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Discipulado Identidad en Cristo

Esta guía de discipulado busca profundizar en la identidad en Cristo a través de enseñanzas bíblicas y preguntas de reflexión. Se enfatiza que la transformación del creyente es un proceso continuo, fundamentado en la obra redentora de Cristo, quien es el centro de toda la Escritura. Cada tema está diseñado para llevar al lector desde la revelación de su identidad hasta la manifestación de esta en su vida diaria.

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Discipulado Identidad en Cristo

Esta guía de discipulado busca profundizar en la identidad en Cristo a través de enseñanzas bíblicas y preguntas de reflexión. Se enfatiza que la transformación del creyente es un proceso continuo, fundamentado en la obra redentora de Cristo, quien es el centro de toda la Escritura. Cada tema está diseñado para llevar al lector desde la revelación de su identidad hasta la manifestación de esta en su vida diaria.

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Introducción

Esta guía de discipulado está diseñada para ayudarte a profundizar en tu identidad en


Cristo. Cada tema presenta enseñanzas bíblicas esenciales, acompañadas de preguntas
para la reflexión personal o grupal. El objetivo es que tus raíces espirituales se afiancen
en la verdad del Evangelio y vivas desde tu nueva posición como hijo de Dios.

La vida cristiana es una travesía de transformación continua. Aunque en la cruz Cristo


declaró con poder: “¡Consumado es!” (Juan 19:30), usando la palabra griega tetélestai,
que significa “completado”, “pagado por completo” o “cumplido plenamente”, esta
declaración no indica que el proceso de transformación del creyente haya finalizado, sino
que la base legal y espiritual de nuestra transformación ha sido establecida. La obra
redentora de Cristo ha sido concluida; el pecado ha sido vencido, y la justicia divina ha
sido satisfecha. Desde esa victoria definitiva, iniciamos un caminar de renovación
progresiva, hasta ser conformados a la imagen de Cristo (eikōn tou huiou autou,
Romanos 8:29).

La transformación del creyente, aunque fundamentada en una obra consumada, es


progresiva. Somos salvos, estamos siendo santificados, y seremos glorificados. Esta
guía se estructura sobre esa realidad: somos nuevas criaturas, pero aún estamos siendo
renovados en nuestro entendimiento (anakainōsis tou noos, Romanos 12:2). Cada Tema
está diseñado para llevarte de la revelación a la aplicación, de la identidad a la
manifestación.

Con Amor y dedicación

Jesús Mata
ÍNDICE DE TEMAS
1. Cristo el centro de las Escrituras
2. Jesus: Nombre sobre todo Nombre
3. Las Fiestas del Señor y su Cumplimiento en Jesús
4. Cristo, el centro de todo
5. Nueva identidad
6. Hijos, no huérfanos
7. Santos y apartados para Dios
8. Autoridad y victoria
9. Transformados a su imagen
10. Identidad y comunidad
11. Embajadores de Cristo
12. El Espíritu Santo y nuestra identidad
13. Plenitud en Cristo
14. Recomendaciones practicas para vivir tu identidad en Cristo
TEMA 1: CRISTO COMO EL CENTRO DE LAS
ESCRITURAS
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” — Juan 5:39

Desde el principio hasta el fin, la Biblia es un testimonio unificado que revela el plan
redentor de Dios centrado en Jesucristo. No es una colección de historias
desconectadas, sino una narrativa cohesionada que apunta a una sola Persona: el
Mesías, el Hijo de Dios. Cristo no es un añadido posterior al Antiguo Testamento ni una
simple figura moral del Nuevo Testamento. Él es el Verbo eterno (logos, λόγος) que
estaba con Dios y que era Dios (Juan 1:1).

La exégesis bíblica revela que Jesús es el cumplimiento de la Ley, los Profetas y los
Escritos (Lucas 24:27, 44). Toda la historia de la redención se construye alrededor de Él,
y en cada página se puede ver una sombra, figura, promesa o manifestación directa de
Su persona, obra y gloria. Esta verdad transforma no solo nuestra lectura bíblica, sino
también nuestra vida espiritual: ver a Cristo en toda la Escritura es encontrarnos con el
corazón mismo de Dios.
1. En el Antiguo Testamento: sombra y promesa

El Antiguo Testamento contiene tipos, figuras, sacrificios, oficios y profecías que apuntan
a Cristo. Como dijo Pablo: “Estas cosas son sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo
es de Cristo” (Colosenses 2:17). Desde el primer sacrificio en el Edén hasta el siervo
sufriente de Isaías 53, todo prepara el camino para la redención en el Mesías.

2. En los Evangelios: revelación encarnada

En los Evangelios, Cristo es revelado como el Dios-hombre. Su vida, muerte y


resurrección son la cúspide del plan eterno. Jesús cumple las promesas y revela al
Padre.

3. En los Hechos y las epístolas: proclamación de Cristo

La iglesia primitiva predica un mensaje cristocéntrico. Las cartas apostólicas enseñan


quién es Cristo, qué ha hecho y cómo debemos vivir en Él. Cristo es la cabeza del cuerpo,
el fundamento de la fe y el objeto de la esperanza.

4. En Apocalipsis: consumación gloriosa

Cristo regresa como Rey y Juez. Él es el Alfa y la Omega, el León de Judá, el Cordero
inmolado, y el Esposo que viene por su Iglesia. Toda la creación será reunida bajo su
señorío eterno (Efesios 1:10).

