INFORMALIDAD LABORAL ¿TENDENCIA
ESTRUCTURAL DEL CAPITALISMO?
Danilo Ricardo Rosero Fuentes 1
Resumen
La discusión al respecto de la informalidad laboral enfrenta diversas posiciones, a través de
las cuales se la ha buscado plantear: como una nueva tendencia de la organización social
del trabajo, como expresiones atípicas de lo laboral, o incluso como formas disfuncionales
para la reproducción del capitalismo. Sin embargo, este conjunto de interpretaciones no
atiende a la dinámica estructural, histórica, contradictoria y contingente bajo la cual se ha
desarrollado a nivel global el modo de producción capitalista.
Frente a estas interpretaciones, el presente artículo busca posicionar una lectura de la
informalidad laboral como un elemento constitutivo, continuo, permanentemente latente
y totalmente funcional a la lógica de la acumulación capitalista. La informalidad laboral
constituiría una forma de precariedad laboral y es por eso que se la puede relacionar
histórica y estructuralmente al desarrollo del modo de producción capitalista, en la medida
en que el capitalismo histórico se ha servido constantemente de ella como condición
para el desarrollo y reproducción de este modo de producción. Asimismo, más allá de
mostrarse como tendencia estructural, la informalización, en tanto forma de precariedad
encarnada en diversas formas de trabajo y relaciones laborales, se reproduciría totalmente
subsumida y funcional al proceso global de la producción capitalista.
Palabras claves: Informalidad, precariedad, trabajo, capital, subsunción.
Abstract
The discussion of about informal labor faces different positions, through which it has
been proposed: as a new trend in the social labor organization, as atypical expressions
of labor, or as dysfunctional forms for the capitalist order reproduction. However, these
interpretations don’t attend to the structural, historical, contradictory and contingent
dynamics under which capitalism has been globally developed.
Contrary to these interpretations, this article proposes a thesis that sees informality as a
constitutive, continuous, permanently latent and functional element to the accumulation
Sociólogo ,Universidad Central del Ecuador. CursandoMaestría de Investigación en Sociología en FLACSO - Sede Ecuador. Participación en proyectos de
investigación: temas de niñez, adolescencia y juventud, y en colectivos encaminados al fomento cultural y organización popular. drrosero89@gmail.com
1
Recibido:14/11/16. Aceptado : 31/5/17.
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capitalist logic. In this way, labor informality would constitute a labor precariousness
form and that is the reason why it can be historically and structurally linked to capitalist
development, so far as historical capitalism has constantly used precariousness as a
condition for the development and reproduction of this production mode.
In addition, beyond presenting itself just as a structural tendency of capitalism, informality
as a form of precariousness, embodied in the most varied forms of labor relations, would
reproduce fully subsumed and functional to the overall process of capitalist production,
indicating that no contemporary economic form would operate outside the logic of capital.
Key words: Informality, precariousness, labor, capital, subsumption.
INTRODUCCIÓN
El debate en torno a la informalidad laboral enfrenta diversas posiciones
ligadas a las siguientes interpretaciones: 1) concebirla como una modalidad laboral
nueva o atípica en el curso del sistema económico global actual, que se configura como
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tendencia predominante asociada a los cambios ocurridos tras la crisis del fordismo; 2)
confrontar formalidad e informalidad como esferas opuestas y autónomas de trabajo;
3) identificar la formalidad con la modalidad de trabajo asalariado y la informalidad con
formas de autoempleo y supervivencia, las cuales operarían de manera disfuncional a la
lógica capitalista; 4) concebir a la informalidad como modalidad laboral que presentaría
posibilidades contrasistémicas en tanto opera por fuera de la lógica capitalista; 5)
concebirla como una forma laboral que tergiversa la normalidad presente en las
condiciones laborales contemporáneas; o 6) identificar de manera inherente la existencia
y proliferación de la informalidad con el “Tercer Mundo”, lectura que resalta el carácter
dislocado del desarrollo capitalista en estas regiones.
Sin embargo, este conjunto de interpretaciones no atienden a la dinámica
estructural, histórica, contradictoria y contingente bajo la cual se ha desarrollado a nivel
global el modo de producción capitalista, el proceso de subsunción del trabajo al capital,
y el desenlace histórico de la lucha capital - trabajo, procesos en los que es indiscutible
la participación del Estado. Sin tomar en cuenta estos elementos, es comprensible que
se pueda concebir a la informalidad como una nueva tendencia en la organización social
del trabajo, como una expresión atípica de lo laboral, que incluso se manifiesta de forma
disfuncional para la reproducción del orden capitalista.
