Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o
parcial, sin el permiso de autor. Todos los personajes y situaciones de este libro son
ficticias, cualquier parecido con personas vivas o muertas, lugares o
acontecimientos es pura coincidencia.
Título original: Adagio. Canción de medianoche
Aislin Leinfill, Junio 2023
Diseño de la portada: Lidia Ramilo y Oliver Vidal
Maquetación: Lidia Ramilo
ASIN: B0C52ZTNRG
Para todos los que se buscan a sí mismos y tienen que
conformarse con vivir en silencio.
Para los que luchan por encontrarse, incluso cuando están
perdidos.
No hay mayor valentía que la de mostrarse tan cuál eres.
Aislin
EL MUNDO DE AYER Y HOY
CAPÍTULO 1
Cerró los ojos con fuerza, concentrándose en el aire que se
expandía por sus pulmones y movía su diafragma.
El silencio ocupó su mente durante unos gloriosos
segundos. Dejó salir el aire entre sus labios sin prisa y repitió
el proceso unas cuantas veces más. Abrió los ojos volviendo al
presente con los gritos embravecidos de los fans coreando el
nombre del grupo y los cañones de luces pasando entre la
gente animando el ambiente.
Se enderezó mientras alguien de sonido terminaba de
colocarle el pinganillo para empezar el concierto.
Sonrió llevado por la energía nerviosa que le recorría el
cuerpo. Amaba cantar, había nacido con la música grabada en
su ADN. Vivía para momentos como ese donde la música era
el punto de unión que atravesaba edades, géneros, ideologías e
idiomas. No había nada más universal que eso.
—Tres minutos, Paris —le dijo unos de sus ayudantes.
Asintió con la cabeza mientras pasaba por detrás del
escenario hasta la entrada individual que usaría para hacer su
aparición.
London lo saludó con la mano y levantó el pulgar
deseándole suerte. Le imitó aferrándose a su micrófono.
Maui le sonrió mientras daba saltitos calentando los
músculos y se concentraba en sí mismo.
Denver le hizo un gesto con la cabeza dándole ánimos, él
siempre era la imagen de la tranquilidad en medio de la
tormenta.
Brooklyn estaba inmóvil mientras observaba al público, lo
único que demostraba su inquietud era que la mano con la que
sostenía el micro se movía sin parar. Sabía que esa calma era
algo momentáneo, estaba acumulando energía que explotaría
en el lugar que más amaba, el escenario. Sus ojos negros se
clavaron en él y fue incapaz de resistir esa atracción magnética
que ejercía sobre su cuerpo. Le dedicó una tímida sonrisa a la
que Brooklyn correspondió guiñándole un ojo con coquetería.
«Idiota», pensó con cariño.
—¡Preparaos! —gritó el director de escena—. ¡Tres, dos,
uno! ¡Dentro!
Salieron al escenario con la emoción en su punto álgido,
entregando en cada paso y canción todo lo que habían
aprendido a lo largo de los años. Su gira fue un éxito y querían
cerrarla con broche de oro.
Actuaron mejor que nunca. Miles de caras sonrientes los
acompañaban en cada momento sin dejar de cantar sus letras.
Amaba esa parte de su trabajo, saber que su presencia era
suficiente para hacer feliz a tanta gente.
Sus conciertos se dividían en cuatro bloques de cuatro
canciones cada uno. Los dos primeros salieron extraordinarios,
había noches así, en que los cinco se movían como uno solo,
en que sus voces sonaban claras y perfectamente afinadas, en
que cada paso se daba con precisión olímpica. Era magia y lo
atesoraba en su memoria para los momentos en que no todo
saliera bien.
Los cinco estuvieron increíbles, pero Brooklyn era otro
nivel. Estaba de buen humor, radiante y gracioso. No dejó de
acercarse a él y a London, haciendo que los fans gritaran fuera
de control. Su corazón saltaba cada vez que cantaba mirándole
a los ojos y prácticamente tembló cuando sostuvo su mano un
instante mientras interpretaba una parte romántica de una de
sus canciones.
Maui llamaba a eso noche dorada, cuando todo se alineaba
para hacer un concierto perfecto.
—¡Vamos chicos, vamos! —les instruyó el director
mientras maquilladores y vestuario los preparaban a toda
velocidad para ir a por el tercer bloque.
Lo siguiente serían canciones lentas, así que llevaban ropa
más cómoda. Vaqueros oscuros y camisas de seda que les
daban un aspecto más romántico.
—¡Cuatro minutos para que acabe el videoclip en las
pantallas! —advirtió alguien de su staff.
Su maquilladora repasó sus labios con brillo dándole un
último retoque. Los demás estaban rodeados por sus equipos,
trabajando a toda velocidad para dejarles perfectos.
—¡Paris! —le llamó su asistente Tessa.
Se situó en su entrada mientras el técnico de sonido le
colocaba la petaca y los auriculares para escucharse cantar.
Alguien le pasó el micro que aceptó mientras Tessa volvía a
llamarlo.
—¡Paris, espera! —insistió Norman sujetándole el brazo.
Miró a su agente sin entender nada, sabían que no debían
molestarle durante los conciertos. Necesitaba estar
concentrado para hacerlo bien. Tessa, Rachel y Norman lo
rodearon echando con gestos al resto del equipo.
—¿Qué pasa? —preguntó desconcertado. Sus dos
guardaespaldas se mantuvieron cerca, haciendo de barrera
entre ellos y el personal de la discográfica.
—Hay algo que debes saber antes de salir —dijo Tessa
agarrándole la mano con gesto preocupado.
Su estómago se contrajo por el miedo, entendiendo que
algo iba mal. Lo primero que pensó es que había algún
problema de seguridad. Echó un rápido vistazo a los demás,
todos seguían inmersos en sus equipos, todavía preparándose.
—Que alguien me diga qué está pasando —ordenó
asustado. Nunca lo habían interrumpido antes de salir al
escenario. Jamás en todos los años que llevaba cantando.
Tessa apretó su mano mientras tomaba aire armándose
valor y le apagaba el micrófono con la otra para que los de
sonido no pudieran escuchar.
—Brooklyn estuvo con una chica anoche —le anunció con
seriedad—. Lo siento muchísimo, Paris.
El alivio hizo que le temblaran las piernas al entender lo
que sucedía.
—No pasa nada. ¿Por eso estabais tan preocupados? Los
chicos fueron anoche a una exposición de arte, Denver estaba
invitado y los demás aburridos. Alguna persona lo vio cerca de
una chica… y ya sabéis cómo son los rumores. No me hagáis
esto de nuevo, creí que iba a darme un infarto. No me contéis
esas cosas antes de cantar —les lanzó una mirada de reproche
incapaz de contenerse.
Llevaban muchos años lidiando con las mentiras de la
prensa rosa, no deberían preocuparse tanto por eso.
Tessa negó con la cabeza.
—¡Dos minutos! —gritaron detrás de ellos.
Norman le pasó su móvil, pidiéndole perdón con la mirada.
Se fijó en la pantalla sin entender nada. Era la ropa que
Brooklyn llevaba ayer, exactamente la misma que cuando salió
y le acarició la mejilla.
En la imagen también era de noche, pero incluso así podía
distinguirse sin problema cómo sujetaba la cintura de una
chica inclinándola sobre la pared de ladrillo de un edificio.
Todo el aire abandonó su cuerpo en un segundo mientras
miraba cómo la besaba.
El vídeo volvió a empezar, pero ya no podía verlo. Las
lágrimas lo cegaron mientras el móvil caía al suelo y se
llevaba la mano al estómago.
—¡Un minuto! —volvieron anunciar.
Levantó la cabeza buscando respuestas, alguien que le
dijera que era una broma. Que ese no podía ser Brooklyn, no
le haría eso. No después de prometerle que lo mantendría a
salvo, que nunca le haría daño, no tras lo que vivieron el
último año.
Las imágenes se reprodujeron en su cabeza,
atormentándole, martirizándole, desgarrándolo por dentro.
«¿De qué tendrías miedo, Paris? Yo siempre cuidaré de ti».
«Cuando tú sufres, yo sufro. Si eres feliz, yo lo soy contigo.
Por favor, sonríeme. Sé feliz por los dos, por mí». «Si este
mundo es malo para ti, entonces también lo es para mí. Nos
iremos a luna juntos, viviremos donde nadie pueda
alcanzarnos, y podamos ser nosotros mismos». Recordó cada
frase, y las sufrió como si fueran heridas.
Su corazón se contrajo con tanta fuerza que se llevó la
mano al pecho tratando de frenar el dolor punzante que lo
apuñalaba por dentro.
—Paris —murmuró con preocupación Tessa, pasándole el
brazo por detrás de la espalda para acercarle a ella.
—¡Paris muévete! —gritó el director.
Norman y Tessa lo empujaron a toda velocidad dentro de
la sala de vestuario mientras las lágrimas caían por su cara sin
control.
—Paris. Paris por favor, di algo —le suplicó Norman
tocándole el hombro, arrodillado delante de él.
Quería, pero no podía. Todo su cuerpo estaba paralizado,
sabía lo que sucedía, lo entendía… dolía con tanta intensidad
que sentía su interior helado.
—Nunca te lo habríamos contado de tener otra opción —
siguió hablando Norman—. Pero el vídeo está en todas partes
y aunque sé que es lo último en lo que estás pensando, esto es
malo para ti. El “bromance” con Brooklyn se terminó, esa
cortina de humo que usábamos para ocultar tu homosexualidad
ya no existe. No puedes salir ahí y seguir como si nada. Ya hay
mucha gente hablando sobre vosotros, ahora estarán
observando cada uno de tus movimientos. Están utilizando el
hashtag del concierto para volver viral el vídeo. Salís en las
tendencias de todo el mundo.
La garganta se le cerró y empezó a picarle. Por supuesto,
ahora se darían cuenta de la verdad.
Los gritos de los directores y el personal de la empresa se
escuchaban fuera, hablando a voces exigiéndole que saliera.
—Estamos listos para sacarte de aquí. Rachel les dirá que
estás vomitando como cuando Denver se intoxicó. No
podemos ponerte en el mismo escenario que él sin ver qué
opciones tenemos. Ya recibes mucho odio, no podemos cargar
esto sobre ti —dijo Tessa.
—No puedo hacerle eso a mi público —musitó con la voz
tan pequeña y débil como él se sentía—. Esa gente lleva meses
esperándonos, algunos habrán ahorrado para venir hasta
aquí… no puedo.
Tessa y Norman se miraron con desconcierto.
—Paris… —insistió Norman.
—No dejaré que me quite esto también. Me ha roto el
corazón, no le daré nada más —murmuró temblando. Quería
huir, la vergüenza se lo comía por dentro y el dolor lo estaba
destrozando, pero sabía que solo iría a peor si desaparecía.
Tenía que hacerle frente a lo que estaba pasado, por lo menos
de cara a la galería.
Ellos volvieron a mirarse antes de que Tessa asintiera con
la cabeza y empezara a enviar mensajes como loca por su
móvil.
Todo pareció moverse a cámara lenta. Rachel y Tessa
lavaron su cara y aplicaron nuevo maquillaje con rapidez y
eficiencia. Cambiaron su camisa arruinada por las lágrimas y
Norman le puso el auricular apretando tanto la mandíbula que
parecía que se la iba a romper.
Cuando salieron al pasillo, solo sus guardaespaldas estaban
allí. Los dos lo observaron con un gesto cerrado que reflejaba
preocupación y lástima.
A eso se había reducido, una vez más, a un niño tonto e
inseguro como cuando iba a clase de canto y los otros críos se
reían de su acento. Enderezó los hombros mientras tomaba una
respiración profunda y empezaba a caminar hasta su puerta de
escenario.
—¡Narcissus! ¡Narcissus! ¡Narcissus! —La fuerza de sus
fans y sus gritos resultaban atronadores, hacían vibrar las
paredes y le estremecieron hasta los huesos.
Ese era el sueño de su vida, cantar delante de millones de
personas, hacerles sentirse mejor, darles felicidad. Qué ironía
que pudiera hacer eso cuando se moría por dentro.
—¿Estás seguro? —preguntó Rachel pasándole el
micrófono—. Todavía podemos irnos.
—Sí. —Era mentira. Él lo sabía y ellos también.
—No es justo —murmuró Tessa con lágrimas en los ojos
—. Deberías poder pasar por esto en privado.
Les dedicó lo que confiaba que fuera una sonrisa mientras
esperaba a que empezara su otra parte de la canción. London
probablemente había rellenado sus huecos.
Ojalá no tuviera que estar allí y pudiera irse a algún sitio
en el que poder recoger los pedazos de su destrozado corazón
para examinarlos a solas, sin luces iluminándolo, donde nadie
pudiera grabarlo, ni juzgara cada gesto, cada mirada… el odio
lo bañó como una tromba de agua, calándolo de arriba abajo.
Por primera vez deseó no haber empezado nunca a cantar,
no haber convencido a su madre para que le enviara a clases,
no presentarse a aquel estúpido casting… por primera vez,
deseó con todas sus fuerzas no ser Paris de Narcissus.
—¡Narcissus! ¡Narcissus! ¡Narcissus.
—Paris —murmuró preocupada Tessa.
Tomó una bocana de aire tragándose las arcadas que
trataban de doblegar su voluntad.
La música cambió y su cuerpo se movió. Conocía la
melodía y los pasos de cada letra mejor de lo que se conocía a
sí mismo. El público bramó enloquecido cuando apareció,
miles de personas gritando su nombre, mientras la música se
habría paso en su interior.
No fue la actuación perfecta, siendo honesto fue un
milagro conseguir llegar al final. Había ensayado esos pasos
millones de veces, podía hacerlos incluso dormido y su cuerpo
lo sabía porque lo llevó a cada marca siguiendo el tempo,
acompañando el ritmo mientras encajaba en una coreografía
que siempre le pareció armoniosa, pero ahora le resultaba
opresiva.
Los chicos intentaron hacer contacto visual con él tratando
de saber si se encontraba bien, pero fue incapaz de devolverles
un solo gesto para calmarlos, usando toda su fuerza de
voluntad en mantenerse entero encima del escenario.
Sus guardaespaldas esperaban cuando terminó el bloque
para el siguiente cambio de ropa y de nuevo Tessa y Rachel se
encargaron de él, evitando que alguien de la discográfica
estuviera en ese momento. Estaba tan agradecido con su padre
por convencerlo de crear su propio equipo y no depender del
personal de la compañía.
Solo un bloque más, cuatro canciones. No parecían mucho
normalmente, era su parte favorita del espectáculo porque en
las dos primeras él y Brooklyn interactuaban mucho.
Esta vez le parecía un mundo distinto. Cada roce de
Brooklyn al bailar siempre le dejaba el estómago lleno de
mariposas y una sonrisa enorme en la cara… en ese momento,
al entrar en contacto su piel, sentía como si le estuviera
arrancando algo. Cada palabra de amor cantada se llevaba con
él una parte más de las que ya no tenía. Cada segundo en que
su mano estuvo sobre su costado lo percibió como una burla.
Cayó en el juego más burdo de todos en el mundo del
entretenimiento. Se creyó la mentira que usaban para retener la
atención de la audiencia, con la inocencia de un fan, como si
no supiera en el mundo que vivía. Los últimos acordes del
concierto sonaron anunciando el final.
Los cinco se pusieron en fila para saludar a los fans y
permitir que les hicieran las últimas fotos.
Tragó con fuerza apretando los dientes. Solo un poco
más… solo unos minutos más y todo terminaría. La mano de
Brooklyn agarró la suya, sus dedos dulcemente
entrelazándose.
Mentira… todo era mentira… siempre lo fue, siempre lo
sería…
Las lágrimas inundaron sus ojos, conteniéndolas a duras
penas tras una sonrisa tan falsa que le dolieron las mejillas por
el esfuerzo.
«Esto es por vosotros», pensó con fuerza. Deseó poder
gritar de pura rabia mientras miraba al público, que estalló en
un bramido emocionado; «Esto es para vosotros».
Llevaba años dándole todo a sus fans… finalmente ya no
quedaba nada de él, ni una sola brizna de sí mismo. Solo un
puñado de preciosas y estudiadas mentiras para encajar.
Apenas una fachada con un interior hueco.
Soltó la mano de Brooklyn y se dio la vuelta para salir del
escenario.
¿Cómo era posible que todo ese amor y cariño que el
público le daba fuera a terminar si se supiera su preferencia
sexual? Amor sin condiciones decían, una dulce mentira que a
todo el mundo le gustaba decir cuando en realidad solo
significaba; “Te querré hasta que hagas algo que no me guste”.
¿Ser gay era un crimen tan grande? ¿Cantaría peor si se
supiera? ¿Dejaría de ser atractivo para las marcas? ¿Lo haría
más lento en el escenario? ¿Bailaría mal?
Él era un conjunto de muchas cosas, ¿sí les gustaba así por
qué no cuando supieran la verdad? ¿Por qué no podrían
aceptar una parte tan pequeña de su vida? ¿Por qué debería
disculparse por estar con alguien de su mismo sexo?
Terry y Hank ya le estaban esperando a las puertas del
escenario, le pusieron un abrigo encima y lo sacaron con
rapidez al aparcamiento, metiéndolo en la furgoneta en la que
solía viajar con Brooklyn en apenas unos segundos. Tessa,
Norman y Rachel también estaban allí, pero nadie dijo nada
hasta que volvieron a la casa.
—Paris. ¿Cómo podemos ayudarte? —le preguntó Tessa
preocupada.
Negó con la cabeza, apretando los labios. Temía que si
decía algo no podría parar, a pesar de ello encontró fuerza para
preguntar en voz baja.
—¿Alguien vio el vídeo?
—Sí. Todos los equipos lo saben ya, supongo que se lo
estarán contando a él en este momento. Su gente estaba
frenética. Entienden lo que implica una imagen de contenido
íntimo para la banda. Acaba de echarnos en contra a sus fans y
los tuyos también irán a por él.
Asintió con la cabeza, despacio.
—¿Qué voy a decirle a los demás cuando me pregunten?
—Puedes mentir —respondió Norman enseguida.
Soltó una risa amarga.
—Por supuesto que sí. De eso se trata mi vida. Miento una
y otra vez, a diario.
—Paris… —musitó Tessa en un intento de calmarlo.
Negó con la cabeza sin querer escuchar nada más. Nadie
salió de la furgoneta cuando llegaron a la casa que alquilaron
para evitar a la prensa. Había un montón de movimiento en el
interior, todos estarían tratando de hacer control de daños por
el vídeo.
—¿Puedo quedarme aquí solo un rato? —preguntó en voz
baja.
—Ven a nuestra habitación, nadie te buscará allí —le
ofreció Tessa.
Negó con la cabeza.
—Quiero estar solo.
Nadie parecía convencido, pero se fueron y lo dejaron a
solas. La furgoneta tenía los cristales traseros y laterales
tintados, aun así se sentó en el suelo con la espalda apoyada en
la pared, entre el hueco del asiento de atrás y el delantero.
Apenas llevaba unos pocos minutos cuando advirtió como
entraba otro vehículo.
Podía escuchar los gritos de los mánager a pesar de la
distancia y supo que Brooklyn había llegado con los demás.
Llevó las piernas a su pecho y se hizo aún más pequeño,
queriendo desaparecer. Se aferró con fuerza a sí mismo,
intentando mantenerse entero mientras se esforzaba por no
llorar. No podía permitírselo, una foto de él así de destrozado
le arruinaría la vida.
ESPACIO
CAPÍTULO 2
«Inspira, expira» «Cálmate», no funcionaba, nada podría
en ese momento en que por fin se le permitía bajar las barreras
y ser él mismo. Se desangraba y las grietas que los focos
habían causado en él con el paso del tiempo se abrieron,
profundizándose de una forma tan cruel y descarnada que de
pronto no podía ni respirar.
Levantó la cabeza mientras la lluvia, que llevaba presente
todo el día, estallaba sobre él como si el mundo supiera de su
sufrimiento y se compadeciera de él. Las lágrimas y los
sollozos resonaron aumentados dentro del silencioso interior
de la furgoneta, llovía con tanta fuerza que se sintió libre para
dejarlos salir. Nadie le estaría buscando de todas formas. ¿Por
qué lo harían? A la discográfica nunca le importó demasiado
lo que pasaba con él, siempre y cuando sirviera para potenciar
el valor de Brooklyn y fuera un bonito adorno que exhibir.
Por una vez entendió por qué su padre lloró tanto cuando
le dijo que le habían contratado. Sabía que pasaría esto, que
ese mundo que atraía a todos con las promesas de dinero y
fama no era gratis, cada escalón que subes se lleva un poco
más de ti, cuanto más alto estás, más difícil resulta ver el
suelo. No se puede vivir para siempre en el cielo, los seres
humanos no se crearon para eso, están conectados a la tierra y
en cualquier momento cuando menos te lo esperes caerás al
vacío, condenado a volver a sostenerte sobre tus propios pies,
tratando de mantenerte estable en el suelo.
Pero él ya no recordaba cómo se anda solo, la compañía se
había encargado de todo, planeando cada momento de su vida.
Los chicos siempre estaban a su alrededor, dándole fuerza y
aliento cuanto más lo necesitaba. Su trabajo era lo único que
sabía hacer, el centro de su vida, su eje. ¿Qué haría ahora
cuando todo estaba amenazado? ¿Y si los fans le daban la
espalda?
Su mirada encontró uno de los móviles del equipo. Lo
tomó con esfuerzo, notando sus manos temblorosas y débiles
mientras marcaba de memoria el único número que se sabía.
“¿Sí?”
La voz sonó fuerte en su oído y tan preocupada que no fue
capaz de evitar volver a llorar.
“Paris”, lo llamó su padre sin dudar de que fuera él quién
llamaba. “Paris, hijo”.
Lloró como si lo hubieran envenenado y cada lamento lo
purgara por dentro. Eso era todo lo que le quedaba, su familia.
Un padre que, incluso contra sus deseos, permitió que su hijo
cumpliera su sueño. Una madre que lo apoyó, aunque no
entendiera sus deseos. Y unos hermanos que se esforzaban por
hacerle partícipes de sus vidas para fortalecer un vínculo que
debería haberse debilitado, pero que aseguraban año tras año.
No podía entender las palabras de su padre, pero oyó con
atención. Su voz, su tono herido y triste, la fuerza que incluso
a través del teléfono llegó hasta él.
Su padre era un hombre de pocas palabras, vivía feliz una
vida sencilla y sin sobresaltos, pero tenía un carácter fuerte
que no dudó en usar para volver a atarlo a la realidad.
“Vuelve a casa Paris, vuelve con nosotros”.
Tessa apareció apenas unos cuantos minutos después de
enviarle un mensaje diciéndole que quería marcharse. Todavía
iba vestida con la ropa de antes y su cara mostraba signos de
agotamiento. Ella le hizo un gesto para pedirle que saliera
mientras le tendía un gorro. Obedeció sin soltar el teléfono,
todavía con su padre hablando al otro lado de la línea. Decía
cosas que no tenían sentido, de que el manzano que había
trasplantado ya daba frutos, de que habían adoptado un nuevo
perrito… fue suficiente para conseguir mantenerse entero.
Terry también lo esperaba fuera vestido con ropa de calle,
no había luces en la casa y aunque no sabía qué hora era,
supuso que sería muy tarde.
Tessa lo sujetó del brazo mientras lo guiaba sin hacer ruido
al portal de la casa y salían por la puerta para visitas.
Anduvieron hasta la esquina donde había un coche privado
esperando, los tres subieron juntos a la parte de atrás. El
conductor no le dedicó ni una mirada, pero se encogió dentro
de su abrigo mientras se concentraba en seguir escuchando la
voz de su madre, que había empezado a hablar de toda la
comida que prepararía para él.
Tardaron casi una hora en llegar al aeropuerto, esperó en el
coche hasta que abrieron una verja y los dejaron entrar
directamente a la pista donde un avión privado esperaba.
El sol todavía no había salido cuando se despidió de sus
padres y se sentó en un asiento. No había azafatas, el piloto
tampoco dijo nada. Fue un alivio. Se quedó en la última fila,
apretando con fuerza los brazos a su alrededor.
Durmió todo el vuelo, apenas fue consciente de que
paraban a repostar y hacer trámites burocráticos. El cambio de
horario hizo que cuando por fin el avión llegó a su último
destino, fuera noche cerrada de nuevo.
El aeropuerto de Kalispell no era un gran aeropuerto,
estaba diseñado para pequeños aviones de vuelos nacionales y
no solía tener demasiado movimiento.
El aire helado lo golpeó en la cara llevándose los últimos
resquicios del sueño, la cabeza le iba a estallar y los ojos le
escocían tanto que apenas era capaz de mantenerlos abiertos.
Se agarró a la escalerilla para bajar, no muy seguro de que
las piernas lo sostuvieran con facilidad. ¿Cuándo comió por
última vez? Antes del concierto seguro. Eran tres horas de
cantar y bailar derrochando energía, solían comer bastante
después de eso, pero solo con pensar en comida se le revolvió
el estómago.
No tenía por qué preocuparse, su padre subió las escaleras
en un suspiro, atrapándolo en un asfixiante abrazo. Dejó que el
peso de su cuerpo se apoyara en el suyo, era un hombre muy
alto y de complexión gruesa, desde que tenía consciencia
siempre había estado ahí para él, para toda su familia y no fue
diferente esta vez. Se sintió liviano y protegido por primera
vez en mucho tiempo. Apretó sus manos contra su espalda,
dejando salir más lágrimas a pesar de que la parecía imposible
seguir llorando tantas horas después.
—Estás en casa, hijo —le dijo su padre al oído—. Vas a
estar bien. Ya estás en casa. —Su voz sonaba quebrada por la
preocupación, pero sus pasos fueron estables mientras lo
ayudaba a bajar la escalerilla.
El abrazo amoroso de su madre fue un bálsamo para su
corazón herido. Sus manos suaves y cariñosas acariciaron su
cabeza mientras lo llenaba de besos. Sus dos hermanos ya
estaban en la parte trasera de la camioneta y le hicieron
espacio en el centro. Se cerraron alrededor de él, rodeándolo
con los brazos en una silenciosa barrera para protegerlo del
mundo. Era infantil y absurdo para alguien de veintiocho años
que da conciertos a millones de personas y sale cada semana
en la prensa, pero se sintió tan bien… apoyó la cabeza en
Brent y tiró de Tommy acercándolo más a él.
Nadie de su equipo fue con él, no se les permitía saber
dónde estaba su casa. Su padre fue muy estricto sobre ello
cuando firmó su primer contrato. La vida personal y laboral no
debían unirse, tenía otros dos hijos que criar y no quería
periodistas acosando a su familia.
En un momento como ese fue una verdadera bendición, su
hogar estaba a una hora y media del aeropuerto, a las afueras
del pueblo de Columbia Falls.
Era reconfortante volver a ver su casa de la infancia tan
diametralmente opuesta a la que tenía en Los Ángeles. Era una
construcción de tres plantas, con antiguas y fuertes paredes de
madera y piedra que contrastaban contra la nieve que rodeaba
el lugar. Muchos años atrás fue una granja, hoy en día sus
padres llevaban un pequeño hotel en Columbia. La zona era
famosa por los glaciales y salvo en invierno, cuando la nieve
era tan espesa como un muro de cemento, siempre había gente
que venía a disfrutar de las maravillosas vistas.
Salió de la furgoneta a trompicones, agotado mental y
físicamente. La ducha le tomó más tiempo del que le gustaría,
sentía los músculos muy pesados, pero lo ayudó a estar mejor.
Al salir a su antigua habitación, se encontró con su madre que
tenía una taza de caldo, la cual le obligó a beber mientras
hablaba de lo contentos que estarían sus sobrinos de verle.
Dejó que le ahuecara las almohadas sin protestar, tampoco lo
hizo cuando se sentó a los pies de la cama y se puso a tejer.
Sonrió agotado mientras el relajante sonido de las agujas lo iba
adormeciendo, llevándolo por fin a un tranquilo y apacible
sueño.
Despertarse fue raro. Por un segundo no tuvo ni idea de
dónde se encontraba, luego reconoció su habitación y su
cuerpo se relajó contra la cama… hasta que recordó el motivo
que lo había llevado allí.
Se cubrió con las mantas tratando de desaparecer. No
quería ni pensar en lo que ocurrió el día anterior. Ni saber nada
de Europa, de Narcissus, ni de nadie.
No volvió a sacar la cabeza hasta que necesitó aire de
verdad. Sus ojos tropezaron con el pequeño bolso que Tessa
había recogido para él. Su móvil estaba cargando sobre la
mesilla, pero no trató ni de acercarse a él. Su madre lo habría
dejado allí por si lo necesitaba.
Las zapatillas que usaba cuando iba a casa y una gruesa
bata de cuadros grises y azules le esperaba en la silla de su
escritorio. No eran de diseñador, su madre lo habría comprado
en la tienda para todo del pueblo, su estampado era tan clásico
que lo hizo sonreír. Se envolvió en él dejando salir un sonido
de gusto. Era la mejor prenda del mundo.
Conforme bajaba a la cocina escuchó las voces de su
familia y ayudó que se sintiera un poco más tranquilo.
—Cielo, por fin estás despierto. Te preparé algo de
merendar —le ofreció su madre en cuanto le vio.
—¿Merendar? ¿Qué hora es? —preguntó al ver que todos
estaban vestidos.
—Has dormido gran parte del día, hijo —le respondió su
padre apartando la silla que tenía a su lado para que se sentara.
—Estaba muy cansado —murmuró un poco avergonzado.
Ya era un adulto, debería poder solucionar sus problemas sin
salir corriendo hacia sus padres—. Lamento mucho todo esto.
—No pienses tonterías —le amonestó su padre leyendo sus
gestos.
—Lo siento —se disculpó examinando sus manos sobre la
mesa—. ¿Dónde están Diane y los niños? —preguntó a Brent.
Su hermano se había casado cuatro años atrás con su primer
amor del colegio, a pesar de ser dos años menor que él.
Tuvieron mellizos un año después de la boda y eran los
consentidos de la familia.
—Está en casa. Quiso dejarnos espacio para hablar en
privado —le contestó.
Miró a Brent extrañado.
—Diane es de la familia, la quiero como una hermana. No
hay porqué ocultarle… la situación —reconoció avergonzado.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó su madre con
suavidad, dejando una taza de chocolate y unos pasteles
delante de él.
—La verdad es que no —murmuró cohibido.
—¿Tienes algo en tu agenda del trabajo? ¿Algo que
obligatoriamente tengas que hacer?
Negó con la cabeza tratando de recordar.
—No, íbamos a estar unos días más en Europa, haciendo
turismo, yendo a conciertos… quizá alguna filmación, pero
nada importante.
—Bien, entonces descansa. Afrontaremos el problema
cuando sea necesario. Necesitas tomarte un respiro.
—Todos sabemos cuál es el problema —protestó Tommy
enfadado, cruzándose de brazos. Su hermano menor apenas
había cumplido diecinueve años y creía que ya lo sabía todo en
la vida. Tenía un corazón enorme, pero era demasiado
impulsivo—. Voto para que papá y Brent le den una paliza a
ese cabrón traidor y…
—Thomas —le chistó su madre—. Esa boca.
El estómago se le cayó al suelo al escucharle. Por supuesto
su familia sabía que era gay, nunca fue un secreto entre ellos,
pero no tenía ni idea que supieran sobre sus sentimientos hacia
Brooklyn.
—¿Tan obvio era? —preguntó preocupado. Si su familia se
había dado cuenta, seguro que más gente también.
—Es difícil de decir —opinó Brent—. Hacéis muchas
cosas que obviamente están pactadas y que se ve que es
“fanservice”, pero lo sabíamos desde hace un tiempo.
Miró a su padre con aprensión. Él seguía bebiendo el café
con tranquilidad.
—Eres nuestro hijo, por supuesto que lo sabemos —le dijo
su madre—. Esa forma de mirarle… era muy obvia.
Gimió metiendo la cabeza entre las manos, deseando
desaparecer.
—Oye —le llamó Tommy acariciándole la espalda—. No
eres tú quien debería avergonzarse. Esa rata traidora sí.
Levantó la cabeza al escucharle.
—No sé qué pensáis, pero… —Tomó una bocanada de aire
—, Brooklyn y yo no estamos juntos.
—Bueno, más te vale después de verle con otra —le
contestó Tommy indignado.
—No me refiero a eso, nunca salimos como pareja —trató
de explicarles. ¿Por qué se sentía un completo idiota al decirlo
en voz alta?
Cuatro pares de ojos lo observaron con atención.
—¿Perdona? ¿No estáis liados? —le preguntó Brent con
asombro—. Pero se os ve tan… —Miró alrededor buscando
ayuda de los demás sin que nadie dijera nada—, enamorados.
Los ojos se le llenaron de lágrimas mientras veía a la mesa.
Estaba enamorado de Brooklyn, pero no podía decir lo mismo
de él.
—¡Brent! —reclamó su padre con molestia.
—Ten más tacto con tu hermano —le amonestó su madre
bajando la voz.
—No es una traición en ese sentido —admitió—. Creía
que había algo entre nosotros… pero ya quedó claro que no.
No fue eso lo que me hizo daño. —Su hermano levantó una
ceja ante su obvia mentira—. Su vídeo podría hacer que la
gente descubra que soy gay, acabarán atando cabos como
hicisteis vosotros. Es complicado, esto podría exponerme
delante de la opinión pública. No sé qué hacer —reconoció
abatido.
—Pues que se enteren —dijo Tommy enfadado—. No
deberías tener que esconder a quien amas, no es justo. Llevas
diez años viviendo para el grupo. ¿Para qué? El dinero está
bien y todos sabemos cuánto amas la música, pero no puedes
seguir así. Tienes veintiocho años, ¿cuándo vas a poder vivir
como tú quieras?
—¡Thomas! —gritó su padre—. Te crie mejor para saber
comportarte como una persona normal. Deja de ser un memo y
de decir tonterías. No es tan sencillo, hay gente que odia a las
personas diferentes solo por serlo. Tu hermano ya tiene
bastante presión sin que se sepa que es gay, no alimentes su
ansiedad.
Asintió con la cabeza, decaído y agradecido con su padre,
removiendo con la cuchara el chocolate.
—No quiero dejar la música. El tiempo en esta industria es
relativo. Hay bandas que solo duran un año o dos, otros se
mantienen hasta desaparecer. Los fans acaban encontrando
nuevos grupos, no sé cuánto tiempo tendré todavía. El día que
los fans dejen de apoyarme, me retiraré satisfecho de haberlo
dado todo hasta el último segundo.
Tommy parecía dispuesto a discutir, pero lo dejó pasar
cuando su padre levantó la mano pidiéndole silencio.
—¿Qué dice tu gente? Tendrán una estrategia para tratar
con los rumores que están saliendo sobre ti.
—Supongo que sí… no me quedé a escuchar —reconoció
cohibido.
Sus padres asintieron con comprensión.
—Todo eso del “fanservice” tiene que acabar, para que no
sospechen y para no hacerte daño —le sugirió su madre.
—No es tan sencillo, no se puede borrar lo que ya está en
internet y llevamos años comportándonos así. No hacía
“fanservice”, solo estaba… no sé en qué pensaba al creer que
él podía sentir algo por mí. Soy un idiota.
—No lo eres —le defendió Brent—. Nosotros lo
pensábamos, millones de personas en el mundo creen que
estáis enamorados. Hay fotomontajes, vídeos, fánfics sobre
vosotros, no es una locura.
—Ese es otro problema. Aunque me aleje de Brooklyn de
esa manera, con el vídeo que salió queda claro que él no es
gay, yo seré el único sobre el que recaiga la duda. No quiero ni
pensar en lo que estarán diciendo las redes sociales, ni siquiera
sé cómo conseguí terminar el concierto.
—No veas internet hoy. Nada —le ordenó Brent con
rapidez.
—Me están destrozando, ¿verdad? —preguntó en voz baja.
—No todo el mundo —le respondió Tommy con una voz
suave que solo podía significar que era peor de lo que
imaginaba—. Algunos sienten lástima y empatizan con tu
supuesto corazón roto. También hay gente alegrándose de que
el vídeo saliera a la luz porque queda claro que Brooklyn no es
gay… otros imbéciles dicen que eres tú quien lo forzaba a
interactuar contigo de forma romántica.
Se mordió el labio inferior tratando de no llorar.
—¡Thomas! —gritaron todos a la vez.
—Tu hermano no necesita saber eso —le reprendió su
padre enfadado.
—Está bien, está bien —los tranquilizo enjuagándose las
lágrimas—. Ya lo decían antes, ahora será una masacre. ¿Qué
dicen de mi huida?
—Nada, ni una palabra. Nadie sabe que ya no estás con el
grupo —le aseguró Tommy.
Suspiró aliviado, por lo menos tenía eso. Un poco de
intimidad mientras lo despellejaban en las redes sociales y la
prensa sensacionalista.
—No sé qué hacer —murmuró preocupado mirando a su
padre.
—No se puede tapar el sol con un dedo —le contestó él sin
perder la calma—. Contratamos a un buen equipo de
profesionales para cuidar de ti y de tu imagen, usémoslos.
Asintió con la cabeza despacio. Ellos intentaron impedir
que saliera al escenario para protegerlo, estarían tratando la
crisis incluso sin él.
—Confía en que hagan su trabajo, ellos consideraran los
pros y los contras para que tú puedas tomar la decisión final.
Mientras tanto descansa y reponte, necesitarás tener la mente
clara.
—La discográfica podría echarme del grupo —admitió en
voz baja porque la sola idea de perder todo lo que había
logrado era impensable—. Mi reputación siempre ha estado
ligada a la figura de Brooklyn, pero ahora mismo soy una
molestia. No sé lo que va a pasar, ni siquiera estoy seguro de
que tenga trabajo después de irme así.
—Ponte en el peor de los casos —le ordenó su padre
observándole con atención—. ¿Qué podría pasar?
—Que rompieran mi contrato y lo perdiera todo. La
música, el dinero, los chicos, los fans… —susurró con el
corazón encogido apartando el chocolate.
—Paris, no dejes que la gente te haga pensar cosas que no
son verdad. Si te echan no significa que debas renunciar a
cantar, puedes seguir en solitario. Tienes dinero suficiente para
dos vidas y en cuanto a los chicos… no son tus amigos si se
alejan solo porque la compañía te dé la espalda. Los fans
tampoco se irán, puedes perder algunos, pero los que se
queden son lo que merecen la pena.
—Hay gente que dice cosas malas de ti, también hay quien
habla de lo bien que estuviste ayer y te envían amor —trató de
animarle Tommy.
—Me enteré de la noticia en medio del concierto. ¿Lo hice
muy mal en las últimas canciones?
—No estuviste mal, tú siempre lo haces bien —le
tranquilizó Brent. Fue toda la respuesta que necesitó para no
querer saber más sobre el tema.
—Come —le ordenó su padre poniéndole el chocolate de
nuevo delante de él—. No hay nada que puedas hacer de
momento. Vayamos paso a paso, es la manera de enfrentar los
problemas.
Asintió con la cabeza de mala gana. Era triste, pero era lo
mejor que podía hacer para no empeorar las cosas.
REINICIO
CAPÍTULO 3
Le parecía imposible olvidar lo que estaba pasando, pero la
verdad es que no fue tan difícil. Era todo un experto en
bloquear los temas que prefería ignorar. Sus padres tenían
animales en casa y con sus dos sobrinos alrededor nunca
disponía de tiempo para darle muchas vueltas a la cabeza.
Se olvidó de Paris de Narcissus y se concentró en ser Paris,
el hijo de Donna y Alan. Eso sí se le daba bien y nadie lo
criticaba por cada pequeña cosa que hacía. Pasó un montón de
horas tumbado frente a la chimenea y jugando con los niños,
acariciando los terneritos de la vecina que era como una tía.
También acompañó a su madre mientras cocinaba, vio
películas viejas con su padre y lo ayudó a arreglar una valla.
Pero después de una semana de mantener el móvil
apagado, decidió que no podría seguir así para siempre.
Se sentó en el suelo de su habitación con la puerta cerrada,
deseando con todas sus fuerzas mantener ese mundo de
mentira lejos de las personas que más quería.
Su móvil se volvió loco en cuanto lo encendió, cientos de
llamadas y mensajes pitaron sin parar obligándole a silenciar
el aparato. Odiaba esos malditos chismes.
Ignoró todos mensajes y fue directo a llamar a Norman.
“Paris”, lo saludó el hombre al primer timbre. El alivio se
notó en su voz a pesar de que él sabía que estaba con su
familia.
—Hola, Norm —lo saludó tocándose la cara con
nerviosismo—. ¿Cómo vamos?
El largo suspiro que obtuvo a modo de respuesta no fue un
buen augurio.
—¿Así de mal? —preguntó en voz baja.
“Estamos haciendo todo lo posible por cubrirte”, le
aseguró. “Hemos pedido a los periódicos y revistas que
sacaron noticias sobre ti y Brooklyn que rectificaran”.
—¿Qué noticias?
“¿No lo sabes? Por supuesto que no lo sabes”, musitó
Norman con voz cansada. “Algunas páginas web afirmaron
que Brooklyn te fue infiel, bajo la teoría de que erais pareja.
Otras aseguraron que vuestra relación era ficticia y trataba de
ocultar tu homosexualidad y algunas dijeron que ya llevaba
tiempo conociendo a esa chica y que están en una relación
estable que cubrían con vuestro “bromance””.
—Joder —murmuró, notando como su energía se
desvanecía.
“La discográfica está haciendo su parte tratando de calmar
las cosas. Esto no le conviene a nadie, los escándalos no son
buenos para el grupo, les hace perder dinero”.
—Por supuesto que están ayudando, nunca dejarían a
Brooklyn tirado, haga lo que haga. —Si fuera él no importaba
arrojarlo a los pies de los caballos, pero no harían nada
semejante a su cantante principal—. ¿Qué opciones tengo?
“¿Siendo completamente honesto?”, le preguntó Norman.
—Para eso te pago —le recordó decaído.
“Te está afectando bastante”, le confirmó muy serio. “La
empresa quiere lanzar una nube de humo y que reaparezcáis
juntos para acallar rumores, pero eso sería malo para ti. Me
negué sin consultarte”.
—No hubiera aceptado de todas formas —admitió—.
¿Qué dice la compañía?
Norman se quedó callado haciéndole suspirar de nuevo.
—No les importa que haya rumores sobre mí si eso desvía
la atención de Brooklyn —adivinó con rencor.
“Creo que planean enfocarse en Brooklyn y London para
seguir haciendo “fanservice”. Ya hay muchos fans de ellos
como pareja, es lo más fácil y rápido si necesitan desviar la
atención”, le contestó con sinceridad. “Creo que van a
ahogarte e intentar que te vayas o dejarte relegado hasta que te
aburras”.
Cerró los ojos con fuerza, no le sorprendía, pero dolía
igual. Llevaba años dándolo todo por la empresa y el grupo, no
se merecía ese trato por algo que ni siquiera había hecho.
—Confío en ti, Norm. ¿Qué debería hacer? —preguntó.
“Narcissus te dio fama, pero todo lo que has logrado con
esfuerzo y dedicación, es cosa tuya. Las marcas de ropa pagan
cantidades exorbitadas de dinero para que lleves sus prendas,
tu voz es maravillosa por mucho que se empeñen en opacarte
dándote menos protagonismo. Tenemos que ponerte en valor y
recordarles que los cinco llegasteis a los más alto y eso no fue
cosa de la discográfica. Fue vuestro carisma individual y la
química que generáis cuando estáis juntos lo que os puso ahí.
Recuérdales que eres Paris de Narcissus y que, sin ti la banda
no puede ser lo mismo”.
Sonrió entre lágrimas al escucharlo hablar con tanto cariño
y sinceridad.
—Empiezo a creer que te gustos Norm. Se lo diré a tu
mujer —le amenazó con la voz tomada.
“No pierdas el tiempo en contarle, ella también está
enamorada de ti”.
Los dos se rieron por unos segundos aligerando el
ambiente.
“Piensa en lo que quieres hacer. Si decides ir por tu cuenta
podemos con ello, tenemos contactos y te irá bien. No a la
escala de Narcissus, pero funcionará. Si vas a pelear por
quedarte, también estamos contigo”, le aseguró.
Sonrió un poco más tranquilo.
—Os envío todo mi amor a ti y al equipo. Por favor,
házselo llegar de mi parte. Lamento daros tantos problemas.
“No es tu culpa”, le aseguró Norman. “No te disculpes.
Estamos a tu lado, Paris. Sabes que puedes contar con
nosotros”.
Sonrió mientras dejaba el móvil y se apoyaba en la cama.
Era cierto, siempre estaban allí para él, de forma
incondicional.
—Cielo —le llamó su madre abriendo la puerta—. ¿Va
todo bien?
—No lo sé —reconoció—. Puede que sí… o puede que no.
Su madre sonrió con cariño.
—Si hay que elegir, siempre votaré por el sí —dijo ella
haciéndolo reír—. No será tan malo cuando todavía quedan
dos opciones. ¿Verdad?
—Esto es una mala idea —protestó mirando con aprensión
el piano.
—No seas tonto. Es una idea genial. Tu agente dijo que
debías mostrarte para recordarles lo importante que eres —le
recordó Brent.
—No creo que se refiera a esto —respondió, viendo como
su madre sonreía sentada delante del instrumento.
—Toco todos los domingos en la iglesia y te recuerdo que
conmigo es con quien ensayaste durante años —le reclamó
ella indignada.
—Tú eres genial mamá. De verdad que sí, es solo que no
sé si yo… ¿A quién va a interesarle verme cantar canciones
que no sean de la banda?
—A todo el mundo, todos quieren verte. ¿Cómo es posible
que aún tengas ese tipo de pensamientos después de cantar
durante diez años? —le preguntó exasperada Diane—. Solo
estamos nosotros aquí, si no nos gusta lo que grabamos, lo
borramos y listo —le ofreció.
Asintió más calmado, sonriéndole con alivio.
—Tienes razón, es que estoy un poco nervioso —
reconoció limpiándose las manos ligeramente húmedas al
pantalón.
Su sobrina jugaba alegremente con sus dedos mirándole
muy fijamente. Sonrió incapaz de contenerse al contemplarla.
¿A qué le tenía miedo? Solo era una canción.
—Cantaré para ellos —dijo señalando a los niños que
rieron creyendo que estaba jugando.
—Gracias por pensar en todos los demás —protestó su
padre acomodándose en su butaca favorita.
Se rio mientras se sentaba en un banco de madera al lado
de la ventana. Allí aprendió a cantar, cuando todavía no sabía
cómo entonar y su voz nunca sonaba afinada. Pasó horas
perdidas cantando sus canciones favoritas, disfrutando de su
voz y las emociones que las melodías le causaban.
—Espera —le dijo Tommy acercándose para encender
unas pequeñas lucecitas que rescató del árbol de Navidad del
año pasado.
—Luces apagadas —anunció Brent apagando la lámpara
del techo.
Las velas que había encendido Diane dejaron la habitación
sumida en una penumbra muy agradable que lo hizo sentirse
más cómodo. Estaba acostumbrado a cantar delante de miles
de personas, pero no había una sensación mejor que hacerlo
cuando nadie podía verle.
—Vamos a por ello —le dijo Tommy encendiendo su
teléfono que estaba apoyado sobre una pila de libros a modo
de trípode improvisado.
Las notas del piano rompieron la tranquilidad de la sala.
Cerró los ojos al escucharla, solían hacer conciertos
improvisados durante el invierno cuando atardecía pronto y la
nieve cubría el patio.
Su voz se sumó a la melodía de Somewhere over the
rainbow. Su versión era mucho más lenta que la original, su
madre y él la perfeccionaron durante su infancia. Era una de
sus favoritas y fue tan reconfortante cantarla solo para su
familia, que la emoción le apretó el pecho.
Se olvidó de la cámara, de todo lo que estaba pasando en
su vida y permitió que la música fluyera como una cura a
través de él. ¿Cómo pudo pensar que alguna vez dejaría de
cantar? Amaba tanto la música, fue su primer amor, la primera
cosa que aceleró su corazón cuando apenas tenía cuatro años.
No podría vivir sin eso. Daba igual que no hubiera un estadio
lleno de gente, la forma en que la música estremecía su
corazón, no tenía comparación con nada.
Su voz subía y bajaba persiguiendo el piano, deslizándose
como chocolate caliente por su garganta. Cerró los ojos y se
perdió en él, en la melodía, en la preciosa armonía que creaban
juntos. Dios, ¿en qué momento dejó de sentirse así al actuar.
Todos sonreían con los ojos húmedos mientras la nota final
se fundía con el crepitar de la chimenea. Sus sobrinos
aplaudieron y rieron con sus pequeñas vocecitas infantiles.
Sonrió incapaz de contenerse.
—Os quiero muchísimo —dijo mirándolos a todos.
Tommy saltó sobre él atrapándolo en un abrazo al que
rápidamente se unieron los demás.
El mundo podía irse a la mierda, la música era todo lo que
necesitaba para vivir.
“¡Paris! ¡Paris!”, gritó Norman al teléfono. “Esto es oro.
No es lo que tenía en mente, pero es mucho mejor”.
—¿Te gustó el vídeo? —preguntó desconcertado por su
entusiasmo.
“¿Gustarme? A mí y a treinta millones de personas”.
Se atragantó al escucharlo, tosiendo con violencia.
—¿Qué? ¿Lo publicaste sin decirme nada?
“Claro que lo hice. Corté la parte donde sale tu familia, no
te preocupes”, le aclaró enseguida. “Todo es perfecto, el
ambiente íntimo y hogareño, tu voz, la canción… la gente se
está volviendo loca, en menos de seis horas ya era número uno
en YouTube”.
—Dios mío —murmuró asombrado—. ¿Qué dice la
compañía?
Norman se rio relajado.
“¿A quién le importa? Ellos tienen sus planes y nosotros
los nuestros. Este formato podría ser un filón para posicionarte
de forma individual”.
—Yo no quiero abandonar el grupo —le recordó
enseguida.
“No tienes por qué dejarlo, puedes grabar canciones en
solitario, colaborar con algún artista o no hacer nada. El caso
es que a la compañía le queda claro que tú eres tan importante
como los otros, que sean conscientes de que tienes opciones”.
—Vale —aceptó.
“Han conseguido rectificaciones de casi todas las revistas,
no podrán hacer desaparecer el vídeo, pero les dieron dos
semanas de vacaciones a los chicos antes de empezar a elegir
los temas para el nuevo disco y practicar coreografías. London
y Brooklyn tienen pactadas unas cuantas apariciones para
poner el foco sobre ellos. Los fans de los chicos son
poderosos, ayudarán a diluir el impacto, aunque no se olvide”.
Asintió con la cabeza, a pesar de que Norman no podía
verle.
“Tenemos que aprovechar este tiempo para hacer lo
mismo, seguir presionando”.
—Bien. ¿Qué sugieres?
“Lo mejor será fingir que estás haciendo vida normal,
nadie sabe que estás en casa de tus padres. Convendría que la
primera aparición que hagas después de esto fuera pública”.
Suspiró al escucharle, odiaba ir solo en eventos.
“No te preocupes, no tiene que ser algo grande ni
multitudinario. Podrías aparecer en el taller de Chanel o
Versace, o saliendo a comer con algún conocido. Que se vea
que haces vida normal. Y mientras descansamos podríamos
grabar alguna canción más que te guste. Una especie de
unplugged”.
—¿Quieres que cante en solitario canciones del grupo en
acústico? —preguntó sorprendido.
“No, eso nos daría problemas con la discográfica. Además,
se trata de recordarles lo extraordinario que eres, les molestará
más si son otros temas”, dijo de buen humor Norman.
Se rio al escucharlo.
“Quiero que estés contento. Verte tan feliz y relajado como
en el vídeo. Estabas radiante y fue una interpretación
conmovedora. ¿Por qué no me envías una lista de tus temas
favoritos? Elegiré un pequeño equipo de músicos para esto,
buscaré una localización adecuada y crearé un escenario
perfecto. Seremos los mínimos e imprescindibles para que te
sientas cómodo y no haya filtraciones. Grabaremos unos
cuantos temas que iremos publicando en este descanso”.
Pensó durante un momento en sus palabras. La verdad es
que le encantó cantar esa canción. Estaba muy lejos de la
música pop a la que se dedicaba el grupo, pero le devolvía a
sus orígenes, a lo que hizo que se enamorara de la música.
—Me gusta la idea. Hagámoslo.
MENTIRAS Y VERDADES
CAPÍTULO 4
Se despidió de su familia cuatro días después, sintiéndose
sereno y con las pilas cargadas. Prometió llamar a pesar de que
lo hacía a menudo y aunque sentía un poco de aprensión por
dejar la seguridad de su casa, confió en que su familia del
trabajo cuidara de él.
Voló de noche con destino a Chicago. Alquilaron una casa
para él y su equipo, intentando pasar desapercibidos. Temía la
reacción de los demás después de cómo se había portado, pero
no tenía de qué preocuparse. Todos lo recibieron con una
sonrisa, felices de verle bien y emocionados con el proyecto.
Grabaron en distintos lugares a las afueras, en la orilla de
un río que parecía sacado de un cuento de hadas, en un viejo
muelle, en la playa, en un bosque y hasta en un antiguo cine.
Fue precioso y causó una especie de alivio en su corazón
roto, la música siempre tenía ese poder en él. Cantar sus
propias versiones de clásicos fue un regalo.
Las canciones no necesitaban nada más que el sonido de
un instrumento en directo y una voz dispuesta a contar una
historia. Así debería ser siempre. No significaba que no se
divirtiera cuando cantaba y bailaba con los chicos, pero
hacerlo así era algo especial.
Filmaron otras seis canciones en poco más de ocho días, y
liberaron la segunda mientras grababan la cuarta. La respuesta
del público fue tan buena, que organizaron una cena para
celebrarlo. Hubo comentarios negativos también, siempre los
había por desgracia, pero los ignoró porque eran los menos y
porque, aunque doliera leerlo, no tenían razón. Nunca
entendería qué podía haber en el corazón de una persona para
volcar tanto odio en otro ser humano.
Era famoso y sabía que se exponía a recibir críticas, pero
eso no justificaba muchas de las cosas que tenía que escuchar
o leer sobre sí mismo. Entendía que hubiera gente a la que no
le gustaba su música, su voz, su forma de bailar o incluso su
personalidad, pero ¿dónde quedaba la empatía? ¿Por qué tenía
que ver imágenes donde lo comparaban con vacas cuando
alguien le hacía una mala foto? ¿O hacerse trending topic si
bajaba de peso porque aseguraban que sufría de bulimia?
Había cientos de hilos en Twitter dedicados a cómo le
gustaba llamar la atención, lo femenino que era o su supuesto
empeño en acercarse a Brooklyn para ganar relevancia. Era
cruel y agotador.
A la gente se le olvidada que detrás de un personaje
famoso hay siempre una persona que sufre, que tiene malos
días, que comete errores… pero no permitiría que le
estropearan el día. Estaba satisfecho de lo que había hecho y
se negaba a pensar de una manera diferente.
Volvieron a Los Ángeles un día antes de que tuviera que
retomar su agenda. Su humor fue mermando conforme el
avión se acercaba a la ciudad. No había contestado a ninguna
de las llamadas ni mensajes de los chicos, así que nadie sabía
que volvía, aunque seguro que se lo podían imaginar. Todos
los participantes en los vídeos lo acompañaban en el avión
privado, pero volvió a casa solo con su equipo en su furgoneta
habitual.
Narcissus residía de forma oficial en un gigantesco edificio
que contenía las oficinas del grupo. Su fama complicaba que
pudieran salir por Los Ángeles, así que crearon una especie de
mini castillo donde ellos podían vivir y estar seguros haciendo
una vida normal.
El edificio tenía veinte plantas. Las diez primeras
pertenecían a la empresa que llevaba cada pequeña parte de
sus carreras y una gran proporción de sus vidas. Incluía la
discográfica, las agencias de representación y publicidad,
abogados, equipo de relaciones públicas, marketing… todo lo
imaginable para llevar el imperio de música y entretenimiento
que habían logrado expandir a los cinco continentes.
Las dos plantas siguientes contenían almacenes de ropa,
joyas, escenarios y demás decoraciones que ellos habían usado
o que iban a usar. Todos los días llegaban cajas de cosas que
les regalaban con la esperanza de que las utilizaran y se
pusieran de moda.
Las plantas trece y catorce abarcaban el estudio de
grabación donde filmaban distintas cosas que verían los fans,
las oficinas de audiovisual en las que se montaban los vídeos
de los conciertos o contenido promocional, y las salas de
música en las que practicaban canto cuando se acercaban los
momentos de sacar nuevo disco o salir de gira.
Las dos siguientes contenían los staff privados de cada uno
de ellos, allí se coordinaban las agendas, se repartían los
horarios para diseñar su día a día y se hacían verdaderas
virguerías logrando que todo encajara. También sus equipos
legales que manejaban los contratos de publicidad que
firmaban, los derechos de autor de las canciones y todo tipo de
papeleo necesario para el funcionamiento de su carrera e
imagen.
A partir de ahí, solo el grupo y su personal privado tenían
acceso al resto del edificio, pero eran las zonas reservadas para
ellos.
La planta diecisiete contenía los estudios privados de cada
uno de los miembros. Los compositores principales del grupo
eran Maui y Denver. Con su ayuda, tanto London como
Brooklyn, habían conseguido sacar adelante algunos temas
propios.
Él todavía no había publicado nada, no porque no
compusiera, sino porque no se sentía lo suficiente confiado
como para mostrarlos.
No siempre fue así, los primeros años había ayudado a
Maui a componer, ellos se llevaban muy bien y se entendían
con facilidad. La discográfica llegó a ver varios temas suyos y
le animaron a pulirlos para poder publicarlos.
Cinco discos más tarde, no consiguió que le aceptaran
nada, todo el apoyo de la empresa se había retirado cuando
empezaron a sospechar que era gay. ¿Casualidad? No lo creía.
En el piso dieciocho estaba los estudios de baile. Allí
ensayaban de forma individual y común con los distintos
coreógrafos, preparaban las actuaciones y conciertos.
Las dos últimas plantas albergaban la casa común del
grupo. La planta diecinueve tenía una enorme terraza donde
daba el sol la mayor parte del día y una piscina climatizada.
Una gran cocina donde un cocinero privado se encargaba de
mantener surtida de comida y platos preparados que encajaban
con sus dietas según sus actividades.
Una gigantesca sala de estar que también cumplía la
función de comedor y un pequeño aseo para invitados.
La última planta solo tenía sus habitaciones, todas del
mismo tamaño, con pequeños balcones y con baños privados
con vestidores incluidos. Era un lugar seguro en el que podían
quejarse y comportarse con naturalidad sin tener las cámaras
delante.
La idea de vivir juntos vino después de un gran bache
cuando llevaban cinco años en activo. La presión de estar de
manera permanente bajo el ojo público y las constantes
críticas, les afectó en mayor o menor medida, algunos como él
lo demostraron rozando la depresión y con ataques de
ansiedad. Otros como Maui y Brooklyn empezaron a abusar
del alcohol.
Llevaban tantos años juntos que Denver supo ver las
señales de alarma y después de una charla de varias horas
donde todos acabaron llorando, decidieron que necesitaban
sobrellevar la presión de otra manera. Ya habían vivido antes
juntos durante su época de estudiantes, cuando formaron el
grupo y se esforzaban por conseguir actuar en algún club a
cambio de comida y cervezas.
Funcionó, ahora cuando las críticas los lastimaban no
buscaban una vía de escape, se desahogaban entre ellos y se
apoyaban para pasar los baches.
A pesar de ello, los cinco mantuvieron sus casas privadas
para sí mismos, eran buenos lugares donde refugiarse cuando
se enfadaban entre ellos, querían disfrutar de tiempo a solas
del todo o llevar a alguna chica a pasar el rato.
La discográfica no les permitía salir con nadie de forma
pública, ni siquiera aparecer en fotos con mujeres que no
fueran de su staff, pero por supuesto, como chicos de veinte
años normales, las mujeres llamaban su atención.
No era fácil salir con alguien cuando eres tan conocido,
pero por suerte también había famosas en su misma situación.
No era algo que a él le preocupara, por supuesto, nunca salió
con ninguna. Ser famoso y gay encerrado en un armario con
veinte candados, se lo ponía difícil para tener citas.
El chofer entró directo a la urbanización privada donde
estaba el edificio. Para el público tenían unas oficinas en el
centro de la ciudad, que llevaban a algunos de los otros
cantantes de la compañía.
Los guardias de seguridad le abrieron el portal
permitiéndoles pasar al aparcamiento subterráneo. Resignado,
tocó la pantalla táctil poniendo su huella dactilar para subir a
casa. Las puertas se abrieron dejándole en el recibidor.
Tomó una respiración al escuchar los disparos en la
televisión y los gritos de London. Era uno de los pasatiempos
favoritos de todos, jugar videojuegos.
Ajustó la mochila en su hombro y levantó la pequeña
maleta de mano para no hacer ruido, le gustaría descansar y
ducharse antes de enfrentarse a los demás.
—¿Paris? —le llamó Maui desde la terraza.
Sobresaltado, giró la cabeza. Denver y Maui estaban
ocupando dos de las tumbonas hablando y bebiendo.
No tuvo tiempo a decir nada más, Maui soltó la cerveza y
se abalanzó sobre él abrazándolo con fuerza.
—No lo sabía —le dijo al oído—. Te lo juro. Me enteré
después del concierto como todos los demás. No lo vimos salir
con nadie y volvió a casa con nosotros.
Asintió con torpeza, sin saber qué decir.
Denver le dedicó una pequeña sonrisa atrayéndolo en un
paternal abrazo.
—Vi tus vídeos, estabas maravilloso. Me alegra que estés
en casa.
—Gracias —murmuró separándose.
Giró la cabeza hacia la sala, London y Brooklyn estaban en
el marco mirándole. London parecía inseguro, dividido entre
correr hasta él y lo que reconoció como remordimiento. Lo
sabía, él sí se dio cuenta de lo que Brooklyn había hecho y no
le advirtió.
—Iré a cambiarme, acabo de bajarme del avión —dijo en
voz alta para impedir que pudieran decirle algo más.
—Pediré comida, ¿te apetece algún tipo en particular? —le
preguntó Denver.
—Cualquier cosa, no tengo mucho apetito —aseguró.
Maui no le dio la opción a rechazar su presencia, agarró su
maleta y lo siguió a su habitación. La dejó en el vestidor y se
sentó en la cama.
—No contestaste mis mensajes —le reclamó en voz baja
—. Todos estuvimos muy preocupados por ti.
Asintió sin tratar de justificarse.
—Brooklyn se volvió loco cuando no quisieron decirle
dónde estabas —le confesó Maui sin dejar de mirarlo.
Endureció el gesto sin responder. Si le hubiera importado
de verdad, no lo habría humillado de esa manera.
—Discutió como un loco con Norman y Rachel. Incluso
los amenazó con llamar a la discográfica.
—Eso no estuvo bien —dijo muy serio—. Ellos trabajan
para mí, me protegían.
—Ya lo sé, por eso Denver y yo conseguimos calmarlo y
sacárselo de encima a tu equipo. Norman nos dijo que estabas
a salvo y que volverías. Pero no supimos nada más. ¿Fuiste
con tus padres?
Asintió con la cabeza, dejando expandirse un silencio
incómodo entre ellos.
—London lo sabía, vio a Brooklyn salir con la chica, pero
no nos dijo nada —le reconoció—. No lo supimos hasta que a
la mañana siguiente dijeron que estabas desaparecido y
London se echó a llorar.
—Parecía muy triste, sí —ironizó tratando de contener la
rabia. No quería enfadarse con Maui por culpa de London.
—No seas así, lloró varias noches. Incluso se vino a
dormir conmigo. Brooklyn le dijo que no se preocupara, que
fue cosa suya y que no tenía la culpa de nada. Prometió que
hablaría contigo para aclarar la situación.
—London debió contármelo en cuanto volvió a casa. Me
enteré a mitad de concierto —recordó con dureza.
Maui lo miró en silencio unos segundos.
—Si te sirve de algo. Denver y yo creíamos que estabais
saliendo.
—No lo estábamos —negó enseguida.
Maui suspiró rascándose el cuello.
—Pensamos que sí y de manera deliberada decidimos no
inmiscuirnos, creíamos que ya era una situación muy
complicada. Tenéis bromas privadas, no dejáis de miraros y os
escapáis para estar juntos a todas horas, siempre solos —
argumentó Maui.
—“Fanservice”. La empresa quería una pareja para llamar
la atención y Brooklyn es todo un especialista al parecer —
comentó como toda explicación porque le dolía recordar que
todo lo que acababa de decirle Maui, le había llevado a creer
que tenía algo especial.
Maui suspiró inconforme.
—Os he visto prácticamente al uno encima del otro en el
sofá de casa, os tocáis de manera constante con o sin cámaras.
Eso no es “fanservice”.
Ignoró el pinchazo de dolor que le agujereó el estómago.
—No sé qué quieres que te diga —le reclamó molesto—.
Está claro que no soy su tipo. Siempre le gustaron las mujeres,
no sé en qué momento pensé que podía ser de otra manera.
—Estás enamorado de Brooklyn, hace años que lo sé. —
No era una pregunta así que no se molestó en negarlo.
—Pero él de mí no. Fin de la historia —murmuró
poniéndose en pie yendo al vestidor.
—No puedes hablar en serio. Brooklyn siente algo por ti,
es obvio.
La ira lo azuzó haciéndolo girarse para enfrentarlo.
—No. No lo es. Me ve como un hermano, un amigo, un
compañero. Como nada más —le aclaró de forma tajante.
Maui lo miró con los ojos abiertos por su brusca reacción.
—Paris, hace un año que no sale con nadie, pasa todo su
tiempo libre contigo. Incluso cuando nos dan varios días de
descanso. Reconozco que yo también creía que no te
correspondía, pero los últimos meses demuestran que…
—Que es más listo de lo que parece —le interrumpió—.
Nunca paró de acostarse con mujeres, simplemente dejó de ser
obvio al respecto.
Maui abrió la boca para protestar.
—Mira —le detuvo haciéndole un gesto para que guardara
silencio—. Sé que Brooklyn me quiere, que le importo y se
preocupa por mí. Pero estoy enamorado de él. No lo veo como
os veo a vosotros. Le quiero, en el sentido más amplio y
profundo de la palabra, pero no soy correspondido y nunca lo
seré. Ahora lo sé.
Tomó una respiración tratando de alejar el dolor de decirlo
en voz alta.
—Me hice ilusiones y estoy pagando las consecuencias.
Necesito tiempo y espacio, no quiero que esto afecte a los
demás, ni voy a poner problemas para trabajar con él, aunque
haré cambios. No más “fanservice” para mí. No voy a
arriesgarme a que descubran mi sexualidad por nada.
—London aceptó ocupar tu lugar durante tu ausencia.
Quería ayudar, se siente culpable —le confesó Maui para
aplacarlo.
—Los “shipean” desde hace tiempo, les irá bien y a
London le gusta la atención, estará más cómodo que yo. —No
dijo que London siempre había tenido envidia de que todas las
cámaras lo enfocaran cuando estaba con Brooklyn, todos lo
sabían.
—Deberías hablar con ellos —opinó Maui—. London dijo
que dejaría de hacerlo cuando volvieras, que solo te estaba
cubriendo.
Se contuvo de darle una mala respuesta, sabía que Maui
tenía un enorme corazón y sufría si se enfadaban unos con
otros.
—Voy a ducharme —le cortó para evitar continuar con el
tema. Cuando salió estaba solo en el cuarto, pensó durante un
segundo en quedarse allí, pero acabó por claudicar. No tenía
sentido posponer lo inevitable, ya que mañana volverían al
trabajo.
Fue la cena más incómoda que habían tenido nunca. Maui
y Denver se esforzaron por llenar los silencios tensos que no
compensaban que Brooklyn no hablara, o las continuas
miradas de culpabilidad que London le lanzaba.
No respiró tranquilo hasta que volvió a estar seguro tras la
puerta de su habitación. Pasó el pestillo para asegurarse de no
recibir visitas indeseadas.
Se metió en la cama y recuperó el móvil de su maleta.
Abrió su chat con London, los primeros mensajes eran de la
noche del concierto y en días posteriores.
London:
¿A dónde fuiste? Tenemos que hablar
London:
Sé que estás disgustado, pero por favor, dime algo. Estoy
preocupado.
London:
Me voy a dormir con Maui, ven a verme cuando vuelvas.
London:
¿Estás bien? ¿Por qué no volviste a la casa?
London:
Lo siento mucho, Paris. Quería contártelo. Pero ¿qué debía hacer?
Brooklyn es mi amigo también.
Negó con la cabeza con rabia, mientras leía.
London:
No quería herirte. Nunca lo haría, jamás he traicionado tu confianza.
No le cuento a Brooklyn las cosas de las que tú me hablas. ¿Debería
traicionarle a él por ti? Eso no sería justo para él. También necesita
intimidad, poder confiar en alguien… lo siento, pero no voy a
disculparme por ser el amigo de ambos. Perdóname si te hice daño,
nunca quise hacerlo.
London:
Quieren que sea la nueva pareja de Brooklyn en la banda. No quiero
empeorar las cosas aceptando sin consultarlo antes contigo.
London:
Por favor, llámame. Ha pasado demasiado tiempo, necesitamos
hablar.
Se limpió las lágrimas guardando el móvil en el cajón.
Entendía lo que decía London, pero estaba equivocado. Creía
que lo que sentía por Brooklyn era algo superficial o sin
importancia, London nunca entendió cómo de profundos eran
sus sentimientos. No se trataba de traicionar la confianza de
Brooklyn. Era mucho más que eso, pero no estaba dispuesto a
decírselo en ese momento.
