidos, y Vivi, quien se define como «audiovisualista y fotógrafa venezolana» y cuya residencia está ubicada en Argentina.
Ambas responden al perfil definido para este estudio: emigrante que se erige como
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líder de opinión hacía el exterior basándose en su propia vivencia con un alcance
viral significativo. En concreto, se analiza el tratamiento que dieron a la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, ocurrida en
enero de 2019, frente a Nicolás Maduro. Este último había sido reelegido en las
elecciones presidenciales de 2018, aunque bajo sospechas de fraude y manipulaciones. Dichas elecciones habían sido programadas para diciembre de 2018; pero,
por diversos motivos, acabaron avanzándose a mayo de ese mismo año. Mientras
la Organización de los Estados Americanos (OEA), el Parlamento Europeo, el
Grupo de Lima (GL)1 y algunos países como Australia y Estados Unidos pidieron
su cancelación ante la ausencia de garantías de un proceso democrático, otros países –como China, Rusia, Irán o Cuba– las ratificaron.
Hausmann, con una trayectoria profesional ligada a la televisión tradicional,
encaja en el perfil de creadora de narrativas transmedia. Es decir, genera contenidos específicos para cada medio y, al mismo tiempo, mantiene una unidad narrativa que le da coherencia como personaje mediático (Jenkins, 2008). Su canal
de YouTube tiene 239.000 suscriptores; en Facebook le siguen más de 375.000
personas; en Instagram, 155.000 y, en Twitter, 63.000, según los datos visibles
en septiembre de 2019. En cambio, la trayectoria de Vivi está solo centrada en
las redes sociales digitales, y sus narrativas son más personales y están nutridas de
aspectos cotidianos. Su audiencia, aunque amplia, presenta cifras inferiores a las
de Hausmann: más de 42.000 suscriptores en su canal de YouTube; 37.000 en
Instagram y 11.000 en Facebook, según los datos de esa misma fecha.
Aun cuando existen estudios sobre la comunicación política que los estados dirigen a sus diásporas (Cogo et al., 2012; Rocco, 2019), la cuestión aquí planteada
está todavía por explorar: la aparición de interlocutores que actúan desde el exterior aprovechando el espacio digital y presentándose al margen de las instituciones
oficiales y/o tradicionales. Los trabajos más próximos a esta línea se han centrado
principalmente en Facebook o Twitter, mientras que nuestra propuesta explora
también el canal YouTube, lo que nos permite indagar en otro fenómeno también
innovador como es el uso de canales propios para hacerse escuchar.
Para llevar a cabo este análisis, el artículo se estructura de la siguiente forma. En primer lugar, se realiza una reflexión teórica acerca del concepto de
intermediario y su relación con los flujos de información que construyen la
llamada opinión pública; en segundo lugar, se discuten los desafíos que conlleva
la expansión de lo digital unido a las diásporas transnacionales y a la crecien-
1. El GL es una instancia multilateral creada en 2017 –integrada en la actualidad por 17 países miembros del continente americano– , cuya finalidad es buscar una salida pacífica a la crisis de Venezuela.
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te desinformación; en tercer lugar, se ofrece una breve explicación de aspectos
metodológicos básicos acompañada de los referentes teóricos específicos; y, por
último, se presentan los resultados y conclusiones.
La formación de la opinión pública en el
entorno digital
Existe una amplia literatura sobre los medios de comunicación como garantes
de los sistemas democráticos en Occidente, al ser considerados como agentes
fundamentales para la formación de la opinión pública, aunque a veces sean
más bien teorías sin base empírica (Sartori, 2007; Habermas, 2002; Sampedro,
2000). En estos textos, la noción de intermediario se asigna a los medios de
comunicación en sentido amplio o bien se refiere, de forma nominal, a personas
que, por su capital político, cultural o científico, ocupan posiciones relevantes y
cuyos juicios son reconocidos.
Aplicar dicho modelo, heredado de la Ilustración, a los entornos digitales
no resulta fácil. Y una prueba evidente de ello aparece en las publicaciones que
optan por seguir distinguiendo entre medios tradicionales (prensa, radio y televisión) y nuevos medios, cuando la convergencia es lo que caracteriza el actual
ecosistema mediático (Scolari, 2015) y donde, desde la economía política de
los medios, nuevos y tradicionales aparecen agrupados en grandes conglomerados multimedia transnacionales (Bolaño, 2016; Murdock, 2011; Napoli, 2010;
Castells, 2009; Curran, 2005). Además, esos cambios también han alterado las
modalidades de consumo, como lo demuestra la aparición del seguimiento multipantalla o la rápida expansión del smartphone como dispositivo de consumo
(Huertas, 2015)2. En el contexto latinoamericano, y según recoge Fernández
(2018), el Latinobarómetro del año 2016 –que incluyó por primera vez la
medición del consumo de redes sociales– ya advirtió de un retroceso del consumo de los medios tradicionales y evidenció un crecimiento de Internet
como fuente de información política.
2. Aunque, evidentemente, también sería un error olvidar la influencia de los medios tradicionales
en los nuevos desarrollos. Téngase en cuenta, por ejemplo, que un lector que accede a la prensa
digital sin haber leído prensa en papel anteriormente puede tener dificultades para entender
su lógica y estructura.
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Sobre la situación en Venezuela, Fernández (ibídem) señala que, debido al
control comunicativo gubernamental, se dio un claro desplazamiento de las audiencias hacia medios alternativos –incluidos los digitales– en busca de información política. Queda así patente, una vez más, cómo las políticas comunicativas
de los gobiernos autoritarios generan la necesidad de fuentes de información
alternativas, solo que en la actualidad el entorno digital parece poner más fácil
la formación de nuevos canales. De hecho, en este mismo artículo (ibídem), la
autora nos habla del éxito del uso de YouTube como plataforma de difusión de
contenidos por parte de la Unidad Democrática (UD), la plataforma opositora
que se creó a partir de la agrupación de más de una docena de partidos políticos
venezolanos. Y, en relación con la audiencia de este nuevo canal, Fernández (ibídem) acaba destacando el peso de la diáspora venezolana. Según los datos que
pudo recoger esta investigadora, el
67% de los usuarios del proyecto di- La noción de intermediario se asigna a los
gital de UD procedía de Venezuela, medios de comunicación en sentido ampero también se daba un volumen plio o bien se refiere, de forma nominal,
significativo de registros desde Esta- a personas que, por su capital político,
cultural o científico, ocupan posiciones redos Unidos (16%) y España (6%).
