Pedro Cerruti
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El acondicionamiento del medio es el mensaje. La
crítica de los entornos mediáticos, de Michel
Foucault a Peter Sloterdijk
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Pedro Cerruti7
Resumen
En el presente artículo se retoma la perspectiva crítica formulada por Michel Foucault como una
ontología del presente a los fines de la problematización socio-filosófica de la dimensión mediática de
nuestros modos contemporáneos de coexistencia. Para ello, en el marco de la analítica del poder de
Foucault, se recupera la idea del acondicionamiento del medio como aspecto clave de las racionalidades
biopolíticas de gobierno de la población. Teniendo esto en cuenta se propone situar la noción de medio
como articulador de las relaciones entre poder, subjetividad y espacialidad y que permite considerar la
lógica de conformación de entornos mediáticos. Además, en torno a dicho concepto, se propone
establecer continuidades entre el pensamiento de Foucault y el de Peter Sloterdijk. A partir de su
definición en términos de “esfera”, este último lo convierte en una herramienta analítica central para la
interpretación crítica de las actuales sociedades mediáticas. En estas, puede afirmarse, parafraseando a
Marshall Mcluhan –en cuya estela se sitúa el pensamiento de Sloterdijk en la materia–, que el
condicionamiento del medio–esto es la conformación de esferas de resonancia anímica o entornos de coexistencia– es el mensaje de las modalidades actuales de tele-comunicación.
Palabras Clave:Comunicación, Subjetividad, Espacialidad, Michel Foucault, Peter Sloterdijk
Abstract
In this article, the critical perspective formulated by Michel Foucault as an ontology of the present is
retaken for the purposes of the socio-philosophical problematization of the media dimension of our
contemporary modes of coexistence. For that, in the framework of Foucault's analysis of power, the idea
of conditioning the milieu is recovered as a key aspect of the biopolitical rationalities of government of
the population. It is proposed to consider the notion of milieuas an articulator of the relations between
power, subjectivity and spatiality and that allows to understand the logic of conformation of media
environments.In addition, around this concept, it is proposed to establish continuities between the
thinking of Foucault and Peter Sloterdijk. From its definition of the milieu in terms of "sphere", the latter
makes it a central analytical tool for the critical interpretation of current media societies.In these, it can be
affirmed, to paraphrase Marshall Mcluhan - in whose wake Sloterdijk's thought is situated- that the
conditioning of the medium -this is the conformation of spheres of resonance or environments of
coexistence - is the message of the present forms of tele-communication
Keywords: Communication, Subjectivity, Spatiality, Michel Foucault, Peter Sloterdijk
Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Investigador del CONICET, Miembro del Instituto de Investigaciones Gino
Germani (UBA) y del Centro de Estudios en Historia, Cultura y Memoria (UNQ). Docente de la Carrera de Ciencias
de la Comunicación, FSOC, UBA. pedrocerruti@gmail.com.
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El acondicionamiento del medio es el mensaje
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1. A modo de introducción: la crítica de los entornos mediáticos
En el marco de su ambiciosa obra Esferas, Peter Sloterdijk, uno de los filósofos más
importantes e intrigantes de nuestro tiempo, se ha planteado hacer de la comunicación
no solo el problema central del presente globalizado sino incluso un concepto de
alcance ontológico. Por esta razón, se ha propuesto, entre otras cosas, retomar lo que
considera el axioma fundamental del análisis comunicacional acuñado por quien
aprecia como el más grande teórico de la comunicación, Marshall Mcluhan, y que
sostiene que el medio es el mensaje. Para ello, tratará, por supuesto de ir contra de la
corriente que ha hecho del sintagma un adagio vacío de sentido, y reinterpretarlo en
todo su alcance crítico.
De las reflexiones de Sloterdijk sobre la comunicación y la conformación de
entornos mediáticos surge uno de los más interesantes intentos de problematización
filosófica de los modos de coexistencia contemporáneos, en cuya base se encuentra
aquella actitud crítica que Michel Foucault denominaba como una “ontología
histórica”. Es importante recordar que, más allá de los diferentes objetos y métodos
particulares que concentraron la atención de Foucault durante sus investigaciones y
que permiten escandir su obra en ciertas etapas diferenciadas, a lo largo de las mismas
se construye una perspectiva analítica que hacia el final de su vida, particularmente en
¿Qué es la Ilustración?, es explicitada justamente en los términos de una “ontología
histórica” de nosotros mismos. En otras palabras, las preguntas por el saber y las
prácticas discursivas que lo hacen posible, por el poder y las matrices normativas que
organizan sus formas de ejercicio, y por el sujeto y las técnicas de conducción de la
conducta en función de las cuales este se produce, forman parte de un proyecto cuyo
“ethos filosófico” reside en “una crítica permanente de nuestro ser histórico”, es decir,
un “tipo de interrogación filosófica que problematiza a la vez la relación con el
presente, el modo de ser histórico y la constitución de sí mismo como sujeto
autónomo” (Foucault, 1999, 345). Se trata de un proyecto que puede sintetizarse en
torno a la pregunta “¿qué es lo que somos hoy?” (Foucault, 2001, 241), que Foucault,
releyendo a Kant, considera como la interrogación crítica par excellance y que al mismo
tiempo liga su trabajo con el espíritu de la Aufklärung8.
Ahora bien, sabemos que las formas comunicacionales de poder, y su relación con
los modos contemporáneos de subjetivación, no formaron parte de las genealogías
foucaultianas de la sociedad moderna, como no sea de manera episódica, lateral y
Además de que un abordaje in extenso de esta perspectiva excedería los alcances de la presente introducción, cabe
destacar queen Cerruti (2012) se la ha considerado en profundidad como una herramienta hermenéutica fundamental
para los diferentes modos de abordaje de las problemáticas socio-culturales contemporáneas.
