COOPARTICION:
El proceso de copartipación en un sistema terapéutico que rebasa el hecho de brindar apoyo a
una familia. Es decir, cuando un terapeuta como Whitaker trabaja con familias en que hay
miembros psicóticos, a menudo se introduce en el sistema con la exigencia de que los miembros
de la familia se acomoden a él. Esta técnica de «objeto inmóvil» es una potente maniobra de
coparticipación, que combina la cosmovisión del terapeuta, su comprensión del proceso de la
familia y el respeto por sí mismo. La técnica puede resultar totalmente desconcertante para los
observadores; no obstante, encuadra el sistema terapéutico de una manera que transmite el
mensaje de que la asistencia es posible.
Por ello es importante que el terapeuta saque buen partido de sus recursos, no que imite bien
al especialista de éxito. Así también existe otra regla de oro para una coparticipación lograda es
trabajar con familias de cuyo estadio de desarrollo el terapeuta haya hecho la experiencia
Y si tiene que enfrentar situaciones que no ha experimentado, una buena maniobra de
coparticipación será introducirse desde una posición de modestia, pidiendo que Io ayuden a
comprender; en efecto, esto da tiempo para que el sistema terapéutico y el terapeuta se
desarrollen.
También es cierto que el estilo del terapeuta será compatible con ciertas familias, y en estos
casos sentirá que se puede manifestar con comodidad, pero en otras familias puede sucederle
comportarse de manera más turbulenta que de costumbre, o más formal. Con algunas familias
tendrá una actitud más verbal, con otras, hablará menos, su ritmo de discurso variará en ciertos
casos se centrará con que habla más a la madre; en otros, lo hará con todos los miembros de
la familia y así sucesivamente. Por otro lado, conviene que observe los cambios que en él mismo
sobrevienen en respuesta a las pautas de interacción implícitas de la familia, y que emplee
estas señales externas como un nivel más de información acerca de aquélla.
El terapeuta puede hacerse copartícipe de la familia desde diferentes posiciones de proximidad
y usar distintas técnicas de coparticipación corresponden a una posición de cercanía, a una
intermedia y a una distante. Por ejemplo; en la posición de cercanía; El terapeuta valida la
realidad de los holones en que coparticipa y busca los aspectos positivos y se empeña en
reconocerlos y premiarlos. También detecta sectores de sufrimiento, de dificultad o de tensión
y da a entender que no pretende evitarlos, pero que responderá a ellos con delicadeza.
Cabe resaltar que cuando confirma los aspectos positivos de las personas, el terapeuta se
convierte en fuente de autoestima para los miembros de la familia y por otra parte, los demás
contemplan a la persona confirmada con nuevos ojos.
Las intervenciones confirmatorias se producen durante toda la terapia y es así como el terapeuta
busca y destaca los modos de contemplar positivamente a los miembros de la familia, al tiempo
que promueve sus propósitos de obtener un cambio estructural.
Por otro lado, en la posición intermedia, el terapeuta coparticipa como un oyente activo,
neutral. Asiste a la gente para que cuente lo que le pasa. Esta modalidad de coparticipación, que
se llama rastreo, es la que instilan en el terapeuta las escuelas objetivas de la terapia dinámica.
Es un buen método para recopilar datos
Así mismo el terapeuta puede también coparticipar con una familia desde una distante, siendo
en ese caso, se apoya en su condición de especialista crear contextos terapéuticos que procuran
a los miembros el sentimiento de ser competentes o la esperanza del cambio hace el papel de
actor, sino de director.
PLANIFICACIÓN
Recordemos que el tratamiento por planificación sólo se debe emprender con la conciencia de
las limitaciones que tiene, como nos lo advierte la fábula de los pingüinos. En efecto, los
terapeutas de familia aprenden a teorizar más allá de los datos que poseen acerca de una familia,
pero siempre conscientes de que la estructura de ésta nunca se les manifiesta en seguida. Sólo en
el proceso de coparticipar con una familia, sondear sus interacciones y vivenciar la estructura que
la gobierna alcanzarán a conocer su modalidad de interacción. Las hipótesis iniciales que se
pudieron hacer tendrán que someterse a prueba n la coparticipación y acaso muy pronto se las
deba desechar a todas.
Las familias que acuden tienen configuraciones y estructuras diferentes, y como la forma no
puede menos que influir sobre la función, reaccionarán frente a los obstáculos según modalidades
que vienen impuestas por su configuración.
Ésta indicará posibles campos funcionales y posibles eslabones débiles dentro de su
ordenamiento estructural.