CRISTO REVELADO EN CADA LIBRO DE LA BIBLIA


Antiguo Testamento

1. Génesis – La Simiente prometida de la mujer (Génesis 3:15)


2. Éxodo – Nuestro Cordero pascual (Éxodo 12:3–13; 1 Corintios 5:7)
3. Levítico – Nuestro Sumo Sacerdote (Levítico 16; Hebreos 4:14)
4. Números – La Roca golpeada (Números 20:8–11; 1 Corintios 10:4)
5. Deuteronomio – El Profeta semejante a Moisés (Deuteronomio 18:15; Hechos
3:22)
6. Josué – El Capitán de nuestra salvación (Josué 5:13–15; Hebreos 2:10)
7. Jueces – Nuestro Libertador (Jueces 2:16; Lucas 4:18)
8. Rut – Nuestro Redentor pariente (goel) (Rut 4:4–10; Isaías 59:20)
9. 1 y 2 Samuel – El Rey eterno prometido (2 Samuel 7:12–14; Lucas 1:32–33)
10. 1 y 2 Reyes / Crónicas – El Rey que reina con justicia (1 Reyes 9:5; Jeremías
23:5)
11. Esdras – Restaurador del templo (Esdras 6:14; Juan 2:19–21)
12. Nehemías – Restaurador de muros (Nehemías 2:17; Efesios 2:14)
13. Ester – Intercesor providencial (Ester 4:14; Hebreos 7:25)
14. Job – Nuestro Redentor viviente (Job 19:25)
15. Salmos – Nuestro Pastor y Rey (Salmos 23:1; Salmos 2:6–7)
16. Proverbios – La Sabiduría encarnada (Proverbios 8:22–31; 1 Corintios 1:24)
17. Eclesiastés – El Sentido de la vida (Eclesiastés 12:13; Juan 10:10)
18. Cantares – El Amado de nuestra alma (Cantares 2:16; Efesios 5:25)
19. Isaías – El Siervo sufriente (Isaías 53:3–5; Mateo 8:17)
20. Jeremías – El Justo que llora (Jeremías 9:1; Mateo 23:37)
21. Lamentaciones – El Hombre de dolores (Lamentaciones 3:1; Isaías 53:3)
22. Ezequiel – El Hijo del Hombre (Ezequiel 2:1; Mateo 8:20)
23. Daniel – La Piedra que destruye reinos (Daniel 2:34–35; Mateo 21:44)
24. Oseas – El Esposo fiel (Oseas 2:19–20; Efesios 5:25)
25. Joel – El que derrama el Espíritu (Joel 2:28–32; Hechos 2:16–21)
26. Amós – El que restaura el tabernáculo caído (Amós 9:11; Hechos 15:16)
27. Abdías – El Juez de las naciones (Abdías 1:15; Mateo 25:31–32)
28. Jonás – El Misionero resucitado (Jonás 1:17; Mateo 12:40)
29. Miqueas – El Nacido en Belén (Miqueas 5:2; Mateo 2:6)
30. Nahúm – Nuestra Fortaleza (Nahúm 1:7; 2 Tesalonicenses 3:3)
31. Habacuc – Justificador por la fe (Habacuc 2:4; Romanos 1:17)
32. Sofonías – Rey que se regocija (Sofonías 3:17; Lucas 15:10)
33. Hageo – Deseado de las naciones (Hageo 2:7; Hebreos 12:26–27)
34. Zacarías – Rey montado en asno (Zacarías 9:9; Mateo 21:5)
35. Malaquías – Sol de justicia (Malaquías 4:2; Lucas 1:78–79)

Nuevo Testamento

36. Mateo – Rey de los judíos (Mateo 2:2)


37. Marcos – Siervo obediente (Marcos 10:45)
38. Lucas – Hijo del Hombre (Lucas 19:10)
39. Juan – Hijo de Dios (Juan 1:1–14)
40. Hechos – Cabeza de la Iglesia (Hechos 1:8–11)
41. Romanos – Nuestra justicia (Romanos 3:24–26)
42. 1 Corintios – Fundamento de la Iglesia (1 Corintios 3:11)
43. 2 Corintios – Nuestro Consuelo (2 Corintios 1:3–5)
44. Gálatas – Libertador de la ley (Gálatas 3:13)
45. Efesios – Cristo exaltado (Efesios 1:20–23)
46. Filipenses – Ejemplo de humildad (Filipenses 2:5–11)
47. Colosenses – Plenitud de la Deidad (Colosenses 1:19; 2:9)
48. 1 y 2 Tesalonicenses – Rey que viene (1 Tesalonicenses 4:16)
49. 1 y 2 Timoteo – Mediador y Pastor (1 Timoteo 2:5)
50. Tito – Salvador purificador (Tito 2:13–14)
51. Filemón – Reconciliador (Filemón 1:17–18)
52. Hebreos – Sumo Sacerdote eterno (Hebreos 4:14; 7:24)
53. Santiago – Señor de gloria (Santiago 2:1)
54. 1 y 2 Pedro – Piedra viva y Pastor (1 Pedro 2:4; 5:4)
55. 1, 2 y 3 Juan – Amor encarnado (1 Juan 4:9–10)
56. Judas – Señor que guarda (Judas 1:24–25)
57. Apocalipsis – Rey de reyes (Apocalipsis 1:5; 19:11–16)

Cristo es el eje interpretativo de toda la Biblia. Ver a Cristo en las Escrituras no es forzar
significados, sino descubrir la intención del Espíritu Santo: revelar al Hijo y glorificarlo.
Cada historia, ley, símbolo y profecía encuentra su cumplimiento en Él. Leer la Biblia sin
Cristo es leer con un velo; leerla en Él es ver la gloria de Dios con rostro descubierto (2
Corintios 3:14–18).

Que al escudriñar la Palabra, nuestros ojos sean abiertos como los de los
discípulos en el camino a Emaús, y arda nuestro corazón al reconocer que todas
las Escrituras hablan de Él
Tema 2: Nombre Sobre Todo Nombre (Filipenses 2:9)
Texto base: Filipenses 2:9

Palabras clave en griego:

 Ὑπερύψωσεν (hyperýpsōsen) – “Exaltó hasta lo sumo”: indica una exaltación


suprema, por encima de todo poder, autoridad o dignidad.
 τὸ ὄνομα (to ónoma) – “El nombre”: más que un rótulo, implica carácter,
autoridad, identidad divina.
 πᾶν ὄνομα (pan ónoma) – “Todo nombre”: se refiere a cualquier título o dignidad
en el cielo, la tierra o debajo de la tierra.

Vinculación con los nombres de Dios en el Antiguo Testamento:

Los nombres de Dios en el Antiguo Pacto revelaban aspectos de Su carácter y relación


con Su pueblo. Jesús encarna y personifica cada uno de esos nombres:

Nombre de
Significado Referencia Cumplimiento en Cristo
Dios
Jesús declara: “Antes que
El que es, el Yo
YHWH (‫)יהוה‬ Éxodo 3:14 Abraham fuese, yo soy” (Juan
Soy, el Eterno
8:58)
Cristo es el Verbo por quien
Dios Creador,
Elohim Génesis 1:1 fueron creadas todas las cosas
Todopoderoso
(Juan 1:3; Colosenses 1:16)
Jesús es exaltado a lo sumo y
Génesis
El Elyon Dios Altísimo tiene autoridad sobre todo poder
14:18–20
(Filipenses 2:9–11)
Jesús dice: “Toda potestad me es
Dios
El Shaddai Génesis 17:1 dada en el cielo y en la tierra”
Todopoderoso
(Mateo 28:18)
Jesús es el Señor (Kyrios), a
Señor, Amo
Adonai Salmo 8:1 quien toda rodilla se doblará
Soberano
(Romanos 10:9; Filipenses 2:11)
Dios proveyó al Hijo como
El Señor Génesis
Jehová Jireh sacrificio: “He aquí el Cordero de
proveerá 22:14
Dios” (Juan 1:29)
Cristo en la cruz es nuestro
El Señor es mi
Jehová Nissi Éxodo 17:15 estandarte de victoria (Juan
estandarte
12:32; 1 Corintios 15:57)
Jesús es nuestra paz, que
Jehová Shalom El Señor es paz Jueces 6:24 reconcilió todo en la cruz (Efesios
2:14–16)
Cristo es hecho justicia para
Jehová El Señor justicia Jeremías
nosotros (1 Corintios 1:30; 2
Tsidkenu nuestra 23:6
Corintios 5:21)
Cristo viene con poder y con sus
Señor de los
Jehová Sabaot 1 Samuel 1:3 ángeles (Mateo 26:53;
Ejércitos
Apocalipsis 19:14)
Jesús es el Buen Pastor que da
El Señor es mi
Jehová Raah Salmo 23:1 su vida por las ovejas (Juan
pastor
10:11)
Jesús ve y conoce el corazón del
El Dios que me Génesis
El Roi hombre (Juan 1:47–48; Mateo
ve 16:13
9:36)

