Seminario Teológico Presbiteriano
Rev. José Manuel Ibáñez Guzmán
Informe de lectura:
“El Enrejado y la Vid “
Colin Marshall y Tony Payne
David Vásquez Guerra
Valparaíso, 2019
Desarrollo Eclesial
Profesora: Rev. Carlos Muñoz
Síntesis: El enrejado y la vid
En el Enrejado y la Vid, Colin Marshall y Tony Payne nos invitan a volver al punto
central de Jesús en la Gran Comisión: hacer discípulos que hacen discípulos.
Los autores utilizan una ilustración para construir su argumento: las iglesias son
como una combinación de enrejado y vid. La tarea fundamental de todo ministerio
cristiano es la de predicar el evangelio de Jesucristo en el poder del Espíritu Santo,
cuidando que la gente se convierta, cambie y alcance una mayor madurez en ese
evangelio. Ese trabajo es como plantar, regar, fertilizar y cuidar una vid. Y así como
hace falta algún tipo de estructura para que la planta pueda crecer en ella, así también
los ministerios cristianos necesitan cierta estructura y soporte. Todas las iglesias,
comunidades o ministerios cristianos tienen algún tipo de enrejado que les da forma y le
presta apoyo a la obra. Los autores hacen ver que en muchas de nuestras iglesias
solemos dar más importancia a mantener y mejorar el enrejado que a cuidar de la vid.
Este enfoque en el enrejado, tan común en muchas iglesias, proviene de una visión
institucional del ministerio cristiano.
Analizando desde Mateo 28 ellos argumentan que el llamado de Jesús es a hacer
discípulos. Es a los discípulos a quienes les corresponde hacer nuevos discípulos,
enseñándoles a obedecer los mandatos de su Maestro. La gran comisión hace de la
tarea de hacer discípulos algo que toda iglesia y discípulo cristiano debería hacer
normalmente y de manera prioritaria. Ellos definen el objetivo del ministerio cristiano
como hacer y formando verdaderos discípulos de Cristo, lo que denominan el
mandato de discipular. Desde su ilustración, el objetivo es hacer crecer la vid, no el
enrejado.
Los autores consideran la mayoría de las iglesias cristianas necesitan efectuar una
reevaluación radical acerca de lo que realmente es el ministerio cristiano. Ellos desean
invitar a un nuevo enfoque al ministerio. Su argumento es que las estructuras no
hacen crecer el ministerio, así como los enrejados no hacen crecer las vides, y que la
mayoría de las iglesias necesitan hacer un cambio deliberado: dejar de erigir y
mantener estructuras, y dedicarse a formar personas que sean discípulos de Cristo
hacedores de discípulos de Cristo. Debemos enfocarnos en las personas, en vez de
llevar a cabo programas. Preparar a las personas, en vez de llevar a cabo eventos.
Desarrollar a las personas, en vez de usarlas. Capacitar a nuevos trabajadores, en vez
de llenar vacantes. Ayudar a las personas a avanzar, en vez de solucionar problemas.
Desarrollar liderazgo de equipo, en vez de aferrarse a los pastores ordenados. Forjar
sociedades pastorales, en vez de concentrarse en la estructura política de la iglesia.
Establecer sistemas locales de capacitación, en vez de depender de otras instituciones
dedicadas a ella. Apuntar a una expansión a largo plazo, en vez de concentramos en
las presiones inmediatas. Ocuparse del ministerio, en vez de en la administración.
Buscar el crecimiento del evangelio, en vez del crecimiento de la iglesia.
Para los autores, el verdadero trabajo de Dios es trabajar con la gente, llevar con
oración su Palabra de una persona a otra. Así, las oportunidades que tienen los
cristianos para ministrar de manera personal a otros son ilimitadas.
Eso es precisamente lo que está haciendo ahora Dios en el mundo: predicando el
evangelio en el poder del Espíritu Santo para salvación. Esto nos debe llevar a (1)
despedirnos de nuestras pequeñas y egoístas ambiciones, para entregarnos a la causa
de Cristo y de su evangelio; (2) considerar que el crecimiento que espera Dios que
ocurra en nuestro mundo es un crecimiento que se da dentro de las personas; y (3)
comprender que este crecimiento interior sólo se produce gracias al poder del Espíritu
de Dios, que aplica la Palabra divina en los corazones. La obra que está haciendo Dios
en el mundo es la de reunir personas para su reino por medio de la proclamación del
evangelio acompañada de oración. Dios está cultivando su vid por medio de su Palabra
y de su Espíritu.
