Marco Teórico
Atención y reparación integral a las víctimas
-La Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas es una institución
creada en enero de 2012 a partir de la Ley 1448 (sobre víctimas y restitución de tierras), por la
cual se dictan medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto
armado interno. La Unidad para las Víctimas busca el acercamiento del Estado a las víctimas
mediante una coordinación eficiente y acciones transformadoras que promuevan la participación
efectiva de las víctimas en su proceso de reparación. Se encarga de coordinar las medidas de
asistencia, atención y reparación otorgadas por el Estado, como de articular a las entidades que
hacen parte del Sistema Nacional para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas
(SNARIV), la cual es una entidad del orden nacional con autonomía administrativa y patrimonial,
que pertenece al sector de la inclusión social y la reconciliación liderado por el Departamento de
la Prosperidad Social (DPS). (GOV.CO. Reseña de la Unidad).
-La Ley 1448 de 2011 creó en Colombia un completo sistema para proteger, asistir,
atender y reparar integralmente a las víctimas del conflicto en el país. Como nunca antes en la
historia del país, todas las instituciones del país se han puesto en marcha para ayudarles a sanar
las heridas que les han dejado varias décadas de conflicto armado. La reparación integral a las
víctimas implica no sólo una indemnización monetaria o la restitución de unos bienes, sino un
acompañamiento del Estado en materia de educación, salud, vivienda, programas de empleo y
generación de ingresos, entre otros, así como acciones para devolverles su dignidad, su memoria,
recuperar la verdad y crear las condiciones para que hechos como los que sufrieron no vuelvan a
repetirse. La Ley ampara no sólo a quienes sufrieron desplazamiento forzado, despojo o
abandono forzado de tierras sino también homicidio, secuestro, tortura, desaparición forzada,
reclutamiento de menores, minas antipersona y delitos contra la libertad sexual.
Así mismo, tiene en cuenta un enfoque diferencial pues reconoce que las personas que por
su edad, género, grupo étnico, o situación de discapacidad han sufrido con mayor rigor los
efectos del conflicto, deben recibir igualmente un tratamiento especial en materia de atención,
asistencia y reparación. (GOV.CO. ABC de la ley).
-¿Qué es la reparación a las víctimas?, La reparación comprende cinco tipo de medidas:
restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición. La víctima
accederá a una o varias de estas medidas dependiendo de los daños sufridos y del tipo de hecho
violento que la afectó. Es un deber del Estado y es un derecho de las víctimas afectadas por las
infracciones al Derecho Internacional Humanitario y/o las violaciones graves y manifiestas a los
Derechos Humanos, ocurridas con ocasión del conflicto armado interno, que han sufrido daños
severos en sus vidas, su integridad, su patrimonio, sus proyectos de vida personales, familiares y
profesionales. Propende por reconocer el daño causado, contribuir a la reconstrucción del
proyecto de vida, devolver a la víctima su estatus y la garantía de sus derechos, dependiendo del
sufrimiento particular, de la visión del entorno y del sentido de justicia que cada una de ellas
pueda tener, pero mejorando su nivel de Goce Efectivo de Derechos –GED La reparación integral
comprende 5 medidas, cada una de estas medidas es implementada por las entidades que
conforman el Sistema Nacional de Atención y Reparación Integral a las Víctimas - SNARIV. Las
medidas de reparación pueden ser individuales, colectivas, materiales, morales o simbólicas.
Restitución: Medidas que buscan el restablecimiento de la víctimas a la situación en que
se encontraban antes de que ocurriera el hecho violento. Además de la restitución de tierras, se
adelantarán medidas de restitución de vivienda y se promoverán capacitaciones y planes de
empleo urbano y rural para lograrlo.
Indemnización: Dependiendo del hecho sufrido, las víctimas recibirán una compensación
económica por los daños sufridos, a título de indemnización administrativa.
Rehabilitación: Consiste en la atención de carácter jurídico, médico y psicológico y social
dirigidos al restablecimiento de las condiciones físicas y psicológicas de las víctimas.
Medidas de satisfacción: Estas medidas buscan proporcionar bienestar y contribuir a
mitigar el dolor de la víctima, a través del restablecimiento de la dignidad de la víctima y difusión
de la verdad sobre lo sucedido.