Así, Jesús no solo porta un nombre; Él es la plenitud del carácter y autoridad de


Dios manifestado en forma humana. Su nombre es exaltado porque representa todo
lo que Dios es, fue y será.
Tema 3: Las Fiestas del Señor y su Cumplimiento en
Jesús
Texto base: Levitico 23

Propósito de las Fiestas:

Dios estableció estas “moedim” (-)‫ מועדים‬Palabra Hebrea para Fiesta-, que significa
tiempos señalados, para que Israel recordara, celebrara y esperara. Son proféticas:
sombras que apuntan a Cristo (Col 2:16–17).

Las 7 Fiestas y su cumplimiento:

Fiesta Significado Cumplimiento en Jesús Referencia


1 Co 5:7, Jn
Pascua (Pesaj) Redención por sangre Jesús, Cordero Pascual
1:29
Sepultura de Cristo (sin
Pan sin levadura Pureza, santidad 1 Pe 2:22
pecado)
Primicias Primeros frutos Resurrección de Cristo 1 Co 15:20
Pentecostés Entrega de la Ley / Derramamiento del
Hch 2
(Shavuot) Espíritu Espíritu
Trompetas (Yom
Anuncio, juicio Segunda Venida ( juicio) 1 Tes 4:16
Teruah)
Expiación (Yom Cristo como Sumo
Perdón, intercesión He 9:11–12
Kippur) Sacerdote
Tabernáculos Encarnación y Reino Jn 1:14, Ap
Habitar con Dios
(Sukkot) venidero 21:3

* Nos invita a vivir en santidad, recordando que Jesús cumplió la Ley perfectamente.

* Nos recuerda que aún hay fiestas con cumplimiento futuro, y debemos velar (Mt
25:13).

* Celebramos no solo un evento pasado, sino una obra viva y continua de redención
en Cristo.

TEMA 4: CRISTO, EL CENTRO DE TODO


Texto clave: Colosenses 1:15–20; Hebreos 1:1–3
Cristo es el centro del cosmos y de la redención. Colosenses 1:16–17 afirma que “todo
fue creado por medio de Él y para Él”. La palabra griega ta panta (τὰ πάντα) significa
literalmente “todas las cosas sin excepción”. No solo es el origen (archē, ἀρχή) de la
creación, sino también su propósito. En teología paulina, Cristo no es solo el Salvador,
sino el principio unificador de todas las cosas (anakephalaiōsis, ἀνακεφαλαίωσις –
Efesios 1:10). Esta visión cristocéntrica transforma nuestra perspectiva: no vivimos para
nosotros mismos, sino para Aquel en quien todas las cosas subsisten.

Enseñanzas principales:

1. Cristo es la imagen visible del Dios invisible (eikōn tou theou).

La expresión griega εἰκὼν τοῦ Θεοῦ (eikōn tou Theou) significa literalmente “imagen” o
“representación exacta de Dios”. A diferencia de una copia imperfecta, eikōn en el
contexto paulino indica una manifestación perfecta, visible y exacta del Dios invisible
(aoratou Theou, ἀοράτου Θεοῦ). Cristo no es solo similar a Dios, sino que es Dios hecho
visible, la autorrevelación plena del Padre.

Esto declara con fuerza la divinidad de Cristo y su papel como revelador del Padre. Juan
1:18 dice: “A Dios nadie lo vio jamás; el unigénito Hijo… Él le ha dado a conocer.” Jesús
no es un mero mensajero de Dios: Él es Dios manifestado en carne (ho Theos
ephanerōthē en sarki – 1 Timoteo 3:16). Toda enseñanza cristiana debe comenzar con
Cristo como la clave para conocer a Dios.

Ver a Cristo es ver al Padre. Meditar en Su carácter, palabras y obras es entrar en el


conocimiento de Dios. No se puede construir una identidad cristiana sólida sin mirar
constantemente a Jesús como el espejo divino que nos revela quién es Dios… y quiénes
somos nosotros en Él.

2. Él es antes de todas las cosas, y en Él subsisten todas las cosas.

“El es antes de todas las cosas” subraya Su preexistencia (pro pantōn, πρὸ πάντων), y
“en Él subsisten” se traduce del griego synistēmi (συνίστημι), que significa “mantener
unido”, “cohesionar” o “sostener”.

Cristo no solo precede la creación, sino que la sostiene activamente. Esto es coherente
con Hebreos 1:3, que afirma que Él sostiene todas las cosas con la palabra de Su poder.
Esto implica que Cristo no es parte de la creación, sino el Señor soberano de ella. La
creación depende constantemente de Su poder para existir. El universo es cristocéntrico,
no simplemente teocéntrico: todo fue creado por, para y en Él (Colosenses 1:16).

Nuestra seguridad no descansa en circunstancias externas sino en el Cristo que sustenta


todas las cosas. La ansiedad y la desesperanza se disipan cuando recordamos que no
estamos a la deriva, sino sostenidos por Aquel que sostiene el universo entero. Si Cristo
mantiene todo unido, ¿cuánto más puede sostener nuestra vida personal?

3. Nuestra vida gira en torno a Él: no solo es nuestro Salvador, sino


también nuestro Señor.

La confesión cristiana básica es que “Jesús es el Señor” (Kyrios Iēsous, Κύριος Ἰησοῦς).
El término Kyrios no es simplemente un título de respeto; en el contexto grecorromano y
judío, denota soberanía absoluta. En la Septuaginta (versión griega del Antiguo
Testamento), Kyrios es el término usado para traducir el nombre divino YHWH. Confesar
a Jesús como Kyrios es reconocerlo como Dios soberano.

Aceptar a Cristo no es simplemente recibir beneficios espirituales, sino someterse al Rey.


No puede haber discipulado cristocéntrico sin señorío. La vida cristiana no se basa solo
en lo que Cristo ha hecho por nosotros (salvación), sino también en nuestra respuesta
de obediencia, rendición y misión.

¿Gira nuestra vida en torno a Cristo o a nosotros mismos? El llamado del Evangelio es
a una reorientación radical: no vivimos para nosotros, sino para Aquel que murió y
resucitó por nosotros (2 Corintios 5:15). Esto impacta nuestras decisiones, prioridades,
relaciones y propósito. Cristo no es un complemento espiritual, es el centro mismo de
todo.

