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Presencia de Lo Efimero - David Cortés Cabán

“Presencia de lo efímero”, de David Cortés Cabán. El libro contiene 28 poemas en prosa y 15 mini cuentos. Publicado por Ediciones Boán en la Colección Voces de Abacoa, en Arecibo, Puerto Rico, en el año 2021.

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Presencia de Lo Efimero - David Cortés Cabán

“Presencia de lo efímero”, de David Cortés Cabán. El libro contiene 28 poemas en prosa y 15 mini cuentos. Publicado por Ediciones Boán en la Colección Voces de Abacoa, en Arecibo, Puerto Rico, en el año 2021.

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PRESENCIA DE LO EFÍMERO

David Cortés Cabán

PRESENCIA
DE LO EFÍMERO
26 poemas en prosa
15 minicuentos

EDICIONES BOÁN COLECCIÓN VOCES


DEL ABACOA
ARECIBO, PUERTO RICO - 2021

Copyright: David Cortés Cabán


para Gloria
para Omar

El idioma es un ordenamiento eficaz de esa enigmática


abundancia del mundo.

Jorge Luis Borges

PROBLEMA DE PERSPECTIVA

¿Entonces este poema es un desorden?, le pregunté al poeta


mayor.
Cierto, explicó: “la máquina de coser debe ir en la esquina y
el pavo real debe estar en el centro”.
Sentí que existía un problema de perspectivas. Había
pensado que el pavo real estuviera en la esquina y la
máquina de coser en el centro.
La perspectiva no lo es todo, pensé, además la máquina de
escribir está debajo de la mesa y debería estar sobre la mesa
donde he puesto la máquina de coser.
Es posible que el poeta mayor haya confundido la máquina
de coser con la de escribir y el pavo real quedara al fondo,
detrás de la mesa.
“De ningún modo”, advirtió el poeta mayor: “cada elemento
deber ir en su sitio, para que el espacio y la máquina de
escribir puedan divisarse sin interferencias”.
4

“Comprendo”, dijo el poeta menor: “pero, ¿dónde colocamos


al pavo real?”

¿HAS ESCUCHADO LA LEVE BRISA?

Pero, ¿quién soy para que la lluvia deje de cantar, y cante


otra vez mientras estoy ausente? Miras la distancia después
del primer amor, después del último acontecer. Los pájaros
son humo, nada más el humo y el brillo sucesivo del silencio
sobre las ramas. Habrás escuchado, amigo mío, la voz más
luminosa mientras sigo sentado y abro mi corazón. Cuando
el trino del ruiseñor sube sobre la soledad. No he podido
olvidar el leve suspiro sobre la rama dorada. El corazón cruje
cuando la noche lo resucita y cree echar alas. Vuelas y finges
ser amado. Todo canta para ti y para los que perdieron un
gran amor. ¿A quién le importa un hombre en su viajar
continuo sin hallar un fin? Los otros no conocen cuando tu
corazón salta al vacío. En la orilla del cántico el abedul
ilumina el jardín y el humo traspasa las constelaciones
fatigadas. ¿Quién se aleja cuando la luz te lleva hasta el
próximo encuentro? ¿Has escuchado las sílabas sobre la
madera arrugada cuando la soledad levanta tu cuerpo en el
mismo lugar, lento, más lento, hasta brillar como si el amor
fuera a acontecer?
VOCES QUE NO TIENEN EDAD

Cae el peso de la soledad. El país se va con las casas. Los


árboles se vacían de los árboles. La noche regresa en la
noche. La luna surge nueva, crece, exhibe su esplendorosa
redondez, mengua y desaparece. Tu imagen también se
desvanece. La mujer que vi correr por el parque está en otro
lugar. Los pájaros vuelven a las ramas. La ciudad es otra y es
la misma. El fulgor corona las alas del gorrión. El gorrión se
aleja, su garganta llena de trinos el vacío. Me canso de
caminar y sigo sin comprender. Quiero regresar y no sé a
dónde. El hombre de la esquina se ríe de mi forma de ser.
Miro a la señora que me dijo adiós. Vuelvo a saludar a la
mujer y me alejo. He regresado y mis pasos siguen distantes.
No siento el peso de la realidad. Mis vecinos tampoco la
sienten.
6

¿NOS MERECEMOS TANTA LUZ?

No pensar en la luz a pesar de la angustia. La luz se


introduce en el cuerpo. El amor clama por la claridad. Hay
quienes fingen verse iluminados. La luz irrumpe en el velo y
brilla revelando lo que somos. Caemos traspasados por sus
rayos. Caminamos cerca del fin. ¿Estamos protegidos por la
Divina Luz? Quisieras irte, pero te detienes frente a un haz
de luz. Quienes caminan, ven la luminosidad. Los ciegos
presienten la luz y suspiran. Hay otro espacio donde la Patria
es y exige la luz gloriosa. Imaginas hallar la luz al comienzo.
Ella está al final. Apóyate en la luz. Cubre tus ojos para
verla: está en ti. Sombra es lo otro, cuanto está fuera de la…
¡Luz!
MIRO EL PAISAJE

Luz, muestra tu cuerpo. No lo exhibas para engañarme.


Cualquiera sea tu destino, no lo sabremos.
¿Cuál es tu voz?
¿Soy el hombre que trae el clavel?
¿Quién está perdido?
Estoy viendo pasar la vida y no sé interpretar lo que veo.
Escucho el cántico de los pájaros y no sé para quiénes
cantan. Si me arrodillo todo sigue igual.
Miro el paisaje. Nada está fuera de lugar.
Yo estoy fuera de sitio.
¿Qué sentido tiene marcharse? ¿Qué razón tiene regresar?
8

LA ESCENA

¿Cuál es la escena? ¿Qué es lo útil? Te pierdes un instante y


eres el mismo. Eres cuanto crees retener. Te sumerges en la
primera sensación. No regresarás, le digo al otro. Estamos
ausentes. Imaginas que has llegado. Entonces ibas más lejos
de ti. Cruzabas el puente y el puente te retenía en la orilla. A
esta misma hora debes estar cruzando el otro puente. Es
otoño y aún no es el fin. Antes de posar el pie sobre el
puente, el viento te arrastrará hasta la próxima impresión. Si
alguien me preguntara qué veo, no sabría decir cuál es la
imagen. Trato de mirar el fondo del bosque, pero la imagen
desaparece.

LA PERSUACIÓN

No vengas a persuadirme de lo incorrecto, le he dicho al


monje que llora frente a mi puerta. En la habitación las
verdades van cayendo en silencio. La habitación va
perdiendo su luz. No hay nada de qué arrepentirse, dice el
monje. Te aferras al mismo error. El gallo que cantó en la
madrugada, ¿es el mismo que cantó la noche anterior? Cada
mañana la luz traspasa los cristales y el paisaje brilla a lo
lejos. Cuando pasa el gorrión a ras de tierra no habrá otro
vuelo igual al suyo. ¿Dónde estoy ahora?, le pregunto al
monje, y él se aleja sin entender mi lógica. No lo sabrás.
Amamos lo irreal.

MIENTRAS PASA LA VIDA

La vida pasa. Las voces, los gestos, los deseos, las miradas,
el amor, la soledad, el desamor, la vanidad, la dicha, las
palabras, los caminos baldíos, la juventud, las voces, la
ansiedad vienen, desfilan, devienen y desaparecen. El cantío
de un gallo avisa que el tiempo se fuga. El amor da de comer
10

a la soledad cuando la vendedora de flores se ha marchado.


El amor debe preguntar por el amor cuando caes derrotada.
Al amanecer las flores como en un río flotante en medio del
camino recorrido. Ya no es sólo el deseo de volver y
recorrer las costas. Mirar la isla flotante en medio de la nada,
a la luz de la mañana blanca y rojiza más allá de las dunas.
Nada pudo arrancar tu secreto mientras suspirabas. Detrás de
la ventana las voces, tu presencia invisible encendiendo mi
corazón. Nos inclinamos sin sentir el tiempo, más lejos del
centro, aún con las flores, aún con el perfume. Es abril y la
luna nace del resplandor de las nubes. Es primavera, y tu
alma sigue errante bajo el leve misterio sin suspirar.

EL ANCIANO

El anciano llega hasta donde es posible caminar. Desde que


partió el último visitante finge no estar solo. Alguien lo
acomoda sobre la silla de ruedas. Sueña con el paisaje de la
juventud. La muerte susurra: te amo desde la primera vez.
Las palabras son suaves y se desvanecen. El viento susurra:
“átame cuando me reconozcas”. Oh patria, alguna vez estuve
tan cerca de nunca perderte. Creo que no hay tiempo para el
regreso. Sigo perdido en el mismo lugar. Cuanto se
desvanece no es real. Enciendo una luz para encontrarte y el
tiempo me arroja hacia otro espacio.

ES NAVIDAD

Las palabras se vacían de la vida, tu ser se vacía de tu


cuerpo. Sabemos: fuimos amorosos. ¿Era invierno? ¿Era
Navidad? La ironía de la vida haciéndonos invisibles. ¡Tan
lejos la estación del Nacimiento! Todo lo imposible parece
posible. Cuando vi los árboles blancos de nieve me sentí
cansado de la lejanía, y mi cuerpo siguió cayendo. ¿Qué
sientes cuando eres el centro y no puedes moverte? Lo que
ves no es jamás tu cuerpo, nunca es la intención. Te asomas
y nada cambia. Sobre la ramita de pino la nieve cubre las
alas grises del gorrión. Es navidad.
12

EL ALMA EN SILENCIO

Lo ocurrido en mi cabeza me llega desde afuera, cuando la


lluvia cae torrencialmente y sacude los árboles. Qué significa
torrencialmente cuando no sabemos nombrar y el alma corre
buscándote, esperando ver acontecer algo, que el yo regrese
e inquiera: ¿dónde has ido? Estoy señalando el camino que
perdí. ¿Qué dices para recobrar lo perdido? ¿Cuánto
perdimos cuando nos convertimos en extraños? Mi cuerpo
está sentado. Sigue esperando y nadie se detiene. Ahora
mismo llegas y me abandonas como un globo frente al mar.
Espero verte cruzar el puente del río Yangtsé. En algún lado
está el final. Ahora tu corazón es espejo al reflejar otra
realidad. Me inclino sobre el último reflejo de la tarde para
comprobar cuanto he dicho. Miro las montañas púrpuras y
soñolientas. Quiero llegar hasta el Mausoleo de Sun Yai-Sen.
Desde mi ventana observo y las nubes siguen su rumbo.
Estoy perdido sin moverme. Cruzo ahora el puente de
Nanjing. Dicen ser el favorito para lanzarse al vacío. Llega la
noche y las palabras siguen solas, persisten en su soledad…
Sin regresar.

LA DESPEDIDA
El viento pasa. Mueve las ramas. El viento sueña con las
ramas. Él juega con tu pelo. Pides un poco de comprensión.
Un algo de esperanza. El tren se aleja con tu cuerpo. Se va y
el viento pasa sin rumbo. Regresas por el mismo lugar y te
alejas. Otra vez te despides. Te vacías de ti. Te vacías de tus
sueños. Las palabras no son suficientes. Las palabras se van
con el viento. Te echas sobre el gran vacío. Miras las luces
de la ciudad. La ciudad es un desierto brillante. La soledad y
el viento juegan con los cuerpos. El viento acaricia tu rostro.
Tu cuerpo se va en el viento. Si regresas ahora, qué habrás
ganado cuando la vida no dé para más.
14

LA ESCENA

El viejo y el muchacho trabajan en el patio. Mientras leo a


Whitman recogen las hojas que el viento arremolina. El
viento despeina sus cabellos y lleva sus voces. Por un
momento advertimos que cada uno es un extraño al hacer su
oficio. Ignoramos que vivimos una misma época. Estamos en
un mismo lugar. Ahora el viejo y el muchacho leen un
poema de Walt Whitman. Para no avergonzarlos yo sigo su
labor, recojo las hojas secas del patio mientras el viento
desprende un remolino de hojas rojas detrás de mis pasos. El
sol ilumina la lejanía. La vida se desvanece igual que las
palabras, igual a la tarde, igual que los pasos, hojas de hierva
de Walt Whitman.
POESÍA

Pequeño garfio penetra mis huesos, huella de antílope en mis


sueños, ¿qué traes con la lluvia, ¿qué traes con el relámpago?
¿Ves algo a tu alrededor?
La juventud, la postrera lumbre, el hombre corre y corre sin
regresar. ¿Cómo hacer cuando las palabras semejan grandes
montañas desoladas?
La casa desvelada atraviesa la imagen de la montaña
verdosa, de la montaña cerca del jardín borroso.
¿Ves al hombre bajar la escalera y perderse entre la
multitud?
¿Qué dice el cántico sobre el puente de cristal? ¿Qué
expresan las palabras cuando no puedes más?
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COSAS DEL CORAZÓN

Ella y yo solos en la oscuridad queriendo esto y aquello, lo


pasado por la vida y no tiene regreso. Lo que nos abandona
sin despedirse y al retornar no encuentra un lugar. ¿A dónde
queda cuanto amamos? ¿Quién es la que huye y se aleja sin
escoger? Miramos la escena. Por esta ventana entra el
paisaje. El viento trae un murmullo de voces, son voces de
jóvenes traspasando el tiempo. Llegan de lejos. Nosotros
estamos al otro lado. Recordamos. Una noche regresábamos
de otro país. Alguien tocaba una guitarra mientras leía un
poema de Antonio Machado. La noche era un laberinto de
espejos. La soledad está en todas partes. No saber a dónde ir,
no sabemos si todo es igual.
LA RAZÓN

