COLECCIÓN MOCHA DICK
Daniel Quiroz
Director
Patricio Toledo
Editor
Balleneros del Sur. Antropología e historia de la industria ballenera en las costas sudamericanas.
Registro de Propiedad Intelectual N° 254.786
© Daniel Quiroz
ISBN 978-956-358-727-2
Diseño Gráfico y Diagramación: Matías Quiroz
Impreso en Andros Impresores
Santiago de Chile, 2014
COLECCIÓN MOCHA DICK
BALLENEROS DEL SUR
ANTROPOLOGíA E HISTORIA DE LA INDUSTRIA
BALLENERA EN LAS COSTAS SUDAMERICANAS
Daniel Quiroz & Patricio Toledo
Editores
2014
PRESENTACIóN
La Colección Mocha Dick, nombrada así en homenaje a esa gran ballena blanca y al texto escrito sobre ella en 1839 por Jeremiah Reynolds, es un proyecto
editorial de largo alcance con el que esperamos incrementar el conocimiento
sobre la caza y procesamiento de ballenas en las costas de Sudamérica.
El primero de los libros de la colección fue Balleneros en la Niebla. Etnografía
histórica de la caza de ballenas en Valdivia, escrito por Daniel Quiroz y que
corresponde, con ligeras modificaciones, a su Tesis para obtener el Grado de
Doctor en Historia en la Universidad de Chile. El texto se enfoca sobre un
período de treinta años (1906-1936) en el que, desde Valdivia, se cazaron y
faenaron ballenas con el sistema moderno de caza desarrollado durante la segunda mitad del siglo XIX por los noruegos y luego difundido a través de todo
el planeta.
En este segundo libro se reúnen prácticamente todas las ponencias presentadas en el I Seminario Internacional sobre Antropología e Historia de la industria
ballenera en las costas sudamericanas, realizado entre el 16 y 18 de octubre de
2013 en la ex planta Ballenera de Quintay, Chile. Invitamos a colaborar en este
libro a investigadores que no participaron del seminario pero que han estado
relacionados en forma estrecha y muy directa con nuestras investigaciones.
Los textos de Felipe Valdés Hansen y Luis Pastene son realmente aportes significativos y orientadores para todos los que estamos interesados en obtener
una comprensión global del fenómeno ballenero sudamericano y también
mundial.
El seminario contó con el patrocinio de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, la Universidad Andrés Bello y la Dirección de Bibliotecas,
Archivos y Museos, y fue parcialmente financiado con los fondos otorgados
al Proyecto Fondecyt Regular 1110826 Antropología e Historia de la industria
ballenera en Chile [1936-1983].
La caza de ballenas con propósitos comerciales se inicia en el mundo occidental a partir del siglo X o XI de nuestra era cuando grupos de pescadores vascos
capturan ballenas franca en el Golfo de Vizcaya para obtener la grasa, el aceite,
la carne y las barbas que vendían por toda Europa. Los vascos seguirán a sus
presas por todo el Atlántico Norte, desde Cantabria, Asturias y Galicia hasta
Irlanda, Islandia y Terranova. Los holandeses, ingleses, alemanes, daneses,
escoceses y, finalmente, los norteamericanos, seguirán los pasos de los vascos
recorriendo los diversos mares del planeta. La caza de ballenas así se expande
por todo el mundo, incluyendo, por supuesto, las costas de Sudamérica.
Son vascos los primeros en cazar ballenas en las costas sudamericanas, frente
a Bahía, en Brasil. El sello que ilustra la portada de este libro aparece en un
tratado firmado el 7 de diciembre de 1351 entre las ciudades vascas de Biarritz
y Bayona y otras ciudades en Flandes. Representa una escena de caza de ballenas donde aparece una chalupa con cinco tripulantes, dos de ellos armados
con arpones bidentados. Es nuestro homenaje a los pioneros, a los primeros
en cazar ballenas en esta parte del planeta.
Este libro no pretende ser una historia de la caza de ballenas en las costas sudamericanas, ni siquiera fragmentaria, ni tampoco podemos entenderlo como
un largo resumen sino más bien ser una ventana abierta, que motive y fortalezca la investigación ballenera sudamericana; y además permita continuar
discutiendo sobre las distintas aristas que esta problemática planteaba en el
pasado y que sigue haciéndolo en nuestros tiempos.
En el seminario participaron investigadores de Brasil, Uruguay, Argentina,
Chile y Perú, todos alguna vez países balleneros, reunidos por primera vez
en un país sudamericano para conversar sobre la antropología y la historia
de la caza de ballenas en la región. Nuestro esfuerzo apunta a consolidar esta
instancia en el tiempo, esperando fervientemente que este primer seminario
no sea el último.
Daniel Quiroz
Linderos, 28 de marzo de 2015.
CONTENIDOS
Pre-Scriptum. La caza de ballenas en las costas sudamericanas: un
inventario de hitos.
Daniel Quiroz
9
Balleneros del norte rumbo al sur: las primeras industrias en Sudamérica (siglos XVII y XVIII).
Felipe Valdés Hansen
17
La explotación de lobos y ballenas por la corona española en los mares
del sur: intereses económicos y geopolíticos.
Leticia D´Ambrosio
55
Histórias conectadas por mares revoltos: uma história comparada da
caça de baleia entre Estados Unidos e Brasil, séculos XVIII e XIX.
Wellington Castellucci Júnior
75
De “lago español” a mar internacional: el rol de los balleneros en el
desmantelamiento del imperialismo español en el Océano Pacífico
(1780-1796).
Ramiro Flores
95
Las «otras» ballenas del Cabo de Hornos: aprovechamiento y significado de los cetáceos en el mundo canoero yagán, siglos XIX y XX.
Paula de la Fuente Stranger
117
Las tradiciones balleneras en el Chile del siglo XX: influencias norteamericana, noruega y japonesa.
Daniel Quiroz
143
A pesca da baleia no nordeste do Brasil durante o século XX: entre o
artesanal e o industrial.
Fabiana Comerlato
167
Cotidianeidad y extrañamiento en la Antártida: narrativas sobre los
balleneros industriales en las islas Shetland del Sur (Antártida, siglo
XX).
Victoria Nuviala Antelo
187
La vida de un ballenero en Quintay: la historia de José Barrios.
Violeta Berríos Huss
207
Planta Bajo Molle: auge y desarrollo de una industria ballenera en
Iquique.
Graciela González Corei
225
PAULMY STAR N°3 (JUAN-9). El último barco ballenero en aguas
chilenas.
Álvaro Guerrero
241
Macaya Hermanos y Compañía. Notas sobre las actividades de la empresa ballenera de más larga historia en Chile.
Luis Pastene
255
La explotación ballenera y la soberanía de los mares: una mirada desde los debates parlamentarios, 1950-1960.
Nancy Nicholls
275
Post scriptum. Bitácora de desembarco.
Patricio Toledo
285
Lista de Colaboradores
291
Balleneros del Sur
PRE SCRIPTUM
LA CAZA DE BALLENAS EN LAS COSTAS
SUDAMERICANAS:
UN INVENTARIO DE HITOS
Daniel Quiroz
La caza de ballenas se ha definido, en forma simple, como la “matanza intencional de grandes cetáceos con el fin de obtener productos económicamente
útiles” y se ha propuesto utilizar el término “operación ballenera” como un
concepto que integre la información relacionada con las respuestas a las preguntas ¿quién la desarrolla?, ¿qué especies se capturan?, ¿dónde se efectúa?,
¿por qué se las caza?, ¿cuándo ocurre? y ¿cómo se realiza? Una “operación
ballenera” se refiere no solo a las formas de capturar los cetáceos sino también
a las maneras de procesar sus carcasas con el fin de obtener los productos que
luego serán consumidos y/o comercializados (Reeves & Smith 2006: 82).
Reeves & Smith proponen una elaborada y compleja tipología de las operaciones ordenadas en una cierta secuencia que denominan “eras balleneras”.
Distinguen once “eras”, las cinco primeras relacionadas con lo que se llama
“caza aborigen de subsistencia” y las otras seis, denominadas “vasca”, “costera
estadounidense”, “pelágica estadounidense”, “costera noruega”, “buques- factoría” y “pequeña escala” con la “caza comercial” (2006: 85-92).
En la caza de subsistencia la meta es obtener productos destinados al consumo
local, mientras que en la caza comercial los bienes producidos son destinados
al mercado con el fin de obtener ganancias (Reeves 2002).
El encuentro con una ballena en la playa pudo haber ocurrido desde que el
hombre comenzó, desde hace varios miles de años, a vivir cerca de las costas:
“una ballena muerta era un golpe de suerte; proporcionaba generosas reservas
de comida y grasa; tendones para coser la ropa y elaborar líneas de pesca;
y huesos para hacer casas, muebles, herramientas, armas y botes” (Lazarus
2006: 21–22). Algunos grupos no se conformaron con esperar que las ballenas
llegaran a la playa sino que comenzaron “activamente” a buscarlas: “imágenes
grabadas en las paredes de las rocas en Noruega y Corea, testifican que las
ballenas fueron cazadas ya en el 6.000 A. C.” (Lazarus 2006: 22). Utilizaban
diversas técnicas para capturar sus presas: algunos las llevaban hasta las playas donde las mataban con cuchillos y lanzas, otros usaban veneno, y otros,
como los inuit, perfeccionaron la técnica del arpón y la canoa para capturar
sus presas. Todas estas prácticas tendrían una cosa en común: “operaban en
el nivel de subsistencia, suministrándole a los pequeños grupos el alimento, la
ropa y el refugio que necesitaban para sobrevivir” (Lazarus 2006: 22-23).
9
Colección Mocha Dick
Otra forma de distinguir operaciones balleneras es aquella que habla de una
caza de ballenas pasiva y otra activa. La caza pasiva tiene como objetivo el
aprovechamiento de una ballena enferma, herida, moribunda o derechamente
muerta, mientras que en la caza activa persiguen ballenas adultas y saludables.
En la caza pasiva se incluye el aprovechamiento de cetáceos varados (Kalland
& Moeran 1992).
***
La caza de ballenas ”en botes abiertos, con arpones y lanzas manuales” (Reeves & Smith 2006: 89) se instala en las costas atlánticas sudamericanas a comienzos del siglo XVII cuando Felipe III, Rey de España y Portugal, otorga el
9 de agosto de 1602 “al Capitán Pero de Urecha y a su socio Julián Miguel, vecinos de Bilbao […] el privilegio de pescar ballenas en las costas de Brasil, por
un plazo de diez años” (Ellis 1969: 31). La corona ibérica buscaba “aprovechar
la larga tradición y experiencia de dichos pescadores para implementar una
antigua y lucrativa actividad económica occidental en la colonia” (Castellucci
2010: 33–34; cf. Ellis 1969: 31–33). En 1614 se establece un monopolio para la
pesca de la ballena, “ya que siendo pez real, el cetáceo era propiedad de la Corona”, y se reglamentan contratos con los particulares interesados en cazarlas
(Ellis 1969: 35).
La caza de ballenas se extiende desde Bahía hacia el sur por todo el litoral brasileño, llevando “después de casi ciento cincuenta años” hasta la región sureña
de Santa Catarina, “las técnicas de arponeo, captura de los cetáceos, manipulación de la gordura y manufactura de aceite” traída por los vascos y adaptada
por los brasileños a su propia estructura económica y social (Ellis 1969: 41).
***
A mediados del siglo XVIII se comienza a desarrollar desde Nueva Inglaterra
una forma diferente de caza, de naturaleza pelágica, buscando “los ricos caladeros meridionales de cachalotes”. Llegan a las costas de Brasil en 1772, a las
islas Malvinas en 1775 y alcanzan las costas de Chile y Perú en 1789. Ese año,
el ballenero AMELIA, de la casa Samuel Enderby & Sons, de Londres, captura
el primer cachalote en un punto frente a la costa que se extiende entre Arica e
Iquique (Macy 1835: 74; Starbuck 1876: 96; Dolin 2007: 153).
Las incursiones de los balleneros ingleses, estadounidenses y franceses no
eran vistas con buenos ojos por los españoles, generando serios conflictos entre las dos potencias coloniales. Los españoles no sólo estaban inquietos por
las incursiones de los balleneros ingleses sino también interesados en los beneficios que ofrecía la caza de ballenas.
10
Balleneros del Sur
El 28 de octubre de 1790, se firma la denominada Convención de Nootka1,
donde España le reconoce a Inglaterra su derecho a la pesca de ballenas en el
Pacífico, a residir de forma temporal en los lugares que no estuvieran ocupados por los españoles y a establecer comercio con los naturales del lugar. Este
tratado era en la práctica una invitación para que no sólo balleneros ingleses
sino también norteamericanos y franceses se dirigieran a los mares del sur,
considerado hasta ese momento un mare clausum hispano. El Tratado de San
Lorenzo2, firmado en 1795 entre España y los Estados Unidos, generará una
normativa para regular la presencia de buques balleneros estadounidenses en
las costas pacíficas sudamericanas (Pereira Salas 1971: 73-75).
En las autoridades españolas rondaba la idea de formar una empresa que pudiera desarrollar la pesca de la ballena y al mismo tiempo defender los intereses económicos y políticos de la corona española en suelo americano. De esta
manera, se funda la Real Compañía Marítima por Cédula de S. M. del 19 de
septiembre de 1789, cuyo objetivo era “hacer la pesca en los mares de mis dominios en Europa, África y América, de todas las clases de peces propios para
salar y curar, y beneficiarlos de esta o cualquiera otras maneras, como también la pesca de ballena y de otros peces de grasa para reducirlos a ella”3, pero
también pretendía poblar la región patagónica austral y controlar la presencia
permanente de naves inglesas, norteamericanas y francesas, que ponían en
peligro el control hispano sobre estas regiones (Díaz de Guerra 2003).
La Compañía construye diversas instalaciones balleneras tanto en Puerto Deseado, Argentina, como en Maldonado, Uruguay; pero sus operaciones no tuvieron el éxito esperado y fue suprimida por una decisión real el 10 de julio de
1803 (Silva 1978). Las razones de su fracaso tienen que ver, por una parte, con
“sus insuficientes recursos materiales y financieros”, por otra con su nunca
bien resuelta dualidad estructural (empresa pesquera/empresa colonizadora)
y, por supuesto, también el fracaso se debe a “una negativa coyuntura bélica,
1. Convención concluida entre España e Inglaterra, transigiendo varios puntos sobre pesca, navegación y comercio en el Océano Pacífico y los mares del Sur, firmada en San Lorenzo el Real a 28 de octubre de 1790 (En, Colección de los Tratados de Paz, Alianza, Comercio etc, ajustados por la Corona
de España con las Potencias Extranjeras desde el Reynado del Señor Felipe Quinto hasta el Presente,
Madrid, Imprenta Real, Tomo I: 365-372, 1796).
2. Tratado de amistad, límites y navegación concluido entre su Magestad Católica y los Estados Unidos
de América; firmado en San Lorenzo el Real a veinte y siete de octubre de 1795, y ratificado en Aranjuez a veinte y cinco de abril de 1796. (En, Colección de los Tratados de Paz, Alianza, Comercio &c,
ajustados por la Corona de España con las Potencias Extranjeras desde el Reynado del Señor Felipe
Quinto hasta el Presente, Madrid, Imprenta Real, Tomo I: 409-428, 1796).
3. Cédula de S. M. para el establecimiento de la Real Compañía Marítima del 19 de septiembre de
1789. Madrid: Imprenta Real.
11
Colección Mocha Dick
desencadenada a partir de 1796” (Martínez Shaw 2008: 594; cf. Díaz de Guerra 2003). El patrocinio de la corona española a la Real Compañía Marítima
impidió que una serie de proyectos balleneros locales pudieran concretarse.
***
Pereira Salas (1971: 41) considera que 1792 marca la apertura de un ciclo ballenero, audaz y renovador”, a partir de cual centenares de balleneros ingleses, norteamericanos y franceses recorrerán en busca de cachalotes, las costas
sudamericanas occidentales. Los balleneros se acercaban a las costas sudamericanas en busca de provisiones, para efectuar algunas reparaciones y para
completar las tripulaciones afectadas por muertes y deserciones. Las principales estaciones de suministro se encuentran en “los puertos de San Carlos,
Talcahuano, Valparaíso, Callao, Payta y Tumbez” (Clark 1887: 25).
La presencia continua de balleneros extranjeros en puertos sudamericanos
tendrá influencia en el desarrollo de diversas iniciativas balleneras locales durante todo el siglo XIX. Una de las más notables fue la desarrollada por la Casa
López y Sartori, de Valparaíso, Chile, que envía dos expediciones balleneras al
Ártico entre 1851 y 1854 (Quiroz 2015). En las décadas siguientes aumentará
considerablemente la participación chilena en la actividad ballenera llegando
a conformarse en Valparaíso y Talcahuano una flota de “diez y nueve [veleros]
en la pesca de la ballena” en las aguas de las Galápagos y el Golfo de Panamá.
Sin duda, la empresa más exitosa fue la Compañía Chilena de Balleneros, de
Valparaíso, que operará durante casi medio siglo, entre 1871 y 1917 (Quiroz
2015).
Junto a estas operaciones pelágicas se desarrolló en Chile un tipo de caza costera, con chalupas y las otras herramientas propias de la caza pelágica, para
capturar ballenas cerca de la costa, beneficiarlas en instalaciones costeras de
naturaleza bastante precaria y vender sus productos en el mercado (Quiroz
2012).
***
La caza moderna de ballenas se inicia en el norte de Noruega en la segunda mitad del siglo XIX. Se caracterizaba por cazar con “un arpón explosivo
lanzado desde un cañón montado en la proa de un buque ballenero a vapor”
(Brown 1976: 25). El hecho de contar con barcos más rápidos permitió la captura de todo tipo de ballenas, incluidos las más grandes como la ballena azul
y la de aleta.
Las carcasas de los cetáceos eran procesadas en una planta costera para extraerles las barbas, el aceite y abono proveniente de la carne y los huesos (Tøn12
Balleneros del Sur
nesen & Johnsen 1982: 39-40). Entre las primeras plantas que contaron con
la participación de capitales sudamericanos dominados por los noruegos en
sus aspectos técnicos, se encuentra la estación ballenera antártica terrestre en
Grytviken, islas Georgias del Sur, propiedad de la Compañía Argentina de Pesca, empresa que inicia sus operaciones el 24 de diciembre de 1904 (Hart 2001).
Más tarde comenzaron a levantarse otras plantas terrestres en toda la costa
sudamericana, sobre todo en Brasil, Chile y Perú (Quiroz 2014).
Los primeros buques en usarse como factorías fueron veleros en expediciones realizadas en Spitsbergen, Noruega, en 1890 e Islandia en 1892. La ballena se procesaba al costado de la nave, cortando el tocino en grandes trozos
que luego eran subidos a bordo, luego en trozos más pequeños y cocinados
en calderas para obtener el aceite. El método era altamente ineficiente en esta
primera generación de buques factoría si se lo comparaba con las rampas y
plataformas de descuartizamiento de las estaciones terrestres. El sistema fue
probado en 1903 con el envío del buque–factoría TELEGRAAF, de la A/S Ørnen, a Spitsbergen, en el norte de Europa: “era la primera vez, en el período de
la caza moderna de ballenas, basada hasta ese momento en estaciones costeras
terrestres, que se usaba un buque-factoría combinado con buques cazadores”
(Adie & Basberg 2009: 243).
Sin embargo, el uso de verdaderas fábricas flotantes sólo vino a establecerse con la construcción en 1925 del buque LANCING, de la A/S Globus, cuya
principal innovación fue una rampa que permitía subir el cetáceo completo,
desde el mar a cubierta, sin necesidad de un procesamiento previo (Basberg
1998: 25). Los países ribereños sudamericanos que usaron buques factoría fueron Argentina (Hart 2001) y Chile (Quiroz 2014). Noruega lo hizo en varias
oportunidades, con operaciones en las costas de México, Colombia, Ecuador
y Perú (Tønnesen & Johnsen 1982).
Después de la Segunda Guerra Mundial hubo un fuerte desarrollo de la caza
de ballenas en el mundo. Aparecen nuevas potencias balleneras como Japón
y la Unión Soviética, junto a las tradicionales de Noruega y el Reino Unido.
Japón comienza a cazar ballenas fuera de sus aguas territoriales, tanto en la
Antártica como en otros lugares del planeta, entre ellos frente a las costas sudamericanas (Kasuya 2008). No es el aceite la materia prima que mueve los
emprendimientos japoneses sino la carne destinada para el consumo humano. Establece alianzas comerciales con empresas locales y se instala en Brasil,
Chile y Perú.
El 23 de julio de 1982, la Comisión Ballenera Internacional votó a favor del
establecimiento de una moratoria o pausa en la caza comercial de todas las especies de ballenas, que entraría en vigor recién en 1986. Todas las operaciones
balleneras que se desarrollaban en las costas sudamericanas se suspendieron
13
Colección Mocha Dick
en la década de los 80: en Chile fue en 1983, en Perú en 1985 y en Brasil recién
en 1987.
***
Las ballenas y su caza han estado en el imaginario de la gente desde hace varios miles de años. La valorización de su cacería ha experimentado una serie
de cambios a través del tiempo, algunos de los que pueden detectarse en las
producciones culturales del siglo XX (Lawrence & Philips 2004: 698). La caza
de ballenas pasó de ser considerada una actividad heroica, donde el hombre
ponía en juego su propia vida en un combate contra un monstruo aterrador,
a una actividad deleznable, cruel, innecesaria, en la que el hombre muestra lo
peor de sí mismo ante una criatura prácticamente indefensa.
Entre todos los animales, las ballenas han sido transformadas en Occidente en
seres únicos: la “superballena”, un constructo conceptual que reemplaza un
reconocimiento apropiado de las setenta y cinco especies diferentes incluidas
en el orden taxonómico de Cetacea y sobresimplifica y oscurece las actuales
circunstancias ecológicas de cada especie de ballena: todas las ballenas están
en peligro y todos los balleneros son unos bárbaros (Kalland 2009: 28–46).
En Occidente existe un discurso dominante, anti-ballenero (Kalland 2009:
59). Sus portadores han reemplazado “el ciclo de consumo de las ballenas” de
los balleneros por “el ciclo de consumo de la superballena” mediante la masificación del turismo, la personificación de la ballena y la generación de un
discurso que la describe como una propiedad común y no como un recurso de
acceso abierto (Kalland 2009: 135).
El discurso anti ballenero conceptualiza la ballena “no como un recurso que
debe ser administrado ni como unas especies en peligro de extinción, sino
como un animal con cualidades especiales que lo hacen inherentemente valioso” (Lawrence & Philips 2004: 696). Los argumentos proteccionistas se enfocan en la ballena no como especie sino como animales individuales, con
derechos inalienables. El discurso anti ballenero se ha movido desde un fundamento ecológico a uno ético. Las ballenas han sido “reconstruidas”, ya no
son recursos que deben ser cosechados ni especies que deben ser salvadas,
sino más bien individuos que exhiben conductas casi humanas, que deben ser
apreciados y respetados (Lawrence & Philips 2004: 698).
referencias bibliográficas
ADIE, S. & B. L BASBERG (2009). The first antarctic whaling season of Admiralen (1905-1906). The diary of Alexander Lange. Polar Record 45 (234):
243-263.
14
Balleneros del Sur
BASBERG, B. L (1998). The floating factory: dominant designs and technological development of twentieth century whaling factory ships. The Northern
Mariner, 8 (1): 21-37.
BROWN, S. G (1976). Modern whaling in Britain and the northeast Atlantic
Ocean. Mammal Review, 6 (1): 25-36.
CASTELLUCCI, W (2010). Caçadores de baleia: armações, arpoadores, atravessadores e outros sujeitos envolvidos nos negócios do cetáceo no Brasil. São Paulo:
Annablume.
CLARK, A. H (1887). The american whale-fishery 1877-1886. Science, 9 (234):
321-324.
DIAZ DE GUERRA, M (2003). La Real Compañía Marítima. Montevideo: Ediciones El Galeón.
DOLIN, E. J (2007). Leviathan: The history of whaling in America. Nueva York:
W.W. Norton & Co.
ELLIS, M (1969). A baleia no Brasil Colonial. São Paulo: Ed. Melhoramentos.
HART, I. B (2001). Pesca. The history of the Compañia Argentina de Pesca, Sociedad Anónima, of Buenos Aires. Salcombe: Aidan Ellis Publishing.
JACKSON, G (1978). The British Whaling Trade. Londres: A & C Black Publishers Ltd.
KALLAND, A (2009). Unveiling the whale. Discourses on whales and whaling.
Nueva York: Berghan.
KALLAND, A. & B. D. MOERAN (1992). Japanese whaling: ¿end of an era?
Londres: Curzon Press.
KASUYA, T (2008). Japanese whaling. En W. F. Perrin, B. Würsig & J.G.M.
Thewissen (editores) Encyclopedia of Marine Mammals. Nueva York: Academic Press, pp. 643–649.
LAWRENCE, T. B. & N. PHILIPS (2004). From Moby Dick to Free Willy:
Macro-Cultural Discourse and Institutional Entrepreneurship in Emerging
Institutional Fields. Organizations, 11: 689-711.
LAZARUS, S (2006). Troubled waters: the changing fortunes of whales and dolphins. Londres: Natural History Museum.
15
Colección Mocha Dick
MACY, O (1835). The history of Nantucket, being a compendious account of the
first settlement of the island by the English together with the rise and progress of
the whale fishery. Boston: Hilliard, Gray & Co.
MARTíNEZ SHAW, C (2008). Economía e Imperio. Los establecimientos de
la Real Compañía Marítima en América. Anuario de Estudios Atlánticos, 54
(1): 593-630.
PEREIRA SALAS, E (1971). Los primeros contactos entre Chile y los Estados
Unidos, 1778-1809. Santiago: Andrés Bello.
QUIROZ, D (2012). Cazadores tradicionales de ballenas en las costas de Chile (1850-1950). Santiago: Centro de Documentación de Bienes Patrimoniales,
Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos.
QUIROZ, D (2014). Cazadores modernos de ballenas en las costas de Chile
(1905-1983). Santiago: Centro de Documentación de Bienes Patrimoniales,
Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos.
QUIROZ, D (2015). Cazadores clásicos de ballenas en las costas de Chile (18191921). Santiago: Centro de Documentación de Bienes Patrimoniales, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos.
REEVES, R. R (2002). The origins and character of ‘aboriginal subsistence’
whaling: a global review. Mammal Review, 32 (2): 71-106.
REEVES, R. R. & T. D. SMITH (2006). A taxonomy of world whaling: operations, eras, and data sources. En Estes, DeMaster, Doak, Williams & Brownell
Jr. (editores) Whales, whaling and ecosystems. Berkeley: University of California Press, págs. 82-101.
SILVA, H. A (1978). La economía pesquera en el Virreinato del Río de la Plata.
Buenos Aires: Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
STARBUCK, A (1876). History of the American Whale Fishery from its Earliest
Inception to the Year 1876. Seacaucus: Starbuck.
TØNNESEN, J. N. & A. O. JOHNSEN (1982). The History of Modern Whaling.
Berkeley/Los Angeles: University of California Press.
16
Balleneros del Sur
BALLENEROS DEL NORTE RUMBO AL SUR:
LAS PRIMERAS COMPAÑÍAS BALLENERAS EN SUDAMÉRICA
(SIGLOS XVII Y XVIII)
Felipe Valdés Hansen
resumen
Este trabajo se centra en la actividad de las primeras compañías balleneras
en Sudamérica, antes de la emancipación colonial. Estas compañías desarrollaron su actividad en la vertiente atlántica del continente: en primer lugar
los vascos en Brasil (1603-1612) y el armador Francisco Medina en la costa
de Patagonia (Argentina) entre 1783 y 1785. Pero la empresa más importante
durante este período fue la Real Compañía Marítima (1789-1803) que estableció factorías balleneras en Patagonia y Maldonado (Uruguay). En la zona del
Pacífico no fructificaron los planes balleneros en Chile y Perú bajo el dominio
español. La participación de los vascos tuvo gran influencia en el desarrollo
posterior de la actividad ballenera en Brasil, mientras que el ataque inglés de
1806 al virreinato del Río de la Plata impidió retomar las operaciones abandonadas por la Real Compañía Marítima en isla Gorriti.
Palabras claves: Compañías balleneras, Siglos XVII–XVIII, Sudamérica, Real
Compañía Marítima.
abstract
This work focuses on the activity of the first whaling companies in South
America, before the independence of the colonies. These companies developed their activity in the Atlantic side of the continent; the first ones were the
Basque whalers in Brazil (1603-1612), and the shipowner Francisco Medina,
who was the pioneer in the coast of Patagonia (Argentina) between 1783 and
1785. But the most important company during this period was the Royal Maritime Company (1789-1803) that established whaling stations in Patagonia
and Maldonado (Uruguay). In the Pacific coast, whaling plans in Chile and
Peru were not carried out under the Spanish rule. The participation of the
Basques had a great influence on a further development of the whaling activity
in Brazil, whereas the English attack against the Río de la Plata Viceroyalty
(1806) prevented the operations abandoned by the Real Compañía Marítima
in Gorriti Island (Uruguay) from being resumed.
Keywords: Whaling companies, 17th-18th centuries, South America, Royal
Maritime Company.
17
Colección Mocha Dick
Y se ha observado que en el norte iba de año en año a menos la pesca, como aseguran todos los prácticos de esta pesquería en San Sebastián; lo qual provine sin
duda de los muchos navíos que acuden a esta pesquería de todas partes del norte.
Esta razón sola es suficiente para ir a buscar las ballenas al sur, donde jamás se
han pescado.
Campomanes (1762)1.
La expansión de la actividad ballenera en aguas de Sudamérica fue consecuencia del declive de los tradicionales caladeros del Atlántico Norte. Estas pesquerías habían sido intensamente explotadas durante varios siglos, especialmente
las de Terranova y el Cantábrico. De hecho, es en este último lugar donde se
sentaron las bases de la industria ballenera moderna, al superar el ámbito del
comercio local y la economía de supervivencia que, hasta entonces, había limitado la actividad en el norte de Europa y el Ártico.
El salto de un hemisferio a otro, del norte al sur, y de un océano a otro a través
del estrecho de Magallanes, del Atlántico al Pacífico, vino acompañado de
otra reformulación de la actividad ballenera. Ésta consolidó su condición de
altura o gran altura, es decir, no costera, lo cual era una incipiente realidad
desde la introducción de los hornos para la cocción de la grasa a bordo. Sin
embargo, es ahora cuando esta innovación adquiere mayor trascendencia al
concentrarse el esfuerzo ballenero sobre una especie no costera: el cachalote.
Especie que se convirtió, desde finales del siglo XVIII, en la codiciada presa
de los balleneros que obtenían de ella el espermaceti, un aceite muy valorado
para determinadas aplicaciones industriales al alza, como la fabricación de
velas para la iluminación.
Las aguas que rodean Sudamérica fueron el principal escenario de esta transición en las dos últimas décadas del siglo XVIII. Norteamericanos, ingleses y franceses fueron los artífices, pero la pesca más costera o continental
fue practicada por aquellos que se hallaban en disposición de ejercerla en las
respectivas regiones de dominio colonial. A ellos, por lo tanto, corresponde
el protagonismo de las primeras compañías balleneras antes de la emancipación colonial, sobre las cuales centramos nuestra atención en el presente
trabajo: la de Francisco Medina (1783/84–1785) y la Real Compañía Marítima
(1789–1803) en el virreinato del Río de la Plata, mientras que los vascos fueron
los pioneros en el ámbito colonial luso (1603–1612). En la costa del Pacífico,
en cambio, no fructificaron los sucesivos proyectos planteados con mayor o
menor consistencia, como los de Tupper y Randall (1798–99), Francisco Sáenz
(1799), Ambrosio O’Higgins (1790), José de Santa Cruz (1791) e Hipólito de
Unanue (1815).
1. Rodríguez de Campomanes, 1988, p. 216.
18
Balleneros del Sur
Ya en el inicio de la actividad costera a larga distancia –la etapa que precedió
a la de altura–, el continente americano había sido igualmente determinante
a raíz de la conquista y colonización, catalizador de la industria naval y de los
conocimientos náuticos. Se seguía ejerciendo cerca de la costa, pero los balleneros cruzaban todo el Atlántico hasta Terranova. Desde entonces América
fue también para los europeos, además de la codiciada tierra del oro y la plata,
el continente de las ballenas. En un primer momento, en el siglo XVI, la pesquería se ejerció al nordeste del continente por balleneros vascos y, en menor
medida, de otras partes del norte de la península ibérica y de Francia. En la
siguiente centuria llegó hasta la costa de Brasil y, desde el siglo XVIII, esporádicamente a todas las demás con la irrupción fulgurante de los balleneros de
altura ingleses, norteamericanos y franceses que recalaban para avituallarse,
hacer aguada o sacar provecho del contrabando. Pero fueron la Real Compañía
Marítima y los balleneros vascos (incluyendo los de Lapurdi) los que protagonizaron los primeros capítulos de la expansión ballenera, tanto en la América
española como en Brasil donde los portugueses recogerán el testigo dejado
por aquéllos.
Sin embargo, el primero de los episodios, el de Terranova, históricamente seguirá siendo el más importante. Ninguno de los otros dos, el de los vascos en
Brasil y el de las compañías marítimas en el virreinato es comparable cuantitativa y cualitativamente. Ni por los recursos humanos y financieros desplegados ni por los beneficios económicos obtenidos o la intensidad pesquera
sostenida en el tiempo. La otra gran diferencia de las pesquerías al sur del
continente es su explotación en régimen de monopolio a través de concesiones reales, mientras que en Terranova se ejerció libremente. Por ello sobre la
ruta del saín en el Atlántico Norte no se estableció un férreo control mercantil, ni una carrera al estilo de la de Indias con puertos privilegiados. Fue,
de principio a fin, una empresa de mercaderes y marineros anónimos2. Ello
no debe considerarse como la consecuencia de una política bien definida por
la corona española, sino del desinterés por unas pesquerías –la ballenera y
bacaladera– de cuya importancia sólo tendrá conciencia demasiado tarde, en
el siglo XVIII, fracasando en el intento por restituirlas en el nuevo caladero
sudamericano.
Y es que en el siglo XVIII todo el bacalao y el aceite de ballena que se consumía
en el norte peninsular procedía del extranjero, con el consiguiente desequi2. “La vertiente comercial de la empresa ballenera de vizcaínos y guipuzcoanos en Terranova quedó
fuera de la política mercantil que la monarquía diseñó para los intercambios con las Indias (…). La
monarquía, a diferencia de la actitud que mantuvo en relación al comercio con las Indias, apenas si
prestó atención a los viajes balleneros de sus súbditos a las costas del Atlántico noroccidental, pudiéndose hablar, tal y como ha señalado Iñaki Zumalde, de una epopeya de marineros anónimos”. Serna,
2007, pp. 662-663.
19
Colección Mocha Dick
librio en la balanza comercial española. En este contexto irá calando hondo la idea de retomar la actividad ballenera entre los ministros reformistas e
ilustrados, como Campomanes (1723–1802), Floridablanca (1728–1808) o el
secretario de Marina Sáñez Reguart, uno de los artífices de la Real Compañía
Marítima y autor del monumental Diccionario histórico de los artes de pesca
nacional. Los tres pusieron su atención sobre las aguas de la Patagonia y la desembocadura del río de la Plata. Sin embargo, lo hicieron empleando en gran
medida un modelo de explotación casi obsoleto: el de las factorías terrestres
que tan buenos resultados dieron en Terranova en el siglo XVI. Éste no tardó
en demostrarse poco competitivo con el modelo que ya navegaba a bordo de
los barcos ingleses, norteamericanos y franceses a finales del siglo XVIII: el
de los balleneros errantes o de altura dedicados sobre todo a la caza del cachalote. Pero antes, entre un episodio y otro, entre Terranova y Patagonia, los
balleneros vascos ya habían variado el rumbo poniendo en marcha la primera
campaña ballenera a gran escala en el hemisferio sur.
siglo xvii: los vascos en brasil
E porque se não podem brear as nãos sem se mesturar com a rezina grossa na
Bahia se faz muita de tuberãis (sic), lixas e outros peixes com que se alumiam os
engenhos e se bream os barcos que há na terra, o que hé bastante pera se adubar
o breu pera muitas nãos, quanto mais que se a Bahia forem biscainhos ou outros
homems que saibão armar as baleas em nenhuma parte entram tantas como
nella; onde residem seis mezes do ano e mais de que se fará tanta graixa que não
ajão embarcações que a possam trazer a Hespanha.
Gabriel Soares de Sousa (1587)3.
No perdió el tiempo en Madrid y en Portugal, lejos de su ingenio bahiano,
porque aprovechó los años de espera para pasar a limpio los apuntes que se
trajo consigo desde el otro lado del mar. Probablemente en un voluntarioso
intento por llamar la atención de aquellos que en la corte eran incapaces de
entenderle y de entenderlo: la vastedad y las riquezas naturales de un territorio
como el de Brasil, sin parangón en la península ibérica e incluso en Europa. El
portugués Gabriel Soares de Sousa había viajado hasta Madrid, por aquel entonces epicentro también del imperio portugués, para asegurarse los réditos
de la empresa que pretendía poner en marcha azudado por la carta póstuma
3. Soares de Sousa, 1958. En la Biblioteca Nacional de Madrid existe un manuscrito apócrifo sin
fecha denominado “Roteiro geral con largas informaçoes de toda a costa que pertenece ao Estado do
Brasil, ea descripçao de muitos lugares delle, especialmente da Bahía de todos os Santos. Una copia
manuscritas incompleta, que se encuentra traducida en la Biblioteca del Palacio Real, fue publicada
en 1958 con el título de “Derrotero general de la costa del Brasil y memorial de las grandezas de Bahía
(manuscrito del siglo XVI), Madrid, 1958. Sin embargo, no se conserva el manuscrito original presentado al valido de Felipe III Cristóbal de Moura en Madrid el 1 de marzo de 1587.
20
Balleneros del Sur
de su hermano. En ésta, escrita antes de perderse su rastro en el sertón brasileño, le confesaba haber encontrado oro y piedras preciosas en el curso alto
del río San Francisco. Tras la esperada audiencia, por fin con las prebendas y
el título de las tierras que descubriese debajo del brazo, volvió a Brasil en 1591
y, al igual que su hermano, murió en el intento al poco tiempo. Las riquezas
que dieron nombre a Minais Gerais le fueron esquivas, pero su obra brilla hoy
–más de cuatro siglos después– mejor que cualquier fatuo metal.
Soares de Sousa no vivió lo suficiente para ver la entrada de la nao NUESTRA
SEÑORA DE BEGOÑA en la bahía de Todos Os Santos en 1603. Los expertos
vizcaínos4 –que él había reclamado– fueron los primeros en cazar las ballenas
que en invierno se refugiaban allí, para parir los ballenatos y reproducirse.
Años después el franciscano Vicente do Salvador sabía bien que no fue Dios
quien trajo a los balleneros a Brasil, pero inmiscuyéndole realzaba la importancia del hecho. Los europeos se habían llevado consigo al otro lado del mar
un sinfín de necesidades de las que ya no podían prescindir, entre ellas la
del aceite para calafatear los barcos e iluminar los ingenios azucareros donde los esclavos no podían dejar de trabajar ni de noche. Y la abundancia de
ballenas, que hasta la llegada de los vascos no se arponearon, fue lamentada
mientras nadie hubiese en disposición de hacerlo para obtener de ellas lo que
tanto echaban en falta:
Era grande a falta que em todo o estado do Brasil havia de graxa ou azeite de
peixe, assim para reboque dos barcos e navios, como para se alumiarem os engenhos, que trabalham toda a noite, e se houveram de alumiar-se com azeite
doce, conforme o que se gasta, e os negros lhe são muito afeiçoados, não bastara
todo o azeite do mundo. Algum vinha do Cabo vender, e de Biscaia por via de
Viana, mas era tão caro, e tão pouco, que muitas vezes era necessário usarem do
azeite doce, misturando-lhe destoutro amargoso, e fedorento, para que os negros
não lambessem os candeeiros, e era uma pena como a de Tântalo padecer esta
falta, vendo andar as baleias, que são a mesma graxa, por toda esta bahia, sem
haver quem as pescasse, ao que acudiu Deus, que tudo rege, e prova, movendo
a vontade a um Pedro de Orecha, biscainho, que quisesse vir fazer esta pescaria;
este veio com o governador Diogo Botelho do reino no ano de mil seiscentos e três,
trazendo duas naus a seu cargo de biscainhos, com os quais começou a pescar, e
ensinados os portugueses, se tornou com dias carregadas, sem da pescaria pagar
direito algum, mas já hoje se paga, e se arrenda cada ano por parte de sua majestade a uma só pessoa, por 600 mil-réis pouco mais ou menos5.
4. El gentilicio vizcaíno tenía un sentido más amplio que el actual y no se refería únicamente a los
naturales de Bizkaia. Incluía también a los guipuzcoanos a semejanza del actual gentilicio vasco,
reconociendo la identidad común y diferenciada de ambos territorios. Valdés Hansen, 2010, p. 138.
5. Salvador, 1627.
21
Colección Mocha Dick
Felipe III encomendó al nuevo gobernador portugués en Brasil, Diogo Botelho, que no partiese sin antes reunir un grupo de balleneros vizcaínos enterado –por la obra de Soares probablemente– de la abundancia de ballenas
en aquella costa6. Hasta la llegada de los vascos los pescadores portugueses y
los nativos no cazaban ni los delfines, sólo los manatíes o vacas marinas cuya
captura con arpones, largando cuerda y atando un barril en su extremo hasta
que el animal moría desangrado, describió el mismo autor. La mayor parte
del aceite se obtenía de los hígados de los tiburones y del pez sierra. De las ballenas sólo cuando, ocasionalmente, varaban en alguna de las playas del seno
bahiano. Fue el caso de las dos que aparecieron en una de sus orillas en 1580
y que el propio Soares de Sousa describió y mandó medir, al igual que con un
cachalote varado poco antes de partir a Europa7.
La recomendación del rey desembocó en 1602 en una Cédula y Licencia “para
que puedan hir o ynbiar a las partes del Brasil o el reyno de Portugal a pescar ballenas, no obstante que ellos no son naturales del dicho reyno de Portugal, con tres
navíos por tienpo y espaçio de diez años”8. La concesión fue otorgada a Pedro de
Urrecha, mercader de Bilbao, y a su socio Julien Michel9, un francés de Nantes
avecindado en la ciudad vizcaína donde se dedicaba al comercio de la lana y
del hierro10. A pesar del origen extranjero de este último no debió resultarle
díficil hacerse con la concesión, teniendo en cuenta que el rey le tenía especial
estima por los servicios prestados como embajador11. Ésto y la consideración
de no extranjero, probablemente le permitió resolver sin contratiempo el apresamiento de una de las naos balleneras en Bahía en 1610, cuya tripulación fue
acusada de contrabando.
Lo más importante del documento que instituye la pesca de la ballena en Brasil, además de establecer el plazo (de 1602 a 1612), el lugar (toda la costa de
Brasil) o el objeto y las condiciones (un máximo de tres barcos y no dejar desabastecida de aceite aquella costa), es el privilegio en sí. Es decir, la posibilidad
6. Ellis, 1969, pp. 33-34.
7. Soares de Sousa, 1958, fols. 169 v-171 r.
8. Archivo Histórico Provincial de Bizkaia (AHPB), Fondo Notarial, protocolo 4.978, Antonio Landaverde, 1602, fol. 45r.
9. Tanto su nombre y el de otros aparece incorrectamente escrito o con formas diferentes en los documentos, algo relativamente frecuente cuando se trata de nombres no castellanos. Acontece igual con la
onomástica de algunos barcos enviados a Brasil. Ello puede dar pie a diferentes interpretaciones de un
mismo nombre entre los historiadores.
10. Priotti, 2005, p. 187.
11. “Ce marchand français était tenu comme espagnol et passait pour tel, étant fort bien venu près
du roi d’Espange, auquel il avait été envoyé comme ambasadeur, par feu Monsieur Mercure durant
la Ligue: et depuis ce temps-là, il avait fait sa demeure ordinaire à Bilbao en Biscaye”. Testimonio del
viajero francés Pyrard de Laval, tras su paso por Bahía; transcrito por Mauro, 1960, p. 278.
22
Balleneros del Sur
de ejercer en exclusiva la pesca de la ballena, un monopolio excepcional en el
contexto ballenero peninsular por su carácter real y al comprender un espacio geográfico tan extenso. De tal modo que nadie, incluyendo el gobernador,
podía impedirles o dificultarles la actividad en toda la costa brasileña; una
libertad de la que ni siquiera disfrutarán los bahianos supeditados a los arrendamientos desde 161412. Este sistema fue exportado desde el norte y noroeste
de la península ibérica, donde era costumbre el arrendamiento a los balleneros
de los puertos bajo jurisdicción señorial laica o religiosa13. No es de extrañar,
por lo tanto, que su implantación motivase la protesta de los bahianos que,
hasta entonces, habían ejercido libremente esta pesca; antes incluso de la marcha de los vascos y del final del plazo concedido a éstos. Y precisamente ello
fue el origen de un pleito entre Pedro de Urrecha y un portugués de Bahía que,
en 1609, vio reconocido igual derecho para él y todos los demás. El mismo derecho que pocos años después, ya sin los vascos, les será arrebatado a través del
sistema de arrendamientos, concediéndose en exclusiva la pesca de ballenas al
tomador de turno14.
El único gravámen que los vascos tuvieron que satisfacer fue el pago de los derechos de aduana o “alfandega” en Portugal, por el desembarco de la mercancía que después seguía rumbo a Bilbao o Pasaia. Sólo en el caso de sobrevenir
temporales o vientos, que alejasen a los barcos de la ruta, se contemplaba la
posibilidad de realizarlo en los puertos de destino, sin que ello conllevase la
evasión del tributo15. El incumplimiento del pago de los derechos, por el que
Urrecha y Michel se obligaron ante notario en Bilbao el 2 de julio de 1602,
implicaba una sanción de mil cruzados portugueses o mil ducados castellanos
para lo cual otorgaron, al día siguiente, la correspondiente fianza preceptuada
en la real cédula de Felipe III. Asimismo la sanción tendría efecto en el caso de
negarse a proveer con aceite el lugar donde ejerciesen la pesca16.
Los vascos desarrollaron su actividad en Bahía, por aquel entonces capital del
Brasil colonial y lugar –la bahía de Todos Os Santos– al que acudía la ballena
franca austral en invierno para reproducirse y parir sus ballenatos. Probablemente se instalaron en la isla de Itaparica, en la Ponta da Cruz, teniendo
en cuenta que fue el lugar donde los balleneros locales recogieron el testigo
dejado por aquéllos17. Clima tropical cálido, temperatuas máximas y mínimas
suaves, incluso calurosas en invierno, playazos, manglares; una ciudad cada
vez más importante en la bocana de la bahía, actualmente centro turístico,
12. Ellis, 1969, pp. 4-35.
13. Valdés Hansen, 2010, pp. 208-212.
14. Ellis, 1969, pp. 36-37.
15. AHPB, Fondo Notarial, protocolo 4.978, Antonio Landaverde, año 1602, fols. 45v-46r.
16. AHPB, Fondo notarial, protocolo 4.978, Antonio Landaverde, año 1602, fol. 46r.
17. Ellis, 1969, pp. 34-35. Mauro, 1960, p. 277.
23
Colección Mocha Dick
iglesias, haciendas, cultivos de azúcar. El esporádico episodio ballenero de los
vascos en Brasil nada tuvo que ver con la crudeza del clima de Terranova y la
costa de Labrador, de la que muchos no volvieron por culpa del frío extremo
al quedar atrapados en el hielo antes de partir. Se calcula, por ejemplo, que en
la durísima invernada de 1576 murieron unos trescientos balleneros18. Los
inviernos de Bahía ni siquiera eran comparables a los del Cantábrico, donde
se capturaba la ballena franca septentrional. De hecho, en el siglo XVI se creía
que este otro cetáceo, “primo carnal” de la ballena franca austral, sólo acudía
a los lugares de la costa norte peninsular que se consideraban más afines a la
naturaleza salvaje y polar que se le atribuía entonces. Y es que la pesca tradicional de cetáceos en la península ibérica era sobre todo una actividad de mal
tiempo en las zonas menos resguardadas, con un máximo de actividad en lo
más crudo del invierno cuando acudían en mayor número las ballenas desde
el norte19.
Para el primer viaje a Brasil Pedro de Urrecha y Julien Michel destinaron dos
barcos de su propiedad, uno de ciento treinta toneladas, NUESTRA SEÑORA
DE BEGOÑA, y otro de setenta toneladas. Puede que los tuviesen ocupados
en la pesquería de Terranova aquel verano de 1602, teniendo en cuenta que no
tenemos constancia documental de los preparativos del viaje hasta diciembre.
Ese mes enrolaron un grupo de marineros de la localidad cántabra de Castro
Urdiales, muy cerca de Bilbao, para completar una tripulación mayoritariamente vasca, incluyendo probablemente labortanos de cuya participación sí
tenemos noticia años después. La dotación cántabra la componían un contramaestre, un carpintero y nueve marineros que no iban “a la parte”, sino
con un sueldo mensual fijo (quince ducados el contramaestre y de diez a doce
el resto). El contrato firmado con todos ellos establecía el adelanto de la mitad del pago antes de volver y el resto en Bilbao, puerto de partida y regreso
de la expedición20. De este modo, los marineros podrían adquirir azúcar en
los ingenios bahianos y lucrarse con su venta al llegar a Europa, aunque, en
caso de hacerlo, tendrían que abonar a los armadores el flete correspondiente
como cualquier otra mercancía destinada al comercio. La particularidad de
la contratación de los cántabros, sobre todo el hecho de no ir “a la parte” de
la pesca, nos indica que no iban en condición de balleneros o pescadores en
sentido estricto, sino como marineros –también el carpintero– para la travesía
18. Unsain, 2012, p. 27.
19. “… las ballenas acuden donde las ondas y la mar anda siempre muy alta, y ansí aquí en ciertos
tiempos del año, como que es en los meses de diciembre y enero y hebrero, que es la mayor sazón, ay
gran matança dellas”. Valdés Hansen, 2010, p. 86.
20. Archivo Histórico Provincial de Cantabria, Protocolos de Castro, leg. 1.702, año 1602. Documento
ya transcrito y publicado por González Echegaray, 1978, pp. 89-92.
24
Balleneros del Sur
y estancia en Brasil21. Después, entre enero y abril de 1603, Urrecha y Michel
recaudaron en Bilbao una importante suma de ducados para el flete de los
barcos, siendo la aportación más destacada la de dos prestamistas extranjeros
establecidos en la ciudad, uno de ellos también francés al igual que Michel 22.
Pero es la de 1609 –por lo excepcional de lo acontecido– la campaña mejor
documentada, al promoverse un pleito ante el corregidor de Gipuzkoa que
fue apelado en la Real Chancillería de Valladolid, capital y corte de Felipe III
por aquel entonces23. El mercader y armador de San Juan de Luz Adam de
Chibau, en nombre de Pedro de Urrecha y Julien Michel, fletó dos navíos de su
propiedad que otro mercader, Julián de Urco, dotó de marineros: la SANTA
CLARA de doscientas toneladas y la SANTA ENGRACIA de trescientas toneladas, tripulada ésta por setenta marineros. Eran dos barcos de un tamaño
idóneo para la travesía del Atlántico, cuyo propietario tenía por costumbre
enviar a Terranova. De hecho, el pleito incoado al año siguiente impidió el
viaje previsto a Terranova de la SANTA ENGRACIA, sustituyéndola Adam
de Chibau por otra de sus naos, la DOMINXINA, que volvió de este otro caladero con su correspondiente cargamento de aceite y bacalao24. El francés fue
el armador más importante o uno de los más importantes de San Juan de Luz.
De hecho, el año que los dos barcos de Urrecha y Michel zarparon por primera
vez a Brasil, él envió nada menos que siete barcos de su propiedad a Terranova:
la SANTA LUCíA, la SANTA BÁRBARA, la SANTA CATALINA, el ÁNGEL
y la MARíA, además de las citadas SANTA ENGRACIA y SANTA CLARA 25.
La SANTA ENGRACIA era una nao de gran porte, teniendo en cuenta el número de tripulantes y el arqueo hecho al volver de Brasil26. Tenía capacidad
para cargar 897 barricas de grasa de ballena o 757 barricas y 70 pipas de bastimentos (comida y bebida); 793 barricas se cargaban debajo de la primera
cubierta, en la parte más próxima a la quilla, otras 16 encajadas en los huecos
para evitar el corrimiento de la carga y, finalmente, otras 88 entre las cubiertas
compartiendo espacio con los marineros, las armas de fuego, un batel, los es21. “Se obligaron de se embarcar y se embarcarán en las dichas dos naves e en qualquiera de ellas que
se les ordenare y mandare y seguirán la dicha jornada de ida, estada e vuelta, dende la dicha ría y
canal de Bilbao, sin hacer ausencia y harán en su oficio de marineros en que convenga a la ordenación
de la mar y demás cosas que se les mandaren por los capitanes y maestres que mandaren las dichas
naos en cuanto a la dicha navegación y pesquería de ballenas”. González Echegaray, 1978, p. 91.
22. Priotti, 1993, p. 196; Priotti, 2005, p. 188.
23. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (ARChV), registro de ejecutorias, caja 2091, 65
(4/5/1611); caja 2100, 3 (24/11/1611).
24. ARChV, registro de ejecutorias, caja 2091, 65 (4/5/1611); caja 2100, 3 (24/11/1611).
25. Priotti, 1993, pp. 194-195. Un extenso trabajo sobre Adam de Chibau puede consultarse en
Barkham Huxley, 1994, pp. 1-43.
26. ARChV, registro de ejecutorias, caja 2091, 65 (4/5/1611); caja 2100, 3 (24/11/1611).
25
Colección Mocha Dick
quifes o chalupas, las velas, las áncoras, el aparejo y los pertrechos propios de
la navegación y de la actividad ballenera. No obstante su capacidad de carga
podría ser mayor, teniendo en cuenta que el propietario de la nao discrepó del
arqueo realizado considerándolo por debajo del real27.
Chibau encomendó a dos familiares el mando de los barcos: al maestre Juanes de Echeberri la SANTA ENGRACIA y a Martín de Chibau la SANTA
CLARA, cuñado y hermano respectivamente. A Julián de Urco correspondía avituallarlos y dotarlos de marineros, mientras que Chibau debía tenerlos
aparejados y “municionados” para el 15 de abril de 1609, correspondiéndole
un quinto de los beneficios28. La expedición se hizo a la mar en solitario en
el puerto de Pasaia, al margen de la flota de Indias, fondeando el 10 de agosto
en la bahía de Todos Os Santos29. Dos días después probablemente cazaron la
primera ballena. Las miles de barbas –una de las fuentes alude incluso a cincuenta mil– o los varios cientos de barricas de grasa obtenidas evidencian lo
provechoso de la pesca en Brasil durante este período inicial. No es de extrañar que Julien Michel se asociase con un portugués de Bahía para continuar
sacando beneficios del negocio ballenero, tras el final de la concesión otorgada
por Felipe III30.
Sin embargo, el retraso en el embarque o un clima más húmedo y caluroso de
lo habitual, con independencia del tiempo transcurrido, ocasionó la pérdida
de la mayor parte de la grasa en las barricas expuestas a la intemperie tropical.
Según Julián de Urco, medio millar de barricas de una partida de setecientas
almacenadas en la orilla a la espera de su embarque. Éste achacó la responsabilidad a los maestres de los barcos que, además de retrasar la estiba, también
desoyeron su petición de proteger las barricas entretanto con la toldada que
daba sombra a bordo31. De lo que no hay duda es que todos, habituados a un
clima mucho más frío en invierno como el de Terranova o el Cantábrico, no
tuvieron en cuenta la particularidad del clima tropical durante aquel invierno
que pudo ser especialmente perjudicial para la conservación de la grasa. Esta
es la razón por la que la SANTA ENGRACIA volvió de Brasil a media carga
con casi medio millar de barricas de grasa32.
Este enfrentamiento se sumó a la progresiva conflictividad que marcó el final
de la presencia vasca, tanto con los pescadores locales como con el gobernador. A pesar de todo su paso por Brasil fue muy importante. En la descripción
27. ARChV, registro de ejecutorias, caja 2091, 65 (4/5/1611); caja 2100, 3 (24/11/1611).
28. ARChV, registro de ejecutorias, caja 2091, 65 (4/5/1611); caja 2100, 3 (24/11/1611).
29. ARChV, registro de ejecutorias, caja 2091, 65 (4/5/1611); caja 2100, 3 (24/11/1611).
30. Mauro, 1960, p. 278.
31. ARChV, registro de ejecutorias, caja 2091, 65 (4/5/1611); caja 2100, 3 (24/11/1611).
32. ARChV, registro de ejecutorias, caja 2091, 65 (4/5/1611); caja 2100, 3 (24/11/1611).
26
Balleneros del Sur
de la actividad que el religioso Vicente do Salvador hace en 1627 se constata
aún su método de pesca en Bahía. Sobre todo la práctica de matar primero al
ballenato, asegurándose de este modo el ataque sobre el ejemplar adulto, el
cual no abandonará inicial y fácilmente a la cría. Se reconoce también en el
modo de remolcar al cetáceo mediante una cordada, es decir, con las chalupas
amarradas en hilera para tirar coordinada y conjuntamente del cetáceo muerto. Pero, además, aporta un dato novedoso y lógico por otra parte, como es
atar la boca del cetáceo para facilitar su remolque e impedir que se hundiese
lleno de agua:
E a primeira coisa que fazem é arpoar o filho, a que chamam baleato, o qual anda
sempre em cima da água brincando, dando saltos como golfinhos, e assim com
facilidade o arpoam com um arpéu de esgalhos posto em uma haste, como de um
dardo, e em o ferindo e prendendo com os galhos puxam por ele com a corda do
arpéu, e o amarram, e atracam em uma das lanchas, que são três as que andam
neste ministério, e logo da outra arpoam a mãe, que não se aparta do filho, e
como a baleia não tem ussos mais que no espinhaço, e o arpéu é pesado, e despedido de bom braço, entra-lhe até o meio da haste, sentindo-se ela ferida corre, e
foge uma légua, às vezes mais, por cima da água, e o arpoador lhe larga a corda, e
a vai seguindo até que canse, e cheguem as duas lanchas, que chegadas se tornam
todas três a pôr em esquadrão, ficando a que traz o baleato no meio, o qual a mãe
sentindo se vem para ele, e neste tempo da outra lancha outro arpoador lhe despede com a mesma força o arpéu, e ela dá outra corrida como a primeira, da qual
fica já tão cansada, que de todas as três lanchas a lanceiam com lanças de ferros
agudos a modo de meias-luas, e a ferem de maneira que dá muitos bramidos com
a dor, e quando morre bota pelas ventas tanta quantidade de sangue para o ar
que cobre o sol, e faz uma nuvem vermelha, com que fica o mar vermelho, e este
é o sinal que acabou, e morreu, logo com muita presteza se lançam ao mar cinco
homens com cordas de linho grossas, e lhe apertam os queixos e boca, porque não
lhe entre água, e a atracam, e amarram a uma lancha, e todas três vão vogando
em fileira até a ilha de Itaparica33.
Por aquel entonces los vascos estaban enseñando igual método a los holandeses
en el otro extremo del planeta. El previsible perjuicio que para los intereses económicos de la ciudad de Donostia ello traería consigo, la competencia de otras
ciudades en la distribución europea del saín, motivó la protesta de sus representantes en las Juntas Generales de Gipuzkoa en 162634. Y en 1613, terminado el
periplo ballenero vasco en Brasil, otros habían hecho lo mismo a sueldo de los
ingleses en Spitzbergen; dejándonos el agente y marino de aquella expedición,
33. Salvador, 1627, sin paginar.
34. Unsain, 2012, p. 69.
27
Colección Mocha Dick
Robert Fotherby, un minucioso trabajo descriptivo e ilustrado35. Esta superposición del interés individual sobre el común aceleró el ocaso ballenero de
los vascos, incapaces de competir con sus aprendices ingleses, holandeses y
escandinavos, respaldados todos ellos por poderosas compañías marítimocomerciales. Todavía faltaba un siglo para la creación –a destiempo– de la
Compañía de Ballenas de San Sebastián que, de haber existido entonces, probablemente habría aminorado esa diáspora. Todo ello vino a sumarse al cúmulo
de factores negativos que explican el final del dominio vasco. Entre ellos y
sobre todo la política imperialista de la corona, cuyos efectos más adversos
sobre la actividad marítima (requisas, desastres navales, levas) coincidieron
en el tiempo con la escasez de ballenas en Terranova y la pugna por los nuevos
caladeros (Spitzbergen, etc.).
Figura 1. “E amarram a uma lancha e todas três vão vogando em fileira até a ilha de Itaparica” (Vicente do Salvador, Bahía, 1627). Balleneros vascos en Spitzbergen en el siglo XVII. Ilustración de R.
Fotherby, 1613 (American Antiquarian Society).
Pero antes de eso, los vascos dejaron un estela muy grande en el Atlántico:
Terranova, Labrador, la desembocadura del San Lorenzo, la costa de Florida,
Islandia, Noruega, Spitzbergen, Groenlandia y, como acabamos de ver, llegó
incluso hasta el paralelo 13° de latitud sur. Sin embargo, el episodio brasileño
no es más que una breve recalada en su ruta atlántica detrás de la ballena. Sin
continuidad porque no respondió a un intento revitalizador del negocio ballenero, explotando sistemáticamente un nuevo caladero. Y, aunque el impulso
inicial fue exógeno, su financiamiento y organización en Bilbao y San Juan de
Luz la definen como una empresa vasca. Otra más aunque también una de las
más particulares, por alejarse de las rutas balleneras tradicionales y su condición pionera en Brasil. Y ahí radica su cuota de importancia, porque de ellos
aprendieron los que continuaron y sentaron las bases sobre las que se expandió y transformó esta actividad en Brasil. Hasta el cierre de la última empresa
ballenera, la de Copesbra en Costinha, Paraíba, en 1985.
35. Fotherby, 1613.
28
Balleneros del Sur
siglo xviii: las compañías balleneras en el virreinato del
río de la plata
La imposibilidad de seguir cazando ballenas en los caladeros del Atlántico
Norte conllevó un largo periodo de asimilación en España, parejo al de la
aceptación del final como potencia de primer orden tras el Tratado de Utrech
en 1713. Por ello, en las siguentes décadas, todavía se sucedieron fracasados
intentos para retomar la pesca en esta zona del Atlántico. El citado tratado
sólo reconocía en Terranova –caladero ballenero prácticamente agotado–
“cierto derecho” desde el punto de vista histórico, garantizando el respeto de
los privilegios que se pudiesen reclamar; es decir, ninguno, al tratarse de una
pesca que, como ya vimos, se ejerció libremente. En la misma medida que España había dejado de ser una gran potencia en el continente, también lo había
dejado de ser en el mar. Sin territorios donde establecer factorías y puertos,
la corona se volcó en sus dominios de Sudamérica desde donde llegaban las
noticias sobre la abundancia de ballenas. De hecho, los franceses consideraban que para recuperar la preeminencia pesquera en el Atlántico Norte eran
necesarios los acuerdos diplomáticos con La Haya, Londres o Copenhague.
La Compañía de Ballenas de San Sebastián fue el último intento para reactivar
esta actividad marítima en los caladeros del norte. Fue una iniciativa vasca
respaldada por Felipe IV en 1734, aunque para enmendar la requisa y pérdida
de los barcos donostiarras en la desastrosa expedición a Sicilia (1718), durante
la guerra de la Cuádruple Alianza que obligó a España a acatar el Tratado de
Utrech36. Sin embargo, la pérdida de dos barcos en sendos inciendios, otra guerra contra Gran Bretaña, esta vez en el Caribe, y los problemas de financiación
lastraron su actividad. A mediados del siglo la Compañía Guipuzcoana de Caracas se hizo cargo de la empresa, sin que la inversión o la adquisición de otros dos
barcos permitiesen reflotarla, renunciando al ruinoso negocio ballenero para
concentrarse en el tráfico con Venezuela37.
Según Sáñez Reguart el final del acuerdo comercial con Dinamarca supuso el
término de esta compañía, de lo que se desprende la operatividad de sus barcos
en los dominios daneses del Ártico38. El ministro Campomanes, que tuvo información de primera mano en Donostia, arroja algo de luz sobre lo que nosotros
debemos interpretar como la última ruta ballenera de los vascos en el Atlántico
Norte. En el siglo XVIII Terranova ha dejado de ser el referente. Los balleneros
desarrollan una actividad itinerante en alta mar o en la costa, gracias a los barcos provistos de hornos de cocción a bordo. De Gipuzkoa salían directamente
a Spitzbergen, probablemente al comenzar la primavera, poniendo rumbo al
36. Ciriquian, 1961, pp. 330-331.
37. Ciriquian, 1961, pp. 329-335.
38. Sáñez, 1988 [1791-95], p. 339.
29
Colección Mocha Dick
estrecho de Davis en abril y mayo para cazar las “ballenas de la Gran Bahía”
(ballenas de Groenlandia). En agosto volvían al Este para cazar en Islandia las
“sardas” (las ballenas francas), llegando hasta los paralelos 73 y 75 de latitud
Norte, es decir, entre las islas de Jan Mayen y Spitzbergen39.
El fracaso de las últimas tentativas desalentó nuevas empresas y proyectos atlánticos vascos. En este contexto y en el marco del reformismo ilustrado irá calando
la idea de retomar la actividad en la costa de Patagonia. Y ello se concibe con un
doble objetivo: debería contribuir a la expansión hacia el sur del recientemente
creado virreinato del Río de la Plata (1777) y estabilizar la balanza comercial
lastrada por las importaciones de aceite de ballena y bacalao. Todo lo que en el
Atlántico Norte son obstáculos, en Sudamérica se vislumbran como ventajas de
un mundo que parece del revés. Aquí es la corona la que disfruta de un vasto
territorio para el apoyo y defensa de sus intereses marítimos, la competencia es
prácticamente inexistente y las aguas apenas han recibido la visita de los balleneros.
Surge así en 1789 la Real Compañía Marítima. Su principal característica es la
yuxtaposición de la iniciativa privada y del interés de la corona. Esta asume la
iniciativa como una oportunidad que se amolda a sus intereses políticos dentro y
fuera de la península. Por un lado contribuye a la consolidación del dominio colonial americano, prioridad de la política exterior después del Tratado de Utrech y al
mismo tiempo se enmarca en el proyecto político unificador y centralizador de los
Borbones. De hecho, esta compañía une desde la dirección en Madrid a efectivos de
todo el norte, desde Galicia hasta Gipuzkoa, como fue el caso de la Empresa de Pesca
de Galicia (1788) de la cual era heredera. Campomanes fue uno de los que planteó
la idea veinte años antes40. El político ilustrado señaló incluso los puntos (Puerto
Deseado y Maldonado) en los que la compañía acabará estableciendo sus factorías41.
Campomanes se sirvió de las informaciones aportadas por los navegantes, especialmente la del gallego Francisco de Seixas y Lobera, que destacó la abundancia de
ballenas a lo largo de la costa patagónica hasta el estrecho de Magallanes42.
39. Rodríguez de Campomanes, 1988, p. 211.
40. Martínez, 1995, pp. 243-267.
41. “Fácilmente podemos proteger nuestra pesca mediante la población de puerto Deseado y bahía de
San Julián, donde nuestros armadores podrán beneficiar sus ballenas, hacer aguada, tomar víveres,
dar carena a sus embarcaciones y abrigarse contra los enemigos o temporales. Como las naciones del
norte carecen de establecimientos en toda la parte de la América Austral, nunca podrán concurrir
con nosotros en aquella costa, teniendo más cerca la pesca en el mar del norte (…). De esta suerte,
sabiendo los colonos derretir y preparar el aceite de ballena en aquellos puertos y en el de Maldonado
y Montevideo, ahorrarán algunas soldadas los armadores y no necesitarán poner tanta tripulación
como las gentes del norte”. Rodríguez de Campomanes, 1988, pp. 215-216.
42. Seixas, 1690, p. 61r.
30
Balleneros del Sur
La Real Compañía Marítima es también una empresa con cierto barniz ilustrado. Su fracaso particular se enmarca también en el del reformismo ilustrado
español. La muerte de uno de sus principales accionistas, el marqués de Sargadelos, acusado de afrancesado y linchado públicamente en Galicia durante
la guerra de independencia o el final ensombrecido de Sáñez Reguart, autor
de una de las obras más significativas de aquel período, son quizás el exponente de algo que probablemente desborda las circunstancias personales de
cada uno.
las campañas balleneras de francisco medina
En los años previos a la constitución de la Real Compañía Marítima se sucedieron los avistamientos de barcos balleneros extranjeros en la Patagonia e incluso frente al estuario del Río de la Plata. A una de sus orillas fue a parar uno de
aquellos barcos en 1786: el ballenero francés de Dunkerque LE COMTE DE
VERGENNE, tras perder el timón mar adentro. Su capitán, el norteamericano
Richard Coffin, informó además de otros balleneros norteamericanos, ingleses, franceses y holandeses al servicio de diversas compañías. Por lo tanto,
todas ellas se habían adelantado a la creación de la Real Compañía Marítima.
En el caso de los balleneros de Dunkerque con una compañía constituida con
apoyo del rey de Francia, para la pesca de cachalotes en los mares del sur y de
la que formaban parte otros navíos43.
También se adelantaron en el propio virreinato. El comerciante castellano
de Buenos Aires Francisco Medina organizó la primera campaña en la Patagonia, a bordo de la fragata ballenera inglesa MAYO apresada en 1783 en
la bocana del Río de la Plata. La adquirió en pública subasta, renombrándola
LA VENTURA. Medina (el nombre elegido para el barco es significativo al
respecto) era plenamente consciente del riesgo que asumía en esta empresa sin
precedentes y con la que no estaba tan familiarizado, a diferencia del comercio
con los puertos brasileños o la salazón de carnes, estableciendo el primer saladero de la región en la Banda Oriental44. Y fue precisamente durante uno de
aquellos viajes a Brasil, donde concibió la idea de emprender en el virreinato
lo que los portugueses llevaban tiempo haciendo en la isla de Santa Catarina.
Al mando de LA VENTURA puso al piloto Tomás de Juana y de Brasil se trajo
dos arponeros. De Juana aseguró haber encontrado un hervidero de ballenas
en la ensenada de San José, en la península Valdés, que, sin embargo, no se
pudieron cobrar por la inexperiencia y el temor de los arponeros a la hora de
rematar los cetáceos arponeados:
43. Archivo General de Indias (AGI), Buenos Aires, leg. 328, fols. 905-913, 954-965.
44. Sobre Francisco Medina , castellano, natural de Palencia, véase Bentancur, 1987.
31
Colección Mocha Dick
Regresó de su expedición en febrero de 84 con 17 quarterolas de aceyte y la noticia
de haver encontrado un erbidero de ballenas en el puerto de San Josef, de que no
se aprovecharon por la cobarde malicia de los arponeros Alexandro Francisco y
Francisco Antonio, según consta de la sumaria que les formó el comandante de dicho destino a instancias de su capitán que con su exemplo trató repetidas veces de
estimularlos, hasta arrojarse con su lancha a toda voga sobre estos enormes peces,
exponiendo infructuosamente su persona por quanto rara vez hirieron ballena
que no se llevase consigo el arpón, resultando de aquí que, haviendo sido picadas
una multitud de ellas, empezaron a extrañarse y en pocos días se desaparecieron
enteramente dejando al capitán y tripulación testigos del hecho en la maior impaciencia, no tanto por el malogro de este lance quanto por haver quedado sin
recursos, haviendo perdido con ellas casi todos los instrumentos45.
Para la segunda campaña Francisco Medina tuvo la precaución de recurrir a
los dos arponeros estadounidenses de la fragata apresada, John Francis Stuart
y Gabriel Barnard, que tras su liberación ya se habían ofrecido para formar
parte de la primera tripulación, además de asesorarle en la construcción de las
lanchas para el arponeo y la realización del resto de pertrechos (arpones, sagranderas, hornos). Completó la expedición incorporando un segundo velero
de su propiedad: EL PATAGÓN. Sin embargo, probablemente por lo inapropiado de la época escogida –acabada la invernada y cría de las ballenas– esta
campaña fue otro fracaso, aunque esperanzador volviendo con más de un centenar de pipas de aceite:
Emprendió pues mi VENTURA el segundo viage al Puerto de San Josef a las
órdenes del mismo capitán, seguida de su auxiliar EL PATAGÓN y mejor surtida
de inteligentes que antes y regresó en conserva de dicho buque a Montevideo, en
primero de enero de 85, a poco menos de media carga de ballena. Demandado
Juana ¿por qué no havía cumplido el cargamento de su embarcación y si los colonos havían dejado de cumplir con su dever? Me expresó no havían encontrado
ni la centésima parte de ballenas que antes, por haver llegado a su destino ya
entrada la estación en que, haviendo deshovado, corren dichos animales acia el
sur, pero que no havían encontrado ballena que se escapase a las destrezas de
los colonos, siendo de notar la resolución con que éstos estrangeros se acercaban,
erían, evitaban el golpe y sorteaban dichos monstruos46.
No hubo tercer intento. Ya de vuelta en Montevideo, en enero de 1785, los
arponeros fueron nuevamente apresados durante más de un año. Esta vez por
su condición de extranjeros, a pesar de haberse convertido al catolicismo e
incluso casado y avecindado uno de ellos en Buenos Aires. Tras su liberación
los arponeros fueron deportados. Stuart y su familia fueron enviados a Cádiz,
45. AGI, Buenos Aires, leg. 328, fols. 916v-917r.
46. AGI, Buenos Aires, leg. 328, fols. 920, r y v.
32
Balleneros del Sur
mientras que Barnard, un excelente arponero en opinión de Medina, fue embarcado rumbo a Coruña desde donde volvió a Estados Unidos47. El temor del
nuevo virrey, el marqués de Loreto, a que Medina se sirviese de ambos y de
la empresa para dedicarse al contrabando con los extranjeros subyace en tan
drástica –e incluso arbitraria– medida48.
En febrero de 1788, con el apoyo del comandante de los resguardos del Río
de la Plata Francisco Ortega y Monroy, Medina consiguió traerse de vuelta a
Stuart. En un intento por reemplazar a Barnard no localizaron en Dunkerque
a Richard Coffin, el capitán del navío LE COMTE DE VERGENNE auxiliado
dos años antes en el estuario49. Después envió un detallado memorial de su
empresa al secretario de Indias José Gálvez, en Madrid, con el ánimo de encontrar al otro lado del Atlántico el respaldo del que carecía en Buenos Aires
y, sobre todo, los cien mil pesos de inversión necesarios para poner en marcha
la tercera expedición50.
La muerte le sobrevino muy poco después, ese mismo año de 1788, mientras
en Madrid y en los puertos del norte peninsular empezaba a tomar cuerpo un
proyecto que, a diferencia del suyo, sí contaba con el respaldo necesario, incluso del rey Carlos IV. Pero fue el suyo, iniciado en 1783 y latente hasta 1788, el
precedente que abrió la puerta a la Real Compañía Marítima. De hecho, coincidiendo con la arribada de la primera expedición a Sudamérica, Sáñez Reguart
y los directores de la compañía se dirigieron al secretario de Estado e Indias
Antonio Valdés, solicitándole los informes de la primera empresa ballenera
del virreinato51. Francisco de Ortega y Monroy intentó continuar la empresa
ballenera de su socio Medina, del cual era albacea52. Pero no sólo no pudo,
sino que su suerte también dio un giro con la llegada al virreinato del marqués
de Loreto, quedando al descubierto su trama corrupta tras la muerte de Medina y vinculada al saladero que abastecía de carne la región53.
el proyecto ballenero-colonizador
A raíz de la primera campaña de Francisco Medina en 1784, el fundador y
superintendente del poblamiento de Río Negro, el andaluz Francisco de Viedma, vio la oportunidad para consolidar la única colonia que estaba saliendo
adelante en toda la Patagonia. En su memoria al virrey, el marqués de Loreto,
47. AGI, Buenos Aires, leg. 328, fols. 934-953.
48. Cappa, 1893, p. 247.
49. AGI, Buenos Aires, leg. 328, fols. 966-973, 1.019-1.020.
50. AGI, Buenos Aires, leg. 328, fols. 914-933.
51. AGI, Buenos Aires, leg. 328, fol. 1.034.
52. AGI, Buenos Aires, leg. 328, fols. 1.026-1.027.
53. Información personal del historiador Arturo Ariel Bentancur Díaz (4.10.2014).
33
Colección Mocha Dick
planteaba en los enclaves del Río Negro un centro de redistribución de los productos balleneros, sin necesidad de pasar por el estuario del Río de la Plata54.
Así pues, tanto en Madrid como en el virreinato, la actividad ballenera se vislumbraba como el bálsamo de Fierabrás para un proyecto colonizador que no
fructificaba. Ya en 1745 la expedición del jesuita José Quiroga había constatado lo adusto de esta costa, la cual se presentaba ante ellos como una muralla o
cantil casi ininterrumpido, sin apenas puertos naturales dotados de agua potable, leña, tierra fértil y pesca suficiente para hacer viable un asentamiento de
colonos55. Al menos de forma permanente y no agónicamente dependientes
de las ciudades rioplatenses, como van a serlo casi todos estos enclaves.
Esta colonización se estaba acometiendo forzadamente ante el temor a una
ocupación extranjera, razón por la cual tropezaban en la improvisación y
caían en el abandono. Los balleneros y loberos ingleses eran vistos como la
posible avanzadilla de una invasión en esta vasta posesión todavía despoblada y hasta entonces sólo valorada como antesala del estrecho de Magallanes.
En este contexto se emiten las reales cédulas de 1778 de Carlos III, las cuales
ponen en marcha un desafortunado poblamiento al que, con igual suerte, se
supeditará el proyecto ballenero. La primera expedición se ponía en marcha
“con el importante fin de hacer la pesca de la ballena en la costa de la América
meridional, impedir que otras naciones consigan este beneficio y, asimismo, que
quede resguardada de cualquier tentativa que en lo sucesivo pueda intentarse
contra el dominio que me pertenece en aquellos países” (Real Cédula del 14 de
mayo de 1778). La elección del lugar, San Julián, cuestionado en 1745 por la
expedición de Quiroga como un lugar idóneo para su colonización o la poca
certera comparación con el asentamiento portugués en la isla brasileña de
Santa Catarina, deja entrever el problema de fondo con el que se emprendía
este proyecto predestinado al fracaso:
Con el fin de impedir que los ingleses o sus colonos insurgentes piensen en establecerse en la Bahía de San Julián o sobre la misma costa para hacer la pesca
de ballenas en aquellos mares, a que se han dedicado con mucho empeño, ha
resuelto el Rey que V.S., de común acuerdo con el Virrey de esas provincias y con
toda la posible prontitud, disponga se proyecte y lleve a debido efecto el hacer un
formal establecimiento y población de dicha bahía de San Julián, con las miras,
desde luego, de que allí se construya una armazón de pesca de ballenas como la
54. “Repitiendo iguales tentativas, reparadas las causas que la malograron, está todo vencido y con
los auxilios que le franquee el establecimiento del Río Negro en la venta de sus frutos se hace más fácil
y menos gravosa al interesado esta pesquería; y a un mismo tiempo logra cuanto necesita para desde
aquel puerto, sin tocar en el Río de la Plata, hacer viaje con su cargamento a los de España”. Viedma,
1836, pp. 9-10.
55. Lozano,. 1836.
34
Balleneros del Sur
que tienen los portugueses en la isla de Santa Catalina, procurando a este intento
adquirir sujetos prácticos a toda costa, sean españoles o portugueses (Real Cédula
del 8 de junio de 1778).
Las armazones de Santa Catarina habían sido instaladas por los portugueses
en el contexto de un proyecto colonizador y ballenero similar al que ahora se
llevaba a cabo en la Patagonia56. España se apoderó de la isla durante unos
meses, tras la guerra con Portugal de 1776-77. Sin embargo, tras el tratado de
paz fue devuelta a los portugueses a cambio de otros territorios. Decisión del
ministro Floridablanca por la dificultad que implicaba defenderla en plena
costa brasileña, minusvalorando la pesquería de ballenas en comparación con
las del Atlántico Norte e incluso con la que, años más tarde, se pondrá en
marcha en la Patagonia:
La isla de Santa Catalina, sin el continente inmediato del Brasil, era una carga de
sumo gasto y cuidados y de ningún provecho, y expuesta a las irrupciones y a su
pérdida en la primera guerra; que las utilidades de la pesca de la ballena, que allí
se hace, pueden ser mayores en nuestras costas de Buenos Aires y todo el mar del
Norte hasta el estrecho de Magallanes, donde hay mayor abundancia, cercanía y
proporción57.
