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Mancio de Corpus Christi - Vicente Beltrán de Heredia

Este documento presenta un resumen biográfico del Maestro Mancio de Corpus Christi. Detalla que nació en Becerril de Campos, Falencia, aunque el año exacto es incierto. Señala que profesó como dominico en San Esteban de Salamanca en 1524. Además, sugiere que podría haber sido hijo ilegítimo de un clérigo.

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Mancio de Corpus Christi - Vicente Beltrán de Heredia

Este documento presenta un resumen biográfico del Maestro Mancio de Corpus Christi. Detalla que nació en Becerril de Campos, Falencia, aunque el año exacto es incierto. Señala que profesó como dominico en San Esteban de Salamanca en 1524. Además, sugiere que podría haber sido hijo ilegítimo de un clérigo.

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Biblioteca AHP Salamanca 134

73002197 DÉP96
-4

E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, 0. P.


EL MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, 0. P.
POR E L

11. P. Vicente Beltran de Heredia. 0. P.

I (De L A CIENCIA TOMISTA)

SALAMANCA
ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO D E C A L A T R A V A
a cargo de Manuel P . Criado,

1935
E n la serie de grandes figuras que, educados en las aulas del maes-
tro Vitoria, le sucedieron luego en su cátedra y contribuyeron desde
ella a la formación de nuestra cultura teológica en el siglo xvi, ocupa
un puesto preeminente el padre Mancio de Corpus Christi. L a historia
se ha mostrado ingrata con él, dejándole caer en el olvido, como ocurrió
con su inmediato predecesor en la misma cátedra, el padre Pedro de
Sotomayor, personas ambas que gozaron de máxima autoridad y presti-
gio entre sus contemporáneos. Porque si se reconoce a Domingo de Soto
y a Melchor Cano el título de colaboradores de Vitoria en la obra de
nuestra restauración científicoreligiosa, por haber sabido dar a la teo-
logía clásica la vitalidad que requerían los nuevos problemas para su
acertada solución, no se puede negar ese mismo calificativo a estos
maestros insignes, abiertos, como ellos, a toda influencia benéfica, e in-
formados por el mismo pensamiento de hacer de !a teología una ciencia,
no estancada y rutinaria, sino dinámica y progresiva, como lo fué en la
mente del fundador de la Escuela Salmantina y lo había sido en la de
Santo Tomás. Con ellos se cierra el ciclo que podemos llamar de auto-
ridades, por haber puesto los fundamentos sobre que habían de edificar
sus continuadores, aquello&.que supieron vibrar al unísono con las nece-
sidades y preocupaciones de la época, por contraposición a los que, en-
cerrados en la torre de marfil de una teología inerte y divorciada de la
realidad, olvidaron los principios básicos del verdadero progreso inte-
lectual.
E l maestro Mancio, aunque preterido por los historiadores de nues-
tro Siglo de Oro, no sólo es uno de los principales discípulos de Vitoria,
sino que además heredó su espíritu y lo transmitió auténticamente a la
juventud escolar del último tercio de aquella centuria. Su memoria re-
clama pues una reparación en estos tiempos en que se trata de glorificar
8 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

al padre y alma de aquel movimiento regenerador. Aunque tarde, que-


remos llenar ese vacío recogiendo los restos dispersos de la documenta-
ción que a él se refiere, para trazar un esquema de su profesorado y de
su actuación doctrinal en la historia de la Teología española.

***
Nació el Padre Mancio en Becerril de Campos, provincia de Falen-
cia, como lo atestiguan diversos instrumentos que se incluirán en este
estudio. Acerca del año de su venida al mundo, existe gran discrepan-
cia en las fuentes de que disponemos. Primeramente en una declaración
del propio interesado que figura en el proceso del arzobispo de Toledo
fray Bartolomé de Carranza, y data de 29 de diciembre de 1559, se lee:
«A las generales dijo que es de edad de cuarenta y cinco años» (1). E s a
declaración nos llevaría a fijar su nacimiento en 1514. Pero habiendo
profesado en San Esteban de Salamanca el año 1524, como luego vere-
mos, se daría el absurdo de hacerle abrazar el estado religioso a los diez
años. Probablemente el notario que consignó esa testificación se equi-
vocó, poniendo cuarenta por cincuenta.
Algo por el estilo debió suceder con la declaración prestada por Man-
cio a 18 de noviembre de 1575 en el proceso de Martínez de Cantalapie-
dra, en que leemos: «Preguntado por las preguntas generales de la ley,
dijo que es de edad de m á s de sesenta años» (2). Este testimonio, aun-
que impreciso, nos lleva al mismo resultado que el anterior.
E n el proceso inquisitorial de fray Luis de León figura también decla-
rando Mancio por enero de 1573. «Fué preguntado por las generales de
la Ley—se lee allí—e dijo ques de edad de setenta y tres años poco más
o menos» (3). Este voto, aunque se aproxima más a la realidad, tampoco
debe tomarse por definitivo.
Contra él podría alegarse el testimonio del padre Alonso Fernández,
historiador de San Esteban, que escribía en los primeros decenios del
siglo xvii, y asegura que Mancio tenía al morir en julio de 1576 sesenta
y nueve a ñ o s (4). Con Fernández coincide Góngora, historiador del Co-

(1) A c a d e m i a de la Historia. Proceso de C a r r a n z a . Testimonios de r e c u s a c i ó n de


V a l d é s presentados por C a r r a n z a , tomo 12, fols. 211 y siguientes.
(2) Madrid. Biblioteca Nacional, cod. 12.750, fol 238 v.
(3) Colección de documentos i n é d i t o s p a r a l a h i s t o r i a de E s p a ñ a , t. U , Madrid,
1847, p. 317.
(4) H i s t o r i a d o r e s del convento de S a n E s t e b a n de S a l a m a n c a , t. 1, S a l a m a n c a ,
1914, p. 263.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHR1STI, O. P. y

legio de Santo Tomás de Sevilla (1). Tanto uno como otro disponían qui-
zá de fuentes autorizadas: Fernández, de la documentación de San Este-
ban y acaso del testimonio de padres antiguos que alcanzaron a Man-
do, y Góngora, de un extracto de la documentación que existió en el
Colegio sevillano acerca de nuestro religioso.
A pesar de todo creernos que sobre ellos debe prevalecer el testimo-
nio del proceso inquisitorial de fray L u i s , que dimana en definitiva del
mismo interesado.
Con él vienen a coincidir otras indicaciones menos precisas que fi-
guran en testimonios impresos en donde se atribuye a Mancio una edad
avanzada. A s í el padre Báñez, refiriéndose a su venida a Salamanca en
1564 para ocupar la cátedra de prima, escribe: «Cum jam senex Sal-
manticam adventasset». Calificar de «anciano» a uno antes de los sesen-
ta bien cumplidos, no parece propio. Por otra parte fray L u i s de León
en un documento de su proceso presentado a los inquisidores a 7 de di-
ciembre de 1574 dice de Mancio, que «siendo tan viejo, que por sola su
edad se podría excusar cuando mucho le apretasen a que venga» (2).
Según esto, la fecha de su nacimiento debe situarse en los primeros
años de aquel siglo.

Aun mayor obscuridad que sobre la fecha de su nacimiento existe en


cuanto a sus padres. E n una información acerca de su limpieza de san-
gre realizada en Alcalá en 1564, al llevar por quinta vez la cátedra de
prima, se dice simplemente que Mancio «es cristiano viejo e limpio de
toda raza de moros e judíos e conversos, e que él ni sus pasados no han
sido afrentados ni castigados por el Santo Oficio». Por su parte el cita-
do historiador de Santo Tomás de Sevilla se lamenta de que hayan des-
aparecido del archivo del Colegio las informaciones que supone presen-
tó nuestro religioso al entrar en él. Pero ese silencio y esta desaparición
pudieran obedecer a interés premeditado, para borrar todo vestigio de
una nota poco decorosa que parece haber existido sobre este particular.
Viviendo Mancio, era natural y cristiano que se procediese en ello con
el miramiento y respeto debido a su persona. Pero hoy, después de cer-
ca de cuatro siglos, el historiador debe reflejar los hechos, sean lauda-
bles o censurables, tales como constan en los documentos. E n efecto: en

(1) D . I . de G ó n g o r a , H i s t o r i a del Colegio Mayor de Santo Tornas de S e v i l l a , Se-


villa, 1890, t. 2, p. 85.
(2) Colección de documentos..., t. 11, p. 42,
10 FR, VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

el expediente de la provisión de la cátedra menor de Santo Tomás de la


Universidad de Alcalá que obtuvo eo 1592 el P. Francisco de Mendo-
za, O . P . , hijo ilegítimo, aunque legitimado por privilegio real y pon-
tificio, sus coopositores quisieron hacer hiacapié en esa calidad para ex-
cluirlo de la oposición. Mas al fin, después de muchas deliberaciones y
consultas que hemos detallado en otra ocasión (1), triunfó su candidatu-
ra. E n el curso de esa tramitación hay un alegato del padre Mendoza
en que se leen las siguientes palabras: «Y ansí ilegítimos y spurios,
siendo graduados, pueden ser catedráticos de teología en esta Univer-
sidad conforme a la constitución antigua del fundador, como de hecho
fué muchos años el padre maestro Maneto, catedrático de prima, siendo
hijo de clérigo* (2). E l hecho, aducido sin más justificantes, parece su-
poner que los jueces que intervenían en el proceso estaban en antece-
dentes del caso, aunque éste no fuese del dominio público, por la natu-
ral reserva que sobre ello se guardaba.
Esta condición de ilegítimo explicaría también la singularidad de su
apellido y las oscilaciones que en cuanto a él se advierten. E n la parti-
da de profesión firma Mancius de Corpore C h r i s l i (3). Nada nos autori-
za para asegurar que antes no llevase ese apellido. Otros religiosos so-
lían cambiar en la profesión el paterno o materno por el nombre de un
santo. Pudo él haber empleado hasta entonces el materno, dejándolo al
hacer la profesión. Pero todas estas son conjeturas. L o que sí parece
desprenderse de los documentos es que, aun después de adoptado el so-
brenombre de Corpore Christi, procura no prodigarlo, como para des-
viar toda sospecha acerca de su origen. E l suele firmar simplemente
Mantins, y los contemporáneos le llaman con frecuencia M a n d o de Be-
cerril.
E n cuanto al origen del nombre, Ambrosio Morales, en su Viaje, nos
ha conservado una noticia curiosa. Hablando de San Mancio, pueblo si-
tuado a una legua de Medina de Rioseco, y de la devoción que por aque-
llos contornos profesan a este santo, escribe: «A esta parte de la devo-
ción y veneración pertenece, haciendo su parte de probanza, el usarse
en toda aquella tierra poner los padres a los hijos el nombre del Santo
harto comúnmente; y por esto lo tiene el maestro fray Mancio, cátedra-

(1) C í . LA CÍENCIA TOMISTA, t. 13 (19!6), pp. 267-68.


(2) Madrid. A r c h i r o H . N, Universidades, leg. num. 60.
(3) Historiadores, 3, 790.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 11

tico de prima de teología en Salamanca, siendo natural de un lugar aun


no dos leguas de Villanueva de San Mancio» (1).

Nada sabemos de los primeros años de su vida, ni del lugar en que


hizo sus estudios. No parece aventurado suponer que los comenzaría en
Salamanca, y que atraído por la predicación del celoso apóstol fray Juan
Hurtado, prior de San Esteban, y uno de los principales colaboradores
del florecimiento dominicano en aquel siglo, se decidiese a abrazar el
estado religioso, al igual que otros muchos jóvenes escolares que por
entonces entraron en este observantisimo convento. Su profesión lleva
fecha de 11 de junio de 1524, cuando el joven palentino andaba alrededor
de los veinte. Habiendo luego invertido dos o cuando más tres años en el
estudio de las artes, que probablemente tenía ya comenzado al abrazar
la vida religiosa, fué después durante cuatro o cinco años alumno de los
maestros Francisco de Vitoria y Domingo de Soto, lumbreras fulgentí-
mas de la Orden en España.
Sería fácil insertar aquí una larga serie de personajes célebres en la
historia que con él escucharon durante los mismos años la palabra má-
gica del restaurador de la teología patria. Pero contentémonos con enu-
merar aquellos que más de cerca aparecen unidos a él en la carrera del
profesorado, como son fray Andrés de Tudela, que profesó el mismo día
que Mancio y fué como él catedrático de prima en Alcalá; Melchor C a -
no, predecesor suyo en esta cátedra; Domingo de Santa Cruz, que re-
gentó la menor de Santo Tomás en la misma Universidad; Vicente B a -
rrón, primer catedrático de prima en Toledo, después de haberlo sido
de vísperas en Alcalá, y Martín de Ledesma, catedrático de prima en
la Universidad de Coimbra.
Paralelamente a este movimiento de renovación científica, se reali-
zaba en San Esteban otro de renovación religiosa y de apostolado, que
dió frutos abundantes de santidad sellada varias veces con el martirio.
Baste recordar al bienaventurado Domingo de Santa María, al mártir
Domingo de Montemayor, al célebre Pedro de Soto y a las legiones de
misioneros que de aquí partieron para emprender la evangelización de
América. E n esta noble emulación por el engrandecimiento moral, lo
que más impresionó el espíritu de Mancio y atrajo sus preferencias, no
fué la vida de estudio, siendo como era tan capaz para la especulación

(1) A . Morales, Viaje. Madrid, 1765, p. 193.


12 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

teológica, sino la vida misional. Por eso, terminados los cursos regla-
mentarios, en otoño de 1530 se incorporó a un grupo de religiosos de
S a n Esteban que partía para las Indias. Llegado a Sevilla, donde los
pasajeros hacían escala para esperar la salida de las naves, los profe-
sores del Colegio de Santo Tomás tuvieron ocasión de comprobar los ta-
lentos del joven religioso, y lograron persuadirle que hiciera oposición
a una colegiatura que había allí vacante. E r a n cinco los concurrentes,
y la plaza se dió al padre Alonso Carrillo, andaluz, hijo segundo de los
señores de Pinto y Caracena, quedando defraudado nuestro pretendien-
te (22 de enero de 1531). Entre tanto los compañeros habían partido
para su destino.
E n esa situación para él tan desairada, cree el historiador del Cole-
gio que regresó a Salamanca, donde se le reprendió por su fracaso, y
que luego medio año más tarde volvió a oponerse, en lucha con otros
ocho religiosos, a una nueva vacante ocurrida en aquel centro. E l proce-
so parece poco verosímil, dados los antecedentes; y faltando documen-
tos que lo comprueben, se hace más viable que esperase en Sevilla mis-
mo la ocasión para insistir en su conato de lograr beca. E n todo esto
debemos suponer que procedía con la anuencia de sus superiores, quie-
nes una vez vuelto a Salamanca, de pensar en destinarlo al estudio, lo
hubieran enviado a Valladolid, donde tenía la Provincia el florecientísi-
mo Colegio de San Gregorio. Son muy contados los que por entonces
fueron de aquí al colegio sevillano, y Mancio, si volvió fracasado a Sa-
lamanca, no es de creer que regresase de nuevo a la Ciudad del Betis a
probar fortuna, salvo en el caso de tener garantizada la plaza.
E l hecho es que, según el historiador Góngora, a 21 de septiembre
de 1531 se le eligió colegial por un decenio, ingresando en aquella casa
el 20 de diciembre siguiente. Luego por enero de 1533 se le nombró co-
legial perpetuo (1). Pero duró poco su estancia, pues en noviembre
(día 22) de 1535 dejaba aquel establecimiento, llamado, según Góngora,
por su convento para encargarse en él de la cátedra de artes; mas se-
gún creen los historiadores de San Esteban, para acompañar a París al
padre Maestro General Juan Fenario, que anciano y enfermo, se en-
contraba en Salamanca desde septiembre anterior, donde había presi-
dido el capítulo provincial y recibido el homenaje de su preclaro discí-
pulo Francisco de Vitoria, del obispo de Córdoba fray Juan Alvarez de

(1) Obra citada, p á g . 84.


EL MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. F. 13

Toiedo, hijo de los duques de Alba, y de otros miembros ilustres de la


Orden.
E s muy extraña esta medida de hacerle suspender su carrera, cuan-
do había tantos otros que pudieran suplirle en la comisión que ahora se
le encargaba. Además, de ir a París, parece natural que fuese a per-
feccionar sus estudios, cuyo último escalafón era el grado de maestro.
Pero resulta que muchos años después Mancio no era ni bachiller en
teología, según veremos luego. Por otra parte su ausencia de Salaman-
ca y de los restantes conventos de estudio de la Provincia durante esos
años, atestiguada en forma negativa por los documentos que hemos lo-
grado ver, parece avenirse con la supuesta estancia en París. A t e n g á -
monos, pues, a falta de otros informes, a lo consignado en primer lugar
por el padre Fernández, al que siguen los demás historiadores de San
Esteban (1).

I.—Mancio catedrático de prima en Alcalá y en Salamanca.

Después de la fecha mencionada de 1535 no vuelve a sonar su nom-


bre en los informes que hemos logrado ver hasta el 1546. A 15 de no-
viembre de ese año aparece matriculándose en Sigüenza y graduándose
a continuación de bachiller y luego de maestro en teología (2). ¿De dón-
de procedía? No se indica. T a l vez de Alcalá (3), donde con la salida de
Melchor Cano para Salamanca en septiembre del mismo año, era pre-
ciso reforzar el personal docente para conservar la cátedra de prima
que aquél dejaba. Aunque no hay testimonio que lo asegure, parece
muy probable que el propósito de los superiores religiosos era que su-

(1) No quiere decir esto que la estancia en P a r í s se h a y a prolongado por todo ese
tiempo, antes bien debe suponerse lo contrario, y aun es posible que Mancio no pisa-
se siquiera las aulas s o r b ó n i c a s en calidad de estudiante, puesto que n i n g ú n vestigio
aparece de ello en su vida. L o s historiadores de San E s t e b a n indican, sin precisar d ó n -
de, que antes de ir a A l c a l á h a b í a e n s e ñ a d o en otros conventos de ia P r o v i n c i a . E s o pa-
rece lo m á s natural, cuando vemos que se echaba mano de él para suceder a C a n o , lo
cual seria e x t r a ñ o t r a t á n d o s e de ua primerizo.
(2) V é a s e en los A p é n d i c e s el título de maestro en t e o l o g í a .
(3) E n la d e c l a r a c i ó n que Mancio p r e s t ó a 30 de diciembre de 1559 en el proceso de
C a r r a n z a responde a la primera pregunta «que conosce al Arzobispo de Toledo de
quince a ñ o s a esta parte á e c o n v e r s a c i ó n y trato, aunque de antes t e n í a noticia de
él». Proceso, tomo 12, fol. 211. E s e conocimiento databa, pues, de 1544, fecha en que
debemos suponer a Mancio de regreso en E s p a ñ a , estando tal vez de profesor en V a -
ladolid.
14 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

cediese allí Mancio en la vacante de Cano. Por los libros de aquella


Universidad no consta quién regentó la cátedra desde octubre de 1546
hasta abril de 1548, ni siquiera que se hubiera cubierto la vacante.
«Probablemente la regentó algún profesor en calidad de sustituto», he-
mos escrito en otra ocasión; y ahora debemos añadir que todos los in-
dicios están en favor de Mancio (1). Su habilitación mediante los gra-
dos obtenidos en Sigüenza en ocasión en que debiera estar anunciada la
oposición en Alcalá, es ya un indicio muy significativo, sobre todo si se
tiene presente que por entonces nuestros religiosos no se graduaban
sino ante la perspectiva efe una oposición inmediata. A d e m á s , la provi-
sión de la vacante hecha en él a 19 de abril de 1548 como opositor úni-
co., supone que tenía ventajas excepcionales sobre los demás pretendien-
tes posibles. Y esas ventajas no parecen ser otras que el haber ocupa-
do la cátedra como sustituto durante todo aquel tiempo.
E n Alcalá las cátedras se conferían por cuadrienios. Terminado el
primero, la obtuvo Mancio «por segunda, tercera y cuarta vez el 24 de
mayo de 1552, el 26 de junio de 1556 y el 9 de octubre de 1560. Esta úl-
tima vez tuvo por competidor al doctor Pedro Martínez, que era a la
sazón catedrático de Durando. L a llevó Mancio por 86 votos contra 60.
L a llevó de nuevo por últiva vez el 9 de noviembre de 1564, tomando
posesión el mismo día, para dejarla poco después» (2).
E n efecto, apenas hubo tomado posesión de la cátedra de Alcalá, se
puso en camino para la Ciudad del Tormes, donde unas semanas antes
había fallecido el padre Pedro de Sotomayor, quedando vacante la cá-
tedra de prima que éste tenía. Para ganar tiempo, el 16 de noviembre
desde Avila envió Mancio poder a algunos padres de San Esteban, en-
cargándoles que en su nombre se presentasen a oposición. E l término
de la misma espiraba el día 22, y para esa fecha estaba ya Mancio en Sa-
lamanca, trayendo consigo la licencia de su provincial fray Cristóbal de
Córdoba, dada en Alcalá a 8 del mismo, o sea un día antes de obtener
la cátedra en Alcalá. Esto supone que la oposición se hizo allí sin per-
der de vista el estado de cosas en Salamanca, y sólo para tener asegu-
rado aquel puesto, si no se lograba la vacante ocurrida por muerte de
Sotomayor. Pero la victoria en este segundo centro se logró sin lucha.
L a fama del nuevo opositor contuvo a cuantos pudieran aspirar a la cá-

(1) L A CIENXIA TOMISTA, t. 13 (1916), p. 259.


(2) I d . ib, p. 259.
E L MAESTRO MANCIO DE COKPUS CHR1STI, O. P. 15

tedra, quedando él dueño del campo (1). E n consecuencia, previa infor-


mación de su capacidad y suficiencia facilitada por el licenciado Zoil
García, discípulo suyo en Alcalá, y de fray Juan de Santis, que decla-
raron ser Mancio «muy hábil e muy suficiente para leer e regentar la
dicha cátedra de prima de teología», se la otorgaron sin haber hecho los
ejercicios de oposición.
Báñez, que desde Avila había seguido atentamente el desarrollo de
las cosas y fué el señalado por los superiores para ir a pretender la va-
cante de Acalá, dedica un encomiástico recuerdo a este triunfo del ilus-
tre hijo de Becerril. Él en cambio encontró en Alcalá un rival que le
llevaba notable ventaja, por tener ya cátedra en aquella Universidad, y
como era de prever, salió vencido.
L a colación y toma de posesión de Mancio tuvo lugar el mismo día 22
de noviembre, según consta por el manuscrito de las lecturas de aquel
curso que se conserva en Falencia. E s también la fecha que señalan los
historiadores de San Esteban. E n la documentación universitaria no se
precisa este dato.
L a venida de Man ño a Salamanca, aparte del triunfo moral y mate-
rial que suponía para nuestros religiosos, fué un acierto de gran tras-
cendencia en aquellas circunstancias. E n efecto, iban desapareciendo de
escena las grandes figuras dominicanas reconocidas y acatadas por pro-
pios y extraños. Además, el proceso de Carranza con sus banderías de

(1) E l expediente de p r o v i s i ó n de la c á t e d r a , por donde consta que no hubo e j e r c i -


cios de o p o s i c i ó n , prueba t a m b i é n que Mancio no tuvo competidor. A mayor abun-
damiento, y por si alguien pretendiera ponerlo en duda, t o d a v í a se afirma eso expresa-
mente en el registro de visitas de c á t e d r a s del curso de 1564-65, fol. 80. E s t o no quiere
decir que no hubiera aspirantes en Salamanca mismo. Uno de ellos e r a el padre Juan
de Guevara, agustino, que primero en la c á t e d r a de Santo T o m á s y luego en la de D u -
rando llevaba m á s de ocho a ñ o s de profesorado en esta Universidad, el cual para cap-
tarse las s i m p a t í a s de los escolares, a 6 de noviembre c o m e n z ó las lecciones de osten-
t a c i ó n que autorizaba el estatuto 33 de los promulgados en 1561. E s t a noticia, hasta
hoy desconocida, aun de los que, como el padre V e l a , han escrito m á s ampliamente
acerca del padre Guevara, consta en un manuscrito de la catedral de F a l e n c i a (cod. 5,
fol. 602 v.) que luego describiremos. Con ella a l a vista, se comprende mejor el signi-
ficado y alcance de la frase de B á ñ e z , que escribiendo en 1584, cuando aun v i v í a Gue-
v a r a , dice como al desgaire y con la delicadeza que le caracterizaba, refiriéndose a
Mancio: «Hujus doctoris vel nomen eruditissimos quosque o p p r i m e b a t » . Guevara de-
bió pues persistir en su idea de firmar la o p o s i c i ó n hasta el 19 o 20 de noviembre en
que supo que tendría que luchar con Mancio, y ante tan temible adversario, o p t ó por
abstenerse. A ñ o s adelante, en 1576 y en 1581 le veremos en lucha con Medina primero
y luego con B á ñ e z , sin lograr su s u e ñ o dorado.
16 FR. VÍCEHTE BELTKÁN DE HEREDIA

partidarios y desafectos, tenía desarticuladas las fuerzas que la Orden


podía poner en plan de lucha para la conquista de cátedras. E l llamado
a suceder a Sotomayor en la de prima era el padre Juan de la Peña, que
a la sazón tenía la de vísperas; y en él se pensó en primer lugar, según
Barrio (1). Pero presintiendo sin duda su muerte cercana, se resistió a
probar fortuna. Faltando él, ninguno podía hacer frente con garantías
de éxito a los maestros seglares y de otras órdenes que actuaban ya en
la Universidad. E n esas condiciones, el provincial creyó conveniente
que Mancio abandonase la cátedra que acababa de obtener por quinta
vez en Alcalá, para pretender la de Salamanca, repitiéndose ahora el
caso de Cano al morir Vitoria en 1546.

Mancio dió principio a sus lecciones el 23 de noviembre, prosiguien-


do en la Secunda secundae que había comenzado por San Lucas el padre
Domingo de Guzmán, a quien desde el 22 de octubre sucedió el maestro
Cristóbal de Vela. Estas lecturas se han conservado en el mencionado
manuscrito de la Catedral de Palencia, y constituyen u ñ á b a s e preciosa
para apreciar las características de nuestro teólogo como profesor. A 7
de diciembre incorporó sus grados académicos obtenidos dieciocho años
antes en Sigüenza, y con eso quedó agregado al claustro universitario,
con el disfrute pleno de sus derechos (2).
Aparte de la enseñanza y de aquellos asuntos en que por razón del
puesto preeminente que ocupaba le era preciso intervenir, Mancio estu-
vo deliberadamente retraído, como sus predecesores, de las contiendas
y política menuda en que se entretenía de ordinario el claustro. Solo al
surgir algún asunto de trascendencia que era preciso negociar en Ma-
drid, se reclamaba su intervención, por tratarse de persona conocida y
bien vista de los altos dignatarios de la Curia real. Con ese motivo em-
prendió diversos viajes a la Corte que le proporcionaron no pequeños
disgustos y trabajos, sin ninguna ventaja personal. De ellos la mayor
parte fueron para negociar el asunto de las canongías, según vamos
a ver.
Viaje primero a Madrid.—Tuvo lugar por mayo de 1566. Acababa
de celebrarse en Salamanca un concilio provincial de la archidiócesis de
Santiago, en el cual, para dar cumplimiento a lo ordenado por el Conci-
lio de Trento, se acordó que las prebendas de los cabildos se confiriesen

(1) H i s t o r i a d o r e s , t. 2, p. 671.
(2) V é a s e el acta referente a esta a g r e g a c i ó n en los A p é n d i c e s .
EL MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRIST1, O. P. 17

a personas graduadas en algún centro académico. Con ese motivo la


Universidad pretendió que la mitad de las vacantes del cabildo salman-
tino se proveyesen en individuos graduados en su seno. E l asunto era
de trascendencia, y se temía con razón que el cabildo intentase estorbar
esa limitación. Para negociar el asunto ante el rey de parte de la Uni-
versidad se nombró en primer lugar al padre Mancio y al maestro
Francisco Navarro. E n el claustro de diputados de 11 de mayo dió cuen-
ta el síndico que ambos «estaban de partida para ir a la Corte en lo to-
cante al santo concilio provincial que en esta ciudad se ha hecho e con-
gregado por muchos señores prelados, e que él había suplicado al señor
rector mandase suspender la dicha embajada hasta que por este claustro
se viese e se supiese a qué iban, e lo que habían de hacer, e memorias e
relaciones que para la dicha jornada habían de llevar». Como especial-
mente encargado de mirar por los derechos e intereses de la Universi-
dad, el síndico estaba en su puesto al exigir que se precisasen los térmi-
nos de la comisión. A s í lo hizo el rector en el claustro del día 14, mani-
festando que aquellos dos maestros «estaban nombrados y elegidos para
ir a la Corte en los negocios tocantes al santo concilio provincial que
en esta ciudad se hizo acerca de que las prebendas se diesen a letrados,
e que será bien, como negocio tan importante, que luego se partan. E
que si hay algún negocio o negocios en Corte que se les puedan enco-
mendar tocante a esta Universidad, será cosa acertada que se les enco-
mienden». E l asunto quedó ultimado en esta sesión, y los comisarios de-
bieron partir sin demora.
Mientras ellos trabajaban con la mayor diligencia para activar aquel
asunto, los señores del claustro comenzaron a disgustarse porque no se
les daba cuenta de la marcha de las cosas. E l disgusto se exteriorizó en
el claustro de diputados de 22 de junio, como se consigna en el acta por
estas palabras:
«En este dicho claustro se comenzó a tratar diciendo cómo los maes-
tros fray Mancio de Corpus Christi e Francisco Navarro había muchos
días que estaban en la Corte por comisión y mandato de esta Universi-
dad, los cuales no habían escrito ni dado aviso de lo que en la Corte ha-
bían fecho, e que era muy gran descuido, e que se les debía de escrebir
acerca de ello. Otros señores del claustro decían que, visto el descuido,
que antes no se les debía de escribir. Y el señor rector dijo que él había
tenido carta de los dichos señores maestros de lo que habían fecho en
los negocios a que habían ido. A lo que algunos de los dichos señores di-
jeron que, pues la Universidad les había enviado, bien hubiera parecido
2
18 FR. VICENTE BELTKÁN DE HEKBDtA

a la Universidad le hubieran escrito, e otras cosas que acerca de lo su-


sodicho allí se trató e confirió e praticó. E conferido e praticado por el
dicho claustro, la dicha Universidad cometió al dicho señor rector que
escriba su merced una carta a los dichos maestros Mancio y Navarro,
reprehendiéndoles el descuido que los susodichos en ello han tenido, e
que procuren de dar relación de lo que han fecho y esperan de hacer en
su embajada. Para lo cual le dieron poder cumplido e comisión en for-
ma para lo susodicho».
A la queja de! claustro respondió el maestro Navarro en nombre de
los dos por carta de 28 de junio en los siguientes términos:
tNosotros de nuestra parte no hemos faltado ni por calores ni por
polvos ni por desabrimientos de guardar palacio; no hemos faltado de
hacer lo que debíamos a la ley de hombres de bien, como parescerá por
las obras. Con razón hemos sentido la queja que vuestra merced tiene
de no haber escrito a la Universidad y de contar los días precisos que
acá estamos, porque para hombres de bien y que no se descuidan de ha-
cer lo que son obligados, agravio se les hace quejarse por hacerlo bien
lo que deben, principalmente habiendo salido con tan buen suceso como
nadie osaba pensar, Y siendo vuestra merced caballero tan ilustre y en
sus cosas tan hombre de bien, muy gran bien fuera para nosotros no dar
orejas a personas que pensasen que el maestro Mancio y el maestro Na-
varro habían de dejar de hacer lo que a hombres de bien deben en lo
que se les encomendara en negocios públicos y tan importantes como
los que teníamos cometidos. Por dar a vuestra merced mayor contento
y al claustro todo, no escrebimos los particulares trabajos que en este
negocio se han pasado, porque en resolución aviso del buen suceso, que
nuestro Señor ha sido servido de hacer a la Universidad merced. S a -
brálo vuestra merced con el despacho que su Majestad diere, el cual
estamos aguardando cada día».
Esta carta debió acallar las quejas de los descontentos. Luego a pri-
mero de agosto, en claustro pleno a que asistieron los dos comisarios,
que estaban ya de regreso, se leyó otra carta de Mancio fechada en Se-
govia a 22 de julio, donde se justifica de los cargos que contra él se ha-
bían suscitado. E n su abono se leyó también otra tercera carta del doc-
tor Velasco, del Consejo de su Majestad, en que daba plena satisfacción
en cuanto a lo negociado por Mancio. D e s p u é s se pidió a los dos maes-
tros que informasen acerca de su embajada. He aquí lo manifestado por
nuestro regligioso:
«El dicho maestro Mancio de Corpus Christi comenzó a decir los tra-
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 19

bajos grandes que pasó e la orden que tuvieron para hablar a su Majes-
tad, e como le hablaron. E el dicho maestro Mancio le habló primero e
le dijo las razones que esta dicha Universidad había dicho e propuesto
en el Concilio provincial de Santiago que en esta ciudad se hizo e cele-
bró por mandado de su Santidad e de su Majestad, las cuales razones se
habían sacado en suma para informar a los señores de su Consejo, e
otras muchas cosas que acerca de lo susodicho que allí dijo e significó el
dicho maestro fray Mancio de Corpus Christi que había platicado con su
Majestad e con los señores de su Consejo real».
E l rey había encomendado este negocio al doctor Velasco, persona
afecta a la Universidad, quien junto con los dos comisarios logró que se
diese la real cédula de 21 de julio, leída también en el mismo claustro.
E n ella accedía el monarca a lo que se solicitaba en cuanto dependía de
él, trasladando el ruego a Roma, para «que de nuestra parte se supli-
que a su Santidad lo conceda ansí». «Y a nuestro embajador que reside
en Roma—añadía—le daremos orden que sobre esto haga el oficio e ins-
tancia que para el buen efecto y subceso dello convenga» (1).
Antes de levantar la sesión se exigió a todos juramento de guardar
secreto acerca de lo tratado, y se nombró una comisión en que entraba
Mancio para ultimar el asunto y velar por que no se modificasen los
acuerdos del Concilio provincial.
Segundo viaje.—Voco después, y por encargo de la mencionada co-
misión, se ordenó de nuevo a nuestro religioso que emprendiese otro
viaje a la Corte en compañía del maestro Pedro del Espinar de Alben-
dea. E n el registro de claustros nada se consigna acerca de este viaje
hasta el 19 de octubre de 1566, en que los enviados estaban ya de regre-
so y se disponían a dar cuenta de sus gestiones. Mancio en nombre de
los dos refirió que «habían fecho todo su deber e diligencias acerca de
lo que les fué encomendado... Se entendió cómo las partes contrarias,
ansí en Corte romana como en Corte de su Majestad real, han hecho to-
das las diligencias posibles». Añadió que convenía enviar a la Corte per-
sona principal para que esté al tanto de lo que en esto se fuese nego-
ciando y solicite las gestiones que convenga hacer.
Tercer v i a j e — V o r tercera vez se designó a Manció para que en nom-
bre de la Universidad regresase a Madrid a negociar dicha pretensión.
L a marcha se retrasó unos días, por no querer facilitar los hacedores de