Ahora es mi turno, le digo al cuerpo que vuela en el viento y


me vierte sobre la hierba. “No es cosa ligera”, dijo una voz
mientras contemplaba las nubes. Es cierto, pensé. El paisaje
podría ser real. Se ve y se oculta como el amor cuando ha
abandonado su territorio. “Es verdad”, dijo la voz. Las nubes
quieren deslumbrarte. El lenguaje de las nubes no es más
virtuoso que el amor.
El amor viaja en las nubes, y ellas quieren ocultar la
montaña. “¿Cuál montaña?”, preguntó la voz. “La palabra no
ha sido justa conmigo”, dije. No conozco la palabra que
haga des-aparecer la montaña y regrese con su cuerpo al
mismo lugar. Miro las nubes y todo desaparece. Intento
alejarme, pero estoy en el paisaje sin poder regresar.
18

ESTAMOS TRATANDO DE SOÑAR

Estamos tratando de soñar, pero aun seguimos despiertos, le


dije a la muchacha del Jardín Botánico. “No es nada extraño.
Ahora recojo un girasol, pero no creo que sea de Van Gogh”,
dijo ella. “Tal vez sí”, dije. Pero estoy dentro de mi aldea.
Una vaca está mirándome, no sé si es la misma vista en mi
niñez. “Debes estar soñando con Chagall”, dijo ella. “Puede
ser, siempre quise vivir en una aldea”, dije. “Además las
vacas de Marc tienen un lenguaje muy tierno”. “Es verdad.
La vida debe ser para soñar cuanto soñamos. Estar despierto
causa mucho dolor”, dijo. “Me gustaría acompañarte y
pedirle a Van Gogh un girasol solo para ti”, dije. “No es
posible intervenir en los sueños”, pronunció reflexiva. “Es
cierto —contesté—, además Van Gogh debe estar ocupado
entre sus girasoles”, adjudicó segura. “Si nos alejamos
podrían sorprendernos”, sentenció. “Comprendo”, admití. No
siempre conseguimos lo que amamos.

ME VOY, PERO ME QUEDO


Me voy de estas montañas. ¿Regreso o estoy yéndome?
Siempre me marcho y vuelvo como un duende. Soy el
cántico interminable que viaja entre las piedras y las costas.
Voy en tu equipaje y ando en tus travesías para hacerte ver
que nunca te abandono cuando llegas sin saber si has partido,
cuando partes sin saber que has llegado, y la vida te lleva por
ciudades entre voces cantando en el tiempo.
Me voy, digo al destino; él me aguarda para que el mar y el
sol no me detengan cuando miro los árboles a lo lejos. Los
oigo cuando gimen en tu ausencia para hacerme buscar
cuanto he perdido.
Me voy, digo a las piedras y al camino, compañeros de viajes
y de pérdidas. Me voy porque la nieve de otros pueblos me
llama siempre para que no la olvide, cuando el amor traspasa
como un rayo mi cuerpo. Siempre estoy regresando, estoy
partiendo para hacerme creer que no estuve perdido y todo
va alejándose, igual a un eco.

EL BALANDRO
20

Si me regalas un balandro ¿adónde iré? La luna está llena.


Las calles están desiertas. Todo el mundo se ha ido de
fiestas. Las casas están decoradas con cintas de colores. La
gente ríe y baila y hay vino y champán para todos. Un loro
azul canta “adiós vida mía”: para la gente como tú y yo que
nunca supimos divertirnos. La noche está como para echarse
a navegar, pero ¿quién nos regala una nave? Un humilde y
pobre balandro que nos lleve lejos de este lugar.

LOS ENAMORADOS
No te avergüences del leve soplo sobre el pasto seco. Sobre
el azul más profundo la luz brilla y se disipa. No estás en el
jardín, no estás donde pudiste estar. La luz es igual. Inclínate
y escucha el viento. En la rama más tierna una hilera de
hormigas sube apresuradamente. Es abril y una pareja viaja
silenciosa. El joven finge escuchar. Mira hacia los árboles
sin ignorar la voz, sin ignorar el resplandor. La vida es lo que
alcanzamos cuando corremos sin rumbo. Los jóvenes han
dejado de hablar. Parece haber todo terminado. Caminan
iluminados por el deseo, atraídos por el silencio. No sé cómo
me detengo a contemplar. Soy el que fui hace treinta años.
Te ofrezco mi mano temblorosa. No te avergüences si la luz
toca tu rostro, seguiremos hasta el final.

GANANCIAS Y PÉRDIDAS

¿Qué hemos ganado y perdido?


Ahí están las cosas que anhelamos: pero la vida va más
aprisa, siempre más aprisa.
Trato de pensar en el primer día cuando éramos ágiles y
hermosos. La vida brillaba hasta dejarnos extenuados. Subías
22

y tu cuerpo me levantaba. Querías protegerme de las cenizas


del tiempo. Ansiabas que el tiempo retuviera el vacío donde
caía mi polvo.
Eres la estrella que se abre en mi boca. Entras y me pienso
existir. Para tanto amor existo un día y otra vez dista mi
existencia. Voy a buscarte y me encierra tu bosque.
Todas las mañanas trina un ruiseñor como un lucero
encantado. Debajo de sus alas te desvaneces. No conocíamos
tanta dicha, pero ardimos hasta el amanecer.
Ha pasado el tiempo. Si regresas, despiértame para olvidar el
comienzo, para recuperar el final.

LA SED

Dame el agua y dame la sed.


Horizonte que te hundes en mi pecho, ¿ves un pájaro sin luz?
Su trino es suficiente para un poeta sediento de ti.
El silencio también es suficiente.
Cúbreme con tu piel, le digo a la muchacha que escuchó el
cántico.
Dejo caer mis palabras, y entra el viento con el trino.
Otórgame el instante para apagar la sed. ¿Dónde ha ido la
que tiene el cántaro rosado? Eres el recipiente y te alejas…
Si resplandeces puedo ver el ave a ras de tierra, percibo las
alas del pájaro sin luz. Regrésame donde la sed te habita,
digo otra vez a quien podría regresar, a la que goza jubilosa.
¿Ves la espina rosada? ¿Sientes la fiebre del sediento?

EL ECO

El eco que soy va detrás de mi sombra, sombra que eres un


eco, habítame y olvídame. ¿Oyes el brillo? Más lejos de ti
hay alguien, y ha perdido el ritmo. ¿Ves el ritmo? Percibes la
infinita luz sobre el jardín donde la vida no tiene un eco ni
tiene un final.
Eco: eres piedra, eco: eres lumbre. Sé mi juventud sonando
en el jardín dorado. Mujer que llegas, sé tú mi eco unido a la
felicidad, pues tiemblas tan precoz, tan ágil como el viento.
24

Cuando cae la noche viajo en ti. Digo adiós cuando pasas sin
conocerme. Soy Eco cuando me escuchas. El mismo Eco si
me abandonas. Oh, la montaña, la palabra amor rodando
como un fruto prohibido.
Una montaña es igual y eres igual, y la casa vacía tiene frío,
amor mío. Soy un enamorado y no sé de quién. Debo estar
ahora enojado, debo estar triste, debo estar feliz. ¿Cuál es el
camino?, le pregunto a tu cuerpo. No puedo hacer nada,
existo en la resonancia que retiene tu boca. ¿Cómo vas a
amarme si no escuchas mi eco? En esta habitación eres mi
repetida voz. Tu espalda es un eco si te alejas. Si alguna vez
regresas… ¿Oirás mi eco?

ÁRBOLES

Árboles jubilosos, ríanse de mi vida. Absortos tan lejanos,


búrlense de mi ausencia. Es natural que no me reconozcan.
En la aridez de la noche escucho sus ramas. Sus hojas brillan
y me llaman. No hay posibilidad de llevarlos conmigo. La
ausencia es engañosa pero los amo. Árboles que habitan mi
silencio cuando desgarran sus ramas desnudas en la noche.
Yo los veo regresar bajo la lluvia. Sus profundas raíces me
atan a la tierra. Los he oído hablar cuando cae la lluvia. Van
y vienen por las calles vacías. Sin ustedes mi infancia viaja
en el viento. Mi corazón tiembla cuando se alejan. Estoy
tratando de olvidarlos y no puedo.
HAY MÁS OPCIONES

Lo que ocurre adentro no lo sabrás. Ha comenzado la fiesta.


Los comensales van de un lado a otro. Sonríen. La comida
está servida. No hay por qué precipitarse. Los comensales se
han sentado ordenadamente.
La muchacha aristócrata queda encantada con el vino
francés. Ha pedido escuchar Claro de Luna, de Beethoven.
Nada de guarachas ni boleros. La noche no está para esa
música. Los invitados sonríen y suspiran. Es como estar en la
cubierta de un gran barco a la deriva.
Los cuerpos flotan en el vacío. La vanidad entra y se derrama
por las habitaciones igual que la luz sobre los cubiertos.
26

Nada mejor como el buen vino para las coartadas del amor.
No hay que pensar en las puerilidades de la vida. En este país
siempre hay más opciones. ¿Para qué amargarse con el
desasosiego de los otros?

LA OVEJA PERDIDA

¿Qué estás viendo allá fuera? pregunta mi yo sin someterse a


la realidad. Solo un árbol, las hojas sobre la piedra liza, los
colores más frágiles. He estado arrodillado pidiendo que el
color más luminoso brille hasta mis ojos ver la luz. No es lo
que he pensado. Me levanto y caigo más cerca del hombre
que llevaba la oveja perdida. No puede verme, no oye mi
voz. ¿Por qué persigo al hombre de la oveja perdida? Soy tan
frágil sin ver el final ¿Dónde está la oveja perdida? No
podría escucharla dentro de mí. No es la misma voz. No ser
el mismo, no mirar, no acariciar la oveja perdida. La realidad
gira conmigo y sigo cayendo. La oveja también sigue sin
regresar, sigue allá fuera esperando.
DAVID CORTÉS CABÁN

¿CUÁL ES EL ORDEN?
¡TODO ESTO ES TAN
GRACIOSO!

—15 MINICUENTOS—
28

EDICIONES BOÁN COLECCIÓN VOCES DEL


ABACOA
ARECIBO, PUERTO RICO – 2021

COSAS DE PERROS Y GATOS


A Haydée de Jesús Colón, Rescatista

No he querido molestarlos, cada cual es feliz a su


manera.
Esta frase la escuché de pequeño cuando contemplaba al
perro del vecino llorar porque sus amos se habían ido de
fiestas sin él. Los perros tienen buenos modales y finos
instintos, también oí decir. Esta vez no fue de mis padres
sino del vendedor de piraguas, siempre llegaba acompañado
de un perro. Es mi mejor amigo: decía.
Hay algo encantador en los perros, pensé cuando iba
camino a la escuela y un perro callejero se unió a mi marcha
aportando una simpatía infinita y un aire de niño privilegiado
a mi vida. No quise defraudarlo y lo dejé acompañarme, sin
ladrar ni olfatear a los compañeros de escuela que encon-
tráramos en el camino. El perro me miró con desconfianza,
luego accedió y se mantuvo silencioso.
“¡Es un perro flaco y andrajoso!”, me gritaron unos
niños al pasar. Yo sabía que era por envidia y no les hice
caso.
Los perros no sienten envidia, ni tampoco reparan si
la gente es tonta o andrajosa. Miré al perro —ahora era mi
perro— y pareció comprender mi angustia, aún así se
mantuvo con buen comportamiento.
—Mis amigos me decepcionan, no hagas caso a todo
lo que oigas —le dije para hacerle comprender que su
compañía no me perjudicaba.
Con su lenguaje de gestos caninos me dijo que sola-
mente comprendía el idioma de la amistad. Yo vi en sus ojos
ser él sincero, más sincero que todos los niños de la escuela y
los conocidos en mi vecindario. Pero vi en sus ojos una
profunda tristeza cuando llegamos a la escuela y le dije que
me esperara afuera, por temor a que le fueran a hacer daño y
porque mi escuela no era una para perros. Otra vez me miró
con ganas de llorar, mas comprendió y se sentó
confiadamente señalándome la puerta de entrada.
En el salón de clases no pude dejar de pensar en mi
nuevo amigo, mi perro blanco y negro con un lunar en la
frente. La maestra debió darse cuenta de andar mi cabeza
volando cuando no pude resolver el problema de aritmética y
me dijo: “niño, tú tienes la cabeza llena de gatos y perros”.
Cuando salí del salón corrí a buscar a mi nuevo
amigo. Le pregunté al conserje dónde estaba mi perro, qué
había hecho con él. “Solamente te vi llegar con un gato”, dijo
el empleado de la limpieza. Y se fue dándome la espalda y
con una sonrisa traviesa.
30

VIAJANDO CON UN GALLO


“No voy a un país de pobreza”, le dije a la guardiana de
seguridad que me enfrentó en el pasillo para que le mostrara
mi equipaje. “Solo llevo un par de calzoncillos y tres pares
de medias”, le dije, “y tres pañuelos para cuando sienta
nostalgia de la isla y me entren ganas de llorar”. “Dos
calzoncillos y tres pares de medias no es señal de pobreza”,
le dije también cuando noté que me miró desconcertada.
“Todos tenemos una pequeña virtud”, volví a decirle para
que se calmara. Lo que le impacientó no fue mi pobreza, sino
el ronquido del gallo de pelea que llevaba oculto en la
maleta.
“Todos tenemos un gallo de pelea dentro”, me dijo mi primo
cuando perdió a su mejor amigo por una pelea de gallos. Le
expliqué a la guardiana que los gallos de pelea son buenos
defensores del honor y poseer un gallo de pelea era como
tener al mandatario de una primera potencia hospedado en la
casa. Pareció no quedar convencida cuando llamó al
inspector de aves exóticas para cerciorarse de que ningún
poeta pudiera viajar con gallos de pelea a menos que viniese
acompañado de una ordenanza municipal.
Sentí que dudaba de mi palabra y le enseñé los documentos
de mi gallo menos su acta matrimonial, porque a los gallos
de pelea no les está permitido casarse, aun cuando pueden
vivir en concubinato y en un harem toda su vida. Tampoco
estas razones pudieron convencerla hasta decirle que los
gallos de pelea eran buenos amantes y podían derramar hasta
la última gota de sangre si se enamoraban locamente. Esta
vez la guardiana quedó convencida, pues le dio un beso a mi
gallo y desapareció cantando por el pasillo.

