La teoría social y política aristotélica
Aristóteles estudia las cuestiones sociales y políticas en relación sobre todo con la ética;
le interesa determinar las características del espacio social en el que se ha de desarrollar
la vida del hombre.
Respecto al origen y constitución de la sociedad mantendrá, al igual que Platón, la teoría
de la "sociabilidad natural" del hombre. El hombre es un animal social (zóon politikon),
es decir, un ser que necesita de los otros de su especie para sobrevivir; no es posible
pensar que el individuo sea anterior a la sociedad, que la sociedad sea el resultado de una
convención establecida entre individuos que vivían independientemente unos de otros en
estado natural.
El todo, argumenta Aristóteles, es anterior a las partes; destruido lo corporal, nos dice, no
habrá "ni pie ni mano a no ser en sentido equívoco"; el ejemplo que toma como referencia
sugiere una interpretación organicista de lo social, en la que se recalca la dependencia del
individuo con respecto a la sociedad.
“Es pues manifiesto que la ciudad es por naturaleza anterior al individuo, pues si el
individuo no puede de por sí bastarse a sí mismo, deberá estar con el todo político en la
misma relación que las otras partes lo están con su respectivo todo. El que sea incapaz
de entrar en esta participación común, o que, a causa de su propia suficiencia, no
necesite de ella, no es más parte de la ciudad, sino que es una bestia o un
dios.” (Aristóteles, Política, libro 1,1)
El núcleo originario de la comunidad social o política es la familia. Las necesidades
naturales de los hombres, las necesidades reproductivas que llevan al apareamiento, por
ejemplo, llevan a la configuración de este pequeño grupo social que será la base de
organizaciones más amplias como la aldea y la ciudad. Las pequeñas asociaciones de
grupos familiares dan lugar a surgimiento de la aldea; y la asociación de aldeas da lugar
a la constitución de la ciudad: "de aquí que toda ciudad exista por naturaleza, no de otro
modo que las primeras comunidades, puesto que es ella el fin de las demás".
Aristóteles utiliza también el argumento del lenguaje para reforzar su interpretación de la
sociabilidad natural del hombre: a diferencia de otros animales el hombre dispone del
lenguaje, un instrumento de comunicación, por ejemplo, que requiere necesariamente del
otro para poder ejercitarse; sería absurdo que la naturaleza nos hubiera dotado de algo
superfluo; y sería difícilmente explicable el fenómeno lingüístico si partiéramos de la
concepción de la anterioridad del individuo respecto a la sociedad.
El por qué sea el hombre un animal político, más aún que las abejas y todo otro animal
gregario, es evidente. La naturaleza - según hemos dicho - no hace nada en vano; ahora
bien, el hombre es entre los animales el único que tiene palabra. (Aristóteles, Política,
libro 1, 1)
Aristóteles, como Platón, considera que el fin de la sociedad y del Estado es garantizar el
bien supremo de los hombres, su vida moral e intelectual; la realización de la vida moral
tiene lugar en la sociedad, por lo que el fin de la sociedad, y del Estado por consiguiente,
ha de ser garantizarla. De ahí que tanto uno como otro consideren injusto todo Estado
que se olvide de este fin supremo y que vele más por sus propios intereses que por los de
la sociedad en su conjunto. De ahí también la necesidad de que un Estado sea capaz de
establecer leyes justas, es decir, leyes encaminadas a garantizar la consecución de su fin.
Las relaciones que se establecen entre los individuos en una sociedad son, pues, relaciones
naturales. Aristóteles estudia esas "leyes" de las relaciones entre los individuos tanto en
la comunidad doméstica, la familia, como en el conjunto de la sociedad. Así, respecto a
la comunidad doméstica, considera naturales las relaciones hombre-mujer, padres-hijos y
amo-esclavos; de esa naturalidad se deduce la preeminencia del hombre sobre la mujer
en el seno de la familia, la de los padres sobre los hijos y la del amo sobre los esclavos;
en este sentido no hace más que reflejar las condiciones reales de la sociedad ateniense
de la época, limitándose a sancionarla, apoyándose en una elaboración teórica de carácter
esencialista, hoy ya completamente obsoleta: resulta inadmisible en la actualidad la
consideración de la esclavitud como un estado natural de algunos hombres, tanto como la
consideración negativa y subsidiaria de la mujer.
En el estudio de las diversas Constituciones de las ciudades-estado de su época nos
propone una teoría de las formas de gobierno basada en una clasificación que toma como
referencia si el gobierno procura el interés común o busca su propio interés. Cada una de
estas clases se divide a su vez en tres formas de gobierno, o tres tipos de constitución: las
buenas constituciones y las malas o desviadas. Las consideradas buenas formas de
gobierno son la Monarquía, la Aristocracia y la Democracia (Politeia); las consideradas
malas, y que representan la degeneración de aquellas son la Tiranía, la Oligarquía y la
Democracia extrema o (Demagogia). La Monarquía, el gobierno del más noble con la
aceptación del pueblo y el respeto de las leyes, se opone a la Tiranía, donde uno se hace
con el poder violentamente y gobierna sin respetar las leyes; La Aristocracia, el gobierno
de los mejores y de mejor linaje, se opone a la Oligarquía, el gobierno de los más ricos;
La Democracia o Politeia, el gobierno de todos según las leyes establecidas, se opone a
la Demagogia, el gobierno de todos sin respeto de las leyes, donde prevalece la demagogia
sobre el interés común.
Las formas de gobierno
La Democracia moderada o "Politeia" es considerada por Aristóteles la mejor forma de
gobierno, tomando como referencia la organización social de la ciudad-estado griega; una
sociedad por lo tanto no excesivamente numerosa, con unas dimensiones relativamente
reducidas y con autosuficiencia económica y militar, de modo que pueda atender a todas
las necesidades de los ciudadanos, tanto básicas como de ocio y educativas. Lo que le
hace rechazar, o considerar inferiores, las otras formas buenas de gobierno es su
inadecuación al tipo de sociedad que imagina, considerándolas adecuadas para sociedades
o menos complejas y más rurales o tradicionales; pero también el peligro de su
degeneración en Tiranía u Oligarquía, lo que representaría un grave daño para los
intereses comunes de los ciudadanos. Probablemente Aristóteles tenga presente el tipo de
democracia imperante en Atenas a finales del siglo V, la de la Constitución de los cinco
mil; le parece preferible una sociedad en la que predominen las clases medias y en la que
en los ciudadanos se vayan alternando en las distintas funciones de gobierno, entendiendo
que una distribución más homogénea de la riqueza elimina las causas de los conflictos y
garantiza de forma más adecuada la consecución de los objetivos de la ciudad y del
Estado.