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Gris Humo

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Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial, sin el

permiso de autor. Todos los personajes y situaciones de este libro son ficticias, cualquier
parecido con personas vivas o muertas, lugares o acontecimientos es pura coincidencia.

Título original: Gris Humo

Aislin Leinfill, Julio 2022

Diseño de la portada: Lidia Ramilo y Oliver Vidal

Maquetación: Lidia Ramilo

ASIN: B0B3TNP17R
Dedicado a los amores que se forjan entre las llamas y en vez de arder, crecen y se alzan entre
el humo.
Nadie puede juzgar los sentimientos de una persona, los entienda o no. El amor no entiende de
normas ni razón. El amor, solo entiende de amor.

Aislin
CAPÍTULO 1

—¿Me das fuego?


Se sobresaltó ante la súbita interrupción y giró la cabeza para descubrir al dueño de la
voz.
Un chico lo observaba apoyado en la pared del callejón. Lo miró de arriba abajo
frunciendo el ceño desconcertado ante su llamativo aspecto.
Llevaba unos pantalones de cuero negro tan apretados que era un verdadero milagro
que pudiera respirar. Contempló asombrado sus botines a juego y la ínfima camisa de gasa
que no hacía mucho por cubrir su pecho.
Su boca se abrió con sorpresa al fijarse en su cara. Pelo negro peinado hacia atrás,
pómulos altos que ensalzaban unos labios finos y oscuros. Sus pestañas destacaban y
hacían aún más visibles sus ojos de color azul oscuro adornados por un delineado negro
muy fino.
Por instinto dio un paso hacia atrás para estar bajo la luz de la acera. No era que el tipo
fuera imponente físicamente, solo que no acababa de entender qué hacía allí. Era muy alto,
pero de constitución delgada. Sus labios contrastaban con su barbilla afilada y su piel
aceitunada.
El callejón estaba cerrado al público por una pared de ladrillo no muy alta, era posible
saltarla, aunque sería algo difícil de lograr con botines y ese pantalón. La única posibilidad
para que alguien vestido de esa manera tan extravagante estuviera allí, es que fuera uno de
los camareros del local de enfrente.
El chico le dedicó una mirada sospechosa, como si fuera a hacerle algo. Rodó los ojos sin
disimular. Era un tipo normal, ¿Qué creía que podría hacerle?
—Entonces… ¿Me prestas tu mechero o no? —preguntó de nuevo el desconocido.
Entrecerró los ojos en su dirección cada vez más exasperado, solo quería diez minutos a
solas. ¿Por qué estaba allí?
—No fumo —respondió hablando despacio.
Había que tener mucha confianza para vestir así y a pesar de ello arreglárselas para
darle esa mirada letal que le estaba dirigiendo. El chico sonrió manteniendo el gesto
escéptico en su rostro.
—Vi cómo te guardabas un mechero en el bolsillo trasero de tu pantalón —contradijo
con una sonrisa de superioridad.
Se cruzó de brazos mirando en su dirección.
—Vamos, que me estabas espiando desde que salí a descansar —dijo mirándolo
fijamente—. Aterrador e inquietante. —le acusó notando como el dolor de cabeza subía de
intensidad.
La sonrisa del chico iluminó sus rasgos durante unos segundos, haciéndole parecer más
joven de lo que aparentaba su aspecto.
Él mismo tuvo que mirar al suelo tratando de ahogar la sonrisa antes de levantar la
cabeza. No sabía qué era lo que le estaba haciendo gracia del extrañado desconocido. Quizá
porque todo le parecía bastante surrealista.
—No hice nada de eso. Solo quiero encender mi pitillo —contestó alzando la mano llena
de anillos para que pudiera verlo.
Alzó una ceja con gesto incrédulo sin responder, había algo en ese tipo que no acababa
de entender… era más como una sensación… un pálpito… una señal de peligro que le
advertía de que era mejor desviarse de su camino.
—¿De verdad no vas a prestarme tu mechero? —le preguntó él sin dar crédito.
—No —respondió sabiendo que se estaba portando como un idiota.
—¿En serio? ¿Qué clase de persona hace eso? —le interrogó con evidente sorpresa.
—¡Evan! ¡Entra! —le ordenó Otto desde el interior.
Le dedicó una última mirada antes de abrir la puerta trasera del local y volver al trabajo.
El resto de la jornada fue igual de agotadora de lo que había sido la semana. Cuando
coincidían varios partidos importantes siempre era así. Se despidió con la mano de los
demás y se puso la cazadora mientras salía al exterior. Suspiró exhausto, era lo malo que
tenía hacer un turno de diez horas, pero Nina le había pedido que la sustituyera temprano
esa tarde y el dinero siempre venía bien.
Caminó hasta el coche mientras se imaginaba a sí mismo en la cama, apenas tenía siete
horas para dormir antes de regresar al turno de mañana. Bostezó sin esforzarse por cubrir
el gesto. Cruzó la calle estirando los brazos para desentumecerse y sacó las llaves del coche
de su chaqueta vaquera. Por suerte mañana era lunes, por lo que no debería haber
demasiado trabajo hasta la tarde.
Usó el mando para desbloquear el cierre y abrió la puerta deseando haber conducido ya
los veinte minutos que separaban su apartamento del bar. Se puso el cinturón y encendió
los faros. Parpadeó varias veces por la sorpresa al ver a dos personas sentadas
directamente en la acera.
Reconoció a uno de los hombres que miraban en su dirección. El chico del mechero
estaba sentado en el bordillo de la acera, cubierto con una chaqueta de peluche roja. A su
lado había otro chico, vestido de forma muy similar, aunque en tonos oscuros. Tenía el pelo
largo, atado en una coleta que le llegaba hasta el hombro.
El del callejón pareció reconocerle porque levantó la mano derecha para mostrarle su
cigarrillo encendido y luego la izquierda con un mechero blanco.
Negó con la cabeza mientras bajaba el freno de mano y se ponía en marcha olvidándole
en cuanto tomó la primera curva a casa.

—Salgo al callejón —le advirtió a su jefe. Otto aceptó el aviso con un gesto de cabeza,
mientras servía otra cerveza a un cliente.
Tomó una botella de agua y salió fuera deseoso por alejarse de todo el ruido. Suspiró
mientras trataba de relajar los músculos, ese momento era uno de los favoritos del día,
cuando el sonido se apagaba y a oscuridad lo envolvía. Le ayudaba a recargar la energía
para las horas finales de su turno.
—El borde del mechero —reconoció la voz, pero no lo miró.
Al contrario de la primera vez, esta vez no se movió. Era un tío estrafalario, aunque
parecía inofensivo.
Tomó otra bocanada de aire fresco y levantó la cabeza mirando las estrellas. Si el buen
tiempo aguantaba hasta la semana que viene, podía escaparse e ir a jugar un partido con los
chicos.
También podría ir a casa de Clary y pasar el día con sus sobrinos, llevaban un tiempo
pidiéndole que los llevara al parque, con suerte podrían pasar un día en familia.
Suspiró bajando la cabeza, el chico estaba sentando en las escaleras del local de al lado.
Llevaba pantalones de cuero con cadenas en la zona de la cintura, y una blusa blanca con
encaje. De nuevo, sus ojos estaban maquillados. Se fijó en sus uñas pintadas de negro
mientras se llevaba el cigarrillo en la boca. En su oreja brillaba un pequeño pendiente con
un brillante blanco, tenía dos anillos en la mano derecha y unas cuantas pulseras finas en
su muñeca.
Sí, sin duda era uno de los camareros del Clank, un local de rock alternativo que solo
abría por las noches y que tenía una pintoresca variedad de clientes.
El desconocido exhaló el humo mirándolo sin tratar de ocultarlo. Una sonrisa burlona
apareció en sus labios, como si estuviera esperando algo, algún tipo de reacción o quizá que
volviera a hablarle.
Se negó a sentirse intimidado mientras lo observaba. No tenía un tipo de belleza obvia
como él, pero era muy consciente de sus puntos fuertes. Su pelo castaño rojizo era herencia
de la familia escocesa de su madre y aunque su cara no estaba mal, sus ojos marrones no
eran nada extraordinario. Además, era alto y se mantenía en buena forma gracias a las
sesiones de deporte que hacía dos veces a la semana con sus amigos.
El chico se tomó su tiempo, probablemente fuera más joven que él, aunque era difícil de
decir con su aspecto y la ropa.
«Gay, lo sabía». Pensó cuando la mirada del hombre bajó entre sus piernas y volvió a
subir a su cara.
—Bonito cinturón —dijo él con una sonrisa burlona, como si supiera lo que se le estaba
pasando por la cabeza.
Cierto, uno de los últimos regalos de su hermana. Un cinturón de piel negra con una
hebilla que ponía “Lucky”. Se encogió de hombros sin morder el anzuelo. No le gustaban los
hombres y no estaba interesado en lo que fuera que pudiera ofrecerle.
El extraño se puso en pie y aunque ya se habían visto dos veces, volvió a sorprenderle lo
largas que eran sus piernas.
—Buena charla —la sorna era evidente en su tono, pero siguió sin añadir ni una
palabra.
Vio cómo se daba la vuelta y abría la puerta trasera del local, dejando que la música
estridente llegara hasta él.
Sonrió mientras la puerta se cerraba.
«Buena charla». Estaba completamente de acuerdo.
Volvieron a verse más veces.
Cada día, a las doce, se escapaba al callejón y se sentaba en las cajas de cerveza vacías. A
veces él ya estaba ahí, otras salía a los pocos minutos. Después de dos semanas se había
convertido casi en una rutina.
Se sentaría en las escaleras y fumaría mirándole en silencio. No le molestaba, en
realidad no. No se sobrepasaba, ni le hacía sentir incómodo. Nunca preguntó nada de forma
directa, ni siquiera su nombre.
Lo máximo que escuchó de él, fue algún comentario irónico si su ropa le llamaba la
atención. No había mucho que decir porque para el trabajo solía usar deportivas, vaqueros
y camisetas cómodas. Al contrario que su silencioso acompañante, que cada día le
sorprendía con algún atuendo nuevo y llamativo.
A veces se descubría pensando en él cuando hacía otra cosa durante el día, imaginando
en qué tipo de tiendas podía encontrar esa ropa tan loca.
—Me tomo un descanso —dijo a Otto cuando por fin consiguieron despejar las dos
barras. Era noche de partido y siempre eran una locura.
—Llevamos trabajando aquí cuatro años, explícame por qué haces un descanso para
fumar cuando no has tocado un cigarrillo en tu vida —demandó Nina burlona mientras
servía una cerveza a un cliente.
Sonrió a su mejor amiga recogiendo el sándwich de pollo con patatas que pidió a cocina.
—Gracias Nora —dijo a la mujer que le guiñó un ojo.
Nina y él se conocieron en el instituto, cuando empezó a salir con su mejor amigo, Brian.
Sabía demasiado bien que necesitaba unos minutos lejos del jaleo.
Era casi la una de un sábado, una hora más tarde de lo que solía escaparse, así que le
sorprendió cuando su acompañante misterioso salió por la puerta con la cajetilla de tabaco
en la mano.
Le hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo. Como respuesta, él sacó un mechero
del bolsillo que le enseñó, algo que había hecho cada noche desde entonces.
Intentó contener la sonrisa al ver sus infructuosos intentos para tratar de encender el
mechero una y otra vez sin conseguir nada.
Se rio a carcajadas cuando por fin levantó la cabeza para mirarle, reconociendo que no
funcionaba.
Negó con diversión, de verdad que ese tipo era demasiado entretenido incluso sin
pretenderlo.
—Tercer ladrillo amarillo al lado del marco —le dijo sonriéndole con simpatía.
—¿Qué? —preguntó él desconcertado.
Le hizo un gesto señalando la puerta que tenía detrás. Él se levantó con evidente
desconcierto, encontrando pronto los ladrillos que estaban algo amarillos por el paso del
tiempo.
—El tercero, ahí es donde tus compañeros guardan su alijo —le indicó señalando el lado
derecho del marco. Se llevó una patata a la boca viendo cómo sacaba el ladrillo y
encontraba tres mecheros dentro. No era la primera vez que coincidía con algún camarero
de ese local y sabía los trucos que tenían.
El tipo le sonrió como si le hubiera tocado la lotería, cogiendo uno de ellos para volver a
colocarlo en su sitio.
Le observó fumar mientras se comía la mitad de su sándwich. Él se quedó mirándolo
como si acabara de darse cuenta de que tenía comida. Observó con interés la caja que
estaba usando a modo de mesa improvisada. Tiró al suelo el cigarrillo que acababa de
encender y fue a su lado. Sin ceremonia cogió una patata y se la llevó a la boca.
—¿No os dan de comer ahí dentro? —bromeó al verle tomar otra.
Él se encogió de hombros sin darle importancia.
—Lo harían, si se lo pidiera —reconoció mirando su sándwich con los ojos
entrecerrados—. No me había dado cuenta de que tenía hambre hasta que te vi comer a ti.
Le ofreció la otra mitad que no tardó ni dos segundos en probar.
—¿Quién se olvida de comer? —se extrañó sonriendo al ver su cara cuando masticaba—
. Bueno, ¿Eh? —preguntó entretenido, pasándole las patatas.
—La salsa está increíble —aceptó él asintiendo con la cabeza.
Se rio dando por perdida su comida mientras le daba un sorbo a su cerveza. Observó
con curiosidad su ropa, unos pantalones blancos muy ajustados y una camisa con volantes
negros en las mangas.
—Es salsa de yogur casera, pero Nora la aliña de una forma especial —le explicó
dándole un sorbo a su cerveza.
—¿La cocinera? —adivinó el chico.
—Sí, ella es asombrosa. ¿En tu local tenéis cocina?
Él negó con la cabeza mientras seguía comiendo patatas.
—¡Evan! ¡Necesitamos ayuda!
Se bajó de las cajas de un pequeño salto.
—Noche de partido —contestó como toda explicación.
—Espera, deja que te pague esto —le pidió llevándose la mano al bolsillo de su
pantalón.
Hizo un gesto para desdeñar su sugerencia y volvió dentro.

—Evan, ¿Puedes llevar esto antes de irte? —preguntó Otto pasándole una bandeja con
patatas y bocadillos repleta de comida.
—¿Para qué mesa? —Era raro que alguien pidiera esa cantidad a las dos de la mañana.
El bar aún estaba lleno, pero no había ninguna mesa con tantas personas.
—Es para el Clank. Su jefe me llamó para que les llevemos algo de comer a esta hora —
le explicó saliendo de la barra y recogiendo la otra bandeja—. Vamos —ordenó
atravesando el local hasta el callejón que compartían.
Nunca había entrado en el Clank, ese tipo de música no era su estilo, pero sabía que
funcionaba bien y que de jueves a domingo solía estar lleno. Por eso se sorprendió al entrar
y ver el sitio medio vacío. Había gente moviéndose por todo el espacio y en el escenario
alguien tocaba una guitarra como si la estuviera afinando.
—Podéis dejar allí la comida —les dijo un hombre acercándose para estrechar la mano
de Otto. Obedeció mientras ellos se ponían a hablar.
Fue hasta la única barra del local, que estaba llena del personal que hablaba y bebía
cerveza.
Reconoció enseguida al camarero con el que coincidía en su descanso. Estaba sentado
encima de la barra con pantalones de estampado de tigre y una camiseta blanca con unos
labios rojos en el frente.
Sonrió negando con la cabeza mientras dejaba la bandeja a su lado.
—¿Noche tranquila? —preguntó señalando alrededor.
Era un local grande que estaba hecho para música en vivo. El escenario ocupaba una
buena parte del final del local. Como mobiliario solo estaba la larga barra con algunos
taburetes. Suponía que el resto del espacio sería la pista de baile. Todo era oscuro y había
un montón de grafitis por las paredes con nombres de grupos de rock de los que solo
reconoció a AC/DC y Led Zeppelin.
—Algo así. Un grupo está probando temas nuevos y ensayan para estrenar este fin de
semana —contestó el chico después de una pequeña pausa. Su amigo, el de la coleta larga,
se sentó a su lado en un taburete mirándole con curiosidad, aunque sin decir nada—. ¿Una
cerveza? —le ofreció señalando las botellas a su lado.
Comprobó el reloj. Había sido una semana dura, se merecía un descanso, además, ya
había terminado su turno. Miró alrededor algo inseguro, no era su ambiente precisamente.
Una chica se unió al guitarrista y se puso a tocar la misma melodía.
—¿Mejor un chupito? —volvió a ofrecerle el chico.
—Claro —cedió finalmente volviendo a mirarle, sus ojos azules brillaron al sonreírle—.
Un chupito estaría bien. ¿Cuál es tu especialidad? —quiso saber.
El amigo que se sentaba a su lado, volvió a mirar al chico que pareció desconcertado por
un segundo. Probablemente porque no esperaba que aceptara la propuesta, quizá su
incomodidad era visible, pero podía aguantársela mientras se tomaba un trago.
Él ignoró su mirada y bajó de la barra de un saltó poniéndose detrás de ella.
—Puedo prepararte un orgasmo en la playa, pero me da que eres más de tequila —
bromeó él sonriendo mientras cogía un vaso adecuado y lo dejaba delante de él.
Se rio mientras asentía con la cabeza.
—Me quedaré con la segunda opción —aceptó.
—Siéntate, aburrido —dijo él señalando el taburete de enfrente.
Su jefe le dedicó un gesto para avisarle de que se iba mientras la música empezaba a
sonar.
Miró como él se acercaba a una de las camareras para hablar en voz baja. Ella se rio y le
pasó una botella con actitud coqueta.
Sonrió negando con la cabeza, parecía ser una persona muy sociable.
—Soy Zen —se presentó el amigo llamando su atención.
Se giró sorprendido y le tendió la mano sin dudar.
—Evan. ¿Qué tal? —le respondió.
Zen le observó fijamente apretando su mano.
—¿Trabajas en el bar de al lado? —le preguntó.
—Sí, soy camarero también. Aunque no se parece en nada a esto, es un bar de deportes.
Todo el ruido que hay allí viene de los hinchas entusiasmados o cabreados según la noche
—contestó sonriendo cuando su camarero misterioso le ponía delante un chupito amarillo
neón—. ¿Qué lleva esto? ¿No habíamos decidido que tomaría tequila? —quiso saber.
—Secreto, además donde estaría la diversión en eso —contestó él apoyándose en la
barra—. Fíate, idiota del mechero. Te prometo que no va a doler.
Sonrió antes de beberse el chupito de golpe.
—Te di la mitad de mi sándwich ayer —le recordó—. ¿No me merezco que olvidemos
que fui un capullo aquella primera noche?
Él se rio, un sonido musical, armónico que hizo destacar aún más sus ojos azul oscuro.
Su estómago pareció encogerse dentro de su cuerpo. Puede que llevara mucho tiempo sin
tomar chupitos y le estuviera sentando mal.
—Y patatas. No te olvides que también me diste tus patatas —añadió él sonriendo.
—Y te dije dónde está el alijo secreto que tenéis fuera los camareros. ¿Qué clase de
compañeros tienes que no te lo contaron?
—Es verdad. Lo hiciste —concedió después de intercambiar una mirada con su amigo.
Rellenó otro chupito y añadió uno para él mismo.
—¿No más idiota del mechero? —preguntó esperanzado.
Se rio cuando lo vio asentir con la cabeza con ímpetu.
—Hagámoslo bien, entonces. Soy Evan —se presentó levantando el chupito en su
dirección.
Él se fijó en la barra antes de mirarle a los ojos. Chocó su chupito frío contra el suyo y se
lo bebió de golpe.
—Shaun. Mi nombre es Shaun.
CAPÍTULO 2

Jadeó contra su boca enfermo de necesidad. Clavó los dedos en sus caderas con fuerza
tirando de él. Escuchó, como de muy lejos, cerrarse la puerta del pequeño almacén, pero
estaba muy ocupado para asegurarse. Sujetó su cintura y presionó sus cuerpos como si
quisiera fusionarse con él, apretando su culo con demasiada fuerza entre sus manos. Los
dedos fríos de Shaun se colaron por la abertura del cuello de su camiseta, tirando de la tela
y mordiendo su hombro mientras su cuerpo se estremecía sin poder evitarlo.
Gimió totalmente perdido, girándolo entre sus brazos y dejándole de cara a la pared.
Shaun alzó la cabeza mirando al techo, gimiendo sin contenerse. Levantó uno de sus brazos
para agarrarle del pelo, atrayéndolo a un beso que lo incendió como si le hubiera rociado
con gasolina.
Shaun era un controlador, su apariencia inofensiva y ambigua no era real. Besaba igual
que un general, lanzándose a la guerra sin dudarlo y dispuesto a volver con la victoria sin
hacer prisioneros.
Gruñó dentro del beso, embistiendo las caderas contra su cuerpo, su erección recia y
necesitada presionando sobre su abertura cubierta por la ropa. Los dedos largos de Shaun
cubrieron su nuca mientras gemía desinhibido, respondiendo a sus movimientos para
aumentar la fricción.
Lo necesitaba con tanta intensidad que no tenía suficiente de él. Metió las manos bajo su
camiseta para adueñarse de su piel que parecía arder bajo la suya y alimentaba sus ganas
de querer poseerlo. Lamió su cuello con el corazón tan acelerado que todo lo que podía
escuchar era el bramido de su sangre y cada pequeño ruido que Shaun hacía para él.
Shaun dejó caer la cabeza sobre su hombro mientras gemía en su oído y lo volvía loco.
Apretaba con tanta fuerza sus caderas que estaba seguro de que le dejaría marcas, pero a él
no parecía importarle. A pesar de ser fugazmente consciente de esto, no fue capaz de
contenerse, seguía empujándolo contra la pared, presionando su cuerpo en busca de un
alivio que apagara esa necesidad que ardía en su interior.
Recorrió su pecho, tocándolo por todas partes, levantando su camiseta durante el corto
viaje a sus pezones, tiró de ellos sin dejar de moverse contra él. El placer se aumentó
cuando le escuchó gemir desesperado. A modo de represalia, Shaun chupó su cuello con
tanta intensidad que le arrancó un siseo de queja, aunque no le molestó lo suficiente como
para detenerse. Tiró de él, alejándolo de la pared, dejando que su cuerpo se encargara de
sostenerlo.
Shaun gimió con fuerza, presionando su culo contra su erección sin vergüenza,
poniendo su mano en la suya para guiarle por su cuerpo hasta donde lo necesitaba.
Lo sintió deshacerse contra él en cuanto sus dedos se apoyaron sobre su bragueta. Supo
el momento exacto en que pasó, porque paró de respirar como si el placer fuera demasiado
y no pudiera soportarlo.
Le dio unos segundos para que recuperar el aliento antes de guiar sus manos a la pared,
obligándolo a que se apoyara en ella. Shaun obedeció sin dudarlo, dejando que lo usara
para frotarse hasta llegar al final. Se quedó apoyado en su espalda, todavía con la cabeza
girando sin control y volando alto en la euforia del orgasmo.
—Jodidamente increíble —murmuró contra su nuca sudorosa.
Abrió los ojos sentándose en la cama sobresaltado. «Todo está bien, solo ha sido un
sueño». Pensó con alivio dejándose caer en el colchón.
Sonrió a pesar del dolor de cabeza, no solía recordar lo que soñaba, pero desde luego
ese fue un sueño de los realistas. Se estiró en la cama, tratando de que su cuerpo cooperara
antes de levantarse.
—¡Auch! —jadeó al notar un pinchazo en el cuello. Abrió los ojos en pánico, mirando sus
pantalones, todavía llevaba la ropa de ayer—. No, no, no, no.
Corrió al baño y contuvo el aliento al verse en el espejo. Una cadena de chupetones
oscuros ocupaba gran parte de su cuello, destacando incluso sobre su piel tostada por el
sol.
—¡Oh, Dios mío!

Alguien debería crear un puto manual sobre qué hacer cuando eres heterosexual y te
lías con un tío gay en una noche de borrachera. Lo buscó en internet, no había ninguna. En
serio, alguien debería escribir una guía extensa y detallada sobre eso. No tenía ni idea de
qué hacer y esos malditos foros de ayuda sobre dudas sexuales estaban llenos de mensajes
confusos y videos porno que le hicieron sudar en frío.
No recordaba todo lo que pasó anoche, pero sí gran parte.
A los dos chupitos le siguieron tres, cuatro, cinco y perdió la cuenta cuando repitió por
tercera vez el seis.
Fueron demasiados, estaban muy cargados, a lo mejor alguien puso algo raro en su
bebida… contuvo las ganas de pegarse un puñetazo a sí mismo. Nadie hizo nada, fue él solo.
Hacía mucho que no se acostaba con nadie, pero aquello era llevar un calentón a otro nivel.
Nunca tuvo dudas sobre su sexualidad, era un hombre heterosexual y le gustaban las
mujeres. Simple.
No es que Shaun no fuera guapo, lo era. Estaba lo suficiente seguro como para
reconocerlo. ¿Podía seguir considerándose heterosexual después de lo que había pasado?
Una guía… necesitaba algo para ayudarle a abordar la situación. ¿Por qué no había una?
¡Estúpido internet que solo sirve para chorradas!
En condiciones normales preguntaría qué hacer a sus mejores amigos o a su hermana.
¿Pero qué les iba a decir?
Después de dos analgésicos y cuatro cafés, decidió que aplicaría la norma de Las Vegas.
«Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas». «Lo que pasó en el Clank, se queda en el
Clank».
No recordaba cómo llegaron al almacén, si se besaron fuera o si alguien los vio salir
después. No era un buen bebedor, así que no podía recordar cómo salió de allí. Shaun sí lo
sabría y de paso que hablaba con él, le dejaría claro que fue un desliz y podría pedirle que
guardara silencio sobre el tema.
Él no parecía una mala persona, seguro que entendía que no era gay y que aquello fue
una cosa de borrachos. Con suerte podría convencerlo de que no se lo contara a nadie. No
quería ni pensar lo que dirían sus amigos y conocidos si lo supieran.
Fue al trabajo como si lo hubieran condenado a muerte. Rendido y resignado. Cuando
Shaun apareciera en la hora del descanso, aclararían el tema y podría olvidarlo. Ahora solo
tenía que pensar con qué sobornaría a Nina para qué le cambiara el descanso y pudiera irse
una hora más tarde.
Tenía listo el discurso y estaba bastante sereno cuando salió al callejón, solo que su plan
falló porque Shaun no apareció. Ni ese día, ni los siguientes.
Quizá estaba preocupado por cómo reaccionaría, puede que incluso estuviera
avergonzado. Quiso reírse en cuanto lo pensó, Shaun no parecía el tipo de persona que se
sentiría cohibido por tener sexo con nadie… interrumpió sus pensamientos en cuanto la
palabra sexo llegó a su mente.
No tuvieron sexo, no realmente. No hubo penetración y no se atrevió a tocar nada
comprometedor bajo la ropa, así que teóricamente no podía considerarse sexo, ¿no? Los
recuerdos de cómo se sentía la piel de Shaun bajo sus dedos cuando tocó su pecho
volvieron para burlarse de él.
No, eso no es sexo. Se dijo a sí mismo con firmeza. Su mente se aferró
desesperadamente a ese pensamiento y por primera vez en cinco días consiguió dormirse
tranquilo.
La curiosidad sexual era normal, saludable. O eso ponía las páginas de internet que
había consultado. Enrollarse con alguien del mismo género durante el instituto o la
universidad tampoco era inusual y se superaba en cuanto se satisfacía la curiosidad.
Obviamente lo que sentía era curiosidad, porque jamás pensó en tocar a ningún hombre y
la idea seguía revolviéndole el estómago.
Su hermana solía decir que para saber si algo te gusta debes probarlo antes. Aunque no
estaba muy seguro de que pudiera aplicar a este caso las técnicas de Clary para que
comiera nuevas verduras cuando iba a visitarla.
A pesar de los cientos de teorías que elaboró durante esos días, se convenció de que no
era tan raro y de que una vez probado podía pasar página. Había salido con chicas antes,
tuvo sexo con ellas y fue genial, no sabía por qué de repente tenía tantas preguntas. Estaba
seguro al cien por cien de su sexualidad, así que de nuevo cambió la argumentación de sus
teorías sobre qué pudo suceder esa noche.
El alcohol, el maldito tequila tuvo la culpa, así que igual que con aquel viaje que hizo con
Brian a Las Vegas, donde perdieron mucho dinero apostando, decidió olvidarlo y fingir que
no había ocurrido. Si pudo obviar que había perdido mil dólares en el casino, también
podría con esto.
Ese mismo fin de semana salió con algunos amigos para despejarse y se fue a casa de
una morena pequeña de curvas suaves y sonrisa preciosa. Pasaron un buen rato y cuando
se fue sin dejar una nota en medio de la noche, se sentía un metro más alto de lo que era en
realidad. El mundo estaba en su lugar de nuevo, todo seguía tan bien como siempre y en
cuanto a aquella noche… bueno…
Lo que pasa en el Clank, se queda en el Clank.

—Mira que cara de idiota, alguien tuvo una noche movidita —se burló Nina cuando la
rodeó para coger un plato de la cocina—. ¿Volviste a quedar con la vampiresa que te hizo
aquellas marcas de guerra? —bromeó de buen humor.
Negó con la cabeza sonriéndole. Llevó un jersey de cuello largo al día siguiente de su
“traumática experiencia”, pero acabó tan sudado que cedió a llevar una camisa de cuadros
sobre su camiseta. El cuello disimulaba bastante, pero a pesar de ello, Nina localizó sus
marcas al poco de empezar el turno. Para cuando salió, Brian le había llenado su móvil con
memes de vampiros.
—Nunca repito —respondió, sabiendo que era mentira. En toda su vida había tenido
cuatro novias, su relación más larga fue en la universidad. Estuvieron saliendo seis meses y
lo dejaron cuando ella le pidió aclarar la situación en la que estaban.
No estaba preparado para tener una relación seria y siendo honesto, no creía que lo
estuviera nunca. No le gustaba dar explicaciones de qué hacía o a dónde iba, odiaba los
reproches por no responder al segundo los mensajes y no soportaba que invadieran su
espacio.
Su cuñado solía bromear diciendo que era un solterón y que debía resignarse a acabar
viviendo con un puñado de gatos. No era una mala opción para él en realidad, así que no se
sentía ofendido por el comentario, salvo por lo de los felinos. No le gustaban los gatos,
puede que se comprara un pez.
—Déjalo en paz, Nina —contestó Nora pasándole una cesta con alitas—. Es joven, tiene
que salir y divertirse. No necesita encontrar una novia.
Sonrió apoyándose en la ventana que separaba la cocina del resto del local.
—Solo porque tú no quieres, Nora. —Cogió la comida y la puso con rapidez en la
bandeja—. El día que me digas que sí, se acabarán mis noches solitarias.
Escuchó a las dos mujeres reírse mientras se alejaba hasta la mesa de chicas que había
sentadas al fondo.
—Aquí tenéis, cuidado con las alitas, acaban de salir y queman —les advirtió sonriendo.
Ellas se rieron mirándolo sin disimulo. Sonrió ante el coqueteo, seguro de sí mismo.
Después de una semana dudando hasta de si su nombre era el que ponía su carnet de
conducir, era estimulante sentirse cómodo de nuevo en su cuerpo. Conocía a la perfección
los pasos de ese baile. Miradas, tonteo, un número de móvil apuntado en una servilleta y
una noche en compañía en algún lugar privado.
Sonrió cuando volvió a la barra con dos números de diferentes mesas.
Nina soltó un largo silbido al ver cómo se los guardaba en el pantalón.
—Pero bueno… estás triunfando esta noche, ya era hora. ¿Hacía cuánto que no usabas tu
cosita? Por lo menos un mes, pero estás compensando en estos días —le picó echando la
mano como si fuera a agarrársela.
Le dio un manotazo para alejarla de él. Nina no tenía conocimiento alguno sobre lo que
significaba la palabra “vergüenza,” además de una forma de hablar que no era para todo el
mundo, no había dobles sentidos ni verdades encubiertas.
—Deja mi cosita en paz. ¿No tienes suficiente con la de Brian?
Ella se rio encogiéndose de hombros.
—¿Qué puedo decir? Soy una chica insaciable.
Se rio de buen humor mirando el reloj, quizá podría usar uno de esos números esta
noche. Todavía era la una y como no era fin de semana, cerrarían a las dos.
—Ve a tu descanso del no fumador —le ordenó Nina.
—¿Seguro? El partido se irá a prórroga —le advirtió.
—No hay demasiada gente, podremos con ellos. Tómate un momento, yo me encargo —
le aseguró ella cogiendo la bandeja para ir a atender una mesa.
Sonrió al aceptar su ofrecimiento, guiñándole un ojo antes de marcharse a la parte de
atrás.
La sonrisa se le borró de la cara en cuanto salió al callejón y encontró a Shaun sentado
en su escalera de siempre.
Cerró la puerta mientras lo observaba, no parecía demacrado, así que su teoría de que
podría haber enfermado tampoco era probable.
Shaun siguió fumando como si no pasara nada, aunque lo miraba fijamente. De todos los
escenarios que imaginó cuando pensó en tener esa charla, ninguno se parecía a ese.
Él llevaba una camiseta de rejilla negra, dejando ver su piel tatuada con claridad.
Observó sus tatuajes como si fuera la primera vez que los veía.
Sobre el centro de su pecho se entrelazaban tres símbolos geométricos con estampado
tribal. No eran muy gruesos, pero no pasaban desapercibidos.
Desde luego entendía que con el alcohol su mente se hubiera confundido. El cuerpo de
Shaun no era femenino, pero sí delgado y su ropa como mínimo podía clasificarse de
confusa. Era casi tan alto como él, pero su pelo peinado en mechones estratégicamente
colocados, podría ser otro aliciente frente a la neblina que provocaba el alcohol.
Estaba casi seguro de que su aspecto podría considerarse un atenuante sin lugar a
dudas. A pesar de ello, viéndolo de la forma más objetiva posible… era guapo. Su cara tenía
unos rasgos exóticos y sus ojos azules con el delineado llamaban mucho la atención.
Demasiadas pruebas en contra, definitivamente tenía derecho a confundirse en las
circunstancias adecuadas. Ahora solo quedaba que Shaun entendiera que no estaban en el
mismo bando. Quería ser sutil y llevar el asunto con madurez, al fin y al cabo, no habían
hecho nada malo. Solo era una confusión que era mejor aclarar para que no hubiera
malentendidos.
—No soy como tú —anunció a bocajarro.
Se encogió al escucharse. Sutileza, ¿Qué era eso?
Shaun parpadeó soltando el humo despacio.
—¿Perdona? —le preguntó desconcertado.
Asintió con la cabeza intentando centrarse. «Tranquilidad, calma, madurez». Se dijo
tratando de tranquilizar su nerviosismo.
—Que no soy como tú. —La cara de Shaun seguía igual de perdida—. No soy gay, no me
gustan los hombres, no estoy interesado en repetir nada de lo que pasó el otro día. Fue un
error, estaba muy borracho. —Incluso a sus oídos sonó tan ofensivo que rodó los ojos
enfadado consigo mismo. No era un idiota homófobo y odiaba parecer uno.
Shaun alzó una ceja dedicándole una mirada extraña.
—Perdona. No quería decirlo así —se disculpó con rapidez—. No tiene nada de malo ser
gay, solo quería decirte que lo del otro día fue un error porque estaba muy borracho. Pero
no te echo la culpa ni nada. —«Esa es la buena», pensó con satisfacción.
Parecía imposible y, sin embargo, la ceja de Shaun se alzó aún más con un gesto de
evidente enfado.
—¿Culpa? Yo no estaba solo en ese almacén —le recordó—. Tú me diste la vuelta y…
—¡No lo digas! —le pidió entrando en pánico.
La cara de Shaun era todo un poema dedicado a su obvia estupidez. ¿Cuántos años tenía
para estar jugando a evitar las palabras?
—Mira, no vamos a buscar culpables. Los dos fuimos… bueno… los dos cooperamos —
decidió notando cómo sus mejillas se encendían por la vergüenza—. Pasó y ya está. Me
gustaría olvidarlo y saber si alguien se dio cuenta en tu trabajo.
Shaun tomó una profunda bocanada de su cigarrillo antes de negar con la cabeza.
—Nadie nos vio entrar, ni tampoco salir. Nos “enganchamos” cuando me ayudabas a
buscar otra botella de tequila. Hice que te marcharas por la puerta del callejón al terminar
—le explicó con calma a pesar de que parecía incómodo.
Suspiró aliviado al escucharle.
—Genial, eso es genial. Supongo que todos en tu trabajo saben que eres gay, así que
temía que alguien te hiciera preguntas sobre mí. Perfecto, tema finalizado. Yo vuelvo a mis
cosas y tú a lo que sea que hagas cuando no estás aquí.
¡Por Dios! Era un completo inútil.
Shaun tiró el pitillo y sacó otro sin pararse a respirar.
—El “tema” —le interrumpió Shaun antes de que pudiera irse—. Es que aquí estoy yo,
escuchando a un tipo con el que tuve un lío el fin de semana pasado, diciéndome que soy
gay. Quiero negarlo porque en toda mi vida he tocado a un hombre de esa manera, pero
estoy tratando de entender todavía qué hay de especial en ti para que pasara eso.
Abrió la boca y la cerró en unos segundos.
—¿Cómo? —preguntó en un hilo de voz.
Shaun hizo una mueca asintiendo con la cabeza.
—¿No eres gay? —quería estar seguro porque era imposible que le estuviera
entendiendo bien.
Él negó mientras sacaba el humo.
—Pero tu ropa... tus ojos delineados… —enumeró notando cómo le dolía la cabeza de
repente. Necesitaba retroceder el tiempo a esta mañana cuando todo era fácil y posible.
—Es una larga historia que puedo resumir en una palabra. Marketing —contestó Shaun
dando otra calada.
Miró al suelo tratando de comprender lo que le estaba diciendo.
Era verdad que todos en el Clank vestían de una forma extraña para él. Una mezcla de
negros, encajes, transparencias y pinchos que de hecho llevaban varias de las personas que
vio aquella fatídica noche.
—Te pillé mirándome la polla, eso no es muy hetero y desde luego tampoco es
marketing —argumentó decidido a entender qué pasaba.
Shaun abrió los ojos y volvió a aceptar con un gesto.
—Dije la verdad, miraba tu hebilla. Era muy hortera.
Se desplomó contra la puerta a su espalda, intentando decir algo.
—No me viene bien nada de esto —le confesó Shaun con evidente enfado—. No quiero
problemas, ni temas raros. Estoy centrado en mí… trabajo —terminó de decir.
—Yo tampoco quiero nada contigo —dijo enseguida.
—Bien. Porque esto fue por el alcohol y no quiero pensar más en ello. ¿Se lo contaste
alguien? —El tono acusador no le pasó desapercibido y le hizo mirarle con molestia.
—Claro que no. ¿A quién voy a decírselo? Mi familia enloquecería y mis amigos no
volverían a verme de la misma forma. Gracias, pero no.
La mirada de Shaun lo atravesó e incluso separó los labios como si fuera a decir algo,
aunque pareció cambiar de opinión a favor de volver a fumar.
—Fuera lo que fuera, no pasará otra vez, así que no hay porque preocuparse —terminó
de decir Shaun aplastando el resto del cigarrillo con la punta de su botín antes de ponerse
en pie—. No hay daño, así que no hay culpa.
—Lo de que no hay daño lo dices tú —dijo incapaz de contenerse—. Tuve marcas por
todo el cuello durante días. Esa mierda duele, no se la hagas a ninguna chica —le aconsejó.
Shaun se detuvo agarrando el pomo de la puerta en la mano, giró la cabeza y torció una
sonrisa tensa.
—Eso también fue algo nuevo.
Lo vio desaparecer, incapaz de alejar la mirada y no fue hasta que la puerta se cerró que
pudo sentirse tranquilo.
—Buena charla —murmuró con ironía al callejón vacío.
Ahora sí, por fin, podía olvidarse del tema.
CAPÍTULO 3

Solo que no pudo hacerlo en absoluto. Más bien todo lo contrario.


Shaun desapareció un par de días, pero el domingo volvió a fumar en su lugar habitual.
Daba igual a qué hora saliera, siempre aparecía y se sentaba en su escalón. Al principio no
lo miraba, fumaba ignorando su presencia. Pero no pasó mucho tiempo hasta que sintió su
mirada de nuevo sobre él.
Había muchas cosas que podía haber hecho al respecto. Pudo decirle que lo dejara en
paz, tomar el descanso en el almacén igual que los demás de su trabajo, pero hizo todo lo
contrario.
Al quinto día se sorprendió observándolo tanto como Shaun lo hacía y aunque no
hablaban, nunca dejó de esperar el momento de su parada nocturna.
Parecía que su mente traicionera desarrolló una especie de alarma que se activaba
incluso sin que estuviera pendiente del reloj. Su estómago hormigueaba y se retorcía
mientras iba al callejón.
Sabía que se estaba buscando un problema, entendía lo que pasaba, pero era como si lo
viera todo desde fuera. Lo miraba igual que cuando te encuentras con un accidente en la
carretera. Sabía que estaba mal, que es un mal augurio, que no debería… y a pesar de ello,
ahí seguía cada noche. Observándolo y notando como una pesada tensión se iba instalando
entre ellos, tan profunda y contundente que era casi física. Se repetía cada mañana que
terminaría ya con ese extraño ritual, pero acababa repitiendo cada uno de sus pasos hasta
aquel oscuro lugar en el que se había metido.
Todo en Shaun debía causarle rechazo, desde los botines que solía usar, hasta su pelo
engominado y peinado hacia atrás. No era justo que sus vaqueros se sintieran más
apretados al volver del descanso, y que cada día sintiera que el tiempo iba más rápido.
Una noche decidió que, quizá, saber que pasaba al final del camino ayudaría a alejarlo de
él. Así que hizo lo único que se podía en esa circunstancia. Vio porno gay para descubrir a
qué se enfrentaba.
No aguantó ni cinco minutos. Eso no era para él, ni despertaba su libido, ni le hacía
sentirse cómodo, en todo caso aprensivo y algo asustado. No se imaginaba deseando a un
hombre, tocándole de esa manera ni dejando que pusiera ninguna parte de su cuerpo
dentro del suyo.
Se estremeció con horror y después de una ducha que lo hizo sentirse mejor, volvió a la
cama. Esa era la prueba de fuego. No era gay, lo que Shaun despertaba en él, no podía ser
sexual. Seguro.
La tensión se fue abriendo paso a través de él durante días enteros, a veces se sentía tan
tenso bajo su escrutinio que podía oír su mandíbula crujir por la presión. Estaba seguro de
que eso iba a acabar mal, se conocía y odiaba sentirse encerrado, que era justo como se
encontraba. En un limbo que no los conducía a nada, al borde de un abismo al que sabía que
no quería lanzarse. Por mucho que tratara de distraerse, la bola de nervios crecía más y
más cada día que pasaba.
Y de repente, nada.
Shaun desapareció de nuevo. Era algún tipo de castigo, estaba seguro. Alguna forma de
manipulación para volverlo loco. No tenía ni idea a qué jugaban, pero estaba agradecido de
que al menos uno de los dos, tuviera el valor para terminar con ese estúpido tema.
El alivio de su ausencia fue bienvenido. La presencia de Shaun, aunque fue breve, le
obligó a verse de una manera que no había imaginado antes, generando preguntas que
contestó con facilidad, con una negativa, pero también con una gran incógnita que no pudo
despejar precisamente por no tenerle.
Era un chico sencillo, no albergaba grandes expectativas, odiaba los conflictos y le
gustan las cosas claras. Shaun llevaba sobre él un cartel gigante que anunciaba problemas
de dimensiones estratosféricas. Lo mejor que le pudo pasar es que desapareciera.
Hizo las paces consigo mismo cuando vio que el Clank tenía un cartel de cerrado por
reformas. Otto dijo que estaban cambiando el personal y preparando el interior. Ahí se
encontraba su respuesta sobre el paradero de Shaun. Le despidieron, por eso desapareció
sin más. Sabía que eso eran buenas noticias, nadie sabría lo que pasó y no había ninguna
posibilidad de que supiera nada más de él.
Esa falsa seguridad le hizo salir al callejón a pesar de que llevaba todo el día lloviendo.
Observó cómo las gotas de agua caían con fuerza sobre el negro pavimento, llovía con tanta
intensidad que apenas se distinguía la luz que había al principio de la calle.
Se puso cómodo dentro de su cálida cazadora, con la espalda pegada al cemento. En los
últimos días bajó mucho la temperatura, el otoño estaba tomando la delantera al verano
tardío que tuvieron durante septiembre.
Cerró los ojos un segundo, completamente relajado y en paz. Al abrirlos se encontró con
Shaun mirándole desde la escalera.
El corazón empezó a latir con tanta fuerza que creyó que le explotaría. Se llevó la mano
al pecho sin dejar de observarlo, seguro de que era algún tipo de visión.
Recorrió con avidez su figura. Su camisa azul oscuro, era sobria para tratarse de él, pero
la llevaba abierta hasta la mitad del pecho. Vestía unos vaqueros negros rotos y unas botas
militares. Por primera vez no tenía los ojos pintados, ni el pelo engominado, sino que caía
libre sobre su cara en desordenados mechones justo hasta su barbilla. Sus anillos brillaban
en la oscuridad con los reflejos de la farola igual que su pendiente.
Probablemente era lo más normal que le había visto desde que le conocía. ¿Entonces
qué demonios le estaba pasando? ¿Por qué latía desenfrenado su corazón? ¿Cuál era el
brazo que dolía cuando sufrías un infarto?
Shaun lo miró con una expresión en blanco que no transmitía nada, observándolo casi
sin parpadear.
Inquieto, intentó mantener la calma bajo su escrutinio. Pasó la lengua por sus labios
resecos tratando de tranquilizarse. Se apretó contra la pared, casi en estado de pánico
cuando lo vio bajar los tres escalones e ir directamente hasta él. No pareció importarle que
la lluvia lo calara en cuestión de segundos, siguió avanzando sin quitarle la vista de encima
ni un solo instante.
Se paró bajo el aguacero, con esos ojos que no eran ni negro ni azul, esas pestañas largas
que mojadas parecían todavía más oscuras. Lo observó de arriba abajo con lo que debería
ser una mirada de advertencia que, a juzgar por su falta de respuesta, no resultó efectiva.
Extendió los brazos delante de él para tratar de poner espacio entre ellos y parar lo que
fuera a hacer. Su cerebro no parecía a bordo de esa idea, porque sus dedos rígidos lo
sujetaron de la camisa atrayéndole hacia él.
Sus bocas se destrozaron la una a la otra, devorándose y consumiéndose mutuamente.
Shaun tironeó de su cazadora para abrirla y estar más cerca de él, sus manos recorrieron su
pecho bañándole en su ansiedad por más. Gimió sin dejar de besarle, su piel se erizó
cuando sintió lo fría que estaba la suya. Su camisa mojada empapó su camiseta, pero
ninguno de ellos tuvo tiempo para prestar atención a ese detalle.
Las manos de Shaun fueron directas a su culo, agarrándolo con fuerza y chocando
contra él a la desesperada.
Los pensamientos se mezclaban en su cabeza como un torbellino. Cualquiera de sus
compañeros del trabajo podía abrir la puerta, el partido estaba a punto de acabar y la lluvia
impediría que los clientes los vieran con facilidad desde la calle. A pesar de ello, era un
lugar público, pero tener conciencia de ello no hizo nada para calmarle.
Siguió permitiendo el asalto y disfrutando de cada segundo de él. Invirtió las posiciones,
estampándolo en la pared usando todo el peso. Apretó su cuerpo contra el suyo mientras
hundía una mano entre su pelo y lo forzaba a levantar la cabeza para besarlo como quería.
Le metió la lengua en la boca, obligándole a ceder. No parecía muy disgustado por la forma
en que lo sujetó de las caderas y se empujó contra Shaun lleno de necesidad.
¿Dónde estaba el maldito botón del pánico? ¿Cuándo iba a empezar a asustarse? «No
pasará pronto», pensó al notar las manos de Shaun colándose bajo la camiseta y sus dedos
fríos clavándose en su cálida espalda.
Lo sujetó con fuerza de los muslos, levantándolo en peso. Usó la pared como apoyo para
lamer y besar su cuello. Hora de vengarse. Si pensaba que eso podía ser algún tipo de
medida disuasoria para terminar el asalto, se equivocaba. Cada vez que chupaba con fuerza,
Shaun gemía y se empujaba contra él. Sus largas piernas mantenían un agarre de hierro
sobre sus caderas, impidiéndole moverse, aunque tampoco es que quisiera irse a ningún
lado.
Los dedos de Shaun lo sujetaron con fuerza del pelo, para poder aplicarle el mismo
tratamiento a su cuello. Gimió sin contenerse al notar sus dientes raspando su piel y sus
labios chupando con fuerza.
¿Pero qué estaban haciendo? Eso ni siquiera era sexo. Podría acabar en medio de un
escándalo por nada. Su cuerpo, una vez más, no estaba interesado en sus pensamientos ni
parecía importarle que no supiera en qué se estaba metiendo.
Separó las piernas sosteniendo mejor su peso y chocó contra él sin parar a un ritmo
frenético, empujaba con tanto ímpetu que a fuerza tenía que estar lastimando su espalda.
Shaun gimió levantando la cabeza, perdido en su propio placer, sosteniéndose a sus
hombros para darle libertad de movimiento.
Y ahí estaba, ese segundo en que su respiración se detenía y sus piernas le
estrangularon las caderas.
Lo besó a la desesperada mientras él también se corría, mareado de placer y tan lejos
del suelo que estaba seguro de que podría volar.
Dejó caer la cabeza contra su hombro, todavía aferrados el uno al otro. Su camisa estaba
mojada, pero su cuerpo desprendía tanto calor que ya no sentía frío.
—¡Shaun! —escucharon gritar desde el otro local.
—Bájame —le pidió él con urgencia en voz baja.
Obedeció, pero no se atrevió a volver a mirarlo. ¿Qué iba a decir esta vez? No hubo ni
una gota de alcohol en su cuerpo, ni siquiera una triste cerveza.
Notó como Shaun sujetaba la manga de su chaqueta y le daba un pequeño tirón.
—Por favor, no se lo cuentes a nadie —pidió en voz baja.
—Si de mí depende los últimos diez minutos estuve inconsciente y esto es una pesadilla.
Shaun hizo una mueca antes de correr de vuelta hasta el porche del Clank.
—¡Shaun! —volvieron a llamar.
Él lo observó unos segundos agarrando la puerta entreabierta. Negó con la cabeza y
entró al local.
Se quedó mirando la puerta de metal, la lluvia todavía caía y la noche seguía igual de
tranquila que antes, pero su mundo ya nunca volvería a ser el mismo.

—¿Por qué estás tan distraído? —preguntó Brian palmeándole la pierna.


Se encogió de hombros bebiendo otro sorbo de cerveza y fingiendo que estaba
interesado en ver el partido que emitía la televisión.
—Oye… —dijo después de unos minutos.
Brian hizo un ruido para dejarle saber que le escuchaba, pero sin apartar la mirada de la
pantalla.
—¿Alguna vez te liaste con alguien, aunque no se sintiera del todo bien? —preguntó
jugando con la cerveza en su mano.
Brian lo miró con curiosidad antes de sonreír, olvidándose del todo de su partido.
—¿Tu soldadito está teniendo problemas para ponerse firme? —bromeó.
«Ojalá», pensó para sí mismo. No tendría ningún inconveniente si ese fuera el caso.
—No es eso, imbécil —le cortó.
—¿A qué te refieres entonces? —quiso saber Brian.
Miró sus zapatillas de deporte y giró la botella con gesto nervioso.
—Me refiero a si estuviste con alguien, aunque supieras que no deberías y que puedes
meterte en un lío si se entera la gente.
La sonrisa de Brian se amplió al escucharle.
—Oh, angelito, ¿por fin te corrompiste? ¿De qué estamos hablando?, ¿de una mujer
casada?, ¿de una escandalosamente joven o mayor? —preguntó encantando.
—¡Claro que no, idiota! —protestó pasándose la mano por la frente, maldiciéndose por
empezar esa conversación en primer lugar. Si no fuera por lo que agobiado que estaba con
el tema, ni siquiera estaría hablando de ello.
—Vale, vale. Calma. Explícamelo mejor, prometo no reírme —le aseguró reconociendo
que estaban tratando de algo que le preocupaba—. ¿Hablamos de la tigresa que te devuelve
lleno de marcas? —le interrogó señalando a su cuello que esta vez tenía tres oscuros
chupetones.
Ignoró la pulla y se concentró en lo que quería.
—Me refiero a que… —carraspeó nervioso intentando decidir qué podía decir sin
descubrirse—. Cuando haces cosas con alguien…
—Follar, sí. Lo pillo —le interrumpió él de nuevo.
Le fulminó con la mirada para que se callara. Brian sonrió con inocencia dándole un
sorbo a su cerveza.
—Y es genial, quiero decir… bueno de verdad —explicó incómodo.
Brian alzó una ceja con curiosidad.
—Hay química en la cama —resolvió su amigo sin dificultad.
—Sí, algo así… El problema es que… todo está bien en ese tema, pero… —Dejó de hablar
para tomar una bocanada de aire y valor, más de lo segundo que de lo primero—. No
quieres que nadie se entere de que estás con esa persona u os vean juntos.
Brian alzó las cejas en un gesto confuso antes de asentir.
—Es fea, ¿verdad? —preguntó convencido de la respuesta.
—¡Oh, por Dios! No sea tan superficial, no es eso —respondió exasperado.
—Yo creo que sí. Si no está casada, folla como un sueño y está buena. ¿Por qué iba a
importante que alguien te viera con ella?
Tragó saliva, por supuesto. No pensó en cómo explicar que el problema real residía en
que era un hombre y no era un tema del que fuera a hablar. Ni siquiera era algo en lo que
quisiera pensar, pero su estúpida cabeza no dejaba de asediarle con el tema.
—Ninguno de los dos queremos que nos vean con el otro. Además… no es mi tipo. —Era
lo más cercano a la realidad que podía ofrecerle.
—Porque es fea —volvió a decir Brian.
—Por favor —pidió negando con la cabeza—. Estoy hablando en serio.
—Mira —le tranquilizó Brian—. Todos nos acostamos en algún momento con alguien
que nos da vergüenza que los demás nos vean. Por lo que sea, no importa. Cuanto más
prohibido, mejor sienta. Es un potente afrodisíaco casi imposible de ignorar, sabes que no
debes, pero quieres disfrutar de la sensación hasta el final. Es como una droga, aunque esas
mierdas no duran. Disfrútalo mientras puedas y dale duro. Pasa a otra cosa cuando deje de
ser divertido, ese es tu estilo —le aconsejó con seguridad.
Miró a su amigo sin atreverse a continuar, aunque tenía la cabeza hecha un lío y
necesitaba soltar todo eso.
—Es que… si sigo con esto… —dejó de hablar tocándose la nariz con nerviosismo.
Las cejas de Brian subieron tanto que se perdieron en su flequillo al escuchar que quería
seguir hablando del tema. No le extrañaba, no solía pedirle consejo sobre ese tipo de cosas.
—Digamos que lo que haría con ella… no lo hice nunca, es algo que no he hecho antes y
me asusta que me guste porque no es mi historia. ¿Entiendes lo que te digo? —preguntó
agobiado a pesar de que sabía que Brian nunca podría ni imaginar de qué le estaba
hablando.
—Sadomasoquismo o algún rollo pervertido —respondió Brian a bocajarro.
Lo miró notando su cara arder.
—¡No es eso! Por supuesto que no, soy normal —se defendió sintiéndose fatal y
lamentándose por haber empezado esa conversación en primer lugar.
Brian se rio a carcajadas.
—Tío, ¿qué es normal? Mientras te lo pases bien y nadie sufra ningún daño, ¿qué
importa? Solo dile que no te pegue en un sitio que deje marca o la gente empezará a hacer
preguntas —lo pinchó quitándole importancia al asunto.
—¡Cállate! —ordenó abochornado.
Brian volvió a reírse.
—Cincuenta sombras de Grey hizo mucho daño. ¿Se viste de cuero para ti? ¿cadenas y
todo ese rollo? Cómprate una buena crema para tratar esas marcas, no puedes llevar el
cuello así —se burló encantando.
Le pegó con un cojín del sofá mientras Brian se tronchaba de risa.
—Eso es que sí lo hace. Ya me lo contarás, me informaré para nuestra siguiente charla
de corazón a corazón. Mazmorras para principiantes, tomo uno. Lo compraré por internet,
ya verás.
CAPÍTULO 4

No pudo ser sincero con Brian sobre lo que pasaba, pero su perspectiva le ayudó mucho
a ordenar su cabeza y tranquilizarse.
Tenía razón, probablemente esa especie de atracción que Shaun ejercía sobre él venía
de que era algo clandestino. Un tabú, un fruto prohibido. No llegaron a acostarse, así que
tampoco era nada grave, no cambiaba nada. Shaun poseía un aura sexual desbordante y
avasalladora, era fácil fijarse en alguien tan brillante, reconocerlo y asumirlo no significaba
que fuera a pasar nada más entre ellos.
Parte de su argumentación flaqueó cuando se encontró yendo al trabajo. Lo cual no
sería inusual si no fuera porque ese día no tenía que ir. Entró directamente por el almacén
evitando que lo viera alguien y salió al callejón para esperar a Shaun. Era mejor aclarar las
cosas lo antes posible.
Como llegaba más tarde de lo normal, Shaun ya estaba fumando en la escalera.
Lo saludó con un gesto de cabeza mientras se aseguraba de que la puerta estaba cerrada
y se acercaba a él.
—¿No trabajas hoy? —preguntó Shaun mirando su ropa y su pelo. Se había esforzado un
poco porque salió a comer con Brian y Nina antes de que ella tuviera que ir al Narval a
trabajar.
—Esta noche no. Solo vine para hablar contigo —contestó apoyándose en la barandilla
sin dejar de mirarlo.
Sus pantalones de cuero habían vuelto, al igual que la camiseta de rejilla negra. Seguía
siendo muy atractivo.
Shaun rodó los ojos con un gesto hastiado, tirando el cigarrillo al suelo sin mirar.
—Ya pasamos por esto. No eres gay, yo tampoco. No se lo cuentes a nadie. No volverá a
suceder. Bla, bla, bla —dijo exasperado—. Esta situación hace que me duela la cabeza.
—Casi todo eso es cierto —le concedió—. Ojalá no vuelva a pasar y por supuesto no voy
a contárselo a nadie. Soy el último interesado en que esto se sepa.
Shaun le dedicó una mirada suspicaz.
—¿Estás casado? —preguntó.
—No y tampoco salgo con nadie —dijo enseguida al darse cuenta de cómo había
sonado—. Las relaciones no van conmigo.
Shaun asintió con la cabeza.
—Tampoco conmigo. Si no estás casado, ni sales con nadie… ¿Qué más da que alguien
sepa con quién te acuestas?
Se cruzó de brazos con incomodidad.
—No suelo dar explicaciones sobre mi vida sexual, pero no quiero esa etiqueta. Y por tu
insistencia en que no lo cuente, creo que tú tampoco. ¿No?
Shaun entrecerró los ojos observándole.
—¿La etiqueta de gay? —preguntó soltando un bufido cuando le vio asentir con la
cabeza—. Eso no me importa. Yo sé quién soy, pero la gente no te deja olvidar ese tipo de
cosas dependiendo de a qué te dediques.
Lo observó con confusión.
—Eso no tiene sentido.
Shaun suspiró asintiendo con la cabeza.
—Lo sé. Pero lo digo de verdad. No me importa lo que la gente piense de mí, las
personas creen muchas tonterías y se permiten hacer juicios de valor sobre situaciones
privadas.
Le miró con sorpresa y a su pesar, cierta fascinación. Había que tener mucha confianza
para trabajar con ese look y sonar tan seguro. Notó sin dificultad como esa especie de
atracción que Shaun le despertaba tirando de él, su seguridad en sí mismo resultaba muy
atractiva, su forma de decir las cosas como si fueran verdades universales era estimulante.
—¿Entonces por qué te escondes? —quiso saber intentando despejar su mente.
—Porque no puedes deshacer las cosas que haces. Si se corre la voz en los alrededores
no podré salir con una chica sin que digan que es una tapadera. No lo hago solo por mí,
tampoco quiero atraer mala publicidad a mi negocio.
—No te ofendas, pero dudo mucho de que ese tipo de chismes vaya a hacer daño al
Clank. Aun así, lo entiendo. Y lo digo en serio, esto solo lo sabemos nosotros y así va a
seguir.
Shaun levantó la cabeza, fijando sus ojos azules en él.
Cambió el peso del cuerpo al otro pie para compensar el hormigueo que lo recorrió bajo
su escrutinio.
—¿Por qué me da que ahora viene la letra pequeña? —le preguntó.
Tomó aire antes de responder. «Se maduro, Evan»; trató de animarse.
—No la hay, no me conoces lo suficiente, pero… —se interrumpió al ver su sonrisa
burlona mientras le recorría de arriba abajo con la vista—. Puede que conozcas alguna
parte de mí —concedió odiando el calor de sus mejillas—. No soy un tío de dobles sentidos,
me gustan las cosas sencillas. Si digo que no lo contaré puedes estar seguro de que no lo
haré y de verdad que desearía que nada de esto hubiera pasado… pero te prometo que, si
algo así vuelve a suceder, no me portaré como un capullo.
Shaun le miró entrecerrando los ojos.
—¿Tú quieres que pase de nuevo?
—No —contestó enseguida—. Solo trato de ser honesto. Está claro que entre nosotros
hay algún tipo de tensión sexual… animal —se corrigió incómodo por la mirada que él le
dio. Casi parecía a punto de sonreír como si le divirtiera la situación—. No soy tan
inmaduro para pensar que si seguimos encontrándonos no pasará nada más. Trabajamos
demasiado cerca, volveremos a vernos.
Shaun asintió con la cabeza despacio, aceptando sus palabras.
—Es vergonzoso porque no somos capaces de controlarnos —le dijo con sinceridad.
Él volvió a asentir.
—¿Qué me estás proponiendo? —le preguntó Shaun bajando la voz.
—Nada serio. Solo que si, bueno… de vez en cuando tú y yo...
Shaun sonrió con una mueca de superioridad, girando la cabeza, atento a cada una de
sus palabras disfrutando de verlo retorcerse para tratar de explicarle.
Carraspeó aclarándose la garganta.
—Si pasa de nuevo, que pase. Mientras los dos sepamos que es un experimento y que no
va a ir más allá de eso… por mí está bien, si para ti también lo está.
Shaun entrecerró los ojos.
—¿Más allá de eso? —repitió—. ¿Quieres decir que nada de sexo completo? —quiso
saber él.
—No vas a poner ninguna parte de tu cuerpo dentro de mí —dijo alarmado.
—Ni tú de mí —aseguró Shaun con rotundidad.
Los dos se quedaron callados como dejando que el peso de sus palabras calara entre
ellos.
—Así que… —empezó Shaun—. Si quisiera… besarte ahora mismo…
Se rascó la nariz mirando al suelo antes de encogerse de hombros. Era más difícil
pensarlo que dejarse llevar.
—No te diría que no —reconoció a pesar de la vergüenza.
—Eres un buen tío, un poco extraño y borde también, pero tienes buen fondo —le dijo
Shaun sonriendo.
Levantó la cabeza, él sonreía con una expresión abierta y franca.
—Digamos que no estoy en contra de tu idea, aunque hay algo que tienes que saber —le
advirtió.
Frunció el ceño por su cambio de humor, observándole.
—Me voy en una semana.
—¿De vacaciones? —preguntó confundido.
Shaun miró al suelo antes de volver a enfrentarle.
—A trabajar a otra parte —terminó por decir con reticencia—. Digamos que aquí solo
estaba de paso.
—Entiendo —aceptó—. Supongo que son buenas noticias para los dos.
Shaun asintió con la cabeza, sonriéndole.
—¿Sigue estando bien para ti seguir con este experimento?
—Es perfecto —respondió sonriendo.

