PACIFICAR LA PAZ
-Lo que no se ha negociado
en los Acuerdos de pazCOMISION DE SUPERACION
DE LA VIOLENCIA
Alejandro Reyes Posada
(Director)
Franéisco de Roux Rengifo
Eduardo Díaz Uribe
Gustavo Gallón Giraldo
Eduardo Pizarro LeonGómez
Roque Roldán Ortega
Oiga Cecilia Pinilla
(Coordin¡¡dora Ejecutiva)
Juan Gabriel Gómez Albarello
Gustavo Adolfo Junca Rodrígue2
Ciro Krauthausen Ellinghaus
Arturo Claudio Laguado Duca
John Munevar Escobar
(Investigadores)
Santa Fe de Bogotá, 1992
© Instituto de Estudios Políticos
y Relaciones Internacionales
de la Universidad Nacional
CINEP
Comisión Andina de Juristas
CECOIN
Santa Fe de Bogotá, marzo de 1992
ISBN 958-9027-00-8
La Comisión de Superación de la Violencia fue creada y financiada a instancias de
las Consejerías de Paz y de Derechos Humanos de. la Presidencia de la República;
pero su informe final, contenido en este libro, fue realizado por sus integrantes con
absoluta independencia, y no compromete al gobierno colombiano.
Edición: Hernán Darío Correa
Levantamiento de textos y artes finales: Grupo Editorial 87 Ltda.
Impresión y encuadernación: Editorial Presencia
Carátula: Carnila Costa
CONTENIDO
Introducción . . . .
7
LA VIOLENCIA EN LAS REGIONES
Departamento de Córdoba . . . . . .
Región de Urabá . . . . . . . . . . . .
Departamento del Putumayo . . . . .
Departamento de Norte de Santander
Departamento de Risaralda . . . . . .
Noroccidente de Antioquia . . . . . .
Departamento del Cauca . . . . . . .
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ACTORES VIOLENTOS
Guerrilla y proceso de paz . . . . . . . . , . . . . . . . .
Contribución del narcotráfico a la violencia en regiones
del EPL y el Quintín Lame . . . . . . . . . . . . . . . . .
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida
por funcionarios oficiales . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Paramilitares y proceso de paz con el
EPL y el Quintín Lame
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
UNA VICTIMA ESPECIAL: LOS INDIGENAS
191
REINSERCION Y PAZ
El proceso de reinserción del EPL y del Quintín Lame
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la
sociedad civil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
251
274
INTRODUCCION
Las negociaciones de paz entre el gobierno y algunos grupos
guerrilleros son un paso adelante para lograr la superación de la
violencia, pero su alcance pacificador se reduce si ellas no son
seguidas por acciones dirigidas a distensionar y eliminar las violencias cruzadas que permanecen después de la firma de los
acuerdos de paz, entre las cuales se destacan la asociada con las
guerrillas no comprometidas en dichos acuerdos, la del narcotráfico, la de las autodefensas y paramilitares, y la ejercida ilegalmente por agentes estatales.
El presente documento está orientado hacia el estudio de dichas
violencias en siete regiones del país, y a la formulación de recomendaciones sobre las políticas necesarias para superarlas; y es
el resultado del trabajo llevado a cabo durante los últimos siete
meses de 1991 por la Comisión de Superación de la Violencia
y el equipo de investigadores que apoyó sus tareas, por encargo
de las Consejerías de Paz y de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, y en cumplimiento de los acuerdos de paz
con el Ejército Popular de Liberación -EPL-y el Movimiento
Indígena Quintín Lame.
El primero de ellos actuó en seis regiones principales, las
cuales forman un arco extendido desde el Norte de Santander
8
Pacificar la paz
hasta Putumayo, que pasa por Córdoba, Urabá, Noroccidente
Antioqueño y Risaralda; y el segundo actuó en el departamento
del Cauca. A partir de los acuerdos de paz que ellos firmaron y
del abandono subsiguiente de sus zonas de operación, en casi
todas esas regiones, con la relativa excepción del Eje cafetero,
las operaciones armadas del Ejército de Liberación Nacional ELN- y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
-FARC- han buscado extender su influencia. Por ello la superación de esta modalidad de violencia en dichas regiones, hoy
depende en buena medida del resultado de las negociaciones de
paz con la Coordinadora Guerrillera. De otra parte, no todos los
combatientes del EPL dejaron las armas: algunos grupos ingresaron a la Coordinadora y otros se mantienen activos como disidencias, con grados diversos de organización; y en algunas regiones
se han presentado tensiones y hostilidades entre los combatientes
desmovilizados, la Coordinadora Guerrillera y los grupos disidentes.
Las negociaciones de Caracas se definieron como prioritarias
en la política de paz, y en estas condiciones la reinserción se
redujo a la atención a los ex-combatientes, perdiéndose el horizonte de aclimatación de la paz y de superación de la violencia
para toda la población en las regiones afectadas. Y más grave
aun, la insuficiencia evidente del dispositivo gubernamental para
atender la reinserción social, económica y política de los grupos
desmovilizados, sumada a las resistencias de quienes fueron adversarios sociales o militares de las guerrillas, no permitieron
definir con claridad las perspectivas de futuro de los ex-combatientes.
Esta situación fue comprendida por el ejecutivo al crear la
Consejería Presidencial de Política Social y al asignarle a ella la
dirección de las tareas de reinserción en enero de 1992. Por ello,
sin duda uno de los actuales elementos importantes de negociación
con la Coordinadora Guerrillera es la amplitud y eficacia de la
política de reinserción de ex-combatientes a la vida civil.
Las luchas guerrilleras han sido enfrentadas en muchas regiones
por la reacción violenta de narcotraficantes y otros inversionistas,
quienes han organizado autodefensas y grupos paramilitares para
atacar lo que consideran como bases sociales de las guerrillas.
Introducción
9
En particular, la expansión de negocios del narcotráfico ha cambiado el escenario de los conflictos sociales y las luchas armadas
en muchas de las regiones estudiadas por la Comisión.
La vinculación de áreas de colonización a los cultivos de coca
ha transformado las relaciones de la población campesina con
las guerrillas, hasta tender a reducirlas al intercambio de protección y mantenimiento del orden por contribuciones económicas
provenientes de las drogas. La inversión de grandes capitales del
negocio ilegal en la compra de tierras ha concentrado aún más
la propiedad rural y ha intensificado el carácter sangriento de los
conflictos por la tenencia de la tierra; y la irrigación de economías
deprimidas locales con grandes corrientes monetarias asociadas
con los negocios de drogas, ha traído desorganización social y
un aumento general de la delincuencia y del número de homicidios.
Después de la desmovilización del EPL y del Quintín Lame,
y a pesar de la prohibición legal al respecto, han continuado
operando grupos paramilitares en la mayor parte de las regiones
donde actuaban estas guerrillas, ahora con claras señales de progresiva bandolerización, al haber perdido su legalidad y al haberse
desvinculado de las tareas de contrainsurgencia.
De igual forma, continúan presentándose numerosos casos de
violencia ilegal por parte de las fuerzas armadas y los organismos
de inteligencia del Estado, aunque en algunas regiones ellos se
han reducido.
Los principales factores que permiten y propician las violaciones a los derechos humanos siguen existiendo en las situaciones
de conflicto. Entre ellos están la criminalización de la protesta
social; las atribuciones inconvenientes concedidas a autoridades
militares y de policía en relación con civiles; la impunidad asociada con una laxa interpretación del fuero militar; las prácticas
ilegales realizadas en asocio con otros sectores o estamentos
sociales, que se expresan en la colaboración con paramilitares y
en las campañas de limpieza social; y finalmente, la ausencia de
reacciones adecuadas del Ejecutivo, al no responsabilizar políticamente a los mandos que han sido acusados por reiteradas
violaciones en ciertas regiones y localidades del país.
El impacto destructivo de estas violencias sobre la sociedad
está condicionado por la manera como se tramitan los conflictos
JO
Pacificar la paz
entre los distintos grupos humanos, entre los ciudadanos y el
Estado, y en las relaciones de mercado; y tiene mayor intensidad
para los grupos más débiles, tales como las comunidades indígenas, los campesinos y los pobres urbanos. Por esa razón la
superación de la violencia exige a todos los sectores de la sociedad
civil esfuerzos organizados para fortalecer su capacidad de control
sobre sus condiciones de vida, su seguridad y el ejercicio de sus
derechos.
Fortalecer y dinamizar el poder de la sociedad civil para actuar
sobre sus conflictos y resolverlos pacíficamente es, a juicio de
la Comisión, la estrategia que con mayor profundidad y eficacia
se opone a la violencia.
Tanto las luchas guerrilleras como las acciones de contrainsurgencia públicas y privadas subordinan la tramitación de conflictos
a la lógica de la guerra y atomizan las organizaciones de la
sociedad civil. En cambio, la superación de la violencia recorre
el camino inverso al devolver a la población la capacidad de
reconocer sus intereses, definir sus objetivos y controlar las condiciones de su supervivencia y desarrollo.
El respeto a los derechos de todos y la protección especial a
los más débiles son valores de justicia esenciales en una sociedad
organizada; y la capacidad de los ciudadanos para actuar sobre
sus propias vidas y sobre las relaciones y conflictos sociales,
económicos y políticos que las determinan, es la condición básica
de la libertad.
Además de esta estrategia general, cuya eficacia en el largo
plazo es la misma consolidación de la paz, el país debe actuar
de inmediato con políticas específicas dirigidas a detener las
acciones de los restantes actores organizados de violencia. Frente
a las negociaciones de paz con la Coordinadora Guerrillera, la
Comisión recomienda mantener abierta la opción de negociar la
paz, hasta donde sea posible, a pesar de los eventuales hechos
de guerra que puedan presentarse durante las conversaciones. En
una situación de violencia en la cual se cruzan los intereses de
varios actores organizados diferentes a las guerrillas, y en la cual
éstas se encuentran divididas en tendencias más o menos partidarias de la negociación, es extremadamente arriesgado condicionar
la continuación de los diálogos de paz a los azares de la confron-
lntroducci6n
11
tación militar que se busca superar. El gobierno debe establecer
su estrategia de negociación de manera que tenga en cuenta las
diversas tendencias en la organización de las guerrillas y la configuración de los conflictos regionales en los cuales estas se
hallan envueltas.
La Comisión recomienda que se defina una nueva política
respecto de los diálogos regionales de paz, dentro de los siguientes
parámetros:
Los diálogos de sectores de la sociedad civil con las guerrillas
contribuyen a distensionar los conflictos violentos y preparan el
cambio de actitudes necesario para la reinserción presente y futura
de ex-combatientes, aunque es claro que las autoridades locales
no pueden adelantar negociaciones parciales con las guerrillas
fuera del marco trazado por el ejecutivo central: hay asuntos
como la cesación del fuego, el indulto y la desmovilización, que
son responsabilidad indelegable del poder central.
La Comisión considera acertada la decisión del Ejecutivo de
elevar el rango y los poderes del programa de reinserción, a partir
de las medidas adoptadas en enero de 1992, y recomienda reorientar recursos del PNR hacia la consolidación de la paz en las
regiones afectadas por la violencia, y adelantar las tareas de
rehabilitación de regiones, con la participación de los grandes
grupos humanos afectados y desplazados por la violencia.
Las nuevas circunstancias creadas por la desmovilización de
algunos grupos guerrilleros y la posible reinserción de las FARC
y el ELN, exigen al Gobierno crear mecanismos administrativos
de excepción para encargarse de las múltiples tareas de atención
a los ex-combatientes.
El gobierno debe seguir intensificando los esfuerzos para superar las formas de violencia asociadas con el narcotráfico. Preocupa
especialmente la continuación de matanzas como la ocurrida en
Caloto en diciembre de 1991, realizada al parecer por un grupo
armado al servicio de un narcotraficante. Para éste y todos los
casos en los cuales haya conflictos de tierra de comunidades
indígenas con propietarios que transfieran sus títulos a narcotraficantes, el INCORA debe adquirir o expropiar con prontitud las
tierras y asignarlas a las comunidades.
12
Pacificar la paz
La Comisión recomienda hacer simultánea la erradicación y
los programas de sustitución de cultivos por otros que garanticen
las condiciones de vida campesina, sin emplear productos que
perjudiquen el ecosistema o la salud humana. También sugiere
al gobierno extremar las precauciones y controles para evitar el
despliegue de violencia innecesaria contra las personas y bienes
de los campesinos e indígenas cultivadores, en la comprensión
de que se trata de un problema social y no de criminalidad
organizada. En vez de combatir preferencialmente a los eslabones
más débiles, la Comisión sugiere intensificar las tareas de investigación para controlar el comercio de armas y precursores químicos; usar la facultad constitucional de decretar la extinción de
dominio sobre bienes adquiridos con dineros del mercado ilegal;
continuar los e~fuerzos de intercepción del tráfico; y acopiar las
pruebas necesarias para someter a los narcotraficantes a la justicia.
Los grupos paramilitares son un obstáculo indudable para la
superación de la violencia. Por esa razón las fuerzas armadas y
el poder judicial deben enfatizar el combate a aquellos que no
se sometan a la justicia y desmovilicen sus fuerzas irregulares.
La Comisión dedicó especial cuidado a formular recomendaciones para impedir los actos ilegales de violencia por parte de
agentes estatales. En cuanto a las graves violaciones del pasado,
se recomienda crear un grupo de trabajo, conformado por funcionarios del Estado y representantes de la sociedad, encargado de
identificar los casos, verificar su estado procesal, ubicar las dificultades para el progreso de cada uno de ellos, contribuir a allegar
las pruebas, y supervisar el desarrollo de los procesos con miras
a su adecuada culminación.
Para evitar violaciones futuras, la Comisión recomienda separar las funciones técnicas de investigación judicial de las funciones de control armado sobre la población. En vez de un sistema
militar y policial de instrucción de los procesos, el gobierno debe
propender por el fortalecimiento civil de la justicia, multiplicando
sus recursos técnicos y humanos. Debe eliminarse la facultad de
las autoridades armadas para capturar sin orden judicial, excepto
en casos de flagrancia.
También debe superarse la impunidad amparada por la interpretación elástica del fuero militar. El ejecutivo debe separar del
Introducción
13
servicio, en uso de su poder discrecional, a quienes sean sospechosos de graves y reiteradas violaciones a los derechos humanos.
Debe promover el diálogo entre miembros de las fuerzas armadas
y sectores de la población sobre temas de seguridad y violencia,
como está previsto en la Estrategia Nacional contra la Violencia.
Finalmente, debe estimular la creación de comités de derechos
humanos en las localidades y regiones que lo requieran.
Por tratarse de poblaciones especialmente vulnerables, la Comisión realizó un esfuerzo especial para estudiar las situaciones
de violencia que afectan a las comunidades indígenas del Cauca,
Córdoba, el Eje cafetero, el Medio Putumayo y Urabá.
En todas estas regiones la violencia contra los indígenas forma
parte de un secular conflicto por el dominio de territorios y la
expropiación de recursos y trabajo de las comunidades. En el
Cauca, en particular, luego de haber sido reducidos los Paeces
y Guambianos a la posesión de áreas de refugio en las altas
montañas de la cordillera central, las comunidades organizaron
un movimiento social para redefinir las relaciones con la sociedad
hacendataria y recuperar sus antiguos resguardos. El asesinato
de más de cien líderes indígenas durante la década de los setenta,
y la ocupación de sus áreas por frentes guerrilleros que pretendieron subordinar y capitalizar a su favor las luchas indígenas,
indujeron a algunos líderes a crear autodefensas comunitarias
que fueron el germen del Movimiento Armado Quintín Lame en
1984.
Un conflicto particularmente grave para los indígenas caucanos
es la disputa de tierras reclamadas poccomunidades y en proceso
de ser adquiridas por narcotraficantes del Valle del Cauca. Es
urgente que el INCORA transfiera legalmente la propiedad a las
comunidades indígenas, y que la creación de territorios políticoadministrativos bajo el propio gobierno de estas coincida con el
saneamiento de la propiedad. La Comisión recomienda que en
todas las regiones donde las comunidades indígenas tienen problemas de propiedad de territorios, se haga un esfuerzo concertado
con ellas para adquirir, transferir y clarificar el dominio en favor
de aquellas.
La Comisión sugiere al gobierno concertar con las comunidades
indígenas las iniciativas legales que desarrollarán la nueva norma-
14
Pacificar la paz
tividad constitucional, y divulgar ampliamente los nuevos derechos y responsabilidades en cabeza de dicha población.
Igualmente, deben concertarse planes de desarrollo, y crearse
formas de coordinación institucional para impulsarlos.
***
En las páginas anteriores se han sintetizado algunas conclusiones y recomendaciones de las muchas que contienen los seis
capítulos temáticos en los cuales la Comisión dividió su tarea.
Por razones de especialización, cada miembro preparó un tema
que fue discutido ampliamente en reuniones de trabajo de la
Comisión, para las cuales las Consejerías de Paz y de Derechos
Humanos dieron su apoyo administrativo y financiero. El gobierno contrató un equipo de investigadores de la más alta competencia profesional, que realizó los trabajos de campo en las
regiones, y una Coordinadora Ejecutiva cuya excelencia administrativa y talento organizativo aseguraron el éxito de todo el proyecto.
Desde el comienzo se adoptó la regla de integrar a los investigadores a todas las discusiones y trabajos de la Comisión, y
por ello el resultado final se debe tanto a ellos como a sus
miembros titulares.
El estudio buscó establecer la especificidad de las situaciones
regionales, con el fin de precisar los diagnósticos y recomendaciones y evitar generalizaciones abusivas; y para ello se encargaron informes regionales que hicieran una rápida presentación de
los distintos factores de violencia y su interrelación en cada una
de las zonas escogidas.
La información que aquí se presenta es producto, fundamentalmente, del trabajo de campo realizado por los investigadores.
Se entrevistó a la mayor parte de los actores regionales que de
una u otra manera padecen, participan o median en los conflictos,
y se contrastaron las versiones hasta consolidar las coincidentes
originadas en fuentes que representaran intereses regionales disímiles. Asimismo se entrevistó a expertos en las problemáticas
regionales, y se consultó información secundaria, aunque por
razones de estilo se evitó recargar los textos con citas bibliográficas o abrumar al lector con información estadística.
