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CUADERNOS DE POLITICA EXTERIOR ARGENTINA
Nueva Época
ISSN 0326-7806 (edición impresa)
ISSN 1852-7213 (edición en línea)
DIRECTORAS: Dra. Miryam COLACRAI y Dra. Gladys LECHINI
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Los trabajos son sometidos a evaluación de expertos mediante el sistema doble ciego.
Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan, necesariamente, la de
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Colaboración en traducciones: Laura Marsol
Edición: Lidia Gatti
Al final de este número se detalla el listado de las publicaciones del CERIR. El texto completo de los
Cuadernos de Política Exterior Argentina señalados con el asterisco (*) está disponible en la página web
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Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018
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EDITORIAL
En la segunda mitad de esta década, el sistema internacional sigue presentándose como
incierto y sorpresivo. Los Estados centrales están intentando recuperar el eje de un poder que se
mostró difuso a principios del nuevo siglo, frente a movimientos tectónicos que apuntaban a una
reconfiguración de fuerzas liderada por China y otros emergentes. No obstante, a poco de
finalizar la primera década, se observó un retroceso de las esperanzas de un cambio más
equitativo para América Latina y los países del Sur.
En esta dirección apunta el trabajo de Patrícia Nasser de Carvalho y Fernanda
Cristina Nanci Izidro Gonçalves. En “Reflexões sobre a atuação do Brasil na América do Sul
no Século XXI: uma potência regional?” las autoras discuten el liderazgo brasileño en la región
durante el gobierno de Lula da Silva, así como la desaceleración del activismo en los procesos
de Integración regional durante el gobierno de Temer.
En similar sentido, para argumentar sobre las debilidades de la categoría de
“regionalismo post-liberal”, Hugo Daniel Ramos en “Modelos de integración en América
Latina: objetivos, mecanismos y actores”, avanza sobre las características de los procesos de
integración en la mencionada región y su vinculación con los modelos de desarrollo.
Con una mirada desde la región latinoamericana pero corriéndonos hacia oriente, se
abordan también otros temas de relevancia para las transformaciones que se están operando en
el sistema internacional. Por ejemplo, para el caso del Medio Oriente y como consecuencia de la
llamada Primavera Árabe, Rubén Paredes Rodríguez nos ilustra sobre “Un análisis
constructivista del pensamiento de la Hermandad Musulmana de Egipto y su propuesta
identitaria de democracia para el mundo árabe: una amenaza al status quo regional”.
Por su parte María Belén Serra, se propone clarificar los procesos de reconfiguración
de fuerzas y la reaparición de actores que pretenden incidir en la organización de las reglas de
juego internacionales, se ocupa de la Rusia de Putin en el nuevo milenio en “El BRICS como
puente para la re-emergencia de la Federación Rusa: el ascenso de los otros y su estrategia de
jugador global”.
En otro orden de cuestiones, y con un tema de altísima relevancia María del Pilar
Bueno y Duilio Lorenzo Calcagno analizan algunos aspectos del debate relativo a la díada
cambio climático-transición energética en el contexto de la adopción e implementación del
Acuerdo de París, estudiando las contribuciones nacionales presentadas por los diez países que
generan mayor cantidad de emisiones totales de GEIs a nivel global. Con ello pretenden
identificar en qué sentido los esfuerzos comprometidos se orientan hacia dicha transición.
Los artículos de opinión reseñan la experiencia de un diplomático argentino retirado, el
Embajador Juan José Santander quien, en “Siria en sus actuales circunstancias”, enfoca el
conflicto y las situaciones traumáticas que se viven en ese país, que es una piedra caliente en
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Medio Oriente y que ha complicado seriamente la pulsada entre Trump y Putin, así como entre
los principales actores regionales.
En la misma tónica, el Embajador retirado Miguel Ángel Cúneo realiza la primera
entrega de su percepción sobre otra situación difícil y compleja, cual El futuro de Ucrania: entre
el conflicto de Donbas, la pérdida de Crimea y los Acuerdos de Minsk (Parte I)”.
Para cerrar, contamos con el aporte de Esteban Covelli, la reseña del libro Política,
Cultura e Sociedade na América Latina, obra recientemente editada en Brasil (2018), con Lídia
Xavier De Oliveira y Carlos Federico Domínguez Ávila como Organizadores.
Cabe aclarar que nuestros Cuadernos de Política Exterior Argentina (CUPEA) Nueva
Época son de periodicidad semestral y que están abiertos a la colaboración de la comunidad
académica local y extranjera, garantizando pluralismo teórico, variedad temática y
multidisciplinariedad, con evaluación de referato doble ciego.
Miryam Colacrai
Gladys Lechini
Directoras
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INDICE
ARTÍCULOS
Reflexões sobre a atuação do Brasil na América do Sul no Século XXI: uma potência
regional?
Patrícia Nasser de Carvalho y Fernanda Cristina Nanci Izidro Gonçalves
5-24
Modelos de integración en América Latina: objetivos, mecanismos y actores
Hugo Daniel Ramos
25-41
Un análisis constructivista del pensamiento de la Hermandad Musulmana de Egipto y
su propuesta identitaria de democracia para el mundo árabe: una amenaza al status
quo regional
Rubén Paredes Rodríguez
43-62
El BRICS como puente para la re-emergencia de la Federación Rusa: el ascenso de
los otros y su estrategia de jugador global
María Belén Serra
63-74
Cambio Climático y Energía: antecedentes y debates en torno a la adopción e
implementación del Acuerdo de París
María del Pilar Bueno y Duilio Lorenzo Calcagno
75-96
ARTÍCULOS DE OPINIÓN
Siria en sus actuales circunstancias
Juan José Santander
El futuro de Ucrania: entre el conflicto de Donbas, la pérdida de Crimea y los
Acuerdos de Minsk (Parte I)
Miguel Ángel Cúneo
97-101
103-107
RESEÑA
DE OLIVEIRA XAVIER, Lídia; DOMÍNGUEZ AVILA, Carlos Federico
(Organizadores) (2018). Política, Cultura e Sociedade na América Latina. Estudos
interdisciplinares e comparativos, por Esteban Covelli
109-113
Cómo citar
Autor (2017). Título del artículo, Cuadernos de Política Exterior Argentina, 126, julio-diciembre,
disponible en www.cerir.com.ar
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Reflexões sobre a atuação do Brasil na América do Sul no Século XXI:
uma potência regional?
Patrícia Nasser de Carvalho*
Fernanda Cristina Nanci Izidro Gonçalves**
Resumo
O objetivo deste artigo é examinar a atuação do Brasil como potência regional na América do Sul no
século XXI por meio da análise de evidências que corroboraram (ou não) o exercício deste papel e de sua
liderança na região. Verifica-se que durante o governo de Lula da Silva (2003-2010), apesar de o Brasil
ter enfrentado certas limitações no desempenho deste papel e de não ser uma potência regional inconteste,
mostrou vontade de assumir uma posição como elo fortalecedor dos processos de integração. Contudo, a
atuação do país como potência regional encontrou obstáculos na gestão de Dilma Rousseff (2011-2016),
que demonstrou menor ativismo em função de mudanças nas condições domésticas e internacionais. Por
fim, analisa-se o cenário atual, em que o governo brasileiro é conduzido por Michel Temer (2016-2017),
cujos esforços demonstram intenção de modificar a política externa para a América do Sul em relação aos
governos petistas, desacelerando o ativismo do Brasil nos processos de integração regional. Neste sentido,
infere-se que enquanto no governo Lula o Brasil posicionou-se como uma potência regional, no alvorecer
desta década, a pró-atividade do país na região foi menor, demonstrando a falta de uma perspectiva de
longo prazo no que tange à política regional.
Palavras-chave: Brasil - América do Sul - potência regional - liderança
Reflexiones sobre la actuación de Brasil en América del Sur en el
siglo XXI: ¿una potencia regional?
Resumen
El objetivo de este artículo es examinar la actuación de Brasil como potencia regional en América del Sur
en el siglo XXI por medio del análisis de evidencias que corroboraron (o no) el ejercicio de este papel y
de su liderazgo en la región. Durante el gobierno de Lula da Silva (2003-2010), pese a que Brasil enfrentó
ciertas limitaciones al desempeñar este papel y que no fue una potencia regional incuestionable, mostró
voluntad de asumir una posición como eje fortalecedor de los procesos de integración. Sin embargo, la
actuación del país como potencia regional encontró obstáculos en la gestión de Dilma Rousseff (20112016), quien demostró menor activismo como consecuencia de las transformaciones en las condiciones
domésticas e internacionales. Finalmente, se analiza el escenario actual, en el que el gobierno brasileño es
conducido por Michel Temer (2016-2017), cuyos esfuerzos demuestran intención de modificar la política
exterior para América del Sur en relación a los gobiernos anteriores, desacelerando el activismo de Brasil
en los procesos de integración regional. En este sentido, se infiere que la actitud proactiva del país en la
región fue menor, demostrando la falta de una perspectiva de largo plazo en lo que se refiere a la política
regional.
Palabras clave: Brasil - América del Sur - potencia regional – liderazgo
*
Professora Adjunta do Departamento de Economia da Universidade Federal de Minas Gerais (UFMG),
Belo Horizonte, Brasil. Doutora em Economia Política Internacional, Universidade Federal do Rio de
Janeiro (UFRJ), Brasil. Correio Eletrônico: patrícia.nasser.carvalho@gmail.com.
**
Doutoranda em Ciência Política pelo Instituto de Estudos Sociais e Políticos (IESP/UERJ). Mestre em
Relações Internacionais, Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro. Atualmente é coordenadora
adjunta e professora do curso de Relações Internacionais do Centro Universitário La Salle-RJ, Niterói,
Brasil. Correio Eletrônico: fnanci@gmail.com.
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Reflections on Brazilian Acting in South America in the
21ST Century: A Regional Power?
Abstract
The purpose of this article is to examine Brazilian acting as a regional power in South America in the 21st
century through the analysis of evidences that corroborate (or not) the exercise of this role and leadership
in the region. During the administration of President Lula da Silva (2003-2010), although Brazil had
faced certain limitations in the performance and was not an uncontested regional power, it showd
willingness to assume a position as a strengthening link between regional integration processes. However,
Brazilian performance as a regional power had encountered obstacles during President Dilma Rousseff’s
(2011-2016) mandate, which had shown less activism in relation to the previous presidency due to
changes in domestic and international conditions. Finally, the current scenario is analyzed, in which
Brazilian government is led by Michel Temer (2016-2017), whose efforts demonstrate intentions to
modify Brazilian foreign policy towards South America in relation to the previous governments,
decelerating activism of Brazil in the processes of regional integration. In this sense, it’s inferred that
while in Lula's government Brazil had positioned itself as a regional power, at the dawn of this decade,
the country's pro-activity in the region was smaller, demonstrating lack of a long-term perspective on
regional policy.
Key words: Brazil - South America - regional power - regional leadership
TRABAJO RECIBIDO: 26/03/2018 TRABAJO ACEPTADO: 10/04/2018
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Introdução
As eleições de governos de esquerda e centro-esquerda na América do Sul, a partir de
1999, que caracterizaram o que se convencionou chamar de onda rosa, propiciaram mudanças
na política externa da grande maioria dos países da região, implicando em transformações nas
suas relações com os Estados Unidos (EUA) e na intensificação das iniciativas regionais de
integração e cooperação (Serbin; Vigevani; Hershberg, 2014). Essas iniciativas se basearam na
ideia de fortalecimento da América do Sul a partir de processos autóctones, que se
consubstanciaram no reforço do Mercado Comum do Sul (MERCOSUL), na criação da União
das Nações Sul-Americanas (UNASUL), na Aliança Bolivariana para os Povos da América
(ALBA), entre outras ações integrativas que foram além das áreas de comércio e investimentos.
Sob a gestão do ex-presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), o Brasil se
posicionou como elo integrador da região e empenhou-se em liderar a construção de um espaço
político, econômico e de segurança autônomo, buscando projeção externa através da cooperação
Sul-Sul. Neste sentido, houve um esforço do governo brasileiro em atuar como uma potência na
região, investindo nas instituições regionais, na internacionalização das empresas brasileiras, em
projetos de cooperação para o desenvolvimento e na área de infraestrutura, assim como na
mediação de crises entre seus vizinhos. A diplomacia do governo Lula reforçou os princípios de
autonomia e globalismo, priorizando a liderança regional e em paralelo às suas aspirações de
ascensão como potência global (Saraiva, 2013). Este cenário foi marcado pela emergência de
uma nova dinâmica geopolítica que se estabeleceu na América do Sul a partir dos anos 2000,
caracterizada por um movimento de maior integração na região e diversidade dos projetos
regionais.
No alvorecer desta década, a chegada à presidência de Dilma Rousseff (2011-2016) foi
marcada por alguns ajustes na política exterior brasileira, cujas repercussões perpassaram o
menor envolvimento do Brasil na América do Sul. A combinação das condições do cenário
doméstico, regional e internacional resultou no menor ativismo do Brasil em assuntos de
política externa em termos regionais. Embora tenham sido mantidos, diluíram-se os esforços
diplomáticos no projeto de liderança na região.
Em meio a um cenário adverso, de severa crise econômica e política no país, Michel
Temer (2016-2017), então vice-presidente de Rousseff, assumiu a presidência, após um
controverso processo de impeachment da presidente petista. No início do seu mandato, a
diplomacia de Temer lançou a ideia de que uma “nova política externa” orientaria o Brasil, cuja
prioridade seria ampliar o intercâmbio com parceiros tradicionais, como Estados Unidos (EUA)
e União Européia (UE), e mais recentes, como China e Índia. Não ficou claro o lugar da
América do Sul na estratégia de inserção internacional do país, a despeito de no discurso o
MERCOSUL ter sido mantido como prioridade. Desde então, nota-se que, na prática, a
importância conferida à região, aspecto singular dos governos petistas, em especial de Lula,
esvaziou-se no atual governo brasileiro e que a busca pelo exercício de uma liderança e do papel
de potência regional deixou de ser uma constante, abrindo espaço para que outros países
busquem desempenhar este papel na América do Sul.
Tomando este cenário como pano de fundo, o objetivo deste artigo é examinar a atuação
do Brasil como potência regional a partir de evidências que corroboraram (ou não) o exercício
desse papel e de sua liderança na região neste século, buscando responder à pergunta que
constitui o título deste artigo: o Brasil é uma potência regional? Para tanto, analisa-se a política
exterior brasileira para a América do Sul durante os governos Lula (2003-2010), Rousseff
(2011-2016) e Temer (2016-2017).
Este artigo está dividido em cinco seções, além desta breve introdução. A seção a seguir
é dedicada às definições conceituais. Em seguida, apresenta-se a política externa regional do
governo Lula e do governo Rousseff. Por fim, apresenta-se uma breve reflexão sobre a política
do governo Temer para a América do Sul e as considerações finais sobre o tema.
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1. Definições conceituais: potência regional, potência secundária e liderança
As mudanças recentes na distribuição de poder no sistema internacional, propiciadas
pelo enfraquecimento da liderança política dos EUA e pela ascensão de novos polos de poder,
suscitou novo interesse da academia pelo tema das regiões. Assim, muitos acadêmicos
orientaram suas pesquisas ao estudo das estruturas e dos atores regionais, buscando
compreender quais papeis podem desempenhar em um mundo multipolar (Nolte, 2011; Nabers;
Godehardt, 2011; Buzan, Waever, 2003).
A literatura sobre o tema não é nova, visto que diversos conceitos foram desenvolvidos
ao longo dos anos para compreender os fenômenos políticos, econômicos e sociais que existem
nas regiões. Os enfoques analíticos também são múltiplos. Alguns favorecem a abordagem
política, outros partem de critérios econômicos e ainda há os que discutem região a partir de
critérios de proximidade geográfica, dos problemas que compartilham e do estudo das ideias
(Buzan, Waever, 2003; Adler, 1997).
Nos estudos sobre região nas Relações Internacionais, salienta-se o uso do termo
potência regional, que é utilizado, segundo a visão realista, para fazer alusão a uma hierarquia
de poder no sistema internacional, referindo-se a um país que é influente em uma determinada
região ou sub-região (Godehardt; Nabers, 2011). Essa hierarquia reflete a distribuição de
recursos de poder e se baseia nos padrões de alocação de recursos econômicos e políticos que
servem ao poder dominante. Neste sentido, as potências regionais são consideradas os países
que detêm capacidades superiores vis-à-vis seus vizinhos, sem, contudo, conseguirem
verdadeiramente projetar seu poder em nível global. Ademais, a estabilidade da hierarquia de
poder e as instituições de governança regional irão variar de acordo com o poder da potência
regional (Nolte, 2010).
Para analisar as potências regionais, Nolte (2011) sistematizou uma definição que
contempla aportes teóricos do realismo, do construtivismo e do institucionalismo neoliberal.
Conforme sua proposta, uma potência regional é definida como um país que: (i) articula uma
posição de liderança em uma região delimitada geográfica, econômica e politicamente; (ii)
possui os recursos materiais (militares, econômicos e demográficos), organizacionais (políticos)
e ideológicos para projeção de poder regional; (iii) possui grande influência nas relações e nos
resultados dos processos regionais; (iv) possui interdependência econômica, política e cultural
na região; (v) influencia de forma significativa a delimitação geográfica e a construção política e
ideacional da região; (vi) exerce influência por meio de estruturas de governança regional; (vii)
articula e define uma identidade e um projeto regional; (viii) provê bens coletivos para a região
ou participa de forma significativa da provisão desses bens; (ix) influencia fortemente a
definição da agenda de segurança regional; (x) tem uma posição de liderança reconhecida ou
respeitada pelos demais atores regionais e extrarregionais; (xi) participa de fóruns interregionais e globais, representando não apenas seus interesses, mas também, ao menos de forma
limitada, os interesses regionais.
Embora não exista uma definição única e consensual, a proposta de Nolte (2011)
consegue abranger diferentes aspectos que a literatura sugere como definidores de potências
regionais, englobando fatores mais objetivos, como os recursos materiais, e subjetivos, como a
disposição de assumir a liderança na região, a capacidade de exercer a liderança regional, além
do reconhecimento do papel de líder pelos vizinhos.
Diante disso, como é possível qualificar uma potência regional? Uma vez que a
capacidade material é levada em consideração, pode-se partir de indicadores econômicos,
militares, demográficos e de desenvolvimento para fazer a análise dos critérios objetivos. Já a
aceitação da liderança da potência pelos vizinhos não é fácil de ser medida, visto que deve levar
em conta a dimensão subjetiva, como o reconhecimento dos países na região. Indicadores, como
o apoio aos países em cargos de direção em organizações internacionais, podem ser utilizados
para auxiliar nesse quesito (Lima, 2014; Wehner, 2011). Mensurar a disposição de assumir um
papel de liderança na região é um exercício mais complicado, pois envolve a avaliação das
ações de política externa dos países na América do Sul (Lima, 2014). Por fim, examinar a
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liderança é a tarefa mais difícil, pois o próprio conceito de liderança é bastante amplo e
contestado na literatura.
Ao tratar do conceito de liderança, Lima (2014), por exemplo, sugere que seja
compreendido não como a influência sobre terceiros, mas sobre resultados. Esse tipo de
influência define um ator com poder de veto, aquele sem cuja anuência não é possível concluir
um acordo ou negociação. Outra forma de compreender liderança, sugerida pela autora, é
proposta por Destradi (2010 apud Lima, 2014:239), que entende o fenômeno no âmbito da
cooperação. Nesse sentido, diferentemente da hegemonia, o exercício de liderança se baseia na
realização do interesse comum do grupo, na liderança cooperativa.
Outro autor que discute formas de compreender o fenômeno é Flemes (2012), que
propõe quatro tipos de categorias de liderança: (i) distributiva (provisão de bens públicos para a
região, arcando com a maior proporção dos custos); (ii) multilateral (compartilhar poder com
potências secundárias na tomada de decisões em instituições multilaterais); (iii) normativa
(projeção de normas e valores para obter aceitação do projeto regional); (iv) consensual
(articular uma agenda pluralista que conduza à criação de um consenso regional). Segundo o
autor, quanto mais formas de liderança uma potência regional exercer, menores as chances de
competição por parte das potências secundárias.
Wehner (2011), por sua vez, discute liderança a partir dos três tipos propostos por
Young (1991 apud Wehner, 2011:141): estrutural, empreendedora e intelectual. O primeiro tipo
se refere à tradução do poder estrutural (recursos materiais) na influência nas decisões, podendo
fazer uso de recompensas ou sanções. O segundo tipo se refere à habilidade de convencer e
atrair os atores para uma negociação institucional que resulte em benefícios para todos, é
consensual em sua essência e não envolve sanções ou recompensas. O terceiro tipo faz alusão ao
uso de conhecimento especializado para moldar as perspectivas dos atores, ou seja, se baseia no
poder das ideias.
Como visto, há um grande debate sobre o conceito de liderança e algumas definições se
aproximam em determinados aspectos. Neste artigo, para fins metodológicos, propõe-se a
análise da liderança brasileira a partir de um conjunto das acepções de liderança apresentadas
por Destradi (2010 apud Lima, 2014), Flemes (2012) e Young (1991 apud Wehner, 2011) em
três grupos: (i) a liderança cooperativa, consensual e empreendedora, que salienta a capacidade
da potência regional de criar consensos e investir em uma relação cooperativa com seus
vizinhos, seja através da ativa participação em organizações regionais, da proposição de criação
de instituições ou de atitude conciliadora em crises regionais; (ii) a liderança normativa e
intelectual, que se reflete na capacidade da potência regional de projetar ideias e valores que
influenciam a região e sustentam o projeto regional; (iii) a liderança estrutural e distributiva,
que implica um papel de paymaster do país, em que sua liderança se reflete na posse e utilização
dos recursos materiais, através da provisão de bens públicos, sejam esses a estabilidade
regional, a infraestrutura da região ou os custos econômicos da cooperação.
Assim, são observados se esses três tipos de liderança se manifestam na política
regional brasileira, buscando-se obter evidências a partir da análise do comportamento do país
na América do Sul. Discute-se se houve participação ativa do Brasil nas organizações regionais,
liderança na criação de instituições, ativa atuação em imbróglios diplomáticos e crises na região,
disposição em assumir o papel de paymaster e projeção de ideias capazes de influenciar outros
atores e moldar o projeto regional. Vale destacar que a liderança pode ser expressa por mais de
uma forma, manifestando-se de maneiras diferentes na política externa do Estado.
Na hierarquia de poder regional, as potências secundárias são países que possuem
recursos de poder ideacionais e materiais relativamente menores do que as potências regionais e,
portanto, ocupam uma segunda posição de poder regional (Flemes, 2012; Wehner, 2011).
Segundo Flemes (2012), as potências secundárias podem responder às estratégias de liderança
da potência regional de forma conflitiva, cooperativa ou competitiva. O enfoque conflitivo
envolve meios militares e o conflito como opção para limitar a liderança regional. Os enfoques
competitivos e cooperativos se equilibram entre as estratégias de balancing, que envolve a
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busca por garantir um equilíbrio de poder regional, e de bandwagoning, que se reflete na
conduta do freerider. Considerando que a América do Sul é uma zona de paz negativa, as
estratégias das potências secundárias frente à potência regional fundamentam-se em estratégias
institucionais.
A esse respeito Flemes (2012) menciona que as potências secundárias podem utilizar o
soft balancing, estratégia em que se busca equilibrar a distribuição de poder assimétrica através
da formação de coalizões diplomáticas; do fortalecimento das relações econômicas entre os
países da região; da utilização de regras e normas institucionais para influenciar a política
externa da potência regional; e da busca por restringir a potência através de acordos
institucionais. O soft balancing também pode ser buscado através de alianças com potências
extra regionais, ou seja, por meio de um equilíbrio externo à região. Como recorda o autor, a
conduta da potência regional impacta seu relacionamento com as potências secundárias, caso
exista uma situação de rivalidade ou mesmo de negligência regional. Neste sentido, o exercício
de liderança por parte do Estado mais poderoso é necessário para evitar a adoção de estratégias
de contestação, como as supracitadas.
No âmbito da América do Sul, considerando suas capacidades materiais, o Brasil pode
ser considerado potência regional, enquanto Argentina, Chile, Colômbia e Venezuela, potências
secundárias. A Tabela 1 a seguir, com dados de 2015, apresenta indicadores que permitem
analisar comparativamente a capacidade material desses países na região:
Tabela 1: Recursos Materiais: Brasil, Argentina, Chile, Colômbia e Venezuela
Ano: 2016
Demografia/Geografia
População (em milhões)
População urbana (em % pop. Total)
Participação da população no Total
Regional
Área (Km2)
Economia e Desenvolvimento
PIB (em bilhões de dólares, em US$
correntes)
PIB per capita (em dólares, em US$
correntes)
IDH2
Militar
Gastos militares (em milhões de dólares)
Gastos militares (em % do PIB) 3
Gastos militares como % dos gastos
públicos4
Efetivo (pessoal) das Forças Armadas5
Brasil
Argentina
Chile
Colômbia
Venezuela
207,65
43,85
17,91
48,65
31,57
86
92
90
77
89
49,1
10,3
4,2
11,5
7,4
8.515,8
2.780,4
756,1
1.141,7
912,1
1.796, 18
545,87
247,03
282,46
*1
8.649,90
12.449,20
13.792,90
5.805,60
*
0,754
0,827
0,847
0,727
0,767
22.839
6.164
4.583
9.930
2.336
1,3
1,00
1,9
3,4
0,3
3,1
2,4
7,1
11,8
0,70
729.500
105.450
109.405
481.100
265.000
Fonte: elaboração própria a partir dos dados das organizações indicadas.
Como é possível observar, há uma grande concentração dos recursos materiais no
Brasil. A população brasileira é a maior da região, correspondendo a 49,1% da população sulamericana. O território brasileiro é três vezes maior que o argentino, que ocupa o 2º lugar no
ranking, e possui abundância em recursos naturais, como florestas, recursos hídricos, petróleo,
gás natural e minerais, terras férteis para a agricultura e enorme biodiversidade. Os indicadores
1
Na base de dados do Banco Mundial não estavam disponíveis os dados de PIB e PIB per capita da
Venezuela.
2
Dados do Programa das Nações Unidas para o Desnevolvimento (PNUD) referentes a 2015. Os dados
de 2016 não estavam disponíveis. Informação extraída de: http://hdr.undp.org/. Consulta em: 13 de
dezembro de 2017
3
Dados do Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) referentes a 2016. Informação
extraída de: https://www.sipri.org/.Consulta: 28 de novembro de 2017.
4
Dados do Stockholm International Peace Institute (SIPRI) referentes a 2016.
5
Dados do International Institute for Strategic Studies (ISS) de 2015 (os mais recentes disponíveis).
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econômicos também são expressivos. O PIB brasileiro é o maior da região, mais que o triplo do
PIB da Argentina, a 2ª maior economia da região, e quase 6 vezes o PIB da Colômbia, a 3ª
maior economia da região, apesar de ficar em posição inferior à Argentina e ao Chile quando se
considera o PIB per capita e o IDH, refletindo os problemas sociais e as desigualdades
existentes no país. No que tange aos indicadores militares, possui o maior efetivo militar e os
maiores gastos no setor em números absolutos, embora esteja em posição inferior à da
Colômbia e àdo Chile quando se examina os gastos militares em relação ao PIB. Em vista disso,
em termos de capacidade material, o país se destaca frente a seus vizinhos e é a maior potência
sul-americana.
No que diz respeito às potências secundárias, a Argentina é tradicionalmente o país que
ocupa o segundo lugar na hierarquia de poder regional. Com grande território, população,
recursos naturais diversos, o 2º maior PIB e um dos melhores IDH da América do Sul, além do
histórico de ativismo internacional, o país vem demonstrando ambições de exercer a liderança
regional (Malamud, 2012). Entretanto, as dificuldades econômicas enfrentadas ao longo dos
últimos anos obstaculizaram o seu crescimento econômico e sua projeção de poder na região,
ampliando a assimetria frente à potência regional. O default da dívida externa em 2001 abriu um
longo período de resultados negativos para a economia e de crise política no país. Além disso, é
o país do grupo apresentado com o menor percentual de gastos militares em relação ao PIB.
A Venezuela, por seu turno, exerceu, sob a gestão de Hugo Chávez (1999-2013), uma
liderança paralela ao Brasil na América do Sul, ganhando espaço como potência secundária.
Além de altas taxas de crescimento econômico, impulsionadas pelos recursos financeiros
gerados pela diplomacia do petróleo, o país ampliou sua capacidade de atrair aliados para sua
esfera de influência (Flemes, 2010; Malamud, 2012) e investiu na área militar, ocupando a
terceira posição regional em termos do volume total dos gastos realizados nesse setor em 2014.
Todavia, no momento atual, o país enfrenta grave crise econômica e a previsão das taxas de
crescimento econômico para os próximos anos é negativa, o que impacta o exercício de sua
liderança regional e seus indicadores militares. As dificuldades venezuelanas, derivadas de sua
interdependência no setor energético com os EUA, a baixa diversificação de sua economia e as
polarizações sociais, ofereceram limitações reais à projeção global (Pecequilo, 2013a).
Embora o Chile seja a potência secundária que apresenta indicadores demográficos e
geográficos menos expressivos entre as potências secundárias, tem uma das economias mais
fortes da região em termos de crescimento econômico, a maior renda per capitae o melhor IDH.
O país vem ampliando sua presença na América do Sul e no mundo através de exportações e
investimentos, sobretudo em razão de sua estratégia de inserção externa que privilegia acordos
bilaterais. Na área militar, ocupa a 4ª posição no que tange ao efetivo militar, mas seus gastos
em relação ao PIB ocupam a 2ª posição, indicando alto investimento proporcional aos seus
vizinhos.
Ao longo dos últimos dez anos, a Colômbia se consolidou como o país que mais cresceu
entre os sul-americanos e a previsão é de crescimento contínuo para os próximos anos. Após o
acordo de paz negociado pelo governo com as Forças Armadas Revolucionarias da Colômbia
(FARC), o prognóstico futuro é de um país estável e mais inserido na região, com participação
ampliada nos projetos de cooperação com seus vizinhos. O país possui o 2º maior efetivo militar
América do Sul e os gastos em relação ao PIB são os mais elevados. No que tange à extensão
territorial, é o 3º maior país. Em termos de demografia, possui a 2ª maior população, atrás
apenas do Brasil, um país 4 vezes maior em extensão territorial. O PIB per capita e IDH
comprovam que a Colômbia ainda tem grandes desafios socioeconômicos, pois a alta taxa de
crescimento econômico não se converteu em uma melhoria significativa nos indicadores,
refletindo uma posição inferior às demais potências secundárias na região.
Após a definição dos conceitos centrais que orientam o trabalho, as seções a seguir
apresentam as principais iniciativas e projetos que caracterizam a política externa do Brasil na
América do Sul entre os anos 2003 e 2017, ressaltando o envolvimento do país nos processos
regionais, a liderança exercida e o relacionamento com os países vizinhos.
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2. O exercício do Brasil como potência regional no governo Lula
Se os anos 1990 foram marcados por certa homogeneização das experiências nacionais
dos países sul-americanos, sob o signo das políticas neoliberais, os 2000 têm como
característica a heterogeneidade dos modelos de integração, regimes produtivos, modelos de
democracia e opções de política externa entre os países latino-americanos (Lima, 2014).
Importantes transformações ocorreram na América do Sul com a implementação de novas
formas de regionalismo que modificaram o espaço geopolítico e afetaram a condução das
políticas externas dos países sul-americanos. Entre os fatores que propiciaram o surgimento
dessa nova dinâmica regional, destacam-se acontecimentos exógenos, como os atentados
terroristas em 2001 nos EUA e a guerra contra o terrorismo, além da crise financeira
internacional em 2007-2008 e o deslocamento do eixo dinâmico da economia global para a Ásia
– que enfraqueceram a liderança norte-americana no subcontinente – e endógenos, como a
ascensão de governos progressistas na região, a busca por superar a ideologia neoliberal, por
implementar políticas desenvolvimentistas e de forte cunho social, além de políticas externas
revisionistas (Serbin; Vigevani; Hershberg, 2014).
Esse novo momento político deu fôlego à cooperação em diferentes áreas e coordenação
de políticas dos atores regionais (Lima, 2014). Nesse contexto, as relações com os EUA também
foram transformadas, estabelecendo-se diversos padrões de relacionamento com este país, a
depender do país sul-americano. Como afirmam Russell e Tokatlian (2009), nos anos 2000
observavam-se três opções estratégicas de relação com os EUA na região: o multilateralismo
vinculante, a contenção limitada e a colaboração seletiva. A primeira se baseia na utilização das
instituições internacionais para restringir propostas e ações dos EUA e induzir o cumprimento
das normas. A segunda se fundamenta sobre a criação de instrumentos regionais que reduzam,
excluam ou previnam a influência dos EUA na região, objetivando ampliar a capacidade de
ação coletiva. A terceira se pauta na construção de laços cooperativos com a grande potência
para solucionar problemas compartilhados e reduzir sua influência.
Embora a imagem que tenha perdurado durante muito tempo na América do Sul sobre o
Brasil fosse a de um país que não priorizava a região, mas sim seu alinhamento com os EUA
(Lima, 2005), percebe-se que durante os anos 2000 o Brasil conseguiu reverter o quadro de uma
baixa identidade regional. Desde a década de 1980, a diplomacia brasileira buscou promover a
cooperação em relação à vizinhança, institucionalizando as relações regionais. Desde então,
sucessivos governos expandiram consistentemente suas agendas regionais (Spektor, 2010). Essa
foi uma decisão deliberada, reforçada pelo fato de que o México aderiu ao Acordo de Livre
Comércio da América do Norte (NAFTA, sigla em inglês), em 1994, juntamente com o Canadá
e os EUA. Um marco nesse sentido foi a criação do MERCOSUL, em 1991. Dos anos 1990 em
diante, a região apareceu como uma opção importante para a política externa brasileira, seja
como forma de ampliar a participação no mundo através da integração regional, seja como
forma de ampliar o poder de negociação por meio de alianças Sul-Sul.
Durante a gestão Fernando Henrique Cardoso (FHC) (1995-2002), a liderança brasileira
na região não foi um tema central na política exterior, apesar da América do Sul ter sido uma
das prioridades da agenda brasileira. O Brasil sediou a primeira reunião de presidentes da
América do Sul, no ano 2000, e teve importante atuação como mediador no conflito entre
Equador e Peru sobre limites territoriais (Wehner, 2011). Também foram expressivas as
negociações com os EUA para a criação da Área de Livre Comercio das Américas (ALCA),
conduzida pelo governo através do MERCOSUL.
A partir do governo Lula, o exercício de liderança regional e o aprofundamento dos
vínculos com a região ganharam intensidade. O contexto internacional favoreceu a adoção de
um comportamento mais autônomo por parte do Brasil, visto que a agenda estadunidense se
voltou à guerra ao terror e a prioridade máxima se tornou o Oriente Médio. O governo Lula
explorou esse cenário, aprofundando as relações Sul-Sul no hemisfério e fora dele. Ao reforçar
as relações com outros países emergentes e em desenvolvimento, o Brasil se tornou menos
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vulnerável nas relações com os EUA, sendo percebido pela potência como um país que poderia
complementar seus interesses na região, promovendo equilíbrio (Pecequilo, 2013a).
Com efeito, em 2005, o relacionamento com os EUA foi elevado à categoria de diálogo
estratégico pelos governos Lula e George Bush (2001-2008), o que representou o
reconhecimento de que o Brasil se encontrava em uma nova posição no equilíbrio de poder
mundial (Pecequilo, 2013b). Todavia, a cooperação estabelecida não implicou a ausência de
posições dos EUA para garantir sua hegemonia na região. A reativação, em 2008, da Quarta
Frota do Atlântico Sul nas Américas Central, do Sul e Caribe, que aconteceu após o anúncio da
descoberta de petróleo na camada do pré-sal na Plataforma Continental Brasileira, a
intensificação da guerra contra as drogas na Colômbia e no México, a instalação de bases
militares na América do Sul e a renovação da definição da Tríplice Fronteira como um
problema de segurança pelo governo dos EUA depois de 2001, apontam para manifestações de
poder e preocupação do país com uma América do Sul mais autônoma (Pecequilo, 2013a).
Por seu turno, o governo Lula reforçou as parcerias regionais e extrarregionais. A
relação com os EUA se caracterizou ao longo desse período conforme o modelo de oposição
limitada, proposto por Russell e Tokatlian (2009), em que há uma combinação de cooperação e
resistência. Em tal modelo, a integração regional é instrumento essencial para ampliação do
poder de negociação frente à grande potência. Esse modelo está inserido na estratégia de
contenção limitada, que utiliza instrumentos regionais para reduzir, excluir ou prevenir a
influência dos EUA na região. Com efeito, parte do ativismo regional brasileiro se inscreveu
nesse movimento de busca por ampliar a capacidade de ação coletiva e obter maior autonomia
frente à grande potência, confirmando a sua disposição de assumir a liderança na região. Nesse
contexto, o Brasil tomou a iniciativa de convocar um encontro que reuniu 33 países latinoamericanos e caribenhos, em 2008 e que deu origem à Comunidade de Estados LatinoAmericanos e Caribenhos (CELAC), instituída em 2010, e que começou a funcionar em 2011.
Todavia, na prática, o país enfrentou alguns obstáculos para aprofundar a sua
capacidade de ação coletiva na América do Sul. Um exemplo foi o processo de integração
regional por meio do MERCOSUL. A dificuldade de consenso entre os países membros, as
grandes assimetrias entre os países do bloco e a tarifa externa comum com inúmeras exceções
demonstram problemas na implementação da iniciativa. Sob a gestão de Lula, o país buscou
revitalizar a instituição, aprofundando o seu viés político e estratégico, investindo em diversos
projetos como o Fundo para Convergência Estrutural do MERCOSUL (FOCEM), em 2005, e o
Parlasul em 2006 (Malamud, 2012).
No entanto, a atuação brasileira como potência regional no âmbito do MERCOSUL,
durante o governo Lula, pode ser questionada no quesito liderança. O país adotou postura que
Hurrell (2011) caracteriza como ambivalente, visto que por mais que o bloco regional fosse
importante para a liderança brasileira, foi pouco desenvolvido, em parte devido à contínua
relutância do Brasil em restringir sua autonomia. Como mencionam Vigevani e Aragusuku
(2014), a potência regional deve trabalhar em prol da integração, assumindo o papel de
paymaster. Neste aspecto, a liderança distributiva/estrutural brasileira encontrou limites.
No âmbito da mediação de crises regionais, houve indicativos de limitação da liderança
brasileira com a recusa de mediação do Chile e da Bolívia no litígio sobre a saída boliviana para
o mar e no episódio de nacionalização do gás boliviano, evidenciando respectivamente a
ausência de liderança consensual. No episódio ocorrido na Bolívia, todavia, o Brasil arcou com
os custos da nacionalização, demonstrando aspectos da sua liderança estrutural. Outrossim,
destaca-se a omissão brasileira nas negociações entre Argentina e Uruguai acerca da
implantação de empresas de celulose no rio Uruguai, entre 2005 e 2006 (Wehner, 2011). Deste
modo, percebe-se uma restrição da liderança regional no governo Lula no que tange ao
estabelecimento de consenso entre pares.
Por outro lado, o Brasil exerceu liderança ao ajudar a reduzir as tensões entre Colômbia,
Equador e Venezuela, em 2008, durante crise relacionada ao combate às FARC, e liderou a
criação do Grupo de Amigos da Venezuela, em 2003, para cooperação entre governo e
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oposição. Em 2009, posicionou-se em repúdio ao golpe que levou a deposição do presidente de
Honduras, Manuel Zelaya, posteriormente abrigado na embaixada brasileira em Tegucigalpa.
Ainda que polêmico, o fato pode ser visto como uma defesa dos princípios democráticos,
mesmo que sinalize uma mudança da prerrogativa de não intervenção do Itamaraty. Nessas
ocasiões, a liderança consensual/cooperativa/empreendedora foi desempenhada pelo Brasil.
No que tange à UNASUL, o país teve grande relevância para a sua construção política e
ideacional, sendo um dos protagonistas do projeto. A liderança brasileira no processo de
institucionalização da organização pode ser caracterizada como consensual, cooperativa e
empreendedora e, em certo aspecto, intelectual e normativa. Estes traços se destacam, pois o
Brasil dividiu a tomada de decisões com os demais atores regionais. A presidência Pro-Tempore
foi ocupada por Chile, Equador e Venezuela, bem como os cargos de secretário-geral,
atualmente ocupado pela Colômbia. Ademais, o país conseguiu demonstrar capacidade de
projetar ideias e valores que deram sustentação à construção do projeto da UNASUL.
Também na instituição, a criação do Conselho Sul-Americano de Infraestrutura e
Planejamento (COSIPLAN), em 2009, contou com a liderança brasileira. O COSIPLAN
implicou no desempenho de uma liderança distributiva brasileira, visto que investiu na oferta de
bens coletivos na região. Outro projeto que evidenciou traços de liderança distributiva foi a
criação do Banco do Sul, em 2007, que contou com recursos brasileiros.
Ainda no que tange à UNASUL, o Conselho de Defesa Sul-Americano (CDS) foi criado
a partir de uma proposta exclusivamente brasileira, como forma de ampliar a cooperação em
defesa e segurança, impulsionar a indústria de defesa e evitar a imposição da agenda de
segurança dos EUA no subcontinente. No âmbito do CDS, o país teve papel importante ao atuar
como estabilizador diante de algumas tensões, como no reatamento das relações diplomáticas
entre Colômbia e Venezuela, em 2010, e na redução das tensões com os EUA sobre a utilização
de bases militares na Colômbia. Nessas ocasiões, a liderança consensual, cooperativa e
empreendedora se manifestou no desempenho brasileiro de potência regional.
O ativismo regional brasileiro foi acompanhado no governo Lula pelo aumento da
internacionalização do capital nacional, refletido na presença de grandes empresas na América
do Sul, em setores de energia e infraestrutura. Também o Banco Nacional de Desenvolvimento
Econômico e Social (BNDES) teve papel central na internacionalização das empresas
brasileiras, provendo crédito para impulsionar as exportações e os projetos de infraestrutura na
região. Como consequência disso, a internacionalização das empresas brasileiras não deixou de
ser um traço da liderança do Brasil enquanto potência regional na América do Sul, evidenciando
um aspecto de liderança estrutural e distributiva.
Diante do maior protagonismo do Brasil em âmbito regional, como reagiram as
potências secundárias? Ao longo deste período existiu uma oscilação entre os padrões de
cooperação e competição, que se manifestaram por meio do bandwagoning e do balancing.
A Argentina, ao mesmo tempo em que ampliou a cooperação com o Brasil e fez parte
da construção de uma estrutura de governança regional, também firmou alianças com terceiros
para contrabalançar o peso brasileiro na região, como indica a aproximação com a Venezuela
durante os governos Kirchner. A busca por limitar o poder brasileiro se baseou em estratégias
institucionais, como no MERCOSUL, por meio da adoção de políticas protecionistas, e na
UNASUL, onde a Argentina buscou atuar junto com o Brasil como mediador em crises
regionais. Assim, o vizinho buscou compartilhar a liderança brasileira no subcontinente.
Ademais, não apoiou o pleito brasileiro por um assento permanente no Conselho de Segurança
das Nações Unidas (Malamud, 2012), fazendo uso de coalizões diplomáticas como forma de
contrabalançar o poder na região, como no grupo Unidos pelo Consenso.
A Venezuela também investiu no fortalecimento das relações econômicas, buscando
mudar o equilíbrio de poder sul-americano. Na área política, o ativismo ideológico de Hugo
Chávez exerceu papel central em fase de ascensão de governos progressistas, permitindo
construir alianças políticas, que se refletiram, sobretudo, na ALBA. A respeito do Chile, o país
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apoiou a liderança regional brasileira quando o Brasil construiu consensos, limitando posições
extremistas, como as da Venezuela. Por outro lado, contestou tal papel quando houve tentativa
de exercê-lo em assuntos relacionados aos seus interesses, como no conflito com a Bolívia
(Wehner, 2011).
Com relação à Colômbia, os governos Álvaro Uribe e Lula tiveram divergências em
relação ao Plano Colômbia, visto que os países compartilham cerca de 1.644 km de limites e o
plano estabeleceu a presença militar estadunidense na região fronteiriça. Todavia, apesar das
diferenças existentes, os governos ampliaram a cooperação na região amazônica, em segurança
e combate ao narcotráfico.
Assim, o que se percebe é que durante a gestão Lula, o Brasil não foi uma potência
regional inconteste, pois as potências secundárias adotaram um comportamento ambivalente em
relação ao Brasil, fazendo uso de mecanismos de soft balancing. Frente a tal cenário, o país
buscou exercer de forma ativa a liderança na América do Sul, embora tenha manifestado seu
papel de diferentes formas, dependendo do tema e da instituição regional. Essa liderança variou
entre as categorias de consensual, cooperativa e empreendedora, de distributiva e estrutural e de
normativa e intelectual.
Com efeito, existiram constrangimentos ao desempenho do papel de potência regional
do Brasil, mas considerando os requisitos, entre os países sul-americanos, o país foi o que
melhor se enquadrou na definição ao longo do período do governo Lula. O enquadramento não
foi perfeito, pois embora ele tivesse recursos materiais necessários e disposição para assumir a
liderança, o seu exercício e o reconhecimento dos vizinhos são quesitos muitas vezes limitados.
3.
O exercício limitado como potência regional no governo Rousseff
Embora a política externa do governo Rousseff para a América do Sul se caracterize por
traços de continuidade em relação ao governo anterior, houve uma menor pró-atividade.
Inicialmente, os objetivos externos, como a diversificação das parcerias com ênfase na
cooperação Sul-Sul, o esforço do fortalecimento da América do Sul como espaço geopolítico
prioritário e a pretensão de consolidar a liderança regional do Brasil para projetar seu poder em
nível global foram mantidos. A estratégia globalista adotada na gestão Lula foi mantida como
objetivo de conservar a diversificação de parcerias e as linhas de atuação articuladas a partir de
espaços de interação fundamentados na cooperação Sul-Sul. Ademais, foi preservado o projeto
desenvolvimentista brasileiro de alavancar obras de infraestrutura na região (Saraiva, 2014). No
entanto, por outro lado, os esforços e os recursos despendidos em política externa foram
relativamente menores (Lessa, Cervo, 2014).