TODOS LOS COMIENZOS SON
DIFÍCILES
CAPÍTULO 5
Volver a su agenda después de tantos días de descanso
siempre era una tarea complicada. Solían pasar esos momentos
apoyándose unos en otros cuando volvían a casa, pero el
ambiente enrarecido se estaba infiltrando como el humo en
todas partes, resultando asfixiante y tóxico.
Solo iba a las zonas comunes cuando sabía que Denver o
Maui estaban cerca. London y Brooklyn pasaban mucho
tiempo juntos, apoyándose mutuamente, algo por lo que se
alegraba, ya que tampoco quería verlos pasándolo mal.
Los ensayos de baile fueron diferentes de lo que estaban
acostumbrados. En un día normal, Brooklyn y él pasarían las
horas bromeando y liderando las coreografías, pero esta vez no
fue así, se mantuvo serio y concentrado, evitando mirar a
Brooklyn incluso a través del espejo.
Fueron creando las nuevas presentaciones sin problema,
pero el ambiente era tan opresivo que hasta los coreógrafos
iban de puntillas alrededor de ellos.
En una semana de trabajo típica entre conciertos pasaría
todo el tiempo libre con Brooklyn, pero como eso ya no era
posible, buscó otras formas de entretenerse. Salió mucho a
cenar y tomar café con amigos de la industria. Gente con la
que pasar el rato hablando de temas de moda, pero que no eran
lo suficiente cercanos como para tratar de cosas personales.
No se puede tener amigos cuando estás tan alto, nunca
puedes confiar lo suficiente como para estar seguro de que no
te van a traicionar o a divulgar tus secretos a la prensa por
dinero o fama.
Hasta ahora nunca había tenido problemas, podía contarle
casi cualquier cosa a Maui o London. Por primera vez en su
vida adulta no era posible acudir a ninguno de los dos, ni
siquiera podía mirar a London a la cara y no quería poner a
Maui en una situación complicada porque todos eran amigos.
Estaban tan ocupados con el nuevo disco, que tampoco
coincidieron mucho. Denver hacía de intermediario con la
discográfica, y elegía los proyectos que más les convenía, así
que tenía mucho trabajo entre manos. Maui estaba en pleno
proceso de grabación y composición para probar nuevas
canciones, cuando volvía a su habitación caía en la cama por
el cansancio.
Las pocas veces en que vio a London y Brooklyn fuera de
los ensayos de coreografías estaban rodeados por su personal,
empezaron a salir fotos de ellos en las redes sociales, paseando
por la calle, cenando e incluso en una de las fuentes del parque
central.
Era un esfuerzo obvio y en su opinión bastante burdo de
tapar la atención del escándalo de Brooklyn, pero funcionó.
Ellos ya tenían un “fandom” propio como pareja y al
alimentarlo había tantos comentarios positivos que empezaron
a cubrir los negativos.
Suponía que la razón para esa sobreexposición era que en
breve acudirían a una celebración de premios. No iban a
actuar, pero a la discográfica le gustaba que fueran a diferentes
presentaciones para que los fans tuvieran nuevo contenido
entre discos.
Sería la primera aparición pública de Brooklyn tras el
incidente y al haber fans presentes se arriesgaban a que le
gritaran o a algún comentario desagradable, por lo que era
capaz de entender el punto. Trataban de calmar las aguas.
No quería ponerse nervioso por eso, pero la verdad es que
lo estaba. Sabía que hubo ciertos rumores tras la publicación
de sus vídeos, sobre que no había nadie del grupo con él y que
tampoco fueron grabados en la ciudad de Los Ángeles, por lo
que muchos fans comprendieron que después de su último
concierto estuvo lejos de los demás. Algunos descifraron el
motivo de su marcha, otros lo achacaron a que quería producir
música para sus seguidores.
En cualquier caso, se esforzó mucho eligiendo la ropa y los
complementos, quería estar perfecto. Otra de las peores partes
de su trabajo era que siempre que salía se exponía a las
críticas, constantemente sentía la presión por estar perfecto.
Si engordaba un kilo antes de un evento se volvía inseguro
y dubitativo, las fotos y los comentarios destrozándolo por ello
harían que se sintiera mil veces peor. Ya habría mucha
atención sobre Narcissus esa noche, no quería darles munición
extra.
Fue interesante ver el proceso de London y Brooklyn,
bueno… también fue doloroso. Nunca fue realmente
consciente de hacer “fanservice” porque él recibía cualquier
gesto de afecto por parte de Brooklyn sin problema, pero
mientras los veía vestirse, pudo presenciar cómo se creaba el
juego.
Los mánager no dejaban de darles recomendaciones.
“Mano al costado o en la espalda, en la mitad, sin ser
obvio. Denota intimidad y cercanía”.
“Aguanta su mirada entre tres y cinco segundos y luego
desvíala, simulando timidez”.
“Tócalo cada poco tiempo, que parezca que no puedes
apartar las manos de él, pero recuerda, sutil y vago, nada que
implique algo específicamente sexual”.
“Manteneos siempre el uno al lado del otro, daréis la
impresión de que no podéis estar separados”.
—Paris. ¿Estás bien? —le preguntó la maquilladora que se
ocupaba de él esa noche. Tessa que estaba sentada a su lado, lo
miró fijamente.
Esbozó una sonrisa amplia como si no pasara nada
especial.
—Por supuesto. Solo un poco nervioso —contestó
sonriendo.
La chica le dio una mirada comprensiva entendiendo la
situación, pero no engañó a Tessa ni por un segundo.
Resultaba doloroso ver construirse una mentira en la que
llevaba tanto tiempo envuelto. ¿Cómo no lo vio antes? Era tan
evidente que se sentía un completo estúpido, eran todas las
cosas que Brooklyn hacía con él.
—¿Tienes fiebre? Tu cara está muy caliente —le volvió a
decir la chica con preocupación.
—No es nada, tengo calor —respondió lanzándole una
mirada a Tessa.
—Tenemos prisa, Melani. Si pudieras apresurarte sería
perfecto —le pidió Tessa a la chica que asintió con la cabeza
mientras continuaba.
—¿Seguro que estás bien? —preguntó Norman cuando se
vestía en su camerino.
—Sí. Solo son nervios —mintió.
Él alzó una ceja, dejándole saber que le había pillado la
mentira.
—No es nada, me parece imposible que no me diera cuenta
antes de que hacía esas cosas conmigo… es un poco descarado
que les den indicaciones delante de todos —reconoció.
—Bueno, los dos saben a lo que van y por qué lo hacen —
le señaló con razón Rachel.
—Cierto. Los dos lo saben —murmuró. «Yo fui el único
estúpido que se creyó su propia mentira», se maldijo a sí
mismo por imbécil, aunque no añadió nada más.
—Paris, vuestro coche está preparado —le dijo alguien del
staff tocando con suavidad a la puerta.
—¿Listo? —le preguntó Norman.
Hasta ahora, Brooklyn y él siempre iba en el primer coche,
solían llegar con unos minutos de distancia del segundo, ya
que, como cantante principal, él atraía gran parte de la
atención.
Sería la primera vez que en un acto público no iban juntos.
Daba igual, al menos ahora tenía los ojos abiertos, tanto
Denver como Maui eran sus amigos, no existía motivo para
sentirse tan triste.
Se miró al espejo de cuerpo entero. Había elegido un traje
de diseñador de pantalón con chaqueta entallada negra. Para
dar un toque especial en las solapas y la costura frontal donde
se abrochaba, llevaba cosidos a manos unos sutiles cristales
negros de pequeño tamaño. Haciendo contraste eligió una
camisa blanca sencilla y una corbata negra fina que le daba al
atuendo un aspecto desenfadado. El cinturón de cuero
ensalzaba sus caderas y los zapatos del mismo material
equilibraban el conjunto.
Su peluquera peinó con esmero sus ondas rubias,
dejándolas colocadas de una forma encantadora cerca de su
cara, suavizando a un más sus rasgos que ya eran mucho más
delicados que los de cualquier chico del grupo. El maquillaje
se centró el alisar su piel, y resaltar sus labios con un tono un
poco más apagado que su color natural.
Solo tuvo que elegir unas finas pulseras de plata para su
muñeca y unos pocos anillos.
—¡Wow! —le dijo Denver cuando se subió al coche.
—¡Paris! Estás increíble —lo felicitó Maui.
Puso los ojos en blanco sin hacer caso a sus tonterías,
aunque agradecido con ellos porque intentaran tranquilizarlo.
Dejó que Denver y Maui hablaran durante el camino, se
quedó mirando por la ventana, atento a cómo cambiaba el
ambiente conforme se acercaban al recinto.
Tragó saliva con nerviosismo al escuchar a la gente
gritando el nombre de Brooklyn y London. Denver se movió
hasta la puerta de la furgoneta, listo para salir primero.
—No te preocupes, Paris. Estaremos todo el tiempo a tu
lado —le prometió.
Sonrió asintiendo con la cabeza, la mano de Maui acarició
con suavidad su hombro como muestra de apoyo.
Siempre había sido así, se apoyaban fuera lo que fuera,
tenía que confiar en que siguiera siendo así.
Los guardaespaldas golpearon con suavidad la puerta
advirtiéndole que iban a abrir, Denver dio otro toque de vuelta
haciéndoles saber que estaba bien.
Los gritos eran sobrecogedores, siempre lo impresionaban
antes de salir, pero no dudó en seguirlos.
Mientras chillaban, Denver y Maui se pusieron a su lado y
sonrieron a los fans que empujaban con fuerza las vallas de
seguridad gritando sus nombres. Los nervios que llevaban todo
día atenazando su estómago se aflojaron mientras sonreía
viendo sus caras radiantes de ilusión, sus pancartas con sus
nombres… Su público, uno de los motores que movían su
mundo… eran una bendición y una maldición al mismo
tiempo, aun así, se lo debía todo a ellos.
Sonrió con sinceridad y los saludó con la mano, su sonrisa
ampliándose cuando los escuchó chillar con emoción.
—Por aquí, por favor —le indicó Hank.
Se movieron entre el sonido de los fans hasta donde
estaban Brooklyn y London posando para los periodistas en el
photocall. Todas las cámaras se giraron hacia ellos,
bañándolos en las cegadoras luces de los flashes y los focos.
Se detuvieron al lado de los otros, normalmente se haría fotos
con Brooklyn, pero esta vez sonrió a la multitud protegido por
los cuerpos de Denver y Maui que cumplieron su promesa.
Entraron al recinto de los premios juntos, reuniéndose con
sus mánager y el equipo que los acompañaba. Los llevaron
hasta una esquina donde había un escenario en el que les
harían unas pocas preguntas en conjunto.
El mánager de la discográfica, Pol, acordaba ese tipo de
entrevistas rápidas estándar para esos eventos. Denver
respondía a la mayor parte de las preguntas por ellos, ya que a
los demás no les gustaba demasiado ese tipo de cosas.
No fueron ni cinco minutos de entrevista, los alabaron por
su aspecto y ellos devolvieron el saludo. Luego hablaron de lo
bien que fue la gira y les preguntaron qué sería lo siguiente. Ya
se estaba moviendo para irse cuando la chica lo miró de forma
directa.
—Paris —le llamó ella de forma amistosa.
Asintió con la cabeza con torpeza fijándose en Denver, que
puso la mano en su espalda transmitiéndole calma.
—Todo el mundo está preguntando por ti —siguió ella.
Trató de mantener el gesto sereno, pero el pánico se abría
paso en su interior. ¿Por qué le preguntaba a él? No habían
pactado ninguna intervención. Delante de él, el mánager de la
discográfica se acercó a Norman hablando con él con rapidez.
Ninguno de los dos parecía saber qué pasaba.
—¿Sí? —inquirió tratando de disimular su nerviosismo
«¿Nadie va a hacer nada? ¿Cómo respondo si me preguntan
algo sobre Brooklyn o…?»
—Por supuesto, quién no ha visto tus increíbles vídeos.
Déjame decirte, los fans están enloquecidos y yo, no puedo
parar de verlos.
Sonrió aliviado, apoyándose en Maui que le palmeó la
espalda, dejando su brazo ahí, rodeándolo para quitarle el
nerviosismo.
—Muchas gracias, eres muy amable —respondió incapaz
de contener el orgullo de su voz.
—Honestamente todos me parecen un regalo para tus fans,
pero debo confesar que el primero es mi favorito —añadió ella
sonriendo.
—El mío también —contestó relajado.
—Nuestros fans no han dejado de apoyar los vídeos y de
comentarlos en redes sociales. Y lo que todo el mundo quiere
saber es…
La miró expectante con un poco de miedo, por lo que diría
a continuación.
—¿Por qué? Narcissus se hizo famoso por el pop y esas
canciones se engloban más en el jazz o el soul.
Asintió con la cabeza, sin dejar de sonreír.
—Bueno, ese es nuestro estilo mayoritario y en el que nos
sentimos más cómodos, pero ante todo somos músicos.
Escuchamos muchos géneros diferentes y estamos
influenciados por lo que escuchamos desde siempre en
nuestras casas… pensé en cantar algo especial para los fans, en
mostrar una parte de mí que ellos no supieran y elegí algunas
que siempre están en mi memoria.
—¿Podemos decir que son tus favoritas? —le preguntó
ella.
Se rio con diversión, asintiendo.
—Entre otras muchas, sí —contestó con sinceridad.
—¿Y por qué crees que a los fans les están gustando tanto
esos vídeos?
—Porque son de verdad —respondió sin dudar—. No hay
adornos, es una versión simple de los sentimientos que esas
canciones reflejan y creo que eso lo hace distinto, el mensaje
llega con más claridad.
Los ojos de la chica brillaron con interés.
—¿Eso significa que podemos esperar más vídeos así?
Se rio negando con la cabeza.
—Perdería la magia si te respondiera. Lo que te puedo
decir, es que los cinco ponemos todo en cada cosa que
hacemos y podéis esperar lo mejor de nosotros, hagamos lo
que hagamos.
La mano de Denver se apretó en su espalda, mientras le
quitaba la palabra para cerrar la entrevista.
—Estuviste genial —le dijo Maui en voz baja al entrar en
la entrega de premios.
—Estaba aterrorizado, no sabía qué me iba a preguntar —
reconoció.
—Pensé que ibas a salir corriendo —bromeó Denver.
Le pegó en el brazo con indignación, sonriendo a
escucharlo reír.
—Estuve a punto —confesó haciendo que se rieran de él
de nuevo. No podía importarle menos.
Su móvil sonó mientras se limpiaba la cara quitándose el
maquillaje, salió del baño para recuperarlo de encima de la
cama.
Norman.
“Estuviste increíble en la entrevista. Mañana lo repasamos.
Bien hecho”.
Sonrió con suavidad y se acercó al ventanal de su
habitación para cerrarlo antes de dormir.
Una luz en la zona de la piscina llamó su atención,
Brooklyn ocupaba una tumbona con su tablet en la mano y los
cascos puestos. Seguro que estaba jugando a algo.
Se fue a la cama negándose a seguir allí plantado. Mañana
se arrepentiría de estar perdiendo el tiempo cuando tuvieran
que levantarse a ensayar.
No quiso dedicarle ni un segundo más. Brooklyn no era
asunto suyo.
TODO CAMBIA
CAPÍTULO 6
—Vamos a tener una entrevista en un show nocturno —les
anunció Pol una semana más tarde—. Un par de preguntas y
luego interpretaréis una canción durante la franja horaria de
más audiencia.
—Genial —aceptó Maui dispuesto.
—Necesito que preparéis una coreografía un poco
diferente. Tendremos menos espacio en ese escenario, tenedlo
en cuenta y ajustaros —les ordenó.
—Conseguiremos que funcione —le aseguró Maui.
—Bien, habrá vídeo de vosotros detrás de cámaras y
aprovecharemos para grabar algo que podamos subir a redes
sociales y para los recopilatorios de la gira. Relajos y
divertíos, de eso se trata —les sugirió Pol con una sonrisa.
Paris miró a la mesa conteniéndose de no poner mala cara.
Hacía mucho que entendió ese tipo de triquiñuela, le decía que
se relajaran para tener más vídeos. Les gustaba mostrarles a
los fans cómo dormían o iban sin arreglar. Era una forma de
que se sintieran más cercanos a ellos.
Al principio no le importaba, porque cuando decían o
hacían algo que podía malinterpretarse lo eliminaban del
metraje final. Luego creció y ellos descubrieron su secreto,
entendió entonces que esos vídeos eliminados también eran
munición contra ellos. Ahora tenía mucho cuidado sobre todo
lo que decía o hacía cuando una cámara o alguien de la
discográfica estaba delante. Solo podía confiar en su staff que
no dependía de ellos.
—Volved a vuestras tareas —les despidió Pol—. London,
Brooklyn, tengamos unas palabras.
Los tres salieron dejándolos solos. Envió un mensaje a
Tessa para que supiera que se encontrarían en la zona la de
vestuario.
—¿Qué canción cantaremos? —le preguntó a Denver.
—Noches sin fin —contestó él.
—Algo con ritmo. Me gusta —respondió empujando con
cariño a Maui.
—Por supuesto que sí, te encanta la coreografía de esa
canción porque puedes lucirte bailando —le contestó su amigo
riendo.
La presentación fue un éxito y la entrevista fue divertida.
Cuando salieron les recibió el grupo de seguidores que habían
estado dentro en la grabación.
Los guardaespaldas hicieron una línea delante de la valla
de seguridad para que London y Brooklyn salieran entre gritos
y flashes. Ellos se quedaron en la puerta del estudio dejando
que les hicieran más fotografías.
Mientras salían escuchó varias personas chillando su
nombre a su derecha. Sonrió al ver tres niños pequeños hasta
que se dio cuenta de que estaban casi ahogados por la
multitud.
Tiró de la manga de Denver para llamar su atención.
—Les están haciendo daño —le dijo al oído.
—¡Chicos, hay niños ahí! ¡Dejadles espacio! —pidió
Denver a los de seguridad que enseguida obedecieron
amonestando a los mayores—. ¿Estáis bien? —les preguntó a
los niños acercándose a ellos.
Así era Denver, procuraba dar lo mejor de sí mismo para el
grupo y los fans.
La niña del centro lo miró con los ojos muy abiertos.
—¡Paris!
Dio un respingo asombrado por la potencia de sus gritos,
pero se acercó a ella de todas formas, ya que Denver y los
guardaespaldas estaban allí. No solía interactuar con las
multitudes, ni él ni Brooklyn. A la discográfica no le gustaba
porque decían que al ser los miembros con mayor exposición
era peligroso.
Todos gritaron enfebrecidos, tanto que retrocedió un poco
asustado, pero una mirada a Denver bastó para calmarse. Terry
y Hank enseguida estuvieron a su lado, listos para protegerlo.
—Paris quiere acercarse a saludar —les dijo Maui
levantando las manos aproximándose a la multitud—. Tenéis
que manteneros tranquilos. ¿Podéis hacer eso?
Hubo una nueva ronda de gritos.
Sonrió con timidez, acercándose a los niños que
empezaron a llorar emocionados. Se agachó para estar a su
altura, preguntándoles tonterías mientras les firmaba
fotografías. Como no eran muchos, los tres se tomaron su
tiempo, hablaron con todos y escuchó bonitas historias sobre
cómo les había cambiado la vida su música.
Denver y Maui eran quienes más hacían ese tipo de cosas y
siempre decían que, aunque los ponían nerviosos, merecía la
pena porque les daba energía para seguir adelante. No podía
estar más de acuerdo con ellos. Estaba muy tirante al
principio, pero después de tanto tiempo haciendo ese trabajo
olvidó lo primordial.
El amor por la música fue lo que lo hizo empezar y aunque
los fans no pudieran entender las cosas que él sentía, lo que
proyectaba llegaba a ellos.
Todavía estaba en plena explosión de adrenalina y
felicidad cuando terminó de ducharse y por eso decidió tratar
de calmarse bajando a una de las salas de música. Abrió las
ventanas y dejó que el aire fresco nocturno entrara al interior y
le acariciara la cara. No se molestó en encender todas las
luces, apenas conectó unas pocas de la pared lateral, sumiendo
la habitación en una especie de semipenumbra.
Se sentó al piano y dejó que sus dedos jugaran en las
teclas. No era un gran pianista, pero se defendía y le encantaba
componer con él. Podía pasarse horas enteras uniendo notas
sin sentido o tocando de memoria algunas de sus canciones
favoritas. Se tomó un descanso casi una hora después, yendo
por un capuchino descafeinado y volviendo a la sala.
Comprobó su aspecto en la pantalla del móvil. Iba sin
maquillaje y todavía tenía el pelo húmedo, pero estaba bien.
Solo llevaba un pantalón de pijama negro y un jersey blanco
holgado que dejaba un hombro al descubierto, aunque apenas
se veía una pequeña parte del cuello cuando encendió la
cámara y se conectó en directo. Dejó el móvil sobre el atril del
piano y saludó.
El contador de visitas se volvió loco en menos de veinte
segundos.
—Mmm… hola a todos. —No pensó en qué iba decir. Por
ese tipo de cosas a Pol no le gustaba que hablara demasiado en
público, porque a veces se le atragantaban las palabras.
Decidió que estaría bien si solo era sincero, pensando en los
fans que había visto en el estudio.
—Sé que es tarde y un poco improvisado, pero como quizá
sabréis esta noche tuvimos una entrevista y al salir
encontramos un pequeño grupo de fans. Quería daros las
gracias por esta noche, fue genial poder acercarme y ver
vuestras caras, escucharos hablar de lo que significa nuestra
música para vosotros… estoy tan agradecido que no podía
dormir, así que bajé a tocar un poco el piano —reconoció con
timidez mirando el chat por el que pasaban miles de mensajes.
Sonrió al ver la rapidez con la que pasaban y deslizó el
dedo un poco para poder leer alguno.
—No soy realmente bueno tocando el piano, pero me gusta
mucho. No es necesario ser excepcional en algo para disfrutar
de hacerlo. ¿Verdad? —admitió sonriendo—. ¿Que cante? —
preguntó después de leer varios comentarios, una ráfaga de
corazones aparecieron a modo de respuesta—. Oh. Está bien.
¿Qué os gustaría escuchar?
Leyó las opciones que les daban, riéndose por alguna de
las sugerencias.
—La última canción que estaba tocando —repitió al leer la
pantalla—. Está bien, es una de mis favoritas. ¿Me guardaréis
el secreto? —Se rio al ver aparecer en el chat un montón de
caritas de sorpresas y más corazones.
—Muchos de vosotros no conoceréis la canción de Nina
Simone, se llama Everything Must Change. Espero que os
guste también.
Sus dedos se movieron por el teclado con facilidad, su
madre le enseñó a tocar esa canción cuando se dio cuenta de lo
mucho que le gustaba y desde entonces la había interpretado
millones de veces. Ajustó el ritmo a su gusto y la interpretó a
su manera, llevaba cantándola tantos años, que ya la sentía
como un poco suya.
Se dejó guiar por la melodía, le encantaba la letra. Hablaba
sobre los cambios y que no se les debe temer, porque todo
tiene que ir evolucionando antes o después.
Dejó que su voz se uniera al piano al final, sonriendo a la
cámara y diciendo adiós cuando todavía resonaba el eco de la
última nota en la sala. Un poco avergonzado por mostrar algo
que significaba tanto en su vida.
—Por favor, llámame la próxima vez que hagas eso de
nuevo —le pidió Maui cuando bajó a desayunar a la mañana
siguiente.
—¿Eh? —preguntó medio dormido chocando con Denver
que lo agarró evitando que acabara en el suelo y lo guio hasta
la silla enfrente a London, que desayunaba al lado de
Brooklyn.
—Anoche, hiciste un directo y el mundo enloqueció.
Despiértame si vuelves a hacerlo, estuviste increíble —le dijo
Maui emocionado.
—¿Qué? Ah, eso. No podía dormir y se me ocurrió en ese
momento. Estaba muy feliz por lo bien que fue todo ayer. No
fue nada.
—¿Nada? Eres trending topic desde anoche. Escribieron
artículos sobre tu actuación del directo —le explicó Denver
tendiéndole su tablet.
Se puso pálido mientras leía la pantalla.
Paris de Narcissus hace un directo durante la madrugada
para enamorar a sus fans. ¿Podrás resistirte?
Sonrió mientras leía ese artículo y otros pocos que Denver
le enseñó, todos eran amables.
—Fue una interpretación muy buena —señaló London sin
mirarlo.
Levantó la cabeza, era la primera vez que le hablaba
directamente en semanas.
—Gracias —agradeció encogiéndose de hombros y
dirigiendo su atención a Maui que sonrió radiante al ver que
intercambiaban un par de palabras—. En realidad no fue nada,
de verdad. Solo quería… cantar —confesó con sinceridad.
—Fue genial, en serio —le felicitó Denver sentándose a su
lado y tendiéndole un café.
Le lanzó una fugaz mirada a Brooklyn que era el único que
no decía nada. Llevaba sus auriculares puestos y parecía tan
absorto que ni siguiera estaba comiendo a pesar de tener un
gran apetito.
«No todo podía ser bueno», pensó amargado cuando Pol
pidió verlo en su estudio.
Le soltó un sermón sobre por qué era mejor que no se
acercara al público, la suerte que tuvo de no decir nada
impropio ayer en su directo y que, en caso de volver a cantar,
eligiera un tema del grupo.
—¿Por qué estás de mal humor? —le preguntó Norman.
—Norm, ¿crees que se me da mal hablar en público? —
quiso saber.
Él lo miró sorprendido antes de responder.
—Sí y no. Te bloqueas si estás nervioso como todo el
mundo, pero no eres malo con las palabras y te haces entender.
—Ya veo —murmuró dejando de firmar los contratos para
una campaña de ropa.
—¿A qué viene esa pregunta?
—Pol no está contento con mis últimas apariciones —
reconoció.
Norman soltó una risotada con evidente desprecio.
—Por supuesto que no. No creas una palabra de lo que te
diga esa serpiente. Lo que le molesta es que todo el mundo
habla de ti. No de Narcissus, de ti.
—No estoy haciendo nada —dijo frunciendo el ceño.
Norman lo miró unos segundos antes de responder.
—Estás cambiando —opinó él haciendo girar la pluma que
tenía en la mano—. Lo supe cuando te vi en el aeropuerto, el
día que volviste de casa de tus padres.
Lo miró sin decir nada, desconcertado por la declaración.
—Sabes que yo y cualquiera de tu staff privado te
apoyaremos en lo que sea. Hemos estado a tu lado desde el
primer día en que llegamos, cubriéndote, ayudándote e
intentando que tu trabajo fuera lo más fácil posible. Pero a
pesar de lo mucho que te queremos, hay cosas contra las que
no hemos podido protegerte.
Bajó la mirada a la mesa, tratando de controlar la emoción.
Lo sabía de sobra, veía la diferencia de su staff con los de los
chicos.
Si uno de los otros cuatro se saltaba la dieta, el entrenador
al día siguiente les hacía una sesión más intensa. Si
desafinaban tres veces seguidas, recibían una charla sobre la
importancia de cuidar su salud para tener sus gargantas
protegidas. Si ponían mala cara por un vestuario, Pol aparecía
recordándoles la importancia de mantener a las empresas que
colaboraban con ellos contentas.
No eran demasiado obvios, pero era una vigilancia
constante y aunque a los chicos en general no le daban
importancia, a él le agobiaba pensar que tampoco podía
mostrarse tal cual era con su personal directo.
—Solo puedo imaginarme cómo de doloroso tiene que ser
para ti no hacer una vida normal. No poder salir con alguien
que te guste, no ser sincero sobre quién eres… los otros chicos
pueden tener citas si son discretos. Incluso la compañía hace la
vista gorda si meten a alguna chica un par de horas durante la
gira… si tú te acercaras a un chico de una forma mínimamente
sexual o romántica… —Norman movió la cabeza de lado a
lado.
Alzó la vista para mirarlo, no necesitaba acabar la frase.
Sabía que las repercusiones de algo así, significaba que
perdería su lugar en la banda y que la opinión pública se le
echaría encima.
Nunca le había dicho a nadie que no fuera de su familia
que era gay, su staff lo supuso igual que los demás. No se
pronunció al respecto, si lo hiciera lo cambiaría todo, aunque
no entendía el motivo. Sentía que si seguía apartando el tema
sería más fácil mantenerlo oculto, pero supuso que ese tiempo
ya había pasado.
—¿Cuándo te diste cuenta? —se atrevió a preguntarle.
Norman lo miró sin comprender.
—¿Qué te gustaba el innombrable? —adivinó él.
Se rio al escuchar el extraño mote.
—Puedes decir su nombre, no me voy a venir abajo.
Norman se cruzó los brazos con gesto molesto.
—Hace años que lo sé, todos lo sabemos. Para nosotros era
muy obvio, creo que incluso antes de que tú lo hicieras. Al
principio creía que sería algo bueno para ti, que te ayudaría a
conocerte mejor a ti mismo. Eras muy joven entonces, pensé
que si tenías dudas podrías aclararte. También influyó que él
no parecía corresponderte, así que era algo inofensivo.
—Nunca me correspondió —le recordó.
Norman asintió con la cabeza, aunque tenía el ceño
fruncido.
—Parece que no. Reconozco que nos engañó a todos.
Cuando empezó a acercarse a ti, consideré que podría salir
bien. Tú parecías feliz, él también… Confiaba en que si las
cosas avanzaban el puesto de Brooklyn te protegería. La
discográfica no podía despedir a ninguno de los dos y sin él, el
grupo no tenía posibilidades de seguir adelante. Sois una de las
bandas actuales más importantes del mundo. ¿Qué iban a
hacer contra vosotros?
—Mi puesto no es tan valioso y lo sabes —le aseguró sin
disimular.
El ceño de Norman se hizo más profundo.
—Debes dejar de menospreciarte a ti mismo. Tienes una
voz preciosa y un tono muy peculiar. Tu físico es llamativo y
tu estilo único, además de buen carácter. Tu número de
seguidores no deja de crecer y las marcas se pelean por
colaborar contigo. No te quites méritos, ya hay gente que tira
tu trabajo por el suelo, no lo hagas tú también.
Jugó con el bolígrafo, reflexionando sobre sus palabras.
—Te vi sufrir aquella noche, vi tu cara, tu dolor… Y
cuando volviste, parecías triste, pero también dispuesto a
superarlo. No puedo expresarte el orgullo que sentí.
—Finjo mejor de lo que creía —respondió con una
pequeña sonrisa—. Estaba aterrorizado y sigo estándolo. Me
da miedo que la discográfica se vuelva en mi contra, que
alguien filtre información personal, que me pregunten por
Brooklyn directamente, que los fans se vuelvan en mi contra…
Norman movió la cabeza de lado a lado con una sonrisa
paternal.
—Con honestidad, no creo que ningún reportero vaya a
preguntarte directamente por él. Saben que eso les garantizaría
que no volvierais a aparecer en su programa, ni vosotros, ni
nadie de la discográfica.
—Eso no es una garantía. Estoy un poco perdido si te digo
la verdad. Brooklyn siempre ha estado ahí para mí. No sé
cómo hacerlo bien sin él. Quiero, pero no sé si puedo solo.
—Sé que estás muy lejos de tu área de confort. London y
él siempre han sido tu refugio. Lamento que ya no tengas eso,
este trabajo tiene cosas maravillosas, pero la presión es
inhumana.
Miró a la mesa mientras dibujaba círculos con su dedo
índice.
—Aprenderé a hacerlo de otra manera. Sé que estoy un
poco distraído, pero me centraré. Sé que puedo —trató de
tranquilizarlo.
—No quiero poner más presión sobre ti, Paris. Tómate el
tiempo que necesites, todavía falta para que empecéis la gira
en Estados Unidos.
—Espero estar al cien por cien muy pronto. Me estoy
esforzando en ello.
Norman le dedicó una sonrisa llena de cariño.
—Estoy seguro de que lo haces. Mientras tanto, no le des
demasiadas vueltas a las cosas. Disfruta de lo que puedas en tu
tiempo libre y concéntrate en el trabajo cuando te toque. Y si
necesitas en algún momento parar y salir por ahí… con algún
chico…
—No, gracias —le interrumpió alarmado—. He decidido
que seré monje de ahora en adelante o esquimal… o
coleccionista de pelusas, lo que sea más práctico para llevar
una vida de castidad aburrida y sin sobresaltos. Mi nuevo lema
es “Hombres no, gracias”.
—¿Eso significa que debería buscarte mujeres de ahora en
adelante? —preguntó Norman con un gesto de diversión.
—Ja, ja —fingió reírse mientras se ponía en pie—. Eres
muy gracioso.
—Lo entiendo. Solo esquimales o pelusas —le dijo
Norman muy serio—. Avisaré al equipo, para que estén
pendientes cuando nos encontramos con alguno de los dos.
CUENTA ATRÁS
CAPÍTULO 7
—¿Puedes sonreír y girar la cabeza? —le preguntó el
fotógrafo.
Hizo lo que le pedían mientras fijaba la mirada en el
objetivo.
—Estás un poco rígido. Quizá si os acercáis más… —
sugirió el hombre rezumando inseguridad mientras los miraba.
Parecía avergonzado por la petición, aunque sin duda eran
ellos los que deberían sentirse mal por el trabajo tan pobre que
le habían ofrecido.
No era así como pensaba enfrentar a Brooklyn después de
casi dos meses sin hablar. Ahora estaban el uno al lado del
otro, parados delante de todos los staff y del equipo de uno de
los fotógrafos de moda más influyentes. Tan rígidos e
incómodos como si fuera la primera sesión de sus vidas.
—Es que esta postura no es muy fluida, parece muy
artificial —dijo enseguida Denver, haciendo que todos lo
miraran y dejándole respirar fuera del escrutinio de la multitud
—. ¿Podemos buscar otra pose que funcione mejor para ellos?
—Por supuesto, solo teníais que decirlo, chicos —
respondió el hombre aliviado por encontrar el motivo del
extraño comportamiento de ambos.
Puede que a él lo engañaran, pero Pol no parecía contento
con lo que estaba pasando.
—Necesitamos un retoque —pidió Maui metiéndose entre
Brooklyn y él, separándolos—. Tenemos muchos brillos.
Si no hubiera tanta gente delante, besaría a sus amigos. No
necesitaban realmente maquillaje, le estaban ganando tiempo
para tranquilizarse porque sabían lo mucho que le costaba
estar haciendo eso.
Tessa le alcanzó con rapidez, apartándolo un poco mientras
otras maquilladoras iban a los demás chicos.
—Estás llamando la atención —le advirtió ella en voz
baja.
—Lo siento —se disculpó con rapidez mirando al suelo.
—No te lo digo para hacerte sentir mal. Pol va a estallar en
cualquier momento. Sé que es duro, pero tienes que ser
profesional. Todo el equipo del fotógrafo está murmurando al
respecto —le susurró mientras le arreglaba el delineador.
Echó un vistazo por encima de su hombro, el personal
formaba pequeños grupos y todos hablaban con las cabezas
muy juntas.
—Haré mi mejor esfuerzo —le prometió.
Los ojos castaños de Tessa se encontraron con los suyos.
—Si quieres seguir, esto pasará más veces. Debes buscar
una forma de trabajar con él —le dijo sin alzar la voz—. Sé
que es difícil, pero lo último que necesitáis es otro escándalo.
No tenía que decírselo, todavía había coletazos de lo que
pasó con Brooklyn y aunque la cosa empezaba a enfriarse,
estaba lejos de estar olvidada. Lo que menos le apetecía era
que internet se llenara de conspiraciones sobre ellos.
Tomó una gran bocanada de aire y se preparó para volver.
Quería seguir con Narcissus, eran su familia y no se imaginaba
cantando sin ellos. Tratar con Brooklyn, aunque no quisiera,
era parte del precio.
—Poneos como os sintáis mejor, chicos. Os quiero
relajados —les pidió el fotógrafo acercándose de nuevo al set.
Intercambió una mirada con Denver, que enseguida se
colocó en el centro de la imagen, haciéndole un gesto sutil con
la cabeza para pedirle que se pusiera a su derecha. Maui ocupó
su otro lado flanqueándole, bloqueando que London o
Brooklyn acabaran muy cerca.
Su pequeña treta funcionó durante una hora, hasta que
pasaron a otro decorado tras el cambio de vestuario.
—Vamos a hacer fotos un poco más centradas en vosotros.
El público estará expectante esperando esta sesión. Démosle lo
que quieren —dijo el hombre mientras comprobaba la pantalla
de la cámara.
El estómago se le revolvió al escucharlo, sabía a lo que se
refería. En todas las sesiones de fotos casi siempre había un
par solo para Brooklyn y él.
Miró a Denver en busca de ayuda, pero su gesto de
disculpa se lo dijo todo.
Avanzó hasta el decorado, evitando fijarse en Brooklyn.
—Sentaos contra la pared del fondo y mirad a la cámara.
Dejó que Brooklyn se colocara primero y tomó lugar a su
lado con mucho cuidado, poniendo atención en no dejar que
sus cuerpos se rozaran. Apenas unos meses atrás, habría
aprovechado para apoyarse en su costado, disfrutando de su
calor y perfume mientras se esforzaban por no reírse de sus
propias bromas.
Dobló la rodilla delante de él en una pose sencilla y apoyó
el brazo en ella mirando directamente al objetivo, intentando
mantenerse ajeno a su silencioso acompañante.
Los flashes los deslumbraron por unos minutos mientras
movían despacio la cabeza para darle distintas tomas.
—Eso es perfecto —les aseguró el fotógrafo animado—.
Quiero que os mantengáis serios y os miréis a los ojos.
«¡¿Qué?!»
Norman le hizo un gesto detrás de Pol, pidiéndole calma.
Quería quedarse en Narcissus, todos los años de su vida
como cantante incluían interactuar con los chicos, fotos,
vídeos, presentaciones. ¿Cuánto tiempo más podría evitarlo?
Las cosas ya estaban claras para él, Brooklyn tenía que
recuperar la categoría de amigo y compañero… cuanto más
pronto volviera allí, antes podría rehacer su vida sin pensar en
él de manera romántica. No podía esperar a que sucediera.
«Cuanto antes mejor». Alzó la cabeza y enfrentó su
mirada, fue más fácil pensarlo que hacerlo. Había olvidado lo
oscuros que eran sus ojos y el poder que ejercían sobre él. Dos
pozos de carbón que tenían la capacidad de abrasarle, de
traspasarle, como nunca había hecho nadie hasta que le
conoció.
Contuvo el aliento mientras su corazón se disparaba
enloquecido como si pudiera reconocer su cercanía. Sus labios
emitieron un suspiro tembloroso, olvidó lo fuerte y
predominante que podía ser la presencia de Brooklyn. Era tres
años mayor que él, pero Brooklyn había logrado que sintiera lo
contrario hacía mucho tiempo.
—Bajemos un poco las luces —pidió el fotógrafo.
Apenas conseguía que un hilo de oxígeno entrara en su
cuerpo, como si todo su organismo estuviera demasiado
centrado en Brooklyn y no pudiera hacer nada más. Tragó
saliva notando que sus ojos se llevaban de lágrimas. Quería
recostarse en él y dejar que sus brazos fuertes lo rodearan y lo
tranquilizara. Brooklyn era su principal apoyo en medio del
mundo loco en el que vivían.
Cuando el ritmo de las giras era tan brutal que no eran
capaces ni de descansar, o cuando se sentía deprimido…
Brooklyn estuvo a su lado en cada paso del camino, era muy
duro no poder tenerle cuando más le necesitaba. Resultaba
irónico que fuera él precisamente quien lo había destruido en
primer lugar.
—Brooklyn inclínate un poco más sobre Paris, necesito
que estéis a la misma altura.
Contuvo el aliento mientras se quedaba petrificado,
mirándole incapaz de hacer nada más. Un torrente de palabras
parecía arderle en el pecho, desesperadas por salir.
«¿Por qué me traicionaste de esta manera? ¿Por qué tuviste
que engañarme así? ¿Por qué no te mantuviste alejado cuando
es tan obvio que estoy enamorado de ti?»
Brooklyn separó los labios como si quisiera decirle algo,
sus ojos llenos de lo que parecía arrepentimiento y dolor, por
suerte el sonido de los flashes evitó que lo hiciera.
Cerró el puño y apretó con fuerza. Quería salir corriendo
de allí y esconderse en el lugar más recóndito que pudiera.
—Buen trabajo —escuchó decir al fotógrafo.
Maui estuvo sobre él en apenas un instante, lo agarró del
brazo para levantarlo y alejarlo de allí haciendo bromas en voz
alta.
—¿Estás bien? —preguntó al oído cuando estuvieron lejos.
Asintió con la cabeza a pesar de que todavía se estaba
esforzando por respirar de la manera adecuada.
Su staff lo rodeó mientras escuchaba los flashes de nuevo.
La mano de Maui le frotó con gentileza el hombro.
—Denver se asegurará de que no haya más fotos de ese
tipo en la sesión —le prometió.
—No puedo seguir haciendo esto —dijo en voz baja—. Lo
siento, no puedo. Quizá más adelante, ahora no.
Maui lo miró con preocupación mientras se sentaba a su
lado.
—Hablaremos de esto en casa. ¿Vale? Hay algo que quiero
decirte desde hace unos días —le explicó Maui.
Rachel le pasó un café con pajita para que pudiera beber
sin estropear su maquillaje. Tomó un sorbo, agradecido de que
estuviera fría en vez de caliente.
Levantó la cabeza tratando de mantener la calma. London
y Brooklyn estaban ahora en el set. London pegado al costado
de Brooklyn, los dos de pie mirando a la cámara. Brooklyn le
pasaba el brazo por los hombros en un gesto desenfadado y
natural.
London enfrentaba la cámara con gesto desafiante y
seductor. Parecían cómodos el uno con el otro. En realidad, no
había motivo para que no fuera así, ellos siempre tuvieron una
amistad fuerte y sabían lo que pretendían mostrar a la cámara.
Apartó la mirada, volviendo la atención a su café. Puede
que enterarse de lo de Brooklyn fuera lo mejor, ahora podía
concentrarse en seguir adelante y dejar de alimentar algo que
no iba a ninguna parte. Solo debía encontrar la forma de
convivir con él sin sentir que se ahogaba, y todo estaría bien.
Las demás fotos fueron fáciles, incluso cuando le tocó
sacarse un par con London. Se mantuvo alejado de Brooklyn y
después de un día realmente agotador pudo volver a refugiarse
en su habitación.
Ya estaba metido en la cama cuando recordó las palabras
de Maui. Se levantó y fue hasta su cuarto, llamando con
suavidad. Nadie le respondió.
—¡Paris! Creía que ya dormías.
Giró la cabeza hacia la puerta de Denver, encontrando a
Maui en ella.
—Estaba en la cama, pero recordé que querías hablar
conmigo.
—Puede esperar a mañana si lo prefieres —le ofreció su
amigo bostezando. Había sido un día largo para todos.
—No, ahora está bien si tienes tiempo.
—Mejor entra, justo lo estábamos hablando nosotros —le
dijo Maui haciéndole un gesto para que pasara.
Denver le saludó desde la cama, con su portátil en el
regazo.
—¿Es por lo de la sesión de fotos? —preguntó sentándose
contra el cabecero mientras Maui ocupaba los pies.
—Más o menos —reconoció Denver—. Pol nos está
presionando.
Avergonzado, bajó la cabeza. Odiaba dar problemas y
sabía por experiencia propia lo desagradable que se ponía Pol
cuando las cosas no salían como él quería.
—Lo siento, yo… —empezó a disculparse sin mirarlos.
—No te lo digo con intensión de herirte. Te estamos
advirtiendo —le aclaró Denver.
—Pol nos está tratando de sonsacar información sobre tu
situación con Brooklyn. ¿Quiere saber en qué punto estáis? —
le explicó Maui.
Chasqueó la lengua con hartazgo. No se esperaba otra cosa
de Pol, había tardado más de lo que supuso que haría. Pol
siempre tenía que meterse en todo, le correspondiera o no. Si
por él fuera, controlaría cada segundo de sus vidas.
—Es privado, no debería meterse. Todos hemos discutido
antes.
Maui hizo un sonido de incredulidad.
—Paris… nunca pasamos más de un par de días sin
solucionar una discusión. Nosotros no somos así.
—Esto no es una discusión, esto… —guardó silencio sin
saber qué decir—. No voy a hablar de este tema con nadie.
Sabéis lo suficiente para entender y os agradezco lo que estáis
haciendo por mí, pero me gustaría mantenerlo en privado todo
lo que pueda. Ya es bastante humillante que los staffs sepan el
motivo por el que me fui.
—Pol dice que llamaréis la atención cuando empecemos
las grabaciones y los conciertos —le contó Denver—. Que la
gente quiere veros y que el grupo lo necesita.
—Insiste en que debemos interceder y forzaros a
solucionar el malentendido —añadió Maui.
—¿Malentendido? —Soltó un sonido de incredulidad,
negando con la cabeza—. No soy un niño de colegio enfadado
porque alguien se comió mi merienda.
—Ya lo sabemos —se apresuró en tranquilizarle Maui.
—Estoy haciendo mi mejor esfuerzo, creedme. Me siento
ridículo, pero no lo puedo evitar. No soporto ni mirarlo. Sé que
no puedo seguir así mucho tiempo, soy consciente de ello, os
juro que lo intento. No quiero perjudicaros —dijo más alterado
de lo que le gustaría. No quería pagar su frustración con ellos.
Denver levantó la mano pidiéndole que se calmara.
—Ya lo sabemos, Paris. Lo vemos y estamos agradecidos
por cómo estás llevando la situación.
—Ahora es cuando viene la parte mala —adivinó mirando
a sus amigos.
—Estamos de tu lado —le cortó Maui esbozando un gesto
de disculpa en su rostro.
—Pero Brooklyn y tú… sois demasiado grandes juntos,
prácticamente una institución en nuestro grupo. —La forma en
que Denver lo dijo reveló cuánto le afectaba recordárselo—.
Los fans sabrán que algo no va bien en cuanto salgáis juntos al
escenario y os evitéis. Ya hay comentarios sobre nuestras
últimas apariciones, son pocos porque la maniobra con
London y Brooklyn tiene a muchos seguidores emocionados,
pero pronto unirán las piezas de lo que pasa entre vosotros. Y
los rumores podrían volverse peor.
Apretó los labios, tratando de contenerse.
—¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no estoy presionado por
ello? ¿Qué no me preocupa? Es superior a mí. Hoy estuve
cerca de él cinco minutos… y… —dejó de hablar, no lo
entenderían.
Denver suspiró pasándose la mano por la cara.
—Perdóname, Paris… quiero ayudarte. Sabes que
queremos hacerlo, pero no te entiendo. No os entendemos a
ninguno de los dos.
—Eso ya lo sé —murmuró agotado.
—Maui dijo que no estabais saliendo. Si no lo hacíais, no
comprendo por qué estás tan… —siguió diciendo Denver
decidido como siempre a llegar al centro del problema.
Era su forma de afrontar todos los obstáculos que habían
pasado como banda y amigos, solo que estaba vez esa forma
no le valdría de nada.
—Destrozado —completó Maui.
Los miró intentando pensar en cómo hacerles entender.
—Estoy buscando la forma de superarlo y seguir adelante.
No puedo olvidar lo que siento… no sabéis cómo es, no
pretendo que entendáis. Sé que complico las cosas, que puede
que traiga repercusiones para todos nosotros, pero no hay nada
que hacer.
—Paris… —intentó decirle Maui.
—Lo único que puedo prometeros es que me esforzaré más
para tratar de disimular. Pero no pasaré la línea, nada de
coqueteos en el escenario, ni toques, ni canciones de amor.
Todo lo que hice con Brooklyn fue de verdad, cada palabra,
cada gesto, cada mirada. No puedo seguir adentrándome en la
oscuridad cuando sé que voy a perderme del todo. No es justo
para mí.
Maui y Denver intercambiaron una larga mirada entre
ellos.
—¿Hablaste con Brooklyn por lo menos? —quiso saber
Denver.
—No estoy listo, necesito más tiempo.
—Así no podéis solucionar las cosas, quizá él quiera
hablar contigo y decirte algo, darte una explicación… o no sé.
Puede que te ayude a superarlo, a cerrar esa herida —sugirió
Maui.
—No quiero escuchar. Es problema mío. Brooklyn nunca
mintió. No me dijo de manera directa que estaba enamorado
de mí, no me hizo promesas, ni me tocó de una forma que no
fuera amistosa. Yo lo malinterpreté.
—Ahora te comprendo aún menos —dijo Denver con
sinceridad.
—Lo sé —reconoció abatido. Se sentía como un tonto
diciéndolo en voz alta—. Creía que todo lo que Brooklyn
hacía era romántico. Me aferré a cada palabra, gesto o mirada
y la interpreté como quise. Por eso no quiero hablar con
Brooklyn. ¿Qué va a decirme? —les preguntó con rabia—.
Siento que te enamorases de mí, soy heterosexual, algo que ya
sabías porque hemos estado juntos por muchos años. ¿Por qué
eres tan estúpido?
Bajó la mirada para que no vieran sus lágrimas, pero la
mano de Maui enseguida estuvo frotándole la espalda tratando
de reconfortarlo.
—Brooklyn nunca te diría eso. No es cruel, tú lo sabes. Él
te adora y lo está pasando muy mal, aunque no diga nada. Solo
hay que verlo para darse cuenta —opinó Maui.
Rio con amargura, limpiando las lágrimas con rabia.
—Y esa es la peor parte, que yo también lo sé. Soy
consciente de que Brooklyn no está bien y sufro por ello
porque mi instinto es consolarlo.
—Mierda, eso es una putada —dijo Denver.
Se quedó en silencio mientras sus últimas energías le
abandonaban.
—Yo lidiaré con Pol, trataré de quitártelo de encima todo
el tiempo que pueda —le prometió Denver—. ¿Qué hay de
London? Quiere hablar contigo —le confesó.
—No lo sé. En algún momento, ahora no. No quiero decir
algo de lo que me arrepienta.
—Marca los tiempos que necesites —aceptó Maui—.
Lidiaremos con el desastre por ti.
—Siento poneros en esta situación —se disculpó
enseguida.
Maui chasqueó la lengua antes de responderle.
—No digas tonterías, es lo único que podemos hacer por
vosotros en este momento. No te sientas mal.
—Gracias —dijo con sinceridad.
—Saldremos de esto pronto —lo animó Maui.
Deseó con todas sus fuerzas que fuera verdad, estaba
ansioso por dejar de sentirse así.
EXPLOSIÓN
CAPÍTULO 8
La peor parte de ser un cantante de su nivel es no tener
tiempo para compadecerse. Lo bueno era que ese ritmo tan
exigente también conseguía que su cabeza se mantuviera
enfocada en el trabajo.
Era como usar un par de zapatos viejos y confortables,
estaba pisando un suelo nuevo, pero podía andar porque estaba
cómodo.
Dejó de aislarse tanto y disfrutó de la siempre agradable
compañía de Denver y Maui, se divirtió con su efervescente
staff y compuso como nunca lo había hecho. Volcó todos esos
sentimientos que tenía dentro en cada letra, en cada melodía.
Primero empezó con canciones de desamor, tristes y
melancólicas. Le siguieron otras llenas de rabia y rencor, con
ritmos fuertes. Su voz subiendo a notas largas que le dejaban
sin aliento cada vez que cantaba, pero que a fuerza de
interpretar fueron purgando su pena.
Fue lento y progresivo, pero cada día se sentía un poco
más fuerte. Empezó a hablar de vez en cuando con London de
temas de la banda e incluso era capaz de mirar a Brooklyn y
cantar a coro con él, sin sentir que se rompía por dentro.
No era solo cosa suya, London se lo ponía fácil al hablar
de temas laborales, Brooklyn se mantenía alejado y Denver
mantuvo su palabra de apartar a Pol de él.
Como la gira se acercaba salía todo lo que podía con
conocidos del mundillo. Fue a cenar, fue a conciertos y
disfrutó del poco tiempo libre que conseguía entre ensayos.
Crear un disco nuevo siempre implicaba un montón de
pasos. Elegir las canciones, en este caso cuatro compuestas por
Maui, cuatro por Denver y una de London.
Le sorprendió que Brooklyn no presentara ninguna
canción. En sus últimos discos habían entrado como mínimo
un par de sus composiciones y hasta donde sabía, Brooklyn
estuvo escribiendo durante sus conciertos por Europa. Incluso
llegó a decirle que quería enseñarle una en particular que
estaba seguro de que estaría en el nuevo disco. No se atrevió a
preguntarle a nadie si Brooklyn no había presentado nada o si
sus canciones fueron rechazadas.
Después de elegir entre todos, empezaba el proceso de
producción. Mientras se repartían las líneas y partes que cada
uno de ellos cantarían, se discutía la imagen del disco y el hilo
conductor con el que relacionarían los sencillos.
Una vez grabadas las voces, empezaba la producción del
disco bajo el cuidado de Denver y Maui. Brooklyn y London
eran a los que más les gustan las redes sociales, así que hacían
directos a menudo para mantener a los fans interesados. Era
una forma de publicidad efectiva que los chicos disfrutaban
por la interacción directa con sus seguidores.
Él estaba inmerso en los ensayos y los contratos de algunas
marcas de lujo que querían trabajar con él.
En ese momento, durante el proceso creativo, era necesario
aparecer en programas y conceder entrevistas de manera más
frecuente. London y Brooklyn se llevaron todo el
protagonismo de cada una de ellas, como las preguntas eran
pactadas, todos sabían qué decir y cuando. Aparte de
promocionar su nuevo trabajo, la campaña de la discográfica
por tapar el escándalo seguía en marcha, así que la atención se
centró en ellos mientras él pasaba a un segundo plano que
agradeció profundamente.
Lo mejor de no estar en primera línea era que tenía margen
para un montón de cosas, ahora podía saludar a los fans
cuando salía de las entrevistas, cada vez que sucedía, volvía a
casa con la sensación de que ese era su lugar en el mundo. El
vídeo de la primera vez que acompañó a Maui y Denver había
corrido como la pólvora y los fans ahora sabían que estaba
feliz de saludarlos si mantenían la calma.
—¡Brooklyn! Presta atención —le reclamó Pol con voz
frustrada.
Miró en su dirección, una maquilladora estaba terminando
de arreglar a Brooklyn para la próxima entrevista, él tenía el
ceño fruncido mientras miraba al mánager.
—Te estoy escuchando —le aseguró con voz cansada.
—No lo parece. Son preguntas sencillas, están pactadas.
Solo tienes que ensayar las respuestas para que salga natural.
—¿Y no sería más natural que contestara sin más? —
preguntó Brooklyn de forma seca.
Paris buscó a Denver con la mirada, haciéndole un gesto
con la cabeza para que interviniera. Cuando estaba agotado o
cansado, su carácter se volvía irascible, y era evidente que
Brooklyn se encontraba en uno de esos momentos.
Pol fijó la vista en Brooklyn y le dedicó esa cara que hasta
ahora solo le dedicaba a él. Una de profundo descontento.
—La empresa tiene interés en fijar tus respuestas por
motivos obvios como recordarás, estás en deuda con…
Brooklyn se levantó de la silla apartando a la chica que lo
maquillaba con suavidad, mirando a Pol desde sus veinte
centímetros de diferencia. El hombre se estiró queriendo
aparentar ser más alto, tratando de dejar claro que no estaba
impresionado.
—Creo que ya le he dado a esta empresa suficiente.
Responderé lo que quiera, no hay ningún asunto conflictivo. El
mundo no se derrumbará porque diga que esta mañana
desayuné un batido en vez de cereales —le contestó con
frialdad.
—¿Estás saliendo de fiesta otra vez? —le acusó Pol
olvidando que ya no eran adolescentes a los que podía
intimidar como cuando empezaron.
—Ya te dije que no —le contestó Brooklyn con un tono de
voz que anunciaba problemas.
Pol emitió un sonido despectivo.
—¿No? ¿Pretendes que me crea eso? ¿Te piensas que no
veo tus ojeras? Tu staff dice que no desayunas. Debes de estar
pasando por unas resacas como las de hace unos años. Pensaba
que estabas madurando. Te lo he dicho, en este negocio nadie
olvida nada, los fans, las redes, nada desaparece, no podré
cubrirte en todo. Si no paras…
Brooklyn le dedicó una mirada penetrante.
—Si no paro… ¿qué va a pasar? ¿Vas a echarme?
¿Narcissus tendrá otro cantante principal? ¿El público se
aburrirá de mí? ¿Lo perderé todo? Ya escuché esa canción
antes, pero adelante. Cántamela otra vez, veremos qué pasa —
su tono no dejaba dudas para cualquiera que lo conociera.
Estaba marcando un límite, diciéndole que ese tema no era
algo que estuviera dispuesto a tratar.
El carácter de Brooklyn tenía dos caras, igual que el de
cualquier persona que trabaja en el mundo del espectáculo.
Con los fans era enérgico, gracioso y adorable o seductor
según le convenía, pero la persona de verdad, aunque tenía
esos rasgos, no los usaba a todas horas como pretendía mostrar
a los fans.
Le gustaba el silencio, era introspectivo, fácil de enfadar y
posesivo. Podía pasarse días enteros sin hablar si alguien no se
dirigía a él primero y cantaba casi a todas horas, duchándose,
entrenando, cuando iban en la furgoneta, jugando a
videojuegos.… y si no estaba cantando, estaba escuchando
música. Era su idioma propio y fue una de las primeras cosas
que le gustaron de él, que hablaban el mismo idioma.
—Pol, creo que Maui quiere preguntarte una cosa —dijo
Denver con rapidez, agarrando al hombre del brazo para
alejarlo de Brooklyn.
Pol no era tonto, llevaba años con ellos, sabía que no era
nada inteligente enfadar a Brooklyn antes de salir a una
entrevista en directo. Era muy transparente y enseguida se le
notaba si estaba molesto, aburrido o triste. Los fans montarían
un escándalo si se mostraba incómodo, sacando conclusiones
propias, algo que no parecía buena idea después de lo que
había pasado.
Pol se fue pisando con fuerza hasta Maui, que le dedicó
una sonrisa antes de empezar a hablarle de algún tema que
acabaría de inventarse para ayudar.
London se puso delante de Brooklyn y le dijo algo que no
pudo escuchar, pero sí la respuesta que él le dio.
—Me da igual.
Frunció el ceño con confusión mientras observaba a
Brooklyn abandonar la sala de maquillaje. Miró el reloj, tenían
que aparecer en plató en menos de diez minutos.
Denver salió detrás de él. Pasaron cinco agónicos minutos
sin que ninguno de los dos volviese. London miraba su móvil,
levantando la vista a la puerta cada pocos segundos, Pol acabó
por salir a buscarlos y Maui se sentó golpeando el suelo con el
pie con nerviosismo.
—Veo que ya no disimula —le dijo en voz baja a Maui.
Estaba rodeado de su staff, pero el de London se encontraba
muy cerca y no quería iniciar ningún nuevo rumor.
—¿Qué? —preguntó Maui desconcertado.
—Brooklyn, salir hasta el amanecer, volver a casa
borracho. ¿No hicimos eso al principio de nuestra carrera? Si
alguien toma fotos de él bebido, estará en problemas.
Empezarán a correr rumores de drogas y cosas sórdidas.
Maui lo miró con evidente sorpresa.
—¿Qué dices? Brooklyn no ha salido de casa desde lo del
vídeo, solo a cosas de trabajo y a las citas con London.
Se aguantaron la mirada el uno al otro.
—Pero Pol dijo…
—No sé qué le pasa a Brooklyn, pero no es que se esté
dedicado a irse de juerga a diario. Supongo que está
disgustado por todo lo que pasó entre vosotros y todavía está
lidiando con ello.
—Yo no era su único amigo, vive casi pegado a London
todo el día. Eso tiene que ayudar. ¿No?
Maui le dedicó un gesto frustrado.
—No puedes pensar de verdad que eres el único que sufre.
Brooklyn y tú siempre estabais juntos, lo está pasando mal. Ya
te lo conté —dijo con un tono de incredulidad que lo hizo
sentirse egoísta.
—Bueno… sí, claro. Nosotros hacíamos todo juntos.
Supongo que para él también tiene que ser duro, volveremos a
ser amigos con el tiempo, cuando pueda lidiar con tenerlo
cerca.
Maui lo observó unos segundos sin decir nada, por el
rabillo del ojo vio a London mirándolos y supo que los había
escuchado, pero fingió no darse cuenta. No quería traerle a esa
conversación, ya sabía cuál sería su respuesta por los mensajes
que le envió a su móvil.
—Te lo dije cuando volviste y te lo digo ahora.
Entiéndeme bien, escúchame de verdad —le pidió Maui
mirándole a los ojos—. Brooklyn te quiere.
—Ya lo sé. Son diferentes tipos de amor, pero lo sé. Nunca
lo dudé.
Maui negó con la cabeza con gesto exasperado.
—Es la hora —anunció Pol abriendo la puerta. Denver
estaba detrás de él y no parecía contento. Les hizo un gesto
para que salieran al pasillo y pudieran ponerles los
micrófonos.
Se mordió el labio inferior mientras un técnico de sonido
maniobraba con su ropa y los cables, observó a Brooklyn
enfrente a él. Su lenguaje corporal era rígido y molesto, fuera
lo que fuera lo que hablaron, no fue una charla agradable.
Los ojos de Brooklyn tropezaron con los suyos, apretó los
labios en una fina línea sin decir nada mientras se abrochaba el
cinturón con la petaca de su micrófono.
—Un minuto —anunció alguien de la producción.
—¿Estás bien? —le preguntó incapaz de contenerse.
Odiaba verle mal, intentaba con todas sus fuerzas repetirse que
ya no era asunto suyo, aun así no podía ignorarle si estaba
delante de él.
Los otros tres se congelaron al escucharle dirigiéndose a
Brooklyn, expectantes de que por fin hubiera algún cambio
entre ellos.
Sus ojos negros lo miraron con tanta intensidad que se
sintió que lo atravesaba y veía dentro de él.
—No —respondió Brooklyn de forma seca y brusca.
—¡Esta noche tenemos con nosotros a Narcissus! —gritó
el presentador.
Fue una de las entrevistas más largas de su vida, estaba
inquieto y por la postura, gestos y respuestas de los demás,
sabía que no era el único.
Cuando se vive de concierto en concierto y entre
grabaciones, tu vida se convierte en una serie de
conversaciones a medias y sentimientos contenidos.
Puedes estar en plena discusión, llorando por la pérdida de
un ser querido o deprimido, que una vez se alzaba el telón, hay
que conectar el piloto automático. El show debe continuar, la
gente usaba esa expresión todo el tiempo y nunca sabrían
cómo de real era para ellos. Para cualquiera del mundillo en
realidad.
Cuando hay miles de personas esperando tu actuación,
sigues a delante pase lo que pase. Si estás enfermo, lesionado,
si no te sientes bien… la persona tiene que quedar relegada en
lo más profundo para que el artista salga y millones de fans
vibren, mientras tú te dejas la vida en el escenario.
Una experiencia cruel y aterradora… pero con los años te
acostumbras a vivir con dos personalidades. El artista por
encima de todo y la persona sobrevive a base de parches para
que el primero pueda seguir circulando. A veces cuando el
cansancio de las giras los hacían querer arrojar la toalla, en
búsqueda de una vida más tranquila… siempre había alguien
que conseguía animarte para seguir. “Un par de años más y
nos retiramos”. “Cuando veamos que tenemos menos apoyo,
podremos descansar”.
Todavía no había pasado. Diez años después, eran cada vez
un poco más famosos y el oro macizo de las coronas que el
público les había entregado, pesaba más cada día hasta el
punto de tenerles casi aplastados contra el suelo.
Mientras reían y hablaban en aquel escenario con ciento
cincuenta personas sentadas en el público y un montón de
trabajadores, Brooklyn se hundía. Sabían reconocer los
síntomas, todos habían pasado por ello antes.
Brooklyn adoraba la música y era uno de los primeros a los
que podías acudir cuando querías rendirte. Solía decir que
nunca se retiraría, que cantaría hasta el mismo día de su
funeral. Pero ahí estaba, respirando con más fuerza de la que
debía, con los puños apretados mientras sonreía y los fans
gritaban. Hundido en un círculo vicioso del que ninguno de los
cuatro podía sacarlo con cámaras enfocándolos.
La mano de Denver nunca dejó la espalda de Brooklyn, ya
que era el que estaba sentado más cerca. Era un recordatorio
para que supiera que no estaba solo. London ayudó a Maui a
llamar la atención del entrevistador con una especie de tira y
afloja que tenía a los fans fascinados. Paris se limitó a
observarlo todo, inseguro de cómo ayudarle en esa
circunstancia.
Pol estaba detrás de uno de los cámaras, con gesto
preocupado. Sabía que estarían en problemas si Brooklyn se
derrumbaba en directo. No serían la primera banda que
sucumbía a la presión de forma inesperada.
A veces era una pregunta simple, el interesarse por las
vidas de sus familias a las que casi nunca podían ver o suponer
lo que pasaría en el futuro. Cuando vives contenido el noventa
y nueve por ciento del tiempo, cualquier brecha por pequeña
que sea hace que salga el vapor… a veces sirve para
equilibrarse, otras era una gran explosión. Brooklyn nunca
había sucumbido antes en público, por lo que nadie podía
anticipar los daños que podrían sufrir.
Miró a Norman y Rachel cerca de Pol. Los dos les
dedicaron una sonrisa y un gesto para que se tranquilizara.
Al alcanzar un cierto nivel de fama, las entrevistas son
repeticiones unas de otras, más cuando se pactan las preguntas.
Sus respuestas variaban en función de lo que le interesara a la
discográfica. Brooklyn contestó a las preguntas que le
hicieron, dando las respuestas exactas que le habían obligado a
memorizar antes, hasta que no lo hizo.
Si había un patrocinio con refrescos esa era su marca
favorita, si era de ropa se convertía en su marca estrella, si se
estrenaba un grupo nuevo era lo único de lo que hablarían en
cualquier entrevista. Era otro de los peajes que había que pagar
para sentarte en lo alto y mantenerse.
—¿Qué música estáis escuchando estos días?
Los chicos, él incluido, respondieron lo que quisieron. Ese
día, solo London y Brooklyn tenían que hacer publicidad al
nuevo cantante de la discográfica.
—Country, sobre todo —contestó Brooklyn.
El presentador sonrió interesado, pero los cuatro se
encogieron. Esa no era la respuesta que debía dar. Pol iba a
ponerse furioso.
—Te imaginaba más bien con algo de rock duro o hip hop
—le dijo de buen humor el hombre.
—La verdad es que ese estilo no me apetece esta
temporada —le respondió Brooklyn mirando a la audiencia—.
Hace unos meses que solo escucho country, una canción en
concreto que no puedo parar de poner en mis auriculares.
El público preguntó el nombre entre gritos.
—¡Vaya! —irrumpió el presentador—. Creo que vuestras
fans están curiosas por saber. ¿Puedes decirnos cuál es?
¿Quizá cantarnos alguna estrofa?
—Si me dejas una guitarra lo haré —contestó Brooklyn
enseguida.
El presentador abrió los ojos con sorpresa, atragantándose
casi con la prisa por aceptar. La productora había intentado
que cantaran una canción, pero su discográfica se negó, solo
venían para ser entrevistados.
—Por favor —accedió el hombre—. Puedes elegir
cualquiera de las guitarras de la banda —le ofreció señalando
a los músicos del plató.
Brooklyn se levantó, ignorando el pequeño tirón que
Denver le dio a su camisa para recordarle que no podía
hacerlo.
—Esta me sirve —aceptó cogiendo la primera guitarra a su
alcance.
En vez de volver con ellos al sofá, se sentó en la silla del
guitarrista, acercó al micrófono, rasgó las cuerdas para
comprobar que estaba afinada y el público aplaudió extasiado.
Mientras, Pol tenía la cara roja a punto de explotar de rabia.
—Podemos bajar un poco las luces si quieres. Creo que
eso le iría bien al country. ¿No? —sugirió el presentador
hablando a la cámara.
Sonreía como si le hubieran dado un millón de dólares,
normal. Su programa tendría récord de audiencia esa noche y
el vídeo se viralizaría. Todos eran felices cuando podían
arrancarte una parte para usarla en su beneficio.
Intercambió una mirada preocupada con London, sin saber
qué esperar.
—Estaría bien, sí —admitió Brooklyn—. La canción que
voy a cantar… —dijo mientas las luces se atenuaban—, es del
gran Chris Stapleton.
Alguien se atragantó fuera de cámaras y supo que era Pol
sin girarse. Ese cantante era de una discográfica de la
competencia. Solo con que Brooklyn le nombrara, habría
miles de visitas y compras que le estaba brindando sin que su
compañía fuera a recibir nada a cambio.
—Me encanta tu trabajo —siguió diciendo Brooklyn en el
escenario—. Espero que no te moleste que la cante, lo hago
con todo el respeto que tú y tu música os merecéis.
No dijo nada más, sus dedos encontraron las cuerdas y
empezó la melodía. El pianista y el batería se unieron con
facilidad, Brooklyn era realmente bueno con la guitarra y ellos
eran músicos experimentados.
No reconoció la canción, así que la primera frase le tomó
por sorpresa. El tema trataba del desamor, sobre la devastación
que causa el que alguien te deje. La voz de Brooklyn era
preciosa, daba igual que rapeara, cantara una balada o algo
alegre. Todo sonaba bien en él, pero esa canción…
Ritmo marcado, tono estable y palabras lentas, donde su
voz sonaba firme y fuerte, poderosa. Entendió lo que veía
mientras lo observaba cantar apasionadamente el estribillo, esa
era su grieta, así era como evitaba el derrumbamiento.
Sangrando delante de millones de personas en su propio
idioma, mientras todos aplaudían, él cantaba a su dolor.
Los ojos de Brooklyn encontraron los suyos, dejándolo
clavado al sofá mientras atacaba la segunda estrofa.
—¿Qué se supone que debo decir si alguien me pregunta
por ti? Supongo que les diré que ya no estoy contigo.