La fe cristiana no se basa en una filosofía, sino en una Persona. Cristo es el eje del
cosmos (MUNDO) y de la historia. Fuera de Él, nada tiene sentido duradero.

Preguntas para Reflexion:

1. ¿Es Cristo verdaderamente el centro de tu vida?


2. ¿Tu visión del mundo está anclada en Su señorío?
3. ¿Qué aspectos de tu vida necesitan recentrarse en Cristo?
TEMA 5: NUEVA IDENTIDAD
Texto clave: 2 Corintios 5:17; Efesios 4:22–24

Ser una "nueva criatura" (2 Corintios 5:17) se expresa con la palabra griega kainē ktisis
(καινὴ κτίσις). Kainē no implica simplemente algo nuevo en el tiempo, sino nuevo en
naturaleza y calidad. No es una mejora del viejo hombre, sino una nueva creación radical
en Cristo. Esta identidad se fundamenta en la unión con Cristo (en Christō, ἐν Χριστῷ),
una expresión que Pablo usa más de 160 veces para describir la posición espiritual del
creyente. Esta unión significa que nuestra historia, justicia, herencia y futuro están en
Cristo.

Enseñanzas principales:

1. Lo viejo ha pasado: pecado, culpa, condenación:

En Cristo, hemos sido liberados del pasado que nos esclavizaba. El término griego
palaios (παλαιός) indica algo obsoleto, envejecido, sin valor ni utilidad en el nuevo pacto.
El viejo hombre, dominado por el pecado (hamartía), ha sido crucificado con Cristo
(Romanos 6:6). Ya no vivimos bajo condenación (katákrima, Romanos 8:1), y la culpa ya
no tiene autoridad sobre nosotros, porque fuimos justificados por gracia.
2. Lo nuevo ha llegado: vida, justicia, propósito:

El creyente recibe una nueva naturaleza. La palabra kainós (καινός) describe una
cualidad radicalmente distinta, no simplemente mejorada. Esta nueva creación está
marcada por la vida de Dios (zōē), la justicia imputada por Cristo (dikaiosýnē) y un
propósito eterno: vivir para la gloria de Dios y en comunión con Él. Esta vida no es
añadida a la vieja, sino que sustituye completamente lo anterior.

3. La nueva identidad se vive renovando la mente conforme a la verdad:

La renovación del entendimiento (anakainōsis tou noos) es un proceso espiritual y


continuo. Implica rechazar las mentiras que formaban parte de nuestra antigua manera
de pensar y abrazar la verdad revelada en Cristo. Esta transformación no ocurre
automáticamente, sino que requiere intencionalidad, exposición constante a la Palabra y
obediencia activa. Así, nuestra identidad no solo es declarada, sino también vivida.

La regeneración implica una nueva posición espiritual delante de Dios. Ya no somos lo


que éramos: somos hijos adoptivos, justificados, santos en Cristo.

Aceptar esta identidad implica dejar de identificarse con el pasado, el pecado o los
fracasos, y vivir desde la posición de justificación y adopción.

Preguntas:

1. ¿Vives desde tu identidad nueva o desde tu pasado?


2. ¿Qué mentiras sobre ti mismo necesitas desechar?
3. ¿Cómo estás renovando tu mente cada día?
TEMA 6: HIJOS, NO HUÉRFANOS
Texto clave: Romanos 8:15–17; Gálatas 4:6–7

La adopción espiritual se describe con el término huiothesía (υἱοθεσία – Romanos 8:15;


Gálatas 4:5), que literalmente significa “colocación como hijo legítimo”. En el contexto
romano, la adopción otorgaba todos los derechos legales al adoptado, incluso si era
esclavo anteriormente. En Cristo no solo somos perdonados, somos hechos coherederos
(sunklērónomos, συγκληρονόμος – Romanos 8:17). El Espíritu clama en nosotros Abba,
una expresión aramea de intimidad que refleja no solo un vínculo legal, sino afectivo.

Enseñanzas principales:

1. Hemos recibido el espíritu de adopción (huiothesía), no de


esclavitud:

El término griego huiothesía denota una posición legal de hijo, con todos los derechos y
privilegios otorgados por el Padre. Esto contrasta radicalmente con la condición anterior
de esclavitud al pecado y al temor. Ya no vivimos como siervos, sino como hijos
plenamente aceptados.

2. Dios es nuestro Padre (Abba), cercano y amoroso:

La palabra Abba es una expresión aramea íntima, usada por los niños para dirigirse a su
padre con confianza. Jesús usó esta palabra en oración (Marcos 14:36), y ahora el
Espíritu Santo nos impulsa a hacer lo mismo. La vida cristiana fluye desde esta relación
íntima con el Padre.

3. Somos coherederos con Cristo:

Esta verdad implica no solo filiación, sino participación en la herencia eterna. Todo lo
que pertenece al Hijo nos ha sido prometido también a nosotros. No por mérito, sino por
gracia. Somos parte de la familia celestial y viviremos eternamente como hijos
glorificados con Cristo.
4. Identidad filial frente al espíritu de orfandad:

Muchas veces, aunque ya somos hijos, nuestra mente sigue operando con
pensamientos de rechazo, temor o autosuficiencia. Este “espíritu de orfandad” es una
fortaleza que debe ser derribada por la verdad del evangelio. Vivir como hijos implica
descanso, confianza y obediencia motivada por amor.

La adopción es uno de los actos más radicales de gracia. No solo somos perdonados,
sino introducidos en una relación íntima con el Padre.

Vivir como hijo implica confianza, libertad del temor, y una relación íntima con el Padre.
El creyente debe dejar de actuar como esclavo o huérfano espiritual.

Preguntas para Reflexion:

1. ¿Te relacionas con Dios como Padre o como juez?


2. ¿Has recibido el testimonio del Espíritu sobre tu filiación?
3. ¿Qué implica para ti ser coheredero con Cristo?

TEMA 7: SANTOS Y APARTADOS PARA DIOS


Texto clave: 1 Corintios 1:2; 1 Pedro 1:15–16

La palabra “santo” proviene del griego hagios (ἅγιος), que significa “apartado para Dios,
consagrado”. Esta santidad no es principalmente ética sino relacional: hemos sido
apartados del mundo y separados para el propósito de Dios. Según Hebreos 10:10,
fuimos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesús “una vez y para siempre”.
Esta santificación posicional se desarrolla en una santificación progresiva (hagiasmos,
ἁγιασμός – 1 Tesalonicenses 4:3). Nuestra conducta se alinea a lo que ya somos en
Cristo.

Enseñanzas principales:

1. Somos santos (hagioi) no por conducta, sino por posición:

El término griego hagios (ἅγιος) significa “apartado”, “consagrado”. Los creyentes son
llamados santos no por sus obras, sino por su nueva posición en Cristo. Desde el
momento de la regeneración, somos declarados justos y santos delante de Dios. Esta
santidad no es perfección moral, sino una identidad espiritual que se manifiesta
progresivamente en nuestro carácter.