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secundaria, lo cual constituye un obstáculo difícil de superar a la hora de considerar
desde su pensamiento la ontología de nuestro presente. En otro lugar nos hemos
ocupado in extenso de la ausencia de una interrogación en profundidad de los
dispositivos comunicacionales en su obra, al mismo tiempo que hemos situado los
escasos lugares en los que él mismo reparó explícitamente en ellos como parte de las
formas de gobierno,especialmente en sus consideraciones relativas a la emergencia de
la noción de “público” como una dimensión particular de la población en tanto objeto
de las técnicas de regulación biopolíticas.Allí también hemos considerado el modo en
que pensadores contemporáneosque han situado la centralidad de las técnicas
comunicacionales de poder, han retomado el pensamiento de Foucault al mismo
tiempo que, por las razones mencionadas, se han planteado la necesidad de avanzar
más allá de él, entre otras cosas, recuperando las propuestas de Gilles Deleuze sobre
las sociedades de control. Ese doble movimiento se refleja en los modos en que los
conceptos de “biopolítica” y “biopoder” han sido recuperados críticamente como
punto de partida para construir nociones, tales como las de “noopolítica” y
“psicopolítica”, que buscan superar las limitaciones del planteo foucaultiano para dar
cuenta de las formas de poder características de las sociedades mediatizadas que, según
esta perspectiva, se ejercen ya no sobre los cuerpos sino sobre la mente o la psique
(Cerruti, 2017).
En este caso, nos interesa recuperar la perspectiva crítica de Foucault para pensar
los modos mediáticos de subjetivación, pero desde un ángulo ya no relativo a la
distinción población-público, como si esta reprodujera la separación entre cuerpo y
mente y diera lugar a dos técnicas de poder diferentes, la biopolítica y la psicopolítica,
sino a partir de aquello que constituye la clave de las regulaciones biopolíticas: el
acondicionamiento de un medio. Aquí, la noción de “medio” será el centro de una
reflexión relativa a la relación entre poder, subjetividad y espacialidad que, como
argumentaremos, puede ser reinterpretada para pensar críticamente la lógica de
conformación de entornos mediáticos. Ello, consideraremos, es uno de los pilares que
establecen una continuidad entre el pensamiento de Foucault y el de Sloterdijk. Este
último le otorgaa la noción de medioun lugar central en su proyecto interpretándolaa
partir del concepto de “esfera”, entendida como un entorno de resonancia, lo cual
habilitatanto una crítica del presente de las sociedades mediáticas–que reconsidera,
también, la perspectiva “ecológica” de Mcluhan– comouna reflexión sobre los
procesos antropogénicosconcebidos como el resultado del establecimiento de
condiciones espaciales de co-existencia.
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2.Michel Foucault: el acondicionamiento del medio como forma de
gobierno
Como hemos adelantado, la noción de “medio” emerge en el pensamiento de
Foucault en el contexto de su genealogía relativa al nacimiento de la biopolítica como
técnica de gobierno. En este caso, no intentaremos dar cuenta exhaustivamente del
modo en que el concepto fue desarrollado a lo largo del pensamiento de Foucault, lo
cual excedería los alcances del presente trabajo9; sin embargo, es necesario situar el
tipo de problematización específica en el marco de la cual este se construye,pues su
modo de entender la noción de medio le es subsidiaría.
La noción de biopolítica aparece en la obra de Foucault como un modo de
conceptualizar una transformación de las tecnologías de poder que establecen una
novedosa interrelación entre las esferas del poder y la vida, en el sentido de la
disposición de técnicas para el ajuste, control y gestión de los procesos vitales para su
adaptación a los regímenes productivos, los procesos económicos y las nuevas formas
de vida urbanas asociadas al desarrollo del capitalismo industrial.
El punto de partida de esa transformación, que dio lugar al desarrollo de los
procesos de medicalización modernos, fue lo que Foucault caracterizó inicialmente
como una socialización del cuerpo, en el sentido del reconocimiento social y político
del cuerpo como fuerza productiva (Foucault, 1999a). Poco tiempo después Foucault
propondrá denominar a ese poder que toma a su cargo la gestión de la vida como
“biopoder” y considerar su despliegue en dos dimensiones correlacionadas: una
anatomopolítica del cuerpo y que refiere a todo el espectro de las técnicas
disciplinarias que se ejercen sobre cada uno, en orden de producirlo como máquina; y
la biopolítica propiamente dicha, que tiene por objeto la población como conjunto
viviente y su control a través de técnicas reguladoras (Foucault, 2002).
Desde este punto de vista, la especificidad de la biopolítica se encuentra, por un
lado,en el objeto que le es propio, la población; y, por otro, en la forma de
intervención sobre esta. La población emerge como una forma novedosa de
tratamiento de las multiplicidades que, al interior del paradigma del biopoder, se
orienta en un sentido inverso a las formas anatomopolíticas. Mientras estas últimas se
centran en el cuerpo individual, desagregando las multiplicidades en sus “átomos”
compositivos, la biopolítica las totaliza en términos de un cuerpo vivo global que, si
Se cuenta con abundante bibliografía al respecto, entre otras razones dado que en las últimas décadas dicho concepto
ha constituido el centro de una diversidad de lecturas que se han planteado una renovada recuperación del
pensamiento de Foucault para pensar el tiempo presente (véase Agamben, 2003; Esposito, 2006; Hardt y Negri, 2002;
Nikolas Rose, 2012; entre otros).
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bien está compuesto por innumerables individuos, es afectado por toda una serie de
fenómenos masivos que se desenvuelven como acontecimientos aleatorios, pero
normalizables. Por ello, para distinguir las técnicas de intervención biopolíticas de las
disciplinarias, Foucault introduce la noción de dispositivos de seguridado controles
reguladores.
Por supuesto, si bien la anatomopolítica y la biopolítica construyen objetos y
modos de intervención diversos permanecen siempre dentro del espectrodel biopoder.
En términos de Foucault, se trata de
una tecnología que, sin duda, es, en ambos casos, tecnología del
cuerpo, pero en uno de ellos se trata de una tecnología en que el
cuerpo se individualiza como organismo dotado de capacidades, y en
el otro, de una tecnología en que los cuerpos se reubican en los
procesos biológicos de conjunto. (Foucault, 2000, p.225).
De esta manera, en el caso de la biopolítica,
no se trata, en absoluto, de conectarse a un cuerpo individual, como
lo hace la disciplina […] [es decir] de tomar al individuo al nivel del
detalle sino, al contrario, de actuar mediante mecanismos globales de tal
manera que se obtengan estados globales de equilibrio y regularidad; en
síntesis, de tomar en cuenta la vida, los procesos biológicos del
hombre/especie y asegurar en ellos no una disciplina sino una
regularización. (Foucault, 2000, p.223).