Introducción
15
Otra importante fuente de información fueron los Talleres para
la Superación de la Violencia, convocados por la Comisión en
cada una de las regiones, según lo previsto· en los acuerdos
firmados por el gobierno nacional y los grupos desmovilizados
-EPL y Quintín Lame-; tales talleres contaron con el apoyo
de las gobernaciones departamentales y el Plan Nacional de Rehabilitación -PNR- en la mayoría de los casos, y se constituyeron
en espacios de encuentro y discusión entre representantes de
intereses contrapuestos, permitiendo llegar hasta las causas de la
violencia regional.
La heterogénea reunión de personas representantes de las Fuerzas Armadas, el DAS, autoridades civiles, desmovilizados, funcionarios públicos, gremios, campesinos~ indígenas, representantes de la Iglesia, etc., para discutir sobre las causas de la violencia en cada una de las regiones, fue sentida por la mayor parte
de ellos como un importante paso hacia la aclimatación de la
paz, y ese fue uno de los logros inmediatos del trabajo de la
Comisión.
De los talleres surgieron, además de propuestas para el fortalecimiento de la paz, comisiones encargadas de mantener abiertos
los espacios de diálogo y la búsqueda concertada del desarrollo
y la paz regionales; y entre ellas son destacables la Comisión de
Superación de la Violencia en Córdoba, el Frente Común en
Norte de Santander -que ya venía gestándose-, y la Comisión
del Noroccidente de Antioquia.
El fortalecimiento de la capacidad de interlocución de estas
instancias representativas de la sociedad civil, por parte del gobierno nacional y las gobernaciones departamentales, es importante en la creación de un clima de distención.
Por último, no sobra decir ahora que los informes van acompañados de unas breves recomendaciones para cada una de las
regiones, referidas específicamente a las dinámicas regionales,
bien sea por su particularidad, o por la urgencia de su aplicación
en una zona específica a pesar de tener dimensión nacional.
Se proponen también recomendaciones válidas para todas las
regiones en donde cursó la investigación, algunas de ellas reiteradas insistentemente en todos los talleres realizados por la Comisión, tales como:
16
Pacificar la paz
- Los planes de desarrollo regional deben ser concertados entre
las distintas organizaciones de la sociedad civil, aprovechando
y fortaleciendo la instancias ya existentes para ese fin.
- Es importante adoptar políticas dinámicas y efectivas de
desarrollo rural, y apoyar a los campesinos para la eficiente
comercialización de sus productos, y con créditos de fomento
para frenar su pauperización.
- Es necesario establecer mecanismos de control efectivos para
sancionar la corrupción administrativa, pues la generalizada apropiación privada de los dineros públicos constituye una fuente de
deslegitimación de las instituciones democráticas, y de legitimación de las guerrillas.
-Es indispensable una mayor efectividad de la Policía Nacional
en la captura de delincuentes, y de la acción de la justicia. La
ineficacia de estas instituciones alimenta el recurso a la "justicia
privada" y a las campañas de limpieza social.
- Se debe fortalecer la fiscalización de los organismos de
seguridad, tanto internamente como de parte de la ciudadanía.
Así se podría lograr una mayor legitimidad de éstos que, en
muchas casos, son mirados con hostilidad por los ciudadanos.
- Se debe lograr el respeto al Derecho Internacional Humanitario en las zonas de conflicto.
- Crear, fortalecer y ampliar los espacios de concertación y
diálogo entre los diferentes sectores regionales. Un mecanismo
útil al respecto podría ser el de los Consejos de Seguridad contemplados en la Estrategia Nacional Contra la Violencia, siempre
y cuando éstos sean suficientemente amplios como para dar cabida
a todos los sectores sociales y organizaciones regionales representativas.*
- Un sentimiento unámime, expresado en los talleres, es el
impulso a los diálogos regionales de paz. En muchas regiones
del país la guerrilla es una fuerza representativa, y sólo por medio
del diálogo con sus voceros se la podría desestimular de la lucha
* Uno de los miembros de la Comisión, Eduardo Díaz Uribe, considera que los
diálogos regionales deben realizarse sin la presencia de actores armados ilegales.
17
Introducción
armada, sin por ello confundir los diálogos con las negociaciones
sobre el desarme.
***
Finalmente, una breve anotación sobre este libro: Sus secciones
corresponden a los diferentes informes, agrupados en el capítulo
referido a la violencia en las regiones ya citadas; y a los trabajos
presentados por los integrantes de la Comisión, los cuales fueron
distribuidos en los capítulos "Actores Violentos", donde se analiza la contribución de las guerrillas, el narcotráfico, los agentes
del Estado y los paramilitares a la continuación de la violencia
en las regiones donde se desmovilizaron el EPL y el Quintín
Lame; "Una Víctima Especial: los Indígenas", donde se presentan
los conflictos violentos que atentan contra las comunidades indígenas en Cauca, Córdoba, Urabá, el Eje cafetero y Putumayo;
y "Reinserción y paz", en el cual se evalúan las dificultades y
logros de la reinserción, y se elabora una metodología para fortalecer y dinamizar a la sociedad civil en la resolución de conflictos y la búsqueda de la paz.
Santa Fe de Bogotá,
Febrero de 1992
LA VIOLENCIA EN LAS REGIONES
DEPARTAMENTO DE CORDOBA
CONTEXTO
La violencia en Córdoba se encuentra estrechamente ligada a
los agudos conflictos sociales que vive este departamento desde
hace décadas, de los cuales el primero y central sigue siendo
generado por la alta concentración de tierras en pocas manos; de
acuerdo al Instituto Geográfico Agustín Codazzi, en 1988 los
predios menores de 5 ha. sumaban el 62% del conjunto de los
predios, cubriendo al mismo tiempo tan sólo el 1.5% de área.
Ello contrastaba con las propiedades mayores a 500 ha., las
cuales, constituyendo apenas el 1.3% del total de predios, equivalían al 42.14% de la superficie. Esta concentración de tierras
ha excluido del acceso a la tierra y por lo tanto de su único medio
de subsistencia, a generaciones de campesinos.
El balance que dejan las luchas del movimiento campesino en
los años sesenta y setenta, los siempre limitados esfuerzos del
Incora, y la violencia de los años ochenta, no es nada halagüeño:
tras casi treinta años de esfuerzos por impulsar la reforma agraria,
y en parte debido a la "contrarreforma agraria" terrateniente y
narcotraficante de los últimos años, la concentración de tierras
en Córdoba ha aumentado en vez de disminuir.
La problemática agropecuaria se ve agravada además por la
crisis de la ganadería extensiva, duramente golpeada por la vio-
22
La violencia en las regiones
lencia guerrillera y caracterizada por una muy baja productividad;
por la falta de infraestructura vial que en muchas regiones imposibilita la salida de los productos al mercado; y por las restricciones en el crédito y las dificultades en la comercialización de los
productos.
Desde luego, la situación varía mucho de una subregión a
otra. El valle del Sinú Medio ha visto un relativo desarrollo de
la agroindustria, especialmente del algodón, el sorgo y el arroz,
que en la actualidad va acompañado de los daños ecológicos
producidos por una excesiva fumigación y el desecamiento de
las ciénagas impulsado por grandes propietarios y campesinos.
Entretanto en el sur del departamento, hacia la Serranía de
San Jerónimo, avanza cada vez más una colonización desenfrenada que se ha visto potenciada por la población que huye de la
violencia. Además de los conflictos intrínsecos a todo proceso
colonizador, esta expansión de la frontera agrícola amenaza tanto
con invadir el territorio indígena de las comunidades Embera
Catío, como con crear un desastre ecológico de grandes dimensiones al alterar con la tala indiscriminada de bosques el régimen
de inundaciones de los ríos Sinú y San Jorge.
De otra parte, la misma subregión del Alto Sinú se ha visto
obstaculizada en su desarrollo por la violencia y la falta de una
infraestructura y tecnología acordes con su inmenso potencial
agrícola y agropecuario.
Finalmente, la región costera adolece de falta de tecnología e
infraestructura de comercialización en la agricultura y en la pesca,
actividad esta última en la cual sus actores tradicionales se han
visto desplazados por grandes y depredadoras empresas pesqueras
ajenas al departamento.
Mención aparte merece la problemática indígena del resguardo
de San Andrés de Sotavento. Con base en una cédula real de
1773 los indígenas Zenú reclaman 83.000 ha. de tierra, de las
cuales desde 1971 hasta hoy se han recuperado -o "invadido",
según el punto de vista- alrededor de 12.000 ha. Estas disputas
por la tierra han conducido a conflictos con los grandes propietarios de la zona, quienes, según múltiples testimonios, en repetidas ocasiones no dudaron en valerse de la violencia, ya sea
privada o estatal, para enfrentar las demandas indígenas.
Departamento de Córdoba
23
Hoy en día, los integrantes del resguardo de San Andrés de
Sotavento, además de insistir en sus demandas alrededor de sus
derechos históricos, se ven enfrentados a problemas en tomo a
la productividad de los cultivos, la deficiente comercialización
de los productos y el acelerado agotamiento de la tierra, acompañado por una rápida deforestación. Es de anotar también que la
distinción entre los indígenas y las comunidades campesinas que
igualmente viven en la región con frecuencia es difícil aún para
los mismos cabildos, debido a la casi total pérdida de la cultura
indígena. Por último, el accionar en el resguardo de diversos
núcleos guerrilleros, en especial del ELN, ha colocado y sigue
colocando a la comunidad indígena de San Andrés de Sotavento
en medio del fuego cruzado entre la guerrilla y las Fuerzas Armadas.
Otro importante foco de conflictos sociales es el acelerado crecimiento de los tugurios en cabeceras municipales como Montería
y Planeta Rica. De los alrededor de 240.000 habitantes de Montería, 100.000 viven hacinados en asentamientos subnormales
que fueron el producto de sucesivas oleadas de invasiones, y por
lo general no cuentan con ningµna clase de servicios públicos.
Muchos de estos pobladores de tugurios fueron expulsados del
campo por las inundaciones, la violencia o la alta concentración
de tierras; otros buscaron encontrar allí una vivienda propia a la
cual era imposible acceder.en los barrios urbanos en que habían
nacido. Igualmente, gigantescas invasiones fueron irresponsablemente promovidas por grupos políticos que cambiaban lotes por
votos.
Ante este complejo panorama social, quien brilla por su ausencia e impotencia es el Estado. Muchos cordobeses llegan al extremo de afirmar que el Estado no existe en su departamento; y
probablemente se equivocan: el Estado sí existe, pero es saqueado
día a día en beneficio propio por las clientelas políticas regionales.
En efecto, la situación actual de Córdoba ejemplifica los nefastos efectos del sistema clientelista que ha regido en Colombia
durante las últimas décadas: la apropiación del aparato estatal
por parte de unos pocos grupos políticos que distribuyen según
sus intereses electorales recursos y fuentes de empleo; los altísimos niveles de corrupción y malversación de fondos; la inefi-
La violencia en las regiones
24
ciencia total y la irracionalidad en la prestación de los servicios
estatales, han conducido, en mayor medida que en otras regiones
del país, a que gran parte del departamento de Córdoba carezca
de una infraestructura económica y social básica que debería ser
provista por el Estado. Instancias como la Procuraduría y la
Contraloría encargadas de vigilar el desempeño de los funcionarios estatales han sido casi siempre completamente inoperantes;
y mientras que los intereses particulares se apoderaron del Estado
regional, el Estado nacional no ha considerado al departamento
de Córdoba como una de sus prioridades centrales.
Entidades relativamente libres de presiones clientelistas, como
el PNR, el SENA o el INCORA, son algunas de las pocas instituciones que en Córdoba gozan de alguna credibilidad; pero por
lo general se ven enfrentadas a serias limitaciones presupuestales.
En lo que al PNR se refiere, por lo demás, parece darse un
marcado proceso de clientelización que contradice los lineamientos originales del plan.
En vista de la precariedad estatal descrita, prácticamente todos
los dirigentes políticos y comunales reclaman una mayor atención
del Estado central hacia el departamento.
ACTORES VIOLENTOS
En medio de una sociedad caracterizada por los conflictos
agrarios, la pobreza y la precariedad del Estado, el accionar de
la guerrilla contribuyó a la desinstitucionalización de los conflictos y desencadenó un círculo vicioso de brutales retaliaciones
entre la guerrilla de un lado, y los grandes propietarios, los
narcotraficantes y las Fuerzas Armadas, del otro. Salvo quizás
en Urabá, en ninguna otra parte del país el EPL --que tuvo su
primer "foco" importante a mediados de los años sesenta precisamente en los Llanos del Tigre en el Alto Sinú-, logró consolidar un poder militar, social y político -en ese orden- semejante al que llegó a tener en Córdoba con su Frente Francisco
Gamica.
Y aun cuando no llegaron a tener tanta influencia, también las
FARC y el ELN incrementaron paulatinamente su presencia en el
Departamento de Córdoba
25
departamento. La expansión del accionar guerrillero en los años
ochenta y en especial a partir de la segunda mitad de la década,
desde las tradicionales zonas de influencia en el Alto Sinú y el
Alto San Jorge hacia las sabanas y grandes zonas ganaderas de
Córdoba, estuvo acompañado por una desmesurada presión a los
grandes propietarios de tierras a través del boleteo, los secuestros
y el robo de ganado. Ello condujo al refuerzo del pie de fuerza
y de la capacidad de respuesta de las Fuerzas Militares con la
instalación en Montería de la XI Brigada y la entrada en operación
de una Brigada Móvil; y al surgimiento tolerado y a veces fomentado por las Fuerzas Armadas de grupos paramilitares liderados
y financiados por algunos ganaderos y narcotraficantes.
El enfrentamiento fue salvaje y constituye uno de los capítulos
más luctuosos de la violencia reciente en el país: mientras que
la guerrilla incrementó su accionar "depredatorio", las Fuerzas
Armadas y los grupos paramilitares emprenaieron una feroz contraofensiva en contra del EPL, de su base social y de todo movimiento social organizado. La violencia paramilitar fue la directa
responsable de que entre marzo de 1988 y diciembre de 1990 se
sucedieran al menos 18 masacres colectivas, entre las cuales
figuran las tristemente célebres de La Mejor Esquina, El Tomate
y Saiza. En varias masacres y en muchos asesinatos hubo una
flagrante complicidad y en algunos casos incluso autoría de las
Fuerzas Armadas, las cuales en más de una ocasión parecen
haber preferido este tipo de lucha contrainsurgente que casi consigue la derrota militar del EPL a comienzos de los años noventa,
al respeto de los derechos humanos. La principal víctima de la
confrontación fue la población civil: cientos murieron en el fuego
cruzado; y los sobrevivientes de las masacres, los familiares de
los asesinados o los testigos casuales de algún atentado con frecuencia sufrieron fuertes traumas sicológicos. Miles de campesinos y jornaleros, pero también muchos ganaderos tuvieron que
abandonar sus tierras; en las ciudades, los campesinos desplazados por la violencia se asentaron en misérrimos tugurios y engrosaron las filas de desempleados y trabajadores informales, y los
que se quedaron en sus municipios, corregimientos y veredas,
durante meses y años vivieron un terror sin límite que muchas
veces llegó hasta pulverizar los más elementales vínculos de
26
La violencia en las regiones
convivencia ciudadana: ya no se podía confiar en los vecinos,
amigos o familiares; todo comentario acerca de lo que estaba
sucediendo podía costar la vida.
Este es el escenario donde los actuales intentos de distensión
adquieren su real dimensión: se trata de los primeros pasos para
reconstruir la sociedad en su conjunto. Tras la desmovilización
del EPL, Córdoba vivió durante 1991 una relativa calma: en
comparación con el año de 1990, en los ocho primeros meses
de 1991 se redujo en cerca de un 75% el número de personas
registradas por la prensa como muertas por razones real o presuntamente políticas, desaparecidas o víctimas de campañas de "limpieza social". Se trata del índice más alto de reducción en las
zonas estudiadas por la Comisión, pero la cifra absoluta sigue
siendo considerablemente alta: 55 personas hasta septiembre
(aproximadamente 18 por trimestre).
El más connotado líder paramilitar, Fidel Castaño, ha dado
muestras de querer buscar una convivencia pacífica con sus antiguos enemigos; y si bien continúa detentando en Córdoba un
gigantesco poder político, económico, social y probablemente
también militar, su actitud indudablemente ha contribuido de
manera positiva a la distensión. Sin embargo, es dramática la
indefinición e incluso la impotencia del Estado colombiano frente
a su detención --considerada como "no prudente" por algunas
fuentes oficiales-, y frente al proyecto paraestatal de "reforma
agraria privada" adelantado por el presunto ex- narcotraficante
al distribuir a los campesinos 16.000 ha. de tierras a través de
la Fundación Funpazcor.
De todos modos es erróneo pensar que con la actitud asumida
por Castaño desaparecerá el problema paramilitar en Córdoba.
Así, hoy en día se encuentran operando en el Alto San Jorge y
en el Alto Sinú focos paramilitares sumamente violentos conocidos como "Los Mochacabezas", que al parecer son patrocinados
por grandes propietarios de la región, entre ellos un supuesto
narcotraficante dueño de grandes extensiones de tierra en el municipio de Planeta Rica. A finales de noviembre no se había
tenido noticia de una acción contundente de las autoridades militares en contra de estos grupos, y por el contrario, se recogieron
denuncias que señalan la complicidad con los paramilitares de
Departamento de Córdoba
29
Más allá de la incidencia de fenómenos como la disidencia y
la delincuencia, la situación de seguridad de los desmovilizados
se ha deteriorado en las regiones en las que las FARC y el ELN
han aumentado sus incursiones: en ellas los ex-combatientes se
han visto atrapados en el fuego cruzado de la guerrilla, los organismos de seguridad y los grupos paramilitares, y en dicho contexto se tiene noticia de muchas amenazas en contra de los desmovilizados. Igualmente, los resentimientos entre algunos de los
afectados por la violencia guerrillera-ante todo los g_anaderos-,
en algunos casos parecen haberse traducido en "ajustes de cuentas": así, un ex-comandante del EPL que fuera famoso por haber
dirigido durante los años ochenta buena parte de las operaciones
de secuestro y extorsión, fue abatido junto a tres personas más
en Cartagena. De todos modos, en lo que a la seguridad se refiere,
es de resaltar la colaboración prestada al proceso de paz por el
ejército, la policía y el DAS. Los comandantes de estos organismos con regularidad se reúnen con los ex-dirigentes del EPL para
analizar la situación de seguridad y adoptar los correctivos necesarios.
