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Aristoteles-El Hombre Como Animal Político

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Política: Aristóteles - 1

El hombre como animal político-social

Introducción

La sociedad política y el Estado, que está en su cima -entendiéndose por tal al verdadero Estado-,
son resultado de la naturaleza misma del hombre, que no puede hallar su plenitud sino en este tipo
de comunidad organizada en la cual se desarrollan plenamente sus facultades.

La sociedad política y el Estado pre-suponen pues la existencia de agrupaciones sociales naturales


en las que se manifiesta la aspiración espontánea del hombre a la vida social. La fórmula de
Aristóteles: "la sociedad política está compuesta por familias", condensa en su brevedad el
movimiento de la naturaleza social del hombre desde esta primera comunidad, donde ya se
despliega, hasta la última organización, donde se completa. La familia, el barrio, el pueblo, el
municipio, la ciudad, la región, la provincia, etc., son radicalmente (de raíz) y en diversos grados de
elaboración, comunidades naturales que el arte humano ha conformado y perfeccionado
indudablemente, pero que son el producto de una orientación inicial, fundamental y espontánea
(NATURAL) hacia la vida social cuyo término es la sociedad política, esto es, el Estado -el
verdadero Estado- que no es tanto el resultado de la deliberación del cálculo y la ficción como de la
naturaleza y de la vida mismas, que, en el hombre, son esencialmente sociales. La comunidad
política ya está presente, envuelta en el querer social del hombre, que apunta a ella a través de la
familia en la que nace.

Tomemos de nuevo otra fórmula admirable de Aristóteles: un deseo de perfección trabaja en el


hombre, que va desde el “vivir” al “vivir mejor”. Para conseguir y conservar el vivir es preciso que
el hombre esté integrado en una familia. Para desarrollar sus facultades y vivir mejor, es preciso que
pueda participar en el conjunto de intercambios materiales, intelectuales y espirituales que
solamente puede asegurarle la sociedad política. La base de toda asociación natural es la familia y
por eso su valor político, es decir, de bien común es muy importante.

El pensamiento moderno ha querido exaltar los derechos del individuo, hasta el extremo de liberarle
de toda traba que no fuera la de obedecerse a sí mismo (individualismo). Para ello se había valido
de un procedimiento muy cómodo: negar la naturaleza social del hombre. Es la enseñanza de
Hobbes y de Rousseau. El hombre moderno, rompiendo las regulaciones provenientes de la ley
natural y de la ley eterna, comienza entonces a querer inventarse su destino y su mundo, y se pone
a hacer revoluciones contra la sociedad civil por medio de constituciones políticas y religiosas
inventadas por la razón calculadora alejada del sentido común.

Frente a la afirmación de que el hombre no tiene naturaleza social y que, por consiguiente, la
sociedad no es algo natural, sino el resultado de un contrato voluntario y libre (tesis de Locke,
Rousseau, Hobbes), debemos enarbolar la tesis contraria sostenida por el sentido común, el orden
natural y la sana filosofía (de Platón, Aristóteles, Santo Tomás, etc.): el hombre es naturalmente
social, hasta el extremo de tener que hablar de una constitución natural de las sociedades.
..………….
Política: Aristóteles - 2

Aristóteles – Política – Libro I

“Toda ciudad se ofrece a nuestros ojos como una comunidad; toda comunidad
se constituye a su vez en vista de algún bien (ya que todos hacen cuanto hacen
en vista de lo que estiman ser un bien). Si pues todas las comunidades
humanas apuntan a algún bien, es manifiesto que al bien mayor entre todos
habrá de estar enderezada la comunidad suprema entre todas y que comprende
a todas las demás; ahora bien, ésta es la comunidad política a la que llamamos
ciudad. (…)

En primer lugar, pues, la necesidad ha hecho aparearse a quienes no pueden


existir el uno sin el otro, como son el varón y la mujer en orden a la
generación (y esto no por elección deliberada, ya que en el hombre, no menos
que en los demás animales y en las plantas, hay deseo natural de dejar tras de
sí otro ser a su semejanza. (…)

Por tanto, la comunidad constituida naturalmente para la vida de cada día es la


familia (oikía), a cuyos miembros Carondas llama «de la misma panera», y
Epiménides de Creta «del mismo comedero». Y la primera comunidad
formada de varias casas a causa de las necesidades no cotidianas es la aldea.
(…)

La comunidad perfecta de varias aldeas es la ciudad, que tiene ya, por así
decirlo, el nivel más alto de autosuficiencia (autarquía), que nació a causa de
las necesidades de la vida, pero subsiste para el vivir bien. De aquí que toda
ciudad es por naturaleza, si también lo son las comunidades primeras. La
ciudad es el fin de aquéllas, y la naturaleza es fin. En efecto, lo que cada cosa
es, un vez cumplido su desarrollo, decimos que es su naturaleza, así de un
hombre, de un caballo o de una casa. Además, aquello por lo que existe algo y
su fin es lo mejor, y la autosuficiencia es, a la vez, un fin y lo mejor. De todo
esto es evidente que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre
es por naturaleza un animal político (politikón zóion), y que el insocial (que
carece de ciudad) por naturaleza y no por azar es o un ser inferior o un ser
superior al hombre. Como aquel a quien Homero reprocha ser:
Política: Aristóteles - 3

sin tribu, sin ley, sin hogar (Ilíada, IX, 63), porque el que es tal por naturaleza
es también amante de la guerra, como una pieza aislada en el juego de damas.

La razón por la cual el hombre es un ser social (político), más que cualquier
abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como
decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene
palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen
también los demás animales, porque su naturaleza llega hasta tener sensación
de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para
manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y
esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él sólo, el
sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores, y
la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad.

Por naturaleza (esencia), pues, la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de


nosotros, porque el todo es necesariamente anterior a la parte. En efecto,
destruido el todo, ya no habrá ni pie ni mano, a no ser con nombre equívoco,
como se puede decir una mano de piedra: pues tal será una mano muerta.
Todas las cosas se definen por su función y por sus facultades, de suerte que
cuando éstas ya no son tales no se puede decir que las cosas son las mismas,
sino del mismo nombre. Así pues, es evidente que la ciudad es por naturaleza
y es anterior al individuo; porque si cada uno por separado no se basta a sí
mismo, se encontrará de manera semejante a las demás partes en relación con
el todo. Y el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su
propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios.

En todos existe por naturaleza la tendencia hacia tal comunidad, pero el


primero que la estableció fue causante de los mayores beneficios. Pues, así
como el hombre perfecto es el mejor de los animales, así también, apartado de
la ley y de la justicia, es el peor de todos. La injusticia más insoportable es la
que posee armas, y el hombre está naturalmente provisto de armas al servicio
de la sensatez y de la virtud, pero puede utilizarlas para las cosas más
opuestas. Por eso, sin virtud, es el ser más impío y feroz y el peor en su
lascivia y voracidad. La justicia, en cambio, es un valor cívico (político), pues
Política: Aristóteles - 4

la justicia es el orden de la comunidad civil (polis), y la virtud de la justicia es


el discernimiento de lo justo.”

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