INVESTIGACIÓN Y EXPERIENCIAS EN EDUCACIÓN
ARTÍSTICA, CREATIVIDAD Y PATRIMONIO CULTURAL
INVESTIGACIÓN Y EXPERIENCIAS EN
EDUCACIÓN ARTÍSTICA, CREATIVIDAD Y
PATRIMONIO CULTURAL
Coordinadores
DOLORES ÁLVAREZ-RODRÍGUEZ
OLAIA FONTAL MERILLAS
JULIA MAÑERO
RAFAEL MARFIL-CARMONA
2022
Publicación realizada en el marco del proyecto PID2019-106539RB-I00 “Modelos de
aprendizaje en entornos digitales de educación patrimonial”, financiado por el Ministerio
de Ciencia, Innovación y Universidades y Fondos FEDER.
INVESTIGACIÓN Y EXPERIENCIAS EN EDUCACIÓN ARTÍSTICA, CREATIVIDAD Y
PATRIMONIO CULTURAL
Diseño de cubierta y maquetación: Francisco Anaya Benítez
© de los textos: los autores
© de la presente edición: Dykinson S.L.
Madrid - 2022
N.º 53 de la colección Conocimiento Contemporáneo
1ª edición, 2022
ISBN 978-84-1377-925-6
NOTA EDITORIAL: Las opiniones y contenidos publicados en esta obra son de
responsabilidad exclusiva de sus autores y no reflejan necesariamente la opinión de
Dykinson S.L ni de los editores o coordinadores de la publicación; asimismo, los autores
se responsabilizarán de obtener el permiso correspondiente para incluir material publicado
en otro lugar.
CAPÍTULO 5
NARRATIVAS VISUALES IDENTITARIAS EN LOS
CARTELES DE LAS FALLAS DE VALÈNCIA
RICARD RAMON
Universitat de València
MARÍA JOSÉ GÓMEZ AGUILELLA
Universidad Internacional de Valencia
1. INTRODUCCIÓN
Las Fallas de Valencia constituyen una fiesta declarada patrimonio inmaterial de la Humanidad por la UNESCO y representan un objeto de
estudio muy interesante, desde el punto de vista no solo patrimonial,
sino también artístico, estético, comunicativo y pedagógico. Las fallas
son una fiesta donde el objeto y objetivo central de las mismas, gira en
torno a una enorme experiencia estética colectiva. Una fiesta donde el
arte y sus diferentes integraciones con la música, el fuego, la indumentaria, etc. acaban por definir algunos de los elementos que simbólicamente se relacionan directamente con la identidad valenciana. De esta
forma, todas las cuestiones más importantes de esta fiesta están directamente relacionadas con aspectos artísticos y estéticos y que además
se han convertido en elementos de construcción propios de la identidad
colectiva valenciana.
Los carteles son uno de esos elementos que sirve de imagen referencial
fundamental en la identificación colectiva de un evento cultural público
como son las fiestas. “El cartel constituye una pieza singular con ingredientes artísticos y de información de gran interés. Propio de exteriores
urbanos, su mensaje inmediato y efímero se vuelve trascendente con el
paso del tiempo” (Cadenas Pazos y Salvador Benítez, 2014, p. 1) y
acaba por convertirse en un símbolo que representa a la propia fiesta y
su evolución, pero también acaba por definirse como un mensaje con
una fuerte influencia pedagógica, en el sentido de mostrarse como una
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imagen de la propia identidad colectiva. En definitiva, se va articulando
como la síntesis de los símbolos que definen y son reconocidos como
aspectos identitarios en los que un colectivo de personas se identifica
simbólica y estéticamente.
En este capítulo analizamos la forma en la que los símbolos identitarios
se manifiestan, se reflejan y evolucionan en el conjunto de los carteles
de las fiestas de las Fallas de València construyendo una serie de pedagogías visuales que se van incorporando en el imaginario visual simbólico una vez son corroborados y legitimados institucionalmente a través
del diseño de los carteles que definen y representan estos elementos y
manifestaciones culturales.