A combinação da piora das condições do cenário externo e o agravamento da situação
política e econômica do Brasil, sobretudo com a ruptura da coalizão de governo no Congresso e
os escândalos de corrupção, além do fim do ciclo internacional de ascensão dos preços das
commodities depois da crise internacional iniciada entre 2007 e 2008, explica, em parte, o
menor ativismo do país em assuntos de política externa e em termos regionais. Com
crescimento pífio e altas taxas de inflação, a partir de 2013, os cortes de gastos públicos foram
inevitáveis. Consequentemente, o país foi menos propositivo internacionalmente, uma vez que
se reduziram os recursos orçamentários para ações desse gênero (Casarões, 2016). Em paralelo,
Rousseff também enfrentou insatisfação popular com as manifestações de junho de 2013 (com o
movimento “não vai ter Copa”) e, adiante, com aquelas relacionadas aos esquemas de corrupção
da Petrobras. Somou-se a esse cenário o agravamento da crise política, e novas demonstrações
públicas contra o governo, em 2015, com grupos demandando o impeachment da presidente,
aprovado em agosto de 2016.
Ao longo do mandando de Rousseff, a internacionalização das empresas brasileiras não
foi interrompida, mas o Brasil perdeu posições, havendo uma redução considerável da
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participação dos seus investimentos na região, o que pode ser atribuído à conjuntura econômica
enfrentada pelo país e à desvalorização do real6. Com isso, diversas iniciativas, mesmo quando
financiadas pelo BNDES, não foram concluídas. Inclusive, houve reações em vários países
vizinhos às políticas de exploração estatal de recursos primários realizada pelo Brasil, os quais
colocaram em perigo a política brasileira de integração regional, com obstáculos sendo erigidos
à penetração de capitais e empreendimentos do país (Lessa, Cervo, 2014). Esses foram os casos
do Peru, em 2011, que suspendeu a licença provisória que uma construtora brasileira tinha para
erguer uma usina hidrelétrica, e da Bolívia, em 2013, onde a mesma empresa esteve no centro
de outro impasse envolvendo a população indígena em torno de uma obra em uma estrada em
área de reserva. Mesmo assim, houve ampliação do papel do BNDES no financiamento de
projetos na região e no incremento da cooperação técnica regional (Santos, 2013). O Porto de
Mariel, em Cuba, e a extensão das linhas do metrô de Caracas, na Venezuela, são alguns
exemplos.
Com efeito, outros episódios mostraram uma diferença na percepção dos vizinhos sobre
o papel do Brasil como potência regional na gestão Rousseff. Na Argentina, a preocupação
passou a ser a desvalorização do Real, elemento que afetava o comércio bilateral. Os vultosos
investimentos brasileiros recuaram desde a reestatização da companhia petrolífera YPF pelo
governo argentino, em 2012. Grandes grupos empresariais brasileiros reconsideraram seus
projetos naquele país e alguns foram desativados (Lessa, Cervo, 2014). Em 2015, Maurício
Macri, eleito presidente argentino, demonstrou que esperava que o Brasil e os demais membros
do MERCOSUL mudassem a sua posição em relação ao governo venezuelano de Nicolás
Maduro, que tinha assumido o posto em 2013, após o falecimento de Chávez. O presidente
entendia que a Venezuela havia transgredido a cláusula democrática do MERCOSUL ao
perseguir opositores e agir contra a liberdade de expressão no país e, por isso, deveria ser
punida.
Os obstáculos às exportações brasileiras foram mantidos pela Argentina e a presidente
brasileira mostrou menos disposição para fazer concessões ao país vizinho no campo
econômico. Os avanços foram nas áreas não-comerciais e buscou-se espaços para a expansão
industrial e o desenvolvimento de infraestrutura (Saraiva, Gomes, 2016).
A suspensão do Paraguai, em 2012, paralelamente à admissão da Venezuela como
membro pleno, revelou um contrassenso para a integração regional no MERCOSUL. O então
presidente paraguaio, Fernando Lugo (2008-2012), foi vítima de golpe parlamentar de Estado.
Como resposta, Brasil, Argentina e Uruguai puniram o país com a suspensão do MERCOSUL e,
ao mesmo tempo, formalizaram o ingresso da Venezuela como membro pleno do bloco (o que
era obstaculizado pelo Paraguai) (Lopes, 2013). Ficou patente que o Brasil não demonstrou
capacidade de antecipação e gestão da crise política que se instalou na instituição.
No que diz respeito às relações com Paraguai e Uruguai, estes países, cada vez mais
insatisfeitos com a sua condição assimétrica no MERCOSUL, apresentaram retração nas suas
taxas de crescimento econômico e se mostraram mais propensos a firmar acordos comerciais
bilaterais com diferentes parceiros no mundo. Com o Chile, a volta da presidente Michele
Bachelet à presidência, em 2014, levou ao fortalecimento das relações com o Brasil, que se
tornou, em 2015, o terceiro maior parceiro comercial do país. O Chile também buscou se
aproximar do MERCOSUL, como membro associado e por meio da Aliança do Pacífico, criada
em 2012, por Chile, México, Colômbia e Peru, acreditando que essas parcerias promoveriam
convergência na diversidade..
A adesão da Venezuela ao MERCOSUL, cujo processo de ratificação pelos Estados
partes do MMERCOSUL foi encerrado em 2013, o acordo para inclusão da Bolívia como
membro pleno, realizado no mesmo ano, e os acordos de associação do MERCOSUL com
6
Informação extraída da página web do Centro de Estudos de Integração e Desenvolvimento (CINDE):
http://www.cindesbrasil.org/site/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=45&I
temid=63. Consulta: 11 de outubro de 2017.
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alguns vizinhos também se inserem no enquadramento do período (Flemes, 2010). É preciso
ressaltar, todavia, que a ampliação do bloco mercosulino acontecia a despeito da falta de
avanços no projeto de mercado comum, da existência de instrumentos regionais adequados para
compensar as assimetrias e do investimento político do governo brasileiro na UNASUL
(Vigevani, Ramanzini, 2014).
No que tange à Venezuela, Rousseff manteve o discurso de alinhamento, afirmando, em
2011, que havia uma “parceria estratégica”. Mesmo assim, foi perceptível que o governo
brasileiro mudou a política para o país, marcada por certo afastamento, além de que mostrou
preocupação com os rumos da política venezuelana, algo inédito até então. Em 2015, após o
assassinato de um opositor político do governo Maduro, o Brasil, unindo-se à UNASUL,
condenou o uso de qualquer tipo de violência que poderia afetar o bom desenvolvimento do
processo eleitoral, instando as autoridades venezuelanas a investigarem os fatos.
As relações com a Bolívia também sofreram reveses. No primeiro semestre de 2012,
Evo Morales viu o Brasil oferecer asilo político ao senador oposicionista Roger Pinto Molina na
embaixada em La Paz e não concedeu salvo-conduto para que o asilado pudesse se evadir do
país, criando uma situação desconfortável. Como saldo, Molina seguiu encarcerado, por mais de
um ano, na sede da missão diplomática brasileira. Em contraposição, Morales também não
facilitou a vida dos brasileiros detidos em Oruro, em 2013 (Lopes, 2013).
Com a Colômbia houve maior aproximação. Foram criadas missões com o intuito de
negociar acordos de facilitação de investimentos e acelerar a redução de tarifas do acordo de
complementação econômica em curso, além de realizados acordos de cooperação em educação,
pesquisa científica e desenvolvimento agrário e um memorando de entendimento para o setor
automotivo. O Brasil também apoiou o processo negociador da Colômbia com as FARC,
contudo, não houve posição ativa do país nas negociações entre o governo e o grupo armado,
que culminaram no acordo de paz de 2016. Com relação à percepção do governo colombiano
sobre o Brasil, Borda (2013:3) afirma que “el gobierno colombiano aún tiene dudas sobre su
posición frente al conflicto colombiano y frente a los roces con Venezuela”. Integraram as
negociações Chile, Cuba, Venezuela e Noruega, indicando limitação do reconhecimento do
Brasil como liderança regional.
O MERCOSUL não foi prioridade do governo Rousseff, mas sua defesa foi necessária
para administrar as relações do Brasil com países vizinhos. Os avanços apontaram para áreas
não comerciais e buscou-se espaços para a expansão industrial e o desenvolvimento de
infraestrutura (Saraiva, Gomes, 2016). Porém, os obstáculos ao comércio, concentrados no eixo
Brasil-Argentina, foram mantidos. Mesmo com desencontros, o bloco seguiu uma perspectiva
de ampliação. Além da Venezuela, a Bolívia solicitou a entrada no bloco também como membro
pleno sem abandonar a Comunidade Andina. Guiana e Suriname assinaram acordos de
associação (Saraiva, 2014). Na UNASUL, houve um importante avanço representado pela
discussão em torno do Registro de Gastos em Defesa, acordado em 2012 na instância executiva
do CDS, além de um projeto industrial e de defesa regional (Mariano, Ramanzini, Almeida,
2014).
No que tange à Aliança do Pacífico, sua criação não foi recebida de forma consensual
pela diplomacia brasileira (Lessa, Crevo, 2014). Assim como a ALBA, ela espelhou
divergências acerca de integração e comércio, por mais que líderes políticos afirmassem a
conveniência da concertação entre todos os órgãos regionais. Ainda pairava sobre a América do
Sul o avanço das negociações da Parceria Transpacífica (TPP), dos TLCs, do Acordo de Livre
Comércio de Serviços (Severo, 2015) e os discursos das grandes potências apontando que o
Brasil estava afastado das oportunidades dos mega-acordos comerciais em função da sua
insistência em apostar no MERCOSUL. A resposta brasileira foi enfática: em 2015, o país
ofertou três Acordos de Cooperação e Facilitação de Investimentos ao México, à Colômbia e ao
Chile, a fim de dinamizar a entrada de investimentos brasileiros no país (Casarões, 2016).
Apesar dos limites enfrentados ao longo do período, a rede de instituições construída no
decorrer dos mandatos de Lula não foi posta em xeque e seguiu sendo considerada um
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instrumento importante no campo da cooperação regional. A despeito dessa questão, o
crescimento do comércio na América do Sul foi muito pequeno desde 20117.
Assim, como se pode observar, o país enfrentou limitações para desempenhar o papel de
potência regional se comparado ao governo anterior. Apesar de conservar os recursos materiais
que permitem defini-lo como potência regional, no campo da liderança percebem-se claros
sinais de enfraquecimento no que tange tanto às modalidades consensual, cooperativa,
empreendedora, como estrutural e distributiva e normativa e intelectual. A fragilidade doméstica
e a reversão de condições externas tiveram reflexos diretos para as ações brasileiras
direcionadas à promoção dos seus interesses no âmbito da região e as condições para o exercício
da liderança ficaram comprometidas, abrindo espaço para que parceiros tradicionais como
Uruguai e Paraguai buscassem explorar outras parcerias, assim como para um enfraquecimento
do bloco mercosulino. Ademais, o país não iniciou nenhum plano integrativo importante para a
América do Sul na gestão Rousseff. Em vez disso, em grande medida impulsionado por
preocupações econômicas, o Brasil priorizou a China. Pode-se considerar que o menor ativismo
brasileiro para a região foi um reflexo da própria política externa que foi colocada em segundo
plano ao longo de seus mandatos. Consequentemente, o Brasil não conseguiu se posicionar
como elo integrador regional e liderar a construção de um espaço geopolítico autônomo como
na gestão anterior.
4. O esvaziamento da liderança regional no governo Temer
Como presidente interino, a partir de maio de 2016, Michel Temer elegeu José Serra
como chanceler. Dada a posição partidária de centro-direita do novo Ministro (filiado ao Partido
da Social Democracia Brasileira – PSDB), alinhada à do presidente, Serra tratou de demonstrar
que faria mudanças radicais nas relações exteriores do Brasil. Por isso, anunciou a “renovação
da política externa” brasileira, embebida nos “legítimos valores”, que não mais seguiriam as
conveniências e preferências ideológicas de um partido político e de seus aliados no exterior.
Com o objetivo de reforçar uma reviravolta na política externa em relação aos governos petistas,
Serra destacou o fim do Brasil “bolivariano” 8, o redirecionamento das relações de cooperação
do eixo Sul-Sul e sustentou uma agenda cujo objetivo era ampliar o intercâmbio com parceiros
grandes e tradicionais, como os EUA, a UE e o Japão, além dos mais recentes, como China e
Índia. A ênfase na agenda econômico-comercial da política externa deixou transparecer seu
intuito de abrir a economia e diversificar as parcerias comerciais do país.
Nessa linha, foram realizadas modificações administrativas: a Agência de Promoção às
Exportações (APEX) foi incorporada à estrutura do Ministério das Relações Exteriores e a
Câmara de Comércio Exterior (CAMEX) foi deslocada para o âmbito da Presidência da
República 9. O objetivo era iniciar um processo de negociações comerciais para liberalizar e
diversificar mercados de destino das exportações brasileiras e resgatar a credibilidade da
economia frente aos investidores internacionais em um momento de crise.
No esforço do chefe do Itamaraty para demonstrar uma mudança de estratégia, a
cooperação política e econômica no eixo Sul-Sul não foi prioridade. Assim que tomou posse, o
Ministro encomendou um estudo acerca do custo e da utilidade de embaixadas, a maioria no
Caribe e na África10 (Meana, 2016). No que toca a um plano específico voltado para a América
do Sul, este não foi delineado de maneira clara pelo Brasil desde o início da atual gestão. Como
7
Información extraída de www.wto.org. Consulta: 12 de outubro de 2017
Michel Temer confirma el fin del Brasil "bolivariano”, El Mostrador, Santiago, 31 de outubro de 2016.
Disponível em: <http://www.elmostrador.cl/noticias/mundo/2016/08/31/michel-temer-confirma-el-findel-brasil-bolivariano/>. Consulta: 20 de novembro de 2017.
9
Durante a gestão de Aloysio Nunes, que substituiu Serra como chanceler, a Secretaria da CAMEX
voltou para o Ministério da Indústria, Comércio Exterior e Serviços.
10
O estudo apontou que as embaixadas e o efetivo diplomático tinham um custo bastante elevado para o
orçamento brasileiro vis-à-vis seus retornos políticos e econômicos marginais em um momento de grave
crise financeira pelo qual passava o país (Fleck, 2013).
8
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consequência disso, a aspiração do papel de potência regional ou o exercício de uma liderança
na região esvaziou-se, deixando de ser uma prioridade na agenda brasileira.
Com relação ao MERCOSUL, a posição era “flexibilizar” a cláusula da união
alfandegária para que o país negociasse acordos com Estados que não fossem membros. Diante
das dificuldades para estabelecer um acordo via união aduaneira, acreditava-se que essa
flexibilização era urgente. Na visão de Serra, o Brasil esteve excessivamente amarrado à
cláusula alfandegária nos últimos anos, implicando na sua posição defensiva, uma vez que todas
as suas negociações tiveram que levar em consideração as decisões do bloco mercosulino. Sem
especificar quais seriam os impactos de médio e longo prazo para o bloco econômico, o
Ministro defendeu que a solução era permitir que o Brasil negociasse bilateralmente com outros
mercados do mundo. Sua intenção era retirar o Brasil do isolamento comercial, tornando-o um
global trader não mais focado nas negociações multilaterais, mas bilaterais, seguindo a
tendência internacional de proliferação de TLCs. Aliás, desde a reeleição de Rousseff havia
crescido no país o grupo daqueles que viam a maior abertura econômica como condição
necessária para iniciar o processo de recuperação econômica (Stunkel, 2017). Nesse contexto, o
Acordo de Livre Comércio MERCOSUL-UE, cujas negociações se arrastam desde 1999, voltou
a ser uma prioridade.
Em março de 2017, José Serra foi substituído por Aloysio Nunes, político de carreira
também filiado ao PSDB. Nunes, por sua vez, manteve o fio condutor proposto por seu
antecessor no que diz respeito à política externa, buscando intensificar o trabalho de promoção
comercial e investimentos, dando lugar central ao Acordo MERCOSUL-UE em sua agenda.
Contudo, em seu discurso de posse salientou a importância de priorizar a América do Sul,
Central e o Caribe e as relações com a Argentina e com países da Aliança do Pacífico. Ainda
que existam propostas de mudanças na política externa, dado o pouco tempo da atual gestão,
que se encerra no final do ano que vem, infere-se que na prática foram poucas as ações que
realmente podem ser consideradas mudanças radicais em relação à gestão de Rousseff.
Não houve modificações no que se refere à estrutura decisória e administrativa do
MERCOSUL no sentido da sua “flexibilização”. Ao não quebrar com a sua cláusula
alfandegária o país se concentrou em se manter como um articulador da ampliação do número
de negociações de parcerias extra regionais do bloco em todas as regiões do mundo11 com o
objetivo de demonstrar que o Brasil está ativo, ao menos na área econômica, em meio a diversas
crises domésticas. Na América do Sul foi firmado um acordo de complementação econômica
com a Colômbia (2017) e um acordo automotivo com a Argentina (2016) para o
aprofundamento da integração produtiva, além de conversas para futuros acordos com países e
blocos na Ásia, no Oriente Médio e na Europa12.
Entretanto, a opção retórica pela flexibilização do bloco mercosulino indica menos
propensão e preocupação do país a atuar como líder regional, visto que reduz seu protagonismo
como um articulador de um projeto regional, que fomenta a interdependência econômica,
aspecto central a uma potência regional, como destaca a literatura. Neste sentido, as
modalidades de liderança cooperativa, consensual e empreendedora, normativa e intelectual e
estrutural e distributiva perdem força.
A percepção dos países vizinhos também mudou sobre o Brasil, dificultando um
reconhecimento (ainda que não buscado na gestão Temer) de sua liderança regional. As
opiniões sobre o Brasil ficaram divididas na UNASUL desde a abertura do processo de
impeachment de Rousseff, pois alguns países da região relutaram em reconhecer a legitimidade
do governo Temer, devido a forma como o processo foi conduzido. A UNASUL se posicionou
contra o processo político que ocorreu no Brasil, assim como os governos da Venezuela, da
11
Os acordos comerciais do MERCOSUL já vigentes são com Israel, Índia, União Aduaneira da África
Austral. O Acordo Mercosul-Egito, entrou em vigor em 2017.
12
Exemplos de aproximação do MERCOSUL para início de negociações: Associação Europeia de Livre
Comércio, Reino Unido, Canadá, Austrália, Japão, Nova Zelândia, Marrocos, Tunísia e países que
compõem a Associação de Nações do Sudeste Asiático (ASEAN).
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Bolívia, de Cuba, do Equadore a ALBA, que questionaram o procedimento. Preocupados com a
“ruptura da ordem democrática”, eles receberam como resposta notas duras, de tom diferente do
tradicional usado pelo Ministério das Relações Exteriores brasileiro. Colômbia e Chile, por
outro lado, ficaram em silêncio. Já o Uruguai, reconheceu o governo Temer, embora tenha
considerado o impeachment de Rousseff “injusto”. A Argentina afirmou que respeitava “o
processo institucional verificado”.
Na América do Sul, a Argentina permaneceu sendo um parceiro prioritário, tendo em
vista que o país é um dos principais destinos dos produtos brasileiros manufaturados. Apesar
disso, os acordos fechados entre Temer e Macri no início de 2017 para prestação de serviços de
saúde em regiões fronteiriças e cooperação diplomática e consular (Planalto, 2017) não tiveram
grande relevância e acordos com resultados práticos sobre comércio e investimentos não foram
realizados. Os dois presidentes avançaram pouco na eliminação de barreiras que ainda existem
no bloco, sobretudo no setor de veículos e peças automotivas.
As relações do Brasil com a Venezuela foram as que mais foram modificadas. Em 2016,
o Brasil pressionou para suspender o país do MERCOSUL e fez constantes críticas ao governo
de Nicolás Maduro. O país já tinha começado a se afastar de Caracas ainda no governo
Rousseff, mas com o agravamento da situação venezuelana no último ano, argumentou no
MERCOSUL que os venezuelanos não tinham cumprido os requisitos necessários sobre
democracia e obediência ao Estado de direito para serem considerados membros plenos e que,
por isso, não poderiam assumir a presidência pro tempore do bloco. A Venezuela havia sido um
dos maiores críticos do impeachment de Rousseff e, desde então, tinha congelado suas relações
com o Brasil. Nesse ínterim, o Paraguai acusou o governo Maduro de violar os direitos humanos
de presos políticos e regras democráticas. A crise no MERCOSUL envolvendo a Venezuela
rendeu atrito também com o Uruguai, que não concordava com a suspensão do vizinho.
Nesse período, o Brasil não assumiu papel de liderança frente à crise política que se
instalou no bloco e a Venezuela não pôde assumir a presidência, cujo posto foi ocupado de
forma colegiada pelos países fundadores do MERCOSUL até dezembro de 2016. Neste mês,
sob a presidência argentina do bloco, a Venezuela foi suspensa do exercício como membro por
não cumprir com as obrigações de adesão, incluindo a cláusula democrática. Em 2017, o Brasil
defendeu mais uma vez, juntamente com a Argentina, a suspensão total e não somente técnica
da Venezuela do MERCOSUL por “ruptura da ordem democrática”, o que aconteceu no mês de
agosto, afirmando que tal sanção tinha natureza política.
Ademais, o governo Temer demonstrou estar pouco disposto a intermediar uma
negociação entre o governo e a oposição venezuelana, com a justificativa de que seria
interferência à soberania do país. Neste âmbito, os traços do que havia sido uma liderança
consensual, cooperativa e empreendedora em Lula não foram uma característica no governo
Temer. A proposta de suspensão da Venezuela da instância regional se sobrepôs ao exercício de
articulação de um consenso regional que resultasse em benefícios para todos, sem envolver
sanções ou recompensas.
Neste período, a UNASUL não demonstrou avanços. As dificuldades de financiamento
do COSIPLAN permanecem na atual conjuntura e o financiamento de obras de infraestrutura
apresenta parcos resultados. Mesmo assim, a necessidade de avançar em cooperação com a
região para superar entraves logísticos não foi mencionada pela atual gestão brasileira como um
elemento importante para a integração regional. O Brasil corre para entregar à iniciativa
privada, inclusive estrangeira, grande parte dos empreendimentos nacionais na área de geração
de energia e melhoria da infraestrutura à medida que mantém a meta de redução dos gastos
públicos, elemento que repercute em restrições ao financiamento do COSIPLAN pelo país.
A partir do distanciamento brasileiro do eixo bolivariano, as relações políticas com a
Bolívia esfriaram, mas os interesses econômicos permaneceram. A Bolívia pretende renovar um
contrato de compra e venda de gás com o Brasil, que expira em 2019 e também há discussão
sobre a venda de energia elétrica e a construção de uma ferrovia de 3,5 mil km, unindo o Porto
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de Santos ao terminal peruano de Illo, atravessando a Bolívia 13. Peru, Argentina, Paraguai e
Uruguai também estão incluídos no projeto. Com o Paraguai foram assinados dois acordos, um
na área de aviação e outro para construção de uma ponte rodoviária internacional sobre o Rio
Paraguai. Esta iniciativa faz parte de um projeto maior, de interligação entre o Oceano Atlântico
e o Oceano Pacífico, particularmente dos portos de Santos e de Iquique (Planalto, 2017). Esses
países, junto com os demais vizinhos do Brasil, constituem os principais mercados para os
produtos manufaturados exportados de origem brasileira (Menezes, Banzatto, 2016).
A crise do NAFTA, após a posse de Donald Trump nos EUA, no início de 2017, gerou
oportunidade para o MERCOSUL se aproximar do México, país com o qual havia um Acordo
de Complementação Econômica desde 2002. Este é um sinal de que o bloco mercosulino poderá
caminhar para uma relação de complementaridade com a Aliança do Pacífico. Contudo,
recentemente esta aproximação vem sendo realizada muito mais por parte da Argentina e do
Chile do que pelo Brasil14. O que se percebe é que os países da América do Sul vêm buscando
alternativas, caso Trump cumpra suas promessas e feche suas fronteiras aos produtos de outros
territórios. Portanto, a ideia inicial de aproximar o Brasil dos EUA para liberalizar os mercados
não parece uma boa medida, uma vez que há disposição deste país sair dos mega-acordos, como
fez com a TPP.
Assim como no governo Rousseff, cujos problemas internos acabaram por serem
priorizados face à política externa, na gestão Temer acontece o mesmo, adicionando-se ainda a
falta de clareza quanto ao projeto regional. Como o atual presidente tem um mandato curto e
muitos problemas políticos e econômicos a enfrentar, mudanças radicais nas relações exteriores
durante sua gestão são muito mais retóricas do que práticas. Por outro lado, verifica-se o
contínuo enfraquecimento da liderança do Brasil na América do Sul e a desaceleração do seu
ativismo regional dada a sua menor disposição em assumir o papel de potência regional. Somase a isso o enfraquecimento dos recursos materiais do país, cuja economia encolheu 3,6% em
2016 e tinha projeções de crescimento entre 0,5% e 0,7% para 201715.
Tendo em vista o vácuo de poder que se estabelece na região, dado o fraco ativismo
brasileiro, outros países vêm mostrando disposição em exercer o papel de potência regional,
como as potências secundárias Argentina e Colômbia. A Argentina, sob gestão de Macri, adotou
medidas de austeridade econômica, visando a estabilidade e a retomada do crescimento de sua
economia. Embora o país tenha experimentado recessão de 2,3% em 2016 (BANCO
MUNDIAL, 2017), em 2017 a economia cresceu 2,9% (INDEC). De fato, Macri vem
complementando iniciativas para sair da crise com uma ativa diplomacia presidencial, tendo
realizado diversas visitas de Estado, inclusive a países vizinhos. O presidente também se
mostrou empenhando em fortalecer o MERCOSUL e as relações da Argentina com a Aliança do
Pacífico, como mencionado ao longo do artigo. Em nível internacional, o país sediará a 11ª
Reunião Ministerial da Organização Mundial do Comércio (OMC) em dezembro de 2017 e, em
2018, a 13ª Cúpula dos países do G20 financeiro. Assim, o vizinho, que tem grande peso
político na região, ao reestruturar sua economia doméstica, também está buscando credenciais
para ampliar sua presença e liderança regional e se reposicionar na hierarquia de poder global,
A Colômbia, por sua vez, cresceu 2% em 2016 e tem previsões de crescimento
econômico para os próximos anos (Banco Mundial, 2017). O processo de construção da
estabilidade doméstica – que se tornou possível com o acordo de paz com as FARC e as
negociações iniciadas com outro grupo armado, o Exército de Libertação Nacional (ELN) –
permitiu que o país se reposicionasse na América do Sul. Assim, a Colômbia vem modificando
13
Bolívia confirma reunião de Temer e Morales, Exame, 21 de novembro de 2017, São Paulo. Disponível
em: <https://exame.abril.com.br/brasil/bolivia-confirma-reuniao-de-temer-e-morales/>. Consulta: 24 de
novembro de 2017.
14
A Argentina se tornou membro observador da Aliança do Pacífico em julho de 2016, juntando-se ao
Paraguai e ao Uruguai que já estavam nesta condição.
15
Información extraída de: http://data.worldbank.org/. Consulta: 18 de agosto de 2017.
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sua identidade regional de um Estado considerado pária para um país estável e mais integrado à
vizinhança, com maior engajamento em instituições e disposto a cooperar nas mais diversas
áreas, como segurança.
Assim, ao não investir na região e assumir diferentes tipos de liderança em instâncias e
projetos regionais, como realizado durante a gestão de Lula, o Brasil vem caminhando, desde a
administração Ro6usseff, mas, sobretudo no governo Temer, em direção ao esvaziamento de
sua liderança regional.
Conclusão
A partir da discussão da atuação do Brasil como potência regional e da sua liderança na
América do Sul nos governos Lula (2003-2010), Rousseff (2011-2016) e Temer (2016-2017),
foram apresentadas evidências de como o exercício destas atribuições oscilou na região neste
novo século. A metodologia empregada para a discussão de liderança, conceito contestado na
literatura sobre o tema, pautou-se em um conjunto de acepções que elegeram elementos
classificatórios para uma liderança regional. Em seguida, a discussão se concentrou em mostrar
fatos que credenciaram ou não a liderança regional brasileira nos diferentes governos como
cooperativa, consensual e empreendedora, estrutural e distributiva, e também normativa e
intelectual a partir da análise detalhada acerca do engajamento cooperativo na região e da
maneira como as potências secundárias reagiram.
A despeito da não incontestabilidade da liderança brasileira, percebeu-se que durante o
governo Lula, o país se empenhou em liderar a construção de um espaço político, econômico e
de segurança autônomo, buscando projeção externa através da cooperação Sul-Sul com seus
vizinhos, além der ser elo integrador da América do Sul. Neste período evidenciaram-se traços
de liderança consensual, cooperativa, empreendedora, estrutural e distributiva e intelectual e
normativa no âmbito do MERCOSUL e da UNASUL, na mediação de crises políticas, na
projeção de ideias e valores que deram sustentação à construção dos projetos regionais e na
internacionalização do capital brasileiro. Já no governo Rousseff, em uma conjuntura de
fragilidade doméstica e de reversão das condições externas, a política do Brasil para a região se
caracterizou por traços de continuidade, embora com perfil de menor pró-atividade. Em vista
disso, houve limitações ao desempenho do papel do Brasil como potência regional e menor
capacidade do exercício de liderança se comparado ao governo Lula, desacelerando o ativismo
brasileiro nos processos de integração regional com a diluição dos esforços diplomáticos de
liderança na região. Assim, não foram notados os traços de liderança nas modalidades
consensual, cooperativa, empreendedora, estrutural e distributiva e normativa e intelectual em
sua política regional.
Por sua vez, o governo Temer buscou modificar, ao menos retoricamente, a estratégia
de inserção internacional do país para diferenciá-lo das gestões petistas, buscar legitimidade
para seu governo e renovar as credenciais brasileiras. Na nova agenda de política externa a
prioridade conferida aos projetos regionais foi reduzida substancialmente, demonstrando a falta
de uma perspectiva de longo prazo no que tange à política regional do país. Na prática, o que se
observa é que a agenda de política externa da atual gestão é conjuntural e que o menor ativismo
brasileiro nas instâncias e crises sul-americanas, assim como o baixo grau de envolvimento em
projetos de cooperação, se comparado às gestões anteriores, abrem espaço para que outros
países assumam posição de destaque. Assim, o projeto regional – que vinha sendo construído na
esteira deste novo século – perde força, ao mesmo passo em que o Brasil perde posição na
hierarquia de poder internacional, embora ainda seja uma potência regional se considerada a sua
capacidade material frente a seus vizinhos.
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Modelos de integración en América Latina:
objetivos, mecanismos y actores
Hugo Daniel Ramos
Resumen
Desde la segunda mitad del Siglo XX se han desarrollado en América Latina distintas experiencias
integracionistas; en función de sus objetivos, mecanismos aplicados y actores intervinientes, éstas pueden
agruparse en distintos modelos de integración. Esto es: construcciones analíticas que intentan explicar de
forma simplificada las características estructurales de los procesos de integración y que permiten
describir, explicar y comparar, por ejemplo, al MERCOSUR con la Unión Europea
En el presente trabajo se analiza comparativamente a tres modelos específicos de América Latina: el
estructuralista, el regionalismo abierto y el regionalismo post-liberal, señalando sus vinculaciones con los
modelos de desarrollo y planteando discusiones con respecto a la literatura sobre el tema. En particular, se
intenta argumentar que la categoría de “regionalismo post-liberal” presenta ciertas debilidades que tornan
dificultosa su utilización para explicar las experiencias recientes de integración en la región.
Palabras Clave: integración regional - modelos de integración - regionalismo post-liberal
Integration models in Latin America:
objectives, mechanisms and actors
Abstract
Since the second half of the twentieth century, different integration experiences have been developed in
Latin America; depending on their objectives, applied mechanisms and actors who intervened, these can
be grouped into different integration models. This is: analytical constructs that try to explain in a
simplified way the structural characteristics of the integration processes and that allow describing,
explaining and comparing, for example, to MERCOSUR with the European Union
This paper compares three Latin American models: the structuralist, open regionalism and post-liberal
regionalism, pointing out their links with the development models and proposing discussions with the
literature on the subject. In particular, we try to argue that the category of “post-liberal regionalism” has
certain weaknesses that make it difficult to use it to explain recent experiences of integration in the
region.
Key words: regional integration - integration models - post-liberal regionalism
TRABAJO RECIBIDO: 17/04/2018 TRABAJO ACEPTADO: 23/05/2018
Doctor en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario (UNR, Argentina), Instituto de
Humanidades y Ciencias Sociales (IHUCSO), Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad
Nacional del Litoral (UNL, Argentina). Correo electrónico: ramoshugo78@gmail.com
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Introducción
Las ideas, aspiraciones y expectativas en torno a la unificación política de
Latinoamérica pueden rastrearse hasta los procesos de independencia de la mayor parte de los
estados del área, en la primera mitad del Siglo XIX. Aunque los escasos intentos que se llevaron
a cabo1 fracasaron en ese entonces por una multiplicidad de factores, “el culto a una supuesta
unidad natural de América Latina ha sido un componente permanente en el discurso político
regional” (Malamud; Castro, 2009:42).
Situándonos en una perspectiva temporal más cercana, es a partir de la finalización de la
Segunda Guerra Mundial cuando empiezan a ponerse en práctica en América Latina iniciativas
de unificación regional ya no política sino económica, principalmente2 de la mano de la
recientemente creada Comisión Económica Para América Latina (CEPAL)3.
A partir de entonces, se han desarrollado en nuestra región distintas experiencias
integracionistas. En función de sus objetivos, mecanismos puestos en práctica y actores
intervinientes, en este trabajo se sostiene que éstas se basaron en distintos 'modelos de
integración'. Esta noción alude, en primer lugar, a construcciones teóricas que, de forma
simplificada, dieron cuenta de las características estructurales de los procesos en marcha pero
que, también, prescribieron los modos de integrarse, los fines de la integración y,
fundamentalmente, los actores encargados de dirigirla y efectivizarla. Esto es, la noción
contiene tanto una dimensión descriptiva como una prescriptiva. La consideración de ambas
dimensiones permite avanzar en análisis comparativos entre distintos casos, ya sea en forma
sincrónica o diacrónica.
En el presente trabajo se avanza en un análisis de este tipo pero considerando lo que se
entiende como los tres modelos integracionistas específicos de la región desde la segunda mitad
del Siglo XX hasta la actualidad: el estructuralista, el regionalismo abierto y el regionalismo
post-liberal, dando cuenta de sus vinculaciones con los modelos de desarrollo y planteando ejes
de discusión con respecto a la literatura sobre el tema. En particular, se intenta argumentar que,
a diferencia de los otros dos modelos, la categoría de regionalismo post-liberal, presenta ciertas
debilidades que tornan dificultosa su utilización para explicar las experiencias recientes de
integración en la región.
La ponencia se estructura en tres apartados, donde se analiza cada modelo con relativa
profundidad -dados los límites de espacio-, para finalizar con una serie de reflexiones generales.
1. El modelo cepalino o estructuralista
Los aportes de la CEPAL a la integración regional han sido amplios y relevantes. De
acuerdo a Thorp (2000:25) “antes de la CEPAL no existían realmente los medios para que los
1
El Congreso Anfictiónico de Panamá del año 1826 constituye una de las iniciativas más recordadas.
Impulsado por Simón Bolívar, héroe de la independencia sudamericana, y por entonces a cargo de la
Presidencia de la Gran Colombia (actuales Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela), logró la asistencia
de las Provincias Unidas de Centroamérica (hoy Guatemala, Honduras, Costa Rica, Nicaragua y El
Salvador), Colombia, Perú y México. El Congreso se clausuró sin lograr más que un Tratado que
establecía una laxa liga entre las repúblicas americanas y un pacto de defensa mutua.
2
Previamente, durante la segunda mitad de la década del 40 y principios de los años 50, se intentaron
poner en práctica diversas iniciativas de integración, en particular en el Cono Sur.
3
La CEPAL fue creada por la Resolución 106 del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas
en el año 1948. Dentro de sus objetivos originarios se destaca el de “mantener y reforzar las relaciones
económicas de los países latinoamericanos y del Caribe, tanto entre sí como con los demás países del
mundo” (CEPAL, 1999:7). Uno de los ejes que caracterizaron su accionar, particularmente entre los años
50 y 60, fue precisamente el impulso a “la ampliación de los mercados nacionales a través de la creación
de un mercado latinoamericano común” (Malamud; Castro, 2009:43).
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ciudadanos, formuladores de política o incluso académicos latinoamericanos estuvieran
informados sobre sus vecinos o estimulados por el conocimiento de similitudes o diferencias,
por no mencionar un sentido de la solidaridad regional”. Fueron precisamente sus informes, la
cooperación técnica establecida con los gobiernos del área y sus desarrollos teóricos los que
facilitaron la emergencia de “un sentido de regionalismo, con una estimulante serie de ideas
sobre temas como la dependencia externa y la inestabilidad de los productos básicos en el plano
internacional”. En otros términos, su labor tuvo un considerable impacto en el desarrollo y
consolidación de una identidad regional compartida.
Las ideas cepalinas sustentaron los esfuerzos integracionistas de América Latina desde
principios de los años 50 hasta finales de la década de los 804, dando forma a lo que podemos
denominar como modelo cepalino o estructuralista de integración. Este modelo se plasmó en un
conjunto diverso de experiencias históricas concretas: Mercado Común Centroamericano
(MCCA); Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC5), Pacto Andino (PA) y
Asociación Latinoamericana De Integración (ALADI6); entre los más conocidos7.
Lideradas por su primer Secretario Ejecutivo, Raúl Prebish, las tesis cepalinas a favor
de la integración latinoamericana se articularon en relación con el proceso de industrialización
endógeno que impulsaron los países latinoamericanos ya desde antes de la Segunda Guerra
Mundial. De acuerdo a Vázquez López (2011:108), “las ideas pioneras de Raúl Prebisch y
allegados conformaban una estrategia que aunque esencialmente económica, era una visión
multidisciplinaria que cuestionaba de forma integral los procesos de desarrollo en la región y
sus modos históricos de inserción en el ámbito mundial”.
4
Cabe mencionar que en el ámbito de las orientaciones de políticas, la CEPAL desarrolló
simultáneamente dos enfoques sobre la integración latinoamericana, en función de la lectura que se
realizaba sobre el grado de desarrollo y las capacidades para integrarse de los Estados latinoamericanos.
Uno de ellos primaba la creación de un mercado regional de manera similar al modelo europeo, que en
esos años daba sus primeros pasos. El otro era menos ambicioso y se centraba en una rebaja generalizada
de aranceles, es decir, en la creación de una Zona de Libre Comercio (ZLC) presentada como etapa
intermedia' hacia la creación de un mercado común latinoamericano.
5
Creada el 18 de febrero de 1960 mediante la firma del Tratado de Montevideo permitió vincular en un
mismo proceso integracionista a 11 estados de América Latina: Argentina, Brasil, Chile, México,
Paraguay, Perú y Uruguay. Posteriormente se adhirieron Colombia (30/09/61), Ecuador (03/11/61),
Venezuela (31/08/66) y Bolivia (08/02/67). El objetivo era alcanzar las condiciones para un futuro
mercado común mediante el establecimiento de una ZLC entre los Estados firmantes en un plazo de doce
años. Los mecanismos previstos para cumplir ese objetivo fueron básicamente tres: 1- una lista común de
productos con una reducción arancelaria acordada entre todos los Estados de la organización, ampliada
periódicamente; 2- listas nacionales, que consistían en listados de productos sobre los que se practicaba
una reducción arancelaria definida de forma unilateral por algún país miembro a favor de otro/s país/es
miembro/s y; 3- los acuerdos de complementación industrial, que permitían la concesión de preferencias
recíprocas entre dos o más países para facilitar el establecimiento de nuevos sectores industriales.
6
En un intento por salvaguardar lo que dio en llamarse patrimonio histórico de la integración, el 12 de
agosto de 1980 los países integrantes de la ALALC firmaron un nuevo Tratado de Montevideo a partir del
cual crearon la ALADI, que buscó adaptar los instrumentos integracionistas a una realidad regional
percibida como heterogénea y sujeta a múltiples tensiones. El Tratado fijó como objetivo a largo plazo “el
establecimiento, en forma gradual y progresiva, de un mercado común latinoamericano” (Tratado de
Montevideo, 1980, art.1). A diferencia de la ALALC no dispuso plazos ni cronogramas. En este sentido,
la ALADI fue concebida como una organización destinada a “la promoción y regulación del comercio
recíproco, la complementación económica y el desarrollo de las acciones de cooperación económica que
coadyuven a la ampliación de los mercados” (Tratado de Montevideo, 1980, art.2) y fijó tres modalidades
básicas para avanzar en la integración: la preferencia arancelaria regional, los acuerdos de alcance
regional y los acuerdos de alcance parcial. Las funciones previstas se sustentaron en cinco principios
básicos: pluralismo, convergencia, flexibilidad, tratamiento diferencial y multiplicidad. En el año 1999 se
adhirió Cuba, por lo que actualmente la organización cuenta con doce Estados miembros
7
También inspiró experiencias bilaterales de integración como los acuerdos argentino-brasileños de la
década de los 80.
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En este sentido, la CEPAL argumentó a favor de mecanismos que permitieran aumentar
los ingresos de los países latinoamericanos mediante el incremento y diversificación de las
exportaciones, que minimizaran los costos del proceso de industrialización mediante un uso
racional de los capitales disponibles y que ampliasen el tamaño de los mercados nacionales.
Teóricamente, la vía de la integración resultaría más fácil para lograr estos objetivos en razón de
los similares niveles de desarrollo entre los países, de las problemáticas comunes que
compartían, de las afinidades históricas y culturales y de la proximidad geográfica8.
La propuesta de integración “contenía la idea de iniciar un proceso de diversificación de
las exportaciones por esfuerzo propio (...) y, lo que es más importante, el mercado común
latinoamericano tendría la virtud de ampliar el tamaño del mercado de los sectores industriales
exigentes en materia de escala, facilitando la profundización del proceso sustitutivo”
(Bielchovsky, 1998:6)9. Desde esta perspectiva, la integración era el medio para ampliar los
recursos productivos disponibles y aprovechar las ventajas de la especialización y
complementación industrial, “creando las condiciones para aumentar la productividad y
dinamizar el proceso de industrialización en el conjunto de los países de la región, eje a partir
del cual se expandiría el intercambio intra y extrarregional y se revitalizaría el crecimiento
económico” (da Conceiao Tavares, 1998:2).
En el contexto definido por estrategias nacionales a favor del desarrollo industrial, el
objetivo era articular patrones de especialización productiva complementarios entre sí, evitando
la replicación a escala regional del esquema imperante a nivel global de división del trabajo
entre centros industriales y periferias proveedoras de materias primas. Así, Vázquez López
(2011:109) plantea que “la integración regional se asociaba entonces a la disponibilidad de un
mercado común relativamente cautivo y de cierto tamaño, lógica que dicho sea de paso es muy
similar a la que inspirara, en una primera instancia, la construcción del mercado europeo”.
Además, se buscaba desarrollar “una política latinoamericana común frente a las dinámicas de
la economía internacional”. En esta línea, la CEPAL promovió la integración también como un
medio para hacer frente al escaso poder de negociación que tenían aisladamente los países
latinoamericanos en su relación con los centros industriales. El desarrollo para este organismo
estaba indisolublemente ligado a la posibilidad de modificar los desfavorables términos que
caracterizaban las relaciones comerciales y financieras de la región. Era necesario establecer
una política común que replanteara los términos del intercambio comercial de productos
primarios, que permitiera la apertura de los mercados de los países centrales a los bienes
industriales de la periferia y que facilitara la transferencia tecnológica y la cooperación
técnica10.
Los postulados integracionistas de la CEPAL, sin embargo, no fueron implementados
de acuerdo a sus prescripciones. Un elemento fundamental en este fracaso fue “la incapacidad o
falta de voluntad de los gobiernos nacionales e instituciones internacionales competentes para
revertir las tendencias de la inserción de las economías latinoamericanas en el ámbito global”
(Vázquez López, 2011:110). De igual manera, las diferencias estructurales entre los propios
8
Entre los principios desarrollados por la CEPAL se destacan los de gradualidad y de reciprocidad que
tenían como propósito asegurar un reparto equitativo de los beneficios y el respeto a las decisiones que en
términos de política económica cada país decidiera tomar; de igual manera, se contemplaron las
desigualdades de desarrollo entre los países miembros. De esta preocupación nació la conceptualización
que dividiría a Latinoamérica en tres grupos de países: “países de mayor desarrollo”; “países de desarrollo
económico intermedio” y “países de menor desarrollo económico relativo” que implicó un esfuerzo
importante de análisis (Bielchovsky, 1998).
9
Los análisis sobre la integración se enmarcaron en el contexto más amplio del análisis sobre los
problemas del desarrollo de la región y se sustentaron en la oposición centro-periferia, la restricción
externa y la escasez de capital y tecnología.
10
Estas ideas constituirían insumos relevantes a la hora de crear la Conferencia de la Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) bajo la iniciativa promovida por Raúl Prebisch en el año 1964.
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países latinoamericanos dificultaron el logro de objetivos comunes en términos de acuerdos
regionales para implementar una estrategia de industrialización que atendiera a los diversos
intereses nacionales en juego. Aún así, se pusieron en práctica diversos proyectos
integracionistas que contaron con escasos instrumentos para cumplir con las metas cepalinas
(Vázquez López, 2011).
