Microrrelatos, poemas y ripios

Microrrelatos

Como vigilante

Como vigilante no me descuido un momento, ni vacilo ni me oculto ante riesgo alguno. ¡Naturalmente, no he de ocultarme siendo lo que soy! Si bien un hueco en la sombra ayuda siempre. Claro, que no soy gato; mis ojos no destellan ese brillo vertical y punzante que me delataría, aunque controlo la respiración como un ave de presa: hincho los pulmones con el aire salino del puerto, y en el umbral de la bodega que me abriga cierro un instante los ojos, cuando ¡zas!, atraviesa disparada una rata por el zócalo para no ser vista o, quizás, huyendo de algún enemigo común (lejos no andan los gatos que patrullan el jabeque) Mas es una sombra mayor la que invade el rastro de la ratita y, alerta, busco espejos por doquier que delaten su tamaño, sus intenciones y si he de prevenirme. Larga no es la espera, ni el encuentro desafortunado: el viejo maestro calafate, con una ración de más de caldo, canturreando por la desaliñada cubierta de un sueño derrotado.

Aquella tarde

Aquella tarde de mirada distraída sesteaba enhebrando agujas a la espera de sentir la huella del Mistral sobre el hinojal. Mientras merodeaba en el límite de la impostura sobre el sofá y la innombrable vigilia que agota ya mi orgullo, una nube marrón barrió esta cuenca en un instante, cegó las ventanas y mandó huir a las vacas que pastaban por el rastrojo.

No olvido mi suerte: a pesar de que hago solo caso a la mirada, presté atención a la franela, la caspa y los redaños de esta flor de otoño irreconocible. Entre correr, gritar o alterarme elegí la forma del anhelo para