Frente a estas interpretaciones, el presente artículo busca posicionar una lectura
que no vea en la informalidad laboral un fenómeno nuevo, atípico o disfuncional en el
marco del despliegue del capitalismo contemporáneo, sino un elemento constitutivo,
continuo, permanentemente latente y totalmente funcional al capitalismo. En este
sentido, la informalidad constituiría una forma de precariedad laboral y es por eso que
se la puede relacionar histórica y estructuralmente al desarrollo del modo de producción
capitalista. Esto en la medida en que las primeras formas de organización social
de la producción a través de las cuales se abrió paso el capitalismo, se basaron en
la precariedad laboral como una de las condiciones para el desarrollo de este modo
de producción, condición que en estricto sentido tan sólo a partir del S.XIX ha sido
“desactivada” de manera relativa por efectos de la lucha de las clases trabajadoras. Sin
embargo, se encuentra globalmente desplegada y constituye la condición de posibilidad
de todos los procesos contemporáneos de acumulación de capital.
Por otro lado, más allá de configurarse como una tendencia estructural del
capitalismo, la informalización en tanto forma de precariedad encarnada en las más
variadas formas de trabajo y relaciones laborales, no operaría distanciada de los procesos
globales de valorización y de acumulación de capital. Por el contrario, el trabajo informal
y la informalización de las relaciones laborales se reproducirían totalmente subsumidos y
funcionales al proceso global de la producción capitalista, lo cual señalaría que ninguna
forma económica contemporánea operaría por fuera de la lógica capitalista, por tanto
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al margen del capital como relación social dominante que organiza los procesos de
producción y reproducción social.
Para avanzar en esta argumentación, el presente artículo abordará en un primer
momento un acercamiento de lo que se entenderá por informalidad y sus diversas
manifestaciones. En segundo lugar se buscará articular la informalidad con los diferentes
momentos de la subsunción del trabajo al capital en el marco del desarrollo histórico
del modo de producción capitalista en los países centrales. En tercer lugar se abordará
la forma histórica bajo la cual ocurrió este proceso en el capitalismo periférico. En
cuarto lugar se desarrollarán elementos que buscarán resaltar la funcionalidad de las
manifestaciones de la informalidad al proceso de acumulación capitalista en el orden
contemporáneo. Finalmente, el artículo cierra con unas breves conclusiones.
1.Hacia una comprensión del fenómeno de la informalidad
Para poner en evidencia la tesis central de este artículo, es necesario en primer
lugar dar cuenta de la forma en que se comprende a la informalidad y las formas en que
esta se manifiesta. Al respecto de lo primero, se recupera la definición que establece
Antunes (2012), quien ve a la informalidad como la “ruptura de lazos formales de
contratación y de regulación de la fuerza de trabajo” (p. 52). Esta definición, relacionada
a la que establece Portes y Castells, retomada por Pérez Sainz definen a la informalidad
como “un proceso de generación de ingresos caracterizados por un hecho central: su
no regulación por instituciones sociales en un contexto social y legal donde actividades
similares sí lo están” (Portes y Castells, 1989, p. 12 en Pérez Sainz, 1991, p. 42), da cuenta
de la importancia de la regulación para la comprensión del fenómeno de la informalidad.
Esto da cuenta de que la diferencia entre lo formal y lo informal no atiende a la naturaleza
del proceso laboral. Es decir que no necesariamente existe una diferencia cualitativa en
el despliegue del proceso de trabajo bajo condiciones técnicas-materiales disímiles o
bajo otra forma de relación social que no sea la que establece el capital, sino que ambas
pueden emplearse bajo las mismas condiciones, diferenciándose únicamente a partir de
su regulación.
Al respecto de lo segundo, la informalidad no abarcaría únicamente formas
laborales ligadas al autoempleo y la subsistencia, sino que también englobaría formas de
trabajo asalariadas en condiciones de precariedad (Pérez Sainz, 1991, p. 57-58), lo cual
da lugar a la existencia de un nuevo proletariado informal en estas condiciones (Antunes,
2012, p. 53); así como también abarcaría a iniciativas informales autónomas, que pueden o
no desarrollarse bajo dirección capitalista (pudiendo dar lugar a una burguesía informal),
y las cuales pueden emplear o beneficiarse de diversas manifestaciones del trabajo
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informal o directamente de mecanismos informales de expoliación de riqueza social
(en forma de plustrabajo o renta), pero no mostrarse, a diferencia de las expresiones
anteriores, como precarias (Pérez Sainz, 1991; Portes y Haller, 2004; Antunes, 2012).
Como lo recuerda Pérez Sainz (1991), bajo estas formas de la informalidad se cobijan las
más heterogéneas manifestaciones y combinaciones (p. 57-58).
De esta forma, queda claro que la informalidad incluye una variedad de manifestaciones,
que en esencia no se diferencian de aquellas que se despliegan bajo una modalidad
formalizada por la naturaleza diferenciada de sus procesos productivos, sino por
el carácter no regulado bajo el cual se despliegan. De esta afirmación también se
desprende que el fenómeno de la informalidad no opera desligado de la condición de
asalariamiento, sino que diversas modalidades de la informalidad son perfectamente
compatibles con ella; por lo que pensar la distinción de lo formal y lo informal en términos
de percibir o no un salario pierde validez. Asimismo, la identificación de la informalidad
con masas marginales y/o superfluas para el capitalismo (Denning, 2012, p. 93), tampoco
es acertado, pues no siempre la informalidad va de la mano de los desposeídos del
sistema, sino que también constituye la opción económica de sujetos o conglomerados
capitalizados que se sirven del vínculo o condiciones de informalidad para acrecentar sus
ganancias. Esto último da cuenta del hecho de que la línea divisoria entre lo formal y lo
informal (e incluso lo ilegal) cada vez se difumina más, pues estas lógicas económicas se
entrelazan de manera profunda y compleja, dinamizando cotidianamente la lógica de la
acumulación capitalista (Cox, 2002; Andreas, 2004; Portes y Haller, 2004).