En este sentido, es importante diferenciar entre el modelo cepalino, es decir, entre el
conjunto de desarrollos teóricos y propuestas de políticas en torno a la integración
latinoamericana elaboradas desde la CEPAL y los procesos de integración efectivamente
puestos en marcha. En efecto, en la instrumentación de los acuerdos que sustentaron a la
ALALC y la ALADI, por ejemplo, se renunció a principios claves desarrollados en la CEPAL;
entre ellos: la planificación industrial conjunta que permitiera ganancias relativas en términos de
especialización y economías de escala; la adopción de acciones políticas concretas y activas que
facilitaran atender a las diferencias de desarrollo entre los países del área y la creación de
instituciones con capacidad de planificar y tomar decisiones en términos de un proyecto común
de desarrollo. En suma: que diera respuesta a los problemas estructurales de inserción
internacional y al nivel alcanzado por las economías de cada Estado parte.
De igual manera, es relevante tener en cuenta la factibilidad de este modelo en relación
con la situación histórica que atravesaba la región al momento de ser formulado por la CEPAL.
Es en este sentido que los aportes del neofuncionalismo (Haas, 1966 y 1972) pueden ser de
utilidad para identificar algunas características estructurales que presentaba la región que
debilitaron o directamente bloquearon el impulso integracionista. Así, si por un lado los países
de América Latina compartían (y comparten) cierta uniformidad lingüística, religiosa y cultural,
se caracterizaban (y caracterizan) precisamente por su heterogeneidad en términos de su
estructura económica y social11. Las diferencias al interior de la región quedaban disimuladas
cuando se advertían los comunes lazos de dependencia con los países centrales industrializados
pero eran evidentes en las mesas de negociaciones de los acuerdos regionales de integración
(esta afirmación también es válida en la actualidad). En este sentido, la CEPAL intentó
contemplar esa diversidad en su teoría y en sus propuestas de políticas mediante la
categorización de los países en función del grado de desarrollo alcanzado. Aún así, estos
esfuerzos resultaron insuficientes para subsumir en un único proyecto regional los diversos
intereses nacionales de Estados muy diferentes entre sí. Los grupos sociales y partidos políticos
al interior de cada Estado, además, no ocupaban posiciones homólogas ni sostenían los mismos
intereses que sus pares de otros Estados de la región, dado que su conformación como tales
estaba estrechamente ligada a las particularidades de su respectivo marco nacional.
Por otro lado, y a diferencia del caso europeo, que inició sus propios proyectos
integracionistas apenas unos años antes que los casos latinoamericanos, los países de nuestra
región habían mantenido históricamente escasas relaciones entre sí, incluyendo los intercambios
comerciales, que tradicionalmente se habían orientado hacia los países industrializados de
Europa y Norteamérica. En la medida en que avanzaron en la industrialización, el proceso de
desarrollo se orientó a sus respectivos mercados nacionales estableciendo altas barreras al
intercambio comercial12. Los postulados de la CEPAL suponían que los acuerdos regionales
permitirían la profundización de la industrialización, pero en un marco regional, lo que
implicaba afectar los intereses de aquellos sectores sociales amparados por la protección estatal.
De este modo, el compromiso con la integración se supeditó al desarrollo industrial nacional.
Al respecto, Haas (1966:31) planteaba “América Latina sólo está unida por la lengua y la religión”.
En los términos de Fajnzylber (1984:143) “una característica del patrón de industrialización de
América Latina es la elevada protección que ha amparado al crecimiento industrial (…) la protección
amparaba una reproducción indiscriminada, pero a escala pequeña, de la industria de los países
avanzados”.
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Por último, el factor político también contribuyó al fracaso del modelo integracionista.
En este sentido, los análisis de la CEPAL subestimaron la importancia de los obstáculos
derivados del carácter de los regímenes políticos durante las décadas de los 60, 70 y parte de los
80. Por un lado, porque la inestabilidad política fue un factor que impactó decisivamente en el
devenir de la integración regional al impedir sostener en un mismo sentido las decisiones y
compromisos políticos oportunamente tomados por las dirigencias gubernamentales13. Por otro,
porque la recurrencia de golpes de Estado y la permanencia de extensas dictaduras a cargo de
los gobiernos menoscabaron los esfuerzos a favor de la integración al menos en dos sentidos:
dificultando las relaciones interestatales latinoamericanas, en particular en términos del
desarrollo de vínculos de confianza mutua y; en segundo lugar, porque el carácter represivo de
estos regímenes a nivel interno actuó a favor de la desarticulación de las organizaciones de la
sociedad civil y de los partidos políticos, lo que a su vez dificultó el establecimiento de
relaciones estables entre grupos y organizaciones civiles y políticas a nivel regional.
Finalmente, el cambio en las condiciones sistémicas que se produce a partir de
mediados de los años 70 afectó profundamente al proceso de industrialización por sustitución de
importaciones sostenido por la mayoría de los países latinoamericanos; el modelo cepalino
estaba íntimamente asociado a éste y ofrecía respuestas parciales a algunos de los obstáculos
que frenaban su profundización. Cuando en los años 80 se desató la crisis de la deuda, los países
del área emprendieron importantes modificaciones en los proyectos de desarrollo y, a corto
plazo, encararon una importante reestructuración inspirada en el neoliberalismo. A nivel de la
integración regional, el abandono de la industrialización debilitó el apoyo y compromiso con los
proyectos integracionistas en los términos formulados y defendidos hasta entonces por la
CEPAL, facilitando su desarticulación.
2. El regionalismo abierto
Hacia finales de los años 80 y principios de los 90 y en el marco de importantes
transformaciones regionales y sistémicas, comienza a tomar forma un nuevo modelo de
regionalismo (Sztulwark, 2003). En este marco, en el nivel regional se destacan las transiciones
a la democracia y el giro neoliberal de los gobiernos latinoamericanos desde mediados de la
década del 80; en el nivel sistémico, el fin de la “guerra fría” y la consolidación de los Estados
Unidos como primera potencia mundial.
De acuerdo a diversos autores, el proceso que se abre luego de la caída del Muro de
Berlín en 1989 da cuenta del reemplazo del orden bipolar que estructuró las relaciones
interestatales desde la finalización de la 2da. Guerra Mundial por un “nuevo orden mundial”
(Bernal Meza, 2000) comandado por los Estados Unidos. El orden que se inaugura es el de la
globalización, donde la economía de mercado basada en el neoliberalismo ocupa el lugar de
ideología dominante (Bernal Meza, 2000). Para Sztulwark (2003:41) “el predominio de esta
visión trajo aparejado las recomendaciones basadas en la liberalización como sinónimo de
maximización del bienestar [convirtiéndose] de esta forma (…) en la base conceptual de los
programas de estabilización y ajuste estructural” adoptados por los organismos financieros
internacionales y aplicados por los países latinoamericanos desde mediados de los años 80 como
salida a la crisis de la deuda.
En este sentido, Bell Lara (2005:2-3) plantea que el neoliberalismo “se caracteriza por
[sostener] una visión individualista, utilitarista y ahistórica de la economía y de la sociedad en
su conjunto”. Más que una doctrina estrictamente económica constituye un pensamiento
totalizador en la medida en que de sus premisas se deriva un reordenamiento del Estado y de la
sociedad en su conjunto. La aplicación del neoliberalismo en América Latina durante los años
13
Un ejemplo claro fue el abandono por parte de Chile del Pacto Andino luego del golpe de Estado contra
Salvador Allende en el año 1973.
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90 estuvo estrechamente asociada a lo que se denominó “Consenso de Washington”: un
documento elaborado por un funcionario del gobierno norteamericano, John Williamson, para
una reunión con los funcionarios del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional que
se llevó a cabo en Washington en 1989 y que expresó el consenso en torno a una serie de
reformas para las economías del tercer mundo. En ese documento se mencionaban diez
propuestas para construir un sistema económico basado en la libertad de mercado.
Sintéticamente, éstas apuntaban a reducir el tamaño del Estado, devolver ámbitos de regulación
al mercado y fomentar la competencia en los mercados de bienes y de capitales. Las
herramientas principales fueron: privatizaciones, desregulación, descentralización y apertura
comercial y financiera (Castañeda Rodríguez; Díaz Bautista, 2017).
Sobre esta base, y en particular sobe el último punto, se construyó el nuevo
regionalismo que mencionábamos anteriormente, sustentado en dos novedades principales: a)
los objetivos propuestos y b) las modalidades de integración puestas en práctica.
En relación con los objetivos, Devlin y Estevadeordal (2001:6) afirman que “el nuevo
regionalismo es una parte integral de las amplias reformas estructurales que se han producido
en América Latina desde mediados de los años 80. Las características centrales de la estrategia
actual incluyen la apertura a los mercados mundiales, la promoción de la iniciativa del sector
privado y la retirada por parte del Estado de la actividad económica directa” (las negritas son
nuestras). Para estos autores, donde se podía observar más claramente el vínculo entre la
integración regional y las reformas estructurales era en la liberalización comercial, ya
emprendida a nivel unilateral (nivel uno) y multilateral (nivel dos). La integración constituía un
“tercer nivel vital (…) que ha ayudado a asegurar la continuidad del impulso del proceso”
(Devlin; Estevadeordal, 2001:7). Así, si el modelo cepalino estuvo estrechamente asociado a la
industrialización por sustitución de importaciones, el modelo del regionalismo abierto nació
firmemente vinculado con la liberalización comercial, las reformas neoliberales y la búsqueda
de nuevas modalidades de inserción internacional por parte de los países latinoamericanos al
calor de la globalización.
En el marco continental, el nuevo regionalismo involucró a procesos novedosos, como
fue el caso del MERCOSUR14, y a procesos que durante estos años experimentaron una
revitalización, en función de su redefinición en clave del regionalismo abierto, como fue el caso
14
El MERCOSUR nació a partir de la firma del Tratado de Asunción (TA) entre Argentina, Brasil,
Paraguay y Uruguay en 1991. El Tratado se inscribió en el marco del proceso de integración y
cooperación entre los dos primeros, al que se sumaron Uruguay y Paraguay. Sin embargo, el TA implicó
un importante punto de ruptura en relación con las iniciativas previas, en estrecha vinculación con los
cambios en el contexto internacional y con la asunción de nuevos gobiernos con otras orientaciones
políticas. En este sentido, los mecanismos de reducción arancelaria previstos se revelaron como el
objetivo más novedoso y a la vez más radical en relación con experiencias anteriores apostando a una
liberalización comercial completa y automática en un cortísimo período de tiempo. La rapidez del proceso
rompió así con el principio de gradualidad, que regía hasta entonces los esfuerzos de integración regional.
De igual manera, si bien reconocía mayores plazos para Uruguay y Paraguay, el MERCOSUR no
estableció ningún mecanismo específico que contemplara las disparidades de desarrollo entre los países
miembros. Se abandonó de esta manera el principio de respeto a las asimetrías y el consenso hasta
entonces vigente de que un menor desarrollo relativo implicaba un tratamiento más favorable. Por otra
parte, el equilibrio en los intercambios comerciales era abandonado a favor de una liberalización
comercial con escasos instrumentos de regulación y control por parte de los Estados Nacionales. En
conjunto, el TA daba cuenta además de que la integración dejaba de estar supeditada a los procesos
internos de industrialización, a la defensa de sectores considerados estratégicos o a cualquier otra
consideración ligada al establecimiento de patrones de especialización productiva y diversificación de
exportaciones a escala regional. En relación con la institucionalidad, evitó la construcción de instituciones
supranacionales supeditando el avance del proceso al consenso entre los Estados, que reservaron para sí
los poderes de decisión.
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del Grupo Andino, rebautizado como Comunidad Andina de Naciones (CAN)15 o el Mercado
Común Centro Americano16. Asimismo, y como ejemplo paradigmático, bajo este mismo
impulso se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas
en inglés), que signó prácticamente de forma definitiva las relaciones comerciales de México
con Estados Unidos y Canadá en desmedro de sus socios de la ALADI.
Las características de este nuevo regionalismo fueron sistematizadas y estructuradas en
un nuevo modelo de integración elaborado por la CEPAL -y expuesto en un ya clásico
documento del año 1994- donde fue denominado “regionalismo abierto” (a partir de aquí:
RA)17: “proceso de creciente interdependencia económica a nivel regional, impulsado tanto por
acuerdos preferenciales de integración como por otras políticas en un contexto de apertura y
desreglamentación” (CEPAL, 1994:8). De acuerdo a lo planteado por esta cita, la CEPAL
trataba de teorizar y explicar procesos que ya estaban en marcha, tratando de integrarlos a una
teorización más amplia vinculada con su propia propuesta de Transformación productiva con
equidad18. Para esta organización, los acuerdos combinaban dos características centrales: eran
convenios de comercio preferencial entre grupos de países de la región y se daban en un
contexto de reformas estructurales y de apertura externa unilateral e indiscriminada.
Los acuerdos que se enmarcaban en el RA presentaban una serie de características que,
en el contexto del documento elaborado por la CEPAL, eran enunciadas como
recomendaciones. Éstas, por otra parte, no se diferenciaban en lo esencial de las propuestas
neoliberales: el motor del RA era su funcionalidad para una inserción internacional de América
Latina más exitosa y competitiva en el mercado mundial. En este sentido, el propio concepto
que se utilizaba daba cuenta de los objetivos de la integración. En un marco de reformas
orientadas al mercado, el RA se presentaba como un camino complementario a la apertura
unilateral para instaurar una economía internacional libre de proteccionismo y de trabas al
comercio: el marco regional era el primer paso de una opción global.
Ahora bien, cabe destacar que el intento de conciliar una apertura comercial al mundo
junto con acuerdos preferenciales entre países vecinos implicó que el concepto de RA se
volviese difuso y sirviese para explicar procesos que en realidad eran muy diferentes entre sí,
tales como el NAFTA y el MERCOSUR. Asimismo, a la hora de evaluar su eficacia como
modelo integracionista emergen algunas dificultades basadas en sus objetivos: ¿debemos
considerar que logró sus propósitos en base a los incrementos del comercio intrarregional
verificados en esos años o en base a si se logró una mayor inserción de los países de la región en
el mercado mundial? En la misma línea, y dados los limitados instrumentos con los que en
general se dotó a las nuevas organizaciones nacidas bajo este modelo: ¿sólo debemos evaluar su
15
En el marco de un proceso de aceleración de la liberalización comercial recíproca, el Pacto Andino se
transformó en el año 1996 en la Comunidad Andina de Naciones vía la aprobación del Protocolo
Modificatorio del Acuerdo de Integración Subregional Andino (Acuerdo de Cartagena). Los países
signatarios del nuevo acuerdo fueron: Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú y Venezuela, si bien Perú había
suspendido temporariamente su membresía para avanzar más rápidamente a nivel interno en el proceso de
liberalización comercial unilateral en el que estaba embarcado. En el año 2006 Venezuela se retiró de la
CAN para sumarse al MERCOSUR debido a la paulatina disgregación del grupo vía la firma de Tratados
de Libre Comercio con Estados Unidos por parte de sus socios.
16
En 1991 los países firmantes del original MCCA firmaron el Protocolo de Tegucigalpa que dio origen
al Sistema de Integración Centro Americano (SICA), incorporando además a Panamá. En el año 2000 se
sumó Belice y en el 2003 República Dominicana. Adicionalmente, en 1993 se firmó el Tratado General
de Integración Económica Centroamericana que redefinió las relaciones económicas intrarregionales.
17
Cabe destacar que el concepto de regionalismo abierto “encuentra su origen en la década de los 70 en el
área Pacífico” (SACCONE, 1996:9). La CEPAL aplica posteriormente ese concepto para explicar el
nuevo regionalismo emergente en América Latina entre fines de los años 80 y principios de los 90.
18
A lo largo de los años 90 la CEPAL elaboró una serie de reflexiones encuadradas bajo este tópico que
buscaban diferenciarse, con escaso éxito, de las propuestas neoliberales, ofreciendo una alternativa para la
planificación de políticas públicas por parte de los países latinoamericanos.
32
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eficacia en términos comerciales y dejar de lado otros aspectos que el propio modelo no
consideró relevantes? Creemos que las respuestas a estos interrogantes, además, no deben dejar
de considerar si los procesos concretos coadyuvaron, al menos, a fortalecer la identidad de las
regiones o subregiones donde se desarrollaron, elemento mínimo para defender un modelo de
integración, y no un mero instrumento de inserción internacional alternativo a la vía unilateral.
En este marco, las respuestas son disímiles de acuerdo al caso que consideremos. Desde
una perspectiva general, y considerando el contexto, es claro que el regionalismo abierto
contribuyó al incremento del comercio entre los países latinoamericanos, en particular dentro de
cada subregión pero también considerando al conjunto regional19, con la particular excepción de
México, ligado al mercado norteamericano. En algunos casos esa intensificación de los vínculos
regionales probablemente favoreció la emergencia y desarrollo de intereses comunes entre
países20 y entre actores domésticos específicos de cada país, aunque también exacerbó -de
acuerdo a las distintas coyunturas- los conflictos de intereses en función de amenazas percibidas
o reales ante el incremento de la competencia en los distintos mercados nacionales. En la misma
línea, las experiencias pasadas recientes y la mayor proximidad entre los países alentaron la
formalización de instrumentos no estrictamente vinculados con la dimensión económicacomercial que tendieron a ampliar los estrechos límites del RA. Es paradigmática, en este
sentido, la preocupación por sostener a los nacientes regímenes democráticos de la región, que
favoreció la firma de Protocolos y acuerdos de alcance subregional y regional21. En igual
sentido operaron los avances en términos de integración educativa y aún de libre ejercicio de
ciertas profesiones. En este punto es necesario remitirse a los procesos concretos de integración
ya que los avances dependieron de los objetivos propuestos (ZLC o Mercado Común
principalmente), de la voluntad política desplegada para cumplir con los acuerdos y de los
obstáculos que se enfrentaron. Destaca en sentido el caso del MERCOSUR, proceso que sin
lugar a dudas es el que mayor desarrollo alcanzó (de los inspirados por este modelo) pero
también el caso donde mejor se observan las limitaciones del RA. En el resto del apartado lo
analizamos con mayor detenimiento.
Al respecto, existe consenso en la literatura académica de que en el período 1991-1998
y, en particular, durante los años 1995-1998 la interdependencia económica entre los socios del
MERCOSUR se incrementó (ver cuadro Nº 1). En el caso argentino, las exportaciones
intrarregionales aumentaron del 16,51% del total de exportaciones en 1991 al 35,62% en 1998;
Brasil pasó de un porcentaje del 4,2% al 17,36% en el mismo período; Uruguay elevó sus
exportaciones del 35,12% al 55,31%, mientras que Paraguay lo hizo del 39,56% al 53,96% con
un máximo de 63,22% en 1996.
La importancia económica del MERCOSUR trascendió el plano cuantitativo si además
se considera la composición de las exportaciones. De acuerdo a los datos proporcionados por el
Banco Interamericano de Desarrollo-Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe
(1997:13), el MERCOSUR concentró un porcentaje creciente del comercio intra industrial vis a
Al respecto el Secretario General de la ALADI Juan F. Rojas afirmaba en el año 2000 “En lo que
respecta al comercio intrarregional, cabe destacar que el mismo experimentó una permanente expansión
hasta 1997, año en el que alcanzó un máximo histórico (las exportaciones totalizaron 46.000 millones de
dólares), crecimiento que se interrumpió con los efectos de la crisis en 1998 (-6%). A pesar de este
retroceso, considerando la totalidad del período la propia región fue largamente el destino más dinámico
para las exportaciones regionales (pasando de representar un 10% a un 17%)”. Disponible en:
http://aladi.org/nsfaladi/discursos.nsf/vwdiscursosweb/F9AA8AB7F96CF8AA032568FF00544B03
Consulta: 02 de abril de 2016
20
Un ejemplo concreto es la aceptación al interior del MERCOSUR de la necesidad de negociar
conjuntamente frente a la propuesta de Estados Unidos del ALCA plasmada en la histórica Decisión del
Consejo del Mercado Común 32/00.
21
Por caso, el Protocolo de Ushuaia entre los países miembros del MERCOSUR más Chile y Bolivia (en
principio, luego se sumaron el resto de los países de América del Sur).
19
33
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vis el comercio con el resto del mundo22. El incremento en el comercio intrarregional fue
acompañado de una densificación de los vínculos entre los distintos sectores de las respectivas
sociedades nacionales, ya sea que consideremos el caso de los sindicatos o de los sectores
empresariales (Iglesias; Escuder, 2009; Epsteyn, 2009).
Cuadro Nº 1
Porcentaje de Exportaciones Intrazona del total de Exportaciones por país (1990-1998)
(en miles de millones de U$S)
Fuente: Elaboración Propia. Datos Extraídos de CEI (www.cei.gov.ar)
Sin embargo, el incremento en la interdependencia no pudo ser canalizada por la
estructura institucional del MERCOSUR que durante estos años se mantuvo prácticamente
inalterable, asumiendo el mandato del RA de sostener una institucionalidad mínima para evitar
la formación de burocracias indeseables y costosas. El desarrollo y agudización de ciertos
conflictos comerciales se vio así agravado por la ausencia de un marco formal donde abordarlos.
Al respecto, Vigevani, Pasquariello Mariano y Fernández de Oliveira (2001:223) sostienen que
“la forma estabelecida para a representação dos interesses públicos e privados das sociedades
“Los vehículos automotores de pasajeros y los bienes de capital fueron las importaciones argentinas
provenientes de Brasil que crecieron más rápidamente (134,5% y 61,4%, respectivamente). Por su parte,
las exportaciones argentinas de manufacturas de origen industrial con destino a Brasil [entre los años
1991-1997] crecieron cerca del 41%, más que duplicando la tasa de crecimiento de las exportaciones
totales. Las manufacturas de cuero (88,2%), el calzado y sus partes componentes (74,7%) y el material de
transporte (66%) fueron los rubros de mayor dinamismo” (BID-INTAL, 1997: 13). En el mismo sentido
se expresa Ferrer (1997: 83) cuando afirma que “en los dos países [Argentina y Brasil], el comercio
bilateral tiene un componente de bienes manufacturados mayor que en sus respectivas exportaciones al
resto del mundo”.
22
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do Mercosul se torna inadequada quando este processo ganha maior profundidade, pelo fato de
que não propicia canais eficazes para a representação dos interesses, facilitando disputas de
difícil administração inclusive em momentos de incertezas”23. Los momentos de “incertezas”
llegaron a finales de los años 90, bajo el impacto de la crisis financiera del sudeste asiático y su
propagación primero por la economía brasileña y, luego, por la de Argentina, que en pocos años
se vio sumergida en una profunda crisis económica, política y social24.
La crisis del MERCOSUR se extendió aproximadamente entre los años 1999-2002. A
medida que se profundizó quedó en claro que cada país la gestionó desde una perspectiva
nacional, no regional. La débil institucionalidad del proceso de integración se tradujo en este
sentido en la ausencia de respuestas regionales: primero Brasil y luego Argentina optaron por
tomar decisiones políticas que afectaron la viabilidad de los acuerdos alcanzados. Si bien esas
medidas luego fueron en general refrendadas por los máximos órganos del MERCOSUR, quedó
en claro que “en cualquier momento los grandes países [podían] alterar a voluntad la normativa
del Mercosur” (Ginesta, 2002:40).
Aún así, en el plano regional, la estrategia fue ganar tiempo: el proceso se estancó y en
ciertos aspectos puntuales referentes a la libre comercialización de bienes intrazona retrocedió25,
aunque no fue abandonado a su suerte. Si bien es claro que “el MERCOSUR, en tanto proceso
de integración, no jugó de manera contracíclica” (Saludjián 2004: 137) ninguno de los
gobiernos apostó a que su abandono mejoraría las posibilidades individuales de recuperarse más
rápidamente. Además de los efectos económicos concretos, traducidos a nivel regional en una
abrupta disminución de los niveles de interdependencia -que volvieron a niveles similares a los
de principios de la década-, la consecuencia más destacada de esta crisis fue la pérdida de
credibilidad del MERCOSUR ante los actores internos y externos.
Ahora bien, y retornando a una visión general del RA en el marco latinoamericano, es
importante destacar que su cuestionamiento (entre fines de los 90 y principios del Siglo XXI) se
dio precisamente en el marco de un replanteo general de las políticas neoliberales, cuyas
consecuencias sociales y productivas lejos estuvieron de las anunciadas al principio de su
aplicación, favoreciendo el estallido de crisis sociales y político-institucionales como la
experimentada por Argentina26. En esta línea, el recambio dirigencial que se produjo a partir de
esta última fecha en parte importante de los países latinoamericanos habilitó la búsqueda de
nuevas alternativas de políticas públicas y, dentro de éstas, de otras políticas de integración, que
ocuparon un lugar destacado. En este punto, sin embargo, cabe realizar dos advertencias: la
primera es que no fue un proceso que alcanzó a la totalidad de los países del área, lo que implicó
que no todos los Estados abandonaron la aplicación de políticas neoliberales (a nivel doméstico)
ni que todos los Estados dejaran de lado la estrategia del regionalismo abierto como modalidad
de integración (a nivel regional). La segunda advertencia nos obliga a matizar la noción de
cambio; en este sentido, las líneas de continuidad entre los años 90 y las siguientes variaron de
caso en caso, afectando de manera disímil a los procesos integracionistas en marcha. Lo
“La forma establecida para la representación de los intereses públicos y privados de las sociedades del
MERCOSUR se torna inadecuada cuando este proceso gana mayor profundidad, por el hecho de que no
propicia canales eficaces para la representación de los intereses, facilitando disputas de difícil
administración inclusive en momentos de incertidumbre”. Traducción propia.
24
Por limitaciones de espacio no abordamos aquí las causas de la crisis Argentina ni su desarrollo. Sí
atendemos a sus consecuencias en el plano político regional al facilitar el cambio en el signo político de
su presidencia.
25
La necesidad de volver a controlar las variables económicas principales luego de la devaluación de
Brasil y de Argentina llevó, por ejemplo, a profundas alteraciones del AEC, amén del establecimiento de
límites a las importaciones y de otras medidas de similar envergadura que alteraron las reglas básicas de
funcionamiento del bloque e hicieron retroceder, de hecho, el nivel de integración económica alcanzada.
26
Para un análisis del impacto del neoliberalismo consultar entre otros a Vilas (2011).
23
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emergente es, en este sentido, una mixtura que combina lo nuevo con el ya viejo regionalismo
abierto, como analizaremos a continuación.
3. El modelo del regionalismo post-liberal
Parte de la bibliografía que aborda los actuales procesos de integración en América
Latina ha planteado el concepto de regionalismo post-liberal (Da Mota Veiga; Ríos, 2008;
Sanahuja, 2008 y 2012) para definir al nuevo modelo de integración que se desarrolló en la
región hasta hace unos años. Esquemáticamente, éste se definía por la primacía de la agenda
política sobre la agenda económica-comercial, la recuperación de la agenda de desarrollo, en el
marco de severas críticas a las políticas implementabas bajo el Consenso de Washington y un
rol más activo para al Estado. A estos elementos cabía sumar la búsqueda de un mayor
involucramiento por parte de la sociedad civil, el énfasis en mecanismos cooperativos y en la
creación de instituciones y la importancia central otorgada a la “dimensión social” de la
integración con el objetivo de reducir la pobreza y la desigualdad, atendiendo además a las
asimetrías de desarrollo (Sanahuja, 2008).
Al igual que en el caso del RA, el nuevo modelo emergió en un contexto donde ya
existían procesos en marcha, como el MERCOSUR, que se redefinieron ahora en una clave
cercana a sus postulados. Asimismo, bajo este modelo se impulsó la creación de nuevos
mecanismos de integración/cooperación, entre los cuales destaca la Unión de Naciones
Sudamericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC)27. La diferencia con la etapa anterior, sin embargo, estuvo dada por la permanencia
y/o creación de esquemas integracionistas basados en el modelo RA, que siguió vigente28, y por
el desarrollo de procesos no asimilables a ninguna de las dos categorías (por ejemplo, el caso
del ALBA: Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América). En este sentido, el
regionalismo post-liberal, es un modelo que nació en disputa con otros modelos
integracionistas, y que nunca involucró a la totalidad de las experiencias en curso.
En esta línea, cabe destacar que la recuperación del rol del Estado ocupó un lugar
central, aspecto que se destaca tanto a nivel de los diversos escenarios domésticos como en el
plano regional. En este sentido, en uno de los documentos fundacionales del nuevo
MERCOSUR que nace a partir del 2003 se afirma precisamente: “Somos conscientes del papel
estratégico que nuestros Estados deben desempeñar y redoblaremos los esfuerzos tendientes a
fortalecer sus instituciones, profesionalizar a la administración pública, mejorar su
capacidad de respuesta, incrementar su eficacia y asegurar una mayor transparencia en los
procesos de toma de decisiones” (Consenso de Buenos Aires, 2003, las negritas son nuestras).
Asimismo, en el Tratado Constitutivo de UNASUR se afirma como principal objetivo
“fortalecer la democracia y reducir las asimetrías en el marco del fortalecimiento de la
soberanía e independencia de los Estados” (Tratado Constitutivo de la UNASUR, Artículo 2,
las negritas son nuestras). Así, el regionalismo post-liberal, nació en el marco de una reacción
contra las concepciones que sobre el Estado había implementado el neoliberalismo en la década
anterior, pugnando por su fortalecimiento y en pos de una revalidación de su rol como agente
motor y director de la integración. Sin embargo, sólo marginalmente se advirtió acerca de la
potencial contradicción entre la noción de fortalecer la soberanía y profundizar la integración en
una nueva clave, como veremos posteriormente.
27
Si asumimos una posición rigurosa en términos conceptuales, ni UNASUR ni CELAC pueden
considerarse organismos de integración sino más bien de cooperación y coordinación política. En el caso
de la primera, sin embargo, en su Tratado Constitutivo se autodefine como organismo de integración.
28
El caso de la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, México y Colombia) creada en el año 2012 es el
ejemplo más claro.
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Otro elemento a considerar a la hora de analizar al regionalismo post-liberal fue la
importancia otorgada a la institucionalidad, lo cual habilita (al menos) una doble lectura: en
primer lugar, la referida al sistema de valores que sustenta a esas instituciones, a saber: la
democracia liberal. Por otro lado, y en segundo lugar, también refiere a la creación de
instituciones regionales. En relación con la democracia, es claro que constituyó uno de los
objetivos del nuevo regionalismo su perfeccionamiento; en ese camino se buscó afianzarla, en
términos de dotar a la región de nuevos instrumentos normativos que fortalezcan su base de
sustentación29, y defenderla en momentos de peligro. En los dos casos, sin embargo, el balance
no puede ser tan optimista como se preveía hace algunos años: ni se logró que todos los
instrumentos firmados entren en vigencia30; ni se impidió que varios gobiernos fueran
derribados con (muy) dudosos procedimientos31; ni se consiguió que los gobiernos que
actualmente están sucediendo a quienes impulsaron inicialmente el nuevo regionalismo, de otro
signo político, le otorguen el mismo valor al impulso de estos acuerdos32.
Por otro lado, y en relación con la institucionalidad regional, es claro que ésta se
expandió; sin embargo, lo hizo en base a los mismos principios que las instituciones existentes.
En este sentido, la intergubernamentalidad sigue siendo el rasgo distintivo, al igual que la baja
densidad institucional -entendida como la capacidad de las instituciones regionales para
implementar las decisiones de los Estados que les dieron origen-. Así, y contrariamente a lo que
se afirma cuando se acusa a los procesos integracionistas de “crear y sostener inútiles y costosas
burocracias” las instituciones de UNASUR, CELAC y aún MERCOSUR33 se asemejan más a
reuniones y/o cumbres interestatales que a instituciones regionales34.
En este marco, cabe destacar que el regionalismo en América Latina ha sido de forma
crónica institucionalmente débil y el regionalismo post-liberal no acertó en dar a esta cuestión
una respuesta alternativa a las ya experimentadas; a lo sumo acentuó un elemento ya presente en
los modelos anteriores como lo fue el excesivo presidencialismo (Malamud, 2008) en la toma de
decisiones. En este sentido, la contratara de un rasgo que en principio podía favorecer rápidos
avances en momentos coyunturales específicos siempre ha sido la incapacidad de dar respuesta
a problemáticas profundas de la integración, la ausencia de medios para implementar políticas
comunes regionales y la facilidad para desandar los caminos recorridos cuando cambia el signo
político de los presidentes.
Por último, señalando lo que consideramos como la principal diferencia con los
modelos anteriores (y retomando un punto mencionado al inicio de este apartado) cabe destacar
29
Entre los más conocidos: el Protocolo de Montevideo (Ushuaia II) firmado en el año 2011 entre los
Estados miembros de MERCOSUR y el Protocolo Adicional al Tratado Constitutivo de UNASUR sobre
compromiso con la Democracia, firmado en el año 2010 entre los miembros de UNASUR.
30
Por ejemplo, el Protocolo de Montevideo fue rechazado por Paraguay, por lo cual no entró en vigencia.
31
Nos referimos a los golpes de Estado parlamentarios en Paraguay contra Fernando Lugo y en Brasil
contra Dilma Rousseff que sufrieron el uso (y abuso) de procedimientos previstos constitucionalmente
para lograr su desplazamiento del poder por parte de rivales políticos internos (en ambos casos,
facilitados por ex aliados partidarios).
32
El ejemplo más claro es la inacción de algunos países de la región a la hora de impedir la destitución de
Dilma Rousseff.
33
En este caso, y recordando que el proceso ya ha cumplido su 27 aniversario y que gestiona un proyecto
de mercado común de cerca de 240 millones de personas, no se cuenta actualmente con más de 200
funcionarios MERCOSUR (Ramos, 2015) trabajando en las múltiples instituciones creadas en los últimos
años, incluyendo a la planta permanente del Parlasur, la Secretaría Administrativa y los diversos
Institutos, lo que da cuenta de la escasez de recursos que reina en este nivel.
34
Si bien el concepto de institución ha sido definido de múltiples maneras apelamos aquí a las
perspectivas que las entienden como organizaciones articuladas en torno a un conjunto de relaciones y
vinculaciones que conforman un entramado sustentado en normas específicas y en función de cierta
materialidad que define y permite su funcionamiento. Cabe destacar que asumimos que las instituciones
permiten a la vez que constriñen ciertas acciones.
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que el regionalismo post-liberal no se asoció claramente con un nuevo modelo de desarrollo o
de acumulación específico. Así, si el modelo cepalino se vinculó con la industrialización
sustitutiva endógena y el RA con las reformas neoliberales y la liberalización regional, el
interrogante inmediato es cuál fue el modelo al que se asoció el regionalismo post-liberal: ¿fue
quizás el socialismo del Siglo XXI que se intentó (intenta) construir en Venezuela?; ¿el neodesarrollismo, por demás muy diferente de acuerdo al caso, de Argentina y/o Brasil hasta el año
2015? (Katz, 2015); ¿el capitalismo andino de Bolivia y Evo Morales? La particularidad de este
regionalismo parece entonces encontrarse sólo en el “post”; es decir, en que su identidad se
define más por estructurarse luego de las reformas neoliberales, que por una asociación concreta
a políticas económicas específicas (y comunes entre varios países) orientadas a construir un
determinado modelo de desarrollo. Aún así, el “post” también se revela como equívoco al
suponer que el neoliberalismo ha quedado en el pasado, algo que se ha demostrado abiertamente
falso.
En este sentido, la categoría articuló de una manera poco clara elementos descriptivos
con afirmaciones teóricas generales que tendieron a priorizar ciertos elementos en desmedro de
otros que, a la postre, se revelaron como más importantes a la hora de comprender los avatares
del regionalismo en América Latina en los últimos años. En el límite, los recientes
acontecimientos de la región invitan a poner en cuestión la existencia misma del modelo postliberal y a re-preguntarnos sobre lo que se ha intentado construir en los últimos años.
En principio, al no contar con una sólida base material, -entendiendo a ésta como su
vinculación con un modelo específico de desarrollo-, el regionalismo post-liberal quedó ligado a
un tipo particular de gobiernos, los denominados como de la nueva izquierda latinoamericana35.
Esto debilitó su potencial de expansión, pero también su perdurabilidad y permanencia una vez
estos gobiernos fueran reemplazados (por su derrota en elecciones, como el caso de Argentina, o
por destituciones parlamentarias, como en los casos de Brasil y Paraguay). Asimismo, su
convivencia con otros modelos integracionistas imposibilitó, que aún en los esquemas nacidos
bajo su impulso, logre avanzar de forma irreversible, otorgándole un sello económico
característico que vaya más allá de la cooperación y coordinación política. En los casos en los
que sí logró transformarse en el modelo dominante, como puede ser el caso del MERCOSUR,
enfrentó problemas específicos vinculados directamente con la ausencia de un proyecto común
de desarrollo.
En este sentido, la categoría de regionalismo post-liberal partió de la asunción de que
las coincidencias políticas traducían un proyecto común entre los Estados que participaban de
los esquemas de integración e insinuaba, en contraste con el modelo de los años 90, que la
integración -ahora sí-, se construiría sobre bases solidarias, cooperativas y participativas, en
favor del desarrollo de la región. No cuestionó de forma suficiente, en este sentido, si la
integración se articulaba o no con las políticas nacionales implementadas y cómo y para qué
debería producirse esa articulación, más allá de formulaciones generales, como fue el caso de la
complementación productiva. En este sentido, era claro el lugar que ocupaba la integración
tanto en el esquema cepalino como en el del regionalismo abierto. Pero: ¿cual era el lugar del
regionalismo post-liberal en las políticas domésticas aplicadas en la región? ¿Tenía el mismo
lugar para Brasil, con una fuerte continuidad en sus políticas económicas en relación con fines
de los años 90, que para Venezuela, que buscaba construir una alternativa de desarrollo no
35
Conjunto de gobiernos que transformaron la geografía política del continente sudamericano a partir de
la orientación de izquierda o centro-izquierda que imprimieron a sus políticas públicas. No nos
introducimos aquí en las extensas discusiones que sobre este tópico ha mantenido la comunidad
académica. Sólo mencionamos que involucró (con ciertas diferencias de acuerdo al autor considerado) a
los casos de Argentina (Frente Para la Victoria), Brasil (Partido de los Trabajadores), Bolivia
(Movimiento al Socialismo), Ecuador (Alianza País), Paraguay (sólo durante el gobierno de Fernando
Lugo), Uruguay (Frente Amplio) y Venezuela (MVR y/o PSUV). También se suele incluir a Chile bajo el
gobierno de Michele Bachelet y a diversos gobiernos de países centroamericanos.
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capitalista? El énfasis en la agenda política, rasgo definitorio de este modelo, quizás deba
entenderse entonces no sólo como un saludable acercamiento y sintonía entre los Estados
latinoamericanos -que, en determinadas coyunturas, perfiló una voz relativamente uniforme en
el escenario internacional-, sino como una alternativa política ante la ausencia de acuerdos
profundos en el área económica. Sin embargo, la pérdida de relevancia de la agenda económicacomercial que se verificó en estos años no pudo ser reemplazada con otras agendas: el núcleo de
la integración involucra necesariamente cuestiones económicas y así lo recordaron
constantemente las oposiciones políticas a los gobiernos. En este marco, si el regionalismo postliberal habilitó avances cooperativos insospechados entre los estados latinoamericanos también
dejó expuestas sus diferencias en materia económica y de inserción internacional. A la postre, al
no lograr formular de forma clara una alternativa de desarrollo que articule los planos
nacionales, el plano regional y el nivel sistémico posiblemente habilitó el regreso de un
paradigma alternativo similar al regionalismo abierto de los años 90.
Conclusiones
A lo largo del trabajo intentamos dar cuenta de las principales características de lo que
denominamos modelos de integración desarrollados en América Latina desde la segunda mitad
del Siglo XX hasta la actualidad. En esta línea, destacamos que tanto el modelo cepalino como
el regionalismo abierto estuvieron asociados a modelos de desarrollo específicos donde la
integración cumplía un papel relevante (ya sea la industrialización o la preparación/facilitación
para la inserción en mercado mundial); era conducida por actores o mecanismos específicos (el
Estado o el mercado) y se esperaban determinados beneficios (economías de escala,
incrementos de la competitividad, una voz fortalecida en el escenario internacional). Estos
aspectos no pueden ser identificados de una forma tan clara en el caso del regionalismo postliberal, aún cuando se asume que el regionalismo desarrollado en estos años por parte de
algunos países de la región guardó características particulares y disímiles respecto al de los años
90. En particular, la ausencia de una vinculación clara con un modelo de desarrollo ha
obstaculizado la definición de un perfil específico de regionalismo que vaya más allá de la
coordinación y cooperación política.
Sin espacio para mayores reflexiones cabe mencionar en este punto que el retorno del
RA no parece plantearse en los mismos términos que en los años 90. Por el contrario, se ha
acentuado la dimensión vinculada con la conexión al mercado mundial en desmedro de las
vinculaciones intrarregionales que, a la postre, permitieron en esos años un notorio crecimiento
de la interdependencia intra-latinoamericana. Actualmente, en cambio, el RA no se plantea
avanzar más allá de zonas de libre comercio asemejándose a una estrategia de liberalización
regional concertada más que a un modelo o estrategia de integración. En este marco, es
fundamental y necesario repensar las construcciones regionales de los últimos años a los fines
de evaluar los avances concretos y defenderlos ante eventuales intentos de retroceder en los
compromisos asumidos a nivel de cada proceso de integración.
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Un análisis constructivista del pensamiento de la Hermandad Musulmana
de Egipto y su propuesta identitaria de democracia para el mundo árabe:
una amenaza al status quo regional
Rubén Paredes Rodríguez*
Resumen
El presente trabajo analiza desde una perspectiva constructivista el Islam político de la Hermandad
Musulmana de Egipto en el proceso de la Primavera árabe. De ese modo, se busca comprender cómo el
pensamiento de uno de los actores político-religiosos, con su propuesta identitaria basada en la democracia
árabe, se constituyó en una amenaza al status quo regional.
Palabras claves: Hermandad Musulmana - Islam Político - Egipto - Primavera árabe - Democracia árabe
A constructivist analysis of the thought of the Muslim Brotherhood of
Egypt and its proposed identity of democracy to the Arab world: a threat
to the regional status quo
Abstract
This paper analyzes the political Islam of the Muslim Brotherhood in Egypt in the process of the Arab spring
from a constructivist perspective. In this way, it deals with understanding how the thought of one of the
political-religious actors, with its proposed identity based on Arab democracy, became a threat to the regional
status quo.
Key words: Muslim Brothehood – Polical Islam – Egypt – Arab Spring – Arab Democracy
TRABAJO RECIBIDO: 31/05/2018
TRABAJO ACEPTADO: 08/06/2018
*
Doctor en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario (UNR, Argentina). Director
Adjunto del Instituto Rosario de Estudios del Mundo Árabe e Islámico (IREMAI) de la UNR. Docente y
Coordinador del Grupo de Estudios del Medio Oriente (GEMO) en la Facultad de Ciencia Política y
Relaciones Internacionales (UNR). Correo electrónico: lic_rpr@hotmail.com
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Introducción
El 2011 no comenzó como un simple año más para los países árabes que se encuentran
diseminados desde el Magreb –en el Norte de África- hasta la región del Medio Oriente. Las
revueltas populares que se iniciaron en Túnez y que dieron lugar a la denominada Revolución de
los Jazmines, gestaron una ola expansiva cuyas consecuencias no podían ser cabalmente
dimensionadas. El mundo árabe que había permanecido ajeno a las olas democratizadoras en el
sistema internacional inició un proceso de transformación alterando el clima de “supuesta
estabilidad” del que gozaban los países de la región, dando cuenta de la presencia de un terreno de
arenas movedizas1.
La caída de Ben Alí en Túnez, Hosni Mubarak en Egipto, Muamad Gadafi en Libia, Ali
Abdalá Saleh en Yemen y el deslizamiento hacia una guerra civil de impacto regional del régimen
sirio de Bashar al-Asad, generaron un alto costo para las sociedades que la atravesaron con un
“cambio en el tablero geopolítico y en el balance de poder regional” (Echagüe, 2011:41). Una vez
alterado el mantra2 de estabilidad que los regímenes presidencialistas autoritarios representaban, la
religión irrumpió con fuerza a través de la conformación de partidos políticos islamistas –antes
perseguidos y reprimidos- listos para desempeñar un rol decisivo en las transiciones (como en
Túnez y Egipto)3. Pero también en grupos de adscripción religiosa radicalizada enfrentándose al
régimen (Siria) o rivalizando entre sí ante el vacío de poder (Libia y Yemen).
La Primavera árabe permitió que los otrora silenciados recobraran un protagonismo
inusitado acaparando la atención no solo en la región del Middle East and North Africa (MENA)
donde se encuentra diseminado el mundo árabe sino también en la comunidad internacional. Los
movimientos islamistas se convirtieron en actores centrales, dada su arraigada presencia en las
sociedades –lo que les permitió luego de años de persecución y represión- remodelar entre 2011 y
2013 los sistemas políticos bajo los supuestos de la religión, en la cual encontraban la fuente
normativa de valores e identidad islámica en la dimensión pública. La legitimidad social alcanzada
por los islamistas en los años que fueron la única oposición a los regímenes, adquirió un nuevo cariz
con la posibilidad de fundar partidos políticos, y de ese modo, presentarse en las elecciones, por
primera vez libres.
Para ese entonces, el Islam político que encarna la Hermandad Musulmana4 había realizado
un cambio en su pensamiento, lo cual amenazaba en caso de llegar al poder al status quo regional
1
Occidente ha mantenido un doble rasero frente a las elecciones democráticas en aquellos países en donde
ganaron los partidos islamistas. Mientras la posición oficial era la de brindar apoyo a la democracia, y por
ende, a los procesos de transiciones democráticas en diferentes regiones del mundo, en el Norte de África y
Medio Oriente la situación era distinta. En 1992, cuando las elecciones limpias en Argelia consagraron como
ganador al Frente de Salvación Islámica (FIS) –filial de la Hermandad Musulmana egipcia- los gobiernos
occidentales apoyaron el golpe de Estado, que evitó la transición democrática, y la proscripción del FIS.
Asimismo, en enero de 2006, cuando el movimiento de Resistencia Islámica Hamás –devenido en partido
político- se presentó y ganó las elecciones para conformar el nuevo gobierno de la Autoridad Nacional
Palestina, los Estados Unidos y la Unión Europea desconocieron el resultado de los comicios, aduciendo que
era un gobierno ilegítimo. En ese momento se acusaba de terrorista el accionar del movimiento palestino.