EL EXILIADO
REGRESA DE NUEVA YORK
32

Salieron a recibirme con desconfianza. Me confundieron con


el otro, el exiliado que les había robado la identidad. “Yo
tengo una boina gris, les dije, además no estoy afiliado a
ningún partido”. Le hice también una señal a mi madre que
venía a recogerme. “La vida de un exiliado debe de ser
amarga y desolada”, dijo mi madre. “No tanto”, le dije
cuando me abrazó, luego de persignarse. Para calmarla le
expliqué que mi primer exilio había comenzado en mi casa, y
después se fue extendiendo cuando los vecinos me dijeron:
“niño, tú pareces un exiliado”. La maestra también lo dijo
cuando le preguntó a mi mejor amigo: “¿has visto al
exiliado?” “No conozco a ningún exiliado”, le contestó mi
amigo; “además Paco vive cerca de una finca donde solo
viven vacas y fantasmas”. Mi amigo comprendía mejor que
yo la palabra exiliado y la repudiaba, a mí me parecía
mágica, al pronunciarla me sentía como un héroe. “Estar
exiliado es como montar un caballo de siete colores y
echarse a volar por el mundo”, le dije a mi madre. Le recordé
que un día escribí la palabra e x i l i a d o en el uniforme de
la escuela. Me dio la impresión de que no me escuchaba
cuando me dijo: “hijo mío no te eches la vida tan a pecho”.
Entonces, me levanté y miré por la persiana. La ciudad
estaba desierta, abrí la puerta y me eché a caminar… ¿Cómo
un turista? No, como un exiliado.

COSAS DEL AMOR

“Yo era un oso hormiguero”, le dije a la muchacha que me


miraba fijamente en el asiento del tren que nos conducía a
Manhattan. “Debe ser interesante ser un animal salvaje”,
dijo. “No, no lo es. Hay enemigos por todas partes y cuando
te descuidas caes en las garras de uno más fuerte”, contesté.
“Después de un tiempo decidí ser lo que soy, un poeta que
viaja entre las nubes”, abundé, revelándole mi identidad. La
muchacha se sonrió de mi ocurrencia y lo inusitado del
paisaje que le presentaba. Justamente a la hora de ir a
trabajar hablábamos de bestias salvajes. “No es que tenga
animad-versión por los animales. Algunos son tan hermosos
como un tigre”, dijo. “¿Piensas en el tigre de Borges o en el
de Blake?”, pregunté. “Solo pienso en cualquier tigre, creo
que no tienen dueños”, agregó. “Es cierto”, dije, “la literatura
nos hace creer en fantasías”. “Debe ser lindo hacer el amor
como un tigre”, dije. “Debe ser una locura, aunque sería
fantástico levantarse una mañana como una tigresa”,
concedió. “Te verías hermosa rugiendo desde una colina”,
sentencié a modo de piropo. “Tú serías el tigre que perdí
cuando emigré a esta ciudad”, dijo. “Es posible”, afirmé.
“Los tigres no tienen inhibiciones y se aman en todas partes.
La soledad está hecha para los tigres”, añadí. “Debe ser
mágico sentirse una tigresa”, asintió. “Ya siento tener un
corazón de tigre”, le dije. Y nos perdimos entre la multitud.

ESTO ES LO QUE SUCEDE


Estás acostado sin poder levantarte. Tus huesos no dan para
más, tu corazón no da para más, tus venas no dan para más.
Ves los jóvenes en un carnaval de disfraces. Miras pasar las
muchachas llevando cintas de colores. El tiempo huye de ti,
el brillo te rehúye. La lluvia sobre el cristal de la ventana te
34

recuerda que todo sigue en el mismo lugar. ¿Ha dejado de


llover? Abres el álbum y la mujer que amas no está en el
carnaval, no está en el baile de disfraces, no está en la
habitación. Estás recostado esperando que empiece la
música. Preguntas por la mujer vestida de rojo. “Levántate y
búscala”, dice un comensal. “No es mucho pedir”, dice otro.
Lo que han dicho no tiene sentido. No resisto quedarme, no
resisto irme, no resisto regresar. Pregunto, ¿qué ha sucedido
con la mujer vestida de rojo? Sigo recostado en la cama.
Ahora cruzo el puente de Brooklyn, cruzo el puente colgante
de Zhangjiajie, cruzo el Mar Rojo. No puedo divisar los
cuerpos.

HISTORIA UNIVERSAL
Esto es más o menos lo que dijo el profesor: “comenzaremos
con la historia de Europa, y si sobra tiempo daremos un
paseo por Las Antillas”. “No lo dijo exactamente así, creo
que estaba bromeando”, dijo William. Hablaba de modo
figurado. El Nuevo Mundo está aún por descubrirse, tal vez
él piensa que somos invisibles.
Tenemos muchos defectos, pero hay recursos. “Hay también
mucha competencia; además hemos construido nuevas ciuda-
des sobre los viejos cementerios”, le dije. Los que murieron
regresarán un día a buscar lo que es suyo.
“Entonces, ¿dejaremos de caminar sobre un cementerio?”,
preguntó William. No estoy tan seguro, el profesor tampoco
está tan seguro, dice que nuestra historia es muy pobre.
Toda la clase giró sobre los espartanos y los atenienses.
Definitivamente eran grandes guerreros. También los taínos
fueron grandes guerreros. “¿Crees que los indios regresen a
reclamar lo suyo?”, preguntó William. “Es posible, el mundo
está lleno de sorpresas”, contesté. El profesor no se ha
enterado de que lo han engañado. “Es cosa de la historia, la
magia del pasado”, dijo William. Anoche estuve soñando
que los espartanos me perseguían por estas calles. “Debe ser
una premonición”, dije. He tenido el mismo sueño, pero no
puedo comprenderlo. Debemos despertar para ver qué
ocurre.

¿ADÓNDE IR?
Esta noche no sé adónde ir. Tampoco tú lo sabes. No soy un
lobo, un conejo, ni un gato. Soy un poeta que no sabe adónde
dirigirse. Debe haber algún puerto donde esperen a alguien
como yo. Una mujer que no sabe quién soy debe estar
esperándome. Pero hay un océano de por medio. El capitán
del barco exigirá que le cuente mi vida a cambio de cruzar el
mar. Cualquier océano será bueno, me dirá, para un poeta
que viajará sin rumbo. Cualquier puerto será hermoso para
una mujer que no sabe quién la espera. Le diré al capitán:
una vez fui un lobo como el de Herman Hesse. Lo sé, no me
creerá por mi cara de conejo, pero le mostraré no ser un
36

conejo, no podré dar saltos en la cubierta. Me mirará


asombrado y me dirá: un poeta no tiene por qué mentir
imaginando sandeces. Entonces le diré, pues mi orgullo no
me permite mentir: “Sr. capitán, no soy un conejo, soy un
gato, soy el gato de Cheshire”.1 “Es posible que lo seas”, me
dirá, “pues maúlla como un gato”, ordena. “Sólo así podré
creerte, aun cuando tienes suficiente edad para mentir”.
Exacto, capitán, además un poeta no debe ir por ahí
fingiendo ser cualquier gato.

TODO ESTO ES TAN GRACIOSO

“No te das cuenta”, dijo. “Hemos llegado al país y no


conocemos su nombre.”
“No hay nada de extraño, posiblemente sea un país
sin nombre”, dije.
La mujer aún me seguía cuando bajamos del avión. “Pareces
una agente secreta”, le reproché. “Te equivocas, no quiero
despistarte. Son los políticos los que te despistan”, arguyó.
“No siempre”, le advertí a la que se convertía en la amiga
desconocida. Lo dije para hacerte saber que no me asustaban
los vampiros que volaban por los palacios de gobierno.
Al salir del aeropuerto unos oficiales nos registraron. “Solo
traigo libros de poesía”, les dije. “¿Para qué sirve la
poesía?”, preguntó uno de los guardias. Le dije que La
poesía es un arma cargada de futuro, y se rió de mi
ingenuidad. En la maleta de la amiga de gafas oscuras
1 En Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll describe un
“gato de Cheshire” que se vuelve invisible y sólo se le puede ver la risa.
encontraron fotos y cartas garabateadas con frases amorosas.
“Es lo de siempre”, le dije. “¿A qué te refieres”, me
preguntó? No quise explicarle. Solo le advertí: mira a tu
alrededor. “No veo nada”, respondió.
Es verdad, murmuré, nunca vemos nada.

¿ESTAMOS DE ACUERDO?

Nos han invadido, dijo el maestro de esgrima. Siempre


hemos estado invadidos. Nunca han dejado de invadirnos.
“Es cierto”, acentuó el maestro de esgrima. Además, son
respon-sables de esta catástrofe. Siempre ha sido así, es
como un dejavú. A lo mejor no todos somos culpables, nos
manejan desde algún lugar. No sé a ciencia cierta lo que
intentan hacer con este país. “Llevas mucho tiempo con los
ojos cerrados”, afirmó el maestro de esgrima sorprendido de
mi ignorancia. “¿Estamos condenados a pensar del mismo
modo?”, pregunté. Si fueras político repetirías la misma
necedad. “Es lo peor que nos podría pasar”, dije. “Hace 500
años cambiaron nuestra historia”. “Ahora somos un Nuevo
Mundo”, susurró a mi oído el maestro de esgrima. “Creo
entender lo que quieres decir”, nadie sabe lo que estamos
pensando. Cada cual recoja lo que siembra. ¿Qué hemos
sembrado? No sé, pienso en lo que el tiempo se llevó.
“Entonces el tiempo se llevó todo cuanto amaste”, concluyó
38

el maestro de esgrima. Ahora mismo veo mi casa volando.


“Es lo que quise decir”, repitió el maestro, “es como vivir
entre flores de plástico”.

FRENTE A UNA CARNICERÍA

No voy a decir haberte amado. Lo creo: te he amado. No voy


a decirte te he perdido. Lo sé: te he perdido.
¿Qué importancia tiene decir lo amado o lo perdido? Soy el
último en salir a caminar por estas calles. “Cree usted que en
este país no hay nada qué hacer?”, me ha dicho la mujer del
carnicero al detenerme a contemplar el modo de cortar la
carne. Pienso en los animales despedazados. Millones de
criaturas para alimentar a la raza humana. Me parece un
crimen.
“Sin duda podría hacerse algo”, dije. La mujer del carnicero
me miró asombrada. “Me gustaría escapar de este lugar”,
pensé. Pero permanecí detenido como si estuviera en el
limbo. Estar soñando. Es mi forma de no pertenecer al
gremio de los carniceros aun sin saber cuál es la respuesta
para una vida sin carniceros. Tampoco sé si tiene sentido
quedarse en este lugar. “Quizás nada es como pensamos”, le
dije a Jackie; ella me miraba emocionada. Jackie es la amiga
invisible. Ella no sabe ser la misma que dibujé en los cuentos
de mi niñez. Quizás lo pensado no tenga nada que ver con la
felicidad. La felicidad resbala por los ojos de Jackie. Ella no
se parece a la esposa del carnicero. Me pregunta qué hemos
perdido, pero mis palabras se las lleva el viento.

EL RÍO HUDSON

He llegado hasta aquí y ahora contemplo el río Hudson. “No


es un río”, me había dicho el profesor de geología, “es una
inundación”. El otoño no imagina ser otoño. Los árboles
brillan en el agua y el sol vuelve y baja detrás de las nubes.
Los árboles permanecen en silencio como si nada existiera.
Los árboles no saben que son árboles, el sol tampoco lo sabe.
Las palabras no pueden registrar lo que siento. La emoción
me invade y las palabras suben como cabras montesas sobre
las nubes. Sentado en este banco sin decir nada, contemplo la
vida. Hay mucha gente extraviada como yo con la mirada
fija en la ardilla que saltó entre la hierba. Nada puede
describir esta felicidad. Después que me aleje, los árboles
seguirán reflejados en las aguas del Hudson. Me distancio
sin dejar huellas y no sé cómo agradecerle al paisaje tanta
felicidad. “Todo es igual y todo es diferente”, le grito a la
mujer que corre sin mirar el paisaje. El camino se aleja tras
sus pasos. “Ya nada será igual”, le digo al anciano que me
cree perdido. El sol sigue flotando como un globo en el
horizonte.
40

DESDE UN HOSPITAL DE MANHATTAN

Esta es la isla que apenas brilla en la música de las esferas.