Joder si fue perfecto.


Pasaron toda la semana escapándose al callejón, no recordaba haberse besado tanto con
nadie desde que era adolescente. Estaba en celo y estaría avergonzado de sí mismo, si no
supiera que Shaun se iría y no tendría que verle más.
Habían establecido una rutina fácil y rápida. Se veían media hora antes de entrar al
trabajo y se besaban hasta que le dolían los labios. Volvían a verse durante su descanso
para seguir devorándose a besos. A la hora de salida se escondían en su coche, que estaba
estratégicamente oculto al final del aparcamiento.
No se enrollaba con nadie en el coche desde que tenía diecisiete y su padre le prestaba
el suyo.
Nunca se quitaron la ropa y no tocaron ninguna parte conflictiva del otro, salvo el culo
de Shaun. A él le encantaba sentarse en su regazo y dominar sus encuentros, no había
forma de que dejara pasar eso, así que aprovechaba para tocarlo todo lo que quisiera.
Shaun también tomo esa licencia en su favor, haciendo con él lo que quería, pero al
terminar el día acababa tan cachondo que hubiera aceptado lo que fuera con tal de
correrse.
Para el último día de Shaun en el Clank, su cuello estaba lleno de chupetones y su
espalda con marcas de sus dedos. No podía reprochárselo cuando él mismo le había dejado
algún que otro recuerdo, sabía que era un poco infantil, pero sentía cierta satisfacción al ver
sus propias marcas sobre su piel aceitunada. El cuello era una parte sensible en Shaun, casi
ronroneaba cuando chupaba y besaba la zona así que le había dedicado mucho tiempo.
Se ajustó los pantalones notándolos apretados.
—Otto, me voy —le dijo asomándose a la puerta de su despacho.
—Hasta mañana, chico —le despidió sin levantar la vista de las facturas del día. Como
vivía encima del local dejaba esas cosas para el final antes de subir a su casa.
—Cierro al salir —anunció mientras se marchaba.
Shaun ya le estaba esperando en el callejón cuando salió.
—Último día —le recordó cerrando la puerta con sus propias llaves.
—Eso es —aceptó Shaun de buen humor.
Para entonces, ya conocía el baile. Shaun tiró el cigarrillo que estaba fumando y levantó
la cabeza con ese gesto de malicia que había aprendido a reconocer. Se inclinó sobre él
besándole en los labios, pero se quedó a unos pocos centímetros de su boca, negándole el
contacto.
—Es tu última noche aquí —dijo como si los dos no llevaran la cuenta.
Shaun asintió con la cabeza, le agarró de la chaqueta y tiró de él lo justo para que sus
labios se rozaran.
—¿Quieres ir a tomar una cerveza para celebrar que por fin dejaras de verme? —le
ofreció sin dudar.
No fue difícil llevarse bien con Shaun, no le gustaba hablar demasiado de sí mismo, pero
tenía mucha curiosidad por su vida y siempre tenía preguntas para hacerle. Estaba seguro
de que en otras circunstancias podrían ser buenos amigos.
Shaun se rio negando con la cabeza.
—No es buena idea que nos vean juntos —dijo mirando al suelo.
—Nadie tiene porque averiguarlo. Dos hombres pueden ir junto a tomar un par de
cervezas —aseguró para tranquilizarlo.
—Los dos sabemos que no podemos estar mucho tiempo cerca sin lanzarnos el uno
sobre el otro. No creo que sea buena idea —opinó Shaun con toda la razón.
Se encogió de hombros sin darle importancia, aquello era lo que era y estaba a punto de
llegar al final.
—Aunque podríamos entrar ahí, y tomar algo. No hay nadie —le ofreció Shaun
señalando el Clank.
Asintió con la cabeza siguiéndolo.
—Mañana es tu día libre, ¿no? —le interrogó Shaun antes de abrir la puerta.
—Sí —contestó extrañado por la pregunta.
Shaun asintió con la cabeza más tranquilo. Abrió la puerta y encendió solo las luces de la
barra, dejando el local en penumbra.
La reforma fue rápida, pero desde luego el local estaba muy distinto.
Habían cambiado el suelo y pintado las paredes. El escenario estaba lleno de focos con
un enorme letrero rojo en el centro.
—¿Tu jefe le cambió el nombre al local? —preguntó.
Shaun miró el cartel y su gesto se ensombreció. Se recuperó rápido señalando la barra,
que también estaba nueva.
—No sabes nada de música. —No era una pregunta.
—Si te soy sincero, no es lo mío —contestó quitándose la chaqueta y dejándola sobre la
barra mientras miraba alrededor.
—¿No te gusta la música? —preguntó Shaun visiblemente horrorizado.
Rio entre dientes negando con la cabeza.
—No es que no me guste. Puedo escuchar música, pero no soy seguidor de ningún
género. Y el tipo de música de este sitio definitivamente no es el mío.
—¿No te gusta el rock? —preguntó apoyándose en la barra.
—No. Es muy… ruidoso. —Eligió la palabra con cuidado para no ofenderle, pero la cara
de Shaun le dijo que había fallado estrepitosamente.
—¿Ruidoso? —Casi se atragantó con la palabra—. El rock no es eso. Es vida, energía,
intensidad, pasión. No puedes llamar a eso ruido.
—No pretendo ofender. No es lo mío, pero es obvio que es lo tuyo y está bien —le
aseguró dándose la vuelta para ir al escenario.
Había montada una batería, un micrófono y dos guitarras, probablemente para la
actuación que estrenaría la inauguración.
—Binven es una banda —adivinó señalando el cartel.
Shaun asintió mirándole fijamente mientras se subía al escenario.
—¿Te gusta ese grupo? —preguntó—. ¿Eres fan?
Shaun abrió la boca, pero la cerró contestando con un asentimiento.
—A mí los conciertos me dan dolor de cabeza —comentó acercándose a la batería—.
Mucha gente y sonido, es un poco avasallador.
Shaun hizo un gesto dándole la razón.
—Esta cosa es bastante imponente, ¿te imaginas tocar algo así? —preguntó tocando un
platillo con el dedo.
—La verdad es que no. No me van los instrumentos —contestó sacando dos chupitos
bajo la barra para rellenarlos, aunque seguía atento a sus movimientos.
—¿Y qué hay de la guitarra? La gente que la toca lo hace parecer fácil, pero no se me
ocurre como pueden sonar de tantas formas diferentes siendo un solo instrumento —dijo
tocando una de las guitarras que había cerca de la batería.
Shaun sonrió divertido.
—Eso es un bajo —le corrigió.
Miró los dos instrumentos con confusión.
—¿Y cuál es la diferencia? —quiso saber.
Shaun recogió los chupitos y fue hasta el escenario, aunque se quedó en el suelo.
—La guitarra eléctrica se toca normalmente con púa, alcanza cuatro octavas. Con el bajo
se usan los dedos y solo llega a tres octavas —le explicó—. Además de las cuerdas. El bajo
tiene cuatro, la guitarra seis.
Lo miró sorprendido.
—De verdad te gusta esto. ¿Eh? ¿Eres de los que va a todos los festivales y conciertos
con la cara pintada con el nombre de tus favoritos?
—Voy a todos los conciertos que puedo —reconoció sonriendo de medio lado.
—¿Y qué hay de esto? —preguntó tocando el micrófono que imitaba a uno antiguo.
Shaun lo miró sin expresión.
—¿Cantas bien? —quiso saber.
Él se encogió de hombros.
—Depende a quién le preguntes.
Rio negando con la cabeza.
—No es nada de lo que haya que avergonzarse. Mi mejor amigo, Brian canta tan mal que
juro que puedes escuchar el cristal rechinar. —Se sentó al borde del escenario para quedar
frente a él. No estaba muy alto, así que se encontraban casi a la misma altura.
—¿Qué hay de ti? Supongo que no cantas si no te gusta la música —se interesó Shaun.
Se rio divertido, mirándole con un gesto exasperado.
—No soy el Grinch que robó tu apreciada música. Nunca he cantado en público, pero lo
hago bien.
—No me digas, ¿de verdad?
Asintió con la cabeza convencido.
—Nunca he roto una ventana o vaso al cantar. Diría que es un éxito.
Los dos se rieron y cogieron sus chupitos para beberlos de un golpe.
—¿Qué te gusta cantar?
—No vas a conseguir que lo haga —dijo imaginándose a dónde iba a parar.
Shaun sonrió con malicia sin avergonzarse ni un ápice porque lo hubiera pillado.
—Está bien. Entonces enséñamela —dijo mirando a su pecho y bajando.
—¿El qué? —preguntó alarmado, agarrándole de la cara para que le mirara a los ojos.
—Eso no —respondió riendo.
Shaun tenía un carácter enérgico y juguetón totalmente contrario al suyo, quizá por eso
lo tenía tan fascinado. Extrañaría esos días, fue divertido y excitante pasar tiempo con él.
—Tu canción —siguió Shaun ajeno a sus pensamientos—. Enséñame tu canción favorita
en el móvil. No la que le dices a todo el mundo que te gusta, muéstrame algo que solo
tengas para ti.
Tragó saliva y se lamió los labios.
—Si solo es para mí, ¿por qué voy a compartirla contigo?
Shaun sonrió, se metió en el hueco libre entre sus piernas y tiró de él hasta el borde del
escenario, poniéndole las manos en la cintura para pegarle a su cuerpo.
—Porque no volverás a saber nada de mí y me llevaré tu secreto conmigo como si nunca
hubiera pasado.
CAPÍTULO 5

Desde que conocía Shaun, en momentos como ese le daba la sensación de que poseía
algún tipo de magia. Alguna capacidad mágica para que lo demás desapareciera y él fuera
todo lo que podía distinguir. En ocasiones, como ahora, lo único que tenía importancia era
ese instante en que sus ojos estaban sobre él y su mirada era tan potente que podía sentirla
de una forma casi física.
Tenía una presencia embaucadora, le atraía como un imán, le obligaba a prestarle
atención, aunque no quisiera. No tenía remedio, era incapaz de resistirse a esa extraña
atracción magnética.
Sacó el móvil de su bolsillo trasero y buscó la canción, ignorando los alocados latidos de
su corazón.
—No puedes burlarte, ni reírte —le advirtió algo cohibido.
—Lo prometo —le aseguró con solemnidad, acariciando con los pulgares su cintura.
—No es una canción actual, pero…
—Evan… —le dijo inclinándose sobre él. Se estremeció al escucharle pronunciar su
nombre, no lo había hecho muchas veces antes, pero recordaba con exactitud cada una de
ellas y todas le causaron el mismo devastador resultado—. Solo ponla.
Dejó el móvil a su lado en el suelo del escenario y pulsó el botón. Miró su cara sin
parpadear, no quería perderse su reacción.
Los primeros acordes empezaron a sonar y supo que él ya conocía la canción.
—Tienes buen gusto —murmuró Shaun dedicándole una lenta sonrisa complacida. Le
pasó los dedos por el cuello hasta su nuca, pegando su frente a la suya.
Suspiró dejando que sus manos bajaran y se apoyaran en el culo de Shaun, incapaz de
no hacerlo una última vez.
—¿Sabes cuál…?
—Cry to me de Solomon Burke —susurró acariciando sus labios al hablar—. Está en la
banda sonora de Dirty Dancing. —Apoyó sus caderas con las suyas, dejando que sintiera su
dureza.
Jadeó mordiéndose los labios esforzándose por seguir la conversación.
—No veo musicales —respondió sonriendo al escucharle soltar un sonido incrédulo.
—Eres de otro mundo. Es imposible que no hayas visto esa película. —Sus dientes
rozaron la unión entre su hombro y su cuello haciendo que se endureciera de inmediato,
después de una semana de condicionamiento solo con que le tocara esa zona, su pulso se
volvía loco.
—Prefiero estar al aire libre o alguna actividad. Correr, jugar al baloncesto, a los bolos…
me gusta hacer ejercicio.
Echó la cabeza hacia atrás para dejarle espacio y que su lengua siguiera delineando su
cuello.
—Se nota. —Su mano bajó por su estómago duro, deteniéndose justo antes de llegar a
su erección.
Shaun se retiró para mirarle a los ojos.
—Llevamos una semana con este experimento. ¿Y sabes de qué me di cuenta anoche?
Negó con la cabeza atrayéndolo a otro beso.
—No sé si tienes tatuajes —dijo en voz baja mordiendo su mandíbula.
Clavó la mirada en él, sabía lo que estaba preguntando. Recordó sus palabras de antes.
La última noche y no volvería a verle nunca.
—No tengo —contestó sin apartarse.
Shaun dejó salir un sonido inconforme, su mano moviéndose sobre su pecho,
entendiendo que no era un no, sino un tal vez.
—No a todo el mundo le gusta llevar el cuerpo lleno de tinta —añadió Shaun.
Eso lo hizo sonreír, enganchó un dedo en su cinturón y le dio un pequeño tirón.
—Eso es un poco pretencioso. No sabes si tengo todo el cuerpo lleno, o no tengo
ninguno, a lo mejor soy un gran amante de los tatuajes. No lo sabrás nunca —bromeó
pasando las manos por sus costados.
Aprovechó que estaba distraído para soplar ligeramente sobre su cuello, sonriendo
cuando se estremeció entre sus brazos. Era divertido ver la reacción que algo tan pequeño
podía causar en Shaun.
—¿No lo sabré? —inquirió él en voz baja.
Los ojos de Shaun volvieron a buscar los suyos. Preguntándole si estaba seguro. No era
parte del trato, pero a esas alturas no parecía tan malo. No retiró sus ojos de él, si algo le
había metido en ese lío era que Shaun nunca presionaba, preguntaba, se aseguraba y
tomaba únicamente lo que estaba dispuesto a darle.
—Solo mirar —respondió de la misma manera. Toda su piel se erizó ante la sola
perspectiva de estar desnudo en su presencia. Las posibilidades eran tan excitantes que la
cabeza le daba vueltas—. Y tú me enseñarás también si tienes más tatuajes.
Shaun miró alrededor como si esperara que alguien saliera de alguna parte. No entendía
su desconfianza cuando era él quién había tenido la idea, así que, le agarró la barbilla y lo
obligó a enfrentarle.
—Sin repercusiones de ningún tipo. Solo soy yo.
El alivio pareció atravesar su cara antes de sonreír dejando un beso en sus labios y
mordiendo con suavidad su labio inferior.
—Solo mirar —acordó.
Shaun asintió aceptando el trato.
—Tú primero —le ordenó dándole un pequeño tirón a su camisa.
Le gustaría pensar que ver a un tipo con el que llevaba enrollándose una semana no
causaría nada él, que ya estaría aburrido del experimento… la verdad es que no pudo
apartar los ojos de él.
Shaun apenas se separó un palmo. Ese día llevaba una camisa negra de seda
transparente y unos vaqueros oscuros rotos.
No necesitaba quitarse la camisa para mostrar que sí tenía tatuajes, pero lo hizo
igualmente. Su corazón saltaba cada vez que uno de los botones se soltaba. Era ridículo,
nada de eso debería sentirse así. Había tocado su cuerpo tantas veces esa semana que ya
perdió la cuenta, pero verlo desnudándose para él era otro nivel. Un grado de intimidad
que, por estúpido que pareciera, iba mucho más allá de enrollarse.
La música sonaba en bucle desde su móvil, le gustaba esa canción antes, ahora sabía que
no podría olvidar nunca ese tema.
Shaun dejó caer la camisa al suelo antes de hacerle un gesto con la cabeza pidiéndole
que hiciera lo mismo.
Se lamió los labios con nerviosismo, pero se sacó la camiseta sin dudar, tirándola al
suelo junto a la suya. Era lo mínimo que ambos estuvieran en igualdad de condiciones.
Los ojos de Shaun recorrieron su pecho mientras se mordía el labio. Lo dejó mirar sin
oposición, aprovechando para hacer lo mismo. Ya lo había visto a través de la ropa, pero la
tinta parecía brillar más en contraste con su piel desnuda.
Shaun se sacó las botas de un tirón y él aprovechó para hacer lo mismo con sus
zapatillas y los calcetines en cuanto se bajó del escenario.
—Estás a tiempo de decir que no y mantener el misterio —ofreció en voz baja
dedicándole una sonrisa para disimular la forma en que temblaban sus manos.
Shaun le respondió con otra sonrisa enredando sus dedos largos en el botón de los
vaqueros. Contuvo el aliento expectante. Ni un asomo de miedo resonando en su cabeza,
solo unas ganas irrefrenables de seguir mirando.
—Tú primero —le dijo Shaun sin moverse.
No se detuvo a pensar, desabrochó sus propios vaqueros y los descartó junto a su ropa
interior.
Nunca se había desnudado de ese modo tan explícito y lento delante de nadie, ni se
había expuesto de esa forma tan abierta, pero de alguna manera no se sentía mal a pesar de
los nervios. Los dos estaban a bordo de ese Titanic que se hundía. Podía aguantar flotando
juntos un poco más.
Su erección estaba tan dura que dolía a pesar de no llevar nada encima y se endureció
aún más cuando vio la cara de Shaun mientras lo miraba de arriba abajo. Toda su piel ardía,
abrasaba de dentro hacia afuera. Como conseguía hacerlo sentir así era un misterio para él,
pero si no lo dejaba ya, no sabía lo que iba a pasar porque estaban a un límite que
rebasarían en cualquier momento.
—Date la vuelta —le pidió Shaun.
Obedeció, maldito fuera Shaun y su estúpido magnetismo.
Escuchó cómo caía la ropa al suelo, mientras su corazón golpeaba al borde del colapso.
Sintió su calor antes de que le tocara, sus manos agarraron sus muñecas y las llevaron hasta
el bordillo del escenario. Dejó un beso en su hombro que le recordó lo expuesto que estaba,
se tensó un segundo, pero se relajó en cuanto sintió sus labios besándole la nuca.
Sus manos trazaron un camino desde sus muñecas hasta sus hombros, acariciando sus
brazos. Estaba tan asustado como ansioso, tenía detrás de él a un hombre desnudo y
excitado. No parecía un buen día para ser heterosexual.
Los pensamientos se difuminaron en la nada cuando sus manos bajaron por el costado
muy despacio, toda su piel erizándose al contacto.
—Shaun… —advirtió tragando saliva con fuerza.
Él ignoró la llamada, siguió bajando las manos por sus caderas y luego un poco más por
sus piernas hasta los tobillos. Resolló como si estuviera corriendo una milla, su cuerpo tan
caliente que bien podría estar ardiendo en fiebre.
Shaun trazó otro camino ascendente por la parte de atrás de sus piernas, deteniéndose
un poco más en su culo. Estaba tan cachondo que ni siquiera protestó. Se ahogaba,
necesitaba que hiciera algo, lo que fuera, para sacarle de ese pozo de necesidad.
Se tomó su tiempo en su espalda, recorriendo cada centímetro de ella. Terminó en sus
hombros y empezó a bajar, estaba vez tocó cuidadosamente cada parte de su pecho,
haciéndole perder la cabeza. Solo necesitaba un toque y estaría acabado.
Gimió mareado cuando sus dedos tocaron sus pezones, Shaun parecía igual de fascinado
con su reacción, que él dejándose hacer. Subió de nuevo y tiró de sus pezones con suavidad.
Cayó hacia delante como si lo hubiera fulminado un rayo, haciendo que todo el peso de su
cuerpo acabara en sus manos, que seguían apoyadas firmemente en el escenario.
Los dedos curiosos e implacables de Shaun se movieron sinuosos sobre su pecho,
bajando por el centro hasta su pubis.
Contuvo el aliento expectante, deseando que Shaun pudiera escuchar sus deseos y
supiera exactamente cuánto quería que siguiera.
Él separó sus manos y evitó su miembro para bajar a sus muslos, aunque no avanzó
mucho más. Desvió su caminó hacia el interior y subió apenas con las puntas de sus dedos
por su ingle.
—Dime que no —murmuró a su oído rozándole la espalda con el pecho.
Jadeó perdido en la sensación de sus pieles al tocarse.
No era capaz de pronunciar una sola palabra, así que retiró una de las manos que tenía
apoyadas y la puso sobre la suya guiándole hacia abajo.
Todo el cuerpo desnudo de Shaun se pegó a él mientras su mano encerraba su erección.
Gimieron juntos ya fuera de control.
—Enséñame como te gusta —le suplicó Shaun con voz ronca.
Movió la cabeza hacia atrás y la giró para buscar su boca.
Sus lenguas se entrelazaban y sus labios resbalaban en los del otro mientras sus manos
unidas acariciaban su goteante erección. Podía notar a Shaun igual de necesitado contra sus
glúteos y lejos de espantarse solo sirvió para avivar su deseo. Se meció con él, jadeando sin
vergüenza al notar su humedad, mojándole la piel.
—¿Tienes condones? —preguntó en un susurro.
Shaun dejó de moverse para mirarlo a los ojos antes de asentir despacio.
Le hizo un gesto con la cabeza ordenándole que fuera y siguió tocándose en los pocos
segundos que tardó en regresar con él. Su cuerpo volvió a pegarse al suyo mientras dejaba
en el escenario un condón y una bolsita de lubricante.
—¿Quién va a hacerlo? —le preguntó él tomándole el relevo para acariciarle.
—Tú —dijo decidido.
—¿Estás seguro? —quiso asegurarse Shaun besando su hombro.
—Joder, no. Pero sé qué es lo que quiero ahora mismo. Sin repercusiones —dijo de
nuevo. No sabía si a Shaun le sonó tan vacío como a él, pero necesitaba decir algo para
justificarse más tarde cuando se mortificara por lo que estaba a punto de hacer.
—Inclínate más —le pidió Shaun con suavidad como si no quisiera asustarlo.
Obedeció bastante avergonzado, esa postura le hacía sentirse más expuesto y lo volvía
todo más real.
—Voy a recordarte siempre así —murmuró Shaun en su oído, deslizando un dedo
resbaladizo en su interior—. Sexy, excitado… eres una obra de arte.
Se rio sin aliento, más cómodo por su broma. Un segundo dedo se unió con bastante
facilidad al anterior. No era agradable, aunque tampoco doloroso. Sin duda los besos de
Shaun por sus hombros y su cuello estaban obrando magia.
—Quien iba a pensar que eras un poeta cuando echas un polvo. Nadie querría escuchar
esa basura en un momento así —le aseguró burlón.
Shaun le mordió el hombro, moviendo con rapidez los dedos en su interior.
—Lo hacen, pero solo te las estoy contando a ti —prometió separando los dedos y
abriéndolos un poco. Gimió sorprendido por la sensación.
—¿Bien? —le preguntó Shaun con una sonrisa en la voz.
—Hazlo de nuevo. —Otro gemido le atravesó la garganta sin que pudiera hacer nada.
Shaun aceleró el movimiento, golpeando con sus dedos ese punto dulce dentro de él.
Agarró el condón y lo abrió con los dientes antes de pasárselo. La mano de Shaun dejó
de acariciar su miembro para colocárselo.
—¿Listo? —Sus manos agarraron sus caderas de nuevo con todo su cuerpo pegado a su
espada.
Se inclinó incapaz de contestar, iba a tener sexo con un hombre. Iba a…
Shaun se abrió paso en su interior con un siseo. Fue extraño, se sentía lleno, rebasado…
y seguía putamente excitado.
Por suerte todavía podía contar con él. Shaun rodeó su pecho con un brazo y con la otra
mano lo hizo girar la cabeza para darle un beso profundo.
—Esto es la hostia. Evan… Joder, te sientes como el puto cielo —le murmuró contra los
labios, lamiendo su labio inferior y luego tirando de él.
—Me alegro de que al menos, uno de los dos lo disfrute —contestó tratando de
contenerse para no empujar, iba a correrse en cuanto recibiera cualquier estímulo.
Shaun se rio en su oreja, bajando la mano de su cuello a su erección dura.
—Esto no parece un síntoma de estar sufriendo mucho —le dijo con la voz convertida
en pura malicia.
Gimió moviendo las caderas a modo de lo que creía que sería una protesta, pero que en
realidad quedó como un movimiento desesperado por conseguir más de él.
—Mensaje recibido —le susurró Shaun en la nuca retirándose para volver a entrar.
Jadeó sobrecogido, concentrándose en la sensación de su mano, acariciándole y su
erección entrando y saliendo de él. Deliraba, seguro que estaba enfermo porque era
imposible que eso se pudiera sentir así de bien.
—Fóllame —suplicó buscando su boca a ciegas—. Más —le rogó mordiendo sus labios.
Shaun era un jodido visionario.
Sabía exactamente cómo empujar, dónde tocar, cuándo arrollarlo con embestidas
profundas y cuándo dejársela dentro para que pudiera recuperarse mientras sus manos
seguía encargándose de volverlo loco. No tuvo ni idea del tiempo que pasó o cuántas veces
se repitió la canción, pero cuando ambos se corrieron, las piernas no pudieron seguir
sosteniendo su cuerpo.
Los dos se dejaron caer al suelo, resollando e intentando meter aire en sus pulmones.
—Nunca me he alegrado más por una reforma que en este momento —dijo mirando al
techo, todavía sin creerse lo que acababa de pasar. Lo hizo, tuvo sexo con un hombre y fue…
joder.
Notó a Shaun girarse para mirarlo.
—¿Y eso por qué? —preguntó confundido, todavía respirando con dificultad.
—Imagínate estar tumbados en el suelo de este sitio si no estuviera nuevo. ¿Sabes la
clase de gente que viene aquí?
Shaun estalló en risas al escucharle. Todavía sonreían cuando salieron del local después
de dejarlo todo como estaba.
—Yo… —empezó a decirle Shaun en el callejón.
—No digas nada —le pidió incómodo. Todo era mucho más fácil con música, desnudos y
poca luz. Ahora en el callejón, frente a su trabajo fuera de esa burbuja, todo era extraño y
muy real.
Shaun asintió como si comprendiera lo que quería decir.
—Gracias. —Sus ojos azul oscuro lo miraban fijamente—. Por todo…
Arqueó las cejas observándolo.
—¿Me estás dando las gracias por lo que pasó ahí dentro?, ¿hacía cuánto que no echabas
un polvo?
Shaun negó con la cabeza riendo con evidente alivio.
—No lo sé. Puede —reconoció sonriendo—. Gracias por la confianza supongo y por
atreverte con esta locura. Me lo pasé muy bien esta semana.
Se acercó a él para darle un último beso suave, superficial y con sabor a despedida.
No sabía qué decir, así que asintió con la cabeza y apretó las llaves del coche en su
mano, mirándolo una última vez antes de darle la espalda.
—Adiós, Shaun. Cuídate, que te vaya bien.
CAPÍTULO 6

Se suponía que tener sexo con un hombre debía ser algo que lo hiciera sentirse raro o
como mínimo incómodo, algo que le diera mucho en qué pensar, pero se sorprendió
cuando al despertarse se encontró en calma consigo mismo.
Quizá porque fue probablemente la mejor experiencia sexual que había tenido o porque
ya no lo volvería a ver y eso le hacía sentirse liberado. Algo que pruebas una vez en la vida
por saber qué se siente, aunque no lo intentes nunca más.
Nada de lo que había hecho antes se sentía igual, fue todo mucho más intenso y
placentero, así que probablemente lo que dijo Brian sobre las cosas prohibidas fuera real.
La noche anterior, se duchó en cuanto llegó y de nuevo por la mañana, pero su piel
todavía parecía sensible. Como si lo que pasó entre ellos le hubiera dejado en carne viva.
Decidió quedarse todo el día en casa y descansar su cuerpo que estaba dolorido en
partes que no sabía que podían doler. No le apetecía ver a nadie, ni hacer nada. Quería
guardar para sí mismo esa sensación y permitir que su cabeza asimilara lo que había
pasado. Holgazaneó en la cama con la televisión de fondo, sin ver nada en absoluto, dejando
transcurrir las horas hasta que le tocó salir a trabajar al día siguiente.
Miró hacia el Clank con una sonrisa mientras entraba en el Narval para su turno. Un
buen recuerdo, eso es lo que sería ese sitio a partir de ahora. No era probable que volviera
a entrar, pero ese edificio contenía el mayor secreto de su vida hasta ahora.
—¡Por fin llegas! No contestaste a mis mensajes ayer por la noche —dijo Nina
emocionada en cuanto entró al local.
—Me acosté temprano y creo que olvidé encender el móvil después de cargarlo —le
contestó sin darle importancia.
—Tú y tu manía antisocial. Ya da igual. Escucha, ¿A que no sabes lo que pasó ayer por la
noche en el Clank?
Negó con la cabeza mientras intercambiaba con Otto una mirada exasperada. A su mejor
amiga le encantaban los chismes, si querías saber algo solo tenías que preguntarle, era
como un oráculo.
—Vino a cantar la banda de rock, Binven. ¿Te lo puedes creer? —inquirió emocionada—
. Otto me dejó irme antes y pude ver todo el concierto.
—Me alegro por ti —contestó obviando decir que ya lo sabía. Ella lo conocía y sabía que
no le gustaba la música, así que tendría que explicarle de dónde lo había sacado—. ¿Por qué
no me llamaste, jefe? Habría venido a ayudarte —le dijo a Otto.
—No hubo mucho jaleo —le respondió encogiéndose de hombros—. Estaban todos allí,
la gente pierde el culo por ver a un famoso y ellos eran cuatro.
—Fue un concierto improvisado. Nadie sabía que iban a venir, han estado más de un
mes componiendo temas nuevos y ayer los estrenaron con sus fans para probarlos. Había
tanta gente que tuvo que venir la policía. Fue una pasada, son todos tan guapos —siguió
diciendo Nina encantada.
—Se lo diré a Brian —canturreó riendo.
—Díselo, los de la banda están en la lista de famosos con los que nos acostaríamos —le
respondió ella sonriendo.
—¿Él también quiere acostarse con los hombres de Binven? —preguntó divertido.
—No idiota, hay una chica. Toca el bajo —contestó ella dando una palmada—. ¡Mira! El
concierto sale en las noticias. Lógico, llegó gente de todas partes —comentó emocionada,
olvidándose de la cerveza que estaba sirviendo.
Varias chicas silbaron y aplaudieron en el bar. Negó con la cabeza con incredulidad, se
encargó de la bebida olvidada y recogió los vasos con la bandeja para ir hasta la barra.
—¡Salgo en la tele, Evan! ¡Estoy en la tele! —chilló Nina sacando su móvil del bolsillo,
para grabar la pantalla—. Voy a enviarle esto a todo el mundo.
Evan se giró a mirar, sonriendo al ver la felicidad dibujada en la cara de su amiga.
—¡Mírame, Evan! Justo ahí, el cantante me lanzó un beso en la última canción —le dijo
señalando la pantalla.
Su corazón se detuvo en un microsegundo, sus pulmones parecieron contraerse bajo sus
costillas. Imposible. Bloqueó las rodillas que de repente no podían sostener el peso de su
cuerpo y giró sobre sí mismo para ver la televisión. No era posible.
Shaun estaba sobre el escenario rodeando con un brazo al cantante, el mismo escenario
donde ellos se habían acostado.
—¿Quién es ese? —preguntó sin pararse a pensar—. El que está al lado del cantante.
—Shaun Tarner. Uno de los nuevos propietarios del Clank.
La bandeja le resbaló de la mano y cayó al suelo rompiendo todos los vasos.
—¡Evan! —chilló Nina asustada.
Otto lo sujetó, apartándolo de los cristales con rapidez.
—¿Estás bien? ¿Evan? —preguntó su jefe con urgencia sosteniéndole la cara.
—Lo siento… yo... —murmuró sin mirarle, todavía con la vista puesta en la televisión—.
Te pagaré los vasos.
Él negó con la cabeza soltando un sonido exasperado.
—¿A quién le importa eso? Ve a sentarte al almacén. Nina, vete con él y dale algo de
agua, está pálido, podría ser un mareo o una bajada de tensión.
Dejó que Nina le arrastrara y lo sentara en una silla, incapaz de oponerse.
Tenía mil preguntas en la cabeza, pero más importante le parecía la sensación de
traición que lo atravesaba. Aceptó el trato con él pensando que no habría repercusiones y
obviamente no fue real. El muy mentiroso le dijo que se marchaba cuando en realidad
estaba inaugurando su local y solo lo quería fuera de juego para que no descubriera su
engaño.
—Quédate aquí, te traeré algo con azúcar. ¿Te encuentras muy mal? —le preguntó muy
preocupada tocándole la cara para ver si tenía fiebre.
Asintió con la cabeza tragando saliva.
—Creo que no estoy bien… debería irme a casa —murmuró sujetándole la mano para
que dejara de tocarle.
—Claro, no te preocupes —aceptó ella enseguida. Nunca faltaba al trabajo, sabía que si
le pedía marcharse era porque se encontraba realmente mal. Sintió una punzada de culpa
por mentirle, pero tenía que entender qué estaba pasando y debía hacerlo ya—. ¿Puedes
conducir? Brian está en casa de su madre, podría decirle que venga —le ofreció.
—No le molestes. Tomaré un taxi en la esquina.
Ella no parecía muy convencida.
—Vete, llamaré a Ben para que nos ayude con el turno de tarde y noche.
—Dile a Otto que lo siento —musitó sin acabar de centrarse con la imagen de Shaun en
la televisión todavía grabada en su retina.
—Vamos, te llamaré al salir para comprobar que estás bien —le ordenó Nina,
sujetándole del brazo. —Iré contigo hasta la parada, estás tan pálido como una sábana.
Aceptó solo para poder huir, se metió en el primer taxi que encontraron y subió las
escaleras como si le persiguiera una jauría de perros rabiosos.
Cogió su ordenador y se tumbó en la cama. Escribió su nombre en el buscador. Varias
imágenes de Shaun lo bombardearon causando estragos en sus nervios destrozados.
El mismo Shaun con el que había estado dos días antes, con el que se acostó.
Abrió una página tras otra. Shaun era el nuevo dueño de Clank, aunque no era su único
negocio. Siete años atrás había comprado una pequeña galería de arte en el pueblo de al
lado que se hizo famosa por descubrir a una nueva escultora que se puso de moda. A partir
de ahí, la galería había despegado del todo y se especializó en nuevos artistas.
Había decenas de artículos de arte sobre la galería, alabando el buen hacer de su dueño.
“Porque no volverás a saber nada de mí y me llevaré tu secreto conmigo como si nunca
hubiera pasado”. «Traidor», no era justo aceptar un trato cuando sabía que no estaban en
igualdad de condiciones.
Cerró el portátil de un golpe seco y dejó caer la cabeza en el colchón tratando de
conciliar la imagen de Shaun con la de un marchante de arte. No había conocido a nadie que
trabajara de eso, así que no tenía con qué comparar.
Recuperó su móvil olvidado de la mesilla y lo buscó en Instagram dispuesto a dejarle un
mensaje diciéndole exactamente lo que pensaba de él.
Desestimó la idea enseguida, lo que tenía que decirle iba a decírselo a la cara y de frente.
Observó su última foto con atención. No era de él ni de ningún miembro de la banda. Era
una imagen del callejón, de su callejón. La fotografía era en blanco y negro, estaba hecha
con buen gusto. Supo, aunque no ponía fecha, que la hizo la noche que estuvieron juntos.
Bajo ella solo había un corto mensaje.
“Perdón”.
Tiró el móvil sobre la cama de nuevo con innecesaria violencia, agarró una almohada
para gritar de rabia en ella.
«Cabrón». Seguro que todo lo que dijo era mentira, probablemente era una forma de
actuar para acostarse con hombres y mujeres. Les vendía sus tonterías de “no lo puedo
evitar”, “nunca lo hice antes” para atraerlos a ese juego vomitivo… No le juzgaba por
acostarse con quien quisiera, pero sí por usar mentiras para hacerlo. Shaun se habría reído
mucho a su costa.
Por primera vez desde que se acostó con él, se sintió incómodo, fuera de lugar… sucio. El
rencor se instaló en su interior tomándolo por sorpresa. ¿Por qué tuvo que hacer eso?, ¿por
qué no le dijo la verdad? Mintió. Prometió que no habría repercusiones y había incumplido
su promesa.
No se esperaba el odio que sintió al recordar su despedida, no era alguien rencoroso o
que desperdiciara el tiempo con malos pensamientos cuando podía centrarse en otras
cosas, sin embargo, en esta ocasión decidió aferrarse a ese sentimiento y lo odió con fuerza.
Por hacerlo sentir mal, por arruinar lo que habían vivido, pero sobre todo por engañarlo
para confiar en él y traicionarle de la peor forma posible.

Si fuera más listo no estaría haciendo una locura de ese tamaño. Si fuera más inteligente
no hubiera ni pensado en esa absurda idea. Pero nunca fue un cerebrito y probablemente
los años lo hicieron aún más estúpido porque esperó a terminar su turno en el trabajo,
cuando sabía que el Clank estaría más lleno para ir a pedirle explicaciones.
Se coló en el local y fue directo a la barra. El sitio estaba lleno de gente que cantaba
como si no hubiera un mañana, olía a sudor y a cerveza. Se abrió paso hasta la barra
reconociendo a la camarera con la que había visto a Shaun hablar.
—¡Necesito hablar con tu jefe! —le gritó para hacerse oír por encima de la multitud.
—Suerte. Yo llevo llamándolo una hora. Estará en algún sitio en medio de este caos. Dile
que venga aquí si lo encuentras.
Le dio la espalda a la chica decidido a no darse por vencido con facilidad.
Quería respuestas y las iba a tener.
Se empujó entre la gente buscándole sin conseguir nada. Se giró agobiado hacia la barra
y por fin le vio hablando con dos hombres que parecían bastante borrachos junto a la
camarera de antes.
—No me iré a ninguna parte… —dijo uno de los tipos con bastante dificultad.
—Tienes que irte, no puedes tocar al personal —decía Shaun mirando al tipo con
dureza.
—Ella nos estaba buscando —respondió el otro con agresividad.
—¡No es verdad! —protestó la chica indignada—. Llevan molestándome toda la noche.
—Calma, June —le pidió Shaun poniendo el brazo delante de la chica—. Ya he llamado a
los porteros. Os aconsejo que os marchéis ahora mismo.
—Vale tío, calma. Ya nos vamos, será por sitios para beber —se burló uno de ellos.
Esperó a que los tipos se dieran la vuelta para acercarse más a Shaun.
—Necesito hablar contigo —le dijo agarrándolo del brazo.
Los ojos de Shaun se abrieron por la sorpresa, pero se recuperó con rapidez zafándose
de su agarre.
—Este no es el momento —le respondió lanzándole una mirada fugaz a la camarera que
seguía allí.
—Sí lo es. No voy a marcharme a ningún sitio.
—¡Sí! Nosotros tampoco —decidió uno de los dos borrachos.
—¡Eso! Si quieres que nos marchemos tendrás que darnos a la chica —añadió el otro.
—¿Qué? —preguntó Evan confundido mirando a la camarera.
June se cruzó de brazos mirando a los dos chicos como si quisiera arrancarles los ojos
solo por fijarse en ella.
—Largaos —les ordenó Shaun lanzándole una mirada de advertencia.
Uno de los hombres trató de agarrar a June del brazo.
—¡No me toques! —chilló la chica dándole un manotazo.
Shaun se puso delante, interponiéndose entre ellos.
—Ultima advertencia, marchaos mientras podáis.
El hombre estaba demasiado borracho para que le importara y trató de acercarse a ella
de nuevo. Su amigo empujó a Shaun, haciéndole caer hacia atrás.
Evan lo agarró antes de que chocara con un taburete y lo ayudó a estabilizarse sobre sus
pies.
—¡Eh, imbécil! —le gritó al tipo empujándolo del hombro para alejarlo—. Sal fuera y
que te dé el aire o te sacaré yo.
El hombre se rio mirándolo con malicia.
—¿Y si no quiero? —preguntó con prepotencia mirándolo de arriba abajo.
No le dio tiempo a responder.
El otro imbécil agarró un botellín de cerveza de encima de la barra y se lo lanzó
directamente a la cara. A partir de ahí todo fue confuso hasta que varios agentes de policía
entraron al local y lo separaron de la guerra campal que se inició en la barra.
CAPÍTULO 7

Los policías lo esposaron junto con los alborotadores para llevarlo a la comisaría y
tomarle declaración mientras aclaraban lo que había pasado.
Lo metieron en el calabozo con los demás borrachos del bar que ya estaban durmiendo
a pierna suelta.
Negó con la cabeza mientras pensaba en lo que le iba a decir a Brian cuando le llamara
para pagar la fianza. Nunca se creerían que estaba allí por la música, sabían que no solía ir a
ese tipo de locales. Se tocó la mandíbula con cuidado tratando de aliviar el intenso dolor
que empezaba a sentir.
—White, puedes irte —anunció un agente sacándolo de su retahíla de insultos mentales.
—¿Ya es mi turno? —preguntó somnoliento uno de los hombres que dormitaban
mirando al policía.
—No, Dodge. Sigue durmiendo, aún te quedan seis horas. Tú, fuera —dijo señalándole
con la cabeza.
Se levantó extrañado. ¿Quién sabía qué estaba allí? No se lo había dicho a nadie. ¿Le
habría visto alguien de su trabajo?
—¿Quién pagó mi fianza? —le preguntó al policía.
Él se movió para dejarle ver a la persona que le acompañaba. Shaun.
—No —se negó dando un paso atrás—. Dile que se meta su dinero por donde le quepa.
—Fue de vuelta al lugar de antes y se sentó de nuevo en el suelo.
El policía observó a Shaun, ambos compartiendo una mirada incrédula.
—Esto no es un hotel —le dijo el agente cuando se recuperó de la sorpresa—. Pagaron
tu fianza y no presentarán cargos. Fuera.
—No —repitió mirando al policía con rabia, incapaz de esconder su enfado.
—¿Quieres que te acuse de obstrucción a la justicia, chico? —preguntó él de malas
formas.
Miró al hombre fulminándolo con la mirada, tratando de decidir cuánto podía caerle por
darle un puñetazo al policía.
—Evan.
Cerró los ojos para protegerse de la sensación que le provocó escucharle llamarlo de
nuevo de esa manera. Conocía ese maldito tono. La última vez que esa voz pronunció su
nombre de esa manera, aún estaba dentro de su cuerpo.
Se estremeció con violencia y giró la cabeza con terquedad.
—Evan —repitió Shaun acercándose a los barrotes—. Podemos hablar lo que quieras
afuera.
Se levantó de un salto y salió por la puerta de la celda, casi arrollando al policía que se
apartó con rapidez.
—¡Evan! ¡Espera! —La voz de Shaun a su espalda lo hizo apresurar el paso aún más—.
Tengo tus cosas.
Se paralizó en las escaleras de la comisaría girándose a enfrentarlo.
Extendió la mano para que le diera la bolsa, pero Shaun lo miró con el ceño fruncido.
—¿Podemos hablar? Por favor —le pidió Shaun en voz baja.
La ira hizo desaparecer el cansancio de golpe.
—Ese momento ya pasó. Tuviste toda una semana para decirme dónde me metía.
Shaun se encogió ante su tono, pero no apartó la mirada.
—Deja que me explique —insistió.
—No necesito que sigas mintiendo. Querías follar y lo conseguiste. Felicidades, tu
jueguecito dio sus frutos.
—Eso no es lo que sucedió y lo sabes —se defendió Shaun.
—Lo que pasó es que me hiciste creer que no habría repercusiones. Que solo nos
divertíamos, pero ¿adivina qué? No fue divertido. Te lo cargaste todo. —Le quitó la bolsa
que tenía en la mano y se dio la vuelta.
—Por favor, cinco minutos. Te juro que no es así —insistió sujetándole del brazo.
—No quiero escucharte. No quiero nada de ti —dijo con terquedad tratando de bajar la
escalera—. Te dejaré el dinero de la fianza en tu bar. Enhorabuena por la compra, por
cierto.
—Si no querías hablar, ¿por qué viniste anoche al Clank?
Negó con la cabeza intentando lidiar con su frustración que crecía por momentos. Se
giró a mirarle, notando su cuerpo tensarse como un arco listo para disparar.
—Mentiste. Por eso fui. Para mirarte a la cara y que volvieras a soltarme todo ese rollo
de que te ibas. ¿Qué necesidad tenías de mentir?
Shaun chasqueó la lengua con frustración.
—Te lo explicaré. Déjame que te lleve a tu casa y lo hablamos de camino.
—No voy a subirme contigo al coche.
—Estás siendo ridículo —protestó—. Entiendo que estés enfadado, te di motivos para
ello, pero no tuve intención de mentir. Permíteme que te lo explique y luego si quieres no
hables más conmigo, te dejaré en paz.
Lo pensó durante unos segundos antes de aceptar de mala gana.
Shaun señaló a la derecha con la mano y se puso en marcha.
—¿La camarera está bien? —preguntó mientras andaban al recordar a la chica.
—¿June? Sí, los porteros llegaron cuando se te echó encima el imbécil de la botella. La
policía dijo que tienen antecedentes por cosas similares. Les prohibimos la entrada, no
volverá a pasar.
Le echó un vistazo de reojo para ver si tenía alguna herida, pero le encontró con su
aspecto habitual.
Shaun sacó las llaves del coche para abrirlo.
—Sube —le dijo señalando el asiento del copiloto—. Vi cómo te daba un puñetazo en las
costillas. ¿Te duele mucho? —se interesó.
Se encogió de hombros para quitarle importancia mientras se sentaba.
—¿Dónde vives? —preguntó Shaun con suavidad como si no quisiera enfadarlo.
No había pensado en eso. ¿Quería que supiera dónde vivía? Ya era todo bastante
complicado.
—Puedo dejarte en algún lugar cerca —ofreció Shaun como si supiera lo que estaba
pensando.
—Avenida Flerish, en el pub irlandés —dijo algo arrepentido.
Shaun asintió con la cabeza y puso el coche en marcha.
Miró en silencio las luces iluminando la carretera dejando que él tomara la iniciativa.
—No lo sabe nadie —le aseguró Shaun en voz muy baja—. No mentí en eso, estaría en
problemas si alguien se enterara.
Lo miró incrédulo.
—Me mentiste antes, ¿por qué voy a creerte ahora?
Shaun soltó un bufido de indignación.
—Porque no lo hice. Ni siquiera te mentí apropósito. ¿Recuerdas a Zen?
Asintió con la cabeza, para que supiera que le seguía.
—Es uno de los dueños del Clank. Son dos, pero el otro quería vender su parte y Zen y
yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, así que me ofreció entrar en el negocio. Antes
de aceptar quise comprobar por mí mismo el ambiente, el personal, el lugar en sí. Soy muy
cuidadoso con las inversiones que hago.
—¿Por eso dijiste que la ropa era marketing? —inquirió.
—Sí. Me hice pasar por camarero, me encanta el Clank y voy todo el tiempo, pero es
diferente ser cliente a convertirme en su dueño. Me pareció la mejor forma de conocer el
negocio, metiéndome en el ambiente y comprobar por mí mismo el rendimiento del local y
el comportamiento de los camareros.
—¿Si pensabas comprarlo por qué te inventaste que te marchabas?
—Porque me voy. Zen puede llevar el club solo, necesita un socio capitalista. Mi
verdadero trabajo no está aquí.
—Está en tu galería de arte —resolvió.
Shaun asintió al escucharle.
—Ya hice lo que quería hacer con el Clank. Supervisé la reforma, seleccioné el personal
que se quedaría y elegí los grupos que tocarán el próximo mes. Eso es todo, lo demás lo
llevará Zen. Nunca quise empezar nada contigo. Mi círculo es pequeño, el mundillo en el
que me muevo es delicado y depende bastante de las buenas relaciones. Algunos de mis
clientes son conservadores, podría causarme problemas.
—Tenías una solución muy sencilla. Alejarte de mí —le recordó.
—Si fuera tan sencillo, ninguno de los dos nos hubiéramos metido en este lío. Lo que
pasó entre nosotros era nuevo, diferente… Y tú eres tan genuino que…
—¿Genuino? ¿Qué me estás llamando exactamente? —preguntó malhumorado.
Shaun sonrió negando con la cabeza.
—A eso me refiero. A que siempre dices lo que piensas, es refrescante encontrar a
alguien como tú. No estoy acostumbrado.
Quería seguir enfadado con él, aunque sabía que decía la verdad. Su química era como la
atracción entre dos imanes, imposible de ignorar.
—Hubiera follado contigo antes del último día —le dijo Shaun directamente mirándole
a los ojos. —Pero no quería hacerlo sin que supieras la verdad… sin que decidieras si
estabas dispuesto a darme eso. Sentía la misma curiosidad que tú y quise… no sé. Si soy
sincero, no entiendo del todo cómo acabamos así. Y créeme que he pensado mucho en ello
estas semanas.
Rodó los ojos apoyándose en el respaldo mirando al frente. Ya eran dos, nada tenía
sentido si trataba de encontrarle la lógica a lo que pasaba con Shaun, pero todo parecía
engañosamente natural cuando estaba con él.
—No había nada que darte… Además, al final te lo llevaste de todos modos. No estoy
enfadado por eso, yo también quería acostarme contigo y fue mi idea.
—¿Entonces por qué estás tan cabreado? —quiso saber Shaun.
—Acostarme contigo, estaba bien si podía fingir que no pasó, es difícil ignorar a alguien
que está en el local de al lado. Ya lo intenté al principio y no funciona —reconoció con
ironía.
—Lo siento. Iba a decírtelo en el callejón, pero no quería discutir y que esas fueran las
últimas palabras —le dijo en voz baja—. No sabía que Zen iba a necesitarme hoy, la idea era
no volver en una buena temporada. Lamento haberte engañado, me lo pasé muy bien esa
semana —se disculpó Shaun con sinceridad.
—Yo también —reconoció a regañadientes.
—Estás muy enfadado. ¿Verdad? —preguntó él con suavidad. Tenía un gesto
comprensivo, como si entendiera, aunque no pudiera hacerlo del todo.
—No tanto —mintió.
Shaun se rio, adivinando su triquiñuela.
—Puede que te haya insultado mentalmente un millón de veces… o dos —confesó al
final.
Shaun estalló en carcajadas al escucharle.
—Me las merecía todas. Está bien —aceptó girando fugazmente la cabeza para mirarle
mejor—. ¿Viste mi foto en Instagram? —le preguntó después de unos segundos de silencio
cómodo.
Asintió con la cabeza sonriendo a su pesar.
—No voy a contárselo a nadie —le prometió—. Nuestro secreto está a salvo.
Shaun sonrió mirándole a los ojos.
—Siempre supe que lo estaba. Eres un buen tío, te lo dije una vez y lo pienso de verdad
—le aseguró Shaun—. Ya estamos —anunció parando el coche en una plaza libre—.
Deberías poner hielo sobre tu mejilla, te está saliendo un cardenal bastante feo.
—No me importa —contestó con sinceridad—. Creo que tengo alguna crema para los
golpes en casa.
Los dos se quedaron mirándose a los ojos sin saber qué hacer.
—Gracias por sacarme de la cárcel —dijo para no decir lo que pensaba.
Shaun se encogió de hombros.
—Solo ibas a pasar la noche. Parecía cruel dejarte allí cuando intentabas defendernos.
Gracias por eso, por cierto. Podía haberlo hecho solo, pero gracias.
—¿De verdad? ¿Te has metido en muchas peleas en tu vida? —preguntó incapaz de
ocultar su gesto escéptico.
—¿Por qué parece que te estás burlando de mí? —le preguntó mirándole con los ojos
entrecerrados.
Sonrió incapaz de contenerse.
—Para nada. Solo creo que hay pocas probabilidades de pelea en una galería de arte —
respondió con sorna.
Shaun negó con la cabeza.
—No te creas, hay artistas que piden sangre cuando leen sus críticas.
Se sonrieron mutuamente, mirándose a los ojos.
—Creo que debería… —murmuró señalando la puerta.
—¿Puedo subir? —le preguntó Shaun en voz baja.
Su corazón se estremeció como si quisiera salir de su pecho.
—¿Qué? —inquirió escandalizado en un hilo de voz.
—Solo quiero asegurarme de que llegas bien y que atiendes tu golpe de la forma
adecuada —le explicó Shaun.
Sonrió con diversión negando con la cabeza.
—¿Esa mierda te funciona para ligar?
Shaun se rio incapaz de contener la carcajada.
—La verdad es que sí —confesó.
Negó riéndose con él.
—Tienes suerte de ser guapo, porque tus frases son un fracaso.
Shaun sonrió alzando una ceja sin responder, jugando con sus dedos en el volante.
—Sube.
CAPÍTULO 8

—¿Vives aquí? —preguntó Shaun señalando el pub.


