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Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional del
Altiplano
La ética Kantiana
David Bernardo Quispe Cuba
PENSAMIENTO RACIONAL Y ETICA
Lic. RODRIGUEZ LIMACHI LUIS ABEL
29 de julio del 2022
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Tabla de contenido
1 RESUMEN...........................................................................................................................3
1.1 PALABRAS CLAVES:................................................................................................3
2 INTRODUCCION:...............................................................................................................3
3 DESARROLLO:...................................................................................................................4
4 CONCLUSION:.................................................................................................................12
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1 RESUMEN
La ética formal se limita a señalar cómo debemos obrar siempre, se trate de la acción concreta
de que se trate. El deber es, según Kant, «la necesidad de una acción por respeto a la ley» es
decir, el sometimiento a una ley, no por la utilidad o la satisfacción que su cumplimiento pueda
proporcionarnos, sino por respeto a la misma. Proporciona una regla para medir las acciones,
gracias al imperativo podemos evaluar cualquier acción y calificarla como conveniente o
inconveniente de acuerdo con el principio del deber. La ética kantiana se engloba dentro de las
éticas del deber que niegan que se pueda justificar y fundamentar la corrección moral de una
acción en sus buenas consecuencias. Su valor moral depende del motivo por el cual ha sido
realizada.
Y el único motivo que otorga valor moral a una acción es realizarla por respeto al deber.
1.1 PALABRAS CLAVES:
Acciones, Valor moral, Voluntad
2 INTRODUCCION:
Kant argumenta en contra del racionalismo y contra sus pruebas de la existencia de Dios. En
sus tesis sobre los principios éticos siempre intenta desvirtuar las vinculaciones con nociones
religiosas y es más intenta que su sistema de principios morales sirva como un punto de
referencia para poder leer las escrituras. Por otro lado, Kant limita nuestro conocimiento a la
realidad humana- o la realidad a la que tenemos acceso-. Es decir que nos limita al mundo
natural, pero sin caer en la falsedad de creer que lo que conocemos es todo lo que existe.
Asimismo, nos dice que podemos conocer a priori que habitamos en un mundo natural de objetos
en el espacio-tiempo determinado y que estos objetos están relacionados causalmente. Es lo que
Kant denomina como naturaleza, a estos objetos relacionado causalmente.
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Respecto a los principios éticos, Kant afirma que deben ser universalizables. Es decir que
deben valer para todas las personar en cualquier situación en la que se encuentren. Sin embargo,
algunos autores rechazan esta idea debido a que ciertos principios universalizables pueden entrar
en conflicto con el compromiso moral o simplemente porque no exigen un trato uniforme sino un
trato diferenciado.
3 DESARROLLO:
Kant rechaza las éticas materiales, pues presentan deficiencias. En primer lugar, son
empíricas, es decir, a posteriori. Su contenido está extraído de la experiencia. Esto impide que
sus principios sean universales, pues sólo lo a priori puede serlo. En segundo lugar, sus preceptos
son hipotéticos o condicionales. No valen absolutamente, sino sólo de modo condicional para
conseguir un cierto fin. Esto impide también que sean universalmente válidas. Por último, son
heterónomas. Es decir la voluntad es determinada a obrar de un modo u otro por el deseo o
inclinación a algo (placer, por ejemplo)
Visto lo anterior, Kant afirma que una ética que pretende ser universal y racional no puede ser
material, ha de ser, por lo tanto, formal. La ética ha de estar vacía de contenido, es decir: 1) no
debe establecer ningún bien o fin que haya de ser perseguido, y 2) no nos dice lo que hemos de
hacer, sino cómo hemos de actuar.
La ética formal se limita a señalar cómo debemos obrar siempre, se trate de la acción concreta
de que se trate. Un hombre actúa moralmente, según Kant, cuando actúa por deber. El deber es,
según Kant, “la necesidad de una acción por respeto a la ley” es decir, el sometimiento a una ley,
no por la utilidad o la satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por respeto
a la misma.
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Kant distingue tres tipos de acciones:
Acciones contrarias al deber.
Acciones conforme al deber.
Acciones por deber. Sólo estas últimas poseen valor moral.
Supongamos un comerciante que no cobra precios abusivos a sus clientes. Su acción es
conforme al deber. Ahora bien, tal vez lo haga para asegurarse así la clientela, en tal caso la
acción es conforme al deber, pero no por deber. La acción es un medio para conseguir un fin. Si,
por el contrario, actúa por deber, es decir por considerar que ese es su deber, la acción no es
un medio para conseguir un fin o propósito, sino que es un fin en sí misma, algo que debe
hacerse por sí.