2. Apartados del mundo, consagrados a Dios:

La santidad implica separación. No se trata de aislamiento del mundo, sino de vivir con
una conciencia de que pertenecemos a Dios. Hemos sido redimidos con propósito: vivir
para Su gloria y reflejar Su carácter. La consagración implica un estilo de vida intencional
que busca agradar a Dios y rechaza las obras de la carne (sarx).

3. Llamados a vivir en santidad práctica:

Aunque somos santos en Cristo, se nos llama a “ser santos en toda vuestra manera de
vivir” (1 Pedro 1:15). Esta dimensión práctica de la santidad se cultiva mediante la
obediencia diaria, la comunión con Dios, y la acción del Espíritu Santo que produce fruto
en nosotros (Gálatas 5:22–23). Es el proceso de santificación (hagiasmós) que nos
transforma a la imagen de Cristo.

4. La santidad como evidencia de identidad:

Nuestra santidad no nos hace hijos; más bien, porque somos hijos, vivimos en santidad.
Esta verdad evita tanto el legalismo como la gracia barata. La verdadera identidad en
Cristo nos lleva a un deseo sincero de vivir una vida consagrada, que glorifica al Padre.

La santidad es tanto un don como un llamado. No se trata de legalismo, sino de reflejar


el carácter de Aquel que nos llamó.
La santidad no es un estándar inalcanzable, sino una realidad otorgada que debe vivirse
diariamente. El creyente debe rechazar la conformidad con el mundo y abrazar su
llamado como vaso consagrado.

Preguntas:

1. ¿Te ves como santo en Cristo?


2. ¿En qué áreas necesitas vivir más consagrado?
3. ¿Cómo puedes crecer en santidad práctica?

TEMA 8: AUTORIDAD Y VICTORIA


Texto clave: Efesios 2:6; Lucas 10:19; Romanos 8:37

Efesios 2:6 declara que hemos sido resucitados y sentados con Cristo en los lugares
celestiales. La palabra griega synekathisen (συνεκάθισεν) indica una acción conjunta:
estamos espiritualmente sentados con Cristo en autoridad. La autoridad que tenemos
fluye de Su victoria (nikē, νίκη – 1 Juan 5:4), y se ejerce mediante el nombre de Jesús y
la obediencia a Su Palabra. En Colosenses 2:15 se describe cómo Cristo despojó a los
poderes y los exhibió públicamente. Nuestra victoria no es en nuestra fuerza, sino en Su
obra terminada.

Enseñanzas principales:

1. Estamos sentados con Cristo en lugares celestiales:


Efesios 2:6 declara que Dios nos “resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales
con Cristo Jesús”. En griego, el verbo synekáthisen (συνεκάθισεν) indica una acción
consumada y compartida con Cristo. Esto no es solo una posición futura en el cielo, sino
una realidad espiritual presente. Estamos en una posición de autoridad espiritual por
nuestra unión con Cristo, por encima de toda potestad (Efesios 1:20–21).

2. Autoridad delegada por Cristo:

Jesús dijo: “He aquí os doy potestad [exousía] de hollar serpientes y escorpiones...”
(Lucas 10:19). La palabra griega exousía (ἐξουσία) no solo implica permiso, sino
capacidad autorizada. Cristo, habiendo despojado a los principados y potestades
(apekdýsomai, Colosenses 2:15), delega Su autoridad a los creyentes para resistir al
enemigo, avanzar el Reino y vivir en victoria.

3. Somos más que vencedores en Él:

Romanos 8:37 afirma: “en todas estas cosas somos más que vencedores” —
hypernikōmen (ὑπερνικῶμεν)—, una palabra compuesta que significa “superar
completamente con superioridad”. Esta victoria no es resultado de esfuerzo humano, sino
del amor inquebrantable de Cristo. La victoria es nuestra herencia porque pertenecemos
a Aquel que ya venció.

4. La victoria de la cruz es nuestra victoria:

Colosenses 2:14–15 declara que Cristo anuló el acta de los decretos que nos era
contraria y exhibió públicamente a los poderes del mal. Esta victoria no fue privada, sino
una demostración pública de triunfo. Cristo expuso la impotencia del pecado, la ley y
Satanás. Nuestra identidad está arraigada en esa victoria completa.

La autoridad espiritual no se basa en nuestra fuerza, sino en nuestra unión con Cristo
resucitado. Desde esa posición, enfrentamos la vida con fe y seguridad.

El creyente no lucha por la victoria, sino desde la victoria. Debe resistir al enemigo con
fe firme, orar con autoridad y vivir en obediencia.

Preguntas para Reflexion:

1. ¿Cómo entiendes tu posición “sentado con Cristo”? ¿Cómo impacta eso tu oración
y vida diaria?
2. ¿Estás ejerciendo la autoridad espiritual que Cristo te delegó, o aún vives como
si estuvieras derrotado?
3. ¿Qué áreas de tu vida necesitan alinearse con la victoria de la cruz?
4. ¿Cómo puedes vivir como más que vencedor en tus circunstancias actuales?

TEMA 9: TRANSFORMADOS A SU IMAGEN


Texto clave: Romanos 8:29; 2 Corintios 3:18

La transformación del creyente se describe en 2 Corintios 3:18 con el término griego


metamorphoō (μεταμορφόω), que implica un cambio de forma y naturaleza desde
adentro. Esta palabra también se utiliza en la transfiguración de Jesús (Mateo 17:2),
indicando que no es un simple ajuste moral, sino una participación progresiva en la gloria
divina (doxa, δόξα). Romanos 12:2 refuerza esta idea con anakainōsis (ἀνακαίνωσις –
“renovación”) del entendimiento, señalando que la transformación empieza por la mente
alineada a la verdad revelada.

Somos transformados de gloria en gloria al contemplar a Cristo. Esta contemplación


(katoptrizomenoi, κατοπτριζόμενοι) no es pasiva, sino activa: implica mirar con devoción
e intencionalidad a través de la Palabra y la oración. No es el esfuerzo humano el que
nos cambia, sino el Espíritu Santo (to Pneuma, τὸ Πνεῦμα), quien nos conforma a la
eikōn (εἰκών – “imagen”) del Hijo.