La aparición de cada barco extranjero en la costa sudamericana hacía saltar
las alarmas a ambos lados del océano, en el virreinato y en la corte, poniendo
en marcha la consiguiente expedición naval de vigilancia. La expulsión de los
jesuitas de España y América tendrá entre otras consecuencias, un golpe inesperado con la publicación del libro del jesuita y misionero inglés Thomas Falkner
sobre la Patagonia (1774), donde explicaba el modo de arrebatársela a la corona,
al igual que Chile, aumentando aun más el temor a una invasión58. Y el mismo
año que se creó la Real Compañía Marítima, 1789, se produjo el encontronazo
del convoy del capitán Ramón Cleirac con los balleneros y loberos ingleses sorprendidos en Puerto Deseado, antes de la arribada de la primera expedición de
la compañía. Puerto Deseado, al igual que San José al norte y San Julián o Santa Cruz más al sur, era uno de los pocos puertos naturales donde resguardarse
y hacer aguada. Cuando Clairac llegó allí las tripulaciones de la fragata y del
bergantín llevaban ya varios meses operando con normalidad. Del incidente
ha quedado información detallada, tanto por los planos realizados de la bahía
como por el informe del capitán59. Los ingleses alegaban haber fondeado con
el propósito de hacer aguada, descansar y reparar los barcos, pero tras el re-
56. Ellis, 1969, pp. 57-59.
57. Ferrer, 1867, pp. 307-350.
58. Falkner, 1835.
59. Maeso, 1999, pp. 373-414.
35
Colección Mocha Dick
conocimiento de la costa e islotes y de las bodegas quedó claro que se habían
dedicado a los trabajos propios de su condición ballenera y lobera.
Figura 2. Situación de los balleneros y loberos ingleses (números 4 y 5) en la ensenada de Puerto Deseado en 1789, antes de la arribada de la flota de la Real Compañía Marítima. Plano realizado por el
piloto de la expedición de R. Clairac (Museo Naval. Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico).
la real compañía marítima
Pocos meses después llegó a Puerto Deseado la primera expedición de la Real
Compañía Marítima, poniendo en marcha el proyecto ballenero más ambicioso acometido hasta entonces en el virreinato, tras las dos campañas de Francisco Medina. La expedición partió de Santander después de su “apadrinamiento” por Carlos IV que, a través de una Real Cédula (del 19 de septiembre
de 1789), confirió carácter real a los estatutos de la Compañía. El articulado
pone de manifiesto que la actividad ballenera resurgía al servicio e interés
político de la corona, como avanzada y motor del proceso colonizador en la
Patagonia. La iniciativa privada se plegará a ello a cambio de protección militar y económica en forma de monopolio en América y África. Estatutariamente su fin era promover cualquier pesquería en Europa, África y América.
Sin embargo, su foco de interés eran las ballenas y lobos marinos de la costa
meridional de Sudamérica, hipotético recurso económico de las poblaciones a
fijar en la ruta al estrecho de Magallanes.
36
Balleneros del Sur
La dirección recayó sobre una de las personas más idóneas y cofundador de la
empresa, el comisario de Marina Antonio Sáñez Reguart, autor de uno de los
más importantes tratados pesqueros del siglo de las luces europeo. A bordo y
al otro lado del mar, en la costa patagónica, la jefatura de la expedición se confió al vasco Juan Muñoz y a su segundo Manuel Marien y Arróspide, ambos al
mando de las dos fragatas de la flota que se completaba con un par de goletas.
La flota fondeó en la ensenada de Puerto Deseado en el mes de febrero de 1790,
dedicando el esfuerzo inicial al asentamiento y fortificación del enclave. Sin
embargo, el poblamiento se reveló pronto como un proyecto inviable, agónicamente dependiente de los suministros de Buenos Aires o Montevideo y
difícilmente compatible con el pesquero, entre otras cosas por limitar el radio
de acción.
La empresa empezó mal desde el primer momento con la deriva y retraso de
las goletas. También hubo deserciones a medida que se sucedían las idas y
venidas entre Puerto Deseado y el estuario del Plata. En seguida quedaron al
descubierto otros problemas de orden técnico y la deficiente cualificación del
personal contratado, entorpeciendo todo ello la marcha de la Compañía60.
Lo cierto es que en el norte peninsular no había ya tradición ni experiencia
ballenera para una empresa de tal envergadura, mientras que la lobera era
prácticamente nula. Las infructuosas gestiones de Sáñez Reguart para localizar dos arponeros en Cantabria y Euskadi, a petición del corregidor de
Canarias en 1785, permitieron preveerlo; razón por la cual se contempló la
contratación de personal extranjero desde el principio61. Es plausible suponer,
por tanto, que la parte más técnica o compleja de la pesca quedase en manos
foráneas. En Maldonado, por ejemplo, la compañía contrató a un arponero
extranjero que arponeó una veintena de ballenas en San José, probablemente el estadounidense J. F. Stuart que formó parte de la empresa de Francisco
Medina. En 1793, en el contexto de reactivación de la compañía al cambiar de
jefatura y trasladarse a Maldonado, tenemos constancia de más contrataciones de extranjeros. En concreto tres daneses que embarcaron en Cádiz rumbo
a Montevideo, para trabajar en la Patagonia. Tal vez para dedicarse a la caza
de lobos marinos, teniendo en cuenta su procedencia ligada a dicha actividad:
las islas frisias septentrionales62.
Los primeros lances balleneros en Puerto Deseado fueron esporádicos y desafortunados. En un caso se rompió la estacha y en el otro hubo que cortarla
ante el peligro a ser arrastrados mar adentro. Siendo pocas las oportunidades
cerca de la costa decidieron salir a bordo de la fragata REY CARLOS. Mar
60. Martínez, 2008, pp. 602-605.
61. Sáñez, 1988, pp. 369-370.
62. AGI, Arribadas, 517, n. 87.
37
Colección Mocha Dick
adentro no fueron mejor las cosas, perdiendo una lancha partida en dos por el
coletazo de una ballena arponeada:
A la distancia como de 100 leguas de tierra y altura de 44 1/2 grados avistó a
cosa de tres millas la primera ballena. La marejada era bastante fuerte y el viento
fresco por el sudueste. Inmediatamente se dispuso dar caza al cetáceo, echando
las tres canoas al agua con la posible celeridad, maniobrando para que en todo
acontecimiento pudiese el buque auxiliarlas. Éstas hicieron diligencias para acercarse al pez y habiéndolo conseguido la primera canoa, el harponero le clavó su
harpón por un poco más arriba de la aleta y apenas el animal sintió que la punta
llegaba a la carne, quando metiendo la cabeza hacia el fondo del mar, se revolvió
y descargó tan tremendo golpe con la cola que, cogiendo por entre los bancos a la
canoa, la dividió en dos partes dexando al harponero y marineros al arbitrio de
las olas63.
Tras este incidente se dirigieron a península Valdés, en cuya bahía de San José
arponearon un ballenato del que sólo obtuvieron unas pocas pipas de aceite.
Siguieron rumbo al norte hasta la bahía de Maldonado (Uruguay), donde por
fin encontraron un número considerable de ballenas. Al llegar consiguieron
matar tres cetáceos y en los meses siguientes arponearon otros doce dentro de
la bahía. Las ballenas aparecieron justo a tiempo para que la Compañía no se
convirtiese en un estrepitoso fracaso.
Las dificultades en la Patagonia posiblemente se acrecentaron anímicamente
en la comparación con la bonancible bahía de Maldonado, donde además el
número de ballenas era mayor. En la memoria de la Compañía redactada a
finales de 1791 se reconoce que el traslado de la expedición, efectuado entre
enero y febrero, vino motivado por esta última circunstancia:
La mira principal de esta traslación de familias era, como queda indicado, buscar
las ballenas donde las hay y conciliar esta pesca con otros obgetos ventajosos para
la prosperidad de la compañía, porque el establecimiento de Puerto Deseado por
sí solo no podía sostenerse sin continuos envíos de Buenos Aires, los cuales se
retardaban demasiado, costaban infinito y eran ocasión de desertar mucha gente
de los buques64.
Los sucesivos informes de los responsables de la expedición (Juan Muñoz y
otros) no diferían y justificaban el traslado, detallando los problemas sobrevenidos en Puerto Deseado: escasez de ballenas, clima y terreno adusto, falta
de colaboración y deserciones durante las arribadas en el estuario de La Plata,
63. Sáñez, 1988, pp. 385-386.
64. Sáñez, 1988, p. 248.
38
Balleneros del Sur
de cuyos puertos dependía en extremo la colonia65. Sin embargo, lo hacían
sin renunciar todavía a Puerto Deseado, probablemente por el temor a perder
el apoyo real que consideraba aquel lugar estratégico. Su poblamiento se posponía a la espera de una conyuntura propicia, conservándolo, mientras tanto,
como un enclave secundario de la Compañía, fundamentalmente lobero. El
militar Enrique de Liniers era mucho más contundente en el informe sobre la
situación del virreinato encargado por el secretario de Estado Floridablanca,
justificando el giro dado por los responsables de la Compañía:
Considerado bajo el aspecto de administración Maldonado ofrece los medios de
una abundante pesquería: las ballenas se retiran a él el ynbierno y en el de 1791
se pudieron coger más de treinta. Estos cetáceos se retiran el verano a la baía de
San Pedro que dista sólo ciento y veinte leguas de Maldonado, cuyas cercanías
ofrecen además en corto espacio una pesca muy abundante de lobos marinos.
Ciertamente estos dos sitios tan inmediatos presentan muchas más ventajas a la
Compañía Marítima que el ruinoso establecimiento del Puerto Deseado, situado
en un clima horrible, lleno de peligros, malsano en sumo grado y en el que por
último no han pescado más que una ballena en tres años perdiendo anualmente
la quinta parte de sus equipajes. Maldonado al contrario junta a las ventajas de la
pesquería la bondad de su clima, un terreno abundante de maderas y fértil, minas
que no necesitan más que una escabación bien dirijida para enriquecer el estado,
en fin un aire saludable con abundancia de aguas, tal vez es el único sitio del globo
donde se reúnen tantas proporciones66.
En 1792, ante la evidencia de los hechos, la Compañía se ve desligada del proyecto colonizador. En buena medida gracias al cambio en la secretaría de Estado con la salida en el mes de febrero de Floridablanca, máximo valedor del
plan iniciado al poco tiempo de su nombramiento. En la junta que la Real
Compañía Marítima celebró en abril, tras el cambio en la secretaría, se solicitó ya sin cortapisas lo que por fin fue concedido por Real Cédula del 2 de
agosto de 1792. Desde entonces el triángulo formado por Maldonado, la isla
de Lobos y la de Gorriti fue el epicentro de la Compañía que convirtió en un
enclave secundario (lobero) a Puerto Deseado y la isla de Los Reyes, situada
a unas once millas al sureste de este puerto, actualmente conocida como isla
Pingüino. Y, aunque el enclave de Puerto Deseado se mantuvo, su importancia
para la Compañía en nada era comparable a la de Maldonado. La guerra con
Inglaterra en 1796 lo sumió en el letargo y la decadencia hasta el final de la
misma en 1803, cuando se decidió poner punto final a la Compañía. Dos años
antes, al dar cuenta de su estado, el vierrey lo tachó de decadente, abandonado
65. Martínez Shaw, 2008, pp. 604-607.
66. Observaciones políticas sobre la situación del virreynato de Buenos-Aires presentadas al señor
conde de Floridablanca (ca. 1791). AGI, Estado, 78, N. 30. 2r-v.
39
Colección Mocha Dick
al desorden, donde los militares y trabajadores malvivían67. En 1806, fueron
evacuados los últimos militares como consecuencia de la invasión inglesa del
virreinato. Finalmente, llegada la hora de la tan temida invasión británica,
Puerto Deseado –donde se llevó a cabo un ambicioso, costoso y arduo proyecto de colonización al que se supeditaron los intereses de una compañía marítima–, no fue clave ni determinante. Quedó aislado y olvidado al producirse el
ataque sobre el centro neurálgico del virreinato: las ciudades del río de La Plata que daban el acceso y control al resto del territorio, incluyendo la Patagonia.
Desembarazada del proyecto colonizador la Compañía pudo por fin actuar
conforme a criterios estrictamente mercantiles y pesqueros, estableciéndose
en uno de los puntos donde Campomanes había puesto el dedo veinte años
antes: Maldonado. El ministro lo hizo cuando este lugar no era más que un
pequeño enclave de reciente fundación, el cual podría poblarse con gente del
norte de la península ibérica con experiencia ballenera:
De esta suerte, sabiendo los colonos derretir y preparar el aceite de ballena en
aquellos puertos y en el de Maldonado y Montevideo, ahorrarán algunas soldadas los armadores y no necesitarán poner tanta tripulación como las gentes del
norte. Estas no tienen en el estrecho de David ni en Groenlandia, excepto los dinamarqueses, parages y pueblos industriados en esta maniobra; consiguientemente
deben llevar mayor número de tripulación para que se emplee en ella y eso más
sobrecarga el costo del armamento quantas más son las plazas y soldadas de los
marineros68.
Las dependencias principales se ubicaron en isla Gorriti, mientras que en isla
de Lobos sólo se estableció lo indispensable para las faenas loberas. Maldonado fue el puerto base para la redistribución del aceite, de las pieles de lobo
marino y de las barbas de ballena. La Real Compañía Marítima, por lo tanto,
tuvo un impacto directo en la economía local de Maldonado, pero la ciudad se
benefició sobre todo de lo que trajo consigo el establecimiento de una empresa
tan importante a nivel político. En 1792, nada más establecida la Compañía, el
puerto fue habilitado en calidad de puerto menor para comerciar con la península69. Pasaba así a engrosar la lista de puertos americanos mayores (Buenos
Aires, Guayaquil, Callao, La Habana, Cartagena, Montevideo, etc.) y menores
(Puerto Rico, Santiago de Cuba, Santo Domingo, etc.), que se beneficiarion del
libre comercio con los trece puertos españoles igualmente habilitados para tal
fin en 1778 (Santander, Sevilla, A Coruña, etc.)70.
67. Martínez, 2008, p. 616.
68. Rodríguez de Campomanes, 1988, pp. 215-216.
69. AGI, Indiferente General, leg. 2491.
70. Reglamento y aranceles reales para el comercio libre de España a Indias de 12 de octubre de 1778.
Madrid, 1778.
40
Balleneros del Sur
En lo estrictamente pesquero, aun habiendo mejorado ostensiblemente los resultados, la Real Compañía Marítima tampoco cumplió en Maldonado con las
expectativas que motivaron su traslado. En 1795, por ejemplo, se estimaba que
Gorriti podría proporcionar anualmente una veintena de ballenas que rindiesen 240 pipas de aceite y cien quintales de barbas, además de doce mil pieles
de lobos marinos y sesenta pipas de aceite71. Un resultado que sería bueno o
aceptable en otro contexto empresarial, pero no para una Compañía de esta
envergadura. Sin olvidar que el denominado “aceite negro” o de ballena no
era tan apreciado ni valorado como el espermaceti o “aceite blanco” de los
cachalotes que ingleses, norteamericanos y franceses ya estaban capturando
alrededor del continente sudamericano. Cuando la Real Compañía Marítima
se crea en 1789 son muchos los balleneros que han salido o están saliendo de
Nantucket, Dunkerque y Londres rumbo al Atlántico Sur y al Pacífico. El éxito de éstos y el fracaso de la Compañía es el de la pesca itinerante del cachalote
sobre la costera, limitada en su radio de acción marítimo. La Compañía no
mostró, en cambio, gran interés por dicha especie ignorando la progresiva
importancia del espermaceti. Ni siquiera tras los apresamientos de no pocos
de aquellos barcos extranjeros, los cuales deberían haber sido interpretados
como los heraldos de los nuevos tiempos.
Y aunque la reactivación de la industria ballenera a través de la Real Compañía Marítima fue un hecho importante, acertando en el cambio de escenario
o hemisferio, fue imposible culminarlo con éxito al trasladar allí un modelo
productivo poco competitivo: el de las factorías terrestres en vez de la actividad mar adentro. El navegante y científico Alessandro Malaspina (1754-1810),
a su paso por Sudamérica, vaticinó el fracaso de cualquier iniciativa que no
emulase a los extranjeros en este sentido o no retribuyese a los pescadores “a
la parte”, es decir, con una parte o en función de las capturas en vez de un salario fijo72. A pesar de que los hornos de cocción de la grasa a bordo eran una
realidad desde hacía mucho tiempo, la Compañía centralizó siempre su actividad en la costa. También en su segunda etapa, destacando incluso su nuevo
director (Felipe Cabañes) las ventajas que en este sentido ofrecía la isla Gorriti:
En la bahía de Gorriti entran durante la temporada de pesca, que es de junio a
noviembre, un número considerable de ballenas con la proporción de no necesitarse de buques mayores para su beneficio, pues esto se logra atracadas las ballenas –que con las canoas matan en la bahía– en la playa del noroeste de dicha isla,
de modo que toda operación se hace en tierra73.
71. Cappa, 1893, p. 258.
72. “Es inútil emprender la pesca, mientras no igualemos nuestro mérito con el de los extranjeros, los
cuales sólo hacen escalas en puertos desiertos de la costa patagónica y ciñen los sueldos y trato de sus
tripulaciones a una verdadera economía mercantil”. Cappa, 1893, p. 260.
73. Cappa, 1893, p. 258.
41
Colección Mocha Dick
Oficialmente la Real Compañía Marítima fue disuelta en 1803, aunque en la
práctica se hallaba inactiva desde el inicio de la guerra con Gran Bretaña en
1796. Tras su final no hubo interés por reflotarla, probablemente por el balance económico obtenido hasta la fecha, la pérdida de interés político que conllevó su desligamiento del proyecto colonizador y también de sus principales
valedores como Sáñez Reguart. Ya disuelta la Compañía, la iniciativa tendrá
ahora un carácter local, recogiendo la herencia dejada por aquélla. De hecho,
se reutilizarán las instalaciones abandonadas de la isla Gorriti, contando además con personal de la etapa anterior74.
Figura 3. Escudo de Maldonado (ilustración de Javier Estévez Cortizo).
El cambio más significativo –que supuestamente aumentaría la productividad– fue el sistema de remuneración “a la parte” de los arponeros y del resto
de trabajadores, lo cual no había sido posible imponer en la Real Compañía
Marítima; dado el trasfondo colonizador que desdibujó su esencia como empresa marítima. En este clima de optimismo se consideró propicio modificar
el escudo de Maldonado en 1803, haciéndolo singular en el ámbito sudamericano al figurar la ballena como símbolo de su principal actividad económica o, al menos, la más representativa. El escudo retomaba de este modo la
tradición heráldica de origen medieval procedente del otro lado del Atlántico, de puertos como Biarritz, Hondarribia, Mutriku, Bermeo o Lekeitio. Sin
embargo, el ataque e invasión británica en 1806 cortó de raíz este propósito
continuista, al destruirse las últimas instalaciones todavía útiles de la Real
Compañía Marítima en la isla Gorriti.
74. Martínez Shaw, 2008, p. 623.
42
Balleneros del Sur
siglos xviii y xix: los proyectos balleneros en la costa
del pacífico (chile y perú)
El interés por la colonización de la Patagonia y el control del Estrecho de Magallanes determinó el establecimiento de la Real Compañía Marítima en el
virreinato del Río de la Plata. Sin embargo, unas décadas antes, el ministro
Campomanes había considerado igualmente relevantes otros posibles enclaves pesqueros, loberos y balleneros al otro lado del estrecho, en la costa del Pacífico. En especial en los archipiélagos chilenos de Juan Fernández y Chonos:
Sería cosa fácil, pero de grande importancia, encomendar al governador del reyno de Chile embiase personas hábiles en levantar planos, vistas de costas y derroteros, para que descubriesen y pusiesen nombres españoles a las islas de este
archipiélago de Chonos y costa opuesta, marcando los puertos y observando sus
frutos y árboles, pero con más especial los pescados, las ballenas y el bacalao por si
se encuentran en la abundancia que en las islas de Juan Fernández; llevando para
esta navegación indios chilotes pláticos de aquellas costas y embarcaciones pequeñas para surgir con facilidad. Este descubrimiento traería muchas luces para
entablar el pensamiento de las pescas reales en aquellos mares australes (…). La
abundancia de ballenas que desde cabo Blanco hasta la Concepción de Chile se
encuentran por todos aquellos mares, así en el del norte como en el del sur, da
otro indicio bien claro de que en la parte austral se cría el bacalao y la ballena del
mismo modo que en la parte septentrional75.
Además, la costa chilena de Atacama es el único lugar del continente sudamericano donde hay constancia de un aprovechamiento ballenero anterior a la
llegada de los españoles, descrito en el siglo XVII por el religioso andaluz Antonio Vázquez de Espinosa76. Y en Coquimbo el gobernador de Chile Ambrosio O’Higgins (1720-1801) tenía previsto el establecimiento de una compañía
pesquera dedicada también a las ballenas. Sin embargo, su idea en lo tocante
a este punto quedó en nada al establecerse el monopolio de la Real Compañía
Marítima, cuya Real Cédula se obligó a publicar en 179077. En las mismas cir75. Rodríguez de Campomanes, 1988, pp. 154, 209.
76. Vázquez de Espinosa, 1948, pp. 618-619.
77. “Haré publicar para que llegue noticia general en los havitantes deste dominio el establecimiento
de la Real Compañía Marítima de que trata el exemplar de la real cédula de 19 de septiembre inmediato que V.E. me ha acompañado con real orden de 23 de octubre siguiente y promoveré quanto
fuere conveniente para el efecto de las beneficas reales intenciones que S.M. se ha propuesto en este
importante proyecto por lo que toca a este país de mi mando, donde al mismo objeto havía meditado
y dado providencias par fomentar una compañía de pesca en Coquimbo durante mi visita de aquel
partido,cuyo expediente remitiré a V.E. en otra oportunidad para lo que conduzca a su superior inteligencia”. Carta de A. O’Higgins a Antonio Valdés, secretario de Estado e Indias. AGI, Chile, leg. 212,
n. 30, fol. 86.
43
Colección Mocha Dick
cunstancias no llegó muy lejos otro plan similar, el del comerciante y político
chileno Juan José de Santa Cruz (1730-1804), publicado al año siguiente en su
Memoria del estado económico de Chile78.
Finalmente, la Real Compañía Marítima no sólo no tuvo capacidad ni se estableció en el Pacífico, sino que el monopolio del que disfrutó le permitió
bloquear o intentar controlar otras iniciativas similares. Y ello, a pesar de su
inactividad durante buena parte de su existencia, por culpa de la guerra o que
éstas se plantearon en lugares tan distantes de su radio de acción como Lima y
El Callao. En cambio, fuera de su control actuarán los balleneros extranjeros
dedicados al cachalote en alta mar. El año de su creación coincide con la primera oleada de estadounidenses, ingleses y franceses en el Pacífico. Accidentes propios de la navegación, la necesidad de reponer vituallas o hacer aguada
forzaban su entrada en los puertos, donde corrían el riesgo de ser retenidos
acusados de contrabando.
En la noche del 5 de julio de 1789 se produjo el primer encuentro o –mejor dicho– encontronazo. El paquebote LA ROSA fue abordado a la altura de Morro
Quemado y de la isla de Los Lobos (actualmente de Independencia) por una
fragata inglesa, mientras cubría la última etapa de su travesía entre Chiloé
y El Callao. Se identificaron como balleneros que habían capturado diez y
nueve ballenas, quizás los mismos que más al sur, en abril, habían abordado otro barco con igual modus operandi: al anocher para aprovecharse de la
oscuridad, subiendo a bordo sin previo aviso y calculada intimidación para
llevarse o intercambiar aquello que necesitaban79. Probablemente se trataba
del AMELIA, el primer barco ballenero (de la compañía londinense Samuel
Enderby & Sons) que cruzó el cabo de Hornos, matando su primer cachalote
el 3 de marzo80. El testimonio del capitán de LA ROSA, que el gobernador de
Valparaíso trasladó al de Chile, Ambrosio O’Higgins, nos está dando cuenta
de los primeros pasos de una industria, la pesca de cachalotes en el Pacífico,
que tendrá enorme trascendencia en el siglo XIX.
El éxito del AMELIA fue también el de otros muchos barcos que siguen su
estela y son avistados a lo largo de aquella costa en cualquier época del año,
pues la suya, a diferencia de la costera, no era una pesca tan marcadamente
estacional. Desde entonces recalan o se aproximan a la costa de Chile, Perú y
Ecuador barcos balleneros de Gran Bretaña, EE.UU. y Francia; éstos últimos
mayoritariamente tripulados o capitaneados por estadounidenses. El incidente naval y posterior tratado de Nootka (1790) entre España y Gran Bretaña abrió la puerta a la navegación litoral inglesa a tan sólo diez leguas de
78. Amunátegui, 1897, pp. 711-712.
79. AGI, Chile, leg. 211, N° 88 (fols. 764-767).
80. Pereira, 1971, pp. 40-41.
44
Balleneros del Sur
distancia, es decir, prácticamente sobre la costa. El temor al contrabando se
extiendió a lo largo de ella y los primeros apresamientos no tardaron en producirse. No sólo de ingleses. Tomás Geraldino, a bordo de LA LIEBRE, realiza
el primero o uno de los primeros en 1791: el del ballenero de Dunkerque LE
NECKER, capitaneado y tripulado por numerosos estadounidenses, apresado
cien leguas mar adentro a la altura de Valparaíso81. Las expediciones desde
Europa, Nantucket y New Bedford se suceden sin interrupción y las noticias
de velas o barcos avistados van llegando desde todas partes: Juan Fernández,
Valparaíso, Coquimbo, Talcahuano, Pisco, Paita, Quilca y El Callao82. Los balleneros llegan incluso hasta San Diego, probablemente para cazar las ballenas
grises de Baja California83. Sin embargo, su presencia pasa casi inadvertida en
aquellos lugares más recónditos, como los archipiélagos de Chiloé y Chonos.
La fiebre ballenera que se desata es tal que incluso el capitán James Colnett
publica el diario de su viaje de exploración realizado entre 1793 y 1794, desde
el cabo de Hornos hasta la Baja California y las islas Galápagos 84. La guerra
que se desencadena entre España y Gran Bretaña en 1796 abre la veda contra
los buques ingleses. La mayor parte de los balleneros son atrapados en los primeros meses de la contienda. Durante buena parte de la misma once barcos
y sus tripulaciones permanecerán retenidos en Chile y Perú85. En lo sucesivo
los balleneros no sólo evitarán igual destino, sino que además participarán del
corso en la costa peruana reprensentando una grave amenaza para el tráfico
marítimo86.
Quizás los estadounidenses P. R. Randall y Benjamin Tupper formaron parte
de esta primera oleada de balleneros extranjeros. Con el propósito de monopolizar la pesca de cachalotes en la zona de Perú y establecer allí una fábrica de
velas presentaron un proyecto a los gobernantes españoles entre 1798 y 179987.
Benjamin Tupper, que pertenecía a una familia de armadores balleneros de
Nantucket, fue el principal promotor de las gestiones realizadas en Madrid a
partir del mes de enero de 1799. Llegó desde Francia, país en el que había una
colonia de balleneros de Nantucket en Dunkerque y Le Havre, después de presentar allí otro proyecto. Su pliego de condiciones estaba concebido para obtener el beneplácito de los gobernantes españoles, enfatizando e incluso exagerando las ventajas en lo comercial, hacendístico y naval: distribución europea
del espermaceti, supuesto final del contrabando por parte de los balleneros,
81. AGI, Lima, leg. 698, N° 4, fol. 11; Chile, leg. 197, n. 6, fols. 65-89.
82. Una completa relación de todas estas expediciones se puede consultar en Pereira, 1971, pp. 315346.
83. AGI, Estado, leg. 23, N° 57.
84. Colnett, 1798.
85. Maxworthy, 2007, pp. 78–79.
86. AGI, Estado, leg. 73, N° 101.
87. AGI, Indiferente General, leg. 2491, 1798–1800.
45
Colección Mocha Dick
más barcos e instrucción de cuatrocientos marineros al año. Sin embargo, el
proyecto no fructificó porque en lo esencial la empresa seguía siendo extranjera: pertrechos y barcos adquiridos en EE.UU, tripulaciones de Nantucket,
etc. Los buques incluso podrían enarbolar pabellón norteamericano llegado
el caso, para evitar su apresamiento por los ingleses. La Junta de Comercio y
Navegación recelaba del cada vez mayor interés estadounidense por el Pacífico
y advertía sobre posibles reclamaciones e igualdad de trato a terceros países
en base a los acuerdos ya suscritos, como el de Nootka con Gran Bretaña. Asimismo, la Junta consideraba que no podía obviarse el privilegio exclusivo de
la Real Compañía Marítima, a pesar de su crítica situación y a la cual remitían.
Por ello, su recientemente nombrado director (desde 179888), el brigadier de la
Armada Alberto de Sesma y Benjamin Tupper se reunieron con el propósito
de alcanzar un acuerdo de colaboración.
Figura 4. Copia de un plano del archipiélago de Chonos (Chile) entregado por un capitán estadounidense, marcando las rutas y fondeaderos en los canales de la península de Taitao y la isla Duende.
Siglo XVIII o XIX (Museo Naval. Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico).
Sesma, que se decantaba por la propuesta de otro estadounidense (William
Gernon) de la que nada sabemos, recelaba de esta otra cuestionando la ga88. Gazeta de Madrid, 6 abril 1798, Nº 28, p. 310.
46
Balleneros del Sur
nancia estimada (más de cuatro millones de pesos), dudando también del resto de supuestos beneficios. Sobre todo en lo tocante a la marinería, pues los
norteamericanos seguirían siendo la parte mayoritaria de las tripulaciones o,
al menos, la especializada y preferida. Al igual que los franceses, que habían
exigido a Tupper establecerse en Dunkerque, consideraba oportuno hacer lo
propio en algún puerto del Cantábrico. El proyecto debía supeditarse a los intereses de la Real Compañía Marítima de la que afirmaba que, aunque con “pérdida conocida”, convenía mantener. Y, a pesar de reconocer que ésta no tenía
capacidad para dirigir expediciones que doblasen el cabo de Hornos, defendía
la vigencia de los enclaves de la Patagonía y Maldonado. Ello exigía aproximar
el marco de operaciones de Tupper a la costa de Chile, concretamente a la isla
de Chiloé, donde podría establecerse la base en vez de en Perú. Maldonado
seguiría siendo el puerto de almacenamiento y redistribución, mientras que
Puerto Deseado sería el apostadero de las expediciones que partiesen a la caza
de los “espermacetes” en la costa chilena. Esta sustancial desvirtuación del
proyecto inicial de Tupper fue alejando la posibilidad de un acuerdo, sobre
todo porque éste consideraba que en la costa peruana había más cachalotes
que en Chile, donde además la pesca tenía un condicionante estacional. La
chilena, según él, era más propicia para la caza de lobos marinos y ballenas,
cuyo aceite se valoraba en tan sólo una tercera parte de lo que se pagaba por
el aceite blanco o espermaceti89. Su iniciativa, sin embargo, adecuadamente
aprovechada podría haber tenido un efecto revitalizador sobre la agonizante
Real Compañía Marítima. Y quizás así la reactivación de la industria ballenera,
enjugando la balanza comercial como anhelaban los ministros reformistas e
ilustrados, habría sido por fin una realidad.
Todo indica a que Tupper podría estar detrás de otra propuesta casi idéntica,
punto por punto, presentada poco después (en octubre de 1799): la Compañía
Española de Pesca de Ballena de Lima, con base en el puerto de El Callao. De lo
que se trataba con tan inequívoco nombre era superar el recelo que suscitó el
primer proyecto, incluyendo además la participación de un español, Francisco
Sáenz Ruiz, comerciante de Madrid. Con estas pinceladas lograron una autorización de diez años (a contar desde 1801) por Real Orden de 27 de noviembre
de 1799, la cual fue revocada el 19 de diciembre, al comprobarse la extranjería
de los verdaderos promotores90. La reclamación que el propio Tupper realizó
poco después, por los perjuicios derivados de la revocación, parece despejar
la duda acerca de quién estaba detrás del proyecto91. Además Tupper había
escrito el 10 de noviembre a un capitán en Estados Unidos, dando por hecha la
89. AGI, Indiferente General, leg. 2491, marzo 1799.
90. AGI, Indiferente General, leg. 2491, R. O. 27. 11. 1799 y 19. 12. 1799.
91. AGI, Indiferente General, leg. 2491, 14. 01. 1800.
47
Colección Mocha Dick
concesión por diez años y su próximo embarque a Nueva York, para poner en
marcha la empresa con barcos y marineros estadounidenses92.
Uno de los últimos o el último de los proyectos –también inconcluso– es el del
médico y político peruano José Hipólito de Unanue (1755-1833), aprobado por
Real Orden el 15 de julio de 181593. La primera oleada de balleneros extranjeros, en la última década del siglo anterior, había despertado entre los ilustrados de la Sociedad de Amantes del País de Perú la idea de establecer su propia
pesquería de ballenas. En 1794 se publicó en su periódico Mercurio Peruano,
un esbozo recalcando la principal ventaja respecto a los europeos: la proximidad geográfica y el consiguiente ahorro en el flete de los navíos, disponiendo
además de casi todo lo necesario para ponerla en marcha: cobre de Coquimbo
para los calderos y alerce de Chiloé para los toneles, además de otras maderas
idóneas para los esquifes o las astas de los arpones94. Antes de su regreso, tras
la disolución de las Cortes de Cádiz (había sido elegido diputado por Arequipa), Unanue consiguió la Real Orden autorizando este otro proyecto que tampoco salió adelante. Tras la emancipación colonial, la historia ballenera del
continente sudamericano, larga y profusa, seguirá un rumbo diferente e independiente. La importancia de la aportación peninsular a su historia ballenera
viene determinada por el carácter pionero de la misma, especialmente en el
caso de los vascos en Brasil; su llegada a Bahía en 1603 y la continuación de su
actividad por la población local, una vez finiquitada la concesión, fue el punto
de partida de la industria ballenera brasileña. En lo que respecta al virreinato,
la destrucción de las instalaciones de Gorriti durante el ataque inglés de 1806,
acabó definitivamente con el intento local de reactivación de la pesca tras la
disolución de la Real Compañía Marítima tres años antes. Se cercenó así una
vía de continuidad, a semejanza de lo acontecido en la isla brasileña de Itaparica. No obstante, la actividad dejó su impronta económica directa e indirecta
en Maldonado que entró a formar parte de la red portuaria de Sudamérica.
Por otra parte, la inoperancia y el monopolio de la Real Compañía Marítima fue
un obstáculo para el desarrollo de la actividad ballenera antes de la emancipación colonial en la costa del Pacífico, cuyas aguas sí explotarán intensamente
92. “I have been about 10 months on a project of establishing a whale fishery at Lima in Peru, which
I have obtained an exclusive right for 10 years free of all duties… I… embark for N. York to put my
project into effect with American ships and sailors. I shall have 10 ships of 150 to 300 tons... and 3
large ships of 600 tons in bringing the proceeds from Lima to Spain”. Philbrick, 1994. Hay noticia de
otra propuesta, igualmente rechazada, realizada en 1802 por el cónsul estadounidense en Madrid.
Martínez, 1995, p. 253.
93. AGI, Lima, leg. 754, N° 3.
94. Mercurio Peruano, tomo X, N° 322, 2 febrero 1794, fols. 79-83.
48
Balleneros del Sur
otras muchas empresas sudamericanas y foráneas hasta 198395. Los intereses
geopolíticos de la corona en la Patagonia impidieron el establecimiento de la
Compañía en tan prolíficas aguas. Sin embargo, ello no fue la causa principal
de su fracaso, sino la implantación de un modelo de explotación no competitivo e incluso anacrónico, fundamentalmente costero y basado en la ballena
franca, en vez de itinerante o errante detrás del cachalote.
Agradecimientos: A Daniel Quiroz, Leticia D’Ambrosio, Arturo Bentancur y
Xavi Estévez. Al Archivo Histórico Provincial de Bizkaia. A Huirika y Jonás.
referencias bibliográficas
AMUNÁTEGUI SOLAR, Domingo (1897). Don Juan José de Santa Cruz.
Santiago: Anales de la Universidad de Chile, pp. 663-724 [Disponible en http://
www.anales.uchile.cl y en http://archive.org; consulta en septiembre 2014)].
BARKHAM HUXLEY, Michael (1994). French Basque New Found Land entrepreneurs and the import of codfish and whale oil to Northern Spain, c.
1580 to c. 1620: The case of Adam de Chibau, burgess os Saint-Jean-de-Luz
and Sieur de St. Julien. Newfoundland and Labrador Studies. Vol. 10, N°1, pp.
1-43 [Disponible en http://journals.hil.unb.ca/index.php/NFLDS; consulta:
septiembre 2014].
BARKHAM HUXLEY, Michael (2010). La economía marítima donostiarra en
el largo siglo XVI. San Sebastián, ciudad marítima. San Sebastián, pp. 175-193.
BENTANCUR DíAZ, Arturo Ariel (1987). Francisco Medina. La empresa de la
discordia. Montevideo.
BERENGUER, José; Carole Sinclaire; Luis Cornejo & Manuel Escobar (2008).
Pescadores de la niebla. Los changos y sus ancestros. Santiago: Museo Chileno
de Arte Precolombino.
CAPPA, Ricardo (1893). Estudios críticos acerca de la dominación española en
América, vol. 9, parte III. Madrid.
CIRIQUIAIN GAIZTARRO, Mariano (1961). Los vascos en la pesca de la ballena, San Sebastián.
95. La primera sociedad ballenera tradicionalmente considerada como chilena es la del exiliado malagueño Antonio Arcos, el estadounidense Wooster y el inglés Henderson, constituida en 1819 para
operar desde Coquimbo. La última fue la de Macaya Hermanos que capturó el último rorcual común
en 1983.
49
Colección Mocha Dick
COLNETT, James (1798). A voyage to the South Atlantic and round Cape Horn
into the Pacific Ocean: for the purpose of extending the spermaceti whale fisheries
and other objects of commerce, by ascertaining the ports, bays, harbours, and
anchoring births [sic] in certain islands and coasts in those seas at which the ships
of the British merchants might be refitted. London: W. Bennett.
DíAZ DE GUERRA, María Amelia (2003). La Real Compañía Marítima: Explotación de ballenas en la isla Gorriti y faena de lobos en la isla de Lobos, años
1789-1805. Montevideo.
ELLIS, Myriam (1969). A baleia no Brasil colonial. Sao Paulo.
FALKNER, Thomas (1835). Descripción de Patagonia y de las partes adyacentes
de la América meridional, que contiene una razón del suelo, producciones, animales, valles, montañas, ríos, lagunas, etc. de aquellos países. La religión, gobierno, política, costumbres y lengua de sus moradores, con algunas particularidades
relativas a las Islas de las Malvinas. Buenos Aires [Disponible en http://www.
cervantesvirtual.com; consulta: marzo 2014].
FERNÁNDEZ DíAZ, Roberto & Carlos Martínez Shaw (1991). La pesca de
altura en la América española del setecientos. La fundación de la Real Compañía Marítima, Andalucía, América y el mar. Actas IX Jornadas de Andalucía
y América, pp. 73-91.
FERRER DEL RíO, Antonio (1867). Obras originales del Conde de Floridablanca y escritos referentes a su persona. Madrid.
FOTHERBY, Robert (1613). Narrative of a voyage to Spitzbergen in the year
1613, at the charge of the fellowship of English merchants for the discovery
of new trades, commonly called the Muscovy Company, with a description
of the country and the operations of the whale-fishery [Disponible en http://
americanantiquarian.org; consulta: marzo 2014].
GAZETA DE MADRID (1798). 28 (6 abril de 1798)
GONZÁLEZ ECHEGARAY, Rafael (1978). Balleneros cántabros. Santander.
GONZÁLEZ MARTíNEZ, Elda (2002). Guía de fuentes manuscritas para la
historia de Brasil conservadas en España. Madrid.
LOZANO, Pedro (1836). Diario de un viage a la costa de la mar magallánica
en 1745, desde Buenos Aires hasta el Estrecho de Magallanes, formado sobre las
observaciones del los PP. Cardiel y Quiorga. Buenos Aires [Disponible en http://
www.cervantesvirtual.com; consulta: marzo 2014].
50
Balleneros del Sur
MAESO BUENASMAÑANAS, Juan Alfonso (1999). La expedición de Ramón
de Clairac a la Patagonia en 1789. Espacio, tiempo y forma, 12. pp. 373-414 [Disponible en http://e-spacio.uned.es; consulta: marzo 2014].
MARTíNEZ MARTíN, Carmen (1991). La expedición del P. Quiroga, S. J. a
la costa de los patagones (1745-46). Revista Complutense de Historia, 17, pp.
121-137. Madrid [Disponible en http://revistas.ucm.es; consulta: marzo 2014].
MARTíNEZ SHAW, Carlos (1995). Las reflexiones de Campomanes sobre la
pesca en América, Chronica Nova, 22, pp. 243-267. [Disponible en http://dialnet.unirioja.es; consulta: marzo 2014].
MARTíNEZ SHAW, Carlos (2008). Economía e imperio. Los establecimientos
de la Real Compañía Marítima en América. Anuario de Estudios Atlánticos,
54(1), pp. 593-630 [Disponible en http://www.redalyc.org; consulta: marzo
2014].
MAURO, Frédéric (1960). Le Portugal et L’ Atlantique au XVIIe siècle (15701670). París.
MAXWORTHY, Christopher G (2007). British whalers, merchants and smugglers, contraband trade on the Pacific coast of South America 1783–1810.
Derroteros de la Mar del Sur. 15: 77–86.
MERCURIO PERUANO (1794). 322 (2 febrero 1794), fols. 79-83 [Disponible
en http://www.cervantesvirtual.com; consulta: septiembre 2014].
PEREIRA SALAS, Eugenio (1971). Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos, 1778-1809. Santiago [Disponible en http://books.google.com;
consulta: septiembre 2014].
PHILBRICK, Nathaniel (1994). Away off shore. Nantucket Island and its people,
1602-1890. Nantucket [Disponible en http//books.google.com; consulta: septiembre 2014].
PRIOTTI, Jean-Philippe (1993). Des financiers de la mer: les marchands de
Bilbao au XVIe et au début du XVIIe siècle. J. Bourgoin y J. Carpine-Lancre,
(editores) L’aventure maritime, du golfe de Gascogne à Terre-Neuve. Actes du
118e Congrès national des sociétés historiques et scientifiques. Pau.
PRIOTTI, Jean-Philippe (2004). Bilbao et ses marchands au XVIe siècle. Genèse
d’une croissance. Villeneuve d’Ascq.
51
Colección Mocha Dick
PRIOTTI, Jean-Philippe (2005). Bilbao y sus mercaderes en el siglo XVI. Génesis
de un crecimiento. Bilbao.
REAL CÉDULA DE S.M. PARA EL ESTABLECIMIENO DE LA REAL
COMPAÑíA MARíTIMA (1789) Madrid [Disponible en http://www.bne.es].
REGLAMENTO Y ARANCELES REALES PARA EL COMERCIO LIBRE
DE ESPAÑA A INDIAS DE 12 DE OCTUBRE DE 1778 (1778). Madrid [Disponible en http://books.google.com y en http://archive.org; consulta: marzo
2014].
RODRíGUEZ DE CAMPOMANES, Pedro (1988). Reflexiones sobre el comercio español a Indias (1762). Madrid.
RODRíGUEZ DE CAMPOMANES, Pedro (2009). Apéndice a la educación popular, III (1776). Oviedo.
SALVADOR, Vicente do (1627). Historia do Brasil [Disponible en http://www.
cervantesvirtual.com; consulta: marzo 2014].
SÁÑEZ REGUART, Antonio (1988 [1791-95]). Diccionario histórico de los artes
de pesca nacional. Madrid.
SEIXAS Y LOVERA, Francisco de (1690). Descripción geográphica y derrotero
de la región austral magallánica. Madrid [Disponible en http://books.google.
com; consulta: marzo 2014].
SENATORE, María Ximena (2007). Arqueología e historia en la colonia española de Floridablanca. Patagonia-siglo XVIII. Buenos Aires.
SERNA VALLEJO, Margarita (2007). Apuntes sobre el régimen jurídico público de la actividad ballenera de los navegantes vascos en Terranova (1530-1713).
Derecho, Historia y Universidades, Estudios dedicados a M. Peset. Vol. II, pp.
661-666. Valencia.
SOARES DE SOUSA, Gabriel (1958). Derrotero general de la costa del Brasil y
memorial de las grandezas de Bahía (manuscrito del siglo XVI). Madrid: Edición
de Claudio Ganns (notas de F.A. Varnhagen).
SOARES DE SOUSA, Gabriel (1974). Notícia do Brasil. Sao Paulo: Edición de
Pirajá da Silva (notas de F.A. Varnhagen).
UNSAIN, José María (2012). Balleneros vascos. Imágenes y vestigios de una historia singular. San Sebastián.
52
Balleneros del Sur
VALDÉS HANSEN, Felipe (2010). Los balleneros en Galicia (siglos XIII al XX).
A Coruña.
VÁZQUEZ DE ESPINOSA, Antonio (1948). Compendio y descripción de las Indias Occidentales. Edición de Charles Upson Clark, Smithsonian Miscellaneus
Collections, N° 108. Washington [Disponible en http://archive.org; consulta:
septiembre 2014].
VIEDMA, Francisco de (1836). Memoria dirigida al Sr. Marquez de Loreto, virey y capitán general de las provincias del Río de la Plata, sobre los obstáculos que
han encontrado, y las ventajas que prometen los establecimientos proyectados en
la costa patagónica. Buenos Aires [Disponible en http://www.cervantesvirtual.
com; consulta: marzo 2014].
FUENTES DOCUMENTALES Y MANUSCRITAS
Archivo de la Real Chancillería, Valladolid.
Registro de ejecutorias, caja 2091, 65 (4/5/1611); caja 2100, 3 (24/11/1611). Disponible en Portal de Archivos Españoles, Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte (http://pares.mcu.es).
Archivo General de Indias, Sevilla:
Fondo Buenos Aires, leg. 328.
Fondo Chile, leg. 197, N° 6; leg. 211, N° 88; leg. 212, N° 30.
Fondo Lima, leg. 698, N° 4; 754, N° 3.
Fondo Arribadas, leg. 517, N° 87.
Fondo Indiferente General, leg. 2491.
Fondo Estado, leg. 23, N° 57; leg. 52, N° 25; leg. 73, N° 25, 101 y 105; leg. 85,
N° 18.
Archivo Histórico Provincial de Bizkaia, Bilbao:
Fondo Notarial, protocolo 4.978, Antonio Landaverde, año 1602, fols. 45r-50r.
Biblioteca Nacional, Sala Cervantes, Madrid.
SOARES de SOUSA, Gabriel (apógrafo s/f) Roteiro geral con largas informações
de toda a costa que pertenece ao Estado do Brasil, e a descripção de muitos lugares delle, especialmente da Bahia de Todos os Santos [Disponible en http://www.
bne.es].
53
FUENTES DE INTERNET
American Antiquarian Society (http://americanantiquarian.org).
Anales de la Universidad de Chile (http://www.anales.uchile.cl).
Biblioteca Digital Hispánica (http://www.bne.es).
Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico (http://bvpb.mcu.es).
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (http://www.cervantesvirtual.com).
Dialnet (http://dialnet.unirioja.es).
E-Spacio UNED, (http://e-spacio.uned.es).
Google Books (http://books.google.com).
Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal,
(http://www.redalyc.org).
Revistas Científicas Complutenses (http://revistas.ucm.es).
Balleneros del Sur
LA ExPLOTACIóN DE LOBOS y BALLENAS POR
LA CORONA ESPAñOLA EN LOS MARES DEL SUR:
INTERESES ECONóMICOS Y GEOPOLÍTICOS
Leticia D´Ambrosio
resumen
En esta presentación abordaremos los objetivos de la creación de la Real Compañía Marítima, en el año 1979 por Real Cedula. Analizando su emprendimiento en el sureste de Uruguay y sur de la Patagonia Argentina, por impulso
de la Corona Española. El proyecto consideró la construcción de dos instalaciones, una en la Patagonia, Provincia de Santa Cruz, y la otra en Maldonado,
costa Este de Uruguay. Esta última con dos asentamientos: en isla Gorriti y
Punta Ballena. En la Patagonia Argentina, el interés estaba dado por ser una
costa acechada con frecuencia por buques extranjeros interesados tanto en
la cacería de lobos y ballenas como en la búsqueda de una vía de acceso al
Océano Pacífico. En el caso de Uruguay, la importancia geopolítica recaía en
la calidad de su puerto, a la entrada del estuario del Río de la Plata. Esto llevó
a que la región tuviera gran relevancia militar, considerándose a isla Gorriti
como un área clave para la defensa de la región.
Palabras claves: Real Compañía Marítima, Geopolítica, Patagonia, Isla Gorriti
abstract
In this paper we will discuss about the foundation in 1979 of the Royal Maritime Company and its severals proposes, we will analize this undertaking in the
southeaste of Uruguay and argentinan south patagonia, by the Spain crown.
The reasons that are adjuticated to the Company are economics with the industrialization of the sea and whales. On the other hand there were Geopolitics reasons: to guarantee the sovereignty of the south sea under Spanish
control in struggle with others powers like England, United States and France.
That´s why the proyecto look after the ocupation of the land, create fortifications and populate it. The project consisted in the creation of two facilities,
one in the Patagonia in the Province of Santa Cruz, and the other in the east
coast of Uruguay in Maldonado. This one with two settlment, one in Gorriti
Island and the other in Punta Ballena.
Keywords: Royal Maritime Company, Geopolitics, Patagonia, Gorriti Island
55
Colección Mocha Dick
introducción
Este trabajo se enmarca en un proyecto de investigación más amplio sobre la
cacería prehistórica e histórica de lobos y ballenas en Uruguay1, con el que
se busca generar conocimiento sobre la relación entre el ser humano y el medio marítimo–costero. En dicho proyecto buscamos analizar –en los distintos
momentos de la historia (y prehistoria)– las técnicas de caza, los diferentes
aprovechamientos y usos dados a las especies, las características del procesamiento y su comercialización, en algunos períodos.
En lo que respecta al período prehistórico (6.000 A. P.) los estudios arqueológicos dan cuenta de un patrón de asentamiento costero, en el departamento
de Rocha, en las penínsulas rocosas asociadas a lagunas, a grandes arcos de
playa y a sistema dunares. La redundancia de algunas categorías en diferentes sitios marca una deliberada preferencia por su captura (López Mazz 1995:
93): el lobo marino es una de esas especies. Se observa una estacionalidad en
la ocupación costera, vinculada con el momento de mayor vulnerabilidad de
los lobos marinos, que cubre primavera y verano con la parición y el celo.
Mientras que las ballenas y toninas, representadas en Cabo Polonio, muestran
una actividad de recolección o “playeo”, más que de pesca o caza (López Mazz
1995).
En el período histórico, junto a los grupos indígenas aparecen los navegantes
quienes, durante los siglos XVI y XVII, explotaron el recurso con el fin de
abastecerse de carne fresca y de llevarse carne salada, cueros y grasa para España (Díaz de Guerra 1974). Esta cacería trascendió temporalmente el período
delimitado.
Ya en 1515, durante la travesía de Juan Díaz de Solís parte de su tripulación
recaló y desembarcó en la Isla de Lobos, realizando la primera matanza conocida de lobos marinos para esta zona. Se sacrificaron 66 animales y con la
carne obtenida se preparó tasajo que posteriormente fue consumido a bordo
durante el viaje de regreso a Europa (Seijo 1945). Gaboto, en 1527, escribe una
de las primeras descripciones sobre los lobos: “no menores de acémilas o bueyes
los que son machos” (Seijo 1945:16).
Desde 1774 la caza de los lobos se comenzó a efectuar por cuenta del rey, es
decir en beneficio del Estado, para obtener aceite y grasa que eran utilizados
por el Apostadero Naval de Montevideo en el engrase de las maquinarias de
los navíos, los mecanismos del timón, de elevación de las anclas, de las bombas
1. Iniciado en 2011 por el equipo del Centro de Investigaciones del Patrimonio Costero del Centro
Universitario de la Región Este (UDELAR) conformado por Victoria Lembo, Julio Chocca, Madgalena
Muttoni, Laura Brum y quien subscribe.
56
Balleneros del Sur
Figura 1. Grabado realizado por Enrique Ottssen en 1599. Encontrado junto al diario de viaje “Corto
y verídico relato de la desgraciada navegación de un buque de Amsterdam”, donde se relata la caza de
varios lobos en Isla de Lobos. (Ottssen 1945[1603]).
Figura 2. Maqueta del navío “La Loba”, perteneciente a Aguilar, Museo Mazzoni, Maldonado (Foto
Leticia D´Ambrosio).
57
Colección Mocha Dick
de achique, de los movimiento de las velas; y el Cabildo montevideano, como
diluyente de pintura.
Luego vendrá el emprendimiento de la Real Compañía Marítima de la Corona
Española, que desarrollaremos en este trabajo.
Posterior a dicho emprendimiento, en 1813 se retoma el período de los concesionarios, por lo que la explotación estará en manos de particulares: Novoa,
Upham, De la Fuente, Aguilar, Lafone, Acosta, Carve, Senatore entre otros.
Quienes entregaban cantidades insignificantes al Estado en comparación con
lo que obtenían de beneficio. Entre 1873 y 1900 se sacrificaron 454.500 lobos
marinos.
En 1911 se inicia la etapa en manos del Estado creándose el Instituto de Pesca,
pasando luego al Servicio Oceanográfico y Pesca, con posterioridad al Instituto Lobero y Pesquero del Estado, luego al Instituto Nacional de Pesca y
finalmente a la actual Dirección Nacional de Recursos Acuáticos.
A partir de 1934 se utilizan las primeras vedas y reglamentaciones especiales
para la ejecución. El personal estaba compuesto por científicos y técnicos especializados en la actividad de captura y procesamiento. Si bien, los biólogos
participaban muchas veces de estas actividades. Entre los años 1910 y 1942, se
sacrificaron 71.860 ejemplares. A mediados de la década del ´40, con la progresiva disminución de los tamaños poblacionales de lobos y leones marinos,
surge una preocupación por cómo frenar la puesta en riesgo del recurso y
de cómo manejar a la población para lograr su recuperación. El Estado pasó
entonces a realizar en forma directa a través del Servicio Oceanográfico y de
Pesca (S.O.Y.P.), una severa administración y manejo de dichos recursos. La
metodología de explotación lobera, que se inicia en la década del ‘50, introduce ciertas variantes que permitieron el inicio del restablecimiento paulatino de
la población de lobos finos.
En la década de los ’80, movimientos internacionales generan un proceso de
culto por estas especies, transformándose en lo que se ha llamado especies
carismáticas.
En el año 1991 se realiza la última zafra lobera en Uruguay, y en 2013 se declara el “Santuario de Ballenas y Delfines” por la Ley 19.128 que prohíbe la persecución, caza, pesca o apropiación de cetáceos en una zona de hasta 200 millas
marinas. Uno de los artículos de dicha Ley encomienda al Poder Ejecutivo la
promoción de la protección y conservación de las ballenas y delfines. En caso
de no respetarse la Ley se prevé una sanción.
58
Balleneros del Sur
La metodología escogida para realizar esta investigación es diversa pues cada
etapa implica un desafío diferente para el equipo de investigación, por los distintos tipos de registro con los que contamos, priorizamos: el relevamiento
bibliográfico, análisis de documentos escritos y visuales, análisis de restos
arqueológicos prehistóricos e históricos, entrevistas a loberos y funcionarios
vinculados con la cacería y la administración actual del recurso, entrevistas a
Ong`s que protegen y promueven el “santuario de ballenas”. En este proceso se
observa un pasaje que va de la cacería -indiscriminada, en algunos momentos,
y selectiva, en otros-, a la contemplación de las ballenas y lobos2.
A partir de dicho estudio, uno de los objetivos principales que busco es explorar las diversas formas en que los grupos sociales se han relacionado con
las especies: lobos y ballenas, evidenciando formas diversas de interactuar y
comprenderlas.
Sigo en este sentido el postulado de Milton, quien señala que ‘los modos de interactuar con el entorno moldean los modos de comprenderlo’, pero reconociendo que ésta es sólo una de las caras de un proceso dual, ya que los modos en
que la gente comprende su entorno también moldean su modo de relacionarse
con él (Milton 1997: 15). Busco analizar las diversas percepciones del entorno
costero-marítimo y las concepciones de naturaleza y/o ambiente vinculadas a
las diferentes formas de percibir, imaginar e interactuar con éste. Explorando
las diversas “técnicas de socialización de la naturaleza y los sistemas simbólicos
que las organizan” (Descola 2000: 3) en un período de tiempo bastante amplio.
Como ya lo señalamos, nos centraremos en un período y emprendimiento en
particular: la industria pesquera, lobera y ballenera en manos de la Corona
Española, con la creación de la Real Compañía Marítima (RCM). Las razones
que se adjudican al emprendimiento fueron, por un lado económicas: cacería e industrialización de ballenas, lobos y de diversas especies de peces y su
posterior salazón y utilización de pieles. Y por otro geopolíticas: garantizar la
soberanía de los mares del sur, en pugna con otras potencias que buscaban su
control como Inglaterra, Estados Unidos y Francia.
El proyecto implicó la creación de dos instalaciones: una en la Patagonia, en la
Provincia de Santa Cruz, región que había quedado relegada en el proceso poblamiento por los grupos conquistadores; y otra en la costa Este de Uruguay,
en Maldonado. Esta última con dos asentamientos, uno en isla Gorriti y otro
en Punta Ballena, enclave de gran importancia estratégica-militar por situarse
a la entrada del Río de la Plata.
2. En relación a los lobos marinos la situación es ambigua, pues algunos pescadores manifiestan su
deseo de que se continúe la cacería pues le atribuyen a ellos la escasez de pescado, aunque esto no
concuerda con los datos y relevamientos de DINARA (Dirección Nacional de Recursos Acuáticos).
59
Colección Mocha Dick
la industria pesquera española
El emprendimiento en el que nos vamos a centrar es el de la Real Compañía
Marítima, impulsado por la Corona Española. Creímos conveniente detenernos brevemente en los aspectos principales de los diversos actores involucrados en dicha iniciativa, pues es un aspecto que incidirá, al igual que el contexto regional, en las características que tendrá el proyecto, sus repercusiones
y desenlace.
España ha sido considerada como pionera en el desarrollo de la pesca desde
tiempos inmemoriales tanto del bacalao como de la ballena, esto implicó que
muchas de las otras potencias mundiales, como holandeses e ingleses, se formaran en las técnicas de cacería con especialistas españoles y vascos.
Este desarrollo histórico de las pesquerías por la corona española, implicaba
una demanda y uso interno de productos provenientes de la industria pesquera, como el aceite de ballena el cual era utilizado para el alumbrado (uso
que también se observará en Maldonado y Montevideo), los curtidos y pinturas. Por otro lado, la carne era repartida, como señala Hernán Silva (1978),
de forma diferenciada, pues la carne era destinada a la población en general
y la lengua era reservada para los clérigos y la nobleza. Otro elemento que se
destaca en la industria pesquera española es que fue la primera potencia en
incursionar hacia Islandia y Groenlandia en épocas que las ballenas migraban
hacia otras regiones.
Sin embargo, en dos siglos España perderá su primacía y pasará a depender
del exterior para el abastecimiento de productos y subproductos derivados de
la pesca, que estaban muy instalados tanto en la cotidianeidad como en la economía de los españoles. A tal punto que “gran parte del bacalao, de los aceites de
ballena y espermas, así como de los de lobo, eran adquiridos en el exterior, especialmente en Inglaterra, con la contradicción que esta lograba muchas de aquellas
producciones en los mares españoles” (Silva 1978: 198).
Silva, analiza los motivos que llevaron a que España desembocara en dicha
situación, entre los factores internos menciona: cargas tributarias a los empresarios pesqueros, el ingreso de productos importados, requerimientos y licencias especiales para desarrollar la actividad, la prohibición de que la mano
de obra especializada española pudiera embarcar en buques extranjeros. Esto
último llevó a que los marinos debieran volcarse hacia otras actividades y por
lo tanto se deteriorara la formación de las nuevas generaciones, o sea de las
nuevas camadas de expertos. Entre los factores externos el autor destaca las
guerras frecuentes y la expansión británica, pues “el peligro inglés, que permanentemente aparecerá en la documentación, era sin duda su principal acicate,
más todavía cuando su presencia en aquellas costas era habitual” (Silva 1978: 59).
60
Balleneros del Sur
Es en esta coyuntura que surge como posible solución al decaimiento de la
industria pesquera española y a la amenaza de otras potencias disputando la
región, la revitalización de esta actividad en espacios escasamente explorados
(para tales fines) como las regiones australes de África, Europa y América.
Se incluyen, entonces, intereses económicos, políticos y estratégicos en la creación de la Real Compañía Marítima, entre estos atacar el dominio y contrabando británico y de otras naciones. Además de una nueva política peninsular hacia
las colonias americanas de mayor comunicación, intercambio y comercio.
contexto histórico regional en el que se desarrolló la
real compañía marítima
Para comprender las características y la forma en que se desarrolló la industria
pesquera, lobera y ballenera en el Río de la Plata, en el litoral Atlántico y Atlántico Sur, consideramos que es importante analizar brevemente el proceso
de conquista y poblamiento europeo de la región, pues no fue una industria
aislada sino que estuvo íntimamente ligada a procesos geopolíticos, militares
y económicos de las potencias mundiales y sus intereses particulares.
Para el momento en que la Corona Española decide impulsar la industria pesquera en la región, la situación política era bastante inestable con otras potencias acechando la región, preocupaba el contrabando de metales preciosos y
ganado llevado adelante por portugueses, ingleses y franceses. En este sentido,
los españoles tenían la experiencia de lo acontecido en Colonia del Sacramento, que había funcionado como enclave de contrabando portugués e inglés
hasta que en 1705 pasa a su dominio.
Recordemos que hasta el siglo XVIII el Río de la Plata ocupaba un lugar marginal en la geopolítica española, recién en 1776 se conformará el Virreinato
del Río de la Plata al mando del Virrey don Pedro Ceballos, siendo el cuarto
virreinato en América.
Por otro lado, la Patagonia por sus características físicas y por la política que
venía desarrollando el gobierno de Buenos Aires –que se resistía a invertir
energías en su poblamiento–, se encuentra para dicho momento histórico despoblada de españoles. Poblada sólo por grupos indígenas y visitada cada vez
con más frecuencia por buques franceses, ingleses, portugueses, norteamericanos y holandeses interesados en la cacería de lobos y ballenas, y además en
la búsqueda de una vía de acceso al Océano Pacífico.
El desarrollo de otras industrias como la ganadera, tuvo un lugar preponderante en desmedro del interés que podía despertar en los empresarios la inversión en las pesquerías. En este sentido Silva (1978) destacará la reticente
61
Colección Mocha Dick
actitud de la burguesía porteña a invertir en la pesca, señalando que el intendente de Buenos Aires, Paula Sanz, manifestará en repetidas oportunidades
que los comerciantes, incluso los más acaudalados, se negaban a arriesgar sus
ganancias en la industria pesquera, prefiriendo “dedicarlo a el más fácil y menos
arriesgado proyecto que era el de la salazón de carne, después de tantas tentativas
para establecerlo, miraron como imposible el de la pesca, a pesar de las no menores proporciones que ofrecen para ella estas costas, que para el otro estos terrenos
y abundancia de ganados” (Silva 1978: 94).
En el caso de la Banda Oriental, observamos que desde las incursiones de Hernandarias en 1635 se enviaban testimonios escritos al Rey de España, describiendo las cualidades de dichas tierras para la explotación ganadera. En una
de aquellas cartas expresa: “por la tierra biendola toda... en ella se da todo con
gran abundancia y fertilidad y buena para todo género de ganados y de muchos
arroyos y quebradas y riachuelos cercanos unos a otros y de mucha leña y madera de gran comodidad para edificios y estancias en que se criaran gran suma
de ganados...” (Hernandarias, cuarta carta dirigida al Rey, en Barrios Pintos
2011: 24). La demanda externa de ganado se fue incrementando a un ritmo
sostenido a tal punto que empujó a una mayor racionalización productiva, que
transformó a la vaquería en estancia. “Al comenzar el siglo XIX estaban dadas
las constantes de la ecuación histórica de la tierra oriental: la pradera y el puerto”
(Reyes Abadie 1966 en Caetano y Rilla 2005: 21).
En relación a la Real Compañía Marítima, el puerto excepcionalmente dotado
por la geografía, se fue incorporando a las grandes corrientes comerciales que
por entonces integraban el capitalismo en expansión.
En su análisis de la vinculación del Uruguay con el mercado mundial, Rilla
y Caetano advierten que en un primer tramo, entre 1700 y 1860, el país vivió
su edad del cuero y del tasajo, actividades ambas que “extenuaron al vacuno
criollo, agotando sus posibilidades productivas por cierto que no muy desafiadas
por una demanda también limitada, luego vendría el ciclo de la lana... diversificándose la oferta pero manteniendo la monoproducción ganadera” (Caetano
y Rilla 2005: 63)3. Es interesante mencionar al respecto, que inclusive la Real
Compañía Marítima desarrolló actividades vinculadas a la elaboración y salazón de carne vacuna. Siendo otro de los productos por los que se otorgaban
permisos a las empresas pesqueras en sus expediciones a la Patagonia, la extracción de sal.
3. Producción que se mantiene en la actualidad, donde se calcula la existencia en promedio de tres
vacas por habitante, si bien en los últimos años esta producción ha disminuido por el desarrollo de la
soja y la forestación que compite con la ganadería con el uso del territorio. Y que a su vez se mantiene
en la narrativa identitaria de la nación, según la cual, el Uruguay es un territorio “rescatado del olvido” recién con la introducción del ganado.
62
Balleneros del Sur
Frente a este panorama –poco auspicioso para el desarrollo de la cacería y
pesquerías– se dieron varios incentivos a los pescadores que ya encontraban
mejores y más redituables ocupaciones. Entre otras medidas, se les concedieron diversas prerrogativas y exenciones en la adquisición de elementos indispensables para realizar sus tareas, reduciendo impuestos de milicias y caminos. Sin embargo, estas iniciativas no lograron modificar el decaimiento de la
actividad (Silva 1978).
creación de la real compañía marítima
En 1789 se crea, por Real Cédula de Carlos IV, la Real Compañía Marítima,
sucesora de la Empresa de Pesca de Galicia (surgida en 1778), de la cual se utilizaron las embarcaciones, las artes de pesca y cuyo encargado Director Sañez
Reguart pasará al mando de la Real Compañía Marítima, entre otros directores de aquella empresa.
Se caracterizó por ser una empresa mixta: asociándose la Corona a empresarios pesqueros particulares, lo que se denominó “consocios” (Silva 1978: 129)
y en quienes estaban puestas las mayores expectativas. Los empresarios que
conformarán el sector privado tendrán diversas orientaciones: comisario de
guerra, comerciante de la Empresa de Pesca de Galicia, comerciante con giro en
Ámsterdam y París, comerciante instruido en el comercio y la navegación, capitán de navío, propietario de fragata, entre otros integrantes que componían
la Compañía y su Dirección.
La Compañía tiene un proyecto ambicioso tanto en Europa como en las regiones australes. En los mares del Sur, se instala en un primer momento en la
Patagonia, en la actual provincia de Santa Cruz (Argentina), precisamente en
Puerto Deseado y luego en Maldonado (Uruguay) en Isla Gorriti, Punta Ballena e Isla de Lobos. Donde buscará seguir la experiencia del emprendimiento
portugués en el litoral de Brasil, ya en la Real Orden de 1778 se menciona la
importancia del ejemplo de armazón de pesca de ballena portugués, en donde
se destaca sobre todo el de Santa Catarina (Silva 1978).
Los objetivos de su creación fueron diversos, entre ellos se destacan: la explotación de ballenas y lobos, así como toda especie de peces en los mares del sur,
la consolidación de emplazamientos estratégicos en la región, la colonización,
fortificación y resguardo de la soberanía de los mares colonizados por España.
Esto último se expresa claramente en los artículos 17 y 18 de la Real Cédula.
En consonancia con estos objetivos, es interesante mencionar que la dependencia de la RCM será no de la Junta de Comercio, sino de las secretarías de
Marina y de Estado.
63
Colección Mocha Dick
Podemos decir entonces que la RCM se crea con fines militares, colonizadores y pesqueros. Siendo sus principales especies objetivo los pinnípedos, entre
estos el lobo marino, arctocephalus australis y el león marino, otaria flavescens
y los cetáceos, tales como la ballena franca, eubalaena australis y el cachalote,
physeter macrocephalus. También habrá otras especies como la merluza, el abadejo, el congrio y la sardina. Además entre us actividades destaca la extracción
de sal.
En lo que refiere a la mano de obra necesaria para el emprendimiento, la misma debía ser especializada en las distintas etapas que comprenden la cacería y
su posterior industrialización. Esto fue algo que era clave asegurar para poder
garantizar la continuidad de las labores.
Figura 3. Avistaje actual de ballenas en Bahía de Maldonado (Foto Eloísa D´Ambrosio).
En el caso de la RCM, la Corte al principio aceptará hombres del norte en su
plantel, por lo que los trabajadores pasaban a ser miembros de la “Armada
Real”. Pero luego dictará un decreto por el cual exige que los hombres sean
católicos, por lo cual muchos emigran, perdiendo la Compañía numerosos
empleados. La medida incide de manera relevante en la productividad de la
RCM (Díaz de Guerra 2008).
En lo que respecta a los medios de producción, la Compañía poseía seis lanchas cañoneras, traídas en piezas desde España, para remolcar las ballenas
arponeadas, transportar y embarcar la carne.
Las instalaciones en Puerto Deseado
Desde 1778 la Patagonia había sido uno de los focos de interés de la Corona
Española, que buscaba colonizar aquellas tierras por las amenazas de otras
64
Balleneros del Sur
Figura 4. Lobo fino, Isla de Lobos (FotoValentina Franco).
potencias extranjeras y para usufrutuar los recursos existentes en la región,
procurando así una ocupación efectiva de la región. Podríamos decir que se
busca transformar dichas tierras en territorio, entendiéndolo como “representación social del espacio, espacio fijado y espacio de fijación vinculado a entidades sociológicas, unidades políticas, órganos de administración, y a la acción
y existencia de sujetos individuales y colectivos… es espacio apropiado trazado,
recorrido, delimitado” (Segato 2007: 72).
Las expediciones anteriores habían fracasado por diversos motivos, entre ellos
podemos mencionar las condicionantes climáticas, la falta de capacitación de
los colonos para desarrollar las tareas productivas, el aislamiento, los escasos
recursos disponibles para las expediciones. Además primaba una “leyenda negra” sobre la inutilidad y dificultades que se le presentaban al ser humano en
aquella región.
Con la Real Compañía Marítima se reafirma el deseo de incursionar en aquellas tierras, priorizando en sus objetivos el establecimiento de fortificaciones,
creación de poblados4 y la industria pesquera, ballenera y lobera. Se buscaba
65
Colección Mocha Dick
la complementación de tres factores: el productivo, el defensivo y el de consolidación (Silva 1978).
Este último factor fracasó, en un primer momento, por la inhospitalidad de
la Patagonia, las distancias y las precarias finanzas de la empresa, que debió
trasladar a los colonos a la ciudad de Maldonado estableciéndose en una nueva
Cédula que se relevaba a la Compañía de establecer poblados, concentrándose
en la factoría (Silva 1978). Junto a este cambio se dará primacía al puerto de
Maldonado y a las islas Gorriti y de Lobos como lugares de cacería.
Es interesante destacar que en Puerto Deseado se cumplió con el objetivo de
fortificar, creándose tres emplazamientos defensivos. Uno de los cuales servía
como factoría y protección, de acuerdo al estudio realizado por Leoncio Deodat (1955), lo que no impedirá que los ingleses continúen usufructuando los
recursos de la región (Silva 1978).
Las instalaciones en Maldonado
La importancia geopolítica de la región sureste del territorio uruguayo estará
dada por la calidad de su puerto, que se presenta a la entrada del estuario del
Río de la Plata. Estas características llevaron a que la región tuviera gran relevancia –desde el punto de vista militar– y fuera fortificada, considerándose
a la isla Gorriti como un área clave para la defensa de la región. “La isla de
Gorriti cumplió la función de centro administrativo e industrial de la Compañía
al ser instalados en ella la planta de procesamiento, almacenes generales y oficinas administrativas, siendo Maldonado su puerto más importante de entrada y
salida” (Curbelo 1996: 3).
Recordemos que el otro objetivo de este establecimiento fue funcionar como
enlace entre la costa patagónica y España. El cual pasaría a ocupar un papel
preponderante en los intereses de la Compañía, por su cercanía con Buenos
Aires y Montevideo, y además por el éxito en las capturas desde el primer año
de actividades de la factoría.
En relación al objetivo militar se observa que durante el período en que funcionó la RCM se ampliaron las fortificaciones en Bahía de Maldonado. “El
sistema defensivo se componía de un complejo de tres baterías ubicadas a lo largo
4. Las instrucciones enviadas al Virrey de Buenos Aires señalaban que “habiendo parecido a su Majestad muy útiles estos establecimientos permanentes, y que aún son necesarios para conseguir los objetos
de esta Compañía, ha venido su Majestad en concederle la facultad para que adquiera en la Península
las familias que halle conveniente para el logro de sus empresas... aumentar, extender o reemplazar
las colonias que formen dicha Costa Patagónica y otras desiertas de América y África” (Silva 1978).
66
Balleneros del Sur
Figura 5. Herramienta perteneciente a la Real Compañía Marítima, Museo Mazzoni, Maldonado
(Foto Leticia D´Ambrosio).
de la costa de la Bahía (tierra firme) y cuatro en diferentes puntos de la costa de
isla Gorriti. Su objetivo era defender la región de una temida invasión por mar”
(Curbelo y Cabrera 1995: 2).
La situación de la isla era inmejorable para la actividad pesquera y desde allí podía emprenderse con cierta facilidad. Particularmente en la época invernal llegaban a la zona un número importante de ballenas, que apenas con unas buenas
falúas podían ser arponeadas y llevadas hasta las playas del noroeste de Gorriti,
para concluir con mayor comodidad las faenas de su industrialización.
En lo que refiere a la pesca de otras especies, la abundancia de peces es destacada por los navegantes: “18.000 peces entre corvinas y enzovas, en un día”
(Cuaderno de un navegante, Seijo 1945: 19). El padre Cattaneo escribe que:
“una pesca abundantísima de unos peces preciosos… en tal abundancia que apenas arrojaban el anzuelo lo recogían ya cargado”. Lo que nos está indicando que
eran variados los posibles recursos a explotar.
A su vez, con isla de Lobos se compensaban los siete meses que no había actividad en isla Gorriti. En aquella isla, los lobos y leones marinos era común
67
Colección Mocha Dick
Figura 6. Carta del Océano Atlántico Sur Bahía de Maldonado, isla Gorriti e isla de Lobos.
Figura 7. Batería Santa Ana en isla Gorriti (Foto Leticia D´Ambrosio).
68
Balleneros del Sur
encontrarlos en abundancia (Díaz de Guerra 1974, 2008). De hecho, han sido
registradas las cacerías, en distintos diarios de navegación y documentos,
donde se señala que durante los siglos XVI y XVII los navegantes explotaron
el recurso con el fin de abastecerse de carne después de largas y penosas travesías, consumiendo la carne fresca y llevándose también carne salada, cueros y
grasa hacia España, por cuya razón se considera que fue el primer producto en
exportarse de América a Europa (Díaz de Guerra 1974: 25).
El interés en la explotación de los lobos y el uso de los productos derivados
se manifiesta también a nivel local, por ejemplo en el año 1759 se pidió desde
Montevideo a Maldonado (fundada en 1755) “determinada cantidad de aceite
de lobo de la isla del mismo nombre, para pintar las puertas de la ciudad” (Díaz
de Guerra 1974: 25). Y en 1787, el Cabildo solicita la adjudicación de la pesca
de isla de Lobos como propia, “para tener fondos para su creación… antes era
usufructuado por el vecindario”.
La RCM, activó el movimiento industrial en Maldonado con el desarrollo de
la peletería y fabricación de gordura, ya iniciado por la cacería de lobos en
manos de empresarios privados. El Puerto queda en situación de realce cumpliendo una actividad transformadora (Díaz de Guerra 1974, 2008).
Otro dato relevante, es el incremento en la población de Maldonado pues el
emprendimiento implicaba la migración de familias campesinas, además de
aquellas trasladadas para instalarse en la Patagonia permanecieron en Maldonado. En 1778 se instalaron dos mil personas cuyo destino original era la
Patagonia.
En lo que respecta a la producción, desde 1790 a 1806, fueron explotados por
la Compañía Marítima, lobos y ballenas. Díaz de Guerra señala que durante el
año 1795 se mataron veinte ballenas las que se industrializaron en las instalaciones de isla Gorriti, rindiendo 240 pipas de aceite y 100 quintales de barbas,
a los que se sumaron 12.000 cueros de lobos marinos y 60 pipas de grasa.
El uso de estos productos por parte de la población local se puede observar en la
documentación de la época, sobre todo en algunas referencias al uso que se hacía comúnmente del aceite y la grasa de ballena, por ejemplo en el Inventario de
los bienes del vecino de Maldonado Juan Lerman, aparecen “dos pipas y dos cuarterolas con restos de grasa de ballena como podrida” (Díaz de Guerra 1974: 26).
antes del final... los intentos por reactivar la compañía
La Corona recurrirá a diversas estrategias para evitar la decadencia total de la
Real Compañía Marítima que ya se vislumbraba, luego de los resultados poco
auspiciosos en Puerto Deseado, de las cacerías y del continuo contrabando in69
Colección Mocha Dick
Figura 8. Vista de la península de Punta del Este desde la isla Gorriti (Foto Leticia D´Ambrosio).
glés, tanto en un uno como en otro enclave. Entre las medidas implementadas,
se ponen los bienes de la empresa en garantía y se solicitan préstamos a empresarios para mantener el funcionamiento de la Compañía; que al momento
estaba arrojando pérdidas debido a los grandes costos asumidos en la creación
de los poblados y las fortificaciones. En relación a este último aspecto, en 1791
se decide eliminar el artículo referido a las fortificaciones de la Real Cédula,
las que pasaban a ser obligación exclusiva de la Casa Real.
Junto a estos cambios, se le entregan a la Real Compañía Marítima una serie de
derechos, vinculados con la posibilidad de extraer sal de cualquier punto de
América, como asimismo se le facilita el comercio de salazón de carne.
Otra de las medidas ejecutadas es el envío, en 1793 del comisionado Felipe
Cabañez, quien tendrá facultades para reorganizar y para investigar en el funcionamiento pasado y presente de la RCM. Cabañez encuentra un importante
déficit, malas condiciones de trabajo de los empleados y de las instalaciones,
un cúmulo considerable de deudas y un agotamiento del crédito (Silva 1978).
Ante la imposibilidad de pescar ballenas, el comisionado decide concentrarse
en la explotación de lobos marinos. En su visita a la isla en 1794, observa que
son “muchas las ballenas que entran en la nominada rada pero son pocas las
que se matan –pues no han pasado el año que más de una docena no obstante
70
Balleneros del Sur
las grandes diligencias que se han hecho con la aplicación de los que la han manejado– de lo que se deduce que tanto este ramo espera como el de los lobos. Esta
isla rinde actualmente de 10 a 12 mil pieles y 20 a 30 pipas de grasa…” (Díaz de
Guerra 2003: 127).
Otra de las disposiciones que toma Cabañez será el envío a España de las familias migrantes, o sea de los individuos contratados por la empresa que no
tenían una ocupación precisa, en la misma Fragata que lo había traído: PÁJARO. Éstas habían sido trasladas al sur con el propósito de trabajar en la Real
Compañía Marítima, por lo que había que mantenerlas, ocasionando un gran
endeudamiento a la Compañía (Díaz de Guerra).
También se reparan las instalaciones de la Compañía las cuales se encontraban en pésimas condiciones, asimismo se mejoran las condiciones de pago y
se contratan nuevos trabajadores.
En una nueva Real Cédula se buscará simplificar los objetivos de la Compañía,
eliminando el artículo que se refería a la incursión en otros rubros del comercio. El cambio más significativo, que destaca Silva en su estudio, es el de la
Dirección: la Junta de Gobierno pasará a estar integrada por tres Directores,
elegidos por la Junta General, evitando los roces y enfrentamientos anteriores,
y tendrán una formación adecuada al cargo.
Figura 9. Herramienta perteneciente a la Real Compañía Marítima, hallada en el Museo Mazzoni,
Maldonado (Foto Leticia D´Ambrosio).
71
Colección Mocha Dick
“crónica de una muerte anunciada”
Son diversos los factores que llevaron al cierre de la Compañía. Para empezar,
se observa que los objetivos con los cuales surgió eran muy ambiciosos, sin
contar con los recursos adecuados para llevarlos adelante. La diversificación
de intereses llevó a que el foco productivo quedara en los hechos, en un segundo o tercer plano.
