DERECHO INTERNACIONAL
DE LAS MIGRACIONES
CURSO: Derecho internacional público
INTEGRANTES:
-Zapata Viera Nicolas
-Huacchillo Morocho Allison Brigitte
-Valentino Pasapera Chapilliquen
-Nicole Alexandra López Otero
-Angie Sandoval Chafloque
DOCENTE: Cesar Mecías Delgado Tirado
INDICE
Introducción__________________________________________________________
_____1
Protección de los derechos humanos de los
migrantes_________________________2
Asilo y protección
internacional______________________________________________3
Tráfico y trata de
personas___________________________________________________4
Cooperación y gestión
migratoria_____________________________________________5
Conclusines__________________________________________________________
______6
Referencias
bibliográficas___________________________________________________7
INTRODUCCIÓN:
El derecho internacional de migraciones se refiere al conjunto de
normas y principios que regulan el movimiento transfronterizo de
personas y las responsabilidades de los Estados y las organizaciones
internacionales en la protección de los derechos de los migrantes.
Abarca tratados, acuerdos multilaterales, y declaraciones que
garantizan los derechos humanos de las personas en movilidad,
incluyendo refugiados, solicitantes de asilo y trabajadores migrantes.
Entre las fuentes principales del derecho internacional de migraciones
se encuentran la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de
1951, el Protocolo de 1967, y la Convención Internacional sobre la
Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migrantes y de
sus Familiares(1990).
Este campo del derecho internacional está profundamente influido por
principios como la no devolución (non-refoulement), que prohíbe
devolver a una persona a un país donde su vida o libertad podrían
estar en riesgo, consagrado en el artículo 33 de la Convención sobre
el Estatuto de los Refugiados. Asimismo, el derecho internacional de
los derechos humanos establece protecciones aplicables a todos los
migrantes, independientemente de su estatus migratorio, como se
desprende del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos(PIDCP) y del Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales(PIDESC), que son aplicables a todas las personas
bajo la jurisdicción de un Estado.
El equilibrio entre el control estatal de las fronteras y la protección de
los derechos humanos de los migrantes es un área de constante
tensión y desarrollo dentro del derecho internacional de migraciones.
Los Estados tienen el derecho soberano de regular la entrada,
permanencia y expulsión de personas en su territorio, pero este
derecho debe ejercerse de conformidad con las obligaciones
internacionales de derechos humanos, según se indica en
instrumentos como la Declaración Universal de Derechos Humanos y
el Protocolo contra el Tráfico Ilícito de Migrantes por Tierra, Mar y Aire,
parte de la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia
Organizada Transnacional.
PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS
MIGRANTES
La migración, como fenómeno global, plantea desafíos significativos
en términos de derechos humanos. En muchas ocasiones, los
migrantes, independientemente de su estatus legal, se encuentran
expuestos a violaciones de sus derechos fundamentales. Esto se
debe, en gran parte, a la falta de mecanismos eficaces para
protegerlos, así como a políticas migratorias restrictivas en varios
países. La protección de los derechos humanos de los migrantes es un
deber internacional, recogido en múltiples tratados y convenciones
que buscan asegurar la dignidad y el bienestar de estas personas.
En primer lugar, es esencial destacar que los derechos humanos de
los migrantes están protegidos por diversos instrumentos
internacionales. Entre los más relevantes se encuentra la Convención
Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los
Trabajadores Migratorios y de sus Familiares de 1990. Este tratado,
adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, subraya la
obligación de los Estados de garantizar que todos los trabajadores
migratorios, sin importar su estatus, gocen de los derechos humanos
y laborales básicos (Naciones Unidas, 1990). Sin embargo, a pesar de
la existencia de este instrumento legal, su implementación ha sido
limitada, dado que muchos países receptores de migrantes aún no lo
han ratificado.
Otro aspecto crucial en la protección de los derechos de los migrantes
es el principio de no discriminación, el cual está consagrado en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta declaración
establece que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y derechos” (Naciones Unidas, 1948, art. 1), una premisa
que se aplica también a los migrantes. No obstante, en la práctica, los
migrantes a menudo enfrentan discriminación basada en su origen
nacional, raza o estatus migratorio, lo que agrava su vulnerabilidad.
Además, las condiciones en las que muchos migrantes realizan sus
travesías para buscar mejores oportunidades son frecuentemente
inhumanas. Organizaciones como Amnistía Internacional han
documentado abusos y violaciones de derechos durante estas
travesías, incluyendo detenciones arbitrarias, condiciones
inadecuadas en centros de detención y violencia sexual (Amnistía
Internacional, 2019). Estas violaciones subrayan la necesidad urgente
de que los Estados implementen políticas migratorias que no solo
gestionen los flujos migratorios, sino que también protejan los
derechos fundamentales de las personas en movimiento.