2
En este trabajo se emplea el término mantra autoritario en sentido metafórico, es decir, bajo la idea de
repetición en el tiempo y en el espacio de la presencia de regímenes autoritarios –percibidos como sinónimos
de estabilidad- en el mundo árabe.
3
La presencia del Islam político ya existía, a veces de manera subterránea, a veces reconocida, pero sin la
posibilidad de actuar abiertamente.
4
La Hermandad Musulmana fue un movimiento político religioso creado en 1928 por Hassan al-Banna en
Egipto. Su obra ha sido fuente de inspiración en dos sentidos. Por un lado, criticando la Modernidad
occidental impuesta desde el exterior por potencias europeas, lo cual condujo al establecimiento de un Estado
laico y secular alejado del ideal de Estado Islámico. Proscriptos durante el Nasserismo, y con filiales en varios
países, renunciaron en los ‘70 a la violencia (lo que generó fricciones con los grupos partidarios de la
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signado por el invierno autoritario. Ese cambio, que no pasaba desapercibido, consistió en
compatibilizar en un modelo la democracia con el Islam, es decir traer a la esfera pública la
religión en un proyecto que miraba hacia al futuro, y que como tal, proponía un cambio real para
Egipto pero también en todo el mundo árabe.
En tal sentido, y desde una perspectiva teórica, el constructivismo convencional sostiene
que las Relaciones Internacionales son una “construcción social” que permite dar cuenta de “los
cambios políticos que histórica y culturalmente emergen en circunstancias específicas” (Fierke,
2013:188). Al plantear que la realidad es una construcción social, el objeto de investigación
adquiere significado en un contexto particular, y en cuya dimensión social, es importante el rol que
juegan las normas y los valores constitutivos de la identidad. De esa manera incorpora –más allá
de no desconocer los elementos materiales- el carácter “ideacional” con el fin de comprender cómo
se produce un proceso de interacción entre los diferentes agentes o actores (estatales y no
estatales) y la estructura o contexto en el que se produce (Wendt, 19942; 1994; 1999) y por qué
determinadas prácticas o acciones adquieren sentido sobre otras.
Por tal motivo, con este enfoque teórico pretendemos –como bien señalan Klotz y Lynchatender a los componentes de la ontología constructivista que son: la intersubjetividad, el contexto
y el poder. La comprensión intersubjetiva abarca a la estructura y a los agentes en “donde las
normas, reglas, significados, lenguajes, culturas e ideologías son un fenómeno social que crean
identidades y guían las acciones” (Klotz y Lynch, 2002:8). En el tiempo, determinados significados
conforman órdenes sociales (estructura) en donde el conjunto de normas y reglas permiten pensar
cómo el mundo funciona, qué tipos de comportamientos son considerados legítimos y cuáles son las
identidades y las prácticas que dominan en un momento dado. Así el contexto adquiere relevancia
porque permite situar la investigación dentro de “un espacio histórico y social para entender cómo
los significados cambian y afectan a los actores en regiones o áreas particulares” (Klotz y Lynch,
2002:9). En el mismo, no solo los actores definen quiénes son y qué quieren con referencia a las
reglas, normas e ideologías de su tiempo (Klotz y Lynch, 2002:11) sino que también ejercen
relaciones de poder con prácticas impregnadas de significados intersubjetivos para lo cual es
importante no perder de vista el proceso y las interacciones que los mismos realizan.
De esa manera, el mundo árabe es el contexto en el cual los actores estatales compartían
una regla no escrita –como condición histórica- de mantener la “excepcionalidad democrática” en
sus respectivos regímenes so pena de que el Islam político se encontraba latente y era una amenaza
a la estabilidad en una región intrínsecamente convulsa. A pesar de las particularidades de cada
sociedad, la identidad de los pueblos árabes se expresaba en la pertenencia a una historia común,
una lengua y una religión, como también a la sujeción a regímenes de opresión que en el siglo XXI
quedaron “desnudos sin ninguna justificación para legitimar su autoritarismo” (Naïr, 2013:19). La
Primavera árabe surgió así en un tiempo y en un espacio específico, con revoluciones que alteraron
las estructuras del juego político permitiendo la participación de actores no estatales, los cuales
apelaron a la religión como expresión política legítima para el nuevo orden. De ese modo, la
reaparición del Islam Político ante el cambio de las condiciones políticas permiten entender por qué
la Hermandad Musulmana ha sido el actor mejor posicionado en el nuevo escenario abierto una vez
que se produjo el despertar árabe, incluido Egipto.
violencia política) y comenzaron a participar en el 2005 en las elecciones parlamentarias en Egipto. Mientras
tanto su accionar se dio en la sociedad civil, a través de una reislamización que emprendieron con acciones
sociales. Por el otro, también ha sido una fuente de inspiración para grupos radicalizados extremistas que
abrazaron el ideal de un Estado Islámico por la vía revolucionaria o terrorista. Un ejemplo de esto último fue
la escisión al interior de la Hermandad Musulmana de la denominada Yihad Islámica, que perpetró el
magnicidio del entonces presidente Anwar el-Sadat en 1981. Más cercanos en el tiempo, de la Hermandad
Musulmana salió Aymán al-Zawahiri, actual líder del grupo terrorista Al-qaeda.
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En el mundo árabe, el Islam es la religión que se profesa mayoritariamente en las
sociedades y va más allá de los 5 pilares centrales revelados en el Corán (Quran)5. Por lo tanto, la
misma se constituye –como ya se mencionó- en una fuente normativa de valores y de identidad para
actores políticos que apelan a un discurso y a prácticas que trascienden la dimensión de la vida
privada ejerciendo influencia en la vida pública, con el fin de cambiar el orden político y social.
Hacer coincidir el Islam que se profesa en el ámbito de lo privado con lo público ha sido
precisamente una de las consignas del Islam político –o islamismo- pregonadas durante décadas
por la Hermandad Musulmana. De acuerdo con Joan Lacomba, éste puede ser considerado:
“(…) en términos genéricos, como una forma de expresión política del Islam o como una
ideología política del Islam. Frente al Islam cultural-religioso y el Islam social, el Islam
político construye teorías e instituciones que convierten éste en programa de gobierno sobre
la vida pública. En todo caso, ni la lectura, ni el uso político del Islam son exclusivos de los
islamistas. El Islam como programa político puede estar, bien en oposición al poder, bien al
servicio de él. La estrategia política del islamismo de oposición pone de relieve dos elementos
claves (…), comunes a la gran mayoría de los países árabes y/o musulmanes: el bloque de la
arena política y el potencial movilizador del Islam en ausencia de otros capitales simbólicos”
(Lacomba, 2000:128)6.
En el mundo árabe, para la Hermandad Musulmana: “el Islam es el proyecto de un orden
social. Sostiene que existen un conjunto de reglas eterno, decretado por Dios e independiente de la
voluntad de los hombres, orden que dispone la regulación correcta de la sociedad (…) estas reglas
deben instrumentarse en la vida social, en todos los aspectos” (Gellner, 2005:11)7.
En otras palabras, el Islam político se presenta “como una forma de instrumentalización
del Islam (religión) por individuos, grupos y organizaciones que persiguen fines políticos”
(Denoeux, 2002:61). Por tal motivo, surgió como un movimiento social (haraka) en Egipto, se
propagó como una ideología contestando al poder durante los años de oposición, y devino
finalmente en un partido político luego de la Primavera árabe con la idea de implementar un
modelo de democracia árabe islámica a través del cual se podía alcanzar a toda la región.
Desde una perspectiva metodológica, para el estudio de las prácticas religiosas en la
dimensión pública en Relaciones Internacionales se considera apropiado adoptar lo que Cecelia
Lynch denomina A Neo-Weberian Approach (Lynch, 2009, 2014). Éste consiste en una forma
constructivista de “comprender” cómo los actores políticos “cubren la brecha” o compatibilizan las
ideas, principios, normas y valores contenidos en las directrices religiosas, con la ética –que toda
religión propone- y las prácticas políticas sobre “contextos particulares” (Lynch, 2014:280). Ello
conduce a identificar cuáles son las directrices religiosas, a analizar cómo los actores las interpretan
en términos políticos, y a entender cuándo y por qué deciden actuar en determinadas circunstancias.
5
Etimológicamente, Islam significa entrega. Por ende, toda persona que se precie de ser islámica es la que se
entrega a Allah y cumple con los cinco pilares (arkan al-Islam ) que el Profeta Mahoma dio a conocer a los
hombres: 1° La Shahada: entendida como el acto de fe más sublime que consiste en decir con convicción que
Allah es el único Dios, y Mahoma es su profeta; 2° cumplir con el Salat, es decir con las oraciones diarias que
dependiendo de los países pueden ser hasta cinco, en dirección hacia la Meca, en un claro signo de postración
y reconocimiento ante el único Dios; 3° el Sawm, que implica realizar el ayuno durante el mes sagrado del
Ramadán desde el alba hasta la caída del sol, en claro signo de solidaridad con este sacrificio de los que
menos tienen, es decir los desprotegidos; 4° el Hajj, o sea la peregrinación que por lo menos una vez en la
vida todo islámico entregado a Allah debe realizar hacia la Meca en donde se encuentra la Kaaba (lugar de
promesa y reconciliación de Dios con los hombres); y 5° cumplir con el Zaqat, es decir con la limosna que se
debe depositar en las mezquitas con el fin de lograr la justicia social en la comunidad porque se orienta a los
que menos tienen.
6
Las negritas son propias.
7
Las negritas son propias.
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Por tal motivo, se trabaja con una definición instrumental de religión, entendiéndola como
un conjunto de ideas, valores, principios y normas que se derivan de una creencia ordenadora supramundana8 (Alston, 1972; Iranzo Dosdad, 2012) que se constituye en una de las bases de la identidad
individual y grupal de los actores (Thomas, 2000; Kubállková, 2003; Brown; 2015), de las prácticas
y las acciones religiosas las cuales cobran significados en un contexto socio-histórico determinado
(Lynch, 2016; Barnett, 2011) ejerciendo influencia no solo en la dimensión nacional sino también
internacional (Snyder, 2011; Fox y Sandal, 2014).
Este método permite ver a la Primavera árabe como un proceso en el contexto del mundo
árabe y en el cual el Islam político cobró un marcado protagonismo. Así, se puede comprender
cómo los actores “conectan las directrices religiosas con las prácticas o acciones en un contexto
histórico y geográfico” en el aspecto político, económico y social de la vida (Lynch, 2014:290). Por
tal motivo, Egipto adquirió especial relevancia en el mundo árabe gracias a la apertura política que
posibilitó a la Hermandad Musulmana instrumentalizar la religión. De ese modo, buscó convertirse
en un modelo de democracia árabe a través de un proyecto de reislamización –para muchos
solapado y estratégico- el cual fue percibido como una amenaza al status quo nacional y regional.
1. El pensamiento de la Hermandad Musulmana de Egipto y su propuesta identitaria para el
mundo árabe
A partir de la década de los 80 del siglo XX, la Hermandad Musulmana y sus filiales habían
desarrollado una reislamización de la sociedad y en pleno contexto autoritario iniciaron un cambio
con el apoyo a la idea de democracia, empoderando al pueblo y las libertades, en el marco de la
sharia para alcanzar, sin tiempo pero sin pausa, la instrumentalización de la religión de arriba hacia
abajo. Es decir, desde el Estado como meta política.
La religión como pauta identitaria se encuentra indefectiblemente presente en los países del
MENA y ha sido una instancia de disputa entre dos campos, uno que favoreció el status quo y el
otro que buscó cambiarlo. Los diferentes regímenes árabes a lo largo del tiempo preservaron el
control sobre las actividades religiosas en pos de la unidad y la búsqueda de legitimidad en campo
de lo político. Pero, esto le confirió a los movimientos islamistas el rol de convertirse en la
oposición subterránea a los mismos, a pesar de la proscripción y represión a los que fueron
sometidos. Mientras los primeros emplearon la institucionalización para sus objetivos de
gobernabilidad y legitimidad, los segundos fueron por la instrumentalización de la religión en un
proyecto de cambio mirando al futuro.
La excepcionalidad árabe no ha sido una mera expresión descriptiva, sino que por el
contrario era el reflejo de un contexto donde se desenvolvía una idea socialmente compartida entre
los Estados. Si bien los proyectos nacionalistas fueron en su momento una amenaza a las
monarquías del Golfo, estos, al perder relevancia, condujeron a un orden basado en el respeto de la
soberanía y de los dos tipos de regímenes de gobiernos característicos del mundo árabe: repúblicas
presidencialistas y monarquías.
En otras palabras, y desde una perspectiva constructivista el autoritarismo era una idea
socialmente compartida y apoyada regionalmente para evitar una apertura política debido a los
peligros que representaba cualquier atisbo de oposición como el Islam político de gran presencia
social. Las fachadas democráticas con parlamentos, elecciones y en algunos casos permitiendo la
existencia de otros partidos daban cuenta que la democracia no era una idea socialmente
construida. En todo caso, había demócratas sin democracia. Pese a las presiones externas de
8
Si bien esta investigación se centra en la dimensión pública de la religión y su incidencia en las relaciones
internacionales, no se desconoce la vinculación preexistente con un ser superior -a través de la fe, ritos, actos
litúrgicos, etc.- y la discusión en torno a la naturaleza de las creencias que forman parte de la Teología.
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democratización que existieron en la primera década del siglo XXI 9, la experiencia abonaba la tesis
de que ningún régimen autoritario realizaba una democratización por voluntad propia.
El contexto socio-histórico del MENA reflejaba cuán extraña era la democracia como
identidad política, no así los autoritarismos. Estos pudieron ser monarquías tradicionales, repúblicas
nacionalistas, socialistas, antiimperialistas y hasta incluso neoliberales en materia económica a
partir de fines de los 80, pero no democráticos en el sentido occidental, aunque sí muchos tenían
elecciones periódicas. Además, muchos de ellos gozaban del adjetivo de moderados, por el vínculo
estratégico que mantenían con Occidente10.
El invierno era el clima característico del contexto que se vivía en el mundo árabe, con una
cultura (Wendt, 1999) donde podían existir rivalidades interestatales pero el interés estaba en
preservar el status quo autoritario y evitar la amenaza que el Islam político significaba, por ser el
actor de mayor arraigo –social- en varios de los países del mundo árabe. Más aún cuando en la
primera década del siglo XXI modificó la estrategia política e hizo expresa su voluntad de abogar
por una democracia –Islámica- en el mundo árabe sunnita (Hamid, 2014). Pero para que esto último
sucediera, tenía que darse una suerte de milagro porque la democracia con el adjetivo árabe
resultaba ser prácticamente un oxímoron.
2. La evolución de una idea puesta en marcha
Para comprender la matriz del Islam político11, con una mirada holística y amplia de la
religión desde una perspectiva de las Relaciones Internacionales, se hace necesario volver en el
tiempo al legado de quien fuera en el siglo XX uno de sus mayores exponentes. En el año 1928,
Hasan al-Banna creó la Hermandad Musulmana (al-Ikhwan al-Muslimun) con un grupo de seis
9
El Amplio Oriente Medio y Norte de África (Broader Middle East and North Africa Initiative, BMENA) ha
sido una iniciativa multilateral de 2004 a través de la cual los Estados Unidos, la Unión Europea y varios
países árabes se comprometieron a cooperar en el desarrollo político y económico incluyendo desde
Afganistán, Arabia Saudí, Argelia, Bahréin, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Irán, Irak, Jordania, Kuwait,
Líbano, Marruecos, Omán, Pakistán, Qatar, Siria, los Territorios Palestinos, Túnez y Yemen. Ante el fracaso
de la misma, Estados Unidos emprendió una nueva iniciativa conocida como el Gran Oriente Medio (Greater
Middle East Initiative), a través de la cual se creaba el Fondo para el Futuro orientado proporcionar fondos
para la sociedad civil con el fin de cimentar los principios democráticos. Asimismo, creaba la Fundación para
el Futuro, de carácter económico y financiero, cuyo fin era apoyar a las empresas y a las inversiones en la
región para crear empleos y crecimiento económico que estimularan el desarrollo de los países.
Finalmente, la Iniciativa de Asociación Estados Unidos-Oriente Medio (Middle East Partnership Initiative,
MEPI) fue un fondo de asistencia bilateral hacia los países árabes y representó un elemento principal de la
política de la Administración Bush hacia la región. La misma se articuló en torno a las reformas económicas,
políticas, educativas y a mejorar las condiciones de la mujer con fondos del Departamento de Estado.
Sin embargo, los resultados no fueron los esperados, en virtud de que los fondos fueron escasos para tamaña
empresa. A ello se sumó la capacidad de adaptación de los regímenes árabes al contexto de presión
internacional, emprendiendo ajustes sin realizar un cambio político sustantivo, lo cual hubiese significado la
apertura real del sistema electoral, la separación de poderes y el sistema político en general.
10
Esto se traducía en la compatibilidad con los intereses norteamericanos y occidentales de asegurar el
suministro internacional de crudo, la lucha contra el terrorismo internacional y la preservación de la seguridad
de Israel en la región.
11
Por tal motivo, el Islam político no es un fenómeno monolítico y presenta varios rostros. Por un lado, se
encuentra el Islam político en la versión salafista radical que plantea el regreso a los años de esplendor de la
civilización islámica y el empleo de la Yihad –esfuerzo- entendido como Guerra Santa contra los agresores e
infieles en el que se legitima el recurso de la violencia (Al-qaeda y el Estado Islámico). Pero por el otro, se
encuentra un Islam político moderado y más extendido geográficamente (en Egipto, Túnez, Siria, Jordania y
Kuwait) que renunció a la violencia como medio para alcanzar sus objetivos políticos y se abocó a denunciar
e impugnar a los regímenes autoritarios.
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personas reunidas en su casa en la localidad de Ismailía. Allí, discutían la vida de humillación y de
esclavitud a la que habían sido sometido los árabes y musulmanes en manos de la penetración
europea, y juntos, se comprometieron a actuar en nombre del Islam. De acuerdo con el relato de la
época, al-Banna dijo: “Nuestro grupo será en primer y fundamental lugar una idea, con todos los
significados y todas las acciones que eso implica. Somos hermanos al servicio del Islam, somos
Hermanos Musulmanes” (Ternisien, 2007:28).
Ese fue el comienzo de una idea compartida que se puso en marcha pensando en el destino
de los hombres retornando al Islam como noción englobadora de lo público y lo privado porque: “el
Islam es fe y culto, patria y ciudadanía, religión y Estado, espiritualidad y acción, Libro y sable”
(al-Banna, 1981:40).
De ese modo, el Islam era presentado por al-Banna como un sistema completo y perfecto
(Nizam al Kamil wa Shamil) que lo abarcaba todo y no dejaba librado ningún aspecto de la vida al
azar. Ello implicaba reconocer que el mensaje estaba dado, no necesitaba de un fiador y sólo había
que llevarlo a la acción12. La idea existía y solo era necesario hacerla cognoscible en el mundo real.
Esa idea era, según uno de los principales exponentes de la Hermandad, “the Empowerment of
God’s Religion” (al-Shater, 2012:130).
En este punto, el Neo-Weberian Approach permite comprender cómo el Islam con su
mensaje de bondad se enraíza con la interpretación coránica acerca de que el fin de la religión ha
sido el de facilitar la vida de los hombres, el de propiciar el bien y el de hacerlos felices (al-masaleh
al mursala) al recuperar los valores de unidad, solidaridad, autenticidad y justicia social del que
fueron despojados. Por eso es importante centrarse en la Religión como práctica en la dimensión
pública, la cual es un repositorio de directrices religiosas intersubjetivamente compartidas por los
actores en determinados contextos. En virtud de que toda religión busca alcanzar el bien común, las
prácticas religiosas en lo público –la política- se orientan hacia dicho objetivo, en un proyecto que
busca cambiar el orden de cosas.
Por tal motivo, la Hermandad fue concebida como una sociedad y como un movimiento de
masas que no sólo se circunscribía a Egipto, sino que se podía extender al resto de los países árabes
y musulmanes a través de una utopía que se expresaba con el lema “Allah es nuestro objetivo. El
Profeta nuestro líder. El Corán nuestra constitución. El esfuerzo nuestro camino. La muerte al
servicio de Allah nuestro mayor deseo. Allah es el más grande. Allah es el más grande” (Allah
ghayatuna Al-rasulza'imuna. Al-Qur- 'andusturuna. Al-jihadsabiluna. Al-mawt fi sabil Allah asma
amanina. Allah akbar. Allah akbar).
La Hermandad Musulmana como la “quintaesencia o madre” del Islam político (Kepel,
2008; Hamid, 2016) aspiraba a reformar el ámbito de lo político a través de la religión en tanto
principio ordenador, de legitimidad, fuente de valores, marco de referencia ideológica y simbólica
de un orden distinto garantizado por Dios (Lacomba, 2000; Ghalioun, 1999). De ese modo, se iba a
llegar al Estado islámico (al-dawla al-islamiya) con el imperio de los principios de la ley islámica
(sharia) en todos los órdenes. Si bien se la considera de carácter inmutable, se debía atender al
contexto, lo cual implicaba hacer un esfuerzo de interpretación racional (iytihad). Porque el Corán
no apeló a ningún milagro –como si ha sucedido en las otras dos religiones monoteístas- sino que
recurrió a la razón para escudriñar la forma de alcanzar la transformación.
12
La noción de fiador no forma parte de la cosmogonía religiosa islámica, especialmente en la confesión
sunnita donde no existe una jerarquía clerical ni un distingo entre el ulema y el resto de los creyentes. El Islam
se presenta así como un patrimonio común en el que todos pueden inspirarse. Por eso crítica la
institucionalización que han realizado los Estados y la connivencia de los ulemas que no han sabido proteger
las tradiciones, prácticas y valores auténticos del Islam.
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La sharia, que etimológicamente significa vía, se traduce en la práctica como el conjunto de
principios que permiten entrar en la vía de Allah, asumiendo los valores e ideas religiosas
contenidos en el Corán y la sunna (Ghalioun, 1999; Waines, 2008). Un Estado islámico es el que
aplica la sharia porque cumple la voluntad de Allah en cuanto religión (din), la concibe como
fuente de identidad de la comunidad de fieles (umma) y de jurisprudencia (fiqh). Porque el Islam era
religión y Estado (dinwadawlat) y religión (din) y política (siyasah), dos ámbitos imposibles de
disociar.
El punto de partida para llevar a la práctica lo antes mencionado era comenzando por la
reforma del individuo, la familia y la sociedad. Luego, se debía continuar con la reforma del
gobierno y el Estado13, primero en Egipto, y una vez que todos los países árabes lo lograran, se iba a
restaurar la entidad internacional de la nación islámica (al-kiyan al-duwali)14 que finalmente
culminaría en el dominio islámico mundial (ustadhiyat al-‘alam) gracias a la guía y la oración (bilhidayahwal-irshadwal-dawa) de la Hermandad, una idea socialmente compartida y devenida en
acción15.
Como se puede observar, el programa (tanzim) se debía implementar de manera pacífica en
dos grandes secuencias. Si bien no tenía plazos establecidos, contenía en su interior el germen del
cambio, o como ya se ha mencionado, la idea de alterar el status quo regional e internacional en su
objetivo final. Teniendo en cuenta que la Hermandad fue perseguida y proscripta durante décadas
en Egipto, no representaba una amenaza hasta tanto existiera la posibilidad real de alcanzar el poder
(quwa). El quid siempre estuvo en lo que podía ocurrir si Egipto sucumbía en manos del Islam
político, y si de ser un programa (tanzim) se convertía en una realidad.
El nacimiento de la idea y de la Hermandad como sociedad (Jama’at) no se desenvolvió en
el vacío sino que respondió a los diferentes contextos por los que atravesó. Más allá de interregnos
específicos, donde la misma se debatió en cambiar de misión, el método elegido ha sido de carácter
gradualista. Es decir, reislamizando (islamah) la sociedad como condición previa hasta tanto las
condiciones permitan transitar el camino de la política. Por tal motivo, se pueden identificar tres
momentos a lo largo de su existencia, el primero que coincide con la guía del propio Hasan alBanna; el segundo, se inició con el permiso a actuar en el ámbito social a partir de 1971 luego de la
Hasan al-Banna, en la carta enviada al rey Farouq en 1936 –conocida como Towards the Light - planteó 50
propuestas para que Egipto retornara al camino de la religión, con acciones que consideraba necesarias
emprender en el ámbito público. En el ámbito político y judicial, recomendaba poner fin a la existencia de los
partidos políticos; reformar la ley positiva poniéndola en consonancia con la sharia; impregnar con el espíritu
musulmán todas las esferas gubernamentales; condenar la corrupción; y que el gobierno actuara según las
normas, principios y valores islámicos. En el ámbito social y cotidiano, recomendaba que el pueblo fuera
enseñado en las nobles costumbres islámicas; encontrar una solución al rol de la mujer en la sociedad
inspirado en la sharia; condenar los juegos de azar, la prostitución, el consumo de alcohol y drogas; establecer
la prohibición de mezcla de sexos en la vía pública; enseñar el Islam en todas los niveles educativos y
estimular la divulgación periodística con temas islámicos y orientales. En el ámbito económico, proponía
organizar el zaqat, prohibir en el sistema bancario los préstamos con interés; estimular la creación de
empresas nacionales; ayudar al sector agrícola y generar proyectos necesarios para la sociedad, evitando los
de carácter superfluo. Para mayores detalles, véase (al-Banna, 1947).
14
La idea de unidad devenía de la fragmentación que atravesó la nación islámica en diferentes Estados
territoriales. En el pensamiento primigenio de la Hermandad Musulmana estaba la idea de reinstauración del
califato, sin embargo, esta institución fue dejada de lado por la de nación islámica que integra la umma islami.
15
Resulta conveniente aclarar que el denominado “dominio mundial islámico” ha sido una idea que se esbozó
y se mantuvo en el tiempo pero sin mayor desarrollo teórico por parte de la Hermandad Musulmana. Sin
embargo, los exponentes más destacados de la organización en los últimos años han reafirmado que la
secuencia a seguir había permanecido intacta. Entre ellos se destacan Abd al-Mun’im Abu al-Futuh e Issam
al-Aryan. Para mayores detalles de las declaraciones véase el sitio oficial de la Hermandad Musulmana:
http://www.ikhwanonline.com. Consulta: 25 de mayo de 2017.
13
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desaparición física de Nasser y el fracaso del panarabismo; y el que coincidió con los resultados de
la Primavera árabe y la creación del Partido de la Libertad y la Justicia (Hizb al-Hurriyawa alAdala).
El método (minhaj) gradualista es lo que le ha permitido a la Hermandad Musulmana
gozar del adjetivo de Islam político moderado, en virtud de que renunció al uso de la fuerza para
transformar la sociedad –independientemente de que en algún momento lo abrazó- (Ternisien,
2007; Fradkin, 2008; Kepel, 2008; Hamid, 2016).
Así, la instrumentalización de la religión para hacer del hombre egipcio un “hombre
nuevo”, participando activamente en la sociedad, para luego arribar a la reislamización del Estado
bajo los principios de la sharia, requería de paciencia y sobretodo de obediencia. Es por ello, que
en el discurso de las principales figuras de la Hermandad citan al califa Umar cuando dijo “no hay
religión sin una sociedad (Jama’at), ni ésta sin un guía (Iman), ni guía sin obediencia” para decir
que el método de al-Banna de reislamización (islamah) era el correcto.
El método era para al-Banna el denominado llamado (da’wa) y lo planteaba siguiendo
etapas (siyasit al-marahil) al interior de un proyecto islámico (al- mashrou al-islami), según se
desprende de sus cartas y de sus Memorias en donde le fue dando forma y contenido (al-Banna,
1936, 1982). El mismo se sintetizaba en el siguiente orden: “the Muslim individual, the Muslim
family, the Muslim society, the Islamic government, the global Islamic state and reaching the status
of Ustathiya (eminence among nations)” (Tadros, 2011:16).
Para comenzar, era necesario reislamizar al propio hombre como tal, el cual había sido
sometido a una alienación bajo la Modernidad impuesta desde el exterior, que lo alejó de los
verdaderos valores islámicos de solidaridad y justicia social. Esa pérdida de identidad también
respondía a la desunión que los árabes sufrieron como consecuencia de la creación de Estados
territoriales modernos luego de la Primera Guerra Mundial. Para alcanzar esa identidad era
necesario tener una “fe profunda, una organización precisa y un trabajo ininterrumpido” (al-Banna,
1936:11).
No era posible avanzar si antes no se ganaba el corazón y la voluntad de los hombres,
porque una vez alcanzado ese primer estadio, la familia (usra) nuclear –pero también una de las
bases de la estructura de la organización- se convertía en el próximo paso a seguir. De allí en más
proponía reislamizar (islamah) la sociedad a través de la labor social con la creación de mezquitas,
centros recreativos, hospitales, clubes sociales, poniendo énfasis en la educación (tarbiyah), para
finalmente esperar que se dieran las condiciones para el establecimiento de un verdadero Estado
Islámico (al-dawla al-islamiya) regido por la sharia (al-Banna, 1936).
Reformar a la sociedad egipcia de la época iba a llevar tiempo, “como el tiempo que lleva
cosechar el trigo”, era una de las frases que se adjudicaba al-Banna para dar cuenta de la
reislamización de abajo hacia arriba por medio de la educación:
“el objetivo de los Hermanos se resume en la formación de una generación entre personas que
creen en la enseñanzas del Islam auténtico; esa generación actúa con el objetivo de impregnar a
la comunidad de coloración islámica en todos los ámbitos de la existencia. Sus medios para
ello son esencialmente el cambio de hábitos y costumbres extendidas y la educación de los
militantes a la luz de estos principios para que a su vez se conviertan en modelo para otros en
cuanto fidelidad y su determinación y se les respete y reconozca su sabiduría (Ternisien,
2001:36).
Luego de la muerte de su fundador, la Hermandad fue prohibida durante los años del
Nasserismo, coincidiendo con la identidad panarabista que alcanzó su mayor esplendor hasta la
guerra de los 6 días de 1967. Recién con la llegada del presidente Anwar el-Sadat, la organización
sería tolerada socialmente pero con la prohibición de actuar en política.
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3. A la espera del momento indicado para incursionar en la política
A partir de la década de los 80 la Hermandad Musulmana y sus filiales desarrollaron una
reislamización de la sociedad con la estrategia de abajo hacia arriaba, y en pleno contexto
autoritario, iniciaron un cambio con el apoyo a la idea de democracia, empoderando al pueblo y las
libertades, en el marco de la sharia para alcanzar, sin tiempo pero sin pausa, la instrumentalización
de la religión de arriba hacia abajo16. Es decir, desde el Estado como meta política para el cambio.
La prohibición que pesaba sobre la Hermandad Musulmana para actuar en política, la
condujo a aprovechar una grieta al interior del propio sistema de partidos que tenía Egipto. La
constitución de 1971 había establecido que el Islam era la religión del Estado y, los principios de la
sharia, la principal fuente de derecho. La propia Hermandad apoyó esa reforma constitucional por
considerar que esa institucionalización de la religión estaba en consonancia con las etapas de
instrumentalización del método abordado en párrafos ut supra.
Pero, la cuestión estaba en el artículo 5 de la constitución que prohibía la presencia de
partidos políticos de denominación religiosa. En consecuencia, la única posibilidad que se le
presentaba para actuar en política era a través de alianzas con partidos seculares o bien, presentando
candidatos a elecciones parlamentarias de forma independiente.
Ni bien asumió Hosni Mubarak en 1981 la presidencia con el partido PDN, se generaron
expectativas de cambio cuando planteó una reforma política habilitando a la participación de otros
partidos en el sistema político egipcio (Arafat, 2009). Para la segunda generación de Hermanos, esa
era una posibilidad que se debía aprovechar, a pesar de que la vieja guardia consideraba como
prioridad la progresiva islamización a través de la educación y la acción social 17. De esa manera, la
vieja guardia rechazaba las “tentaciones de poder” por arriba, ya sea legal o violenta (Ternisien,
2007; Altman 2008; Hamid, 2014, 2016).
En 1984, bajo la dirección del supremo Guía Umar al-Tilmisani, la Hermandad se presentó
por primera vez a elecciones parlamentarias en una alianza –para muchos considerada anti-naturacon el otrora enemigo –el partido nacionalista Wafd- en las que obtuvieron 8 representantes. En
1987 la situación se volvió a repetir bajo la dirección del Supremo Guía Muhammad Hamid Abu al-
16
Cuando se alude a la reislamización de abajo hacia arriba, se alude a la labor social y económica
emprendida en un contexto de la aplicación de políticas neoliberales en Egipto, lo cual significó la retirada del
Estado en la prestación entre otros aspectos de la seguridad social.
La reislamización de la sociedad a través de la acción social se centró en dos áreas consideradas neurálgicas
por la visibilidad que lograban en el medio, como fueron la salud y la educación. Con relación a la primera, la
Hermandad Musulmana creó en 1977 en Egipto la Asociación Médica Islámica (AMI) a través de la cual
brindaba servicios a 2 millones de personas. Ella comprendía a 22 hospitales y a 7 centros de alta complejidad
–que cubrían las áreas de oftalmología, diálisis y fertilidad- bajo la óptica islámica, es decir con atención
exclusiva en base al género. Asimismo, desarrolló un sistema de salud ambulatorio conocido como
“caravanas médicas” que recorrían el país brindando atención médica a los sectores rurales y alejados dentro
del país (Brooke, 2015).
Con relación a la educación, crearon también una red de escuelas privadas accesibles para la población, en las
que impartían una currícula islámica. Tales instituciones educativas escapaban del control del Ministerio de
Educación en virtud de que estaban bajo la órbita del Ministerio de Asuntos Internos. Fiel a la tradición de los
reformadores del siglo XIX, la Hermandad veló por impartir una educación basada en las ciencias modernas –
ingenierías y medicina- a los fines de alcanzar la ‘autenticidad’, evitando ser una imitación de los planes de
estudios occidentales.
17
Uno de los motivos esgrimidos para participar del sistema político, pese a la prohibición vigente, fue la
necesidad de demostrar al régimen de Mubarak la aceptación de las reglas del juego. En ese momento se
buscaba evitar la represión que sufrieron los Hermanos Musulmanes sirios en 1982, cuando intentaron la toma
del poder en el gobierno de Hafez al-Asad.
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Nasr, pero esa vez lo hizo junto al Partido Liberal y el Partido del Trabajo –de orientación de
izquierda- en lo que se denominó la Alianza Islámica.
En ese entonces habían obtenido 60 escaños, de los cuales 36 fueron para la Hermandad
Musulmana. La plataforma presentada pedía el fin del estado de excepción, la revisión de la
constitución, la aplicación de la ley islámica e introducía como novedad la apertura democrática 18.
A las claras, la Hermandad buscaba demostrar que en política, con el nuevo discurso, se
orientaba hacia la moderación. De acuerdo con Hamid, la misma no era un cliché sino que se puso
de manifiesto cuando recién: “Islamists deemphasize the application of Islamic law and the
establishment of an ‘Islamic state’ and commit to the foundational components of democracy,
including alternation of power, popular sovereignty, and freedom of speech and religion” (Hamid,
2014:46).
Durante la década de los noventa, la luna de miel con el régimen de Mubarak llegó a su fin,
con la represión legal y física sobre los miembros de la Hermandad. Recién en la primera década
del siglo XXI los Hermanos Musulmanes pudieron volver a presentarse en elecciones ante la
presión internacional en un contexto de Lucha Global contra el Terrorismo Internacional y de
democratizar el Gran Medio Oriente, incluido Egipto. Así, durante el 2004 presentó Reform
Initiative orientada a la búsqueda de consensos junto con otras fuerzas políticas. En ella,
manifestaron el compromiso con el régimen democrático de gobierno y enumeraron cuáles serían
los cambios que se necesitaban19. En líneas generales, propusieron el reconocimiento del pueblo
como única fuente de autoridad; el levantamiento del estado de emergencia; el compromiso con los
derechos humanos y las libertades públicas consagradas en la sharia y los tratados internacionales;
el fin de la prohibición para la creación de nuevos partidos políticos; la plena separación de poderes;
el llamado a elecciones libres con supervisión internacional; el establecimiento de un sistema
parlamentario y de un consejo consultivo (shura) que revisase la legislación vigente; la
independencia del poder judicial y la libertad de expresión e igualdad de oportunidades para los
partidos en los medios de comunicación.
De ese modo, religión (din) y política (siyasah) no se presentaban como dos dimensiones
separadas sino complementarias (dinwa-dawlah). La noción de un Estado civil con una fuente de
autoridad islámica (al-dawla al-madaniyya) era la expresión de que la Hermandad había
reelaborado el pensamiento político, porque se dejaba toda referencia al Estado Islámico (al-dawla
al-Islamiyya) donde la soberanía provenía de Allah (hakimiyyatallah), para pasar a respetar la
18
En las elecciones de 1987, la Hermandad Musulmana desplazó al partido Wafd del primer puesto de la
oposición política en Egipto. Ello generó un efecto demostración en aquellos países donde existían filiales,
más allá de la autonomía y las condiciones propias del lugar donde comenzaron a actuar.
En Jordania, la Hermandad comenzó a participar en política a partir de 1989, aprovechando un contexto de
apertura política autorizada por el rey. Así fue que en 1992 crearon el Frente de Acción Islámico con un
programa político a favor de la aplicación de la sharia y el pedido de democratización de la monarquía.
En 1987, el movimiento de resistencia Hamas se creó en los territorios palestinos identificándose en el art. 2
de la carta constitutiva como una Filial de la Hermandad Musulmana, pero con un objetivo previo al llamado
(da’wa), a emplear la fuerza en contra de la ocupación israelí.
Asimismo, no se debe pasar por alto la creación de organizaciones dependientes de la Hermandad Musulmana
en los Estados Unidos: Council on American Islamic Relations (CAIR), Islamic Society of North America
(ISNA), International Institute of Islamic Thought, Muslims Students Association (MAS), The Association of
Muslim Social Scientists (AMSS), Muslim American Society, North American Islamic Trust (NAIT) y el
Islamic American University.
19
Para mayores detalles véase: Reform Initiative, 2004. Disponible en línea en el sitio oficial de la
Hermandad Musulmana: http://www.ikhwanonline.com/Article.asp?ID=5172&SectionID=0. Consulta: 15 de
mayo de 2017.
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voluntad del pueblo (irada al-sha‘b). Para ello, planteaba la posibilidad de participar en política con
un partido político civil (hizbiyya) pero con una fuente islámica (marja’iyyah) y de ese modo,
competir electoralmente atrayendo no sólo a los propios de la organización (tanzim) sino también al
resto de los ciudadanos (muwatanah).
Luego de haber participado en las elecciones parlamentarias, la Hermandad comenzó a
trabajar en la plataforma electoral sobre la cual el futuro partido político debía funcionar. Así, en
junio de 2007 presentó “The Electoral Programme of the Muslim Brotherhood for Shura
Council”20, desarrollado en siete capítulos y tomando como referencia al Partido de la Justicia y del
Desarrollo de Marruecos, el Frente de Acción Islámica de Jordania y al Movimiento Constitucional
Islámico de Kuwait.
El objetivo del partido era implementar la autoridad islámica de la sharia (marja’iyyat alshari’ah al-Islamiyyah) llevando a la práctica y a la acción política el slogan de la Hermandad, el
“Islam es la solución” (al-Islam huwa al-hal) porque éste comprendía la política, la economía, la
cultura, la cuestiones sociales y los asuntos cotidianos. En esa línea, proponía un Estado civil con
referencia islámica, siguiendo el artículo 2 de la constitución y enfatizando que el poder era la
expresión de la voluntad de la nación. Por eso, se afirmaba que no era una “teocracia” el tipo de
Estado que se buscaba sino uno “constitucional, republicano y parlamentario” que mantenía la
“identidad islámica” y el pluralismo (taaddudiyya). Los ciudadanos tenían reconocidas las
libertades públicas (al-Hurriyat al-‘Amma fi) –como un regalo de Allah a los hombres- y los
derechos (huquq), incluida la participación y la alternancia en el poder por medio de elecciones
libres y periódicas.
En las elecciones parlamentarias de noviembre de 2010, el régimen utilizó todos los medios
que tuvo a su alcance –legal y represivo- para que la Hermandad no obtuviera ningún escaño en el
nuevo parlamento21. Por primera vez, desde la participación en el juego político, el número
alcanzado fue de cero representantes parlamentarios (Tesón, 2010).
Las protestas ante el fraude y la manipulación de las elecciones gubernamentales se
realizaron en la Plaza Tahrir de El Cairo con un centenar de Hermanos que fueron reprimidos y
encarcelados por los aparatos de seguridad y de inteligencia. Lo que se desconocía era que un mes y
medio después esa misma plaza sería el teatro de las manifestaciones pidiendo el fin del régimen.
Esa situación permite entender por qué la Hermandad Musulmana se mantuvo en un primer
momento al margen de las protestas evitando por todos los medios convertirse en la excusa para
habilitar la represión gubernamental. En ese entonces, el silencio tácito respondía a una frase que
circulaba entre los Hermanos “the less attention, the better”.
Las consignas como “Dios es el más grande” (Allah Akbar) o “el Islam es la solución” (alIslam huwa al-hal) no estuvieron presentes en las protestas. La cacofonía amplificada de las calles
se unía al grito de basta (kifaya), dignidad (Karama), pan (khebz), libertad (hurryia) y el pueblo
quiere la caída del régimen (al-sha’byuridisqat al-Nizam).
20
Para mayors detalles, véase: The Electoral Programme of the Muslim Brotherhood for Shura Council,
2007. Disponible en: http://www.ikhwanweb.com/article.php?id=822. Consulta el 26 de mayo de 2017.
21
En ese mismo año, se realizaron elecciones parlamentarias en Jordania y Bahréin en donde los partidos
islamistas sufrieron el fraude y la coacción de los respectivos regímenes de gobierno.
En el caso de Egipto, sólo podían votar quienes tenían autorización del PDN, el acto de votación se podía
llegar a repetir hasta 4 veces, no se permitía a los Hermanos estar presentes en los lugares donde se votaba, la
prohibición de realizar propaganda política el día de la elección no fue cumplida por parte del gobierno, y los
observadores internacionales pedidos por la oposición no pudieron ingresar a ninguno de los establecimientos
autorizados para el desarrollo de los comicios.
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Para la Hermandad Musulmana la Primavera árabe era un regalo del cielo, y soto voce
decían “por fin Allah oyó nuestras plegarias”. Más allá de la magnitud que ésta tuvo en el mundo
árabe, no se debe perder de vista el poder de las ideas y el valor que adquirieron, especialmente
cuando la religión irrumpió como un factor con fuerza propia a través del Islam político. No
importaba si eran ocho segundos u ochenta y tres años lo que se tuvo que esperar para que la idea se
plasmara en la realidad. Los resultados del método eran la expresión del esfuerzo, la disciplina y la
obediencia que habían conducido a generar nuevos hombres preocupados no sólo por la vida en el
más allá, sino también en el reino de lo mundano –de lo público- cumpliendo con los designios de
Dios sobre la tierra.
Para los Hermanos Musulmanes una de las secuencias ya se había alcanzado, con la
generación de hombres devotos y la reislamización de la sociedad, por eso pasaron a estar
preocupados por el tiempo de la política porque: “they may see political action as such another way
of serving God and seeking his pleasure” (Hamid, 2016:9).
La Primavera árabe no fue una primavera islamista, en todo caso fue una oportunidad o el
momento esperado que no se podía desaprovechar. Por tal motivo, el permanecer detrás de escena
y en silencio respondía a un movimiento táctico, para evitar no sólo la represión interna sino
también el veto occidental, como había ocurrido en Argelia en 1992 y la ANP en 2006 (Al-anani,
2012; Kepel, 2014; Osman, 2016).
El eje de la preocupación estaba en las consecuencias que traería aparejada la Primavera
árabe sobre el propio Egipto y sobre el resto del mundo árabe (Martín Muñoz, 2013; Masoud, 2014;
Osman, 2016). Las protestas pacíficas demostraron que no se podía parar al pueblo cuando estaba
en las calles pidiendo por un cambio político, como condición sine qua non para resolver los
problemas económicos y sociales que atravesaban las sociedades. Por eso, no dejaba de sorprender
que los 30 años de gobierno de Mubarak se esfumaran en tan sólo 18 días y que la apertura política
fuera una realidad. Como bien sostiene Hamid:
“Thus what happens in Egypt will have profound consequences for the entire region. If
democracy wins out—if Egyptians succeed in building a stable, pluralistic system—then people
across the Middle East will believe that they can and should do the same. By the same token, if
Egypt’s bid for democracy fails—if it ends in chaos or just a new form of autocracy—then
many will conclude that democratization is impossible in the Arab world. Therefore, what
happens in Cairo will not stay in Cairo. And Arabs will be the richer or poorer for it” (Hamid,
2011:102).
En ese sentido, Egipto se movía de la periferia al centro del mundo árabe acaparando toda
la atención, porque si allí las protestas fueron todo un éxito –al precipitar la caída del gobierno de
Mubarak- también de allí se podían inspirar otras tantas, como en definitiva terminó ocurriendo.
Precisamente, con Egipto la Primavera árabe devino en un proceso transnacional y con él se
presagiaba un cambio basado en una nueva narrativa cifrada en la democracia.
La democracia –como se pudo ver anteriormente- no era una idea socialmente compartida
por los actores en el contexto del mundo árabe, y como tal, significaba una amenaza a una de las
identidades que en él se manifestaba. Hasta ese entonces, la religión como pauta identitaria estaba
presente en el Islam vivido de las tradiciones y en el Islam institucionalizado por los Estados a los
fines de alcanzar legitimidad. No así, en el Islam instrumentalizado a los fines políticos que
perseguía la Hermandad, el cual se desenvolvía forma subterránea en todo el espacio regional.
