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Gongora Corpus Poético

La antología poética de Luis de Góngora incluye varias obras destacadas que exploran temas como el amor, la belleza y la naturaleza. A través de su estilo barroco, Góngora utiliza metáforas ricas y un lenguaje elaborado para transmitir emociones complejas y la fugacidad de la vida. Las obras seleccionadas reflejan la maestría del autor en la poesía española del Siglo de Oro.
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Gongora Corpus Poético

La antología poética de Luis de Góngora incluye varias obras destacadas que exploran temas como el amor, la belleza y la naturaleza. A través de su estilo barroco, Góngora utiliza metáforas ricas y un lenguaje elaborado para transmitir emociones complejas y la fugacidad de la vida. Las obras seleccionadas reflejan la maestría del autor en la poesía española del Siglo de Oro.
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UNMDP - FAC. HUMANIDADES - DEPTO.

DE LETRAS - CÁTEDRA: LITERATURA Y CULTURA ESPAÑOLAS I

Antología poética: Luis de Góngora

[Fuente: GÓNGORA Y ARGOTE, Luis de, Obras completas,


[O.C.] 2 vols., ed. de Antonio Carreira, Madrid, Fundación José
Antonio de Castro, 2008 (2.ª ed.)] Los títulos corresponden al
Manuscrito Chacón.

“Mientras por competir con tu cabello”


“De un caminante enfermo que se enamoró
(1582)
donde fue hospedado” (1594)
Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano; Descaminado, enfermo, peregrino
mientras con menosprecio en medio el llano en tenebrosa noche, con pie incierto
mira tu blanca frente el lilio bello; la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano, Repetido latir, si no vecino,
y mientras triunfa con desdén lozano distinto, oyó de can siempre despierto,
del luciente cristal tu gentil cuello; y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.
goza cuello, cabello, labio, y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada Salió el sol, y entre armiños escondida,
oro, lilio, clavel, cristal luciente, soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero.
no solo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente Pagará el hospedaje con la vida;
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. más le valiera errar en la montaña,
que morir de la suerte que yo muero.

“Cosas, Celalba mía, he visto extrañas”


“La dulce boca que a gustar convida”
(1596)
(1584)
Cosas, Celalba mía, he visto extrañas:
La dulce boca que a gustar convida
cascarse nubes, desbocarse vientos,
un humor entre perlas distilado,
altas torres besar sus fundamentos,
y a no invidiar aquel licor sagrado
y vomitar la tierra sus entrañas;
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
duras puentes romper, cual tiernas cañas,
amantes, no toquéis, si queréis vida,
arroyos prodigiosos, ríos violentos,
porque entre un labio y otro colorado
mal vadeados de los pensamientos,
Amor está, de su veneno armado,
y enfrenados peor de las montañas;
cual entre flor y flor sierpe escondida.
los días de Noé, gentes subidas
No os engañen las rosas, que a la Aurora
en los más altos pinos levantados,
diréis que, aljofaradas y olorosas,
en las robustas hayas más crecidas;
se le cayeron del purpúreo seno:
pastores, perros, chozas y ganados
manzanas son de Tántalo, y no rosas,
sobre las aguas vi, sin forma y vidas,
que después huyen del que incitan ahora,
y nada temí más que mis cuidados.
y solo del Amor queda el veneno.
“Ándeme yo caliente” “La fábula de Polifemo y Galatea”
(1581) [Fragmento] (1612)

