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Recurso de Casación por Corrupción de Menores

El documento resume una decisión de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de Argentina. En el caso, la querellante apeló la absolución de un acusado de corrupción de menores. La Cámara aceptó parcialmente la apelación y analizó los motivos de agravio. Finalmente, la Cámara llegó a un acuerdo entre las partes para resolver el caso.
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Recurso de Casación por Corrupción de Menores

El documento resume una decisión de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de Argentina. En el caso, la querellante apeló la absolución de un acusado de corrupción de menores. La Cámara aceptó parcialmente la apelación y analizó los motivos de agravio. Finalmente, la Cámara llegó a un acuerdo entre las partes para resolver el caso.
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Poder Judicial de la Nación

CÁMARA NACIONAL DE CASACIÓN EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL - SALA 1


CCC 15483/2010/TO1/CNC1

Reg. n° 661/2018

En la ciudad de Buenos Aires, a los 13 días del mes de junio de 2018,


la Sala 1 de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y
Correccional de la Capital Federal integrada por los jueces Luis M.
García, Laura Garrigós de Rébori y Horacio L. Días, asistidos
por el secretario Santiago A. López, resuelve el recurso de casación
interpuesto a fs. 900/943 en esta causa n° 15483/2010/TO1/CNC1,
caratulada “ , s/ corrupción de menores”, de la que
RESULTA:
I. Por sentencia de 14 de julio de 2015, el Tribunal Oral en
lo Criminal N° 17 de esta ciudad absolvió a de la imputación
por la que había sido acusado por la querella, y dispuso la extracción
de testimonios de partes del proceso a fin de que se investigue la
posible comisión de un delito de acción pública por parte de la
querellante (fs. 821).
Los fundamentos de esa sentencia se expresaron por pieza
separada el 3 de agosto de ese año, según lo autoriza el art. 400 CPPN
(fs. 834/893).
II. Contra esta sentencia la querellante interpuso recurso
de casación con el patrocinio del Defensor Auxiliar a cargo del
Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos de
la Defensoría General de la Nación, Gerardo Daniel Etcheverry, y por
la Defensora Pública Coadyuvante a cargo de la Comisión sobre
Temáticas de Género de la Defensoría General de la Nación Raquel
Asensio, (fs. 900/943), recurso que sólo fue concedido parcialmente
por el a quo (fs. 533).
La recurrente había introducido en el escrito de
interposición cuatro motivos de agravio: 1) había promovido la
anulación del debate y de la sentencia por falta de intervención del

Fecha de firma: 13/06/2018


Firmado por: LUIS M. GARCIA,
Firmado por: HORACIO DÍAS,
Firmado(ante mi) por: SANTIAGO ALBERTO LÓPEZ, Secretario de Cámara

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Defensor de Menores en el juicio; 2) había atribuido al a quo
arbitrariedad por haber sufrido trato discriminatorio por parte del
tribunal a quo, afirmando que usó estereotipos en la sustanciación de
la prueba, en la dirección del debate y en el razonamiento plasmado
en la sentencia; 3) había atribuido al Tribunal Oral haber llevado a
cabo una arbitraria valoración de la prueba; y 4) se había quejado de
la orden de remisión de testimonios para formular denuncia contra la
querellante, por considerar ese acto como una práctica de violencia
institucional.
El tribunal declaró inadmisibles los primeros dos motivos
de agravio expresando que “la habilitación de la impugnación
casatoria se halla supeditada a la examinación de la virtualidad de los
agravios invocados”, y consideró que esos motivos de impugnación
no estaban sostenidos por la fundamentación necesaria para ser
examinados en esta instancia. Concedió entonces, parcialmente, el
recurso de casación de la querella, respecto de los otros dos motivos
de agravio por los que adjudicaba al a quo arbitrariedad en la
valoración de la prueba y se quejaba de la orden de extracción y
remisión de testimonios a fin de que se investigase si la querellante
había cometido falso testimonio en este proceso (fs. 944/947).
La recurrente mantuvo el recurso de casación en cuanto
fue concedido ante esta Cámara (fs. 951), e interpuso recurso de queja
por los motivos de agravio que habían sido declarados inadmisibles
por el a quo (fs. 1113/1123).
La Sala de Turno de esta Cámara hizo lugar parcialmente a
la queja, y concedió el recurso de casación en lo que hace al primer
agravio de la recurrente “por su estrecha vinculación con aquellos
agravios que fueron declarados admisibles por el a quo, aconsejan una
revisión integral y conjunta de todos los argumentos de la recurrente,
máxime encontrándose los mismos abarcados –alternativamente- por
ambos supuestos del art. 456 CPPN”. Sin embargo, confirmó la

Fecha de firma: 13/06/2018


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Firmado por: HORACIO DÍAS,
Firmado(ante mi) por: SANTIAGO ALBERTO LÓPEZ, Secretario de Cámara

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CÁMARA NACIONAL DE CASACIÓN EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL - SALA 1
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declaración de inadmisibilidad del segundo motivo de agravio, por el


que la recurrente había alegado arbitrariedad por trato discriminatorio,
en tanto consideró que era ese agravio era “claramente escindible del
resto de los motivos del recurso de casación, no habiendo logrado
demostrar el recurrente una vinculación que lleve a concluir –como en
los otros supuestos- que resulta necesario su tratamiento como parte
de una revisión integral de la sentencia.” (fs. 1125/1126).
III. A la audiencia realizada en los términos de los arts.
465, 466 y 468 CPPN, se presentaron la querellante y su
letrado patrocinante, Gerardo Daniel Etcheverry, Defensor Auxiliar
a cargo del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a
Víctimas de Delitos de la Defensoría General de la Nación; el
imputado junto con sus defensoras particulares Andrea
Novello y Laura Fechino; y el Fiscal General Oscar Ciruzzi en
representación del Ministerio Público Fiscal.
IV. Tras la deliberación que luego tuvo lugar, se arribó a
un acuerdo en los términos que seguidamente se pasan a exponer.
El juez Luis M. García dijo:
1.a Por sentencia de 14 de julio de 2015 (fs. 821), cuyos
fundamentos fueron expuestos el 3 de agosto siguiente (fs. 834/893),
el Tribunal Oral en lo Criminal n° 17 de esta ciudad decidió por
unanimidad absolver a del “hecho por el cual fue acusado
por la querella”.
La parte querellante en este proceso, constituida por
, había solicitado la remisión a juicio del presente
proceso acusando a –su ex pareja- de haber obligado a la
hija de ambos, G.V.B., nacida el 22 de febrero de 2006, a
“practicarle sexo oral y, asimismo, a que toque su miembro viril
(…) aprovechando el total control de la situación que le hubo dado el
vínculo paterno y la inmadurez de su hija”. En esa oportunidad la
querella había expuesto que, debido a la modalidad de los hechos y a

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Firmado(ante mi) por: SANTIAGO ALBERTO LÓPEZ, Secretario de Cámara

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la edad de la niña víctima, se dificultaba “la precisión de los mismos
en tiempo, modalidad comisiva y espacio exactos, sin perjuicio de lo
cual, ha quedado probado en autos que la madre de la niña comenzó a
percibir una conducta extraña de aquélla, hacia diciembre de 2009,
cuando [G.V.B.] no había cumplido los cuatro años”. Calificó los
hechos materia de imputación como constitutivos del delito de
corrupción de menores agravada por la condición de ascendiente de la
víctima (fs. 694/697).
Al cabo del debate, el letrado patrocinante de la querella
en este acto, Lucas Randi, alegó sobre la prueba producida y,
conforme surge del acta que lo documenta, “afirmó que en abril del
año 2010 existió un caso de abuso sexual por parte de a su
hija [G.V.B.], que consistió en haber eyaculado aquél sobre el
cuerpo de la menor en ocasión en la que se encontraban en la casa de
la madre del acusado –la abuela Moni-, en el cuarto del tío “Leo”,
pero sin poder precisar más detalles. Por ello sostuvo que dicha
conducta configuró el delito de corrupción de menores,
agravada por la calidad de ascendente del imputado respecto de la
víctima” (cfr. acta de fs. 811). Por su parte, el representante del
Ministerio Público había solicitado la absolución del imputado, por
aplicación del art. 3, CPPN.
En la sentencia, el juez de primer voto –al que adhieren los
demás- ha relevado las variaciones existentes entre las plataformas
fácticas por las que la querella había formulado acusación contra el
imputado a lo largo del proceso y expuesto que, si bien ese “vaivén
ostensible en el decurso de la imputación penal” no implicaba
afectación al principio de congruencia “en términos que justifique la
adopción de un temperamento nulificante del alegato”, sí merecía ser
valorado en tanto “pone de resalto las dificultades que ha tenido el
acusador particular para fijar los hechos sobre cuya base ha
concretado su acusación, máxime cuando la conducta en cuestión no

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ha sido siquiera insinuada en la prueba de capital relevancia en esta


clase de hipótesis delictivas, como lo es la declaración de la supuesta
víctima en Cámara Gesell”.
Estimó que el relato del hecho presentado por la querella
adolecía de “serios déficits en lo atinente a su apoyatura jurídica en
pruebas contundentes” por lo que explicó que la absolución dictada en
favor de respecto de aquélla imputación no obedecería al
mandato in dubio pro reo del art. 3 CPPN. Al respecto, el juez fue
categórico en afirmar que “no sólo no [advirtió] la existencia
siquiera de una hipótesis de duda, sino que [llegó] al
convencimiento acerca de la no ocurrencia del hecho motivo de
acusación”.
Para arribar a tal conclusión, partió de considerar que “la
conducta atribuida a en el alegato acusatorio de la querella no ha
sido (…) siquiera aventurada por la menor [G.V.B.] durante la
entrevista en Cámara Gesell, por lo que la imputación de un tal
quehacer no ha de fundarse en el testimonio de la menor ofrecida
como víctima –que sin duda ha de serlo, aunque no precisamente por
el supuesto hecho de autos- sino en la versión que ha dado casi
exclusivamente su madre acerca de lo que aquélla le habría dicho”
(cursiva agregada).
Argumentó que, a excepción de “algunas conclusiones del
dictamen pericial elaborado en disidencia por la Dra. Virginia
Berlinerblau, el universo de elementos probatorios no sólo no apoyan
la tesis propuesta por la querella sino que la desmienten casi por
completo” y expresó que la “inconsistencia de la hipótesis acusatoria”
se desprendía del propio enfoque asumido por la querella que había
reconocido la existencia de un contrapunto científico entre las
conclusiones a las que arribaron los profesionales que entrevistaron a
la niña, por lo que en definitiva para el tribunal ese reconocimiento
daba cuenta de que la prueba no resultaba categórica ni contundente.

Fecha de firma: 13/06/2018


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En ese orden relevó las conclusiones a las que arribaron
los médicos y psicólogos que analizaron los relatos de la niña. Apuntó
que la psiquiatra forense Virginia Berlinerblau “sostuvo que de los
elementos por ella valorados no puede ni afirmarse ni negarse el
acaecimiento de los hechos denunciados (…) en el debate habló de
una “certeza relativa” (…) respondió que sólo podía afirmar “como
posibilidad” la ocurrencia del hecho denunciado”; relató que la
psicóloga Gimena Sozzi Uboldi –que entrevistó a la niña en Cámara
Gesell- “negó certeza y, cuanto mucho instaló la posibilidad de la
duda”; y por último relevó que Carlos Luis Gatti –psicólogo del
Cuerpo Médico Forense- y Alicia B. Cortalezzi –psicóloga propuesta
por la defensa-, luego de entrevistar a la denunciante ya
su hija G.V.B., “negaron credibilidad al relato efectuado por la niña
a la vez que concordaron en la inexistencia de signos de abuso
sexual o de secuelas en el aparato psíquico de la menor”.
En tercer lugar afirmó que “no ha habido un relato de la
niña acerca de un suceso de connotación sexual medianamente
circunstanciado, de acuerdo, claro está, a la capacidad expresiva que
cabe esperar de una niña de tan solo 4 años de edad; quien, por cierto
se presenta en esta coyuntura como una niña de edad madurativa
ligeramente superior a su edad cronológica, dominadora de un
vocabulario y de una capacidad de comunicación que se encuentran
sensiblemente por encima de lo esperado para una niña de su edad”,
que “hubo plena coincidencia” entre los profesionales Carlos Luis
Gatti, Gimena Sozzi Uboldi del Cuerpo Médico Forense y la
psicóloga clínica Alicia B. Cortalezzi “en cuanto a los rasgos del
relato de la niña, caracterizado como fragmentado, inespecífico y no
concreto”.
Concluyó entonces que “el esclarecimiento del caso habrá
de quedar supeditado a la profunda examinación de los numerosos
elementos de prueba producidos durante las distintas audiencias de

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debate; iniciando tal labor por la evaluación relativa a la consistencia


que cabe asignar a la principal prueba de cargo: la declaración de
” (cursiva agregada).
1.b Relevado ello, el juez pasó a examinar “el valor del
testimonio aportado por la madre de la niña victimizada” mediante un
doble abordaje, que apuntó a evaluar su coherencia interna y, por otro
lado, su correlato con los demás elementos del caso.
En ese orden señaló las “incongruencias” que estimó
presentaban los relatos aportados por la denunciante a lo largo del
proceso que, “por su magnitud, [herían] la credibilidad de la
declaración”, para luego confrontar distintos tramos de sus dichos con
los testimonios de la médica pediatra Guadalupe Lugones que atendió
a la niña G.V.B. hasta el mes de septiembre de 2009; de
Florencia Lorenzatti –maestra del jardín de infantes al que concurría
G.V.B.-, y Bettina Estela Trapani –psicóloga de aquél
establecimiento-; de los peritos Gatti y Sozzi Uboldi; de la psicóloga
Jorgelina Beatríz Butta del Hóspital Álvarez y los demás
profesionales de ese hospital que atendieron a G.V.B.; de Laura
Firpo, con quien Felicina tuvo una relación de amistad en el
pasado; y de Adrián Francisco Sole, ex-pareja de la denunciante.
Completó el cuadro con las conclusiones a las que arribó la psicóloga
Noemí M. Barboni que tuvo a su cargo el peritaje psicológico
realizado a , en el que afirmó que ésta “presenta un
trastorno de personalidad histeroparanoide, (…) con una sinceridad
bastante dual, con fluctuaciones en su manera de mostrarse (…)
disfunciona a nivel de los controles y especialmente en el área de los
vínculos (…) es menos madura de lo esperado (…) su tendencia
hipervigilante le dificulta la creación y el sostenimiento de vínculos
profundos. Es aparentemente sociable, pero distante. No tiene
habilidad para caer bien a otros, no es auténtica, y no tiene empatía
con el otro.” Por esas razones la perito concluyó, según releva el juez