Como vemos, lo que está en el foco de la problematización que lleva adelante
Foucault es la emergencia de una novedad desde el punto de vista de las técnicas de
poder vinculada con la necesidad que impone la transformación de los regímenes
productivos, los procesos económicos y los modos de vida de actuar sobre fenómenos
masivos a través de formas de intervención que logren ejercerse de manera global. Es
ello lo que da lugar a nuevos objetos y técnicas que Foucault propone considerar con
los términos de biopolítica y población.
Es en este contexto queFoucault llegó a plantearse el desarrollo formas
comunicacionales del poder como medios de acción a distancia en función de las
cuales ve su aparición el “público” como objeto de gobierno, al cual Foucault
considera como la “superficie de agarre” de la población, en el sentido de que se
conforma en tanto objeto ya no en función de los procesos biológicos que la
caracterizan sino desde el punto de vista del conjunto de opiniones e intereses de los
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individuos que la componen y, por lo tanto, la hace susceptible de ser intervenida a
través de técnicas persuasivas(Foucault, 2006: 102). Esta perspectiva plantea una serie
de problemas que se derivan en última instancia del modo en que la distinción
población/público reproduce a nivel colectivo la contraposición entre cuerpo y mente,
y por lo tanto conduce a la distinción entre las técnicas de poder que actúan sobre los
cuerpos y aquellas que lo hacen sobre la psique, en el sentido de una manipulación de
las opiniones e intereses de los individuos a partir de intervenciones sobre sus
conciencias (Cerruti, 2017).
Ahora bien, si en lugar de centrar nuestra atención en el modo en que Foucault
tematiza explícitamente las técnicas comunicacionales en el caso de la emergencia del
público como objeto de gobierno, consideramos la lógica propia de funcionamiento
de las tecnologías de seguridad o los controles reguladores como intervenciones sobre
el “medio”, se abre la posibilidad de interpretar,sin los atavismos de antinomias
superadas ni la insuficiencias de las teorías manipulativas,la dimensión mediáticade las
sociedades contemporáneas en el pasaje del capitalismo industrial al informacional.
Sobre esta cuestión Foucault se detiene particularmente en la clase del 11 de enero
de 1978 de Seguridad, territorio y población al tratar, justamente, la emergencia de las
tecnologías de poder que denomina “dispositivos de seguridad” y al situar su
especificidad en comparación con los dispositivos de la soberanía y de la disciplina. A
diferencia de la lógica de la prohibición y el castigo de las técnicas jurídicas, y del
encierro y la vigilancia individualizada e individualizante del poder disciplinario, estas
técnicas proceden, como hemos adelantado, a través de la idea de regulación y se
plantean intervenir sobre una multiplicidad y no sobre individuos aislados;y
consideran esa multiplicidad en términos de series de acontecimientos probables que
son abordados en términos de un cálculo de costo y beneficio y de la maximización de
los elementos positivos y minimización de los negativos. Un aspecto fundamental
reside en que estos dispositivos operan produciendo la libertad como técnica de
gobierno en el sentido de que es la libre circulación, el libre movimiento de
desplazamiento de los individuos y de los objetos, lo que hace posible el despliegue de
los acontecimientos que buscarán ser gestionados.
La clave para entender las tecnologías de seguridad reside en la relación entre la
gestión de las multiplicidades y la dimensión espacial en la cual se desenvuelven los
fenómenos a ser regulados, pues, dice Foucault, “la seguridad tratará de acondicionar
un medio en función de acontecimientos o series de acontecimientos o elementos
posibles, series que será preciso regularizar en un marco polivalente y transformable”
(Foucault, 2006: 40). Así, tomando especialmente el ejemplo de la gestión de las
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ciudades, puede afirmar que las técnicas de seguridad proceden interviniendo a nivel
del espacio y que el espacio propio de la seguridad es el “medio”. A lo cual agrega:
¿Qué es el medio? Es lo necesario para explicar la acción a distancia de
un cuerpo sobre otro. Se trata, por lo tanto, del soporte y el elemento de
la circulación de la acción […]. Los dispositivos de seguridad trabajan,
fabrican, organizan, acondicionan un medio […]. El medio será entonces
el ámbito en el cual se da la circulación. Es un conjunto de datos
naturales, ríos, pantanos, colinas, y un conjunto de datos artificiales,
aglomeración de individuos, aglomeración de casas, etc. El medio es
una cantidad de efectos masivos que afectan a quienes residen en él.
Es un elemento en cuyo interior se produce un cierre circular de los
efectos y las causas, porque lo que es un efecto de un lado se
convertirá en causa del otro” (Foucault, 2006: 41).
De ello se desprende el determinado tipo de objeto que las técnicas de seguridad
producen. En palabras de Foucault:
el medio aparece como un campo de intervención donde, en vez de
afectar a los individuos como conjuntos de sujetos de derecho
capaces de acciones voluntarias –así sucedía con la soberanía-, en vez
de afectarlos como una multiplicidad de organismos, de cuerpos
susceptibles de prestaciones, y de prestaciones exigidas como en la
disciplina, se tratará de afectar, precisamente, a una población. Me
refiero a una multiplicidad de individuos que están y solo existen
profunda, esencial, biológicamente ligados a la materialidad dentro de la
cual existen. (Foucault, 2006: 41-42).
La noción de “medio” tiene, como puede observarse, un sentido preciso al interior
de la racionalidad que Foucault busca situar y que provienedel concepto reconstruido
históricamente por su maestro Georges Canghilhem en El ser viviente y su medio.
Allí,este lo remite en última instancia a un concepto derivado de la física newtoniana
vinculado con el problema de entender la acción a distancia de cuerpos físicos
distintos. En la lectura que propone, esto dibuja un espacio, y una ontología,
novedosa, por entero diferente del espacio y la ontología que sostiene la física
cartesiana, para la cual la acción a distancia de cuerpos distintos no es un problema
pensable ya que solo conoce un tipo de acción: la colisión. Es para solucionar este
problema que Newton introduce la noción de “medio de acción”: el famoso “éter”,
como un fluido que no es ya solamente un vehículo sino un medio. Dice Canguilhem,
“el fluido es un intermediario entre dos cuerpos, es su medio; y, en la medida en que el
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fluido penetra esos cuerpos, ellos están situados en el medio de este” (2008: 99). Se
dibuja entonces la idea de un espacio definido en función de la acción de fuerzas y en
el que el medio es al mismo tiempo el transmisor de esas fuerzas, así como el espacio
mismo, el entorno o ambiente en el que se disponen las relaciones de fuerza.