Es evidente que el conjunto de levantes y cuyos juicios son reconocidos.
estos fenómenos hace que sea necesario revisar la evolución del término «intermediario» y sus posibles roles en el
marco de las sociedades en red, en particular atendiendo, como se plantea en
este texto, a la comunicación transnacional relacionada con procesos migratorios. En las teorías clásicas de la comunicación se habla por primera vez del intermediario justamente en relación con los procesos de formación de la opinión
pública. Esta propuesta inicial, que plantea la figura del líder de opinión en base
a su posición social, su reputación y/o su conocimiento, es uno de los rasgos
distintivos de la teoría que Lazarsfeld, Berelson y Gaudet recogen en la obra The
People’s Choice. How the Voter Makes Up his Mind in the Presidential Campaign,
publicada por primera vez en 1944. Con este planteamiento, parecía haberse superado la teoría de la aguja hipodérmica, que apuntaba hacia la idea de un efecto
inmediato de todo mensaje, similar al que provoca la inyección de una sustancia
en el cuerpo, fruto de una época en que la principal función concedida a los medios era la propagandística, de carácter político o para incentivar el consumo en
una fase inicial del capitalismo (Huertas, 2002). Pero lo que queremos destacar
aquí es que estos autores nos avanzan una idea clave para comprender lo que
hoy acontece en el entorno digital y que ha pasado bastante desapercibida. Lazarsfeld, Berelson y Gaudet (1948) plantean que los líderes de opinión, aunque
momentáneamente tengan el privilegio de que sus opiniones sean requeridas,
forman parte también de la audiencia.
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Pese a que los propios autores llegaron a reconocer que los efectos de los
intermediarios con presencia mediática eran limitados, la propuesta fue muy
criticada por considerar que incluía un excesivo corte positivista unido a un
reducido alcance metodológico. Así, en 1955 y a través de la obra Personal
Influence, el propio Lazarsfeld, acompañado esta vez por Katz, desarrolló la
teoría del flujo en dos etapas (two-step flow). Continúa aquí sin definirse en
qué consiste exactamente esa «influencia», pero los autores refuerzan la tesis acerca del papel de los líderes de opinión como intermediarios necesarios
para la circulación de los flujos comunicativos que precisa la formación de la
opinión pública –entendida esta como consensos sociales duraderos a largo
plazo– y, al mismo tiempo, hacen hincapié en la importancia de las relaciones
interpersonales. Las figuras con presencia mediática hacen llegar sus opiniones
a los líderes de los grupos o comunidades y estos, en contacto con la ciudadanía, son quienes se encargan de difundirlas.
Esta idea nos resulta también muy estimulante para pensar el entorno digital, pues este ya incorpora –de forma podríamos decir innata– los códigos de
las relaciones interpersonales en la formación de los líderes de opinión. De alguna manera, la dinámica de los espacios digitales combina lo que Lazarsfeld
y Katz (1968) separaron en dos etapas. En primer lugar, la disponibilidad de
mecanismos para medir el alcance de los mensajes lanzados (como, por ejemplo, poder conocer el número de seguidores, la media de consumo de un vídeo
en segundos o el número de likes) ha permitido que sus creadores puedan cuantificar el éxito de su actividad con parámetros que antes solo eran accesibles para
los proyectos mediáticos empresariales. Una lógica, por otro lado, plenamente
coherente con la defensa del emprendimiento. Y, en segundo lugar, tenemos la
ambigüedad en la distancia comunicativa entre opinante y públicos. Los primeros flujos comunicativos interpersonales en Internet se construyeron en torno
a aspectos propios de las relaciones amistosas, como la empatía o la confianza
(sociabilidad digital). Y estos flujos han acabado impregnando todos los espacios comunicativos, indistintamente de su autoría y del grado de interacción
que acaban otorgando efectivamente a sus públicos (Huertas, 2015).
Pero, además, Lazarsfeld y Katz (1968) aportaron planteamientos empíricos que fueron esenciales para investigar la relación directa entre la opinión
pública y la consolidación de las democracias. La idea de que es imprescindible una verdadera libertad de expresión para que se desarrollen manifestaciones colectivas en el espacio público, en el marco de las sociedades democráticas, surge de estos autores. Aunque, evidentemente, este planteamiento
ha ido enriqueciéndose con matices importantes, como la consideración de
que es la autoridad políticamente organizada la que acaba determinando qué
fuentes son legítimas. Pero ambas nociones, democracia y opinión pública,
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tienen sentidos diferentes. Mientras que la idea de democracia se aproxima
a cómo una sociedad está políticamente organizada, la opinión pública se
acerca más a lo que los individuos desean, la «voluntad popular». Es más,
siguiendo a Grossi (2007), el concepto de opinión pública, a la luz de la
teoría democrática, es en sí mismo ambivalente. Por un lado, esta constituye
un espacio emancipador, que permite la participación política e inclusión de
la ciudadanía en la vida en sociedad –pudiéndose llegar a afirmar que garantiza la transparencia de las acciones del Gobierno–, mientras que, por otro,
funciona como un elemento de constricción de la sociedad, dado que lo que
hace es favorecer la creación de consensos en torno a las tesis o ideas que se
consideran legítimas y, al mismo tiempo, de mecanismos de control social
que garanticen su permanencia.
Ahora bien, de la literatura revisada sobre opinión pública –de Las nociones de democracia y opinión púentre la que destacamos a Crespi blica tienen sentidos diferentes. Mientras
(1997), por sus reflexiones acerca de que la idea de democracia se aproxima
la influencia individual sobre la co- a cómo una sociedad está políticamente
lectividad y por su distinción entre organizada, la opinión pública se acerconstrucción personal, social y polí- ca más a lo que los individuos desean, la
tica– solo podemos decir que existe «voluntad popular».
un relativo consenso en torno al hecho de que esta es «construida». Es decir, «la opinión pública es siempre el producto y el resultado de distintas prácticas –cooperativas, conflictivas, reflexivas y
negociadas– que determinan socialmente su perfil final y caracterizan su estructura, función y rol en la sociedad» (Grossi, 2007: 130). A partir de las tesis de
Lang y Lang (1983), Grossi (2007: 124) defiende que, para descifrar el efecto
de la opinión pública en la sociedad, primero es necesario analizar el proceso de
construcción social (opinion-building) para, a continuación, poder interpretar
«la opinión pública en acción».
