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Pablo y su Deuda Espiritual en Romanos

El documento habla sobre el capítulo 1 de la epístola de Pablo a los Romanos. Explica que Pablo quería visitar a los romanos para enseñarles la Palabra de Dios y para que tanto él como los romanos fueran fortalecidos mutuamente en la fe.

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Pablo y su Deuda Espiritual en Romanos

El documento habla sobre el capítulo 1 de la epístola de Pablo a los Romanos. Explica que Pablo quería visitar a los romanos para enseñarles la Palabra de Dios y para que tanto él como los romanos fueran fortalecidos mutuamente en la fe.

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Romanos

Programa No. 0456

Capítulo 1:11 – 17

Continuamos hoy nuestro estudio en el capítulo 1 de la epístola del apóstol San Pablo a los
Romanos. Y en nuestro programa anterior, estábamos hablando de que Pablo en la oración
recurrente, se acuerda incesantemente de los romanos. Eso era lo que quería decir cuando dice que,
“sin cesar, hago mención de vosotros siempre en mis oraciones.” Este mismo pensamiento aparece
en su primera carta a los tesalonicenses, capítulo 5, versículo 7, donde dice: “. . . orad sin cesar.” Pablo
tenía una larga lista de hermanos por los cuales oraba. Ahora, Pablo rogó que pudiera tener un
próspero viaje a Roma. Y si usted lee el relato de su viaje, pues, no lo llamaría próspero en manera
alguna. Fíjese usted que viajaba de prisionero, se encontró en una tempestad, la nave se perdió y
hasta fue mordido por una víbora. Pablo pidió que el viaje fuera posible, que las dificultades fueran
quitadas, para que él pudiera viajar a Roma. Se sometió a la voluntad de Dios, y el viaje que él hizo, lo
hizo en la voluntad de Dios. El relato de aquel viaje, lo encontramos en los capítulos 27 y 28 del libro
de los Hechos de los apóstoles. Volviendo ahora al capítulo 1 de esta epístola a los Romanos, leamos
el versículo 11:

Romanos 1:11 “. . . don espiritual, a fin de que seáis confirmados.”

Esta expresión, “Porque deseos veros” no es el lenguaje de un hombre que es indiferente a la


Iglesia en Roma. Pablo quería enseñarles la Palabra de Dios. Él amaba el enseñar la Palabra de Dios.
Cuando un predicador no quiere ya enseñar la Palabra de Dios, se constituye meramente en un
clérigo. Y llega a ser administrador y promotor, pero ya no es hombre de Dios. No es ministro de la
Palabra. Un hombre dijo en cierta ocasión: “Ya no me da gusto predicar la Palabra de Dios.” Y un
predicador anciano que le escuchaba, le aconsejó: “Pues, entonces, amigo, es mejor que salga del
ministerio.”

Amigo oyente, Pablo quería comunicar a los hermanos en Roma algún don espiritual. La palabra
“comunicar” – metado – aquí, contiene la idea de participar más bien que de dar. Pablo

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probablemente quiere decir que quería participarles el evangelio por medio de su ministerio de la
enseñanza para que fueran mejor instruidos en la verdad. La cláusula “a fin de que seáis confirmados”
indica esto. Esto también se refiere al desarrollo del carácter cristiano. Pasemos ahora al versículo 12
de este primer capítulo del libro de Romanos:

Romanos 1:12 “. . . por la fe que nos es común a vosotros y a mí.”

Pablo, de una manera modesta y humilde, intimó que la misma fortaleza de la cual ellos
necesitaban, él también necesitaba, y que su propuesta visita no solamente les beneficiaría a ellos,
sino también a él. Estarían mutuamente bendecidos en la Palabra de Dios. Pablo les participaría algo
a ellos, y ellos le participarían algo a él. Pablo siempre se sentía bendecido en su ministerio a otros.
Es de eso que habla aquí en este versículo . Y en el versículo 13, dice:

Romanos 1:13 “. . . algún fruto, como entre los demás gentiles.”