Si bien la participación de los antiguos combatientes en la
contienda electoral de octubre de 1991 como miembros de la
Alianza Democrática/M-19 brindó a los ex-guerrilleros la posibilidad de exponer democráticamente sus puntos de vista, esta
integración al sistema político se vio ensombrecida por las repetidas denuncias en tomo a un supuesto fraude electoral en contra
del candidato a la gobernación apoyado por la AD/M-19 y el
Movimiento de Salvación Nacional, el ganadero Rodrigo García,
y en contra del candidato a la Cámara de Representantes de la
ADIM-19, el ex-comandante del EPL Rafael Kerguelén. No está
demás resaltar que en coyunturas como la de la integración de
un movimiento guerrillero a la vida civil, la absoluta transparencia
del proceso electoral reviste una importancia especial al hacer
parte de las garantías mínimas que tiene que brindar el Estado
a los desmovilizados.
Pese a las anteriores dificultades merecen ser destacados los
espacios de diálogo que se han podido crear entre antiguos enemigos. Los encuentros y diálogos de los dirigentes del EPL con
los ganaderos, los políticos, las autoridades, los representantes
30
La violencia en las regiones
de la comunidad y los antiguos líderes paramilitares han contribuido decisivamente a la distensión en Córdoba. Estos espacios
de diálogo han de preservarse a toda costa, pues tan sólo ellos
pueden posibilitar el que los antiguos contrincantes se convenzan
del sentido de deponer las armas. Los diálogos sinceros y directos
podrían contribuir también a desmontar los factores de violencia
que aún persisten en Córdoba.
Tal como quedó en claro durante el Taller para la Superación
de la Violencia reéllizado en Montería el 7 de noviembre, de
todos modos se hace necesario enfrentar los factores estructurales
de la violencia, tales como las desigualdades sociales y la falta
de desarrollo, además del desmonte de los grupos violentos que
todavía operan. Para ello, el Comité de Superación de Violencia
en Córdoba, que fuera creado en dicho taller, se ha comprometido
a elaborar un plan integral de desarrollo para concertar entre las
autoridades, la sociedad y los grupos económicos del departamento. Una vez elaborado, este "plan de acción" se someterá a
consideración del gobierno nacional.
Para lograr superar del todo la atroz violencia que ha vivido
Córdoba se requiere, en definitiva, del concurso del Estado nacional y del país en su conjunto.
RECOMENDACIONES
- Ante la crisis social generada por la violencia se hace necesaria la asistencia individual y colectiva a las víctimas de la
confrontación armada, a través en el primer caso de programas
económicos, planes de reinserción de los desplazados a las áreas
de conflicto, atención psico-social a los sobrevivientes de masacres, etc.; y en el segundo, de reelaboración de lo sucedido a
través de Foros y Talleres a un nivel local, apoyo a todo tipo de
asociaciones ciudadanas, etc.
- Para avanzar realmente hacia la paz, Córdoba además requiere de un plan de emergencia para el tratamiento de las causas
subyacentes a la violencia, concertado entre las instancias regionales y nacionales e impulsado por el gobierno nacional; dicho
plan podría contemplar, en primer lugar, la rápida definición de
Departamento de Córdoba
31
un programa de reforma agraria dotado con suficientes recursos
para disminuir significativamente la concentración de tierras en
el departamento. En estrecha relación con lo anterior, se requieren
medidas de emergencia para aliviar la crítica situación de los
barrios marginales en las cabeceras municipales del departamento; y es urgente adoptar medidas eficaces para frenar la rápida
destrucción del frágil ecosistema cordobés.
- Ante los altos niveles de corrupción y malversación de fondos
es imprescindible que se adecúen mecanismos especiales de fiscalización de la administración pública en el departamento. Para
ello es necesario que la Contraloría y la Oficina de Investigaciones
Especiales de la Procuraduría inicien allí un trabajo conjunto,
brindando protección especial para los funcionarios que adelanten
estas investigaciones. Igualmente, se requieren mecanismos especiales de control para garantizar la absoluta transparencia de los
próximos procesos electorales.
- Ante la ola de secuestres y extorsiones que sigue azotando
al departamento se requieren medidas especiales para contrarrestar este fenómeno delincuencial, logrando una mayor eficacia
--dentro de los marcos de la ley- de la actuación de los organismos de seguridad.
- Los grupos paramilitares que aún siguen actuando en Córdoba
han de ser enfrentados de inmediato y eficazmente por parte de
las Fuerzas Armadas; y aquellos miembros suyos que mantengan
vínculos con estos grupos o los encubran, serán sancionados
categóricamente.
REGION DE URABA
CONTEXTO
Después de largos años de confrontación armada, hoy se ensayan en Urabá las vías de la paz. Una sociedad civil demolida
por la guerra trata de reconstruirse reconociendo sus conflictos
y buscando en la concertación el escenario para resolverlos pacíficamente. Los protagonistas del conflicto laboral, que es uno
de los ejes centrales de los conflictos sociales en Urabá, han
decidido formular con el Pacto Social un acuerdo que compromete
a empresarios y trabajadores en la búsqueda de soluciones a los
problemas regionales. Este pacto, realizado principalmente entre
el entonces recientemente desmovilizado EPL y los gremios bananeros a principios de 1991, sirvió para deslegitimar la solución
violenta de los conflictos y para generar un ambiente de distensión
favorable a la concertación. En él se acordó asegurar los derechos
económicos, laborales y sociales de los trabajadores, aumentar
la productividad y apoyar el proceso de reinserción del EPL.
Sinembargo, hasta hace muy poco casi nadie creía que esto
fuera posible. El conflicto armado llegó a alcanzar tal intensidad
que había arrastrado al conflicto laboral hacia una resolución
violenta; y el mismo gobierno mostró su preferencia por las
soluciones militares al crear la Jefatura Militar de Urabá.
Durante varios años fueron frecuentes los asesinatos de los
administradores de las fincas y de líderes sindicales; en la época
Región de Urabá
33
de la exasperación violenta de los conflictos sociales en la región,
se realizaron varios asesinatos colectivos y masacres, como aquellas de las fincas Honduras y La Negra, y Punta Coquitos. Entre
1988 y 1990 se calcula que fueron asesinadas cerca de 400 personas por motivos políticos, entre obreros, líderes sindicales y
políticos. 1
Empresarios bananeros, ganaderos y narcotraficantes, con la
aprobación tácita de la fuerza pública, decidieron recurrir durante
estos años no sólo al asesinato de líderes populares sino también
a la estrategia atroz de los asesinatos colectivos para intimidar a
la movilización popular mediante el terror y destruir los nexos
entre la población civil y la guerrilla.
Esta exasperación de la violencia, derivada de la militarización
de los conflictos sociales, echaba sus raíces en las fuertes desigualdades generadas por una economía de enclave basada en el
desconocimiento de la legislación laboral y en la sobrexplotación
de los trabajadores. En efecto, los grandes beneficios acumulados
por las empresas con la exportación del banano no fueron nunca
reinvertidos en la región, y el alto grado de concentración de los
ingresos impidió que los trabajadores pudieran alcanzar niveles
de vida congruentes con el crecimientodeJ-ª industria bananera.
La experiencia límite de la huelga bananera de 1989 le mostró
a ambas partes que el conflicto laboral podía resolverse concertadamente. La convención colectiva pactada ese año introdujo
cambios sustanciales en las relaciones obrero-patronales: se aseguró el respeto a la legislación laboral y se acordó incrementar
la productividad mediante el alza de salarios de los trabajadores.
De esta forma, en el proceso de negociación se logró modificar
el modelo de desarrollo económico: de la sobrexplotación se pasó
l. Comparativamente, la situación en 1991 ha mejorado, aunque dista mucho de
ser satisfactoria. El total de personas registradas por la prensa como muertas ·por
razones políticas o presumiblemente políticas, por operaciones de "limpieza social"
o desaparecidas entre enero y septiembre de 1991, fue de 27, frente a 108 en 1990,
lo que significa una reducción aproximada del 66% (3 personas cada mes, frente a 9
en 1990). En 1989 el total había sido de 112 personas, y en 1988 de 179 (15 por
mes). El número de muertes por conflicto bélico, por su parte, no ha disminuido: 21
personas muertas en los ocho primeros meses de 1991 (casi tres por mes), 19 en 1990
(menos de dos, mensualmente), 25 en 1989 y 28 en 1988 (más de dos personas muertas
por mes).
34
La violencia en las regiones
a la concertación, y el desarrollo autónomo de la negociación
logró debilitar el peso de los actores armados, en favor de las
principales organizaciones de la sociedad civil en Urabá: el sindicato Sintrainagro y el gremio AUGURA.
Cuando el EPL se desmovilizó, retomó la experiencia de la
negociación laboral de 1989, y le dio una perspectiva ampliada
proponiéndose la estrategia de consolidar un acuerdo regional
para permitir la extensión de los beneficios de la producción
bananera a toda la región.
El Pacto Social busca incrementar la productividad de las empresas bananeras, extender sus cultivos y solucionar las necesidades básicas de la población (salud y seguridad social, educación,
recreación, transporte, vivienda y equipamiento básico ambiental), mediante la reinversión de excedentes económicos de las
empresas y de recursos estatales en la región; así como contribuir
al desarrollo del proceso de reinserción de los ex-combatientes
del EPL. Sin embargo, este pacto es más una suerte de compromiso
tácito que un acuerdo efectivo: si bien ha permitido grandes
logros, es una iniciativa limitada que al ser desbordada por los
conflictos sociales de la región, puede revertirse.
La formulación del Pacto Social incidió directamente en el
desarrollo y en los resultados del actual proceso de negociación
laboral, propiciando un clima de entendimiento y conciliación.
La negociación se desarrolló pacíficamente, a diferencia de otras
épocas en las que fueron frecuentes los asesinatos de sindicalistas
y administradores de fincas; esta vez las partes llegaron a acuerdos
precisos sobre el alza de salarios y la extensión de beneficios
extralegales en temas como salud, recreación y vivienda. Así,
los 20.000 trabajadores afiliados a Sintrainagro adquirieron grandes beneficios a cambio del incremento de la productividad de
las fincas bananeras, cuya extensión total alcanza aproximadamente
25. 000 ha. Sinembargo, la reinversión en la región de los beneficios
derivados de la producción bananera, lograda mediante la convención colectiva, sigue siendo insuficiente para corregir los desequilibrios generados en la etapa anterior de crecimiento económico.
La ausencia de reinversión de estos beneficios también se debe
a la falta de regulación estatal de esta actividad. En efecto, la
producción de banano no genera ingresos tributarios a los muni-
Región de Urabá
35
cipios debido a que está exenta del impuesto de industria y comercio, y ello explica la incapacidad estatal para eliminar los desequilibrios intra-regionales y elevar el nivel de vida general de la
población. La reinversión ha sido convertida en un asunto privado: depende del equilibrio de fuerzas de los actores en la negociación laboral, desplazando al Estado en su papel de árbitro
regulador del conflicto y de agente racionalizador del desarrollo.
Por ello es posible afirmar que la intervención estatal se ha
caracterizado por apoyarse principalmente en la represión, descuidando el cumplimiento de sus funciones sociales.
Asimismo, el Pacto Social no ha sido el único efecto de la
desmovilización del EPL: es posible esperar una reactivación de
los conflictos y de las tensiones sociales no resueltos y latentes
durante el período de confrontación armada, que se encuentra
mediada por las expectativas de empleo y mejoramiento de la
calidad de vida generadas por tres factores: la declaratoria de
Urabá como zona de libre comercio, la ampliación de la frontera
bananera, y el Pacto Social mismo.
Estas luchas sociales desbordan al pacto, pues éste no puede
generar soluciones efectivas a muchos de los problemas planteados; en Urabá no sólo se siembra banano, ni las relaciones laborales son el único campo de conflicto, pues como se dijo, otros
aún represados podrían seguir teniendo una resolución violenta.
Detengámonos un poco en algunos de ellos.
Un primer campo de conflicto es la disputa por la posesión de
la tierra, particularmente grave al norte de Urabá, en los municipios de San Juan, San Pedro de Urabá y Arboletes, y en el
corregimiento de El Tomate, en el municipio de Canalete (Córdoba). En toda esta región campesinos pobres demandan tierra
para sus cultivos y para su vivienda en zonas de gran concentración de la propiedad agraria. Allí los ganaderos, apoyándose en
grupos paramilitares, se encuentran impulsando una contra-reforma agraria. La situación se ve agravada por la presencia de
narcotraficantes inversionistas en tales zonas y en el eje bananero.
Todo lo anterior induce a pensar en un nuevo ciclo de expulsión
de campesinos y concentración de la propiedad agraria. La presencia de las FARC, que busca insertarse políticamente, favorece
la militarización del conflicto de tierras.
36
La violencia en las regiones
Esta problemática puede verse agravada por el desigual desarrollo de las regiones: aparte de la bananera existe una extensa
zona de economía campesina con baja capacidad de acumulación
que comprende los municipios de San Pedro y San Juan de Urabá,
las zonas de Turbo, Apartadó, Carepa y Chigorodó que no hacen
parte del eje bananero, y la zona de Mutatá. El otro sector es la
ganadería extensiva, que se desarrolla en el norte de Urabá:
Arboletes, Necoclí, San Pedro y San Juan de Urabá, y recientemente Chigorodó. Por su baja productividad estas dos economías
aportan una menor participación en el PIB regional, fo que se
deriva de su débil inserción en el mercado nacional y de la
ineficacia de los programas estatales para el desarrollo de estos
sectores.
El fracaso de :!stos programas se debe en gran parte a la falta
de participación de la comunidad en su diseño, ejecución y control, como sucedió en el caso del Programa de Economía Campesina, y actualmente en el de Corpourabá-Corporación Regional Promotora del Desarrollo de Urabá-, en cuya junta directiva
no están adecuadamente representadas las comunidades locales.
En suma, los campesinos de la región se encuentran en una
situación de grave marginación y pobreza. Si este problema no
se corrige y su migración hacia los municipios de la zona bananera
en busca de mayores oportunidades no-se detiene, la situación
en las zonas urbanas podrá tomarse inman-ejable; actualmente es
posible detectar los primeros síntomas de la crisis: creciente
desempleo y subempleo, y aumento en los índices de delincuencia
y de violencia.
El segundo gran campo de conflicto es el que gira en tomo al
alto déficit de vivienda, particularmente en los municipios de
mayor crecimiento como Apartadó, Carepa y Chigorodó, y a la
falta de cobertura y eficiencia en la prestación de servicios públicos esenciales (acueducto, alcantarillado, educación, etc.). La
demanda de vivienda se ha incrementado por la migración de
campesinos hacia los centros urbanos y por la tendencia a abolir
en un corto plazo los campamentos de trabajadores en las fincas.
Hoy muchos de estos trabajadores habitan en inquilinatos en
condiciones deplorables de hacinamiento y salubridad. Es la causa
de la reactivación de las invasiones urbanas: recientemente en
Región de Urabá
37
Apartadó 1.800 familias protagonizaron una invasión, y en Chigorodó se realizó otra en la que participaron aproximadamente
1.500 familias.
El conflicto en tomo a la propiedad urbana en Urabá es de
vieja data. Ciudades como Apartadó han sido construidas en
oleadas sucesivas de invasiones, dirigidas, por lo general, por
políticos de la región, muchos de ellos líderes de la oposición,
lo que se advierte en el nombre de muchos de los barrios de la
ciudad: "El Concejo", "Diana Cardona", "Policarpa", "Alfonso
López", etc.
El crecimiento incontrolado de los municipios incide en la
falta de cobertura y eficiencia en la prestación de los servicios
públicos, lo cual se ve agravado por la falta de recursos, la
ineficiencia administrativa y la dinámica clientelista que interfiere
la mediación institucional. En efecto, se cuestiona el papel que
han jugado los partidos políticos en la asignación de recursos y
en la realización de las inversiones necesarias para dotar a los
municipios del equipamiento ambiental básico, y ello conduce
movilizaciones populares demandando la prestación de más y
mejores servicios públicos.
En este contexto es preocupante la visión que tienen las autoridades militares sobre el conflicto: para ellos las movilizaciones
citadas y las invasiones son el resultado de acciones de la guerrilla,
lo cual favore las soluciones violentas, y por lo tanto puede dar
lugar a un agravamiento de los conflictos.
Pero estos no son los únicos aspectos que toman problemática
la situación de Urabá: también la intolerancia y la apelación a la
justicia privada son moneda corriente en las relaciones sociales.
Puede decirse que en el contexto de un deterioro profundo del
tejido social, la violencia social se superpone y sobrepasa a la
violencia política.
En efecto, en los municipios de Urabá se recurre con frecuencia
a la violencia ya sea directa o mediada por sicarios que operan
con la mayor libertad, para ajustar cuentas por deudas, odios o
celos. Los organismos de seguridad se han mostrado impotentes
para controlar este tipo de justicia privada cuyo ejercicio es reconocido y aceptado por la población. En la expansión y legitimación de esta violencia ha incidido la falta de controles a la delin-
a
38
La violencia en las regiones
cuencia: los asesinatos realizados en campañas de "limpieza social" contra delincuentes son observados con indiferencia, cuando
no son consentidos tácitamente aún por las autoridades locales,
como sucede en Turbo donde en septiembre de 1991 fueron
asesinados simultáneamente siete jóvenes acusados de ser drogadictos.
La situación de este municipio es especialmente preocupante.