(1) V é a s e l a real c é d u l a en E s p e r a b é , H i s t o r i a de l a U n i v e r s i d a d de S a l a m a n c a ,
t. 1, S a l a m a n c a , 1914, p. 518.
20 F R . VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

la Universidad el dinero para el viaje. Sobre ello encontramos en el acta


de claustro de primicerio de 23 de octubre de 1566 lo siguiente:
* E l señor rector comenzó a tratar en el dicho claustro en cómo en
un claustro de comisarios pasado se nombró para ir a Consejo real al
muy reverendo padre maestro fray Mancio de Corpus Christi en lo to-
cante a las prebendas, y que para ir el dicho camino e jornada tenía ne-
cesidad de algunos dineros para su gasto e camino, e no se daban ni li-
braban en ninguno de los hacedores presente ni pasado, porque ninguno
dellos paga ni acepta libranza ninguna, e a esta causa sus mercedes de-
bían mandar dárselas del arca deste dicbo Estudio. Por tanto que sus
mercedes votasen en ello e proveyesen lo que fuesen servidos. E por el
dicho claustro e congregación fué acordado que para la dicha jornada le
den al dicho señor maestro fray Mancio los dineros necesarios, e que se
le den del arca deste dicho Estudio, atentas las razones arriba decla-
radas».
L a ausencia de Mancio se prolongó al menos hasta muy avanzado
noviembre. E n el claustro pleno del día 21 se discutió si procedía lla-
marle, o convenía que continuase en la Corte. Hubo diferencia de pare-
ceres, y en resolución se encomendó al rector, vicescolástico y comisa-
rios de este pleito que ellos lo vean y resuelvan. Mancio sin embargo no
figura como presente en los claustros hasta primero de febrero de 1567,
E n marzo de este año debió acudir otra vez a Madrid, llamado por el
Consejo o por el rey, para dar parecer acerca de la bula de Cruzada, se-
gún luego veremos.
Cuarto viaje.—Durante la primavera del mismo año (1567) y a con-
secuencia de la visita hecha a la Universidad de parte del Consejo por
el licenciado Jaraba, que sancionó duramente la infracción de los estatu-
tos que prohibían el dictado, se recurrió de nuevo a nuestro teólogo
para que fuese a Madrid a trabajar en defensa de la Universidad, y por
la modificación de los estatutos ordenados por el visitador. Primera-
mente se le dió por compañero al doctor Héctor Rodríguez, el cual se
excusó por sus ocupaciones. Algunos proponían que fuese Mancio solo;
otros que fuese con compañero, y otros en ñn que, estando en la Corte
el padre Gaspar de Torres, no era necesario enviar a nadie más. Como
última resolución se acordó que fuesen Mancio y el doctor Cristóbal G u -
tiérrez de Moya, catedrático de vísperas de cánones. Pero también éste
a l e g ó razones para no aceptar !a encomienda, por encontrarse enferma
de gota y andar entonces curándose la vista. E n otro claustro pleno de
16 de julio se insistió con él, apesar del certificado médico que presentó»
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTt, O. P. 21

de que no le convenía emprender aquel viaje; pues si valieran excu-


sas—decían—todos pudieran alegarlas más o menos fundadas. Después
de muchos razonamientos se logró convencerle, aunque dijo que no po-
dría emprender el viaje antes de quince días. De hecho no lo emprendió
hasta el 19 de agosto (1567), como lo expresa él mismo en la informa-
ción dada ante el claustro pleno a 1.° de octubre siguiente, en que se
consignan las negociaciones practicadas por él en la Corte sin la inter-
vención de Mancio. He aquí el acta:
«Leída la dicha cédula, e por el dicho claustro oída y entendida, lue-
go el dicho señor doctor Moya, por mandado de los dichos señores, pro-
puso a sus mercedes diciendo en cómo por comisión e mandato de la
Universidad se había partido de esta ciudad el martes de mañana que
se contaron diez y nueve días del mes de agosto de este presente año, e
fué su camino por la ciudad de Avila, por encontrar allí al señor maestro
fray Mancio de Corpus Christi, a quien ansí mesmo la Universidad
mandó fuese con el dicho doctor este camino. E puesto que en este ca-
mino le sucedió la indisposición de que se temía de cierta hinchazón de
un pie que le suele acudir, pero que con todo llegó a la Corte con la
mesma indispusición, de manera que tuvo necesidad de estar dos días
en la cama, e que en sintiéndose bueno, comenzó a tratar de los dichos
negocios, e tuvo audiencia y entrada para poder hablar con su Majes-
tad del rey don Felipe nuestro señor, e le dió en sus manos, después de
le haber hablado, un memorial de agravios, cuyo traslado presentó en
este dicho claustro, e dado fué a hablar con el señor presidente e a los
demás señores del Consejo real, dandóles cuenta de su embajada, con-
forme a la instrucción que desta Universidad para lo susodicho l l e v ó .
E ansí fué discurriendo e dando cuenta de todo lo que había fecho en
la Corte en prosecución de los dichos negocios, e cómo demás de haber
hablado a su Majestad e a los señores de su real Consejo, había entra-
do tres veces en el dicho real Consejo. Y de lo que sobre todo se pro-
v e y ó , hizo demostración de nueve provisiones emanadas del dicho real
Consejo de su Majestad, conviene a saber: la primera, que habla sobre
el dictar e nuevo modo de leer; y la segunda, sobre las dietas; y la ter-
cera, de oficio sobre que se envíe relación dentro de quince días de los
inconvinientes que hay por no se hallar el señor maestrescuela en los
claustros estando en la ciudad; la cuarta, otra de oficio para que no ten-
gan presos a los estudiantes después de sentenciados por las costas
de los escribanos; la quinta, de confirmación del salario del maestro V a -
negas; la sexta, sobre que se pague al doctor Antonio Guerrero, conta-
22 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

dor de la Universidad, igual salario con el otro contador; item, una so-
brecarta contra las justicias desta ciudad, que no se entremetan a eje-
cutar las penas contra los estudiantes y para que vuelvan libremente la
que les hobieren llevado; la otra fué sobre que los religiosos e fraires
voten en todas las cátredas que tuvieren voto; item, la confirmación del
augmento de la cátreda de medicina, que al presente tiene e lee el doc-
tor Juan Bravo, médico. D e m á s de las cuales provisiones entregó a mi
el dicho notario un traslado del memorial que había el dicho señor doc-
tor Moya dado y entregado a su Majestad, que está y queda con las di-
chas provisiones reales, y juntamente con él una petición dada por L u i s
de Orive, procurador por la Universidad en Consejo real, para que se
diese al dicho doctor un traslado de las condenaciones que el señor li-
cenciado Jaraba hizo en su visita a ciertos catredáticos e personas desta
Universidad en el tiempo de su visita, que está asi mesmo junto con las
dichas provisiones y juntamente con todo lo susodicho, y ansi mesmo un
testimonio firmado del secretario Zabala del tenor siguiente...»
«Ansí mesmo mandaron que, por cuanto el dicho doctorMoya e maes-
tro Mancio vinieron a esta Corte a costa de la dicha Universidad, man-
daron que llevase salario de la dicha Universidad uno de ellos, e no
más. E por cuanto el dicho doctor Moya había entendido y tratado el
negocio de la dicha Universidad, e no el dicho maestro Mancio, que
mandaban e mandaron que el dicho salario llevase el dicho doctor Moya
e no el dicho maestro Mancio, ni se le pagase, sopeña que no serían re-
cibidos ni pasados en cuenta, y que yo el secretario Zabala diese fee y
testimonio de ello, para que constase de lo susodicho al rector, maes-
trescuela e claustro, porque no pretendan ignorancia».
L o referente al salario de Mancio no quedó zanjado por el momento,
complicándose luego con el viaje hecho en octubre anterior. E n el re-
gistro de cuentas de ese curso terminado a 7 de septiembre, se lee: «Item
los señores rector y consiliarios e deputados mandaron que Hernando de
Sandoval, hacedor, que no pague ni acuda con maravedís algunos de la
cátedra del dicho padre maestro [Mancio], que retenga en sí el dicho
hacedor fasta cincuentamil maravedís, fasta tanto que el dicho padre
maestro Mancio jure y declare si a primero deste año por el San Lucas
de sesenta e seis, que estuvo en Corte en negocios de la Universidad,
qué tántos días no estuvo en la Corte ni entendió en los negocios de la
Universidad; e ansí mismo fasta tanto que conste si se le ha de dar sa-
lario desta última jornada que fué juntamente con el doctor Moya por
el mes de agosto pasado, porque se dice que está mandado por el Con-
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHR1STI, O. P. 23

sejo real que no se le pague cosa alguna desta jornada. E l señor doctor
Héctor Rodríguez por sí y en nombre de los demás catedráticos pro-
pietarios del dicho Estudio y como tal deputado, dijo que contradecía y
contradijo lo arriba contenido, sino que no se le retenga cosa alguna».
Todavía más adelante, en el claustro de diputados de 29 de noviem-
bre se vuelve a tratar del asunto a consecuencia de una petición pre-
sentada en él que decía así: «Ilustre señor; F r a y A g u s t í n de Tordehu-
mos, procurador del monesterio de San Esteban, dice que vuestra seño-
ría mandó detener en poder del hacedor cincuentamil maravedís de la
cátedra de prima del padre maestro fray Mancio, fasta que diese cuenta
de sesenta ducados que llevó a la Corte; y el dicho padre maestro los
volvió al señor don Diego de Zúñiga, rector que fué en esta Universi-
dad, como paresce por un conocimiento firmado de su nombre. A vues-
tra señoría suplico mande al hacedor pague lo que de la dicha cátedra
debe, pues el dicho padre maestro tiene cumplido lo que se mandó, por-
que el hacedor no los quiere pagar sin ver expreso mandato de vuestra
señoría».
E l asunto se encomendó al padre Gaspar de Torres y al canónigo
Aguilera, contador de la Universidad, para que vistas las cuentas, lo
refiriesen en claustro. E n las actas no se vuelve a hablar de esta cues-
tión; pero cualquiera que fuese el arreglo, Mancio parece haber quedado
algo resentido retrayéndose más en adelante de comparecer en las se-
siones universitarias. A s í en el acta de una reunión de teólogos celebra-
da a 17 de julio de 1568 para dar conocimiento de cierta real provisión
ganada por fray Héctor Pinto, hace constar el bedel que había avisado
a todos, «exepto al mu}' reverendo padre y maestro fray Mancio de Cor-
pus Christi, al cual no llamé porque cuando le fui a buscar a escuelas
mayores hoy dicho día ya era ido deltas, y que aunque otras veces le
ha ido a buscar, no le han dejado ver, porque se encierra en su celda;
no lo llamé ni cité».
Viaje quinto.—Si de hecho hubo distanciamiento, éste no fué dura-
dero. A l año siguiente (1569) se comisionó al padre Juan Gallo para que
fuese a Roma a negociar de parte de la Universidad el asunto de las ca-
nongías. Luego, para activar en Madrid los despachos regios que alla-
nasen el ánimo de su Santidad para la concesión de aquella gracia, se
pensó enviar a Mancio, como en efecto se hizo. E n la junta de comi-
sarios que entendían en el asunto celebrada a 2 de agosto de 1570 ha-
llamos el siguiente acuerdo:
«El señor rector dijo ser de voto que, para que mejor e con más bre-
24 FR. VICENTE BliLTRÁN DE HEREDIA

vedad se expida y despache este negocio e se envíe recaudo al dicho


maestro fray Juan Gallo, convenía que el padre maestro Mancio se parta
para la Corte a dar parte a su Majestad de los términos en que está este
negocio, y suplique a su Majestad, y así raesmo al ilustrísimo cardenal,
sean servidos lo tornen a recomendar a su Santidad e al embajador este
negocio. E que así mesmo el dicho padre maestro procure recadar [re-
cabar?] las cartas de favor para el dicho efecto que se le darán en una
instrucción. E que vaya con el salario de estatuto, que es mil marave-
dís por cada un día, conforme a la provisión real de su Majestad».
E n la junta de 17 del mismo mes se ratificó el nombramiento de
nuestro catedrático, señalándole un plazo de dieciseis días para la ida,
estancia y regreso. Debió partir al día siguiente, pues a 7 de septiem-
bre estaba de regreso, habiendo tardado en total veinte días.
A partir de esta fecha emprendió Mancio otra serie de viajes a Ma
drid y a Valladolid, llamado por el Monarca o por el Consejo de Inqui-
sición. De ellos trataremos en capítulo aparte.

Lecturas y Manuscritos del padre Mancio.—En las lecciones uni-


versitarias siguió Mancio los mismos procedimientos pedagógicos que
su maestro Vitoria, que eran también los adoptados por casi todos los
teólogos de entonces. E l padre Alonso Fernández, que recogió el re-
cuerdo fresco de su paso por la cátedra salmantina, encarece, al mismo
tiempo que sus cualidades de gran predicador e infatigable en las tareas
ministeriales, el interés que ponía en la enseñanza. - E n la cátedra—di-
ce—era único en explicar la letra de Santo Tomás y Cayetano, y en su
boca y entendimiento apenas había cosa dificultosa» (1). Con él coinci-
den los demás historiadores de San Esteban, acentuando esa adhesión
al Doctor A n g é l i c o visto a través del comentario de Cayetano. E l re-
gistro de visitas de cátedras se hace igualmente eco de esa característi-
ca de sus lecturas.
De la enseñanza en Alcalá nos quedan escasísimas noticias. E n la
visita a su cátedra, a la del padre Felipe de Meneses y a la del doctor
V e g a hechas en 1557 atestiguaron los estudiantes que «leen con mucho
provecho y curiosidad», y «que no sienten cosa que haya que remediar»,
salvo, añade un alumno, «que el padre maestro Mancio abreviase y pa-
sase más en sus lecciones».Explicaba entonces la m a t e r i a l confessione.
Allí, como en Salamanca, se había introducido el dictado por los años

(1) H i s t o r i a d o r e s , 1, 263.
K L MAESTRO MANCIO DE COHPUS CHRISTI, O, P. 25

de 1530-1540 en la facultad de teología, pero de las lecciones dadas por


nuestro profesor en aquel centro sólo nos queda un fragmento de lec-
tura que abarca las cuestiones 6-62 del Suplemento de la Suma, y se en-
cuentra en el códice 5.835 de la Biblioteca Nacional, fols. 75-249. Data
probablemente del mencionedo curso de 1557-58 (1). Durante el curso
de 1561-62 explicó la Prima secundae (2).
De las lecciones dadas en Salamanca se conservan más abundantes
reatos. Siendo ellos casi el único medio de conocer su ideario teológico,
hasta ahora totalmente inédito, y estando expuesta a graves equivoca-
ciones la utilización de esos manuscritos como fuente de información,
vamos a extractar aquí el contenido del registro de visitas, base segu-
ra para saber en qué medida se derivan de é! las lecturas que llevan su
nombre. Añadiendo a esto las enfermedades y ausencias que constan
por otros testimonios, tendremos fijada la clave casi completa para sa-
b^r en qué días ocupó la cátedra personalmente, y por tanto qué lectu-
ras proceden de él, y cuáles de sus sustitutos.
Curso de 1564-65.—Comenzó en Salamanca sus lecciones el 23 de
noviembre de 1564 por el artículo 10 de la cuestión primera de la 2. 2.
E n el registro de visitas de cátedras de este curso encontramos infor-
mes minuciosos sobre el particular. E l 20 de diciembre visitaron el rec-
tor y decano de la facultad la cátedra de prima «estándola leyendo el
dicho fray Mancio con muy grande copia de oyentes». Se tomó declara-
ción jurada a dos estudiantes, los cuales dijeron que «habrá como vein-
te días poco más o menos que se proveyó la dicha cátedra al dicho maes-
tro fray Mancio de Corpus Christi, la cual se proveyó por el claustro,
no teniendo opositor; e llevándola comenzó a leer el artículo décimo de
la q. 1 de la 2. 2, e agora va en el mesmo artículo en la materia de
Ecclesia. Preguntados si lee ditando, dijeron que todos le escriben la
lección porque así se usa en esta facultad, e según han oído decir, debe
ser conforme a estatutos».
A l girar la segunda visita a 12 de febrero de 1565 iba Mancio en la
q. 2, a. 5, y declara un alumno que «lee la letra de Santo Tomás e de
Gi'yetano, e después da a escribir sobre ello, e ansí le escriben todos
los que le quieren escribir; e que lee a provecho y entra y sale a las ho-
ras que es obligado».

(1) V é a s e la d e s c r i p c i ó n detallada de este manuscrito en nuestro libro L o s m a i t u s -


criios del muestro f r a y F r a n c i s c o de Vitoria. Madrid, 1928, pp. 99-101.
(2 Archivo H N. Universidades, lib 1126 f, fol. 55 r.
26 FK, VICENTE BELTRÁN DE HEKEUÍA

E n la tercera visita, que tuvo lugar a 26 de majo, iba en la q. 10r


a. 5. Preguntando los visitadores si dictaba, «dijeron que los cfue le si-
guen al dicho maestro, ordinariamente casi todos le escriben de una
forma e manera, e que es muy necesario e provechoso que los estudian-
tes que le escriban, e que el dicho maestro lea como lee; e que están
muy contentos de su lectura, lo cual es verdad para el juramento que
tiene fecho».
Curso de 1565-66.—En éste comenzó Medina el 19 de octubre por
la q. 23 de la 2. 2, en sustitución de Mancio qua estaba enfermo. A me-
diados de diciembre ocupaba la cátedra el propietario explicando a la
sazón la q. 26; pero al hacerse la segunda visita a 18 de febrero de 1566
había vuelto de nuevo Medina, e iba en la q. 33. E n otra visita que tuvo
lugar a 26 de abril leía también Medina. Mancio asistió algunos días
por cuaresma, mas luego debió recaer. E n mayo fué enviado a Madrid
y siguió supliéndole Medina, quien ocupaba la cátedra al hacerse la
cuarta visita el 21 de junio, leyendo entonces la q. 62.
L a materia de estos dos cursos se ha conservado en un manuscrito
de la catedral de Falencia (Cod. 5), en que el alumno va anotando tam-
bién las variantes ocurridas durante ese tiempo en la regencia de la cá-
tedra. TrasciÍbamos esas notas, que no carecen de interés,
Fol. 1: 1564 in tertio anno meo theologiae, q. 1. Hinc legit frater Do-
minicus de Guzman propter infirmitatem fratris magistri Petri de So-
tomayor, anno 1564, die 19 octobris, et 3.° meae theol.—f. 7-3, q. I , a. 1:
Lectio 4.a Hinc legit don Christobal Vela propter mortem fr. mag. Pe-
tri de Sotomayor, qui obiit in die sabbati in initio noctis, die undecim
millium virginum, quae fuit dies 21 octobris 1564.—f. 33. Novus rector—
f. 45 v, q. 1, a. 10: Lectio 26. Hinc incoepit legere Manzio in cathedra
primariae horae anno 1564, die vero 23 novembris, et accepit posses-
sionem die 22 ejusdem mensis.—f. 74, q. 1, a. 10. Aquí se me fué el her-
mano Luis de Victoria a Valladoüd, un día después de nuestra Señora
de la O de 1564.—f. 90, q. 1, a. 10: Lectio 48. Pascha Regum.—f. 185,
q. 7, a. 1: Lectio 113.—f. 187, q. 9, a. 1: Lectio 116. Hinc legit frater
Petrus Silvester, praesentatus sancti Dominici, loco Mantii, qui fuit
ad capitulum. — f. 208 r, q. 10, a. 3: Lectio 126. Hinc legit Man-
do.—f. 219, q. 10, a. 8: Lectio 136. Pascha Spiritus Sancti hic; est a 10
de junio (sic).-~i, 237, q. 10, a. 12: Lectio 147. Festum d. Joannis Bap-
tistae. Etiam legit Mantio.—f. 290, q. 15, a. 3: Haec quae sequuntur
sunt ex fratre Filippo de Meneses, ord. praed.—f. 337 r, q. 22, a. 1:
Husque adhuc legit mag. Mantio 1564 [fin de curso].
EL MAESTRO MANCIO ÜE CORPUS CHRIST1, O. P. 27

Fol. 337 v, q. 23, a. 1: Quartus annus meae theologiae incipit 1565,


19 oclobris. Hinc legit fr. Bartholomaeus de Medina, praesentatus ord.
s. Dominici, quia mag. Mantio erat infirmus.—f. 346 r, q. 23, a. 2: Quae
sequuntur sunt ex Joanne de la Peña super istum articulum usque ad
tertium art—f. 361 r, q. 24, a. 3; Lectio 31, Hinc incoepi audire in quar-
to anno, quia veni sero die secunda vel tertia mensis novembris 1565,
et legebat fr. Bartholomaeus de Medina, quia Mantio infirmus erat. In
nomine Domini incipio.—f. 463 v, q. 33, a. 2: Hinc legit fr. Bart. de Me-
dina propter infirmitatem Mantii.—f. 488 r, q. 34, a. 1: Hinc legit Man-
tio.—f. 516 v, q. 43, a. 4: Hic septimana sancta.—f. 517 r, q. 43, a. 5:
Hinc legit fr. Bart. de Medina. [De qq. 45-56 nihil].—f. 527, q. 57: Se-
cunda die maii.—f. 529 r, q. 57: Mantius, secunda maii.—f. 535 v, q. 57,
a. 3: Hinc legit fr. Barth. de Medina.—f. 537 r, q. 58, a. 1: Hinc legit
Mantio.-f. 547 r, q. 59, a. 3: Hinc legit fr. Medina.—f. 552, q. 60, a. 3:
Hinc legit mag. Espinar, quia erat infirmus Medina.—f. 559 r, q, 60, a. 5:
Hic pascha Spiritus Sancti. Hic incoepit legere fr. Barth. de Medina.
F . 602 r: De voto, per mag. Joannem de Guevara or. s. Augustini
in lectione extraordinaria, cum cathedrae primae horae alienus et non
proprius lector dominaretur. [se. Christophorus Vela], et cum ipse i l l a m
a s c e n d e r é atque i l l i u s laborem s u b i r é c o n a r e í u r , et illo tempore cathe-
drae Durandi dominus constitutus, anno domini 1564, die vero sexta no-
vembris. Quaest. 88, de voto.~f. 683 [finis materiae de voto die 26 fe-
bruarii 1565]. Scripsit Christophorus de Herrera.
Durante el verano de 1566 se comprobó que algunos catedráticos de
la facultad habían leído dictando, contra lo mandado en los últimos es-
tatutos. E l rector sancionó la infracción con la correspondiente multa.
E s t a no alcanzó a Mancio ni a su sustituto Medina.
Curso de 1566-67.—Al comenzar el curso, Mancio, recién venido de
Madrid, inauguró sus lecciones por la q. 63 de la 2. 2. Pero a los pocos
días después de tres o cuatro lecciones, fué enviado de nuevo a la Cor-
te, supliéndole el padre Medina. A l ser visitada su cátedra en diciembre
iba Mancio en la q. 69, a. 2. E n otra visita que se le hizo por febrero de
1567 iba explicando la q. 77, a. 3. Habiendo preguntado a dos de sus
oyentes, uno de los cuales era Sancho D á v i l a , rector poco después de la
Universidad, y el otro Luciano Negrón, canónigo de Sevilla, «si lee di-
tando o de modo que se le puede escrebir, dijeron que en esta facultad
todos le escriben porque lee de modo que se le puede escrebir. Pregun-
tado si trae cartapacio o libro por donde lee, dijeron que trae libro, e
ansí mismo un papel que mira de cuando en cuando; e que lee en latín
28 F K . VICENTE BELTRÁN DE HEREDiA

bien e a provecho e con gran auditorio. Preguntado si lee más en unas


lecciones que en otras, dijeron que conforme a la materia que es, ansí
pasaba o se detenía en ella». E l 22 de marzo se ausentó por unos días,
llamado tal vez por el Consejo real, sustituyéndole fray Luis de L e ó n .
A l hacerse la visita en 12 de mayo iba en la q. 83, declarando el alum-
no que actúa de testigo, «que todo el general y personas que en él están
le escriben por una forma y manera, y que ansí el dicho maestro Man-
cio lo dice y declara despacio, dando lugar a que le escriban». E n cam-
bio otro testigo, preguntado «si lee ditando, dijo que no dita lo que dice
Santo Tomás, sino que escriben algo de lo que pueden alcanzar fuera
de la letra de Santo Tomás e Cayetano». Para el 20 de junio había lle-
gado a la q. 88.
L a materia de este curso se ha conservado en un manuscrito sin ca-
talogar de la Universidad de Coimbra, que contiene: ff. 1 657, qq. 63-
175, Mancio; ff. 658-694, en blanco; ff. 695-849, lectura del padre T- G a -
llo sobre las qq. 183-189 procedente del principio del curso de 1568-69,
según la asignación de lecturas.
Curso de 1567-68.—En octubre se señaló a Mancio el principio de la
tercera parte. E l sin embargo, según la visita hecha a su cátedra el 16
de diciembre, comenzó por San Lucas la materia de simonía (2. 2,
q. 100) y explicaba a la sazón la q. 1, a. 2 de la tercera parte. A 20 de
marzo iba en. la q. 4 y por mayo en la 9, Entre él y el sustituto debie-
ron recorrer casi todo el tratado de Incarnatione, Varios testigos decla-
raron que llevaba papel o cartapacio al aula.
Un manuscrito sin catalogar del Seminario de Valladolid contiene
las lecturas de este curso sobre las 19 primeras cuestiones (ff, 1-88), a
las que siguen otras de fray Luis de León sobre las qq. 20-27 (ff. 88-103)
dadas probablemente en la misma cátedra como sustituto de verano.
Luego en el fol. 103 v se lee: «Haec quae sequuntur transtuli ex scriptis
fratris Joannis de la Peña [fallecido hacía ya tres añosl usque ad q. 60
exclusive». Ocupa solo seis folios.
Curso de 1568-69.—En la asignación de lecturas se señaló a Mancio
para este curso, de sacramentis in genere hasta de poenitentia inclusi-
ve. Y en efecto, comenzó por San Lucas en la q. 60 de la tercera parte.
E l 20 de diciembre iba en la q. 63. «Lee de modo que se le puede escri-
bir su lección, pero él avisa diciendo que no dita». Por marzo llegaba a
la q. 68. Después le sustituyó fray Luis de León, probablemente en va-
caciones, leyendo la materia de eucharistia, qq. 73-83. A l fin el visita-
dor pronunció la siguiente sentencia acerca de los cursos de teología:
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 29

«En cuanto a la lectura han fecho lo que son obligados. Y en lo que toca
al ditar, no han guardado el estatuto expreso que habla de la dicha lec-
tura de los teólogos, e ansí en rigor han incurrido en la pena del estatu
to. Pero atento que siempre se ha pretendido en esta facultad que no
hay la misma razón cuanto a no escrebir nada como en la facultad de
juristas, y en las provisiones que han venido de su Majestad acerca del
escrebir en las lecciones no han hablado ni tocado con los teólogos, les
ha parescido e paresce suspender la ejecución de la pena del estatuto
hasta que se dé cuenta a su Majestad e a los señores del su muy alto
Consejo. Y en el entretanto mandaron que se les notifique a los dichos
catredáticos que no diten ni escriban so la pena dél>. Firman el rector
Sancho de Avila, y el decano, maestro Francisco Sancho.
Curso de 1569-70.—Comenzó Mancio por la q. 84 de la tercera parte,
llegando para el 23 de diciembre en que se visitó su cátedra a la q. 87.
Por mayo iba en la q. 8 del Suplemento. «En lo tocante al dictar todos
escriben en esta facultad y él les va ditando», declara un alumno. Por
San Juan entró como sustituto de verano don Carlos de Aríz, explican-
do de excommunicatione.
L a s lecturas de estos dos cursos se han conservado en el manuscrito
antes citado del Seminario de Valladolid, y mejor todavía en el 123-2-27
de la Biblioteca Pública de Evora. E l primero contiene: ff. 110-135,
qq. 60-62, a. 2 de B. de Medina.-ff. 135-218, qq. 62, a. 3-q. 76, a. 7, de
Mancio.—ff. 218-260, qq. 76, a. 8-84 (exceptis aa. 11 et 12 q. 80 lectis a
mag. Mancio), de fray Luis de León, lecciones del verano de 1569.—
ff. 261-378, qq. 84-90 et 1-15 additionum, Mancio.—ff. 384-398, qq. 17-20
add. padre Enríquez.—ff. 404-452, dist. 25 quarti Sent., de irregularitate
et excommunicatione, D . Cristóbal de Vela in cath. Durandi [Scoti?
V e l a explicaba esta dist. en febrero de 1567 en la cátedra de Escoto],—
ff. 462-607, qq. 25-80 add. P. Enríquez.
E l manuscrito de Evora es un volumen de 202 X 150 mm., 518 ff. nu-
merados hasta el 249. Contiene: ff. 1-249, «Scholia super tertiam par-
tem s, Thomae de sacramentis in comrauni a Mancio, Salmanticae,
1568», qq. 60-83, a. 5.-ff. 250-256, en blanco.—ff. 257-518: al margen
se lee: «18 octobris 1570 [ r e d e 1569] Salmanticae a Mancio». Compren-
de las qq. 84-90 de la tercera parte y 1-24 add. E s una exposición segui-
da m á s completa que la del códice vallisoletano. De él daremos m á s
amplia referencia en los Apéndices.
Curso de 1570-71—b\ comenzar el curso no estaba Mancio en Sala-
manca, según consta por una instancia que presentó el padre Guevara
30 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

a 24 de octubre alegando que le correspondía a él, como catedrático


más antiguo de la facultad, y no al maestro Martínez de Cantalapiedra,
en ausencia del dominico, acompañar al rector en la visita de las cáte-
dras de la misma. Esta de prima fué visitada a 11 de diciembre de 1570
«estándola leyendo el dicho señor maestro Mancio con grande copia de
oyentes en la capilla de Santa Catalina de la iglesia desta ciudad, e res-
cibieron e rescibió juramento de Francisco Polanco, natural de Valla-
dolid del obispado de Falencia, e de Gonzalo Gómez, natural de la isla
de la Madera del obispado de Funchal en Portugal, estudiantes oyentes
de la dicha cátreda e lectura». E l sustituto había comenzado por San
L u c a s el Suplemento, pasando luego a la primera parte. Por enero iba
Mancio en la q. 4 y en mayo en la 12.
Se conservan estas lecturas sobre la primera parte qq. 1-12 en un
manuscrito de la Universidad de Coimbra precedidos de una exposición
anónima sobre el primero de Durando (ff. 1-112), que puede muy bien
atribuirse a fray Luis de León, quien explicó esa materia en aquel cur-
so; de otra lectura de Medina dada en el mismo curso, sustituyendo al
padre Gallo sobre las qq. 77-78 de la 2. 2 (ff. 113-184), y de otra anóni-
ma sobre las qq. 1-12 de las adiciones (ff. 185-345), que debe ser tam-
bién de Mancio.
Curso de 1571-72.—Comenzó por San Lucas en la q. 13 de la prime-
ra parte el padre Francisco Ibáñez, llegando hasta la q. 19. Luego en
diciembre entra Mancio explicando la q. 14 que había dejado Ibáñez (1).
A 7 de marzo llegaba Mancio a la q. 28 habiendo saltado las qq. 22-27,
Por mayo iba en la q. 32. Una parte de estas lecturas y las de los pri-
meros meses del curso siguiente se conservan en el códice ottob. lat.
1.058 de la Vaticana.
Curso de 1572-73,—^ín la asignación de lecturas se le manda prose-
guir la primera parte. Comenzó por la q. 39. Para diciembre había lle-
gado a la 42. A 7 de enero entra en la 1. 2. Por marzo iba ya en la q. 3
y en junio aparece explicando la q. 7. U n testigo dijo «que algunas ve-

(1) F i g u r a este domiaico en la m a t r í c u l a de S a n E s t e b a n de 1577-78. E l padre Do-


mingo B á ñ e z s u s t i t u y ó t a m b i é n por ese tiempo o durante el verano anterior a Man-
cio en su c á t e d r a de prima. Consta ser así por la d e c l a r a c i ó n del maestro Cristóbal de
Madrigal, c a t e d r á t i c o de hebreo en S a l a m a n c a , que se lee en el proceso de G r a j a l , y
hemos publicado en L A CIENCIA TOMISTA, t. 37 (1928), p. 296. E s a coincidencia pudiera
dar lugar a sospechar si en el registro de visitas e s t á n equivocados los nombres ha-
biendo puesto F r a n c i s c o por Domingo; pero nos inclinamos a creer que no, pues el
de F r a n c i s c o aparece dos veces.
E L MAESTRO MANCIO DE CGRPUS CHRISTI, O. P, 31

ees lee su lición in voce, e otras va ditando, e que lo más ordinario es


como va leyendo va ditando e dando in scriptis, e que este es su modo
e manera de leer». Para vacaciones pidieron los estudiantes por susti-
tuto al padre García del Castillo, benedictino; pero luego pretendió la
sustitución el padre Medina, «conforme al estatuto que en este caso ha-
bla», y explicó hasta la q. 18 inclusive.
Curso de 1573-74,—^ov San Lucas, estando enfermo Mancio, comen-
zó Medina por la q. 19 de la 1. 2; y al terminar la q. 21 saltó a la 49, de-
jando el tratado de passionibus, que no solía explicarse en estas cátedras
de teología. E n diciembre ocupaba todavía Medina la cátedra, leyendo
esa misma cuestión 49. A l propio tiempo explicaba en la cátédra de Du-
rando el tratado de legibus, que corresponde a la 1. 2, q. 90 y siguientes.
E l 4 de junio iba Mancio en la q. 109, de gratia. Por julio se ausentó de
Salamanca, supliéndole el padre Medina, quien debió entrar poco des-*
pues de San Juan, comenzando desde la q. 110 (1). E n su cátedra de Du-
rando explicaba éste el final del segundo de las Sentencias, de peccatis.
E n un manuscrito de la Universidad de Coimbra se conservan las
lecturas de estos cursos junto con las simultáneas de Medina y otras de
Gallo sobre las qq. 22-48 explicadas, según allí se dice, durante la cua-
resma de 1573 (probablemente fué durante la de 1574) «pro Mancio ma-
gistro in lectione primaria» (ff. 676-687). E l cod. 9-92 de la Provincial
de Gerona contiene también la exposición de las qq. 1-76 de la 1. 2, en
forma anónima, y luego otra lectura sobre las qq. 109-114 (ff. 241-332)
atribuida a Mancio, aunque sólo le pertenece la exposición de la q. 109.
E n el cod. ottob. lat. 1022 se conserva igualmente la explicación de las
qq. 109-114 de este curso.
Curso de 1574-75.—Según el registro de visitas comienza Mancio
por la 2. 2, como se había dispuesto en claustro de 13 de octubre del
mismo año de 1574. E n diciembre iba Medina en el art. 10 de la q. I ,
Entre tanto Mancio andaba por Valladolid ocupado en la defensa de
fray Luis de León. Por abril explicaba el piopietario la q. 3, a. 2. Por
San Juan dejó de leer en la q. 10, y durante el verano iba Medina en la

(1) Aunque sin precisar la fecha, se lee en el manuscrito de Coimbra que luego ci-
tamos y contiene las lecturas de estos cursos, al llegar a l a c u e s t i ó n 110: «Ab hac
quaestione coepit magister frater Bartholomaeus Medina ordinis praedicatorum usque
in finem pro magistro Mancio». S e g ú n el cod. ottob. lat. 1022 del Vaticano, las cues-
tiones 110, a. 3 -112, a. 4 las e x p l i c ó el P . L a z c a n o .
32 FR, VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

q. 11, sin acabar la materia señalada para este curso, que era hasta
la q. 22.
Curso de 1575-76.—Mancio da principio al curso por la q. 12, de la
cual saltó a la 17. A mediados de diciembre comenzaba el tratado de ca-
ritate (q. 23). Por marzo, estando Mancio ausente, leía el padre Domingo
de Guzmán la q. 32. E n mayo explicaba el propietario la q. 33. Fueron
éstas sus últimas lecciones.