La frase, –“Pero no quiero, hermanos, que ignoréis” – es una frase característica del apóstol
Pablo. Allá en su primera carta a los Corintios, capítulo 10, versículo 1, dice: “Porque no quiero,
hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar.”
Y también en su primera carta a los tesalonicenses, capítulo 4, versículo 13, dice: “Tampoco queremos,
hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que
no tienen esperanza. Esta frase se usa para dar énfasis. Ahora, la palabra, “Hermanos” se refiere tanto
a hombres, como a mujeres. Pablo quería recoger algún fruto entre los hermanos romanos. Ahora,
parece que eso no se refiere al hecho de ganar almas en Roma, sino más bien al de llevar fruto en la
vida de los hermanos allí. Veremos esto en más detalle, cuando estudiemos el capítulo 6 de esta carta
a los Romanos.

Ahora, la frase “como entre los demás gentiles” indica una vez más, que la Iglesia en Roma se
componía mayormente por convertidos del paganismo. Leamos ahora, el versículo 14:

Romanos 1:14 “. . . a sabios y a no sabios soy deudor.”

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En los versículos 14 al 17, el apóstol Pablo da tres declaraciones interesantes, dice en el versículo
14, “Soy deudor.” La segunda declaración la tenemos en el versículo 15 y dice: “Pronto estoy a
anunciaros el evangelio .” Y la tercera declaración la encontramos en el versículo 16, cuando él dice,
“No me avergüenzo del evangelio.”

Con respecto a la declaración de que Pablo es deudor, Godet dice lo siguiente: “Él les debe su
vida y su persona, en virtud de la gracia que le es dada, y del oficio que ha recibido.” Pablo no había
tenido ninguna transacción con los romanos que lo hiciera deudor de ellos, pero sí tuvo una
transacción con Jesucristo. Y amigo oyente, la posesión del evangelio hace que uno sea deudor a
todos aquellos que no lo han oído.

Pablo también dice: “A griegos y a no griegos” – Esta era la división griega de todo el género
humano. Los griegos eran educados y civilizados. Los bárbaros, o sea lo que no eran griegos, eran lo
que nosotros hoy en día llamamos paganos. En realidad es una falsa división, pero abarca a todo el
género humano y era entendida por los romanos. Pablo dijo que era deudor, tanto a los griegos como
a los bárbaros. Ahora, ¿Cómo llegó a ser deudor Pablo? ¿Acaso compró él corbatas y zapatos
olvidándose de pagarlos? No, amigo oyente. Él no había tenido ninguna negociación o transacción
comercial con esta gente. Sin embargo, sí había tenido una transacción personal con Jesucristo; y esa
transacción, le constituyó deudor a todos, porque la gracia de Dios le había sido concedida tan
liberalmente. Pablo era deudor a un mundo perdido.

Muchos cristianos hoy en día dicen: “Yo sí pago mis deudas honestas.” Pero, ¿en verdad las
pagan? Usted y yo, amigo oyente, no hemos pagado nuestras deudas honestas, hasta cuando todos
hayan oído el evangelio de Jesucristo.

Cierto día, dos predicadores viajaban por el interior de un país del oriente. Hablaban del hecho
que aquel país estaba cerrado el evangelio. Ni aun se podía hacer la propaganda para el evangelio
allí. Al continuar su viaje, llegaron a un pueblito. Toda la propaganda que encontraron en aquel

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pueblito, era en el idioma de aquel país, por supuesto. Y ellos se sintieron muy extranjeros en esa
tierra extraña. Luego, al llegar al final de una calle, vieron una gran valla anunciadora y todo lo que
pudieron leer en esa valla fue, la palabra Coca Cola. Entonces, uno de los predicadores dijo a su amigo:
“¿No es interesante cómo la Coca Cola ha tenido mejor éxito en hacer propaganda y en publicar su
mensaje, que lo que el evangelio ha tenido en más de 1900 años? Amigo oyente, no hemos pagado
nuestra deuda hasta cuando todos hayan escuchado las Buenas Nuevas. Multitudes todavía no han
oído de la salvación que hay en Jesucristo. El apóstol Pablo dice: “He recibido a Jesucristo como mi
Salvador y soy deudor. Y nosotros, amigo oyente, también somos deudores a todos aquellos que
todavía no han oído. También dice el apóstol, a sabios y a no sabios. Y esta era la distinción intelectual
que él hizo entre los de la raza humana. Los sabios, incluyen a los inteligentes, las personas sabidas,
todos los intelectuales. Los no sabios, son los ignorantes. Y esto nos dice que el evangelio es para
todo nivel intelectual.