2. Informalidad y subsunción del trabajo al capital
Tras haber definido la informalidad a partir de la no regulación de determinadas
actividades y relaciones laborales, y haber abordado el hecho de que esta engloba una
multiplicidad de formas que se muestran heterogéneos en su interior, en este acápite se
buscará ligarla al proceso histórico de subsunción del trabajo al capital.
Como lo menciona Marx en su capítulo inédito de su obra El Capital, en el modo
de producción capitalista el proceso de producción -entendido como la unificación del
proceso laboral y del proceso de valorización- se somete a la racionalidad del beneficio
capitalista. “El proceso de trabajo se convierte en el instrumento del proceso de
valorización, del proceso de la auto-valorización del capital: de la creación de plusvalía”
(Marx, 1971, p. 54). En esta lógica, el proceso de valorización domina las condiciones, la
organización y la dinámica del proceso productivo, por lo que, subyace un proceso de
subsunción del trabajo en el capital.
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Al respecto de este proceso, Marx (1971) reconoce dos posibles formas
de subsunción: una formal y otra real. La subsunción formal daría cuenta de las
condiciones de sometimiento del trabajo al capital que se despliega sobre la base
técnica correspondiente a modos de producción pre-capitalistas, relacionada con el
proceso de la acumulación originaria y la producción de la plusvalía absoluta (p. 54-55).
Por otro lado, la subsunción real daría cuenta del sometimiento del trabajo al capital
que se despliega en relación a la base técnica que ha desarrollado el capitalismo para
responder a las exigencias de su racionalidad económica, relacionándose al momento
de la reproducción ampliada y a la generación de plusvalía relativa (p. 59). A pesar de
que ambas formas de subsunción responden a momentos históricos determinados, no
necesariamente se corresponden de manera sucesiva dentro del desarrollo histórico,
sino que por el contrario pueden coexistir en atención a las necesidades de acumulación
de capital (Marx, 1971, p. 60).
Más allá de las particularidades de cada una de estas formas de subsunción,
algo que es importante señalar es que este proceso operó históricamente ligado a
condiciones de precariedad laboral; por tanto la relación trabajo-capital al interior del
proceso productivo se desplegaba en condiciones no reguladas2 . Articulando esta forma
de operación con las modalidades históricas particulares del proceso de subsunción, no
se debe olvidar en primer lugar, como lo relata Marx en el primer tomo de El Capital,
que el surgimiento de los primeros talleres capitalistas en Inglaterra se desarrollaron en
zonas rurales, alejados de las regulaciones y estructuras de control gremiales. En estos
talleres, las condiciones de producción se asentaban en formas salvajes de explotación,
asociadas a la prolongación de la jornada laboral y el pago de salarios exiguos. Asimismo,
en esta etapa del capitalismo era común el despliegue de procesos de producción bajo
las más variadas modalidades, como los procesos putting-out system (Neffa, 2012,
p. 69), que eran modalidades productivas de encargo relacionados a los incipientes
talleres capitalistas. El factor común de estos procesos se asentaba en la condición de
precariedad bajo la cual se desplegaban (Marx, 2009, p. 282-317).
Por otro lado, no se puede desconocer el hecho de que subsisten en este estadio,
formas laborales que en un inicio se mantuvieron al margen de la relación social que
establece el capital, las cuales son, por un lado formas de subsistencia, y por otro formas
de producción simple asociadas a los talleres artesanales de las ciudades medievales.
La nulidad de la regulación atiende a la relación capital-trabajo al interior del proceso productivo. Ésta aclaración es importante en la medida en que, retomando
lo que relata Marx cuando habla de la acumulación originaria, más allá de la precariedad de la explotación asalariada que impone el capitalismo desde sus
inicios, el Estado efectivamente expidió leyes para “fomentar” el trabajo asalariado. Por tanto, estas operaron como formas de coerción extraeconómicas que
reforzaban la instauración del capital como relación social dominante, pero que no regulaban la relación capital-trabajo al interior del proceso productivo (Marx,
2009, p. 918-928). Este señalamiento tiene una importancia adicional, y es que esto se reproduce en el capitalismo contemporáneo, en el cual la seguridad
jurídica que busca el capital para desplegar sus procesos productivos y que es garantizada a través del Estado, se ciñe únicamente a asegurar las condiciones
jurídicas necesarias para el despliegue del capital (como parte de las condiciones generales para la producción), pero desatiende la relación capital-trabajo.