Los carteles de Fallas de València tienen su origen en 1929, con el primer cartel diseñado por un artista que contaba ya en aquel momento
con un prestigio y reconocimiento internacional, José Segrelles. Nacen
con la idea de promocionar y fomentar a nivel turístico la fiesta. A partir
del año siguiente se optará por el modelo de concurso que prevalece
hasta tiempos muy recientes, el año 2016 que se sustituye por la contratación directa del proyecto de la imagen a un diseñador o equipo de
diseño de prestigio implicando también un cambio estético y de diseño
notable. Desde el primer momento, los carteles acogen un imaginario
simbólico que va construyendo una narrativa visual que se asocia a la
identidad propia y que vamos a analizar en este trabajo.
2. OBJETIVOS
Nuestra investigación se centra en el análisis de los carteles institucionales de fallas des del punto de vista comunicativo, estético y pedagógico, utilizando para ello una serie de elementos de análisis centrados
en valorar sus procesos de evolución estética, su conexión o permanencia con los símbolos identitarios que definen tanto a la fiesta como a la
propia identidad valenciana de forma colectiva.
Nuestro objetivo, por tanto, no es en ningún caso hacer un recorrido
histórico, artístico o analítico por el conjunto de carteles, aspectos que
ya han sido tratados anteriormente (Contreras Juesas, 1998) o en la
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reciente guía que el Ayuntamiento de la ciudad está preparando sobre
esto y que se encuentra en proceso de publicación en estos momentos.
En nuestro caso, nos centramos exclusivamente en determinar la forma
en la que se define la identidad valenciana a través de las narrativas
visuales que emergen de los símbolos estéticos y poéticos que componen el diseño de los carteles de las Fallas de València, identificando
esos símbolos y su presencia y recurrencia en el catálogo conjunto de
los carteles oficiales institucionales.
3. METODOLOGÍA
Nuestra metodología se centra en un análisis cualitativo del catálogo de
carteles de fallas teniendo en cuenta los aspectos estéticos, artísticos,
narrativos y poéticos para comprender la forma en la que comunican y
construyen una narrativa pedagógica sobre la propia identidad valenciana. Nuestra fuente principal de análisis es la colección completa de
los carteles oficiales de las Fallas de València de consulta y acceso libre
a través de la web y la observación y análisis directo a los carteles originales conservados en el Museo Fallero de la ciudad. Hemos identificado y sistematizado los elementos simbólicos que aparecen en el conjunto del catálogo y los hemos puesto en relación con determinados
cambios y procesos socioculturales que permiten ir delimitando las estructuras simbólicas y las narrativas sobre las que se basa el diseño de
los carteles.
Existen varias formas y propuestas de abordar el cartel desde posicionamientos diferentes (Bueno, 2012; Garay Rivera, 2020; Lozano,
2015), pero lo cierto es que “No existe un consenso claro en cuanto al
método más apropiado para el estudio de carteles” (Tabuencia, González y Puebla, 2020, p. 269) por lo que nuestro foco está puesto en localizar las narrativas simbólicas asociadas a discursos de construcción
identitaria.
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4. RESULTADOS
Para el desarrollo del análisis de los carteles se han identificado una
serie de elementos simbólicos que históricamente se relacionan con la
identidad valenciana y se ha determinado su posible origen en algunos
de los casos. En otros casos, es el propio elemento derivado de la fiesta
la que trasciende y se constituye en símbolo identitario a partir de la
fuerza cultural y visual que el elemento acaba por ejercer sobre el imaginario visual de la sociedad local en su conjunto y por extensión respecto a los símbolos con los que se identifica desde otras sociedades a
la cultura valenciana. De esta forma, hemos identificado en el catálogo
de carteles una serie de elementos identitarios que hemos dividido en
dos grupos: Elementos icónicos identitarios que se trasladan a las fallas
y elementos propios de las fallas que se convierten en símbolos identitarios colectivos.