Enseñanzas principales:

1. La meta del creyente es ser conformado a la imagen de Cristo:


Romanos 8:29 declara que Dios nos predestinó para ser “hechos conformes a la
imagen de su Hijo” —en griego, symmorphous tēs eikonos tou huiou autou
(συμμόρφους τῆς εἰκόνος τοῦ υἱοῦ αὐτοῦ)—. La palabra symmorphos
(συμμόρφος) significa “tener la misma forma” o “ser modelado según”. Esto
implica un proceso progresivo, no instantáneo. El propósito de la salvación no es
solo escapar del juicio, sino ser moldeados a la semejanza del carácter, santidad
y propósito de Cristo.
2. La transformación es obra del Espíritu y requiere contemplación:
En 2 Corintios 3:18, Pablo dice que “mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma
imagen”. La palabra griega metamorphoō (μεταμορφόω), traducida como
“transformados”, es la misma raíz de la palabra “metamorfosis” y denota un
cambio interno radical. Este cambio ocurre al contemplar la gloria de Cristo, es
decir, al vivir en comunión con Él a través de Su Palabra y del Espíritu Santo
(pneuma).
3. Despojarse del viejo hombre y revestirse del nuevo:
Efesios 4:22–24 y Colosenses 3:9–10 instruyen al creyente a despojarse del
palaios anthrōpos (παλαιὸς ἄνθρωπος, “viejo hombre”) y a revestirse del kainos
anthrōpos (καινὸς ἄνθρωπος, “nuevo hombre”), el cual es renovado conforme a
la imagen del que lo creó. Este proceso no es automático: requiere
intencionalidad, rendición y renovación constante del entendimiento. La mente
debe ser alineada a la verdad del Evangelio para que la transformación sea
duradera (anakainōsis tou noos - Romanos 12:2).
4. Transformación como fruto de la comunión, no del esfuerzo religioso:
No se trata de moralismo ni de una conducta religiosa vacía. La transformación
real proviene de una relación viva con Cristo. Jesús dijo: “Permaneced en mí...
porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:4–5). La santificación no es
una meta humana, sino un fruto espiritual. Al morar en Cristo, el Espíritu produce
Su fruto en nosotros (Gálatas 5:22–23).
5. La imagen restaurada: del polvo a la gloria:
El hombre fue creado a imagen de Dios (tselem Elohim - Génesis 1:26), pero el
pecado distorsionó esa imagen. Cristo vino como el “último Adán” (1 Corintios
15:45) para restaurarla plenamente. En Cristo, somos recreados con una nueva
naturaleza que refleja el diseño original. Esta restauración culminará en la
glorificación futura, cuando seremos “semejantes a Él” (1 Juan 3:2).

El creyente no se transforma por esfuerzo humano sino por gracia divina. La comunión
con Cristo produce el fruto de Su carácter en nosotros.El creyente debe exponerse
constantemente a la presencia y Palabra de Dios. La transformación auténtica ocurre por
gracia, cuando contemplamos y nos rendimos

Preguntas para Reflexion:

1. ¿Estás consciente de que la meta de tu vida cristiana es parecerte a Cristo?


2. ¿Cómo estás contemplando la gloria del Señor en tu día a día?
3. ¿En qué áreas necesitas despojarte del viejo hombre y renovar tu mente?
4. ¿Cuál es la diferencia entre un cambio religioso externo y una transformación
espiritual genuina?
5. ¿Qué hábitos te ayudan a cooperar con el Espíritu en el proceso de
transformación?

TEMA 10: IDENTIDAD Y COMUNIDAD


Texto clave: Efesios 2:19–22; 1 Corintios 12:12–27

Efesios 2:19–22 nos presenta como “miembros de la familia de Dios”. En griego, oikeioi
tou Theou (οἰκεῖοι τοῦ Θεοῦ) transmite una pertenencia íntima y relacional. No somos
simplemente asistentes de iglesia, sino parte del hogar de Dios. Esta realidad se
profundiza con la metáfora del cuerpo en 1 Corintios 12, donde cada miembro es
esencial. La palabra griega melos (μέλος – “miembro”) implica función vital, no solo
presencia.

La comunión cristiana no es optativa. Koinōnía (κοινωνία) representa una participación


mutua en la gracia, sufrimiento, gozo y misión. Además, Efesios 4:16 enseña que el
cuerpo crece al estar “bien concertado y unido” (sunarmologoumenon,
συναρμολογούμενον). La madurez espiritual requiere comunidad.
Enseñanzas principales:

1. Somos un cuerpo en Cristo y unidos a una Iglesia Local: En 1 Corintios 12,


Pablo utiliza la metáfora del cuerpo para mostrar cómo cada creyente forma parte
integral de un todo mayor. No somos individuos desconectados, sino miembros
(melē) de un solo cuerpo: la Iglesia. Cada uno tiene una función única, y juntos
manifestamos la plenitud de Cristo en la tierra. La verdadera identidad cristiana
no se realiza en aislamiento, sino en comunión.
2. La unidad del Espíritu en la diversidad de dones: Efesios 4:3–6 habla de
guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Aunque tenemos dones
distintos, un mismo Espíritu nos une. La palabra griega henótēs (ἑνότης) —
unidad— implica cohesión esencial, no uniformidad. Somos distintos, pero
estamos profundamente conectados por nuestra identidad común en Cristo.
3. La identidad se afirma en la pertenencia: Romanos 12:4–5 señala que “somos
un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. Aquí, Pablo enseña
que la identidad del creyente se fortalece en la pertenencia a la comunidad.
Fuimos diseñados para vivir en relaciones interdependientes. El discipulado, el
servicio, la corrección y el amor mutuo son vitales para la madurez espiritual.
4. La comunión como expresión de la vida de Cristo en nosotros: Cuando
vivimos en comunión auténtica, manifestamos a Cristo. Jesús dijo: “En esto
conocerán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros” (Juan 13:35).
Nuestra identidad en Cristo se ve cuando nos perdonamos, servimos y edificamos
mutuamente. El amor ágape no es opcional, sino evidencia de la vida de Cristo
fluyendo entre nosotros.

El diseño de Dios no es para creyentes aislados, sino para un pueblo unido en amor,
servicio y misión. La identidad se vive en comunidad.

El creyente necesita comunidad para madurar. El aislamiento es una negación de


nuestra naturaleza en Cristo. Participar activa y amorosamente en el cuerpo es parte de
nuestra identidad redimida.

Preguntas:

1. ¿Cómo entiendes tu papel dentro del cuerpo de Cristo?


2. ¿Estás viviendo tu fe en comunidad o de manera aislada?
3. ¿Qué dones te ha dado el Espíritu y cómo los estás usando para edificar a otros?
4. ¿Cómo puedes crecer en amor y unidad con tus hermanos en la fe?
TEMA 11: EMBAJADORES DE CRISTO
Texto clave: 2 Corintios 5:18–20; Mateo 28:19–20

2 Corintios 5:20 define nuestra identidad misionera con la palabra presbeuomen


(πρεσβεύομεν – “embajadores”). En el contexto grecorromano, un embajador tenía
autoridad directa del emperador, y representaba públicamente su mensaje y carácter.
Como embajadores de Cristo, somos portadores del logos tēs katallagēs (λόγος τῆς
καταλλαγῆς – “mensaje de reconciliación”), un llamado urgente y divino.

Este rol no es superficial. Jesús dijo en Juan 20:21: “Como el Padre me envió, así yo os
envío”. El creyente no es solo testigo de su experiencia, sino representante oficial del
Reino, con una misión urgente: reconciliar a los hombres con Dios. Este encargo implica
urgencia, responsabilidad, y fidelidad.

