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Hora Santa Al Sagrado Corazón de Jesús

El documento describe una hora santa al Sagrado Corazón de Jesús. Incluye lecturas sobre el amor infinito de Jesús por la humanidad y su deseo de que le amemos. También contiene oraciones, momentos de silencio contemplativo y reflexiones sobre cómo el Corazón de Jesús es fuente de misericordia, perdón y vida. Finaliza invitando a acercarse a Jesús y dejarse amar por su Corazón manso y humilde.
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Hora Santa Al Sagrado Corazón de Jesús

El documento describe una hora santa al Sagrado Corazón de Jesús. Incluye lecturas sobre el amor infinito de Jesús por la humanidad y su deseo de que le amemos. También contiene oraciones, momentos de silencio contemplativo y reflexiones sobre cómo el Corazón de Jesús es fuente de misericordia, perdón y vida. Finaliza invitando a acercarse a Jesús y dejarse amar por su Corazón manso y humilde.
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Hora Santa al Sagrado Corazón de Jesús:

Introducción:

La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que
Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un
Corazón que ama sin medida.
Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido.

Jesús venciendo nuestros miedos nos invita a vivir esta noche dándole a Él nuestra vida.
Desde la custodia nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Me doy por ti, por cada
una de ustedes, en ofrenda obediente al Padre. Mi entrega de amor se hace ahora más
presente que nunca… Agradecidos por esa entrega, no queremos dejarle solo, queremos
acompañarle para recibir de Él la fuerza de su gracia. ¡Acojamos su don, su ofrenda, su
despojamiento!, acompañémosle en silencio, dejándonos quemar por el fuego de su
corazón. (Silencio contemplativo)

Señor, aquí estamos ante ti. Queremos buscarte con amor. Nuestra alma tiene sed de ti,
todo nuestro ser suspira por ti. Queremos orar con el corazón, con toda nuestra atención
puesta en ti Jesús, hacia tu corazón, por eso danos la ayuda, la fuerza de tu Espíritu Santo.
En esta noche vamos a orar desde el corazón, desde nuestro pequeño corazón humano,
pero que cuando se une a tu Corazón manso y humilde es ilimitado, no se puede medir, es
infinito... como el tuyo.

Canto

Texto Bíblico: 1Jn 4, 9-15


Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida
por medio de él.
Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él
nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los
otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros,
Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros.
La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha
comunicado su Espíritu. Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo
como Salvador del mundo.
El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él.

Reflexión:
Nadie ha visto a Dios tal como es en sí mismo. Y, sin embargo. Dios no es del todo invisible
para nosotros, no ha quedado fuera de nuestro alcance. Dios nos ha amado primero, dice
la Carta de Juan, y este amor de Dios ha aparecido entre nosotros, se ha hecho visible,
pues “Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él” (1Jn 4,9).
Dios se ha hecho visible: en Jesús podemos ver al Padre.
La Eucaristía ha brotado del Corazón de Jesús. Es el mayor regalo del Corazón de Jesús en
la Última Cena. La Eucaristía tiene su centro en el amor, y el amor proviene del corazón.
En la Eucaristía se encuentra palpitante el Corazón de Cristo, que ama intensamente al
Padre y a los redimidos por su muerte y resurrección. La Eucaristía es el corazón vigilante,
atento y amoroso de Jesús, que nos ve, escucha, atiende, espera, ama, consuela, anima y
alimenta.

Canto

Momento de Contemplación:

ESTÁ MIRÁNDOME: Él me mira, nos mira siempre, en todas partes… nos mira porque nos
ama, nos quiere, nos acoge, nos escucha… ¿me dejo mirar y querer?

ME ESTÁ LLAMANDO, para que le siga y para que sea lámpara viviente que ilumine a los
demás. Quiere que le escuche.

ESTÁ BUSCÁNDOME, porque quiere que lo busque y le reconozca en los que me necesitan.