Lo observó conteniendo el aliento, incapaz de unir lo que
estaban pasando, con lo que decían esos versos.
Tragó saliva, mientras la adrenalina invadía su sistema.
«¿Por qué me mira? ¿Por qué canta como si solo fuera para
mí?»
Giró la cabeza un segundo, a tiempo de ver cómo Denver y
Maui intercambiaban miradas consternadas.
Brooklyn se deslizó por las cuerdas de la guitarra, como
las olas golpeando la piedra, volviendo una y otra vez sobre
los mismos lugares, llegando un poco más alto cada vez. Los
aplausos y gritos emocionados de los fans sonaban lejos. “¿Por
qué iba a cantarle algo así? ¿Por qué esa canción?”
Brooklyn siguió desangrándose entre los versos de esa
canción llena de dolor, sus ojos de nuevo buscando los suyos.
Asegurándose de que le estaba prestando atención.
—¿Cómo se supone que voy a vivir cuando construí mi
vida a tu alrededor? Intenta ponerte en mis zapatos. ¿Por qué
tienes que ser tan fría?
El aire se le atascó en la garganta. «¿A qué está jugando?
¿Cómo se atreve a hacerme esto?»
Quiso ponerse en pie, por un segundo se imaginó
atravesando ese escenario, arrancándole la guitarra para
partirla contra el suelo. Quería destrozarlos. A él, a la guitarra,
a la maldita canción y a su estúpido corazón que palpitaba
como loco respondiendo a su llamada.
Lo miró tratando de meterse en su cabeza. «¿En qué
demonios estás pensando? ¿Cómo te atreves a cantar a un
alma rota cuando destrozaste la mía sin importarte nada?»
La mano de Maui le acarició la espalda con discreción.
Trayéndolo de vuelta a la realidad mientras el siguiente solo de
guitarra de Brooklyn conseguía que vitoreara hasta el personal
del estudio.
Puso su mejor gesto en blanco por si alguien lo estaba
grabando, en minutos ese vídeo estaría por todo internet. Era
una canción demasiado sentimental para que no llamara la
atención y la actuación de Brooklyn era tan desgarradora como
hermosa. Por supuesto que hablarían de ese momento.
Miró a Norman y Rachel, tratando de calmarse y de
contener las lágrimas, parecían preocupados. Su atención
recayó en Pol, estaba pálido con los ojos fijos en el escenario
mientras hablaba a toda velocidad por su teléfono.
Sabía que estaban en problemas. Lo que uno hacía siempre
repercutía en los demás, y esa noche era probable que
recibieran un recordatorio de los viejos y malos tiempos.
PERDIDOS
CAPÍTULO 9
La entrevista llegó a su fin con el público aplaudiendo con
tanta fuerza que el presentador apenas pudo despedirse entre el
estruendo.
Pol vibraba de rabia mientras salían a los camerinos, sabía
que no podía armar un escándalo en presencia de tanta gente,
ya que acabarían llenando todas las redes sociales.
Mientras recorrían los pocos metros que había desde la
puerta trasera del estudio a los coches, London le dijo algo a
Brooklyn sin dejar de andar un poco separados de ellos.
—Saludamos rápido y nos metemos en la furgoneta —le
dijo Denver al oído.
—¿Es buena idea después de lo que acaba de pasar? —
preguntó Maui sin apartar la mirada de la espalda de Brooklyn.
—No lo sé —contestó Denver con sinceridad—. Pero
hablarán más si hacemos las cosas de una manera diferente,
llevamos semanas saludando y hoy lo haremos también.
Puedes irte si quieres Paris.
Negó con un gesto esperando a que les abrieran las puertas
exteriores y los gritos llegaran hasta ellos. Pol se metió en la
furgoneta de Brooklyn y London esperando a tenerlos a solas.
Denver los guio a las vallas, como de costumbre. Se
sorprendió al ver a London al lado de Maui, giró la cabeza a
tiempo de ver a Brooklyn reunirse a solas con Pol.
Los demás no se inmutaron, ya que London también los
acompañó en algunas ocasiones en el pasado. Volvieron al
coche casi media hora después, le encantaba estar con los fans,
pero hoy su cabeza no dejó de pensar en lo que diría Pol y la
discográfica a la actuación de Brooklyn.
Mientras se subía a su furgoneta miró el coche de
Brooklyn que había vuelto a abrir la puerta para dejar pasar a
London. Brooklyn tenía la cabeza girada hacia la ventanilla,
Pol estaba sentado a su lado y parecía al borde de un ataque de
nervios.
Acababa de sentarse cuando escuchó las voces del
personal y de repente, London y Brooklyn estaban con ellos en
la furgoneta, casi saltando por encima de sus asientos para
pasar a la fila de atrás y Denver daba orden de arrancar a un
desconcertado Terry. Hank le hizo una señal a su compañero,
diciéndole que obedeciera.
—Acabas de hacerlo cien veces peor —le advirtió Maui a
Brooklyn mirando por la ventanilla al aparcamiento que estaba
cada vez más lejos.
Brooklyn se encogió de hombros mirando por el cristal
mientras se ponía la capucha y desaparecía dentro de su
amplia cazadora.
Maui y London le miraron como si esperara que él supiera
qué hacer. No tenía ni idea, una parte de él quería pedir
explicaciones y preguntar. Otra estaba francamente
preocupada por Brooklyn, no era un comportamiento habitual
en él.
Miró a Denver en busca de ayuda, parecía tan perdido
como los demás. Los móviles de sus guardaespaldas
empezaron a sonar.
—Es Pol, ¿deberíamos contestar? —preguntó Hank.
—Seguid conduciendo —les ordenó Denver sacando su
móvil para empezar a enviar mensajes.
Terry buscó su mirada por el retrovisor.
Asintió con la cabeza, para que supiera que no habría
problema. Ellos no estaban en la nómina de la discográfica, no
tenían por qué darle explicaciones a Pol.
Envió un mensaje a Norman, explicándole qué había
pasado y cerró el móvil en cuanto respondió que le tuviera
informado si necesitaban algo.
Nadie habló durante la hora que tardaron en llegar a la casa
común.
—Creo que todos necesitamos una copa —anunció Maui
tratando de aligerar el ambiente mientras traspasaba la valla de
seguridad—. ¿Ronda de chupitos en la piscina? Mañana no
tenemos nada por la mañana y por la tarde solo hay pruebas de
vestuario. Podemos pasarnos un poco.
El carácter extrovertido y bueno por naturaleza de Maui,
era una bendición en ese tipo de situaciones. Siempre estaba
cuidando de todo el mundo, si sabía que alguno estaba mal se
volcaba con él hasta que mejoraba.
—Me parece bien —admitió London mirando a Denver
esperando que se sumara al plan.
—Brook. ¿Qué podemos hacer por ti? —le preguntó
Denver, que no le había quitado la vista de encima.
Brooklyn lo miró con gesto en blanco, alzando una ceja.
—Lo que sea, pídelo y será tuyo —insistió Denver.
Los ojos negros de Brooklyn se desplazaron de Denver a
Paris, antes de volver a mirar al líder.
Suspiró apoyando la cabeza en el respaldo, no tenía ni idea
de lo que quería, esperaba que Denver lo entendiera mejor.
—Sácame de aquí —pidió Brooklyn muy serio.
Maui miró a Denver, luego a London y a Paris.
—¿Quieres ir a tu casa? —preguntó Maui desconcertado
—. No creo que sea buena idea. No debes estar solo, iré
contigo —se ofreció enseguida—. Cogeré unas cosas y nos
iremos, con suerte antes de que llegue Pol pidiendo sangre.
Brooklyn no le contestó, estaba ocupado mirando a
Denver, que también seguía concentrado en él.
—Da la vuelta —le ordenó Denver a Terry.
—¿Qué? —preguntó Hank desconcertado.
—Vamos a pasar la noche fuera. Iremos a las afueras, te
envío una dirección —le dijo Denver sacando su móvil de
nuevo.
—¿Qué dices? Tenemos agenda mañana —protestó
London.
—Creo que nos vendrá bien un descanso a todos —
contestó Denver dejando el móvil después de unos segundos.
—No podemos desaparecer sin más y cancelarlo todo. Pol
va a matarnos, ya tiene que estar furioso —le dijo Maui con
razón.
Denver se puso de rodillas en el asiento, apoyándose en el
respaldo para poder verlos a todos.
—¿Qué fue lo que prometimos cuando firmamos nuestro
primer contrato? —les preguntó mirándolos uno a uno.
—No nos olvidemos de quienes somos —dijeron todos al
mismo tiempo—. Fuimos amigos primero, nos convertimos en
familia después. Nunca seremos compañeros de trabajo.
Denver asintió con orgullo. Igual que el día en que
inventaron ese lema. La primera vez que les ofrecieron un
contrato trataron de separarlos. Le brindaron un contrato a
Brooklyn como solista, relegando a los demás como sus
músicos.
En vez de aceptar, Brooklyn se lo había contado a todos,
rechazando la propuesta. Hubo más ofertas de ese tipo, pero
siempre se mantuvieron los cinco juntos, trabajando por un
futuro en común como banda.
—Brooklyn necesita un respiro. Es la primera vez que se
derrumba. Todos hemos pasado por eso, vamos a ayudarle.
Creo que debemos recuperar el aliento unos minutos y
calmarnos.
—La discográfica… —insistió Maui inseguro.
—No puede sacar un disco de Narcissus, sin Narcissus —
le cortó Denver con calma—. No es para tanto, solo será un
día. Enviad mensaje a vuestros mánager, diciendo que
cancelen agenda y reprogramen. Me encargaré de Pol cuando
lleguemos.
—¿Y a dónde vamos? No tenemos ropa, ni siquiera llevo
dinero encima —protestó London tocándose los bolsillos.
Todos rieron, era tan típico de London preocuparse por lo
que iba a llevar.
—No te pongas exquisito —le reclamó Denver—. Todavía
recuerdo cuando no usabas ropa interior para no lavarla.
Volvieron a reírse, mientras el ambiente del coche parecía
aligerarse.
—Eso fue al principio de todo, tenía diecinueve años. Era
sexy —se defendió colorado.
—Era una guarrería —lo pinchó Maui, riéndose cuando
London trató de golpearlo.
El viaje al lugar secreto duró casi dos horas en las que
durmieron todo el camino, después de sembrar el pánico entre
sus staff al decir que se marchaban.
—¿De quién es esta casa? —preguntó London medio
dormido cuando la furgoneta se detuvo en la entrada de una
casa modesta.
—De mi hermana —contestó Denver mirando el móvil—.
El código es 330413 —le dijo a Terry. El portal se abrió para
dejarles paso al pequeño terreno.
La casa no era muy grande y solo tenía una planta.
—Vamos, será suficiente para esta noche —les dijo Denver
abriendo la puerta de la furgoneta—. Solo hay una habitación,
pero hay un hotel a un par de kilómetros. Tus guardaespaldas
pueden pasar ahí la noche Paris. Tenemos medidas de
seguridad y nadie sabe que estamos aquí. Es perfecto.
Paris miró a Terry para asegurarse de que era seguro salir
con los demás.
—¿Queréis que os traigamos algo de comida o bebida? —
les ofreció Hank.
—No, mi hermana estuvo hace unas semanas. Hay comida
congelada y cosas en la despensa —respondió Denver.
Los cinco se fueron hasta la puerta principal que se abrió
con otro código. Era una casa normal, tenía un salón amplio
con un gran sofá en forma de “L”. Televisión grande y dos
sofás individuales, poca decoración y simple, pero con muy
buen gusto. La cocina era pequeña y estaba abierta
directamente al salón.
Solo había dos puertas cerradas al fondo.
—El baño está a la izquierda —les explicó Denver,
mientras iba a la nevera que estaba llena de refrescos.
Brooklyn se dejó caer en una esquina del sofá, metiendo
las manos en los bolsillos. London se quedó a su lado, todavía
tecleando en su móvil.
—¿Tu hermana tendrá algún cargador? —le preguntó a
London.
—No, aquí hay pocas cosas. A mi hermana le gusta
desconectar y disfrutar cuando pasan el fin de semana o vienen
a celebrar algo.
—Es una casa muy bonita —dijo Paris acercándose a
Denver que le pasó varias latas de cerveza.
Las llevó hasta la mesita de centro del salón y se sentó en
uno de los sillones mientras esperaba a que Denver volviera
con algo de comida que estaba sacando de los armarios de la
cocina.
Maui abrió todas las ventanas para dejar entrar aire limpio
en la casa.
—¿Música o película? —ofreció London señalando la
televisión.
—Hay una videoconsola en ese mueble y un montón de
juegos —les explicó Denver acercándose con varias fuentes
llenas de patatas fritas y palomitas.
—Vamos con eso. Nos vendrá bien sacar adrenalina —
aceptó London animado, arrodillándose para ver qué títulos
había.
Con rapidez organizaron los turnos para un juego de
carreras. No le importaba jugar, pero disfrutó viendo cómo los
chicos se iban relajando mientras se reían y discutían. Una de
las mejores cosas de llevar tantos años juntos, era que cuando
estaban a solas volvían a ser ese grupo de amigos que tocaba
en el garaje de la madre de Denver.
Habían vivido tan rápido, que era fácil olvidarse de sí
mismos y de que todavía no tenían ni treinta años. Decidió
tomar un poco el aire para alejarse un rato del ruido.
Suspiró mientras se protegía del frío de la noche
abrazándose a sí mismo, los gritos y protestas de los chicos
dentro de la sala le sirvieron de banda sonora mientras
disfrutaba de un poco de paz.
Alguien le puso una chaqueta sobre los hombros antes de
ocupar el lugar a su lado. No tuvo que mirar, el perfume de
Brooklyn era inconfundible.
Se quedaron en silencio el uno junto al otro, sentados en la
escalera trasera por mucho tiempo.
Apenas unos centímetros separaban su cuerpo del de
Brooklyn, pero los sentía como si hubiera continentes y mares
entre ellos.
Se rodeó las rodillas con los brazos mientras miraba al
cielo estrellado.
Había como cien mil palabras empujando en su cabeza,
cientos de preguntas sin resolver, pero se las tragó a favor de
no tumbar a alguien que ya estaba hundido. No estaría bien
hacerle reclamaciones cuando él lidiaba con algo también.
—Lo siento. —Se sobresaltó al oír la voz de Brooklyn
rompiendo la noche.
Tragó saliva sin atreverse a mirarlo.
—¿Por qué? —Era la gran pregunta, la que más le
obsesionaba.
Brooklyn no le respondió de inmediato.
—¿Importa el motivo? ¿Hará que te duela menos?
¿Borrará lo que hice?
Suspiró mientras su estómago se encogía y negaba con
gesto cansado.
—Supongo que no —reconoció—. Es algún tipo de
masoquismo raro. No me importa si es tu novia, si solo fue esa
noche… pero la cabeza es una mierda y quiere saber más,
cómo si eso solucionara algo.
—Lo siento —repitió Brooklyn en voz baja—. De verdad
que lo hago.
Se pasó la mano por la cara, negándose a llorar de nuevo.
—Esto es una mierda. Ojalá supiera querer poco a poco,
ojalá pudiera borrar todo lo que siento y guardarlo para
alguien que sienta lo mismo por mí —dijo con voz tomada en
un arrebato. Era patético decirle esas cosas justo a él.
—Paris…
—Creía que eras especial —siguió incapaz de contenerse.
Sentía su pecho como una compuerta que acababa de abrirse y
por la que escapaba el agua a toda velocidad—. Pensaba que
tú y yo… nos veía juntos. ¿Te lo puedes creer? Incluso
después de Narcissus. Nos imaginaba en una casa en el
bosque, un patio nevado y nosotros juntos tumbados en un
sofá, tomando chocolate caliente. Nos imaginaba despertando
cada mañana en nuestra cama, yo protestaría porque tú bebes
esos asquerosos batidos mientras yo me tomó mi segundo
café. Habría música cada hora, en todas partes, te comería a
besos cada día… no creo que pudiera dejar de besarte si te
tuviera. —Sonrió con pena, compadeciéndose por ser tan
débil.
Oyó como Brooklyn tragaba saliva con fuerza. ¿Sentiría
asco por escucharle decir esas cosas?
—No te preocupes. Ahora sé que solo era yo y que no me
ves de la misma forma. Pero estoy tan enfadado contigo… no
por lo que hiciste. Estabas soltero y te acostaste con alguien, lo
comprendo. Está bien. Solo que no lo está. ¿Lo entiendes?
Porque te pasaste meses conmigo, diciéndome cosas que… —
Tuvo que tomar aire para no echarse a llorar.
No estaba preparado para esa charla, aunque quizá
destruyendo todos los puentes podrían crear algo nuevo y
mejor.
—Soy gay, Brooklyn. Estoy enamorado de ti. Creo que ya
sabías eso. Sé que me quieres, pero es cruel prometerme ir a la
luna para dársela a alguien más —murmuró agotado—. No
todo es culpa tuya, ya lo sé y asumo mi parte por hacerme
ilusiones. Voy a arreglar esto, por los chicos, por nuestros fans,
pero sobre todo por mí y por ti. Tienes que ayudarme y dejar
de hacer eso, tienes que parar.
—¿Parar el qué? —La voz titubeante de Brooklyn sonaba
tan afectada como la suya, tuvo que esforzarse el doble por no
mirarle o extender la mano hacia él.
—De hacerme sentir que soy especial para ti.
—Lo eres —le respondió Brooklyn enseguida.
—Brook, fuimos amigos durante años y siendo sincero,
creo que me enamoré de ti el segundo año del grupo. No sabía
cuánto te quería hasta que… —Negó tratando de mantenerse
tranquilo, era el mayor de los dos y era hora de demostrarlo.
—Lo siento, si pudiera dar marcha atrás yo…
—No lo hagas. Es mejor así, se acabó. Somos amigos,
compañeros de banda. Nada más, hay que trazar una línea
sólida y acostumbrarnos a estar cerca el uno del otro sin
traspasarla.
—Te echo de menos —murmuró Brooklyn con la voz rota.
Cerró los ojos y contó hasta cinco mientras se mordía el
labio inferior. Iba contra su naturaleza negarle cualquier cosa a
Brooklyn. Siempre fue así entre ellos, solo necesitaba que él
pidiera algo para que se lo diera sin más.
—No me estás ayudando —musitó lloroso.
Los brazos de Brooklyn lo atrajeron a su pecho,
refugiándolo en él. Fue casi mágico como sus cuerpos
encajaban, su hombro tenía la altura perfecta para que
escondiera la cara en su cuello. Trató de controlarse, pero no
pudo evitar tomar una profunda bocanada de aire, esa
combinación embriagadora de su perfume y su olor corporal.
—Es la verdad. Lo siento muchísimo, me odio por hacerte
daño. Si pudiera dar marcha atrás, nunca habría salido de la
casa —le dijo Brooklyn al oído, rompiéndole el corazón.
Se abrazó a su cintura mientras las lágrimas se le
escapaban. Por supuesto que no quería hacerle daño, Brooklyn
no le haría algo así a propósito.
—Te echo de menos, me siento solo —le volvió a decir
Brooklyn, agarrándolo fuertemente entre sus brazos—.
Extraño que te duermas sobre mí en la furgoneta, escucharte
cantar mis partes cuando ensayo, que me hagas caras
burlándote si me frustro… esto es una mierda. No sé hacer que
la situación mejore. No sé cómo volver a acercarme a ti
porque sé que no es justo, pero eso no hace que lo quiera
menos. —La humedad en su cuello le dijo que no era el único
que estaba llorando. Brooklyn era frío gran parte del tiempo,
pero podía ser muy emocional si algo le hacía daño.
Se aferraron al otro con fuerza, apretándose como si
quisieran fusionarse en uno solo.
—Salí por un camino angosto, hace muchos años.
Brooklyn le cantó al oído con la voz rota.
Lloró con más fuerza, era una de las canciones favoritas de
los dos, Bless the broken road.
Ese era el único idioma que ellos entendían de verdad, el
de la música. La magia de unas palabras entonadas en medio
de la noche, aunque la voz no sonara bien y no hubiera ningún
acompañamiento. Nadie le llegaba de la forma en que
Brooklyn lo hacía, como si una parte de cada uno de ellos
estuviera conectada al otro.
—Que Dios bendiga el camino roto, que me guio directo a
ti.
Cantaron en perfecta sincronía con las voces ahogadas por
la tristeza.
No iban a solucionar nada esa noche, no tenían un camino
fácil por delante, pero mientras seguía cantando abrazado a él
tuvo un poco de esperanza. En que iban a superarlo, en que
quizá su herida era menos profunda ahora que podía ver la que
él había dejado en Brooklyn.
Siempre fue así entre los dos. Tenían facilidad para
entenderse y cuando eso no funcionaba, la música hablaba por
ellos y ejercía su energía sanadora. Cantaron hasta que salió el
sol, siguieron haciéndolo muy bajito cuando entraron y
descubrieron que ya no había nadie despierto, todos se habían
quedado fuera de combate en los sofás. Mantuvieron sus voces
juntas, mientras se quedaban dormidos en la única cama de la
casa.
CAMBIO DE RUMBO
CAPÍTULO 10
Durante años habían hecho y pasado por demasiadas cosas,
así que no podía decir que era una experiencia nueva
despertarse cerca de Brooklyn.
Muchas veces el cansancio los golpeaba después de una
actuación o tras una fiesta. Habían dormido juntos en aviones,
sofás, autobuses, coches, camas, suelos e incluso una vez
sentados en una escalera. En alguna ocasión terminaron
descansando el uno junto al otro cuando acababan de crear el
grupo y extrañaban mucho a sus familias.
Precisamente por esa razón, no debería significar tanto,
pero se sintió muy diferente a las anteriores.
Paris se despertó primero, su reacción fue levantarse y
huir. Una segunda mirada a la cara de Brooklyn le convenció
de no hacerlo. Cada uno durmió a un lado del colchón, pero
girados como si aun dormidos quisieran mantener el contacto.
Mientras lo observaba, recordó todo lo que pasó durante la
noche.
Parecía imposible, un sueño, un delirio.
No solo le dijo a la cara a Brooklyn que estaba enamorado
de él, sino que él le cantó una canción de desamor mirándole
durante una entrevista con millones de personas observando.
Debería llamar a Norman para saber qué daños causó.
Ignoraba lo que estarían diciendo en internet, eso sin pensar en
lo enfadada que estaría la compañía después de que Brooklyn
usara la canción de otro grupo y de que todos estuvieran
desaparecidos.
Tenía muchas cosas que hacer, asuntos que atender y
respuestas que buscar, en su lugar estuvo más de media hora
tumbado en la cama. Conteniendo el aliento para que ese
instante durara un poco más. ¿Le trataría diferente Brooklyn
ahora que era consciente de lo que pasaba? ¿Se alejaría
definitivamente de él?
El corazón le dolía por tenerlo de nuevo tan cerca, por
estar envuelto en su olor después de llorar y abrazarse a él,
pero sabía que debía terminar de una vez. A lo mejor, eso era
todo lo que necesitaba para darle un final de verdad. La
sinceridad fue la única opción que nunca consideró cuando se
trataba de Brooklyn, era demasiado importante en su vida
como para arriesgarse a perderlo.
Esperaba y confiaba en que ahora que no había ningún
engaño entre ellos, pudieran encontrar la manera de
relacionarse de nuevo. A lo mejor, si hubiera puesto límites
desde el principio, las cosas no habrían escalado tanto.
Se deslizó fuera de la cama sin hacer ruido y salió al
pequeño pasillo. Los demás ya estaban despiertos y por el
sonido trataban de buscar algo para su resaca en la cocina.
Tuvieron que notar que él y Brooklyn durmieron juntos,
pero nadie dijo una palabra. Lo recibieron como si no hubiera
pasado nada raro en las últimas veinticuatro horas. Entre todos
consiguieron hacer unos sándwiches de mermelada y preparar
café solo, porque no había leche.
Brooklyn tardó un poco en llegar, saludó a todo el mundo
y se sentó en el sofá aceptando el café que Maui le ofreció.
Creyó que Denver tendría prisa por marcharse para dar la
cara a la empresa, pero salió con el móvil fuera de la casa y al
regresar, se sentó en uno de los sillones conectándose a una
plataforma de películas y series. Si el líder de Narcissus no
tenía prisa, ellos tampoco.
Pasaron gran parte de la mañana viendo un par de películas
y dormitando por los sillones. Fue bastante relajante. A la
gente le gusta pensar que los cantantes van de fiesta en fiesta
cuando tienen algo de tiempo libre, cuando la realidad era que
solo querían dormir y descansar.
—¿Está todo bien con Pol? —le preguntó Maui
preocupado la tercera vez que Denver volvió de hablar por
teléfono a solas.
—Todo controlado. Regresaremos a casa por la tarde, pero
hoy tenemos el día libre. Vamos a disfrutar.
—Es imposible que esto no nos vaya a ocasionar
problemas —insistió Maui con su sensatez habitual.
—No lo hará, le dije la verdad. Brooklyn necesita un
descanso, ha pasado unos meses muy agobiantes. No
arriesgarán al cantante principal. Además, hace semanas que le
digo a la discográfica que necesitamos tiempo para nosotros.
Puede que esto sea algo bueno y entiendan que lo decía en
serio —respondió Denver.
—Estamos a punto de sacar un nuevo disco, lo que menos
tenemos es tiempo —opinó London.
—Faltan varias semanas todavía. Podemos tomarnos el
lujo de parar un poco más, nuestros fans nos apoyan —le
tranquilizó Denver.
—Hoy en día hay demasiada competencia, si no sacas
contenido nuevo casi a diario te olvidan. Lo sabes
perfectamente —contrató London.
Brooklyn miraba a la televisión como si el tema no fuera
con él, pero por su postura tensa sabía que sí estaba prestando
atención.
—Hay estrenos de canciones todas las semanas, grupos
que sacan fotos o vídeos continuamente, amateurs en
cualquier plataforma digital… es un mar de tiburones. Cada
vez es más difícil sorprender a la audiencia y no digamos
retener su atención —continuó London.
—Cierto, pero también creo que los fans saben que somos
buenos. Nos tienen cariño, nos siguen con fidelidad. Ellos
confían en que nosotros hacemos bien nuestro trabajo, creo
que podemos devolverles la misma cortesía al dar por sentado
que no van a abandonarnos sin más —le contestó Maui.
—Tenemos buenas canciones para nuestro próximo
trabajo, pero estamos muy cansados y arrastramos problemas.
Si queremos volver al escenario con algo nuevo y dar lo mejor
de nosotros mismos, deberíamos aprovechar mientras se
prepara el disco para tomar un pequeño descanso —trató de
explicarle Denver.
Los ojos de London se abrieron del todo por la sorpresa, la
misma que Paris sentía.
—Esto no es por lo que pasó ayer por la noche —dijo
London con tono acusatorio—. ¿Hace cúanto que piensas eso?
Denver le dedicó un elocuente vistazo a Maui antes de
responder.
—Desde que Paris se fue. Maui y yo nos hemos estado
preguntando si no deberíamos preocuparnos un poco más por
nosotros. No como Narcissus, sino como personas.
—¡Oh, Dios! ¡Mierda! ¿Queréis dejar la banda? No
podéis, Narcissus somos los cinco. Sin sustituciones, sin
suplentes. ¿Qué pasa con lo de familia y nunca compañeros de
trabajo? —preguntó London ultrajado, casi saltando del sofá.
—No nos estamos separando —dijo con rapidez Maui—.
Nadie está diciendo eso. Solo nos preguntamos si de aguantar
tanta presión, hemos acumulado asuntos sin concluir y de
malentendidos que estamos cargando como peso extra. Ya
soportamos mucho, necesitamos seguir siendo la muralla en la
que protegernos y creo que nuestras paredes tienen grietas.
Estamos tan ocupados que hemos puesto remiendos y
necesitamos reconstruir para fortalecer.
—¿Qué nos estás diciendo exactamente? —preguntó Paris
incapaz de seguir callado.
Denver acudió a Maui en busca de ayuda.
—Necesitamos encontrarnos de nuevo, pasar más tiempo
juntos como hoy. Solo los cinco amigos, reconectar. No somos
los mismos que cuando empezamos —opinó Maui—. Hemos
cambiado, pero estamos tan cerca que no somos capaces de
apreciarlo.
—¿Reconectar? ¿Como si fuéramos un viejo matrimonio
roto? —preguntó perplejo.
Todos sonrieron al escucharle.
—Algo así —le contestó Denver—. Pasamos más tiempo
juntos que una pareja casada, sabemos que nos queremos, que
deseamos seguir adelante con Narcissus mucho más tiempo y
para eso, tendríamos que plantearnos qué esperamos cada uno.
Ya no tenemos los mismos objetivos.
—Cuando creamos la banda teníamos historias que contar,
queríamos ser famosos, ser la banda más importante del
mundo… —Recordó con una sonrisa nostálgica Maui—. Y lo
hicimos. Logramos más de lo que jamás hubiéramos
imaginado. Pensamos que quizá sería buena idea hacer nuevos
planes, probar estilos distintos, tener nuevas metas —completó
Maui.
—Me parece buena idea —dijo Paris cortando la respuesta
de London, que por su gesto no estaba de acuerdo—. Todo eso
de ser famoso y rico sonaba bien con dieciocho… ahora creo
que el precio quizá no lo compense del todo.
Brooklyn dejó de fingir indiferencia para mirarlo
fijamente.
—No estoy diciendo que me arrepienta de Narcissus. Eso
nunca —dijo fijándose en Maui y Denver porque era más
seguro—. Es solo que…
—¿Qué? Explícamelo —demandó London molesto—.
Porque a mí todo esto me parece una espantada vuestra y yo
estoy contento con lo que tengo. No lo cambio por nada.
—Me alegro por ti, eso te facilita continuar en nuestro
estilo de vida. Pero no creo que puedas mirarme a los ojos y
decir que a veces no sientes que te ahogas entre tanta gente.
No poder cenar tranquilo, ir al cine, a la playa o simplemente
andar por la calle. Tener que ir siempre perfecto, que se te
cuestione cada gesto, que se inventen cosas tuyas, que den otro
significado a tus palabras. Es agotador. Estoy exhausto —
reconoció sin dejar de enfrentar a London.
La mirada de Brooklyn le quemaba, pero no se retractó,
era la verdad.
—Puede que no sea perfecto, aun así adoro cantar, nuestra
música, los conciertos, los fans. No me imagino vivir de otra
manera —le insistió London enfadado.
—Yo sí —respondió molesto.
La caja de Pandora acababa de ser abierta en una casa
extraña y cuando menos se lo esperaban, todos los males de su
mundo se concentraban en esa habitación y no había forma de
salvarse. Daba igual, cuando uno empieza a ser sincero hay
que hacerlo en todo o no merece la pena.
—No me lo puedo creer. ¿Esto es por ese vídeo, verdad?
—quiso saber London dejándose llevar por la exasperación—.
Por Dios, Paris. Tienes que asumirlo, Brooklyn puede hacer lo
que quiera. No es justo que pienses en dejarnos porque se
acostara con una mujer. Es lo que hacemos todos los hombres
heterosexuales del planeta.
—No vamos a hablar de eso —lo cortó con rapidez Maui
entrando en pánico.
—¡London! Esto no es asunto nuestro —le increpó Denver
con dureza.
—Paris acaba de hacerlo asunto mío. Siempre os ponéis de
su parte. Veis fantasmas donde no los hay solo porque se fue
durante semanas. Entiendo que le doliera, pero reaccionó de
forma exagerada y sigue haciéndolo —insistió London cada
vez más enfadado—. No deberíais alentar esa actitud.
—Puede que tengas razón —respondió mirándolo sin
dejarse impresionar—. Y aun así no voy a disculparme por
tratar de resguardarme cuando algo me hizo daño. Ni tú ni
nadie tiene el derecho a juzgarme, solo yo sé cómo me siento.
Tenía que irme, fue lo mejor para los cinco.
—¿O qué? —le presionó London.
—O millones de personas me habrían visto desmoronarme
en público. Lo di todo para terminar ese concierto. Nunca
sabrás cómo duele pasar por esa situación —contestó tratando
de contenerse.
—Puede que no —respondió London implacable—. Pero
probablemente Brooklyn sí lo sepa después de lo que pasó en
la entrevista. Eso también fue por ti, actúas como si hubiera
cometido un crimen. Solo fue sexo.
—¡Basta! —le gritó Denver furioso—. No tienes derecho a
decir esas cosas, no podemos opinar.
—Oh, claro que puedo —contratacó London poniéndose
en pie—. Lo estás presionando —le recriminó mirándolo de
forma directa, ignorando a los demás—. Brooklyn lo pasó
fatal, sigue haciéndolo y todo porque lo acorralas. Nos
necesitamos para soportar las giras, para apoyarnos y tú se lo
quitaste a propósito en un intento de castigarlo por seguir su
preferencia sexual.
—Yo no hice eso… —trató de defenderse.
—No puede evitar que le gusten las mujeres, no debería
tener que pagar ningún precio por ello. Eres cruel con él, sabes
lo mucho que te adora, pero no es suficiente porque no puede
darte lo que tú quieres.
Paris cerró los ojos un segundo y contó hasta tres. De los
cinco, era el más tranquilo, pero cuando llegaba a su límite
perdía los estribos.
—No le hago pagar nada, estoy al otro lado de la barrera,
sufriendo y echándole de menos cada puta hora, cada maldito
día desde que me fui. Perdona por intentar protegerme,
lamento que mi sufrimiento rompa tu vida ideal. No entiendes
una mierda. Todo esto es culpa tuya. No de Brooklyn.
La cara de London era la imagen del desconcierto, a pesar
de ello le atacó de nuevo porque hacía mucho que tenía esas
palabras guardadas. Quería sangre, bien, llevaba meses
desangrándose.
—Era tan fácil como decirme que sabías que Brooklyn
salía con gente. Así de sencillo, no necesitaba nada más, solo
una advertencia para que no me hiciera ilusiones. Durante
meses te conté cosas, sabías las esperanzas que tenía, lo que
pensaba y a pesar de ello te callaste. Contármelo no era
traicionar a Brooklyn, era asegurarte de que ninguno de los
dos acabáramos así. No soy perfecto, pero no soy cruel. Tú lo
sabes, os antepongo a vosotros y a Narcissus por encima de lo
que quiero, de lo que necesito. —Su voz tembló por la rabia.
London nunca entendería las partes de sí mismo que
sacrificaba para mantenerse a su lado.
—Paris, London solo está… —trató de intervenir Maui
con delicadeza.
—No. Tiene una opinión sobre lo que siento. Deja que te
diga cómo es estar dentro de mí. Me asfixio cada puto día de
mi vida. No puedo salir con nadie, no puedo hablar de mi
sexualidad… ¿Crees que eso es fácil? Prefiero quedarme solo
a asumir el riesgo de estar con algún chico y que alguien saque
una foto que nos meta en problemas a los cinco. Eso, London,
es instinto de protección, no solo para mí. Para vosotros. —
Odió lo afectado que sonaba, pero una vez que empezó no
pudo detenerse.
London abrió y cerró la boca sin saber qué decir.
—Ni siquiera sé de qué te quejas. Es tu sueño, ser el centro
de atención de Narcissus. ¡Felicidades! Ya estás al lado del rey
de la banda, disfruta del reinado y de tu baño de masas. Dime
que tal es dentro de unos años cuando te reduzcan a poco más
que un simple complemento para él. Nunca quise toda esa
atención sobre mí, no quiero nada de toda esta mierda.
Se levantó del sillón temblando de rabia y salió por la
puerta delantera sin atreverse a mirar a nadie.
Anduvo alrededor del amplio jardín hasta dar con lo que
estaba buscando. Se las ingenió para encajar en un pequeño
hueco entre unos matorrales, ocultándose de los demás.
Siempre resultaba reconfortante esconderse y fingir que estaba
a salvo. Cuando estás tan expuesto, solo quieres proteger lo
que puedas de ti mismo, un hilo de privacidad, algo de calma,
cualquier cosa que fuera realmente solo tuya.
Incluso a la distancia que estaba, pudo escuchar los gritos
que llegaban desde dentro de la casa. Odiaba discutir y aún
más hacerlo con ellos.
No supo cuánto tiempo pasó en el suelo, pero la puerta
trasera de la casa se abrió y Denver salió sentándose en las
escaleras con dos tazas en la mano. No le llamó ni intentó que
abandonara su escondite, Denver era una persona paciente,
esperaría lo que fuera necesario.
Suspiró levantándose para ir a su encuentro.
—Es sopa —le advirtió Denver mientras tomaba un sorbo.
Asintió mirando el interior de la taza.
—Los chicos se están duchando. Repartí ropa de mi
cuñado para poder cambiarnos, tú vas de último.
Aceptó mientras probaba el líquido caliente con reticencia,
ninguno de ellos sabía cocinar ni aunque su vida dependiera de
ello. Nunca tuvieron tiempo para aprender cosas cotidianas
como esas.
—La hizo Brooklyn, dice que siguió un tutorial. Está
buena —le tranquilizó Denver adivinándole el pensamiento.
—Siento lo de antes, perdí los estribos —dijo después de
unos segundos. Necesitaba disculparse para quitarse la
sensación de amargura que le quemaba por dentro.
—No lo hagas. Era un veneno que ahora está fuera de
nuestro sistema. No es solo por lo de ese vídeo. ¿Sabes?
Lo miró extrañado sin comprender a qué se refería.
—Hace tiempo que nos dimos cuenta de que algo iba mal
contigo, pero no eres el único. Maui y yo tenemos
sentimientos parecidos.
—¿De verdad? —preguntó esperanzado.
—Sí. Amamos lo que hacemos, pero cuando subes el
último escalón… ¿A dónde llega la escalera? Es una escalada
a ningún sitio, pero hay que pelear a muerte por seguir en la
cima. ¿Cuánto hace que no nos tomamos unas vacaciones de
verdad? Cinco años al menos, es imposible cuando todo el
mundo nos hace fotos, vídeos, piden autógrafos. El único lugar
seguro es una habitación cerrada…, pero ¿por cuánto tiempo
más podremos seguir escondidos sobreviviendo de las
migajas? Vivimos en jaulas de oro para fingir que es elección
nuestra, pero llevamos una cuenta atrás al cuello, me da miedo
pensar en quién de los cinco estallará o si habrá un punto de no
retorno.
Observó a Denver fascinado, era el tipo de cosas que él se
preguntaba y le generaban ansiedad.
—Es liberador escuchar a alguien decirlo en voz alta —
confesó con cierta timidez, casi a punto de llorar, no era solo
él. No estaba solo con todos esos sentimientos contradictorios.
—Lo sé —contestó Denver sonriéndole—. Pero da miedo
porque lo hace más real y lo que acaba de pasar ahí dentro nos
confirma que teníamos razón. Hay que buscar una solución a
esto a largo plazo, no solo para este bache.
—Suerte, llevo dos años y no conseguí encontrar nada que
funcione.
Denver se rio bebiendo un poco más de su taza.
—Lo haremos, confía en mí, en todos nosotros. Dijeron
que no éramos lo suficiente buenos, que sonábamos a más de
lo mismo, que era imposible. Y aquí estamos. Si alguien puede
hacerlo, somos nosotros.
Miró de reojo a Denver antes de sonreír.
—Sabes que somos cantantes, no superhéroes. ¿No?
—Es casi lo mismo —contestó con seguridad—. A veces
llevamos capas y licra.
Se rio incapaz de contenerse, apoyando su brazo contra el
suyo.
—Me siento mejor de lo que me he sentido en mucho
tiempo —reconoció.
—Me alegro, la verdad es que yo también —le confesó
Denver dedicándole una sonrisa amistosa—. Oye, de lo que
dijiste ahí dentro…
—Lo siento.
—No —le cortó Denver—. Sobre cómo te sientes. Sabes
que puedes hablar conmigo de lo que sea, ¿verdad? No voy a
desmayarme porque me digas que un hombre es guapo. Puedo
ser tu gancho y Maui también.
—¿Mi qué?
—Ya sabes. El colega que se acerca a un chico en la barra
y dice. “Le gustas a mi amigo” —le explicó con tono jocoso.
Estalló en risas mientras sus mejillas ardían por la
vergüenza.
—No gracias. ¡Qué horror! No es que no quiera hablar de
lo mío. De ser gay —se corrigió recordando que no había
nadie más en la casa que ellos—. Es que no acabo de estar
cómodo con ello, y en parte creo que es porque no puedo vivir
toda la experiencia.
Denver asintió lentamente, pensativo.
—¿No ha habido nadie?
Sus mejillas se encendieron por la vergüenza.
—No tienes que contármelo si no quieres —le ofreció
Denver enseguida.
—No hay nada que contar. Salí con algunas chicas, cuando
era más joven. Cuando la banda no era conocida y yo estaba
muy confundido. Me acosté con un par, fue… bizarro.
—¿Tan malo fue? —preguntó Denver.
—Para mí y para ellas. Así que lo dejé. Besé y tonteé con
unos pocos chicos en nuestra primera gira por Europa, pero
tampoco fueron buenas experiencias. Además, me daba miedo
que me descubrieran.
—¿Por besar? —le interrogó Denver asombrado.
Negó con la cabeza, avergonzado.
—No, porque me toquen desconocidos. El público me
sexualiza, piensan en mí como una posesión… Me paso
fingiendo todo el día. Trabajo y vivo en un mundo de mentira.
¿Por qué dejaría que cualquiera pudiera tenerme? No quiero
cosas superficiales en mi vida privada, quiero que cuente. Que
deje huella, que sea especial.
—Tiene que haber sentimientos —adivinó Denver—. Yo
podría besarte —ofreció de broma—. Será un sacrificio, pero
soy el líder, es mi papel.
Soltó un pequeño gritito cuando Denver se inclinó sobre
él, pegándole en el hombro con la mano.
—Denver, es tu turno para la ducha —los interrumpió la
voz helada de Brooklyn a su espalda.
—Estoy con la sopa todavía, puedes ir en mi lugar —le
respondió con tranquilidad.
El portazo les dijo que había vuelto dentro.
—¿Crees que nos escuchó? —preguntó en voz baja.
—No. Está enfadado con London, discutieron porque no le
pareció bien que opinara de lo que siente cuando nunca le
contó nada. Te defendió, por cierto —le confesó Denver
sonriéndole.
—Siempre lo hace —respondió suspirando.
—Dormisteis juntos esta noche, ¿conseguisteis hablar por
fin?
—Sí, fue… algo bueno. Creo que tenemos suficiente para
trabajar y salir adelante.
Denver le dedicó una gran sonrisa.
—¿Ves? Eso parecía imposible hace dos días, tenemos que
parar un poco —le aseguró sonriendo satisfecho—. Estamos
ahí para vosotros si nos necesitáis, pero la verdad es que nunca
hemos entendido muy bien cómo funcionáis.
Lo miró sin comprender de qué hablaba.
—Es una química especial la vuestra. Una forma de hablar
sin palabras, de leeros la mente, lo hemos visto durante años,
sin comprender ni atrevernos a darle nombre a lo que sois
juntos.
Asintió pensativo mientras se terminaba la sopa.
—Oye… dime la verdad. ¿Internet se volvió loco por la
canción de Brooklyn?
Denver negó con una sonrisa.
—Ese idiota nació con una flor en el culo. Los fans están
enloqueciendo con la canción, pero porque la interpretación
fue impresionante. Hay alguna prensa amarilla diciendo que la
chica del vídeo le dejó y sufre de mal de amores —le explicó
burlón—. También hay alguno grabado desde el público donde
se ve cómo te mira, pero no te enfoca a ti, tenías una cámara
detrás. Habrá gente que no se lo crea, aun así no es un daño
irreparable.
—¿Y cómo van las cosas con la discográfica? ¿Mal? —
adivinó al ver su gesto.
—Están furiosos por la pérdida de publicidad, pero les
prometí que lo compensaríamos con algún tipo de promoción
especial, un vídeo o directo. Ni te preocupes, lo tengo
controlado —le dijo con sinceridad—. Nosotros vamos a
enfocarnos en estar mejor.
—Eres un buen líder. Sin ti, esto no sería posible.
Denver le pasó el brazo por los hombros.
—Nada de esto lo sería sin todos nosotros.
DESPEJANDO EL AMBIENTE
CAPÍTULO 11
Cuando salió de la ducha, Denver había rescatado un par
de pizzas del congelador que, de forma casi misteriosa,
consiguió quemar. Por suerte Maui se encargó de hacer el resto
para evitar el desastre total.
Después se pusieron cómodos en el sofá y los sillones,
viendo una película de comedia tras otra hasta que la furgoneta
volvió a buscarlos.
Hank y Terry les recibieron con refrescos y algunos
bocadillos, sin preguntar ni pronunciar palabra, mientras ellos
se acomodaban en los mismos sitios que ocuparon el día
anterior.
Notó la mirada de Brooklyn sobre él, pidiéndole que se
sentara a su lado, pero consideró mejor idea permanecer donde
estaba. Los chicos hablaron gran parte del camino hasta que
fueron quedándose dormidos.
—Paris, estamos en casa —trató de despertarlo Denver.
—Yo me encargo —escuchó decir a Brooklyn—. Ahora os
alcanzamos.
Intentó enfocarse en su voz, en salir del sueño, pero habían
sido dos días agotadores, así que siguió durmiendo. Podía
dormir sin problemas en la furgoneta, lo hizo muchas veces
antes y lo volvería a hacer.
—Paris —le dijo en voz baja Brooklyn acariciándole el
hombro con suavidad.
Se removió buscando una postura más cómoda, sonrió al
escuchar a Brooklyn reír en voz baja.
—¿Debería llevarte en brazos? —le preguntó con
diversión.
Soltó un ruido de indignación, negándose a salir de ese
estado aletargado, estaba tan cómodo que no le encontraba
sentido abandonar esa calma. Sabía que si Brooklyn quería
quedarse a solas con él, su tranquilidad no duraría mucho.
—Me gustaría decirte una cosa.
—He hablado demasiado. No tengo ganas de hacerlo más
en una buena temporada —contestó despertándose del todo.
—Está bien, lo siento —cedió Brooklyn sin insistir.
—Podemos hablar de lo que quieras menos de nosotros.
¿Cómo estás tú? —le preguntó mirándole a los ojos.
Brooklyn se encogió en ese gesto tan suyo, como si nada
fuera lo suficiente importante para llamar su atención. Solo la
música conseguía retener su interés.
—Supongo que mejor. Es bueno saber que los demás
también se hacen preguntas sobre el futuro —le respondió.
Nunca había escuchado a Brooklyn decir algo parecido.
—¿Desde cuándo piensas así? —preguntó frunciendo el
ceño con gesto preocupado—. Tú eres el rey del optimismo,
nunca te has quejado por la presión, incluso estando exhausto.
Brooklyn no tuvo que responder, la mirada que le dio fue
suficiente. Desde el concierto en que todo cambió para los dos.
Se mordió el labio pensando si debía preguntar o no lo que
quería.
—Si es por lo que dijo London… nunca he querido
presionarte, si te sientes así, yo…
Brooklyn le hizo un gesto pidiéndole que guardara
silencio.
—No empieces también con eso —le advirtió con dureza
—. Nunca me presionaste a nada, jamás me he sentido
obligado de ninguna forma cuando se trata de ti. Sabes mejor
que nadie, que es imposible que haga algo que no quiero.
—Vale —respondió un poco desconcertado por su enfado.
—Y aunque lo hubieras hecho, lo entendería —terminó de
decirle—. Fue una putada que te enteraras en medio del
concierto.
Asintió aliviado por sus palabras.
—Tuve que irme. Trataba de entender en qué situación
estaba conmigo mismo y con la banda, tenía miedo de que mi
carrera se hubiera acabado. Necesitaba respirar —admitió
fijando la mirada en el asiento delantero para no tener que
verle a él.
—Y no podías hacerlo conmigo —completó Brooklyn
dolido—. Lo entiendo, yo fui el causante. No puedo ni
recordar cuantas veces reviví esa noche en mi cabeza. Sé que
ya no importa aclararlo y no pensaba hacerlo, pero creo que
Denver tiene razón. Los parches se están acumulando y no
puede ser bueno.
Levantó la cabeza para mirarlo a los ojos al sentir la rabia
empapando sus palabras.
—Brooklyn, de verdad que no quiero…
—No fue nada, no significó nada —le interrumpió con los
ojos fijos en los suyos—. No iba borracho, así que no usaré el
alcohol de excusa. Tampoco salí para buscar a nadie, solo
pasó. Puse el piloto automático, ella estaba disponible y
ansiosa. Fue más por costumbre que por necesidad.
Necesitó apartar la cabeza en otra dirección mientras se
calmaba y se sentaba del todo recto.
—Para mí escucharte decir algo así lo hace aún más difícil.
Que catalogues como nada, una noche que me rompió por la
mitad, es casi un insulto.
—No quiero volver a mentirte —se disculpó Brooklyn.
—En el fondo no lo hiciste. Ya te lo dije, fue culpa mía por
ilusionarme. El problema es que cuando estás cerca solo te veo
a ti y así no voy a superarlo —dijo de forma sincera—. No
puedo seguir así.
—¿Superarme? ¿Cómo si fuera una enfermedad o un
virus? —preguntó girando la cabeza en ese gesto casi infantil
que lo hacía parecer un cachorrito.
«Oh, no, por ahí de nuevo no», se dijo enfadado consigo
mismo. Salió de la furgoneta y se encaminó al ascensor con
Brooklyn siguiéndole de cerca.
—Algo así. Tengo que aprender a convivir contigo y
superar los síntomas. En algún momento conseguiré el
equilibrio que necesitamos. —No sabía a quién trataba de
convencer, pero si sonó la mitad de inseguro de lo que le
pareció, a nadie.
—¿Y qué pasa conmigo mientras? —quiso saber Brooklyn
entrando al ascensor privado del grupo.
—Brooklyn —le advirtió pulsando el botón del ático.
Reconocía ese tono, sabía ponerse muy exigente y egoísta
cuando quería. Sobre todo, si se trataba de salirse con la suya.
—Te dije que te echaba de menos y que lo sentía —le
recordó Brooklyn como si eso fuera todo.
—Lo sé, y yo a ti. Pero tenemos que acostumbrarnos a que
haya más espacio —le contestó con paciencia.
Brooklyn se puso delante bloqueándole la salida,
mirándole con sus ojos oscuros llenos de algo que nunca
sabría explicar, pero que tenía la capacidad de dejarle
paralizado.
—Te necesito. No puedo, ni debo, pero lo hago —admitió
bajando la voz. Brooklyn odiaba mostrar debilidad o cualquier
cosa que le preocupara.
—Estaré para ti siempre que me necesites. —La tensión de
Brooklyn pareció relajarse, se odió por no poder dejarlo así—.
Pero no puedo ser el único que esté contigo. Tenemos que
aprender a estar con los demás y así no depender tanto el uno
del otro.
La mirada de traición en la cara de Brooklyn lo impulsó a
retractarse al instante, pero se contuvo.
—Si volvemos a ser solo nosotros, seguiré enamorado de
ti. Tú quieres hacer tu vida y quiero que seas feliz Brooklyn,
pero eso no puede ser a cambio de mí mismo.
Brooklyn se apoyó en la pared del ascensor metiendo las
manos en los bolsillos con incomodidad.
—Te hice mucho daño. —No era una pregunta y su tono
devastado le llegó al alma.
—Una vez —puntualizó, porque sabía que el pensamiento
de hacerlo sufrir le estaba matando—. No dejaré que vuelvas a
hacerlo y tú no lo harás de nuevo —le prometió como si fuera
fácil. No lo era, pero era lo que tocaba decir para tratar de salir
indemne de esa conversación.
Las puertas del ascensor se abrieron por fin y el sonido de
los demás hablando en el salón los sacó un poco de su burbuja.
Como Brooklyn no hizo ningún gesto para moverse, pasó
delante al recibidor.
—Si no vas a seguir enamorado de mí, ¿de quién lo harás?
—le preguntó Brooklyn en voz baja, todavía sin salir del
ascensor.
Se quedó paralizado, era un interrogante que ni siquiera
debía pensar en hacerle. Giró sobre sus propios pies para
mirarlo a los ojos.
—De cualquiera que esté dispuesto a quererme de verdad.
—No podemos salir con nadie y en tu caso… —contratacó
Brooklyn moviéndose por fin—. Llamarías mucho la atención.
Era verdad, pero reconocer que la batalla estaba perdida
antes de empezarla era deprimente.
—No soy el único gay famoso del mundo. Hay hombres
conocidos que tienen citas, encontraré la forma de hacerlo —
dijo con terquedad.
—¿Cómo? —insistió Brooklyn—. ¿Enviarás a Denver de
gancho? —Sabía que los había escuchado, pero su tono
incrédulo lo hizo sentirse humillado.
—Puede que sí —contestó—. No creo que se necesite
mucho para salir con alguien a escondidas, aunque nunca lo
haya hecho antes. Si estás preocupado por mí, tranquilo. No
dejaré que me hagan fotos en ningún callejón. —Subió las
escaleras sin esperar su respuesta.
Las cosas fueron de mal en peor durante las dos semanas
siguientes.
Brooklyn seguía con un humor irascible y apático con
todos, tampoco ayudaba que Pol estuviera más insistente que
nunca.
Denver y Maui intentaron llevarse la peor parte de las
reprimendas, pero London aceptaba las regañinas apoyando al
gerente que se crecía a cada día que pasaba.
Estaban invitados a la premier de una película para hacer
promoción, así que después de dos sesiones de fotos y
ensayos, acabaron metidos en las furgonetas camino al evento.
—¿De qué decías que era la película? —preguntó
bostezando sin disimulo a Denver.
—No lo recuerdo, coches, tiros, creo que había un elefante
—respondió él pensativo mientras escribía en su móvil.
Últimamente se pasaba todo el día pegado al aparato, algo que
no era común en él.
—¿Cómo encaja un elefante en una película de acción? —
quiso saber Maui igual de confundido que él.
—No me gusta esto —escucharon decir a Terry que
conducía la furgoneta.
Frunció el ceño mirando a su guardaespaldas. Los dos eran
personas calladas y discretas, rara vez interrumpían los pocos
minutos que tenían a solas para molestarle si no era
importante.
—¿Hay mucho jaleo? —quiso saber.
—Hay demasiada gente y pocas vallas, tampoco se ve al
personal de seguridad. No son suficientes —le respondió Hank
mientras los gritos empezaban a escucharse a pesar de que
estaban parados en una cola con cinco coches delante.
Notó el nerviosismo apretándole el estómago, odiaba las
multitudes. Tener tanta repercusión pública era sinónimo de
qué millones de personas que te amaban o te odiaban en igual
medida.
Algunos de ellos se molestaban en hacer hilos horribles en
Twitter, vídeos llenos de mentiras en redes sociales e
incontables artículos donde el odio parecía una enfermedad
contagiosa, incluso le enviaron amenazas de muerte. Siempre
se agobiaba en situaciones como esa.
La mano de Maui estuvo enseguida sobre su brazo, todos
sabían que era quien más odio recibía por los celos de los fans
que se empeñaban en creer que tenían derecho sobre Brooklyn
y focalizaban su aversión en él al pensar que eran pareja.
—¿Cuáles son las órdenes de la discográfica? —preguntó
a Hank.
—Fotos al salir del coche, a mitad de la alfombra roja y
tres minutos de photocall —le respondió el hombre con
rapidez—. Le dijimos a Pol que necesitamos más seguridad,
pero dijo que era importante mostraros accesibles antes del
disco.
Más gritos estallaron entre la multitud del exterior.
Normalmente, si sabían que había mucha gente viajaban con
dos guardaespaldas cada uno y personal de refuerzo
abriéndoles camino, además de sus staffs, que a veces tenían
que actuar como barrera en aeropuertos o para salir de algún
sitio si se filtraba su ubicación.
—¿Qué decís vosotros? —preguntó a sus guardaespaldas,
se fiaba de ellos y de su opinión más que en nadie para ese
tipo de situaciones. Terry había sido miembro de los rangers y
Hank fue agente antidisturbios, su padre fue muy puntilloso al
elegirlos.
—Esperas a que salgamos a por ti, vas directo al photocall,
no más de dos minutos —respondió Hank sin dudar.
—Eso haremos —cedió mirando a los otros para saber si
estaban de acuerdo. Ellos asintieron conformes, aunque no
había mucho que decir, los gritos de la multitud sonaban cada
vez más alto.
—Por Dios, hay muchísima gente —murmuró Denver
preocupado.
Denver no era miedoso, pero esto no era un concierto, no
eran solo sus fans, ahí había un montón de gente que haría lo
que fuera por una foto con un famoso. Ni siquiera les
importaba quién eras, solo sus cinco minutos de fama y algo
que poner en sus redes sociales para ganar relevancia. Como
resultado, eran irrespetuosos e incluso violentos en algunas
ocasiones.
Los coches avanzaban entre filas de vallas amarillas que
estaban hasta arriba de gente tratando de ver a través de los
cristales tintados. Había hombres con chalecos señalándolos
como seguridad, pero no parecían suficientes para tanta gente.
—¿London estará bien? —preguntó a Terry con
preocupación—. Su equipo no está acostumbrado a tanta
presión.
Los guardaespaldas de Brooklyn sabían lo que era, pero
era la primera vez que London se exponía a ese tumulto como
“pareja”.
—Estamos en contacto con ellos, están advertidos. Alguien
de la compañía se pondrá al volante en cuanto nos
detengamos, no salgáis hasta que os lo digamos —les ordenó
Terry.
Los nombres de Brooklyn y London sonaron con tanta
fuerza que los hicieron encogerse.
Tragó saliva con dificultad.
—No me gusta esto —dijo mientras esperaban a que se
moviera el otro coche.
Terry y Hank asintieron con la cabeza dándole la razón.
La multitud los llamó a voces mientras avanzaban hasta el
lugar indicado para bajar. Denver se movió pasando por
encima de él.
—¿Qué haces? —preguntó.
—Proteger a mi hermano pequeño. Maui delante, tú en
medio y yo detrás, como los tres patitos —le dijo sonriendo.
Asintió un poco menos nervioso. Denver, siempre hacía
eso, prefería pasarlo mal o asumir un riesgo en vez de
dejárselo a ellos.
—No salgáis antes de que os lo digamos —les recordó
Terry.
Esperaron, las puertas de sus furgonetas siempre estaban
bloqueadas por si algún fan trataba de abrirlas, algo que ya
había pasado antes.
En cuanto salieron, los gritos los aturdieron y la gente
enloqueció. Los guardaespaldas de Denver y Maui se unieron
a los suyos, manteniéndose junto a ellos para despejar el
camino por si alguien se les acercaba.
Ya no quedaba rastro de London y Brooklyn, por lo que
supuso que también habrían pasado con rapidez. Cientos de
flashes los deslumbraron, era una sensación horrible, te cegaba
de forma momentánea cuando las luces eran demasiado
intensas.
Denver y Maui se pegaron a él moviéndose en cuanto
Terry hizo un gesto, ignorando las peticiones de la gente para
que se quedaran.
—¿Estás bien? —le preguntó Denver con discreción,
poniendo la mano en su espalda, guiándolo dentro. El cine en
el que se hacían ese tipo de presentaciones era muy grande y
solo había actores o gente famosa.
—Odio estas cosas —murmuró hablándole al oído porque
había gente demasiado cerca.
—Ya veo a London —les dijo Maui señalando al frente.
—Menuda locura —comentó London cuando los
alcanzaron—. ¿Visteis cuánta gente había ahí fuera? Nuestra
nueva gira será increíble, nos adoran.
No le respondió, estaba deseando volver a casa después de
un día tan largo.
—Vamos, ya tengo los números de nuestros asientos —
anunció Pol acercándose a ellos.
Norman venía detrás de él con los representantes de los
demás. Le sonrió para hacerle saber que todo había ido bien.
Asintió con la cabeza, pero le hizo un pequeño gesto para que
supiera que hablarían más tarde.
En ese momento, agradeció que siempre tuvieran que ir a
cualquier lugar acompañados, era reconfortante estar en medio
de los suyos entre tanto desconocido.
Notó una mirada sobre él y la reconoció al instante.
Brooklyn lo observaba, preguntándole con un gesto cómo se
sentía.
Asintió con la cabeza, sonriéndole. Eso pareció ser toda la
invitación que necesitaba para acercarse. Los últimos días
habían hablado un poco más. Brooklyn no lo agobiaba, pero se
aseguraba de hablar con él, aunque fuera un minuto al día,
como si quisiera que desarrollara resistencia a mantener el
contacto.
—Había demasiada gente —le dijo Brooklyn en voz baja.
—Mucha, sí. ¿Vosotros estuvisteis bien? —se interesó
mirando a London que hablaba con un amigo suyo actor.
—Los chicos lo solucionaron, pero no me gusta cuando
hay tanta gente. ¿Tú te paraste en la alfombra?
—No, mis chicos no me dejaron.
—Mejor. Lo habrías odiado, yo lo hice —le aseguró
Brooklyn mirando alrededor—. ¿Qué posibilidades hay de
irnos si decimos que estamos enfermos?
—¿Alguna vez nos ha funcionado eso? —ironizó viendo
como Pol hablaba con un representante de otra discográfica.
—Por supuesto que no. Dejaría que nos grabaran
agonizando si creyera que eso les daría más dinero —contestó
Brooklyn inclinándose sobre él y hablándole al oído para que
nadie pudiera oír su mordaz comentario.
Se rio encogiéndose un poco por la risa, acercándose más a
él sin darse cuenta. Levantó la cabeza para responderle.
—Puede que no si hay mucha sangre. Sabes que el color
rojo no te queda bien. Pol no te dejaría aparecer en público con
ese tono.
Brooklyn se rio a carcajadas haciendo que la gente de
alrededor los mirara. Tenía una risa preciosa, contagiosa y
alegre que pocas veces dejaba salir en público porque
resultaba demasiado juvenil para la imagen que necesitaban
dar.
—¿De qué os reís? —preguntó Maui con curiosidad
metiéndose entre ellos para separarlos. Denver también se
acercó y pronto los cuatro estuvieron riéndose, enumerando el
listado de cosas que tenían prohibido mostrar en público,
aunque fueran tonterías.
—Chicos, lamento interrumpir. Es hora de entrar a la sala
—se disculpó Norman.
Los cuatro recogieron a London mientras entraban. Se
suponía que Denver y Maui lo estarían flanqueando, pero
como la sala estaba llena decidieron que Maui se sentaría
primero, a su lado London, luego Brooklyn, Paris y Denver
porque eran a los que más solían molestar.
—Pellízcame si me duermo —le pidió Brooklyn en cuanto
se apagó la luz.
Sonrió negando con la cabeza.
—A lo mejor es la película del año.
—No lo será, en el adelanto salía un elefante y se supone
que es de acción —le informó poniendo cara de disgusto.
—Denver dijo lo mismo. Será mejor que nos pellizquemos
cada pocos segundos para no ponernos en ridículo
durmiéndonos aquí —le respondió.
Brooklyn le sonrió aceptando con un gesto.
La película era horrible, llena de efectos especiales para
despistar de actuaciones mediocres y un guion inexistente.
Sin embargo, él estaba pasando un buen rato, había
olvidado lo feliz que lo hacía Brooklyn, incluso cuando no
hacían nada especial. Solo con estar a su lado, oler su perfume,
sentir el calor de su brazo pegado al suyo, su presencia
tranquila y reconfortante. Era como volver a casa después de
mucho tiempo.
No creía que fuera el único que se sentía así, Brooklyn se
había ido inclinado hacia su lado, no era demasiado obvio,
pero sí lo suficiente para él. Todos dijeron que la película se
les había hecho muy larga, a él le pasó en un instante.
Por suerte no se quedaron a la fiesta de después y pudieron
volver a casa.
Subió a desmaquillarse y a ducharse, cuando bajó a por
algo de agua los demás ya estaban dormidos.
—¿No puedes dormir? —le preguntó Brooklyn haciendo
que diera un respingo por la sorpresa.
Él también se había duchado y ya llevaba puesta una de
sus enormes camisetas y unos pantalones anchos de chándal.
Estaba guapísimo con el pelo húmedo y la cara limpia.
—No, hace un rato me caía de sueño y ahora estoy
despierto como si hubiera dormido ocho horas.
—¿Te apetece una cerveza y vemos algo en la tele? Seguro
que eso nos da sueño —le ofreció Brooklyn animado.
No era buena idea, la frase en sí ya debía suponer una
enorme señal roja de peligro.
—Mmm… creo que no. Preferiría no beber esta noche.
El gesto esperanzado de Brooklyn decayó un poco.
—¿Puedo hacerlo yo? —preguntó algo desconcertado.
Paris sonrió encogiéndose de hombros.
—¿Desde cuándo necesitas permiso para beber? —quiso
saber.
Brooklyn le sonrió dándole la razón, recogió una cerveza
de la nevera y lo siguió al sofá.
Había tres grandes sofás en la sala, les encantaba tirarse
allí y por eso eligieron muebles en los que podían tumbarse
por completo para pasar el rato.
Siempre que estaban juntos, se sentaban en el asiento
izquierdo, esta vez tuvo la precaución de ocupar el centro para
mantener las distancias.
Brooklyn pareció no darle importancia, pero en vez de
sentarse con él, se puso cómodo a su lado en el suelo.
—Brook… —protestó sabiendo que solo pretendía estar
más cerca.
—¿Qué te apetece ver? ¿Una de esas pelis tuyas? —le
preguntó Brooklyn para evadir el tema.
—Mejor una de comedia de las que te gustan —contestó
dejándolo pasar. Esas y las películas de acción eran sus
favoritas.
Brooklyn levantó la cabeza para mirarle a los ojos.
—No me importa, de verdad. Elige lo que quieras —le
aseguró sin apartar la mirada.
Se encogió por dentro al escucharlo, unos meses atrás
habrían tenido que negociar para decidir qué verían, hoy
Brooklyn le daba el control total. Una ofrenda de paz, un
intento por recuperar, aunque fuera un ápice, de su relación
perdida.
Tomó el mando que le ofrecía y puso una de las novedades
en la zona de comedia. Era bastante buena, así que empezaron
a reírse pronto.
Fue como dar una marcha atrás en el tiempo, era tan fácil
caer en sus costumbres que pronto estuvieron comentando la
película mientras reían juntos. Les gustó tanto que fueron a por
una segunda, no supo de qué trataba porque se quedó dormido
en algún momento antes de poder saberlo.
—Paris. Paris. Vamos, Brooklyn levanta. Tenemos ensayo.
¿Por qué estás dormido en el suelo? Tu espalda te hará vivir un
infierno hoy —se quejó Maui.
Se frotó los ojos tratando de despertarse. ¿De qué estaba
hablando? En cuanto los abrió vio la cabeza de Brooklyn
apoyada en el sofá donde él dormía.
—¡Brook! ¡Arriba! —le gritó Maui pasando al ataque.
Brooklyn también tenía un sueño profundo, era capaz de
dormirse en las situaciones más increíbles y necesitaba de
varios intentos para levantarse si descansaba poco.
—¡Chicos, desayuno! —gritó Denver—. Maui ven a leer
este correo.
—Despiértalo. ¿Sí? Y comed antes de ducharos. A las
ocho tenemos que estar listos para ensayar —le recordó Maui
hablando ya con Denver de vuelta a la mesa.
Parpadeó tratando de aclarar su cabeza, pasándose la mano
por la cara como si con ello pudiera espantar el sueño.
—Brook… —murmuró zarandeándolo con suavidad.
Se quedó mirando su cara, estaba relajado y cómodo a
pesar de la horrible postura. Maui tenía razón, Brooklyn
tendría suerte si era capaz de ponerse recto.
Debido a la juventud de Brooklyn, cuando empezó
desarrolló su propio sistema para salvaguardar su intimidad.
Dividiéndose en dos, el artista y su yo real. Todos lo hacían,
por supuesto, la persona que mostraban a las cámaras nunca
era su verdadero ser, aunque ninguno de ellos lo llevó hasta
ese extremo. Eran comedidos en público, pero su personalidad
no variaba en la vida privada.
Nunca fue así para Brooklyn, era un chico tímido cuando
lo conoció, siempre hablaba en voz baja y prefería pasar
desapercibido. La primera vez que lo vio cantar creyó que
estaba de broma. Se transformaba por completo sobre un
escenario, se movía con seguridad, actuaba sin contenerse y
disfrutaba de ser el centro de atención.
En cuanto empezaron a hacerse famosos, su luz fue cada
vez más y más brillante. Era imposible quitarle los ojos de
encima cuando cantaba.
—Auch… —murmuró Brooklyn removiéndose—. Joder.
—Apuesto a que el sofá te parece una mejor opción ahora
—bromeó tratando de sonar normal. No como un rarito que
llevaba los últimos minutos recorriendo su cara como si la
viera por primera vez.
—No es nada. Está bien —murmuró medio dormido,
incapaz de contener la mueca de dolor cuando trató de ponerse
derecho.
Esbozó una sonrisa de simpatía.
—Ya está listo el desayuno —le informó levantándose del
sofá.
Brooklyn era un manojo de gruñidos mientras lo seguía.
—Tenemos buenas y malas noticias —les dijo Denver en
cuanto se acercaron—. ¿Cuáles queréis saber primero?
Brooklyn se encogió de hombros ocupando el asiento al
lado de London. Paris a la izquierda de Denver, sonriendo
cuando le pasó una taza llena hasta el borde.
—Demasiado café para que haya realmente una buena
noticia —adivinó mientras alcanzaba un bol de fruta con
avena.
—No digas eso, hay que ver el lado positivo de todo.
Siempre hay uno bueno —le aseguró Maui.
Los cuatro se le quedaron mirando con la misma expresión
perpleja.
—Vale, puede que no siempre —concedió Maui dándole
un sorbo a su café para disimular la sonrisa.
—No lo endulces —le riñó London llamando la atención
de Denver—. ¿Cuál es la mala noticia? —quiso saber.