En el primero de los grupos hemos detectado la presencia de algunos
elementos que podemos sintetizar de la siguiente manera:
Elementos arquitectónicos de la ciudad. La arquitectura siempre ha estado presente en la construcción de la identidad simbólica. Los edificios
de la ciudad se convierten en elementos identificadores de la misma y
su imagen simbolizada y estetizada se convierte en imagen simbólica
trascendente. En el conjunto de carteles analizados encontramos referencias al edificio del Ayuntamiento, la torre campanario de la Catedral
conocida popularmente como El Micalet, Las Torres de Serranos, el
perfil arquitectónico de la ciudad, la barraca que es una construcción de
arquitectura popular de los agricultores de la huerta de Valencia ya
prácticamente desaparecidas y como elementos más recientes y contemporáneos El Palau de la Música, El Palacio de Congresos y el Hemisfèric, estas últimas de arquitectos estrella.
La indumentaria tradicional es otro de los elementos que se repiten de
manera constante y que se convierte en uno de los referentes simbólicos
por excelencia de la identidad local. Una indumentaria que deriva de
los vestidos de gala de los labradores de la huerta de València y que se
ha convertido en uno de los ítems visuales más identificadores de la
identidad del País Valenciano. La mujer con peinado típico es una
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representación que está asociada a la visualización de la indumentaria
tradicional como elemento simbólico identitario pero mantiene algunas
características propias que la hacen un símbolo visual en sí misma y
que también tiene una presencia propia muy fuerte en el diseño de los
carteles.
El color, aunque como concepto simbólico pueda parecer muy abstracto, juega un papel fundamental en el desarrollo reciente de las fallas
y también tiene una presencia importante en la tradición estética valenciana que analizamos con más detalle en el apartado de discusión, y se
incorpora como símbolo en nuestra clasificación.
El murciélago, es una de las imágenes más simbólicas de todas y que
aparece representado en todos los carteles por una razón sencilla, es el
símbolo que remata el escudo de la ciudad y se ha incorporado en el
imaginario visual propio como elemento icónico representativo de la
misma desde hace mucho tiempo. Su presencia es por tanto muy importante y trasciende la iconografía del propio escudo oficial para adquirir vida propia como símbolo independiente, tal y como se constata
en algunas de las imágenes de los carteles analizados.
Entre los elementos propios de las fallas que se convierten en símbolos
identitarios colectivos encontramos:
El fuego, que se incorpora en esta lista a partir de la tradición mediterránea y profundamente ritualizada que es la parte más importante del
discurso narrativo y simbólico de la fiesta de las fallas, dado que finalmente todas ellas son devoradas por el fuego la noche del 19 de marzo.
El fuego se transforma en imagen simbólica y pasa a convertirse en un
rasgo identificador de la propia cultura local trasciende el simbolismo
propio de las fallas y se integra en el imaginario visual identitario como
un elemento general identificador propio.
Las figuras satíricas son otro de los elementos que se acaban simbolizando y que están muy presentes en una gran parte del diseño de los
carteles de fallas desde sus inicios. Las formas de los rostros de sonrisa
satírica y nariz puntiaguda o deformada que es una de las características
de los ninots, o muñecos representados en las fallas, aunque este es un
elemento que se ha ido dulcificando en los últimos años como veremos,
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se fija como símbolo visual llegando incluso a los carteles de diseño
más reciente.
Otros elementos simbólicos identitarios. Entre ellos podemos ver especialmente algunas referencias a la música o instrumentos musicales de
la cultura popular valenciana, la palmera que se asocia a la identidad
mediterránea en general y los fuegos artificiales, entre otros.
5. DISCUSIÓN
Una vez hemos identificado y sintetizado los principales elementos visuales que están presentes en los carteles de las Fallas de València, vamos a analizar como se integran estos elementos como símbolos en el
desarrollo narrativo de la construcción de la identidad local valenciana
y sus interacciones.