Allí la justificación de las campañas de limpieza social hunde
sus raíces en el problema de las bandas delincuenciales, como
que la mayoría de sus barrios se encuentran sometidos a ellas
-excepcional experiencia al respecto fue la del Barrio Obrero,
en donde "las acabaron"-. Esta situación fortalece la convicción
de apelar a la justicia por mano propia, o buscar el respaldo de
las milicias guerrilleras; además, en Turbo la gente está armada
o puede armarse fácilmente, lo que endurece la cadena de violencias y venganzas: cuando alguien ha sido víctima de ofensas,
atropellos o actos violentos, sabe que puede comprar fácilmente
un arma para desquitarse o conseguir sicarios que se encarguen
de arreglar las cuentas privadas. Frente a los frecuentes hechos
de violencia, se guarda por ello silencio: hay que hacerlo aún
sabiendo que otros morirán.
En la extensión de la violencia inciden notablemente la impunidad y la ineficacia de la justicia, y la corrupción de algunos
agentes estatales. En Urabá hay sólo cuatro agentes de la Policía
Judicial encargados de investigar los delitos realizados en toda
la región, situación agravada por el hecho de que es probable
que haya miembros de la policía bastante corruptos. A mediados
de 1991, varios agentes fueron detenidos y están siendo investigados por autoridades judiciales por delitos como hurto y extorsión, brotes delincuenciales que han generado entre la población
una gran desconfianza hacia las autoridades.
A lo anterior se suma el hecho de que en municipios como
Apartadó no hay cárceles suficientes para retener a los delincuentes, ni centros de rehabilitación para los menores infractores; allí
los jóvenes han estado implicados en la comisión de numerosos
delitos como hurtos, extorsión, venta de droga e incluso homicidios. Es necesario que el Estado tome las medidas necesarias
para devolverle a los ciudadanos la confianza en las instituciones,
39
Región de Urabá
adoptando medidas efectivas contra la delincuencia y aplicando
los correctivos requeridos sobre los agentes corrompidos.
ACTORES VIOLENTOS
La guerrilla ha buscado legitimarse principalmente asumiendo
las funciones jurisdiccionales y de policía que el Estado no cumple, y así ha ocupado el espacio que dejó el EPL después de su
desmovilización. En Urabá operan dos grupos guerrilleros: la
Corriente de Renovación Socialista --disidente del ELN- con
su Comisión Astolfo González Romero, que actúa en la zona de
Apartadó, Carepa y Mutatá; y las FARC con su Frente regional
base, el 5, y los Frentes 34 y 35 que incursionan desde el Urabá
chocoano, el Noroccidente Antioqueño, Córdoba y el Bajo Cauca.
Ambos realizan actos de extorsión y boleteo, pero se diferencian en su actitud hacia la paz: los primeros han suspendido su
accionar a la espera de ser reconocidos como otro grupo en la
negociación de Caracas, y parecen convencidos de la necesidad
de encontrar una salida política al conflicto armado. De allí que
este grupo no haya realizado acciones contra los desmovilizados
del EPL.
Por su parte las FARC han asumido una actitud distinta: además
de haber realizado actos de sabotaje contra la infraestructura
económica, han ejecutado a líderes políticos locales como el
alcalde de Chigorodó; mientras que sus milicias han ejecutado a
varios desmovilizados del EPL. La población les ha cuestionado
la realización de la campaña de sabotaje contra la infraestructura
económica adelantada desde principios de este año, pues se ha
visto afectada por la pérdida de servicios públicos y por la militarización de la región. Por ello es posible afirmar que se trata
de un frente guerrillero que prefiere las estrategias militares a
las políticas.
Uno de los problemas más graves asociados a la presencia de
la guerrilla es el de las milicias. Organizadas por las FARC, las
Milicias Bolivarianas están presentes en las ciudades del eje
bananero, con la función de apoyar militarmente a las FARC y
40
La violencia en las regiones
mantener el orden local. A pesar de su claro carácter militar, las
milicias han estado demasiado expuestas a la iniciativa particular
de cada miliciano, cuya conveniencia particular determina una
relación bastante flexible con la delincuencia por parte de la
organización. En cierto sentido, las milicias actúan como mafias
de barrio, vendiendo protección a cambio de beneficios particulares, y por ello la violencia que ejercen pierde su connotación
propiamente política y se confunde con otros factores de violencia
como el sicariato; en efecto, hay consenso sobre el hecho de que
éstas a veces "sicarean".
La población civil ha quedado entonces entre los fuegos del
ejército y de la guerrilla. A finales de noviembre de 1991, a raíz
de operaciones de combate varias zonas fueron militarizadas y
muchos pobladores hostigados por el ejército, motivando un
éxodo de campesinos hacia Apartadó, que fue atribuido a la promoción de la Coordinadora Guerrillera. Sin negar los vínculos
que puedan existir entre algunos partícipes de estos movimientos
y la guerrilla, criminalizar de esta forma el ejercicio de la protesta
social conduce a justificar .el recurso a medidas violentas que no
solo no aportan a la solución de los conflictos, sino que terminan
por agravar la situación.
Además, rniembros del ejército han sido acusados de violar el
derecho internacional humanitario, como sucedió en el caso de
dos ex-combatientes del EPL que fueron detenidos en la vereda
El Chijal (municipio de Necoclí) y llevados a la base militar, los
cuales aparecieron posteriormente asesinados. Los mandos del
ejército declararon que fueron confundidos con guerrilleros de
las FARC, eventualidad que en cualquier caso no puede justificar
su ejecución.
EL PROCESO DE PAZ CON EL EPL
El proceso de reinserción de los 667 ex- combatientes del EPL
en Urabá se ha venido desarrollando en el marco de una intensi. ficación del conflicto armado y de la reactivación de las luchas
sociales. El EPL logró tener en esta región un amplio control
territorial -desde la zona del norte hasta Apartad&-, y una
Región de Urabá
41
gran legitimidad entre la población; en la década del setenta
apoyó el proceso de luchas campesinas y de colonización de la
región, y durante los años ochenta logró influenciar al movimiento
obrero e insertarse en el conflicto laboral.
Todo ello condujo a confrontaciones con las FARC, quienes
querían conservar el control político y militar de la zona. En los
últimos años, estos dos grupos se enfrascaron en una cruenta
lucha durante la cual fueron asesinados activistas sindicales y
políticos pertenecientes a organizaciones gremiales y políticas
rivales. Posteriormente, la agudización de la confrontación armada en Urabá, en la cual la población civil fue la más afectada,
motivó al EPL a buscar una salida negociada.
El control político y territorial que ejerció en la región esta
organización se hizo también evidente en el desarrollo del proceso
de desmovilización: la unidad de mando se mantuvo a todo lo
largo del proceso sin resquebrajarse, y aunque el acuerdo con el
gobierno dejó por fuera de la desmovilización a las milicias, a
diferencia de otras regiones en Urabá no hubo una disidencia
importante que afectara el proceso de paz.
Sin embargo, otros factores amenazan hoy el desarrollo de
este proceso. Por una parte, muchos ex-combatientes se encuentran entre dos fuegos: la guerrilla los acusa de traidores y de
colaboradores del ejército, y los organismos de seguridad les
atribuyen nexos con la guerrilla. Así, mientras que las FARC
ejecutaron a varios desmovilizados, también se acusa a los organismos de seguridad de haber asesinado a varios ex- combatientes.
Miembros de la policía de Arboletes son señalados como responsables de la muerte de Neftalí Naar, tesorero del municipio de
San Juan de Urabá. Todos estos acontecimientos han generado
un gran temor entre los ex-combatientes, y debilitando su confianza en el proceso de paz y en la reinserción.
De otra parte, si bien un número considerable de desmovilizados ha logrado definir proyectos productivos o se encuentra empleado en fincas bananeras, otros no han tenido las mismas posibilidades. Los organismos no gubernamentales que han asesorado a los reinsertos en la definición de sus proyectos no cuentan
con los recursos necesarios para atenderlos a todos. A ello se
suman los trámites excesivos a que está sometido el desarrollo
42
La violencia en las regiones
del proceso de reinserción; y la situación se ve agravada además
por las dificultades de los ex-combatientes para adaptarse a las
nuevas condiciones de vida, lo cual está determinado, entre muchos
otros factores, por el bajo grado de alfabetización de los reinsertos.
El proceso de reinserción puede revertirse si no se corrigen
los errores cometidos. De hecho hoy en día existen indicios
alarmantes: alrededor de veinte ex-combatientes habrían retomado las armas y muchos milicianos del EPL siguen operando,
posiblemente no como guerrilleros activos, sino en un proceso
de bandolerización. Un grupo de aproximadamente diez hombres
ha venido actuando en la zona norte de la región, realizando
operaciones de un claro carácter delincuencial: hurtos, extorsiones, boleteos, etc. De continuar la deserción del proceso, la
desmovilización del EPL no ayudaría a superar la violencia en
la región sino que al contrario crearía un nuevo factor de perturbación con el aumento descontrolado de la delincuencia. Para
evitarlo es necesario el concurso de toda la sociedad civil: la
reinserción debe dejar de verse como un problema individual de
los ex-combatientes y servir para que la sociedad civil se reencuentre después de la guerra y se comprometa en la búsqueda
de la paz.
RECOMENDACIONES
- Desarrollar programas de construcción de vivienda y de obras
necesarias para la prestación de servicios públicos. Los recursos
para estos programas pueden ser obtenidos gravando la explotación de banano para asegurar la reinversión de los beneficios
generados en dicha actividad económica, sin perjuicio de las
medidas que se tomen en desarrollo del Pacto Social.
- Por otra pane, es necesario que se creen más inspecciones
de trabajo ante las cuales puedan acudir patronos y trabajadores
para resolver disputas originadas en el desarrollo cotidiano de
las relaciones de trabajo, pues su carencia puede atentar contra
la paz y la estabilidad de las relaciones laborales en la región.
- Para resolver el grave conflicto en tomo de la posesión de
la tierra, particularmente en la zona norte, debe recurrirse al
Región de Urabá
43
mecanismo de la expropiación de la propiedad agraria concentrada.
- Una medida similar debe ser empleada para resolver el alto
déficit de vivienda. Los terrenos aledaños al casco urbano de los
municipios con mayor crecimiento (Apartadó, Carepa, Chigorodó), deben ser expropiados para adelantar programas de vivienda.
- En la zona rural comprendida por los municipios de San
Pedro y San Juan de Urabá, la zona de Turbo, Apartadó, Carepa
y Chigorodó que no hace parte del eje bananero, y la zona de
Mutatá, el Estado además debe desarrollar programas que impulsen y apoyen a las organizaciones campesinas en la producción
y comercialización de sus productos.
- Es necesario depurar a la fuerza pública de los miembros
que estén implicados con grupos paramilitares, así como combatir
a estos grupos.
- El gobierno debe tomar medidas especiales para superar los
altos índices de violencia juvenil, atendiendo de modo particular
al problema del sicariato.
DEPARTAMENTO DEL PUTUMAYO
CONTEXTO
En el departamento del Putumayo el EPL centró su accionar en
los municipios de Mocoa, Villa Garzón, Puerto Asís, Orito y
Valle del Guamués, municipios que en su conjunto forman lo
que se denomina genéricamente el Medio Putumayo.
La problemática actual del departamento gira sobre dos grandes
ejes: por un lado, una colonización del territorio amazónico fuera
de todo control que durante los últimos diez años ha encontrado
en la coca su,.principal acicate, con el consecuente despojo de
los territorios indígenas; y por otra parte una ineficiencia absoluta
del Estado para cumplir con sus funciones.
Ambos fenómenos, ligados entre sí, han dado lugar en los
últimos años al establecimiento de contrapoderes paramilitares o
guerrilleros que en parte suplen las carencias y los vacíos dejados
por la colonización descontrolada y la inoperancia estatal.
Históricamente, la colonización del Putumayo ha girado en
tomo a las bonanzas de la quina, el caucho, el petróleo y la coca;
pero también alrededor de conflictos violentos como la guerra
entre el Perú y Colombia a comienzos de los años treinta, o los
desplazados por la Violencia de mitad de siglo. Con cada bonanza
económica y cada flujo migratorio se construyeron nuevas carreteras, a lado y lado de las cuales se fueron asentando los colonos.
Departamento del Putumayo
45
En el Medio Putumayo la colonización fue fundamentalmente
nariñense, matizada por una migración heterogénea atraída por
la bonanza coquera en los años 70. Con la reciente apertura de
la carretera Pitalito-Mocoa comienza a incrementarse la influencia
cultural y política del Huila.
En la región el bosque natural se encuentra casi totalmente
intervenido en favor de cultivos como maíz, yuca o plátano que
en ocasiones son reemplazados por la ganadería extensiva. Los
colonos coinciden en demandar un mayor apoyo estatal a la
producción agropecuaria (especialmente en forma de crédito barato) y al desarrollo de la infraestructura vial, sin que exista
mucha preocupación por la protección del ecosistema.
De esta manera el colono se ve abocado a afrontar rendimientos
decrecientes en la producción agropecuaria, causados tanto por
el agotamiento del suelo como por la falta de apoyo estatal, con
el consecuente daño ecológico; o se ve forzado a dedicarse al
cultivo de coca con su correlato de ilegalidad. Exceptuando un
programa de sustitución de cultivos adelantado por el PNUD,
orientado hacia el desarrollo de la agricultura amazónica, y un
macroproyecto de producción agroindustrial de palmito de chontaduro diseñado por el PNR, el cual aparentemente cuenta con
altas expectativas de rentabilidad, las instituciones estatales y
departamentales parecen carecer de políticas claras de desarrollo.
Entre tanto, de la actual clase política del Putumayo no cabe
esperar nada. En el ranking de los departamentos más corruptos
del país, el Putumayo ocuparía un puesto de honor a juzgar por
un sinnúmero de anécdotas y denuncias sobre contratos ficticios,
inversiones en infraestructura que nunca llegan a plasmarse en
la realidad, empleados que aparecen en nómina mas no en la
oficina, adjudicación de contratos a amigos políticos, etc. Estos
malos manejos han sido históricos en municipios como Puerto
Asís y Orito; así, por ejemplo, este último, pese a contar con
un presupuesto anual de $877 millones basado de modo principal
en regalías petroleras, no deja de ser un mísero pueblo que ni
siquiera cuenta con un servicio satisfactorio de agua potable.
Al Estado como mayor empleador del departamento le sigue
Ecopetrol con su capacidad de explotación de 13.000 barriles
diarios; a los que se suman los trabajos de perforación y explo-
46
la violencia en las regiones
tación de la Argos lntemational, cuyos cinco pozos cuentan con
un rendimiento de 4.000 barriles de crudo al día. La ofensiva
guerrillera de comienzos de 1991 contra la infraestructura petrolera de Ecopetrol en el Putumayo se tradujo en 21 atentados
dinamiteros y una reducción de la explotación de 13.000 a 9.000
barriles. Ecopetrol calcula las pérdidas en $4.500 millones, lo
que a su vez se tradujo en una reducción de las regalías al
departamento y a los municipios, en promedio de unas dos terceras partes.
Aun cuando en el principal sector petrolero, el de Orito, se
han logrado ya reparar los daños y se ha recuperado la capacidad
extractiva, no sucede lo mismo en otros sectores como el de La
Hormiga. En efecto, las FARC han obstaculizado las labores de
reparación, condicionándolas a reivindicaciones de infraestructura vial y social para la población. Estas exigencias mantienen
en vilo la exploración, perforación y explotación de nuevos pozos,
aunque en El Cedral y en El Azul se hayan detectado grandes
yacimientos, cada uno con una capacidad de extracción mínima
de 3.000 barriles diarios, los cuales dejan en claro que la extracción petrolera acompañará todavía por mucho tiempo al departamento de Putumayo.
La ganadería también se encuentra en crisis, debido tanto al
sistemático boleteo de la guerrilla como a la inestabilidad del
negocio de la coca que la alimentaba con sus excedentes. Entre
tanto, la empresa privada es casi inexistente y la sociedad civil
carece de formas organizativas fuertes que le den mayor injerencia
en los negocios públicos.
Así, el panorama económico, social y político que brinda el
recién creado departamento es oscuro: colonización descontrolada, ausencia de una concepción de desarrollo amazónico, privatización y corrupción del Estado, bajo nivel de organización de
la sociedad y crisis de la economía coquera, petrolera y ganadera.
En este contexto la situación de las comunidades indígenas
tampoco es alentadora. Con una organización débil y según muchos politizada, que reúne once etnias diferentes aunque es dirigida por representantes Inga, Kamsá y Cofán principalmente, las
comunidades no han podido evitar la invasión de sus resguardos
y el consecuente deterioro de su cultura y de su nivel de vida.
Departamento del Putumayo
47
El principal problema es la adjudicación, ampliación, titulación
y saneamiento de los resguardos. A pesar de la gran cantidad de
ofertas voluntarias que reposan en el INCORA, el Instituto no
tiene dinero suficiente para adelantar estos planes, ni los topógrafos requeridos para hacer una rápida titulación (sólo hay un
topógrafo en la comisión de baldíos). La mayor presión por tierra
para los indígenas se da en Mocoa (comunidades Inga, principalmente) y Valle del Guamués. Así, de las 9.813 ha. con que
cuenta la reserva de Yarimal en este último municipio, 8.243
ha. están invadidas por colonos atraídos por la bonanza coquera
de 1980.
El que la coca también fuera cultivada y "cocinada" en las
comunidades indígenas aceleró el proceso de descomposición
cultural y dio lugar a conflictos intercomunitarios y al irrespeto
a las autoridades tradicionales. A los anteriores problemas se
suma la escaséz de programas de educación bilingüe en especial
y de educación formal en general, en una situación de 50% de
analfabetismo, según el INCORA.
Es de mencionar también la incidencia de la extracción petrolera en la problemática indígena. Si bien ECOPETROL no es la
principal responsable de la ocupación de los territorios étnicos
-a no ser por la colonización que sigue a las carreteras construidas por la compañía-, también es cierto que esta empresa no
ha hecho aportes al desarrollo de la población indígena, pues
aunque haya baterías en algunos resguardos, las regalías no se
pagan a las comunidades sino a los municipios. Las FARC han
hostigado a ECOPETROL en apoyo de la reivindicación indígena
del pago directo de las regalías a las comunidades.
La debilidad organizativa, la carencia de tierras, la invasión
de los resguardos y la descomposición cultural son graves problemas que en la actualidad enfrentan las comunidades del Medio
Putumayo.