He llegado un día de fiestas buscando su huella en el tiempo;
no las tuyas, de otros, quienes te vieron partir. Los
continentes no escuchan su silencio, no suspiran más allá de
las dunas donde vagas errante por las costas. Nadie es capaz
de encontrarte en la flecha disparada al vacío. Es diciembre,
es invierno, es Navidad. Hemos de encontrar la isla invisible,
le digo a mi sombra, ella va más ligera. Le digo a mis ojos
que no ven nada. Le hablo a mi corazón y éste se hecha a
llorar. Le digo a la mujer que nunca he visto. Lo digo con
modestia mientras envejezco. Hablo por ti, a quien no
conozco, por si encuentras mis palabras en el viento. Nos
ciega la luz de otra fogata, le digo a mi boca, le exhorto a mis
pies al detenerse en la encrucijada cuando mi cuerpo se echa
a volar. No reclamo lo que no puedo dar, le digo a la mujer
cuando ella ríe desde una ventana. “Lo que amas llega en las
trampas del olvido”, me dice. No sé dónde hallar la isla que
brilla. Echo mis redes sobre arenas movedizas. Imagino
haber llegado. La luna brilla en medio de la habitación. La
espesura del silencio cierra mi boca. Cubren mi rostro con la
sábana blanca, voy sin volver la mirada por otros rumbos.
DESPEDIDA

Sentado, veo lo que fui cuando rocé el lápiz sobre la página


para escribir el primer verso. No ansiar la casa sobre la arena
es mi deseo. Miro las piedras del camino perdido. Las casas
se han marchado con los amigos. Libres de la nostalgia,
libres del desamor. Heridas por la angustia de mí mismo y la
tristeza del atardecer. Debí haber escuchado a la conciencia
cuando brindamos por la avecilla detenida un instante en el
jardín. Nada es igual, amiga mía. Ahora has cortado las
flores y posado tus labios sobre el cántaro vacío. ¿Es igual
cuando el pueblo se ha llenado de orgullo y la desolación
canta en las plazas? “Cuestión de ganancias y de pérdidas” le
digo mi alma. Arrodillada frente a la ventana, mi alma ve
pasar el vacío de la noche. La noche flota con mi cuerpo
hasta tocar la levedad del amanecer. Dentro de mí, mi
perseguidor ríe a carcajadas. “Hemos llegado a esta edad
para no fingir”, susurra mi yo desapasionado. Esta es la
presencia de la Isla, ella finge amarte”, murmura mi otro yo.
Escribiré el primer verso hasta sumergirme en las
profundidades del bosque: Algún día viviremos sin
obsesiones, digo a quien quiera tocar la leve seda del olvido.
Lo digo mientras tiro mis cartas sobre la mesa.

NO HAY NADIE EN BATTERY PARK


42

“Miren a los niños saludándonos desde Battery Park”, dijo la


maestra de tercer grado. Me puse de pie para ver a los niños;
ellos levantaban sus manos en señal de bienvenida, pero no
había nadie.
Era verano y el sol relucía sobre las aguas del Hudson. “Es el
Hudson, ¿verdad maestra?” “Sí niño, no nos defraudes ahora,
levanta tu mano y saluda, di algo, grítales:
¡Somos puertorriqueños!”
No sé a qué se debía tanto entusiasmo, era solo un cuento,
pero la maestra se empeñaba en ser la historia real. El barco
se dirigía a Nueva York. Pronto llegaríamos al muelle y
todos los niños saldrían a recibirnos. Yo solo veía dibujos y
un barco vacío en un muelle irreconocible.
“No veo a los niños americanos y nadie está esperándonos en
Battery Park”, le dije a la maestra mientras pasaba la página
del libro. “Estás completamente perdido, qué te importa
viajar, qué sabe tu familia de Nueva York”, sentenció la
maestra. “Nunca hemos viajado”, le dije. “¿No ves la Estatua
de la Libertad?, ¿No ves a poca distancia Ellis Island?”
Mis ojos no podían ver nada absortos en la luz que
traspasaba el cristal de la ventana.

CUÁL ES EL ORDEN
No dije nada. Sabía que vendrían a buscarme. Habían
decidido llevarme a un asilo porque mi ancianidad les
perjudicaba. “La ancianidad es perniciosa para la salud de
una familia hermosa y joven”, me dijeron. Hay un orden para
todas las cosas. Debí haber pensado que había un tiempo
para todas las cosas, pero nunca comprendí la palabra orden.
Es posible que mi vejez sea el desorden. Soy un verdadero
desorden. “Es tu rostro, abuelo”, me dijo el nieto más lindo.
“Si tropiezas con la mesa desordenarás todo”, me dijo la
nieta más candorosa. “Dejen al abuelo, su vejez tiene la
culpa”, dijo la nuera. Es cierto, “nunca sabemos lo que está
pensando”, dijo el querubín menor. Un asilo es como un
cuento de hadas. “Tu abuelo siempre tiene la mente ocupada
en otras cosas”, dijo un vecino. Los asilos son el mejor
antídoto contra la soledad, escribió en el libro de visitas el
hijo mayor.

David Cortés Cabán nació en Arecibo, Puerto Rico, en


1952. Fue maestro en las Escuelas Primarias de Nueva York
y profesor adjunto del Departamento de Lenguas Modernas
de Hostos Community College of the City University of New
York. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Poemas y
otros silencios (San Juan, Instituto de Cultura Puertorri-
44

queña,1981), Al final de las palabras (New Jersey, SLUSA


Editores, 1985), Una hora antes (Madrid, Editorial Playor,
1991), El libro de los regresos (Madrid, Editorial Verbum,
1999), Ritual de pájaros: antología personal 1981-2002
(Mérida, Venezuela, Colección de Poesía Ramón Palomares,
Ediciones El otro el mismo, 2004), Islas (Caracas, Monte
Ávila Editores Latinoamericana, C. A., 2011), Lugar sin fin
(Ciudad de México, La Otra, Colección Temblor de Cielo,
2017) y, en ensayo: Visión poética en tres libros de Alfredo
Pérez Alencart (Madrid, Editorial Betania y Hebel
Ediciones, Santiago de Chile, 2017). Algunos de sus poemas
han sido traducidos al italiano por el poeta Alessio
Brandolini y el poeta argentino Gabriel Impaglioni, y al
portugués por el escritor brasileño Antonio Miranda; otros
han sido traducidos al inglés por los poetas Elizabeth
Macklin, Pedro López Adorno, y el crítico y traductor
Orlando José Hernández.
David Cortés Cabán ha sido invitado a ferias internacio-
nales de libros y festivales de poesía en Venezuela, Suiza,
Colombia, Nicaragua, Puerto Rico, República Dominicana,
México, España y Portugal. Sus poemas y reseñas literarias
han aparecido en Puerto Rico y Estados Unidos, Latino-
américa y España. En 2014 la Universidad de Carabobo en
Venezuela, le otorgó la Orden Alejo Zuloaga Egusquiza en
el Festival de Poesía de Valencia. Y en 2019 durante el XXII
Encuentro de Poetas Iberoamericanos que celebra todos los
años la Universidad de Salamanca, coordinado por el poeta
A. P. Alencart, recibió el título de “Huésped Distinguido” de
manos del alcalde Carlos García Carbayo.
LABERINTO DE ESPEJOS
POÉTICAS DE DAVID CORTÉS CABÁN
Por Ernesto Álvarez, Ph. D.
46

LABERINTO DE ESPEJOS
EN PRESENCIA DE LO EFÍMERO

Ocasionalmente, David Cortés Cabán me enviaba por


correo electrónico uno, dos o tres poemas de su reciente pro-
ducción, algunos recién impresos en revistas extranjeras. Los
leía. A veces solía hacerle algún comentario si
conversábamos por teléfono o, como también podría suceder,
la reacción que-daba, para decirlo con palabras de José
Asunción Silva: En larga espera… Lo dicho no significa que
fuese indiferente a la creación poética de mi querido amigo y
hermano en las letras. En 2014 yo había publicado Las
palabras habitadas: Poesía de David Cortés Cabán, libro
que para acercarme a su poesía escindía sus temas y los
organizaba en episodios homo-géneos. Para tener idea de la
variedad habida en los libros de poesía hasta dicha fecha
editados, es válido aun observar su desglose. Descubrí y dejé
evidenciado entonces:
ANTE UNA INCIDENTAL TETRALOGÍA alberga
tres temas: A simple vista: la forma; Lenguaje y forma, Neo
romanticismo.
EL POEMA COMO SUJETO lleva en sí El poema
como sujeto, y La poética implícita en su poesía.
LA ELOCUENCIA DEL SILENCIO concierta una
serie de temas: La elocuencia del silencio, El silencio polifa-
cético, El espacio interno y sus voces, Otros silencios, De pie
contra el silencio, Novela en versos o Poema en cuatro
cantos.
POEMA EN LA SEGUNDA PERSONA exhibe El
yo objetivo, El tú del Yo en segunda persona, La presencia
del No-Yo. Mediante éstos el poeta se objetiva y evade un
posible yo intruso que cargue con los hechos expuestos en el
poema.
Finalmente incide en el tema ontológico:
DEL SER Y LA POESÍA: el autor penetra en los
ambientes del ser existencial de manera sencilla y a su vez
certera. En este lugar figuran como subcapítulos:
Matrimonio del Poeta y la Poesía; Temas alternos; La
ciudad, el espacio; La existencia poética, y La exploración
del tiempo.
Cual puede verse, la temática implícita en la poesía
de David Cortés Cabán conlleva una amplitud de espacios
físicos y metafísicos dignos de ser meditados si se intenta
48

entender las dimensiones creativas, estéticas, vitales y


espirituales del poeta arecibeño.
A partir de los libros estudiados en Las palabras
habi-tadas David siguió enviándome sus recientes
publicaciones y poemas editados en revistas de países como
España, México, Venezuela y me hablaba de las versiones
que de sus versos se hacían al francés, al inglés y al
portugués, además las reseñas sobre sus libros presentados
en los países europeos e hispano-americanos visitados,
donde tenía contactos con otros poetas.
Entre algunos de los poemas recibidos, iba notando
una tendencia a estar sus versos o versículos cercanos a la
prosa debido a una dialéctica conversacional implícita en sus
escritos, de la misma manera que antes notara tener dos de
sus libros, por sus tramas, la tendencia a ser novelas en
versos.
Es obvio que mucha de la poesía actual ha surgido de
fragmentos en prosa que no alcanzaron a realizarse como
relatos o memorias. Permanecen esos trozos en estado de
impresiones de instantes constituyendo breves poemas en
prosa a punto de concretarse mediante una leve revisión de
estilo y un cambio de enfoque. En tal caso un autor, quien
sea, recurre a segregar segmentos de verosímil pensamiento
—o de retórica lírica— a manera de versos o versículos, y de
ese modo transforma el párrafo en poema. Casos abundan.
Al comentar a uno de sus libros hice constar tratarse
de una novela en versos o un poema en cuatro cantos. En esa
ocasión observaba la constancia de David en hacer brotar su
mensaje de una prosa poética, o versos prosaístas, los cuales
mueven a recordar la forma versicular afín a las Sagradas
Escrituras, en particular en un Salomón capaz de escribir un
poema de amor, El Cantar de los Cantares, cuyos intérpretes
modernos lo definen como poema místico. Hallamos esa
dualidad en la poesía de David Cortés Cabán.