Respecto a los elementos simbólicos vinculados a elementos arquitectónicos que se constituyen en narrativas identitarias de la propia ciudad,
ya hemos enumerado sus referencias en el apartado anterior. Aparecen
ya desde los primeros carteles empezando por el 1929 con el perfil urbano de la ciudad dibujado, el de 1930 con la imagen del ayuntamiento,
en el de 1931 con la que será una de las imágenes más simbólicas de la
ciudad, la representación del campanario de la catedral, la torre del Micalet, como es popularmente conocida, que vuelve a ser el protagonista
de los carteles de 1934 y 1935. Vuelve a estar presente en los carteles
de 1941, 1954 y 1958. En el cartel de 1960, se convierte en la aguja de
un reloj que marca la hora de la cremà, o momento en el que se queman
las fallas la noche del 19 de marzo. Vuelve a estar presente en el cartel
de 1984 bajo un formato estilizado y más abstracto respondiendo a las
modas de diseño de esa época, donde predomina más el color que lo
propiamente figurativo. En 1988 y 1989 vuelve a aparecer junto a otro
de los elementos simbólicos por excelencia, las Torres de Serranos.
Resulta destacable en este punto el hecho de que las Torres de Serranos,
que es un monumento de época gótica, las puertas de la muralla norte
de la ciudad se han levantado como símbolo identitario, y en cambio
las otras puertas, las Torres de Quart, que también se conservan perfectamente no han sido incorporadas al relato identitario propio como
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símbolo visual. En el cartel de 1992 aparece de nuevo la torre del Micalet junto al perfil del edificio del ayuntamiento y dos elementos arquitectónicos que no habían estado presentes hasta ese momento, la
Plaza de Toros, que no volverá a aparecer en ningún otro cartel y el
Palau de la Música inaugurado unos años antes. En este caso se percibe
el intento de convertir este edificio en un nuevo símbolo de la ciudad
en ese momento. Evidentemente, no hay que olvidar que en el sistema
de concurso el peso de la administración política en la elección del cartel era muy importante y se percibe la necesidad de afianzar un nuevo
edificio que se asumía y se incorporaba al imaginario visual identitario
local. Únicamente volverá a aparecer de nuevo en el cartel del año 2000
y 2014. Otra vez un nuevo intento de posicionar como símbolos identitarios propios ítems arquitectónicos contemporáneos que se presentan
como logros políticos de los representantes de turno.
Figura 1. Algunas de las imágenes con representaciones de edificios arquitectónicos relevantes contemporáneos incorporados en las narrativas simbólicas identitarias locales.
1992, 2000 y 2014.
Fuente: fallas.com
Nuevamente sabiendo que pocas estrategias comunicativas tendrían
más éxito que la de posicionar simbólicamente una obra que se atribuyen al ejercicio de su poder, como estrategia de consolidación política,
a pesar de tratarse de obras construidas por otros políticos pero
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rentabilizadas en términos simbólicos por los siguientes. En este cartel,
se incorporan, junto al Palau de la Música, los recientes edificios del
Palacio de Congresos de Norman Foster y el Hemisfèric de Santiago
Calatrava, contando con el aval además de la marca de dos arquitectos
estrella, y dentro de la tendencia de la época en las grandes ciudades de
crear nuevos edificios simbólicos de referencia, como el caso del Museo Guggenheim en Bilbao que sí ha conseguido posicionarse como un
ítem simbólico representativo de la ciudad sobre cualquier otro (Cañadillas y Daza, 2009; Mas Serra, 2009). Junto a todos estos elementos
simbólicos nuevos, aparece sobre ellos otra vez la torre del Micalet que
sin duda no pierde su posición de símbolo identitario frente a sus modernos competidores que acabarán fracasando en su intento de convertirse en símbolos de referencia. Ninguno de estos edificios ha conseguido posicionarse en la cultura visual local como elementos definidores de la identidad de la ciudad ni sustituir a la torre de la Catedral cuyas
referencias visuales son tan potentes y diversificadas que se ha impuesto como el referente indiscutible de la identidad propia junto a las
Torres de Serranos, este último, añade además el poder simbólico que
le confiere ser la histórica puerta de entrada a la ciudad.