El valor moral de una acción radica en el móvil que determina su realización. Cuando este
móvil es el deber tiene valor moral.
La exigencia de obrar moralmente se expresa en un imperativo que no es ni puede ser
hipotético, sino categórico. Kant ofrece varias formulaciones del imperativo categórico. La más
famosa de estas formulaciones es la siguiente: obra sólo según aquella máxima que puedas
querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal. La “máxima” se refiere a los
principios subjetivos de la voluntad, a sus propios móviles que, de no existir el imperativo
categórico impuesto por la razón, se impondrían a la voluntad. Este imperativo no es material,
pues no dice qué debemos hacer. Es formal, en cuanto dice cómo hay que actuar. Proporciona
una regla para medir las acciones, gracias al imperativo podemos evaluar cualquier acción y
calificarla como conveniente o inconveniente de acuerdo con el principio del deber.
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Existe una segunda formulación famosa del imperativo categórico, que es así:
obra de tal modo que trates la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier
otro, siempre como un fin, y nunca meramente como un medio. Kant entiende que los seres
humanos se caracterizan por su autonomía, es decir, la capacidad de darse normas a ellos
mismos o de seguir de forma crítica las que les dan otros. Esta capacidad es única en la
naturaleza y convierte a los seres humanos en seres excepcionales, incomparables con
cualquier otro, por lo que no tienen precio, sino que se le aplica un concepto distinto que es el
valor. Este valor es expresable en el concepto ético básico para la antropología de Kant, la
dignidad. La dignidad supone el deber de actuar con el otro como si fuera un fin en sí mismo, es
decir, la imposibilidad de utilizarlo como una cosa, como un medio para nuestra conveniencia.
A pesar de que Kant evita en buena medida hablar de lo bueno y lo malo, él entiende que
existe algo absolutamente bueno: lo bueno incondicionado. Esto es la buena voluntad, el deseo
de hacer siempre las cosas adecuadamente. Kant entiende que la ética (la razón práctica) tiene
algunos postulados que no son demostrables, como los tenía también la razón pura. Estos
postulados son la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
Esto es así porque la ética tan sólo tiene sentido si existe la libertad; la felicidad, que sería la
perfecta adecuación entre nuestros deseos individuales y el deber moral tan sólo se podría dar
si fuésemos infinitos, porque supondría una voluntad santa en este mundo y esto es imposible.
Por último, la propia idea de felicidad supone la existencia de una causa suprema de la
naturaleza dotada de entendimiento y voluntad, es decir, Dios. Como vemos, para Kant, la
moralidad coloca al hombre en el umbral de la religión. Sin embargo, aunque lleva hacia ella, no
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es su objetivo porque el hombre no debe tender a la felicidad, sino a la racionalidad. La religión
sirve como esperanza para la moralidad.
La ética kantiana se engloba dentro de las éticas del deber que niegan que se pueda justificar
y fundamentar la corrección moral de una acción en sus buenas consecuencias. En lugar de
centrarse en las consecuencias, las éticas de deberes se centran en el deber. Consideran que
hay principios o normas que deben respetarse. De ahí que estas teorías se conozcan como
"éticas de principios".
Contrariamente a lo que plantean muchas teorías consecuencialistas, el filósofo alemán
Inmanuel Kant (1724- 1804) afirmó que la felicidad no es siempre buena porque a veces
conduce a la arrogancia y porque un espectador razonable e imparcial no sentirá nunca
satisfacción al contemplar a una persona a quien siempre le va todo bien, pero cuya felicidad es
inmerecida ya que su voluntad no manifiesta ningún rasgo de bondad.
Según Kant, lo único absolutamente bueno, siempre y en toda situación, es a buena
voluntad. Y decir que una persona actúa por buena voluntad equivale a decir que actúa por
respeto al deber y no solo conforme al deber. Se puede actuar conforme al deber, pero por
motivos interesados, esto es, movido por inclinaciones, deseos, ventajas o consecuencias
beneficiosas. En cambio, actuar por respeto al deber es tener como único motivo el propio
deber, el deber puro.
