No me iría si hubiera algún beneficio por abandonar la ciudad, pero no puedo ir
lejos... No os dejaré nunca. He decidido morir aquí con vosotros. Entregar la
ciudad no es mi decisión ni la de ninguno de sus habitantes; hemos decidido, por
nuestra propia voluntad, combatir y no salvar la vida. Vosotros, mis hermanos
en armas, obedeced las órdenes de vuestros oficiales en la creencia de que este es
el día vuestra Gloria, el día en el que si vais a perder una gota de sangre ganaréis
para vosotros mismos las coronas del martirio y de la llama eterna. ¡Arrojad
vuestras jabalinas y flechas contra ellos para que sepan contra quienes están
luchando... contra los descendientes de los helenos y los romanos! Vaya que ha
llegado el momento, en el que el enemigo nos amenaza por todas partes. Confío
en vuesas mercedes, en vuestro valor, en esta espléndida y célebre ciudad, en
nuestra patria. Pido disculpas por cualquier agravio que haya podido cometer
contra cualquiera de vosotros sin quererlo. A partir de hoy los latinos y los
romanos somos la misma gente. Unidos en Dios y con la ayuda de Dios
salvaremos Constantinopla''.
Constantino XI Paleólogo.
Último emperador romano de Oriente.
Martes, 29 de Mayo del Año de Nuestro Señor, 1453.
ANNO DOMINI MCDLIII
Tal día como hoy, pero de 1453 caía Constantinopla tras casi 2 meses de heroica
defensa de sus 7.000 defensores, abandonada por casi todas las potencias
occidentales, frente a más de 150.000 turcos otomanos. El milenario Imperio
dejaba de existir y con él, el último emperador romano, el valiente Constantino
XI Paleólogo. En el momento culminante y viendo todo perdido, el emperador se
despojó de sus insignias imperiales y cargó junto a su guardia frente a la marea
turca que entraba en la ciudad. Aniquilaron en aplastante inferioridad numérica
al primer contingente con el que se toparon, no obstante los números se
impusieron y no tardaron en ser rodeados y masacrados. Algunas crónicas dicen
que su cuerpo sin vida fue decapitado, su cabeza exhibida en el Foro, el resto
colgado en la Columna fundacional de Constantino con sus vísceras removidas.
Algunos cuentan que fue enterrado sin la cabeza con todos los honores (al ser
reconocido por el calzado púrpura con las águilas bicéfalas doradas bordadas
que llevaba), pues los mismos turcos no podían creer como los últimos 2.000
defensores habían podido aguantar el último asalto de 50.000 otomanos. Otros
cuentan que su cuerpo nunca fue encontrado. La ciudad fue saqueada durante 3
días, y su población esclavizada. En el Cuerno de Oro, 200 miembros de la
Guardia cretense resistieron varios días más siendo bombardeados con los
cañones día y noche, hasta que el mismísmo Sultán Mehmet II les permitió
zarpar en barco hacia Creta, viendo este su bravura y la imposibilidad de
desalojarlos. La leyenda helena cuenta que antes de morir el emperador, el
arcángel San Miguel bajó del Cielo y convirtió a Constantino Paleólogo en
estatua de mármol, siendo enterrado a los pies de la Puerta Áurea. Allí yace,
aguardando el regreso de todos los héroes del Imperio para volver a
reconquistar Constantinopla.