En el cartel de 2006 ambos elementos aparecen como protagonistas
centrales consolidando su papel identitario aunque enmarcados en un
diseño de baja calidad estética y surgirá de nuevo El Micalet como elemento simbólico, aunque no principal, en la serie de carteles recientes
del año 2017, llegando su presencia identitaria hasta nuestros días. En
el cartel de 2014 hubo un nuevo intento de posicionar simbólicamente
estos nuevos ítems arquitectónicos, mostrándose una selección de edificios antiguos y contemporáneos, donde no faltaban las Torres, incorporándose en esta ocasión también las de Quart, el Micalet y de nuevo
el Palau de la Música, junto con los nuevos edificios de Calatrava de la
Ciudad de las Artes y las Ciencias, el nuevo puente proyectado también
por Calatrava y algunos otros edificios de referencia que no tendrán
demasiada continuidad simbólica.
La indumentaria convertida en elemento identitario propio colectivo
proviene de un imaginario visual centrado en la exaltación idealizada
de la estética costumbrista (Bonet, Ortíz y Piqueras, 1998) a partir de
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las pinturas valencianas de principios del siglo XX, que convierten la
imagen de la huerta y los labradores, con vestidos de gala en el elemento
que se acoge como símbolo identitario propio. En el primer cartel, el de
1929 ya aparece la imagen de la mujer con el peinado típico valenciano
que se consolida como un potente símbolo visual hasta el punto de que
se reconoce como peinado e indumentaria de fallera cuando es en realidad la indumentaria valenciana la que se incorpora al imaginario fallero
(Hernández y Marín, 2011).
El listado de carteles en el que aparece como figura principal algún elemento propio de la indumentaria valenciana es muy grande: 1931,
1933, 1936, 1941, 1942, 1944, 1945, 1947, 1950, 1951, 1952, 1953,
1957, 1959, 1962, 1963, 1967, 1976, 1979, 1980, 1985, 1989, 1991,
1993, 1995, 1997, 1999, 2001, 2003, 2005, 2006, 2008, 2009, 2010,
2012, 2013, 2015, 2016, 2017 y 2018.
Figura 2: Ejemplos de carteles con la imagen de la indumentaria tradicional como referente
identitario y simbólico. 1933, 1957 y 2012.
Fuente: fallas.com
Como se puede constatar, la imagen simbólica de la indumentaria tradicional se convierte en el principal referente identificador de los carteles de fallas y por extensión se ha consolidado como el imaginario
visual simbólico de referencia para la identificación colectiva de la población valenciana. Una imagen completamente idealizada y adaptada
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y transformada que se extiende desde la pintura costumbrista hasta postales turísticas del pasado y el presente y que pervive con mucha fuerza
en la actualidad, pero que no deja de ser un imaginario narrativo visual
y estético alejado completamente de cualquier realidad propia de la vida
cotidiana de la huerta a la que remite.
Hemos incorporado el color como elemento simbólico dado que “el color dominante en un cartel y los colores secundarios que le acompañan
son un recurso comunicativo” (Sanchez De Lucas, 2018, p. 68). En este
caso además el color tiene una fuerte connotación simbólica que se asocia, por un lado, con el fuego que se vincula con el destino final de las
fallas, y por el otro con los colores identificadores del escudo de la ciudad y la bandera valenciana, rojo y amarillo igual que el color de las
llamas y azul que también aparece en la bandera. De hecho, la propia
bandera asociada a la llama es un recurso visual habitual en algunos de
los carteles, como los del año 1929, 1934 o el de 1986 en el que la
propia bandera, símbolo identitario por excelencia, convertida en una
enorme llama multicolor. En el cartel de 1934 se dan varias circunstancias de diseño interesantes, por un lado, vemos el predominio absoluto
del cartel rojo, la fuerte presencia simbólica de la torre del Micalet sobre la que se alza la bandera del País Valenciano, todo ello envuelto en
la llama de referencia al fuego y jugando siempre con los tres colores
de la bandera hasta en la tipografía. Es destacable reseñar también que
la tipografía del nombre de la ciudad que preside el cartel resulta muy
similar a las famosas tipografías que se utilizarán en los carteles identificadores de los refugios antiaéreos que se construyen por toda la ciudad para protegerse de los aviones fascistas en la guerra civil que estalló
solo unos dos años después y que todavía se conservan. Una tipografía
que con el tiempo se ha convertido también en un elemento simbólico
identitario representativo de la modernidad que impregno el período republicano.