Continúa el apóstol Pablo escribiendo y dice en el versículo 15:

Romanos 1:15 “. . . también a vosotros que estáis en Roma.”

El Dr. Stifler, un estudioso de la Biblia, escribe lo siguiente en cuanto a Pablo. Dice: “Él es
maestro de su determinación, pero no de las circunstancias.” Y, amigo oyente, Pablo está ansioso de
predicar el evangelio. Y nosotros necesitamos ese entusiasmo para proclamar la Palabra de Dios a un
mundo perdido. La frase, “. . . también a vosotros que estáis en Roma,” se limita a la Iglesia en Roma
y no se refiere a toda la población. Toda esta introducción íntima que encontramos en los versículos
8 hasta el 15, es limitada a la Iglesia en Roma.

Habiendo pues, completado esta sección, vamos a hacer una lista los siete motivos que tuvo
Pablo para querer visitar a Roma, y son los siguientes:

Primero, “La voluntad de Dios,” como lo vemos en el versículo 10. En segundo lugar, “Un anhelo
de ver a los santos,” según el versículo 11. En tercer lugar, “Comunicar un don espiritual,” conforme

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al mismo versículo 11. En cuarto lugar, “Para que tanto Pablo, como los hermanos en Roma, fueran
mutuamente confortados,” como lo vimos en el versículo 12. En quinto lugar, “Tener algún fruto en
Roma,” conforme al versículo 13. En sexto lugar, “Pagar su deuda,” según vimos en el versículo 14. Y
en séptimo y último lugar, “Pablo está pronto para anunciar el evangelio,” como acabamos de verlo
en el versículo 15. Veamos ahora, la revelación de la justicia de Dios en el evangelio. Leamos el
versículo 16:

Romanos 1:16 “. . . al judío primeramente, y también al griego.”

La palabra “Porque” (gar) marca la transición de la introducción al tema de la Epístola. La frase


“. . . no me avergüenzo,” es el negativo que se usa en griego para dar énfasis. El apóstol Pablo, en
realidad, se gloría en el evangelio aunque este condena a los hombres y presenta a un Salvador
crucificado y humillado. Los versículos 16 y 17 constituyen la respuesta de Pablo a cualquiera que
creyera que le había faltado confianza en el evangelio en Roma. En esta sección vemos las tres
misiones de Pablo:

Primero, “Soy deudor,” en el versículo 14 y esta es la Admisión

En segundo lugar, “Pronto estoy,” en el versículo 15, y esta es la Remisión

Y en tercer lugar, “No me avergüenzo,” en el versículo 16 y esta es la Sumisión

Pablo dijo que no se avergonzaba del evangelio. ¿Por qué? Si usted visita las ruinas de Éfeso,
puede ver muchos magníficos templos de mármol. Pero en el primer siglo, ni una sola iglesia fue
construida allá en Éfeso. Si usted camina por las ruinas de las 7 iglesias de Asia, puede ver una vez
más, las ruinas de templos espléndidos. Ahora, los hombres decían que Pablo no fue a Roma, porque
estaba predicando un mensaje que servía solamente para los pobres. Y que predicaba un mensaje
que no era muy prominente. Que ningún gran templo ni prestigio estaba asociado con lo que
enseñaba Pablo. El Templo de Diana en Efeso, por ejemplo, era un tributo a la enseñanza de una

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religión, aunque era falsa. Pero, ningún templo fue construido después de que Pablo predicó el
evangelio. Y decían que fue por eso que Pablo se avergonzaba de llegar a Roma.