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de primer voto, que “[t]eniendo en cuenta el trastorno de personalidad
de la examinada, particularmente a nivel de los controles y los
vínculos, la edad de la niña que la torna vulnerable a influencias del
medio y las conclusiones del dictamen del Lic. Gatti (a fs. 135) que
hace mención a frases que… impresionan como fruto de influencias
del entorno familiar directo; es probable que la progenitora con su
conducta haya incidido de manera no voluntaria en la niña”.
Analizados esos extremos el juez de primer voto declaró
que el relato de se encontraba afectado por
“contradicciones que erosionan su credibilidad (en cuanto al lugar de
los hechos, a la naturaleza de las conductas, a las percepciones
registradas y a las pruebas recabadas)” y que su versión de los hechos
se presentaba “divorciada de las restantes constancias casuídicas” las
que, en su mayoría, eran de indudable trascendencia para la definición
del pleito.
1.c A continuación el juez de primer voto examinó la
entrevista realizada a G.V.B. en los términos del art. 250 bis CPPN
por parte de la psicóloga Gimenza Sozzi Uboldi del Cuerpo Médico
Forense, cuyo registro de audio e imagen había sido exhibido en el
juicio.
Comenzó por transcribir las frases de la niña y de la
psicóloga que consideró de mayor relevancia, las que se reproducen
aquí: “surgió que al preguntársele a Giuliana por el padre, ella
respondió que “no lo ve porque le hizo cosas feas cuando era
chiquita” (ver minuto 11). Luego dice que ella “le tenía que hacer
cosas feas a papá” (minuto 13:25), que no iba a contar (minuto 14:30)
y que el padre le pedía que le hiciera cosas feas (minuto 17:54). Al
promediar el ejercicio, la niña dice “pegué figuritas en el pito de mi
papá”, “lo hice cuando era muy chiquita, cuando cumplía un año”, “le
pegaba mariposas” (del minuto 21 hasta el 24). [G.V.B.] vuelve a
repetir lo de las figuritas en el minuto 29:43 y dice que “le pasaron

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muchas cosas feas pero que no las va a contar” (minuto 32:50).


Cuando la psicóloga le pregunta de dónde estaba cuando pasó el
episodio de las figuritas, la niña responde primero que no sabe y luego
dice que “estaba de la abuela Moni, en el cuarto del tío Leo y que
estaban su papá, ella, el Abu y el tío en la casa (ver del minuto 33:40
al 34:30).” Asimismo el tribunal plasmó en la sentencia que “[u]nos
minutos más tarde se le pregunta a la niña acerca de si alguien le
había hecho algo malo en su cuerpito y [G.V.B.] responde
enérgicamente que no, que nadie le había tocado ni hecho nada en su
cuerpito (minuto 38). Culmina diciendo que le había contado a la
madre “porque soy valiente” y “le tengo que contar al juez y a los
amigos del juez” (minuto 41:10)”.
Determinó que “a [su] juicio, el único hecho claro que
asume cierta connotación sexual es aquel en que el padre le habría
solicitado [a G.V.B.] que le pegara en el pito una figurita de una
mariposa cuando ella contaba con tan sólo un año de edad” en tanto
aclaró que la expresión de la niña “soplé pito” que se esbozó en el
juicio “no pudo profundizarse ante las preguntas realizadas por la
profesional interviniente: reiterando [la niña] una y otra vez que le
había pegado figuritas en el pito al papá.”
Valoró que la psicóloga que había guiado esa entrevista,
Gimena Sozzi Uboldi ratificó las conclusiones a las que arribó, por
mayoría, la junta médica que examinó el caso de G.V.B. entre las que
se sostuvo que “[n]o [era] posible desconocer las comunicaciones de
la niña respecto de haber padecido supuestas maniobras abusivas de
carácter sexual. Sin embargo, la falta de detalles y precisiones
respecto a las circunstancias de ocurrencia de tales eventos invocados,
no permite hacer, con suficiente rigor científico, una estimación
respecto a la verosimilitud de sus dichos”. Sumado a ello relevó que,
según la perito, todos los profesionales en psicología y psiquiatría que
habían intervenido en el caso –ella incluida- estaban de acuerdo que

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“con los elementos analizados no se podía ni negar ni afirmar el hecho
denunciado”.
Concluyó que “no sólo me ha impresionado a mí como
inconsistente el resultado de la entrevista que en Cámara Gesell se le
efectuó a [G.V.B.] sino que idéntico parecer ha tenido la encargada de
capitanear el acto, bajo el claro reconocimiento” de la querella, que
denominó a su postura como “ecléctica”, en tanto no abonaba ni a la
tesis de la defensa, ni a la de la acusación.
Por ende dejó sentado que “el que debería erigirse en
principal testimonio incriminatorio (los dichos de la niña
supuestamente abusada) queda desplazado casi por completo, para
ubicar a la declaración de su madre –quien con relación al objeto de la
imputación nada percibió directamente por sus sentidos- en el centro
de la escena, convirtiéndose en piedra angular de la atribución de
responsabilidad a ”, y que a su juicio quedó demostrado que ese
mecanismo de reemplazo había fracasado debido a las “serias
inconsistencias que invalidan el relato de , en consonancia con
una personalidad proclive a influenciar a la menor, tal como da cuenta
el ya aludido peritaje de la licenciada Noemí Barboni.”
1.d A partir de esa construcción, el juez descartó la
existencia de un contrapunto científico de relevancia en relación a “un
aspecto medular de la conflictividad aquí ventilada”, entre los
profesionales de la psicología y la psiquiatría que entrevistaron a la
niña.
Luego de relevar las conclusiones a las que arribaron los
psicólogos Gatti y Cortalezzi por un lado y la psiquiatra Berlinerblau
por el otro, hizo alusión al dictamen emitido por la junta médica (en la
que también participaron Sozzi Uboldi, Moretto y Segovia) y sostuvo
que “[e]n síntesis, más allá de algunos contrapuntos de orden
científico entre los peritos, lo cierto es que ninguno pudo afirmar el
acaecimiento del suceso denunciado y la mayoría se inclinó por negar

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indicadores claros de abuso así como también negaron consistencia a


los fragmentos del relato de [G.V.B.]”.
Concluyó que esa convicción “sumada a cuanto se hubo
dicho con relación a los numerosos déficits que desautorizan la
versión de la madre de la víctima (…) impiden siquiera caer en un
estado de incertidumbre o duda en punto a lo acontecido.”.
1.e Una vez destacada la inconsistencia del relato aportado
por la niña en Cámara Gesell y demostrada la “personalidad proclive a
influenciar a la menor” de su madre (acápite cuarto de la sentencia), el
juez de primer voto pasó a examinar la posibilidad de que las
expresiones de la niña hubiesen sido inducidas por su madre.
Explicó en primer lugar que esa posibilidad de inducción
no había sido descalificada por ninguno de los peritos intervinientes
en el caso, que todos habían respondido a la cuestión en sus
respectivos dictámenes, por lo que habían “legitimado la posibilidad
de que un menor pueda referir a algún episodio traumático por
influencia del medio externo”. Y refrendó la existencia de esa
posibilidad sobre la base de diversas citas de doctrina especializada en
la materia.
Afirmó que en el caso existía una única hipótesis: “que
[había] operado como adulta inductora [de G.V.B.] ya sea de
buena o de mala fe”.
Para arribar a tal conclusión detalló las “concretas faltas de
sinceridad” evidenciadas por la madre denunciante, cuya declaración
adolecía de “serias contradicciones, a la vez que ha estado plagada de
hechos inexactos y de mentiras”. Sumado a ello sopesó que “su
evaluación psicológica resultó lapidaria”, en la que se concluyó que “a
mayor grado de patología de la madre, es esperable mayor grado de
influenciabilidad de la menor”, y “se estableció como probable que
haya incidido de manera no voluntaria en la niña”.

Fecha de firma: 13/06/2018


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Agregó que cinco de los siete peritos que conformaron la
junta médica estuvieron de acuerdo en que “el ambiente familiar [de
G.V.B.] así como ciertos rasgos de la personalidad materna, podrían
haber posibilitado algún grado de influencia en el pensamiento y
verbalizaciones de la niña”, opinión que coincide con la que había
expresado uno de los peritos, el licenciado Gatti, en su dictamen, del
que el juez transcribió que “no se han detectado desvíos en el
desarrollo sexual de la niña, salv(o) la hiperestimulación de la
curiosidad (…) no se han observado reacciones vivenciales de
angustia.”.
Finalmente, cerró ese cuadro de análisis haciendo alusión a
las conclusiones del peritaje psicológico realizado al imputado, del
que se desprendía la ausencia de “características psicopatológicas que
den cuenta de trastorno psíquico de índole psicótica” en aquél.
1.f En el acápite séptimo de la sentencia, el juez de primer
voto hizo mérito de tres circunstancias: los signos de sexualidad
exacerbada o hipererotización de la supuesta víctima de abuso sexual
infantil; la coherencia del relato de la niña; y el testimonio de la
psicóloga del Centro de Atención a Víctimas de Violencia Sexual de
la Policía Federal Argentina.
Respecto de la primera cuestión, sostuvo –luego de valorar
las conclusiones a las que arribó en sentido coincidente, por mayoría,
la junta médica­ que “el lenguaje sexual inadecuado en la fase
evolutiva de [G.V.B.], así como su sexualidad exacerbada o
hipererotización, se compadecen más bien con el contexto familiar
promiscuo y obedecerían a los rasgos de la personalidad materna,
antes que a la concreta existencia de una situación de abuso”.
Luego, en relación a la coherencia del relato de la niña,
cuya inconsistencia para sostener los hechos de la imputación ya
había sido juzgada con anterioridad, el juez destacó que sólo una de
las profesionales intervinientes –la psiquiatra Berlinerblau- había

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conferido consistencia a ese relato y resaltado su carácter coherente,


mientras que por el contrario, los restantes profesionales habían
“hecho hincapié en lo fragmentado, insuficiente, reticente e
inapropiado en varios aspectos relativos a su edad”. Además afirmó
que, en todo caso, la coherencia de un relato no decretaba su
veracidad.
Por último, relativizó la “consistencia probatoria” de la
declaración prestada en el juicio por Evangelina Otero, psicóloga del
Centro de Atención a Víctimas de Violencia Sexual de la Policía
Federal Argentina, que estuvo a cargo del tratamiento de G.V.B.
desde el mes de julio de 2010 hasta septiembre de 2012, a quien
entrevistó en treinta y cinco oportunidades, además de otras
entrevistas que tuvo con su madre.
Al sopesar su declaración el juez destacó que la licenciada
había asumido el rol de terapeuta de G.V.B. para intentar
acompañarla, mediante su saber, para que “pueda superar “lo vivido”
(el abuso) como dato apriorístico.” Estimó que debía contrastarse la
objetividad que precede a la labor un perito con el compromiso de la
labor de la terapeuta que, a su juicio, desde el inicio presupuso la
existencia de una situación probada de abuso sexual, sin contemplar la
posibilidad de hipótesis alternativas.
Postuló que “las afirmaciones de dicha profesional
relativas a la enuresis que afectaba a la niña, así como a su ingesta de
pelos, a sus cambios de comportamiento y a su temor a la figura
paterna, no han constituido más que repercusiones que partían de una
misma caja de resonancia, por cuanto nada de ello le ha constado de
modo directo, a excepción de la interpretación de un dibujo
interrumpido y de algún comentario que le efectuó [G.V.B.]; aunque
leído desde la perspectiva que le imponía el aludido prisma.”.
Por ello le adjudicó a la psicóloga Otero ser la “portavoz
de un relato configurado por circunstancias que, en su mayoría, no

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pudo apreciar directamente luego de un año y medio de tratamiento,
según ella misma lo reconoció ante el Tribunal” por lo que juzgó que
su declaración “no contribuye significativamente a establecer la
etiología de la conflictividad suscitada con [G.V.B.], a la vez que se
encuentra desmentido por las mismas pruebas que han refutado la
versión de los hechos presentada por , verificándose en este caso
aquel viejo axioma jurídico que hace correr a lo accesorio idéntica
suerte que al principal”.
1.g Finalmente, el tribunal de juicio decidió ordenar la
extracción de los testimonios y remitirlos como denuncia a fin de que
se investigue la posible comisión de un delito de acción pública por
parte de la denunciante . Su decisión se apoyó en dos
órdenes de razones.
En primer lugar, se motivó en los alegados “déficits” y
“afirmaciones falsas” que el juez de primer voto entendió encontrar en
la declaración de la mujer, que “complicaban la situación del
imputado”, y a la posibilidad de que ésta hubiese influido en el relato
de su hija como “madre inductora”.
A su vez, se refirió al acápite B-9 del dictamen de la junta
médica en el que se expresa que la niña “ya sumó una especie de
castigo que la vedó de encontrarse con su padre por un lapso mayor de
dos años sin desconocer el efecto emocional de haberse hallado
sometida a múltiples entrevistas y declaraciones”.
2. La querellante, , bajo otro patrocinio
jurídico que el del abogado que la había asistido durante el juicio,
interpuso recurso de casación contra esa sentencia, que fue
parcialmente admitido primero por el tribunal a quo y luego por la
Sala de Turno de esta Cámara.
Lo agravios por los que el recurso viene concedido están
sintetizados más arriba (supra, nro. II), y persiguen la anulación del
debate y de la sentencia por falta de intervención del Defensor de