Garantías de no repetición: El Estado debe implementar una serie de medidas con el fin
de garantizar que no se repitan las violaciones a los derechos humanos, ni las infracciones al DIH
que generaron la victimización. (GOV.CO. (2020)- ¿Qué es la reparación a las víctimas?) .
-Según el jurista Juan Méndez la importancia de las memorias de víctimas radica en: El
esclarecimiento de sucesos que han sido deliberadamente mantenidos en las sombras, la
valoración de la verdad por encima de las mentiras y el reconocimiento de que las víctimas de los
abusos de poder merecen que sus sufrimientos sean recordados (Perotin-Dumon 2007, 3). En
Colombia, donde las iniciativas que valoran la memoria de las víctimas han sido escasas y en
muchas ocasiones coordinadas por una razón utilitarista. Sólo a partir de le Ley 975 de 2005 (Ley
de Justicia y Paz) y en el contexto de la desmovilización de paramilitares, el Estado creó la
CNRR que delegó al Grupo de Memoria Histórica, en la actualidad Centro de Memoria Histórica
(CMH), para realizar informes sobre las razones del surgimiento y evolución de los grupos
armados ilegales. El objetivo de CMH es construir ''memoria histórica del conflicto armado a
partir de casos emblemáticos'' (Sánchez et al. 2009, 24), produciendo textos que evidencien
hechos violentos sufridos por las víctimas como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones
forzadas, torturas, despojos de tierras y desplazamientos forzados entre otros crímenes realizados
por los actores armados.
El CMH como una síntesis de todas sus producciones publicó el informe ¡Basta ya!
Colombia: memorias de guerra y dignidad (2013), allí se reconoce el valor que tiene la memoria
en un país que continúa en conflicto, marcándose la diferencia con procesos de recuperación de
memoria histórica vividos en otros países en postconflicto. El informe muestra que desde 1958
hasta 2012 han habido 220.000 víctimas mortales a causa del conflicto armado interno vigente en
el país (Sánchez et. al 2013, 20). Otro archivo de recuperación de memoria histórica de víctimas,
en este caso de crímenes de Estado, es Proyecto Colombia Nunca Más (2012), del Movimiento de
Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). También está el trabajo Tácticas y estrategias para
contar. Historias de la gente sobre conflicto y reconciliación en Colombia (2010) del Centro de
Competencia en Comunicación para América Latina que les ha otorgado voz a las víctimas en la
lucha por la divulgación de testimonios frente a centros de poder imperantes como organismos
del Estado y los medios masivos de comunicación (Franco, Nieto y Rincón 2010, 6). Existen
otras iniciativas que resaltan el papel de mujeres víctimas del conflicto como La Red de Mujeres
Narrar para vivir, de la Red Nacional de Iniciativas de Paz y contra la Guerra (REDEPAZ); El
Instituto de Mujeres por la Paz (IMP) que ha recogido testimonios libres de mujeres antes del
2005 y que a partir de la Ley de Justicia y Paz, más de la mitad de las mujeres se negaron a seguir
participando por el temor a las persecuciones contra sus vidas; Si bien existen otros trabajos sobre
recuperación, construcción y divulgación de las memorias, se ha generado una delicada tendencia
del Estado en liderar o vigilar estos procesos por ser un actor del conflicto en cuanto a su acción
y/o omisión. La CNRR ha promovido que la ''memoria histórica'' sea un escenario para el
diálogo, la negociación y el reconocimiento de las diferencias con miras a un proyecto
democrático e incluyente de superación del conflicto armado, así como la búsqueda de verdad,
justicia y reparación en un contexto de reconciliación nacional (Sánchez et al. 2009, 26). (Acuña,