Eso sí, tanto si se plantea la opinión pública como resultado de un proceso
de interacción entre distintos «flujos comunicativos, cognitivos y simbólicos»
(Grossi 2007: 123) o como un caleidoscopio (Crespi, 1997), esta debe ser
vista a partir de una génesis pluralista. Es decir, como producto de un fenómeno de reconstrucción e influencia múltiple, como propusieron Lang y Lang
(1983). No obstante, hablar de pluralismo en este ámbito no solo implica
pensar en el modo en que circulan los flujos informativos, sino también en la
importancia de la libertad de expresión, como ya señalaron Lazarsfeld y Katz
(1968).
En Internet, donde la producción, la circulación y el consumo rompen con
las estructuras y estrategias tradicionales, no podemos negar el contenido pluRevista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 147-169. Abril 2020
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ral, pero tampoco podemos caer en la visión utópica. La tentación de favorecer la formación de ciertas opiniones públicas y de eliminar otras continúa
presente (Herman y Chomsky, 2010). Eli Pariser (2017) desarrolla la teoría
del «filtro burbuja» y explora el papel de los algoritmos en la determinación
del contenido que llega al individuo a partir del cruce de datos disponibles
sobre su identidad y sus hábitos. E, incluso, existen ya estudios empíricos
de carácter cuantitativo, como el elaborado por Bakshy, Messing y Adamic
(2015), que apuntan a que la causa de ese «filtro burbuja» no es otra cosa
que una limitada diversidad de la información disponible. Van Dijck (2016)
destaca la gran diferencia entre lo preconizado en torno a la world wide web y
su actual estadio. Si en algún momento se vislumbró como un espacio anárquico, que garantizaba la libertad, la diversidad y la pluralidad, el proyecto
actual parece caminar en sentido contrario.
Comunicación transnacional, desinformación y
diásporas
Aunque sea difícil precisar una fecha en concreto, los expertos en comunicación hablan de una transformación evidente del modelo informacional
desde, al menos, la llegada del siglo xxi. Un informe del Consejo Europeo,
publicado en 2017 y elaborado por Claire Wardle y Hossein Derakhshan,
habla abiertamente de «desorden informacional». Se trata de un cambio que,
inevitablemente, también ha afectado a los pilares de la arquitectura democrática liberal, basada en la libertad de expresión y en el acceso garantizado
a fuentes de información que permitan al ciudadano formar sus opiniones y
participar en la esfera pública (Curran, 2005). No obstante, y antes de seguir
avanzando, cabe recordar que la desinformación no es un problema específico
de esta época. Como bien puntualiza Aliaksandrau (2017), la comunicación
política está plagada de ejemplos de fabricación de mensajes políticos cuyo
objetivo ha sido controlar las opiniones circulantes. Del mismo modo que el
problema tampoco es específico de la comunicación. Josep Fontana (1982)
describe así de forma coloquial una de las funciones del historiador: «separar
la paja de la verdad».
Wardle y Derakhshan (2017) parten de la idea de que se da un exceso
de información, amplificada y desordenada, lo que resulta potencialmente
dañino para el sistema democrático. En el informe identifican tres tipos de
desórdenes informacionales: a) desinformación (dis-information), informaRevista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 147-169. Abril 2020
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Amparo Huertas Bailén y Luiz Peres-Neto
ciones falsas creadas deliberadamente para hacer daño a grupos sociales, personas, países, etc.; b) información errónea o equivocada (mis-information),
informaciones falsas que no han sido creadas ni puestas en circulación con la
finalidad de hacer daño a terceros, y c) mala información (mal-information),
información que, pese a basarse en hechos reales, es empleada para hacer
daño a personas, instituciones u organizaciones. Resulta esta una tipología
muy útil para identificar las fake news, pero en este artículo la cuestión que
nos preocupa es más bien cómo lidiar con ellas. Para Jonathan Albright
(2017), resulta primordial entender cómo estas han conseguido dar un giro
a la propia idea de noticia, vaciándolas de hechos, de esa dimensión fáctica
de la que siempre se había nutrido la información. Es como si los hechos
hubieran dejado de ser relevantes y el consumo viniera provocado mayoritariamente por el impacto –el efecto
sorpresa llevado al extremo– y la Ahora no solo es posible acceder a contenidos diversos (incluso son accesibles
reacción impulsiva.
Para tratar la recepción de las proyectos comunicativos no pensados
fake news, Wardle y Derakhshan para audiencias globales), sino que tam(2017) proponen recurrir a los bién ha aumentado la circulación global
Estudios Culturales desarrollados de bienes culturales, lo que ha contribuidesde el área de la comunicación, do a un mayor contacto informativo o, al
así como a la psicología social y a menos, a una percepción más clara de
la filosofía moral y política. Como esa posibilidad.
punto de partida, toman como referente el clásico modelo de recepción encoding/decoding, desarrollado por
Stuart Hall en la década de 1970. Este modelo señala que un mensaje puede
ser interpretado de tres maneras: dominante (el receptor acepta la perspectiva
del emisor); negociada (el receptor reinterpreta el sentido propuesto en función de su conocimiento, experiencia, intereses, etc.) y opuesta (el receptor
atribuye un sentido contrario al planteado por el emisor). Pero el informe
también acaba concediendo importancia a las emociones. Siguiendo a George Lakoff, sus autores destacan que la racionalidad está atada a las emociones,
de lo que se infiere que es imposible prescindir de estas para dar sentido a las
cosas; asimismo, subrayan que, para entender de qué manera nuestro cerebro
atribuye sentido a un mensaje, no se pueden obviar los sistemas morales que
los envuelven.
