HORA SANTA DEL MES DE SEPTIEMBRE
“LAMPARA ES TU PALABRA PARA MIS PASOS”
CANTO DE EXPOSICION:
ORACIÓN INICIAL Ven, dulce huésped del alma, compañero de las horas sin fin, y del tiempo
efímero, compañero en el silencio y en los ruidos, compañero de tristezas y alegrías. Ven,
compañero de soledades y de bullicios, habitante eterno de mi casa. Ven, en medio de mis
trabajos y de mis pasividades, enciende ese rincón profundo y secreto de la fe desde el que toda
mi existencia queda transfigurada. Transfigura mi vida, Espíritu de Dios, transfigúrame, con la luz
de la Palabra que nos salva. Amen
CITA BIBLICA: SALMO 118, 105-112
Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero; lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos; ¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor, los votos que pronuncio, enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro, pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo, pero no me desvié de tus decretos.
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón; inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.
CANTO:
MEDITACION: l Si el Espíritu nos dio la gracia que necesitábamos, la vocación ha transformado
esa iluminación de Dios en servicio a nuestros hermanos. Y como ese favor que hemos recibido
de nuestro Señor, la Iglesia lo conserva, discierne, interpreta, protege. Quienes lo hemos recibido
y fuimos elegidos por Dios. Poseemos don y puesto especial en la vida de la Iglesia, cada uno
según la forma diversa de consagración a que nos ha llamado a participar en la misión salvadora
de la Iglesia.
Esta es la vida y santidad de la Iglesia como parte integrante de ella, prolongando el misterio
salvador de Cristo encarnado y vivo entre los hombres, tan fecundo y variado que puede vivirse
en formas y estados diversos, haciéndose siempre servidor de Cristo salvador. la vida
consagrada es un don de Dios, un carisma del Espíritu, un servicio de santificación en la Iglesia.
HIMNO: SEÑOR, TÚ QUE LLAMASTE
Señor, tú que llamaste del fondo del no ser todos los seres,
prodigios del cincel de tu palabra, imágenes de ti resplandecientes;
Señor, tú que creaste la bella nave azul en que navegan
los hijos de los hombres, entre espacios repletos de misterio y luz de estrellas;
Señor, tú que nos diste la inmensa dignidad de ser tus hijos,
no dejes que el pecado y que la muerte destruyan en el hombre el ser divino.
Señor, tú que salvaste al hombre de caer en el vacío,
recréanos de nuevo en tu Palabra y llámanos de nuevo al paraíso.
Oh Padre, tú que enviaste al mundo de los hombres a tu Hijo,
no dejes que se apague en nuestras almas la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén
CANTO:
MEDITACIÓN: ll Se dice que Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén. Este camino,
expresión de su ser filial, se caracteriza por una acción doble: están estrechamente unidos el ser
quitado de Jesús y su venida mediante la invitación de sus discípulos; hay una ligazón en el doble
movimiento: ser quitado del mundo para ir al Padre, y ser enviado a los hombres. De hecho
sucede a veces que el enviado no es atendido y por tanto debe aprender a entregarse sin desistir
ante el rechazo de los hombres. El hombre que desea seguir a Jesús a dondequiera que vaya;
Jesús lo invita a abandonar todo lo que le proporciona bienestar y riqueza. Los que quieran
seguirlo deben compartir con él su condición de nómada. La urgencia del anuncio del reino
supera a este deber: la preocupación por sepultar a los muertos resulta inútil porque Jesús va
más allá de las puertas de la muerte y esto lo realiza incluso en los que lo siguen.