Las fortificaciones superaron los esfuerzos necesarios para el mantenimiento
de la Compañía. Y costo que implicaba desarrollar los poblados de la Patagonia, la situaba en una marcada desventaja con las cacerías desarrolladas por
los ingleses quienes no dispersaban sus energías en la ocupación del territorio.
Por otro lado, se desprende que la falta de personal calificado fue otro inconveniente que debió afrontar la Compañía, se enviaron campesinos en vez de
hombres de mar especializados en la caza de ballenas. A su vez, la aridez de
la tierra fue un problema que dificultó el desarrollo del poblado en Puerto
Deseado, el cual necesitaba de los cultivos para sustentarse.
A pesar de las fortificaciones levantadas, el contrabando extranjero no cesó
sino que por el contrario irá en aumento a lo largo del tiempo. También hubo
una explotación paralela de lobos por parte de particulares.
En esa dirección, Seijo (1945) da cuenta de algunos indicios que en tiempos de
la Real Compañía Marítima, la cacería de lobos también se hacía por particulares, menciona que en 1808 Braña hace la siguiente declaración: “que de resultas de la invasión y en el saqueo que los ingleses hicieron, ha quedado reducido
a unos muy limitados intereses, y sin embargo con mi bote que me quedó por
la feliz casualidad de hallarme en Castillos al tiempo de la invasión, en una
faena de cuerdos de lobos pude demostrar mis deseos de servirla rey, siendo
útil a mis compatriota que habían tenido la desgracia de ser prisioneros, a los
que socorrió casi diariamente con pan y carne, que he costeado de mis escasos
fondos”. Pide entonces, a su majestad que “se digne concederme permiso para
que exclusivamente por el término de dos años, pueda pasar a la isla de Lobos
a faenar grasa y aceite de lobo” (Seijo 1945: 328).
El hecho que finalmente llevará a la Compañía a su destrucción, fue la invasión inglesa de 1806. Luego de tres días de combate la isla fue tomada por las
tropas británicas. Esto implicó la destrucción parcial de las construcciones
existentes y el saqueo de maderas y metales (Seijo 1945).
La Compañía quedó arruinada por el desmantelamiento de todos sus efectos,
embarcaciones y útiles que poseía para la pesca de la ballena, según lo atesti-
72
Balleneros del Sur
guan los vecinos de Maldonado en la exposición que subscribieron al Cabildo
de Montevideo acerca de la conducta de los ingleses; pero sobre todo, la competencia que le hacía Inglaterra y el abandono que hizo la tripulación inglesa
idónea, provocó su derrumbe (Díaz de Guerra).
Figura 10. Batería Santa Ana en isla Gorriti (Foto Leticia D´Ambrosio).
referencias bibliográficas
BARRIOS Pintos, A (2011). 400 años de historia de la ganadería en Uruguay.
Montevideo: Libros de la Academia.
CAETANO, G. & J. RILLA (2005). Historia Contemporánea del Uruguay. De la
Colonia al Siglo XXI. Montevideo: CLAEH-Fin de Siglo.
CABRERA, L. C. & C. CURBELO (1995). Procesos de formación de sitio: un
documento desagregado en la batería de Santa Ana (Maldonado, Uruguay).
En, Consens, López & Curbelo (editores). Arqueología en el Uruguay: 120 años
después, pp. 276-286, Montevideo.
CURBELO, C (1996). Una tentativa de análisis espacial en arqueología histórica: La Bahía de Maldonado. En, Arqueología Histórica en América Latina, 16:
103-119. Columbia.
73
Colección Mocha Dick
DESCOLA, P (2000). In the society of nature. A native ecology in Amazonía.
Cambridge: Cambridge University Press.
DíAZ de Guerra, M (1974). Diccionario Biográfico de la ciudad de Maldonado.
Montevideo: IMCO.
DíAZ de Guerra, M (2003). La Real Compañía Marítima. Explotación de ballenas en la isla Gorriti y faena de lobos en la Isla de Lobos, años 1789-1805.
Maldonado: Ediciones El Galeón.
DíAZ de Guerra, M. (2008). Historia de Maldonado. Montevideo: Ediciones
de Viana.
LÓPEZ Mazz, J (1995). El fósil que no guía y la formación de sitios costeros.
Arqueología del Uruguay. En, Consens, López & Curbelo (editores). Actas del
VIII Congreso Nacional de Arqueología Uruguaya. Montevideo.
MILTON, K (1997). Ecologías: antropología, cultura y entorno [Disponible en
http://www.universidadur.edu.uy/retema/archivos/Antropologia_Cultura_
Entonno_Milton_K.pdf; consultada marzo de 2014].
OTTSSEN, H (1945 [1603]). Corto y verídico relato de la desgraciada navegación de un buque de Amsterdam, llamado El Mundo de Plata. Buenos Aires:
Huarpes.
SEGATO, R (2007). La nación y sus otros. Raza, etnicidad y diversidad religiosa
en tiempos de políticas de la identidad. Buenos Aires: Prometeo Libros.
SEIJO, C (1945). Maldonado y la Región. Montevideo: El Siglo Ilustrado.
SILVA, H (1978). La economía pesquera en el Virreinato del Río de la Plata. Buenos Aires: Fundación para la Educación, la Ciencia y la Tecnología.
74
Balleneros del Sur
HISTóRIAS CONECTADAS POR MARES REVOLTOS:
UMA HISTóRIA COMPARADA DA CAÇA DE BALEIA ENTRE
ESTADOS UNIDOS E BRASIL, SÉCULOS XVIII E XIX
Wellington Castellucci Júnior
resumo
O presente ensaio enfoca, de maneira comparativa, a caça de baleia na costa atlântica dos Estados Unidos e do Brasil, entre os séculos XVIII e XIX.
Constitui-se também objeto de análise deste estudo as maneiras como eram
apresadas as baleias nos dois continentes, a forma de seu desmancho e o beneficiamento da sua gordura e comercialização. Além disso, as diferenças nas
relações de trabalho entre os dois lugares e as similitudes em certos aspectos
são abordados ao longo da narrativa.
Palavras-chaves: Escravidão, servidão, baleação, capitalismo, transoceânico.
resumen
El presente ensayo se enfoca, de manera comparativa, en la caza de ballenas
en la costa atlántica de los Estados Unidos y Brasil, entre los siglos XVIII y
XIX. Se constituye también como objeto de análisis de este estudio las formas
de cazar las ballenas en los dos continentes, la forma de su destazamiento y el
procesamiento y comercialización de su grasa. Así dicho, las diferencias en las
relaciones de trabajo entre los dos lugares y las similitudes en ciertos aspectos
son abordados a lo largo de este relato.
Palabras claves: Esclavitud, servidumbre, caza de ballenas, capitalismo, transoceánico.
abstract
This essay focuses, in a comparative way, the whale hunting on the Atlantic
coast of the United States and Brazil between the eighteenth and nineteenth
centuries. It also constitutes object of analysis on this study, the ways whales were arrested in the two continents, the shape of their miscarriage, the
processing and marketing of their blubber. Furthermore, differences in labor
relations between the two places and the similarities in certain aspects are
discussed throughout the narrative.
Keywords: Slavery, Servitude, Whaling, Capitalism, Seaborne.
75
Colección Mocha Dick
introdução
O século XVIII demarcou a fase de grande apogeu da atividade baleeira no
Brasil colonial e na pequena Ilha da Nova Inglaterra denominada Nantucket.
Na colônia portuguesa, ela foi iniciada na Ilha de Itaparica, situada na Baía de
Todos os Santos, nos primeiros anos do século XVII, quando a Coroa Ibérica
(época da união entre Portugal e Espanha), através do Rei Felipe III, em 9
de agosto de 1602, autorizou os biscainhos Pêro de Urecha e seu sócio Julião
Miguel caçarem baleias em costas brasileiras, pelo prazo de dez anos, a partir
do dia de São João daquele ano, até a igual data de 1612. À época, a Coroa
buscava aproveitar a longa tradição e a experiência daqueles pescadores para
implantar uma antiga e lucrativa atividade econômica ocidental na Colônia1.
Em Nantucket, a sua história também surge com aparentes semelhantes, embora aquela atividade tenha se iniciado ali décadas mais tarde e por iniciativa dos próprios colonos. Foi, já no final do mesmo século, por volta de 1690
e após tentativas frustradas, que pequenos empreendedores desse ramo de
atividade introduziram, finalmente, a arte de matar baleias por meio de um
contrato feito com um especialista procedente de Yarmouth (Nova Escócia),
que estava em Cape Cod2. Trinta anos mais tarde, cerca de trinta barcos dos
ilheenses já estavam envolvidos na caça costeira do cetáceo, como faziam os
ingleses estabelecidos em Cape Cod e no extremo leste de Long Sland desde a
década de 1650, quando comercializavam óleo e ossos de baleia para Boston
e Nova York 3.
Desse período em diante, tanto em Itaparica quando em Nantucket, baleeiras
caçaram cetáceos na costa durante um longo tempo e suas histórias sugerem
transformações, permanências e singularidades na arte de matar e processar
os seus derivados. O que de fato assemelhava e diferia essas duas promissoras
ilhas atlânticas na atividade da baleação ao longo dos séculos XVIII e XIX
quando a economia capitalista se internacionalizava?
escravidão e servidão no mundo atlântico da baleação
O período inicial da História da baleação no Brasil se inicia com a instalação
de duas pequenas armações de caça e beneficiamento do óleo na Ilha de Itaparica, uma no lugar denominado Ponta da Cruz e a outra na Ponta de Itaparica4. Depois de alguns anos surgiram armações em Salvador, na Pituba,
1. Ellis, 1968, pp. 31-32.
2. Yarmouth é uma parte continental e litorânea da Nova Escotia e, atualmente, essa região pertence
ao Canadá. Sua localização é relativamente próxima de Nantucket.
3. Vickers, 1997, p. 92.
4. Mattoso, 1992, pp. 101-103.
76
Balleneros del Sur
Itapuã, Rio Vermelho, Pedra Furada, na Praia de Armação e nas proximidades
do Forte de Santo Antônio da Barra5. No extremo Sul da capitania baiana,
conforme uma fonte oficial de época, não foram instalados postos de caça
em caravelas porque o ouvidor da Comarca de Porto Seguro desconsiderou a
ordem do Marquez de Pombal, dada em 1763, por acreditar ser aquela região
pouco abundante em baleias6.
No decorrer do mesmo século esse empreendimento rapidamente se expandiu
por todo o litoral brasileiro alcançando regiões longínquas, a exemplo do litoral Sul. Primeiro, foram as armações fluminenses (Rio de Janeiro), chegando
ao litoral paulista (São Paulo), para, em seguida, alcançar, em meados do século XVIII, as águas de Santa Catarina, cuja região ficaria conhecida como área
baleeira do Brasil meridional7. Alcançava, desse modo, o ápice da expansão
baleeira no Brasil, quando esse rentável negócio movimentaria uma incrível
soma em recursos financeiros para a construção naval, compra de escravos e
manutenção das estações baleeiras.
Assim como o Pau-Brasil, a baleia logo foi considerada pela coroa um peixe
real, e rapidamente foi estabelecido o seu monopólio já em 1614 e, por isso,
somente através de alvará de concessão, ter-se-ia autorização para caçá-la no
litoral da Colônia, fosse por meio de empresa privada ou iniciativa individual.
Tal monopólio perduraria até o início do século XIX, quando, em 1801, esse
seria definitivamente extinto em toda a Colônia8.
Em três séculos de caça predatória ao cetáceo, essa atividade ganhou importância econômica e os seus derivados se constituíram gêneros de primeira
necessidade para a sobrevivência dos moradores do novo mundo e, lucros,
para os empreendedores que firmaram contratos para aquela exploração. Seus
fragmentos eram utilizados para diversas finalidades que iam desde a alimentação à construção de casas e prédios. O azeite, principal produto extraído do
derretimento da gordura animal, abastecia as lamparinas que iluminavam as
casas, os engenhos, as próprias armações durante a faina noturna, as ruas das
vilas e das cidades, além de se constituir apreciada substância para o combate
5. Em 1879, o arrendatário da armação da Pedra Furada, Freguesia de Itapagipe, lutava para obter
isenção da cobrança de taxas relativas às Décimas Urbanas. Seu documento nos dá claros sinais
das dificuldades de manter em funcionamento as indústrias de beneficiamento de óleo de baleia na
segunda metade do século XIX. APB–Presidência da Província, Secretaria da Agricultura, Salvador,
1879. Maço 4602.
6. APB–Biblioteca Pública. Diário Oficial do Estado da Bahia, Edição FAC-SIMILE. Edição Comemorativa ao Centenário da Independência da Bahia, 1923, 194.
7. Ellis, 1968, cap. 04.
8. Ellis, 1968, p. 37.
77
Colección Mocha Dick
ao reumatismo e a outras doenças, inclusive as de pele9. Também era uma
importante argamassa, segundo a tradição oral, comumente usada nas construções de igrejas, fortificações, prédios públicos e sofisticadas casas da época.
Os construtores de embarcações também faziam proveito dessa substância
para a calafetagem dos saveiros, lanchas rápidas e das próprias chalupas, utilizadas na perseguição àquele animal.
A comercialização do azeite, valorizado gênero de primeira necessidade, já
no período avançado da colonização, em cidades como Salvador, São Paulo,
Rio de Janeiro e Minas Gerais, era intensamente disputada entre os pequenos
comerciantes, escravas de ganho e quitandeiras, estas últimas frequentemente
perseguidas pelas autoridades controladoras do governo municipal daquela
urbe, pois eram consideradas concorrentes desleais do comércio estabelecido
de gente endinheirada que exercia influência política local10. Na Bahia, estudos recentes revelaram a mesma intensidade com que a Câmara Municipal de
Salvador tentava coibir a ação dessas negras de ganho ou libertas nas praças
comerciais da capital e do interior11.
Conforme rezava um dito de sabedoria popular, da baleia se aproveitava tudo,
pois os seus derivados tinham infinitas utilidades. Da ossada, sobretudo das
costelas, construíam-se cercas para os quintais e proteção das plantações:
“em Itaparica todas as cercas dos pomares e das roças são feitas com ossos de
baleia”, enfatizou o príncipe Maximiliano Wied Neuwied quando esteve na
Ilha12. Das escápulas faziam-se objetos de decoração, móveis e assentos dos
banquinhos, comumente comercializados em praças como a do mercado de
Salvador. Das pás se faziam mesas, mas também eram usadas pelas lavadeiras
como peças de apoio, dispostas nas proximidades das fontes e lagoas, onde
aquelas mulheres batiam roupas, diariamente e sob o sol escaldante.
De acordo com a tradição entre os caçadores, o baleote (filhote) pertencia ao
arpoador e dele se podia fazer o que quisesse. A carne, considerada produto
depreciado e ordinário, geralmente era destinada à alimentação dos escravos,
trabalhadores das armações, vendida às ganhadeiras que a salgavam, moqueavam e, posteriormente, saíam vendendo pelas ruas das cidades, como em Salvador, vilas do Recôncavo, e no Rio de Janeiro, além de ser distribuída gratuitamente entre a gente pobre do lugar.
9. Sobre a utilidade do azeite na iluminação dos engenhos e do seu uso como resina, ao lado do óleo
extraído do tubarão lixa, Ver Lapa, 2000.
10. Dias, 1995.
11. Soares, 2006. Sobre as atividades de ganho nas Minas Gerais ver, Russel-Wood, 2005; Souza,
2004.
12. Wied-Neuwid, 1958, p. 445.
78
Balleneros del Sur
Desde os primórdios da colonização e durante todo o período de existência da
atividade da caça da baleia no Brasil até o século XIX, duas características foram marcantes: a escravidão como base da mão de obra em todas as armações
instaladas na colônia e na fase imperial, e o predomínio da caça em baías e em
mar abrigados. Quando se iniciou o tráfico de africanos escravizados para a
América até a sua extinção, calcula-se que foram transportados aproximadamente 10.200.000 pessoas através do oceano Atlântico. Desses, cerca de 40%
(4 milhões) vieram para o Brasil13. E, de acordo com fontes históricas, muitos
deles tiveram como destino final o trabalho nas armações de baleia. Em meados do século XVIII, apenas para se ter ideia, uma armação, dentre as cinco
existentes na Ilha de Itaparica, operava com aproximadamente 420 homens,
desses cerca de 80 eram escravos de propriedade do armador, além de outros
alugados a terceiros14. Durante o período colonial, a caça da baleia foi ampliada e, já na primeira metade do século XVIII, calcula-se que entre 120 a 200
baleias eram capturadas nas águas da Baía de Todos os Santos, a maior parte
delas processadas nas feitorias daquela Ilha15.
Figura 1. Caça de baleia em alto-mar feita pelos navios norte-americanos.
Os escravos destinados a viver nas armações de caça e desmancho de baleias
eram compelidos a laborar-nos mais variados e difíceis ofícios da produção.
No mar eram remadores das chalupas e baleeiras, enfrentando marolas, tempo frio e desprendendo força incrível para levar, empunhando remos, as embarcações próximas dos cetáceos e depois conduzi-las à praia. Eram arpoa13. Eltis, 2000, pp. 10-11.
14. Ellis, 1968, p. 43.
15. Ellis, 1968, p. 43.
79
Colección Mocha Dick
dores de baleia e também mergulhadores que atavam com corda à boca do
animal para que, após sua morte, ele não afundasse. Quando chegava em terra
firme, toda a operação exaustiva de puxar o animal morto até a parte seca
da praia ou içá-lo até o terraço da armação, também era feita pelos cativos.
Depois vinha o ofício mais aprimorado dos afazeres em solo. Escravos magarefes, munidos de faquinhas, facões e chuços, começavam a despostar, literal
e pacientemente, a baleia, retirando-lhes a parte mais importante e lucrativa:
o toucinho. Em seguida, carregavam os nacos grandes dessa gordura e encaminhavam para o interior das armações a fim de processá-la.
No interior das armações, verdadeiros galpões herméticos, o trabalho também era muito extenuante. Num ambiente extremamente quente e abafado, as
condições de sobrevivência nos armazéns eram demasiadamente insalubres
para os cativos. Durante a época das “safras de baleias”, as fornalhas permaneciam acesas quase que ininterruptamente cozinhando os grandes talhos de
toucinho, que fritavam nas caldeiras de cobre. De longe, era possível se observar a fumaça saindo pelas chaminés das indústrias baleeiras de Itaparica, cujo
processamento varava a madrugada. Além de serem obrigados a se submeter
às longas jornadas de trabalho e a temperaturas altíssimas, os cativos estavam
sujeitos a acidentes que provocavam, quando não a morte, a cegueira causada
pelos pingos de gordura que salpicavam em seus olhos, a perda de movimentos, ou a mutilação quando uma trempe despencava e toda a gordura quente
contida no tacho de cobre recaía sobre eles.
Tudo isso acarretava no número elevado de perdas humanas, tanto no trabalho do mar quanto em terra, o que obrigava aos senhores escravocratas repor
sistematicamente os plantéis escravos, uma vez que os homens pobres livres
dificilmente estariam dispostos a se submeter a esses tipos de serviços perigosos cujo custo financeiro seria, supostamente, maior do que os investidos
na compra de cativos. Isso foi relativamente fácil e vantajoso enquanto durou
o tráfico de cativos, e o número de baleias mortas por temporada era elevado, gerando altos lucros. Mas, a partir da primeira metade do século XIX, as
coisas mudariam com o advento de leis antiescravistas, com a concorrência
internacional e com a consequente diminuição dos cetáceos abatidos.
Apesar da grande quantidade de aborígenes no litoral brasileiro, essa população jamais foi recrutada compulsoriamente e utilizada em pequena ou em
grande escala no empreendimento baleeiro. O argumento de que eles não
possuíam habilidades suficientes para remar e arpoar baleias poderia também
ser aplicado, em certa medida, aos africanos, embora saibamos que esses últimos já dominassem a arte de matar baleias em seu continente de origem. E,
a despeito da forte resistência indígena ao processo de exploração e fugas em
massa para o interior do território, não foram esses os motivos pelos quais eles
não foram aproveitados como trabalhadores na baleação. Foram os interesses
80
Balleneros del Sur
econômicos metropolitanos que falaram mais alto nesse quesito do que os
supostamente humanitários e preconceituosos. Desde o início da conquista da
América, o governo metropolitano, juntamente com a igreja católica, tratou
de formular leis proibindo a escravização dos indígenas para forçar o pleno
avanço do tráfico de africanos escravizados, pois era isso que conferia rentabilidade para a coroa e para a igreja. Conforme aponta Luiz Felipe de Alencastro, o governo metropolitano cobrava vários impostos sobre o direito de saída
dos portos africanos e dos direitos de entrada nos portos brasileiros. Mas a
igreja também se beneficiava do tráfico, pois existia a taxa paga ao clero pelo
batismo obrigatório de cada deportado nos portos de embarque e as franquias
de exportação de escravos concedidas aos jesuítas e à Junta das Missões16.
Por tudo isso, o uso do braço escravo africano como principal força propulsora em todo o processo produtivo da indústria baleeira brasileira conferiu a
essa região das Américas uma peculiaridade jamais vista em qualquer outro
lugar dos dois continentes. Isso nos remete à segunda peculiaridade da baleação em águas brasileiras: o predomínio da caça em águas de baía.
Desde os primórdios dessa indústria, ela se notabilizou pelo caráter sedentário, lançando mão de formas bastante modestas de apresamento, o que consolidou um tipo de caça eminentemente litorânea e lhe impediu de seguir os
Figura 2. Arpoador preparando-se para lançar o arpão sobre o dorso da baleia.
16. Alencastro, 2000, pp. 35-36.
81
Colección Mocha Dick
exemplos dos baleeiros holandeses e britânicos, costumados a se lançar ao
alto mar na perseguição dos cetáceos. Desse modo, entre os séculos XVII até
meados do oitocentos, a forma de construção das embarcações, a fim de se
perseguir e caçar baleias, de despostá-las em terra firme e transformar o seu
toucinho em óleo cozido permaneceram praticamente inalteradas.
Bem diferentes foram esses dois fatores determinantes para o franco avanço
da indústria baleeira na América do Norte, em particular na Ilha de Nantucket. Naquela Ilha, a atividade da baleação começou no século XVII com
um grande desafio para os colonos que desembarcaram naquele território por
volta de 1660: encontrar mão de obra disponível para trabalhar como remadores nas embarcações que perseguiriam baleias nas águas gélidas e perigosas
do Oceano que banha o golfo onde se localiza o atual litoral de New Bedford.
Assim como em outras regiões das Américas, a grande disponibilidade de terras férteis estimulava os colonos livres a buscar a sua independência como
produtores autônomos e a não se submeter a determinados tipos de trabalhos
e nem a outro homem. Para Daniel Vickers, empenhado antropólogo estudioso da baleação norte-americana, “o verdadeiro desafio para estes empreendedores iniciais era encontrar alguns homens que compreendessem as técnicas
de caça, e, acima de tudo, de recrutar um grupo maior para se encarregarem de remos”17. A alternativa que se avizinhou no horizonte próximo foi o
aproveitamento da mão de obra indígena. Mas, embora os indígenas tirassem
proveito dos derivados dos cetáceos que encalhavam nas praias da região, a
exemplo de Plymouth até Long Sland, eles não tinham a prática de sair embarcados para mar aberto a fim de caçarem esses animais.
Bem antes da chegada dos colonos ingleses, a população aborígene de Nantucket vivia basicamente de um sistema de plantação sazonal, da criação de
pequenos animais, da caça em pequena escala e, principalmente, da pesca em
lagos existente na Ilha e no litoral oceânico, além da coleta de mariscos. Esse
conjunto de atividades produtivas resultava no confortável meio de sustento
da comunidade indígena e na manutenção de uma rica dieta alimentar sem a
necessidade de se arriscar na aventura da caça ao cetáceo em mar aberto.
Como alterar radicalmente os seus modos de vida, introduzi-los no ramo da
baleação, tornando-os submissos e obedientes nas duras jornadas de labuta
no mar e em terra, além dos baixíssimos salários? Isso foi algo extraordinariamente operado pelos colonos durante a ocupação do território insular a partir
do século XVII. Com efeito, em menos de cinquenta anos, praticamente todos
os remadores e trabalhadores que desempenhavam outras funções nas embarcações de caça de baleia costeiras eram índios. Tais mudanças revelaram
um processo catastrófico da história ambiental da Ilha, assim como em outras
17. Vickers, 1997, p. 90.
82
Balleneros del Sur
regiões onde houve conquista. Elas também foram resultados da destruição
da agricultura aborígene e da fertilidade do solo por meio do desmatamento e
exposição do solo à ação dos ventos. Foi uma história da expansão de doenças
que dizimou parcelas significativas da população local para depois expropriálos de suas terras e, em seguida, compeli-los aos trabalhos como “servos” economicamente dependentes dos brancos18.
Essa foi também uma história da incorporação de padrões culturais do mundo ocidental, sobretudo a introdução de produtos manufaturados de origem
continental no seio da comunidade aborígene da Ilha transformando, radicalmente, as relações sociais entre os seus membros. No século XVII, os índios de Nantucket já negociavam peixes, penas, caça, mariscos e outros itens
retirados da floresta e dos mares com comerciantes ingleses da Ilha. Em troca
recebiam roupas, tecidos, sapatos, panos de lã, equipamentos de caça, pólvora
e munição para tiros, anzóis, linha, cavalos e enxadas.
Porém, foi justamente a expansão de crédito, expediente financeiro usado pelos colonos, o fator determinante para a consolidação dos laços de dependência da população nativa a partir daquele século. Por último, o uso do álcool foi
mais um recurso utilizado pelos colonos para obter o controle da mão de obra
da população indígena e, em fins do período colonial, a bebida alcoólica era
uma fonte importante de endividamento dos nativos. Endividados, a única
coisa que os nativos poderiam oferecer, em troca, era a sua mão de obra como
forma de honrar as suas dívidas.
Uma vez configurada as relações de dependência, agora a baleação encontrava
o item valioso e escasso em Nantucket. Foi assim, em poucas palavras, que
os colonos ingleses conseguiram constranger a população local aborígene e
forçá-la a trabalhar como remadora nas baleeiras, uma das tarefas renegadas
inicialmente pelos brancos ilheenses na caça costeira de baleias. Mas esse não
foi um processo tão simples e rápido. Até a primeira metade do século XVIII,
alguns índios permaneceram autossuficientes e capazes de ditar as condições
em que trabalhariam. Outros, porém, mergulharam num sistema de dependência por dívida e viram-se obrigados a trabalhar como servos dependentes.
Essa lógica só seria alterada nos fins do século XVIII, quando uma massa de
negros libertos, procedentes das áreas escravistas, começaram a substituir os
aborígenes em vias de extinção.
Assim é que, durante dois séculos de atividade em duas regiões distantes das
Américas, a caça da baleia se desenvolveu com certas peculiaridades e praticamente isolada. Cada colônia manteve ligações econômicas e comerciais com
o mercado regional interno e com as suas metrópoles e o mundo ocidental.
18. Vickers, 1997, pp. 98-99.
83
Colección Mocha Dick
Na virada do século XIX, porém, a expansão da baleação da emergente nação
norte-americana conectaria definitivamente às Américas e redefiniria o mapa
da produção de óleo do cetáceo em nível global.
a busca dos grandes cetáceos e a internacionalização da
baleação
A partir da primeira metade do século XVIII, os preços do óleo de baleia,
armazenado em barris de carvalho, começaram a subir vertiginosamente, no
mercado norte-americano. Isso coincidiu com a descoberta, feita pelos habitantes de Nantucket, de uma nova espécie de baleia que frequentava águas
oceânicas distante da vista em terra firme e que não se aproximava demasiadamente dos golfos. Acompanhar um pouco a trajetória da baleação nas duas
regiões, no curso dos séculos XVIII e nas primeiras décadas do oitocentos,
pode explicar como a expansão da baleação norte-americana impactou essa
atividade no Brasil escravista.
Por volta de 1715, uma nova forma de apresar e processar baleias e uma nova
espécie de cetáceo impulsionaram os caçadores de Nantucket para mares mais
afastados da costa norte-americana. Se nos primeiros tempos a caça às baleias
francas predominou na parte costeira dos Estados Unidos, já nas primeiras
décadas no século XVIII, a caça aos rápidos cachalotes, que abundavam em
mar aberto do Atlântico Norte, se tornou rotina.
Embora fosse menor do que as francas, os cachalotes rendiam um óleo de
melhor qualidade que os demais cetáceos. A cabeça desse animal equivale a
um terço do seu peso total. E, de acordo com Nathaniel Philbrick, “A parte superior da cabeça contém uma cápsula, uma cavidade que abriga até 1800 litros
de espermacete, um óleo claro de alta qualidade que se solidifica parcialmente
quando exposto ao ar”19.
A busca pelos cachalotes deu à Ilha de Nantucket o status de um dos mais
proeminentes e promissores redutos de caçadores de baleia e fez daquela ilha
uma das mais afortunadas dos Estados Unidos nas primeiras décadas do século XIX. Esse processo foi iniciado ainda no século XVIII quando os baleeiros, navegando por águas cada vez mais distantes, resolveram empacotar a
gordura da baleia, morta em alto mar, e enviá-la para terra firme a cada três
ou quatro semanas para ser cozida nas feitorias litorâneas. Em pouco tempo,
porém, embarcações cada vez maiores continuaram se afastando do litoral
e levavam consigo recipientes de cozimento instalados em caixas de tijolos
situadas no convés do barco. Começava assim o processo de industrialização
do óleo de baleia em mar aberto, fato que levaria os caçadores de baleia de
19. Philbrick, 2003, p. 54.
84
Balleneros del Sur
Nantucket a mares cada vez mais longínquos de sua terra natal. Nas primeiras décadas do século XIX, a expedição de Charles Wilkes teria, dentre ou-
Figura 3. Remadores tripulados em perseguição a uma baleia.
tras funções, a de esquadrinhar os oceanos, inclusive o Pacífico, fornecendo o
mapa das rotas das baleias migratórias para que, assim, os baleeiros pudessem
encontrá-las em alto mar.
De modo comparativo e numa perspectiva diametralmente oposta, no século
XIX, a caça da baleia em águas brasileiras praticamente continuava mantendo as mesmas características daquela dos primórdios da colonização. Baleias
eram perseguidas e caçadas pelas chalupas e baleeiras movidas a remo e a vela
em baías e na costa, e despostadas nas praias de frente para onde as armações
estavam fincadas. Caçar baleias em águas litorâneas não era uma atividade
das mais fáceis e, no século XIX, tornara-se pouco lucrativa.
Todos os dias, durante a temporada em que os cetáceos se aproximavam das
águas tranquilas para procriar, marinheiros e arpoadores ficavam ansiosos à
beira da praia, à espera do sopro anunciador. Conta-se que muitos arpoadores
identificavam a espécie de baleia pelo simples suspiro que saía do seu espiráculo.
Iniciava-se a temporada em maio ou junho, estendendo-se até setembro/outubro, período que diferenciava da época de caça costeira norte-americana, pois
naquela região a estação das baleias começava em novembro e se estendia até
março/abril. Era justamente no período de ventos fortes e mar revolto a época
em que mais baleias apareciam na busca de abrigo em águas tranquilas e mornas da Baía de Todos os Santos. Há quem diga que, na época da safra de caça às
baleias, havia dois períodos distintos de atividades. Nos primeiros três meses,
85
Colección Mocha Dick
a caça era feita dentro da Baía (golfo). Nos três meses subsequentes, a caçada se
efetivava fora da barra, em mar aberto. Aí, a jornada se tornava uma empreitada muito mais perigosa, dadas as condições oceânicas e dos ventos fortes20.
Na Bahia, para marcar o início da estação de caça, havia sempre uma celebração religiosa, realizada na igreja do padroeiro dos pescadores, onde os arpões, unidos, eram erguidos para o alto, abençoados, e o padre desejava sorte
grande aos homens do mar. Na capital baiana, a missa era realizada na Igreja
Nossa Senhora do Monte Serrat, situada na ponta da Tatuípe. Em Itaparica, é
provável que a celebração ocorresse na Igreja Matriz da povoação do Santíssimo Sacramento ou na de São Lourenço, duas construções religiosas mais antigas do lugar, situadas bem próxima a uma das armações de baleia, na Ponta
de Itaparica.
Feito isso, os olhos de arpoadores e marinheiros voltavam-se para o mar. Silenciosos e apreensivos observavam, atentamente, o movimento das águas
azuis da baía de Todos os Santos. Quando o animal soltava um grande suspiro, jorrando água, bem alto, estava anunciada a caçada. Imediatamente, os
homens corriam para a praia, tripulavam as baleeiras e chalupas, geralmente
em número de três barcos, hasteavam as velas e passavam a remar em alta
velocidade na perseguição do grande animal mirado. A estratégia no mar era
cercar o bicho para impedi-lo de fugir da baía.
Sempre na proa da embarcação, um exímio escravo arpoador ficava atento.
Quase imóvel, com o arpão vibrante na posição, ele esperava o momento certo
para cravar a pesada lança de aço com cabo de madeira no lombo espesso da
baleia. À sua retaguarda, aproximados, seis negros escravos e, às vezes, brancos nacionais ou estrangeiros, pobres livres, remavam de modo sincronizado
sob a orientação do mestre que segurava o leme e bradava um cântico, cadenciando o movimento dos marinheiros. Havia ainda o moço d’arma, um ou
dois mergulhadores e um cafuleteiro21.
Uma vez avistado o animal, os remadores, geralmente em número de seis ou
oito homens, se posicionavam e começavam a remar. À frente, o baleeiro, ou
arpoador, carregava um arpão pesado de ferro, com barbelas, cabo de madeira, e outros estavam dispostos ao seu lado. A baleia se movimentava por entre
grandes e pequenos navios, fundeados na baía; investia na direção da saída do
golfo em sentido à costa ou voltava para o fundo da enseada, sendo seguida,
incansavelmente, pelos pequenos barcos que a cercavam.
20. Vianna, 1994, p. 61.
21. Embarcadiço responsável pelo controle da cafuleta, cofre de madeira onde se armazenava a ração
de farinha nas baleeiras.
86
Balleneros del Sur
Havia uma dose de crueldade e completa falta de preocupação com o futuro
das baleias, e mesmo dos negócios desse ramo, dado o pragmatismo dos pescadores. Isso se manifestava na própria forma de seu apresamento. Se o animal estivesse acompanhado do baleote (filhote), o seu abate seria mais fácil.
Na primeira abordagem, o arpoador acertava o lombo da cria, com um arpão
cheio de barbelas, trazendo-o para rente à embarcação, ao costado, sacrificando-o em poucos minutos, logo nos seus primeiros meses de vida. A mãe, com
instinto materno e manifestando profundo carinho ao seu filhote choroso e
desfalecido, mas ainda vivo, desejando libertá-lo do ferro, se aproximava demasiadamente do barco, e assim, tornava-se alvo fácil para o arpoador. Caso
não houvesse filhote, o animal era perseguido, até que a embarcação estivesse
próxima e permitisse o arremesso da lança 22.
Arpoado o animal, a corda era amarrada no cabeçote da proa, as velas eram
imediatamente baixadas, os remos suspensos e recolhidos. Agora, começava
uma intensa luta que durava horas a fio, do mesmo modo que acontecia na
costa de Nantucket. Atingido em cheio pela perfurante lança, o animal enlouquecia, se debatia em fúria, sacudia a sua calda lançando água para todos
os lados, mergulhava e emergia, jorrando sangue e, desesperadamente, tentava se livrar do arpão que o prendia ao barco. Os pescadores e remadores,
tripulantes da embarcação, se seguravam como podiam, pois a chalupa alcançava grande velocidade, entrando e saindo por entre as fendas abertas na
água pelas nadadeiras da baleia. Quando possível, mais arpões, eram cravados
no dorso do animal, e este esperneava, batendo a sua nadadeira até cansar,
antes do golpe de misericórdia. Havia outro arpão, uma espécie de lâmina
afiada, lançada seguidamente, cujo objetivo era abrir cortes profundos na pele
do animal para sangrá-lo e, assim, cansá-lo mais rapidamente.
Depois de muita luta, a baleia boiava, de barriga para cima, virava de lado
e suspirava exausta, porém ainda com vida. Às vezes, o golpe final era dado
através de uma cravejada de arpão no espiráculo do animal, bloqueando a sua
respiração e colocando fim ao seu sofrimento. Mas, outras vezes, a morte do
animal era demorada e só acontecia mesmo em terra firme.
De uma forma ou de outra, no momento de agonia, rapidamente os mergulhadores entravam em ação, lançando-se ao mar corajosamente, com cordas
de linho grossas. Suas atribuições eram apertar o queixo e a boca da baleia
com vistas a impedir que a sua barriga enchesse de água e de peixes venenosos
que, às vezes, entravam e se afixavam na sua garganta. Outra corda era atada
à calda e o seu extremo era preso na popa de uma das embarcações. Então era
só rebocá-la para a terra. A caçada finalmente havia terminado23. Entregue,
22. Tolenare, 1956, p. 218.
23. Kidder, 1980, p. 10.
87
Colección Mocha Dick
sem força e vencida, agora uma bandeira branca era içada, avisando a vitória
à população em terra firme que, esperava ansiosa para assistir ao retalhar do
grande animal.
Morta ou exausta, a baleia era rebocada pelo cabo e puxada pela baleeira, pela
força dos remos e dos ventos, até o local mais raso da praia. Os marinheiros
cantavam alto enquanto remavam na direção da praia, pois sabiam o que os
esperava em terra. Dizem os contemporâneos que assistir à chegada de uma
baleia, nas imediações de onde elas seriam despostadas, era o mesmo que participar de algum tipo de festejo em areias da praia. Rojões de fogos de artifícios anunciavam a chegada de uma baleeira rebocando o grande animal, e a
população se exaltava e comemorava mais um dia de fartura e de vitória. Frederico Villar, um entusiasta militar que navegou por diversas áreas costeiras
e ribeirinhas do Brasil, já nas primeiras décadas do século XX, fomentando a
criação de comunidades justafluviais para salvaguardar a soberania nacional,
relatou, com sutileza de detalhes, o modo como os caçadores, trabalhadores
e toda a gente da redondeza das armações de Itaparica, festejavam a morte de
mais uma baleia nas águas da Baía de Todos os Santos24.
Em Itaparica, no Manguinho, em Porto Santo, na Gamboa, em Barra do Gil,
além da existente na Ponta das Baleias, durante séculos da era colonial e no
Império, os caçadores se habituaram a encalhar a baleia nas proximidades do
raso. Depois, eles esperavam a vazante da maré, para que, assim, os trabalhadores da terra pudessem despostá-la e levar os pedaços de gordura para as
feitorias.
A caça da baleia não se escape no final do século XIX no Brasil. Ainda que
claudicante e deficitária para alguns, essa atividade de risco adentrou a vigésima centúria e sofreria o incremento de uma série de investimentos de setores do comércio internacional interessada nos seus derivados. Prova disso foi
a instalação da fábrica de beneficiamento dos derivados de baleia no litoral
paraibano, em Lagoinha, praia de Cabedelo, onde uma empresa nipônica explorou essa atividade até a sua proibição em 1987. Em certa medida, todo o
processo de aprofundamento da crise baleeira no Brasil esteve relacionado
a um processo histórico muito mais amplo. Por volta da década de 1820, a
conjuntura internacional contribuiu, decisivamente, para a decadência dessa
atividade no Brasil, e isso se deveu às próprias mudanças no cenário político e
econômico mundial. Na virada daquele século, os Estados Unidos da América
emergiam como potência econômica e se apresentavam como referência de
nação para os territórios de dominação ibérica em vias de libertação25.
24. Villar, 1911, p. 171.
25. Ver a esse respeito, Wasserman, 2000; Bonilla, 1990.
88
Balleneros del Sur
Em pouco tempo, aquela jovem nação ampliou, consideravelmente, a sua influência no subcontinente americano e passou a investir, sistematicamente, na
indústria naval, no conhecimento científico como forma de alavancar o seu
desenvolvimento econômico para, assim, participar das novas oportunidades
de negócios no Atlântico, dominar e extrair a riqueza no mar do Pacífico. Foi
para isso que a expedição científica, comandada por Charles Wilkes, partiu
em direção àquele oceano em 1838, embora com cerca de dez anos de atraso26.
Estudos recentes têm demonstrado como se deu essa dinâmica histórica na
América do Norte27. Em 2007, Dale Graden publicou uma pesquisa a respeito
da importância da indústria naval norte-americana e a participação de comerciantes dessa nação no tráfico de escravos para o Brasil e Cuba no século
XIX 28. Foi uma época em que o Atlântico se apresentava como uma excelente
porta de entrada para os negociantes dedicados ao infame tráfico de seres humanos, embora uma boa bibliografia nos garanta atualmente que os Estados
Unidos já atuavam em praças comerciais do Caribe, a exemplo de Havana,
desde o final do século XVIII29.
Ao intensificar a produção do óleo de baleia, e de outros artefatos dela derivados, os Estados Unidos passaram a abastecer a América Latina com esses
produtos. Fontes documentais brasileiras afirmam que, nos anos 1855, o óleo
de baleia usado em centros como Rio de Janeiro e São Paulo era importado
diretamente dos Estados Unidos30.
Ademais, ao assumir a vanguarda da caça do cetáceo nos oceanos mais longínquos, os Estados Unidos passaram também a exportar produtos elaborados
a partir das suas partes, sobretudo o óleo proveniente da gordura, essencial
para a lubrificação das máquinas industriais britânicas que jaziam trabalhando diuturnamente, consumindo vertiginosamente a força dos operários na
sua primeira fase de revolução industrial31.
Na década de 1820, os ambiciosos homens do Norte dos Estados Unidos, em
particular de Nantucket e New Bedford, haviam percebido a necessidade de
buscar uma possível equiparação ao processo industrial desencadeado na Inglaterra. A Revolução Industrial havia guinado a Grã-Bretanha à condição de
maior potência econômica mundial, e os americanos ansiavam por um espaço na nova ordem econômica. Ao lado do tráfico de escravos para a Amé26. Junqueira, 2008; Philbrick, 2005.
27. Sobre isso é importante destacar o estudo de Machado, 2005.
28. Graden, 2007.
29. Ver a esse respeito, por exemplo, Fraginals, 1988, capítulo 2.
30. Fragoso, Bicalho & Gouvêa, 2000, capítulo 3.
31. O melhor trabalho a esse respeito é o do historiador Dolin (2007).
89
Colección Mocha Dick
rica do Sul e Caribe, a produção em grande escala do óleo de baleia foi uma
das lucrativas atividades empreendidas pelos americanos. Até a descoberta
do petróleo, na Pensilvânia, o óleo de baleia cumpriria o papel de principal
combustível que mantinha as lamparinas acesas nas Américas e era o agente
lubrificante de máquinas muito utilizado no interior das fábricas inglesas32.
Ampliando seu senhorio sobre os mares, os norte-americanos passaram a
controlar, parcialmente, não só o abastecimento dessa importante matériaprima, mas também a movimentar uma indústria baseada na extração das
várias partes do cetáceo. Os feitos dos baleeiros serviram de inspiração para
obras literárias que marcariam época, dada a incrível aproximação entre ficção e realidade. Quando Herman Melville concluiu Moby Dick, o mais importante de todos os romances norte-americanos do século XIX, no ano de
1851, a jovem e ambiciosa nação estadunidense já possuía a mais avançada
indústria baleeira do mundo, suplantando inclusive a sua matriarca, a Inglaterra, e a sua frota naval já percorria os mais longínquos mares do globo na
busca dos cetáceos. Apenas para se ter uma breve noção da dimensão dessa
monstruosa indústria de caça marítima, dos 900 navios baleeiros registrados
no mundo, espalhados pelos oceanos, nada menos do que 735 eram americanos. Entre os anos 1835 e 1872, esses navios retiraram dos mares 300.000
baleias, média superior a 7.700 por ano.
Tal empreendimento era extremamente perigoso, mas a sede de riqueza que
impulsionava os americanos suplantava o temor de acidentes como aquele que
pôs fim ao Essex em 182033. Segundo cálculos da época, nos bons tempos de
“safra”, a receita total, oriunda do óleo e do osso, excedia a US$10 milhões,
equivalentes hoje a cerca de US$20 milhões. Além de grandes lucros, pois a
caça de baleia constituía o quinto maior setor econômico dos Estados Unidos,
essa indústria chegou a empregar cerca de 70.000 pessoas dos mais diferentes
extratos sociais34.
Naqueles tempos, New Bedford e Nantucket se constituíam as principais zonas portuárias da costa atlântica estadunidense, onde a maior parte dos baleeiros se aglomerava ao redor da cidade e da Ilha de Nantucket. Foi justamente dessa região que partiu, em 1838, a famosa expedição chefiada pelo
então empreendedor Charles Wilkes, cuja missão, dentre outras deliberações,
era, segundo o seu diário de bordo, mapear todo o Pacífico e apresentar aos
baleeiros uma espécie de coordenadas exatas para que, assim, eles pudessem,
mais facilmente, encontrar os cetáceos que migravam para aquele mar nas
temporadas de procriação.
32. Levitt & Dubner, 2010.
33. Philbrick, 2003.
34. Levitt & Dubner, 2010, p. 130.
90
Balleneros del Sur
Vale ressaltar que a expansão para o Sul mais distante35 também se encarregaria de avançar cada vez mais ao longínquo mar do Pacífico, pois rumar
para o sul significava encontrar grandes números de baleias. Em março de
1839, quando os aventureiros da expedição exploratória dos EUA, que haviam
partido no ano anterior rumos aos mares do sul, chegaram a um ponto bem
distante e jamais alcançado pelos exploradores anteriores, avistaram “os esguichos das baleias que lembravam a fumaça das chaminés de uma populosa
cidade”, escreveu um dos seus tripulantes. “A certa altura, uma enorme baleia,
maior do que o Flying Fish, surgiu na frente da escuna e se recusou a sair do
lugar, forçando os homens a empurrar a criatura com croques”, concluiu 36.
Naquela década, os Estados Unidos já possuíam a maior frota de navios baleeiros do mundo. E, como nos afirmou Nathaniel Philbrick, ao contrário dos
navios mercantes europeus, que usavam o Pacífico como uma via de passagem
de um lugar a outro, os baleeiros (norte-americanos) seguiam os erráticos movimentos dos cachalotes por toda a vastidão do maior oceano do planeta. As
vastas distâncias que percorriam exigiam que os capitães dos baleeiros buscassem provisões nas Ilhas da Polinésia37.
Na medida em que investiam na política de aprimoramento e sofisticação das
embarcações, nos conhecimentos náuticos, no descobrimento das rotas marítimas do Pacífico, passavam a dominar também os mares e a expandir as suas
influências por meio dos navios baleeiros que intensificavam as suas atividades nos oceanos do planeta38.
Essa deliberada dedicação a uma atividade assaz perigosa não era sem razão.
Como já foi dito, até bem antes da descoberta do petróleo em 1859 –um feito
dos próprios americanos na Pensilvânia–, o principal derivado do cetáceo, o
óleo extraído de sua gordura, se constituía o combustível utilizado nas mais
diferentes atividades econômicas do mundo inteiro. Mas não era somente o
óleo a matéria-prima valorizada. Demais partes do corpo do enorme animal
possuíam outras utilidades e eram valorizadíssimas nos mercados da Europa,
por exemplo39. Foi a baleação o motor econômico que impulsionou os negócios americanos no século XIX.
35. Horne, 2010.
36. Philbrick, 2003, p. 120.
37. Philbrick, 2003, p. 139.
38. Levit & Dubner, 2010, pp. 129-130.
39. Dolin, 2007, Introdução.
91
Colección Mocha Dick
considerações finais
Durante séculos, a caça da baleia, desenvolvida em quase todo o litoral brasileiro, enriqueceu famílias e consumiu a vida de milhares de escravos e homens
livres. Foi somente na primeira metade do século XIX, por meio da agressiva
política expansionista norte-americana, que as indústrias baleeiras declinaram não somente no Brasil, mas em várias partes da América Latina. As razões para essa franca decadência se deu em virtude do uso de uma tecnologia
mais sofisticada desenvolvida pelos norte-americanos ao longo dos séculos
XVIII e XIX que, em vez de caçar baleias em baías e levá-las para despostá-las
nas praias para, em seguida, levar os talhos de gordura para o processamento
em fábricas fixas em terra firme, passaram a usar os conhecidos navios-indústrias. Estas embarcações possuíam uma verdadeira fábrica de cozinhar baleias
nos seus porões e, no século XIX, estavam equipadas para passarem até quatro
anos sem voltar à terra natal.
Isso possibilitou aos americanos interceptar as baleias em alto mar, logo quando elas iniciavam a sua jornada na direção das baías no sul da América para
tentar a reprodução. Dessa maneira, os baleeiros conseguiam cercar e arpoar
as baleias em alto mar impedindo-as de chegar ao seu destino final. Em consequência dessa prática, no curso do século XIX, cada vez menos baleias chegavam ao litoral sul-americano enquanto os ianques passavam a dominar essa
industriosa e rentável atividade marítima. Sua associação com o tráfico de
escravos só fez ampliar ainda mais as possibilidades de aumentar a riqueza
e manter algumas zonas de plantation das Américas abastecidas de cativos
capturados na África, até as primeiras décadas do século XIX.
Mas essa relação entre tráfico de escravos e caça de baleias, negócios empreendidos pelos norte-americanos, será objeto de análise em outra pesquisa que
se encontra em curso. No limite de nossas abordagens, refletimos aqui sobre
o modo como surgiu a baleação em duas Ilhas das Américas, banhadas pelo
Atlântico, e como o aprimoramento tecnológico proporcionou conexões entre
dois universos que, embora distantes geograficamente, apresentaram semelhanças e singularidades na arte de matar e processar baleias durante séculos.
referências bibliográficas
ALENCASTRO, Luiz Felipe de (2000). O Trato dos Viventes. Formação do Brasil no Atlântico Sul. 4ª reimpressão, São Paulo, Companhia das Letras.
BONILLA, Heráclito (1990). O Impacto da Revolução Francesa nos movimentos de independência da América Latina. In: Coggiolla (Org.) A Revolução
Francesa e seu impacto na América Latina. São Paulo, Edusp.
92
Balleneros del Sur
DIAS, Maria Odila Leite da Silva (1995). Quotidiano e Poder em São Paulo no
século XIX. São Paulo, Brasiliense.
DOLIN, Eric Jay (2007). Leviathan: The history of whaling in America. New
York: W. W Norton & Company, Inc.
ELLIS, Miriam (1968). A baleia no Brasil Colonial. São Paulo, EDUSP.
ELTIS, David (2000). A participação dos países da Europa e das Américas no
tráfico transatlântico de escravos. Novas evidências. Revista Afro-Ásia, Centro
de Estudos Afro-orientais, 24.
FRAGINALS, Manoel Moreno (1988). O Engenho. Vol. 1. São Paulo, Hucitec,
Capítulo 2.
FRAGOSO, João Luís; BICALHO, Fernanda & GOUVÊA, Maria de Fátima
(2000). O Antigo Regime nos Trópicos: A dinâmica Imperial Portuguesa. (Séculos
XVI-XVIII). Rio de Janeiro, Civilização Brasileira.
GRADEN, Dale T (2007). O envolvimento dos Estados Unidos no comércio
transatlântico de escravos para o Brasil, 1840-1858. Revista Afro-Ásia, Centro
de Estudos Afro-Orientais, 35.
HORNE, Gerald (2010). O Sul mais distante. O Brasil, os Estados Unidos e o
tráfico de escravos africanos. São Paulo, Companhia das Letras.
JUNQUEIRA, Mary Anne (2008). Charles Wilkes, a U. S. Exploring Expedition e a busca dos Estados Unidos da América por um lugar no mundo (18381842). Revista Tempo, 25.
KIDDER, Daniel Parish (1980). Reminiscências de viagens e permanências no
Brasil: Províncias do Norte. Belo Horizonte: Itatiaia; São Paulo: Edusp.
LAPA, José Roberto do Amaral (2000). A Bahia e a Carreira da Índia. São
Paulo, Hucitec.
LEVITT, Stevend D. & DUBNER, Sthephen J (2010). Super Freakonomics. O
lado oculto do dia a dia. Rio de Janeiro, Elsevier.
MACHADO, Maria Helena Pereira Toledo (2005). Brasil a Vapor. Raça, Ciência e Viagem no Século XIX. Tese apresentada para o concurso de Livre-Docência, Disciplina: História do Quotidiano, Departamento de História, FFLCHUSP, São Paulo.
93
Colección Mocha Dick
MATTOSO, Kátia M. de Queiroz (1992). A Bahia no Século XIX. Uma Província no Império. Rio de Janeiro: Nova Fronteira.
PHILBRICK, Nathaniel (2003). A Vingança da baleia. São Paulo: Companhia
das Letras.
PHILBRICK, Nathaniel (2005). Mar de Glória. Viagem americana de descobrimento, 1838-1842. São Paulo: Cia das Letras.
RUSSEL-WOOD. A. J. R (2005). Escravos e Libertos no Brasil Colonial. Rio de
Janeiro, Civilização Brasileira.
SOARES, Cecília C. Moreira (2006). Mulher negra na Bahia no século XIX.
Salvador: EDUNEB.
SOUZA, Laura de Mello e (2004). Desclassificados do Ouro. A pobreza mineira
no século XVIII. Rio de Janeiro: Graal.
TOLENARE, J. F (1956). Notas Dominicais tomadas durante uma viagem em
Portugal e no Brasil. 1816, 1817 e 1818. Salvador: Livraria Progresso.
VIANNA, Hildegardes (1994). Antigamente era assim. Rio de Janeiro: Record,
Salvador: Fundação Cultural do Estado da Bahia.
VICKERS, Daniel (1997). The First Whalemen of Nantucket. In: Calloway
(editor). After King Philip’s War. Presence and persistence in Indian New World.
Hanover: University Press of New England.
VILLAR, Frederico (1911). Pelas Indústrias da pesca no Brasil. Rio de Janeiro:
Garnier.
WASSERMAN, Cláudia (Coord.) (2000). América Latina: cinco séculos. Porto
Alegre: Ed. da Universidade/UFRGS.
WIED-NEUWID, Maximiliano (príncipe) (1958). Viagem ao Brasil nos anos
1815-1817. São Paulo: Cia. Editora Nacional.
94
Balleneros del Sur
DE “LAGO ESPAñOL” A MAR INTERNACIONAL.
EL ROL DE LOS BALLENEROS EN EL DESMANTELAMIENTO
DEL IMPERIALISMO ESPAÑOL EN EL OCÉANO PACÍFICO
(1780-1796)1
Ramiro Flores Guzmán
resumen
Durante la mayor parte del período colonial, el Océano Pacífico fue popularmente identificado como el “Lago Español” debido al hecho que España logró
controlar ese inmenso espacio marítimo. Sin embargo, el dominio hispánico
fue desafiado por otras potencias europeas que buscaban expandir sus propios
imperios coloniales desde el siglo XVIII. Este artículo explora el crucial rol de
la pesca de ballenas en el desmantelamiento de la soberanía española en aguas
del Pacífico, así como el ascenso del imperialismo británico y norteamericano
en la región al final de la época colonial.
Palabras Claves: Océano Pacífico, Sobernia española, Siglo XVIII, Imperialismo británico y norteamericano.
abstract
During most part of colonial period, the Pacific Ocean was popularly identified as the “Spanish Lake” due to the fact that Spain managed to keep control
of such immense maritime space. However, the Spanish rule was disputed by
other European powers that sought to expand their own colonial empires since the 18th century. This article explores the key role of whaling in dismantle
of Spanish sovereignty in the Pacific waters, as well as the rise of British and
North American imperialism in the region at the end of the colonial times.
Keywords: Pacific Ocean, Spanish sovereingty, 18th century, Bristish and
American Imperialism.
1. Quiero agradecer de forma especial al historiador australiano Christopher Maxwhorty por los comentarios y sugerencias que ayudaron a mejorar este texto.
95
Colección Mocha Dick
introducción
Cuando en 1788, el capitán del barco inglés AMELIA, James Shields, decidió
cruzar el Cabo de Hornos para cazar ballenas en aguas del Pacífico sudamericano, probablemente nunca reparó en el enorme significado de su acción.
Sin proponérselo de antemano, Shields no solo abrió una nueva ruta para el
tráfico ballenero internacional, sino que además rompió con el inveterado
monopolio de la navegación en el Océano Pacífico que los españoles habían
detentado sin interrupción por espacio de casi tres siglos. Este hito histórico
plantea a los historiadores modernos una pregunta crucial: ¿Por qué la caza de
ballenas tuvo el potencial de acabar con el dominio hispánico en ese espacio
marítimo? Para responder esta cuestión tenemos que entender las líneas básicas de la política española en el Pacífico. Y más importante aún, comprender
por qué ninguna otra potencia colonial desafió el dominio hispánico en el
Pacífico hasta bien entrado el siglo XVIII.
Esta historia se inicia con el descubrimiento de América. Después del éxito
de la aventura colombina comenzaron a surgir espinosas interrogantes sobre
la naturaleza de los territorios descubiertos: ¿Eran parte del Asia, o se trataba
de territorios desconocidos? Y si realmente era un nuevo continente, ¿dónde
terminaba? Los más preocupados con este asunto eran los cartógrafos, cuyas
representaciones del mundo conocido habían sido rápidamente sobrepasadas
por las exploraciones de los marinos ibéricos. El primero en arriesgar una
nueva caracterización visual de la Tierra fue el cartógrafo alemán Johannes
Schöner, quien en su famoso globo de 1520, mostró al Nuevo Mundo como
dos islas (América y Parias), las cuales eran intersectadas por tres pasos practicables al norte, centro y sur; los cuales desembocaban en un inmenso océano
que conducía al Asia.
Para los exploradores europeos de la época las implicancias de este mapa
eran enormes, pues entendieron que el control de la ruta occidental al Asia
dependía de encontrar esos “pasos” o “estrechos” interoceánicos (González
1964). Desde entonces, las mayores potencias coloniales se enfrascaron en
una competencia por descubrir esos caminos que les permitieran atravesar
el continente americano. Ingleses y franceses se concentraron básicamente en
la región norte, procurando el mítico Estrecho de Anián o Paso del Noroeste (“Northwestern Passage”), empresa que se reveló infructuosa con el correr
del tiempo. En contraposición, los españoles tuvieron mucho más éxito en su
exploración por el centro y sur del continente. Ya en 1513, el capitán español
Vasco Núñez de Balboa pudo alcanzar por primera vez el Pacífico a través del
istmo de Darién (en la actual Panamá), bautizando ese océano con el apelativo de “Mar del Sur”. Años después, en 1519, Fernando de Magallanes llegó
al extremo meridional de América, donde encontró un estrecho paso el cual
comunica directamente con el Pacífico. Ambas empresas exploratorias no sólo
96
Balleneros del Sur
Figura 1. Globo de Johannes Schöner (1520).
Figura 2. Maris Pacifici por Ortelius (1589).
97
Colección Mocha Dick
le permitieron a España controlar las rutas marítimas al Asia por los mares
occidentales, sino también adquirir un dominio “de facto” sobre el inmenso
Océano Pacífico.
La Corona hispánica no se contentaba con un dominio informal, sino aspiraba a ejercer soberanía efectiva sobre ese espacio marítimo. Y para lograrlo
requería de una colonia asiática que le permitiera rentabilizar los viajes a través de toda la cuenca y definir las fronteras de su área de influencia imperial
frente a los dominios coloniales de Portugal. Su primer objetivo fue conquistar las islas Molucas, las cuales también eran reivindicadas por los lusitanos.
Las expediciones de Magallanes en 1519 y de fray García Jofré de Loayza en
1525 no lograron asentar firmemente el dominio español, por lo que la Corona
española reconoció la posesión portuguesa de las islas merced al Tratado de
Zaragoza de 1529 (Sánchez 2009).
El hecho que la metrópoli renunciase a una política expansiva en el Asia no
desanimó a las elites coloniales, las cuales veían grandes perspectivas de lucro
en la expansión colonial en el Pacífico. Los mexicanos fueron los más activos propulsores de esta empresa, alentados por las oportunidades comerciales
que ofrecía la posesión de colonias asiáticas. Desde México se despacharon
cuatro expediciones al Pacífico con desigual suerte: Álvaro Saavedra Cerón
1527, Hernando Grijalva 1536, Ruy Lopes de Villalobos 1546 y Miguel López
de Legazpi 1564. Sin embargo, el saldo final fue positivo pues se conquistó
el archipiélago de las Filipinas y se encontró una ruta segura para el viaje de
vuelta a México (Bankoff 2006). Por su parte, las autoridades peruanas también financiaron viajes de exploración al Pacífico, aunque su objetivo era muy
distinto al de los mexicanos. En el Perú circularon por mucho tiempo, historias fantásticas sobre los viajes del inca Túpac Yupanqui a ignotas islas del occidente, donde se presumía la existencia de las míticas minas del rey Salomón
(Zeballos 1999). Para certificar la veracidad de estas informaciones, las autoridades peruanas organizaron tres expediciones (Álvaro de Mendaña en 1567
y 1595 y Pedro Fernández de Quirós en 1603), las cuales no lograron mayores
resultados fuera de la ampliación del conocimiento geográfico en la zona. En
síntesis, se puede afirmar que a pesar de los modestos resultados de todas las
empresas de exploración, la Corona española logró al menos consolidar su
indiscutible dominio en el Pacífico, océano que sería conocido desde entonces
con el grandilocuente título de “El Lago Español” (Spate 2006).
Resulta paradójico que la Corona española, a pesar de contar con el monopolio de la ruta marítima que conducía de Europa al Asia por los mares occidentales, nunca se preocupó por expandir el flujo comercial en ese itinerario. La
respuesta tiene que ver con la controvertida “cuestión de las Filipinas”. Si bien
la posesión de las islas era de importancia geopolítica para los intereses hispánicos, en el plano económico su conservación tuvo notorios efectos negativos
98
Balleneros del Sur
para la Corona. Desde 1571, Filipinas se convirtió en un entrepôt para todas las
mercaderías del Lejano Oriente que eran enviadas a México para después ser
reexportadas a las demás colonias americanas a cambio de plata. Este drenaje
de ingentes cantidades de numerario afectaba de forma directa a los mercaderes españoles que mantenían el tráfico legal entre las posesiones americanas
y la Península, e indirecta a la Corona, que dependía de los impuestos a ese
comercio para financiar su política imperial.
El problema se agravó cuando en 1581 el gobernador de Filipinas, Gonzalo
Ronquillo de Peñalosa, envió una expedición al Perú para explorar una nueva
ruta comercial en los dominios americanos. En respuesta, al año siguiente
la Corona emitió una Cédula prohibiendo el comercio directo de Filipinas
con cualquier puerto americano, a excepción de Acapulco. Esta restricción no
detuvo el flujo comercial, pues los cargamentos asiáticos seguían fluyendo de
Acapulco a Lima. La Corona buscó restringir este tráfico triangular mediante
varias ordenanzas con escaso éxito, por lo que en 1633 tomó la decisión de
cortar el nudo gordiano, prohibiendo definitivamente el comercio recíproco
de México y Perú (Schurz 1918: 395-398), lo cual significó un golpe tremendo
a la integración comercial de las mismas colonias hispanoamericanas.
A partir de esta somera introducción se puede concluir que la política española en el Pacífico fue altamente contradictoria, pues si bien consideraba de
relevancia política la preservación del dominio sobre el espacio oceánico, en la
práctica redujo al máximo el contacto entre los diferentes puntos de la cuenca.
Como resultado, el Pacífico español se convirtió en un espacio subutilizado y
crónicamente anémico en el plano económico, pues el miedo a liberar el tráfico entre ambas orillas del océano actuó como un freno a cualquier política
promotora del imperialismo español en Asia.
Tal vez esta pasividad pueda explicarse indiscutido el dominio español en el
área, pues la combinación entre lejanía geográfica y pobre desarrollo comercial pudo haber disuadido a otros países competidores a disputar militarmente el control del Pacífico. Otro factor que debe ser tomado en cuenta, es la
tremenda dificultad que tenían los enemigos de España para llegar a las costas
del Pacífico a través del estrecho de Magallanes y el Istmo de Darién en Panamá. De hecho, los españoles tenían una gran confianza en esta protección
natural, como lo reflejan las palabras del virrey duque de la Palata, para quien
el Perú se hallaba “en los últimos confines del mundo cerrado con dos puertas que
se tubieron por impenetrables, la del estrecho con su larga y peligrosa navegación,
y la de tierra por los innacesibles y no conocidos caminos de tierra firme, […] que
dieron a este mar el nombre de Pacífico, y al comercio la confianza de navegar sin
prevención de armas” (Aldana Rivera, 1997: 18).
99
Colección Mocha Dick
Sin embargo, la amenaza más concreta a la soberanía española procedía de
corsarios y piratas cuyo interés no era la colonización, sino la captura de un
botín. Para contrarrestar este peligro ocasional se creó una flota militar conocida como la Armada del Mar del Sur, y se fundaron varios puestos militares
en los límites del imperio con el objetivo de impedir el paso de naves extranjeras a la región. La efectividad de esta organización defensiva era bastante discutible, pues los efectivos militares apenas si tenían algún tipo de preparación,
mientras que los pocos barcos que vigilaban las costas eran viejos armatostes
usados para resguardar las flotas mercantiles que participaban en la Feria de
Portobello (Albi 1987). Lo cierto es que más allá de algunas esporádicas aventuras corsarias, ninguna potencia tuvo un real interés en desafiar el dominio
hispánico en el Pacífico hasta bien entrado el siglo XVIII.
un antecedente del colonialismo en el pacífico: las
expediciones científicas en el siglo xviii
Por más que parezca una casualidad, la irrupción de los balleneros en el Pacífico fue parte de un proceso más amplio de expansión del imperialismo europeo en territorios inexplorados por las potencias coloniales. A diferencia
del colonialismo del siglo XVI, cuyos principales agentes fueron soldados y
curas, en el siglo XVIII la vanguardia del movimiento fue encabezada por exploradores científicos, quienes unían a sus intereses intelectuales una actitud
de militante defensa de los intereses imperiales de sus respectivos estados. En
efecto, el objetivo de estas expediciones era describir las áreas en blanco de los
mapas, así como encontrar algún producto que pudiera sustentar financieramente cualquier proyecto de colonización territorial. La gran oleada de expediciones científicas al Pacífico tuvo su cenit entre la década de 1760 y 1790.
Los franceses, por ejemplo, enviaron tres grandes expediciones (Bouganville
1766-69, Kerguelen-Trémarec 1771-74 y La Pérouse 1785-88), mientras que los
ingleses exploraron ávidamente toda la cuenca del océano completando cinco
expediciones (Wallis 1766-68; Cook 1768-71, 1772-75 y 1776-79, y Vancouver
1791-95). Los rusos también fueron activos exploradores en la franja norte del
Pacífico por evidentes motivos territoriales, destacando las expediciones de
Bering (1740-41) y Billings (1785-94).
Esta virtual “invasión científica” del Pacífico alarmó a los círculos políticos
españoles, que veían en ellas pruebas irrefutables de un imperialismo mal disimulado por parte de sus competidores europeos. En respuesta, tanto las autoridades metropolitanas como coloniales alistaron expediciones a los cuatro
cantos del Pacífico, con el objetivo de reivindicar los derechos españoles en
este amplio espacio marítimo. Esta era casi una necesidad en la época, pues
cualquier pretensión de soberanía debía ser respaldada por la ocupación efectiva del territorio, cuyo reconocimiento sólo era posible merced a la presentación de un mapa que atestiguase la exploración in situ del lugar. La mayor
100
Balleneros del Sur
parte de expediciones fueron enviadas al Pacífico Norte, específicamente a
las costas norteamericanas (Juan José Pérez 1774, Juan Francisco de la Bo-
Figura 3. Descubrimientos del capitán James Cook en el Pacífico.
dega y Quadra 1775 y 1779, Esteban José Martínez y Gonzalo López de Haro
1788, Salvador Fidalgo 1790, Francisco de Eliza 1791 y 1793, Dionisio Alcalá
Galiano y Cayetano Valdés Flores 1792 y Jacinto Caamaño 1792). Otras expediciones fueron dirigidas al Pacífico sur, a la Isla de Pascua (1770) y Tahití
(1772, 1774 y 1775). Sin embargo, la mayor expedición científica española fue
organizada por el marino italiano Alejandro Malaspina (1789-1794), quien
emulando a Cook se dedicó a explorar de forma concienzuda toda la cuenca
del Pacífico (Pimentel 1992).
Los científicos de la Ilustración fueron, ante todo, hombres de ciencia que
cuestionaban la posición del ser humano en la naturaleza. Su expectativa era
reconstruir la historia natural de todas las regiones del globo mediante la observación directa de su objeto de estudio, lo que convirtió a muchos de ellos en
viajeros y exploradores. Y aunque su labor tenía un legítimo interés científico,
no podían substraerse al hecho que sus pesquisas tenían una importancia política y económica relevante para sus respectivos gobiernos. Puede colegirse
entonces, que las expediciones científicas fueron antecedentes importantes del
colonialismo europeo en el Pacífico, ya que realizaron una exhaustiva prospección económica del área para encontrar productos que pudiesen ser transformados en commodities transables en el mercado internacional.
En otras palabras, los científicos eran, de alguna manera, un grupo de vanguardia que identificaba una gama de opciones que podrían dar lugar a una
explotación comercial en el futuro. Es evidente que no todos los recursos mapeados –ya sean estos animales, plantas o minerales– tenían el mismo poten101
Colección Mocha Dick
cial económico para financiar viajes tan largos y desgastantes a lo largo de un
inmenso espacio marítimo. Es por eso que al final, sólo un puñado de recursos
terminó por constituir la base para la colonización del Pacífico. Estos fueron,
animales (nutrias, ballenas y focas) durante el siglo XVIII, y abonos orgánicos
e inorgánicos (guano de islas y salitre) en el XIX (Cushman 2013).
la “invasión inglesa” del pacífico y la caza de ballenas
A pesar que a menudo se suele vincular la internacionalización del Pacífico
con el imperialismo británico (teniendo en consideración que Inglaterra era la
mayor potencia marítima de la época), lo cierto es que el país pionero en esta
empresa fue irónicamente el de mayor vocación terrestre del mundo: Rusia.
Y eso sucedió a pesar que la expansión rusa tenía una lógica totalmente diferente a la que animaba a los países de Europa Occidental, pues se fundaba en
la ocupación de su inmenso territorio continental en Asia. El avance ruso no
tenía un comando específico ni un plan predeterminado. Simplemente consistía en el lento desplazamiento de grupos de colonizadores en dirección al
este, procurando animales de pieles preciosas cuya venta financiaba el asentamiento y colonización. No sorprende, por tanto, que llegados a los confines
de Siberia, los rusos cruzasen el Estrecho de Bering en dirección al Nuevo
Mundo en un indeterminado momento del siglo XVII.
Lo que les animaba a enfrentarse al gélido y hostil ambiente de la región septentrional del Pacífico era la existencia de grandes poblaciones de nutrias marinas, cuyas pieles se vendían a precio de oro en China (Gibson 1992). El negocio era practicado por compañías privadas que utilizaban la mano de obra de
los nativos de la región para proveerse de pieles. En un principio, las empresas
rusas concentraron su actividad en un arco que iba de las Islas Aleutianas hasta Hokkaido en Japón, pero cuando el recurso comenzó a escasear, los rusos
fueron avanzando cada vez más al sur a lo largo de la costa Noroeste desde la
década de 1780. Desde inicios del siglo XVIII el gobierno zarista comenzó a
interesarse de verdad en la empresa colonizadora de sus connacionales en el
Pacífico, debido a las potencialidades económicas del área y los ingresos fiscales que ella podría generar. Ese interés se tradujo en apoyo logístico y envío de
exploradores que pudiesen mapear el territorio con el objetivo de consolidar
la soberanía rusa en la zona. Con todo, el proyecto colonizador de Rusia era
bastante conservador pues se limitaba a la explotación de un único recurso
(las nutrias) en la franja más septentrional del continente, la cual tenía comunicación directa con su enorme imperio continental asiático.
Otro fue el caso de Inglaterra, que a diferencia de Rusia, desenvolvió una
política colonizadora sistemática en varios puntos de la extensa cuenca del
Pacífico al final de la década de 1780. Esta sincronía cronológica tiene una
explicación muy clara: por entonces la Corona inglesa fue restringiendo los
102
Balleneros del Sur
derechos de navegación y comercio monopólicos que habían disfrutado durante largo tiempo las grandes compañías comerciales inglesas, como la East
India Company y la South Seas Company, tanto en el Asia como en el Pacífico.
Esto favoreció la iniciativa privada de varios emprendedores que buscaban
expandir o abrir nuevos ramos de negocio en el Pacífico. A ello habría que
sumarle la independencia de las Trece Colonias en Norteamérica, lo que reactivó la aletargada política colonial inglesa, en pos de resarcirse de su dolorosa
pérdida territorial.
Tanto la iniciativa comercial privada como el impulso colonial estatal no habrían fructificado sin un subsidio esencial: información sobre las potencialidades económicas del Pacífico. Y en este aspecto, se debe aquilatar en su justa
medida el importante rol cumplido por el navegante James Cook. A lo largo
de sus tres grandes viajes (1768-71; 1772-75 y 1776-79), Cook exploró profusamente toda la extensión de la cuenca, recolectando valiosos datos sobre la
geografía, la flora y fauna, y los grupos humanos que habitaban la región. Además hizo un levantamiento bastante certero sobre las actividades económicas
y recursos explotados por otras potencias coloniales en el área. La publicación
de sus cuadernos de viajes entre 1773 y 1784, tuvo un profundo impacto en la
sociedad británica, sobre todo entre varios empresarios e inversionistas quienes se organizaron para explotar las nuevas vetas de negocio identificadas por
el navegante inglés en sus travesías.
Uno de estos emprendedores era el marino John Meares. Habiendo leído en
el diario de viajes de Cook sobre las extravagantes ganancias generadas por
el comercio ruso de pieles de nutria en China, Meares organizó una empresa para dedicarse a esta actividad en las costas del Noroeste norteamericano.
Pero primero tenía que sortear el monopolio del comercio y navegación en el
Pacífico y Asia detentado por la East India Company y la South Sea Company.
Para lograrlo, simplemente colocó a su empresa y sus barcos bajo bandera portuguesa, partiendo del puerto de Cantón en 1786 con dirección a Alaska. Esta
primera aventura fue un rotundo fracaso, pero Meares no estaba dispuesto a
rendirse, por lo que organizó una segunda expedición dos años después, la
cual recaló en la bahía de Nootka (actual Canadá), donde estableció un puesto
provisional para acopiar pieles, reivindicando el territorio a favor de Inglaterra (King 2011).
Por su parte, la Corona inglesa también participó en el proceso de colonización del Pacífico para compensar sus pérdidas territoriales en Norteamérica.
En 1786, el gobierno británico firmó el acta para la formación de una nueva colonia en la costa este de Australia, enviando para el efecto una primera
expedición que llegó a su destino en 1788. El sitio escogido fue Botany Bay,
donde se construyó una penitenciaria que albergaría a los elementos indeseables de la sociedad inglesa. A pesar de este modesto origen, la ocupación de
103
Colección Mocha Dick
Australia e islas vecinas era un proyecto político de gran alcance que excedía
los cálculos lucrativos de corto plazo. De todas formas, ese asentamiento tenía
una innegable importancia económica pues aseguró una intensificación del
tráfico comercial a través del Pacífico para asegurar la comunicación entre las
nuevas colonias y la metrópoli.
Ahora bien, tanto el puesto provisional instalado por Meares en Nootka, como
la colonia penal fundada por el gobierno en Botany Bay eran establecimientos
pequeños, que no movilizaban un tráfico importante de barcos, y que por lo
tanto no tenían el potencial suficiente para desafiar el dominio español en
aguas del Pacífico. Además, se trataba de puestos coloniales que explotaban
recursos en tierra, no en el mar. La verdadera invasión del Pacífico sería protagonizada por otro tipo de empresario-colonizador. Uno que tuviese la capacidad de movilizar grandes flotas en mar abierto y cuyo foco de interés fuese un
recurso marino fácilmente transable en el mercado internacional. Ese grupo
fue el de los cazadores de ballenas y focas.
En el siglo XVIII, la industria ballenera británica era la mayor del mundo, tanto por la magnitud de las flotas como por el avance técnico en materia de pesca. Los ingleses fueron los primeros en adoptar la “pesca pelágica”, que consistía en cazar ballenas mar adentro, lo que permitía a los marinos tener mayor
libertad para explotar amplios espacios oceánicos, viajando largas distancias
en busca de grandes poblaciones de cetáceos. Aunque en un inicio la actividad de los británicos se desenvolvió en el Atlántico Norte, los buques fueron
migrando al Atlántico Sur a partir de la década de 1770, lo que coincidió, en
líneas generales, con la gran expansión de la industria ballenera inglesa.
A. G. E. Jones (1981) hizo una descripción bastante detallada de las empresas
balleneras durante los años dorados del gran auge de la pesca en el Sur (1776–
1846). La industria tenía su sede principal en Londres, donde se concentraba
la mayor parte de la flota. En general, esta actividad tenía pocas barreras de
entrada, lo que multiplicaba el número de competidores y reducía la vida media de las empresas del sector. Jones encontró, que de las 300 firmas que operaron en el periodo estudiado tan sólo un puñado sobrevivió más de dos décadas, como Curling, Champion, Gale, Hills & Co., Daniel Bennett, Enderby’s,
Boulcott y Milner. La amplia mayoría de las empresas eran pequeñas, pues
apenas contaban con uno o dos barcos para las faenas de pesca. Sólo cinco
firmas disponían de más de 5 barcos como Bennett, Enderby, Mellish, Burnie
& Co., y T. Ward (Jones 1981: 90). El dominio inglés se consolidó gracias a la
afluencia de muchos marineros norteamericanos procedentes de Nantucket,
quienes llegaron a trabajar en la industria ballenera británica después de la
firma del Tratado de Paz de Paris de 1783, el cual puso fin a la guerra entre
Estados Unidos e Inglaterra (Chris Maxwhorty, comunicación personal).
104
Balleneros del Sur
Figura 4. Una visión de la pesca de ballenas (1790).
Siendo Londres el centro de la actividad ballenera británica, no es casual que
los grandes capitanes de la industria desarrollasen estrechos vínculos con
acaudalados capitalistas de la City e influyentes políticos del gobierno. Este fue
el caso, por ejemplo, de Samuel Enderby Jr., dueño de la firma Enderby & Sons,
quien es acreditado como el responsable de expandir la pesca de ballena hacia
el hemisferio sur en 1775, negocio que condujo “con un espíritu de empresa sin
igual frente a cualquier otra persona” (Jones 1981: 93). Enderby, al igual que
otros balleneros de la época, era parte de una activa comunidad empresarial
que invertía en otros negocios asociados al rubro marítimo como construcción naval, aprovisionamientos, seguros, exportaciones y especulación financiera (Byrnes 1988). Más importante todavía eran sus conexiones políticas con
connotados miembros del gobierno británico como Lord Hawkesbury, quien
en su calidad de Secretario de guerra y Presidente de la cámara de comercio desarrolló una profusa labor de lobby a favor de los balleneros nacionales
(Byrnes 1988).
Contando con el apoyo oficial, Enderby despachó en 1788 el barco AMELIA
hacia los mares del sur. La tripulación de la nave –al igual que la de varios balleneros ingleses y franceses– estaba conformada por inmigrantes procedentes de Nantucket, quienes eran reputados como los marinos más expertos en
las duras faenas de pesca de ballena. El mando de la expedición fue confiado
al capitán norteamericano James Shields. Según el historiador John R. Spears
(1910), el barco tenía como destino las costas de Brasil, pero desafortunadamente llegó tarde a la zona de pesca cuando los cetáceos ya habían emigrado
al sur. En esta difícil coyuntura, Shields recordó haber leído en el diario del
capitán James Cook sobre la existencia de grandes poblaciones de cetáceos
en el Pacífico. Desvió entonces su nave en dirección al Cabo de Hornos con
105
Colección Mocha Dick
el objetivo de aventurarse en las desconocidas aguas del Mar del Sur. Al año
siguiente regresó a Londres con las bodegas llenas de aceite de ballena, y más
importante aún con la confirmación de las potencialidades de la pesca comercial en la región.
Para Dan Byrnes (1988), la EMILIA navegó por el Pacífico siguiendo instrucciones específicas del mismo Samuel Enderby, quien el mismo año de la partida del barco buscó información sobre el riesgo de navegar en mares ocupados
por españoles y la posibilidad de establecer un puesto ballenero en la isla Juan
Fernández. Enderby reconocía la importancia de realizar una expedición pionera pues “del éxito de nuestra nave depende el establecimiento de la pesca en el
Océano Pacífico Sur, ya que muchos propietarios han declarado que esperarían
que nuestro barco tenga éxito allí, pues en ese caso, una gran rama de la Pesquería
se abriría en esos mares” (Byrnes 1988). En todo caso, es altamente improbable que Shields hubiese decidido de motu proprio cambiar de ruta, ya que
en principio no era el dueño de la nave, y más importante, la navegación en
mares no explorados requería de un permiso oficial del gobierno británico. Es
presumible, por tanto, que el empresario Samuel Enderby ya contase con un
aval oficial al momento de despachar la EMILIA en 1787 (Chris Maxwhorty,
comunicación personal).
las convenciones de nootka y la apertura oficial del
pacífico
Las autoridades españolas no permanecieron pasivas frente a los evidentes
avances del colonialismo inglés en los cuatro cantos del Pacífico. En 1789, enviaron una expedición a la bahía de Nootka al mando del capitán Esteban José
Martínez para reafirmar los derechos de España sobre ese territorio que había
sido recientemente reivindicado por John Meares, en nombre de Inglaterra.