Finalmente, es imperativo que los Estados adopten políticas inclusivas
que garanticen el acceso de los migrantes a servicios esenciales
como la salud, la educación y la justicia. El Pacto Mundial para una
Migración Segura, Ordenada y Regular (2018) representa un esfuerzo
global en este sentido, ya que propone una cooperación internacional
para asegurar que los derechos humanos de los migrantes sean
respetados, sin importar su estatus (Naciones Unidas, 2018).
ASILO Y PROTECCIÓN INTERNACIONAL
El fenómeno migratorio ha sido una constante a lo largo de la historia
humana, pero en las últimas décadas ha adquirido una dimensión
más crítica debido al aumento de los conflictos armados, crisis
políticas, económicas y violaciones de derechos humanos en
diferentes partes del mundo. Como consecuencia, millones de
personas se ven obligadas a huir de sus países de origen en busca de
seguridad, y muchas de ellas recurren a los mecanismos de asilo y
protección internacional para salvaguardar sus vidas. Según la
Organización Internacional para las Migraciones(OIM), más de 281
millones de personas vivían fuera de su país de origen en 2020, de las
cuales un porcentaje significativo eran refugiados o solicitantes de
asilo (OIM, 2021).
El derecho de asilo
El asilo es un derecho humano reconocido por el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y está destinado a proteger a
las personas que sufren persecución en su país de origen. Según la
Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, ratificada
por la mayoría de los países del mundo, se considera refugiado a toda
persona que, “debido a fundados temores de ser perseguido por
motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado
grupo social o por sus opiniones políticas, se encuentre fuera de su
país de nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no
quiera acogerse a la protección de tal país” (Convención sobre el
Estatuto de los Refugiados, 1951).
Este instrumento internacional establece los derechos de los
refugiados y las obligaciones de los Estados en cuanto a su
protección. Entre los derechos más importantes está la prohibición de
la devolución o non-refoulement, lo que significa que ningún
refugiado debe ser devuelto a un país donde su vida o libertad corran
peligro. Además, la convención garantiza a los refugiados el acceso a
los tribunales, el derecho al trabajo y la educación, así como la
igualdad de trato respecto a los ciudadanos de los países de acogida.
La protección internacional
La protección internacional es un concepto más amplio que abarca no
solo a los refugiados reconocidos bajo la Convención de 1951, sino
también a aquellas personas que, si bien no cumplen con la definición
estricta de refugiado, aún requieren protección debido a situaciones
de violencia generalizada, conflictos armados o desastres naturales.
En este sentido, la protección internacional se refiere a las medidas
adoptadas por los Estados y organizaciones internacionales para
garantizar los derechos y la seguridad de los migrantes forzados.
Un ejemplo importante de la ampliación de la definición de refugiado
es la Declaración de Cartagena sobre Refugiados de 1984, adoptada
en América Latina, que incluyó entre las causas para la protección a
las personas que huyen debido a “violencia generalizada, agresión
extranjera, conflictos internos, violaciones masivas de derechos
humanos u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el
orden público” (Declaración de Cartagena sobre Refugiados, 1984).
Esta declaración ha sido de particular importancia en la región debido
a las crisis políticas y humanitarias que han afectado a países como
Colombia, Venezuela, Nicaragua, entre otros, en los últimos años.
Retos en la implementación del asilo y la protección
internacional
A pesar de la existencia de un marco normativo internacional, el
acceso efectivo al asilo y a la protección internacional está lejos de
ser una realidad en muchos países. En la práctica, numerosos Estados
han implementado políticas restrictivas en sus fronteras, dificultando
la entrada de solicitantes de asilo y refugiados. En algunos casos,
estas políticas responden a presiones internas relacionadas con el
aumento de los flujos migratorios, así como a discursos xenófobos y
nacionalistas que ven a los migrantes como una amenaza para la
estabilidad económica y social.
La Unión Europea(UE), por ejemplo, se enfrentó a una de las crisis de
refugiados más significativas en 2015, cuando cientos de miles de
personas, principalmente de Siria, Irak y Afganistán, intentaron
ingresar a sus territorios para escapar de la guerra y la persecución.