—Encima —contestó abriendo la puerta del edificio—. Es un buen lugar para vivir,
cuando no me apetece cocinar solo tengo que coger el ascensor.
—Un motivo a tener en cuenta a la hora de elegir casa —concedió Shaun como si fuera
lógico.
—Fue decisivo para decidirme. Eso y que hay cerveza importada irlandesa —le comentó
subiendo las escaleras.
—¿No ves ya suficiente cerveza en el trabajo? —inquirió.
—¿Qué puedo decir? Soy un adicto al trabajo, nunca sé cuándo desconectar —dijo
fingiendo un tono abatido.
Shaun volvió a reírse.
—Otro factor importante fue que el piso disponible era en la tercera planta, tiene
buenas vistas. Todo ventajas, con el mínimo esfuerzo. —Abrió la puerta y lo dejó pasar.
Shaun miró alrededor fijándose en su casa.
No era un sitio lujoso, aunque sí un buen lugar. El salón tenía mucha luz y el sofá
amarillo combinaba bien con la madera oscura de sus muebles. La cocina consistía en un
espacio abierto detrás, no era muy grande, pero tampoco la usaba a menudo. Su habitación
estaba al fondo del pasillo, antes del baño. No tenía mucha decoración en su casa, pero cada
una de las cosas que mantenía, guardaban un significado especial.
Shaun se acercó a las ventanas para mirar.
—Me gusta, te pega. Sin pretensiones, como tú. ¿Qué? —preguntó al notar que lo estaba
observando.
—No parece que tengas veintiséis años —comentó con curiosidad.
Shaun hizo un gesto desdeñoso.
—Me viste en la televisión por el concierto. ¿Verdad?
—Sí, luego busqué tu nombre en internet —confesó—. Es bastante impresionante todo
lo que has logrado.
Él se encogió de hombros sentándose en el sofá.
—¿Cuántos tienes tú? También te busqué, pero no conseguí ninguna información sobre
ti.
—No encontraste nada porque no me va mucho todo ese rollo del internet —bromeó
cogiendo dos cervezas de la nevera y ofreciéndole una—. Tengo veintiocho.
Shaun sonrió aceptando la bebida.
—¿Te importa si voy directo a la ducha? Realmente necesito una, ha sido un día de
mierda —reconoció.
—Claro, puedo bajar y conseguir algo de comer —ofreció señalando la puerta.
—Hazlo y disfruta de la experiencia prémium de mi edificio —contestó sonriendo—. Es
otro nivel, elige lo que quieras y dile que es para mí, llamará arriba cuando la comida esté
lista. Llévate las llaves y ponte cómodo, no tardaré mucho —le indicó señalando el llavero
que había dejado junto a la puerta.
Se fue al baño y empezó a quitarse la ropa.
Era surrealista que Shaun estuviera en su casa. Iba dispuesto a tener su sangre y ahora
estaba en su salón… ¿Para conseguir una repetición de su última noche?
Se metió bajo el chorro de la ducha tratando de despejar sus pensamientos. No tenía ni
idea de lo que hacía. ¿Por qué era tan idiota? Si sabía que eso podría traerle problemas,
¿por qué lo hacía de todas formas?
Dos toques en la puerta interrumpieron sus caóticos pensamientos.
—¿Evan? La señora de abajo dice que la comida tardará un poco y que si tienes mucha
hambre muevas el culo para cocinártela tú mismo.
Se rio mientras se retiraba el champú.
—¡No te preocupes! ¡Etta y yo siempre estamos en guerra! ¡Es amor odio!
—¿Qué?
—¡Pasa! ¡No vas a encontrar nada que no hayas visto ya! —le gritó tratando de que le
escuchara por encima del agua.
—Ya lo sabía —le dijo él cuando entró al baño—. Pero se te veía algo asustado en la
habitación, no me parecía bien entrar sin avisar.
Se rio frotándose la cara, todavía de espaldas a él.
—Tendrías que crecer medio metro más para asustarme —lo picó.
—Soy de tu altura —protestó Shaun.
—De eso nada. Son esos botines que te pones, te dan esa falsa impresión. Me gustaría
verte descalzo —bromeó sabiendo que estaba mintiendo. El sonido de la puerta del baño al
cerrarse le hizo reírse a carcajadas, parece que había encontrado un punto débil
Unas manos frías se apoyaron en su costado, generando un fuego que se esparció por
cada pequeña parte de su cuerpo.
—Estoy descalzo ahora mismo —le susurró Shaun al oído.
Tragó saliva con tanta fuerza que se hizo daño.
—Shaun… —le advirtió.
Sus dedos subieron con ligereza, resbalando con la ayuda del agua hasta sus caderas. No
le respondió, dejó un beso en su hombro y marcó la zona con suavidad con los dientes.
—Soy tan alto como tú —susurró Shaun sobre su piel.
Sus labios entreabiertos subieron por su cuello hasta su nuca.
Dejó salir el aire despacio, notando su cuerpo tensarse como una cuerda bajo el embrujo
de sus seductoras manos.
—Te falta crecer un poco —dijo en voz baja, dejándose caer hacia atrás.
Shaun se pegó a su espalda, presionando todo su cuerpo desnudo al suyo.
Jadeó levantando la cabeza al techo al sentir su erección contra su culo. Si alguien le
hubiera dicho que algo así podría excitarlo de una forma casi dolorosa, se habría reído en
su cara.
—No tenemos mucho tiempo —murmuró Shaun moviendo las caderas contra él.
Un ruido bajo escapó de su garganta, se sintió mortificado al darse cuenta de que sonaba
sospechosamente a un gemido de protesta. Gimió en voz alta cuando Shaun le hizo un
chupetón en el cuello, sus dedos se aferraron a su erección, rodeándola con delicadeza,
burlándose de él en un acaricia demasiado superficial para ser suficiente en ese momento.
—¿Cúanto? —demandó.
—Unos veinte minutos según la señora que me atendió —musitó acariciándole
despacio.
—Pues haz que merezcan la pena —jadeó girando la cabeza. Shaun le encontró a medio
camino, reclamando su boca apasionadamente, encerrándole entre sus brazos.
Chupo su labio inferior en unos segundos, seduciéndolo para que le permitiera el paso.
Sus lenguas se encontraron con ansia, tentándose, azuzándose a exigir todavía más.
Rompió el beso, dándole la vuelta para tomarlo entre sus brazos. Shaun se abrazó a su
cuello en busca de apoyo, dejándole de buena gana el control del beso mientras le hacía
retroceder a la pared para meterse juntos bajo el chorro del agua
Profundizó el beso, enredando su lengua en la suya, pasando las manos por su pecho,
echándose sobre él.
Era una sensación enloquecedora, los riachuelos de agua bajando por su cuerpo,
acariciando su sensibilizada piel, rozando sus labios y deslizándose por su boca. Todo lo
que tenía que ver con Shaun era una completa locura. La capacidad de embaucarle, de
saturar sus sentidos y obligarle a centrarse solo en él, no dejaba de sorprenderle.
Bajó la mano por su cuerpo con más seguridad de la que debía sentir, haciéndose cargo
de su erección.
El gemido de Shaun fue música para sus oídos, su piel se erizó solo de imaginar el placer
que le estaba causando. Acelerado, abandonó su boca, bajando mientras le daba ligeros,
pero ardientes besos por la mandíbula hasta el cuello. El violento estremecimiento que
recorrió el cuerpo de Shaun hizo que su sangre se convirtiera en lava.
Movió la mano sobre su erección, formando un círculo apretado para acariciarlo.
Devoró su cuello a besos, lamiendo y mordiendo toda su cálida piel. Shaun le hizo retirar
la mano, agarrándole de las caderas para tirar de él, pegándose del todo. Shaun sujetó con
fuerza su mandíbula, buscando su boca con desesperación, rozando su cuerpo sin pudor.
Gimió dentro del beso, mareado y perdido en la sensación de su piel, resbalando contra la
suya de forma enloquecedora. Se dejó llevar en el beso, bajando las manos por sus
costados, apretándolo aún más, moviéndose juntos en busca de alivio.
Shaun gimió con fuerza, separando su boca apenas unos segundos. Deslizó sus labios
sobre los suyos una y otra, volviéndolo completamente loco. Sus pieles ardían juntas bajo el
agua templada, se presionó más contra su cuerpo sin dejar de mover las caderas al ritmo de
las suyas.
Sus miembros estaban rígidos y goteantes atrapados entre ellos, pulsando a la espera de
una liberación. Aquello era delirante, adictivo, prohibido y la sensación más increíble que
había sentido nunca. No existía el presente, no vivía nadie más en el mundo, solo aquel
instante robado al tiempo, a la razón, a la vida… era aterrador cómo una persona a la que
había conocido apenas unas semanas atrás podía hacerle sentir todo eso.
Se corrieron juntos, cayeron el uno en brazos del otro, creando una burbuja privada,
alargando el orgasmo y disfrutando de la sensación de sentir cómo sus músculos se
relajaban.
Shaun le acarició la espalda, sujetándole de la barbilla para poder darle un beso
desordenado.
—Dúchate, no puedes bajar así —bromeó Shaun todavía con la respiración
entrecortada.
—Ya estaba limpio, tú me ensuciaste. Ahora lidia con el desastre o tendrás que ir a por
la comida tú mismo —le amenazó mordiéndole con suavidad su hombro—. Salvado —
murmuró cuando escuchó sonar el telefonillo de la cocina.
Se lavó con rapidez y salió de la ducha, envolviéndose con la toalla para pasar a la
habitación, a ponerse un pantalón de deportes y una sudadera antes de bajar.
—Laila —saludó a la chica de la barra.
Ella lo miró de arriba bajo, sin molestarse en disimular que le estaba dando un repaso.
—Tu comida —le dijo pasándole por encima de la barra dos bolsas.
—Gracias Laila. ¿Qué sería de mí sin ti y sin Etta?
Ella sonrió empujándole del hombro para que se fuera.
—Dame una porción de tarta de queso —le pidió antes de irse.
Laila le miró extrañada.
—Tú no comes tarta.
—Estoy probando cosas nuevas —le respondió. Si ella supiera el tipo de cosas a las que
se refería, no estaría sonriéndole.
Cuando volvió arriba, Shaun estaba sentado en el sofá ya vestido con la ropa de antes y
una de sus sudaderas.
—Tenía frío —le explicó al notar su mirada.
—No hay problema —aceptó poniendo las bolsas sobre la mesita de café.
Sacó los bocadillos con patatas de la bolsa y puso la tarta delante de Shaun.
—¿Tú no comes tarta? —preguntó confundido.
—No me van mucho los dulces —contestó sentándose a su lado en el sofá encendiendo
la televisión para poner el canal de deportes.
—Eres muy raro —respondió mirándole con los ojos entrecerrados—. Tengo
curiosidad, además de odiarme… —empezó a decir Shaun.
—Intensamente —puntualizó mordiendo una patata.
Shaun sonrió, asintiendo con la cabeza después de darle un largo sorbo a su cerveza.
—Era un plan tonto, pero era cuestión de orgullo. Me parecía importante al principio de
la noche, ahora creo que debería haberme ido a encestar unos tiros —reconoció después de
unos segundos de silencio.
—¿Tiros? ¿Practicas algún deporte? —le preguntó Shaun con curiosidad.
Se rio sin poder evitarlo.
—No de forma profesional. Baloncesto dos veces por semanas con mis amigos y juego al
béisbol con los del trabajo. Es un campeonato solo entre bares y locales de hostelería, pero
es divertido.
—Lo que tú digas, soy fan del baloncesto, excepto si significa correr y sudar. Jugué en el
colegio y fue horrible —declaró Shaun.
Casi se atraganta con la cerveza al escuchar su tono indignado.
—Cualquier deporte implica correr. Eso es lo bueno, la descarga de adrenalina, las
endorfinas que generas al practicar ejercicio. Creo que deberías volver a probarlo, puede
que ahora te guste —sugirió.
—No lo creo. ¿Por qué te gusta a ti pasar calamidades?
Se rio moviendo la cabeza para negar su pregunta.
—Te prometo que es divertido. Me escapo siempre que puedo con los chicos, es genial.
Jugamos un par de partidos y luego vamos a tomar unas cervezas.
Shaun lo observó con intensidad.
—Lo que te gusta no es el deporte, es el alcohol.
Negó con la cabeza masticando su sándwich antes de hablar.
—Es por mis amigos, pasar tiempo juntos, reírnos, comentar las tonterías de la
semana…
—¿Conoces a tus amigos desde hace mucho? —preguntó Shaun con curiosidad.
—Desde el instituto —respondió—. Siempre hemos sido los mismos. Nos conocemos
bien y pasamos juntos por toda clase de mierdas. Conozco a mi mejor amigo desde
primaria.
Shaun abrió los ojos con sorpresa.
—¿En serio? Eso es mucho tiempo.
Asintió con la cabeza señalando una foto sobre la estantería. Era una imagen de Nina,
Brian y él en las navidades del año pasado.
—¿Quién es la chica? ¿Una ex? —interrogó.
—Yo no tengo de eso, la última chica con la que salí fue durante la universidad. Acabó en
desastre. Ya te lo dije, no me van esas cosas. Ella es Nina, la novia de Brian desde el instituto
y mi mejor amiga. ¿Por qué sonríes así? —preguntó al captar su gesto.
—Creo que no había oído tantas veces el término mejor amigo, mejor amiga desde el
colegio. No es habitual a nuestra edad. La gente que yo conozco está casada, divorciada o
tienen hijos.
Asintió con la cabeza entendiendo su punto.
—Algunos de mis amigos tienen niños pequeños, pero eso no es un problema. Siempre
encontramos tiempo para convivir, somos buenos adaptándonos a los cambios.
Shaun asintió mientras probaba su tarta.
—No podríamos ser más diferentes.
Le dio la razón con un gesto.
—Tú empresario… un poco raro. —Rio cuando Shaun le golpeó el brazo—. Y yo un
camarero. ¿Qué probabilidades hay de que nos conociéramos?
—Pocas —reconoció él mirándolo—. Dijiste que no querías que tu entorno se enterara
de nuestra aventura, crees que se lo tomarían mal.
Lo pensó un poco antes de contestar.
—Con sinceridad no lo sé. No son abiertamente homófobos y son mis amigos, sé que son
buenas personas, pero también tenemos las típicas bromas que pueden considerarse… ya
sabes… conflictivas. Nunca hemos hablado del tema y tampoco creo que lo entendieran
porque no lo comprendo ni yo. No me gustan los hombres, no me atraen… ¿Cómo explicaría
esta locura?
—Es que es muy raro —dijo Shaun recostándose en el respaldo sin dejar de comer.
—¿Vas a seguir yendo al Clank? —preguntó mirándolo.
—No, mañana volveré a mi trabajo. Estamos preparando una exposición importante y
tengo mucho que hacer.
Asintió con la cabeza, mientras daba el último sorbo a su cerveza.
—Bien. Eso está bien —murmuró.
Los ojos de Shaun se encontraron con los suyos.
—Es lo mejor. Nadie se enterará de lo que pasó y podremos seguir con nuestra vida con
normalidad. Si algún día voy al Clank para ver un concierto y nos encontramos, espero
poder saludarte sin que te vuelvas loco.
—Por supuesto que sí.
Shaun le sonrió más tranquilo.
—Genial. Si alguna vez quieres que te cuele en un concierto o te apetece asistir a una
exposición, puedes venir a verme.
Rio negando con la cabeza.
—No, gracias.
CAPÍTULO 9

Su última noche con Shaun fue el cierre indicado para lo que empezó como una locura
momentánea, fruto de una química especial de la que no tenía precedentes.
Era una sensación extraña, racionalmente sabía que no volvería a estar así con Shaun y
siendo sincero tampoco sabría qué hacer con él. A pesar de ello, cada día comprobaba las
redes sociales para ver cómo le iba. Era curiosidad, solo eso.
Sonreía al verle bromear con los que suponía que serían sus amigos, incluso reconoció a
Zen en un par de post. Chasqueaba la lengua con sus selfies, el encaje y el cuero, fueron
remplazados por trajes y pantalones elegantes con camisas a juegos. Era como ver a dos
personas diferentes.
Bostezó mientras se secaba el pelo con una toalla. Cogió el móvil del escritorio
dejándose caer en la cama para buscar el perfil de Shaun como cada noche.
No había fotos ese día, solo una pantalla en negro y unas letras que casi hacen que se le
salga el corazón.
“¿Seguirás ahí, en el callejón?”
Comprobó la hora, subió la publicación durante su descanso. No hacía refería a él,
aunque no tenía dudas de a quién iba dirigida.
Pulsó el botón para responderle, pero una pantalla le advirtió que debía hacerse una
cuenta.
Tomó una bocanada de aire mientras sonreía, aunque le duró poco. Puede que no fuera
para él, a saber con cuánta gente se abría acostado Shaun en el mes que llevaban sin verse.
Tenía una vida social intensa, salía casi cada noche… quizá… Negó con la cabeza dejando el
móvil en la mesilla, se estaba convirtiendo en uno de esos fanáticos que se obsesionaba con
ver las redes sociales de la gente.
Pero volvió a pasar, dos días más tarde. A la misma hora otra pantalla en negro y un
nuevo mensaje. “No puedo dejar de escucharla”. Con el corazón en la garganta activó el
sonido y reconoció al instante su canción.
Soltó un quejido avergonzado y se escondió bajo las mantas tan perdido como aquella
última vez. ¿Por qué le estaba dejando mensajes?
Estuvo a punto de hacerse una cuenta varias veces, las borró consciente de que deseaba
responder, pero no tenía ni idea de qué podía decir. Era algo incómodo, raro… muy fuera de
su zona de confort. No era gay, estaba seguro… ¿Qué iba a hacer con Shaun? ¿Qué sentido
tenía tratar de alargar las cosas cuando no llevaban a ninguna parte?
Puso dos cervezas mientras contaba las horas para marcharse, no había dormido
demasiado las últimas semanas. En cuanto sonó el teléfono del local extendió el brazo para
responder mirando a un cliente y haciéndole un gesto para que le dijera qué quería.
—Tres cervezas y tres hamburguesas con patatas —le pidió el hombre.
—¿Sí? Estás llamando al Narval —saludó alzando la voz, intentando escuchar por
encima del ruido de una noche de partido. Agarró tres vasos apoyando el viejo teléfono en
su hombro mientras los rellenaba con cerveza de barril.
“¿Evan?”
Jadeó quedándose petrificado. Nina se movió a su lado sacándolo de su estado de
sorpresa. Se puso recto y le dio la espalda a la barra buscando algo de intimidad.
—¿Por qué me estás llamando aquí? —Definitivamente el tono acusatorio no sería lo
mejor, pero fue lo primero que salió de su boca.
“Porque no respondes a mis mensajes en redes sociales. No se me ocurría otra forma de
hablar contigo. No tengo tu teléfono, así que te estuve lanzando indirectas”, le respondió
Shaun.
La franqueza de su respuesta lo dejó desarmado y sin saber qué hacer.
—¿Querías mi número? —le preguntó desconcertado.
“Sí”, contestó Shaun después de quedarse en silencio por la sorpresa. “Por si… no sé…”
—¿Necesitabas llamar a un camarero para ponerte una cerveza? —preguntó
removiéndose al darse cuenta de que la mirada de Nina clavada en él.
“Supongo”. El tono confuso de Shaun le hizo sonreír, se le notaba tan incómodo como él
se sentía.
—No tengo redes sociales, lo dije de verdad —reconoció finalmente.
“¿Cómo no vas a tener?”, preguntó él con incredulidad.
—No las necesito. Mis amigos viven aquí, mi hermana es la que más lejos está y son
como treinta minutos. Además, todos saben dónde encontrarme si me necesitan, a veces ni
siquiera llevo el móvil encima.
“Por supuesto que no tienes”, murmuró Shaun que parecía en shock por la información.
“Eres de la antigua escuela”.
Se rio negando con la cabeza.
—Sí —admitió pasándose la mano por la nuca con nerviosismo.
“Vale. ¿Hay alguna posibilidad de que me des tu número de móvil o fax?”
Se quedó en silencio procesando sus palabras.
“¿Esa pausa dramática significa que debo aprender a hacer señales de humo?”
—¿Con quién estás hablando, amor? —le preguntó Nina dirigiéndose directamente al
teléfono—. Nuestros hijos te están esperando en el coche.
La miró con los ojos muy abiertos en medio de un ataque de pánico.
—No hagas el numerito, no es ese tipo de llamada —le dijo tratando de ahuyentarla.
—Te quiero amor. ¿Por qué me tratas así? —Todos los clientes habituales de la barra
estallaron en risas.
—¡Nina! —le chistó horrorizado.
“¿Así es cómo espantas a las chicas después de pasar la noche?, ¿montando un teatrillo?”
preguntó Shaun al otro lado del teléfono.
—No, no… en realidad sí —reconoció avergonzado por ser descubierto.
—Cariño, los niños tienen hambre —insistió Nina.
—Te llamaré después. —Se despidió con rapidez, fulminando a su amiga con la mirada.
“No tienes mi número”, le recordó Shaun con razón. “Espera, ¿estás tratando de darme
esquinazo?”, preguntó con incredulidad.
—No, yo… —Colgó el teléfono cuando Nina le echó los brazos al cuello—. ¡Nina! —le
reclamó deshaciéndose de ella.
—¿Qué? Es nuestro código. El plan de emergencia cuando una chica consigue localizarte
—dijo ella extrañada.
Apretó las manos con frustración. Nina decía la verdad, llevaba cubriéndolo con ese tipo
de maniobras desde siempre. No había ningún motivo para no hacer lo de siempre. Salvo
porque era Shaun quien llamaba… y no quería deshacerse de él. ¿O sí?
Nina seguía mirándolo con curiosidad, así que para disimular cogió la bandeja y fue a
recoger las dos mesas que acababan de desocupar.
«Mierda».

Hacerse una de esas redes sociales no fue difícil, pero elegir un nombre le llevó casi
media hora.
Shaun recibiría muchos mensajes al día. ¿Cómo sabría que era él? Miró su nombre
satisfecho con la elección. “El idiota del mechero”. Eso era bastante significativo, ¿no? Para
asegurarse eligió como foto de perfil, la misma imagen del callejón que Shaun había puesto.
Se sentó en el sofá tamborileando con nerviosismo mientras veía su perfil. Contuvo el
aliento al mismo tiempo que pulsaba el botón de mensaje privado.

El idiota del mechero:


Hola.

Supuso que podría tardar horas en recibir respuesta, así que fue a ducharse y a preparar
algo de cenar. Todavía no le había contestado cuando se fue a dormir.
A las cinco de la mañana el pitido del móvil le despertó.

Shaun:
¿Cómo sé que eres tú?

Sonrió medio dormido.

El idiota del mechero:


Porque soy yo. Me llamaste hace unas horas.

Shaun:
No lo creo. Tú eres el idiota del mechero, aquel era el idiota del teléfono.
Sonrió negando con la cabeza.

El idiota del mechero:


Lamento lo de antes, Nina creyó que me estaba salvando.

Shaun:
Sí, me di cuenta. Así que estás en una red social.
¿Cómo te sientes?
¿Incómodo?
¿Sucio?
¿Cómo si hubieras viajado en el tiempo hacia delante?

Estalló en risas en cuanto leyó sus mensajes.

El idiota del mechero:


Siendo sincero, tuve que bañarme después de abrirme el perfil.

Shaun:
Si esa ducha hablara…

Sonrió poniéndose cómodo contra los cojines para responder.

El idiota del mechero:


No tiene tanto que contar. No traigo ligues a mi casa.

Shaun:
Me siento especial. Siento que fue mal vestido para semejante honor.

El idiota del mechero:


Tú no eres un ligue. Eres un colega.

Se quedó mirando la pantalla esperando una respuesta.

Shaun:
Si tratas así a todos tus amigos, ahora ya sé por qué llevan contigo tantos años.
Se rio al leer su ocurrencia.

El idiota del mechero:


No escribí amigos. Puse colega. Alguien con quien tomas una cerveza y hablas de deportes.
Colega.

Shaun:
Lo que tú digas, colega. Hermano. Compa. Tío. Tronco.

No fue capaz de contener las carcajadas.

El idiota del mechero:


Eres idiota.

Shaun:
No. Solo llevo un par de copas.

El idiota del mechero:


Ya vi que tenías una noche entretenida.
Shaun:
No tan entretenida.
¿Me estás espiando?

El idiota del mechero:


Solo esta noche, porque iba a enviarte el mensaje.

Era una mentira, pero sonaba menos patético que reconocer que llevaba viendo sus
redes todo el mes.

Shaun:
Mentiroso.
Entonces… ¿Vas a darme tu número de teléfono?

El idiota del mechero:


¿Para qué lo quieres?

Shaun:
Por si necesito personal extra para el Clank.
Asintió con la cabeza con gesto divertido.

El idiota del mechero:


No hago horas extras.

Shaun:
¿Y si necesito pedirte que me pases un contacto?

El idiota del mechero:


¿Sobre qué? No hay nada en mi vida que tú puedas necesitar o querer.

Shaun:
Touché. Entonces supongo que quiero tu número para hablar contigo.

El idiota del mechero:


¿De qué íbamos a hablar tú y yo?

Shaun:
Estamos hablando ahora.

Se rio sin rastro ya de sueño.

El idiota del mechero:


No estamos hablando.

Shaun:
Por supuesto que sí. Hicimos una excelente puntualización de lo que es ser un colega. Marcamos
la diferencia entre ligue y amigo. Y quedó claro que me espías. Noche candente y charla
interesante.

El idiota del mechero:


Tú y yo sabemos muy bien lo que es una noche candente y no se parece en nada a esto.

Shaun:
Evan…

Sonrió pasándose la mano por su pecho desnudo. Casi podía escuchar su voz
pronunciando su nombre…
El idiota del mechero:
Dime.

Shaun:
Mejor no. Los colegas no se dicen ese tipo de cosas.

Se mordió el labio, haciéndose muy buena idea de a dónde se dirigían.

El idiota del mechero:


Pues no lo hagas.

Shaun:
Cámbiate el nombre de tu perfil.

El idiota del mechero:


Puede que lo haga o puede que no.

Sonrió mientras miraba.

Shaun:
Buenas noches, Evan.

El idiota del mechero:


Buenas noches, Shaun.

Se pasó la mano por la cara, ya no tenía sueño.


Su móvil volvió a pitar, desbloqueó esperando encontrarse un nuevo mensaje. En su
lugar había una imagen.
Le reconoció enseguida por las formas tatuadas en su pecho a pesar de que no mostraba
su cara. Estaba tumbado en la cama y solo llevaba puestos unos pantalones. Tragó saliva al
ver su cinturón desabrochado, su piel canela y la forma en que los huesos de las caderas
sobresalían contra la tela oscura. Era una foto impresionante, aunque sin duda debía
impresionarle más que la imagen de un hombre semidesnudo lo excitara con tanta rapidez.
Un nuevo mensaje apareció debajo de la imagen.

Shaun:
Ni una palabra.

Apagó el teléfono y se tumbó bocabajo en la cama con un gemido de frustración.


¿Por qué seguía jugando con fuego? ¿Acaso necesitaba estallar en llamas para entender
el peligro en el que se estaba poniendo?
CAPÍTULO 10

—Comanda —le anunció a Nora pasándoles la nota—. ¿Todavía quedan especiales de


pollo, encanto?
Ella sonrió asintiendo con la cabeza.
—¿Me guardarás uno?
—Como si pudiera olvidarme de ti —ironizó Nora.
—El jefe quiere llamar a tu nieta para que venga a hacer unas cuantas horas este fin de
semana.
Nora asintió con la cabeza.
—Lo sé, Otto me lo dijo cuando llegué. Cuida de ella, ¿sí?
—Por supuesto. Ya que su abuela no quiere hacerme caso, trataré de camelarme a la
nieta. Puede que pronto seamos de la misma familia —bromeó con la mujer.
—De eso nada. Ya le advertí contra ti. Sabe que eres un caso perdido… —Nora sonrió
asomándose a la ventana por la que pasaban los pedidos—. Y que me rompería el corazón
porque estoy enamorada de ti.
Nina se rio apoyándose en la pared para estar más cerca de ellos y disfrutar del
espectáculo.
—¡Ya era hora! —Se apoyó en el marco acercándose a la Nora, dedicándole una sonrisa
seductora—. Sabía que algún día reconocerías lo que sentías por mí, solo tenía que esperar.
—Le dio un sonoro beso en la mejilla que hizo reír a los de cocina y a Nina—. Llámame,
tienes mi número encanto.
—Atiende la dos, Evan —le interrumpió Otto con evidente diversión. Su jefe era un
hombre bastante reservado, pero disfrutaba de sus tonterías.
Cogió la bandeja sin dejar de mirar a Nora que se reía con Nina.
—Llámame —vocalizó mientras salía de la barra. Se giró para hacerse cargo de la mesa
y se atragantó al encontrarse con Shaun. Tenía una media sonrisa y una ceja alzada.
—Yo también quiero ese plato especial de pollo. Tiene que ser algo épico para causar
semejante numerito —le dijo a modo de saludo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó mirando de reojo a la barra para asegurarse de que
nadie estuviera observándolo.
—Negocios, Zen quiere consultarme unas cosas —le dijo jugando con la carta entre los
dedos—. Salí tarde de la galería y no tuve tiempo a comer. Pensé que podías hacerte cargo
de mí.
Carraspeó tratando de ignorar el fogonazo de calor. No era una frase rara, pero a su
libido pareció resultarle interesarle demasiado.
—Sí… eso hacemos aquí —murmuró.
Shaun lo miró con una mueca de superioridad.
—¿El qué? —inquirió con una sonrisita divertida que decía lo mucho que disfrutaba de
su obvia incomodidad.
—Dar de comer. Aquí tenemos comida… porque es… es un bar —terminó carraspeando
al ver que estaba haciendo serios esfuerzos por no reírse—. ¿Qué quieres comer? —
preguntó con rapidez.
Shaun alzó una ceja a modo de respuesta.
—De comida —puntualizó nervioso—. ¿Qué plato quieres tomar?, de la carta —le dijo
señalando el menú.
Shaun se rio negando con la cabeza.
—El especial de pollo y una cerveza.
Huyó de vuelta a la barra anotando el pedido y pasándolo a la cocina sin decir ni una
sola palabra.
—¿Qué ocurre? —quiso saber Nina.
—Nada —dijo enseguida.
Ella miró con curiosidad la mesa donde estaba sentado Shaun.
—¿Qué hace un tío vestido de traje en nuestro bar?
—Ni idea —contestó cogiendo un vaso para llenarlo de cerveza y tratar de disimular.
—Aquí también viene gente con trajes —protestó Otto con indignación porque
estuviera desprestigiando su amado negocio.
Ella puso los ojos en blanco al escucharlo.
—Sí, cuando ya es de noche y hay partido. Algunos clientes no tienen tiempo de ir a casa
a cambiarse y vienen con la ropa del trabajo. Es mediodía y ese traje no es el de un
oficinista. Me juego lo que quieras a que vale un par de cientos. Seguro que es de marca. ¿Tú
que piensas Evan?
—¿Qué voy a saber yo? —le respondió con nerviosismo.
—¿No os suena su cara?, ¿será alguien famoso?
Otto se apoyó en la barra mirando a Shaun sin disimulo.
—Creo que es el socio del Clank —le respondió después de examinarlo unos segundos.
—¿Shaun? Ni de broma, lo vi en el concierto con el grupo y su estilo es de un roquero…
—Ella hizo un ruido disconforme—. Puede que tengas razón. Dame, le serviré la cerveza
para verlo más de cerca.
Se quedó mirando cómo iba hasta Shaun y le hablaba mientras le atendía.
—Es él —les dijo en cuanto volvió—. Es sexy con ropa ajustada y medio transparente,
pero resulta casi irreconocible así vestido. Sigue estando muy bueno —resolvió.
—Tendré que tomarte la palabra en eso. No puedo opinar —le contestó Otto
acercándose al hombre que se sentó en la barra.
—Mesa dos —anunciaron desde la cocina.
—¿Quieres ir tú? —le preguntó a Nina señalando el plato.
—Claro que no. Solo me acerqué a él por curiosidad —le aseguró Nina.
«Ya somos dos». Pensó mientras recogía la comida e iba a la mesa.
—¿Esa es la chica del numerito del teléfono? —preguntó Shaun cuando se acercó—. Me
pareció la misma voz.
—Sí, es Nina —respondió mirando de reojo donde estaba la chica.
—Relájate. Solo vengo a comer, no llevamos un cartel que dice lo que hicimos. Nadie lo
sabrá —le aseguró Shaun después de observarle.
—Ya lo sé —mintió fingiendo que estaba tranquilo.
—Pues deja de comportarte como si esperaras que alguien saltara sobre ti. Es raro y
llama la atención. Cámbiate el nombre de Instagram, pon “Míster Obvio”. Te pega más.
Se rio dejando salir parte de la tensión que le atenazaba desde que le vio en su trabajo.
—Lo siento. Es una situación rara —se disculpó. Shaun tenía razón, era imposible saber
lo que había pasado entre ellos solo con verlos.
—¿Más que llevarme a tu casa? —quiso saber.
—No te llevé. Tú viniste solo —le acusó—. Además, aquello fue una casualidad y no
parecía extraño.
—Pero verme aquí lo hace más real —adivinó Shaun.
—Algo así —reconoció.
—No volveré a venir —le dijo sin acritud.
—No seas idiota. Está bien, solo me tomaste por sorpresa. Aunque para ser alguien que
no iba a volver a ver nunca… —No terminó la frase, pero no hizo falta. Shaun se rio y le
guiñó un ojo con descaro—. Además, se me hace raro no verte disfrazado. Me desconciertas
con traje.
Shaun volvió a reír.
—No iba disfrazado, es mi ropa para el Clank. No quedaría muy bien allí vestido de traje.
Además, los dos sabemos que esa ropa me quedaba realmente bien… o quizá me prefieres
así vestido —intentó adivinar.
Ahogó la sonrisa mirando a otro lado mientras regresaba a la barra mucho más
tranquilo y continuó su turno con normalidad mientras Shaun comía. Zen se reunió con él
cuando estaba terminando, pero en vez de marcharse pidieron café y continuaron inmersos
en sus asuntos. Aprovechó que atendía las mesas cercanas a ellos para escuchar algo de su
conversación, sin entender poco más que la necesidad de contratar a un nuevo camarero.
Pasaron casi dos horas antes de que Zen se marchara y Shaun le buscara con la mirada.
—Cóbrame, por favor —le dijo tendiéndole su tarjeta.
—Te cargaré una propina del treinta —le advirtió.
Shaun se rio sin preocuparse.
—Deberías, te hice trabajar duro —le siguió la broma.
Sonrió mientras volvía a la barra para cobrarle y regresaba con la cuenta. Shaun se
levantó al verlo acercarse.
Comprobó que Nina no estuviera cerca. Por suerte estaba hablando animadamente con
clientes habituales al otro lado del local.
—Solo te puse el veinte por ciento. Me apiadé de ti —le dijo en voz baja sin dejar de
mirar a su amiga y a Otto.
—La próxima vez no lo hagas. Puedo aguantar la presión —le devolvió cogiendo la
tarjeta de su mano, asegurándose de rozarle sin alejar sus ojos de los suyos.
De nuevo un cálido estremecimiento le recorrió la columna vertebral. Shaun era un
especialista de los dobles sentidos. Se quedó callado sin saber qué decir, sin estar seguro de
que no se metería en problemas.
—Cambia el nombre, no me gusta —le recordó antes de irse, asegurándose de darle una
última mirada de arriba abajo.
—¿Qué mierda estás haciendo? —le preguntó Brian sobresaltándolo.
—Nada —se defendió bloqueando el móvil.
—¿Cómo que nada? —inquirió su amigo mirándolo de forma sospechosa.
—Na-da —contestó separando las sílabas mientras se cruzaba de brazos y volvía su
atención a la televisión.
—Vale —aceptó su amigo sin parecer convencido—. ¿Es por la vampiresa? —le
preguntó después de un minuto.
—No.
—¡Tío! —se quejó Brian girándose para poder observarlo mejor—. Vi lo que mirabas en
tu pantalla.
Soltó un bufido hastiado.
—No viste nada —protestó.
—Estabas viendo fotos de un restaurante elegante. ¿Vas a llevar a cenar a tu amiguita?
—No es un restaurante —se defendió.
Brian lo miró con una mueca incrédula.
—No lo es —dijo exasperado—. Es una galería.
—¿Qué? —preguntó Brian desconcertado—. ¿Una galería de qué?
—De arte —contestó incómodo.
Él se quedó en silencio, mirándolo sin parpadear.
—¿Para qué vas a querer tú ver algo en una galería de arte? —inquirió desconcertado.
Trató de encontrar qué decir, pero no consiguió nada que tuviera sentido, así que bebió
un par de tragos de su cerveza para disimular. Brian no se dejó engañar por la maniobra, se
le quedó mirando a la espera de que le aclarara la situación.
—Puede que vaya a una exposición —acabó por decir tratando de terminar con el tema.
Brian entrecerró los ojos moviéndose hacia delante para observarlo más de cerca.
—¿Quién, tú? A nosotros no nos van esas cosas —dijo sin dudar—. Baloncesto, football,
rugby, hockey y hasta golf si estamos en un mal día.
—Puede que a mí sí me interesen —trató de defenderse.
Brian se dejó caer en el respaldo del sofá observándolo con incredulidad.
—Claro que no. Pedazo de mentiroso, quieres impresionar a tu vampiresa. Es por eso —
aseguró convencido.
Se quedó callado mordiéndose la lengua para no tratar de defenderse y que continuara
indagando.
—Creía que te daba vergüenza, que te vieran con ella.
Siguió callado mientras volvía a beber.
—Como quieras. ¿Pero sabes cuál es la mejor manera de que nadie sepa que te acuestas
con ella? No saliendo por ahí a hacer chorradas. ¿Buen sexo? Todo el que quiera darte,
mientras los dos estéis cómodos. Si ya sabes que no quieres nada más que eso no seas cruel
y la hagas pensar cosas que no son. Eso es de capullos y no somos de esos.
—No lo somos —concedió volviendo a beber.
Míster Obvio:
¿Qué hace el dueño de una galería de arte?

Shaun:
Curiosa pregunta a las dos de la mañana de un sábado.
¿No te dije ya que te cambiaras el nombre?
¿Qué tiene de malo Evan para que no quieras usarlo?

Míster Obvio:
Mi nombre es genial, no le pasa nada.
Y sobre lo de la galería, se me ocurrió de repente.

Shaun:
¿Así sin más?

Míster Obvio:
Sí, estaba viendo una película sobre el tema.

Era mentira, pero mejor que reconocer que no podía dormir porque no dejaba de darle
vueltas a la cabeza.

Shaun:
¿Cómo se llama la película?

Abrió mucho los ojos por el pánico, ¿cómo se supone que sabría el nombre de una
película inventada?

Shaun:
No lo busques en internet. Mentiroso.

Se rio a su pesar. Era increíble lo calado que le tenía.

Míster Obvio:
No recuerdo el nombre porque era una película extranjera. No sabría qué buscar aunque quisiera.

Sonrió orgulloso de su propia rapidez mental.


Shaun:
¿En qué idioma era?
Míster Obvio:
Francés.

Era un idioma suficiente complicado como para que no conociera ninguna película de
ese país.

Shaun:
Mmm…

Observó la respuesta con desconcierto.

Shaun:
¿Ofreces o pides?

Leyó las palabras dos veces antes de entender a qué se refería.

Míster Obvio:
Estaba hablando en serio.

Shaun:
Yo también.

Míster Obvio:
Deja de insinuarte. Tenía curiosidad de verdad.

Shaun:
Aburrido.
Es largo como para explicarlo en texto, pásame tu número y te lo cuento.

Escribió el número sin pensar y esperó con cierta tensión hasta que el móvil se iluminó.
“Es como cualquier otra empresa”, le dijo nada mas descolgar. “Buscas buena materia
prima, la conviertes en un producto aún mejor y la vendes”.
Sonrió sorprendido.
—Para dedicarte a algo relacionado con el mundo del arte acabas de exponerlo como si
fuera bastante aburrido.
“¡Yo nunca diría eso! Amo mi trabajo, solo trataba de simplificarlo. Ya que no te gusta la
música, voy a deducir que tampoco serás un entusiasta del arte”.
—Eso es ofensivo y discriminatorio. Podría ser un gran fan de los cuadros y todas esas
cosas.
Shaun se rio con diversión.
“Está bien. Me disculpo. ¿Te gusta el arte?”
—No.
Sonrió mientras escuchaba a Shaun reírse por un buen rato. Le gustaba mucho ese
sonido.
—Pero podría gustarme —intentó defenderse—. Nunca me ha llamado la atención.
Quizá me encante y no lo sepa.
“Eso tiene fácil solución. Podría organizar una visita para ti en mi galería”, le ofreció
Shaun.
—¿Una visita?
“Sí. Es cuando vas a una galería y disfrutas de la exposición”.
—No sabría ni por dónde empezar —reconoció sin avergonzarse.
“Yo seré tu guía. Ahora necesito saber si te gustarán. Ven mañana a mediodía, te
ayudaré a probar algo nuevo”, le invitó Shaun.
—Ya hiciste eso. Varias veces de hecho —respondió sin poder contenerse.
Shaun hizo un pequeño ruido con la garganta antes de contestarle.
“¿Quién coquetea ahora? Buenas noches, Evan”.
CAPÍTULO 11

Miró con aprensión el edificio. No era nada como para estar tan asustado. Un bajo con
un enorme escaparate de grandes ventanales por las que podía verse parte del interior. El
cartel que anunciaba el nombre también era sencillo y elegante. “Galería Tarner”. Observó
las grandes lámparas de forja y cristal que adornaban el techo lleno de vigas de acero
negro.
Suelos de madera oscura y paredes pintadas de blanco para no despistar de lo
realmente importante. Los cuadros.
Tomó una gran bocanada de aire tratando de infundirse valor y por fin, entró al local.
—Buenas tardes. ¿Puedo ayudarle en algo? —preguntó una chica elegantemente vestida
desde un pequeño mostrador.
«¿Una recepcionista?, ¿para qué necesitaba un lugar así una?»
Abrió la boca para responder, pero no le hizo falta.
—Yo me encargo Cinthia, gracias —le interrumpió Shaun entrando por una discreta
puerta que había a su espalda.
—Por supuesto, señor Tarner —contestó la chica que les dedicó una amable sonrisa
antes de volver a fijarse en el ordenador que tenía delante.
Shaun lo miró de arriba abajo sin disimular. Sonrió con satisfacción y levantó la mano
para hacerle un gesto con el dedo pidiéndole que se acercara.
Comprobó con nerviosismo que la recepcionista seguía en sus asuntos y le fulminó con
la mirada mientras se daba prisa en alcanzarlo.
—Deja de hacer eso —le ordenó hablando entre dientes.
Shaun sonrió sin darle importancia.
—No quiero —respondió con tranquilidad, volviendo a darle un vistazo completo.
El calor pareció estallar en su estómago, mientras su cuerpo parecía estremecerse bajo
su escrutinio. Se había arreglado después de investigar un poco el lugar. Los pantalones
vaqueros negros y la camisa sencilla blanca le pareció buena idea al verse en el espejo de
casa, pero cuando lo vio aparecer de nuevo con un elegante traje pensó que no estaba
vestido de la manera correcta. La mirada que Shaun acababa de dedicarle ayudó a que sus
nervios se calmaran.
Le dio un pequeño toque en el brazo para obligarlo a retroceder y evitar que le siguiera
observando, pero en vez de enfadarse, Shaun sonrió y le hizo un movimiento con la cabeza
para indicarle la dirección que debían tomar.
—¿Por dónde quieres empezar? ¿Hay algo que estés interesado en ver? —le preguntó
Shaun guiándolo a una primera sala igual de iluminada que la anterior con cuadros
expuestos por las paredes.
—No lo sé, por el principio. No tengo ninguna referencia sobre pintura —reconoció un
poco avergonzado—. ¿Qué hay que hacer?
Shaun rio al escucharle.
—No te estreses, no habrá un examen al final de la visita. Esto es muy sencillo. Tenemos
dos salas en la galería, una dedicada a pintura y otra a fotografía. Todo lo que tienes que
hacer es mirar los cuadros.
Sorprendido, se giró para observarlo.
—¿Y ya está? —preguntó con desconcierto.
—El arte es como la comida. O te gusta la primera vez que lo pruebas y repites… o lo
odias y no vuelves más.
—¿No hay término medio? —inquirió con curiosidad mirando el cuadro que tenía
delante.
—Es posible apreciar una obra con los conocimientos adecuados, pero nunca te
generará pasión o te emocionará.
Observó con cuidado el cuadro y miró de reojo el siguiente. No quería quedar como un
inculto o un idiota… pero no le decían nada de nada.
—Lo odias —adivinó Shaun.
—No, no —negó enseguida.
—Claro que sí —aseguró Shaun riéndose—. Tu cara es demasiado expresiva, te estás
esforzando tanto por no dejarme ver lo que piensas que es adorable.
—¡Tío! —exclamó mirando alrededor para asegurarse de que no había nadie—. No
digas esas mierdas. No lo soy. Solo intento ser educado.
—Pues no lo seas —le contestó todavía sonriendo.
—Trato de mostrar sensibilidad. Dijiste que el arte es como la comida. ¿No? —le
preguntó mirando al cuadro de manera obstinada para intentar que no notara su sonrojo.
—Sí —concedió Shaun con diversión.
—Pues a lo mejor no es mi tipo de comida y tengo que probar otra cosa —opinó
pasando al siguiente cuadro.
—Por supuesto, no tenemos prisa. Tómate todo el tiempo que necesites —le ofreció
Shaun siguiéndole.
—¿Tú pintas? —preguntó con curiosidad mientras empezaban a recorrer la sala.
—No. Mi abuelo era el artista de la familia y me inculcó el amor por la pintura —le
respondió Shaun sonriendo al pillarle frunciendo el ceño al ver un cuadro que tenía el
fondo negro y una mota amarilla en el medio.
«¿Por qué pagaría la gente por algo como eso?»
—¿Era famoso? —le interrogó girándose a mirarle.
—No, como todas las personas con talento, era incapaz de ver lo especial que era —
contestó con un tono de pena que no le pasó desapercibido—. Trabajó como médico toda
su vida y relegó la pintura a algo con lo que disfrutar de su tiempo libre. Pero siempre fue
mucho más que eso. La mayor parte de los recuerdos que tengo de mi abuelo son en su
estudio de pintura o yendo a algún museo o galería.
—Parece un hombre peculiar —opinó.
Shaun le dedicó una pequeña sonrisa.
—Mi abuelo era el mejor. Murió cuando yo tenía diecinueve años de un infarto, me dejó
parte de su seguro de vida y con el dinero decidí montar todo esto.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa.
—¿Fundaste un negocio a esa edad? ¿No estabas en la universidad? —preguntó
desconcertado.
Shaun asintió con la cabeza, dándole la razón.
—Sí, lo dejé para dedicarme a cumplir mi sueño. Siendo honesto no estaba aprendiendo
demasiado. Estudiaba empresariales, pero nunca me gustó —le reconoció señalando otra
zona para que se movieran.
—No te pega mucho —concedió ganándose que le dedicara una sonrisa.
—Mi abuelo siempre insistió en que estudiara lo que más me gustara, pero dejé que la
opinión de mis padres se impusiera y elegí algo que me aburría. El único aliciente era que
tenía muchas salidas laborales, cuando él murió me di cuenta de que eso no tenía sentido.
La vida es fugaz y hay que disfrutar todo lo que se pueda porque nunca sabes cuándo será
demasiado tarde.
Ahí estaba, ese magnetismo. Esa aura que rozaba lo mágico a su alrededor, la forma
contundente y apasionada de hablar, la manera en que sus ojos brillaban por las
emociones, el tono más ronco y suave en su voz… su sangre burbujeaba en la superficie
pidiéndole, rogándole para que se acercara a él e hiciera algo, lo que fuera.
—Eso es muy valiente —terminó por decir
—O muy tonto —le contradijo Shaun con una sonrisa ladeada que lo revolvió de nuevo
por dentro—. Tuve suerte, mi abuelo me enseñó todo lo que sabía que era muchísimo y
tengo buen ojo. Decidí que primara la calidad a la cantidad y lo que parecía una locura se
convirtió en un negocio rentable. Me hice una reputación y empiezo tener contactos en el
extranjero, no puedo quejarme.
—Eso está claro, compraste el Clank —dijo fijándose en el cuadro que tenía delante para
no mirarle.
—No fue una inversión muy grande. Es un buen local y tiene fama en el mundillo,
necesitaba un poco de cariño para ajustarse a lo que quiere el público de hoy en día. Estoy
seguro de que le irá bien.
Se giró demasiado sorprendido por su respuesta.
—Eso no puedes saberlo.
Shaun sonrió negando con la cabeza.
—Y aún así lo sé.
—Supones, nadie puede saber qué va a pasar.
—Yo sí —dijo sin asomo de duda—. Soy un Dios.
Lo miró boquiabierto.
—Eres un creído y un idiota.
Shaun se rio poniendo la mano en su espalda para guiarle a la sala de fotografía.
—Probemos con las fotos, puede que sean más de tu estilo.
—Los cuadros no me gustaron nada, así que no será difícil superar esa experiencia.
Shaun estalló en risas, apoyando el costado de su cuerpo contra el suyo sumiéndolo en
un abrazo holgado que sintió con tanta intensidad que parecía que lo estaba tocando por
todas partes. Sonrió mientras andaban juntos, tratando de disimular mirando al suelo.
—¿Dónde quedó lo de intentar ser educado? —preguntó Shaun todavía riendo.
—Paso, tú eres lo suficiente agotador como para contenerme en algo más —contestó
con sinceridad.
Shaun se detuvo haciéndole pararse también.
—No tienes por qué contenerte. Puedo contigo. —Sus ojos se clavaron en los suyos,
mientras sus dedos se presionaban contra la piel de su espalda.
Mantuvo la mirada sobre él unos segundos antes de contestar.
—Hasta donde yo recuerdo… sería yo quien tendría que decir eso.
Shaun bajó la vista a su pecho antes de volver a mirarle a los ojos. Se inclinó sobre él
para hablarle en voz baja al oído.
—¿Crees que podrías conmigo… otra vez?
Hizo un gran esfuerzo en respirar con normalidad y no atragantarse con las palabras.
—Podría… si quisiera —dijo orgulloso de su tono tranquilo—. Pero no quiero —le
aseguró alejándose de él para acercarse a la primera foto.
—Por supuesto que no —le concedió Shaun con un tono que dejaba claro que no le creía
en absoluto.
—Nunca he entendido la necesidad que tiene la gente por hacerse fotografías —opinó.
—Por muchos motivos diferentes, para conservar momentos especiales, mostrar
belleza, compartir instantes de sus vidas…
Asintió con la cabeza entendiendo su punto.
—Lo entiendo, aunque no tiene sentido para mí. Mientras saco esa foto estoy
perdiéndome lo que hace especial ese momento. Si yo quisiera mostrar algo que considero
hermoso, no querría compartirlo con nadie. Desearía que fuera solo mío.
Se giró al notar su mirada sobre él.
—¿Qué?, ¿dije una tontería otra vez? Creo que el arte no es lo mío —comentó algo
avergonzado.
—No lo hiciste. En parte tienes razón, pero hay personas que necesitan tener un pedazo
de eso. Al hacer una foto de un lugar, objeto o persona hermosa, creemos estúpidamente
que poseemos parte de esa belleza. Que de alguna absurda manera pasa a ser de nuestra
propiedad.
No pudo evitar girarse a mirarle de nuevo ante el cambio en su tono de voz.
—Fíjate en esta imagen. ¿Qué ves? —le interrogó mientras lo guiaba para que viera lo
que él quería.
Obediente, examinó cuidadosamente la fotografía.
La espalda desnuda de una mujer ocupaba el primer plano del marco. Tenía el pelo
recogido en un moño de cabello rubio y unos delicados pendientes de aro pequeños. Detrás
de ella podía verse una cama de forja negra, con las sábanas y el edredón blanco, todo
revuelto sin orden alguno y una pared de ladrillos del mismo color como fondo.
—A alguien que acaba de despertarse —contestó con sinceridad.
—Interesante. La gente que ya ha visto la exposición, lo calificó como sensual.
—No me lo parece. Hay mucha luz y aunque ella no llevaba ropa no hay nada sexual, ni
sensual. Su postura es relajada mientras se toca el pelo, probablemente en un movimiento
que ha repetido mil veces. Incluso sus hombros están relajados y mira cuanto color blanco
hay a su alrededor.
Shaun sonrió complacido, aunque no entendía el motivo.
—¿Si tuvieras que ponerle un adjetivo cuál sería? —le preguntó mirándole con atención.
Frunció el ceño un poco nervioso por darle su opinión a alguien que se dedicaba a ello,
no le gustaba hablar sin saber, pero ahora que había empezado no iba a quedarse a medias.
—Cotidiano —respondió con seguridad—. Parece una mañana cualquiera en la vida de
ella —se apresuró en añadir al ver su cara.
Shaun asintió volviendo su atención a la imagen.
—Para mí la foto representa la pureza y la belleza de las cosas que pasan durante
nuestro día. Da igual las veces que se repitan, todas y cada una de ellas tienen algo nuevo,
algo viejo y siempre único. Por muchas veces que hagas una misma cosa no perderá su
magia ni su esencia si estás atento a lo que está sucediendo.
Cambió el peso de su pierna a la otra tratando de calmar su cuerpo traicionero que por
algún motivo parecía revolucionado de nuevo.
—Bueno, es una forma poética de definir la monotonía.
Shaun volvió a reírse sin inmutarse por la pulla.
—Es la verdad, cada día puede tener el mismo estilo de música, pero está en nuestra
mano decidir el ritmo y la letra.
Lo observó sin parpadear, alguien así no podía ser real. Era un soñador que vivía en un
mundo que a fuerza tenía que ser ficticio. La gente así nunca llegaba a nada, su padre se lo
había dicho siempre. “Mantén los pies en la tierra y asegúrate de no levantarlos jamás o
emprenderás el vuelo y no sabrás regresar.”
Carraspeó mirando al suelo.
—¿Demasiado para ti? —preguntó entretenido Shaun empujando su brazo contra el
suyo.
Era insoportable conocer a alguien como él, que no tenía prejuicios, ni barreras, ni
límites. Vivía a su manera y bajo sus propias reglas, volaba tan alto que no terminaba de
entender cómo acabaron encontrándose. Era un hombre divertido, de sonrisa rápida y con
una personalidad muy peculiar, se desenvolvía con facilidad y cualquier ambiente sin
desentonar… no podían ser más distintos.
—Me das grima —mintió enfrentando su mirada.
—Suele pasar —le contestó Shaun sin perder esa sonrisa que estaba empezando a
aborrecer. Tenía una sonrisa bonita.
Por un segundo lo barrió una intensa sensación de vergüenza, de estar haciendo algo
incorrecto. ¿A qué fue allí en primer lugar? Era dueño de una galería de arte y su abuelo fue
médico, solo había que ver su ropa para entender que tenía dinero. En cuanto a él… bueno,
no tenía de qué quejarse. No era rico, pero tenía dinero para todo lo que necesitaba y para
su estilo de vida era más que suficiente.
Se negaba a avergonzarse de la vida que había elegido. Era feliz y le iba bien.
—Tengo que irme —le dijo incómodo.
Shaun pareció desconcertado por un momento, pero se recuperó enseguida.
—Claro. Te acompaño a la puerta.
—No hace falta, sé por dónde es —le rechazó sin mirarle—. Nos vemos.
CAPÍTULO 12

—Deja de rondarme —le ordenó Brian la cuarta vez que se acercó a él.
—No estoy haciendo eso —protestó.
Brian puso los ojos en blanco.
—Claro que sí, llevas todo el día yendo y viniendo—. Échale valor y dímelo de una vez.
¿Qué te pasa?
Suspiró, dándose por vencido, apoyándose en la pared mientras lo veía dar la vuelta a
las hamburguesas.
Esa semana había quedado con sus amigos para hacer una barbacoa y aunque adoraba
ver a los chicos, no podía concentrarse en nada desde hacía tres días en que huyera de la
galería de arte y se negara a contestar a los mensajes de Shaun.
—Nada —dijo perdiendo todo el valor.
Brian soltó un suspiró poniendo los ojos en blanco.
—Te daré un puñetazo, lo juro por Dios. O dejas de portarte como un cachorro perdido
o me lo cuentas de una vez —le amenazó.
Le echó un vistazo antes de negar con la cabeza. No, no había manera de que le ayudara
en eso. Se levantó dispuesto a irse con los demás.
—Quieto —le ordenó Brian agarrándolo del hombro y obligándole de nuevo a
sentarse—. Suéltalo. Es por tu vampiresa, ¿a que sí?
No dijo nada, solo bebió de su cerveza en silencio.
—¿Volvemos a estar en el instituto? Desde cuando te da vergüenza hablarme de
cualquier cosa, tío —le reclamó escandalizado—. Te conté lo de mi gatillazo del doce de
junio —le recordó como si esa fuera su gran prueba de amistad.
—No fue un gatillazo, estabas demasiado borracho —le defendió.
—A eso me refiero —dijo Brian—. Podemos hablar de cualquier cosa. ¿Por qué te pones
tan raro con la vampiresa?
Lo miró un segundo antes de responder.
—No me siento cómodo hablando del tema.
Brian parecía sorprendido.
—A ver, sé que me metí mucho contigo al principio de esta historia. ¿Pero en serio le
van las cosas duras?, ¿bondage o algo así? Porque no voy a asustarme por eso —le
tranquilizó—. A todos nos gusta de vez en cuando un azote, si sabes a lo que me refiero.
Soltó un gemido de disgusto.
—Que asco. No vuelvas a decir eso. No quiero pensar en Nina y en ti en ese plan —le
ordenó empujándole—. Tendré pesadillas.
Brian se rio sin inmutarse por su vago ataque.
—No es eso, no le van esas mierdas.
—¿Entonces?, ¿a qué viene tanto misterio? Da igual el aspecto que tenga, sabes que la
aceptaremos sin problema. Somos buena gente, trae a tu chica misteriosa. Que se junte con
nosotros. Nadie se creerá que vas en serio con ella, pero puedo amenazar a los demás —le
ofreció señalando donde todos se reían sentados en pequeños grupos.
—No es por su aspecto —reconoció mirando al suelo.
—¿Es guapa? —quiso saber.
Abrió y cerró la boca. ¿Lo era?
—Supongo que sí. Sí —terminó por decir.
—¿Qué mierda de respuesta es esa? —preguntó Brian boquiabierto—. ¿No sabes el
aspecto que tiene? ¡Oh, Dios mío! Por eso estás tan raro, te echaste una novia online.
¿Conociste a la vampiresa en una App? —decidió.
—No, claro que no.
—Claro que sí. Teníais sexo guarro por teléfono y ahora que os conocisteis estáis
dándolo todo. ¿Te molan esas cosas? ¿Fotos?, ¿videos?
—Oh, por Dios —se quejó horrorizado—. Te digo que no. No nos conocimos por
internet, ni en ninguna App de citas.
Brian lo miró con cara de circunstancias.
—No es que no lo sepa. Objetivamente es una persona atractiva. Lo que pasa es que no
es mi tipo —respondió con cuidado.
—¿En qué sentido? Te he visto liarte con cualquier mujer que te atraía. No sabía ni que
tuvieras un tipo que no te guste.
Movió la cabeza afirmativamente para darle la razón.
—Cuando nos conocimos llevaba ropa rara —reconoció después de un momento de
tratar de componerlo todo sin descubrirse.
—¿En plan qué? —preguntó Brian curioso.
—Ropa como gótica o roquera. Cuero, encaje, transparencias y ropa ajustada.
—A mí me suena genial, no le veo el problema —respondió Brian sin inmutarse.
—Hace poco descubrí que se viste así cuando sale, porque le gusta ir a ese tipo de
locales. Disfruta mucho la música de ese estilo.
—Pues está apañada contigo, eres la única persona del mundo que conduce horas sin
poner música —opinó riendo.
—Ese tipo de cosas no me van, pero… no sé. Hay química, muchísima química... desde el
minuto cero.
—Sí, tuve esa impresión cuando apareciste lleno de chupetones —bromeó su amigo.
Ignoró la pulla para seguir hablando.
—Durante las primeras semanas todo fue… ya sabes. No hablamos mucho.
—Sexo, sexo, sexo —canturreó Brian.
Asintió dándole la razón.
—Pusimos una fecha del final porque dijo que se iba, pero resultó que no estaba tan
lejos. Y volvimos a vernos. Aunque la persona con la que estuve no era la misma que me
encontré luego.
—¿Mi teoría de que está casada es real? ¡Tío! —se quejó—. No nos liamos con mujeres
casadas.
—No lo está, cállate y escucha —le ordenó frustrado por tener que interrumpirse cada
poco. Ya le estaba costando bastante sin las interrupciones.
—Resultó que es algo más joven que yo, es una diferencia pequeña, así que no importa.
Y tiene un trabajo un poco… peculiar.
—Stripper —dijo Brian sin dudar.
Levantó el puño como si fuera a golpearlo y él se rio levantando las manos en señal de
paz.
—Trata con obras de arte y cosas así. —Sabía que Brian no tenía interés en esos temas y
que no había ninguna posibilidad de que averiguara de quién le hablaba.
Brian soltó un silbido.
—De ahí tu interés repentino por las galerías de arte —dijo contento por estar
montando el misterio al fin—. Es un trabajo aburrido.
—Pienso lo mismo, pero le encanta. Cuando habla de arte o música, sus ojos brillan y no
puede parar de sonreír. —Sonrió al recordarlo—. Es una persona culta, con don de gentes,
interesante, con un gran sentido del humor… ¿Qué? —preguntó al verlo sonreír.
—Tío, estás tan jodido —dijo con evidente sorpresa—. Te gusta de verdad.
—¿Qué? No. Solo digo que no es una persona común. Es del tipo que llama la atención,
su forma de vestir, de moverse y de hablar. Es… llamativa. Somos personas muy diferentes,
opuestos como al mil por mil. Lo que pasa es que cuando estamos juntos… encajamos, nos
entendemos y está esa química que no puedo controlar. Sé que es una locura, pero… luego
recuerdo cuando vino a mi casa y…
—¿Fue a tu apartamento? —preguntó Brian atragantándose con la cerveza—. No llevas
ligues a tu casa.
Se encogió de hombros sin definirse, como si no fuera gran cosa, aunque los dos
supieran que sí.
—Surgió, supongo. Ni siquiera lo pensé, solo fuimos, estuvimos juntos, comimos algo y
hablamos. No sé…
Brian alzó una ceja con sorpresa.
—¿Le hablaste de ti? ¿Tú que hay que sacarte las cosas bajo amenaza?
Se tocó la nariz mientras asentía con la cabeza.
—Es fácil cuando estamos solos, hablamos, nos reímos, tenemos como un tira y afloja…
pero no puede ser por muchos motivos.
—No lo dices en serio —protestó Brian.
—Es que no puede ser —dijo convencido.
—Es la primera vez desde que te conozco que te veo así. Nunca me hablaste antes de
ninguna chica de esa forma, ni siquiera en el instituto. Deberías intentarlo, no entiendo por
qué estás tan empeñado en no salir con ella. Ya sé que las relaciones no te gustan y no se te
dan bien, pero puede que sea diferente con esta.
—No somos… —¿Cómo explicarle que todo el problema residía en que era un hombre?
—No puede ser —se limitó a repetir.
—Estás siendo estúpido —opinó Brian sin cortarse.
—No encaja en mi vida, ni yo en la suya. Su día a día son cuadros, artistas, fiestas
elegantes y conciertos de rock. —Sonrió al decirlo en voz alta era todavía más raro, pero así
era Shaun una mezcla de muchas cosas.
—Oigo tonterías, ninguna es una razón de peso. Mira, las relaciones no tienen sentido.
Nina es más guapa y más lista que yo. Trabaja en el bar y está en su último año de
especialización. Todos nos dijeron que no sobreviviríamos a eso, que la presión nos
separaría, que los novios de instituto siempre acaban mal y aquí estamos. Diez años
después, estoy enamorado de esa mujer como el primer día. ¿Hubo malas rachas? Pues
claro. Las cosas no son fáciles, pero nosotros siempre decidimos aferrarnos el uno al otro y
seguir hacia delante. Esa es la verdadera cuestión. Si, aunque haya problemas o diferencias,
ella es tu elección.
Tenía sentido, lo que Brian decía era verdad, pero su pregunta era completamente
distinta. Todo se reducía a que era un hombre y no era gay.
—Evan —le llamó Brian golpeándole el brazo—. ¿Te gusta?
Tragó saliva con el corazón desbocado. Asintió incapaz de decirlo en voz alta.
—Pues ya está. Paso a paso, conócela más, invítala a algo. Seguro que se te quitan todas
las dudas cuando os conozcáis. Te ayudará a aclarar tus ideas.
—No le cuentes esto a Nina. Ya sabes cómo es, no me dejaría tranquilo hasta averiguar
su número de la seguridad social y su tipo de sangre.
Los dos rieron sabiendo que era verdad.
—Mis labios están sellados, no le he dicho una palabra de nuestras conversaciones
sobre este tema, pero debes saber que sospecha algo.
Lo miró asustado, se habría dado cuenta Nina cuando Shaun fue a comer.
—No tiene ni idea de quién es —le tranquilizó Brian—. Pero dice que recibiste una
llamada en el trabajo y que estuviste muy raro. Si quieres ocultarte de ella, disimula.
—Lo haré —aceptó tomando nota.
—Y mantenme informado, tengo curiosidad. Si acabáis casados me pido ser el padrino
—dijo riendo.
—Cásate tú primero —le espetó pegándole en el brazo con fuerza.
—Tío, yo aquí ayudándote y tú echándome una maldición.