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Menores en el juicio; la anulación de la sentencia por haber incurrido


en arbitraria valoración de la prueba; y la queja por la orden de remitir
testimonios para que se investigue si la querellante ha cometido un
delito de acción pública que caracteriza como exteriorización de una
práctica de violencia institucional.
En cuanto concierne a los dos primeros motivos de agravio
se presenta necesaria una aclaración sobre el alcance de la revisión. El
art. 460 CPPN concede al querellante la facultad de recurrir en
casación “en los mismos casos en que puede hacerlo el ministerio
fiscal”. El Ministerio Público por su parte, sólo tiene habilitada la vía
de casación para recurrir de los autos a que se refiere el artículo 457
CPPN, y de las sentencias absolutorias y condenatorias, en los límites
que la impone el art. 458, incisos 1 y 2 CPPN (confr. Fallos:
320:2145, “Arce, Jorge Daniel”). La casación procede sólo por los
motivos materiales y formales del art. 456 CPPN, y éstos son de
interpretación estricta.
Dicho esto observo que el primer motivo de agravio del
recurso de casación por el que se promueve la nulidad de la sentencia
por no haberse dado intervención a la Defensa Pública de menores en
este caso en el que se presenta como víctima de abuso sexual a una
niña, podría caer bajo el motivo formal del art. 456, inc. 2, CPPN, si
se demostrase que se trata de la inobservancia de una norma
sancionada por el código bajo sanción de nulidad.
El segundo motivo de agravio, no habilita a una revisión
integral de la valoración de la prueba hecha en la sentencia, sino sólo
en punto a defectos de fundamentación de tal gravedad que pudieran
acarrear la sanción de nulidad por encuadrar en los arts. 123 y 404,
inc. 2, CPPN, lo que caería en la inspección del art. 456, inc. 2, CPPN
que ha de ser interpretado de modo estricto, de modo de evitar que,
bajo la alegación de arbitrariedad se promueva un pronunciamiento de
esta Cámara sobre el mérito de la prueba. Pues ni la fiscalía ni la

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querella tienen concedido un recurso de revisión amplio contra la
sentencia, sino sólo por los motivos del art 456 CPPN.
Además, si llevase razón la querella en su alegación de
arbitrariedad por defecto de fundamentación, la materia involucraría
una cuestión de naturaleza federal que impone su tratamiento en los
términos de la doctrina sentada por la Corte Suprema en Fallos:
328:1108 (“Di Nunzio, Beatriz Herminia”), que ha erigido a esta
Cámara como tribunal intermedio y la ha declarado “facultada para
conocer previamente en todas las cuestiones de naturaleza federal que
intenten someterse a su revisión final, con prescindencia de obstáculos
formales” (consid. 11).
El tercer motivo de agravio por el que el recurso viene
concedido no puede ser revisado por esta Cámara, porque –aunque
incluido como un dispositivo en una sentencia de absolución- el
agravio que la querellante alega le causa la remisión de testimonios
para que se investigue su conducta no es inherente a la absolución.
Ese dispositivo, tampoco constituye una de las decisiones
comprendidas en el art. 457 CPPN. Aquél sólo tiene la naturaleza de
una denuncia, que podría dar lugar o no a un requerimiento de
instrucción, y, eventualmente a la formación de un proceso. Salvo en
caso de que se desconozca una inmunidad constitucional (p. ej.
inmunidad parlamentaria o ne bis in ídem), ningún habitante de la
nación tiene una inmunidad tal que le habilite a frustrar la denuncia
misma, porque en general, no hay inmunidad contra la formación de
un proceso, sin perjuicio de todos los derechos que la Constitución y
la ley asigna a las personas sometidas a persecución penal, que podrá
ejercerlas en el marco de ese proceso. De modo que el dispositivo II
de la sentencia no es recurrible por no estar comprendido ni en el art.
458, ni en el art. 457 CPPN, ni ser equiparable, por sus efectos a una
sentencia definitiva.

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De modo que el recurso de casación es, en cuanto a este


motivo respecta, de inadmisible tratamiento, y nada impide un nuevo
examen de admisibilidad una vez sustanciada la audiencia.
Esta Sala 1, con diferentes composiciones, ha declarado
que, aunque admitido a trámite el recurso de casación, nada obsta a un
reexamen de admisibilidad ulterior (confr. causa
CCC45939/2013/TO1/1/CNC1, “Emetz, Catalino David”, rta.
03/09/2015, reg. n° 410/2015; causa CCC 65578/2013/TO1/4/CNC1,
“Pereyra, Gustavo Ezequiel”, rta. 07/09/2015, reg. n° 425/2015; causa
CCC 56600/2014/TO1/5/CNC1, “Fernández, Jorge Luis”,
18/09/2015, reg. n° 473/2015; causa CCC 9332/2012/TO1/1/CNC1,
“Fernández, Hugo Ariel y otros”, res. de 22/12/2015, reg. n°
799/2015; causa n° 750030276/2000/CNC1 “Sanabria, Ramón
Alfredo s/lesiones culposas”, Sala 1, 09/09/2016, reg. n° 697/2016),
facultad que está expresamente prevista en la regla 18.2, párrafo
quinto, de las reglas prácticas para la aplicación del Reglamento de
esta Cámara y que, por lo demás, encuentra apoyo en la opinión de la
doctrina (cfr. DE LA RÚA, Fernando, La casación penal, Depalma,
Buenos Aires, 1994, p. 240).
En lo que resta admisible, y por una cuestión de orden
lógico abordaré en primer lugar el planteo de nulidad por defecto de
intervención de un Defensor Público de Menores, para luego
examinar la acusación de arbitrariedad traída como tercer motivo de
agravio en el escrito de interposición.
3. La recurrente alega, con cita de los arts. 3.1, 12.1 y 12.2
CDN, y 3.b y 27 ley 26.061; que los derechos y garantías allí
contenidos requieren de una “serie de mecanismos de compensación”
que el Estado debe garantizar y que en el marco del presente proceso,
“este mecanismo, además de la posibilidad de actuación a través de la
representación de la madre denunciante, es por antonomasia la

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intervención del Ministerio Público, a través del Defensor de Menores
y el ejercicio de su representación promiscua.”.
Postula que la participación del Ministerio Público deviene
necesaria para hacer efectivas las disposiciones de la CDN y de la ley
26.061 y, con cita de diversos pronunciamientos de la CIDH y la
CSJN, concluye que en el presente caso la garantía de doble
representación de la niña no fue satisfecha, y que quedó
comprometido su interés superior, el derecho a ser oída, el debido
proceso y la no discriminación en el acceso a la justicia; en tanto la
Defensora de Menores que asistía a G.V.B. no había sido notificada
de la realización de las audiencias de debate, por lo que no participó
en el juicio.
Adelanto que, a mi juicio, este primer motivo de agravio
que trae la querella en su recurso debe ser rechazado.
Primero, porque evidencia una interpretación errada de las
disposiciones de la Convención sobre los Derechos del Niño.
El art. 3.1 CDN declara que “En todas las medidas
concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas o
privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades
administrativas o los órganos legislativos, una consideración
primordial a que se atenderá será el interés superior del niño”. La
recurrente no alcanza a demostrar, con alguna argumentación
razonada, por qué razón el Estado debería crear un órgano o proveer
de un representante especial para alegar sobre el interés superior del
niño ante las autoridades judiciales que deben decidir de una
acusación penal dirigida contra una persona por un delito cometido
contra un niño.
El art. 12.1 CDN declara: “Los Estados Partes garantizarán
al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el
derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que
afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del

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niño, en función de la edad y madurez del niño”. A ese efecto el art.


12.2 regula: “Con tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de
ser escuchado, en todo procedimiento judicial o administrativo que
afecte al niño, ya sea directamente o por medio de un representante o
de un órgano apropiado, en consonancia con las normas de
procedimiento de la ley nacional”. Esta disposición claramente
expresa que el niño debe ser escuchado directamente, o por medio de
un representante o de un órgano apropiado “en consonancia con las
normas de procedimiento de la ley nacional”. La Convención difiere
al margen de apreciación de los Estados partes la elección del modo
concreto en que el niño habrá de ser escuchado. No le impone regular
que sea oído directamente en todos los casos, ni le fija condiciones
para definir quién puede representar al niño, ni tampoco define
cuándo será oído por un representante o cuándo por un “órgano
apropiado”. En este marco, los Estados gozan de un cierto margen de
apreciación, siempre que garanticen una vía eficiente para que el niño
pueda ser oído. Si no puede ser oído directamente, porque su edad y
falta total de la madurez mínima lo impiden, y si ninguno de sus
representantes definidos en la ley interna se presentase ante las
autoridades judiciales para hacer efectivo el derecho del niño a ser
oído, entraría en consideración una posible afectación por parte del
Estado de un deber de garantía, cual sería el de proveerle al niño la
intervención de un órgano apropiado para que pueda ser oído en los
términos del art. 12 CDN. No es esto sin embargo lo que ha sucedido
en la especie, pues la madre de la niña no sólo ha tenido oportunidad
de intervención, sino que se le ha reconocido el carácter de
querellante, con las facultades del art. 82, párrafos primero y segundo,
CPPN, y no obstante el pedido de absolución de la fiscalía ha sido
oída y ha obtenido una respuesta a su requerimiento acusatorio, por
aplicación de la doctrina del caso publicado en Fallos: 321:2021
(“Santillán, Francisco Agustín”).

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Por cierto, la ley orgánica del Ministerio Público nº 24.946
ha creado entre sus órganos las Defensorías Públicas de Menores e
Incapacies (art. 4), que tienen por cometido “Promover o intervenir en
cualesquiera causas o asuntos y requerir todas las medidas
conducentes a la protección de la persona y bienes de los menores,
incapaces e inhabilitados, de conformidad con las leyes respectivas,
cuando carecieren de asistencia o representación legal; fuere necesario
suplir la inacción de sus asistentes y representantes legales, parientes
o personas que los tuvieren a su cargo; o hubiere que controlar la
gestión de estos últimos” (arts. 25, letra i, y 54, letra c). De estas
disposiciones se infiere: la intervención de la Defensa Pública de
Menores es subsidiaria a la de los representantes legales, o de control
de la gestión de estos últimos. Aquí ha intervenido la madre de la niña
como querellante, por lo que no se da el primer supuesto. La
intervención se provee “de conformidad con las leyes respectivas”. La
ley 24.946 no provee la intervención necesaria de la Defensa Pública
de menores en todo proceso en que un niño aparezca víctima de un
delito. El art. 3, letra b, de la ley 26.061, que la recurrente invoca,
establece el deber de respeto del derecho de las niñas, niños y
adolescentes “a ser oídos y que su opinión sea tenida en cuenta”, y no
impone sin embargo que sean oídos con la asistencia de algún órgano
especial. Y su art. 27, que también invoca el recurrente se refiere a las
garantías que han de asegurarse a todo niño en los procedimientos
judiciales o administrativos. En particular el art. 27, letra a, refiere
nuevamente al derecho a ser oído y a que su opinión sea tomada
primordialmente en cuenta. El art. 27, letra c, enuncia el derecho del
niño “a ser asistido por un letrado preferentemente especializado en
niñez y adolescencia desde el inicio del procedimiento judicial o
administrativo que lo incluya. En caso de carecer de recursos
económicos el Estado deberá asignarle de oficio un letrado que lo
patrocine”, y el art. 27, letra d, asegura el derecho “A participar

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activamente en todo el procedimiento”. Esta disposición no puede ser


interpretada en el sentido que le pretende asignar la querella, pues no
impone la intervención necesaria de un órgano estatal especializado,
sino asegurar la intervención de un patrocinio letrado,
preferentemente especializado, aunque no de modo excluyente. El
Estado asume por esta disposición el deber de asegurar de oficio un
“patrocinio letrado”, cuando el niño o su familia carezcan de recursos
económicos, ese patrocinio no tiene la misma naturaleza ni cometidos
que los definidos en los arts. 25, letra i, y 54, letra c, de la ley 24.946.
Finalmente observo que la madre de la niña, en representación de ella,
ha tenido asegurada su intervención como querellante en todo el
proceso, y que ninguna queja se ha levantado alegando alguna
restricción ilegítima de las facultades de intervención.
Finalmente observo nuevamente con relación a estas
disposiciones, en cuanto ellas proveen la intervención de la
Defensoría Pública de Menores e Incapaces, que esa intervención
tendrá lugar “de conformidad con las leyes respectivas”. A este
respecto, ninguna disposición del Código Procesal Penal de la Nación
que rige el caso impone de modo expreso la intervención necesaria de
esa defensoría en procesos en los que aparecen niños como víctimas,
y menos aún, por ende, establece que el defecto de intervención
acarrearía la nulidad de los actos realizados sin su intervención, por lo
que la nulidad promovida por la defensa, en defecto de regla expresa
que la disponga, o que se infiera de modo más general, carece de base
legal en los arts. 166, 167 y 168 CPPN. Además, en cuanto a la
primera disposición, es de notar a mayor abundamiento que, en
defecto de demostración de que sería aplicable el art. 168 CPPN, la
querella no había introducido ningún reclamo en las oportunidades
que regula el art. 170 CPPN, de modo que a este respecto, la regla de
caducidad de este artículo le impediría traer ahora la queja mediante
un recurso de casación, según el art. 456, inc. 2, in fine, CPPN.

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Por las razones expuestas, concluyo que la intervención
del Defensor Público de Menores en juicios criminales en los que un
niño aparece como víctima es un modo en que el Estado parte de la
CDN ha asumido proveer de medidas de protección especial respecto
de los niños, y la ha regulado en el marco del margen de discreción
que le reconoce el art. 11.2 CDN, de modo que no encuentro
fundamento a la nulidad que se promueve.
Por esas consideraciones propongo que se rechace el
recurso en lo que concierne a este motivo de agravio de la querella.
4. Sentado lo anterior, corresponde abordar las quejas
traídas por la querella, sintetizadas en el tercer acápite del escrito de
interposición de su recurso, por las que acusa al tribunal de juicio de
haber incurrido en arbitraria valoración de la prueba producida en el
debate, y en consecuencia promueve que esta Sala anule la sentencia
recurrida y disponga la realización de un nuevo juicio por otro
Tribunal Oral.
A juicio de la querella son cuatro las causales de
arbitrariedad en la sentencia recurrida: la valoración parcial y
fragmentada de la prueba, la omisión de valoración de prueba
relevante para resolver el caso, la realización de afirmaciones falsas a
través de falacias o distorsión de la prueba, y la utilización por parte
del a quo de un fundamento teórico sólo aparente.
La recurrente afirma que el hecho imputado a
se encuentra acreditado, que el relato de G.V.B. no ha sido inducido
y que la declaración de no presentó incongruencias
relevantes. Sostiene que la sentencia minimizó los hechos de
violencia relatados por la niña G.V.B., en afectación a su derecho
de ser oída que se desprende de los arts. 12 CDN, 27 ley 26.061 y de
“los estándares internacionales de derechos humanos que rigen en
materia de violencia sexual.”.