La insuficiencia de la caza y de la pesca debido a la contaminación de los ríos con químicos usados para la producción de
coca, y a la colonización desenfrenada, y el asesinato de dirigentes
de la Organización Zonal Indígena del Putumayo, oscurecen aún
más el panorama.
48
La violencia en las regiones
ACTORES VIOLENTOS
Los altos índices de violencia que registra el Putumayo -en
Puerto Asís en el rubro asesinatos se clasificó el 70% de las
muertes ocurridas en 1990--, están directamente relacionados
con la bonanza coquera y los grupos paramilitares que se gestaron
en relación con ella.
Desde la década del setenta el Putumayo se convirtió en una
zona de producción de coca que ha convocado a migrantes de
todo el país, cuyos altos niveles de rentabilidad se mantuvieron
hasta 1984; desde entonces dicho producto ha sufrido grandes
fluctuaciones de precio.
Colonos e indígenas participaron y aún participan como cultivadores en el negocio de la coca, encargados de su primer procesamiento antes de vendérsela a pequeños comisionistas y mafiosos de poca monta que en laboratorios más sofisticados realizan
un segundo proceso antes de entregar el producto a los grandes
narcotraficantes que producen el clorhidrato de cocaína.
En Puerto Asís muchos de estos pequeños mafiosos son conocidos por la población, y por ello sorprende que el comandante
de la Base Antinarcóticos niegue su existencia.
Hacia 1987, cuando Gonzalo Rodríguez Gacha estableció una
importante base de operaciones en El Azul (Valle del Guamués),
existieron grandes laboratorios de cristalización de cocaína en la
región. Actualmente es posible que se siga cristalizando cocaína
en el Putumayo, aun cuando ningún gran narcotraficante parece
estar residenciado en la región.
Si bien la guerrilla no cobra "gramaje" a los colonos cultivadores, los intermediarios deben pagar un "impuesto" del 10% de
cada transacción a las FARC; y los traficantes parecen tener que
cancelar un "impuesto" adicional a miembros de los organismos
de seguridad y en especial de la policía. Según todas las fuentes
civiles consultadas, el cobro de este impuesto es generalizado en
toda la zona coquera del Putumayo. Además, es común la creencia
de que algunos miembros de la Base Antinarcóticos comercializan
ellos mismos los decomisos realizados.
A juzgar por las múltiples denuncias en tomo a atropellos,
abusos y sobornos, la corrupción de la Policía Antinarcóticos
Departamento del Putumayo
49
estacionada en Puerto Asís llega a niveles alarmantes y su legitimidad entre la población es nula. Sinembargo, es necesario
tener en cuenta también que en zonas dedicadas a cultivos ilegales
la relación entre la policía y la población inevitablemente es
tensa, pues el éxito en la represión de la producción de coca
implica el empobrecimiento de los pequeños cultivadores.
Los bajos rendimientos de los cultivos, el nivel de represión
al narcotráfico, los altos precios de insumos químicos, el desmonte de la red de acopio de Rodríguez Gacha y las altas cuotas
cobradas por organismos de seguridad y guerrilla son factores
que parecen influir en las cíclicas crisis que ha padecido la producción regional de coca en los últimos años: durante 1990 y
1991 sufrió un bajonazo tal que muchos colonos prefirieron cultivar de nuevo productos tradicionales; la crisis, que se manifestó
en el aumento de los volúmenes de maíz, arroz y soya comprados
por el IDEMA, produjo por otra parte, altos niveles de delincuencia.
Entre los años 1987 y 1990 operó en el departamento un grupo
paramilitar OFgaRizado por Gonzalo Rodríguez Gacha, denominado "Los Masetos". Desde su cuartel general ubicado en la
citada localidad de El Azul, este grupo impuso su ley en el Medio
Putumayo. Su accionar comprendió la protección de laboratorios,
el enfrentamiento con la guerrilla, el asesinato sistemático de
activistas de la UP y de líderes populares, campañas de "limpieza
social" y, en su última etapa, la extorsión de ciudadanos con
algún poder económico. Los habitantes de la región coinciden
en señalar la abierta complicidad con "Los Masetos" de los comandantes de los puestos de policía y, especialmente, de la SUIN. *
La muerte de Gonzalo Rodríguez Gacha y la derrota militar
que les infringieron las FARC en 1990, obligó a "Los Masetos"
a desplazarse de El Azul hacia Puerto Asís, donde comenzaron
a aterrorizar a la población. Finalmente, después del asesinato
del conocido y respetado carnicero Eustorgio Martínez Solarte,
el 22 de marzo de 1991, algunos líderes de la comunidad se
armaron de valor y convocaron a un cabildo abierto en el cual
* La sigla es la Sección de Información Policía Judicial y Estadística Criminal de
la Policía Nacional. En este informe se habla de esta dependencia, o del F-2, su
antecesor, según el caso y la fecha de su ocurrencia. (Nota del Ed.).
50
La violencia en las regiones
fue duramente enjuiciada la complicidad de la policía y de la
Base Antinarcóticos con los paramilitares. Días después la policía
habría escoltado a "Los Masetos" al aeropuerto, desde donde
salieron del Putumayo. A partir de entonces la política de los
organismos de seguridad ha cambiado y los comandantes de
policía se han abstenido de relacionarse con grupos paramilitares,
adoptando una orientación más civilista; cambio que no es tan
manifiesto en el caso del Batallón Antinarcóticos.
De todos modos, la conducta de las fuerzas de seguridad es
aún muy cuestionada por la población, y existe un gran número
de denuncias por allanamientos ilegales, desapariciones y asesinatos. A la policía -en acción combinada con el Comando
Específico del Putumayo- se le imputa el asesinato de seis
ciudadanos que fueron "confundidos" con subversivos, en las
cercanías de Mocoa. También se acusa a miembros de esta institución de "operaciones de limpieza social", asesinato de líderes
cívicos y actos de delincuencia común. Como en otras regiones
del país, los principales inculpados en estas denuncias son miembros de la SIJIN. Por su parte, las denuncias contra el ejército
--Comando Específico del Putumayo- se encuentran más relacionadas con atropellos a la población rural en actos de campaña
(decomisos, allanamientos, detenciones, etc.), y con el hostigamiento indiscriminado a los campesinos, especialmente desde
helicópteros. Igualmente, los colonos coinciden en afirmar que
el ejército y la policía toman represalias contra ellos cuando han
sufrido algún revés militar en manos de la guerrilla.
En resumen, en el Putumayo las violaciones a los derechos
humanos de parte de los organismos de seguridad con complicidad
o no de paramilitares, son tanto de índole política (asesinatos,
detenciones, atropellos, amenazas en contra de líderes cívicos y
reales o supuestos colaboradores de la guerrilla), militar (asesinatos y atropellos en campaña), "social" (asesinato de drogadictos,
delincuentes, etc.) y delincuencial (con fines de enriquecimiento).
Desde 1980, cuando hizo su efímera aparición el M-19, la guerrilla se constituyó en uno de los principales actores violentos de
la región. En 1983 el EPL abrió su Frente Aldemar Londoño en
el Medio Putumayo, que luego sería fuertemente golpeado por
"Los Masetos". En 1984 las FARC comenzaron a hacer presencia
Departamento del Putumayo
51
sistemática con el Frente 32, constituido hoy en la principal
fuerza guerrillera del departamento, después de haber derrotado
a "Los Masetos" en 1990 y haber copado los espacios dejados
por el EPL en asocio con los Frentes 13, 14 y 15 de la misma
organización; el primero ubicado en la zona de Villa Garzón y
Mocoa, y los demás desplazando comisiones desde el Caquetá,
el Cauca y el Huila.
La capacidad destructiva de la guerrilla en la región se manifestó en la ofensiva de principios de 1991, cuando fueron perpetrados numerosos atentados contra la infraestructura vial, petrolera, eléctrica y aeroportuaria. El control de las FARC se reflejó
también en su capacidad para imponer por más de una semana
un paro de transportes en todo el Putumayo; en la tranquilidad
con que se mov!lizan o hacen retenes en las carreteras; o, últimamente, en sus llamadas a cuentas a representantes de la sociedad
civil o simples miembros de la población. En la zona rural del
Putumayo casi todos los sectores deben concertar sus acciones
con la guerrilla.
Lo anterior se traduce en el fuerte control territorial que esta
ejerce en las zonas rurales, mientras que policías y soldados
mantienen sus posiciones en los cascos urbanos y en las instalaciones petroleras. Tan sólo en el pequeño casco urbano de La
Hormiga, por ejemplo, se encuentran acantonados más de 120
hombres de las Fuerzas Armadas, en tanto que en una vereda
cercana descansan hombres de las FARC, estableciéndose un statu
quo que se mantendrá hasta que alguna de las dos fuerzas incremente dramáticamente el número de sus efectivos y su capacidad
de combate.
La guerrilla parece financiarse fundamentalmente por el impuesto exigido a los intermediarios de la coca y por el boleteo
a grandes y medianos ganaderos --especialmente en Mocoa y
sus alrededores-, lo cual ha conducido a un marcado descenso
del precio de la tierra en esta región. Son formas de financiación
centradas en los narcotraficantes que han descargado a la población de mayores presiones, y favorecen su relación con la guerrilla.
La relativa aceptación de ésta en las regiones rurales parece
derivarse ante todo de su función de control social en una región
que por depender económicamente de una producción ilegal -la
52
La violencia en las regiones
coca-, no puede demandar apoyo de los aparatos de control
normativo del Estado. En ese sentido, no sólo cumple funciones
de policía con sus propios y condenables procedimientos, sino
que paradójicamente protege a la población de los abusos de la
policía, "ajusticiando" a aquellos miembros de la institución que
se destaquen por sus atropellos a la población.
Además de desempeñarse como "fuerzas del orden", parecería
que las FARC crecientemente buscan también el apoyo de la
población a través de reivindicaciones sociales tales como la
exigencia a ECOPETROL de acompañar la explotación del crudo
con obras de interés comunitario. Igualmente, parece que de cuando en cuando la guerrilla cita a dirigentes políticos y económicos
para exigirles medidas concretas que redunden en beneficio social.
EL PROCESO DE PAZ CON EL EPL
Cuando el Frente Aldemar Londoño del EPL entró al proceso
de paz, contaba con alrededor de doscientos combatientes y estaba
militarmente derrotado e internamente dividido. Aunque desconfiando del proceso, a finales de 1990 apareció el grueso del frente
en el km. 29 de la vía Mocoa-Villa Garzón, pidiendo acamparse
en la localidad de El Pepino; después de largas negociaciones el
campamento se trasladó a Villarrica, pero entonces ya sólo contaba con setenta guerrilleros: algunos entregaron el fusil y retornaron a su casa; otros incrementaron la delincuencia común integrándose en ocasiones a bandas pre- existentes u organizándolas;
y algunos más se integraron a las FARC. En Villarrica se produjo
una nueva deserción -35 guerrilleros-, mientras que los 35
restantes se trasladaron al campamento de Villa Claret en Risaralda. El resultado final de este accidentado proceso, en términos
del proceso de reinserción, es el bajo número de reinsertos que
retomó al Putumayo.
Entre los no desmovilizados, además de los ya citados, un
pequeño grupo se sumó a la Organización de Liberación del
Pueblo -OLP-, de marcadas características delincuenciales,
que estaría actuando en el Medio Putumayo y en el Cauca.
De todos modos, las relaciones entre las fuerzas de seguridad
y los dieciséis reinsertos han sido relativamente buenas.
Departamento del Putumayo
53
Por su parte el proceso de reinserción no corrió con mejor
suerte, pues ha sido totalmente abandonado: el EPL no asumió
mayor responsabilidad sobre sus ex-combatientes -no existe ni
oficina de Progresar ni dirigentes importantes en la región-, y
la Oficina Nacional de Reinserción dejó el proceso en manos de
funcionarios del PNR que a título personal colaboraron con los
desmovilizados hasta que, apenas el 1 de Octubre, fue nombrado
un delegado regional. Para agravar aún más la situación, la misma
insignificancia del número de desmovilizados en una región tan
conflictiva, ha condicionado que la sociedad civil no le haya
puesto atención alguna al proceso.
Así, solo se presentaron cinco proyectos productivos, sin mucha asesoría, que apenas comenzaron a ser aprobados en diciembre.
Lo expuesto muestra que la paz con el EPL casi no transformó
los problemas del departamento, no sólo porque lo espacios dejados por esta organización han sido rápidamente ocupados por
las FARC, sino también porque en el Putumayo la violencia guerrillera es apenas otro factor entre las múltiples violencias existentes, las cuales, en razón de sú relación con la producción de
coca y el narcotráfico, con la delincuencia común y con cierta
tendencia a dirimir conflictos personales de manera violenta, no
sólo no son negociables sino que implican soluciones estructurales
de largo plazo.
Por ello es difícil encontrar elementos que favorezcan la distensión en el departamento. Aunque en algunos sectores se pueda
observar la tendencia a privilegiar las soluciones políticas en
detrimento de las militares, no existe una sociedad civil con
capacidad de interlocución, ni movimientos sociales que la representen -exceptuando el liderazgo tradicional de los curas párrocos-, ni gremios económicos que puedan liderar un proceso de
concertación en la búsqueda del desarrollo regional.
De otra parte, la violencia no política sólo podría superarse
en el marco de proyectos de desarrollo que se constituyeran en
alternativas a la producción de coca y generasen empleo especialmente para los grupos más jóvenes de la población, acompañados
por una justicia eficaz que sancione los actos ilegales vengan de
donde vinieren.
La violencia en las regiones
54
RECOMENDACIONES
- Para enfrentar procesos como los de la colonización desenfrenada y el cultivo de coca, el Putumayo requiere de un plan
de desarrollo que contemple las especificidades del medio amazónico, y que sea elaborado y concertado entre todas las entidades
estatales y la sociedad en su conjunto. En aras de una mínima
efectividad en los programas adelantados, el plan debería preveer
la coordinación de todas las entidades estatales, posiblemente
bajo el auspicio del PNR. Entre las medidas que se pueden adelantar para desincentivar el cultivo de la coca, cabría señalar la
necesidad de otorgar préstamos de fomento en las zonas de cultivo
y el fortalecimiento de la capacidad de pagos de contado por
parte del IDEMA. Este apoyo a la producción agrícola debería
estar condicionado a la sustitución de cultivos y a la protección
del ecosistema. En cuanto a la problemática petrolera, el plan de
desarrollo tendría que diseñar mecanismos para optimizar, en coordinación con la comunidad, la reinversión social de ECOPETROL.
- Para lograr una mayor participación ciudadana, se recomienda incentivar en todo el departamento a través de campañas
públicas y otros medios, la conformación de las más diversas
asociaciones de la sociedad civil.
- Dados los altos niveles de corrupción y malversación de
fondos, en el Putumayo también es imprescindible que se adecúen
mecanismos de fiscalización de la administración pública, requiriéndose que la Contraloría y la Oficina de Investigaciones Especiales de la Procuraduría inicien, a la menor brevedad posible,
un trabajo conjunto en este sentido.
- Considerando la crítica situación que vive la población indígena del Putumayo, se requiere un programa ágil de asignación
de tierras y saneamiento de resguardos, y más programas para
la atención de las comunidades, proporcionándoles alternativas
de apoyo económico compatibles con su cultura y el ecosistema.
- Se recomienda generar mecanismos de interlocución entre
las autoridades militares y las autoridades indígenas para evitar
eventuales atropellos contra la comunidad.
- En vista de la crítica situación de derechos humanos que
enfrenta el Putumayo, se recomienda la creación de un Comité
Departamento del Putumayo
55
Permanente de Derechos Humanos con participación de la comunidad, que atienda las diversas denuncias y les dé un trámite
rápido. Se considera necesario que este Comité cuente con un
fuerte apoyo de las diversas instancias nacionales encargadas de
velar por los derechos humanos, especialmente de la Defensoría
del Pueblo.
- Han de abrirse investigaciones en contra de aquellos agentes
estatales que en el pasado hayan estado involucrados en las múltiples violaciones a los derechos humanos que vivió el Putumayo.
Debe constituirse un grupo de trabajo para que investigue estas
violaciones.
- Para mejorar la efectividad de la lucha contra el narcotráfico
en esta sección el país, los organismos de seguridad han de
concentrar sus esfuerzos en enfrentar a los intermediarios y pequeños narcotraficantes, y no a los pequeños cultivadores. Asimismo,
debido al alto potencial corruptor del narcotráfico, se recomienda
la fiscalización estricta y el fortalecimiento de los mecanismos
de control interno de los organismos de seguridad estacionados
en el Putumayo, y en especial de la Base Antinarcóticos.
- En vista de los altos índices de delincuencia común tanto
rural como urbana, se recomienda fortalecer los sistemas de captura y juzgamiento de los delincuentes.
DEPARTAMENTO DE NORTE DE SANTANDER
CONTEXTO
En el departamento de Norte de Santander la zona de influencia
del hoy desmovilizado EPL abarcó el distrito de riego y sus
alrededores (municipio de El Zulia y buena parte de la zona rural
del municipio de Cúcuta, especialmente el corregimiento de
Puerto Santander), la región del Catatumbo y la provincia de
Ocaña. En estas regiones, y a pesar de existir diferencias en el
desarrollo inter-regional, la fuerte presencia de la Coordinadora
Nacional Guerrillera y la violencia de cuño político son una
constante.
El distrito de riego, producto de una reforma agraria relativamente lograda mediante la cual aproximadamente el 70% de los
predios pertenece a adjudicatarios del INCORA, presenta un nivel
de vida campesino comparativamente alto. Basado en la producción de arroz, caña, sorgo y frutas, y en la ganadería; y apoyado
por una ANUC con relativa capacidad de liderazgo regional que
ha logrado ser interlocutora de las clases dirigentes departamentales, el campesinado de la región ha superado los niveles de
productividad anteriores a la reforma agraria. Coagronorte, y en
menor medida Coagroriente, se destacan como cooperativas de
producción y mercadeo de considerable poder ecónomico regional
al desarrollar distintos tipos de proyectos, tales como bancos de
maquinaria y colegios cooperativos, entre otros.