Salir con un hombre. Estaba planteándose seriamente salir con un hombre. Se


estremeció cubriéndose mejor con la chaqueta como si tuviera frío.
Podía dejarlo estar. Hacía dos días que Shaun no le enviaba mensajes, pero desde su
conversación con Brian los motivos por el que se había negado parecían menos firmes.
Quizá si pasaba más tiempo con Shaun cambiaría de opinión y vería que no era tan especial
como le parecía. Sí… No era tan mala idea. Hasta que se encontró parado delante de la
galería sin saber qué hacer.
La misma chica de la otra vez estaba en el mostrador, esta vez había varias personas por
la sala mirando los cuadros expuestos.
—Buenas tardes, señor. ¿En qué puedo ayudarle hoy?
—Hola… eh. Quería ver a tu jefe. Al señor Tarner —se corrigió enseguida. Dios podía
abrirse la tierra y engullirlo. Quizá no fuera un buen momento, debería haberle enviado un
mensaje, seguro que estaba ocupado o…
—Puede pasar —le interrumpió la chica colgando el teléfono—. Es la puerta del fondo,
él le está esperando.
—Gracias —dijo atropelladamente.
Tragó saliva con fuerza antes de entrar.
No sabía qué esperar del despacho del dueño de una galería de arte. Pero desde luego
no eso.
Era una habitación grande y espaciosa, con un mueble bar pequeño y elegante en una
esquina y un gran escritorio en el centro donde Shaun escribía concentrado en su
ordenador. Todos los muebles eran antiguos y de aspecto caro, incluso tenía un gran sofá al
lado de los grandes ventanales que se veían al fondo.
Olvidó el despacho por completo en cuanto se fijó en él. Llevaba un traje azul oscuro, y
todo el pelo peinado hacia atrás. Estaba muy guapo y aunque era consciente de cuánto lo
afectaba, no pudo refrenar la oleada de calor que le golpeó al observarlo.
—Mmm… ¿Shaun?
Él dejó lo que hacía para mirarle con una ceja alzada.
—Evan —lo saludó.
Estaba enfadado, tampoco lo culpaba. Llevaba días desaparecido y ahora iba a su trabajo
sin darle ninguna explicación.
—Verás yo… me gustaría que hablásemos cuando tengas tiempo. Si puedes… si quieres
—le ofreció pasándose las manos por los vaqueros con nerviosismo.
—Hablemos ahora —le respondió señalando el gran sofá.
—¿Aquí? —preguntó desconcertado moviéndose para sentarse en el bordillo.
Shaun asintió levantándose con elegancia y caminando alrededor de la mesa para
apoyarse en ella y poder mirarle mejor. Él no contestó, solo lo observó con expresión
cerrada.
Nunca se le dieron bien los conflictos, odiaba todo eso de discutir. Las peleas sin sentido,
los reproches, sentía sudor frío solo de imaginar la situación.
—Evan. ¿Sigues conmigo? —le interrumpió Shaun.
Se pasó la mano por la cara con agobio.
—¿Vienes a hablar de por qué te fuiste así el otro día o del motivo por el que no
respondes a mis mensajes?
—No estuvo bien, me invitaste y yo… lo siento. —Se levantó del sofá dispuesto a
marcharse.
—Evan… —Shaun le agarró del brazo para evitar que se fuera.
—No. No sé hacer esto. Creía que podría, pero no. —Se zafó de él mirándole a la cara—.
Esto que pasa entre nosotros. No puede suceder. Cuanto más estoy contigo, más fácil es
olvidarme de lo que somos en realidad. Pero luego… al estar solo, pienso en lo difícil que
sería esto, en lo raro que es, en cómo me vería la gente si…
Shaun tiró de él, haciéndolo caer encima, cubriendo su boca con la suya.
Rodeó sus caderas con las manos para acercarle mientras su boca tan demandante y
exigente como recordaba se adueñaba de la suya.
Gimió dentro del beso, separando los labios para él, dejando que hiciera lo que quisiera.
Sus manos fueron hasta su nuca, buscando perderse en Shaun. Todo desapareció por
completo, las preocupaciones, las dudas y ese miedo aterrador a lo desconocido que lo
devoraba por dentro.
Tiró con fuerza de su pelo, obligándole a retroceder un poco para arrebatarle el control
del beso, deslizó la lengua en su boca, gimiendo como si se estuviera muriendo. Nunca un
beso supo a tanto, nunca un gesto tan pequeño lo había desarmado de esa manera hasta
que Shaun llegó a su vida.
—No estás solo —murmuró él contra su boca—. Estoy tan aterrorizado como tú.
—No lo pareces.
—Te lo dije. Tengo buen instinto, sé cuando algo merece la pena… estoy dispuesto a
arriesgarme.
CAPÍTULO 13

—Hola, hermanito. —Sonrió abrazando con fuerza a Clary, envolviéndose en la


comodidad y la sensación de bienestar que siempre le traía su hermana mayor.
Apoyó la cabeza en su hombro y dejó que le revolviera el pelo como cuando era un niño.
Ella olía igual que siempre, su olor particular y ese ligero rastro de lavanda. Tragó saliva
apretándose más contra su cuerpo, su madre olía muy parecido. Era de las pocas cosas que
Evan recordaba de ella.
—Eh… —murmuró Clary, dándole un apretón antes de separarse para poder mirarle a
los ojos—. ¿Va todo bien? —preguntó preocupada.
Asintió con la cabeza obligándose a tranquilizarse, no sabía por qué estaba tan fuera de
punto hoy. Sí lo sabía, pero por eso fue allí, para no tener que pensar en ello.
—Sí, solo que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos —dijo un
poco avergonzado.
Ella le dedicó una sonrisa radiante mientras lo rodeaba con un brazo.
—¿Y de quién es la culpa? —preguntó con cariño.
—Perdona —se disculpó colocándose bien la mochila—. He pensado en quedarme a
pasar la noche para estar un poco con los niños si te parece bien.
La sonrisa de Clary podía iluminar un día de lluvia cerrada.
—¡Por supuesto que puedes! No tienes que pedirlo, estás en casa.
Sonrió un poco apurado mientras recorrían el pequeño jardín lleno de juguetes hasta
donde estaba su cuñado mirándolos desde la puerta de casa.
—Hola, Aiden —lo saludó sonriendo.
—¿Cómo estás? Hace mucho que no veíamos tu fea cara, estaba preocupado —le dijo él
a modo de saludo.
Su cuñado era una de las mejores personas que existían, conoció a Clary cuando ambos
estudiaban en la universidad y pasó años enamorado de ella en secreto hasta que en una
fiesta de Navidad se atrevió a confesarse. Fue algo bueno, estaba harto de escuchar a Clary
quejarse de que nunca se fijaría en ella.
Los dos estaban tan enamorados que daban vergüenza ajena. Hacía cinco años tuvieron
mellizos, Aaron y Sara que salieron chillando por la puerta para lanzarse sobre él.
—Hola, enanos. ¿Me echabais de menos? —preguntó acariciando sus pequeñas cabezas.
Dejó que su familia lo reconfortara y lo hiciera sentirse mejor. Aquello era fácil, algo
conocido y sencillo que nunca cambiaba. Siempre sabía cómo comportarse y qué hacer con
ellos. Pasó todo el día jugando con los niños y cuando se acostó esa noche, estaba tan
cansado que no pensó en nada antes de quedarse dormido.
Era genial volver a estar con ellos. Veía a menudo a su hermana, pero todo lo que había
pasado últimamente en su vida, lo había distraído lo suficiente como para dejarla un poco
abandonada. No tenía una gran familia, durante muchos años solo fueron Clary y él.
Su padre se quedó viudo al poco de su décimo cumpleaños y se refugió en el trabajo
para no tener que cuidar de dos niños con los que no sabía qué hacer. A sus dieciocho años,
Clary se encargó de terminar su carrera y criarle como si fuera su madre. Su padre murió
cuando él todavía no tenía diecinueve años y aunque sabía que hizo todo lo que pudo para
ayudar, nunca fue un apoyo realmente.
A pesar de ello no se quejaba, Clary siempre dio lo mejor de sí misma para que no se
sintiera solo o abandonado, y lo logró. No había nadie en el mundo a quien quisiera más
que a ella. Sus padres no tenían hermanos, así que hasta que Clary formó su familia
estuvieron solos y después de repente tenía un millón de parientes.
Aiden era el menor de cinco hermanos. Lo absorbieron a él y a Clary sin ningún tipo de
condiciones como nuevos miembros. Las Navidades dejaron de ser días tranquilos para
convertirse en yincanas llenas de niños y adultos que se amontonaban en salas llenas de
gente que hablaban y se reían al mismo tiempo. Fue genial y las comidas familiares siempre
eran divertidas.
—¿Estás bien? —le preguntó Clary sacándole de sus pensamientos.
—¿Qué? Sí, ¿por qué me lo preguntas?
Clary miró a Aiden que sonrió levantando su taza.
—Porque los niños te están hablando y tus tortitas ya se quedaron frías —le dijo
señalando su plato sin tocar.
—Cierto. Me quedé pensando —se disculpó mirando a los pequeños que habían
heredado el tono pelirrojo de su familia y los ojos negros de la familia de Aiden.
—¿Quieres ver una película? —ofreció Sara emocionada.
—Por supuesto. ¿Qué queréis ver?
—¡Aladín! —gritaron al mismo tiempo.
—Genial, preparar la peli, estaré enseguida con vosotros —les ordenó sonriendo al ver
cómo corrían hacia el salón—. Los eché mucho de menos.
—Y ellos a ti —le dijo Clary sin dejar de observarlo—. ¿Seguro que va todo bien?
Bajó la vista a su plato para cortar las tortitas lo más calmado que pudo mientras sentía
como los dos lo miraban.
—Todo está bien —mintió tragándose las ganas de confesar y contarle lo perdido que
estaba.
—Genial —aceptó Clary aunque no parecía del todo convencida.
—¡Tío Evan, ya estamos listos!
Sabía que no podía esconderse allí por mucho más tiempo, pero cuando después de
comer encendió su móvil por fin y vio tres mensajes de Shaun empezó a replanteárselo.

Shaun:
¿Por qué te fuiste tan rápido? Necesitamos hablar.
Me gustaría discutir esto en persona, ¿podemos vernos esta noche?
Cuando quieras hablar ya tienes mi número.
Suspiró volviendo a apagarlo. Se comportaba de una manera infantil y no era propio de
él, pero… Shaun no comprendía por lo que estaba pasando, su forma de entender la vida, de
vivir, le hacía mucho más sencillo adaptarse a lo que pasaba entre ellos.
No era gay, a veces creía que sería más fácil si lo fuera porque al menos todo eso tendría
sentido, pero seguía siendo el mismo de siempre. El que se fijaba en las chicas de curvas
bonitas y sonrisas seductoras… y también era ese ser extraño que vivía al borde de un
ataque cardiaco cada vez que Shaun estaba muy cerca de él.
Metió con rabia el teléfono en el fondo de su mochila y volvió a bajar a la cocina.
—Buenas noticias, puedo quedarme otro día más —anunció con una sonrisa aliviada
cuando sus sobrinos saltaron sobre él emocionados.

No podía faltar al trabajo, así que se resignó a regresar a su nueva y bizarra vida que
empezaba por volver al Narval.
—Ey, extraño —le saludó Nina cuando entró a la sala del personal—. Te perdiste el
partido del sábado.
—Lo sé, avisé a Brian de que no iría. Fui a ver a Clary —le explicó poniendo su mochila
en la taquilla.
—¿Cómo están los monstruitos? —preguntó ella sonriendo.
—Guapísimos, como su madre y su tío —le respondió guiñándole un ojo.
Nina lo observó con atención mientras cogía una botella de agua y bebía.
—¿Y qué hiciste el resto de los días?
—Lo mismo. Me quedé todo el fin de semana con ellos, hacía mucho que no estaba allí
—le contestó devolviendo la botella a su taquilla.
Nina no dijo nada, solo lo miró en silencio.
—¿Necesitas algo? —quiso saber al ver que no hablaba.
—No. Vamos, tenemos bastante trabajo para ser un lunes —le dijo ella sonriéndole
como siempre.
Nina tenía razón, estuvieron sin parar toda la mañana y cuando por fin pudo tomarse un
descanso ya había pasado el mediodía.
Salió al callejón y se sentó en el suelo directamente, disfrutando del sol en su cara.
—Me alegra ver que sigues vivo. —Miró a las escaleras del Clank, Shaun estaba sentado
en ellas fumando.
Lo observó sin saber cómo debería comportarse. No había nada qué decir o qué hacer,
simplemente no podía lidiar con todo eso.
Shaun no parecía el mismo al que conoció allí, llevaba un pantalón de traje gris oscuro y
una camisa azul cielo con dos botones desabrochados y las mangas enrolladas en los
antebrazos. Sus ojos azules parecían más claros bajo la luz del día, su pelo más suave y
brillante.
Se llevó la mano a pecho al notar un pinchazo. Su proximidad era intoxicante, su influjo
se extendía entre ellos tirando de él, llamándole.
Shaun se puso en pie y fue hasta él, sentándose a su lado, aunque dejando una buena
distancia entre ellos.
—No voy a presionarte —le aseguró en voz baja—. Nunca haría eso, solo quiero que
escuches lo que tengo que decir.
Asintió en silencio porque no podía hacer otra cosa y porque el olor de su perfume y el
tabaco lo estaba mareando. Quería romper su boca a besos, devorar su sabor, perderse en
su piel y olvidar que el mundo existía.
—Sé que esto es nuevo para los dos, pero tienes que reconocer que nos lo pasamos bien
juntos. No solo en la cama, disfrutamos de pasar el rato y no creo que debamos
preocuparnos de más.
Soltó un bufido negando con la cabeza.
—Evan, nadie tiene que saber a quién metes en tu cama, eso es solo asunto nuestro —
dijo en un tono de voz razonable que solo sirvió para irritarlo más.
—Entonces, ¿qué? —preguntó incapaz de contenerse.
—No lo sé —admitió Shaun irritado—. Pasamos el rato, follamos, lo que queramos,
nadie sabe lo que se hace en casa cuando cierras la puerta.
—Eso se parece mucho a amigos con beneficios o salir y yo no hago esas cosas. Te lo dije
—le recordó enseguida.
—¡Mierda, ni yo tampoco! —respondió Shaun enfadado—. ¿Por qué tienes que ser tan
complicado? Yo solo quiero…
—¿Qué? —le presionó.
—¡No lo sé! —contestó exasperado—. No sé qué me pasa. Ayer vi porno gay —le dijo
sorprendiéndolo.
—No necesitaba esa información —masculló.
—¿Sabes lo que sentí?, nada. Vi fotos de actores, modelos. Nada. No me hacen nada.
Pienso en besarme con un hombre y me da asco. Pero luego estás tú y tu ridícula cara.
—Gracias —murmuró.
—Te veo y… —Se calló mientras aplastaba con rabia el cigarrillo contra el suelo.
—¿Y? —quiso saber.
—Y se me va la cabeza —reconoció Shaun lanzando el pitillo lejos—. Se me olvida que
somos dos hombres, que me complicaría la vida… Lo único que registro cuando tú estás
conmigo es que te necesito más cerca aún.
El horrible nudo que tenía en el pecho desde que Shaun lo besara en su despacho se hizo
mucho más pequeño. Así era exactamente como se sentía él también.
—No somos gais —dijo de forma innecesaria.
—No —contestó Shaun—. Y aun así nos gustamos.
—Ya —suspiró—. No deberíamos vernos más.
Shaun chasqueó la lengua.
—Ya intentamos eso. Además, me divierto contigo, realmente lo hago. Creo que
podríamos ser amigos… o algo así. Seamos serios sobre esto. No somos salvajes, podemos
ser amigos —opinó él mirándole.
—¿De verdad? —preguntó escéptico.
—Sí —insistió Shaun con seguridad—. Y si nos apetece terminar en la cama… pues pasa
y ya está. No es gran cosa. No se lo contamos a nadie y listo. Somos amigos… que a veces
tienen sexo.
Golpeó su rodilla suavemente con el dedo, mientras meditaba sobre sus palabras.
—¿Y qué vamos a hacer? No tenemos nada en común —señaló mirándolo con cautela.
Shaun se encogió de hombros.
—No lo sé. Jugar a las canicas, volar cometas, cazar gusanos…
Evan se rio negando con la cabeza.
—Eres idiota —murmuró sonriendo.
—Tengo que serlo para estar metiéndome en este lío —reconoció Shaun también
sonriendo—. No tengo ni idea de qué es esto, aunque me gustaría ver a dónde nos lleva.
—Pero no estamos saliendo.
—Lo sé —dijo Shaun poniendo los ojos en blanco—. No sales con nadie. Eres un
machote. ¿Te sientes mejor si lo digo en voz alta?
—Sí —reconoció con sinceridad.
Se quedaron en silencio unos minutos, cada uno perdido en lo que estaba pasando.
—¿Es muy pronto para preguntarte si quiere tomar un trago o algo así? —preguntó
Shaun.
—Definitivamente muy pronto, sí. Aunque… podríamos pasar el rato en mi casa. Sin
sexo, solo pasar el rato —le aclaró.
—Vale —aceptó él dedicándole una pequeña sonrisa.
Suspiró volviendo a mirar al cielo azul sobre sus cabezas, no tenía ni idea de lo que
estaba haciendo.

Funcionó. Durante varias semanas Shaun vino a su casa muchas veces. Vieron películas
de acción que disfrutaron ambos, escucharon música que Shaun insistió en mostrarle y que
no pudo gustarle menos, vieron un partido de hockey. Sobre todo, hablaron de tonterías sin
importancia, de las cosas que les interesaban y hasta de sus familias.
Shaun no tenía mucha familia, su abuela vivía en Los Ángeles y la llamaba a menudo,
pero no mantenía casi relación con sus padres. Su padre era rector en una universidad
europea y se mudaron al poco de montar Shaun la galería. Tenía muchos conocidos con los
que salía de fiesta, pero no amigos cercanos. Según él, era algo normal, ya que los adultos
solían relacionarse más bien de forma laboral.
Sabía que lo que decía era verdad en gran medida, aunque no podía imaginarse la vida
sin su gente. Shaun disfrutaba de las cosas nuevas, de la adrenalina, de estar
permanentemente en movimiento y él adoraba recrearse en el momento, de la calma.
Su cabeza estaba llena de información e ideas, siempre estaba activo. Enviando emails,
mensajes o consultando cosas en internet. Tenía un pequeño problema de adicción al móvil
que era molesto cuando querías ver una película y el maldito cacharro no paraba de sonar,
así que, en su tercera visita, le ordenó dejar el móvil en la mesilla y no tocarlo hasta que
fuera hora de marcharse. Al principio protestó, pero lo cierto es que se olvidó pronto de él y
una vez incluso tuvo que recordarle que se lo llevara.
Hubo besos, cientos de ellos. Eran realmente buenos en eso. Podían perder la noción del
tiempo el uno en la boca del otro y aunque Shaun dijo que podían tener sexo, ninguno de
los dos permitió que las cosas escalaran. Se tomaron tiempo en entender que ocurría con
ellos. Ya había pasado un mes y no comprendía nada mejor que el primer día, pero era
divertido y para ser sincero no tenía intención de parar.
Se mantuvieron casi encerrados en su casa, era un entorno seguro donde no corrían
riesgos y podían estar cómodos, los únicos lugares en que se vieron fuera de allí fueron en
la galería y el pub bajo su casa.
Cinthia ya lo saluda por su nombre y lo hacía pasar a la oficina, incluso aunque Shaun no
estuviera.
Laila ya sabía que a Shaun no le gustaba la cerveza negra y que no era fan de las cosas
picantes, pero siempre estaba dispuesto a probar algo dulce.
Todo iba bien y los dos se encontraban satisfechos con su dinámica en ambiente
controlado… por eso no debería haberse asustado tanto cuando todo estalló en pedazos.
CAPÍTULO 14

Se deslizó en su mesa habitual mientras esperaba a que Shaun llegara.


—Laila —saludó a la mujer en cuanto se acercó.
—Hola, guapo. ¿Vas a trabajar o vienes? —le preguntó mirando su ropa.
—Estoy de vuelta —respondió sonriendo—. ¿Me pones una cerveza?
—¿Quieres algo de comer? —le ofreció ella.
—No, esperaré a Shaun, está a punto de llegar.
—Le traeré una para él —le dijo antes de marcharse.
Comprobó su reflejo en el servilletero a pesar de que ya lo hizo en el vestuario después
de ducharse.
—¿Tío, dónde andas metido?
Giró la cabeza con rapidez, encontrándose a Brian con algunos de sus compañeros del
trabajo.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó horrorizado. Brian no solía ir al pub, salvo si iba a su
casa.
—Venimos a tomar una cerveza, estamos de celebración. Es una despedida de soltero y
empezamos desde temprano, únete. A los chicos no les importará —le aseguró
palmeándole el hombro.
—Pues, yo… —guardó silencio sin estar seguro de qué iba a decirle. ¿Debía mentir? En
realidad, no había nada malo en quedar a tomar un trago, salvo que era Shaun de quién
estaban hablando.
—Aquí tienes —dijo Laila poniendo las dos cervezas sobre la mesa.
—¿Quedaste con uno de los chicos? —preguntó Brian sin perder la sonrisa.
—Yo… no —dijo con rapidez, quizá demasiada—. No es nadie que tú conozcas.
—Bien, pues si cambias de opinión esteremos ahí atrás —le contestó Brian haciéndole
un gesto de despedida.
Se dejó caer contra el respaldo de la silla aliviado. Nada en la cara de Brian le dio a
entender que sospechara que estaba pasando algo raro. «Porque no hay nada raro», se
recordó enseguida. «Solo es una salida inocente». Aunque poco o nada había de casto en la
forma en que besaba a Shaun casi a diario.
Como si lo hubiera invocado, Shaun apareció delante de él con una sonrisa. Llevaba un
pantalón negro, con una camiseta del mismo color y una americana gris muy clara.
—¿Llego tarde? —le preguntó al ver su cara desencajada.
—No —contestó haciéndole un gesto para que tomara asiento.
Miró preocupado hacia la mesa donde Brian se sentaba con sus amigos. Ni siquiera les
prestaba atención, por lo que pudo respirar con un poco más de facilidad. Repasó
mentalmente si Brian podría adivinar quién era Shaun por lo que ya le había dicho. No, casi
seguro que no. «¿No?»
—¿Estás bien? —le interrogó Shaun quitándose la chaqueta y ocupando la silla de
enfrente.
—Sí, ¿te gustaría subir a mi casa? —preguntó mirando de reojo a Brian.
—Claro —aceptó Shaun sin problema—. Nos terminamos la cerveza y subimos.
—Hola, guapo —le saludó Laila apareciendo de nuevo.
—Hola, Laila —devolvió Shaun.
—¿Quieres algo de comer? —ofreció la mujer.
—Sí, por favor. Tuve que saltarme la comida de hoy. Cualquier cosa estará bien.
Sorpréndeme. —Shaun hacia eso a menudo. Estaba dispuesto a probar todos los platos que
ella quisiera prepararle. Como respuesta Laila se divertía dejándole probar las recetas
irlandesas que solía cocinar para la familia, ya que todos trabajaban en el local.
—Lo de hoy te gustará —le prometió ella—. O no volveré a servirte ni una sola cerveza
—amenazó.
Shaun se rio guiñándole un ojo con descaro.
—¿Por qué no comiste?
—Tuve un día infernal en el trabajo —le confesó con un gesto tan serio que le hizo
sonreír.
—¿Trató de fugarse uno de los cuadros?, ¿alguien se desmayó con el cuadro rojo que
parece la escena de un crimen?, ¿entraron a robarte y te pidieron disculpas por creer que
habría algo qué llevarse?
Shaun estalló en risas, golpeándole el brazo.
—¿De qué vas? —protestó fingiendo indignación.
Evan se rio olvidándose completamente de todo, atento a Shaun y su explicación de lo
que él calificaba de un día infernal. Rápidamente entraron en una discusión contándose las
peores anécdotas sobre días horribles en su vida.
Terminó por pedir algo de comer también, se lo estaba pasando muy bien como para no
disfrutar del momento.
—Tengo una cosa de trabajo dentro de unas semanas —le dijo Shaun mientras daban
buena cuenta de su comida.
—¿Una cosa? —le interrogó con curiosidad.
—Vamos a hacer una exposición nocturna.
—¿Hay exposiciones nocturnas? —preguntó desconcertado—. ¿Es para que los cuadros
se vean menos y engañéis mejor a la gente?
—Algunas que tienen temática un poco… diferente y exótica —terminó por decir Shaun
ignorando la broma.
Entrecerró los ojos al entender a qué se refería.
—¿Eso es el equivalente pijo de la hora golfa del cine?
Shaun se rio a carcajadas.
—Algo así —aceptó.
—¡Qué escándalo! —fingió disgustarse—. ¡Una exposición erótica! Reuniré firmas para
cerrarte el chiringuito.
Shaun siguió riéndose tanto que no fue capaz de responderle, por lo que, para
defenderse le tiró un trozo de pan.
—Llamaré a organizaciones puritanas, reuniré gente por internet para armar una
protesta —siguió diciendo solo para verlo reírse.
—Ni siquiera sabes usar internet correctamente. No podrías reunir ni a tres personas —
se burló.
—¿Perdona? Tengo dos sobrinos, una hermana, un cuñado… un montón de familia
política y amigos. Ah... y un perro que siempre me ladra cuando dejo el coche en el
supermercado. Hay toda una multitud que me respalda.
Shaun se desmoronó en el respaldo riendo sin parar. La sonrisa ocupó su cara mientras
lo observaba, su corazón se estremecía al verle. Podría pasar horas enteras solo mirándole.
—Está bien, está bien —se rindió Shaun todavía esforzándose por respirar—. Porque no
vienes a la exposición y así puedes comprobar por ti mismo que no hacemos apología del
desnudo, sino que usamos la pintura para ensalzar la belleza más pura del ser humano.
Parpadeó mirándolo con sorpresa.
—¿Pones esa cursilería en panfletos? Creía que tu trabajo era vender cuadros, no
seducir a los clientes. Esto no está bien, dame tu móvil —exigió extendiendo la mano—.
Voy a poner un mensaje a tus seguidores de Instagram.
—No. ¿Para qué lo quieres? —dijo pegándole en la mano.
—Pondré una advertencia sobre ti. Algo así como… “Animal peligroso. No te dejes
embaucar por su dulce boca, muerde en cuanto te descuidas”.
Los ojos azules de Shaun brillaron con malicia, mirándolo de una forma que dejaba claro
qué estaba pensando en todas las veces que había puesto marcas en su piel.
—Para —le ordenó señalándolo con el tenedor. No quería acabar con una erección en
un lugar donde lo conocían.
—Pues deja de provocarme —le respondió Shaun de buen humor. Como te iba diciendo
antes de que decidieras hacerte líder de un movimiento en contra del arte… Haremos la
muestra en un hotel del centro, en la ciudad.
—¿Por qué no en la galería? —preguntó extrañado.
—Es una exposición grande, participarán varios artistas. Habrá barra libre, música,
catering…
—¿Cómo una cena? —inquirió.
—No, nada tan formal. Si quieres, como representante de tu imaginaria protesta,
podrías venir para elegir los peores cuadros y poder enfocar tus críticas en ellos —le invitó
con una sonrisa.
Sonrió asintiendo con la cabeza.
—Debería hacerlo. El perro del aparcamiento se sentiría decepcionado cuando le llame
para los piquetes, si no supiera de lo que estoy hablando.

Igual no lo pensó lo suficientemente bien al aceptar su invitación. Sabía que Shaun no le


haría pasar apuro y que iba en calidad de amigo del dueño, por lo que debía estar a la
altura.
No tenía ni idea de cómo vestirse para algo que sonaba bastante elegante y no quería
pasar la vergüenza de preguntárselo a Shaun así que buscó por internet ese tipo de
eventos. Se sintió aliviado al ver que, aunque era algo formal, había un poco de todo.
Una camisa y un pantalón oscuro deberían estar bien, aunque cambió de opinión
cuando al salir con los chicos pasó delante de una tienda y algo llamó su atención.
Por supuesto, no iba a comprar nada con sus amigos presentes así que esperó al día
siguiente para volver al local y encontrar lo que buscaba. La chica que lo atendió fue muy
amable y lo ayudó a elegir un color adecuado.
—Ey, ¿estás de compras?
Se quedó paralizado en medio de la calle al escuchar la voz de Nina.
—No —negó respondiendo en pánico.
Ella miró la bolsa y volvió a levantar la cabeza en busca de una explicación.
—Quiero decir, sí. Obviamente. Creía que te referías a si iba de compras, ya acabé. Me
vuelvo a casa.
—¿Fuiste a por esas zapatillas nuevas de Nike? Brian no ha dejado de hablar de ellas.
—Sí. Justo eso. —Odiaba mentir, se le daba fatal y no tenía muy buena memoria.
Ella asintió conforme.
—Creo que iré a echarles un vistazo, nuestro aniversario ya es pronto y sería un buen
regalo. ¿Puedes preguntarle sin que se dé cuenta por si ya las tiene encargadas?
—Claro, no te preocupes. ¿Nos vemos luego en el trabajo?
Ella asintió dedicándole una sonrisa antes de marcharse.
Dejó salir el aire mientras sus músculos se relajaban. ¿Por qué se ponía tan nervioso?
Solo estaba comprando una camisa.
Ningún motivo del que preocuparse.

—¿No te dije que disimularas? —le preguntó Brian esa noche apareciendo durante la
hora feliz del Narval.
Saludó a Nina con la mano sentándose en un taburete en la barra, pero centró su
atención en él.
—¿Qué? —inquirió desconcertado.
—Mentiste a Nina hoy sobre tus compras. Cuando os encontrasteis en la calle. Sabe que
no fuiste a la tienda de deportes.
Lo miró con los ojos muy abiertos.
—Pero…
—La bolsa que llevabas era de la tienda de ropa, idiota. Ahora Nina cree que te estás
vistiendo de una forma especial por la vampiresa.
—Mierda —murmuró.
—Sí, Nina piensa que es bonito y tierno que te preocupes por vestirte bien para salir con
ella. Soltó un montón de tonterías sobre cenas en pareja y hacerse amiga de tu chica.
Por un segundo vio todo borroso y tuvo que notárselo en la cara porque Brian levantó
una mano llamando a la calma.
—Tranquilo, le dije que no era nada serio y que sería casualidad, pero no me ayudas si
vas a comprarte trapitos —lo pinchó.
—No estaba… —intentó defenderse.
Brian alzó las cejas con gesto desafiante.
—Tengo una cosa y pensé en comprar una camisa. Nada más.
Brian lo observó entrecerrando los ojos.
—Vas a ir a una cita con la vampiresa.
—No y deja de decir eso, haces que parezca algo raro —le recriminó agachándose para
evitar que Nina pudiera escucharlos mientras servía cervezas—. Tiene una cosa en el
trabajo y voy de invitado. Solo como su amigo, nada más.
Brian cerró los ojos y presionó el puente de la nariz con los dedos como si estuviera
pidiendo paciencia.
—Eso parece una cita social, palabras raras para un tipo que quiere mantener en
secreto su affaire.
Limpió la barra con el trapo tratando de disimular lo incómodo que estaba con la
conversación.
—No es una cita. No hacemos eso.
Brian lo miró fijamente bufando con incredulidad.
—No sé si eres tonto o pretendes que yo lo sea. Si vas a un sitio con alguien es una cita
amistosa o romántica, pero cita. Y si vas con la persona con la que te estás acostando...
doblemente cita —lo increpó—. Te está echando el lazo.
—Claro que no —protestó enseguida.
—Claro que sí. Así se empieza, colega. “Tengo una cena con amigas y no quiero
aburrirme”. “Me gustaría ver una película, pero no quiero ir sola”. “Debería ir de compras,
pero necesito una opinión” —dijo poniendo una voz aguda que pretendía ser femenina—.
Ese es el principio del fin y luego pasas tardes cargando bolsas como una mula de carga
mientras piensas en qué te equivocaste para acabar así.
Le tiró el trapo sucio a la cara sin dudar, riéndose cuando Brian se lo devolvió.
—¿De qué hablas?, ¿a quién se supone que imitas? Nina no te invitaría nunca a una cena
con sus amigas, ni te lleva al cine y mucho menos te lleva con ella de compras.
Él abrió y cerró la boca con gesto de exasperación.
—Porque me conoce y precisamente porque no me hace esas cosas, es por lo que la
quiero. Respetamos nuestros espacios. Pero es así, pregúntale a cualquiera. Sé de lo que
hablo. Acabarás en medio de la noche, rogándole a la cajera de la tienda veinticuatro horas
que te aconseje cuáles son los mejores tampones. Ya verás.
Se encogió de hombros mientras servía a otro cliente. No era una cita, solo estaba
apoyando a Shaun en una cosa del trabajo. Estaba claro, aunque ahora que Brian le había
dicho eso, tenía cierta pesadez en el estómago que antes no sentía. «No es una cita. ¿Lo es?»
Bueno, lo único de lo que podía estar seguro era que no acabaría comprándole
tampones a Shaun.
CAPÍTULO 15

Se bajó del coche riendo al verlo con el pantalón deportivo gris flojo y una sudadera
oversize. No sabía cómo lo hacía, pero Shaun tenía la curiosa capacidad para que la ropa le
sentara bien y siempre pareciera arreglado en la circunstancia que fuera.
—¡Vaya! Todo un deportista. ¡Mírate! ¿Debería haber calentado antes de venir? —
preguntó señalando sus vaqueros y camiseta.
Shaun se rio sin inmutarse.
—Búrlate todo lo que quieras. Soy buenísimo jugando a los bolos. Vas a quedar
humillado.
—Claro que sí. Sigue soñando, es bonito tener ilusiones en la vida. Vengo a la bolera una
vez al mes como mínimo y tengo el récord de puntos —presumió abriéndole la puerta para
que entrara al local.
—¡Guau! —soltó Shaun aplaudiéndolo con sorna—. ¿No te dan una medalla por eso?,
¿habrá una alfombra roja para ti cuando entremos?, ¿estallará una bomba de confeti cada
vez que hagas pleno?
—Estás muy gracioso hoy —lo felicitó—. Veremos cuanto te dura la alegría.
—Te sientes muy seguro de ti mismo. ¿Verdad? —le preguntó Shaun—. Puede que te dé
una sorpresa.
—Ya veremos —contestó sabiendo que era imposible que le ganara.

—¡No puede ser! —gritó mirando la pista incapaz de creerse lo que acababa de ver. —
Estás haciendo trampas —protestó a pesar de que sabía que no era posible.
—No seas mal perdedor —se burló Shaun al darse la vuelta—. No es atractivo.
—Tú tampoco —le devolvió mirando la pantalla sin preocuparse porque alguien los
escuchara. Estaban a principios de semana y era temprano por la tarde—. A nadie le gusta
que le den una paliza.
Shaun escondió la sonrisa, colándose delante de él para coger otra bola. Lo miró por
encima del hombro, lanzándole una de esas devastadoras miradas suyas.
—¿Eso significa que tengo que dejarme ganar para gustarte más? —le preguntó con la
voz llena de malicia.
Debería darle vergüenza que una simple pregunta hiciera que su erección se
endureciera en una milésima de segundo, pero no tenía control cuando se trataba de Shaun.
Lo empujó con suavidad haciéndolo alejarse, no creía que fueran a terminar bien si
seguían tan cerca.
—¡Evan, mi chico! —gritó Brian a su espalda.
Se quedó paralizado, intercambiando una mirada con Shaun que le dio la espalda en
cuanto escuchó que lo llamaban.
—Tío, ¿dónde andas metido? —le preguntó Nick.
—No se te ve el pelo —protestó Chase.
—Mucho trabajo —contestó orgulloso de ser capaz de hablar.
Shaun fue hacia la pista y lanzó la bola como si nada. Por primera vez desde que
empezaron a jugar hacía ya una hora, su bola fue directa al lateral sin acertar.
—Mala suerte —dijo Brian acercándose a Shaun.
Contuvo el aliento horrorizado viendo cómo se aproximaba a él y le palmeaba la
espalda. «No, no, no». Sus dos mundos acababan de chocar y no estaba ni de lejos
preparado para eso. Ni para perder a sus amigos… ni renunciar aún a Shaun.
—Sí, deberías girar el cuerpo a la izquierda si eres diestro —le aconsejó Pitt.
—Probaré eso la próxima vez —contestó Shaun sin decir que él ya sabía jugar bien.
—Podemos enseñarte. Somos casi maestros de los bolos, venimos varias veces al mes —
le ofreció su mejor amigo—. Soy Brian por cierto, el mejor amigo de ese idiota. Esos son
Nick, Pitt y Chase, unos perdedores básicamente, no pasa nada si no te aprendes sus
nombres.
Todos los chicos protestaron diciendo que ellos eran sus mejores amigos, pero Shaun se
rio asintiendo.
—Shaun. El nuevo, pero desde luego no mejor amigo de Evan —se presentó inclinando
la cabeza hacia Brian mientras todos se reían—. Jugador mediocre de bolos.
No hizo falta más, los chicos se sumaron a su partida sin preguntar, asumiendo que no
interrumpían nada. Algo que era cierto, Shaun y él solo estaban pasando el rato.
—Cálmate —le dijo Shaun aprovechándose para acercarse mientas los chicos iban a por
cerveza.
—No puedes decirle a Brian de qué trabajas —le respondió mientras comprobaba que
los demás no estuvieran cerca aún.
—¿Por qué? —preguntó desconcertado.
Suspiró queriendo darse un puñetazo a sí mismo por idiota.
—Puede que le hablara a Brian de ti —reconoció a regañadientes.
—¿Perdona? —El tono sorprendido en su voz hizo que lo mirara de nuevo.
—No de ti. Tú… —suspiró agobiado—. No sabe que eres un hombre. Pero conoce lo
suficiente de ti. Podría unir los puntos.
Shaun sonrió despacio, asintiendo con la cabeza.
—Está bien, tranquilo. No llevamos un cartel que dice que una vez follamos. Además, fue
hace mucho tiempo. Casi no me acuerdo, no fue tan memorable.
A pesar del pánico por tener a Shaun en medio de sus amigos, no pudo evitar el sonido
de indignación que escapó de sus labios, ni la mirada rencorosa que le lanzó.
—Por supuesto que lo fue. ¿Qué dices? —Su amor propio era el que hablaba, ellos eran
asombrosos juntos. ¿Acaso Shaun había tenido experiencias así de intensas antes?
Shaun tuvo la cara de sonreír con expresión burlona.
—¿Sí? No lo recuerdo la verdad. Ligeras nociones de lo que pasó, nada más.
—Chicos empecemos. —La aparición de Brian lo hizo morderse la lengua para
recordarle el momento que pasaron en el almacén o la memorable noche en que por fin
follaron.
«¿De qué iba? Fue memorable, ¿no?». Él no había podido olvidarlo, quizá Shaun no
pensaba lo mismo que él.
Veinte minutos más tarde los chicos se reían con Shaun, su personalidad enérgica y
divertida era como un imán que los atraía a todos. El muy tramposo tuvo la audacia de
fingir que jugaba mal, tirando apenas un bolo o dos y aceptando los consejos como si no
supiera lo que hacía.
Se fue relajando conforme avanzó la tarde dando lugar a la noche, se lo estaban pasando
tan bien que se quedaron a cenar en la bolera mientras sus amigos lo avergonzaban
hablando de lo poco que le gustaba perder.
Shaun les hacía preguntas y se unía a las risas, encantado de conocer sus sucios
secretos.
Aguantó sus burlas sin dejar de sonreír, empujando el pánico para poder disfrutar del
momento. Si creía que la personalidad de Shaun solo le afectaba a él, estaba muy
equivocado. Era la primera vez que compartían el tiempo con más gente, pero podía ver lo
fácil que se encariñaba la gente de él. Sin preguntar, sabía que sus amigos estaban
encantados. Lo incluían en las bromas y le explicaban los contextos para no excluirlo de la
conversación. Fue genial… y horrible.
No pudo respirar tranquilo del todo hasta que el coche del último de los chicos se alejó y
fueron de nuevo solo ellos, en el parking desierto.
—Estoy orgulloso de ti —le dijo Shaun mientras iban a donde aparcaron antes.
—¿Por qué? —preguntó desconcertado.
Shaun se rio apoyando la espalda en la puerta de su coche para mirarlo con un gesto de
diversión y los ojos brillantes.
—Parecías a punto de vomitar dos o tres veces. Me esperaba algo peor, un desmayo o
que fingieras una emergencia para salir corriendo.
Se rio negando con la cabeza sin saber qué decir. «¿Había sido tan obvio?»
—Te entiendo —le aseguró Shaun—. Sé que tuvo que ser difícil, pero son buenos chicos
y me divertí mucho. Entiendo que llevéis siendo amigos tantos años, son muy divertidos.
Una oleada de absurda satisfacción lo golpeó al escucharlo, sabía que sus amigos eran
geniales, pero se sentía mejor al escuchárselo decir a él.
Se apoyó en el lateral sin saber qué responder a eso, mirándolo en silencio,
memorizando su rostro una vez más.
A veces se sorprendía a sí mismo haciendo eso y se obligaba a apartar la mirada para no
parecer raro. Hoy no era uno de esos días. Dejó que sus ojos recorrieran cada pequeño
milímetro.
Shaun no pareció incómodo bajo su escrutinio, seguía con las manos dentro de bolsillos,
una pierna doblada sobre la otra, como si estuviera tomando el sol. Hizo un pequeño sonido
con la garganta que le erizó la piel.
—Mmm. Perdí todas y cada una de mis tiradas, quedé de último en cada partida… ¿Te
gusto más ahora?
Gimió mordiéndose los labios.
—No puedes gustarme más.
Shaun sonrió encogiéndose de hombros.
—¿Por qué no? —quiso saber.
—Porque ya no sé qué voy a hacer contigo.
La sonrisa de Shaun se amplió, levantó un dedo llamándole con un gesto para que se
acercara. Y como si estuviera tirando de una cuerda, su cuerpo se movió solo hasta que
quedó apenas a un suspiro de él.
Ni siquiera se molestó en mirar alrededor por si había alguien, confió en que era noche
cerrada y el aparcamiento no estaba bien iluminado. Mentira, simplemente no podía pensar
en nada que no fuera estar más cerca de él.
Shaun puso la mano en su nuca, atrayéndole hacia él hasta que sus cuerpos estuvieron
apretados juntos de una forma muy placentera.
—Puedes hacer conmigo lo que quieras —susurró.
Soltó un jadeo dándose por vencido, abalanzándose sobre él. Coló la lengua entre sus
labios de forma abrupta, desesperado por besarle como si fuera el aire y él se estuviese
ahogando.
La lengua de Shaun salió a su encuentro, dominante y tan seguro que hizo que le
temblaran las piernas. Como alguien era capaz de mostrarse de formas tan contradictorias,
todavía era un misterio para él. Shaun era algo que no podía resolver, pero no pensaba
dejar de intentarlo.
Sus manos le cubrieron el culo, presionando sus caderas juntas de una forma casi
dolorosa. Quería… necesitaba… Por Dios, le ardía la piel de la necesidad por estar más cerca
de él. Llevaba semanas conformándose solo con besos, obligando a esa hambre voraz que él
le creaba a retroceder, y ya no podía más. Esa noche no.
Se aferró a su cuerpo con las dos manos, tratando de seguirle el ritmo. Nadie besaba
como Shaun, nunca un beso fue así de erótico, así de explosivo, así de demandante... Cada
ínfima parte de su cuerpo parecía anclada a él, exudando una necesidad tan cruda que
resultaba dolorosa.
Su mente estaba a millones de kilómetros de él, en un limbo de deseo y necesidad del
que no parecía poder salir. Shaun le obligó a retirar un poco sus caderas para estrellar su
cuerpo contra el suyo en busca de alivio.
Gimió echando la cabeza hacia atrás intentando recuperar el aire y Shaun aprovechó
para devorar su cuello, lamiendo y mordiendo su piel expuesta.
Sin pensar bajó la mano hasta su erección acariciándola sobre la suave tela, el ruido que
hizo Shaun lo volvió loco. Su cuerpo respondió con violencia al notar lo duro que estaba.
—Evan… —murmuró hablándole al oído con una voz tan ronca que le causó escalofríos
por toda la espalda—. Como no pares van a detenernos por exhibicionismo.
—No hay nadie —le aseguró a pesar de que no estaba seguro. Lo acarició por encima
del pantalón incapaz de parar.
—No importa —le respondió Shaun obligándole a mirarle con el hambre tatuada en sus
ojos azules—. Si alguien nos ve, aunque sea un segundo, sabrán lo que estamos haciendo.
Se mordió el labio inseguro, bajando la mirada de nuevo a la prominente erección que
presionaba sus pantalones. Se lamió los labios y sin tomarse ni un segundo metió la mano
dentro.
—¿Seguro que quieres hacer esto aquí? —le preguntó Shaun al oído apoyando la frente
en su hombro cuando se coló en su ropa interior.
—No… —murmuró rodeando su erección con los dedos en un apretado círculo.
Gimieron juntos al entrar en contacto—. Solo quiero…
Shaun jadeó mientras su mano subía hasta la cabeza, rodeándola con los dedos y
recogiendo la humedad que rezumaba de su punta.
—Solo un poco… quiero tocarte… —confesó en un susurro completamente fuera de
control.
Shaun gimió en agonía embistiendo su mano en un ritmo rápido y frenético.
Se echó un poco hacia atrás para separarse y dejarle más libertad de movimiento.
Contuvo la respiración mientras lo sentía resbalar en su mano. Levantó la cabeza incapaz
de mirar hacia abajo, fijando sus ojos en los suyos.
La adrenalina explotó por su cuerpo, poniendo cada uno de sus sentidos en los que
estaba haciendo.
—Oh, joder… —murmuró rodeándola por completo con los dedos, subió y bajo por su
tronco, deseando grabar para siempre el sonido descarnado que resonó en la garganta de
Shaun—. Oh, Dios… —susurró al llegar a su punta y notar como sus dedos se empapaban
de líquido preseminal, que no dejaba de salir.
Gimió escondiendo la cabeza en su cuello mientras bajaba su mano mojada por su
miembro, abarcándolo en su totalidad. ¿De verdad podía estar a punto de correrse por
tocarle la polla a otro hombre?
Una pequeñísima parte de su cerebro le gritó que estaba masturbando a un hombre en
un lugar público y que estaba a punto de terminar solo por eso. Pero no le importó lo
suficiente como para parar. No era solo un hombre, era Shaun y de alguna forma esa
diferencia lo era todo.
—Quiero chupártela —jadeó fuera de control, totalmente colocado por lo que le estaba
haciendo.
—Voy a follarte aquí mismo… aunque nos vea todo el mundo. Me da igual —le amenazó
Shaun con voz ronca retirando su mano y empujándolo lejos.
Abrió la boca para protestar, todavía con el sabor de su boca en la lengua y la humedad
de su miembro manchando su mano, pero Shaun no le dio la oportunidad, asaltó su boca
como un salvaje, besándole sin dejarle respirar hasta que se consideró satisfecho.
Lo tomó entre sus brazos y lo estampó en la puerta. Lo besó de una forma tan explosiva
que solo podía considerarse un ataque contra su ya dudosa heterosexualidad, un atentado a
los cimientos del sexo que había conocido durante toda su vida.
Dios sí… déjame tenerlo solo una vez más… luego buscaría lo forma de seguir viviendo
con ello.
«Que le den al mundo. Que les den a todos, esto se siente tan bien», pensó al escuchar
como Shaun desbloqueaba el coche.
Él mismo tanteó la puerta hasta encontrar la manilla y se metió dentro sin dejar de
besarlo.
Buscó su boca desesperado, excitado y desquiciado como si fuera un virgen inexperto y
salido.
Shaun cerró la puerta y se quitó la sudadera sin ceremonia lanzándola a los asientos
delanteros.
—Joder Evan —murmuró con voz oscura tirando de su camiseta para sacársela
también—. No tienes ni idea de lo que me haces. No lo sabes…
Gimió volviendo a buscar sus labios mientras sus manos retiraban el pantalón y la ropa
interior lo suficiente para descubrir su miembro. Se separó un poco queriendo echar un
vistazo completo y de repente su boca se sentía vacía.
—Quiero probarlo —dijo con voz ronca sin pararse a pensar.
Shaun se rio sin aire, mordiendo su cuello con fuerza.
—¿Sabes lo que tienes que hacer? —le preguntó con malicia.
La sensación de euforia que lo recorrió al ver sus mejillas sonrosadas y su pelo revuelto
lo hizo sentirse valiente.
—No —reconoció sin vergüenza—. Sé que quiero metérmela en la boca. ¿Necesito una
invitación, princesa? Dijiste que podía hacer contigo lo que quisiera.
Shaun gimió dejándose caer contra el respaldo.
—Disfrútalo, toda tuya —le invitó con chulería, bajándose del todo la ropa,
deshaciéndose de ella.
Jadeó incapaz de controlar las ganas que tenía mientras volvió a dejar que su mano se
encargara de él, acariciando con el pulgar la cabeza de su miembro.
—¿Por qué estás tan mojado? —preguntó más para sí mismo que para Shaun.
Él siseó cuando acarició el glande presionando su hendidura.
—Porque estoy cachondo. ¿No fuiste a clase de biología?
—Sí, fui… pero no vi nada como esto, lo recordaría —le dijo notando su propio miembro
empujando despiadadamente contra la cremallera de sus vaqueros.
—Demasiada charla —protestó Shaun acariciando su cuello con las puntas de los
dedos—. ¿No tendrías que tener la boca ocupada?
Se rio dándole un pequeño tirón, compensándolo con aumentar la presión sobre sus
caricias.
—Estoy decidiendo cómo empezar. Es un poco intimidante —murmuró tragando saliva
con dificultad. Era mentira, no estaba asustado en absoluto, de hecho, lo que sentía era lo
contrario.
—No pareces intimidado… —se burló Shaun desabrochando su pantalón que estaba a
punto de explotar—. Haz solo lo que te haga sentir cómodo, solo soy yo. No espero gran
cosa después de verte jugar a los bolos.
Lo miró un segundo a los ojos antes de inclinarse sobre él. ¿Quería jugar? Podían jugar
los dos.
Apoyó los labios en su tronco con suavidad, más inseguro de lo que le gustaría
reconocer. Subió despacio entreabriendo los labios, era extraño y definitivamente debería
sentirse peor. Subió hasta la punta, cubriéndola apenas y mojándose en con su humedad.
Lo miró a los ojos lamiéndose los labios mientras se separaba un poco, tenía demasiada
curiosidad por su sabor.
Shaun dejó caer pesadamente la cabeza contra el reposacabezas, conteniendo el aliento
mientras lo observaba fascinado.
—¿Te gusta? —preguntó en voz baja.
No respondió, demasiado sorprendido de cuál sería la respuesta. En su lugar, bajó la
cabeza de nuevo, hundiendo la lengua en su hendidura, empapándose en él. Gimió mientras
lo saboreaba. Sí, no era para nada desagradable.
—Chúpamela —le ordenó Shaun en voz baja poniendo la mano en nuca, guiándolo.
Se dejó llevar con docilidad, era más fácil si era él quien exigía. Besó la punta con
delicadeza, inseguro sobre cómo seguir, aunque deseando tener mucho más. Separó los
labios un poco y dejó que el glande se deslizase entre sus labios, estirándolos de una forma
completamente indecente, haciéndole gemir con un deseo nuevo e intenso que no sabía que
podía sentir.
Su instinto actuó mucho más rápido que su cabeza, su lengua salió al encuentro de su
glande pasando por encima de su abertura varias veces, chupando ansioso el líquido que
manaba de forma generosa.
—Lo estás disfrutando… —gimió Shaun sorprendido, empujando las caderas
ligeramente hacia arriba para dejar ir su miembro más profundo.
Se atragantó un poco, pero retiró la cabeza tomando espacio. Puso la mano sobre su
pierna, asegurándose así de que marcaría el ritmo.
—Ten paciencia —murmuró sin atreverse a mirarlo, estaba demasiado avergonzado.
Resultaba hipnótico sentir el contraste de su esponjoso glande rozando su lengua
mientras su boca se empapaba en líquido preseminal, su dureza cálida invadiendo su boca
ardiente y necesitada. Porque sí, lo estaba. Quería mucho más, le encantaba escuchar a
Shaun gemir fuera de sí, parecía tan superado como él mismo.
—Para… para… para… joder… voy a correrme… —murmuró Shaun tirando de él
besándolo sin importarle lo que había estado haciendo. Sus manos le quitaron la ropa de
forma desesperada, tampoco tuvo que insistir mucho porque contó con toda su
colaboración.
—¿A quién le importa? —preguntó excitado mientras sacaba un preservativo de su
cartera, lo abrió con los dientes y se lo pasó a Shaun que se lo puso en un solo movimiento.
—Mierda. Necesitamos lubricante.
—El condón tiene —aseguró sentándose en su regazo con las piernas separadas a
ambos lados de sus caderas.
—No será suficiente. No tienes costumbre de hacerlo así y podría ser el infierno mañana
—dijo sujetando su cintura, evitando que siguiera moviéndose sobre él.
—Haz que merezca la pena —susurró tirando de él para besarlo con fuerza.
—Joder… Evan, no puedes lanzarme eso… —se quejó estirándose hacia delante.
—¿Qué haces? —preguntó desconcertado.
—Crema —le dijo mostrándole un pequeño frasco—. La fórmula es a base de agua,
estaremos bien.
Shaun no perdió el tiempo, se untó los dedos y empezó a prepararlo mientras reclamaba
su boca. Quizá fue porque ya sabía que esperar o que estaba muy excitado, pero su cuerpo
cedió con rapidez. Pronto tuvo dos dedos profundamente enterrados en su interior
mientras gemía entre besos y se movía buscando sus caricias.
Jadeó sorprendido al notar su miembro rozando su entrada.
—Mejor —murmuró Shaun sujetándolo de la cintura para llevarlo a donde quería.
Gimió agarrándose a sus hombros, sintiendo mucho más que la primera vez la forma en
que su cuerpo se abría para él. Jadeó hundiendo los dedos en su piel mientras era
consciente de cada centímetro que le cedía. Sus ojos se clavaron en los de Shaun, incapaz de
dejar de mirar como su rostro se convertía en puro placer.
—¿Cuándo voy a follarte yo a ti? —preguntó mordiendo su barbilla.
—Cuando tú quieras —le ofreció Shaun dejando de moverse al estar profundamente
enterrado en su interior.
—Estoy tan… —murmuró colando la mano sobre su ombligo.
—¿Qué? —le preguntó Shaun poniendo la mano en la suya.
—Lleno —susurró un poco avergonzado.
—¿Eso es bueno o malo? —lo interrogó dejando un beso en su sien.
En vez de contestar, levantó las caderas, haciéndole salir un poco para aligerar la
presión en su interior. Subió y bajó varias veces muy despacio hasta que se sintió cómodo.
—Bueno —reconoció más relajado—. Muévete, tienes permiso para hacerme cosas
malas.
Shaun soltó un sonido que era mitad risa, mitad protesta, aunque sus manos fueron
firmes cuando lo movieron para embestir en su cuerpo a pesar de estar abajo.
El aire se le atascó en los pulmones, sorprendido por la intromisión. Jadeó
sosteniéndose a él mientras aguantaba sus embestidas cada vez más rápidas. Se sujetó con
una mano al techo del todoterreno y con la otra a su hombro.
—Me queda poco, ven. Trabaja por ello, no voy a hacerlo yo todo —murmuró
sujetándole el culo con ambas manos para conseguir que le montara.
Se rio sin aire. Quería meterse con él, pero tampoco le faltaba mucho. Lo besó sin
descanso y empezó a mecerse sobre él, disfrutando del roce de sus pechos juntos y la
adictiva sensación de su lengua, deslizándose como el caramelo en su boca.
Gimió al notar su miembro estrellándose contra su próstata, enviando millones de
descargas de placer por su médula espinal.
Le clavó los dedos en los hombros acelerando el ritmo. Shaun se rio empujando con
fuerza de forma despiadada, presionando ese punto una y otra vez.
—Eso es. Si te vieras Evan… —jadeó en su oído—. Eres una puta obra de arte mientras
me tomas... Tu cara cuando me llevas dentro de ti.
Gimió dividido entra la vergüenza y la excitación, pero no paró de moverse. Lo montó
con contundencia, como si supiera lo que hacía, como si fuera a morirse si se detenía. Algo
alarmantemente cerca a la verdad.
Shaun le acarició la espalda, tocando toda la piel a su disposición y besándolo el pecho y
el cuello como si quisiera devorarlo entero.
Enloquecido por la necesidad, tiró de su pelo y buscó su boca, sobrepasado por un
placer al que no estaba acostumbrado.
—Evan… —le advirtió Shaun.
No le dejó acabar, se lanzó sobre su boca guiando su mano a su erección. Shaun no dudó
en acariciarlo, apenas necesitó un par de caricias para que se corriera sobre su estómago y
su pecho.
Gritó incapaz de contenerse apretándose alrededor de él, que empezó a gemir
aplastándolo en un abrazo asfixiante.
Dejó caer la cabeza en su hombro tratando de recuperar el aire. La respiración de Shaun
le acarició el cuello, sus brazos todavía a su alrededor mientras intentaban no morir de un
ataque al corazón.
—Eso fue… —murmuró con dificultad tratando de recuperar el aliento.
—No lo digas —le ordenó Shaun—. No estará a la altura.
Rio moviéndose para separarse dejándose caer en el asiento a su lado, tenía calambres
en las piernas.
—Tu coche está hecho un asco.
Shaun le dedicó una sonrisa cansada.
—Tú lo volviste un basurero. Encárgate de arreglarlo ahora —le ordenó—. Y límpiame
de paso, mira que desastre —le dijo señalando sin vergüenza el semen que ya se secaba en
su pecho.
Se encogió de hombros empujando su pierna con el pie.
—No es un desastre. Es arte abstracto.
Shaun lo miró con sorpresa antes de empezar a reírse. Lo acompañó incapaz de
contenerse, todavía preso de un orgasmo brutal y las endorfinas. Mañana habría tiempo
para sentirse culpable.
CAPÍTULO 16