Una buena parte de todas las lecturas dadas por Mancio en Salaman-
ca, probablemente el mismo manuscrito original, se conservaba en
San Esteban de Salamanca a mediados del siglo x v m , cuando escribía
al padre Bairio su H i s t o r i a . Según su testimonio, tenían allí, en letra
muy legible, como lo era en efecto la de Mancio, la exposición sobre
las qq. 1-33 de la secunda secundae, las qq. 60-90 de la tercera y las 1-17
del Suplemento (1). Todo debió perecer en los tiempos calamitosos de la
exclaustración, sin que haya quedado de ello el menor vestigio.
F u é multado en media multa por leer por sustituto sin justificar su
ausencia durante el curso de 1566 67 en once lecciones, durante el de
1570-71 en catorce lecciones, y durante el de 1572-73 en once.
E n otros dos cursos se le impuso también multa por constar de las
visitas que no leyó el tiempo reglamentario, que para la cátedra de pri-
ma era hora y media, en esta forma: Curso de 1568-69, «fué multado en
tres lecciones enteras de nullus legit, porque salió a las siete, no leyen-
do más de media hora, sin licencia del señor retor. Y esto fué seis días.
E más porque otros muchos días entró tarde a leer, e salió temprano.
Montan en estos tres días de multa quinientos e noventa e seis marave-
dís». Curso de 1569-70: «Fué multado en quince medias horas, que redu-
cidas a lecciones son cinco lecciones enteras, y son todas del arca».
Durante el curso de 1575-76 «fué multado en seis lecciones de [nullus
legit». A continuación se precisa en el registro de cuentas el día y hora
de su muerte en esta forma: «Falleció el dicho maestro, domingo, a ocho
de julio. Hubo una lección que fué a los nueve días [el día 9], por haber
fallecido a las ocho» del día anterior. T r a s ruda oposición le sucedió en
la cátedra el padre Bartolomé de Medina, catedrático de Durando, el
cual tomó posesión a 21 de agosto.

Reiecciones.—Durante estos doce cursos le correspondía dar a Man-

(1) Historiadores, 2, 704.


E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 33

ció otras tantas relecciones. Sin embargo no consta que diese ninguna
ni que se le dispensase esa obligación, siendo igualmente multado por
diez doblas en cada uno de los cursos siguientes: 1566-67; 68-69; 69-70;
70-71; 71-72; 72-73; 73-74, y 75-76. De los restantes no se conservan los
registros de cuentas, donde se anotan esas multas.
Para completar este inventario de la producción de Mancio, añadi-
remos que en un manuscrito sin catalogar de la Biblioteca provincial de
Toledo hay varios sermones en romance del elocuente predicador domi-
nicano Juan Gutiérrez, de Estrada, Vitoria (Diego de), etc. y entre
ellos, tres de Mancio, el último predicado «coram principe». Proceden
del tiempo de su estancia en Alcalá, y son interesantes para la historia
de la oratoria sagrada en el reinado de Felipe 11.

II.—Mancio y la Inquisición.

Mancio y el proceso de Carranza.—Los años en que Mancio ejerció


el profesorado universitario fueron los más agitados en asuntos de Inqui-
sición, y como casi todos los grandes personajes de su tiempo no pudo
verse libre de ciertas salpicaduras y molestias que, por fortuna, no tu-
vieron para él mayores consecuencias. Consta en efecto que fué al me-
nos dos veces delatado al Santo Oficio, y se incoaron diligencias contra
él, sin llegar a perder el buen nombre y confianza a que le hacía acree-
dor su recto proceder. A 13 de abril de 1562 respondía el licenciado
Coscojales, de la inquisición de Toledo, al Consejo sobre una petición
de éste para que enviase «la información que aquí [en Toledo] se hizo
contra el maestro Mancio». L o s delatores habían sido los doctores
Francisco y Pedro Martínez, «enemigos del dicho fraile», a juicio de
los inquisidores que recibieron la información; «y el uno de ellos—aña-
den—pretendía cierta cátedra con él, y por eso tuvieron por pasión lo
que contra él decían». E l encuentro de Pedro Martínez con Mancio en
lucha por la cátedra de prima de Alcalá tuvo lugar en octubre de 1560.
L a delación debe, pues, ser posterior.
De nuevo fué molestado Mancio en 1566, reprendiéndole por orden
del Consejo el comisario de Salamanca, a causa de ciertas proposiciones
lanzadas, al parecer en su cátedra, sin la oportuna declaración. Mancio
debía explicar al comisario el sentido de las proposiciones, remitiéndo-
se luego al Consejo aquella explicación. ¿Lo hizo? Varios meses después,
a 18 de junio y a 14 de agosto, preguntaban del Consejo por el resulta-
do de aquellas diligencias. Entre tanto había estado Mancio en la Cor-
3
34 FK. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

te una larga temporada. Si de hecho se le pidieron explicaciones, la res-


puesta no debía tener importancia, cuando los inquisidores no se apre-
suraron a comunicarla al Consejo, según éste se lo tenía encargado.
¿Sobre qué recaían las denuncias y acusaciones? L o s documentos,
que pueden verse en los Apéndices, no lo dicen, pero es fácil conjeturar
que se relacionaban con la causa del arzobispo Carranza. E l l a fué la
que proporcionó a nuestro teólogo las mayores amarguras, teniendo que
luchar y decidirse entre la fidelidad y reverencia al hermano querido
erigido en dignidad, y el imperativo de su conciencia, explotado abusi-
vamente por algunos ministros del Santo Oficio.
A l incoarse este proceso en 1559 se hallaba Mancio de profesor en
Alcalá, feudo del arzobispo de Toledo, y como tal, sometido a él en for-
ma omnímoda. Recibió la Universidad el Catecismo de Carranza y con
él la orden, más que ruego, de revisarlo y anotar lo que pareciese ceiv
surable o necesitaba corrección. Entre todos, el que con más interés
tomó aquel negocio fué Mancio, a quien venía encomendado, por tra-
tarse de un hermano y de un superior a la vez (1). E l dictamen favora-
ble, salvo pequeñas observaciones, era cosa descontada. Porque si
el libro era vitando para quienes lo miraban a través de su animosidad
contra el autor, para los adictos, que conocían su ortodoxia y rectitud
de vida, no ofrecía reparo sustancial. Mancio dió dictamen al menos en
dos ocasiones: primero, como particular, y segundo como figura pree-
minente de la facultad de teología.
L o que piensa como particular lo expresa en su carta a Carranza
de 2 de diciembre de 1558 que va en los Apéndices. Más que censura esa
carta es un elogio del Catecismo.
E l arzobispo de Toledo quiso también que la Universidad examina-
se el Catecismo y diera su parecer en forma corporativa, seguro de que
sería favorable. E n el claustro de 2 de enero de 1559 se trató ya de
ello (2). Mancio era el encargado de activar este asunto, y sobre lo que
venía haciéndose acerca de él escribe largamente en su carta a Carran-
za de 21 de febrero de 1559. tHoy martes veinte y uno de febrero—co-

(1) E l encargo de revisar el Catecismo lo c o m u n i c ó a la Universidad el arzobispo


por medio de Mancio, s e g ú n se hizo constar en el claustro de 2 de enero de 1559. A r -
chivo H . N . Universidades, libro 1.126 f, fol. 46 r. Mancio gozaba de toda la confian-
za del arzobispo, como lo prueba el hecho de haber ordenado en 1558 que no se pusie-
ra a la venta l a e d i c i ó n de las Relecdones de C a n o hecha en A l c a l á aquel mismo a ñ o
sin que primero las viese Mancio.
(2) Madrid. A r c h i v o H . N . Universidades. L i b r o 1.126 f, fol. 46.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 35

mienza diciendo—nos juntamos el rector y doctores a quien está come-


tida la vista del libro. Tres o cuatro dellos, por ocupaciones y por absen-
cias necesarias, no le han visto todo, pero presto le acabarán de ver.
Platicáronse aquella tarde desde las dos hasta la noche las que yo tenía
notadas. Todas parescieron católicas a todos, pero que tenían necesidad
de alguna declaración, principalmente si el libro había de andar en ro-
mance».
Anota a continuación los pasajes que necesitan reforma, que suman
diecinueve, y prosigue: «Solo esto tratamos, y es lo que yo tenía nota-
do. Creo que poco o nonada será lo que ellos traerán notado allende de
esto; porque si más hubiera, yo lo viera, porque cierto lo he leído con
diligencia. Querrían saber si quiere vuestra señoría que envíen los pa-
resceres cada uno por si, o un parescer firmado de doce doctores junta-
mente, o si manda que se envíe en nombre de toda la Universidad, por-
que todo se hará como vuestra señoría quisiere. Tengo entendido que
no faltan émulos, los cuales han escripto a algunos de los doctores, mas
creo que les aprovechará poco, porque todos estos señores están de muy
buena tinta a mi ver. E l portador de esta es el doctor Francisco Martí-
nez. E l es uno de los señalados y se halió presenté al examinar de estas
proposiciones. De él sabrá vuestra señoría reverendísima lo que a mí
se me ha olvidado» (1).
S e g ú n esto, los señoras del Claustro estaban al parecer bien dispues-
tos en favor de Carranza, sin dar oidos a sugerencias que se les hacían
en contrario, Pero con todo diferían el dar su censura, y fué necesario
que el interesado en ello metiese prisa, como lo hizo por carta de 20 de
marzo, para amparar con tan autorizado dictamen su libro. E l rector
Sobaños contestó a esa carta del arzobispo con otra de 29 de marzo ex-
plicando los motivos de la tardanza y enviando al padre Felipe de Me-
neses, quien de palabra le informaría más ampliamente. Dice así el in-
dicado documento: «Recibí una carta de V . S. Illma. hecha de 20 del
presente que me dió el padre maestro Mancio. Y en cuanto a lo que
V . S. por ella manda que dé orden como con brevedad se le envíe el pa-
recer que de su Catecismo cristiano tiene pedido a esta Universidad, yo
lo hubiera hecho antes de ahora como V . S. por otras me lo tiene man-
dado, sino que el tiempo embarazoso de la cuaresma y falta de libros y
otras cosas no nos ha dado lugar para poderlo haber hecho. Pero con
todo esto el libro lo tenemos ya todos visto, y nos parece de la gran Cris-

ti) Madrid. Academia de la Historia. Proceso de C a r r a n z a , tomo 1, fol. 271.


36 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

tiandad y bondad dél lo mesmo que les ha parecido a los demás doctores
teólogos que tienen dado su parecer a V . S. Y si hasta ahora nos hemos
descuidado en hacer lo que éramos obligados más que los de otras uni-
versidades, no ha sido por falta de voluntad que tengamos de servir a
V . S. porque en esto y lo demás que se ofreciese la tenemos tan adelan-
tada, que no daremos ventaja a nadie, como tenemos la obligación ma-
yor para ello; ni tampoco porque no sintamos que la doctrina que en él se
contiene no sea la mejor y más provechosa para todos que de su manera
hasta el día de hoy se ha escrito, sino por lo que tengo dicho, y también
porque deseamos que el parecer que en favor deste libro se haya de dar
de parte desta Universidad fuese a tan buena coyuntura de tiempo, que
valiese algo para que V . S. se pudiese servir más de nosotros y desta su
Universidad; para lo cual y ver el orden que V . S. es servido tengamos
en dar nuestros pareceres, enviamos al padre presentado fray Felipe de
Meneses, que de todo lo que por acá pasa dará entera relación a V . S.»(1).
Después de estas negociaciones el Claustro envió su dictamen en
todo favorable al Catecismo. Pero habiendo tenido noticia el inquisidor
Valdés de lo que se trataba, comunicó a la Universidad con fecha de 11
de abril del mismo año una orden prohibiendo dar censura de ningún li-
bro sin autorización suya, según expresa el rector Sóbanos en carta a
Carranza escrita a 17 de abril: «Hoy—le dice—me ha mostrado el doc-
tor Pedro Martínez, comisario de la Inquisición, una provisión del señor
arzobispo de Sevilla, en la cual nos manda que no se dé en esta Univer-
sidad ningund parescer ni censura acerca de los libros que aquí se vie-
ron sin que primero la enviemos al Santo Oficio General (sic), como
V . S. Illma. más largamente podrá veer por el traslado de la provisión
que va juntamente con esta y escripta en este pliego. E sobre ella tengo
mandado llamar facultad para que se nos notifique mañana. E lo que
tengo acordado que respondamos es que estamos puestos (sic) de guar-
darla como en ella se contiene. V e a V . S. si manda que otra cosa se
haga, porque no faltemos de lo que somos obligados e más cumpliere al
servicio de V . S. Y esta escribo no para más de que V . S. esté avisado
de lo que pasa» (2).
Aludiendo a este parecer de la Universidad decía más tarde Carran-

(1) Proceso de C a r r a n z a , t. 20, fol. 54.


(2) Proceso de C a r r a n z a , t. 2, f. 856. L a orden de V a l d é s se c o m u n i c ó t a m b i é n a la
Universidad de S a l a m a n c a d á n d o s e cuenta de Ift misma en el claustro de 23 de a b r i l
de aquel a ñ o .
E L MAESTRO MANCIO DE COKPU.S CHRÍSTI, O. P. 37

za: «El rector de la Universidad obedesció esta provisión, e respondió


que lo cumplirían ansí como lo mandaba. E avisándome a mi dello, es-
crebí que lo hiciesen así, e que el parescer que los días antes a mi me
habían dado se lo enviasen al arzobispo y al Consejo de la Inquisición,
porque yo no quería su parescer para otro efecto sino para que aquellos
señores fuesen informados como jueces destas cabsas» (1).
Preso luego el arzobispo (agosto de 1559) y recogidos sus papeles y
cartas, no tardó el inquisidor Valdés en saber quiénes estaban con él.
Y comenzó contra ellos una persecución sorda que les hacía augurar
mayores males. Si la primera dignidad de la Iglesia española no pudo
«scapar de sus manos, a pesar de las explicaciones y excusas presenta-
das ¿qué no haría con quienes no tenían más amparo que el divino? Man-
cio, aunque estaba cierto de haber procedido con toda rectitud, y como
é l el padre Felipe de Meneses, profesor de la cátedra menor de Santo
T o m á s en Alcalá, tuvieron noticia auténtica del enojo que contra] ellos
alimentaba el inquisidor general, como principales promotores de la cen-
sura complutense. E n tales circunstancias creyeron que convenía desa-
graviar a Valdés. Para ello compareció en Valladolid a 22 de septiem-
bre de 1559 el padre Domingo de las Cuevas, quien en nombre del rec-
tor del colegio de Santo Tomás de Alcalá padre Juan de San Ildefonso,
«ntregó dos cartas, una de Mancio y otra de Meneses, en que se some-
tían a lo que Valdés dispusiese (2). No se conocen esas cartas, pero sí la
que días después, a 17 de octubre del mismo año, dirigió Mancio al ar-
zobispo de Sevilla en tono de humilde súplica, que dice así: «Yo firmé
en días pasados un libro del arzobispo de Toledo llamado Catecismo cris-
-íiano, no pensando que en ello ofendía al Santo Oficio, ni que hacía de-
sacato ni enojo a vuestra señoría ilustrísima; que si tal pensara nunca
tal hiciera. Si yo erré, a vuestra señoría suplico me perdone y me reci-
ba y castigue de su mano como a hijo, dándome la penitencia que mere-
ce mi culpa, usando conmigo de misericordia, ut patrem et tantum prin-
cipem decet». Y termina prometiendo acatar y cumplir todo aquello a
que por él se comprometa el padre rector de su colegio de Alcalá (3).
Mancio, que no entendía de adaptaciones ni cuquerías políticas, y
hacía las cosas con tal llaneza e ingenuidad que puede calificarse de

il) « R e l a c i ó n de lo que hizo el arzobispo de Toledo con el de S e v i l l a e Consejo de


la Inquisición». Proceso, t. 1, fbl. 322.
(2) Proceso de C a r r a n z a , t. I , f. 307.
(3) Proceso de C a r r a n z a , t. 1, f. 273.
38 F R . VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

candidez, no dió ese paso por mera fórmula. Confiesa su falta y se so-
mete a la sanción que se le quiera imponer. Pero ello no implica que re-
tractase el contenido de la censura. Eso tocaba al fuero íntimo de las
convicciones personales, y allí no es la autoridad o la fuerza la que man-
da, sino la razón. Mientras a ésta no se ofrezcan nuevos y más fundados
motivos, seguiría creyendo que Carranza era inocente.
Poco después fué presentado Mancio como testigo entre otros por
Carranza para recusar a Valdés. E n su declaración, prestada en no-
viembre del mismo año, dice así: «A la decimaquinta pregunta... dijo
que... a los teólogos de Alcalá que habían visto el libro intitulado Cate-
cismo cristiano que hizo el reverendísimo señor arzobispo de Toledo les
mandó el dicho señor arzobispo de Sevilla que no lo firmasen. E que esto
sabe porque vido el mandamiento con censuras y penas si lo contrario
hiciesen» (1). E r a , como se ve, la orden a que antes hemos aludido
por la cual el inquisidor trataba de imponer silencio a todos mientras es-
tuviera pendiente el pleito.
Pero a petición de Carranza, otras muchas personalidades, y entre
ellas algunos arzobispos y obispos, habían ya emitido dictamen favora-
ble a su Catecismo. E l juez a quien se encomendó la causa no vió en
ello de pronto mayor peligro. Pero cuando se llevó el asunto a Roma,-
temióse con razón que allí los amigos del reo y especialmente su aboga-
do harían hincapié en esos pareceres, emitidos por personas graves y
que se suponía estar exentas de toda pasión, achacando la instrucción
del proceso a la animosidad de los inquisidores más que a la mala doc*
trina del Catecismo. Había, pues, que procurar a toda costa la retrac-
tación de esos dictámenes. Para ello se acudió a todos los medios que
se creía lícitos. Y poco a poco, después de un asedio de varios años
mantenido con tanta tenacidad como astucia, fueron rindiéndose aque-
llas fortalezas que parecían inexpugnables. A 30 de marzo de 1574 capi-
tulaba don Pedro Guerrero, arzobispo de Granada, quien antes, en fra-
se de Menéndez Pelayo, había puesto el Catecismo por las nubes, ta-
chando ahora en él más de 75 proposiciones. E l 29 de abril hizo lo mis-
mo don Francisco Blanco, obispo de Málaga, siguiendo después el de
Jaén, que llegó a descubrir hasta 315 proposiciones reprobables. Por úl-
timo se logró reducir a Mancio. Su nuevo dictamen lleva fecha de 11 de
septiembre de 1574, y está redactado en tales términos de acritud con-
tra el arzobispo, que a no conocer la trama interna de todo este proceso-

(1) Proceso de C a r r a n z a , t. 12, fols. 100 y sgts.


EL MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHR1STI, O. P. 39

y el empeño puesto por ios que intervenían de parte del Santo Oficio en
sacar adelante el buen nombre del Tribunal de la F e , se haría increible
que saliesen de la misma pluma las cartas de 2 de diciembre de 1558 y
de 21 de febrero siguiente, y este dictamen condenatorio de 1574. A s í
no es de extrañar que se hayan suscitado dudas acerca de la autentici-
dad del segundo dictamen, y nosotros mismos hubimos de tenerlas en
un principio cuando solo lo conocíamos en extracto tal como figura en
el tomo sexto, íolio 41 del Proceso, las cuabs quedaron del todo disipa-
das al ver el mismo original que se halla en el tomo octavo, con la fir-
ma autógrafa de Mancio, para nosotros harto conocida, y el testimonio
del notario Francisco de Chaves que figura a continuación, asegurando
que la hizo en su presencia. Si bien ya antes de eso hubimos de sospe-
char que se trataba de un dictamen auténtico, al comprobar cierta re-
ferencia del mismo que hace el doctor Simancas en su autobiografía.
E n efecto el doctor Simancas, juez delegado primero y consejero de la
Inquisición después en este pleito, y como tal enemicísimo de Carranza,
hace mención de la última censura de Mancio, reproduciendo algunas
palabras de la misma que figuran en el dictamen. E s a coincidencia era
ya indicio poderoso en favor de la autenticidad de la censura de Man-
cio (1).
Tanto se habían mirado y revuelto en España las cosas del desven-
turado arzobispo, que ya, dejado el Catecismo, se concentróla atención
de los censores en los Cartapacios de sus lecturas y sermones, y de
ellos se entresacaron multitud de proposiciones y se hizo creer hasta a
los más reacios que por aquí se comprobaba ser el reo luterano disimu-
lado, digno de los mayores anatemas. Mancio claudicó cediendo a suges-
tiones extrañas, o a una ofuscación de su clara inteligencia.
Que ello obedeció a una táctica hábil—, y debemos suponer que bien

(1) «Y s u c e d i ó una cosa notable: que habiendo el reo [Carranza] alabado mucho a
fray Mancio, siendo [éste] examinado y advertido como los otros, dijo: Pues el arzo-
bispo a sabiendas e n s e ñ ó esa doctrina a sus d i s c í p u l o s y la c o m u n i c ó y i m p r i m i ó ,
t é n g a s e l e por hereje, y « o de los de a q u í luego [palabras que casi a la letra figuran
f-n la censura de Mancio]. L o cual sabido por el reo, d e s p u é s que por mandado del
Papa se hizo la misma diligencia, dijo que fray Mancio era un hombre liviano y i n -
constante; y cierto era gran t e ó l o g o , c a t e d r á t i c o de prima entonces en S a l a m a n c a , y
antes lo h a b í a sido en A l c a l á - Y estas revocaciones fueron de mucho efecto, s e g ú n
que d e s p u é s se e n t e n d i ó , porque algunos de los aprobadores eran de mucha autoridad
y conocidos por tales del papa». L a vida y cosas notables del s e ñ o r obispo de ZamO'
r a don Diego de S i m a n c a s , en « A u t o b i o g r a f í a s y M e m o r i a s » por A . Serrano y Sanz
(Nueva Btbliot. de Autores e s p a ñ o l e s ) Madrid, 1905, p. 178.
40 FR- VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

intencionada—, de los ministros del Tribunal de la F e , inconsciente-


mente secundada por Mancio al igual que por los prelados que retrac-
taron su primer dictamen, parece bastante claro. L a triste experiencia
de lo sucedido con los luteranos de Valladolid y de Sevilla, a quienes
tardó en desenmascarar la Inquisición; la complicidad aparente de C a -
rranza con los mismos, y la extraordinaria duración de su proceso, hizo
sospechar a varios de sus antiguos adictos que en él se repetía el caso
de los doctores sevillanos Egidio y Constantino. L o s Cartapacios con
notas, extractos de sermones, de lecturas, etc. que Carranza había con-
feccionado para su uso privado, y examinó con diligencia el Santo Ofi-
cio, exagerando su alcance, dieron cierta apariencia de legalidad a es-
tas retractaciones de sus primeros censores, sin tener en cuenta que el
autor escribía aquello sin preocuparse gran cosa de la exactitud, a im-
pulsos de un ardiente deseo de renovación espiritual que desde su ju-
ventud se había apoderado de su alma, en parte bajo la influencia de
las corrientes de alumbrados y erasmistas que se dejaron sentir en A l -
calá cuando él cursaba allí sus primeros estudios. L a censura de Cano
sorprende con agudeza en Carranza esas influencias, no imaginarias
como muchos han creído, sino reales, si bien suficientemente depuradas
para que por ellas se pueda condenar a nadie. E n este aspecto Mancio
coincide repetidas veces con Cano, y ello es prueba de la sinceridad de
sus dictámenes, emitidos independientemente, y con una separación de
quince años.
Carranza era además por temperamento hiperbólico, y no se cuida-
ba de dar a las frases el rigor teológico acostumbrado en las escuelas,
cosa frecuente en escritores místicos, que sólo a fuerza de contratiem-
pos lograron enmendarse. Y ese es otro cargo a que se prestan los es-
critos de Carranza, y en que también coinciden Cano y Mancio. Ambos
en sus censuras tratan de ser objetivos, pero el segundo confiesa que
ha mudado de parecer acerca del autor, y por consiguiente de sus es-
critos, no precisamente por éstos, sino por ver confirmadas en ellos las
sospechas que le habían sobrevenidos acerca de la ortodoxia del arzo-
bispo. A s í lo expresa terminantemente en las censuras de las proposi-
ciones 8, 17, 20, 38 y 53 del Catecismo. «In viro non suspecto—dice en
la octava—poterant haec verba exponi de peccato mortali; ceterum in
isto auctore et in rigore haeretica est». «Auctor iste,—escribe luego en
la vigésima—olim apud me de nulla haeresi lutherana suspectus, nunc
vero de nulla non suspectissimus, suspectam reddit istam propositio-
nem». L a idea formada acerca de Carranza antes de leerlo ha impulsa
E L MAESTRO MAN'CIO DE CORPUS CHK1ST1, O. P. 41

do, pues, su pluma, lo mismo al principio cuando le absuelve, que luego


cuando le condena. Y si antes no se contentó con extremar la benevo-
lencia, sino que prodigó los elogios en grado superlativo, acentúa aho-
ra el rigor y suspicacia en forma tal, que deja atrás a Cano, presentan-
do a Carranza como vehementísimamente sospechoso de luteranismo.
Ello revela que en el juicio que formamos acerca de un escrito es muy
fácil dejarse llevar por el que tenemos del autor, y manifiesta a la vez
<jue Mancio era demasiado sugestionable o impresionable, demasiado
sencillo y espontáneo para librarse de la corriente anticarrancista, que
con la duración del proceso iba formándose aun en el seno de la orden
dominicana. Pero dejando esto, que es obvio y explica lo que al princi-
pio parecía enigmático, veamos en qué forma emitió nuestro teólogo su
último parecer.
Durante el verano de 1574 fué llamado Mancio a Madrid por el Con-
sejo de Inquisición. Una vez allí, le ordenó Felipe I I que viera algunos
de los Cartapacios o alveolos de Carranza junto con el Catecismo, y
diese dictamen sobre ellos, y manifestase además lo que sentía de su
autor. Claro es que el entusiasmo de Mancio por Carranza debía haber-
se enfriado bastante para esas fechas, y en todo caso, se le hizo ver,
como insinúa Simancas en las palabras antes transcritas, que su primer
dictamen no podía mantenerse frente a las nuevas sospechas que apa-
recían contra el reo. De esto nada se dice en lo actuado por entonces,
ni es tampoco fácil averiguar cómo se desenvolvió en el ánimo del cen-
sor el proceso que le hizo pasar de un extremo a otro. Contentémonos
con presentar el texto que lo expresa en forma inequívoca.
Dice así el preámbulo de la censura: «Por mandado de su Md. el rey
don Felipe nuestro señor, he visto y examinado ciertos Cartapacios, que
son séptimo, sexto y cuarto, que dicen ser del reverendísimo don fray
Bartolomé Carranza de Miranda, arzobispo de Toledo, que por fee y tes-
timonio de Sebastián de Landeta, secretario del Sancto Oficio y de la
causa del dicho arzobispo, paresce estar concertados y corregidos con
su original, como al fin de cada uno lo da por testimonio, a que me re-
fiero. Y del dicho cartapacio séptimo anoté cincuenta y cuatro proposi-
ciones, y del sexto noventa y cuatro, y del cuarto ciento y quince. So-
bre las cuales y cada una dellas di las censuras y calificaciones que me
parecieron convenir, como al pie de cada una de las dichas proposicio
nes irá declarado.
»Y porque ansí mismo su Md. me mandó que, vistos los dichos Car-
tapacios y anotadas y censuradas las proposiciones dellos, viese y exa-
42 FR. VICENTE BKLTRÁN DE H E REDI A

minase un libro de romance impreso en Anvers a ñ o de mil quinientos


cincuenta y ocho que se intitula «Comentarios del Rmo. señor don fray
Bartolomé Carranza de Miranda, arzobispo de Toledo, sobre el Catecis-
mo cristiano», y cumpliendo en todo su real mandato, vi y examiné el
dicho Catecismo, y conferí la doctrina dél con la de los dichos Cartapa-
cios; y así anoté en el dicho Catecismo sesenta y ocho proposiciones, las
cuales me parescen dignas de las censuras y calificaciones que al pie de
cada una dellas va declarado.
»Las cuales dichas censuras de los dichos Cartapacios y Catecismo
hago y declaro debajo de la corrección de nuestra santa madre Iglesia
católica romana y de otro mejor parescer, y con las protestaciones y
consideraciones que al fin y pie de todas ellas serán por mi declaradas.
Y todas las dichas proposiciones, censuras y calificaciones unas después
de otras y por el mismo orden como las fui viendo y examinando, son
en la forma siguiente».
Vienen a continuación las 331 proposiciones con sus correspondien-
tes censuras, que ocupan los folios 581-635 del tomo octavo del Proceso.
A modo de espécimen pondremos aquí algunas de ellas.
Proposiciones tomadas del alvéolo s é p t i m o .
Prop. 23. L e x membrorum repugnans legi mentís non sinit fidem ese
perfectam. E t infra: ex his satis liquet quam inbecillis sit adhuc fidesr
etiam in sanctis (fol. 141).—Censura: Si loquatur de fide virtute theolo-
gica, haeretica est et damnata in concilio Tridentino. Si vero loquatur
de fide pro fiducia, incidit in aliam haeresim lutheranorum. Quare quo-
quo se vertat. haeretica est.
Prop. 42. ¡O si los hombres quisiésedes comunicar con Dios vuestras
cosas como las tratáis con vuestro hermano, con vuestro familiar ami-
go! y esto es orar. L a experiencia os mostraría que es poco todo lo que
se dice. A l principio es menester entrar con fee, pero después ya no es
menester.—Censura. Quod hic dicitur, al principio es menester fee, pero
después ya no es menester, basta la experiencia, haereticum est et con-
tra diffinitionem concilii Tridentini, et videtur etiam sapere haeresim
illuminatorum.
Prop. 43. A este tribunal, scilicet de la penitencia, habemos de venir
muy alegres, porque la justicia que merecían nuestros pecados la pagó
Cristo, y no queda para nosotros sino misericordia.—Censura. Totus
hic locus refertus est haeresibus. Negat enim satisfactionem per opera
poenalia, atque ajeo purgatoríum et suffragia pro defunctis. Praeterea
alludit ad inan^m fiJuciam lutheranorum.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P, 43

Proposiciones del alvéolo sexto.