La experiencia adquirida por la Hermandad durante décadas de represión, sumada a la
praxis que combinaba el apostolado y la acción social con una red de instituciones abocadas a la
reislamización de la sociedad, posicionaron a la organización como uno de los principales actores
de la transición. La dicotomía entre el caos –con la cual se la vinculaba- o la estabilidad –del
invierno autoritario- perdía su razón de ser frente al fragor de los acontecimientos pero también al
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cambio que la propia Hermandad experimentó en su pensamiento (Meijer, 2014), con la
incorporación de las ideas de pluralismo (taaddudiyya), el respeto del principio de la diferencia
(ikhtilaf) y las libertades públicas (al-hurriyat al-‘Amma fi), el establecimiento de los partidos
políticos (hizbiyya), el Estado civil (al-dawla al-Islamiyya) y la necesidad de una democratización
(damaqratah).
La apertura política permitió a la Hermandad Musulmana presentarse a las elecciones
parlamentarias y presidenciales de 2012 en la cual ganó su Partido de la Justicia y la Libertad –FJP
por su sigla en inglés- a través de quien fuera su candidato, Mohammed Morsi 22. Era la primera vez
que llegaba al poder y con ello aparecían las dudas acerca de pasar a un segundo momento, es decir,
a la reislamización de arriba hacia abajo. Dudas que en el transcurso de un año se fueron disipando
cuando la Asamblea constituyente discutió la nueva constitución que dotaba a Egipto de una
identidad democrática.
La Hermandad Musulmana tenía en cuenta que de llegar al poder en Egipto, el contexto le
iba a resultar adverso. De allí surgía la necesidad de apoyar la Primavera árabe que había
comenzado en Túnez y había generado un efecto contagio en varios países del MENA. Sin embargo
la misma, como un proceso transnacional, estaba abierta y sometida a diferentes fuerzas endógenas
y exógenas que había que sortear.
En lo que respecta a la religión, planteaba su importancia para los pueblos y naciones del
mundo como una fuente moral y de valores presentes en “todos los aspectos de la vida”. En
consecuencia, también era imprescindible: “[to] restore to Egypt its religious leadership position in
Arab, Islamic and global domains” (Freedom and Justice Party, 2011:41).
La forma para que esa restauración religiosa se alcanzara era a través de la revitalización y
reconocimiento de la principal institución del mundo árabe sunnita, la Universidad de Al-Azhar.
La constitución egipcia de 2012 cumplía con las expectativas de la Hermandad y estaba en
consonancia con los últimos documentos oficiales que fueron mencionados ut supra23. Entre sus
236 artículos se reflejaba la “batalla islámica por la constitución” (ghazwat al-doustur) a través de
la cual se buscó alcanzar su objetivo, en otras palabras, cambiar el orden político y social de Egipto,
fiel al espíritu del Islam político de los Hermanos, pensando en el futuro que estaba por venir. En
esa línea, conviene detenerse en los considerandos de la constitución, porque en ellos se expresó el
modelo de democracia que aunaba política y religión cuando se estableció que:
“The people are the source of all authorities. Authorities are instituted by and derive their
legitimacy from the people, and are subject to the people’s will. The responsibilities and
competencies of authorities are a duty to bear, not a privilege or a source of immunity (…) A
democratic system of government, establishing the grounds for peaceful transfer of power,
supporting political pluralism, ensuring fair elections and the people’s contribution in the
decision-making process (…) Freedom is a right: freedom of thought, expression and
22
El programa político del partido buscó despejar cualquier clase de dudas acerca de la verdadera naturaleza
del Estado. En ese sentido, reafirmó lo planteado en 2007 y estableció que: “The State is civil and civilian, for
the Islamic State is civilian in nature. It is not a military state ruled by armed forces who get in power by
military coups, and it is not ruled like a dictatorship, nor is it a police state controlled by the security forces,
nor is it a theocracy – governed by the clergy or by Divine Right. There are no infallible people who can
monopolize the interpretation of the Holy Koran and have exclusive right to legislation for the nation and are
characterized by Holiness. In fact, the rulers in the Islamic state are citizens elected according to the will of
the people; and the nation is the source of authority. The basis of appointment to all positions and functions
in the State is competence, experience and the honesty. And just as it is the nation’s right to choose its ruler,
legislators and representatives, it also has the right to question them and hold them accountable, to dismiss
and replace them” (Freedom and Justice Party, 2011:11).
23
Para mayores detalles de la Constitución Egipcia de noviembre de 2012, véase: Egypt Independent, 2012.
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creativity; freedom in housing, property and travel; its principles laid down by the Creator in
the motion of the universe and human nature (…) The rule of law is the basis of the
individual’s freedom, the legitimacy of authority, and the state’s respect of the law. No power
shall override that of righteousness, and the judiciary shall be independent, bearer of the
honorable mission of defending the Constitution, upholding justice, and preserving rights and
freedoms (…) Unity is the hope of the Arab nation; it is history’s call, the future’s bid, and
destiny’s demand. Such unity is to be reinforced through the integration and fraternity with
countries of the Nile Valley and of the Muslim world, both a natural extension borne out of the
distinctiveness of Egypt’s position on the global map (…) Egypt’s pioneering intellectual and
cultural leadership is an embodiment of its soft power, and a model of the free generosity of
original creators and thinkers, universities, science centers, linguistic and research centers,
the press, the arts, literature and mass media, the national church, and Al-Azhar with its
history as a mainstay of national identity, the Arabic language and Islamic Sharia, and as a
beacon for moderate enlightened thought” (Egypt Independent, 2012)24.
Cuando se retoma el concepto de religión propuesto en este trabajo, y su manifestación en
la dimensión pública, se observa que las ideas –democracia árabe islámica-, los principios –la
sharia-, y los valores –la unidad, la fraternidad y la justicia- se habían consagrado en la constitución
con el fin de establecer un nuevo orden. Pero también, como “expresión de una identidad que era
árabe e islámica” en donde Egipto estaba llamado a ocupar una posición distintiva en la región y el
mundo25.
En ese sentido, conviene detenerse en 4 artículos de la constitución en donde se expresaba
la esencia de la identidad egipcia –democrática e islámica- que generaba críticas dentro del país e
incertidumbres en el mundo árabe. En el artículo 2 se consagraba: “Islam is the religion of the state
and Arabic its official language. Principles of Islamic Sharia are the principal source of
legislation” (Egypt Independent, 2012).
Éste no cambió en ningún aspecto con relación a la constitución de 1971 y a la Declaración
Constitucional de 2011. La oposición no criticaba su inclusión por su carácter dogmático y
enunciativo, pero a pedido de los salafistas, en la parte programática y normativa se incluyó el
artículo 219 que decía: “The principles of Islamic Sharia include general evidence, foundational
rules, rules of jurisprudence, and credible sources accepted in Sunni doctrines and by the larger
community” (Egypt Independent, 2012).
Detrás del mencionado artículo, se dejaba abierta la puerta a una reislamización con la
modificación del derecho de familia y el derecho penal, entre otros. En el caso del primero, la
sharia no reconocía la igualdad de género y la mujer si bien goza de derechos, es un complemento
del hombre. En el caso del segundo, se producía una zona gris porque los castigos, las torturas y/o
amputaciones podían ser incorporados en el código penal, teniendo en cuenta que la constitución no
mencionaba las convenciones internacionales de Derechos Humanos 26.
24
Las negritas son propias.
El artículo 60 tenía la impronta de la Hermandad en lo que respecta a la reislamización, porque ponía el
acento en la educación religiosa obligatoria en los primeros niveles de formación académica. En el nivel
universitario solo se decía que la formación debía estar en consonancia a los valores éticos – o sea religiosos.
26
Según el artículo 44, se prohibía la blasfemia, es decir el insulto al profeta y al mensaje religioso. A las
claras, los ateos y los agnóstico –que si bien se estima que son pocos en la sociedad egipcia- podían ser los
futuros perseguidos.
25
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En el artículo 6, Egipto se convertía en un “modelo de país democrático” con la capacidad
de ejercer el softpower27 –enunciado en los considerandos- en el contexto del mundo árabe porque
establecía:
“The political system is based on the principles of democracy and shura (counsel), citizenship
(under which all citizens are equal in rights and duties), multi-party pluralism, peaceful
transfer of power, separation of powers and the balance between them, the rule of law, and
respect for human rights and freedoms; all as elaborated in the Constitution” (Egypt
Independent, 2012b).
Este artículo se enraizaba con la plataforma del PFJ porque reconciliaba los principios de la
democracia con los de la religión a través de la consulta (shura). Pero, se debía leer junto a párrafos
específicos de los artículos 10 y 11, que sostenían que el Estado además “velaba por la
consolidación y protección de los valores morales, y salvaguardaba la ética, la moralidad pública y
la educación sobre valores patrióticos y religiosos”. Para la oposición, había que recurrir a esos
apartados para justificar una futura legislación islámica, en otras palabras, la posibilidad de
reislamizar toda la estructura jurídica del Estado.
Por último, en la constitución se develaba lo que se había propuesto en la plataforma del
partido y que para muchos podía ser interpretado como una teocracia encubierta. En el artículo 4 se
establecía: “Al-Azhar is an encompassing independent Islamic institution, with exclusive autonomy
over its own affairs, responsible for preaching Islam, theology and the Arabic language in Egypt
and the world. Al-Azhar Senior Scholars are to be consulted in matters pertaining to Islamic law”
(Egypt Independent, 2012).
Por un lado, el rol de la universidad no quedaba claro y generaba interrogantes acerca de si
la consulta era vinculante o no, qué sucedería si una ley civil sancionada por el parlamento
colisionaba con la ley islámica o si el poder de iniciativa legislativa no se reducía en caso de que
siempre se la tuviera que consultar. Para los sectores opositores, se abría la puerta a un modelo
clerical iraní (Hamid, 2014). Por el otro, la restauración del prestigio y de la autonomía de la
universidad no sólo tendría efectos en Egipto, sino también en el mundo árabe sunita disperso por
toda la región del MENA.
Ahora bien, la constitución se convirtió en un parte aguas en una sociedad polarizada pero
también movilizada en torno a las decisiones del gobierno, al que acusaban de concentrar el poder y
de reislamizar el país descuidando los problemas de la gente28. El Movimiento 6 de abril que se
había opuesto a la sucesión hereditaria de Gamal Mubarak creó uno nuevo conocido como Rebelión
(Tamarod), el cual convocaba a una movilización para el 30 de junio de 2013, con motivo de
celebrarse un año del gobierno de Morsi29.
27
El concepto de softpower fue acuñado por Joseph Nye y aquí fue empleado para demostrar la capacidad de
influencia que Egipto podía ejercer sin recurrir al uso la fuerza. La literatura sobre Religión y Relaciones
Internacionales retoma dicho concepto para ver cómo la religión ejerce influencia en una miríada de temas en
la dimensión pública: la búsqueda de legitimidad de los gobiernos, la influencia de la religión en los
hacedores de política exterior, el rol de los movimientos sociales, la utilización del discurso religioso en los
conflictos armados o en los procesos de paz.
28
Durante el año de gobierno de la Hermandad, las condiciones económicas y sociales se deterioraron
generando un mayor malestar en la población. La economía había crecido al 1,8% anual, la IED se contrajo
drásticamente ante la falta de confianza y el turismo que representaba el 14% del PB se redujo al 5%. Ello
produjo que se emplearan las reservas internacionales para pagar las importaciones de alimentos, en un
contexto de depreciación de la libra egipcia. Así el déficit fiscal representaba el 10,9% del Producto y la
deuda pública el 85%. Para mayores detalles, véase: Álvarez Osorio, 2014.
29
El movimiento Tamarod había logrado recolectar 15 millones de firmas pidiendo la renuncia del presidente
Morsi a través de las redes sociales.
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La consigna de la protesta era la renuncia de Morsi al que acusaban de haber “secuestrado
la revolución” en manos de una organización que actuó durante años en la clandestinidad y que ni
bien pudo cumplió con sus objetivos políticos y religiosos, en detrimento de toda la sociedad. La
cuestión era que ni la Hermandad ni la oposición habían trabajado en una agenda política,
económica y social para dar respuestas a las condiciones que habían dado origen a la situación
revolucionaria. La fórmula “el Islam es la solución” (al-Islam huwa al-hal) quedaba en entredicho.
Como bien sostiene Amirah Fernández: “La religión no alimenta cuando los estómagos están vacíos
y, por ende, un discurso islamista por sí solo no puede producir los resultados concretos que las
poblaciones demandan” (Fernández, 2014:19).
En consecuencia, una vez que se alcanzaron los objetivos:
“The MB did not sufficiently demonstrate that they were fully committed to the principles of
democracy: pluralism, equal rights for religious minorities, checks and balances, and personal
freedoms. The opposition, on the other hand, claimed to support democracy and elections, as
long as the elections didn’t result in an Islamist-led government” (Esposito, Sonn y Voll,
2016:226).
El 3 de julio de 2013 el General Al Sisi –supuestamente prescindente- puso fin al gobierno
del FJP en nombre de la “reconciliación nacional”, encarceló al presidente, anuló la constitución
monocolor, arrestó a los Hermanos Musulmanes, cerró sus oficinas, reprimió a quienes salieron a
manifestarse a favor del depuesto gobierno30, restableció la ley de emergencia, clausuró los medios
de comunicación de la Hermandad y nombró como presidente a cargo a un ex miembro de la Corte,
Adly Mansur. Así, la revolución egipcia y lo que la democracia árabe islámica significaba llegaban
a su fin. Las contorsiones semánticas, dentro y fuera del país, hacían que ninguno llamara
verdaderamente a los hechos por su nombre: un golpe de estado.
Con el golpe, los objetivos alcanzados se desmoronaron cuando se impuso el Estado
profundo –que nunca se había ido- y con el apoyo de los opositores que hacían gala de portar las
credenciales democráticas. A diferencia del golpe de 1952, cuando se proscribió a la Hermandad
Musulmana, el 24 de septiembre la Corte proscribió al FJP pero también a la sociedad (Jama’at)
para evitar que desempeñara la función tradicional de reislamización social (Brooke, 2015). En una
acción judicial sin precedentes, se congelaron e incautaron todos los activos de la Hermandad 31,
imposibilitando así cualquier tipo de funcionamiento en la sociedad, con el objetivo de “eliminar a
la más poderosa fuerza política del país árabe” y la región32.
En esa misma línea, y en un clima de atentados terroristas perpetrados y auto adjudicados
por los Partisanos de Jerusalén (Ansar Bayt al Maqdis) en la Península del Sinaí, el gobierno
interino declaró el 23 de diciembre de 2013 a la Hermandad como “terrorista” en Egipto. Esa
misma acción también fue secundada en la región por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos
(Saage Antepazo, 2015).
30
No solo se cerraron medios televisivos -como el canal Misr-25- y gráficos de propiedad de la Hermandad
sino que además se prohibió la transmisión de la cadena qatarí Al Jazeera acusada de actuar a favor del
gobierno de Morsi.
31
Ni bien se produjo el golpe de estado, el Guía Supremo Mohamed Badie fue arrestado y en un juicio
sumario se lo condenó a muerte. En ese momento se buscó descabezar a la sociedad (Jama’at) en virtud de
que se consideraba que manejaba los verdaderos hilos detrás del poder.
32
Dogal al islamismo. Los generales egipcios juegan con fuego en su empeño de eliminar a los Hermanos
Musulmanes, diario El País, Madrid, 25 de septiembre de 2013. Disponible en:
https://elpais.com/elpais/2013/09/24/opinion/1380045503_298023.html. Consulta: 26 de mayo de 2017.
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Conclusión
La concepción de democracia árabe islámica que la Hermandad Musulmana fue madurando
en su pensamiento no había pasado desapercibida para el resto de los países que integran el mundo
árabe. Si bien las filiales de los Hermanos actuaban con autonomía en relación a la Hermandad
egipcia, el método y la reislamización eran puntos de convergencia de cara al futuro en cada país en
donde las mismas operaban.
La instrumentalización que proponía la Hermandad significaba cambiar el orden con un
proyecto político y social de reislamización no sólo de abajo hacia arriba sino de arriba hacia abajo.
En la narrativa empleada por el Islam político de los Hermanos Musulmanes, la democracia se
convertía en un medio para la reislamización que siempre formó parte del núcleo duro de su
programa (tanzim), al recuperar a los hombres como sujetos protagonistas del cambio y portadores
de derechos universalmente reconocidos en la sharia. De ese modo, la libertad era un principio
religioso que daba derechos porque era un regalo de Allah para ser vivido y ejercido a diario.
En ese sentido, Egipto acaparaba la atención internacional por su ubicación estratégica y
por la sintonía que había mantenido con los intereses occidentales durante décadas bajo regímenes
autoritarios. Pero también lo hacía en el mundo árabe en su conjunto, el cual estaba sintiendo de
cerca las turbulencias de la Primavera árabe. Hasta ese entonces, la identidad autoritaria del mundo
árabe era sinónimo de estabilidad y era una idea socialmente compartida que no se cuestionaba.
La Primavera árabe había abierto un camino hacia la transición democrática, en la cual
Egipto volvía a constituirse en el centro de la tierra para el contexto del mundo árabe. La apertura
política y las elecciones libres habían consagrado al grupo mejor consolidado en la sociedad egipcia
para desempeñar un rol significativo en la política nacional y regional. Por tal motivo, el éxito de la
consolidación democrática se constituía en un escollo difícil de soslayar en el país y era percibido
como una amenaza al status quo en el mundo árabe. La excusa de que los pueblos no estaban
preparados para la democracia podía resultar fútil porque a las claras, el Islam político de la
Hermandad había logrado resolver la relación entre política y religión.
Sin embargo, la democracia islámica árabe no sólo podía basarse en la legitimidad de los
votos sino también en la legitimidad del ejercicio de las funciones de gobierno. Precisamente esas
últimas fueron las más criticadas porque se veía que la Hermandad hizo caso omiso del “paso a
paso” (kull khatwa madrusa) y del “participar sin dominar” (al-musharika la al-mughaliba), dos
slogans que no se cumplieron en la práctica, y que no dudó –cuando tuvo la posibilidad- de
instrumentalizar la religión. El ‘Islam era la solución’ (al-Islam huwa al-hal) en la medida que
religión y política se equilibren, y no que la primera se imponga sobre la segunda, porque ello
significaba no dar lugar a la política –como espacio de negociación y disenso- al reproducir
prácticas autoritarias a las cuales la Primavera árabe en sus consignas buscó desterrar.
La finalización abrupta del primer gobierno democrático en Egipto tuvo consecuencias
internas pero también externas, porque en el contexto del mundo árabe, ello significó el fin del
modelo democracia islámica a emular y el retorno de la estación más larga del año, el invierno que
caracterizaba al status quo autoritario.
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El BRICS como puente para la re-emergencia de la Federación Rusa: el
ascenso de los otros y su estrategia de jugador global
María Belén Serra*
Resumen
La caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la reestructuración de la Federación Rusa fueron
un punto de inflexión para la estrategia internacional rusa, que implicó el repliegue de múltiples iniciativas y
el acercamiento al bloque occidental. Con el nuevo milenio, la llegada al poder de Vladimir Putin y el
crecimiento del modelo político por parte de Dmitri Medvedev, se generaron nuevas oportunidades para
devolverle a la Federación Rusa su rol de jugador global, a través de la idea de ascenso de los otros. El
proyecto BRICS ha configurado para Moscú una estrategia de inserción internacional que le permite acercarse
a este grupo de países y fomentar la reforma de algunos esquemas internacionales, con el objetivo de
aumentar su relevancia global.
Palabras clave: Federación Rusa – BRICS - jugador global - ascenso de los otros - emergencia
BRICS as a bridge for the re-emergence of Russian Federation: the rise of
the others and its global player’s strategy
Abstract
The implosion of the Soviet Union and the restructuration of the Russian Federation have established a
breaking point in the Russian international strategy, which have implied the withdraw of multiple initiatives
and the re-approchment to the western block. From the beginning of the new millennium, the arrival of
Vladimir Putin to the presidency, and Dmitri Medvedev’s enlargement of the political model, new
opportunities have arise to bring back to Russia its global player role, as of the idea of the rise of the others.
The BRICS Project has turned up to Moscow as an international insertion strategy, which allows Russia to an
approachement to these countries and encourages the reform of some international outlines with the objective
of increasing the global relevance.
Key words: Russian Federation- BRICS- global player- rise of the others- emergence
TRABAJO RECIBIDO: 22/04/2018 TRABAJO ACEPTADO: 14/06/2018
*
Licenciada en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario (UNR, Argentina). Becaria del
Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN). Correo electrónico: mariabelen.serra@gmail.com
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Introducción
El fin de la Guerra Fría trajo aparejado una serie de cambios en el sistema internacional que
impactaron directamente en la estructura de poder mundial. La caída de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) y el ascenso de Estados Unidos como la potencia hegemónica en
torno a la seguridad y la economía mundiales de la década del ’90 implicó el establecimiento de una
agenda internacional con una denotada tendencia liberal y norteamericana. Temas como los
Derechos Humanos, la promoción de la democracia o el desarrollo económico a partir de nuevas
tecnologías fueron las temáticas más sobresalientes de la agenda de organismos internacionales,
impulsados por un proceso de globalización de la economía, comunicaciones y cultura, inédito
hasta el momento.
Sin embargo, a partir de la llegada del nuevo milenio podemos identificar un conjunto de
fenómenos que transformaron esta supremacía norteamericana y llevaron a pensar, siguiendo el
desarrollo teórico de Fareed Zakaria (2008), en un mundo “post-americano”. El impactante ascenso
de la economía china, el surgimiento de liderazgos alternativos en los foros globales (como los
casos de Brasil, India o Sudáfrica) y el creciente activismo ruso en el proceso de toma de decisiones
de la agenda mundial son algunos de los acontecimientos que marcaron el giro copernicano del
orden mundial, que evolucionó desde la concepción unipolar de la política internacional hacia
encaminarse en el planteamiento de un posible esquema multipolar o interpolar1 que dé cuenta de
estas nuevas realidades.
El surgimiento de los BRICS en 2009 como foro de países aspirantes a esta nueva
distribución del poder internacional estuvo en consonancia con esta realidad. El acercamiento de
Brasil, Rusia, India, China y posteriormente la incorporación de Sudáfrica implicaron la
materialización de una postura reformista de los instrumentos y medios del sistema internacional,
para contemplar, por ejemplo, un cambio más democrático en la participación en el marco de la
Organización de Naciones Unidas (sobre todo en el caso del Consejo de Seguridad); pero esa
correlación entre las principales potencias emergentes también contribuyó a la elaboración de
nuevas instancias y esquemas de coordinación que fomentasen las relaciones amistosas entre los
Estados, la cooperación como base del intercambio y la solución pacífica de controversias
internacionales. Esta proyección de corte reformista por parte de los BRICS erigió el
cuestionamiento del rol de Estados Unidos como el garante de la seguridad mundial y líder natural
de las iniciativas de carácter mundial como el fundamento para potenciar un orden internacional
más democrático.
Para el caso ruso, estas argumentaciones resultaron esenciales para permitirle a los
gobiernos de Vladimir Putin (2000-2008 y 2012 a la actualidad) y Dmitri Medvedev (2008-2012)
erigir a Rusia como el Estado líder en los asuntos políticos y económicos del espacio post-soviético,
constituido por 15 países heterogéneos en cuanto a intereses y proyección regional. Sin embargo, la
participación en BRICS se transformó en un puente2 para que Rusia volviese de lleno a la escena
global, como paladín de la democratización de los espacios de concertación y de toma de decisiones
mundiales, así como del fomento de relaciones interestatales más equitativas.
En este contexto, el objetivo de este trabajo será analizar la inserción internacional de la
Federación Rusa a partir del proyecto BRICS, contemplando la participación en este foro y los
objetivos que se pretenden concretar en este esquema. Para ello, se buscará describir inicialmente
los principios y fines que englobaron la formación de este proyecto de cooperación y las
1
De acuerdo a una interpretación de Giovanni Grever, la reconfiguración del orden internacional puede
considerarse interpolar, ya que se trata de una combinación entre multipolaridad e interdependencia entre las
unidades del sistema (Giaccaglia, 2016).
2
La noción de puente debe considerarse como una herramienta para proyectar el vínculo que le permitió a la
Federación Rusa acercarse a los países en vías de desarrollo.
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repercusiones que trajo aparejada su aparición en el escenario internacional. Luego, se analizará en
detalle el caso ruso para poder reflexionar sobre la re-emergencia de Rusia como potencia
internacional.
1. El rise of the others: la fisonomía del proyecto BRICS
La década del ’90, tras la caída de la Unión Soviética, se constituyó a criterio de gran parte
de la literatura de las Relaciones Internacionales en el “momento unipolar americano”. La primacía
de Estados Unidos en la configuración de la seguridad internacional, la economía mundial y la
arquitectura de cooperación e integración, personificado en el sistema de Naciones Unidas, le dio un
rol trascendental a este país en gran parte de los esquemas de relaciones interestatales durante este
período. Sin embargo, distintos escenarios fueron modificando esta primacía, dando paso al
surgimiento de nuevos actores en el sistema internacional.
Fareed Zakaria (2008) analiza un proceso de frugalidad del poder en el orden internacional
a partir de la diversificación del potencial económico y nuevos espacios de concertación y
cooperación que dan participación a nuevos actores en la toma de decisiones internacionales. Se
trata de un período de ascenso de los otros (the rise of the others en su idioma original) por el cual
Estados Unidos pierde su condición de potencia hegemónica en su totalidad, y el crecimiento tanto
político como económico de otros países permite una distribución del poderío internacional
(Zakaria, 2008).
El crecimiento de las economías emergentes en las últimas décadas y el peso significativo
que adquieren en torno a inversiones, comercio y finanzas evidencia, como esbozamos
anteriormente, una de las principales mutaciones de la estructura de poder del sistema internacional.
Esta realidad contribuyó a principios del nuevo milenio a un acercamiento entre países y economías
emergentes, profundizando así los efectos de la globalización (Orgaz, Molina y Carrasco, 2011). El
visible crecimiento de la economía y la mayor participación en el producto mundial de algunos
países llevaron a elevar el perfil internacional de los mismos, buscando un correlato político y
diplomático de este crecimiento económico.
La noción de poder emergente surge entonces como una representación teórica para estos
países que presentan un perfil económico dinámico y una proyección que les permite tener
relevantes márgenes de maniobra en el escenario regional al que pertenecen, sumado a una voluntad
explícita de reforma del orden internacional que los incluya en el espectro de potencias decisorias
de los principales temas de agenda globales (MacFarlane, 2016). La noción subyacente de
emergencia, en ese sentido, indica que estos países se transforman constantemente y crecen
dinámicamente, lo que les permite cuestionar el rol que ocupan en el sistema internacional y de esta
manera, llevar a cabo iniciativas que promuevan sus objetivos de cambio (Mac Farlane, 2016).
Los países del BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- se transforman así en los
actores claves de estas tendencias, cuyos PBI crecieron sostenidamente un 7,9% entre 2000 y 2010,
y presentan un potencial de participación en el producto mundial aun mayor en las décadas
próximas (Orgaz, Molina y Carrasco, 2011). A su vez, se puede determinar que éstos presentan un
conjunto de recursos de poder económico, militar y político asociados directamente a la capacidad
de contribuir a la construcción de un orden internacional (Milani, 2015).
El punto de partida de esta coalición se puede identificar en 2001 cuando el economista Jim
O’Neill de la consultora internacional Goldman Sachs acuñó el acrónimo de BRICs3 para presentar
las potencialidades de estas economías, tratándose de los mercados con mayor crecimiento
potencial al año 2040 (Taylor, 2016). Este concepto tuvo gran notoriedad tanto en la academia
como en los hacedores de política internacional, en base a la posible reconfiguración del poder
3
En el diseño original del concepto de BRIC’s no se incluía a Sudáfrica.
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internacional que traería aparejada esta conformación, pero tuvo escasa repercusión gubernamental
en los primeros años (Giaccaglia, 2016). La conformación oficial del bloque BRICS se
materializará en 2009, ocho años más tarde del estudio de O’Neill, y posteriormente, en 2011,
incorporará a Sudáfrica (González, 2015).
De acuerdo a Orgaz, Molina y Carrasco (2011) se pueden identificar ciertos elementos
comunes entre los países del BRICS que fundamentan su relevancia y protagonismo en el escenario
internacional. En primer lugar, se trata de países en desarrollo con un gran tamaño y potencial en
sus mercados nacionales, los cuales no sólo tienen un peso significativo por sí mismos, sino que
poseen la capacidad de proyectar su influencia en los espacios regionales y a nivel global. De
manera similar, estos países se caracterizan por tener la voluntad y los recursos para impactar en la
gobernanza global, como participes de los principales foros multilaterales y, en múltiples ocasiones,
convirtiéndose en los voceros de sus respectivas regiones o grupos de Estados con posicionamientos
similares en diversas temáticas. Estas características proporcionan al BRICS la solidez de compartir
intereses en la arena internacional y lo convierten en una coalición blanda4 de los grandes países
emergentes que destacan en el escenario mundial (Orgaz, Molina y Carrasco, 2011).
Asimismo, Karen Smith (2015) sostiene que existe una serie de factores constantes que
permiten proyectar el liderazgo de estos países a escala global, debido a la intención reformista del
sistema internacional y el establecimiento de reglas que conduzcan a la representación igualitaria en
el marco de la multipolaridad. Al tener ambiciones globales, se puede afirmar que estos países
tienen una cosmovisión similar al entender el mundo, el impulso a las relaciones interestatales
basadas en la igualdad soberana entre Estados y la preeminencia de los intereses nacionales para
establecer los lineamientos de política exterior (Smith, 2015).
Durante sus primeros años, la coalición se concentró en aspectos económicos y financieros
que respaldaran el análisis de O’Neill por medio de iniciativas gubernamentales que fomentasen un
posición reformista de la arquitectura financiera internacional y un rol más preponderante de estos
países en la toma de decisiones en el marco de organismos multilaterales de crédito; sin embargo,
considerando la complejización del escenario internacional en cuanto a temáticas de seguridad,
política exterior y solución de controversias internacionales, el grupo se volcó a la discusión y
concertación de posiciones comunes en escenarios de conflictos como Siria o Libia5, que
demostrasen su capacidad de liderazgo en la escena internacional (Giaccaglia, 2016). En esta línea,
se puede afirmar que:
“Aunque algunos pronostican su ocaso por un menor crecimiento económico, los BRICS se
mantienen unidos y siguen celebrando cumbres anuales, independientemente de los gobiernos
de turno en sus cinco países. Es por ello que su razón de ser hoy no es tanto la economía, sino
la creación de un poderoso lobby internacional que reúne las potencias regionales de cinco
continentes” (Gratius, 2016:1).
Existen dos intereses esenciales que parecen sustentar la continuidad del bloque hasta la
actualidad. Por un lado, se busca reformar los principales instrumentos del orden internacional
occidental para fomentar la participación y pluralidad de representación, siendo estos países los
líderes naturales de sus respectivas regiones. Por otro lado, se puede identificar la voluntad de
cooperación en numerosas materias, como comercio, inversión, educación, agricultura, ciencia y
4
Los autores caracterizan a la coalición como blanda ya que la superposición de intereses al interior del
grupo, las asimetrías en cuanto a la capacidad productiva de los miembros y la visible superioridad china en el
desempeño económico, hacen que la capacidad del proyecto de avanzar en el tratamiento de temáticas a nivel
global sea limitada (Orgaz, Molina y Carrasco, 2011).
5
Los escenarios de conflictos internos en Siria y Libia has sido un teatro de oposición entre el bloque
occidental (liderado por Estados Unidos y la Unión Europea) y la Federación Rusa. Principalmente en el caso
sirio, Rusia se opone a la injerencia en asuntos internos y tiene un rol trascendental para el apoyo del gobierno
de Al-Asad.
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tecnología y energía, en relación al deseo de reducir la dependencia de Estados Unidos y la Unión
Europea y dinamizar las relaciones interestatales con otros polos de poder (Gratius, 2016). Como
veremos posteriormente, para el gobierno de Moscú este segundo interés será uno de los pilares más
firmes para materializar la inserción internacional rusa.
La intención reformista responde a la visión que estos países tienen del mundo y las
Relaciones Internacionales, en la cual no se pretende crear una nueva estructura, sino que se busca
fortalecer los principales espacios de concertación a escala global:
“Los BRICS parecieran preferir preservar y reformar las estructuras existentes más que
promover cambios radicales. Mientras reclaman una redistribución del poder existente hacia
los poderes emergentes, se abstienen de articular un nuevo paradigma de desarrollo o de
buscar una manera de socavar las instituciones económicas multilaterales como el Banco
Mundial o el Fondo Monetario Internacional. De hecho, uno de los propósitos del grupo ha
sido incrementar la capacidad de negociación de sus miembros dentro de las mencionadas
instituciones” (Smith, 2015:27).
Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Es menester destacar que a pesar de la diversidad
y amplitud de la agenda temática del grupo para fomentar la relación entre estos cinco Estados, los
avances concretos han sido escasos, lo que se puede explicar por la existencia de profundas
diferencias y crecientes tensiones entre ellos (González, 2015). Estos desequilibrios internos se
justifican, en primera instancia, por conflictos bilaterales y tensiones diplomáticas crecientes, como
por ejemplo entre India y China. A su vez, hay una gran asimetría económica entre los miembros:
mientras que los casos brasileño y sudafricano presentan economías más débiles y dependientes de
los precios internacionales de materias primas, tanto China como India continúan creciendo de
manera sostenida6 con un esquema de tecnologización y valor agregado ascendente en sus procesos
productivos (Gratius, 2016).
Otro gran desafío se basa en la acotada concertación de posiciones en el marco de
organizaciones y foros específicos globales -como es el caso de la Organización Mundial del
Comercio, el G20 o las cumbres de cambio climático- quedando en evidencia, de este modo, una
fractura interna del bloque en torno a los temas más sensibles de la agenda internacional (González,
2015). Si bien es evidente que la voluntad de los cinco es fomentar la concertación de
posicionamientos en organizaciones internacionales y foros especializados, lo cierto es que cada
uno representa distintos intereses nacionales, lo que dificulta una coordinación más determinada.
2. El peso de la letra R en el esquema de BRICS
La relevancia del esquema BRICS para Rusia data desde los inicios de la conformación del
bloque, siendo Dmitri Medvedev en 2009 fue el anfitrión de la primera cumbre en Ekaterimburgo
(Gabuyev, 2015). La intención de promocionar la conformación de este grupo, así como el
fortalecimiento del mismo, representa, entonces, un pilar importante en la política exterior del
gobierno de Moscú.
Existe una correlación entre la conformación del grupo BRICS y la continuidad sostenida
entre los tres gobiernos de Vladimir Putin (2000-2004, 2004-2008 y 2012 a la actualidad) y el
gobierno de Dmitri Medvedev (2008-2012) en fomentar el rol de Rusia como líder internacional y
la búsqueda de colaboración con los demás países del BRICS, entendidos como socios influyentes
en el marco internacional. Los hacedores de política exterior rusa entienden que BRICS puede
6
Rusia se presenta como un caso híbrido, ya que su economía está fuertemente ligada a los recursos naturales
energéticos (gas y petróleo), los cuales son muy apreciados como recursos valiosos pero acrecientan
fuertemente la dependencia de los volátiles precios internacionales.
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resultar una interesante oportunidad de proyectar este liderazgo mundial con el respaldo de las
principales potencias emergentes, lo que le brinda mayor apoyo a sus iniciativas reformistas.
Cabe preguntarse entonces qué es lo que motiva a Rusia para fortalecer los lazos de
cooperación en el esquema BRICS y qué intereses se perciben detrás de esta participación. Es
menester reflotar uno de los debates actuales fundamentales de los think tanks internacionales,
expresado por MacFarlane (2016), en cuanto a la clasificación de “poderes emergentes” en el seno
del grupo. Como detallamos anteriormente, se trata de países que presentan un creciente dinamismo
y adaptación constante de sus recursos económicos en pos de generar mayores márgenes de
maniobra internacionales, que se repliquen en el escenario político global. Para analizar el caso ruso
se debe afirmar que no se trata de un caso de poder emergente, ya que Rusia fue una de las
superpotencias de la era bipolar y contó con esquemas de vinculación propios y reglas del juego
determinadas desde el Kremlin en la competencia bilateral con Estados Unidos por mayores
espacios de poder a escala global (MacFarlane, 2016). La voluntad y fuerte compromiso de Rusia
hacia el proyecto de BRICS evidencia, entonces, la intención de reconquistar espacios de poder que
poseía anteriormente, por lo que el camino reformista es el más adecuado para dinamizar su
proyección internacional.
La raíz de esta afirmación se remonta a cuestiones históricas: la caída de la URSS y las
consecuencias directas que devinieron de la fragmentación del espacio soviético. Son múltiples las
causas que explican los acontecimientos que concluirán con la disolución soviética y la
independencia de sus repúblicas, a partir de la reforma interna y proceso de apertura llevados a cabo
por la presidencia de Mijail Gorbachov, por medio del fomento de la participación ciudadana en la
vida política, la conformación de una economía de mercado mixta y una nueva concepción de
coexistencia pacífica que redujera el fuerte peso económico que la carrera armamentística con
Estados Unidos estaba causando en la URSS (MacFarlane, 2016).
Este proceso abrió la puerta para la independencia de los Estados satélites de Europa del
Este –natural espacio de influencia- y posterior segregación de los propios países post-soviéticos.
La era Yeltsin, primer presidente de la Federación Rusa independiente, trajo consigo el
alineamiento a la política exterior Occidental, promocionada por Estados Unidos y la Unión
Europea, lo que implicó un punto de inflexión en la cosmovisión internacional rusa. En los primeros
años de la década del ’90 la política exterior de Rusia acompañó las principales medidas de los
Estados Unidos y países europeos, percibiéndose casi como natural la armonía de intereses rusos
con Occidente en base a las similitudes que suponían los pilares de la nueva Rusia: democracia y
adopción de la economía capitalista; pero a mediados de la década del ‘90 la exclusión internacional
que se divisó desde la dirigencia rusa a la hora de formar parte de las definiciones clave en la
agenda de post Guerra Fría generó un fuerte sesgo nacionalista que buscó devolverle su lugar
privilegiado en el orden internacional (Zubelzú, 2007).
La personalidad de Putin se impregnaría en el resurgimiento de Rusia como potencia global,
y su llegada al gobierno en el año 2000 le permitirá apropiarse de objetivos basados en la
reconstrucción el poderío económico, político y militar ruso. El giro político que se gestó en la
presidencia de Putin encontró su determinación a partir de reformas que centralizaron el poder de
mando doméstico y una fuerte estrategia de recuperación económica con una base en los recursos
energéticos como herramienta de presión política para Occidente –sobre todo la Unión Europea-, en
la constante búsqueda de su lugar de actor privilegiado en el sistema internacional (Clément, 2003).
El pragmatismo característico de las administraciones Putin y Medvedev contemplaron la
utilización de diversos esquemas de participación y concertación en el escenario internacional, que
permitiesen que Rusia recobre espacios de poder y decisión. Por ello, BRICS se presentó como una
interesante oportunidad para llevar a cabo estos objetivos.
Al momento de la Primera Cumbre BRICS, Rusia se encontraba en un momento conflictivo
con algunos países de su escenario regional. Por un lado, en 2008, durante la presidencia de
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Medvedev, se sucedió la guerra de Osetia del Sur en Georgia7. Esta guerra de corta duración tuvo
un impacto geopolítico muy marcado para Occidente, de acuerdo a Der Ghougassian (2008), ya que
profundizó las grandes diferencias que existían con la visión rusa de su vecindario. En ese
escenario, el aislamiento de Rusia hacia Occidente fue una respuesta ante el apoyo que Estados
Unidos y la Unión Europea dieron a la contraparte georgiana, y simbolizó la clara necesidad de
buscar nuevos aliados en el mundo (Der Ghougassian, 2008).
Por otro lado, el escenario de conflictividad regional se profundizaba con las crisis del gas
de 2006-2008-2009 y posterior guerra en 2014 en Ucrania. El conflicto diplomático que devino en
el corte del suministro de gas a Ucrania en los años anteriormente mencionados y la crisis de 2014
que llevó a un conflicto entre las regiones occidentales (apoyadas por Occidente) y orientales
(apoyadas por Rusia) ucranianas y la posterior anexión de Crimea a la Federación Rusa generó un
gran impacto internacional8, y llevó al régimen de Putin a discutir el rol de Estados Unidos y la
Unión Europea tanto en el conflicto como en la seguridad internacional (Liik, 2014).
Estos conflictos en el espacio post-soviético y la mala relación con Occidente llevaron al
gobierno ruso a pensar nuevos esquemas de alianzas, basados en la cooperación internacional y en
el cuestionamiento de temas sensibles, como la seguridad o las relaciones financieras
internacionales. Por ello, BRICS resulta altamente atractivo en cuanto a su carácter propagandístico:
ante la mala relación con Occidente se buscaba fortalecer los lazos de cooperación con otros socios
influyentes del sistema internacional que también pretendieran ganar espacios de poder en estas
temáticas (Gabuyev, 2015).
“La característica de los BRICS que los llevó a auto identificarse con el concepto y que resultó
en su accionar conjunto como grupo político y económico, no fue una identidad compartida
como las mayores economías emergentes (y aquellos que continúan discutiendo si lo son o no,
no comprenden del todo de lo que realmente se tratan los BRICS). Fue haberse dado cuenta de
que comparten la visión de un nuevo orden global, y que al combinar las fuerzas en un
pequeño pero estratégico grupo que une Asia, África y Latinoamérica, tienen mejores
oportunidades de concretar esta visión” (Smith, 2015:21).
En las actuales circunstancias internacionales, del mismo modo que en 2008-2009 con la
Guerra de Osetia, para Rusia no sólo es importante el aspecto pragmático que implica salvar su
política exterior del aislamiento en relación a Occidente, sino también el simbólico. Tras la anexión
de Crimea y el inicio de la guerra en el este de Ucrania, Occidente se volvió intransigente en
relación a lo que entienden como el “expansionismo ruso”: se han impuesto sanciones comerciales
y se ha expulsado formalmente a Rusia del G8 (Gubayev, 2015). Por ello, el proyecto BRICS se
vuelve un pilar fundamental de su inserción internacional, en pos de mantener y reconquistar
espacios de poder; los poderes emergentes serán su punto de apoyo en la política internacional.
Uno de los puntos clave del resurgimiento de Rusia tiene un componente securitario. Ya en
los Conceptos Estratégicos de 2000 y 20089 se distingue que cualquier intromisión en el espacio
7
La guerra de Osetia del Sur fue un conflicto entre la Federación de Rusia y la República de Georgia en el
año 2008 debido a la voluntad de la región de escindirse y declarar la independencia. Ante la respuesta de
Tblisi, el gobierno de Dmitri Medvedev declaró la guerra. En dicha región, hay gran presencia de ciudadanos
de origen ruso.
8
El espacio post-soviético, o vecindario cercano, ha sido de vital interés para la Federación Rusa desde el
desmembramiento de la Unión Soviética. En ese sentido, la anexión a Crimea ha sido un punto de tensión
álgido entre Ucrania y Rusia, ya que el Kremlin considera que se puede aplicar el principio de
autodeterminación de los pueblos para justificar la anexión de esta región. Geopolíticamente, la base de
Sebastopol y la península de Crimea resultan estratégicas para Rusia.
9
El Concepto Estratégico es el principal documento emitido por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la
Federación Rusa para explicar y describir que entiende el gobierno del Kremlin en cuanto a seguridad
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post-soviético, así como cualquier iniciativa contraria a los intereses rusos en el espacio
internacional, será visto como una amenaza a la propia soberanía del país (The Ministry of Foreign
Affairs of the Russian Federation, 2013). Por ello es que en la política exterior, uno de los
principales intereses esbozados por el gobierno del Kremlin es la seguridad y ello se vincula
directamente con la pretensión del BRICS de ampliar sus temas de interés
“Cabe destacar que habiéndose sumado Sudáfrica a la Declaración de la Cumbre de Sanya,
los BRICS articularon por primera vez ideas muy específicas sobre el campo de la seguridad –
algo que no había sido mencionado en las declaraciones previas y que probablemente haya
sido reflejo de la presencia conjunta en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ese
año. La declaración conjunta del BRICS sobre Libia se vio fortalecida por Sudáfrica y tuvo un
impacto considerable en el debate global sobre la intervención humanitaria y debilitó el relato
occidental de que la resolución 1973 había dado pie a una intervención modelo” (Smith,
2015:30).
En cuanto a la dinámica de seguridad, en el foco de atención ruso se encuentra China, la
otra gran potencia Euroasiática del grupo. La esfera de cooperación de ambos países podría
centrarse en Asia Central, donde Estados Unidos cobró gran significancia desde la intervención en
Afganistán de 2001 y representa un desafío al liderazgo natural ruso en países como Kazajistán,
Uzbekistán o Turkmenistán (MacFarlane, 2016). El rol de China en la dinámica de seguridad es
esencial ya que se trata de un país contestatario del papel de Estados Unidos en la seguridad del
Extremo Oriente y Asia Central, y la posición común de Pekín y Moscú como miembros
permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. “The two states share considerable
unhappiness with the current configuration of power in the international system and, in their
bilateral statements, have expressed a preference for a multipolar world order. They both strongly
support the United Nations as a means of constraining US unilateralism”10 (MacFarlane, 2016:55).
El otro gran eje de interés en la inserción internacional de Rusia se basa en la promoción de
inversiones y comercio. La integración en la economía internacional ha sido una importante meta
para el gobierno ruso, en particular en cuanto al acceso a mercados internacionales para sus
exportaciones, igualdad de tratamiento en relación al dumping y la no discriminación de productos
rusos, y un mejor posicionamiento en el manejo de las relaciones económicas mundiales en
organismos internacionales (MacFarlane, 2016). Nuevamente, en el aspecto económico, la alianza
con China forma parte del núcleo de intereses que Rusia plantea en el BRICS.
A partir de las sanciones a raíz de la guerra de Ucrania, pareciera que la proyección
económica de Rusia ha virado hacia Asia Pacífico, por lo que mayor profundización de la
cooperación bilateral implicaría una menor dependencia de Occidente y principalmente, de la
Unión Europea, que es el principal mercado de las exportaciones rusas (Noyola Rodríguez, 2015).