ME ESTÁ ESPERANDO, para que le visite y quiere que le cuente con confianza mis
necesidades y problemas.

ME ESTÁ AMANDO, con amor infinito, generoso, entregado, hasta dar la vida por mí y por
cada uno de nosotros. ¿Cómo le amamos? ¿Cuál es nuestra respuesta a ese amor?

ME ESTÁ HABLANDO con paciencia infinita, quiere que le busque compañía, que escuche
su Palabra de vida eterna, que le reconozca en los hermanos.

ME ESTÁ PIDIENDO que le ame por tantas personas que le han olvidado, abandonado en
la Eucaristía, que no le aman o le desprecian.

ME ESTÁ ESCUCHANDO con amor comprensivo y misericordioso, siempre dispuesto a


darnos su perdón.

ME ESTÁ PERDONANDO y quiere hacer de cada uno de nosotros nuevas criaturas.

Invitación: En este momento de mi vida ¿Qué necesito sentir del Corazón de Jesús? ¿Su
espera, su amor, su palabra, su perdón? Me dejo contemplar por Él…

Canto
Reflexión del Papa Francisco:
El Corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; pero no es un
símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de la que ha
brotado la salvación para la entera humanidad.

En los Evangelios encontramos diversas referencias al Corazón de Jesús, por ejemplo en el


pasaje en el que el mismo Cristo dice: «Venid a mí todos los que están afligidos y
agobiados, y yo os aliviaré. Cargad mi yugo y aprended de mí, porque soy paciente y
humilde de corazón, y así encontraréis vuestro alivio» (Mt 11,28-29). O, en el relato de la
muerte de Cristo según Juan es fundamental. Este evangelista testimonia de hecho
aquello que vio en el Calvario, o sea que un soldado, cuando Jesús ya estaba muerto, le
atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua (cfr Jn 19,33-34). Juan
reconoció en aquel signo, aparentemente casual, el cumplimiento de las profecías: del
corazón de Jesús, Cordero inmolado sobre la cruz, brota el perdón y la vida para todos los
hombres.

Pero la misericordia de Jesús no es sólo sentimiento, es más, es una fuerza que da vida,
¡que resucita al hombre! Esta «compasión» es el amor de Dios por el hombre, es la
misericordia, o sea la actitud de Dios en contacto con la miseria humana, con nuestra
indigencia, nuestro sufrimiento, nuestra angustia. El término bíblico «compasión» evoca
las entrañas maternas: de hecho, la madre experimenta una reacción exclusivamente suya
frente al dolor de los hijos. Así nos ama Dios, dice la Escritura.

Y ¿cuál es el fruto de este amor? ¡Es la vida! Pensemos en esto. Es bello. La misericordia
de Dios da vida al hombre, lo resucita de la muerte. El Señor nos mira siempre con
misericordia, nos espera con misericordia. ¡No tengamos miedo de acercarnos a Él! ¡Tiene
un corazón misericordioso! Si le mostramos nuestras heridas interiores, nuestros pecados,
Él nos perdona siempre. ¡Es pura misericordia! No olvidemos esto: es pura misericordia.
¡Vayamos a Jesús!

Dirijámonos a la Virgen María: su corazón inmaculado, corazón de madre, ha compartido


al máximo la «compasión» de Dios, especialmente a la hora de la pasión y de la muerte de
Jesús. Que María nos ayude a ser mansos, humildes y misericordiosos con nuestros
hermanos.