La condición de migrante suele conllevar unas necesidades informativas
específicas. El deseo de continuar informado sobre el país de origen es un
fenómeno bastante generalizado, sobre todo cuando en aquel lugar continúan residiendo familiares y amistades. En la época analógica, era frecuente
el envío postal a las personas emigradas de recortes de prensa o cintas de auRevista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 147-169. Abril 2020
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dio con programas radiofónicos. Desde el mismo inicio de lo digital, fueron
evidentes los cambios que esto iba a generar en las prácticas comunicativas
de la población migrante. Ahora no solo es posible acceder a contenidos
diversos (incluso son accesibles proyectos comunicativos no pensados para
audiencias globales), sino que también ha aumentado la circulación global
de bienes culturales, lo que ha contribuido a un mayor contacto informativo
o, al menos, a una percepción más clara de esa posibilidad. En este marco
de recepción, aparecen también aspectos emocionales relacionados principalmente con el deseo de preservar el sentimiento de pertenencia a un lugar
y el efecto nostalgia (Cogo et al., 2008; Burque, 2010; Huertas, 2018).
Igualmente, incluso es posible el desarrollo de nuevas vías de negociación
de significados. En primer lugar, la experiencia migratoria permite conocer
otras maneras de hacer periodismo, por lo que la persona puede desarrollar
una mirada crítico-comparativa sobre el periodismo que conoce, es decir, el
que se desarrolla en su país de procedencia. Por ejemplo, en nuestros trabajos
sobre la migración latinoamericana en España, solemos recoger opiniones
negativas acerca del tratamiento informativo de la violencia en sus países de
origen, aunque evidentemente también se dan quejas sobre cómo los medios
españoles dan una imagen estereotipada y negativa de sus raíces culturales
(Huertas, 2018). Y, en segundo lugar, cuando el país de origen sufre una
fuerte censura, se detectan comportamientos particulares. En estas circunstancias, las personas que permanecen en el lugar de nacimiento pueden llegar
a considerar a la persona emigrada como una fuente de información fiable. Al
atribuir al emigrado la posibilidad de acceder a medios del exterior, le asignan a este una mayor capacidad para explicar el entorno que ha abandonado.
Entre la población de Marruecos es habitual encontrar ejemplos que ilustran
esta afirmación. En cambio, en relación con la población latinoamericana,
parece dominar el efecto de la polarización de los debates. Estar a favor o en
contra de un líder político puede acabar determinando las relaciones en los
encuentros comunicativos transnacionales. Tal y como ya hemos constatado
(Cogo et al., 2008; Huertas, 2018), esto aparece de forma destacada en el
caso de las emigraciones procedentes de Venezuela, Argentina y, más recientemente, de Brasil.
En definitiva, el lenguaje está cargado de sentidos atados a un sistema
moral y, al mismo tiempo, esas posibilidades de sentido vienen alimentadas
por experiencias y emociones. Toda atribución de sentido –sea dominante,
negociada u opuesta– es establecida basándose en un sistema moral que no
está condicionado únicamente por el repertorio lingüístico que se maneja y,
en el contexto de la comunicación transnacional ligada a diásporas, aparecen
fenómenos específicos.
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Hausmann y Vivi: influencers, emigrantes y
venezolanas
El estudio empírico: marco teórico y aspectos metodológicos
Como explica Blyth (2002), en las ciencias sociales, una teoría es casi siempre
el resultado de una determinada presuposición ontológica y de una elección
epistemológica, algo que a menudo pasa inadvertido. Sin caer en una mirada
relativista extrema, este autor acaba advirtiendo de la incuestionable necesidad
de tener esta idea siempre presente. En este texto, recogemos esa observación.
Nuestra propuesta parte de la hermenéutica de profundidad de Thompson
(2011), pues esta nos ha sido de
gran utilidad a la hora de articular Se ha definido el trabajo de campo a
una metodología capaz de recoger partir de tres pasos: análisis sociohistóritodos los elementos básicos para el co, análisis discursivo y reinterpretación.
análisis que nos proponíamos. Esta No se trata de etapas separadas en un
perspectiva teórica se asienta en la proceso secuencial, sino más bien de ditradición hermenéutica, a la que mensiones analíticamente distintas de un
también han contribuido otros au- proceso único complejo.
tores, como Hans-Georg Gadamer y
Paul Ricoeur. Ahora bien, aunque Thompson (ibídem) comparte los supuestos
centrales de la propuesta metodológica de otros autores, la hermenéutica de profundidad nos interesa especialmente porque no solo examina las características
estructurales de las formas simbólicas, sino que también aborda las condiciones sociohistóricas de producción, circulación y recepción de esas formas.
Siguiendo a este autor, hemos definido nuestro trabajo de campo a partir de
tres pasos: análisis sociohistórico, discursivo y reinterpretación. No se trata
de etapas separadas en un proceso secuencial, sino más bien de dimensiones
analíticamente distintas de un proceso único complejo.
Empezaremos exponiendo nuestro análisis sociohistórico. Ofrecemos el contexto de unas controvertidas elecciones presidenciales en Venezuela, en 2018,
que finalizaron con la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente en
enero de 2019. Aunque de forma breve, buscamos reconstruir las condiciones
sociales e históricas de dicho proceso. Además, revisamos las narrativas que circularon (y también aquellas que no circularon) en los medios tradicionales y
digitales. Es más, el desarrollo de esta fase fue lo que nos permitió identificar
la importancia del papel de Joanna Hausmann y Vivi como influencers. Detectamos que, en las semanas posteriores a la autoproclamación de Juan Guaidó,
ambas publicaron sendos vídeos con títulos similares con el objetivo común de
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Migrantes que se autoproclaman autoridades discursivas: «¿Qué pasa en Venezuela?»
explicar «lo qué está pasando en Venezuela». Y este material fue el que, finalmente, acabó constituyendo la base del análisis:
– Vídeo de Joanna Hausmann: «What’s Happening in Venezuela?: Just the
Facts» (5 minutos y 48 segundos). Publicado, en inglés con subtítulos en
castellano, el 28 de enero de 20193.
– Video de Vivi: «Qué pasa en Venezuela» (10 minutos y 12 segundos). Publicado el 10 de febrero de 20194.