Cómo ejemplo se podría mencionar la existencia de diversas formas legales que regulan el despliegue de zonas francas para la operación de los procesos de
producción y circulación de mercancías y capital. Este tipo de normativas aseguran las operaciones del capital en dichos espacios, pero no regulan los procesos
mismos de la producción y la circulación. Este hecho hace patente, además del carácter de clase del Estado, el hecho de que la “permisividad estatal” es un
componente importante para el desarrollo y el incremento de actividades informales (Pérez Sainz, 1991).
2
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Sin embargo, la creciente mercantilización de las sociedades, la intensificación de los
procesos de desposesión y la profundización de la división del trabajo, contribuyeron a
que este tipo de economías queden subsumidas en la lógica capitalista, en un primer
momento a través de las formas del capital usurario y comercial, y más tarde al interior
del proceso de reproducción ampliada del capital en el escenario de la subsunción real
(Marx, 1971, p. 60-72). De esta forma, el estadio de la subsunción formal: 1) modifica los
procesos laborales al restarles autonomía y los integra en torno a una relación salarial; y
2) engloba a los procesos laborales que se mantienen autónomos bajo la nueva lógica
dominante, por tanto funcionalizándolos como momentos de la valorización a través de
las formas iniciales del capital (Marx, 1971, p. 60-72).
Con el desarrollo de la subsunción real, el cual es una respuesta, tanto a las
necesidades del capital de aumentar su escala de valorización, como de responder a
los límites del proceso productivo en cuanto a la posibilidad de explotación de la fuerza
de trabajo, se van desarrollando transformaciones al interior del proceso mismo de la
producción3 , de lo cual resultara el desarrollo del modo de producción específicamente
capitalista (Marx, 1971, p. 59). De la mano de la subsunción real, cambia la naturaleza
misma del proceso productivo fruto del desarrollo de la división del trabajo, la
cooperación, el maquinismo, y la aplicación de ciencia y tecnología en la producción,
por tanto, de la fuerza productiva social del trabajo como fuerza del capital (Marx, 1971,
p. 59). Bajo esta modalidad no se eliminan las condiciones de precariedad bajo la cual
opera la explotación asalariada. Al contrario, se ven avivadas a través de los procesos de
desvalorización de la fuerza de trabajo que introduce principalmente el maquinismo, la
descualificación de la clase trabajadora, la introducción de mujeres y niños en el proceso
productivo, el abaratamiento de los salarios reales, entre otros (Marx, 2009, p. 480-510).
La posterior mejora en las condiciones del trabajo asalariado, operaron fruto de
la resistencia y la lucha obrera, la cual sentó las bases para las primeras leyes del sistema
fabril, y las que constituirán los cimientos de la moderna condición de formalidad del
trabajo asalariado. Por tanto, el fortalecimiento, tanto de la organización como de
la lucha de la clase obrera en esta época histórica, es uno de los principales factores
que dieron origen a los procesos de formalización. De otro lado, cabe mencionar que
en el estadio de la subsunción real, las viejas formas de subsistencia y basadas en la
reproducción simple, fueron quedando básicamente suprimidas (aunque no extintas) y
subsumidas a la lógica capitalista (Marx, 1971, p. 72-77).
Es en este escenario en el cual se van desarrollando diversas leyes fabriles que buscan recortar la jornada de trabajo, asegurar condiciones salubres en las
fábricas inglesas y asegurar un salario determinado. Sin embargo, los intentos de regularización de la explotación asalariada se enmarca en vaivenes ligados a
la correlación de fuerzas entre la clase capitalista y la clase trabajadora (Marx, 2009, p. 318-335).
3
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Entrado el siglo XX, condicionado por la dinámica que asumiera la correlación
de fuerzas entre el capital y el trabajo, se consolidó el modelo fordista, el cual, de la
mano del pacto social generado por el keynesianismo y llevado adelante por la figura de
los Estados de Bienestar, normalizó y formalizó la relación salarial fordista como relación
de empleo formalizada (Dombois, 2002, p. 47). Cabe mencionar que esta formalización
de las relaciones de producción en los países centrales es lo que dio paso a la existencia
de la dicotomía entre formalidad e informalidad. Este modelo operó hasta finales de
los años 60, en los que, de la mano de la derrota de las clases trabajadoras, inició una
profunda crisis de la cual emergió triunfante un nuevo régimen de acumulación que
rompió la normalidad que había configurado el régimen anterior, abriendo un escenario
para la proliferación abierta de la informalidad (Dombois, 2002, p. 50-52).
Tras el abordaje histórico realizado, se puede sostener que la informalidad, como
forma de precariedad, más que lo atípico, ha operado como una tendencia constitutiva,
continua, permanentemente latente y totalmente funcional del capitalismo, únicamente
“desactivada” relativamente en los países centrales4 en el momento en el que operó
plenamente el fordismo y el keynesianismo de la mano de los Estados de bienestar, lo
cual no se debe desligar del fortalecimiento de la clase obrera, de una correlación de
fuerzas más favorable al trabajo, y que debe considerarse como logro histórico de la
clase obrera.