Ándeme yo caliente (Estrofa 1) AL CONDE DE NIEBLA


y ríase la gente. Estas, que me dictó, rimas sonoras,
Traten otros del gobierno culta sí, aunque bucólica, Talía,
del mundo y sus monarquías, oh excelso conde, en las purpúreas horas
mientras gobiernan mis días que es rosas la alba y rosicler el día,
mantequillas y pan tierno, ahora que de luz tu Niebla doras,
y las mañanas de invierno escucha, al son de la zampoña mía,
naranjada y aguardiente, si ya los muros no te ven, de Huelva,
y ríase la gente. peinar el viento, fatigar la selva.
[…]
Coma en dorada vajilla (Estrofas 6-8)
el príncipe mil cuidados, Un monte era de miembros eminente
como píldoras dorados, este (que, de Neptuno hijo fiero,
que yo en mi pobre mesilla de un ojo ilustra el orbe de su frente,
quiero más una morcilla émulo casi del mayor lucero)
cíclope, a quien el pino más valiente
que en el asador reviente,
bastón le obedecía, tan ligero,
y ríase la gente.
y al grave peso junco tan delgado,
que un día era bastón, y otro, cayado.
Cuando cubra las montañas
de blanca nieve el enero, Negro el cabello, imitador undoso
tenga yo lleno el brasero de las obscuras aguas del Leteo,
de bellotas y castañas, al viento que lo peina, proceloso,
y quien las dulces patrañas vuela sin orden, pende sin aseo;
del rey que rabió me cuente, un torrente es, su barba, impetüoso
y ríase la gente. que, adusto hijo de este Pirineo,
su pecho inunda, o tarde o mal o en vano
surcada, aun de los dedos de su mano.
Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles; No la Trinacria en sus montañas fiera
yo, conchas y caracoles armó de crüeldad, calzó de viento,
entre la menuda arena, que redima feroz, salve ligera
escuchando a Filomena su piel manchada de colores ciento:
sobre el chopo de la fuente, pellico es ya la que en los bosques era
y ríase la gente. mortal horror al que con paso lento
los bueyes a su albergue reducía,
Pase a media noche el mar, pisando la dudosa luz del día.
[…]
y arda en amorosa llama
(Estrofa 11)
Leandro por ver su dama,
Erizo es, el zurrón, de la castaña
que yo más quiero pasar
y, entre el membrillo o verde o datilado,
del golfo de mi lagar de la manzana hipócrita, que engaña
la blanca o roja corriente, a lo pálido no, a lo arrebolado,
y ríase la gente. y de la encina (honor de la montaña,
que pabellón al siglo fue dorado)
Pues Amor es tan crüel, el tributo: alimento, aunque grosero,
que de Píramo y su amada del mejor mundo, del candor primero.
hace tálamo una espada, […]
do se junten ella y él, (Estrofa 14)
sea mi Tisbe un pastel, Purpúreas rosas sobre Galatea
y la espada sea mi diente, la Alba entre lilios cándidos deshoja:
y ríase la gente. duda el Amor cuál más su color sea,
o púrpura nevada o nieve roja.
De su frente, la perla es, eritrea,
émula vana; el ciego dios se enoja
y, condenado su esplendor, la deja
pender en oro al nácar de su oreja.
Con las almenas la ampara
[…] porque ve lo que le cumple;
(Estrofas 40-42) con las manos la defiende 35
Sobre una alfombra (que imitara en vano y con las ropas la cubre.
el tirio sus matices, si bien era Pero poco le aprovecha,
de cuantas sedas ya hiló, gusano, por más remedios que use,
y artífice tejió, la primavera) que el viento con su esperanza
reclinados, al mirto más lozano y con la llama concluye. 40
una y otra lasciva, si ligera, Ella, entonces, derramando
paloma se caló, cuyos gemidos, dos mil perlas de ambas luces,
trompas de Amor, alteran sus oídos. a Venus y a Amor promete
sacrificios y perfumes.
El ronco arrullo al joven solicita,
Pero Amor, como llovía 45
mas, con desvíos Galatea, suaves,
y estaba en cueros, no acude,
a su audacia los términos limita,
ni Venus, porque con Marte
y el aplauso al concento de las aves.
está cenando unas ubres.
Entre las ondas y la fruta, imita
El amador, en perdiendo
Acis al siempre ayuno en penas graves,
el farol que le conduce, 50
que, en tanta gloria, infierno son no breve,
menos nada y más trabaja,
fugitivo cristal, pomos de nieve.
más teme y menos presume.
No a las palomas concedió Cupido Ya tiene menos vigor,
juntar de sus dos picos los rubíes, ya más veces se zambulle,
cuando al clavel el joven atrevido ya ve en el agua la muerte, 55
las dos hojas le chupa, carmesíes. ya se acaba, ya se hunde.
Cuantas produce Pafo, engendra Gnido, Apenas expiró, cuando
negras vïolas, blancos alhelíes, bien fuera de su costumbre,
llueven sobre el que Amor quiere que sea cuatro palanquines vientos
tálamo de Acis ya, y de Galatea. a la orilla le sacuden; 60
----------------------------------------------------------- al pie de la amada torre
donde Hero se consume,
Arrojóse el mancebito no deja estrella en el cielo
al charco de los atunes, que no maldiga y acuse.
como si fuera el estrecho Y viendo el difunto cuerpo, 65
poco más de medio azumbre. la vez que se le descubren
Ya se va dejando atrás 5 de los relámpagos grandes
las pedorreras azules las temerosas vislumbres,
con que enamoró en Abido desde la alta torre envía
mil mozuelas agridulces. el cuerpo a su amante dulce, 70
Del estrecho la mitad y la alma adonde se queman
pasaba sin pesadumbre 10 pastillas de piedra azufre.
los ojos en el candil, Apenas del mar salía
que del fin temblando luce, el Sol a rayar las cumbres,
cuando el enemigo cielo cuando la doncella de Hero, 75
disparó sus arcabuces, temiendo el suceso, acude;
se desatacó la noche, 15 y viendo hecha pedazos
y se orinaron las nubes. aquella flor de virtudes,
Los vientos desenfrenados de cada ojo derrama
parece que entonces huyen de lágrimas dos almudes. 80
del odre donde los tuvo Juntando los mal logrados
el Griego de los embustes. 20 con un punzón de un estuche
El fiero mar alterado, hizo que estas tristes letras
que ya sufrió como yunque una blanca piedra ocupen:
al ejército de Jerjes, «Hero somos y Leandro, 85
hoy a un mozuelo no sufre. no menos necios que ilustres,
Mas el animoso joven, 25 en amores y firmezas
con los ojos cuando sube, al mundo ejemplos comunes.
con el alma cuando baja, El Amor, como dos huevos,
siempre su Norte descubre. quebrantó nuestras saludes; 90
No hay ninfa de Vesta alguna él fue pasado por agua,
que asi de su fuego cuide 30 yo estrellada mi fin tuve.
como la dama de Sesto Rogamos a nuestros padres
cuida de guardar su lumbre. que no se pongan capuces,
sino, pues un fin tuvimos, 95
que una tierra nos sepulte.»

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