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La biopolítica ocupa un lugar importante en la reflexión teórica y empírica en diversos ámbitos del conocimiento contemporáneo desde los años setenta del siglo pasado hasta nuestros días. Sin duda, se puede decir que es un paradigma... more
La biopolítica ocupa un lugar importante en la reflexión teórica y empírica en diversos ámbitos del conocimiento contemporáneo desde los años setenta del siglo pasado hasta nuestros días. Sin duda, se puede decir que es un paradigma filosófico y político que nació en el siglo XX para la comprensión del siglo XXI. Su influencia es palpable en campos como la medicina, la psiquiatría, la bioética, el psicoanálisis, la filosofía, la sociología, la ciencia política, la antropología, la criminología, el derecho, la comunicación, las artes plásticas, pero también en las conceptuales, así como en el cine y la fotografía.
Los usos específicos de la biopolítica son variados y extensos. Una mirada rápida nos lleva de inmediato a la observación del campo del bioarte y la crítica a las tecnologías que manipulan científicamente la vida; a las nuevas formas de vigilancia post-espaciales por medio de datos biométricos, justificadas por el control social y el espionaje a causa de fenómenos como el terrorismo o la delincuencia organizada, pero también por motivos fiscales o bancarios, y más recientemente sanitarios; a la mutación de las identidades y las diferencias sexuales que se constituyen en un campo diverso de aquel meramente biológico, médico y orgánico; al cambio en las concepciones de lo humano y sus prácticas sociales y culturales a partir de la reproducción de prácticas que afectan y transfiguran el cuerpo y el universo psíquico. En este sentido, la forma del ciborg es reveladora, al grado de que con frecuencia vuelve superflua la actuación topográfica convencional del derecho y la ley para conseguir la garantía de orden social o el arraigo en valores y expectativas sociales antaño predominantes; al debate sobre la figura del homo sacer, donde el fenómeno de la desaparición forzada de personas es con mucha probabilidad su punto más alto; a la migración y en general al fenómeno de los éxodos y los refugiados que son uno de los problemas biopolíticos centrales de las democracias; a la cuestión del calentamiento global y del medio ambiente; a los debates sobre la vida y la muerte, así como aquellos problemas derivados de la reglamentación psiquiátrica de los afectos dominada por la economía mundial de los ansiolíticos; al mercado de la experimentación y comercio genético que ha consolidado la “re-consagración eugenésica del poder” fronteras adentro de los Estados más avanzados en términos científicos y tecnológicos (Negri, 2001: 181), proceso acompañado por el ascenso de una forma específica de “brutalismo” del “nano mundo” que está materializándose a escala planetaria (Brandimarte, Chiantera-Stutte, Di Vittorio, Marzocca, Romano, Russo, Simone, 2006; Haraway, 1995; Mbembe, 2020; Mendiola Gonzalo, 2009; Varela Huerta, 2020)...