—No sabía que eras amigo de Shaun Tarner —le dijo Nina mientras cogía una bandeja.
Giró la cabeza con tanta rapidez que notó un latigazo en el cuello.
—No somos amigos. Colegas —puntualizó sintiendo un pellizco en el estómago al
decirlo en voz alta. Sabía perfectamente que eso no era verdad.
Ella puso los ojos en blanco al escucharle.
—Lo que sea. A Brian le cayó muy bien —le dijo Nina sin darse cuenta de su
incomodidad—. Reconozco que me sorprendí bastante. No sabía que ese tipo de hombres
era de los que fuera a la bolera para pasar el rato.
—A todo el mundo le gusta jugar a los bolos —le defendió colocando los vasos limpios
en su lugar.
—Bueno, no es lo que esperarías de un chico así. Él parece tan elegante y sofisticado, no
es de los que van a sitios cochambrosos.
Frunció el ceño. Él fue el que sugirió ir a bolera. ¿Habría obligado a Shaun a ir sin darse
cuenta? Despejó la idea de su mente en cuanto apareció. Shaun le había demostrado que
sabía jugar, tuvo que aprender en alguna parte.
—No es un mal lugar, las boleras son todas iguales —protestó no muy convencido.
—Ya, pero tienes que reconocer que no le pega alquilar zapatos y comer patatas fritas
grasientas mientras bebe cerveza de tercera o cuarta categoría.
Miró los vasos, sorprendiéndose por sus palabras. ¿Así era como veía Shaun sus salidas?
Cuando se le ocurrió le pareció un plan divertido para hacer juntos… ¿Shaun podría pensar
lo mismo que Nina?
—Aunque Brian dice que estaba cómodo y que tiene un gran sentido del humor —siguió
hablando Nina.
Asintió con la cabeza sin saber qué decir, alejándose de ella para evadir el tema. A Shaun
y a él le gustaban las cosas simples, no debía dudar ahora de lo que hacían solo porque Nina
pensara tonterías.
Pero cuando esa tarde fue a visitar a Shaun a su oficina, volvió a pensar en el tema.
Cinthia le había dejado pasar porque al parecer él estaba ocupado supervisando que
retiraran algunos cuadros.
Se fijó en la elaborada decoración de su oficina y no pudo evitar pensar en cómo podría
verse su vida desde la perspectiva de Shaun.
—Hola —le saludó él al entrar al despacho. Le dedicó esa suave y seductora sonrisa
cerrando la puerta.
Le sonrió como respuesta, mirándolo mientras se acercaba al sofá. De nuevo llevaba un
elegante traje de color verde botella muy oscuro con una camisa sencilla blanca.
Parecía recién sacado de una revista de moda masculina.
—Creía que habíamos quedado por la noche para ver una película —le dijo Shaun
alzando una ceja al percatarse de cómo lo miraba.
—No tenía nada mejor que hacer —contestó sin dejar de observarlo poniéndose
cómodo contra el respaldo.
Los ojos azules de Shaun brillaron recorriendo su figura.
—¿Hay algo que tengas en mente para pasar el rato? —le preguntó sentándose a su
lado.
No se dejó engañar por el tono desenfadado.
—Nada tan divertido como lo de ayer —dijo esforzándose por no sonrojarse al recordar
cómo de desesperado se comportó con él en aquel parking.
Shaun se rio con suavidad, poniendo la mano en su muslo mientras se inclinaba sobre él.
Su cuerpo pareció temblar bajo su toque, casi como si estuviera ansioso.
—¿Te hice daño? —le preguntó al oído.
Negó con la cabeza, moviéndola hacia un lado para hacerle espacio.
—Solo un poco dolorido —reconoció. Los labios de Shaun empezaron a jugar con su
cuello, subiendo y bajando mientras repartía besos por toda la zona.
—Ya me encargué de eso esa mañana, no volverá a pasar —le prometió echándose
sobre él, metiendo una pierna entre las suyas—. Compré lubricante en varios formatos y lo
puse por todos los lugares que se me ocurrieron.
Se rio mientras metía una mano bajo su chaqueta y le acariciaba el costado.
—¿No te parece que eso es muy creído por tu parte? —le preguntó gimiendo al sentir
sus dientes rozando su piel—. ¿Quién te dice que voy a dejar que me hagas algo?
Shaun se rio contra su cuello, enviándole deliciosos escalofríos que recorrieron su
cuerpo.
—¿Y si eres tú el que quiere hacerme algo a mí? Si eso pasa…
—Que pasará —le interrumpió en voz baja.
—Querré montones de lubricante —terminó de decirle Shaun.
No pudo evitar reírse al escucharle.
—¿Por qué no cogemos algo de comer y nos vamos a tu casa? Ese sofá tuyo nos está
llamando.
—Podríamos ir a tu casa. —No tenía ni idea de dónde había salido eso, pero se
arrepintió en cuanto lo dijo al sentir como se tensaba contra su cuerpo.
—¿Quieres ir a mi casa? —preguntó Shaun retirándose para poder mirarle a los ojos.
—No —negó enseguida.
Shaun se alejó del todo de él, sentándose recto.
—¿Por qué lo dirías si no fuera así? —inquirió.
Miró suelo sin saber qué decir.
—No sé, solo se me ocurrió. Una vez dijiste que vivías cerca del trabajo, pensé que sería
más rápido ir a tu casa —mintió orgulloso de su capacidad de inventiva, aunque se le pasó
al ver la sonrisa burlona de Shaun.
—Evan, ¿quieres venir a mi casa?
—No —repitió obstinado.
Shaun se rio negando con la cabeza.
—No tengo ningún problema —le aseguró Shaun sin dejar de mirarle.
—Pues parece que sí, estás siendo un poco raro con esto. ¿Vives con alguien?
Shaun dio un largo y pesaroso sonido que hizo que su corazón se disparara, acaso Shaun
le ocultaba algo.
—La verdad es que sí. Mi mujer y mis tres hijos me esperan en casa.
—Eres idiota —le insultó pegándole en el brazo.
Shaun se rio sin inmutarse.
—Vamos, te los presentaré. Les caerás bien, pero no le cuentes lo de ayer. Es muy celosa
—siguió pinchándole mientras iba a la mesa para recoger las llaves del coche de un cajón.
—¡Cállate! —le ordenó de mal humor.
—No te pongas así, probablemente ella nos prepare algo. Mientras podemos enrollarnos
en la habitación.
—Uy… —le chistó saliendo de la oficina.
—Cinthia, te quedas a cargo. No dudes en llamarme si me necesitas —le dijo a la chica
que los miraba con una sonrisa.
—Falta menos de una hora para el cierre, pasadlo bien —les deseó despidiéndose con la
mano.
—Ven, iremos juntos en mi coche —le llamó Shaun al salir.
—Es mejor que no. Tendrás que llevarme luego, trabajo por la mañana y no puedo
quedarme hasta tarde.
—No te preocupes. No hay problema —le contestó encogiéndose de hombros.
Se subió a su coche poniéndose más nervioso de lo que le gustaría reconocer. No
entendía por qué estaba tan tenso, pero se sentía cada vez más incómodo conforme
avanzaban.
—Evan —le llamó Shaun parándose en un semáforo—. Sabes que es una broma.
¿Verdad?
Asintió con la cabeza mirando por la ventanilla.
«¿Cuánto podía costar ese coche?» Giró la cabeza para mirar el asiento trasero, ayer
habían dejado la tapicería en mal estado, pero apenas unas horas después no quedaba ni
rastro de su pequeña travesura.
—Lo llevé a limpiar esta mañana —le informó Shaun como si le leyera la mente.
Tragó saliva sin decir nada más. Shaun ralentizó la marcha al llegar a una corta calle
llena de edificios antiguos. Las tiendas y los comercios que veía eran todos nuevos, con
estilo y muy cuidados.
—Ya llegamos —le anunció Shaun aparcando el coche delante de un piso de seis plantas
y piedra blanca pulida.
—¿Esta es tu casa? —preguntó en voz baja.
—Vamos —le ordenó saliendo del coche. Subió las escaleras detrás de él, atravesando
unas elegantes puertas de cristal y metal dorado.
—Buenas noches, señor Tarner —le saludó el portero del edificio.
Observó al hombre con incredulidad. Llevaba un traje negro como los mayordomos de
las películas y atendía detrás de un gran mostrador de caoba.
—Tiene correo, señor —le informó el hombre tendiéndole un pequeño montón de
cartas.
—Gracias, Lou. —Aceptó los sobres antes de hacerle un gesto de despedida al portero,
yendo al ascensor.
Esperó a su lado a que se abrieran las puertas, conteniendo a duras penas las ganas de
darse la vuelta para saber si el portero los estaba observando, quizá sospechando el tipo de
relación que había entre ellos.
Shaun buscó su mirada en el cristal del ascensor, pero lo evitó centrándose en el panel
de los botones de llamada.
Lo siguió en silencio por un corto pasillo con moqueta roja hasta la puerta. Antes de
abrir, él volvió a echarle un vistazo. Enfrentó su mirada con esfuerzo sin acabar de
entender por qué se sentía tan fuera de lugar.
Shaun chasqueó la lengua antes de abrir la puerta.
No era lo que había imaginado, pero era mucho más de lo que esperaba. Muebles
modernos y de líneas limpias, casi todo en colores oscuros, salvos las alfombras blancas. En
las paredes había grandes cuadros modernos llenos de color.
Giró sobre sí mismo absorbiéndolo todo, la sala y la cocina estaban fusionadas, solo
separadas por una pequeña barra de granito negro.
La pared principal de la sala estaba prácticamente ocupada por grandes ventanales sin
cortinas que dejaban entrar una gran cantidad de luz.
—Solo es una casa —dijo Shaun en voz baja.
—Ya —musitó acercándose a la escalera de caracol que había en la esquina y que
suponía daría a la habitación.
—Evan… —lo llamó son suavidad.
—Imaginaba que vivirías en algún lugar lleno de muebles antiguos y cosas así. Algo
como tu oficina —dijo con sinceridad.
—No paso mucho tiempo aquí —reconoció Shaun todavía sin moverse del lado de la
puerta.
Podía sentir los ojos de Shaun pendiente de cada movimiento.
—Es un buen lugar para vivir —opinó mirando a todas partes menos a él.
La mano de Shaun sujetó su brazo con suavidad.
—¿Por qué estás tan raro? —quiso saber.
—No lo estoy —mintió sin alejarse.
—Fue tú idea venir aquí y desde que subiste a mi coche te comportas de un modo muy
extraño. No tenemos que hacer nada. Seguimos con el plan de comida y película. No te
pongas nervioso —trató de tranquilizarlo.
Suspiró deshaciéndose de su agarre mientras iba hacia el sofá, que probablemente
costaría tanto como todos los muebles de su casa y se sentaba en él.
—No estoy cómodo —confesó—. Sé que tienes dinero, pero esto solo lo hace más real.
Todo es tan… —Hizo un gesto con la mano abarcando el salón—. Perfecto, moderno…
limpio.
Shaun tiró la chaqueta de su traje sin preocuparse, empujándolo para que se apoyara en
el respaldo y pudiera sentarse a horcajadas sobre él.
—Podemos ensuciarlo todo si eso te hace sentir mejor.
Le dedicó una mueca, pero no hizo nada por sacárselo de encima.
—Esto ya es demasiado raro sin añadirle que tengas tanto dinero. Cuando creo que ya
me he acostumbrado… pasa algo nuevo.
Shaun negó con la cabeza, tocando su cuello con los dedos.
—No soy millonario, te aseguro que hay una hipoteca sosteniendo este lugar, como todo
el mundo. Me va bien, pero tú sabes cuánto trabajo —le recordó.
Asintió con la cabeza. Lo que decía era verdad, Shaun tenía problemas para desconectar
de sus tareas diarias.
—No voy a disculparme por lo que tanto me he esforzado en ganar —le dijo muy
serio—. No tienes que sentirte intimidado.
—No es que me sienta intimidado —se defendió—. No quiero ser el tipo de tío que se
vuelve loco si su… —se interrumpió abriendo mucho los ojos. ¿Qué iba a decir?
Shaun levantó las cejas al escucharle.
—¿Si su…? —repitió con una sonrisita. El muy cabrón sabía perfectamente lo que estuvo
a punto de decir.
—Amigo —terminó la frase—. Gana más dinero que él.
Shaun le dedicó una sonrisa divertida, pero no destapó su obvia mentira.
—No tienes que sentirte amenazado, lo digo en serio. Nos lo pasamos bien juntos, ¿qué
más da lo que tenga? Si todo fuera cuestión de dinero la vida sería una mierda —le dijo con
toda la razón—. Me conociste con los ojos maquillados y con ropa transparente y aun así te
acercaste a mí. ¿Qué diferencia hay cuando pensabas que era un camarero del Clank a
ahora? Soy la misma persona.
Frunció el ceño todavía no muy convencido. Entendía su punto, claro que lo hacía,
aunque seguía sin sentirse cómodo.
—No lo sé. Pero la hay. Soy mayor que tú —le recordó.
—Dos años —le dijo Shaun poniendo los ojos en blanco.
—Haces que me sienta como un vago. Me gusta mi vida, jugar con los chicos, salir por
ahí y ser camarero. Pero cuando veo todo lo que tú has conseguido… no sé. Me siento como
un poco fracasado.
Los ojos azules de Shaun se abrieron con sorpresa.
—No digas eso —le amonestó pegándole el hombro—. Cada persona tiene un ritmo y
una forma de vivir. Ninguna es mejor o peor. Me gusta mi trabajo, me encanta. Buscar
nuevos talentos, organizar exposiciones, vender los cuadros. Es mucho movimiento y
estrés, pero me encanta porque supone hacer cosas diferentes cada pocos meses, sería un
desastre si tuviera que trabajar en tareas repetitivas. No tienes que sentirte mal por estar a
gusto con tu vida. Ni yo pretendo eso, no hay nada de malo en ti. Lo único que importa es
que tú estés feliz con lo que haces.
Sonrió notando como la tensión iba aflojando su cuerpo. En todo ese tiempo, había
aprendido a conocer cada expresión de Shaun y sabía que era completamente sincero.
Se inclinó sobre él para alcanzar su boca, dándole un beso lánguido, recorriendo su
interior con calma, tratando de darle las gracias sin palabras.
Shaun se dejó besar sin condiciones, rodeando su cuello con los brazos, mientras le
ofrecía sus labios.
—¿Por qué no te quedas a dormir esta noche? —preguntó Shaun separándose unos
pocos milímetros de él.
—No puedo. —La verdad es que sí podía. Pero era un paso gigante… era algo que no
sabía si estaba listo para hacer.
Shaun retrocedió un poco más mirándolo a los ojos, acariciando su cuello con los dedos
en una sutil caricia. Sus ojos se fijaron en los suyos con tanta intensidad que sintió que lo
clavaba al suelo.
—Quédate a dormir —le pidió en voz baja—. No tiene que significar nada.
Tragó saliva mientras tomaba una profunda respiración, listo para decir que no. El
aroma de Shaun saturó sus sentidos. A veces, como esa noche, Shaun llevaba ese perfume
que tanto le gustaba, pero incluso debajo de eso podía distinguir sin problema el olor de su
piel. Ese que se quitó de mala gana del cuerpo cuando volvió a casa ayer.
—Me quedo.
CAPÍTULO 17

—¿Qué es tan gracioso? —le preguntó Clary.


Dejó el móvil de nuevo en su bolsillo después de contestar a Shaun.
—Nada importante —dijo mirando a sus sobrinos corriendo por el parque.
—Creo que nunca te había visto tanto tiempo con un móvil en la mano —comentó
mientras le pasaba el café que compraron en el puesto de la entrada.
Se encogió de hombros sin querer darle importancia.
—Cuando viniste la semana pasada también estuviste pegado a tu teléfono —insistió
ella—. ¿Hay alguien nuevo en tu vida?
Se atragantó con el café en cuanto la escuchó.
—Calma, calma —le dijo Clary riendo y dándole un par de palmadas en la espalda.
—¿De qué hablas? —preguntó todavía con lágrimas en los ojos—. No hay nadie.
—Vale, vale. Solo es que odias ese cacharro, pero parece una extensión de tu mano. Si
dices que no hay nadie, te creo —le aseguró.
—Bien. —Siguió tomándose el café a pesar de que sabía que no había terminado. Su
hermana siempre era así, cuando pensaba que le ocultaba algo era despiadada.
—Estaría bien —comentó ella haciéndose cargo de su propia bebida.
—¿El qué? —preguntó desconcertado.
—Que estuvieras saliendo con alguien —se explicó Clary.
Soltó una pequeña risita removiéndose en el asiento con incomodidad.
—No es lo mío. —Esa respuesta ya le tenía automatizada, pero por primera vez no se
sintió del todo cómodo usándola.
—Dejarás de decir eso cuando conozcas a la chica indicada —protestó ella.
—Eso es un cliché y es triste. No necesito a nadie para ser feliz.
Ella volvió a beber antes de asentir.
—Tienes razón, no todo el mundo necesita a alguien.
—Además, si conociera a una persona… —Su subconsciente lo traicionó usando un
nombre genérico, pero su hermana no pareció darse cuenta—. No le traería a conocerte.
—¿Por qué no? —preguntó Clary indignada.
—Porque me avergonzarías seguro. —Últimamente se había sorprendido a sí mismo
pensando en si a Clary y Aiden les caería bien Shaun.
—No lo haría —protestó.
—Eso dices tú, no te preocupes por eso. No hay nadie. —La lengua le picó ante la
mentira.
Esa mañana se despertó en la cama con Shaun de nuevo. Era la tercera vez esa semana,
desde que lo hicieron la primera vez parecían haber roto alguna especie de barrera y ahora
cuando se hacía tarde, Shaun simplemente se metía en su cama. Nunca se había quedado el
tiempo suficiente como para dormir con nadie y tampoco creía que pudiera sentirse muy
cómodo durmiendo con otro hombre, sin embargo, estaba disfrutando la experiencia.
Sonrió al recordar la primera noche en casa de Shaun. Cómo se habían tumbado cada
uno en una esquina de la cama, incómodos y sin saber muy bien qué hacer. En algún punto
de la noche se despertó pegado al cuerpo de Shaun, encajado en él y con la cara hundida en
su cuello… no le dio más vueltas al tema, era cómodo y se sentía a gusto haciéndolo.
Si Shaun pensó otra cosa, desde luego no lo dijo. Y la siguiente vez simplemente se
tumbó de costado en la mitad de la cama esperando a que se reuniera con él.
—Lo estás haciendo otra vez —le dijo Clary sacándole de sus pensamientos.
—¿Qué? —preguntó distraído mirando el reloj. Todavía faltaban varias horas para
reunirse con Shaun, pero a lo mejor podía pasar por la galería de camino a casa.
—Sonreír sin ningún motivo —le respondió ella con una sonrisa cómplice—. Estoy
deseando conocerla.
Soltó un bufido y se levantó a por los niños tratando de disimular. No estaba ni de lejos
preparado para pensar en esa posibilidad.
Dos horas más tarde entraba a la galería para buscar a Shaun.
—Hola, Cinthia —saludó yendo directamente a la oficina sin esperar a que le invitara.
—El señor Tarner está reunido —le dijo la chica antes de que pudiera entrar.
—Oh… —La miró sin saber qué hacer. ¿Debería irse?, ¿o podría hacer tiempo para
esperar a que estuviera libre?
—Te lo digo de verdad, Shaun. Eres un Dios en esto —dijo una voz femenina a su
espalda.
Se giró a tiempo de ver salir a una rubia agarrada del brazo de Shaun.
—No es nada. Solo hago mi trabajo —le contestó él sonriéndole.
—Eso no es verdad —dijo ella acariciándole el brazo y haciendo un mohín con sus
labios gruesos. Era guapa, mucho. En condiciones normales estaría tratando de llamar su
atención, ahora solo se quedó mirando la reacción de Shaun al claro intento de seducción.
«No tiene por qué rechazarla», pensó al ver la forma en la que hablaban y ella hacía
serios esfuerzos por tocarlo tanto como le fuera posible poniendo una voz melosa que le
crispó los nervios.
Ellos no habían hablado de exclusividad y desde luego no estaban saliendo… ¿Por qué
iba a rechazar a esa mujer impresionante?
—Nos vemos el sábado, estoy deseando ver qué nos has preparado. No podré dormir
tratando de averiguar con qué me vas a sorprender.
—Espera y verás, no te decepcionaré —le prometió él acompañándola a la puerta.
Miró a Cinthia que le devolvía el gesto con una mueca de simpatía, como si supiera
exactamente lo que estaba pensando. Sus mejillas se sonrojaron con fuerza. ¿Acaso ella
conocía lo que ocurría entre ellos?
—Evan —lo saludó Shaun al entrar—. No sabía que te pasarías por aquí. —Su sonrisa
era tan sincera como de costumbre, nada parecía diferente a cualquier otro día.
Lo miró de arriba abajo antes de responder con voz neutra. Se recordó a sí mismo que
no tenía ningún derecho sobre Shaun, por lo que no podía estar enfadado.
—Solo estaba de paso, no quería molestar.
—Nunca lo haces —le respondió acercándose. Arrugó la nariz al oler un perfume dulzón
y azucarado en él. Parece que esa mujer había estado demasiado cerca de él.
Se irguió en toda su estatura, repentinamente cabreado. Le gustaba el perfume y el olor
de Shaun. ¿Por qué no podía olerlo hoy?
Shaun alzó una ceja al verle, le hizo un gesto con la mano pidiéndole que fuera a su
oficina, pero no se movió.
Él pareció encontrarlo divertido porque sonrió mientras se acercaba para poder
hablarle al oído.
—Si vas a armarme toda una escena de celos, que sea en mi oficina. O Cinthia irá a por
palomitas.
Miró a la mujer con rapidez, ella ni parpadeaba mientras los observaba sin disimular.
Fue todo lo que necesitó para huir.
—No estoy celoso —le dijo en cuanto cerró la puerta sin mirarlo, cruzándose de brazos
y observando el paisaje tras la ventana.
—No —le dio la razón Shaun—. Aun así, permite que te diga que esa es Gloria Márquez.
Su marido, el señor Márquez, es un gran coleccionista. Las obras de su colección privada
están en algunos de los mejores museos del mundo.
No dijo nada, se centró en pensar por qué estaba tan furioso. No había nada raro en el
comportamiento de Shaun. Quizá no fue eso lo que lo enfadó, sino el darse cuenta de que él
podría estar acostándose con otras personas.
—¿Qué te molesta tanto? —Normalmente, le gustaba lo intuitivo que era Shaun a su
alrededor, pero esta no fue una de esas ocasiones.
Suspiró decidido a no confesar algo que sin duda lo avergonzaría.
—Evan… —Sus manos rodearon su cintura, pegando su pecho a su espalda. Una
llamarada de calor lo invadió al notarse preso entre sus brazos. Era la primera vez que lo
agarraba así.
Se apoyó bajo su toque, viendo como sus manos se posaban en su cintura, sin hacer
nada al respecto.
—¿Te estás acostando con alguien más? —le preguntó sin atreverse a mirarlo.
Shaun hizo un ruido bajo con la garganta sin decir nada, como si estuviera pensando en
sus palabras.
—Solo nos acostamos dos veces —le recordó con tranquilidad—. No tenemos ningún
compromiso y tampoco pactamos nada sobre eso.
Todo su cuerpo se tensó al escucharle, pero no protestó, era la verdad.
—Bien, solo quería saberlo —dijo intentando no parecer tan vulnerable como
realmente se sentía. Nunca le habían importado ese tipo de cosas, ¿por qué demonios iba a
interesarle con quién follaba él? Su cabeza tenía la teoría, pero su cuerpo no la ponía en
práctica, de repente sentía su estómago revuelto. «¡Shaun se está acostando con más
personas!»
—Si no estás de acuerdo. Podemos discutirlo.
Una risita irónica abandonó sus labios.
—No pasa nada, usamos condón. No es como si… Espero que te hagas exámenes a
menudo. Yo lo hago, estoy limpio. Los últimos me llegaron hace una semana —dijo con más
rencor del que requería la frase.
Shaun se rio en su oído, poniéndolo de peor humor.
—Es divertido, verte enfadado. No me he hecho análisis desde hace dos meses, pero iré
mañana mismo si quieres —le ofreció en un tono conciliador.
—A mí no me hace gracia —masculló deshaciéndose de su agarre.
Shaun volvió a reírse rodeándolo de nuevo.
—No me estoy acostando con nadie desde que nos conocimos, Evan. Primero porque
estaba asustado y segundo porque estoy muy ocupado. Trabajo gran parte del día, incluso
muchos fines de semanas. El tiempo libre que tengo lo disfruto contigo. ¿Cuándo vería a mis
otras amantes? —le confesó risueño.
—¿Y por qué me sueltas toda esa mierda? —le reclamó notando como el alivio lo
inundaba con tanta fuerza que tuvo que apoyarse en él al sentir las rodillas débiles.
—Porque podría hacerlo y no deberías molestarte conmigo. Nunca discutimos las
normas. Dijimos amigos que a veces tienen deslices, nunca pusiste límites hasta ahora —le
señaló Shaun con razón.
—No te los estoy poniendo —protestó enseguida.
—Bien. ¿Eso significa que puedo acostarme con más gente? —le preguntó son suavidad.
Guardó silencio de forma obstinada, negándose a decirlo en voz alta.
—Ya me parecía —murmuró Shaun besándole el cuello, presionándose contra él de
arriba bajo—. Solo para que conste, tú tampoco puedes estar con nadie más.
Se encogió de hombros como si no le importara.
—Bueno —accedió.
Shaun se rio a su espalda, estrechándolo entre sus brazos mientras se mecían juntos en
silencio. Ninguno de los dos dijo nada más, los dos sabían que seguían moviéndose en
alguna dirección, aunque no supieran el destino exacto.

—Entonces… ¿Cómo te va con tu vampiresa?


Ahogó la sonrisa con la cerveza mientras fingía que veía el partido.
—Uhhh. Seguís adelante, ya veo —le dijo con diversión palmeándole la espalda—. Me
alegro por ti, hermano. ¿Cuánto tiempo lleváis juntos ya?
—No estamos saliendo.
—Claro que no —concedió Brian poniendo los ojos en blanco—. Los mensajes, llamadas
y chupetones te los hace una aparición. ¿Desde cuándo te acecha esa vampiresa? Necesitaré
la información para dársela al exorcista.
Se rio poniéndose más cómodo en el sofá.
—Nos conocimos hace algo más de cinco meses —le dijo moviendo la botella en
círculos.
Brian soltó un largo silbido.
—Eso es tu récord, seguro. Veo que la pasión sigue intacta —dijo tratando de tocar un
chupetón que Shaun dejó ayer en su cuello.
—Cállate —le ordenó ya sin molestarse en fingir lo contento que estaba—. Estoy bien.
Estamos bien.
—Se te ve, tío. Todos nos morimos de curiosidad, pero tómate tu tiempo. Vas a tu ritmo
y al suyo. No te preocupes por nada. Seguiré frenando a Nina.
Una punzada de culpabilidad lo pinchó por estarle mintiendo. Brian se estaba portando
como un amigo increíble con todo el tema, sentía que era incorrecto no poder decirle toda
la verdad.
—Quedamos en no acostarnos con nadie —le confesó.
Brian lo miró sorprendido.
—Su idea, claro —adivinó.
Negó con la cabeza a pesar del sonrojo, admitiendo su culpa.
—¿Tú fuiste el que le ofreció exclusividad? —preguntó con sorpresa.
—No estaba planeado. El tema surgió y… bueno. No quiero que se acueste con nadie
más —reconoció notando sus mejillas en llamas.
Brian parpadeó varias veces.
—Vale —dijo después de unos segundos—. Vale. Te gusta de verdad.
Asintió con la cabeza mirando al suelo, no se atrevía ni a confesárselo al espejo, pero era
cierto.
—Mucho —dijo en voz baja.
—Eh, tío. Vamos, no te agobies —le animó palmeándole la pierna—. Eso es genial.
Asintió con la cabeza algo inseguro. ¿Seguiría pensando lo mismo cuando supiera que
era un hombre?
—Por cierto, ¿qué le compraste a tu vampiresa para San Valentín?
—¿Cómo? —preguntó desconcertado.
—San Valentín —repitió él—. No me digas que no lo sabías. Hombre, a las mujeres les
encantan esas mierdas. Bombones, flores… ya sabes, tienes que ponerle un poco de
esfuerzo para que sepan que las valoras.
—¿Cuándo es eso? —preguntó inseguro. Ni se le había pasado por la cabeza celebrar
algo así.
—Este sábado. Tengo una lista de cosas que le di a Nina, puedo pasártela para darte
ideas —le ofreció.
—No lo creo. Además, este sábado tiene esa cosa del trabajo que te dije. Estará
trabajando y no tendrá tiempo para pensar en esas tonterías. —No podía estar seguro de
eso pero esperaba que fuera así.
—Bueno, tú sabrás. Pero esa clase de fallos son los que te recuerdan para siempre, no
seas cutre y cómprale un regalo.
Volvió a su cerveza, pero mantuvo las palabras en su cabeza. ¿Comprarle algo?

De nuevo internet fue una basura para ayudarle a elegir un regalo de San Valentín.
Aunque reconocía que se lo había puesto difícil al buscador cuando escribió. “Regalo
para un hombre heterosexual que sale con otro hombre heterosexual. Ninguno es gay”.
Puede que debiera haber simplificado la búsqueda.
Después de descartar dulces, joyas, peluches y flores acabó por consultar con su cuñado
y su hermana. Había urdido una cuidadosa conversación para sacar a colación el tema,
excusándose en que Brian necesitaba ayuda y que ya le había regalado a Nina todo tipo de
cosas porque llevaban mucho tiempo juntos. De esa forma podría descartar los regalos que
no fueran adecuados para un hombre diciendo que ya había usado esa idea.
Pero los dos le dieron ideas sin preguntar nada, asumiendo sin protestar cuando decía
que no a algo. Se sintió muy agradecido, aunque no sacó nada en claro. Lo que sí hizo, fue
escuchar atento lo último que le dijo Aiden cuando le despidió en la puerta.
“Lo importante de un regalo es el significado que quieres que tenga. Es una declaración
de intenciones, una forma de decirle a la otra persona que es especial y que estás pendiente
de lo que le gusta”.
Eso sí fue de ayuda y le hizo elegir un regalo que no resultara empalagoso, pero que sí
tuviera significado.
Era una tontería, no era para tanto. Solo un detalle, algo para que se acordara de él…
pero mientras recorría los pocos metros que separaban el parking de la entrada del hotel,
el bolsillo interior de su chaqueta parecía arder contra su piel, recordándole que solo
estaba añadiendo un nuevo nudo a lo que habían creado juntos.
CAPÍTULO 18

Nunca había estado en nada tan elegante. La recepción del hotel tenía un sobrio cartel
anunciando la exposición. Era un hotel de cinco estrellas, así que los suelos brillantes de
mármol negro y las lujosas lámparas de araña no deberían sorprenderle tanto. Sobre todo,
porque ya había buscado fotos del sitio por internet.
A pesar de ello se sintió muy fuera de lugar mientras veía su reflejo en el suelo.
Agradeció al momento de inspiración que le hizo comprarse algo acorde. Su traje azul
oscuro realzaba la camisa blanca con rayas de color azul claro, resaltaba el tono de su piel y
el rojo cobrizo de su pelo.
Se había afeitado a conciencia esa mañana y dedicado más tiempo arreglando su pelo
del que recordaba pasar en todos sus últimos años de vida.
—Buenas noches, ¿tiene su invitación? —le preguntó una chica vestida con un elegante
traje negro y una pequeña carpeta llena de papeles.
—Sí —respondió nervioso estirando la mano para coger la invitación que Shaun le dio
semanas atrás.
—Oh, no hace falta —aseguró Cinthia apareciendo al lado de la chica. Iban vestidas
igual, pero ella le dedicó una genuina sonrisa de bienvenida—. Él es amigo personal del
señor Tarner —le dijo con seriedad a su compañera.
—Estás muy guapa, Cinthia.
Ella sonrió antes de contestar.
—El señor Tarner está recibiendo a los invitados. Lo encontrará en cuanto atraviese las
puertas.
Sonrió moviendo la cabeza para despedirse antes de entrar.
Había una pequeña fila de gente delante de él. Shaun estaba al principio de todo, dando
la mano a los recién llegados y hablando con ellos. Esperó con paciencia mientras lo
observaba.
Estaba increíble esa noche. Llevaba un traje entallado negro con camisa de un blanco
luminoso y corbata de raso a juego con las solapas de su chaqueta. Sobrio, elegante,
masculino y tan atractivo que cuando por fin le llegó el turno tuvo que hacer un serio
esfuerzo por no lanzarse sobre él.
Los ojos azules de Shaun volvían a estar decorados con delineador negro y su pelo
peinado hacia atrás. Le tendió la mano como todos los demás, pero él la apartó y le dio un
abrazo.
—Gracias por venir —murmuró en su oído.
Sonrió algo apurado pero satisfecho por su recibimiento.
—No iba a perdérmelo por nada. Hay un perro que tiene grandes expectativas sobre mí
—le recordó notando la satisfacción de verle sonreír.
—¿Te quedas aquí y me esperas? Quiero enseñarte la exposición, necesitarás toda la
información que puedas —dijo siguiendo su broma de la protesta. Sus ojos brillaban
esperanzados, así que no pudo evitar asentir con la cabeza.
Se alejó unos pasos de él, manteniéndose en un discreto segundo plano mientras lo veía
interactuar con sus invitados. Shaun dedicó unos instantes a saludar a cada uno de ellos, se
sabía los nombres de todos y su forma de tratarles era amistosa y divertida. Resultaba un
anfitrión encantador y era un espectáculo ver cómo se comportaba. Su manera de reír, de
hablar, incluso sus bromas.
Se encontró a sí mismo sonriendo encandilado mientras absorbía cada gesto y cada
palabra. Era un espectáculo fascinante. Podría pasarse toda la noche así, mirándole, pero
Shaun volvió con él casi una hora después y lo arrastró hasta el principio de la exposición.
Le explicó cada imagen con palabras simples y sencillas, el concepto e incluso el lugar
que ocupaba cada imagen basándose en el hilo conductor que había creado para los
visitantes. La pintura no significaba gran cosa para él, pero pudo apreciar sin esfuerzo lo
que le explicaba, además sentía una extraña satisfacción mientras los invitados los paraban
y hacían preguntas que Shaun contestaba sin parpadear.
Era una persona muy extrovertida, tenía facilidad para ganarse a cualquiera y usaba esa
habilidad en su trabajo. Lo presentó como un amigo a todo el que se acercó y no lo dejó solo
en ningún momento, haciéndolo partícipe de cada uno de sus movimientos. Porque era
inconcebible de pensar, pero juraría que Shaun estaba coqueteando con él. Tocaba su
espalda cuando quería que se moviera y más de una vez lo pilló mirándolo de una forma
que para él resultaba muy poco amistosa.
—¿Te apetece beber algo? —preguntó cuando por fin terminaron el recorrido.
—¿En estas cosas no se sirve solo champán? —inquirió mientras lo seguía a la enorme
barra que habían montado.
—Hay casi cualquier cosa que quieras —le explicó. Su mano se posó en su espalda
mientras se inclinaba para hablarle al oído—. Pero no te molestes en pedir tequila. Les di
una foto tuya y la orden de mantenerlo lejos de ti.
Se rio con diversión, encogiéndose de hombros, sabiendo que era una broma.
—¿Les diste una foto tuya también? —le interrogó.
Shaun se rio causándole un delicioso estremecimiento por todo el cuerpo.
—Ya había bebido tequila antes y no tuve ningún final como el que tuvimos esa noche.
Mientras esté lejos de ti, me irá bien con el tequila —le aseguró haciéndole un gesto a uno
de los camareros que enseguida se acercó a ellos—. Un whisky con hielo para mí.
—Yo beberé un vodka negro —le pidió al chico.
—¿Qué te parece la exposición? —le preguntó mientras esperaban la bebida.
—Horrible, hubo momentos en los que tuve que cerrar los ojos para poder seguir —le
aseguró.
Shaun empujó su hombro contra el suyo.
—Sé serio sobre esto —le exigió él—. Podrías dañar mis sentimientos.
Alzó las cejas poniendo su mejor cara de sorpresa.
—No necesitas la opinión de alguien que no tiene ni idea de tu negocio. Tú sabes que lo
estás haciendo bien. La gente está encantada y solo se oyen buenos comentarios —dijo
observando su reacción.
El camarero les sirvió las bebidas y desapareció para atender a otras personas.
—No le estoy preguntando a la gente. Te lo pregunto a ti —puntualizó mirándole a los
ojos.
Bebió un trago para evitar hacer una tontería, como besarlo delante de un montón de
desconocidos.
—Es increíble. Como usas la luz para resaltar el enfoque de los cuadros, que cambies el
color del soporte para enfatizar la progresión de los diferentes estados de desnudos… está
hecho con muy buen gusto, tanto que los cuerpos no son importantes, sino las emociones
que pretenden transmitir los artistas.
Shaun lo observaba con evidente sorpresa, removió su vaso lleno de whisky
visiblemente impactado por lo que acababa de decirle. Bebió de nuevo, avergonzado de
repente de haber dicho algo incorrecto.
—Por cierto, tengo una cosa para ti —dijo sacando una larga y fina cajita.
La mirada de Shaun fue del paquete cuidadosamente envuelto a su cara.
—¿Me estás haciendo un regalo? —preguntó con sorpresa.
Asintió con la cabeza sintiéndose avergonzado.
—¿Hoy? —insistió con voz ahogada—. ¿Sabes qué día es?
Sus mejillas se llenaron de calor y eso pareció ser suficiente respuesta para Shaun, pero
decidió aclararlo. Se sentía demasiado expuesto como para no decir nada.
—Es por la exposición… no porque sea… es para desearte suerte —murmuró de forma
apresurada.
La sonrisa cargada de indulgencia que le dedicó le hizo entender que no lo había
engañado en ningún momento.
Más nervioso de lo que se permitiría reconocer, observó cómo abría la caja con cuidado.
Lo observó mientras miraba la elegante pluma que había comprado para él. Estaba
cromada en color azul mate, el mismo color que el de sus ojos. Supo que era el regalo
indicado en cuanto la vio y para hacerla aún más adecuada, mandó que grabaran el nombre
de Shaun en un lateral.
—Pensé que podría traerte suerte para firmar contratos —musitó más y más inseguro a
cada segundo en que Shaun observaba la pluma como si fuera la primera vez que veía una.
—No compré nada para ti —dijo Shaun en voz baja, sin mirarlo.
El alivio le recorrió de arriba abajo, haciéndole soltar el aire que ni sabía que estaba
conteniendo.
—Está bien. No es por… este día solo quería… que tuvieras algo para recordar tu
exposición… y a mí. Supongo —murmuró algo cohibido—. Y este día —reconoció hablando
a toda velocidad.
Shaun le miró a los ojos.
—Cuando creo que ya lo sé todo de ti… —Movió la cabeza de lado a lado—. Haces algo
que vuelve a dejarme totalmente perdido.
Sonrió apartando la mirada.
—Pues ahora ya sabes cómo me siento yo contigo todo el tiempo.
Shaun puso la mano sobre su brazo llamando su atención, pero retirándola en cuanto le
enfrentó.
—Gracias. No sé qué más decir —dijo Shaun con sinceridad.
—¿Podemos fingir que no te lo di e ignorar este momento incómodo? —le preguntó
esperanzado.
Shaun se rio negando con la cabeza mientas se guardaba el estuche en su chaqueta.
—Aunque no me hubieras regalado nada… no eres tan fácil de olvidar. —Le encantaba
la forma en que sus ojos brillaban de una manera seductora, enmarcados por el fuerte
delineado. Ese pequeño detalle que lejos de resultar ridículo, hacia sus rasgos duros mucho
más exóticos.
Miró sus labios sin disimular, tenía tanta sed como si estuviera perdido en el desierto y
la boca de Shaun era el oasis en el que estaba deseando salvarse y por lo que podía ver en
su mirada, no era el único sediento.
—Tengo que admitir —siguió para llenar el silencio cargado de tensión que se instauró
entre ellos—. Que me falta algo de rock and roll. Me imaginaba música de Metallica de
fondo —mintió sintiéndose aliviado cuando lo vio reír.
—Estuve a punto de poner alguna, pero prefiero guardármela para mí —le confesó
Shaun.
—Reconozco que estoy un poco desconcertado con todas tus facetas. Eres muy
contradictorio Shaun Tauner —le dijo observándolo.
Él lo miró antes de darle otro sorbo a su bebida, metiéndose una de las pequeñas rocas
de hielo en la boca.
—¿Lo soy? —le preguntó jugando con su lengua y el hielo—. ¿Soy el desconcertante de
los dos?
Tragó saliva mientras su cuerpo despertaba ante la sutil insinuación. No era nada obvio
y desde luego no estaban llamando la atención, pero lo sintió como si se estuviera
ofreciendo en público y todos en aquella sala lo supieran.
—Lo eres —dijo después de dar otro pequeño sorbo a su vodka que ardió en su
garganta—. Tienes alma de artista, personalidad de casanova. —Sonrió al verlo reír
completamente despreocupado—. Eres desvergonzado y tu mayor secreto es que eres fan
de grupos cutres de rock.
Shaun sonrió con diversión, disfrutando de la charla.
—Ese no es mi mayor secreto —le aseguró dedicándole una reveladora mirada.
Asintió con la cabeza dándole la razón.
—Y no es rock cutre, hay algo en ese tipo de música que me genera… —trató de
explicarle Shaun.
—¿Dolor de cabeza? ¿Ganas de salir huyendo? —intentó ayudar.
Shaun volvió a reírse mientras hacia un gesto al camarero de antes para que rellenara
sus vasos. Esperaron a que se alejara para volver a hablar.
—¿Por qué rock y no otro género musical? Te imagino más como jazz, blues, música
clásica —le confesó devorándolo con la mirada.
Estaba tan sexy riéndose y hablando de forma relajada, mirándole solo a él.
—Ese es un pensamiento prejuicioso, eres demasiado inteligente para ser tan básico.
—No te creas —le contestó negando con la cabeza. Se pasó la mano por el pelo tratando
de contener el rizo que acababa de caérsele en la frente. Shaun siguió el movimiento con los
ojos, tragando saliva de forma audible.
—El rock es vida —le respondió él después de carraspear—. Si la canción es buena
puedes sentir el bajo calentándote la sangre —dijo girando el vaso de whisky pero con los
ojos fijos en él—. Los acordes de la guitarra acariciándote la piel…
Se lamió los labios mientras veía a Shaun dar un sorbo del líquido ambarino, tragó saliva
al mismo tiempo que él, tan consciente de su cuerpo como si fuera el suyo. «Ufff, quizá ese
vodka era muy fuerte». Tomo otro sorbo de su propia bebida, tratando de calmar sus ganas
con el vodka.
—La batería golpeando en las entrañas —siguió diciendo Shaun en voz baja—. Una voz
ronca y rasgada… acariciándote el oído, seduciéndote… el rock lo es todo.
Se movió sin ser consciente de hacerlo, poniéndose detrás de él. Había mucha gente
rodeándolos, así que se recordó que debía controlarse.
—No conozco ninguna canción que haga eso. Aunque no tengo curiosidad por hacerlo.
No necesito la música para sentir algo así —le dijo al oído.
Shaun inclinó la cabeza para escucharle mejor, echándose un poco hacia atrás,
recortando la distancia entre ellos.
—¿No? —preguntó en voz baja.
Negó con la cabeza a pesar de que sabía que no podía verlo. Dejó que sus labios rozaran
su oreja al hablar.
—Solo te necesito a ti... para hacerme entrar en calor. Seduciéndome, tocándome,
sintiéndote dentro…
La respiración de Shaun se volvió errática y sesgada, fue un sonido tan sensual que no
se pudo controlar y pegó con sutileza el pecho a su espalda, fingiendo que agarraba una
servilleta.
—Evan… —le advirtió Shaun conteniendo el aliento.
— Shaun… —Podía decirle un montón de cosas, que se moría por besarle desde que lo
vio, que no había dejado de imaginar toda la noche en cómo sería abalanzarse sobre él, que
llevaba días en que solo podía pensar en volver a estar juntos.
Como nada de eso era posible, cogió el vaso con whisky de Shaun y se bebió lo que
quedaba de un trago.
Shaun contuvo el aliento, mirándolo de una forma tan ardiente que toda su piel se erizó
como si le estuviera tocando. Estaba tan guapo, era impresionante… y era todo suyo.
—Espero que puedas hacerte cargo de lo que acabas de empezar —lo amenazó Shaun
en voz baja.
Sonrió sin amedrentarse, a lo mejor el alcohol le estaba dando un poco de valor… Quizá
no tenía que ver con la bebida y era la necesidad la que hablaba.
—No puedo dejar de pensar en quitarte la ropa —susurró sin apartar la mirada.
Sus ojos azules brillaron mientras jadeaba por la sorpresa.
—Vamos, o saldremos en todas las noticias de mañana y no es el tipo de publicidad que
necesito.
CAPÍTULO 19