En cumplimiento de su deber, Martínez apresó una nave inglesa junto a su
tripulación, noticia que llegó con rapidez a oídos del gobierno británico, el
cual consideró el incidente como un casus belli.
Los políticos ingleses, convenientemente azuzados por lobistas de la industria
ballenera, enviaron un ultimátum de guerra a España en caso no liberar a los
cautivos y reconocer los derechos ingleses sobre el área. Los españoles esperaban la ayuda de Francia en función a los pactos de familia vigentes entre los
monarcas de ambos países. Pero esta ayuda nunca llegaría, debido al estallido
de la Revolución Francesa. Huérfana del apoyo galo y con una economía debilitada por la estrechez económica 2, las autoridades españolas no tuvieron más
remedio que sentarse a la mesa de negociaciones. Los representantes oficiales
2. El conde de Floridablanca no quiso ir a una guerra contra Inglaterra por una motivación económica, ya que, como él mismo explicó, “la Real hacienda apenas puede con los gastos del tiempo de paz,
106
Balleneros del Sur
de ambas naciones llegaron a un acuerdo que fue suscrito en el palacio de San
Lorenzo del Escorial, el 28 de octubre de 17903. Este acuerdo, conocido como
la Convención de Nootka, definió los nuevos parámetros que regularían la
apropiación de colonias en el futuro. Se abandonó de manera definitiva el anacrónico argumento del dominio colonial fundado en la “donación papal”, por
cuanto la soberanía no era considerada potestad de una autoridad religiosa. Y,
aunque aún se reconocía el principio del “primer descubrimiento”, se estableció
como criterio de mayor jerarquía la ocupación efectiva del territorio4. Como
resultado, la Corona española tuvo que aceptar a regañadientes la reivindicación inglesa sobre áreas del Noroeste norteamericano que habían sido ocupadas previamente por sus súbditos, con lo cual reconocía, de facto, el fin de su
dominio sobre el Pacífico americano.
Lo que resulta sorprendente es la forma como la Cancillería británica desvió
el foco de la atención del problema limítrofe para discutir el tema de los derechos de navegación en aguas del Océano Pacífico. Y sorprende aún más, la
pasividad de los españoles al aceptar la inclusión de este asunto en la agenda
de la negociación. Lo cierto es que Inglaterra logró abrir totalmente el acceso
del Pacífico a sus súbditos para la navegación y colonización de áreas todavía
no ocupadas, con la simple condición de no permitir a sus marinos acercarse a
los dominios españoles para realizar el contrabando. Esta cesión de soberanía
significó, en palabras del historiador chileno Sergio Villalobos, “la explícita
renuncia de España a su hegemonía en el Pacífico” (Villalobos 1968: 140)5.
y así, para el de guerra, en que bajan las entradas y sube los gastos, es preciso recurrir al crédito; es
de temer que no lo tenemos para hallar caudales dentro ni fuera de España” (Fernández 1973: 15).
3. Convención concluida entre España e Inglaterra transigiendo varios puntos sobre pesca, navegación
y comercio en el Océano Pacífico, firmada en San Lorenzo a 28 de Octubre de 1790. Sus cláusulas
eran las siguientes: 1. La restitución de edificios y terrenos de que se había desposeído a los súbditos
de Su Majestad Británica en la costa Noroeste de la América septentrional e islas adyacentes. 2. La
indemnización de daños causados en terrenos, edificios, navíos y mercaderías con actos de violencia
o de hostilidad. 3. No perturbar en lo sucesivo a los súbditos respectivos navegando o pescando en el
Océano Pacifico, o bien desembarcos en las costas de este mar en parajes no ocupados ya. 4. Su Majestad Británica se obligaba a emplear los medios más eficaces para que la navegación y la pesca de sus
súbditos no sirvieran de pretexto al comercio ilícito. 5. Tanto en los lugares restituidos a los ingleses
como en las demás partes de la costa Noroeste de la América septentrional ocupadas por los españoles,
tendrían libre entrada los súbditos de una y otra nación (Fernández 1973: 15).
4. El argumento de la ocupación efectiva del territorio está fuertemente enraizado en la mentalidad
inglesa para la cual la propiedad privada –que consiste en el “mejoramiento” de la naturaleza– debe
ser un principio rector de las relaciones humanas a todo nivel , personal, social e internacional (Norris
1955).
5. El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna ya había advertido sobre las consecuencias del
tratado, al señalar que “desde ese día, el Pacífico dejó de ser un mare clausum; comenzó al contrario la
era de las invasiones pacíficas del comercio en todo nuestro litoral” (Pereira Salas 1971: 34).
107
Colección Mocha Dick
Como es lógico, los balleneros ingleses estaban de plácemes con el acuerdo,
por el cual habían luchado por varios años. El 25 de noviembre, Samuel Enderby escribió una carta al Primer Ministro William Pitt, felicitándolo por la
firma de la Convención y anunciándole que ya tenía preparados cuatro barcos
para enrumbar hacia las aguas del Pacífico sudamericano. Los balleneros estaban tan agradecidos con el gobierno inglés, que incluso se ofrecieron a trasladar de forma gratuita a los criminales británicos al presidio australiano de
Botany Bay (Byrnes 1988). Para su fortuna, estos viajes fueron bastante productivos, pues les permitieron localizar grandes poblaciones de cetáceos en
el litoral australiano, lo que impulsó la formación de una poderosa industria
ballenera australiana que compitió con la de la madre patria (Jones 1981: 94).
el impacto de la pesca de ballena en el pacífico
sudamericano
Resguardados por el apoyo oficial, los balleneros ingleses podían surcar sin
peligro toda la extensión del Pacífico sudamericano. Es así como poco después
de la llegada del EMILIA a Londres, zarpó la primera flota ballenera en 1790,
compuesta por las fragatas CANTON, OSPRAY, LYDIA, WASHINGTON y
FAVORITE; las que fueron acompañadas por las francesas NECKER y LUCIA
(Pereira 1971: 43). Los años siguientes aumentó ostensiblemente la cantidad de
naves de pesca frente a las costas de Chile y Perú, al punto que el historiador
chileno Eugenio Pereira Salas llegó a la conclusión que se trataba de “una especie de invasión del Pacífico sur” (Pereira 1971: 43-44).
Uno de los obstáculos que los balleneros tuvieron que enfrentar fue la pobre
información cartográfica sobre el litoral peruano-chileno donde realizaban
sus faenas de pesca. Para suplir esta carencia, el gobierno británico financió
la expedición del navío RATTLER (propiedad de la firma Enderby & Sons),
al mando del capitán James Colnett con el encargo de recorrer las costas occidentales sudamericanas para reconocer los mejores puertos e islas para la
pesca y desembarco de las naves. Su diario de viaje, publicado en Londres
en 1798 bajo el extenso título de, “Viaje al Océano Atlántico Meridional, y doblando por el Cabo de Hornos al Océano Pacífico, con el fin de extender la pesca
de la Esperma de ballenas, y otros objetos de Comercio, reconociendo y fijando
la situación de los puertos, bahías, surgideros y cabos de ciertas islas y costas de
aquellos mares, en que los buques mercantes ingleses, pueden repararse” (Colnett
1798). Esta guía se popularizó rápidamente entre los marinos británicos, pues
era un manual muy útil para todas las naves que surcaban las aguas del Pacífico sudamericano.
Los balleneros no se dedicaron únicamente a la pesca de cetáceos y focas, sino
que aprovecharon los largos viajes al Pacífico para realizar diversos negocios
a lo largo y ancho de la cuenca como, el comercio de pieles de Norteamérica
108
Balleneros del Sur
en China, el transporte de mercancías a Australia y la explotación de maderas
en Nueva Zelandia.
Esta estrategia de diversificación comercial es patente en la bitácora de viaje
del capitán Benjamín Lee, cuya fragata FAIRY salió de Boston en 1792 “con
destino al N.W. y la California a buscar pieles finas para la China y de camino
hacer grasa de ballena para venderla en la India a los ingleses y holandeses, de
cuyos parajes tenía práctica por otro viaje de mucho lucro que había hecho ahora
tres años” (Pereira 1971: 317). Las mismas autoridades españolas ponderaban
“el carácter emprendedor de los Ingleses [que] ha dado de 20 años a esta parte,
grande impulso a las pescas. Así es que no se ciñen a parages determinados sino
que ocupan los mares más cercanos como los más remotos […] Ni se limitan a la
adquisición de grasas y aceites, dedicándose también mucho al acopio de cueros
de lobo marinero y a otros ramos de industria; para lo cual dejan pequeñas partidas de gente sobre las Costas en las invernadas, y vuelven al cabo de algunos
meses a recogerlas. He visto llegar un barco a Inglaterra, cuyo Capitán, por no
haber podido adquirir otra cosa mejor, para no venirse de vacío, empleó su gente
en cortar madera en la Nueva Zelanda la cargo en su embarcación, y la trajo a
Londres, abriendo de este modo un nuevo rumbo al Comercio” (Colección Documental 1971: 60).
La creciente presencia de balleneros en las proximidades del litoral peruanochileno, fue vista con recelo por las autoridades españolas porque temían que
las naves se acercasen a la costa para practicar el contrabando. Este temor
tenía bastante fundamento, pues la mayor parte de los balleneros nunca respetó la cláusula de la convención de Nootka que les prohibía acercarse a los
dominios españoles, ya que en la práctica recalaban muy a menudo en los
puertos o pequeñas caletas de la costa pretextando razones de índole humanitaria: reparaciones urgentes para naves azotadas por tempestades, falta de
agua y/o alimentos, madera para el barco, atención médica para tripulantes o
pasajeros. No se trataba en rigor de una transgresión ocasional, sino de una
política discutida al más alto nivel por los empresarios balleneros y el gobierno
británico6. Esta excusa no convenció a las autoridades españolas, para quienes
“el frecuente encuentro con las embarcaciones del comercio del país, como en las
arribadas que pueden hacer en las muchas abras, radas, bahías y puertos despoblados de la dilatada extensión de estas costas, pueden [estos balleneros] con fines
ulteriores, establecer correspondencia con estos habitantes para cimentar un comercio clandestino”, tal como lo señala el Virrey Gil de Taboada a la Secretaria
de Estado en 1795 (Colección Documental 1971: 60).
6. Cuando el gobierno español anunció que apresaría a barcos navegando a una distancia inferior a
las 50 millas de la costa de sus colonias, Samuel Enderby conversó con el ministro William Pitt para
limitar esa distancia a tan solo 5 millas. Y en caso que algún ballenero fuera sorprendido recalando en
tierra firme, se instruyó a ofrecer como disculpa la falta de agua en la embarcación (Jones 1981: 94).
109
Colección Mocha Dick
El virrey del Perú, Francisco Gil de Taboada, alertó en repetidas oportunidades a sus superiores en España sobre el arribo indiscriminado de balleneros
ingleses en las costas del virreinato, pidiendo instrucciones precisas sobre las
medidas a tomar contra esas naves y sus tripulaciones. Sin embargo, no esperó
de manos cruzadas la respuesta oficial, sino que por el contrario comenzó a
organizar las descuidadas defensas marítimas del virreinato para prepararse
frente a un hipotético ataque por parte de los balleneros británicos. En 1790
creó un cuerpo naval estable en el Callao, conformado en un inicio por tres
barcos guardacostas que patrullarían el litoral (Ortiz 2005: 30). El año siguiente se fundó la Capitanía del puerto del Callao con la misión de fiscalizar
la actividad de barcos y tripulaciones en ese puerto. Y paralelamente se abrió
la Academia Real de Náutica de Lima dedicada a preparar a los marinos mercantes y de guerra que tripularían los barcos peruanos. Además se benefició a
la Marina de una dotación fija de dinero dentro del presupuesto público, con
el objetivo de mantener la operatividad de las fuerzas navales. Este sería el
embrión de la futura Marina de Guerra del Perú republicano (Ortiz 2001: 211).
En 1793, la Corona española por fin despachó instrucciones a sus autoridades
en las colonias sobre la forma de actuar en caso de arribadas forzosas de barcos
balleneros a las costas hispanoamericanas. Una resolución del Ministerio de
Hacienda fechada el 3 de marzo de 1793, autorizaba la entrada de esos buques
en puertos peruanos a condición de pagar por su consumo. El 25 de marzo de
ese mismo año, el Ministerio de Guerra ordenó socorrer a cualquier ballenero
inglés, sin excepción (Ortiz 2005: 60-61). Ambas resoluciones, excesivamente
permisivas, dejaron sin efecto, en la práctica, la prohibición a los balleneros de
acercarse a la costa. De más está decir que eso cuasi legalizó el contrabando en
aguas del Pacífico Sur.
Por su parte, los norteamericanos aprovecharon la apertura del tráfico ballenero en el Pacífico para extender sus actividades en la región. Inicialmente los
armadores yanquis estuvieron más interesados en la caza de lobos marinos en
la isla Juan Fernández, pero su rápido agotamiento los llevó a migrar a la pesca
de ballena (Johnson 1944: 261-262). El mayor puerto ballenero era Nantucket,
el cual iría cediendo su posición de liderazgo a favor de New Bedford, ya en
el siglo XIX. El primer barco ballenero estadounidense en aguas del Pacífico
fue el BEAVER, aunque el primero en enarbolar la bandera de ese país fue el
WASHINGTON (Clayton 1998: 262).
La estrategia de los norteamericanos era infiltrarse entre los convoyes británicos, aprovechando la confianza y relaciones que existían con los empresarios londinenses. Impotente para detener a los balleneros británicos, el virrey
quería al menos reprimir a los barcos norteamericanos que no contaban con
ningún permiso oficial de pesca en aguas territoriales españolas. Ordenó a
las autoridades locales, poner extremo rigor en la represión de los balleneros
110
Balleneros del Sur
norteamericanos aduciendo que, “… era necesario usar en este caso de toda la
severidad imaginable para que la noticia de este acontecimiento hiciese generalmente entender que en estas partes no podría tener jamás lugar designio alguno
mercantil opuesto a las leyes y que aquí encontraría siempre un estorbo insuperable en medio de esta libertad de navegación que parece quiere hacerse general
y que la América inglesa intenta introducir y sostiene sordamente con sus buques
pescadores, sin embargo de no poder manifestar derecho alguno para este ejercicio
en el mar del sur habiéndose aquel limitado a los ingleses por la Convención de
1791” (Colección Documental 1971: 118).
En un giro inesperado, la Corona española también negoció con el gobierno
de Estados Unidos la definición de sus fronteras territoriales en Norteamérica, así como los derechos de navegación en los mares próximos a las colonias
hispanas. Mediante el Tratado de Paz de San Lorenzo o Pinckney del 27 de
octubre de 1795, España les otorgó a los estadounidenses las mismas ventajas
de las que ya gozaban los balleneros ingleses por cuenta de la convención de
1790. En merced a este tratado, fueron liberados los barcos balleneros ROSE,
MARYLAND, BELLE SAVAGE que habían sido apresadas por la flota de guerra virreinal entre 1796 y 1800 (Pereira 1971: 319- 320 y 325).
Las autoridades virreinales estaban atadas de manos por las concesiones otorgadas a los balleneros extranjeros en aguas peruanas. Sin embargo, el virrey
Gil de Taboada no estaba dispuesto a ser un pasivo espectador frente al arribo
de estos barcos que practicaban un escandaloso contrabando a vista y paciencia de todo el mundo. Por ello, tomó la decisión de restringir su desembarco a
lo largo de la costa peruana, ordenando a los jefes de distrito negar asilo a las
naves que quisieran apostar en busca de ayuda. Si querían un socorro urgente,
tendrían que dirigirse al Callao, donde la tripulación y carga serían minuciosamente revisadas para certificar el problema y prevenir la existencia de mercaderías de contrabando. Las embarcaciones que no tuvieran grave necesidad
de ayuda, serían expulsadas del país de inmediato (Pereira 1971: 60).
Como el virrey sabía que esta actitud podría derivar en algún incidente serio
con las naves inglesas, pidió a la metrópoli una declaración oficial de condena
de las prácticas abusivas de los balleneros, que incluían arribadas engañosas y
la práctica del contrabando a gran escala. Sin embargo, esto no fue necesario,
pues en 1796 España se alió con la República Francesa y declaró la guerra a
Inglaterra. Uno de los principales motivos que esgrimió la Cancillería española para tomar la decisión fue “la mala fe con que procedía la Ynglaterra, las
frecuentes y fingidas arribadas de buques ingleses a las costas del Perú y Chile
para hacer el contrabando y reconocer aquellos territorios bajo la apariencia de
la pesca de la ballena” 7.
7. Manifiesto contra la Inglaterra, Cédula de 7 de octubre de 1796 (Lafuente 1862: 279).
111
Colección Mocha Dick
epílogo
Una vez comenzada la guerra, la afluencia de barcos balleneros británicos disminuyó pero nunca se extinguió. En algunos casos actuaron como corsarios,
apelando a navegar bajo bandera norteamericana para despistar a las autoridades, como bien lo señaló el Consulado de Lima, al mencionar como varias
naves “aunque giran socolor de Bostoneses, sobran fundamentos para creer que
en la realidad son Corsarios Yngleses en la mayor parte” (Parrón 1995: 430).
Esta práctica no era infrecuente, pues como bien rezan los informes oficiales,
los balleneros ingleses “quando [ven que] el buque español es de mayor fuerza
enarbolan vandera Americana, pero si lo reconocen inferior, entonces usan de la
superioridad declarándose por enemigos” (Parrón 1995: 430).
Como era de esperar, el concepto que las autoridades peruanas tenían de los
balleneros cambió radicalmente: de ser considerados como ocasionales visitantes indeseables, pasaron a ser vistos como peligrosos agentes del enemigo.
Incluso se creía que podrían ser la vanguardia de una flota militar inglesa
destinada a atacar las costas del Pacífico sudamericano8. Estas alarmantes informaciones dispararon las alarmas en el gobierno colonial. El nuevo virrey,
marqués de Osorno, dispuso algunas providencias de guerra que incluían la
creación de una extensa red de vigilancia temprana formada por jefes de distrito, pescadores locales y barcos mercantes; quienes debían alertar sobre la
presencia de barcos sospechosos, el aumento de la dotación de los presidios
militares de Valdivia, Chiloé y Juan Fernández para resguardar la frontera
sur (así como la guarnición militar del Callao), y la organización de una flota
corsaria destinada a apresar balleneros británicos.
Las patrullas peruanas capturaron unos doce balleneros, apresando a unos
200 tripulantes, quienes quedaron detenidos en Lima por varios años. El historiador australiano Christopher Maxwhorty sugiere que los años de cautiverio permitieron a esos marinos familiarizarse con el idioma, costumbres y la
geografía marítima peruana, estableciendo productivos contactos con mercaderes locales. Una vez liberados en 1802, regresaron a su país y retomaron sus
rutinarias faenas de pesca en aguas del Pacífico. Sin duda que, conociendo de
cerca la realidad del comercio peruano, muchos de esos marinos se vieron más
8. Esta información es consignada por el regente de la Audiencia de Lima, Manuel de Arredondo
quien menciona estar “enterado del contenido de la Real Orden muy reservada de 26 de junio pasado
de 1800, [que] dejo libradas las más estrechas providencias para que con el mayor sigilo y con cuantos
medios sean posibles se averiguase e indagase el fundamento que puedan tener las noticias con que
se halla Su Majestad de que emisarios de este reino habían pasado a Londres con el objeto de tratar
de su independencia, a cuyo fin pedían por el pronto doce mil hombres, y que en los buques ingleses
que viniesen a estos mares con el designio de la pesca de ballena, se fuesen remitiendo municiones de
guerra y fusiles” (Colección Documental 1971: 121).
112
Balleneros del Sur
Figura 5. Carta del Virrey del Perú, marqués de Osorno, al Ministro de Estado, dándole cuenta de
las disposiciones tomadas para desalojar a los balleneros ingleses armados que habían establecido un
crucero entre Paita y Santa Elena, dedicándose a actos de piratería (1800).
animados a practicar el contrabando que la pesca. Este giro hacia el comercio
clandestino fue producto de la euforia provocada en el mercado londinense
a raíz de los intentos de conquista del Rio de la Plata, así como la reducción
de los seguros marítimos, lo cual abarataba las expediciones hacia el Pacífico
sudamericano (Maxwhorty 2007).
Sin embargo, las expediciones de balleneros-contrabandistas no estaban
exentas de peligros, teniendo en cuenta el estado de guerra prevaleciente. En
respuesta a la política corsaria del gobierno virreinal peruano, los balleneros protagonizaron varios actos de pillaje a lo largo de la costa sudamericana. A inicios de 1804, el corsario inglés Arinto apresó al buque peruano SAN
113
Colección Mocha Dick
FRANCISCO DE PAULA en Coquimbo, saqueó 400 quintales de cobre en
Guasco y hundió la goleta EXTREMEÑA en Copiapó (Colección Documental 1971: 153). En octubre de ese mismo año, tres navíos ingleses bloquearon
el puerto de Valparaíso y capturaron al bergantín chileno SAN AGUSTíN.
Por último, el 27 de octubre dos fragatas inglesas entraron violentamente al
puerto de Pisco, saqueando la aduana local. El nuevo virrey, marqués de Avilés, culpó directamente a las “embarcaciones inglesas que cruzan este océano,
haciendo en tiempos de paz con pretestos de la pesca de ballena el contrabando y
los daños que llevo referido” (Colección Documental 1971: 153-154). La última
medida punitiva para impedir la entrada de balleneros a los puertos peruanos
fue aplicar la pena de muerte a cualquier individuo que se arriesgase a realizar
tratos con esas naves enemigas.
Lo cierto es que todas estas medidas destinadas a limpiar de balleneros las
costas del Pacífico sudamericano tuvieron que anularse, cuando en julio de
1808 el gobierno inglés y español suscribieron una alianza para expulsar a
Napoleón del territorio hispano. Merced a la nueva condición de aliado, los
ingleses tuvieron carta blanca para navegar sin ningún inconveniente a lo largo del litoral de las colonias hispanoamericanas. Irónicamente, los balleneros
británicos no aprovecharían por mucho tiempo está feliz coyuntura, ya que
varias de sus naves serían destruidas por corsarios norteamericanos en el contexto de la guerra anglo-estadounidense (1812-1815), siendo desplazados por
la dinámica industria ballenera yanqui.
referencias bibliográficas
ALBI, Julio (1987). La defensa de las Indias (1764-1799). Madrid: Instituto de
Cooperación Iberoamericana.
ALDANA RIVERA, Susana (1997). No por la honra sino por el interés. Boletín del Instituto Riva-Agüero, 24: 15-44.
BANKOFF, George (2006). Winds of colonization: the metereological contours os Spain’s imperialism in the Pacific, 1521-1898. Environmental History,
12 (1): 65-88.
BYRNES, Dan (1988). Outlooks for England’s South Whale Fishery, 17841800, and’ the Great Botany Bay Debate. The Great Circle, 10 (2): 79-102.
CLAYTON, Lawrence A (1998). Estados Unidos y el Perú: 1880-1995. Lima:
CEPEI.
114
Balleneros del Sur
COLECCIÓN DOCUMENTAL DE LA INDEPENDENCIA DEL PERú
(1971). Documentación Oficial Española. Tomo XII, Vol. 1, Lima.
COLNETT, James (1798). A voyage to the South Atlantic and round Cape Horn
into the Pacific Ocean: for the purpose of extending the spermaceti whale fisheries
and other objects of commerce, by ascertaining the ports, bays, harbours, and
anchoring births [sic] in certain islands and coasts in those seas at which the ships
of the British merchants might be refitted. London: W. Bennett.
CUSHMAN, Gregory T (2013). Guano and the opening of the Pacific World: A
global ecological history. Cambridge: Cambridge University Press.
FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo (1973). Armada Española. Desde la unión de los
reinos de Castilla y de Aragón. Madrid: Museo Naval.
GIBSON, James R (1992). Otter Skins, Boston Ships, and China Goods: the maritime fur trade of the northwest coast, 1785-1841. Montreal: McGill-Queen’s
Press.
GONZÁLEZ y GONZÁLEZ, L (1964). Expansión de Nueva España en el Lejano Oriente. Historia Mexicana, 54: 206–226.
JOHNSON, John J (1944). Early Relations of the United States with Chile. The
Pacific Historical Review, 13 (3): 260-270.
JONES, A. G. E (1981). Antarctic Observed: who discovered the antarctic continent? Whitby: Caedmon
KING, Robert (2011). John Meares: Dubliner, naval officer, fur trader and
would be colonizer. Journal of Australian Naval History, 8 (1): 32–62.
LAFUENTE, Modesto (1862). Historia general de España. Madrid: Establecimiento tipográfico de D. Francisco de P. Mellado.
MAXWORTHY, Christopher G (2007). British whalers, merchants and smugglers, contraband trade on the Pacific coast of South America 1783–1810.
Derroteros de la Mar del Sur. 15: 77–86.
NORRIS, John T. (1955). The Policy of the British Cabinet in the Nootka Crisis. The English Historical Review, 70 (277): 562–580.
ORTIZ, Jorge (2001). El Pacífico Sudamericano, punto de encuentros y desencuentros. En L. Millones & J. Villa Rodríguez (editores). Perú. El legado de la
historia. Sevilla: Universidad de Sevilla, pp. 207-219.
115
Colección Mocha Dick
ORTIZ, Jorge (2005). Perú y Gran Bretaña: política y economía (1808–1839), a
través de los informes navales británicos. Lima: Instituto de Historia Marítima
y Naval Iberoamericana.
PARRÓN SALAS, Carmen (1995). De las reformas borbónicas a la república:
el consulado y el comercio marítimo de Lima, 1778-1821. Murcia: Academia
General del Aire.
PEREIRA SALAS, Eugenio (1971). Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos, 1778–1809. Santiago de Chile: Andrés Bello.
PIMENTEL, Juan (1992). En el panóptico del mar del sur: orígenes y desarrollo
de la visita australiana de la Expedición Malaspina (1793). Madrid: Consejo
Superior de Investigaciones Científicas.
SÁNCHEZ MARTíNEZ, Antonio (2009). De la ‘cartografía oficial’ a la ‘cartografía jurídica’: la querella de las Molucas reconsiderada, 1479–1529. Nuevo
Mundo, Mundos Nuevos [Disponible en http://nuevomundo.revues.org/56899;
consultado marzo 2014].
SCHURZ, William Lytle (1918). Mexico, Peru, and the Manila Galleon. Hispanic American Historical Review, 1 (4): 389–402.
SPATE, Oskar Hermann Khristian (2006). El lago español. Camberra: ANU
Press.
SPEARS, John R (1910). The story of the American Merchant Marine. Nueva
York: The MacMillan Co.
VILLALOBOS, Sergio (1968). El comercio y la crisis colonial: un mito de la Independencia. Santiago de Chile: Universidad de Chile.
ZEVALLOS, Enrique Amayo (1999). Proyecciones Andinas en el Pacífico: del
pasado al presente. En Zea, L. & M. Magallón (editores) Geopolítica de América Latina y el Caribe. México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia,
4: 43-73.
116
Balleneros del Sur
LAS «OTRAS» BALLENAS DEL CABO DE HORNOS:
APROVECHAMIENTO Y SIGNIFICADO DE LOS CETÁCEOS EN
EL MUNDO CANOERO YAGÁN, SIGLOS XIX Y XX
Paula de la Fuente Stranger
resumen
Fue hacia finales del siglo XVIII cuando el ballenero EMILIA (o AMELIA)
navegó los alrededores del Cabo de Hornos. A esta embarcación se le atribuye
haber cazado la primera ballena esperma en el océano Pacífico. Arponazo inicial que dio comienzo a la cacería comercial de ballenas en los mares del sur:
después del EMILIA vendrían otros a explotar los extensos cotos de caza de
estas latitudes. Por ese entonces europeos y yankees no eran los únicos que habrían codiciado las ballenas del Cabo de Hornos. Los grupos fueguinos, tanto
los nómades canoeros yagán como los cazadores terrestres selk’nam, valoraban
sobre manera a estos cetáceos. Así, durante los siglos XIX y XX coexistieron
en el extremo sur dos aproximaciones culturales y económicas divergentes
hacia los grandes mamíferos marinos. En el presente texto se exponen los usos
y significados que los grupos yagán le otorgaban a las ballenas, para luego
plantear una discusión acerca del posible impacto que la llegada de los balleneros del norte habría tenido en los modos de hacer de las y los yagán. Entre
las aristas que se exploran se considera la divergencia en los ordenamientos
de género de balleneros y grupos yagán, la ausencia de las unas (europeas/
norteamericanas) y la activa presencia de las otras (yaganas) en las prácticas
de aprovechamiento de los cetáceos.
Palabras claves: Yagán. Cacería de ballenas. Aprovechamiento de ballenas.
Género.
abstract
It was in the late eighteenth century when whaling boat EMILIA (or AMELIA) sailed around Cape Horn. To this vessel is credited the first hunted
sperm whale in the Pacific Ocean. Initial harpoon which began commercial
whaling in the Southern Ocean: after EMILIA, others would come to exploit
the extensive hunting grounds of these latitudes. However, by that time Europeans and Yankees were not the only ones who have coveted the whales at
Cape Horn. The Fuegian groups, both nomadic canoe people as the Yahgan
and terrestrial hunters like the selk’nam, greatly valued these cetaceans. So
during the nineteenth and twentieth centuries coexisted in the south two divergent approaches, culturally and economically, to large marine mammals.
The present text exposes uses and meanings that Yahgan groups gave to the
whales, then raise a discussion about the possible impact that the arrival of
117
Colección Mocha Dick
the whalers sailing from the north would have had in the ways of the Yahgan.
Different views are explored considering the divergence in gender systems and
Yahgan whaling groups, and how this becomes, in the absence of one (European/American) and the active presence of the other (Yahgan), in practices of
cetaceans uses.
Keywords: Yahgan, Whaling. Harnessing whales, Gender.
Introducción
Los grupos yagán fueron cazadores–recolectores nómades canoeros, que habitaron las islas y canales del extremo sur de América. Su área de dominio se
extendía desde el canal de Beagle por el norte hasta el Cabo de Hornos por el
sur; desde la península de Brecknock por el oeste hasta la altura de la bahía
Slogett, incluyendo las islas Nueva, Picton y Lennox en el este (Orquera y Piana 1999).
Esta sociedad estaba organizada a partir de pequeños grupos familiares. En
sus canoas, hechas de corteza de árbol cosida, recorrían el intrincado espacio
de islas, canales y fiordos que conforman los territorios al sur del Beagle, “el
resto del tiempo permanecen en sus chozas, que siempre construyen en la costa
cerca de la línea del agua. (…) La superficie del agua y las estrechas franjas costeras son el campo de acción y el ámbito de vida de los yámana” (Gusinde 1986:
352)1. Su subsistencia se basaba en la caza de pinnípedos, la pesca y recolección de mariscos. Durante el invierno, se sumaban la caza de guanacos y la
recolección de hongos. A pesar de carecer de una organización social más allá
de los grupos familiares; estos grupos coexistían e interactuaban, reuniéndose, por ejemplo, con el fin de realizar tareas específicas como los ritos de pasaje
o el aprovechamiento de ballenas.
Esta sociedad habría presentado ciertas formas de distinción social fundadas
en el género y la generación. Las distinciones de género se vislumbran en las
tareas asociadas a la subsistencia. En este orden, de acuerdo a lo reportado
por Lucas Bridges, entre estos canoeros “prevalecía una justa división del trabajo entre ambos sexos” (Bridges, L. 2003: 57). Los hombres estaban a cargo
de recolectar combustibles y hongos; cazar nutrias, lobos marinos, guanacos,
zorros, aves y peces mayores; fabricar y reparar las canoas; y vigilar el fuego.
Mientras que las mujeres cocinaban, buscaban agua, pescaban, nadaban y remaban en las canoas. Tarea que era realizada por los hombres sólo en contadas
ocasiones.
1. Los textos en cursivas corresponden a traducciones realizadas por la autora.
118
Balleneros del Sur
Asimismo, ambos géneros desarrollaban algunas tareas conjuntas, como la
caza de pinnípedos, animales fundamentales para su subsistencia. Eran cazados con arpón por los hombres apostados en la proa de las canoas, mientras
que las mujeres remaban y gobernaban la embarcación. En esta actividad, se
observa una clara división de las labores, pero a la vez de colaboración entre
hombres y mujeres que perseguían un mismo propósito (Fiore 2006, 2007).
yaganes y las ballenas
Antes de la llegada de los balleneros europeos y yankee, los cetáceos del extremo sur formaban parte de las estrategias de subsistencia, la vida social, ritual
y de la cosmovisión de los grupos yagán. Según escribe Gusinde (1986), la
Figura 1. Distribución de los grupos fueguinos tomada de Bove (primera edición en español 1883).
relación entre yaganes y ballenas se remontaría hasta los tiempos de la familia
Yoalox, los primeros seres humanos.
La familia Yoalox estaba compuesta por el Yoalox mayor, el Yoalox menor y
la hermana mayor de ambos, Yoaloxturnaxipa. Ella habría tenido una gran
influencia sobre sus hermanos, siendo la más inteligente y hábil de los tres.
Cuentan que el Yoalox mayor era muy aficionado a la grasa de ballena y de
foca. Tanto, que pensó en convertir las aguas de los canales, ríos, lagunas del
extremo sur en aceite de ballena y foca que se conservara siempre fresco y de
buena calidad para que los yaganes pudieran consumirlo a su gusto, ahorrándose largos viajes y peligrosas excursiones de cacería. Sin embargo, al Yoalox
menor no le pareció la idea y sentenció que los hombres yagán estuvieran obligados cazar y que las mujeres yagán prepararan la grasa. Desde entonces los
yaganes estaban obligados a procurarse la grasa a través de la cacería.
119
Colección Mocha Dick
También fueron los dos hermanos Yoalox quienes confeccionaron las primeras puntas de arpón con los huesos de ballena porque estos eran duros y largos, de manera que penetraban mejor las presas. Mas, fue Yoaloxturnaxipa
quien perfeccionó el arpón y les enseñó a sus hermanos su uso. Luego estos
saberes se traspasaron a los yaganes.
Una de las últimas mujeres yagán que vivió la forma de habitar canoera y que
pudo dejar testimonio de ello, Rosa Yagán (Lakutaia le kipa), contaba en los
años ‘80 del XX un episodio, que podríamos fechar en las primeras décadas de
ese siglo, acerca de las ballenas y los canoeros de los canales australes.
Lakutaia le kipa narraba que “para mi raza no había nada mejor que encontrar
una ballena”, agregando que “los yaganes recorrían los cerros altos oteando las
costas por si alguna varaba” (Stambuk 2011: 22). En una oportunidad ella junto
con su familia –compuesta por su madre, hermano, padrastro y una madre
loca–, encontraron parte de una ballena varada en isla Grévy, del grupo Wollaston. Los mayores le explicaron que un cachalote la había asesinado.
Cuenta que “sacamos la carne y separamos la grasa. ¡Qué lindo aceite salía! Si
uno lo come frío, engorda mucho, es lo mejor que hay. Hicimos el fuego y pusimos
los trozos de carne sobre las piedras calientes, como un asado al horno bien cocinado. Era invierno. Para qué voy a decir que tenía zapatos. Andaba a pata pelada
sobre la escarcha, lloraba de frío, pero todos estaban muy contentos por la comida
de la ballena y allí nos quedamos bastante tiempo” (Stambuk 2011: 22).
Esta costumbre yagana de comer ballena fue descrita en el mundo angloamericano y sajón del siglo XIX como una práctica curiosa. Ejemplo de ello es la
descripción realizada por el capitán Mayne Reid (1885), la que es complementada con un grabado de indudable valor que representa la escena narrada. En
el texto se indica que la base de subsistencia de los yaganes eran los mariscos;
sin embargo, también se alimentaban de lobos marinos, nutrias, algunas aves
y carne de ballena. Explica que ésta la obtenían “cuando por buena fortuna
uno de estos leviatanes queda varado en sus costas” (Mayne Reid 1885: 451).
Después del hallazgo “una flota de canoas –si es que éste puede ser alcanzado
sólo por agua– rema al instante hacia el lugar; o, si se trata de un viaje por tierra,
la comunidad completa –hombres, mujeres y niños– empieza el trayecto a pie”
(Mayne Reid 1885: 457). La narración finaliza señalando que “un festín sigue a
esta singular procesión” (Mayne Reid 1885: 458).
Algunos años después, en 1882, la South American Missionary Magazine publicó una versión de esta práctica basada, sin duda, en la descripción de Mayne
Reid. La cual señala que “el gran banquete fueguino tiene lugar cuando uno de
estos [animales] queda varado en la orilla. Todas las personas que se encuentran
cercanas llegan al lugar, mientras que flotas de canoas rodean el monstruo enca120
Balleneros del Sur
llado, su cuerpo se cubre de pequeños hombres de color cobre, destazando la grasa
con sus cuchillos de concha. Cada uno corta la mayor cantidad posible, y cuando
ha arrancado y cortado un trozo grande de grasa, hace un agujero en el centro
y pone su cabeza a través de la abertura, lo que deja las manos libres para llevar
más del codiciado alimento” (SAMM 1882: 239).
Las tres versiones citadas del hallazgo de una ballena nos dan luces acerca de
la relación entre los canoeros yaganes y estos animales. Ellas nos hablan de
que, a pesar de los pies escarchados de Lakutaia le kipa, una ballena era una
alegría, un festín que era profusamente aprovechado al tratarse de una abundante e importante fuente de alimento y también de materias primas. A la vez,
el “feliz accidente” congregaba un gran número de gente, lo que incidía en la
organización social y ritual de los grupos canoeros.
Figura 2. Grupo de yaganes aprovechando una ballena. Grabado del s.XIX, publicado en Mayne
Reid (primera edición 1865).
En el tema del aprovechamiento de materias primas no nos detendremos en
sus detalles, pues diversas fuentes mencionan este asunto (Gusinde 1986, Bove
2005, Cojazzi 1912, Orquera y Piana 1999 entre otros). Sólo bastará agregar
un fragmento de una carta del misionero James Lewis, que narra el hallazgo de un pequeño cetáceo en las cercanías de Ushuaia. Luego de describir su
captura señala que “el hueso de ballena o sus aletas resultaron demasiado cortos
para el uso de los nativos, es decir, coser sus canoas de corteza; la costilla y otros
huesos, enderezados por el calor, se convirtieron en puntas de lanza, los tendones
divididos en filamentos y trenzados, fueron convertidos en excelentes líneas para
pescar” (Lewis en SAMM 1872: 35).
121
Colección Mocha Dick
Este fragmento expresa cómo huesos y barbas de ballena se usaban en la fabricación de artefactos de gran importancia para los yagán como sus canoas,
lienzas y arpones.
Figura 3. Puntas de arpón de hueso yagán. Colección Museo Antropológico Martin Gusinde, Puerto
Williams.
consumo: carne y grasa
De acuerdo con Anne Chapman (2010), las ballenas varadas fueron consumidas por los yaganes hasta mediados del siglo XX. Luego del paso de los balleneros, el dramático descenso de la población yagán2 y las transformaciones
2. Se estima que la población original alcanzaba a los 3.000 individuos, que se redujeron a 2.500 en
1863 (64) con la primera epidemia (Chapman 2010). Luego, una serie de epidemias asaltaron las estaciones misioneras durante las últimas décadas del siglo XIX lo que produjo un fuerte descenso de la
población. Hacia principios del siglo XX, John Lawrence estimaba que quedaban cerca de un centenar
de yaganes (SAMM 1906: 126). Gusinde (1986), calculó una cifra similar en los años ‘20.
122
Balleneros del Sur
que experimentó la forma de habitar de este pueblo a partir de la presencia
efectiva de europeos y europeizados en los canales australes. Ello nos habla de
la gran relevancia que habría tenido el recurso para las y los canoeros, lo que
explicaría que la costumbre haya perdurado.
Esta costumbre ya había sido mencionada décadas antes por el misionero John
Lawrence, quien en marzo de 1892 escribía “una ballena ha sido recientemente
capturada cerca de Ooshooia; por ahora [los/as yaganes] están ocupados tratando de obtener una porción, dado que ellos todavía las valoran como alimento”
(Lawrence en SAMM 1892: 99).
La carne y grasa de ballenas eran apetecidas y consumidas por todos los yaganes: hombres, mujeres y niños. De acuerdo a la misionera Nellie Burleigh
(1902)3 incluso, “los bebés pequeños también eran muy aficionados a chupar pedazos de grasa de ballena”. También agrega que, cuando una ballena varada
era hallada, era frecuente encontrar en las chozas grandes trozos de carne
asándose al fuego y que “ellos/as [yaganes] prosperan con la carne de ballena y
es tremendamente asombroso cuánto pueden consumir de una sola vez”.
Otras descripciones del consumo de ballena entre los yaganes nos hablan que
ésta podía ser ingerida cruda e incluso cuando ya se presentaba algún grado
de descomposición (Mayne Reid 1885, Bridges Th. en SAMM 1880, Mrs. Burleigh 1902). Asimismo se señala que los trozos de ballena eran guardados, tal
como recuerda Hermelinda Acuña: “[los yaganes antiguos] guardaban la gordura [de ballena] en cueros de lobos, la cortaban en tiritas, la conservaban en el
río que estaba fresco. Había montones de antiguos” (Goñi 1999: 14).
Sobre este mismo punto Gusinde afirma que, “el tocino de la ballena se considera tanto más sabroso cuanto más tiempo haya permanecido el animal muerto
en el agua; termina por derretirse solo” (Gusinde 1986: 570). Sin embargo, el
consumo de carne y grasa en mal estado habría provocado más de algún grave
envenenamiento (Lawrence en SAMM 1887: 173).
En general, la costumbre de comer carne de ballena –cruda, asada o descompuesta– llamó la atención de los observadores occidentales, por cierto, no sin
3. Nellie Burleigh, fue una misionera de la South American Missionary Society. En 1878, Mr. Leonard
Burleigh, su marido, arribó a la estación misionera en isla Keppel, del grupo Falkland/Malvinas. Al
año siguiente se reúnen con él, su esposa Nellie (Mrs. Burleigh) y su hija Katie. Con la apertura de la
estación de Wollaston, la familia Burleigh se traslada al Cabo de Hornos en 1888, permanecen ahí
hasta que la misión se traslada a Tekenika, en isla Hoste (1892). En diciembre de 1893, el misionero
Leonard Burleigh muere ahogado. Nellie, junto con sus dos hijos (tuvo un varón en 1891 en Wollaston) regresan a Inglaterra. Una vez en la patria natal, Mrs. Burleigh se convierte en un referente de la
labor misionera de la South American Missionary Society.
123
Colección Mocha Dick
prejuicios. El Reverendo Bridges escribía “aunque las prácticas de éstas y otras
personas similares nos parezcan desagradables, es necesario recordar que éstas no
los mancilla a los ojos de su Creador” (Bridges, Th. en SAMM 1876: 82).
Mrs. Burleigh (1902), también deja constancia de las diferencias culturales que
se expresan en el consumo de ballena. Ella cuenta que durante un período de
escasez de provisiones, en la estación misionera de Wollaston o Tekenika4,
una ballena varó en las inmediaciones y permitió que la comunidad canoera
apostada en la Misión se alimentase. Algunas mujeres yagán se habrían acercado a Mrs. Burleigh y le dijeron “Dios ha respondido a nuestras oraciones y nos
ha enviado alimentos, pero nada ha llegado para usted, usted no puede comer ballenas. En efecto, no habríamos podido. Habíamos visto consumirla por las personas hambrientas en un estado tal de putrefacción, que sentí que no podría comer
nada para salvar mi vida”. Para buena fortuna de Mrs. Burleigh, las mujeres
yagán se ofrecieron a mariscar y le llevaron algunos mejillones con los que ella
y su familia pudieron alimentarse hasta que la comida llegó desde Inglaterra
algunos días después.
muka
De acuerdo con Lucas Bridges (2003), hijo del Rev. Thomas Bridges, el término
yagán muka significa ´salir en canoa en busca de grasa de ballena´. El hallazgo
de ejemplares varados en las costas del Beagle y canales australes, habría sido
la forma más frecuente de obtener el codiciado festín. De aquello dan cuenta
distintas fuentes, entre ellas Mayne Reid descarta la cacería e indica que los
yaganes “no tienen ni las habilidades ni el coraje para capturar una ballena”
(Mayne Reid 1885: 457).
Sin embargo, otros reportes sí hablan de cacería, especificando en algunos
casos, que los animales se encontraban heridos o agotados. En este conjunto,
Cooper (1917, 1946) plantea que yaganes y kawesqar ocasionalmente las cazaban en mar abierto con lanzas y arpones. Giacomo Bove, jefe de la comisión
científica de la Expedición Austral Argentina (1881–1882), destaca entre las armas de los yaganes, los arpones de hueso de ballena de 25 ó 30 centímetros, señalando que “con un arma tan primitiva los fueguinos atacan la misma ballena y
acontece varias veces que, herida, los tira a todos de un colazo a mucha distancia”
(Bove 2005: 120). Mas, no especifica si se trataba de animales que gozaban de
buena salud o no.
4. Mrs. Burleigh (1902) no especifica el lugar donde ocurrió el episodio. En carta fechada en Tekenika,
el 24 de septiembre de 1893 (SAMM 1894: 26–27), hace mención al hallazgo de una ballena varada
en las cercanías de New Year’s Sound. Mientras que en otra fechada en Cape Horn [Wollaston], diciembre 12, 1890 (SAMM 1891: 99–100), hace mención a un período de escases y tardanza del arribo
de provisiones desde Ushuaia.
124
Balleneros del Sur
El salesiano Cojazzi plantea, en un texto que cita los reportes de Bove, que los
yaganes obtienen la mayoría de sus alimentos del mar, “en sus frágiles canoas
osan atravesar los canales e internarse en todos los complicados brazos de mar
de aquel archipiélago; incluso en mar abierto para seguir un grupo de delfines y
golpearlos con sus arpones, o una ballena herida que lleva en su carne la punta
amarrada a una correa” (Cojazzi 1912: 146).
Gusinde, por su parte, precisa que se trataría de ejemplares enfermos o mortalmente agotados, dado que “nadie osa acercarse a un animal adulto sano, pues
no podría matarlo con los arpones, cuyo efecto es reducido” (Gusinde 1986: 503).
El sacerdote describe la cacería diciendo que ésta era llevada a cabo por varios
grupos familiares, quienes perseguían a la ballena en sus canoas “mientras las
mujeres guían el vehículo liviano, los hombres le asestan el gran arpón profundamente en el cuerpo y desenrollan el largo laso, cuyo extremo sostienen firmemente
con ambas manos” (Gusinde 1986: 502). Así, la ballena era arponeada en innumerables ocasiones hasta lograr matarla para luego llevarla a la orilla, lugar
donde se erigía el campamento.
En este mismo sentido, Lucas Bridges plantea que los yaganes obtenían grasa
de ballenas varadas y comenta que “mi padre sólo oyó de un caso en que los
yaganes mataron una ballena; en esa ocasión se empleó toda una flota de canoas
y el ataque duró más de veinticuatro horas” (Bridges, L. 2003: 71–72). Ese episodio se encuentra en el diario del Rev. Th. Bridges, publicado en la SAMM. El
hecho ocurrió el 25 de abril de 1874, “casi todos los nativos y nativas del lugar
salieron persiguiendo una ballena, que han estado tratando de matar ayer y hoy.
Se encuentran a una gran distancia en dirección este, y todavía están en el agua”
(Bridges Th. en SAMM 1875: 12).
Al día siguiente, el 26, el reverendo escribe que a la misión llegaron “unas diez
o más canoas, cada una con una parte de la pobre ballena, la que literalmente fue
muerta a pulgadas, después de haber recibido cerca de cien lanzazos”. La ballena,
una joven hembra de 18 pies (5,4 metros) fue perseguida y arponeada desde
el viernes 24 a las 16:00 hrs., hasta el sábado 25 a las 22:00 hrs. El relato continúa señalando que “esta es la primera vez, desde que estamos aquí, que he oído
hablar que los nativos matan una ballena cuando se encuentra libre en su propio
elemento” (Bridges, Th. en SAMM 1875: 12–13).
Al final de la extensa jornada, los yaganes habrían estado fatigados pero dichosos, ya que habían obtenido abundante carne sana para su regocijo. Podemos especular que la alegría fue mayor cuando días después, el 2 de mayo,
llegaron diecisiete canoas con gentes de distintos lugares cargadas de carne de
ballena. Venían de Agia, lugar donde habían varado tres ejemplares (Bridges,
Th. en SAMM 1875: 14).
125
Colección Mocha Dick
En suma, de acuerdo con la información etnográfica con la que se cuenta, la
obtención de ballenas por parte de los yaganes se habría tratado, antes que
de cacería, de aprovechamiento de los cetáceos varados. Sin embargo, resulta
pertinente recordar que el registro etnográfico de estos grupos es poco sistemático; además que las observaciones científicas, realizadas a fines del siglo
XIX y durante las primeras décadas del XX, se enfrentaron con un pueblo
profundamente mermado y que llevaba al menos medio siglo influenciado por
la misión de la South American Missionary Society5. Asimismo, corresponde a
un período posterior a la apertura del ciclo ballenero en los mares del sur, lo
que habría tenido incidencia sobre los recursos disponibles.
De este modo, no sería posible afirmar con certeza la ausencia de cacería de
ballenas. En este sentido Orquera y Piana (1999) señalan que en el diccionario
yagán escrito por Thomas Bridges (corregido y ampliado por otros misioneros) se encuentran expresiones que aluden a ataques grupales a ballenas, con
uso de arpones y canoas, lo que permite suponer con cierta base que estos
episodios ocurrieron en más oportunidades que la narrada por el reverendo
anglicano.
Figura 4. Fragmentos de las páginas 338 (arriba) y 466 (abajo) del manuscrito del diccionario
Inglés- Yagán de Thomas Bridges, fechado en 1865.
las orcas
Según el Rev. Thomas Bridges, las ballenas de Agia “[habían] sido entregadas
a la gente por un Dios generoso, a través de la mediación de los swordfish [peces
espada] y whalebeaters [focas]” (Bridges, Th. en SAMM 1875: 13–14). En esta
5. La Misión Austral Argentina (1881–1882) y la Misión Científica al Cabo de Hornos (1882–1883)
ocurren en paralelo a la presencia anglicana en el Beagle; mientras que los trabajos de Gusinde (19181924), Kooper (1922), Lothrop (1924) y otros son posteriores al paso de las y los ingleses.
126
Balleneros del Sur
cita –y otros escritos de los misioneros– el término swordfish cuya traducción
actual es pez espada, se refiere a las orcas, esto porque el vocablo inglés sería
una forma arcaica de denominar a ese tipo de delfines (Orquera y Piana 1999).
Tal como se esboza en el diario de Bridges y en otras fuentes (Bridges, L. 2003;
Chapman 2010; Gusinde 1986; Lewis en SAMM 1872), los yaganes aprovechaban el acecho de las orcas a las ballenas para obtener el preciado botín. Esta
arista nos habla de un acabado conocimiento ambiental, y se entrelaza con
aspectos simbólicos de la cultura canoera.
Gusinde (1986) explica que las orcas, acompañadas de otros animales afines,
acostumbran a atacar a ballenas y malherirlas. Los yaganes, conocedores de
este comportamiento, seguían el enfrentamiento desde sus canoas, ya que sabían que la ballena acosada por las orcas terminaría resguardándose en una
bahía de aguas poco profundas. Ahí, los canoeros la arponearían una y otra
vez, no sin riesgos de ser hundidos por los coletazos del animal, hasta matarla.
Luego, vendría el destace.
El misionero anglicano James Lewis fue observador y partícipe de una de estas escenas en septiembre de 1871. Escribe que la noche del 13 de septiembre,
cuando las provisiones de alimentos escaseaban en Ushuaia, fue “despertado
por los ladridos de mi perro a eso de las doce de la noche, me apresuré a salir y oí
un golpeteo continuo en el agua. Lucca6 me comunicó que se trataba de un pez
espada, y que si el perro continuaba ladrando [el pez espada] se asustaría y se llevaría lejos la ballena”. Al amanecer, Lewis y algunos yaganes bajaron a la orilla
y encontraron una ballena joven de cerca de dieciséis pies (4.9 metros), sin
rastros de haber sido atacada, golpeando furiosa el agua con sus aletas y cola:
“habiendo, de alguna manera, prevenido su escape arponeándola, colocamos el
bote a su lado y con una antigua bayoneta la apuñalamos en repetidas ocasiones
detrás del orificio respiratorio. La sangre se proyectó yardas en el aire y continuó
fluyendo, salpicando nuestros rostros con su respiración agitada. Aproximadamente en una hora, después de mucho forcejeo furioso, el pobre animal murió”
(Lewis en SAMM 1872: 34–35).
A las pocas horas sólo quedaba el hígado de la ballena. La carne, grasa y huesos habían sido consumidos y tomados por los/as yaganes presentes en el lugar. Del relato de Lewis nos interesa subrayar la preocupación de Lucca con
respecto a las orcas, pues esto esbozaría el significado que habrían tenido estos
animales y su relación con los yaganes y las ballenas.
6. Lucca o Lukka, yagán converso al cristianismo era sobrino de Jemmy Button, perteneció al grupo
de pupilos instruidos en estación de Keppel en 1859 y 1863, para luego asentarse con los misioneros
en Ushuaia. Aparentemente, no sobrevivió a las epidemias que se sucedieron a contar de los años 80
(Chapman 2010).
127
Colección Mocha Dick
La orca podía llevarse a la ballena a su voluntad. Ello bosquejaría que estos
animales habrían tenido ciertas características que los diferenciaban del resto. Gusinde nos cuenta que estos cetáceos no se desplazaban solos, sino que
“la orca ëpāiči no sólo va acompañada por otros ejemplares de su especie, sino
también por otros animales afines más pequeños; es considerada el ‘señor’ que va
seguido por los integrantes de su “pueblo” (Gusinde 1986: 503).
Sin embargo, las informantes de Anne Chapman mencionan los datos más
explícitos sobre el tema. Según la etnóloga, para sus amigas yagán7, las orcas
eran uno de sus tópicos favoritos de conversación acerca de los viejos tiempos.
Cuenta que Rosa Clemente le explicó que las orcas herían a focas y ballenas
para que los yaganes comieran, razón por la cual “estaba prohibido incluso el
tratar de matarlas” (Chapman 2010: 55–56).
Rosa Clemente expresa que, cuando ella era niña unas orcas se acercaron a
Molinari, en la isla Hoste. Ella y los otros niños debieron permanecer escondidos dentro de la choza porque tenían prohibido acercárseles. Desde ahí pudo
escuchar a la vieja Mary hablarle a las orcas. “Yo escuché a Mary porque ella
gritó muy fuerte. En la playa había mucha gente vieja. Mi abuelo estaba ahí, mi
papá estaba ahí. No había muchas orcas, sólo dos o tres. Las orcas permanecieron arriba, cerca de la superficie del agua, escuchando a la vieja Mary. Ella les
habló por un rato y las orcas se quedaron escuchándola. Después se despidieron
moviendo sus aletas y fueron cerca de la isla de Lobos. Entonces, ellos [la gente
mayor] fueron directo a la costa de aquella pequeña isla y encontraron muchos
lobos muertos…” (Chapman 2010: 56).
Si bien este episodio da cuenta de lobos marinos, podríamos tomarnos la libertad para imaginar que más de alguna ballena fue aprehendida porque las
orcas escucharon a las y los yaganes antiguos, colaborando así con su captura.
Otro aspecto que relacionaba a las orcas con la dimensión simbólica de la
cultura yagán, es su vínculo con los chamanes [yekamush]. Sobre este punto,
Rosa Clemente relataba que cuando el kashpi (espíritu o alma) de un yekamush muerto se aburría, volvía a su hogar dentro de una orca a fin de llevar a
algún pariente para que lo acompañase.
7. El trabajo de campo de Anne Chapman entre los yaganes se realizó durante la década de 1980,
siendo sus principales informantes las hermanas Úrsula y Cristina Calderón, Rosa Clemente y Hermelinda Acuña. De ellas, Hermelinda era la mayor. Era hija de madre alacaluf y padre chilote, pero
había nacido en isla Navarino y había sido criada como yagán. Hablaba fluidamente esta lengua.
Rosa Clemente era totalmente yagán. Murió en la década de los 90 (Chapman s/f; entrevista con R.
Mena, mayo de 2008). Las hermanas Úrsula y Cristina Calderón fueron también informantes de
Patricia Stambuk. Úrsula murió en enero de 2003. Sólo Cristina Calderón vive aún (enero 2014) en
Ukika, isla Navarino
128
Balleneros del Sur
Cristina Calderón, por su parte, explicaba que la orca era como un bote que
transportaba el kashpi de un chamán. Advertía que, si los niños se acercaban
a la orca su propio kashpi corría peligro, pudiendo ser llevado al otro mundo
(Chapman 2010: 56)8.
ballenas y grandes reuniones
En septiembre de 1871 el misionero Lewis, escribía que frente al hallazgo de la
ballena “un fuego pronto se hizo en el lugar, friendo unas tiras de grasa, las que
se comieron con gran gusto. Como por instinto, canoas desde todas las direcciones
pronto hicieron su aparición” (Lewis en SAMM 1872: 35). Si bien no habría sido
por instinto, este fragmento nos habla de uno de los aspectos sociales más relevantes asociados al hallazgo y/o cacería de ballenas entre los yaganes: la reunión
de un gran número de yaganes, hombres, mujeres y niños/as.
En épocas más cercanas, Hermelinda Acuña rememorando decía: “cuando
se varaba una ballena se formaban grandes campamentos (...) venían de todas
partes, hacían fiestas, grandes campamentos, les avisaban a todos” (Goñi 1999:
14). En efecto, cuentan que cuando un yagán encontraba una ballena varada,
encendería cuatro señales de humo –wūruuškū– con las que se daría a conocer
fácilmente a las familias cercanas del hallazgo. Pronto llegarían las canoas y
el grupo podría establecerse por cerca de un mes o más en el mismo lugar,
mientras la carne y grasa fueran comestibles (Gusinde 1986; Chapman 2010).
Estos grandes campamentos o aldeas suponían una transformación en la cotidianidad yagán, canoeros nómades que comúnmente se desplazaban por los
canales en grupos familiares autónomos. Esta pausa, que era posible por la
gran cantidad de alimento que aportaba un cetáceo, podría ser aprovechada
8. Los yekamush también son mencionados en relación con las ballenas en sendos pasajes narrados
por Mrs. Burleigh. Ella cuenta que en septiembre de 1893 las yaganas de la estación de Tekenika habían salido a buscar ballena y “desde que salieron han tenido un clima espantoso, típicamente invernal, con nieve. Algunos de los antiguos médicos indígenas se alegran, y dicen: ‘es porque no trajeron la
ballena aquí’. Estos mismos serían los últimos en acarrear carne de ballena” (Mrs. Burleigh en SAMM
1894: 27). El párrafo guarda cierto interés al esbozar que los yekamush no habrían participado en el
destace de ballenas –al menos en este en particular–, mas sí habrían sido beneficiados con la carne y
grasa. Al parecer, aquellos que no se trasladaban al lugar donde había varado una ballena también
recibían porciones de ésta, tal como se insinúa en los escritos de Th. Bridges, “todos parecieron obtener
un buen suministro [de ballena], y aquellos que se quedaron con nosotros no fueron olvidados, [ya
que] piezas seleccionadas les fueron enviadas y debidamente entregadas, tanto de la carcasa como de
los huesos” (Bridges en SAMM 1872: 124). El segundo pasaje hace mención al hallazgo de una ballena
en las cercanías de la misión (Wollaston o Tekenika) durante un período de escasez. La misionera señala
que “los curanderos dijeron que sabían que una ballena iba a venir, porque había señales en el arco iris que
así lo indicaban” (Mrs. Burleigh 1902).
129
Colección Mocha Dick
para realizar algunas ceremonias propias de la cultura yagán: Chiejaus y Kina
(Gusinde 1986; Chapman 2010).
úrsula Calderón contaba que “cuando la gente veía los humos [señales de humo],
todas las canoas se reunían ahí y construían la casa [choza] para el Chiejaus [ceremonia] y estaban en el chiejaus [choza] hasta que terminaban de comerse la
ballena” (Chapman 2010: 56).
úrsula y Cristina Calderón, y Hermelinda Acuña le contaron a Chapman sobre el Chiejaus, sin embargo, ninguna de ellas, así como tampoco Lakutaia
le kipa, tuvo conocimiento directo del Kina. Ello se debe a la diferencia entre
ambas ceremonias, que Lakutaia le kipa expresa muy bien, “dicen que antes,
cuando mis paisanos eran salvajes, se hacía primero el Chiajóus y después la
Kina; pero eso es más delicado y yo no lo conocí, sólo escuché hablar de sus espíritus” (Stambuk 2011: 109). Lo ‘delicado’ del Kina era que se trataba de un rito
reservado sólo para los varones yagán.
Resulta pertinente esbozar mínimamente el sentido y contenido de ambas ceremonias. La primera de ellas, el Chiejaus, era un rito mixto que tenía por fin
“una enseñanza práctica y una instrucción de carácter moral de la vida” (Gusinde 2003: 85), que preparaba a los jóvenes hombres y mujeres para desempeñarse en su vida adulta. A través de su repetición frecuente, la realización del rito
de pasaje mantenía viva la herencia cultural yagán (Chapman 2010).
El Kina, por su parte, destinado exclusivamente a la instrucción de los jóvenes
varones que habían participado al menos dos veces en el Chiejaus. Esta ceremonia, antes que una socialización práctica de los jóvenes, se orientaba hacia
la transmisión del patrimonio mitológico de los yaganes que los hombres consideraban como de su exclusiva propiedad. La ceremonia se estructuraba en
torno al mito del matriarcado de origen, su caída y el ascenso al poder de los
hombres (Gusinde 1986, 2003).
Ambos ritos eran las instancias de transmisión de las pautas sociales y acervo
mitológico de estos canoeros. Asimismo, las jóvenes mujeres y hombres yagán,
que vivían desplazándose de un solitario campamento a otro con sus familias,
durante estas ceremonias socializaban con adolescentes de otras familias y
debían obedecer a los adultos, no sólo a sus padres (Chapman 2010: 302). De
este modo, la instancia ritual habría permitido aflojar los lazos familiares y
contribuir a que se entretejiera un sentido de pertenencia mayor. Suponemos
que la realización de los ritos habría implicado la generación y fomento de una
identidad yagán más amplia a la del grupo familiar, posibilitando la continuidad de la tradición y forma de habitar canoera.
130
Balleneros del Sur
Las ballenas varadas –lo mismo que la abundancia de otros recursos como
lobos marinos–, generaban las condiciones materiales para que estas ceremonias tuvieran lugar. Por ello, el hallazgo de una ballena no sólo habría aportado grandes cantidades de alimento, sino que se entrelazaría con la reproducción social y simbólica de la cultura yagán.
géneros encontrados
Mrs. Burleigh escribía, en septiembre de 1893, que un gran grupo de mujeres
yagán de la misión de Tekenika partieron en busca de carne y grasa de una
ballena varada en New Year’s Sound. Para llegar al lugar donde ésta se hallaba
“han tenido que viajar muchas millas primero, y luego cruzar en canoas hasta
donde se encuentra”. Cada una de las yaganas llevaba una guagua amarrada
a su espalda, dos de ellas antorchas encendidas para poder encender fuego
durante el viaje; además, la mayoría de ellas llevaba un canasto cargado de
lapas y mejillones.
Antes de dejar la misión las yaganas fueron donde Mrs. Burleigh para contarle
que partirían e invitarla a ir con ellas. La encargada de la misión agradeció la
invitación, les dijo que le hubiese gustado acompañarlas pero que no podía dejar el orfanato sin cuidado (Mrs. Burleigh en SAMM 1894: 27). La negativa de
Mrs. Burleigh, además de la razón esgrimida también podría haberse fundado
en una diferencia de género vinculada con la relación entre mujeres y mares
que difería para yaganas y europeas/europeizadas.
A lo largo de las páginas precedentes, hemos ido mencionando la participación tanto de hombres como de mujeres yagán en la captura y aprovechamiento de los cetáceos. Tal como lo expresa Mrs. Burleigh, las yaganas (también) se
dirigían, con niños a cuesta, a destazar la ballena. Asimismo, dado que eran
las mujeres quienes gobernaban las embarcaciones (Bridges 2003; Chapman
2009, 2010; Gusinde 1986, 2003; Orquera y Piana 1999, entre otros), ellas participaban de manera activa en la captura y remolque de las ballenas. Situación
que expresa Chapman al escribir, “mujeres canoeras, yámana y alakaluf, desafiaron olas surgidas de la Antártida, arrimando sus canoas a ballenas mientras,
sus hombres, parados en la proa con sólo lanza en mano, se esforzaron a vararlas”
(Chapman 1973: 235).
En el caso de las yaganas, además de la relación con la navegación la que redundaba en que las canoeras participaran de forma activa en la cacería de
lobos (Fiore 2006). Ellas eran quienes nadaban (Orquera y Piana 1999; Cojazzi
1912), además habrían parido en el mar, sentadas con el agua cubriéndoles
hasta la cintura (Stambuk 2007; Goñi 1999) y también habrían sumergido a
sus hijas neonatas en el mar, tal como lo expone Cojazzi en el marco de su
interpretación de los vínculos entre el mar y la mitología yagana: “… cuando
131
Colección Mocha Dick
una mujer da a luz a una niña, el día inmediatamente después, incluso en el más
crudo invierno, toma a la recién nacida sobre su espalda y con ella entra en el
agua, sumergiéndose hasta el cuello” (Cojazzi 1912: 146).
Estos elementos dan pie para postular, hipotéticamente, que el mar en el mundo yagán habría constituido no sólo un referente de la identidad canoera, sino
que también de identidad de género. Lo anterior contrastaría con la relación
entre el mar y lo femenino occidental. En ésta, el primer término resultaría
un lugar para habitar ajeno a las mujeres blancas. Esta distancia se devela en
el juicio que emite Cojazzi (1912) acerca de lo extraño que era que las mujeres
yagán nadaran. También se halla presente en Gusinde, quien escribe: “Y, cosa
curiosa, en la canoa manda la mujer, ella boga y gobierna, mientras el marido
permanece sentado en la proa, dedicado a la caza de aves y lobos cuando se presenta la ocasión” (Gusinde 2003: 84).
En efecto, desde el occidente moderno los mares se han erigido como reductos meramente masculinos, existiendo algunas pocas excepciones de mujeres
blancas que se adentraron en estas aguas. Por cierto, que la ballenería no es la
diferencia a lo anterior. Con todo, existieron algunas mujeres blancas (europeas y yankees) que habrían acompañado a sus maridos en las largas expediciones de cacería ballenera de los veleros de los siglos XVIII y XIX. Aquellas
pocas fueron esposas de los capitanes balleneros. Para el resto, la tónica general era esperar el regreso de padres, novios o esposos en puertos como de
Nantucket y New Bedford (Pereira Salas 1936).
La primera mujer blanca que conocieron los y las yaganes en su territorio fue
la esposa de un capitán, no precisamente ballenero. Ella fue Mrs. Parker Snow,
esposa del capitán W. Parker Snow, quien al mando de la ALLEN GARDINER, fue enviado en 1855 y 1856 por la South American Missionary Society
a Malvinas/Falkland y el Beagle, a fin de iniciar la civilización y cristianización de los yaganes. Ella viajaba en calidad de acompañante y desvinculada
de la Misión, no obstante dispuesta a ayudar en este proyecto a su marido
(Chapman 2010). La presencia de Mrs. Snow fue beneficiosa para la Misión,
facilitando el acercamiento a los/as canoeros/as. Lo que queda de manifiesto
en el siguiente relato: “en ningún momento permitieron el acceso de nadie de
nuestro grupo a sus chozas, a excepción de mi esposa y yo. Generalmente una
mujer vieja se ponía en la puerta junto a algunos hombres a fin de evitar que
otros extraños entrasen” (Snow 1861: 263). El capitán y Mrs. Snow abandonaron la Misión en 1856. Mrs. Snow falleció décadas después, el 10 de julio de
1892. El obituario que publica la SAMM rememora sus andanzas junto a su
marido en el extremo sur en las que “valientemente compartió sus deberes y
riesgos en los peligros de navegar alrededor del Cabo de Hornos y la costa de
Tierra del Fuego” (SAMM 1892: 127).
132
Balleneros del Sur
emilia y la apertura del ciclo ballenero en los mares
del sur
El 12 de marzo de 1790 la fragata EMILIA regresó a Londres después de un
año y siete meses de navegación. Retornaba con 139 toneladas de aceite de
esperma. Durante su viaje el capitán norteamericano James Swain, había atravesado la ruta del Cabo de Hornos abriendo los mares del sur para la industria
ballenera (Pereira Salas 1936). De esta manera, el año 1792 marca la apertura
del ciclo ballenero: ese año cerca de 40 navíos ingleses y norteamericanos se
volcaron a la cacería de ballenas en el Pacífico sur (Pereira Salas 1971).
Si bien no es posible precisar los cotos de caza de los balleneros durante las
primeras décadas del siglo XIX, existen algunos datos que indican, para las
costas de Chile, zonas de captura en isla Mocha y sus alrededores, en el archipiélago de Juan Fernández y en isla Nueva, del canal del Beagle. Esto es, en
territorio yagán. (Martinic 2004: 7).
Para principios del siglo XX es posible encontrar una serie de proyectos nacionales dedicados a la cacería de ballenas, tanto en los mares antárticos como
en el estrecho de Magallanes, Valdivia e incluso Valparaíso. Entre ellos la empresa chilena más relevante fue la Sociedad Ballenera de Magallanes, presidida
por Mauricio Braun, Pedro de Bruyne y Adolfo Andresen (Nicholls 2010). La
sociedad radicada en Punta Arenas operó entre 1906 y 1916 desde isla Decepción, en el continente Antártico hasta Bahía Águila, en el Estrecho de Magallanes. Para nuestros fines nos resulta relevante que durante los meses de otoño, invierno y primavera, el centro de las operaciones de la Sociedad Ballenera
de Magallanes fuese Bahía Águila, desde donde se desplazaban hacia las islas
del Pacífico y las del Atlántico (Nicholls 2010). Es decir, habrían operado en las
inmediaciones del territorio yagán.
yaganes y balleneros
El XIX fue un siglo de rápidos y profundos cambios para los grupos yagán,
producto de sus contactos cada vez más frecuentes con blancos, debido a la
instalación de la Misión de la South American Missionary Society (1855–1916),
el hallazgo de oro en las islas del Beagle (1888), la fundación de Ushuaia (1884)
y las epidemias que llegaron a los canales en la segunda mitad del siglo XIX.
Sin embargo, las transformaciones ya se habrían iniciado a fines del siglo
XVIII con la llegada de los balleneros y loberos europeos y estadounidenses a
los mares del extremo sur.
Estos cazadores, permanecieron en el área hasta las primeras décadas del XX,
si bien interactuaron de forma esporádica con las y los canoeros, su presencia
en las inmediaciones del territorio yagán resulta interesante de explorar, en el
133
Colección Mocha Dick
entendido que estos habrían impactado de manera sustancial en el medioambiente austral, lo que habría incidido en los/as yaganes y su estilo de vida. En
este orden, llama la atención un dato correspondiente a 1860 bosquejado por
el reverendo G. P. Despard, en el que se sugiere que algunos ejemplares de
ballenas llegaron malheridos a las costas fueguinas huyendo de los balleneros
(Orquera y Piana 1999). Otros análisis plantean que el paso de los veleros balleneros, junto con los cazadores de focas, no habría sido del todo beneficioso
para los yaganes.
Anne Chapman señala que la cacería de animales marinos en el territorio yagán “(desde 1790 a cerca de 1829) fue tan devastadora que los animales nunca se
recuperaron a algo similar a su número original” (Chapman 2010: 70). Así, hacia 1830 las focas y las ballenas, se presentaban como recursos excepcionales
(Chapman 2010: 94).
Los reportes dejados por los misioneros, de períodos posteriores, también nos
dan algunas luces acerca de cómo la población de cetáceos se vio afectada
por la presencia de balleneros (y también por cazadores de focas). Los misioneros Barlett, Bridges y Lewis dejaron noticias de una serie de hallazgos de
ballenas aprovechadas por los yaganes durante la década de los ’70 del siglo
XIX. Barlett reporta la exitosa excursión de dos yaganes en busca de carne de
ballena en 1870 (SAMM 1870: 99). Lewis da cuenta de una ballena hallada en
Ushuaia en septiembre de 1871 (SAMM 1872: 34–35). Th. Bridges, por su parte, menciona el hallazgo de dos ejemplarles en marzo de 1872 (SAMM 1872:
124); en abril de 1873 una ballena en Yahga (SAMM 1874: 43); en abril de 1874
la cacería de la ballena al este de Ushuaia y en mayo de 1874 el hallazgo de 3
ejemplares en Agia (SAMM 1875: 12–15) y en abril de 1878 tres ballenas en isla
Gable (SAMM 1878: 247).
Hacia el inicio de la siguiente década, Th. Bridges escribe que “el abastecimiento habitual con ciertos tipos de peces y ballenas varadas que ayudan a estas personas durante el invierno, han fallado esta temporada” (Bridges, Th. en SAMM
1882: 16). Afortunadamente durante ese invierno hubo hongos en abundancia.
Dos años después, en 1883, el misionero hace referencia a las distribución libre
de alimentos entre los yaganes dado que durante el invierno, con la nieve y el
mal tiempo, habría resultado muy difícil abastecerse por sus propios medios.
Agrega que por fortuna una ballena buena fue hallada en Yahga “que ha sido
muy útil para ellos [yaganes] durante este invierno” (Bridges, Th. en SAMM
1883: 273).
Antes del invierno siguiente, en abril de 1884, Th. Bridges menciona el hallazgo de una ballena de 60 pies de largo (18 metros) en Boat Point: “los nativos han
estado trabajando duro desde entonces removiendo sus partes sustanciales, lo que
les servirá durante muchos meses por venir” (en SAMM 1884: 185).
134
Balleneros del Sur
La presencia de ballenas durante las décadas del ‘70 y ‘80 del XIX puede ser
interpretada, siguiendo lo planteado por Chapman (2010), a partir de la crisis
que experimentó la industria ballenera yankee en la segunda mitad de ese
siglo, vinculada con la Guerra Civil norteamericana (1861–1865) y la baja en
el mercado del aceite de ballenas de aquella década. Esta pausa en la actividad
ballenera habría permitido que los cetáceos volvieran nuevamente a Tierra
del Fuego.
Luego de los reportes de Bridges, las noticias de ballenas se vuelven más esporádicas. John Lawrence hace referencia a un ejemplar en mal estado en 1887
(Lawrence en SAMM 1887: 174) y años después da cuenta de otra encontrada
en 1892 (Lawrence en SAMM 1892: 98). Mrs. Burleigh (1902) escribe también
sobre este asunto señalando que “muy rara vez una ballena varaba en una de
las islas vecinas [Wollaston o Tekenika], habiendo un gran regocijo cuando esto
ocurría”. El misionero Williams también deja testimonio de una ballena encontrada en 1902 (SAMM 1902: 277). Orquera y Piana (1999) informan que
una ballena habría varado hacia principios de la década del ’20. Números que,
de ninguna manera, se acercan a las ballenas reportadas en los años ’70. Sobre
la merma de los cetáceos Gusinde escribe, “debe imputársele a los pescadores
de ballenas europeos el hecho de que estos gigantes del océano, antaño tan numerosos, hayan sido casi completamente exterminados en la región del Cabo de
Hornos” (Gusinde 1986: 500).
Dos ámbitos del estilo de vida yagán que pudieron verse afectados por el paso
de los cazadores europeos y yankee, fueron la realización de las grandes ceremonias y los ordenamientos de género. Ambos temas se plantean en un tono
hipotético y se considera que debiesen, a futuro, ser explorados con mayor
profundidad, siempre vistos en relación con los otros factores que incidieron
en la desestructuración del mundo yagán.
las grandes ceremonias
En 1910, cuando pasaba el cometa Halley, Lakutaia le kipa fue iniciada en el
Chiejaus realizado cerca de la misión de Río Douglas. Ella le contó a Stambuk
que “Fui la última de mi raza que pasó por el Chiajóus” (Stambuk 2011: 57).
Esta fue, en efecto, una de las últimas instancias en que la ceremonia tuvo
lugar. Después, se realizó un Chiejaus en enero de 1920 en Puerto Remolino y
otro en marzo de 1922 en bahía Mejillones. En el primero de ellos, participó
como candidato el Gusinde, en el segundo se le sumó Wilhem Koppers.
Para los años ’30 se habrían realizado los últimos dos. Uno en 1933 y el final
en 1935. Hermelinda Acuña, fue iniciada en el Chiejaus de 1933, cuando era
aún niña. Cristina Calderón, de menos de diez años, pudo entrar a la choza del
135
Colección Mocha Dick
Chiejaus en Mejillones en 1935 pero no fue iniciada. En esa oportunidad un
yagán, Dionisio Milicich, murió de manera que las autoridades locales (carabineros) prohibieron la realización de la ceremonia (Chapman 2010; Stambuk
2007). Según refiere Chapman, Félix, un yagán que ejercía de maestro de ceremonia tomó conciencia de que esa era la única oportunidad en que los niño/
as podrían estar dentro de una de Choza del Chiejaus y vieran a los adultos
participando en ella, por lo tanto les ordenó a todos que entraran.
Con respecto al Kina, se realizó uno –tal vez el último– entre el 6 y el 12 de
marzo de 1922. Sobre él Gusinde escribió “por cierto, tuvieron que reflexionar
seriamente antes de representar algunas escenas, ya que esta ceremonia no se
celebraba desde hacía tres decenios” (Gusinde 1986: 183).
Las grandes ceremonias de pasaje de los yagán permanecieron al margen de
las descripciones etnográficas detalladas hasta la participación de Gusinde y
Koppers. Sólo algunos indicios de ellas aparecieron en los escritos de Thomas
Bridges (Gusinde 1986) y una breve mención en una carta de J. Lewis. Carecemos de datos certeros acerca de la periodicidad de estas ceremonias durante el
siglo XIX. La referencia de Lewis, entrega algunos indicios acerca de la discontinuidad que habrían experimentado durante ese siglo. El misionero comenta
a partir de su breve estadía en Wollaston en 1888 que, “realizamos un servicio
en una Toomeecoouchr, i.e. un teatro, llamado anteriormente keena, una gran
choza, erigida no para vivir, sino que para realizar ciertos ritos iniciáticos con
la juventud, etc. Hace dieciocho años atrás, vi una grande cerca de Woollya [isla
Navarino]; ahora son escasas de ver” (Lewis en SAMM 1888: 218). Considerando la relevancia que estas ceremonias habrían tenido para la continuidad del
modo de vida yagán, no es descabellado plantear que se habrían realizado con
mayor frecuencia que la retratada para el siglo XX.
En suma, el comentario de Lewis plantea que los ritos habrían dejado de realizarse con frecuencia ya desde el XIX. Las causas para su posible disminución
se entroncarían con el hecho que ese fue un siglo de epidemias y evangelización que desarticularon la sociedad yagán, lo que por cierto habría afectado
su patrimonio ritual. Junto con ello, los balleneros y cazadores de focas, al
mermar la población de mamíferos marinos, habrían atentado contra las condiciones materiales que posibilitaban la ejecución de estos ritos.
De tal manera, no es menor que para el Chiejaus de 1920 Fred Lawrence –
estanciero, hijo del misionero John Lawrence y marido de la yagana Nelly–
proveyó los “la cantidad de carneros necesarios para el curso de la ceremonia”
(Gusinde 1986: 177). Lo anterior respondería, en parte, a que la varazón de
una ballena era un fenómeno aleatorio y cada vez más escaso para ese entonces.
136
Balleneros del Sur
reorganizar la subsistencia, lectura de género
Chapman (2010) hace mención a que la caza masiva de la población de pinnípedos –lobo de dos pelos (Arctocepbalus australis) y león marino o lobo común
(Otaria flavescens)–, durante las primeras décadas del XIX, habría llevado a
especies prácticamente a la extinción, lo que afectaría de manera significativa
a la sociedad yagán. Esto pues, las y los canoeros se vieron privados de su
mayor fuente de alimento, la que debieron reemplazar por otros recursos de
menor valor energético.
Algo similar ocurría con las ballenas.