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Desde esta óptica contesta dos argumentos centrales de la


sentencia absolutoria: por un lado se queja de que se ha descartado el
valor probatorio del relato de G.V.B. como prueba fundamental; y por
otro refuta que no se haya comprobado la presencia de sintomatología
compatible con abuso sexual en la niña, tal como lo sostuvo el a quo.
4.a La recurrente alega que “la sentencia negó al
testimonio de [G.V.B.] el carácter de prueba fundamental en atención
a una valoración fragmentada de la prueba, que le impidió apreciar la
consistencia de su relato, y sobre la base de supuestas inconsistencias
y falta de detalles que no es válido exigir en el testimonio de una niña
de pequeña edad que relata episodios de abuso sexual”. Contesta la
“inconsistencia” que el tribunal a quo le adjudicó al único testimonio
de la niña valorado en la sentencia –el de la entrevista en Cámara
Gesell-, sobre la base de un análisis integral de todas las declaraciones
que había dado la niña a lo largo del proceso. Es decir que, además de
los dichos de G.V.B. expresados en la entrevista del art. 250 bis
CPPN, la querella se queja de que no se ha dado atención a los relatos
que ésta había dado ante la licenciada Evangelina Otero, del Centro de
Atención a Víctimas de Violencia Sexual de la PFA; ante la psiquiatra
Virginia Berlinerblau del Cuerpo Médico Forense y los dichos de
G.V.B. que se conocieron a través del testimonio de su maestra,
Florencia Lorenzatti, cuya declaración se incorporó por lectura al
debate.
Desde esta perspectiva, postula que G.V.B. “manifestó en
reiteradas oportunidades y a varias personas haber sufrido abusos
sexuales por parte de su padre. En este sentido, entre otras cosas,
contó que el papá le tocó la vagina, le hacía tocarle el pene y
masturbarlo, le hizo pegarle figuritas en el pene, que ella “sopló pito”,
que el papá le “ponía el pito en la boca”, que le salía “pis” al papá “de
ningún color” que le tiraba a la niña en todo el cuerpo (señalando su
pecho y abdomen), entre otras “cosas feas” vinculadas a “las partes

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íntimas”, que no quería contar (cf. Informe presentado por la Lic.
Otero, fs. 541, 467/545, 591/593, informe suscripto por la Dra.
Berlinerblau, fs. 136/146, informe presentado por el Lic. Gatti y la
Dra. Cortalezzi, fs. 124/135, declaración de [G.V.B.] en Cámara
Gesell a fs. 189/197, y declaración de la docente Lorenzatti a fs.
185/186). En sentido coincidente, destacó que se dio cuenta también
de la comunicación gestual y conductual de la niña de situaciones
abusivas a través de juegos con connotación sexual que involucraban
a un padre y su hija, a través de dibujos y de gestos masturbatorios
(cf. declaración en Cámara Gesell, declaración de la Dra. Berlinerblau
y de las Lic. Sozzi Uboldi y Otero).”.
Agrega que la niña precisó también el lugar y el momento
en que ocurrieron esos hechos. Según recopila la recurrente, G.V.B. le
manifestó a la psicóloga Evangelina Otero que éstos “sucedieron
cuando los padres estaban separados e iban a visitarlo, cuando ella
estaba en la “sala violeta” –cfr. informe presentado por la Lic. Otero,
fs. 541, incorporado por lectura­” y que “en su declaración en Cámara
Gesell precisó que los hechos ocurrieron de día y cuando ella era
chiquita, tenía un año (la Lic. Sozzi Uboldi aclaró en el juicio las
limitaciones que tienen los niños de su edad para precisar la
temporalidad, y que es esperable que hagan referencia “al año, ayer”;
en todo caso, la alusión de [G.V.B.] invoca el tiempo pasado de forma
esperable para su edad)”. En relación al lugar de ocurrencia de los
hechos, la querella releva que la niña le relató a la psicóloga
Evangelina Otero que “fue en la casa donde vivía él, en la pieza y en
el baño grande (cfr. informe presentado por la Lic. Otero, fs. 541); a la
Lic. Berlinerblau le reiteró que los hechos ocurrieron “en el baño
grande de la casa de mi abuela Moni” (fs. 136/146), y en la Cámara
Gesell manifestó que “lo de las figuritas” había ocurrido “en la casa
de la Moni.”.”

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En la sentencia que ha absuelto a se lee que el


tribunal de juicio sólo ha valorado el testimonio brindado por la
niña en los términos del art. 250 bis CPPN, cuyo valor
convictivo ha descartado por considerar que ese relato era
“inconsistente”. El a quo transcribió los pasajes de esa declaración
que consideró de mayor relevancia y estimó que el único hecho que
asumió cierta connotación sexual es “aquel en que el padre le habría
solicitado que le pegara en el pito una figurita de una mariposa
cuando ella contaba con tan sólo un año de edad” y valoró que según
la licenciada Sozzi Uboldi –que guió esa declaración- todos los
profesionales intervinientes estuvieron de acuerdo en que con los
elementos analizados no se podía ni negar ni afirmar el hecho
denunciado. Asimismo tuvo en cuenta que esa profesional había
ratificado la conclusión a la que arribó la junta médica en cuanto
destacó la “falta de detalles y precisiones” de los hechos narrados por
la niña, que no permitía “hacer, con suficiente rigor científico, una
estimación respecto a la verosimilitud de sus dichos”. Por esa razón,
prescindió de ese relato de la niña y pasó a sopesar la declaración de
su madre, como “piedra angular de la atribución de responsabilidad de
”.
Sobre este punto la recurrente califica de sesgada la
valoración que el tribunal de juicio ha realizado sobre esa declaración
de G.V.B. y a las conclusiones a las que arribó la profesional que tuvo
a su cargo la entrevista en Cámara Gesell. Postula que el a quo
incurrió en un “procedimiento argumentativo de minimización” al
reducir los dichos de G.V.B. en un “único hecho”, en “una figurita” y
al calificar la expresión de “soplé pito” de la niña como una
afirmación “tibia”. Se queja de la omisión de considerar el juego
propuesto por ella –que alega no fue seguido por la entrevistadora- y
el lenguaje gestual o para-verbal utilizado.

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El a quo ha abordado de manera puntual y razonada los
dichos de G.V.B. expresados en la entrevista tomada a tenor del art.
250 bis CPPN, y ha hecho mérito de las conclusiones a las que arribó
la pisicóloga forense a cargo del acto, así como los dictámenes
emitidos por los restantes profesionales que evaluaron a la niña.
Sin embargo, ha incurrido en arbitrariedad porque éste no
ha sido el único relato de G.V.B. introducido en el juicio, y el a quo
no ha hecho ninguna valoración de los otros relatos de los que tuvo
conocimiento, ni tampoco ha hecho alguna declaración fundada en el
sentido de que esos otros relatos no deberían haber sido introducidos
al juicio, o no podrían ser objeto de valoración según alguna regla
jurídica.
La querella acusa de arbitrariedad el fallo recurrido por
haber omitido considerar “los dichos vertidos por la niña en distintas
oportunidades y ante distintos operadores, en los que explícitamente
refirió haber sufrido abusos sexuales por parte de su padre” y por
haber otorgado “prevalencia a ciertos testimonios y prueba, dejando
de lado las pericias, testimonios e informes que daban cuenta del
abuso sexual, sin justificar debidamente los motivos por los cuales
brindó mayor valor probatorio a unos sobre otros”. Sostiene que “la
invisibilización total de las manifestaciones de [G.V.B.] constituye
una clara violación al derecho de los niños y niñas a ser oídos” ya sea
por restar importancia a sus dichos volcados en Cámara Gesell, como
a los de quienes declaran sobre el relato de la niña, para evitar su
revictimización.
Es así que concluye que, por medio de una valoración que
considera sesgada de los dichos de la niña en la entrevista mantenida
con el psicólogo Carlos Luis Gatti, se ha dejado de lado los hechos
que aquélla relató en otras ocasiones, ante la psiquiatra Virginia
Berlinerblau, la psicóloga Evangelina Otero y su maestra Florencia
Lorenzatti. En consecuencia afirma que de haberse hecho una

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“valoración integral de lo transmitido por la niña en distintas


oportunidades y a varias personas, otra hubiera sido la conclusión.”.
4.b El agravio de la recurrente involucra los derechos de
una niña protegidos por la Convención sobre los Derechos del Niño,
y, como se verá, se ha configurado un desconocimiento del art. 12 y
un defecto de cumplimiento de los arts. 19 y 34 CDN.
Antes de ahora he abordado la interpretación de esas
disposiciones en un caso en el que se investigaba la presunta comisión
de un hecho de abuso sexual en contra de una niña (Sala 1, causa n°
259/2011, “Romero, Santiago Nicolás”, sent. de 21/02/2018, reg. n°
101/2018). Allí expliqué que la primera de las disposiciones citadas
impone a los Estados Partes garantizar al niño que esté en condiciones
de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión
libremente en todos los asuntos que lo afectan, y tener debidamente en
cuenta sus opiniones en función de su edad y madurez (inc. 1). A ese
fin las autoridades estatales tienen el deber de dar al niño oportunidad
de ser escuchado, en todo procedimiento judicial o administrativo que
lo afecte, ya sea directamente o por medio de un representante o de un
órgano apropiado, en consonancia con las normas de procedimiento
domésticas (inc. 2).
La segunda disposición obliga a los Estados Partes a
adoptar todas las medidas apropiadas para proteger al niño contra toda
forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato
negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual,
mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un
representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su
cargo. Esas medidas deben comprender, según corresponda, la
intervención judicial.
Por la última los Estados Partes se han comprometido a
proteger al niño contra todas las formas de explotación y abuso
sexuales.

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Leídas esas disposiciones en conjunto, concluí que no
basta con la institución formal de procedimientos por abuso sexual, o
la oportunidad de que el niño o niña se expresen en esos
procedimientos, sino de “darle oportunidad de ser escuchado” lo que
implica que la expresión del niño sea tenida en cuenta y sopesada
adecuadamente.
No es esto lo que ha ocurrido en el caso, en el que la
recurrente se queja de que la sentencia ha omitido “citar y valorar el
contenido del dictamen de la médica psiquiatra Virginia Berlinerblau
(…) en un aspecto de importancia para resolver el caso, precisamente
con relación al registro textual del relato” de la niña; así como se
queja de que han sido invisibilizados por completo los dichos que ésta
relatara a la psicóloga Evangelina Otero, “en los que explícitamente
refirió haber sufrido abusos sexuales”; y que tampoco se ha hecho
mérito de los dichos de la maestra de la niña, quien manifestó haber
mantenido una conversación con ella en la que le refirió haber sido
abusada por su padre.
En la sentencia recurrida se sostiene la “inconsistencia”
del relato de la niña, análisis que en rigor involucra a sólo uno de los
testimonios de la niña con que se ha contado en el caso. En efecto,
luego de descartar la idoneidad para formarse una convicción a partir
de la declaración de G.V.B. en Cámara Gesell, el tribunal de juicio
explicó que tan sólo habría de enfocarse en “las conclusiones de los
exámenes técnicos, efectuadas por los profesionales en las áreas de
psicología y psiquiatría”, sin siquiera explicar por qué no se detendría
a examinar el sustrato sobre el que esos profesionales habían basado
sus dictámenes, esto es, el testimonio de la niña que pudieron percibir
de manera directa a través de las entrevistas llevadas a cabo con
aquélla.
Del informe suscripto por los psicólogos Carlos Luis Gatti
y Alicia B. Cortalezzi surge que los peritos emitieron su dictamen

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sobre la base de dos entrevistas celebradas con la niña, otras dos


llevadas a cabo con su madre y una conjunta. Allí, se transcribe que
“[p]reguntada [G.V.B.] acerca de si conoce los motivos por los cuales
vino aquí dice: “… no me pegó (refiriéndose al padre)…, por una
parte íntima…, mi mamá me lo enseñ[ó]…”. Y al ser preguntada
acerca de qué son las partes íntimas refirió “… las tetas de papá…, lo
que tienen los nenes…, no lo voy a contar…, por donde hacen pis…
es algo íntimo…, te lo estoy pintando…” De esta manera se logra
obtener un relato de su padre “haciendo pis” que al momento de
pedirle el relato verbal agrega que lo hizo “en una plaza, de noche”.
Preguntada sobre su ubicación dice que está de espaldas. En un
momento dice “… ustedes quieren saber qué parte íntima: el pito…,
no sé cuál castigo va a tener mi papá…, le van a poner una soga y lo
van a llevar a la cárcel y le van a poner pulseras… soy valiente
cuando cuento las cosas feas que me dijo mi papá…” […]” (fs.
124/135).
Por su parte, la psiquiatra Virginia Berlinerblau dio cuenta
en su informe (fs. 136/146) de que se reunió en tres ocasiones con
G.V.B., y en dos ocasiones con su madre. En ese informe transcribió
los dichos de la niña que se destacaron en cada una de ellas. En
relación a la primera entrevista según la psiquiatra “se destaca: “[m]i
papá me dice cosas feas pero no te lo voy a contar (dice
espontáneamente a poco de comenzar la entrevista)”. Afirma que
extraña a la figura paterna pero que no lo puede ver. Al preguntarle
por qué expresa: “Porque te acordás que te dije que me hizo una cosa
fea? (…) No, no te lo puedo contar. (…). “Porque me hacía cosas
malas”. “Pero no te lo puedo decir porque él me dijo que le iban a dar
un castigo, porque él me hizo cosas feas, lo iban a mandar a la cárcel.
No me gustaría que vaya a la cárcel, porque si no, no lo puedo llamar
nunca más y mi papá está acá en mi corazón (se toca el pecho,
evidenciando afecto)”. “Yo no te quiero contar. Porque es una parte