Prop. 32. Per vinum et siceram intelligitur quidquid statum mentís
evertit, sicut doctrinae philosophorum. Mensae a quibus sumendus pa-
ñis vitae veraeque doctrinae, istae sunt sordibus repletae. Post sacras
Htteras et nonnullos doctores graecos et latinos, vix est alius qui non sit
admistus doctrinis gentilium, máxime Platonis et Aristotelis. E t , vera
est sententia omnium catholicorum, philosophos, haereticorum fuisse pa-
triarchas.—Censura. Error est damnans naturales et physicas discipli-
nas, et injurius in sanctos doctores, praesertim in auctores scholasticos.
Prop. 35. Qui ex se aliquid facit, quamvis hoc Deus speciali prae-
cepto non prohibeat, arguitur a Domino. Vide quod in his quae sunt
animae, os Domini non interrogare, apostasia et additio super peccatum
dicitur.—Censura. Damnat ista propositio opera quae fiunt inconsulto
spiritu divino, quae tamen esse possunt bona; tantum abest ut semper
sint mala. Quare videtur haeretica propter hoc quod alludit ad haeresim
illuminatorum.
Prop. 40. Docet scriptura ut fideles agamus omnia, sive ad corpus
sive ad animam pertineant, non tamen consulentes rationem nostram,
sed consulentes Dominum et spiritum Christi. Non enim parvum pec-
catum est in his quae sunt animae, Dominum non interrogare; nam hic
apostasia et additio peccati super peccatum dicitur.—Censura. Inurenda
eadem nota qua 35 prop. supra isto alveolo; videtur enim haeretica et
alludit ad haeresim illuminatorum.
Prop. 47. In quibus non est scientia Dei, nihil sanum loquuntur.—
Censura. Haec propositio damnat philosophiam moralem et naturalem,
quasi stulta sint omnia quae docent.
Prop. 51. Ablata gratia divinaque virtute, continuo succedit per se
malum.—Censura. Haec propositio est haeretica; asserit enim omnia
opera peccatoris esse mala et peccata, contra diffinitionem concilii T r i -
dentini.
Prop. 52. Quod est altioris theologiae, scriptura, non tantum dicit
Deum permittere creaturis ut operentur, sedDeum ipsum esse qui omnia
proprie agat, ut saepe vidimus in lectione hujus prophetae. Deus enim
decrevit etiam Judae proditionem et Pilati conspirationem, ut notam fa-
ceret potentiam suam.—Censura. Haeretica lutherana et plus quam lu-
therana, damnata expresse in concilio Tridentino. Irrogat enim magnam
injuriam Deo.
Proposiciones del alvéolo cuarto.
Prop. 14. Nunca leemos que a sabiendas negasen los hombres la fee,
44 F t í . VICENTE BKLTKÁN DE HEKEDiA

que se hayan convertido y acabado bien. Si algunos veemos que alguna


vez la negaron y después se convirtieron, es porque la negaron de ig-
norancia y pensando que hacían bien. Y por tales como estos no niega
ni manda sant Juan que no reguemos, sino por los primeros. Y así rogó
Cristo por los que le crucificaron porque no sabían lo que hacían, y no
rogó por los fariseos, que de malicia le perseguían.—Censura. Totum
hoc falsum est; pro quolibet enim peccatore, etiam negante fidem ex ma-
litia, licet orare. Ñeque hoc prohibet Christus ñeque Joannes, iramo vi-
detur mihí, salvo meliori judicio; haeresi proximum dicere quod pro ta-
libus non liceat orare.
Prop. 27. E s t a es regla cierta: el que no crucifica su carne y no pe-
lea con los pecados, no se crucifica con Cristo, y esto es a la continua,
estos tales no son de Dios ni son cristianos.—Censura. Haec mihi vide-
tur in rigore ut jacet haeretica, asserens eum qui non habet caritatem
non esse christianum, immo videtur ex dictis ejus inferri plures haben-
tes caritatem non esse christianos.
Prop. 45. Agora señores tempere Evangelii solo el Espíritu Sancto
sin ningún otro pedagogo os basta. Y a no sois tan niños en el espíritu,
que tengáis necesidad de ayo. Antes del Evangelio gobernaba la L e y ,
pero agora gobierna el espíritu.—Censura. Haec propositio sapit hae-
resirn illuminatorum.
Prop. 73 (fol. 167). Nosotros por esta victoria quedamos libres de to-
dos nuestros pecados y de la ley dellos. Etiam statim: ya no hay muer-
te para aquel que esto cree, como no la hay para Cristo resuscitado y
vivo; ya nuestro tirano, que es el demonio, quedó vencido en Cristo. No
puede nada contra el cristiano que esto cree de veras, como no lo puede
contra Cristo resuscitado y victorioso dél. E t fol. 168: ¿Quién no res-
ponde a un beneficio tan inefable? Y a va Dios tan bueno; no es posible
que esto cree, y si lo cree, no para en ello, o no lo entiende. E t statim:
arrebataría a las almas si nosotros quisiésemos despacio entender esto
que tan de corrida pasamos por sola costumbre, como que hay un Dios
o Roma. Y a podemos burlar de nuestros enemigos. Nuestra justicia y
sanctidad mató y acabó el pecado; libres dello y de todo mal.—Censu-
ra. Usque ad illa verba, de todo mal, repetit errorem de plena Christi
satisfactione, et confundit fidem veram cum viva, quae [quod] est error
lutheranus.
Prop. 92, E s imposible orar nadie sin el uso destas virtudes teologa-
les. E t statim: solo el buen cristiano puede orar.—Censura. Haeretica;
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 45

plures enim existentes in peccato mortali orant, immo non raro im-
petrant.
Prop. 93. No puede haber oración donde hay pecado mortal. Statim:
no es posible que naide pueda orar si primero no se alivia del pecado.
Statim: quien entra a orar con más [pecado] de aquello que puede qui-
tar el agua bendita, pierde tiempo.—Censura. Istae omnes haereticae
sunt juxta censuram proxime praecedentem. Quae vero dicit, pierde
tiempo, plus quam haereticum est.
Prop. 102. Por esto yo convido y ruego a todos los que con verdad
son fieles y quieren ser del pueblo de Dios, que con gran furia y sin
miedo ninguno y sin dudar nada arrojen su esperanza en el Señor.—
Censura. Suspecta de inani fiducia lutheranorum.
Prop. 103. E l que no saca suavidad deste dechado, no es más cristia-
no que Mahoma, sino solamente en el nombre, porque qui Christi sunt
etcétera.—Censura. Haeretica lutherana, de qua saepe diximus.
Proposiciones tomadas del Catecismo.
Prop. 17. Y aquí entenderás que cuando Cristo encarnó, no vino al
mundo como juez ni como señor o ejecutor de la L e y , sino como re-
demptor del mundo y subjeto a la L e y , vino a padecer por ella lo que
habían de padecer los que de justicia por sus proprios pecados habían
de padescer como subjetos a la L e y . Esto es proprio oficio de Cristo, y
esto es ser redemptor. Otros oficios y beneficios hizo Cristo a los hom-
bres, como sanar enfermos, resucitar muertos, enseñar la ley de Dios,
mostrar el camino del cielo, pero no son estos sus proprios oficios, etcé-
tera.—Censura. In illis verbis, no vino al mundo como juez, suspecta
reduntur haec verba propter suspectum auctorem, quod velit dicere
Christum non esse legislatorem, quod haereticum est. Quod vero inter
Christi officia nusquam numerat legem ferré, vehementer generat sus-
picionem quod hoc non sit Christi proprium officium, cum tamen tam
proprie sit legislator quam redemptor.
Prop. 20. Muchos hay que sin dificultad creen haber venido el R e -
demptor y haber nacido y haber muerto por los pecadores; pero pocos y
con dificultad acaban de creer que es venido y que es nacido y que es
muerto para sí. Pocos le abrazan con su corazón como cosa suya. Pues
te digo que hasta que creas en tu corazón y le abraces como a cosa
tuya, no sacarás dél los provechos y frutos que tiene.—Censura. A u -
ctor iste, olim apud me de nulla haeresi lutherana suspectus, nunc vero
de nulla non suspectissimus, suspectam reddit istam propositionem, et
46 FR. V1CEN1E BEL1KÁN DE HEREDIA

quidem vehementer de fide illa particulari lutheranorum apprehendente


Christi passionem et satisfactionem, quae sola sufficit ad salutem.
Prop. 33. Para nuestra justificación el primero y principal instru-
mento es la fee, como muchas veces lo enseña San Pablo.—Censura.
Quatenus dicit quod fides est principale nostrae justificationis, haereti-
ca lutherana de primatu fidei supra caritatem. E[s]t quidem fides pri-
mum, sed non principale instrumentum.
Prop, 38. L a mayor tentación que han tenido y al presente tienen
los cristianos es saber dónde está la Iglesia verdadera, porque los here-
jes pretenden que su Iglesia es la verdadera,—Censura. In homine tam
suspecto de haeresi lutherana, suspectissima est quod velit sentiré pos-
se jure dubitari ubitiam sit Ecclesia vera, qui est error perniciosissimus
et periculosissimus; nam qui de hoc dubitat, vix remedium habet quod
possit a suis erroribus sanari et liberan.
Prop. 41. Item, hase de notar aquí, que cuando se manda dar tanta
reverencia al nombre de Dios, no se dice por el nombre que se dice con
la lengua o se escribe con la pluma con que nombramos a Dios, porque
éste es cosa criada de poco valor, a la cual el hombre no debe reveren-
cia alguna.—Censura. Haec propositio scandalosa est et temeré prola-
ta ab auctore, et mihi videtur in homine negante venerationem imagi-
num, suspecta valde de haeresi, nam facile argumentum trahitur a no-
mine significante ad imaginem; nam si nomini ex eo quod significat
nulla debetur reverentia, ergo ñeque imagini, quae hoc potissimum ha-
bet veneratione dignum, quod imaginem significat et ob oculos ponit.
Prop. 42. Haciendo esto con fee y protestándolo de fuera con el sa-
crificio que la Iglesia nos manda en este día, santificamos el sábado
como Dios nos lo manda. Item, hizo esta mudanza del día porque no
pensase alguno que aquel día del sábado fuese más santo que los otros
días de la semana, pues todos los días son iguales y no tiene más un día
que otro, segund San Pablo dice.—Censura. Haec proposiuo olim non
adeo me offenderat; ceterum nunc in auctore tam suspecto de haeresi
lutherana, in universo videtur mihi alludere ad sacerdotium haeretico-
rum asserentium omnes christianos esse sacerdotes...
Prop. 43. Otro fin es de ir a la iglesia a hacer misa. Item, otro fin es
juntarnos el domingo para la comunicación con Cristo nuestro señor,
porque los rescibimos todos juntos, como Cristo nuestro señor comulgó
en la postrera cena a toda la Iglesia junta.—Censura. Cum auctor iste,
ut mea fert opinio, universam doctrinam lutheranam imbiberit, sus-
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHK1STI, 0 . P, 47

pectus est in hac propositione de haeresi lutherana, quae docet abro-


gandam missam privaíam...
Prop. 53. E l temor servil es bueno para comenzar, pero no para aca-
bar. Si el hombre no pasase adelante, no solamente no alcanzaría per-
dón de sus pecados, pero perseverando en él moriría desesperado.—Cen-
sura. Quae hic dicuntur, nisi auctor iste suspectus esset de haeresi lu-
therana, duci fortasse poterant in sensum non tam fidei catholicae con-
trarium. Cetcrum tam suspectus auctor suspectam reddit propositionem
illam, pero no para acabar perseverando, viviría desesperado, esta se-
ría falsa e informe penitencia; tal penitencia hacen los condenados en el
infierno etc., de haeresi lutherana negante timorem servilem esse bo-
num, quod est contra diffinitionem concilii Tridentini.
A l pie de estas calificaciones añadió Mancio la siguiente nota pidien-
do al escribano Chaves que atestiguara ser suya para que nadie dudase
de su rigurosa autenticidad: «Las cuales dichas proposiciones de los di-
chos Cartapacios y Catecismo con las dichas mis censuras y calificacio-
nes como arriba van escriptas en cincuenta y ocho hojas con la que irá
mi firma y todas ellas rubricadas de mi señal, que es una raya en sus
márgenes; y juro in verbo sacerdotis y a los sanctos evangelios que las
censuro y califico como en cada una va declarado porque así me lo acon-
seja y obliga mi consciencia, pospuesto todo amor y temor y otro cual-
quier respecto humano, sino solo teniendo delante de mis ojos a Dios y
a su causa y santa fee católica.
»Y por cuanto así mismo me es mandado por su Md. diga y declare
lo que siento del autor y el crédito y opinión que dél tengo, cuanto a
esto digo que agora de presente yo no tengo que meterme cuál él sea,
porque yo no lo sé ni puedo al presente saber. Potest enim Deus súbito
honestare pauperem, et potens est de lapidibus istis suscitare filios
Abrahae. E n lo que toca al crédito que yo puedo tener del autor por el
tiempo que leía la epístola ad Calatas y semejantes lecturas y predicaba
ios sermones que yo he censurado, digo que tengo vehementísima sos-
pecha que era hereje luterano, y no de los de acá luego. Porque un
hombre que leía y predicaba en España, y vía que los oyentes eran doc-
tos y católicos, de creer es que hablaría recatado y sobre aviso y que
hablaría a hurta cordel, tirando la piedra y ascondiendo la mano. Y con
todo esto, arrojar tantas herejías de aquella boca, cosa es que pone gri-
ma y espanto, principalmente viendo el rigor que el Santo Oficio usaba
contra semejante doctrina y viendo los predicadores tan sobre los estri-
bos para predicar contra ella. Pues ¿qué hiciera si predicara a los de su
48 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

humor y sin miedo que nadie le pudiese castigar ni ir a la mano? Por


ende, dejadas aparte las proposiciones que yo en este cuaderno tengo
calificadas, unas por sospechosas de herejía, otras porque tienen sabor
della, y otras por claramente heréticas, de la persona del arzobispo de
Toledo don fray Bartolomé Carranza de Miranda digo que del tiempo
que leía y predicaba las dichas proposiciones y las comunicaba por es
cripto a personas particulares, tengo dél vehementísima sospecha que
era hereje luterano. Sospecha digo, porque para ser hereje se requiere
pertinacia, y ésta no me conste, dile nombre de sospecha. Bien es ver-
dad que de un religioso y flaire de Sancto Domingo, lector tan antiguo
de Santo Tomás en el Colegio de San Gregorio de Valladolid, por difi-
cultoso y aun imposible tengo creer que no entendiese que las dichas
proposiciones no fuesen contra la Iglesia Romana, principalmente las
que tocan a la justificación. Y como en esto consista la pertinacia, con
viene a saber, en rescebir en su entendimiento por verdad cualquiera
cosa que él sepa o piense que es contra la determinación de la Iglesia
Romana, tengo por cierto que era hereje luterano.
»Del Catecismo del dicho arzobispo, el cual yo firmé en un tiempo
notando algunas proposiciones que me ofendían y pasándole muchas que
por entonces, por la gran opinión que el mundo y aun yo tenía dél, me
paresció que podían tener sentido católico, agora me parece que son ca
pítulos de Calvino y de otros herejes luteranos. Y por cuanto en lo que
toca así al dicho Catecismo como a los dichos Cartapacios, los cuales
juzgo y digo ser del mismo autor del Catecismo, soy del parecer aquí
declarado, iterum ausim jusjurandum quodlibet sanctum interponere; y
así lo juro en Dios y en mi consciencia in verbo sacerdotis et per sancta
Christi evangelia que no me mueve a decir esto odio ni rancor de envi
dia, que no se la tengo, ni mala voluntad, sino solo por celo de la ver-
dad; y así lo pido al presente notario apostólico dé fee y testimonio cómo
así lo declaro por mi último parecer, poniéndolo y testificándolo así des
pués de mi firma, y así a los presentes ruego sean de todo ello testigos.
F r . Mantius.
»En la villa de Madrid, diócesis de Toledo, a once días del mes de
septiembre de m\\ y quinientos y setenta y cuatro años, en presencia y
por ante mi el presente notario apostólico y testigos infrascriptos, el
muy reverendo padre maestro fray Mancio, de la Orden de Santo Do-
mingo, catedrático de prima en la facultad de teología de la insigne Uni-
versidad de Salamanca, firmó las calificaciones de las proposiciones que
aquí van scriptas en estas cincuenta y ocho hojas a que yo el infrascrip-
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHR1ST1, O. P. 49

ío notario a todas ellas me hallé presente cuando las censuró y rubricó


con su señal en la margen de cada hoja, en las cuales hojas entra la pri-
mera del mandamiento de su Majestad, y hizo el juramento arriba de-
clarado. Y doy fe que la firma que dice F r . Mantius, es suya propia y la
hizo en mi presencia. A lo cual todo fueron presentes por testigos el li-
cenciado Martín de Salvatierra e Pedro de Ibarra, estantes en la di-
cha villa.
«Yo Francisco de Chaves, escribano e notario público por las auto
ridades apostólica e real, que a lo que dicho es presente fui en uno con
el dicho padre maestro Mancio y testigos, por ende fice aquí este mío
signo en señal de verdad. Francisco de Chaves, notario».
Dejamos al juicio del lector la ponderación de este importantísimo
documento, hasta hoy totalmente inédito, para que infiera de él las con
secuencias que crea conveniente. Por nuestra parte sólo diremos que el
conocimiento directo y autorizado que parece haber tenido Mancio de
las cosas del arzobispo a partir de su prisión, debe limitarse a esos Car-
tapacios de lecturas y sermones de que nos habla en la censura. ¿Pero
daban ellos base para lanzar sobre el desgraciado Carranza el sambe-
nito de vehementemente sospechoso de herejía, y aun de hereje formal,
con el aplomo que se expresa Mancio? Si tan decisivos eran esos docu-
mentos ¿cómo nadie reparó en ellos al oirlos de boca del autor, por más
cautela que éste pusiera en disfrazar el error? A Carranza—volvemos a
repetir—más que sus escritos y enseñanzas, lo que le perdió, aparte de
la pasión de sus enemigos, fué la supuesta complicidad con los lutera-
nos de Valladolid y de Sevilla. Aunque fantásticas, las declaraciones de
estos procesados hicieron creer, primero a los inquisidores, y después a
media España, que el dominico mantenía inteligencia secreta con ellos.
A través de ese prisma lo miraron todo y se formularon algunas de las
censuras, sin librarse del contagio el propio Mancio, antes tan adicto a
la persona del reo. Además, su última intervención tuvo lugar cuando
el ambiente estaba tan saturado de esa idea, que para atravesarse en el
camino se requería un esfuerzo superior. Y en quien hubiera hecho pre-
sa la duda acerca de la ortodoxia del procesado, no podía esperarse ese
esfuerzo, sino más bien que cediese al ímpetu de la corriente, hasta lle-
gar a la convicción o sospecha vehemente, como ocurrió a nuestro teó-
logo. De ahí a la retractación de su primer dictamen no había distancia,
sobre todo habiendo quien atizase el fuego de la discordia, si hemos de
creer la relación del doctor Simancas que queda referida.
E n conclusión: la censura de Mancio es auténtica y expresa adérnás
4
50 FR. VICENTE BELTKÁN DE I I E K E D I A

una convicción sincera acerca de la culpabilidad del reo. Todavía vivió


aquél lo suficiente para conocer la sentencia, que coincidía en lo sustan
cial con su último dictamen. Pero sin duda, el buen religioso no pudo
menos de conmoverse al conocer la emocionante declaración hecha por
Carranza en sus últimos momentos, capaz de disipar todas las dudas y
de ablandar los corazones más refractarios. Quizá esa impresión fué la
que dos meses después de la muerte de Carranza llevaba también al se
pulcro a su antiguo admirador Mancio.

Mando en el proceso de fray Luís de León, de Grajat y de Martí-


nez de Cantalapiedra.—Mayores trabajos, aunque no tantos sinsaboreh,
proporcionaron a Mancio los procesos de estos profesores salmantinos.
Conocía el dominico a los tres lo suficiente para poder formar juicio
acertado de sus personas, por haber convivido con ellos durante varios
años en Salamanca. A fray Luis lo tuvo además de discípulo en Alcalá.
Su intervención en los procesos fué primero como calificador, luego
como testigo requerido, y después como patrono. Este último oficio, tan
decisivo en el proceso de fray Luis, no se ha hecho resaltar bastante.
Sin tratar de hacer historia de aquellos pleitos, debemos indicar aquí al-
gunos precedentes que ayuden a formar idea de las cosas (1).
L a s lecciones del maestro Grajal en la sustitución de la cátedra de
biblia habían dado que sospechar desde un principio. Prescindiendo de
otros antecedentes, hay noticia de una declaración prestada en 1566. seis
años antes de la prisión, por su discípulo Antonio Fernández Salazar,
sobre ciertas proposiciones que pronunció él en su aula (2). Desde esa
fecha su tendencia a novedades se fué exteiiorizando cada día, viéndose
apoyado en ello por Martínez de Cantalapiedra, fray Luis y otros. L o s
maestros de San Esteban se habían mostrado siempre opuestos a esas
novedades en las disputas de actos y censura de libros, sin pasar la con-

(1) P a r a esta parte de nuestro trabajo utilizamos: primeramente el proceso de fray


L u i s de L e ó n , publicado en los tomos 10 y 11 de Documentos i n é d i t o s p a r a l a h i s t o r i a
de E s p a ñ a ; los procesos de G r a j a l y de M a r t í n e z de Cantalapiedra, que se conservan
en los manuscritos 12.748 y 12.750 respectivamente de l a Biblioteca Nacional, el pri-
mero de los cuales han comenzado a publicar los padres agustinos en Archivo a g u s -
tiniano, vol. 35 (1931) y siguientes; y las cartas cruzadas entre el Consejo y la inquisi-
c i ó n de Valladolid, quo se conservan en el Archivo H . N . P a r a comodidad del lector
citamos los tomos del proceso de fray L u i s como primero y segundo, que correspon-
den al 10 y 11 mencionados de Documentos i n é d i t o s .
(2) A r c h . A g u s t i n i a n o , vol. 35 (1931), p. 360.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CH8ISTI, O. P, 51

tienda adelante. Sobre ello hay un testimonio en el mismo proceso de


O r a j a l , la declaración de don Alonso de Fonseca, prestada en 13 de mar-
zo de 1572, que precisa bastante las cosas. «Dijo—don Alonso—que ha-
brá año y medio poco más o menos tiempo, que era en tiempo que se leía
un libro de un fraile franciscano por comisión del Santo Oficio, le dijo el
maestro Grajal, que fray Luis de León, y Martínez el hebreo [Cántala-
piedra] y él habían defendido y porfiado contra fray Juan Gallo y fray
Bartolomé de Medina y el maestro León [de Castro] ciertas opiniones
que estaban en el dicho libro del fraile franciscano, y que no se acuerda
qué opiniones eran, más que un día por el dicho tiempo le dijo a este de-
clarante el dicho maestro Grajal, que en conclusiones en escuelas había
habido gran porfía entre el susodicho y fray Luis de León con los dichos
frailes sobre cuál de las traduciones de la escritura se había de seguir,
y que él y el dicho fray Luis de León tenían la de San Jerónimo, y los
dichos frailes dominicos y el maestro León la Vulgata» (1). Esto, alar-
gando algún tanto el plazo que señala el testigo, nos lleva a los años de
1569, en que se estaban terminando de ver en Salamanca los libro de
Pero emendados por fray Miguel de Medina, O. F . M. que es sin duda
el franciscano a quien alude Fonseca (2).
Hacia la primavera de 1571 la voz y fama de las novedades que sin
ningún recato difundía Grajal desde su cátedra, corrió por los círculos
universitarios, sin que faltase allí quien acogiera con agrado esas nove-
dades. Otros en cambio escandalizados acudían en consulta al padre Me-
dina. Por entonces se anunció también la celebración de un acto presi-
dido por el jesuíta portugués padre Enriquez, en que un estudiante de
la Compañía se propuso defender, «que no es necesario conoscimiento
de ninguna cosa sobrenatural para ir al cielo». E l padre Medina, por or-
den del prior de San Esteban y de Mancio, «les fué [a] avisar que no sus-
tasen aquella conclusión, porque le dirían públicamente en la disputa
que era herejía, y ansí la borraran [borraron?], no porque entendiesen
que era falsa, sino porque no les dijesen que era herética» (3).
A estos precedentes sospechosos venía a sumarse la ascendencia ju-
día de Grajal y de algunos de los que con él simpatizaban. Ahora bien,
si tenemos en cuenta que cada año, o al menos al hacerse la visita del

(1) I b . t. 36 (1331), p. 83.


(2) Cf. nuestro estudio sobre Domingo de Soto, O. P.} l u á n F e r o y Miguel de Me-
d i n a , O. F . M. en L A CIENCIA TOMISTA, tomo 48 (1933), pp. 41-67.
(3) A r c h . A g u s t . t. 35, p. 274.
62 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

distrito por los inquisidores, se mandaba bajo pena de excomunión, que


todo el que supiese algo en materia de heterodoxia, lo notificase al tri
bunal de la fe, se comprende que Medina anduviera preocupado. E l mis-
mo fray Luis de León, llevado por motivos de esta índole, acudió diver-
sas veces al Santo Oficio a descargar su conciencia, denunciando en
una de ellas cierto libro de su amigo Arias Montano. Quienes censu-
ran tan duramente el proceder de Medina en esta causa, que son casi to
dos los admiradores incondicionales del agustino, deben reparar que con
esas censuras condenan implícitamente la conducta de fray Luis.
Medina debió consultar todavía el caso, antes de tomar ninguna me-
dida, con los de casa. También lo consultó por junio de 1571 con el pa-
dre Juan de la Cruz, religioso jerónimo de Salamanca, presentándole
una lista de proposiciones defendidas por Grajal y otros. «Y preguntán
dolé el dicho maestro Medina a este declarante—testifica el padre Juan
de la Cruz en el proceso de Grajal—que si sentía que tenía obligación
de denunciar deste negocio, le dijo que sí, so pena de pecado mortal. Y
que pues este declarante no lo sabía, lo que se podía hacer era predicar
contra aquellas opiniones. Y ansí lo ha fecho dos veces, una en San Ro
mán, y otra en la capilla de las Escuelas, por parecelle tan mal cosas
semejantes, por tenerlos por errores las dichas opiniones, de lo cual
sabe que hay escándalo en esta Universidad» (1). No estando aún segu-
ro Medina de su parecer, quiso esperar. Entre tanto se ofreció ocasión
de tratar con el mismo Grajal, al que advirtió que era tenido «por ami-
go de opiniones nuevas» (2). Poco después pasó por Salamanca el padre
Pedro Fernández, provincial dominicano, y Medina le encomendó que
pusiese en conocimiento del Consejo cierta lista de proposiciones cole-
gidas por él de lo que había oído y de lo que le referían algunos estu-
diantes, pero sin mencionar los nombres de los autores de las mismas.
E s t a delaración hecha con todas esas precauciones y miramientos,
fué sin duda la que movió al Santo Oficio a poner manos en el asunto, st
bien aun sin ella y dada la libertad cada día mayor con que procedían
los innovadores y el escándalo consiguiente, no hubiera transcurrido
mucho tiempo sin que por otro camino se diese ese paso. F r a y Luis no
perdonó a Medina ese lance, como tampoco le perdonan los modernos
panegiristas del poeta. Pero si en éste era disculpable ese desahogo al
verse privado de su libertad, no lo es en los que en nombre de la crítica.

(1) I b . t. 35, p. 324.


(2) I b . t. 36, p. 280.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHR1STI, O. P. 53

se suman a su parecer, pues no deben olvidar que semejante acusación


contra Medina de haber procedido por pasión y envidia, es exclusiva de
fray Luis, y nunca llegó a probarse, afirmando más bien algunos testi-
gos en forma explícita lo contrario. E n todo caso, si había en Medina
apasionamiento contra fray Luis, éste manifiesta no estar libre del mis-
mo contra Medina, por lo cual todas sus afirmaciones en cuanto se re
fieren al dominico se hacen sospechosas (1).
No traeríamos a colación estos episodios, que merecen más detenido
estudio, si no fuese porque en una ocasión el agustino, despechado por
su mala suerte, se volvió airado contra Mancio, situándolo intelectual-
mente al mismo nivel que Medina. Mas pronto volvió de su acuerdo al
comprobar que nadie, ni sus mayores amigos, le ayudaban tan eficaz-
mente a desvanecer los cargos del proceso como Mancio.
L a s proposiciones entregadas por Medina al padre Fernández, y por
éste al Consejo, se encomendaron luego a la calificación de Mancio, de
Francisco Sancho, comisario del Santo Oficio en Salamanca y amigo de
fray Luis, del padre García del Castillo, benedictino, y de León de Cas-
tro (enero de 1572). L o s inquisidores de Valladolid, asesorados por al-
gunos profesores de aquella Universidad, creyeron que procedía la de-
tención de los innovadores, atenta la autoridad de las personas que ha-
bían calificado desfavorablemente las proposiciones, y la condición de los
supuestos autores de las mismas, que eran catedráticos en Salamanca,
los cuales, de no ser atajados, proseguirían difundiendo aquellas doctri-

(1) L o s efectos de l a pasión que s e n t í a fray L u i s contra Medina aparecen bien pa-
tentes en el Proceso, donde el agustino se desata en improperios contra el dominico
siempre que suena su nombre en las declaraciones. E n esa serie de desahogos aparece
uno cuyo significado ni los editores del Proceso ni los b i ó g r a f o s del poeta han com-
prendido. V a hablando el reo, y para desautorizar a Medina, tacha su falta de erudi-
c i ó n , y con la desenvoltura que le es c a r a c t e r í s t i c a , atribuye los e s c r ú p u l o s del domi-
nico al desconocimiento que tiene de autores antiguos. Y a ñ a d e luego: «He dicho este
particular para que vuestras mercedes vean por él c ó m o lo que este testigo llama nue-
v o y ajeno de la a n t i g ü e d a d de nuestra r e l i g i ó n , es lo antiguo della, y que lo que tiene
por antiguo, es lo que h a l l a en A d a m Godam y en D o r m í Securen y en otros seme-
jantes trapatistas en que lee». Proceso, t. 1, p. 323. E n las palabras que los editores
transcriben por D o r m í Securen, se refiere sin duda fray L u i s a los Sermones D o r m i
sccure, impresos en P a r í s en 1503, atribuidos al carmelita R i c a r d o Maidstone, quien
los compuso a fines del siglo n v . Pero el supuesto gingolfismo de Medina queda muy
por bajo del del mismo fray L u i s , si sometemos a examen comparativo las lecturas
de ambos. Consulte si no el lector lo que el propio Medina se atreve a afirmar sobre el
caso, como desafiando a los maldicientes, en su comentario a l a T e r c e r a parte en ^4»'-
gnntentum operis, I Auctores per quos profecimus quosque sequutí sumus in hoc opere.
54 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

ñas. E n consecuencia, habiendo consultado previamente al Consejo,


mandó éste abrir en Salamanca una amplia información, ordenando ade-
más la detención de Grajal si trataba de huir. Para hacer esa diligencia
fué enviado allí el licenciado Diego González, quien comenzó luego su
actuación. E l inquisidor pidió al claustro universitario que diese licen-
cia a Mancio, con quien tenía que tratar asuntos de inquisición, para
que pudiese estar libre de la lectura de su cátedra entre tanto. De ello
nos habla el acta del claustro de 10 de marzo de 1572 en estos términos:
«El dicho señor rector propuso allí diciendo: que el señor inquisidor
que al presente está en esta ciudad le había dicho e pedido que, por
cuanto él tenía algunas cosas tocantes a nuestra sancta fe católica, las
cuales había de tratar y comunicar con el señor maestro fray Mancio de
Corpus Christi, se le diese licencia para que asista con él a tratar de lo
susodicho; e que aunque no lea su lección de prima, sea habido todo el
tiempo que con él se ocupase en lo susodicho por leyente e presente
e jubilante; e que durante el dicho tiempo no fuese multado. E que él
había respondido, que sobre ello juntaría su claustro, e que en él se
trataría e votaría acetca dello. E ansí los había fecho juntar, e que sus
mercedes viesen acerca dello lo que les parecía, e votasen lo que en
ello les paresciese, porque su voto era y es que la dicha licencia se le
dé, pues son cosas tocantes al Santo Oficio e a nuestra santa fe católica,
e era decencia e ornato de la dicha Universidad que el dicho señor in-
quisidor se quisiese aprovechar en el dicho negocio de las personas
desta dicha Universidad. E este dijo ser su voto.
»E luego votaron todos según sus asientos e antigüedades fasta no
quedar ninguno. E la dicha Universidad se resolvió e vino en que se d é
e concede la dicha licencia al dicho maestro fray Mancio de Corpus
Christi para que asista con el dicho señor inquisidor, encargándole
como dijeron que le encargaban e encargaron su conciencia, para que
si los negocios que ha de tratar e comunicar el dicho señor inquisidor
con su paternidad fueren tales e a tiempo y de calidad que no impida la
lección que lee de prima, pues hace tanto fruto en ella, la lea, y si no,
no, y que durante el dicho tiempo, aunque no lea, sea habido por leyen-
te, presente e jubilante e interesante, e por la dicha causa no sea
multado».
Para nadie era un secreto, que los negocios que iba a dilucidar el li-
cenciado González se referían a comprobar lo que había de vitando en
las doctrinas que propalaban los profesores amigos de novedades. E n
consecuencia acordó además el claustro que los doctores Cristóbal G u -
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 55

tiérrez y Antonio Solís visitasen al inquisidor de parte de la Universi-


dad, y «secundariamente le suplicasen que viese e tuviesen gran cuenta
e respeto al honor, decencia e decoro de la dicha Universidad».
L a actuación de Mancio con el inquisidor no consta en los procesos.
Sólo sabemos que por entonces se envió a nuestro teólogo, para que lo
revisase, un cuaderno con lecturas de fray Luis (1). También se consig-
na en los mismos procesos que a 15 de marzo entregaron al inquisidor
los maestros Mancio y Francisco Sancho la censura de diez proposicio-
nes que se iban coligiendo de las declaraciones de los testigos contra
Grajal (2). Luego en el verano firmaba nuestro profesor, probablemente
en Valladolid, junto con los doctores Flechilla y Ochoa, la censura de
otras diez proposiciones del mismo proceso (3).
E l pleito sigue desenvolviéndose sin que aparezca en él Mancio has-
ta el verano de 1574. Habían llamado por entonces al dominico a la Cor-
te, para negocios relacionados con el proceso de Carranza. A 3 de julio
(1574) avisaban de la inquisición de Valladolid al Consejo que Grajal le
había pedido para que fuese su patrono, «per ser persona de tantas le-
tras» (4). De Madrid respondieron «que Mancio no está en disposición
que pueda ir, porque está indispuesto y llamado por el Consejo, y así se
lo den a entender [a Grajal]» (5). Mas poco después, a 17 de julio, halla-
mos a Mancio en Valladolid. Los inquisidores escribían con esa fecha al
Consejo: «El maestro Grajal pide todavía que el maestro viniese, aun-
que le costase docientos ducados su venida; y que si le dijese decía mal,
él holgaría de desengañarse. E l maestro Mancio ha venino a esta villa,
y dicen que por algunos días. Si V . S.a es servido que se le nombre [por
patrono], nos lo envíe a mandar» (6).
Como si los presos estuviesen de acuerdo, fray Luis, después que
había pedido por patrono a fray Hernando del Castillo, entre otros, lo
desechó para que lo fuese Mancio, solo o juntamente con fray Barto-
lomé de Medina (4 de agosto 'de 1574) (7). Luego el día 21 modificó

(1) A r c h . Agnstim'ano, t. 35, p. 272.