Departamento del Norte de Santander
57
Sin embargo, la ausencia de una reforma agraria integral, la
poca incidencia de los campesinos en la formación de los precios,
y la estructura del mercado pueden estar en la base del fracaso
de algunos parceleros del INCORA. En la actualidad se comienza
a vivir un proceso de concentración de tierras que genera temores
en el movimiento campesino por la dificultad de acceso al crédito
y la apertura económica. A este problema se le suma la confrontación
armada entre el ejército y la guerrilla, con los consecuentes abusos
de parte y parte y la criminalización de la organización campesina.
En la región del Catatumbo, colonizada a partir de los años
sesenta tras las exploraciones de la Petroleum Oil Company, la
organización campesina es mucho menor. A pesar de ser considerada como una zona de gran riqueza agrícola, la carencia de
vías de comunicación y los problemas de comercialización, préstamo y asistencia técnica se constituyen en una gran limitante.
En algunas veredas, la producción de coca a pequeña escala
complementa la economía de los colonos. La ganadería, antigua
fuente de ingresos de la región, casi ha desaparecido afectada
por la extorsión y el boleteo de la guerrilla, lo cual ha llevado
a la migración de los grandes propietarios y al aumento de ofertas
de ventas de tierra al INCORA. La otra fuente de riqueza del
Catatumbo, el petróleo, ha sufrido un marcado descenso en los
últimos años: de 52.000 barriles diarios que se extrajeron en el
auge de la producción, se ha pasado a 4.800 por el actual agotamiento de las reservas, y por ello la mano de obra se ha reducido
en un 70% (mas de 500 empleados). De todos modos, y salvo
en este aspecto laboral, la transformación de ECOPETROL sólo
tiene una incidencia limitada en la región, pues la existencia de
una economía de enclave -la compañía cuenta con sus propios
clubes y hospitales-, y la dilapidación de las regalías ---calculadas en $320 millones para 1990- impidieron un real aporte
al progreso de Tibú, municipio sede de ECOPETROL; y a pesar
de que estos factores se traducen en resentimiento hacia la compañía petrolera, no es menor la responsabilidad de las administraciones municipales a quienes se imputa la malversación sistemática del presupuesto.
Sin embargo, la crisis rural, la reducción de la mano de obra
de ECOPETROL, y la falta de expectativas de desarrollo han ge-
58
La violencia en las regiones
nerado una fuerte migración desde el Catatumbo hacia los cascos
urbanos de Tibú o de Cúcuta, donde resaltan la mendicidad y el
subempleo.
Por su parte, la región montañosa de la provincia de Ocaña
-Abrego, Hacarí, Teorama, San Calixto, Convención- se caracteriza por pequeños propietarios que cultivan principalmente
café, cacao y cebolla, todos afectados por el cuello de botella
de la comercialización, la falta de crédito barato, y la ausencia
de vías con buenas especificaciones técnicas.
En tanto, la capital departamental se sostiene principalmente
por el comercio legal e ilegal con Venezuela, y el empleo proporcionado por el Estado nacional, departamental y municipal. Según
algunos observadores, las inversiones de contrabandistas y pequeños narcotraficantes pueden ser otra fuente de ingresos.
La falta de vías de comunicación; la inexistencia de desarrollo
industrial y de oportunidades de empleo; la inmensa corrupción
administrativa y la deficiente presencia del Estado en vastas regiones, expresada en la carencia de infraestructura o en la inexistencia de instituciones básicas como notarías o la registraduría;
o la cooptación de agentes sociales por las muy extendidas redes
clientelistas que privilegian el lucro personal al interés común,
son otras de las características más protuberantes del departamento.
ACTORES VIOLENTOS
Sobre este vacío de Estado, en las regiones más apartadas,
como el Catatumbo, se asientan las guerrillas reemplazándolo
por medio de cooperativas y procesos de organización comunitaria, cumpliendo el papel de policía a través de la imposición del
orden a veces con métodos tan cuestionables como las limpiezas
sociales o simplemente por la intimidación de la población.
En el departamento actúan todas las fuerzas de la Coordinadora
Guerrillera (FARC, ELN y disidencia del EPL) conformando un
bloque político y militar con fuerte capacidad de presión sobre
la sociedad civil, los partidos políticos y el Estado, a pesar de
sus diferencias internas. Esta situación lleva a afirmar a los mis-
Departamento del Norte de Santander
59
mos miembros de los organismos de seguridad que Norte de
Santander es un laboratorio de la guerrilla.
La desmovilización del EPL fue casi intrascendente en este
contexto, 1 pues los espacios dejados por los desmovilizados fueron rápidamente ocupados por las FARC y en escasa medida por
su propia disidencia, y de hecho su influencia tradicional en esta
zona fue siempre reducida.
Actualmente actúan en la región el Frente 33 de las FARC y
los Frentes Carlos Armando Cacua y Diego Cristóbal Uribe (urbano, con epicentro en Cúcuta) del ELN; los cuales, a excepción
del urbano, hacen presencia en la provincia de Ocaña, en la
región del Catatumbo y en el distrito de riego, replegándose ante
las ocasionales ofensivas de las Fuerzas Armadas.
Además actúa el frente disidente del EPL Ernesto Rojas, el
cual limita su accionar a Puerto Santander, Aguaclara, Zulia y
la provincia de Ocaña; y a pesar de que se sospecha de un
incremento en su actividad de reclutamiento, en la actualidad
cuenta con muy pocos combatientes, dedicados a una actividad
fuertemente delincuencial que se manifiesta en boleteos indiscriminados dirigidos incluso a medianos y pequeños campesinos,
que crean zozobra en la frontera colombo-venezolana y fomentan
la animadversión de grandes sectores xle la población.
Este Frente ha sido fuertemente golpeado por el ejército, y su
permanencia en la región se explica por la protección que le
brindan las FARC, que se desdoblan como su censor, llamándolo
al orden y desplazándolo de las regiones cuando su extralimitación
amenaza con atraer la atención de las Fuerzas Armadas o generar
grupos de autodefensa, tal como sucedió en el caso del corregimiento de Puerto Santander.
Con la construcción del oleoducto Caño Limón-Coveñas, la
influencia de las guerrillas en Norte de Santander ha venido
creciendo desde finales de la década del setenta; su presencia
militar manifestada en atentados contra la producción petrolera,
1. Así, según datos de Justicia y Paz, los muertos por motivos políticos y enfrentamientos bélicos se mantuvieron casi constantes en los últimos años: 93 para 1988:
87 para 1989; 85 para 1990; notándose un incremento para 1991. con 93 muertos en
los nueve primeros meses del año.
60
La violencia en las regiones
ataques a patrullas de las fuerzas de seguridad, la extorsión y el
boleteo, se encuentra acompañada de una fuerte inserción política
en algunas regiones (FARC en el Catatumbo y ELN en la provincia
de Ocaña).
Esta influencia no es sólo explicable por la intimidación de la
población; además de la ya mencionada sustitución del Estado,
y de sus funciones de policía, aquellas ejercen presión sobre las
compañías petroleras, las cuales deben cumplir las demandas
elevadas por las guerrillas en beneficio de la población, para
poder operar industrialmente. El apoyo a las reivindicaciones de
la población civil --como en el caso del paro del Nororiente en
1988-, y la fiscalización de los alcaldes populares -adelantadas
sobre todo por el ELN-, jento con la protección brindada a la
población en relación con los frecuentes abusos de la policía,
son otras de sus fuentes de legitimidad.
Sin embargo no hay que sobrestimar tampoco esta última. En
otras zonas donde el movimiento social es más fuerte y no necesita
"ayudas" externas, como sucede en el distrito de riego, la presencia guerrillera sólo es comprensible por el temor de los habitantes. De ahí que de una población a otra la variación de legitimidad a intimidación sea grande, y que dependa también de la
actitud y la formación de los mandos guerrilleros, pues todas las
fuentes coinciden en señalar la baja capacitación de muchos mandos medios y de los guerrilleros rasos.
A pesar de lo difícil que es elaborar una tipología regional del
accionar guerrillero, y de que las opiniones varíen según la simpatía de los entrevistados, parece ser que las FARC asumen una
actitud más intimidatoria en contra de la población civil que el
ELN. Un caso aparte lo constituye la disidencia del EPL que, al
parecer, ha circunscrito sus operaciones a "campañas de finanzas"
adelantadas por medio de la extorsión generalizada.
Así, la relación de las guerrillas con los movimientos sociales
no deja de ser problemática. En su intento de cooptar --con
mayor o menor éxito-- a las organizaciones sociales, llegan a
intimidar a sus dirigentes; o a obstaculizar su desarrollo en aras
de sus propios intereses (como es el caso de las FARC con el
movimiento campesino en el distrito de Riego); o aun a manipular
descamadamente sus reivindicaciones, subsumiendo los objetivos
Departamento del Norte de Santander
61
iniciales del movimiento y debilitando su capacidad de interlocución frente al Estado (como ha sucedido en la provincia de Ocaña
con algunas manifestaciones publicas fuertemente influidas por
el ELN). En todos los casos los dirigentes populares encuentran
en esta actitud guerrillera una gran dificultad para impulsar las
reivindicaciones gremiales, y se ven enfrentados además a la
militarización de los conflictos y a la represión a menudo indiscriminada de las fuerzas de seguridad.
Es singular y relevante el control que mantienen las guerrillas
sobre la sociedad civil al citar a políticos, dirigentes gremiales
y diversos líderes de la comunidad a "rendir cuentas", y al presentar planes de desarrollo o llamar a la concertación cuando lo
consideran necesario; actitud esta última que encuentra eco en
distintos miembros de la sociedad civil, y de hecho revela una
tendencia a favorecer las soluciones negociadas.
A pesar de la existencia de condiciones para la aparición de
grupos de justicia privada tales como el boleteo masivo en algunas
zonas o la presencia de narcotraficantes, en la actualidad no hay
noticias ciertas sobre su surgimiento.
Hacia 1987 se inició en Ocaña una campaña de "limpieza
social" y de asesinatos de líderes populares que participaron
en el paro del Nororiente, atribuida a un grupo denominado
"La Mano Negra", integrado según algunas fuentes por la policía, apoyada por algunos comerciantes. En las demás regiones
es posible que el mismo poder militar de la guerrilla en la región haya impedido la consolidación de grupos de justicia privada.
El narcotráfico, tradicional actor violento, no ha tenido una
influencia preponderante en el departamento. Fuera de la producción de coca a pequeña escala que parece estar controlada por
las FARC en la región del Catatumbo, se estima que en los alrededores de Cúcuta funcionan centros de acopio de cocaína para
la exportación a Venezuela. Es común también el pequeño contrabando de narcóticos a través de "mulas" o de modalidades que
implican esconder la cocaína en alguno de los muchos carros
que cruzan diariamente la frontera, para seguirlo y rescatar el
producto al otro lado del puente internacional (a este sistema se
le llama "la siembra"). El 54% de los colombianos detenidos en
62
La violencia en las regiones
la prisión venezolana de Santana se encuentran inculpados de
narcotráfico.
Sin embargo, es perceptible en Cúcuta una creciente presencia
narcotraficante, por la compra de propiedades y la aparición de
lujosos autos de matrícula colombiana (mucho más caros que los
venezolanos). En el caso de que estas inversiones de narcotraficantes se desplazaran a la propiedad rural, es de temer una agudización de la violencia en la confrontación con la guerrilla y/o
con las organizaciones campesinas.
El otro actor preponderante del conflicto son las Fuerzas Militares, que en su defensa de la legalidad no siempre actúan dentro
de la ley. Si bien no existen acusaciones fundadas contra el Grupo
Mecanizado Maza, localizado en Cúcuta; ni contra el Batallón
Santander ubicado en Ocaña, sí se han presentado contra el
Batallón Rook -acusado de desapariciones-, y especialmente
contra la vm Brigada Móvil -normalmente localizada en Armenia-, durante su estadía en la región.
Muchos testimonios coinciden en acusar a esta última de detenciones y allanamientos ilegales, torturas, desapariciones y bombardeos a la población civil; acciones éstas que no pueden ser
justificadas con la lógica de la guerra.
Más preocupante aún es la conducta de las fuerzas de policía
en el departamento, y especialmente de la SIJIN; no sólo se les
imputa a agentes de este último organismo campañas de "limpieza
social" como las realizadas en el pasado por "la Mano Negra"
en Ocaña, y el asesinato de dirigentes populares, sino que su
actuar es en ocasiones francamente delincuencia!: muchas fuentes
los sindican de relaciones con el narcotráfico, incursiones en la
delincuencia común y extorsiones a pequeños comerciantes, entre
otras cosas, brindando así un panorama de corrupción generalizada. En los mandos de la policía parece haber conciencia de
este problema, y en un intento de subsanarlo se procedió al
traslado del comandante de la SIJIN.
El 85% de las denuncias contra funcionarios públicos son
contra la policía y especialmente el citado organismo, pero la
ineficiencia y las limitaciones de la Procuraduría regional, y el
miedo de los ciudadanos a atestiguar, favorecen esta situación
de impunidad.
Departamento del Norte de Santander
63
EL PROCESO DE PAZ CON EL EPL
Desde que el Frente Libardo Mora Toro del EPL se concentró
en Campo Giles (municipio de Tibú), el proceso de paz comenzó
a mostrar dificultades. La larga inactividad en los campamentos
produjo fricciones con la comunidad y entre los mismos desmovilizados, agravadas por la falta de un fuerte liderazgo interno y
la baja capacitación de los ex-combatientes.
A lo anterior hay que sumar la lentitud de la Consejería de
Paz en el abastecimiento de los campamentos, y la presencia
cercana de otros grupos guerrilleros que incitaron a aquellos a
huir con el armamento, conformándose así un alto índice de
desertores del proceso; otros guerrilleros fueron expulsados por
el responsable del campamento por continuar con el boleteo y la
extorsión, todo lo cual llevó a que más de un tercio de los
desmovilizados abandonaran el campamento, y fueran reemplazados por simpatizantes o familiares de los guerrilleros. El proceso de reincorporación a la vida civil de los ex-combatientes
no fue manejado ágilmente por el Estado, en un contexto de
múltiples factores adversos: la sospecha generalizada pero infundada sobre estas deserciones como una táctica de doble juego
aplicada por el EPL; la presencia activa de otras guerrillas, las
cuales perturbaron el sentida político y económico de la reinserción,. al obligar a los desmovilizados a abandonar sus zonas de
influencia; y la baja calificación de los ex-combatientes, muchos
de ellos guerrilleros de última hora.
Como en otras partes del país la Oficina Nacional de Reinserción se caracterizó por su lentitud e ineficiencia: apenas en julio
se nombró un director departamental de reinserción; en octubre
no se había contratado aún una firma especializada para la asesoría de los proyectos económicos que contemplan los acuerdos;
y, a finales de noviembre, ya sobre el primer vencimiento de los
acuerdos, no se había hecho el primer desembolso para los proyectos productivos.
El bajo perfil que mantiene esta oficina ha generado un total
aislamiento de la sociedad civil en el pro"eso, dificultando, por
ejemplo, la consecución de empleo para los desmovilizados y la
aceptación de estos por parte de los gremios campesinos. La
64
La violencia en las regiones
lentitud en brindar capacitación a los ex-combatientes, proceso
que se podría haber comenzado desde los campamentos, dificulta
aún más su inserción en el mercado laboral. Es de destacar, sin
embargo, el apoyo prestado por la gobernación departamental a
través de la creación de un Fondo de paz, y por algunas entidades
estatales como el SENA, el HIMAT, el INCORA y especialmente
el CORPES; en cambio, sorprende la desvinculación del PNR de
este proceso de paz.
En estas condiciones se puede afirmar que el proceso de reinserción en Norte de Santander ha estado a la deriva, favoreciendo
que unos pocos de los 127 desmovilizados del departamento
tomaran la solución en sus manos al recurrir a la delincuencia
común como forma de subsistencia. En cuanto a la seguridad de
los ex-combatientes, se cuentan en el departamento cuatro desmovilizados muertos y uno desaparecido, de los cuales al menos
dos abatidos en operativos en contra de la delincuencia común.
Así, el proceso de paz con el EPL no ha sido un éxito ni mucho
menos un ejemplo alentador para otras guerrillas que hipotéticamente quisieran seguir el mismo camino. Sin embargo, y a pesar
de que los distintos factores de violencia permanecen activos en
la región, existen algunas circunstancias que podrían favorecer
considerablemente la distensión regional, entre las cuales se encuentran la energía con que la mayor parte del movimiento social,
y especialmente sus dirigentes, rechazan cualquier solución o
injerencia armada en los conflictos sociales; la actitud relativamente legalista de las Fuerzas Armadas; e indicios aún tenues
de control sobre los miembros de la policía que actúan fuera de
la ley. No menos importante en este sentido es el fuerte interés
de reconocimiento político y la tendencia a la concertación que
manifiestan sectores de la guerrilla, y la clara predisposición a
las soluciones políticas que tienen dirigentes gremiales, sociales,
políticos y religiosos de Norte de Santander.
Muchos de los dirigentes regionales tienen conciencia de la
crisis de desarrollo que vive el departamento, y de la necesidad
de generar un frente común que busque formas amplias de concertación en aras del interés general, a pesar de que sus propios
vicios administrativos no prometen un cambio a corto plazo. Esta
conciencia ha generado espacios de diálogo entre los diferentes
Departamento del Norte de Santander
65
actores, y especialmente entre la sociedad civil y la guerrilla, los
cuales, aunque relativamente tolerados, son aun reducidos debido
a su ilegalidad. Ampliarlos y de alguna manera legitimarlos es
una de las principales expectativas de muchos de los actores
regionales.
RECOMENDACIONES
- Para asumir las alternativas más viables de desarrollo regional, es necesario que el Estado nacional acepte y apoye interlocutores como el Frente Común de Norte de Santander, en la
perspectiva de constituir escenarios de concertación entre todos
los sectores del departamento.
-Dado el abandono estatal de las zonas marginadas, se requiere
garantizar una mayor presencia y eficiencia de las instituciones
del Estado, especialmente en la región del Catatumbo.
- En vista de los altos niveles de corrupción y malversación
de fondos en el Departamento de Norte de Santander, al igual
que en los departamentos de Córdoba y el Putumayo, se recomienda establecer mecanismos urgentes de fiscalización de la
administración pública.