Sin embargo, atender a esta “desactivación” relativa de la informalidad nos
retrotrae a una cuestión central relacionada con las condiciones que permitieron que
esta ocurra. Y es que, si el capital únicamente extrae valor del trabajo dependiendo de
su grado de explotación, y la subsunción real minora el plusvalor obtenido en el proceso
de producción; y además, si los beneficios que el capital otorgó a la clase trabajadora
en los países centrales durante la época fordista por una mayor y mejor distribución
de la riqueza social le representaron una merma de sus ganancias, ¿cómo resolvió el
capital dicha contradicción y pérdida de beneficios sin que se vea socavada su tasa
de ganancia? La respuesta a esta pregunta debe visibilizarse tomando en cuenta la
dinámica global del capitalismo, lo cual se desarrollará en el acápite siguiente.
4
El carácter relativo de la desactivación de la informalidad debe entenderse en dos sentidos: 1) el primero es que, al interior de las economías centrales,
esta desactivación no alcanza para toda la población, sino únicamente a determinados sectores poblacionales. Retomando las palabras de Dombois (2002),
se puede mencionar que “de hecho, grandes grupos de personas fueron excluidos de las promesas de estabilidad y cobertura de la relación del empleo
normalizado […] Las mujeres, en su gran mayoría, fueron excluidas de las garantías sociales y materiales de la “relación de empleo normalizada” porque en el
marco del régimen doméstico tradicional, no podían o no querían ser asalariadas en forma continuada y de tiempo completo. Su subsistencia y seguridad social
dependía de los derechos adquiridos por sus cónyuges asalariados” (p. 49); 2) el segundo se relaciona con la dinámica global bajo la cual se desarrolla el modo
de producción capitalista, lo cual hace que la dinámica de la informalidad se mantenga y profundice en las periferias.
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2.1 El caso de las periferias
Para analizar cómo se configura el proceso de subsunción del trabajo al capital
en las periferias del capitalismo, se tomará como caso su desarrollo en América Latina.
Cabe empezar destacando que su integración al mercado mundial operó desde el siglo
XVI, como un territorio que, mediante la extracción de metales preciosos, contribuyó al
aumento de flujos de mercancías y a la expansión de los medios de pago en Europa,
y que, al tiempo que permitía el desarrollo del capital comercial y bancario, permitió
apuntalar su sistema manufacturero (Marini, 1991, p. 16-24). En este momento, en el
que en Europa opera la subsunción formal, en América Latina opera un amalgamiento
de diversos modos de producción articulados en torno al capitalismo mercantil, por
lo cual, la subsunción del trabajo al capital en América Latina no operaba de manera
dominante a través de la relación que establece el capital únicamente, sino también
modos de producción precapitalistas, pero que permiten la expoliación de la riqueza
generada a través de canales mercantiles (Garavaglia, 1976, p. 14-15). Las regulaciones
coloniales de la época avalaban dicha explotación, la cual se efectuaba a costa de
minar las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, por tanto desarrollando
condiciones depredatorias de trabajo (Assadourian, 1978, p. 24).
Tras la segunda revolución industrial a mediados del siglo XIX (momento en
el que en Europa se ha desarrollado la subsunción real), América Latina, compuesta
ya por estados formalmente independientes, se integró y entró a gravitar férreamente
al mercado mundial como productor de bienes primarios. A través de dichos bienes
abastecía: 1) medios de subsistencia de origen agropecuario a los países centrales, y
2) materias primas para su transformación industrial. Estas mercancías contribuyeron
al desarrollo de la subsunción real y al aumento de la plusvalía relativa en Europa, en
tanto la desvalorización real de la fuerza de trabajo que produjo fue paliada con la
desvalorización de los bienes-salario producidos por América Latina. A través de este
proceso, se transferencia valor desde América Latina hacia los países centrales (Marini,
1991, p. 24-38).
El modo de compensar la pérdida de plusvalía que hallaron los capitalistas de la
región para aumentar sus tasas de ganancia, se realizó a través del aumento del grado
de explotación del trabajo; por tanto generando plusvalía absoluta y subvencionando
a través de esta explotación, tanto el consumo de la clase obrera europea como las
tasas de ganancia de los capitalistas (Marini, 1991, p. 38-48). Cabe destacar que durante
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esta etapa del capitalismo latinoamericano, no se encontraba implantado férreamente
el capital como relación social en la región, sino que la explotación de la fuerza de
trabajo operaba a través de diversas y heterogéneas formas para succionar la mayor
cantidad de plustrabajo posible (Garavaglia, 1976, p. 14). La complicidad de los Estados
que fueron surgiendo tras la independencia con estos procesos se hizo patente al dejar
la puerta abierta a tal explotación. Sólo tardíamente, entrado el siglo XX, de la mano del
paulatino desarrollo de relaciones sociales capitalistas, se implementarían regulaciones
que minarían en algunos sectores las condiciones de sobreexplotación y precariedad.