Y. G. (2012)).
-La atención psicosocial a víctimas del conflicto armado en Colombia ha sido un proceso
en el que han participado instituciones del Estado y organizaciones civiles desde diversas
perspectivas y atendiendo a diferentes intereses. La justificación para adelantar acciones dirigidas
a mitigar los impactos de la violencia por el conflicto armado en nuestro país es más que
evidente. De acuerdo con las cifras oficiales, hasta noviembre de 2014 el número de víctimas
registradas era superior a siete millones (Unidad para la atención y reparación integral a las
víctimas, 2014a). Esto quiere decir, que el impacto de la violencia ha alcanzado de manera
directa a más del 15% de la población del territorio colombiano. La cifra por sí misma es
sorprendente, sin embargo, no logra transmitir la complejidad de la tragedia, pues los efectos de
la exposición a los hechos de violencia son tan variables como los sujetos que se han visto
sometidos a dichas situaciones. Iniciativas estatales para la atención psicosocial a víctimas del
conflicto armado: Como señalamos con anterioridad la ley de víctimas y restitución de tierras
propone de manera explícita que la atención a las víctimas debe adelantarse con enfoque
psicosocial. Así, encontramos que la ley de víctimas se refiere a la atención como "la acción de
dar información, orientación y acompañamiento jurídico y psicosocial a la víctima, con miras a
facilitar el acceso y cualificar el ejercicio de los derechos a la verdad, justicia y reparación"
(Colombia, 2012, p. 36). En este orden de ideas, lo psicosocial es entendido como uno de los
componentes de la atención, específicamente hace parte de las medidas de rehabilitación, sin
embargo se advierte que dicho componente deberá ser permanente y transversal durante el
proceso de reparación.
De manera más específica, el ministerio de salud y protección social (2013a y 2013b) y la
unidad para la atención y reparación integral a víctimas (2014b), se refieren a los fundamentos
del enfoque psicosocial para señalar sus principales características. Entre ellas se destaca que el
enfoque psicosocial es ubicado como el resultado de la experiencia de acompañamiento a
poblaciones afectadas por eventos generados en contextos de violencia sociopolítica,
particularmente en el contexto latinoamericano. De esta manera, el enfoque está orientado al
restablecimiento de los derechos vulnerados y la reivindicación de la dignidad de los sujetos
afectados por los hechos de victimización. Para avanzar en ese sentido, el enfoque psicosocial se
orienta por una apuesta ética en la relación con las víctimas que se fundamenta en el
reconocimiento de la capacidad de agencia y la despatologización del sufrimiento. Esta apuesta
es presentada por la unidad para la atención y reparación integral a víctimas a partir de tres
premisas que son:
- La primera premisa está orientada a contemplar que las expresiones de sufrimiento han
sobrevenido como respuestas normales frente a los eventos anormales propiciados por los
hechos violentos en el marco del conflicto.
- La segunda premisa, en estrecha relación con la anterior, se refiere al reconocimiento de los
recursos propios con los que cuentan los sujetos y las comunidades afectadas por hechos de
victimización, incluso más allá del sufrimiento provocado por las acciones violentas. Es decir,
se trata de considerar a las víctimas como sujetos que no solamente están sufriendo, sino que
cuentan con recursos para afrontar su situación actual de vida, lo que implica también
reconocer que los hechos de victimización no son el referente estructural que define su
situación actual, sino que tienen el valor de variables en una cadena de acontecimientos
históricos que constituyen la vida de un sujeto o una comunidad.
- La tercera premisa está fundamentada en el enfoque psicosocial de dignificación y
reconocimiento, y sienta las bases para el principio de corresponsabilidad en el marco de los
procesos de atención a las víctimas. Se trata del reconocimiento de que "todas las personas
pueden hacer algo frente al sufrimiento de los otros" (Unidad para las víctimas, 2014b, p. 11),
es así como, las acciones dirigidas a los sujetos afectados por hechos de victimización tienen
el carácter de reivindicar la dignidad que les fue arrebatada por las acciones de violencia.
(Moreno Camacho, M. A., & Díaz Rico, M. E. (2016)).