Ahora bien ¿qué significa actuar por deber? El deber es un imperativo. Un imperativo sin
condiciones, un imperativo absoluto o categórico. Sin embargo, no nos lo impone ni la
sociedad, ni una autoridad externa, ni Dios, ni nuestras propias inclinaciones o creencias: nos lo
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imponemos nosotros mismos en tanto que seres racionales. Actuar por deber es obedecer la
voz de la razón que hay en nosotros. La persona que escucha y se guía por la razón actúa como
corresponde a un ser racional, Para nosotros, humanos, la voz de la razón se nos impone como
un deber porque somos seres racionales imperfectos. Y somos imperfectos porque estamos
dotados de deseos e inclinaciones que nos impulsan en sentido distinto al de la razón. Si
fuésemos seres racionales perfectos, dotados solamente de razón, la voz de la razón no nos
parecería un deber, sino que la seguiríamos espontáneamente.
¿Y cuál es la voz de la razón? ¿Cuál es el deber que la razón nos impone, que nos
imponemos en tanto que seres racionales? Según kant, la razón prescribe la ley según la cual
han de vivir los seres racionales: la ley moral. Y esta ley moral, que se dirige a los mismos seres
racionales que la dictan, ha de ser tan formal- tan universal y racional, diríamos- que no
contenga referencia alguna a circunstancias particulares- a deseos o inclinaciones, por ejemplo.
Es como si la razón dijera: "Actúa solo según una máxima (norma o regla) tal que puedas al
mismo tiempo querer que se convierta en ley universal"
Kant denomina a este imperativo de la razón, del cual ofrece hasta cuatro formulaciones
distintas, "imperativo categórico". Otra formulación interesante es la siguiente: "Actúa de tal
modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro,
siempre y al mismo tiempo como fin, nunca simplemente como medio". Actuar correctamente
nos obliga a no tratar a las personas- incluso a uno mismo- sólo como medios, sino como fines
en sí mismas: las personas merecen respeto.
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La ley moral expresada en el imperativo categórico se concreta en normas morales que
constituyen nuestras obligaciones o deberes. Para conocer cuáles son esas normas, es decir,
para saber si una determinada norma es compatible con la ley moral hay que comprobar si es
universalizable: si se puede pensar o querer que sea ley universal, es decir, que todos la
cumplan. Una norma es moral si y solo si es universalizable. Cabe afirmar, por tanto, que para
Kant la corrección moral de una acción, o la obligación moral de realizarla, se justifica solo por
la existencia de principios y normas morales que deben respetarse. A su vez, el fundamento de
las normas morales reside en la exigencia de universalizabilidad de la razón.
Kant propone dos criterios para comprobar la universalizabilidad de una norma. El primero
es el criterio de autocontradicción: hay normas que es imposible pensar que sean leyes
universales, ya que si todo el mundo las cumpliera no se podrían realizar. Si para salir de un
apuro económico pido prestado dinero prometiendo devolverlo aun a sabiendas de que no lo
hará, la norma que justifica mi acción ("hay que hacer promesas falsas") sería irrealizable al
universalizarse. Si todo el que se encontrara en un apuro prometiera algo con la intención de no
cumplirlo, las promesas se harían imposibles, porque nadie creería lo que se le promete. En un
mundo en que todas las promesas hechas en un momento difícil fuesen falsas, sería
lógicamente imposible hacer en un momento difícil una promesa, porque al saber que era falsa
todos sabrían que no era una promesa.
El segundo es el criterio de la inaceptabilidad: hay normas que es imposible querer que sean
leyes universales, ya que si todo el mundo las cumpliera resultarían inaceptables para los seres
racionales. Si una persona renuncia a ayudar a otra que está en dificultades. Aún pudiendo
ayudarla, la norma que justifica su acción ("no hay que ayudar a nadie si no se obtiene
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beneficio, aunque no cause inconveniente") sería inaceptable al universalizarse. Esta norma no
podría ser querida por un ser racional, dado que es racional pensar que puede haber muchos
casos en que se necesitará la ayuda de otras personas.
Kant divide los deberes que emanan de las normas morales en deberes estrictos o perfectos
(no admiten ser limitados por otros deberes) y deberes meritorios o imperfectos (admiten ser
limitados por otros deberes) y en deberes hacia uno mismo y deberes hacia los demás. Esto da
cuatro clases: deberes perfectos hacia uno mismo (conservar la propia vida), deberes perfectos
hacia los demás (no mentir, no hacer promesas falsas, cumplir las promesas), deberes
imperfectos hacia uno mismo (cultivar los propios talentos) y deberes imperfectos hacia los
demás (contribuir a su felicidad, ser generoso).