Por otro lado, a diferencia de Europa, en Latinoamérica sobrevivieron en todo
este período (y subsisten hasta la actualidad), formas laborales ligadas a la reproducción
simple y a la subsistencia. Esto por el carácter dislocado de la organización de los procesos
de producción y reproducción en la región. Esta dislocación se asocia al hecho de que,
históricamente la producción latinoamericana no dependió para su realización de la
capacidad interna de consumo. Por tanto existía, y existe hasta la actualidad, aunque en
menor grado, una separación entre los momentos fundamentales del ciclo del capital:
la producción y la circulación (Marini, 1991, p. 49-55). De esta forma, las necesidades
de consumo de las clases populares de la región, no era satisfecha con la producción
capitalista de América Latina, sino que esta se destinaba principalmente a satisfacer la
demanda externa. De ahí que la reproducción de la fuerza de trabajo regional no sea
asegurada en el marco del proceso de explotación e incluso se incurra en procesos de
sobreexplotación (Marini, 1991, p. 49-55).
En este escenario, las formas económicas asociadas a la reproducción simple
y de subsistencia vinieron a sostener las necesidades de reproducción de la fuerza de
trabajo de la región. Además, esta realidad influyó de manera decisiva en el proceso
de industrialización de América Latina, el que a pesar de desarrollar la capacidad
productiva del trabajo en determinadas ramas de la economía, permitía expoliar mayor
plustrabajo al obrero latinoamericano al presionar a la baja sus salarios (Marini, 1991,
p. 55-66). Finalmente, los procesos de flexibilización y precarización laboral en las
periferias, así como la proliferación de formas económicas de autoempleo y subsistencia,
se desarrollarían exacerbadamente de la mano del neoliberalismo. A través de estos
procesos, las periferias se convertirían en los talleres del mundo, lo que ha venido
aparejado a la exacerbación y normalización de formas extremas de precariedad y
violencia.
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3. Funcionalidad de la informalidad en el capitalismo contemporáneo
El abordaje realizado hasta el momento ha intentado posicionar la tesis de que
la informalidad, como forma de precariedad, representa una tendencia constitutiva,
continua y permanentemente latente del capitalismo. En este acápite se pretende
desarrollar elementos que permitan comprender la funcionalidad de la informalidad a
la lógica de acumulación de capital. En el marco del proceso global de la producción
capitalista5 , la informalidad se torna funcional en la medida en que: 1) permite abaratar
costos de producción, incrementando la proporción de trabajo excedente apropiada
por el capitalista, 2) brinda posibilidades para la valorización del valor en el ámbito de
la circulación, y 3) le supone “ahorros” al capital al asumir y reproducir determinadas
lógicas de reproducción social que permiten la reposición de la fuerza de trabajo.
En cuanto al ámbito de la producción, la implementación de formas precarizadas
y flexibles de trabajo constituye un mecanismo efectivo para la desvalorización de la
fuerza de trabajo y la posibilidad de extraer mayor plustrabajo. Esto en la medida en
que afectan las condiciones de la fuerza laboral y del proceso de trabajo. En el marco
del capitalismo contemporáneo, esto se hace patente a través de la actual tendencia a la
informalización del trabajo, la cual no sería sino la reavivación de formas de organización
social de la producción que operaron asociadas tanto al estadio de la subsunción formal
como al estadio de la subsunción real del trabajo al capital, pero complejizadas a través
de las continuas revoluciones científico-tecnológicas que acompañan a la dinámica
productiva del modo de producción capitalista, y a la profundización y entrelazamiento
de los procesos de explotación y desigualdad globales. Esta conjunción de elementos
viejos y nuevos en el marco del capitalismo contemporáneo, estaría repercutiendo en la
conformación de una nueva morfología del trabajo basada, no sólo en la normalización
de la informalización, sino también en la infoproletarización, la intelectualización, la
inmaterialización6 (Antunes, 2012, p. 58-62), y la feminización del trabajo7 (Sassen,
2003, p. 53).
Es importante destacar en este punto, la forma en que Marx concibe el mundo de la producción, el cual se concibe como una totalidad orgánica que liga
diferentes momentos: “El resultado a que llegamos no es que la producción, la distribución, el intercambio, el consumo sean idénticos, sino que constituyen las
articulaciones de una totalidad, diferenciaciones dentro de una unidad. La producción trasciende tanto más allá de sí misma en la determinación opuesta de la
producción, como más allá de los otros momentos. A partir de ella, el proceso recomienza siempre nuevamente […] Una producción determinada, por lo tanto,
determina un consumo, una distribución, un intercambio determinados y relaciones recíprocas determinadas de estos diferentes momentos. A decir verdad,
también la producción, bajo su forma unilateral, está a su vez determinada por los otros momentos […] Entre los diferentes momentos tiene lugar una acción
recíproca. Esto ocurre siempre en todos los conjuntos orgánicos” (Marx, 2007, p. 20).