-El conflicto armado en Colombia, según la Red Nacional de Información (2017) con
corte a 01 de Noviembre de 2017, ha dejado más de ocho millones y medio de víctimas en el país
y daños de diversa índole. El Grupo de Memoria Histórica (2013) ha clasificado los daños del
conflicto armado en Colombia en cuatro categorías: daños emocionales y psicológicos, daños
morales, daños políticos y daños socioculturales. Los daños emocionales y psicológicos impactan
la salud mental de las víctimas puesto que las situaciones a las que han estado expuestas en el
marco del conflicto han dejado heridas emocionales difíciles de sanar. Los hombres, las mujeres,
los niños, los adolescentes y los adultos mayores tuvieron que presenciar el asesinato de sus
familiares, tortura, sufrieron amenazas, encierros, reclutamientos forzados, violaciones a sus
cuerpos y a su dignidad y también la pérdida de sus bienes materiales y culturales. Estas
situaciones dejaron huellas emocionales profundas y un detrimento de los recursos psicológicos
de las víctimas. Entre ellas se encuentra el miedo como una de las emociones más constantes y
generalizadas en la población. El miedo, paraliza y mortifica a las personas y les impide seguir
adelante con las actividades propias de su vida como salir de casa, andar por el campo, reunirse
con las amistades y además limita el surgimiento y consolidación de iniciativas familiares y
comunitarias como proyectos productivos o culturales. Además del miedo, las victimas también
experimentaron angustia, rabia e impotencia, culpa y una diversidad de emociones que indican
que hay una afectación emocional y psicológica derivada de la exposición a situaciones
terroríficas que superaron la capacidad de los hombres y de las mujeres para afrontar estos
hechos. Las manifestaciones más frecuentes de los daños psicológicos referidos por las víctimas
son alteraciones del sueño, depresión, angustia y somatizaciones (GMH, 2013). Las
victimizaciones sufridas por las personas en el conflicto armado han afectado su salud mental. De
acuerdo con Campo-Arias, Oviedo & Herazo (2014) se puede considerar como un problema de
salud pública, puesto que impactan de forma significativa el bienestar psicológico y la calidad de
vida de las víctimas no solo a nivel individual, sino también a nivel familiar, comunitario e
institucional. En consonancia con lo anterior, el Estado ha desarrollado estrategias de atención
derivadas de la ley 1448 de 2011 o ley de víctimas como el PAPSIVI para todas las personas que
han sido afectadas por el conflicto armado interno en Colombia con el propósito de hacer efectivo
el goce de sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación con garantía de no repetición (ley
1448 de 2011). Tras siete años de promulgación de la ley y del desarrollo de un conjunto de
medidas judiciales, administrativas, sociales y económicas es importante, para mirar hacia una
etapa de implementación de los acuerdos de paz con las FARC, conocer el estado de la salud
mental de las víctimas del conflicto armado en Colombia. Para este propósito se desarrolló la
investigación Bienestar Psicológico, Calidad de Vida y Apoyo Social Percibido en víctimas del
conflicto armado en Colombia. (Vásquez-Campos, J. H., Echeverri-Londoño, M. C., Moreno-Correa, J.
C., Carrasco-Tapias, N. E., Ferrel-Ortega, F. R., & Ferrel Ballestas, L. F. (2018)).
-Las víctimas de desaparición forzada, los torturados, los secuestrados, las mujeres y
niños víctimas de abuso sexual, los que han sido víctimas de reclutamiento forzado, los que han
visto a sus familias desintegradas y desarraigadas, los que están en el exilio, las miles de vidas
perdidas. Estas formas de victimización son el producto de diferentes tipos de violencia, entre las
que se destaca la violencia propia del conflicto armado entre el Estado; la fuerza pública, las
llamadas “guerrillas” y otros actores armados como los grupos “paramilitares”. En este contexto
preocupa, el nivel de degradación que han alcanzado los diferentes actores armados en sus
estrategias de guerra, que en la mayoría de los casos comprometen a la población civil. A pesar
de que en Colombia existe un reconocimiento jurídico para las víctimas por parte del Estado, no
hay aún un reconocimiento social de su condición. Prevalece un “estado de indiferencia” y
exclusión frente a un importante sector de esta población, especialmente hacia grupos
vulnerables: campesinos, indígenas y comunidades afro-descendientes, que están en una
condición de precariedad políticamente inducida, en la que padecen de falta de redes de apoyo
sociales y económicas, y por tanto, están diferencialmente más expuestas a los daños, la violencia
y la muerte. Estos grupos vulnerables se hallan en serio peligro de enfermedad, pobreza, hambre,
desplazamiento y exposición a la violencia. Este fenómeno es definido por M.S.F. (2010) como
«violencia cultural», que se asocia, en el contexto colombiano, a un proceso de
instrumentalización de la condición de las víctimas, en función de intereses económicos, políticos
y militares. Dicho proceso ha consistido en reconocer y visibilizar públicamente las narrativas e
imágenes del sufrimiento de cierto “tipo de víctimas”, en contraposición al borramiento, e
incluso, la condena pública, que se ha hecho de “otras víctimas”.