La respuesta de los Estados miembros de la UE fue desigual, con
algunos países como Alemania adoptando una postura abierta y
acogiendo a un gran número de refugiados, mientras que otros países
como Hungría y Polonia implementaron medidas más restrictivas
(Comisión Europea, 2016). Esta crisis evidenció la necesidad de una
política migratoria y de asilo más coherente y solidaria a nivel
europeo.
En América Latina, la crisis migratoria más reciente ha sido la de
Venezuela, donde más de seis millones de personas han huido del
país debido a la grave situación económica, política y social. A pesar
de los esfuerzos de países como Colombia, Perú y Ecuador por acoger
a los migrantes venezolanos, las capacidades de los sistemas de asilo
se han visto desbordadas, lo que ha generado situaciones de
vulnerabilidad para los refugiados y migrantes (ACNUR, 2023).
La necesidad de un enfoque basado en los derechos humanos
Para garantizar que el derecho de asilo y la protección internacional
sean efectivos, es fundamental que los Estados adopten un enfoque
basado en los derechos humanos. Esto implica no solo garantizar que
los solicitantes de asilo tengan acceso a procedimientos justos y
eficientes para determinar su estatus, sino también que se les
proporcione asistencia adecuada durante todo el proceso. Además, es
crucial que los Estados trabajen en cooperación con organismos
internacionales como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados(ACNUR) y la Organización Internacional para las
Migraciones (OIM) para compartir la responsabilidad de proteger a los
migrantes forzados.
La protección de los migrantes también debe incluir medidas para
garantizar su integración en las sociedades de acogida, respetando su
dignidad y sus derechos fundamentales. Esto incluye el acceso a la
educación, el trabajo, la salud y la vivienda, así como la protección
contra cualquier forma de discriminación o abuso. Asimismo, es
esencial que se aborden las causas profundas de la migración
forzada, tales como los conflictos armados, la pobreza extrema y las
violaciones de derechos humanos, mediante políticas internacionales
de desarrollo y de mantenimiento de la paz.
TRÁFICO Y TRATA DE PERSONAS
El tráfico y la trata de personas migrantes son fenómenos globales
que representan graves violaciones a los derechos humanos. Ambos
términos, aunque a menudo se confunden, describen actividades
distintas que explotan a las personas vulnerables, especialmente a
los migrantes. Mientras que el tráfico de personas se refiere a la
facilitación ilegal de la entrada de una persona a un país del que no
es nacional o residente con fines de lucro, la trata de personas implica
la explotación forzada de individuos, generalmente mediante el uso
de la coerción, la violencia o el engaño. Según la Oficina de las
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito(UNODC), estas prácticas
afectan a millones de personas en todo el mundo, muchas de ellas en
situaciones de movilidad migratoria forzada (UNODC, 2022).
Diferencias entre tráfico y trata de personas
El tráfico de migrantes está regulado principalmente por el Protocolo
contra el Tráfico Ilícito de Migrantes por Tierra, Mar y Aire, adoptado
en el año 2000, como parte de la Convención de las Naciones Unidas
contra la Delincuencia Organizada Transnacional. El tráfico de
migrantes implica el cruce de fronteras de manera irregular, facilitado
por traficantes que obtienen beneficios económicos a cambio de sus
servicios. Este proceso no necesariamente implica la explotación
posterior del migrante; sin embargo, puede poner en grave peligro su
vida y seguridad, debido a las condiciones inhumanas en las que
muchas veces se lleva a cabo (Naciones Unidas, 2000).
Por otro lado, la trata de personas, regulada por el Protocolo para
Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente
mujeres y niños (también conocido como el Protocolo de Palermo),
tiene como finalidad la explotación. Esta explotación puede incluir
trabajos forzados, esclavitud, explotación sexual o extracción de
órganos. A diferencia del tráfico de personas, la trata no siempre
implica el cruce de fronteras; puede ocurrir dentro de un mismo país,
y las víctimas son controladas a través del uso de la fuerza, la
amenaza o el engaño (UNODC, 2000).
El impacto en los migrantes
Los migrantes, especialmente aquellos que se encuentran en
situaciones de vulnerabilidad, como los que huyen de conflictos
armados, crisis económicas o persecuciones, son los más propensos a
ser víctimas tanto de la trata como del tráfico de personas. Los
migrantes irregulares, que carecen de documentos legales para
entrar en un país, a menudo recurren a redes de tráfico para cruzar
fronteras peligrosas, pagando sumas exorbitantes de dinero por un
servicio que, en muchos casos, termina en explotación o abandono. El
tráfico de migrantes es particularmente común en las rutas que
atraviesan el Mediterráneo, Centroamérica y las zonas fronterizas
entre México y Estados Unidos. Según la OIM, más de 4,000
migrantes murieron o desaparecieron en 2021 mientras
intentaban cruzar fronteras, muchos de ellos víctimas de redes de
tráfico (OIM, 2022).