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íntima!”. Espontáneamente me propone dibujarlo (…) “Por donde se
hace pis”. “Este es el pito de papá”. “Papi me ponía el pitito en la
boca y me decía: -te amo”. “No me gustaba”. (Le viste salir algo del
pito a papá?). “El pis”. (Y de qué color era?). “De ningún color”. (Y
dónde tiraba el pis?). “Acá” (señala su pecho). Desea seguir jugando o
dibujando, le digo que tenemos que ir terminando (llegan otros chicos
citados) y me contesta “¿A ellos también les hicieron cosas feas?”. Le
agradezco su colaboración y finaliza el encuentro.”.
De la segunda entrevista, de acuerdo al informe de
Virginia Berlinerblau se destaca que G.V.B. “[d]ibuja
espontáneamente: “Miralo es mi papá!. Estas son las rodillas, los pies
y esto adivina qué es?” y señala en el dibujo que realizó, la
entrepierna de la figura paterna. Dice: “Es el pito, eso decía (porque
me había solicitado insistentemente que yo se lo nombre y me abstuve
de hacerlo). Señala en el dibujo: “le sale el pis”. Quiere hacer otro
dibujo, me pide que no la mire mientras lo hace, se esconde y expresa
“que venga otra nena que no tenga vergüenza”. Ante otras preguntas,
acerca de las “cosas feas” que había mencionado previamente y para
verificar si las mantenía en las diferentes entrevistas expresa: “Esas
cosas feas, que él me dijo que yo le haga: me puso el pito en la boca”
(se introduce un lápiz en la boca y efectúa movimientos de entrada y
salida ante mi señalamiento de que me muestre cómo fue). “[É]l me
dijo que yo se lo haga, pero no quiero que lo castiguen en la cárcel”.
Sigue con otro dibujo y expresa: “Este e[s] mi papá que se puso a
llorar porque está en la cárcel. Y mira yo como estoy, (se dibuja en el
extremo opuesto) triste!” (…) “le salía pis, de ningún color”. (Y a
dónde iba el pis?). “En todo el cuerpo (se señala su pecho y
abdomen)”. “No!, ese no era un juego! Eran cosas feas”. (¿Dónde
pasaba eso?) “En el baño grande de la casa de mi abuela Moni”.”.
Finalmente, de la tercera entrevista la profesional
reproduce estos dichos: “(¿Qué hacía en el baño tu papá?). “Con el

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pito, así, me lo ponía en la boca (nuevamente efectúa gestos


acordes)”. “Mi papá me decía que yo le dé besos a él, el pito!”.”
(SIC).
Ese peritaje había sido ordenado el 5 de mayo de 2010 por
la jueza de instrucción, providencia que había sido notificada a las
partes (fs. 33), y la perito de parte de la defensa había solicitado se
incorporen otros puntos de pericia adicionales, que fueron proveídos
el 19 de mayo siguiente (fs. 59).
A su turno, la junta médica conformada por esos
profesionales (Carlos Luis Gatti y Virginia Berlinerblau) junto con
Gimena Sozzi Uboldi, Selva Moretto, Martín Segovia y Andrea
Pastrán, relevó para emitir su dictamen –entre otros elementos- los
dichos de Florencia Lorenzatti, maestra de G.V.B. que relató que
“tuvo una conversación con ella acerca de algunas cosas feas que le
hacía el papá (junio de este año)… G se señaló la boca y dijo que su
papá le hacía poner el pito en la boca (…) cuando dijo que no quería
contar más nada, fue a tomar la merienda como un día normal” (cfr.
fs. 445 del dictamen de la junta médica); la declaración de G.V.B. en
Cámara Gesell; el estudio psicodiagnóstico realizado a la niña por los
psicólogos Carlos Luis Gatti y Alicia B. Cortalezzi; y el examen
psiquiátrico llevado a cabo por la psiquiatra Virginia Berlinerblau a
G.V.B. del que se transcriben algunos de los dichos de la niña (fs.
433/463).
También se releva que en el informe presentado por
Evangelina Otero, psicóloga del Centro de Atención a Víctimas de
Violencia Sexual PFA, que atendió a G.V.B. en treintaicinco
entrevistas, transcribió las siguientes “frases textuales” de la niña: “Mi
papá se peleó con mi mamá y mi papá me hacía cosas feas en las
partes íntimas”; “Me da vergüenza”, “porque son de las partes
íntimas… es todo de las partes íntimas”. La psicóloga relata que
“hablar de su padre le provoca pudor pero agrega que aquello que le

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da vergüenza contarlo sucedió cuando tenía 3 años, estaba en la sala
violeta y que ocurría en el domicilio donde vivía su progenitor”,
según informa la niña cuenta “en mi casa… tenía 2 baños, uno grande
y otro chico”; “también en la pieza y en otro momento en el baño
grande”; “extraño a mi papá porque es mi papá pero me da miedo de
que me haga otra vez cosas feas”. La psicóloga explica que al
indagarla sobre las partes íntimas, G.V.B., con vergüenza, contesta
“me tocó la pochi (señala su vagina), cola, teta”; “[c]on la mano me
tocaba ahí”; “cuando lo iba a visitar me lo hacía”; “cuando era bueno
no lo hacía y cuando era malo sí”.
Más adelante la psicóloga Evangelina Otero refiere que la
niña manifestó haber visto a su padre en la puerta de la escuela y que
esa situación le causó miedo, y transcribe “tengo miedo de verlo… de
que me agarre y me lleve a su casa”; “cuando lo vi empecé a llorar”;
“tengo un plan si lo veo otra vez le hablo en inglés así piensa que soy
otra chica y no me reconoce…”; “tuve un sueño estaba mi papá en la
puerta del colegio pero se fue porque apareció la policía” (realiza un
gráfico) “es mi papá… tiene cara de malo (lo tacha enérgicamente)…
malo, malo”; “me decía papá te ama mucho, vení a casa cuando
quieras y yo le dije que no porque me había hecho cosas feas”; “ella
no sabe nada”; “tenía miedo de salir y que esté mi papá”; “no quiero
ver a mi papá porque tengo miedo de que me haga las cosas feas”. En
este punto aparece una pregunta de la psicóloga respecto de cuáles son
las cosas feas a las que alude G.V.B. y según surge del informe ésta
contesta “me tocó las partes íntimas”, se angustia y llora; luego le
pregunta cuáles son las partes íntimas y G.V.B. responde “pochi y
cola”; “un día mi mamá me llevó a la casa de mi papá yo tenía tres
años, Isa (hermana) un año…Isa no quería quedarse y se abrazó a mi
mamá y papá dijo que se la lleve y yo me quedé y me tocó”; “Una vez
me dijo que le pegue figuritas en el pito”. Aquí la psicóloga releva
que G.V.B. expresa que su hermana también habría sido víctima de

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situaciones similares, y transcribe los siguientes dichos: “la acostó


sobre el inodoro que había cerrado la tapa y ahí la tocaba” (realiza un
gráfico) “acá está el inodoro cerrado, mi hermana estaba con remera y
abajo nada, la puerta estaba cerrada y yo adentro”; la psicóloga
pregunta a la niña si su papá estaba cambiando los pañales a su
hermana y según releva ésta contesta que no. Por último, preguntada
sobre qué otras cosas recordaba, la niña responde “solo cuando me
tocaba me desnudaba… me decía que juegue con el pito así (hace con
la mano movimientos de arriba hacia abajo) y a mi pochi le hacía así
(dedo índice lo mueve sobre su zona vaginal)” (fs. 540/544).
Durante el juicio además, la psiquiatra Virginia
Berlinerblau leyó su informe y destacó algunas de las frases que la
niña le relató en las entrevistas realizadas. Luego analizó ese
testimonio y concluyó que había sido espontáneo, que las precisiones
que dio se correspondían con su edad, y que sus expresiones fueron
concretas y breves. Sostuvo que “la niña mantuvo su relato y que no
era contradictorio con lo que dijo en la Cámara Gesell”. Agregó que
G.V.B. “no recitaba; que utilizó un lenguaje acorde a su edad, propio
de una nena de cuatro años” (cfr. sentencia fs. 843/843vta.).
Por su parte, en la sentencia se ha consignado que la
psicóloga Evangelina Otero declaró que “si bien [G.V.B.] era una niña
desenvuelta le llevó casi un año poder trabajar sobre situaciones que
le daba vergüenza contar” y se refirió a los dichos que la niña
manifestó en sus entrevistas.
Conforme ha quedado plasmado en el acta que documenta
el debate, al momento de alegar, el abogado que representaba a la
querellante, Lucas Randi, hizo mérito en diversas oportunidades del
relato de G.V.B. brindado ante la psiquiatra Virginia Berlinerblau
durante las tres entrevistas que mantuvieron. Comienza por destacar
que para la fecha de realización de la entrevista a la niña en los
términos del art. 250 bis CPPN, “la defensa ya había propuesto como

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perito de parte a la licenciada Cortalezzi, a quien se tuvo por
designada, por lo cual dicha parte tuvo plena capacidad para controlar
las entrevistas realizadas por la médica Berlinerblau a la niña,
efectuadas los días 14, 18 y 23 de junio de ese año”. Destacó que “la
médica Berlinerblau dijo que la niña se presentó en las entrevistas y
de manera espontánea expresó: “mi papá me hace cosas feas, me
hacía cosas feas, no te puedo decir porque me dijo que le iban a dar un
castigo, que iba a ir a la cárcel, él está acá en mi corazón” e hizo
dibujos para manifestar lo que no podía decir verbalmente, lo que
quería contar y no podía verbalizar, aunque sí lo hizo a través del
juego y los dibujos. Enfatizó sobre un ejercicio concreto en que la
niña dibujó al padre, las rodillas y el pito del padre, ante lo cual la
aludida profesional le preguntó qué era eso y ella le contestó que era
el pito del papá. Señaló también que dibujó el pis, que había ilustrado
en forma de una línea dirigida al pecho y al abdomen. Refirió además
que la niña se introdujo el lápiz en la boca, y que se lo sacaba y se lo
ponía “haciendo el gesto como si aludiera al sexo oral” (…) que la
niña declaró espontáneamente (…) que la niña sola se refirió a que el
episodio que relató no era un juego y que eran cosas feas y, que ello
sumado a la vergüenza que mostró y a su actitud de esconderse, le
dieron la pauta de la imagen displacentera que implicaba para la niña”
(cfr. acta de fs. 808/810vta).
Más aún, la propia defensa también ha alegado sobre el
mérito que cabía atribuirle a los diferentes relatos de la niña que se
habían introducido al juicio. Según se lee en el acta, en la oportunidad
del art. 393 CPPN, la defensora particular Laura Andrea Fechino que
representaba a , criticó las preguntas que le realizara la
psiquiatra Virginia Berlinerblau a la niña al entrevistarla por
considerarlas indicativas e influenciadas por el relato la
denunciante, y expresó que “tanto esfuerzo hizo la profesional que
logró una transferencia entre ella y la niña como si fuera su madre”,

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por lo que por esa razón “sus conclusiones fueron positivas en cuanto
a los indicadores de abuso”. Luego descalificó el informe suscripto
por la licenciada Evangelina Otero negando que ésta pudiera haber
aportado al debate nada que proviniera de la niña, puesto que a su
juicio “todo lo analizado por ella fue a partir de los relatos de la
madre”. Desde esa óptica adujo que la denunciante había llevado a su
hija “con la licenciada Otero, quien la entrevistó durante un año y
medio, con el propósito de que dijera algo” y que “después de un año
y medio de tratar de extraer un relato, Otero no sólo nunca lo logró,
sino que lo más increíble es que dicha licenciada haya tratado a
[G.V.B.] como víctima de abuso sexual” (cfr. acta de fs. 815vta/817).
Ahora bien, a pesar de la introducción por diversas vías de
relatos de la niña, y de que las partes debatieron contradictoriamente
sobre el valor que tenían esos relatos, el Tribunal Oral examinó y
confrontó las conclusiones de los informes periciales pero no abordó
de modo puntual y razonado los relatos de la niña en los que éstos se
habían basado. Esta omisión de examen configura arbitrariedad,
porque la omisión no ha estado sentada en alguna declaración de que
los medios por los que se introdujeron los relatos fuesen inadmisibles
según una regla jurídica, o en que se presentase un supuesto de
prohibición probatoria, o prohibición de valoración establecido en la
ley, o inferido de alguna regla de orden superior a la ley.
4.c Tengo dicho que al sopesar las informaciones de un
testigo, debe examinarse la existencia de razones objetivas que quiten
valor convictivo al testimonio. Antes de ahora he señalado que en la
crítica del testimonio se han de observar, al menos, tres abordajes: a)
la veracidad, entendida como ausencia de indicios de mendacidad, que
podrían sospecharse, por ejemplo, de las relaciones de interés del
testigo, o de relaciones de amistad, enemistad, ánimo de
favorecimiento o de perjuicio; b) la verosimilitud, que debe ser
investigada en el examen intrínseco del contenido de la declaración, y