Según Díaz (2009), en Colombia existe, de manera tácita, una especie de estatus para las
víctimas, lo cual se configura en “una taxonomía perversa que categoriza a las víctimas como
víctimas buenas y víctimas malas, víctimas pobres y víctimas ricas, víctimas para legitimar y
víctimas para ocultar, víctimas para reparar y víctimas para olvidar”. A pesar del reconocimiento
jurídico dado por el Estado a las víctimas y a la existencia de numerosas organizaciones,
asociaciones de víctimas, medios alternativos de comunicación, entre otros, que trabajan por la
defensa y promoción de sus derechos, a cierta población de víctimas, (especialmente grupos
vulnerables de campesinos, indígenas y comunidades afro-descendientes), se le ha intentado
“despojar de su dignidad”, muchos han pretendido hablar en su nombre e instrumentalizar su
sufrimiento. La responsabilidad moral y política, frente a los que han sido víctimas, debe
pensarse entonces, a partir del reconocimiento de la dependencia mutua y de la vulnerabilidad
ante el sufrimiento y la violencia que, en buena medida, define nuestras vidas. Estas condiciones
constituyen, en esencia, los vínculos que nos unen a los demás. En este sentido, la disposición
ética más elemental, frente a la condición de la víctima es el cuidado, el cual pasa, como lo señala
Butler, por preservar las condiciones materiales, culturales y morales que hacen posible sostener
la vida de los otros. (Hernández, R. P. (2013)).
-ASPECTOS RELEVANTES SOBRE EL RECONOCIMIENTO DE LAS VÍCTIMAS Y
DE LOS VICTIMARIOS: ¿Qué es una víctima?: Dispone la Ley de Víctimas y Restitución de
Tierras: Artículo 3. Se consideran víctimas, para los efectos de esta ley, aquellas personas que
individual o colectivamente hayan sufrido un daño por hechos ocurridos a partir del 1.° de enero
de 1985, como consecuencia de infracciones al Derecho Internacional Humanitario o de
violaciones graves y manifiestas a las normas internacionales de Derechos Humanos, ocurridas
con ocasión del conflicto armado interno. Con relación a las medidas e instrumentos protectores
de los derechos de las víctimas, la jurisprudencia de la Corte Constitucional, en la sentencia C-
781 de 2012, expresó: Para la Corte resulta claro que la respuesta a este problema jurídico ya ha
sido dada por la jurisprudencia constitucional al examinar distintas normas y circunstancias
relacionadas con el concepto de "conflicto armado interno", los deberes estatales frente a las
víctimas en términos de prevención, atención y protección y sus derechos a la verdad, a la
justicia, a la reparación y la garantía de no repetición. En consecuencia, procederá la Sala Plena a
recordar brevemente la jurisprudencia relevante sobre (i) la compatibilidad de la delimitación del
concepto de víctima con el derecho a la igualdad para efectos de adoptar medidas especiales en
su favor; (ii) la concepción amplia de conflicto armado interno para resolver, sobre la
constitucionalidad de la expresión "con ocasión del conflicto armado". Es importante resaltar en
este maco que la igualdad es, sin duda, una de las bases sobre las cuales se consolidan los Estados
sociales de derecho que acogen el neo-constitucionalismo como garantía de los derechos de su
población. (Aguirre-Aguirre, J. E. (2019).
-La exposición a situaciones de vulnerabilidad y violencia, como el desplazamiento
forzado, generan en la población víctima efectos nocivos para su salud mental. La violencia en
Colombia ha afectado a muchos ciudadanos sin distinción de edad, sexo o lugar de residencia.
Más de un millón de víctimas de desplazamiento forzado viven en las principales ciudades del
país, y de las miles inscritas en el Registro Único de Víctimas (RUV) a mayo de 2018, cerca del
40% son adolescentes o jóvenes menores de 29 años (Red Nacional de Información -RNI-,
2018).Según la Encuesta Nacional de Salud Mental 2015, 29,3% de la población colombiana
entre 12 y 17 años ha tenido por lo menos una experiencia traumática a lo largo de su vida
(Ministerio de Salud y Protección Social, Colciencias, & Pontificia Universidad Javeriana, 2015),
con un impacto importante de la carga global de enfermedades en la población joven de 15 a 29
años de edad. Los cambios culturales en la percepción de la realidad y en la calidad de vida que
subyacen a la vivencia del desplazamiento forzado, afectan el proceso de construcción de la
identidad en los adolescentes y jóvenes (Montoya, 2015).