En el caso de la trata de personas, los migrantes indocumentados son
particularmente vulnerables. Las víctimas de trata a menudo son
explotadas en sectores como el trabajo doméstico, la agricultura, la
construcción, o el comercio sexual. En muchas ocasiones, las víctimas
son captadas mediante promesas de empleo o mejores condiciones
de vida, solo para encontrarse en situaciones de explotación de las
que no pueden escapar. El Informe Global sobre Trata de Personas de
la UNODC señala que el 79% de las víctimas identificadas en el
mundo son mujeres y niños, lo que demuestra la naturaleza de
género de este delito (UNODC, 2022).
Respuestas internacionales y protección de los migrantes
El tráfico y la trata de personas han generado respuestas coordinadas
a nivel internacional, con el objetivo de combatir estas formas de
explotación y proteger a las víctimas. El Protocolo de Palermo y el
Protocolo contra el Tráfico Ilícito de Migrantes son los principales
marcos jurídicos internacionales que establecen medidas para la
prevención, la protección de las víctimas y la persecución penal de los
traficantes y tratantes. Estos protocolos instan a los Estados a
cooperar en la investigación y persecución de estos delitos, así como
a adoptar medidas para proteger y asistir a las víctimas,
especialmente en lo que respecta a su repatriación segura (Naciones
Unidas, 2000).
Además, organismos internacionales como la Organización
Internacional para las Migraciones (OIM) y la Oficina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
(ACNUDH) han promovido programas para combatir el tráfico y la
trata de personas, centrándose en la protección de los migrantes
vulnerables. La OIM, por ejemplo, ha desarrollado iniciativas de apoyo
a las víctimas de trata, proporcionando asistencia médica, psicológica
y legal, así como programas de reintegración en sus países de origen
o de destino (OIM, 2022).
Asimismo, los Estados están obligados a cumplir con los principios de
derechos humanos al abordar estos delitos. Esto incluye garantizar
que las víctimas no sean criminalizadas por su situación migratoria
irregular, proporcionar acceso a servicios básicos, como atención
médica y asistencia legal, y asegurar que las víctimas reciban
protección frente a represalias o violencia por parte de los tratantes o
traficantes. Sin embargo, la implementación de estas normativas es a
menudo desigual, y muchas víctimas de tráfico y trata siguen
enfrentando dificultades para acceder a justicia y protección.
Desafíos en la lucha contra el tráfico y la trata de personas
migrantes
A pesar de los avances en la creación de un marco legal internacional
para combatir el tráfico y la trata de personas, persisten muchos
desafíos. Uno de los principales problemas es la falta de recursos
adecuados y la capacidad limitada de muchos países para hacer
frente a estas redes criminales transnacionales. Además, en algunas
regiones, la corrupción y la complicidad de funcionarios públicos
dificultan la persecución de los responsables.
Otro desafío es la falta de protección adecuada para los migrantes,
particularmente aquellos que están en situación irregular. La
criminalización de la migración irregular en muchos países hace que
los migrantes tengan miedo de acudir a las autoridades para
denunciar situaciones de tráfico o trata, por temor a ser deportados o
encarcelados. Esto agrava su vulnerabilidad y permite que los
traficantes y tratantes actúen con impunidad (ACNUDH, 2022).
COOPERACIÓN Y GESTIÓN MIGRATORIA
La migración es un fenómeno multidimensional que requiere la
colaboración entre países para gestionarlo de manera eficiente y
respetuosa con los derechos humanos. La creciente movilidad
internacional ha puesto en evidencia la necesidad de una cooperación
más estrecha entre los Estados, no solo para gestionar los flujos
migratorios, sino también para proteger a los migrantes de abusos y
garantizar su acceso a derechos fundamentales. En este sentido, la
gestión migratoria, basada en el respeto a los derechos humanos y en
un enfoque integral, se ha convertido en una prioridad en las agendas
internacionales.