MEDITACION: III Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de
Dios. De aquí, la invitación categórica a la oración: Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros
a su mies. La iniciativa de enviar a la misión es competencia del Padre, pero Jesús da la orden:
Id, indicando después el modo de seguir. Empieza con el equipamiento. Ni bolsa, ni alforja, ni
sandalias. Estos elementos manifiestan la fragilidad del que es enviado y su dependencia de la
ayuda que viene del Señor y de los habitantes de la ciudad. Las prescripciones positivas se
resumen, en primer lugar, en la llegada a la casa y después en el éxito en la ciudad. En ambos
casos no se excluye el rechazo. La casa es el lugar en el que los misioneros tienen los primeros
intercambios, las primeras relaciones, valorando los gestos humanos del comer, del beber y del
descanso, como mediaciones sencillas y normales para comunicar el evangelio. La paz es el don
que precede a la misión, es decir, la plenitud de vida y de relaciones; la alegría verdadera es el
signo que caracteriza la llegada del Reino. No hay que buscar la comodidad, es indispensable ser
acogidos. La ciudad, sin embargo, es el campo más extenso de la misión en el que se
desenvuelve la vida, la actividad política, las posibilidades de conversión, de acogida o de
rechazo. Cada día el Señor te invita a anunciar el Evangelio a tus íntimos (la casa) y a los
hombres (la ciudad). Adoptas un estilo pobre, esencial, al testimoniar tu identidad cristiana?
Eres consciente de que el éxito de tu testimonio no depende de tus capacidades personales, sino
sólo del Señor que envía y de tu disponibilidad?
CANTO:
ORACIÓN «Pero no te ruego solamente por ellos, sino también por todos los que creerán en mí
por medio de su palabra. Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en
ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has
enviado». Señor Jesús, te damos gracias porque has rogado por nosotros, que, por la palabra de
tus apóstoles, hemos creído en ti. Haz que permanezcamos unidos a ti, confiados en tu oración.
Si ésta nos faltara, no estaríamos aquí junto a ti; no podríamos darte gracias ni alabarte, ni darte a
conocer a muchos de nuestros hermanos. Concédenos ahora poder mostrar a todos que tú no
nos abandonas, que tú no luchas con nosotros más que para rendirte a nosotros y bendecirnos.
Gracias a esta oración, nosotros queremos ahora adorarte y bendecirte por que nos permites
celebrar una vez más nuestro compromiso ante ti. Bendice a todas nuestras Madres y hermanas
capitulares que se están preparando para el tercer capítulo general que seas tú Señor el que
actúa en medio de ellas y así tenga éxito para el bien de nuestra amada Congregación. Amén.
Oración I: Que tu palabra, Señor, sea lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero;
que, iluminados por ella, nunca nos desviemos de tus decretos por muchos que sean los lazos
que nos tienda el enemigo. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oración ll: Señor Tú que eres el que siempre nos iluminas con la luz de tu Palabra acógenos en
tus santas manos y llénanos de tu amor en esta tiempo de preparación para nuestro capitulo
general. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oración IIl: Los malvados, Señor, nos tienden constantemente su lazo; no permitas que
olvidemos tu voluntad; que tu palabra sea luz para nuestros pasos y que, iluminados por ella,
lleguemos a poseer, en el domingo definitivo de la vida eterna, la alegría de nuestro corazón,
nuestra herencia perpetua. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oración IV: Señor, tú estás cerca de los que te invocan; escucha, pues, la oración de quienes se
adelantan a la aurora pidiendo tu auxilio y salva a los que se adelantan a las vigilias meditando tu
promesa. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oración V: Tu palabra, Señor, es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero; haz
que, si nuestros inicuos perseguidores se acercan y nos tientan presentándonos lazos para
hacernos caer, tengamos el gozo de experimentar que tus preceptos son nuestra herencia y la
alegría de nuestro corazón. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oración Vl: En Tu amoroso Corazón depositamos cada una de las necesidades de nuestra
madre y de nuestra Congregación bendícenos y fortalécenos en todo momento de nuestra vida y
preparación de nuestro encuentro en el capitulo. Que Tu palabra sea la luz en cada uno de
nuestros pasos.          Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
OREMOS,
Señor, atiende benignamente las súplicas de tu pueblo; danos luz para conocer tu voluntad y la
fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén