Lo que no llegué a decirte

Introducción

Removiendo los cajones de mi antigua casa, en aquel pueblo de Asturias olvidado entre las montañas y las nubes; esa casa de viejas y chirriantes ventanas, hallé parte de aquellos trozos de mí que había guardado sin mucho esmero esperando que se perdieran y algún día alguien las encontrara y se sorprendiera. ¿Quién me iba a decir a mí que sería yo misma?

Al abrir el segundo cajón de mi viejo escritorio rebosaron los sueños de un marinero que espera a su amada en la orilla, las palabras que escribía entre lágrimas a las cinco de la mañana en la soledad o las que componía cuando creía que estaba enamorada.

De ese modo recordé que hubo un tiempo en el que hacía algo, como escribir, no por obligación, sino por amor a los versos, y fue también ahí cuando me di cuenta de que no podía dejar ir lo único que me había hecho feliz de verdad. Aquello que sé que siempre estará ahí, aunque nadie las lea, tendrán un lugar donde refugiarse del miedo, del dolor y del amor: en el fondo de mi