En el momento de la redacción final de este artículo –julio de 2019–, el vídeo de Hausmann había alcanzado las 500.000 visualizaciones y, el de Vivi, las
14.000. Lamentablemente, los datos de consumo de dicho material solo son accesibles para las personas que gestionan los canales donde aparecen y, por tanto,
no disponemos de esa información.
Joanna Hausmann y Vivi no son expertas en política, ni en relaciones internacionales. Ambas hablan desde un punto de vista personal y expresan su
legitimidad con base en su condición de emigradas. Es decir, apuntan a un ethos
discursivo común y que, al mismo tiempo, nos permite indagar en la cuestión
de la desinformación en la era digital. No obstante, cabe subrayar que nuestro
objetivo no es deslegitimar su posición como autoridades discursivas, ni tampoco las opiniones que vierten, lo que nos interesa es analizar cómo se constituye el
valor de sus opiniones, así como el modo en que ellas mismas justifican su papel
como autoridades discursivas.
Pese a que se trata de dos figuras con diferentes trayectorias (Joanna Hausmann tiene una trayectoria profesional vinculada a la comunicación y Vivi, no)
y estilos propios (Hausmann se presenta como parte de la élite intelectual y
Vivi, que no solo trata temas políticos, sino que también habla de videojuegos,
música y cine de terror, ofrece una imagen hipersexualizada en sus selfies), ambas gestionan espacios que han alcanzado una gran visibilidad. Algunos de los
vídeos compartidos por Hausmann en su canal de YouTube han logrado más de
500.000 visualizaciones –como el que aquí nos ocupa–. Y, en el caso de Vivi,
esta cifra ha alcanzado las 400.000 visualizaciones.
3. Disponible en línea en: https://www.youtube.com/watch?v=bEvHwiJWgAY&t=2s [Última fecha
de consulta: 5 de diciembre de 2019].
4. Disponible en línea en: https://www.youtube.com/watch?v=8vg0B1yG_yo [Última fecha de
consulta: 5 de diciembre de 2019].
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Análisis sociohistórico en torno a la autoproclamación de
Juan Guaidó
Expondremos aquí de forma sucinta las condiciones espacio-temporales
en las que se dieron las elecciones presidenciales de Venezuela en 2018 hasta
la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente interino. La primera
aclaración necesaria es que, a pesar de la vinculación explícita de Nicolás Maduro con la icónica figura de Hugo Chávez y el continuismo de su modelo
político institucional populista, esta etapa no puede considerarse dentro del
chavismo.
Pereira (2018) destaca algunos rasgos historiográficos que permiten hablar
de Venezuela como un caso peculiar en el marco latinoamericano. Mientras que
otros gobiernos populistas5 se gestaron alrededor de la figura de un líder político
carismático –como Luiz Inácio Lula da Silva (2002-2010) en Brasil o Evo Morales (2006-2019) en Bolivia–, en Venezuela las raíces históricas del populismo
tienen un largo recorrido y su articulación en torno a un partido político es
un fenómeno reciente. Sí se ha dado el líder con carisma, pero su historia hace
de Venezuela un caso singular (Pereira, 2018; Sánchez Urribarrí, 2016; Martínez Meucci y Lustgarten, 2014; Folz, 2005). Pereira (2018) propone seguir las
tesis de Folz (2005), para quien el populismo venezolano sigue un itinerario
compuesto por dos fases netamente distintas a lo largo del siglo xx. La primera
aparece a colación del golpe militar de 1945 y del posterior Gobierno de Acción
Democrática (AD), un partido de masas nacionalista con fuerte apego a cuestiones relacionadas con la justicia social desarrolladas a partir de acciones paternalistas implementadas con los dividendos de la explotación del petróleo y con un
fuerte matiz crítico hacia las élites y gobiernos militares en favor del pueblo. Esta
primera etapa acabó en 1948, con el capitalismo antimilitar y antiimperialista, y
la definición de una sociedad claramente dividida.
Diez años más tarde se inició la segunda etapa, a partir de la reconciliación de élites y fuerzas políticas, como respuesta a la fuerte presión popular
por la reducción de las desigualdades sociales. Pese a ello, y de acuerdo con
Folz (ibídem), en los años posteriores, los dos principales partidos que se
alternaron en el poder, AD y el Comité de Organización Política Electoral
Independiente (COPEI), progresivamente se fueron distanciando de las bases
5. Por gobiernos populistas hacemos referencia a aquellos que se han erigido bajo la idea de la llegada
del pueblo al poder, en el mismo sentido expresado por Laclau (2005). Es decir, no asumimos el
término populismo de forma peyorativa.
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populares. La percepción de una mayor brecha entre el Gobierno y el pueblo, así
como de un sistema político corrompido y corrupto, que respondía más al ideario
neoliberal del mercado que a las necesidades reales del pueblo, culminaron en el
«Caracazo», una serie de protestas populares masivas en contra del Gobierno del
presidente Carlos Andrés Pérez (de AD) entre febrero y marzo de 1989.
Folz (ibídem) sitúa aquí el término de esta segunda etapa del populismo
venezolano, aunque también sería oportuno indicar como cierre el intento
fallido de un golpe de Estado en febrero de 1992, encabezado por Hugo
Chávez. Además de darse a conocer, esta intentona golpista llevó a Chávez
a la prisión. Un indulto, en 1996, le devolvió la libertad. Chávez organizó
entonces las bases de un partido
político y diseñó un programa elecAlgunos autores venezolanos indican que toral de corte reformista y popular,
la contraposición entre las élites y el pueblo que le conduciría a la Presidencia
pasa a ser una clara matriz discursiva del de Venezuela en 1998. Llegado al
chavismo, asociada, además, a un ethos poder, Chávez implementó su plan
mesiánico, de corte religioso, recuperando reformista y, entre otras actuacioy mitificando la imagen del revolucionario nes, promulgó una nueva ConstiSimón Bolívar, antiimperialista y rescatador tución, basándose en un discurso
del nacionalismo popular.
de la participación política en aras
de la representación tradicional.
De este modo, llegó a ser reelegido presidente en el año 2000 bajo el nuevo
orden constitucional (Sánchez Urribarrí, 2016).