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en la medida de las posibilidades por su confrontación con otros
elementos de prueba o de otros datos o informaciones disponibles que
pudieran ser corroborantes o poner en duda la exactitud de lo
declarado; y c) la persistencia o las vacilaciones en la incriminación
(confr. mi intervención como juez subrogante en la ex Cámara
Nacional de Casación Penal, Sala II, causa n° 9149, “Muñoz, Hernán
Raúl s/recurso de casación” , rta. 24/10/2008, Reg. N° 13.401; y
también en esta Sala 1, en causa nº 9.749/2011, “Álvarez, José
Gustavo”, sent. de 23/12/2015, reg. n° 811/2015 y más recientemente
el caso “Romero, Santiago Nicolás” ya citado).
No se trata aquí de examinar el valor de los relatos de la
niña, porque como he dicho antes, el recurso de la querella no es
idóneo para habilitar a esta sala a examinar si el tribunal de juicio ha
valorado correctamente la prueba empleando las reglas de la sana
crítica. Esta cuestión cae fuera del campo del art. 456 CPPN. Se trata,
antes bien de que el tribunal ha prescindido de elementos de prueba
introducidos en el juicio, y reitero, no se trata de que a ciertos
elementos no les hubiese dado valor, o les hubiese dado erróneamente
un valor determinado. De lo que se trata es de que ignoró supinamente
el contenido de esos elementos –los múltiples relatos de la niña
introducidos regularmente al juicio-, y no los examinó.
En efecto, al ignorar llanamente esos relatos, en la
sentencia no se ha emprendido ningún examen de ellos, ni para juzgar
su valor, su coherencia, y en su caso para confrontar la persistencia o
variaciones que pudiesen constatarse en los relatos que fue brindando
la niña a los distintos profesionales que la evaluaron y que el tribunal
tuvo en conocimiento por la incorporación por lectura de los informes
que éstos suscribieron al debate y por las declaraciones que dieron en
el juicio.
El juicio de verosimilitud de los dichos de G.V.B. es un
examen que debe emprenderse una vez dilucidado el objeto de ese

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juicio, esto es, el relato de la niña que, en el presente caso, no se


circunscribe a sus manifestaciones vertidas en la entrevista del art.
250 bis CPPN, sino que comprende también sus dichos ante los
profesionales Carlos Luis Gatti, Virginia Berlinerblau y Evangelina
Otero.
El tribunal de juicio ha pasado por alto dos de los tres
relatos que ha aportado la niña en diferentes oportunidades, sin
brindar ninguna referencia de esa elección. En efecto, luego de
declarar la “inconsistencia” de los dichos de la niña conocidos a través
de la entrevista realizada a tenor del art. 250 bis CPPN, explicó que
ese elemento de prueba quedaba desplazado por la declaración de su
madre, a la que descalificó por otras razones. Sin embargo, en ningún
pasaje de la sentencia el juez de primer voto -al que adhirieron los
demás- identifica la razón de ese reemplazo de un elemento de prueba
por el otro, teniendo en cuenta que existían otros relatos de la niña que
se conocieron en el juicio, que habían sido valorados por las partes y
que permitían además llevar a cabo el análisis de la persistencia de sus
dichos a través de sus distintas declaraciones, y en su caso de su
eventual valor convictivo.
A tal punto llega la omisión de valoración, que el a quo
sostiene que la conducta atribuida a en el alegato acusatorio de
la querella “no ha sido (…) siquiera aventurada por la menor
[G.V.B.] durante la entrevista en Cámara Gesell”, relato al que le resta
valor, pero omite considerar que un relato sobre esa conducta aparece
en la reproducción del relato que trae la licenciada en psicología
Otero. Se refiere a continuación a “la versión que ha dado casi
exclusivamente su madre acerca de lo que aquélla le habría dicho”, no
obstante que la niña había dado relatos a muchas personas, y que el
Tribunal había conocido de ello.
Si en la sentencia se ignoran los múltiples relatos, si no se
objeta que exista una razón de inadmisibilidad de los medios por los

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que fueron introducidos, si no se afirma la existencia de una
prohibición probatoria o de valoración, y si finalmente no se
emprende una valoración puntual de esos relatos y se les asigna o
niega expresamente idoneidad para la prueba de los hechos de la
acusación, entonces la crasa omisión de valoración configura
arbitrariedad de sentencia, pues no se trata de informaciones
marginales del caso, sino de unas que se refieren de modo central al
hecho del proceso.
Por ende, en defecto de toda valoración de esos relatos, y
teniendo en cuenta que la teoría del caso de la querella presentada en
su alegato final está apoyada fundamentalmente sobre esos otros
relatos de la niña (confr. acta del debate, fs. 808/811vta.), el Tribunal
Oral ha incurrido en una arbitrariedad que equivale a defecto de
fundamentación que torna su sentencia nula según la sanción que
conmina el art. 404, inc. 2, CPPN.
El defecto es tanto más grave porque la niña ha hablado en
múltiples oportunidades, muchas de ellas ante peritos designados por
los tribunales de la causa, y el tribunal ha estado sordo a los dichos de
la niña G.V.B. y ha fallado así desconociendo el derecho que ésta
tiene de ser oída en este caso, que las autoridades del Estado tenían el
deber de asegurarle según los arts. 12, 19 y 34 CDN.
Por esas consideraciones concluyo que debe hacerse lugar
al recurso de casación interpuesto por la parte querellante, con la
solución que paso a exponer.
5. La arbitrariedad constatada, por omisión de tratamiento
de una cuestión esencial, como es el relato de la niña presunta
damnificada, conduce ineludiblemente a la nulidad de la sentencia por
defecto de fundamentación (arts. 404, inc. 2, y 471 CPPN) y no a su
casación.
Ello es así en razón de la naturaleza y objeto del recurso de
casación, pues la jurisdicción de revisión habilitada por éste está

Fecha de firma: 13/06/2018


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Firmado por: HORACIO DÍAS,
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limitada por su naturaleza de recurso contra la sentencia de condena o


absolución, cuyo objeto de examen no es decidir sobre la acusación,
sino revisar lo que la sentencia ha decidido sobre la acusación, y en su
caso, el examen de cuestiones previas que condicionan la validez de la
sentencia en general.
La subsanación del defecto apuntado requiere de una
apreciación tan global y completa de la prueba, que implica
necesariamente la realización de un nuevo juicio sobre la acusación.
No paso por alto los problemas y discusiones que plantea
la regla del art. 471 CPPN frente a la prohibición ne bis in ídem
cuando se trata de la anulación de la sentencia por la que se absolvió a
, por lo que me remitiré aquí a la cuestión, que he tratado antes de
ahora, aunque en casos en los que el recurso de casación había sido
interpuesto contra una sentencia de condena (en particular como
juez subrogante en la Cámara Federal de Casación Penal, Sala II,
causa nº 9387, “Cordantonopulos, Mariano”, sent. de 12/07/2011,
reg. nº 18.918; y en esta Cámara como juez integrante de la Sala 1 en
la causa n° 73877/2013, “Sosto, Luciano Carlos”, sent. de
27/12/2017, reg. n° 1377/2017).
6. Por las consideraciones expuestas, propongo al acuerdo
se haga lugar al recurso de casación de la querella (fs. 834/893), se
anule la sentencia de fecha 14 de julio de 2015 y en consecuencia del
debate que ha sido su presupuesto, y se reenvíe el caso para que por
otro tribunal se realice un nuevo juicio y se dicte nueva sentencia (arts
404, inc. 2, 172, párrafo segundo, 173 y 471 CPPN).
Sin costas, atento al resultado obtenido (arts. 530 y 531
CPPN).
La jueza Laura Garrigós de Rébori dijo:
I-) Corresponde, en primer término, abordar el planteo de
la querella vinculado con la nulidad del debate y la sentencia por falta
de intervención en el juicio del defensor de menores.

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Al respecto, adheriré a la solución propuesta por el colega
García en punto 3 de su voto, pues, en lo sustancial, comparto sus
argumentos y, consecuentemente, las conclusiones a las arribó. Por
ello, sobre este punto, emito mi voto en idéntico sentido al suyo.
II-) Como cuestión preliminar, dejaré a salvo mi opinión
de que la doctrina del fallo “Casal”1, invocada por la parte recurrente
en su presentación en vista a superar el límite objetivo del recurso
casatorio impuesto por el art. 456 del ordenamiento procesal y con el
objeto que analicemos aspectos de hecho y prueba, no es de
aplicación al caso, en tanto se relaciona exclusivamente con el alcance
del derecho del condenado a recurrir la sentencia, establecido en el
art. 8.2.h de la Convención Americana de Derecho Humano2.
No obstante esa limitación, en atención al trámite que se
otorgó a la articulación de la acusadora privada, efectuaré una revisión
lo más amplia posible de la sentencia.
III-) Ingresando ahora en el análisis de los
cuestionamientos esgrimidos en el recurso, luego de cotejar las
pruebas rendidas en el debate con los argumentos esbozados por las
partes, concluyo que los magistrados del tribunal oral, a través del
voto del Dr. Pablo Daniel Vega al que adhirieron sin observaciones
los restantes jueces, fundaron su juicio de certeza en un análisis
crítico, lógico y racional de la totalidad de los elementos probatorios,
en tanto se advierte que confrontaron todas las testimoniales con las
diversas labores periciales y demás circunstancias que se ventilaron en
el juicio.
A mi modo de ver, mal puede sostenerse un trato
discriminatorio por parte de los integrantes del tribunal a quo
derivado de estereotipos en materia de género o la asunción de una
postura arbitraria a la hora de evaluar la prueba, ya que sin esfuerzos

1
Fallos 328:3399 C.S.J.N.
2
Conf. CNCCyC, cn° 24.878/13, Sala de Turno, registro 1219/2017, rta. 19/6/17, entre muchas
otras.

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se advierte que desgranaron cada una de las pruebas y, en base a un


estudio comparativo, en el que expusieron las razones de sus
afirmaciones, establecieron una coherente relación que les permitió
concluir, sin vacilar, la inocencia de , lo cual me convence de
que existió una tarea desarrollada bajo los parámetros de la sana
crítica y la experiencia común que corresponde homologar.
En primer lugar, la sentencia, a partir de las diferencias
que se detallaron existieron entre su requisitoria de elevación a juicio
y su alegato, se hizo eco de la variación de la plataforma fáctica en la
imputación de la acusación particular, lo cual se evaluó en el sentido
de las dificultadas que tuvo esa parte para fijar los hechos.
Se consideró, además, que el propio enfoque asumido por
la querella, en cuanto reconoció un contrapunto científico expresado
en tres líneas argumentales (la acusatoria, la defensista y una que
denominó ecléctica), admitió que la prueba no era categórica ni
concluyente en el sentido que propuso, y, en este orden de ideas, se
puso de resalto lo dictaminado por la Dra. Berlinerblau de que no
podía afirmarse ni negarse el acontecimiento de los hechos, y que
habló de una certeza relativa que relacionó con una posibilidad de
ocurrencia del suceso denunciado; lo referido la psicóloga Sozzi
Uboldi, de que no había elementos para afirmar o negar la existencia
del hecho, por lo cual cuanto mucho instaló duda; y lo manifestado
por los peritos Gatti y Cortalezzi, quienes negaron credibilidad al
relato de la niña y concordaron en la inexistencia de signos de abuso
sexual. Ello, fue interpretado en el sentido de que, según las
alegaciones de la acusación, no se podía, con certeza, acreditar la
comisión de un hecho delictivo.
Este vaivén de la imputación, a pesar de que no constituyó
la razón principal por la cual fue absuelto, ya que los jueces
concluyeron que se probó su inocencia, fue correctamente apuntado,
en tanto enseña que siguiendo la argumentación de la querella

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existieron distintas hipótesis igualmente válidas a partir de pruebas
con similar peso probatorio, y que eventualmente conducirían a una
solución absolutoria como la aquí criticada, ante la imposibilidad de
establecer los hechos de manera incontrovertible.
Por otra parte, la versión de la denunciante –madre de la
niña-, fue desmerecida por su falta de coherencia interna y de
correspondencia con las demás constancias del proceso, en virtud de
las distintas contradicciones en las que incurrió, las que se
describieron en el fallo.
Al respecto, valoró el tribunal a quo que en un inicio
pareció ubicar continuos episodios de agresión sexual cuando se
bañaba con su hija y aún convivían, y que después modificó su
versión señalando que fue un solo hecho, luego de producida la
separación, y en la casa de la madre de aquél. Además, se mencionó
que denunció que, cuando la menor tenía ocho meses de edad, en
varias oportunidades sus ropas olieron a semen, afirmación que
posteriormente relativizó en el juicio refiriendo que se trató del aroma
de un producto de lavar la ropa. Como se puede apreciar, las
circunstancias de tiempo, modo y lugar fueron mutando en su relato.
En tal contexto, se tuvo en cuenta que la Dra. Lugones,
pediatra de la niña, negó las afirmaciones de , entre ellas que
hubiera detectado irritación en la vulva de su paciente, secreciones
vaginales con manifestaciones de dolor en la vagina y el ano, o
lesiones auto-infligidas. Asimismo, que la conducta agresiva que la
madre dijo advirtió en su hija, que salivaba contantemente y que
comía pelos que levantaba del piso, no fue apreciada más que por ella,
ya que ninguno de los profesionales de la salud que en los distintos
ámbitos y por diferentes razones estuvieron en contacto con la menor,
se pronunciaron en tal dirección (peritos, psicólogos, médicos, etc.).
También se analizó la alegada repulsa de la niña hacia su papá –el
acusado-, y se rechazó tal aserción de en base al resultado de la

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pericia de fs. 130, que da cuenta que tenía una fuerte relación de
apego con su progenitor; lo dicho por su maestra, quien refirió que
aquella hablaba con normalidad del padre y que, cuanto éste la
retiraba, ella se iba “bárbaro”; lo referido por Berlinerblau, quien dio
cuenta de que para la niña que su papá estaba en su corazón (lo que le
manifestó al tiempo que se tocaba el pecho), situación que a su juicio
evidenció afecto; y lo manifestado por la licenciada Butta, quien
sostuvo que la niña le dijo que extrañaba a su papá.
Junto a ello, se tomó con consideración que ninguno de los
ocho profesionales del hospital Álvarez, refirió haber apreciado signos
compatibles con una situación de abuso ni que le hubieran
recomendado a radicar una denuncia, como ésta afirmó.
Para cubrir todas las aristas posibles, se indagó sobre la
personalidad de , para lo cual se cotejó la declaración de la
testigo Firpo (amiga suya desde los ocho años de edad), cuya
sinceridad los magistrados concluyeron por el modo en que se
manifestó y los sentimientos que pudieron advertir expresaba al
declarar (congoja, dolor, etc.), quien entre varias circunstancias de
interés relativas a su ahora ex-amiga refirió que no le resultó creíble
su versión porque vio felices a las niñas y jamás le había contado nada
raro en su vínculo con el padre; con lo manifestado por su ex-pareja,
el testigo Sole, quien señaló que era celosa, agresiva
verbalmente y en ocasiones físicamente; y el peritaje psicológico que
se le realizó a la denunciante, el cual entre otras conclusiones señaló
que presentaba un trastorno histeroparanoide, con facetas en las que
no se muestra tal cual es, con una sinceridad bastante dual, pudiendo
experimentar intensos sentimientos de resentimiento y hostilidad
cuando percibe que el otro no está a su servicio para satisfacer sus
necesidades, y pudiendo actuar sin medir las consecuencias de sus
acciones. En dicho informe, se plasmó que pudo haber incidido de
manera no voluntaria en su hija.