Presentir el poema en prosa

Hablaba de una tendencia a la poesía en prosa —aun


siendo ésta recortada en versículos — manifiesta en dos de
sus libros. En el subcapítulo titulado “Novela en versos o
Poema en cuatro cantos”, había percibido, y refraseamos:

Si observamos panorámicamente los libros Poema


y otros silencios y Al final de las palabras, notaremos
vincularlos un estilo uniforme y aun cuando el segundo
disponga de tres partes que podrían considerarse libros
autónomos, el tema los une en lazos homogéneos. El
hilo conductor, a manera de vértebra, expresado en
silencios y palabras, como médula de los dos libros —
que bien podrían ser cuatro — se manifiesta en la
búsqueda.2

Lo expresado en dicha ocasión sigue teniendo validez para lo


que a continuación habremos de plantear al examinar el
nuevo libro de David Cortés Cabán: Presencia de lo efímero,
escrito en prosa poética.
EL POEMA EN PROSA
—ANTECEDENTES—

Tradición y prestigio

2 Ernesto Álvarez: Las palabras habitadas. Poesía de David Cortés


Cabán Ediciones Boán, Colección Voces del Abacoa, Arecibo 2014, p.
49.
50

Nos hallamos ante un nuevo libro de David Cortés


Cabán: Presencia de lo efímero, escrito en prosa poética, o el
poema en prosa, y ello implica una nueva y definitiva toma
de conciencia literaria. Al ir recibiendo los ocasionales
poemas que David me remitía, percibía la tendencia
característica de su más reciente estilo. Sin importar hallarse
las composiciones recortadas en versículos, en el origen
sospeché una tendencia a implicar una escritura versicular
que tuvo su paradigma en el poeta estadounidense Walt
Whitman de Hojas de Hierba y en la prosa lírica de una serie
de autores a ser considerados en sus detalles en las líneas
siguientes.
Vista esa tendencia a una prosa lírica, le incité e hice
observar al poeta: ¿Por qué no mantener esas composiciones
en su estado primario y componer un libro de poemas en
prosa? No era absurdo. Le recordé a David que la poesía de
Rabindranath Tagore se lee en prosa poética; Jalil Gibran
realizó una escritura lírica en prosa. El francés Baudelaire
había iniciado una tendencia distanciada del verso al escribir
sus Pequeños poemas en prosa, y el Platero y yo, así como
Por el cristal amarillo de Juan Ramón Jiménez participan de
una prosa lírica, y otros que convenientemente habremos de
observar.
Sencillo, así es el poeta, con su humildad
característica afín a un ser en continuo ascenso y atento a las
sutilezas del pensar poético, David se avino a la sugerencia
dejando sus escritos en el estado prístino original, sin tajar la
escritura primaria para hacer aparentar versos, cual se le
manifestaba la poesía en el fluir de su pensamiento,
distanciándose de la preocupación de cortar las largas tiradas
de pensamiento ni dejarse instar por las demandas de la
métrica académica, y menos la pretenciosa búsqueda de una
originalidad a fuerza de excentricidades, cual suele haber. La
de David es expresión de la sencillez y la naturalidad. Las
sutilezas en las que envuelve el sentimiento constituyen un
transparente velo dispuesto a soslayar un rostro sin ocultarlo
en su entera y real materia. La metáfora es penetrable. A su
vez, el poeta sabe conducir sus reflexiones y sus confesiones
en dos niveles de expresión, uno de ellos literal perceptible a
primera vista, y el otro figurado mediante expresiones
simples, sin rebuscados recursos.

Un poemario se bifurca

En su empaque original, Presencia de lo efímero era


un libro que tal vez siguiera el orden de composición de los
escritos en forma cronológica. Mientras leía sus versos, iba
notando dos tendencias expresivas: la primera consistía en
un confesionario de amor, de encuentros y desencuentros con
una pareja ideal, figura evanescente o irreal amada que
apenas se concreta, desaparece y reaparece, instando al poeta
a una continua búsqueda de ese mutante Ser. De otra parte,
se iba formando una especie de crónica donde los poemas se
trans-formaban en relatos breves, alternantes con los poemas
de amor y del quest implícito en su búsqueda —como
aquellos caballeros en busca del Santo Grial, no en los
predios de una corte medieval y sí en una moderna metrópoli
—, interfiriendo en su secuencia lógica en el “libro de buen
amor” que el autor iba llevando. Se entendía ser algunos de
los trozos literarios breves relatos por separado, lo que en
tiempo reciente ha venido en llamarse “minicuentos”, con un
par de excepciones que no son tan breves como para
aplicarles dicho epíteto.
52

Procedía, en tal disyuntiva, aislar ambas tendencias y


puestas por separado dar forma a dos libros: uno de poemas
en prosa, resultante en Presencia de lo efímero, conservando
el título con el que su autor David Cortés Cabán lo bautizara,
rindiendo un número de 26 poemas en prosa, y un segundo
volumen de 15 composiciones narrativas el cual, valiéndonos
de dos títulos registrados por el autor, rotulamos: “¿Cuál es
el Orden? ¡Todo es tan gracioso!” De ese modo quedan
consti-tuidas las dos partes de una producción de escritos en
prosa poética de David Cortés Cabán que ahora leeremos.

Laberinto de espejos

Considerados esos pormenores como acceso hacia el


nuevo libro del poeta, vale acercarse a su contenido.
Aun siendo Presencia de lo efímero el título asignado
por el autor, percibo en su trayectoria lírica un Laberinto de
espejos donde David Cortés Cabán —como en Alicia en el
país de las maravillas, o tal vez en su segunda parte, Alicia a
través del espejo— va develando sujetos, expresando
sentires, habitando exterioridades y revelando sutiles
intimidades.
En sus poemas en prosa, los espacios creados y los
elementos evocados e invocados en ellos, más las eludidas
entidades de presencia efímera —la evasiva figura de un
amor ideal o las personas de una literatura costumbrista
alternantes, de tono narrativo— ideadas, o los percibidos
seres espirituales vueltos evasivos personajes, le prestan
forma y hacen espacio a su poesía. En sus captaciones las
evasiones se materializan y se vuelven caracteres en reto a la
mente deseosa de poner orden al maremágnum de seres en
devenir constante; el regodeo en el hábitat de un cerebro en
actividad meditabunda en devenir continuado con estancias
de segundos para apode-rarse de una visión, de percepciones
en demanda de materia-lización tendiendo redes para atrapar
a las evanescentes figuras, a veces compañeras de viajes
concretas o en la idealidad de las abstracciones en ebullición
en la mente del autor empeñadas en volverse presentes en su
fluir poético.

Antecedentes del poema en prosa


No podemos precisar, con exactitud histórica, cuando
comenzó a cultivarse el poema en prosa. Podemos decir que
dicho estilo se puso de moda cuando Charles Baudelaire en
Francia publicó El Spleen de París, libro de poemas en
prosa, y de él parte su popularidad en la poesía moderna.
Pero decirlo y evidenciarlo son cosas distintas. Hablemos
con el ejemplo. Copiemos de El Spleen de París lo necesario
para, a partir de él y de otros autores, situar la obra poética
reciente de David Cortés Cabán al inscribirse en este género
de poesía y nadie se sorprenda pensando ser atrevimiento o
agresión de la tradi-ción hispánica que desde la Edad Media
presumía crear una poesía “de sílabas contadas”, como
expresó al introducir su Libro de buen amor el Arcipreste de
Hita. La publicación de Baudelaire inicia con el poema “El
Extranjero”:

—Dime, hombre enigmático, ¿a quién amas tú más?


¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano?
—Yo no tengo ni padre, ni madre, ni hermana, ni
hermano.
—¿A tus amigos?
—Os servís de una palabra cuyo sentido desconozco
hasta hoy.
—¿A tu patria?
—Ignoro bajo qué latitud está situada.
54

—¿La belleza?
—De buena gana la amaría, diosa e inmortal.
—¿El oro?
—Lo odio, como vosotros odiáis a Dios.
—¿Pues qué es lo que amas, extraordinario extranjero?
—¡Amo las nubes…, las nubes que pasan… allá
lejos…
—Las maravillosas nubes!3

Baudelaire parece ser de esos seres extasiados con las formas


que de modo efímero toman las nubes. En su escrito “La
sopa y las nubes” narra un episodio con una chispa de humor
al final, que conviene tener presente al leer los nuevos
escritos de Cortés Cabán. No se pretende analizar los poemas
en prosa de Baudelaire, vale sí conocer otro ejemplo de
dicho género para aquilatar la aportación de David a este tipo
de poesía. Léanse unos fragmentos de “El Loco y la Venus”,
del francés:

¡Qué admirable día! Se diría que una luz siempre creciente


hace chispear cada vez más las cosas; que las flores
excita-das arden en deseos de rivalizar con el azul del
cielo por la energía de los colores, y que el calor, tornando
visibles los perfumen, los hace subir hacia el astro, como
humaredas.
No obstante, en medio de este gozo universal, yo he
descubierto a un ser afligido.
A los pies de una Venus colosal, uno de esos locos
artificiales, uno de esos bufones voluntarios encargados de
hacer reír a los reyes cuando los obsesionan el Remordi-
miento y el Hastío…, alza hacia la Diosa inmortal sus ojos
desbordantes de lágrimas.
Y sus ojos dicen: “Yo soy el último y el más solitario
de los hombres, privado de amor y amistad… Sin
embargo, y, ¡yo también fui creado para comprender y

3 Baudelaire: El Spleen de París. Obras. Madrid, Aguilar, 1961, p.


373.
sentir la inmortal Belleza! ¡Ah, Diosa! ¡Ten piedad de mi
tristeza y mi delirio!”
Pero la implacable Venus, mira no sé qué en la
lejanía, con sus ojos de mármol.4

Más que un poema en prosa, es éste un minicuento. Téngase


esto presente, pues constituye el dilema en que incurre
nuestro autor en algunos de sus escritos. Esa imprecisión es
tan válida para Baudelaire como para Cortés Cabán —la
oscilación entre el poema en prosa y el minicuento — y
recurriremos a ella al llegar el instante de analizar sus
escritos.
Quizás sea pródigo en las citas de Baudelaire, ello se
debe a que él, explícitamente, hizo evidente en El Spleen de
París el cultivo de los poemas en prosa como género literario
con valor en sí y esto ayuda a comprender la elección de
David Cortés al inscribirse en el cultivo de esta disciplina
poética.
De otra parte, el Conde de Lautréamont escribió Los
cantos de Maldoror en una excelente prosa poética, la cual
vale conocer y hacer presente en este contexto.
Transcribimos un fragmento para situarnos en la atmósfera
de la cual se impregna la poesía de Cortés Cabán, aun a
riesgo de no haber él leído alguno de los autores citados.
Intentando ver los escritos afines a la creación de nuestro
autor, léase el siguiente extracto de Lautréamont:

Al claro de luna, cerca del mar, en los parajes


solitarios de la campiña, uno ve, sumido en amargas
reflexiones, que las cosas revisten formas amarillas, vagas,
fantásticas. Las sombras de los árboles, de pronto rápidas,
corren, van y vuelven, variando sus formas, aplanándose
hasta adherirse a la tierra… El viento se lamenta a través

4 Op. cit., p. 377.


56

del follaje con lánguidas notas, y el búho entona su grave


endecha que hace erizar los cabellos de quienes escuchan.
Entonces los perros que se han vuelto furiosos rompen sus
cadenas y huyen de las granjas distantes; corren de aquí
para allá por la campiña, dominados de la locura. … 5
Pasando de Lautréamont a Pierre Louÿs, en Las canciones
de Bilitis hallamos, entre otros, el siguiente ejemplo de
poema en prosa, lo que sienta sólidos fundamentos en el
cultivo de esta variedad de poesía. De Louÿs cito un ejemplo
útil para esta-blecer nexos y la validez de la obra de nuestro
autor, David Cortés Cabán. En “Los niños”, el francés
declara:

El río va casi seco; los juncos ajados mueren en el


fango. El aire abrasa y en el centro, lejos de las riberas que
ahora quedan muy altas por la sequía, un claro arroyo se
desliza sobre los guijarros del lecho.
Y en él, mañana y tarde juegan los chiquillos
desnudos, chapoteando en el agua que les llega a las
pantorrillas, de tanto como ha bajado el río.
Caminan por la corriente y a veces se deslizan por las
piedras. Los chicos salpican a las niñas, que ríen. 6

También escribió en Francia André Gide, autor de la famosa


novela La sinfonía pastoral, creador de prosas poéticas en
Los alimentos terrenales, de cuyo Libro Segundo tomamos
el siguiente fragmento:

¡Satisfacciones!, os busco.
Bellas sois como auroras de verano.
Fuentes —más delicadas por la noche, deliciosas a
mediodía—, gélidas aguas de la madrugada; auras a la
vera de las ondas; bahías obstruidas por las arboladuras;
tibieza de riberas cadenciosas…
5 Conde de Lautréamont: Los cantos de Maldoror y otros textos.
Barcelona, Barral Editores, 1970, p. 22.
6 Pierre Louÿs: Las canciones de Bilitis. Barcelona, Barral, 1972.
¡Oh, todavía hay rutas que llevan hacia el llano…!
Vapores del mediodía; jarales de los campos; y por la
noche, los huecos de las muelas; mientras todo esto
exista…
mientras haya rutas que conduzcan a Oriente; estelas
en los mares queridos; jardines en Mosul; danzas en
Tuggurt; cantos de pastores en Suiza;
mientras haya rutas que lleven al Norte; ferias en
Nijni; trineos levantado nubes de nieve; lagos helados…;
mientras todo esto exista, …, cierto soy que nuestros
deseos no experimentarán tedio.7

La poesía mística de Rabindranath Tagore participa


de esos poemas en prosa, de un valor espiritual indiscutible,
pero como es habitual en la poesía mística —recuérdese el
Cántico espiritual de San Juan de la Cruz— el mensaje se
expresa mediante símbolos de un erotismo propicio al
entendimiento humano, como también se percibe en Cantar
de cantares, del rey sabio Salomón. De Tagore, según se
observa en Gitanjali (Ofrenda lírica), el fragmento XXXII
describe:

Quienes me aman en este mundo procuran retenerme


por todos los medios. No ocurre lo mismo con tu amor,
que es mayor que el suyo, y sin embargo me dejas libre.
Temeroso de que les olvide, no se arriesgan jamás a
dejarme solo. Pero pasan los días, y tú ni siquiera te
muestras.
Y aunque no te llame en mis plegarias, aunque no te
retenga en mi corazón, tu amor sigue esperando a mi
amor.8

7 André Gide: Los alimentos terrenales. Obras escogidas. México,


Aguilar, 1967, p.84.
8 Rabindranath Tagore: Gitanjali, La luna nueva, El jardinero.
Barcelona, Editorial Zeus, 1959, de Gitanjali, p. 22.
58

En El jardinero, libro del mismo Rabindranath Tagore, se


aprecia una poesía en prosa sencilla al expresar un incidente
fortuito que despierta el amor en el poeta. El segmento XXII
expone:

Al pasar rápidamente por mi lado, me rozó el borde


de su falda.
Como de una isla ignorada, me llegó de su corazón
una súbita y cálida brisa de primavera.
Me acarició un aliento fugitivo, y se desvaneció,
como se pierde en el viento el pétalo arrancado a la flor.
Cayó sobre mi corazón como un suspiro de su cuerpo
y un susurro de su alma.9

Por lo breve de estos poemas en prosa, y por su afinidad con


la idiosincrasia lírica de David Cortés Cabán, no está de más
citar un ejemplo más de El jardinero del místico Tagore:

En el torbellino y el estrépito de la vida, tú, ¡oh


Belleza!, tallada en piedra, permaneces callada y tranquila,
solitaria y lejana.
El Amor eterno murmura a tus pies: “Háblame,
háblame, amada mía”.
Pero tus palabras siguen encerradas en la piedra, ¡oh
Belleza insensible! 10

Hay sinnúmero de segmentos en la obra de Khalil


Gibran que podríamos citar para hacer notar el universo
lírico en que discurre la obra de nuestro autor arecibeño
David Cortés Cabán. Es digno de figurar en este espació el
diálogo que sobre la poesía en prosa venimos sosteniendo,
algo escrito por Gibran en su texto Arena y espuma.