El terapeuta se forma una idea sobre cierta familia como un todo tras una primera inspección de
ciertos aspectos básicos de su estructura.
A partir de la más simple información recogida en la llamada telefónica en que se convino la
primera entrevista, o registrada en la hoja de admisión en una clínica. puede desarrollar algunos
supuestos sobre la familia
Por ejemplo, ¿cuántos son sus miembros y dónde viven? ¿Qué edad tienen? ¿Influyen en este
caso alguno de los puntos normales de transición que crean dificultades a toda familia? El
problema que motiva la demanda puede ser otra pista que indique sectores de fortaleza o debilidad
posibles en la familia cliente. Con estos elementos simples, el terapeuta elaborará algunas
conjeturas que le permitirán orientar sus primeros sondeos en la organización familiar.
La orden del apoyo y la cooperación en las tareas familiares se puede dar con una flexibilidad
inherente a esta forma de familia, y a menudo con una genuina pericia. Es decir, este tipo de
organización requiere contexto, en que la familia y el medio extrafamiliar se encuentren en
armoniosa continuidad, lo mismo que las demás configuraciones, la extensa necesita de un
contexto social que complemente sus operaciones.
Cuando se trabajan con familias de tres generaciones, los terapeutas familia se deben guardar
de su tendencia a obrar una separación. se inclinan a deslindar las fronteras de la familia nuclear.
Un posible eslabón débil en la familia multigeneracional es la organización jerárquica. Cuando
una familia extensa de tres generaciones acude a la terapia señalando a uno de sus miembros
como el portador de síntoma, el terapeuta investigará eventuales coaliciones intergeneracionales
que acaso tomen a uno de los miembros de la familia como chivo emisario o vuelvan
disfuncionales determinados holones.
En ciertas familias extensas desorganizadas, es posible que los adultos funcionen de un modo
desapegado, centrífugo y en esos casos determinadas funciones ejecutivas, incluida la crianza de
los niños, pueden quedar mal definidas y caer en los huecos de la estructura. Así también se suele
encontrar este problema en familias pobres que soportan excesivas cargas de trabajo y viven en
villas misérrimas carentes de sistemas de asistencia social, siendo en estos casos, se debe
esclarecer las fronteras entre los holones puede ayudar a diferenciar las funciones y facilitar la
cooperación de toda la familia. Así mismo podemos conocer las diferentes Familias que podemos
encontrar en un consultorio, por ejemplo; familias con soporte, familias acordeón, familias
cambiantes, familias con padrastro o madrastra, familias con un fantasma, familias descontroladas
y familias psicosomáticas.
CAMBIO
El terapeuta de tendencia estratégica considera que el síntoma es una solución protectora: el
portador de síntoma se sacrifica para defender la homeostasis de la familia, y es así como el
estructuralista, que considera la familia como un organismo, no discierne en esta protección una
respuesta acorde al fin, «auxiliadora», sino la reacción de un organismo sometido a tensión. Por
ello es que los demás miembros de la familia son igualmente sintomáticos.
Entonces, la tarea del terapeuta es cuestionar la definición que la familia da del problema, así
como la índole de su respuesta, el cuestionamiento puede ser directo o indirecto, explícito o
implícito, ir derecho o paradójicamente, el objetivo es modificar o reencuadrar la concepción que
la familia tiene del problema, moviendo a sus miembros a que busquen respuestas afectivas,
cognitivas y de conducta, diferentes. Por ello las técnicas que están al servicio de estas estrategias
son la escenificación, el enfoque y el logro de intensidad.
Así mismo la intervención del terapeuta, como se advierte, tuvo por consecuencia modificar los
contextos de los miembros de la familia y por cuestionamiento de las reglas que limitan la
experiencia de las personas, el terapeuta actualiza aspectos soterrados de su repertorio, como
consecuencia, los miembros de la familia se perciben a sí mismos y perciben a los demás obrando
de diferente modo, siendo que la modificación del contexto produce un cambio en la experiencia.
Otra técnica para modificar la índole de la relación es llevar a los miembros de la familia a que
enfoquen en su vivencia la realidad de sustituir un holón.
El terapeuta procura modificar su epistemología, conduciéndolos a que no definan más el sí
mismo como entidad separada, como parte de un todo. Por ejemplo; el terapeuta individual dirá
al paciente: «Cambie usted, trabaje con usted mismo y así crecerá». El enunciado del terapeuta
de familia es de otro orden.