A partir de aquí, las reformas estructurales desplazaron y redujeron el espacio político de la oposición democrática que, a su vez, organizó una serie de
protestas que también culminarían en dos intentos fallidos de golpes de Estado contra Hugo Chávez. Uno de los actores políticos opositores que participó
activamente en el primer intento es Leopoldo López, político que sería encarcelado posteriormente en circunstancias que, en 2011, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) consideró injustas. Todo ello acabó
generando mutuas desconfianzas entre grupos políticos y, además, favoreció
la polarización de los discursos. Autores venezolanos como Martínez Meucci
y Lustgarten (2014) indican que la contraposición entre las élites y el pueblo
pasa a ser una clara matriz discursiva del chavismo, asociada, además, a un
ethos mesiánico, de corte religioso, recuperando y mitificando la imagen del
revolucionario Simón Bolívar, antiimperialista y rescatador del nacionalismo
popular. Entendemos que ello constituye lo que sería una primera vertiente
del populismo venezolano en el siglo xxi, lo que algunos autores –y el propio
Hugo Chávez– ubican como el «socialismo del siglo xxi» (Sánchez Urribarrí,
2016; Martínez Meucci y Lustgarten, 2014)
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Pero, además de Hugo Chávez, para pensar el desarrollo del chavismo es
imprescindible considerar el papel jugado por los consejos comunales o por el
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), creado en el año 2006. Este
dio continuidad a la ideología del chavismo y, además, fue clave para que
pudiera perdurar tras el fallecimiento del mandatario en marzo de 2013. En
2015, el hasta entonces vicepresidente Nicolás Maduro (desde 2013) pasó a
ser investido presidente venezolano y asumió la responsabilidad de mantener
los proyectos del chavismo. No obstante, después de perder el control de la
Asamblea Nacional, Maduro reubicó parte de los poderes legislativos en el
Tribunal Supremo de Justicia, lo cual generó una fuerte crisis política (Sánchez
Urribarrí, 2016).
Así las cosas, y a pesar de algunos esfuerzos de mediación internacional, el
proceso electoral de 2018 se produjo en un entorno de creciente tensión. Esas
elecciones presidenciales se dieron en una Venezuela políticamente dividida, con
una brecha social en aumento, económicamente en crisis y con claro déficit democrático. Se produjeron cambios en la fecha de las elecciones, impulsados por
el propio presidente Nicolás Maduro. Hubo sospechas de fraude, se limitó la
participación de la oposición, la prensa internacional tuvo problemas para realizar la cobertura y se impusieron medidas autoritarias contrarias a los tratados
internacionales y a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Inevitablemente, ante este escenario, se dio una disputa por el control de la
narrativa, interna y externamente. Los intermediarios tradicionales –locales e
internacionales– se vieron contaminados por la disputa política y, en más de
una ocasión, acabaron participando de la batalla de forma involuntaria. Los dos
vídeos analizados fueron producidos, precisamente, en este contexto.
Análisis formal/discursivo de los mensajes de las
influencers Hausmann y Vivi
Hausmann, con una estética minimalista, aparece sentada en un sillón, en un
ambiente diseñado para transmitir intimidad y cercanía sin renunciar a la profesionalidad. El título del vídeo, «¿Qué está pasando en Venezuela? Solo hechos»,
alude a que solo se hablará de «hechos». La autora busca deliberadamente una
posición neutral y de construcción de verdades. Además, aclara que ha realizado diversas investigaciones para documentarse, lo que refuerza su intención de
construir un discurso pautado por hechos verificables, como si se tratara de un
reportaje periodístico.
Producido y montado con técnicas avanzadas, la pieza presenta un ritmo
dinámico. Con ágiles cortes de edición, se intenta captar la atención del especRevista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 147-169. Abril 2020
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tador. Es más, el montaje destaca determinados puntos de la narrativa, como
la negación de que Juan Guaidó haya dado un golpe de Estado apoyado por
Estados Unidos o la aclaración de que no se trata de una disputa entre la derecha y la izquierda venezolana, sino que la lucha se da por parte de una amplia
mayoría del pueblo venezolano, que está en contra de una dictadura punitiva y
a favor de la democracia. Se transmiten dos ideas recurrentes a lo largo de todo
el mensaje. Hausmann reconstruye brevemente la historia de Juan Guaidó;
niega que sea un político de derechas y destaca que se declaró presidente con
base en la Constitución por ser un representante elegido por el pueblo para la
Asamblea Nacional. Así, esta influencer ratifica la legalidad constitucional de
Guaidó para, a continuación, desmenuzar por qué Nicolás Maduro sería un
presidente ilegítimo.
Llegado este punto, la autora del vídeo señala 2017 como un año clave. Es
el momento en que Maduro despoja de sus poderes la Asamblea Nacional y los
deriva al Tribunal Supremo en un giro autoritario y antidemocrático. Destaca
también los abusos del Gobierno de Maduro a partir de interpretaciones ad hoc
de la ley y argumenta la reducción del espacio democrático aludiendo a la represión de protestas y a la persecución de opositores, incluida la prensa; al tiempo
que subraya la corrupción y la violencia policial. Además, Hausmann ilustra su
discurso con recortes de prensa, que le sirven para mostrar la escasa participación en los comicios de 2018 y una popularidad cuestionable de Maduro. Es
decir, emplea la prensa como pruebas fácticas de sus argumentos. También hace
énfasis en la decadencia económica –pese a las riquezas de los yacimientos de
petróleo– y presenta imágenes sensacionalistas de hospitales donde pueden verse
enfermos abandonados en situaciones precarias.
Denotando enfado y desesperación por las personas que sufren la crisis venezolana, Hausmann matiza que el reconocimiento de Guaidó va más allá del
presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y muestra un listado de países
y gobiernos de ideologías diversas que le reconocen como presidente. Termina
enfatizando, una vez más, que no se trata solo de una cuestión de lucha entre
ideologías o entre partidos políticos, sino que lo que está en juego es el futuro del
pueblo venezolano, exponiendo aquí un relato más personal en el que presenta
a familiares que han sufrido persecuciones y terminaron por exiliarse. Acaba
remarcando que se trata de una lucha del pueblo por rescatar Venezuela y anima
a las personas a que se informen preguntando directamente a los venezolanos,
conocedores de la situación del país por su contacto directo.