- Se recomienda revisar la política de enclave de ECOPETROL
y tender hacia el desarrollo regional concertado para que la sociedad se sienta comprometida con la empresa petrolera.
- Para evitar que las diversas asociaciones gremiales y cívicas
de la sociedad civil zozobren en medio de la violencia guerrillera
y contraguerrillera, se recomienda fomentar los diálogos de las
Fuerzas Armadas con la sociedad civil.
- Debido a múltiples denuncias de la población, se recomienda
una depuración de la SIJIN departamental.
- Dado el desorden social y la violencia que podría acarrear
la creciente presencia y actividad narcotraficante en el departamento y en especial en Cúcuta, es necesario que los organismos
de seguridad y las autoridades judiciales nacionales y regionales
pongan especial énfasis en el enfrentamiento al narcotráfico en
Norte de Santander, extremando las medidas de fiscalización y
control de esos mismos organismos.
DEPARTAMENTO DE RISARALDA
CONTEXTO
El departamento de Risaralda es una de las regiones del país con
mejor calidad de vida; pero al mismo tiempo es una de las más
violentas: según recientes estadísticas del Centro de Investigaciones Criminológicas de la Dijin, tiene las segundas tasas más altas
en criminalidad, homicidios y hurtos en toda Colombia, pese a
que en la actualidad no sea sede de operaciones de ningún grupo
guerrillero consolidado.
Lo que vive Risaralda y en general el eje cafetero es una violencia
difusa, delincuencial y cotidiana; una violencia "de la calle" que,
a diferencia de otros fenómenos violentos que azotan el país, no
cuenta con actores claramente definidos y por lo tanto no es
negociable.
La continua acumulación de riqueza generada por la economía
cafetera y la redistribución adelantada por la Federación de Cafeteros, ha posibilitado que hoy en día y pese a todas las deficiencias que aún subsisten, índices como el cubrimiento de servicios
públicos o el nivel de ingresos per cápita de este departamento
se encuentren muy por encima del promedio nacional.
Y aun más, esta prosperidad también se sustenta, entre otros
factores, en la pujante industria de confecciones y en el comercio
en Pereira y Dosquebradas; en el cultivo agroindustrial de la caña
Departamento de Risaralda
67
en el valle del río Cauca; en la creciente promoción de cultivos
no tradicionales como las frutas tropicales, y en las inversiones
del narcotráfico. Desde luego, no todo Risaralda cuenta con
iguales niveles de desarrollo, como lo evidencian los dos municipios de mayor extensión territorial, Mistrató y Pueblo Rico en
los límites con el Chocó, misérrimos en comparación con municipios como Belén de Umbría o Santa Rosa del Cabal.
Tanto en Mistrató como en Pueblo Rico se concentra una
problemática social tan aguda como inadvertida por la opinión
pública regional y nacional: la situación de la población indígena
Embera Chamí. Alrededor de 10.000 indígenas viven enemistados entre sí en los resguardos de la margen derecha (17. 770 ha.)
y de la margen izquierda (7.596 ha.) del río San Juan, en medio
de una marcada crisis cultural: sin haber asimilado la cultura de
los blancos, han perdido la suya propia.
Así, estos Embera se encuentran desgarrados entre el aprovechamiento tradicional de la tierra de sus antepasados, y la explotación muchas veces indiscriminada de los bosques calcada del
proceder de los colonos; entre las prácticas curativas cada vez
más olvidadas del curandero jaibaná, y la medicina de los blancos;
entre sus antiguas formas de litigar los conflictos, y las leyes del
Estado colombiano. Este desgarramiento ha contribuido decisivamente a la erosión del respeto a las autoridades tradicionales, a
conflictos en el interior de la misma etnia, a su desubicación
política, social y económica en la sociedad risaraldense, y a la
indefensión de los indígenas cuando tuvieron que enfrentar, atrapados entre dos fuegos, la violencia guerrillera y contrainsurgente
de la segunda década de los años ochenta.
Por lo demás, el saneamiento de los resguardos adelantado
lentamente por el INCORA ha acarreado conflictos por la posesión
de tierras con los colonos.
Frente a todo este complejo panorama de abandono de la población indígena, ni la sociedad risaraldense, ni el Estado colombiano brindan mayores perspectivas de solución: así, la oficina
departamental de asuntos indígenas cuenta con un presupuesto anual
de tan sólo nueve millones de pesos para todos estos resguardos.
De otra parte, más allá de los conflictos específicos de la
problemática indígena, en la violencia en este departamento pa-
68
La violencia en las regiones
recen confluir varios factores estructurales, entre los cuales se
pueden destacar ahora: una larga y en varios municipios muy
marcada "tradición" violenta que hunde sus raíces en períodos
anteriores a la violencia bipartidista; altos niveles de flujos migratorios producidos por la cosecha cafetera y por el carácter central
de esta zonas, "tierra de tránsito" entre varios sectores del país;
la presión sobre la tierra en varios municipios minifundistas,
menos favorecidos en el departamento; los altos índices de desempleo en algunos municipios, conjugados con altas expectativas
de bienestar personal; y por último, la influencia del narcotráfico
y el consumo de basuco.
ACTORES VIOLENTOS
En primer lugar la violencia en Risaralda se origina en la
llamada delinc~encia común. Tanto en las zonas rurales como
en las urbanas se registran tasas muy altas de modalidades delictivas como el hurto, la extorsión, las riñas, los homicidios, el
expendio y consumo de basuco y las violaciones.
Los organismos de seguridad encargados de reprimir estos
fenómenos, a duras penas cu)Ilplen su función: los brotes delincuenciales son demasiado ~xtendidos y contrastan con los limitados recursos humanos y financieros a su disposición; las dificultades organizacionales y de coordinación de cada uno y en relación con los demás, hacen que la SIJIN, la policía, el DAS, el
ejército y las autoridades judiciales entorpezcan las investigaciones; y en ocasiones, los mismos agentes estatales se encuentran
implicados en las actividades delincuenciales. Et Cuerpo Técnico
de la Policía Judicial en Pereira cuenta con tan sólo diez agentes que a duras penas pueden llevar a término las múltiples investigaciones que les son encomendadas; y la efectividad en
la lucha contra la extorsión del recién creado UNASE está por
verse.
La ciudadanía, enfrentada a la frecuente ineficacia de las autoridades y a sus ocasionales brotes de corrupción, y sometida
a la intimidación por parte de la delincuencia, ha perdido la
confianza en los organismos de seguridad y ante todo en la
Departamento de Risaralda
69
justicia, renunciando incluso a denunciar los delitos. Así se va
tejiendo un círculo vicioso en el que las autoridades no actúan
porque la ciudadanía no denuncia, y esta no lo hace porque
aquellas no actúan.
En consecuencia, la aplicación de la justicia tiende a la "privatización" y a la "desinstitucionalización", ya sea porque algunos
ciudadanos deciden tomar la justicia por sus propias manos, o
porque los organismos de seguridad, desesperados por las dimensiones del fenómeno y la lentitud de los trámites judiciales, deciden "eliminar", es decir, asesinar a los supuestos delincuentes.
Operativos de este último tipo con sus grandes "márgenes de
error", deterioran a su vez y aún más la confianza de muchos
ciudadanos en las autoridades.
En este contexto, merecen una mención especial las sanciones
emitidas por parte de la Procuraduría tras denuncias de la diócesis
de Pereira en contra de varios agentes, suboficiales y oficiales
de la Policía de Pereira, involucrados en los asesinatos de indigentes en dicha ciudad; ellas sin duda contribuyen a la imprescindible depuración de la Policía de Risaralda, y al establecimiento
de controles disciplinarios más rígidos en el interior de la institución, como también a que la ciudadanía recobre la confianza
en las autoridades. Sin embargo, es importante señalar que la
citada problemática de justicia privada y desinstitucionalización
de la justicia, no se agota ni en el modo de proceder de una
institución específica, ni en hechos como los acaecidos en tomo
a los asesinatos de indigentes.
El problema de cómo enfrentar un fenómeno delincuencial que
desborda el control de los organismos de seguridad es de toda
la sociedad risaraldense. Según se pudo constatar en la investigación, son sumamente preocupantes los altos niveles de implícita
aceptación con los que cuentan las más diversas prácticas de
justicia privada y desinstitucionalización de la justicia tanto en
las zonas urbanas como rurales. En conversación con los investigadores, los más diversos representantes de la comunidad--curas y tenderos, políticos y cafeteros, alcaldes y líderes comunales- implícitamente se mostraron de acuerdo con el ajusticiamiento de delincuentes o drogadictos, ya sea por parte de la
ciudadanía o de las autoridades.
70
La violencia en las regiones
El crimen organizado es otro fenómeno que parece ser tolerado por la sociedad y que cuenta con altos niveles de impunidad determinados por la ineficacia de los organismos de seguridad.
Organizaciones delictivas "menores" como redes de trata de
blancas o robo de carros, o "mayores" como redes del narcotráfico, han encontrado en este departamento un terreno abonado
para sus acciones; y en lo que al narcotráfico se refiere, Risaralda
parece ser sobre todo un importante centro de operaciones de
grandes narcotraficantes, quienes desde ahí coordinan el acopio
y la exportación de cocaína desarrolladas en otras zonas del país.
Aunque sólo sea por la cercanía geográfica con el nort~ del
departamento del Valle, es muy probable que algunos narcotraficantes de Risaralda se encuentren muy cercanos al núcleo de
quienes desde la muerte de Gonzalo Rodríguez Gacha se vienen
perfilando como los más violentos del país: los hermanos Urdinola. Igualmente, es evidente que existen en Risaralda gigantescas inversiones en la economía legal de dineros provenientes del
narcotráfico. De otro lado, en esta zona parecen operar varias
redes narcotraficantes "menores" que se encargan de distribuir
bazuco y cocaína en el mismo departamento. Por último, se tiene
noticia de que en zonas apartadas de Risaralda existen cultivos
de amapola.
En muchos municipios es notorio el poder no sólo económico,
sino también político y social que han adquirido los pequeños,
medianos y grandes narcotraficantes. Al menos en un caso, este
poder llegó hasta la conformación de aparatos de violencia propios, como el de "Los Magníficos" en Quinchía, grupo paramilitar que fuera liderado por un supuesto narcotraficante, el cual
con la anuencia y posible complicidad de las autoridades locales,
operó en contra de eventuales adversarios políticos supuestamente
ligados al EPL, y en contra de adversarios en el mercado ilegal.
Aún cuando "Los Magníficos" fueron desintegrados por el
DAS y; su líder detenido, durante la investigación realizada por
la Comisión de Superación de la Violencia se pudieron recoger
insistentes rumores en tomo a un reagrupamiento de algunos de
sus miembros, probablemente para enfrentar una disidencia del
EPL que aún opera en la zona.
Departamento de Risaralda
71
En otros casos, la presencia narcotraficante se expresa de manera menos estructurada, pero igualmente nefasta, en los frecuentes ajustes de cuentas y asesinatos selectivos; es decir, en la
violencia que se origina en la ilegalidad del negocio.
En este contexto, es sumamente preocupante la "sicarización"
de varios municipios de Risaralda, que bien parecen "pequeños
Medellínes": la demanda de mano de obra violenta y de colaboración en el negocio por parte de los narcotraficantes ha conducido
a que muchos jóvenes, ante la ausencia de otras perspectivas
para su futuro y atraídos por la "plata fácil", hayan escogido el
tráfico de drogas o el asesinato como modos de ganarse la vida.
Igual que en Medellín, el fenómeno del sicariato tiende a desbordar los límites del mismo narcotráfico al brindar una vía "fácil"
de resolución de ~oda clase de conflictos entre los ciudadanos y
posibilitar el ejercicio generalizado de la justicia privada.
EL PROCESO DE PAZ CON EL EPL
La violencia estrictamente política en la.década de los ochenta
se encuentra ligada a la aparición en el Eje cafetero del Frente
del EPL Carlos Alberto Morales, que luego pasaría a ser llamado
Frente Osear William Calvo, y a la lucha contrainsurgente
adelantada por las Fuerzas Armadas. Según el testimonio de
un exguerrillero, el frente llegó a contar en su mejor momento
con 200 a 250 combatientes y un número considerablemente
mayor de milicianos. El grupo logró sobrevivir a cercos militares en 1984, 1985 y 1988 y actuaba en los departamentos
de Risaralda, en el oriente de Caldas y en el sudoeste de Antioquia.
Varios ex-combatientes entrevistados señalaron al año 1988
como el de la ofensiva más fuerte en contra del EPL y de su base
social: tras el secuestro y asesinato del cafetero Hemán Londoño
por parte de esta organización, el Batallón San Mateo de Pereira,
apoyado según algunas fuentes por grupos paramilitares financiados por la clase dirigente regional, desató una contraofensiva
que incluyó detenciones ilegales, torturas, desapariciones y asesinatos en el resguardo indígena de San Lorenzo en Riosucio,
72
La violencia en las regiones
Caldas (donde se encontró el cadáver del secuestrado), y detenciones ilegales y torturas en la misma ciudad de Pereira.
Por estos hechos, la Procuraduría ordenó la destitución de un
mayor del Batallón San Mateo.
De todos modos el EPL nunca parece haber constituido una
amenaza realmente seria para la clase dirigente del Eje cafetero.
·Los fortines guerrilleros fueron ante todo los municipios periféricos de la zona cafetera en los límites con el Chocó, y todo
indica que aquel incursionó sólo ocasionalmente en los municipios "ricos" del núcleo de dicha zona. Quizá por ello la guerrilla
fue percibida por buena parte de la clase dirigente como un
problema marginal; y tan pronto como se pasó de límite, como
en el secuestro mencionado, a esta clase social le fue posible
cerrar las filas y enfrentarlo con éxito a través de las Fuerzas
Armadas o de grupos paramilitares o de autodefensa. Así, la
amenaza guerrillera siempre pudo mantenerse a raya, lo que
puede haber contribuido a que en la actualidad el proceso de
desmovilización provoque cierta desidia entre algunos círculos
de la clase dirigente.
Alrededor de 115 guerrilleros se quedaron a vivir en el Eje
cafetero tras la desmovilización del EPL, y como en otras partes
del país su reinserción ha resultado tortuosa: tan sólo en diciembre de 1991, es decir nueve meses después de la entrega de
armas, los primeros proyectos productivos de los desmovilizados
comenzaron a ser aprobados; demora producida por las dificultades creadas por la concepción misma de la política de reinserción,
pero también por la desorganización y desorientación interna del
EPL, la insuficiente integración de los gremios del sector productivo al proceso, la demora en la asignación de recursos económicos por parte de las instancias nacionales, y la falta de coordinación con los organismos asesores en la elaboración de los
proyectos productivos.
De todos modos hay que mencionar la cooperación prestada
al proceso por entidades estatales como la Gobernación, el SENA
y el INCORA; y decir que en los proyectos municipales de desarrollo contemplados en los acuerdos, poco se ha podido adelantar.
En cuanto a la seguridad de los desmovilizados, la situación
es de una tensa calma. Los ex-guerrilleros han recibido amenazas;
Departamento de Risaralda
73
la distensión con varias de las familias que sufrieron en carne
propia la violencia guerrillera no ha podido lograrse; y en el mes
de diciembre fue asesinado un ex-combatiente y otro herido. En
todo caso las relaciones entre los dirigentes de los ex- guerrilleros
y los organismos de seguridad son buenas en términos generales,
y ambos sectores reconocen la voluntad de paz de la contraparte.
Sin embargo, dos factores pueden llegar a perturbar seriamente
el proceso de paz en Risaralda, al desacreditar ante la opinión
pública la desmovilización de la guerrilla: el accionar de una
disidencia del EPL y la incursión en la delincuencia de varios
ex-combatientes. La primera tuvo su origen en diferencias políticas que se ventilaron en el campamento de paz de Villa Claret:
alrededor de 15 combatientes no estuvieron de acuerdo con la
política de desmovilización y se adscribieron, al parecer, al sector
de Francisco Caraballo y la Coordinadora Guerrillera que en
Risaralda, a diferencia de lo sucedido en otras partes del país,
hasta finales de 1991 no ha podido o querido copar los espacios
dejados por el EPL.
Probablemente hoy en día la disidencia, cuyo epicentro de
operaciones estaría en el municipio de Quinchía, esté conformada
por entre 15 y 30 combatientes, varios de ellos miembros de las
antiguas milicias del EPL. Las versiones en torno a su grado de
politización son contradictorias: si bien parece tener vínculos con
la Coordinadora Guerrillera, también se reportan muchos de sus
operativos como típicamente bandoleros. El único desmovilizado
del EPL que permanecía en Quinchía adelantando trabajo polítieo
para la Alianza Democrática/M-19 tuvo que abandonar el municipio debido a las amenazas de sus antiguos compañeros. Los
organismos de seguridad, entretanto, reportan varios operativos
en contra de este grupo: así, en un supuesto enfrentamiento fueron
muertos cinco sospechosos de ser miembros suyos, y un agente
encubierto de la policía.
De otro lado, en varios casos se ha podido comprobar que excombatientes del EPL han incurrido en prácticas delincuenciales
como robos a mano armada, extorsiones y sicariato, en proceso
de descomposición delincuencia} de la base guerrillera que se ha
visto acelerado por la falta de control de la antigua dirigencia
sobre los ex-combatientes, y la lentitud del proceso de reinserción.
La violencia en las regiones
74
En resumen, la violencia que vive el departamento de Risaralda
es compleja: en ella confluyen, entre otros, la delincuencia común, la justicia privada, el narcotráfico y la desintegración de
un grupo guerrillero; pero a su complejidad no parece existir en
Risaralda una conciencia clara en tomo a las dimensiones del
problema: casi todos los entrevistados coincidieron en alabar el
"remanso de paz" que constituye el departamento en comparación
con otras regiones del país. De hecho, los risaraldenses parecen
haber aprendido a convivir con la violencia, llegando hasta el
punto de ignorarla; y pese a contar con una sociedad civil relativamente fuerte y organizada que podría facilitar la concertación
entre el Estado, la sociedad y los grupos económicos, los procesos
de superación conjunta de la violencia son incipientes. En este
contexto es de resaltar la actitud de la gobernación departamental
que, siguiendo los lineamientos de la Estrategia Nacional contra
la Violencia, ha convocado a Consejos de Seguridad y de Gobierno abiertos a la comunidad.