Pero, Pablo dijo que no se avergonzaba. Dijo que el evangelio era poder. Y el énfasis aquí está
sobre el evangelio, es decir, sobre lo que hace, más bien que sobre su origen. El evangelio es poder –
dunamis – de Dios. Esta misma palabra aparece en su primera carta a los Corintios, capítulo 1,
versículo 18, donde leemos: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que
se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.” El evangelio, amigo oyente, tiene poder inherente y
residente.

El Dr. Vincent, otro estudioso de la Biblia, dice que el poder de Dios es una energía divina.
Nuestra palabra “dinamita” se deriva de esta palabra para poder. Lamentablemente, esta palabra no
fue reservada para lo que han nombrado equivocadamente poder atómico. El humilde átomo ha
desmentido su nombre. La palabra “átomo” se deriva de una palabra griega, que quiere decir que no
puede ser partido ni dividido. Y los científicos pusieron este nombre átomo a lo que ellos creían que
era la partícula más pequeña de la materia. Pero, se equivocaron, porque el secreto del poder atómico
está precisamente en su fisión. Esto es lo último en poder, y esa es la alegación que Pablo hace para
el evangelio. El evangelio tenía poder en los tiempos de Pablo, y todavía hoy en día, tiene poder.

El evangelio tiene poder para un propósito definido. Es poder de Dios para salvación. Ese es el
fin y la realización del evangelio. La palabra “salvación” es el término que incluye todo el evangelio.
La palabra griega “soterion” simplemente significa “salvación,” pero la Biblia la usa para comprender
todo, desde la justificación hasta la glorificación. Constituye, tanto un acto, como un proceso. Es
igualmente verdad que Dios, primero, me salvó; segundo, me salva, y tercero, me salvará. Este
mensaje es para todos. Comprende a toda la raza humana sin consideración a obstáculos raciales o
religiosos. Es personal porque es dirigido a todo individuo. Quienquiera puede venir. Es universal en
alcance, pero es limitado a todo aquel que cree. Y aquí tenemos, tanto la predestinación como el libre
albedrío. El único método de procurar la salvación es por medio de la fe.

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Ahora, la frase “. . . al judío primeramente, y también al griego” no implica que el judío tiene
primera prioridad al evangelio hoy en día, sino que más bien tuvo acceso al evangelio, primero
cronológicamente. Hoy el judío está a la par del gentil en cuanto al evangelio, pero el evangelio fue
dado primero al judío cronológicamente. Si usted hubiera estado en Jerusalén en el día de
Pentecostés, habría descubierto que fue una reunión de judíos solamente. El doctor Lucas escribió lo
siguiente en cuanto a Pablo en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 13, versículo 46; dice:
“Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que
se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la
vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.” El evangelio se divulgaba de Jerusalén a Judea, a
Samaria, y hasta lo último de la tierra. El Dr. Stifler, señala tres verdades en el versículo 16, y son:

Primero, “El efecto del evangelio, o sea la salvación.”

En segundo lugar, “El alcance es mundial, a todos.”

Y en tercer lugar, “La condición, que es la fe en Jesucristo.”

Pasemos ahora al versículo 17 de este capítulo 1, de la epístola del apóstol Pablo a los romanos:

Romanos 1:17 “. . . como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”

Ahora, leemos aquí: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela.” No se trata aquí de la
justicia de Dios que sería Su atributo, porque El no comparte Sus atributos con nadie. Tampoco es la
justicia del hombre, porque Dios ya ha dicho que no acepta la justicia de los hombres. Allá en el libro
de Isaías, capítulo 64, versículo 6, leemos: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas
nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras
maldades nos llevaron como viento.”

Este versículo habla más bien de la justicia imputada de Cristo, que pone en Cristo a un pecador
perdido. Cuando usted, amigo oyente, acepta a Jesucristo como su Salvador personal, Dios le ve a

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usted en El, en Cristo. Usted queda absolutamente aceptado por lo que Cristo ha hecho por usted. El
único método de procurar esta justicia, es por la fe. Es una justicia “por fe.” No se puede trabajar para
obtenerla. No se puede hacer un depósito por ella. No se la puede comprar. La puede conseguir
únicamente mediante la fe. El apóstol Pablo dice allá en su carta a los Filipenses, capítulo 3, versículo
9: “y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo,
la justicia que es de Dios por la fe.”