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Figura 3: Ejemplos de carteles de fallas con la representación de los colores de la bandera
valenciana asociada al fuego. 1929, 1934, 1968.
Fuente: fallas.com
En el análisis conjunto de los carteles se percibe de una manera notable
el predominio de la gama de colores cálidos, especialmente los rojos y
anaranjados casi en la práctica totalidad de estos. Estos colores se construyen simbólicamente con relación al fuego y están derivados de la
narrativa de la tradición de quemar las fallas, como el aspecto más definitorio de la fiesta.
El color se asocia también con la idea del fuego como hemos visto, y
este es otro de los elementos que hemos identificado como relato simbólico presente en los carteles de fallas, de forma metafórica y más poética o de forma directa, con la representación visual de las llamas, está
en la práctica totalidad de los carteles, de una u otra forma, incluso en
los diseños más recientes y contemporáneos de forma completamente
estilizada.
Así, el fuego, que ya en esencia mantiene un fuerte poder simbolizador,
se sintetiza plásticamente en los diseños de los carteles y adquiere en el
universo fallero un poder simbolizador, no hay que olvidar que “La
llama del fuego obligaría al hombre a imaginar, a soñar. Y todo soñador
de llama se encuentra en un estado de sueño originario.” (Corsella,
2019, p. 47).
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Figura 4: Carteles de las fallas de 1966, 1982 y 1983, con los colores cálidos como protagonistas.
Fuente: fallas.com
Como demuestra Corsella (2019) vemos que el fuego está asociado al
mito y al símbolo desde siempre “algo muy profundo y fundamental en
las culturas de la humanidad. (p. 48) y que en este caso trasciende a la
idea de identificar a una comunidad concreta de personas que mantiene
su relación con el fuego en el mundo contemporáneo a un nivel simbólico muy elevado, sin necesidad de hacer referencia al pasado mitificado sino a su día a día de convivencia con el ritual que aquí todavía se
mantiene con un vigor inusitado e impropio de la aparente medida racional de los tiempos contemporáneos.
La idea del juego como elemento que lo envuelve todo e impregna toda
la construcción simbólica de la fiesta evoluciona a lo largo de los años,
como se puede apreciar en los ejemplos, desde su graciosa vinculación
a un pequeño demonio vestido con el traje regional, hasta una estilizada
llama sobre la que se vislumbran personajes vinculados a la fiesta hasta
llegar las versiones más contemporáneas y recientes del fuego simbólico en el cartel del diseñador Dídac Ballester del año 2020, donde es el
único elemento simbólico presente en todo el cartel asumiéndose de
forma muy minimalista pero consolidado ya casi como un icono de la
simbología identitaria local.
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Figura 5: Ejemplos de carteles con la imagen del fuego como referente simbólico de diferentes épocas y estilos. 1967, 2011 y 2020.
Fuente: Falles.com
El murciélago o Rat Penat en idioma catalán, es otro de los símbolos
identitarios que hemos detectado y que tendrá una presencia visual importante en los primeros años pero que va diluyéndose y prácticamente
reduciéndose en su presencia visual quedando solamente en el logotipo
o escudo oficial de la ciudad.
Figura 6. Algunos de los carteles de fallas con una presencia visual destacada de la figura
simbólica del murciélago o Rat Penat.
Fuente: fallas.com
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Otro de los elementos narrativos que permanece casi inalterable y con
una presencia continua en los diseños de los carteles de las fallas es la
imagen de la figura con rostro satírico o grotesco. La sátira siempre ha
sido una de las esencias narrativas de las propias fallas y explica el hecho de que estas sean esencialmente figurativas o evolucionen hacia
formas figurativas pasando de la hoguera de objetos y maderas a la
quema de muñecos y escenas de reproducción satírica.