—La empresa quiere otro vídeo reality con nosotros.
Los tres soltaron un gemido de queja al mismo tiempo.
—Otra vez no —protestó London.
—Lo sé, lo sé —trató de calmarlos Denver con las manos
alzadas—. Es un asco.
—Es agotador tener la cámara enfocándonos en todo
momento —protestó Brooklyn.
—Lo sabemos —admitió Maui conciliador poniendo una
mano sobre su brazo—. Somos conscientes de que no estamos
en nuestro mejor momento para hacer algo así y que el proceso
de grabación es extenuante para todos, sobre todo para ti
Brooklyn. Hemos tratado de negociarlo, de hacerles cambiar
de opinión, pero esos vídeos tienen millones de visitas y se
vuelven virales.
Brooklyn apartó el plato que tenía delante y se cruzó de
brazos.
—Son los más vistos de nuestro canal y ponen los
fragmentos en cada red social. Crean nuevos vídeos
comentando cada gesto, cada palabra. Inventan lo que creen
que pasó, formando teorías locas, enfrentándonos… no puedo
con eso ahora mismo —argumentó visiblemente frustrado.
—Lo sabemos Brook —le interrumpió Denver—. Nunca
os obligaría a esto si se pudiera evitar. No van a ceder, los
rumores nos han perseguido estos meses y saben que
mostrarnos cuando estamos más relajados es algo que nuestros
fans aman. Quieren alimentar ese fanatismo para
reconciliarnos con el “fandom”. —En su cara podía leerse con
facilidad que no estaba de acuerdo, pero como líder de la
banda siempre le tocaba a él ser el portador de las noticias.
—No hay forma de salir de esto, a no ser que hagamos un
gran escándalo, algo que no nos conviene, ya que no queremos
meter a la discográfica en nuestros asuntos —les explicó Maui
con seriedad antes de dedicarles una pequeña sonrisa—. Sin
embargo, podemos manipular las normas y jugar con los
límites.
Paris miró a Denver y Maui con curiosidad.
—¿En qué estáis pensando?
—Conseguí negociar algunas condiciones. Quieren
grabarnos durante los cinco días de grabación del videoclip.
Luego el día del estreno y por último el día de nuestro primer
concierto.
Paris se cruzó de brazos intercambiando una mirada con
Brooklyn que parecía listo para discutir.
—Suena horrible —dijo Paris con molestia—. Tratarán de
forzar escenas y le darán un tinte dramático a todo.
—Tiene que ser entretenido para los fans —le recordó
Maui con paciencia.
—Lo harán mientras nos ven discutir por los cereales con
música dramática de fondo como si fuera el fin del mundo —
le dijo Brooklyn recordando su último programa—. Y no
olvidemos las escenas de tensión cuando me corregiste la
postura en un ensayo y lo hicieron parecer como si fueras un
idiota. Te recuerdo que recibiste mensajes de odio en redes
sociales durante meses.
Maui suspiró asintiendo con la cabeza.
—Ya lo sé, Brook. A nosotros tampoco nos encanta la
idea.
—Pues no lo hagamos —dijo Brooklyn como si fuera tan
simple.
Denver frunció el ceño con disgusto.
—Brook, basta —le sancionó—. No se puede evitar.
Podemos usarnos unos a otros para llamar su atención cuando
haya alguien agobiado o decir que nos vamos a dormir a la
habitación porque estamos cansados para acortar las
grabaciones. Esta vez, por lo menos no habrá cámaras ni
micrófonos en la habitación.
Paris pensó en lo que acababa de escuchar. Era una
diferencia significativa frente a lo que solían hacer durante las
grabaciones de esa clase. Habían hecho esos vídeos varias
veces y acabó tan asfixiado de tener todo el día las cámaras
encima que se escondió en el baño durante dos horas. Era el
único lugar donde podían estar a solas.
—Gracias Denver. No tuvo que ser fácil que accedieran a
eso —dijo Paris de forma sincera.
Maui sonrió palmeando la espalda de Denver que le dedicó
un asentimiento.
—No lo fue, pero traté de brindarnos algún espacio seguro
por si necesitamos alejarnos cuando estemos descansando en
el hotel —les explicó.
—Si precisáis de un tiempo muerto durante el día, usadnos
como escudos. Los distraeremos para vosotros —les ofreció
Maui convencido.
—¿Qué harás? ¿Contarles un chiste? —le preguntó
Brooklyn, todavía de mal humor.
—Hay gente que opina que soy bastante fascinante —le
aseguró Maui con un gesto de altanería—. Podremos con ello,
además si mi encanto natural falla, besaré a Denver. Eso
debería hacer que no se despegaran de nuestros culos.
Todos se echaron a reír al escuchar su tono, como si
estuviera diciendo una verdad universal.
—Confiad en nosotros, chicos. Saldremos de esta —les
pidió Denver todavía sonriendo.
Paris asintió, agradecido de tenerlos. Si no fuera por ellos
nunca habría aguantado tanto tiempo en el negocio.
—¿Cuál era la buena noticia? —preguntó Brooklyn,
recuperando su plato descartado de mala gana.
Maui enrojeció hasta las orejas antes de encogerse de
hombros.
—No había ninguna, solo quería suavizar el golpe —
confesó un poco avergonzado.
Brook soltó un bufido a pesar de sonreír, antes de
contestar.
—Hoy pediremos la cena a nuestro restaurante favorito, tú
pagarás y me aseguraré de estar hambriento.
AVANZANDO
CAPÍTULO 12
—¿Cómo se enteran siempre de que vamos a venir? —
preguntó Maui enfadado al ver la multitud que llenaba las
entradas del aeropuerto.
—No lo sé —murmuró Paris agotado.
Fueron unos días locos antes de irse a grabar el videoclip
del tema; presentación con el que estrenarían el nuevo disco.
Estaba muy cansado, apenas había conseguido dormir ocho
horas sumando las últimas noches.
Denver endureció el gesto negando con la cabeza.
—Hay muchísima gente. Llegar a la sala vip será un
infierno —se quejó Maui observando con preocupación por la
ventana.
—La furgoneta del staff salió hace una hora con nuestro
equipaje, estarán esperando para ayudar a los de seguridad —
los tranquilizó Denver.
Maui asintió dejándose caer contra el respaldo.
El móvil de Terry empezó a sonar. Este descolgó
contestando con respuestas cortas y precisas, ninguno de sus
guardaespaldas era muy propenso a hablar.
—¿Qué pasa? —preguntó Paris al ver cómo le hacía un
gesto a Hank.
—La seguridad del aeropuerto dice que el interior está
lleno de gente que os espera, prefieren que vayamos por la
entrada de servicio.
—Mucho mejor —respondió aliviado Maui—. Los haters
se darían un festín si me vieran así, ni siquiera el maquillaje
puede ocultar mis ojeras.
—Sí —murmuró Paris dándole la razón—. Odio ir
maquillado en el avión, me suda la piel y forma una pasta.
Pagaría por no tener que llevarlo.
—Ojalá la solución fuera el dinero —opinó Denver—. Una
mala foto supone verla una y otra vez en las redes, cada vez
que metamos la pata aparecerá mágicamente y se unirá a
nuestro montón de errores. A veces odio este trabajo. —
Suspiró con cansancio sin dejar de mirar su móvil.
No lo dijo por regodearse. Era la verdad, tuvieron muchas
fotos desafortunadas al principio y Paris odiaba cada una de
ellas. Internet era como el espejo en el que nadie debería poder
verse.
Si engordabas un poco, la cámara lo haría peor, si tenías
ojeras suaves parecerías un panda. Era cruel que si ponías un
gesto tonto o divertido acabara convirtiéndose una mueca
horrible que estabas condenado a revivir por mucha vergüenza
que te diera. Las redes nunca olvidan.
Una caída, un mal paso o el día que estabas resfriado y
decidiste subirte al escenario por no dejar a tus fans tirados,
todo acababa estallándote en la cara y usándose para hacerte
daño.
Odiaba llevar maquillaje a todas horas, pero aún más no
hacerlo y enfrentarse a los haters que lo destrozarían solo por
ser humano.
Brooklyn y London ya estaban en la sala vip tomando algo
del cáterin cuando ellos llegaron. Pasó de largo de la comida y
fue a por café. Cogió un vaso que llenó hasta más de la mitad
añadiendo sin remordimiento dos sobres de azúcar y leche.
Se dejó caer en el sofá de la esquina escondiéndose en el
gorro negro que llevaba, le tapaba los ojos y así tenía la
sensación de no estar tan expuesto.
Maui se puso a su lado, durmiéndose en cuanto apoyó la
cabeza en su hombro. Denver le hizo un gesto mientras negaba
con un ademán de diversión.
Para cuando su avión privado estuvo listo y todos los
trámites resueltos, Maui todavía no estaba despierto. Se dejaba
arrastrar agarrado a él, que tenía que detenerse por la risa cada
pocos pasos.
Denver lo ayudó a subirlo por la escalera, dejándolo con
cuidado en su asiento.
—Lleva dos noches sin dormir, revisando todos los puntos
del contrato de las grabaciones para estar seguro de que no hay
ninguna trampa —le explicó Denver en voz baja sentándose al
lado de Maui, le abrochó el cinturón y luego hizo lo propio
con el suyo—. Ya lo vieron los abogados, pero no se quedó
tranquilo hasta que no lo repasó al detalle.
Si estuvieran ya en el aire, lo trasladarían a la cama doble
que había en la parte de atrás. Al pasar meses viajando de un
país a otro, tener un avión privado y cómodo era algo
primordial, fue una de las primeras grandes inversiones que
hicieron los cinco juntos.
Era imposible seguir viajando con aerolíneas comerciales,
por eso decidieron que sería mejor si tenían una segunda casa
cuando estuvieran volando entre países.
Resultaba reconfortante saber dónde estaba cada cosa y
tener una cama cuando el cansancio era demasiado. Todos los
asientos, menos los dos que pertenecían a la pequeña zona de
trabajo que Denver tenía allí, se convertían en camas
individuales por si no les apetecía estar solos. También tenían
una habitación con cama doble si necesitaban tranquilidad, y
un baño completo dentro de ella. Tenía capacidad para quince
personas, aunque acostumbraban a viajar solos con los dos
pilotos y una azafata que siempre era la misma.
A la compañía no le gustaba, pero ellos fueron inflexibles
con ese punto, el avión se compró para que pudieran
descansar, no tenía sentido llenarlo de gente que los vigilara de
forma constante o les hiciera seguir con la cabeza en el
trabajo. Igual que con su casa, Denver defendió la postura de
Narcissus sobre tener un espacio para ellos mismos. Se
hicieron excepciones, pero eran muy pocas y en ocasiones
muy puntuales.
—¿A dónde dijiste que íbamos a grabar? —quiso saber sin
contener el bostezo.
—¿De verdad? —le preguntó Denver—. Te envié el
itinerario al correo tres veces esta semana. Maui y yo
hablamos de ello con vosotros todos los días.
—No te ofendas, pero estoy tan cansado que me duermo
solo con oír tu voz —reconoció sonriendo para disculparse.
Denver lo observó, alzando una ceja en lo que era su mejor
versión de mirada indignada.
—Australia. Espero que por lo menos hayas traído ropa de
abrigo, porque hará frío —le advirtió.
Paris pensó con rapidez en lo que había metido en la
maleta. La hacía tantas veces que ya tenía como lo básico
fuera cual fuera el clima, suponía que se arreglaría con lo que
llevaba y si no, siempre podía comprar algo.
Cerró los ojos y se relajó en su asiento, escuchando cómo
los demás se ponían cómodos y la azafata lo saludaba para
asegurarse de que todos llevaran puesto el cinturón.
Estaba dormido antes de que el avión terminara de recorrer
la pista.
Denver lo despertó cuando hicieron una parada para
repostar ocho horas más tarde. Más dormido que despierto,
bajó las escaleras a la pista colgando del brazo de Denver,
quien ya tenía bastante con aguantar a Maui agarrado también
a él como un mono. En vez de molestarse, Denver maniobró
con ellos hasta la sala vip y los dejó en un sofá juntos para
traerles de comer.
Maui lo abrazó y Paris no se hizo de rogar, se acomodó
todo lo que pudo a su alrededor y volvió a dormirse.
—Sois como dos gatitos —dijo Denver con cariño
moviéndolos lo que pareció unos segundos más tarde—.
Despertad, tenéis que comer algo.
Maui bostezó frotando la cabeza contra su hombro,
apretando más los brazos en torno a su cintura.
—Paso —decidió Maui tratando de volver a dormirse.
—De eso nada —negó Denver tirando de él para separarlo
de su cuerpo, sentándose en medio, tratando de evitar que se
acurrucara de nuevo.
—Estamos cómodos, déjanos —protestó Maui sin fuerza.
Se rindió rápido, agarrándose al brazo de Denver listo para una
tercera siesta.
Se rio de su amigo mientras bostezaba y se esforzaba por
despejarse.
Denver sonrió viendo a Maui dormido de nuevo.
—Ahora te hace gracia, verás cuando te llene la ropa de
babas —le advirtió señalando la mancha húmeda en su
camiseta.
Denver se encogió de hombros acercándole la bandeja con
comida que tenían delante. London y Brooklyn estaban
hablando muy juntos en el sillón de al lado, probablemente
estudiando la nueva dinámica que tendrían que hacer mientras
los grabaran. Empezarían a filmarlos en cuanto llegaran al
aeropuerto.
El “fanservice” orquestado llevaba una cantidad de
detalles avasalladora. Habían pasado toda la semana
ensayando gestos para que fueran naturales, en su opinión no
lo eran en absoluto, pero reconocía que cada vez fingían
mejor.
Paris acercó el plato de huevos revueltos y tostadas, no
comió demasiado, pero se bebió todo el zumo de naranja.
Aprovechó para ir al servicio y estirar las piernas andando por
la zona reservada que estaba vacía a esas horas.
Cuando volvió a la sala, Denver había conseguido
despertar a Maui y lo convencía para comer con esfuerzo.
London estaba retirado en uno de los sillones hablando por
teléfono y Brooklyn jugaba con el móvil en el mismo lugar de
antes.
—¿Ya te sientes mejor? —le preguntó Brooklyn al pasar a
su lado.
—Sí, estaba muy cansado. ¿Tú no dormiste nada? —
inquirió al ver su cara cansada.
—No —le reconoció encogiéndose de hombros.
—¿No podías dormir? —La preocupación le hizo
observarle con atención, no tenía buen aspecto.
—Algo así, tengo demasiadas cosas en la cabeza —le
contestó con sinceridad.
Paris frunció el ceño sentándose a su lado.
—Es duro para todos que nos graben, pero para ti debe ser
una pesadilla en este momento. ¿Cómo lo llevas? —le
interrogó recorriendo su rostro con cuidado en busca de alguna
señal de que algo no iba bien.
Brooklyn lo miró a los ojos en silencio y no necesitó que
dijera más.
—¿Por qué no nos dijiste nada? —le reclamó bajando la
voz para que los demás no le escucharan—. Tienes que pedir
ayuda si te sientes mal.
Brooklyn dejó salir un resoplido, agarrando la cuchara
desechable de su café, haciéndolo girar en las manos todavía
sin pronunciar palabra.
—Brook… —le insistió tocándole el brazo para llamar su
atención.
—No tengo derecho a protestar, por las miraditas ridículas
y las señales, ya que es por mi culpa. Ahora no puedo protestar
solo porque sea demasiado de aprender —le dijo suspirando
con cansancio.
—Piensa que es lo mismo que lo que hacías conmigo, solo
que ahora es London —trató de ayudarle ignorando su
incomodidad por el tema.
Brooklyn lo miró como si estuviera loco.
—Nunca tuve que hacer nada contigo, ni pensar, ni actuar,
solo divertirme y disfrutar. —El corazón se desbocó al
escucharle, pero se esforzó por mantenerse sereno—. Este
teatro no se parece en nada a nosotros. Ojalá pudiéramos
volver a eso —se lamentó.
Paris bajó la vista a la mesa, evitando mirarlo. Pol trató de
presionarlo en que recuperase su posición al lado de Brooklyn,
costó grandes discusiones con Norman de por medio para que
entendiera que no sucedería.
—Perdona —se disculpó Brooklyn enseguida—. Es que
estoy muy cansado, no quiero apresurarte ni presionarte. Tú
marcas las normas y los tiempos, esperaré lo que haga falta.
Levantó la vista, dividido entre la preocupación y lo
desagradable que se sentía hablando del tema.
—¿Esperar a qué? —preguntó desconcertado.
—A que me perdones —le contestó Brooklyn con
seguridad.
Paris tomó una respiración tratando de calmarse.
—Ya hablamos de esto, ¿recuerdas? Es un proceso, lento
—especificó—. No va a pasar de un día para otro.
Los ojos negros de Brooklyn lo atravesaron.
—Estamos mejor, hablamos más, vimos películas juntos y
nos reímos. Vamos mejorando —enumeró, demostrando una
ansiedad que no era muy normal en él.
Abrió la boca para explicarse, pero Brooklyn alzó la mano
pidiéndole silencio.
—Por favor, déjame fingir que estamos avanzando o voy a
volverme loco. Necesito creer que voy a recuperarte —le rogó
en voz baja.
No le dijo nada, se sentía más cómodo con él, pero todavía
no había decidido si era algo bueno o malo. Le aterraba volver
a los conciertos, donde su vida se reducía a Narcissus y su
exposición pública era despiadada. El estrés podía obligarle a
refugiarse en Brooklyn.
—Paris… —le llamó la atención.
—Poco a poco —cedió dedicándole una pequeña sonrisa.
Brooklyn se la devolvió apoyando los brazos sobre la
mesa, dejando caer la cabeza en ellos.
Paris no se pudo contener, pasó la mano por su pelo
tratando de hacer que toda la tensión que emanaba su cuerpo
desapareciera.
Brooklyn giró la cabeza hacia él enseguida, como un
girasol buscando la luz. Dejó salir un sonido de gusto y cerró
los ojos.
—Tienes que dormir, necesitas descansar para lo que nos
espera estos días —le pidió Paris con suavidad.
Brooklyn hizo un sonido relajado con la garganta sin
responder.
—Chicos, estamos listos. Hay que volver al avión —le
anunció la azafata entrando a la sala.
Se levantó enseguida, sobresaltado por si alguien lo había
visto. Por suerte, London continuaba con su llamada y Denver
hablaba con Maui que seguía negándose a cooperar para
moverse por sí mismo.
Se sentó detrás de Maui que volvió a dormirse en cuanto el
avión estuvo en el aire y la azafata le preparó la cama. Denver
ocupó el lugar de al lado, poniendo una manta para que
estuvieran tapados los dos y se durmió antes de que la azafata
pudiera preguntarle si necesitaba algo más. Él también parecía
muy cansado.
London se fue a la habitación con su portátil.
Paris esperó a que la cama estuviera lista mientras elegía
una película, después se tumbó con una manta y un café
grande. La azafata volvió con los pilotos después de bajar las
persianas y apagar todas las luces de la cabina para que
pudieran descansar. No habían pasado ni diez minutos cuando
Brooklyn apareció delante de él.
Se quedó paralizado mientras se apretujaba a su espalda,
tumbándose por encima de la manta y se cubría con la suya.
—¿Qué haces? —le preguntó sin alzar la voz, tratando de
no molestar a los otros.
—Avanzo —le respondió Brooklyn apoyando la barbilla
en su hombro para poder mirar la pantalla.
—Brooklyn… —le advirtió deteniendo el vídeo.
—No puedo dormir —reconoció él con un suspiro
derrotado—. Ya sabes que odio dormir en el avión, pero
siempre lo hago si estoy contigo. Eliges las peores películas —
bromeó.
Paris sonrió a su pesar, dividido en pedirle que se fuera y
feliz por tenerlo de nuevo.
—Fue una semana estresante, ¿no? —preguntó en vez de
echarlo.
Brooklyn chasqueó la lengua.
—Unos meses de mierda, más bien —le puntualizó.
—Está bien, puedes quedarte por hoy, pero solo porque
necesitas dormir para las grabaciones. No te acostumbres. Ni
siquiera recuerdo cómo empezamos a hacerlo, estas camas de
avión no están hechas para dos personas —comentó tratando
de recordar.
Brooklyn hizo un sonido indefinido.
—Fue durante nuestro segundo año —le contestó a punto
de dormirse—. Perdiste la voz en medio del estribillo y los
idiotas de internet se cebaron como si fuera el fin del mundo.
Llorabas tanto que te agotaste, así que decidí quedarme
contigo por si te despertabas mal de nuevo.
Paris le miró con sorpresa, era cierto. Esa fue la primera
vez que durmieron juntos en un avión, lo que le sorprendía era
que Brooklyn lo recordara con tanta facilidad.
Sonrió para sí mismo, relajándose y poniendo la película.
Brooklyn pasó el resto del vuelo durmiendo, sin moverse ni
una sola vez, hasta que Paris comprobó que faltaba una hora
para aterrizar y lo obligó a despertarse. Pronto la azafata
aparecería y como siempre, no podían arriesgarse a que
alguien los viera así y pudieran extender falsos rumores.
—¿Mejor? —preguntó mientras Brooklyn se estiraba en el
pequeño espacio que compartían.
Él le dedicó una sonrisa amplia a las que tan acostumbrado
le tenía.
—Mucho mejor, gracias —le devolvió ahogando un
bostezo.
El sonido de la puerta de la habitación hizo que Brooklyn
se levantara con rapidez y volviera a la cama en la que había
estado antes. Después de tanto tiempo juntos, nadie se
extrañaría de que compartieran cama o estuvieran demasiado
cerca, pero desde el año pasado trataban de exponerse lo
mínimo posible cuando pasaban tiempo juntos. Paris no sabía
cuándo empezaron a ocultarse incluso de los chicos.
London abrió la puerta todo despeinado y en pijama.
—¿Quién necesita cafeína?
PLANES CLANDESTINOS
CAPÍTULO 13
No había nada más desagradable que pasar casi un día
entero de vuelos y encontrarte con cinco cámaras apuntándote
a la cara. Antes de bajar la escalerilla, tuvieron que pasar por
una sesión de maquillaje, cambiarse de ropa y forzar una
sonrisa en sus rostros, aunque lo único que deseaban era llegar
al hotel, darse una ducha y dormir otras diez horas en una
habitación oscura.
Siguieron el guion que había establecido con la compañía,
hablaron de lo emocionados que estaban por darles a los fans
el nuevo disco. Era agotador mostrar ese nivel de energía, pero
no podían aparecer de otra forma delante de las cámaras.
Se subieron a un autobús privado todos juntos. Como era
de noche, no había nadie en la recepción. Aun así, se taparon
con gorros y capuchas para esconder la cara cuando el
personal tramitó las reservas y se ocuparon de sus maletas.
—Tomad las tarjetas de vuestras habitaciones —les dijo
Pol mientras subían en el ascensor—. Maui y London la suite
402, Denver y Paris 405. Brooklyn, tienes la 401 para ti.
Todos cogieron sus llaves sin protestar, iban rotando quién
se quedaba solo en la habitación porque preferían tener
compañía. Las giras eran solitarias y era fácil apagar la
adrenalina de los conciertos con alcohol.
Para no perderse en una espiral que los empujara cuesta
abajo, decidieron crear su propio sistema de apoyo. Dormir
por parejas para no dejar que alguien acabara en el mal camino
y una habitación disponible para cuando tenían suerte o
simplemente deseaban algo de soledad.
—Chicos, no me apetece estar solo esta noche. ¿Alguien
quiere la habitación? —les ofreció Brooklyn moviendo la
tarjeta en cuanto Pol salió.
Todos lo miraron en silencio, Brooklyn siempre agradecía
quedarse la habitación individual.
—Si nadie la quiere… —dijo London robándole el pedazo
de plástico—. Me la quedo, baño de espuma, servicio de
habitaciones y sin ronquidos. Estoy de suerte.
Maui le pasó el brazo por los hombros a Brooklyn
mientras miraba a London indignado.
—Yo no ronco, tú te lo pierdes. Soy el mejor compañero
de habitación del mundo. Lo vamos a pasar genial —le
prometió Maui.
—No te pongas meloso —protestó Brooklyn.
Paris sonrió a Maui agradecido, se quedaba más tranquilo
sabiendo que tendría compañía después de lo sucedido en el
avión.
Denver era un compañero considerado, le gustaban las
duchas cortas por lo que no había peleas por usar el baño. Solo
tenía en contra un pequeño detalle que hacía que nadie
quisiera compartir cuarto con él. Roncaba mucho, muchísimo.
Por suerte, a él y a Maui no les molestaba el ruido, por lo que
solían ser compañeros habituales.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Denver cuando se
metieron cada uno en su cama.
—¿Sobre qué?
—Sobre esa cosa que tú y yo sabemos —le explicó él
subiendo y bajando las cejas.
—No sé a qué te refieres —contestó riendo.
—A todo eso de las citas y los chicos —le dijo Denver.
La sonrisa se le borró de la cara enseguida.
—No hay novedades. Hemos estado muy ocupados —
explicó como si no lo supiera ya.
—Eso creía, han sido semanas duras y no tuvimos mucho
tiempo, pero estaba pensando que quizá este viaje podría ser tu
primer paso —le ofreció Denver apoyándose en un codo para
poder mirarlo bien.
—¿Mi primer paso a dónde? —No sabía de qué le hablaba.
Denver le dedicó esa sonrisa tan paternal y tan suya.
—A conocer chicos —le contestó con claridad—. He
estado investigando un poco y hay un par de locales que serían
perfectos, son discretos. Se entra por el garaje y no se pueden
llevar móviles.
Paris miró a Denver impresionado.
—Lo dices en serio —murmuró sorprendido.
—Por supuesto que sí. Te conozco, no irás a un sitio así en
Los Ángeles, además acabarían por pillarte, pero aquí tenemos
cierto margen.
—¿Estás loco? Nos reconocen en todo el mundo —le
recordó notando como la piel se le helaba por el miedo.
Denver puso los ojos en blanco.
—No tenemos el mismo nivel de fama en Estados Unidos
o Europa que aquí, esto es Australia. Por eso venimos a grabar,
ya lo sabes. Creo que es bastante seguro, o al menos lo más
que podemos estar. Confía en mí, nunca lo habría sugerido si
no pensara que el riesgo es mínimo.
Denver tuvo que ver el miedo en su cara porque se levantó
de la cama y se sentó en la suya.
—No tenemos que ir si no quieres. No voy a obligarte a
nada, pensé que ayudaría si la primera vez no ibas solo.
Podemos hacerlo fácil, ir a por unas cervezas y disfrutar de un
local nuevo.
—La discográfica nos echaría si se enteran —dijo en voz
baja.
—¿Y quién se lo va a decir? No estamos secuestrados,
podemos salir de noche, no es la primera vez que lo hacemos.
No le diremos a nadie a dónde vamos, esto es entre nosotros.
Aunque Denver lo estaba simplificando, era mucho más
complicado por todo lo que podría implicar para el grupo en
caso de que alguien se diera cuenta, pero la emoción
burbujeaba en su estómago, nunca había soñado con hacer
algo así. No al menos hasta que se retirase.
—Paris —murmuró Denver poniendo la mano en su brazo
—. No tiene que pasar nada, sin presión. Veamos que tal va la
noche, si vuelves con alguien al hotel, pon un calcetín en el
pomo, convenceré a London para compartir su cuarto —
bromeó Denver haciéndole reír.
Paris se quedó en silencio, pensándolo bien.
—No creo que me vayan las aventuras de una noche, las
veces que lo intenté… —murmuró obligándose a hablar.
—Tampoco lo has probado de verdad. Eras muy joven
entonces y aunque sea verdad, no te matará hacer un intento
—sugirió Denver sonriéndole—. Saber a qué te enfrentas.
Paris le devolvió la sonrisa, todavía no muy convencido.
Confió en que Denver decía la verdad, así que durante las
grabaciones y sesiones de fotos de ese día no comentó a los
demás chicos que iban a salir de noche. Cenaron todos juntos
en una mesa alejada en el restaurante del hotel, con las
cámaras enfocándolos a cada segundo desde primera hora de
la mañana.
Denver le hizo un gesto sutil para decirle que subiría
primero a cambiarse, no era extraño, porque solía ser el que se
retiraba antes. Bebió con los demás mientras se reían y cuando
recibió un mensaje de Denver diciéndole que ya podía usar el
baño, se disculpó y salió del comedor con el cuerpo temblando
por la anticipación.
Terry y Hank ya esperaban dentro de la habitación con
Denver, ellos eran los únicos de su staff que conocía su salida.
Tardó un poco más de lo normal en prepararse, indeciso de
cómo debería vestir.
Acabó por elegir un estilo cómodo, pero favorecedor. Usó
unos pantalones vaqueros ajustados oscuros, un jersey gris que
mostraba parte de sus hombros y un abrigo largo negro con
capucha. Dejó las joyas ostentosas en el hotel salvo por un par
de anillos de oro finos en su mano derecha.
—Vaya. Empiezo a arrepentirme de sacarte. ¿Qué te
cuentas, guapo? —lo saludó Denver cuando se atrevió a salir.
Se rio con fuerza, aliviado por sentir cómo le bajaba la
ansiedad.
—¿Creéis que llamaré mucho la atención? —preguntó
nervioso.
—No te preocupes por eso —le aseguró Denver
levantándose para acercarse. Le ofreció unas gafas de sol
grandes, una bufanda larga que enrolló con cuidado alrededor
de su cuello, tapándole la cara hasta la nariz y luego le subió la
capucha para cubrirle la cabeza—. Perfecto.
Paris miró como antes de salir por la puerta, Denver se
abrigaba de la misma forma. Se fijó en que Terry y Hank
habían prescindido de sus trajes negros por ropa de calle con la
que pasarían desapercibidos.
—Ahora sí, tengamos una noche loca —le dijo Denver de
buen humor mientras recorrían el pasillo vacío del hotel y
subían a un ascensor del lado contrario al que estaban sus
habitaciones, en un intento de evitar a alguien del equipo con
el que viajaban.
—Pero no demasiado. Solo vamos a echar un vistazo,
volveremos pronto —le advirtió todavía inseguro.
Denver se rio entrando en la parte de atrás de uno de los
coches de personal.
—Quita esa cara de susto, una copa y regresamos al hotel
con una historia divertida. Rápidos y discretos.
El local cumplía con lo que Denver le prometió, pero
estaba muy lejos de parecerse a las discotecas que había
visitado con los chicos. Era un lugar lleno de reservados con
pequeñas mesas y cortinas para poder encerrarse. Un local en
penumbra donde sonaba música de los setenta y la gente bebía
cócteles con nombres de animales de la zona.
Era tan sórdido que al principio creyó que era broma. Odió
el lugar en cuanto lo vio, era justo el tipo de sitio que le daba
escalofríos. Hombres acechando en las sombras y escapándose
a las habitaciones de detrás donde con seguridad se hacía de
todo menos hablar. Una sola mirada a Denver sirvió para que
abortaran el plan, pero ya que estaban fuera, decidieron tomar
unas copas. Una rápida búsqueda en internet los llevó a otro
local apenas a veinte minutos.
Fue una noche muy divertida, hablar con cualquiera de la
banda siempre lo era. De todas las personas del mundo eran
los únicos que entendían el peso de su vida, que comprendían
el sacrificio y el dolor que había detrás del brillo del mundo en
que eligieron vivir. Narcissus era mucho más que una banda,
más que un grupo de amigos, eran su lugar seguro.
Todo lo que había alrededor de Narcissus estaba
corrompido y era falso, pero ellos todavía eran de verdad. La
conexión más real de su vida, junto con su propia familia.
Sabía que su familia siempre estaba ahí para él, pero por
mucho que lo quisieran nunca acabarían de entender por
completo su mundo, ni comprenderían del todo su vida.
No de la forma en que los chicos lo hacían, los cinco
estaban siempre en la misma página. Las acciones de uno
repercutían en todos y por eso el gesto de Denver de llevarlo a
un local de ambiente era el doble de significativo. Estaba tan
agradecido con él, siempre actuando como protector, tratando
de que estuvieran bien, esforzándose por tomar las mejores
decisiones en nombre de todos.
Puede que se hubiera pasado un poco con la bebida,
porque al salir del coche de vuelta al hotel, necesitó apoyarse
en Denver para llegar al ascensor.
—La tarjeta no funciona —murmuró pasándola por tercera
vez sin lograr abrir.
—Deja que pruebe yo —se ofreció Denver quitándosela y
consiguiendo abrir por fin la puerta después de intentarlo un
buen rato. Los dos se rieron mientras entraban en la
habitación.
—Creo que estás borracho —dijo con dificultad al ver
cómo luchaba con su abrigo.
—¿Quién yo? —le preguntó Denver indignado, girando
alrededor de sí mismo tratando de quitárselo—. Tú eres el
borracho —lo acusó de forma infantil.
Paris se rio acercándose a él para ayudarlo.
—Esta chaqueta es defectuosa —protestó Denver tirándola
al suelo después de unir esfuerzos.
—Tú eres el defectuoso, esa cosa cuesta dos mil dólares —
le recordó sentándose en la cama para sacarse el jersey.
Denver soltó una carcajada mientras se deshacía del suyo y
lo tiraba por la habitación sin mirar.
—Me lo quité a la primera y sin ayuda, ¿ves? Era la
chaqueta.
Paris se fijó en el suelo donde estaban las dos prendas.
—No compraremos nada más de esa marca —concedió
convencido de que decía la verdad.
Denver asintió con gravedad, entrando en una nueva lucha
con su cinturón.
—Y de esta tampoco —decidió frustrado tirando del
extremo de cuero—. ¿Cómo me lo puse?
Paris observó con concentración sus movimientos,
intentando buscar una solución para su amigo. No lo pensó
mucho, le dio un golpe en las manos y trató de hacerlo por él
mismo.
—Mañana haré una lista —le aseguró con seriedad a
Denver—. Las marcas de ropa que son difíciles de quitar no
las quiero.
Paris asintió convencido.
—Una lista negra, me parece bien. Empecemos por el
cinturón. ¿De qué marca es?
Paris parpadeó inútilmente tratando de distinguir el
logotipo grabado en el cuero, se inclinó sobre él apoyando la
mano en su cadera.
—¡¿Qué estáis haciendo?! —La voz chillona de Maui los
hizo dar un respingo.
Los otros tres estaban en la puerta de la habitación,
mirándolos como si no pudieran creer lo que veían.
—Le estoy quitando la ropa —anunció señalando a Denver
que asintió con la cabeza.
La boca de Maui se abrió y cerró como un pez fuera del
agua.
—¿Os estáis desnudando? —preguntó London,
atragantándose con las palabras mientras los señalaba incapaz
de seguir.
Denver y Paris se miraron antes de asentir de nuevo.
Maui se sostuvo en la pared como si necesitara apoyo.
—¡¿Cuánto habéis bebido?! —gritó fuera de sí,
sujetándose al brazo de Brooklyn que parecía una estatua.
—¿Por quién nos tomas? No estamos borrachos —protestó
Denver señalándolo con el dedo de forma brusca. Al moverse
se tambaleó y cayó sobre él que no tuvo reflejos para alejarse.
No duró ni un segundo, Brooklyn cruzó la habitación y
empujó a Denver quitándoselo de encima.
—Vamos a mantener la calma —ofreció Maui acercándose
a ellos pálido como una sábana—. Esto tiene que ser un error.
Están borrachos.
—No llevan la misma ropa de antes y el minibar está lleno
—dijo London cerrándolo—. Salieron sin nosotros. ¿Por qué
no nos lo dijisteis? Yo también quería irme por ahí un par de
horas.
—¡¡Sexo!! —gritó Denver felizmente, todavía tumbado en
la cama.
—¿Acaba de decir “sexo”? —preguntó London incrédulo.
Maui se pasó la mano por la frente.
—No, yo diría que no —murmuró negando con la cabeza
—. Quiero pensar que no.
—Me da que sí. Lo escuchamos todos —lo contradijo
London—. ¿Con quién ibas a acostarte? No tuvimos tiempo ni
para respirar, cómo conseguiste a alguien.
Denver señaló con el dedo a Paris que se lo agarró antes de
echar a reírse.
—¿Qué? —preguntó London mirando a Brooklyn y Maui
—. ¡¿Estáis follando?!
—¡Yo no hago eso! —protestó Paris sentándose en la
cama.
—Él no hace eso —repitió Denver, pasándole el brazo por
los hombros, apoyándose en él—. Sin compromisos, sin
presión… solo fuimos a divertimos.
London los miró con los ojos abiertos como si estuviera
viendo un accidente.
—Tú siempre estás con Denver, tenías que sospechar que
estaban liados —le recriminó a Maui, como si fuera un insulto
que no supiera nada sobre lo que pasaba.
—Creo que has bebido demasiado, tienes mal aspecto —
dijo Paris señalando a Maui con el dedo, a punto de vomitar.
—Vamos a dormir —murmuró Denver, empujándolo para
que se tumbara junto a él en la cama.
Paris se dejó hacer, agarrando unos de los cojines y
poniéndose cómodo, Denver rodeó su cintura cubriéndolo con
su brazo. Paris suspiró contento, fue una noche genial que
estaba deseando repetir.
RESACA
CAPÍTULO 14
Nunca volvería a hacer nada parecido. Jamás.
La mañana le trajo una resaca horrible y la mayor
sensación de vergüenza que recordaba en años. Durante su
tiempo juntos se habían emborrachado muchas veces, hicieron
el ridículo aún más, pero nunca tuvo esa sensación que llevaba
todo el día quemándole el pecho.
Producción casi derriba la puerta a golpes para
despertarlos porque no contestaron ni a sus móviles ni al
teléfono de la habitación. Era tan tarde que tuvieron que correr
para ducharse, los dos se enfundaron en sudaderas con
capucha para no mostrar su cara a las cámaras.
Su cerebro se negó a cooperar con él hasta que llevaba dos
tazas de café encima. Hubiera preferido seguir anestesiado, al
bochorno que sintió al recordar el espectáculo que hicieron en
el hotel.
—¿Tenías llamadas de los chicos anoche? —le preguntó a
Denver cuando iban a por la tercera taza.
—Sí y mensajes de Maui. Estaban pasando el rato en la
suite de London —le contestó él en voz baja porque el equipo
de grabación se preparaba para empezar.
Paris miró a Maui, su rostro estaba maquillado a la
perfección y su expresión era neutra. Ese dolor sordo en su
estómago volvió a acuchillarlo. Maui siempre estaba
sonriendo, haciendo bromas y aligerando el ambiente, no era
común verlo tan serio.
Se fijó en los demás, London parecía estar presenciando un
partido de tenis, iba mirando a los cuatro de forma
intermitente, esperando a que alguien dijera algo. Brooklyn
permanecía sentado solo en una mesa, con la espalda tensa y la
mandíbula apretada.
—¿Cuánto recuerdas de ayer? —le preguntó a Denver que
tenía la vista clavada en Maui.
—Todo —le contestó.
—Creo que piensan que nosotros… —señaló con timidez.
—Lo piensan —respondió Denver sin dudar—. Fue por la
tontería de la ropa, era una situación que se podía
malinterpretar con facilidad —admitió.
—Hablaré con ellos en cuanto tengamos un momento y
aclararé las cosas —prometió.
—No hicimos nada malo, no hay motivo para preocuparse
—lo tranquilizó Denver dándole una palmadita en la mano—.
No es la primera vez que nos ponemos en situaciones
embarazosas bebiendo. No hay nada raro.
Paris le sonrió de vuelta, aunque no estaba del todo
convencido.
Un día más tarde sentía que iba a ponerse a gritar en
cualquier momento. No pudo hablar con los chicos, no por
falta de intentarlo, sino porque las cámaras siempre estaban
grabándolos. Denver averiguó por London que los tres habían
salido a beber como venganza por marcharse la noche anterior.
—Maui, ¿puedo hablar contigo? —preguntó cuando les
estaban diciendo el plan de rodaje del videoclip para el que
tendrían que viajar unas cuantas horas por carretera, grabarían
en medio de un bosque en mitad de la nada.
—Luego —le respondió sin mirarlo antes de dirigirse a la
cámara para explicar el concepto de lo que grabarían.
Suspiró mientras se reunía con Denver.
—¿Cómo te fue con Brooklyn? —le interrogó recuperando
la pequeña maleta que llevaría a la grabación, todo lo demás se
quedaba en el hotel.
—No me dejó hablar con él, usó las cámaras para evitarme
—le contestó con cansancio, los dos habían pasado la noche
intentando encontrar el motivo por el que todos estarían tan
enfadados.
—Mismo método de Maui —se lamentó mirando a su
amigo que parecía animado mientras seguía hablando. Paris lo
conocía mejor que eso, estaba enfadado. Peor que eso, parecía
decepcionado.
Esa mañana, cuando los preparaban para otra de las
sesiones de fotos del álbum, escuchó a dos de sus
maquilladoras hablando de que Maui tenía de nuevo los ojos
rojos y tuvieron que usar un colirio calmante. Ellas creían que
era por una alergia, Paris no lo pensó ni por un segundo.
Tenía el estómago lleno de nervios por la necesidad de
aclarar las cosas con Maui y tampoco ayudaba que Brooklyn
lo observara cada vez que estaban en la misma habitación,
siempre con esa mirada llena de desconfianza y esa aura de
problemas a su alrededor.
—¿Hablaste con London por lo menos? —preguntó
deprimido.
—Sí, pero no estoy convencido de que me crea del todo —
le dijo pasándose la mano por la frente con agobio—. ¿Por qué
están tan raros? No lo entiendo. Sería distinto si nos hubieran
encontrado comiéndonos la boca.
—Vamos, chicos. Tenemos una sorpresa para vosotros —
les anunció Pol haciendo aspavientos de felicidad que le
dieron un escalofrío, por supuesto era un montaje orquestado
para las cámaras.
Salieron sin mucho ánimo al exterior del hotel.
—¿Qué es eso? —preguntó London.
—Caravanas. No hay hoteles cerca de la ubicación de
grabación, así que tendremos casas rodantes durante unos días.
¿A que es divertido? —les preguntó Pol con voz jovial.
Paris tenía muchas respuestas para eso, divertido no era
una de ellas. No era la primera vez que usaban una o que
dormían en camiones de rodaje, pero no les gustaban a pesar
de las comodidades. Los dejaba sin privacidad, que era algo
que valoraban aún más cuando estaban tan rodeados de gente.
—Vamos a echarle un vistazo por dentro —los invitó Pol
sonriendo a la cámara con falsedad—. Para nuestros chicos
solo tenemos lo mejor.
Paris se contuvo de rodar los ojos mientras los seguía.
—Tiene espacio para ocho personas —les explicaba Pol
como si fuera un vendedor de los sesenta—. Hay dos camas, a
modo de litera. La mesa con bancos se transforma en otra
cama para dos personas. Detrás del conductor, hay una
habitación individual con puerta.
Aquí arriba también hay una cama enorme con capacidad
de tres personas. Cocina, baño con ducha e incluso televisión
para que los chicos disfruten de sus descansos todo lo posible.
El lugar parecía cómodo y les proporcionaría cierta
intimidad, salvo por la compañía del chofer y alguien de
seguridad que los acompañaría.
—¿Sueles dormir con el grupo? —preguntó el cámara a
Pol.
—Por supuesto —contestó Pol sin inmutarse por la
mentira—. Siempre estoy sobre mis chicos, cuidando de ellos
y preocupándome por darles todo lo que necesiten.
Paris miró al suelo, esforzándose por no poner los ojos en
blanco. Como si a Pol le importara de verdad lo que sentían.
«¡Hipócrita!»
—¿Y los chicos no se cohíben en tu presencia? —siguió
preguntando la redactora.
Pol estalló en risas, fingiendo que se limpiaba las lágrimas
de una diversión que solo sentía él.
—Claro que no. Somos amigos, familia —mintió de
nuevo.
Paris miró a Denver que le hizo un gesto diciéndole que lo
dejara estar.
—Además, todos somos adultos. Si alguno de los chicos
necesita intimidad, sé cuándo hacer la vista gorda —contestó
Pol palmeando la cama triple y lanzando una mirada poco sutil
a Brooklyn y London.
«¿Acaba de insinuar lo que creo?»
London sonrió a la cámara algo desconcertado, Brooklyn
observó con intensidad a Pol sin decir nada.
—Conduciremos durante seis horas, podríamos hacer
alguna parada de camino para respirar un poco de aire.
Haremos que el equipo de producción se adelante para ir a por
víveres e improvisaremos una hoguera con todos en el lugar de
grabación —informó Pol como si no hubiera pasado nada—.
Subamos las maletas para que podáis colocar las cámaras. ¿Ya
sabéis quién acompañará a los chicos?
Denver se tensó a su lado.
—Pol, necesito un minuto contigo —le pidió con calma.
—Más tarde, ahora debemos solucionar toda la logística,
chico —se disculpó saliendo al exterior con los cámaras.
Denver enderezó la espalda siguiéndolo con rapidez. Paris
miró a Maui que le devolvió la mirada antes de ir tras él.
—Es importante, tenemos que hablar —insistió Denver
siguiéndolo hacia una de las dos caravanas más grandes que
los acompañarían y los dos camiones de producción.
—Te he dicho… —le respondió Pol señalando con la
cabeza a la cámara que todavía los grababa—, que lo
hablaremos al instalarnos en la localización —terminó con un
tono tranquilo, nada propio de él—. Estos tres chicos tan
amables irán con vosotros en la caravana. El equipo mínimo;
alguien de sonido, redactora para las preguntas y cámara.
—¿Podéis darnos un segundo? —preguntó Denver
mirando a la redactora.
—El trato es que os grabamos en todo momento —le
recordó la chica desconcertada.
—Y eso es lo que vamos a hacer —prometió Pol con
rapidez manteniendo la sonrisa.
Denver tomó una respiración profunda indicando que
estaba perdiendo la paciencia, algo que rara vez sucedía.
—Cinco minutos, por favor. —La frase era educada, pero
el tono exigente no dejaba lugar a dudas haciendo que los
demás se alejaran.
—¿Has perdido la cabeza? —le increpó Pol furioso.
—No lo creo, más bien pienso que tú has olvidado el
contrato. Nadie nos filma mientras dormirnos. Ya no hacemos
eso, lo exigí por contrato —le recordó Denver sin
amedrentarse.
—No, de eso nada —contratacó Pol perdiendo la paciencia
—. Aprende a leer, nadie os filma en vuestras habitaciones de
hotel. No vamos a quedarnos en uno, así que podemos grabar
las próximas 48 horas de manera integra —le informó con
satisfacción.
Paris abrió la boca por la sorpresa, aunque no sabía por
qué se sorprendía. Así era su negocio, si no quería dar algo
buscaban la forma de arrebatártelo a la fuerza.
La rabia de Denver podía notarse incluso desde donde
ellos estaban.
—Nadie va a poner cámaras en la caravana, ni a grabarnos
durmiendo —contestó despacio, con una fría indiferencia que
nunca había visto en él.
Pol lo miró fijamente a los ojos, midiendo la situación.
Denver era un mediador, no solía entrar en conflicto directo,
su especialidad era poner paz entre el grupo y la discográfica.
—Esto es bueno para Narcissus —trató de engatusarlo—.
Y quebranta el contrato que tú mismo firmaste en
representación de la banda.
—Escúchame bien. Si usas el contrato para meter cámaras
ahí dentro, tú ganas —le concedió Denver—. Pero ni sueñes
con que cederé un ápice en los próximos eventos, haré de cada
firma de contrato una batalla campal. Dije que no habrá
cámaras en nuestro espacio privado y mantendré mi palabra.
Si nos jodes, te jodemos.
Paris miró boquiabierto a Denver. Por la cara de Pol supo
que él estaba igual de sorprendido que los demás.
—Creo que estamos un poco cansados esta mañana —le
contestó Pol después de unos segundos—. Quizá necesitáis
descansar, a solas —puntualizó mirando a Denver.
—Estoy de acuerdo —le respondió Denver con frialdad—.
Y por eso conduciremos nosotros mismos.
—No creo que…
Denver le dedicó una sonrisa con la que podría cortar
piedras.
—Muchas gracias, Pol. Magnífico trabajo, nos vemos en la
primera parada. Envíanos las indicaciones a mi móvil.
Los cuatro siguieron a Denver de vuelta al interior de la
caravana, en silencio esperaron a que alguien les entregara las
llaves y que el equipo de seguridad se adelantara para ejercer
coche guía.
—Puedo conducir si quieres, Denver —se ofreció London
rompiendo el pesado silencio.
—No, estoy bien. Probablemente tengamos que hacer
turnos, ninguno de nosotros está acostumbrado a conducir por
mucho tiempo. Lo siento chicos, no pregunté. Si lo preferís
puedo llamar para que venga alguien.
Ese si era el Denver que todos conocían y adoraban.
Brooklyn se apoyó en el asiento del conductor detrás de
Denver.
—¿Bromeas? Es fantástico. Podremos manejarlo entre los
cinco.
Denver sonrió mirándolo por el retrovisor.
—Creo que a Pol todavía le da vueltas la cabeza por el
repaso que le acabas de dar —dijo London sentándose en el
asiento del copiloto con una sonrisa.
—No está bien, no es buena idea cabrear al representante
de la discográfica. Pero me pudo la rabia, nos tendió una
trampa después de decirle que era una condición indispensable
que se nos diera intimidad.
—Hiciste bien —opinó Maui sentándose en uno de los
bancos de la mesa.
Paris miró la cara de cansancio de su amigo y recordó por
qué tenía ese aspecto.
—Hablando de hacer las cosas bien… —empezó a decir
—. Chicos, no sé qué pensasteis la otra noche, pero Denver y
yo no nos estamos acostando.
Brooklyn se dio la vuelta, mirándole con el ceño fruncido.
—No es lo que parecía —dijo London—. Estabais los dos
casi desnudos.
—Ya lo sé. Por eso quiero aclararlo. Denver se ofreció a
llevarme a un club gay para conocer gente —les explicó con
vergüenza—. Se suponía que era una buena oportunidad
porque aquí no tenemos muchos fans y esto está alejado.
Maui no dijo nada, pero por su cara supo que le creía. No
se atrevió a mirar a Brooklyn.
—El sitio era horrible y nos marchamos a los dos minutos
de llegar. Aprovechando que habíamos salido, fuimos a un bar
a beber para olvidar el fracaso. Nos pasamos un poco con las
cervezas, pero nada más. Cuando nos encontrasteis estaba
ayudando a Denver a ver la marca de su cinturón.
—¿Para qué? —preguntó Brooklyn con un tono
desconfiado.
Se encogió de hombros buscando una respuesta.
—Estábamos haciendo una lista con marcas de ropa
difíciles de quitarse para no comprarla nunca. Parecía una idea
brillante en ese momento —reconoció bajando la voz por la
humillación—. Solo para que quede claro, nunca ha pasado
nada entre nosotros.
—Ni pasará —añadió Denver con seriedad.
—Somos familia, no podría ver a Denver de cualquier otra
forma. No me puedo creer que pensarais que teníamos una
aventura —les reclamó con incredulidad.
—Yo no lo creía —negó London—. Pero fue raro que
Denver gritara “sexo” medio desnudo y te usara de oso de
peluche.
—Yo no hice eso —protestó Denver—. Bueno, sí, pero no
es nada malo. No es raro que durmamos juntos, somos amigos.
Todos compartimos cama alguna vez.
London se rio palmeándole el hombro a Denver mientras
ponía su atención a la carretera en su labor de copiloto.
—Maui —lo llamó mirando su cara en busca de algún
malestar—. Sé que estabas enfadado por pensar que te lo había
ocultado, pero no lo hice. No hay nada que contar. ¿Estamos
bien?
Maui le dedicó una sonrisa sincera.
—Claro que sí. Lo siento, puede que exagerara. Estos días
es fácil alterarme con todo este estrés. Así que… estás en el
mercado —le dijo Maui en broma.
—Ni me lo nombres. Fue horrible. Era un lugar oscuro y
sórdido. Es todo lo opuesto a lo que busco.
—Los lugares oscuros y sórdidos pueden ser divertidos —
opinó London—. A mí me gustan —le dijo de forma
seductora.
—Bien por ti, Romeo. No es mi estilo. Soy un chico
corriente, quiero algo normal.
—Nuestra vida es de todo menos eso —opinó Maui.
—Ya lo sé —reconoció dedicándole una pequeña sonrisa
esperanzada—. Pero digo yo que por ahí tiene que haber algún
chico para mí. Alguien que no se vuelva loco por mi fama, ni
le interese mi dinero… alguien que solo me quiera a mí. O lo
que queda de mí cuando se apagan los focos y me quito el
maquillaje —terminó con un nudo en la garganta.
—Seguro que sí —le tranquilizó Maui poniendo la mano
sobre la suya—. Tengo un par de amigos que puedo
presentarte. Son del mundillo, eso debería hacértelo más fácil
—le ofreció sonriendo.
Paris se rio con alivio.
—Creo que es un buen momento para decir que sí, después
de este experimento —aceptó.
—Yo también tengo un par de amigos solteros, te enviaré
sus fotos —decidió London—. Si estás interesado te paso sus
números, podrías conocerlos por mensaje primero.
Volvió a reírse mucho más tranquilo, miró a Brooklyn
esperando que se estuviera riendo, en su lugar se encontró un
gesto serio en su cara.
—Creo que hay cerveza sin alcohol en la nevera. ¿Quién
quiere? —preguntó Maui de buen humor levantándose.
El trayecto se les hizo corto, la música no dejó de sonar en
ningún momento y las bromas fáciles iban de uno tras otro.
Denver condujo dos horas y Brooklyn insistió en sustituirle sin
permitir que nadie le relevara hasta que llegaron a la zona de
acampada en medio del bosque.
—¿Por qué hace tanto frío? —preguntó a la nada mientras
veía a una parte del equipo que los acompañaba montando el
campamento fuera con carpas para poder usarlo al día
siguiente y empezar directamente la grabación del videoclip.
—Pondré la calefacción —le ofreció Brooklyn que
acababa de salir de darse una ducha.
—Genial, gracias —dijo sonriendo mientras se ponía
cómodo dentro de su chaqueta—. Creo que producción se
pasará trabajando hasta la madrugada.
—Seguro —le respondió Brooklyn distraído mientras
trasteaba en el panel de control de la caravana. Sonrió
mirándole, era muy bueno arreglando cosas.
—Ojalá no tuviéramos que salir a cenar. Estoy cansado,
solo quiero desaparecer en una habitación oscura y dormir dos
días.
—Ponme dos de esas —le dijo Maui poniendo su neceser
sobre la mesa para aplicarse la crema hidratante en la cara—.
Llevo dos noches sin dormir, tendré suerte si consigo no
quedarme inconsciente sobre mi plato.
—Puedo traerte algo de cenar si quieres —le ofreció
Denver a Maui poniéndose una sudadera y peinándose su pelo
húmedo con los dedos de forma descuidada.
—¿Lo harías? —preguntó esperanzado mirándolo.
—Por supuesto —aceptó Denver con una sonrisa.
—Eso sería un milagro, pero ¿qué pensarán los del equipo
de grabación? —se preocupó.
—Déjame eso a mí. Diré que estamos cansados y que
necesitamos un sueño reparador de belleza para el videoclip de
mañana —lo tranquilizó Denver cogiendo su abrigo.
—¿Quieres que traiga algo de comer para ti? —le ofreció
Brooklyn. Paris sonrió asintiendo con la cabeza.
London salió del baño por fin, así que se apresuró a
moverse para darse una ducha que lo hiciera entrar en calor de
nuevo.
Cuando salió, los chicos estaban sentados alrededor de la
mesa llena de comida y la calefacción había conseguido cortar
el aire frío del interior, aunque todavía tenían una baja
temperatura.
Comieron en silencio en distintos estados de cansancio,
todos parecían bastante agotados. No discutieron por la
distribución. Denver y Maui se fueron a las individuales,
corrieron las pesadas y oscuras cortinas encerrándose a
descansar mientras London se subía a la de tres y Brooklyn se
quedaba con la cama que se formaba con los sofás.
Paris se fue a la que estaba reservada para el conductor.
Bajó los estores para evitar que le molestaran las luces del
exterior y se metió entre las mantas.
Ya estaba medio dormido cuando notó a alguien
apretujándose contra él en el pequeño espacio. La ropa de
cama se levantó para que dos fuertes brazos lo rodearan, el
perfume de Brooklyn inundó sus sentidos y todo su cuerpo
pareció fundirse contra el suyo.
—¿Brook? —preguntó tratando de despejar su mente.
—Shhh —murmuró sobre su sien, pegándose a su costado
—. Duerme.
Paris obedeció, ¿qué otra cosa podría hacer cuándo estaba
rodeado de su cuerpo? No había un sueño mejor que ese.
Durmió profundamente, pero no lo suficiente para ignorar
los fuertes gritos que lo despertaron horas después.
La mano de Brooklyn lo mantuvo en su lugar, impidiendo
que se asomara a la ventana.
—Hay algunos pasados de copas, sigue durmiendo.
Paris volvió a acurrucarse contra las sábanas.
—¿Por qué no estás en tu cama? —le preguntó en voz baja
por si alguno de los chicos se había despertado por todo el
ruido—. ¿No era cómoda?
—Tenía frío —le respondió Brooklyn apoyando la cara en
su hombro.
—Creo que hay mantas en uno de los armaritos —trató de
ayudarle obligándose a no pensar en el hecho de lo cerca que
estaban.
—No importa —murmuró apretándolo de la cintura—.
Salvo que tú no me quieras aquí.
Paris se mordió los labios con inquietud.
—Está bien —accedió—. Solo por esta noche.
Resultaba extraño cómo podías pasar cada día de tu vida
con una persona y a pesar de ello, mantener partes de ti mismo
aisladas para no dejar entrar a nadie. Así era como se sentía
con Brooklyn, siempre estuvo desesperado por ofrecerle más y
al mismo tiempo mantuvo una distancia insalvable para
asegurarse de que no pudiera ver más allá de lo que quería
mostrar.
Era un mecanismo de defensa, uno que aprendió cuando se
convirtió en parte de Narcissus. Si finges que eres abierto,
nadie pensará qué hay nada detrás. La tapadera perfecta, si
quieres disimular cuánto te gusta alguien que ves a diario.
—Si te estoy haciendo sentir incómodo, puedo irme —
murmuró Brooklyn.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó tratando de mirarle a
los ojos a pesar de la poca luz que había.
—Ya te lo dije.
—Te escuché, ahora dime la verdad —le pidió.
—No quería estar solo —reconoció después de unos
segundos.
—Podías ir con London, hay más espacio allí. —No
pretendía presionarlo, pero necesitaba saber qué le llevaba a
actuar así.
—Ya lo sé —reconoció Brooklyn—. Esperaba que
estuvieras despierto… para hablar.
Eso tenía sentido, Brooklyn odiaba dejar los temas sin un
final.
—¿Qué te preocupa?
—Tú. No puedo sacarme de la cabeza toda esa loca
historia de vosotros yendo a esos locales…
Paris se puso tenso pegándose a la pared, tratando de poner
espacio entre ellos. ¿De verdad iban a discutir de nuevo?
—No quiero pelear —le prometió Brooklyn para calmarlo
al notar su reacción—. Solo intento entender.
¿Por qué fuiste a ese sitio con Denver? —le preguntó
Brooklyn en poco menos que un susurro cuando ya llevaban
un tiempo en silencio.
Paris suspiró armándose de paciencia.
—No lo sé. Por lo mismo que todo el mundo. Quiero
conectar con alguien, tener citas y pasármelo bien.
—¿Citas? —repitió Brooklyn como si fuera una palabra
extraña—. Somos famosos, no tenemos de eso.
Le puso los ojos en blanco.
—Es lo que yo quiero —le interrumpió antes de que
pudiera continuar—. Citas, salir a comer como cualquier chico
de mi edad, pasear, tener a alguien que me acompañe a casa y
se despida con un beso.
Brooklyn sonrió mirándolo.
—¿Estuviste viendo culebrones otra vez con Maui?
Cancelaré los servicios de stream en cuanto volvamos —le
amenazó.
—Hablo en serio, no me importa lo que pienses. En algún
sitio tiene que haber un chico que me envíe mensajes de texto
a todas horas y me sorprenda con el desayuno si se queda a
pasar la noche, que me coja de la mano en cualquier parte y
me diga lo guapo que estoy.
—Eres famoso, abre las redes sociales, tendrás millones de
comentarios así —le sugirió Brooklyn después de una larga
pausa.
—No es lo mismo —contradijo—. Quiero alguien que me
lo diga, incluso cuando no sea verdad. Por las mañanas al
levantarme, con la cara hinchada y el pelo revuelto. No quiero
a alguien que esté interesado en Paris de Narcissus.
—Me gusta ese Paris.
—No conoces otra cosa, hay partes de mí que nunca he
podido mostrar.
—Te conozco mucho más de lo que piensas. Siempre te
miro, llevo observándote años, sé más de lo que crees sobre ti.
Me gusta mi Paris —le dijo Brooklyn mirándolo a los ojos.
Paris lo miró sin saber qué responder.
—Puede ser, pero no puedo mostrarme como soy por
completo. Ni siquiera ante ti.
—¿Por qué?
—Por miedo, supongo. Si te enseñaba cómo era, corría el
riesgo de que comprendieras lo que me pasaba y no quería
arriesgarme a perderte. Con el tiempo se volvió una
costumbre, ahora no estoy seguro de poder hacerlo. No
contigo.
Se miraron mutuamente durante bastante rato, nunca
habían estado tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.
VERDADES QUE DUELEN
CAPÍTULO 15
Llevaba tantos años enamorado de Brooklyn que había
olvidado cómo empezó. Viéndolo en ese momento tuvo un
recordatorio intensivo.
Brooklyn caminaba entre árboles y niebla artificial
mientras fingía cantar su nuevo sencillo. Los demás ya habían
terminado la grabación grupal que se hizo al amanecer,
durante el resto del día fueron grabando sus partes
individuales.
Brooklyn tuvo que esperar a que se hiciera de noche para
terminar las suyas, los demás fueron a ducharse y a comer
algo.
Denver estaba junto al director del videoclip,
supervisándolo todo con Maui, siguiéndolo de cerca. London
ya se había acostado porque no descansó bien la noche
anterior.
Miró cautivado la pantalla viendo a Brooklyn moverse. Era
arrebatador, incluso a través del pequeño monitor, la fuerza de
su mirada lo hizo sentirse débil, igual que anoche, cuando lo
dejó meterse en su cama.
Para ser sincero, no tuvo capacidad de decisión. Fue
maravilloso sentirse cubierto por completo de su cálido
cuerpo, sin posibilidad de salida y envuelto en él. Se despertó
solo en la cama, preguntándose si fue un sueño, pero el olor de
Brooklyn permanecía en la sudadera con la que había dormido
y en las sábanas.
Tampoco le dio ninguna pista que Brooklyn pasara el día
como si nada, sin darle una explicación, ni disculparse por
invadir su espacio de esa manera, tampoco sobre la tensión
que dejó su charla.
Brooklyn alzó la cabeza mirando a la cámara, se pasó la
lengua por los labios y le guiñó un ojo con descaro. El calor
estalló en sus mejillas, era espectacular. Sentía envidia de lo
fácil que parecía cuando era Brooklyn el que estaba iluminado
por los focos. Era como un imán, obligaba al espectador a
centrar su atención en él.
Era imposible no hacerlo, sus movimientos eran perfectos,
sincronizados, tal y como ensayaron en la coreografía. Los
cinco conocían los pasos, pero solo Brooklyn les daba ese
toque único.
Su cadera bajaba un poco más, sus piernas estaban más
separadas en un movimiento descaradamente sexual mientras
se mecía, su mano descendió por el pecho dejando que los
dedos acariciaran su piel desnuda donde llevaba la camisa
abierta. Brooklyn inclinó la cabeza sin dejar de moverse. Una,
dos, tres veces y lanzando un beso al aire sin avergonzarse
mientras se enfrentaba a la cámara y la dominaba.
No existía un coreógrafo que pudiera enseñar algo así.
Magnetismo, carisma y masculinidad utilizadas como armas.
Se preguntó si esa sensación de hambre que lo sacudía por
dentro era lo mismo que sentían los fans cuando lo veían.
Estaba casi seguro de que sí. El staff de Narcissus ya estaba
acostumbrado a tratar con ellos y pese a ello todos estaban
prendados del espectáculo que tenían delante.
—¡Corten! ¡Buen trabajo Brooklyn! —le alabó el director
satisfecho—. Hay material de sobra, los fans lo amarán. Solo
te retendré para unas cuantas fotografías y daremos la sesión
por terminada hasta la grupal de mañana.
Brooklyn le dedicó una arrebatadora sonrisa que solo
usaba en el escenario cuando estaba dentro de su papel de
cantante.
Era imposible que no se hubiera enamorado de él, todo en
Brooklyn parecía atacar las cosas que más le gustaban. Su
descaro, tan fuerte y marcado, la manera segura de moverse y
de hablar, la forma en que siempre estaba pendiente de él… no
podía defenderse de eso teniéndolo cada día de su vida.
Se levantó enfadado consigo mismo, tocaba madurar y
asumir. Brooklyn era posesivo con todos, solo había que ver
cuánto se enfadó con Denver por salir a beber sin él. Parte de
superar sus sentimientos por Brooklyn debía pasar por
comprender su cercanía de forma natural y no de una manera
romántica o sexual. Si conseguía separar su amor de amigo de
sus deseos, recuperaría el equilibrio.
Podía hacer eso, era una buena idea y estaba seguro de que
las cosas se volverían más fáciles para los dos si trataba de
cambiar sus sentimientos en vez de intentar eliminarlos. ¿Por
qué no lo pensó antes? Era la solución perfecta a su problema.
Se animó mientras iba a la zona donde colocaron el
cáterin, creó un pequeño alijo y llenó un termo con una de las
deliciosas sopas que había disponible. No podía permitirse
subir de peso en medio de la promoción del nuevo disco.
Volvió a la caravana, Maui ya estaba durmiendo en la litera
inferior con la cortina medio echada.
Se sentó a la mesa mientras contestaba algunos mensajes
de su familia, London había ocupado la cama triple de nuevo.
Sonrió al ver las fotos de sus sobrinos que recibió de su
cuñada. Les envió unas cuantas de vuelta antes de ir a
ducharse.
Robó una de las sudaderas de Brooklyn que estaba sobre la
mesa y se metió en su pequeño refugio. Aprovechó la calma
para mirar su móvil, ponerse al día en las redes. No solía
verlas a menudo, pero le gustaba leer los comentarios de los
fans de vez en cuando. A veces había suerte y la mayor parte
eran positivos, otras tenían que cerrarlo pasados unos
segundos para no dejar que tanta maldad sin sentido se le
clavase dentro.
Era otra de las normas que tuvieron que implementar
cuando el odio de las redes empezó a afectarles en su día a día.
Hubo largas temporadas en que incluso las habían desinstalado
de su teléfono. No entendía por qué la gente creía que los
comentarios llenos de odio no les harían daño solo porque eran
famosos. Como si su estatus laboral los hiciera inmunes a
escuchar verdaderas atrocidades sobre sí mismos, como si no
los consideraran humanos. Fue una de las razones que le
llevaron a alejarse más de los fans.
Jhos @Jh0s.Qs1
Ellos hacen una pareja preciosa.#lonbrook.
La descripción estaba junto a una foto de Brooklyn y
London en el rodaje de esa misma mañana.
Salían muy favorecidos en la imagen. Brooklyn estaba
sentado en la zona de cáterin y London apoyado sobre su
rodilla sonriendo con un café en la mano.
London fans @LoveLondon
Se miran el uno al otro con tanto amor que me siento incómoda. #lonbrook
#amorverdadero.
Paris amplió la foto, se veía intimidad entre ellos, lo que
no era raro después de convivir tantos años. Se fijó en los
detalles, London tenía una mano en su hombro, mientras
Brooklyn reía mirando a la cámara.
No le extrañaba que fueran lo más visto de ese día en todas
las redes. Era una foto digna del número uno.
Lonbrook @Lonbrook_rp3b
Se les ve tan felices ahora que son libres para mostrarnos más de su
relación. #Lonbrook #porfinlibres.
Suspiró retrocediendo para ver otras noticias, pero su
propia cara ocupó la pantalla. Se fijó en la imagen al no
reconocerla.
Daily Brooklyn @DaiilyBrook_y93
Extraño a mis príncipes. La adoración con la que Brooklyn mira a Paris es
única. #risbrook.
Pulsó la pantalla al darse cuenta de que era un vídeo.
Observó con curiosidad tratando de adivinar en qué momento
los grabaron. Por la ropa supo que era uno de sus últimos
conciertos y por la perspectiva que lo habían tomado desde las
primeras filas.
Se vio a sí mismo en el centro del escenario cantando una
de las partes que hacía individuales en Canción de
medianoche, una de las canciones que Brooklyn había
compuesto en el disco pasado.
Llevo toda mi vida esperando a alguien como tú.
¿Cómo pude estar tan ciego?
He vivido perdido en una noche
que parece no tener final.
Ven, ilumina mi vida
y muéstrame el camino hacia ti.
Su cuerpo se estremeció al escuchar el tono suave y
delicado de su voz, a veces todavía no acababa de concebir
que ese ser de piel perfecta, que parecía brillar con luz propia
en el escenario fuera él.
Brooklyn apareció a su lado en la pantalla, mientras
cantaba con una sonrisa en la cara sin dejar de mirarle. Sujetó
su mano con un gesto delicado que hizo que los fans se
volvieran locos mientras empezaba su parte.
Te miro y el mundo se vuelve un lugar desconocido.
Tu voz sigue sonando dentro de mí cuando te vas.
Te imaginaré en mis sueños hasta que te vuelva a ver.
Tú eres mi refugio, mi hogar.
Ven, necesito volver a casa.