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Sentado ello, ninguna falla argumental encuentro para
desmerecer, en estas cuestiones, la labor jurisdiccional.
Esto porque, cotejadas las pruebas enunciadas, advierto
que hay concordancia entre lo que se mencionó en la sentencia que
aquellas reflejaban y lo que efectivamente se desprende de las
mismas, y, por otra parte, porque los magistrados de juicio dieron
coherente respuesta a todos los interrogantes que podían esgrimirse a
partir de ellas, dado que expusieron el modo en que interpretaban cada
uno de los elementos probatorios y su incidencia a la hora de resolver.
La manera en que debía considerarse la entrevista
efectuada en Cámara Gesell, lo que se denominó como “contrapunto
científico”, y la posibilidad de que las expresiones de la niña hubieran
sido inducidas por el entorno materno, fueron extremos
minuciosamente analizados.
Basta con la simple lectura de la sentencia para apreciar
que los magistrados de juicio en modo alguno se limitaron a realizar
una reproducción de las afirmaciones de los profesionales
intervinientes, y que, por el contrario, confrontaron las conclusiones y
apreciaciones de cada uno de ellos con la del otro, con las
testimoniales y restantes pruebas rendidas en el debate.
A partir de una evaluación armónica y en conjunto de
todos esos elementos, establecieron puntos de conexión y de
desacuerdo, desarrollaron ampliamente la razones de porqué
entendían que un aspecto prevalecía sobre otro, y, superado ello y
fijadas las premisas del caso, extrajeron sus conclusiones.
Véase que los juzgadores al tratar estos interrogantes, a las
consideraciones a las que ya habían hecho referencia (respecto de las
cuales me referí ut supra), formularon observaciones relativas al
acuerdo que hubo entre los profesionales médicos respecto a la
ausencia de elementos con suficiente rigor científico para afirmar la
ocurrencia del hecho (incluida Berlinerblau); la imposibilidad de

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otorgar credibilidad a los dichos de la menor (ante lo señalado por


Gatti y Caralezzi de que su relato fue fragmentado, incompleto,
reticente y la ausencia de signos de stress postraumático); el resultado
de la junta médica (en la cual cinco de los siete profesionales que
participaron negaron que se pudiera estimar la verosimilitud de los
dichos de la niña); y en relación al informe psicológico de (del
que no surgieron indicadores de una personalidad susceptible de llevar
adelante una conducta como la reprochada).
Por ello, nuevamente habré de coincidir con el tribunal a
quo, pues su afirmación de que no existe un cuadro probatorio
concordante y unívoco que permita sostener la hipótesis acusatoria de
la querella, y que esa parte prácticamente carece de elementos en los
que pueda apoyarse, fue producto del minucioso análisis al que me
referí.
La resolución analizó también lo que tituló como
“ambigüedad de los pocos indicios a los que se aferra el acusador
particular”, en los que incluyó los “signos de sexualidad exacerbada o
hipererotización” de la niña, la alegada coherencia de su relato en
función de la conclusión de Bernilerblau (quien le confirió
consistencia), y el testimonio de psicóloga Otero.
Si bien la correspondencia entre los elementos probatorios
a la que vengo aludiendo es suficiente para validar la decisión
recurrida, efectuaré algunas consideraciones que se vinculan en modo
específico con estos puntos.
, se sintió agraviada al considerar que los magistrados
de juicio se introdujeron en aspectos de su vida privada, como ser su
personalidad, el modo en que desarrollaba su sexualidad, y otras
cuestiones personales que ninguna relación guardaban con el objeto
procesal, y, en función del desarrollo argumental que hizo sobre ello y
otros puntos, afirmó que en el debate y en la sentencia hubo un trato
discriminatorio, estereotipado y, consecuentemente, arbitrario.

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Lo cierto, es que las observaciones que se hicieron al
respecto lo fueron con la estricta finalidad de establecer el contexto de
crianza de la niña y su medio circundante. En mi opinión, tal
proceder fue correcto, pues es sabida la influencia que un grupo social
primario como la familia puede ejercer sobre una persona de tan corta
edad –cuatro años-, por ser en el que desarrolla los primeros patrones
de conducta y preceptos morales. A partir de la interacción de la niña
o niño con los restantes integrante del grupo, forjará sus percepciones
del bien y mal, y aquello que considera normal. Por lo tanto,
interpreto que, esta evaluación, no tuvo una intención peyorativa.
Entonces, sin perjuicio de recordar que los jueces del
tribunal oral expresamente aclararon que de ninguna manera
pretendían inmiscuirse en la moral familiar –y que tampoco les
correspondía-, la conclusión de que estos signos en la niña pudieron
obedecer a la crianza sin tabúes y un contexto familiar promiscuo,
antes que a una situación concreta de abuso, emerge razonable.
Respecto de la consistencia del relato de la menor del que
habló Berlinerblau, ante las consideraciones ut supra expuestas,
coincido con las razones dadas en el fallo de que es insuficiente para,
sin más, afirmar que todo es verdad.
En lo relativo a los agravios vinculados con la falta de
consideración de aquellas circunstancias que se desprendían de las
manifestaciones de la psicóloga Otero, a diferencia de lo referido por
la parte recurrente, entiendo que los magistrados sentenciantes
brindaron argumentos suficientes para otorgarle preeminencia a la
labor de los peritos sobre sus apreciaciones.
Esto porque, Otero efectivamente reconoció que le brindó
a la menor un apoyo terapéutico por ser esa su misión, y que lo hizo
sin cuestionar aquello que le era manifestado por , lo cual ilustra
que su intervención no fue tendiente a establecer vestigios en la niña
que pudieran relacionarse con una posible agresión sexual, ya que esa

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situación fue asumida como cierta para poder llevar adelante la


terapia. Dicho en otros términos, su tarea, por la supuesta necesidad
de tratamiento, la elaboró a partir de las manifestaciones de una
persona ( ), mientras que los peritos hicieron la suya de manera
objetiva y despojados de las subjetividades de aquella. Por estos
motivos, entiendo que en este punto también corresponde validar la
tarea realizada.
Por último, no puedo pasar por alto que se formularon
observaciones a una aparente falta de consideración de algunas
manifestaciones que la niña habría formulado a Berlinerblau y Otero,
que se relacionan con el abuso denunciado, ni la consecuencia que se
pretende otorgar a esa circunstancia.
Considero que ello no fue lo que sucedió en el presente
caso, pues ante el amplio análisis al que se viene haciendo referencia
hizo el tribunal de juicio, es evidente que su argumentación fue una
respuesta a todas las alegaciones de las partes que se concibieron de
interés para resolver.
La ausencia de mención expresa de alguna circunstancia,
es per se insuficiente para concluir que se incurrió en arbitrariedad, en
atención a que los jueces de la causa no están obligados a seguir a las
partes en todas sus alegaciones, a ponderar exhaustivamente todas las
pruebas incorporadas a la causa, ni tampoco a tratar argumentos que
su juicio no sea decisivos, sino sólo aquellos que estimen conducentes
para fundar sus conclusiones (Fallos 325:1922, 327:3157 CSJN, entre
muchos otros).
Por las razones expuestas, concluyo que las críticas de la
querella carecen de contundencia para enervar la valoración que, del
cuadro probatorio reunido, realizó el tribunal a quo.
IV-) Consecuentemente, corresponde rechazar el recurso
de casación deducido por la querellante a fs.

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900/943, y confirmar en todos sus términos la decisión recurrida (art.
445, 456, 465 y 468 del Código Procesal Penal de la Nación).
En lo referente a las costas procesales, no encuentro
motivos para apartarse de la regla general establecida en los arts. 530
y 531 del ordenamiento procesal, razón por la cual las concernientes a
esta instancia deben, asimismo, ser impuestas a la querella vencida.
Así voto.
El juez Horacio Leonardo Días dijo:
I. Tal como lo destaca el colega que lidera el presente
acuerdo, llegan las actuaciones a conocimiento de esta cámara en
virtud del recurso de casación interpuesto por la querella contra la
sentencia de absolución dictada el pasado 14 de julio de 2015 por el
Tribunal Oral en lo Criminal n° 17 de Capital Federal.
II. En tal sentido, la parte impugnante se agravia de dicha
resolución por entender que ha incurrido en una inobservancia de las
normas procesales aplicables al presente caso; desde el momento en
que sostiene que debe procederse a la anulación del debate y de la
sentencia por no haber intervenido el Defensor de Menores y que, de
igual manera, la decisión adoptada por el a quo también resulta ser
nula por haber incurrido en una arbitraria valoración de la prueba
producida en el juicio. Por lo demás, postula también la nulidad de su
segundo punto dispositivo, en cuanto ordenó la extracción de
testimonios con el fin de investigar la posible comisión de un delito de
acción pública por parte de la señora querellante .
Es decir que, más allá de las apreciaciones que sobre este
último punto efectúa el colega García, lo cierto es que los agravios se
encuentran comprendidos dentro del segundo motivo que indica el
Art. 456 del Código Procesal Penal de la Nación (CPPN), en cuanto
en su segundo inciso permite la interposición del recurso de casación
si media una “[i]nobservancia de las normas que este Código

Fecha de firma: 13/06/2018


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establece bajo pena de inadmisibilidad, caducidad o nulidad, siempre


que, con excepción de los casos de nulidad absoluta, el recurrente
haya reclamado oportunamente la subsanación del defecto, si era
posible, o hecho protesta de recurrir en casación”; lo que en la
doctrina se conoce bajo el rótulo de error in procedendo.
Por lo demás, la parte querellante se encuentra
expresamente habilitada para interponer el recurso concedido, toda
vez que el tribunal a cargo de la realización del debate absolvió al
acusado, no obstante haber pedido a su término una condena superior
a los tres años de prisión (Cfr. los Arts. 460 y 458, inciso primero,
ambos del CPPN); extremo que se encuentra verificado en autos (a tal
efecto, véase la fs. 811).
Asimismo, durante la audiencia celebrada ante esta Sala, la
parte recurrente aclaró –en razón de las preguntas formuladas en tal
acto procesal– que su pretensión estaba encaminada a obtener en
primer lugar la nulidad del pronunciamiento impugnado y,
subsidiariamente, que sea casado, procediéndose a dictar uno nuevo.
III. Así las cosas, tales son los agravios que determinan el
ámbito de intervención de esta cámara (Cfr. el Art. 445 del CPPN que
consagra el principio dispositivo en materia recursiva y las
explicaciones que he desarrollado en la causa n° CCC
39411/2010/TO1/CNC1, caratulada “Rolón Miguel Ángel s/ abuso
sexual”, Registro n° 996/2016, resuelta el pasado 13 de diciembre de
2016 por la Sala IIIª de esta cámara) y, en consecuencia, ellos son los
que requieren un abordaje por parte de este tribunal.
IV. Aclarados estos extremos, corresponde en primer lugar
que me aboque al tratamiento del pedido de nulidad del debate y de la
sentencia incoado por la recurrente.
Como bien explicó mi colega Luis García, tal solicitud se
encuentra motivada en la falta de intervención del Defensor de
Menores durante el debate.

Fecha de firma: 13/06/2018


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Al respecto observo que, más allá de las interpretaciones
efectuadas por la parte recurrente a una serie de normas legales y de
jerarquía constitucional que considera aplicables al presente caso, lo
cierto es que la querella no logra demostrar la existencia de una
nulidad absoluta que habilite el tratamiento de esta cámara, en los
términos del ya señalado inciso segundo del Art. 456 del CPPN.
En efecto, sin perjuicio de las apreciaciones que efectúa
respecto al alcance que debería otorgársele a varios artículos que
integran la Convención sobre los Derechos del Niño, la cual goza de
jerarquía constitucional dentro de nuestro ordenamiento nacional por
expresa disposición del Art. 75, inciso veintidós, segundo párrafo, de
la CN, en rigor nada indica respecto a cómo la ausencia de
participación del mencionado Defensor de Menores habría causado en
la presente causa un agravio tal que haga procedente la nulidad
absoluta del debate, de conformidad con lo establecido por el Art.
168, segundo parágrafo, del CPPN. Por lo demás, mucho menos
invoca la existencia de algún reclamo tendiente a subsanar este
supuesto defecto o el haber hecho directamente reserva de recurrir en
casación.
Así las cosas, el cuestionamiento aquí analizado se ha
limitado simplemente a sostener la necesidad de dicha intervención, a
través de una serie de interpretaciones normativas, pero sin indicar
efectivamente cuál habría sido para la parte que lo invoca el concreto
perjuicio derivado en este caso de tal falta de asistencia. En tal
sentido, no brinda –por ejemplo– una explicación clara y detallada de
cómo la participación del Defensor de Menores podría haber
significado una mejor tutela de los derechos e intereses de la menor
involucrada en el presente caso, cuando su propia madre ya intervenía
en el proceso en condición de parte querellante.
De este modo, como ya tuve oportunidad de sostener en la
causa n° 2435/2017/2/CNC1, caratulada “F., J.E. o M. y otros s/legajo

Fecha de firma: 13/06/2018


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de casación”, resuelta el 9 de junio de 2017 por la Sala IIª de esta


cámara (Reg. nº 456/2017), cabe afirmar que cuando un planteo se
presenta como absolutamente conjetural, hipotético y carente de toda
virtualidad, no puede hablarse consecuentemente con ello de la
existencia de agravio alguno; dado que ello debe implicar siempre un
ataque a los intereses que poseen las partes.
Y recordé en aquel momento, de igual manera, que la
doctrina señala pacíficamente que “[e]sto es lo que se conoce por
agravio o gravamen en el derecho procesal, y puede provenir de la
negativa a la pretensión o resistencia hechas valer; de la aceptación de
una y otra satisfaciendo al opositor, o de la negativa de oficio a un
interés de la parte, o de la decisión en contra de ese interés. La
necesidad del agravio objetivamente considerado se muestra pues,
como el límite subjetivo de la facultad de impugnar […]” (Clariá
Olmedo, Jorge, Tratado de Derecho Procesal Penal, Tomo V: “La
actividad procesal”, 1ª edición, Rubinzal-Culzoni editores, Santa Fe,
2009, p. 466).
Por lo demás, la recurrente tampoco plantea la
inconstitucionalidad de las normas legales por ella citadas; por cuanto
ninguna de ésas dispone la intervención obligatoria de la figura del
Defensor de Menores durante las audiencias de debate y cuando un
menor de edad haya sido víctima de un delito, bajo pena de nulidad
absoluta.
Es por todo ello que, a la luz de estas consideraciones,
corresponde denegar este primer agravio.
V. Rechazado entonces el primer agravio traído por la
querella en su respectivo recurso de casación, es el turno ahora de
abocarme a analizar el siguiente planteo: esto es, el pedido de nulidad
de la sentencia impugnada por haber incurrido en una arbitraria
valoración de la prueba.