(2) I b . t. 36, pp. 88-89.
(3) Jb. t. 37 (1932), p. 422-26.
',A) A r c h . H . N . Inquisición, leg. 3.192.
(5) I d . ib., a l m a r g e n de la carta de l a i n q u i s i c i ó n de V a l l a d o l i d . L a respuesta del
Consejo debe ser la contenida en el registro, lib. 578, fol. 190 r que lleva fecha de 7
de julio.
(6) A r c h . H . N . I n q u i s i c i ó n , leg. 3.192.
(7) Proceso de fray L u i s de L e ó n , t. 2.", p. 22.
56 F R . VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

su parecer, pidiendo al doctor Sebastián Pérez, a Medina o a Mancio,


siempre que cualquiera de los primeros no entrase solo (1).
Para esa fecha debía estar Mancio en Madrid, y avisado el Consejo
de la solicitud de los presos, responde el día 25 en la forma siguiente:
«Recebimos vuestra carta de xviij de éste, y en lo que decís que los
maestros fray Luis de León y Grajal, presos en esas cárceles, han pedi-
do por su patrono al maestro Mancio, que al presente reside en esta Cor-
te, consultado con el reverendísimo señor inquisidor general, ha pareci-
do que vosotros señores le escribáis sobre ello, para que acabado el ne-
gocio en que aquí está ocupado, vaya a esa villa a entender en ese. Y
veniendo en ello como lo ha ofrecido, le admitiréis por patrono de los di-
chos maestros; y el gasto que hiciere en la ida y estada ahí será a su
costa dellos» (2).
Mancio comenzó a actuar como patrono de fray L u i s a 9 de octu-
bre (3). E l 13, habiendo visto la justificación que hacía de si mismo el
poeta en lo tocante a las 17 proposiciones relativas a la Vulgata de que
se le hizo cargo, «dijo que le paresce que el dicho fray Luis se descarga
bastante de todas ellas, con tal que confiese que la edición Vulgata es
de verdad infalible, no solo cuanto a lo que toca a la fe y costumbres,
pero también en las cosas ligeras y menudas. Y puesto caso que al pa-
rescer lo confiesa en esta su respuesta, pero no llega a esto que aquí
digo, ni tan a la clara como es menester» (4).
Esta declaración era para tranquilizar al reo, considerada la compe-
tencia, autoridad y prestigio del patrono. Pero fray L u i s se encontraba
en un estado de ánimo tan deplorable, que sin reparar bien en el alcance
de ese testimonio, cuando supo pocos días después que Mancio, sin despe-
dirse ni decirle nada, había regresado a Salamanca para asistir a la

(1) I d . ib., p. 27. E l i n t e r é s que m a n i f e s t ó antes fray L u i s por que fuese su patrono
el doctor S e b a s t i á n P é r e z , se aviene mal con l a r e s t r i c c i ó n que le pone ahora. Pero
se comprende la inconsecuencia en quien l a e x a l t a c i ó n de á n i m o se s o b r e p o n í a a ve-
ces a l buen sentido, como veremos luegfo, cuando en esta misma materia de patronos,
dice que p a r a mayor j u s t i f i c a c i ó n de su causa, h a b í a nombrado a sus enemigos Man-
cio y Medina, si bien a ñ a d e que eso lo hizo como desesperado.
(2) A r c h . H . N . Inquis., lib. 578, fol. 204 r.
(3) Proceso de fray L u i s , t. 2, p. 29.
(4) I d . ib., p. 34. L a lectura sobre la V u l g a t a de donde se extrajeron esas 17 propo-
siciones se ha publicado entre las obras latinas de fray L u i s , tomo V , a base de tres
c ó d i c e s que entonces c o n o c í a n los editores. Posteriormente hemos encontrado uno
m á s de esa lectura en un manuscrito sin catalogar de la Biblioteca universitaria de
Coimbra.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 57

inauguración del curso, se volvió furioso contra él recusándolo como pa-


trono y clasificándolo entre sus mayores enemigos (25 de oct.). Los mo-
tivos de este cambio, junto con su procede! anterior en la materia, lo
explica luego el agustino en una petición presentada al tribunal a 7 de
diciembre. E s una pieza digna de estudio en que no se han fijado bien
los historiadores para apreciar los estados psicológicos por que iba pa-
sando el reo al no lograr lo que pretendía. Reproduzcamos las cláusulas
que se refieren a Mancio.
V a hablando fray Luis de las peticiones que tenia hechas en materia
de patronos y de cómo no se le dió al doctor Sebastián Pérez por no es
tar hecho el informe de su linaje y limpieza. Y prosigue:
«Y ansí yo, como desesperado, dije que el maestro Mancio y el maes
tro Medina, dominicos, eran mis enemigos y por tales los tenía señala
dos y tachados en este proceso desde el principio dél; pero que yo me
apartaba para este solo efecto de la tacha que les tenía puesta, y quería,
para mayor justificación de la verdad que trato y de la verdad que ten-
go, que viniesen a ser mis patronos los que habían sido mis calumnia-
dores. Y con esta respuesta y mes y medio después della vino el maestro
Mancio, y yo me holgué que viniese; y delante de vuestras mercedes le
di razón de mi negocio y llevó para ver despacio los papeles que toca
ban a él. Y habiéndolos visto y tenido en su poder cinco o seis días, y
siendo cosa que se podía ver en pocas horas, y viéndose por ellos con
vencido como lo confesó que lo que yo en ellos digo de la Vulgata es la
sentencia común de todos los teólogos católicos que han escrito después
y antes del Concilio, sin haber alguno que diga lo contrario; y ansí que
habiendo visto esto y después de! término que he dicho, como entendió
que no podía dañarme si no era condenándose, por no me aprovechar, se
fué sin comunicarse conmigo y sin resolverse, poniendo color que quiere
hallarse al principio de las liciones en Salamanca y que volvería luego
al principio deste mes de noviembre, como por vuestras mercedes me
fué dicho. De la cual su ida mi letrado se ofendió y escandalizó mucho,
y entendió que era lo que he dicho, como el hecho lo ha mostrado. Y
ansí dijo que por cumplir con su conciencia y con el juramento con que
está obligado a mi defensa, me aconsejaba que rae apartase del nombra-
miento de patrón que había hecho en el dicho Mancio...
»D¡go que yo nombré por mi patrón al maestro Mancio, catedrático
de prima de teulugía en Salamanca; el cual habiendo comenzado a ver
mi negocio, se ha ausentado a leer su cátedra, y porque pudiendo fácil-
mente dar su parecer, se ha hecho vehementísimamente sospechoso que
58 FR. VICENTE BELTRÁN DE HERED1A

es párticipe y compañero en la maldad que contra mi ha intentado fray


Bartolomé de Medina, fraile de su Orden y casa. Porque conforme a de-
recho no carece de sociedad oculta el que deja de obrar a tan manifiesta
malicia; y siendo obligado a defenderme por el juramento que se le tomó,
y por haber empezado el negocio, en desampararme cometió grandísimo
pecado, porque conforme a derecho también es falso testigo el que deja
de decir verdad cuando es obligado a la decir como el que dice falso tes-
timonio... De manera que ya que en mi proceso vido que no había cómo
poderme empecer en cosa alguna, me procura dañar con la dilación,
porque con ella consiga el maestro fray Bartolomé de Medina y el mo-
nasterio de San Esteban y su Orden el mismo efecto, que es quitarme
de por medio, que soy el mayor impedimento que tiene en sus preten-
siones de cátredas, Y por haber usado conmigo de tan grande inhumani-
dad y crueldad, yo me aparto de haberlo nombrado por patrón, y pido
y suplico a vuestras mercedes no se le muestre más cosa alguna de mi
proceso ni se admita a él, y le recuso por consultor y juez por la dicha
causa> (1).
Repitamos la frase que resume todas esas quimeras que se agitaban
en la mente de fray Luis: Como e n t e n d i ó que no podía d a ñ a r m e s i no
era c o n d e n á n d o s e , por no me aprovechar, se f u é sin connmicarse con-
migo. A s í juzgaba el poeta, mal aconsejado por el doctor Ortíz, a su
verdadero salvador, envolviéndole en la trama de los que suponía con-
jurados para perderle.
Pero dejemos estas consideraciones, apuntadas tan solo para llamar
la atención del lector acerca de la desorientación y lamentable estado
de ánimo del agustino,
A l ausentarse Mancio prometió regresar pronto (2). Pero la intem-

(1) Proceso de fray L u i s de L e ó n , t. 2, pp. 39-42,


(2) «El Maestro Mancio estuvo aquí cuatro o cinco d í a s , h a b i é n d o l e nombrado por
patrono fray L u i s de L e ó n ; y t r a t ó con él su negocio. Y dijo t e n í a necesidad de ir a
principiar l a lectura de su c á t e d r a por algunos días, y que v o l v e r í a . L u e g o a los 25
deste pidió audiencia fray L u i s , y dijo l a quería para comunicar sobre su negocio. Y
h a b i é n d o l o tratado con su letrado, dijo que por las causas y razones que adelante diría
recusaba y r e c u s ó al maestro Mancio, patrón que él h a b í a nombrado, y se apartaba
del nombramiento que dél h a b í a hecho. Y asi mismo pidió que si alguna cosa dejó di-
cha o escripta en su negocio, le manden dar treslado de ello, atento que él vino por
su p a t r ó n para ayudalle en lo que tuviese razón, y en lo d e m á s d e s e n g a ñ a l l e . L o que
Mancio dejó escriplo es lo que enviamos a V . S. con e s t a » . C a r t a de los inquisidores
de V a l l a d o l i d al Consejo de 30 de octubre de 1574. A r c h . H N, Ir.q. leg. 3.192, n ú m . 76.
A l m a i g e n de ella escriben los del Consejo: «Que a Mancio le avisen que no vuelva
E L MAESTRO MANCIO DE COKPUS CHR1STI, O. P. 59

pestiva recusación por parte de fray Luis, trastornó todos sus planes»
Porque avisado de ello el Consejo, escribió a los inquisidores con fecha
de 4 de noviembre, que Mancio «no vuelva ahí hasta que otra cosa se le
ordene» (1). A pesar de todo, los inquisidores con fecha de 10 de noviem-
bre avisaban al Consejo que antes de recibir su carta tenían escrito a
Mancio llamándole para entender en los procesos de Grajal y Cántala-
piedra, y le esperaban de un día a otro, y que no intervendría en el pro-
ceso de fray Luis sin nueva orden de aquel tribunal (2). E n este sentido
debieron reiterar el aviso unos días después, ya que son dos las cartas
de los inquisidores que luego presentó Mancio al claustro para justificar
su partida. E l dominico lo hubo de tratar primero con el rector de la
Universidad, que lo era d o n j u á n de A c u ñ a , elegido por aquellos días,
quien a 25 de noviembre convocó claustro, «porque en él—decía la cédu-
la—el padre maestro Mancio quiere pedir licencia para ir a Valladolid,
porque le han inviado a llamar para tratar cosas de la santa Inquisición».
Mancio, según su costumbre, no acudió a esta junta, esperando que
el claustro resolvería en virtud de lo que informase el rector. Pero abier-
ta la sesión, Acuña «mandó llamar al señor maestro fray Mancio de
Corpus Christi... para que diese relación e pidiese la dicha licencia en
e! dicho claustro. E l cual por el dicho mandado entró, e dentro la pidió
de palabra diciendo, que por dos cartas que en sus manos traía, firmadas
de los señores licenciados Diego González y Diego Valcazar (sic), oido-
res del Santo Oficio, por las cuales le han mandado y mandan se partie-
se luego a Valladolid, para tratar con su paternidad tocante al Santo
Oficio (sic), como constaría y parecería si sus mercedes fuesen servidos
por las dichas dos cartas de llamamiento que en sus manos tenía acerca
de lo susodicho». E n resolución «fué acordado e determinado de le dar
e le dieron la dicha licencia para que pueda ir e vaya al dicho llama-

al¡í y que prosigan en la causa del dicho fray L u í s de L e ó n , sin embargo de la recu-
s a c i ó n , y que no le den copia de lo que Mancio a n o t ó , sino q u e se ponga en el proce-
so, autorizado por notario de c ó m o Mancio lo a n o t ó » . Cf. Proceso, t. 11, pp. 32-33.
(1) Proceso de fray L u i s , 2, 37, y A r c h . H . N . Inq. lib. 578, fol. 231 v.
(2) «A Mancio se ha escripto venga a entender en los negocios que e s t á nombrado
por patrono de los maestros Grajal y M a r t í n e z , y ayer nos dijo fray Juan G u t i é r r e z
que le esperaban, porque s a b í a que h a b í a partido de S a l a m a n c a . Y no e n t e n d e r á en
ta del maestro fray L u i s de L e ó n hasta que V . S. mande otra cosa>. L o s inquisidores
de Valladolid al Consejo, 10 de noviembre de 1574. A r c h . H . M. Inq. leg. 3.192, n. 79,
T a l vez Mancio se puso en camino para V a l l a d o l i d , dando la vuelta cuando tuvo noti-
cia de la r e c u s a c i ó n del poeta.
60 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

miento, por muchas causas e razones que allí se dijeron e declararon; e


que lo que su paternidad con juramento solemne que se la ha de tomar e
ha de declarar el tiempo que tuviere necesidad para el dicho llamamiento,
ansí de ida como de estada como de vuelta». Tres de los vocales presen-
tes manifestaron que la petición de los inquisidores debía venir dirigida
a la Universidad, y ellos fueron quizá los que se quejaron luego a! Con-
sejo de la Inquisición de las frecuentes ausencias de Mancio. Pero la ma-
yoría, sabiendo que la ida era en beneficio de los tres maestros presos,
cuya pronta liberación querían facilitar, otorgaron la autorización.
Con todo Mancio no se apresuró a partir, tal vez por ignorar si en efec
to los reos, entre ellos Cantalapiedra, que también le había elegido por
patrono a 18 de septiembre anterior, persistían en que actuase en su
defensa, o le tenían recusado. E l propio fray Luis no sabía en esto a qué
atenerse. A s í en la petición que presentó el 7 de diciembre termina con
estas palabras: «Si el dicho Mancio es venido, yo me aparto de habelle
recusado». E l mismo día 7 comunicaron les inquisidores vallisoletanos a
Madrid esta última decisión del reo (1), contestando el Consejo el día 11
que podía entender Mancio en el asunto (2). E l dominico se encontraba
en efecto en Valladolid desde el 7 de diciembre, y el 23 comenzó a ac-
tuar de nuevo en el proceso de fray Luis. E l estudio de esta causa le
ocupó todos aquellos días de vacaciones, entrevistándose luego con el
reo pasada la fiesta de Reyes. Después tuvo que regresar precipitada-
mente a Salamanca sin despedirse de su patrocinado. Extrañado éste de
la tardanza, pues ignoraba que Mancio hubiera partido, presentó el 13
de enero de 1575 otra petición en que, comenzando por recordar lo pa-
sado en este asunto, prosigue: «Después volvió [Mancio] a entender en
ello, y comenzó a vello en 23 del mes pasado de diciembre, y acabólo de
ver otro día, y pudiera dar luego parecer en ello, porque como él mismo
confesó, eran cosas fáciles y llanísimas todas las que yo confieso haber
dicho o leido, y no lo dió y tuvo los papeles que tocan a ello todos los
días destas fiestas pasadas, que fueron trece días, y al cabo dellos no ha
bía hecho nada, y todavía los tiene en su poder. Por tanto pido y supli-
co a vuestras mercedes le manden que con brevedad se resuelva y dé su

(I) «El maestro fray L u i s de L e ó n pidió hoy audiencia con su letrado y p r e s e n t ó el


esrripto que con esta se e n v í a a V . S. por el cual vuelve a pedir que el maestro Mau-
cio acabe su negocio. V . S. nos mande si es servido que entienda en é l , pues e s t á aquí
tratando de los maestros G r a jal y Martínez». L o s inquisidores al Consejo, 7 de diciem
bre. 1574. A . H . N . I n q . leg. 3.192, n. 84.
d', L i b . 578, í. 244.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRIST1, O. P. 61

parecer. Y ansí mismo suplico y con el acatamiento que debo requiero


a vuestras mercedes manden que ansí el parecer que diere en lo que vea
agora, como el que ha dado en la Vulgata el dicho maestro Mancio los
comunique conmigo antes que se vaya, porque el fin de su oficio le obli-
ga a ello, y yo le nombré por patrón debajo desta condición, y no en
otra manera; protestando que si no se hace ansí, todo lo que dijere o hi-
ciese contra mi, aunque yo no alcanzo que él ni nadie pueda con buena
conciencia poner mala nota en ninguna cosa de lo que yo confieso haber
dicho; pero si acaso la ha puesto o pusiere sin comunicarse conmigo,
protesto que lo que ansí hiciere es ninguno y de ningún valor, y que no
me puede dañar como cosa hecha por enemigo, por cuanto yo desde el
principio deste proceso le tenía tachado por tal para que no sea en él ni
juez ni consultor ni patrón» (1).
L a tardanza de Mancio en despachar aquel asunto tenía más hondas
raíces de lo que imaginaba fray Luis, a quien ciegamente hacen coro sus
panegiristas de hoy sin entrar en el fondo de las cosas. E l maestro do-
minicano, previendo, como sucedió en efecto, que los inquisidores ha-
bían de fiscalizar su actuación de patrono, quiso asentar sólidamente la
defensa, e inquirió para ello el fundamento que pudieran tener las pro-
posiciones mantenidas por el agustino. Entre tanto la comunicación con
éste dependía, más que de él, de los mismos inquisidores. Estando ocu-
pado en esa faena, sobrevino en Salamanca la muerte del padre Juan
Gallo, que tenía la sustitución de biblia en la Universidad, cuya vacante
debía proveerse en un plazo máximo de tres días (2). A l convento de
San Esteban, cuya representación llevaba él ante el claustro, le intere-
saba hacer acto de presencia en aquella provisión. A s í se explica este
nuevo y solo aparente abandono en que dejaba al reo. «El maestro Man-
cio—escribían a primero de febrero los inquisidores de Valladolid al
Consejo—entendió en los negocios de los maestros de Salamanca; y por-

(1) Proceso de fray L u i s , t. 2, pp. 45-46.


(2) A c e r c a de l a fecha de la muerte del P . Gallo andan muy desacertados nuestros
historiadores de S a l a m a n c a , F e r n á n d e z y A r a y a la suponen acaecida en enero de 1573;
B a r r i o la retrasa hasta el a ñ o siguiente. Pero todos ellos andan fuera de camino. P o r
otra parte ni en el registro de visitas de C á t e d r a s ni en el de cuentas se anota ese
dato. Unicamente en el registro de m a t r í c u l a s de 1574-75, fol. 104 r, encontramos lo que
i n ú t i l m e n t e hemos buscado en otras partes. He aquí las palabras: « V a c a t u r a de la sus-
t i t u c i ó n de biblia del s e ñ o r maestro Gallo, difunto, que sea en g l o r i a . V a c ó s e hoy s á -
bido a ocho de enero de 1575 a ñ o s a la hora de 3 a 4, leyendo el s e ñ o r maestro Gue-
vara, y en este día fué enterrado en s e ñ o r Satisteban antes de c o m e r » . D e b i ó morir
s e g ú n eso el d í a 7.
62 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

que vacó la cátedra y sustitución de biblia, se fué a la provisión della


sin haberlos concluido. H é m e s l e avisado que venga, y le esperamos hoy
o mañana, y entendemos que en pocos días acabará lo que tiene comen-
zado. Y aunque haga alguna falta a la lectura de su cátreda, ¡os presos
claman por é l , y sus causas se pueden mal acabar sin su asistencia» (1).
A I margen de esta carta anotan los del Consejo: «Que le llamen en las
vacaciones [de Pascua], como se les ha escripto, e no en otro tiempo». Y
efectivamente, días antes o sea el 29 de enero escribían a Valladolid:
«Pues decís que el maestro Mancio, que entiende en el negocio de fray
Luis de León, preso en esas cárceles, no dió su parecer en él, no le tor-
nareis a llamar, si no fuere en tiempo de vacaciones, para que no pueda
hacer falta a la letura de su cátedra, porque aquí ha habido quejas de
parte de la Universidad sobre la que estos días hizo, al cual escribiréis
envíe su parecer por escripto, y despachareis su causa y las de los de-
más» (2).
Con esto la impaciencia de fray Luis, después de haber entrevisto su
próxima liberación, crecía por momentos. Nada se le había dicho acerca
del regreso de Mancio a Salamanca; pero al ver que transcurría tanto
tiempo sin presentarse a él, dió por descontada su ausencia, creyendo
además que antes de partir había dejado su parecer, y que lo retenían
los inquisidores contra toda razón. E n ese supuesto a 26 de febrero pi-
dió nueva audiencia, y habiendo comparecido ante el tribunal, expuso
con firmeza sus temores, añadiendo que «ya que le ha sido quitado sin
culpa suya todo lo que en la vida se puede desear, les suplica no le qui
ten el morir como cristiano e religioso en su monesterio; porque si tu-
viese culpa o sospecha della, en tanto tiempo por mil partes se hobiera
descubierto. Y el esperar m á s parece que es más esperar a que se mué
ra en la cárcel, o a que salga algún demonio que le levante algún falso
testimonio, o él pierda la paciencia y se le levante a si mesmo, que no
a otra cosa» (3).
Pero nada logró con semejante diligencia, porque no teniendo aún el
dictamen del patrono, era preciso esperar hasta Pascua, en que había
éste de reerresar a Valladolid.

i 1) A r c h . H . N. I n q u i s i c i ó n , leg. 3.192.
(2) I d . ib., lib. 578, fol. 2ó6. v.
(3J E s t a interesante pieza, que no figura en el proceso, se conserva en el A r c h i v o
H , N. I n q u i s i c i ó n , leg. 3.192, n ú m . 109. L a hemos publicado í n t e g r a en el B o l e t í n de
l a Biblioteca tie M e n é n d e s Pelayo, t. 16 (1934), pp. 1-7.
E L MAESTKO MANCIO DE CORPUS CHR1STI, O. P. 63

L a Pascua ca3Tó aquel año a 3 de abril. E n veintitantos de febrero


había devuelto Mancio a los inquisidores los papeles que le entregaron
los procesados, pero sin incluir su parecer. E n vista de ello los inquisi
dores dirigieron al Consejo a 26 de aquel mes la siguiente carta:
«Al maestro Mancio escribimos lo que V . S.a mandó, que enviase su
parecer por escripto. Y a ha enviado los papeles que los maestros le ha-
bían dado después de haber comunicado con él sus negocios, sin enviar
parecer en ellos. Hásele tornado a escrebir lo envíe, y siendo necesario
su presencia, no podría hacer nada en estas vacaciones de Pascua, pues
para ir y venir han menester los ocho días, Y pues no ha enviado su pa
rescer con los papeles, creemos no le enviará. Y si es ansí, siendo V . S.a
servido, se les podrá decir a estos maestros nombren otro patrón, lo
cual han de sentir mucho, pues están muy afligidos con la larga prisión
y dilación que hay en su negocio».
L a consulta llegó hasta el inquisidor general, resolviendo éste «que
en caso que el dicho maestro Mancio haya de venir ahí [a Valladolid] a
entender en estos negocios, sea en las vacaciones de la Pascua, de ma-
nera que el sábado después del domingo de Casi modo [Quasimodo = in
Albis] haya de estar en Salamanca, sin darle lugar a que se detenga
más ahí» (1).
¿Por qué no envió Mancio su parecer? Sin duda por interés del mis
mo fra}' Luis. Había en efecto en la justificación que hizo éste de su lec-
tura sobre la Vulgata, que fué uno de los papeles llevados por el domi-
nico a Salamanca, y puede verse en el tomo segundo del proceso, pp.
55-120, afirmaciones susceptibles de interpretación varia, s e g ú n se en-
tendiesen. Afirmar que el reo las entendía en sentido ortodoxo, era fá-
cil; pero había que asegurarse primero, y estar al quite de las objecio-
nes que pudieran alegarse en contra, para concluir de una vez este eno-
joso pleito. De llevar la contienda por escrito, se hubiera ido alargando
indefinidamente, ya que era difícil persuadir a los inquisidores que de-
bajo de aquellos razonamientos no se ocultaba algún subterfugio habili-
doso, como inducían a sospecharlo las censuras primeras de la tan ma-
noseada lectura. Manció creyó, pues, que con su presencia, teniendo ante
sí al reo y a los inquisidores, podría deshacer el equívoco y poner las co-
sas en claro. E n esa forma debió trazar el plan de la defensa, dispuesto
a llevarlo adelante en cuanto le fuera posible.

(1) C a r t a del Consejo a la i n q u i s i c i ó n de Valladolid de 2 de marzo de 1575. I d . ib.


lib. 578, fol. 275 r.

2)
64 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDíA

A pesar de todo, a fray L u i s , que entrevió ese porvenir venturoso


en las conversaciones tenidas con el patrono por Navidad, se le iba ha-
ciendo ya muy larga la tardanza, si bien nunca más pensó en buscar
otro defensor, como habían propuesto los inquisidores al Consejo. L o s
días se le imaginaban siglos. A 6 de marzo acudió otra vez a los inqui-
dores pidiendo que acelerasen el curso de las cosas. Acerca de la buena
voluntad de Mancio no abriga la menor duda, y también ahora hace
recaer toda la culpa sobre los ministros del tribunal de la fe. Estos de-
bieron insistir con Mancio que enviase su dictamen, y tal vez reclama-
ron su presencia en Valladolid, A eso parece responder la carta del do-
minico fechada en Salamanca a 15 de marzo, en que justifica su ausen
cia sacudiéndose de toda responsabilidad, y rehusando la pena por no
ser suya la culpa. E n cuanto al otro extremo exigido por los de Valla-
dolid, responde a secas que no es posible enviar m i parecer en absen-
cia (1). Posible si era, pero no convenía al reo ni a su calidad de patro-
no proceder de ese modo. L a s cosas quedaron, pues, aplazadas hasta la
próxima Pascua.
E l 26 de marzo, sábado antes de Ramos, tuvo Mancio la última lec-
ción de cuaresma y asistió por la tarde al claustro. A l día siguiente o a
más tardar el lunes salió para Valladolid, adonde llegaría el martes. E l
miércoles, día 30, por la mañana celebró una entrevista con su patroci-
nado para cambiar impresiones acerca de los puntos dudosos de la lec-
tura sobre la Vulgata, quedando Mancio convencido de que fray L u i s
los entendía en sentido ortodoxo.
Todo ello lo expresa con suficiente claridad el acta de esa audiencia,
cuyas palabras, por ser capitales en el pleito, queremos trascribir aquí:
«Y habiendo vuelto a tratar sobre lo en ellos contenido [en los plie-
gos explicativos de la lectura], y visto lo que en el mesmo cuaderno de
la lectura dice en la proposición octava, el dicho padre maestro Mancio
dijo que de palabra el dicho maestro fray L u i s desde el principio se ha
bía declarado y llegaba su declaración a todo lo quel dicho padre maes-
tro Mancio pidió en su parecer que declarase el dicho maestro fray Luis;
y que en el cuaderno de la dicha lectura de la Vulgata que presentó an-
tes de su prisión el dicho maestro fray Luis, para hombres doctos lo dice
y confiesa bastantemente, y más claro en las respuestas que se le han
dado al dicho padre maestro Mancio por parte del dicho fray Luis; y le
parece al dicho maestro Mancio que el dicho maestro fray Luis en su

(1) Proceso de fray L u i s , t. 2, p. 52.


E L MAESTRO MANClO DE CORPUS CHRISTí, O. P. 65

lectura favoreció más a la Vulgata que ninguno de los que el padre


maestro Mancio ha visto ni leído. Y el dicho fray Luis dijo que jura por
sus órdenes, que desde el día que leyó la dicha [lectura sobre la] V u l -
gata, y la escribió en su celda, cuando dijo que el Concilio había deter-
minado que la Vulgata cuanto a la sentencia es verdadera toda ella
y cada parte della como está en la dicha lectura, siempre entendió y
a todos los que se lo preguntaron lo dijo, que todas las sentencias de la
Vulgata son de fe e infalibles, y que jamás le pasó otra cosa por el
pensamiento; y que entendió y entiende que en enseñar esto favoreció
más y favoresce a la Vulgata que ningún otro hombre católico de cuan-
tos sobre ella han escripto, como se parece por sus libros, que fué el pri
mero él que enseñó públicamente esta verdad. Y ansí dice que siempre
entendió y entiende, confesó y confiesa que la Vulgata es verdad infalible
cuanto a la sentencia, no solamente en las cosas que tocan a la fe y a las
costumbres, sino también en todas las demás cosas que en ella se dicen
por menudas y pequeñas que sean» (1).
Como se ve, la presencia de Mancio y su entrevista con el reo dió a
las cosas un sesgo en todo favorable al mismo. Satisfecho éste del
resultado, y para afianzar la posición que acababa de obtener, aquel
mismo día dirigió a Mancio la carta que figura en el Proceso ^2). L ú e
go, en la audiencia de la tarde, añadió el poeta un breve complemento a
lo que tenía manifestado acerca de la Vulgata. Oído lo cual, concluyó
Mancio: «que con esto satisface el dicho fray Luis a lo que él le pidió
declarase. Y lo firmó.—Fr. Mantius» (3). T a n preciosa prenda quiso el
reo que fuese conocida por su letrado el doctor Ortiz de Funes, y pidió
que le llamasen. Y venido, «en su presencia se trató deste negocio».
Patrono, letrado y casi podemos decir los mismos inquisidores esta-
ban ya en un parecer con lo actuado en este día memorable. Pero era
preciso dar mayor objetividad a las cosas, para que llevasen la convic
ción a los que no habían presenciado aquellas escenas. E l inquisidor
Diego González, alma de todo el proceso, abandonó la audiencia, y fray
Luis continuó tratando su negocio con Mancio por espacio de m á s de
tres horas. Resultado de lo cual fué la calificación que el dominico pre-
sentó a 7 de abril, leyéndola primero al reo y luego a los inquisidores (4).

(1) I d . ib., t. 2, pp. 53-54.