Enseñanzas principales:

1. Una nueva identidad con una nueva misión:


En 2 Corintios 5:17–21, Pablo nos revela que ser nueva criatura en Cristo no es
un fin en sí mismo, sino el inicio de una misión: la reconciliación del mundo con
Dios. El término presbeuomen (πρεσβεύομεν), traducido como "embajadores", se
refiere a representantes autorizados que llevan un mensaje oficial en nombre de
un rey.
Nosotros somos esos portavoces del Rey de reyes, llamados a hablar y actuar
como sus representantes ante el mundo.
2. Dios hace su llamado a través de nosotros:
Pablo dice: “Como si Dios rogase por medio de nosotros”. Esta afirmación es
impactante: el Dios soberano elige hablar al mundo por medio de sus hijos. No es
una tarea opcional o secundaria. La palabra griega parakaloumen
(παρακαλοῦμεν) significa "rogar", "suplicar", y muestra la urgencia del mensaje de
reconciliación. Cristo nos ha confiado el ministerio de la reconciliación, que no es
otra cosa que anunciar con palabras y vida que Dios perdona, transforma y recibe
a todo aquel que cree.
3. Embajadores con autoridad espiritual:
Como enviados de Cristo, no vamos solos ni sin respaldo. Jesús nos dio autoridad
(exousía) para predicar el Evangelio, sanar, liberar yen su nombre (Mateo 28:18–
20). Esta autoridad está arraigada en nuestra unión con Cristo. Efesios 6:19–20
nos muestra que incluso Pablo pedía oración para predicar con denuedo
(parrēsía), es decir, con osadía y claridad. La misión es espiritual, y el poder
proviene del Espíritu Santo.
4. Vivimos como ciudadanos del Reino, no de este mundo:
Como embajadores, no nos conformamos al estilo de vida del mundo. Filipenses
3:20 afirma que nuestra ciudadanía está en los cielos. Representamos una cultura
distinta: la del Reino de Dios. Nuestra forma de hablar, actuar, y decidir debe
reflejar los valores del Reino: justicia, amor, verdad y santidad. No solo
predicamos con palabras, sino con la manera en que vivimos.

Ser embajador no es una opción, sino una consecuencia natural de estar en Cristo.
Nuestra nueva identidad nos comisiona a representar a Jesús con fidelidad.}

El creyente debe vivir de forma coherente con el Reino al que representa. Cada acción,
palabra y decisión debe reflejar a Cristo y Su llamado a reconciliación.

Preguntas para reflexión:

1. ¿Te ves a ti mismo como un embajador de Cristo?


2. ¿Estás consciente de que Dios quiere hablar al mundo a través de ti?
3. ¿De qué maneras prácticas puedes ejercer tu ministerio de reconciliación?
4. ¿Qué actitudes o temores necesitas entregar a Dios para representar mejor a
Cristo?

TEMA 12: EL ESPÍRITU SANTO Y NUESTRA


IDENTIDAD
Texto clave: Romanos 8:16; Efesios 1:13–14; Gálatas 4:6

El Espíritu Santo es la garantía (arrabōn, ἀρραβών – Efesios 1:13–14) de nuestra


herencia. Al sellarnos (sphragízō, σφραγίζω), nos marca como propiedad divina,
indicando autenticidad, pertenencia y protección. Este sello es irreversible y comunica la
seguridad de la salvación y la continuidad del proceso de santificación.

Romanos 8:16 afirma que el Espíritu “da testimonio a nuestro espíritu de que somos
hijos”. El término symmartyreō (συμμαρτυρέω) implica una declaración conjunta, una voz
divina en nuestro interior que confirma lo que la Palabra proclama. Gálatas 4:6 también
enseña que el Espíritu clama “Abba”, como expresión de intimidad filial, lo que refuerza
no solo la identidad legal, sino relacional.

Enseñanzas principales:

1. El Espíritu da testimonio de nuestra adopción:


Romanos 8:15–16 declara que hemos recibido el Espíritu de adopción (pneuma
huiothesías), por el cual clamamos “¡Abba, Padre!”. La palabra huiothesía
(υἱοθεσία) indica una adopción legal que confiere todos los derechos y privilegios
del hijo legítimo. El Espíritu mismo testifica a nuestro espíritu que somos hijos de
Dios. Esta no es una mera emoción, sino una obra sobrenatural que establece
nuestra identidad.
2. Somos sellados por el Espíritu Santo:
Efesios 1:13 dice que fuimos sellados (sphragízō, σφραγίζω) con el Espíritu Santo
de la promesa. Este “sello” era usado en la antigüedad para certificar propiedad y
autenticidad. El Espíritu es la marca divina que nos distingue como pertenencia
de Dios, garantía de que le pertenecemos, y anticipo (arrabōn, ἀρραβών) de la
herencia venidera. Esto afirma nuestra seguridad y posición en Cristo.
3. El Espíritu clama en nosotros “¡Abba!”:
Gálatas 4:6 repite este clamor íntimo: “Abba, Padre”. La palabra Abba es aramea
y expresa una confianza filial, como “papá”. Es el Espíritu mismo quien produce
esta confianza. No es un acto intelectual, sino una experiencia espiritual profunda.
Es el Espíritu quien arraiga en nuestro corazón la certeza de que somos amados,
aceptados, y protegidos.
4. El Espíritu como guía y poder transformador:
Romanos 8:14 afirma que los hijos de Dios son guiados por el Espíritu. No se
trata solo de ser hijos en posición, sino en práctica. La vida cristiana depende del
poder del Espíritu para vencer el pecado (Romanos 8:13), para vivir en justicia, y
para ser conformados a la imagen de Cristo. Sin el Espíritu, no hay vida cristiana
auténtica (zōē pneumatike).
El Espíritu no solo es poder, sino también identidad. Vivir en el Espíritu es vivir conforme
a la nueva naturaleza en Cristo.

El creyente debe aprender a vivir oyendo al Espíritu, principalmente por medio de la


Palabra de Dios. Su testimonio interno es más confiable que las emociones o las
circunstancias. Vivir según el Espíritu afirma continuamente nuestra identidad.

Preguntas para reflexión:

1. ¿Vives con la seguridad de que eres un hijo de Dios?


2. ¿Percibes al Espíritu Santo como alguien cercano o lejano?
3. ¿Estás dejando que el Espíritu guíe tus decisiones diarias?
4. ¿Qué áreas de tu vida necesitas rendir al Espíritu para una transformación más
profunda?

TEMA 13: PLENITUD EN CRISTO


Texto clave: Colosenses 2:9–10; Efesios 3:19; Juan 1:16

Colosenses 2:9–10 nos dice que en Cristo habita toda la plenitud de la Deidad
corporalmente, y que nosotros hemos sido hechos completos en Él. El término plērōma
(πλήρωμα) denota la totalidad absoluta, la suma completa. No hay carencia en Cristo, y
por ende, no hay carencia en aquellos que están en Él.