Para los y las yagán la merma de lobos y ballenas habría implicado una reorganización de sus estrategias de subsistencia, debiendo aprovechar y dar prioridad a otros recursos tales como una variedad de moluscos, peces, aves y
huevos junto con bayas y hongos.
Con ello, planteamos que posiblemente habría ocurrido otro ajuste: la estructura de género. Hemos mencionado que la caza de lobos marinos suponía una
actividad en que hombres y mujeres yagán participan de forma diferente pero
igualmente activa, lo que ha sido interpretado como un indicador de una sociedad que si bien presentaba una clara división de tareas por género, a la vez
habría ostentado una estructura de relaciones de poder cuasi-simétricas. Para
el caso de las ballenas, los registros etnográficos señalan que tanto hombres y
mujeres yagán participaban en su captura y aprovechamiento. Es decir, las actividades que proporcionaban dos recursos de altísimo valor energético y cuya
relevancia trascendía la exclusiva subsistencia, consideraban la participación
de hombres y mujeres canoeros.
La merma de estos recursos y la consecuente reorganización de la subsistencia,
habría provocado que estas tareas, de carácter colaborativo se hiciera menos
frecuente y que ciertas tareas particulares de las yaganas cobraran otro valor.
Sobre este punto, Anne Chapman plantea que “económicamente, las mujeres
adquieren más importancia porque hay muy poca ballena y foca” (Mena 2008).
De esta nueva situación, por cierto, no es posible interpretar un aumento automático en el valor y prestigio de las mujeres yagán. A partir de lo anterior, se
podrían explicar observaciones como las que hiciera Bove, “las infelices mujeres son las encargadas del sostén de toda la familia, ella es considerada más bien
como una esclava, que como una cariñosa y amable compañera. Es ella la que
tiene que pescar y conducir la canoa. ¡Cuántas veces he visto a hombres sentados
tranquilamente alrededor del fuego, mientras las pobres mujeres estaban expuestas a la nieve, al viento y al agua en un frágil bote pescando para los ociosos e
irascibles maridos!” (Bove 2005: 115).
137
Colección Mocha Dick
Las respuestas a si este desplazamiento de roles supuso transformaciones en
las identidades de hombres y mujeres canoeros, así como un reajuste en las
estructuras de poder y prestigio dependientes de distinciones de género, son
difíciles de establecer.
Sin duda, que durante el siglo XIX se gestó un nuevo escenario en el extremo
sur marcado por la ausencia de recursos: las epidemias y muertes, la presencia
cada vez mayor de blancos en su territorio y también la promoción de otros
modelos de género9 que articulados, podrían haber trastocado aquellas relaciones cuasi-simétricas que habrían existido entre las y los yaganes, previo a la
influencia de occidente en los canales australes.
cierre
La presencia de balleneros y foqueros en los mares del sur, analizada en relación y en contraste con los grupos fueguinos es un tema que aún debe ser explorado con detención. En estas páginas nos limitamos a esbozar, en un tono
especulativo, algunos temas, sin embargo queda más de alguno en el tintero.
En términos metodológicos, resulta fundamental para la investigación fueguina tener presente los posibles impactos que estos nuevos actores generaron
en Tierra del Fuego y el Cabo de Hornos. Esto pues, los trazos de su presencia produjeron distorsiones en el registro de los observadores del siglo XIX
que deben ser ponderadas. Un ejemplo de ello, es el comentario realizado por
Anne Chapman en relación a que la disminución de ballenas y lobos explicaría la descripción que hiciera Darwin, luego de su paso por el territorio yagán
en 1833 y 1834, en la cual aseveraba que los yaganes vivían casi exclusivamente
del consumo de mariscos y peces, pasando por alto la gran relevancia de la
caza y captura de pinnípedos y el hallazgo de ballenas. El texto de Mayne Reid
(1885) también minimiza la relevancia de estos dos recursos.
Una segunda línea tiene que ver propiamente con la desestructuración del
mundo yagán. Por cierto, en ningún caso es posible adjudicarles la responsabilidad absoluta a los balleneros de este proceso; sin embargo, el impacto ambiental de la actividad ballenera junto con los cazadores de focas en el extremo
sur, sí habría tenido una cuota de incidencia que resulta interesante de explorar.
9. En este ámbito habría jugado un rol no menor la Misión anglicana, que en su plan de civilizar y
evangelizar a las y los yagán abogó por la promoción de una ideología victoriana de género caracterizada por la existencia de esferas separadas para hombres y mujeres Este modelo, como ya hemos
esbozado, habría limitado el espacio marítimo a los varones, dejando el habitar marítimo de las canoeras como prácticas curiosas.
138
Balleneros del Sur
referencias bibliográficas
BRIDGES, L. E (2003). El último confín de la Tierra. Buenos Aires: Sudamericana.
BOVE, G (2005). Expedición a la Patagonia. Un viaje a las tierras y mares australes (1881-1882). Buenos Aires: Ediciones Continente.
BURLEIGH, Mrs. N (1902).Witnessing under the South Cross: Mr. and Mrs. Burleigh at Wollaston and Tekenika. Londres: South American Missionary Society.
CHAPMAN, A (1973). Llanto por los indios de Tierra del Fuego. Journal de la
Societé des Américanistes, 62: 235–236.
CHAPMAN, A (2010). European encounters with the Yamana people of Cape
Horn, before and after Darwin. New York: Cambridge University Press.
CHAPMAN, A (2011). Haín. Ceremonias de iniciación de los selk’nam de Tierra
del Fuego. Santiago: Pehuén.
CHAPMAN, A (s/f). A genealogy of my professors and informants [Disponible
en http://www.thereedfoundation.org/rism/chapman/genealogy.htm, consultado en julio de 2013].
COJAZZI, A (1912). Terre Magellaniche: Folk-lore fueghino: gli indi Yagan.
Bollettino Salesiano, 5:144–148.
COOPER, J. M (1917). Analytical and critical bibliography of the tribes of Tierra
del Fuego and adjacent territory. Washington: Smithsonian Institution.
COOPER, J. M (1946). The yahgan. En Steward J. H (editor). Handbook of South
American Indians. Vol. 1. Washington: Smithsonian Institution, pp. 81–106.
FIORE, D (2006). La manipulación de pinturas corporales como factor de división social en los pueblos selk’nam y yámana (Tierra del Fuego). Estudios
Atacameños, 31: 129–142.
FIORE, D (2007). Painted genders: the construction of gender through the
display of body painting by the Selk’nam and the Yámana from Tierra del
Fuego (Southern South America). En: Whitehouse, Hamilton & Wright (editores). Archaeology and Women. Ancient and Modern Issues. California: Left
Coast Press, pp. 373–403.
139
Colección Mocha Dick
GOÑI, A (1999). Trabajo de terreno en el poblado de Ukika, Isla Navarino, XII
región, mes de noviembre 1998. (Manuscrito).
GUSINDE, M (1986). Los indios de Tierra del Fuego. Tomo Segundo: Los Yámana. Buenos Aires: Centro Argentino de Etnología Americana.
GUSINDE, M (2003). Expedición a la Tierra del Fuego. Santiago: Universitaria.
MASSONE, M. & A. PRIETO (2005). Ballenas y delfines en el mundo selk’nam:
una aproximación etnográfica. Magallania, 33 (1): 25–35.
MARTINIC, M (2004). Antecedentes históricos sobre la caza de cetáceos en
Chile. Boletín Antártico Chileno, 23 (1): 7–12.
MAYNE REID, Ch (1885). The man-eaters and other odd people a popular description of singular races of man. Nueva York: Thomas R. Knox & Co.
MENA, R (2008). Anne Chapman. Filiación femenina en Tierra del Fuego [Disponible en http://www.nuestro.cl/notas/perfiles/anne_chapman1.htm; consultado el 3 de agosto de 2013].
NICHOLLS, N (2010). La Sociedad Ballenera de Magallanes: de cazadores de
ballenas a héroes que marcaron la soberanía nacional. Historia, 43: 41–78.
ORQUERA, L. A. & E. PIANA (1999). La vida material y social de los Yámana.
Buenos Aires: Instituto Fueguino de Investigaciones Científicas/Eudeba.
PEREIRA SALAS, E (1936). Buques norteamericanos en Chile a fines de la era
colonial 1788-1810. Anales de la Universidad de Chile, [S.l.], 21: 90–129.
PEREIRA SALAS, E (1971). Los primeros contactos entre Chile y los Estados
Unidos, 1778–1809. Santiago: Andrés Bello.
QUIROZ, D (2011). La flota de la Sociedad Ballenera de Magallanes: historias
y operaciones en los mares australes (1905-1916). Magallania, 39 (1): 33–58.
QUIROZ, D. & G. CARREÑO (2010). El último sueño del capitán “Adolfus”
Andresen: la caza de ballenas en aguas magallánicas (1933–1935). Magallania,
38 (1): 37–60.
SEPúLVEDA, J (1997). La epopeya de la industria ballenera chilena. Revista
de Marina, 115(6): 544–553.
140
Balleneros del Sur
SNOW, W. P (1861). A few remarks on the wild tribes of Tierra del Fuego
from personal observation. Transactions of the Ethnological Society of London,
1: 261–267.
STAMBUK, P (2007). El zarpe final: memorias de los últimos yaganes. Santiago:
LOM.
STAMBUK, P (2011). Rosa Yagán. Lakutaia le kipa: historia de una india yagana del archipiélago del Cabo de Hornos. Santiago: Pehuén.
PUBLICACIONES PERIÓDICAS
The South American Missionary Magazine [SAMM], Vol I al L (1867 a 1916),
Londres.
141
Balleneros del Sur
LAS TRADICIONES BALLENERAS EN EL CHILE DEL
SIGLO xx:
INFLUENCIAS NORTEAMERICANA, NORUEGA Y JAPONESA
Daniel Quiroz
resumen
En Chile la caza de ballenas se extendió por casi doscientos años. Durante ese
tiempo estuvo sujeta a la influencia secuencial de tres tradiciones: estadounidense, noruega y japonesa. El modelo estadounidense contribuyó a darle forma en el siglo XIX, fue completamente renovada en el siglo XX por el modelo
noruego, alcanzando su máximo esplendor en la década de los 50. Luego sobrevino una profunda crisis, de la que se intentó salir con el modelo japonés,
pero fue inútil. La caza de ballenas desaparece, después de una larga agonía,
en 1983. En este trabajo intentamos evaluar la influencia de las distintas tradiciones en la industria ballenera chilena.
Palabras claves: Caza de ballenas, Tradiciones balleneras, Cultura ballenera,
Chile.
abstract
Whaling spread in Chile for almost two hundred years. Chilean whaling was
influenced for three sequential whaling traditions: American, Norwegian and
Japanese. The Americans helped shape the Chilean whaling in the nineteenth
century and the Norwegian transformed in the twentieth century. The Chilean whaling reaching its peak in the 50s, then followed a deep crisis, which
attempted to leave with the Japanese influence, but it was useless. Whaling
ends in Chile in 1983. In this paper we evaluate the influence of the different
traditions in the Chilean whaling industry.
Keywords: Whaling, Whaling traditions, Whaling culture, Chile.
143
Colección Mocha Dick
antecedentes
En las costas de Chile la caza de ballenas se extendió por casi doscientos años1.
Archelus Hammond, primer oficial del ballenero británico AMELIA, de 270
ton, de la casa Samuel Enderby & Sons, de Londres, Inglaterra 2, captura en
1789 el primer cachalote en las aguas pacíficas sudamericanas (Starbuck 1876:
96), en un lugar de la costa situado entre Arica e Iquique (Pereira Salas 1971:
41)3. La última ballena, una ballena de aleta, fue cazada en 1983 por el JUAN–
9, comandada por Héctor Macaya Silva, uno de los capitanes de la empresa
Macaya Hermanos, y su esqueleto se puede observar hoy en los jardines del
Departamento de Oceanografía, en la Universidad de Concepción (Pastene
& Quiroz 2010). En este largo período de tiempo las operaciones balleneras
chilenas estuvieron influidas por diversas tradiciones surgidas y desarrolladas
en otros países y el impacto provocado fue de distinta naturaleza.
La información que tenemos respecto de la caza de ballenas en las costas de
Chile es de naturaleza fragmentaria y muy variada. Existen algunos textos
bastante generales (Martinic 2004; Sepúlveda 2008; Guzmán 2006; Cartes
2009; Pastene & Quiroz 2010) y otros más particulares (Castillo 1906; Pereira
Salas 1971; Hernández 1998), que han contribuido a construir un panorama
sobre su historia y sus principales características.
1. No podemos dejar de mencionar la presencia de una relación cinegética entre los hombres y las
ballenas antes del arribo de los balleneros angloamericanos a las costas de Chile, pero no será objeto
de una reflexión en el marco de este trabajo. Solo quisiera compartir que Martin Gusinde cree que los
fueguinos, en la práctica, no cazaban la ballena: “nunca se aproximan a un animal completamente
sano, pues podría resultarles muy peligroso”. Sin embargo, cuando veían una ballena acosada o herida, se acercaban en sus canoas desde todas direcciones, “los hombres lanzan sus largos arpones y todos
tiran violentamente de las cuerdas para hacer mayores las muchas y graves heridas del animal. Es
atacado por todos lados, basta que, al fin, cada hombre le arroja todas las armas que tiene a mano”. Si
consiguen dar muerte al animal “entonces arrastran la enorme presa a la playa aprovechándose de la
marea con cuyo auxilio empujan el deforme cuerpo del animal lo más alto que pueden tierra adentro”.
Los resultados de la pesca “abastece a muchas familias durante varias semanas; su carne y aceite huesos y tendones, barbas y dientes tienen un útil y variado aprovechamiento” (Gusinde 1951: 212–213).
Los “yamana” nunca se acercan a un animal sano pues el efecto de sus arpones es reducido: “el hecho
de que los indios tengan a veces éxito con estas armas es producto de sus esfuerzos ininterrumpidos
[…] piensan en la abundancia de tocino y carne […] que una sola ballena, sea grande o pequeña,
proporcionará a muchas familias sin esfuerzo suplementario alguno” (Gusinde 1986, II: 503).
2. Samuel Enderby & Sons era una empresa, dedicada a la caza de ballenas y lobos, fundada alrededor de 1775 por Samuel Enderby y sus hijos Charles, Samuel y George, de Boston, Estados Unidos, en
Londres, Inglaterra (Jackson 1978: 92).
3. Hay una pequeña diferencia respecto del nombre de este buque. Starbuck lo llama AMELIA (1876:
96) y Pereira Salas EMILIA (1971: 41).
144
Balleneros del Sur
tradiciones balleneras
En la literatura antropológica se define una “cultura ballenera” como un complejo cultural que comprende no sólo las diversas maneras de capturar las
ballenas sino también las formas de usar cada una de sus partes (piel, carne,
aceite, huesos) tanto en su vida cotidiana, como en la religión y el arte, definición usada sobre todo para caracterizar la caza costera japonesa en pequeña
escala (Takahashi et al. 1989). Si entendemos la cultura, por otra parte, como
“un conocimiento compartido sobre la cacería de ballenas que es trasmitido a través de generaciones [… y que] comprende un patrimonio y una cosmovisión común, una comprensión de las relaciones ecológicas (incluyendo
las espirituales) y tecnológicas entre seres humanos y ballenas, procesos de
distribución especiales y una cultura alimenticia” (Akimichi et al. 1988: 75),
podemos entender la cultura ballenera como una tradición, es decir, como un
conjunto de ideas, usos o costumbres que se comunican, se transmiten, de
generación en generación. No hay una “cultura ballenera” ni una “tradición
ballenera”; lo que tenemos son culturas y tradiciones balleneras.
La Tradición Estadounidense
La caza costera de ballenas francas comienza en las costas de Nueva Inglaterra en los albores del siglo XVII con el objetivo de obtener aceite y barbas de
ballena. Desde fines de este mismo siglo se perseguirá a las ballenas cada vez
más lejos de la costa, hasta que en 1720 hombres de Nantucket descubren los
patrones migratorios de los cachalotes y su persecución dio origen a la caza
pelágica estadounidense (Dolin 2007).
En estas operaciones se usaban veleros de unas 300 a 400 toneladas, tripulados
por 30 a 40 hombres. Se cazaba ballenas francas y jorobadas pero principalmente cachalotes. Los veleros llevaban a bordo varios botes que eran bajados y
usados en la caza cuando se divisaban las ballenas; los cuales eran tripulados
por seis personas: un timonel en la popa, cuatro remeros y un arponero en
la proa. Uno o más arpones eran lanzados contra la ballena desde muy corta
distancia. La ballena herida huía, remolcando uno o más botes balleneros.
Cuando se cansaba era muerta por el timonel que manejaba una lanza que la
hundía en uno de sus órganos vitales. El cetáceo, ya muerto, era llevado a un
costado del velero donde era descuartizado. La grasa era retirada y subida a
bordo mediante poleas (Ellis 1991).
Los norteamericanos introdujeron en el siglo XVIII una innovación que
transformará la caza de ballenas en el mundo. Consistía en la transferencia
del proceso de elaboración del aceite desde las instalaciones costeras a la cubierta de un buque, equipado con grandes hornos de ladrillo (Davis et al 1997:
36). Esta innovación mejoró la calidad del aceite al procesar la grasa de inme145
Colección Mocha Dick
Figura 1. Escena de una caza de ballenas francas en los mares del sur (Original: Colección Forbes,
MIT Museum, Cambridge MA).
diato y permitió realizar expediciones de larga distancia que duraban entre
tres y cuatro años (Ellis 1991). Tal vez, uno de los períodos de mayor auge de
la industria ballenera mundial corresponde a la primera mitad del siglo XIX
cuando una gran cantidad de veleros de distintas nacionalidades, en especial
norteamericanos, pero también ingleses, franceses y alemanes, recorrerán los
diversos mares del planeta en busca de ballenas, tocando las costas de Chile
en lugares tan distantes como Ancud, Talcahuano, Valparaíso y Coquimbo
(Pereira Salas 1971).
La Tradición Noruega
Los noruegos capturaron ballenas en las costas de Tromsø aparentemente
desde los siglos IX o X (Lindquist 1994). Entre los siglos XVII y XVIII balleneros de distintas nacionalidades, entre ellos algunos noruegos, cazaron en
el archipiélago de Svalvard, situado entre Noruega, Islandia y Groenlandia
(Ellis 1991). Los balleneros anclaban cerca de la costa y construían una estación terrestre con materiales del barco. Las ballenas eran avistadas desde la
playa y luego perseguidas y cazadas desde la proa de una chalupa. La carcasa
de la ballena era remolcada a la estación costera donde la grasa era removida
y derretida. El aceite de ballena obtenido se almacenaba en barriles de madera
que luego eran subidos al barco anclado (Schokkenbroek 2008).
La contribución noruega más significativa para la industria ballenera ocurre
en la segunda mitad del siglo XIX cuando, gracias a sendas invenciones de
146
Balleneros del Sur
Figura 2. Planta ballenera de Sven Foynd en Vadsö, Finnmark, Noruega (Dibujo de T. von Eckenbrecher, Archivo Klaus Barthelmess, Colonia, Noruega, N° 340).
Svend Foyn, se comienza a utilizar el cañón arponero y buques a vapor especialmente construidos para la caza de ballenas en Finnmark, en el norte
de Noruega (Tønnesen & Johnsen 1982). El buque debía ser “rápido, poderoso, maniobrable y virtualmente imposible de hundirse” (Davis et al 1997:
500). Los buques usaban para la matanza “un arpón explosivo lanzado desde
un cañón montado en la proa” (Brown 1976: 25). Esta innovación permitió la
captura de todo tipo de ballenas, incluidos los grandes rorcuales, como la ballena azul y la de aleta. Las carcasas de los cetáceos eran procesadas en plantas
terrestres para producir aceite y abono (Tønnesen & Johnsen 1982: 39–40).
Todo el proceso comenzaba con la llegada de la ballena a la planta. La cual era
amarrada con una línea al huinche e izada a la rampa y luego a la plataforma
de descuartizamiento. Allí se separaba el tocino, la carne y los huesos que
iban, cada uno, a sus propias unidades de cocción o “cocinerías”. De las tres
cocinerías se obtenía aceite y una mezcla de líquidos y sólidos que eran enviados a plantas de purificación. Los residuos sólidos eran enviados a la planta de
harina o de guano (Basberg 2004: 83–84).
Las “operaciones pelágicas noruegas” y el uso de verdaderas fábricas flotantes,
se establecieron recién en 1925 y su principal innovación fue una rampa que
permitía subir el cetáceo completo a cubierta, sin necesidad de un procesamiento previo (Basberg 1998: 25). Eran verdaderas “fábricas en movimiento”
(Basberg 1998: 31–32).
147
Colección Mocha Dick
La Tradición Japonesa
La caza “pasiva” de ballenas, es decir, aprovechar la presencia de ballenas
muertas o heridas cerca de la costa, comienza en Japón en el siglo XVI (Kalland & Moeran 1992: 65). A fines de ese mismo siglo se inicia la caza “activa”
de ballenas, es decir “perseguir animales saludables”, utilizando botes abiertos
y arpones [tsukitori-ho] y a fines del siglo XVII se inventa un nuevo método
de captura de las ballenas con redes [amitori-ho ]; en ambas modalidades las
ballenas eran procesadas en instalaciones costeras (Kalland & Moeran 1992:
65–71).
En 1820 balleneros angloestadounidenses descubren los ricos caladeros situados entre Hawaii y Japón y “en unos pocos años cientos de barcos operan en
aguas japonesas” (Kalland & Moeran 1992: 71). Los japoneses adoptan algunos elementos tecnológicos propios del sistema estadounidense, como el fusil
lanza bombas, pero, en términos generales, no tuvo “un real impacto en el
desarrollo de la caza japonesa de ballenas” (Kalland & Moeran 1992: 75). A
fines del siglo XIX se introduce el modelo noruego de caza, que finalmente
será adoptado por los japoneses. Sin embargo, la caza japonesa tiene un rasgo
distintivo pues su objetivo es la carne de ballena para consumo humano y no
el aceite, por lo tanto su procesamiento “requiere de procedimientos diferentes a los de la caza noruega de ballenas” (Kalland & Moeran 1992: 79).
La caza de ballenas japonesa se desarrolla en base a tres modelos que surgen
alrededor de 1935: caza costera en pequeña escala, caza costera en gran escala
y caza pelágica (Takahashi et al 1989: 111-112). La caza pelágica estaba en manos de tres grandes compañías, Taiyo Gyogyo, Nihon Suisan y Kyokuyo Hogei.
Junto a ellas “habían compañías más pequeñas, algunas subsidiarias de las
’Tres Grandes’, que participaban en la caza costera en gran escala” (Takahashi
et al 1989: 112).
La caza costera en gran escala se caracterizaba por usar buques cazadores similares a los de la caza pelágica (de 100 a 600 toneladas y tripulados por 12 a
20 hombres) para perseguir cachalotes y rorcuales y procesar sus carcasas en
plantas terrestres por carecer de buques nodriza (Takahashi et al 1989: 113).
Desde 1957 las actividades balleneras japonesas se extienden hacia territorios
extranjeros (Tato 1985), en busca de “nuevos stocks de ballenas”, de una “distribución más eficiente de los barcos” o simplemente de “nuevas oportunidades de negocios” (Kasuya 2008: 647).
Dos empresas japonesas establecieron negocios en Chile: Taiyo Gyogyo, una de
las tres grandes, y Nitto Hogei K. K., compañía que desarrollaba la caza costera
en gran escala.
148
Balleneros del Sur
Figura 3. Representación de tres tipos de caza de ballenas en Japón; abajo, caza tradicional con redes;
centro, caza con influencia norteamericana; arriba, caza modelo noruego (Original: Kagawa Museum, Takamatsu, Japón).
LAS TRADICIONES EN CHILE
El faenamiento de ballenas varadas era una práctica común en las costas de
Chile. Son numerosos los testimonios de su aprovechamiento por pueblos originarios como los yamana o los kaweshkar. En 1794 José de Moraleda tuvo
oportunidad de observar en la costa norte de la isla Grande de Chiloé el procesamiento de “una ballena de 15 a 16 varas de largo […] a la que estaban estrayendo la grasa el sargento que hace de comandante del fuerte de Chacao, con
algunos soldados e indios” (Moraleda 1888: 465). Durante todo el siglo XIX e
incluso en el XX hay varios registros de esta caza pasiva en diversos lugares
de la costa. Este es sin duda un sustrato sobre el que se asienta la caza activa
de ballenas, iniciada en las costas sudamericanas al finalizar el siglo XVIII.
La Influencia Estadounidense
Los proyectos para “pescar ballenas” en las costas de Chile surgen junto al
arribo de balleneros extranjeros. Unos de los primeros es el planteado por
Juan José de Santa Cruz en 1790: “Bien sabemos que en España es grande el
consumo de aceite de ballena. Que los ingleses la viene a pescar a nuestras costas
149
Colección Mocha Dick
para sacar con ella del mismo España la plata, que estos maestros de la especulativa expenden grandes costos y mucho tiempo para el logro de este ingreso; pues
cuanto más fácil sería si los chilenos desde su misma casa, esto es desde la costa,
sin internarse muchas leguas en el mar, consiguieran este ventajoso arbitrio, con
embarcaciones menores y ligeras, como las que los extranjeros llevan en sus fragatillas y las herramientas necesarias de fierro, tenían hecho todo el costo. Con
éstas podían seguir y herir las ballenas que llegan a tocar la costa, y siguiéndolas
4 o 6 leguas hasta que se desangrasen, las tirarían por un cabo a tierra, en donde
teniendo una cómoda oficina las cocinarían para sacarles el aceite que, acopiado
en pipas con facilidad, se conducirían al Callao con destino para España, y aunque no fuese más que en número de dos millones de libras a dos reales, tenían
para pagar los 500.000 pesos que se gastan aquí anualmente en géneros de Castilla, y esta plata que hoy sacan los ingleses de España, entraba en ella de menos
y quedaba de más en Chile” (De Santa Cruz [1790], en Sagredo y González
2004: 489–490). El proyecto no fue aprobado por la Corona española pero
la idea continuará presente en el pensamiento de las autoridades coloniales.
El mismo Ambrosio O’Higgins, Presidente de la Capitanía General de Chile,
luego de su visita en 1790 a las provincias del norte, para beneficiar de alguna
manera a los habitantes de la zona propone proyectos no solo para “fomentar
el comercio de pescado salado y seco”, sino también para desarrollar la pesca de
la ballena (O’Higgins 1929 [1790]: 124).
Sin embargo, la idea, aunque abandonada “por ahora, por costoso y difícil el
proyecto de la pesca de ballenas”, permanece en el imaginario colectivo, aunque se conformen en “permitir por ahora a aquellos peces señorearse y pasar el
mar en esta parte sin que experimenten de nosotros hostilidad alguna por medio
del arpón […] tiempo vendrá en que lleguen a ser perseguidos, como en otras
partes, y hacerse de su pesca un comercio considerable” (Anónimo 2004 [1790],
en Sagredo & González 2004: 681)4. En un texto escrito en 1809, Anselmo de
la Cruz se pregunta: “¿Cómo podemos mirar con indiferencia que los ingleses
y angloamericanos nos arrebaten el tesoro del aceite de ballena y comercio de
peletería, que tenemos en nuestros mares para llevar su producto a la Europa,
con que forman un ramo de comercio de gran consideración?”. El autor pide una
reflexión, pide que pensemos, como algo necesario, “en la pesca de la ballena,
para vender el aceite” (De la Cruz 1982 [1809]: 135–136).
La presencia de balleneros extranjeros en las costas chilenas desde 1789 estimulará una serie de emprendimientos nacionales, de distinta magnitud, algunos de gran escala bajo el modelo de la caza pelágica estadounidense y otros,
4. Pesca del congrio en Copiapó y Coquimbo, 1790. En, Sagredo & González 2004. La expedición
Malaspina en la frontera austral del imperio español. Santiago: Biblioteca Nacional/Universitaria, pp.
681-682] [El original se encuentra en Museo Naval (Madrid), Ms 338, ff. 99v-100v].
150
Balleneros del Sur
con menores recursos, desarrollando una caza costera en pequeña escala pero
que adapta elementos tecnológicos propios de la caza pelágica.
Entre 1820 y 1860 se generan una serie de proyectos que involucran capitales y
tripulaciones chilenas para cazar ballenas con el modelo de la caza pelágica5,
siendo el más notable el emprendido por la Casa López y Sartori, comerciantes
y armadores de Valparaíso, que envían dos expediciones balleneras al mar de
Okhotsk, una región situada en el extremo nororiental de la Rusia asiática6.
Entre 1860 y 1880 la participación chilena aumenta significativamente, llegando a conformar una flota de “diez y nueve [barcos] en la pesca de la ballena”7. Se
recorría las costas de Chile, Perú, Ecuador, las Galápagos y Panamá en busca
de cachalotes y ballenas jorobadas en viajes que duraban cerca de diez meses.
Desde Talcahuano salieron algunas expediciones hacia el sur para cazar ballenas en los mares antárticos. Entre las principales empresas estaba la Compañía
Chilena de Balleneros, formada en Valparaíso en 1871, y la sociedad Mathieu
5. La primera iniciativa es en 1819 cuando el comerciante inglés W. Henderson, el marino norteamericano Ch. Wooster y el empresario chileno A. Arcos, adquieren la fragata ROSA DEL PACÍFICO
(Aguayo-Lobo et al. 1998: 20; cf. Guzmán Gutiérrez 2006: 67), para “la caza de ballenas para la
obtención del aceite de esperma y su refinamiento para exportarlo a Europa” (Miers 1826: 287). Se
adquirirían nuevos barcos, “equipados y provistos de las tripulaciones y herramientas necesarias para
la pesca de la ballena [… y] las instalaciones para la refinación estarían en Coquimbo, donde fueron enviados todos los barriles” (Miers 1826: 288). El segundo intento conocido es el proyecto desarrollado en 1830 para equipar el bergantín chileno BUEN SUCESO “para la pesca de la ballena”
(Véliz 1961: 30; Cartes 2009: 36). Según el programa planteado “el valor del bergantín, equipado
para una travesía de ocho meses, se calculaba en $10.000”. El buque, de 200 toneladas gruesas de
registro, “podía cargar 52.000 galones de aceite de ballena que, avaluados de manera conservadora
en seis reales cada galón, importaban $42.000”. Si el viaje tenía éxito “se proyectaba instalar una
fábrica de velas de esperma para beneficiar los aceites de la compañía” (Betancourt 1963: 174).
6. La primera expedición, en 1851, fue con la barca PESCADOR, de 192 toneladas de registro, bajo el
mando del capitán George Heath y con una tripulación que incluía “18 marineros chilenos […. que]
regresó de su campaña de catorce meses a principios de ese año [1853], rindiendo utilidades tales a
sus armadores, que han estimulado un armamento en mayor escala, i que encaminarán en esa vía su
espíritu de empresa” (Memoria del Ministerio de Marina, 1853. Santiago: Imprenta Nacional, 1853,
p. 34). El éxito lleva a la Casa López & Sartori a preparar un nuevo buque, el REVELLO, barca de
158 toneladas de registro, que bajo el mando del capitán Ray zarpa de Valparaíso en 1853 para cazar
ballenas en Okhotsk. Luego de una temporada exitosa, que le había permitido reunir 1.200 barriles de
aceite y 25.000 libras de hueso, naufraga el 4 de septiembre de 1854 en un banco de arena en la bahía
de Sakhalin, con pérdida total del buque y la carga, aunque la tripulación pudo salvarse (New York
Daily Tribune [Nueva York], 18 de diciembre de 1854). La Casa López & Sartori era una sociedad
formada en 1850 por los comerciantes de Valparaíso, Dominic López y Edmund W. Sartori. En 1852
la sociedad tenía varios buques, con un total de 3.900 toneladas de registro, cuyas tripulaciones alcanzaban los 150 hombres (El Mercurio [Valparaíso], 18 de diciembre de 1852).
7. Whalement’s Shipping List [New Bedford, MA], 14 de enero de 1868.
151
Colección Mocha Dick
& Brañas, creada en Talcahuano en la década de 1850. La caza pelágica de ballenas, o caza clásica (Pastene & Quiroz 2010), disminuye hacia fines del siglo
XIX. El modelo se mantiene reducidopero vigente hasta 1922, cuando el barco
JAMES ARNOLD hace su último viaje ballenero, “con un capitán náutico,
otro de pesca, dos o tres pilotos, y veinte a veinticinco hombres”, por encargo
de Jose Maritano, comerciante de Talcahuano que había adquirido todos los
bienes de la sociedad Toro & Martínez, sucesora de Mathieu & Brañas (Sandoval 1978: 235).
Pero la influencia estadounidense más notable la encontramos en el desarrollo
de una serie de operaciones balleneras costeras en pequeña escala, que denominamos caza tradicional de ballenas (Quiroz 2012), utilizando chalupas y
arpones de mano y procesando sus carcasas en precarias instalaciones costeras, siendo las más conocidas las de José Olivares, en Caleta Tumbes, Talcahuano (Fernández 1964) y las de Juan Macaya en Puerto Norte, isla Santa
María (Hernández 1998).
La primera referencia sobre la presencia de pescadores tradicionales de ballenas en las costas de Concepción y Arauco indica que en 1854 “once chalupas
hacen la pesca de la ballena, cruzando a las inmediaciones de las costas”, agregando que son 66 los individuos “ocupados en la pesca de la ballena”8. En 1862
se extiende el área de captura de los balleneros de Tumbes con la instalación
de una faena en la desembocadura del río Lebu a cargo de V. Morán (Pizarro
1991: 114)9. Las faenas balleneras tradicionales se expanden a fines del siglo
XIX hacia el sur, primero a Corral, cerca de Valdivia y luego a Maullín y Chiloé (Quiroz 2012), dejando de practicarse en el continente en 1942 (Fernández
1964). En esos años, la empresa Juan Macaya e Hijos, en la isla Santa María,
permanece como una de sus más conocidos representantes, aunque ya habían
adoptado buques a vapor que funcionaban como remolcadores, tanto de las
chalupas cazadores como de las ballenas cazadas10. Sin embargo, la caza era
realizada con chalupas y arpones manuales. La caza tradicional de ballenas
8. Informe del Intendente de Concepción en contestación a la Circular del 6 de marzo de 1854. Memoria del Ministerio de Marina, 1854. Santiago: Imprenta Nacional, pp. 51-54. Este informe se basa
en los datos que le entregara el Gobernador Marítimo de Talcahuano, Carlos Pozzi, al Intendente de
Concepción.
9. Leoncio Señoret, comandante del vapor MAULE, se encuentra el 15 de marzo de 1862 en el fondeadero sur de la isla Santa María y allí ofrece “dar remolque a dos embarcaciones balleneras capitaneadas por V. Morán, que iban al mismo punto a establecer una pesquería” (Señoret 1862: 463).
Señoret opina que “estos establecimientos balleneros a más de los beneficios que producen al país son
un criadero de jente de mar i por lo tanto dignos de una especial protección” (Señoret 1862: 463).
10. El primer remolcador que tuvieron fue el CAUPOLICÁN, buque con casco de madera adquirido
en 1933, que fue reemplazado en 1936 por el ATLAS, un antiguo buque con casco de hierro (Hernández 1998: 40).
152
Balleneros del Sur
en “aguas chilenas” es producto, por un lado de la influencia norteamericana
y por el otro, de la tradición de faenar ballenas varadas, presente en las costas
chilenas incluso desde antes de la llegada de los europeos.
Un dato interesante sobre el proceso de construcción de una “cultura ballenera chilena” lo tenemos en 1861, cuando se informa que en el puerto de
Talcahuano hay 50 hombres que se dedican a la pesca de la ballena, desde
punta Tumbes hasta la isla Santa María, en 10 chalupas balleneras y que en ese
mismo año se habrían embarcado 26 marineros chilenos en balleneros norteamericanos cuando el año anterior, 1860, habían sido solamente doce11. Podemos suponer que el oficio de cazar ballenas se aprende embarcado y luego se
transmite en tierra, entre sus familiares y amistades. Un ejemplo es el caso de
Nicolás Bécar Andariena, que estuvo embarcado en el JAMES ARNOLD, de
Toro & Martínez, cazando ballenas en Ecuador y luego se dedicó a organizar
capturas “con anteojos de larga vista y banderolas desde la playa de Tumbes”
cuando los cetáceos entraban en la bahía de Talcahuano12. Esto no significa
dejar de considerar la participación de los marineros extranjeros que se quedan en Chile, abandonando sus funciones en los buques balleneros.
Pero el aprendizaje no es sólo sobre la caza y procesamiento de las ballenas.
Se comienzan a construir chalupas balleneras en la zona de Talcahuano en
la segunda mitad del siglo XIX. En 1870 se indica que hay una persona, de
nacionalidad estadounidense, “especial para la construcción de chalupas espresamente para la pesca de ballenas, hombre mui perito e inteligente en dicha
construcción”. Ese año, Jorge Bealey “ha construido ocho y reparado cinco”13. El
oficio es aprendido por chilenos y tenemos registros de carpinteros de ribera,
en Tumbes y en la isla Santa María, construyendo chalupas a fines del siglo
XIX para “la pesca de la ballena”, como Alberto Monsalve, de Puerto Sur, en
isla Santa María14. Las chalupas balleneras se hacían en Tumbes, en algunos
lugares de la costa del Golfo de Arauco y en la isla Santa María, “en base a
plantillas de manufactura inglesa o norteamericana que se encargaban, al igual
que los implementos que se empleaban en la caza […] a los veleros balleneros que
llegaban hasta nuestras aguas” (Fernández 1964: 38). Los arpones, las lanzas,
los espeles y otras herramientas de fierro eran elaborados por Abraham Velozo, en Talcahuano, utilizando también como modelo las piezas obtenidas de
los veleros balleneros que recalaban en dicho puerto15.
11. Memoria del Ministerio de Marina, 1861. Santiago: Imprenta El Ferrocarril.
12. Información proporcionada por Luis Salvo, quien la habría obtenido de Bernarda Bécar vda. de
Soto, en Tumbes, en la década de los 80.
13. Memoria del Ministerio de Marina, 1870. Santiago: Imprenta Nacional.
14. Entrevista realizada por Miguel Chapanoff a Waldo Soto Macaya, Talcahuano, marzo de 2012.
15. Información proporcionada por Luis Salvo, quien la habría obtenido de Bernarda Bécar vda. de
Soto, en Tumbes, en la década de los 80.
153
Colección Mocha Dick
En el lenguaje técnico asociado a la caza y al procesamiento de las ballenas
también se puede apreciar con mucha claridad la influencia estadounidense. Los nombres de las ballenas eran en su mayoría de origen inglés (Castillo
1906: 3). La ballena franca era conocida con el nombre de raituel (del inglés
“right whale”), la ballena jorobada era denominada como ambaqui (“humpback whale”), la orca era la ballena quila, (“killer whale”), el cachalote el espamuel (“sperm whale”), la ballena de aleta era la finbaqui (“fin whale”), la
ballena boba o ceibal (“sei whale”) y la azul era la alfaguara (“blue whale”).
Además varias de las herramientas utilizadas por los balleneros eran derivaciones de su nombre en inglés (Hernández 1998; Carreño y Espinoza 2012;
Quiroz 2012). Por ejemplo, los cuchillos usados para obtener los trozos de tocino eran los espeles (del inglés “spade”) y un arma de fuego que disparaba
arpones era el dátingan (de “darting gun”). Probablemente se usaron otros
términos que no fueron registrados ni se los recuerda en la actualidad.
La Influencia Noruega
La caza moderna de ballenas llega a Chile a fines de 1904, en Punta Arenas,
con la asociación entre el capitán noruego A. A. Andresen y un grupo de comerciantes de la ciudad para formar la Sociedad De Bruyne, Andresen y Cía.,
entusiasmados luego de los experimentos de Andresen en el vapor MAGALLANES en 1903 (Martinic 1973). La sociedad construirá en 1905 una planta
terrestre para el procesamiento de las ballenas en Bahía Águila y adquirirá un
vapor ballenero nuevo, el ALMIRANTE MONTT, en Noruega. Esta empresa
se transformará en 1906 en la Sociedad Ballenera de Magallanes, sociedad con
capitales chilenos y personal noruego, que funcionará hasta 1916 (Martinic
1973: 16-23; Nicholls 2010; Quiroz 2011).
En 1906 se forma la Sociedad Ballenera y Pescadora de Valdivia, iniciando un
período de treinta años de operaciones continuas desde Valdivia, contando
con la participación de capitales noruegos entre 1908 y 1913 (Quiroz 2010).
Otra empresa con capitales noruegos, la Ballenera del Pacífico, operará desde
1909 con una planta en la isla San Pedro, al sur de Chiloé (Tønnesen y Johnsen
1982: 202). En 1910 prácticamente toda la actividad ballenera moderna desarrollada en Chile estaba en manos noruegas, aunque los capitales chilenos
nunca estuvieron ajenos.
La Memoria del Ministerio de Marina de 1910 representa un verdadero “estado
del arte” de la industria ballenera en la primera década del siglo XX16. Nos
dice, que operaban dos empresas dedicadas a la caza clásica de ballenas, la
16. Memoria del Ministerio de Marina, 1910. Fondo Ministerio de Marina, Volúmen 1766, Archivo
Nacional, [Santiago, Chile].
154
Balleneros del Sur
Compañía Chilena de Balleneros [de Valparaíso] y la firma Toro & Martínez [de
Talcahuano, sucesora de Mathieu & Brañas] y dos a la caza moderna de ballenas, la Sociedad Ballenera de Valdivia y la Sociedad Ballenera de Magallanes.
Es curioso que la caza tradicional, con chalupa y arpón de mano, que todavía
se desarrollaba en diversos puntos de la costa chilena, entre Tumbes y Chiloé,
sea ignorada en este documento (Quiroz 2012)17. Es decir, en ese “presente
etnográfico” se encontraban operando, en forma simultánea, los tres sistemas
de caza de ballenas que hemos descrito en este trabajo (tradicional, clásico y
moderno) y las influencias estadounidense y noruega estaban configurando
una industria ballenera chilena diferenciada.
La producción de las dos empresas dedicadas a la caza clásica de ballenas, la
Compañía Chilena de Balleneros y la Toro & Martínez, habrían alcanzado en
1910 un total de 151.500 galones, es decir, 3.600 barriles de aceite18. Desafortunadamente, la producción de las empresas que desarrollaban la caza moderna de ballenas no puede ser abordada para 1910 con los datos provenientes de
la Memoria. Para esta temporada las estadísticas oficiales19, si sumamos los
datos de estas tres empresas dedicadas a la caza moderna de ballenas, señalan
que la captura llega a 696 ballenas y la producción de aceite a 18.327 barriles.
No hay datos de capturas y producción del sistema tradicional de caza de ballenas para este año.
La retirada de los noruegos en 1913 permite el surgimiento en Valdivia de la
Sociedad Ballenera de Corral, empresa que operará siguiendo el modelo noruego en forma monopólica hasta 193520. Aunque en la década de los 30 la
17. Por ejemplo, en noviembre de 1910 José Segundo Pérez, de Maullín, “ha pescado cuatro hermosísimas ballenas en los siguientes lugares: una en San Pedro, dos en los mares de Cucao y otra en la costa
de Maullín […] el señor Pérez se ha dirigido a los mares del sur con todos los elementos necesarios para
proseguir la pesca de cetáceos” Chile Austral [Punta Arenas], 5 de noviembre de 1910.
18. Memoria del Ministerio de Marina, 1910. Fondo Ministerio de Marina, volúmen 1766, Archivo
Nacional, [Santiago, Chile].
19. Las principales fuentes de información sobre las capturas de ballenas y producción de aceite, guano y otros derivados, son las estadísticas internacionales oficiales reunidas por la Norsk Hvalfangsteforeging [Asociación Noruega de Balleneros] con sede en Sandefjord, Noruega, y publicadas desde 1912
en la revista Norsk Hvalfangst-Tidende [La Gaceta Ballenera Noruega]. En 1930 el gobierno noruego
establece el Bureau of International Whaling Statistics para llevar un registro acucioso de las capturas
de cetáceos, las que publicará anualmente en la revista International Whaling Statistics. En 1984 esta
responsabilidad es asumida por la Comisión Ballenera Internacional [International Whaling Commission] con sede en Cambridge, Inglaterra, que continuó recolectando los datos de capturas desde
1984/5 en el mismo formato.
20. Exceptuamos acá los primeros pasos dados por la firma Juan Macaya e Hijos en isla Santa María,
seguidores de la caza tradicional de ballenas y por ende del modelo estadounidense de caza costera
(Hernández 1998).
155
Colección Mocha Dick
presencia de personal noruego no era muy grande, la tradición ya había sido
trasmitida y reelaborada por los chilenos que trabajaban tanto en las plantas
de San Carlos de Corral como de Huafo y también como tripulantes de los
buques cazadores (Quiroz 2010). Los noruegos comparten sus conocimientos y prácticas del oficio ballenero; son portadores de una cultura que traen
a Chile, que no se instala sobre un sustrato histórico vacío de experiencias
previas sino que se inserta en un sistema preexistente, que había desarrollado
características propias, derivadas de la tradición ballenera norteamericana, y
era trasmitida de padres a hijos como fue el caso de los Olivares de Tumbes;
los Morán y los Bécar de Lebu; los Hernández, los Silva y los Macaya de isla
Santa María, entre muchos otros21.
En un informe escrito en 1911 por el cónsul de Estados Unidos en Valparaíso,
se indica que la ballenera “con sede en Corral, da empleo a más de 200 hombres,
de los que 30 son noruegos” (Winslow 1912: 1031). En 1920 se señala que tanto
en los buques cazadores como en la planta terrestre “se utilizaron tripulantes o
trabajadores chilenos, sólo los arponeros y el director de la planta eran nórdicos”
(Risting 1922: 568). Todos los capitanes arponeros hasta mediados de la década de 1930 eran exclusivamente noruegos. Desde 1925 se van incorporando
capitanes de otras nacionalidades y el predominio de los noruegos comienza
a disminuir. Pero sin duda, los capitanes-arponeros chilenos aprendieron su
oficio de sus pares noruegos.
La biografía de los capitanes noruegos nos permiten entender un poco mejor el perfil que tenía cada uno de ellos. Un ejemplo es el caso del capitán
Peder Andreassen Rismyhr22. En 1909, con 29 años, se embarca como capitán arponero del NADDODDUR que operaba desde la estación terrestre
de Mjoafjord, Islandia, para la A/S Skjaersnaess, empresa dirigida por Hans
Ellefsen, de Stokke, Noruega. El buque es adquirido en 1910 por la Sociedad
Ballenera de Magallanes23 y P. A. Rismyhr se encarga de llevarlo a Tønsberg,
Noruega, y luego a Punta Arenas donde pasa a desempeñarse como capitán
arponero de la Sociedad en Punta Arenas. Debido a la temprana disolución de
21. No podemos olvidar a muchos individuos anónimos que portaban una experiencia de siglos de
faenar ballenas varadas, cuyo conocimiento siempre estuvo presente.
22. P. A. Rimsyhr nace el 18 de julio de 1880 en Bakkedammen, Kodal, Noruega. Sus padres eran
Anders Rismyhr y María Johannesen. Se casa en 1903 con Anna Petrine Andersen, con la que tiene
cinco hijos, Gudrun [1905], Margarita [1906], Alf [1908], Oddmund [1910] y Harold [1914]. Regresa
a Noruega en 1953, radicándose en Trevland, Andebu, donde fallece en 1963, a los 83 años. Liverød. J.
Andebus tilknytning til sjøen [Disponible en http://andebu.info/tema/bygdebok/andebus_tilknytning.
htm; consultado, 24 de julio de 2012].
23. El buque, llamado ALMIRANTE SEÑORET, continuará cazando ballenas en aguas patagónicas
hasta 1914 cuando es vendido a la Sociedad Vicente & Antonio Kusanovic, de Punta Arenas, Chile
(Quiroz 2011).
156
Balleneros del Sur
esta empresa, el capitán Rismyhr es contratado el 12 de octubre de 1916 por
la Sociedad Ballenera de Corral, entregándosele el mando del BALLENA y en
1920 del FYR. Su esposa Anna fallece en 1923 y el 4 de septiembre de 1926
se casa, en Corral, con Delfina García Cárdenas. En 1936 solicita su carta de
ciudadanía chilena, que es otorgada en 193924. En 1953 regresa a Noruega
donde fallece. No todos los capitanes noruegos se quedaron durante un lapso
prolongado de tiempo en Chile pero su influencia en la formación de los capitanes chilenos es innegable.
En 1935 la Sociedad Ballenera de Corral es adquirida por la Compañía Industrial S.A., con sede en Valparaíso, iniciándose una nueva etapa en la industria
ballenera nacional. La INDUS, organizada como sociedad anónima, intentará
un negocio a gran escala, cuya finalidad es asegurar la materia prima para la
elaboración de sus productos tales como jabones, detergentes, velas, aceites
y margarinas. Las operaciones balleneras de la INDUS son la etapa final del
modelo noruego de caza costera, que se iniciara en 1903 en aguas magallánicas. Sus actividades terminan en 1967 con el cierre de la planta de Quintay. La
planta de Bajo Molle había cerrado dos años antes.
Las operaciones balleneras de la Familia Macaya 25 en Chome –una sociedad
comercial de tipo familiar, cuyo objetivo es la producción y venta de productos
directamente derivados de la ballena, como aceite y abono-, representan el
paso una caza tradicional inspirada en la tradición estadounidense a una caza
moderna que, a pesar de la adopción de elementos propios como la adquisición de buques balleneros y la instalación de una planta moderna en Chome,
conserva muchos elementos del modelo anterior.
24. Decreto N° 1113, Ministerio del Interior, 1939. Fondo Ministerio del Interior. Archivo Nacional
[Santiago, Chile].
25. Los orígenes de la caza de ballenas en el seno de la Familia Macaya son en cierto modo “mitológicos”. Su iniciador, Juan Macaya Aravena habría aprendido el oficio de Juan da Silva, un portugués
que llega a la isla Santa María en 1890. Da Silva habría aprendido las artes de la caza y procesamiento de las ballenas en las islas Azores, desde donde se habría embarcado en los veleros balleneros
norteamericanos (Hernández 1998: 43). La relación ballenera de estos dos personajes se materializó
con la creación de la Sociedad de los dos Juanes, y sellada además por el matrimonio de Juan Da Silva
con Isabel Macaya (sobrina de don Juan). La sociedad no duró mucho tiempo, “apenas lo suficiente
para que los Macaya descubrieran su vocación ballenera y aprendieran las técnicas de caza del portugués”. La Sociedad de los dos Juanes usaba chalupas balleneras y arpones manuales para la cacería
y precarias instalaciones en la costa noreste de la isla Santa María para su procesamiento (Sepúlveda
2008). El año 1932 se constituye la Compañía Chilena de Pesca y Comercio Juan Macaya Aravena
e Hijos, e instala una planta para el procesamiento de ballenas en Puerto Macaya, isla Santa María.
157
Colección Mocha Dick
La Influencia Japonesa
Las empresas balleneras japoneses intentaron trabajar en Chile en varias
oportunidades. El primer intento serio lo hizo la empresa Taiyo Gyogyo en
1956, al establecer una alianza con la Sociedad Pesquera del Sur S.A. para suministrar pescados y ballenas con barcos japoneses a una planta ballenera,
que la compañía tenía en construcción en Coronel, para su procesamiento. A
pesar de haber recibido la aprobación del Gobierno26, una fuerte oposición
de las dos empresas balleneras chilenas, INDUS y Macaya Hermanos, impide
su materialización (Filippi 1957: 6). En 1959 la Taiyo intenta establecer una
nueva asociación con una empresa chilena, ahora con la propia INDUS, para
la explotación de la ballena con el objetivo de obtener carne para consumo
humano, iniciativa que tampoco prospera 27.
La primera alianza exitosa ocurre en 1964 cuando INDUS se asocia con una
empresa japonesa de caza costera en gran escala, Nitto Whaling Co., que “aporta cinco modernos buques cazadores y un buque frigorífico” para la caza de ballenas, su procesamiento en las plantas de Quintay y Bajo Molle, su refrigeración
y posterior traslado a Japón (Pastene & Quiroz 2010: 8). La unión es aprobada
por el Gobierno de Chile, que concede el permiso para que operen buques
japoneses “por el plazo de tres años contados desde la fecha de publicación de este
decreto en el Diario Oficial”, y a su término “los barcos deberán nacionalizarse
siempre que no tuvieran más de diez años de edad” o, si no se desea hacerlo,
“deberán regresar al extranjero”. El producto de la caza “deberá ser íntegramente
entregado a la Compañía Industrial, para ser faenado en sus plantas terrestres”.
La empresa proporcionará al Ministerio de Agricultura “todos los informes que
le sean requeridos referentes a las faenas o estudios relacionados con la caza de cetáceos” y aceptará a bordo de sus barcos “a los funcionarios que designe la Dirección de Agricultura y Pesca para realizar los estudios que dicho servicio requiera
por resolución”28. Esta alianza dura hasta 1967. Ese mismo año la empresa japonesa se asocia con Macaya Hermanos, formando Compañía Industrias Sudamericana Ltda., con un 70% del capital aportado por Nitto Whaling Co., un
20% por Macaya Hermanos y Compañía y un 10% por Promoción de Viviendas
S.A. La empresa que recibe autorización para operar desde la planta ballenera
de Chome con barcos japoneses por un plazo de cinco meses29.
26. Decreto N° 859 del 27 de octubre de 1956, Ministerio de Agricultura. Diario Oficial [Santiago,
Chile], 29 de diciembre de 1956.
27. Decreto N° 972, 1° de octubre de 1959, Ministerio de Economía. Diario Oficial [Santiago, Chile],
5 de noviembre de 1959.
28. Decreto N° 94, 20 de febrero de 1964, Ministerio de Agricultura. Diario Oficial [Santiago, Chile],
23 de marzo de 1964.
29. Decreto N° 661, 17 de noviembre de 1967, Ministerio de Agricultura. Diario Oficial [Santiago,
Chile], 9 de diciembre de 1967.
158
Balleneros del Sur
La relación comercial entre Nitto y las empresas chilenas era la misma. La
empresa japonesa cazaba las ballenas con sus propios barcos, a veces asistidos
de manera muy marginal por los barcos de la empresa chilena, luego los ejemplares muertos eran trasladados a las plantas balleneras y la empresa chilena
les pagaba por cada ballena entregada; para, finalmente, cerrar el circuito de
comercio vendiendo la carne de ballena a Nitto, cuyo principal objetivo era la
producción de carne para el consumo humano.
Desde hacía algunos años el Gobierno de Chile estaba interesado en introducir el consumo de carne de ballena en la población chilena, sin mucho éxito. La llegada de los japoneses fue una nueva oportunidad para hacerlo y, sin
duda, las campañas para incentivar el consumo de carne de ballena entre la
población chilena estuvo influida por la presencia del sistema de caza japonés
que privilegiaba la producción de carne para consumo humano. Desafortunadamente para todas las empresas involucradas, estas campañas e incentivos
no tuvieron el resultado esperado.
En 1977 Taiyo Gyogyo se relaciona con Macaya Hermanos y Cía., arrendándoles un navío que será transformado en un buque híbrido cazador-factoría-frigorífico, denominado posteriormente JUAN–9. El Gobierno de Chile autoriza
a la empresa Macaya Hnos. y Cía. “para realizar faenas de caza de ballenas con
el barco de bandera panameña denominado PAULMY STAR N° 3 en aguas jurisdiccionales chilenas, bajo las condiciones que en el presente decreto se establecen”.
Las condiciones eran las siguientes: operar en la zona marítima comprendida
entre los paralelos 20ºS y 42ºS, siendo el puerto de desembarque la Caleta
Chome; autorizar la caza de 500 ballenas anuales por un plazo de tres años,
siendo las especies autorizadas la ballena boba (=sei) y el cachalote; dar facilidades para que funcionarios del Servicio Agrícola y Ganadero desarrollen trabajos de investigación y control tanto en el barco como en la planta ballenera;
y, finalmente, el destino de la carne de ballena para consumo humano debe
ser preferentemente el mercado interno del país30. En 1981 Taiyo le vende el
buque a Macaya Hermanos y el vínculo finaliza.
El modelo japonés no tuvo demasiada relevancia en la construcción o modificación de la cultura ballenera que portaban los trabajadores de Quintay,
Bajo Molle o Chome, pues, en ese momento, la actividad ballenera en aguas
nacionales estaba terminando. Sin embargo, su presencia es clara y nítida en
la memoria y los recuerdos de los antiguos trabajadores de las plantas balleneras chilenas.
30. Decreto N° 377, 1° de septiembre de 1977, Ministerio de Agricultura. Diario Oficial [Santiago,
Chile], 16 de septiembre de 1977.
159
Colección Mocha Dick
conclusiones
La caza de ballenas en las costas de Chile estuvo sujeta a la influencia de las
tradiciones estadounidense, noruega y japonesa. La llegada de los noruegos
producirá muchos cambios tecnológicos en la cultura ballenera chilena, pero
el vocabulario de origen inglés se seguirá utilizando. El corto tiempo entre la
llegada de los japoneses y el fin de la caza de ballenas en Chile impedirá que
su influencia fuera notoria.
Queremos aportar un dato que puede parecer anecdótico pero refleja un poco
el sentido de este trabajo. Uno de los instrumentos más característicos del procesamiento de las ballenas es el cuchillo usado para cortar o descuartizar la
Figura 4. Cuchillos de descuartizamiento: izquierda, estadounidense; centro, noruego; derecha, japonés (Dibujo de Paula de la Fuente).
160
Balleneros del Sur
ballena. Esta herramienta, introducida por los estadounidenses en el siglo XIX
estaba compuesta por una hoja triangular de hierro o acero y un mango de
madera, era usada para cortar el tocino y la carne (Dublé Urrutia 1905b: 2). La
hoja tenía normalmente unas 5” de ancho, 9” de largo y 1/8” de espesor, y sólo
uno de sus lados, el distal, tenía filo. El largo del mango era de 12’. Este tipo
de cuchillo se utilizará en Chile hasta el cierre de la planta de Chome en 1983.
Con la llegada de los noruegos se introduce en 1905 un nuevo cuchillo, en
forma de arco, con el filo en el lado convexo, de unos 40 cm de largo. Este tipo
de cuchillo se usará hasta el cierre de la planta de Quintay en 1967.
Finalmente, los japoneses, que llegan a Chile en la década del 60, introducen
otro tipo de cuchillo, más pequeño, de hoja triangular, con filo en dos de sus
lados. Es interesante señalar que cuando los japoneses llegan a Chile en 1964,
solamente ellos manejarán este tipo de cuchillo; los chilenos de Quintay y
Bajo Molle seguirán usando el cuchillo noruego y los de Chome el cuchillo
estadounidense.
Los diversos tipos de espeles o “cuchillos de descuartizamiento” y su uso representan metafóricamente las distintas tradiciones culturales balleneras (estadounidense, noruega y japonesa) presentes en Chile y su influencia en las
operaciones balleneras chilenas.
Agradecimientos: La información utilizada para escribir este trabajo fue reunida en el marco de los proyectos de investigación Fondecyt 1080115 La cacería
de ballenas en las costas de Chile: una mirada desde la antropología y Fondecyt
111082 Antropología e historia de la industria ballenera en Chile (1936-1983).
Mis reconocimientos a Klaus Barthelmess, M.I.T Museum y Kanawa Museum, por las fotografías que ilustran este trabajo, y a Paula de la Fuente, por
su “didáctico” dibujo.
referencias bibliográficas
AGUAYO-LOBO A., D. TORRES & J. ACEVEDO (1998). Los maníferos marinos en Chile. I. Cetácea. Serie Científica INACH 48:19–159.
AGUILAR, A (1986). A Review of Old Basque Whaling and its Effect on the
Right Whales (Eubalaena glacialis) of the North Atlantic, Rep. Int. Whaling
Commission, Special Issue 10, 191–199.
AKIMICHI, T., P. J. ASQUITH, H. BEFU, T. C. BESTOR, S. R. BRAUND,
M. M. R. FREEMAN, H. ARDACRE, A. KALLAND, L. MANDERSON, B.
D. MOERAN & J. TAKAHASHI (1988). Small-type coastal whaling in Japan.
161
Colección Mocha Dick
Report of an International Workshop. Edmonton: Boreal Institute for Northern
Studies.
ANÓNIMO (1853). Memoria del Ministerio de Marina año 1853. Santiago: Imprenta Nacional.
BASBERG, B (1998). The floating factory: dominant designs and technological
development of twentieth century whaling factory ships. The Northern Mariner, 8(1): 21-37.
BASBERG, B (2004). The shore whaling stations at South Georgia: a study in
Antartic industrial archaeology. Oslo: Novus Forlag.
BETANCOURT, J (1963). Una industria en crisis. Ensayo sobre la industria ballenera. Memoria de Título de Profesor de Historia, Geografía y Educación
Cívica Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago: Pontificia Universidad Católica.
BROWN, S. G (1976). Modern whaling in Britain and the north-east Atlantic
Ocean. Mammal Review, 6 (1): 25-36.
CARREÑO, G. & A. ESPINOZA (2012). El arpón se queda en la familia: La
ballenera Macaya en el Golfo de Arauco. En, Adomilli, D’Ambrosio, Carreño
& Miller (editores) Povos e coletivos pesqueiros. Río Grande: Editora da FURG,
págs. 67–92.
CARTES, A (2009). Los cazadores de Mocha Dick. Balleneros chilenos y norteamericanos en el sur del océano de Chile. Santiago: Pehuén.
CASTILLO, L (1906). La pesca de la ballena en la isla Santa María. Santiago:
Cervantes.
DAVIS, L. E., R. E. GALLMAN & K. GLEITER (1997). In pursuit of Leviathan:
technology, institutions, productivity and profits in american whaling, 1816–
1906. Chicago: The University of Chicago Press.
DE LA CRUZ, A (1982 [1809]). Balanza de Comercio que conviene al Reino de
Chile. Estudios Públicos, 7: 131–140.
DOLIN, E. J (2007). Leviathan. The history of whaling in America. New York:
W.W. Norton & Co.
DUBLÉ URRUTIA, D (1905). Tumbes (V). La caza de la ballena. El Sur [Concepción], 7 de febrero de 1905.
162
Balleneros del Sur
ELLIS, R (1991). Men and whales. New York: Alfred A. Knopf.
FERNÁNDEZ, A (1964). La caleta y su gente: Tumbes (estudio etnográfico).
Memoria de Prueba para optar al Título de Profesor de Estado. Concepción:
Universidad de Concepción.
FILIPPI, E (1957). Sociedad pesquera chileno nipona choca en caza de ballenas. Ercilla (Santiago de Chile), 6 de marzo, p. 6.
GUSINDE, M (1951). Hombres primitivos en la Tierra del Fuego: (de investigador a compañero de tribu). Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos.
GUSINDE, M. (1986). Los indios de Tierra del Fuego. Tomo 2: Los Yamana.
Buenos Aires: Centro Argentino de Etnología Americana.
GUZMÁN, J (2006). Whales and whaling in Chile. En Ringstad (ed.) Whaling
and History II. New perspectives. Sandefjord: Sandefjordmuseene, págs. 65-75.
HERNÁNDEZ, J (1998). Dónde viven las ballenas. Actividades balleneras en
la isla Santa María y Chome del pionero Juan Macaya Aravena. Concepción:
Aníbal Pinto.
JACKSON, G (1978). The British Whaling Trade. London: A & C Black Publishers Ltd.
KALLAND, A. & B. MOERAN (1992). Japanese whaling: end of an era? London: Curzon Press.
KASUYA, T (2008). Japanese whaling. En Perrin, Würsig & Thewissen (ed.)
Encyclopedia of Marine Mammals (2ª edition). Nueva York: Academic Press,
pp. 643–649.
LINDQUIST, O (1994). Whales, dolphins and porpoises in the economy and culture of peasant fishermen in Norway, Orkney, Shetland, Faroe Islands and Iceland, ca. 900-1900 A.D., and Norse Greenland, ca.1000-1500 A. D. Thesis for the
Degree of Doctor of Philosophy, University of St Andrews, Scotland.
MARTINIC, M (1973). Actividad lobera y ballenera en Magallanes y Antártica, 1868-1916. Revista de Estudios del Pacífico, 7: 7–26.
MARTINIC, M (2004). Antecedentes históricos sobre la caza de cetáceos en
Chile. Boletín Antártico Chileno, 23(1): 7–12.
163
Colección Mocha Dick
MIERS, J (1826). Travels in Chile and La Plata. London: Baldwin, Cradock &
Joy.
MORALEDA, J de (1888). Esploraciones jeográficas e hidrográficas. Santiago:
Imprenta Nacional.
NICHOLLS, N (2010). La Sociedad Ballenera de Magallanes: de cazadores de
ballenas a héroes que marcaron la soberanía nacional. Historia, 43: 41–78.
O’HIGGINS, A (1929 [1790]). La visita de las provincias del norte. Revista Chilena de Historia y Geografía, 67: 118–135.
PASTENE, L. A. & D. QUIROZ (2010). Outline of the History of Whaling in
Chile. En, International Center for Folk Culture Studies (eds). Human Culture
from the Perspective of Traditional Maritime Communities, International Symposium Report No. 1. Kanagawa: Kanagawa Shimbun Press, pp. 73–98.
PEREIRA SALAS, E (1971). Los primeros contactos entre Chile y los Estados
Unidos, 1778–1809. Santiago: Andrés Bello.
PIZARRO, A (1991). Lebu, de la Leufumapu a su centenario 1540–1962. Santiago: Ñielol.
QUIROZ, D (2010). Breve crónica de la cacería de ballenas en la zona de Valdivia (1906-1936). Revista Austral de Ciencias Sociales, 19: 75–98.
QUIROZ, D (2011). La flota de la Sociedad Ballenera de Magallanes: historias
y operaciones en los mares australes (1905–1916). Magallania, 39(1): 33–58.
QUIROZ, D (2012). Cazadores tradicionales de ballenas en las costas de Chile
(1850–1950). Santiago: Centro de Documentación de Bienes Patrimoniales.
RISTING, S (1922). Av hvalfangstens historie. Kristanía [Oslo]: J. W. Cappelens Forlag.
SAGREDO, R. & J. I. GONZÁLEZ (2004). La expedición Malaspina en la frontera austral del imperio español. Santiago: Biblioteca Nacional/Universitaria.
SANDOVAL, A (1978). Talcahuano y los últimos balleneros a vela. Revista de
Marina, 89 (3): 233–235.
SCHOKKENBROEK, J (2008). Trying-out. An anatomy of Dutch whaling and
sealing in the nineteenth century, 1815–1885. Amsterdam: Aksant.
164
Balleneros del Sur
SEÑORET, L (1862). Esploración hidrográfica de la costa de Arauco. Anales de
la Universidad de Chile, XXI: 461–486.
SEPúLVEDA, J (2008). La epopeya de la industria ballenera chilena. Trece
empresas balleneras chilenas. Boletín de la Academia de Historia Naval y Marítima de Chile, 11: 11–35.
STARBUCK, A. (1876). History of the American Whale Fishery from its Earliest
Inception to the Year 1876. Seacaucus: Starbuck.
TAKAHASHI, J., A. KALLAND, MOERAN & BESTOR (1989). Japanese
Whaling Culture: Continuities and Diversities. Maritime Anthropological Studies, 2 (2): 105–133.
TATO, S (1985). Hogei no rekishi to shiryo [Historia y estadísticas balleneras].
Tokyo: Suisansha.
TØNNESEN, J. N. & A. O. JOHNSEN (1982). The History of Modern Whaling.
Berkeley and Los Angeles: University of California Press.
VELIZ, C (1961). Historia de la Marina Mercante en Chile. Santiago: Ediciones
Universidad de Chile.
WINSLOW, A. A (1912). Chile. Commerce Reports. Washington: Bureau of Foreign and Domestic Commerce, pp. 1031–1033.
DIARIOS
Chile Austral [Punta Arenas], noviembre de 1910.
Diario Oficial [Santiago], 1956 – 1977.
El Mercurio [Valparaíso], diciembre de 1852.
DOCUMENTOS MINISTERIALES
Fondo Ministerio del Interior. Archivo Nacional [Santiago de Chile].
Memorias del Ministerio de Marina [1853, 1854, 1861, 1870, 1910] Fondo Ministerio de Marina, Archivo Nacional [Santiago de Chile].
165
Balleneros del Sur
A PESCA DA BALEIA NO NORDESTE DO BRASIL
DURANTE O SÉCULO xx:
ENTRE O ARTESANAL E O INDUSTRIAL
Fabiana Comerlato
resumo
Esta comunicação tem como objetivo apresentar a coexistência de dois modos
de pesca da baleia na região nordeste do Brasil: o primeiro, artesanal, oriundo
de uma tradição de pesca secular e o segundo, industrial, trazido pelo capital
estrangeiro pautado no uso de técnicas e equipamentos modernos. Durante
três séculos a pesca da baleia era uma atividade com estreito contato entre homens e animais, com o uso de baleeiras à vela e arpões. Uma atividade cercada
de dramaticidade e destreza de timoneiros, arpoadores e remadores. Com o
advento de embarcações a vapor e munidas de canhão arpão, a pesca da baleia
experimentou profundas alterações no seu fazer, redimensionando os papéis
sociais dos pescadores. A partir do século XX, o ideário de industrialização
e modernidade foi efetivado com o crescimento das atividades industriais, a
remodelação urbana e investimentos estrangeiros. A coexistência entre essas
culturas baleeiras não foi isenta de momentos de tensão entre as elites locais
e os novos empresários da Bahia. Como lócus de nossa pesquisa, iremos direcionar este estudo às áreas pesqueiras da Baía de Todos os Santos no Recôncavo da Bahia – os povoados baleeiros de Porto Santo e Manguinhos.
Palavras-chaves: Industrialização. Baía de Todos os Santos. Pesca da Baleia.
resumen
Este trabajo tiene como objetivo presentar la coexistencia de dos formas de la
caza de ballenas en la región noreste de Brasil: el primero, artesanal, procede
de la tradición de la pesca secular y segundo, industrial, traído por el capital
extranjero guiada en el uso de técnicas y equipamientos modernos. Durante
tres siglos la caza de ballenas fue una actividad con un estrecho contacto entre
los seres humanos y los animales, con el uso de botes de vela y arpones. Una
actividad rodeada de dramatismo y destreza de timoneles, arponeros y remeros. Con la llegada de los barcos de vapor y equipados de cañones arponeros,
la pesca de la ballena experimentó profundas trasformaciones en su producción, redefiniendo los roles sociales de los pescadores. A partir del siglo XX, el
ideario de la industrialización y la modernidad fue activado con el crecimiento de la actividad industrial, la remodelación urbana y la inversión extranjera.
La coexistencia de estas culturas balleneras no estuvo exenta de tensión entre
las élites locales y los nuevos empresarios de Bahía. Como lócus de nuestra
investigación, vamos a dirigir este estudio a las zonas de pesca de la Bahía de
167
Colección Mocha Dick
Todos los Santos en el Recôncavo de Bahia –los poblados balleneros de Porto
Santo y Manguinhos.
Palabras claves: Industrialización, Bahía de Todos los Santos, Pesca de ballena.
abstract
The aim of this communication is to present the coexistence of two forms of
whaling in the northeast of Brazil: the first was small-scale, originating from
a secular fishing tradition and the second, the industrial form, was brought
by foreign capital, with regulated use of techniques and employing modern
equipment. Whaling was an activity involving close contact between men and
animals, using sail-driven whaling ships and harpoons for three centuries.
It was an activity surrounded by drama and the skill of the helmsmen, harpooners and oarsmen. With the arrival of steam ships, which were equipped
with harpoon cannons, whaling underwent extensive alterations to its practice, introducing a new dimension to the fishermen’s social roles. The ideology of industrialisation and modernity was implemented with the growth of
industrial activities, urban remodelling and foreign investments in the 20th
century. Coexistence between these whaling cultures was not free from moments of tension between the local elites and new businessmen in Bahia. We
will direct this study to the fishing areas in All Saints’ Bay in the Recôncavo
in Bahia and the whaling villages of Porto Santo and Manguinhos as the locus
for our research.
Keywords: Industrialisation, All Saints’ Bay, Whaling.
168
Balleneros del Sur
a ilha de itaparica e a baía de todos os santos
Em relação aos aspectos geográficos e históricos, a Ilha de Itaparica possui
grande importância para o Brasil. Está localizada a sudoeste da Baía de Todos
os Santos – a segunda maior baía do Brasil. Sua ocupação retrocede a colonização portuguesa, quando a ilha já era ocupada por populações pré-históricas
e indígenas do tronco linguístico Tupi.
Das 56 ilhas existentes na Baía de Todos os Santos, a Ilha de Itaparica é a
maior com 246 kilômetros quadrados. Está situada a 12 milhas da cidade de
Salvador, fundada em 1549, primeira capital do Brasil e, hoje, a terceira maior
cidade do país. Sua costa é coberta com vegetação tropical de Mata Atlântica,
além da presença de coqueirais e mangueiras. A contra costa protege a região
do Recôncavo1, possui uma área de mangue com vegetação de restinga e recebe as águas de importantes rios como o Paraguaçu e o Jaguaripe. Toda a
região teve seu auge econômico nos séculos XVII e XVIII com a produção de
cana de açúcar em engenhos para abastecer o mercado europeu. É na Ilha de
Itaparica, desde os tempos coloniais, que a pesca da baleia tem papel decisivo
na configuração do povoamento costeiro com a formação de povoados como
Manguinhos e Porto Santo (Fig. 1).
Atualmente, a ilha é dividida administrativamente em dois municípios: Itaparica na porção norte e Vera Cruz na porção sul, ambos com uma população
estimada de 55 mil moradores. Possui grande quantidade de naufrágios em
sua costa com águas cristalinas que oferecem boa visibilidade o ano todo. Do
ponto de vista econômico a Ilha de Itaparica oferece poucas opções de emprego, sendo que muitos moradores trabalham na capital. A vocação principal
da ilha é o turismo de veraneio, além do turismo náutico e religioso. Também
possui a única estância hidromineral do litoral brasileiro. Infelizmente, tem
preponderado o turismo de massa acelerando a degradação ambiental da ilha.
Quanto ao turismo cultural, apesar do grande potencial histórico da área, a
ilha não possui nenhum museu ou sítios musealizados, que possam atrair um
público mais especializado e contribuir para o desenvolvimento sustentável
destas comunidades litorâneas.
1. “Recôncavo significa fundo de baía. Mas o Recôncavo baiano abrange todas as terras adjacentes,
ilhas e ilhotas, bem para além das praias, vales, várzeas e planaltos próximos ao mar: uma orla de
quase trezentos quilômetros torna bastante fácil a circulação, ainda mais porque numerosos rios se
lançam na baía por amplos braços navegáveis” (Mattoso 1992: 51).
169
Colección Mocha Dick
Figura 1. Mapa do Recôncavo da Bahia com a indicação dos sítios baleeiros da Ilha de Itaparica.
(Dibujo de Fabiana Comerlato adaptado de Ellis, 1969).
as vilas baleeiras da ilha de itaparica no século xix:
manguinhos e porto santo
A pesca no Recôncavo da Bahia remonta ao século XVII, como aponta Miriam Ellis, historiadora precursora e eminente na temática no Brasil:
Decorridos pouco mais de duas décadas do estabelecimento da “união peninsular”, Filipe III, rei da Espanha e de Portugal, concedeu, por alvará de 9 de agosto
de 1602, ao Capitão Pêro de Urecha e seu sócio Julião Miguel, vizinhos de Bilbao,
na Biscaia, a mais setentrional das antigas províncias vascongadas ou bascas, o
privilégio de pescar baleias nas costas do Brasil, por prazo de dez anos, a partir
do dia de S. João daquele ano, a igual data de 1612. Poderiam os concessionários
fretar três navios anualmente para as operações da pesca dos cetáceos, sob compromisso de abastecerem de óleo o Recôncavo e regressarem depois, diretamente
a Portugal, em cujos portos descarregariam o que sobejasse e outras mercadorias
que por ventura transportassem do Brasil, pagando os respectivos direitos alfandegários (Ellis 1969: 31).
170
Balleneros del Sur
A documentação dos séculos XVII e XVIII2 confirma a existência de um
primeiro local da pesca, nas imediações do forte São Lourenço, chamado de
ponta de Itaparica ou ponta das Baleias. O monopólio da pesca era feito por
grandes empresários portugueses. A vigência dos contratos do século XVII
era de 1 a 3 anos, já no século XVIII passa para seis anos (Tabela 1). O período
Tabela 1. Listagem dos contratantes da pesca da baleia em Itaparica.
áureo da pesca foi com a família Quintela, cuja arrematação dos contratos se
deu em toda a costa brasileira.
2. O estudo desta documentação fez parte do projeto de pesquisa “As armações da pesca da baleia em
Itaparica–BA”, sob endosso institucional do Museu de Arqueologia e Etnologia da Universidade Federal da Bahia e apoio financeiro da Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado da Bahia.
171
Colección Mocha Dick
Durante o século XIX, a pesca se fará em pequena escala em propriedades
de senhores com o uso de escravos e de pouca infraestrutura e por africanos
libertos. Os comerciantes de Itaparica também contratavam trabalhadores assalariados para executar a pesca e o desmanche de baleia em locais desabitados para fugir dos impostos.
Estima-se que as atividades da pesca da baleia em Manguinhos tenham iniciado nesta área por volta de meados do século XIX. Em 1855, a Câmara de
Itaparica propunha que as baleias fossem retalhadas e cozidas em locais distantes uma ou duas léguas da vila, nas pequenas povoações de Manguinho e
Barra do Gil. Em razão da insalubridade e da epidemia da cólera que assolava
a Bahia, o presidente da província aprovou uma postura da Câmara Municipal de Itaparica proibindo provisoriamente o beneficiamento das baleias no
centro urbano (David 1996: 57-58). A pesca da baleia em Itaparica estava em
mãos de poucos atacadistas, os quais compravam os pedaços maiores para
beneficiamento e revendiam as miudezas para os africanos libertos que vi-
Figura 2. Vista de Manguinhos, na costa de Itaparica, tomadas do vapor da carreira. Em ambas se
vê a população, a capela, o contrato ou fábrica de azeite de baleia e a fumaça das fornalhas onde se
derrete o toicinho (Tavares 1916: 71).
viam do pequeno comércio (David 1996: 60-61). Assim, nasceu o povoado de
Manguinhos a partir da desativação das fábricas de Itaparica.
Podemos visualizar este cenário de uma vila baleeira através das fotografias
de um padre jesuíta que visitou Manguinhos na década de 20 do século XX
(Almeida 2002). O padre jesuíta Joaquim da Silva Tavares, um dos fundadores
da Revista Brotéria, escreve um artigo em 1916 através da consulta de documentação da época e da sua experiência durante visita ao Contrato de Manguinhos. Preocupado em documentar aquela indústria, produziu um registro
visual da pesca da baleia nesta vila. Como a pesca da baleia tem inicio em 13
de Junho dia de Santo Antônio, acreditamos que tenha sido no intervalo dos
três meses de inverno.
172
Balleneros del Sur
A primeira imagem apresenta duas vistas do povoado, obtidas a partir de embarcação que margeava a costa (Fig. 2). Em uma destas imagens se tem uma
visão panorâmica da linha de costa do Contrato de Manguinhos que na época
tinha contava com 100 moradores. Da esquerda para direita na linha da praia
é possível perceber: uma série de edificações de um pavimento; uma edificação maior com dois pavimentos; um alinhamento de palmeiras que parece
desenhar um arruamento adentrando o povoado; uma casa térrea; ao lado, a
capela com fachada recuada; dois telheiros sustentados por pilares (possivelmente o engenho com as fornalhas); um galpão com seis portas frontais (casa
dos tanques); um terreiro rodeado de edificações de um pavimento; outras
casas mais recuadas e na encosta; ao fundo, a fotografia revela o relevo e vegetação tropical desta parte da Ilha de Itaparica.
Em outra fotografia (Fig. 3), o padre Joaquim Tavares faz o registro de exemplar de uma jubarte jovem, com ventre para cima, presa por cordas e puxada
pela cauda, observa-se que as nadadeiras caudais já tinham sido cortadas. Pelas características físicas, esta baleia jovem (seguilhote) é da espécie jubarte,
tendo em vista seu corpo escuro com manchas brancas irregulares no ventre,
nadadeira peitoral longa, mandíbula com barbatanas e presença de cracas e
parasitas no alto da cabeça.
O esquartejamento da baleia tinha inicio com a separação da cabeça e nadadeira caudal. Logo após, o corpo recebia um corte longitudinal e o ventre da
Figura 3. Baleia (seguilhote de 11 metros de comprimento) estendida de costas no areal de Manguinho (Itaparica), antes de começar o esquartejamento. Junto da barbatana caudal, já cortada, vê-se o
calabre por onde do tronco e cabeça mergulha na água (Tavares 1916: 73).
173
Colección Mocha Dick
Figura 4. Os facões a escorchar uma baleia (seguilhote de 11 metros de comprimento), em Manguinho
(Itaparica). Veem-se as mantas de toicinho, amparadas pelos coroques ou varas compridas, munidas
de gancho (Tavares 1916: 75).