Así, cuando Foucault se refiere al gobierno de poblaciones como
acondicionamiento de un medio este último es al mismo tiempo el intermediario a
través del cual se interviene sobre la población y el entorno mismo en el que la
población existe y se constituye como tal. Esta perspectiva puede considerarse a partir
de las especificidades de la particular concepción del espacio involucrada en la noción
de poder de Foucault (Beresñak, 2012). En el apartado titulado “Método” del cuarto
capítulo de Historia de la sexualidad. Volumen I, al mismo tiempo que las considera la
“cifra de inteligibilidad del campo social”, enuncia toda una serie de características de
las relaciones de poder, las cuales son definidas como omnipresentes, pero no porque
lo abarquen todo sino porque se producen a cada instante y en todos los puntos y, por
ello, son también locales ya que provienen de todos lados. Son inmanentes ya que no
puede plantearse en relación con ellas vínculos de exterioridad; y, por supuesto, son
relacionales, pero no en tanto establezcan conexiones entre sujetos o cosas, sino dado
que consisten siempre en correlaciones entre fuerzas, la cuales por su parte son
siempre inestables y desiguales, y se encuentran en constante movimiento. Además,
son fundamentalmente productivas, en tanto ese juego permanente genera nuevas
relaciones, transformaciones, singularidades, así como hace emerger objetos y sujetos.
Por ello, si bien son intencionales, en la medida que tienen una direccionalidad, no son
subjetivas, es decir, no pueden remitirse a un sujeto en calidad de agente de las
mismas, sino que estos están siempre en situación de sujetamiento, en el sentido de
que son producidos y mantienen con ellas una relación de inmanencia.
Con ello se configura la idea de un espacio conformado por multiplicidades de
relaciones de fuerzas que se encuentran siempre conectadas unas con otras en un
permanente juego de enfrentamientos. Pero, nuevamente, es importante destacar que
las relaciones se establecen siempre entre fuerzas, conformando determinados estados
de tensión que producen como efectos aquello que a posteriori puede ser captado,
entendido o analizado en términos de objetos y sujetos como puntos o elementos más
o menos estáticos sujetados a dicho juego relacional.Como puede percibirse, es la
espacialidad considerada a partir de una ontología relacional y medial la que se
encuentra en la base de la definición misma de poder y de los modos de subjetivación.
En este sentido, espacialidad, poder y subjetivación tienen en el pensamiento de
Foucault un vínculo inescindible, cuya clave se encuentra en la noción de “medio”.
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Como veremos a continuación, esta idea foucaultiana de pensar el espacio en
términos de un medio compuesto por relaciones entre fuerzas es retomada por
Sloterdijk a partir de la noción de “esfera”, entendida como un medio de resonancia,
vibración o conductibilidad. Y es a partir de ella que propone una forma específica de
comprender la comunicación a partir de la conformación de medios o entornos
antropógenos.
3.Peter Sloterdijk: esferología y psicopolítica de la sociedad mediática
El mismo Sloterdijk califica a su perspectiva en los términos de una ontología
histórica que en el caso de su proyecto más ambicioso hasta ahora, plasmado
principalmente en sus libros Esferas I, II y III, busca comprender críticamente nuestro
tiempo presente, su conformación histórica y sus modos de subjetivación
característicos bajo un tipo de indagación filosófica que denomina como una “poética
política del espacio”. Esta, también llamada “esferología”, tiene uno de sus capítulos
fundamentales en el análisis del mundo contemporáneo como el resultado de la
consumación efectiva de la globalización terrestre. Ante esta mirada, el principio
mismo de conformación de nuestro presente está vinculado, entre otras cosas, con la
eliminación de las distancias y la conformación de un mundo compacto y sincrónico
mediante sistemas telecomunicacionales. Por ello, solo es posible arribar a una
conceptualización crítica de este estado del mundo si se hace de la telecomunicación
un concepto ontológico capaz de describir nuestros modos contemporáneos de
existencia a partir de su consideración como “la consumación práctica de la
compactación” y como “forma capitalista de la actio in distans” (Sloterdijk, 2010a:214).
La impronta del pensamiento de Mcluhan en el modo en que Sloterdijk construye
el problema es clara, así como es explícito su reconocimiento de dicha deuda. En su
clásico Comprender los medios de comunicación (1996: 29 y ss.), la relación entre
corporalidad, espacialidad y medialidad había sido ya planteada por aquel en los
términos de la relación entre, por un lado, los medios como vehículos que hacen
posible la extensión de nuestro cuerpo en el espacio hasta el punto, alcanzado gracias
a las tecnologías informáticas, de hacerlo coextensivo a todo el globo terráqueo. Por
otro lado, esta abolición del tiempo y del espacio, correspondiente a una suerte de
globalización del cuerpo, es comparable a una transformación radical de la “situación
ambiental”, es decir, de las matrices, las formas, los patrones, etc. conforme a las
cuales se moldea la subjetividad y la coexistencia humana. Esta producción del
entorno –del medio–, bajo la rúbrica de la compactación, es el verdadero “mensaje”
de los medios electrónicos.
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En el caso de Sloterdijk, hacer de la comunicación un concepto ontológicohistórico, bajo el axioma que postula que el medio es el mensaje, es una de las
operaciones que constituyen el basamento de sus indagaciones esferológicas, la cuales
involucran pensar desde el punto de vista de la relación entre el ser y el espacio tanto
los procesos antropogenéticos mismos como la crítica del tiempo presente y sus
modos de subjetivación característicos. En ello está implicada también una particular
forma de interpretar la biopolítica y la medialidad de las relaciones de poder de
Foucault en términos de la conformaciónde esferas antropógenas.
Teniendo esto en cuenta, en los apartados siguientes retomaremos la esferología de
Sloterdijk desde tres ángulos diversos, todos los cuales ponen en juego la relación
entre la conformación de entornos y procesos de subjetivación. En el primero, se
abordará la relación entre la producción de espacios de co-habitación y la
antropogénesis, destacando el modo en que ello implica una reconsideración de la
biopolítica foucaultiana como un proceso esferopoiético. En el segundo lugar, se
desarrollará la definición del medio como esfera de resonancia y de la subjetividad
misma como medio, de lo cual se deriva una conceptualización del espacio y de los
procesos de subjetivación en términos de relaciones inmanentes de vibración. En
tercer, y último lugar, consideraremos directamente la crítica de las formas
contemporáneas de coexistencia en cuyo establecimiento las tecnologías de telecomunicación masiva desempeñan un rol fundamental.