Frente a la pregunta ¿quién se ocupa realmente de cultivar la vid?, los autores
estipulan que la Gran Comisión no está dirigida sólo a los once, sino que es el
programa a seguir para todos los discípulos. Desde varios ejemplos de la Escritura
argumentan que todos los cristianos deben ser viñadores, todos los cristianos son
partícipes en "la obra del Señor". Ser un discípulo es ser un hacedor de discípulos.
Luego, exploran el importante papel que tienen los pastores y los líderes en la
tarea de capacitar y alentar a los miembros de su congregación como colaboradores
suyos en este trabajo. Para los autores, los pastores y ancianos no son más que
compañeros. No poseen una esencia o un estatus distinto y, en realidad, su tarea no es
como si ellos fueran los 'jugadores' de verdad, y los demás de la congregación fueran
los espectadores o el equipo de apoyo. Los pastores o ancianos son aquellos que se
ocupan de la vid, a los que se les ha dado la responsabilidad de cuidar de la gente y
capacitarla para trabajar juntos en el evangelio.
Al reflexionar sobre la esencia de la capacitación, expresan que en el Nuevo
Testamento, el entrenamiento o capacitación tiene mucho más que ver con la forma de
pensar y la vida cristiana, que con aprender ciertas habilidades o competencias. La
esencia de la capacitación no es ejercitar una habilidad, sino impartir la sana doctrina:
un buen entrenamiento bíblico da por resultado una vida santa basada en una
enseñanza sana y sanadora. La transferencia del tesoro del evangelio no es un
ejercicio educativo carente de sensibilidad, sino que es profunda e innegablemente
basada en relaciones personales: construir relaciones cercanas, para formar una
“cadena de imitación”. Lo definen como capacitación relacional, realizada por imitación
e instrucción. Los autores consideran que los programas y cursos pueden servir como
un excelente marco para la capacitación, siempre y cuando las estructuras y recursos
proporcionados no reemplacen la capacitación personal y el dar ejemplo.
El trabajo evangelizador es una 'Industria en crecimiento', que cuando se predica el
evangelio, y el Espíritu hace su obra, entonces se produce un ,crecimiento'. Los autores
definen que hay cuatro etapas básicas de crecimiento del evangelio en la vida de las
personas, y son: Acercamiento, Seguimiento, Crecimiento y Capacitación.
Los autores analizan de qué manera el modelo de capacitación y crecimiento que
proponen choca con la realidad de las estructuras, modelos y prácticas de nuestras
iglesias actuales. El mayor obstáculo es la inercia de las tradiciones. Presentan un
crítica a dos enfoques o énfasis tradicionales en las iglesias protestantes: el pastor
como clérigo proveedor de servicios, y el pastor como gerente general. Su propuesta es
la del pastor como capacitador, que prepara y enseña a las personas a ser discípulos
de Cristo, las que, a su vez, también buscarán hacer otros discípulos. Establecen que el
sermón del domingo es necesario pero no suficiente. El pastor es llamado a
pastorear individualmente a cada uno de sus miembros.
Los autores entonces incentivan a multiplicar el crecimiento del evangelio al
capacitar a colaboradores. Fácilmente podemos llegar a la conclusión de que tanto la
misión itinerante como la obra en la congregación local eran el resultado de un trabajo
en equipo. Pero, por alguna razón, hay muchas iglesias que han perdido esta
perspectiva, incluso aquellas cuya historia y tradición ponen énfasis en la existencia de
una pluralidad de ancianos. Con el paso del tiempo, el modelo de un único pastor
ordenado que trabaja solo para pastorear una iglesia se ha convertido en la norma, aun
cuando es muy diferente al patrón normal de ministerio establecido en el Nuevo
Testamento. El principio fundamental es que un pastor no puede ni debe intentar la
tarea de ministrar a una congregación sin la ayuda de otros. Necesitamos contar con
colaboradores.
Los autores establecen que Dios llama y levanta a la nueva generación de
capacitadores (pastores y evangelistas) usando a otros pastores que se dedican
activamente a reclutar a personas idóneas dentro de sus iglesias y a desafiarlas a pasar
sus vidas trabajando para el evangelio. Proponen el uso de una capacitación en
servicio, llamada también "aprendizaje en el ministerio". Un paso intermedio que viene
antes de la educación teológica formal y que pone a prueba, capacita y desarrolla a
personas en el camino hacia el ministerio de tiempo completo.