(2) I b . id., t. 2, pp. 120-124.
(3) I d . ib., pp. 126-29-
(4) I d . ib. pp. 125-129.
66 FR. VICENTE BELTRÁN DE HERED1A

Desde ese momento y en cuanto dependía de la tan debatida lectura


sobre la Vulgata, fray Luis estaba salvado. Con todo aún había de du-
rar más de veinte meses su prisión.
Mancio partió de Valladolid en la madiugada del día siguiente,
puesto que pudo asistir en Salamanca al claustro del 10 después de me-
diodía, llevando la satisfacción de haber derramado en las enconadas
heridas del reo el bálsamo sedante de la esperanza fundada de su liber-
tad. De buen grado hubiera proseguido su tarea hasta dejar las cos^s
acabadas, pero su presencia en Salamanca era reclamada con urgencia.
Con su marcha comenzó a nublarse la estrella de fray Luis. Después
de aquella memorable sesión en que la pericia del teólogo y la habilidad
del reo se sobrepusieron a la sagacidad de los jueces, hubieron éstos de
reaccionar, sospechando que el dominico no había ponderado bien las
cosas, o estaba poco menos que vendido a los intereses del agustino. E l
dictamen de Mancio les había de momento abrumado, más que nada,
por la autoridad de quien lo daba. Pero ¿y si éste andaba equivocado?
Para comprobarlo acudieron a nuevos calificadores. F r a y Luis, que des
de su reclusión parecía olfatear todo cuanto se actuaba acerca de su
proceso, lo adivinó tan pronto como los jueces pensaron en ponerlo en
ejecución. L a tardanza en ser llamado a audiencia era para él indicio
inequívoco. Por eso, al comparecer en ella el 4 de mayo, primera que
se celebró según el proceso después de ausentarse Mancio, «dijo que
entiende que las proposiciones [en] que el maestro Mancio dió parecer
se comunican con otros consultores», y'pidió «que si los señores inqui-
sidores no están satisfechos con la aprobación de Mancio», se le diesen
otros patronos para la defensa de su causa. E n esa misma sesión presen-
tó un escrito en que parece complacerse en restregar la faz da los in-
quisidores con el parecer y dictamen del dominico, quien habiendo vis-
to las proposiciones notadas sobre la Vulgata, dice fray Luis, a p r o b ó
todas aquellas que y o confieso; y «habiendo visto muy despacio y exa-
minado cada palabra della [de su lectura sobre la Vulgata], en última
resolución la aprobó y firmó diciendo que era verdadero todo lo que en
ella se decía, como se entendiese que, cuanto a la sentencia, la Vulga-
ta en todas sus sentencias generalmente sin exceptuar ninguna es ver-
dadera y de fe. Y dijo que esta verdad la confieso yo en la dicha lectu-
ra bastantemente para hombres doctos, y que siempre entendió de mí y
oyó decir esta dicha verdad clara y abiertamente, y que en la defensa
de la dicha letura que tengo presentada en este proceso, y él vió, lo
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHR1STI, O. P. 67

digo muy claramente, y que favorezco en la dicha letura a la Vulgata


más que ningún doctor de cuantos él ha visto» (1).
Quien conozca la lectura de fray L u i s sobre la Vulgata, advertirá la
distinta impresión que producen estas palabras del poeta de lo que su-
gieren las ocho proposiciones que allí establece. No es que haya oposi
ción formal entre ambas, pues en ese caso nunca las habría suscrito
Mancio; sino que en la lectura se manifiesta especial empeño en poner
de relieve los defectos de aquella versión frente al texto griego o hebreo,
sin acentuar en la misma medida las ventajas, mientras que en la defen
sa que figura en el Proceso era preciso hacer destacar el carácter autén
tico del texto vulgato, lo cual nunca negó el agustino. Por eso nacieron
sospechas acerca de su ortodoxia, y fué necesario que él explicase al pa-
trono el sentido y alcance de algunas cláusulas, sin cuya previa expli
cación no las hubiera firmado Mancio. Este, que según hemos visto en
su intervención en el proceso de Carranza, no era de esos caracteres
que se aferran irreductiblemente a su parecer, creyó sin vacilación en
la sinceridad de las aclaraciones del poeta, anteponiéndolas a lo que pu-
diera colegirse de la discutida lectura, y eso unos meses después de ha
ber condenado a su hermano en religión el arzobispo de Toledo.
F r a y Luis en adelante, por gratitud a tan señalado servicio como
había recibido de Mancio, hasta llega a mitigar su enojo contra Medi-
na; y siempre en cuantas ocasiones vuelve a suscitarse la cuestión de la
lectura sobre la Vulgata, se escuda en el dictamen de su patrono, como
quien conocía el valor de aquella prenda.
Concluyamos, pues, que la intervención de nuestro religioso en este
proceso, a pesar de la estreches de criterio que, mal aconsejado por un
texto calumnioso del Brócense le atribuye el padre Blanco y repiten hoy
sus discípulos, fué lo que hizo cambiar el rumbo de las cosas y acelerar
su feliz éxito, verdad que hasta el presente no se ha tenido en cuenta
para hacer justicia a los tan vejados y difamados teólogos de San E s -
teban.

Los otros dos procesos paralelos de Grajal y Cantalapiedra, que por


inercia de los reos iban con más lentitud, preocupaban menos a nuestro
teólogo, tal vez porque los encausados no debieron comunicarse con él
tan íntimamente como fray Luis. Y a indicamos que Grajal lo había nom-
brado patrono suyo en julio de 1574, y Cantalapiedra por septiembre del

(l) I d . ib. t. 2, p. 133.


68 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

mismo. A 9 de diciembre se entrevistó con el segundo, y es de creer que


también con Grajal. A 7 de abril de 1575 vuelven a tratar Mancio y
Cantalapiedra. A l regresar luego a Salamanca llevó nuestro religioso
consigo un pliego de proposiciones contra Grajal, el cual devolvió el 24
del mismo con su parecer. L o s papeles referentes a Cantalapiedra queda-
ron olvidados en Valladolid. Grajal murió en la cárcal a 9 de septiem-
bre de 1575. E n 1578 fué absuelto del proceso. E n cuanto a Cantalapie-
dra por febrero de 1576 nombró por patrono al padre Nicolás Ramos.
Pero al día siguiente lo recusó, nombrando en su lugar al doctor Cán-
cer. Como éste no se encontraba en Valladolid, se avino a que actua-
se Ramos.

Diversas causas contribuyeron a alargar estos procesos, y queremos


decir algo sobre ello, ya que es frecuente cargar toda la culpa a los mi
nistros de la Inquisición. E l Santo Oficio, es cierto, aleccionado por la
experiencia, dosconfiaba siempre de las declaraciones de los reos, y pro-
curaba comprobar su fundamento, lo cual, como en todo pleito, exigía
el desfile de testigos con todas las demás formalidades de costumbre.
Por otra parte el sistema de proceder de los tribunales regionales, que
no daban un paso sin consultarlo con el Consejo Supremo residente en
Madrid, hacía que transcurriese el tiempo con perjuicio de los reos, de-
sesperados por aquella lentitud. Pero dentro de estas normas todos re-
comendaban y procuraban imprimir a las causas la mayor rapidez posi-
ble. L a insistencia sobre este punto en las cartas del Consejo es conti-
nua. E n el proceso de fray L u i s se repite la orden varias veces. Una de
ellas, que no se ha incluido en el texto impreso, lleva fecha de 19 de mar-
zo de 1575 (A. H . N . Inq. libro 578). Pero el reo, que había comenzado
por recusar por desafectos a todos los dominicos y gran parte de los
agustinos, dificultaba notablemente la libertad de movimientos del tribu-
nal, neutralizando luego con sus continuos cambios, como lo hemos vis-
to en lo referente a la actuación de Mancio, todo el interés puesto en
abreviar su causa.
Además, por estos años hubo en Valladolid gran aglomeración de
procesos, coincidiendo con la escasez de teólogos calificadores. «De ca-
lificadores tenemos mucha falta», avisaban con fecha de 21 de mayo de
1575 a Madrid, preguntando por el estado de la información incoada
para nombrar a Báñez y al trinitario Pedro de Bilbao. A 17 de septiem-
bre se lamentan otra vez extendiéndose en detallar aquella penuria.
«Luego qu murió Grajal—dicen—con el primer ordinario escrebimos a
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 69

V . S. su muerte, y que aunque se le había dado confesor, no había de-


clarado cosa de nuevo. Su causa y las de los demás maestros han tenida
dilación por la confusión de las proposiciones y dificultades de los patro-
nos que se les había de dar. E ahora a lo último, viendo los calificadores
las respuestas de los reos y patrono dellos, han notado algunas proposi-
ciones como las que con esta enviamos a V . S. de la causa del maestro
fray Luis de León. E haciéndole cargo dellas responde lo que V . S. man-
dará ver, diciendo que son unos idiotas. Y diéronsele al reo como van
en el último medio pliego, y no como las firmadas de los calificadores.
Y en ellas falta la firma de fray Nicolás Ramos, que no las firmó por
haberse ido a Toledo (1). V . S. mandará lo que fuere servido sobre lo
que el reo responde a ellas. E s t a diligencia estaba comenzada a hacer
por los mesmos calificadores doctores Frechilla y Cáncer y fray Nicolás
Ramos; y por haberse ausentado Cáncer a esa Corte, y Ramos a Tole-
do, y el doctor Frechilla estar enfermo como al presente lo está, no se
procede en las causas. Y para concluir en ellas no falta otra cosa. E n
habiendo oportunidad se procederá con toda diligencia, como V. S. lo
wmmía». A l margen de esta carta figura el acuerdo del Consejo que
dice así: *Que hagan ver las proposiciones a fray Domingo Báñes y a
fray Antonio de Arce cuando esté admitido, y con lo que ellos respon-
dieren a ellas, hagan en la causa lo que fuere de justicia». E l acuerdo se
comunicó al tribunal de Valladolid a 26 del mismo mes; pero a ocho del
siguiente avisaban que no interviniese Báñez por haberlo recusado el
reo, y en cuanto al padre Arce no estuvo terminado su expediente hasta
diciembre de aquel año.
Por último :onviene tener en cuenta otras dificultades que por el mis-
mo tiempo afectaron a la Inquisición de Valladolid y fueron causa de
complicaciones y retrasos. Durante ese año de 1575 el tribunal cambió
dos veces de domicilio. A mediados de abril pasaron oficinas y presos a
las casas de Pedro González, situadas en las afueras de la población ha-
cia la parte del Esgueva. Pero dichas casas resultaron ser sumamente
insanas; son «más matadero de personas, que morada tutísima», escri-
bían los inquisidores al Consejo basados en el dictamen de los médicos.
E n los pocos meses que allí estuvieron los presos cayeron enfermos casi
todos, entre ellos los maestros salmantinos, muriendo algunos, como
G r a j a l , y teniendo otros que ser llevados a casas particulares para res-

(1) F u é a la ciudad imperial para actuar de patrono en la causa de su hermano en


r e l i g i ó n fray Miguel de Medina.
70 F R . VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

tablecerse. A s í se hizo con Cantalapiedra, según avisaban al Consejo a


29 de noviembre. Otro tanto se había pensado hacer con fray I^uis, au-
torizando el Supremo por carta de 17 de septiembre para que fuese lle-
vado a un convento de su orden con ciertas cautelas (libro 578, fol. 331
de A . H . N . Inq,). A l fin no se puso en ejecución, y tanto él como sus
compañeros de prisión en octubre regresaron a las casas en que primero
había estado la Inquisición situadas dentro de la villa (1).
E n la prolongación del proceso de fray L u i s influyeron pues causas
diversas, siendo palmariamente injusto achacarlo todo a indolencia o
lentitud del Tribunal de la F e .

III.—Mancio y Felipe I I .

Una de las cualidades que hacen resaltar los historiadores en este


monarca es el conocimiento penetrativo y certero que solía tener de las
personas que estaban a su servicio. Mancio nunca figuró entre sus ínti-
mos, y si logró inspirarle entera confianza, tuvo eso lugar un poco tar-
díamente, después que don Felipe hubo regresado de Flandes y anduvo
por Toledo y Alcalá (1560), para fijar luego su residencia en Madrid.
Esto pudo facilitar el trato frecuente de ambos. Antes de esa fecha o no
se conocían, o el conocimiento no pasaba de entrevista fugaz, que ape-
nas había dejado vestigio duradero. Pero la fama del teólogo desde que
comenzó su regencia en Alcalá se había difundido de tal modo, que el
monarca, a cuyos oídos hubo de llegar su nombre orlado con el prestigio
de la ciencia, lo señaló como sujeto a quien podía encomendarse la con-
sulta de los negocios difíciles del Reino.
Sólo de dos casos se ha conservado memoria en que por entonces el
rey haya pedido consejo a nuestro teólogo. F u é el primero el encomen-
dado a él junto con Melchor Cano (en 1554?) por el Consejo de hacienda
de parte del monarca acerca de si podría con buena conciencia suspen-
derse la pragmática «promulgada el año de 52 en que se quitan los cam-
bios de feria a feria y de un lugar a otro dentro del reino, atento a que
hay falta grande de dinero en las ferias..., y se tiene por entendido que
si la pragmática se suspendiese, el dinero parecería en las ferias y po-
dría su Majestad socorrerse para las empresas tan justas que al presen-
te tiene».

(1) L a d o c u m e n t a c i ó n referente a estos traslados, inexplorada que sepamos b a s t a


el presente, se conserva en el legajo 3.193 de I n q u i s i c i ó n del A . H . N .
EL MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 71

L a respuesta de los teólogos fué afirmativa, supuesta la verdad de la


relación y siempre que en la suspensión se hiciera constar que la prag-
mática era justa y santa, y que al suspenderla no se trataba de autori-
zar aquellos contratos que de sí fuesen reprobables, y en todo caso se
moderase el interés llevado en los mismos. E l parecer va firmado por
ambos teólogos. Como obra hecha en mancomún, sería difícil fijar qué
parte le cabe en la misma a Mancio. Con todo no parece aventurado de-
cir que éste se limitó a secundar la propuesta de Cano, primer firmante
y redactor probable del dictamen (1).
Otra de las consultas encomendadas a iMancio fué acerca de la gue-
rra declarada por Felipe a Paulo I V . Su nombre vino en la lista que el
monarca envió desde Flandes, y los del Consejo no lo descartaron de
ella, como hicieron con otros por desafectos a la persona o al proceder
del rey. L a evacuación de la consulta tuvo lugar en Valladolid en los úl-
timos días de octubre y primeros de noviembre de 1556. A cada consul-
tor se pidió parecer por separado; y como siempre, el que más agradó al
monarca fué el de Melchor Cano, por ser una pieza acabada de modera-
ción y energía a la vez, rompiendo con las timideces pueriles de otros
teólogos, que embarazaban no poco la acción política y diplomática
del rey.
E l dictamen de Mancio no se ha conservado. Según Pellicer, se guar-
daba en San Pablo de Burgos (2). Pero no creemos que se trate del origi-
nal, el cual se envió con los otros a Flandes y debió depositarse des-
pués en Simancas, donde habría que buscarlo, dado que no se hiciese
desaparecer, por ciertas frases que no cayeron en gracia al soberano.
Otra copia existió en San Pablo de Valladolid. De ella nos habla un anó-
nimo en nota puesta al margen del parecer de Cano que se contiene en
un tomo de papeles varios procedentes de San Esteban de Salamanca
conservado actualmente en la Universidad (P. V . 11, fol. 153). He aquí
el contenido de la misma:
«Otros teólogos respondieron también. Entre ellos vi en el archivo de
San Pablo de Valladolid el parecer del maestro fray Mancio de Corpore
Christi, catedrático de prima que fué de la Universidad de Salamanca,
hijo del convento de San Esteban de dicha ciudad. Este empieza escan-

(1; Se conserva este parecer en Simancas, E . leg. 97, fol. 5, y lo ha publicado F


Caballero en su obra Melchor Cano, Madrid, 1871, pp. 487-488.
(2) J . A . P e l l i c e r , Noticias p a r a l a v i d a del ü l t n o . s e ñ o r don f r a y Melchor Cano,
Madrid, Biblioteca Nacional, manuscrito 5.916, fols. 115-172.
72 F R . VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

dalizándose contra el Príncipe de esta consulta en que se insinúan moti-


vos de duda en el pontificado de Paulo I V y su elección, y dice que el pro-
poner esto es ya cosa cismática. V a respondiendo después a las pregun-
tas por el orden que aquí están propuestas; y distinguiendo en el papa
las dos formalidades de Vicario de Christo y de príncipe en lo temporal,
niega cuanto puede impedir el influjo espiritual de la suprema cabeza en
este miembro tan principal del cuerpo místico de Cristo, y concede cuan-
to conduce para defensa cum moderamine inculpatae tutelae del Papa
como príncipe temporal».

Por tercera vez se consultó a Mancio en fecha que no se precisa, pero


que ciertamente corresponde a los meses de abril o mayo de 1567, acer-
ca de la concesión de la bula de Cruzada, que por entonces se quería pe-
dir al papa San P í o V . F u é este un asunto muy trabajoso en que la per-
sistencia de su Santidad en negarla era tanto mayor cuanto más empe-
ño ponía Felipe II en conseguirla. L a historia de esas negociaciones,
que tuvieron su coronación en la L i g a contra el Turco y la consiguiente
victoria de Lepanto, arranca de muy atrás, y por tratarse de un tema
completamente inédito de nuestra historia políticoreligiosa, vamos a
ocuparnos de él con alguna extensión.
Desde 1559, después que obtuvo nuestro monarca la revalidación de
la Cuarta, retirada en 1555 por Paulo I V , venía trabajando por la reva-
lidación y concesión de la Cruzada, para atender a los cuantiosos gastos
de guerras y defensa de la Iglesia y de España contra herejes y turcos.
E n carta de 10 de febrero de 1559 decía don Pedro Pacheco, cardenal de
Sigüenza, desde Roma a la princesa de Portugal, regente de España:
«Escríbeme [S. M-, a la sazón en Flandes] que negocie con su Santidad
que revalide la Cruzada pasada y le conceda otra de nuevo. Yo le he ha-
blado sobre ello, y hame dicho que revalidar la pasada que no lo hará,
pero hame dado a entender que concederá otra de nuevo. No sé si lo
hará» (1). E n el mismo sentido escribía al rey con fecha de 16 de febrero
y 15 de mayo de aquel año, manifestándole que el papa prefería que fue-
se ayudado del estado eclesiástico en sustitución de la Cruzada, «porque
me dijo que había muchos días que tenía cartas de España en que le es-
cribían las tiranías que se hacían en lo de la Cruzada, y que cerraban
las puertas de la iglesia para tenellos encerrados hasta que la tomasen,
y que no dejaban ir a los labradores a hacer sus haciendas hasta que la

(1) S i m a n c a s . Estado, 884, fol. 142.


E L MAESTRO MANCIO DE COKPUS CHRISTI, O. P. 73

tomasen, y que ésta fué la causa por que revocó la Cruzada, y también
porque no se tuviese por renta ordinaria esto de la Cruzada; y que du-
rando la necesidad de V . M. siempre le ayudaría, pero que cuando no
hubiese, que no había por qué agravar el estado eclesiástico ni el seglar;
y que en lo que tocaba a la revalidación en ninguna manera le hablase
en ello porque no lo quería hacer, pero que en lo que tocaba a la nueva
concesión, que él miraría en ello y que por esta vía o por otra haría que
V . M. fuese socorrido» (1),
Quienes atizaban el fuego de la discordia ahora como en años ante-
riores entre Felipe II y Paulo I V , llevando quejas a Roma, eran princi
pálmente los cabildos eclesiásticos por causas muy complejas para poder
detallarlas aquí. Pero además había llegado a la Ciudad Eterna en mar
zo de aquel año, y precisamente enviado por el rey, otro personaje cuya
actuación en la curia pontificia se encaminó a estorbar la concesión de
la Cruzada. E r a este don Pedro de Zárate. vizcaíno él, comisario gene
ral de la orden del Santo Sepulcro, y llevaba la misión de obtener del
papa confirmación de la elección de Felipe I I gran maestro de la Orden,
y de su hijo d m Carlos príncipe de la Milicia, hecha por los caballeros
de la misma reunidos en Hochstrat a 26 de marzo de 1558. Con esto se
pretendía devolver a la Orden su antiguo esplendor. Además el rey ea
su comisión a Zárate le tenía encargado que negociase diversas gracias,
las cuales a juicio de éste habían de resultar más ventajosas que la mis-
ma Cruzada. Obsesionado, pues, el comisario con esa idea, y viendo que
los privilegios de ta Orden eran semejantes a los que se pretendían por
la Cruzada, comenzó a sembrar el descrédito en torno de ésta, afirman-
do crudamente que por dos reales se vendía en España la sangre de
Cristo (2), Y su desbordamiento fué todavía mayor al comprobar que
allí todos los servidores del rey estaban contra él encubierta o franca-
mente. E n tal coyuntura se creyó obligado a informar a su señor para
saber a qué atenerse. He aquí lo que escribe a 28 de junio del mismo año
de 1559: «Al cuarto día que llegué a esta corte entendí cómo V . M. ins-
taba por la revalidación de la Cruzada, de que infinitamente me mará
villc de una tal novedad, habiéndose por los del Consejo de la orden del
santísimo Sepulcro determinado que totalmente se quitase la Cruzada
de Spagna, por ser cosa abominable a todo el orbe cristiano. A l encuen-
tro se ordenó que la archiconfraternidad del santísimo Sepulcro, que en

(1) Simancas. E , 884, íoj». 23 y 25,


(2) S i m a n c a s . E , S81, íol 128.
74 FR. VICENTE BELTRÁN DE HERED1A

gracias spirituales excede a la Cruzada, se anejase a la Milicia, y esta


fuese la Cruzada de V . M. con mayor provecho y menos escándalo. Y
tanto como esto se contiene en los capítulos que truje firmados de los del
Consejo. V , M. será servido de verlos, y sobre ello escribirá lo que fuere
más servido al cardenal Pacheco, declarando si V . M. quiere m á s la
Cruzada o la Milicia, porque lo uno y lo otro, siendo muy diferentes, no
pueden estar en un reino. E yo no seré ministro de Belial, porque cris-
tiana y sinceramente deseo servir a Dios y a V . M. y ser fiel ministro
del bien público. Otramente poco vale cuanto V . M. tiene para que yo
haga al contrario». Se queja luego del secretario Eraso porque no cum-
plía su palabra de enviarle la carta de crédito para el cobro del salario,
y añade: «Vino [el crédito] del cardenal ha muchos días; el mío no es
venido, ni creo verná por sus manos, porque le tengo por hombre que
nació para dehonrar la nación vizcaína» (1).
E l rey no debió contestar a esta carta. A 7 de agosto habla de ello a
Pacheco y le dice así: «En los negocios que llevó Pedro de Zárate ha-
réis lo que se pudiere y viéredes convenir, sin perjuicio de los de la Cru-
zada, que son los que primera y principalmente se han de procurar de
despachar, conforme a lo que os tenemos scripto» (2). Pero el comisario
del Santo Sepulcro, no pudiendo ya contener su resentimiento, envió a
4 de diciembre otra carta al soberano, de cuyo tenor puede juzgarse por
estas cláusulas primeras: «Venido aquí—le dice—hallé el negocio en vi-
gilia de ser destruido, y no sin mucho sgravio y ofensa mía; y certísi-
mamente creí no fuese tal la voluntad de V . M . , pero trato de algunos
que son más amigos de la Cruzada que no de la Milicia. Y con tal pen-
samiento fulminé grandes clamores con el cardenal Pacheco, atestando
y protestando que esto no venía de manos de V . M . , y que le escribiese
V hallaría yo le decía gran verdad. Y acusé al mismo cardenal de algu-
na inbecilidad, y hasta saber lo cierto por la letra de V . M. me parece
que tuve razón en mis querellas... Quien a V . M. escribió que yo con-
tradecía a la Cruzada, él se atrevió a mucho con V . M. con un tal vicio.
Yo demandé al cardenal Pacheco si sabía que yo hubiese contradicho a
la Cruzada, porque tal relación se había escrito a V . M. Respondióme
que el canónigo Ayala debió de oir mis quejas y que él lo debiera de
escribir» (3).

(1) Simancas. E , 885, fol. 1.


(2) Simancas. E , 885, fol. 150.
(3) Simancas. E , 885, fol. ?5.
E L MAESTRO MANCIO DK CORPUS CHRISTI, O. P. 75

L a s negociaciones del cardenal Pacheco estaban ya para ser cotona-


das por el éxito cuando en agosto de aquel año murió Paulo I V , sin de-
jar cancelado este asunto. Su sucesor Pío I V fué más expeditivo, y ape-
nas elevado al trono pontificio se puso al habla con el cardenal para ul-
timar las negociaciones, que dieron por resultado la concesión de la bula
por un trienio (11 de marzo de 1560). A l año siguiente hizo su Santidad
nueva merced al monarca español, otorgándole por un quinquenio el
subsidio de un impuesto sobre las rentas eclesiásticas, que ya en tiem-
pos atrás había solicitado.
Estas exigencias del rey don Felipe han parecido excesivas a histo-
riadores como Pastor, que escriben utilizando casi exclusivamente fuen-
tes romanas. Cree el conocido autor que la política de nuestro monarca
se inspiraba en la idea de utilizar el apoyo pontificio para el logro de sus
aspiraciones imperialistas. E l juicio es manifiestamente equivocado, y
parece extraño que tan a ciegas dé entero crédito a testimonios que debe
suponer interesados. A s í se explica que luego desfigure lamentablemen-
te los propósitos indiscutibles del Rey Católico, de estar siempre dis-
puesto a la defensa de la Iglesia, como lo manifestó con hechos, y lo re-
conocieron los mismos pontífices.
Uno de ellos fué el célebre San Pío V , defensor acérrimo de los dere-
chos e inmunidades ecclesiásticas. Conocía éste bien la situación angus-
tiosa de la hacienda española, y sabía además que ante los progresos
de la herejía y del poder otomano, la única providencia humana con que
podía contar para la defensa de la Cristiandad era nuestro monarca. E l
rey, consciente de todo eso, abrigaba a su vez la esperanza de verse
eficazmente ayudado, no ya por vía de favor, sino como deber de justi-
cia en el sostenimiento de sus ejércitos por quien contaba con ellos como
si fuesen propios. Comenzó, pues, en 1566 por solicitar una concesión de
Cruzada en condiciones más vetajosas que las anteriares. Por el mes de
mayo, al enviar a Roma al marqués de Aguilar para dar la obediencia
al nuevo pontífice, le encargó, entre otras cosas, que le hiciese presente
sus apuros económicos, a fin de sondear la voluntad del papa en ese or-
den, con intención de abordar luego la cuestión de la Cruzada. E l carde-
nal Parnés se adelantó al embajador, respondiéndole Pío V que primero
vería cómo se conducía con él Felipe I I en el asunto del arzobispo C a -
rranza, cuya causa exigía que se llevase a Roma. E n el curso de las ne-
gociaciones se fué comprobando que su Santidad no estaba tan dispues-
to como se había creído a condescender con los deseos del monarca. «He
visto—decía el rey al embajador Requesens en carta de 27 de noviem-
76 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

bre de 1566—lo que me escribís de cuán recio está su Santidad en no


querer resolverse en lo de la Cruzada y en los demás particulares que
de nuestra parte se le han propuesto y pedido para ayuda de tantos tra-
bajos y necesidades como hay en la Cristiandad, y pésame mucho que,
ya que entiende y conoce éstas y las toma tan cristianamente por una
parte, por otra esté tan duro en no querer ayudarme para ellas» (1).
Reparaba el papa, para mantenerse en esa resistencia, en motivos
de índole moral. Su conciencia timorata no le permitía, estando tan re-
ciente el concilio de Trento, introducir dispensas y privilegios, como se
pretendía en la solicitud de la Cruzada, contra lo establecido por aquel
Sínodo. Para allanar esas dificultades, reducidos los reparos que el pon-
tífice y sus consejeros alegaban a cinco puntos fundamentades, los so-
metió el rey al dictamen de diversos obispos, teólogos y canonistas
españoles. Varios de estos dictámenes se conservan en Simancas (P. R .
leg. 20, núms, 48 al 101), entre ellos los de los obispos de Jaén, Orense,
Segovia, Orihuela (Gallo), de los arzobispos de Granada (Guerrero) y
Santiago, del provincial de los franciscanos tray Antonio de Córdoba,
del de los dominicos de Castilla fray Juan de Salinas, de fray Diego de
Chaves, fray Hernando Páez, doctor Navarro y del comendador mayor
de L e ó n . Entre ellos está también el del padre Mancio, sin fecha, pero
evidentemente de abril, o mejor de mayo de 1567, como todos los demás.
E n marzo anterior se había ausentado de Salamanca, y tal vez enton-
ces se le dió en Madrid este encargo.
Admite Mancio en su dictamen, que puede verse en los Apéndices,
la licitud de la Cruzada, y cree que debe el papa acudir en socorro del
rey con la concesión de la misma. Indica además la necesidad de que
venga tasada en ella la limosna sin dejarlo al arbitrio de cada uno. Opina
también que en cuanto a su duración no conviene que sea indefinida,
sino por tiempo determinado, y revocable, para poderse tomar varias
veces dando la limosna correspondiente; que estando ella en vigor no se
deben autorizar nuevos subsidios, y que además se ponga especial cui-
dado en evitar los abusos que suelen cometerse en su publicación. No
cree que sea contra los decretos del Concilio, y dado que lo sea, hay
causa justa y aun necesaria para su dispensación.
L a existencia de abusos en la publicación de las bulas queda atesti-
guada por diversos alegatos. E r a achaque antiguo de que hay vestigios
abundantes en toda la literatura sagrada y profana y en la correspon-

(1) Simancas. E , 901, fol. 214.


E L MAESTRO MANClO DE CORPUS CHR1STI, O. P. 77

dencia de aquella época sobre el particular. V é a s e como muestra este


que formularon varios religiosos de Salamanca en carta de 24 de febre-
ro de 1520 a los regidores de Zamora, donde se lamentan en forma pare-
cida a la de Mancio de las vejaciones impuestas por los buleros: «Que
se modere este desacato a la sangre de Cristo con tanta multitud de bu
las y tanta falsedad como los echacuervos predican, y la vejación que a
los pueblos se hace, ansí en detenerlos en los lugares que no se vayan a
sus labores, como en compelerlos indirectamente que tomen las bulas
modernas, suspendiéndoles las viejas, lo cual, aunque el papa lo puede
faser, parece injusto, pues dieron sus dos reales» (1).
L a nota casi unánime de los demás pareceres es que puede el papa
y aun debe, a pesar de los reparos alegados en contra, conceder la C r u
zada en la forma amplia que se solicita, por la gran necesidad en que se
encuentra la Corona y la Cristiandad de hacer frente a los infieles. A l -
gunos consultores se entretienen en ponderar el inconveniente de conce-
der privilegios contra el Concilio, pero con todo concluyen que hay cau-
sa justa considerado el fin a que se destina la limosna de la Bula. E n
particular el maestro Gallo, que no es quien menos pondera el mal efec-
to de las dispensas en ocasión en que todo aconseja mantenerlas en vi-
gor, llega sin embargo a esta conclusión práctica:
«De todo esto resulta cuán necesario es suplicar a su Santidad con
la instancia posible y acatamiento debido que considere el extremo y
aprieto en que la Iglesia está y la potencia de los infieles y herejes, y
que ni para resistir a los unos ni castigar y confundir a los otros hay
otro remedio humano sino la guerra y fuerza de armas hecha por mano
de su Majestad, para la cual está del todo imposibilitado por todos los
caminos ordinarios. Y que en la dilación desta expedición se pierde
gran coyuntura, y se doblarán las fuerzas de los enemigos, y los gastos
para reprimillas crecerán, y disminuiráse mucho el crédito de hacienda
tan necesaria a su Majestad, y cesará gran parte de la fuerza del negó
ció quitándole tan principal ayuda. Y que juntamente con esto toda la
Cristiandad tiene entendido la instancia pública y secreta que su Santi-
dad hace a su Majestad para que se encargue de todas las empresas que
agora occurren a la Cristiandad. Pues viendo esta tan urgente asisten-
cia, y no le pudiendo su Santidad ayudar con fuerzas temporales, si le
quita o dilata este socorro, dará lugar a diversos juicios, todos en gran

(1) D a n v i l a : H i s t o r i a de l a s Comunidades, t. 1 (en «Memorial h i s t ó r i c o e s p a ñ o l » ,


tomo 35), p. 273.

MlAHCft
78 F R . VICENTE BELTRÁN DE HERED1A

daño de la causa pública, Y está bueno de entender el perjuicio que ha-


brá causado esta dilación, porque concurren en Roma tantos embaja
dores y ministros de príncipes y potentados de toda la Cristiandad, que
en poco tiompo se extenderá por diversas partes y lenguas, y quizá ha
llegado ya y vendrá a noticia de los herejes e infieles lo que su Santidad
deja de hacer en esta ocasión... Y cuando no aprovechare todo lo sobre-
dicho—concluye—parece que, siendo con el acatamiento, obediencia y
respeto debido, si no pareciese que por escrito, a lo menos de palabra
el embajador hiciese a su Santidad, delante de dos o tres cardenales
graves, confidentes y de gran secreto, y de algunas otras dos o tres per
senas muy calificadas y graves, una representación muy encarecida del
descargo de su Majestad por la imposibilidad en que sus necesidades le
han puesto; porque quizá con esto su Santidad haría más escrúpulo del
daño que de negar esta concesión se sigue, que de concedella. Y en esto
se debe platicar si convendrá con personas cuales convenga tratar ma-
teria tan grave, para hacer con ella el menor escándalo y rumor que
sea posible» (1).
E l rey envió estos dictámenes a don Juan de Zúñiga, embajador en
Roma, para que los pusiera en conocimiento del papa, y apoyado en
ellos tratase de desvanecer los escrúpulos en que reparaba. E l embaja-
dor daba cuenta detallada de la marcha de este asunto en carta al mo-
narca de 9 de marzo de 1568 que, por su interés reproducimos aquí
íntegra.
«S. C . R . M, Después que escribí a V . M. a los 10 del pasado no he
recibido carta suya despachada por la vía que ésta va. Los pareceres
que V . M. mandó inviar sobre lo de la Cruzada se tradujeron al latín
para que el confesor del papa los pudiese entender, y su Santidad, si
fuese servido de verlos. Y antes de darlos al confesor, los quise ver por
entender más de raíz la justificación de V . M. en esta demanda. Y aun-
que todos ellos venían con tanta doctrina como ordenados por personas
de tantas letras y conciencia, me pareció no dar sino seis, porque los
otros hablaban demasiado en las cosas que se habían de reformar en la
Cruzada; y según el papa está en esto, cualquiera cosa lo hará turbar.
Y también había un parecer que quería ordenar de la manera que este
negocio se había de tratar con su Santidad; y no me pareció que él ni su
confesor lo viesen. Si los seis que se han dado no bastan, V . M. crea que
no harán falta los otros. Y ando procurando que el confesor entienda

(1) S i m a n c a s . P . R . 20, n ú m . 100.