Brooklyn tiró con suavidad de él, acercándole a su cuerpo.
Lo rodeó de la cintura en un abrazo que volvió a enloquecer a
la multitud, pero que ambos parecían ignorar. No se giraron al
público, no prestaron atención a los demás del grupo o a los
músicos. Estaban demasiado ocupados mirándose el uno al
otro. Brooklyn apoyó su frente en su sien, antes de sonreírle y
que juntos cantaran la parte final sin apartar los ojos del otro.
Te miro y solo siento amor.
Eso es todo lo que quiero, amarte.
Sé que será difícil, pero después de conocerte,
el mundo no volverá a ser lo mismo.
Sus voces armonizaban de una manera tan perfecta que un
escalofrío le recorrió la espalda. El vídeo terminó entre los
gritos de una multitud que perdía la garganta chillando sus
nombres.
Pulsó de nuevo el botón de reproducción. Se inclinó sobre
el móvil para poder mirarlo más de cerca. Parecían estar en su
propio mundo, felices, haciendo lo que más les gustaba.
Bajó con rapidez a los comentarios, por supuesto que los
fans parecían encantados. ¿Cómo no estarlo? Si viera ese
mismo vídeo de otras personas, creería que estaban
enamorados sin lugar a duda.
Esa era parte de la magia del “fanservice”, todo parecía
más romántico si estabas predispuesto a encontrar las señales.
En ese vídeo no había nada que buscar, Brooklyn lanzaba todo
el armamento a los seguidores de la pareja.
—¿Dónde estabas metido? —preguntó un desconcertado
Brooklyn al abrir la puerta.
Paris tiró el móvil sobre la almohada sobresaltado por su
interrupción.
—¿Qué? —le preguntó Brooklyn al ver su reacción.
Ya no quedaba rastro del cantante, volvía a llevar una de
sus amplias sudaderas negras y un pantalón deportivo.
—Nada —contestó demasiado rápido y agudo para que
fuera natural.
Brooklyn alzó una ceja con diversión, examinándolo en
busca de pistas. Su mirada fue directa al móvil caído.
—¿Qué veías? —preguntó él con malicia—. ¿Interrumpo?
—Claro que no —se defendió con las mejillas ardiendo—.
Estaba echando un vistazo a las redes sociales —dijo con toda
la calma que pudo reunir.
Brooklyn entró en el pequeño hueco, colocándose a su
lado sin preguntar, mientras recuperaba su móvil abandonado
y lo desbloqueaba sin problema. Brooklyn nunca llevaba el
suyo encima, por lo que solía usar el de cualquiera.
Paris observó con morbosa fascinación como Brooklyn
reproducía el vídeo. No sabía qué estaba buscando, pero algo
en él se removió al ver la suave sonrisa que adornó su cara.
—Extraño los conciertos —dijo Brooklyn suspirando—.
Este fue increíble, estuviste espectacular esa noche. Nadie
podía dejar de mirarte.
Paris cogió un cojín para no tener que mirarle a los ojos.
—Tú también. Tu voz es preciosa cuando usas los tonos
altos, suena tan estable… ojalá yo pudiera hacer eso.
Brooklyn soltó un resoplido, golpeando su rodilla.
—Tu voz es perfecta, ese tono suave y cálido, es como una
caricia. Son el tipo de voces que no se pueden confundir,
únicas.
Paris ahogó la sonrisa, enterrando la cara en el cojín. No
era la primera vez que Brooklyn o los chicos decían algo
bonito sobre su voz, pero normalmente se debía a que cometía
algún error en el escenario y querían consolarlo.
—No digas tonterías. Tú eres el cantante principal, tienes
la mejor voz —dijo tratando de sonar normal.
Brooklyn se rio de buen humor, poniendo las manos detrás
de la cabeza para observarlo.
—Vosotros hacéis que mi voz suene mejor, me dais
seguridad. Sin vosotros solo sería uno más. Hay muchas voces
parecidas a la mía.
—Claro que no —protestó, mirándole sin creerse lo que
acababa de oír. Nunca había escuchado a Brooklyn
cuestionarse su talento—. ¿Estamos hablando de la misma
persona? ¿Del mismo tipo que acaba de hacer una sesión de
vídeo ahí fuera? ¿Él que tenía a todo el equipo pendiente de
cada gesto? La foto de esta mañana con London lleva siendo
trending topic todo el día. Diría que mucha gente piensa que
eres bastante excepcional.
Brooklyn empujó la lengua contra el interior de su mejilla
mientras lo miraba.
—No me siento así últimamente.
—Creía que estabas mejor. Parecías bien, ahí afuera —
musitó preocupado.
—No eres el único que muestra solo lo que quiere —le
contestó poniendo una mueca de suficiencia.
Paris miró la manta para evitar mirarlo.
—Todos hemos estado ahí en algún momento, tienes que
dejar salir todo lo que te preocupa o te comerá por dentro —
sugirió—. Tenemos un protocolo para esto, lo primero es saber
qué te molesta y tratar de arreglarlo.
Brooklyn esquivó su mirada, frunciendo el ceño.
—No puedo hacerlo. Ojalá pudiera. Por el momento no
hay más que hacer.
Paris lo miró a los ojos. «¿Está hablando de mí?», se
preguntó desconcertado.
—Brook…
—Ya lo sé, necesitas espacio y tiempo —terminó él
suspirando.
El remordimiento hizo que se le encogiera el estómago.
Tomó una respiración profunda antes de volver a hablar.
—Está bien. Di lo que quieras decir —aceptó.
Brooklyn lo miró fijamente sin fiarse.
—No, no forzaré tus límites. No me arriesgaré a que
retrocedas de nuevo. Esperaré —dijo convencido.
Paris negó con la cabeza.
—Si este tema te hace daño y está empeorando tu bache,
quiero hacerlo. No hiciste nada malo por… —Tragó saliva con
dificultad, forzándose a pronunciar las palabras—, estar con
una chica. Comprendo que busques su compañía.
Brooklyn se incorporó hasta quedar sentado en la cama.
—¿Qué pasaría si esta noche saliera a buscar compañía?
—le preguntó atravesándole con la mirada.
Paris se esforzó por mantener la cara sin ninguna
expresión.
—Nada. Tienes que hacer tu vida. —Se sintió orgulloso de
lo estable que le salió la voz.
—¿Y qué pasaría al día siguiente? ¿Te enfadarías
conmigo? —insistió Brooklyn.
—Nunca me enfadé por eso. Lo entiendo, lo que me dolió
fue que… —Cerró los ojos, era un tema espinoso.
—¿Qué fue? —le presionó mirándolo con intensidad.
—Que de verdad creía que estábamos… —Era mejor dejar
que la herida purgara el veneno a que se siguiera extendiendo
—, enamorados.
Brooklyn ni siquiera parpadeó mirándole muy serio.
—Durante años fui capaz de comprender que lo nuestro
era imposible, era un sentimiento platónico y no me
importaba. Desde hace un año te sentía distinto, no sé cómo o
por qué… pero la ilusión de que pudiera ser correspondido
crecía día a día. Supongo que, con tantos conciertos terminé
por creerme nuestra interpretación. El vídeo que acabas de ver
es un ejemplo. Tú te fijaste en las voces en cuanto lo vistes, yo
solo en la forma en que me mirabas, en cómo encajamos
juntos y en lo obvios que son mis sentimientos. Creo que por
eso nuestro “fanservice” tiene tanto éxito, porque una parte no
era mentira y la gente se dio cuenta —su tono fue bajando
hasta convertirse en un murmullo.
Brooklyn dejó caer la cabeza contra la pared de detrás, sin
apartar la mirada de la suya.
—Al verte con esa chica, muchas cosas se me pasaron por
la cabeza. Ese vídeo me expuso, porque no me contenía
cuando te tenía cerca. Pasé el último año cayendo por la
madriguera del país de las maravillas, gozando de tu atención.
Al verte allí me di cuenta de que solo yo vivía una utopía, tú
estabas trabajando y siendo un buen amigo. Me sentí
humillado y traicionado. Esas imágenes me obligaron a ver
cómo se destrozaban mis esperanzas más profundas.
Jugó con el anillo que llevaba en el dedo índice para no
tener que enfrentarse a su cara.
—Soy una persona sensible y mi sexualidad es algo que
me hace sentirme vulnerable. En este negocio no hay
posibilidad de salir del armario y mantener el puesto. Si
estuviera solo no me importaría, pero nunca os haría eso. Así
que… supongo que estoy atrapado contigo y estos
sentimientos hasta que encuentre a alguien que me haga
olvidarte. Un hombre que esté dispuesto a ocultar nuestra
relación durante unos años más, que sepa que no podremos
tener citas, que entienda que mi trabajo es una de mis
prioridades, que soporte mis viajes constantes y que no le
cuente a nadie que salió conmigo si lo dejamos.
Brooklyn se quedó en silencio por un tiempo. No lo culpó,
sonaba tan deprimente como se sentía.
—Solo para que conste, nunca hice “fanservice” contigo.
Jamás. Sé que a la compañía le gusta exponernos, pero no
pienso en eso cuando estamos juntos. No planeo qué hacer,
qué decir o dónde tengo que tocarte para armar revuelo. Solo
somos tú y yo, como siempre.
Paris asintió con la cabeza, despacio.
—No me crees —adivinó Brooklyn de forma acusadora,
sus ojos convertidos en dos pozos insondables—. Por eso no
me permites acercarme de nuevo.
Paris dejó salir el aire que no sabía que estaba conteniendo.
—No —contestó con sinceridad—. No puedo creer nada
de lo que me digas.
El dolor atravesó la cara de Brooklyn, que se negó a
apartar la mirada.
London abrió la puerta interrumpiéndolos.
—Brooklyn, quieren sacar unas tomas nuestras. Vamos
fuera —le informó de buen humor.
—Ahora no —dijo Brooklyn sin romper el contacto con
Paris—. Déjanos solos, por favor.
—Pero Pol… —insistió London.
Brooklyn le lanzó una fugaz, pero desagradable mirada a
su amigo.
—Borde —musitó London antes de cerrar la puerta.
Paris se pasó la mano por la frente, intentando darse unos
segundos para tranquilizarse.
—Habíamos quedado la noche en que te hicieron el vídeo,
me dijiste que London quería compañía para ir la exposición
porque Denver y Maui quedaron allí con unos amigos. Y por
supuesto te creí, se supone que no nos mentimos entre
nosotros —recordó incapaz de disimular el rencor en su voz
—. Bajé mis defensas contigo durante meses y me lo creí. Si
hubiera pasado dos años atrás habría unido puntos y sabría a
dónde ibas. Pero después de un año de estar pegado a ti cada
hora del día, incluso en nuestros días libres, no pensé que
necesitara seguir protegiéndome.
Brooklyn negó con la cabeza, mordiéndose el labio
inferior.
Contuvo el aire tratando de encontrar la forma de
explicarle todo y terminar con eso.
—Después de ver el vídeo, no pude dejar de pensar en que
más me habrías mentido. Cuántas veces me quedé esperándote
mientras hacías tu vida. Cuanto tiempo perdí creyendo que
avanzaba mientras me tenías agarrado.
Los ojos de Brooklyn se humedecieron, miró al techo
asintiendo, tratando de contener la emoción.
—Creo que nuestra vida es solitaria y vacía en muchos
aspectos. Para ti yo cubrí algunas de esas necesidades que no
podemos satisfacer con normalidad. Te antepongo a cualquier
cosa, te doy cariño, te cuido, nos divertimos juntos, nos
entendemos… Encajamos. Lo único que falla es que no soy
una mujer y hay una parte crucial que tú necesitas, pero yo no
puedo darte. O al revés —dijo con lástima.
—Brooklyn. No tenemos tiempo para comportamientos de
diva. ¡Sal ahora mismo! —le exigió Pol desde fuera.
—¡Voy! —dijo él con rabia.
Se miraron el uno al otro, midiéndose. Brooklyn parecía
querer decir algo, así que se apresuró a terminar para dejarlo
todo claro.
—Desdibujamos tanto los límites que ya no sabía en qué
casilla estábamos y ahora vuelvo a estar solo en la salida,
seguro de que no lo haré de nuevo contigo porque eres un
tramposo. Sé que no intentabas hacerme daño, pero no cambia
el hecho de que nunca serás el jugador indicado y ya estoy
cansado de jugar sabiendo que siempre seré el perdedor.
—¿Y ya está? —le preguntó Brooklyn con voz dura—.
Ese es el final de tu partida. Perdemos los dos.
Paris lo miró a los ojos unos segundos tratando de ordenar
sus pensamientos.
—Podemos ser compañeros y amigos, pero creo que lo
mejor es que cada uno busque el juego que prefiera y una
compañía adecuada. Por fin estamos en igualdad de
condiciones. Ahora los dos sabemos las normas.
Brooklyn se contenía para no estallar, lo conocía bien y
sabía cuándo estaba enfadado de verdad.
—Una mentira no me convierte en un mentiroso —le dijo
Brooklyn esforzándose por sonar calmado.
—Supongo que no, pero nunca sabré cuantas veces
mentiste… ni cuando lo volverás a hacer.
Brooklyn se mordió con fuerza el labio inferior, se levantó
de la cama y se fue sin dirigirle la palabra.
—Buena charla —murmuró sintiéndose agotado.
MELODÍA
CAPÍTULO 16
Brooklyn mantuvo tanto espacio como pudo entre los dos.
Los remordimientos lo acecharon en cuanto Brooklyn se fue,
pero se mantuvo firme y trató de estar sereno de una manera
casi obstinada durante todo el día siguiente. Si de él
dependiera, el tema no se volvería a tocarse nunca.
Era cierto que no avanzaban en normalizar su relación,
pero a esas alturas ya no era capaz de saber si alguna vez
existió tal cosa entre ellos.
Apenas llevaba unas horas acostado después de otro largo
día de grabación cuando recibió un mensaje.
Brooklyn:
¿Podemos hablar?
Paris miró la pantalla con el ceño fruncido.
En teoría llevaban horas durmiendo, cualquier cosa que
quisiera decirle en ese momento no sería bueno.
Pensó fingir que seguía dormido, pero decidió que hacer
algo así causaría el efecto contrario a buscar una forma de
solucionar las cosas.
Paris:
¿Mejor mañana?
Eso debería darle tiempo a Brooklyn a calmarse y a pensar
en una forma de abordar mejor su conflicto.
El siguiente mensaje llegó apenas un segundo después.
Brooklyn:
¿Qué haría falta?
Releyó la frase tratando de darle sentido en su cabeza.
Paris:
¿Para qué?
Brooklyn:
¿Qué necesitas para perdonarme?
Se mordió los labios con ansiedad mientras respondía.
Paris:
No tienes que hacer nada. Creo que con el tiempo estaremos bien.
Los dos estamos poniendo de nuestra parte.
Esperó en silencio a que dijera algo más, pero no recibió
ninguna respuesta esa noche, ni a la mañana siguiente antes de
ir a otra localización diferente donde grabarían más tomas para
el videoclip.
Brooklyn se ofreció a conducir, Denver había pasado mala
noche y dijo que intentaría dormir mientras se movían. Maui
se quedó a su lado, vigilándolo con atención por si empeoraba.
London trató de acompañar a Brooklyn, pero él lo despachó
enseguida prefiriendo quedarse solo.
Tuvieron una pequeña disputa cuando Denver le dijo a Pol
que seguirían conduciendo, pero Brooklyn ni siquiera se
molestó en discutir. Le hizo un gesto a los demás para que
volvieran a entrar y cerró la puerta. Pol no se arriesgaría a
armar un escándalo con las cámaras filmando.
Eran casi tres horas de viaje y aunque Paris planeaba
mantenerse alejado, se rindió apenas transcurrieron cincuenta
minutos, sentándose en el asiento del copiloto sin pedir
permiso.
Brooklyn frunció el ceño, pero no hizo ningún comentario
al respecto.
Paris lanzó una mirada nerviosa por encima de su hombro.
Denver dormía con la cabeza apoyada en Maui, que lo rodeaba
con el brazo tocándole la frente cada tanto para asegurarse de
que no tuviera fiebre.
London, también estaba dormido, roncando, envuelto en
una manta con la cabeza en un ángulo extraño del que sin duda
se arrepentiría más tarde.
—Brooklyn… —trató de llamar su atención, lanzándole
una mirada insegura.
—No —le interrumpió con dureza mirando por el
retrovisor qué hacían los demás.
—Lo siento, si algo de lo que dije te hizo daño. No era mi
intención, quería poner las cosas claras. No hacerte sentir mal
—dijo con sinceridad esperando que le ayudara.
—No hagas eso —le pidió apretando las manos en torno al
volante hasta que sus nudillos se pusieron blancos—. Fuiste
sincero, no tienes que preocuparte por las consecuencias. Es lo
justo, dadas las circunstancias.
Paris se encogió ante sus palabras.
—¿Eso es lo que crees que está pasando? —le preguntó
bajando la voz, mirando por encima de su hombro para volver
a comprobar si había alguien prestándoles atención.
Brooklyn no dijo nada, pero apretó la mandíbula con
fuerza.
—¿De verdad piensas que estoy tratando de hacerte daño
apropósito?
—Estás en tu derecho —masculló.
—No intento devolvértela, no quiero que lo pases mal.
El volante crujió bajo el fuerte agarre de Brooklyn que se
volvió más intenso.
—No es lo que intento hacer —aseguró sin acabar de
creerse que pensara eso de él.
De nuevo no le contestó, solo siguió conduciendo.
—Hablo en serio, me preocupo por ti.
—No me jodas —masculló Brooklyn con rabia.
—Brook… —lo intentó de nuevo.
—Lárgate —le ordenó él entre dientes—. Hablo en serio,
déjame.
Consideró por unos segundos insistir, pero entendió que un
lugar tan pequeño y cerrado no era la mejor opción. Volvió con
los demás, sentándose en frente a Denver y Maui. Los dos
estaban dormidos y acurrucados el uno contra el otro. Estaban
tan adorables que no dudó en hacerles una foto.
Cuando eres famoso existen tres tipos de fotografías.
Las que están destinadas al público y se tomaban con el
conocimiento de que serán vistas por millones de personas.
Era imágenes prefabricadas, se hacían pensando por y para los
fans. Estaban creadas para vender su imagen y la idea que
tenían sobre ellos.
El tipo dos, eran imágenes que los propios fans tomaban en
los conciertos, eran de las que más les gustaban porque los
mostraban tal cual eran. Para un cantante el escenario era su
lugar especial, nada los hacía más felices que cantar y eso se
notaba en cada foto.
Luego estaban las terceras, sus favoritas. Esas jamás verían
la luz, se acumulaban en la nube de sus ordenadores y
teléfonos. Fotos que reflejaban a los cinco amigos y su vida
real. Imágenes que no podría enseñar a nadie, fotos de
hermanos, donde lo importante era reflejar el momento,
aunque estuvieran hechos un desastre, la iluminación fuera un
asco o ni siquiera hubiera enfoque.
Esa imagen de Maui y Denver haría que se encendiera
internet y las redes sociales se volvieran locas. Era real, una
parte de ellos que no querían enseñar al mundo. Algo que los
animaría si estaban cansados, que los ayudaría a recordar
cuando los conciertos pasaban con tanta rapidez que ya no
sabían en qué día o mes vivían.
También había fotos robadas y las maliciosas que las
prensa les sacaba solo para conseguir visitas, pero a esas no las
tenía en cuenta, trataba de olvidarlas en cuanto las veía.
Volvió a guardar el móvil en su bolsillo y miró a Brooklyn.
Se había puesto las gafas de sol y su postura seguía tensa.
Suspiró desanimado, todavía le faltaban un par de días de
grabación, se le iban a hacer eternos.
—Vamos, Brooklyn, concéntrate —le dijo el director por
tercera vez—. ¿Qué le pasa? —le preguntó a Pol perdiendo los
papeles.
Paris se removió incómodo.
—Tranquilidad, todos tenemos un mal día —intercedió
Maui con rapidez.
—Ni siquiera está cooperando, llevamos horas con esto.
Está retrasando la grabación, tendremos que quedarnos un día
más. ¿Sabes cuánto dinero le cuesta a la discográfica un día
completo con todo el personal y equipo? —repitió Pol
mirándolo con enfado.
—Quizá necesita un descanso —sugirió London.
—¿Otro? Lo hizo tan mal esta mañana que adelantamos
vuestras sesiones. Eso fue hace seis horas, no sirvió de nada
esperar —les recordó.
—Iré a hablar con él —ofreció Denver tratando de calmar
las aguas.
—No, yo iré —decidió Pol deteniéndole para evitar su
marcha—. Id a descansar, buen trabajo.
Los cuatro lo vieron irse, ignorando cómo el director de
fotografía y su ayudante se iban despotricando.
Brooklyn no tardó ni dos segundos en salir con pasos
furiosos de la improvisada carpa donde habían creado un
estudio de fotografía.
Denver suspiró mirando a Maui.
—Desde ayer está insoportable. ¿Alguien nos puede dar
una pista antes de ir a por él?
Paris bajó la cabeza sin decir nada, tenía una idea bastante
certera de qué pasaba.
Todos murmuraron distintas disculpas, negando saber el
motivo.
—Dejemos que coma algo y se ponga cómodo, luego
trataré de acercarme. Si no funciona, recoged mi cadáver —
decidió Maui haciendo una mueca.
Volvieron a la caravana para ducharse. Brooklyn los había
adelantado, pero no estaba por ninguna parte. Paris se mordió
su labio inferior mirando la puerta cerrada de su pequeña
habitación. Mientras los otros tres peleaban por quién iba
primero, se coló entre ellos y fue directo a su pequeño refugio.
Brooklyn estaba sentado en la cama con la espalda pegada
a la pared y los ojos cerrados. Incluso con los gritos de fondo
de los demás, alcanzó a escuchar la música de sus auriculares.
Entró y se sentó a los pies de la cama. Era imposible que
Brooklyn no supiera que estaba ahí porque no había espacio.
Nada más abrir la puerta tenías que subirte a la cama y el
colchón se hundió por su peso. Sin embargo, no hizo ningún
gesto. Bajó todos los estores dejando un pedazo pequeño por si
había alguien rondándolos, no quería fotos de ellos juntos en
una habitación minúscula.
Le dio su espacio, esperando que estuviera listo para
hablar. Su carácter fuerte podía hacerlo volátil si se sentía
presionado. La música le calmaría si le daba el tiempo
suficiente. Lo sabía porque para él era igual. Alcanzó sus
auriculares del pequeño cabecero que hacía de mesilla, pero
cuando iba a ponérselos Brooklyn le agarró la mano y le pasó
uno de los suyos.
Paris miró a Brooklyn con sorpresa, pero se lo puso sin
dudar.
La suave voz masculina de Paolo Sandejas con la canción
de Sorry sonó, rompiendo cualquier pensamiento.
Bienvenido de nuevo a mi mente.
Siéntete como en casa.
Miró a Brooklyn a los ojos. No estaba compartiendo su
música, quería hacerse entender.
Lo siento por pedir más,
por ser demasiado necesitado.
Paris se lamió los labios sin saber gestionar ese zumbido
que empezó en su estómago y fue expandiéndose por su
cuerpo. Los ojos negros de Brooklyn nunca dejaron de mirarle,
como si no quisiera perderse su reacción ni por un segundo,
como si necesitara asegurarse de que seguía allí y comprendía
lo que quería decirle.
El miedo volvió con la facilidad de un viejo amigo. Tomó
una respiración profunda sin molestarse en disimularla. Había
estado al borde de ese pozo antes, seguro de que contenía agua
para poder flotar y mantenerse a salvo.
Solo espero que algún día me necesites,
de la forma en que yo te necesito.
Ahora lo sabía, no era agua. Ese pozo estaba lleno de
veneno y tenía que alejarse.
Créeme, si lo hicieras,
todavía podría tenerte entre mis brazos.
La mano de Brooklyn sostuvo la suya despacio, sin
obligarlo, sin imponerse. Miró fascinado cómo su mano más
pequeña parecía perderse en la de él, mucho más grande y
tostada. Tragó saliva despacio, contemplando la delicadeza
con la que entrelazó sus dedos.
Veneno, un dulce, agradable y adictivo veneno, que lo
llevaría a un doloroso final… otra vez.
Tiró con fuerza para alejarse, tratando de abrir la puerta.
No iba a caer, era cruel hacerle eso después de lo que le había
contado.
Brooklyn tiró de él hacia atrás, evitando que saliera.
—No me hagas esto —rogó mirándolo furioso.
Brooklyn ni siquiera le contestó, apenas tuvo tiempo a
procesar que se había puesto de rodillas en la cama para
agarrarlo. Lo siguiente que supo es que los brazos de Brooklyn
estaban alrededor de su cintura para bloquear cualquier
movimiento y sus labios presionaban contra los suyos.
En medio del silencio, con la música todavía sonando en
los auriculares, crearon su propia partitura. La lengua de
Brooklyn lamió sus labios como si fuera una escala musical,
algo aprendido y estudiado, casi metódico. Pulsando las notas
correctas para un buen resultado.
Separó los labios como si fuera una nota sostenida en su
escala, modificando el sonido de las notas de Brooklyn,
haciéndolas sonar más altas. Su lengua buscando la suya fue
un bemol perfecto, medio semitono por debajo, moderando la
intensidad, pero mucho más íntimo y complicado de dominar.
Los brazos que lo sujetaban pasaron a sostenerle con
delicadeza, un agarre sutil mientras sus cuerpos se
encontraban. Inclinó la cabeza poniendo la mano en su
hombro para sostenerse. La lengua de Brooklyn recorrió su
boca con calma, disfrutando de la armonía de su propia
melodía.
Todo era tan irreal y al mismo tiempo tan de verdad, que
su mente trataba de absorber los detalles. La suavidad de sus
labios húmedos, la calidez de su cuerpo rodeándole, el olor de
su perfume aferrándose a su ropa, inundando sus sentidos
como si quisiera atraerlo a una trampa.
No había porque preocuparse, no tenía intención de huir ni
aunque fuera para salvar su vida.
No era un beso apasionado, ni había finalidad de excitar.
Era dulce, suave y estaba hecho para reconfortar, como si
quisiera calmar su dolor ahogándolo en sus labios. No imaginó
que fuera así. Brooklyn era apasionado, sexy y descarado.
Llevaba años viéndolo ligar con mujeres. Nunca trató a nadie
de esa manera.
No lo hizo porque a ellas las deseaba, mientras que a él
intentaba… ¿Compensarlo?
Lo empujó con fuerza, haciéndolo caer en la cama. Casi se
cae al suelo por su prisa por salir, pero no se quedó a explicar
a los demás qué había pasado, ni prestó atención a los gritos de
Brooklyn a su espalda.
Se moría por besarlo, llevaba años soñando con ello. Pero
no así, como un pago o parte de su redención. Corrió detrás de
los camiones de escenografía, colándose entre ellos para evitar
que alguien del equipo pudiera verlo. Encontró a Terry
fumando fuera de uno de los coches de producción.
Se miraron mutuamente durante unos segundos. Terry
asintió con la cabeza, metió la mano en sus vaqueros y le
tendió la llave de la furgoneta sin decir nada.
Le dio las gracias, sin estar seguro de si le hubiera
escuchado y se encerró en el asiento trasero, a salvo tras los
cristales tintados, en completa soledad.
CARTA DE DESPEDIDA
CAPÍTULO 17
Años pensando en besarle, imaginando que el universo se
alineaba para darle ese milagro… pero nunca se había sentido
más miserable.
Acabar los días de grabación fue un ejercicio de
superación y de sacar todas las armas que había reunido en los
años que llevaban ejerciendo ese trabajo. Sin duda ayudó que
Brooklyn le estuviera evitando con tanta fuerza que ni siquiera
se atrevía a mirar en su dirección. Cuando volvieron al
aeropuerto para coger el avión de vuelta a casa, se encerró a
solas en la habitación y ni siquiera salió al hacer la primera
escala.
—¿Algo de lo que quieras hablar? —le ofreció Maui
cuando ya estaban de vuelta en el avión.
—¿Quién? ¿Yo? No, todo bien —respondió demasiado
rápido para ser verdad.
—Llevas horas girándote a mirar la puerta de la
habitación, va a darte un tirón. Creía que lo habíais arreglado.
Paris asintió jugando con el anillo de su índice.
—Y lo está —mintió—. Nos tomamos un descanso,
dejándolo correr.
Maui lo miró, alzando una ceja con gesto desconfiado.
—¿Seguro? No es lo que veo. Parece que estáis demasiado
ocupados evitándoos para daros cuenta de que no dejáis de
miraros el uno al otro.
—No es nada de eso. Todo va bien. Es que estoy nervioso
por la actuación de mañana.
Eso pareció animar a Maui que sonrió.
—Lo estoy deseando. Me hace falta el público, los
conciertos, la energía… Esta vez nos aseguramos de que
hubiera un poco más de tiempo para descansar de un concierto
a otro —le tranquilizó.
Asintió dándole la razón, pero no pudo dejar de pensar en
ello mientras el avión los acercaba a casa.
Quería volver a los escenarios también, pero parte de él no
extrañaba la exigencia, las noches frenéticas, el cansancio de
viajar cada pocos días a un estado diferente.
Todavía quedaba un mes para que arrancara la gira, aunque
el trabajo duro empezaba al día siguiente. Entrevistas de radio,
televisión, prensa… Los estrenos podían ser agotadores y
usualmente lo eran. Si tan solo… Miró la puerta de nuevo.
Ojalá pudiera hablar con Brooklyn, siempre conseguía
darle fuerza para ese tipo de situaciones. Lo extrañaba, aunque
no lo suficiente para consentir que todo el lío en el que estaban
envueltos continuase. Era el mayor, se suponía que tenía que
ser el maduro.
La comodidad y la familiaridad de su cama fue una
bendición después de días de dormir mal y todo el desastre de
la grabación. No creía que el equipo hubiera conseguido ni
media hora de contenido suyo, sumando todos los días que
estuvieron en Australia.
Al día siguiente Rachel lo arrastró de la cama después de
casi doce horas de sueño, lo arrastró al baño y luego a la silla
de su tocador mientras empezaba a maquillarlo y peinarlo para
la actuación.
Aún estaba medio dormido cuando Tessa le trajo la ropa
que debía ponerse y Norman entró a repasar las preguntas. Si
notaron algo raro en su comportamiento durante esos días,
ninguno de ellos dijo nada. Siempre le daban el espacio que
necesitaba y apreciaba.
A pesar de que fue puntual, Brooklyn y London ya habían
salido en su furgoneta con sus guardaespaldas. Denver y Maui
llegaron a los pocos minutos y los tres se marcharon sin
inconvenientes.
La canción que presentaron no era el tema con el que
estrenarían el disco, era una de las lentas. Ese tipo de
canciones no solían tener videoclip y ayudaban a levantar
rumores e interés sobre lo que llegaría.
La entrevista fue rápida y fácil, los fans siempre
conseguían hacer de cualquier plató un lugar confortable y la
entrevistadora era una gran admiradora del grupo, por lo que
se ciñó a las preguntas que habían pactado. Todos hicieron lo
que se suponía que debían hacer, bromearon con el público,
fueron encantadores con la presentadora, juguetones con las
respuestas e interpretaron la canción a la perfección.
Los fans que los esperaban fuera solo tenían palabras
bonitas que darles. Cuando por fin volvieron a su furgoneta, ya
que Brooklyn y London se fueron sin saludar, estaban tan
emocionados que pararon a tomar unas copas de celebración.
Todo fue perfecto, como debía ser… por eso nada
justificaba ese dolor sordo en su estómago cuando se tumbó en
la cama y trató de dormir. ¿Así serían las cosas? ¿Con
Brooklyn ignorándolo y él fingiendo que no existía? Se
levantó y cogió su portátil para buscar la entrevista que, a esas
alturas, ya inundaba internet.
Brooklyn ni siquiera le había dedicado una mirada durante
la media hora que estuvieron en pantalla, ni una sola vez. Leyó
los comentarios, en todos hablaban de lo cariñosos que se
habían visto a la pareja de moda. Observó las fotos y
fragmentos de vídeo que subieron con la etiqueta #Lonbrook.
Volvió a la cama, le dijo a Brooklyn que tenían que dejar
de jugar y lo que pasó en Australia era una muestra más de
ello.
Brooklyn estaba tan arrepentido por lo que había hecho
que trató de resarcirlo con un beso. ¿Hasta qué punto podía
sentirse culpable para hacer algo así?
London tenía razón, estaba siendo injusto con Brooklyn, lo
había presionado demasiado. Nunca tuvo la intención de que
algo así pasara. Deseaba ese beso, Dios… quería llenarlo de
ellos, pero nunca a ese precio. No contra su voluntad, jamás
como pago de nada. Era hora de dejarlo marchar. Hablar con
Brooklyn no había servido, era el momento de darle un final a
su historia para poder avanzar.
Bajó a la sala de música y se sentó en el piano. Hizo su
liturgia particular, luces tenues, ventana abierta y ni un solo
sonido. Volcó sus pensamientos en las teclas, ahogó la
confusión en la armonía de su canción y cerró los ojos
repitiéndola sin detenerse hasta que las palabras aparecieron y
se impregnaron de años de silencio.
—Olvidarte es lo más difícil que he hecho jamás. ¿Cómo
se puede borrar lo que llevo en la piel? Extiendo la mano y te
busco en la oscuridad. No sé por qué lo hago, sí sé que no eres
para mí.
»¿Cuándo dejé de ser yo? ¿En qué momento fuiste tú?
¿Cuál fue la ciudad en la que empecé a soñar con un
nosotros? ¿Cómo no puedes vernos? ¿Qué será de mí sin ti?
»Puedo vivir sin ti, brillar, aunque tu luz no me esté
iluminando, pero no quiero. No quiero levantarme cada
mañana sin tu sonrisa. ¿Qué voy a hacer? Estoy cayendo, sigo
haciéndolo. Nunca dejaré de caer por ti.
»¿Cuándo dejé de ser yo? ¿En qué momento fuiste tú?
¿Cuál fue la ciudad en la que empecé a soñar con un
nosotros? ¿Cómo no puedes vernos? ¿Qué será de mí sin ti?
»Me gustaría dejar caer la máscara de este teatro que es
nuestra vida. Quiero enseñarte lo que hay detrás, saber de ti
también. ¿Por qué parece que cuando más cerca estamos,
mayor es la distancia que recorrer?
»Miento, cuando digo que no te quiero, no me juzgues. No
sé qué más hacer. Quiero mirar al cielo, gritarle al viento que
te quiero. Sé que no puede ser.
»¿Cuándo dejé de ser yo? ¿En qué momento fuiste tú?
¿Cuál fue la ciudad en la que empecé a soñar con un
nosotros? ¿Cómo no puedes vernos? ¿Qué será de mí sin ti?
»Esto es para ti, este soy yo, gritando en mi idioma que te
quiero. Créeme, no importan las mentiras que diga. Siempre
seré tuyo.
Cuando la última nota resonó en la quietud del silencioso
estudio, la habitación le pareció diminuta, demasiado pequeña
para contener un amor tan gigantesco como el que llevaba
dentro. Todo el caos de sentimientos fue expuesto para que
pudiera verlo, como si estuviera mirando de forma directa a la
inmensidad de un abismo.
Repitió los últimos compases mientras una silenciosa
lágrima bajaba por su mejilla.
—Esto es para ti, este soy yo, gritando en mi idioma que te
quiero. Créeme, no importan las mentiras que diga. Siempre
seré tuyo. No puedo retractarme de lo que siento, pero sí
dejarte ir para que seas feliz.
Nunca había dicho una verdad tan grande. Escribió con
rapidez la letra, escuchando la grabación de su teléfono un par
de veces para asegurarse de que fueran las palabras correctas y
salió directo a la habitación de Maui. Eran las cuatro de la
mañana, así que no se molestó en llamar, se acercó a la cama y
lo despertó tocándole el brazo despacio.
—¿Paris? ¿Qué pasa? —quiso saber Maui frotándose los
ojos—. ¿Estás enfermo?
—¿Puedes ayudarme con algo? —le preguntó
avergonzado.
Maui lo miró desconcertado antes de comprobar la hora en
su despertador.
—Son las cuatro de la mañana. ¿No puede esperar unas
horas?
Negó con la cabeza tendiéndole el papel.
Maui encendió la luz de la mesilla y se sentó para leer.
—¿Esto es una canción? Espera. ¿Cuándo escribiste esto?
—preguntó más espabilado.
No dijo nada mientras lo veía leerla y examinar la
partitura.
—La letra es preciosa —dijo despierto del todo—. Y la
melodía… es increíble, Paris. ¿Cuándo hiciste esto? ¿Por qué
no la presentaste para el disco?
—¿Me ayudarás a grabar una prueba? No es para el grupo,
solo quiero guardarla para mí. ¿Puedes hacerlo?
Maui lo observó antes de asentir.
—Por supuesto, dame un minuto para ponerme algo.
Hicieron algunos arreglos, añadieron una pequeña base al
estribillo y tocó él mismo el piano antes de empezar a cantar.
A las nueve de la mañana dieron por terminada la
grabación y aunque esa canción no vería la luz, no le
importaba. Era su carta de despedida, su recordatorio para
poder avanzar.
Estaba triste, pero al menos no sería un amargo final.
Siempre le quedaría esa canción como recordatorio de los
sentimientos que un día tuvo por Brooklyn.
No hubo tiempo de dormir, pero no se arrepintió ni una
sola vez. Fue a los ensayos de baile y canto. Pasó casi una hora
preparando su vestuario para la gira, repasó su agenda de las
dos próximas semanas, firmó contratos y comió con los chicos
en el comedor antes de dar por terminado el día.
A solas en su habitación se puso los auriculares para
escuchar de nuevo la canción, prometiéndose a sí mismo que
lo haría al menos una vez al día.
Quizá, si lo hacía muchas veces, uno de esos días dejaría
de doler.
EL FINAL
CAPÍTULO 18
Los conciertos llegaron en medio de la espiral de locura de
siempre. Ensayos hasta la madrugada, un par de horas de
sueño y días que pasaban tan rápido que apenas podía
diferenciar cuándo era de mañana o de noche.
Como cada año desde que formaron el grupo, el día antes
de volar para su primer concierto todo el equipo se reunía en
una cena informal. Bebían y comían juntos para tomar fuerzas
antes de empezar el trabajo duro.
Con los años y la fama, se había convertido en una cena
obligada, con gente de la discográfica y artistas que estaban
lanzándose. Una sola foto con alguno de ellos haría que
consiguieran miles de fans. Cuanto más amistosa fuera la
imagen, más apoyo recibirían. Odiaba esos compromisos, algo
que debería servir para animarlos marcaba el primer punto de
tensión con el que vivirían durante meses.
Prefería mucho más cuando pagaban unas pizzas y bebían
cerveza barata. La emoción nunca los dejaba dormir durante
los primeros años, pero al menos podían matar la ansiedad
juntos, hablando o entreteniéndose con cualquier tontería.
Ese año estaba menos predispuesto a pasar por eso, así que
advirtió a los chicos mientras esperaban a que llegaran las
furgonetas para ir al local.
—No puedes irte sin más —le riñó Maui mirándolo
exasperado.
—Vamos, esperaré lo políticamente correcto para no
llamar la atención —les prometió.
—¿Eso qué significa? —preguntó Denver con
desconfianza.
—Que seré encantador mientras saludemos a los que no
conocemos como si me importaran. Hablaré, aunque no me
apetezca. Cenaré un plato carísimo demasiado pequeño para
considerarse una comida de verdad, y esperaré una hora entera
antes de irme a dormir diez horas —resumió sonriendo para
convencerlos—. No tengo que deciros que me iré a la
francesa, sin avisar. Desapareceré en medio de una bomba de
humo.
Todos se echaron a reír.
—¿Y qué diremos si nos preguntan por ti?
—Estoy indispuesto, mareado por una amenaza de
resfriado que no puedo permitirme a días de empezar la gira
—le contestó con rapidez.
—Lo tienes todo pensado. ¿Verdad? —lo acusó Denver.
—Culpable. No te enfades conmigo, no quiero pasar mis
últimas horas en casa rodeado de gente que no me importa —
le pidió agarrándole del brazo, dedicándole su mirada más
encantadora.
—Está bien —cedió Denver con un suspiro—. Pero solo te
cubriré si me dejas preparado un bocadillo. Estaré muerto de
hambre cuando esto termine —se quejó.
Una fiesta de ese estilo era lo más parecido que se le
ocurría a una colmena. Ellos eran la miel y los demás,
zánganos desesperados por participar en el sistema en el que
estaban inmersos. Tratando de deslumbrar a la abeja reina o en
este caso a los dueños de la discográfica.
Hombres y mujeres que vivían una vida acomodada sin
trabajar mientras se partían el alma para que sus carteras se
abultaran más desde la tranquilidad de sus casas. No era
hipócrita, ellos también sacaban rédito de ello, pero también
pagaban el precio más alto. Sin intimidad y con todo el peso
cuando había algún fallo, tuvieran o no la culpa.
Lo peor de cenar con esa gente era “la mirada”. Le hacían
sentirse igual que si fuera un caballo de exposición. Lo
examinaban de arriba abajo como si estuvieran tratando de
adivinar su valor. Poniéndole un precio a su aspecto,
elucubrando sobre el tiempo que le quedaba a su belleza, antes
de convertirse en uno más del montón. Intentando adivinar
cuando “su inversión” dejaría de ser rentable.
Era asqueroso, esa gente no sentía cariño por ellos, no
sabían el significado de la palabra lealtad. Nunca fueron un
apoyo, sino una causa más de estrés si no se vendían
suficientes discos o caían de los primeros puestos de las listas
de ventas.
Se sentía demasiado expuesto, vulnerable ante los ataques
a sus inseguridades más profundas. Conseguían que se sintiera
como cenicienta un minuto antes de llegar a la medianoche,
solo que no había príncipe y todos sabían que ese no era su
lugar.
—¿Qué hay de ese bocadillo? —le pregunto Maui
acercándose para hablarle al oído.
—Todavía faltan treinta y cinco dolorosos minutos.
Maui suspiró desanimado.
—¿Siempre ha sido así de malo o es que ha empeorado?
—quiso saber su amigo buscando a Denver entre la multitud.
—Siempre fue de la misma manera —contestó con rencor.
—Esta noche he oído unas diez veces lo bien que estoy
para mi edad. ¿Qué se supone que significa eso? Solo tengo
veintinueve años. Hay rockeros llenando estadios con sesenta.
El talento no es cuestión de edad —protestó Maui con
indignación.
Hizo una mueca sin responder a pesar de que sabía la
respuesta.
—¿Qué? —le preguntó Maui al darse cuenta.
—Tú sabes qué. No me hagas decirlo antes de salir de gira.
Maui se cruzó de brazos, todos lo sabían. Había muchas
discusiones en distintos ámbitos de cómo Narcissus llegó al
éxito. Algunos reconocían la calidad de sus canciones y
presentaciones en el escenario. Sin embargo, una gran mayoría
de la gente discutía sobre si tuvo que ver su aspecto, el
“fanservice” o incluso un golpe de suerte. Como si el azar
pudiera justificar su posición durante diez años.
Nadie le había preguntado nunca, pero en su opinión era la
respuesta que tenía la gente para sentirse mejor consigo
mismo. Es más fácil desprestigiar la labor de los demás, que
reconocer que hay un intenso trabajo y sacrificio que pocos
estaban dispuestos a soportar.
—Se supone que tienen que estar de nuestro lado. Son
nuestra gente —protestó Maui.
Paris suspiró negando con la cabeza.
—No, no lo son. El día que bajemos de ventas, nos
venderán al siguiente que pague el precio que consideren
justo.
Maui le dirigió una mirada ultrajada, pero no se atrevió a
llevarle la contraria. Sabía que era la verdad, por muy cruel
que sonara decirlo en voz alta.
—Pues que se jodan. Aún nos queda mucho que hacer —
murmuró Maui enlazando su brazo con el suyo, llevándole a
una de las barras del reservado—. ¿Quieres una copa?
—Paso, prefiero estar sobrio en medio de las hienas.
Gracias.
—Puede que tengas razón. Pediré un refresco —respondió
Maui bajando la voz para que nadie les oyera. Siempre que se
rodeaban de gente, había alguien escuchando.
Se giró buscando a Denver, tratando de adivinar cuánto
podría enfadarse si se iba ya. Olvidó por completo el objetivo
cuando vio a Brooklyn hablando con una chica.
—¿Qué? —le preguntó Maui al notar que no le prestaba
atención.
Ella movió con suavidad su largo pelo castaño, riéndose
con él. La reconoció de la televisión, el año pasado había
ganado un concurso de canto que le sirvió para firmar con uno
de los sellos menores de la discográfica.
Era descarada y explosiva en el escenario, encajaban bien.
—Solo están hablando —le dijo Maui al verlos.
Tragó saliva obligando a su cuerpo a relajar la postura.
—Ella es guapa y él también. Ambos están solteros, creo
que me sé el final de esta historia.
Maui abrió la boca para hablar, pero lo cortó con un gesto
de la mano.
—No es una crítica. Me alegro, quiero que se divierta y sea
feliz. No hay ningún problema.
Maui lo observó sin decir nada.
—¿Intentas convencerme a mí o a ti?
—A los dos —se resignó a admitir—. Estoy haciendo las
paces conmigo mismo.
—Creía que eso era lo que habías intentado lograr durante
todo este tiempo. —señaló Maui con confusión.
—Y lo era, pero no funciona, así que pruebo nuevos
métodos cruzando los dedos para que alguno dé buenos
resultados.
—¿Qué hay de la canción que compusiste?
Paris se cruzó de brazos devolviéndole la mirada.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó a la defensiva.
—Sé que es sobre Brooklyn —le dijo Maui observándolo
con atención.
Paris bajó la mirada al suelo, pero la levantó, negándose a
avergonzarse de sí mismo.
—¿Podemos no hablar de esto aquí? —le preguntó con
calma—. Por favor —insistió.
Pensó que Maui lo dejaría estar, pero en su lugar lo agarró
del brazo con suavidad y lo llevó a una de las pequeñas
terrazas del local, cerrando las puertas de cristal detrás de ellos
para alejarlos de la multitud.
—No te culpo, ni estoy tratando de atacarte. Es que no
entiendo qué estás haciendo. Dices que lo arreglaste todo, que
os estáis dando espacio, pero luego me despiertas de
madrugada para grabar una canción que no quieres enseñarle a
nadie. Y que habla de tus sentimientos por Brooklyn. Él pasa
de perseguirte con la mirada a todas horas para evitarte con
tanto cuidado que no entra en ninguna habitación si la puerta
está cerrada por si estás dentro. ¿Podrías explicarme qué pasa?
Paris se tragó el nudo que tenía en la garganta, mirando a
uno de sus mejores amigos, a su hermano mayor. Ya había
intentado pasar por todo esto solo, quizá fuera hora de dejar
que alguien más le ayudara.
—Me besó —reconoció en voz baja.
Los ojos de Maui se abrieron por la sorpresa, pero no dijo
nada, esperando que añadiera algo más.
—¿El día que saliste corriendo de la caravana y luego
desapareciste durante horas? —adivinó.
Asintió con la cabeza mientras se apoyaba en la barandilla
para no enfrentarlo.
—¿Qué salió mal? Por fin estabais juntos, es lo que
querías. ¿No?
—No fue de verdad —le explicó.
—No hay forma de tener un beso de mentira, o te besó o
no lo hizo —insistió Maui.
Dejó salir una risita de desprecio.
—Eso pensaba yo, pero créeme. Eso no fue un beso, sino
un pago que nunca pedí, ni quise.
—¿Un pago? ¿De qué demonios estás hablando? Por
favor, dame más detalles, porque te juro que me estoy
esforzando, pero nada de lo que dices tiene sentido para mí.
Paris se pasó la mano por la frente, todo el agobio que
había reprimido esas semanas, filtrándose por fin fuera de él.
—London tenía razón. Lo que dijo en casa de la hermana
de Denver es verdad. Estaba presionándolo para que aceptase
mis sentimientos.
Maui hizo un sonido de incredulidad chasqueando la
lengua.
—¿Qué dices? Eso no es verdad. Te alejaste por completo
de Brooklyn, es él quien se acerca a ti, e insiste.
Le dio la razón con un vago gesto de su cabeza.
—A eso me refiero. Los cinco empezamos este camino,
pero siempre ha sido diferente entre nosotros —admitió
bajando la voz—. Nos apoyamos el uno en el otro de una
forma en que no podíamos hacerlo con nadie más. Siempre
hemos estado juntos, desde el primer día hasta esa maldita
noche. ¿En qué lugar deja eso a Brooklyn?
—No te sigo —le contestó Maui desconcertado.
—Te juro que sentía que el mundo se acabaría cuando vi
ese vídeo. Sin embargo, para Brooklyn no significó lo mismo,
ya que él no había hecho nada malo. Al regresar y darle la
espalda, lo arrastré a la fuerza al mismo nivel en el que yo me
sentía. Durante todo este tiempo, he estado tratando de
recuperarme de una traición que en realidad nunca existió,
superando la pérdida de un amor que nunca llegó a ser. Le di
la espalda porque me estaba haciendo daño seguir a su lado.
—Eso no tienen ningún sentido —opinó Maui apoyando la
cadera en la barandilla y cruzándose de brazos para mirarle a
la cara.
—¿No? Denver y tú siempre lo hacéis todo juntos. ¿Cómo
te sentirías si dejara de hablarte sin ninguna explicación? ¿Si
no soportara ni estar parado a tu lado? Le abandoné, dije que
no lo culpaba, pero lo aparté de igual manera. Él tiene el
puesto más visible de los cinco y mucha presión. Lo del vídeo,
la compañía… le bloqueé las salidas. Está triste, se siente solo,
así que hizo lo que creía que podía solucionar las cosas.
—Besarte —completó Maui en voz baja.
Asintió de nuevo, sin atreverse a mirarlo.
—¿Qué clase de persona hace algo así? —murmuró
mientras cerraba los ojos—. Me comporté de forma egoísta.
No pensé en lo que significaba para él. Yo era su principal
apoyo y se lo quité cuando me di cuenta de que no obtendría lo
que quería. Por supuesto que me besó. Solo está tratando de
arreglar las cosas, pero como no le doy opciones, me da lo que
cree que quiero para volver a donde estábamos. Tenía ganas de
vomitar solo de pensarlo.
Maui se quedó bastante tiempo en silencio.
—No sé qué decir. Sinceramente esto me supera —
reconoció en poco más que un susurro.
Lo miró extrañado sin entender a qué se refería.
—Hay tantas cosas mal en lo que acabas de decir y un
desprecio tan grande hacia ti mismo que no sé ni por dónde
empezar.
—¿De qué hablas? —inquirió.
—Paris, escúchame bien, por favor. Presta mucha atención
a lo que voy a decirte —le pidió mirándolo muy serio—. Eres
una de las personas más empáticas y generosas que he
conocido en toda mi vida. Pero casi nulo cuando se trata de tus
emociones. Te comportas como si querer a Brooklyn fuera
algo asqueroso o de lo que debas avergonzarte y no es así. No
hiciste nada malo, Paris. Nada.
No sabía que necesitaba tanto escuchar esas palabras, pero
el estremecimiento que le sacudió el cuerpo fue de puro alivio.
—Lamento mucho si Brooklyn se siente solo o
abandonado, pero él no puede estar por encima de tu bienestar.
Necesitabas espacio para sanar y aclarar tus sentimientos, y
eso está bien. Tienes el derecho de establecer límites y decir
“no” si alguien los está cruzando. Al regresar, estableciste
barreras y nadie, incluyendo a Brooklyn, debería obligarte a
cambiarlas o retirarlas solo porque no les guste la situación.
—Pero él…
Maui levanto la mano con un gesto brusco para hacerlo
callar.
—Os quiero a los dos como si fuerais mis hermanos, os
deseo lo mejor y nunca me gustará veros sufrir. Sé que
Brooklyn no está en un buen momento y me aseguraré de estar
cerca de él y apoyarlo tanto como pueda. A pesar de ello,
debes comprender que si te besó para conseguir lo que él
quería, está mal —le aseguró con firmeza.
Se mordió los labios sin saber qué responder.
—Dicho esto… —Maui tomó aire y le dedicó una mirada
de disculpa—. Brooklyn no tiene una naturaleza cruel, me
cuesta creer que haga algo así sin pensar en las consecuencias.
¿Hablaste con él después del beso?
Negó sin decir nada.
—¿Para qué? No volvió a acercarse a mí, ni yo a él. Creo
que por fin se dio cuenta de que estamos mejor si dejamos más
espacio entre nosotros —musitó con tristeza.
Maui abrió la boca para decir algo, pero cambió de opinión
a último momento.
—¿Supongo que tu plan de buscar un novio sigue en pie?
—No, creo que estaba siendo un idiota. Digo que quiero
una relación real, pero trato de borrar a Brooklyn de mi vida
con otra persona. No parece un comienzo muy prometedor,
¿verdad?
Maui le palmeó la espalda, atrapándolo en un pequeño
abrazo.
—Aún lo quieres. —No era una pregunta, Maui sabía que
era verdad.
Paris miró hacia abajo, viendo los coches y la gente
paseando a más de veinte pisos por debajo de ellos. A veces
desearía cambiar todo lo que tenía por ser uno más. Levantó la
cabeza al cielo tratando de contener las lágrimas.
—Si soy sincero, no sé si alguna vez conseguiré dejar de
hacerlo. Lo que siento por él, es parte de mí mismo. Sé que
parece una tontería, pero me enamoré de él tan poco a poco
que está aquí dentro —murmuró señalándose la sien con un
dedo—. Y aquí. —Tocó su corazón—. Siempre lo llevo
conmigo.
—Oh… Paris. —Los brazos de Maui se cerraron a su
alrededor, abrazándolo con fuerza, sosteniéndolo, como
siempre—. Pasará, te lo prometo. Un día, cuando estés feliz
con tu guapo y asombroso novio, recordarás esto y te reirás.
No lloró gracias a su fuerza de voluntad, porque se negaba
a que alguien hablara de él ahora que los rumores se iban
atenuando. En cambio, se apoyó en el cuerpo de Maui,
dejando que su voz lo ayudara a calmarse.
La puerta de la terraza se abrió y Paris se apresuró a
separarse de Maui, pero él lo apretó más fuerte, dejando que
escondiera la cara en su cuello.
—¿Está bien Paris? —preguntó Denver sonando
preocupado.
—Cierra —le ordenó Maui en voz baja.
—¿Qué pasa? —La cálida mano de Denver se apoyó en su
espalda tocándole con un movimiento reconfortante.
—Nos vamos en cuanto se calme un poco.
—Eso venía a deciros, London y Brook se van, ya
podemos irnos todos, aunque la fiesta está en pleno apogeo.
—Sí, por favor. Quiero ir a casa —murmuró al separarse.
Denver lo miró con el ceño fruncido.
—¿Debo preocuparme por lo que pasa aquí? —le
preguntó.
—Luego te lo cuenta Maui —dijo sabiendo que lo
compartían todo—. No soportaría otra de estas charlas —se
disculpó.
Denver le sonrió abriendo la puerta.
—Vámonos, quiero mi bocadillo.
Se rio mientras volvía dentro y se marchaban sin
despedirse tal y como quedaron antes, bajando por las
escaleras para no llamar la atención, solo con sus
guardaespaldas.
—Ya puedo saborear la carne —murmuró Denver mientras
Terry abría la puerta del aparcamiento para comprobar que no
hubiera nadie.
Lo siguieron en cuanto los autorizó a seguir.
—Creo que prefiero un sándwich de queso, pero con
mucho queso —cantó Maui feliz subiendo a la furgoneta—.
¿Qué vas a pedir tú?
—Bocadillo de pollo —les respondió riendo.
—¿Por qué no vamos a ese sitio del paseo de Malibu? El
de los bocadillos cubanos —les recordó.
—Voto, sí —dijo Maui enseguida.
—Voto, sí —contestó sonriendo, le encantaba pasar el
tiempo con los chicos.
Volvieron con una bolsa llena para ellos y los demás que
ya llevaban casi una hora en casa.
La luz de la sala les indicó que habían hecho bien en
traerles comida.
—¡Chicos, venid a la cocina! Fuimos a por bocadillos a
Malibu —gritó Denver mientras Maui cogía cervezas de la
nevera.
—Genial —les agradeció London—. Podemos comernos
el de Brooklyn.
—¿Ya está dormido? —se extrañó Maui.
—No —respondió London incómodo de repente.
Todos se le quedaron mirando sin entender, pero Paris hizo
relación en su cabeza con más rapidez de la que le hubiera
gustado.
—Salió de fiesta —adivinó.
London asintió, creando un tenso silencio entre ellos.
Paris se tragó la rabia, ahí estaba todo lo que necesitaba.
La prueba irrefutable de que tenía razón.
—Déjaselo en la nevera, tendrá hambre al volver —dijo
con toda la calma que pudo reunir—. Vamos a comer antes de
que se enfríen.
Lo intentaron, tenía que concederles eso, llenaron el
silencio con conversaciones que fue incapaz de seguir y nadie
comentó que su comida estuviera intacta, tampoco de que se
fuera a dormir media hora después.
Maui no dijo nada cuando se metió en su cama esa noche,
se limitó a abrazarlo.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
EL PRECIO DE LA FAMA
CAPÍTULO 19
Al primer concierto de la gira, le siguió el segundo, el
tercero y en cada uno de ellos, su agujero se hacía un poco
más profundo.
Las redes sociales se inundaron de comentarios sobre el
cambio en la interpretación de las canciones, la ausencia de
interacciones entre ellos e incluso la distancia física que había
en cada aparición pública que hicieron.
Las críticas se volvieron cada vez más salvajes, como si
estuvieran castigándolo por no darles lo que querían. Ni
siquiera el “fanservice” descarado entre Brooklyn y London
parecía ser capaz de acallar las voces en su contra.
Pol presionaba a Norman para volver a las presentaciones
anteriores, pero su atención tenía que dividirse también con
intentar controlar a Brooklyn, lo que le llevaba gran parte de
su tiempo. Su equipo se mantuvo fuerte a su alrededor,
asegurándole que solo sería por una temporada. Juraban que la
gente se cansaría… no lo hicieron.
Las críticas se recrudecían y se volvía más inseguro según
iban pasando los conciertos. Cometía errores de aficionado,
fallos que llevaba mucho tiempo sin cometer, y con cada nota
desafinada, llegaba una nueva avalancha de vídeos e insultos.
No podía con tanta presión, se estaba quebrando y no sabía
cuánto más podría aguantar. Desinstaló las redes sociales de su
teléfono y lo mantuvo apagado salvo para llamar a casa.
Denver, Maui y London intentaron animarlo, se turnaron
para quedarse con él en la habitación, ya que se negaba a salir
y trataron de apoyarlo.
Nadie se atrevía a decirlo en voz alta, pero su presencia
repercutía de forma negativa en el grupo. Sabía que ninguno
de los chicos lo admitiría, por eso no le sorprendió cuando Pol
hizo la sugerencia después de su cuarto concierto. A él no le
importaban los sentimientos, era la persona indicada para
decirle la verdad.
—Podrías tomarte libre el próximo concierto. —Levantó
su vista cansada al mánager.
Eran los únicos que quedaban en la habitación de hotel
donde hacían las reuniones de equipo. Él se había distraído en
algún momento y no se dio cuenta de que ya todos estaban
fuera.
—Solo para enfocarte, creo que estás agotado. Es obvio
que algo no marcha bien, todo el mundo lo sabe —le dijo con
falsa empatía—. Vuelve a casa, tomate unos días. Diremos que
estás enfermo, igual que cuando Maui se operó de apendicitis.
El público preferirá que descanses para que puedas bailar y
cantar como deberías. Podemos hacer que London cubra tus
partes hasta que te sientas mejor. No hay prisa —le ofreció con
su tono más persuasivo.
Ese era el punto de inflexión, debía levantarse y decirle a
ese cabrón que había traspasado el límite, que no tenía ningún
derecho a soltarle esa mierda cuando ya estaba al borde. En su
lugar, asintió con la cabeza sin decir palabra. No tenía energía
y Pol no estaba equivocado del todo.
—Bien, puedo tener el avión de la compañía listo para ti
en media hora. Recoge tus cosas, no te preocupes por los
chicos. Van a cenar en el restaurante del hotel, yo se lo contaré
para ahorrarte el mal trago —le sugirió ya sin mirarlo,
centrado en enviar mensajes a toda prisa con su móvil
preparando su salida.
—¿Ahorrar el qué? —preguntó Denver parado en la puerta
con su tarjeta magnética.
Pol se quedó paralizado por la interrupción antes de sonreír
con tranquilidad.
—Paris nos deja un par de días, para que se despeje.
—¿Paris? —presionó Denver sin decirle nada al hombre.
No le devolvió la mirada, no se atrevió a apartar sus ojos
de la moqueta, demasiado mortificado por la vergüenza.
—Escucha, no hay de qué preocuparse —les interrumpió
Pol—. Volverá cuando esté preparado, haremos un par de
conciertos y probaremos con London ocupando el lugar de
Paris. Es lo que todos quieren, solo tienes que ver las redes
sociales. No podemos ignorar al público.
Ni siquiera parpadeó cuando Pol dijo que serían un par, en
vez de un solo concierto como le había dicho. Estarían mejor
sin él, tenía razón en eso, ellos y el público.
—Cierra la puta boca —le ordenó Denver con los dientes
apretados.
—Denver, no seas melodramático —contestó Pol
indignado—. Hablemos como profesionales, solo estoy
pensando en lo mejor para Narcissus. Le hago un favor al
esconderlo de la opinión pública. Lo están destrozando cada
día, se está convirtiendo en el hazmerreír.
—¡Que te calles! —gritó dando un par de zancadas para
agarrar del brazo a Paris, obligándolo a levantarse.
—Su valor está por los suelos y eso perjudica a la banda.
No me voy a quedar sentado mientras nos hunde a todos —
protestó Pol con la cara roja.
—¡No digas una puta palabra más! No se va, ¿lo
entiendes? Nadie se marcha, somos cinco. Cinco cantantes,
cinco bailarines. ¡CINCO! —Denver lo arrastró con fuerza,
tirando de él por todo el pasillo sin preocuparse de si alguien
los estaba observando.
Abrió la puerta de la habitación con su tarjeta y la empujó
con tanta fuerza que rebotó contra la pared creando un
estruendo.
—¿Qué haces? Ten cuidado con la puerta —le dijo Maui
asustado. Estaba inclinado sobre su maleta, rebuscando entre
su ropa.
Denver no contestó, cerró y se alejó de Paris como si no
pudiera soportar más su presencia.
—¡Dime que está pasando! ¡Ya! —le exigió Denver con
rabia, ignorando a Maui.
—¡Oye! —protestó Maui interponiéndose entre los dos—.
Relájate. No le hables así —le increpó molesto.
—Le hablo como quiero. Paris deja la gira, iba a irse sin
decirnos nada. Otra vez —puntualizó con el cuerpo temblando
por el enfado.
—¿Qué? —preguntó Maui volviéndose hacia él—. No,
entendiste mal. Paris nunca nos haría eso.
Paris bajó la cabeza, incapaz de enfrentarlos. «Vosotros no.
Que me odie todo el mundo, pero no vosotros».
—Lo entendí a la perfección. Pol ya lo tiene todo
planeado, dijo que faltara a los siguientes conciertos y no
parecía tener la intención de volver pronto.
—¿Paris…? —lo llamó Maui tomando una bocanada de
aire.
—Es lo mejor. —Reunió toda la fuerza que le quedaba
para hablar—. Me equivoco cada noche, estoy fuera de tono…
ya habéis visto las redes sociales. Nadie me quiere aquí, le
hago daño a la banda. No tiene sentido seguir.
El silencio de la habitación fue hielo contra su piel, nadie
dijo una palabra para asegurarle que estaba equivocado.
¿Cómo lo harían si era la verdad? Puede que hasta estuvieran
aliviados.
Las lágrimas inundaron sus ojos y ya no pudo contenerse.
Cada comentario hiriente que había leído durante ese mes en
las redes sociales, cada insulto, cada vídeo que señalaba sus
errores, regresaron a él como cuchillos que lo herían de
muerte. Se desplomó en el suelo, sin fuerzas, sollozando sin
cesar.
—¡Paris! —los brazos de Denver lo sujetaron tratando de
levantarlo, la voz de Maui le llegó, aunque no distinguió las
palabras.
Lloró incapaz de parar, como si el muro que había
levantado para protegerse se hubiera roto en pedazos.
Oyó gente corriendo cerca de él, las voces asustadas de
London y Brooklyn.
Alguien empujó a Denver y el olor de Brooklyn lo inundó
por completo, sus largos brazos lo rodearon tratando de
proteger su cuerpo, como si con eso pudiera proteger su
mente.
Brooklyn tarareó canciones sin sentido en su oído, nada
que reconociera, pero algo que podía entender incluso en ese
estado. Era la manera de decir, “estoy aquí contigo”.
No tenía ni idea de cuánto tiempo pasó, si fueron diez
minutos o diez horas, pero permaneció tirado en el suelo,
aferrado a Brooklyn, como si su vida dependiera de ello.
—Ey… —murmuró Maui, pasándole la mano por la
frente. Parpadeó notando dolor en los ojos por lo hinchados
que estaban—. ¿Vienes conmigo? Vamos a ponerte cómodo.
¿Te parece bien? —le ofreció con suavidad.
Asintió despacio, sentía su mente como si tuviera algo
pesado y espeso en su cabeza.
Denver salió de la nada, y lo ayudó a ponerse de pie, ya
que sus piernas adormecidas no respondían completamente.
Juntos lo llevaron al baño de la habitación, Denver abrió el
grifo del agua y luego desapareció, siendo reemplazado por
London, quien apareció con algo de ropa, dejándola sobre la
repisa. Maui le ayudó a desnudarse y a meterse en el agua.
No protestó, no era la primera vez que tenían que hacer
algo así por una lesión. Dejó que le lavara el pelo y se quedó
dentro de la bañera para que su cuerpo frío volviera a
recuperar el calor.
Agradeció el agua dulce sobre su rostro maltratado por sus
lágrimas saladas, se bañó y salió de la ducha en cuanto Maui le
mostró una toalla gigante.
Se dejó hacer como un muñeco sin voluntad, confiando en
que lo mantendrían a salvo. Le ayudaron a ponerse una
sudadera que le quedaba muy grande y un pantalón holgado
antes de llevarlo a la habitación de nuevo.
Las dos camas del cuarto eran de matrimonio, pero las
habían unido mientras él se preparaba, Brooklyn y Denver ya
estaban dentro de la gigantesca e improvisada cama. Bajó la
cabeza para evitar mirarlos, aunque aceptó de buena gana que
Brooklyn abriera los brazos haciéndole sitio a su lado.
Era consciente de que estaban hablando y de que
probablemente debería prestar atención, pero en su lugar se
sumergió en un estado de duermevela mientras sus voces lo
tranquilizaban. Poco a poco, se dejó llevar por el sueño
profundo que tanto necesitaba y finalmente logró
desconectarse por completo.
El estruendo de varios móviles sonando al mismo tiempo
lo sacaron del sueño. Protestó girando la cabeza; todavía
quería dormir.
Dos fuertes golpes en la puerta insistieron en que se
despertara de nuevo.
—Maldita sea —murmuró Denver en algún lugar cerca de
él al tropezarse con algo—. ¿Quién es? —preguntó sin abrir la
puerta.
—Perdona, Denver. No encuentro a Paris, lo busqué en su
habitación y no parece haber dormido allí. Tampoco lo
encontré en otras áreas del hotel. ¿Está con alguno de
vosotros? Lo estoy llamando al móvil, pero no contesta —
preguntó la voz de Norman con preocupación.
Paris abrió los ojos recordando dónde estaba. Brooklyn
seguía abrazándole y ya tenía los ojos abiertos mirándole
fijamente.
—¿Estás solo? —preguntó Denver desde la entrada.
—Eh… sí —contestó desconcertado Norman.
Intentó alejarse de Brooklyn, pero este lo sujetó con más
fuerza, obligándole a quedarse quieto mientras negaba con la
cabeza. Miró al lado, Maui trataba de despertarse en el hueco
que Denver acababa de dejar, London aun dormía a pesar que
su móvil no paraba de pitar.
—¿Qué ocurre? —preguntó Norman cuando le abrieron.
Se encogió por la vergüenza, recordando cómo todos
habían tenido que cuidarlo.
—Todos estamos aquí, pasamos la noche juntos —le
explicó Denver.
No era algo común, aunque tampoco inusual. Ya habían
dormido juntos antes, si estaban pendientes de recibir un
premio y nadie quería pasar la noche de nervios en soledad,
cuando murió el abuelo de Maui, si alguno se encontraba mal
o había sucedido algo importante.
—Hubo una situación, con Paris —siguió diciendo Denver.
—¿Cómo? ¿Por qué no me llamó? ¿Está bien?
—No vamos a hablar de esto ahora —le cortó Denver con
rapidez—. Tenemos que aclararnos entre nosotros antes de
hacerlo con vosotros. No queremos que nadie se entere,
especialmente Pol. Ayer nos hizo una encerrona.
—Con Paris —adivinó Norman con rabia—. Hijo de puta,
lleva días haciendo comentarios de mierda. ¿Cómo está él? —
le preguntó intranquilo.
Denver suspiró.
—Lo tenemos. Por favor, haz que alguien de vuestro
equipo nos traiga las maletas de las demás habitaciones. Nos
cambiaremos y saldremos para nuestro avión antes de que se
levante la gente de la discográfica. No quiero que nos
encontremos con Pol todavía.
—¿Estás seguro de que es una buena idea? —le preguntó
él.
—Sí, todos estamos de acuerdo.
—Bien, no hay problema. ¿Necesitáis algo más? —se
ofreció Norman con rapidez.
—Solo espacio —le dijo—. ¿Crees que podamos salir los
cinco sin que nos vea ningún fan?