3.1. Esferología y antropogénesis
Sabemos que la reflexión de Foucault relativa a la biopolítica tiene una localización
histórica precisa y que su despliegue se corresponde palmo a palmo con el desarrollo
de la modernidad, hasta tal punto que él mismo es capaz de hablar de un “umbral de
modernidad biológica” para referirse al momento en que
Por primera vez en la historia, sin duda, lo biológico se refleja en lo
político; el hecho de vivir ya no es un basamento inaccesible […];
pasa en parte al control del saber y la intervención del poder. Este ya
no tiene que vérselas sólo con sujetos de derecho, sobre los cuales el
último poder del poder es la muerte, sino con seres vivos, y el
dominio que pueda ejercer sobre ellos deberá colocarse en el nivel de
la vida misma. (Foucault, 2002, p. 172).
Desde este punto de vista, la noción de biopolítica involucra la conformación de la
vida en un objeto de “cálculos explícitos” a partir de dispositivos específicos de saber
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y poder que de manera manifiesta se erigen como “agentes de transformación de la
vida humana” (Foucault, 2002, p. 173).
En el caso de Sloterdijk, la hominización misma es pensada biopolíticamente en
tanto el ser humano como tal es considerado como un producto que solo puede ser
analizado atendiendo a los métodos, procesos y relaciones que intervienen en su
producción, y que propone denominar “antropotécnicas”, en tanto estas revelan algo
que no está dado en la naturaleza, a partir de la acción de técnicas, de instrumentos de
naturaleza lógica y material, y de relaciones de convivencia. Desde este punto de vista,
la imbricación entre lo biológico y lo político,zoe y bios, vida y forma de vida, lejos de
ser un acontecimiento de la historia reciente de la humanidad, es su condición de
posibilidad, con la salvedad de que en este caso la transformación técnica de la vida
que da lugar al pasaje de lo animal a lo humano no debe confundirse con la gestión
deliberada, estratégica y centralmente planificada considerada por Foucault y que fue
la clave de la emergencia de la biopolítica moderna (Sloterdijk, 2011b).
A los fines de los problemas aquí considerados, interesa destacar que la esferología
de Sloterdijk propone considerar la antropogénesis como el resultado de una situación
de co-habitación. En ese sentido, por un lado, su analítica, si bien de profunda
inspiración heideggeriana, en su caso, prioriza la dimensión de la espacialidad por
sobre la temporalidad, y con ello plantea la determinación del ser-ahí como ser-en, esto
es, del ser-en-el-mundo como una situación de habitación. Desde este punto de vista
la pregunta fundamental es la interrogación por dónde estamos/somos cuando
estamos/somos en el mundo. Por otro lado, le otorga preeminencia a la dimensión
co-existencial, es decir, la determinación del ser-en como ser-con otros, y la interrogación
respecto decómo estamos/somos con aquellos con los que estamos/somos-en. Así,
dice Sloterdijk, el habitar podría ser definido como un “vivir en extática inmanencia
uno en otro” (Sloterdijk, 2014: 558).
Para referirse al espacio propio de la antropogénesis, y para distinguirlo de la
espacialidad entendida geométrica, física o trivialmente, Sloterdijk propone pensarlo
más bien como un “lugar de resonancia”, para el cual utiliza el nombre de “esfera”.
Estas pueden ser comprendidas análogamente como “invernaderos” en los que se
disponen condiciones climáticas que, desde el punto de vista de su efecto en los seres
vivientes, tienen consecuencias ontológicas. Las esferas son medios en el sentido de
entornos en los cuales el ser es en pero también en el sentido de vehículos donde se
produce el tránsito desde la prehumanidad a la humanidad y del circunmundo animal
al mundo humano. En este sentido, una de las características principales de las esferas
reside en constituirse como “insulamientos”, esto es, lugares que estabilizan un clima
interior, acondicionado por medios técnicos, en su diferenciación con el entorno, y en
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ese aislamiento del exterior otorgan a sus habitantes ventajas de aseguramiento que
aumentan sus posibilidades vitales. Por esta razón, Sloterdijk también las califica como
“islas antropógenas” en las que la separación del entorno, la inclusión en un interior a
través de la creación de una distancia respecto al exterior, es crucial en la
conformación de mundo y en la emergencia de lo humano.
3.2. Medios o esferas de resonancia anímica
Ahora bien, no solamente los procesos antropogénicos se producen a través dela
conformación de un medio, sino que Sloterdijk también propondrá pensar a la
subjetividad misma de un modo medial. En un texto que puede reconocerse como
preparatorio del proyecto Esferas, titulado ¿Dónde estamos, cuando escuchamos música?
(2008a), puede apreciarse el modo en que Sloterdijk entiende la espacialidad del medio
de subjetivación como la medialidad misma de la subjetividad.
Tomando como caso a la percepción auditiva, la argumentación de Sloterdijk
avanza en el sentido, no solo de repensar la subjetividad desde la sensibilidad en
contra de la tradición filosófica fundada en la renegación de la experiencia sensible
como lugar de un posible encuentro de la verdad, sino también de discutir la manera
en que esta implicaba más bien una particular disposición topológica del sujeto a partir
de la “absolutización de la visión” como paradigma de la subjetividad. La “ontología
ocular” de la metafísica occidental define al sujeto a partir de una relación con el
espacio caracterizada por la distancia y la separación, la misma relación de exterioridad
que se plantea con los objetos, empezando por el propio cuerpo. En palabras de
Sloterdijk:
Para ver algo, el vidente tiene que estar a una distancia abierta frente a
lo visible. Ese estar espacialmente separado y enfrentado sugiere un
abismo entre sujetos y objetos que […] no solo entra en
consideración espacial sino también ontológica; en cuya última
consecuencia se entienden los sujetos como observadores sin mundo
que, respecto a un cosmos siempre apartado, sólo tienen una relación,
en cierto modo exterior. […] El sujeto vidente está “al borde” del
mundo, como un ojo sin cuerpo ni mundo ante un panorama
(Sloteridjk, 2008a: 277).
