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Viaje en Tren: Metáfora de la Gracia Divina

El documento utiliza la metáfora de un tren para representar la gracia de Dios. Describe cómo el tren lleva a personas de todo tipo a su destino de forma imparcial e incansable, representando cómo la gracia de Dios conduce a todos hacia Él. Aceptar el viaje en el tren (la gracia) conduce a la alegría, mientras que resistirse es frustrante pero inútil, ya que al final la gracia lleva a todos de todos modos.
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Viaje en Tren: Metáfora de la Gracia Divina

El documento utiliza la metáfora de un tren para representar la gracia de Dios. Describe cómo el tren lleva a personas de todo tipo a su destino de forma imparcial e incansable, representando cómo la gracia de Dios conduce a todos hacia Él. Aceptar el viaje en el tren (la gracia) conduce a la alegría, mientras que resistirse es frustrante pero inútil, ya que al final la gracia lleva a todos de todos modos.
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Un tren corre veloz hacia su destino. Deslumbrante. Atraviesa los campos como una flecha.

Horada las montañas. Cruza los ríos. Se desliza como un hilo en movimiento. Sin obstáculos. De
manera agradable. Perfecto en su forma, en su color, en su velocidad.
En su interior se desarrolla el dram humano. Gente de toda clase. Hombre y mujeres, ancianos,
jóvenes y niños. Gente que charla. Gente que guarda silencio. Gente que ha dejado de trabajar.
Gente de negocios, preocupada. Gente que contempla el paisaje, tranquila. Gente que ha
cometido crímenes. Gente que ha consumido su vida sirviendo a otros. Gente que piensa mal
de todo el mundo. Gente solar que se alegra con el mínimo de luz de cada persona o
circunstancia. Gente que adora o detesta viajar en tren.
Gente que está en contra del tren. “ No tendría que haber trenes -dicen-, hieren la sacralidad
de las montañas” Gente que proyecta trenes más rápidos. Gente que se ha confundido de tren.
Gene que no se cuestiona; sabe que sigue el rumbo acertado. Y que sabe a qué hora llega el
tren a su ciudad. Gente ansiosa que corre hacia los primeros vagones en su afán por llegar
antes que los demás. Gente con estrés, que quiere retrasar todo lo posible el momento de la
llegada y que busca asiento en los últimos vagones.
Y, absurdamente, gente que pretende huir del tren caminando en el sentido opuesto a su
marcha.
Y el tren, impasible, sigue hacia su destino, marcado por los rieles. Lleva a todos con
indiferencia. No lleva menos al criminal que a la persona de bien. Y tampoco deja de llevar,
amablemente, a quienes están en su contra. No se le niega a nadie. Sirve a todos, y a todos
proporciona un viaje que puede ser esplendoroso y feliz.
Y garantiza que los dejará en la localidad señalada en su ruta.
En este tren, como en la vida, todos viajan gratis. Una vez en marcha, no hay modo de escapar,
de apearse o de salir. Todos están abandonados a la lógica de la línea del tren. La libertad se
realiza dentro del tren y en la dirección que éste ha tomado. Uno puede ir hacia delante o hacia
atrás. Puede querer cambiar de vagón, viajar sentado o de pie, permanecer largo tiempo en el
vagón restaurante o escapar del revisor escondiéndose junto a sus compañeros de asiento.
Puede viajar rezando o maldiciendo la vida y sus sinsabores. No por ello, el tren va a dejar de
correr hacia su destino infalible o de llevar a todos cortésmente.
Hay gente que, decididamente, acepta el tren. Se alegra de su existencia. Disfruta de los
paisajes. Hace amistad con los compañeros de viaje. Allí donde se sienta, se preocupa de que
todos estén a gusto. Y se irrita cuando ve que maltratan los asientos y reprende a los que hacen
pintadas en las paredes de los vagones. Pero no pierde el sentido del viaje ni por las dispustas,
ni por el placer que éste le causa.
Qué maravilloso es que exista un tren y que nos lleve tan deprisa a casa, donde a cada uno le
esperan con ansiedad, donde los abrazos serán prolongados y la alegría intensa y desbordante.
La gracia de Dios -la presencia, la misericordia, la bondad y el amor de Dios- es como un tren. El
destino del viaje es Dios. El camino también es Dios, porque el camino no es otra cosa sino el
destino que se realiza palmo a palmo. El camino sólo existe a causa del destino que hay que
alcanzar. Quien tiene que recorrer cien kilómetros para llegar a su ciudad, tiene que empezar,
antes de nada, por cubrir el primer metro. De lo contrario no recorrerá los cien kilómetros.
La gracia nos lleva a todos. Se da a todos como posibilidad de un excelente y buen viaje.
También a los disconformes, a los intrigantes y a los enemigos del tren, de los hombres y de
Dios. El tren no cambia porque se le niegue. Tampoco la gracia de Dios. Sólo cambia el ser
humano. Echa a perder su viaje. Pero es igualmente transportado, con la misma gentileza. Dios,
que es gracia y misericordia, actúa como el sol y la lluvia. Se da indistintamente a buenos y
malos, a justos porque, como viene a decir Jesús, “Él ama a los ingratos y malvados”
Aceptar el tren, alegrarse con su dirección, correr con él, entablar una buena relación con los
compañeros de destino es anticipar ya la fiesta de la llegada. Viajar supone estar ya llegando a
casa. Esto es la gracia. Gracia es la “gloria en el exilio, gloria que es la gracia en la patria”
Rechazar el tren, perturbar el viaje de los demás, correr ilusoriamente en sentido contrario a la
marcha del tren, es vivir una frustración. Pero no sirve de nada. El tren soporta y lleva también
a estas personas frustradas, con un derroche de paciencia y bondad.
La vía, como la gracia, es generosa con todos. De tiempo en tiempo, revela su verdad secreta.
Nos hace caer en la cuenta de la realidad. En ese momento – y siempre hay un momento
propicio para cada persona -al recalcitrante se le abren los ojos, se da cuenta de que es llevado
amable y gratuitamente. De nada sirven su resistencia y su rebelión. El tren lo transporta de
todos modos. Lo más razonable es escuchar la llamada de su propia naturaleza y dejarse
seducir por la posibilidad de un viaje feliz.
En ese momento, se esfuma el infierno que hay en su interior e irrumpe gloriosamente el cielo,
la gracia humanitaria de Dios. El individuo descubre la gratuidad del tren, de todas las cosas, de
la gracia y de Dios. Se lanza a la aventura con Dios, una aventura que no conoce final. Es la
salvación definitiva.
Y tú, querido lector o querida lectora, cómo viajas?
Prefacio, la gracia de Dios. Gracia y Experiencia humana. Leonardo Boff.

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