Joaquín Sorolla: Del Naturalismo al Postimpresionismo
Joaquín Sorolla: Del Naturalismo al Postimpresionismo
Intro
Joaquín Sorolla nació en Valencia y fue criado por sus tíos debido al fallecimiento de
sus padres. Con desinterés manifiesto por los estudios, su tío decido matricularle en las
clases nocturnas de Cayetano Capuz. Posteriormente ingresa en la Escuela de Bellas
Artes de San Carlos donde la da clase Gonzalo Salvá, quien había instaurado en
Valencia el plein air o la pintura al aire libre de la que Sorolla fue de sus primeros
seguidores. Entre sus maestros también se encuentra Francisco Domingo Marqués, de
quien dirá que fue “el farol que iluminó la juventud de mi tiempo”.
Según el catedrático de Historia del Arte Felipe Vicente Garin Llombart, la aparición de
Joaquín Sorolla se produce en un contexto bien complejo con una sociedad de la que si
hablamos desde un punto estrictamente artístico, se encuentra inmersa en un tránsito
profundo de una época con características bien definidas y caminos bien marcados,
hacia otra con múltiples alternativas, soluciones diversas y, muchas veces,
contrapuestas.
Etapas
En 1885, decide hacer con un amigo su primer viaje a París, donde entra en contacto
con las nuevas tendencias artísticas. Le asombra el impresionismo y sobre todo el
realismo, más acorde con su formación academicista.
Consolidación 1890-1899
Entre 1890 y 1894, desarrolla la pintura social y está presente el tema trágico,
plasmación de las miserias y de las desgracias humanas. De un patetismo absoluto, se
sublima en Y aún dicen que el pescado es caro, de un fatalismo contenido. Con este
cuadro gana por unanimidad la primera medalla de la Exposición Nacional de 1895.
Desde 1984 hasta 1899, Sorolla comienza a pintar al aire libre, dominando con maestría
la luz y combinándola con escenas cotidianas y paisajísticas de la vida mediterránea. Lo
que se ha llamado costumbrismo marinero. La vuelta de la pesca, composición que
realizó durante el verano de 1894, es un claro exponente de esta nueva etapa. Trabaja
febrilmente, con ansiedad, en una búsqueda constante, frenética, persiguiendo la luz,
que es donde su genio será más fecundo y único. Partiendo de la tradición, y no
renunciando a ella, rompe con las limitaciones de su entorno.
Culminación 1900-1910
El Grand Prix que obtiene en la Exposición Universal de París de 1900 por el conjunto
de la obra presentada, aunque el cuadro predominante fuera Triste Herencia, condiciona
su futura producción. Sorolla se siente respaldado por la crítica y el público y se lanza
hacia una pintura mucho más personal. Sorolla se vuelve cosmopolita, viaja
constantemente a París y allí conoce los distintos movimientos de la vanguardia
Europea.
Es el inicio de su tercera etapa, que abarca desde 1900 hasta 1911. Esta etapa de
luminismo se puede dividir en dos periodos: el que abarca de 1900 a 1906 y el que
abarca de 1906 a 1911.
1900 – 1906. En el primero de la culminación predomina una paleta muy fuerte, que en
ocasiones roza la distorsión del color. También hay una preponderancia de las escenas
de costumbrismo marinero, en las que mezcla en muchas ocasiones temas de playa. Con
el nacimiento de sus hijos, el pintor comienza a interesarse por la atmósfera vital de la
familia y la infancia. Sus primeras obras son excesivamente luminosas y rotundas,
monumentales y de fuerte paleta. En este momento se enfrenta también con las primeras
versiones expresionistas, con el retrato al aire libre, y con el paisaje, iniciando sus
recorridos primaverales por el Norte de España: León, Asturias y Guipúzcoa, y por el
Este: Valencia, Jávea y Alcira durante el verano o el invierno.
1906 – 1911. En su segundo periodo de la culminación, Sorolla se encuentra cada vez
más seguro de sí mismo y de su estilo, e inicia sus exposiciones individuales. En 1906
se inaugura la primera en París, en la que obtiene un gran éxito. En 1908 expone en
Londres, donde algunos críticos encuentran resonancias de Constable y Turner en sus
ambientaciones paisajísticas, pero no aciertan a ver la originalidad de Sorolla. Más tarde
expone en Nueva York, Buffalo y Boston. El éxito es tan rotundo como inesperado y la
crítica intuye la grandiosidad de su obra. Unánimemente reconocen sus merecimientos
en cuanto al tratamiento de la luz y el aire. La admiración demostrada es enorme y por
ello en 1911 vuelve a exponer en Chicago y Saint-Louis.
Durante este tiempo Sorolla se ve precisado a pintar en gran cantidad para cubrir sus
compromisos. Además, al acompañar su exposición en París, tiene ocasión de
profundizar en la pintura contemporánea. Así su pintura se internacionaliza y son muy
frecuentes sus acercamientos a las distintas posturas de la vanguardia europea, si
exceptuamos el cubismo.
Es un gran proyecto que le agotará física y mentalmente. Sorolla viaja por toda España
con la intención de captar la pluralidad del país y la singularidad de cada región. Pinta
con la inquietud y ansiedad de antaño luchando contra el tiempo y contra su
inexperiencia en la pintura mural, aunque se realice en óleo sobre lienzo. Al aire libre
confecciona multitud de bocetos, pero es imposible abarcar todas las expresiones
populares y costumbres de cada región. El resultado de todo este trabajo fue una serie de
catorce estampas típicas.
Sus retratos intentan captar la psicología de las personas, aunque en los femeninos guste
del boato y de lo artificioso, siempre en busca de agradar al modelo. Más sinceros son
los masculinos, muy sobrios de paleta y siguiendo los postulados del realismo español
del siglo XVII. Característicos son los de Aureliano de Beruete, Alfonso XII, Alfonso
XIII con uniforme de húsares, (ejecutado al aire libre) y su autorretrato, donde la huella
velazqueña queda patente. De los femeninos podríamos destacar el de su hija María en
el Pardo, el de su mujer y sus hijas en el jardín o el de su mujer Clotilde con traje de
noche.
Aunque pinta algunos retratos muy representativos, como los de Menéndez Pelayo,
Pérez Galdós o Pío Baroja, son sus propios autorretratos y los retratos de su mujer y de
sus hijos donde se encuentra más inspirado en esta faceta pictórica y donde obtiene
mayor calidad artística, siempre construidos con una especial ternura y fascinación.
La figura de Sorolla está muy alejada del estereotipo del artista bohemio, de vida
desordenada, que pinta sólo bajo el impulso de una fuerte inspiración. Al contrario,
Sorolla fue un pintor de vida personal y social muy ordenada, que seguía los cánones de
la moral burguesa entonces imperante y con una importante vida familiar. Fue un
trabajador empedernido que vivió para pintar y se sacrificó para triunfar. Dedicaba
numerosas horas al día a esta actividad.
Sus viajes de veraneo los aprovechaba para pintar los paisajes mediterráneos o
atlánticos por lo que ni siquiera entonces se desvinculaba de la pintura. Por ello su
producción es ingente y podía presentar en sus exposiciones de París o Berlín medio
millar de obras.
Sorolla es, pues, con todas sus imperfecciones y limitaciones un protagonista importante
pintor en el arranque de la modernidad valenciana y española.