Figura 5. Pintura (óleo s/ tela) do pintor Leandro Joaquim, que teria falecido em 1798. Retrata a
Armação de São Domingos e o Forte de Gragotá em primeiro plano. Em uma tela o pintor retratou
todas as fases da pesca (perseguição, arpoamento, rebocamento) na Baía de Guanabara, além do
desmanche e derretimento (Acervo do Museu Histórico Nacional, Rio de Janeiro, Brasil).
174
Balleneros del Sur
Figura 6. Na praia de Manguinho (Itaparica) ao terminar o esquartejamento de uma baleia. Junto da
ponte veem-se os ossos amontoados em grande extensão. As mulheres carregam os últimos cestos de
Carnagem, por entre os cães ocupados com o seu farto quinhão (Tavares 1916: 77).
baleia era retalhado em grandes mantas de toucinho pelos mestres dos facões
(Fig. 4). Esta maneira de retalhamento vem desde o Brasil Colonial, é pode
ser visualizada no quadro do pintor Leandro Joaquim no Museu Histórico
Nacional (Fig. 5).
Após o desmanche da baleia, a praia como extensão da armação era dominada
por despojos (Fig. 6). A praia era por aonde chegava à matéria-prima, sendo ali
mesmas destrinchadas e abandonadas as partes menos lucrativas ou excedentes, como os ossos (vértebras, costelas) e a carne entre os mesmos. As mulheres
ficavam em busca de porções de carne para moquear.
as memórias da pesca da baleia em itaparica
As informações orais através da realização de entrevistas com moradores
das áreas estudadas, na categoria de colaboradores, forneceram dados diferenciais e referenciais de localização não oportunizadas pela documentação,
informações sobre a cultura material, enfim, narrativas sobre a pesca da baleia
enquanto prática vivida ou lembrada remetendo a lugares, atores sociais e ao
imaginário (Comerlato 2011).
O contato com todos os entrevistados foi mediado através do Sr. Cosme Lima
dos Santos, funcionário da Prefeitura Municipal de Itaparica e membro de
família de pescadores tradicionais de Manguinhos. Após contato com os in175
Colección Mocha Dick
formantes das localidades pesquisadas –geralmente parentes dos entrevistados– foram identificados oito depoentes com faixa etária entre os 90 e 70 anos
de idade, moradores de Porto Santo e Manguinhos, são eles: Sid Conceição
Lima, Diógenes Costa Oliveira, Jorge de Oliveira Mascarenhas, Adélia Costa
Oliveira, Maurílio Trindade Roque, Antonio da Silva Flores, Djalma Souza
Lima e Álvaro Florêncio da Conceição. As entrevistas foram realizadas na
casa dos entrevistados no mês de dezembro de 2008 e janeiro de 2009.
Pelo testemunho dos entrevistados, os relatos remontam aos anos 20 até por
volta dos anos 40 do século XX, visto se referirem ao tempo em que eram meninos ou jovens. É notório como as lembranças evocadas pelos colaboradores
referem-se ao tempo dos seus pais e avós, suas memórias trazem o relato de
suas vivências pessoais da juventude ora mesclam-se com as histórias passadas de geração em geração dentro do seio familiar.
A princípio, os relatos possuem algumas recorrências no que tange a definição
dos tipos de baleias, dos nomes e tipos de embarcações, da celebração da pesca (festa da cabocla?), da divisão sexual do trabalho, dos ofícios na pesca e
processamento dos produtos da baleia entre outros aspectos compartilhados
pelos entrevistados. Nesta época, o número de baleias mortas por ano era de
aproximadamente 200 exemplares (Tavares 1916: 79).
Na Bahia, pela ocorrência das espécies através da descrição dos entrevistados,
relatos de viajantes e publicações antigas, supõem se que a jubarte e a cachalote eram as mais pescadas, entretanto pode ter ocorrido a captura de outras
espécies não tão comuns como a baleia-pamonha e a verdadeira. O entrevistado Sr. Jorge Oliveira Mascarenhas assim descreve as espécies que ocorriam
na Baía de Todos os Santos eram “a pamonha, a baleia de dente, o baleato e a
verdadeira. Eram quatro tipos de baleia”.
As rotas migratórias e estoques populacionais das espécies de cetáceos podem ter tido alteração em razão da exploração desde tempos coloniais, portanto não podemos tomar somente os dados dos levantamentos populacionais
atuais, mas utilizar as informações da biologia com as fontes históricas. Esta
tarefa não nos parece fácil pois geralmente não existem informações sobre a
biologia das espécies em documentos coloniais, nem mesmo naquela época
eram conhecidas ainda cientificamente.
A baleia predominantemente pescada era a espécie Jubarte (Megaptera novaeangliae), da subordem Mysticeti. A baleia Jubarte é a mais acrobática das
baleias, apresenta locomoção lenta de aproximadamente quatro nós (Palazzo
& Palazzo 1989: 16). Justamente, pela variedade de comportamentos aéreos
apresentados as baleias jubarte são consideradas mais fácies de serem avistadas (Reeves et al apud Toledo 2009: 62), consequentemente, mais vulneráveis a
176
Balleneros del Sur
atividade pesqueira por embarcações de pequeno e médio porte (como, baleeiras e saveiros). No Nordeste brasileiro, sua aparição se dá durante a procriação
no período do inverno no Banco de Abrolhos sendo, historicamente, mais frequente sua aparição na Baía de Todos os Santos. Desde a proibição da pesca
comercial, o número da população de jubartes vem aumentando no Nordeste
do Brasil (Neto et al. 2007: 2).
A baleia de dente que os entrevistados falam existe grande possibilidade de
ser a cachalote (Physeter macrocephalus), pela sua ocorrência no Nordeste brasileiro. A baleia minke é conhecida popularmente como pamonha, esta denominação é genérica podendo variar conforme a região brasileira. Existem
duas formas de baleias minke que ocorrem em águas brasileiras oceânicas: a
baleia minke antártica, B. bonarensis, e a baleia minke anã, B. acutorostrata
(Zerbini et al. 1997 apud Toledo 2009: 54). A Baleia Franca também é chamada de baleia-verdadeira, ocorre com baixa freqüência no litoral baiano, tendo
sido relatados casos esporádicos (Alarcón 2006: 44).
Na documentação colonial quando encontramos referência às baleias, não se
indicam as espécies ou detalhes físicos das mesmas. As baleias eram denominadas de balêas, de peixe e até por alguns escritores de monstros marinhos.
Por sua magnitude foram também denominadas de peixe real. A distinção
entre os pescadores se dava em função do tamanho e do sexo do animal. O
filhote da baleia era também chamado de cria, baleote, baleote pequeno e
baleote de mama. Segundo Boiteux na costa catarinense, no sul do Brasil, o
filhote era chamado de baleato em vez de baleote; quando crescido de seguilhote e quando bem desenvolvido de meio-peixe (1916: 434). Esta classificação
também foi usada na Bahia, havendo ainda a classificação de “madrijo” para
denominar baleia fêmea acompanhada pelo filhote e de “caxarreó” os machos
(Tavares 1916: 76).
A carne era outro produto derivado das baleias, apesar de possuir muita hemoglobina, era consumida pelos mais pobres e escravos. Uma baleia oferecia
aproximadamente duas mil arrobas de carne e rendia pouca soma em dinheiro se compara ao seu óleo (Denis 1980: 252). A carne da baleia era aproveitada
entre a tripulação, separada em postas e dividida em partes entre os baleeiros.
A carne, salgada e embarrilada, servia de alimento aos escravos que trabalhavam em engenhos e outras atividades produtivas.
Na Bahia, a carne de baleia era alimento da população pobre do Salvador e
da Ilha de Itaparica. Relembrando as entrevistas, foi ressaltado pelos colaboradores que a baleia que se comia não era a de dente, assim estão excluídas as
baleias da subordem Odontoceti.
Os viajantes ingleses Bulkeley e Cummins, em suas passagens pela Bahia no
177
Colección Mocha Dick
Figura 7. “Fish woman: Bahia”, obra de Lady Maria Callcott (1785-1812).
ano de 1740 relataram que a carne de baleia parece-se muito com a carne de
vaca, porém o seu gosto é inferior (1743: 176). O viajante holandês Ver Huell
no início do século XIX, testemunhou uma caçada a uma baleia nas proximidades do Farol da Barra e logo após todo o desmanche, observou “(...)
negros podres assando aquela carne em espetinhos e devorando-a avidamente”
(Ver Huell 2007: 172). A negociação da baleia e venda da carne era feita pelas
ganhadeiras, mulheres escravas ou libertas que viviam do sistema de ganho,
vendendo principalmente gêneros alimentícios pelas ruas de Salvador no século XIX. Estas mulheres dentro desta situação de certa liberdade controlada
estabeleciam elos com os fornecedores e os clientes africanos na Salvador oitocentista (Soares 1996: 71; ver Figura 7).
Em 1969, no tradicional bairro de pescadores do Rio Vermelho em Salvador,
a carne de baleia era considerada mais saborosa que a de boi, sendo tratada
com limão e moqueada (Lopes 1984: 13). A carne de baleia era preparada de
vários modos: moqueada, lavada com limão, novamente moqueada, mergulhada depois picada, em molho de vinagre, azeite doce, cebola e coentro; feita
na frigideira com leite de coco parecendo caranguejo e; por fim, havia o prato
de lombo da baleia no toucinho defumado, lembrando o preparado da carne
de porco (Vianna 1994: 62-63). Dada a divergência de opiniões sobre a qualidade da carne e sua apreciação na alimentação, se pode dizer que o paladar
é algo adquirido culturalmente pelas populações humanas. Portanto, a um
estrangeiro a carne de baleia poderia ser algo intragável, bem como o modo
do seu preparo.
178
Balleneros del Sur
Até metade do século XX, ainda era bastante comum o consumo de carne
de baleia em Salvador. Já os tendões das baleias eram matérias primas para a
indústria da cordoaria (Ellis 1969: 121; Ellis 1957: 416). O hábito de muquear
a carne da baleia pelas mulheres era muito comum em Itaparica como os entrevistados relataram, todos atestam já terem comido a carne preparada desta
forma, que era vendida no Recôncavo (Cachoeira, Jaguaripe, Maragogipe).
Na Bahia, os ossos de baleia serviam para fazer pentes, caixinhas, botões e
bancos. Em 1817, o príncipe Maximiliano de Wied em sua viagem ao Brasil
observa que “(...) em Itaparica quase todas as cercas dos quintais e das roças
são feitas com ossos de baleia” (Wied 1989: 465). Os banquinhos eram usados
no tratamento médico, acreditava-se que estes assentos eram recomendados
aos pacientes de reumatismo (Vianna 1994: 62). Em Itaparica, as vértebras
eram usadas para fazer cadeiras e as omoplatas para mesas (Tavares 1916: 74) e
para artesanato e confecção de bancos e cadeiras como relatam os entrevistados. Outros ossos eram lançados ao mar em determinados lugares para atrair
peixe (Tavares 1916: 74), tem-se o relato da existência de um pesqueiro feito de
osso em Itaparica ainda em uso pelos pescadores locais.
No século XX, se extraía nas indústrias baleeiras da Bahia duas qualidades
de óleo de baleia: o grosso e o depurativo (Almanak Laemmert 1911: 2551).
O óleo comum era utilizado para a fabricação de sabão e a lubrificação para
as máquinas. O óleo apurado do toucinho fresco da baleia era emulsionado
com hipofosfito sendo muito utilizado para doenças do aparelho respiratório.
Este óleo purificado servia para beber e era considerado um depurativo para o
sangue, sobretudo, dado as crianças (Lopes 1984: 13). Este óleo preparado em
emulsões também era conhecido como óleo de fígado de bacalhau, apesar de
ter sido feito com óleo de baleia (Tavares 1916: 78). Na Bahia, o óleo era usado
como remédio, se passava nas feridas, no cabelo e era ingerido para combater
doenças “brabas” (Monteiro 1993: 233). Os entrevistados também relatam já
terem ingerido muito óleo que se bebia como depurativo.
Outro tema presente nas entrevistas é a alta especialização com que a pesca da
baleia era praticada. O número de pescadores embarcados varia entre 8 e 10,
José Teixeira de Barros nos dá uma descrição da tripulação de uma baleeira:
O pessoal tripolante de uma baleeira compõe-se de dez homens, assim nomeados
na giria dos pescadores o arpoador, o timoneiro, o maço de armas, o balaieiro
(especie de ajudante do arpoador), o barrileiro (aguadeiro de bordo), o cafeteiro
(despenseiro de bordo), o arrieiro, o balaeiro do timoneiro (empregado tambem
na amura), o escoteiro de dentro e o lancheiro (1900: 325).
As embarcações citadas pelos entrevistados na pesca da baleia remontam dois
179
Colección Mocha Dick
momentos da pesca, uma fase artesanal e outra industrial. O primeiro momento, que vem desde o período colonial é a pesca da baleia feita com embarcações a vela, geralmente a baleeira, mas podendo ser usada a canoa e o saveiro conforme relatam os entrevistados (Fig. 8). O segundo momento refere-se
a pesca feita em embarcação de grande porte com casco metálico, navios de
origem estrangeira, com a captura feita com canhão-arpão.
Nas primeiras décadas do século XX, coexistiam os dois tipos de pesca. O
fato dos entrevistados falarem de dois navios, denominados de Helena e Bella
remonta a atuação da casa Duder & Brother. Anualmente, esta empresa exportou 400 a 500 toneladas de óleo de baleia para a Inglaterra, principalmente para os mercados de Liverpool e Glascow. Em 1912 e 1913, a casa inglesa
Duder & Brother esteve pescando em frente ao Morro de São Paulo com dois
vapores noruegueses, desmanchando as baleias dentro de uma barcaça (Tavares 1916: 78-79). Portanto, os vapores de origem norueguesa tinham o nome
de Helena e Bella. O mestre Pedro Mascarenhas, pai do entrevistado Sr. Jorge
Oliveira Mascarenhas, deu o nome dos vapores as suas irmãs (Fig. 9).
Em 1906, a necessidade da modernidade nas técnicas de pesca foram relatadas pelo Presidente do Estado da Bahia que via a necessidade de incentivar
investidores privadospara fomentar a sua exploração, pois a pesca da baleia
estava “em condições precarias pelos atrazos processos empregados”. A pesca
em navio a vapor é citada nos almanaques e enciclopédias como símbolo de
modernidade, em que a fábrica é substituída pela indústria. Segundo dados de
uma publicação enciclopédica sobre o Brasil em 1913, obtemos as seguintes
informações:
Os Srs. Duder & Brother empregam nada menos de 22 baleieros á vela, e depois
de cerca de 40 annos de expedições, recentemente fizeram, para a sua frota, a
aquisição de um navio baleieiro a vapor, de 170 toneladas, modernamente apparelhado. Este navio, que foi construído na Europa, tem uma quilha de 96 pés; e
as suas machinas desenvolvem a velocidade de 11,6 nós por hora. É construído
de aço e está classificado como A. I. no Lloyd’s. A zona de pesca fica cerca de 20
milhas da costa; e para campanhas longas, comprehende-se a grande vantagem
que o navio a vapor tem sobre a frota veleira. Em connexão com esta secção,
tem a firma três estações baleieiras, ao longo da costa: uma, de que são proprietários, e duas outras em que são interessados, onde os baleieiros descarregam as
suas prezas e é o oleo extrahido e preparado para a exportação. Entre o pessoal
das baleieiros descarregam as suas prezas e é o óleo extrahido e preparado para a
exportação. Entre o pessoal das baleieiras e o das estações occupa esta indústria
cerca de 300 homens (1913, 883; grifo meu).
A entrada de capital estrangeiro frente aos armadores locais teve iniciativas
locais da municipalidade na imposição de impostos sobre a atividade da Com180
Balleneros del Sur
Figura 8. Aspecto da pesca da baleia no Recôncavo baiano, nas proximidades do farol da Barra, antigo
Forte de Santo Antônio da Barra. Gravura em metal de Hippolyte Taunay, para a obra “Le Brésil, ou
Histoire, Moeurs, Usages et Coutumes des Habitans de ce Royaume; par M. Hippolyte Taunay et M.
Ferdinand Denis” Paris, 1822 (Lago 2001: 158).
Figura 9. Na Estação Baleeira dos Srs. Duder & Irmão (Lloyd 1913: 884).
181
Colección Mocha Dick
panhia dos Irmãos Duder. Após o caso ter ido parar no tribunal de apelação, o
advogado da firma, Dr. Hugo Xavier Marques ganha a causa contra o município de Itaparica. Este caso, anunciado no jornal A Notícia em 1915 teve grande
alvoroço na Ilha de Itaparica.
O começo do século XX foi marcado pela existência de dois tipos de pesca da
baleia: a artesanal e a industrial. A industrialização da pesca da baleia não
consegue substituir o modo tradicional, tanto na Baía de Todos os Santos
como no extremo sul do Estado da Bahia na cidade de Caravelas. Nas primeiras décadas do século XX, existiam na cidade de Caravelas seis grandes contratos3 de pesca da baleia em que se ocupam cerca de 600 homens (Almanak
Laemmert 1911: 1317).
Apesar de ser denominada como indústria, a pesca da baleia em Caravelas não
funcionava segundo os cânones de modernidade e racionalidade produtiva:
Cada marcante (denominação dada ao dono da armação) possuia uma embarcação a vela ou lancha e dois botes a remo. Apenas um deles ia rebocado para
o mar ficando o outro em terra como reserva. Durante a época de caça –julho a novembro– eram formadas duas equipes de trabalho. Uma se deslocava
em direção ao arquipélago de Abrolhos (...) para capturar baleias. A outra,
responsável pelo processamento do óleo ficava em terra (Lodi apud Nicolau
2006: 38).
Ou seja, a pesca ainda era feita de forma tradicional, sendo a última baleia
pescada em Caravelas foi em 1924 (Nicolau 2006: 38). A conjuntura global das
primeiras décadas do século XX foi propicia ao investimento de capital estrangeiro na Bahia, em razão da crise europeia em tempos de primeira guerra
mundial. Este cenário internacional foi favorável às exportações de produtos
primários da Bahia, quando o azeite e os ossos de baleia estavam na lista de
produtos para exportação (Mattoso 1978: 351).
referências bibliográficas
ALARCÓN, Daniela Trigueirinho (2006). Interações entre cetáceos e atividades
pesqueiras na área proposta para a reserva extrativista marinha de Itacaré (BA).
Ilhéus, UESC (Dissertação de Mestrado).
ALMANAK LAEMMERT (1911). Annuario Administrativo, Agricola, Profissional, Mercantil e Industrial dos Estados Unidos do Brasil e Indicador para 19111912. Rio de Janeiro: Almanak Lammert.
3. Os donos das fábricas de azeite eram: Antonio Soares dos Passos Monteiro, Francisco Soares dos
Passos Monteiro, Hortencio da Silva Guimarães, Hermenegildo Soares d’Alcantara, Licinio da Silva
Guimarães Lessa e Manoel Capazeira (Almanak Laemmert 1911: 2552).
182
Balleneros del Sur
ALMEIDA, Stela Borges de (2002). Negativos em vidro: coleção de imagens do
Colégio Antônio Vieira, 1920-1930. Salvador: EDUFBA.
BARROS, José Teixeira de (1900). A Pesca da Baleia na Bahia. Revista do Instituto Geográfico e Histórico da Bahia, 25: 323–336.
BOITEUX, Lucas A (1916). A vida Maritima Catarinense. Cap. XV: A pesca da
baleia. Jornal O Estado. 434 (17/10/1916).
BULKELEY, John & John CUMMINS (1743). A voyage to the South Seas in the
years 1740-1741. London: Printed for Jacob Robinson Publisher.
CALLCOTT, Maria (s/f). Fish woman: Bahia. Bahia [Disponível em http://
objdigital.bn.br/acervo_digital/div_iconografia/callcott/icon393042i13.pdf>.
Acesso em: 23 dez 2013].
CASTELLUCI JúNIOR, Wellington (2005a). Pescadores e Roceiros. Escravos e
forros em Itaparica na segunda metade do século XIX (1860-1888). São Paulo:
USP. (Tese de Doutorado).
CASTELLUCI JúNIOR, Wellington (2005b). Pescadores e baleeiros: o envolvimento de escravos e forros na atividade da pesca da baleia nas últimas décadas dos Oitocentos. Itaparica: 1860-1888. Afro-Ásia, 33: 133-168.
COMERLATO, Fabiana (2011). As armações da pesca da baleia em Itaparica –
Bahia. Relatório final. Salvador: MAE/UFBA.
DAVID, Onildo Reis (1996). O inimigo invisível: epidemia na Bahia no século
XIX. Salvador: EDUFBA / Sarah Letras.
DENIS, Ferdinand (1980). Brasil. Belo Horizonte: Ed. Itatiaia.
DE SOUZA, José Marcellino (1906). Mensagem apresentada à Assembleia
Geral Legislativa do Estado da Bahia na abertura da 2ª Sessão Ordinária 8ª
Legislatura. Bahia. Officinas do Diario da Bahia.
ELLIS, Myriam (1957). Iluminação no Brasil Colonial. Revista do Arquivo Municipal, 173: 145-163.
ELLIS, Myriam (1966). As feitorias baleeiras meridionais do Brasil Colonial. São
Paulo, USP. (Tese de livre docência).
ELLIS, Myriam (1969). A baleia no Brasil Colonial. São Paulo: Melhoramentos.
183
Colección Mocha Dick
JOURNAL A NOTICIA (1915). Bahia, Quarta feira, 26 de abril de 1915, Ano
1, Nº 181.
LAGO, Pedro Corrêa (org.) (2001). Iconografia brasileira: Coleção Itaú - Sala
Alfredo Egydio de Souza Aranha. São Paulo: Itaú Cultural; Conta Capa Livraria.
LLOYD, Reginald (dir.) (1913). Impressões do Brazil no Século Vinte. Sua História, seo povo, commercio, indústrias e recursos. London: Lloyd’s Greater Britain
Publishing Company.
LOPES, Licídio (1984). Rio Vermelho e suas tradições. Salvador: Fundação Cultural do Estado da Bahia.
MATTOSO, Kátia Queiroz (1992). Bahia, século XIX: uma província no império. Rio de Janeiro: Nova Fronteira.
MATTOSO, Kátia Queiroz (1978). Bahia: a cidade de Salvador e seu mercado
no século XIX. São Paulo: Hucitec; Salvador: Secretaria Municipal de Educação e Cultura.
MONTEIRO, Tânia Penido (1993). La Voix d’Itapuã: Images du passé et vision du changement. Ethnotextes d’un réseau de culture populaire dans l’Etat de
Bahia, Brésil. Thèse de Doctorat d’Histoire. Aix-en-Provence: Université de
Provence
NICOLAU, Omar Souza (2006). Ambientalismo e carcinicultura: disputa de
“verdades” e conflito social no extremo sul da Bahia. Dissertação de mestrado.
Rio de Janeiro: Universidade Federal Rural do Rio de Janeiro.
PALAZZO, Miriam & PALAZZO JR., J. T (1989). ¡S.O.S baleia!: A história do
maior movimento conservacionista de todos os tempos. Porto Alegre: Sulina.
S. NETO, Elitieri; ROSSI-SANTOS, Marcos R.; BARACHO, Clarêncio G.; CIPOLOTTI, Sérgio R.; SAMPAIO, Cláudio L. S.; VELOZO, Raquel Sá; SOUTO,
Luciano R. A. (2007). A case study of a lone humpback whale calf (Megaptera
novaeangliae) inside Baía de Todos os Santos, Bahia State, north-eastern Brazil,
with implications for rescue procedures. JMBA2- Biodiversity Records.
SOARES, C. M (1996). As Ganhadeiras: Mulher e Resistência Negra em Salvador no Século XIX. Afro-Ásia, 17.
TAVARES, J. S (1916). A pesca da Baleia no Brazil. Broteria. Revista Luso-Brasileira, XIV: 69-80.
184
Balleneros del Sur
TOLEDO, Gustavo Alves da Costa (2009). O Homem e a Baleia: aspectos históricos, biológicos, sociais e econômicos da caça na Paraíba. João Pessoa: Universidade Federal da Paraíba (Dissertação de Mestrado).
VER HUELL, Quirijn Maurits Rudolph (2007). Minha primeira viagem marítima: 1807-1810. Salvador: EDUFBA.
VIANNA, Hildegardes (1994). Antigamente era assim. Rio de Janeiro: Record;
Salvador, BA: Fundação Cultural do Estado da Bahia.
WIED, Maxiliano (1989). Viagem ao Brasil. Belo Horizonte: Itatiaia; São Paulo: Editora da Universidade de São Paulo.
185
Balleneros del Sur
COTIDIANEIDAD y ExTRAñAMIENTO EN LA
ANTÁRTIDA.
NARRATIVAS SOBRE LOS BALLENEROS INDUSTRIALES EN
LAS ISLAS SHETLAND DEL SUR (ANTÁRTIDA, SIGLO XX)
Victoria Nuviala Antelo
resumen
La Antártida ha sido conocida en el tiempo a través de sus narrativas. Especialmente a partir de un conjunto reducido de narrativas -Master Narratives-,
las cuales han sido construidas iluminando un conjunto reducido de actores,
eventos y escenarios extraordinarios; a la vez que oscureciendo actores, eventos y escenarios de la vida cotidiana (Senatore y Zarankin 2010). Mi intención
aquí es la de explorar los modos y los espacios que han sido iluminados y
oscurecidos en las narrativas relativas a los balleneros industriales asentados
a principios del siglo XX en las islas Shetland del Sur. Esta reflexión e intento
de inversión en el movimiento de iluminación y oscurecimiento tienen como
propósito generar una serie de transformaciones en el contenido y la forma de
las narrativas antárticas. En un primer momento, recuperando y visibilizando los vínculos entre eventos, actores y escenarios que han sido oscurecidos
y percibidos como aislados. En un segundo momento, explorando el espacio
que ocupan la ‘vida cotidiana’ y ‘lo extraordinario’, y su potencial carácter
construido, en la Antártida que habitaron los balleneros industriales a principios del siglo XX. Finalmente, el propósito de este trabajo será identificar los
modos en que los relatos sobre los balleneros antárticos han sido construidos.
Palabras claves: Antártida, Master Narratives, Vida cotidiana, Balleneros industriales.
abstract
Antarctica has been known in time through its narratives, especially from a
small group of narratives -known as Master Narratives-, which appear to have
been built by illuminating a reduced group of actors, extraordinary events
and scenarios, while obscuring actors and scenes of everyday life (Senatore
and Zarankin 2010). The aim of this work is to explore the ways in which
narratives of the industrial whalers settled in the South Shetland Islands have
been created by illuminating and obscuring different aspects. This analytical
exercise is an attempt to transform these lighting and obscuring movements,
which intents to generate several variations on the content and form of Antarctic narratives. As a first step, we’ll try to recover and make visible the links
between events, actors and scenarios that have been obscured and perceived
as isolated. On a second step, we’ll explore the space occupied by the ‘everyday
187
Colección Mocha Dick
life’ and the ‘extraordinary’ in the industrial whalers’ Antarctica as potentially
constructed.
Keywords: Antarctica, Master Narratives, Daily life, Industrial whaling
introducción: narrativas silenciosas
La Antártida ha sido conocida en el tiempo a través de sus narrativas. Especialmente a partir de un conjunto reducido de narrativas -Master Narratives-,
las cuales parecen haber sido construidas iluminando un conjunto reducido
de actores, eventos y escenarios extraordinarios, a la vez que oscureciendo
actores, eventos y escenarios de la vida cotidiana (Senatore y Zarankin 2010).
En el caso particular de la Antártida, las Master Narratives han sido aquellas
“que potencian las experiencias de la exploración mientras omiten a aquellas vinculadas a la explotación de recursos marinos como las expediciones balleneras y
loberas” (Senatore y Zarankin 2010: 1). A su vez, dentro de este recorte, se han
seleccionado aquellos eventos cuya naturaleza puede definirse como extraordinaria, en detrimento de otros que podrían entenderse como cotidianos. Oscureciendo de esta forma, la existencia en la Antártida de una vida cotidiana
llevada a cabo por hombres anónimos, la cual han tenido grandes implicancias en el curso de la historia de este continente.
Desde su progresivo descubrimiento a finales del siglo XVIII, diversas actividades dedicadas a la explotación de recursos han operado en la Antártida1
(Zarankin y Senatore 2005, 2007). Durante los primeros años del siglo XX
distintos proyectos de sociedades balleneras industriales se encontraban ya en
desarrollo en múltiples países: Argentina –Sociedad Argentina de Pesca S.A.–;
Chile –Sociedad Ballenera de Magallanes–; Noruega –Hvalfangerselskabet Hektor A/S– e Inglaterra –Southern Whale Fishery Company– (Hart 2006), entre
otros. Estas compañías dieron origen a una serie de expediciones cuyo objetivo inicial fue la exploración y reconocimiento de nuevos territorios para
el desarrollo de la actividad ballenera industrial en la Antártida (Basberg y
Headland 2008).
1. En términos cronológicos, la actividad foquera ha sido la primera en instalarse en el continente a lo
largo del siglo XIX. Con el descubrimiento de las Islas Shetland del Sur en 1820, distintas expediciones
provenientes de Estados Unidos, Inglaterra y el Río de la Plata tomaron ese rumbo. Estas expediciones
usualmente desembarcaban grupos reducidos de hombres en las costas para la caza de lobos marinos
y la extracción de sus cueros (Zarankin y Senatore 2005).
188
Balleneros del Sur
Hacia principios del siglo XX estas sociedades fueron las responsables de la
instalación de la modernizada industria ballenera 2, la cual implicó un fuerte impacto sobre el paisaje del continente antártico. Principalmente, de los
archipiélagos de islas Georgias del Sur y las Shetland del Sur, los cuales se
convirtieron en el centro de la industria ballenera. Donde diversas estaciones
-shore whaling stations- fueron construidas y numerosos barcos factoría fueron instalados (Basberg 2005a).
En este trabajo exploraremos a partir de las nociones de forma y contenido
los modos en que estos relatos construyen maneras de pensar, interrogar e
imaginar el pasado de los balleneros antárticos. Al mismo tiempo y desde una
perspectiva más general, exploraremos la condición en que estos textos participan en la construcción de narrativas mayores acerca del pasado del continente antártico. Para esto exploraremos los actores, espacios y aspectos que
han sido iluminados y oscurecidos en las narrativas relativas a los balleneros
industriales asentados a principios del siglo XX en las islas Shetland del Sur en
un conjunto de fuentes bibliográficas que podríamos definir como fundamentales para dar inicio a un estudio sobre los balleneros antárticos.
Finalmente, nos proponemos una breve reflexión en torno a las circunstancias en que las narrativas no sólo nos permiten conocer el pasado, un pasado
específico, sino que por momentos delimitan lo que está permitido pensar,
conocer e interrogarse sobre él.
cotidianeidad y extrañamiento: la vida cotidiana como
perspectiva teórica
It is the ability of ‘making strange’ within a culture of rationalism and of finding
the strange within everyday life that is central to this study of everyday life and
cultural theory.
Highmore 2002:12
A lo largo de los años, especialmente desde la década de 1960 hasta el presente,
las ciencias sociales han experimentado un proceso de revisión y crítica sobre
las formas en que el pasado era tradicionalmente percibido, entendido y relatado. El crecimiento experimentado por disciplinas jóvenes encargadas de estudiar al hombre y sus construcciones del pasado –arqueología, antropología,
etnohistoria, entre otras–, su influencia sobre otras disciplinas encargadas de
2. Se considera que la actividad ballenera sufrió un proceso de industrialización a partir de la incorporación de ciertas innovaciones tecnológicas y organizativas por parte de las compañías balleneras
de Noruega. Tal como enuncia Basberg (2006): “So, one would assume that the whaling industry was
a very likely candidate to become transformed from a rather primitive “preindustrial” industry, into a
more modern, mechanized industry of the Second Industrial Revolution era”.
189
Colección Mocha Dick
estudiar el pasado (Lourés Seoane 2001) y el surgimiento de nuevas corrientes
historiográficas, han suscitado un renovado interés en la vida cotidiana y sus
principales actores involucrados, las personas anónimas.
Este renovado interés, con el tiempo se ha traducido en nuevas y diversas
formas de abordar, interrogar y entender la vida cotidiana (Highmore 2002,
2010). Al mismo tiempo en que nacían estos nuevos relatos sobre el pasado y
se daba voz a otros actores sociales, emergían desconocidas incomodidades,
dificultades y conflictos en torno a este novedoso acercamiento al pasado.
Fueron estas incomodidades las que pusieron de manifiesto que la vida cotidiana se presentaba como una nueva problemática de investigación y una
perspectiva sobre la cual trabajar. El carácter efímero y continuo de un mundo cotidiano que fluye sin grandes irrupciones ni diferencias, representa una
clara dificultad al momento de ser aprehendida. La vida cotidiana parecía presentarse frente a estos intentos, por momentos como un líquido que se escurría entre las manos y en otros como una masa informe que evadía cualquier
tentativa de tomar forma.
Tal como argumenta el dramaturgo alemán Bertolt Brecht “nuevos problemas aparecen y demandan nuevos métodos. La realidad cambia y para poder
representarla, los modos de representación también deben hacerlo” (1980: 82).
Las palabras de Brecht sintetizan aquello que fue sucediendo muy lentamente,
cuando estas dificultades comenzaron a ser percibidas como desafíos y de forma gradual fueron tomando la forma de nuevos interrogantes y de novedosas
propuestas (Highmore 2002, 2010; Sim 2010).
Escribir sobre la vida cotidiana puede convertirse en una tarea compleja y
esquiva, al mismo tiempo que necesaria e inevitable para intentar entender el
mundo del que somos parte. Frente al interrogante, ¿qué es la vida cotidiana?
Las respuestas más usuales han tendido a vincularse con adjetivos tales como
diario, corriente, ordinario, frecuente, habitual, común; para finalmente ser
asociada a experiencias tales como el aburrimiento y lo indiferenciado3. Estas
acepciones coloquiales del término, nos llevan inevitablemente a la necesidad
de problematizar la pregunta inicial: ¿qué es la vida cotidiana?, para convertirla en ¿qué entendemos aquí por vida cotidiana? Y por fin ¿qué es –o puede
ser- considerado cotidiano, en un continente signado por lo extraordinario, como
Antártida?
Más allá de las concepciones esencialistas sobre la vida cotidiana donde se
la presenta como un fenómeno que tiene existencia en sí misma, como una
3. Acepciones del término cotidiano tomados del 22º Diccionario de la Lengua Española de la Real
Academia Española (2001). Disponible en http://www.rae.es/ (visitado 15 de enero de 2014).
190
Balleneros del Sur
exterioridad que espera allí a ser descripta, es posible concebir la vida cotidiana como un cruce de fuerzas en constante tensión. Paradójicamente, frente a
los usos coloquiales donde el concepto es reducido a aquello que se repite día
tras día, hora tras hora4; autores como Ben Highmore entienden que, “la vida
cotidiana es también el hogar de lo bizarro y lo misterioso. Los ‘lugares comunes
de la existencia’ están repletos de extrañas ocurrencias. Lo no-cotidiano –lo excepcional– está allí para ser descubierto en el corazón de lo cotidiano” (Highmore
2002: 3).
Esta percepción de la vida cotidiana como cruce de fuerzas en tensión, supone asumir el carácter múltiple, contingente y cambiante de la misma. Este
modo de acercarse a la vida cotidiana nos “… impide una definición unívoca,
estable y permanente de la misma a través del tiempo y del espacio” 5(Cragnolini
2006: sn). Aquí, la vida cotidiana, su carácter efímero, contingente, esquivo,
escurridizo pareciera cobrar un nuevo sentido, el de una resistencia a la categorización, a la definición, especialmente en lo que ésta supone de definitivo,
de permanente.
Lo cotidiano no es, sino que está siendo. Y en ese estar siendo, la vida cotidiana
no supone la convivencia de lo ordinario con lo extraordinario como contradicción. Lo cotidiano pareciera ser la potencia de aquel instante en el pasaje
entre lo extraordinario y lo ordinario, haciendo visible de modo efímero el
cruce de la delgada línea que los separa.
El extrañamiento nos sorprende en lo indiferenciado de la experiencia inédita, los paisajes ilegibles, las lenguas indescifrables, el mundo ininteligible se
nos abren ante la mirada como extrañeza. Liberando su potencia en forma
de misterio y enigma. La cotidianeidad se presenta como potencia de dominación –de lo ordinario sobre lo extraordinario–, yendo al encuentro de lo
extraño, de la opacidad en la experiencia para hacerla suya y darle sentido.
“Todo puede devenir cotidiano, todo puede devenir ordinario: es nuestra mayor
bendición, nuestro mayor logro humano, nuestra más grande desventaja, nuestra
más despreciable complacencia” (Highmore 2010: 1)6.
Asimismo, el modo de describir la vida cotidiana como una secuencia invariablemente predecible de acontecimientos y prácticas, signadas por la monoto4. Sin que nadie repare especialmente en ello.
5. “Esta modo de percibir lo cotidiano como: ‘Entre’ mantiene en tensión constante lo uno y lo múltiple, lo mismo y lo diferente, tensión que impide toda identidad como conservación y aseguramiento
de sí” (Cragnolini 2006: s/p).
6. “Everything can become everyday, everything can become ordinary: it is our greatest blessing, our
most human accomplishment, our greatest handicap, our most despicable complacency” (Highmore
2010: 1).
191
Colección Mocha Dick
nía, la uniformidad y el tedio, pareciera estar marcada por un modo particular
de experimentar el mundo, que autores como Highmore (2002) han vinculado
con la modernidad. La experiencia del día a día de la modernidad, impregnada de las prácticas de la industrialización y la mecanización, pareciera estar condenada a la secuencia, la repetición y en definitiva a lo homogéneo, lo
igual, lo fragmentario.
Esto último, nos permite pensar en la vida cotidiana, no como un conjunto de
prácticas que posee un carácter inherente y atemporalmente cotidiano sino
como una serie de experiencias o modos que adquiere la experiencia en el encuentro entre el ser humano y el mundo, y que alcanza su carácter ‘cotidiano’
en un contexto espacio-temporal determinado.
Siguiendo este modo de pensar la cotidianeidad y el extrañamiento, nos proponemos explorar el lugar de lo cotidiano y lo extraordinario en las narrativas
antárticas de los balleneros de principios del siglo XX, así como las diversas
formas que éstas han adquirido.
metodología: un acercamiento a las narrativas de los
balleneros antárticos
La vida cotidiana aquí no se reduce a una problemática ni a un conjunto de
prácticas que se desarrollan de modo rutinario, sino que se constituye como
una perspectiva a partir de la cual explorar la experiencia que supuso la irrupción de la actividad ballenera industrial en el continente antártico a principios
del siglo XX.
Como paso inicial en este camino nos proponemos realizar una exploración
preliminar de los relatos que se han construido a través del tiempo. Para esto
llevaremos a cabo un ejercicio de observación sistemática de un conjunto de
fuentes bibliográficas con la intención de identificar los espacios que han sido
iluminados y oscurecidos en los relatos.
Las fuentes bibliográficas que hemos seleccionado, poseen una relevancia indiscutible para el inicio de cualquier estudio sobre la actividad ballenera industrial en Antártida durante las primeras décadas del siglo XX. Asimismo,
pueden ser descriptas como el resultado de extensos trabajos de investigación
centrados en la historia económica y política de la actividad ballenera industrial en el mundo y más específicamente en el continente antártico y las islas
subantárticas (Tønnessen y Johnsen 1982, Francis 1990; Hart 2006; Basberg
2005a, 2005b, 2006).
Sobre estas fuentes, realizaremos un análisis relativo a la forma que adquieren
estos relatos a partir del uso de determinados ejes de ordenamiento en los
192
Balleneros del Sur
textos. Analizaremos primero el ordenamiento de éstos a partir de su organización en secciones y capítulos, para esto trabajaremos especialmente en la
construcción de los índices. De forma paralela, examinaremos el contenido de
los textos, con la intención de identificar las posibles reiteraciones y silencios
de distintas temáticas, cronologías, escenarios y actores al interior de cada
uno de ellos; así como sus continuidades y rupturas.
Parte de este análisis ha sido sistematizado en una tabla (ver Anexo) de doble
entrada donde se han registrado diversos aspectos relativos a la actividad ballenera en Antártida, los cuales han sido ordenados en primera instancia por
compañía. Al interior de cada compañía se ha organizado la información a
partir de dos categorías: una, dedicada a la infraestructura de la misma (estación y flota ballenera) y otra, al personal presente en ella (Managers, Personal jerárquico, Tripulación) Las categorías seleccionadas no han buscado
reproducir la lógica presente en la bibliografía sino que hacer visible aquellos
actores y aspectos que se encuentran visibles en las fuentes, y al mismo tiempo evidenciar aquellos que por diversos motivos han sido silenciados. Para la
confección de esta tabla hemos incluido otras fuentes, las cuales se caracterizan por su especificidad, centrándose particularmente en la actividad de la Sociedad Ballenera de Magallanes (Quiroz 2011; Nicholls Lopendia 2010; Duque
Saitua 2010; ver Tabla 1).
La identificación de estos vacíos no tiene por intención ocuparlos con nueva
información que construya un relato más ‘completo’ o ‘detallado’, sino la de
trabajar las ausencias en los textos como silencios. De modo que, la intención
de este ejercicio de observación se centra en analizar e interpretar estos vacíos
en tanto modos particulares de construir las narrativas balleneras antárticas
del siglo XX.
Asimismo, este ejercicio no supone la recuperación de lo oscurecido en detrimento de lo que hasta el momento ha sido iluminado. La vida cotidiana
puede ser pensada complementariamente como “... fisuras en un continuo de
constancia, (…) puntuada por interrupciones e irrupciones”7(Highmore 2002:1).
De esta manera, al remarcar la relevancia de estas irrupciones como parte
integral de un continuo, es posible gradualmente ir dejando de lado aquellas
representaciones del pasado como una serie de eventos aislados, devolviéndole
su carácter procesual y, permitiendo así, percibir las continuidades, los cambios y las rupturas a través del tiempo. Esto significa, comprender el carácter
relacional que existe entre lo extraordinario y lo ordinario, lo uno es necesario
para que lo otro tenga existencia. Recordando que el estudio de la vida coti7. “But like fissures in a stream of constancy the everyday is also punctuated by interruptions and
irruptions” (Highmore 2010: 1).
193
Colección Mocha Dick
diana no se agota en lo rutinario, lo repetitivo y lo habitual, ni el pasado en el
estudio de los grandes hombres y los eventos extraordinarios.
una mirada sobre los silencios: los balleneros
antárticos en las islas shetland del sur
El conjunto de fuentes que hemos seleccionado, si bien comparten una mirada historiográfica que podríamos definir como centrada en aspectos económicos-políticos, difieren en aspectos que los colocan en diversos puntos del
espacio dedicado al estudio de la actividad ballenera industrial en Antártida.
Tomando en cuenta el rango cronológico y el espacio geográfico al que se abocan podemos ubicarlos en un continuo que va desde un espectro más amplio
y general, hacia uno más acotado y específico en ambos aspectos.
En un extremo del continuo podemos ubicar el texto de Francis (1990), el cual
ocupa una cronología amplia, incluyendo desde la actividad de caza de ballenas tradicional (siglo XVI) hasta la industria ballenera moderna (siglo XX); en
cuanto al eje geográfico mantiene un carácter amplio, revisando de modo más
bien general los distintos territorios donde tuvo lugar la actividad ballenera
a lo largo del mundo. El texto de Tønnessen y Johnsen (1982) puede ubicarse en el medio del continuo, en tanto presenta una cronología más acotada,
limitándose a la actividad ballenera industrial (siglos XIX y XX) al mismo
tiempo que, manteniendo un eje geográfico amplio al ocuparse de los distintos territorios de caza de ballenas ubicados en ambos hemisferios. Por último,
el trabajo de Hart (2006) presenta un mayor grado de especificidad tanto en
lo que respecta al eje cronológico, centrándose en la actividad ballenera industrial –más específicamente los inicios de la actividad a principios del siglo
XX– como al eje geográfico, acotando su estudio al territorio antártico y las
islas subantárticas.
Partiendo de la noción de narrativa como una representación de la realidad8
y como “una totalidad, una unidad de expresión autónoma e internamente consistente, donde la realidad es reconfigurada para crear sentido” (Hazel 2007: 2).
Entendemos entonces, que la construcción de una narrativa tiene lugar a partir, no sólo de selección de ciertos eventos y actores –contenido– sino de su
ordenamiento en una secuencia particular y la forma en que éstos son narrados –forma/estructura–. Es a partir de esta noción que nos proponemos
desarrollar un análisis preliminar de los textos antes mencionados tanto en lo
que respecta a su forma como su contenido.
8. “una representación de la realidad desde una perspectiva particular” (Hazel 2007: 2).
194
Balleneros del Sur
Relatos lineales: Un análisis sobre la forma
Un primer acercamiento a los textos a través de sus índices nos permite observar un ordenamiento general del relato a partir de dos ejes: el cronológico y el
geográfico. Si bien, ambos tienden a ser utilizados de modo complementario
es posible definir una tendencia donde la cronología funciona como eje principal. En los tres textos encontramos un ordenamiento que se inicia en una
serie de acontecimientos que se encuentran más alejados en el tiempo para
culminar en aquellos que ubican más cercanos al presente.
El relato es construido a partir de una secuencia lineal de acontecimientos que
se presentan como irrupciones en un continuo indiferenciado. A su vez, esta
secuencia es interrumpida de modo más abrupto, a partir acontecimientos
vinculados a los procesos de cambio tecnológico y políticos globales y locales.
Estas transformaciones tienden a ser representados a partir de un acontecimiento único y en algunos casos aislados, los cuales parecen funcionar como
metonimia del fenómeno mayor. En consecuencia, el proceso tecnológico que
supuso la mecanización de las actividades físicas ocurrida de forma paralela
a la industrialización capitalista es representado a partir de una serie de cambios vinculados a la tecnología asociada a la actividad ballenera, los cuales
son presentados como invenciones aisladas (buque factoría, arpón explosivo,
buques factoría con stern-slip).
Asimismo, los procesos políticos y económicos globales son reducidos y presentados como acontecimientos, tal son los casos de la Primera y Segunda
Guerra Mundial, así como la crisis económica y financiera de la década de
1930. Estos quiebres no son presentados como parte de un devenir sino como
eventos aislados que parecieran cambiar abruptamente el rumbo del relato o
bien acelerarlo.
Este modo de narrar, siguiendo una secuencia lineal pareciera oscurecer las
múltiples conexiones y los procesos de retroalimentación que pudieron existir
entre los diversos actores sociales, los complejos contextos globales y regionales, así como entre los infinitos acontecimientos que pueden ser mencionados
y los distintos momentos que atravesó esta actividad en Antártida.
Relatos del aislamiento: Un análisis sobre el contenido
En lo que respecta al análisis sobre el contenido que está presente en los distintos textos, encontramos un fuerte énfasis en una serie de actores determinados, los cuales podríamos llamar de modo genérico: ‘grandes hombres’.
Existe una presencia explícita y repetida de una serie de actores a los cuales se
los presenta como ‘creadores’ o ‘padres’ de la actividad ballenera industrial en
Antártida. La selección de estos actores suele estar asociada a su participación
195
Colección Mocha Dick
Figura 1. Algunas de las innovaciones tecnológicas desarrolladas en el marco de la actividad ballenera
industrial durante el siglo XX y puestas en uso en el continente Antártico: superior, Arpón explosivo;
inferior, Buque factoría con Stern Slip.
196
Balleneros del Sur
en los primeros tiempos de la actividad o bien debido a su influencia en la
generación de cambios políticos, tecnológicos u organizativos en la caza de
ballenas.
A la enfática representación de estos actores, observamos un oscurecimiento
de otros. En la generación de la tabla de doble entrada, encontramos que no
existen menciones específicas sobre la tripulación de las embarcaciones balleneras o del personal presente en las estaciones en tierra. El oscurecimiento de
estas personas no sólo se da en un plano cualitativo –ausencia de mención de
nombres– sino a nivel cuantitativo; en tanto existen pocas o nulas menciones
sobre la cantidad de personas involucradas en la actividad ballenera durante
este período9.
De igual manera, entendemos que este oscurecimiento genera un silencio sobre los vínculos interpersonales que se pudieron dar tanto al interior de las
compañías como entre ellas mismas, y también de las compañías balleneras
con las expediciones científicas que tuvieron lugar en aquella época10. Este
modo de narrar reproduce una imagen de aislamiento no sólo a nivel de las
personas, sino de las compañías balleneras –entre embarcaciones, estaciones–
y con relación a la actividad científica y el personal perteneciente al gobierno
británico establecido en el territorio.
Esta particular forma de narrar ‘lo extraordinario’ no sólo se observa en lo
referente a las personas, sino al modo en que los espacios son relatados. Si nos
ubicamos en nivel global, observamos pocas menciones del vínculo que supone la actividad ballenera antártica con Sudamérica y con el resto del mundo
–en especial con Europa–, en el cual un importante porcentaje de las compañías se encontraban radicadas y de donde provenía casi la totalidad del personal. En un nivel que podríamos definir como regional, la tendencia general de
estos relatos es a ubicar ciertas compañías balleneras en un punto específico
del territorio, silenciando la fuerte movilidad que caracteriza a esta actividad
y que implicaría una mayor dinámica en el uso del espacio. Esto a su vez,
produce el oscurecimiento de los vínculos establecidos entre las compañías y
entre los distintos puntos del territorio antártico, contribuyendo a una imagen
de aislamiento a nivel espacial.
9. Existen menciones aisladas en los textos de Hart (2001) y Tønnessen y Johnsen (1982) que refieren
a la posible población de las islas en determinados momentos o la cantidad aproximada de tripulación
a bordo de determinadas embarcaciones.
10. A pesar de ser percibidas de forma separada de las actividades científicas, las expediciones balleneras han generado un importante volumen de información, no sólo sobre la ubicación de estos
recursos, sino sobre la geografía del continente antártico. Esta información ha sido de gran valor para
el desarrollo de las expediciones dedicadas a la exploración científica del continente antártico.
197
Colección Mocha Dick
Figura 2. ‘Grandes Hombres’. Conjunto de retratos de algunos de los tradicionalmente identificados
como ‘padres’ o ‘creadores’ de la actividad ballenera en las narrativas balleneras. De derecha a izquier11
da: Carl Anton Larsen (1860-1924); Svend Foyn (1809-1894); Christen Christensen (1845-1923) .
Por último, esta práctica de construcción a partir de lo extraordinario se observa en una fuerte tendencia a la mención de eventos singulares –hundimientos, accidentes, instalación de una nueva estación, adquisición de nuevas embarcaciones, entre muchos otros–, los cuales son presentados de forma aislada
unos de otros. Este énfasis en el relato de eventos únicos se realiza no de modo
complementario con el relato de las prácticas cotidianas sino en detrimento
de ellas, presentándose como irrupciones aisladas en un continuo que por momentos se nos presenta tan indeterminado.
Estos textos no constituyen relatos únicos y aislados sobre la actividad ballenera en la Antártida ni sobre el pasado de este continente, sino que contribuyen al modo en que este territorio es narrado, conocido e imaginado. De modo
más general, podemos señalar que estos relatos específicos aportan, fortalecen
y contribuyen a un modo particular de narrar la Antártida, el cual se apoya en
al menos dos elementos: el carácter intrínsecamente extraordinario del continente y el inexorable aislamiento al que se encuentra condenado.
discusión
Los modos en que el pasado es narrado, en algunas ocasiones parecen obligarnos a narrarlo repitiendo la misma estrategia una y otra vez, reiterando los
11. Estas imágenes no son las originales que aparecen en los textos analizados pero se corresponden
con los sujetos que aparecen en fotografías en los mismos. Entendemos que estas imágenes ayudan
a reforzar visualmente el modo de narrar a los sujetos y las relaciones interpersonales en los relatos
balleneros.
198
Balleneros del Sur
mismos acontecimientos, personajes y paisajes. El hábito de narrar de igual
manera un proceso, tiene una serie de efectos muy particulares sobre los textos
así como sobre la forma en que conocemos y reflexionamos sobre el pasado.
En primer lugar, mencionaremos la sedimentación de los relatos, es decir el
proceso a partir del cual lo narrado es equiparado a la realidad y lo no narrado
a lo nunca sucedido. El relato se presenta como una descripción objetiva del
pasado, ocupando el lugar de la realidad y evitando así cualquier tipo de cuestionamiento. Algunos de estos textos presentan marcas de este proceso, tales
como: la repetición de fuentes o citas idénticas, el uso de límites cronológicos
y geográficos iguales o similares, la reiteración de acontecimientos aislados, la
presencia de temáticas similares, entre muchas otras. De este modo, algunos
de los relatos parecen presentarse como iteraciones de un relato único.
Como consecuencia de esta equiparación del relato con la realidad, se observa
una cierta ilusión de totalidad ejercida por estas investigaciones. Esto se deja
entrever en la reflexión de Basberg, Ringstad y Wexelsen, cuando afirman: “los
jóvenes historiadores del campo –luego de descubrir material documental interesante en el Archivo y generar un fascinante interrogante– usualmente descubren
que Johnsen y Tønnessen ya lo han descubierto, y le han dado respuesta” (Basberg
2005b: 1)12.
Esta ilusión de totalidad que genera el texto, nos coloca frente a una serie de
interrogantes en muchas ocasiones difíciles de responder sobre la diferencia
entre lo conocido y lo pensable. Es allí, en los resquicios de estos grandes textos, que parece estar permitido preguntarse ¿Qué es lo que resta por explorar?
¿Qué es lo que resta por ser narrado? Salirse por un instante de estos textos,
viendo su estructura nos abre un nuevo camino. Un paso más allá de los límites del texto, nos atrevemos a pensar un nuevo relato, cuestionando la posibilidad de alcanzar una totalidad y de entender a la investigación como medio
para cumplir la tarea de completar las piezas faltantes.
Esta operación de totalidad efectuada en y por el texto, se encuentra íntimamente asociada a aquello que De Certeau define como “una operación espacializadora cuyo efecto es fijar o desplazar las fronteras que delimitan campos culturales...” (1996: 270). De un modo activo, estos textos pensados no como relatos
aislados sino como parte de una condición particular de narrar el pasado de
los balleneros antárticos, pareciera establecer los límites de lo pensable sobre
el mundo de los balleneros en las tierras más australes.
12. “The younger historians in the field -after discovering an interesting piece of archival material
of coming up with a fascinating question- often discovered that Johnsen and Tønnessen had already
found it, and given the answers” (Basberg 2005b: 1).
199
Colección Mocha Dick
palabras finales
Los balleneros han sido conocidos a través de los relatos de viaje por su coraje,
su audacia y su fortaleza, pero por sobre todo por su capacidad inagotable de
abrir desconocidos territorios. Siguiendo el derrotero de los balleneros antárticos hemos pretendido abrir nuevos territorios de reflexión, pensar la vida
cotidiana que los balleneros industriales construyeron por más de medio siglo
en el continente antártico significa meditar en aquello que se encuentra más
allá de los límites de lo pensable.
La fuerte impronta de lo extraordinario en las narrativas antárticas ha supuesto el oscurecimiento de la vida cotidiana y el silenciamiento de incontables
voces que han formado parte del pasado de este continente. La permanencia
de los balleneros en el continente antártico, abre una posibilidad única e inevitable de pensar y reflexionar sobre la vida cotidiana en un continente hasta ese
momento pocas veces habitado e incontables veces explorado.
Con este trabajo hemos intentado reflexionar sobre cómo los relatos “no expresan una práctica. No se limitan a expresar un movimiento. Lo hacen” (De
Certeau 1996: 90). Entendiendo que la forma en que la historia es relatada no
sólo marca los límites de lo conocido, lo dicho hasta el momento, sino sobre
lo que es dado pensar. Conocer lo conocido, entender sus cualidades, nos permite explorar desconocidos territorios de investigación abriéndonos camino
con nuevas interrogantes. Sabiendo que nuevos modos de interrogarnos sobre
el pasado nos abrirán las puertas a novedosos y hasta hoy impensados relatos.
200
Balleneros del Sur
201
Colección Mocha Dick
202
Balleneros del Sur
203
Tabla 1. Principales compañías balleneras asentadas en las islas Shetland del Sur (Antártida) entre los años 1904 y 1931. Sistematización de información presente en las
siguientes fuentes bibliográficas: Tønnessen y Johnsen 1982, Francis 1990, Basberg 2005 y 2006, Hart 2006, Duque Saitua 2010, Nicholls Lopendia 2010, Quiroz 2011 entre
otros.
Colección Mocha Dick
referencias bibliográficas
BASBERG, Bjørn L (2005a). In the Wake of Tønnessen and Johnsen: Trends in
Whaling History Research after 1970. Paper presented as the Opening Lecture
at The Second Symposium on Whaling & History, Com. Chr. Christensen’s
Whaling Museum, Sandefjord.
BASBERG, Bjørn L (2005b). Perspectives on the Economic History of the Antarctic Region. Trabajo presentado en la Comisión Internacional de Historia Marítima. XX Congreso Internacional de Ciencias Históricas, Sidney, Australia.
BASBERG, Bjørn L (2006). Two Hegemonies–Two Technological Regimes: American and Norwegian Whaling in the 19th and 20th century. Presentado en el
XIV Congreso Internacional de Historia Económica. Helsinki, Finlandia.
BASBERG, B. & R. HEADLAND (2008). The 19th Century Antarctic Sealing
Industry. Sources, Data and Economic Significance. SAM 21, 1-24.
BRECHT, Bertolt (1980). ‘Against Georg Lukács’, traducido por Stuart Hood.
En, Adorno, Benjamin, Bloch, Brecht and Lukács, Aesthetics and Politics, Londres: Verso, pp. 68–85.
CLAPHAM, Phillip J. & C. Scott BAKER (2002). Modern Whaling. En, Perrin, Würsig & Thewissen (editores). Encyclopaedia of Marine Mammals, Nueva York: Academic Press, pp.. 1328-1332.
CRAGNOLINI, Mónica (2006). La constitución de la subjetividad en Nietzsche. Metáforas de la identidad. En, Moradas nietzscheanas. Del sí mismo, del
otro y del ‘entre’. Buenos Aires: Ediciones La Cebra.
DAVIS, L., R. GALLMAN & K. GLEITER. (1977). In Pusuit of Leviathan: Productivity & Profits in American Whaling. Chicago: University of Chicago Press.
DE CERTEAU, Michel (1996) La invención de lo cotidiano. Artes de hacer. México: Universidad Iberoamericana.
DUQUE SAITUA, Damián (2010). Arponeros del fin del Mundo. Un estudio
sobre la cacería de ballenas en Magallanes. Tesis para optar al título de antropólogo. Santiago: Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
FILIPPI, Alfonso M (1997). El Comodoro Andersen y la actividad ballenera
austral y antártica chilena. Revista de Marina 3, 1-18.
FRANCIS, Daniel (1990). A History of World Whaling. Markham: Viking.
204
Balleneros del Sur
ISACHSEN, Gunnar (1929). Modern Norwegian Whaling in the Antarctic.
Geographical Review 19, Nº 3, 387–403.
HACQUEBORD, Louwrens (1992). Hector Station on Deception Island
(South Shetland Islands, Antarctica), an enviromental assessment study of a
whaling station. Circumpolar Journal 1 (2): 72-97.
HART, Ian (2006). Whaling in the Falkland Dependencies 1904-1931. A History
of shore and bay-based whaling in the Antarctic. Herefordshire, Reino Unido:
Pequena.
HAZEL, Paul (2007). Narrative: An Introduction. Recuperado de: http://www.
paulhazel.com/?s=introduction+to+narrative.
HIGHMORE, Ben (2002). Everyday Life and Cultural Theory. An Introduction.
Londres y Nueva York: Routledge.
HIGHMORE, Ben (2010). Ordinary Lives. Londres y Nueva York: Routledge.
HYVÂRINEN, Matti (2006). Towards a Conceptual History of Narrative. COLLeGIUM: Studies Across Disciplines in the Humanities and Social Sciences 1:
The Travelling Concept of Narrative, Helsinki: Helsinki Collegiums for Advanced Studies, pp. 20–41.
LEFEBVRE, Henri & Christine LEVICH (1987). The Everyday and Everydayness. Yale French Studies, 73: 7-11.
LOURÉS SEOANE, María Luisa (2001). Del concepto de monumento histórico al de patrimonio cultural. Revista de Ciencias Sociales, 94: 141-150.
NICHOLLS LOPENDIA, Nancy (2010). La Sociedad Ballenera de Magallanes: de Cazadores de Ballenas a “Héroes” que marcaron la soberanía nacional,
1906-1916. Historia, 43 (1): 41-78.
PEARSON, M. & R. STEHBERG (2006). Nineteenth century sealing sites on
Rugged Island, South Shetland Islands. Polar Record 42 (223): 335-347.
QUIROZ, Daniel (2011). La flota de la Sociedad Ballenera de Magallanes: Historias y operaciones en los mares australes (1905-1916). Magallania 39 (1): 3358.
SENATORE, M. X. & A. ZARANKIN (1996). Arqueología Histórica en Antártica, Informe presentado al Instituto Antártico Argentino. Buenos Aires:
Instituto Antártico Argentino.
205
Colección Mocha Dick
SENATORE, M. X. & A. ZARANKIN (1999). Arqueología Histórica y Expansión Capitalista. Prácticas cotidianas y grupos operarios en Península Byers,
(I. Livingston, Shetland del Sur). En, Zarankin y Acuto (eds.) Sed Non Satiata:
Teoría Social en la Arqueología Latinoamericana. Buenos Aires: Ediciones del
Tridente, pp. 171-188.
SENATORE, M. X. &A. ZARANKIN (2010). Pre-Industrial Whaling in South
Shetlands Islands. Presentado en SCAR Open Science Meeting, Buenos Aires.
SIM, Lorraine (2010). Introduction. En Virginia Woolf: The Patterns of Ordinary Experience. Sidney: Ashgate.
TØNNESSEN, Johan y Arne Odd JOHNSEN (1982). The History of Modern
Whaling. Berkeley, Estados Unidos: University of California Press.
ZARANKIN, A y M. X SENATORE (2005). Archaeology in Antarctica, 19th
century capitalism expansion strategies. International Journal of Historical Archaeology 9 (1): 43-56.
ZARANKIN, A y M. X SENATORE (2007). Historias de un Pasado en Blanco:
Arqueología Histórica Antártica. Belo Horizonte: Argumentum.
206
Balleneros del Sur
LA VIDA DE UN BALLENERO EN QUINTAy:
LA HISTORIA DE JOSÉ BARRIOS
Violeta Berríos Huss
resumen
José Barrios es un pescador y ballenero de Quintay, trabajó gran parte de su
vida en la planta faenadora de ballenas de la Compañía Industrial ubicada en
dicha localidad. Su vida puede ser entendida como una representación de una
parte de la memoria local del poblado, aquella referida a la época de la ballenera. Este artículo cuenta su historia de vida con el fin de, a través de ella,
comprender el legado que dejó esta empresa en la caleta, buscando posibles
vinculaciones entre las imágenes que componen sus memorias y aquellas imágenes que son parte de la memoria de la caleta.
Palabras claves: Relato de vida, planta ballenera de Quintay, José Barrios.
abstract
José Barrios is a fisherman and whaler from Quintay who worked most of
his life for the whaling factory placed there. His life is a representation of the
part of the local memory of this small town associated with the times of the
whaler industry. This paper tells the life story of José in that ages. The purpose
is to understand the legacy that the company left in Quintay, while searching
possible connections of the different images that build his memories and the
ones that build the town’s memories.
Keywords: Life story, Quintay Whaling Station, Jose Barrios.
quintay
Quintay es una caleta ubicada a 50 km al sur de Valparaíso con alrededor
de 770 habitantes; subsiste principalmente de la explotación forestal, la pesca artesanal y los servicios prestados al complejo habitacional Santa Augusta
(CIMQ 2013). Se forma alrededor del año 1900, con la llegada de pescadores de zonas cercanas quienes buscaban refugio durante los temporales y se
asentaron en el lugar con el fin de realizar actividades de pesca y recolección.
Entre 1917 y 1930 comienza la venta de productos marinos a pequeña escala
en Valparaíso. Entre los años 1930 y 1943 hubo un período de estabilidad en la
caleta, con la incorporación esporádica de familias nuevas al poblado (Salazar
e Hinostroza 1997).
207
Colección Mocha Dick
Figura 1. Caleta de Quintay.
En 1940 comienzan los trabajos de construcción de la planta ballenera de la
INDUS, con lo que se inicia también la llegada de trabajadores provenientes
del norte y sur del país, quienes se integran a los procesos productivos de la
planta. Este hecho y la llegada de los habitantes de los fundos a este sector implicó el poblamiento de la parte alta de la caleta, lo que ahora se conoce como
el pueblo de Quintay.
quintay en la época de la compañía industrial
La memoria colectiva de Quintay se asocia a un conjunto de imágenes vinculadas a la Compañía Industrial que son contadas por aquellas personas que vivieron en los tiempos de la INDUS y que aún habitan en la caleta. Es decir, es el
recuerdo colectivo de quienes vivieron juntos una época formando una comunidad, el cual que se comprende desde su identidad tradicional de pescadores.
Son cinco las imágenes principales las que se rescatan de esta memoria colectiva, las que están ligadas a la incorporación de conocimientos nuevos, asociados con la llegada de la idea de modernidad a un pueblo eminentemente tradicional. Estas son: el proceso de faenamiento de la ballena, la contaminación,
las reglas de la ballenera, los japoneses y los barcos balleneros (Berríos 2011).
Para comenzar, se debe señalar que todos los pobladores de Quintay de la
época conocen el proceso de faenamiento de la ballena, incluyendo quienes
no trabajaron en la fábrica, ya que desde las casas de los pescadores ubicadas
208
Balleneros del Sur
Figura 2. Planta Ballenera de Quintay.
frente a la caleta se veía todo lo que ocurría en la planta, dispuesta en extremo
opuesto. La cotidianidad en la que conviven lugareños y balleneros produce
este nuevo saber asociado a un tipo de trabajo a gran escala, que es distinto a
sus patrones laborales artesanales.
Se habla también de la contaminación producida por los desechos que la planta faenadora bota en la caleta, incluyendo el mal olor, las ballenas muertas y
al aceite vierte al mar. Esta imagen es una de las que mayor fuerza tiene en la
memoria colectiva ya que se vivió como una amenaza directa de la INDUS
(modernidad) a los pescadores (vida tradicional).
Se mencionan además, los mandatos que la Compañía Industrial impuso en la
zona, que terminaron por afectar la vida de los habitantes de la caleta aunque
éstos no hayan sido parte de la empresa. La primera, es la restricción al espacio que estaban acostumbrados a usar, ya que la caleta se instala en el lugar
donde antes los pobladores mariscaban y pescaban. La segunda se refiere a la
determinación de zona seca en el área de la caleta, por lo que los pescadores no
podían consumir alcohol ni siquiera en eventos particulares.
La llegada de los balleneros japoneses marca un punto de inflexión en la historia de la caleta, debido al choque cultural producido entre asiáticos y chilenos.
Los asiáticos se ven como una maximización de la modernidad, en términos
de prácticas laborales, además de una nueva visión de la economía producida por un auge económico que ocurre en la época a raíz del intercambio
de bienes entre nacionales y nipones. Este bienestar es considerado positivo
por la mayoría de los habitantes, pues les permite obtener nuevos recursos al
comercializar productos provenientes de fuera del país, generando un nuevo
209
Colección Mocha Dick
ingreso en los hogares. Tras el cierre de la planta se produce un fuerte declive
económico en la población.
Finalmente, los barcos cazadores llamaron la atención tanto de los pobladores
de Quintay como de los obreros de la INDUS, debido a que se convirtieron en
parte del paisaje diario de la caleta al fondearse justo frente a ésta. El principal
tema relacionado a los buques es su porte, que en comparación con los botes
de los pescadores que son considerablemente menores. Los barcos cazadores
se convierten en símbolos de esta modernidad invasora que aparece y desaparece de la caleta.
En la vida de José Barrios se observan seis momentos que vinculan su historia
con estas imágenes de las balleneras, observando una correlación entre su vida
y las memorias de la comunidad en su relación con la INDUS. Creemos que
la repercusión que tiene la instalación de esta factoría ballenera en Quintay
es encarnada por este trabajador ballenero, siendo posible entender el legado
de esta empresa en la caleta de Quintay a través del relato de su vida. Los momentos mencionados son: Infancia, Primeros años en la Compañía Industrial,
Cierre temporal de la planta, Reapertura de la factoría por los japoneses, Temporada en buque faenador, Retorno a Quintay.
infancia de josé: aislamiento de la modernidad
José Barrios nació alrededor del año 1931, fecha en que lo inscribieron en el
Registro Civil. Su familia es oriunda de la zona de Quintay, pero vivían en el
fundo Abarca, contiguo a la caleta: “[Mi familia es] nacida y criada aquí en
Quintay. Mi padre, mi madre, todos aquí en Quintay han nacido, se han criado
aquí, se han casado aquí, han muerto aquí… pero en el fundo arriba, porque hay
un fundo arriba”.
José recuerda cómo era el espacio donde ahora está instalada la ballenera
cuando él era niño: “… donde pasa la ballenera, era mar eso, la cerraron todo
eso del muro pa’ allá, era mar era una roca muy alta que había ahí, igual que la
roca que hay ahí afuera, la roca que hay ahí, las dos… cerró toda esta parte de acá
y cerró al otro lado ahí, entonces quedó seco, entonces ahí comenzaron a quebrar
la piedra, a aplanarla”. También recuerda que los pobladores de la caleta trabajaban en el sector que ahora está la planta: “se pasaba pa’l otro lado, cuando
bajaba la mar se pasaba pa’ allá, ahí pasaban a mariscar la gente, porque de
arriba me traían a mí, yo me acuerdo que me paraban allá arriba, en plano ahí
donde están esas casas, ahí ellos pasaban allá a mariscar donde estaban la mar”.
Vivió en el fundo junto a su madre, un tío, su abuelo y sus hermanos Daniel y
René hasta la edad de 11 años, cuando muere su abuelo. Su muerte se produce
un quiebre familiar que lo lleva a irse de la casa y comenzar su vida laboral.
210
Balleneros del Sur
Su primer trabajo fue cortar cardilla1 en el mismo fundo que nació, pero luego
migra hacia otros sectores cercanos. Luego se va a trabajar a la línea de alta
tensión “que pasa por San Juan y después va pa’ Algarrobo, ésa es del año ’42…
después me fui a trabajar al fundo que se llama las Cenizas… entre Valparaíso y
Peñuelas”. Más tarde, se trasladó cerca de Algarrobo y luego vuelve a Las Cenizas: “me quedé talando los postes de Laguna Verde, allá en Algarrobo, después
que terminó eso quedé sin trabajo y mi hermano [René] justo me dijo tengo una
pega allá en las Cenizas… entonces él me invitó a trabajar, a cortar el trigo”.
Tras cinco años de realizar distintos trabajos en la zona, su hermano René le
consigue trabajo en la planta faenadora de ballenas de Quintay: “ él se vino a
trabajar aquí, porque él trabajaba en la ballenera, recién empezando”. Su hermano trabajó de niño, sacando tableros de clavo: “si era un año mayor que mí no
más, así que llegó y se puso a trabajar… él trabajó en la ballenera porque lo quería muchísimo un jefe y lo llevó a trabajar pa’ allá, entonces, y por entre medio de
este jefe, empleado en ese tiempo, empleado particular, me consiguió trabajo él a
mí… [yo] no quería venir, pero me fue a buscar mi hermano, yo cabro, dije yo “no
se trabajar en eso” le dije yo, me dijo “no importa, ahí te enseñan los cabros”.
Luego de un tiempo Daniel, su otro hermano, también empezó a trabajar en
la planta: “los tres trabajamos en la ballenera, y terminamos también trabajando
en la ballenera, hasta que paró la ballenera”.
La ballenera de Quintay implica un cambio significativo para la vida José, ya
que pasa de mudarse constantemente en busca de trabajo a establecerse de
forma definitiva en la caleta, logrando lo que a su juicio es una mejor vida: “la
ballenera me dio mucho sí, mucha vida, mucha salud, trabajé… los administradores que teníamos, de buena voluntad, me querían”.
En este sentido, se puede señalar José genera un vínculo emocional con la
factoría, el cual se estrecha aún más debido a que llegó a trabajar a temprana
edad: “yo me crié aquí en la ballenera… me vine a trabajar a la ballenera, aquí a
los, cuando todavía no cumplía los 16 años. Trabajé en la ballenera hasta el año
’67, o sea que yo empecé a trabajar en la ballenera el año, el año ‘48”.
La infancia de José se da en un contexto de aislamiento de la modernidad, similar al que tenían los pescadores de la caleta en esa época. Si bien él vivía en
la zona campesina, toda el área presentaba características de ruralidad que los
llevaban a vivir de un modo más tradicional, en el cual el trabajo comenzaba
a temprana edad y se hacía en pequeña escala.
El trabajo, al igual que para toda la comunidad de Quintay, hace parte importante de su identidad, ya que genera un vínculo emocional muy estrecho con
1. Carduus pycnocephalus, planta considerada maleza, abundante en los campos de Chile Central.
211
Colección Mocha Dick
las labores que realiza desde pequeño. El hecho que marca esta vinculación es
la sensación de estabilidad que da la INDUS a José, al igual que los pescadores
que se establecen en la caleta en sus inicios.
Así, se puede señalar que José se identifica con la labor de ballenero, al igual
que los quintaínos se identifican con la labor de pescador, a partir de la estabilidad que les entrega tanto el entorno como el trabajo asociado a éste.
primeros años en la compañía industrial: la llegada de
la modernidad
Durante su paso por la planta faenadora José trabajó en todos los cargos asociados al faenamiento de la ballena, además de hacer algunos trabajos extras
en otras dependencias de la factoría. El primer puesto que tuvo fue de alambrero, es decir, tirando el alambre para pelar la ballena: “porque la pelaban, le
sacaban el cuero, después la carne, le sacaban después la parte de las costillas, así
que le dejaban la pura cabeza con el espina dorsal, entonces para eso empecé”.
Estuvo apenas un mes haciendo estas funciones cuando pasó a trabajar de
ganchero y posteriormente a cuchillero: “después, yo como me gustaba trabajar,
así que pescaba, habían unos ganchos de fierro, eran así, engarfiaba así, y con un
mango, agarraban ahí para echarla adentro, para tirarla adentro del cocinado,
entonces, cuando estaba libre esa cuestión, yo pescaba un gancho y me ponía a
echarle la cuestión al cocinador, así que, y ahí me fui, me fui, ya me sacaron del
alambre y me pusieron a trabajar ahí, con el gancho, después del ganchero, pescaba un cuchillo y me ponía a cortar, me pasaron a ser cortador”.
José siguió escalando puestos en la planta, especializado siempre en el faenamiento de ballenas. Luego de ser cuchillero, pasó a trabajar como ayudante de
maestro y finalmente maestro descuartizador: “maestros se llamaban los que
descuartizaban la ballena, ésos eran maestros profesionales, igual que un doctor
tiene que buscarle las coyunturas a las ballenas para irlas desarmando”.
José cuenta que el paso de ayudante a maestro descuartizador fue complicado
y tuvieron que pasar varios años antes que pudiera realizarse: “se abrió otra ballenera allá en Iquique en el norte, entonces vinieron de allá primero a aprender a
trabajar aquí, que lo que pasó que esos maestros no les quisieron enseñar a nadie,
bueno les decían ‘mirando tienen que aprender’ pero no les decían cómo se hacían
los cortes a las ballenas, entonces se confundieron y se enojaban porque otros les
enseñaban, entonces cuando vinieron aquí nosotros les dijimos eh, cuando estaban escondidos les enseñábamos, nosotros (José con su hermano René) sabíamos
cómo se hacían los cortes ‘por aquí tienen que hacer el corte pa’ allá y esto tienen
que hacerlo por aquí y aquí ustedes tienen que hacerle esta puerta para que cuando den vuelta la ballena’, entonces ellos fueron aprendiendo así”.
212
Balleneros del Sur
Cuando los obreros del norte aprenden a cortar los cetáceos se vuelven a Iquique, en la planta de El Molle. Tiempo después José junto a su hermano René
viajan a esa ciudad a enseñar el proceso de faenamiento de la ballena. Años
más tarde sus compañeros volvieron a Quintay, pero ahora en calidad de empleados de la ballenera: “les enseñaron, ellos aprendieron a trabajar, enseñaron a
otros a trabajar y ellos los pasaron a empleados particular y cuando ellos vinieron
aquí a Quintay, se vinieron como jefes aquí, quedaron como empleados particular, qué lo que pasó, esos hombres que no les quisieron enseñar a ellos, ellos los
echaron pa’ juera y nos pusieron a mí con mi hermano de maestro, porque nosotros sabíamos tanto como sabían, ellos no lo sabían pero nosotros lo sabíamos,
entonces eso es lo que pasa el egoísmo que no le quiere enseñar a otro”.
Cuando José terminaba su jornada laboral normal, tenía la posibilidad de hacer horas extras en otras dependencias de la planta con el fin de aumentar
sus ingresos. Para ello, trabajaba en alguna faena que la empresa no tuviera
personal permanente y que ofrecía a su personal la posibilidad de trabajar a
trato para desarrollar esta actividad: “yo trabajaba doce horas… yo trabajaba
doce horas, ocho horas y después en la tarde yo me iba a trabajar a trato… [producían aceite que] lo echaban a otros tarros. Entonces esos tarros, cuando estaban
desocupados, los tenían listos para descargarlos y yo los descargaba a trato, me
pagaban en ese tiempo, no me acuerdo cuanto me pagaban, pero yo iba a trabajar
a trato”. A esto se agrega que cuando la ballenera paraba por reparaciones, él
se iba a otras dependencias a seguir trabajando: “paraba, diez, quince días; cuatro algunas veces, depende de la reparación que tenían que hacer… yo quedaba
trabajando, me dejaban trabajando cuando paraba la ballena, yo quedaba trabajando en la puerta… quedaba de portero, o si había alguna planta trabajando,
me dejaban trabajando en la planta, porque había una planta de jabón, una
planta donde quemaban salitre con carbón y eso se hacía un líquido, y llenaba un
estanque, entonces yo iba revolviendo eso”.
Cuando José llega a trabajar a la INDUS, vive en las dependencias del fundo
que la empresa tenía para dar alojamiento a sus empleados solteros: “cuando
trabajábamos en la ballenera vivíamos allá en las cuadras, que están allá, ve que
se ve unas largas que están allá… se ven unas casas allá que se ven con unas ventanas, ése eran las llamaban cuadras, entonces ahí éramos como un regimiento,
eran literas así… eran dos corridas de literas por cada lado y en el pasillo iba una
corrida de casilleros que se llaman y ahí guardaba la ropa”.
Señala que dormían de acuerdo a los turnos de trabajo que tuvieran los trabajadores: “dormíamos por turno, porque trabajábamos por turno en la ballenera.
Entonces yo entraba a veces a las cuatro de la mañana hasta las doce del día, otro
turno de entrar a las doce hasta las ocho de la noche y al otro día trabajar al otro
turno. Y habían veces que trabajamos dos turnos no más, trabajamos doce horas,
213
Colección Mocha Dick
de corrido; así que trabajamos de las 4 de la mañana a las 4 de la tarde, de las
cuatro de las tarde hasta el otro día a las 4 de la mañana”.
Según recuerda, trabajaba de lunes a domingo: “todos los días no había ningún
día, los que descansábamos cuando estábamos por turno no más, por ejemplo
salíamos a las cuatro de la mañana y dormíamos a las doce y ahí ya teníamos
toda la tarde y la noche libre y al otro día trabajábamos no teníamos bastante
tiempo ya”.
José tiene buenos recuerdos del trato que la empresa daba a sus trabajadores,
principalmente porque los sueldos eran convenientes, además de recibir un
gran número de beneficios: “trabajábamos todo bien, como le dijera, con harto
gusto porque era bien rentado y bien atendido: nos daban la comida, la ropa…
todo, botas, frazadas, así que nosotros no gastábamos nada. Yo ganaba $300 de
maestro, el sueldo de maestro que era el sueldo más alto que había, yo ganaba
$350, así que me quedaban $200 libres, con $150 comprábamos para víveres”.
Además del salario mensual, una vez al año recibían un bono que les ayudaba
a complementar sus ingresos: “nos daban una propina, a cada obrero nos daban
una propina, por el mes, bueno más de un sueldo… la llamaban la mosca… todos
los años”.