Trascendiendo lo netamente bilateral, ambos países perciben la relevancia geopolítica de la región
euroasiática y han emprendido diversos proyectos de integración para proyectar su liderazgo
conjunto en la región.
La estrategia rusa ha sido establecer la Unión Económica Euroasiática11, también conocida
como la Unión Euroasiática, teniendo como principal objetivo la integración económica entre
multinivel (nacional, regional e internacional) y cuáles son las principales amenazas que atentan contra los
intereses nacionales de Rusia (The Ministry of Foreign Affairs of the Russian Federation, 2013).
10
Ambos estados comparten una considerable disconformidad con la actual configuración de poder en el
sistema internacional, y en sus declaraciones bilaterales, han expresado una preferencia por un orden
internacional multipolar. Ambos han apoyado fuertemente a Naciones Unidas como un medio de constreñir el
unilateralismo de Estados Unidos (traducción propia).
11
La Unión Económica Euroasiática es un proyecto de integración ruso fundado en 2015, en el cual
participan Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia, y por el cual se busca fomentar un mercado
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Rusia, Bielorrusia y Kazajstán, los dos estados pivot aliados en la región; asimismo, China ha
promovido recientemente la nueva Ruta de la Seda12, una iniciativa que busca utilizar el poder
financiero chino para integrar física y económicamente Eurasia, compartiendo un interés similar al
ruso en la proyección regional (Tcherneva, 2016). En este sentido, la profundización de BRICS y
una mayor fluidez en la relación sino-rusa podrían contribuir a generar acuerdos fehacientes en el
marco de la integración económica de este espacio regional. La participación de ambas potencias en
la Organización de Cooperación de Shanghai13 apunta en esta dirección.
En resumen, en el caso ruso son tres los intereses fundamentales que tienen un fuerte peso
en su cosmovisión de la inserción internacional: en cuanto a la proyección de liderazgo
internacional, el proyecto BRICS le ha permitido conformar un espacio de interacción y diálogo
con los principales poderes emergentes del mundo, para potenciar iniciativas que permitan la
democratización del orden internacional y la igualdad soberana entre Estados. Los otros dos
intereses fundamentales, la seguridad internacional y el reforzamiento de vínculos económicos con
la región euroasiática, cuentan con la necesidad de afianzar las relaciones bilaterales con China, el
gran actor que Rusia destaca dentro del grupo BRICS. Esta alianza le permitiría al gobierno de
Moscú asegurar una estabilidad marcada en el espacio post-soviético, reforzando su liderazgo
natural en la zona y aislando los intereses occidentales (principalmente de Estados Unidos en
cuanto a seguridad y la Unión Europea en las relaciones económico-comerciales) de un área
geopolítica tan sensible para los intereses nacionales rusos.
3. Balance de la inserción rusa en la región: el retorno del global player
La emergencia de nuevos poderes y el crecimiento que contribuyó a cambios en los
patrones económicos del actual escenario internacional han sido las principales características del
orden de la primera década del milenio. Para analizar estas transformaciones, resulta útil acuñar la
idea del ascenso de los otros para intentar dar cuenta de la aparición de nuevos actores y la
configuración de nuevos espacios de poder que permitan una mayor participación de los mismos en
la toma de decisiones mundiales. BRICS ha resultado una coalición destacada de esta coyuntura
novedosa, y ha pasado las pruebas para continuar siendo un polo de poder a pesar de los propios
cambios de la economía internacional.
Este trabajo ha buscado analizar la inserción internacional de la Federación Rusa en base al
proyecto BRICS, teniendo en cuenta que se trata de uno de los Estados más relevantes en cuanto a
su capacidad económica y su influencia internacional en el bloque. En cuanto al primer objetivo,
que trataba de describir los principios y fines que englobaron la formación de este proyecto de
cooperación y las repercusiones que trajo aparejada su aparición en el escenario internacional, se
puede destacar que la principal pretensión de los Estados miembros es buscar mayores márgenes de
maniobra en el escenario internacional, que correlacionen el crecimiento económico con un rol
único con libertad de bienes, capitales, servicios y personas. Para más información ver:
http://www.eurasiancommission.org
12
La nueva Ruta de la Seda (o one belt, one road, por su nombre en inglés) es una iniciativa china que busca
la promoción comercial de casi 60 países que conformaban la antigua ruta de la seda en la era colonial. Según
lo anunciado por el presidente chino Xi Xinping, el proyecto contiene cinco pilares fundamentales:
comunicación política, circulación monetaria, amistad entre pueblos, conectividad vital y fluidez. La puesta
en marcha de este proyecto se efectuará a través de las inversiones importantes con planes de ayuda para
empresas
chinas
interesadas
en
el
mercado
exterior.
Para
más
información
ver:
http://edition.cnn.com/2017/05/11/asia/china-one-belt-one-road-explainer/index.html
13
La Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) es una organización intergubernamental fundada en
1996, que centra su actividad en materia de seguridad, relaciones económicas y promoción cultural. Sus
miembros actuales son China, India, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tadjikistán y Uzbekistán (países
de Asia Central y Extremo Oriente). Para más información ver: http://www.sectsco.org/
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preponderante en el escenario político del sistema internacional. Para ello, la reconfiguración del
orden mundial que proponen los BRICS se basa en la adherencia a principios fundamentales del
Derecho Internacional, como la soberanía nacional y la resolución pacífica de los conflictos
internacionales.
En ese sentido, el cambio que se propone no se basa tanto en las reglas del juego, sino en
cómo se administran, bregando por una mayor democratización en la toma de decisiones
internacionales y privilegiando el consenso internacional por sobre la imposición de soluciones de
forma arbitraria, sobre todo en referencia al accionar de Estados Unidos. Para este cometido, los
miembros del BRICS entienden que es necesario profundizar los espacios de diálogo y
coordinación, para actuar conjuntamente y ganar mayor legitimidad internacional a comparación de
lanzar iniciativas unilaterales. La profundización de las temáticas tratadas por el bloque, así como la
regularidad en sus reuniones demostró que el proyecto BRICS podía establecerse como un proyecto
a largo plazo.
En relación al segundo objetivo, que intentaba dar cuenta del caso ruso en cuanto a su
naturaleza e intereses, se debe destacar que Rusia no es un poder emergente, sino que es una
potencia que busca reestablecer su rol de jugador global y decisor trascendental de la agenda
internacional. La caída de la URSS y el gobierno de Yeltsin con su giro occidentalista implicaron
un relegamiento del liderazgo mundial ruso. La llegada al gobierno de Vladimir Putin, y la
continuación de sus premisas por parte de Dmitri Medvedev, implicaron el resurgimiento de Rusia
como potencia mundial a partir de una aproximación pragmática de la política internacional que le
permita disminuir la dependencia de Occidente y generar nuevas alianzas en la escena mundial.
Rusia se erigió como el principal Estado promotor de la transformación de BRICS desde un
constructo por parte de Goldman Sachs para promocionar inversiones en estos países, a una
reconocida coalición interestatal de poderes emergentes que brindaran una nueva y fresca óptica
acerca de las relaciones internacionales. Ello se vincula directamente con la intención de recobrar
influencia internacional en detrimento de la posición hegemónica de Estados Unidos luego del fin
de la Guerra Fría. Por ello, podemos considerar al BRICS como puente para este cometido, en
relación a una oportunidad de acercamiento a los países en vías de desarrollo, la coordinación de
agendas de interés común y una revisión de las reglas de los grandes foros multilaterales.
La crisis financiera internacional de 2008 y el reposicionamiento en su escenario regional
próximo, le permitieron a Rusia resurgir en la arena internacional y tener un papel de primacía en
las problemáticas coyunturales de la actualidad, principalmente en cuanto a la seguridad
internacional. La posición intransigente rusa en escenarios de conflicto como Libia o Siria se debió
en parte al apoyo que sus nuevos aliados le brindaron, como contra cara de la solución que
Occidente pretendía. La diplomacia BRICS en el caso ruso ha dado grandes frutos si tomamos en
consideración los objetivos globales que el Kremlin buscaba lograr por medio de este proyecto.
Existen ciertos desafíos de cara al futuro que deberán tenerse en cuenta por parte de los
hacedores de política rusa si se busca continuar con el BRICS como principal plataforma de
inserción internacional. Los vaivenes de la economía internacional han generado serios obstáculos
en los escenarios domésticos de los miembros de la coalición, por lo cual se ha resaltado en la
reunión de Goa de 2016 la necesidad de continuar con la profundización de la cooperación como
forma de fomentar la recuperación económica, así como avanzar en nuevos espacios de
potencialidad, como el caso del energético, vital para los intereses rusos.
El fomento de una visión integral del sistema internacional, en temáticas variadas como la
seguridad internacional, la arquitectura financiera, las relaciones económicas o la vinculación
cultural, requieren trascender de las meras declaraciones políticas en el marco de las cumbres, para
concretarse en planes de acción específicos intergubernamentales que contemplen esta proliferación
temática. La asimetría entre sus miembros y la diversidad de intereses nacionales englobados en sus
estrategias de política exterior complejizan la capacidad de concertar estas medidas concretas.
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No se puede dejar de mencionar que en los últimos meses la política exterior de estos países
ha sufrido algunas mutaciones por el propio devenir del sistema internacional. La llegada al
gobierno de Donald Trump en Estados Unidos y la competencia económica que esta administración
plantea en torno a China, quien intenta promocionar un nuevo eje pacífico para la economía
internacional, han permeado la agenda de Beijing para con los países en vías de desarrollo. Por otro
lado, Brasil se ha replegado en su rol de líder regional en América Latina debido a un profundo
cuestionamiento político interno. En similar sintonía, tanto India como Sudáfrica han reducido su
visibilidad internacional para dedicar sus esfuerzos a consolidar un progreso económico en su esfera
doméstica, en un mundo que cada vez se inclina más al proteccionismo y al nacionalismo.
Claramente Rusia no escapa de estas vicisitudes y escenarios diversos, como su rol en la guerra de
Siria, la creciente enemistad con el Reino Unido y el bloque europeo, y la crisis de los precios de
los commodities afectaron el plan inicial de apostar al BRICS como único bloque posible para rever
las reglas del juego del sistema internacional.
En los últimos años, la principal tendencia en la literatura de las Relaciones Internacionales
ha sido hablar del ascenso de los otros, o el surgimiento de poderes emergentes, para el análisis de
las nuevas especificidades del orden internacional. El fenómeno estudiado se materializó en 2009
con la primera cumbre de BRICS, una coalición conformada por Brasil, Rusia, China, India y
posteriormente Sudáfrica, que generó un giro inédito en el escenario internacional: los países
desarrollados ahora debían compartir espacios de poder con los poderes en vías de desarrollo. Esta
realidad fue aprovechada por Rusia, un gigante que buscaba restablecerse tras una seria crisis de
liderazgo regional e internacional.
BRICS se ha convertido en la principal plataforma de inserción internacional para Rusia,
planteando la necesidad de democratizar los espacios de decisión internacionales y garantizándole
un lugar privilegiado en el concierto de los principales Estados del mundo. Sin embargo, será
necesario repensar la forma de proyectar esta vinculación estratégica y potenciarla para dar cuenta
de nuevas realidades mundiales. El potencial de BRICS para transformarse en una alianza política
consolidada, que pueda reflejar los intereses de sus miembros a nivel mundial, dependerá de si el
bloque es capaz de proponer un enfoque consistente y coordinado, actuando de manera conjunta en
los ámbitos de decisión global para presionar por una reforma de las mayores organizaciones
internacionales a pesar de la coyuntura cambiante de las nuevas dinámicas de la Política
Internacional. Ese enfoque dependerá también de la propia voluntad de sus miembros para dejar
atrás sus diferencias y establecer una hoja de ruta que encuentre puntos en común en la actualidad
de la Política Internacional, que trasciendan lo meramente comercial e impulsen nuevas directrices
que generen puntos de contacto duraderos y estables.
Rusia ha proyectado una imagen y cosmovisión particulares en la Política Internacional,
jugando las cartas de potencia global en temas sensibles de la agenda (sobre todo en seguridad
internacional y regional euroasiática), pero también ha sabido aprovechar su condición de país nooccidental como forma de acercarse al mundo, generar empatía y alianzas para distintas iniciativas
en la arquitectura multilateral. En este segundo camino es donde se evidencia la relevancia de la
estrategia rusa para BRICS, por lo que el éxito de este proyecto es precisamente el éxito de Rusia.
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Cambio Climático y Energía: antecedentes y debates en torno a la
adopción e implementación del Acuerdo de París
María del Pilar Bueno*
Duilio Lorenzo Calcagno**
Resumen
El presente artículo tiene como objetivo analizar algunos aspectos del debate relativo a la díada cambio
climático-transición energética en el contexto de adopción e implementación del Acuerdo de París. En tal
sentido, primero se identifican tres posturas características en la bibliografía respecto a dicho binomio:
optimista, transnacionalista y tecnocrático; pesimista; y realista, gradualista. Luego, y a partir de una
breve caracterización del proceso multilateral en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio
Climático, se estudian las contribuciones nacionales presentadas por los diez países que generan mayor
cantidad de emisiones totales de GEIs a nivel global con el fin de identificar en qué sentido los esfuerzos
comprometidos se orientan hacia dicha transición.
Palabras claves: Cambio Climático - Energía - Sociedad - Acuerdo de París - Contribuciones
Nacionalmente Determinadas
Climate Change and Energy: background and debates around the
adoption and implementation of the Paris Agreement
Abstract
The objective of this article is to analyze some aspects of the debate regarding the climate change-energy
transition in the context of the adoption and the implementation of the Paris Agreement. In this regard,
firstly, three characteristic positions in the bibliography are identified with respect to the relation CCEnergy: optimistic, transnational and technocratic; pessimistic; and realistic, gradualist. Secondly, and
from a brief characterization of the multilateral process in the United Nations Framework Convention on
Climate Change, the national contributions presented by the ten countries that generate the greatest
amount of total GHG emissions at a global level are studied in order to identify if the committed efforts
are oriented towards this transition.
Key words: Climate Change - Energy - Society - Paris Agreement - Nationally Determined
Contributions
TRABAJO RECIBIDO: 16/04/2018
TRABAJO ACEPTADO: 21/05/2018
*
Doctora en Relaciones Internacionales. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas de la Argentina (CONICET). Co-Presidente del Comité de Adaptación de la
Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). Negociadora de cambio
climático por Argentina. Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional
de Rosario (UNR, Argentina). Correo electrónico: mbueno@conicet.gov.ar
** Profesor de Grado Universitario en Historia. Becario doctoral Fundación YPF-CONICET, Facultad de
Ingeniería (Instituto CEDIAC) y Facultad de Educación, Universidad Nacional de Cuyo (UNCU,
Argentina). Correo electrónico: dcalcagno@cediac.uncu.edu.ar
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Introducción
Los últimos tres siglos en la historia de la humanidad han presenciado una
transformación sin precedentes en numerosos ámbitos de la vida social. Todos estos cambios,
desde las revoluciones en las comunicaciones y el transporte, el crecimiento exponencial (y
desigual) de la disponibilidad de bienes y servicios, así como las enormes modificaciones en las
relaciones entre las sociedades y la naturaleza (se trate o no de un binomio dicotómico o
integren un todo, tal como sostenemos), han estado signados por la posibilidades técnicas,
económicas y políticas de explotar recursos energéticos y convertirlos en servicios energéticos.
La evolución en el modo a través del cual las sociedades han aprovechado estos
recursos ha estado marcada por sucesivas transiciones, en las cuales los recursos naturales y su
aprovechamiento han sufrido transformaciones más o menos radicales a través de cambios
técnicos, económicos pero también sociales, motivo por el cual, se puede hablar de entramados
socio-energéticos y de la necesidad del análisis sobre esta complejidad (Miller et.al., 2013;
Miller et. al., 2015). Este enfoque implica poner atención sobre determinadas configuraciones
espaciales, distributivas, políticas y económicas de la interrelación entre sociedades y energía.
Asimismo, atender al problema de las escalas de los fenómenos, que van desde los efectos de la
construcción de infraestructuras energéticas en comunidades locales hasta fenómenos de
naturaleza nacional o internacional.
Si se considera una visión panorámica y global de las trayectorias socio-energéticas de
la contemporaneidad, se observa que las sociedades han apelado de forma extensiva al uso del
carbón mineral y de hidrocarburos (fundamentalmente al petróleo y en épocas más recientes al
gas natural), para la satisfacción de las necesidades energéticas en las áreas de transporte,
electricidad y calefacción. Asimismo, otras soluciones comparativamente menos significativas
han incluido la energía nuclear, la hidroeléctrica y las renovables no convencionales, tales como
el uso de bioenergía, el aprovechamiento de la energía solar y eólica, entre otras (Smil, 2004;
Podobnik, 2006).
Los entramados socio-energéticos, como todo otro producto material e ideacional del
ser humano (Nicholson, 2016), entrañan impactos ambientales concretos que se evidencian en
las distintas escalas mencionadas. El cambio climático se relaciona con dichas escalas aunque
en cada una se presenta con condiciones diferenciales (Cherp et. al., 2011). De hecho, el cambio
climático, como asunto de la agenda ambiental internacional, está profundamente imbricado con
otros dilemas ambientales y por ende con las construcciones sociales, políticas y económicas de
las sociedades en un momento histórico determinado.
En tal sentido, existe una relación entre el cambio climático, como uno de los
principales desafíos que enfrentan las sociedades contemporáneas, y los entramados socioenergéticos actuales. El carácter prácticamente omnipresente de las realidades energéticas en la
vida de las sociedades y Estados lleva a considerar el impacto múltiple que implica la
pervivencia de determinados tipos de producciones y usos energéticos. Además de sus
consecuencias políticas y económicas internacionales y domésticas (Strange, 1994; Steven et.
al., 2014; Jones y Steven: 2015), los actuales entramados socio-energéticos están asociados con
el cambio climático por su carácter de sectores generadores de una cantidad de emisiones que,
de seguir su curso ascendente, son consideradas insostenibles en el futuro1.
Dicho vínculo es multidimensional y, según la perspectiva, puede o no considerarse
necesario y natural. Esto significa que el debate sobre cambio climático no siempre tuvo como
epicentro a los sistemas energéticos. Esta asociación se ha visto especialmente plasmada como
producto de la asociación ciencia y política climática. En tal sentido, el reconocimiento de que
1
Tal y como sucede con la responsabilidad de las emisiones en sentido amplio, también las contribuciones del sector
energético muestran una profunda heterogeneidad a nivel internacional, con el liderazgo indiscutible de las
sociedades con alto consumo de combustibles fósiles (International Energy Agency, 2015).
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el cambio climático tiene orígenes antropogénicos, por el Panel Intergubernamental de Expertos
sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), desde sus informes de 1990, ha sido
clave. Desde dicho momento, aunque con distintas intensidades y propuestas, la energía fue
puesta sobre la mesa como principal sector generador de emisiones de gases de efecto
invernadero (GEIs).
El debate ha tenido distintos hilos conductores. Uno de los más significativos ha girado
en torno a proteger el soporte natural de las sociedades y, a la vez, sostener el crecimiento
económico. De este modo, las recetas se han concentrado en sostener el crecimiento económico,
a la vez que apostar por soluciones que no lleven a una catástrofe climática a través del
desarrollo de economías hipocarbónicas. Esto ha implicado promover el desacople entre
crecimiento económico y emisiones de GEIs. Para ello se ha apostado por una solución
tecnocrática que no implique cambios sustantivos en los modos de vida, especialmente de las
sociedades altamente urbanizadas de países centrales, las que han alcanzado altos niveles de
producción y consumo energéticos.
Sin embargo, el problema central de este desacople reside en la relativa urgencia con
que se deben tomar medidas de adaptación y mitigación para enfrentar el cambio climático
global junto con el carácter inercial característico de los entramados energéticos. De acuerdo
con Smil (2010), las infraestructuras energéticas son las más complejas e intensivas, en
términos de capital, que poseen las sociedades modernas. Los cambios sustanciales en dichas
infraestructuras, también denominados transiciones por la literatura especializada, involucran y
desafían importantes intereses espaciales, políticos y económicos multinivel.
La relación cambio climático-transiciones energéticas se ha manifestado en el contexto
multilateral de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC),
en cuyo seno se adoptó, en diciembre de 2015, el Acuerdo de París. Dicho Acuerdo constituye
el segundo intento de implementación de la Convención y sus provisiones, luego del Protocolo
de Kioto. El modelo que supone el Acuerdo, bottom up, implica que cada Parte establece cuál
será su contribución con la lucha internacional contra el cambio climático. Las contribuciones
nacionalmente determinadas (NDCs, por sus siglas en inglés), como nuevo vehículo de la
acción climática, suponen una amplitud de alcance dado por el artículo 3 del Acuerdo, y el
componente de mitigación se rige por los aspectos incluidos en el artículo 4. Los mismos
incluyen, que no puede haber regresión en los esfuerzos, que los países desarrollados deben
continuar teniendo el liderazgo de la acción climática y que se alcanzará un pico de emisiones
pero que los países en desarrollo requerirán más tiempo para lograrlo, entre otros. Sin embargo,
por su naturaleza nacionalmente determinada, las NDCs suponen un desafío político y
metodológico que deriva de los distintos tipos de metas que han asumido los países. Mientras
algunos se han puesto metas focalizadas en reducciones en base a un escenario de emisiones
proyectadas, otros han apostado por la eficiencia energética y/o la mejora de la participación de
las energías renovables en sus matrices.
Por lo expuesto, el presente artículo tiene como objetivo analizar algunos aspectos de
los debates relativos a la díada cambio climático-transición energética en el contexto de
adopción e implementación del Acuerdo de París. Para ello, se identifican las posturas salientes
de la bibliografía respecto al binomio, que se han expresado en el ámbito político de la
Convención. Asimismo, se estudian las contribuciones nacionales presentadas a la CMNUCC
por los diez países que generan mayor cantidad de emisiones totales de GEIs a nivel global con
el fin de identificar en qué sentido los esfuerzos se orientan hacia dicha transición.
En tal sentido afirmamos, a manera de hipótesis, que las negociaciones multilaterales de
cambio climático por el fallido Acuerdo de Copenhague y hasta que se alcanzó un nuevo
mandato de negociación hacia París (2007-2011), estuvieron impregnadas por una visión
optimista, transnacionalista y tecnocrática que encontraron en el liderazgo europeo un
catalizador particular. Sin embargo, a medida que se negoció y adoptó el sistema de
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contribuciones nacionales donde cada país debe aportar su esfuerzo en la lucha contra el cambio
climático, especialmente desde Varsovia (2013), los países encontraron en la postura realista,
gradualista una posición más acorde con sus circunstancias nacionales y el contexto
internacional. Esto es, con la información provista por el IPCC en términos de efectos del
cambio climático, tanto como las indagaciones de distintos actores sobre los costos crecientes
de hacer frente a la acción de mitigación y de adaptación.
La metodología del trabajo propone, primeramente, una categorización de las posturas
sobre la interrelación entre cambio climático y transiciones energéticas en el marco de los
momentos fundamentales de la constitución del tema cambio climático-clima en la esfera
internacional y acordes con la literatura (enfoque no exhaustivo). El método aplicado aquí es el
de análisis documental de fuentes primarias y literatura especializada. La segunda instancia
metodológica recurre a la descripción detallada de la trayectoria histórica que antecedió al
Acuerdo de París, a partir de la consideración de los puntos de inflexión fundamentales y el
método consiguiente es el histórico-descriptivo. Finalmente, la tercera etapa apela a un estudio
de casos para identificar de qué manera las contribuciones nacionales en el contexto del
Acuerdo de París se identifican con una o más de las posturas de la literatura, según un análisis
de contenido de las mismas y de fuentes secundarias y según las estrategias e intereses de cada
país.
Según la propuesta metodológica, el artículo se estructura en tres secciones además de
la presente Introducción. En la primera se incluyen los antecedentes y notas principales de la
trayectoria histórica del análisis sobre la interrelación cambio climático-energía a partir de la
contextualización de hitos fundamentales que han marcado cambios y continuidades en el
debate, así como se identifican las principales posturas referidas al binomio analizado de
acuerdo a la literatura disponible. La segunda sección procura dar cuenta del proceso histórico
que da lugar al Acuerdo de París y las contribuciones nacionales particulares en la díada
expuesta en torno a las propuestas de reducción de emisiones, eficiencia y otros aspectos
relacionados con el sector energético. Finalmente, la tercera parte del artículo se enfoca en
algunas de dichas contribuciones nacionales en los casos de países emisores de GEIs principales
y en qué medida éstas recogen aspectos ligados al sector energético.
Además de la contribución científica que implica el análisis de la trayectoria de los
principales debates sobre la interrelación energía-cambio climático (particularmente en
Relaciones internacionales y Estudios Ambientales), cabe destacar la importancia social de este
tópico. Esto se debe a que las transiciones socio-energéticas requeridas por el desafío del
cambio climático no tienen precedentes (y por lo tanto son altamente desafiantes) en dos
sentidos. En primer lugar, el cambio tecnológico hacia fuentes bajas en emisiones de GEIs debe
alcanzar aceptación y consenso en la sociedad internacional. Al mismo tiempo, las transiciones
históricas se dieron particularmente en los ámbitos nacionales, donde las decisiones sobre
políticas energéticas encuentran su principal radicación (CHERP et. al., 2018). En segundo
lugar, por la posibilidad de que los cambios necesarios impliquen transformaciones en los
estilos de vida poco compatibles con los estilos de consumo contemporáneos.
1. Antecedentes y posturas del cambio de paradigma en la transición energética con
relación al cambio climático
Hemos dicho que la promoción del desacople de las emisiones de GEIs con relación al
crecimiento económico supuso un cambio de la relación clima-energía. En tal sentido, algunos
documentos internacionales como el Informe Stern (2007) y los reportes del IPCC constituyen
antecedentes significativos en dicha trayectoria.
Partiendo de la base de que el cambio climático es una de las amenazas más
significativas de nuestro tiempo, el equipo dirigido por Nicholas Stern que informó al gobierno
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de Reino Unido respecto a la economía del cambio climático y la estabilización de la
concentración de GEIs se focalizó en la receta para alcanzar dicha disociación. Para ello apuntó
un conjunto de instrumentos económicos basados en el precio al carbono, la política tecnológica
y la importancia de derribar barreras ligadas al cambio comportamental. Para convencer a la
sociedad y a su gobierno de que el dinero invertido en la transición era una inversión a futuro,
sostuvo una baja tasa de descuento que le ha supuesto un conjunto de críticas contundentes de
otros académicos (Maddison, 2006; Tol y Yohe, 2006; Mendelsohn, 2007; Nordhaus, 2007;
Weitzman, 2007). Es así que argumentó que los costos de la adaptación al cambio climático
serían en el futuro mayores si se tiene en cuenta el impacto en el acceso y suministro de agua, la
producción de alimentos, la salud y el uso de la tierra, entre otros. En este sentido, Stern afirmó
que la estabilización de la concentración de GEIs en la atmósfera era viable y compatible con el
crecimiento económico, por lo cual el mundo no tenía que elegir en la medida en la cual las
tecnologías energéticas habían cambiado la correlación de las estructuras económicas.
Las afirmaciones sobre la economía del cambio climático se han visto favorecidas por
una serie de factores ligados a la relación entre oferta y demanda internacional de energías
renovables, incluyendo la estructura de costos. Cabe mencionar el incremento de la demanda
internacional de renovables especialmente vinculado al transporte y a la industria, acompañado
por un contexto internacional que requirió recetas basadas en la seguridad energética. Esto
abarca el impulso de reducir los efectos económicos que derivan de la alta volatilidad de los
precios internacionales de las energías convencionales. A esto es posible adicionar la
estabilización de los precios de las renovables con una notable reducción de costos e incremento
de la competitividad económica, junto con la sostenibilidad social y ambiental de dichas
energías, favoreciendo la descarbonización del sector. Del mismo modo, la creación de empleo
y el desarrollo de cadenas de valor locales en torno a dichas energías, incluyendo la
autogeneración (IRENA, 2018a; 2018b)
La ciencia climática, y en particular los informes del IPCC han avanzado en el mismo
sentido. El informe especial del IPCC realizado en 2011 sobre energías renovables y mitigación
del cambio climático dio cuenta de la creciente demanda de servicios energéticos, del
incremento de las emisiones derivadas de dicho sector, de la posibilidad de considerar a las
energías renovables y a la eficiencia energética como modos de promover soluciones frente al
cambio climático, la potencialidad de las energías renovables a pesar de constituir en 2008 solo
el 13% de la matriz energética mundial y la tendencia a la baja de los costos que había sido
otrora un obstáculo significativo para la transformación energética.
Del mismo modo, el último informe de evaluación del IPCC (AR5, 2014), en su
capítulo destinado al sector energético, mostró que este sigue constituyendo el mayor
contribuyente a las emisiones de GEIs con un valor cercano al 35% de las emisiones totales
globales, a valores 2010. Este porcentaje se relaciona con el incremento de la demanda asociada
al rápido crecimiento económico y la mayor participación del carbón en las combinaciones
energéticas a nivel global.
En cuanto a las soluciones, el Panel ha apostado por la eficiencia energética y el cambio
en los sistemas energéticos que involucra la inclusión de energías de fuentes renovables, así
como la captura y almacenamiento de dióxido de carbono, a pesar de las incertezas científicas
ligadas a los métodos actuales en este campo y la necesidad de mayor investigación. El informe
de evaluación de 2014 también hace hincapié en que debe alcanzarse imperiosamente un pico
de emisiones a nivel internacional y una posterior reducción paulatina de emisiones hasta llegar
a cero. Estos aspectos fueron especialmente recogidos en el Acuerdo de París, en la medida que
incluye la importancia de alcanzar un pico de emisiones, partiendo del liderazgo de los países
desarrollados a tal efecto.
Uno de los puntos de mayor relevancia que el IPCC pone en evidencia en su informe de
2011 se vincula con el cambio que significó, no solo la apuesta por las energías renovables, sino
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especialmente, la necesidad de desacoplar la díada crecimiento económico-emisiones de GEIs.
Esta idea atraviesa el debate ambiental transversalmente si se tiene en cuenta que el concepto de
desarrollo sostenible fue diseñado para responder a la brecha conservación-desarrollo
económico, que en los años ochenta fue evidente y que tuvo a los países en desarrollo como
protagonistas. Especialmente fueron estos países los que pusieron el segundo componente como
condición para el abordaje de los entonces nuevos temas ambientales en los marcos
multilaterales. De este modo, se discutió la impronta de los modelos económicos y estilos de
desarrollo y su impacto en la base ecológica (Guimarães, 2001).
En este sentido, las dinámicas de vinculación entre el cambio climático y las
tecnologías energéticas responden a un cambio de paradigma, lo que no quita que tenga raíces
históricas y habilite posturas distintas respecto a cómo se articula la relación. Cada una de estas
posturas ha presentado momentos de mayor o menor auge en el debate internacional y se ha
desarrollado con distinta suerte según cada país, región y los diversos sectores y actores
públicos y privados involucrados. Cada posición ha desarrollado distintos argumentos y una
gran variedad de literatura ha sido producida por investigadores y ensayistas, quienes
promueven sus posturas en el debate internacional.
De acuerdo con un análisis no exhaustivo de la literatura disponible, es posible
identificar tres posturas referidas a dicho binomio. Cada una de ellas abriga una importante
variedad de líneas de análisis. En primer lugar, una postura optimista, transnacionalista y
tecnocrática basada en la fe en la posibilidad de fomentar transiciones hacia el uso extensivo de
energías renovables a nivel global. Dicha posición está estrechamente ligada con la
infraestructura institucional y los objetivos multilaterales ligados con la crisis climática
desarrollados desde la década de 1990. Esta visión generalmente reconoce la existencia de
dificultades para enfrentar el cambio climático, aunque tiende a resaltar los logros alcanzados en
tal sentido (Hewitt, 2012). Esos obstáculos pueden ser superados a través de la coordinación e
integración de los distintos niveles del Estado y los organismos internacionales en las áreas de
contaminación, cambio climático y energía (Bryner; Duffy, 2012).
DeMarco (2017) presenta un ejemplo en esta postura. Su propuesta está orientada a un
futuro en el cual los sistemas energéticos, entre otros, sean libres de carbono, es decir que no
emitan GEIs o cuyas emisiones sean compensadas por la captura de los mismos en otros
sectores. Esta autora considera que para alcanzar esa meta, la humanidad deberá emprender
esfuerzos similares a los de la preparación para una guerra en defensa de la Tierra.
La posibilidad y necesidad de la promoción de mecanismos de mercado tales como
incentivos al sector privado y el intercambio de bonos por emisiones de dióxido de carbono
(Stewart et. al., 2009) es una de las notas principales de esta concepción. Es más, se afirma que
la transición hacia una economía verde dará como resultado la creación de empleos y el
crecimiento económico (Pollin, 2015). Otro asunto central es la apuesta por innovaciones
tecnológicas en distintas áreas y la relativa certeza de que éstas podrán mitigar los efectos
adversos del cambio climático o, al menos, adaptarse exitosamente a algunos de sus efectos
atenuados (Hewitt, 2012).
Además de la promoción de las energías renovables no convencionales, en este ámbito
se encuentran también quienes apuestan por un resurgimiento de la energía nuclear a través del
aumento de su aporte relativo en el total de la oferta energética y de la constantes mejoras
tecnológicas en el sector y con la argumentación del carácter no emisor de dicha fuente de
energía (Freed, 2014). De cualquier modo, el debate en torno a la gestión y disposición final de
los residuos nucleares permanece vigente y es todavía controversial (Sinn, 2012).
Uno de los puntos centrales en el contenido ético de esta postura es la noción de justicia
intergeneracional, según la cual las medidas y “restricciones” asumidas en el presente son
necesarias para garantizar niveles razonables para las sociedades futuras (Curren, 2017).
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Esta postura encontró en la ciencia climática, los análisis sobre economía del cambio
climático y las organizaciones internacionales, un terreno fértil para su desarrollo y expansión.
En particular, en el contexto de la CMNUCC cabe resaltar que la Hoja de Ruta de Bali
(COP13), como mandato para un nuevo acuerdo internacional vinculante a alcanzar en
Copenhague (COP15), seguía en gran medida imbuido del liderazgo climático europeo tras la
salida de Estados Unidos del Protocolo de Kioto. Este liderazgo supuso que la Unión Europea
modelara el régimen lo que incluyó su unión del paquete climático energético en el plano
comunitario. Para ello, se diseñaron documentos desde 2006, comenzando por el “Libro Verde:
Estrategia europea para una energía sostenible, competitiva y segura”, y siguiendo por una serie
de documentos presentados por la Comisión al Consejo y al Parlamento que derivaron en las
metas de 2007. En las metas 2007 la Unión Europea se trazó como objetivos para 2020 reducir
sus emisiones de GEIs un 20% a niveles de 1990, obtener un 20% de energía de fuentes
renovables y una mejora del 20% en la eficiencia energética, objetivo denominado 20/20/20. De
hecho, estos compromisos concurrieron con la determinación de la Hoja de Ruta de Bali en la
CMNUCC.
Asimismo, a partir de 2008 se unieron definitivamente ambas agendas, lo cual se vio
apuntalado por el Tratado de Lisboa de 2009 donde por primera vez se dio competencia europea
a cuestiones energéticas. Ello no obsta a que los Estados retengan competencias específicas,
como las condiciones de explotación de los recursos energéticos, la elección de fuentes de
energía y la estructura del abastecimiento energético (Urrea Corres, 2011; Bueno, 2014a;
2017a).
Esta alianza se ha sostenido en el tiempo con un nuevo compromiso 40/27/27 para
2030, así como un 15% de interconexión eléctrica, objetivos asumidos en 2014. Para 2050, la
Unión se ha propuesto una reducción del 80 al 95% de sus emisiones de GEIs a niveles de 1990.
Esta política climático-energética europea tuvo como correlato un liderazgo del proceso
negociador multilateral en la Convención, al menos hasta el arribo del Presidente Barack
Obama a la Presidencia de Estados Unidos.
Esto demuestra que existe una correlación entre las acciones comunitarias emprendidas
y las características del liderazgo europeo en el plano multilateral de la Convención (Bueno,
2014a, 2017a), que siguen vinculadas a lo que la Canciller Angela Merkel describió en la COP
23 de 2017 celebrada en Bonn, cuando afirmó que “la política climática está también orientada
hacia el futuro de la política económica”. De este modo se observa que el sendero evidenciado
en el Informe Stern, donde la acción por el cambio climático tiene su inicio en la economía del
cambio climático y por ende, en la transición energética, tiene plena vigencia y los instrumentos
promovidos siguen siendo parte de la estrategia europea.
Es posible mencionar también que gran parte de la receta de Stern fue recogida por el
concepto de economía verde que tuvo al Nuevo Acuerdo Verde Global (UNEP, 2009) y a
numerosos documentos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)
desde 2008 a 2012 como espacio vital de construcción. Sin embargo, el objetivo primario (que
dicho concepto alcance consenso internacional en la Cumbre Rio + 20 de 2012) no vio la luz,
puesto que el documento final solamente lo incluyó como un camino para alcanzar el desarrollo
sostenible sin involucrar las recetas ensayadas en los documentos del PNUMA y que en gran
parte provenían del Informe Stern (Bueno, 2014b). Sin embargo, el concepto de economía verde
y las medidas asociadas continúan siendo recogidos por diversas agencias de Naciones Unidas,
así como por documentos de provenientes especialmente de Europa.
Sin embargo, el fracaso de la Conferencia de Copenhague supuso una revisión interna e
internacional del liderazgo europeo, así como del rol de las potencias del BASIC (Brasil, China,
India y Sudáfrica) quienes junto con Estados Unidos tendrían un rol significativo para alcanzar
un nuevo acuerdo internacional en 2015.
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En segundo lugar, emerge una postura pesimista que, en ciertas instancias y ámbitos ha
llegado inclusive a renegar de la ciencia climática y descree del rol que puedan tener las
transiciones energéticas2 hacia una economía de bajo carbono a nivel global. En otros casos,
este pesimismo se manifiesta en la aceptación del fenómeno del cambio climático pero se
afirma su irreversibilidad (Lawson, 2008). En este sentido, Friedrichs (2013) incluso expone la
tesis de que el cambio climático y la escasez de energía, tal y como la concebimos en el
presente, son fenómenos emergentes e inevitables de las sociedades industriales y ante ello la
única respuesta es la adaptación y un drástico cambio en el estilo de vida futuro. Asimismo,
Harm Benson y Kundis Craig (2017) analizan el fin de la vigencia del concepto de
sostenibilidad dado el nivel de daño ambiental que la humanidad ha generado y abren espacio a
la consideración de la resiliencia como una narrativa que puede estructura la gobernanza
ambiental futura.
Como muestra Bradley (2011), muchas veces los escépticos que adhieren a posturas
pesimistas han sido políticos que responden a distintos intereses sectoriales y electorales y que
enfrentan en distintos ámbitos a científicos, lo cual se observa particularmente en el caso de
Estados Unidos.
Cabe mencionar que el caso norteamericano es particular en este sentido, dado que el
surgimiento y evolución del cambio climático en la agenda política de este país estuvo
tradicionalmente imbuido de la postura escéptica (Pettenger, 2007). Lo que significa que
escépticos y optimistas han convivido aunque los ritmos del poder han llevado a unos y a otros
a roles de liderazgo que modificaron sustantivamente las posiciones internacionales en la
CMNUCC. Tal es el caso de la posición de George W. Bush quien anunció el retiro de su país
del Protocolo de Kioto, tal como Donald Trump lo hizo del Acuerdo de París en 2017. Sin
embargo, Barack Obama fue un actor clave en el cambio de liderazgos en la Convención desde
2009 como fue evidente en las salas de negociación de Copenhague y hasta 2015 que se adoptó
el Acuerdo. Esta postura por parte de Estados Unidos conllevó un desplazamiento del liderazgo
europeo y un acercamiento bilateral con China manifiesto en diversos documentos (Bueno,
2017a).
En tercer y último lugar, una postura realista, gradualista (Smil, 2010) que sostiene
que los hidrocarburos e inclusive el carbón mineral tienen y seguirán teniendo un rol
significativo como fuentes energéticas en una transición que llevará décadas3 y que, por ende,
las acciones y políticas contra los efectos adversos del cambio climático en todos los planos
deben incluir otras soluciones además de la opción por energías renovables. Estas opciones
deberán combinar la mitigación con la adaptación aunque esto no alcance para evitar todos los
efectos del cambio climático (Denny, 2017).
Esta posición moderada no solo pondera las limitaciones tecnológicas, sino también las
políticas y de gestión. Para Young (2017), los desafíos futuros requerirán de mecanismos de
gobernanza que puedan hacer frente a emergentes de sistemas complejos aunque de modo
adaptativo y que hagan participar de modo colaborativo a políticos y científicos.
2
Para la definición de este concepto seguimos a Grübler et al (2016), quienes, desde un enfoque integral, definen las
transiciones energéticas como “un cambio en el estado los sistemas energéticos más que un cambio en una tecnología
individual o en una fuente energética particular”. Como afirma Melosi (1982), “el concepto puede ayudar a
comprender la evolución de la cultura material humana, el crecimiento y el desarrollo económico [...]. Como
mecanismo de cambio, la transición energética influencia y es influenciada por las fuerzas técnicas, económicas,
políticas, medioambientales, y sociales que también marcan la sociedad”.
3 Benjamin Sovacool (2016) plantea que la literatura especializada se ha enfocado preferentemente en las transiciones
energéticas de largo plazo, aunque también existen casos, a nivel nacional y regional, de transformaciones
estructurales en este ámbito que han durado solo algunos años o pocas décadas. Sin embargo, cuando en este trabajo
nos referimos a transiciones energéticas, adoptamos la consideración de largo plazo debido particularmente al
carácter transnacional y multinivel de los cambios necesarios para enfrentar las consecuencias del cambio climático
global.
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Tras un fuerte apoyo de la ciencia climática y los organismos internacionales a la
postura optimista y tecnocrática que sirvió como un impulso a las negociaciones políticamente
estancadas tras el anuncio de salida de Estados Unidos del Protocolo de Kioto, las posturas se
moderaron. Esto significa que el optimismo fue importante para apalancar el proceso
multilateral y dar una sensación de progreso posible, especialmente desde Bali hasta
Copenhague. Para ello, el rol de la Unión Europea fue clave como movilizador de apoyos,
mostrando un liderazgo climático-energético manifiesto en la unión de ambas políticas y en la
construcción de compromisos en ambos escenarios. Sin embargo, tras el acuerdo fallido de
Copenhague y el creciente liderazgo sino-norteamericano del proceso en la Convención, la
moderación y el gradualismo fueron necesarios y luego se evidenciaron en las contribuciones
nacionales de los principales emisores totales de GEIs a nivel internacional.
La moderación en la CMNUCC no tenía que ver con renunciar al rol significativo de las
energías renovables y la transición energética para el Acuerdo de París. Sino que un modelo
bottom up basado en lo que cada Parte decide que puede hacer en la lucha internacional contra
el cambio climático no podía estar obligatoriamente vinculado con un sector específico. Con un
enfoque de esta naturaleza, algunos actores como los del Grupo Árabe no habrían prestado su
consenso. Éste es tan solo un ejemplo de cómo la moderación es necesaria para alcanzar un
acuerdo internacional tan controvertido como el de cambio climático.
Estas posiciones, que atraviesan posturas científicas y académicas, así como políticas
públicas multinivel, son el resultado de configuraciones materiales e ideacionales y reflejan
diversos niveles de confianza en las trayectorias históricas de los sistemas socio-energéticos, así
como los relevantes intereses económicos y políticos asociados al cambio y al statu quo. A
partir de la posibilidad que ha otorgado el Acuerdo de París de 2015, como se explica a
continuación, es posible analizar la presencia de cada posición en las propuestas y políticas
nacionales, así como los matices existentes.
2. El Acuerdo de París y la transición hacia las renovables
Dada la lógica bottom up del documento, el Acuerdo de París formalmente no involucra
ningún sector económico concreto sino que ubica las contribuciones nacionales (NDCs, por sus
siglas en inglés)4 como el principal vehículo de la acción climática. De este modo, se
universalizan las acciones, especialmente de mitigación, aunque sosteniendo la diferenciación y
el liderazgo de los países desarrollados. El Acuerdo tampoco incluye un compromiso concreto
de reducción de emisiones derivadas del sector energético, ni promueve ciertas tecnologías o
una transición. Sin embargo, uno de los presupuestos para que el documento fuera posible es el
modelo de negocios derivado de la transición hacia el uso de energías renovables, como quedó
demostrado en los eventos paralelos a la COP 21 en París donde las principales soluciones
climáticas avizoradas estuvieron orientadas a este tema y sus potencialidades.
Asimismo, esto no implica que exista un pensamiento único respecto de la transición
energética y su relación con el cambio climático, como se ha evidenciado en las distintas
visiones sobre esa relación. De este modo, se comprende que el gobierno de Estados Unidos
puede permitirse abogar por la transición energética bajo el mandato de Obama y luego volver
atrás gran parte de los compromisos federales en referencia a las energías renovables con la
gestión Trump. Se evidencia así la relevancia de los grupos de interés en la configuración de las
posturas nacionales en las negociaciones multinivel, en este último caso con la evidente
influencia de negacionistas y pesimistas en términos de la lucha contra el cambio climático.
De cualquier modo, el proceso subnacional a favor de la ciencia climática y
especialmente del modelo de negocios de las renovables puede llevar al cumplimiento de las
4
Las contribuciones nacionales fueron adoptadas en la Decisión 1/CP.19 de Varsovia de 2013 y en la 1/CP.20 de
Lima adquirieron una fecha concreta para su presentación previa a las negociaciones de París.
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metas internacionales de Estados Unidos, aún con disconformidad de Washington. Para esto, el
rol que juegan Estados como Texas y California es neurálgico, en la medida que sus emisiones
equivalen a las de algunos de los principales emisores globales.
Persisten, entonces, distintas perspectivas respecto a la relación cambio climáticoenergía que encarnan gobiernos nacionales, actores subnacionales y stakeholders de diversa
naturaleza. Pero, para que sea convincente la receta, las NDCs como parte del engranaje de
París deberían ser suficientes o al menos echar luz respecto del desafío del cambio climático.