E L MAESIKO MANCIO DE CORPUS CHR1STI, O. P. 79

este negocio muy particularmente, y refiera al papa lo que contienen


estos pareceres. Dícenme que es buen hombre, y así espero que lo hará
bien, si no lo entrega al Maestro del Sacro Palacio, que es grande ami-
go suyo. Y después de hecha esta relación, apretaré al papa sobre este
negocio, poniéndole delante todas las razones que V . M. en sus cartas
tiene mandado, y usando de todos los medios que yo entendiere que pue-
den ser de provecho, como en negocio que más importa de todos cuan-
tos V . M. aquí tiene advertido. E n caso que la concediese, creo ha de
querer reformar muchas cosas, y ya V . M. tiene advertido de las por
que se podría pasar. Pero creo que han de parecer pocas al papa, y yo
no vendría en que se reformasen más sin particular orden de V . M. Pe-
ro holgaría de verme ya en esta duda. Y lo que procuraría de encami-
nar sería que el papa remitiese al presidente [del Consejo de Castilla, el
cardenal don Diego de Espinosa], de quien tiene tan gran crédito como
es razón, la reformación de la Cruzada, porque a los ministros ordina-
rios della no querrá remitirlo, porque le paresce que ellos son los que
exceden. E n todo mandará V . M. muy particularmente lo que debo ha-
cer, que harto temo que llegará la respuesta antes que el papa haya he-
cho la gracia, según me dicen que está su Beatitud en este negocio, que
antes en él le han hallado. Y o tengo opinión que, aunque en las bulas
no se conceda más que la facultad de comer huevos y leche los días ve-
dados, y trayendo suspensión de las pasadas, y no alterando la tasa de
la limosna, que no perdería V . M. ninguna cosa del interés, que por esto
sólo entiendo que toman todos la bula. Porque en España no sé yo como
se podrá pasar sin comer huevos y leche, habiendo tanta falta de pesca-
dos, y estando en costumbre de tanto tiempo atrás el poderse comer por
la gracia de la bula. Y los perlados habían de tener cuidado de castigar
a los que agora comiesen huevos y leche, pues no pueden hacer. Y ven-
drían con esto a desear más la gracia de la Cruzada. A l Papa no se le
osa decir cuánta necesidad hay en España de esta gracia, porque quizá
concedería los huevos y leche a toda la provincia sin que diesen limosna
por ella> (1).
A 7 de abril escribía de nuevo Zúñiga al rey de parte del pontífice
para que reforzase el ejército de Flandes, a fin de estar en condiciones
de acudir al socorro de Italia si se viese atacada por los herejes de Fran-
cia, con quienes el Rey Cristianísimo acababa de firmar la paz. E l em-
bajador no creía en tal peligro, aunque el papa andaba muy preocupa-

(1) Simancas. P. R . 20, n. 55.


80 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

do por ello. Tomando ocasión de ahí le habló Zúñiga de la falta de re-


cursos en que se encontraba su señor para secundar aquellos deseos. «Y
parecióme ponerle este inconveniente—añade—y no sácale del miedo
en que está, pues para lo de la Cruzada y para todos los negocios es
bien que entienda la necesidad que V . M. tiene, y cuánto le conviene
ayudarle» (1).
E n conformidad con ello, el propio don Felipe escribió a 2 de junio a
Pío V comunicándole las medidas que había tomado para impedir la
invasión de Italia por los raitres, encareciéndole también a su vez los
apuros del erario para atender a la delensa de la Cristiandad. Y termi-
na así la carta: «Suplico a V . S. muy humildemente se conduela de mis
trabajos y me haga la gracia que le tengo suplicada de la Cruzada»
pues tiene prueba y sabe de mi ánimo que no lo quiero sino para em
picarlo en servicio de Dios y bien público» (2).
A pesar de tanta insistencia, todavía el papa se resistía por motivos
de conciencia a hacer la concesión; y así lo manifestó en diversas oca-
siones al embajador y al nuncio, advirtiendo a aquél que los recursos
que se obtendrían de la Cruzada en la forma que podría él concederla
no alcanzarían a lo calculado en España, y así era preferible que se pi-
diesen otras gracias en su lugar. Pero tanto se le instó, que vino en
hacer la concesión, si bien en la forma restringida que antes había
anunciado.
E l monarca no se dió por satisfecho. He aquí lo que escribe al emba-
jador con fecha de 12 de marzo de 1569: «Hemos recibido vuestras car-
tas de 23, 26 de nov., 10 y 17 de diciembre hasta la última de 10 de ene-
ro, con que recibimos la bula de la Cruzada. Por las dichas vuestras
cartas y relación que en ellas hacéis, hemos visto todo lo que en el dis-
curso deste negocio ha pasado, y la manera con que vos lo habéis tra-
tado y procedido en él, que ha sido con la prudencia, diligencia y cuida-
do que de vos confiamos; y así os lo agradezco mucho; y el haber ren-
dido gracias a su Santidad, y besádole el pie por ello ha sido bien, por-
que, segün ha estado duro y dificultoso en esta parte, en cualquiera
manera que haya comenzado a quebrar se debe de tener por bueno. Y
halo sido agradescérselo. Y cierto, yo quisiera mucho que desta gracia
se pudiera usar con algún fruto, aunque no fuera tanto ni tal como el

(1) S i m a n c a s . E , 906, fol. 23.


(2) L . Serrano, O. S. B . Correspondencia d i p l o m á t i c a entre E s p a ñ a y l a S a n t a
Sede durante el pontificado de S a n P í o V. Tomo 2, Madrid, 1914, p. 375.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHR1ST1, O. P. 81

que se ha acostumbrado a sacar primero, y el que era menester para el


efecto que ella se concede, por no tornar con este negocio a su Santidad
ni dalle más pesadumbre ni importunidad y por no interponer ni atra-
vesar más autoridad de la que se ha interpuesto». Manifiesta luego que
había encargado que se viese si convendría usar de la concesión, para
no molestar más al pontífice, y que «después de haberlo mirado las per-
sonas a quien se cometió, se han resuelto y les ha parecido que desta
bula ni por su sustancia ni por la forma no conviene ni se debe en nin-
guna manera usar, por las razones que veréis y se contienen en un me-
memorial que con esta se os envía, y que así no se ha podido excusar
de tornar este negocio allá». E n consecuencia le encarga que hable de
nuevo al papa, exponiéndoselo y «le representéis juntamente que siendo
el fin de su Santidad ayudarme y que deste yo me pudiese prevalecer
para los santos fines que ello es, entienda juntamente el poco fructo,
socorro ni ayuda que en la forma concedida yo podría tener, y lo que es
necesario para que aquello se consiga» (1).
E l cumplimiento de esta orden fué enojosa para el embajador. E n
carta de 22 de septiembre siguiente informaba al rey sobre lo que había
trabajado para mejorar la concesión, suplicando al papa que, para de-
poner sus escrúpulos, consultase este negocio con letrados. «S. S. me
dijo que él había mirado este negocio cuando concedió la Cruzada, y
había dado todo lo que le parescía que podía su consciencia, y así no ha-
bía que esperar más». E l embajador, y a que en esto quedan tan pocas
esperanzas, propone al monarca que vea si se pedirá otra cosa equiva-
lente. A 28 de febrero de 1570 informaba de nuevo Zúñiga cómo habia
vuelto a representar al papa las necesidades del rey, «y le dije que el
mundo estaba maravillado de que su Santidad no pasase por todos los
escrúpulos que tenía en lo de la Cruzada con semejantes ocasiones. Dí-
jome que se le pedían cosas que no podía dar conforme a su conscien-
cia» (2). Una vez más le manifestó Zúñiga su extrañeza al tratarse días
después de la empresa de Inglaterra y de la liga contra el Turco. Y si
con estas dos ocasiones no se resuelve a dársela—escribe al rey en car-
ta de 7 de marzo—«no hay que esperarla en su pontificado».
Pero la marcha próspera de las negociaciones para constituir la L i g a
parece que hablandaron algo al papa. A s í al despedir para España a

(1) S i m a n c a s . P . R . 20, n. 66. E l memorial a que se alude en la carta del rey e s t á


en el n ú m e r o 64 de este legajo.
(2) Simancas. E . 913, fol. 26.
6
8'- FR. VICENTE BERTRÁN DE HEKEDIA

don L u i s de Torres (marzo de 1570) con instrucciones para estipular


aquella alianza, le manifestó que se avendría a los deseos del rey si acá
baba de satisfacerse en los escrúpulos que sobre ello tenía. « Agora ha
abierto más el camino para poderse ablandar en ella», escribía Zúñiga a
28 de abril de ese mismo año. Luego pareció retroceder, entendiéndose
que lo hacía como recurso diplomático para más obligar al monarca,
Pero al fin aquellas dos grandes figuras que la Providencia había depa-
rado para salvar del peligro otomano a la Iglesia y a España llegaron
a un perfecto acuerdo, sumándose sus esfuerzos con entera lealtad y
realizando la epopeya de Lepanto, que disipó la pesadilla que por tanto
tiempo preocupaba a toda la Cristiandad.

E n diversas ocasiones dió nuestro teólogo su parecer verbal o escri


to sobre otros asuntos a ruego de particulares. Enumeremos aquellos
de que ha quedado memoria.
F u é uno la censura del libro de los Ejercicios de San Ignacio, a peti
ción del cardenal Silíceo en 1553. De ello habla con alguna extensión el
padre Astrain, resumiendo lo que consta en cartas de aquel tiempo (1).
Según esas cartas, Mancio, llevado de su carácter bondadoso, interpre
ta piadosa y benignamente ciertas frases de los Ejercicios en que otros
habían tropezado, exigiendo sin embargo que fuesen modificadas, para
quitarles todo sabor de alumbrados, peligro entonces tan en boga, par-
ticularmente en el reino de Toledo donde él se encontraba.
Sobre este mismo tema de los alumbrados fué consultado otra vez
nuestro teólogo años después en Salamanca por el padre Alonso de la
Fuente, aunque ahora se trataba de los alumbrados de Extremadura (2).
E l padre Pedro Ibáñez, confesor de Santa Teresa, recabó también el

(1) A . A s t r a i n , S. J . H i s t o r i a de l a C o m p a ñ í a de J e s ú s en l a Asistencia de E s p a ñ a ,
tomo ti Madrid, 1902, p. 376 y sigts.
(2) E l mismo L a Fuente habla de ello en uno de sus memoriales. « D e s e a n d o pro-
ceder con justicia y verdad en los negocios que tratraba—dice—aunque de ellos h a b í a
dado noticia a personas muy doctas, me d e t e r m i n é ir a S a l a m a n c a a consultar alli los
hombres m á s doctos que hay en el mundo para seguridad de mi conciencia. Y llegan-
do a S a l a m a n c a h a b l é a los tres maestros, fray Mancio, fray B a r t o l o m é de Medina y
el maestro Gallo, y les m o s t r é los memoriales que llevaba de l a dicha doctrina [de los
alumbrados], r o g á n d o l e s de parte de Dios y de la I g l e s i a mirasen con a t e n c i ó n aque-
llos papeles y me d e s e n g a ñ a s e n y diesen su parecer. Y h a b i é n d o l o s mirado atenta-
mente se admiraron de ver las cosas que en ellos iban escritas en donde se asomaban
los mayores males y los mayores errores que se han visto j a m á s en el m u n d o » . R e v i s -
t a de Archivos, t. 13 (1905), p. 59.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 83

parecer de Mancio sobre el espíritu de la misma, dándole a leer una de


sus Relaciones. E l juicio favorable del consultor contribuyó a tranquili-
zar no poco a la santa abulense (1).
Por último se ha dicho que en la materia de la gracia defendió Man-
cio una doctrina media entre el tomismo neto y el molinismo, inclinán
dose más a éste. E s un punto toda vía, mal dilucidado, sobre el cual po-
drían alegarse razones para todos los gustos, y en que debe procederse
con cautela, precisando previamente la legitimidad de los textos. Por
« s o renunciamos a entrar aquí en su examen.

Como se ha podido observar por las notas que quedan referidas acer-
c a de la asistencia de Mancio a su cátedra salmantina, a partir del año
1573 su salud andaba muy quebrantada. Por última vez asistió al
claustro pleno el 9 de junio de 1576. Su vida tocaba ya al ocaso. Según
«1 historiador Barrio, murió el 9 de julio de 1576 (2). Pero en esto mere-
ce más fe el registro de cuentas de la Universidad correspondiente al
curso de 1575-1576 que dice así: «Falleció el dicho maestro [Mancio] do-
mingo a ocho de julio... Hubo una lección, que fué a los nueve días [i. e.
g a n ó la lección del día 9] por haber fallecido a las ocho». Con él se ex-
tinguió una de las principales lumbreras de la escuela salmantina.
Mirado a través de sus actos y de la admiración que despertó entre
sus contemporáneos, hay que reconocer en él un carácter bondadoso y
modesto, sin hiél, pecando más bien de sencillo que de malicioso. Perso-
na de gran corazón y de criterio abierto, era condescendiente con los
demás, mostrándose solo inflexible con el error en materias de fe. E s e
carácter bonachón y atrayente, aureolado con las virtudes de todo buen
religioso, le merecieron la confianza de cuantos, peleando lealmente en
el campo del saber, tuvieron algún conflicto por cuestiones de doctrina.
Nunca la pasión hizo mella en su alma naturalmente buena, ni los sinsa-
bores que amargaron sus últimos años deformaron su modo de ser recto
y complaciente con todos.
He aquí para terminar algunos elogios que aparecen en sus contem-
poráneos y que no desmienten el retrato de hombre recto y sabio que
acabamos de delinear.
«Posthunc [se. Petrum de Sotomajor], magnus ille frater Mantius
de Corpore Christi cathedram [primariam] obtinuit, cum jam Compluti

(1) C f . Obras de S a n t a Teresa de Jesús, E d . del P . Silverio, t. 2. Burgos, 1915, p. 20.


(2) Historiadores, t. 2, p. 703.
84 F R . V I C E N T E BELTRÁN D E H E R E D I A

per sexdecim annos in primaria sancti Thomae cathedra praeceptor ex-


titisset. Hujus doctoris vel nomen eruditissimos quosque opprimebat^
tanti ejus auctoritas aestimabatur. E r a t v i r h u m i l i s atque facetus, eí ab-
ó m n i b u s summopere diligebatur. E t cum jam senex Salmanticam ad-
ventasset, per annos tatnen undecim continuos summa cum diligentia
suo muñere functus, nomen suum gloriosius celebravit». Báñez, De fide,
spe et caritate, q. 1, a. 7, dub. 2 (primae edit. se. Salmanticensis, 1584,
col. 83).
«Memini autem Mantium dominicanum, hujus scholae primarium
professorera, virumque et candidissimum et sapientissimum, dicere so-
litum, ordinem nostrum eremitarum hoc uno praestare ceteris, quod
priores generales habuerit semper suprema et sapientia et virtute prae-
stantes». Petrus de A r a g ó n , O. S. A . I n Secundam secundae d i v i Tho-
mae. Tomus primus. Salmanticae, 1584, Prologus.
«Uno [theologo] poteram esse contentus, q u i instar doctorum om-
n i u m m i h i esse poterat, doctissimus Mantius, theologiae sacrae cathe-
draticus primarius eminentissimus, cujus e gymnasio tamquam ex equo
Trojano innumeri prodiere doctores theologi praecellentissimi, qui to-
tara Hispaniam implerunt norainis sui gloria». Leo de Castro, Com-
m e n t a r i u m i n I s a i a m . Salmanticae, 1570. Prolog, ad lectorem.
«Vi al padre Mancio, C U Y O NOMBRE E S T A B A Y E S T Á E S P A R C I D O E N .
TODO L O D E S C U B I E R T O , y otros excelentísimos sujetos, con cuya doctrina
se conservan las facultades en su fuerza y vigor>. R e l a c i ó n de la v i d a
y aventuras del escudero Marcos de Obregón, por Vicente Espinel. Re-
lación primera, descanso undécimo.
Todavía a principios del siglo x v m resuena el eco de estos encomios
en la Vida de San Francisco de B o r j a escrita por el padre Alvaro Cien-
fuegos (Madrid, 1702), donde, al relatar la visita del santo a la univer-
sidad complutense cuando ocupaba nuestro teólogo la cátedra de prima
(al que designa, no sabemos con qué fundamento, por el nombre de Pas-
cual Mancio, como sucede con otros escritores de la Compañía), le lla-
ma «el primer hombre de aquel sabio liceo, y uno de los mayores de
aquel siglo, que por doctor iluminado y por tan sazonado genio, era con
suma propiedad sal de la tierra» (p. 286).
E L MAESTRO MAXCIO D E CORPUS CHRISTI, O. P. 85

APÉNDICES

Acta de Bachilleramiento del P. Mancio en la Universidad de Sigfienza;


15 de noviembre de 1546.

Martes, 15 de noviembre 1546 años, en el Colegio de Sigüenza extramu-


ros de la dicha ciudad, ante el muy reverendo bachiller Marto pareció presen-
te el reverendo fray Mancio de Becerril, de la diócesis de Falencia, profeso
de la orden de santo Domingo, y dijo que él quería ser hijo de esta Universí-
sidad, que su merced le mande admitir por tal y matricularle en la matrícu-
la de los estudiantes y hijos de dicha Universidad, para que ansí admitido
como tal hijo, pueda gozar de los privilegios, exenciones y libertades a el di-
cho Colegio y Universidad y estudiantes della por su Santidad concedidos. Y
luego el señor Rector dicho [dijo] que le había y admitía por presentado al
dicho señor y reverendo padre, y que por tal hijo y estudiante le admitía y
admitió y le hobo por matriculado, y le mandó poner y escrebir en este regis-
tro de matrícula. Y luego por mandado del señor Rector, yo el infrascripto
notario recebí juramento a el dicho señor reverendo padre fray Mancio de
Becerril, y juró en verbo sacerdotis en forma de derecho de ser obediente a
el señor Rector y a sus sucesores y de favorecer a este Colegio y Universidad
en todas las cosas lícitas y honestas que se ofreciere y él pudiere hacer.
E luego el dicho día, mes y año susodicho el reverendo padre fray Man-
cio de Becerril tuvo a las tres de la tarde hasta las cinco y media conclusio-
nes de teología para efecto de hacerse bachiller en teología, siendo presidente
el reverendo señor doctor [Pedro] Rosero, catedrático desta Universidad. Y
después de haber el dicho señor doctor impugnado las conclusiones juntamen-
te con otros señores colegiales y religiosos del monesterio de Santo Antonio,
el dicho señor y reverendo padre fray Mancio pidió por una oración el grado
de bachiller; y en acabando de pedirle, el reverendo señor doctor Rosero se
le concedió y le hizo bachiller en teología.
(Archivo H . N, Universidades. Libro 1251 0-
86 F R . V I C E N T E BELTRÁN D E HEKEDI A

Carta de magisterio del muy Rev. P. Maestro fray Mancio de Corpus


Christi, catedrático de prima de teología [1546],

In Dei nomine. Amen. Universis et singulis praesentis publici instrumenti


seriem inspecturis, lecturis pariterque audituris, Rector et Universitas Colle-
gii et Studü generalis civitatis Seguntinae, salutem in eo qui est omnium uni-
versa salus. Cum Redemptor noster, via, veritas et vita, ad hoc venerit in
mundum ut testimonium perhiberet veritati, caelestium omnes enarratores,
qui divini luminís beneficentia, Christum Jesum crucifixum scire quaerunt et
veritatem catholicam profitentur aliisque disaeminant, speciali quadam obliga-
tione ad veritatis testimonium teneri videntur. Nos igitur, Redemptoris nostri
sancta vestígia saluberrimaque mandata sedantes, ómnibus et singulis quo-
rum interest, intererit aut interesse poterit notum facimus tenore praesentium»
quod perquam reverendus dominus frater Mantius de Becerril, Ordinis Prae-
dicatorum, qui in sacrae theologiae facúltate licentiatus existit, gradum etiara
magisterii seu doctoratus in eadem facúltate, secundum statuta ejusdem Uni-
versitatis, intra locum capituli almae ecclesiae Seguntinae a perquam reve-
rendo et magnifico domino Salvatore de Selazar (stc), decretorum licentiato
et vicario generali hujus Seguntinae dioecesis, nostraeque Universitatis can-
cellario, laudabiliter, publice atque honorifíce adeptus est anno a nativitate
Domini millesimo quingentésimo quadragesimo sexto, die vero vigésima ¡se-
cunda mensis novembris, praesentibus ibidem admodum reverendis et egre-
giis viris baccalaureo Alexo Marton, rectore ejusdem Universitatis, et reve-
rendissimo ac illustrissimo domino Petro de Logroño, archiepiscopo Grana
tensi, sacrae tfeeologiae cathedratico, patrino, et Petro Hernández Rosero,
sacrae etiam theologiae cathedratico, et Petro Ceballos de la Peña, canonicis
Seguntinis, in eademque sacrae theologiae doctoribus facúltate, necnon domi-
nis Godoy de Loaysa> ecclesiae Seguntinae decano, et reverendo fratre Fran-
cisco Tofiño, priore monasterii sancti Hieronymi, patronis ejusdem Collegü,
ac reverendis magistro Morillas, et magistro Ochoa, et licentiato Hernández,
et baccalatureo Benedicto Rodriguez, et altis multis magistris, licentiatis, bac-
calaureis, clericis et laicis ejusdem Seguntinae Universitatis, hujusmodi
actum decorantibus, testibus ad praemissa vocatis pariterque rogatis. In cujus
rei testimonium praesentes litteras, appensione nostri sigilli magni communi-
tas, per notarium infrascriptum sibi tradi jussimus et mandavimus, Datis in
Universitate Seguntina et in insigni Collegio sancti Antonii de Portacaeli ex-
ra muros seguntinos, die, mense et anno quibus supra. Veritas ex alto.
E L MAESTRO MANCIO DK CORPUS CHRISTI, O. P. 87

E t ego Marcus Sanctius, apostolicus notarius et claustri Universitatis Se-


guntinae secretarias, qui praemissis ómnibus et singulis dum. sic[ut] permitti-
tur/7. praemittitur] fierent et agerentur, una cum praenominatis magnificis do-
minis rectore, cancellario et examinatoribus praesens interfui. Ideo hoc prac-
sens publicum ¡nstrumeníum manu aliena et fidelijter] scriptum in notam
sumpsi, signo et nomine meis solitis et consuetis signavi ac in fidem reri-
tatis rogatus et requisitas [dedi]. Marcus Sanctius, apostólicas notarius et se-
cretarius.
(Arch. Univ. de Salamanca. Libro tercero de juramentos, fols. 103 v-104 r).

Carta de Mando a fray Bartolomé de Carranza sobre el Catecismo de


este. De Alcalá, 2 de diciembre de 1558.

Ilustrísimo señor: A quien quiera pareciera largo este libro de V . P. para


hombre tan ocupado como yo; mas es tan bueno, y la voluntad que yo tengo
de hacer placer a V . S. tan larga, que estoy por decir que me ha parecido
corto. Aunque parece desenvoltura atreverme a ser juez y dar sentencia en
semejante caso, pero pues se me manda, habré de dar mi parecer en él. Si no
me ciega el amor, el libro es de más y mejor doctrina que en su género está,
escrito. Solas dos cosas podría achacar en él un hombre ahito y mal aficionado
y contentadizo: la una, que es demasiadamente largo para gente común y po-
pular; la otra, que algunas cosas, aunque pocas, se podían más declarar. Como
la que se dice folio 10, tratando de uno que se dice tiene la fe, que el primero
es cuando está sin las otras virtudes cristianas esperanza y caridad, porque
pocas veces o casi ninguna está sin esperanza. Y también lo que dice folio 11,
que a la fe muerta llama San Agustín fe de demonios porque aquella manera
de creer se halla en ellos, porque muy distinta manera de creer es la del de-
monio de la del pecador cristiano. Item, lo que se dice fol. 62: es la pasión de
Cristo tan propia causa de la remisión de los pecados, que por ella sola y no
por otra conseguimos el perdón dellos; quia et contritio est vera causa remis-
sionis peccatorum. Mas, fol. 108 in principio cap. 5: ver muchos hombres con-
denados, no por malas obras, sino por obras buenas que hicieron fuera de
tiempo y sin la orden que debían. Porque aunque sean buenas ex genere et
objecto, nunca faltan sciolos y burladores que luego se aprovechan de su ar-
dite de teología, y dicen que no basta aquello para en rigor llamarse buenas.
Y los mismos que esto dijesen, si hablasen en la materia, no lo sabrían deci r
por oíros términos. Item, lo que se dice fol, 182, que el que perjura en poca8
cosa, no peca mortalmente, no se si da avelantez a muchos para jurar cosa
8S F R . V I C E N T E BELTRÁN D E H E R E D I A

ligeras y perjurarse en ellas. Ad haec [Adhuc?] fol. 209, que pecan contra el
segundo mandamiento los que la mayor parte de la fiesta juegan o cazan o
danzan. Los más entenderán ser esto siempre pecado mortal. Item, fol. 309,
que es gran pecado comulgar post pollutionem si fué pecado mortal. Los
más entenderán que es pecado mortal. Tándem, fol. 314 in principio, que pe-
nitencia es una virtud natural. Algunos y los más entenderán esto mal, scili-
cet que es hábito natural. Otras menudencias hay, pero todas son deste jaez,
que si [lege se] pudieran declarar algo más. Por ende, mi parecer es que en
latín será este libro de los más estimados que en género jamás se ha escrito
y de mucho provecho universalmente para doctos y no doctos, para predica-
dores y confesores, para teólogos y juristas, y para cualquier género de gen-
tes. Y si saliese en romance un poco más breve, sería a ver extrañamente re-
cebido en la era de agora, etiam de la gente popular y común, porque están
muy necesitados de doctrinas, que los predicadores todo se nos pasa en decir
boberías. Y si a V . S. se le hiciere de mal abreviarle ni entender más en él,
digo que bien está lo hecho y que sobre mi conciencia le puede mandar im-
primir V . S. Rma. Vale praesul illustrissime. Si tamen potis es, tuorum me-
minisse. De Alcalá, a dos de diciembre de 1558.
E l mensajero se ha detenido un día por mi causa, aunque no por mi culpa.
No es razón que se eche el tardarse a su poca diligencia. Capellán de V . S.
Rma. F , Mantius.
(Madrid. Academia de la Historia, Proceso de Carranza, tomo 20, fol. 35).

Carta de la Inquisición de Toledo ai Consejo; 13 de abril de 1562.

Rmos. y muy magníficos señores: Hoy recebimos la carta de V . S. de 25


del pasado en que se nos manda enviemos la información que aquí se hizo
contra el maestro Mancio, de la Orden de Santo Domingo, catedrático en Al-
calá, la cual enviamos con esta originalmente, por la llevar el doctor Segovia,
consultor y abogado de los presos deste Santo Oficio, Preguntando a los oficia-
les del secreto cómo no se hizo más diligencia sobre este negocio, me dicen
que los inquisidores que a la sazón aquí estaban tuvieron entendido que estos
doctores Francisco y Petd]ro Martínez eran enemigos del dicho fraile, y el
unodellos pretendía cierta cátedra con él, y por eso tuvieron por pasión lo
que contra él decían. Si V . S. fueren servidos que se haga más diligencia, lo
envié a mandar. Nuestro Señor las reverendísimas y muy magníficas perso-
nas de V . S. por largo tiempo prospere. De Toledo, 13 de abril, 1562. Besan
las manos de V . S. Rma. E l licenciado Coscojales,
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRlSTI, O. P. 89

Sobrescrito: A los Rmos. y muy magníficos señores del Consejo de su Ma-


jestad y General Inquisición. Inquisición de Toledo, A Madrid.
(Madrid. Arch. H . N. Inquisición. Leg. 3068).

Información hecha en Alcalá sobre la limpieza de sangre del padre


Mando al llevar la cátedra de prima en 1564.

«...Testigo el dicho Alonso de la Serna, secretario de la Universidad de la


villa de Alcalá de Henares, Habiendo jurado, dijo que conoce al padre maes-
tro Mancio de quince años a esta parte poco más o menos, e que ha oído decir
por público y notorio y pública voz e fama que dicho padre maestro Mancio es
cristiano viejo e limpio de toda raza de moros e judíos e conversos, e que él ni
sus pasados no han sido afrentados ni castigados por el Santo Oficio, Y esto
ha oído decir ansí a los que ha conocido naturales de la villa de Becerril, don-
de es natural el dicho maestro, como en la villa de Campos, que es cuatro le-
guas de Becerril, donde es la naturaleza de su merced deste testigo; y lo ha
oido decir ansí a su merced como a otras muchas personas. Y si otra cosa fue-
ra, este testigo lo supiera, Y esta es la verdad para el juramento que hizo. E
firmólo de su nombre. Alonso de la Serna.
•Testigo el reverendo padre fray Alonso Lozano, de la Orden de señor
Santo Domingo, natural de la villa de Santa María de Nieva, estante al pre-
sente en esta Universidad de Alcalá. Jurado e preguntado al tenor del dicho
pedimento, dijo que conosce al padre maestro Mancio, por quien es presenta-
do por testigo, e sabe ques cristiano viejo, limpio de toda raza de moros e ju-
díos nueva o antiguamente convertidos, e por tal es habido e tenido e común-
mente reputado en la dicha Orden de señor Santo Domiugo, do es religioso,
y en las demás partes do tienen noticia dél, e no sabe ni ha oído decir cosa en
contrario. E ansí mesmo sabe quel dicho padre Mancio no ha sido afrentado
por el Santo Oficio ni ninguno de sus pasados lo han sido; e que sí otra cosa
fuera, este testigo lo supiera e hobiera oído decir. E que esto es la verdad
para el juramento que tiene hecho. E lo firmó de su nombre. Fray Alonso
Lozano».
Lo mismo en sustancia declaró fray Juan de Ladrada, dominico, natural
de Granada, estante en Alcalá.
(Archivo H . N. Universidades, Leg. 31, núm. 17),

«Proceso de la cátreda de prima de teología desta Universidad, que vacó


90 FR. VICENTE BELTRÁN DE HHREDIA

por muerte del muy reverendo padre y maestro fray Pedro de Sotomayor, y
se proveyó por claustro al muy reverendo padre y maestro fray Mando de
Corpus Christi, de la Orden de Santo domingo>.
«Cédula [de claustro]: Señor Lope de Robles, bedel: Llamaréis a claustro
de consiliarios para mañana lunes a la hora de las siete y media de la maña-
na, para que se pueda vacar a lección de prima la cátreda de prima de teolo-
gía que vacó por muerte del muy reverendo padre y maestro fray Pedro de
Sotomayor, de la Grden de Santo Domingo, que hoy dicho día le han enterra-
do en la casa y monesterio de señor Santisteban desta ciudad. Fecha domin-
go y de octubre veinte y dos de mil y quinientos y sesenta y cuatro años. Don
Juan Vique, Rector».

Poder que dió el padre Mancio para que en su nombre se opusieran a la


cátedra de prima. E n Avila, 16 de noviembre de 1564.
«Sepan cuantos este público instrumento de poder vieren, cómo yo el maes-
tro fray Mancio de Corpus Christi, de la Orden de Santo Domingo de los Pe-
dricadores, estante al presente en la muy noble ciudad de Avila, otorgo y co-
nozco por esta presente carta, que doy e otorgo todo mi poder cumplido, libre
e llenero bastante, según que yo tengo, al padre suprior que al presente es
del monesterio de Santisteban de la ciudad de Salamanca, y a fray Juan Ve-
lázquez, fray Juan de Palencia, fray Alonso de Rojas, fray Diego Solano, frai-
les de la dicha orden, a todos cinco e a cada uno de ellos in solidum, especial-
mente para que por mí y en mi nombre, representando mi propia persona, se
puedan oponer y opongan a la cátreda de prima de teulugía que al presente
esta vaca por muerte del maestro fray Pedro de Sotomayor, e cerca de la di-
cha opusición podáis hacer e hagáis todos los autos de opusición nescesarios
que yo podría hacer estando presente a todo ellos, e las diligencias que para
ello sean necesarias de se hacer, e todos los juramentos que se suelen y acos-
tumbran hacer. Todo lo cual me obligo de cumplir y estar e pasar por todo lo
que por vosotros los dichos padres e cada uno de ellos fuere fecho sobre dicha
opusición, e de lo cumplir segund y como por vosotros e cada uno de vosotros
fuere fecho, jurado e prometido, etc.»

Licencia del P. Provincial de España. «Por la presente yo fray Cristóbal


de Córdoba, maestro en santa teología, provincial de España de la Orden de
los Predicadores, mando in virtute Spiritus Sancti et sanctae obedientiae et
sub praecepto al reverendo padre maestro fray Mancio de Corpore Christi
vaya a nuestro convento de Santisteban de Salamanca, adonde revocándole
de cualquiera parte que esté asignado le asigno; y que se oponga a la cátreda
de prima de teología que al presente está vacante por muerte del reverendo
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHR1ST1, O. P. 91

padre maestro fray Pedro de Sotomayor, para lo cual le doy licencia cumplí
damente. En fe de lo cual lo firmé de mi nombre en nuestro Colegio de Santo
Tomás de Alcalá a 8 de noviembre 1564. Y mándole in virtute Spjritus Sancti
et sanctae obedientiae sub praecepto que se oponga a la dicha cátreda. Fray
Cristóbal de Córdoba Prior provincial».

Testimonio del licenciado Zoil García: «...Después de haber jurado en for-


ma debida de derecho de decir verdad, e preguntado conforme a lo arriba con-
tenido, dijo que conoce al sobredicho maestro fray Mancio de Corpus Christí
de mucho tiempo y años a esta parte, de vista, fabla e trato e conversación
que con él ha tenido e tiene, e sabe que es muy hábil e muy suficiente para
leer e regentar la dicha cátreda de prima de teulogía. Preguntado cómo lo
sabe, dijo que porque le ha visto leer muchas e diversas lecciones, e ha mu-
chos años que lee en la Universidad de Alcalá de Henares, teniendo cátreda
de teulogía en la dicha Universidad, lo cual es verdad e público e notorio para
el juramento que tiene fecho. E firmólo de su nombre».
Fray Juan de Santis declaró «que el susodicho maestro fray Mancio de
Corpus Christi es muy hábil e muy suficiente para leer, regir e regentar la di-
cha cátreda de prima de teología».
«E luego los dichos señores don Bernardino de Mendoza, lugarteniente de
Rector, e los dichos señores consiliarios arriba dichos e declarados, vista la
dicha información, e que el edito es pasado, e que no hay otro opositor a la di-
cha cátreda de prima de teología más del sobredicho maestro fray Mancio de
Corpus Christi, dijeron que le proveían e proveyeron la dicha cátreda de pri-
ma de teología desta Universidad por todos los días e años de su vida, confor-
me a las constituciones y estatutos e uso e costumbre desta Universidad, por
imposición de un birrete que yo el dicho don Bernardino de Mendoza le puse
en su cabeza haciéndole colación de la dicha cátreda. E mandaron al bedel y
escribano desta Universidad le dé la posesión de ella según que está dicho; y
hecho, el día que es o fuere de este dicho Estudio le acuda con los maravedís
situados e pertenecientes a la dicha cátreda, E condenáronle en las costas de
este proceso conforme a los estatutos desta Universidad. E ansí lo pronuncia-
ron y mandaron en estos escritos e proceso. E firmáronlo de sus nombres» (si-
guen las firmas).
(Salamanca, Archivo Universitario, sign. 3-47).
92 F 8 . VICENTE BELTKÁN DE HEREDIA

Acta de incorporación del magisterio de Mancio en la Universidad de


Salamanca; 27 de noviembre de 1564.