El trabajo de José estuvo focalizado en el faenamiento de las ballenas. Según
sus cálculos unas 40 personas trabajando por turno en la cama de descuartización. Los primeros eran los alambreros, había dos o tres por turno, quienes
“le iban arriándole e iban tirando el alambre” que permitía sacar el tocino de la
ballena. Hacia el otro extremos estaban los gancheros, que eran alrededor de
15, y luego los cuchilleros, que eran alrededor de 10. Los primeros se encargaban de tirar los restos del cetáceo hacia los cocinadores, mientras que los
segundos cortaban esos restos para que los gancheros los tiraran: “el gancho
que es un gancho de fierro que es arqueado como le digo yo, que echábamos adentro de los cocinadores… el tocino es una tira larga, entonces la iban cortando con
los cuchillos pedazos cuadrados así como la mesa, y eso lo iban tirando con esos
ganchos, lo iban tirando adentro pa’ cocinar”.
Arriba de la ballena trabajaba el maestro descuartizador junto a su ayudante:
“el ayudante [era] el que hacía los cortes arriba de la ballena, el maestro estaba
para hacerle los cortes por abajo, porque había que hacerle una vuelta a la cuestión para meterle la cadena ahí para darla vuelta… entonces eso lo hacía el maestro y lo otro lo hacía el ayudante, haciéndole el corte hasta sacarle el cuero a la
ballena”. Con los huesos hacían otros procedimientos: “los huesos los echaban a
los cocinadores y otros huesos los cocían y los llevaban y los molían y los llevaban
en sacos a Santiago, pero no sé, unos decían que era pa’ hacer cola, la cola o pa’
refinar algo… los huesos los usaban para aceite, para sacarle el aceite, porque ése
lo molían lo dejaban sin na’, el puro aceite”.
214
Balleneros del Sur
De los cocinadores, señala que había cuatro: “los cocinadores eran grandes y
cabían dos ballenas, una ballena algunas veces, si era grande la ballena, cabía
una, y si era chica, cabían dos, y eso se cocinaba a vapor en ese tiempo, con puro
vapor”. Con esto hacían aceite que después: “lo exportaban. Después lo comenzaron a trabajar aquí, en el jabón, cortaban aquí el jabón bruto, lo llevaban a Viña
y a Santiago, a la INDUS-LEVER y a la Carrascal, las llevaban y hacían el jabón
en barra, jabón gringuito en barra”.
En el año 1953, cuando José tenía 22 años, se casó con Rebeca Farías, una muchacha de Quintay. Ellos se conocen en la caleta, José cuenta: “cuando recién
llegó, fue a la portería y yo venía saliendo, y la miré…ni siquiera la encontré bonita ni ninguna… la miré nomás y ella se fue. Bueno no le di ninguna importancia,
y yo a la noche me soñé que yo me casaba con ella, con esa niña y yo recién la
había visto, bueno, pasaron muchos años, pasaron muchas cosas y al final me
salió cierto casarme con ella”. El matrimonio tuvo seis hijos, de los cuales sólo
tres quedan vivos “yo tuve seis hijos, se me murieron dos chicos y mi hijo que se
murió hace poquito”.
Cuando se casan, José deja de vivir en las cuadras y se instala junto a su esposa
en la caleta: “vivíamos aquí, abajo en la esquinita hicimos una casita ahí. Con mi
suegro y nosotros hicimos dos piececitas primero… después la dueña del fundo,
había muerto el dueño del fundo, entonces nos dio un pedacito aquí, al lado, hay
un pedacito que hay ahí y nos dio una pieza chiquitita”.
La incorporación de la Compañía Industrial al entorno de Quintay refleja la
llegada de la modernidad a este ambiente tradicional-rural. La empresa trae
consigo nuevos saberes que los quintaínos deben incorporar a su acervo de
conocimientos.
El procesamiento de las ballenas en la planta es una de las imágenes más simbólicas de toda la actividad, pues es la representación indiscutible del trabajo
de la planta, el cual se traduce en un nuevo conocimiento a incorporar: las
formas laborales modernas. Es simbólica porque se establece como el símil
industrial de la pesca tradicional, realizada por los pobladores de la caleta, la
que es comprendida como una pesca a gran escala.
Si bien todos quienes vivieron esa época pueden dar una descripción general
sobre el faenamiento, es José quien tiene la voz más autorizada para contarlo
por ser el único maestro descuartizador que vive en Quintay en la actualidad.
En ese sentido, se puede indicar que José personifica esa imagen y reproduce
la voz oficial de lo que era trabajar en la Compañía Industrial.
215
Colección Mocha Dick
cierre temporal de la planta: primer alejamiento de la
modernidad
Si bien José trabajó en la factoría hasta el año 1967, a principios de esa década
la planta cerró temporalmente sus faenas: “la ballenera había parado el año 61’
parece, a nosotros nos dieron una charla de que habían inventado no sé dónde
un cebo que servía para todo lo que se ocupaba el aceite de ballena, pero para mí
que paró por otra cosa, porque se armó un sindicato y a ellos nos les gustaban los
sindicatos. Eran buenos patrones, nos daban la comida, la ropa, eran muy buenos
patrones, a fin de año buenas bonificaciones, pero el sindicato hizo un paro de
24 horas, se perdió una ballena que quedó amarrada nomás, ahí se perdieron
13 millones de pesos en ese tiempo, con esa pura ballena, que era un cachalote”.
Tras el cierre, José se trasladó a Valparaíso en busca de un nuevo trabajo: “yo
de aquí me fui a trabajar a Valparaíso con mi esposa, nos fuimos a trabajar a
Valparaíso”. Trabaja esos años en la Caleta Portales: “estuve en Valparaíso, fui a
buscar trabajo… yo me volví a pescar en la Caleta Portales, estuve un año allá”.
Estando en el puerto se enteró que la planta reanudaba sus faenas: “de repente
me encuentro con un empleado de aquí, así que nos saludamos, ‘oye’, me dijo. ‘Yo
te voy a avisar porque parece que va a abrir, vamos a trabajar la ballenera otra
vez… pero yo te voy a avisar porque no estoy muy seguro todavía’. Como a la
mitad de año, ´64, un día, como en octubre me avisó me volví a encontrar con él
y me dijo ‘prepárate porque ya casi está listo todo para trabajar la ballenera otra
vez´”.
Sabiendo que la planta ballenera volvería funcionar, José junto a su señora
deciden regresar a Quintay: “así que me fui, nos vinimos por Peñuelas con mi
esposa y después a pie”. Antes de retomar las faenas, la empresa debió arreglar
las instalaciones que se habían dañado durante el cierre: “empezaron a hacer
algunas reparaciones en la planta, cañerías nuevas… entraba a las seis de la mañana, trabajaba las ocho horas y después sobre tiempo, hicimos zumbar los tres
meses pero ganamos cualquier plata… de ahí trabajaba las ocho horas y de ahí
trabajaba a trato hasta las tres y media de la mañana”.
El cierre temporal de la planta implicó un alejamiento momentáneo de la modernidad en Quintay. José vivió este proceso como una etapa complicada, ya
que lo saca de su cotidianidad y lo hace volver a una forma de vida más tradicional, la que si bien fue parte de su pasado ya no lo identificaba ni acomodaba.
Los pobladores de la caleta estaban acostumbrados al trabajo por temporada
de la actividad ballenera, por lo que su cierre no implicó un gran impacto
entre los quintaínos, sino fue visto como parte de la normalidad de funcionamiento de la empresa.
216
Balleneros del Sur
llegada de los japoneses a quintay: modernidad
globalizada
Cuando la planta reabre, lo hace debido a un convenio entre la empresa chilena INDUS y la japonesa Nitto Whaling Company, que tiene por fin cazar y
faenar ballenas, para luego repartir la materia prima entre ambas empresas.
En palabras de José: “lo que pasaba que los japoneses la ballena, los japoneses
tenían los cazadores e iban a cazar la ballena, la traían aquí y se la vendían a la
Compañía, y la Compañía les vendía la carne a ellos, eso era, no sé cuál cuento es
lo que hay ahí pero eso es lo que hacían”.
En virtud de este nuevo convenio, llega a Quintay un barco factoría japonés:
“derecho para allá estaba el barco frigorífico de los japoneses Seifu Maru”. En este
buque alojaban trabajadores japoneses que trabajaban en la planta: “dormían
en el barco los japoneses, el japonés no trabajaba como nosotros trabajábamos, el
japonés trabajaba 24 horas sin dormir, tomaban pastillas pa’ no dormir … deben
haber habido unos 50 más o menos, todos trabajaban en faena, todos hacían el,
cortando, picando la carne, el otro tirando pa’ allá, otros esperando, otros, cortaban los pedazos así cuadrados entonces cuando estaban ahí los tiraban a la wasa
se llamaba”.
El buque tenía refrigeradores para llevar los productos congeladas desde Chile
hasta Japón: “el japonés es muy astuto pa’ trabajar, hicieron unos canales donde
con agua empujaban la carne pa´ llevarla al barco donde hacían unos panes de
carne que pesaban como doce kilos… [la carne] la iban echando en unas bandejas y ahí por intermedio de correderas la iban poniendo y entonces llegaba a una
cámara donde la iban metiendo así cuando ya estaba llena esa cámara venían y
la bajaban unas palancas y comenzaba a congelar abajo”.
Además del barco factoría, existían los cazadores, que eran aquellos que iban
a cazar las ballenas para luego transportarlas hasta la planta para su faenamiento. Tanto la INDUS como la Nitto Whaling Company, tenían sus propios
buques de caza, de los cuales José comenta: “[los cazadores japoneses eran]
mucho más rápidos, tenía que haber un temporal muy grande pa’ que un barco
perdiera una ballena, eran del mismo porte que los de aquí, iban a las 200 millas,
se podían demorar, por ejemplo salían en la mañana y en la tarde ya estaba aquí,
desarrollaban muchas millas”.
A pesar de la incorporación de japoneses en las faenas, el sistema de trabajo
tuvo pocas variaciones para los obreros: “[era] todo lo mismo, la misma carne,
los mismo lomos”. La principal diferencia era el uso de la materia prima que
sacaban de las ballenas: “[antes procesaban la ballena] para el aceite nomás.
La carne, alguna la hacían harina de ballena, la llevaban en saco a los criaderos
de aves, igual que hay ahora la comida pa’ los quiltros todo eso… eso mismo lo
217
Colección Mocha Dick
Figura 3. José Barrios en la Planta Ballenera de Quintay.
Figura 4. José Barrios y su esposa, Rebeca Farías, en su casa de Quintay.
218
Balleneros del Sur
hacían con la harina. [El resto] algunos vendían a una carnicería que se llama
Valencia que estaba en aquí en Valparaíso, ahí venía a buscarla un camión, una
camionada de carne… se llevaba mucha carne, después no vino más. Después
como del 64’ en adelante los japoneses quisieron, claro, llevarse la carne”. Sobre
el proceso de faenamiento recuerda: “venía siendo lo mismo, la carne en vez de
tirarla pa’ los cocinadores, la tiraban más pa’ allá, pa’ irla sacando por trozos,
pedazos de diez kilos como le decía”. La mayor parte del tocino lo continuaban
tirando a los cocinadores, pero los japoneses se llevaban algunos trozos a los
barcos.
Además, señala que chilenos y japoneses trabajaban separados, cada equipo
tenía jefes independientes y no intervenía en el trabajo del otro grupo: “ellos
trabajaban aparte, no trabajaban con el grupo de nosotros, por eso que le digo que
ellos trabajaban en grupo, nosotros trabajábamos en el grupo de nosotros. Ellos
lo que procesaban era la carne no más, la cortaban; nosotros se la sacábamos del
lomo de la ballena, la arrastrábamos y se la dejábamos ahí y ahí comenzaban a
trabajar, ellos no se metían a donde estábamos nosotros… ellos la cortaban por
pedazos cuadrados, trozos largos así pa’ cortarla después allá”. José dice que sólo
se subía a la ballena cuando el maestro descuartizador lo autorizaba: “no los
permitían [subirse a la ballena] por accidentes, porque la ballena había veces
que, los huinches eran grandes entonces se afirmaba y de repente pegaba la tira’,
así que no se subían arriba, hasta que no llegaban arriba ahí algunas veces se
subían porque los dejaba el maestro subirse, nada más, porque ellos no tenían
que meterse”.
A pesar que a su juicio, la forma de trabajo no varía mucho, cuenta que usaban distintas herramientas por lo que el procesamiento que los japoneses le
hacían a la ballena también era distinto: “los cuchillos son igual que un cuchillo
de estos, no corta pa’delante, tiene que cortarlo pa’trás, la diferencia que tenían
era que el cuchillo era largo así y con punta y con mangos de madera. Pa’picar el
hueso no servía ese cuchillo, con esos cuchillos chiquititos como con un garfio iba
separando la carne que quedaba pegada a la costilla… nosotros desarmábamos
toda la costilla de la ballena, de la espina dorsal, ellos se iban allá a sacarle todos
los pedacitos de carne, entonces dejaban el hueso pelado nomás y ese hueso lo
echábamos nosotros a los cocinadores que llamábamos, los hacían aceite… los
pedazos más chicos de carne los echaban a una bolsa como de red y la bolsa la
echaban a la misma balsa”.
Debido a las diferencias culturales que se manifestaban entre japoneses y chilenos, se generaron algunos juicios de valor más bien negativos de parte de
los chilenos. Al respecto, José señala que los nipones era entrometidos: “por
ejemplo se iban a meter a las cosas que otros estaban haciendo, porque eran remetidos, llegaban y si había un pedazo de pan ahí se lo comían nomás, ni lo
pedían; pero los retábamos, los echábamos… patu’os. Un japonés no lo habían
219
Colección Mocha Dick
invitado pa’dentro llegaba y entraba y se sentaba en el suelo con los pies cruzados,
llegaba, miraba pa’todos lados y se sentaba en el suelo, llegaban nomás y entraban
pa’dentro”.
La llegada de los japoneses a Quintay implicó un nuevo reacomodo del acervo
de conocimientos de la comunidad al incorporar la noción de globalización
y el consecuente choque cultural ésta trae. La imagen de los nipones es una
de las más recordadas por la comunidad, siendo vistos siempre como agentes
extraños a su entorno con costumbres que no son bien aceptadas por los pescadores.
En este sentido, la representación de la modernidad que se otorga a los asiáticos es de una modernidad extrema en la cual no hay espacio para costumbres
pesqueras más tradicionales. Así, los japoneses se convierten en la máxima
simbolización de la modernidad vista por los quintaínos hasta esa época, la
que es entendida como negativa, siendo el único aspecto positivo el auge económico que se vivió en la caleta por esos años.
Al respecto, José muestra la misma valoración y concepción que el resto de los
miembros de su comunidad, considerando a los japoneses como sujetos con
costumbres extrañas, dedicados en exceso al trabajo; de los cuales era preferible desconfiar. Así, a pesar de haber trabajado muchos años junto a ellos, nunca logró identificarse con ellos, sino que fueron siempre vistos como “otros”.
temporada en buque faenador: alejamiento de la
modernidad
Tras dos temporadas de trabajo, los japoneses abandonan las faenas de la factoría de Quintay y con ello la planta cierra para siempre sus labores. Tras este
cierre, José se embarca en un buque factoría japonés que se va a trabajar a otra
planta faenadora, ubicada en Chome2: “yo quedé trabajando aquí y un día me
vine para acá pa’bajo y me había mandado un administrador que me conocía…
yo lo conocí allá en Iquique, él era bien bueno con nosotros y nos conversaba… se
iba a conversar con nosotros y me había mandado a decir si me quería ir para allá
y ahí este caballero me dijo ´no te he podido ubicar, yo sé que estás trabajando
allá pa’rriba, pero no te he podido ubicar y resulta que… quiero conversar contigo´, de qué será yo dije, ´me iré a trabajar al sur´, me sorprendió, ´¿y a dónde?´
´me voy a trabajar con los japoneses al sur y quiero que tú te vai conmigo’.
En esa época, la familia de José vivía una etapa difícil ya que uno de sus hijos
sufría una enfermedad que implicaba grandes costos para ellos: “yo tenía un
hijo enfermo y me alcanzaba la plata en ese tiempo pa’ medicinarlo pero no pa’
2. Pueblo ballenero ubicado cerca de Talcahuano, en la Región del Bío-Bío.
220
Balleneros del Sur
vivir también, entonces el japonés me ofrecieron buen sueldo y me fui po’ … en
ese tiempo yo ganaba $350 de sueldo y allá cuando me contrató, no me contrató
un japonés sino un chileno que iba a cargo de nosotros, como administrador, él
me dijo que mi sueldo eran $1800 en ese tiempo, y ahí se me arreglo la situación”.
Además de que el sueldo base era más alto, en el barco le daban un porcentaje de las ganancias: “entonces que es lo que pasaba, allá tenía el porcentaje de
la carne, el porcentaje del aceite, el porcentaje del pescado porque pillaban, tenían arrastre también, todo eso lo llevaban a nosotros así que venía ganado como
$2800 pesos, y yo imponía en ese tiempo para salud $400 pesos, y me quedaban
[…] yo le mandaba los $2000 pesos pa acá a mi esposa y me dejaba $200, $400 yo
guardaba, iba guardando porque allá en el barco no había en que gastar”.
Él no fue el único de sus compañeros de Quintay que se embarcó en el buque
factoría: “entonces me vine pa’ cá, no tengo donde perderme dije yo, ya le dije yo,
´voy a pedir la renuncia´ y me dijo ´claro, si yo también estoy en eso, pidiendo la
renuncia, así que se va fulano, fulano, fulano´ […] puta con mayor razón me voy,
se fueron hartos, puros cabros de aquí”.
La embarcación la describe como un barco frigorífico, donde llegaba la carne para procesar: “[la carne la] llevaban igual que cuando estaba el barco en
alta mar”. Según él era igual que el Seifu Maru, pero un poco más chico: “tenía
todo igual, las bodegas, había veces que cuando se llenaba quedaba así del agua
nomás, cuando no quedaba como tres metros de altura, así que ahí venían los
barcos. El barco llegaba al lado de donde estábamos nosotros y ahí iban con las
grúas sacando la carne para allá y llevándosela, dos a tres días ya habían sacado
ya el barco”.
En un principio, se embarca con el puesto de maestro descuartizador; sin embargo, a poco tiempo de viajar le dan otro cargo: “pero allá aparecieron unos
maestros y empezaron a trabajar y yo quedé como jefe en el barco, con 60 obreros
que tenía a mi cargo y éramos 120. Entonces era otro maestro que iba… que iba
conmigo, que yo iba junto con él, no pudo trabajar de maestro así que quedó como
jefe”. Al interior del barco se producía la misma división del trabajo que en la
planta faenadora: “al igual que en el sur, allá yo tenía 60 personas… chilenos a mi
cargo y el otro joven que iba conmigo, que era maestro, también tenía 60 personas
a mi cargo, chilenos también. Los japoneses tenían su jefe”.
La estadía en el barco duró sólo seis meses. Según recuerda José las prácticas
en el buque cerraron por revueltas sociales que intervinieron en el trabajo
del buque factoría: “lo que pasaba, no querían hayan sindicato de trabajadores,
se oponían a la cuestión que no se admitían barcos, que aquí que allá”. Cuenta
que habían algunas ocasiones que las revueltas eran tan fuertes que se debían
enfrentar con grupos de trabajadores de la zona de Chome: “varias veces nos
agarraron a piedrazos, porque íbamos a trabajar nosotros y ahí había gente para
221
Colección Mocha Dick
trabajar y que sacábamos, ‘pero que saco con llevarlos´, yo les dije ‘saben trabajar
en la ballena’, ’no poh’ me dijo, ‘entonces como lo voy a llevarlo a trabajar a la
ballena si ustedes no saben’, ‘es que podemos aprender’, ‘pero no es que ustedes
tengan que aprender, tienen que saber altiro el trabajo’ le dijo ‘y traemos gente
especializada nosotros’, así que por ahí anduvieron con parar, igual siguieron molestando, parando los barcos”.
Con el cierre definitivo de la planta, la modernidad se alejó por un largo período de Quintay, lo cual es percibido en la cotidianidad de la comunidad por
el cese de las faenas y por la desaparición de los barcos que antes se fondeaban
frente a la caleta. Sin estas dos imágenes, el paisaje retoma un aspecto más
tradicional que había desaparecido en los últimos años. Si bien parte de la población tomó con agrado el cierre de la factoría y el retorno a la vida tradicional, para otros esto significó el declive económico del pueblo y su consecuente
empobrecimiento.
José se vincula más con el segundo grupo de personas, que ven como un retroceso volver a formas de vida más tradicionales. Es por ello, que prefiere seguir
a la modernidad embarcándose en el ballenero japonés, haciéndose así parte
de este alejamiento de la modernidad en relación a Quintay.
el retorno a quintay y la actualidad: la vuelta a la vida
tradicional
Cuando termina el trabajo en el buque factoría, José vuelve a Quintay donde
retoma su trabajo de buzo y pescador, ayudado por familiares de su señora:
“cuando era pescador trabajaba con cualquiera que me llevara a la mar, en ese
tiempo yo no tenía material, me llevaba cualquiera de éstos a la mar y yo iba
con ellos. Siempre iba a trabajar con unos tíos, unos tíos de mi esposa, ellos me
invitaban a trabajar”. Con el tiempo, sus hijos también aprenden el oficio, consolidando a su grupo familiar como parte de la tradición pesquera de la caleta.
En septiembre de 1998 parte de los terrenos de la planta faenadora de la Compañía Industrial son entregados en concesión a la Fundación Quintay. Esta
entidad convirtió las dependencias en un museo que muestra tanto la actividad ballenera como distintos aspectos de la vida marina de la zona. Así, la
ballenera de Quintay da un nuevo giro en su historia, convirtiéndose ahora en
una pieza museística que exhibe parte del pasado del país.
Hoy José trabaja como portero del museo, siendo quien cuenta la historia de la
INDUS en Quintay a los visitantes; convirtiéndose él también en parte de esta
patrimonialización de la ballenería en Chile.
222
Balleneros del Sur
El abandono de la modernidad obliga a retomar un estilo de vida con prácticas
más bien tradicionales, que terminan por reafirmar la identidad de la comunidad en torno a la pesca, la que estructura la memoria colectiva del pueblo. A
pesar de esto, José no se siente parte de esta identidad asociada a la pesca, por
el contrario sigue pensándose a sí mismo como un ballenero. En este aspecto,
refleja la nostalgia que parte del pueblo siente sobre la modernidad que los
abandonó, la cual ahora se muestra como parte del pasado patrimonial de la
caleta.
consideraciones finales
La historia de Quintay tiene dos grandes protagonistas: pescadores y balleneros, siendo José Barrios el mayor representante de los últimos. Su vida es
una muestra de los conflictos, los vaivenes y el legado que dejó la Compañía
Industrial en esta caleta, por lo que al narrar sus memorias se están narrando
también las memorias del pueblo.
José, es actualmente miembro de la comunidad de Quintay pero su incorporación se dio en el marco de la instalación y funcionamiento de la Compañía
Industrial en la caleta, por lo que él siempre ha sido parte de aquella modernidad que se incorporó al pueblo con la llegada de esta empresa.
De todas formas, él conoce formas más tradicionales de vida debido a que
su infancia la vivió en las zonas rurales de Valparaíso. Es por ello, que a pesar de sus intentos de incorporarse definitivamente en la modernidad, decide
abandonarla cuando ésta se aleja de Quintay. Sin duda, que él vive los mismos
conflictos de pasar de una sociedad global–moderna a una sociedad local–tradicional que vive el resto de los pobladores de la caleta; una tensión constante
entre su pasado y lo que es considerado una vida mejor por la sociedad.
Este hecho es lo que finalmente logra consolidar la incorporación de José a
esta comunidad, siendo identificado por el grupo como el representante de
esta modernidad que los abandonó. Así, tras este lento proceso, él se transforma en el sujeto que conserva y reproduce la historia de la ballenera en Quintay,
a quien se le entrega no solo el poder de contar dicho relato sino también de
cargar con el abandono que significó el cierre de la planta.
referencias bibliográficas
BERRíOS, V (2011). Recuerdo y olvido como parte de una historia: La ballenera
de Quintay. Memoria para optar al Título de Antropóloga Social. Santiago:
Universidad de Chile.
223
Colección Mocha Dick
CENTRO DE INVESTIGACIÓN MARINA QUINTAY (CIMQ) (2013).
Quintay Localidad. [Disponible en http://www.unab.cl/cimarq/quintay/localidad.htm; consultado 20-12-2013].
DE LA FUENTE, P (2005). Desarrollo museográfico y plan de difusión para el
Sistema Integrado de Museos, Comuna de Casablanca (Museos de Casablanca,
Tapihue y Quintay), V Región. Informe de Práctica, Departamento de Antropología, Universidad de Chile [Proyecto FONDART 11073].
HALBWACHS, M (2004). Los marcos sociales de la memoria. Barcelona:
Anthropos.
PUJADAS, J (2000). El método biográfico y los géneros de la memoria. Revista
de Antropología Social, 9: 27-158.
SALAZAR, M & J. HINOSTROZA (1997). Quintay en el tiempo. Santiago:
Universidad Andrés Bello.
SAUTU, R (2004). Estilos y prácticas de la investigación biográfica. En R. Sautu (editor) El método biográfico. La reconstrucción de la sociedad a partir del
testimonio de los actores, pp. 21-60. Buenos Aires: Lumiere.
224
Balleneros del Sur
PLANTA BAJO MOLLE:
AUGE Y DESARROLLO DE UNA INDUSTRIA BALLENERA EN
IQUIQUE
Graciela González Corei
resumen
Bajo Molle, ubicado a 7 kilómetros al sur de la península de Cavancha en
la ciudad de Iquique, fue testigo de una gran actividad ballenera. La planta de la INDUS S.A., inició sus actividades el año 1956, durante el gobierno
del Gral. Carlos Ibáñez del Campo y se convirtió en una gran fuente laboral
para los habitantes de esta ciudad, en especial después de la “crisis de los años
30” la que habría provocado recesiones y depresiones económicas en el país y
por supuesto en la región. La caída del “oro blanco” trajo como consecuencia
el desempleo y la emigración de trabajadores del caliche, desde las distintas
oficinas salitreras concentrándose en el puerto de Iquique. La instalación de
una empresa de este tipo volvería la esperanza a los iquiqueños de una ciudad
económicamente productiva. La hoy conocida por los iquiqueños como la “ex
ballenera INDUS de Iquique”, llegó a contar con una flota de 11 barcos balleneros entre propios y contratados, que cazaban principalmente ballenas tipo
esperma o cachalote. Asimismo, en las instalaciones de la planta se procesarían los cetáceos, convirtiéndose en la planta ballenera más septentrional del
territorio chileno.
Palabras claves: Iquique, Planta ballenera Bajo Molle, INDUS S. A, Información de Prensa.
abstract
Bajo Molle, located 7 kilometers south of Cavancha Peninsula close to Iquique city, witnessed a huge whale industry activity. INDUS S.A. Plant, Built
at Caleta Molle, start its activities in 1956, during General Carlos Ibañez del
Campo presidency and became a big source of job for the people of this city,
especially after the well-known “30’s crisis”that caused economical depression
and recession all over the country and of course at the region. The fall of the
“white gold”(as saltpeter was known) brought as a consequence unemployment and therefore the emigration of caliche workers from the different Saltpeter Works merging to Iquique city-port. Placing a business like this whale
Industry brought back to the inhabitants of Iquique a new hope of having an
economically productive city. The “ex-INDUS whale industry” as is known by
the people of Iquique, located at Bajo Molle, belongs to INDUS whale industry
company, that had its home plant at Quintay, and reach a fleet of 11 whale
ships, some of them owned by the company and some leased, that got the
225
Colección Mocha Dick
mission of whale hunting, mainly sperm whale (cachalote). On the other side,
the Bajo Molle Plant will have the task of slaughter and quarter the cetaceans,
becoming the farther north plant in Chilean territory.
Keywords: Iquique, Plant Whaling Bajo Molle, INDUS S. A., Press Information.
planta ballenera bajo molle, iquique
La construcción de la Planta ballenera de Bajo Molle, se inició el día 1° de
abril de 19551. Para hacer posible la instalación de esta industria, se utilizaron alrededor de $400.000.000 (cuatrocientos millones de pesos de la época). Debido al proceso inflacionario de entonces, se hizo necesario contar con
$150.000.000 adicionales, por lo cual la empresa INDUS S.A. solicitó apoyo a
la Corporación de Fomento (CORFO). A pesar de que se le designa el préstamo, aún faltaban fondos para financiar equipos que eran de gran importancia
para la edificación y funcionamiento de la planta ballenera. El costo de éstos
era aproximadamente de US$ 200.000 (doscientos mil dólares de la época),
incluso se pensó la posibilidad de contar con un helicóptero2.
“Sólo por concepto de maquinarias aun por adquirir en el extranjero, se precisa
de una suma cercana a los 200.000 dólares, que se descomponen de la siguiente
manera: 1. Cocinador Hartmann Universal US $36.010; 1 Winche para ballenas,
de 40.000 kilos $35.000; 2 Desludgers De Laval $19.886; 2 Estanques de acero
inoxidable $6.000; 1 Helicóptero con sus accesorios $55.000; Repuestos, accesorios e implementos balleneros $48.104. Total US$200.000. En los antecedentes
proporcionados a la Intendencia por el señor José Alegría se hace hincapié especial
en la adquisición de un helicóptero lo que se hace imprescindible, no sólo para el
mejor desarrollo de la industria ballenera, sino para combinar una acción con la
Armada”3.
El consejo consultivo de Tarapacá trató el tema y se planteó la posibilidad de
que CORFO se asociara a la compañía INDUS y aportara $100.000.000 adicionales, lo que al parecer finalmente se habría traducido en un préstamo de
$ 150.000.0004.
La concesión terrestre y marítima alcanzaba una superficie de 22 hectáreas y
la construcción de la industria se dividía en tres partes:
1. El Tarapacá [Iquique], 9 de diciembre de 1956.
2. El Tarapacá [Iquique], 8 de mayo de 1956.
3. El Tarapacá [Iquique], 8 de mayo de 1956.
4. El Tarapacá [Iquique], 8 de mayo de 1956.
226
Balleneros del Sur
1° Sector Norte: Este edificio contaba con un reten de carabineros que eran los
encargados de hacer cumplir las disposiciones del Decreto de Ley Seca. Además de 3 casas habitaciones para mayordomos de las secciones industriales y
un dormitorio para operarios que permitía alojar a 52 personas5.
2°Sector Fábrica: En este sector se encontraba un edificio, en el primer piso se
ubicaban las oficinas jornales, el pañol de materiales y la clínica. En el segundo
funcionaban las oficinas administrativas. En un edificio a parte estaba la sala
de energía eléctrica, maestranza y sala de calderas6.
En las cercanías de este edificio se localizaban dos bodegas, el comedor para
los operarios y otras secciones industriales como: la cancha de descuartizamiento de ballenas; las plantas productora de aceite, de recuperación de aceite
y harina, de extracción de aceite de huesos, de saponificación anhidra y sección jabonería y compuestos para lavar7. El muelle tenía una dimensión de 50
metros de largo, con un muro de defensa a orillas del mar que protegía de las
marejadas a algunas secciones industriales.
3° Sector Sur: Al sur y fuera del reciento de la fábrica, se situaban tres casas
para el personal administrativo, un pabellón para alojamiento de empleados y
un casino-comedor para estos.
La INDUS S. A., desde el mes de enero de 1956 comenzó a publicar en el periódico El Tarapacá varios avisos clasificados en los que solicitaban personal.
Estos llamados estaban dirigidos principalmente a reclutar operarios para las
flotas balleneras y para la planta instalada en Bajo Molle8. En el caso particular de personas para operar en las flotas balleneras, se buscaba reclutar a capitanes de navegación, pilotos, ingenieros segundos, ingenieros terceros, contramaestre, tripulantes de barcos, ingenieros y practicantes. Por otro lado, la
planta Ballenera necesitaba contar con: torneros mecánicos, ayudantes, soldadores, barreteros, serenos, donqueros, albañiles, jornaleros y jefes de turno9.
Raúl Echeverría Cortés, quien fuera tripulante del INDUS–4, reseña al respecto: “llamaron por la prensa tripulación para los balleneros y preferían ellos a
los ex marinos… pescadores artesanales y ex marinos. Lo que más pedían eran
ex marinos”10.
5. El Tarapacá [Iquique], 9 de diciembre de 1956.
6. El Tarapacá [Iquique], 9 de diciembre de 1956.
7. El Tarapacá [Iquique], 9 de diciembre de 1956.
8. El Tarapacá [Iquique], 9 de diciembre de 1956.
9. El Tarapacá [Iquique], 5 de enero de 1956.
10. Entrevista a Raúl Echeverría, Iquique, 2009.
227
Colección Mocha Dick
Inicialmente la flota ballenera con la que disponía la planta de Bajo Molle en
Iquique, estaba compuesta por cuatro barcos, esperando que para el mes de
septiembre de 1956 contará con tres barcos más; dos de estos con una capacidad de 240 toneladas y otro con 350. Cada uno de estas embarcaciones tendría
una tripulación de 15 hombres de comprobada y vasta experiencia11. Para el
año 1958 la planta ballenera de Bajo Molle operaba con 11 barcos balleneros,
siete de los cuales correspondían a la INDUS y los cuatro restantes pertenecían a Macaya Hnos. Durante los años de funcionamiento de la industria en
Bajo Molle, contó con los siguientes barcos: INDUS-4, INDUS-9, INDUS-10,
INDUS-12, INDUS-14, INDUS-15, INDUS-16, INDUS-17, INDUS-18, INDUS-19.
La inauguración oficial de la planta se llevó a cabo el sábado 8 de diciembre
de 1956. A dicho acto asistieron importantes personas del quehacer nacional
e internacional, entre ellos: el Contraalmirante peruano Luis Edgardo Llosa,
Almirante chileno Jorge Escobedo, en representación del Presidente de la Republica Carlos Ibáñez del Campo asistió el Ministro del Interior Benjamín
Videla Vergara. En representación de poder ejecutivo asistieron los secretarios
de estado Oscar Aravena Carrasco y Alejandro Lazo, en representación de la
CORFO y los empresarios fue invitado Agustín Edwards, quien se desempeñaba a esa fecha como consejero de la entidad gubernamental para el fomento
productivo y además era el dueño del periódico El Mercurio. En representación de la Compañía asistieron su presidente Gustavo Olivares y el Gerente
de Administración Hellmut Heinze, el presidente de la Sociedad Nacional de
Pesca Antonio Volta, los empresarios Benjamín Claro y Tobías Barrios Ortiz.
Además concurrieron autoridades civiles, militares, eclesiásticas, jefes de servicios públicos y comerciantes estacados de la ciudad. Las instalaciones fueron
bendecidas por el Obispo de la Diócesis Mons. Pedro Aguilera Narbona12.
Casi un mes antes de la ceremonia de inauguración oficial, la industria ya
contaba con su primera flota, el INDUS-1213, y había realizado su primer viaje
inaugural con personal reclutado en Iquique; el que arribó con fecha 23 de
noviembre con los primeros cuatro ejemplares para ser faenados en la planta
ballenera, estos correspondían a cuatro hembras de la especie esperma o cachalote. El periódico El Tarapacá” consignó la noticia de siguiente manera:
11. El Tarapacá [Iquique], 20 de julio de 1956.
12. El Tarapacá [Iquique], 10 de diciembre de 1956.
13. Otra embarcación designada a la planta ballenera Bajo Molle, era el INDUS-11, que debía llegar
hasta el puerto de Iquique a fines de noviembre. El Tarapacá, [Iquique], 19 de noviembre de 1956.
228
Balleneros del Sur
Figura 1. Inauguración de la planta ballenera de Iquique.
CON CUATRO BALLENAS INICIÓ SUS ACTIVIDADES LA FÁBRICA DE LA
INDUS. EN MENOS DE TRES HORAS LOS INMENSOS CETÁCEOS FUERON
DESTROZADOS E INTRODUCIDOS A LOS ESTANQUES DE COCCIÓN.
FRUCTÍFERA LABOR DE CAZA CUMPLIÓ EL INDUS-12 EN SU PRIMERA
SALIDA.
Iquique, un año y ocho meses después de haberse iniciado la primera visita exploratoria de personeros de la INDUS en Bajo Molle lugar donde hoy se levanta la
moderna planta ballenera de esa empresa, llegó a la costa iquiqueña el fruto de la
primera expedición de caza de cetáceos.
Poco antes de las 7 de la mañana de ayer fondeó en la pequeña rada de Bajo Molle, el INDUS-12 remolcando cuatro ejemplares hembras de la ballena esperma
o cachalote, dos a babor y dos a estribor, mientras desde la planta observaban la
maniobra altos jefes de la INDUS y algunas visitas.
El primer ejemplar, una hembra joven, de poco más de 10 metros de largo por un
metro y 20 centímetros de alto, fue llevado a flote hasta el borde del plano inclinado en que cae sobre el mar de la instalación de la fábrica. Desde allí fue conducida
hasta la plataforma de beneficio, mediante poderosos guinches que la arrastraron
por la pendiente de concreto.
En medio de gran regocijo todos los empleados y obreros de la INDUS rodearon
al fabuloso animal, observando con curiosidad su contextura curiosa e impresionante. Operarios expertos el más nuevo de los cuales tiene 14 años de práctica en
otras plantas balleneras. Mediante instrumentos cortantes parecidos a una gua229
Colección Mocha Dick
daña, pero con el filo invertido, iniciaron rápidamente sus operaciones de monumental y precisa cirugía.
En menos de 30 minutos el animal se encontraba totalmente trozado y arrojado
por las tolvas que abren paso a los grandes fondos donde después mediante el cocimiento, empieza el proceso de reducción a grasas de todo el volumen del cetáceo.
Todas las operaciones fueron dirigidas por Carlos Aravena, ballenero desde 1920,
quien con ojo alerta y firme voz de mando lo controlaba todo con gran eficiencia.
Aravena apreció el peso del animal con huincha de medir… el cálculo, lo dice la
experiencia, es casi matemático. El cuadrado de la altura del animal, por su longitud, dividido por dos, da el número de toneladas. En el caso del primer ejemplar
levantado a la faena, 15 toneladas.
El segundo de los cachalotes izado a la planta alrededor de las 8.20 horas, era
considerablemente más grande. Su longitud era no menos de un metro y medio
superior a la del animal antes trozado.
Las operaciones se mantendrán a un ritmo prudente y reducido hasta la fecha en
que la Endesa inicie el suministro de energía eléctrica. Por el momento la ballenera trabaja con generadores propios14.
Figura 2. Procesamiento de cuatro ballenas durante la inauguración de la planta de Iquique.
14. El Tarapacá [Iquique], 24 de noviembre de 1956.
230
Balleneros del Sur
caza y faenamiento
El personal que se dedicó a la caza de ballena era, en parte proveniente de la
planta de Quintay, en Valparaíso, y trabajadores reclutados en la ciudad de
Iquique. De acuerdo a los relatos entregados por algunos ex tripulantes de buques, (INDUS-4 E INDUS-9), la cacería en las costas del norte se hacía a través
de buques cazadores que contaban con un arpón de cabeza explosiva, el que
era lanzado con un cañón que se ubicaba en la proa del barco. El animal era
avistado por un tripulante que se encontraba en la cofa, situado en el mástil
del barco. Una vez avistada la ballena informaba a viva voz su ubicación e iba
dando las instrucciones de la dirección en la que se encontraba el cetáceo, para
que el barco se dirigiera hacia el lugar.
Una vez que el barco se ubicaba a unos 15 metros del animal15, era lanzado el
arpón que al entrar en la carne de la ballena producía una detonación, dejando
al cetáceo herido y en ocasiones muerto. Este procedimiento es relato por dos
ex tripulantes de buques cazadores, quienes nos describen lo siguiente: “había
un arpón, que más o menos pesaba cincuenta kilos cada fierro. Entonces ese arpón lo lanzaban con un cañón, entonces la ballena, en este caso, tenía que estar
más o menos a quince metros de la distancia del barco”16. Un ex tripulante del
INDUS–4 explica que “había un cañón con pólvora con una granada en la proa
y con un…. ¿como le llamaban a este?.. El arpón, era un arpón de fierro grande
que tenía cuatro patas así, venía amarrá’ (sic), entonces, cuando se metía en.…
en la carne de la ballena la granada reventaba y abría el arpón. Entonces ahí se
remolcaba, se atracaba (al barco) como le digo, le metían la flecha con aire y la
dejaban ahí flotando”17.
Luego, cuando la ballena estaba muerta o agonizando, el arpón era retirado de
la carne y el agujero provocado era tapado para que la ballena no se hundiera.
Con respecto a este proceso, se indica que “cuando la ballena salía a flote, ahí se
taponeaba con guaipe, qué sé yo… y se taponeaba donde había… o sea había que
sacarle el arpón naturalmente ¿no es cierto? se taponeaba con guaipe el orificio
que había quedado, en la cola se le hacía el número del INDUS y se le ponía unos
báculos con linternas, hacia arriba y abajo, porque generalmente se recogían de
noche”18.
Posteriormente se procedía al traslado de la ballena hasta la rampla de la planta ballenera. Este proceso es relatado de la siguiente manera: “después la recogíamos, cada una con su marca y su bandera, para que no se confundiera con otro
15. De acuerdo al relato de Luis Díaz Jorquera, ex ayudante de cocina o “cuquén” del INDUS–9.
16. Entrevista a Luis Díaz, Iquique, 2009.
17. Entrevista a Raúl Echeverría, Iquique, 2009.
18. Entrevista a Luis Díaz, Iquique, 2009.
231
Colección Mocha Dick
cazador la ballena, para que no se la levantaran otros barcos”… “entregábamos la
ballena dejándola boyando, ahí no más y ellos la arreglaban y la subían”19.
La cancha de descuartización contaba con un winche grande para el izamiento de la ballena, con capacidad de arrastre de 120 toneladas y con cinco winches menores. Además en este sector, se encontraban instaladas dos sierras a
vapor para destrozar los huesos del cetáceo20.
Si bien es cierto que el proceso no se pudo conocer directamente de personas
que hayan trabajado en la cancha de descuartización, se obtuvo a partir de
relatos de los ex tripulantes de los INDUS–4 y 9, quienes pudieron ver de manera directa el faenamiento. Cuando “llegaba (la ballena) a la planta se tiraba
con los winches, después se descuartizaba con una herramienta como chona y la
tiraban por los orificios que habían sobre la plataforma”21.
Figura 3. Una ballena azul en la planta ballenera de Iquique.
Otro colega agrega: “nosotros cuando subíamos a la planta, veíamos que había
gente que se subían arriba de la ballena, con unos corbos así…. y la herían, la
pescaban… los lomos y la iban echando a unos… ahí mismo arriba de la planta,
abajo habían unas... ollas deben haber sido”22.
19. Entrevista a Raúl Echeverría, Iquique, 2009.
20. El Tarapacá [Iquique], 9 de diciembre de 1956.
21. Entrevista a Luis Díaz, Iquique, 2009.
22. Entrevista a Raúl Echeverría, Iquique, 2009.
232
Balleneros del Sur
Debajo de la cancha de descuartizamiento, se encontraba una de las secciones
más importante: la planta productora de aceite. La que contaba con, cuatro
cocinadores, cuatro separadores de aceite, estanques de lavado y tres centrífugas. Todo este equipamiento tenía una capacidad total por faena de 8 a 9
bluewhales y/o 19 ó 20 finbacks y/o 30 a 40 espermas23.
Explicando las funciones de la planta de aceite, el arquitecto y asesor de la Municipalidad de Iquique, Cristián Rojas detalla: “abajo estaba contemplado todo
un sistema de tubería y finalmente venían a dar a unas calderas, a una especie de
olla a presión en los cuales se hacían cocimientos, pero, ¿que se lograba con eso?
Separar el aceite o la grasa de la carne de la ballena”24.
Guillermo Ross Murray, poeta iquiqueño, encargado de la Hemeroteca del
Museo Regional de Iquique y conocedor de la historia de la ciudad, al recordar la primera visita que realizó a la planta ballenera, llevado por su colegio
“Don Bosco” relata lo siguiente: “abajo (de la chancha de descuartización) era
como un montón de enormes calderas, todo estaba como siempre hirviendo, ese
es el recuerdo que tengo yo”25.
los productos y su comercialización
Con fecha 13 de diciembre de 1956, el periódico local El Tarapacá comienza a
publicar avisos ofreciendo a la ciudadanía iquiqueña carne de ballena, el cual
se vendería en el mercado municipal con un costo de $1026 el kilo de filete.
Además en ellos indicaba en términos generales su forma de preparación. Llama la atención el precio de venta, ya que de acuerdo a referencias recopiladas
en periódicos de ese mismo año, el precio del pan habría subido en $20, alzándose desde los $66 a $86 el kilo27. Tanto la venta como la distribución de la
carne de ballena se harían a través de los negocios de los señores Yuras, Vargas
y Narváez, que se dedicaban a proveer de carne a la ciudad de Iquique28.
Durante el año siguiente, en 1957, la empresa INDUS anuncia la reciente
apertura de su depósito de carne de ballena ubicado en la calle Serrano 302,
en pleno centro de la ciudad de Iquique29. Los productos que ofrecía dicha
eran los siguientes: Aceite comestible Dos Banderas; Aceite de linaza crudo,
cocido y cocido extra refinado Corona; Margarina Estrella; Manteca Vegetal
23. El Tarapacá [Iquique], 9 de diciembre de 1956
24. Entrevista a Cristián Rojas, Iquique, 2009
25. Entrevista a Guillermo Ross, Iquique, 2009.
26. En dinero de la época.
27. El Tarapacá [Iquique], 13 de diciembre de 1956.
28. El Tarapacá [Iquique], 13 de diciembre de 1956.
29. El Tarapacá [Iquique], 19 de octubre de 1957.
233
Colección Mocha Dick
Banquete. Jabones de lavar Gringo y Flecha; Jabón en escamas Lux para lavar
ropa fina; Jabones pastas para maestranzas Talta; Jabón en polvo Gringuito;
Jabonela Milagro, Detersivo superfino para lavar Rayosol. Detergente líquido
Destrasol. Abono fertilizante Excélsior. Cola para carpinteros Elefante. Glicerina Bi-destilada. Concentrado oleaginoso Vigorindus para ganado. Además de
harina de carne de ballenas y masilla.
En su departamento de perfumería, INDAT, se ofrecían los siguientes productos: Jabón de tocador superior Le Sancy; Jabón de tocador fino Criterium; Jabón de tocador de lujo Curo Ruso; Jabón de tocador Rococó; junto con jabones
de afrecho (legítimo). Talco Le Sancy y colonias: Cuero Ruso, Victoria y Farina
en latas. Champú en polvo y líquido Chic30.
Contaba también con el departamento de productos “ASTRA”, que consideraba: Jabón de Palma y Oliva; Jabón para baño; Crema para afeitar; Jabón
para afeitar en estuches y tazas de bakelita; Jabones Rococó y Astra miniatura;
Jabón de tocador y baño Lux; Jabón Lavanda Inglesa, Jabón Colonia; Bandolina a la Colonia y a la Lavanda; Talco Lavanda Inglesa; Talco Lux. Loción para
después de afeitar a la Colonia y a la Lavanda; Lociones: Royal Briar, Carillón,
Mirage, Arabesque, Duette, Damosel”. Colonias: Royal Briar, Gold Medal, Veritable, Sergy, Lavanda Inglesa, Coral. Brillantina de lavanda sólida y líquida.
Polvos Royal Briar, Plunia. Extracto Mirage y Carillón31.
De acuerdo a los relatos recabados en las entrevistas, las personas tenían conocimiento de los productos más importante elaborados en la planta ballenera,
algunos de estos los detalla de la siguiente manera: “se hacía el aceite, el jabón,
se vendía la carne. Sobre el aceite se hablaba mucho, el jabón también y de ahí se
sacaba la colonia también y los perfumes” 32.
La importancia que tenía la ballena, y sus distintas partes, para la fabricación
de estos y otros productos era también conocida por la población. Se cuenta
que “de la ballena, se utilizaba prácticamente todo. Por supuesto la carne, la grasa, el cuero…. hasta los huesos”33.
la indus y sus trabajadores
Mientras la ballenera desarrolló sus labores en Molle Bajo, los trabajadores
constituyeron asociaciones gremiales y deportivas, en las que se organizaron
30 El Tarapacá [Iquique], 19 de octubre de 1957.
31. El Tarapacá [Iquique], 19 de octubre de 1957.
32. Entrevista a Manuel Salinas, Iquique, 2009.
33. Entrevista a Guillermo Ross, Iquique, 2009.
234
Balleneros del Sur
tanto para demandar sus derechos y también para desarrollar actividades recreativas.
A menos de un año de inaugurada la planta ballenera 34, se produce la primera
paralización de los obreros de la sección Maestranza. Esto como consecuencia
de un acto de solidaridad de 22 personas que aún se mantenían contratadas
por la empresa con otros 33 compañeros que fueron despedidos durante la
primera semana de ese mismo mes35. El conflicto habría comenzado por la
petición de los obreros de dicha sección a la empresa por el pago de la semana
corrida. Lo que consiste en términos simples que aquellos trabajadores que
cumplían con asistir a sus labores todos los días hábiles de la semana, tienen
derecho a que se les cancele los domingos y los festivos.
En medio de la negociación y cuando se había optado por llevar el conflicto
ante el Inspector del Trabajo, Juan Leal, la empresa habría tomado la decisión
de los despidos. Ante esta situación los trabajadores solicitaron a las autoridades que interviniesen para no perder sus fuentes de trabajo, que al parecer, en
esa época escaseaba en la región36.
Esto último se ve refrendado por la intervención tanto del Intendente regional Eduardo López Vallejos como del Alcalde de Iquique José Rodríguez L.,
quienes enviaron sendas comunicaciones al Gerente General de la empresa
Hellmut Heinze, indicándole que al margen de que no existan, a su juicio, justificación para los despidos hacen hincapié, que despidos de esas índole sólo
agravan las necesidades de empleo en la región37.
Como respuesta a lo solicitado por las autoridades locales, el Gerente General
de la Compañía, explica que en realidad los obreros que han sido despedidos
corresponden a aquellos necesarios solo para la instalación inicial de la empresa y que los veinte que seguirán laborando son los que tendrán a su cargo la
sección de Maestranza de la planta ballenera. A su vez, los obreros continuaron sus gestiones con las autoridades para hacerles ver que sus despidos, a su
juicio injustificados, no se condicen con el hecho de que se siga contratando
personal38.
A un mes de iniciado el conflicto laboral, los obreros interponen una demanda
contra la empresa en los tribunales de Justicia, para que les cancele los dineros correspondientes al pago de la semana corrida. Lo anterior fundado en
34. El Tarapacá [Iquique], 6 de mayo de 1957.
35. El Tarapacá [Iquique], 6 de mayo de 1957.
36. El Tarapacá [Iquique], 6 de mayo de 1957.
37. El Tarapacá [Iquique], 6 de mayo de 1957.
38. El Tarapacá [Iquique], 9 de mayo de 1957.
235
Colección Mocha Dick
el dictamen de Juan Leal, quien determina que se le adeudan a los treinta y
tres obreros despedidos, los domingos y festivos trabajados por ellos. Además
los obreros declaran que la razón fundamental para que fuesen despedidos se
debe a su inquietud de formar un sindicato, lo que habría sido mal evaluado
por los administradores de la planta39.
El año 1961, luego de una larga negociación se llegó a acuerdo en un nuevo
conflicto que mantenía la Administración de la planta con el Sindicato Industrial. Bajo los buenos oficios del Inspector Provincial del Trabajo. Ernesto
Neumann, se firmó el acuerdo que en sus principales ítems significó las siguientes mejoras para los trabajadores:
- Aumento de entre el 12% y 22% sobre los jornales bases, bonos, tratos y tareas.
Esto significa que los jornales diarios quedaron entre $210 y $320, trabajos a trato
aumentó en $ 500 para los obreros, 50% de recargo para el turno 2º y 3º.
- Aguinaldos para Fiestas Patrias y Navidad. Lo que significa 15 salarios para los
trabajadores solteros.
- Rancho para tripulantes $ 1.280.
- Cuota Mortuoria $ 80.000.
- Donación de ahorros para todos los trabajadores $ 2.550.
- Productos elaborados por Indus a precio de costo en la Pulpería.
- Cuatro días de permiso con goce de sueldo a dirigentes para trámites
- Premio por conservación de útiles.
- Bonificación Sala de Máquinas y faenas de explotación aérea.
- Respecto de la semana corrida no se logró acuerdo, aunque existe la disposición
de la empresa para discutir el tema40.
Más allá de las demandas y peticiones del sindicato, los trabajadores de la
planta ballenera también realizaban actividades recreativas y deportivas. De
acuerdo a documentos de prensa, habían formado un equipo de fútbol que
participaba en las ligas locales. Estas actividades deportivas, desarrolladas por
el deportivo Flota INDUS, pero que se hizo conocido frente a otras empresas
como Los Balleneros, contaba con dos ramas deportivas: fútbol y básquetbol41.
Dos años después, 1960, queda conformada la directiva del Club Deportivo
Flota INDUS. Y continúa participando en ligas de fútbol local, a mediados de
1960 son conocidos como uno los punteros de la liga42.
39. El Tarapacá [Iquique], 19 de junio de 1957.
40. El Tarapacá [Iquique], 27 de noviembre de 1961.
41. El Tarapacá [Iquique], 29 de agosto de 1957.
42. El Tarapacá [Iquique], 11 de agosto de 1960.
236
Balleneros del Sur
iquique y la ballenera
La Compañía Industrial INDUS S. A., de acuerdo con los antecedentes recabados, provocó un gran impacto a nivel social y económico en la provincia
de Iquique. Hay que recordar que económicamente la instalación de la planta
ballenera, generó una cantidad importante de nuevos puestos de trabajo para
los iquiqueños, quienes veían en ésta una oportunidad de estabilidad laboral.
Ross explica que “la ballenera hay que relacionarla con el mar, un tanto con las
pesqueras… eso fue después del salitre y todo eso, la ballenera fue prácticamente
a finales de los años cincuenta y sesenta” 43.
Figura 4. Reportaje sobre la planta ballenera de Iquique.
En cuanto a la relación que la ciudad mantenía con la planta ballenera, ésta
era vista más bien de manera amable. La distancia que existía entre la ciudad
y la planta, facilitaba que a los habitantes no se impactaran de manera directa
con el proceso de faenamiento de las ballenas, pues no eran observadores del
trabajo que significaba el procesamiento de las ballenas, tampoco del impacto
ambiental producto de los olores generados por la planta cuando salía el olor
a aceite de ballena, cuando el viento los llevaba hacia el lado sur: “lo bueno era
43. Entrevista a Guillermo Ross, Iquique, 2009.
237
Colección Mocha Dick
que el olor que salía de los animales faenados se iba hacia arriba, no se iba a la
ciudad la cual estaba lejos de aquí también” 44.
Esta situación no ocurría con las pesqueras que sí se encontraban ubicadas en
la ciudad y que acostumbró a muchos iquiqueños a convivir con la incomodidad de lo que ellos llamaron “el olor a progreso”. Así lo describe Guillermo
Ross: “la pesquera por un lado y después la INDUS por el otro, fue una novedad,
por un lado un signo positivo, llamémoslo así, porque llegaban allá y hacían el
trabajo, pero también por el otro lado era lo que uno entre comillas le decía ‘el olor
a progreso’, porque cada vez que en las pesqueras se rebasaba la cantidad de industrialización de lo que llegaba y de repente, pero casi nunca la Indus, la ciudad
se pasaba de un olor…las mascarillas no servían para nada”. Continúa el poeta
iquiqueño, “La INDUS, siempre fue una industria que estaba fuera de Iquique,
no como las pesqueras, las pesqueras estaban aquí, entonces era más fácil ir. A la
Indus tu ibas de forma ocasional, no se iba todos los días a la Indus […]. Ahora,
en ese entonces, también hay que ver que las distancias eran diferentes, entonces
para nosotros los Iquique… en general para los iquiqueños la Indus estaba a tras
mano no? Ir donde está la Indus, a Bajo Molle, era otro Iquique”… “En ese entonces era una proeza prácticamente llegar, a no ser que uno trabajara y se tuviera
una movilización especial” 45.
Para los pescadores artesanales de la ciudad de Iquique, el trabajo que realizaba la planta ballenera era visto en ocasiones como una manera de aprovechar
los recursos. La ballenera al desechar al mar algunos restos del cetáceo provocaba la llegada de cardúmenes de otros peces, lo que sería aprovechado por
quienes solían ir a pescar a la bahía en la que se encontraba instalado el recinto
industrial. El cuidador Manuel Salinas, cuenta cómo los pescadores artesanales llegaban hasta las cercanías de la planta para realizar su labores, “se veía la
gente ahí trabajando en la rampla, donde se subían con el winche, entonces ahí se
aprovechaba, porque todo lo que era sangre caía al mar nuevamente… y mucha
gente venía a pescar en las orillas porque se juntaba mucho pescado, acá era bueno también para muchos pescadores artesanales. La ballenera tenía su límite a la
entrada pero para allá era libre”46.
cierre de la planta ballenera
Si bien es cierto que en las fuentes consultadas está definido claramente el
año de instalación, construcción y el inicio del funcionamiento de la INDUS
en Bajo Molle, la fecha de cierre de la planta no es tan exacta. Algunos de los
entrevistados hablan de un período de funcionamiento de 7 a 8 años aproxi44. Entrevista a Manuel Salinas, Iquique, 2009.
45. Entrevista a Guillermo Ross, Iquique, 2009.
46. Entrevista a Manuel Salinas, Iquique, 2009.
238
Balleneros del Sur
madamente. Unos hablan del año 1963 y otros mencionan que ya para el año
1965, la empresa no estaba en funcionamiento.
De los escasos antecedentes con que se cuenta se podría inferir que a partir
de 1963 la planta comenzó a disminuir gradualmente sus operaciones y por lo
tanto también su personal técnico y trabajadores; por lo que determinar una
fecha específica de cierre de las operaciones no se puede definir con certeza.
Sin embargo, es casi seguro que las operaciones finalizaron en forma definitiva el año 1965. Esto último queda refrendado por la publicación aparecida
en la prensa, titulada Planta de Quintay tratará de emplear a cesantes de Molle,
que informaba de las gestiones realizadas por el Diputado por la zona Pedro
Muga, para reubicar en Quintay a los trabajadores cesantes de la planta de
Bajo Molle47.
No hay completa claridad de las razones por las cuales la industria cesó sus
actividades, podría deberse a la escases de cetáceos o a problemas internos de
la INDUS.
El cierre de la planta, dejó a muchos trabajadores de la zona sin empleo y después, de acuerdo a los relatos y a la constatación en terreno de sus instalaciones, no tuvo un nuevo uso. Los relatos que se refieren al término de las
funciones son los siguientes: Raúl Echeverría cuenta que “no duró mucho esta
compañía acá, duró como siete u ocho años. Después arrendaron ahí, no sé qué…
hicieron una planta aceitera, pero no sé de adonde sacaban para hacer el aceite...
no tengo idea”48.
Guillermo Ross recuerda que “después de la INDUS, o sea de la ballenera, no ha
tenido el uso de otra empresa o de otra industria. Prácticamente quedó ahí, así no
más, como un recinto cerrado, baldío… no tuvo otro uso”49.
fuentes consultadas
Periódicos
El Tarapacá [Iquique], 1956-1962. Hemeroteca, Museo Regional de Tarapacá,
Iquique.
El Cavancha [Iquique], 1963-1965. Hemeroteca, Biblioteca Nacional, Santiago.
47. El Cavancha [Iquique], 5 de octubre de 1965.
48.Entrevista a Raúl Echeverría, Iquique, 2009.
49. Entrevista a Guillermo Ross, Iquique, 2009.
239
Colección Mocha Dick
Entrevistas
Luis Díaz Jorquera, ex-ayudante de cocina del INDUS-9, Iquique, 2009.
Raúl Echeverría Cortés, ex-tripulante del INDUS-4, Iquique, 2009.
Cristían Rojas, arquitecto-asesor Municipalidad de Iquique, Iquique, 2009.
Guillermo Ross Murray, encargado de la Hemeroteca del Museo Regional de
Iquique, Iquique, 2009.
Manuel Salinas Marín, cuidador ex-planta Ballenera de Bajo Molle, Iquique,
2009.
240
Balleneros del Sur
PAULMy STAR N°3 (JUAN–9).
EL ÚLTIMO BARCO BALLENERO EN AGUAS CHILENAS
Álvaro Guerrero
resumen
El PAULMY STAR N°3 o JUAN–9, fue el último barco ballenero que operó en
Chile, entre los años 1977 y 1983. La nave, un pesquero de arrastre, fue acondicionada para cazar ballenas, además de procesarlas y almacenar su carne
congelada, sin necesidad de una estación terrestre. Los resultados obtenidos
no fueron todo lo satisfactorio que se esperaba, principalmente por la escasez
de ballenas, la falta de personal chileno especializado en la caza pelágica y
en el manejo y elaboración de carne de ballena para consumo humano, que
buscaban exportar a Japón. En este trabajo nos interesa mostrar el imaginario
construido por los tripulantes de la nave y por aquellos que conocieron de sus
operaciones. En 1983 El PAULMY STAR N°3, ya bautizado como JUAN–9,
captura las últimas cuatro ballenas que oficialmente se cazaron en Chile.
Palabras claves: PAULMY STAR N°3, Compañía de Pesca y Comercio Macaya
Hermanos, tradición ballenera japonesa, relatos de tripulación.
abstract
The PAULMY STAR No. 3 or JUAN-9, was the last whaling ship that operated
in Chile, between 1977 and 1983. The ship, a trawler, was fitted to whaling in
addition to processing and storing frozen meat without a whaling station. The
results were not as satisfactory as expected, mainly due to the scarcity of whales, lack of Chilean personnel specialized in pelagic whaling and handling of
whale meat for human consumption, with the purpose to export to Japan. In
this paper, we showed the imaginary constructed by the crew of the ship and
those who knew its operations. JUAN-9 hunted the last four whales in 1983
in Chile.
Keywords: PAULMY STAR N°3, Macaya Brothers Fishing and Trade Company,
Japanese whaling tradition, crew tales.
241
Colección Mocha Dick
el paulmy star n° 3
La compañía japonesa Taiyo Fishery Co., una de las más grandes empresas
dedicadas a la pesca y caza de ballenas, entabló conversaciones durante la segunda mitad de los años setenta con la empresa chilena Macaya Hermanos,
con el objetivo de comprar carne de ballena para suministrar al mercado interno nipón.
La década no había sido provechosa para Macaya Hnos. que se había enfrentado a la baja en los precios internacionales del aceite de ballena, que representaba su principal producto de explotación, así como a una merma en los stocks
de especies disponibles para la caza en las aguas donde tradicionalmente se
movían sus barcos cazadores. Contaba, además, con una flota que se encontraba en mal estado o simplemente ya no operaba. Esta sumatoria de problemas mantenía a la planta “trabajando a un nivel menor que el acostumbrado”1.
En 1977 la empresa sólo contaba con un viejo barco cazador en funcionamiento, el INDUS–17. Había sido construido en 1947 y llevaba unos 8 años operando para Macaya Hnos., encontrándose bastante deteriorado o al menos no en
óptimas condiciones para una exigente actividad productiva. La empresa no
estaba, por tanto, en posición de cumplir con las exigencias mínimas que le
permitieran alcanzar las demandas de exportación hacia Japón, donde el principal objetivo de la ballenería era proveer de carne comestible a los mercados,
en vez de transformarla en materia prima para actividades industriales, como
era el caso en la tradición ballenera chilena. Y si bien el interés de Taiyo Co.,
no contemplaba en un principio la necesidad de enviar tecnología y personal
capacitado a Chile, tuvo que cambiar de planes debido al estado en el que se
encontraba la empresa nacional.
Taiyo Co. le encargó a otra una empresa nipona, Taito Seiko Co., la adquisición
del buque ORIENT MARU N°2, para arrendarlo en 1977 a Macaya Hnos.,
con el nombre de PAULMY STAR N°3, y a otra empresa, de carácter familiar,
Fuji Suisan, el suministro de personal ballenero especializado y de enseñar
a la tripulación chilena el procesamiento de carne de ballena para consumo
humano.
Las principales funciones a bordo del buque eran desempeñadas por japoneses: el capitán cañonero (arponero), el contramaestre, los ingenieros, los encargados de radiocomunicaciones y de las operaciones de descuartizamiento
y del funcionamiento de los frigoríficos.
1. Entrevista a Viviana Macaya, Concepción, 2012.
242
Balleneros del Sur
Tabla 1. Especificaciones técnicas del buque.
Héctor Macaya recuerda que cuando trasladaron el barco hacia Chile –fue
uno de los chilenos encargados de viajar a Tahití donde la nave se encontraba
fondeada 2–, se instaló el cañón arponero en la proa y los winches en la popa,
ubicados al fondo de la rampla de descuartizamiento la que estaba construida
por tablones de madera que se encontraban en muy mal estado y tuvieron que
ser reemplazados al momento de llegar a Talcahuano. Así, el barco pesquero
podría arrastrar las ballenas a bordo para faenarlas y además la nave contaba
con zonas de refrigeración que almacenarían la carne resultante.
inicio de operaciones
Macaya Hnos., consiguió del Gobierno de Chile permiso para cazar ballenas
por tres años mediante el Decreto N°377, emitido el 10 de septiembre de 1977,
que contemplaba la posibilidad de capturar sólo ciertas especies como la ballena sei y el cachalote, con un número máximo de 500 ejemplares por año. Cabe
recordar que en aquel entonces Chile no pertenecía a la IWC, sometiéndose a
las restricciones de caza de la Comisión Permanente del Pacífico Sur.
La nave inició rápidamente sus operaciones en aguas chilenas. El barco descargaría la carne y otros productos congelados en el puerto de San Vicente,
Talcahuano, donde fondeaba junto al INDUS–19, embarcación ya en desuso
donde habitualmente se ubicaban los ejecutivos japoneses encargados de manejar las operaciones del PAULMY STAR en Chile.
El PAULMY STAR N° 3 era un barco ballenero híbrido que reunía en sí mismo las funciones de barco cazador, frigorífico y factoría, en una escala muy
limitada. Tal condición sugiere que se pensaba operar desde los inicios, como
lo señalan los testimonios actuales del personal a bordo, en una amplia extensión del territorio marítimo, superando con largueza el radio de acción
de los anteriores cazadores que utilizaba Macaya Hnos.: “Salí por un mes para
2. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
243
Colección Mocha Dick
Figura 1. Rampla de faenamiento y winches del PAULMY STAR N° 3 (Foto Archivo Macaya Hnos.).
allá… hasta que encontrábamos una ballena. Encontraba una y después seguíamos buscando. Más que nada ellos venían a mirar, a perfeccionarse, a ver si había ballenas aquí o no, porque ellos marcaban todo… todo; veían una ballena y
marcaban”3.
El barco contaba con capacidades de procesamiento y almacenamiento únicos
y como desde hacía diez años Macaya Hnos. era la única ballenera operando
en Chile, todo el territorio marítimo quedaba a plena disposición del nuevo
barco.
La Fuji Suisan proporcionó siete operarios japoneses que viajaron con el barco
hacía Chile, los que se sumaron a dos expertos que la Taiyo Co. había decidido
enviar; uno encargado de localizar las ballenas y el otro del procesamiento a
bordo, de manera de utilizar la carne y los otros recursos de la manera más
eficiente.
Con respecto del personal chileno que trabajó a bordo, ocuparon puestos subordinados, con la excepción de Héctor y Jorge Macaya, quienes fueron nominalmente los capitanes cañoneros. Así como el hijo del primero también
llamado Héctor, quien se desempeñó, según su propio testimonio, en primera
instancia en la sala de máquinas y luego como radioperador4. Él nos relata una
3. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
4. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
244
Balleneros del Sur
interesante dinámica que se producía al interior del barco luego que zarpaba
desde el puerto de San Vicente: “una vez que se internaba algunas millas mar
adentro el mando de la nave y la función de cañonero le era entregado a los japoneses”5. Además, si bien en la rampla de descuartizamiento trabajaban en su
mayoría operarios chilenos, los que dirigían las actividades para que la carne
resultara en óptimas condiciones para su consumo, eran uno o dos japoneses
Figura 2. Balleneros en la rampla del PAULMY STAR N° 3 (Foto Archivo Macaya Hnos.).
Armando Flores, ballenero de Chome, tenía una vasta experiencia despostando ballenas en la planta terrestre. Oficio que había desempeñado sin interrupciones desde 1967, es decir el mismo año en que los primeros japoneses de la
empresa Nitto Whaling Co., habían llegado a la zona con un enorme despliegue
de tecnología y personal. Fue contratado para realizar el mismo trabajo en la
rampla del barco donde cuenta que “entre ocho y diez de los faenadores eran
chilenos”6. Por su parte, Héctor Macaya recuerda que los encargados de operar los winches eran japoneses así como también un par más encargados de
cuidar el proceso de descuartizamiento y posterior clasificación de las carnes
en varios tipos de calidad, antes de ser enviadas al frigorífico.
El proceso de faenamiento implicaba destazar rápidamente la ballena, dado el
tamaño limitado de la rampla del PAULMY STAR N° 3, por lo que se lanzaba
5. Entrevista a Viviana Macaya, Concepción, 2012.
6. Entrevista a Armando Flores, Chome, 2012.
245
Colección Mocha Dick
al mar tanto la cabeza como los huesos y los órganos7. Luego, los restos del
animal dispuesto sobre las tablas se procesaban de acuerdo a los tradicionales
métodos nipones, lo que involucraba el uso de un cuchillo distinto al utilizado
tradicionalmente en la ballenería chilena. Eran cuchillos más cortos que los
de origen noruego, con un mango de madera que los hacía más maniobrables
en espacios reducidos, para obtener trozos adecuados de carne. En contrapartida a este nuevo método, los balleneros chilenos realizaban dos o tres cortes
transversales a lo largo del cetáceo con largos cuchillos metálicos en forma de
“espátula”, especiales para conseguir el tocino que les entregaría el aceite de
la ballena.
la tripulación
La convivencia entre operarios chilenos y japoneses generó cierta competitividad entre ambos grupos que compartían el mismo oficio y un espacio común,
la que se incrementó por la separación en dos grupos de trabajo, con apariencias e idiomas completamente distintos. Algunos testimonios recogidos dan
cuenta de aquellas diferencias que obedecen a métodos y fines productivos
distintos. Por ejemplo, con respecto al faenamiento de las ballenas, Fernando
y Víctor Silva relatan una anécdota cuando trabajaban en la planta ballenera
a fines de los años sesenta. Los operarios chilenos se pusieron de acuerdo para
tomar el tiempo de duración del faenamiento de una ballena en comparación
con los japoneses; así, cuando los chilenos habían concluido exitosamente su
tarea, “los japoneses no habían alcanzado a faenar ni la mitad de la ballena”8.
“Nosotros éramos diestros en trabajar la ballena, sin cachiporrearnos, hicimos
una apuesta: dos ballenas, una a cada lado, les ganamos por la mitad. Nosotros
ya habíamos terminado y ellos estaban dando recién vuelta a la ballena para el
otro lado, porque la ballena se le saca el lomo y de da vuelta para el otro lado,
entonces les ganamos por la mitad… más lentos para trabajar nomás. Nosotros
éramos rápidos acá”9.
Esta anécdota, para ellos, daba cuenta de la mejor preparación de los chilenos
como balleneros de tierra, al menos. Sin embargo, muestra también que los
japoneses demoraban más en faenar una ballena debido al cuidado al cortar la
carne, como señala Héctor Macaya, ellos “iban realizando cortes de un metro o
metro y medio como máximo con sus cuchillos más cortos”10.
Pero si se analizamos con mayor detención los relatos se deja entrever cierta
admiración de los balleneros chilenos hacia sus pares asiáticos, sobre todo el
7. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
8. Entrevista a Fernando Silva, Talcahuano, 2012.
9. Entrevista a Víctor Domingo Silva, Chome, 2012.
10. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
246
Balleneros del Sur
reconocimiento de una mayor capacidad o agudeza en los balleneros japoneses: “era trabajar la carne con cortes bien hechos, no al lote”11. “La gente convivió
mucho con los japoneses, porque vivían más en tierra que en su barco, la verdad
fue una buena experiencia desde todo punto de vista. Tenían nuevas técnicas,
nuevas tecnologías que nosotros en esos años no conocíamos”12. “No nos entendíamos conversando así como nosotros, al principio fue por señas pero después ya
empezaron a hablar. Nosotros de ellos no aprendimos ninguna cuestión pero ellos
de nosotros sí”13.
La información técnica del barco indicaba que su capacidad permitía albergar
al menos a unas 30 personas. En los recuerdos de los tripulantes el número de
trabajadores y oficiales a bordo no varía demasiado, aun cuando este tema,
sobre todo por ajustarse a números de personas en un espacio definido puede
tender a distorsionarse. Según Héctor Macaya, la tripulación habría alcanzado
a unos cuarenta chilenos más unos ocho o nueve japoneses, aunque en ese
cómputo se incluye a un oficial japonés que se fue de Chile después de traer el
barco desde Tahití. También recuerda que al arribo de la nave a Chile quienes
manejaban los winches eran japoneses, fueron ellos quienes enseñaron a los
chilenos a utilizarlos. “(Los japoneses) venían tres maquinistas, venía un piloto
que se fue después, vino a dejar el barco nomás. Después venía el cañonero, el contramaestre y el que tenía que ver con la carne… había uno que tenía que ver con
telegrafía, cómo se llama… radioperador. Ahí trabajaban primero los japoneses
(winches), ellos empezaron a trabajar, a enseñarles a los chilenos, y después los
chilenos empezaron a trabajar, pero primero venían los japoneses con los winches”14.
Viviana Macaya, quien también se embarcó en el PAULMY, y Sixto Jorquera
cuentan al menos siete operarios japoneses a bordo, de los cuales dos habrían
sido los expertos encargados de la carne y los restantes correspondientes a la
tripulación: “(aparte del capitán cañonero) en la sala de máquinas, trabajaban
otros que estaban a cargo de la clasificación de la carne. Esos eran dos japoneses
que trabajaban ahí… la carne se clasificaba por número en cada caja, en unas
calugas que les llamábamos”15. Acota Jorquera, que eran treinta y tres las personas a bordo. Por su parte Armando Flores, faenador, cifra en exactos veintiséis
el número de tripulantes, sin contar a los oficiales o encargados; mientras que
los japoneses eran ocho: “veintiséis tripulantes, aparte de capitanes, pilotos, con-
11. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
12. Entrevista a Viviana Macaya, Concepción, 2012 (refiriéndose a los japoneses en el período 19671968).
13. Entrevista a Armando Flores, Chome, 2012.
14. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
15. Entrevista a Sixto Jorquera, Talcahuano, 2012.
247
Colección Mocha Dick
tramaestre… todas esas cuestiones. Éramos más de treinta los que andábamos…
eran como ocho japoneses más o menos”16.
Entonces, de acuerdo a los relatos el número de japoneses a bordo varía entre
siete y nueve; la tripulación total entre treinta y cuatro y cuarenta y ocho personas. Siendo más creíble la primera cifra, dadas las especificaciones técnicas
del barco.
el barco en acción
El PAULMY STAR N° 3 comienza sus cruceros de caza en el año 1977. Contaba con tres años por delante, asegurados por el Decreto N°377, de actividad
en Chile. Las rutas que siguió fueron tan amplias como extenso es el territorio
nacional, desde la zona sur de Constitución hasta el extremo norte, donde “navegamos por lo menos hasta Iquique o hasta el mismo límite con Perú”17. Mientras que hacia el Océano Pacífico el barco, en algunas ocasiones, se internó
largamente buscando ballenas para cazar. Uno de los testimonios señala que
en alguna oportunidad se navegó desde Iquique unas mil millas hacia el Oeste
“buscando ballenas chicas por la temperatura del agua, 26°”18. Además agrega
un dato significativo de este tipo de travesías, al contar que en esa aquella
oportunidad estuvieron un día entero varados en isla San Ambrosio, ubicada
a más de 900 kilómetros del continente.
Dada la disminución de ballenas19, el barco podía navegar durante varios
días sin cazar ningún ejemplar o lo contrario, podía llegar a capturar dos o
tres ballenas que eran inmediatamente procesadas. De cualquier manera, los
cruceros tomaban bastante tiempo, aprovechando la capacidad frigorífica de
la nave. Algunos testimonios hablan de las largas travesías, pero no se indican
problemas graves con los frigoríficos, “quizás después, porque antes que parara
yo me desembarqué, y en el tiempo que anduve yo no escuché nada de eso”20.
Héctor Macaya concuerda, diciendo que eran pocas las ballenas que se encontraban lo que hacía que el barco extendiera su ruta por días y semanas, y
remata señalando que se: “cazaba una o dos, cuando traía una o dos diarias, a
veces, porque cazaba puras ballenas de carne nomás, eso buscaban ellos”. En
la proa se ubicaba el capitán cañonero japonés, junto a otros oficiales también
nipones, “usaban lentes especiales para observar las ballenas al sol”21. Inmediatamente después se disponían los marinos chilenos que estaban encargados de
16. Entrevista a Armando Flores, Chome, 2012.
17. Entrevista a Armando Flores, Chome, 2012.
18. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
19. Entrevista a Sixto Jorquera, Talcahuano, 2012.
20. Entrevista a Sixto Jorquera, Talcahuano, 2012.
21. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
248
Balleneros del Sur
manejar los distintos equipos, desde las cadenas hasta los arpones que había
que preparar para la caza y manejar durante ésta. Sixto Jorquera fue uno de
estos marineros de proa y relató que su trabajo consistía en “separar el arpón
en la proa en la maniobra de dispararle a la ballena”, agregando que “eran siete
las personas en ese puesto”22.
Figura 3. Personal japonés rastreando ballenas a bordo del PAULMY STAR N° 3 (Foto Archivo
Macaya Hnos.).
Una vez que la ballena era arponeada se la subía inmediatamente a bordo, a
menos de que ya hubiera una que estuviera siendo procesada en la rampla.
Luego de “extraer” la carne del interior de la ballena comenzaba un proceso
de clasificación, pues desde el momento mismo del destazamiento los japoneses priorizaban ciertas zonas respecto de otras, por ejemplo las “guatas” era
una de las zonas más valoradas23. Otro tripulante habla de dos tipos de carne
extraída en el momento del descuartizamiento: el “lomito, que no tenía un solo
nervio… era como dulce de membrillo”. Mientras que “más debajo de la guata a
la altura del ombligo, se habrían extraído dos corridas más de carne que ya tenían
más nervios”24. En seguida la carne era lavada y dispuesta en bloques o grupos,
y se trasladaba hacia los frigoríficos que estaban en la zona inferior del barco.
En esa zona se concluía el proceso de clasificación de la carne en diversos tipos
de calidad, las que eran rotuladas con números. La cantidad de carne seleccionada varía de acuerdo a los testimonios entregados, la cual era “dispuesta en
22. Entrevista a Sixto Jorquera, Talcahuano, 2012.
23. Entrevista a Viviana Macaya, Concepción, 2012.
24. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
249
Colección Mocha Dick
Figura 4. Frigoríficos del PAULMY STAR N° 3 (Foto Archivo Macaya Hnos.).
bandejas especiales de 40 kilos cada una”25; o bien “distribuidas como ‘calugas’ de
18 kilos, las que eran envueltas en nylon, cartón y congeladas hasta convertirlas
en barras de hielo”26. Dos japoneses eran los encargados del funcionamiento
del frigorífico y de instruir al personal chileno en las tareas de clasificación y
congelamiento de la carne.
del paulmy star n°3 al juan-9: antecedentes de una
asociación comercial
Durante los tres o cuatro primeros años el PAULMY STAR N° 3 navegó sin
limitaciones espaciales, temporales o legales. La carne era desembarcada preferentemente en Talcahuano, y “en una ocasión también en Valparaíso”27. Desde ahí era enviada a Japón. En julio de 1980 se eleva la solicitud formal para el
pago de la nave por parte de Macaya Hnos., sólo semanas antes del término del
permiso legal del gobierno chileno. Los ejecutivos y personal suministrados
por la Fuji Suisan deciden quedarse en Chile trabajando en el barco, lo que
significa el término de las relaciones con la Taiyo Co. Los ejecutivos japoneses
25. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
26. Entrevista a Sixto Jorquera, Talcahuano, 2012.
27. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
250
Balleneros del Sur
Figura 5. Capitán arponero japonés del PAULMY STAR N° 3 apuntando a una ballena (Foto
Archivo Macaya Hnos.).
contaban con oficinas en Talcahuano, y cada vez que se reunían con el personal del barco, japoneses o chilenos, se trasladaban al viejo INDUS–19 que se
fondeaba junto al PAULMY STAR N°3.
Viviana Macaya señala que su marido, de nacionalidad japonesa, en aquella
época era el encargado administrativo de Fuji Suisan: “él trabajaba en una empresa japonesa en Talcahuano… en realidad era de otra empresa que trabajaban
para Taiyo en ese minuto, eran como contratistas”28. Sobre el mismo punto Héctor Macaya, se refiere a que el total de ejecutivos eran “dos o tres que vivían en
San Vicente, aquí en Concepción, ahí pagaban hotel seguramente”. En términos
prácticos no se necesitaba más de un funcionario para realizar la gestión que
implicaba la operación del barco en lo que respecta al control de los productos
de la caza, la entrega de la carne y su exportación a Japón.