Kant supone que las normas morales al ser universalizables no admiten excepciones. Eso
significa, en primer lugar, que obligan a todo ser racional y, por tanto, nadie es excepcional y,
en segundo lugar, significa que han de cumplirse en toda circunstancia so excepción, sean
cuales sean las consecuencias: nada cambia si, en un caso determinado, tendría mejores
consecuencias no decir la verdad.
Con todo, según Kant, el valor moral de una acción no es sólo la conformidad con las normas
morales que constituyen el deber. Una acción conforme al deber es simplemente una acción
correcta. Su valor moral depende del motivo por el cual ha sido realizada. Y el único motivo que
otorga valor moral a una acción es realizarla por respeto al deber. El tendero que no pide un
precio excesivo al comprador inexperto actúa honradamente, de conformidad con el deber,
pero dado que el motivo de esta acción podría ser o la inclinación- querer aumentar la clientela,
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por ejemplo- o el deber- querer cumplir el deber-, solo tendrá valor moral, si su motivo ha sido
este último. En definitiva, lo único que da valor moral a una acción es la intención: actuar por
respeto al deber. Esto es la buena voluntad.
Esta teoría también tiene ventajas e inconvenientes. De la ética kantiana se han destacado
algunas características que la puedan hacer convincente. En primer lugar, la preeminencia de
que goza la razón, al convertirse en el fundamento último de la moral. En segundo lugar, que
las acciones correctas dependan de normas morales parece captar el carácter de
obligatoriedad- y no de deseo, aunque racional- que tiene la moral. En tercer lugar, el carácter
universal de las normas morales, que hace que nadie pueda considerarse una excepción,
introduce el carácter de imparcialidad que tiene la moral. Y finalmente, que el auténtico valor
moral resuda en la intención, ya que parece más digno de valor moral decir la verdad porque es
un deber, que hacerlo por inclinación egoísta.
Los críticos han objetado a Kant el carácter absolutista de su teoría, es decir, que no atienda
a las circunstancias particulares de cada caso y, por tanto, que los deberes morales no tengan
nunca en cuenta las consecuencias de las acciones. Si el deber obliga a no mentir, las
consecuencias de que una persona que esconde en la buhardilla a una familia judía diga la
verdad a una patrulla nazi pueden ser tan perjudiciales que parecería una inmoralidad confesar
la verdad.
Otra objeción es que la teoría kantiana no parece que pueda resolver el problema del
conflicto de normas. Si algunos deberes, como los deberes perfectos, no admiten ser limitados
por otros deberes, y esto significa que se han de cumplir en toda circunstancia, muchos dilemas
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pueden resultar irresolubles. Si por cumplir una promesa no se puede salvar una vida, se
incumple este deber. La alternativa es salvar una vida, pero incumplir la promesa. Se haga lo
que se haga parece que algún deber no se puede cumplir.
Por último, los objetores consideran que la universalizabilidad no es el fundamento
adecuado de las normas morales. Por una parte, no parece necesaria, porque puede haber
normas morales que no sean universalizables (amar a los enemigos). Por otra parte, la
universalizabilidad no es suficiente, porque hay normas universalizables que no son morales
(poner una flor en el balcón) e incluso que son un deber moral no cumplir (ser cruel: una
persona racional a quien no importara vivir en un mundo cruel y padecer la crueldad de los
demás podría universalizarla).
4 CONCLUSION:
De esta manera Kant siempre postula en sus tesis ideas sobre la libertad humana (agentes
libres que obran de manera autónoma), la dignidad del hombre (habla sobre el respeto a la
humanidad en su formulación del principio categórico como la fórmula del fin en sí mismo) y
finalmente su afirmación de que la obligación moral no deriva ni de Dios, ni autoridades ni
deseos sino de la RAZÓN. Con esto Kant confirma su tendencia a buscar la reconciliación entre
el racionalismo y el empirismo.
Finalmente, Kant (a pesar de las críticas), siempre buscó principios universalizables que
puedan determinar la moral del hombre, incluso hizo distinción entre dos tipos de valoración
ética (los que buscan principios universalizables y los que los rechazan). Y aunque estos
principios fueran muy abstractos para su puesta en práctica, debían ser tomados en cuenta
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como límites colaterales y no como pasos a seguir (algoritmos), debía entenderse que estos
principios solo son una guía y no pueden tomar decisiones por nosotros. Por otra parte, Kant
siempre hizo hincapié en su disconformidad con las nociones religiosas tradicionales, sin
embargo, nunca la desvirtuó del todo y es más busco vincular sus tesis con estas ideas, aunque
finalmente concluyo que su sistema moral servía para entenderlas