De este modo, la exposición a eventos traumáticos relacionados con la guerra contribuye a
la aparición de desórdenes en la salud mental de este grupo etario que pueden perdurar a lo largo
de su desarrollo (Betancourt & Tanveer, 2008). A su vez, la experiencia clínica sugiere que la
vivencia de traumas psicosociales que conlleven a los jóvenes a asumir condiciones de
victimización aumenta las probabilidades de que presenten conductas suicidas y violentas
(Barceló, 2007; Medicins sans Frontieres, 2011).
Un estudio realizado por Hewitt et al. (2014) evidenció en 284 niños y adolescentes
expuestos al conflicto armado en una zona rural colombiana, una prevalencia del 72% con
afectaciones psicológicas: 64,4% conductas internalizadas, 47% conductas externalizadas, 32%
problemas somáticos, 56% en riesgo de estrés postraumático y 93% consumo alcohol en grado
moderado. Ahora bien, existen otros acontecimientos o traumas antes, durante o posterior al
hecho victimizante, relacionados con la pérdida de familiares, inseguridad, sentimientos de
temor y angustia ante la situación que enfrentan y actos de tortura y/o violación, que exponen a
los adolescentes y jóvenes a mayores riesgos de afectaciones en su salud y los confrontan con un
proceso de reajuste en un entorno cambiado, con nuevas condiciones personales, familiares,
sociales y económicas (Haghebaert & Zaccarelli, 2006). (Acosta, D. S., Pérez, G. A. C., Hincapié, G.
M. S., Vásquez, N. S. M., Zapata, C. S., Salazar, J. C. B., & de Galvis, Y. T. (2019)).
-El Desplazamiento Forzado Interno es la manera como internacionalmente se ha
nombrado una forma particular de éxodo: aquella que ocurre dentro de las fronteras del territorio
nacional y que está motivada por desastres naturales o por diversas formas de persecución,
amenaza o agresiones que atentan contra la integridad de las personas. A pesar de que es un
fenómeno mundial ligado desde hace décadas especialmente a conflictos internos y guerras
civiles, sólo desde 1997 se cuenta con un instrumento internacional que nombra su especificidad
con respecto a otros tipos de migraciones y propone unos principios básicos para la atención,
protección y restablecimiento de las personas que se encuentran en esta situación y según estos
principios, las personas desplazadas son aquellos individuos o grupos que: “Se han visto
forzadas u obligadas a escapar o huir de su hogar o de su lugar de residencia habitual, en
particular como resultado o para evitar los efectos de un conflicto armado, de situaciones de
violencia generalizada, de violaciones de los derechos humanos o de catástrofes naturales o
provocadas por el ser humano, y que no han cruzado una frontera estatal internacionalmente
reconocida” (Acnur, 1998).
En Colombia la violación del derecho a no migrar y del derecho a la movilidad son
expresiones de la crisis humanitaria que se vive en el país y cuestionan de manera directa la
vigencia de los derechos de los migrantes. El desplazamiento al interior de las regiones o entre
ellas, dentro de las ciudades y también el encerramiento de comunidades enteras en pequeños
territorios hacen parte del mismo fenómeno. La confrontación entre diversos grupos armados por
el dominio de territorios estratégicos, el narcotráfico, el desarrollo de proyectos
macroeconómicos, la debilidad del Estado colombiano para proteger a su población, entre otras,
se ubican como parte del contexto explicativo. Esto quiere decir que si bien es cierto los grupos
armados (paramilitares, guerrilla y fuerzas armadas) son los que aparecen en primer renglón
como autores del desplazamiento forzado en Colombia, es necesario interpretarlos en el contexto
de una guerra que conjuga todos estos factores, que tiene particularidades regionales y también
dimensiones internacionales y en el que el desplazamiento forzado, más que su efecto, es parte
constitutiva de sus estrategias y dinámicas (Zulúaga, 2004). (Villa, M. I. (2006)).