En relación con la pieza de Vivi, «Qué pasa en Venezuela», su autora presenta
un montaje amateur. El video está producido y editado sin el empleo de técnicas
avanzadas, lo que, como consecuencia, presenta menor calidad estética. Se deduce que ha sido grabado en una habitación de su casa particular. Dura casi el
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doble que el vídeo de Hausmann (si el primero duraba casi 6 minutos, este dura
poco más de 10), pero coincide con ella en emplear imágenes de hechos políticos como refuerzo de la narrativa. Vivi plantea que se habla mucho de Venezuela
sin conocimiento de causa, fuera de contexto, aludiendo muy especialmente a
aquellas personas que no son venezolanas. Esto, al mismo tiempo, le sirve para
explicar por qué ella se ha visto obligada a ofrecer su visión. Inicia su propuesta
remarcando que dichas narrativas no tienen en consideración las voces de miles
de personas que, al igual que ella, han tenido que emigrar por la situación de
crisis.
La narrativa de Vivi está repleta de datos históricos, que van apareciendo en
su discurso y son ilustrados con imágenes. Sitúa el inicio de su narración en el
año 2012, con la entrada de Nicolás Maduro a escena, para acabar destacando
que su primera victoria electoral estuvo cargada de polémica. Para ello, subraya
las sucesivas protestas de la oposición en los años posteriores, lideradas a partir
de 2014 por figuras como Leopoldo López. Enfatiza, asimismo, la represión de
Maduro sobre las protestas y el encarcelamiento de líderes de la oposición, lo
que –según ella misma explica– no hizo otra cosa que provocar nuevas protestas
y la petición de la liberación de los presos políticos. El cambio legislativo que
culminó con la transferencia de parte de los poderes al Tribunal Supremo de
Justicia en 2017 también está presente en su guion. Comenta, por ejemplo, que
Maduro impidió la realización de un referéndum revocatorio –del mandato presidencial– a pesar de que la Constitución sí lo permitía. Por eso presenta la declaración de la entonces fiscal general cuando esta anunció la ruptura del orden
constitucional en 2017, así como las sucesivas protestas de las fuerzas opositoras.
Esta influencer explica el contexto de las elecciones constituyentes convocadas
por Maduro ese mismo año y la subsiguiente elección presidencial de 2018. A
partir de ahí, describe la investidura de Nicolás Maduro en enero de 2019 como
presidente –y, de manera implícita, su ilegitimidad–, así como el consecuente
juramento de Juan Guaidó como presidente interino, en cumplimiento legítimo
de la Constitución, razón por la cual entiende que no hubo una autoproclamación, sino que se actuó en el marco de la legalidad. Finalmente, se centra en
cómo Maduro controla a los militares y pone el acento en la crisis humanitaria
por la que está pasando el país, lo que ilustra con imágenes de hambruna, enfermos abandonados y personas en claro estado de sufrimiento. Remarca, al respecto, la importancia de la ayuda internacional en la búsqueda de una solución
a la crisis humanitaria, que califica como real, aunque –dice– Maduro la niegue.
Vivi se despide de su audiencia con un semblante muy serio, pero que resulta
coherente con el discurso previo. Explica aquí que vivió 21 años en Venezuela –
ella tiene 23– y que, por tanto, no ha conocido más gobierno que el de Chávez/
Maduro.
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Migrantes que se autoproclaman autoridades discursivas: «¿Qué pasa en Venezuela?»
Reinterpretación a modo de cierre del trabajo empírico
Ambos discursos tienen una posición política clara. Con un estilo propio,
cada una de ellas defiende la legitimidad de Guaidó y cuestiona la de Maduro. Como destacan autores como Van Dijck (2016) o Thompson (2011), todo
discurso se sitúa ideológicamente y la neutralidad, por definición, es imposible.
En los vídeos analizados, esta cuestión aparece de forma explícita y, de alguna
manera, es su razón de estar y de expresarse.
Desde una perspectiva comparativa, es interesante notar que, en los dos vídeos
analizados, las autoras recurren a un momento histórico como esencial para entender «qué está pasando en Venezuela». Sin embargo, no coinciden en la elección.
Hausmann indica 2017 como año clave, cuando Maduro traslada los poderes desde
la Asamblea Nacional al Tribunal SuEl discurso personalizado y directo es una de premo de Justicia; mientras que Vivi
las características que definen la comunica- opta por situar el punto de partida
ción de la figura del influencer, pero, en los mucho antes, en el año 2012, cuando
casos estudiados, esta actitud adquiere una se produce la clara entrada de Nicolás
presencia importante. Ambas hacen hinca- Maduro en la vida política del país.
pié en que forman parte de ese pueblo.
Por otro lado, el lenguaje audiovisual
también es distinto: mientras Vivi encadena hechos históricos y busca detallarlos como estrategia retórica, Hausman
acompaña su discurso redundante con un montaje ágil y que enganche.
Es interesante destacar el hecho de que ambas coincidan en apuntar «el pueblo» como eje bajo el cual pivotan sus argumentos. Se dirigen al pueblo y, en
nombre de este, proponen que se ha de luchar por acabar con una crisis cuya
realidad desconocen los no venezolanos y para cuya salida necesitan de la ayuda
internacional. El discurso personalizado y directo es una de las características
que definen la comunicación de la figura del influencer, pero, en los casos estudiados, esta actitud adquiere una presencia importante. Ambas hacen hincapié
en que forman parte de ese pueblo, de su historia (comparten su sufrimiento) y,
además, es precisamente este argumento el que emplean para justificar su autoproclamación como autoridades discursivas cualificadas.
Ambas desprecian de forma explícita las narrativas de los intermediarios tradicionales y se apropian, de forma exclusiva, de la verdad, del conocimiento
de los hechos y de lo que efectivamente está pasando en Venezuela, llegando a
mostrar material periodístico para ilustrar sus argumentos, a veces con toques
claramente sensacionalistas. En ningún momento autocuestionan su verdad. De
este modo, si bien ambas destacan el claro incremento del autoritarismo de Maduro y Chávez, omiten, en cambio, el convulso recorrido histórico de golpes de
estado en Venezuela, perpetrados o apoyados por los distintos grupos políticos.