Canto

Peticiones:
Invoquemos, hermanos, a Jesús, manso y humilde de corazón, que en el sacramento de la
Eucaristía nos ha dejado la prenda de su amor, y digámosle: Haz nuestro corazón
semejante al Tuyo

Por la Iglesia santa de Dios; para que sea signo eficaz del amor del Padre por los hombres,
reflejado en el Corazón del Redentor, ROGUEMOS AL SEÑOR.
Por toda la humanidad; para que, a través del testimonio de los cristianos, descubra la
insondable riqueza de la misericordia divina, ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por aquellos que buscan el sentido de sus vidas; para que se acerquen a Jesús,
fundamento de la esperanza, ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por los que sufren, por los enfermos, por los pobres; para que en el Corazón de nuestro
Salvador encuentren consuelo y fortaleza; ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por todos nosotros; para que adorando al Señor en el santísimo Sacramento de su


presencia, convirtamos nuestra vida en una respuesta generosa y comprometida al amor
de Dios, ROGUEMOS AL SEÑOR.

Reflexión:

¿Qué hay dentro del Corazón de Jesús?

Se abre la puerta de una casa para dejar entrar; se abre la vida cuando
se quiere compartir; se abre el corazón cuando se quiere regalar. Jesús nos
abrió su Corazón para darnos la VIDA. ¿Qué mejor manera para conocer a Cristo que
adentrarnos en su Corazón? Vamos a responder a cada invocación: “Nos abrió su corazón”
Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Para entrar en su intimidad y gustar sus amores.


Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Para desvelarnos sus sentimientos y enviarnos a encarnarlos en el mundo.


Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Y nos dijo: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros».
Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Y nos dijo: «Tomad y comed, esto es mi Cuerpo... Tomad y bebed, esta es mi
Sangre» (Mt 26, 26.28), regalándonos la Eucaristía.
Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Y nos regaló el mandamiento del amor fraterno: «Amaos unos a otros como yo os
he amado... Permaneced en mi amor... Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por
sus amigos...».
Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Y nos dijo: «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve»
regalándonos el ministerio sacerdotal para: «Haced esto en conmemoración mía».
Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Y nos dijo: «Orad para que no caigáis en tentación... Yo estaré con vosotros hasta
el fin del mundo».
Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Y nos entregó a la Virgen María, como Madre de la Iglesia.


Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Y nos dijo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os
aliviaré... Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro
descanso».
Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Hasta derramar la última gota de su sangre por cada uno de nosotros, «Me amó y
se entregó por mí».
Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Y gritó, en pie, diciendo: «Quien tenga sed que venga a mí y beba... y ya nunca más
tendrá sed».
Todos: «Y nos abrió su corazón».

Lector: Si esta noche, tengo alguna intención especial, la cual presentar a Jesús, este, es el
momento para hacerlo…. Digamos juntos

Todos: «Y nos abrió su corazón».

Canto

Oración Final:
Acordaos ¡oh Sagrado Corazón de Jesús! de todo lo que habéis hecho por salvarnos.
Acordaos del eterno e inmenso amor que habéis tenido por todos los hombres; que tu
Corazón acoja a los que a ti acuden y se conmueva ante nuestras debilidades. Llenos de
confianza y amor, venimos a tu Corazón, como el corazón del mejor de los padres, del más
fiel y bueno de los amigos. Recíbenos, ¡oh Corazón sagrado! en tu infinita ternura; haznos
sentir los efectos de tu amor; se nuestro apoyo, nuestro mediador ante nuestro Padre, y
concédenos la fuerza en nuestra debilidad, consuelo en nuestras penas, y la gracia de
amarte en el tiempo y de poseerte en la eternidad. Corazón de Jesús, acudo a Ti porque
eres mi refugio, mi esperanza; el remedio de todos mis males, el alivio de mis miserias, la
reparación de todas mis faltas, la seguridad de todas mis peticiones, la fuente inagotable
para mí, y para todos la luz, fuerza, constancia, paz y bendición. Estoy seguro que no te
cansarás de mí y que no cesarás de amarme, protegerme y ayudarme, porque me amáis
con un amor infinito. Ten piedad de mí, según tu gran misericordia, y haz de mí, por mí, y
en mí todo lo que quieras, porque yo me abandono a tu Corazón con la entera confianza
de que no me abandonarás jamás. Así sea

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