—Hay puerta trasera, puedo organizarlo. Hazme saber si
hay algo más, siempre tengo el móvil conectado. Dile a Paris
que me envíe un mensaje, solo para hacerme saber cómo
puedo ayudar.
—Estoy bien Norm —dijo en voz alta movido por el
arrepentimiento, sabía lo mucho que se preocupaba por él.
Oyó el suspiró aliviado de su agente y se sintió un poco
peor por dejar que las cosas llegaran a ese punto.
—Chico, no me des estos sustos. Ya estoy mayor. Envía un
mensaje si vas a hacer una fiesta de pijamas, son gratis —
protestó el hombre mientras salía. A pesar de la frase, el alivio
se filtró en su tono.
Denver puso el seguro a la puerta y volvió con ellos. Todos
estaban ya despiertos.
—Chicos… —empezó sentándose en la cama para
mirarlos.
—Ni una palabra —le advirtió Maui con suavidad—.
Hemos llegado a un punto de no retorno con todo lo que está
pasando y es hora de tomar medidas. Debimos hacerlo antes.
London asintió detrás de Maui.
—Estoy de acuerdo. Creo que todos necesitamos hablar
con calma de lo sucedido, Paris —opinó mirándolo.
—Lo haremos —los interrumpió Denver—. Pero no ahora,
vamos a prepararnos y a marcharnos. Hablaremos en el avión
—decidió por todos.
—¿Tenemos que hacerlo? —preguntó Paris mortificado.
—Sí —dijo Maui con firmeza.
Suspiró resignado, pensando que era lo mínimo que les
debía.
SILENCIO
CAPÍTULO 20
No se iban tan rápido de un hotel desde que salieron sin
pagar de un motel en Las Vegas cuando empezaban su carrera.
Se vistieron con ropa cómoda para el vuelo, ya que tenían
por delante un viaje de casi dos horas. Se abrigaron con gorros
y bufandas antes de salir, acompañados por Hank y Terry,
quienes los escoltaron por la puerta trasera y los llevaron a la
furgoneta directamente al aeropuerto.
La mano de Brooklyn estaba firmemente agarrada a la
suya desde que salieron de la habitación, no lo soltó durante el
trayecto, tampoco lo hizo mientras estaban en el aeropuerto.
El avión esperaba en la pista cuando pasaron el control,
por lo que pudieron salir un poco antes de la hora.
Los cinco guardaron silencio esperando a que la azafata
entrara de nuevo en la cabina del piloto, dejándolos solos.
—Lo siento mucho Denver. Yo… —empezó cuando todos
centraron su atención en él.
—Basta. No te disculpes más. Deja que te enseñe una cosa.
—Sacó su ordenador y le puso la grabación del último
concierto.
—No quiero ver mis errores —murmuró apesadumbrado
bajando la cabeza.
—No es sobre ti, por favor mira la pantalla —insistió
Denver.
Tenía razón, el vídeo se centraba en Maui. Miró en silencio
cómo interpretaba la coreografía. Olvidaba algunos pasos,
improvisaba otros, pero su gracia natural cubría sin esfuerzo
los pequeños fallos.
Miró a Denver sin comprender qué pretendía. Él le pasó
otro vídeo en completo silencio. En ese era él quien cometía
deslices, en los siguientes fueron London y Brooklyn.
—¿Por qué me enseñas esto? —le preguntó.
—Porque no eres el único que se equivoca, nos pasa a
todos cuando estamos sobre el escenario, por euforia, error o
despiste. No somos perfectos, no somos máquinas, ni somos
mejores que tú —le explicó Denver.
—No es lo mismo —protestó.
—Tienes razón —estuvo de acuerdo Maui—. La diferencia
radica en que nosotros no nos torturamos con eso y no
sufrimos el hostigamiento constante de Pol, ni estamos
sometidos a la presión del público que tú aguantas. Es injusto.
—Lo que te hizo ayer Pol es acoso laboral —le dijo
London sin andarse por las ramas—. Te acorraló y aprovechó
que estabas débil para deshacerse de ti. Te hundió usando tus
inseguridades para obligarte a hacer algo que no querías.
Miró de nuevo a la mesa, tratando de soltar su mano de
Brooklyn, pero él se negó a dejarlo marchar.
—No es eso, son los comentarios del público, la gente está
enfadada. Hacen vídeos, memes… soy el número uno en las
redes cada vez que actuamos.
—Lo sabemos —le aseguró Denver con delicadeza—. Y
no es justo. Cuando un dependiente tiene un mal día y hace
mal su trabajo, nadie lo humilla, pero nuestra profesión es
cruel y nos expone en momentos en los que deberíamos estar
más protegidos que nunca.
—No sé qué hacer. Ensayo a todas horas, pero cuanto más
me empeño… más errores cometo. Últimamente no consigo
hacer nada bien.
—No te menosprecies de esa manera, es una mala racha.
No lo haces todo mal. No permitas que unos pocos fallos
puntuales arruinen todo lo que haces y en lo que eres excelente
—le sugirió Maui.
—Tienes que encontrar la forma de lidiar con la presión,
deja las redes sociales, los vídeos… olvídate de todo y canta.
Amas actuar, vives para ello. No dejes que la opinión de gente
que pierde su vida odiando a alguien que ni conocen, arruine
lo que más te gusta. Y si necesitas ayuda profesional,
buscaremos al mejor.
—Ojalá fuera tan fácil —murmuró agobiado—. Trato de
ser fuerte, pero no puedo, es demasiada presión. Estaríais
mejor sin mí, todo el mundo lo sabe.
—Yo no estoy mejor sin ti —dijo Brooklyn hablando por
primera vez—. Soy muy infeliz cuando no estás conmigo.
Lo miró sin saber qué decir a eso, Brooklyn le devolvió la
mirada sin avergonzarse, ni retirar o explicar lo que había
dicho.
—Yo tampoco —lo apoyó Maui.
—Ninguno de nosotros —le aseguró Denver mientras
London asentía.
—¿Cómo hago que esto mejore? —preguntó finalmente.
—Yo te diré cómo. Empezando por un ambiente laboral
libre de toxicidad. Envié un correo al abogado, voy a sacar a
Pol de nuestras vidas. No tiene derecho a tratar de echar a uno
de nosotros y no consentiré que os trate así. Debería haber
tomado medidas antes.
—¿Podemos deshacernos de él, de verdad? —le preguntó
London animado.
—Creemos que sí —le respondió Maui—. Pero
necesitamos estar seguros antes de movernos. Puede que
tardemos un poco, así que debemos elaborar un plan.
—Paris, quiero que te mantengas lejos de él todo lo que
puedas. Nosotros cuatro trataremos de hacer de escudos, usa a
tu staff y ponle las cosas difíciles para acceder a ti. Nada de
quedarte a solas con él. Llevará algo de tiempo, pero lo
conseguiremos —le prometió Denver.
—Es muy bueno en su trabajo. ¿Estás seguro de que
merece la pena? —No quería meterles en problemas después
de todo lo que había pasado, pero con solo pensar en estar con
él de nuevo, sentía cómo su cuerpo se encogía.
—Por supuesto, ayer fuiste tú, pero todos hemos pasado
por baches. No voy a tolerar que nos ataque cada vez que
estemos mal. Si tenía un problema con tu trabajo, debería
haber hablado conmigo primero —argumentó con molestia
Denver.
—Nuestra vida es asfixiante, necesitamos tener lugares
seguros y nuestro equipo debería ser uno de ellos —le dijo
Maui con seriedad.
Asintió echando un vistazo a sus caras, todos parecían
igual de determinados a seguir adelante con esa idea.
—Siento mucho lo que pasó ayer… —volvió a empezar a
disculparse de nuevo.
—Nosotros lo sentimos —le dijo London con rapidez—.
Por no darnos cuenta de que estabas en ese estado.
Conmocionado miró a los cuatro, agradeciendo a Dios o
quien estuviera en lo alto, que fueran sus compañeros de vida.
—Gracias, chicos —murmuró emocionado.
—¿Puedo pedirte un minuto en la habitación? —preguntó
London.
Asintió con un gesto, esta vez Brooklyn le dejó marcharse
después de echarle un vistazo para confirmar que estaba bien.
Se sentó al borde de la cama esperando a que London
hablara.
—Quiero disculparme contigo por lo que pasó con
Brooklyn —le dijo en cuanto cerró la puerta.
—No hablemos más de eso —le pidió sin mirarlo, estaba
demasiado sensible como para seguir con ese tema que ya
parecía eterno.
—Tenías razón, me equivoqué.
Levantó la cabeza por la sorpresa, London rara vez admitía
de forma abierta un error.
—La chica del vídeo fue un antiguo contacto de Brooklyn
de hace unos años. Cuando los vi salir pensé que iban a
recordar viejos tiempos. Tenía que habértelo dicho, pero en el
fondo creía que no era para tanto.
—No fue por eso.
—Lo sé. Ahora entiendo que no estuvo bien ocultártelo y
me arrepiento de no advertirte. Fue la primera vez que lo hizo
en el último año —dijo con sinceridad y arrepentimiento.
Paris se quedó mirándolo sin saber qué decir.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión? —preguntó—. ¿Por
qué me dices esto ahora?
—Brooklyn —respondió London cruzándose de brazos—.
Creía que lo pasaba mal porque extrañaba a su amigo. Pero
algo pasó el día de la sesión de fotos en la caravana, lo dejaste
destrozado. Nadie se pone así por un amigo. Siento que os
fallé a los dos por motivos muy diferentes. Me gusta que la
gente me preste atención y disfruto de hacer “fanservice” con
Brooklyn, pero no es recíproco. Él no está cómodo y
disimularía bien si no le conociera. Llevamos juntos el tiempo
suficiente como para notar la diferencia.
Paris miró a la moqueta antes de atreverse a preguntar.
—¿Está con alguien ahora?
—No lo creo. Salió una noche, el resto las pasó con
nosotros tres, bebiendo una cantidad poco saludable de
alcohol. Pol no se entera de nada. Brooklyn vuelve a su cuarto
a las tantas, pero está con nosotros. No es tan estúpido como
para andar emborrachándose por la calle donde puedan volver
a hacerle una foto. Te digo la verdad —le prometió London
mirándolo a los ojos.
—Gracias —murmuró a pesar de que no tenía ni idea de
qué hacer con esa información.
—Entonces, ¿estamos bien? —le preguntó London
mirándolo con temor a ser rechazado.
—Claro, aunque no me lo hubieras contado, daría igual.
Gracias por lo de ayer, por cuidar de mí.
London le dedicó una amplia sonrisa.
—Tú lo harías por mí. Ya lo has hecho antes.
—Sabes que sí —le aseguró sonriendo también.
London se movió para poder abrazarlo antes de salir con
los demás.
Se quedó sentado en la cama durante bastante tiempo, con
la cabeza aturdida debido a cientos de emociones y
pensamientos que se detuvieron en cuanto la mano de
Brooklyn volvió a sujetar la suya.
Giró la cabeza, encontrándolo a su lado. Los dos se
quedaron observándose, sin decir nada, en un silencio largo y
cómodo. Como los compases mudos al final de una melodía,
armónicos, sedosos contra los últimos ecos del sonido aún
vibrando en el espacio. La antesala a un clímax de notas
perfectas que juntas resonaban igual que una sola.
Siempre pensó en ellos como ese silencio.
Miró a Brooklyn y lo vio todo… escalas, corcheas, claves,
tonos y semitonos que se unían y se separaban para crear ese
milagro que era la música.
Entrelazó los dedos con los suyos y en la lejanía fue capaz
de intuir la melodía detrás de ese silencio sin fin entre los dos.
Estaba ahí, al alcance de su mano, la sentía hasta en los
huesos, su ritmo haciendo vibrar cada resquicio de su interior.
Se inclinó hacia delante y cubrió los labios de Brooklyn
con los suyos. Dejó salir una trémula respiración, separándose
un poco. No lo había hecho, no pudo ser él quien rompiera esa
última barrera de seguridad.
Brooklyn soltó su mano y le sostuvo la cara con
delicadeza. Se miraron a los ojos en un mundo distinto al de
un segundo atrás, compartiendo el aliento, respirándose el uno
al otro.
Quería disculparse, reafirmarse, alejarse, acercarse…
quería paralizar ese momento para que no acabara nunca.
Brooklyn rozó su boca con suavidad y un suspiro
tembloroso se perdió en su beso, sin saber a quién pertenecía.
Lamió con reverencia su labio inferior, con una disculpa sin
pronunciar flotando entre ellos. Jugó con sus labios,
saboreándolos como si estuvieran colmados de miel,
tomándose su tiempo para degustarlos.
Brooklyn movió las manos guiando su cabeza, sujetándolo
con delicadeza.
Le sujetó sus muñecas, inseguro de si debía apartarlo o
acercarlo.
La lengua de Brooklyn presionó con gentileza contra sus
labios, suplicando para entrar. Paris los separó, sintiendo el
miedo que lo aislaba de la música, temeroso de romper la
cúpula en la que ambos vivían.
Brooklyn fue valiente por los dos. Buscó su lengua y se
perdió en su boca, llenó de grietas las paredes y dejó que se
desmoronaran como si fuera arena. Y por fin la música lo
inundó todo.
Paris enterró los dedos entre su pelo, respondiendo al beso.
Estaba ahí, la melodía de su vida resumida en el sonido que
Brooklyn hizo cuando sus lenguas volvieron a encontrarse. El
tempo indicado en el movimiento de sus labios resbalando
juntos, las notas perfectas resonaron en el gemido ahogado que
compartieron, al recuperar el aliento.
—No sé qué estamos haciendo —murmuró Paris con voz
ahogada—. Tú no eres como yo, podemos perderlo todo por
nada.
Brooklyn apoyó la frente en la suya, cogió su mano y la
puso sobre su corazón que latía enloquecido.
—No lo sé. Solo sé que tú me escuchas en mis silencios. Y
yo sé cómo suenas cuando callas. Prométeme que si vuelves a
irte, esta vez me llevarás contigo.
EN OTRA VIDA
CAPÍTULO 21
Al bajar del avión los recibió parte del staff de Denver que
siempre viajaban como avanzadilla para preparar la logística.
Salieron del aeropuerto directos al hotel, quedándose los
cinco en la misma habitación. Discutieron entre ellos lo que
querían negociar con la discográfica antes de que Denver se
fuera a su cuarto con Maui para hablar con el gerente.
—¿Creéis que tarden mucho? —les preguntó London.
—No creo que sepamos nada de ellos en bastante tiempo
—opinó Brooklyn.
—Sí, yo pensaba lo mismo. ¿Vemos una película para
matar el rato? No quiero estar solo, estoy demasiado nervioso
—les pidió London.
—Yo me apunto —accedió aliviado de no tener que pasar
las próximas horas preguntándose lo que estaría sucediendo. Si
la discográfica se oponía al despido de Pol, su vida iba a
convertirse en un infierno.
—¿Qué os apetece ver? —quiso saber Brooklyn
apuntándose al plan.
—¿Hacemos maratón de Marvel? —les ofreció London
porque eran de sus favoritas.
La habitación tenía dos camas dobles, London se metió en
una mientras Brooklyn y él lo hacían en la otra.
Como había espacio, Paris dejó una pequeña distancia
entre sus cuerpos. Usó una de las almohadas para ponerse
cómodo y miró a la pantalla.
Los ronquidos suaves de London les llegaron antes de que
terminara la primera película. Ya había empezado la segunda
cuando notó a Brooklyn tocándole la espalda y sintió el calor
de su cuerpo al apretar su costado contra el suyo.
—¿Estás bien? —le preguntó Brooklyn al oído.
Trató de disimular el escalofrío que le causó su aliento al
rozar cuello, esforzándose por pensar en dar una respuesta
coherente.
—Solo ansioso —murmuró para no despertar a London.
La mano de Brooklyn se movió de arriba abajo, tratando
de ayudarlo a relajarse.
—Todo saldrá bien. No pueden deshacerse de nosotros,
somos el grupo más importante de la discográfica y el que más
dinero les genera. Denver no dejará que se salga con la suya.
Giró la cabeza para mirarlo, estaba despeinado, pero tan
guapo que el aliento se le atascó en la garganta.
Olvidó por completo lo que iba a decir al verlo tan cerca.
A pesar de que todos se veían cansados, su belleza seguía
intacta. Lo hacía más humano, vulnerable y accesible. Paris se
mordió el labio inferior con fuerza, recordándose que ya
estaban en bastantes problemas sin añadir sus sentimientos por
Brooklyn.
—Espero que tengas razón —le respondió tratando de
centrarse en la conversación.
Brooklyn lo miró fijamente por un momento antes de
acercarse aún más a él. Paris contuvo la respiración, el olor de
su perfume y el calor de su cuerpo estaban poniendo a prueba
su autocontrol.
—¿A qué le tienes miedo? —le preguntó Brooklyn en un
susurro.
«A ti», pensó en un segundo. «A que me rompas el
corazón de nuevo». No lo dijo, nunca le diría algo así. Porque
hacerlo, significaría exponer la poca dignidad que le quedaba
y ni siquiera sabía qué demonios hacía cuando se trataba de él.
Brooklyn era muy protector, apenas se había separado
desde que todo ese desastre empezó, quizá el beso era una
manera de consolarle y él lo estaba malinterpretando.
Tardó demasiado en responder, pero Brooklyn lo escuchó
de todas formas, sin que las palabras fueran necesarias.
Su mano se posó con delicadeza en la parte baja de su
espalda, acariciando con gentileza su piel con el pulgar.
—Si todo sale mal, nos iremos. Cualquier discográfica
mataría por trabajar con nosotros. Ni siquiera debemos hacerlo
si no queremos. Tenemos suficiente dinero para producir
nuestros propios discos.
Paris frunció el ceño, inseguro.
—No es tan sencillo. Si fuera así de fácil, ¿por qué no lo
hicimos antes? —opinó.
—Porque a veces es más sencillo continuar con lo que
tenemos, aunque no sea perfecto y sepamos que no está bien.
Saltar al vacío da miedo, pero eso no significa que vayamos a
estrellarnos, tenemos red de seguridad.
Paris miró sus ojos oscuros y contestó incapaz de
contenerse.
—¿Eso es lo que hacemos tú y yo? Continuar, aunque los
dos sabemos que no es perfecto y que no está bien. —Su voz
no debería sonar tan temblorosa como se sentía, pero se
enorgulleció de sí mismo por no quedarse callado.
Brooklyn negó con la cabeza, moviéndose para poder
hablarle al oído.
—Tú y yo saltamos al vacío sin red, sin agarres, ni
medidas de protección, ni nada. No los necesitamos. No
correría ese riesgo por nadie más que por ti, Paris. No puedo
seguir alejado de ti.
Su corazón se aceleró descontroladamente. «No te hagas
ilusiones».
Brooklyn besó su sien, sin dejar de acariciarle la cintura.
—Descansa un poco, el tiempo nos pasará más rápido si
nos dormimos.
No fue capaz de responder nada, ahogó la sonrisa contra la
almohada para ocultar su rostro. Creía imposible dormir
estando tan nervioso, pero en cuanto cerró los ojos el sueño lo
venció por completo. No sabía lo que pasaba entre ellos, pero
él llevaba años soñando con ese salto.
Desde que formaron Narcissus su vida era una sucesión de
altos y bajos, estados de ánimos extremos y cambiantes a los
que hacer frente. Nada ni nadie puede prepararte para cantar
delante de miles de personas.
Toda esa felicidad y adrenalina bombeando por tu cuerpo
igual que un tambor, extendiéndose por tus extremidades
como un temblor que lo destroza todo a su paso.
Cuando se subían al escenario lo hacían llenos de energía,
dispuestos a dar lo mejor de sí mismos para devolver a sus
fans el apoyo que recibían. Cada concierto era una fiesta,
aunque siempre fueran las mismas canciones, todas las noches
tenían algo especial.
Sus fans nunca sabrían lo extraordinaria que era esa
sensación.
Ese concierto fue el principio y el fin de una gran etapa en
sus carreras. Ganaron en una lucha que parecía imposible, Pol
estaba fuera del grupo. La discográfica decidió quedarse con
él, pero accedió a mantenerlo lejos de ellos. Era lo que
querían, así que no se preocuparon en saber a dónde iría.
Como necesitaban un nuevo mánager general, Paris no dudó
en ofrecer a Norman.
Todos sabían que de los equipos individuales, Norman era
el único que realmente pondría en peligro su puesto por
defender a Paris. Esa lealtad inquebrantable que había
demostrado una y otra vez a lo largo de los años sirvió para
que le dieran el puesto.
No fue una lucha fácil de ganar, por mucho que Denver y
Maui quisieran endulzarlo, todos sabían que ese tipo de
negociación en medio de una gira y un nuevo disco enfadaría a
la discográfica, pero confiaron en ellos cuando dijeron que no
había de qué preocuparse.
Esa noche se subieron al escenario como cinco animales
salvajes, felices y con la sensación de que podrían comerse el
mundo. Vibraron con cada canción y el público se estremeció
a su alrededor en sintonía con su estado de humor. No sabían a
qué se debía su felicidad, pero respondieron eufóricos por
verlos tan contentos.
Saltaron más alto que nunca, bailaron como si fuera el
último concierto de sus vidas y sus canciones… ¿Hacía cuánto
que no sonaban así de bien? Estaban compenetrados, unirse
contra un enemigo común les recordó lo que era luchar por
algo y lo lejos que habían llegado gracias a su trabajo.
Se gastaron bromas, jugaron con el público e incluso
usaron las cámaras molestando a los camarógrafos que
grababan el concierto.
La felicidad es algo extraño en retrospectiva. Puede ser un
concepto raro y efímero, más propio de la literatura que de la
realidad. A veces no sabes lo feliz que eras hasta que la
pierdes. En ocasiones se vuelve inalcanzable, pero cuando eres
consciente de que la tienes, irradia por tu cuerpo
convirtiéndote en tu propio sol.
Y Brooklyn era el más brillante y resplandeciente de todos.
Parecía incapaz de quedarse quieto, se saltó algunas partes de
las coreografías a favor de molestarlos y jugar como si fuera
un gigantesco cachorro inquieto. A nadie le importó. ¿Por qué
lo harían? Era un día para volverse locos, ser felices, no había
espacio para otra cosa que no fuera celebrar.
Norman eligió un restaurante discreto para que todo el
equipo fuera a cenar y después varios reservados en la parte
alta de una discoteca donde pudieron bailar sin cámaras cerca,
resguardados por fuertes medidas de seguridad.
Probablemente había bebido más de lo que era
recomendable, no estaba borracho, pero sentía su cuerpo suave
y relajado. Esa sería sin duda la causa por la que delante de un
montón de gente estaba mirando a Brooklyn sin molestarse en
ocultarlo, el único consuelo que le quedaba era que por lo
menos se había resguardado detrás de una columna.
Brooklyn pasó toda la noche yendo de un lado a otro,
bailando con los demás y bebiendo. Se acercó a él varias
veces, pero tanto él como Maui había preferido quedarse un
poco al margen, rememorando todo lo que acababa de pasar en
el concierto.
En cuanto Denver vino a por Maui, ya no pudo distraerse
con nada para evitar buscar a Brooklyn.
No estaba solo al parecer en esa extraña fijación por
observarse, varias veces durante la noche los ojos de Brooklyn
estuvieron sobre él. Apenas unos segundos antes de que los
dos desviaran la mirada, pero suficiente para avivar esas ansias
de volver a hacerlo.
Tragó saliva al atraparlo mirando en su dirección.
Los ojos de Brooklyn se clavaron en los suyos como
dagas, atravesándole el corazón igual que un dardo
envenenado, expandiendóse por su torrente sanguíneo en
cuestión de segundos. Toda su mente se desconectó, lo único
que podía ver era a él.
La música seguía sonando por la discoteca y sus ojos
parecían imantados a los suyos.
Tragó saliva mientras su cuerpo estallaba en fuegos
artificiales, viendo a Brooklyn pasarse la lengua por el labio
inferior y luego mordérselo con ganas.
El aire crepitó a su alrededor, reconociendo lo que veía
como lo que era. Un desafío, un reclamo.
Había cuerpos chocando con él en la pista, pero cada toque
enviaba frío a su piel. No era el tacto que necesitaba, ni quería.
Todo su cuerpo estaba tenso, como un corredor antes de los
cien metros lisos, la adrenalina burbujeando bajo la superficie
y la mente enfocada en la meta. Pensándolo bien, quizá no fue
buena idea esa cuarta copa.
Escuchó a alguien llamarle y volvió en sí. ¿Qué estaba
haciendo en una discoteca llena de gente? Cualquiera podría
sacarle fotos o vídeos, sería imposible que no se dieran cuenta
de lo que estaba pasando. Tenía que notársele en la cara, nadie
podía sentir tantas cosas por dentro y que no se reflejara en el
exterior, no era tan buen actor.
Volvió a los reservados para ir al baño que solo podían
usar los de esa zona, metiéndose dentro y cerrando la puerta
con cerrojo.
Era fácil, llevaba toda la vida haciéndolo. Inspirar, expirar.
Pensar en cosas que le relajaran para recuperar el control.
Podía hacerlo.
Un suave golpe en la puerta hizo que su desbocado
corazón se detuviera.
—Soy yo.
La adrenalina estalló de nuevo por su cuerpo y entró en
combustión, ese tono era suyo. Solo le hablaba de esa manera
a él, cuando estaba solos.
Abrió la puerta con la mano temblorosa, sin saber qué
esperar y esperándolo todo al mismo tiempo.
Brooklyn se coló dentro del cubículo, apoyando la espalda
en la pared de enfrente.
Habría unos veinte centímetros entre sus cuerpos, que bien
podía ser dos, porque Paris notaba su presencia rodeándolo de
una manera casi física. Lo sentía contra sus labios que
parecían palpitar huérfanos por un beso. Su cuerpo le dolía por
la necesidad, las manos picaban por tocarlo, aunque sabía que
no debería hacerlo.
Los ojos de Brooklyn cambiaron mientras los miraba, a
dos pedazos de carbón ardiendo y Paris estalló en llamas con
él. Cada bocanada de aire sonaba entrecortada, amplificada en
el baño vacío con la música de la pista de fondo.
Brooklyn estiró la mano despacio, dejando que viera lo
que iba a hacer, permitiéndole decidir si lo detenía. Paris
apretó la espalda contra la pared mientras sus dedos se
enganchaban en el cinturón del pantalón y le daba un suave
tirón. Su erección reaccionó con tanta violencia que fue un
poco doloroso.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó en poco menos que un
susurro. Su voz sonó estrangulada, como si hubiera tenido que
empujar las palabras por su garganta.
Brooklyn le dedicó una sonrisa oscura mientras bajaba la
mirada sin disimular, tomándose unos segundos extra para ver
los estragos que había sembrado por su cuerpo.
—Darte lo que querías —dijo en voz baja—. Esto en lo
que pasa cuando tienes una vida normal. Conoces a alguien, le
buscas toda la noche y encuentras el lugar en el que perderos
juntos.
Brooklyn volvió a tirar de su cinturón uniendo sus cuerpos.
Paris abrió los ojos con sorpresa, puso las manos sobre sus
hombros para alejarse de él y que no notara como de alterado
estaba su cuerpo. Brooklyn lo sostuvo de la cintura, frustrando
su escapada. Se inclinó abrumándolo con su perfume y Paris
ya no fue capaz de pensar en nada que no fuera él.
—No sé qué habría pasado si nos hubiéramos conocido en
otras circunstancias. Lo he pensado antes. Creo que
hubiéramos conseguido llegar hasta el otro y quizá, en esa otra
vida, no tendríamos tanto miedo —murmuró Brooklyn con la
boca pegada a su oreja. Su cuerpo se estremeció y sus
músculos se aflojaron. Clavó los dedos en sus hombros y sus
pies al suelo, tratando de mantenerse en pie—. Hace mucho
que te veo y lo siento todo.
No pudo contenerse, aunque un ejército de periodistas
entrara en el baño con las cámaras listas. Giró la cabeza y lo
besó como si fuera a morirse en dos segundos. Dejó de tratar
de alejarlo para intentar fusionarse con él. Hundió las manos
en su pelo y la lengua en su boca ardiente.
El mundo empezó a moverse y se deshizo cuando
Brooklyn ahogó un gemido mientras bajaba las manos por su
cuerpo hasta tocarle el trasero presionándole contra él.
Su mente estalló cuando sus miembros duros se rozaron
sobre la ropa, sentir la muestra del deseo de Brooklyn hizo que
se le olvidara hasta de su nombre.
Lo besó mientras la necesidad más cruda lo consumía, un
hambre voraz que había alimentado por años y que por fin le
permitían saciar.
Introdujo una mano bajo la camiseta de Brooklyn y se
enloqueció al escucharle gemir, recorrió su estómago con
dedos ansiosos, pero no era suficiente. Necesitaba más. Sus
caderas se movieron solas, buscando algo que aliviara ese
calor que lo devoraba.
Brooklyn le entendió sin dificultad. Tomó el control del
beso y lo atacó en una pelea de lenguas en la que los dos eran
ganadores absolutos. Le agarró con fuerza del culo creando
una deliciosa fricción que estaba muy lejos de ser lo que
necesitaban. Adivinándole el pensamiento, Brooklyn metió
una mano bajo su camiseta y sujetó su cadera desnuda.
Paris interrumpió el beso con un gemido que alimentó el
hambre voraz que sentía en lo más profundo de sí mismo.
Brooklyn movió sus caderas hacia atrás y las empujó de
nuevo adelante en un movimiento corto, pero contundente, al
ritmo de la música que incluso siendo tenue les llegaba con
claridad.
Paris jadeó contra su cuello, arañando su piel con los
dientes mientras su cabeza trataba de lidiar con tantos
estímulos que todo parecía confuso a su alrededor.
Gimió y clavó las uñas en su piel, mientras Brooklyn se
hacía con el control de la situación apretándole entre la pared y
su cuerpo. No tuvo ni un segundo para entender lo que pasaba,
Brooklyn lo alzó en brazos, obligándolo a sujetarse con las
piernas, golpeando sus caderas como si lo estuviera
embistiendo.
Gimió dejando caer la cabeza contra la fría pared que no
ayudó a bajar la intensidad, sino que creó un contraste con el
calor del cuerpo de Brooklyn que le erizó la piel. Paris metió
una mano por el cuello de su camisa, acariciando su clavícula
y sus hombros húmedos.
Los movimientos de Brooklyn ganaron velocidad, en un
ritmo infernal y acompasado que se le grabó a todos los
niveles por cada una de sus terminaciones. Esa melodía era
nueva, sonaba parecida a cómo eran ellos antes, pero más
fuerte y nítido que nunca.
El orgasmo lo sorprendió, igual que el grito que salió de su
boca y que Brooklyn tuvo que cortar besándolo sin dejar de
moverse hasta que se estremeció entre sus brazos y perdió la
fuerza.
Paris lo abrazó del cuello queriendo alargar el momento,
disfrutando de la forma en que Brooklyn trataba de recuperar
el aliento respirando con fuerza contra su pecho.
Sintió sus labios besando el lugar donde su corazón aún
latía descontrolado. Lo agarró de los muslos con fuerza y lo
separó de la pared sin soltarlo hasta que estuvo seguro de que
las piernas le responderían.
Paris lo miró sin saber qué hacer. ¿Qué podía decirse
después de eso?
Brooklyn sonrió y le robó un beso alejándose un poco de
él.
—Será mejor que nos vayamos antes de que la ropa nos
delante —le indicó con suavidad—. ¿Estás bien?
Paris asintió, aunque su cabeza seguía a años luz de allí.
Brooklyn pareció darse cuenta, le agarró del brazo y se
aseguró de que no hubiera nadie en el pasillo antes de sacarlo.
En cuanto volvieron a la sala principal, Brooklyn recogió sus
abrigos y le subió la capucha para cubrirle la cabeza, he hizo
lo mismo con la suya.
—No dejes que nadie te vea la cara, tienes los labios
hinchados —le dijo al oído para que le escuchara a pesar de la
música.
Paris sintió como sus mejillas se calentaban por la
vergüenza. ¿Qué aspecto tendría para que Brooklyn le dijera
eso?
Lo llevó a una de las salidas traseras del local, tecleando
algo en su teléfono mientras andaban. Paris alzó la cabeza al
escuchar abrirse la puerta de emergencias.
—Por aquí —les llamó Terry—. No estamos solos —les
advirtió.
Apenas había un par de metros al coche, pero incluso sin
abrirla del todo pudo ver los flashes de las cámaras.
Se detuvo en seco, mirando con miedo la salida. ¿Alguien
sabría lo que hicieron?
Brooklyn se acercó hasta quedar a unos pocos centímetros
de él.
—No pasa nada. Solo sujétate a mí, yo me encargo —le
prometió.
Paris asintió con la cabeza, mirando hacia abajo.
—Lo siento. Es que…
—Lo sé. No hicimos nada malo, no es asunto de nadie,
somos dos chicos normales.
Paris sonrió al escucharlo decir eso.
—Ellos no tendrían periodistas en la puerta de la discoteca
—protestó.
—Finge que no los ves. No los dejes que nos quiten esto
—le rogó Brooklyn.
Asintió con valor, confiando en sus palabras. No quería
manchar lo que acababa de pasar, por fin tenía algo para sí
mismo. No renunciaría sin pelear.
Brooklyn bajó la mano por su brazo estrechando la suya.
—¿Listo? —le preguntó él.
—Chicos normales —dijo a modo de lema.
Brooklyn le regaló una sonrisa que lo llenó de calidez por
dentro. Lo guio por lo que faltaba del pasillo al exterior, donde
los flashes de las cámaras iban tan rápido que por unos
segundos pareció hacerse de día. Mientras Terry mantenía a
raya a la gente, Hank les abrió la puerta poniéndose delante de
ellos para dificultar que tuvieran una imagen clara.
Brooklyn lo dejó entrar antes, cubriéndole con su cuerpo
para que no le fotografiaran la cara al subir y entró detrás de
él. El alivio lo recorrió de pies a cabeza en cuanto escuchó la
puerta cerrarse y estuvieron en marcha.
—¿Estás bien? —le preguntó Brooklyn inclinándose para
poder ver su cara, ya que aun llevaba la capucha puesta.
Paris asintió metiendo las manos dentro de las mangas de
su abrigo.
—¿Sigues asustado? —lo interrogó en voz baja.
—No. Ya no —respondió para tranquilizarle. No quería
que pensara que se arrepentía de lo que había pasado.
—Bien —murmuró Brooklyn inclinándose sobre él para
besarlo.
—Brooklyn —siseó señalando con la cabeza a Terry y
Hank aunque estaban en la parte delantera de la furgoneta.
Él se rio, pero no protestó. Entrelazó sus dedos con los
suyos y miró por la ventanilla en silencio, acariciando su mano
con el pulgar.
Era tarde, así que no había nadie en la recepción del hotel
cuando entraron. Subieron en el ascensor en silencio, hombro
con hombro, aunque cada uno sumido en sus pensamientos.
Su habitación estaba antes, así que Paris se detuvo y buscó
en el bolsillo de su abrigo la tarjeta para abrir.
Una vez lo consiguió, abrió la puerta y se giró a mirarle.
—Mmm… Supongo que buenas noches —dijo con
timidez.
—Duermo solo. ¿Quieres venir? —le ofreció Brooklyn
observando sus labios el tiempo suficiente para volver a enviar
calor por todo su cuerpo.
Quería decir que sí, esconderse en el lugar más recóndito y
poder besarlo hasta que le dolieran los labios, pero prefería ir
poco a poco. No quería que hubiera arrepentimientos, la única
manera de lograrlo era que los dos estuvieran seguros de lo
que habían hecho. Necesitaban tiempo y espacio.
—Creo que me iré a dormir.
Brooklyn no pareció desanimado por su respuesta.
—Muy bien, en ese caso… —Le sonrió de una forma que
sus piernas temblaron—, buenas noches, Paris —le deseó
guiñándole un ojo.
—Buenas noches. —Se mordió el labio mientras lo veía
irse y desaparecer en su cuarto.
—¿Tienes algo que contarme? —preguntó la voz de Maui
a su espalda, parado en medio del pasillo. Al parecer él
también se había ido de la fiesta. Quizá incluso le envió un
mensaje al móvil, pero lo puso en silencio desde antes de
empezar el concierto y no lo volvió a tocar.
Estaba tan distraído que no recordaba que compartía
habitación con él.
—Un montón de cosas —reconoció cerrando la puerta.
SORPRESA
CAPÍTULO 22
—Ahí viene tu novio —dijo Maui en voz baja mientras
desayunaban en el salón privado del hotel.
—Cállate —lo amonestó dándole un codazo—. No es mi
novio.
—Si no lo es, me como el micro en el próximo concierto,
con pie y todo —masculló Denver rellenando sus tazas de café
—. Dejad de marear la perdiz vosotros dos. ¡Buenos días,
Brook! ¿Noche dura? —preguntó alzando la voz para que le
escuchara mientras él llenaba su plato de comida en el buffet.
—No sé para qué te digo nada —murmuró en voz baja,
pegándole a Maui en el brazo—. Siempre se lo cuentas a
Denver. ¡Chivato! —le reclamó.
—No es un chivato, es que no tenemos secretos. —La
defensa de Denver a Maui fue tan rápida que debería
sorprenderle; sin embargo, no lo hizo. Siempre habían sido así.
—No tenemos secretos —repitió Maui con la boca llena de
su tortilla de clara de huevo.
—Pues no te contaré nada más, así no tendrás ninguno que
guardar —lo amenazó, aunque sabía que no era cierto. No le
dio todos los detalles, pero era bueno poder hablar con alguien
de lo que pasó la noche anterior. Era una forma de confirmar
que no estaba soñando.
—Lo harás —le aseguró Maui sin inmutarse—. Y más te
vale, os dejamos a vuestro aire una vez, no volverá a pasar. Os
vigilaré como a lista Billboard.
—Las maquilladoras te matarán cuando vean tu cara —le
dijo Denver a Brooklyn al llegar a la mesa.
—No lo harán —lo contradijo él sin preocuparse—. Un
par de vasos de zumo de naranja, algo dulce de comer y estaré
listo para lo que me necesiten.
—Si tú lo dices —murmuró Denver—. Oye, ¿Sabéis a qué
hora regresó London ayer? Ni lo escuché llegar.
—Después de nosotros —le contestó Paris—. Me envió un
mensaje a las cuatro —los tranquilizó.
—Es que todavía no se levantó.
—Ya sabes cómo es —le dijo Brooklyn sin preocuparse—.
Llévale una taza llena de café y el olor hará que se despierte.
Se rieron porque sabían que era verdad. Todos hacían lo
mismo, siempre se movían como zombis si el olor a café los
alcanzaba.
—Más os vale que esas risas no sean por mí —los
amenazó London entrando medio dormido.
Se rieron aún más, consiguiendo que London perdiera la
paciencia y les lanzara lo primero que tenía a mano, que
resultó ser un panecillo del buffet.
Paris miró alrededor mientras lo embargaba una sensación
de cariño al verlos discutir como niños. Maui y Denver nunca
dejaban la oportunidad de meterse con cualquiera de ellos, así
que fueron corriendo a por London.
Brooklyn tiró de su silla para arrastrarlo hasta él.
—No respondiste los mensajes que te dejé ayer —le
recriminó poniendo su brazo en el respaldo.
—Los vi esta mañana, lo siento. Al llegar me encontré con
Maui y… No le conté nada —se apresuró en aclarar—. Solo le
dije… que nosotros… —intentó explicarse con torpeza.
Brooklyn sonrió mientras cogía un pedazo de fruta y se la
metía en la boca.
—¿Qué nosotros…? —lo presionó Brooklyn con los ojos
brillando por la diversión.
Paris bajó la cabeza a la mesa, sintiendo el calor en sus
mejillas.
—Si soy sincero, no sé qué pasó con exactitud. No sé si
ibas borracho o… —dijo mordiéndose el labio tratando de
aplacar los nervios.
Todo rastro de diversión desapareció de la cara de
Brooklyn.
—No tuvo nada que ver con el alcohol, apenas tomé un par
de cervezas. ¿Te arrepientes? —le preguntó mirándole a los
ojos.
—No. ¿Y tú? —Contuvo el aliento mientras esperaba.
Brooklyn negó lentamente con la cabeza.
—No. —A pesar de la contundencia de la respuesta de
Brooklyn, no pudo evitar sentir cómo su estómago se tensaba
por los nervios.
—¿Seguro? —presionó necesitando que le tranquilizara.
Brooklyn sujetó su barbilla para que le mirase a los ojos.
—Somos nosotros.
Paris tuvo que contenerse para no soltarse del agarre, sus
palabras y el peso de su mirada era demasiado intenso.
—Si fuéramos listos, no lo haríamos —le recordó bajando
aún más la voz—. Es una mala manera de complicarnos.
—Lo hacemos —le dio la razón Brooklyn—. Pero desde
que te besé no puedo parar de pensar en ello.
—Tienes curiosidad —murmuró apartándole la mano.
—No es por eso —le dijo Brooklyn con firmeza.
Buscó sus ojos sin decir nada. «¿Entonces por qué es?»
Brooklyn le sostuvo la mirada antes de fijarse alrededor
para asegurarse de que nadie les estuviera prestando atención.
—Porque eres tú.
—Eso no explica nada —protestó frustrado de que no
fuera claro con su respuesta.
—Y aun así lo cambia todo —dijo Brooklyn con seriedad
—. Iba a perderte, sentí como te alejabas y avanzabas sin mí.
Por primera vez en años estuve solo y me di cuenta de que eras
parte de mí. Tú tenías razón, fuimos una pareja en todos los
sentidos, excepto en uno, pero la verdad es que nunca
probamos si podíamos serlo por completo. Por eso te besé en
la caravana, quería saber si lo que siento por ti era suficiente
para obviar que eres un hombre.
Paris lo miró sorprendido porque lo estuviera reconociendo
y siendo sincero en vez de tratar de ignorar el tema.
—¿Y a qué conclusión llegaste? —preguntó con miedo.
Brooklyn volvió a sonreír de esa manera altiva que hacía
que le temblaran las piernas.
—No soporto la idea de tocarte. Es impensable. Siento
escalofríos solo con imaginarlo —dijo con sorna.
Empujó su brazo contra el suyo soltando un falso bufido
de exasperación.
—Pues no lo hagas, idiota. No quiero ni verte.
Brooklyn le agarró del brazo.
—No es verdad —le aseguró con un tono dubitativo, poco
propio de él—. ¿Tú también estás bien con esto?
Le sonrió ignorando su propio sonrojo.
—Te lo diría si no fuera así.
La sonrisa de Brooklyn le quitó la respiración, pero la
llegada de los demás evitó que se pusiera en ridículo haciendo
algo como besarlo en público.
—¿Habéis visto las redes hoy? —les preguntó London
poniendo su móvil sobre la mesa para que pudieran verlo.
—Hay miles de vídeos del concierto de ayer, nuestros fans
están felices. Todos son mensajes de amor.
—No todos pueden estar contentos —señaló, sabía que por
muy bien que lo hiciera siempre había gente que no estaba
satisfecha.
—No seas aguafiestas —protestó Maui.
—Nosotros estamos felices, eso debería ser suficiente —
opinó Brooklyn—. Es bueno que todavía tengamos la
capacidad de disfrutar de esa manera sobre el escenario.
Asintió con la cabeza ahogando una pequeña sonrisa. Tocó
su pierna con suavidad por debajo de la mesa, dándole la
razón.
—Anoche estuvimos increíbles —dijo Denver ajeno a su
intercambio—. Si a alguien le molesta, que se joda. No
merecen la pena.
Todos gritaron en acuerdo, demasiado felices para dejar
que las críticas les hicieran daño.
Mientras ellos rememoraban el concierto por décima vez,
miró las publicaciones más compartidas.
Se sorprendió al ver su imagen, era difícil reconocer a ese
hombre de rostro resplandeciente y ojos brillantes. Sonrió al
ver cómo cantaba con Brooklyn, ya no quería hacer
“fanservice”, pero no pudo evitar acercarse y bailar con él
cada vez que fue a su lado.
Observó boquiabierto cómo se miraban a los ojos sin dejar
de cantar. La conexión entre ellos era tan obvia, parecía tan
real. «Eso no puede ser fingido, ¿verdad?»
—Estuviste genial anoche —le dijo Brooklyn apoyando la
barbilla en su hombro mirando la pantalla.
Su sonrisa se hizo tan amplia que le dolieron las mejillas.
Después de varios conciertos de encontrarse torpe e incómodo,
por fin consiguió que todo saliera bien, no solo eso, sino que
fue una de sus mejores actuaciones en mucho tiempo.
—Tú también estuviste asombroso.
Brooklyn le picó el costado con un dedo.
—¿Antes o después del concierto? —le preguntó al oído
de forma juguetona.
Sus ojos se abrieron por la conmoción. Miró con pánico a
los chicos, pero seguían hablando de sus cosas sin prestarles
atención.
En vez de contestar, le dio un codazo para quitárselo de
encima y dio por terminado el desayuno. Las risas de
Brooklyn lo acompañaron incluso cuando ya no podía
escucharlas.
Nadie le preguntó por qué pasó el día sonriendo.
Probablemente porque el grupo estaba mucho más relajado de
lo que habían estado al principio de la gira y nadie quería
correr riesgos después de los días caóticos que habían vivido.
La semana transcurrió llena de entrevistas para medios
escritos y radios. Para última hora de la tarde del jueves, ya
estaba muerto de cansancio y se quedó dormido en cuanto
consiguió que le trajeran comida a su habitación. No habían
tenido ni una sola hora libre por los ensayos y el vuelo hasta
San Francisco para un nuevo concierto.
—Paris —murmuró alguien cerca de él, moviendo su
hombro con suavidad para despertarlo.
Se removió intentando volver en sí. ¿Ya era hora de
levantarse? Sentía que apenas acababa de acostarse.
Se estremeció al notar como alguien besaba su hombro.
Alarmado, giró la cabeza buscando al autor del delito.
Brooklyn le sonrió arrodillado al lado de su cama.
—¿Estás bien? ¿Pasó algo? —le preguntó asustado.
—Sí, quiero que me acompañes a un sitio. Vístete.
Todavía sin comprender lo que sucedía, obedeció
asumiendo que era importante para que Brooklyn lo despertara
a las dos de la mañana.
Se enfundó unos vaqueros y el primer jersey que encontró
antes de calzarse y salir a su encuentro.
—Ponte esto —le ordenó Brooklyn al verlo.
Obedeció poniéndose el largo abrigo y el gorro que le
cubría la cara. Brooklyn sonrió mientras le enrollaba una
gruesa bufanda alrededor del cuello.
—Ya está. Perfecto —le anunció satisfecho.
—Son las dos de la mañana. ¿A dónde vamos?
Brooklyn sonrió mientras sostenía su mano y lo llevaba
por el pasillo hasta el ascensor para bajar al aparcamiento
subterráneo del hotel, donde Terry y Hank los esperaban
vestidos de calle y bebiendo café.
—¿Me vas a decir a dónde vamos?
—No —le respondió Brooklyn, dedicándole una sonrisa
que lo dejó temblando por dentro—. Es una sorpresa.
—¿Una sorpresa? —repitió como si nunca hubiera
escuchado esas palabras—. ¿A las dos de la mañana?
Él asintió muy satisfecho consigo mismo.
—Puedes dormir si quieres, tenemos una hora de viaje.
Paris negó con la cabeza, estaba fuera de la cama y
Brooklyn quería pasar un rato a solas con él. No iba a
desperdiciar el tiempo durmiendo.
Brooklyn volvió a sonreírle al ver que negaba con la
cabeza.
—Esperaba que dijeras eso. —Le tendió un café y una
bolsita.
—Son pastelitos de verdad, no se lo digas al coreógrafo o
nos matará a los dos —le advirtió muy serio.
Paris se rio poniéndose cómodo.
—Voy a intentar adivinar a dónde vamos —le prometió
sonriendo. Por él, Brooklyn podía llevarlo al infierno y sería
feliz solo por estar juntos.
Brooklyn se encogió de hombros cogiendo su propia taza
de cartón.
—Nunca lo conseguirás —le advirtió.
No lo hizo cuando la furgoneta por fin se detuvo en un
aparcamiento, lo único que veía era un lugar desierto y una
larga calzada de tierra.
—¿Es aquí? —preguntó inseguro.
—Confía en mí —le pidió Brooklyn—. Sé que estamos
cansados, pero tenía que enseñarte esto.
Fueron hablando mientras recorrían el camino, el océano
comenzó a divisarse por un lateral, junto a hierbajos sin podar
a ambos lados del sendero. Hablaron sobre el trabajo, los
chicos o algo que les había llamado la atención, uno pensaría
que no tenían nada que decirse después de tantos años, pero
siempre había algo más.
Brooklyn le cogió la mano mientras andaban. Paris miró
alrededor, nervioso de que alguien los estuviera vigilando. Se
podía ver todo en varios kilómetros a la redonda y no había
nadie salvo Terry y Hank que los seguían a buena distancia,
dejándolos a su aire.
Se relajó acercándose más a él, hasta que sus brazos se
tocaron.
—Dijiste que querías una relación —le dijo Brooklyn
cuando el sendero se fue estrechando entre unas piedras—.
Hacer cosas normales y aunque lo de la otra noche me
encantó, creo que de nuevo empezamos la casa por el tejado.
Tiendo a perder la perspectiva cuando estoy contigo.
Lo miró sin tener ni idea de a dónde iba con todo eso.
—Quiero hacer las cosas bien, que sientas que me esfuerzo
—le dijo Brooklyn mirándolo de forma fugaz.
Sonrió sin poder contenerse. Estaba cien por cien seguro
de que Brooklyn nunca había pensado en esas cosas antes y
que no se sentía cómodo con nada que no fuera tener
encuentros sexuales de una noche.
—No tienes que hacerlo. Ya sabes muchas cosas de mí —
le dijo quitándole importancia al asunto.
Brooklyn dejó de andar para poder mirarle a los ojos.
—Dijiste que solo conocía una parte de ti, pero quiero
conocerlo todo. Quiero verte sonreír, darte lo que te mereces.
Tener citas y que me cuentes todo eso que me perdí en el
camino.
Se quedó sin una sola palabra que decir, obligándose a
continuar respirando para no acabar tirado en el suelo.
—Quería convertir nuestra primera cita en algo especial,
que no tuviéramos que preocuparnos por fotógrafos o la gente,
pero que fuera un momento que nunca pudieras olvidar. Por
eso te traje aquí —le contó Brooklyn con satisfacción mientras
señalaba algo delante de ellos.
Paris siguió el gesto de manos con la cabeza.
Miró con curiosidad al extraño y desangelado mirador al
pie del mar. Había varios bancos de cemento que tuvieron años
mejores y unas extrañas estructuras en forma de tuberías que
no tenían sentido para él.
Brooklyn tiró de él y le hizo sentarse en el punto más alto
de uno de eso bancos.
—¿Querías ver el océano? —le preguntó confundido.
Las vistas eran preciosas, podían verse los barcos de un
muelle cercano y enfrente un puerto lleno de edificios con
luces brillando, confundiéndose con las estrellas que
adornaban el cielo.
Se sobresaltó cuando escuchó un sonido que no venía de
ninguna parte. Al primero le siguió un segundo, un tercero…
espera.
—¿De dónde viene la música? —inquirió sin comprender
qué pasaba.
—Es un órgano de mar —le explicó Brooklyn—. Las olas
chocan con los tubos, cada uno es una nota y siempre tocan la
misma melodía. Si la marea está baja no hacen ningún sonido,
pero con las condiciones perfectas suena una canción que no
todo el mundo puede entender. Hay mucha gente que solo
distingue ruido cuando viene aquí, pero para alguien como yo
es uno de los sonidos más especiales que escuché en mi vida.
Armónico, repetitivo y lleno de matices diferentes cada vez
que vengo. Nunca suena igual, pero yo reconocería la canción
con los ojos cerrados. Siempre que venimos a la ciudad vengo
para tener un poco más.
También la escuchaba, incluso entre el bramido del mar y
el viento. Era un sonido extraño y tan de verdad. No
necesitaba letra, no tenía un tempo particular, pero era
fascinante.
Miró a Brooklyn sin tratar de disimular lo que sentía, ni
enmascarar las emociones que se lo comían por dentro.
Brooklyn alzó la mano y le acarició la mejilla con
suavidad, sin apartar su mirada de la suya.
—Tú y yo somos como este piano, llevamos años
esperando que la marea suba. Tratando de sonar juntos,
consiguiendo alguna nota a veces… estoy listo para crear
nuestra canción. Esperaré, como tú me esperaste a mí.
¡A la mierda todo! A la mierda los fans, el grupo y sus
miedos.
Recortó el espacio que los separaba con rapidez. Besó a
Brooklyn porque era imposible no hacerlo, porque era lo que
siempre había querido de él y porque de verdad creía en sus
palabras. Necesitaba creer.
Las manos de Brooklyn se aferraron a su cintura y lo
hicieron sentarse en su regazo de lado. Paris le rodeó el cuello
con los brazos y le ofreció su boca. No era el mejor lugar para
eso, había mucho viento y la temperatura era muy baja, pero
¿a quién le importaba? Aquel era el mejor lugar de la tierra.
Sus lenguas se persiguieron y sus cuerpos se estremecieron
sin dejar de besarse. Se perdieron en el momento y en una
canción que solo ellos escuchaban. Descubrieron juntos, que a
Paris se le paraba la respiración si le mordía el labio inferior y
que Brooklyn se estremecía cada vez que gemía entre besos.
Cuando una hora después volvían a la furgoneta, ninguno
de los dos fue capaz de separarse. Brooklyn estaba pegado a su
espalda mientras andaban, dejando pequeños besos sobre su
nuca y su hombro. Sus labios se apoyaron en su sien,
atrapándolo a un abrazo suave durante su viaje de regreso al
hotel. Sus brazos lo rodearon cuando se metieron en la cama,
cantándole al oído para que se quedara dormido.
Ojalá se pudiera congelar el tiempo, si fuera posible no
recuperaría ningún premio, ni concierto de su carrera.
Conservaría para siempre en una burbuja eterna ese momento,
en que sus nombres y su profesión no significaban gran cosa y
lo único que importaba era que por fin amaba y era amado. No
había nada más extraordinario que esa sensación.
AMAR EN SILENCIO
CAPÍTULO 23
Paris se esperaba casi un escarnio público a la mañana
siguiente cuando Denver y Maui se los encontraron de frente
al salir de la habitación.
Él compartía cuarto con Maui, por lo que al no llegar tuvo
que suponer con quién estaba.
Por supuesto, si Maui lo sospechaba, Denver también.
No hubo burlas, ni chistes como la semana pasada. Denver
les sonrió después de un segundo y les preguntó con
normalidad si bajaban a desayunar.
Brooklyn le siguió el juego sin hablar del gigantesco
elefante en la habitación.
—No me acosté con él —aseguró en un susurro cuanto los
dos se adelantaron.
Maui lo miró sorprendido.
—¿Por qué no? —le preguntó.
—Porque no estamos ahí todavía. Dormimos juntos, pero
nada más.
Maui alzó una ceja en un gesto escéptico.
—Muy bien, si lo dices te creo.
—Te digo la verdad. Brooklyn vino a buscarme de
madrugada, me llevó a una cita.
Maui lo miró alarmado.
—Tuvimos cuidado —lo tranquilizó enseguida—. No
había nadie y salimos con mis guardaespaldas.
—¿Y qué tal te fue? ¿Brooklyn es mejor partido en tu
imaginación que en la realidad? —lo picó pasándole el brazo
por los hombros.
—Cállate —le riñó—. ¿Por qué estabas en el cuarto de
Denver tan temprano? ¿Problemas con la discográfica?
—Tuve una idea y quería contársela para saber qué le
parecía. No trates de distraerme. ¿De verdad estuviste toda la
noche con él y no pasó nada? ¿Después de lo de la discoteca?
—Quiero ir poco a poco.
—Haces bien, diez años de juegos previos no son
suficientes —ironizó Maui poniendo los ojos en blanco—. Si
necesitas preguntarme algo sobre sexo, hazlo. Sé todo lo que
tienes que saber para qué lo uses con él —le aconsejó Maui sin
sonrojarse.
Paris lo miró boquiabierto.
—¿Qué se supone que vas a saber tú sobre eso? —inquirió
burlón.
Maui se detuvo en medio del pasillo, con gesto serio.
—Un par de cosas. Pregunta si estás nervioso, yo sé de
todo. —Siguió andando como si nada y él se quedó petrificado
sin saber qué decir.
—No puedes dejarme así. ¡Maui! ¡Vuelve aquí! —le gritó
corriendo por el pasillo.
No hubo éxito en averiguar si Maui se refería a si sabía
sobre teoría o práctica.
Los conciertos iban unos detrás de otros como piezas de un
efecto mariposa perfecto y calculado. Brooklyn y él se las
arreglaron para encontrar momentos a solas.
Besos cortos robados en el camerino cuando iban a
cambiarse, momentos para besos lánguidos y sin prisa
mientras viajaban solos en la furgoneta. Apasionados y rápidos
entre canciones cuando esperaban a que les tocara su turno y
los demás estaban en el escenario.
Hubo más citas, escapadas nocturnas a lugares al aire libre
que le supieron a libertad y se le clavaron en el corazón
dejándolo con ganas de más. Por muy cansados que estuvieran
terminaban en la misma cama, por lo que habían empezado a
compartir habitación.
No se trataba de algo sexual, Brooklyn cumplió su
promesa de tener paciencia. Era la necesidad de contacto que
sentían los dos, siempre les había gustado estar el uno encima
del otro, pero ahora parecían incapaces de no tocarse.
La mano de Brooklyn encajaba perfecta en la parte donde
la espalda perdía su nombre, sus dedos se entrelazaban juntos
con facilidad y siempre había alguna parte de sus cuerpos que
estaba en contacto.
Norman lo llamó un día y se limitó a enseñarle las fotos de
los últimos conciertos. Los dos cantando sin dejar de mirarse a
los ojos, su cintura siempre entre las manos de Brooklyn, lo
cerca que estaban el uno del otro cuando les hicieron fotos en
un restaurante comiendo con los chicos.
Rumores, ríos de mensajes en las redes donde hablaban de
ello. Ni le dio un sermón, ni le advirtió. Su staff sabía lo que
estaba pasando, lo conocían bien y parecían evaporarse cada
vez que Brooklyn aparecía, dejándolos solos.
Le prometió que tendría más cuidado, pero era imposible.
Incluso después de contarle a Brooklyn sus preocupaciones, la
separación les duraba una hora.
El subidón del concierto los hacía felices, los fans
cantando a pleno pulmón sus temas era una adicción difícil de
resistir, más cuando cada vez que interactuaban, la multitud
enloquecía, apoyándolos. Acaban cayendo el uno sobre el otro
de vuelta a su estado natural.
Paris habló con Maui quien prometió tratar de aligerar el
ambiente cuando se pusieran intensos. Funcionó, cada vez que
llevaban juntos mucho tiempo, Denver y Maui se unían para
distraerlos. London, trataba de mantenerse cerca también, pero
eran dos satélites, de alguna manera orbitaban como en su
propio sistema solar.
Era exasperante, los dos eran adultos, profesionales…
deberían poder hacerlo mejor.
Se preparó para hablar seriamente con Brooklyn, ensayó
en el espejo del baño lo que le diría cuando se hubiera
recuperado de las últimas semanas. Tuvieron que regresar a
casa para dos conciertos que se celebrarían ese fin de semana.
Era un descanso dormir en su cama, aunque no se había
atrevido a preguntar si lo haría solo o recibiría compañía por la
noche.
Hizo tiempo echando un vistazo a los comentarios de su
último concierto.
Risbrook @Risbrook_fans
Quiero a alguien que me mire como Brooklyn a Paris. #risbrook.
Sonrió como un idiota al ver la foto y la guardó en su
galería.
Paris.fans @Clubdefans
Hay que estar ciego para no ver su amor, fíjate en sus ojos. Todo está ahí.
#risbrook #risbrookporsiempre.
Reprodujo el vídeo de uno de sus duetos con Brooklyn, la
forma en que lo giraba entre sus brazos y le cantaba sin dejar
de mirarlo. No al público, a él.
Su corazón aleteó en su pecho. No era el mismo Brooklyn
de meses atrás, había algo diferente en él, la manera posesiva
de sostenerlo, reclamándolo delante de miles de personas.
Tragó saliva, observando cómo se apoyaban en el costado
del otro, la sonrisa de Brooklyn mientras bajaba la cabeza para
acercarse a él sin dejar de cantar.
Fascinado presenció sus mejillas sonrojándose en la
pantalla y cómo sacaba entereza de Dios sabe dónde, para
cantar con él. Sonaban tan bien… se mordió los labios y se
hundió en los cojines de su cama mientras de fondo cantaban
juntos. ¿Era posible enamorarse de un sonido?
Escucharse cantar con Brooklyn una canción de amor le
hacía sentir cosas que estaba seguro no debería experimentar
por algo así. Creía que su enamoramiento con Brooklyn no
podía ir a más… al parecer se equivocaba.
Decidió salir a buscarle, necesitaba verle.
Cuando bajó la escalera encontró dos vasos sobre la mesa,
pero ni rastro de ninguno de los chicos. Supuso que se habría
ido a dormir, igual de cansado que los demás. Debatió consigo
mismo si debía subir a por él, pero decidió dejarlo descansar.
Tenía mucha energía, así que salió a la terraza con el móvil.
Comprobó en la cámara de la pantalla que tenía buena cara
a pesar de llevar solo unos pantalones negros y una sudadera
holgada. Pulsó el botón de directo sin pensar en cuanto estuvo
sentado en la tumbona, sería algo corto, para que los fans
supieran lo agradecido que estaba.
—Hola a todos —saludó con la mano mientras veía cómo
la cifra subía con rapidez de los dos millones sin que hubiera
pasado ni un minuto—. Solo me pasaba por aquí para
agradeceros todo el apoyo. Estuve viendo vídeos del concierto
y vuestros comentarios me hicieron muy feliz. Gracias a todos
por venir, todavía nos quedan unas cuantas fechas en Estados
Unidos antes de la gira europea. Gracias por el apoyo, sois los
mejores.
Sonrió al ver todo el chat lleno de emoticonos de felicidad,
iba tan rápido que apenas podía leer nada.
—¿Paris? —levantó la cabeza al escuchar la voz de
Brooklyn. El móvil casi se le escurre de la mano al verlo salir.
El nombre de Brooklyn apareció en la pantalla en cadena,
por supuesto que reconocerían su voz.
—Estoy haciendo un directo para agradecer a los fans todo
su apoyo —le avisó nervioso. ¿Quedaría muy sospechoso si
cerraba de golpe y decía que hubo un problema de conexión?
Brooklyn le hizo un gesto pidiéndole calma y sin avisar se
sentó a su lado en la hamaca quitándole el teléfono para que
los enfocara a los dos.
—Hola a todos. ¿Cinco millones de personas? A la cama,
es muy tarde —les riñó sin inmutarse.
Parecía tranquilo y eso ayudó a que no le diera un ataque
de pánico en ese mismo instante.
—Llego en el mejor momento —siguió diciendo Brooklyn
—. Estuvimos hablando de la energía increíble que hubo en
estos conciertos. Nosotros amamos hacer música, pero cuando
el público vive contigo cada canción, cada letra… vosotros lo
hacéis especial.
Paris tuvo que mirar la pantalla para asegurarse de que su
boca seguía cerrada. Era increíble la naturalidad con la que
hablaba a la cámara, lo guapo que estaba a pesar de tener aún
el pelo mojado de la ducha y esa sudadera azul oscuro con
pantalones de baloncesto.
—¿Preguntas? —dijo Brooklyn moviendo su dedo por la
pantalla para detener el chat trepidante—. ¿No sabéis ya todo
de nosotros? Supongo que podríamos resolver algunas, si os
portáis bien —su tono fue juguetón, pero era una advertencia
para que supieran que había un límite.
—¿Sobre qué lado duermo?
Paris no pudo evitar reír al escuchar la pregunta, los fans
eran así, siempre querían saber cada pequeño detalle.
—Bocarriba normalmente. ¿Y tú? —quiso saber Brooklyn,
tratando de incluirlo en la conversación.
—De lado —contestó enseguida, por supuesto él ya sabía
eso, dormía cada noche pegado a él.
—¿Qué cenamos hoy? —leyó Brooklyn mirándolo e
incitándolo a participar.
—Todos tomamos pollo con arroz, solemos comer ligero
cuando estamos de gira —contestó mirando a la cámara para
no seguir fijándose en Brooklyn.
—¿Canción favorita? —le siguió leyendo.
—Canción de medianoche —respondieron los dos a la vez.
Brooklyn se giró para sonreírle, no pudo contenerse e hizo
lo mismo.
—Es nuestra favorita —explicó él mirando a la cámara—.
Compuse esa canción el año pasado y desde la primera vez
que la cantamos fue mi favorita.
Paris asintió dándole la razón.
—¿Por qué no hay canciones mías en este disco? —leyó
Brooklyn poniéndose más cómodo contra el respaldo, lo que
hizo que sus brazos estuvieran pegados.
Paris trató de ocultar la sorpresa, ningún entrevistador se
hubiera fijado en eso, pero sus fans percibían cada pequeño
detalle, claro que iban a preguntar si podían.
—¿Sinceramente? Tenía unas cuantas, pero cuando llegó
el momento sentí que no era lo que quería transmitir. Eran
buenas canciones de mi yo del pasado, pero no hablaban de mi
situación actual. Además, las composiciones de los chicos eran
increíbles, solo tuve que echarles un vistazo para apoyar que
fueran nuestros nuevos temas. No os preocupéis, habrá
composiciones mías en el futuro, prometido. ¿Qué hay de ti?
¿Cuándo nos compondrás algo?
Paris lo miró tratando de disimular la indignación.
—No se lo tengáis en cuenta —lo disculpó Brooklyn
interrumpiéndolo antes de que pudiera hablar—. Paris tiene
mucho talento, la composición siempre avanza más rápido
cuando él está cerca. Tenemos que animarlo para que nos
componga una canción.
Fue agradable que lo defendiera delante de millones de
personas y tuvo que hacer un esfuerzo por no besarle en
directo.
Brooklyn rio al ver la pantalla.
—Eso es, hagamos una etiqueta para darle ánimos.
Etiquetad al grupo con el hashtag #seretuinspiración y poned
fotos vuestras de lugares o situaciones que creáis que puedan
ayudarle a componer.
Paris estalló en una cascada de risas sin poder evitarlo.
—¿No te da vergüenza meter a nuestros fans en esta
disputa interminable?
Brooklyn le dedicó una enorme sonrisa.
—La verdad es que no, si consigo que compongas una
canción entera para nosotros habrá merecido la pena.
Fingió pensarlo unos segundos.
—Está bien, supongo que si nuestros fans me animan,
podría hacer el esfuerzo.
Volvieron a reírse al ver los corazones llegando a miles al
chat.
—Ahora debemos ir a descansar porque mañana tenemos
una entrevista temprano, no dejéis de vernos y comentar.
Los dos movieron las manos para despedirse y Brooklyn
apagó el directo todavía sonriendo.
No se dijeron nada, se quedaron mirándose el uno al otro.
Brooklyn le pasó el brazo por los hombros atrayéndolo a su
pecho. Paris se acurrucó alrededor, abrazándole con fuerza.
Seis millones de personas. Seis. Era una cifra descomunal,
asustaba saber que incluso a esas horas de la noche había tanta
gente pendiente de ellos, se preguntó de forma distraída
cuantos seguirían apoyándolos si se enteraban del tipo de
relación que tenían.
Brooklyn le obligó a alzar la cabeza sosteniéndole de la
barbilla.
—No lo pienses, no te anticipes a lo que pasará. Primero
somos nosotros, no tenemos que dar explicaciones. Podríamos
seguir en secreto, nadie tiene por qué meterse en nuestras
cosas —le dijo adivinándole el pensamiento.
Paris asintió volviendo a refugiarse en su pecho. Seguir
viviendo en silencio, ocultar su relación entre las sombras
cuando quería gritarlo a los cuatro vientos. Había vivido así
toda su vida y podría seguir haciéndolo. Debía, incluso aunque
no quisiera, no tenía otro remedio, por el grupo y por él
mismo. Sin embargo, parecía cruel ser tan feliz y no poder
disfrutarlo del todo.
No estaba preparado para que tanta gente supiera quién era
en realidad. Por fortuna no tenía de que preocuparse, eran muy
cuidadosos y estaba seguro de que Brooklyn no deseaba que
las cosas fueran de otra forma.
DESPEJANDO EL CAMINO
CAPÍTULO 24
Existían muchas canciones en el mundo que eran
verdaderas odas al amor. Adoraba algunas de ellas y siempre
creyó que las entendía. No lo hacía.
Cantar delante de miles de personas cada noche sus
propias canciones de amor, al lado del hombre del que llevaba
años enamorado, sabiendo que le correspondía, significaba
vivir en un mundo completamente diferente.
Parecía un milagro poder decir en voz alta te amo, sentirlo
y saber que Brooklyn le quería también. Se sentía especial y
único cuando Brooklyn lo miraba sin dejar de cantar y notaba
ese brillo en sus ojos que siempre había estado allí, aunque
ninguno de los dos pudiera entenderlo. Creía que podría con el
mundo entero por otro día más en el que se permitiera querer a
ese hombre y sentirse amado por él.
Brooklyn se esforzaba por buscar tiempo para ellos a pesar
de su apretada agenda, robaban horas a las noches cuando les
era posible, aprovechaban los traslados entre entrevistas y los
viajes en avión para hacer cosas juntos.
Siempre creyó que conocía bien a Brooklyn y aunque era
cierto, salir con él era algo completamente distinto. Al parecer
no era el único que escondía una parte de sí mismo.
Descubrió muchas cosas de él que no sabía y que le
encantó conocer, cantaba mientras se duchaba si estaba
contento, tragaba de forma audible cuando quería besarlo,
besaba tan bien que su cuerpo temblaba si conseguían pasar un
rato a solas y Brooklyn podía recrearse con él.
Cada cosa nueva que aprendía sobre él se sentía como un
logro. Algo único que muy poca gente sabía, consiguiendo que
todas las mariposas de su estómago amenazaran con sacarlo
volando al cielo.
Suspiró mientras lo veía hablar con Denver. Los cinco
habían salido a cenar a un restaurante famoso del centro de
Nueva York. A London le encantaban ese tipo de sitios y les
convenció para ir a celebrar que los habían nominado a unos
premios en los que también debían cantar.
—El coche está en la puerta —anunció Denver mirando su
móvil. Todos se pusieron los abrigos mientras seguían
hablando de buen humor.
Esa noche hacía mal tiempo, así que no había ningún fan
cerca. Se metieron los cinco en la furgoneta con el personal de
seguridad en la parte delantera y volvieron al hotel.
—¿Os imagináis que lo conseguimos de nuevo? Seriamos
el único grupo masculino que gana el mismo premio tantos
años seguidos. ¡Estaríamos invictos! —les dijo London,
animado sin duda por todo el vino y licores que tomaron.
—No es un combate de boxeo —le recordó Maui
arrastrando las palabras, apretujado contra el costado de
Denver, que lo sostenía de los hombros para evitar que se
golpeara la cabeza con la ventanilla en las curvas.
—Creo que te pasaste un poco con el alcohol. —London
trató de tocarle la nariz metiéndose con él, pero Maui le dio un
manotazo torpe para alejarlo.
—Estoy “perfecticamente” —les contestó Maui todo lo
serio que su estado le permitía.
Denver le removió el pelo, riéndose con cariño de él.
El hotel no estaba lejos y como todo estaba despejado de
fans, el coche los dejó en la puerta.
—¿Tomamos la última en el bar? —les ofreció Brooklyn.
—No, me lo llevo a la cama, estoy cansado —le contestó
Denver, manteniendo aún su agarre sobre Maui.
—Creo que paso por hoy, ya he bebido bastante —se
excusó London.
Brooklyn lo miró esperando una respuesta.
—Podría tomar algo más —aceptó.
Brooklyn sonrió y lo guio por el pasillo de recepción hacia
el bar. Por las horas apenas había un par de hombres bebiendo
whisky en una mesa, mientras discutían señalando la pantalla
de un ordenador y ni siquiera miraron en su dirección.
Fueron hasta una de las esquinas del local y eligieron la
mesa que estaba al lado de unas grandes plantas para ocultarse
de los posibles clientes que pudieran llegar.
—Iré a la barra a por las bebidas. ¿Algo caliente mejor?
Le miró agradecido. No bebió tanto como los demás, pero
era mejor pasarse al café.
—Sí, por favor. Descafeinado. —Sonrió mientras se
quitaba la bufanda y el abrigo. Le encantaba disfrutar de cosas
normales como esa.
Suspiró contento, viendo por una de las ventanas cercanas
la lluvia chocando en el cristal. Echó un vistazo al salón del
bar, era un buen hotel. Los suelos pulidos brillaban reflejando
las lámparas doradas del techo. Las mesas eran pequeñas y
redondas, rodeadas por sillones tapizados en color azul oscuro.
Brooklyn volvió con dos tazas, sentándose en enfrente.
—¿Ya sabes qué vas a hacer con los dos días libres que
tenemos la semana que viene? —se interesó.
—Tengo que grabar algunos vídeos cantando —contestó
removiendo el azúcar.
Brooklyn lo miró sorprendido.
—¿Cómo los que hiciste cuando estuviste fuera? —le
preguntó.
—Sí, resulta que a mis fans les encantan y es bueno para
mi marca personal. Además, me gusta cantar canciones que
tienen tanto significado en mi vida, aunque no sean nuestras.
—La primera de las que subiste es de mis favoritas. La de
las luces, tenía algo especial —le confesó Brooklyn.
—Esa la grabé en mi casa. Mi madre tocaba el piano —le
explicó con una enorme sonrisa al recordar lo generosos que
fueron con él cuando volvió a casa destrozado.
Ser familia de alguien como ellos no era fácil. Estaban
ausentes en casi todos los momentos de sus vidas, tenía
horarios locos y opacaba cualquier cosa que sus hermanos
consiguieran. Sin embargo, sus padres se habían esforzado
mucho para separar al hijo del artista, de esa manera recibía un
sermón si olvidaba llamar durante más de un par de días o si lo
veían muy delgado en las fotos.
—Mis hermanos decoraron todo para que quedara bien en
cámara, me grabaron y fueron mi público —le explicó.
Brooklyn sonrió, pero la sonrisa no alcanzó sus ojos.
—¿Qué? —preguntó.
Él miró su taza, parecía estar en conflicto.
—Brook… ¿Qué pasa? —presionó bajando la voz.
—No me gusta recordar esas semanas —le admitió con
reticencia.
Se puso recto en la silla, era lo último que esperaba
escuchar de él.
—Me lo imagino, la discográfica tuvo que volverte loco.
—Eso me da igual —le cortó Brooklyn apoyándose en el
respaldo, observándolo—. Sabía que algo no iba bien en el
concierto. No me mirabas, tus pasos, tu forma de moverte…
Tú y yo somos armonía juntos, esa noche… no era tu voz,
parecías un eco.
Paris tragó saliva con el estómago encogido.
—Creo que es mejor remover ese tema. Olvídalo, ya pasó
—sugirió.
Brooklyn enfrentó su mirada durante unos segundos,
negando con la cabeza después.
—Salí corriendo detrás de ti, pero tu equipo se movió tan
rápido que ni siquiera vimos irse tu coche. Todo se volvió
caótico, nadie me decía que pasaba contigo y no querían
sacarnos del estadio hasta saber si era seguro. Pol me tiró su
móvil y vi el vídeo, entonces lo entendí todo. Yo pasé a ser la
prioridad del equipo, el estadio se llenó de periodistas y lo
único que les importaba era sacarme de allí y enterarse de
cómo de grave era la situación.
Dobló por la mitad el papel de su azucarillo en silencio, no
había sentido ni la más mínima curiosidad por saber qué pasó
entonces.
—Nos subieron a los cuatro en el coche, Pol gritaba por
teléfono, Denver y Maui mandaban mensajes de forma
frenética. Creo que me hablaron, pero yo no podía dejar de
mirar el vídeo. Sabía que eso cambiaría las cosas, que el
mundo que yo conocía ya no existía. Nunca había estado tan
desesperado por volver atrás en el tiempo —confesó sin
avergonzarse.
Se quedó mirándolo petrificado, sin saber qué decir.
—Cuando llegamos a la casa de alquiler y no te vimos…
—Brooklyn cerró los ojos como si solo con recordarlo fuera
demasiado doloroso—. Supongo que te preguntaste por qué no
te llamé ni te envié mensajes.
Pensó mentir por un segundo, pero Brooklyn nunca decía
nada que no quería decir. Si estaba hablando de esa noche era
porque necesitaba tratarlo con él. No confiaba en que su voz
saliera estable, así que asintió conteniendo la respiración.
—Desapareciste y por más que Pol presionaba a tu equipo,
todos se negaron a hablar. Estabas herido y no iban a ceder
información que te expusiera. Pensé en ir a tu casa en
California… fui tres veces a buscarte y me quedé en la puerta.
Preguntándome qué iba a decir, nunca fui capaz de tocar el
timbre. Estuve durante horas sentado en el coche frente a tu
portal, ensayando cada palabra —reconoció Brooklyn, sin
alejar su mirada de la suya.
Su respiración se entrecortó al escucharle decir que trató
de ir a por él. Sabía que no habría querido verlo, pero ya no
importaba. Aun así, se sintió mejor al enterarse de que no lo
había dado por perdido sin más.
—No te hubiera abierto la puerta —reconoció.
Brooklyn asintió despacio.
—Lo sé. Mientras la discográfica elaboraba un plan, yo
hice el mío. Estaba decidido en solucionar las cosas contigo,
aunque siempre chocaba con una pared. No quería perderte
como amigo, pero lo que sentía en tu ausencia no se parecía en
nada al dolor de una amistad. Cuando volviste estaba tan
confundido que no supe qué hacer. Creo que empezaba a
sospechar lo que sucedía con nosotros.
Se pasó la lengua por sus labios resecos.
—¿El qué? ¿Qué tenías que entender?
Brooklyn giró la cabeza tomándose su tiempo antes de
responder.
—Ya lo sabes.
Su corazón palpitaba aislándolo de los sonidos que los
rodeaban, no había nadie más que ellos, nada importaba más
que esa conversación. Negó con la cabeza incapaz de decir ni
una sola palabra, necesitaba que le diera algo tangible para
sentirse seguro, sus acciones le hablaban de un sentimiento
grande, pero necesitaba escucharlo.
Brooklyn puso la mano sobre la suya y entrelazó los dedos
sin dejar de mirarlo. Paris no se molestó en comprobar si
alguien nuevo había entrado en el bar, en ese momento le dio
igual.
—Yo soy tuyo y tú eres mío. Siempre fue así, desde el
primer día que nos conocimos, sin etiquetas y sin
pretenderlo… nos entregamos el uno al otro a lo largo de los
años, no sé por qué tardé tanto en darme cuenta, pero ahora lo
comprendo. Puedo con lo que sea, excepto con perderte. Por
eso quería hablar contigo de esto, para olvidar el tema y
avanzar. Como iguales, como una pareja —puntualizó al ver
que no le decía nada.
Paris adoró cada palabra que salió de su boca, era lo que
siempre había querido escuchar, pero su mente se quedó
atrapada en la primera frase que resonaba en él de una manera
que lo sacudió por dentro. «Yo soy tuyo y tú eres mío». Su
tono de voz suave y ronco, su mirada transparente gritando
que decía la verdad.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y retiró su mano de la de
Brooklyn para cubrirse la cara. Necesitaba un segundo. Era su
sueño hecho realidad, pero también estaba asustado. Nunca
había estado tan aterrorizado en toda su vida, porque si
Brooklyn quería seguir adelante haría que sus carreras
estuvieran en riesgo.
Brooklyn movió su silla para estar más cerca de él y lo
atrajo a un abrazo.
Se quedó rígido entre sus brazos, necesitaba con
desesperación que lo consolara, pero si alguien les hacía una
foto ahora estarían en serios problemas.
—No nos ve nadie desde aquí. Los amigos también se
abrazan —le recordó Brooklyn aferrándose con más fuerza.
Apretó su cuerpo contra el de Brooklyn como si quisiera
fundirse con él, rodeándolo y aferrándose a él, demasiado
asustado para disfrutar del gesto.
—Todo irá bien, encontraremos la forma de hacerlo —le
prometió Brooklyn.
Paris cerró los ojos y escuchó el sonido de su corazón
mientras se esforzaba por calmarse.
—No es así como esperaba que fuera esto —reconoció
Brooklyn hablándole al oído.
Paris se rio todavía un poco lloroso.
—Me imaginaba un “Te quiero, no me dejes nunca” —
siguió diciéndole, imitando su voz de forma muy pobre—. O
un “Te amo, fuguémonos a las islas Maldivas”.
Volvió a reírse, dejando su beso sobre su pecho de manera
distraída.
—¿Por qué las Malvinas? —le preguntó con curiosidad
separándose de él. Se colocó bien el pelo y le dedicó una
mirada interrogante para averiguar si tenía mal aspecto.
Brooklyn sonrió a modo de respuesta.
—No sé, suena exótico.
Lo miró con seriedad sabiendo que lo que iba a decir era
tirarse piedras a su propio tejado.
—No podríamos fugarnos, nos conocen en todas partes.
No podemos fingir que esto no será un problema. Me daría
igual si solo me afectara a mí, pero el trabajo de muchas
personas depende de nosotros y los chicos.
Brooklyn sujetó su mano de nuevo con firmeza.
—Tenemos derecho a ser felices, a probar y equivocarnos.
Si los fans se van porque no le gusta la pareja que elegimos,
entonces no nos querían en absoluto. No podemos basar
nuestra vida en lo que opinen personas que solo conocen un
diez por ciento de quienes somos. Nos hemos dejado la piel
para estar donde estamos, a costa de no ver a familia ni
amigos, vivimos prácticamente enclaustrados… es injusto. La
relación entre un fan y el artista no es de esclavitud, tiene que
haber cariño y respeto por parte de los dos, deben aprender a
separar la vida privada de nuestro trabajo. Si no les gusta que
se jodan, algunos se irán, pero vendrá gente nueva.
Suspiró mientras pensaba en ello, habían hablado muchas
veces de ese tema. Estaban quemados, demasiado tiempo
manteniéndose en lo alto. Si se supiera la verdad, serían los
primeros en recibir el tiro.
—No te agobies con esto, hablaremos con Norman.
Preguntaremos y crearemos un plan. No matamos a nadie, no
estamos haciendo nada malo. No voy a pedir ni perdón, ni
permiso salvo a ti.
Paris sonrió a pesar de su buen juicio. Sabía que Brooklyn
tenía razón, ¿cómo podía ser malo el amor? Más en el fondo,
estaba seguro de que el mundo, por desgracia no funcionaba
así.
APRENDIZ
CAPÍTULO 25
Sus días libres llegaron, pero su agenda estaba tan llena
que no pudo hacer nada al respecto. Alquilaron una casa a las
afueras con una vista preciosa y grabó varios vídeos cantando.
Intercambió mensajes con Brooklyn mientras cumplía con
su agenda, enviándole fotos de lo que hacía. No pudo
acompañarle porque iba a trabajar con equipos nuevos y no
querían resultar muy obvios.
Volvió a su propia casa el día antes de tener que empezar
su gira europea. Estaba exhausto y sabía que iba a necesitar
dormir al menos medio día para recuperarse, pero quería hacer
sus propias maletas. No tenía que preocuparse por la ropa de la
gira porque de eso se encargaba el equipo y ya había decidido
con anterioridad lo que usaría, pero el equipaje era algo
demasiado importante para confiárselo a nadie.
En sus maletas llevaría la ropa y cosas que consideraba
imprescindibles para estar fuera dos meses. Eran semanas
frenéticas, ayudaba mucho tener ese pedacito de normalidad
para no perder la cabeza.
Abrió su maleta más grande y la puso en el suelo de la
habitación, entrando y saliendo de su vestidor guardándolo
todo.
Su móvil sonó en la mesilla donde lo había dejado. Lo
recuperó para ver quien le escribía.
Brooklyn:
¿Ya llegaste?
Paris:
Sí, vine dormido todo el camino. Estoy muerto de cansancio.
Se llevó el móvil al vestidor y empezó con la joyería.
Brooklyn:
Es nuestro estado natural. ¿Estás haciendo el equipaje?
Sonrió al leer el mensaje, todos habían crecido y aprendido
juntos, a veces asustaba lo similares que eran sus costumbres.
Paris:
¿Tú ya tienes todo listo?
Brooklyn:
Sí, terminé esta mañana. Llevo algunas cosas para ti.
Paris:
¿No es presuntuoso asumir que vamos a compartir habitación
durante toda la gira?
Brooklyn:
No, es ser realista. No vas a deshacerte de mí.
El corazón se le aceleró mientras se le extendía la sonrisa
por la cara.
Paris:
Ni tú de mí.
Brooklyn:
¿Si pudieras pedir algo ahora mismo que sería?
Se rio apoyándose en el espejo de cuerpo entero de su
armario.
Paris:
¿Como un deseo?
Brooklyn:
Sí, pero soy aprendiz. Solo puedes pedirme una cosa.
No dudó al escribir su respuesta.
Paris:
Deseo que estés aquí.
Se mordió el labio añadiendo algo con rapidez, sintiéndose
expuesto.
Paris:
Con pollo frito para ayudarme a terminar la maleta.
Se rio esperando su respuesta.
Brooklyn:
Ábreme el portal, estoy fuera.
Releyó el mensaje tres veces antes de correr al recibidor y
encender la cámara de seguridad. Había un Mercedes negro en
el exterior. De todos los coches de lujo que Brooklyn tenía ese
era sin duda el menos llamativo. Activó el portal todavía sin
creerse que estuviera allí, había venido alguna vez, pero
siempre con los demás. Sus casas eran sus propios oasis de
soledad cuando lo necesitaban.
Abrió la puerta sin preocuparse, su casa estaba alejada de
todo y tenía muros altos para garantizar su privacidad.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con una sonrisa amplia y
tan de verdad que le dolía la cara.
Brooklyn salió del coche vestido con una camiseta negra y
un pantalón del mismo color. Sacó una bolsa que levantó como
si fuera un trofeo.
—No es pollo frito. Te dije que estoy de aprendiz.
Recorrió la distancia que los separaba echándole los brazos
al cuello y robándole un beso.
Brooklyn lo sostuvo de la cintura, deslizando la lengua
contra la suya para perderse en su boca.
—Te echaba de menos —le dijo dejando pequeños besos
sobre sus labios.
Paris se rio mareado de felicidad, aferrándose a él mientras
entraban a la casa.
Estaba viviendo un sueño. Era real de verdad. No era para
el público, ni las cámaras… solo para ellos. Dos chicos
enamorados en una casa vacía de gente y objetivos.
Cerró la puerta de entrada con el pie y escuchó como
Brooklyn dejaba caer la bolsa al suelo, no se molestó en mirar.
Por fin solos y sin tener que fingir nada. A solas y protegidos
del mundo exterior.
Brooklyn dejó salir un gemido cuando le mordió el cuello,
sus manos fueron a su cintura colándose bajo su jersey.
Gimió tirando de él hacia el salón, era lo que estaba más
cerca.
—La comida… —murmuró Brooklyn cuando lo empujó al
sofá—. Creía que nos los tomábamos con calma.
Eso sí lo hizo detenerse, olvidaba que para Brooklyn
también era todo nuevo.
—Oh, cierto. Perdona. Esto puede ser extraño para ti —se
disculpó sentándose a su lado en el sofá, avergonzado de su
arrebato.
—No me refería a eso, me encanta que estés sobre mí.
Quiero seguir si tú quieres, pero estuvimos compartiendo cama
durante semanas y no pasó nada, creí que el sexo no era una
opción por el momento —le confesó Brooklyn.
Abrió la boca y la cerró sin saber qué debía responder.
—Sí, lo siento. No es como si hubiera decidido una fecha
exacta. Solo estaba esperando a que surgiera la oportunidad y
que estemos solos, no puedo sentirme cómodo con cincuenta
personas del equipo durmiendo a un par de puertas de nosotros
—contestó a pesar de la vergüenza.
Brooklyn sonrió girando todo el cuerpo hacia él.
—Solo para que quede claro, porque quiero respetar tu
espacio, ¿podemos dejarnos llevar si surge cuando estemos
solos?
Le pegó en el brazo y se levantó del sofá, abochornado.
Ese tipo de cosas no se discutían.
—Vuelve aquí —le llamó Brooklyn riéndose de su
reacción.
—Vamos a comer —ordenó recuperando la bolsa—. Ven a
la cocina.
Brooklyn lo abrazó por la espalda, besándole la nuca y
hundiendo la nariz en su pelo.
Se rio dejándose llevar.
—Para de hacer eso, pareces un perro. —Se removió sin
verdadera intención, solo jugando con él.
Brooklyn apretó los brazos a su alrededor.
—Hueles muy bien. Creo que es tu champú.
Rio mientras dejaba la comida sobre la barra de la cocina y
se alejaba para coger platos.
—Llevamos semanas usando el mismo champú, huelo
igual que tú —tuvo que recordarle.
Una lenta y sugerente sonrisa se extendió por el rostro de
Brooklyn.
—Ya lo sé y me encanta.
Se concentró en conseguir platos mientras encendía los
altavoces de la cocina con el móvil poniendo una música
suave.
—La mujer que se encarga de mi casa la tiene bien surtida,
¿qué te apetece tomar?
—Cerveza me sirve —le respondió Brooklyn. Cogió dos
botellines y los llevó a la mesa—. ¿Dónde están los cubiertos?
—En el segundo cajón —contestó dejando lo que estaba
haciendo para mirar a Brooklyn moviéndose por su cocina.
Su pecho se llenó de algo cálido, había imaginado esa
escena en su cabeza mil veces. Los dos pasando el rato como
una pareja cualquiera. Brooklyn lo miró con la pregunta
escrita en los ojos.
—¿Va todo bien? —quiso saber acercándose.
Se estiró para darle un beso en los labios y acariciar su
mandíbula.
—Sí, es que estoy muy contento de que vinieras.
Brooklyn sonrió inclinándose para besarlo.
—Yo también.
Se sentaron a comer juntos, hablando y discutiendo de
tonterías. Probablemente fue uno de los mejores días de su
vida. Brooklyn cumplió su palabra y lo ayudó a hacer la
maleta. Después pusieron una película y se acomodaron en el
sofá con palomitas.
Esta vez Brooklyn no dudó en rodearlo con un brazo para
mantenerlo cerca. La película parecía buena, pero la olvidaron
con rapidez. Era mucho más interesante lamer la sal de la boca
de Brooklyn y pasar el tiempo metiendo los dedos entre su
pelo. Jugó con su labio, lamiéndolo y tirando de él hasta que lo
volvió de un vivo color rojo.
—Podría besarte todo el día —murmuró acariciándole la
nuca.
Brooklyn tenía los ojos brillantes de lujuria, estaba
tumbado en el sofá, manteniéndose bajo su cuerpo dejándolo
hacer.
Se mordió el labio mientras contemplaba la sugerente
escena que tenía delante. La camiseta de Brooklyn se había
subido, mostrando el tentador borde de su ropa interior y su
piel tostada. Su erección se alzaba contra la suave tela de sus
pantalones flojos, su pecho subía y bajaba al ritmo de su
respiración acelerada… había comido apenas una hora antes y
sentía que moría de hambre y sed.
Buscó su mirada, para asegurarse de que los dos estaban en
la misma página. Brooklyn sonrió, pasando la lengua por sus
labios mientras esperaba a ver cuál sería su siguiente paso.
Se puso de rodillas en el sofá, moviéndose entre sus
piernas. Se sentía como si estuviera delante de un buffet de
dulces, había tanto para elegir que no sabía qué quería probar.
Acarició sus piernas con suaves pasadas, conteniendo el
aliento mientras subía por sus muslos.
Observó fascinado cómo se le aceleraba la respiración
cuando llegó a la parte más alta. Volvió a bajar y subió por el
interior, deteniéndose a milímetros de donde Brooklyn lo
necesitaba. Ignoró lo que él quería para continuar con su
expedición, subiendo por sus caderas desnudas.
Hundió el pulgar bajo el borde de su ropa interior y se
inclinó para dejar un beso sobre el hueso de su cadera. Apoyó
los labios en su piel y probó su sabor con la punta de la lengua.
Brooklyn siseó entre dientes, pero no se movió. Sonrió y
dejó un beso sobre su vientre, para agradecerle la confianza y
permitir que fuera él quien llevara la iniciativa. Apartó la
camiseta arrastrándola con la mano, dibujando un camino de
besos por su cuerpo hasta su pecho.
—¿Puedo? —preguntó en voz baja sentándose sobre sus
caderas.
Brooklyn se incorporó abrazándose a su espalda,
robándole la respiración con un beso lento y suave que lo dejó
temblando.
—Lo que quieras —susurró sobre sus labios lanzando lejos
su camiseta.
Le rodeó el cuello con las manos, tirando con suavidad del
pelo de su nuca para que le mirara a los ojos. Le acarició la
mejilla, apartándole el pelo de la cara. Sus ojos se quedaron
enganchados en los del otro. Un mundo de sentimientos
flotando entre ellos y dos corazones que por fin latían al
mismo ritmo.
—Te quiero a ti —dijo sin apartar la mirada. Pasó su
pulgar sobre la ceja, acunando su cara con la mano.
Brooklyn besó su palma sin dejar de mirarlo.
—Me tienes —respondió bajando la voz.
—¿Sí? —preguntó esperanzado pasando su dedo índice
por el labio inferior.
—Tanto tiempo como me quieras —le prometió Brooklyn
en voz baja.
Hizo un ruido bajo con su garganta mientras pensaba en
qué responder, lo besó con suavidad.
—¿Y si no te dejo ir nunca?
—Puede que te canses de mí —murmuró Brooklyn
metiendo las manos bajo su camisa para acariciarle la espalda.
—Supongo que tendrás que arriesgarte —contestó
besándole el cuello.
—Puedo usar algún truco para mantener el interés —le
ofreció.
Sonrió contra su piel, mordiendo su hombro, disfrutando
de cómo temblaba entre sus brazos. Le fascinaba las
reacciones que conseguía de él.
Brooklyn le quitó la camiseta, aprovechando para probar
su boca de nuevo, imprimiendo toda la necesidad en un beso.
Tiró de sus caderas, colocándolo mejor en su regazo.
Jadeó presionando su lengua contra la suya, arrastrando los
dedos por su pelo, aferrándose a él para profundizar el beso.
Abarcó su cuerpo con las manos, recorriendo su espalda,
familiarizándose con el vértigo que le daba sentir su piel
rozando la suya.
—Tienes un cuerpo precioso —susurró besando su
clavícula incapaz de contener las palabras.
—Tú sí que eres precioso —le devolvió Brooklyn
mordiéndole el hombro.
Había escuchado muchas veces esas palabras, millones,
tantas que ya habían perdido su significado. Pero la forma en
que Brooklyn lo tocaba, la manera en que su voz ronca
resonaba dentro de él, provocaba un caos en su cuerpo.
Gimió buscando su boca a ciegas y las manos de Brooklyn
fueron hasta su pantalón, desabrochando el botón con rapidez.
Jadeó con deseo mientras recorría su pecho, cubriendo sus
pectorales, pasando los pulgares sobre sus pezones.
Se estremeció con violencia al sentir como bajaba la
cremallera. Mordió su labio con ansiedad, quería que supiera
cuánto le necesitaba y lo mucho que había deseado ese
momento.
Brooklyn metió la mano dentro de su ropa interior y su
cuerpo estalló en pedazos. Sus dedos se hicieron cargo de él
con facilidad, rodeando su erección para acariciarla.
Hundió la lengua en su boca y se aferró a sus fuertes
hombros. Incapaz de hacer otra cosa que perderse en la euforia
de tener por fin sus manos sobre él y el anhelo por dejarse
llevar.
Brooklyn lo arrancó sin miramientos de la realidad,
sumiéndolo en un mundo nuevo, excitante y desconocido.
Consiguió tumbarlo en el sofá sin que fuera consciente del
movimiento hasta que se tumbó a su lado. Su mano nunca paró
de acariciarlo, su boca estaba por todas partes, mordiendo su
hombro, lamiendo su cuello, besando su pecho que temblaba
por el esfuerzo de encontrar el aire suficiente para respirar.
Se dejó llevar, sabiendo que estaba a salvo. Recorrió cada
espacio nuevo de su cuerpo, descubriéndolo con sus manos y
conquistándolo con sus besos. Metió la mano en su ropa
interior sin un solo vestigio de vergüenza.
No dejaron de mirarse a los ojos mientras aprendían el
ritmo y los acentos juntos para crear una nueva composición,
la base era la suya, la de siempre. Los matices llenaron la
melodía de silencios contenidos y gemidos que se perdían en
el eco de sus bocas anhelantes. Cambiaron una y otra vez el
tempo con cada movimiento de sus caderas tratando de
encontrar la satisfacción en manos ajenas.
El placer y la emoción absoluta se fundían con un
sentimiento de estar por fin en el camino correcto. Cada
momento de su historia juntos les trajo hasta ahí, a ese instante
en que caía la última barrera y por fin podían intuir cómo sería
su futuro.
Su cuerpo se deshizo con un giro de la muñeca de
Brooklyn, su interior estallando en pequeñas explosiones que
fueron sacudiéndolo hasta hacerlo desaparecer. Tiró de él para
besarlo de nuevo, resistiéndose a perderse la primera vez en
que lo viera caer por él. Movió la mano con rapidez por su
erección, presionando la punta hasta que lo sintió temblar y
morir con su nombre perdiéndose en sus labios como miel
caliente.
Sonrió mientras apoyaba la frente en su mandíbula
intentando respirar de nuevo. Después de vivir años
sintiéndose expuesto y cortado en pedazos, pudo disfrutar de
esa parte que consiguió guardar solo para sí mismo.
Sabía que había gente que no le daba importancia a algo
así, sin embargo, ese día siempre sería trascendental. No
quería anotarlo en su agenda como un día más, ni
normalizarlo. Habían traspasado la barrera sobre la que
llevaban años bailando. No podrían volver atrás después de
algo así. Y aunque todavía estaba asustado, por primera vez
sentía que pisaba sobre terreno firme.
Brooklyn se había encargado de volver las arenas
movedizas en las que cimentaron su relación en tierra estable y
sólida para que estuviera cómodo. No tenía ni idea de lo que
seguía porque nunca había podido permitirse estar con un
hombre de esa forma, pero si merecía la pena correr el riesgo
sin duda, sería por Brooklyn.
No tenía que preocuparse de nada con él, ni fingir, podía
ser él mismo y explorar partes de su propia intimidad en las
que nunca se había permitido profundizar.
Su mente fue volviendo poco a poco en pequeños retazos
de realidad, sacándolo del limbo de placer en el que Brooklyn
lo había sumido.
—Puedo sentirte sonreír —le murmuró Brooklyn
besándole la frente.
—Lo hago, soy muy feliz —respondió alzando la cabeza
para mirarlo.
Brooklyn le sonrió apretando su nariz contra la suya.
Cerró los ojos y se perdió de nuevo en esa sensación tan
maravillosa.
—¿Podemos quedarnos así para siempre? —preguntó
acurrucándose en su cuello.
Brooklyn se rio haciendo que su cabeza se moviera.
Él también rio sin que le importara nada. Era tan feliz que
estaba volando a kilómetros del suelo, perdido en la belleza y
la inmensidad del cielo. Ya habría tiempo de dirigir su
atención a la tierra.
FAMILIA
CAPÍTULO 26
Brooklyn se quedó a dormir, no era extraño ya despertarse
entre sus brazos, pero había algo diferente en hacerlo en su
propia casa. Como si tuviera algún tipo de connotación que no
entendía, que lo convertía en algo infinitamente mejor.
Se despertaron más tarde de lo que debían, solo les
quedaban dos horas para llegar a la casa común, deberían
haberse apresurado. En vez de hacer eso, se dedicaron a
besarse y tontear en la cama, hasta que Norman llamó
preguntando a qué hora debería enviar a los guardaespaldas a
recogerle.
Desestimó su idea, obligando a Brooklyn a levantarse,
asegurándole a Norman que iría por su cuenta.
Se vistió mientras seguía al teléfono y escuchaba el
recordatorio de su agenda. Tenían que reunirse los cinco, ir al
aeropuerto y volar durante once horas hasta Madrid. En un día
normal se quejaría por un vuelo largo, pero ese día no tenía
nada de usual, así que se despidió con prisas y dejó que
Brooklyn lo subiera a la encimera de su cocina besándolo
hasta que sus pensamientos se convirtieron en bruma y toda su
atención se concentraba en él.
Sus teléfonos sonaron una y otra vez sin parar, incluida la
línea de casa, obligándolos a separarse. Alarmado, se dio
cuenta de que ya deberían estar reunidos con los demás.
—Yo me encargo, ve a por las maletas —le ordenó
Brooklyn contestando al teléfono.
Cogió el bolso que había dejado listo el día anterior y
metió el cargador con el móvil ignorando las cuarenta
llamadas perdidas. Se peinó antes de evaluar su imagen en el
espejo.
Había escogido ropa cómoda, un pantalón ajustado negro,
camiseta entallada básica del mismo color y una chaqueta
bomber mostaza con letras en blanco.
Llevaba años sin verse así de radiante. No existía un
maquillaje en el mundo que hiciera su piel resplandecer de esa
manera. La imagen que le devolvía el espejo no era la del
cantante de Narcissus. Era Paris, por primera vez en siglos, se
reconocía a sí mismo en su reflejo.
Brooklyn apareció detrás de él en el vestidor.
—¿Traes tus maletas en el coche? —preguntó al ver que se
había cambiado.
Estaba muy guapo vestido con pantalones negros anchos,
camisa blanca y chaqueta de cuero con unas botas militares
que lo hacían aún más alto de lo que era. Tampoco llevaba
maquillaje y al igual que él, tenía muy buen aspecto.
—Sí, le dije a Norman que nos encontraremos en el
aeropuerto para evitar retrasos —lo tranquilizó —¿Te falta
mucho?
—No, estoy casi listo —respondió volviendo a fijarse en
su propia imagen—. Me preguntaba si debería ponerme algo
más sofisticado, más Narcissus.
Brooklyn avanzó observándolo en el espejo, examinando
su imagen.
—Estás perfecto —le aseguró sosteniéndole de las caderas.
Sonrió, sus ojos se encontraron a través del espejo.
—Parezco muy joven así vestido. Demasiado… suave —
protestó pensando en lo que diría la gente.
—Me gusta lo suave que eres —le aseguró bajando la voz,
metiendo la mano por debajo de su camiseta e inclinándose
para hablarle al oído—. Lo suave que es tu piel…
Jadeó apartándose de él.
—Tenemos que irnos —le recordó deseando poder volver
junto a su cuerpo.
Brooklyn sonrió con maldad, cogió un gorrito negro del
estante y se acercó para ponérselo.
—Deberíamos ir a dormir en cuanto subamos al avión, así
evitaremos el jet lag. —Trató de engañarlo presionándose
contra su espalda.
Se rio empujándolo y cogiendo su bolso, yendo a por su
equipaje.
—No pasará —le advirtió.
—No por eso dejaré de intentarlo —le contestó Brooklyn
haciéndose cargo de su maleta.
Lo siguió al exterior y esperó mientras ponía todo en el
maletero.
—Debería llamar a seguridad si vamos ya al aeropuerto,
estamos más cerca desde aquí. Llegaremos antes que ellos.
—No hace falta, ya está todo arreglado. Sube, vamos a por
café. —Brooklyn se puso al volante y condujo sin problema
hasta una cafetería con servicio de coches para no salir.
Tendrían que enviar a la policía si fueran a cara descubierta a
tomar algo.
Los dos se pusieron las gafas de sol por si los trabajadores
los reconocían, pero era demasiado temprano y la chica se
limitó a darles el precio. Brooklyn pagó en efectivo y le dijo
que se quedara el cambio para evitar que les echara otro
vistazo. Salieron victoriosos con cafés y bollos que fue
compartiendo con Brooklyn por el camino.
Casi estaban en el aeropuerto cuando Terry llamó para
saber cuánto les faltaba. Los chicos ya habían llegado a la
terminal internacional y los esperaban en la furgoneta porque
periodistas y fans estaban apostillados por todo el recinto.
—Deberías dejarme en algún sitio y que los chicos vengan
a buscarme —sugirió con aprensión.
Brooklyn sonrió sin inquietarse, hablándole al móvil.
—Aparcaré justo detrás de vosotros, asegúrate de que haya
sitio —le pidió antes de colgarle.
—Llamaremos la atención al llegar juntos y solos —
advirtió con nerviosismo.
Brooklyn sostuvo su mano aprovechando el semáforo en
rojo para mirarle.
—No es la primera vez que uno de nosotros llega en su
propio coche acompañado. No hay nada raro, solo tú y yo
sabemos que venimos de pasar la noche en tu casa —le dijo
con razón.
Sonrió con timidez, sabía que era verdad, pero no podía
evitarlo. Amaba a su público tanto como lo temía.
—Confía en mí —le pidió Brooklyn entrelazando sus
dedos juntos.
Le dio un pequeño apretón en respuesta.
—Lo hago —aceptó a pesar de los nervios.
No tuvieron problemas para llegar a zona de carga y
descarga del aeropuerto, Terry y Hank les hicieron
indicaciones, ayudándoles a aparcar. Al otro lado de la calle se
acumulaban los primeros periodistas.
—¿Listo? —le preguntó Brooklyn mientras alguien iba el
maletero para sacar sus maletas.
Sonrió y dio un pequeño golpe en la puerta, Terry se la
abrió para hacerlo salir.
Los flashes se dispararon por todas partes en cuanto se
dieron cuenta de quién era. Saludó con la mano en dirección a
los periodistas y fue directo a la furgoneta que se abrió para los
demás.
Maui le agarró del brazo mientras Brooklyn se ponía al
lado de Denver y London, para que les hicieran fotos. Su
equipo de seguridad los rodeó después de unos minutos,
ayudándoles a avanzar.
Devolvieron todo el cariño de los fans deteniéndose para
que pudieran hacer vídeos y fotos. No eran demasiados, así
que no hubo mucho escándalo. Consiguieron entrar con
rapidez al área vip y llegar hasta su avión.
Los chicos fueron tan geniales como siempre y dejaron las
bromas para cuando se quedaron a solas en la cabina, por una
vez no le importó y se sentó al lado de Brooklyn con una
sonrisa que no consiguieron apagar. Por desgracia aún faltaban
muchas horas de vuelo, todavía tenían oportunidades de
conseguirlo, no dejarían pasar la oportunidad de burlarse de
ellos.
A Madrid le siguieron un montón de ciudades más.
Recibieron amor allá a donde fueron y trataron de recuperarse
entre conciertos para darlo todo encima del escenario.
Había momentos muy puntuales en donde parecía que el
mundo se alineaba y nada podía salir mal.
Solían llamarlos avalancha, porque eran instantes de calma
donde todos parecían adorarles e incluso las redes y la prensa
les daban tregua. Lo malo era que, a estos momentos casi
paradisíacos, les podía seguir un desastre.
En realidad, era una forma de mantener el equilibrio, si
cada día durante meses la prensa te alaba y las redes te aman,
algunas personas empiezan a inquietarse, a pensar que tiene
que haber algo raro, y odiar sin sentido.
Denver decía que era envidia, Maui que no les podían
gustar a todos, London creía que la mala publicidad era mejor
que el olvido y Brooklyn lo tomaba como uno de los precios
de su trabajo. Él se inclinaba a pensar igual que Brooklyn. No
le gustaba, pero todos los artistas acababan siendo atacados en
un momento u otro.
Sabían que era por un tiempo limitado, así que lo
disfrutaron cuanto pudieron, alimentándose de esa energía
positiva para contrarrestar las bajadas y subidas de hacer
conciertos y seguidamente encerrarse en el hotel. Los años
facilitaban el proceso mental para que no fuera tan cruel, pero
nunca fue tan llevadero como en ese momento de su vida.
Le encantaba estar con sus fans y disfrutar de su música,
pero anhelaba que los focos se apagaran y volver a quedarse a
solas.
Por primera vez, su vida laboral y personal estaban
equilibradas, abandonaba contento el escenario para caer en
brazos de Brooklyn. Era tan feliz que a veces, al despertarse y
verlo dormir a su lado, se preguntaba si realmente estaba
pasando.
Tuvieron que ser muy discretos, en todas partes había
personal de la discográfica, periodistas o equipos de
grabación, pero su staff ayudó a aislarlos en la medida de lo
posible. Dándoles las habitaciones más lejanas a las de los
demás, subiéndoles el desayuno a su cuarto para que tuvieran
más tiempo a solas y asegurándose de que no hubiera nadie
demasiado cerca de ellos.
Encontraron una forma de disfrutar el poco tiempo libre
que tenían para hacer cualquier cosa. Tuvieron mucha ayuda
de los chicos, sus últimos baches como banda les habían
señalado los problemas graves que arrastraban desde hacía
mucho, pero también cuánto se querían unos a otros, por lo
que esa gira estaba destinada a ser diferente a las demás.
Lo fue en el mejor de los sentidos, todos se esforzaron por
alejar el cansancio y cenar en grupo después de cada concierto.
Hablando de lo que acababan de vivir o simplemente pasando
tiempo juntos. Iban a restaurantes en la ciudad de turno,
siempre buscando alguno de comida tradicional para disfrutar
de cada país, fueron a exposiciones, salieron de compras y de
nuevo sintieron esa magia que parecía haberse apagado por el
desgaste de los años.
Fue un verdadero alivio, hubo momentos en que creyó que
la presión a la que estaban sometidos había quebrado de forma
irreparable su manera de vivir con la banda.
Llegó a pensar que solo él sentía que no podía seguir, pero
después de la charla en casa de la hermana de Denver,
entendió que en mayor o menor medida todos estaban igual.
Denver había organizado la gira con más margen del que
solían tener, para aligerar la presión y darles tiempo de trabajar
en ellos mismos.
Hicieron un esfuerzo común alejando a sus personajes de
Narcissus, trabajando en redescubrirse. Parecía una tontería
porque vivían y pasaban gran parte del tiempo juntos, pero el
trabajo y el cansancio de su día a día los había hecho
encerrarse en sí mismos en un intento de conseguir oxígeno
para continuar. No era sano, ni soportable, pero por el amor
que se tenían lo habían hecho funcionar.
Trabajaron duro en romper esos muros y retirar los parches
para ver cómo de profundas eran las heridas, las expusieron al
sol y dejaron que se fueran curando. Quedaría cicatriz, pero
sería una señal de lo que superaron y de cuánto les importaba
todo lo que habían levantado unidos.
Fueron totalmente honestos sobre las cosas que los
molestaban, las que hacían daño, los sistemas que ya no
funcionaban, las fórmulas que mantenían por costumbre y sin
duda debían cambiar.
Hubo días que acabaron molestos unos con otros, pero
escucharon con atención y a medida que la gira pasaba se
fueron sintiendo más ligeros de equipaje.
El último concierto llegó sin la sensación de agotamiento
profundo que siempre sentían. Deseaban volver a casa, pero
habían conseguido reencontrarse, componer juntos y llenarse
de energía, asumiendo nuevos proyectos que hacía unos meses
parecían impensables.
Denver hizo y deshizo una lista de cosas que querían
conseguir. A su vuelta a Los Ángeles se sentaría con Norman
para informarle y luego ir a la discográfica.
Habría una nueva batalla campal, pero todos se sentían
preparados para defender su posición, si querían que firmaran
otro disco tendrían que ser flexibles o estaban dispuestos a irse
cuando terminara su contrato en dos años.
Denver albergaba la esperanza de que con esa fecha límite,
la negociación fuera más fácil, aunque habían tenido un año
difícil y sabían que la discográfica lo usaría en su contra.
En caso de que se negaran y no aceptaran sus condiciones,
buscarían una nueva discográfica, pero por una vez desde que
empezaron a cantar pusieron límites y se plantaron.
Ahora era cuestión de tiempo saber cuál sería su suerte,
fuera la que fuera, irían los cinco juntos. Fueron amigos
primero y se convirtieron en familia después. Nunca serían
compañeros de trabajo.
CIERRE DE GIRA
CAPÍTULO 27
Disfrutó de las vistas al río Támesis desde la terraza de su
suite. Era una imagen impresionante, los edificios iluminados
por luces que se reflejaban en el agua, el puente por el que
incluso a esa hora pasaban algunos coches, los colores de la
vida nocturna en su máximo esplendor.
—¿No puedes dormir?
Sonrió al escuchar la voz de Brooklyn. Sus fuertes brazos
lo rodearon y notó cómo le besaba la nuca mientras lo
abrazaba por la espalda.
Acarició sus antebrazos, presionándose contra su pecho en
busca de su reconfortante presencia.
—Tengo demasiadas cosas en la cabeza. Es nuestro último
concierto, supongo que estoy nervioso.
—Lo sé —le dijo Brooklyn besándole en el hombro—.
Después de todo este tiempo aún da vértigo subirse al
escenario.
Brooklyn entrelazó sus manos, apretándolo entre sus
brazos.
Paris dejó escapar un gemido girando la cabeza para
besarle en los labios. Su suite estaba en la última planta del
hotel, así que no tenían que ser cuidadosos. No había vecinos,
ni edificios cerca, todas las luces de la habitación estaban
apagadas.
—Estoy preocupado por la vuelta a casa —le confesó.
Brooklyn besó su mandíbula mientras hacia un pequeño
sonido con la garganta
—¿Por la discográfica?
—Por todo. La discográfica, la empresa, nuestras
carreras… es una larga lista —dijo tratando de evitar el tema
principal de sus preocupaciones.
—Por nosotros —adivinó Brooklyn.
Asintió reconociendo sus palabras. No quería decirlo en
voz alta, pero no podía evitar preocuparse por ello. Había
disfrutado tanto de esta gira que se preguntaba cuándo llegaría
el final.
—Estamos bien, nunca he estado mejor. ¿Estás pensando
en dejarme? —preguntó en broma—. Lo tienes prohibido por
completo.
Se rio mientras su cuerpo se relajaba y sus preocupaciones
se alejaban. Era imposible continuar pensando en algo cuando
Brooklyn lo sujetaba como si fuera lo más importante del
mundo.
—Para dejarte, primero tendrías que haberme pedido salir.
Habríamos tenido una cita y luego otra y otra… quizá, después
de unas, no sé… diez. Te habría dado un beso y hubiera dicho
que sí, cuando me hicieras la gran pregunta. Nada de eso pasó,
así que técnicamente… estoy soltero —le respondió risueño.
Brooklyn le mordió el cuello como castigo, haciendo que
se retorciera entre sus brazos al tratar de soltarse.
—No estás soltero, ni yo tampoco. Veamos si lo he
entendido porque creo que te confundes y esto es mejor
aclararlo. Compartimos cama cada noche y llevamos juntos
tanto tiempo que equivale a unas dos mil o tres mil citas. Solo
durante este último año, podría contar unas trescientas —se
defendió ultrajado.
—¿Dos o tres mil? —inquirió con diversión al distinguir
su tono indignado—. Quinientas como mucho.
—Nos besamos, nos tocamos —insistió Brooklyn irritado.
—A veces —dijo fingiendo indiferencia.
—¿Te parece que lo hacemos poco? Porque siempre quiero
besarte y tocarte… a todas horas.
Se giró entre sus brazos rodeándole el cuello.
—Muy poco, poquísimo —dijo besándole la mejilla,
apretando su cara contra su cálida piel—. Tendríamos que
estar pegados a todas horas. Justo como ahora.
—Lo sé —suspiró Brooklyn abrazándolo, apoyó la mejilla
en su hombro y aspiró profundamente—. Necesito tenerte solo
para mí, donde no tengamos que ser cuidadosos. Como aquel
día en tu casa. Quiero intimidad de verdad.
Le acarició los hombros, comprendiendo lo difícil que
tenía que ser también para Brooklyn, compartir cama y no
poder hacer nada al respecto.
—Siento hacerte esperar, pero no es seguro con todo el
equipo recorriendo los pasillos, llamando a las puertas,
pasando mensajes, haciendo vídeos cortos… es demasiado
riesgo.
—No me importa, vamos al ritmo perfecto. El que los dos
necesitamos en este momento. Entiendo por qué debemos ser
cuidadosos, aunque no sea lo que yo quiera —le reconoció
Brooklyn acariciándole el pelo—. Estos meses contigo han
sido los más felices de mi vida, pero odio tener que ocultarme.
Nunca quise salir con nadie antes, no me importaba no poder
hablar de mi vida privada, pero esto es distinto. Te quiero tanto
que siento que necesito gritarlo. Es injusto que no pueda
hacerlo —murmuró consiguiendo que los dos se balancearan
sin desplazarse del sitio.
Paris sonrió besando su mandíbula, moviéndose juntos,
bailando. No había música, ni la necesitaban. Su canción
llevaba sonando en silencio durante años, los dos habían
madurado y crecido en ella, formaba parte de ellos y nunca se
escuchó tan fuerte como ahora.
—Aunque tuvieras una relación con una mujer, no podrías
contarlo. Te arriesgarías a que los fans se tomaran represalias,
conoces las normas —le recordó con suavidad—. No les
gustan cuando los cantantes tienen pareja, y eso sin mencionar
que te convertirías en un cantante homosexual, parecería que
todo lo que logres no importaría. Siempre te reducirían a esa
etiqueta.
Brooklyn negó con la cabeza mientras giraban sobre sí
mismos.
—Lo harían durante un tiempo, algunos se irían, pero
estaría dispuesto a asumir el riesgo. No solo por ti, sino por
mí… por nosotros —le aseguró—. Nos merecemos disfrutar
de lo que tenemos. Estoy orgulloso de mi relación. No quiero
escoger entre mi trabajo y mi amor.
Se le cortó la respiración al escucharle pronunciar unas
palabras que sabía que no usaría a la ligera, pegó su frente a la
suya y dejó un beso en sus labios.
—Elige el trabajo si tienes que hacerlo, yo nunca te
obligaré a decidir. Me tienes —trató de tranquilizarlo. Ahora
que sabía que Brooklyn también le quería, estaba dispuesto a
lo que fuera para proteger su relación.
Brooklyn lo besó, rozando sus labios apenas un segundo
para deslizar sus lenguas juntas, saboreando el momento. Fue
un gesto tan dulce y con tanto sentimiento que todo su cuerpo
se estremeció en respuesta.
—Demuéstralo, demuestra que te tengo —le pidió
Brooklyn deslizando las manos bajo su jersey, acariciando sus
caderas—. Elígeme, si llegado el momento debemos tomar un
bando, que yo sea tu elección. Te juro que estaré a tu lado,
quiero esto. Nos quiero juntos.
Le miró con miedo, incapaz de ocultarle lo que estaba
pasando por su cabeza.
—Lo hago. Siempre serás tú, pero no estoy preparado para
que la gente lo sepa.
Vio el dolor atravesar su mirada.
—No es porque dude de ti. He pasado toda mi vida
escondiéndome, bloqueando una parte muy importante de mí.
Todavía no estoy cómodo conmigo mismo, no podría soportar
a la gente opinando sobre esto, criticándome, atacándome. No
pienses que no te quiero, eso nunca.
Brooklyn le acarició la espalda.
—Lo entiendo, pero me gustaría que consideraras que
hablemos con Norman de nosotros. Sé que lo sabe, igual que
todo tu equipo. Nos han ayudado a mantenernos en privado.
Quiero que sepan que esto no es momentáneo, que se preparen
para algo a largo plazo.
—Eso no puedes saberlo —protestó a pesar de lo fuerte
que latía su corazón.
—Claro que lo sé —le contradijo Brooklyn mirándole a los
ojos—. Tú y yo somos para siempre. Es imposible que no te
hayas dado cuenta. El mundo desapareciendo cada vez que nos
besamos, la calma absoluta que sentimos al dormir juntos, la
sensación de vértigo al mirarnos, cómo se nos eriza la piel
cuando nos tocamos. Eso no es común.
Metió la mano entre su pelo sujetándole la cabeza, para
tomar su boca en un beso acalorado y lleno de necesidad.
Entendía a la perfección de lo que le hablaba. Siempre lo había
sentido cuando se trataba de él.
Brooklyn devoró su boca igualando su hambre. Gimió
mientras mordía sus labios, consumiéndole en un beso.
Las manos de Brooklyn apretaron su culo con fuerza,
dejando que su erección se clavara en su estómago. Jadeó
mientras tiraba de él y lo metía en la habitación.
Le devolvió el beso igualando su necesidad, se deshizo de
su camiseta sin romper el contacto y desabrochó su bragueta
con rapidez.
—Esto es una mala idea —murmuró Brooklyn cuando lo
empujó contra el cristal, obligándolo a apoyar la espalda en él.
—Te necesito tanto… —Lamió su cuello mientras rodeaba
su erección con la mano y lo acariciaba—. No puedo aguantar
más. —Recorrió la mirada por su torso desnudo, despertando
un hambre feroz en él. Lo sujetó del brazo y lo lanzó sin
contemplaciones al sillón junto a la ventana.
—Joder —jadeó Brooklyn al verlo arrodillarse—.
Podemos hacer otra cosa.
Siguió acariciando su miembro, la necesidad por tenerlo
superaba con creces a cualquier otra sensación.
Besó la punta con delicadeza, inseguro sobre cómo sería su
tacto. Gimió sorprendido al notarla cálida contra sus labios,
húmeda y suave. Pasó la lengua con suavidad por la punta,
probándolo por primera vez.
Su acuciante necesidad se propagó como si lo hubieran
bañado en gasolina.
Lo lamió mientras acariciaba el resto de su longitud. Dejó
que se deslizase sobre su lengua, apenas hasta la mitad, y
chupó ejerciendo presión. Acarició sus testículos con la mano
y tiró de ellos con suavidad, temblando de placer al escuchar
el jadeo entrecortado de Brooklyn.
Succionó la punta de su miembro, acariciando su vientre y
sus muslos. Tomó de él lo máximo que le permitió su precaria
práctica, encontrando pronto un ritmo entre lamer y succionar.
Estaba al límite, como si el hecho de darle placer a
Brooklyn fuera suficiente para su cuerpo y enloqueciera igual
que si lo estuviera tocando.
Brooklyn se agarró con fuerza a los antebrazos del sillón,
haciéndolo crujir bajo sus dedos. Aumentó la velocidad,
tragándolo casi por completo, relajando la garganta para darle
cabida.
Se perdió en el ritmo primitivo que le marcaba el compás
del ansia por satisfacerle. Alzó la cabeza, sin dejar de
acariciarle con la mano, y la visión le quitó la respiración.
Brooklyn estaba hundido en el sillón, sus ojos brillaban
incluso en la noche, su piel relucía a la luz de la luna y su
gesto mostraba una expresión de placer tan exquisita que se le
grabó en la cabeza a fuego.
El miembro de Brooklyn hundiéndose en su boca era un
bajo poderoso, su lengua se deslizaba por la punta con la
sensualidad de un saxofón rompiendo el silencio, la cadencia
de sus caderas eran como las armonías entrelazándose en un
piano.
Quería imprimir ese compás salvaje y crudo en una
partitura, plasmar la intimidad del instante para que perdurara
por siempre.
Brooklyn metió los dedos entre su pelo, dejándose llevar,
gimiendo sin control. Aumentó la velocidad, entendiendo que
estaba al límite y apuró sus caricias odiando que hubiera
terminado.
Gimió mientras lo sentía palpitar contra su lengua y
saboreaba el final. Lo dejó ir, besando el interior de sus
muslos, subiendo por su abdomen para acabar sentándose en
sus rodillas.
Brooklyn lo abrazó de la cintura, atrayéndolo en un beso
aletargado y torpe. Le acarició la cara, respondiéndole y
acariciando el pecho con suaves pasadas. El corazón de
Brooklyn latía enloquecido bajo su mano.
—Eres… eres… —murmuró Brooklyn sobre sus labios—.
Te quiero.
Sonrió con satisfacción, acariciándole el pelo, llenando su
mandíbula y su cuello de pequeños besos. Brooklyn lo
envolvió entre sus brazos, apretándolo como si pensara que iba
a escapar.
Se acurrucó sobre su pecho, poniéndose cómodo, deseando
que ese momento se alargara para siempre.
—Hablaremos con Norm al volver a casa —cedió.
—¿De verdad?
Había tanta esperanza en la voz de Brooklyn que fue
incapaz de ocultar su sonrisa. Parecía casi incrédulo, como si
estuvieran hablando de algo imposible.
—Sí. Te lo prometo. No podemos dejar que nadie se
entere, pero sí que elaboren algún tipo de acuerdo para que no
tengamos que ocultarnos en el trabajo. Pero tienes que
prometerme que sí a Norm le parece que es demasiado
peligroso, estarás en paz con ello y seguiremos sus consejos.
—Lo estaré, te lo prometo. Todo irá bien, ya lo verás.
Confió en que él estuviera en lo cierto, porque si pensaba
durante un segundo en la otra opción, el miedo podría
arruinarlo todo.
ÚLTIMO CONCIERTO
CAPÍTULO 28
Todos los cierres de gira eran significativos, pero este era
más trascendental que cualquier otro. Puede que fuera su
último concierto bajo su actual discográfica, puede que el
mundo en el que habían vivido durante diez años estuviera a
punto de cambiar.
Resultaba aterrador, habían dado sus vidas por sentado.
Les costó tanto alcanzar la cima que creyeron que ese era el
precio, se convencieron de que merecía la pena, pero esta vez,
se eligieron a sí mismos y se prepararon para asumir la
pérdida.
Un cierre de gira por todo lo alto, parecía la celebración
perfecta. Organizaron algo especial, una presentación diferente
para la su última canción.
Mientras los músicos tocaban en el escenario, los staffs los
ayudaban con la ropa y el maquillaje a toda velocidad.
Brooklyn le sonrió a su lado mientras les estaban poniendo los
auriculares.
Trató de contener sus emociones, pero era difícil cuando
sentía esa euforia recorriendo su sistema. Entre todos,
eligieron de última canción, Canción de medianoche.
Empezaron en sus posiciones habituales, era una de las
favoritas del público también. Desde que no hacían
“fanservice” no habían vuelto a acercarse más de lo necesario
con desiguales resultados, a veces lo conseguían, otras de
forma inevitable no podían contenerse. Esa noche, fueron dos
imanes.
Brooklyn ignoró toda la nueva coreografía y fue directo a
por él, mientras cantaba las primeras líneas.
—Amor no existía en mi diccionario hasta que llegaste tú.
No sabía que escondía mi corazón, ahora sé que eras tú.
Tragó saliva al verlo inseguro sobre cómo comportarse,
nada de lo que estaba haciendo Brooklyn formaba parte de los
ensayos.
—Siento que el mundo cambia cuando te miro. ¿Qué
puedo hacer? No puedo alejar mis ojos de ti, deja que cambie.
Quiero vivir en un mundo solo para los dos.
Las lágrimas se le acumularon en los ojos, Brooklyn
compuso esa canción el año pasado, pero podría haberlo hecho
ayer mismo. Sus ojos le dijeron que compartían pensamientos,
la determinación en su mirada y la sinceridad de quien muestra
lo que guarda en el corazón.
Las emociones lo barrieron como una avalancha,
obligándolo a cantar su parte sin dejar de mirarlo.
—Llevo toda mi vida esperando a alguien como tú. ¿Cómo
pude estar tan ciego. He vivido perdido en una noche que
parece no tener final. Ven, ilumina mi vida y muéstrame el
camino hacia ti.
Vio en su cara la compresión, la sonrisa y esa mirada única
con la que solo lo miraba a él. Brooklyn se quedó frente a él,
sin romper la conexión ni un solo instante mientras buscaba su
mano, el rugido del público fue tan fuerte, que consiguió hacer
que temblara hasta el suelo del estadio.
—Te miro y el mundo se vuelve un lugar desconocido. Tu
voz sigue sonando dentro de mí cuando te vas. Te imaginaré
en mis sueños hasta que te vuelva a ver. Tú eres mi refugio, mi
hogar. Ven, necesito volver a casa.
Apretó los dedos perdiéndose en él, la realidad desaparecía
y solo quedaban ellos. Un lugar secreto y único que les
pertenecía a ambos, un sitio seguro al que nadie más podía
llegar.
Brooklyn apoyó la frente en la suya sin dejar de cantar,
paralizándole el corazón que cayó rendido ante él.
—Tú eres mi hogar. Sé que es difícil, pero somos nosotros
dos. No digas imposible, solo dime que soy tu amor.
El escenario apagó las luces, sumiéndolos en la oscuridad,
mientras iluminaban a los secundarios en sus respectivas
partes. El ascensor sobre el que estaban parados se hundió,
para el gran final tenían que correr a reunirse con los demás.
Ninguno de los dos hizo la acción de moverse, nadie del
equipo los esperaba para apresurarlos a pesar de que tendría
que haber al menos cuatro personas ahí abajo.
Brooklyn tiró de él, pegando sus pechos juntos después de
apagar sus micrófonos para asegurarse de que nadie
escuchaba.
—Compuse esta canción para ti —le confesó mientras la
música sonaba encima de ellos—. Nada me hacía más feliz
que subirme aquí y cantar contigo. Delante de millones de
personas me podía permitir quererte más de lo que se quiere a
un amigo sin hacerme preguntas. Nos descubrí en el escenario,
me enamoré de ti en él, te amé sin saberlo en cada actuación
durante años… nunca fue por el público. Todo lo que hice era
por ti, porque te amo.
Paris se sujetó con ambas manos a sus brazos, un torrente
de emociones amenazando con destruirlo si no buscaba un
cimiento fuerte sobre el que asentarse.
Brooklyn sonrió mientras sacaba algo de su bolsillo. Jadeó
al ver dos alianzas negras y sencillas brillando en la palma de
su mano.
—Compré esto cuando te fuiste. No sabía si podría
recuperarte, pero los mantuve conmigo todo este tiempo. Era
una promesa, un amuleto para que fuera valiente, una manera
de mantener la fe cuando todo estaba destruido, el único
símbolo de mis sentimientos por ti.
Las lágrimas volvieron a sus ojos, incapaz de pronunciar ni
una sola palabra.
—No llores —le pidió con ternura besándolo en los labios,
cogió su mano con suavidad y colocó la alianza en su dedo
corazón.
Se cubrió la boca, eso no podía estar pasando.
—Te quiero y te juro que voy a dejarme el alma en darte lo
que te mereces. Quiero hacerte feliz cada día de tu vida y
trabajar juntos por nuestro futuro —musitó Brooklyn
sujetándole de la barbilla para darle un beso rezumante de una
emoción tan intensa que le quitó la respiración—. Déjame
quererte.
Soltó un jadeo tratando de encontrar su voz.
—Haces que me sienta así —contestó besándole de nuevo
—. Amado, querido, apreciado.
Cogió el otro anillo de su mano y se lo colocó en el mismo
dedo, besándolo antes de mirarlo a los ojos.
—Te amo… mucho. —Se besaron de nuevo ignorando
como el estribillo sonaba, se suponía que debían estar ya sobre
el escenario—. Mucho.
Brooklyn le enjuagó las lágrimas mientras lo besaba de
nuevo, comprobó su maquillaje y lo agarró de la mano. Se
unió a la última frase del estribillo y como si esa fuera la señal,
la plataforma volvió a subir.
Le besó la nariz una vez más y se alejó un paso justo a
tiempo de que los focos los deslumbrasen y los fuegos
artificiales iluminaran Londres.
Brooklyn entrelazó sus manos unidas y cantaron juntos el
final de la canción.
—Te miro y solo siento amor. Eso es todo lo que quiero,
amarte.
Sus miradas furtivas se encontraron en una broma
compartida, que se reflejaba en sus sonrisas mientras
continuaban cantando.
—Sé que será difícil, pero después de conocerte el mundo
no volverá a ser lo mismo. Ahora sé que eres mi verdadero
amor.
Los chicos los rodearon mientras los músicos iban a la
parte final de la canción, se abrazaron los cinco apretándose
unos contra otros. Tuvo claro que aquello estaba orquestado
desde el segundo en que nadie había evitado que Brooklyn
fuera hacia él, pero por si todavía dudaba, las caras de abierta
felicidad de los chicos al ver sus anillos se lo dijeron todo.
No escuchó ni una sola de las palabras de Denver al
despedir el concierto, creía que no podía ser más feliz, pero la
promesa en forma de anillo de Brooklyn lo había catapultado a
la estratosfera. Cenaron con el equipo, fueron a bailar a una
discoteca para acabar en la cama, cálido y protegido en brazos
de su Brooklyn. El mundo era un lugar maravilloso.
—¡Chicos! —abrió los ojos al escuchar gritar a Maui.
Fue el único aviso que recibieron antes de que los tres
entraran en la habitación hablando al mismo tiempo.
—De uno en uno —les pidió Brooklyn sentándose en la
cama—. ¿Qué pasa?
—¡Estamos nominados a los Grammy! —gritaron los tres.
—¿Cómo? Dios mío, eso es increíble —contestó
emocionado.
—No es nuestro primer Grammy —protestó Brooklyn sin
impresionarse—. Por si no os acordáis ya tenemos nueve —
dijo dejándose caer bocarriba en la cama.
—Cierto —contestó London saltando al colchón para
zarandearlo—. Pero este año es distinto porque tenemos tres
nominaciones al mismo tiempo.
—¡¿Qué?! —preguntaron los dos a la vez mientras Maui
asentía emocionado.
—Las categorías son. Mejor álbum pop, mejor
interpretación en grupo y mejor canción del año —les anunció.
—Es maravilloso, es… —trató de explicarse a pesar de la
emoción sin muy buen resultado.
—Es un milagro —le corrigió Denver—. La discográfica
no podrá decir que no. Tres nominaciones en un solo disco.
Servirá para calmarlos —les aseguró.
—Ducha y desayuno de celebración —les exigió London
—. Tenemos vuelo dentro de tres horas y una lista enorme de
vídeos para avergonzaros.
—¿Avergonzarnos? ¿Por qué? —inquirió buscando la
mirada de Maui que le dedicó una sonrisa indulgente.
—Somos trending topic desde ayer. ¿Sabéis qué vídeo del
concierto está de número uno en YouTube? —les preguntó con
malicia London.
—Canción de medianoche —dijeron los dos a la vez. Se
dejó caer en la cama, cubriéndose la cabeza con la sábana.
Brooklyn lo abrazó, escondiéndolo en sus brazos.
—No es la primera vez. Toda la gira está lleno de vídeos
nuestros —dijo la tranquilizadora voz de Brooklyn.
—Eso es verdad —lo consoló Denver.
—Solo que este vídeo tiene cien millones de visitas y no
lleva subido ni un día —se burló London.
—No se ve nada. ¿Verdad? —preguntó ansioso desde su
refugio. ¿Alguien había visto lo que pasó entre ellos?
—Nada que no hayáis hecho antes en el escenario.
Brooklyn lo tenía bien planeado —le contestó Denver con
rapidez—. Aunque hay muchos comentarios y de momento no
hay una imagen clara de los anillos, se ve que lleváis dos
negros, pero no se distinguen.
Besó con suavidad el pecho de Brooklyn, sabiendo que no
podían verle, como muestra de gratitud por haber logrado
llevar a cabo su plan sin ser descubiertos.
—¡Arriba! —gritó London arrancándole las mantas—. Ya
tendréis tiempo de tontear al llegar a casa.
Fueron a desayunar juntos, había millones de mensajes en
las redes sobre el concierto y las nominaciones, también
llamadas, así que Denver apagó el móvil y decidió pasar el
vuelo de doce horas relajándose, recuperando el sueño y
viendo películas.
En cuanto los tres se quedaron dormidos en los asientos
delanteros, Brooklyn lo arrastró a los del fondo de todo para
una sesión de besos. Podían haber usado la habitación, pero lo
desestimaron porque London no los dejaría vivir si entraba y
los veía. La puerta se podía cerrar, pero como en cualquier
avión, debían abrirse por los dos lados por motivos de
seguridad.
Estando con los demás tan cerca no podían llevarlo muy
lejos, así que intercalaron besos hasta que sus cuerpos
presionaron exigiendo más para aplacar la necesidad.
—¿Cuánto falta? —preguntó Brooklyn arrastrando los
dientes por su cuello.
Paris se mordió los labios, hasta que le dolieron en su
esfuerzo por no gemir.
—Una hora —susurró clavándole los dedos en los
costados mientras se estremecía.
Brooklyn dejó salir un gemido lastimero, chupándole el
cuello con fuerza.
Un destello de dolor explotó por su cuerpo directo a su
entrepierna. Incapaz de contenerse, metió la mano bajo la
manta con la que estaban tapados, tocando su necesitado y
rígido miembro por encima de la ropa. Las caderas de
Brooklyn se movieron hacia delante, apretando su erección
contra su mano.
Otro mordisco lo hizo ver las estrellas, frotó con suavidad
su miembro sobre el pantalón. Estaba dura y gruesa, incluso
con las capas de tela entre ellos, sus dedos le picaron por las
ganas de tocarlo.
—Los chicos —jadeó recordándole que no estaban solos.
Brooklyn respondió moviéndose al otro lado de su cuello,
lo recorrió con la lengua, escogiendo el lugar que quería
marcar y chupando con fuerza.
Entreabrió los labios en un gemido silencioso, tiró da
cintura del pantalón flojo que llevaba Brooklyn, metiendo la
mano dentro de su ropa interior. Rodeó su erección que ardió
contra su palma.
—Paris —protestó Brooklyn jadeándole en el oído.
Subió las piernas a su regazo, ocultando lo que estaba
haciendo. Lo rodeó con los dedos, creando un agarre apretado
para él. Lo acarició en movimientos largos y lentos, solo iba a
ser un instante, pero cuando por fin pudo tocarlo se volvió
codicioso.
Brooklyn se sumergió en su cuello, matando los gemidos
contra su piel, esforzándose por no mover las caderas para no
hacer ruido.
Lo tocó sin prisa, deteniéndose en cuanto su respiración se
aceleraba, calmándolo con besos suaves y tiernos. En el
momento en que se tranquilizaba, volvía a empezar. Se lo hizo
dos veces, a la tercera los dedos de Brooklyn lastimaban sus
muslos por la fuerza con la que le sujetaba.
Escucharon el cierre de la cabina a tiempo para que
Brooklyn se levantara y saliera corriendo al baño del avión
que se situaba dentro de la habitación. Cerró los ojos y fingió
que estaba dormido, actuando lo mejor que pudo a pesar de su
erección, por suerte se había puesto una sudadera de Brooklyn
que le cubría el regazo.
—¿Dónde está Brook? Empezamos el aterrizaje en diez
minutos —le dijo Denver, medio aturdido mientras le
abrochaba el cinturón a Maui que seguía dormido.
—Fue a tumbarse un rato. Voy a despertarle —se ofreció
levantándose con rapidez.
Entró en la habitación y fue directo a la puerta del baño
después de cerrar.
—Soy yo —murmuró dando un pequeño golpe a modo de
advertencia. No necesitaba que le abriera, activó la cerradura
por el otro lado y entró. Brooklyn estaba apoyado en la pared,
acariciándose con los pantalones bajados hasta los muslos.
Paris gimió al verlo, era una imagen demasiado tentadora.