En todo ese tiempo la planta ballenera de Chome, que había llegado a tener en
su época de esplendor más de cien operarios, continuó funcionando cada vez
con menos personal, pues el único barco que le quedaba a la empresa nacional
era el INDUS–17, el cual se destinó por un tiempo limitado (hasta 1979) a
28. Entrevista a Viviana Macaya, Concepción, 2012.
251
Colección Mocha Dick
“ser remolcador de las ballenas capturadas por el PAULMY STAR N° 3”29, los
ocasionales cachalotes que se cazaban. En algunas oportunidades, igualmente
esporádicas, el PAULMY trasladaba estos cachalotes hasta la planta, “cuando
ya nos veníamos traíamos cachalotes, a veces, pero no siempre y los dejábamos
en Chome. O se cazaba afuera y se traía sólo tocino para acá, para Chome también, pero sólo al principio porque después hasta eso lo empezaron a guardar los
japoneses”30.
A pesar de todo, la planta siguió funcionando hasta 1983 pues era el eje central
sin el cual Macaya Hnos. difícilmente podría subsistir, dada su composición
familiar y su dinámica territorial que implicaba la imbricación industrial y
social de todos los elementos que componían el pueblo de Chome, que había
sido fundado en base a la actividad ballenera.
el decaimiento
La tradicional producción de aceite de ballena, que representaba la esencia del
negocio de la empresa Macaya Hnos., se mantenía a niveles muy bajos desde
antes de la llegada del PAULMY STAR N°3, pues, entre otras cosas, las cuotas
de captura eran muy bajas. Según Viviana Macaya, tanto el aceite como la
harina habían perdido su valoración en los mercados, “empezó a salir la harina
de pescado que era más barata y el aceite también se fue dejando. Las empresas
que nos compraban aceite empezaron a comprar en otros lados, se usaba mucho
para fábricas de jabón, pero ya empezaron a no depender del aceite sino que de
otros productos, productos más económicos también”31. Esto trajo como consecuencia una merma considerable en la cantidad de trabajadores, que habría
comenzado unos diez años antes, cuando la asociación entre Macaya Hnos. y
Nitto Whaling Co. no acabó de la mejor manera y la empresa chilena comenzó
a decaer progresivamente.
Es imposible estimar un número exacto de personas que se mantuvieron trabajando en la planta, según Viviana Macaya “unas 30 personas trabajando al
final más o menos”. Armando Flores, en cambio, acota que el número de operarios hacia el final de la década de los setenta cuando el PAULMY STAR N°3
estaba en acción, era un poco más de una decena: “ahí era poca la gente que
quedaba, pero para trabajar un par de ballenas eran capaz de más, quedarían…
pongámosle unas diez, quince personas”32. Aun cuando no es muy claro si se
refiere a los primeros años, es decir 1977–1979, o a la década de los ochenta,
remata con una respuesta que es decidora respecto a la situación de empresa
29. Entrevista a Sixto Jorquera, Talcahuano, 2012.
30. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
31. Entrevista a Viviana Macaya, Concepción, 2012.
32. Entrevista a Armando Flores, Chome, 2012.
252
Balleneros del Sur
familiar, que se encontraba envuelta en una crisis que afectaba a toda la comunidad: “al resto de gente la dejaron harto tiempo ahí, se hacía cualquier cosa… se
trabajaba en otro movimiento ahí, como los Macaya eran dueño de todo ahí del
fundo, repartían la gente por ahí… la metían de una parte a otra, para no llegar y
despedirla de un viaje. A mí me faltaba poco para mi jubilación, así que la apuré
un poco”33.
En síntesis, la asociación entre la empresa chilena y la japonesa puede catalogarse como poco ventajosa para esta última, dada la situación comercial de
Macaya Hnos., y los pobres resultados del ballenero japonés. El control de la
nave, la dirección de las faenas de caza y la producción de carne por parte de
los japoneses, a excepción de los sueldos que eran cancelados por la compañía
nacional, da cuenta que la operación completa fue, sino desde el inicio, ya
desde los años siguientes coordinada desde Japón o por personeros japoneses.
A este respecto un testimonio recuerda un hecho especifico que ilustra muy
bien esta situación: “una vez tuvimos problemas con los jefes japoneses, cazamos
una ballena y querían que siguiéramos trabajando toda la noche, los dos turnos;
les dijimos que no trabajamos así y nos vinimos a San Vicente. Llegamos como a
las cinco a San Vicente y todos los ejecutivos japoneses estaban esperándonos a
bordo del INDUS–19, porque cuando llegaba el PAULMY STAR a puerto siempre
se atracaba al lado del INDUS–19”34. Tal vez, por lo mismo, el barco no sería
pagado a Taiyo Co.
En el año 1981 se consiguió un permiso especial del gobierno para continuar
las actividades de caza, lo que permitió que el personal japonés que trabajaba
a bordo del PAULMY STAR 3° se quedara en Chile. Ese mismo año Macaya
Hnos., comenzó el proceso de inscripción del barco y aparece por vez primera
el nombre de JUAN-9. Con fecha 16 de febrero de 1981, se lee en un documento: Macaya Hnos por importación adquirimos de Paulmy Inc., el barco ballenero
JUAN–9 (ex-PAULMY STAR N°3) y que cumplido todos los trámites legales y
técnicos correspondientes se solicita se tenga a ordenar se matricule la nave y se le
otorgue el certificado respectivo”35.
Durante 1982, la nave, llamada formalmente JUAN–9, efectuó sólo un crucero de investigación donde participaron científicos de la Universidad de Concepción. En 1983 se autoriza mediante el Decreto N° 50 del 23 de marzo la
captura de 30 ejemplares de ballena Bryde. Esta vez el JUAN–9 ya no contaba
con personal japonés como en años anteriores. Se capturan las últimas cuatro
ballenas, tres Bryde y una de aleta. Las ballenas fueron llevadas a la planta de
33. Entrevista a Armando Flores, Chome, 2012.
34. Entrevista a Héctor Macaya, Talcahuano, 2012.
35. Registro de Naves Mayores. Dirección General de Territorio Marítimo y Marina Mercante (DIRECTEMAR), Valparaíso.
253
Colección Mocha Dick
Chome en vez de ser faenadas a bordo. En ese momento, la planta se encontraba en su etapa final. Víctor Silva asegura que sí fueron las últimas que se
capturaron en la zona: “la última ballena que trabajamos… la trabajamos ocho
personas, durante dos días. Me acuerdo que fue para la Pascua… Pascua, Año
Nuevo, me dejaron trabajando dos días solo ahí, día y noche […] con Carlos Macaya… los dos nos quedamos trabajando. Yo aprendí a trabajar como cocedor, a
sacar aceite… algo le pegaba, no voy a decir que era experto en eso, pero yo me fijaba cuando era cabro y uno aprendía ligerito. Me dijeron ¿tú sabis? Sí, algo sé. Ya
po’ te quedai aquí, total me van a pagar bueno…me pagaron 500 pesos (ríe)”36.
Figura 6. PAULMY STAR ya bautizado como JUAN–9 (Foto Luis Pastene).
Tras la captura de esas cuatro ballenas en 1983 el JUAN–9 fue destinado a la
pesca. Ese mismo año Macaya Hnos. logra inscribir el barco con el nombre
de JUAN–9, pero era tarde pues ese año el Estado de Chile decide adherir a la
moratoria internacional que prohibía la caza comercial de ballenas.
fuentes consultadas
[EXPEDIENTE DEL JUAN-9] Registro de Naves Mayores. Dirección General de
Territorio Marítimo y Marina Mercante, Valparaíso.
ENTREVISTAS: Héctor Macaya, Fernando Silva y Sixto Jorquera, Talcahuano; Viviana Macaya, Concepción; Armando Flores y Víctor Domingo Silva,
Chome.
36. Entrevista a Víctor Domingo Silva, Chome,2012.
254
Balleneros del Sur
MACAyA HERMANOS y COMPAñÍA
NOTAS SOBRE LAS ACTIVIDADES DE LA EMPRESA
BALLENERA DE MÁS LARGA HISTORIA EN CHILE
Luis A. Pastene
resumen
Macaya Hermanos y Compañía fue la empresa de más larga historia ballenera
en Chile. Fue básicamente una empresa de carácter familiar. Comenzó sus actividades balleneras al comienzo del siglo XX practicando la caza tradicional
similar a la usada por los balleneros vascos varios siglos antes. En 1944 Macaya Hnos. inicia la caza moderna de ballenas, basada en la técnica introducida
en Chile por los balleneros noruegos, que será empleada hasta el fin de las
actividades balleneras en Chile, en 1983. La caza moderna de ballenas consistía en el uso de barcos cazadores típicos equipados con un cañón-arpón en
su proa. Una vez cazadas, las ballenas eran transportadas a la planta terrestre
de Chome para su procesamiento. Durante los últimos cinco años de su existencia, Macaya Hnos. hizo uso de una nueva modalidad de la caza moderna,
que consistió en el uso de un barco de arrastre modificado para la caza de la
ballena, esto es con un cañón-arpón instalado en la proa. Bajo esta modalidad
las ballenas cazadas eran subidas a bordo por la rampa de popa y la carne de
la ballena era extraída y depositada en cámaras frigoríficas (caza moderna ‘hibrida’). Durante su historia Macaya Hnos. capturó cachalotes, ballenas azules,
de aleta, boba, de Bryde, jorobadas y francas, siendo la especie predominante
el cachalote. La caza moderna con barcos cazadores típicos tuvo un componente estacional, dependiendo del periodo en que las ballenas se distribuían
en las cercanías de la planta de Chome durante su migración anual. Los niveles de captura de Macaya Hnos. fueron bajos en comparación a los niveles
mundiales en aquel tiempo.
Palabras claves: Compañía de Pesca y Comercio Macaya Hermanos; caza moderna híbrida de ballenas, esfuerzo de búsqueda y áreas de caza.
abstract
Macaya Hermanos y Compañía was the whaling company with the longest
history in Chile. Basically it was a company of family character. It began its
whaling activities at the start of the 20th Century carrying out traditional
whaling, similar to that used by the Basque whalers several centuries ago. In
1944 Macaya started modern whaling based on the technique introduced in
Chile by Norwegian whalers, which was employed until the end of the whaling activities in Chile in 1983. Modern whaling consisted of the use of typical
catcher vessels equipped with a harpoon gun in the bow. After being caught,
255
Colección Mocha Dick
the whales were transported to the land station at Chome for processing. During the last five years of its existence, Macaya Hnos. used the new modality
of modern whaling, which consisted of a trawl vessel modified with a harpoon gun installed in the bow for the catching of whales. Under this modality
caught whales were uploaded onboard the vessel through the stern ramp, and
whale meat was stored in freezing chambers modern hybrid whaling. Throughout its history, Macaya caught sperm, blue, fin, sei, Bryde’s, humpback and
southern right whales, with the sperm whale being the predominant species
in the catches. Modern whaling with the use of typical catcher vessels had
a seasonal component, with operations dependent on the period when the
whales were distributed near the land station at Chome during their annual
migration. The level of catch of Macaya was low in comparison with the world
levels at that time.
Keywords: Compañía de Pesca y Comercio Macaya Hermanos, Modern hybrid
whaling, Searching efforts and whaling grounds.
introducción
La caza de ballenas en Chile tiene una larga historia e involucró el uso de diferentes técnicas de captura y procesamiento de los cetáceos (Pastene y Quiroz
2010). De acuerdo con los autores, tres tipos principales de caza de ballenas
fueron usados: la caza clásica introducida originalmente por balleneros norteamericanos y británicos; la caza tradicional, similar a la practicada por los
vascos en la antigüedad; y la caza moderna con el uso de un cañon-arpón instalado en la proa de los barcos, introducida en Chile por balleneros noruegos
a principios del siglo pasado.
La empresa de más larga historia en Chile fue la Compañía de Pesca y Comercio
Macaya Hermanos, que operó en la zona central de Chile. La compañía era una
empresa de carácter familiar que tuvo sus orígenes a principios del siglo XX en
isla Santa María (Hernández 1998). En sus inicios practicó la caza tradicional
y luego la caza moderna de ballenas la cual se extendió hasta 1983, año de
término de las operaciones balleneras en Chile.
El objetivo de este estudio es presentar algunas notas sobre las actividades balleneras de Compañía de Pesca y Comercio Macaya Hermanos. La investigación
está basada principalmente en el trabajo de Pastene (1982), y en información
original obtenida por el autor en los archivos de la compañía. La información
presentada puede ser utilizada en otras pesquisas sobre la historia de Macaya
Hnos. en Chile.
256
Balleneros del Sur
origen de la empresa macaya
La compañía tuvo su origen en isla Santa María a principios del siglo XX.
Alrededor de 1902 Juan Macaya junto con Juan da Silva, forman una sociedad
de hecho para la caza de la ballena en la isla. Macaya tuvo su origen en una
familia española mientras da Silva provenía de una familia portuguesa con
fuertes raíces balleneras. Esta sociedad de hecho, también conocida como la
‘Sociedad de los Dos Juanes’, inició la caza de ballena tradicional en la isla.
De acuerdo con Quiroz (2012), la caza tradicional ya se había iniciado en las
costas de Concepción y Arauco alrededor de 1854 y varios otros nombres aparecen en la historia de este tipo de caza: José Morán que cazó ballenas desde
isla Santa María hasta la costa de Lebu; José Olivares, lo hace desde Tumbes
hasta isla Quiriquina, y desde isla Santa María hasta la costa de Lebu; y Ramón Pacheco en isla Mocha (Quiroz 2012).
Los métodos de caza tradicional de ballena eran muy rudimentarios y similares a los empleados por los vascos varios siglos antes, con arpones a mano
lanzados al cetáceo desde frágiles chalupas de madera. El procesamiento de
las ballenas en la isla también se basaba en técnicas muy básicas.
La caza tradicional en isla Santa María fue descrita por Castillo (1906). De
acuerdo con el autor, en la isla se capturaban dos especies de ballenas durante
la migración estival hacia altas latitudes: las ballenas franca (Eubalaena australis) y jorobada (Megaptera novaeangliae). Según señalan familiares de los
Macaya, el cachalote (Physeter macrocephalus) comenzó a ser cazado en 1915.
Una vez capturados, los cetáceos eran remolcados hasta la costa y con la ayuda
de bueyes eran tirados a tierra. Los productos obtenidos eran el aceite y las
barbas. El aceite se vendía en los puertos de Talcahuano y Lota.
Juan Macaya tuvo una familia numerosa, diez hijos y dos hijas (Hernández
1998) (Figura 1). Sus hijos y nietos continuaron con la actividad ballenera por
muchos años. De hecho, la caza de ballenas por parte de la familia Macaya se
extendió hasta 1983, año en que Chile participó por última vez de esta actividad.
La sociedad de ‘los Dos Juanes’ se extendió hasta 1932, cuando la Compañía
Chilena de Pesca y Comercio Juan Macaya e Hijos fue establecida. Esta empresa
operó en isla Santa María hasta 1943 usando el mismo método tradicional
de caza. Dos barcos remolcadores fueron incorporados a la compañía con el
propósito de transportar las ballenas a la isla: el CAUPOLICÁN (1.778 toneladas gruesas) en 1932 y el ATLAS (234 toneladas gruesas) en 1938. En 1943 se
establece la Compañía de Pesca y Comercio de Macaya Hermanos.
257
Colección Mocha Dick
Figura 1. Don Juan Macaya Arevena (sentado en el centro) con nueve de sus diez hijos
(Foto Archivo Macaya Hnos.).
De acuerdo con la información estadística disponible en la Comisión Ballenera Internacional (CBI), entre 1932 y 1943 la empresa capturó un total de
452 ballenas, 445 cachalotes, 4 ballenas jorobadas y 3 ballenas franca (Allison
2009).
de la caza tradicional a la caza moderna
En 1944 Macaya Hnos. en isla Santa María adquirió el primer barco cazador
equipado con el cañón-arpón, inventado por el noruego Svend Foyn en 1867.
La nave, bautizada como JUAN–1, fue comprada a la Compañía Industrial
(INDUS). De esta forma, Macaya Hnos, inicia la caza moderna de ballenas.
Este tipo de captura había sido introducida por el capitán noruego Adolf A.
Andresen en Punta Arenas en 1903 (Martinic 1975; Quiroz y Pastene 2014).
La nueva técnica permitió la caza de ballenas rorcuales (Balaenoptera), la que
se sumó a las tres especies capturadas con anterioridad a la introducción de la
caza moderna. La compañía operó en isla Santa María hasta 1949. En 1950 sus
instalaciones se trasladan al continente.
Durante el periodo de operación en isla Santa María (1944-1949) practicando
la caza moderna, capturaron un total de 288 ballenas: 21 ballenas azules (Balaenoptera musculus), 20 ballenas de aleta (B. physalus), 13 ballenas jorobadas,
4 ballena bobas (B. borealis) y 230 cachalotes (Allison 2009).
258
Balleneros del Sur
Desde su traslado al continente, Macaya Hnos. usó dos modalidades de caza
moderna de ballenas: la típica, en que las ballenas eran capturadas con el arpón instalado en los barcos y transportadas a una planta terrestre para su
procesamiento; y la ‘híbrida’, que consistía en el uso de un barco de arrastre
modificado para la actividad. En este caso, las ballenas eran capturadas con
el arpón instalado en el barco, subidas a bordo y la carne extraída y puesta en
congeladores. Los detalles de estas dos modalidades se entregan a continuación.
Caza moderna típica
Esta fue la principal modalidad de caza implementada por Macaya Hnos. entre
1944 y 1979. Las ballenas eran capturadas por los barcos cazadores balleneros
típicos y transportadas a la planta terrestre de Chome para su procesamiento.
La Tabla 1 muestra la lista de barcos cazadores usados por Macaya Hnos. entre
1944 y 1983, la gran mayoría fueron cazadores balleneros típicos. El último
cazador ballenero típico que operó bajo la administración Macaya Hnos. fue
el INDUS–17. De hecho, fue el último cazador ballenero propiamente tal que
surcó las aguas chilenas. En esta sección se describen las actividades de esta
nave como un ejemplo de las operaciones de los cazadores balleneros típicos.
Tabla 1. Cazadores utilizados por la Empresa Macaya entre 1944 y 1983.
259
Colección Mocha Dick
La Figura 2 muestra a la embarcación INDUS–17 anclada en el Puerto de
San Vicente. La nave fue construida en los astilleros Smith’s Dock Co. Ltd.,
Middlesbrough, Inglaterra en 1945. Era un barco de 361 toneladas gruesas.
Sus dimensiones eslora/manga/calado eran 42.5m, 8.1m y 4.5m, respectivamente. En 1969 fue comprado por Macaya Hnos. a la empresa INDUS. Esta
embarcación dependía de la planta terrestre de Chome donde transportaba
las ballenas cazadas poniéndolas en sus costados, como era la norma de los
cazadores típicos, tal como se muestra en la Figura 3.
Figura 2. El cazador ballenero INDUS–17 en Bahía de San Vicente
(Foto Luis Pastene 1981).
Las Figuras 4, 5, 6 y 7 indican el área de operación del INDUS–17 durante la
temporada de 1977. Estos gráficos nos dan una idea general del movimiento
del ballenero durante el período de caza en ese año. Durante el mes de enero,
exploró áreas comprendidas entre los paralelos 36°25’ y 37°20’ S, alcanzando
al oeste la longitud 74°50’ W (Figura 4). Las especies cazadas en aquel mes, y
en el área delimitada, correspondían al cachalote y a la ballena boba (incluyendo probablemente una proporción desconocida de la ballena de Bryde, Balaenoptera brydei). En este periodo el INDUS–17 efectuó cuatro viajes, quedando
en evidencia su dependencia con la planta terrestre de Chome.
En los meses siguientes, es decir febrero y marzo, el área de exploración y caza
se desplazó hacia el norte (Figura 5) alcanzando en marzo los 35° 40’ S. Se
observa durante este período la ausencia de ballenas boba en los avistamientos
y capturas.
260
Balleneros del Sur
Figura 3. Ballenas de barba siendo transportadas a la planta de Chome, al costado de un barco cazador típico usado por la empresa Macaya Hnos. (Foto ArchivoMacaya Hnos.).
En el mes de abril, el movimiento latitudinal del barco ocurrió entre los 36° y
37° S. Continúa la ausencia de ballenas bobas en los avistamientos y capturas,
efectuándose sólo de cachalotes (Figura 6).
En el transcurso del mes de diciembre el cazador efectuó sólo una salida, desplazándose hacia el norte donde alcanza la latitud 34° 50’ S. Se observa en
este mes la presencia de ballenas boba (Figura 7). La Figura 8 muestra el número de horas de búsqueda efectiva del INDUS–17 en cada año del periodo
1977–1979 (datos obtenidos de las bitácoras, ver detalles en Pastene 1982). De
acuerdo con la figura, el cazador operó principalmente durante los primeros y
segundos trimestres del año.
Estos datos muestran que la actividad ballenera de los barcos cazadores típicos tenía un componente estacional, dependiendo de la distribución de las
ballenas en las cercanías de la planta de Chome durante su migración anual. El
INDUS–17 cesa definitivamente sus funciones en junio de 1979. En 1983 fue
hundido en Caleta Tumbes.
261
Colección Mocha Dick
Figura 4. Cruceros de caza y área de operación del cazador INDUS–17, enero de 1977.
La planta terrestre de Chome y sus líneas de producción.
Con la compra de los barcos balleneros JUAN–1 y JUAN–2 (Tabla 1), la empresa traslada la factoría desde la isla al continente. Después de un estudio
realizado por el mismo personal de la compañía, se elige la caleta ubicada al
sur de la Península de Hualpen, denominada Chome (36°40 ’S; 73°12’ W). Ya
en 1951 la planta estaba en condiciones de recibir las primeras ballenas para
ser faenadas. El personal que emigró desde isla Santa María sumaba alrededor
de 150 personas (con sus respectivas familias), este número fue disminuyendo
y en 1981 sólo quedaban 60.
262
Balleneros del Sur
Figura 5. Cruceros de caza y área de operación del cazador INDUS–17, febrero y marzo de 1977.
Todas las ballenas capturadas por los cazadores balleneros típicos eran transportadas a la planta de Chome para su procesamiento. La Figura 9 muestra la
planta de Chome durante el procesamiento de un cachalote.
De acuerdo con la utilización del cetáceo, existieron en la planta tres líneas de
producción: i) línea de carne; ii) línea de tocino; y iii) línea de huesos. La Figura 10 muestra el recorrido seguido por cada una de estas líneas de producción.
263
Colección Mocha Dick
Figura 6. Cruceros de caza y área de operación del cazador INDUS– 17, abril de 1977.
Los productos obtenidos y su aplicación se puntualizan a continuación:
a) Aceite de cachalote: utilizado como materia prima para la fabricación de
detergentes en la industria textil. También se empleaba en la fabricación de
productos para engrase de cueros y lubricantes de instrumentos de altas presiones;
b) Aceite de ballena de barba: se ocupaba para la fabricación de margarinas y
productos para la industria de curtiembre;
c) Carne de ballena de barba: era destinada al consumo humano debido a su
alto contenido proteico;
264
Balleneros del Sur
Figura 7. Cruceros de caza y área de operación del cazador INDUS–17 , diciembre de 1977.
d) Harina de carne de ballena: se utilizaba para la fabricación de alimentos
para aves y cerdos, no apta para el consumo humano;
e) Hueso de ballena: se vendía molido y era usado como abono.
Caza moderna ‘hibrida’
Macaya Hnos. introdujo esta modalidad sólo en los últimos años de su historia, desde 1977 en adelante. Este tipo de caza fue el único implementado en
1980 y 1981.
265
Colección Mocha Dick
Figura 8. Horas de búsqueda efectiva trimestrales de los cazadores INDUS–17 y JUAN–9, por año
durante periodo 1977–1981 (ver detalles en Pastene 1982). Área E es referida de acuerdo a lo indicado
en Figura 13.
En 1976, la empresa estimó necesario renovar su flota y mejorar los procedimientos de caza e industrialización del faenamiento de la ballena. Para ello
sus ejecutivos se ponen en contacto con Taiyo Fishery Co. Ltd., importante empresa pesquera japonesa a quienes le arriendan un barco de arrastre por popa,
bajo bandera panameña (PAULMY STAR N° 3), el cual es adaptado con un
cañón-arpón para cazar ballenas (Figura 11). Otras modificaciones menores
implicaron el recambio de los cables de acero del trawl camaronero por cables de nylon, para subir a bordo ballenas y/o remolcarlas. Las características
técnicas del barco así como los detalles de su adquisición y operaciones serán
presentadas en otro trabajo que se encuentra en preparación. El barco fue denominado posteriormente JUAN–9.
El barco fue construido en 1967 por Niigata Shipbuilding Co. en Niigata, Japón
como ORIENT MARU N° 2. Tenía un peso de 570 toneladas gruesas. Sus dimensiones eslora/manga/punta eran 53.2 m, 9.3 m y 3.8 m, respectivamente.
Las ventajas de la inversión por parte de Macaya Hnos. habrían sido:
a) El nuevo barco podía alcanzar una mayor velocidad, lo que implicaba mejores posibilidades de captura;
b) Aumento del radio de acción de la flota;
c) Menor costo de mantención que los otros cazadores existentes en aquella
época, lo que se traducía en un mayor número de días dedicados a la captura;
d) Permitía diversificar las actividades de la empresa sin duplicar la inversión,
266
Balleneros del Sur
Figura 9. Procesamiento de un cachalote en planta terrestre de Chome (Foto Archivo Macaya Hnos.).
ofreciendo la posibilidad de efectuar otras labores de pesca en los periodos sin
faenas de caza.
El Decreto N° 377, del 16 de septiembre de 1977, autoriza a Macaya Hnos. para
realizar faenas de caza de ballenas en aguas jurisdiccionales chilenas, con el
barco de bandera panameña denominado PAULMY STAR N° 3, bajo condiciones que allí se especifican.
El JUAN–9 podía cazar ballenas y subirlas a bordo (Figura 12), extraer la carne y congelarla en sus frigoríficos. No tenía sin embargo, las instalaciones de
los típicos barcos factorías para procesar otros productos de las ballenas. Por
estas razones no puede ser considerado un barco típico factoría sino algo intermedio entre un barco cazador y uno factoría más grande (semifactoría o
híbrido). Las principales características de esta nave aparecen señaladas en la
Tabla 1.
Con las características señaladas, el JUAN–9 poseía un área de operación mucho mayor que la del INDUS–17 y la de otros cazadores balleneros típicos
usados por Macaya Hnos. en el pasado e indudablemente sus probabilidades
de caza eran mayores.
La Figura 13 muestra las áreas de búsqueda y caza recorridas por el JUAN–9,
además expone el esfuerzo expresado en horas trimestrales de búsqueda efectiva empleadas por este barco durante los años 1977–1981. El cuadrante E, in267
Colección Mocha Dick
Figura 10. Esquema de líneas de producción, planta ballenera de Chome.
cluye datos del INDUS–17 en los años 1977–1979. La confección de esta figura
está basada en datos obtenidos de sus bitácoras y los criterios empleados para
ello fueron explicados por Pastene (1982).
268
Balleneros del Sur
Figura 11. El barco JUAN–9 en la Bahía de Coliumo (Foto Archivo Macaya Hnos.).
Figura 12. Subiendo una ballena de barba a bordo del JUAN–9 (Foto Archivo Macaya Hnos).
Teniendo en cuenta estos antecedentes, se puede puntualizar lo siguiente, en
relación a la Figura 13:
269
Colección Mocha Dick
Figura 13. Áreas de operación y horas trimestrales de búsqueda efectiva para el periodo 1977-1981,
aplicado por Macaya a través de su cazador JUAN–9. Las figuras de esfuerzo incluyen datos del INDUS– 17, el cual solo exploró el área geográfica denominada con la letra E durante 1977-1979.
a) El máximo esfuerzo es aplicado sobre la Zona 3 (Sur), durante los meses
de verano, donde se alcanza sobre el cuadrante E la cifra de 2.307 horas de
búsqueda efectiva.
b) El número de horas de búsqueda efectiva tiene su valor mínimo en la Zona
1 (Norte).
c) Durante los primeros trimestres, se aplica esfuerzo principalmente en las
áreas geográficas que no sobrepasan los 75° W, a excepción de la Zona 3. En
las zonas 1 y 2 (Central) el esfuerzo aplicado durante los primeros trimestres
es nulo en las áreas comprendidas al oeste de los 75° W.
270
Balleneros del Sur
d) Durante los segundos trimestres anuales, el esfuerzo es desplegado en las
tres zonas, en longitudes no superiores a los 75° W. Para el área comprendida
entre los 75° y 80° W se repite la misma tendencia con excepción de la Zona 1.
El máximo valor alcanzado por los segundos trimestres del periodo en estudio, aparece indicado en el cuadrante D (Zona 2).
e) El esfuerzo desplegado durante los terceros trimestres, es nulo en la mayoría
de los cuadrantes. Sólo se presentan registros en los cuadrantes I (Zona 2), H
(Zona 3) y E (Zona 3), pero los valores son bajos.
f) Los cuartos trimestres presentan un alto esfuerzo en la Zona 3, disminuyendo en la Zona 2 y presentando valores muy bajos en la Zona 1. El esfuerzo
desplegado en las áreas comprendidas entre los 80° y 85° W, queda representado sólo en estos trimestres en las zonas 1 y 2.
g) El esfuerzo aplicado durante los primeros trimestres es nulo en las zonas 1
y 2 en longitudes superiores a 75° W.
h) Para el periodo estudiado, los cuadrantes H y E (Zona 3) presentan esfuerzo
desplegado en todos los trimestres.
i) Es esfuerzo aplicado al sur del puerto de registro de los barcos (San Vicente),
tomado desde los 40° S es muy bajo, en comparación con el aplicado al norte
de ese punto.
A partir de estos datos, es claro que con la adquisición del JUAN–9 se expandió el área de operaciones de la empresa, pues el barco podía operar de forma
independiente a la planta de Chome. Por lo tanto, en alguna medida la nave
podía ‘seguir’ el patrón de movimiento de algunas especies de ballenas, lo
cual lo distinguía de los cazadores típicos que dependían de la cercanía de las
ballenas de la planta de faenamiento.
A diferencia del INDUS–17, el JUAN–9 cazó principalmente ballenas de barba, sobre todo ballenas bobas (incluyendo una proporción desconocida de
ballenas de Bryde). La totalidad de la producción de carne era destinada al
mercado japonés.
El último año de operaciones del JUAN–9 para la empresa Macaya Hnos. fue
en 1983, cuando cazó cuatro ballenas que fueron transportadas a la planta de
Chome. El barco fue hundido en el Puerto de Coronel en 1991.
271
Colección Mocha Dick
interacción macaya hnos. – nitto whaling
En 1967 Macaya Hnos. llevó a cabo operaciones balleneras en colaboración
con la empresa japonesa Nitto Whaling. Los japoneses aportaron tres barcos
cazadores: RYUHO MARU, RYUHO MARU N°3 y RYUHO MARU N° 5, los
cuales tuvieron como base la planta de Chome. Las operaciones conjuntas se
llevaron a cabo entre octubre de 1967 y marzo de 1968; las capturas involucraron ballenas de aleta, boba y cachalote. La carne de las ballenas de barba fue
reservada al mercado japonés mientras que el aceite y otros productos fueron
destinados al mercado nacional.
número de ballenas capturadas por macaya hnos. desde
1950
Entre 1950 y 1983 Macaya Hnos. capturó un total de 7.393 ballenas: 6.284 cachalotes, 200 ballenas azules, 284 ballenas de aleta, 562 ballenas boba (incluyendo una proporción desconocida de ballenas de Bryde), 3 ballenas de Bryde,
52 ballenas jorobadas y 8 ballenas franca (Allison 2009).
De acuerdo con estas cifras, la principal especie cazada por Macaya Hnos. a lo
largo de su historia fue el cachalote. Pastene y Quiroz (2010) recomendaron
una revisión más detallada de las estadísticas balleneras chilenas durante los
años 1977–1981, sobre la base de los datos disponibles en las bitácoras de los
barcos para ese periodo.
fin de la actividad ballenera de macaya hnos.
En julio de 1981, la empresa paraliza sus operaciones de caza y faenamiento
de ballenas en respuesta a la medida implementada por el Gobierno de Chile,
debido a fuertes presiones por parte de los Estados Unidos y grupos anti balleneros nacionales e internacionales, referida a la suspensión de dicha actividad.
A pesar de los graves problemas económicos la compañía continúa trabajando, ahora en faenas de pesca de arrastre, utilizando para ello la embarcación
JUAN–8 de características similares a las del JUAN–9, pero sin un cañónarpón en la proa.
Entre el 2 y el 15 de febrero de 1982 la empresa Macaya Hnos., con gran esfuerzo económico, financia un crucero de prospección ballenera usando el JUAN8, en el que participaron investigadores de la Universidad de Concepción.
Dicho crucero tuvo como área de investigación la zona comprendida entre
los 32° 00’ S y los 38° 00’ S, dentro del límite de la Zona Económica Exclusiva
(EEZ), y su principal objetivo era confirmar la presencia de la ballena de Bryde
en aguas del centro sur de Chile (Gallardo et al. 1983).
272
Balleneros del Sur
Las operaciones balleneras de la compañía recomenzaron en abril de 1983
pero sólo por un corto tiempo. En los meses de abril y mayo capturaron tres
ballenas de Bryde y una de aleta, las cuales fueron transportadas y procesadas
en la planta de Chome. Después de esas capturas las actividades balleneras de
la empresa cesaron definitivamente.
El esqueleto de la ballena de aleta permanece en el campus de la Universidad
de Concepción, como un testigo silencioso de las actividades balleneras que
la Compañía de Pesca y Comercio Macaya Hermanos, llevó a cabo por más de
un siglo.
Agradecimientos: El presente estudio estuvo basado principalmente en la información contenida en una tesis de pre-grado realizada en la Universidad de
Concepción bajo el patrocinio del Profesor Víctor A. Gallardo (Pastene 1982),
y en información original obtenida por el autor de los archivos de Macaya. El
autor agradece la valiosa información recibida del personal de Macaya en el
periodo 1981-83, en forma especial de Eduardo Olguín, Gerente de la empresa mencionada; de Luis Macaya, Administrador de la Planta de Chome; de
Jorge Macaya, capitán del barco JUAN-9 y de Raimundo Silva, piloto de esta
embarcación.
referencias bibliográficas
ALLISON, C (2009). IWC summary catch database Version 4.2. (Disponible del
IWC Secretariat).
CASTILLO, L (1906). La caza de la ballena en la Isla Santa María. Santiago:
Imprenta Cervantes.
GALLARDO, V. A., D. ARCOS, M. SALAMACA & L. A. PASTENE (1983).
On the occurrence of Bryde’s whale (Balaenoptera edeni Anderson 1878). In
an upwelling area off Central Chile. Rep. Int. Whal. Commn. 33: pp. 481–488.
HERNÁNDEZ, J (1998). Dónde viven las ballenas. Actividades balleneras en
isla Santa María y Chome del pionero Juan Macaya Aravena. Concepción: Editorial Aníbal Pinto S. A.
MARTINIC, M (1975). Adolfo Andresen, pionero de la caza ballenera chilena.
Boletín Informativo del Instituto Antártico Chileno, 5: 7–13.
PASTENE, L. A (1982). Análisis de las capturas de ballenas efectuadas por la
industria ballenera nacional en el sector del Pacifico Sur Oriental correspondiente
273
Colección Mocha Dick
a Chile y consideraciones de dicha industria y su desarrollo histórico. Tesis para
obtener el título de Biólogo Marino. Concepción: Universidad de Concepción.
PASTENE, L. A. & D. QUIROZ (2010). An Outline of the History of Whaling
in Chile. En International Center for Folk Culture Studies (eds). Human Culture from the Perspective of Traditional Maritime Communities, International
Symposium Report No. 1. págs. 73–98, Kanagawa: Kanagawa Shimbun Press.
QUIROZ, D (2012). Cazadores tradicionales de ballenas en las costas de Chile
(1850-1950). Santiago: Centro de Documentación de Bienes Patrimoniales.
QUIROZ, D. & L. A. PASTENE (2014). Norwegian whaling in Chile in the
20th Century and its influence on Chilean local communities. En Jan Erik
Rinstad (editor) Whaling & History IV, pp. 61-70. Sandefjord: Vestfold Museene IKS.
274
Balleneros del Sur
LA ExPLOTACIóN BALLENERA y LA SOBERANÍA DE
LOS MARES
UNA MIRADA DESDE LOS DEBATES PARLAMENTARIOS,
1950-1960
Nancy Nicholls
resumen
El artículo se centra en los debates parlamentarios que tuvieron lugar en la
década del 50 sobre las amenazas a la soberanía nacional que representaba la
explotación ballenera foránea en mares chilenos. A juicio de los parlamentarios, las compañías extranjeras que con sus flotas surcaban las costas de Chile
o buscaban establecerse en el territorio nacional, no reportaban ningún beneficio para el país, toda vez que estaban movidas por intereses comerciales
particulares. Si bien entendían que la cacería e industrialización de la ballena
por parte de compañías chilenas representaría un aporte para el problema de
la alimentación nacional, más allá de vagas y generales declaraciones, no centraron el debate en su fomento. Su interés estuvo puesto en la defensa de la
soberanía de los mares chilenos, particularmente en la Antártica, dejando de
lado el debate sobre las posibilidades que la industria ballenera nacional podía
tener para ayudar a solucionar el déficit alimenticio del pueblo chileno.
Palabras claves: Industria ballenera, Debates parlamentarios, Chile contemporáneo.
abstract
This article is based on parliamentary debates during the 1950s relating to the
threats to national sovereignty due to the presence of foreign whaling flotillas
in Chilean waters. The opinion of the parliamentarians was that the foreign
companies which followed the Chilean coast or sought to establish themselves
on land were of no benefit to the country, since they were motivated by private
commercial interests. Although the parliamentarians understood that whaling and the industrialisation of whale products by Chilean companies was
a contribution to the problem of national food supply, beyond vague and general declarations, they did not focus on the productive elements since at this
time the Chilean whaling companies had only started to process whale meat
on a small scale. Their principal interest was in the defence of the sovereignty
of Chilean waters, particularly Antarctica. By adopting this focus, they effectively left to one side the debate on the opportunities of the national whaling
industry to confronting the food shortages of the Chilean population.
Keywords: Whaling industry, Parliamentary debates, Contemporary Chile.
275
Colección Mocha Dick
chile y la explotación de los recursos marítimos en la
década del ’50
En la década de 1950, escaseaba la carne de vacuno en Chile y en el mundo
entero existía la noción que la población mundial estaba aumentando a mayor
velocidad que la producción alimenticia1. Chile por lo tanto debía importar
carne de vacuno, para suplir el déficit existente en el país. Sin embargo, los
recursos pesqueros no habían sido explotados de manera sistemática y significativa, de modo que a lo largo de la década, desde distintas tribunas se expuso que dicha explotación constituiría una solución al problema alimentario
del país. El mar fue visto como un gran manto inexplotado, rico en recursos
alimenticios, pero no sólo en razón de la gran diversidad de peces, moluscos
y crustáceos sino también por la existencia de distintas especies de cetáceos.
Por ejemplo, el senador Carlos Alberto Martínez a propósito de la riqueza
marítima chilena expresaba,… nuestro país, como se suele decir, ha desarrollado
su vida dando sus espaldas al mar2. Por su parte la revista Mar argumentaba:
Seguimos siendo un pueblo desnutrido que trata de alimentarse de carne que no
podemos producir, mientras el mar, -fértil e inmenso campo que no necesita riego-, espera que nos decidamos a obtener de él un rendimiento superior por hectáreas al mejor de los suelos3.
El 8 de septiembre de 1954, Exequiel González Madariaga, miembro del Senado de la República se refería de manera específica a la explotación ballenera:
El proceso de la caza de ballena tiene hoy día una importancia considerable, pues
constituye una fuente de alimentos y de materias primas extraordinaria. Nuestro
país por ejemplo, carece del sebo necesario para la transformación de todos los
elementos que necesita para su aspecto social y debemos importarlo en forma
constante. Como digo, la ballena puede proporcionar el sebo, no solo para usos
industriales, sino también para producir la margarina que, en Estados Unidos –si
no estoy equivocado– compite con el consumo de la mantequilla en términos más
o menos parecidos. Este es también uno de los aspectos que demuestra que la caza
de la ballena tiene considerable importancia4.
En aquella década, hubo interés por impulsar el desarrollo pesquero entre
otras razones, para fomentar el consumo de pescado entre la población, lo
1. Alejandro Valle señalaba en 1966: “Actualmente en Chile existe un déficit de producción de carne,
problema que viene desde hace muchos años debido a un estagnamiento de la masa ganadera. Este
problema se acentúa con el crecimiento demográfico del país”. Valle 1966, p.1.
2. Defensa de la Riqueza Marítima Chilena, Sesión 30ª, 8 de septiembre de 1954, Senado, Legislatura
Ordinaria.
3. Citado en Marangunic y Jaramillo, 1959, pp. 136-137.
4. Defensa de la Riqueza Marítima Chilena, Sesión 30ª, 8 de septiembre de 1954, Senado, Legislatura
Ordinaria.
276
Balleneros del Sur
cual no resultaba sencillo porque los chilenos estaban acostumbrados al consumo de carne de vacuno a pesar de sus altos precios. Pero no sólo se impulsó
el consumo de pescado, también hubo un intento de introducir la carne de ballena en el mercado nacional, de modo que se convirtiese en un sustituto de la
carne de vacuno. Esta iniciativa surgió de las empresas industriales que en la
época cazaban y comercializaban los productos de la ballena en Chile, es decir
INDUS S. A., y Macaya Hermanos. La carne de ballena había comenzado a
comercializarse en el país en los años 40 en muy reducida escala, pero fue en
la década siguiente, que se produjo un aumento en su producción, que estuvo
acompañado por campañas de difusión sobre los beneficios de su consumo así
como formas de preparación5.
De modo que, la alusión de González Madariaga a la explotación ballenera
como recurso destinado a la alimentación, es parte de una problemática que
se estaba discutiendo en ese momento. Pero que, sin embargo, no concitó una
atención considerable por parte del Estado, en el sentido de impulsar una política de pesca, caza, industrialización y finalmente consumo entre la población,
tanto de pescado como de carne de ballena como alternativas al consumo de
carne de vacuno. En el debate parlamentario puede verse que hay conciencia
de la importancia que reviste el problema de la alimentación en el país, sin
embargo el énfasis se traslada hacia otro punto: lo que concita el verdadero
interés de los parlamentarios en relación a la explotación pesquera y ballenera
es la soberanía del mar chileno.
la soberanía de los mares: el temor a la ‘piratería’
A lo largo de los años 50, la existencia de flotas balleneras de otras nacionalidades que surcaban los mares chilenos amenazando su soberanía, fue frecuente. En 1954, por ejemplo, se temía la llegada de una flota noruega para la
caza de ballenas comandada por el buque-fábrica ANGLO NORSE, también
llamado JANINA, cuyos barcos no estaban capacitados para la cacería en la
Antártica, pero sí para las costas del país; también se temía la venida de la flota
de bandera panameña compuesta por 16 barcos de Aristóteles Sócrates Onassis, ciudadano griego nacionalizado argentino, destinada a la cacería de la ballena, esta vez no sólo en las aguas chilenas sino también de Ecuador y Perú6.
En palabras del senador Martínez: Debemos destacar que si nuestros mares se
pueblan de barcos pesqueros y balleneros que desenvuelvan una intensa actividad
5. Así por ejemplo cuando la INDUS comenzó a vender carne de ballena en el mercado de Iquique,
difundió un recetario que enseñaba como prepararla, que incluía recetas de albóndigas, bifteaks, milanesas y empanadas de filete.
6. Explotación y Conservación de las Riquezas Marítimas del Pacífico Sur, Sesión 21ª, 10 de agosto de
1954, Senado, Legislatura Ordinaria.
277
Colección Mocha Dick
en sus respectivas labores, será evidente que estaremos haciendo una verdadera
policía marítima, y por lo tanto, se logrará ahuyentar a aquellos cazadores o pescadores a quienes, con tanto acierto, se denomina ‘piratas’ porque aprovechan
aquellas aguas litorales indefensas o desguarnecidas para arrebatar las riquezas
que a ellos no les pertenecen7.
El senador Ulises Correa por su parte fue todavía más explícito, a propósito de
la amenaza de la cacería de ballenas de la flota de Onassis, señalando al Senado
y dirigiéndose a su presidente: Como ve, señor Presidente, nos encontramos en
presencia de una amenaza franca a nuestra soberanía y a nuestras aguas jurisdiccionales8.
Estos temores llevaron a que los parlamentarios vieran con muy buenos ojos
la realización en agosto de 1952 de la ‘Conferencia sobre Explotación y Conservación de las Riquezas Marítimas del Pacífico Sur’, en la que participaron
Chile, Ecuador y Perú. Las declaraciones y acuerdos a que había dado lugar
la Conferencia fueron aprobados por el Congreso Nacional y luego ratificados por el Presidente de la República, Carlos Ibáñez del Campo9. Un punto
fundamental del acuerdo tripartito era lo que decía relación con la soberanía
del mar, que se estableció en 200 millas marinas, desde las respectivas costas, incluyendo el suelo y el subsuelo de esa zona marítima. De ese modo, se
ampliaba el límite de lo que se consideraba dentro de las aguas territoriales
nacionales que era de tres millas marinas -el alcance de los cañones del siglo
XVII- desde una nueva perspectiva jurídico- filosófica10.
El acuerdo tripartito consideraba también la explotación pesquera y ballenera,
señalando que las aguas del Pacífico que bañaban las costas de estos tres países, eran ricas en diversas especies de cetáceos, debido a la constitución de un
ambiente biológico especial. Por lo tanto, el convenio se propuso reglamentar
la pesca y caza marítima en las aguas del Pacífico Sur y crear una Comisión
Permanente de la Conferencia sobre los temas acordados.
7. Defensa de la Riqueza Marítima Chilena, Sesión 30ª, 8 de septiembre de 1954, Senado, Legislatura
Ordinaria.
8. Defensa de la Riqueza Marítima Chilena, Sesión 30ª, 8 de septiembre de 1954, Senado, Legislatura
Ordinaria.
9. Marangunic y Jaramillo, 1959, p. 61.
10. Mensaje del Ejecutivo en que se propone la aprobación de dos Declaraciones y dos Convenciones
sobre Explotación y Conservación de las Riquezas Marítimas del Pacífico Sur, Sesión 15ª, 27 de julio
de 1954, Senado, Legislatura Ordinaria. Los temas de ‘soberanía, mar territorial, mar adyacente y
derechos exclusivos de pesca’ seguían siendo fundamentales a principios de la década del ‘60, en el
marco del pacto tripartito entre Ecuador, Perú y Chile.
278
Balleneros del Sur
En 1954, el Senado de la República ratificó los acuerdos del convenio tripartito, argumentando que éste permitiría que Chile, junto a los otros dos países
firmantes, ejerciera la soberanía de su mares evitando la ‘piratería organizada’
movida por la codicia de diferentes empresas balleneras foráneas que llegaban
de tiempo en tiempo a las costas chilenas y sobre todo a territorio antártico,
explotando el recurso indiscriminadamente y llevándose todos sus beneficios.
Lo que motivaba el debate parlamentario sobre la cacería de ballenas, era fundamentalmente la necesidad de fijar la soberanía de los mares para evitar que
capitales extranjeros explotaran las riquezas marítimas sin aportar ningún
beneficio al país. Si bien había plena conciencia que los recursos marítimos
de las costas chilenas -peces, moluscos, algas y cetáceos- constituían un ‘patrimonio’ nacional, y este estaba siendo amenazado por las ‘explotaciones temerarias’ movidas por el lucro de las empresas extranjeras, no se proponía,
salvo referencias vagas y generales y por lo demás excepcionales, una política
ballenera que permitiera poner atajo a tal situación, sobre todo a través de la
explotación del recurso por parte de empresas nacionales. Así, por ejemplo, la
alocución del Senador Martínez, constituyó una excepción, abogando por la
defensa de la soberanía de los mares chilenos a través de convenios internacionales; el legislador además proponía que se organizara una Empresa Ballenera
Nacional, que disponga de una flota que la capacite para efectuar la caza del
cetáceo en gran magnitud, y realizar la justa explotación de la ballena dentro de
las aguas territoriales, antárticas chilenas y adyacentes11.
El Senador hacía referencia al territorio antártico porque este era particularmente sensible en términos de soberanía para el país. En la década del 50, la
explotación ballenera mundial estaba concentrada precisamente en el territorio antártico, siendo países como Noruega, Japón y Gran Bretaña, entre otros,
los principales cazadores y comercializadores de los productos balleneros12.
Chile, por su parte sólo explotaba la ballena en una proporción mínima respecto de la explotación mundial, y no lo hacía en la zona antártica. De esa
manera, los parlamentarios, así como algunas voces aisladas del mundo académico, abogaban por una explotación ballenera antártica, no sólo por sus
beneficios económicos, y específicamente alimenticios, sino también porque
de esa forma Chile ocuparía esos territorios y marcaría soberanía en el extremo austral13. José Pavisic, lo expresaba en las palabras finales de su tesis de
11. Defensa de la Riqueza Marítima Chilena, Sesión 30ª, 8 de septiembre de 1954, Senado, Legislatura
Ordinaria.
12. CORFO, 1955, p. 2.
13. El doble argumento es clarísimo en el discurso del senador Martínez,: Ahora bien, si Chile con
sus explotaciones balleneras y pesqueras contribuye a satisfacer las necesidades mundiales de grasa,
aceites y carnes, que actualmente agobian a la humanidad, evidentemente está efectuando una obra
de alcance internacional que afianza sus derechos soberanos en la Antártica Chilena. Defensa de la
Riqueza Marítima Chilena, Sesión 30ª, 8 de septiembre de 1954, Senado, Legislatura Ordinaria 1954.
279
Colección Mocha Dick
grado: Afianzada la soberanía en el Continente helado, tendremos un sector en
el cual nadie podrá disputarnos el derecho de la pesca del cetáceo (…) Nuestra
patria no es algo teórico o una especulación de la mente. Es algo cierto y real. La
patria somos nosotros, los chilenos. Es para este grupo humano que vive y muere
a este lado de la cordillera y mares polares para quienes deseamos ascensión en lo
espiritual y en lo material14.
La Sociedad Ballenera de Magallanes que operó en los mares australes y antárticos entre 1906 y 1916 fue valorada por diferentes intelectuales a lo largo
del siglo XX y principios del XXI, porque aún sin proponérselo, su actividad
de explotación comercial marcó soberanía, fijando los derechos de Chile en
territorio antártico, particularmente en islas como Decepción, cuyo dominio
en la época necesitaba ser reafirmado15. Cuatro décadas más tarde, de manera
similar, los parlamentarios entendían que una explotación ballenera antártica
contribuiría a afianzar la soberanía en los mares australes.
la soberanía de los mares: el temor a la “invasión
amarilla”
En julio de 1957, el Senado fue nuevamente escenario de un debate sobre el
peligro que podía representar para el país la penetración del comercio y la
industria foráneos en tierras chilenas. La discusión se inició a partir de una
solicitud de una empresa nacional, la Sociedad Pesquera del Sur, para una concesión de planta ballenera en la isla Santa María, en virtud de la cual vendría
al país un equipo de técnicos japoneses16.
La discusión fue iniciada por el Senador Isauro Torres quien aludió a su vez a
una denuncia realizada por dos ex miembros de la Armada Nacional: Almirante Carlos Torres Hevia, ex Comandante en Jefe de la Armada y ex Ministro
de Estado y Almirante Espina, en el sentido que sería de extrema gravedad
para la nación una concesión de ballenera en el sur del país.
El argumento de Torres se centraba en el peligro que revestía para el país tener
una concesión, con presencia japonesa, a 16 millas del puerto de Talcahuano,
la base naval más importante de Chile. El punto de partida de la intervención
senatorial se asemeja a las razones esgrimidas por los parlamentarios a propósito de la explotación de barcos balleneros extranjeros en aguas chilenas. Los
14. Pavisic, 1955, p. 78.
15. Nicholls, 2010, pp. 68-71.
16. Finalmente la Sociedad Pesquera del Sur S. A. no pudo establecer la planta ballenera proyectada,
ya que esta se hubiese situado a menos de 250 millas marinas de la planta ballenera de Macaya Hnos.
y de acuerdo al Decreto Nº 102 del Ministerio de Relaciones Exteriores de 9 de marzo de 1956, que
fijó el Reglamento de Permisos para la Explotación de las Riquezas del Pacífico Sur, esto no era legal.
280
Balleneros del Sur
parlamentarios en ese caso temían a lo que ellos denominaban piratería; en
este caso temían a la invasión amarilla (la expresión es textual). Sin embargo,
ambos argumentos pueden relacionarse al coincidir en el peligro que encierra
para la soberanía del país que las aguas chilenas sean ocupadas de una u otra
manera por intereses foráneos, en desmedro de lo nacional.
De hecho, no es un detalle que el senador se base en una denuncia hecha por
dos ex miembros de la Armada, sobre uno de los cuales, el Almirante Espina, el senador señala: ‘de quien los Parlamentarios guardamos el recuerdo de
patrióticas intervenciones en la Cámara de Diputados’17. Es decir, se recurre a
entendidos en materia de seguridad nacional y soberanía, uno de los cuales
además ha tenido en el pasado, a juicio del parlamentario, una ‘intervención
patriótica’.
La narrativa va tomando un carácter sorprendente, haciendo alusión a argumentos claramente racistas, a pesar de que la Sociedad Pesquera del Sur, en
conocimiento de la discusión parlamentaria hizo llegar una carta al Senado
en la cual expresaba que la vinculación con los japoneses se trataba sólo de
un contrato entre su sociedad y la Taiyo Fishery Co. Ltda.; y que vendrían al
país cuarenta inmigrantes japoneses, de los cuales treinta eran tripulantes de
barcos destinados a la caza de la ballena, y diez, ingenieros especialistas en el
rubro. De este total, sólo algunos de los ingenieros podrían traer a sus familias, en tanto que los treinta tripulantes, por disposición expresa del contrato
no podrían hacerlo.
La compañía argumentó además que la permanencia de los japoneses duraría
hasta que ellos hubiesen capacitado al personal chileno que los reemplazaría
en sus funciones. Recalcó además, que la venida de los inmigrantes asiáticos
estaba garantizada por el Comité de Inversiones Extranjeras, que condicionaba las inmigraciones a las leyes migratorias chilenas. Finalmente, señaló que
el aporte de la compañía japonesa ascendía sólo a US$ 600.000 y que el directorio, según el contrato, debería estar compuesto en su mayoría por chilenos,
lo cual, demostraba la intención, a juicio de la Compañía, de que se resguardaban los intereses nacionales. La carta terminaba señalando que creían haber
demostrado que no se trataba de una inmigración (“invasión“) japonesa.
Para el senador Torres parecía no haber argumento que valiera, frente a lo que
él denominaba ‘el peligro amarillo’. Argumentaba que detrás de una aparente
inocua presencia japonesa con fines comerciales, se escondía una pretensión
de política imperialista de Japón. Que además, se había caracterizado por actuar con sigilo y buen tacto haciendo gala de sus dotes diplomáticas para im17. Concesión de Bases Balleneras a Industriales Japoneses, Sesión 9ª, 2 de julio de 1957, Senado,
Legislatura Ordinaria.
281
Colección Mocha Dick
poner sus intereses. Torres indicó en la ocasión: Los japoneses tienen la norma
de conquistar voluntades útiles con regalos de sus embrujos orientales y de ello
hacen una elegante maestría asiática.
Refiriéndose a Saburo Nango, presidente en el año 1940 de la Asociación de
Exportadores y de Importadores para la América Latina, de origen japonés, el
congresista señala: (El señor Nango) era el prototipo del industrial- diplomático
japonés: de una aparente ductilidad, finísimo de modales y de gran obsequiosidad
(…) Había venido a Chile como simple agente comercial, suavemente insinuante,
pero trayendo en su cartera los documentos indispensables para tratar, llegado
el caso, los más importantes problemas de política comercial entre ambos países.
En aquella época, ya figuraba en la Cartera del señor Nango el problema de la
pesquería18. Continúa el senador, que pareciera estar narrando el guión hollywoodense de una película de espionaje en el marco de la Guerra Fría: Eran
los tiempos en que la casa ‘Hombo’ del Portal Fernández Concha, constituía el
cuartel de espionaje japonés en nuestro país. Los vendedores de aquella tienda
eran oficiales del Ejército, de la Marina, de la Gran Industria, hombres especialmente elegidos por su talento y su habilidad política. Nango sabía introducirse
a todas partes con una precaución de raza y, mientras inocentemente echaba su
anzuelo de caña de pescar en la costa viñamarina sus secuaces medían el fondo
de nuestros mares adyacentes y hacían los croquis de nuestras zonas defensivas.
La máquina fotográfica corría parejas con el anzuelo19.
En síntesis, para el senador la concesión ballenera solicitada, con participación
comercial y técnica japonesa, se convertiría en primer lugar en una estación
de espionaje. En segundo lugar, el peligro de permitir la concesión iba unido a
uno todavía mayor: la explotación ballenera de los japoneses en la Antártica.
Lo que interesa relevar aquí es que el debate sobre las implicancias socio-económicas para el país de una política pesquera y ballenera, pasaron absolutamente a segundo plano frente al debate sobre la ocupación extranjera del
territorio marítimo nacional. El propio Senador Torres, en una de las sesiones
en las que se discutió el problema, señaló que no le interesaba la temática de la
concesión ballenera en Talcahuano, en términos comerciales o industriales20.
18. Concesión de Bases Balleneras a Industriales Japoneses, Sesión 9ª, 2 de julio de 1957, Senado,
Legislatura Ordinaria.
19. Concesión de Bases Balleneras a Industriales Japoneses, Sesión 9ª, 2 de julio de 1957, Senado,
Legislatura Ordinaria.
20. Expresó el senador Torres ante la respuesta que su intervención tuvo por parte del senador Lavandero: “En primer lugar, no he querido referirme al problema de la concesión ballenera en Talcahuano
desde el punto de vista de su carácter comercial o industrial, materia que no me interesa tratar”.
Concesión de Bases Balleneras a Industriales Japoneses. Supuestos peligros de Inmigración Japonesa.
Oficio, Sesión 19ª, 6 de agosto de 1957, Senado, Legislatura Ordinaria.
282
Balleneros del Sur
conclusiones
Intelectuales y políticos chilenos, a lo largo del siglo XX y principios del XXI,
otorgaron un significado y un valor claves a la cacería de cetáceos de la Sociedad Ballenera de Magallanes en la zona austral del país; éstos tenían que
ver, entro otras cosas, con la ocupación de territorios australes y antárticos,
en un periodo en que los límites entre los países no eran claros y los mapas no
terminaban de configurarse. El recorrido de los mares australes y antárticos
por la flota ballenera de la Sociedad marcaba soberanía. De un modo similar,
cuarenta años más tarde, el Senado de la República de Chile seguía otorgando
valor a la explotación ballenera, en razón de la importancia geo-estratégica
(geo-política) vinculada a la soberanía en territorio marítimo nacional.
Sin embargo, este debate dejaba de lado otro tema tanto o más importante,
que tenía que ver con el desarrollo de la explotación e industria pesquera y
ballenera nacional, dentro de un marco de desarrollo industrial, particularmente relacionado con alimentación básica para la población.
Ante el vacío del Estado chileno- ya no sólo del ejecutivo sino también del poder legislativo- en términos de regulación, incentivos y políticas para explotar
los recursos del mar, las empresas anónimas, en este caso la INDUS y Macaya
Hnos., comercializaron casi exclusivamente aceite de ballena, siendo la carne
una explotación marginal, de poca monta y duración.
Así, la década del 50 no vio surgir entre la clase política un real interés por
fomentar la industria pesquera, y mucho menos, la industria ballenera, quedando el problema de la alimentación del pueblo, irresuelto. En la década siguiente, el Estado fomentaría el consumo de pescado e intentaría levantar la
industria pesquera, pero la explotación ballenera ya iba en retirada y, por lo
tanto, la posibilidad de que la carne del cetáceo se convirtiera en sustituto de
la carne de vacuno quedó en el olvido.
referencias bibliográficas
CORPORACIÓN DE FOMENTO DE LA PRODUCCIÓN (1955). Estudio sobre las posibilidades del desarrollo en gran escala de la industria de la ballena en
Chile. Santiago: Departamento de Industrias.
MARANGUNIC, A. & C. JARAMILLO (1959). La industria ballenera en Chile. Tesis para optar al título de Médico Veterinario de la Universidad de Chile,
Santiago: Universidad de Chile.
283
Colección Mocha Dick
NICHOLLS, N (2010). La Sociedad Ballenera de Magallanes. De cazadores de
ballenas a ‘héroes’ que marcaron la soberanía nacional, 1906-1910. Historia,
43: 41-78.
PAVISIC, J. B (1955). Antecedentes para una política ballenera antártica. Memoria para optar al Grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales. Santiago: Universitaria.
VALLE PAVEZ, A (1966). Cecinas blandas de carne de ballena. Tesis para optar
al grado de Ingeniero Agrónomo, Santiago: Universidad de Chile.
DOCUMENTOS DEL SENADO
Mensaje del Ejecutivo con el que este propone la aprobación de dos Declaraciones
y dos Convenciones sobre Explotación y Conservación de las Riquezas Marítimas
del Pacífico Sur, Sesión 15ª, 27/07/1954, Senado, Legislatura Ordinaria.
Explotación y Conservación de las Riquezas Marítimas del Pacífico Sur, Sesión
21ª, 10/08/1954, Senado, Legislatura Ordinaria.
Defensa de la Riqueza Marítima Chilena, Sesión 30ª, 8/09/1954, Senado, Legislatura Ordinaria.
Concesión de Bases Balleneras a Industriales Japoneses, Sesión 9ª, 2/07/1957, Senado, Legislatura Ordinaria.
Concesión de Bases Balleneras a Industriales Japoneses. Supuestos peligros de Inmigración Japonesa. Sesión 19ª, 6/08/1957. Senado, Legislatura Ordinaria.
284
Balleneros del Sur
POST SCRIPTUM: BITÁCORA DE UN DESEMBARCO
Patricio Toledo Araneda
Luego de una extensa travesía estamos en condiciones de informar del arribo
de Balleneros del Sur. Un libro que, desde distintas disciplinas y puntos de vistas, da cuenta de la caza y procesamiento de ballenas en diversas regiones de
América, tanto en las costas de los océanos Atlántico como del Pacífico, desde
el siglo XVII hasta el XX.
El libro presenta al menos tres características interesantes. Es un texto bilingüe: hay artículos en portugués y castellano, lo que es un acertado ejercicio
de acercamiento a una parte del continente casi desconocida en términos históricos y culturales. Los escritos incluidos son fruto de investigaciones muy
arduas, pues las fuentes disponibles para estudiar la caza de ballenas no son
muy abundantes. Y, posee una condición cronotópica; es decir, una misma
situación universal como es la caza de ballenas va a adquirir significativas
peculiaridades de acuerdo a cómo se produce el particular cruce de espacio,
tiempo y contexto cultural. En esta situación, Sudamérica aparece como un
continente complejo en el que se inscriben distintas tradiciones y prácticas
balleneras a lo largo del tiempo en diversos puntos de su extensa costa. Esa
diversidad, sin embargo, no oculta la presencia de regularidades que nos permiten pensar no sólo en la caza de ballenas como una actividad globalizada
sino también en que sus operaciones locales son interdependientes.
Es por ello que el concepto de cronotopo surge como un sugestivo intento de
análisis que viene a dar cuenta, de una manera prístina y compleja, que todo
acontecer humano se desarrolla en un tiempo y espacio específico, atravesado
por la cultura. Esto nos permite comprender la complejidad de la multiplicidad de voces, interpretaciones y construcciones de la realidad que emergen en
un mismo tiempo en distintos espacios. de un hecho en particular.
El cronotopo, es un concepto propuesto por el teórico literario ruso M. Bajtín
para entender la creación literaria más allá de su condición lírica en sí misma
y situarla en un contexto cultural y social que le entrega a las creación relevancia y trascendencia. El cronotopo nos remite a un tiempo y un espacio en un
contexto cultural determinado. Es la cultura, la impronta inicial de todo ser
humano y es en ella en la que se inician sus procesos identitarios. Es en ella en
la que se nace, se crece y se es. Este tiempo, en todos sus momentos importantes,
se localiza en un espacio concreto, se encuentra impreso en él; en el mundo […]
no hay sucesos, argumentos, motivos temporales que sean indiferentes en relación
con el determinado lugar espacial donde tienen lugar; no hay sucesos que podrían cumplirse en todas partes o en ninguna. En el mundo […] todo es tiempoespacio, el auténtico cronotopo” (Bajtin 1982: 356). Sin embrago, el cronotopo,
285
Colección Mocha Dick
para Bajtin, se extiende más allá de la literatura pues existen cronotopos de la
vida real, como por ejemplo el cronotopo del encuentro. El ordenamiento del
tiempo y el espacio en “unidades coherentes y cargadas de significado”, no se
realiza sólo en los textos literarios sino que también es un elemento fundamental de la vida social (Bajtin 1982).
Entrando de lleno a la revisión del itinerario, tenemos el primer texto del investigador español Felipe Valdés, Balleneros del Norte Rumbo al Sur, que nos
esboza el proceso de instalación de las primeras compañías balleneras en las
costas sudamericanas “antes de la independencia de las colonias”, entre los
siglos XVII y XVIII. Situación que se produce debido a la imposibilidad de
mantener la actividad en el Atlántico Norte. El autor distingue tres espacios
bien definidos donde operaron las compañías balleneras en nuestro continente: “las costas portuguesas del Brasil”, con la llegada de emprendimientos
vascos; “las costas españolas del Atlántico”, en la Patagonia (Argentina) y en
Maldonado (Uruguay) y “las costas españolas del Pacífico”, en Chile y Perú.
Se documentan además una serie de proyectos de actividades balleneras, que
por diversas razones, en su mayoría no fueron ejecutados.
Siguiendo una de las líneas planteadas por Valdés, la antropóloga uruguaya
Leticia D’Ambrosio estudia en detalle uno de estos proyectos, la formación de
la Real Compañía Marítima y su problemática implementación en “las costas
españolas del Atlántico”, con infraestructuras balleneras en Puerto Deseado,
Argentina, y Maldonado, Uruguay. La autora especifica que las principales razones que tuvo las Corona española para materializar ambos emprendimientos fueron tanto económicas como geopolíticas. Es decir, industrialización de
la caza y procesamiento de ballenas, y su posterior comercialización; además
de garantizar su soberanía en los mares del sur, en pugna con Inglaterra, Estados Unidos y Francia que buscaban también el control de aquellos territorios.
Sin embargo, una serie de reveses administrativos y objetivos inimplementados llevaron a la decadencia de la Real Compañía Marítima en la región. Pero
será la invasión inglesa de 1806 la que no sólo pondrá fin a su funcionamiento
sino también significará su desmantelamiento y destrucción.
Continuando con el derrotero por “las costas portuguesas del Brasil”, el historiador Wellington Castellucci estudia la influencia que tuvo la caza pelágica
desarrollada, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad
del XIX, por balleneros provenientes de la isla Nantucket, Nueva Inglaterra,
entre los balleneros locales de la isla de Itaparica, en la Bahía de Todos los Santos. Fijadas las coordenadas geográficas y temporales, el profesor Castellucci
nos plantea dos elementos que propiciaron el desarrollo, auge, y la riqueza de
esta actividad productiva. La primera, dice relación con el tipo de caza realizado en bahías protegidas. Y la segunda, es la incorporación de esclavos como
mano de obra básica de todo el proceso de caza y procesamiento de la ballena,
286
Balleneros del Sur
que harán de la actividad ballenera en Brasil tenga características singulares que la diferencia del resto del continente colonial. Los esclavos realizaban
labores tanto de remadores de chalupas hasta destazadores del cetáceo. De
acuerdo con las fuentes históricas revisadas para el trabajo, desde que se inició
el tráfico de esclavos africanos hacia América hasta su prohibición, de los cuatro millones de los esclavos que fueron introducidos en Brasil, muchos de ellos
tuvieron como destino final las factorías balleneras. El apogeo de este tipo de
industria ballenería, comienza a declinar a partir de la primera mitad del siglo
XIX, cuando Estados Unidos inicia una agresiva política expansionista, que
implica la incorporación de una nueva tecnología que permitía cazar y procesar las ballenas en alta mar.
Pudo haber sido un hecho más en la historia de la navegación y de la industria
ballenera, pero la travesía del barco inglés AMELIA de cruzar el Cabo de Hornos para cazar ballenas en 1788, significó para el historiador peruano Ramiro
Flores no sólo la apertura de una nueva ruta del tráfico ballenero sino que, este
suceso representó el inicio del fin del monopolio español de la navegación y
usufructo de las aguas del Océano Pacífico y del sistema colonial en el continente. Sin embargo, la irrupción de balleneros no españoles en los mares pacíficos fue parte de un proceso más amplio de los imperios europeos en busca de
nuevos dominios económicos y geopolíticos, que se inició unas décadas antes
con una serie de “vanguardistas” exploraciones científicas cuyos objetivos era
describir las áreas en blanco de los mapas y encontrar algunos productos que
pudieran sustentar cualquier proyecto de colonización territorial. Entre 1766
y 1795 se realizaron tres expediciones francesas, cinco inglesas y dos rusas
en distintos puntos del continente americano. Este nuevo contexto también
fue aprovechado por barcos balleneros norteamericanos, quienes a la larga
sobrepasaron a los ingleses en influencia y predominio en las actividades de la
industria ballenera durante el siglo XIX.
Avanzando hacia el extremo sur pacífico del continente, Paula de la Fuente
nos sitúa en los canales australes, entre los yaganes, quienes existieron durante mucho tiempo fuera de la influencia occidental y su relación con las ballenas
estaba regulada por “otra lógica”, definida por la subsistencia y el aprovechamiento circunstancial de ejemplares moribundos. El tiempo del relato podemos fijarlo en el siglo XIX y parte del siglo XX. Su transcurrir es registrado por
viajeros y naturalistas, principalmente por los misioneros anglicanos, tiene reminiscencias anteriores pre-occidentales que se quedaron con ellos, como dos
extremos temporales donde el eje articulador son las ballenas y otras especies
marinas. Nos plantea la importancia de los cetáceos en la vida social, ritual y
la cosmovisión de los grupos yagán; desde su mito de origen al impacto de la
escasez de mamíferos producto de la llegada de los barcos balleneros europeos
y yanquis, pasando por las relaciones de género y la participación de la mujer,
tanto yagan como europea, en la actividad marítima. Es interesante el uso de
287
Colección Mocha Dick
cierto tono especulativo en algunos pasajes del texto como estrategia narrativa para dejar entrever futuras y necesarias investigaciones.
Ya establecidos temporalmente en el siglo XX, un segundo cuerpo de artículos nos relata en contextos geográficos diversos distintas experiencias de la
actividad ballenera. En primer lugar tenemos el texto de Daniel Quiroz, quien
estudia la influencia que tuvieron las tradiciones balleneras estadounidense,
noruega y japonesa en el desarrollo de la caza de ballenas en Chile durante
el siglo XX, y de sus modelos tradicional, clásica y moderna, durante los casi
doscientos años que duró la actividad en el país. El autor pone como ejemplo
los distintos tipos de espeles o cuchillos de descuartizamiento que aquellas
tradiciones han dejado como huella material y simbólica de su influencia en
las operaciones balleneras chilenas.
Por su parte, la arqueóloga Fabiana Comerlato analiza la presencia en el nordeste de Brasil –particularmente en los poblados balleneros de Porto Santo y
Manguinhos, en la Bahía de Todos los Santos–, durante el mismo siglo XX
de dos modelos en la caza de ballenas, que llama artesanal e industrial, muy
semejantes a los modelos tradicional y moderno ya señalados por Quiroz. Durante tres siglos, nos explica la investigadora, la caza de ballenas fue una actividad que implicó un estrecho contacto entre los seres humanos y los animales. Una faena rodeada de dramatismo y destreza por parte de los timoneles,
arponeros y remeros navegando las costas en sus botes de vela. Sin embargo,
esta situación experimentó profundos cambios con la llegada de barcos de vapor equipados de cañones arponeros; lo que significó también la redefinición
de los roles sociales de los pescadores. A pesar de que el ideario de la modernidad impuso su racionalidad productiva y económica, siguieron existiendo
formas tradicionales de desarrollar la caza. La coexistencia de ambas culturas
balleneras no estuvo exenta de tensiones y conflictos entre las élites locales y
los nuevos empresarios extranjeros.
El trabajo de la historiadora argentina Victoria Nuviala, se presenta como un
de los más singulares de esta colección, por dos razones. Primero, porque describe un nuevo escenario que son “las costas antárticas” no registrado por
Valdés; y segundo, porque se refiere las narrativas relativas a los balleneros
industriales asentados durante la primera mitad del siglo XX en las islas Shetland del Sur, en pleno continente helado. No es una descripción o revisión
de una situación particular de la actividad ballenera sino un análisis de las
representaciones de la Antártida, definida como un escenario de naturaleza
extraordinaria a partir de lo que ella denomina las Master Narratives. Las que
podríamos entender como narraciones o ciertas miradas que resaltan características excepcionales en detrimento de otras oscureciendo a los actores, los
eventos y escenarios de la vida cotidiana. Siguiendo el derrotero de los balleneros antárticos la autora pretende abrir nuevos territorios de reflexión, pen288
Balleneros del Sur
sar la vida cotidiana que los balleneros industriales construyeron por más de
medio siglo en el continente antártico, lo cual significa meditar aquello que se
encuentra más allá de los relatos con los que hasta ahora la hemos conocido.
El último bloque de textos está compuesto por trabajos que abordan el tema
ballenero desde distintos lugares en la costa chilena en un tiempo más acotado. Los escritos se constituyen a partir de un interesante ejercicio metodológico. Violeta Berríos lo hace en la planta ballenera de Quintay, Valparaíso,
utilizando la historia de vida de un ballenero, José Barrios; Graciela González
estudia las operaciones de la planta ballenera de Bajo Molle, Iquique, a través
de la revisión de la prensa local, especialmente del diario El Tarapacá. Álvaro
Guerrero revisa las características del “último buque ballenero en aguas chilenas”, mediante una serie de entrevistas realizadas a sus tripulantes y a diversas personas que lo conocieron en actividad. Luis Pastene elabora un conjunto
de notas relacionadas con las operaciones de la empresa Macaya Hermanos,
“la empresa ballenera de más larga historia en Chile”, en gran parte producto
de sus propias experiencias de campo en 1982, cuando la empresa aún estaba cazando ballenas. La historiadora Nancy Nicholls se interesa en analizar
los discursos relacionados con la caza de ballenas surgidos en el parlamento
chileno en la década de 1950. Los debates legislativos fueron motivados por la
presencia en las costas chilenas de flotas balleneras extranjeras que amenazaban la soberanía nacional. Es interesante destacar que varias de estas sesiones
son motivadas por el “miedo” de una supuesta “invasión amarilla”, los argumentos llegan al paroxismo nacionalista al establecer que la posible participación comercial y técnica japonesa en la industria ballenera nacional se convertiría en una estación de espionaje. A pesar de las sesiones, argumentaciones
y discursos no se concretó una ley de promoción de la industria ballenera ni
tampoco del consumo de su carne.
Como punto final de esta bitácora, es importante destacar que este libro surge
como el resultado del intercambio de ideas y experiencias de investigaciones
sobre la historia y la cultura de la industria ballenera en Sudamérica. Este es el
primer intento de, esperamos, varios más que permitan completar el escenario de esta actividad productiva e incorporar algunos temas que no pudieron
ser tratados en esta oportunidad. El desafío es interesante y queda planteado.
referencias bibliográficas
BAJTIN, M (1989). Las formas del tiempo y el cronotopo en la novela. Ensayos
de poética histórica. En Teoría y Estética de la Novela, pp. 237 -409. Madrid:
Taurus.
BAJTIN, M (1982). De los apuntes de 1970-1971. En Estética de la creación
verbal, pp. 354-380. México: Siglo XXI.
289
Balleneros del Sur
LISTA DE COLABORADORES
VIOLETA BERRíOS HUSS, Antropóloga, Universidad de Chile. Estudiante,
MA en Educación, University of Melbourne, Victoria, Australia.
Líneas de Investigación: Historia oral; Método biográfico; Antropología de la
educación.
WELLINGTON CASTELLUCCI JúNIOR, Historiador, Universidade del
Estado de Bahia. Doctorado en Historia Social, Universidade de São Paulo,
Brasil. Profesor de Historia de América Latina, Universidade Federal del Recôncavo da Bahia.
Líneas de Investigación: Esclavitud en siglo XIX en Bahia; Poblaciones costeras
y ribereñas del Brasil.
FABIANA COMERLATO, Arqueóloga, Doctorado en Historia de las Sociedades Ibéricas y Americanas, Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande
do Sul, Porto Alegre, Brasil. Profesora de Historia de Brasil, Universidade Federal do Recôncavo da Bahia.
Líneas de Investigación: Historia de la pesca de ballenas; Arqueología histórica,
Musealización; Arte rupestre.
LETICIA D’AMBROSIO, Antropóloga, Universidad de la República Oriental
del Uruguay. Estudiante de Doctorado en Antropología Social, Universidad
Nacional de San Martín, Buenos Aires, Argentina. Profesora Centro Universitario de la Región Este, Universidad de la República, Maldonado, Uruguay.
Líneas de Investigación: Antropología y Medio ambiente; Patrimonio e identidad; Antropología y políticas educativas
PAULA DE LA FUENTE STRANGER, Antropóloga, Universidad de Chile.
Magíster en Estudios de Género, Universidad de Chile. Estudiante de Doctorado en Historia, Universidad Católica de Chile.
Líneas de Investigación: Género; Etnicidad; Patrimonio; Espacios marítimos y
ribereños.
RAMIRO FLORES, Historiador, Pontificia Universidad Católica del Perú.
MA en Historia, Stanford University, Estados Unidos. Estudiante Doctorado
en Calidad Ambiental, Universidad Feevale, Porto Alegre, Brasil.
Líneas de Investigación: Historia Ambiental y Económica, Comercio y finanzas
coloniales; Historia de los recursos biológicos marinos en el Perú. Gestión de
recursos hídricos en el sur de Brasil.
GRACIELA GONZÁLEZ COREI, Antropóloga, Universidad Arturo Prat,
Chile. Profesora Universidad del Pacífico, Melipilla y Universidad de las Américas, Santiago, Chile.
291
Colección Mocha Dick
Líneas de Investigación: Salud Intercultural; Patrimonio y fiestas tradicionales
del norte de Chile; Caza de ballenas en el norte de Chile.
ÁLVARO GUERRERO, Antropólogo, Universidad de Chile. Investigador independiente.
Líneas de Investigación: Antropología y diseño; Literatura y caza de ballenas;
Los japoneses y la caza de ballenas en Chile.
NANCY NICHOLLS, Historiadora, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Ph. D en Sociología, Universidad de Essex, Reino Unido. Profesora Universidad Academia de Humanismo Cristiano y Pontificia Universidad Católica de
Chile.
Líneas de investigación: Historia y memoria; Historia oral, Historia contemporánea de Chile.
VICTORIA NUVIALA ANTELO, Arqueóloga, Universidad de Buenos Aires.
Estudiante Doctorado en Antropología, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Profesora Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad
de Buenos Aires, Argentina.
Líneas de Investigación: Arqueología histórica; Narrativas antárticas; Narrativas balleneras; Tecnologías del cuerpo y Género.
LUIS A. PASTENE, Biólogo Marino, Universidad de Concepción. Doctor en
Biología, Universidad de Tokio, Japón. Investigador de la División de Prospección e Investigación, Instituto de Investigaciones Cetáceas, Tokio, Japón.
Líneas de investigación: Genética poblacional de ballenas de barba; Distribución y movimiento de ballenas de barba; Historia ballenera de Chile y Sudamérica.
DANIEL QUIROZ, Antropólogo, Universidad de Chile. Doctor en Historia,
Universidad de Chile. Profesor Universidad de Chile y Universidad Academia
de Humanismo Cristiano.
Líneas de Investigación: Antropología e Historia de la caza de ballenas; Etnografía histórica; Adaptaciones costeras e insulares; .
PATRICIO TOLEDO ARANEDA, Antropólogo, Universidad de Chile. Editor
independiente.
Líneas de Investigación: Pueblos originarios, Etnografía, Cultura y medio ambiente, Historia contemporánea.
FELIPE VALDÉS HANSEN, Historiador, Universidad de Santiago de Compostela. Doctor en Historia, Universidad de Santiago de Compostela.
Línea de Investigación: Historia de la actividad ballenera en España desde la
Edad Media hasta el siglo XX.
292