Sabía que Shaun tenía una habitación en el hotel para prepararse antes de la gala, así
que no se sorprendió cuando lo guió a los ascensores. Se moría por besarle, pero la pareja
que entró con ellos le impidió cumplir su deseo. No era el único con problemas para
contenerse, Shaun se apoyó en el lado contrario del ascensor, asegurándose de evitar hacer
una tontería.
Recorrieron el pasillo en silencio, sus hombros rozándose mientras llegaban a la puerta
que desbloqueó con la tarjeta.
—No me traje nada para dormir —comentó al entrar, mirando la gigantesca cama
desecha con una pequeña sonrisa.
—Tenía la esperanza de no dormir demasiado y para eso lo único que vas a necesitar es
a mí —respondió besando su nuca.
Jadeó sorprendido por el estremecimiento de placer que recorrió su espalda.
—¿Esto es un intento de seducción? —preguntó con voz ronca. Le encantaban todas las
facetas de Shaun, la forma de comportarse cuando estaban a solas, sexy, descarado y
juguetón... lo excitaba de mala manera.
Sus brazos le rodearon la cintura, mientras presionaba el pecho en su espalda.
—Ajá… ¿Qué tal voy? ¿Tienes alguna sugerencia? Quiero que sea bueno para ti. —Su
tono sesgado e íntimo hizo que le temblaran las piernas.
—Muy bien —jadeó ladeando la cabeza dándole acceso a su cuello. Shaun tomó la
invitación enseguida, besando su cuello apasionadamente.
—Algo tengo que estar haciendo mal —le dijo—. Estás muy tenso.
Sonrió apoyando la cabeza en su hombro, siseando cuando sus dientes encajaron en la
tierna piel de su clavícula.
—Cierto, ahora que lo pienso es lo único que faltaba en tu evento. Alguien que dé
masajes.
—¿Por qué no lo pensé antes? No pasa nada… estoy muy comprometido con el bienestar
de los asistentes y si tú estás incómodo, es mi deber hacer que te sientas mejor —murmuró
desabrochando los botones de su chaqueta.
—¿Tu deber? —preguntó moviendo las caderas hacia atrás. Shaun se balanceó contra él,
dejando que sintiera su dura erección.
—Mi deber… y placer —susurró en su oreja bajando la mano para cubrir su miembro
que se apretaba de forma casi dolorosa en su pantalón.
—Y el mío —jadeó empujándose en su mano en busca de alivio.
Giró la cabeza necesitado de conseguir su boca, desesperado por volver a probar su
sabor.
Shaun lo beso a conciencia, alargándolo hasta que los dos acabaron casi sin aire.
Giró entre sus brazos para buscarle de nuevo. Sin dejar de besarlo, le abrió la chaqueta,
quitándosela y lanzándola al suelo. Gimió mientras Shaun lo obligaba a retroceder hasta la
pared y se deshacía de la parte de arriba de su ropa
Recorrió con manos ansiosas su espalda, dejando besos por su cuello, disfrutando del
asalto. Era como respirar de nuevo después de mucho tiempo, había un punto de euforia en
volver a acostarse con Shaun. En el fondo, suponía que quizá no acababa de creerse lo que
estaban viviendo.
Pasó las manos abiertas por sus costados, recreándose en sus curvas duras, antes de ir a
por su camisa, quitándosela con impaciencia.
Shaun lo ayudó desabrochándose los puños para poder tirar la prenda y se presionó
contra él en cuanto fue libre.
Jadearon sin dejar de besarse, disfrutando de sentir sus pieles juntas. Bajó las manos a
su cintura buscando su cinturón, quería fuera toda esa ropa que estorbaba.
Shaun jadeó separándose de él, tomando una profunda bocanada de aire.
—¿Qué? —le preguntó desconcertado cuando se alejó.
Él le dedicó una pequeña sonrisa de disculpa sacando su móvil del bolsillo.
—Solo será un minuto —le aseguró—. Quítate la ropa —ordenó con una sonrisa
mirándolo de arriba abajo.
Estaba tan excitado que la cabeza le daba vueltas, sabía que Shaun estaría hablando con
Cinthia, pero no fue capaz de entender ni una sola palabra.
Shaun se sentó en la silla del escritorio, parecía prestar atención a la conversación,
aunque sus ojos seguían pendientes de él.
Se pasó la lengua por los labios sin dejar de mirarle, el corazón latiendo desbocado en su
garganta. Se inclinó quitándose los zapatos y calcetines antes de ir hacia la cama.
Sonrió satisfecho al ver como Shaun seguía pendiente de cada movimiento. Desabrochó
el cinturón con calma, respirando lenta y profundamente para tratar de tranquilizarse.
Los ojos de Shaun brillaron con interés cuando lo vio agarrar el botón de su pantalón. Le
dedicó una lenta sonrisa mientras bajaba la bragueta, pero no hizo nada por quitarse la
ropa.
Shaun le llamó con un gesto para conseguir su atención, señalando la maleta que había
dejado en el sofá. Entendió el motivo cuando vio el neceser abierto con un frasco de
lubricante sin abrir y un paquete de condones nuevo.
Alzó una ceja levantando las dos cosas.
—Creído —murmuró casi sin hacer ruido.
A pesar de ello, abrió los dos y los dejó en la mesilla antes de bajarse el pantalón. Los
brazos de Shaun lo rodearon pegando todo su cuerpo desnudo al suyo.
—¿Cuándo te quitaste la ropa? —preguntó divertido. Apenas le había dado la espalda
unos segundos.
—Adelantaba trabajo —murmuró mordiéndole el cuello.
Se rio sin aliento, mientras él se hacía cargo de su ropa interior y lo giraba para lanzarlo
sobre la cama.
—No podía dejar de mirarte esta noche —murmuró Shaun sentándose encima de sus
caderas.
Gimió sin contenerse mientras su erección encajaba en el culo de Shaun. Él le dedicó una
maliciosa sonrisa, poniendo la mano sobre su pecho para mecer sus caderas, creando una
deliciosa fricción en su miembro que estaba a punto de explotar.
—Estás muy sexy en traje —siguió diciendo mientras se movía sobre él de forma
sensual—. No sé cómo pude contenerme durante toda la noche.
Jadeó aprovechando para acariciar su pecho, recorriendo sus tatuajes con los dedos y
bajando a rodear su erección, acariciándola con firmeza.
Shaun era aún más atractivo cuando estaba así, perdido en el placer, dejándose llevar.
Le encantaba el poder que tenía sobre él, era adictivo saber que apenas necesitaba un roce
para volverlo loco.
Shaun jadeó empujando las caderas, hacia delante, se inclinó sobre él para poder
besarle a conciencia. Le apartó la mano con la que le estaba tocando y se la sostuvo contra
el colchón, inmovilizándole por encima de su cabeza, haciendo lo mismo con la otra.
—No voy a durar mucho si sigues así. Además… creo que tengo un asunto pendiente
contigo y estarás ansioso por cobrar tu premio.
Miró sus ojos azules, esos zafiros que lo hacían olvidarse de todo el mundo que conocía,
de su propia sexualidad y que lo llevaban a perder la cordura.
Movió las caderas gimiendo al deslizarse contra su piel ardiente. Negó con la cabeza
rozando sus labios con los tuyos.
—Hoy no —susurró.
—¿No quieres hacérmelo a mí? —le preguntó Shaun desconcertado.
—Quiero —le dijo para tranquilizarlo—. Aunque no será esta noche. Hoy es todo para ti.
Los ojos de Shaun brillaron con una emoción que reconoció enseguida, pero a la que no
se atrevió a darle nombre.
—¿Me estás diciendo que esta noche eres mío? —preguntó besándole con una sonrisa
adornando sus labios.
—Hasta que tú quieras —murmuró completamente perdido en él. «A la mierda el
mundo, esto merece la pena». No podía ser incorrecto estar con alguien que le hacía tan
feliz y lo hacía sentirse tan bien.
Shaun pareció pensar lo mismo porque buscó su boca con un deje desesperado que no
se le pasó por alto. Se movió sin abandonar el beso, poniéndose de rodillas entre sus
piernas.
Gimió con necesidad contoneando las caderas debajo de él, disfrutando de sentir su
erección rozándose con la suya, causando estragos en su cuerpo que ya estaba al límite
pese a que ni le había tocado.
Shaun jadeó en respuesta soltando sus manos y agarrando sus muslos, dándole un
ligero apretón para pedirle que se moviera. Cortó el beso, pero no dejó de tocarlo con sus
labios, trazando un sinuoso camino por su mandíbula y su cuello.
Le hizo más espacio entre sus piernas mientras siseaba al notar cómo dejaba pequeños
mordiscos por su hombro.
—No voy a durar mucho la primera vez —le advirtió echando la cabeza hacia atrás con
docilidad.
Shaun hizo un ruido ronco con su garganta mientras bajaba por su pecho, lamiendo y
succionando su piel.
—Puedo arreglar eso —le ofreció acariciando su erección con la mano.
—Te quiero a ti —dijo antes de pensarlo.
Shaun soltó un gemido.
—Eso suena prometedor —susurró pasando la lengua por su pezón derecho,
atrapándolo con la boca para succionar con fuerza antes de dejarle un pequeño mordisco
que lo hizo levantar la espalda del colchón.
—Joder… —murmuró echando la cabeza hacia atrás mientras Shaun procuraba las
mismas atenciones al otro pezón.
—Dame el lubricante —pidió contra su piel acariciando sus muslos—. Y date la vuelta
—le pidió besando el centro de su pecho, moviéndose para dejarle espacio.
Le lanzó el frasco con rapidez junto con un condón y se dio la vuelta. Shaun se hizo
cargo y enseguida notó su dedo lubricado deslizándose dentro de su cuerpo.
—Sí… —jadeó con necesidad. Por fin iba a tenerle de nuevo.
Shaun acarició su espalda con la otra mano, mordiendo despacio su cadera, intercalando
suaves besos con pequeños mordiscos que lo volvieron loco y lo hicieron mecerse contra su
mano.
—Me gusta verte perder el control —admitió Shaun deslizando un segundo dedo—. Ver
cómo te desmoronas poco a poco.
Gimió incapaz de pronunciar ni una palabra cuando sus dedos encontraron su próstata.
No le importaba mostrarse tan desesperado, sabía que estaba a salvo con Shaun, que no lo
juzgaría.
—Saber que estás así por mí —susurró deslizando un tercero.
Jadeó con el corazón bombeando enloquecido en su pecho, apoyó la frente en las
sábanas mientras gemía completamente perdido en una espiral de placer.
—Estoy contigo… —lo tranquilizó Shaun en su oído. Retiró sus dedos y agarrando con
una mano su cadera, se deslizó muy despacio dentro de él.
Los dos gimieron al unísono, saboreando la forma en que su cuerpo dispuesto, parecía
disfrutar la intromisión.
Dejó salir todo el aire de golpe en medio de un largo y lastimero gemido. Ese momento
era único, el instante, en que lo tenía por completo dentro de él.
—Shaun… —lo llamó necesitando más, queriendo más, ansiando conseguir todo lo que
pudiera de ese extraño hombre que había vuelto su vida del revés. Los dos contuvieron el
aliento, parando su mundo privado en ese instante en el que al fin eran uno.
—Evan… —El tono desnudo y crudo de Shaun le dijo lo que necesitaba. Seguían igual
que el primer día en que se conocieron, juntos en toda esa locura. En la misma página, en
las mismas circunstancias.
—No me lo digas —le pidió en voz baja—. No estoy preparado para oírlo.
Shaun besó su espalda, haciéndole saber que seguía allí.
—No lo necesito, puedo demostrártelo.
Shaun apoyó la mano sobre el centro de su espalda, moviéndose muy despacio en su
interior para retirarse y volver a entrar, con embestidas suaves y superficiales, jugando con
él.
—Demuéstramelo… —pidió acompasando sus caderas a las suyas, intentando llevarlo
más adentro—. Aleja las dudas… haz que me lo crea —rogó apretando los dientes con
necesidad.
Excitado, Shaun jadeó sobre su piel, su miembro endureciéndose más dentro de él,
queriendo complacerle. Como si todo su ser estuviera reaccionando a su petición.
—Cree en mí Evan, confía en nosotros… —En un fluido movimiento se retiró y le cerró
las piernas, sentándose a horcajadas sobre sus muslos, empujándose para penetrarlo
profundamente.
Jadeó en agradecimiento por tenerlo por fin en su interior de nuevo. Aún así, Shaun se
movió como si tuviera todo el tiempo del mundo, deslizándose dentro de él para retirarse
apenas unos centímetros antes de volver a empujar.
—Shaun… por favor… —pidió roto de deseo.
Shaun dejó salir una risa ahogada por el esfuerzo, todo su cuerpo temblando de
necesidad en su empeño por contenerse. Se retiró muy poco a poco hasta que apenas
quedó la punta dentro mientras se inclinaba sobre él para hablarle al oído.
—¿Por favor, qué? —susurró dándole una palmada, haciéndole jadear fuerte mientras
lo penetraba hasta el fondo.
—Dámelo… —demandó desesperado—. Fóllame…
—¿Sí? —preguntó con malicia acariciando su espalda, recreándose en tenerle así de
desquiciado.
—Sí, por favor. Más profundo… más rápido… —pidió sin vergüenza, perdido en su
necesidad.
Shaun gimió agarrándolo de la cintura tirando de él presionándolo contra el colchón. Le
sostuvo con firmeza de la cintura y lo embistió con fuerza, clavándose dentro de él,
golpeando su próstata.
Embistió su cuerpo una y otra vez hasta que todo desapareció a su alrededor y solo
existían ellos y ese momento.
—¡Shaun! —gritó fuera de control, apoyándose en las palmas de las manos para
empujar hacia atrás pidiéndole más.
No le hizo esperar ni un segundo, estaba tan muerto de necesidad como él. Lo embistió
bruscamente, aumentando la rapidez y fuerza con la que empujaba. Sus dedos parecían
acero clavándose en su piel, pero estaba disfrutando cada segundo de ello.
—¡Más! ¡Por favor, más! Quiero sentirte después —pidió gimiendo como si estuviera
agonizando perdido en el placer.
Shaun destrozó sus caderas contra las suyas, machacándole a un ritmo despiadado y
salvaje.
No tuvo ni que rozarse, se corrió gritando hasta que se le quebró la voz. Su interior
explotando en éxtasis, estrangulando el miembro de Shaun que tocó techo en ese mismo
instante.
Los dos cayeron sobre la cama agotados, con el corazón retumbando e incapaces de
respirar. El mundo dejó de girar al cabo de unos minutos.
Shaun todavía resollando, se movió con cuidado para retirarse.
—¿Te hice daño? —preguntó en voz baja, besando su hombro.
Negó con la cabeza empezando a notar como el cansancio le hacía mella, le escuchó
encargarse del preservativo y lo sintió salir de la cama.
Adormilado, movió la cabeza incapaz de levantarse, aunque su vida dependiera de ello.
Giró a verlo cuando notó una toalla húmeda limpiando su entrada.
—¿Servicio especial? —preguntó bostezando.
—No —le contestó él cogiendo el edredón para taparle—. Esto solo es para ti —
murmuró besando su frente.
Sonrió viendo como cerraba las cortinas y se metía en la cama. Se acurrucó en su
costado, pasándole un brazo por la espalda para estar más cerca de él.
Se puso de lado negándose a perder la oportunidad de dormir como lo hacían
normalmente.
Shaun suspiró cuando lo rodeó con el brazo, relajado y flexible. Giró la cabeza para
recibir un último beso que los hizo sonreír.
Mañana tendría mucho en qué pensar, por ahora… nada era más importante que ese
instante.
CAPÍTULO 20

No tuvo mucho tiempo de pensar al día siguiente. Shaun lo convenció de pasar todo el
día en la cama.
Pidieron un desayuno variado al servicio de habitaciones, que tomaron hablando de
tonterías. Volvieron a hundirse entre las sábanas para ver una serie que pasaban por la
televisión.
Antes del mediodía, Shaun se duchó para poder bajar al primer piso y comprobar que
estuvieran retirando los cuadros tal y como él quería. Aprovechó su ausencia para ducharse
y mandar un mensaje a Brian diciéndole que no iría a beber con él y los chicos.
La vergonzosa respuesta de su mejor amigo fue enviar el emoji de la berenjena y una
carita con lágrimas en los ojos.
Shaun se quitó la ropa en cuanto regresó a la habitación, volviendo a la cama para tener
una sesión de sexo maratoniana que los hizo dormir hasta media tarde y pedir una
cantidad escandalosa de comida.
Todavía estaba tratando de tomar el postre cuando Shaun le asaltó de nuevo, follándolo
de una forma rápida y sucia que lo dejó fuera de juego durante varias horas.
Cenaron con las puertas del balcón abiertas, sentados en el suelo envueltos en las
sábanas. Bebieron una botella de vino y brindaron con champán para celebrar el discreto
mensaje de Cinthia informándole de que se habían vendido casi todas las obras de la
exposición
Estaba seguro de que su cuerpo no soportaría más sexo, pero Shaun dedicó media hora
a recorrerlo de arriba abajo. Usó solo su lengua y sus labios hasta que estaba tan
desesperado por tenerlo, que suplicó sin ningún tipo de control.
No había forma de que pudieran hacerlo de nuevo, pero se despertó durante la
madrugada y no pudo evitar llenarlo de besos y volverlo loco con sus labios hasta que
terminó en su boca.
Apenas se reconocía cuando se vio al espejo del baño, listos para marcharse después de
desayunar. Shaun fue a liquidar la habitación mientras él le esperaba fuera. Se separaron en
el parking, ya que cada uno había traído su propio coche. Shaun debía volver a la galería y
él entraba a trabajar en menos de una hora. Se conformaron con robarse un beso después
de asegurarse de que no había nadie cerca y salieron de vuelta al mundo real.
Pasó por su casa para ponerse ropa limpia y fue directo al Narval. Fue un turno duro,
sentía agujetas por todas partes y cada vez que se agachaba para recoger algo, su cuerpo le
recordaba lo que había estado haciendo con Shaun las últimas veinticuatro horas.

Shaun:
¿Cenamos esta noche y vemos una película?
Sonrió mientras respondía.

Evan:
Tendrás que bajar tú a por la cena, no puedo moverme.

Shaun:
Podría darte un masaje.

Negó con la cabeza mientras escribía.

Evan:
No hay ni una parte de mí que no hayas masajeado ya. Los dos sabemos que no te conformaría
con eso.

Shaun:
Podría darte uno, solo por el placer de hacerlo. Me gusta tocarte.

Sonrió lamiéndose los labios al recordar cómo se lo había demostrado ayer.

Evan:
Sé que te gusta. Tengo marcas en mi cuerpo que dan fe de ello.

Shaun:
Seré bueno, lo prometo. Incluso te preparé la cena para que me perdones.

Evan:
¿Sabes cocinar?

Shaun:
No, pero hay un par de recetas que me salen bien, pararé a comprar lo que necesito. Tenía que ir
al supermercado de todas formas. Nos quedamos sin condones.

Se rio mientras tecleaba.


—¿De qué te ríes? —le preguntó Brian—. Solo te dije si querías una cerveza.
Levantó el teléfono a modo de explicación mientras terminaba.
Evan:
Compra la caja grande. Te veo luego.

Shaun:
Eso suena prometedor, no me envíes mensajes contradictorios.

Estalló en risas mientras bloqueaba la pantalla para guardarlo en el bolsillo.


—Vampiresa, vampiresa —canturreó Brian dándole un botellín—. Ya veo cuál fue tu
regalo de San Valentín. Como tu amigo debo avisarte de que ese tipo de regalos, solo
puedes hacerlos una vez cada diez años.
—¿De qué hablas? —preguntó desconcertado mirando a su amigo
—Como no sabías que darle, te ofreciste como presente, todos hemos hecho eso alguna
vez —le dijo de forma condescendiente.
—Que asco, no quiero saber eso y para tu información le compré un regalo de verdad.
—Pues tuvo que ser un buen regalo porque no te movías tan despacio desde que en
segundo Jimy Heard te dio una paliza —le recordó pinchándole el costado.
Lo apartó de un manotazo.
—Quita. No me pegó, eso fue una masacre. Eran tres contra uno.
—Eso es verdad, siempre fue un abusón —le concedió su amigo.
—No importa, me dolieron las costillas un par de días, pero le di su merecido cuando
pinté el coche del director con pintura y dejé el frasco en su taquilla.
Brian se desternilló de la risa al recordarlo.
—Cierto, buena jugada. Entonces, ¿qué le compraste a tu vampiresa?
—No le llames así —le señaló con cansancio empujándolo del hombro—. Le regalé una
estilográfica.
Brian se atragantó con la cerveza.
—¿Le regalaste un boli? —preguntó horrorizado entre toses—. ¿El día de San Valentín?
Tío… no es tu culpa, no sabes nada de las relaciones. Tenía que haberme asegurado que
sabías nadar antes de dejarte en ese charco —murmuró para sí mismo.
—Es un regalo perfecto —se defendió indignado.
—No lo es. Te lo dije, flores, perfume, joyas. Nunca bolis —le riñó Brian muy serio.
—No es un bolígrafo. Es una estilográfica y de las buenas.
Brian lo observó boquiabierto.
—Vamos a ver… ¿Por qué creíste que ese sería un buen regalo?
Miró al techo mientras hablaba.
—Porque en su trabajo firma muchos papeles, así que es algo útil. Encargué un cromado
del color de sus ojos e hice que grabaran su nombre.
Brian lo miró entrecerrando los ojos, mientras le dedicaba un ceño fruncido.
—Además, es como una señal. Su trabajo es un punto un poco escabroso entre nosotros,
quería darle algo que fuera como una ofrenda de paz. Algo que dijera que le apoyo con eso.
—¿Gana mucha pasta? —le preguntó.
Asintió con la cabeza.
—Fui a su casa hace unas semanas y me quedé a dormir. —Ignoró el sonido de sorpresa
estrangulado que hizo Brian—. Vive en un edificio con portero, su casa es como tres veces
la mía, todo elegante y fino —le resumió.
Brian soltó un largo silbido.
—Eso del dinero es una gilipollez. Que tu chica gane más que tú, no es motivo de
vergüenza. Eso es de sentirse inseguro y tú no eres así.
—No me avergüenzo —dijo enseguida—. Estoy orgulloso de lo que ha conseguido. Todo
es a base de trabajo y esfuerzo, trabaja muchísimas horas y está pendiente de cada
minúsculo detalle. Se merece que le vaya bien.
Él sonrió dándole una palmada en la pierna.
—Claro que sí, hermano. No hay nada de malo en eso. Ella es quien debería estar
avergonzada por fijarse en un perdedor como tú —bromeó Brian.
—Es un milagro —aceptó.
—No digas eso, solo estaba de broma. Eres genial y ella también lo ve. Si no, no saldría
contigo —lo consoló.
Asintió, aunque no estaba muy convencido.
—Últimamente he estado pensando mucho…
Brian lo miró girando la cabeza como si tuviera un espasmo.
—No te atrevas a casarte. Eres el último del grupo en conseguir pareja. No puedes
casarte de primero. Nina me matará.
Se rio negando con la cabeza.
—No es nada de eso —le tranquilizó con rapidez.
—Bien, todavía no la he conocido. No te di mi visto bueno. Mi chico no puede formalizar
su relación sin que yo la vea antes.
Puso los ojos en blanco negando con la cabeza.
—He pensado sobre mi vida, las cosas que quería hacer, pero nunca he hecho.
—Ufff… mierda de la dura. Bebe cerveza, eso ayudará a que pase —le aconsejó su amigo.
—¿Sabes que cuando estaba en el instituto soñaba con abrir un restaurante?
—¿En plan elegante? —preguntó extrañado.
—No, más como un restaurante familiar. Mi hermana cocina muy bien, solíamos
fantasear con abrir uno cuando yo tuviera edad suficiente.
Brian lo miró sorprendido.
—Bueno, son las típicas cosas que uno piensa, pero nunca hace. Cuando te enamoras de
alguien piensas en ese tipo de cosas. Quieres ser mejor para la otra persona. ¿Por qué crees
que estoy estudiando para ser conductor de ambulancia?
—¿Por qué era menos tiempo que prepararte para médico?
Brian negó con la cabeza mientras se reía.
—No, imbécil. Quiero darle una buena vida a Nina, que se sienta orgullosa de mí y hacer
algo que me haga feliz, para poder hacerla feliz a ella.
Miró a su amigo con incredulidad.
—Creo que es la primera vez que oigo decir algo tan profundo. ¿Qué marca de cerveza
es esta? Te regalaré un bidón.
Brian le empujó del hombro.
—Cállate, capullo. Vamos, la vampiresa te tiene agarrado por los huevos, sabes de lo que
te hablo.
—No tengo ni idea —negó sonriendo—. ¿Vas a soltarme otro discursito romántico?
¿Puedes repetírmelo para que lo grabe y se lo envíe a Nina?
—Cállate —le ordenó Brian con las mejillas coloradas.
Se rio aprovechando para darle un sorbo a su cerveza.
—Tenemos una barbacoa el sábado y necesitamos a un jugador para jugar al póker.
¿Crees que Shaun querría venir? Las chicas quieren conocerlo.
El corazón le dio un vuelco al escuchar su nombre.
—No sé si sabe jugar —contestó inseguro.
—Podemos enseñarle en un momento, solo es diversión. Además, tú eres muy bueno, si
lo ponemos de tu pareja puede que el resto tengamos una oportunidad y ganemos algo —lo
picó riéndose.
—No sé si estará libre —dijo sin querer comprometerse.
—Pregúntale, seguro que puede.

—¿Al póker? —preguntó Shaun mientras él recogía la mesa.


Shaun le había preparado una pasta con verduras que estaba muy buena y él se encargó
de limpiar.
—Sí, no es gran cosa. Solemos hacer barbacoas y luego jugamos al póker por parejas.
Nina suele pasar de jugar porque somos impares y prefiere meterse con todos los demás,
pero a Brian se le ocurrió y… no tienes que ir si no te apetece —le ofreció metiendo los
últimos platos en el lavavajillas.
—No se trata de lo que yo quiera —le respondió Shaun mirándolo desde el sofá—. Me
gustan tus amigos. ¿Estarás cómodo si yo estoy allí con ellos?
—No te lo habría dicho si no quisiera que fueras.
—Evan —suspiró Shaun observándolo.
Se sentó a su lado, agarrando el mando para poner la película que iban a ver.
La mano de Shaun sujetó su mandíbula obligándole a mirarle.
—No quiero forzarte a algo que no quieras hacer. Ni que te sientas raro cuando estés
con tu gente. En la bolera no tuvimos opción, pero ahora la tienes. No tengo por qué
conocerlos, estamos bien así. No tenemos que cambiar nada.
Lo miró a los ojos, encontrándolos tranquilos y sinceros. Le estaba dando una opción,
una salida… aunque no era necesario, no era lo que quería.
Sentía la repentina necesidad de hacer cosas con Shaun, de ir a donde le apeteciera con
él, de dejar de esconderse. Sabía que no podía ser, pero no evitaba que lo quisiera de todas
maneras.
—Quiero que vengas, que os conozcáis. No como mi… —se interrumpió inseguro.
No llegaron a hablar de eso. ¿Novio? ¿Amante? Todo sonaba antinatural e incorrecto. No
porque Shaun no fuera alguien importante en su vida, que lo era. Si no porque no sabía que
nombre darle a lo que estaban viviendo, no tenía sentido con lo que sabía de sí mismo hasta
que lo conoció
—Ya lo sé —lo tranquilizó Shaun con una sonrisa amplia—. Entonces iré y
desplumaremos a esos pardillos.
Se rio apoyando su frente en la suya.
—¿Sabes siquiera jugar? —le preguntó.
—No. Se me da muy bien jugar al parchís, a la oca… —murmuró muy serio.
Se rio pasando la mano por su espalda para tenerle más cerca, metiéndola bajo su jersey
y acariciando su piel.
—Y al bingo, soy bueno en ese —terminó de enumerar Shaun muy satisfecho consigo
mismo—. Una vez probé al tres en raya. No acabó bien, me enfadé con el niño con el que
jugaba y enterré las fichas en el jardín.
—Muy maduro —concedió.
—Lo fui —aseguró convencido—. La otra opción era enterrar al niño repelente. A nadie
le gustan los malos ganadores.
—Te enseñaré, soy el mejor jugador, no puedo permitir que me arrastres al fango —lo
picó riéndose cuando vio la mirada malintencionada que le dedicó.
—No lo haré —le aseguró alejándose un poco de él—. Pero que conste que te encantaría
si lo hiciera y lo sabes.
Estalló en carcajadas.
—Probablemente sí —aceptó con una pequeña sonrisa.
—Seguro que sí —le corrigió Shaun robándole un beso antes de acostarse en su lado del
sofá—. Disfrutarías de cada segundo.
Sonrió sin contenerse mientras apagaba la luz y se tumbaba sobre él, olvidándose de la
película a favor de tener su boca. No habría sexo esa noche, pero estaba bien mientras
pudiera seguir besándole.
Aquello era en un territorio completamente nuevo, aunque no daba tanto miedo cuando
Shaun estaba a su lado.
CAPÍTULO 21

Puede que la barbacoa no fuera algo tan simple como pensaba. Pasó toda la semana
nervioso, dándole vueltas al tema e incluso entró en pánico un par de veces a punto de
retractarse y cancelar la cena.
No ayudó que casi no pudiera ver a Shaun esa semana. Como la mayoría de las
fotografías y cuadros de la exposición se habían vendido, tuvo mucho que organizar. Para
poder verlo acabó por ir a la galería, donde pasaron el rato jugando al póker para que al
menos conociera las nociones básicas. Hablaban por teléfono constantemente, pero no fue
suficiente para calmar sus nervios.
Cuando el sábado escuchó el timbre de la puerta, ya no tenía claro ni qué quería hacer.
Para su comida de amigos, Shaun había rebajado su elegancia del trabajo o su excentricidad
del rock. Llevaba unos vaqueros azules y un jersey rojo ajustado con zapatillas de deporte.
No era nada especial, un atuendo informal y completamente normal… que hizo que el
estómago le diera un vuelco.
Lo agarró del brazo y lo metió en el apartamento, besándolo en cuanto escuchó que se
cerraba la puerta.
Lo besó con hambre, colmado de una necesidad que no sabía que tenía mientras Shaun
deslizaba su lengua en la suya y lo apretaba contra su cuerpo tan ansioso como él. Le agarró
el culo con ambas manos, prácticamente frotándose en él.
—Estamos a dos segundos de pasar de tu comida y tener un buffet libre aquí mismo —le
advirtió Shaun.
Sonrió resollando casi sin aire, apoyando la cabeza en su hombro.
Shaun lo rodeó con sus brazos, acariciándole la espalda.
—¿Estás nervioso? —le preguntó en voz baja.
Sonrió girando la cabeza, presionando su nariz contra su cuello.
—¿Tan obvio soy? —Lo abrazó de la cintura dejando que el peso de su cuerpo se
apoyara en el de Shaun.
Su risa le hizo cosquillas, pero también lo hizo sonreír. Shaun metió la mano entre su
pelo, acariciándolo de una forma que relajó sus músculos como si hubiera activado algún
tipo de botón secreto.
—No, solo lo imaginé. Aún podemos echarnos atrás —comentó.
Suspiró odiando lo inseguro que se sentía, no era una sensación con la que estuviera
familiarizado.
—Quiero hacerlo. Pero son personas muy importantes en mi vida. No quiero que me
odien o que me juzguen solo por la persona con la que estoy.
Shaun dejó un beso en su cuello, consolándolo.
—Si son tus amigos de verdad no debería importarles, puede que se sorprendan, pero
son buenas personas. Acabarán entendiendo.
—Lo sé, ellos son geniales. En el fondo espero que, si te conocen como yo, entiendan
mejor lo que siento por ti.
Shaun sonrió contra su piel, haciéndole sonreír también.
—Estaremos bien —le tranquilizó apretando sus brazos alrededor de él—. Seré el
invitado ideal.
—No necesito que seas perfecto, solo sé tú mismo. A los chicos ya les caes bien, las
chicas son geniales, te las ganarás fácilmente.
—No lo retrasemos más —decidió Shaun separándose—. Eso hará que estés más
nervioso. Por si ayuda, prometo mantener mis manos lejos de ti y comportarme de la forma
más amistosa posible.
Sonrió agradecido.
—Vamos, o volveré a asustarme —dijo con sinceridad.
Shaun se rio, abriendo la puerta.
—Estaré justo ahí, listo para atraparte.
Fueron juntos en su coche, haciendo una parada en el supermercado ya que él siempre
llevaba la cerveza, era su tarea ya que los demás se encargaban de la comida.
—Por cierto, esta vez no hace falta que te dejes ganar para caerles bien —le dijo
mientras esperaba a que le abrieran la puerta.
—Me lo pensaré —le contestó Shaun sonriendo.
—Llegas tarde —le anunció Nina nada más abrirles. Se quedó mirando a Shaun sin
parpadear.
—Es de mala educación quedarte mirando a alguien sin decir nada. Acosadora —le
recordó al ver que no se movía.
—Brian dijo que le traerías, pero creía que solo estaba de broma. ¿Te acuerdas de mí?
—Por supuesto, Nina. ¿Verdad? —le dijo tendiéndole la mano.
Ella sonrió estrechándosela.
—Pasa, les he hablado a las chicas de ti. Se mueren por conocerte. —Y sin más se
apropió de Shaun para sí misma.
Lo vio hablar con las chicas y reírse mientras preparaban la barbacoa, lo pilló varias
veces mirándole e incluso le guiñó un ojo cuando sus ojos se encontraron.
A la hora de la comida, lo colocaron en frente a él en la mesa. Era alguien nuevo, así que
todos tenían preguntas que hacerle.
Shaun contestó con paciencia y buen humor, respondiendo sin cansarse ni inmutarse
por la falta de tacto de los chicos.
—Oye, Shaun. ¿Cuánta gente trabaja para ti?
—Solo somos dos en la galería. Luego tenemos un equipo que colabora con nosotros,
seguridad, gestoría y azafatas —le dijo él sonriendo.
Brian le dedicó una mirada que no supo identificar antes de preguntarle de nuevo a
Shaun.
—¿Y cómo se llama?
—Cinthia. Ella es mi mano derecha —le respondió Shaun.
Brian le dedicó un gesto burlón, satisfecho como si hubiera descubierto algo importante.
Miró a su amigo horrorizado, Brian entendió todo mal. Creía que Cinthia era la chica con
la que estaba saliendo.
Ninguno de los demás parecía darse cuenta de lo que pasaba, lo que significaba que
Brian le había guardado el secreto incluso de Nina.
Sabía que era la coartada perfecta para que dejara de molestarlo y que además serviría
para ocultar lo que estaba pasando con Shaun, pero hizo que su estómago se contrajera.
—Hablando de chicas —aprovechó para decir Nina—. ¿Sales con alguien, Shaun?
Porque hay un par de amigas nuestras a las que podríamos presentarte —le ofreció
mientras las demás se reían.
Shaun tuvo el descaro de sonreír al mismo tiempo que giraba el tenedor en su mano con
un gesto desenfadado.
—Algo hay, aunque no estoy del todo seguro. Define salir —le pidió.
Los chicos se rieron mientras Nina prácticamente se frotaba las manos por un buen
chisme.
—No pareces el tipo de hombre al que haya que explicarle esas cosas —señaló Alison, la
novia de Nick.
—Bueno, nunca había salido con nadie antes. Así que puede que necesite alguna guía —
le respondió Shaun.
—Eso es fácil. Trátala bien, sé atento y no andes con otras. Fácil —le sugirió Nara
sonriendo a Chase y guiñándole un ojo.
—Soy un poco desastre, así que podría venirme bien algún consejo más específico —le
pidió con sinceridad.
Negó con la cabeza mientras comía en silencio, atento a cada palabra, pero sin atreverse
a mirarle por si alguien sospechaba de lo que pasaba.
—En realidad, las chicas somos simples —dijo Eli, la novia de Pitt.
Los chicos abuchearon la afirmación a todo volumen.
—Es verdad. Lo somos —la defendió Nina.
—Por favor, deberían repartir libros de instrucciones cuando empiezas a salir con una
chica —le aseguró Nick haciendo que los hombres gritaran su acuerdo.
—No hagas caso de estos idiotas. No sabrían qué hacer ni aunque les diéramos un mapa,
un GPS y hasta un tutorial —les dijo Eli consiguiendo que todos rieran.
—Tú haznos caso. Si quieres que ella acepte salir contigo no se lo digas directamente.
Primero camélatela. Sé atento, llévala a cenar o comer a sitios bonitos… —empezó a decir
Eli.
—Ponle esfuerzo de verdad, a lo que le hagas en la cama —la interrumpió Nina. Todos
estallaron en carcajadas por la ocurrencia, pero él casi se atraganta entre toses al
escucharla.
Nick le dio un par de golpecitos en la espalda.
—En ese tema estamos bien. Si es por las cosas que hacemos en la cama no me dejará
nunca —dijo Shaun con la misma tranquilidad que si hablara de la comida.
Aguantó en la mesa todo lo pudo antes de escaparse al baño. Se echó agua en la cara
mientras se miraba al espejo. No había que exagerar, solo estaban bromeando, la
personalidad de Shaun era así. No era nada de malo, nadie iba a sospechar por eso.
Dos pequeños golpes sonaron en la puerta.
—¿Sí?
—Soy yo —dijo Shaun en voz baja.
Abrió con rapidez, dejándolo pasar antes de que alguien lo viera. Los hombres no iban al
baño por parejas.
—¿Qué haces aquí? Los demás van a pensar mal.
—Tranquilo, están recogiendo para poner el postre y empezar a jugar al póker. Además,
hay toda una guerra de sexos ahí fuera. Venía a asegurarme de que estabas bien. Te
quedaste lívido en la mesa. Lo siento si fue demasiado, te prometo que trataré de
controlarme —le dijo observándolo con cautela.
Miró su cara marcada por un gesto de preocupación y no pudo evitar sentirse culpable.
—Estoy bien. Perdona, aún no acabo de creerme que estés aquí. Sé que no era en serio,
es solo que empecé a pensar en lo que se imaginarán cuando se entere de que soy la novia
de la que hablas. No quiero que piensen en las cosas que hacemos en la cama, ni quién de
los dos lo hace —dijo en voz muy baja por si hubiera alguien cerca.
El ceño de Shaun se hizo más profundo.
—No volveré a decir nada —prometió.
—No estoy cómodo con ese tema. No porque no me guste lo que hacemos… es que no sé
cómo… —intentó explicarle.
—Lo entiendo. Sabes que no eres menos hombre por estar abajo. ¿Verdad?
—No soy tan idiota —le dijo conteniéndose de resoplar—. Sé que no importa, es que
pienso a largo plazo, no quiero que me imaginen… que piensen en nosotros de esa manera.
Shaun asintió con la cabeza.
—Vale, seré bueno. Tengo que portarme muy bien contigo, lo dicen las chicas.
Eso lo hizo sonreír.
—Deberías, sí. —Se pasó la mano por la cara—. Parezco idiota.
—No eres idiota, estás preocupado. Es normal —lo tranquilizó Shaun.
—¿Te diste cuenta de que Brian cree que salgo con Cinthia? —inquirió agradecido que
no tratara de tocarlo. Sinceramente no creía que estuviera preparado para ninguna
muestra de afecto con sus amigos tan cerca, aunque fuera a puerta cerrada.
—No uní los puntos hasta que vi cómo te miraba. Supongo que es lo mejor por el
momento —le dijo Shaun.
Asintió frunciendo el ceño.
—Me duele el estómago —le confesó—. Estoy demasiado nervioso.
—Me di cuenta, casi no comiste nada y sueles tener buen apetito. ¿Quieres que ponga
alguna excusa para poder marcharnos?
—No, está bien. Fue mi idea. Estaré bien enseguida, solo necesito calmarme.
—¿Seguro? —quiso asegurarse Shaun.
No parecía muy convencido, así que puso su mejor cara para calmarlo.
—Iré enseguida —le prometió.
No pudo pasárselo bien del todo. Pasó el tiempo que estuvieron con los demás,
pendiente de si podía malinterpretarse algo, en qué pensarían si se enteraban, en a cuántos
podría considerar amigos después de saber la verdad.
Para cuando por fin salieron de allí, le iba a estallar la cabeza. Hicieron el camino de
vuelta en un silencio tenso e incómodo que nunca habían tenido antes.
—¿Quieres subir y hablamos de ello? —le ofreció Shaun en voz baja cuando lo dejó en
su apartamento.
—Mejor mañana, ¿vale? —le respondió decidido a no portarse como un idiota. Sabía
que había entrado en pánico y se estaba dejando dominar por el miedo, pero no lo podía
evitar. De repente, todo era demasiado real, demasiado difícil, demasiado aterrador.
—Evan… —murmuró Shaun.
—Esta noche no.
—Vale —aceptó él en voz baja antes de salir del coche.
Creía que se sentiría mejor, pero la ausencia de Shaun solo hizo que el nudo que tenía en
su estómago creciera. Volvió a casa y se metió directo en la cama, pero fue incapaz de
conseguir que su cabeza dejara de girar.
A las tres se encontraba tan mal que le dolía el pecho. Se puso un abrigo sobre la ropa de
dormir y se subió al coche sin ser consciente de que iba a un destino concreto hasta que se
fijó a donde había llegado.
Quitó las llaves del contacto y recorrió el pequeño jardín a la puerta de entrada para
pulsar el timbre.
—¿Evan? —le preguntó Aiden al abrirle—. ¿Estás bien? ¿Por qué vas en pijama?
Se quedó mirándolo sin saber qué decir. ¿Qué excusa podía darle para aparecer en su
casa de madrugada y sin avisar?
—¿Evan? —Clary bajó las escaleras abrochándose la bata—. ¿Qué ocurre? ¿Estás
enfermo? ¿necesitas ayuda? —Le puso la mano en la frente y en la mejilla—. No parece que
tengas fiebre —murmuró más para sí misma que para ellos.
Sus ojos marrones se encontraron, exactamente el mismo tono, igual que el de su piel y
el de su pelo. Ella era toda la familia que le quedaba, la única persona en el mundo que
había estado para él desde el principio, quien mejor le conocía… y como siempre, Clary
supo ver a través de él.
Sus manos fuertes y amorosas le sujetaron la barbilla con ternura.
—Está bien. No pasa nada —le aseguró tocándole el hoyuelo de su mejilla como cuando
era un niño y quería hacerlo reír—. Podemos solucionar lo que sea.
Se lanzó hacia delante, abrazándose a ella, escondiéndose en su cuello en busca del
consuelo que su presencia le daba.
—Ya está, tranquilo. Tranquilo —murmuró revolviéndole el pelo.
—Iré a preparar algo de beber —dijo Aiden dándole unas ligeras palmaditas en la
espalda.
Clary lo llevó hasta la cocina y se sentó a su lado mientras él trataba de calmarse
buscando una excusa creíble.
—Siento haber aparecido así. Yo no…
—Evan —le dijo Aiden poniendo una taza de chocolate delante de él—. Siempre puedes
acudir a nosotros, da igual lo que sea.
Clary asintió con la cabeza acariciándole el brazo.
—Somos tu familia, cariño. No hay nada que no puedas contarnos —le aseguró.
En sus caras solo encontró una sincera preocupación en sus rostros, dos de las personas
más importantes para él, que siempre habían estado con él, apoyándole y cuidándole. ¿Ellos
entenderían lo que estaba pasando en su vida?
Se enderezó más alterado de lo que le habría gustazo. No lo haría, no iba a arriesgarse a
perderles. No sabía si ese sacrificio merecería la pena. La cara decepcionada de Shaun
apareció en su mente.
—Tengo una relación… con un hombre —terminó la frase a duras penas. Su voz fue
poco menos de su susurro, pero lo sintió como si lo hubiera gritado a pleno pulmón.
Escuchó como Clary jadeaba por la sorpresa y Aiden ni parpadeaba observándolo.
Las lágrimas colmaron sus ojos amenazando con desbordarse. Sabía que no estaba mal
estar con un hombre, pero su mayor miedo se había convertido en realidad, iba a perderlos.
Soltó un gemido hundiendo la cabeza entre sus brazos, estaba tan aterrorizado que
apenas era capaz de respirar. Ellos y los niños lo eran todo para él.
—Dios… no… Evan… —murmuró Clary con rapidez. Su pequeña mano le acarició la
espalda—. Está bien cariño, no pasa nada. Está bien.
—Nos tomaste por sorpresa, solo es eso —dijo Aiden poniéndole la mano en la cabeza—
. Tranquilo, no hay nada de malo en eso. Tranquilo.
Lloró como no lo había hecho en años, superado por todo y sin ser consciente de nada,
salvo de los brazos de Aiden y Clary rodeándolo mientras trataban de calmarle.
—Oh, cielo. ¿Creías que iba a parecernos mal? —preguntó ella en su oído—. No somos
homofóbicos, tú lo sabes. Y aunque lo fuera, te quiero. Encontraría la forma de lidiar con
eso.
—Pero no lo somos —se apresuró en asegurarle Aiden—. Este es un entorno seguro, no
tienes de qué avergonzarte. Ni hay motivo por el que estar preocupado, todo está bien.
Iremos juntos al próximo día del orgullo si quieres —le ofreció.
Se rio entre lágrimas, intentando calmarse.
—Lo siento. Estaba agobiado y no sabía a dónde ir —murmuró cogiendo la servilleta
que Clary le tendía.
—Viniste a donde debías. ¿Quieres hablar de ello o prefieres dejarlo así hasta que te
encuentres mejor? —le ofreció frotándole el brazo.
—No. Quiero contároslo todo. Necesito que alguien sepa lo que me pasa —dijo
avergonzado—. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo.
Aiden le tocó la espalda con cariño.
—Te escuchamos, desahógate —le aseguró su cuñado con un gesto alentador.
Y lo hicieron, les contó toda la verdad. Cómo conoció a Shaun, lo que pasó entre ellos, el
acuerdo al que llegaron y los meses después hasta esa misma noche.
Al terminar de hablar le dolía la cabeza, pero no podía apartar los ojos de ellos. Los dos
habían escuchado en silencio sin interrumpirle. Permitiéndole desahogarse.
—Es raro, ya lo sé. No soy gay, pero me acuesto con un tío —murmuró cohibido.
—Eso no es tan raro —opinó Aiden—. Creo que Shaun es como un objeto brillante que
llama tu atención. No puedes ignorar esa atracción, tenéis ese tipo de química que es difícil
de pasar por alto.
—No es cuestión de química —le contradijo Clary—. No estaría así si fuera solo algo
sexual. Estás enamorado de él —afirmó sin dudar.
Se mordió el labio muy mortificado. Daba igual la edad que tuviera, Clary siempre había
sabido leerle mejor de lo que él se entendía a sí mismo.
—Creo que sí —aceptó en un susurro avergonzado.
Ella asintió con la cabeza, mientras parecía pensar en ello.
—Entonces no importa nada —anunció convencida.
—¿Qué? —preguntó desconcertado sin entender de que hablaba.
—Da igual si tiene o no sentido. Lo único importante es que le quieres. Si tú fuiste capaz
de superar tu preferencia sexual porque te enamoraste de cómo es Shaun como persona, no
importa nada más. En lo que a mí respecta…
—En lo que a nosotros respecta —puntualizó Aiden dándole a su mujer una mirada
cariñosa.
Clary sonrió a su marido con ternura.
—Estoy feliz por ti, me da igual si vienes a casa con una chica o un chico. Sabíamos que
había alguien desde hace meses, estás feliz, envías mensajes, andas desaparecido. Te crie,
hermanito. No me importa el sexo que tenga, solo me importa que te trate bien y te haga
feliz —le aseguró mirándole a los ojos.
La observó incapaz de encontrar palabras para responder.
—Además, tengo dos primos gais —le dijo Aiden—. No es nada raro.
—¿Cuáles? —quiso saber.
—Tommy y Arthur —le respondió asintiendo con la cabeza.
—¿Tus primos de Atlanta? —preguntó desconcertado.
—Sí, Tommy salió del armario a los diecinueve, Arthur nunca tuvo que hacerlo. Siempre
supimos que lo era —le aseguró.
—No sabía que eran gais —murmuró.
—Es que no lo vamos anunciando, no es algo que tengan que decir al presentarse. “Hola,
me llamo Tommy y soy gay” —bromeó Aiden—. No lo sabes porque no le damos
importancia y como no tienen pareja formal nunca han traído a nadie a casa.
—Creo que es más fácil entender que alguien es gay, a dos heterosexuales que están
juntos —dijo incómodo.
—No le des tantas vueltas. Tú nunca te has preocupado por los chismes ni la opinión de
los demás. No lo hagas ahora. Si quieres salir con Shaun sal con él, no tienes que explicarle
nada a nadie —le contestó su hermana.
Suspiró agotado, pasándose las manos por la cara.
—Me preocupa cómo se lo tomen los chicos, mis conocidos, la gente del trabajo... Shaun
tampoco quiere que nadie se entere para no perjudicar a la galería… no sé cómo arreglar
esto —se confesó.
—¿Quizá deberías hablarlo primero con él? —sugirió Clary.
Asintió con la cabeza, aunque no estaba nada convencido.
—Y por tus amigos no te preocupes, esos chicos han crecido contigo. Te entenderán
seguro —le animó Aiden.
—Supongo que sí —murmuró.
—Deberías contárselo, antes de que se enteren de otra manera. Si habéis estado
saliendo por ahí, cualquiera podría decírselo a Nina. Dios sabe que esa mujer es un imán
para los cotilleos —le dijo Clary.
—O Brian podría empezar a sospecharlo y se enfadará por no saberlo de ti. Si le explicas
lo mismo que a nosotros, es imposible que se enfade contigo —le prometió Aiden.
—No lo sé. No estoy muy seguro. Sé que Shaun les cae bien, pero ¿qué pensarán de
nosotros cuando sepan el tipo de relación que tenemos? ¿Empezarán a portarse de forma
extraña si me siento muy cerca? ¿Ya no querrán compartir vestuario conmigo?
—¿Qué dices? —le preguntó Aiden con los ojos muy abiertos por la sorpresa—. ¡Si
piensan alguna de esas cosas es que están sin evolucionar! —dijo indignado—. Que te
gusten los hombres, no significa que cada hombre que se cruce en tu camino te interesa.
—Solo me gusta Shaun —le aclaró.
—No tiene importancia, uno o dos mil —le rebatió Clary—. Los hombres y las mujeres
pueden ser amigos. Tú eres amigo de Nina desde siempre, habéis dormido en la misma
cama. ¿Te acostaste con ella alguna vez?
—Claro que no —respondió con un gesto de asco—. Nina es mi mejor amiga, mi
hermana. No la veo como una mujer. Es… Nina —dijo como si eso lo solucionara todo—. No
veo así a ninguna de las novias de los chicos. Son familia.
Clary asintió con la cabeza.
—Lo son. ¿No crees que se merecen el beneficio de la duda? Explícales la situación,
cuéntales todo y confía. Esos idiotas y tú lleváis media vida juntos.
—Supongo que sí —aceptó un poco más tranquilo. Puede que todo fuera bien, también
creyó que Clary y Aiden podrían tomárselo mal, pero solo encontró amor incondicional y
comprensión.
Clary le revolvió el pelo con cariño.
—Todo irá bien. Y si alguien te da problemas me lo dices —le recordó.
Se rio apoyándose en su costado, para darle un abrazo.
—Ya no estoy en el colegio. No puedes amedrentar a los matones —le dijo sonriendo.
—Claro que puedo —negó Clary estrechándolo—. Soy tu hermana mayor, siempre voy a
estar ahí para protegerte.
CAPÍTULO 22

Clary lo trató como si fuera de nuevo un niño. Lo mimó y cuidó durante todo el siguiente
día, como si estuviera padeciendo algún tipo de enfermedad. La verdad es que no se quejó,
dejó que lo mantuviera envuelto en una manta en el sofá viendo películas de dibujos con
sus sobrinos mientras lo atiborraba de comida.
En su huida nocturna, olvidó llevarse el móvil, así que usó el de Clary para buscar el
número de la galería y llamar a Shaun.
Tal y como habían dejado las cosas el día anterior, no quería preocuparle hasta que
pudieran hablar con calma entre ellos.
—Buenas tardes, Galería Tarner. ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó con amabilidad
la voz de Cinthia.
—Hola, Cinthia. Soy Evan. ¿Podrías pasarme con Shaun?
—Hola, Evan. El señor Tarner no está. Ha tenido que salir de viaje, me dijo que si pasaba
por aquí te dijera que volverá en unos días —le explicó.
—¿Así de repente? ¿sin avisar? —murmuró preocupado.
—Mmm… Creo que fue a visitar a su abuela, por si eso ayuda —le dijo Cinthia—. Ella
vive sola y a veces va a verla para asegurarse de que todo va bien.
—Sí, seguro que no es nada —musitó—. Gracias por la ayuda.
—¿Todo bien? —preguntó Clary.
—Cinthia dice que salió de viaje, pero no me contó nada de eso ayer. Ni tenía planes de
ello que yo sepa —le dijo frunciendo el ceño.
—No te preocupes demasiado. Seguro que cuando recuperes tu móvil verás que tienes
algún mensaje suyo —le animó.
—Claro —contestó no muy convencido.
Volvió a casa después de cenar. Había un único mensaje de Shaun.

Shaun:
Tengo que salir de la ciudad unos días.

Se sentó en el sofá, mientras le escribía.

Evan:
¿Va todo bien?
La contestación llegó a los pocos segundos, como si Shaun estuviera pendiente de su
respuesta.

Shaun:
Necesitaba tomarme un respiro.

Su estómago cayó en un pozo sin fondo al leerlo.

Evan:
Sé que ayer estuve raro, pero estoy solucionándolo.

Shaun:
Hablaremos cuando vuelva.

Vio la pantalla con incredulidad. ¿Y ya está? ¿así acababa todo?


Pulsó la tecla de llamada para escuchar su voz, pero fue directamente al buzón.

Evan:
¿Podemos hablar de esto ahora? Por favor.

Shaun:
Creo que es mejor si los dos nos tomamos un tiempo para pensar lo que queremos hacer. Quizá
no estamos reflexionando bien lo que implica toda esta situación.

¿Lo estaba dejando con un maldito mensaje? ¿de verdad? Entró en pánico, sí. Puede que
no estuviera a la altura ayer después de insistir para que fuera a la barbacoa, pero eso no
justificaba que desapareciera sin más.

Evan:
Coge el maldito teléfono, no voy a discutir esto por mensaje.

Apuñaló la tecla de enviar. Odiaba ese tipo de situaciones y ahora estaba reducido a un
patético cliché de comedia romántica cutre.
No hubo ninguna respuesta, ni siquiera leyó el mensaje y conforme pasaron los minutos
se fue enfadando más y más.
Evan:
¿Por un momento de duda desapareces sin más?

—Será gilipollas —murmuró tirando el teléfono al sofá—. Pues no me llames más, no


pienso cogértelo.
Las palabras fueron fáciles de decir, pero pasó todo el día pegado a su móvil, esperando
a que le llamara. No sucedió al primer día, tampoco durante el segundo, ni el tercero.
—¿Quieres un trozo de tarta, guapo? —le preguntó Nora asomándose por la ventanilla
de cocina.
—No gracias. —Enjuagó la bayeta y añadió un poco de jabón para limpiar la barra.
—Ya limpiaste la barra cuatro veces en los últimos quince minutos —le recordó Otto.
Se encogió de hombros sin dejar de moverse, le venía bien tener la mente ocupada.
—¿Qué le pasa? —escuchó murmurar a Otto.
—Si no fuera él, diría que está deprimido —le respondió Nora—. Está todo el día
suspirando y mirando su teléfono cada cinco minutos.
Fingió que no los escuchaba mientras seguía limpiando. No le apetecía hablar con nadie.
—Creo que le dieron calabazas —susurró Nina.
—Tiene toda la pinta —le respondió Otto—. Eh, chaval. ¿Tomamos unas cervezas?
—Quizá luego —dijo cogiendo la bandeja para atender a un cliente que lo llamaba desde
la mesa.
—Calabazas —dijeron los tres a la vez.
No les prestó atención, siguió a lo suyo. No entendían lo que le estaba pasando y no
estaba dispuesto a compartirlo con nadie.
¿Qué podría decirles de todas formas? ¿Qué el tío con el que se suponía que estaba
medio saliendo le había dado plantón por una tontería? ¿qué se pasaba las noches
comprobando su perfil en las redes sociales por si subía algo?
Daba igual. Ya no había nada que hacer y estaba dispuesto a afrontarlo de la forma más
madura posible.