A finales del siglo XVIII podían distinguirse claramente dos tipos de
fallas: las hogueras satíricas, consistentes en un pedestal con figuras de
bulto que representaban escenas jocosas, costumbristas, de carácter
burlesco, que podían aludir a determinados tipos y circunstancias sociales con tono esencialmente satírico, y las simples hogueras, formados por trastos viejos. Ambas eran denominadas falles de sant Josep o
de la vespra de sant Josep. (Ariño, 1992, p. 60)
Como vemos el aspecto satírico es un elemento primordial en el origen
mismo de la fiesta vinculado probablemente al espíritu del carnaval que
en València casi se diluye y se integra en las fallas, por lo que la conversión de este aspecto a imagen simbólico-identitaria, era un paso relativamente coherente y lógico. De esta forma, el rostro satírico pasa a
ser un elemento preponderante en el diseño de los carteles. Esta imagen,
la del personaje, habitualmente vestido con indumentaria tradicional y
con el rostro caracterizado satírica y grotesca y especialmente identificado con la exageración del tamaño de la nariz es el protagonista absoluto de los carteles de los años 1929, 1933, 1936, 1942, 1944, 1945,
1947, 1952, 1959, de forma más estilizada o con variantes como la cara
de un buñuelo, típico dulce local en 1964, 1966, 1967, 1986, 1988,
1992, 1993, 1996, 1998, 2002, 2017, 2018 y 2019.
Como se percibe en los ejemplos de las imágenes adjuntas, el motivo
simbólico va evolucionando desde una posición figurativa casi caricaturesca de los primeros ejemplos, especialmente en los diseños de los
años 40 del siglo pasado, hasta ser asumido como relato propio por los
equipos de diseño más contemporáneos que lo incorporan de nuevo
desde sus propuestas de renovación estética, pero esta vez más bien
convertidos en puro símbolo, elemento icónico casi propio de una señalética sígnica que remite sin dudar a la esencia misma de la fiesta.
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Figura 7. Algunos ejemplos de carteles de diferentes períodos históricos que muestran la
evolución del motivo simbólico del rostro satírico y grotesco como elemento identificador de
la esencia identitaria de la fiesta.
Fuente: fallas.com
Más allá de estos elementos narrativos analizados, existen algunos otros
motivos simbólicos que han tenido poca trayectoria y presencia en el
diseño de los carteles. Por ejemplo, la imagen del buñuelo aparece esporádicamente, y es un símbolo bastante integrado en la fiesta convertido incluso en insignia de reconocimiento honorífico de la labor de falleros y falleras en pro de la fiesta, pero que no que conseguido trascender al imaginario visual de los carteles de forma significativa. Otros
elementos que aparecen remiten a símbolos como los fuegos artificiales
y los petardos, algunos rostros y personajes de películas, instrumentos
de música popular valenciana que llegan también a aparecer estilizados
en las versiones más recientes como en el diseño de los carteles de 2021
de Diego Mir. La naranja, otro de los símbolos identitarios por excelencia del territorio valenciano está presente en algunos de los carteles,
como el del año 2012, aunque curiosamente y a pesar del enorme papel
simbolizador que este juega en la identidad valenciana no ha tenido una
presencia destacada en los diseños de los carteles de las fallas.
Otros elementos iconográficos, sin continuidad y que aparecen entre el
catálogo de elementos visuales de los diseños de los carteles de fallas,
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la imagen de San José al que se le dedican las fiestas y patrón de los
carpinteros que aparece en el cartel de 1929 y prácticamente se diluye
su representación incluso su importancia en la propia fiesta acaba
siendo sustituido por la exaltación a la figura de la virgen especialmente
durante la dictadura franquista (Hernández, 1996). Aparecen también
otros elementos como unas curiosas pirámides rematadas con cruces
(1940), la imagen de la caracola de mar que aparece en dos de los carteles (1931 y 1954) y los buñuelos que ya hemos mencionado.