Los autores resumen el ministerio cristiano como hacer y alimentar a verdaderos
seguidores del Señor Jesucristo, a través de la predicación de la Palabra de Dios, junto
con oración, en el poder del Espíritu Santo. Es hacer discípulos.
Crítica
Considero que este es un libro que cumple sus objetivos. Su lectura es accesible, su
redacción fresca, sus argumentos desafiantes. Es una lectura imprescindible para
pastores, presbíteros y líderes de iglesia.
Su llamado esencial es a generar comunidades de discípulos que hacen discípulos.
Y considero muy importante el llamado de los autores a tomar conciencia de que ese
desafío parte con el trabajo pastoral, uno a uno. Enseñar a nuestros miembros por
medio de lo que los autores definen como “capacitación relacional” es ciertamente tarea
esencial de la labor pastoral: establecer relaciones personales intencionales, dando
espacio para la instrucción, predicando con el ejemplo mientras se invita a la imitación.
Debemos de entender que la tarea pastoral personal debe ser priorizar el discipulado
personal. El trabajo personalizado es irremplazable porque la mejor oportunidad para
aplicar la verdad a los corazones es cuando hablamos directamente a la necesidad de
cada uno de nuestros miembros. Concuerdo con lo estipulado en el libro: “no basta con
el sermón del domingo”. El oficio del ministro no es sólo enseñar públicamente a las
personas, sino que pastorear a cada uno individualmente. Hemos de transformar el
liderazgo de nuestras iglesias para que prioricen el discipulado personal.
Por otro lado, la lectura del libro de me deja un sabor relativamente Pastoralista.
Sobre todo la segunda mitad del libro, enfocada en el pastor como capacitador. En
medio de lo que considero una crisis pastoralista en la IPCH, el asumir que el cambio
de mentalidad del pastor como capacitador es la principal herramienta para ese tan
necesario re-enfoque (hacia ser una iglesia de discípulos que hacen discípulos, que
prioriza la vid y no el enrejado), sólo aumenta más aún el peso de la responsabilidad
pastoral y creo que no nos ayudaría a una reforma sustancial a largo plazo. Se hace
urgente en nuestra realidad una alternativa de modelo que incentive a descentralizar
más aún el discipulado, la responsabilidad de capacitar a los líderes, y el generar
movimiento.
Necesitamos un movimiento de Presbíteros que pastorean su iglesia local. Nos hace
falta una perspectiva más presbiteriana del discipulado, de los consejos como
capacitadores, de Consistorios y Presbiterios que priorizan la vid y no el enrejado.
Oficiales que discipulan, que acompañan y pastorean, que no consideran que esa es
tarea exclusiva del pastor sino que la asumen como integralmente suya, y que así
estimulan ese cambio de enfoque necesario para crear comunidades de discípulos que
hacen discípulos. Presbíteros que incentivan nuevas vocaciones pastorales, que
moldeen la nueva generación de líderes. Nuestra historia, tradición y confesionalidad
pone énfasis en la pluralidad de los ancianos. Encarnemos eso en la tarea de
discipular.
Finalmente, considero que tal vez un capítulo sobre cómo manejar conflictos o crisis
que surgen en toda transición hubiera sido muy útil. Este inmenso replanteamiento
ciertamente podría resultar difícil para la mayoría de las congregaciones. En medio del
proceso de ajustar el enfoque de una iglesia al trabajo de la vid y no en el enrejado
habrá dificultades. Como sabe cualquier líder relativamente experimentado, el
tradicionalismo y el pragmatismo a menudo levantan sus cabezas feas en oposición al
cambio, incluso en aquellos realmente importantes como este. Los autores no abordan
esta realidad. Es entendible que no formaba parte de sus objetivos principales, pero tal
vez un breve capítulo -o vez un apéndice- sobre cómo facilitar las transiciones, cómo
manejar conflictos u oposición, o cómo convencer de esta visión a una congregación
local, aunque no imprescindible, hubiera sido muy apreciado y útil en un libro de
pretensiones tan altas como el incentivar en “la mayoría de las iglesias cristianas […]
una reevaluación radical acerca de lo que realmente es el ministerio cristiano”.
Bibliografía
Marshall, C., & Payne, T. (2010). El Enrejado y la Vid. Torrentes de Vida.