Dos semanas después…


Se arrastró de la cama cuando el timbre sonó por décima vez.
—¡Colega! —gritó Brian al abrirle.
—Tío, que pintas —le dijo Nick mirándolo.
—¿Cuánto llevas sin afeitarte? —preguntó Chase.
Se encogió de hombros mientras iba a por café a la cocina. Puso la cafetera y abrió el
mueble que estaba vacío.
Revolvió entre las tazas sucias del fregadero buscando una decente.
—Colega, tienes lavavajillas, úsalo. Tu casa parece una pocilga —se quejó Pitt
observando con asco la pila de platos sucios.
No se dignó a responderle. Se quedó mirando cómo se llenaba la cafetera sin contestar.
—Una ducha también te vendría bien. ¿Hace cuánto que no pasas por agua? —le
interrogó Brian.
—Estoy de vacaciones —les recordó.
Su jefe había insistido en que se tomara unos días libres recomendándole que se fuera
de vacaciones y cambiara de aires.
—Llevas varios días aquí —dijo Pitt levantando una ceja—. ¿Has estado tres días sin
ducharte?
—Ufff. Hermano, vamos a necesitar una máquina de agua a presión —murmuró Brian
mientras los demás asentían.
—Me podéis dejar en paz. Es muy temprano —protestó llenando la taza.
Todos se miraron entre sí, haciendo caras.
—Colega, son las siete de la tarde —respondió Chase.
—¿Las siete? —se extrañó.
—¿A qué hora te acostaste ayer? —le preguntó Nick.
—Ni idea —murmuró bebiendo su café por fin.
—¿Ya era de día? —quiso saber Pitt.
—¿Cómo va a saberlo? Todo está a oscuras, abre un poco que ventile —murmuró Brian
abriendo las cortinas y la ventana del salón.
Se puso la mano delante de los ojos para protegerse del sol.
—¿Cuántos días hace que no sales a la calle? —le interrogó Nick.
Se encogió de hombros de nuevo.
—¡Vale! —dijo Brian dando un par de palmadas—. Esa es nuestra señal. Vas a darte una
ducha y vamos a dejar que te dé la luz.
—Paso —murmuró sin moverse.
—Ya… sí —dijo Nick—. No te daremos opción.
—Por si no te diste cuenta… esto es una intervención —le aclaró Chase.
—¿De qué hablas? No voy a ningún sitio, estoy bien aquí. —Cogió la taza y trató de ir
hacia el sofá, pero Brian lo agarró de los hombros y lo hizo moverse en dirección contraria.
—Vas a salir de casa, aunque tengamos que atarte y amordazarte. Podemos hacerlo por
las buenas o por las malas. Tú decides.
Bufó dando por perdida la lucha.
—Lo que sea —murmuró yendo hacia el baño.
No supo a dónde lo llevaban hasta que se encontró en un club.
—¿Por qué estoy aquí? —preguntó sintiendo la cabeza lenta y pesada.
—Tú bebe, todo irá mejor —le prometió Pitt—. Necesitas distraerte.
—Vale —aceptó tomándose otra cerveza.
—Esta noche espiaremos tus demonios, mañana serás un hombre nuevo —le prometió
Nick, poniéndole una botella de su vodka favorito delante de él.
—No eso no. No quiero beber eso. Siempre tomábamos vodka cuando estábamos juntos
—murmuró agarrando la botella y tratando de tirarla al suelo.
—Tranquilo —lo calmó Nick—. Beberemos otra cosa. Whisky por ejemplo. Hay uno que
me gusta beber cuando…
—¡No! ¡Whisky no! —gritó—. La última vez que estuvimos juntos, sus besos sabían a
whisky.
—Que raro —murmuró Nick—. Y específico, pero tiene buen gusto para el alcohol.
Asintió con la cabeza y agarró el chupito de Brian para tomárselo de golpe. No sabía a
nada, pero cogió la botella que tenía al lado y le dio un gran sorbo.
—¿Qué os dije? Nina no estaba exagerando. Está hecho mierda —les dijo Brian en voz
baja.
—¿Se lo contaste? Eres un amigo de porquería —se quejó empujándolo.
—No había que ser muy listo para darse cuenta. Estás pasando por una ruptura, amigo.
Estamos aquí para ayudarte. Ya has superado la fase de la negación, la tristeza y ahora toca
la de emborracharse para pasar a otra chica —enumeró Chase.
—¡No estoy pasando una mierda! Ni siquiera salíamos —protestó agarrando el resto de
su cerveza.
—¿Cuántas cervezas van ya? —le preguntó Pitt en voz baja.
—Seis y cuatro chupitos —respondió Chase.
—Me dejó tirado, no contesta a mis mensajes. No me llama. No le importo una mierda —
dijo con sinceridad.
—Que cruel —le concedió Brian.
—¿Quién desaparece sin dejar rastro? ¿eh? Sin permitirme explicarme… nada.
—Me debéis cincuenta pavos cada uno. Os dije que fue él quien lo arruinó —dijo Nick
dando una palmada sobre la mesa.
—¡No fui yo! —protestó airado—. Puede que metiera la pata… pero me merecía una
última charla. Creía que si todo iba mal, seguiríamos siendo amigos —les confesó mientras
robaba el chupito de Chase.
—¡No! —dijeron todos a la vez.
—Eso nunca pasa —le explicó Brian.
—Es imposible, al final siempre hay mal rollo —le aseguró Nick.
—Sí, y más si ella te dio la patada. Te picarías si le vieras con otras personas —añadió
Pitt.
—¿Qué? No. No está con nadie —murmuró enseguida.
Los chicos se miraron entre sí.
—Os digo que no. No. Es imposible, no puede solo olvidarme y pasar a otra cosa.
—Creo que volvimos a la negación —murmuró Brian.
—Tiene toda la pinta —susurró Nick—. Bebe un poco más.
—¿Estaba buena? —pregunto Pitt—. Porque estás hecho un asco, es peor cuando están
buenas.
Todos asintieron con la cabeza y murmuraron dándole la razón.
—No lo sé. Supongo que sí, siempre llamaba la atención a donde íbamos. Su forma de
hablar, de moverse… es diferente a cualquier persona que haya conocido. Sus ojos… son
preciosos y cuando lleva delineador… simplemente no puedes dejar de mirar —les aseguró.
Chase soltó un largo silbido.
—Negación, claramente.
—Seguro que no era para tanto, la estás idealizando —trató de consolarle Pitt.
—No lo hago —negó bebiendo otro chupito, esta vez de Pitt—. Es diferente de verdad.
Es inteligente, pero no le gusta demostrarlo. Tiene un sentido del humor igual que el mío.
Podemos hablar durante horas, de cualquier cosa, a veces de nada en concreto.
—Tío —murmuró Chase—. Estás coladísimo por ella.
—Es la primera chica en la que se fija, darle un respiro. Es su primer amor, casi a los
treinta, está embelesado —les explicó Brian.
—No lo estoy, es la verdad. Las horas se nos pasaban como si fueran minutos, daba igual
qué hiciéramos. Ver una peli, beber cerveza, deportes. Intentó que me gustara la música…
siempre me ponía una canción distinta cuando íbamos en el coche o iba a visitarle a su
oficina. Creía que no me daba cuenta, pero sé el título de cada una de ellas. Le gusta mucho
la música y quería compartirlo conmigo.
—Puff. Te tiene acabado —le dijo Pitt—. Nadie puede ser tan perfecto. Estoy seguro de
que ella también tendría fallos, solo que no los veías.
Chasqueó la lengua bebiendo un largo sorbo de su cerveza.
—Conocía todos sus defectos. Pero no me importaban, yo también tengo. Compensaba
más lo bueno que la única mala. Había cosas que me encantaban y me hacían olvidarme de
todo lo demás. La forma en que siempre me sonreía como si fuera especial. La manera en
que inclina la cabeza cuando algo le desconcierta. Así —dijo repitiendo el gesto que había
visto tantas veces en Shaun.
Los tres imitaron su movimiento como un reflejo, tratando de comprender lo que quería
decir.
—Lo mucho que se esfuerza hasta en las tareas más pequeñas. Su voz cuando acaba de
despertarse. Lo versátil que es, puede ser la imagen de la seriedad en un segundo y la cosa
más sexy que haya visto en mi vida en el siguiente.
—Joder, tío. Mírate, diciendo cursiladas por ella. Esa chica te arruinó por completo, eras
alérgico a las relaciones.
—No volveré a salir con nadie nunca.
—No salíais —le recordó Brian.
—Buen punto —Felicitó a su amigo chocándole la mano.
—¿Qué os pasó? Todo parece tan perfecto que algo tuvo que arruinarlo —quiso saber
Chase.
Se encogió de hombros tirando parte de su cerveza.
—Fue culpa mía. Le hice creer que íbamos en serio y a la hora de la verdad…
—¡Amigo! —exclamó Brian—. Te rajaste.
—¡No lo hice! —se defendió indignado—. Me asusté, ¿vale? Lo reconozco, pero iba a
explicárselo y no me dejó hacerlo. ¡No me dejó! —repitió cogiéndole la cerveza a Brian—.
Estaba dispuesto a intentarlo de verdad. A poner todo lo que tenía por nosotros. Parece que
era el único que quería eso.
—Tío, que cantidad de gilipolleces profundas —murmuró Nick levanto su copa hacia él.
—Ya da lo mismo —murmuró decaído—. Se fue y no creo que volvamos a vernos. Si
hubiera cambiado de opinión me habría llamado o escrito. O me habría hecho una señal de
humo… —murmuró deprimido.
—¿Eh? —preguntaron los tres a la vez.
—Es una broma nuestra —susurró bebiendo lo que quedaba de la cerveza.
—¡Ahhh! —dijeron juntos.
—Si estuviera aquí, lo hubiera entendido —musitó cogiendo la botella de tequila—. Si
aun estuviera… no me sentiría tan solo. Le echo muchísimo de menos.
—Claro que sí, hermano —le animó Nick palmeándole la espalda.
—Pasará, ya lo verás —le aseguró Chase.
—Cuando menos te lo esperes, ni la recordarás —le prometió Brian.
—¿De verdad? —preguntó esperanzado.
—Por supuesto —le dijo Pitt con seguridad.
—A todos nos han roto el corazón alguna vez. Acaba pasando —le explicó Nick—. Tú
dale tiempo.
—No puedo esperar a que se me pase. Necesito volver a mi vida de antes.
CAPÍTULO 23

Aparte de dejarle con un dolor de cabeza que le duró dos días y un estómago que fue
incapaz de tolerar comida hasta la noche, su intervención no le sirvió para nada.
Ni se sintió mejor, ni le dio la impresión de estar superando a Shaun, fue agradable
poder hablar de él con libertad, aunque no supieran de quién se trataba.
Seguía con la cabeza hecha un desastre, así que fue agradable volver al trabajo para
mantenerse ocupado.
—¿Nick? —preguntó sorprendido cuando le vio entrar.
—¿Puedo pasar? —inquirió señalando el local vacío.
—Claro. Hemos cerrado, pero puedo colarte y servirte una cerveza —le aseguró
haciéndole un gesto para que se acercara a la barra—. ¿Va todo bien?
—Sí, perfecto. —Sus palabras decían una cosa, pero su postura rígida y forzada
indicaban que era completamente lo opuesto.
—¿Todo bien con Alison?, ¿habéis discutido? —le interrogó mientras le servía una
bebida.
—¿Qué? No. Ella es genial… no hay ningún problema entre nosotros —murmuró
distraído agarrando su vaso—. ¿Estamos solos?, ¿queda alguien en la cocina? —le preguntó
mirando alrededor.
—No, solo estoy yo. Hoy cierro solo. —Estaba claro que quería contarle algo—. Eh, tío.
Soy yo, si necesitas ayuda aquí estoy —trató de tranquilizarle.
Eso pareció enfocar a su amigo que negó con la cabeza mirándole a los ojos.
—Creo que no soy yo el que necesita ayuda —le dijo en voz baja.
Soltó un bufido dándole la espalda.
—No me digas que estás aquí para otra de vuestras intervenciones. No, gracias. Aún me
duele la cabeza —le informó tocándose la sien.
—Estoy aquí porque soy tu amigo y creo que podrías necesitar a alguien con quién
hablar.
Su tono afectado le llamó la atención y le hizo girar para poder mirarlo. De los cuatro,
Nick era el más tranquilo, pero siempre estaba soltando bromas. Era raro verlo tan serio.
—Ya hablamos en nuestra noche de borrachera. Estaré bien, ¿recuerdas? No es para
tanto —dijo encogiéndose de hombros.
Él lo observó en silencio unos segundos, antes de hablar.
—Sé que estabas saliendo un hombre —le dijo con voz tranquila.
El aire se negó a entrar en su pecho.
—¿Qué? —preguntó en un hilo de voz—. Soy heterosexual, me has visto cientos de
veces con mujeres. No digas chorradas. —No supo si fue el sonido chirriante de su voz o el
obvio pánico en su tono, pero el gesto de Nick cambió a uno de compasión.
—Estás hecho polvo y pensé que quizá no tenías con quién hablar de esto. Evan, estoy
aquí porque soy tu amigo, no voy a juzgarte. Solo quiero ayudar.
Abrió y cerró la boca mientras trataba de encontrar algo que decir.
—Nadie más lo sabe —le tranquilizó—. No se lo conté a ninguno de los chicos, ni
siquiera a Ali.
—¿Cómo lo descubriste? —preguntó angustiado.
—En el club tuve la confirmación, pero vi algo raro antes, la noche en que le conocimos.
Su corazón tartamudeó dolorosamente en su pecho. ¿Sabía que era Shaun?
—No fuisteis obvios, nunca lo hubiera sospechado —le confesó Nick jugando con sus
dedos en el cristal de su bebida.
—Pero algo debió pasar —musitó confundido.
—Olvidé mi móvil en la bolera —le dijo mirándolo directamente a los ojos.
Tuvo que sujetarse a la barra porque sentía las piernas débiles y se negaban a
sostenerle.
—No vi nada —dijo enseguida agarrándole el brazo con gesto de preocupación—. Os vi
mientras arrancaba el coche, solo hablabais, pero estabais muy cerca el uno del otro y
parecía como si… no sé. Fueras a besarlo de un momento a otro. Pensé que eran las
cervezas —admitió con una sonrisa de disculpa—. Nunca habría imaginado que tú pudieras
ser gay.
—No lo soy —dijo por reflejo.
Nick hizo un gesto, aunque no le contradijo.
—La otra noche uní los puntos. Nunca hablaste de tu supuesta chica en femenino, usaste
un lenguaje neutral y las cosas que hacíais juntos no son las típicas de parejas… beber, ver
deportes… Nadie te ha visto con ninguna chica en meses, pero sí con Shaun a todas horas.
Se quedó callado, observando sus manos temblorosas.
—No estoy aquí para pedirte unas explicaciones que no son asunto mío, tampoco para
exigirte nada, ni para burlarme, ni para gritarte. Solo quiero que sepas que puedes hablar
conmigo del tema, no se lo contaré a nadie.
Lo miró desconcertado.
—¿Recuerdas a mi hermana? —le preguntó Nick.
—¿Susan? Claro, es dos años menor que tú, ¿no? —interrogó.
Él asintió con la cabeza.
—Se mudó a New York en la universidad y ya no vuelve ni por Navidad. Vive con una
chica desde hace tres años —le confesó suspirando.
—Ella es… —musitó sorprendido.
—Sí, en el último año de instituto la pillaron besándose con una chica de intercambio y
los demás chicos dejaron de hablarle. La trataron como a una paria social, no tenía amigas
para salir, ni iba a ningún sitio si yo no iba con ella. Decía que los otros chicos se reían a sus
espaldas y las chicas de su curso se negaron a cambiarse delante de ella. Cuando tuvo que
elegir universidad escogió las que estaban más lejos de casa, lugares que tenían un buen
soporte de apoyo a la comunidad gay.
—No tenía ni idea —dijo con sinceridad.
Nick suspiró dándole un trago a su cerveza.
—Hace un año le ofrecieron un trabajo muy bueno aquí, todos estábamos felices con la
noticia en casa. Podía volver, podríamos recuperarla. Pero se negó y discutimos de una
manera… —Movió la cabeza con decepción ante el recuerdo—. Le dije cosas feas, de esas
que no se le deben decir a nadie y menos a alguien de tu familia.
Guardó silencio demasiado impactado por la información, no era algo normal que Nick
perdiera la paciencia.
—La llamé egoísta, le dije que solo pensaba en sí misma, que estábamos dispuestos a
aceptar a su chica. Ella me gritó que no tenía ni idea de cómo era ser gay en un sitio tan
pequeño. Sin amigos, señalada por todo el mundo, obligada a esconder su primer amor, sus
sentimientos. Dijo que esto era una cárcel y que, aunque nos quería, tenía que pensar en
ella y en su pareja.
—Ohhh… joder, Nick. Si Clary me dijera algo así… me quedaría destrozado. —En
realidad se le partiría el corazón.
—Llevamos sin hablar desde entonces —reconoció Nick en voz baja con vergüenza—.
No puedo dejar de pensar en eso desde la noche en que salimos contigo. Llevabas días
deprimido, todos estábamos preocupados por ti. Queríamos ayudar, pero cuando me di
cuenta de que se trataba de un hombre entendí a qué se refería. Tú estás hecho polvo, pero
no puedes contárselo a nadie, aunque estemos contigo… debes sentirte muy solo.
Asintió con la cabeza mirando al suelo y tratando de contener el nudo de emoción en su
garganta.
—Y ver lo aterrado que estabas hace un segundo… entiendo a lo que se refiere Susan. Y
no quiero que te pase eso, ni perder a otra persona importante en mi vida. Quiero ser esa
persona a la que le puedas hablar sobre Shaun, el que escuche cualquier cosa que
necesites… No conseguí ayudar a Susan de la forma adecuada, era muy joven y creía que
con saberlo era suficiente. Ahora entendiendo que no, que lo que necesitaba era a alguien
que simplemente la escuchara.
—Deberías llamar a tu hermana —murmuró haciendo un serio esfuerzo por contener
las lágrimas.
—Llevo tratando de encontrar valor desde hace días —le confesó levantando la cerveza.
Sonrió con esfuerzo, intentando serenarse.
—Clary y Aiden lo saben, se lo conté la noche de la barbacoa. No aguantaba más —
admitió con sinceridad.
Nick frunció el ceño preocupado.
—¿Cómo se lo tomaron? —se interesó.
—Bien… increíble en realidad. Me apoyan y me entendieron. Son… son los mejores, soy
muy afortunado de tenerlos. Y de tenerte —dijo limpiándose una lágrima que se escapó de
la comisura de su ojo.
Nick le dedicó una pequeña sonrisa, algo más animado.
—¿Quieres contarme como acabaste liado con un tío que está completamente fuera de
su alcance?
Soltó una risa que sonó más a llanto que alegría.
—Vale… aunque vamos a necesitar una botella de tequila para eso.
Nick asintió con la cabeza.
—Si tienes en mente hablar de sexo gay... será mejor que traigas una caja entera.
“Si tiene algún mensaje, por favor hable después de la señal”.
—Mmm… Hola. Soy yo. Evan. Sé que no quieres saber nada de mí y está bien… solo
quería que supieras que… ni siquiera sé por qué te estoy llamando. He pasado toda la noche
bebiendo con Nick y hablando de ti. Sabe lo nuestro, por cierto. Le dije que podía contárselo
a Alison, ellos no tienen secretos y no quería que le mintiera por mí. Mi hermana y mi
cuñado también lo saben. Iba a contártelo cuando te llamé aquella mañana —murmuró
bajando la voz más y más.
Se pasó la mano por la cara con agobio.
—Estoy furioso contigo… sé que metí la pata al acobardarme después de insistir en que
fuésemos a esa maldita barbacoa. Maldito el momento en que te invité, no tengo ni idea de
como acabamos así. La semana anterior en el hotel… sentí que todo era diferente y sé que
tú lo sentías también. No dejo de pensar en ello. Ibas a decirme que me querías… ¿Cómo
puedes querer a alguien y olvidarle a la semana siguiente? Eso no es amor.
Soltó un suspiró derrotado, probablemente Shaun ni escuchase ese mensaje.
—Me alegro de no haberte dejado continuar. No te tenía por un mentiroso, pero eso es
lo que hiciste. Mentir. Me dijiste que lo arreglaríamos, me prometiste que estarías ahí para
atraparme y me dejaste solo. Estaba dispuesto a lo que fuera por ti, para tener un futuro
contigo… ¿Qué hago ahora Shaun? ¿qué puedo hacer con todos estos sentimientos? ¿Para
qué entraste en mi vida si ibas a dejarme luego? Joder, Shaun. Te echo tanto de menos. —
Tomó otro largo sorbo de la botella de tequila que había traído del Narval—. Ojalá las cosas
fueran distintas, ojalá no te hubiera conocido, ojalá nunca me hubiera enamorado de ti.
Deprimido, cortó la llamada. ¿Qué sentido tenía llamar a alguien que no te contestaba?
Se encogió de hombros, esforzándose por levantarse del sofá, al tercer intento se rindió.
Total, tampoco dormía mucho en la cama.
Recuperó la botella y la colocó en su costado después de beber un par de tragos. Cogió
su móvil y abrió el Instagram de Shaun. Había una nueva actualización.
El estómago se le cayó al suelo al ver a Shaun vestido con un elegante traje de color
burdeos, estaba abrazando a una rubia pequeña y de cara dulce que tenía apoyada en su
costado mientras ella le daba un beso en la mejilla y sonreía a la cámara.
Volvió a activar el video, viéndole en bucle una y otra vez. ¿Por eso estaba
desaparecido? ¿por qué ya había encontrado a alguien más?
Pulsó la foto y entró al perfil de la chica, había muchas imágenes de ella. Era preciosa,
con un pelo largo de aspecto sedoso y unas curvas generosas, pero no les prestó atención.
Fue directo a las Stories.
Primero vio el mismo vídeo que había en el perfil de Shaun, seguido de otros que le
dieron ardor de estómago.
En el siguiente vídeo, salían los dos cenando solos en un restaurante de lujo. “Comiendo
con mi hombre especial”.
¿Qué? Pasó la pantalla con el corazón encogido. Se veía una fotografía de ellos
sonriéndose el uno al otro y un texto.
“Esto, ya es un compromiso real. Gracias por aparecer en mi vida y darle un cambio de
ciento ochenta grados. No puedo esperar para ver lo que sigue”.
«¿Compromiso?, ¿cambiarle la vida?»
—Hijo de puta —murmuró horrorizado observando el enorme anillo de diamantes que
llevaba la chica en su dedo—. Está prometido.
Cerró la aplicación con rabia y fue directo al número de Shaun borrándolo en el acto.
Lanzó el móvil contra la pared, sintiendo una absurda satisfacción cuando lo vio chocar y
salir despedido en trozos.
No era posible… no podía entender como acababan de llegar a eso. La imagen de ellos
dos juntos volvió a su mente, pero buscó la anestesia que el tequila le proporcionaba.
No quería pensar, sentir, recordar. Necesitaba olvidarlo todo y rápido. Tenía que parar
ya o iba a volverse loco. Le estaba engañando con una mujer… o quizá él fue el amante de
Shaun sin saberlo.
CAPÍTULO 24

—Tío, cómprate un puto teléfono —protestó Brian, sentándose en un taburete de la


barra.
—En algún momento lo haré —aceptó encogiéndose de hombros.
—Hace cinco días que se te cayó el móvil. Consíguete otro ya —le ordenó su amigo.
—Paso. No necesito esa porquería en mi vida —respondió poniéndole una cerveza. Le
iba mejor desde que no lo tenía, así no luchaba con la tentación de comprobar cómo le iba a
Shaun con su prometida.
—Todo el mundo necesita uno —insistió Brian.
—¿Y si te pasa algo? —le preguntó Nina pegándole en el brazo.
—¿Como qué? —le devolvió mirándola de forma burlona.
—Te pueden atracar, asaltar, dar una paliza —enumeró ella empujándole con el dedo.
—Deja de ver las noticias, abuela. Esta es una ciudad segura.
—Incluso yo tengo un móvil —le dijo Otto.
—Lo tuyo más que un móvil es un ladrillo, no tiene ni internet —protestó Nina.
—Pero sirve para llamar. ¿No? —respondió el hombre indignado.
Sonrió negando con la cabeza mientras escuchaba la patética discusión en la que se
habían enzarzado todos de repente.
—A lo mejor tienes suerte y hay un teléfono entre tus regalos de cumpleaños —le animó
Brian llamando su atención.
—Ya te dije que paso de eso —le recordó resoplando mientras rellenaba la nevera con
refrescos.
—No puedes pasar de tu cumpleaños —le riñó Nina perdiendo todo el interés en su
discusión.
—Solo mírame —respondió hastiado.
—Pero es una tradición —protestó ella—. Siempre hacemos una fiesta sorpresa por tu
cumpleaños.
—¿Te das cuenta de que la palabra sorpresa pierde sentido porque cada año me avisas
una semana antes? —le contestó burlón.
—No cambies de tema. Ya está todo listo, no puedes faltar a tu propia fiesta.
—No pienso molestarme en discutir sobre esto, no iré —se negó con terquedad.
—¿Quién está discutiendo? Ya hablé con los demás, tienen orden de traerte quieras o
no. Todos nos hemos esforzado mucho este año.
Entrecerró los ojos, dedicándole una mirada que pretendía ser amedrentadora.
—¿A quién miras así, mocoso? —le interrogó Nina clavándole varias veces el dedo en el
pecho.
—Quita —le ordenó retirando su mano.
—Irás —exigió Nina.
—No lo haré —negó cruzándose de brazos.
—Ya lo veremos.

—No nos lo pongas más difícil —protestó Pitt tirando de su brazo derecho para
obligarlo a salir del coche.
—Dije que no —respondió tratando de darle una patada.
—¿Por qué eres tan cabezón? —le preguntó Nick sujetándolo del otro brazo para
sacarlo del coche.
—No tengo ganas de festejar nada —dijo forcejeando—. Quiero quedarme en mi casa,
tengo muchas cosas que hacer.
—Seguro que sí, tu pijama estará ahí cuando vuelvas. Y tu culo debería darle un
descanso al sofá, que ya tiene su silueta —contestó Chase.
—Eso no es verdad, a veces me siento en la alfombra —le contradijo empujándolo.
—Pues también tendrá la forma de tu culo, seguro —le aseguró Brian metiéndolo por la
puerta del local de un empujón.
—¡Te lo dije! —se burló Nina al verle entrar.
—¡Traidores! Algún día os devolveré esto, ya veréis —les aseguró.
—No seas terco. Te hemos preparado una fiesta, comerás bien, nos divertiremos, te
darán regalos, tomaremos tarta y mañana pasarás el día con tu otra familia —le aseguró
Nina.
Estaba listo para protestar, pero se contuvo al ver su rostro esperanzado. Era un amigo
de mierda.
—Está bien. Perdona —se disculpó—. Lo siento, es que no estoy de humor para estar
con gente ahora mismo.
Ella sonrió dándole un abrazo.
—Lo sabemos, no estás de humor para nada últimamente, pero no vamos a ignorar tu
cumpleaños —le aseguró—. Haz un esfuerzo hoy, mañana puedes seguir
autocompadeciéndote.
—Eso haré —murmuró desganado.
Habían reservado uno de los comedores de su pizzería favorita. Varias mesas estaban
preparadas con bebida y aperitivos, listos para empezar la cena.
Saludó a todo el mundo y trató de estar simpático. Sabía que los chicos tenían buenas
intenciones y que solo intentaban animarle.
—Evan, ven. Hay alguien que quiere saludarte —le llamó Nina.
Fue hasta ella sin dudar. Al lado de su mejor amiga había una chica pelirroja con unas
bonitas pecas adornando sus mejillas.
—Evan, te presento a Arlene. Vamos juntas a clases de baile, le he estado hablando
mucho de ti y quería conocerte.
Parpadeó tres veces observando la enorme sonrisa de la chica antes de ver a Nina y
lanzarle una mirada fulminante. «¿Una cita a ciegas?, ¿de verdad?»
—¡Hola, Evan! —le saludó ella con efusividad, adelantándose para darle un beso en cada
mejilla.
Retrocedió un paso, poniendo algo de distancia.
—Es un placer conocerte —musitó sin dejar de mirar a Nina que le hacía gestos a la
espalda de Arlene.
—Ehhh, hermano —le dijo Brian pasándole un brazo por encima de los hombros—. Ven,
nos están llamando.
Dejó que lo arrastrara solo para alejarse de la chica que lo seguía mirando sin disimular.
—Le dije a Nina que era mala idea, pero no quiso escuchar —le susurró para que nadie
lo oyera—. Cree que ahora que estás abierto a las relaciones, si conoces a la chica adecuada,
podría funcionar —le dijo llevándolo con los chicos que estaban bebiendo juntos en una
esquina.
—No estoy abierto a nada —chistó—. Solo quiero que todo el mundo me deje tranquilo.
—Se llevó las manos a las sienes tratando de masajearse para aliviar la tensión, empezaba a
dolerle la cabeza.
—¿Qué pasa? —preguntó Chase.
—Nina le organizó una cita a ciegas a Evan —confesó Brian.
—Puede que te venga bien —le animó Pitt.
Miró a Nick en busca de ayuda.
—No seáis capullos. Dejarle en paz, es su cumpleaños —argumentó Nick pasándole una
cerveza.
—Venga, un clavo saca a otro clavo. Y ella no deja de mirarte, puede que tenga un regalo
de cumpleaños especial para ti —bromeó Pitt haciendo reír a Brian.
—Está bien, está bien —trató de apaciguarlo Brian—. Como te pones —se quejó—. A
ver si él consigue mejorarte el humor, porque estás insoportable.
Se giró resignado a seguir fingiendo estar contento.
—Llegas tarde, Shaun —se burló Brian.
Se quedó mirándolo como si fuera una aparición. Ahí estaba, justo delante de él. Vestido
con unos vaqueros y americana negra, camiseta blanca y zapatillas de deporte blancas.
Sus ojos azules lo observaban con intensidad, llenos de tantas emociones que no fue
capaz de entender lo que le pasaba por la mente. Su pelo negro y mojado estaba peinado
hacia atrás de forma desordenada, como si simplemente hubiera pasado los dedos por él.
El cuerpo le ardió por la necesidad de tocarlo, cerró los puños tratando de contenerse y
no ir hacia él.
No era suyo, nunca lo fue y no tenía ningún derecho a nada.
Alguien lo empujó por la espalda haciendo que volviera en sí.
—Pero saluda —lo amonestó Brian—. Perdónalo, está atontado hoy. Es la emoción. Al
final pudiste llegar al cumpleaños.
—Sí, cambié los planes para poder venir —le respondió Shaun aunque no dejó de
mirarlo.
—Brian dijo que fuiste a New York. ¿Estabas de vacaciones? —preguntó Pitt.
—No, buscaba nuevos artistas para la próxima exposición —le explicó.
Nick tiró de su camiseta hacia atrás para evitar que dejase de hacer el ridículo ahí
parado. Permitió que lo hiciera solo por alejarse de Shaun.
—¿Estás bien? —interrogó Nick en voz baja.
Le lanzó una mirada de soslayo antes de encontrar la coordinación necesaria como para
beber de nuevo.
—Brian nos dijo que llamó a la galería para invitarlo, pero que le había enviado un
mensaje diciendo que estaba de viaje y no podría venir —le explicó Nick.
Asintió con torpeza, incapaz de encontrar su voz. ¿Por qué estaba allí? ¿A qué había
venido?
Nina y las chicas llegaron para saludar a Shaun que por fin dejó de mirarle.
—Evan, no seas borde. Ven a sentarte con Arlene, conócela un poco más antes de decir
que no. Te caerá bien, tenéis mucho en común.
Alison y Nick intercambiaron una mirada.
—Ven, Evan. Todavía no te dimos nuestro regalo —anunció Alison agarrándolo del
brazo.
—Eso puede esperar —protestó Nina.
—No puede. Es un regalo privado —respondió Nick.
—¿Qué clase de regalo no podemos ver los demás? —quiso saber Nina movida por la
curiosidad.
—Yo también quiero verlo —protestó Brian.
—¿Estás bien? —le preguntó Alison mientras se alejaban.
Negó con la cabeza, pero no respondió.
—Creo que vino para hablar contigo. ¿Deberíamos distraer a los demás? —le ofreció
Nick.
Volvió a mover la cabeza de izquierda a derecha.
—¿Quieres que hable con él y le diga algo de tu parte? —sugirió Alison.
Le echó un brazo por encima de los hombros a Alison y otro a Nick.
—Gracias por estar aquí conmigo chicos. Esto es una mierda, no me imagino cómo sería
sin vosotros.
Alison se rio abrazándose a su cintura.
—Estamos aquí para lo que necesites —le aseguró.
—Puedo darle un puñetazo si quieres. Defenderé tu honor —bromeó Nick.
Se rio dejando salir todo el nerviosismo.
—No hace falta, pero gracias —dijo con sinceridad a su amigo—. Aunque os voy a pedir
un favor, no me dejéis solo con Arlene.
Cumplieron toda la noche, le hicieron sentarse en medio de ellos para bloquear los
intentos de Nina porque se acercara a su amiga. Pero no tuvieron la misma suerte con
Shaun que acabó sentado frente a él de nuevo.
Normalmente, Shaun era el centro de atención, pero esta vez permaneció en silencio
gran parte de la cena, contestando solo si alguien le hablaba de forma directa.
Sus miradas se encontraron docenas de veces, incluso Shaun llegó a hacer ademán de
querer decir algo, pero siempre acababa por guardar silencio.
—Deberías hablar con él —murmuró Alison mientras todos iban a por los regalos para
poder soplar las velas.
—¿Y si me dice que no quiere volver a verme? ¿o qué es mejor que seamos solo amigos?
—le preguntó inclinándose sobre ella para que nadie más escuchara.
Alison sonrió palmeándole el brazo con cariño.
—No te ofendas, pero estás hecho un asco. No puede ponerse peor que esto.
Nick se rio al escucharla, haciéndole reír a él también.
—Gracias por los ánimos, Ali —le dijo indignado.
Ella se sonrió divertida.
—Estamos aquí para ayudar —le aseguró risueña.
Todos empezaron a cantar cumpleaños feliz mientras el camarero se acercaba con una
tarta y las luces del local se apagaban.
Lanzó una mirada fugaz a Shaun. No estaba cantando, lo observaba fijamente. Sus ojos
no decían adiós y lo que vio en ellos lo hizo querer preguntar. No tuvo la oportunidad hasta
casi media hora más tarde, cuando Shaun se palpó los bolsillos de la americana antes de
salir a fumar. Le echó una ojeada a Nick para advertirle que iba a seguirlo.
Él sonrió y alzó el pulgar dándole ánimos.
No le encontró en la puerta, ni en el aparcamiento. ¿Se habría marchado con la excusa
del tabaco?
Ya iba a volver dentro cuando se fijó en el callejón al lado del local. ¿Sería posible?
Dejó de salir el aire al verlo con la espalda apoyada en la pared, mientras fumaba
mirando al cielo con una pierna cruzada encima de la otra.
Todo su cuerpo vibró al verle, ya no había nadie más, no tenían barrera de seguridad.
Tomó aire tratando de darse valor.
—¿Qué pasa? ¿el banco de ahí fuera no dispone de buenas vistas?
Sus ojos se abrieron con sorpresa al verle.
—Quería estar solo cinco minutos —le confesó Shaun.
—Ya, yo también —murmuró apoyando la espalda en la pared de enfrente a él.
—Llevo días llamándote y enviándote mensajes, pero no contestabas —le dijo.
—Rompí mi móvil —respondió mirando al suelo—. Pudiste llamar al Narval.
—No sabía si me estabas ignorando a propósito, preferí venir a hablar contigo
directamente —explico Shaun.
—Hubiera respondido, no soy de los que da la espalda sin dar opción a réplica. No es mi
estilo.
Shaun aceptó el reclamo con un asentimiento de cabeza.
—Necesitaba… pensar —dijo tirando el resto del cigarrillo al suelo, pisándolo para
apagarlo.
Se mantuvo en silencio con el estómago encogido. Era una despedida. ¿Qué esperaba?
¿Por qué se hizo ilusiones? Estaba prometido con aquella chica rubia.
—Vi las fotos de tu Instagram, felicidades.
Shaun le miró con sorpresa.
—Gracias, llevaba mucho tiempo detrás de ella.
Lo observó incrédulo, su estómago girando como en una montaña rusa.
—Es una buena adicción a la colección, sus obras son frescas y diferentes. A la crítica le
encantará —añadió Shaun.
—¿Es pintora? —preguntó solo para asegurarse.
Shaun negó con la cabeza.
—Escultora en bronce. Es brillante a pesar de no tener mucha experiencia. Sé que con
un poco de paciencia y apoyo se convertirá en una artista única. Ya te hablé de ella —le
recordó.
Se sintió como un idiota en cuanto lo escuchó. Era verdad, Shaun le había hablado de
algunos nuevos artistas con los que quería trabajar, pero nunca comentó sus nombres.
—¿Tú creías que yo…? No, Evan. No es así. Dije que necesitaba tiempo para pensar, no
para follar —protestó Shaun.
Chasqueó la lengua con frustración.
—¿Y qué se supone que voy a creer, si te vas y dejas de contestar a mis llamadas? Vi
fotos tuyas con esa chica, en una cena, los dos solos, con una dedicatoria romántica. ¡Ella
tenía un anillo enorme de diamantes! —protestó indignado
Shaun lo miró con incredulidad y en cuestión de segundos empezó a reírse.
—El anillo no era de diamantes. Lo compramos en un puesto de la calle de camino a mi
abogado —le contradijo—. Y estábamos celebrando que firmó su contrato, por eso puso
que le cambié la vida. Va a mudarse para establecer su estudio cerca de la playa. Es el sueño
de su vida.
Notó el sonrojo por la vergüenza quemando sus mejillas.
—Bueno… eso no es lo que parecía —murmuró compungido—. Además, es culpa tuya.
Dijiste que teníamos que pensar en las repercusiones de lo que implicaba esto. Me dejaste.
Shaun lo observó con seriedad, antes de asentir.
—Lo hice.
Miró al suelo de nuevo, asimilando el horrible dolor que pareció apretar su pecho.
—No sé qué haces aquí entonces. Ya me quedó claro que no querías nada. No deberías
haber venido —murmuró.
—Escuché tu llamada, por eso estoy aquí. Todavía tenía que pasar otra semana fuera,
pero no podía quitarme tu mensaje de la cabeza.
—Pudiste haberme escrito un mensaje.
—Traté de ponerme en contacto, pero no respondiste. Solo me faltó hacerte señales de
humo.
No pudo contener la enorme sonrisa que cubrió su cara al escuchar la frase.
—Ya… estrellé el teléfono contra la pared cuando vi las fotos —admitió avergonzado,
aunque sin dejar de sonreír.
—¿Que hiciste qué? —preguntó Shaun con incredulidad.
Se tocó el cuello mirando a ambos lados, sin saber qué podía decirle.
Shaun estalló en carcajadas, cruzó los pocos pasos que los separaban y se abrazó a él.
Respondió al gesto, apretándolo con fuerza y hundiendo la cabeza en su cuello.
—Te echaba tanto de menos.
CAPÍTULO 25

No tenía ni idea de cómo salieron de allí. Tenían mucho que hablar, temas importantes y
trascendentales para saber si seguirían adelante juntos, pero en lugar de discutirlo… se
metieron en el coche de Shaun y fueron hasta su casa que estaba más cerca.
Tardaron casi diez minutos en subir unas escaleras que se recorrían en uno. Pararon en
cada escalón, besándose y tocándose como si llevaran siglos sin verse. Se presionaron
juntos contra la puerta de su apartamento, no tenía ni idea de por cuánto tiempo, pero
estuvo seguro de que escuchó a algún vecino abrir y cerrar al verlos. Le importaba una
mierda, la verdad. No podía prestarle atención a eso si tenía a Shaun en sus brazos.
Consiguieron entrar por fin al apartamento, arrancándose la ropa mientras iban a la
habitación.
Cayeron juntos y desnudos en la cama, devorándose a besos, tratando de fundirse el uno
en el otro.
—Tú —jadeó Shaun atrayéndolo a un beso incendiario—. Quiero que seas tú. No podía
parar de pensar en que no pude tenerte ni siquiera una vez.
—¿Me estás dejando? —le preguntó incrédulo—. Eso suena a despedida.
Shaun se rio negando con la cabeza, deslizó sus dedos fríos por su cuello, enredándolos
en su nuca con delicadeza mientras le atraía a su boca. Lamió suavemente su labio inferior,
mordiéndolo sin fuerza, tirando de él un poco.
—Nadie está dejando a nadie —le aseguró Shaun—. Solo quiero estar contigo.
—No permitiré que te vayas —musitó rozando sus labios con los suyos.
Shaun sonrió contra su boca, robándole un pequeño beso.
—No hay ningún lugar donde quiera estar que no sea aquí contigo —le prometió
acariciando su pecho con la otra mano—. Siento si te hice daño, creí que era lo mejor para
ti, dejarte tiempo para que decidieras lo que querías hacer. —Sus ojos azules lo miraron
llenos de sentimiento, pidiéndole perdón, suplicando que lo entendiera.
—Esto, nosotros —le respondió en voz baja—. Merece la pena la pelea, aunque no lo
entienda nadie, aunque nos critiquen… soy feliz cuando estoy contigo, Shaun. Sé que
merece la pena, perdóname si te hice creer otra cosa.
Los ojos de Shaun se llenaron de lágrimas dejándole ver que no fue el único que había
sufrido durante su separación.
—Te quiero —murmuró Shaun con la voz tomada—. Estaba tan asustado de volver y
que rompieras conmigo que me mantuve todo el tiempo que pude lejos.
Abrió los ojos con sorpresa antes de echarse a reír, apoyando la cabeza en su hombro.
—Somos dos idiotas, yo me pasé toda la noche pensando lo mismo. Somos penosos en
esto.
Shaun se rio también, pero le dio un golpe en el hombro para obligarle a mirarlo a los
ojos de nuevo.
—¿No tienes nada que decirme?
—Mmm… —murmuró mirando al techo como si no supiera de qué le hablaba—. Creo
que no, no. Ya te dije todo lo que quería.
Su cara se cambió a un gesto de absoluta indignación que lo hizo volver a reírse, buscó
su boca acallando sus protestas con un largo beso hasta que se quedaron sin aliento.
—Te quiero. ¿Acaso pensabas que iba a dejarte solo en esto?
La sonrisa de Shaun iluminó la habitación y lo hizo sentirse un poco aturdido. Volvió a
tirar de él para besarle mientras se reía.
—Gracias a Dios, no vuelvas a dejarme. Resulta que llevo mal el rechazo. Me pasé las
últimas semanas suspirando mientras andaba por ahí sin rumbo y pasaba el rato en
habitaciones de hotel mirando al techo —le confesó Shaun.
Se rompió en carcajadas.
—Somos tan parecidos —explicó al ver su cara de desconcierto.
—¿Tú también? —le preguntó Shaun esperanzado.
Asintió con la cabeza sonriendo.
Shaun suspiró con alivio, riéndose mientras le daba otro beso.
—Seguimos en el mismo barco. ¿Verdad?
Lo miró a los ojos sonriendo.
—Siempre.
Shaun sonrió acariciando su mandíbula.
—Ven aquí —susurró buscando su boca en un beso profundo.
No se hizo esperar, estaba borracho de felicidad de tenerle de nuevo y esta vez se
encontraba listo para pelear por conservarlo a su lado.
Se puso encima de él sin dejar de besarlo, acariciando sus costados en suaves pasadas.
—Avísame si te hago daño —le pidió mientras repartía besos por su cuello.
Shaun asintió, separando las piernas para hacerle más espacio. Sus miembros se
rozaron, quedando aprisionados entre sus cuerpos. Empujó suavemente sus caderas hacia
delante, tratando de medir el ánimo de Shaun por si quería retirar su palabra.
Él gimió flojito, respondiendo al movimiento, meciéndose contra él mientras jadeaba
con suavidad. Era tan bonito de ver que le dolía el cuerpo solo de pensar en poseerlo.
Trazó un camino de besos por su cuello bajando a su pecho.
—Primer cajón —murmuró lamiendo su piel.
Shaun gimió, aunque obedeció sus órdenes sin protestar.
Acarició sus pezones mientras continuaba descendiendo y abría el frasco.
—¿Estás seguro? —quiso saber besando su ombligo.
Shaun suspiró separando las piernas a modo de respuesta.
Le pareció la cosa más sexy del mundo, ver cómo se le ofrecía sin restricciones le hizo
complicado contenerse. Abrió el frasco tomando un poco del líquido, cubriendo su erección
con la mano, mordiendo con suavidad su cadera.
El cuerpo de Shaun se estremeció mientras un largo gemido dejaba sus labios, su mano
resbaló por su rígida extensión, acariciándole con calma. Quería hacerle sentir bien, tanto
como Shaun lo hizo aquella primera vez para él.
Apretó su pulsante miembro con suavidad, pasando el pulgar por su glande.
Shaun puso la mano en su cuello, levantando las caderas de la cama.
—¿Estás esperando una invitación? —le preguntó jadeando.
Se rio dejando un beso en su muslo, sin parar de acariciarlo mientras atendía su
miembro con largas y suaves pasadas.
—Puede que solo quiera hacer algo especial para ti —respondió besando la punta
húmeda de su miembro antes de dejar que se hundiera en su boca. Deslizó los dedos hasta
sus testículos, apretándolos con delicadeza al mismo tiempo que dibujaba círculos con la
lengua sobre su glande.
Cogió la botella y añadió más lubricante antes de deslizar un dedo dentro de él.
Shaun gimió con voz profunda, en un tono descarnado que le erizó la piel.
Se tomó su tiempo en estirarlo, disfrutando de todos los sonidos que consiguió sacarle
mientras lo preparaba.
Shaun parecía perdido, empujándose cada vez más profundo en su boca y retirándose
para dejar que sus dedos se deslizaran en su interior.
Jugó chupando con fuerza la punta, ejerciendo el máximo de presión sobre él, antes de
volver a tomarlo.
—Joder —murmuró Shaun deshaciéndose debajo de él al sentir su lengua jugando con
su glande del que no dejaba de manar líquido preseminal—. Evan… para, voy a terminar.
En vez de detenerse, lo tomó entero lo más profundo que pudo sin darle un segundo de
compasión hasta que se corrió entre gemidos.
Dejó un beso en su cadera, estirando la mano para coger un preservativo de la mesilla.
—Está bien —musitó Shaun todavía resollando con los ojos brillantes por el orgasmo.
Lo agarró del cuello, atrayéndolo en un beso.
—Nos hicimos las pruebas. Podemos hacerlo —susurró Shaun quitándole el
preservativo y tirándolo sin cuidado—. A no ser que tú te hayas…
—Podemos —le aseguró devolviéndole el beso. No había pasado por su cabeza
acostarse con nadie más.
Shaun sonrió, con manos perezosas le acarició el cuello, metiendo los dedos entre su
pelo para atraer su cabeza hacía él y besarlo despacio, acariciando su erección.
—Todavía me tiembla todo el cuerpo… No creo que vaya a ser de mucha ayuda.
—¿No? —preguntó lamiendo su labio inferior.
Shaun negó con la cabeza acariciando su espalda.
—No, pero puedes hacer lo que quieras conmigo mientras no tenga que hacer nada.
—Difícil decir que no a eso —murmuró besándole de nuevo.
—¿Sí? —quiso saber acariciando su cuello y sus hombros.
—Imposible —le concedió dedicándole un beso hambriento, separó sus muslos con
suavidad. Se colocó con cuidado, tanteándola su entrada con su punta de su miembro,
sonriendo al notar el jadeo de Shaun y su respiración entrecortada.
—¿Listo? —preguntó dejando que sus labios se rozaran contra los suyos con suavidad,
hizo pequeños círculos con el pulgar sobre sus muslos para relajarle.
—Sí… —jadeó besándolo despacio—. Sí… —Clavó sus ojos en los suyos.
Entró con suavidad dentro de él, parando cada vez que las manos de Shaun se crispaban
en su espalda conteniendo el aire. Shaun jadeó apoyando la frente en su hombro.
—¿Demasiado? —susurró besándole la sien, deteniéndose al instante.
Shaun negó con la cabeza, dejando un beso cálido y húmedo en su hombro.
—Sigue —musitó con la voz contenida.
Volvió a moverse, tomándose su tiempo para besarle, tratando de distraerlo. Shaun
rompió el beso con un largo y profundo gemido cuando por fin tocó fondo.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja sin moverse, dándole tiempo a que se
acostumbrase.
Shaun echó la cabeza hacia atrás para mirarle a los ojos, dedicándole una pequeña
sonrisa, casi tímida.
—¿Esto es lo que sientes tú? —inquirió Shaun acariciando su nuca.
Sonrió sin poder contenerse. Shaun le devolvió la sonrisa besándolo de nuevo, dejando
que sus lenguas se enredaran perezosamente. Movió las caderas despacio, saliendo y
entrando apenas unos centímetros.
—Muévete —le ordenó Shaun.
—Te estoy dando tiempo —le aseguró moviéndose un poco más fuerte.
Shaun jadeó con más fuerza.
—¿Otra vez tratando de ser educado? Se te da fatal —se burló mordiendo su cuello.
Se rio retirándose hasta la mitad, volviendo a empujarse dentro varias veces, causando
que Shaun perdiera el aliento.
—¿Qué decías? —bromeó hablándole al oído.
Shaun se rio entre pequeños gemidos.
—Te dije que te muevas —repitió desafiándolo, rodeando sus caderas con las piernas.
Obedeció a su manera, moviéndose despacio, recordando lo abrumador que podía ser la
primera vez.
Pronto Shaun alzaba sus caderas al mismo ritmo, exigiéndole más velocidad. Acortó sus
embestidas, añadiéndole fuerza y recolocándose para encontrar ese punto en su interior
que sabía que lo volvería loco.
—¡Evan…! —gritó Shaun perdiendo el aliento por completo.
Lo agarró por debajo de la rodilla, haciendo que sus caderas se alinearan y pudiera
golpear justo dónde lo necesitaba.
La erección de Shaun estaba lista de nuevo entre ellos, la rodeó acariciándole al ritmo de
sus movimientos.
—Joder… Evan… —gimió Shaun con esfuerzo.
Se abalanzó sobre él para besarlo con desesperación sin dejar de embestirlo, Shaun se
corrió de nuevo entre gemidos necesitados y jadeos entrecortados. El cuerpo de Shaun se
contrajo encerrándolo en su interior, catapultándolo en un orgasmo que casi hace que se le
pare el corazón.
Se dejó caer sobre él sin respiración y los brazos de Shaun lo recibieron sin dudar,
estrechándolo contra su pecho.
—¿Estás bien? —preguntó en su oído, notando como Shaun se estremecía todavía bajo
su cuerpo.
—Muy bien —aceptó Shaun pasándole los dedos entre su pelo y dejándole un beso en la
frente.
Sonrió besándole la mandíbula y el cuello despacio.
—¿Fue mejor o peor de lo que esperabas?
Shaun se rio con suavidad.
—¿Aún estás dentro de mí y ya quieres saber si podemos repetir? —interrogó divertido.
Se rio separándose de él con mucho cuidado, tumbándose a su lado.
—Fue mucho mejor —le aseguró pegándose a su costado, pasándole el brazo por
encima de su pecho—. Y estoy interesado en repetir.
Soltó un suspiro de fingida pena mientras lo atraía hacia él.
—No sé si me apetece, eres muy difícil de satisfacer… me gusta más tumbarme y dejarte
hacer el trabajo duro —le dijo dejando un suave beso en los labios.
—Vago —protestó pegándole con suavidad en el pecho.
Negó con la cabeza, rogándole otro beso sin dejar de sonreír.
—Inteligente.
CAPÍTULO 26

—Evan…
Soltó un gemido escondiendo la cara bajo la almohada.
—Evan… despierta —le pidió Shaun tocándole la espalda.
Se quedó soltando un sonido lastimero, tratando de seguir durmiendo.
Shaun se rio dándole un beso en el hombro.
—Tengo hambre, despierta —se quejó.
Rodó sobre su estómago, quedando boca arriba con los brazos separados.
—Todo tuyo, tienes barra libre —dijo con la voz ronca por el sueño.
Shaun se rio pegándole en el costado.
—De eso no. Necesito comida de verdad.
Sonrió abriendo los ojos, encontrándolo sentado en la cama con solo un pantalón de
deporte puesto.
—¿Quieres desayunar? —preguntó mirándolo.
Shaun asintió con la cabeza.
—¿Qué me darás a cambio?
Sus ojos azules brillaron llenos de malicia y promesas en las que su cuerpo se interesó
de manera inmediata.
—Tú esfuérzate con mi desayuno y puede que luego yo acepte tomar algo de ti —le dijo
mirándolo de arriba abajo, deteniéndose en su erección que ya estaba despierta.
Se sentó en la cama atrayéndole hacia él para darle un profundo beso.
—Pondré todo mi esfuerzo en deslumbrarte. Serán los mejores cereales con café de tu
vida —bromeó levantándose de la cama, sonriendo al escucharle reírse a carcajadas.
Se puso uno de los pantalones suaves que usaba por casa y le guio hasta la cocina,
abriendo todas las ventanas que encontraron para que entrara luz y aire fresco.
—Dime chef, Evan —le pidió Shaun sentándose en la encimera de la cocina—. ¿Qué
creación mágica de cereales vas a crear para mí?
—Bueno, tengo una gran variedad de opciones. Tenemos varios acompañamientos
disponibles, le aseguró abriendo la nevera y luego consultando lo que había en la alacena.
—Tenemos fruta congelada, yogur con una dudosa fecha de caducidad, galletas y
aceitunas. Elige —le ofreció colándose entre sus piernas abiertas.
—¡Guau! —murmuró Evan pasándole las manos por sus hombros. Sus labios se
encontraron en un beso suave y lento. Entrelazaron sus lenguas con suavidad, tomándose
su tiempo. No había calor en el beso, solo ganas de sentirse más cerca—. Es un desayuno
digno de un hotel cinco estrellas.
Extendió las manos por su espalda desnuda, dejando un par de besos suaves sobre su
boca.
—Lo sé… es que el premio merece la pena —musitó sonriendo contra sus labios.
Se sonrieron mutuamente mirándose a los ojos.
—Te quiero —murmuró Shaun haciendo que su corazón diera un brinco.
Atrapó su boca en un nuevo beso, tratando de controlar esa maraña de emociones que
Shaun despertaba en él.
—No puedo creer que estés aquí —admitió con sinceridad.
Shaun sonrió acariciando su cuello con suavidad, atrayéndolo a un nuevo beso.
—Yo tampoco —respondió clavando sus rodillas en sus caderas—. Creo que voy a pasar
del desayuno… e ir directamente a la mejor parte —ronroneó besando su pecho y dejando
que su mano cubriera su erección.
Lo agarró bajo las rodillas, arrastrándole hasta el borde de la encimera, chocando sus
caderas contra las suyas para dejarle sentir el estado en el que estaba.
—¡Levántate del sofá, cabrón desagradecido! ¿Sabes cuánto se esforzó Nina para
preparar tu fiesta? ¿Cómo pudiste largarte de tu celebración de cumpleaños? —le gritó
Brian abriendo la puerta de su casa con su juego de llaves.
Nadie dijo nada durante unos segundos. Brian se quedó petrificado observándolos
desde el marco de la entrada.
El enfado de su mirada cambió al desconcierto al verlos. Recorrió su figura y luego la de
Shaun. Los dos sin camisetas, el uno en brazos del otro, prácticamente pegados.
Vio horrorizado el segundo exacto en el que su mente entendió la situación… su cara
pasó de la confusión al fijarse en Shaun, al horror cuando se percató de la postura en la que
estaban… Casi al instante su rostro cambió a un gesto de asco. Giró sobre sí mismo y salió
dando un portazo.
—Mierda, mierda, mierda. Joder —musitó separándose de Shaun y corriendo tras él por
las escaleras.
—¡Brian espera! —gritó mientras corría—. ¡Para joder! —le pidió agarrándolo del brazo
en el rellano de la entrada—. Deja que te lo explique.
—¡No me toques! —le alejó la mano para soltarse.
Le mostró las palmas en un gesto de paz, retrocediendo un paso. Nunca había visto a
Brian tan furioso.
—No es… —murmuró impactado por su cara de odio.
—¿No es lo que estoy pensando? —inquirió con un tono de voz burlón—. Me tomas por
imbécil. Te lo estabas tirando en la cocina.
—Eso no es verdad —dijo indignado—. Nosotros no estábamos…
—¿Nosotros? —preguntó Brian incrédulo.
Bajó la cabeza sin saber qué decir, era el peor de los escenarios que podía haber
imaginado.
—Toda la mierda que me contaste sobre esa chica era una puta mentira. Siempre fue él.
¿Verdad? —demandó.
—Nunca dije que fuera una chica —murmuró en voz baja—. Lo siento mucho, yo…
—¿Que no dijiste qué…? —Su cara se contorsionó por la exasperación—. Siempre te has
interesado por mujeres, por lo menos delante de mí. Hasta esta mañana nunca hubiera
imaginado que eras maricón.
Jadeó con sorpresa, tan sorprendido por su odio como por la forma de tratarle.
—Sé que estás enfadado, pero…
—¿Enfadado? ¡No! Asqueado más bien.
Tomó una respiración profunda, intentando calmarse.
—Me conoces de toda la vida Brian, esto no cambia nada.
Él soltó una palabrota entre dientes negando con la cabeza.
—¡Esto lo cambia todo! —gritó—. Mi amigo, mi hermano de toda la vida es una
princesita. ¿Ahora qué? ¿Vas a traerlo a nuestras barbacoas para que hable con las chicas?,
¿irán juntas a las rebajas? ¿o ese eres tú?
—Cálmate. Te estás pasando —le advirtió—. Entiendo que estés disgustado, pero no te
voy a consentir que me faltes al respeto. Ni a mí, ni a Shaun.
—Shaun —repitió él con incredulidad—. ¡Shaun! Tu novio Shaun. No me puedo creer
que te diera consejos para conseguir a un tío. ¿Es el primero? ¿Le das a todo? ¿Las mujeres
con las que te acostabas eran una tapadera? ¿Siempre fuiste gay?
—Si te calmas y me dejas explicarte… —le dijo avanzando un par de pasos para tocarle
el brazo.
—¡No quiero que me expliques nada! —gritó empujándole con fuerza, haciéndolo
retroceder.
Lo miró sorprendido por su violencia. No reconocía al que hasta ese momento era su
mejor amigo.
—Te ayudé, estuve preocupado por ti cuando creía que te habían plantado y todo este
tiempo te reíste en mi puta cara. ¡Gay! —gritó volviendo a empujarle—. ¡Eres gay y no me
lo dijiste!
Lo miró sin hacer nada por defenderse.
—¿De verdad es tan importante? —preguntó en voz baja—. ¿Qué más da con quién me
acueste?, ¿a quién le importa?
—¡A mí! —bramó—. No quiero un amigo gay, no voy a ir por la calle con vosotros
agarraditos de la mano, no me sentaré en un restaurante mientras os hacéis arrumacos.
Se quedó mirándolo derrotado, con un dolor sordo y demoledor azuzando su pecho.
—Brian…
Escuchar como decía su nombre solo pareció enfadarlo más.
—¿Qué vas a hacer ahora? ¿Serás su juguetito?, ¿te compra cosas caras a cambio de
dejarte? —dijo lleno de rabia. Lo empujó hacia atrás, presionándolo contra la pared
quitándole el aire por la sorpresa del golpe.
—¡Eh, eh! —gritó Nick sacándoselo de encima—. ¿Qué coño haces?
—¡Brian! —chilló Nina desde la entrada con una asustada Alison a su lado—. ¿Perdiste
la cabeza?
—¡Es gay! ¡Tu amigo es gay! —vociferó señalándolo.
—¿Qué? —musitó Nina con confusión.
Nick le dio un violento empujón apartándolo.
—¡Cálmate! —le gritó avanzando para interponerse entre ellos.
—¿Tú los sabías? —le preguntó Brian a Nick—. Claro que lo sabías. Por eso estabais tan
juntos, jugando a los secretitos. Lo sabías —dijo con incredulidad lanzándose de nuevo
hacia delante—. ¿Se lo contaste a él y no a mí?
Nick volvió a rechazar su avance con contundencia y Nina lo agarró del brazo para
alejarlo.
—¿Para qué iba a decírtelo?, ¿para qué lo trataras así? —demandó Nick con dureza—.
¿Avergonzándolo en medio de su edificio? ¿Atacándolo? Lárgate y despeja tus ideas.
Brian lo miró sin dar crédito, listo para contraatacar.
—¡Que te largues! —gritó.
—Brian, vámonos —le ordenó Nina tirando de su mano. Le hablaba a su novio, pero no
apartaba la mirada de él—. Vámonos —insistió.
Observó incapaz de moverse, como ambos salían de su edificio.
—Evan, ¿estás bien? ¿Te pegó? —preguntó Nick agarrándole la cara.
Negó con la cabeza sin acabar de entender sus palabras. Brian, que había estado con él
toda la vida… ¿Renegó de él por estar con Shaun?
—Me odia —musitó con sorpresa—. Él sabe lo de Shaun y me odia —dijo incrédulo.
—Ven, vamos, arriba —murmuró Alison preocupada lanzándole una mirada angustiada
a Nick que lo agarró del brazo con suavidad para que subiera las escaleras.
—¿Está bien, Evan? —preguntó una de sus vecinas de escalera. Una mujer de casi
setenta años a la que solía subirle las bolsas de la compra y siempre ayudaba con las
chapuzas de casa.
—Sí, no se preocupe —la tranquilizó Alison.
—Ese chico es un animal —dijo ella indignada—. Ellos son una pareja adorable, no se
merecen ese trato.
La miró sorprendido, su vecina también lo sabía.
—Gracias, señora Mcmillan —murmuró mientras Nick tocaba a la puerta con suavidad.
—Evan. ¿Qué…? —Se sorprendió Shaun al encontrarlo acompañado, ya se había vestido
y parecía listo para salir.
Nick negó con la cabeza con gesto enfadado.
—¿Fue malo? —preguntó Shaun en voz baja a Alison.
Ella asintió haciendo un mohín casi a punto de llorar.
—Estoy bien —dijo dejando que Shaun lo llevara al sofá. Sus manos calientes
sostuvieron sus mejillas mirándole a los ojos. Se perdió en ese azul que tanto le gustaba,
ayudándolo a calmarse un poco—. Tengo frío.
—Iré a traerte algo —murmuró Shaun desapareciendo y volviendo con una sudadera
que le ayudó a ponerse antes de sentarse a su lado.
—Se lo va a contar a todos los demás. Es un bocazas cuando está enfadado. —No era
una pregunta, nadie lo conocía mejor que él.
—Nina no lo dejará —aseguró Alison, aunque no muy convencida.
—No podrá con él. Estaba furioso, creo que nunca lo he visto tan fuera de sí —dijo en
voz baja.
—Hablaré con los chicos, les explicaré las cosas bien —le ofreció Nick.
Asintió distraído, recordando su cara.
—Nos encontramos con Nina para desayunar y nos dijo que Brian había ido a buscarte.
No tienes móvil y no sabemos el número de Shaun —les contó Alison.
—Entró con sus llaves y nos encontró besándonos en la cocina. No estábamos haciendo
nada más —les aseguró.
—Estás en tu casa, puedes hacer lo que quieras —dijo Nick enfadado. Su móvil empezó
a pitar en el bolsillo de su chaqueta—. Mierda —murmuró al ver la pantalla—. Es Chase.
—Joder. Fue rápido —musitó sintiéndose enfermo.
Nick fue a su habitación y cerró la puerta.
—Lo siento mucho, chicos. Brian no tenía derecho a armar todo ese escándalo —dijo
Alison con pena.
Negó con la cabeza cerrando los ojos mientras se apoyaba en el respaldo del sofá.
—En el fondo, creo que lo sabía. Me aterraba que lo supierais y me dierais la espalda.
Tuve mucha suerte contigo y con Nick. Gracias, por cierto.
Alison hizo un gesto quitándole importancia.
—Nunca he tenido ningún problema con eso y después de lo que vi sufrir a Nick el año
pasado con su hermana…
—¿La llamó? —preguntó abriendo los ojos para mirarla.
—Todavía no —le respondió ella con tristeza—. Ojalá lo haga pronto.
—Seguro que sí. —Intercambió una mirada con Shaun para decirle que luego le
explicaría todo.
Nick salió de la habitación con gesto duro.
—Hemos quedado en casa de Pitt, para hablar. Ya los saben todos.
Negó con la cabeza conteniendo las ganas de llorar.
—Deberíais ir —dijo en voz baja—. No creo que sea buena idea que yo vaya, solo hará
las cosas más difíciles.
—Puede que sí —reconoció Nick preocupado.
Suspiró tocándose el cuello para aliviar la tensión.
—¿Estaréis bien? —preguntó su amigo no muy convencido, tendiéndole la mano a su
novia que les hizo un gesto de despedida.
Asintió con la cabeza, dedicándole una pequeña sonrisa para tranquilizarlo.
—Te debo una.
Nick negó con la cabeza mientras iba a la puerta con Alison agarrada de su brazo.
—Sabes que todo lo que dijo Brian es basura. ¿Verdad?
—Vete anda. Hablamos mañana —le despidió.
Nick le miró preocupado, pero salió de la casa.
—¿Qué te dijo? —quiso saber Shaun.
—Gilipolleces —dijo mirándolo—. No me importa lo que diga, me duele… pero no es
verdad. No sabe nada de nosotros y tampoco se molestó en querer saber.
—Creía que no era homófobo —respondió Shaun con evidente preocupación.
—Yo también. Vamos —dijo poniéndose en pie.
—¿A dónde? —preguntó Shaun desconcertado.
Negó con la cabeza entrando a la habitación para vestirse y calzarse.
—Vamos, yo conduzco —le ofreció cogiendo las llaves de su coche.
—¿Pero a dónde? Creía que no querías ir con los chicos.
—Y no quiero —le dijo abriéndole la puerta para que saliera—. No te preocupes, te
llevaré a un lugar seguro.
CAPÍTULO 27