Una traducción literal del versículo 17, dice: “Una justicia de Dios se está revelando.” “Una
justicia” es “dikaiosune,” y esta palabra aparece 92 veces en el Nuevo Testamento. Aparece 36 veces
en la Epístola a los Romanos. La frase “una justicia de Dios” aparece ocho veces en esta Epístola. La
palabra raíz “dike” simplemente significa “justo.” Las palabras “justicia” y “justificar” se derivan de la
misma palabra. El ser justo es la significación principal. Es un antónimo del pecado. El Dr. Cremer da
la siguiente definición pertinente; dice: “Es el estado mandado por Dios, y la resistencia de la prueba
de Su juicio; el carácter y los actos de un hombre aprobado de Él, en virtud de lo cual el hombre
corresponde con Él y Su voluntad como Su ideal y norma.” Esto es lo que Dios demanda y es lo que
Dios provee, pues, es una justicia que es de Dios.

La frase “. . . por fe y para fe” quiere decir que esta vida nueva en Cristo es iniciada por la fe, y
que es proseguida por la fe. Dios le salva a usted, amigo oyente, por la fe; usted, por su parte vive por
la fe, muere por la fe y estará en el cielo mediante la fe. Por ejemplo, hace muchos años, cuando nací,
según me dijo mi madre, el médico me agarró y al darme duro, dejé salir un enorme grito que casi se
escuchó en toda la ciudad. Pues bien, nací en un mundo de oxígeno, donde empecé a aspirar. Ese
nuevo ambiente continuaba el proceso de inhalación. Nací por oxígeno para oxígeno; por ambiente
para ambiente; por aire para aire. Más tarde, cuando ya era un joven de 15 años, me salvé por fe. Y
desde ese momento en adelante, he vivido por fe, para fe.

La última parte de este versículo 17 dice: “. . . como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”
Esta frase aparece primero en el libro del profeta Habacuc, capítulo 2, versículo 4, donde leemos: “He

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aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.” Y el apóstol Pablo
en su carta a los Gálatas, capítulo 3, versículo 11, y el escritor a los Hebreos, en el capítulo 10 de esa
carta, versículo 38, también cita esta frase: “El justo por la fe vivirá.” La justificación significa que un
pecador, el que confía en Cristo, no solamente es perdonado debido a que Cristo murió, sino que
también está completo en Cristo ante Dios. El pecador salvado nunca puede ser más salvado que lo
que es en el momento en que confía en Cristo. Jesús lo hizo todo. El apóstol Pablo en este misma
carta a los Romanos, capítulo 4, versículo 25, dice refiriéndose a Jesús: “. . . el cual fue entregado por
nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.” El acto de Dios en la justificación
por la fe no es una decisión arbitraria por parte de Él; pues, en justificar al pecador El no desconoce Su
santidad ni Su justicia.

Siendo que Dios nos salva por gracia, esto quiere decir que no hay ningún mérito en nosotros.
No nos salva en ninguna otra base que la base de que hemos confiado en Cristo. Dios queda en peligro
de impugnar Su propia justicia, si la pena no es pagada. El, o bien estaría actuando por ser
magnánimo, o en realidad estaría dejando entrar en el cielo, por la puerta de atrás a los pecadores.
Pero, ninguna de estas acusaciones es verdadera, amigo oyente. Dios no es escritor de
sentimentalismo cursi, y la salvación no es ningún gesto sentimental. La salvación se apoya en un
fundamento justo: “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en
Cristo Jesús.” Cristo pagó la pena de nuestro pecado, y nuestra salvación se apoya sobre fe en Su
sangre.

Y aquí vamos a detenernos por hoy, amigo oyente, porque nuestro tiempo ha concluido.
Continuaremos, Dios mediante, este muy interesante estudio, en nuestro siguiente programa. Hasta
entonces, amigo oyente, ¡que las bendiciones del Señor sean sobre usted en todo tiempo!

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