Efesios 3:19 eleva esta idea al pedir que seamos llenos “de toda la plenitud de Dios”
(plērōthēte eis pan to plērōma tou Theou, πληρωθῆτε εἰς πᾶν τὸ πλήρωμα τοῦ Θεοῦ).
Esto no solo implica ser llenos de dones o emociones, sino estar saturados de Su
naturaleza, carácter y presencia. Es una experiencia continua, no un evento único.

Juan 1:16 declara: “De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.” (charin anti
charitos, χάριν ἀντὶ χάριτος) describe una gracia que fluye sin interrupción. En Cristo no
solo hay suficiencia: hay sobreabundancia.
Enseñanzas principales:

1. Cristo es la plenitud de la Deidad:


Colosenses 2:9 declara: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de
la Deidad”. El término griego para "plenitud" es plērōma (πλήρωμα), que implica
la totalidad absoluta. Cristo no posee parcialmente la divinidad, sino que en Él
reside de forma completa y visible. No hay atributo divino que le falte. Este plērōma
es eterno, suficiente, inmutable, y en Él tenemos acceso a la revelación completa
de Dios.
2. Estamos completos en Él:
Colosenses 2:10 afirma que en Cristo también nosotros “estamos completos”. El
verbo griego plēroō (πληρόω), usado en tiempo perfecto, indica una acción
acabada con efectos duraderos. No estamos en camino a ser llenados, ya lo
hemos sido en posición. Esto habla de identidad, de seguridad y suficiencia. No
necesitamos buscar fuera de Cristo lo que ya nos ha sido dado en Él. En Jesús
tenemos todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3).
3. Somos fortalecidos y arraigados en amor para ser llenos de toda la plenitud
de Dios:
Efesios 3:16–19 muestra que la plenitud de Cristo no es solo teórica, sino
vivencial. Pablo ora para que seamos fortalecidos con poder en el hombre interior
mediante el Espíritu, arraigados y cimentados en amor, y que así podamos ser
“llenos de toda la plenitud de Dios”. Esta experiencia es progresiva. Cuanto más
comprendemos el amor de Cristo —que excede todo conocimiento— más somos
transformados y llenados con Su vida.
4. De su plenitud tomamos gracia sobre gracia:
Juan 1:16 declara: “De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”. La vida
cristiana no es una vida de carencia, sino de abundancia espiritual. Cristo no solo
es suficiente; es desbordante. Cada día recibimos gracia nueva, favor inmerecido
y provisión espiritual fresca. Esta plenitud se expresa en libertad, paz, sabiduría y
poder para vivir conforme a nuestra identidad.

La plenitud no es algo que buscamos fuera de Cristo, sino que ya nos ha sido dada en
Él. Vivir en plenitud es vivir desde la suficiencia de Cristo.

El creyente debe vivir desde la suficiencia de Cristo, no buscando plenitud en lo exterior.


La plenitud está disponible ahora, por fe y comunión constante con Él

Preguntas para reflexión:

1. ¿Vives desde la plenitud que ya tienes en Cristo o desde la sensación de


carencia?.
2. ¿Qué aspectos de tu vida necesitan alinearse con la verdad de que estás
completo en Él?
3. ¿Cómo puedes experimentar más de la plenitud de Dios en tu día a día?
4. ¿Estás tomando “gracia sobre gracia” o tratando de vivir por tus propias fuerzas?

RECOMENDACIONES PRÁCTICAS PARA VIVIR TU


IDENTIDAD EN CRISTO
1. Dedica tiempo diario a la Palabra
La transformación del creyente comienza con la renovación del entendimiento
(nous, νοῦς – Romanos 12:2), y esto solo ocurre por medio de la Palabra de Dios.
La Escritura es theopneustos (θεόπνευστος – “inspirada por Dios”, 2 Timoteo 3:16)
y actúa como un espejo espiritual (Santiago 1:23–25) que revela tanto nuestra
identidad como nuestro llamado. La meditación constante (hagáh, ‫ – הָ גָה‬Salmo
1:2) nos enraíza en la verdad y desplaza las mentiras de la vieja naturaleza.

2. Ora con identidad


Jesús enseñó a orar diciendo: “Padre nuestro” (Mateo 6:9), lo que implica una
relación de filiación, no de temor servil. Romanos 8:15 declara que no hemos
recibido un espíritu de esclavitud, sino de adopción, por el cual clamamos “Abba,
Padre”. Orar con identidad significa acercarse con confianza (parrēsía, παρρησία
– Hebreos 4:16), sabiendo que somos aceptos en el Amado (Efesios 1:6).

3. Participa activamente en tu comunidad de fe


La fe cristiana es personal pero no privada. Hebreos 10:24–25 exhorta a no dejar
de congregarnos, sino a animarnos mutuamente. En el cuerpo de Cristo, cada
miembro contribuye al crecimiento del otro (Efesios 4:16). El discipulado ocurre
en comunidad, como lo demuestra la vida de Jesús con los doce.

4. Confiesa lo que eres en Cristo


La confesión (homologéō, ὁμολογέω – “decir lo mismo que Dios”) fortalece la fe
(Romanos 10:10). Declarar la verdad de la Escritura sobre tu identidad ayuda a
derribar fortalezas mentales (ochyrōma, ὀχύρωμα – 2 Corintios 10:4) y reemplaza
patrones de pensamiento antiguos con la mente de Cristo.

5. Busca ser lleno del Espíritu cada día


Efesios 5:18 nos manda ser llenos del Espíritu, en griego plērousthe
(πληροῦσθε), un imperativo presente continuo: “sean llenados constantemente”.
El Espíritu no solo nos da poder, sino discernimiento, gozo, guía y comunión con
Dios. Su llenura nos permite vivir conforme a la nueva naturaleza.

6. Vive en misión
La identidad cristiana es intrínsecamente misionera. Jesús dijo: “Vosotros sois la
luz del mundo” (Mateo 5:14). No hay identidad sin propósito, ni salvación sin
comisión. Vivir en misión es expresar la plenitud recibida, como canales de gracia
y Estas recomendaciones no son simplemente sugerencias éticas, sino disciplinas
espirituales basadas en verdades teológicas profundas. Cada una responde al
llamado de vivir conforme a lo que ya somos en Cristo: completos, transformados,
llenos, adoptados, y enviados. reconciliación en medio de un mundo en oscuridad
(Filipenses 2:15–16).

Estas recomendaciones no son simplemente sugerencias éticas, sino disciplinas


espirituales basadas en verdades teológicas profundas. Cada una responde al llamado
de vivir conforme a lo que ya somos en Cristo: completos, transformados, llenos,
adoptados, y enviados.

Esta guía es solo el comienzo. Cristo en ti, la esperanza de gloria (Colosenses 1:27).

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