9 Tagore: El jardinero, Op. cit., pp. 154-155.


10 Tagore, Op. cit., p 182.
Si se me diera a elegir entre la capacidad de escribir
un poema, y el éxtasis de un poema no escrito, elegiría el
éxtasis. Es mejor poesía.
La poesía no es opinión explícita. Es una canción que
surge de una herida sangrante o de una boca sonriente.
Las palabras son intemporales. Debes pronunciarlas o
escribirlas, recordando que son intemporales.
Un poeta es un rey destronado que se sienta entre las
cenizas de su palacio, tratando de formar una imagen con
esas cenizas.
La poesía es labor de gozo, dolor y maravilla, con
sólo algún signo del diccionario.
En vano buscará el poeta a la madre de los cantos de
su propio corazón.

¿No es, lo hasta aquí citado, una poética de Gibran? ¿No


constituye, aparte de lo formal, una condición espiritual que
satura a su poesía, proyectando una mística a partir de la voz
o de las palabras poéticas? Pero concluyamos la cita:

Una vez le dije a un poeta: —No sabremos lo que


vales, hasta que mueras.
Y me contestó: —Sí, la muerte es la gran reveladora.
Y si en verdad sabes lo que valgo cuando yo muera, es
que habré reunido más poesía en mi corazón que en mi
lengua, y más en mi deseo, que en la mano.
Si cantas a la belleza, aunque estés solo en el corazón
de un desierto, tendrás público.
La poesía es sapiencia que encanta al corazón.
La sapiencia es poesía que canta en la mente.
Si pudiéramos encantar el corazón del hombre y al
mismo tiempo cantar en su mente, en verdad viviríamos a
la sombra de Dios.11

Gibran podrá parecer místico a primera vista, pero es a su


vez un pensador, y envuelve su filosofía en poesía, o se vale

11 Khalil Gibran: Arena y espuma, en Obras completes. Vol. 2,


Barcelona, Ediciones Teorema, 1982.
60

de la lírica para hacer filosofía. La persistencia de esa mística


es un sentir afín al modo de percibir David Cortés la poesía,
que hasta en la expresión del eros se perciben las tiernas
sutilezas, y muestra una maestría poco usual en el ambiente
literario nuestro, donde se destapa un erotismo a ultranza
cuando los poetas se solazan en lo extremo de la lírica
concupiscencia, si es dado llamarla de ese modo. Esto se dice
sin que quien lo expone se considere ser purista.
Ejemplo de poesía en prosa lo ofrece el martiniqués
Aimé Césaire en el libro Las armas milagrosas. Hallamos en
él un segmento, mediante el cual comienza el poema:

El gran machetazo del placer rojo en plena frente había


sangre y ese árbol que llaman flamígero y que nunca merece
tanto ese nombre como en las vísperas de ciclones y de
ciudades saqueadas la nueva sangre la razón roja todos los
vocablos de todas las lenguas que significan morir de sed y
solo cuando morir tenía el sabor del pan y la tierra y el mar
un gusto de antepasado y ese pájaro que me grita que no me
entregue y la paciencia de los alaridos en cada rodeo de mi
lengua …
y la belleza eucarística que flamea de tu sexo…12

Césaire debe hallarse contemplando un flamboyán —


original-mente flamboyant: llama flotante— nombrado por el
poeta flamígero, y hace concebir un árbol de fuego, por lo
encendido de sus flores. Se observa también en las islas del
Caribe el bucare, o tulipán africano —el popular meaíto de
las campiñas borincanas— que en este instante nos obliga a
prosificar la poesía de este autor caribeño de mundial fama.
De España, de Juan Ramón Jiménez, no de Platero y
yo, sino de un libro menos conocido, Por el cristal amarillo,

12 Aimé Césaire: Las armas milagrosas. Buenos Aires, Librerías


Fausto, 1974, p. 35.
vale citar el poema en prosa “Nubes”, el cual habla de la
poesía:

La primera ansia de poesía pura recuerdo que me la


dieron, a mis quince años, unas nubes rosas que sobre mi
pueblo se desvanecían una tarde de oro, en el azul.
Yo quería hablar de ellas, sin relacionarlas con nada,
de ellas sólo, con color y música de ellas; algo muy tenue,
muy puro, sin palabras, fugas.
¡Qué lucha! Miraba y miraba las nubes y luego
quería que el papel fuese el cielo y mi poesía las
nubecillas.
No recuerdo ya los versos, pero recuerdo, entre el
papel y mis ojos, el color, la luz, lo ideal.13

Otro poeta español que cultivó en poema en prosa, además


de una poesía versicular y “épica”, fue León Felipe. En El
Hacha, Elegía Española, León Felipe inicia con una extraña
frase donde “Habla el Prólogo”, éste personificado,
sirviéndole como título a esa apertura en prosa poética. Sea
el poeta quien se exprese:
¡Oh!, si la poesía fuese tan sólo el callejón torcido de
los sueños… un sitio equivocado de sombras y delirio…
vahos subconscientes, como queríais vosotros… ¡una
pesadilla! Y alguien, cualquiera, tú, por ejemplo, pudiese
sacudirme ahora por los hombros y gritarme: ¡Eh,
sonámbulo, des-pierta… sal de la cueva… mira la luz!
¡Ah, si aquí, en esta Elegía, no hubiese más que un
mundo de trampa y de cortina… y alguien, cualquiera, tú
por ejemplo, pudiese decir al acabar de leerla: ¡Eh,
señores, riámonos de nuevo, que todo han sido chanzas de
juglar…!
¡Ah, si esto no fuese más que una comedia! ... Y uno
cualquiera del público, de arriba o de abajo, del patio o de
las gradas, del bando rojo del exilio o del bando negro en
la tradición y la Victoria de pronto se levantase de su
13 Juan Ramón Jiménez: Por el cristal amarillo. Madrid, Aguilar,
1961, p. 261.
62

asiento para increparme enfurecido: ¡Fuera! ¡Que esa no


es la voz de la casta!
¡Ah, si mi verso no fuese sino sueño o burla… broma
inofensiva… pura broma… veneno en broma… poison in
jest!14

Español, exiliado en México de modo definitivo,


León Felipe fue cultivador del poema en prosa. En uno de
ellos, titulado “Los Lagartos”, aparece un fragmento que no
pode-mos pasar por alto, pues participa del desdoblamiento y
las dimensiones en los que se bifurca el poeta. De un poema,
dice el autor:
No es un poema surrealista. Porque en él han
trabajado dos poetas: el loco y el cuerdo, el romántico y el
clásico, el que engendra el poema y el que lo organiza y lo
defiende. El poeta loco y romántico puede entrar por la
puerta norte del infierno y salir por la puerta sur, pero…
yendo con el otro. Dante no se arriesga en la aventura…
porque va con Virgilio de la mano. Yo también me
aventuro y entro por la puerta principal y salgo por el
postigo del infierno porque entro y salgo con el Viento. 15

También ha cultivado en España el poema en prosa José


Ángel Valente. En su libro Punto cero, Poesía 1953-1989,
aparecen ejemplos del género. Valente escribió un poema en
prosa que parece ser sintomático y el destino de tantos poetas
que pasan tiempos considerables revisando un poema:

Imágenes de imágenes de imágenes. Textos borrados,


reescritos, rotos. Signos, figuras, cuerpos, recintos arrasa-
dos por las aguas. Piedras desmoronadas sobre piedras.
Lugar que ahora sobrevuela el polvo. Morada sin
memoria, ¿quién te tuvo? Tiempo hambriento de ser
empozado en la noche. Simbras palabras y responden

14 León Felipe: Antología de poesía. México Instituto Nacional de


Bellas Artes y FCE,1985, p. 121.
15 Op. cit. p. 188.
ecos, ecos de ecos en la bóveda incierta de la desolación.
Daría todo el aire por un grito, la posesión del reino por un
solo gemido. Abrieron los augures las entrañas del dios y
entregaron su cuerpo lacerado a los depredadores. 16

ABORDAJE A
PRESENCIA DE LO EFÍMERO

16 José Ángel Valente: Obra poética 2, Material memoria (1977-


1992), Madrid, Alianza, 2000, p. 259.
64

PERO ¿QUÉ ES LA POESÍA?

En su esencia, ¿qué es la Poesía? Yo no sé lo


que es la Poesía. Y no me importa ahora definirla
exacta-mente. Me basta con conocer los caminos
para llegar a ella…
Pero si no tengo hoy una definición precisa,
tengo en cambio una prueba para distinguirla
cuando la vea, y no dejarme engañar.

TAL VEZ SEA LA LUZ

La Poesía entera del mundo tal vez sea un


mismo y único poema.
Yo pienso que es el mito permanente, sin origen
ni término y sin causalidad ni cronología; un viento
encendido y genésico que da vueltas por la gran
comba del universo; algo tan objetivo, tan material y
tan necesario como la luz. ¡Tal vez sea la luz! ¡La
luz! La luz en una dimensión que nosotros no
conocemos todavía.
León Felipe. Bardo peregrino

LABERINTO DE ESPEJOS
Multiimágenes

El laberinto de espejos propuesto conlleva una visión


de los modos de expresar poéticamente David Cortés Cabán
sus sentires, impresiones, captaciones y observación de las
realidades patentes en los ambientes por los que transita a
veces se materia —calles de una metrópoli que con ser real se
vuelve mítica en sus versos— y las más en la interioridad de
una psique activa, en constante actividad mental, bien para
describir los ambientes que se le manifiestan o para
internarse en mundos de meditación transformando lo
percibido en poesía fehaciente y creación en movimiento
donde el poeta captura el continuo del devenir constante.
Importa que el autor cite de Jorge Luis Borges la
sentencia. “El idioma es un ordenamiento eficaz de esa
enigmática abundancia del mundo”. En su creación poética-
66

narrativa David antepone a lo recomendado por Borges la


captura de esas aves fugaces, las ideas, para a continuación
proceder al ordenamiento y finalmente procesar la aludida
abundancia del mundo mediante la aplicación de fórmulas
propias.
David Cortés Cabán es maestro de la elusión al narrar
mediante una estructura que a ratos nos parece una pompa de
jabón deslumbrante a la vista, pero al aprehender el signo
preciso del concepto, deviene en algo más difícil de deslindar
aun cuando nos hallásemos en la aureola de una historia de
amor al parecer simple. Porque el poeta es un enamorado del
amor, antes que del objetivo que pueda motivar tal
sentimiento.
Entre el poema en prosa y el minicuento