6
Es interesante resaltar, que la lectura que realiza Antunes al respecto de la tendencia a la intelectualización, la infoproletarización y la inmaterialización
del trabajo, se aparta de la posición teórica que defienden los pensadores del capitalismo cognitivo. La tesis de Antunes sostendría que estas tendencias
representarían nuevas modalidades del trabajo vivo que no marcan ni el fin del trabajo ni la pérdida de la vigencia de la ley del valor, sino que “en lugar
de una retracción o descompensación de la ley del valor, el mundo contemporáneo viene asistiendo a una significativa ampliación de sus mecanismos de
funcionamiento, en los que el papel desempeñado por el trabajo –o lo que he dado en llamar la nueva morfología del trabajo- resulta emblemático […] En vez
de la propalada pérdida de validez de la teoría del valor […] nuestra idea es que la aparente invisibilidad del trabajo es la expresión fenoménica que encubre
la auténtica generación de plusvalía en prácticamente todas las esferas del mundo laboral donde pueda realizarse” (Antunes, 2012, p. 48-49). En este marco,
la reducción de trabajo vivo no significa la pérdida de la centralidad del trabajo abstracto, sino su complejización y potenciación en el marco del proceso social
global de la producción.
7
La tendencia a la feminización del trabajo debe ser entendida de dos maneras: 1) como la incorporación masiva de mujeres al mercado laboral; y 2) como el
carácter que van asumiendo las tareas a ser desplegadas en el marco de un capitalismo que se desarrolla principalmente a través de la prestación de servicios
(Sassen, 2003).
5
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En esta línea se puede tomar en cuenta las modernas formas que introduce el
toyotismo, principalmente en los países centrales, al cual operan aparejadas modalidades
de deslocalización productiva, subcontratación, tercerización y precarización del trabajo
(Neffa, 2012, 85-93), desplegadas principalmente en los países de las periferias, pero
también al interior de los países centrales. Las maquilas son un ejemplo de las diversas
formas en las que cristaliza la organización del trabajo en el capitalismo contemporáneo,
forma de organización de la producción que aprovecha la falta de regulaciones que
medien la relación capital – trabajo para incrementar la ganancia capitalista (Vega, 2004).
Además que para el sostenimiento del trabajo formalizado, la existencia de enormes
masas trabajadoras sin derechos, apegadas a las más salvajes formas de explotación,
constituye una necesidad, pues es sobre la base de su explotación que se mantienen los
beneficios de los demás sectores de la sociedad, tanto de trabajadores asalariados en
mejores condiciones como de los capitalistas.
Por otro lado, al respecto de las formas de producción autónomas y de
subsistencia, al no desarrollarse en el marco de la relación de asalariamiento, pareciera
que se muestran disfuncionales al capitalismo. Sin embargo su funcionalidad y la
transferencia de valor en la que incurren, se hace patente de manera más clara en el
ámbito de la circulación. Cómo se mencionó anteriormente, la riqueza capitalista, si bien
se crea en el ámbito de la producción, se realiza en el ámbito de la circulación. Es por ello
que el capital requiere de una ingente masa de consumidores que realicen el valor de
las mercancías creadas a través de la producción. Para el mercado, todos los individuos
son formalmente consumidores, dado que todos poseen la necesidad de consumir, pero
no realmente, pues no todos disponen de los medios para facilitar dicho consumo. Es
justamente en torno a este último aspecto que la informalidad se torna funcional, pues
genera recursos para la realización de la producción capitalista.
Este proceso puede producirse a través de dos vías. La primera asociada al
consumo directo. En esta vía, la capacidad consumidora que logran las personas ligadas
a la informalidad, mediante la cual realizan el valor contenido en las mercancías, se logra
a través de los recursos provenientes de las diversas manifestaciones y modalidades
del ser informal: autoempleo, proletariado informal, burguesía informal, o actividades
ilegales. Aunque también, como lo muestra Verónica Gago (2014), dicha capacidad
puede ser subvencionada por prestaciones estatales ligadas a políticas de protección
social, las cuales incrementan la capacidad de consumo y de endeudamiento de los
sectores populares, permitiendo, de un lado, su inserción en los circuitos económicos
y financieros de la acumulación capitalista (ciudadanía por consumo), y del otro, una
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ampliación de los canales de succión de valor de las clases populares hacia los centros
de acumulación (p. 212-220).
La segunda vía se asocia al hecho de que la economía informal articula todo
un circuito de transmisión de valor generado desde abajo que, por uno u otro canal,
termina ligándose a un flujo que canaliza valor hacia arriba. Entran en este tipo de lógicas
económicas, aquellas que se postulan como economías alternativas, en el marco de las
cuales ha tomado fuerza el sector de la economía denominado social y solidario. Sin
embargo, como lo afirma Narotzky (2010) “ni en el pasado ni en sus manifestaciones
presentes parece que estas formas de economías alternativas sean percibidas como una
amenaza por el modelo dominante o por los que detentan posiciones de poder dentro
de la estructura del sistema capitalista” (p. 165). A través de la circulación mercantil
que suponen este tipo de lógicas, las cuales integran una red de múltiples iniciativas
individuales, familiares y comunitarias asociadas a la subsistencia y la reproducción
simple, formas invisibilizadas de trabajo y de autoexplotación que no dejan de ser formas
económicas productoras de valor, transfieren valor hacia los centros de acumulación
capitalista a través de los circuitos de consumo a los cuales se vinculan directa o
indirectamente.