Pedimiento de publicación para maestro en santa teulugía del muy reve-


rendo e muy magnifico señor maestro fray Mancio de Corpus Christi, de la
Orden de Santo Domingo de los Predicadores.
Después de lo sobredicho, en Salamanca, lunes, que se contaron veinte e
siete días del mes de noviembre del año de mil e quinientos, del año del Se-
ñor (s/cj de mil e quinientos e sesenta e cuatro años, ante el muy ilustre e
Rmo. señor maestro don Gregorio Gallo, electo obispo de Orihuela, maestres-
cuela e cancelario del Estudio e Universidad de la dicha ciudad, y en presen-
cia e por ante mi el dicho notario e secretario e testigos de yuso escritos, pa-
resció ahí presente el muy reverendo padre y maestro fray Mancio de Corpus
Christi, de la Orden de Santo Domingo de los Predicadores, catedrático de
prima en sancta teulugía en este dicho Estudio, e maestro en la dicha facul-
tad por la Universidad de Sigüenza, e pidió e suplicó a su señoría reverendí-
sima como a cancelario principal que es en este dicho Estudio lo mandase pu-
blicar por los generales de vísperas en todas facultades, porque pretende,
siendo nuestro Señor servido, de incorporarse e agregarse de maestro en teo-
logía por este dicho Estudio, según estatutos e constituciones e uso e costum-
bre desta dicha Universidad, e lo pidió por testimonio. Presentes por testigos
Alonso Sánchez e Cristóbal Mejía, criados de su señoría reverendísima, e
otros, e yo el dicho notario e secretario.
Luego su señoría reverendísima, visto el dicho pedimento, dijo que lo ha-
bía e hobo por fecho, e según estatutos e constituciones e usos e costumbres
deste dicho Estudio dijo que lo mandaba e mandó publicar hoy dicho día a la
hora de las tres para las cuatro de la tarde, que es hora donde suelen leer e
leen todos los catedráticos de vísperas de todas las facultades en escuelas ma-
yores, e ansí mismo que se ponga un edicto conforme al estatuto, y en la pu-
blicación y en el edicto se declare e diga para que dentro de nueve días pri-
meros siguientes desdel día de la publicación, si alguno pretendiere algún in-
terese o por el contrario o contradecirla la dicha incorporación, que parezca
ante su señoría reverendísima a decir e alegar de su justicia, e le será guar-
dada e oida su justicia. Acerca de lo cual su señoría reverendísima dió su edic-
to para que se publicase e pusiese e afijase del tenor siguiente: [aquí entra el
edicto], según más largo está todo lo sobredicho con el dicho edicto e publica-
ción de maestro fasta la incorporación e agregación de maestro todo en forma
E L MAESTRO MANCIO D E CORPUS CHRIST1, O. P. 93

en el libro de juramentos deste dicho año, hojas ciento e ciento una e dos e
de ahí en adelante a que me refiero, por lo cual no se puso aquí más desta me-
moria. Ita est. A . de Guadalajara, notario.
(Archivo de la Universidad de Salamanca. Registro de licénciamientos y
magisterios... desde el año de 1560 en adelante).

Carta del Consejo a la Inquisición de Valladoiid. De Madrid, 30 de


marzo de 1566.

A l margen: Valladoiid. A los inquisidores sobre el negocio del maestra


fray Mancio, de la orden de Santo Domingo,
Reverendos señores: Recibimos vuestra carta de X X I deste y juntamente la
información que el maestro Francisco Sancho recibió contra el maestro fray
Mancio, de la Orden de Santo Domingo, catedrático de prima de Salamanca;
la cual habernos visto y nos ha parescido que debéis sobreseer en la ejecución
de lo que en esta causa tenéis acordado. Y por agora debéis escribir al dicho
maestro Francisco Sancho para que en vuestro nombre repreenda de lo pasa-
do al dicho fray Mancio, y le advierta para adelante de que no diga semejan-
tes proposiciones dejándolas sin más declaración, dándole a entender que si
no se emendare, será castigado con todo rigor. Y esta diligencia escribiréis al
dicho maestro Francisco Sancho que haga enviando a llamar al dicho fray
Mancio a su casa, y que pase ante el notario que hizo la información, y os en-
víe fee dello, y le advierta que se hace en vuestro nombre. Y hacerse ha con
todo secreto. Y avisarnosheis de lo que el dicho Mancio respondiere. Guarde
nuestro Señor vuestras reverendas personas. E n Madrid a 30 de marzo de
1566.—El Dr. Andrés Pérez.—Don Rodrigo de Castro.—Don Pedro de Deza.
—Busto de Villegas.—Francisco de Soto Salazar.
(Madrid. Arch. H . N. Inquisición. Libro 575, fol. 308 v).

Carta del P. Mancio a la Universidad de Salamanca. De Segovia, 22 de


julio de 1566.

A l muy ilustre señor don Diego de Avalos, rector de la Universidad de


Salamanca, mi señor. E n Salamanca.—Muy ilustre señor: A lo que vuestra
merced y esos señores me achacan, no tengo que responder, porque subponen
no haber escrito nosotros después que de allá partimos; en lo cual «stán vues-
94 F R . VICENTE BELTRÁN DE H E R E D I A

tras mercedes engañados, porque con el mismo mensajero que vuestra mer-
ced nos escribió, respondimos, y a mí parecer bastantemente. Y aunque por
estar de partida no era menester screbir, pero harélo por dar contentamiento
a vuestra merced, a quien deseo servir. E l negocio se concluyó muy a sabor
de vuestra merced, sabe Dios cuan a mi costa, porque cierto me he puesto en
peligro evidente de mi salud. Y todo esto pasará, mas lo peor de ello es que
no sé cómo ha de ser agradecido. Y pues tan prestó nos hemos de ver, no h a y
que alargar más. Guarde nuestro Señor la muy ilustre persona de vuestra
merced y con mayor estado acreciente como yo deseo. De Segovia, a veinte
y dos de julio de mil y quinientos y sesenta y seis años. Tuus ut quam máxi-
me frater Mancius,
(Salamanca. Arch. Univ. Libro de claustros de 1565-1566).

10

Carta del doctor Velasco, del Consejo Real, a la Universidad en re-


comendación de las negociaciones de Mancio. De Segovia, 23 de julio
de 1566.

Ilustre señor: E l padre maestro Mancio lleva la respuesta de su carta


en el negocio a que vino de parte de la Universidad. Y demás de ser tan jus-
to que su Majestad hiciera esta merced y favor a la Universidad, y de la
obligación que los que estamos como hijos della tenemos, ha sido buena parte
para lo despachar la autoridad y buena diligencia del padre maestro. Hase
detenido por no le haber acá despachado, como quiera que nos ha hecho ins-
tancia con no poca diligencia. De todo lo cual he yo querido hacerle como tes-
tigo de vista y ministro con quien el padre maestro ha esto tratado y el buen
oficio que en esto he hecho. Tendré yo muy particular cuidado hacer lo
que entendiere que a esa Universidad tocare. Acresciente Dios la ilustre per-
sona y estado de vuestra merced. De Segovia a 23 de julio [1566]. Beso las
manos a vuestra merced. E l doctor Velasco.
(Salamanca. Arch. U . Libro de claustros de 1565-66).

11

Memorial para la consulta sobre la concesión de Bula de Cruzada.

En la concesión de la cruzada que a su Majestad y a los Reyes sus antece-


sores por los Romanos Pontífices que por tiempo han sido de muy antiguo se
ha acostumbrado hacer de nuevo, se pone dificultad y escrúpulo cerca de algu-
Et. MAESTRO MAKCIO DE COKPUS CHRIST1, O. P. 95

üos puntos en que su Majestad quiere tener el parecer de algunos prelados y


de otras personas doctas y graves, para poder mejor satisfacer a su Santidad
y ayudarse para este efecto de la autoridad y razones de los dichos prelados y
personas. Y los puntos en que se entiende que se ha dudado e querido hacer
dificultad y sobre que se pide parecer son:
E l primero punto es si la concesión de estas gracias, para cuya consecución
han de ocurrir manos adyutrices, especialmente tasándose lo que se ha de dar
para haber de conseguir las tales gracias, como en la Cruzada es de dos rea-
les, si la tal concesión será lícita considerado el fin que se tiene, que es defen-
der la Iglesia y la honra de Dios contra los infieles; o si no obstante tan uni-
versal y tan alto fin habrá escrúpulo que la tal concesión no se deba hacer.
E l segundo, si presupuesto que en la dispensación y concesión de las indul-
gencias y gracias que se contienen en la Cruzada ha de haber causa y propor-
ción, si considerado el dicho fin tan universal de la defensión de la Iglesia con-
tra los infieles, que es el principal fundamento de la concesión, aunque los dos
reales que se tasa sea cosa tan poca y tan fácil, si será causa bastantemente
proporcionada para que las dichas indulgencias se deban conceder y se pue-
dan ganar sin escrúpulo alguno.
E l tercero, si atenta la forma de la concesión de la Cruzada y el fin que en
ella se tiene, se puede justamente después de una vez tomada suspender, como
cada trienio se acostumbra a hacer la dicha Cruzada y efecto de gracias con-
cedidas, si no toman la cruzada que de nuevo se concede y predica.
E l cuarto, si las gracias y facultades que se conceden en la dicha Cruzada
son en alguna parte contra lo decretado y ordenado en el concilio de Trento,
porque se pretende señalar algunos lugares, que alguno podría pensar fuesen
contra esta concesión.
E l quinto, si porque en este negocio de la Cruzada y en el uso y ejecución
dél se dice haber habido algunos excesos, abusos y desórdenes por los minis-
tros que en él han entendido, de que se ha causado escándalo y mala estima-
ción y nombre, si esto ha de impedir o dificultar la concesión, no embargante
que esto esté proveído como lo está en las instrucciones y órdenes que se han
dado, y en lo porvenir se puede proveer de nuevo.
(Simancas. P. R. 20, 47).

12

Parecer del maestro Mancio sobre lo de la Cruzada; Abril o mayo


de 1567.

[1] E n lo que toca a las indulgencias de la Cruzada, mi parecer es que es


% F R . VICENTE BELTRÁN DE HERED1A

lícito y justo darlas a su Majestad para que se prediquen en este reino. L o


que a ello me mueve es ver la necesidad de la Iglesia y cuánto ha crecido y
cada día crece la fuerza y potencia de los infieles, y cómo se multiplica el nú-
mero de los herejes y de los enemigos de la sancta Sede romana. Y pues el
resistir y remediar esto está a cargo de su Majestad, pues de los príncipes
cristianos solo él en estos tiempos sostiene esta guerra y se opone a la fuerza
y potencia de los turcos y moros, y si al presente tuviese posibilidad, haría la
resistencia y defensa que suele sin pedir a su Santidad/ms. Majestad] la Cru-
zada en la forma que suele dar; pero con las grandes costas y expensas que
se han hecho en las continuas guerras que con los infieles ha tenido, su real
patrimonio está exhausto y consumido y sus subditos y naturales trabajados y
empobrecidos, por lo cual tiene necesidad del socorro y regalo que con la
Cruzada se le solía hacer. Y negárselo era en efecto dejar a los enemigos po-
derosos, y a su Majestad sin fuerzas; y ansí le sería forzado desarmar sus ga-
leras y fronteras y quedar todo expuesto a la invasión de los infieles. Respon-
derá su Santidad que ya le da la Cuarta. Y a ser esto bastante socorro, no ha-
bía que replicar. Pero si esto, aun junto con la Cruzada, no sólo no basta,
pero ni llega con mucho a lo que es necesario, obligado queda su Santidad a
dar más y hacer el socorro acostumbrado de la Cruzada, pues no se ofrece
otro medio más ni tan conveniente ni más lícito ni honesto. Porque la necesi-
dad de la Iglesia es tal, que es bastante causa para las indulgencias que en la
Cruzada se dan. Y dar los dos reales que da cada uno que toma la bula, no
solo no daña, pero aprovecha mucho para que su Santidad se las conceda y él
las goce. Porque ¿ha qué propósito se ha de conceder semejante indulgencia
por la necesidad de la Iglesia al que pudiendo fácilmente con dar dos reales
remediarla no quiere? Este tal no es capaz ni hay de su parte causa ni razón
para que la tal indulgencia se le conceda. Bien se deja entender que hay abu-
sos en la predicación de la dicha bula; mas también es verdad que los que más
hacen al caso son fáciles de emendar con mandarlo con rigor su Santidad.
[2] Y decir que el tasar la limosna es cosa escrupulosa y que parece ma-
nera de precio y que es escandalosa, ni es verdad ni lleva camino. Porque si
en las otras obras que han de hacer los que han de ganar las indulgencias,
como son ayunos, oraciones, visitar iglesias, se pone tasa que ayunen tres
días, visiten tantas iglesias, recen tantas veces el Pater noster ¿por qué no en
ésta? Antes mejor, porque en las otras no iba tanto en que se dejase al arbi-
trio de cada uno, mas en ésta va el todo. Porque por el mesmo caso que la li-
mosna se dejase a lo que cada uno quisiese dar, no se sacarían de la Cruzada
diez mil ducados; porque es claro que uno con otro no darían arriba de cuatro
maravedís, y ansí cesaría el fin y causa principal porque se da esta gracia,
k L MAESTRO MANCIO DÉ CORPUS CHRISTI, O. P. 9?

que es ayudar a la guerra contra los infieles, y por el consiguiente cesa el


fundamento y justificación della. Porque no es razón que gocen de semejante
gracia los que podiendo remediar la necesidad de la Iglesia no lo hacen, pues
lo que darían es tanto como nada. Cuanto más que el día que se dejase a su
parecer, como este haya de ser regulado según la caridad y facultad de la
persona, ninguno quedaría satisfecho, antes con escrúpulo si había dado la
limosna que debía conforme a la caridad y facultad, y por consiguiente si ha-
bía conseguido las gracias e indulgencias de la bula. E n fin, atento que la li-
mosna se da para remediar la necesidad de la Iglesia, no solo conviene, pero
es del todo necesario tasarla, so pena de no conseguir lo que principal-
mente se pretende. Item, si cada uno puede tasar la limosna, mucho mejor la
podrá tasar el superior, cuyo parecer se debe tener por más acertado, pues él
sabe mejor lo que es menester para socorrer la tal necesidad. Cuanto más que
esto es común en las leyes que se hacen y privilegios que se conceden, que la
manera de cómo se han de guardar y ejecutar las leyes y usar de los privile-
gios, ninguno la puede mejor poner que el que hace la ley y concede el pri-
vilegio.
Y si el tasar la limosna engendra escándalo y hace pensar que es precio
de las indulgencias, cualquier limosna aunque no se tasase haría lo mismo.
De manera que se habían de dar las indulgencias sin limosna ninguna, y así
cesaría la causa justa de conceder las dichas indulgencias, que era remediar
la necesidad de la Iglesia; de manera que su Santidad no podría conceder la
tal indulgencia.
Y si algún escándalo en esto hay, es recebido y no dado, y procede más
de bebería y poco saber que de otra cosa. Por ende se le podría a este tal que
se escandaliza decir aquello de San Pablo, que selum quidem D e i hahent,
sed non secundum scientiam. Allende desto, conceder indulgencias con li-
mosna para los reyes que han de defender la Cristiandad, para que tengan
con qué, de suyo no es ilícito ni defendido, porque si lo fuese, en ningún caso
podría ser lícito, aunque se ofreciese gravísima necesidad de la Iglesia; cuan-
to más que ha muchos tiempos que lo tiene por costumbre la Iglesia. Y pues
ahora se ofrece necesidad, y tal que por otras como ella y menores se han
dado semejantes indulgencias y socorros ¿por qué no será lícito concederlas
ahora?
De lo susodicho se infiere que si es verdadera la relación que su Majestad
hace de sus gastos y necesidades, como parece serlo por lo que todo el reino
entiende, su Santidad no solo puede, pero de caridad y de oficio es obligado a
ayudarle y socorrerle. Y ningún socorro puede ser a menos costa y trabajo
del pueblo cristiano y destos reinos de Kspaña que la Cruzada, por ser cosa
7
98 F R . VICENTE BELTRÁN D E H E R E D l A

tan acostumbrada y tan sancta, de donde reciben gran beneficio los que hacen
limosna y también la Iglesia que es defendida. Y los mismos súbditos de Es-
paña se huelgan de tomar la Cruzada, con tal que fuera de las indulgencias
que en ella vienen no se predicasen otras sin propósito. Y si se ha de decir
verdad, lo que sienten y les escandaliza mucho es que les tornan a predicar y
pedir limosna por las mismas indulgencias que ya una vez les han predicado.
Y en tanto grado es mentira decir que se escandalizan de la Cruzada, que pa-
sándose algunos años que no venía, conviene a saber, desde el tiempo de Pau-
lo I V , los pueblos la pedían y no se hallaban sin ella. Y es esta muy buena
manera de pedir subsidio contra infieles a los súbditos, porque ansí nadie es
forzado a dar, antes dan de buena gana. Y si por otra vía el rey lo pidiese,
había de ser con queja del pueblo, porque a todos les harían pagar aunque no
quisiesen, y parecería manera de tributo. E l cual si le pagasen solo los peche-
ros, era gran carga para ellos; y si todos, aunque fuesen hidalgos, mayor in-
conveniente sería, porque los hidalgos defenderían su libertad. Y si dijere al-
guno que al cabo de los unos y de los otros se sacan estos dineros, digo que
hay diferencia de sacar a sacar, porque aquí voluntariamente y con gran pre-
mio; allí, aunque les pese.
Item, desta manera frailes, monjas y clérigos socorrerán, a los cuales no se
les podía pedir nada.
Item, esta limosna, supuesta la universal causa y necesidad de la Iglesia,
es causa proporcionada a la indulgencia que se concede, como se ve en los jubi-
leos, que por menos necesidad que la presente, como por estar Malta cercada,
y por menor subsidio, como es rezar cinco veces el Pater noster y dar cual-
quier limosna se concede indulgencia plenaria. Y no hay quien de esto dude
ni se escandalice; antes todos tienen por cierto ser justo y pío. Y que acá, sien-
do tanto mayor y más universal la causa, y siendo la limosna libre y volunta-
ria y mayor, le levanten a la Cruzada que rabia, no lleva razón ni camino.
Y sin duda no se puede dudar de la sanctidad desta bula, con tal que se
provea que los predicadores no hagan vejaciones violentando las gentes por
medios exquisitos, descomulgándolos si fueren a trabajar y si no se hallaren
a su sermón. Esto es forzallos honestamente tomando por torcedor la palabra
de Dios, porque por no perder la labor del día, toman la bula, pareciéndoles
que del mal el menos.
Y si el Papa por razón de las indulgencias podría pedir limosna para soco-
rrer alguna gran necesidad suya ¿cuanto más la podrá pedir y dar al rey para
socorrer a necesidad universal y tan grande de la Iglesia? Podría decir algún
malicioso, que su Majestad por su culpa ha venido a tan gran necesidad de di-
neros. Y a que lo concediésemos, digo que puesto ya en necesidad, por su cul-
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 99

pa o sin ella, su Sanctidad es obligado a favorecelle. O no curemos a los que


por su culpa han caído en graves enfermedades. Y pues los pontífices pasados
con buen celo concedieron la Cruzada, a no se conceder ahora, dase qué decir
a los herejes, que dello inferirán que hasta ahora ha errado la Iglesia en con-
ceder las indulgencias, y confirmarse han en la falsa opinión que de la Iglesia
tienen. Y tampoco faltarán católicos a quien se les engendrase sospecha, que
hasta ahora no ha acertado, porque escrúpulo del tai pontífice que agora tie-
ne la Iglesia a todos lo sería.
Las gentes, que a nadie perdonan, algunas veces han dicho que los dine-
ros de la Cruzada no se gastan para el fin della. De Rey tan católico y tan
justo nunca lo pude creer. Por tanto a cargo de su Majestad está dar a enten-
der al Papa en lo que se gastan.
[3] Allende desío, no entiendo por qué sea mal hecho suspender las bulas
pasadas; porque la principal causa de conceder las indulgencias y que la hace
proporcionada y bastante para ellas es el socorro que se hace con la limosna
de los que las reciben, Y si no se suspendiesen o a lo menos se diesen por
tiempo limitado, cesa el socorro, porque solo darían aquella primera limosna
y después no darían más, y ansí cesaría la causa de dar indulgencias tan am-
plias, porque para esto es menester causa bastante y proporcionada de parte
del que las recibe. Y no se ha de pensar que este socorro que ahora hacen sea
causa bastante para que se les concedan tan grandes indulgencias para siem-
pre; antes no se perdería nada en acrecentar la limosna y dar la bula por me-
nos tiempo. Vemos que las indulgencias antiguas de la Cruzada no se conce-
dían para siempre, sino solamente por entonces cuando iban a la guerra o
daban socorro para ella, como ahora los jubileos se dan a los que de presente
hacen lo que el Papa manda solo por entonces. Y pues supuesta la necesidad
que al presente hay, el Papa puede y aun debe dar este socorro al Rey, y no
se le da con efecto si no suspende la Cruzada, luego hala de suspender. Po-
dría decir alguno que no parece bien revocar lo que absolutamente y sin con-
dición se concedió. A esto se responde que siempre se entiende en la conce-
sión, que si fuere necesario para dar otro subsidio suspender las bulas pasadas,
se suspendan. Bueno sería que por el socorro que su Santidad hace ahora al
Rey, se cerrase la puerta de manera que nunca más se pudiese hacer seme-
jante socorro, aunque sobreviniese otra necesidad más apretada, porque real-
mente no se puede hacer sino suspendiendo la Cruzada.
[4] También soy de parecer que la concesión de la Cruzada no contradice
a las leyes del Concilio Tridentino, pues el proveer de quien la ha de predicar
se comete siempre a persona de gran autoridad, y por lo menos obispo y ordi-
nario; y el elegir confesor entiéndese que ha de ser conforme al Concilio, en
100 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

el cual se declara quien es confesor idóneo. Y ya que la dicha concesión en


algo contraviniese a algún decreto del sancto Concilio, es justo y necesario
que se dispense en él, pues hay no solo justa y razonable causa para ella, pero
necesaria; y una de las causas porque Cristo dejó tan extraño poder al Pontí-
fice es para que usase del dispensando.
[5] Con todo esto es verdad que en la predicación de las bulas hay tantos
abusos, maldades, vejaciones y fuerzas, que si no se remedian, sería pecado
concederlas.
Item, hay algunas cláusulas en las bulas, señaladamente en la bula de la
composición, que si no se quitan, es grande escándalo, y aun infamia de nues-
tra religión. Y si su Majestad gusta dello, yo enviaré señaladas las que yo
entiendo.
También se ha de mirar en que las indulgencias se conceden sólo para este
efecto. De otra manera no tienen justificación ninguna, y ni su Majestad po-
dría llevar los dineros, ni el Papa dárselos. Ansí que llevar este negocio de
bulas como patrimonio real, es cosa que su Sanctidad no puede admitir.
Haec dixerim subjiciens omnia correctioni et limae sacrosanctae matris
Ecclesiae examinique ac censurae cujuslibet meltus sentientis.—Fr. Mantius.
(Simancas. P. R. 20, 99).

13

Carta del Padre Maneto a la Inquisición de Valladolid. De Salamanca,


24 de abril de 1575.

Muy ilustre señor: Salutem in Christo Domino. Yo tengo acabado lo que


toca al maestro Grajal, y ahí lo envío a V . S. a buen recaudo. Lo de el maes-
tro Martínez no lo puedo hacer, porque no se me dieron las proposiciones que
le acusan; porque decir que yo las perdí no lleva camino, porque todo lo que
se me dió truje a muy buen recaudo. V . M. me las mande enviar, y yo con-
cluiré muy en breve. Bien entiendo que esto es trabajo, pero la esperanza de
Roncesvalles lo hace todo ligero. Por no dejar mal contentos los estudiantes,
no fui a Capítulo [provincial de Palencia], aunque de los que allá van yo tenía
más razón de ir que ninguno, porque tenía el primer sermón y las primeras
conclusiones y saliera primer difinidor. Mas rogóme tanto el prior que no
desamparase el monasterio, que no le faltaba sino hincarse derrodilllas; cuan-
to más que como se le mueren tantas muías, apenas había en que ir.
Guarde nuestro Señor la muy ilustre persona de V . S. con el acrecenta-
miento que yo deseo. De Salamanca y de abril, a 24 de 1575, Tuus ut quam
maximus.—Frater Mantius.
E L MAESTRO MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O. P. 101

Sobrescrito: A l muy ilustre señor el licenciado Diego González, prior de


Roncesvalles y primer inquisidor de la Inquisición de Valladolid.
(^Madrid. Biblioteca Nacional. Ms. 12.748, íol. 438. Hológraía).

14

Notas del Registro de visitas de cátedras de la Universidad


de Salamanca.

[19 de dic. 1571]. «Visita de la cátreda de prima del maestro Mancio, teólogo.
Testigo el dicho Juan Rodríguez, natural de Lisboa, testigo susodicho. Después
de haber jurado en forma dijo que el dicho maestro Ibañez [Francisco, sustitu-
to] comenzó por el San Lucas la cuestión trece de la primera parte de Sánto
Tomás, e agora va [Mancio] en la cuestión xiiij, artículo octava (sic), que dejó
el maestro Ibaflez; e llegó Ibañez hasta q. xix, leyendo arreo, bien e a prove-
cho. Preguntado si dita [dijo] que en esta facultad casi todos escriben».
[Visita de la cátedra de prima del padre Mancio: 7 de marzo, 1572].
«Luego el dicho señor rector estando leyendo el señor doctor e maestro
Mancio su cátreda con gran copia de oyentes se la visitó. Testigo el bachiller
Amador de Aguilar, presbítero natural de la ciudad de Braga. Después de
haber jurado en forma debida de derecho de decir verdad dijo que por el San
Lucas comenzó el presentado frey Francisco Ibañez desde la cuestión trece
de la primera parte de Santo Tomás, y este allegó hasta la xiiij, e desde allí
llegó el dicho maestro Mancio; e va agora en la cuestión xxviij de la misma
parte artículo primero. No han fecho salto en su lectura, excepto que dejo el
maestro una cuestión en el medio que no se suele leer, que es la xxiiij o xxv,
E que esta es la verdad para el juramento que ha fecho*.
«Testigo Pedro Escubedo natural de Utrillas diócesis de Zaragoza estu-
diante teólogo del dicho general, testigo susodicho, el cual puesta su mano de-
recha sobre una señal de cruz tal como esta t juro de decir verdad. E habien-
do jurado e preguntado conforme a lo arriba contenido dijo que el dicho maes-
tro fray Mancio de Corpus Christi comenzó a leer por el San Lucas, Por el
San Lucas comenzó a leer en esta cátreda el presentado fray Francisco Iba-
ñez, religioso del dicho monasterio, desde la cuestión trece de la primera par-
te de Santo Tomás, el cual allegó proseguiendo la dicha lectura hasta la cues-
tión xiiij, e desde allí comenzó a proseguir en adelante el dicho maestro Man-
cio, e va al presente en la cuestión xxviij de la misma parte, artículo primero.
Preguntado si ha fecho salto en esta lectura, dijo que dejó en el medio de leer
la cuestión xxiiij o xxv, diciendo que ésta no BC suele leer; e que en esta lee-
102 FR. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA

tura siempre se escribe e dita de ordinario, e que lee bien e a provecho y en-
tra e sale a leer a las horas que es obligado».
«Visita de la cátreda de prima de teulugi'a del maestro Mancio. Después
de lo sobredicho en Salamanca a catorce días del dicho mes de mayo e del di-
cho año de mili e quinientos e setenta e dos años, estando leyendo su cá-
treda de prima e con grande copia de oyentes el dicho señor maestro fray
Mancio de Corpus Christi, el señor rector se la visitó e rescibió juramento
de Diego de Figueredo natural de Mantecas del obispado de la Guardia, e de
Alvaro García natural de Trujillo estudiantes oyentes del dicho general e cá-
treda. Los cuales puestas sus manos derechas sobre una señal de cruz tal
como esta f juraron en forma debida de derecho de decir verdad. E habiendo
jurado en forma cada uno dellos dijo e declaró lo siguiente:
Testigo dicho Diego de Figueredo. Dijo que el dicho maestro comenzó a
leer la cuestión trece, de nominibus divinis, e agora va en la cuestión 32 de
Trinitate, que es lectura de la primera parte, leyendo bien e arreo sin dejar
cosa en el medio, excepto que ha dejado de leer desde la 22 hasta la 27 por
llegar a la lectura de Trinitate. Preguntado si lee ditando dijo que sí porque
en esta lición siempre se dita. H que esta es la verdad para el juramento que
ha fecho...»

[21 de dic. 1573. Visita de la cátedra] «de prima de teología del maestro
Mancio, leyéndola el maestro Medina. E l señor rector solo. [El testigo] dijo
que el dicho maestro fray Bartolomé de Medina comenzó e prosiguió por el
San Lucas; prosiguió la prima secundae de Santo Tomás desde la q. 19 hasta
la q. 22, e después comenzó la q, 49 de la 1, 2, e va en el art. 3, leyendo arreo
e ditando como los demás lectores de la dicha facultad».
«A 4 de junio, 1574. E l maestro Mancio. Testigos Hernando de Carvajal,
natural de Zamora, e Jerónimo Casado, natural de Paracuellos de Giloca,
diócesis de Tarazona. Dijeron que el maestro Medina comenzó por el San
Lucas de actibus, e agora va el dicho maestro Mancio en la materia de gratia,
q. 109, a. 8, leyendo arreo. Preguntados si dita, dijeron como los demás».

15

Lectura del Padre Mancio sobre la materia de Sacramentis.

Evora. Biblioteca Pública. Cod. 123-2-27. Papel, 202X 150 mm., 518 ff. nu-
merados hasta el 249, s. X V I , encuadern. en pergamino.
1. Fols, 1-249. Rub.: Scholia super tertiam partem sancti Thomae de sa-
cramentis in communi, a Mancio. Salmanticae, 1568 [mense octobris].
K L MAESTRO MANCIO D E CORPÜS c r i R i s n , o. p. 103

I n c : Quaestio sexagésima. De sacramentis in communi. Art. 1. Utrutn sa-


cramentum sit in genere signi. De hac materia disserunt doctores in 4.° per
totum, Hugo de sánete Victore in speciali tractatu de sacramentis, Decanus
Lovaniensis, Osius Cardinalis et alii innumeri, qui hac aetate de septem sa-
cramentis scripsere contra lutheranos. Secundo est advertendum quod, cum
sacramenta sint res supernaturales, disputatio ipsorum ex principiis revelatis
indaganda est, videlicet ex sanctis scripturis, traditionibus apostolicis et con-
ciliis patrum. Quod si aliquando rationes hutnanae fuerint adductae, non ideo
addncuntur ut rem demonstrent et convincant, sed ut manitestent rem et de-
clarent. V . g., interrogat aliquis quapropter in sacramento baptismi comme-
moratur mysterium Trinitatis explicite, in sacramento vero poenitentiae id
non est neccesarium. Si exspostules rationem efficacem et convincentem, ea
est quoniam Deus ita voluit. Ita docet Ecclesia et sacra scriptura. Si vero re-
quiras ratíonem probabilem et credibilem, ea est quoniam in sacramento bap-
tismi est professio fidei catholicae, et in sacramento poenitentiae non fit ista
professio de novo. ...Expl. (q. 83, a. 5): quod non foret utilius populo commu
nicare sub utraque specie.—Finis hujus materiae de sacramento Eucharistiae
a sapientissimo Mancio,
Fols. 250-256 en blanco.
2. Fols. 257-518. A l margen: «ISoctobris, 1570 [recte 1569; cf. Visitas de
cátedras]. Salmanticae, a Mancio».
Inc.; Jesús. De sacramento poenitentiae. Quaestio octogesiraaquarta. Art. 1:
Utrum poenitentia sit sacramentum. Concl. est affirmativa. Art. 2: Utrum pee-
cata sint materia poenitentiae. Prima conclusio: Materia poenitentiae est con-
fessio. Secunda: Materia remota sunt peccata. Conclusio primi articuli est
quod poenitentia est sacramentum. Contra hanc conclusionem sunt argumen-
ta E x p l . [q. 24 Supplementi, a. 1]: sicut nos appellamus religiosum novi-
tium in religione, cum tamen novitiatus sit tantum dispositio ad religionem.
Quae vestimenta sint necessaria ad omnes ordines et quod significent, docet
divus Thomas hic in Additionibus, q. 40, a, ult. Vos ibi legite. Et haecde hac
materia sufficiant. Finis. Laus Deo,
sunnRio

PAgs.

Introducción • 7
Estudios del padre Mancio ^
I.—Mancio, catedrático de prima en Alcalá y en Salamanca 13
Lecturas y Manuscritos de Mancio 24
Relecciones 32
II. —Mancio y la Inquisición , 33
Mancio y el Proceso de Carranza 33
Mancio en el proceso de fray Luis de León, de Grajal y de Canta-
lapiedra 5®
III. —Mancio y Felipe II 70
Conclusión 83
Apéndices .• 85
96

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