Si David Cortés Cabán intentó escribir un poema, el


Destino, Juez Superior de un Tribual Supremo Metafísico,
interventor en un certamen impuesto por la Escritura lírica,
interviene para que misterio fluctúe a sus anchas y aprehenda
al lector en una red de formulismos desbocados.
¿Cuento? Lo es por la trama.
¿Poema en prosa? Por la subjetividad del misterio
onírico que lo emparenta a la escuela suprarrealista, en la
plástica al De Chirico de las calles deshabitadas, solitarias,
creando espacios que por lo vacíos tienen presencia en el
ánimo del espectador. Así también se asemeja al futurismo.
No hay modo de atrapar esta narración entre los hilos
de los cánones preconcebidos porque David precisó crear un
instante de misterio ilógico antes que escribir un poema al
modo tradicional acostumbrado.
El “Problema de perspectiva”, por ejemplo, lo es en
tanto perspectiva no sea entendida como “punto de vista”,
equivalente a “opinión personal”. Su visión ha trascendido a
la metafísica de las percepciones ilógicas intuidas más que a
las imaginables. El poema-en prosa-minicuento-relato es uno
de los mejores logrados de este género mixto al romper los
esquemas de la literatura convencional. Por eso es válida la
propuesta con la cual el poeta abre el corpus del libro, y a su
vez el poema inicial del mismo, como si pretendiera dar la
clave de su escritura total y alertarnos de cómo debemos
enfrentar su lectura: ¿Entonces este poema es un desorden?
Sí, el poema es un desorden perfectamente ordenado.
En eso constituye la poética aplicable al libro en su totalidad.
Pero, ¡cuidado! Un desorden perfectamente ordenado no
constituye sinsentido de clase alguna. Estamos dispuestos y
listos a enfrentar una poética distinta, mediante la cual el
autor rompe con los esquemas de escritura. En vano
buscaremos en esta prosa poética reflejos de Walt Whitman
o de Baudelaire —obviando lo ya dicho del poema en prosa
—; a Cortés Cabán le nace la poesía del imperioso mandato
de capturar lo efímero —oficio habitual de la poesía, pero en
este caso “con preme-ditación y alevosía”, como se dice en
leguaje jurídico— y ocultar lo evidente, pues detrás del velo
tendido por el poeta está “el cuerpo del delito”. Veremos
adelante los procesos de encubrimiento de los cuales se vale
el poeta.
Cuando enfrentamos el poema “¿Has escuchado la
leve brisa?”, segundo del libro, el título nos mueve a
reflexión. Generalmente se formula esta pregunta cuando
alguien se halla en estado de confinamiento, en el interior de
una casa en medio de un estado atmosférico y la clausura
obsede a tal grado de mover la vista al inquirir a un real o
imaginario compañero, o preguntarse a sí mismo, si ha
68

escuchado esa levedad susurrante, cuando la brisa parece


silbar una melodía inédita al rozar las hojas de los árboles o
penetrar por entre los intersticios de las maderas del hogar.
Sensaciones. ¿Percep-ciones? Captura de lo efímero. En
provocarlas y atraparlas es David diestro. Aquí han sido
presas, entre las redes abiertas de su poesía.
Se produce además la reflexión sobre el estado
anímico cuando los elementos de la naturaleza le prestan
sentidos a la ausencia de un sentimiento ignoto —de un amor
perdido, pre-sentido, ideado— concebido en el ideal de la
poesía. Amor que crea ilusiones, abre las alas, alza el vuelo y
se eleva en travesía ascendente hacia lo infinito.
Es título de significados varios “Voces que no tienen
edad” por hallarse el poeta desnudando al tiempo —temo
decir frente a la Eternidad —, y hasta invita a una travesía
intemporal ante la cual debe irse equipado de una piel
distinta a lo cotidiano, con sólo enfrentar este epígrafe.
Concurre al poema una enumeración que puede dar origen a
una serie de historias, pues cada uno de estos temas debería
ser desarrollado de modo independiente. Asuntos como el
peso de la soledad, metáfora vuelta realidad en las
percepciones del poeta; la paradoja implícita al concebir que
los árboles se vacían de los árboles; El gorrión se aleja, su
garganta llena el vacío; La imagen también se desvanece,
como si la percepción estuviese hecha de vapor o de
distantes nubes listas a desvanecerse; y así otras que siendo
absurdas a la lógica de la física realista da sentido de arte y
permanencia a la creación poética.
El poema promueve la creación de una atmósfera de
cinetismo fugaz, instantáneo, donde la entidad perceptiva no
halla estabilidad externa ni en su interior. Podrán ser físicas
las entidades nombradas, pero lo de importancia mayor es la
ausencia de paz para el espíritu. El poeta ve, nombra y
captura los quehaceres de los demás girando en torno suyo,
pero no se halla a sí mismo. La incertidumbre prevalece en
este examen psíquico en que se inmerge el poeta. Me canso
de caminar y sigo sin comprender. Quiero regresar y no sé a
dónde. Esta falta de objetivos es lo característico en este
devenir del ser en medio del caos espiritual… ¿en el poeta?
No sólo de él. De todo aquel que viva la angustia existencial,
a la cual se le podría nombrar mediante un cliché que no está
dispuesto a pasar de moda: mal del siglo. O de todos los
tiempos. Porque siempre habrá personas inconformes, sobre
todo aquellos poetas y pensadores que traen por misión
tomarle el pulso a la vida y ser intérpretes de su tiempo.
Entre ellos David Cortés Cabán figura con supremo derecho.
Luego de esa “Voces que no tienen edad”, debemos
abordar un poema que estremece por la negación. El título
original asignado por el poeta es “No merecemos la luz”. Por
medio de la interrogante queda abierta una puerta hacia la
meditación, antes que la autoritaria ordenanza privándonos
del privilegio de ser iluminados.
Ante el negativismo implícito en la sentencia del
poeta —y sentencia es aquí equivalente a imposición judicial
— mi conciencia se rebela, viéndome en la urgencia de
ripostar mediante esta alternativa: ¿Nos merecemos la luz?
La forma interrogativa deja abierta una posibilidad de
enmendar los designios de un destino concebido dictatorial
de antemano. Lo curioso, por exagerado, es que en el
original, en un poema constituido por un párrafo
relativamente breve, el poeta utilice el vocablo Luz en 17
ocasiones. Si las reiteraciones pretenden establecer en el
70

rostro la luminosidad del no creyente, sus excesos son


factibles, aun cuando se hiera de muerte a la Estética. Lo
peligroso es el tono imperativo adoptado por el autor, como
lo haría un ministro de Dios desde un púlpito: Apóyate en la
luz. Aun así, las oraciones conclusivas de este poema
alcanzan un sentido ético-espiritual que no debe ser perdido
de vista. Frases como Cubre tus ojos para ver luz, cuya
paradoja es elocuente; Algunos han estado en el fondo sin
ella. La luz jamás se desvanece. Esas sentencias conllevan
estados positivos de trascendencia humana; éstas, aun siendo
metafóricas y relativas al espíritu sus consecuencias, son
físicas, además de mentales.
Indudablemente, David Cortés nos trasfiere contante-
mente de un plano físico a una dimensión metafísica. Para
acercarnos a las percepciones de sus poemas en prosa se
debe ir acostumbrando la percepción a definir sus medios.
Voces dan por supuesto las captaciones del oído; en tanto
Miro el paisaje implica ser la mirada el órgano mediante el
cual se aprehende lo observado tenido en perspectiva. Es
“Miro el paisaje” brevísimo. Para acercarme a su mensaje
debo entrar en un diálogo con el poeta. El texto comienza:
“La luz muestra tu cuerpo”. Cortés Cabán se instala frente a
la física de la materia, y aun siendo real ver un cuerpo
iluminado en lo físico podría adquirir otra dimensión si
dijese: La trasparencia muestra tu cuerpo. La luz iluminaría
un cuerpo desnudo o vestido, ¿qué importaría? , en tanto la
transparencia incita a observar cuidadosamente las formas
tras las sedas por las que se desplazan las urgencias de las
pupilas.
De todos modos: la luz muestra tu cuerpo, constituye
una captura óptica, pero hay parlamentos inscritos en otro
órgano de percepción: el oído: ¿Cuál es tu voz?, pregunta el
poeta. Más adelante declara: Escucho el cántico de los
pájaros… El mirar puede alcanzar dos dimensiones en tan
breve poema: Miro el paisaje implica una percepción de
óptica inmediata. Pero cuando expresa: Estoy viendo pasar
la vida y no sé interpretar lo que veo, la expresión alcanza
un estado metafísico, el cual debe ser valorado a la luz de los
sentimientos, y tal vez desde una dimensión espiritual afín a
las religiones de la tierra.
La doble dimensión de las identidades escindidas se
ofrece en el poema “La escena”. Al definir el poema de tal
modo el autor implica un teatro, pero en el creado por David
actor y personaje dialogan para obtener de su contraposición
un sentido filosófico, algo distinto y a su vez opuesto a leer
por el placer de exquisito gusto. Al parecer, el actor no sabe
cuál es su papel en el tablado, por tanto inquiere: ¿Cuál es la
escena? ¿Qué es lo útil? Y a partir de aquí ocurren las
reflexiones del poeta transfiriendo su mente a la del
personaje, de modo tal que en escena se manifiestan dos
entidades, piénsese actores siendo dos dimensiones de la
persona misma: el autor-actor y su consciencia. De ahí que
pueda apostrofar en segunda persona: Te pierdes un instante
y eres el mismo. Te sumerges en la primera sensación. No
regresarás, le digo al otro.
Este juego de los dobles tiene un sentido más denso y
profundo que la simple representación. El escrito de David
no es comedia. Pudiera ser la tragedia humana sin implicar el
drama físico-social-político en que incurre el teatro común.
Lo metafísico es lo evidente. La reflexión vital se expresa en
la metáfora: A esta misma hora debes estar cruzando el otro
puente. Se refiere a la Edad, cuando el tiempo nos acerca a la
72

curva final de la Vida, por lo cual expresa: Es otoño y aún no


es el fin. De sobra sabe alguien dedicado a la poesía que la
alusión al otoño se refiere a la edad madura del humano,
etapa declinante, en las vísperas del vuelo hacia el nunca más
—algo así como el never more enunciado por el Cuervo de
Edgar Allan Poe—, esto David lo sabe y de otro modo lo
percibe.
Generalmente se supone un puente etéreo entre la
vida y la muerte, para quienes viven la esperanza de un Más
Allá. Por eso David medita: Antes de posar el pie sobre el
puente el viento te arrastra hasta la próxima impresión. Es
importante que además de esa traslación mental-espiritual
del poeta, concluya su propuesta hablando de la próxima
impresión. Impresión por no haber certeza de lo
trascendental del viaje. Impresión no implica el compromiso
de la convicción. Cuanto tenemos es la prédica de las
cacofonías con las que emisarios de la paz terrena llevan a
los oídos de dóciles y fieles de espíritu, sin cuestionarse si
las hambres padecidas por los pueblos son por la falta del
pan de cada día o debido a la usurpación de las falanges
poderosas. En fin, la imagen desaparece. Se cierra el diálogo.
La persuasión. Es la misión del poeta amar lo en
apariencia irreal. Las realidades del espíritu son tan ciertas
como lo material de este mundo. Lo extraño es hallar con
cual sentido se perciben esas entidades, extrañas por ser
abstractas, y más aún por ser aprehendidas por un sentido
distinto de aquellos cinco utilizables para percibir las cosas
materiales. Pero el Universo es más amplio. Eso desde hace
mucho tiempo he planteado: hay tanto mundo en el interior
del ser humano como galaxias hay en el universo. El
problema consiste en haber organizaciones políticas,
económicas y pseudo espirituales dispuestas a amputar esas
capacidades de penetrar ese universo interno llamado mente
y al detenérsele el proceso se suspende en hombre y mujer su
crecimiento mental, siendo inducidos a ser pigmeos en este
mundo de estructuras castrantes. “La persuasión”, poema de
David Cortés, se halla ante el umbral de un gran
descubrimiento. Confío en que el poeta se convierta en
Perseo y penetre en el laberinto dispuesto a matar al
minotauro que inhibe al humano el develar el misterio del ser
que se halla al final del tortuoso túnel.
El texto “Mientras pasa la vida” enfrenta al lector a
una preocupación que lleva siglos de intensas meditaciones y
el problema fundamental sigue aún en pie, deviniendo por
ge-neraciones de siglos sin hallar respuestas plausibles y
menos soluciones. Nos hallamos ante un planteamiento
dispuesto a abrir una “caja de Pandora”, donde el ser humano
habrá de dejar escapar y a su vez enfrentar todos los males
posibles si quiere tomar posesión de sí. Pero el peor de los
dilemas es la aprehensión del tiempo que fugaz escapa a cada
segundo. De ahí que tenga importancia la forma en que
David Cortés descorre la cortina hacia este escenario. “La
vida pasa”, es la clave. La llave para dar acceso a lo que
viene a continuación. La enumeración en secuencia rápida
muestra la maestría con la que el poeta se deshace de cuanto
fluctúa en ese devenir apresurado. Las voces, los gestos, los
deseos, las miradas, el amor, la soledad, el desamor, la
vanidad, la dicha, las palabras, los caminos baldíos, la
juventud, la ansiedad, la metrópoli inhóspita, lo concreto y lo
abstracto enumerado por el autor, escapa como si las ráfagas
de un huracán dispersaran cuanto halla a su paso. Cuanto
74

somos y da sentido a la vida entra en un remolino y trastorna


el sentido de vivir.
Si este comienzo cataclísmico tiene un trascendental
sentido, el autor pasa luego a lo específico. El texto se con-
vierte en un elogio al amor. Alternan elementos concretos
con estados ideales. La línea conclusiva es certera: Es
primavera y tu alma sigue errante bajo el leve misterio sin
suspirar, pues mantiene al lector fluctuando en el doble
plano: físico y metafísico, uncido a un sentimiento primario
y en el umbral de lo eterno.
Hay en la escritura de David Cortés la condensación
de una filosofía que, como en fórmula química, contiene un
mundo de sentidos. “El anciano” es uno de esos escritos a los
cuales le basta seis líneas para guardar un tesoro de pensa-
mientos. Cuando el poeta-pensador escribe: El anciano llega
hasta donde es posible caminar”, no se refiere a una caminata
en el espacio físico: alude al término de la edad, cuando
comprende y se pregunta si habrá futuro. El ente se sabe
vivir en soledad, y como si estuviese recluido en un hospital
puede reflexionar, por medio del poeta: Desde que partió el
último visitante finge no estar solo. Y en medio de su
soledad percibe a la muerte susurrarle: te amo desde la
primera vez. Hallazgo extraordinario. Si se piensa que el ser
humano comienza a descontar desde su nacimiento los días
de su existencia, sería absurdo seguir cantando Cumpleaños
feliz, cuando cada año que se cumple es uno menos a ser
vivido en nuestro período de estadía sobre la tierra. Esto
David lo percibe al poner por escrito tan segura sentencia.
Ello nos hace recordar un decir popular: la muerte está
sentada detrás de la oreja, implicando acompañarnos
siempre. ¿La verdad? Se nace para morir. Cada acto del ser
humano, me refiero a los hechos conscientes no al subsistir
para ganar el pan cotidiano, constituye una hilacha que el
viviente despierto le arranca al manto de la muerte. La vida
del ser humano es como el pasar del viento. Por eso el poeta
se vale de una metáfora al exponer: átame cuando me
reconozcas, para significar ese devenir continuo imposible
de apresar su fluir ni contenerlo de ningún modo. ¡El reloj
cuenta el tiempo, pero no lo retiene! Y valido de ese
mecanismo, súmese el calendario, el humano cuenta sus
minutos y los días de su existencia, sin poder evitar llegar al
termino otorgado por la Ley de Vida.
Cuando la poesía es reflexión, ¿para qué cortar versos
y contar sílabas en el fluir de un pensamiento que nos
descubre sensaciones, sentimientos y consideraciones de
vida al par que las bellezas de una lírica distinta, divorciada
de la cacofonía de ismos sabidos y de los compases
congelados en el tiempo? David Cortés responde a esta
verdad con intuición de poeta, teniendo a mano y llevando en
mente la vara mágica para tocar el idioma y transformarlo en
reflexión, antes que la “belleza” manoseada por tantos que se
solazan con rimados y cantarinos versos. Salomón, el David
del “Llanto por Jonathan”, Tagore, Gibran, entre otros que
escribieron versículos o prosa poética, han dado lecciones de
lo que es poesía —¡el espíritu de la Poesía!— sin recurrir a la
chanzoneta de la rima. Hoy David Cortés Cabán se inscribe
en esta acreditada tradición de poetas que saben extraer la
quintaesencia de lo bello además del zumo del pensamiento
reflexivo por medio de una prosa natural, sin rebuscamientos
de estilo ni vanas presunciones.
La amada evanescente. En varios de los poemas
escritos por David Cortés Cabán se percibe la búsqueda
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infinita. Necesariamente acude a la mente una Ella que la


mente común, acostumbrada a asociar el pensamiento con el
eros nuestro de cada día pierde de vista haber necesidades
de mayor significado, con todo y ser el amor ideal un fin
válido.
Lo difícil de aprehender es la Amada eterna, la
Poesía verdadera, ese Ideal a cuya falda desea acogerse el
poeta y sólo puede retener hilachas de la evanescente y
transparente seda que cubre la huidiza figura de su Amada.
Hay instancias, en que el poeta, David Cortés Cabán,
se instala listo a recibir la visita de la Amada, y le transcurre
el tiempo, en tanto la naturaleza se desborda en torno suyo.
De lo físico exterior, el autor se transporta a lo psíquico
interno para reflexionar: Lo ocurrido en mi cabeza me llega
desde afuera, cuando la lluvia cae torrencialmente y sacude
los árboles. El transcurrir en la exterioridad se vuelve, pues,
un asunto de reflexión; por eso se pregunta: “Qué significa
torrencialmente cuando no sabemos nombrar y el alma corre
buscándote, esperando ver acontecer algo, que el yo regrese
y diga hacia dónde ha ido”. En la evasión se halla el sentido
de la poesía. El nombrar cosas y estados físicos y psíquicos
son el pretexto. La búsqueda es lo que da sentido al poema
“El alma en silencio”, y de igual modo en otros poemas de
Cortés Cabán. No nos preocupa si el poeta divaga o
realmente vaga, Esperando verte cruzar el puente del río
Yangtsé, dichos exotismos podrán dirigir la mirada hacia
distancias de tipo turístico —si no se trata de soslayadas
memorias—, lo de importancia son las travesías internas
desfilando por la psique del poeta.
En fin: estos poemas, ¿constituyen una memoria? Al
menos una “crónica” del devenir cotidiano del reflexivo
autor.
Tiene especial significado “La escena”, porque en
este escrito David presenta la escena en doble plano: un
poeta lee Hojas de hierba de Walt Whitman y un par de
obreros trabajan en el patio, aun cuando en un momento
dado se intercambian los planos y es el poeta quien deshierba
y los obreros son los lectores del poema. ¡Raro escenario! En
su conclusión debo meter la mano para insertar un par de
conceptos que el poeta no tuvo el propósito de escribir. Cito:
“Para no avergonzarlos yo sigo su labor, recojo las hojas
secas del patio mientras el viento desprende un remolino de
hojas rojas detrás de mis pasos. Pienso en árboles cuyas
hojas son rojas previo a su desprendimiento, enrojecen el
césped y sobre él se secan.” Intromisión en el pensar del
poeta, a riesgo de prosificar la poesía, de por sí ya expresada
en prosa.
Llegados a este término, al dar con un escrito cuyo
título es “Poesía”, debemos detenernos en él para sin recurrir
a la paráfrasis acostumbrada del crítico —de cualquier crítico
— apropiarnos de lo que tiene que decirnos David Cortés
Cabán. No está demás decir: nos adjudicamos el derecho de
liberar el discurso de algún término que impida el fluir del
pensamiento, como cuando un editor se vale del bisturí
intelectual para mutilar la criatura de su original creador.
Cito, POESÍA:
Pequeño garfio penetra en mis huesos, huella de
antílope en mis sueños ¿qué traes con la lluvia, que
traes con el relámpago? ¿Ves algo alrededor? La
juventud, la postrera lumbre, el hombre corre y corre
sin regresar. ¿Cómo hacer cuando las palabras seme-
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jan grandes montañas desoladas? La casa desvelada


atraviesa la imagen de la montaña verdosa, de la
montaña cerca del jardín borroso. ¿Ves al hombre
bajar la escalera y perderse entre la multitud? ¿Qué
dice el cántico sobre el puente de cristal? ¿Qué
expresan las palabras cuando no puedes más?
De interés es que David Cortés no haya pretendido escribir
una poética, como se sospecharía al leer el título, su fin
pareció ser el de crear un poema, no el dar una definición de
ella. Y aunque parezca prosaica la expresión “Pequeño garfio
penetra en mis huesos”, la creación pudiera ser así,
torturante, inflexible, demandante de expresar penas y
dolores antes que solazarse en idealismos irrealizables.
¡Todo puede pasar!
Al arribar al poema “Cosas del corazón” hallé una
frase de significado poético superior, considerando que dicha
expresión aplica a la perfección a toda la creación poética de
Cortés Cabán: Laberinto de espejos daría título a mis refle-
xiones al usurpar lo escrito por el poeta y transcribirlo al
mundo particular del intérprete a quien comúnmente llaman
“el crítico”. En “Cosas del corazón” la Enigmática acompaña
al Poeta de modo indisoluble. Ella y Yo, son inseparables en
este libro de David Cortés. Aun cuando la ambigüedad
desvíe nuestro interés en hallar la Poesía como compañera y
mueva la sospecha de haber una amante encubierta —la
malicia no es buena compañera—, quienes participamos de
un idealismo, sabemos si lo ideal obsede a tal grado de
personificar a entidades materiales y de dimensión abstracta.
Indudable, la Poesía es abstracción. Poesía es entidad con
identidad en sí misma. El poema, lo capturado en palabras
puesto en la plana de un papel y en las páginas de un libro,
puede tener presencia y dejarse acariciar por mirada
libidinosa, pero la Poesía se salva de las obscenidades del
lector lujurioso. Sin embargo, Poesía se salva amparada en
su pureza. Trasciende al alma. Se eleva evanescente. Hablo
de la Poesía trascendental mediante la cual se eleva el
Espíritu. A un lado queda el poema social-materialista,
elogio de pobrezas o demandante de igualdad política y de
justicia económica. El poema no es la Poesía. El poema es la
ropa, es disfraz. Poesía, si es aprehensible —no capturada,
asida ni enjaulada— se instala en ese estado que algunos
llaman místico, si mística se refiere a esa parte del Ser donde
habitan las energías mentales de esa otra dimensión del
humano.
Tras lo dicho, ¿cómo hemos de enfrentar un poema
que David ha titulado “La razón”? En “La razón”, el poeta
practica un desdoblamiento de identidades dialogando entre
sí al plantear asuntos de interés trascendental para el
humano. David se sitúa desde la perspectiva del Otro.
“Ahora es mi turno, le digo al cuerpo que vuela en el viento
y me tiende sobre la hierba.” Los verbos, en este escrito,
tienen un papel de trascendencia, por las perspectivas que
asumen los puntos de vista expresados: le digo al cuerpo,
implica el imperativo de una persona al ordenar a su propia
materia, el ser se vierte sobre sí en segunda persona; dijo una
voz, nos transfiere a la tercera persona singular; “Es cierto”,
pensé. Hay una vuelta al yo, esta vez interno en el ámbito de
la reflexión. “Es verdad”, dijo la voz. Vuelta a la tercera
persona singular. Luego aparecerá el dije, de la primera
persona, sentencioso. Lo cierto es que “La razón” es la que
“se devana los sesos” por medio de este diálogo entre
entidades internas. El poeta, maestro del desdoblamiento,
triplica su ser en ese poema.
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La voluntad de soñar es algo difícil, si no imposible


de producir a conciencia y propósito. El sueño llega
involuntario, sin orden expresa del soñante. A menos que en
poeta sea “un soñador”, como suele decirse cuando alguien
anda perdido “por los quintos cielos”. Existe el “soñar
despierto”, un desear que algo ocurra en ese estado ideal
forjado por el pensamiento: ese sueño es deseo. Pero en el
universo suprarrealista del poeta puede traerse al primer
plano el sueño, y es así como entra en juego el poema
“Estamos tratando de soñar”, escrito por Cortés Cabán.
“Estamos tratando de soñar, pero aun seguimos despiertos, le
dije a la muchacha del Jardín Botánico.” Este versículo
constituye el ábrete sésamo, el fiat lux para penetrar a un
universo surrealista y a su vez impresionista donde surgen
como personajes el Arte, dos Artistas y los Girasoles. Y así
le escuchamos decir a la ideal muchacha, interlocutora del
poeta.
Ante ese contacto dando entrada al Jardín Botánico —
de por sí ambiente mágico y de variable colorido— debemos
enfrentar el elemento de transición del estado real al universo
mágico del poeta: “No es nada extraño. Ahora recojo un
girasol, pero no veo que sea de Van Gogh”, dijo ella. En
medio de este mundo de transferencias de objetos y
confusiones de actos propios del surrealismo, el pensamiento
del poeta se desplaza del tiempo actual a la infancia, en tanto
Ella lo devuelve a realidad distinta, suprarrealista y
cambiante aún. “Una vaca está mirándome, no sé si será la
misma vista en mi niñez.” La imagen de “la vaca” le sirve a
la muchacha para precisar: “Debes estar soñando con
Chagall”. Si recuerdo bien, en un cuadro de Chagall había
una vaca subida sobre un tejado. Y esto me hace meditar: ¿se
halla el poeta en un jardín botánico, o está observando una
exposición de pintura en un museo de arte moderno? Porque
ambas referencias “los girasoles de Van Gogh”, relativos al
impresionismo pictórico, y las vacas de Chagall, de factura
surrealista, son referentes a las artes plásticas dispuestas en
un museo o en una galería. Y si a la realidad de las vacas nos
refiriésemos, estaríamos en un zoológico, no así en un jardín
botánico. No perdamos de vista que el poeta vivió mucho
tiempo en un área cercana al Jardín Botánico del Bronx
neoyorkino, donde había una sección zoológica para apreciar
antílopes, leones y otras fieras allí enjauladas. Por medio de
esta realidad se justifican las trans-ferencias referenciales del
zoo al Jardín Botánico.
Las alusiones a las obras estéticas enunciadas, de Van
Gogh y Chagall, son pues relaciones mediante las cuales los
protagonistas se interrelaciones, se percibe el tono amistoso,
por no decir de broma, en que incurren Ella y Él. Ella y Él,
cierto. A lo largo de estos poemas en prosa ambos seres se
interrelacionan y se complementan dando origen al diálogo
continuo, implicando como diálogo también las reflexiones
del Poeta. Pero, recordemos: este diálogo se produce en la
duermevela del autor, por tanto, es dable concluir del modo
en que finaliza su propuesta: “No es posible intervenir en los
sueños”, pronunció reflexiva. Es cierto —contesté—.
“Además Van Gogh debe estar ocupado entre sus girasoles”,
adjudicó conclusiva. Como un envío enigmático pronuncia:
No siempre conseguimos lo que amamos. Aunque nos
parezca distraída, o mejor abstraído, al contemplar o atraer a
la memoria las obras pictóricas de dos reconocidos artistas,
el poema es en sí una declaración de amor donde se funden
dos mundos estéticos en representación de Eros.
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ÍNDICE

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