A través de estas dos vías, queda manifiesto que por más alejada que se
realice la producción informal o la circulación alternativa de productos que provienen
de formas de reproducción simple, en el largo proceso de las cadenas de intercambio
terminan operando como formas de transmisión de capital integradas a circuitos locales
o globales de acumulación. En esta línea, la informalidad y el desarrollo de economías
alternativas, sin ser su finalidad, terminan aportando a la popularización del capitalismo;
es decir a su localización y articulación cada vez más cercana con estratos populares,
otrora alejados de los circuitos mercantiles, financieros y de acumulación capitalista. Por
tanto, este proceso estaría ligado al avance de la subsunción del trabajo al capital bajo
diversas vías, el cual buscaría colonizar nuevas esferas.
Un último aspecto importante de señalar tiene que ver con el hecho de que las
formas de trabajo invisibilizado que integra la dinámica de la informalidad (el trabajo
doméstico, el trabajo de cuidados, así como diversas redes individuales, familiares y
comunitarias de reproducción social), vienen a desempeñar un rol fundamental en
la reproducción de la fuerza de trabajo, tanto de aquellos quienes se despliegan en
la formalidad, como aquellos que deambulan por los circuitos de la informalidad. En
cuanto al sostén de las clases trabajadoras y actores que participan de la informalidad,
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estas formas invisibilizadas de trabajo asumen los costos de reproducción de su fuerza
de trabajo, a la par que, a través de ellos, transfieren el valor de dicho trabajo a los
centros de acumulación de capital (Federici, 2010).
Por tanto, el trabajo informal en el ámbito de la reproducción, articulado como
un trabajo invisibilizado, es funcional al capitalismo mediante dos vías: 1) impide que el
capital asuma los costos de la reproducción de la fuerza de trabajo, lo cual eleva su tasa
de ganancia; y 2) transfiere valor a través de la realización de la fuerza de trabajo no
remunerado de quienes despliegan estas formas de trabajo. De esta forma, a través del
trabajo informal ligado al ámbito de la reproducción social, la acumulación capitalista
queda asegurada a través de la explotación de auténticas economías sumergidas que se
muestran bajo la figura del no-valor (Sassen, 2003, p. 63).
CONCLUSIONES
La informalidad, como forma de precariedad, representa una tendencia
constitutiva, continua y permanentemente latente en la dinámica de la acumulación
capitalista, la cual permite elevar al máximo la tasa de ganancia del capital sobre la
base de la máxima explotación y expoliación de riqueza, sin considerar las condiciones
de reproducción de la fuerza de trabajo empleada en dicho proceso, y que únicamente
ha podido ser socavada relativamente a través de la organización y la resistencia de la
clase trabajadora. En este marco, formalidad e informalidad no serían esferas opuestas
de trabajo, sino esferas íntimamente entrelazadas en un único proceso global de
acumulación de capital, subsumidas en él como relación social dominante que organiza
los procesos de producción y reproducción social; por lo cual, las fronteras entre lo
formal y lo informal tienden a difuminarse al interior del proceso de la valorización del
valor y la acumulación capitalista. Asimismo, la informalidad presentaría múltiples caras
y heterogéneas formas de despliegue, sin identificarse únicamente con dinámicas de
autoempleo o subsistencia.
Por otro lado, las diversas manifestaciones de la informalidad no operarían
al margen de la lógica capitalista, sino funcionalizadas a su lógica de acumulación. En
este marco, lo novedoso de la informalidad en el capitalismo contemporáneo no sería
su impulso como tendencia estructural para la organización del proceso de trabajo,
ni tampoco la supervivencia hasta la actualidad de formas de trabajo precapitalistas,
sino, las nuevas formas de funcionalización de la informalidad aparejadas a la nueva
morfología que está asumiendo el trabajo en el orden contemporáneo, en el cual todo
es potencialmente generador de plusvalor. Esto demuestra la capacidad del capitalismo
para funcionalizar modalidades económicas que en apariencia escapan a su lógica de
valorización.
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De esta forma, la dinámica que caracteriza al capitalismo contemporáneo ha llevado a
que este profundice sus procesos de subsunción y colonice nuevos espacios y esferas
de lo social otrora alejadas, tanto de la dinámica mercantil como de la lógica de la
valorización, y se imponga como forma dominante en la organización de los procesos
de producción y reproducción social. En este proceso, la dinámica contemporánea
del modo de producción capitalista atiende a un escenario en el que, mediante la
reavivación de la informalización y de nuevas tendencias del despliegue del trabajo vivo,
se han ampliado las formas bajo las cuales se puede extraer plustrabajo, y las cuales,
aparejadas a los procesos de acumulación por desposesión que le permiten al capital
expropiar y apropiarse de riqueza sin producirla, permiten echar a andar los procesos
de reproducción ampliada del modo de producción capitalista, sin considerar límites
sociales ni naturales.
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