Como se mencionó, a partir de reflexiones teóricas y limitaciones prácticas que le
dieron tintes moderados, el modelo de contribuciones del Acuerdo de París permite que cada
Estado realice sus esfuerzos climáticos de modo nacionalmente determinado con o sin apoyo
externo (diversos países en desarrollo incluyeron metas con recursos propios y con apoyo
externo). Esto implicó salir del conflicto que suponía la interpretación y operacionalización del
concepto de justicia climática5 que ha sido tan costoso a los debates multilaterales. De este
modo, no fue necesario basarse en el reparto del presupuesto de carbono (enfoque favorecido
por el IPCC en su informe AR5) que los países desarrollados no apoyaban. De cualquier modo,
el Acuerdo efectivamente sostiene la diferenciación plasmada en todos los elementos
(mitigación, adaptación y medios de implementación), aunque todas las Partes deben contribuir
con la mitigación y sus acciones ser progresivas de acuerdo a un ciclo global quinquenal que
tendrá al global stocktake o balance mundial como escenario.
Para cerrar estos ciclos de contribuciones ambiciosas se requiere aportar un objetivo
global a los esfuerzos nacionales; es por eso que el Acuerdo incluyó un propósito de no
traspasar el incremento de la temperatura más allá de los 2 grados centígrados a niveles preindustriales y realizar esfuerzos para no traspasar el incremento de 1.5 grados. Asimismo,
emulando los componentes del objetivo de la CMNUCC, el propósito involucra componentes
de adaptación, la producción de alimentos y el desarrollo económico.
Otro elemento que se empleó en 2015 y 2016 como modo de analizar la ambición
colectiva de los esfuerzos y contribuciones son los informes de efecto agregado de las entonces
contribuciones nacionales pretendidas (INDCs, por sus siglas en inglés). El informe realizado en
octubre de 2015 por la Secretaría de la CMNUCC, previo a las negociaciones de París,
evidencia 119 INDCs presentadas por 147 Partes, cubriendo el 86% de las emisiones globales
de GEIs, donde 100 INDCs incluyeron componentes de adaptación. El informe asume que el
efecto agregado está dado por 55 Gt de CO2 equivalente para el año 2025 y 57 Gt para el año
2030. Estos valores connotan que las emisiones seguirán subiendo hasta 2030 aunque el
aumento de 2010 a 2030 es comparativamente menor que el alza 1990 a 2010. De cualquier
modo, las contribuciones no son suficientes ni para revertir la tendencia alcista ni para alcanzar
el nivel de 2º C establecido posteriormente como propósito del Acuerdo.
El informe de efecto agregado actualizado a abril de 2016 incluye 161 INDCs. Cubre el
99% de las emisiones globales y muestra que 137 INDCs incluyen componentes de adaptación.
Las tendencias referidas siguen siendo las mismas que en el informe anterior.
Ahora bien, con relación al sector energético, el informe de abril de 2016 aporta dos
elementos llamativos. El primero es que en el análisis de todas las INDCs, el sector energético
es el único que ha sido cubierto en un 99%, mientras que otros sectores tienen una cobertura
significativamente menor, como el 75% del sector residuos; 74% agricultura; 73% uso de la
tierra; 65% procesos industriales y 44% otros sectores. Esto significa que a pesar de no ser
obligatorio para los países en desarrollo incluir todos los sectores económicos, el sector
energético es el que casi todas las Partes han decidido agregar. Esto pone en evidencia que las
5
La justicia climática fue incluida en el preámbulo del Acuerdo de París a instancia de la posición de India pero no
ha sido operacionalizada de modo directo en el documento.
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Partes tácitamente han reconocido la importancia de contribuir en este sector que es el que
mayores emisiones genera a nivel global.
El segundo aspecto, está dado por la identificación de las potencialidades de
implementación. Los sistemas energéticos constituyen el sector más destacado en las
potencialidades, especialmente de las acciones de mitigación. Algunas de dichas acciones se
vinculan con la transición hacia las energías renovables; la eficiencia energética; la
modernización de las redes; la incorporación de estándares internacionales; la sanción de
normativas específicas; los impuestos y subsidios; los mercados energéticos; la seguridad
energética, la intensidad y la cuestión de acceso y provisión.
Además, diversas INDCs incluyeron el sector energético en lo referido a las acciones de
adaptación aunque el mismo se encuentra en séptimo lugar. Los primeros seis sectores
reconocidos para el caso de la adaptación son: agua, agricultura, salud, ecosistemas,
infraestructura y bosques.
Con lo cual, los sistemas energéticos son los más cubiertos por las contribuciones
nacionales pretendidas y se encuentran especialmente enfocados en las acciones de mitigación
de las emisiones de GEIs. Esta afirmación vale tanto para los países desarrollados, que debían
incluir todos los sectores económicos porque no pueden presentar contribuciones con menor
ambición que sus compromisos previamente adquiridos, como para los países en desarrollo.
En esta misma línea se encuentra el informe presentado por la International Renewable
Energy Agency (IRENA) en noviembre de 2017 en el contexto de la COP 23 en Bonn titulado
“Untapped potential for climate action: Renewable energy in NDCs”. El informe se concentra
en la información incluida en las NDCs respecto al sector energético y las potencialidades del
mismo para cumplir con las metas del Acuerdo de París, teniendo en cuenta la segunda ronda de
NDCs que las Partes de la CMNUCC deberán presentar en 2020. En tal sentido, este informe
evidencia que las actuales contribuciones incluyen la generación de 80 GW de energías
renovables por año entre 2015 y 2030. Asimismo, que África puede mejorar su meta hasta llegar
a la generación de al menos 310 GW de renovables para 2030 con relación a las contribuciones
actuales. De los países del G20, solo 10 han incluido metas cuantificadas respecto al sector
energético6 y, en conjunto, el grupo podría alcanzar una capacidad instalada de 4.6 TW de
renovables para 2030 (60% más de lo incorporado en las NDCs). Otro aspecto central referido
al financiamiento es que para alcanzar las metas actuales se requieren 1.7 billones de dólares
americanos de los cuales, 1.2 billones aluden a las metas incondicionales y el remanente a las
condicionales.
3. Las contribuciones nacionales de los principales emisores globales: su aporte a la
transición energética y al esfuerzo climático multilateral
La tabla 1 incluida en el Anexo I contiene la información publicada en las
contribuciones nacionales presentadas por los 10 países con mayor cantidad de emisiones
totales de GEIs a nivel global, a valores CAIT7. La información se concentra en la contribución
de mitigación a 2025 y 2030 e incluye aquellos casos en los que hay especificaciones concretas
para el sector energético. Asimismo, están presentes los esfuerzos planificados a 2025 y 2030 en
materia energética respecto a eficiencia y participación de fuentes renovables en las respectivas
matrices. Finalmente, una última columna incluye información general sobre marco de políticas
y aspectos específicos que cada país haya apuntado en su NDC.
6
Vale tener en cuenta que son los países del Anexo I de la CMNUCC quienes deben presentar metas
cuantificadas en todos los sectores de la economía. No así los países en desarrollo.
7
CAIT Climate Explorer Data. Fisponible en http://cait.wri.org/. Consulta: febrero de 2018
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Cabe mencionar que dada la naturaleza nacionalmente determinada de los documentos,
cada Parte ha decidido el tipo de contribución a presentar. Esto tiene como correlato la
dificultad de la agregación de los esfuerzos como ha sido relevado en los informes de efecto
agregado preparados por la Secretaría de la CMNUCC, mencionados en el apartado anterior. No
obstante, se ha decidido utilizarlos como base para el análisis dado que son los únicos
instrumentos con valor internacional vinculante a partir del esfuerzo multilateral en el ámbito de
la Convención.
El análisis de la Tabla 1 permite realizar algunas observaciones como resultado de la
información en las NDCs con relación al objetivo de investigación propuesto. Es decir,
buscamos comprender cómo las NDCs, en su primera ronda, contribuyen en la transición
energética y en qué medida significan o no un desacople de las emisiones con relación al
crecimiento económico. De este análisis emerge la presencia de las posturas explicitadas
anteriormente, las cuales adquieren características específicas en cada contexto. Esto se explica
a partir de vinculaciones de las NDCs con las circunstancias nacionales de cada país en el marco
de las negociaciones multilaterales en la CMNUCC.
El caso de China es distintivo, primeramente porque es el principal emisor total de GEIs
a nivel en la actualidad, con una participación del 25 al 27% aproximadamente de las emisiones
globales a valores CAIT. Este valor se encuentra en estrecha relación con el hecho de que el
país se ha convertido en el terreno de radicación de multinacionales que provienen de diversos
países desarrollados y cuyas emisiones fugitivas son sólo analizadas en la legislación europea
aunque no en el caso de Estados Unidos. China actualmente emite más del 21% de las
emisiones globales sólo como resultado de su sector energético.
La NDC de China incluye alcanzar un pico en sus emisiones para 2030 y desacoplar las
emisiones con relación al crecimiento económico lo cual es consistente con la transición
energética e incluye una metas concreta a 2030 respecto al sector energético de llevar al 20% la
participación de renovables. De cualquier modo, distintas organizaciones que analizan
condiciones de equidad, justicia y ambición, tal como fue acordado en Lima en la Decisión
1/CP.20, han catalogado a la NDC china de distintos modos. Climate Action Tracker la
considera altamente insuficiente puesto que China ha alcanzado el pico de emisiones hace una
década. Además, afirman que las metas de intensidad se alcanzarían automáticamente en caso
de que las metas vinculadas con los combustibles no fósiles fueran alcanzadas respectivamente 8.
En un contexto más amplio, es indudable que la contribución de China se encuentra en estrecha
relación con la NDC de Estados Unidos, en la medida que las conversaciones y comunicados
bilaterales especialmente de 2014 y 2015 dieron forma al Acuerdo de París.
Por su parte, la NDC de Estados Unidos, es escueta en la información asociada que
incluye. La misma involucra una contribución de reducir 26 al 28% de sus emisiones a niveles
de 2005 para el año 2025, sin incluir una meta para 2030 ni especificar metas por sector.
Tampoco contiene metas concretas en el sector energético en términos de participación de
renovables ni eficiencia energética. No se puede olvidar que Estados Unidos sigue siendo el
segundo emisor global responsable por más del 14% de las emisiones globales a valores del
CAIT y por el 13% de las emisiones globales del sector energético. Es decir que entre China y
Estados Unidos cubren un tercio de las emisiones globales del sector.
El Climate Action Tracker9 ha calificado a la NDC de Estados Unidos como altamente
crítica, lo que representa la peor calificación del seguimiento realizado. Es innegable que
Estados Unidos bajo la administración Obama jugó un rol muy significativo para alcanzar el
Acuerdo de París, moldeando junto con China, y en segundo lugar con la UE, la arquitectura del
nuevo documento (Bueno, 2017a). Sin embargo, el anuncio de la administración Trump de
8
9
Información disponible en https://climateactiontracker.org/countries/china/. Consulta: febrero de 2018
Información disponible en https://climateactiontracker.org/countries/usa/. Consulta: febrero de 2018
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retirarse del Acuerdo mencionado anteriormente junto con el abandono de la política climáticoenergética del gobierno que lo precedió, ha puesto en jaque no solo el cumplimiento del
compromiso de Estados Unidos a la CMNUCC sino alcanzar la meta global y sostener el
inestable equilibrio logrado en 2015.
En el caso de la Unión Europea (en su composición de 28 miembros y hasta que se
resuelva la instancia del Brexit) ha presentado una NDC consistente con el compromiso
alcanzado en términos comunitarios, aunque llamen la atención que la contribución en si misma
se enfoca sólo en la reducción del 40% de las emisiones a niveles de 1990 para el año 2030,
pero no incluye los compromisos de llevar la participación de renovables al 27% e incrementar
la eficiencia energética en el mismo número. Estos valores involucran un esfuerzo solidario
entre sus miembros que puede comprenderse como una diferenciación comunitaria (Bueno,
2017b). Si bien la Unión Europea ha sido pionera en la vinculación climático-energética, tal
como hemos afirmado, los desafíos actuales siguen anclados en la autonomía energética
respecto a Rusia, especialmente en lo referido al gas, la interconexión intra-comunitaria, las
diferencias entre los miembros respecto a los esfuerzos donde actores como República Checa y
Polonia siguen constituyendo ralentizadores de los esfuerzos (a partir de la presencia de
recursos fósiles en sus territorios), tanto como los desafíos del Brexit que tienen implicancias en
todos los frentes de la cooperación. Es posible mencionar también, que a valores CAIT, la
Unión Europea 28 representa un 10% de las emisiones globales de GEIs y sólo su sector
energético genera 8% de las emisiones globales.
Climate Action Tracker catalogó a la NDC como insuficiente, el tercer nivel luego de
críticamente insuficiente (Estados Unidos) y altamente insuficiente (China)10. Entre los
argumentos se encuentran la necesidad de incrementar la eficiencia del mercado europeo ETS,
así como modificar las políticas climático-energéticas comunitarias, caso contrario ni siquiera se
alcanzará la reducción propuesta. Además, ha habido una pausa en el crecimiento de la
participación e inversión en energías renovables que hace peligrar también las metas del 27%.
Con esto se percibe que la original iniciativa europea marcada por las posturas optimistas ha
dado paso a pretensiones más moderadas en el sentido de la posición gradualista.
India y Japón presentan las NDCs más detalladas respecto a la transición energética y
su relación con los efectos del cambio climático. Esto aplica tanto a la reducción de emisiones
en este sector como a la participación de renovables en sus matrices y metas de eficiencia
energética. Pero es interesante analizar cómo los motivos por los cuales esto sucede en términos
de circunstancias nacionales son muy distintos. De su lado, Japón atravesó la situación de
Fukushima y esto llevó al país a abandonar la energía nuclear refugiándose, en parte, en el
carbón. De cualquier modo, Japón se comprometió a reducir sus emisiones en todos los sectores
en un 25,4%, aniveles de 2005 y, particularmente en el sector energético, anunció la intención
de reducir el 24% de sus emisiones. De cualquier modo, Climate Action Tracker ha catalogado
a la NDC japonesa como altamente insuficiente11.
La situación de India es muy distinta porque se ha comprometido a reducir sus
emisiones y a desacoplarlas del crecimiento económico. Además, se trata de una contribución
anclada en la opción de la transición energética hacia las renovables y el incremento en la
eficiencia. Es el primer país del ranking de los principales emisores que el Climate Action
Tracker ha catalogado como suficiente y acorde con el propósito del Acuerdo de París referido a
no traspasar el incremento de temperatura más allá de 2ºC de acuerdo a los niveles preindustriales12. De acuerdo a sus circunstancias nacionales, la NDC de India refiere a la
importancia que asigna el país al acceso y suministro energético y la prioridad de alcanzar el
desarrollo, la reducción de la pobreza y la desigualdad. En tal sentido, no debe perderse de vista
10
Información disponible en https://climateactiontracker.org/countries/eu/. Consulta: febrero de 2018
Información disponible en http://climateactiontracker.org/countries/japan. Consulta: febrero de 2018
12
Información disponible en http://climateactiontracker.org/countries/india. Consulta: febrero de 2018
11
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que el acceso a la energía constituye el séptimo objetivo de desarrollo sustentable acordado en
la Agenda 2030.
El caso de Rusia no sobresale debido a su tradicional política contraria a los objetivos
multilaterales sobre cambio climático vinculada estrechamente con la relevancia de los
hidrocarburos en su economía política doméstica y su proyección internacional. Esto está acorde
con que es el único país del ranking que no ha presentado su NDC a la CMNUCC. Este país
representa el 5% de las emisiones totales globales a niveles CAIT, valor que equivale en un
90% al sector energético. Sin embargo, la INDC presentada en 2015 constituye la contribución
pretendida, la cual anunció una limitación de los GEIs del 70 al 75% a niveles de 1990 hacia
2030, acorde con la capacidad de absorción del sector de bosques. Anunció, además, que la
medida implica un desacople del crecimiento económico y las emisiones, así como un
incremento de la eficiencia energética y del balance energético nacional.
Brasil es el séptimo emisor global y el primero de América Latina, pero su matriz de
emisiones es muy diferente a la de otros países en la región como producto de su mix energético
donde el 40% está basado en energías renovables, cuyo 75% se concentra en el sector eléctrico.
Esto no quita que los desafíos de Brasil no sean significativos, especialmente respecto a las
emisiones relacionadas con el cambio en el uso de la tierra generado por deforestación, sector
en el cual ha habido un conjunto de reveses en el último lustro, con relación a la normativa
sancionada durante la gestión del presidente Lula y la Ministra Marina Silva (Viola y Franchini,
2014).
Por otra parte, Brasil se reserva la opción de utilizar mecanismos de mercado para
alcanzar su contribución. Si bien los mecanismos de mercado derivados del Acuerdo de París,
en su artículo 6, aún no están suficientemente maduros, Brasil es uno de los países con
posiciones más definidas en esta materia. Uno de los puntos de discordia que Brasil aclara en su
NDC tiene que ver con que el país no reconocerá el uso de unidades provenientes de resultados
de mitigación alcanzados en territorio brasileño por otros países a través de ningún mecanismo
por fuera del marco de la Convención. Climate Action Tracker cataloga la NDC de Brasil como
insuficiente, especialmente como resultado de la retracción de las políticas contra la
deforestación y la reducción del presupuesto ambiental, entre otras13.
Indonesia hace uso del modelo de contribución de México y otros países que tienen
metas condicionales e incondicionales. Esto significa asumir un conjunto de esfuerzos que se
harán con recursos propios y sostener que un cierto nivel mayor de ambición sería posible con
apoyo externo en base a lo establecido en la CMNUCC y el Acuerdo de París en sus artículos 9
al 11 referidos a los medios de implementación.
Además, Indonesia explica en su NDC que el mayor esfuerzo está radicado en la
reducción de la deforestación, especialmente a través del programa REDD plus. Esto se
manifiesta en el desagregado del esfuerzo por sector que, mientras el sector energético involucra
una meta incondicional de reducir 11% a 2030 y 14% de modo condicional, en el caso del
sector de bosques el número se eleva a 17,2% y 23% (incondicional y condicional
respectivamente). Indonesia también realiza una contribución específica respecto a la
participación de renovables en la oferta de energía primaria y apuesta por un mix energético.
Cabe notar que en términos de circunstancias nacionales el país manifiesta que su prioridad es
reducir el nivel de personas por debajo de la línea de pobreza, que en este momento ronda en
torno del 11%.
Climate Action Tracker considera que la NDC de Indonesia es insuficiente en la medida
que considera su política climática una contradicción entre el plan de renovables y la supuesta
13
Información disponible en http://climateactiontracker.org/countries/brazil. Consulta: febrero de 2018
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apuesta fuerte por un mix energético y, por otra parte, el incremento del rol del carbón y su
incremento de emisiones al respecto, incluyendo las nuevas plantas de carbón planificadas14.
El caso de Canadá es paradigmático en la medida que se trata de un país con un
discurso ambiental y especialmente climático de muy alto nivel, especialmente bajo la actual
gestión de Justin Trudeau. Sin embargo, los compromisos efectivos multilaterales no son del
mismo nivel. Esta tendencia tuvo como una de sus máximas manifestaciones la salida del país
del Protocolo de Kioto en 2012, y por ende, su limitación del segundo período de compromisos.
La NDC presentada por Canadá involucra una reducción concreta de emisiones para el
año 2030 pero no incluye metas específicas respecto al sector energético. Lo que sí menciona es
la relevancia de reducir las emisiones del sector industrial y mejorar la eficiencia energética
pero no involucra un objetivo concreto. Tal y como se observó en el caso ruso, el caso de los
compromisos canadienses evidencian estar fuertemente condicionados por su situación de gran
exportador de hidrocarburos a Estados Unidos.
El Climate Action Tracker considera la NDC como altamente insuficiente no solo
porque existen dudas respecto al cumplimiento de lo asumido en la contribución, sino porque la
contribución no es acorde con su “fair share” en el cumplimiento del propósito del Acuerdo15.
Finalmente, México es el décimo emisor a nivel global y el segundo de América Latina
y el Caribe. Su NDC incluye metas condicionales e incondicionales siendo el primer país en
desarrollo que en su INDC de febrero de 2015 utilizó esta estrategia. La NDC usa como tipo de
contribución el BAU, que ha sido seguido por diversos países y no incluye metas específicas
respecto al sector energético a pesar de que el 70% de sus emisiones provienen del mismo de
acuerdo a datos del CAIT. Cabe notar que, al igual que Canadá, incluye metas respecto al
carbono negro de acuerdo a su condición geográfica y la preocupación por el efecto del mismo
sobre el Ártico. Asimismo, México presenta una meta de intensidad por unidad de GDP y el
desacople del crecimiento económico de las emisiones. Para el Climate Action Tracker la NDC
es insuficiente dado que consideran que con las políticas y trayectoria actuales el país no podrá
cumplir su meta, aunque se le reconoce los pasos importantes que ha dado respecto a la cuestión
de las energías renovables16.
Conclusión
En el presente artículo se han identificado y ponderado de modo no exhaustivo las
diversas posiciones acerca de la interrelación y condicionamiento mutuo entre energía y cambio
climático, haciendo énfasis en la transición energética y su lazo con los efectos del cambio
climático. Para ello se han considerado las posturas con relación a los liderazgos en el contexto
de adopción e implementación del Acuerdo de París de la Convención Marco de Naciones
Unidas sobre Cambio Climático. Ya que se trata de un fenómeno del máximo alcance espacial,
político, económico y temporal, las medidas emprendidas para hacerle frente tienen el mismo
alcance y, por lo mismo, altos niveles de complejidad y dificultad.
A partir de la consideración de los entramados energéticos de la época actual y el nivel
de integración de los sistemas que proveen de servicios energéticos para la vida moderna, se
comprueba que de esta interacción no pueden resultar iniciativas simples ni lineales.
Probablemente, las mismas afecten prácticas sociales e inclusive lleguen a constituir problemas
de seguridad para muchos países. Esto se debe a que no se trataría solamente de la necesidad de
incrementar (exponencialmente, por otro lado) el aprovechamiento de la energía solar y eólica,
14
Información disponible en http://climateactiontracker.org/countries/indonesia. Consulta: febrero de 2018
Información disponible en http://climateactiontracker.org/countries/canada. Consulta: febrero de 2018
16
Información disponible en http://climateactiontracker.org/countries/mexico. Consulta: febrero de 2018
15
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entre otras, sino también de la modificación de estilos de vida y modos de producción en
sentido amplio.
Estos hechos son el fundamento de la gran variedad de posiciones a nivel internacional
tanto a nivel de stakeholders, como de científicos y expertos. A pesar de ello, es perceptible a
partir del análisis histórico expuesto que la postura moderada sobre la díada en cuestión ha
ganado espacio. Lo cual no necesariamente implica llegar a todos los resultados necesarios para
evitar consecuencias futuras de cambio climático irreparables e insostenibles, aunque sí avanzar
de modo realista y con mayor nivel de consenso hacia algunas estrategias concretas. Es evidente
que se ha difundido con fuerza la lógica de una transición hacia una economía hipocarbónica,
aunque los esfuerzos tecnológicos no alcancen y sea necesario complementarlos con nuevas
estrategias de cooperación y consenso.
Dentro de esas estrategias de cooperación se ha alcanzado un acuerdo multilateral
largamente esperado y disputado que otorga un paraguas y una nueva visión acerca de la acción
climática de los países desarrollados y en desarrollo. Este acuerdo, si bien no incluye
abiertamente aspectos relativos a la transición energética, no podría haberse alcanzado sin las
contribuciones expresas de las Partes respecto a cómo participar en el esfuerzo colectivo para
luchar contra el cambio climático, de acuerdo a la diferenciación y los compromisos
previamente adquiridos.
En el análisis de las contribuciones nacionales puede evidenciarse que todos los países
incluyen metas de reducción o limitación de emisiones que en casi todos los casos involucran al
sector energético, ya sea que se facilite la información para conocer el valor exacto de reducción
o no. Además, la gran mayoría de estos países incluyen metas sobre eficiencia energética y
participación de renovables en las matrices nacionales. Sin embargo, los informes de efecto
agregado de la Secretaría de la Convención han puesto en evidencia que los esfuerzos agregados
siguen siendo insuficientes. Por lo cual, el proceso de ciclos que tendrá lugar cada cinco años
tendrá un rol significativo para incrementar la ambición para lograr el propósito del Acuerdo.
Además, gran parte del enfoque de este artículo y de las NDCs ha estado concentrado
en el rol del sector energético en la mitigación del cambio climático. No obstante, para los
países en desarrollo el sector también tiene un rol central en la adaptación, lo cual ha sido solo
tangencialmente mencionado en las NDCs, donde usualmente en adaptación se refiere a otros
sectores como recursos hídricos, infraestructura y ecosistemas, entre otros.
Esto no significa que las tres posturas reseñadas hayan perdido vigencia, más bien
siguen teniendo lógica y anclaje en distintos ámbitos públicos y privados. En el espacio
multilateral, la visión optimista, transnacionalista y tecnocrática permitió apalancar un momento
político de estancamiento, especialmente ligada al liderazgo europeo. Sin embargo, la ciencia
climática y las propias realidades de implementación de los países, así como los cambios en los
liderazgos han favorecido la gradualidad en los esfuerzos.
La ciencia climática ha aportado realidad a los efectos del cambio climático en el
presente y los por venir en distintos escenarios. Mientras que las contribuciones nacionales
tienden a mostrar esta situación donde si bien los países apuestan por la transición energética, lo
hacen bajo la opción gradualista, connotando que los combustibles fósiles seguirán teniendo un
rol significativo por décadas.
Con lo cual, los resultados de este trabajo han sido el fruto del contraste entre las
posturas identificadas en torno al binomio en la literatura analizada, con la evolución del
proceso negociador multilateral de cambio climático a partir del estudio de fuentes primarias y
secundarias. En este sentido, el análisis de las NDCs, como vehículo de la acción climática a la
luz del Acuerdo de París permite evidenciar las estrategias de las Partes -en este caso hemos
estudiado las contribuciones de los principales emisores-, de modo de contrastarlas con las
posturas existentes. De este modo, hemos sostenido como hipótesis que la postura optimista,
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transnacionalista y tecnocrática fue clave para impulsar los mandatos hacia el Acuerdo,
especialmente teniendo en cuenta las dificultades que supuso y la constante percepción
colectiva de estancamiento. Sin embargo, ya en los albores de la negociación de París, las Partes
mostraron un mayor gradualismo y si bien hay una apuesta clara a la transición energética que
puede evidenciarse en las contribuciones y en otros documentos analizados a nivel nacional e
internacional, la fe en que puede ser la única o principal salida se ha visto menoscabada.
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Anexo I
Tabla 1: Contribuciones Nacionales presentadas a la CMNUCC por los 10 principales emisores de
GEIs
Países
Meta de
reducción de
emisiones en el
sector energético
2025
Meta de
reducción de
emisiones en el
sector energético
2030
Meta de
eficiencia
energética 2025
Meta de
eficiencia
energética 2030
Otros
aspectos/metas
en la NDC sobre
el sector
energético
CHINA
- No se incluye
en tanto China
tiene una meta a
2020 establecida
en 2009
- Alcanzar pico
en emisiones de
CO2, sin
especificar el
sector
- No se incluye
en tanto China
tiene una meta a
2020 establecida
en 2009
-Incrementar la
participación de
energías de
fuentes no fósiles
en 20%
- Construir un
sistema
energético de
bajas emisiones
incluyendo
medidas
detalladas para
lograrlo
- No incluye
- No incluye
- Clean Air Act
- Reducir las
emisiones de
CO2 en todos los
sectores de 60 a
65% por unidad
de GDP a niveles
de 2005
ESTADOS
UNIDOS
UE28
- Reducir 26-28%
de las emisiones
en todos los
sectores de la
economía a
niveles de 2005
- No incluye
- No incluye
- Reducir 40%
emisiones en
todos los sectores
de la economía a
niveles de 1990
- Energy Policy
Act
- Energy
Independence
and Security Act
- No Incluye
- No está
especificado en la
NDC pero es
compromiso
comunitario la
mejora del 27%
en la eficiencia
energética
- La cobertura del
sector energético
involucra la
combustión de
fósiles en las
industrias
energéticas,
manufactureras,
construcción y
transporte.
Incluye
emisiones
fugitivas de los
combustibles
fósiles y el
transporte y
almacenamiento
de CO2
-Alcanzar 60 GW
de energía eólica
para 2022.
-Energy
Conservation Act
-Alcanzar 100
GW de energía
solar para 2022.
-Alcanzar 40% de
capacidad
instalada de
energía eléctrica
proveniente de
fuentes no
fósiles.
-Alcanzar 10Gw
de energía de la
-Alcanzar 63 GW
de la energía
-National
Mission for
-No está
especificado en la
NDC pero es
compromiso
comunitario
obtener un 27%
de cobertura de
fuentes
renovables
INDIA
-No incluye
-Reducir la
intensidad de
emisiones por
unidad de GDP
en 33/35% a
niveles de 2005
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-National
Electricity Policy
-Integrated
Energy Policy
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biomasa para
2022
nuclear para 2032
Enhanced Energy
Efficiency
- Instrumentos
fiscales:
impuestos a los
combustibles
fósiles,
mecanismos de
mercado y
certificados
energéticos
RUSIA
JAPÓN
-
No presentó su primera NDC
- No incluye
- Reducir
emisiones 25,4%
a niveles de 2005
en todos los
sectores
- No incluye
- Reducir 24%
emisiones del
sector energético
a niveles 2005
BRASIL
INDONESIA
- Reducir
emisiones 37% a
niveles 2005 en
todos los sectores
- No incluye
- Eficiencia
energética
especialmente en
sector de cemento
y producción de
hierro, pero hay
metas específicas
de eficiencia por
sector y actividad
- Reducir
emisiones 43% a
niveles de 2005
en todos los
sectores
- Reducir 29%
emisiones
respecto a un
escenario BAU
de modo
incondicional y
reducir 41%
emisiones
respecto a BAU
de modo
condicionado al
apoyo
internacional
- Reducir 11%
emisiones del
sector energético
de modo
incondicional y
14% de modo
- Mix energético
basado en
distintas fuentes
alcanzando 22 a
24% de fuentes
renovables
- Long term
energy supply
and Demand
Outlook for 2030
- Advising
Committee for
National
Resources and
Energy
- Aumentar la
participación de
renovables en
18%
- Política
Nacional de
Cambio
Climático
- Alcanzar 45%
renovables en el
sector energético
- Reserva el
derecho de usar
mecanismos de
mercado
- La NDC incluye
un mix energético
- La NDC incluye
un mix energético
- Alcanzar 23%
de participación
de energías
renovables
- Alcanzar una
participación del
31% de energías
renovables para
2050
- Plan de Acción
Nacional para las
reducciones de
GEIs
- La participación
del petróleo en el
mix de oferta de
energía primaria
debe ser menor al
25%; menor del
30% para el
carbón y 22%
para el gas
95
- La participación
del petróleo en el
mix de oferta de
energía primaria
debe ser menor al
20% para 2050;
menor del 25%
para el carbón y
20% para el gas
- Política
Energética
Nacional
Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018, pp. 75-96
ISSN 0326-7806 (edición impresa) - ISSN 1852-7213 (edición en línea)
condicional
respecto a un
escenario BAU
CANADÁ
- No incluye
- Reducir el 30%
de las emisiones
a niveles de 2005
en todos los
sectores
- No incluye
-No incluye
- Incluye
compromiso del
país por el
carbono negro y
su impacto en el
Ártico
MÉXICO
- Alcanzar un
pico neto para
2026
- Desacoplar las
emisiones del
crecimiento
económico
reduciendo las
emisiones 40%
por unidad de
GDP entre 2013
y 2030
- Reducir 50% de
las emisiones
respecto a un
escenario BAU
para 2050 a
niveles de 2000
- Pan Canadian
Framework on
Clean Growth
and Climate
Change
- Precio al
carbono como
iniciativa para
alcanzar los
objetivos
- No incluye
- No incluye
- Estrategia
Nacional de
Cambio
Climático 2013
- Programa
Especial en
Cambio
Climático 20142018
- Meta
incondicional:
reducir 25%
emisiones para
2050
- Ley general de
Cambio
Climático 2012
- Meta
condicional:
reducir 40%
emisiones
consistentes con
un acuerdo
internacional
sobre el precio al
carbono,
cooperación
técnica y apoyo,
respecto a un
escenario BAU
- Impuesto al
carbono 2014
- Reforma
energética 2014
Fuente: Bueno y Calcagno (2018) con base en la información del Registro Interino de NDCs en la CMNUCC
Disponible en http://www4.unfccc.int/ndcregistry/Pages/All.aspx
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Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018, pp. 97-101
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ARTÍCULO DE OPINIÓN
Siria en sus actuales circunstancias
Juan José Santander*
Vivimos en tiempos de postverdad.
Ése es al menos el pomposo nombre académico para afirmar, argumentar y sostener lo
que no es.
Ya Protágoras, con su manoseado “el hombre, medida de todas las cosas”, no estaba
postulando lo que intentó el humanismo renacentista europeo, sino simplemente aducir que
como yo lo percibo o creo que es, así es.
Al menos para mí, con lo que esta postmoderna, postindustrial postverdad no resulta ni
original ni novedosa. Sí desfachatada.
Pero vamos a las argumentaciones:
Jenófanes de Colofón, que vivió durante casi todo el siglo VI y parte del V a.C.,
proponía, según Plutarco, “que estas cosas sean presentadas de modo que se asemejen a las
verdaderas”, adelantándose así en dos milenios y medio al sabio consejo de Jean Cocteau: “Ces
mystères nous dépassent: feignons d’en être les organisateurs”. Estos misterios nos superan:
finjamos ser sus organizadores.
Esta mención apunta a señalar la variedad y a menudo contradictoria diversidad de
argumentos cuando se afrontan las actuales circunstancias de Siria.
No se trata sólo de diferentes maneras de considerar, interpretar y apreciar los hechos
sobre el terreno y sus antecedentes, sino también de que esto responde, además del refrán “cada
uno cuenta la fiesta según le fue en ella”, a los intereses propios de cada uno de los participantes
en esta tragedia a la que no son ajenos los países vecinos y de la región sino asimismo las
grandes potencias, sobre todo la mayor de todas, Estados Unidos, y su desafiante y aspirante al
peso en esa categoría, la Rusia de Putin.
El advenimiento de Trump en Estados Unidos abre además nuevos interrogantes, quizá
menos, atento al panorama de su primera gira al exterior, o menos novedosos, que lo que se
especulaba, esperaba y temía.
El caso es que todo parecería haber comenzado en lo que se dio en llamar “primavera
árabe”, denominación de la que cabría inferir que el cambio climático ha afectado hasta la
terminología. Aún más, supongo, desde el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París.
En aquel momento, ciertos grupos sociales estimaron llegado el tiempo de alcanzar
libertades semejantes a las disfrutadas por los habitantes de otros países del mundo, sobre todo,
*
Ministro, en el Servicio Exterior de la Nación desde 1971. Profesor de Castellano y Ciencias Sociales,
Universidad Nacional del Litoral (UNL). Master en Ciencias Sociales, Especialidad en Relaciones
Internacionales, FLACSO/Argentina. Prestó servicios en las Embajadas argentinas en Siria, Túnez, Libia,
Venezuela, Singapur, Filipinas, Egipto, Marruecos e India entre 1973 y 2012. Condecorado por los
Gobiernos de Alemania y Marruecos. Consultor y miembro del Comité de Estudios de África y Medio
Oriente del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) desde 1995.
97
Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018, pp. 97-101
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reconozcámoslo, de lo que se suele llamar Occidente, y también de tener una participación en el
gobierno de la sociedad que integran, lo que implica también, en el manejo de sus riquezas.
Los dirigentes del movimiento inicial de protesta, que incluía a mujeres y a miembros
de distintas confesiones proponían una revuelta no violenta ni sectaria, procurando evitar y
teniendo presente la suerte corrida por el levantamiento de 1982 en Hama, inspirado por los
Hermanos Musulmanes, y su virtual aniquilamiento por parte del gobierno del padre y antecesor
de Básher, Hafez Al Assad.
Habiendo comenzado en marzo de 2011, la brutal represión que el régimen de Damasco
ejerció contra manifestantes pacíficos y el despliegue a ese fin de milicias sobre todo alauitas
provocó una movilización sectaria: promediando el año, los sunís opositores de Al Assad en
toda Siria tomaron las armas. Esto derivó en nuevas masacres y más enfrentamientos, como el
acorralamiento de comunidades sunís en áreas estratégicas así como de localidades en el Norte
habitadas por shiís leales a Damasco.
El corte dinástico del gobierno de Báshar Al Assad, su sesgo de minoría sectaria por tal,
no deben escamotearnos el hecho de que -quizá por un remoto vestigio de la secularidad
multiconfesional originaria del partido Baaz, junto con el Iraq de Saddam Hussein, el Egipto de
Nasser y El Líbano que con todas sus fragilidades consigue subsistir- significa el último
testimonio de una sociedad árabe abierta a cierta modernidad sin perjuicio de su identidad
tradicional, ajena al amparo de dinastías también más o menos inventadas, nacionalismos
recortados por los designios de las potencias coloniales, restos de ideología de los movimientos
de liberación y caudillos militares crecidos al abrigo de esas circunstancias.
Lo menciono porque ese gobierno minoritario está obligado desde hace tiempo a
negociar con otras minorías, que serían todas ellas probablemente avasalladas por una dirigencia
que se considerara legitimada por su condición mayoritaria, en este caso suní, y contaría además
con el apoyo de varios regímenes de la región que comparten y promueven esa rama mayoritaria
del Islam. Que, recordémoslo, comparten con Al Qaida y el autodenominado califato de ISIS.
Los clérigos uahabis de Arabia Saudí y aquéllos ligados a otras monarquías del Golfo
contribuyeron a debilitar el núcleo civil de la sublevación promoviendo y apoyando a rebeldes
salafistas que rechazaban la democracia, enarbolaban el despojo suní por parte de los alauís
apóstatas y sus aliados shiís y no tardaron en atacar a los participantes secularistas impulsores
del movimiento inicial. Así nace el grupo Jaísh Al Islam, Ejército del Islam, con
reivindicaciones más o menos fantasiosas de la dinastía Omeya como parapeto contra el avance
shií.
Ese apoyo saudí fue aflojando a medida que transcurría el conflicto, por presiones de
Estados Unidos tanto como por deber atender a su intervención en Yemen.
No todos los sunís en Siria, sin embargo, están en contra de Al Assad. ISIS ha
atemorizado a lo que queda de clase media en el devastado país. Muchos preferirían una relativa
estabilidad bajo la égida familiar de los Assad al caos total. Recuérdese la familia siria que tras
la recuperación de Alepo por las fuerzas gubernamentales eligió recientemente partir de vuelta a
su ciudad desde Mendoza, donde todos sus miembros habían sido recibidos e instalados como
refugiados.
Una proporción desconocida de sunís que han permanecido o se han desplazado a áreas
bajo dominio gubernamental pueden tener intereses que coinciden con los del régimen o bien lo
prefieren a lo que consideran una inevitable alternativa islamista. Otros han tratado de
mantenerse al margen o no expresar su oposición simplemente por temor a represalias.
Finalmente, debe recordarse algo que a veces la juventud de varios países surgidos tras
las dos guerras mundiales y el proceso de descolonización olvidan: se trata de entidades
geopolítica e históricamente muy antiguas –en este caso, de las más antiguas registradas- que, a
través de sus diversos avatares han conservado rasgos tradicionales milenarios que aún se
evidencian en la vida cotidiana y en la trama social. En Siria, las familias poderosas lo son
desde hace mucho tiempo y han sorteado las más variadas peripecias para conservar su poder y
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Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018, pp. 97-101
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prestigio; es decir, que han convivido con los Assad como sus antepasados con tantos otros, y
los Assad han tratado de que jugaran a su favor o al menos que no se les opusieran, negociando
esa anuencia o apoyo en el más concreto y crematístico de los sentidos.
Ello ha permitido la preservación de cierta apariencia de gobernabilidad, por una parte
y, por otra, que el gobierno de Damasco lograra conservar, mediante representantes atentos a los
vínculos locales mencionados, una cierta apariencia de dominio. Por lo demás, las situaciones
son a veces tan desesperadas que el amparo de alguna forma de orden que permita la
cotidianeidad es preferible al caos.
Recuérdese que ya las primeras comunidades musulmanas optaron por admitir un califa
dominante y reconocerle la “sulta” –el poder, de donde “sultán”- para alejar el espectro de la
“fitna”: el desorden, el caos.
A partir del momento en que Moscú decidió tomar cartas en el asunto, los gobiernos que
inicialmente los habían sostenido dejaron a los rebeldes a su suerte. La volubilidad del apoyo de
Turquía, Jordania y los países del Golfo evidenció que los consideraban instrumentos de sus
objetivos geopolíticos y no aliados en una identidad suní común y transnacional, lo que
contrasta con el apoyo exterior recibido por Al Assad, bastante más constante y mantenido.
Recordemos, por otra parte, que el principal sostén del régimen alauita, además de
Rusia, es Irán, no sólo shií –Shi’a es, en árabe, literalmente, secta-, sino persa, esto es, no árabe.
El hecho de que la Shi’a haya nacido entre los árabes y casi en vida de Mahoma, a partir
de la descendencia del cuarto califa, Ali, yerno del profeta, no obsta para que, salvo el Iraq
posterior a las intervenciones de Estados Unidos, sea Irán su principal representante.
Hay shiís en muchísimos países donde hay musulmanes, incluida la India, que más
temprano que tarde contará con el mayor número de fieles en el mundo. De hecho, la primera
inmigración musulmana a la Argentina parece haber sido de esa confesión, proveniente de El
Líbano, y hasta hoy sus descendientes intervienen en la faena halal para la colectividad local.
Pero el problema probablemente radique en ciertas minorías singulares: en Bahrein,
donde son mayoría pero bajo un gobierno y una familia real sunís; en Yemen, donde
constituyen un grupo importante y de raigambre histórica y, especialmente, en Arabia Saudita,
donde además de su número, ocupan el área que concentra la mayor parte de la riqueza petrolera
del reino.
El comienzo de la gira que hay quien llamaría, como les gusta a los toledanos, “de las
tres culturas”, de Donald Trump en su primera salida al exterior como Presidente, precisamente
ahí, sumado a sus diatribas contra Irán, nos dan una vislumbre de dónde se volcaría el peso
estadounidense en caso de un eventual e improbable enfrentamiento bélico entre Sunna y Shi’a,
allende las fintas amenazantes. Aunque Yemen constituye un desgraciado ejemplo del paso a las
efectividades conducentes en tal sentido, por ahora es sufrido trágicamente sólo por su
población.
Y Siria, que es otro caso, tiene también ese trasfondo de conflicto intraconfesional –casi
a la manera de las guerras europeas de religión de hace unos siglos- al que se superponen los
intereses de sus vecinos en la región más los del campeón de todos los pesos y su desafiante,
que ve en ésta su única oportunidad de seguir influyendo en Medio Oriente.
Así lo ha mostrado organizando en Astana, Kazajstán, en marzo de este año, una
reunión donde consiguió convocar a Turquía e Irán, junto a fracciones combatientes en Siria
ajenas a ISIS y Al Qaida.
La presión de Turquía sobre los rebeldes que se vieron obligados a procurar su apoyo –
interesado, a árabes sí, a kurdos sirios no- ante el distanciamiento saudí, para que acudieran a la
convocatoria de Moscú, debilitó la participación de esos grupos en Ginebra, donde continúan
negociaciones más o menos estancadas para buscar una solución al conflicto.
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Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018, pp. 97-101
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Quienes asistieron a Astana, sin ilusión alguna respecto de un cambio en las intenciones
rusas de sostener el régimen de Damasco, procuraban al menos obtener cierto alivio de los
ataques de la aviación rusa en las áreas que ocupan.
El alarde inicial de Turquía como campeona de los sunís sirios mutó hacia un cierto
alineamiento con Moscú a pesar de los enfrentamientos que protagonizaron de entrada. Esto se
explica por el propósito turco de obtener la connivencia rusa para frenar a la milicia del Partido
Kurdo de Unidad Democrática (PYD), vinculado al Partido de Trabajadores Kurdos (PKK)
turco, e impedir que controle áreas contiguas a su frontera sur. Aparte de otros intereses
económicos y comerciales que influyeron probablemente en ese giro.
La reciente decisión del gobierno de Trump de armar precisamente a esas milicias
kurdas –que, debe reconocérsele, han sido las más efectivas en el combate contra ISIS tanto en
Iraq como en Siria- para lograr el desbaratamiento del autodenominado califato y la toma de su
capital, Rakka, provocó desde su anuncio la indignación de Ánkara, con amenazas de restringir
a Estados Unidos el uso de las bases aéreas en su territorio.
Estas bases proveen a las actividades estadounidenses contra ISIS desde el Norte de
Siria, como las de Qátar lo hacen desde el Sur.
De ahí que resulte aún más problemática la campaña contra este Estado lanzada por
Arabia Saudita en compañía de los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Egipto, no apoyada por
Kuwait ni por Omán, argumentando que el gobierno de Doha ampara a los Hermanos
Musulmanes, quienes, aparte de su identidad religiosa moderada, nacidos hace casi un siglo
como reacción ante la intervención extranjera regional –Turquía- y extrarregional –en aquel
tiempo Francia e Inglaterra-, son vistos por las rancias –y no por su legitimidad milenaria ni
mucho menos- autocracias del Golfo, a las que se suma un Egipto no precisamente floreciente
en democracia y libertades civiles.
El ataque con armas químicas en Jan Sheijun que fue atribuido al gobierno de Damasco,
al igual que otros anteriores, sin que pueda aseverárselo sin sombra de duda, provocó el primer
gran gesto teatral del gobierno de Donald Trump. Como la súper bomba estallada en Afganistán
constituyó más que nada una demostración de fuerza. Los rusos fueron prevenidos y se arrasó la
base aérea vacía de aviones y personal.