Se acercó a él y se hundió en el suelo, bajándole los pantalones
hasta los tobillos. Brooklyn le sujetó del pelo, haciendo que
inclinara la cabeza. Hizo rodar sus testículos llenos en las
palmas, casi jadeando de anticipación por volver a probarlo.
—Dame tu boca —murmuró Brooklyn con los ojos
brillando llenos de deseo.
Se humedeció los labios antes de separarlos, gimiendo
cuando la erección de Brooklyn ocupó su boca y empezó a
embestir. Sus ojos se pusieron en blanco por el placer mientras
lo sentía golpear la parte posterior de su garganta, le encantaba
volverlo loco, daba igual la forma, era adictivo.
Había pasado una hora dejándolo al borde, por lo que no
tardó mucho en alcanzar el orgasmo. Brooklyn cayó sin fuerza
contra la pared, luchando por igualar su respiración.
—Ya te debo dos —murmuró Brooklyn, ayudándole a
levantarse.
Sonrió besando su cadera, colocando sus pantalones en su
lugar.
—No te preocupes, me lo recompensarás —susurró.
Brooklyn sonrió sujetándolo de la cintura para darle un
beso.
—¿De dónde viene tanta malicia? —le preguntó sonriendo
contra sus labios.
—Insatisfacción crónica aguda —murmuró besándolo una
última vez para ir a lavabo a asearse.
—Fue arriesgado, aunque no me oirás quejarme, fue sexy
—le dijo Brooklyn sonriendo.
—No debería haberlo hecho, se me fue de las manos. Me
avergüenzo de lo que acaba de pasar, no es propio de mí. No
está bien hacer esas cosas en público. Estoy un poco
desesperado por llegar a casa.
—¿Solo un poco? —se burló Brooklyn abrazándolo.
—Muy poco —contestó incapaz de dejar de sonreír,
después de estos largos meses de gira por fin iban a estar solos
—. Casi nada.
Fue un reto para los dos no tener relaciones sexuales
durante tantas semanas, pero el pánico a ser descubiertos fue
más efectivo que un cinturón de castidad, salvo por el pequeño
desliz en el hotel y lo que acababa de pasar. Estaban al límite
después de tantas emociones y su cuerpo empezaba a
rebelarse.
Atrajo a Brooklyn a otro beso, chupándole la lengua como
si tuvieran todo el tiempo del mundo. De verdad que
necesitaba encerrarse con Brooklyn en algún lugar donde no
hubiera gente, solos los dos, para dar rienda suelta a la
necesidad que cada día se volvía un poco menos manejable.
—¿Vamos a mi casa al aterrizar? —preguntó mordiendo su
labio inferior.
Brooklyn le dedicó una lenta y sensual sonrisa que lo hizo
estremecerse de anticipación.
—Sí, por favor —gimió él en su boca—. Me haces falta.
¿Qué te parece si desaparecemos los próximos dos días?
Rio notando como le ardían las mejillas.
—¿Dos nada más? Tenía muchas expectativas para
nosotros.
Brooklyn le mordió los labios antes de darle un beso con el
que le robó el aliento.
—Si por mí fuera, no te moverías de la cama en un mes.
Su tono oscuro lo llenó de una acuciante necesidad que lo
llevó a replantearse si era factible hacerlo en ese mismo
momento.
—¡Creo que mañana tenemos algo, una entrevista en la
radio o algo así! —les gritó London al otro lado de la puerta.
Paris saltó hacia atrás como si Brooklyn quemara,
horrorizado de que los pudiera haber escuchado.
—Necesito el bañooooo —cantó London—. Voy a abrir —
advirtió.
Paris abrió la puerta para tratar de demostrar que no
estaban haciendo nada malo.
—Solo hablábamos —se justificó cuando London le
dedicó una larga mirada.
—Ya. Claro, bonito pintalabios, muy rojo para ti, ¿no? Ups
—fingió arrepentirse—. Si no llevas —le recordó con malicia.
Salió pitando de la habitación, escuchando las carcajadas
de London a su espalda.
A veces odiaba estar en un grupo de idiotas.
HOGAR, DULCE HOGAR
CAPÍTULO 29
Sonrió como un tonto mientras veía la ciudad de Los
Ángeles pasar por la ventanilla de la furgoneta, su mano
encajada en la de Brooklyn, sus dedos entrelazados mientras la
música llenaba el coche.
El viaje debería dejarlos molidos, pero después de lo que
había pasado en el avión estaba deseando llegar a casa. No era
el único, salieron del aeropuerto entre una pequeña multitud de
fans y periodistas antes de subirse a la furgoneta con los
demás.
Como era costumbre, los llevaron directamente a la casa
común para que pudieran descansar, pero Brooklyn no se
molestó ni en fingir con los demás. Lo agarró de la mano
mientras se despedían y lo guio a su Mercedes que esperaba en
el garaje.
Sus amigos se quedaron boquiabiertos con la rapidez de su
huida, y juraría que vio a Hank reírse mientras salían del
aparcamiento.
No le importaba, por fin iban a poder estar solos sin tener
que preocuparse por los ruidos, por lo que pensara nadie y con
intimidad para hacer lo que quisieran.
Había elaborado toda una lista de cosas que quiso hacer
durante esos meses confinados entre fans y trabajadores de la
discográfica. Vivieron de migajas, muriendo de hambre cada
día que pasaba, consiguiendo pequeños alivios en cada beso.
Fue difícil dormir en la misma cama, sentir por las
mañanas su cuerpo duro contra el suyo, pero le aterraba que
alguien escuchara lo que sucedía en su habitación y
comprendiera la relación que tenían.
Sus staffs personales consiguieron mantenerlos a salvo,
pero ya habían escuchado a varias personas de producción
comentando lo raro que era que siempre durmieran juntos y
solo London usara la habitación privada.
Salvo por la noche en que no pudo aguantar más después
de todo lo que le había dicho Brooklyn y su pérdida de control
en el avión, se habían portado muy bien. Brooklyn nunca trató
de convencerlo de tomar el riesgo, comprendía lo que estaba
en juego y sus fantasmas personales.
Levantó sus manos unidas y besó el dorso, mirándolo
mientras conducía. Era tan guapo que quitaba el aliento. Su
mandíbula marcada y fuerte, su pelo cayendo en desordenados
mechones, sus brazos musculosos, sus dedos largos
aferrándose al volante.
—¿Qué? —le preguntó Brooklyn sonriéndole.
—Nada —respondió.
Brooklyn se rio sin contestar a la obvia mentira.
—Te quiero. ¿Te lo dije hoy? —inquirió jugando con el
anillo de su mano.
Sonrió al ver cómo la sonrisa iluminaba el rostro de
Brooklyn. Era tan bueno poder hablar de nuevo sin miedo,
decirse cualquier cosa sin temor a que alguien escuchara.
—Lo hiciste —le contestó él—. Cinco veces, pero tengo
mala memoria. No dejes de decírmelo.
—¿Te parece si pedimos comida mientras nos duchamos?
—ofreció de buen humor.
—Ya está todo arreglado y pensado.
Lo miró sin comprender a qué se refería.
—No vamos a ver a nadie más por un par de días —le
prometió Brooklyn, en el maletero llevo todo lo que
necesitamos y hablé con Rachel para que surtieran tu casa. Ni
repartidores de comida, ni gente de servicio. Seremos solo tú y
yo.
—¿Lo dices en serio? —preguntó riendo. Le encantaba
que Brooklyn pensara en los dos, en conseguir la intimidad a
la que tuvieron que renunciar en la gira—. ¿Fuiste junto a
Rachel y le dijiste que estamos frustrados y vamos a
atrincherarnos durante días? —dijo de broma.
Brooklyn se rio y aprovechó el semáforo para mirarlo.
—Básicamente sí. Le dije, “necesitamos agenda despejada
y comida para un par de días. Salvo que el mundo esté en
peligro, no quiero visitas, llamadas, mensajes, ni correos, voy
a desconectar internet”.
Lo miró boquiabierto antes de empezar a reírse sin control.
—No le dijiste eso —protestó pegándole en el brazo—.
¿Qué va a pensar de nosotros?
—Mira lo que me importa —le respondió creando un cero
con los dedos—. Pedí que nos recogieran comida y la dejaran
en el maletero. Tenemos todo lo que necesitamos aquí.
Volvió a reírse y tuvo que contenerse para tratar de besarlo.
Era de noche, pero había mucho tráfico todavía.
—No sabemos cocinar, vamos a morir envenenados —dijo
solo para molestarlo.
—Tomaré el riesgo, podemos alimentarnos a base de leche
y cereales.
Todavía se reía mientras atravesaban el portón de su
entrada. Brooklyn sacó dos bolsas del maletero y sus mochilas,
ya que dejaron las maletas con las demás cosas en la
furgoneta.
—¿Qué es eso? —preguntó al ver una nota pegada en la
nevera.
Brooklyn estalló en risas al leerla, pasándosela para que él
también pudiera ver el mensaje.
“Hice que cocinaran para vosotros, solo hay que calentar o meter al horno.
No podía dejar que murierais de hambre en pleno frenesí sexual. Rachel”.
—¿Frenesí sexual? —repitió horrorizado.
Brooklyn rio entre dientes, abrió la nevera y soltó un largo
silbido, había de todo preparado y listo en recipientes de
cristal. Comprobó la otra puerta, que estaba llena de bebidas.
Brooklyn sacó una nueva nota que le pasó tronchándose de
risa.
“Para recuperar fuerzas”.
Miró el estante donde había estado la nota llena de bebidas
isotónicas.
—La mataré cuando vuelva —amenazó avergonzado.
—No lo hagas, ella es genial— le contradijo Brooklyn,
todavía riendo—. Ve a ducharte, yo me encargo de preparar la
cena.
Sin dejar de refunfuñar, recorrió el pasillo hasta su
habitación. Soltó un gemido mortificado al ver otra nota rosa
encima de una gran caja de cartón sobre la cama.
—¿Qué pasa? —le preguntó Brooklyn apareciendo detrás
de él con sus mochilas.
—No quiero ni ver qué pone ahí.
Brooklyn recorrió la distancia muriéndose de risa.
—“Suministros básicos”—leyó en voz alta.
—Oh no, ella no lo hizo.
Brooklyn quitó la tapa y se dobló por la fuerza de sus
carcajadas.
—Adoro a Rachel —le dijo mostrándole lo que había
dentro.
Lubricante y condones como para un año.
—La voy a despedir, dame mi móvil —exigió intentando
quitarle la mochila.
Él siguió riendo mientras trataba de aplacar su furia
besándolo.
—Ducha, comida, cama —le recordó lamiendo sus labios
con lascivia antes de hundir la lengua en su boca.
Gimió echándole los brazos al cuello, profundizando el
beso.
Brooklyn lo rompió con esfuerzo.
—O entras en el baño ya o estrenamos la caja —le
amenazó agarrándole el culo para pegarse a él y que notara el
estado en el que estaba.
Gimió pensándolo un segundo, pero necesitaba una ducha
urgente y liberar su cuerpo del cansancio del viaje.
—Voy —aceptó separándose de él con reticencia. Fue al
armario y cogió algo cómodo para ponerse—. Oye, no tienes
nada aquí y mi ropa va a quedarte pequeña.
—Le pedí a Rachel un par de cosas para estos días, dijo
que dejó la mochila en tu vestidor.
Volvió a reírse con incredulidad.
—De verdad que pensaste en todo.
Brooklyn le guiñó un ojo y le dio una palmada en el culo.
—No tardes —le advirtió.
Tardó un poco más de lo normal en ducharse
aprovechando el tiempo para prepararse. Sería la primera vez
que Brooklyn se enfrentaba al sexo con un hombre y aunque
sabía por experiencia que no tenía ningún problema para
excitarse, prefería facilitarle el trabajo y adelantar el proceso.
Fue muy excitante estirarse sabiendo que Brooklyn estaba
apenas a unos pasos y que lo hacía para él. Dejó que la
anticipación ganara la partida y se masturbó con su nombre en
los labios para que el ansia no lo hicieran terminar demasiado
pronto luego.
—¿Me llamabas? —le preguntó Brooklyn sentado en su
cama.
Se mordió los labios, barriendo su cuerpo con la mirada,
deteniéndose en su evidente erección.
—Todavía no —le contestó acercándose.
Brooklyn le rodeó su cintura con los brazos, dejando un
beso en el centro de su pecho.
—Parecía como si te estuvieras divirtiendo tú solo —le
reclamó, mordiéndole por encima de la camiseta floja que
llevaba puesta.
Metió los dedos entre su pelo, atrayéndolo a un beso sucio,
recorriendo con la lengua el interior de su boca.
—Ducha, comida, cama —recordó usando toda su fuerza
de voluntad para alejarse de él.
Brooklyn había dejado la comida en la mesita del salón
donde sonaba música suave, eligió el vino y unas copas en la
cocina.
Se arrodilló en la mullida alfombra, todo era comida fría,
una selección tipo cáterin de las cosas que más les gustaba
comer. Incluso brochetas de fruta fresca y mini postres.
Brooklyn tenía razón, Rachel era genial.
Abrió el ventanal al patio de atrás, dejando que entrara el
aire de la noche. Descorchó la botella de vino, vertiendo su
contenido en las copas. Se sentó recostado en la parte baja del
sofá mientras bebía.
Brooklyn apareció enseguida, todavía con el pelo húmedo,
dejándose caer a su lado en la alfombra, imitando su postura.
—¿Lo notas? —preguntó apoyando la cabeza en su
hombro.
Brooklyn suspiró de gusto, pasándole el brazo por encima,
atrayéndolo hacia él. Le besó en la sien, hundiendo la nariz en
su pelo haciéndole reír.
—Claro que sí —murmuró Brooklyn besándole la frente y
luego en los labios—. Por fin calma.
Sonrió abrazándose a su cintura, pasó las piernas por
encima de las suyas, acurrucándose en su cuerpo.
—¿Qué te apetece comer? —le preguntó besándole en la
mejilla. Dejó salir una risita cuando le pinchó el costado con
los dedos por no responder.
—¿Puedo incluirte en el menú? —quiso saber alzando la
cabeza para poder mirarlo a los ojos.
—Todavía no —contestó dándole un beso casto en los
labios.
En realidad, estaban hambrientos, fueron eligiendo platos y
dándose de comer el uno al otro mientras la botella de vino iba
desapareciendo en sus copas.
Para el postre ya estaba sentado en el regazo de Brooklyn.
—Red velvet —dijo probándola—. La crema es muy dulce
—le advirtió ofreciéndole la cuchara para que pudiera
comprobarlo.
Brooklyn le apartó la mano, lo sujetó de la barbilla y le
inclinó la cabeza.
—Déjame probar —murmuró con la mirada fija en su
boca.
Separó los labios para él, que lamió y chupó su lengua sin
prisa, degustando el sabor del postre. Rompió el beso con un
gemido suave.
—Prueba el de chocolate —le ordenó descartando lo que
quedaba del anterior.
Se apresuró a obedecer, con sus ojos clavados en los suyos.
Brooklyn metió las manos por debajo de su camiseta,
acariciando sus costados, inclinándose sobre él, reclamándole
un beso.
Entrelazó las manos en su cuello, moviéndose para
sentarse todo lo cerca de él que le permitía la postura. Gimió
mientras sus lenguas jugaban y su erección presionaba de
forma tentadora cuando se acomodó sobre él.
—Moca —pidió Brooklyn con los ojos oscuros por la
lujuria.
Le pasó el postre mientras besaba su cuello y le acariciaba
el pecho antes de separar los labios para que pudiera darle de
comer. Brooklyn le ofreció la cuchara llena, sin perderse ni un
solo segundo de sus labios al envolver el cubierto.
Gimió para él, tentándolo mientras probaba el nuevo sabor.
Brooklyn se lanzó a por su boca, besándole con desesperación.
Movió las caderas siguiendo la cadencia del beso, las
manos de Brooklyn cubrieron su trasero, agarrándolos para
colocarlo sobre su miembro. Chupó su lengua como si
estuviera hecha de caramelo.
Tiró de la camiseta de Brooklyn, deshaciéndose de ella sin
preocuparse de su destino. Devoró con la vista su pecho
musculoso y la boca se le hizo agua. Pasó las manos por sus
pectorales, mientras movía las caderas en círculos.
Brooklyn echó la cabeza hacia atrás en un gemido crudo
que le erizó la piel. Se inclinó sobre él, lamiendo su cuello,
acariciando sus costados y sujetándose a él ejerciendo más
presión en sus movimientos.
Se besaron como posesos, demasiado necesitados para
hacer algo más que devorarse y empujarse el uno contra el
otro.
Brooklyn le quitó la camiseta, consintiendo en abandonar
su boca apenas unos segundos antes de volver a lanzarse de
nuevo a por él.
Metió las manos entre su pelo para romper el beso.
—Cama —pidió en un jadeo mientras intentaba recuperar
el aliento.
Brooklyn no lo cuestionó, lo levantó en peso sin problema,
usando la fuerza de sus brazos para hacerlo sentirse seguro.
—Todas esas horas quemando tu frustración sexual en el
gimnasio, merecieron la pena —dijo sujetándose a sus
hombros, admirando como los músculos de sus brazos se
marcaban por el esfuerzo.
Lo dejó sobre la cama con suavidad, mirando su cuerpo de
arriba abajo con tanto deseo que fue incapaz de contener un
gemido necesitado. Brooklyn se lamió los labios, bajándose
los pantalones y la ropa interior sin dejar de mirarlo.
No pudo evitar recorrer su anatomía sin disimular.
Brooklyn le dedicó una sonrisa sensual, acercándose a él.
—¿Puedo? —preguntó tirando con suavidad de su ropa.
—Por favor.
Lo desnudó despacio, besándole en los labios mientras
deslizaba sus pantalones por sus piernas, acariciándole durante
el proceso.
Brooklyn se quedó de rodillas, tocando sus muslos con
dulzura.
—No tiene por qué pasar nada —lo tranquilizó.
Sonrió tirando de su mano, haciendo que se tumbara sobre
él.
—Si no te tengo hoy, voy a morir —confesó.
Brooklyn se rio dejando un beso en su nariz como si
encontrara tierna su evidente desesperación.
Los dos se rieron, besándose de nuevo. Se consumieron en
la necesidad que los apremiaba desde hacía meses,
perdiéndose en ellos sin restricciones por primera vez.
Brooklyn acarició sus erecciones juntas, en una presión
enloquecedora que los tuvo jadeando en apenas un minuto. Su
mano temblaba movida por los nervios mientras se estiraba y
conseguía lo que necesitaban.
—No voy a durar mucho —le advirtió mirando el
preservativo.
Sonrió tirando de él en un beso profundo que los dejó
jadeando.
—Yo tampoco, pero no me importa. Quiero sentirte dentro
—aseguró.
Brooklyn emitió un sonido que sonó más animal que
humano. Le quitó el frasco de lubricante y aplicó una generosa
cantidad en sus dedos antes de deslizarlos en su interior.
Separó las piernas dejándole acceso a su cuerpo, ansioso
por tenerlo de la manera que fuera.
Los ojos de Brooklyn le consumieron como fuego
ardiendo cuando se dio cuenta de que ya se había preparado
para él.
—No quería esperar —confesó moviendo las caderas para
llevarle dentro.
—¿Pensabas que iba a asustarme si lo hacía yo? —le
preguntó deslizando otro dedo en su interior.
Gimió sujetándose a sus brazos, moviéndose al ritmo de
sus caricias.
—Ni por un momento. Solo estaba siendo impaciente —le
confesó abriendo el paquete de aluminio. Le puso el
preservativo con torpeza mientras Brooklyn se aseguraba de
que estaba listo para recibirlo.
—¿Quieres hacerlo así? —le preguntó volviendo a coger el
lubricante esparciéndolo por su erección.
En vez de responder, rodeó sus caderas con las piernas y lo
atrapó entre sus brazos. Brooklyn entendió lo que quería. Se
colocó y presionándose contra su entrada, alzó la vista y se
quedaron paralizados, mirándose el uno al otro.
Brooklyn se apoyó en los codos, acercando su cara a la
suya mientras se deslizaba tortuosamente despacio en su
interior. Paris le clavó los dedos en la espalda, conteniendo el
aliento, mirándolo a los ojos en todo momento. Quería tatuarse
ese instante en la piel, lo que sentía, lo hermoso que era
Brooklyn cuando se convirtieron en uno.
Brooklyn se inclinó sobre él y lo besó en los labios, con
una delicadeza tan extrema que creó un contraste con el acto
tan crudo en el que estaban envueltos.
Se buscaron en los ojos del otro, compartiendo el mismo
aire, tomándose unos segundos para lidiar con lo que sentían
en ese momento.
Les sobraron las palabras, los te quiero no eran necesarios,
el mundo se rompió cuando Brooklyn retiró sus caderas y
volvió a empujarse en su interior. No era una sensación que
pudiera calificar como placentera, pero el simple conocimiento
de tenerle por fin fue suficiente para llevarle casi al límite.
Lo agarró del pelo y lo beso con pasión, tratando de
transmitir su necesidad en ese gesto. Brooklyn mantuvo el
ritmo suave y constante, dejando que los dos se acostumbraran
a la sensación. Pronto empezó a jadear, pequeñas chispas de
placer prendiéndose por su cuerpo y enviando descargas a lo
largo de su columna vertebral.
Sus caderas se movieron con las suyas, alimentando el
placer que no dejaba de crecer. Brooklyn clavó los dedos en
sus muslos, empujándose dentro de él cada vez más rápido.
Se removió contra el colchón, sus caderas siguieron las
suyas, persiguiendo esa sensación casi eufórica que invadía su
cuerpo.
Brooklyn tomó su boca en un beso desesperado, como si
necesitara tener cada parte de él, sus embestidas se volvieron
más duras y crudas, contener los gemidos fue imposible al
sentir su interior arder en llamas.
Gimió deshaciéndose bajo su lengua experta y su cuerpo
codicioso. La mano de Brooklyn rodeó su erección y estalló en
millones de luces que le quitaron el aliento, la visión y el
habla. Apenas fue consciente de que Brooklyn alcanzaba el
orgasmo con un gemido, cayendo derrotado entre sus brazos.
Jadeó satisfecho, sin tratar de liberarse de su peculiar
refugio.
Besó su hombro y acarició su espalda mientras Brooklyn
parecía volver en sí.
—¿Estás bien? ¿Te hice daño? —le preguntó él con voz
ronca, todavía con la cara escondida en su cuello.
—Muy bien —respondió, besando su piel caliente.
—¿Fue cómo te imaginabas? —quiso saber mientras salía
de su cuerpo y se echaba a un lado para dejarlo respirar.
Brooklyn se deshizo del preservativo en la papelera al lado
de la cama y se dio la vuelta acercándose a él.
Se pegó a su costado, apoyando la cabeza en su hombro.
—Mucho mejor porque fue contigo —confesó mirándolo a
los ojos.
Los dos sonrieron como dos tontos, demasiado perdidos en
ellos para pensar en nada más.
Brooklyn rodó de nuevo encima de él.
—¿Te apetece una ducha? Podría frotarte la espalda y…
—¿Y? —lo provocó abrazándose a su cuello sin contener
la risa.
Se rio tomando su boca en un beso, era imposible que una
persona pudiera sentir tanta felicidad. Todo su cuerpo parecía
cantar en sintonía con el de Brooklyn.
Se perdieron el uno en el otro de nuevo y antes siquiera de
poder tomar un respiro, Brooklyn volvía a estar empujando en
su interior.
Lo hicieron con calma, sus bocas recorriendo cada
recoveco de sus cuerpos para conocerse por completo.
Pasaron las horas descubriendo sus cuerpos por toda la
casa, dando rienda suelta a sus deseos. No hicieron mucho
más, música de fondo, aislados y recordando comer de vez en
cuando.
El resto del tiempo Brooklyn, cada segundo Brooklyn, por
fin… solo Brooklyn.
Fue maravilloso y la confirmación de lo que siempre había
imaginado. No necesitaba mucho para ser feliz, todo el dinero
que tenía y la fama no se podían igualar a la felicidad de pasar
otro día siendo libres para quererse.
Pronto tendrían que volver al mundo real, donde no se les
permitía ser ellos mismos, con suerte conseguirían más de esos
momentos robados para seguir aferrándose el uno al otro.
UNA ENTREVISTA DE LAS
FÁCILES
CAPÍTULO 30
—Será una entrevista rápida. Veinte minutos y sin fotos de
posado, aunque hay una pared de cristal donde habrá fans —
les advirtió Rachel—. Comportaos delante de las cámaras y
después de esto tendréis otros dos días libres.
—Eso sí suena bien —le contestó Brooklyn de buen
humor, guiñando un ojo en su dirección.
Sonrió buscando su mano, Brooklyn entrelazó los dedos
con él. La risita de Rachel le hizo recordar que no estaban
solos.
—Perdona —murmuró avergonzado tratando de soltarse.
Brooklyn no lo dejó salirse con la suya, mantuvo sus manos
unidas dedicándole una mirada burlona.
—No te preocupes por nosotros —contestó Rachel
señalando a sus guardaespaldas que eran los únicos que
viajaban con ellos.
Sonrió con timidez, mirando por la ventana.
—¿Son preguntas pactadas? —quiso saber.
—Por supuesto, como siempre. Solo el disco, la gira
europea y las nominaciones. Nada de qué preocuparse. Es una
entrevista de las fáciles —lo tranquilizó.
—Son las que nos gustan. —El buen humor de Brooklyn
era contagioso y continuó durante la entrevista.
Los fans mostraron carteles con frases bonitas y distintas
imágenes de los conciertos, llevaban camisetas con sus
favoritos y a pesar de que el estudio era insonorizado, podían
verlos gritar cada vez que los saludaban tratando de interactuar
con ellos. Parecían tan felices con su vuelta que sentía el
impulso de salir y agradecerles uno por uno todo el apoyo que
les daban a diario.
En cuestión de unos pocos minutos empezó a formarse una
gran multitud a pesar de que en teoría solo podía haber un
número limitado de personas.
Había tanto jaleo fuera que Denver pidió que mantuvieran
la calma y siguieran las instrucciones del personal de la
emisora. No pareció surtir mucho efecto porque los de atrás
fueron empujando a los fans que llevaban allí desde el
principio.
—La gente está muy emocionada por vuestra vuelta a casa
—les dijo el locutor al despedirse.
—Y nosotros de volver —le contestó Denver
estrechándole la mano.
—Espero que lo pasarais bien y nos visitéis en otro
momento —les ofreció.
—Paris —llamó Hank—. Hay mucha gente fuera, es mejor
que salgamos ya para que deje de acumularse gente.
—Chicos, tenemos que irnos —les apresuró Norman—. Se
acumuló una pequeña multitud fuera, pero no os preocupéis, la
emisora tiene a un par agentes de seguridad y van a unirse a
nosotros.
Denver miró alrededor, frunciendo el ceño. Solo había
cuatro guardaespaldas con ellos y un miembro del equipo de
cada uno, además de Norman.
—Quita esa cara, hemos estado en situaciones peores —
bromeó London—. ¿Cuál es el plan?
—Os llevaremos a las furgonetas de uno en uno usando
como escudos al personal, London y Brooklyn saldréis
primero con otras dos personas. Paris y Denver saldrán de
segundos con tres y Maui irá con el personal de seguridad que
irán de últimos. Fácil —les explicó Norman con calma.
Brooklyn puso gesto de fastidio porque volvieran a
separarlos, pero negó con la cabeza advirtiéndole que no les
complicara la vida en esa situación.
—Iré con Brooklyn y London, necesitarán toda la ayuda
para poder cruzar la multitud —añadió Norman.
Todos asintieron, era el protocolo básico en un caso así. Se
detuvieron en la salida escuchando los gritos del exterior
llamándolos.
Hank comprobó la puerta antes de hacerle una señal a
Norman.
—Bien, la seguridad del edificio puso vallas y formaron un
pasillo para que podamos sacaros. Son apenas unos metros,
todavía llueve lo que es bueno porque usaremos los paraguas
para tratar de ocultar quién sale. Brooklyn, saldré contigo —
anunció poniendo una mano en la espalda sobre una de las
ayudantes de Brooklyn para que los acompañara.
Terry estaba en la puerta con un gran paraguas negro,
parecía calmado, así que Brooklyn fue con él. Entre los otros
dos lo flanquearon y con los guardaespaldas abriendo camino,
salieron. El pasillo que les crearon para moverse era estrecho,
porque la entrada de la emisora no disponía de más espacio ni
puertas traseras.
Los gritos fueron ensordecedores y por un momento todos
contuvieron el aliento por la preocupación. A pesar de la
gente, llegaron sin ningún problema a la furgoneta. Dejaron a
los tres encerrados en el coche y solo los guardaespaldas
volvieron a por London.
Los demás se relajaron esperando su turno con paciencia.
—¿Te importa si voy antes? Me duele la cabeza, tengo
analgésicos en el bolso, pero lo dejé en la furgoneta —le
preguntó Maui.
El pobre tenía mala cara y aceptó sin problema, podía
esperar un poco más.
Esperó tras la puerta de cristal a que volvieran a por él y
salió con Rachel resguardándose en los dos paraguas con los
que los cubrieron. Los gritos y los flashes lo aturdieron, bajó la
cabeza para protegerse.
—¡Atrás! ¡Calma! —advirtieron los miembros de
seguridad de la emisora que tenían más cerca mientras los
gritos aumentaban.
Sus guardaespaldas los rodearon, presionaban a Rachel y a
él para que se apresuraran entre los empujones de la gente.
El bramido de la multitud se alzó cuando uno de los
guardaespaldas de Denver se adelantaba para abrir la puerta de
la furgoneta.
La valla junto al coche cedió y el guardia cayó al suelo a
sus pies.
—¡Cuidado! —gritó dándole la mano. Rachel lo sujetó del
otro brazo para ayudarlo a ponerlo en pie.
No consiguieron ni levantar al hombre cuando una chica lo
agarró del brazo con demasiada fuerza.
Paris dejó salir un gemido alzando la cabeza pidiéndole
que le soltara mientras uno de los guardaespaldas la agarraba
de la cintura para alejarla de él.
Ella aprovechó el impulso, dándole una violenta bofetada
en la cara. Le dio tan fuerte que le pitaron los oídos, pero eso
no fue lo peor. Cuando levantó la cabeza para mirarla, ella
tenía una mueca de asco en su cara.
—¡Maricón! —gritó escupiéndole. Se quedó petrificado,
con la mejilla ardiendo y la vista clavada en la camiseta de
Narcissus que la chica vestía.
Un hombre lo agarró del brazo atrayéndolo a la multitud
mientras los insultos resonaban en sus oídos como hojas
afiladas.
—¡Monstruo! ¡Gay de mierda! ¡Marica! ¡Chupa pollas!
¡Muere!
Se desató una guerra campal de la que solo fue consciente
a medias. Escuchaba como gritaban su nombre, algunas
personas pedían que pararan, otros se esforzaban en tratar de
golpearlo.
Se cubrió la cabeza mientras intentaba escapar, pero era
imposible saber cuál era el camino correcto.
Escuchó un ruido metálico y de repente los golpes pararon.
Hank lo alzó en brazos, sujetándolo con fuerza. Se agarró a su
cuello, temblando de miedo. Por encima de su hombro vio
como la seguridad del edificio sostenían con sus propias
manos las vallas empujando a la gente con fuerza.
Terry y los guardaespaldas de Denver se dieron las manos,
creando un círculo apretado alrededor de sus cuerpos mientras
se movían, peleando cada paso con la enloquecida multitud.
Rachel abrió desde dentro la furgoneta, tirando de él para
meterlo en el interior. Los cuatro hombres bloquearon la
puerta con sus cuerpos, pero la gente golpeaba la furgoneta y
la zarandeaba, sin dejar de gritar.
Rachel cubrió sus orejas con las manos, abrazándolo con
fuerza. Cerró los ojos apoyando la cabeza en su hombro y sin
más el mundo se quedó en silencio.
No escuchó nada más. Ni las preguntas que le hizo Rachel,
ni lo que decían al teléfono, fue incapaz de comprender las
palabras del médico cuando llegó al hospital.
Dejó que cosieran su ceja y curaran los golpes, pero no
pudo hacer nada más. Se quedó tumbado en la cama del
hospital, vigilado por los cinco, mientras la enfermera le
dedicaba una mirada de lástima al ponerle una inyección en el
brazo.
Se hundió en la nada, quedándose dormido en un mundo
que, por primera vez en toda su vida, había perdido la música.
Un aroma familiar le devolvió la conciencia. Trató de
buscar de dónde venía el olor, pero tenía tan hinchado el lado
derecho de su cara que apenas pudo ver nada por ese ojo.
Cuando levantó la mano para tocarse la mejilla, se
encontró con su brazo conectado a una vía y su piel llena de
moretones.
Las lágrimas arrasaron al recordar cómo llegó al hospital.
Lo sabían, su mayor miedo se había hecho realidad. El mundo
de alguna manera averiguó su peor secreto.
Su llanto resonó en la habitación vacía, asustándolo. La
puerta del cuarto se abrió con rapidez.
—Cielo —dijo su madre corriendo a la cama.
Le dolía todo el cuerpo, pero aun así extendió los brazos
refugiándose en su pecho.
—Mamá está aquí, amor. Cálmate, todo irá bien —
murmuró de forma tranquilizadora sobre su pelo.
Lloró con más fuerza, clavándole los dedos en los
costados. Quería irse a casa, volver a su hogar, protegerse.
—Nadie va a entrar aquí. Soy su padre. Paris, necesita a su
familia —escuchó decir antes de que sonara un fuerte portazo.
—Hijo —susurró su padre rodeándolo con un brazo.
Su voz estaba llena de tanta pena que lo hizo sentir aún
peor, porque sabía que, si viajaron hasta allí, la situación era
más grave de lo que imaginaba. A ciegas extendió la mano
agarrándose a su camisa.
—Estarás bien, Paris —le prometió besándole la cabeza.
Era consciente de que no era cierto, que solo intentaban
consolarlo, pero también que ya no había nada que hacer.
Siguió llorando, no por las heridas, ni por el dolor de su
cuerpo herido. Lloraba porque se lo quitaron todo y aunque
sus lesiones físicas se curarían, nada volvería a ser igual.
No se atrevió a preguntarles nada, pero su padre decidió
que no podía seguir sin noticias.
—Tu discográfica sacó un comunicado a tu favor antes de
que subiéramos al avión. Dijeron que fue un ataque intolerable
y que tu preferencia sexual solo afectaba a tu vida privada.
Aseguraron que tomarían medidas contra tus agresores.
Paris miró a sus padres en silencio, parecía una buena
señal, pero sabía que no lo era. Estaban cubriéndose de
posibles demandas por homofobia, para que al despedirlo
nadie pudiera decir que fue por su opción sexual.
—¿Cómo lo supieron? —La respuesta lo obsesionaba.
—Hay fotos… y vídeos —murmuró su padre incómodo.
—¿A qué te refieres?
Sus padres intercambiaron una mirada antes de que ella
contestara.
—Algunas son normales, salvo por el hecho de que son
hombres los que están contigo. Otras son extrañas —le
respondió ella.
—¿Hombres en plural? —la pregunta se le atascó en la
garganta.
—No tienes que darnos explicaciones —le dijo su padre
enseguida—. Eres una persona adulta y sana.
—Papá —lo cortó—. No hay hombres en mi vida. Solo ha
habido un hombre durante los últimos meses. Nada más.
Ellos volvieron a mirarse con evidente confusión.
—Pero las fotos… —Su madre le tendió el móvil
mostrándole la pantalla.
La vida abandonó su cuerpo al ver el titular.
¡La sórdida vida secreta de Paris de Narcissus sale
a la luz! La noticia sacude al grupo mundialmente
famoso.
Observó las fotos sin dar crédito. La imagen que
encabezaba el artículo era una foto de él y Brooklyn besándose
en la terraza del hotel la noche antes del último concierto.
Miró las demás, todas eran de los dos, cogidos de la mano,
besándose antes de un concierto, abrazados en la cafetería del
hotel, subiéndose al avión del grupo…
En todas salían los dos, pero solo él resultaba reconocible,
la imagen de Brooklyn estaba modificada y pixelada para que
pareciera que eran distintos hombres.
El artículo era pura basura, insinuaban que saltaba de cama
en cama en cada ciudad y que sus compañías no siempre eran
gratuitas.
—Esto es asqueroso —murmuró entrando en las redes
sociales. Por supuesto, los primeros puestos llevaban su
nombre. Tiró el teléfono contra el colchón, viéndolo caer al
suelo sin una pizca de remordimiento—. No soy así, Brooklyn
y yo estamos saliendo, las fotos están modificadas. Somos
nosotros.
—No lo entiendo. ¿Brooklyn es gay? —preguntó su
madre.
Cerró los ojos, demasiado cansado para dar explicaciones.
—Es una trampa —le aseguró su padre con rabia—. ¿Se te
ocurre alguien?
Asintió tragándose las lágrimas, estaba cansado de llorar,
pero era tan injusto.
—Pol, por mi culpa perdió su trabajo. No se me ocurre
nadie más, si fuera por dinero ganarían mucho más
sacándonos a los dos. Lo están protegiendo, tiene que ser él.
—Dijiste que no lo despidieron.
—Y no lo hicieron —respondió limpiándose la cara—.
Pero no es lo mismo ser nuestro mánager, que el de cualquier
otro grupo. Ha perdido mucho dinero y poder con el cambio.
No es el tipo de persona que pueda tolerar esa situación sin
tomar represalias.
Su padre se levantó de la silla enfadado, andando por la
habitación como un animal enjaulado.
—Deberías haber denunciado después de lo que intentó
hacerte. Lo haremos ahora, escucha…
—Papá, por favor. Ahora no —suplicó.
La expresión llena de rabia de su cara cambió por
completo.
—Perdona hijo, es que… soy tu padre, ¿sabes? Se supone
que tengo que ser capaz de protegerte, pero no puedo hacer
nada con esto. Tuve que ver en la televisión nacional cómo
pegaban a mi hijo. No porque sea un mal hombre, solo por la
vida que escogió. No es justo —le dijo con la voz rota. Su
madre lo rodeó con el brazo, tratando de calmarlo.
—Está bien, papá. Sabía que esto podría arruinarme la vida
cuando se supiera.
—No lo está —le dijo él. Se sentó en la cama y le sujetó
las manos—. Escúchame bien hijo. Amar nunca puede ser un
error, ni algo por lo que avergonzarse. Querer a un hombre o a
una mujer no es relevante, lo que importa es ser una buena
persona, tener un buen corazón y no hacer daño a nadie.
Emocionado, asintió con la cabeza. Su padre llevaba
diciéndole eso toda la vida, incluso antes de decirle que era
gay. De alguna manera él pareció intuirlo y se aseguró de que
creciera sabiendo que no debía sentirse culpable.
—El amor no sigue reglas, no se puede fingir, ni comprar,
es magia. Es algo único, un milagro que no todos tienen la
suerte de vivir. Si lo encontraste, lucha por él. No dejes que
ganen, ¿me oyes? No tienen razón. No hay nada malo en ti, ni
en lo que sientes. Sé que estás asustado, yo lo estoy, pero
debes defenderte.
Intentó tragarse el nudo de su garganta sin éxito. No quería
defenderse, no merecía la pena.
—Lo he perdido todo, la banda, mi carrera, todo lo que he
sacrificado… Amo a Brooklyn, con todo mi corazón. Le
prometí que no le obligaría a elegir entre amor y música,
supongo que al final sí lo hice. Le dije que si esto pasaba
eligiera su carrera, él todavía puede salvarla.
—Deberías hablar con él primero —sugirió su madre
enjuagándose las lágrimas—. Quizá él tenga algo que decir al
respeto.
—Creo que no. Todos deben estar reunidos con la
discográfica, habré desatado una guerra. Justo ahora que
estábamos cambiando las cosas —se lamentó—. Nuestro
edificio estará rodeado de periodistas y mi casa… y cualquier
maldito lugar en el que haya estado.
Cerró los ojos y respiró profundo tratando de aclarar su
mente. No podía, el pánico, el miedo… simplemente no era
capaz de pensar.
—En cuanto me den el alta volveré a casa con vosotros
para recuperarme, luego ya veré que hago —decidió abatido.
—¿Estás seguro, cielo? —preguntó su madre que no
parecía convencida.
—No, mamá. No lo estoy, pero no creo que pueda hacer
nada mejor. Ya que no voy a ayudar a los chicos, por lo menos
voy a quitarme de en medio.
—El médico dijo que mañana te darán el alta. Estuviste en
observación 24 horas por los golpes en la cabeza. Te
encontrarás mejor después de unos días de descanso —le dijo
su padre.
—Bien, creo que voy a dormir un poco más. Estoy
agotado.
—Claro, aprovecharemos para ir a la cafetería y llamar a
casa, tus hermanos están muertos de preocupación —le
confesó su madre.
—Les enviaré un mensaje luego —la tranquilizó.
—Bien, tienes el móvil sobre la mesa y tus guardaespaldas
están en la puerta. Duerme tranquilo.
Sonrió mientras lo besaban antes de salir. Recuperó su
móvil y por un instante pensó en comprobar internet.
Desestimó la idea en cuanto se le ocurrió.
Envió mensajes al chat familiar y otro a Norman,
diciéndole que estaba despierto y que haría todo lo que
estuviera en su mano para facilitar su salida del grupo. Luego
redactó otro que envió al chat con los chicos.
Paris:
Lo siento, no sé qué decir. Quiero seguir cantando con vosotros toda
la vida, pero ayer vi el odio en la misma gente que nos amaba y ese
tipo de reacción visceral no va a desaparecer. Acabaréis por veros
salpicados por esos prejuicios y rabia, prefiero irme y alejaros de ese
agujero de odio sin sentido. Os quiero muchísimo, sois mi familia y
siempre lo seréis. Lo siento.
Escribir el mensaje lo dejó dolorido de una manera muy
diferente a lo que había vivido, pero aún más dañina.
Tomó una respiración temblorosa y abrió sus mensajes con
Brooklyn.
Paris:
Voy a marcharme de vuelta a casa para curarme, estaré con mis
padres. Es el único sitio seguro. Supongo que esto cambia las cosas
y quiero que sepas que entenderé cualquier decisión que tomes. Te
quiero.
Cerró los ojos y apoyó la cabeza en la almohada con
cansancio. El sueño volvió a él y se dejó llevar, anhelando
poder olvidarlo todo, al menos durante unas horas.
TAMBIÉN SOY HUMANO
CAPÍTULO 31
—Paris, despierta. Cielo, despierta —lo llamó su madre
moviéndolo con suavidad.
—¿Qué ocurre? —murmuró sobresaltado.
—Los chicos anunciaron que harían un directo hablando
de lo que había pasado —le dijo su padre alzando la parte
superior de la cama para que pudiera sentarse.
Su madre le puso delante una tablet con el canal de
YouTube del grupo donde había una cuenta atrás y el chat
estaba lleno de mensajes en directo. Millones de personas
esperaban mientras el contador no paraba de subir.
—¿Sabes lo que van a decir? —le preguntó su padre.
—No, ni idea. Pásame el móvil —pidió con nerviosismo.
Solo había un mensaje de Denver en el chat grupal.
Narcissus:
Fuimos amigos primero, familia después. Nunca seremos
compañeros de trabajo.
La emoción le cerró la garganta dejándole sin posibilidad
de decir nada. Le pasó el móvil a sus padres para que pudieran
leer.
—¿Qué van a hacer? —preguntó su madre leyendo el
mensaje.
Su padre le palmeó el hombro con suavidad señalando la
pantalla.
—La discográfica les obligará a hacer un comunicado.
Seguro que es eso —opinó mirando el contador a punto de
llegar al final.
Paris no se lo podía creer, se fijó en la hora de la pantalla,
eran las cinco de la mañana. Era una locura la cantidad de
gente que había.
La imagen se volvió negra y los chicos aparecieron. Los
cuatro estaban sentados en el sofá de la casa común, llevaban
ropa cómoda y ni una gota de maquillaje. Un gemido
quejumbroso salió de su boca cuando los observó con detalle,
estaban muy serios y sus caras demacradas decían que no
habían dormido nada.
Denver ocupaba el centro de la imagen con Maui a su
izquierda y Brooklyn a su derecha y London al lado de él.
“Bloquea los comentarios, por favor”, dijo Denver a
alguien que no estaba en pantalla. “No queremos leer nada”.
Denver esperó a que el chat desapareciera para hablar.
“Hola a todos, hemos elegido nuestro canal para dar
declaraciones sobre lo sucedido ayer. Publicaciones, cadenas y
medios nos han ofrecido dinero para conseguir la exclusiva,
pero decidimos hacerlo en nuestro canal con un directo que
dejaremos subido sin monetizar. No queremos ganar dinero
con esto porque consideramos que es algo personal entre
Narcissus y sus fans”.
Los cuatro asintieron con la cabeza y Maui tomó la
palabra.
“Empezaremos diciendo que nuestro contrato con la
discográfica se ha cancelado esta misma tarde y, por tanto, los
desligamos por completo de las declaraciones que vamos a
hacer. Hemos llegado a un trato de mutuo acuerdo y les
deseamos suerte en su camino sin nosotros”.
Jadeó cubriéndose la boca.
—No, no, no —murmuró horrorizado. Por su culpa, la
banda lo había perdido todo.
“Eso no significa que Narcissus vaya a desaparecer” siguió
London. “Estamos barajando propuestas y aunque habrá un
tiempo de transición, volveremos. Eso es todo lo que tenemos
que decir de la discográfica, no haremos más declaraciones”.
“Ahora queremos hablar de lo que pasó ayer a la salida de
nuestra entrevista de radio. Como todos sabéis se filtraron
unas imágenes privadas de Paris que tuvieron como
consecuencia un brutal ataque”. Denver miró fijamente a la
cámara, pensando lo que iba a decir, haciendo obvio que no
tenían un guion.
London le tomó el relevo.
“Queremos tranquilizar a todas las personas que se
preocuparon por su estado. Paris sigue hospitalizado y por
suerte está fuera de peligro. Agradecemos los gestos de cariño,
amor y respeto que hemos recibido en su nombre. En estos
momentos se valoran más que nunca”.
“El motivo por el cual elegimos no dar una rueda de prensa
sobre esto, es porque nosotros siempre nos hemos mostrado
muy cercanos a los fans”. Maui miró a la cámara con seriedad,
un gesto tan poco natural en él que lo hacía verse aún más
severo. “Os debemos nuestro éxito y siempre os tenemos
presentes. Durante años habéis sido la razón principal por la
que nos hemos esforzado tanto, siempre tratando de mostraros
la mejor imagen de nosotros”.
“Creíamos que la relación con nuestros fans era especial”,
continuó Denver. “Nos gustaba pensar en vosotros como
familia, pero ayer quedó claro que no era así. Todos habéis
visto las imágenes del ataque, podéis leer los horribles
comentarios que inundan las redes, nuestros vídeos, envían
correos a las marcas que colaboran con nosotros pidiendo que
nos despidan… es intolerable”, pronunció despacio. “Y no lo
vamos a soportar”.
Los otros asintieron con la cabeza apoyando sus palabras.
“Todas y cada una de las personas que están colaborando
en esta caza de brujas, comentando, compartiendo esas
imágenes robadas, o el vídeo del ataque no sois fans nuestros”,
aseguró Denver.
Maui puso la mano sobre la rodilla de Denver tratando de
calmar su temperamento. Era difícil enfadarlo, el hecho de que
estuviese tan fuera de control, hablaba de toda la tensión a la
que estaban sometidos.
“Comprendemos que en el mundo existen muchos tipos de
pensamientos y creencias, pero todas las culturas deberían
tener algo en común. Respeto. Nuestra orientación sexual no
influye en la manera de cantar, bailar o componer. No cambia
en nada cómo somos ni en lo que creemos. Ninguno de
nosotros cinco tenemos prejuicios sobre las personas, nuestro
mensaje al mundo siempre ha sido de amor y tolerancia,
creíamos que era un mensaje compartido con vosotros”.
“Si hacéis daño a Paris, nos atacáis a todos”, dijo London
con tristeza. “Llevamos mucho tiempo lidiando con odio
desmedido y críticas sin sentido, la gente cree que tiene
derecho a decirnos cualquier cosa, que va dentro del precio por
el trabajo que tenemos. Creedme cuando os digo que esto no
es verdad. Nadie puede soportar ese nivel de odio, ese río de
maldad sin fin que nos acompaña cada día de nuestras vidas.
Si no te gustamos no nos veas, no escuches nuestra música,
nadie te obliga a lidiar con nosotros. ¿Por qué pierdes horas de
tu vida en llenar el mundo de odio? ¿Qué ganáis con eso?
Brooklyn tocó el brazo de London, tratando de consolarlo
cuando se le rompió la voz.
“Sabemos que mucha gente va a aprovechar para burlarse
de nosotros con este vídeo, pero queríamos ser sinceros porque
eso es lo que hacemos. Ayer nuestro amigo, nuestro hermano”,
pronunció Denver con voz ronca. “Fue atacado por ser
homosexual y nunca habíamos estado tan asustados en nuestra
vida. Es horrible, la impotencia de no poder hacer nada, la
rabia de saber que los que dicen ser fans son los mismos que
se atrevieron a levantar la mano en su contra”. Denver apartó
la mirada como si fuera demasiado solo con recordarlo.
Brooklyn le palmeó el brazo en una muestra de apoyo.
“Hemos identificado a todas las personas que participaron
en el tumulto y están ya en manos de la policía. Llevaremos
este caso hasta el final para hacer que caiga sobre ellos todo el
peso de la ley. Igual que lo haremos con las personas que están
contando mentiras de la vida de Paris”, el tono de Maui era
sincero y en su rostro mostraba un gesto de disgusto que no
era capaz de disimular.
Maui tomó una respiración profunda antes de continuar.
“En cuanto a la naturaleza de las fotos robadas, nos
gustaría señalar que son imágenes de la vida privada de Paris
que nadie tenía derecho a mostrar, exponiendo una parte de él
que no pertenece al público, además de ser engañosas. Las
imágenes están manipuladas para dar la impresión de que Paris
tiene una vida descontrolada y…”
Brooklyn alzó la mano pidiéndole a Maui que se detuviera.
Miró directamente a la cámara, sin una gota de ese jugueteo
atrayente que mostraba en público.
“Yo soy el de las fotos” anunció con tono uniforme. “No
hay otros hombres, no existe una orgía de chicos saltando en
su cama, era yo. Paris no está haciendo nada malo en las fotos,
llevamos meses en una relación. Los chicos los sabían y
siempre nos han apoyado. Sé que mucha gente va a pensar que
digo esto para salvarle, pero no es cierto”.
Cogió su móvil de la mesa y lo desbloqueó mostrando a la
cámara de la pantalla, que tenía una foto de los dos besándose
durante una de sus salidas en Roma.
“Somos una pareja real, no es “fanservice” ni ningún truco
publicitario. Estamos enamorados”.
Sus padres jadearon al mismo tiempo que él.
—¿Qué hace? Ha perdido la cabeza —murmuró ignorando
las lágrimas que no habían dejado de caer desde que los chicos
empezaron a hablar.
“Mi novio, mi pareja está hospitalizado por un acto
vomitivo y homofóbico. ¿Dónde estoy yo? Aquí, ni siquiera he
podido ir a verle aún porque la casa y el hospital están
rodeados de gente que protesta y agita pancartas como si
hubiéramos asesinado a alguien. Todo porque tu cantante
favorito resultó tener una vida privada y tú no estás de
acuerdo”, reclamó con evidente rabia a la cámara.
Tomó una bocanada de aire preparándose para continuar.
“Durante años hemos alimentado de forma errónea las
ideas románticas de nuestros fans y ahora pagamos el precio
de no habernos rebelado contra una industria que nos vende
como si fuéramos carne. Amo mi trabajo, todos lo hacemos”.
Los tres asintieron en acuerdo con él.
“Pero también somos humanos. Tenemos familia y una
vida fuera de las cámaras de la que no podemos disfrutar.
Tenemos derecho a enamorarnos de quién queramos, a vivir
nuestra intimidad. Hacemos felices a millones de personas,
¿por qué no queréis lo mismo para nosotros? ¿En qué mundo
se agrede a alguien por no pensar igual que tú? No sois
nuestros dueños, no somos esclavos”, dijo alzando la voz.
Denver le acarició la pierna y London entrelazó su brazo
con el suyo consolándolo.
Brooklyn negó con la cabeza, frustrado. Le hizo un gesto a
Denver para que continuara hablando por él.
“Sabemos que cuando acabe este directo perderemos miles
de seguidores, puede que millones. No nos importa, si eres ese
tipo de fan dictador e intransigente, nunca estuviste a nuestro
lado. Creo que es hora de que todos reflexionemos sobre la
forma en que el público se relaciona con los artistas y de la
imagen que proyectamos para conseguir aprobación. Por
nuestra parte, de ahora en adelante podéis esperar franqueza y
sinceridad, pero también alzaremos la voz cuando creamos que
se están cruzando límites con los que no nos sentimos
cómodos”.
Denver le hizo un gesto a London que tomó la palabra
enseguida.
“A todos los que nos queréis, este vídeo es para vosotros.
Estamos heridos, los cinco estamos en esa cama de hospital y
necesitamos estar juntos. Vamos a dejar el directo para irnos
con Paris, os pedimos que comprendáis que estaremos
ausentes de las redes sociales durante un tiempo”.
Maui asintió despidiéndose de la cámara con un gesto de
su mano.
“El camino por el que íbamos hasta ahora no sirve, nos
equivocamos en muchas cosas, pero no es el final. Crearemos
algo nuevo de las cenizas, y cuando volvamos, lo haremos más
fuertes que nunca. Muchas gracias por escucharnos hasta el
final”.
La imagen se quedó negra y rompió a llorar. Sus padres lo
abrazaron, emocionados e impactados con lo que acababan de
presenciar.
La cabeza le daba vueltas, repitiendo una y otra en su
mente todo lo que dijeron. Estaba aterrorizado de las
consecuencias, después de lo que había vivido no podía dejar
de temer lo que pasaría a continuación.
—Paris. —Todos sus pensamientos se detuvieron cuando
la voz de Brooklyn lo llamó. Apartó la cara del hombro de su
madre para buscarle.
No tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado, pero por
fin Brooklyn estaba con él y respirar parecía más fácil que
hacía solo un segundo.
Brooklyn le dedicó una pequeña sonrisa con los ojos llenos
de lágrimas.
—¿Qué te hicieron, cariño? —susurró con tristeza,
sosteniendo su cara herida con delicadeza.
Paris ignoró el dolor de sus heridas tirando de él. Su madre
se alejó para dejar que Brooklyn pasara. Él no dudó en subirse
a la cama del hospital, rodeándolo con sus brazos.
—Ya estoy aquí —murmuró sobre su pelo—. Tenía que
haber estado contigo desde el primer momento. No volveré a
perderte de vista.
Trató de acercarse a él todo lo posible, como si intentara
fundirse mediante presión. Hundió la nariz en su cuello y se
sumergió en su aroma.
—Te quiero —le habló Brooklyn en voz baja, apretándole
entre sus brazos—. Cueste lo que cueste, te elijo a ti, ¿me
oyes? Siempre serás tú.
EPÍLOGO
DOS AÑOS DESPUÉS
Jadeó buscando la forma de respirar correctamente
mientras Brooklyn seguía empujando dentro de él. Metió la
mano entre su pelo húmedo, tirando de él con fuerza,
besándole con pasión. No importaba cuánto tiempo pasara, esa
necesitad de tener más de él nunca parecía saciarse.
Brooklyn lo embistió con fuerza, aumentando la velocidad
de sus movimientos. Gimió deshaciéndose bajo su cuerpo,
aferrándose a sus hombros y empujándose contra él.
—Paris… ¿Es qué estás pensando? —le preguntó Maui
zarandeándole para llamar su atención.
—Oh. Lo siento. Estaba… —Los cuatro lo observaban
fijamente, sentados en los asientos de la limusina—, pensando
en mis cosas. Estoy nervioso por esta noche.
Todos empezaron a hablar emocionados, no era para
menos. Los últimos dos años habían sido una locura.
Lapidaron gran parte de sus fortunas personales en comprar
los derechos de todas sus canciones a su antigua discográfica y
montar una propia con la que tener libertad total.
—Mentiroso —lo acusó Brooklyn susurrándole al oído—.
¿Estabas recordando lo que pasó esta mañana en nuestra
cama?
Se rio con timidez, girando la cabeza para ocultarse en su
cuello.
—Te quiero —murmuró apretándose contra él.
Dos golpes sonaron en la puerta, señalando que había
llegado el momento de salir.
—Llegó la hora. Suerte, chicos —dijo Maui emocionado.
Denver devolvió los toques y la puerta se abrió.
Los cinco fueron saliendo, saludando a los fans y
periodistas que se acumulaban en la alfombra roja. Brooklyn
le puso el brazo en la cintura al subir los escalones.
Se agarraron de la mano mientras seguían saludando y
pasaban a las entrevistas salvaguardados por Hank y Terry
junto a su equipo de guardaespaldas.
—Hola, chicos —les saludó la periodista de la gala
poniéndoles el micrófono delante—. Sois los grandes
protagonistas de la noche. La última vez que estuvisteis
nominados fue hace dos años, justo antes de vuestra retirada.
En aquel entonces ganasteis dos de los tres Grammy, aunque
no asististeis a buscarlo. ¿Cómo se siente volver aquí con siete
nominaciones?
—Como la recompensa al trabajo duro. Nuestro disco
Fénix, es el resultado de redescubrirnos a nosotros mismos, a
nuestro mundo y sobre todo a nuestro sonido juntos. El nuevo
álbum nace de los meses que nos dedicamos a recuperarnos y
a pensar en una forma más sana de disfrutar de nuestro trabajo
—respondió Denver.
—Perdisteis muchos seguidores entonces, pero también
recibisteis muestras masivas de apoyo. ¿Fue un momento
duro?
—Mucho —contestó London—. Hubo críticas
malintencionadas y odio, pero los fans fueron nuestro ejército.
Se encargaron de apoyarnos y protegernos de una manera que
nos conmovió y nos llenó de fuerza. Gracias a ellos el camino
ha sido más fácil.
—¿Es cierto que algunos de vosotros habéis recibido
ayuda psicológica para llevar las críticas?
—Todos nosotros en realidad, nuestra profesión es muy
exigente y ya en otras ocasiones hemos acudido a
profesionales para ayudarnos a lidiar con ello —le respondió
Denver con sinceridad.
—Es un buen mensaje a los espectadores. Aunque sin duda
vuestros fans ayudaron a que os sintierais mejor. Hubo
millones de ventas de todos los discos de Narcissus y
merchandising cuando estalló la noticia de la relación
“Risbrook”. Y el nuevo álbum fue número uno en las listas
más importantes durante semanas, el más vendido, con récord
de escuchas en todas las plataformas de reproducción… los
expertos dicen que es vuestro mejor disco. ¿A qué creéis que
se debe?
—A la libertad creativa sin duda —le aseguró Maui—. Por
primera vez hemos decidido qué queríamos contar y cómo. Sin
prisas y a nuestra manera, sin duda es un sistema muy distinto.
Nosotros disfrutamos más del proceso creativo y los fans se
benefician de un álbum más cuidado y especial.
—Eso sin duda. Aunque debo confesar que creía que las
nuevas canciones del disco harían alusión a lo que os alejó de
los escenarios. ¿Qué opináis de todas las críticas que
recibisteis cuando se supo que vuestra canción principal sería
Libertad?
—Muchas personas pensaron que caeríamos en los mismos
errores del pasado. Libertad es un canto a las prisiones que
creamos en nuestra vida, a la presión con la que convivimos y
a la necesidad de sentirnos libres para buscar nuestro propio
camino y ser nosotros mismos —le explicó Maui.
—El compositor principal de la canción fuiste tu Paris.
¿Cómo fue la experiencia?
—La verdad es que llevo mucho tiempo componiendo,
aunque las canciones no salieran al público. Supongo que
estaba siendo un poco tímido al respecto —dijo sonriendo.
—Y tanto, déjame decirte que es de mis canciones
favoritas. Todas lo son, el disco es increíble, pero sin duda esa
y Atardecer son mis preferidas. Se está especulando mucho
sobre esa canción. ¿Es verdad que la consideráis la segunda
parte de Canción de medianoche?
—Lo es —le contestó Brooklyn—. Yo compuse las dos
para Paris. Son un reflejo de cómo entiendo el amor cuando se
trata de él.
Ella dio un chillido emocionada.
—Qué romántico. ¿No es difícil trabajar juntos y ser
pareja?
—Lo cierto es que no —le explicó Brooklyn—. Siempre
hemos estado el uno sobre el otro, nos conocimos durante diez
años antes de empezar nuestra relación, sabemos lidiar con el
otro.
—Es el romance lento, más lento del mundo —bromeó
ella—. Me gustaría felicitaros por atreveros a hacer temas
donde el protagonista sean dos hombres. Estáis rompiendo
barreras en el mundo de la música.
—Gracias —le contestó Denver—. Nuestras canciones
hablan de nosotros y no pretendemos hacer bandera de nada,
solo reflejar lo que sentimos. Estamos felices de ver que
nuestro impacto consigue que mucha gente se sienta
comprendida y acompañada.
—Chicos, ¿qué os gustaría decir a todos los fans que os
han traído de vuelta a los Grammy por la puerta grande?
—Gracias —agradeció Denver—. Tuvisteis fe en
Narcissus y nosotros confiamos en que no nos soltaríais la
mano. Esto nos pertenece a vosotros y a nosotros.
Se despidieron de la reportera y fueron a la sala principal,
siguiendo a Norman.
Era una gala muy larga, pero mereció la pena porque se
marcharon a casa con todos los premios. Iban emocionados
por el camino, asegurándose de que sus familias los estaban
esperando a su llegada, ya que se habían juntado todos para
ver los Grammy.
Atrás había quedado su piso común. Compraron varios
terrenos a las afueras y edificaron cuatro casas unas al lado de
otras. Seguían pasando gran parte del día juntos, pero ahora
tenían más libertad y espacio.
—¿Crees que mamá hizo puré de celebración? —preguntó
Brooklyn con voz soñadora.
Estalló en risas al escucharle. Desde que fueron a pasar el
día de acción de gracias con su familia, Brooklyn vivía
obsesionado con el puré de su madre. Por fin, sus agendas
dependían de ellos y se aseguraron de estar en todas las fiestas
familiares y momentos especiales.
Habían bajado su nivel de exigencia, pero cuando los cinco
se pusieron a hacer balance decidieron que no tenía sentido
seguir matándose en un ritmo de vida frenético si no les
quedaba gente con quien disfrutarlo.
—¿Cómo vamos a celebrar con puré? —preguntó London
confuso.
—Tío, el puré de mi suegra sirve para celebrar un
Grammy, una copa del mundo o un Nobel de la paz.
—¿Suegra? —repitió Maui mirando sus manos, donde
seguían luciendo los anillos negros que llevaban desde que se
los pusieron.
Brooklyn lo miró y le guiñó un ojo, agachándose para
besarle en los labios.
—Digamos que esta noche tendremos mucho que celebrar
—les aseguró.
Los tres empezaron a hablar al mismo tiempo mientras
reían y los felicitaban.
Levantó la cabeza para ver a Brooklyn, no dijeron nada de
su compromiso, ni usaba todavía su anillo de pedida con la
esperanza de no alejar la atención de los medios del éxito del
disco.
Decidieron esperar a esa noche para publicar la foto de su
pedida.
Brooklyn sacó su móvil y tecleó en él antes de volver a
guardarlo. Paris se rio buscando el suyo, sabiendo lo que
encontraría.
En la foto salían los dos abrazos al borde de un lago, con
decenas de velas esparcidas por el suelo. Sus caras brillaban de
felicidad mientras se besaban y en la mano que mostraba a la
cámara un sencillo anillo de oro blanco con un diseño
trenzado.
Brooklyn @Brook_Narcissus
Canción de medianoche. Ahora viviremos como esposos en el Atardecer.
#risbrook #noscasamos.
Habían recorrido un largo camino durante esos dos años
juntos. El odio de mucha gente solo por existir, los de la
industria usando su retirada y las noticias sobre ellos para
tratar de arañar fama.
Soportaron burlas públicas, programas de televisión y
plataformas online donde examinaron cada imagen de los dos,
tratando de ridiculizarlos o crear una absurda historia llena de
sexo y traición.
Se marcharon durante meses a la casa de su familia, los
padres de Brooklyn, su hermano mayor y su hermana pequeña
se unieron a ellos. Más tarde, London, Denver y Maui también
viajaron a verlos.
Pensaron juntos en cómo hacer que su vida en los
escenarios fuera sostenible a largo plazo.
Sus familias fueron un pilar indispensable para devolverlos
a la tierra. No porque los aconsejaran, sino porque les
recordaron lo importante que era anteponer el ser humano al
artista. No servía de nada el dinero y la fama a cambio de
hipotecar el alma.
Brooklyn apoyó su frente en la suya y le dio un beso en la
sien apretándose contra él.
—Cuando dices te amo, siento el atardecer. Quiéreme un
poco más y deja que llegue la noche. Al salir el sol todavía te
estaré amando.
Alzó la cabeza y lo besó, la primera canción que Brooklyn
le escribió fue antes de saber que estaba enamorado de él, la
segunda la compusieron juntos. No era su sonido, porque ese
no querían compartirlo con el público. Sus sentimientos eran
solo para ellos y por suerte, nadie más entendía el idioma de su
amor.
AGRADECIMIENTOS
Este libro llegó como casi todos los de mi vida, sin avisar, sin
planearlo y sin posibilidad de pararlos una vez aparecieron en
mi imaginación.
Durante mucho tiempo escribí sobre ellos, tan absorta en su
universo y tan fascinada con ellos, que no podía dejarlos. Su
historia es muy especial para mí, ellos lo son también, su
forma de ver el mundo a través de la música, su modo intenso
de sentir, la manera en que se pierden para encontrarse… son
únicos y estoy feliz de por fin compartirlos con vosotros.
Gracias a mi consorte, por llegar a mi mundo y aprender a
vivir en él. Por ser mi música y mi melodía, por crear nuestra
propia canción.
Gracias a mis amigos, por apoyarme en cada paso de este libro
y de cualquier cosa que hago, sois mi felicidad y mi fuerza.
Gracias a mi familia, por ser mi roca y mi lugar seguro.
Gracias a ti que me estás leyendo, por darle una oportunidad a
la historia de Brooklyn y Paris.
Nos vemos en el siguiente libro.
Os quiero de todo corazón.
SOBRE LA AUTORA
Aislin Leinfill lectora compulsiva desde siempre. Lleva toda la
vida escribiendo para nuevos libros en servilletas e incluso
cartones de leche, con miles de ideas y personajes en la
cabeza, hasta que un día decidió empezar a publicarlas…
Fan de los finales felices, las historias de amor clásicas y los
para siempre que duran toda la eternidad. Culpable de perderse
en mundos fantásticos y personajes de fantasía. Adicta a los
viajes, los libros, las velas y el café. Amante de los días de
otoño y las horas que discurren entre las páginas de un buen
libro.en libro.
Puedes seguirla en sus Redes Sociales y estar al día de las
novedades y próximos lanzamientos en su web
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AUTORA
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Las leyes son claras, sencillas, los niños crecen repitiéndolas
para grabarlas en lo más profundo de su mente. Obedece,
cumple las normas y nunca discutas la autoridad, mientras
sigas sus reglas, puedes ser uno más. Vivirás bajo el amparo de
las murallas, contarás con la protección del ejército más
poderoso del mundo y nunca tendrás que preocuparte de lo
que se esconde bajo el agua. Hasta que llegó él y lo obligó a
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Solo con pronunciarlo, cada defensa que lo rodeaba caía como
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Fue a primera vista, como una enfermedad extraña, como el
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él, milímetro a milímetro, pedazo a pedazo.
Tendría que haberse dado cuenta antes pero no supo ver los
síntomas. Hasta aquel fatídico día en que su mundo fue
sacudido y por fin los engranajes giraron de repente y todo
encajó.
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La vida de Wess cambiará por completo cuando se descubra
un terrible secreto del pasado, su vida no podrá ser la misma,
por suerte tiene a su manada y a dos nuevos amigos para
ayudarle a crear una nueva. Incluso Knox que nunca ha
reconocido su existencia parece dispuesto a estar a su lado,
lamentablemente su corazón ya parece ocupado.
Un destino perdido
Las primeras impresiones pueden ser engañosas, las
apariencias en ocasiones no son más que sombras llenas de
mentiras y medias verdades. Por suerte, Deklan tiene un buen
instinto y no se deja engañar con facilidad. Por desgracia,
Rhys está decidido a ponérselo difícil.
Hay almas que nacen para estar juntas. Da igual el tiempo que
transcurra, no importa quién se interponga. Su destino está
escrito en las estrellas y pase lo que pase… encontrarán el
camino.
Perdido en la niebla
Desde que era niño se sentía incómodo en su propia piel,
irrelevante en el mejor de los casos, raro como norma. Su vida
era una repetición calcada del día anterior. Y cuando por fin le
pasó algo que prometía un gran cambio, todo se volvió mucho
peor de lo que había sido hasta el momento.
No estaba preparado para las repercusiones que tuvo aceptar
esa invitación, tampoco lo que supondría entrar a una realidad
muy distinta a la que conocía.
Sangreal
El momento más poderoso del año es la noche de Litha. Las
barreras entre el mundo de los vivos y los muertos cae para
dejar que la energía de ambos se unan. Solo durante esa noche,
los límites se desdibujan y lo imposible podría volverse
posible bajo las condiciones adecuadas.
Julian eligió a Atik como el rey de su tablero sin saber que esa
decisión lo cambiaría todo.
Manadas desaparecidas por completo sin dejar rastro, brujos
sin escrúpulos y la unión de los alfas frente a un enemigo en
común.