Si consideramos la existencia a partir de la percepción auditiva, ya no es posible
pensar la relación entre el sujeto y el mundo como contemplación:
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[…] es característico de la naturaleza de la audición no verificarse de
modo diverso al ser-en-el-sonido. Ningún oyente puede creer estar en
la esquina de lo audible. El oído no conoce ningún enfrente; no se
muestra “vista” frontal alguna en el objeto exterior, porque solo hay
“mundo” o “materias” en la medida en que se está en medio del
suceso auditivo; también se podría decir: en tanto se está suspendido
o inmerso en el espacio auditivo (Sloteridjk, 2008a: 277).
En ese sentido, esta reconsideración de la subjetividad en función de la
espacialidad involucrada en la audición implica un pasaje que es fundamental en la
reflexión de Sloterdijk, un pasaje de la tradicional teoría del conocimiento, concebida a
partir de la relación entre el sujeto y el objeto, a aquello que es inherente en medios.
La subjetividad es, desde este punto de vista, eminentemente medial y su disposición
espacial no se agota en su localización sino en su relación de “ensimismamiento” con
su medio.
Teniendo esto en cuenta, Sloterdijk puede reconsiderar ahora el cogito cartesiano, al
que califica como el delirante intento de Descartes de producir una abstracción total
del mundo, del sentimiento corpóreo, de todo tipo de relación espacial y sensible, y
con ello encontrarse a sí mismo como sujeto, entendiendo por tal una “autopresencia
absolutamente segura de sí” que se coloca como “fundamento imperturbable de la
verdad”. Sin embargo, ello solo puede postularse a costa de ignorar que el pensar, a
partir del cual el sujeto existe, está precedido por un escucharse, lo cual implica una
total reconfiguración del cogito como una experiencia sonora:
El mínimo sonido interior de la voz del pensamiento, si es escuchado
y, con ello, hecho íntimo, es la primera y única certeza que puedo
adquirir en mi autoexperimento […] Escucho algo en mí, luego existo
–al menos, tengo motivo bastante para la aseveración de que estoy
seguro de poder concluir mi existencia a partir de la audición en
mí.(Sloterdijk, 2008a: 301).
Desde este punto de vista, la experiencia del cogito no es fundamento ni puede ser
fijada ya que es pura impresionabilidad o afectación ante las presencias acústicas, un
estar constantemente sumergido en una esfera de resonancia: “El pensamiento está en
el sujeto como el sonido en el violín: en virtud de una relación de vibración”, dirá
Sloterdijk (2008a: 302). El sujeto no es entonces fundamento sino un medio sensible,
que existe únicamente en resonancia con aquello que solo existe en él.
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La música solo está en el sujeto oyente. Y añadamos que esa
proposición solo sigue siendo válida junto con su inversión: el sujeto
oyente solo está en la música. Por tanto, el sujeto solo puede estar en
sí cuando se ha dado algo en él que se puede oír también en él –sin
sonido no hay oído, sin otro no hay propio Yo-. Su propio yo solo es
conocido como un ser pensante y viviente en tanto es un medio que
se
hace
vibrar
por
sonidos,
voces,
sentimientos,
pensamientos(Sloterdijk, 2008a: 303).
Esta misma perspectiva es retomada en Esferas 2, donde el proceso esferopoiético a
través del cual un grupo crea su lugar existencial y su morfología característica es
planteado en los términos del establecimiento de un espacio de resonancia para
relaciones recíprocas de compenetración y del establecimiento de una diferencia
primordial topológica entre interior y exterior (entre-nosotros y no-entre-nosotros)
que crean el campo de proximidad que permite la conformación de un clima interior
que funciona como un “nicho ecológico” para quienes lo habitan. (Sloterdijk, 2011a:
178-179).
En este sentido, el espacio, en el cual el ser es y coexiste extáticamente, es una
atmosfera, y el ser-en puede entenderse entonces como la inmersión en un campo de
pura vibración o conductibilidad. En ese sentido, la naturaleza de lo que Sloterdijk
denomina “clima antrópico” debe localizarse en un plano pre-objetivo y prediscursivo, en tanto remite a lo que Heidegger denominaba la disposición de ánimo
como primera y fundamental forma de apertura al mundo.
Para Sloterdijk, la fenomenología de los estados de ánimo de Heidegger compone
una “climatología” que muestra que:
cuando se tensa en un individuo la cuerda de la existencia, éste vibra
en la tonalidad de un estado de ánimo o un clima impregnante. Pero
los estados de ánimo –quizás Heidegger no ha hecho hincapié
suficiente en esto- nunca son, en principio, asunto del individuo en la
aparente privacidad de su existencia y en la soledad de su éxtasis
existencial; se forman como atmósferas –totalidades estructurantes,
teñidas de sentimiento– compartidas entre varios, o muchos, que
disponen y tonalizan unos para otros el espacio de
proximidad(Sloterdijk, 2011a: 129).
Así, puede afirmarse que:
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La endosfera climatizada es el primer producto de las comunidades
que viven estrechamente unidas, y el acuerdo de ánimo que supone es
su primera comunicación en sí misma. Compactarla, redondearla,
regenerarla y despejarla es el primer proyecto creador de la
humanidad(Sloterdijk, 2011a: 132).
Las esferas son, entonces, mundos interiores de relaciones de vibración, un espacio
común compuesto por la multiplicidad de acciones recíprocas y de aflicciones mutuas
de quienes los habitan y que en ese habitar devienen lo que son. Los grupos se
conforman por esa tonalidad envolvente del espacio, una suerte de éter común o clima
relacionante, a través del cual confrontan el desamparo en la exterioridad. El espacio
como atmósfera no es otra cosa que pura conductibilidad, y ser en tanto inmersión en
el elemento conductor quiere decir la apertura fundamental al entorno de relaciones
de vibración.
En estas consideraciones está contenida la teoría de la subjetividad que servirá de
basamento a las indagaciones esferológicas en general, y en particular a las reflexiones
relativas a su dimensión comunicacional, pues significa llevar hasta sus últimas
consecuencias el axioma que postula que el medio es el mensaje. La comunicación
debe ser pensada en estos términos como un entrar en relación unos con otros en una
esfera de resonancia, y esta dimensión es previa a cualquier consideración de la
comunicación como transmisión de información, circulación discursiva, intercambio
dialógico, etc., en tanto es el establecimiento del medio en el que luego estas serán
posibles. Por ello, Sloterdijk puede parafrasear a Mcluhan y afirmar que la producción
del mundo es el mensaje.