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Amparo Huertas Bailén y Luiz Peres-Neto
Consideraciones finales
Aunque no sea un fenómeno nuevo, el estudio de los cambios impulsados por
la digitalización de las comunicaciones, y de sus redes, en la formación y circulación de las ideas que conforman la opinión pública sigue siendo necesario. Los
intermediarios tradicionales ya no detentan un rol central, y los procesos son
ahora más bien cocreativos, dado que se multiplican las voces. Además, alterar la
manera como nos comunicamos conlleva también modificar la manera cómo la
ciudadanía atribuye sentido a los mensajes que recibe.
Instrumentos como la web 2.0 o las redes sociales han forjado un nuevo espacio para la circulación de narrativas alternativas a las oficiales, pero en paralelo
han favorecido también la construcción de un contexto propicio al desorden
informacional. Este trabajo se ha centrado, precisamente, en este asunto, pero
atendiendo a un ámbito específico, esto es, el de las comunicaciones alternativas
surgidas desde la emigración en respuesta a las estrategias de gobiernos populistas-autoritarios diseñadas para asegurar el dominio de una única voz como
fuente de información.
En este marco, consideramos que, más que hablar del fenómeno concreto
de las fake news, se debería tratar el tema de una forma más global. Es preciso
entender cómo ese nuevo contexto vacía de hechos la explicación de la realidad
y, sobre todo, cómo permite que determinados individuos se autoproclamen
autoridades discursivas y puedan llegar incluso a ser reconocidos como tales,
a pesar de carecer del capital político, cultural y/o científico de los líderes de
opinión de antaño y, además –lo que resulta más grave si cabe–, sin posibilidad
de exigirlo cuando debería resultar evidente que esto es básico para poder emitir
opiniones sólidas.
El efecto de la influencia personal, descrito por autores como Lazarsfeld y
Katz a mediados del siglo pasado, adquiere ahora otro sentido. Con los digital
influencers, vemos a figuras capaces de movilizar la audiencia y de generar una
opinión pública en acción, como postuló Grossi (2007), a través de flujos comunicativos, cognitivos y simbólicos, desde la autolegitimación y sumando ahora la
corroboración algorítmica del éxito. Ya no son autoridades organizadas las que
dan legitimidad a esas voces, basta con considerar la experiencia personal como
capital adquirido y, además, ahora tienen a su disposición herramientas que les
permiten cuantificar su repercusión.
Este estudio, que ahonda en cómo los gobiernos autoritarios pueden estimular la aparición de influencers entre las personas que se sienten expulsadas, nos
ha permitido reflexionar sobre un modo de darse ese fenómeno como respuesta
al control comunicativo gubernamental. Podemos pensar, incluso, en su función
como sustituto de lo que fuera el rol del periodismo internacional como intermeRevista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 124, p. 147-169. Abril 2020
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Migrantes que se autoproclaman autoridades discursivas: «¿Qué pasa en Venezuela?»
diario tradicional. En tanto que autoridades discursivas transnacionales, Joanna
Hausmann y Vivi contribuyen, paradójicamente, tanto en la difusión de opiniones plurales como en la expansión de la desinformación. Ofrecen puntos de vista
personales sobre la realidad venezolana, que muchas veces son lugares comunes de
los colectivos emigrantes, y, al mismo tiempo, se atribuyen el valor de la verdad.
Con ello, parecen así olvidar que, como opinantes, aunque sean nuevos intermediarios, son también parte del juego político. Es decir, ni son imparciales ni
detentan el monopolio de la verdad. Sin embargo, al no tener la obligación de
cumplir con los estándares de los profesionales de la información, se proponen
reescribir la historia sin estar atadas a los hechos, aunque paradójicamente aseguren apoyarse en ellos. Ahora bien –e insistimos en ello–, nuestra intención no
es deslegitimar sus opiniones, sino que consideramos que, una vez posicionadas
como agentes y opinantes que participan del debate político, pasan a ser inevitablemente objeto de escrutinio, crítica y análisis.
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66
Comunidad, vulnerabilidad y reproducción en
condiciones de desastre. Abordajes desde
América Latina y el Caribe
Presentación del dossier
Ana Gabriela Fernández, Johannes Waldmüller y
Cristina Vega
Desde la amenaza natural al desastre: una
construcción histórica del terremoto y tsunami
de 1960 en Saavedra
Cristián Inostroza-Matus, Francisco Molina-Camacho
y Hugo Romero-Toledo
Habitando “no lugares”: subjetividad
y capacidades familiares ante un desastre
socionatural en Chile
Luisa Rojas-Páez y José Sebastián Sandoval-Díaz
Reubicación y procesos de territorialización
en la Ciudad Rural Sustentable Nuevo Juan
del Grijalva
Martha Liliana Arévalo-Peña
Afrodescendientes e indígenas vulnerables
al cambio climático: desacuerdos frente
a medidas preventivas estatales ecuatorianas
Victoria Salinas, William Cevallos y Karen Levy
Procesos de recuperación posdesastre en
contextos biopolíticos neoliberales:
los casos de Chile 2010 y Brasil 2011
Juan Saavedra y Victor Marchenzini
TEMAS
DOSSIER
R E V I S TA D E C I E N C I A S S O C I A L E S
vol. XXIV (1.º cuatrimestre)
No. 66
enero-abril 2020
Cuatrimestral
La indiferencia hacia la democracia en América Latina
Alejandro Monsivais-Carrillo
“La época de los esclavos se acabó”: género y
condiciones de trabajo en las empresas de limpieza
en Argentina
Lorena Capogrossi
La vitivinicultura en Mendoza desde 1990: entre la
globalización y el desarrollo regional
Pehuén Barzola-Elizagaray y Anabella Engelman
La independencia del banco central y su papel en el
dominio del capital financiero sobre el Estado
Matari Pierre Manigat
Número anterior:
ICONOS 65: Controles democráticos y cambio institucional
en América Latina
Número siguiente:
ICONOS 67: Desaparición de personas en el mundo
globalizado: desafíos desde América Latina
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Latinoamericanas en Ciencias Sociales (CLASE); DIALNET; Directory of
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American Periodical Index (HAPI); International Bibliography of the Social
Science (IBSS); Informe Académico Thompson Gale; International Institute of
Organized Research (I2OR); LatAm-Studies, LATINDEX- catálogo; MIAR;
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