Los miembros de la familia sólo pueden cambiar si se modifican los contextos en el interior de
los cuales viven. El mensaje del terapeuta de familia es, en consecuencia: «Ayude al otro miembro
para que cambie; esto lo hará cambiar a usted en el Inodo de relacionarse con él y los cambiará a
ambos dentro del holón».
Por otro lado, la terapia de familia parte del supuesto, de que las pautas de interacción obedecen
a la realidad tal como es vivenciada y contienen esta modalidad de experiencia.
Entonces, para modificar la visión de la realidad por la que se rigen los miembros entre la de
ellos existen técnicas, que es preciso utilizarlas para elaborar nuevas modalidades de interacción,
y esta estrategia son los constructos cognitivos, las intervenciones paradójicas y la insistencia en
los lados fuertes de la familia.
Finalmente, el terapeuta toma los datos que la familia le ofrece y los reorganiza. La realidad
conflictiva y estereotipada de la familia recibe un encuadramiento nuevo. Aparecen posibilidades
nuevas por el hecho de que los miembros de la familia se vivencian a sí mismos y vivencian a los
demás de manera diferente.
REENCUADRAMIENTO
Las familias poseen un cuadro dinámico que se ha formado a través de su historia y que
encuadra su identidad de organismo social, cuando acuden a la terapia, traen consigo esta
geografía de su vida en la definición que le dan y han hecho su propia evaluación de sus
problemas, de sus lados fuertes y de sus posibilidades, por ello demandan al
terapeuta ayuda para esa realidad que han encuadrado.
Es así como el primer problema del terapeuta se hace copartícipe de la familia para definir la
realidad terapéutica, siendo que la terapia es una empresa orientada a un fin, para el cual no todas
las verdades son pertinentes y mediante la observación de las interacciones de los miembros de
la familia en el interior del sistema terapéutico, el terapeuta selecciona los datos que habrán de
facilitar la resolución del problema. La terapia parte, en consecuencia, del choque entre dos
encuadres de la realidad, el de la familia es pertinente para la continuidad y el mantenimiento de
ese organismo en condiciones más o menos estables; siendo el encuadre terapéutico que atiende
al objetivo de hacer que la familia avance hacia un manejo más diferenciado y eficiente de su
realidad disfuncionalidad.
Por otro lado, tomemos el modo en que la familia Minuchin encuadraba su realidad,
mencionando lo siguiente “cuando yo tenía unos once años, me consideraban responsable,
soñador y un niño torpe. En cambio, mi hermana llevaba el sello de ser inteligente en el trato
social, voluble, pero eficaz. “Cuando aparecían problemas que mi familia inmediata no podía
resolver, allí estaban dispuestos a prestar las tías y los tíos; así lo hizo mi tía Sofía cuando mi
madre se deprimida tras la muerte de mi abuela, o mi tío Elías cuando padre perdió su negocio
durante la crisis de la década de 1930. Así mismo cuando cumplí los once años, debí asistir a la
escuela fuera de mi puesto que en el pueblo sólo se impartían los primeros cinco grados; tuve
que vivir entonces durante un año con la familia de mi tía (Aunque ella llevaba más de cincuenta
años de casada con mi Bernardo, hasta la muerte de éste, en mi familia nuclear la posición jefa
de familia se atribuyó siempre al miembro de la familia de mis padres, y no al pariente político.)
El año que pasé en casa de ella fue peor de mi vida, fuera del hogar, alejado de los amigos y del
contexto familiar, me deprimí, tenía pesadillas, me sentía solitario, en la me que me tiranizaba
con un grupo de «chicos de la ciudad», tuve muy mal rendimiento en mis estudios y fracasé en
dos materias. Es probable necesitara asistencia psicológica, pero nadie supo cómo me sentía, y
al siguiente año fue un poco mejor. Me mudé a la casa de un primo, tenía hijos pequeños,
compartí un cuarto con un primo de mi edad trabé amistad con otros tres adolescentes. Formamos
una especie de cuatro mosqueteros que duró toda la escuela media, de modo que cuando mi
familia se mudó a la gran ciudad, yo había creado ya un sistema de apoyo en mi propia familia”
Los seres humanos son narradores de cuentos, hacedores de mitos, encuadradores de realidades
y nuestros antepasados pintaron en las cavernas de Altamira la realidad que importaba en su
tiempo, y los pueblos han transmitido sus creencias sobre lo que era la realidad significativa en
la tradición oral, el mito de inspiración religiosa, la historia y la poesía. Los antropólogos
exhuman el ordenamiento estructural de las sociedades investigando el sentido más profundo del
mito.