3.3.Medios de comunicación y psicopolítica del presente
Que la racionalidad de los mencionados controles reguladores o dispositivos de
seguridad sean uno de los puntos en los cuales el pensamiento de Foucault pueda ser
puesto en relación con la crítica del presente de las sociedades reticuladas por las
tecnologías de la información y la comunicación se revela en el ya clásico texto de
Gilles Deleuze, Posdata sobre las sociedades de control(2014). Allí este delinea un
diagnóstico de las formas contemporáneas de poder que tiene su clave en la noción de
control, entendido a partir de su diferencia con la lógica del disciplinamiento, que, con
su énfasis en la idea de la modulación de las subjetividades en espacios abiertos,
retoma la idea de la regulación biopolítica a partir de la producción de libertad y
gestión del medio consideradas por Foucault. Si bien la racionalidad propia de estas
técnicas anticipa con toda propiedad las lógicas de los dispositivos de control, y de ahí
la importancia de recuperar estos planteos, Foucault se sitúa en un espectro analítico
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El acondicionamiento del medio es el mensaje
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en el cual la conexión genealógica entre estos dispositivos y las formas de regulación
en las sociedades contemporáneaspermanece ocluida. Del mismo modo que Deleuze,
e incluso retomando algunos de sus propuestas, Sloterdijk da ese paso y hace de la
crítica de los entornos mediáticos y sus modos característicos de subjetivación un
capítulo fundamental para el diagnóstico de nuestro presente.
Conforme a su paradigma esferológico, toda conformación de una unidad social,
ya sea de menor o mayor formato, es para Sloterdijk el resultado de la producción, en
primer lugar, de esa endosfera climatizada que es el resultado de una primera
comunicación en sí misma, y que no es otra cosa que una resonancia anímica. Este
plano, en la medida en que compete al colectivo fabricarlo, compactarlo, regenerarlo,
reproducirlo, gestionarlo, etc., compone lo que Sloterdijk denomina la dimensión
“psicopolítica” de todo agrupamiento humano10.
Ahora bien, a la hora de comprender las condiciones psicopolíticas de las
modernas sociedades de masas, y especialmente sus características contemporáneas,
Sloterdijk considera que la consumación de la globalización, que coincide con la
eliminación de las distancias a través de las tecnologías de la información y la
comunicación, esto es la conformación de un mundo sincrónico y compacto por la
destrucción de la lejanía, procede generando una erosión de las grandes estructuras de
inmunidad, tanto imaginaria y real, que, bajo la forma del Estado nacional, se habían
dispuesto como receptáculos étnicos de paredes sólidas, fundados territorialmente y
sostenidos simbólicamente. Ello implica una gran transformación morfológica e
inmunológica que compete a las formas de estabilización de identidades sociales y
personales, es decir, una metamorfosis de los modos de subjetivación y de las formas
de habitar o, en otras palabras, de estar en sí y con los otros (Sloterdijk, 2010a: 180).
Del conjunto de problemáticas que forman parte de este escenario, resulta
indispensable destacar aquí tres tendencias fundamentales que delinean las
condiciones psicopolíticas de las modernas sociedades de masas. En primer lugar, el
hecho de que hoy se verifica con mayor alcance y profundidad el hecho de que lo que
usualmente llamamos “sociedades” no son más que campos de fuerzas integrados a
través del estrés o sistemas auto-estresantes que solo logran perdurar en la medida en
que un constante flujo de tópicos inquietantes mantiene la sincronización de los
estados anímicos de grandes poblaciones y su integración en comunidades de
Como puede percibirse, elsentidodado por Sloterdijk al término “psicopolítica” es por entero diverso al otorgado
porByung-Chul Han. Este último utiliza como modelo la noción de biopoder, pero abandonando el énfasis en el
cuerpo, y recupera los estudios sobre las tecnologías del yo de Foucault, a partir de lo cual define a la psicopolítica
como el conjunto de técnicas de poder que se ejercen sobre la psiquis a través de modos de subjetivación que hacen
que los individuos actúen reproduciendo por sí mismos el entramado de dominación al cual están sujetados (Han,
2014).
10
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preocupación y excitación que se regeneran día a día. En ese sentido, los medios de
información cumplen, para Sloterdijk, una función fundamental en la vinculación
colectiva de conjuntos heterogéneos de individuos y grupos y su constitución como
un todo más o menos coherente (Sloterdijk, 2016).
Desde el papel adquirido por la prensa durante el siglo XIX, la síntesis social se
produce cada vez más por la vía los medios de comunicación masivos a través de los
cuales se mantiene ese flujo permanente de comunicaciones autoestresantes. Pero
dado que onto-antropológicamente el ser humano se constituye por el movimiento de
distanciarse del entorno, uno de los efectos de la crisis de los Estados nacionales, en
tanto últimas grandes esferas de inmunidad, es el devenir hacia una esfera globalizada
que parece constituirse más bien como un gran exterior en tanto expone a sus
habitantes a contar como vecinos a los otros más lejanos y extraños. En este sentido,
uno de los efectos de la situación de vecindad global se traduce en un incremento del
temor frente al vecino, al enemigo o al rival, e impone la situación de que los
mecanismos de consenso y cooperación de la comunidad internacional pasan en
mayor medida por la producción de estrés autógeno.
En segundo lugar, se encuentran las formas de vida individualistas que se
desenvuelven en las sociedades de paredes permeables. Estas ponen en juego nuevos
modos de insulamiento que hacen de cada individuo una isla, pero se trata siempre de
islas co-aisladas y conectadas en redes telecomunicacionales, unidas momentánea o
permanentemente, a otras islas contiguas, en conglomerados de mayor envergadura
cuya estructura se corresponde con la forma de composición ya no de las grandes
esferas contenedoras sino de las “espumas”. La particularidad, y el sentido
inmunológico propio, del individualismo post-social reside en que, en palabras de
Sloterdijk,
hoy, quizás por primera vez en la historia de la convivencia homínida
son los individuos quienes, como portadores de competencias de
inmunidad, se desligan de sus cuerpos grupales (hasta hora
primordialmente protectores) y quieren desconectar en masa su
felicidad e infelicidad del ser-en-forma de la comuna política.