La cooperación internacional en materia migratoria se ha
materializado en instrumentos como el Pacto Mundial para una
Migración Segura, Ordenada y Regular, adoptado por la Asamblea
General de las Naciones Unidas en 2018. Este pacto no vinculante es
un marco de referencia que busca mejorar la gestión de la migración
a nivel global. Entre sus objetivos principales, se incluyen la reducción
de las vulnerabilidades de los migrantes, la lucha contra el tráfico de
personas, y la facilitación de una migración segura y digna (Naciones
Unidas, 2018). Además, el pacto promueve la colaboración entre los
países de origen, tránsito y destino, reconociendo que la migración es
un fenómeno transnacional que no puede ser gestionado
unilateralmente.
Un ejemplo claro de la necesidad de cooperación internacional es la
gestión de los flujos migratorios irregulares. Los migrantes en
situación irregular a menudo enfrentan condiciones extremas en su
tránsito, como violaciones de derechos humanos, violencia y
explotación. Según la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM), una respuesta eficaz a estos flujos implica no solo controlar las
fronteras, sino también fortalecer la cooperación regional para
abordar las causas profundas de la migración irregular, como la
pobreza y la violencia en los países de origen (OIM, 2020). En este
contexto, el Programa de Retorno Voluntario Asistido y Reintegración
de la OIM ha sido una herramienta clave para facilitar el retorno digno
de los migrantes a sus países de origen, siempre en el marco del
respeto a los derechos humanos.
Por otro lado, la gestión migratoria también implica asegurar la
integración de los migrantes en las sociedades de destino. La
integración es un proceso complejo que abarca múltiples áreas, como
el acceso al mercado laboral, la educación, la salud y la vivienda. En
este aspecto, la cooperación internacional es crucial para compartir
buenas prácticas y garantizar que los migrantes se integren de
manera efectiva en las comunidades receptoras. El Fondo Europeo
para la Integración de los Nacionales de Terceros Países, por ejemplo,
ha financiado proyectos que promueven la inclusión social y
económica de los migrantes en Europa, fortaleciendo la cohesión
social en las sociedades receptoras (Comisión Europea, 2011).
En cuanto a la gestión de crisis migratorias, como las que derivan de
conflictos armados o desastres naturales, la cooperación internacional
es esencial para coordinar la respuesta humanitaria. Organizaciones
como la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)
desempeñan un papel fundamental en la protección de los refugiados
y desplazados forzosos, brindando asistencia y promoviendo
soluciones duraderas como la repatriación voluntaria o la integración
local (ACNUR, 2021). Estas organizaciones, en colaboración con los
Estados y otras entidades, trabajan para asegurar que los migrantes y
refugiados reciban la protección adecuada en situaciones de crisis.
CONCLUSIONES
   La protección de los derechos humanos de los migrantes es un
    desafío global que requiere un enfoque comprometido por parte
    de los Estados y la comunidad internacional. A pesar de la
    existencia de tratados y convenciones internacionales que
    garantizan estos derechos, su implementación es limitada
    debido a la falta de ratificación y políticas migratorias
    restrictivas. Los migrantes, en muchos casos, enfrentan
    discriminación y condiciones inhumanas durante sus travesías,
    lo que resalta la necesidad de adoptar políticas inclusivas que
    aseguren su acceso a servicios esenciales y promuevan la
    dignidad humana.
   El derecho de asilo y la protección internacional son esenciales
    en el derecho internacional, pero su implementación enfrenta
    dificultades debido al aumento de los desplazamientos forzados
    y políticas restrictivas. Para superar estos retos, se debe
    reforzar la cooperación internacional y adoptar un enfoque de
    protección basado en los derechos humanos, asegurando que
    los refugiados y solicitantes de asilo reciban la asistencia
    necesaria para reconstruir sus vidas de manera segura.
   El tráfico y la trata de personas son graves formas de
    explotación que afectan a millones de migrantes. Aunque
    existen leyes internacionales para combatir estos delitos, su
    aplicación efectiva es un reto. Para enfrentar este problema, es
    esencial que los Estados refuercen la cooperación internacional,
    mejoren la protección de los migrantes vulnerables y aseguren
     que las víctimas reciban la asistencia necesaria para recuperar
     su dignidad y seguridad.
   La migración es un fenómeno complejo que requiere una
    gestión integral y una estrecha cooperación internacional para
    garantizar el respeto a los derechos humanos. Instrumentos
    como el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y
    Regular y programas como el de Retorno Voluntario Asistido de
    la OIM son ejemplos de cómo los países pueden colaborar para
    gestionar los flujos migratorios, proteger a los migrantes de
    abusos y asegurar su integración en las sociedades receptoras.
    En situaciones de crisis migratorias, la cooperación
    internacional es fundamental para coordinar una respuesta
    humanitaria efectiva y asegurar la protección de los refugiados.
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