Yendo al “qui prodest”, el ataque de Jan Sheijun, no benefició ni se podía considerar
que beneficiaría al régimen de Damasco, como señalaron, entre otros, el sabio comentarista
israelí Uri Avnery.
Fue aprovechado por la actual administración en Washington para mostrar quién tiene el
brazo más largo y potente. Darle más trascendencia sería a mi entender un ‘non sequitur’.
Más allá de la tragedia de once millones de desplazados sirios y unas cuatrocientas mil
víctimas en estos años de conflicto, sin contar los que perdieron la vida tratando de huír, las
familias destruídas y los huérfanos, el riesgo de aniquilación, compartido con otros países de la
región y no sólo Iraq, de poblaciones cristianas de tiempos apostólicos –cuya defensa no ha sido
en ningún momento casus belli-, subyace a este conflicto, además de cuestiones geopolíticas e
intereses económicos, un enfrentamiento cultural, cuyas sangrientas consecuencias no se
restringen a aquella pobre castigada área sino que se hacen presentes en países occidentales
como también lo hicieron en nuestro país en los noventa.
Un descubrimiento reciente estimo que lo ilustra adecuadamente. Se trata de una carta
en la que Cassius Clay cuenta cómo llegó a ser Mohamad Ali. En una reunión le acercaron un
periódico que circulaba entre afroamericanos en los años sesenta del siglo pasado, que se
llamaba “Mohammed speaks” –“Mahoma habla”- y en él había una historieta, donde se veía a
los primeros africanos esclavos que llegados a América se orientaban hacia la Meca para rezar
en árabe, y sus amos blancos los azotaban increpándolos por rezar “en esa lengua” y
ordenándoles hacerlo como les habían enseñando, rogando a Jesús, a lo que los pobres
respondían: Sí, amo, rezaré a Jesús.
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Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018, pp. 97-101
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Dice MohamadAli que ahí se dio cuenta de que el cristianismo era la religión de los
opresores.
Nadie le explicó que quienes habían convertido a sus antepasados al Islam eran los
traficantes que los llevaban del interior a las costas africanas, para venderlos a ingleses y
portugueses, entre tantos otros, para vergüenza general de la humanidad.
Lo más probable es que el conflicto en Siria se prolongue por décadas, que la única
solución accesible a la vista sea procurar una democratización del régimen que gobierne
Damasco, con tanta participación de la sociedad civil como sea posible. Y, probablemente
también, aunque sea en un período de transición y mal que pese, con la presencia de Al Assad.
Todo lo dicho sobre el anterior presunto ataque de armas químicas por parte del
gobierno de Damasco, puesto en duda hasta por un sabio israelí como Uri Avnery, es aplicable
al caso actual del presunto ataque con armas químicas del gobierno de Al Assad en Duma.
En cuanto al terrorismo, mientras los países y los conflictos, incluído el Palestino, sigan
deteriorándose y agravándose, será probablemente como cuando se arroja una piedra en un
estanque: el golpe y disturbio en el agua es puntual y proporcionado al impacto, pero las olas
concéntricas que de él surgen se reproducen, aunque disminuyendo poco a poco, constante y
persistentemente.
Y, como la tierra es redonda, llegan a todos lados.
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Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018
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Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018, pp. 103-107
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ARTÍCULO DE OPINIÓN
El futuro de Ucrania: entre el conflicto de Donbas, la pérdida de
Crimea y los Acuerdos de Minsk (Parte I)
Miguel Ángel Cúneo*
En el mes de marzo del corriente año, se cumplieron cuatro años de la anexión de la
entonces República Autónoma de Crimea y la Ciudad de Sebastopol por la Federación de Rusia.
En primera instancia la anexión se apoyó en una operación militar promovida, según fuentes
occidentales, por la Federación de Rusia, aunque los soldados que participaron no tenían
identificación. Asimismo se cumple el cuarto aniversario de la ocupación parcial de las regiones
de Donetsk y Lugansk ubicadas en Ucrania Oriental por separatistas que, también según fuentes
occidentales, habrían sido apoyados por la Federación de Rusia.
En el contexto de este escenario conflictivo, la firma de los denominados Acuerdos de
Minsk I y II tuvo su fundamento en sendas cuasi derrotas de las fuerzas gubernamentales
ucranianas en los años 2014 y 2015, respectivamente. Si bien el Acuerdo de Minsk II ha sido
recogido en una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y, el denominado
“Paquete de Medidas para la Implementación de los Acuerdos de Minsk” detalla los pasos a
cumplir con vistas a un eventual fin del conflicto1, la situación que se mantiene en un nivel de
enfrentamiento latente y Ucrania continúa con su territorio cercenado.
Esta situación, demás está decir, acontece pese a que en noviembre de 1990 Ucrania y la
Federación de Rusia, aún siendo repúblicas integrantes de la ex Unión Soviética, firmaron un
acuerdo de reconocimientos recíprocos de fronteras2 y, en lo bilateral, esto fue confirmado en el
Acuerdo de Cooperación y Asociación de 19973. Asimismo, en el año 1994 se firmó el
Memorándum de Budapest por el cual Estados Unidos y el Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda del Norte garantizaban la inviolabilidad del territorio ucraniano en el marco de la
entrega de su armamento nuclear heredado de la ex Unión Soviética4.
*
Funcionario retirado del Servicio Exterior de la Nación (Argentina). Ex Embajador argentino en Ucrania
y en Armenia. Abogado, Universidad de Buenos Aires (UBA). Master in International Public Policy,
School of Advanced International Studies, The Johns Hopkins University, Washington DC. Profesor
Ayudante de Derecho Internacional Público en la Facultad de Derecho, UBA y Profesor Titular de
Derecho Internacional Público en la Facultad de Derecho, Universidad de Ciencias Empresariales y
Sociales (UCES). Correo electrónico: cuneomiguel13@gmail.com
1
Resolution 2202(2015) Adopted by the Security Council at its 7384th meeting, on 17 February 2015,
identificada como S/RES/2202 (2015).
2
Tratado entre la República Soviética Socialista Federativa Rusa y la República Soviética Socialista de
Ucrania del 19 de noviembre de 1990 sobre reconocimiento de fronteras, artículos 1 y 2. Disponible en
https://treaties.un.org/doc/Publication/UNTS/Volume%2101641/c1641.pdf (página 219). Consulta: 1º de
abril de 2018.
3
Tratado de Amistad, Cooperación y Asociación entre la Federación de Rusia y Ucrania firmado en Kiev
el 31 de mayo de 1997, artículo 2. Disponible en:
http://repository.un.org/bitstream/handle/11176/178648/A_52_174-ES.pdf?sequence=6&isAllowed=y.
Consulta: 2 de abril de 2018.
4
Memorándum de garantías de seguridad en relación con la adhesión de Ucrania al Tratado de No
Proliferación de Armas Nucleares de fecha 5 de diciembre de 1994 (Artículos 1,2 y 3 de la Parte
Dispositiva).
Disponible
en:
103
Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018, pp. 103-107
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Por consiguiente, la gravedad del escenario que se configura en torno a Ucrania radica
no sólo en los aspectos cuasi bélicos que la afectan, sino en los instrumentos internacionales
conculcados. De este modo, es necesario abordar sucintamente los aspectos principales del
conflicto que se desarrolla en áreas de las regiones de Donetsk y Lugansk, la anexión de Crimea
y los Acuerdos de Minsk, para reflexionar en torno al cuadro de situación generado.
Finalmente, cabe aclarar que dada la extensión del texto original de esta presentación, se
ha decidido dividirla en dos partes a fin de permitir una lectura ágil de la misma. En esta
primera entrega se hará referencia, en particular, a los orígenes del conflicto y a algunos de sus
actores principales5.
Los orígenes de la actual situación en Ucrania
En el mes de noviembre de 2013 el entonces Presidente de Ucrania Viktor Yanukovich
adoptó la decisión de no suscribir el Acuerdo de Asociación y Cooperación, entre Ucrania y la
Unión Europea y estrechar las relaciones con Moscú. Esto marcó el inicio del movimiento
popular conocido como la Revolución del Maidan dado que tuvo su epicentro en la Plaza de la
Independencia de Kiev, en ucraniano Maidan Nezalezhnosti. Dicho movimiento continuó
presente en la Plaza de la Independencia de Kiev hasta el mes de febrero de 2014.
Ante la fuga a Rusia del entonces Presidente ucraniano Viktor Yanukovich, la
Federación de Rusia, invocando su “responsabilidad de proteger” a los habitantes rusos y
rusoparlantes de Crimea, ocupó con fuerzas armadas la península de Crimea, incluida la ciudad
de Sebastopol, sede de la Flota del Mar Negro de la Federación de Rusia, en virtud de acuerdos
bilaterales6. Luego, un referéndum que se realizó el 16 de marzo de 2014, sin tener en cuenta los
estándares de la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la Organización
para la Seguridad y Cooperación Europea, le permitió a Moscú “legitimar, desde su perspectiva,
su posición” en Crimea. Ésta fue luego formalizada en Moscú el 18 de marzo de 2014 y
aprobada por la Asamblea Federal de la Federación de Rusia, el 21 de marzo del mismo año.
Por su parte, el gobierno ucraniano no ofreció resistencia de ningún tipo ante la pérdida
de las naves que integraban su Flota del Mar Negro y el retiro de Crimea de aproximadamente
20.000 militares. Pero éste no sería el único frente de conflicto. En el mes de abril del mismo
año y frente a los cambios políticos operados en Ucrania, un grupo de separatistas con apoyo de
Moscú, según fuentes occidentales, ocupó los edificios administrativos en las ciudades de
Donetsk y Lugansk, convocó a referendos en las zonas de ambas regiones y se autoproclamaron la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk. Frente a esta
situación el gobierno de Kiev inició la denominada “Operación Antiterrorista” que en los
últimos meses ha sido reemplazada según la normativa establecida en la recientemente
promulgada Ley de Recuperación de los “Territorios Temporariamente Ocupados”.
Los actores
Ucrania
La disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991, y la posterior formación de
sus repúblicas constitutivas en estados independientes y soberanos, fue calificada por Vladimir
Putin en el año 2005 como “la más grande catástrofe geoestratégica”. A este calificativo le
http://repository.un.org/bitstream/handle/11176/44537/A_49_765%3BS_1994_1399ES.pdf?sequence=24&isAllowed=y . Consulta: 1º de abril de 2018
5
La segunda parte y final de esta presentación será publicada en el próximo número.
6
Partition Treaty on the Status and Conditions of the Black Sea Fleet. Disponible en:
http://www.self.gutenberg.org/articles/eng/partition_treaty_on_the_status_and_conditions_of_th
e_black_sea_fleet. Consulta: 23 de marzo de 2018
104
Cuadernos de Política Exterior Argentina (Nueva Época), 127, junio 2018, pp. 103-107
ISSN 0326-7806 (edición impresa) - ISSN 1852-7213 (edición en línea)
agregó recientemente (marzo de 2018) la expresión “que si pudiera reconstituir a la Unión
Soviética, lo haría”.
Del complejo entramado de relaciones forjadas entre Rusia y Ucrania a lo largo de su
historia común y como partes de la ex Unión Soviética, la cuestión de la pertenencia de Crimea
tiene especial relevancia y fue uno de los primeros conflictos surgidos entre la Federación de
Rusia y Ucrania. La firma de un Tratado de Amistad y Cooperación en 1997 parecía haber
puesto punto final sobre el tema pero los acontecimientos de finales de 2013 demostraron lo
contrario.
No obstante, antes de tales acontecimientos, las relaciones bilaterales contenían temas
que ya generaban tensión entre las partes. En este sentido, se puede mencionar las crisis del gas
en función tanto de la dependencia de Ucrania del gas ruso para su consumo como de la red de
gasoductos que se encuentran en territorio ucraniano, utilizados para el transporte de gas ruso a
países de Europa Occidental, incluidos miembros de la Unión Europea. Asimismo, un punto de
inflexión en el vínculo desde una perspectiva netamente política fue la Revolución Naranja, que
no permitió el triunfo fraudulento de Viktor Yanukovich en las elecciones de noviembre de
2004. La misma, junto con las revoluciones en Georgia y Kyrguistán, constituyó el primer
llamado de atención para la Federación de Rusia.
Volviendo al contexto propiciado desde finales de 2013, se puede decir que la anexión
de Crimea por Rusia y la ocupación de parte de Ucrania Oriental por fuerzas separatistas
apoyadas también por Moscú fue el golpe definitivo a las relaciones de Ucrania con la
Federación de Rusia. Superada esta primera etapa, en el mes de mayo de 2014 fue electo
presidente de Ucrania el empresario Petro Poroshenko, quien ya había desempeñado cargos con
los ex Presidentes Viktor Yushenko y Viktor Yanukovich y, actualmente, Ucrania tiene un
funcionamiento formal democrático de sus instituciones fundamentales, aunque su Poder
Judicial fue objeto de reformas recientes. Desde una perspectiva militar, las Fuerzas Armadas se
han consolidado, evitando nuevas pérdidas territoriales. En lo externo se verifica una fuerte
alianza con la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte y los países
occidentales en general, principales valedores de su distanciamiento de la Federación de Rusia.
Finalmente, en lo que hace a la política doméstica, se han iniciado una serie de reformas en el
campo económico y en los mecanismos para la lucha contra la corrupción, aunque en este
último aún queda pendiente la constitución de una Corte Anticorrupción independiente. Resta
también concluir con las reformas económicas y en lo que se refiere a la descentralización del
poder mediante modificaciones que impliquen una redistribución de competencias entre el
gobierno central y los de las regiones.
Los movimientos separatistas
La agitación en la región del Donbas, luego de la anexión de Crimea, y la aparición de
personas que se auto-eligieron líderes y declararon ambas provincias como Repúblicas
Populares tiene su fundamento en las permanentes tensiones que la historia de Ucrania reconoce
en las relaciones entre las regiones oriental y occidental. Ello ha sido causado por diferencias de
todo tipo entre las regiones. El oportunismo de estos líderes autoproclamados, junto con el
desarrollo de los hechos fue alentado y apoyado desde fuera de Ucrania7.
A fines de febrero de 2014, luego de meses de protestas masivas en la Plaza de la
Independencia de Kiev, el Presidente Viktor Yanukovich abandonó el país con asistencia rusa.
Rápidamente se desarrolló un vacío de poder en Ucrania Oriental, su base política. El Partido de
las Regiones de Yanukovich se desintegró, seguido de las estructuras de seguridad, politizadas y
altamente corruptas. El vacío fue llenado por manifestantes que reclamaban relaciones más
estrechas con Moscú o también su absorción por el vecino del norte. La rápida declaración de
independencia de Ucrania por parte de Crimea y su subsecuente reincorporación en la
7
Cúneo, M. A. (2015), Perspectiva de Ucrania conforme con los Acuerdos de Minsk, Serie Artículos y
Testimonios, Nº 104, Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Disponible en:
http://www.cari.org.ar/pdf/at104.pdf. Consulta: el 20 de abril de 2018
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Federación de Rusia llevó a los activistas en las regiones del sudeste de Donetsk y Lugansk y a
quienes los apoyaban en Rusia a creer que ello podía repetir el escenario en Ucrania Oriental.
En lugar de esto se desató una guerra que lleva ya cuatro años y ha provocado un total de
aproximadamente 10.300 víctimas entre civiles y militares y 1.600.000 desplazados.
Mientras que la mayoría de las regiones del sudeste de Ucrania resistieron y
últimamente reprimieron manifestaciones pro-rusas, los manifestantes, raramente más de unos
pocos miles, tomaron edificios del gobierno, cuarteles y arsenales de las fuerzas de seguridad en
Donetsk y Lugansk. Hacia el mes de mayo de 2014 la mayor parte de las dos regiones estaban
en manos de los separatistas. El día 11 de mayo los auto designados separatistas pro-rusos en
Donetsk y Lugansk realizaron dos referendos, no reconocidos ni por Kiev ni por Occidente y
declararon la independencia. Inmediatamente después de su elección en mayo, el Presidente
ucraniano Petro Poroshenko lanzó, en la zona oriental, una importante operación militar oficialmente conocida en ese entonces como Operación Antiterrorista8.
Federación de Rusia
Desde el inicio de su etapa como estado independiente luego de la disolución de la
Unión Soviética, las relaciones de Rusia con Ucrania nunca fueron fáciles por razones
históricas, sociales, económicas, estratégicas, etc. Entre los temas que más han tensionado el
vínculo se encuentra la cuestión de Crimea y la primera gran crisis que tuvo lugar ya en el año
1993. En esa ocasión y con fecha 22 de julio el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
declaró que la resolución del Parlamento ruso sobre Sebastopol violaba la Carta de las Naciones
Unidas y el Tratado ruso-ucraniano que establece las fronteras comunes9. Ante la decisión de
Ucrania de devolver las armas nucleares estratégicas que habían quedado en su territorio de
contar con suficientes garantías para su seguridad se firmó, en el año 1994, el ya mencionado
Memorándum de Budapest por la Federación de Rusia, Estados Unidos, el Reino de Gran
Bretaña e Irlanda del Norte y Ucrania. En ese mismo documento se garantizó la soberanía,
independencia, integridad territorial y sus fronteras existentes a la disolución de la Unión
Soviética.
A nivel bilateral en el año 1997 se firmó un Tratado de Amistad, Cooperación y
Asociación en el cual la Federación de Rusia reconoció la independencia, soberanía e integridad
territorial de Ucrania y sus fronteras existentes al momento de la disolución de la ex Unión
Soviética. También se acordó el reconocimiento a Rusia de la ciudad de Sebastopol como sede
de la Flota rusa del Mar Negro, recogido en diversos documentos10. No obstante, como se dijo
en el sub-apartado anterior, tales acuerdos fueron irrespetados.
Por otra parte, y como también se referenció con anterioridad, permanecen vigentes
como problemáticas la dependencia energética de Ucrania con respecto al gas ruso así como el
envío del mismo a los países de la Unión Europea a través de los gasoductos ucranianos. Ambas
cuestiones han sido causales de tensión en el vínculo bilateral durante el siglo XXI.
8
Cúneo, M. A. (2015), Las revoluciones en Ucrania: 2004-2013/2014, Consejo Argentino para las
Relaciones Internacionales. Disponible en: http://wwwcari.org.ar/pdf/revoluciones ucrania.pdf . Consulta:
20 de abril de 2018
9
Declaración del Presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del 20 de julio de 1993.
http://www.un.org/en/sc/repertoire/93-95/Chapter%208/EUROPE/93-95
8-22Disponible
en:
UKRAINE.pdf. Consulta: 13 de enero de 2018
10
Los documentos son: Agreement between the Russian Federation and Ukraine on the Parameters of the
Division of the Black Sea Fleet, Agreement between the Russian Federation and Ukraine on the status
and Conditions of the Presence of the Russian Federation Black Sea Fleet on the territory of Ukraine and
Agreement between the Government of the Russian Federation and the Government of Ukraine on
Payments associated with the Division of the Black Sea Fleet and Its Presence on the Territory of
Ukraine.
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Finalmente, la Revolución Naranja (noviembre-diciembre 2004) y la presunción rusa de
una importante participación occidental en la idea y desarrollo de la misma, junto con
movimientos en otros países ex integrantes de la Unión Soviética despertaron sospechas en
Moscú sobre los cambios que podrían sobrevenir en su entorno inmediato. Ello tanto en lo
político (establecimiento de gobiernos democráticos) como con sus nuevas alianzas estratégicas
(futuras membrecías en la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte).
Asimismo, tiempo después, la Revolución del Maidán fue la gota que colmó el vaso. Los
cambios políticos introducidos por ese movimiento dieron como resultado, en primer lugar, la
anexión por parte de la Federación de Rusia de Crimea y a posteriori su amplio apoyo a los
movimientos separatistas en las regiones de Donetsk y Lugansk.
En las gestiones para la solución del conflicto en Ucrania Oriental, y no obstante haber
suscripto los Acuerdos de Minsk, Rusia se considera garante de los mismos y no parte de ellos.
Considera que la cuestión de Ucrania Oriental es un tema que debe ser negociado entre el
Gobierno de Ucrania y los separatistas, dado que se trata de un conflicto “civil interno” de
Ucrania. Incluso, como aporte ruso en búsqueda de una solución pacífica se puede señalar la
propuesta efectuada por el Presidente Vladimir Putin en una conferencia de prensa en la
República Popular de China en septiembre de 2017, de desplegar una misión de mantenimiento
de la paz de las Naciones Unidas exclusivamente para vigilar la línea de contacto entre las
fuerzas ucranianas y las separatistas. Actualmente esta iniciativa se encuentra en negociación
con Ucrania y sus aliados occidentales que intentan darle a dicha misión un mandato mucho
más amplio.
Estados Unidos
A diferencia de lo ocurrido durante la Revolución Naranja, los Estados Unidos
brindaron desde un principio un apoyo pleno y abierto a la Revolución del Maidán. Concluida
ésta y conjuntamente con la Unión Europea se volcaron en un apoyo múltiple a los distintos
procesos de reformas iniciados por Ucrania en los campos militar, económico, social y en la
lucha contra la corrupción. De esa forma inició su intento de disputarle a Rusia su influencia en
uno de los países que Moscú considera parte inalienable de su propia esfera de seguridad.
En cuanto al proceso de paz, Estados Unidos no es suscriptor de los Acuerdos de Minsk
ni es miembro del denominado Grupo de Normandía11, pero prestó todo su apoyo a Ucrania
desde el inicio de la Revolución. Al mismo tiempo sigue manteniendo un canal de negociación
directo y abierto con Rusia. En este sentido, durante la presidencia de Barack Obama, el
Vicepresidente Joe Biden era el punto focal de la Casa Blanca y la Sra. Victoria Nuland
Secretaria de Estado Asistente para Europa y Eurasia lo era en representación del Departamento
de Estado. Actualmente, el negociador de Estados Unidos con la Federación de Rusia es el ex
Embajador de ese país ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Kurt Volker y dos
temas dominan la agenda. En primer lugar la decisión de Estados Unidos de proveer “armas
letales defensivas” a las fuerzas del gobierno ucraniano que se enfrentan con los separatistas en
Ucrania Oriental. En segundo lugar, las negociaciones sobre un proyecto de resolución para
presentar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre el despliegue de una misión de
mantenimiento de la paz en Ucrania Oriental. La cuestión principal en negociación es su
mandato en cuanto a su amplitud y alcance. Finalmente, Estados Unidos, en consonancia con las
medidas adoptadas por la Unión Europea, ha impuesto sanciones económicas y financieras no
sólo a empresas rusas sino también a altos dirigentes políticos vinculados al Presidente Vladimir
Putin, tanto por apoyar a los rebeldes en Ucrania Oriental como por la anexión de Crimea.
11
También conocido como Fornat Normandie o Normandy Four, es Grupo formado por Alemania,
Francia, la Federación de Rusia y Ucrania. Es resultado de una invitación del ex Presidente François
Hollande, quien formuló la invitación en la región de Normandía en el año 2014.
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RESEÑA
DE OLIVEIRA XAVIER, Lídia; DOMÍNGUEZ AVILA, Carlos Federico (Organizadores)
(2018). Política, Cultura e Sociedade na América Latina. Estudos interdisciplinares e
comparativos, Volume 5, Editora CRV, Curitiba (Brasil), ISBN 978-85-444-2178-9, DOI.
10.24824/978854442178.9 1., 570 páginas
Este quinto volumen viene a consolidar una tradición de intercambios académicos que
materializan debates y reflexiones críticas sobre temas de agenda desde diferentes áreas de
conocimiento. A su vez, al ser parte de una serie, que parece convertirse en una publicación
periódica, este libro muestra e incentiva el entusiasmo de docentes e investigadores para ofrecer
nuevas contribuciones que sirvan de modelo para ulteriores pesquisas. Pero no solamente busca
limitarse al ambiente netamente académico, sino que se presenta con el objetivo de brindar
herramientas de conocimiento a aquellas figuras responsables de tomar decisiones en el mundo
sociopolítico. Su visión: generar un ambiente humano más saludable a través de la promoción de
políticas públicas que se ajusten con un pensamiento democrático y plural, enfatizando el respeto
por las diversidades raciales, sociales y culturales.
La propuesta parte de la perspectiva que el mundo está cambiando y, en éste, la sociedad
latinoamericana y su rol adquieren un protagonismo cada vez mayor. La reflexión sobre esta
situación invitó, una vez más, a reunir estudios de los más diversos orígenes, dándole a este
proyecto una característica que lo define: lo multidisciplinar. No sólo en sus numerosos capítulos se
encontrarán trabajos de diferentes campos académicos, sino que en algunos se experimentarán
distintos géneros hacia el interior.
Lo variado de los conocimientos ofrecidos no se limita a su carácter de multidisciplinar,
sino también a los orígenes de los autores. Los artículos reunidos provienen de diferentes
instituciones académicas y hasta de diferentes países, logrando una mayor representatividad del
pensamiento latinoamericano, así como la oferta de distintas perspectivas sobre los temas que
ofrece el título: política, cultura y sociedad en América Latina.
Este volumen ha aparecido en un buen momento, ya que la coyuntura se ha presentado,
como se demuestra en este compendio, como un parte aguas en la región. Son abordados aquí temas
estructurales, tales como los referidos a la política internacional, colocando énfasis en la política
que el presidente Donald Trump encara hacia Latinoamérica en un momento de cambios de
gobierno en los principales países de la región. Consecuentemente, se contrasta la política exterior
brasileña en la primera década del milenio con la gestión de Michel Temer post impeachment que, a
la vez, se cruza con las relaciones horizontales con los países del África.
Lo multidisciplinar, principal característica del libro presentado, vuelve a destacarse cuando
se analizan estos cambios, observados como ejes transversales a otros temas: las diferencias de la
realidad actual con el modelo panamericano de Simón Bolívar desde una perspectiva histórica; los
Derechos Humanos, medioambiente e igualdad de género desde perspectivas sociales, políticas y
legales; la creación de nuevos modelos de Estados y de democracia, como el Estado Plurinacional.
De esta manera, el libro se organiza en veintiún capítulos que van avanzando desde temas
de índole más general, referidos a las relaciones internacionales, tales como regionalismos y
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relaciones Sur-Sur, al análisis de temáticas más particulares, como las experiencias carcelarias de
víctimas de la criminalización del aborto y movilizaciones sociales.
Así, la publicación comienza con un repaso del regionalismo y la política exterior brasileña
en los años 2000, en un trabajo cooperativo entre Haroldo Ramanzini Junior, Marcelo Passini
Mariano y Rafael Augusto Ribeiro de Almeida, representantes de diferentes universidades
brasileñas (Universidad Federal de Uberländia y Universidade Estadual Paulista), titulado O
Regionalismo e a política externa brasileira nos anos 2000. En este trabajo se destacan las
diferentes condicionalidades o condicionamientos a la administración brasileña y sus objetivos a
nivel doméstico, regional y multilateral. Se plantea, entonces, una hipótesis que versa sobre la
reducción de las acciones políticas exteriores brasileñas entre el 2013 y 2015 provocadas por una
conexión deficiente entre las políticas domésticas, condicionadas tanto por factores políticos y
económicos internos, como también por el escenario regional e internacional. Es decir, las
dificultades de diseño de estrategias de mediano y largo plazo en lo que es la inserción internacional
son entorpecidas por las vicisitudes de la política interna en conjunción con las mutaciones del
ámbito internacional.
Los giros en la política interna brasileña, como demuestran los mencionados autores, tienen
efectos en la gestión externa. Ahora bien, su grado de transformación es lo que Gisela Pereyra
Doval, de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), busca caracterizar en su capítulo sobre
Política exterior brasileña: ¿continuidad o quiebre pos impeachment? El punto de partida
abordado en este caso fue el proceso de impeachment que terminó con la destitución de la
presidente Dilma Rousseff, quien había sucedido a Lula da Silva en un Brasil posicionado en un
“ciclo de los emergentes”. La asunción de Temer, según la autora, viene a marcar un quiebre y abre
el interrogante sobre si los cambios implementados en materia de política exterior fueron un simple
ajuste o un cambio duradero.
Aparte de los cambios en la dirección política de Brasil, particularmente tras el gobierno
post-impeachment, el mismo Sistema Internacional ha ido transformando, modificando y diluyendo
la clásica división entre el Norte y el Sur, que a la vez trae un “reformateo” del Sur Global. De esta
manera Gladys Lechini, también de la Universidad Nacional de Rosario, presenta su análisis sobre
la actualidad y vigencia de las relaciones y de la Cooperación Sur-Sur. En el capítulo La inserción
de Brasil en las relaciones Sur-Sur: el caso de África se caracteriza su rol como potencia
emergente y su lugar en el Sur Global, a partir de vinculaciones positivas con sus pares africanos.
En su “ascenso” durante los gobiernos de Lula, las relaciones con los Estados del continente
africano tuvieron un lugar privilegiado, concentrando grandes esfuerzos de la potencia emergente.
Pero las inquietudes planteadas por la autora coinciden con los planteos del capítulo anterior al
vincular el sostenimiento de la expansión de dichas vinculaciones con las condiciones económicas y
políticas de las partes.
Virando la óptica hacia el Norte, tanto geográfico como político, la dupla conformada por
João Carlos Amoroso Botelho, de la Universidad Federal de Goiás, y Vinícius Silva Alves, de la
Universidad de Brasilia, en O peso da ideología na atitude dos países latino-americanos em
relação aos Estados Unidos, verifican los efectos de cuatro variables sobre la coincidencia de
votos de países latinoamericanos con los Estados Unidos en la Asamblea General de las Naciones
Unidas. Para ello, toman variables como afinidad ideológica y nivel de dependencia/autonomía,
para poder explicar la actitud de los países latinoamericanos en relación a la potencia del Norte. La
idea del artículo es verificar la expectativa de que gobiernos de izquierda sean críticos frente a la
potencia mundial y que los de derecha sean más bien simpáticos.
Observando la otra vereda, Luis Fernando Ayerbe, de la Universidad Estadual Paulista, en
el trabajo titulado Donald Trump e a liderança internacional estadounidense: Relações com a
América Latina, propone repasar el debate sobre el liderazgo norteamericano en América Latina
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en los tiempos previos a Donald Trump, que incitarían a que este empresario impulsara la consigna
de “America First”. En este momento, plantea el autor, se esbozó un cambio en la aproximación de
la primera potencia hacia la región. Frente a Hillary Clinton, que simbolizaba una continuidad de
los lineamientos fundamentales de la política norteamericana hacia la región, la retórica de Trump
no muestra una formulación estratégica y se presenta hasta de manera errática.
Como se adelantó al comienzo, los temas de política internacional no agotan lo ofrecido por
este intrigante compendio. Al ser ejemplo de lo que las ciencias sociales pueden ofrecer, no podía
faltar un análisis histórico. En este caso, una re-definición de lo que fue alguna vez la utopía
panamericana de Simón Bolívar, concepto que vino a ser clave en la construcción de identidades
nacionales tanto en los albores de Iberoamérica como los principios del presente milenio. Leandro
Gavião y Hugo Suppo, colaboradores de la Universidad de Rio de Janeiro, en su capítulo A utopía
Pan-americana de Simon Bolivar, buscan desenmascarar el legado de Simón Bolívar en la
construcción de los Estados nacionales de la región, verificando tanto la independencia como la
unidad de las diferentes naciones, de descendencia colonial hispana y portuguesa. Particularmente,
se destacó una renovación de la imagen del Libertador, nombrando a un movimiento político (con
asiento en Venezuela), el bolivarismo. Los autores ponen en cuestión si tal proyecto, tanto el
original como el reconstruido, sería viable para la unión hispanoamericana.
Otro capítulo de revisión histórica que ofrece el presente libro es el titulado Economía
política da estrutura econômica agro-exportadora no Paraguai, escrito por Liliana Rocío
Duarte-Recalde y Guillermo Rojas Brítez. En este caso, a través de una revisión bibliográfica
documental buscarán el motivo de la continuidad de la matriz agroexportadora que tiene la
economía de Paraguay.
Las formas de observar los diferentes temas que pueden ofrecer las Relaciones
Internacionales como disciplina, y sus conclusiones, pueden variar de cientos de formas. Esto es,
sobre todo, a partir del enfoque que el observador tome. Hoy en día conviven un interesante número
de diferentes construcciones teóricas para realizar esta tarea, pero la que está tomando cada vez más
terreno es la que refiere al enfoque feminista. Carla Morasso, de la Universidad Nacional de
Rosario nos brinda, en su capítulo El enfoque feminista en las Relaciones Internacionales:
aportes para repensar el MERCOSUR, tras un necesario repaso meta-teórico de lo que es el
feminismo, una posible alternativa para pensar el MERCOSUR. Los trabajos sobre género y sobre
MERCOSUR, nos dice la autora, se enfocan en la participación civil, destacando -en este caso- los
movimientos de mujeres y su rol en el mundo del comercio, el trabajo y la seguridad.
Continuando con el lugar de las mujeres en el mundo de hoy, Cecilia Graciela Rodríguez
describe el Perfil y trayectoria de las mujeres Parlamentarias en Honduras. Su propósito es
analizar y contrastar los perfiles de los diputados y diputadas desde el retorno de la democracia,
describiendo las características sociopolíticas y la brecha de género. En su estudio se devela la
existencia de diferencias en las oportunidades para los miembros de diferentes géneros.
Destacando tanto lo multidisciplinar -trabajando temas económico-comerciales- como la
diversidad de las escuelas, Oscar Alvarado Muñoz, Elizabeth Ruano Ibarra y Wilfred Fabian Rivera
Martínez, universitarios de Colombia, abordan en Competitividad en Colombia: normativas y
narrativas del período 1990-2015, el problema de la inserción en el mercado mundial de una
economía en vías de desarrollo como es la colombiana.
Del mismo modo que se destacan los temas diversos desde lugares y disciplinas diferentes,
uno puede asumir que se vive en una sociedad heterogénea y diversificada, y que el Estado debe
atender a esa pluralidad a través de sus instituciones. Al menos esto es lo que observan David
Martins de Cerqueira, Carlos Ugo Santander Joo y Vanessa Maria Coelho Guimarães, de la
Universidade Federal de Goiás, al defender la Constitución de un Estado Plurinacional como
alternativa a la descolonización en América Latina, tras analizar el caso de Bolivia.
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De manera muy esquemática, Paulo Afonso Velasco Júnior y Romário de Jesus Santos, de
la Universidad do Estado do Rio de Janeiro, analizan en Petróleo: energia para integrar e
desintegrar a América do Sul, algunos factores que justifican los mínimos avances que interpretan
que hubo en la integración energética sudamericana, tomando la cuestión de los hidrocarburos tanto
como un factor de unión como de competencia nacional al mismo tiempo.
La crítica con respecto a la extracción de recursos naturales continúa en el decimocuarto
capítulo. En éste, Alicia Beatriz Naveda de la Universidad Nacional de San Juan, en Territorios en
disputa: extractivismo y resistencias en clave latinoamericana, reflexiona sobre la continuidad
de la división de trabajo internacional, donde los países periféricos mantienen economías primarias.
En este caso, el análisis se centra más en los efectos sociales, como la concentración de la riqueza y
precarización de la fuerza de trabajo, y las resistencias efectuadas por las poblaciones que son sujeto
de dichos efectos nocivos.
Hasta este punto del libro, la integración se ha visto problematizada a partir de los
obstáculos que terminan por definir al sistema internacional en sus dimensiones políticas,
económicas y sociales. Ahora bien, la integración cultural es otro desafío a superar. En esta materia,
Carla McNelly, docente de la Universidad Estatal de Iowa, en Language as a Problem, a Right,
and a Resource: a Model of Assessing the Sociocultural Integration of Bilingual Education
Programs, ofrece un modelo de evaluación de la integración sociocultural en materia de educación
bilingüe, tomando al idioma como problemática, derecho y recurso. El caso de estudio, en esta
oportunidad, es el ciclo de formación en Honduras.
La construcción identitaria del país centroamericano continúa siendo promocionada por
Rosario Buezo Velásquez. Su capítulo, titulado Literatura, Historia e Identidad en
Centroamérica: un ensayo sobre la obra de Julio Escoto, es aprovechado para divulgar la
producción novelística de Julio Escoto, ícono de la literatura hondureña. Los avances y desafíos de
la educación hondureña se siguen evaluando en el trabajo realizado por Mario Alas Solís, Russbel
Hernández Rodríguez y Germán Moncada Godoy en La Calidad de la Educación Hondureña:
avances y desafíos durante el siglo XXI.
Para el decimoséptimo capítulo se continúa con la centralidad de la educación como motor
de construcción identitaria y ciudadana. En este caso, la funcionalidad de la formación de los más
jóvenes es llamada a la creación de conciencia sobre los problemas ambientales y sustentabilidad.
Aldira Guimarães Duarte Domínguez, de la Universidade de Brasilia, en Educação ambiental,
cidadania e sustentabilidade na América Latina: ensaio de aproximação sobre um caso
brasileiro, realiza una aproximación sobre el caso de la comunidad de Sol Nascente, en Brasilia,
considerando a ésta como una población de más de ciento diez mil personas aglomeradas en
condiciones precarias de seguridad, infraestructura, sanidad y educación.
En un contrastante trabajo de investigación, la bioquímica Mary Vallecillo-Zúniga, en su
capítulo Native Americans, Mexican Pre-hispanic Communities & Diabetes: Research Paper,
realiza un estudio en el cual busca las causas de las alarmantes estadísticas relacionadas con la
presencia de la diabetes como epidemia en las poblaciones nativas norteamericanas y comunidades
pre-hispánicas en Centroamérica. El trabajo concluye con una relación existente en la genética de
los nativos americanos y los cambios de hábitos alimenticios llevados a cabo en los tiempos
modernos.
Tomando uno de los debates más candentes con que nos encontramos hoy en día en
Argentina, Amaral Arévalo, en Las víctimas en la cárcel: 20 años de la criminalización absoluta
del aborto en El Salvador, reflexiona sobre los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres
en El Salvador. Este país legisló en 1997 la prohibición, y su consiguiente penalización absoluta, de
la interrupción voluntaria del embarazo o aborto. Los efectos de una legislación conservadora
plagada de injerencia internacional, concluye el autor, terminan por acrecentar las brechas de
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desigualdad y no responderían a las necesidades de la población en materia de sexualidad y
reproducción.
La variedad e intensidad de los trabajos recopilados por Lídia de Oliveira Xavier y Carlos
Federico Domínguez Avila cumplen con el objetivo de ofrecer una diversidad de temas y
disciplinas para pensar las problemáticas que caracterizan nuestros días. La rigurosidad científica, a
la vez, se ve garantizada por la calidad de sus colaboradores que ofrecen una transparencia
generalizada en su metodología y conclusiones.
Esteban Covelli. Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario. Adscripto a la
cátedra de “Relaciones Internacionales” y del Seminario “Malvinas: Historia y Geopolítica”; miembro del
Grupo de Estudio de Malvinas y de PEALA-PRECSUR de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones
Internacionales, UNR. Correo Electrónico: esteban.covelli@gmail.com
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2.
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páginas web (páginas de organismos oficiales) deberán enumerarse correlativamente a pie de página. Las notas
al pie deberán estar en letra Times New Roman, tamaño 10, espacio simple.
Ejemplo para artículos de diario y materiales sin autor: El narcotráfico encuentra nuevas rutas de paso a través
de Argentina, La Nación, 7 de septiembre de 2016, Buenos Aires. Disponible en
http://www.lanacion.com.ar/1935330elnarcotraficoencuentranuevasrutasdepasoatravesdeargentina. Consulta:
20 de octubre de 2016.
Ejemplo para información extraída de una página web: Información extraída de www.wto.org. Consulta: 15 de
abril de 2017.
Las notas al pie que especifiquen los datos de los artículos de diarios y materiales sin autor no deben ser
replicados en la bibliografía.
12.
Para el caso de los artículos de opinión, se recomienda utilizar la menor cantidad de citas o las estrictamente
necesarias.
13.
Cuando dentro del cuerpo del artículo se citen frases textuales, éstas irán de la siguiente manera: a) si la frase
textual ocupa menos de cinco líneas se redactará de corrido en el texto y entrecomillada; b) si la frase textual
ocupa más de cinco líneas se escribirá aparte, precedida de dos puntos y sangrada en el margen izquierdo (sin
entrecomillar). Esta última modalidad de cita deberá tener un tamaño de 10 y sangría de 5 puntos.
14.
El trabajo debe incluir una sección final denominada Bibliografía, donde se enumeren todas las publicaciones y
documentos citados en el texto. La Bibliografía deberá ser ordenada alfabéticamente por autor, al final del
artículo. En el caso de libros, deberá contener los siguientes datos en este orden: a) apellido del autor (en
mayúsculas) e iniciales del nombre; b) año de edición, entre paréntesis; c) título de la obra (en cursiva); d)
volumen, tomo; e) casa editorial; f) lugar de edición; g) en el caso de capítulos de libros y artículos de
revistas, el título del capítulo/artículo en letra normal; y, separado por comas, el título del libro/revista en
cursiva. Ejemplos:
- Para libros:
MORGENTHAU, H. (1986). Política entre las naciones. La lucha por el poder y la paz, GEL, Buenos Aires
- Para capítulos de libro:
BOLOGNA, A.B. (1994). El conflicto de Malvinas en la Política Exterior Argentina, en VARIOS
AUTORES, La política exterior del gobierno de Menem. Reflexiones al promediar su mandato, CERIR,
Rosario.
- Para artículos de revistas:
GALVÁN, F.G. (2015). La observación electoral: apuntes para su discusión conceptual en América Latina, en
América Latina Hoy, 70, pp. 17-36, agosto.
CARO MOLINA, P. (2012). Magnitud y características de la participación laboral en el empleo temporal
agrícola en Chile, en Sí Somos Americanos, XII (2), pp. 51-83, julio-diciembre.
- Para la Web:
Citar los datos según se trate de un libro, capítulo de libro, artículo de revista, de diario o de periódico; incluir
la fecha de publicación electrónica, la dirección electrónica o URL, y la fecha de consulta del sitio Web.
METHOL FERRÉ, A. (2007). Uruguay como problema, en Electroneurobiología, 15 (5), pp. 3-104.
Disponible en http://electroneubio.secyt.gov.ar/Alberto_Methol_Ferre-Uruguay_como_Problema.pdf.
Consulta: 8 de noviembre de 2015.
-
Para ponencias en congresos o jornadas y tesis o tesinas: utilizar el mismo formato que para el caso de
los libros.
-
Para documentos oficiales:
TRATADO DE PAZ Y AMISTAD CELEBRADO ENTRE EL GOBIERNO DE BOLIVIA Y EL DEL
CHILE (1904). Disponible en http://www.diremar.gob.bo/sites/default/files/1904.pdf. Consulta: 20 de
noviembre de 2014.
MINISTRY OF RURAL DEVELOPMENT OF INDIA (2008), Mahatma Gandhi National Rural Employment
Guarantee
Act
2005
(MNREGA),
Tercera
Edición.
Disponible
en
http://nrega.nic.in/Nrega_guidelinesEng.pdf. Consulta: 20 de agosto de 2016.
-
En el caso de las Leyes, Normativas, Resoluciones Ministeriales:
En el cuerpo del texto figura su número y año de publicación, por ejemplo: (LEY 20.290, 2009).
En la bibliografía: LEY 20.290 (2009). Ley de fomento a las exportaciones del sector vitivinícola, República
Argentina, 13 de octubre. Disponible en: http://www.infoleg.gov.ar. Consulta: 20 de enero de 2010.
15.
Toda expresión en lengua extranjera se escribirá en cursiva. Las negritas se utilizarán para destacar aquellos
conceptos o ideas fuerzas que el autor quiere resaltar, y se evitará el uso del subrayado.
16.
En el caso de siglas, la primera vez que se empleen deberán ir entre paréntesis precedidas por el nombre
completo al cual hacen referencia; se escribirán sin puntos.
17.
Los cuadros y tablas de elaboración propios deberán ir en el cuerpo del texto. No se permitirán las capturas de
pantalla.
18.
Los Cuadernos de Política Exterior Argentina no se hacen responsables por originales no publicados. En ese
caso puede ser solicitada la devolución.
19.
Los artículos serán objeto de una evaluación preliminar por parte de los miembros del Consejo de Redacción
quienes determinarán la pertinencia para su publicación. Una vez establecido que el artículo cumple tanto con
los requisitos temáticos como los formales, será enviado a dos pares académicos externos, quienes
determinarán, de manera anónima, 1) recomendar la publicación como artículo o comunicación sin
modificaciones, 2) publicar con sugerencias de reelaboración, o 3) no recomendar la publicación. En caso de
dictámenes de pares evaluadores contrapuestos, se requerirá una tercera evaluación.
20.
Toda vez que el trabajo se encuentre aprobado para su publicación pero no respete las normas editoriales, será
devuelto para que el autor realice las modificaciones respectivas.
21.
Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan, necesariamente, aquélla de
los Cuadernos de Política Exterior Argentina.
22.
El autor libera expresamente de cualquier responsabilidad ulterior al Centro de Estudios en Relaciones
Internacionales de Rosario por cualquier infracción legal, reglamentaria o contractual que eventualmente
cometa o hubiere cometido en relación a la obra, obligándose a repararle todo perjuicio que resultare de la infracción de éstos u otros derechos.
23.
Los autores/as que publiquen en los Cuadernos de Política Exterior Argentina aceptan las siguientes
condiciones: los autores/as conservan los derechos de autor y ceden a los Cuadernos el derecho de la primera
publicación, con el trabajo registrado bajo la Licencia Creative Commons Atribución-Compartir Igual, que
permite a terceros utilizar lo publicado siempre que mencionen la autoría del trabajo y a la primera publicación
en esta revista (se permite el uso comercial de la obra y de las posibles obras derivadas, la distribución de las
cuales se debe hacer con una licencia igual a la que regula la obra original).
24.
Los autores/as pueden realizar otros acuerdos contractuales independientes y adicionales para la distribución no
exclusiva de la versión del artículo publicado (p. ej., incluirlo en un repositorio institucional o publicarlo en un
libro) siempre que indiquen claramente que el trabajo se publicó por primera vez en los Cuadernos de Política
Exterior Argentina.
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San Juan 2402
Rosario (Santa Fe), junio 2018