Actualmente experimentamos la transformación, probablemente
irreversible de colectivos políticos de seguridad en grupos con
diseños individualistas de inmunidad (Sloterdijk, 2011a: 184).
En tercer lugar, cabe destacar los modos característicos de conformación de
esferas de coexistencia a partir de una nueva estética de la inmersión basada en la
premisa de producir una transferencia del mundo externo como un todo a un gran
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El acondicionamiento del medio es el mensaje
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interior o un gran receptáculo climatizado, de confort y coexistencia pacífica, y al
interior del cual se garanticen las condiciones espaciales y mediáticas que sostienen el
aislamiento de los individuos, y se posibilite su reunión y composición en conjuntos
de consumidores en torno a la promesa del constante flujo y crecimiento de las
condiciones de confort. Esta es la forma que toma el capitalismo integral cuando
consigue captar la totalidad de la vida y trasladarla a la inmanencia del consumo y el
poder adquisitivo. La absorción del mundo externo en este espacio interior
completamente calculado, y del cual es posible no salir jamás, configura un entorno en
el que pueden desplegarse los sistemas de previsión total de la existencia.
Bajo estas condiciones, la producción del clima relacionante que produzca la
síntesis afectiva e imaginaria de las “sociedades” se desenvuelve a través del espacio
informático acondicionado por los medios de comunicación de masas, es decir, por la
integración telecomunicativa de los individuos aislados (Sloterdijk, 2009a: 432). Y en
la conjunción de estas tendencias se configura una novedosa “ecología de afectos”, de
cuyas características Sloterdijk destaca particularmente el modo que los individuos de
las sociedades mediatizadas vibran y conviven como consumidores de comunicaciones
denigrantes e instigadoras que se desenvuelven a través de olas de indignación y
atracción de la curiosidad por medio de escándalos, ya sean catástrofes, casos
criminales, atentados terroristas, intrigas políticas, etc., producidos y puestas en
circulación por la industria cultural contemporánea(Sloterdijk, 2010b).
Así, el estado de las “sociedades” vertebradas a través de los medios de
comunicación, dice Sloterdijk,
es comparable al de un compuesto gaseoso, cuyas partículas,
respectivamente separadas entre sí y cargadas de deseo y negatividad
prepolítica, oscilan en sus espacios propios, mientras, inmóviles ante
sus aparatos receptores de programación, consagran individualmente
sus fuerzas una y otra vez a la solitaria tentativa de exaltarse o
divertirse”(Sloterdijk, 2009a: 17).
Conclusión
Como ha sido remarcado a lo largo del presente artículo, una ontología crítica de
nuestro presente no puede no otorgar una importancia cardinal a los modos de
conformación de los entornos mediáticos en los que se producen y desenvuelven
nuestros modos de existencia. Esa es precisamente una de las principales líneas
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interpretativas que guían la esferología de Peter Sloterdijk y que en su recorrido
genealógico concluyen en la interrogación respecto de la compacidad y sincronía
telecomunicacional de nuestro mundo. Desde este punto de vista, solo una
problematización ontológico-histórica de la comunicación puede darnos algún tipo de
respuesta a la pregunta por lo que somos en nuestro presente, o lo que es lo mismo
dónde estamos o existimos hoy. En ese camino, retomando las ideas de Mcluhan
relativas a los medios de comunicación como conformadores del medio que moldea la
existencia humana, Sloterdijk construye su original perspectiva. La operación
hermenéutica fundamental es aquí la interpretación del medio como esfera de
resonancia. El alcance que Sloterdijk le otorga a dicha herramienta crítico-conceptual
se revela en su potencia para problematizar conjuntamente, disponiendo en un mismo
plano analítico, las características psicopolíticas de nuestras actuales sociedades
massmediatizadas, los procesos antropogenéticos, y la redefinición de la noción misma
de subjetividad. En todos estos casos la poética política del espacio de Sloterdijk
produce un desplazamiento de la mirada desde los sujetos y objetos a los medios, en
tanto entornos y vehículos de acción a distancia, en los cuales estos se constituyen y
co-existen como tales. Esto solo puede ser comprendido si se entiende que la
interpretación del medio como esfera hace de aquel un espacio definido
comunicacionalmente, atendiendo que aquí comunicación no quiere decir transmisión
de información o mensajes sino establecimiento de relaciones de inmanencia extática.
Razón por la cual este espacio de vibración o resonancia no puede en ningún
momento confundirse con la permanencia en un mismo espacio “físico” sino
entenderse como esferas de co-existencia que son tales por las relaciones de
compenetración que establecen independientemente de las distancias involucradas.
Ahora bien, hemos podido reconocer que, en el tratamiento de la espacialidad, el
pensamiento de Sloterdijk confluye con el de Foucault, y allí reside la posibilidad de
abrir un camino que nos permita establecer puentes genealógicos entre este último y la
ontología del presente massmediatico. Efectivamente, estos vínculos son reconocibles
por permanecer en su obra en estado de latencia, inclusive ocluidos por los modos
problemáticos a través de los cuales el mismo Foucault se refirió al tema en los pocos
lugares en los cuales lo abordó explícitamente. Por ello, en nuestro caso la indagación
hermenéutica, guiada por la lectura de Sloterdijk, se ha dirigido no a lo manifiesto sino
a la extrapolación de las racionalidades implicadas en el gobierno biopolítico de las
poblaciones. Es allí donde la definición de “medio” por parte de Foucault, que
constituye un capítulo de la ontología relacional de lo social, se configura en una
herramienta crítica capaz de incidir en el tejido telecomunicacional de nuestro mundo
contemporáneo.
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Desde este punto de vista, la cuestión de las formas de acondicionamiento de los
medios de co-existencia, en el doble sentido de los vehículos como de los entornos
para ello, es el problema cardinal al que un abordaje histórico-crítico del presente se
enfrenta. En tanto estos conforman, primordialmente, esferas de resonancia anímica,
ello establece las bases para hacer de la psicopolítica uno de sus capítulos centrales; y,
dadas sus formas de establecimiento, o las modalidades de los procesos
esferopoiéticos, del análisis comunicacional una herramienta decisiva.
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