Fecha de firma: 13/06/2018


Firmado por: LUIS M. GARCIA,
Firmado por: HORACIO DÍAS,
Firmado(ante mi) por: SANTIAGO ALBERTO LÓPEZ, Secretario de Cámara

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Para llevar adelante esta labor dividiré en tres partes mi
análisis. En primer lugar, repasaré cómo han sido evaluadas las
medidas probatorias en la sentencia aquí cuestionada. Luego, a partir
de ello determinaré cuáles son las consecuencias jurídicas que dicha
evaluación acarrea sobre la decisión tachada de nula por la parte
querellante. Y finalmente, en base a esto último fijaré también la
manera con que deberá procederse en el presente proceso, en virtud de
las conclusiones alcanzadas en los dos acápites precedentes.
VI. La querella ha planteado en su recurso de casación que
la prueba ha sido valorada por el tribunal de juicio de manera parcial y
fragmentada; además de denunciar la omisión de prueba relevante
para resolver el presente caso.
a) Puntualmente sostiene que se minimizaron los hechos
de violencia relatados por la menor de edad, los cuales estarían
acreditados y no habrían sido el fruto de una inducción por parte de su
madre, la querellante en autos.
Al respecto destacó que la menor afirmó en varias
oportunidades y ante diferentes personas haber padecido hechos de
abuso, sin que el a quo haya tomado en cuenta tales declaraciones y
habiendo otorgado prevalencia a algunos elementos probatorios por
sobre otros, pero sin brindar explicaciones relativas a porqué las
habían descartado.
b) Así las cosas, tal y como lo indica mi colega
preopinante Luis García, la crítica incoada por la recurrente se
encuentra acreditada en lo que se refiere a una falta de valoración por
parte del a quo de los dichos vertidos por la menor de edad en otras
ocasiones diferentes a la entrevista que mantuvo en Cámara Gesell; en
particular, ante la psiquiatra Virginia Berlinerblau.
Que en razón de ello, comparto y hago mías las
observaciones indicadas por el juez citado en el punto 4.b de su voto,
en lo concerniente al análisis que allí se efectúa de la falta de

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evaluación del relato efectuado por la menor ante la mencionada


médica, en cuanto el tribunal de juicio se limitó a examinar y
confrontar las conclusiones de los informes periciales, más no abordó
en forma puntual sus dichos ni tampoco explicó las razones por las
cuales no había efectuado tal análisis.
Es que efectivamente la testigo Berlinerblau declaró
durante la audiencia de debate celebrada el pasado día 23 de junio de
2015, oportunidad en la cual ratificó su informe obrante a fs. 136/146
(Cfr. el acta que luce a fs. 805/805vta.), que el relato de la menor
había sido espontáneo (es decir, no recitado) y mantenido desde el
principio, correspondiéndose asimismo con su edad, el que no era
contradictorio además con el brindado al momento de celebrarse la
Cámara Gesell, y que había efectuado gestos acordes con lo que
estaba declarando (véanse las fs. 842vta./843vta.).
En adición, en esa misma ocasión señaló que la menor
respondió de manera ambivalente, aunque sabía que no se trataba de
un juego lo que estaba afirmando; y destacó también que era esperable
que una niña de esa edad se refiera a un hecho del pasado, ubicándolo
temporalmente en su vida tal y como ella lo hizo, puesto que si bien a
los tres años se utilizan palabras que no se conocen, ciertamente a esa
edad ya se tiene memoria consciente y recuerdos sensoriales.
De igual manera, en el antes mencionado informe, la
testigo en cuestión destaca que en la primera entrevista que mantuvo
con la niña le dibuja espontáneamente la situación que no le quería
contar, ya que era una “parte íntima” (sic), y que luego explicó que su
padre le “…ponía el pitito en la boca y [le] decía: te amo”.
En la segunda entrevista, a su vez, ante preguntas que se le
formulan acerca de las “cosas feas” que había mencionado
previamente, refiere otra vez que le puso el pito en la boca y efectúa –
ante el pedido de Berlinerblau para que le muestre cómo fue– el gesto

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de introducirse un lápiz en su boca y efectuar movimientos de entrada
y salida.
Finalmente, en la tercera entrevista la menor indica
nuevamente que su papá le ponía el pito en la boca, mientras realiza
otra vez gestos acordes a ello. Además afirma que el padre le decía
que le dé besos a su pito.
Es por todo ello que en el mentado informe pericial (cuya
incorporación por lectura se ordenó a fs. 807vta.) se concluye que hay
en los dichos de la menor signos de pertubación emocional
compatibles con el abuso sexual, que los hechos investigados tienen
entidad suficiente como para desviar el normal desarrollo de una
menor de edad, que su relato presenta indicadores de credibilidad y
que no surge información alguna que dé cuenta de una alteración en el
estado de conciencia, grado de atención y sensopercepción de la
menor.
Que en definitiva, entonces, más allá del exhaustivo
análisis efectuado por el a quo al resto de la prueba producida durante
el juicio oral y público, lo cierto es que la omisión en el abordaje de
estos elementos probatorios, cuyos aspectos más importantes acabo de
sintetizar en los párrafos precedentes, los que como puede observarse
poseerían a priori un eventual carácter dirimente para la hipótesis
acusatoria de la querella, impide sostener la existencia de una decisión
judicial que haya puesto fin al presente trámite procesal conforme a
los parámetros establecidos en nuestra CN e imposibilita a esta sede
judicial efectuar un nuevo análisis que incluya estos elementos
probatorios omitidos; sin que necesariamente deba derivarse, como
consecuencia de ello, que la realización de un nuevo debate, en el cual
se tendrá que producir otra vez toda la prueba ofrecida por las partes,
y su posterior análisis integral, arroje un resultado diferente al
presente.

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c) Por tal motivo, la sentencia bajo estudio ha prescindido


del análisis de ciertos elementos de prueba introducidos
legítimamente durante el debate, ni tampoco los descartó por
considerar irregular su incorporación en el juicio, de manera tal que
no fueron objeto de examen al momento de dictar sentencia; extremo
que descalifica a dicho acto jurisdiccional como válido.
En efecto, no se trata aquí de realizar una valoración
respecto a la entidad que tales relatos tendrían al momento de su
análisis con el resto de la prueba también producida en el debate, sino
que en realidad lo que se verifica es que simplemente esos elementos
no fueron considerados por el tribunal de juicio y, por ende, no
formaron parte expresa de su valoración para resolver la
responsabilidad penal del acusado; no obstante ser todos ellos
manifestaciones propias de quien habría resultado ser la damnificada
en autos.
VII. Así las cosas, concluido el análisis relativo a la forma
cómo fue evaluada la prueba en la sentencia recurrida, debe
procederse en este momento a determinar cuáles son las
consecuencias jurídicas que ese resultado acarrea en la decisión aquí
estudiada. En efecto, el debido proceso penal asegura que nadie sea
penado sin juicio previo (Cfr. el Art. 18 de la CN); por cuanto esta
expresión –es decir, la del juicio previo– no puede significar el mero
cumplimiento de un ritual determinado, sino antes bien el dictado de
una decisión razonada y fundada.
Aclarados todos estos extremos, no tengo dudas entonces
que en el presente caso la sentencia bajo revisión, al haber omitido
evaluar debidamente la prueba decisiva antes señalada, ha efectuado
una valoración incompleta de la evidencia con la cual la querella
pretendía demostrar su tesis, de modo tal que la descartó sin analizar
de manera conjunta todos los elementos probatorios que la
sustentaban. Y tal omisión, respecto a la cual no se brindan razones

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que la validen, es precisamente la que afectó el derecho de la parte a
que todas sus pruebas sean tenidas en cuenta por la jurisdicción.
Dicho en otros términos, al no ser debidamente evaluados
todos los elementos probatorios producidos durante el debate, los que
fueron invocados por la querella como sustento de su tesis, ello
conduce a calificar el fallo impugnado como carente de motivación
suficiente y, por ende, arbitrario; pues se ha privado al recurrente de
una resolución que le brinde una respuesta debidamente fundada a sus
pretensiones (Cfr. el Art. 18 de la CN).
VIII. Ahora bien, la circunstancia de resultar inválida la
sentencia impugnada, conduce a decidir cuál es la consecuencia
jurídica efectiva que ello acarrea para el presente proceso penal.
En parte esta cuestión ya la he tratado en el precedente
“Sosto, Luciano Carlos s/homicidio agravado” (causa n° 73.877/2013,
registro n° 1377/2017, decidida por la Sala 1a el pasado 27 de
diciembre de 2017), en el cual fijé postura sobre los efectos limitantes
del instituto de la preclusión respecto de etapas procesales que han
sido legalmente cumplidas, y acerca de la imposibilidad entonces de
renovar indefinidamente los debates, como consecuencia del recurso
exitoso del legitimado pasivo, mal condenado.
En cambio, en esta oportunidad el conocimiento de la
causa viene motivado a resultas del reclamo casatorio incoado por el
acusador privado, en los términos que los Arts. 456, 458 y 460 del
CPPN lo facultan. Así entonces, su calidad de parte legitimada en el
pleito le asegura que sus peticiones habrán de tener una respuesta
jurisdiccional motivada en derecho, también en esta instancia. Por lo
que si la decisión a la que se llega es que la parte llevaba razón en su
planteo, en el sentido de que el pronunciamiento recurrido aparece
como arbitrario por haber omitido considerar una prueba relevante
para la solución del caso, las consecuencias de ello, por necesidad
lógica, no pueden ser las mismas que si hubiese perdido el juicio.

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En efecto, cuando lo impugnado es un pronunciamiento


absolutorio, y la parte acusadora tiene éxito en un recurso, que la
propia ley ritual lo habilita a interponer, el instituto de la preclusión
no puede resultar aquí ningún impedimento para la satisfacción de los
intereses de la parte victoriosa, puesto que si la solución fuese que
este último obstaculiza un reenvío de las actuaciones para un nuevo
juicio, lo mismo daría que la recurrente gane o pierda, que tenga razón
o que no la tenga, o que la sentencia esté bien o mal, puesto que no se
podría realizar nuevamente el debate, lo cual es a todas luces
irrazonable e incompatible con la propia previsión legal de la
eralidad recursiva. El triunfo del recurso del acusador por
arbitrariedad de la sentencia lleva consigo la necesidad de reparar el
daño a la parte mediante la realización de un nuevo juicio, y de eso no
puede haber dudas. Afirmar lo contrario implicaría el absurdo de
privar de cualquier efecto práctico al recurso del querellante
expresamente previsto por la ley, en los términos del Art. 456,
segundo inciso, del CPPN; el cual constituye una manifestación del
derecho constitucional que le asiste de acceder a la jurisdicción.
Se trata entonces de una situación que constituye un límite
al mencionado principio de preclusión, el cual –al igual que todos los
principios jurídicos existentes en nuestro ordenamiento jurídico–
tampoco es absoluto (Cfr. el Art. 28 de la CN y, en particular, en lo
concerniente a la preclusión lo establecido en el último párrafo del
Art. 172 del CPPN).
IX. Por lo demás, la manera en que he decidido abordar el
presente recurso me exime, consecuentemente, de expedirme respecto
al restante agravio antes mencionado, relativo a lo ordenado en el
segundo punto de la parte dispositiva de la sentencia aquí impugnada
X. Que en virtud de lo expuesto adhiero a la solución
propuesta por mi colega preopinante Luis García.
Así lo voto.

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En virtud del acuerdo que antecede, la Sala 1 de la Cámara
Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital
Federal,
RESUELVE: HACER LUGAR al recurso de casación de
la querella (fs. 834/893), ANULAR la sentencia de fecha 14 de julio
de 2015 y, en consecuencia, del debate que ha sido su presupuesto, y
REENVIAR el caso para que por otro tribunal se realice un nuevo
juicio y se dicte nueva sentencia, sin costas (arts. 404, inc. 2, 172,
párrafo segundo, 173 y 471 CPPN, arts. 530 y 531 del mismo
Código).
Se deja constancia que la jueza Laura Garrigós de
Rébori participó de la deliberación y votó en el sentido indicado, pero
no suscribe la presente por haber renunciado a su cargo con antelación
a la firma de la presente.
Regístrese, notifíquese, oportunamente comuníquese
(Acordada 15/13 CSJN; LEX 100), remítase copia de la decisión al
Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional n° 17, y las presentes
actuaciones a la Cámara Federal de Casación Penal con el objeto de
que proceda al sorteo de un nuevo tribunal, sirviendo la presente de
atenta nota de envío.

LUIS M. GARCÍA HORACIO L. DÍAS

Ante mi:

SANTIAGO ALBERTO LÓPEZ


Secretario de Cámara

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