Respecto al uso de la tipografía, no hay ningún tipo de coherencia y no
existe ninguna tipografía propia que tenga un sentido identitario, por lo
que no juega ningún papel en esta construcción narrativa. La tipografía
varia de forma radical de un año a otro y es imposible encontrar alguna
relación, estética, estilística o simbólica, lo que denota la poca importancia que se le ha atribuido a este elemento que podría jugar un papel
fundamental en la consolidación de una narrativa particular y propia.
Lamentablemente, entre los años 1929, inicio de los carteles oficiales
de fallas hasta el 1936, se mantiene una tipografía muy similar que identificaba el diseño de modernidad de la ciudad que desaparece con la
llegada del régimen dictatorial del general Franco y la caída de la república, que tendrá a València como su último bastión y capital. Después
de eso, esta no cumplirá ninguna función simbólica y se perderá en la
incongruencia de diseño y la pérdida de significado, en el mejor de los
casos. Tampoco ha habido, ningún intento de recuperación por parte de
los trabajos de diseñadores más recientes para poder revisitar esa tipografía e incorporarla, desde la mirada contemporánea, a los nuevos diseños de carteles, lo que supondría un valor añadido y la recuperación
estética y simbólica de una cierta coherencia simbólica en una tipografía que parece estar arraigada a la ciudad, como hemos visto en los carteles de los refugios antifascistas.
6. CONCLUSIONES
Tras el desarrollo de nuestro análisis hemos constatado como la fiesta
no es autónoma como manifestación cultural y que la imagen que esta
fiesta proyecta delimita una serie de contornos identitarios que
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permiten a su vez redefinir la propia fiesta y conducirla hacia lugares
diversos. El diseño de los carteles es más que una imagen con finalidad
publicitaria. En el caso de este tipo de carteles institucionales ayuda a
definir, no exenta de conflictos, la identidad de la propia fiesta y la identidad colectiva de los valencianos en un sentido concreto y que va variando y transformando a su vez y paralelamente la identidad colectiva.
En este sentido, la estética y las narrativas poéticas que se construyen
con el diseño de estos carteles está al servicio de definir y educar en
una identidad colectiva concreta y delimitada por esos mismos parámetros estéticos y narrativos.
Figura 8. Cartel de Manolo Boix del año 1987 (último) puesto en relación con algunos otros
de esa misma década donde se percibe el enorme salto estético, narrativo y poético de su
propuesta.
Fuente: fallas.com
Unas narrativas centradas en un imaginario visual cultural muy concreto, profundamente estereotipado y que consolida, incluso en las renovadas estéticas más contemporáneas de los carteles más recientes, las
mismas narrativas simbólicas. La renovación estética, exceptuando algunos casos puntuales, no implica una renovación de las narrativas, sí
de las poéticas y sus estéticas, pero bajo un mismo prisma narrativo
centrado en la tradición y los estereotipos. Solamente podemos destacar
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el intento de ruptura narrativa en el cartel del año 1987 del artista contemporáneo Manolo Boix que no tiene continuidad ni en su propuesta
estética ni en su desafío narrativo ni en su renovada poética simbólica
donde están completamente ausentes todos los símbolos narrativos aquí
analizados excepto una sutil e inteligente referencia al fuego.
En definitiva, hemos sintetizado y sistematizado todas las narrativas
simbólicas presentes en los carteles de las fallas de València, delimitando sus continuidades y rupturas, estableciendo una comprensión y
análisis global de sus simbologías y las posibilidades futuras de desarrollo de nuevos diseños teniendo en cuenta lo analizado en esta publicación.
7. AGRADECIMIENTOS/APOYOS
Esta investigación forma parte del proyecto financiado por la Conselleria d’Innovació, Universitats, Ciència i Societat Digital con código
GV/2021/157 IDENTITART. La identitat valenciana a través de les
arts i el disseny.
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