-La historia colombiana ha estado caracterizada por violentos procesos de despojo y de
expulsión de población indígena, negra y campesina. Las décadas de los ochenta y noventa
representan otro hito histórico en los procesos de despojo y expulsión, pues se caracterizan por
una nueva agudización de la violencia, que en ocasiones no es más que la manifestación o
continuidad de viejos conflictos y problemas no resueltos. El desplazamiento forzado, como
empieza a nominarse, es en esta época la manifestación más clara de la permanencia histórica y la
consolidación de un modelo de desarrollo excluyente caracterizado, además, por relaciones
clientelares, corruptas, de patronaje y de fuerza. Relaciones que configuran el telón de fondo del
conflicto armado interno. Quienes son los desplazados: La continuidad y consolidación de la
exclusión: aun cuando la población desplazada es muy heterogénea y cada vez tiende a
diversificarse, los desplazados son en su gran mayoría campesinos pobres y personas
pertenecientes a comunidades étnicas, afrocolombianas e indígenas. Es decir, personas que
históricamente han estado excluidas de los beneficios de los modelos de acumulación, excluidas
de la participación política y culturalmente invisibilizadas. Las víctimas del conflicto armado, son
en muchos casos comunidades ignoradas por el Estado y la sociedad, que han logrado sobrevivir,
con sus propios recursos, medios y estrategias. Son conocidas, expuestas a la sociedad en función
de la violencia, la muerte y sólo son visibles y adquieren significado, para quienes se disputan el
poder, en razón de su potencial, como comunidad de apoyo o como territorios estratégicos.
Los desplazamientos forzados ocurren generalmente en las zonas veredales, generándose
en principio un éxodo hacia las cabeceras municipales, de tal suerte que pequeños municipios del
país, registran crecimientos inusitados de población. Sin embargo, el escalonamiento del
conflicto obliga a que el éxodo continúe hacía las grandes ciudades, donde son mayores las
posibilidades de anonimato. En consecuencia, ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena,
Barranquilla, y en general las capitales departamentales observan un proceso continuo de llegada
de población desplazada. Las cifras son tan alarmantes que logran incidir en los niveles de
desempleo, mendicidad y marginalización de las ciudades. (Bello, M. (2003)).
-El Estado colombiano se ha caracterizado históricamente por su debilidad institucional,
su precaria presencia en territorios apartados, la falta de cohesión social y la dificultad
para el acceso a la justicia, así como por otras dificultades subyacentes estructurales como la
inequitativa distribución de la riqueza; la estigmatización y discriminación de algunos sectores de
la población; la baja calidad en la educación y la ausencia de fuentes de trabajo especialmente en
zonas rurales. Estos, entre otros aspectos, propiciaron que, en varias partes del territorio
nacional, los actores armados irregulares (AAI) fueran por décadas la única ley. En tal contexto,
las mujeres colombianas, particularmente las que habitan en zonas vulnerables, se han visto
afectadas por graves violaciones a los derechos humanos (DD. HH.) e infracciones al derecho
internacional humanitario (DIH). Han sido víctimas de asesinato, desaparición forzada, amenaza
de muerte, desplazamiento, abuso, acoso y violación sexual, extorsión, secuestro; han incendiado
sus viviendas, atacado sus poblaciones, entre otras cosas (Garay & Pérez, 2018; Quintero, 2018).
Estas acciones, perpetradas por AAI, han afectado enormemente sus vidas. De este modo, en el
marco del conflicto armado interno colombiano (CAIC), con más de cinco décadas de
persistencia, ha persistido la constante y sistemática violación de los DD. HH. de las mujeres, lo
que ha afectado directa e indirectamente su vida emocional, familiar, social, económica y cultural
(Álvarez & Rodríguez, 2018; Fernández & Pachón, 2019). Esto ha llegado hasta tal punto que la
elevada cifra de casos está quedando en la impunidad, por factores como el desconocimiento de
sus derechos y de políticas que el Gobierno ha desarrollado a favor de ellas. Esto se debe a que,
en su mayoría, son personas con escasa o nula educación, lo que se suma al miedo de denunciar a
sus agresores, y la estigmatización y discriminación a las que son sometidas a “la hora de tener
acceso a los mecanismos judiciales para establecer responsabilidades y para obtener la reparación
de los daños y el restablecimiento de sus derechos” (Valiña, 2006, p. 3).
Por consiguiente, además de que las mujeres son particularmente vulnerables a la
violencia en sus distintas manifestaciones en el marco de un conflicto armado, son muy elevados
los casos de impunidad frente a los delitos en su contra (Jiménez & Jiménez, 2019).
Todos estos factores han limitado las posibilidades de que las mujeres víctimas puedan gozar de
sus plenos derechos, y acceder a la justicia, la verdad, la reparación y la garantía de no repetición,
como lo indica el ordenamiento constitucional y legal colombiano. Así mismo, tienen derecho a
la satisfacción de manera integral, lo que incluye atención y asistencia; esto no debe confundirse
con la reparación integral. (Gómez, M. S. A. (2020)).
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