—¿Estás seguro de que esto es una buena idea? —le preguntó Shaun en voz baja
mientras timbraba.
—No te preocupes. Todo está bien —murmuró esperando.
—¿Evan? —inquirió Aiden al abrir. Su mirada pasó rápidamente a la forma de Shaun—.
Pasad —les invitó esbozando una sonrisa.
—Él es Shaun —le dijo señalándolo.
Aiden se rio entre dientes, tendiéndole la mano a Shaun.
—Soy su cuñado, Aiden. Es un placer.
Shaun se la estrechó, sonriéndolo con un poco de nerviosismo.
—Encantado.
—Llegáis en buen momento, tenemos café, chocolate y tortitas —les dijo guiándolos a la
cocina.
Clary se mostró sorprendida, pero los recibió sin condiciones. Los sentó a su mesa y los
rodeó con ese manto de familia que tanto le gustaba. Los niños estaban felices de traer a
alguien más con quién poder jugar. Así que rápidamente convencieron a Shaun para ver
películas de dibujos y pintar con ellos en la sala.
—Es muy guapo —musitó su hermana mientras le pasaba zanahorias para que le
ayudara con la comida.
Sonrió avergonzado, dejando de observarlo a través de la puerta abierta de la cocina.
—No le estaba mirando a él —protestó.
—Claro que no. Es por nuestra alfombra —se burló Aiden—. Hay gente que viene a
verla desde otros estados.
Evan chasqueó la lengua, inconforme.
—¿Qué os parece Shaun? —quiso saber.
Aiden se rio mirándolo con incredulidad.
—¿Nos estás preguntando que opinamos de tu novio?
—Bueno, es que quiero saberlo —se defendió—. Sois mi familia, quiero que os llevéis
bien él.
Clary le dedicó una sonrisa radiante.
—Es encantador. No te preocupes por esas cosas. Es a ti a quien tiene que gustarle, es lo
único que importa —le dijo ella.
—A mí me gusta demasiado. Por eso estoy en este lío —masculló haciéndose cargo de
las zanahorias.
—No hay ningún problema, ya hablamos de ello —le recordó Aiden.
—Con vosotros no —respondió—. Pero Brian nos encontró esta mañana… —Tragó
saliva al rememorarlo.
—¿Se lo tomó mal? —preguntó Clary preocupada.
Asintió mientras cortaba las zanahorias en trocitos.
—Me dijo un montón de cosas que… No lo aceptará. No sabía que era tan extremista
sobre esto. Supongo que es verdad eso de que nunca conoces a alguien del todo —dijo algo
abatido.
—Seguro que cambia de opinión. Tienes que darle tiempo —opinó Aiden.
—No lo creo —musitó con tristeza—. Tampoco estoy seguro de que vayan a aceptarlo
los demás. Nick lo descubrió y no le importa, ni él ni Alison.
—Es que no debería ser un problema —declaró Clary—. Deja que se le pase. Seguro que
en cuanto lo piense, se dará cuenta de su error y volverá a disculparse.
No le contó nada más porque no quería preocuparla, pero algo dentro de él le decía que
no había muchas posibilidades de que eso pasara.
—Eso haré. Puede que tengas razón —admitió.
—Si quieres seguir adelante con esto… tienes que estar preparado —le dijo Aiden—.
Algunas personas te juzgarán solo por ello, otros ni querrán tratar contigo.
—Ya lo sé. Soy consciente, lo que pasó esta mañana fue una dosis de realidad.
—Personas que conozcas de toda la vida, podrían cambiar su trato contigo. Nosotros
estaremos a tu lado, no seremos los únicos, pero no vamos a engañarte… la cosa puede
ponerse difícil —le advirtió Clary.
—Quiero estar con Shaun. —Su voz sonó estable, confiada a pesar del miedo y las dudas.
Sonó a verdad.
Clary le dedicó una sonrisa llena de cariño.
—Entonces encontraremos la forma de superar todo lo demás. Pero para eso hay que
recargar energía, uno toma mejores decisiones con el estómago lleno.
Se rio volviendo a su tarea. Así era Clary, había pocas cosas que su hermana no pudiera
tratar a base de prepararle algún plato delicioso.
Pasaron todo el resto del día en casa de su hermana, conociéndose mejor y conviviendo
con ellos. Al marcharse decidieron ir al apartamento de Shaun para evitar otra nueva
sorpresa.
Todavía no se sentía cómodo en casa de Shaun, pero saber que nadie podía encontrarlo
allí le tranquilizó lo necesario para agradecer quedarse a dormir.
—Brian no tiene ni puta idea de mí, ni de nosotros —dijo Shaun enfadado después de
contarle todo lo que había pasado esa mañana.
Se puso de pie, andando de un lado a otro de la sala, como una fiera enjaulada.
—¿Cómo se atreve a hablar de ti de esa manera? ¿Acaso no te conoce?, ¿cree de verdad
que te acostarías con un hombre solo a cambio de dinero?
—Da igual —murmuró.
—Pues a mí no. Ese cabrón va a tener que escuchar un par de cosas de mí —protestó
enfadado.
—Algunas personas creerán eso cuando nos vean —dijo en voz baja.
Shaun se giró con rapidez a verlo.
—¿Por qué? ¿Por qué todo el mundo le da tanta importancia a eso? Son solo cosas, el
dinero no lo es todo —argumentó perdiendo la paciencia.
—Dices eso porque lo tienes —contradijo dedicándole una mirada de disculpa.
Shaun chasqueó la lengua con enfado.
—Pero no lo tuve antes.
—Tu abuelo era médico y te dejó el dinero suficiente como para montar la galería.
Tampoco puedes venir de una familia muy humilde —dijo sin acritud.
Shaun se dejó caer a su lado en el sofá.
—Somos de clase acomodada, nunca pasé necesidad con mis padres. Pero sí lo hice
después y no me importó. Esto no va sobre mí —le dijo muy serio.
—Claro que sí. Las personas que me conocen saben que no soy gay, sacarán la misma
conclusión que Brian. ¿Cómo me presentarás a tus conocidos?, ¿a los coleccionistas,
artistas, inversores…? ¿No te das cuenta de lo que creerán?
—¿Y a mí qué me importa eso? Pensarán que estoy con un hombre con un gran sentido
del humor, agradable, cariñoso y atractivo. No voy a vivir mi vida en base a lo que opine la
gente. Solo me importa lo que piensas tú. ¿Quieres estar conmigo?
Asintió con la cabeza sin dudar.
—Claro que quiero —aseguró un poco sonrojado.
Shaun le dedicó una fugaz sonrisa.
—Pues ya está. No hay que darles tantas vueltas a las cosas. Nos queremos. Fin —le dijo
tan exasperado que le hizo reír.
Shaun se rio también, se dejó caer hacia él abrazándose a su costado.
—No me avergüenzo de ti, ni de tu trabajo, ni de nada —murmuró apoyando la cabeza
en su hombro—. Me gustas tal y como eres. No hay nada de ti que quiera cambiar.
Sonrió mordiéndose el labio mientras le pasaba un brazo por encima de los hombros
para pegarlo a su cuerpo.
—Eso es porque soy perfecto.
Shaun soltó un bufido y le dio un golpe en el estómago.
—Más quisieras. —Pasó las manos en torno a su cintura acurrucándose en él—. Por
favor, dime que me crees cuando te digo que eso no importa.
Acarició su espalda, mientras meditaba cuidadosamente sus palabras.
—Sé que lo dices de verdad, pero lo que yo te estoy diciendo también es cierto.
—Puede ser —acabó por ceder Shaun—. Aun así, no podemos dejar que lo que opinen
cuatro imbéciles nos afecte.
—Haré mi mejor esfuerzo —le prometió.
Shaun sonrió satisfecho, besándole en el cuello.
—Deja que yo me encargue de los idiotas con los que nos encontremos —le pidió
mirándolo a los ojos.
Sonrió con una mueca de fingida sorpresa.
—¿Vas a protegerme? ¿Crees que necesito protección? —preguntó en broma, aunque
los dos sabían que para él era un tema más delicado después de lo que había pasado con
Brian.
Shaun negó con la cabeza, dedicándole una mirada amorosa.
—¿Por qué no nos cuidamos el uno al otro? —ofreció bajando la voz y besándole
suavemente en los labios.
Sonrió contra sus labios, acercándolo para alargar el contacto.
—Suena bien, podemos hacer eso.
Su vida dio un cambio de ciento ochenta grados. Pasó de heterosexual a gay en menos
de veinticuatro horas. No se extrañó después del escándalo que hizo Brian en la entrada de
su edificio.
De repente todo el mundo dejaba de hablar cuando iba al supermercado, llegaba al
trabajo o simplemente estaba paseando por la calle. Durante un mes pareció que su vida
privada era lo único importante en varios kilómetros a la redonda.
Hubo clientes de siempre que dejaron de sentarse en su lado de la barra y ni siquiera lo
saludaron al pasar, no fueron solo ellos por desgracia. Se negaba a explicarle a la gente que
no era gay porque salía con un hombre y eso era lo único que les importaba.
Así que aceptó con la mayor tranquilidad que pudo la situación. No trató de hablar con
quién le puso mala cara o cortó relación con él. Se enfocó en mantenerse estable y apoyarse
en Shaun. Dejó que lo consolara cuando la presión lo asfixiaba y que lo tranquilizara si
llegaba furioso a casa con ganas de partirse la cara con todo el mundo.
Shaun llamó a sus padres para contarles la noticia. No tenía mucha relación con ellos y o
bien no les importó o bien les dio igual, porque no tuvieron ningún tipo de reacción. Su
abuela, sin embargo, se mostró comprensiva y abierta. Aceptó la noticia cuando se le pasó
la sorpresa e insistió en que le trajera con él la próxima vez que fuera de visita.
Cinthia ni parpadeó al recibir la confirmación de algo que ya sabía, reacción similar a la
que tuvieron todos los del pub debajo de su casa. Puede que no fueran tan sutiles como
ellos creían. No fueron las únicas personas en reaccionar bien, por suerte.
Otto no tuvo ningún inconveniente, tampoco lo hicieron sus compañeros a pesar de que
los primeros días no dejaron de mirarlo como si le hubiera salido una segunda cabeza. Solo
Nina se mantuvo en un discreto segundo plano, cambió todos los horarios que pudo para
coincidir con él lo menos posible y las pocas veces que se vieron parecía que estaba a punto
de llorar.
No era la única que quería echarse a llorar, sin Brian y Nina en su vida se sentía extraño.
No había memes en su teléfono, ni mensajes estúpidos con chistes malos. Nada de bromear
con Nina y escuchar sus interminables cotilleos. Había un gran silencio sin ellos.
No todos sus amigos reaccionaron así. Chase lo llamó dos días más tarde, solo para
preguntar cómo estaba. No le habló de Brian, ni de Shaun, pero insistió en salir a tomar
unas cervezas al final de la semana. Nara le envió mensajes asegurándole que todo estaría
bien y que no se preocupara.
Pitt y Eli le visitaron en el Narval a media tarde. Hicieron las bromas de siempre y lo
trataron como si no pasara nada, se despidieron con un abrazo diciendo que quedarían
pronto a cenar y que por supuesto debía traer a Shaun.
Acabaron por sumarse a esa cita para cervezas con Chase y Nara a la que también
acudieron Nick y Alison. Shaun decidió no ir para dejarle espacio con ellos, sin intención de
imponerse hasta que estuviera cómodo.
Ya habían escuchado su versión de la boca de Nick que seguía siendo junto con Alison y
su familia, sus mayores apoyos. Aun así, a ellos sí les dio una explicación.
Dejó que le hicieran preguntas a las que Nick no pudo contestar. Cuando se fue casi
cuatro horas más tarde, se sentía expuesto como si estuviera desnudo, pero sabía que
entendían un poco mejor su situación y su relación con Shaun, aunque su opción sexual
actual resultara demasiado extraña para ellos.
No hubo más silencios con los chicos, volvieron a organizar barbacoas y sus citas
semanales habituales a las que Shaun acudía cuando le era posible en el trabajo. Fue un
poco raro las primeras veces, todos parecían algo tensos, pero las cosas fueron encajando
poco a poco hasta que sus encuentros volvieron a sentirse como algo normal.
Nadie habló de Brian y Nina, sabía que no querían hacerle daño con el tema y lo
agradeció. No estaba seguro de poder manejar esa conversación.
Además de pasar tiempo con los chicos, empezaron a salir juntos a donde les apetecía,
fueron a comer, cenar, al cine y dos memorables noches al Clank.
Zen se metió con ellos hasta la extenuación, llamándolos esposos delante de cualquiera
sin preocuparse. Él fue un buen amigo para Shaun, salieron varias veces los tres juntos y
nunca los hizo sentirse incómodos, admitió su relación con la misma facilidad que alguien
dice que va a llover.
También dedicaron mucho tiempo a ir a casa de Clary, todos los domingos iban a comer
con ellos, poniéndose al día y disfrutando de sus sobrinos.
Con el paso de las semanas las cosas se fueron calmando y cinco meses después su vida
empezó a asentarse.
Dejó su antiguo apartamento para mudarse con Shaun. Cambió gran parte de la
decoración porque con tanto blanco no podía sentirla como una casa de verdad. Shaun
nunca puso mala cara o trató de detenerlo, le dejó hacer y deshacer sin inmutarse,
deseando que creara un lugar confortable para ambos.
Invitó a Clary a ver la casa y le pidió ayuda como ya hizo cuando se fue a vivir solo. Era
un espacio grande, pero lo tuvieron listo en un par de semanas. Ella localizó el problema de
la casa, que era impersonal y se parecía demasiado a un museo. Así que supo qué conseguir
para que dejara de serlo.
En esos meses Shaun tuvo dos exposiciones más. Tuvieron que relacionarse con mucha
gente en ese tipo de eventos, pero la voz de Shaun siempre sonó orgullosa y feliz cuando le
presentaba como su pareja.
Hubo malas caras allí también, pocas. Quizá porque era un ambiente muy hipócrita o
bien porque eran muy educados, pero tuvo la sensación de que los juzgaron con menos
dureza.
En agosto se tomó tres semanas de vacaciones para viajar con Shaun. Fueron a Europa y
dedicaron una semana entera a la abuela de Shaun, Berenice, que resultó ser una mujer
cariñosa y entrañable con la que se llevó bien enseguida.
Fueron unas vacaciones de ensueño, el amor de Shaun por el arte se filtraba cada vez
que le enseñaba algún lugar nuevo. Le mostraba esculturas y pinturas como si fuera un
amante, deleitándose en cada detalle y matiz, le explicó técnicas y lo arrastró hasta edificios
preciosos que recorrieron durante horas.
Tuvieron sexo salvaje en un hotel con vistas al museo del Louvre, hicieron el amor
apresuradamente en un campo perdido cerca de las ruinas de un templo romano en la
Toscana, Shaun lo tomó despacio en su habitación en Roma después de lanzar una moneda
en la Fontana di Trevi.
A veces, cuando lo miraba sentía tanta emoción por dentro que creía que iba a explotar.
Lo amaba tanto que, en ocasiones al verle sonreír, le faltaba el aire.
Hubo días difíciles durante esos meses, pero ni uno solo de ellos se cuestionó su
decisión de arriesgarlo todo por él. Cada noche se dormía enredado en Shaun, con un “te
amo” resonando en su oído y la seguridad de que había encontrado su lugar en el mundo.
CAPÍTULO 28

—Yo creo que los clásicos nunca mueren, por eso son clásicos, son una elección segura
—protestó Otto.
—¿Cómo van a celebrar que cumplen un año yendo al cine? —se escandalizó Delia, la
nieta de Nora, apoyada en la barra que a esas horas de la tarde aún estaba vacía—. Eso es
supercutre.
—Que sabrás tú —refunfuñó Otto.
—Nora, ¿cómo celebraste tu primer aniversario en pareja? —le preguntó a la mujer. Le
encantaba poder hablar con naturalidad de Shaun. El paso de los meses le había dado eso y
no podía estar más feliz.
—Eran otros tiempos —dijo la mujer encantada apoyándose en la ventana—. No creo
que yo vaya a darte ideas.
—Cuéntamelo, por favor —le rogó poniendo las palmas de las manos juntas.
—Sí, abuela. Dinos —le pidió Delia.
—Bueno, soy de la vieja escuela. No fue nada espectacular. En toda mi vida solo he
tenido un marido, que además fue mi primer novio. Así que no tengo mucho con qué
comparar.
—Pues como yo. Mi primero y único —le dijo a la mujer que se rio dándole un pequeño
manotazo.
—Para mala suerte de Shaun —se burló Otto.
—¡Oye, tú! —protestó tirándole el trapo con el que estaba secando los vasos.
Todos se rieron de buen humor, por el rabillo del ojo vio a Nina al final de la barra,
cargando la nevera de agua muy despacio, prestando atención a hurtadillas a la
conversación.
Los meses le dieron la perspectiva suficiente para no sentirse mal por hablar de su vida
solo porque ella estuviera presente. Era feliz y no tenía por qué ocultarlo.
—En aquel entonces, el romance lo era todo —siguió Nora—. No se buscaba la
ostentación de hoy en día, se trataba de amor de verdad. ¿Shaun es romántico? —le
preguntó.
Sonrió avergonzado mientras todos se reían. Asintió rascándose el cuello.
—Un poco. —En realidad un mucho. Pero era algo que Evan descubrió lentamente de
Shaun, los grandes y pequeños gestos le encantaban.
Soportó los arrullos de todos y las burlas de buen grado, sabiendo que no había malas
intenciones en ellas.
—Dejadlo en paz —les ordenó Nora sonriendo—. Por nuestro primer aniversario, mi
marido vino a recogerme en un coche prestado. No teníamos mucho dinero entonces y un
amigo le hizo el favor. Se puso su mejor traje y vino a recogerme con un enorme ramo de
rosas rojas y una gran caja de bombones.
—Os lo dije —la interrumpió Delia—. Los confiables clásicos.
—Condujimos durante una hora bajo un agradable sol en una tarde de primavera.
—¿Estás contando un capítulo de una de esas telenovelas que veis durante el descanso?
—preguntó Otto divertido.
—Es una licencia poética —dijo a su jefe sonriendo. Vio a Nina sonreír también, aunque
fingió no darse cuenta.
Nora los miró con indignación, pero a pesar de ello continuo su historia.
—Me llevó a un lugar maravilloso, un embarcadero en un lago apartado. Toda la orilla
del río estaba cubierta de pequeñas flores, era precioso. Paseamos durante horas y luego
tendió una manta al borde del agua y sirvió la cena que él mismo había preparado para
nosotros. Fue perfecto —le aseguró.
—Guau. El abuelo sí que sabe —presumió Delia.
—Eso es precioso —le concedió.
—Pasteloso, más bien —se burló Otto.
Mientras el personal de la cocina empezaba a hablar de sus propias experiencias,
aprovechó para coger la bandeja e ir a limpiar una de las mesas.
—¿Te ayudo? —preguntó Nina sorprendiéndole.
—No hace falta —dijo en voz baja, pasmado por su acercamiento.
A pesar de su negativa ella empezó a recoger, aunque moviéndose muy despacio.
—Así que… un año —musitó Nina. Parecía genuinamente sorprendida, así que no se lo
tomó a mal.
—Sí.
Siguieron recogiendo en silencio.
—Todavía no me puedo creer que ahora uses las redes sociales. Hasta tienes seguidores
—le dijo ella en lo que pretendía ser una broma.
Aceptó el comentario con un gesto.
—Vi tus fotos en Europa. Parece un lugar muy bonito. Me gustaron especialmente las de
París. ¿La torre Eiffel es tan impresionante como dicen? —quiso saber.
—No me gustó mucho, aunque la vista desde arriba es impresionante. A Shaun le
encantó.
Ella pareció encogerse al escuchar su nombre, pero siguió con la tarea antes de volver a
hablar.
—Eli y Nara me dijeron que estabas buscando un local, para abrir el restaurante que
querías —le dijo bajando la voz.
—Sí, aunque de momento solo es una idea. Estamos empezando a mover las cosas. Nick
tiene un amigo que trabaja en una inmobiliaria. Dice que puede encontrar un local pequeño
a buen precio, así que estamos viendo algunos.
Ella no dijo nada, pero frunció el ceño.
—No creí que fuera en serio —reconoció Nina.
—Bueno, no lo era. Pensé que era muy difícil de conseguir —le aseguró.
—¿Y ya no lo crees? —inquirió.
—No, ya no —dijo convencido. Shaun y él habían hablado mucho de ello, le apoyó desde
el primer momento que conoció su sueño y aunque se ofreció a ayudarle económicamente
quería hacerlo por él mismo.
Nina lo miró con sorpresa.
—Pues ya me invitarás a la apertura —dijo en un tono forzado que pretendía sonar
natural.
Enfrentó sus ojos sin decir nada, él la invitaría sin dudar, pero ¿estaría ella dispuesta a
acudir? Sus ojos llenos de lágrimas, le dijeron que estaba pensando lo mismo.
—Te echo de menos —dijo ella en voz baja.
Trató de contenerse para no darle la respuesta que el instinto le pedía.
—Yo a ti también, a los dos —respondió con sinceridad.
—Evan… yo…
—No —dijo alzando un poco la voz—. No puedo oírlo. Mejor dicho, sí puedo, pero no
quiero. No se rompe la amistad de toda una vida porque tu amigo salga con alguien que no
te guste. Y no es que Shaun no te caiga bien… él te parecía increíble hasta que supiste que
estaba conmigo. Me diste la espalda por salir con él.
Ella abrió la boca para hablar, pero no pudo contenerse más y atravesó el local directo al
callejón.
—No me jodas —murmuró cuando Nina lo siguió fuera.
—No soy homófoba.
Se rio con amargura.
—Mala forma de seguir esta conversación —le advirtió—. Ya que todo vuestro
problema es exactamente el sexo de mi pareja.
Ella lo miró con una expresión herida.
—¿Te crees que solo tú lo pasaste mal? Trabajamos juntos, nos vemos varias veces a la
semana. Ha sido muy difícil para mí.
—¿Tú eres la que está sufriendo?, ¿tú lo estás pasando mal? Me dejasteis tirado. Estuve
meses aterrado de vuestra reacción, negándome incluso a salir con alguien que me hacía
feliz, solo por miedo a que me dierais la espalda. ¿Es eso justo? ¿Cuántas veces has metido
la pata?, ¿cuántos cientos de veces he estado de vuestra parte después de que os metierais
en algún problema? ¡Cada puta vez! —le gritó con rabia.
—Eso no… —trató de explicarse ella.
—Nunca os dejé de lado, nunca dije que no —la interrumpió—. Y una vez. ¡Una! Hago
algo que no os gusta y me borráis de vuestra vida como si no existiera.
—No puedes comparar la situación —protestó ella—. Tenías que habernos dicho algo…
preparado de alguna manera…
La miró con incredulidad.
—¿Prepararos? ¿Y de qué habría servido? —quiso saber—. Porque ha pasado medio
año y seguís igual.
—Estábamos esperando —reconoció ella con las mejillas coloradas.
La observó sin entender durante unos segundos hasta que se dio cuenta de lo que
quería decir.
—No me lo puedo creer —murmuró—. Estáis esperando a que rompa con Shaun. Pues
que os den a los dos, porque soy feliz y no pienso separarme de él.
Nina bajó la mirada al suelo.
—No eres gay. Sé que no lo eres, Brian dice que se te pasará. Que estabas aburrido y es
una fase.
—¿Cuántos años creéis que tengo? No es una fase, vais a moriros esperando a que ese
momento llegue.
—No te gustan las relaciones, las odias. Huyes de ellas, ¿también cambió eso?
—No, las odio. Me parecen agobiantes y tediosas. Pero no si es con Shaun. Si me
hubieras escuchado en vez de apartarme, sabrías el motivo. —Negó con la cabeza con
frustración—. No importa, ya no. Pasé las peores semanas de mi vida y no estuvisteis ahí,
me dejasteis tirado y nunca os preocupasteis más.
—¡Eso no es verdad! Miro tus redes sociales todos los días, le pregunto a las chicas por
ti. —Su cara cambió a un gesto de pánico.
—Tranquila —le dijo sabiendo a qué se debía—. Sé que seguís quedando con los chicos,
ellos nos lo dijeron y me pareció bien. Nunca les obligaría a elegir.
—Ya lo hicieron —señaló ella resentida—. Ahora siempre tienen cosas que hacer con
vosotros.
—No voy a consentirte que nos eches la culpa. Nadie os pidió que os fuerais, os
marchasteis vosotros. Ellos decidieron hacer el esfuerzo de entender y se dieron cuenta de
la verdad.
—¿Qué verdad? —preguntó desconcertada.
—Que no importa que seamos dos chicos, sigo siendo yo. Nada ha cambiado, las mismas
bromas, los mismos sitios… todo es igual, solo que vosotros no queréis verlo —la
recriminó.
—Brian…
—No me vengas con esas —le advirtió enfadado—. Siempre has hecho lo que te apetece
y esto no es diferente. Pudiste quedarte, llamarme, escribirme algún mensaje. Era más
sencillo marcharte que esforzarte un poco en entenderme. No digo que fuera fácil, pero es
lo que yo hubiera hecho por vosotros.
—No es algo que se pueda asumir sin más. Eres una persona diferente. Sales en fotos
besándote con él —le reclamó.
—Somos pareja, lo beso donde quiero. Y no lo hagas sonar como si fuera un crimen,
salimos abrazados y dándonos un beso en la mejilla. Te he visto hacer cosas mucho peores.
—Eh, marido de Shaun —dijo Zen abriendo la puerta del Clank—. ¿Todo bien por aquí?
Escuchó el jadeo de sorpresa de Nina, pero sonrió.
—Todo bien —le tranquilizó.
—Vale, acabas ahora tu turno, ¿No? Shaun está de camino para elegir las bandas de este
mes. Vente y tráete algo de comida, estoy canino —le ordenó antes de volver a desaparecer.
Estalló en risas, notando como se relajaba. Se prometió a sí mismo que no volvería a
dejar que eso le afectara, ellos tomaron su camino y él el suyo.
—¿Marido? —preguntó Nina en un hilo de voz.
—Todavía no, solo lo dice de broma. Pero puede que algún día —reconoció mirándola a
los ojos—. Mi vida no se va a paralizar porque no estéis en ella. Avanzo, cambio y os lo
estáis perdiendo todo. No voy a decir que no os echo de menos, claro que lo hago. Pero cada
día duele un poco menos. La próxima vez que pienses en mí, recuerda que fue vuestra
decisión, la tuya también.
Volvió dentro para poder acabar su turno. Todos lo observaron, pero nadie se atrevió a
preguntarle qué había sucedido con Nina. Salió del Narval con una bolsa de comida directo
a Shaun.
Su oscura expresión le dijo que Zen le contó lo que pasó en el callejón. Se abrazó a su
cintura y escondió la cabeza en su cuello. Los brazos de Shaun lo rodearon con fuerza,
dándole la tranquilidad que le faltaba desde hacía una hora.
Había camareros reponiendo bebidas en la barra y charlas casuales por algunas partes
mientras se preparaban para abrir de noche, pero no le importó. Solo acarició su cuello y
tiró de él pidiendo un beso. Todo desapareció cuando sus labios se encontraron, siempre
fue así desde el instante en que se besaron por primera vez. Abrió la boca para él, dejando
que profundizara el beso.
Apoyó la mano sobre su corazón, que latió con fuerza bajo su palma. Se separó de él
para poder mirarle a los ojos.
—Te quiero —murmuró acariciando su pómulo.
Shaun sonrió mirándolo con preocupación.
—Y yo a ti. ¿Estás bien?, ¿ella te dijo algo desagradable? —quiso saber.
Negó con la cabeza, apretándose contra él.
—Me estaba despidiendo. Era hora de decir adiós.

Ocho meses después.


Estaba seguro de que aquella sería la última vez que hablara con Nina, pero no lo fue.
Empezó poco a poco, primero tratando las cosas del trabajo, acercándose para meterse
en las conversaciones con los compañeros, luego sin más volvió a salir cuando quedaban
con sus amigos. Fue raro, mucho más tenso que los primeros encuentros entre los chicos
con Shaun después de conocer su relación, pero ella estaba poniendo de su parte y él no
podía más que cerrar los ojos y desear que de verdad entendiera.
Shaun también fue muy generoso, frío y demasiado educado las primeras veces que
pasaron tiempo juntos, pero cediendo según fue viendo que era un intento real de arreglar
las cosas.
Brian nunca apareció con ella y tampoco lo nombró, lo que le dejó claro que era un
intento individual. No importaba, significaba mucho que de verdad quisiera acercarse a él
de nuevo. Las cosas no volverían a ser lo que fueron, pero tenerla en su vida de vuelta era
algo que lo hacía feliz.
No regresó a su antigua vida, aunque tampoco es que quisiera volver a eso. Perdió
algunas cosas en el camino, pero había ganado tanto que cada vez le era más difícil
lamentarse de lo que ya no tenía.
—¡Tío Shaun, Tío Shaun! —gritó Sara corriendo hacia ellos.
Shaun se agachó para recibirla con una sonrisa, alzándola en brazos. No sabía quién
quería más a quien, si los niños a Shaun o Shaun a los niños.
Sonrió observando el intercambio, sus sobrinos eran muy pequeños para entender lo
que era ser gay o heterosexual. A pesar de ello, Clary y Aiden decidieron explicarle que
Shaun era su novio y lo asimilaron con la facilidad que solo puede tener un niño.
—¿Qué pasa enana? —preguntó él.
—Quiero un helado doble —demandó.
Shaun abrió mucho los ojos fingiendo sorpresa.
—¿Doble? Pero será más grande que tu cabeza. Te comerá él a ti.
Sara se rio escondiendo la cara en su hombro.
—Yo le morderé primero —le aseguró.
—Guau, chica dura. Me gusta —le dijo moviéndola en sus brazos para hacerla reír.
—¡Tío Shaun! ¡Tío Evan! —gritó Aaron desde el marco de la puerta de la heladería—.
¡Estamos aquí!
Sonrió adelantándose un par de pasos para levantar en brazos al niño que lo recibió con
un abrazo.
—Mamá dice que podemos pedir un helado doble —le informó enseguida.
—Eso me contó tu hermana —respondió dejándolo en el suelo y sosteniendo la mano
que Aaron le ofreció para arrastrarlo a donde estaban los diferentes sabores de helado.
—¿Qué pasa si yo quiero un batido? —les preguntó Shaun acercándose a ellos. Su mano
le agarró de la cintura mientras se ponía a su lado mirando el mostrador, todavía con Sara
subida a su otro brazo.
—Que te echamos de la familia —le respondió Aiden acercándose a ellos.
Se rieron al escuchar su respuesta. Habían quedado todos juntos esa tarde para firmar
por fin los papeles de alquiler del local.
—Oye —le dijo en voz baja Aiden mientras los niños se apresuraban a pedir sus sabores
favoritos a la camarera—. Brian y Nina están aquí con unos amigos. ¿Quieres que nos
vayamos? —le ofreció preocupado.
Comprobó su alrededor de forma disimulada, Brian lo estaba mirando de manera
directa, sentado a poca distancia de donde estaban Nick, Alison y Clary disfrutando de un
café. No parecía enfadado, solo lo observaba en concreto a su costado, donde la mano de
Shaun lo estaba agarrando.
Se puso tenso, enderezando la espalda.
—¿Va todo bien? —preguntó Shaun mirándolo al sentir lo incómodo que estaba de
repente.
Le hizo un gesto con la cabeza para indicarle la dirección donde se sentaba Brian.
—Nos vamos —dijo Shaun con rotundidad.
—No, por supuesto que no —negó enseguida—. Nos hemos encontrado tres veces antes
con él y siempre nos marchamos. No estoy dispuesto a seguir haciendo eso.
Shaun lo miró con el ceño fruncido.
—Llevo toda la semana viéndote sonreír, feliz. No quiero que esto estropee este día tan
importante para Clary y para ti.
—Voto por eso. No es gran cosa, vayámonos —dijo Aiden.
—No. Estaré bien, confía en mí. Llevamos meses viendo locales, haciendo planes… nada
puede arruinar el día. Lo juro —pidió mirando a los ojos a Shaun.
—Está bien —aceptó él con renuencia—. Pero como diga alguna estupidez o nos mire
mal, no respondo.
Sonrió empujándole con la cadera con suavidad, conteniéndose para no besarle delante
de toda la gente que había en la heladería.
—Tranquilo Hulk —bromeó.
Volvieron a la mesa los cinco, Nina y Brian estaban sentados con una pareja que
reconoció del trabajo de él.
Saludó a Nina con la mano para ponerse en medio, entre Shaun y Clary. Su hermana le
dedicó una mirada elocuente, preguntándole si estaba seguro.
Sonrió acariciando su brazo con cariño. Podía sentir a Nina mirándole, pero no la saludó
para evitar ponerla en un compromiso.
—¿Estás nerviosa? —preguntó intentando distraer la atención de Clary.
—Histérica —reconoció sonriendo enseguida—. No me puedo creer que vayamos a
hacer esto de verdad.
—Pues créetelo, hermanita —le dijo Shaun sonriendo—. Porque después de un par de
arreglos, tendréis todo listo y solo será cosa vuestra.
—Y más os vale que salga bien porque Shaun y yo queremos ser maridos floreros —les
advirtió Aiden—. Me despertaré a las dos de la tarde cada día e iré directo al restaurante
para que me alimentéis —les aseguró con aire soñador.
—De eso nada —protestó Clary. Mientras todos se reían—. Serás un marido genial que
me dará masajes en los pies cuando llegue a casa.
—También puedo hacer eso —se rindió Aiden con facilidad sujetando la mano de Clary
por encima de la mesa, mirándola con amor.
—¿Ya sabéis qué nombre le vais a poner al restaurante? —preguntó Alison apoyada en
Nick.
—Es verdad, en todo este tiempo no hablamos en ningún momento de eso.
Clary y él se miraron a los ojos, decidieron el nombre cuando eran unos críos y todavía
no sabían si podrían hacerlo real.
—Marissa —les anunció Clary.
Todos se miraron confundidos.
—Como nuestra madre —les explicó pasando el brazo por los hombros de Clary que
apoyó la cabeza con la suya.
—Es un nombre precioso, los nombres deben tener significado cuando haces algo así —
opinó Shaun apretando su rodilla en un gesto cariñoso.
—¿Y qué dice de ti que tu galería tenga tu apellido? —lo pinchó Nick.
No dejó que Shaun contestara, le tiró una servilleta a Nick a la cara.
—Es el apellido de su abuelo, lo puso en su honor porque él fue quien le enseñó a amar
el arte. Quería convertir la galería en algo importante para hacerle honor.
Shaun le sonrió asintiendo con la cabeza.
—Eso es muy bonito, Shaun —le felicitó Alison.
—Ya viene Peter —anunció Nick viendo a su amigo pasar por la ventana—. ¿Listos?
La firma de papeles les llevó poco tiempo, un poco más del necesario porque a Clary le
temblaba tanto la mano de la emoción que necesitó unos minutos para serenarse y dejar de
llorar.
—Todo listo, aquí tenéis la llaves —les dijo Peter pasándole dos llaveros iguales—.
Mucha suerte, chicos. Esperaré la invitación para la inauguración —les dijo a modo de
despedida.
—Lo haremos —le aseguró esforzándose en hablar mientras Clary lo estrangulaba en
un abrazo imposible.
—Amor —le dijo Aiden poniéndose de cuclillas a su lado para atraer a su mujer en un
abrazo.
En cuanto quedó libre se inclinó hacia delante para abrazarse a Shaun que lo envolvió
con fuerza entre sus brazos.
—Estoy muy orgulloso de ti —le dijo al oído, besándole en la sien.
Sonrió avergonzado, separándose cuando Aaron y Sara reclamaron que también
querían abrazos y besos.
—¡Hora de celebrar! Los chicos están esperando en el restaurante —anunció Nick
sonriente—. Nara trae un montón de catálogos para enseñaros.
—Eso es lo mejor de que tu amiga trabaje en una constructora. Las obras son coser y
cantar —dijo contento poniéndose en pie.
—Curioso, porque no recuerdo eso cuando reformasteis vuestra casa —lo picó Aiden.
—Shhh… —le ordenó Shaun palmeando la espalda de Aiden—. Mantén el buen humor
para las siguientes semanas cuñado, nos va a hacer falta.
Aiden se rio pasándole la mano por la espalda mientras se ponían a recordar las mejores
anécdotas de su reforma.
—No fue para tanto —protestó Clary—. Solo quería que todo os fuera perfecto —le
aseguró.
—La casa les quedó preciosa —le aseguró Alison comprensiva—. Cada vez que miro
esas paredes grises tengo escalofríos.
—Yo también —le dijo en voz baja a Nick que se rio mientras lo veía coger en brazos a
Sara.
—Tío Evan, el tío Shaun se va sin nosotros. Corre —le reclamó nerviosa señalando la
puerta.
—¿Y a dónde crees que va a ir sin mí? —le preguntó sonriendo—. Volverá corriendo en
cuanto no me vea.
—Tal cual —se burló Nick cuando vio a Shaun retroceder sobre sus pasos buscándolo.
Apretó con fuerza a la pequeña y se fue sin mirar a nadie más que a su familia a pesar de
saber que Brian lo estaba observando. Realmente para vivir feliz, ellos eran todo lo que
necesitaba.
EPÍLOGO

Dos años después


—Hola, Cinthia —la saludó al entrar en la galería.
—Buenos días, señor White —le contestó la mujer de forma alegre—. ¿Qué tenemos en
el menú de hoy? —preguntó sonriéndole.
—Es una sorpresa —respondió contento.
Cinthia se rio apoyándose en el mostrador con confianza.
—En cuanto los clientes se vayan saldré a comer —le aseguró—. Estoy tan contenta de
que abrierais el local nuevo tan cerca de aquí.
—Tendríamos que haberlo hecho antes, pero estaba demasiado encariñado con ese
local. Ahí empezamos, aprendidos… los cambios son difíciles, aunque sean a mejor —le
confesó.
Ella asintió mostrándose comprensiva.
—Me lo imagino, sin embargo, fue para un cambio positivo. Os va genial, el restaurante
siempre está lleno.
Sonrió con orgullo.
—Lo sé, todo va tan bien que en algún momento estoy esperando que algo malo nos
suceda…
—Pero no pasará —le aseguró ella sonriendo.
—Cruzo los dedos por eso —respondió.
—Oh, es verdad. Me puse tan contenta con pensar en comer que olvidé decirle que el
señor Tarner quiere que pase a saludar a los clientes nuevos.
—¿Quiénes son? —preguntó mirando su ropa para asegurarse de que estaba
presentable.
—No lo sé, vienen recomendados por el señor Alister —le contó bajando la voz por si
estuvieran cerca.
—Es uno de los coleccionistas más importantes de la galería —musitó manteniendo la
voz al mínimo.
Ella asintió con la cabeza enseguida.
—¿Son muy mayores? —le preguntó en voz baja.
—Son dos personas, la mujer creo que es su madre y él tendrá unos treinta.
—¿Conservadores? —inquirió para prepararse.
—No lo parecen —le tranquilizó.
—Genial, voy a hacer de novio perfecto y devoto —le dijo con maldad.
—Le traes la comida cada día, eres un novio devoto y perfecto. Yo desde luego me
enamoraría de ti.
—Tonta —le dijo con picardía—. No vengo a traerle la comida. Es la excusa para
disfrutar del postre.
Entró a las salas de exposición mientras la dejaba riéndose a su espalda.
No pudo evitar sonreír al escuchar la voz de Shaun guiándolo hacia él. Incluso antes de
cambiarse a un local más grande, todos los días dejaba una hora y media para llevarle la
comida a Shaun. Los dos estaban muy ocupados con sus respectivas obligaciones, pero ese
tiempo robado al día, se olvidaban de todo y disfrutaban hablando, jugueteando en el sofá…
en la mesa... sobre la alfombra… contra el ventanal.
Todavía sonreía cuando por fin encontró a Shaun hablando con los dos clientes.
Sus ojos azules se clavaron en él en cuanto lo vio. Como si tuviera alguna forma de intuir
su presencia. Lo miró de arriba abajo, aprovechando que las otras personas le daban la
espalda. Le encantaba cuando iba con trajes azul oscuro, ese color hacía que sus ojos
resaltarán aún más.
—Acaba de llegar de hecho —les dijo Shaun—. Evan White, mi pareja —lo presentó en
cuanto estuvo a su alcance.
Sonrió poniéndose a su lado para tenderles la mano.
—Es un placer.
Sonrió a la mujer, observando con facilidad que no podían ser parientes. Su tez
aceitunada contrastaba contra la piel más clara del hombre.
—Igualmente, soy Matt De Luca y ella es mi suegra, Beatrice, encantados de conocerte.
—¡Qué casualidad! Te apellidas como el piloto de NASCAR, Kane De Luca. ¿Es un
apellido muy común en Italia? —le preguntó a Matt
La mujer sonrió radiante mientras negaba con la cabeza y contestaba en su lugar.
—Kane es mi hijo mayor, Matt es su marido —le explicó sonriendo a Matt que le dedicó
una suave sonrisa mientras ella se aferraba a su brazo.
—Oh, no sabía que estuviera casado —dijo sorprendido.
Él negó con la cabeza quitándole importancia.
—No es de dominio público, aunque tampoco lo vamos escondiendo. Me pidió
matrimonio después de ganar la copa NASCAR —le explicó con una sonrisa que dominaba
su suave rostro y los ojos brillando de felicidad.
—Y por eso están aquí —le dijo Shaun pasando el brazo por su espalda para acercarlo,
aunque manteniendo cierta distancia—. Es su aniversario de boda y quiere regalarle fotos
de toda la familia, han venido a ver el trabajo de algunos de los fotógrafos de la exposición.
«¿Fotos de familia como regalo de aniversario?» Se preguntó a sí mismo extrañado. Su
confusión tuvo que reflejarse en su cara porque Matt le respondió sin decir nada.
—Sé que parece un poco raro, pero no hay nada que mi marido y yo valoremos más que
nuestra familia. Es el regalo perfecto —le aseguró.
—Oh, por supuesto —dijo apurado porque lo hubiera descubierto—. Estoy seguro de
que nadie lo conoce mejor.
—Lamento la tardanza —escuchó decir a un hombre a su espalda.
Observó impactado como el mismísimo Kane De Luca entraba en la sala y besaba a su
madre en la frente para acercar a su marido a su costado, robándole un fugaz beso en los
labios.
—¿No fue bien la sesión de fotos? —preguntó su madre sonriendo.
—La luz era mala, aunque creo que al final hicimos un buen trabajo —dijo frunciendo el
ceño con disgusto—. Eso ya da igual. Vamos a lo importante, dime que conseguiste lo que te
pedí —le preguntó a Shaun. Por primera vez miró en su dirección como si acabara de darse
cuenta de que no estaban los tres solos. Sus ojos bajaron a donde el brazo de Shaun todavía
lo rodeaba.
—Tú debes de ser Evan —dijo tendiéndole la mano.
Asintió con torpeza, demasiado impresionado por conocerle, le encantaba la NASCAR y
era un gran seguidor de él.
—Eres la causa de que eligiera esta galería, queríamos hacer fotos familiares por
nuestro aniversario, pero no estaba seguro de a quién acudir sin que se organizara un circo
mediático o se filtraran mis fotos a la prensa. Salí a despejarme en una exposición que
patrocinaba uno de mis benefactores y le escuché hablando contigo por teléfono. Me di
cuenta de que era gay y eso es lo que me trajo aquí. Supuse que sabría guardarme el secreto
y que estaríamos a salvo.
—Por supuesto —le contestó enseguida—. Shaun es una persona muy discreta, no se lo
contaremos a nadie.
—Ves, prezioso. Te dije que encontraría alguien de confianza para las fotos.
Matt sonrió a su marido como si le sostuviera el cielo con las manos.
—Estaba seguro de que lo harías —contestó apretándose a su costado.
—¿Te gustaría ver algunas fotos del fotógrafo que les enseñé a ellos? —le ofreció Shaun.
—Sí, por favor. Por eso estoy aquí. Toda mi familia es hermosa, necesito a alguien que
sepa captar nuestra belleza —dijo Kane con seriedad.
Ahogó la sonrisa, para no ser maleducado. Empezaba a entender el motivo del regalo de
aniversario.
—No digas eso —amonestó Matt a su marido—. La gente pensará que eres un engreído.
Kane se encogió los hombros sin preocupación mientras su madre se reía negando con
la cabeza.
—No soy engreído. Soy italiano —le corrigió dedicándole una amplia sonrisa.
Matt pareció enternecerse en vez de crisparse por la extraña respuesta de su marido.
Kane y su madre fueron hacia la sala de al lado mientras él y Matt se quedaban allí.
—Me disculpo por eso. Él tiene un extraño exceso de autoestima que resulta irritante —
le dijo Matt sonriendo.
—No te preocupes, estoy familiarizado con eso —bromeó.
Los dos se sonrieron con entendimiento.
—¿Lleváis mucho tiempo juntos? —le preguntó Matt acercándose a uno de los cuadros.
—Pronto cumpliremos cuatro años —respondió orgulloso.
—Casi tanto como nosotros —dijo Matt sorprendido.
—¿Lleváis mucho tiempo casados?
—Cumplimos dos este año, aunque juntos llevamos cuatro. Si de Kane dependiera, nos
hubiéramos casado el primer año en que nos conocimos —le confesó negando con la
cabeza con diversión.
—¿No querías casarte? —preguntó con curiosidad.
—Quería —dijo Matt enseguida—. Pero supongo que ya sabes cómo son estas cosas, mi
familia no estaba de acuerdo y bueno… tenía cosas que solucionar conmigo mismo para
poder casarme con él, con el corazón libre de verdad.
—Lo entiendo. Es un paso difícil, hay que estar muy seguro antes de saltar a por ello.
Pero una vez estás ahí ya no hay vuelta atrás. Es como si vieras cosas de bodas por todas
partes —dijo sin pensar.
Los ojos de Matt se abrieron con sorpresa.
—¿Debería felicitaros? —preguntó sonriendo.
—No, no. Por favor, no le digas nada. Él no lo sabe —le advirtió bajando la voz.
Matt le hizo un gesto para tranquilizarle.
—No te preocupes por eso. Te guardaré el secreto. ¿Se lo vas a pedir pronto? —
preguntó divertido.
Asintió con la cabeza.
—Estoy pensando en la forma perfecta para hacerlo. Pero tengo un montón de amigos y
familia entrometida que no dejan de enviarme sugerencias y estoy más hecho un lío que al
principio. ¿Puedo preguntarte por la manera en que te lo pidió Kane a ti?
Matt estalló en risas como si hubiera contado un chiste.
—No creo que te sirva. Mi marido es un hombre de impulsos. ¿Viste la carrera de hace
dos años cuando ganó por primera vez la copa NASCAR? —le preguntó sonriendo.
—Sí claro. ¿Quién no?
Matt asintió dándole la razón.
—¿Sabes ese momento en el que todo el equipo técnico de Kane rodeó el coche mientras
daba golpes en el techo y gritaban “sí” una y otra vez?
—Claro, esas imágenes están por todas partes. El video y las fotos de ese momento
salieron en prensa, internet y hasta en las noticias. No me digas que…
Matt asintió con la cabeza con los ojos brillando de felicidad.
—Yo siempre me visto igual que los chicos. Salí disparado en cuanto detuvo el coche y le
di un abrazo a través de la ventanilla. Ahí me lo dijo. Acababa de cumplir el sueño de su
vida y me preguntó si quería casarme con él. Era lo único que le importaba cuando se
convirtió en el número uno, que le dijera que sí. El equipo estaba celebrando el
compromiso, no la copa —dijo risueño.
—¿En serio? —preguntó boquiabierto.
—Sí, somos como una gran y ruidosa familia. Les hacía ilusión la competición, pero
enloquecieron con la boda —le contó radiante.
—Vaya… esa es la declaración más épica de todas las que he leído en el último mes y
créeme, hay mucho con qué comparar —le comentó con sinceridad.
—No te lo decía para ponerte más nervioso. Todo lo contrario. Quería hacerte entender
que no tienes que agobiarte con el momento perfecto o hacer un gran gesto. Solo deja que
surja, estés donde estés. No es una respuesta de examen, él ya tiene la contestación para tu
pregunta.
—Prezioso, ya tenemos cita con el fotógrafo. Hay que contárselo a Nicco, le dejaremos
quitarse una foto impresionante con la que sorprender a su novia —dijo Kane reuniéndose
con ellos.
Se despidió distraído de los tres, quedándose allí mientras Shaun los acompañaba a la
puerta.
—¿Por qué estás ahí solo? —preguntó Shaun al volver.
Levantó la vista. Nunca se iba a cansar de mirarlo, su corazón siempre se saltaba un
latido cuando le sonreía como ahora, cada mañana seguía despertándose con esa sensación
de estar viviendo un sueño. Su corazón se aceleró como si estuviera corriendo a toda
velocidad.
—¡Cásate conmigo! —gritó sorprendiéndolos a los dos.
—¿Por qué gritas? —le preguntó Shaun sonriendo—. ¿Qué dices? ¿Volviste a hacer una
cata de vinos para el restaurante? Ya te dije que no mezcles alcohol —le recordó con
diversión acercándose a él.
—No es eso. Yo… quiero decirte… —Tragó saliva notando como las palmas de su mano
se humedecían.
Shaun lo observó con una ceja alzada.
—Quiero que sepas que te quiero —empezó de nuevo tratando de calmarse—. Que soy
muy feliz a tu lado.
Shaun le sonrió pasando los brazos por su cuello para besarlo en los labios.
—Y yo contigo —le aseguró.
—Que el día en que te conocí… —La voz se le quebró obligándole a tomar una trémula
respiración—. Aunque me resistiera y tratara de negarlo… fue el mejor día de mi vida. Sé
que a veces discutimos…
—No tanto —apostilló Shaun sonriendo y acariciando su mejilla. Era verdad, discutían
por tonterías, aunque conseguían llegar a un punto medio con facilidad.
—No cambiaría lo que tenemos por nada en el mundo.
—Bueno, yo por diez millones a los mejor me lo pienso —bromeó.
—¡Idiota! Estoy tratando de mantener una conversación seria —protestó apoyando la
cabeza en su hombro.
Shaun se rio en su oído, dejando un beso en su cuello.
—¿Esa es forma de tratar a lo mejor que te pasó en la vida? —preguntó—. Me estás
dando un mensaje confuso.
Se rio abrazándose a su cintura.
—Shaun… —dijo en voz baja.
—Evan… —murmuró relajado, dejando otro beso sobre su mandíbula.
Apretó los brazos con fuerza en torno a su cintura y cerró los ojos hundiéndose en la
sensación de estar rodeado por él, quería pasar el resto de su vida con Shaun. Nunca tuvo
dudas sobre eso, daba igual qué nombre le dieran o qué forma eligieran de unirse, lo único
que le importaba era tenerle.
—¿Te casas conmigo? —preguntó en un susurro.
Sus labios acariciaron su lóbulo haciendo que se le erizara la piel.
—Claro —musitó Shaun de manera suave.
Sus piernas fallaron, pero los brazos de Shaun lo aseguraron contra su cuerpo.
—¿Por eso te pusiste tan nervioso? ¿Creías que iba a decirte que no? —le preguntó con
diversión separándose para poder mirarle a la cara.
—Nunca hablamos del tema y no sabía si era algo que te gustaría hacer.
Shaun lo observó con gesto incrédulo negando con la cabeza.
—No digas tonterías. Siempre estamos planeamos cosas para el día de mañana, para
pasar el resto de nuestra vida juntos. ¿Qué mayor compromiso hay que compartir casa y
crear un futuro para los dos?
Sonrió abochornado.
—Entonces es un… ¿Sí? —se aventuró—. Tengo un anillo y todo —dijo nervioso—.
Mierda, lo dejé en casa. Iba a hacer una gran declaración, pero luego…
—Sí, quiero —le respondió Shaun interrumpiéndolo con un beso en los labios.
—¿Qué? —preguntó atontado, incapaz de dejar de sonreír.
—Quiero casarme contigo —repitió él sin dudar.
Se inclinó sobre él besándole con fuerza.
—Vamos a casa —le pidió ansioso—. Te enseñaré el anillo que te compré. Clary me
ayudó a elegirlo. ¿Quiere una boda grande o pequeña? ¿Deberíamos organizar una comida
con los demás para darle la noticia? Me matarán por no planear nada especial, tienes que
decirles lo mucho que te gustó esto.
Shaun se rio apoyándolo en la pared.
—Lo que quiero es que mi futuro marido… —dijo sonriendo al decir las palabras—. Se
olvide de todo lo que no sea yo.
Sonrió mirándole a los ojos.
—Puedo hacer eso —prometió atrayéndolo en un beso. En su ímpetu por acercarlo,
golpeó con el codo uno de los cuadros de la pared—. Lo siento —murmuró agarrando el
marco para que dejara de moverse.
—No lo rompas. Quiero comprarlo y llevármelo a casa —protestó Shaun.
—¿Qué? ¿Este cuadro? —preguntó desconcertado fijándose en él.
En la parte inferior de la imagen pintada al óleo, había una gran hoguera. Las llamas se
alzaban al cielo oscuro, en un curioso zigzag de colores entre el amarillo, naranja y rojo. Las
llamaradas estaban creadas a base de pinceladas furiosas que lograban transmitir, una
fuerza y violencia que resultaba casi hipnótica.
Entre las llamas, sin embargo, salían finos y delgados rastros de humo prácticamente
invisibles que se iban haciendo más y más perceptibles conforme ascendían al cielo
estrellado. El humo parecía aferrarse entre sí formando dos siluetas masculinas que se
abrazaban.
Era un cuadro majestuoso, elegante y sensual, una vez lo vio no pudo dejar de mirarlo.
—¿Cómo se llama? —quiso saber.
Los brazos de Shaun lo rodearon pegándose a su espalda.
—Gris humo, es el tercer cuadro de una serie. Escala de grises. Me gusta porque
representa en forma de alegoría los distintos tipos de amor. Este me recuerda a nosotros —
le confesó al oído bajando la voz.
—¿Sí? —preguntó acariciando sus brazos que todavía lo sostenían.
—El cuadro está pintado en forma de espiral. El punto de inicio es en los troncos de la
hoguera, firmes y sólidos. Asciende a unas llamas descontroladas, formando un humo que
al principio casi ni se ve. Sin embargo, según se alejan del calor se vuelven dos formas
reales que se fusionan creando un solo todo. Algo único, precioso y especial. Los dos a miles
de kilómetros del suelo, flotando libres en el cielo lleno de estrellas. Juntos —murmuró
Shaun acariciando sus caderas.
—Cómpralo como regalo de bodas —le ordenó sonriendo—. Lo quiero sobre nuestra
cama.
—De eso nada —le negó Shaun dándole la vuelta entre sus brazos.
—Tú eres la única obra de arte que quiero allí.
Sonrió lleno de felicidad, perdiéndose entre sus besos y caricias. Ya habían pasado
cuatro años en lo que parecía un suspiro, contaría con ganas cada uno de los días que
viviera amando a ese hombre.
AGRADECIMIENTOS
Este libro va dedicado a todos los que no tienen etiquetas, a los que no saben de normas
cuando se trata de sentimientos y a los valientes que se atreven a vivir a su manera para ser
felices. También para los que se esfuerzan en respetar y comprender y se convierten en la
red de apoyo para que cada persona pueda ser sincera con su vida y lo que sienten.
Gracias como siempre a mis amores que apoyan cada uno de mis libros y disfrutan de mis
historias. Gracias a mis betas que soportan audios kilométricos sobre escenas y personajes.
Mil millones de gracias como siempre a mi consorte, sería imposible hacer todo lo que hago
sin tu apoyo y ayuda.
SOBRE LA AUTORA
Aislin Leinfill a cautivado a miles de lectores a lo largo de sus 10 años publicando en
plataformas de lectura, recopilando más de 5 millones de visitas en Wattpad, la plataforma
narrativa más famosa en el mundo.
Lectora ávida de casi todos los géneros, tiene debilidad por las historias de amor
inesperadas y los mundos fantásticos, pero un buen romance contemporáneo será su
placer culpable.

Apasionada por todo tipo de arte, mitología y música, pero sobre todo le encanta
disfrutar de la Navidad y Halloween. Su estación favorita es el otoño, para ella no hay nada
mejor que el sonido de la lluvia y la brisa fresca en la cara mientras escribe una buena
historia.
Si algún día se pierde búscala en el Foro Romano de Roma o en Garden Street en
Londres, dos de sus lugares favoritos.

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lanzamientos en su web

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PRÓXIMAMENTE
Saga nueva de fantasía MM
Las leyes son claras, sencillas, los niños crecen repitiéndolas para grabarlas en lo más
profundo de su mente.
Obedece, cumple las normas y nunca discutas la autoridad, mientras sigas sus reglas,
puedes ser uno más. Vivirás bajo el amparo de las murallas, contarás con la protección del
ejército más poderoso del mundo y nunca tendrás que preocuparte de lo que se esconde
bajo el agua.
Hasta que llegó él y lo obligó a sumergirse en un mundo complejo y desconocido.
Khirstan. Solo con pronunciarlo, cada defensa que lo rodeaba caía como si nunca
hubiera existido, tan peligroso y misterioso como el océano e igual de intimidante que él.
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