Aunque sólo sea en vista de una posible agudización de la
crisis social a raíz del proceso de apertura económica y de la
crisis cafetera, parece importante implementar instancias y dinamizar procesos que puedan contribuir a concientizar la sociedad
risaraldense en tomo a la problemática de la violencia, y posibilitar su paulatina superación. Ello sería importante no sólo para
el mismo departamento, sino para todo el país: en cierto sentido,
la violencia difusa y cotidiana que vive Risaralda es paradigmática
de lo que podría suceder en toda Colombia a medida que los
conflictos violentos cada día tienden más hacia la despolitización
y la desinstitucionalización.
RECOMENDACIONES
- Ante la complejidad del fenómeno de la criminalidad en el
departamento de Risaralda, se recomienda conformar un grupo
de trabajo regional para el estudio de la violencia conformado
por investigadores independientes, que haría el diagnostico de
las causas de la violencia generada por la delincuencia y el ejercicio de la justicia privada, al igual que elaboraría propuestas al
Departamento de Risaralda
75
Estado y a la sociedad sobre cómo enfrentar la delincuencia
común y organizada y cómo impedir el ejercicio de la justicia
privada.
-Ante la crítica situación que viven las comunidades indígenas
de Risaralda es necesario agilizar el saneamiento de los resguardos
de la margen izquierda y derecha del río San Juan. Igualmente,
los organismos competentes deben iniciar una paciente labor de
reflexión e investigación con estas comunidades indígenas para
solucionar su conflicto interno.
- En vista de las dimensiones que han adquirido los fenómenos
del narcotráfico y del sicariato en Risaralda, se recomienda que
el Estado adopte medidas de emergencia, similares a las que se
vienen implementando en Medellín para la prevención de la
delincuencia juvenil y la rehabilitación de jóvenes sicarios.
Igualmente, es importante adelantar campañas y debates públicos sobre estos problemas.
NOROCCIDENTE DE ANTIOQUIA
CONTEXTO
El llamado "occidente lejano" de Antioquia se encuentra conformado fundamentalmente por los municipios de Frontino, Dabeiba, Peque, Cañasgordas y Uramita, en límites con el Urabá
antioqueño, gran parte de los cuales son zonas de colonización
con población ante todo campesina, y la presencia de algunos
resguardos indígenas en Dabeiba y Frontino.
Sus principales actividades económicas son la agricultura y la
ganadería; y como "polo de desarrollo" se destaca Frontino, que
además de ser un centro comercial y de servicios importante para
el área rural del cual dependen los otros municipios, cuenta con
un próspero cultivo de lulo, una industria panelera tradicional y
una creciente ganadería extensiva. Por su parte Dabeiba, que es
el puerto terrestre más importante sobre la carretera al mar, se
caracteriza por un febril comercio entre Urabá y Medellín, así
como por una industria trilladora que procesa el maíz que se
cosecha en Urabá y lo comercializa en la región y hacia la capital
departamental.
Los municipios de Uramita, Peque y Dabeiba se caracterizan
por una típica agricultura de economía campesina con preponderancia del minifundio, de fríjol, maíz, lulo y café. La crítica
situación socioeconómica de los dos primeros se refleja en su
Noroccidente de Antioquia
77
atraso con respecto al resto del departamento y a los mismos
Frontino y Dabeiba; por su parte Cañasgordas, donde coexisten
la economía campesina, la producción de café y caña panelera
en pequeña escala, así como las haciendas ganaderas y paneleras
de gran extensión, es un municipio en el cual más del 40% de
las zonas rurales cuentan con servicios públicos, contrastando
con el resto de los municipios del noroccidente, en donde faltan
los servicios o su prestación es deficiente.
Uno de los problemas fundamentales de toda la región es la
carencia de vías de comunicación de los corregimientos con sus
cabeceras municipales, como en el caso de Uramita, donde las
poblaciones más prósperas tienen comunicación con el municipio
de Frontino pero no con su cabecera municipal. De igual manera,
las pésimas condiciones en que se encuentra la carretera al mar
dificultan el transporte en época de invierno, pues los frecuentes
derrumbes incomunican a toda la región. Ello hace que uno o
dos comerciantes en cada cabecera municipal monopolicen la
comercialización de los productos agrícolas hacia la capital, así
como el abastecimiento de bienes de consumo que se traen de ella.
La falta de buenas vías de comunicación y el desigual desarrollo
económico y social entre los corregimientos y las cabeceras que
están más cerca de la carretera al mar, y las subregiones marginadas que limitan con los departamentos de Chocó y Córdoba,
son consecuencia también de la privatización de la administración
pública por parte de los jefes políticos de la región, quienes
destinan los presupuestos hacia los zonas privilegiadas. Esta situación, unida a la discriminación étnica en Frontino por parte
de una pocas familias tradicionales de la élite antioqueña, y en
Dabeiba por parte de los políticos locales, ha propiciado altos
índices de pobreza, en especial entre las comunidades indígenas.
De otro lado, la insuficiente presencia de la entidades estatales,
a excepción del PNR en Peque y el INCORA en Cañasgordas, así
como el incumplimiento del DRI para iniciar sus programas,
contribuyen a que los municipios del occidente lejano sigan sumidos en el atraso económico y social y no se vislumbren alternativas efectivas de desarrollo.
En lo que a la tenencia de la tierra se refiere, en Dabeiba
predominan las pequeñas fincas, pero es significativa la presión
78
La violencia en las regiones
por la tierra por parte de los colonos que han llegado en busca
de las promesas que esta población brinda por su estrecha relación
con Urabá. De igual manera en Frontino, donde la posesión de
la tierra se encuentra en manos de unos pocos hacendados dedicados a la siembra de caña panelera o a la ganadería extensiva,
existe una gran cantidad de campesinos pobres ubicados en las
tierras marginadas y menos fértiles del municipio. Este conflicto
tiende a agudizarse dado que los hacendados han reemplazado
en más de un 40% la producción de caña panelera por actividades
más rentables como la ganadería lechera y el cultivo del café,
lo que implica que los arrendatarios que antes se dedicaban a la
siembra de caña --corriendo con todos los riesgos y costos de
producción- ahora queden sin trabajo y sin tierra donde sembrar.
Por esta razón los campesinos han continuado la colonización de
tierras "baldías", talando de manera indiscriminada los bosques,
para dedicarse sin ningún tipo de tecnificación al próspero cultivo
de lulo, del cual la región en la actualidad produce el 80% de la
producción total del departamento.
A pesar de que tanto en Dabeiba como en Frontino existe
entonces una fuerte presión sobre la tierra, en ninguno de los
dos municipios existen planes de reforma agraria. Cañasgordas
es el único munici!Jio de la región contemplado en estos planes.
Los indígenas Embera Catío, población minoritaria a causa
de la continua colonización antioqueña del presente siglo, han
sido desplazados de sus antiguos territorios hacia las zonas donde
se inicia la selva chocoana en los municipios de Dabeiba y Frontino.
Su nivel de vida es muy bajo, y sufren problemas de desnutrición y un alto índice de mortalidad. Las zonas que hoy habitan
son tierras boscosas con una extrema humedad que dificulta la
actividad agrícola; además, las comunidades se ven afectadas
directamente por el actual proceso de colonización, ya que la
presión sobre la tierra se ejerce sobre sus territorios, y al no tener
aún títulos sobre estas tierras baldías adjudicadas por el INCORA,
los indígenas tienen que esperar la lenta intervención de la entidad
estatal para que se pronuncie a su favor, mientras los colonos
siembran y posteriormente exigen que se les paguen las mejoras.
79
Noroccidente de Antioquia
ACTORES VIOLENTOS
En el Noroccidente de Antioquia actúan dos frentes de las FARC:
el 34 que opera en la zona occidental del municipio de Dabeiba,
y el 35 que incursiona desde el Bajo Cauca y Córdoba hacia los
municipios de Peque e ltuango. Además hacen presencia dos
disidencias del EPL, ambas conformadas antes de la desmovilización: el primer grupo, es la disidencia fuertemente bandolerizada
del "Médico Charrasquiel" que tuvo aproximadamente 35 combatientes y que virtualmente fue liquidada por el ejército; y el
segundo, que actualmente tiene su núcleo en Frontino, es el
Frente Lisandro Serna, con un actuar más político y más ligado
a la Coordinadora Guerrillera, el cual parece acogerse a los lineamientos del líder disidente Francisco Caraballo. Por último, en
dicha área operan las milicias del EPL que no fueron tenidas en
cuenta en el proceso de paz y que se mantuvieron armadas,
convirtiéndose algunas de ellas, como en Peque, en bandas de
delincuentes, o en canteras de reclutamiento para las FARC.
El secuestro por parte de estas últimas y el posterior asesinato
de la líder cívica Gabriel a White a manos del Frente Lisandro
Serna en la zona de Murrí aumentó la violencia en la región,
especialmente en Frontino. Dicho asesinato condujo a que la élite
tradicional y un gran sector de la población se unieran para
repudiar el hecho y marginar aún más a los habitantes de la zona
donde se perpetró el crimen, ya que Gabriela White era el puente
que relacionaba a una clase rica y elitista de Frontino (a la que
ella pertenecía) con los sectores marginados y pobres del municipio.
De otro lado, los pobladores del casco urbano han aceptado
los atropellos cometidos por el ejército contra los campesinos e
indígenas que viven en la zona marginada de Murrí (Frontino)
y Dabeiba durante los operativos y los combates sostenidos contra
las FARC y la disidencia del EPL. En tal sentido existen algunas
denuncias en la Procuraduría de los abusos cometidos contra la
población indígena; y en Dabeiba se tiene noticias de violaciones a los derechos humanos por parte de agentes estatales,
pero al igual que en toda región, existen pocas denuncias formales.
80
La violencia en las regiones
En relación con ellas los organismos de seguridad en ocasiones
entorpecen las investigaciones, como sucedió en el caso de la
tortura y el posterior asesinato de cinco jóvenes acusados de ser
colaboradores del EPL, ocurrido en Dabeiba el 31 de diciembre
de 1989; o impiden las acciones en defensa de los derechos
humanos por parte de los pobladores, tal como sucedió en el
caso de los curas párrocos de Dabeiba que por petición del ejército
al Obispo de Santafé de Antioquia, sucesivamente fueron trasladados a otras localidades. Los sacerdotes fueron acusados de ser
colaboradores de la guerrilla por oponerse a las requisas y decomisos de comida que el ejército imponía a los campesinos.
Todo lo anterior contribuye a mantener situaciones de impunidad y a atemorizar a la población.
Durante su bonanza, el narcotráfico irrumpió en toda la región
y afectó especialmente la vida económica y social de Dabeiba,
Peque y, en-menor grado, Frontino; sin embargo, las fuentes
coinciden en que no tuvo ninguna incidencia en el conflicto
armado ni conformó grupos paramilitares o de autodefensas.
Al parecer en toda la región, y en especial en Frontino, existen
cultivos de coca; también se comenta de la existencia de laboratorios en Frontino y Peque. Los pobladores conviven con un
problema que ha afectado especialmente a los jóvenes, quienes
además de consumir basuco trabajan como "mulas" para transportar la droga hacia Urabá, puerto de embarque para el exterior.
El proceso de cultivo, procesamiento y comercialización del alcaloide se realiza ante una actitud permisiva y en algunos casos
cómplice de algunas autoridades civiles y militares. El narcotráfico también ha hecho presencia con algunas inversiones en grandes haciendas ganaderas, contribuyendo a mantener en Frontino
la estructura de concentración de la tierra.
Por último, son preocupantes las mismas "operaciones de limpieza social" que se vienen realizando principalmente en Frontino
contra expendedores de droga provenientes de Peque y contra
jóvenes supuestamente drogadictos, y la aceptación por parte de
]a población de estas prácticas.
Noroccidente de Antioquia
81
EL PROCESO DE PAZ CON EL EPL
En esta región de Antioquia operó el Frente Pedro León Arboleda
del EPL, pero no tuvo mayor importancia política ni militar.
Durante el proceso de paz se concentró en el campamento de
Labores, en la localidad de Belmira, pero por la presión de las
FARC y del sector del EPL comandado por Francisco Caraballo
que desde un principio no se acogió al proceso, surgieron las
dos disidencias anteriormente mencionadas.El proceso de reinserción se ha visto dificultado en primer lugar por las amenazas que
poco después de la desmovilización ejercieron las FARC y las
dos disidencias citadas, sobre los miembros de Esperanza, Paz
y Libertad ubicados en Frontino y Peque, acusándolos de ser
informantes del ejército y obligando a más de 20 desmovilizados
a abandonar dichos municipios y concentrarse en Medellín. En
la región se han producido cinco asesinatos de ex-guerrilleros:
uno en Peque, atribuido a las FARC en el marco de una "operación
de limpieza social", dos en Labores y dos en Barbosa, en los cuales podrían estar implicados miembros de la policía y el DAS rural.
Otros factores que han dificultado la reinserción son la falta
de colaboración de sectores económicos fuertes como los paneleros y ganaderos en Frontino o los comerciantes en Dabeiba, al
igual que la ineficiencia administrativa y la lentitud burocrática
de la Oficina Nacional de Re inserción para contratar las asesorías,
aprobar los proyectos y efectuar los desembolsos.
Como consecuencia de todo lo anterior y tras el proselitismo
adelantado por las FARC en los últimos meses en Dabeiba, al
parecer unos pocos reinsertos han vuelto a la vida armada. De
todos modos, es importante resaltar los esfuerzos hechos por la
Oficina Departamental de Reinserción con sede en Medellín para
sacar adelante los proyectos productivos de los 50 reinsertos
ubicados en el Noroccidente. Así, se viene adelantando un proyecto para la producción de chontaduro en Frontino del cual se
beneficiarían 28 reinsertos; y el INCORA ya adquirió una finca
de 430.3 ha. por un valor de $147.4 millones, todo con la oposición manifiesta de los campesinos que siembran chontaduro en
las fincas de la comarca y que ahora temen quedar desempleados.
Ellos no fueron tenidos en cuenta por el proceso de reinserción.
La violencia en las regiones
82
Para lograr la superación de la violencia en el Noroccidente
de Antioquia es imprescindible que los diversos actores de la
región, como son las autoridades civiles y militares, los grupos
guerrilleros, los hacendados, los comerciantes, los campesinos
y los indígenas, manifiesten una verdadera voluntad de paz,
dejando atrás las posiciones y actitudes radicales que buscan
darle una solución militar a los conflictos. De igual manera, es
indispensable para un desarrollo integral tener en cuenta a los
campesinos pobres y a los indígenas Embera Catío en la planeación y ejecución de los programas.
RECOMENDACIONES
- Urge una mayor presencia coordinada de las entidades estatales para contribuir a la organización de los diversos sectores
sociales y buscar de manera concertada solución a problemas
centrales como la presión por la tierra, la deficiencia en vías de
comunicación y el narcotráfico, entre otros. Esta coordinación
podría ser liderada por el Plan Nacional de Rehabilitación.
- Es necesario apoyar los esfuerzos de concertación que se
vienen realizando en la región. Tras el taller realizado por la
Comisión de Superación de la Violencia en Frontino, se creó
una Comisión Regional encargada de preparar e impulsar un
segundo taller, más amplio y decisorio; igualmente, los alcaldes
regionales se comprometieron a elaborar y desarrollar un plan
educativo y de desarrollo para el occidente lejano.
DEPARTAMENTO DEL CAUCA
CONTEXTO
Este departamento se caracteriza por una heterogeneidad cultural y social contradictoriamente expresada en discriminación a
los indígenas y campesinos, y en la falta de participación política
y económica del conjunto de los ciudadanos. En el primer sentido,
la élite regional mantiene una desconfianza tradicional frente a
la capacidad de los citado"s sectores étnico y social para gestar
el desarrollo a través de sus propias organizaciones; y peor aún,
algunos reproducen visiones que criminalizan a los movimientos
sociales, obstaculizando así su partie1pación política.
Los mismos movimientos sociales, por su parte, han estado
interferidos por los tradicionales mecaµismos de cooptación de
las redes clientelistas y por los esque11J.as de una izquierda atrapada
en el conflicto armado.
La exclusión de buena parte de la población de la toma de
decisiones económicas y políticas ha facilitado la desviación y
la concentración de los recursos estatales en favor de unos pocos
sectores privilegiados de la sociedad caucana; los recursos y los
esfuerzos locales se han dirigido hacia la meseta de Popayán,
donde hay una gran variedad de cultivos agrícolas, y hacia el
norte del departamento, donde los ingenios del Valle desarrollan
una economía de enclave.
84
La violencia en las regiones
La riqueza relativa de estas zonas contrasta con la pobreza y
miseria en que están sumidas las comunidades campesinas e
indígenas del sur, los colonos de la zona del pacífico, donde no
existe ningún tipo de presencia estatal, y las comunidades indígenas del nororiente y centro del departamento, donde actuó el
Quintín Lame. Finalmente, la exclusión política y la presencia
de la guerrilla contribuyeron a que los conflictos se resolvieran
violentamente.
Además, buena parte de la élite regional caucana ha carecido
de una actitud empresarial de desarrollo que permita modernizar
la economía caucana y extender sus beneficios también hacia los
sectores menos favorecidos; y su modelo tradicional de organización de las actividades productivas ha hecho crisis por su incapacidad para responder a las exigencias del mercado, y puede zozobrar aún más con fa apertura económica. Igualmente, la élite
regional fue incapaz de comprometer al gobierno nacional en la
promoción del desarrollo del departamento. Por todo lo anterior,
según algunos investigadores, el Cauca experimenta en la actualidad un atraso económico de más de 40 años con respecto a las
zonas más desarrolladas del país, que se expresa en una participación decreciente en el PIB nacional.
Los problemas del Cauca siguen girando en tomo al eje básico
de la tenencia y de la productividad de la tierra. Por un lado,
aún existen fuertes luchas sobre este recurso, derivadas de la
falta de saneamiento, titulación y adjudicación de resguardos a
las comunidades indígenas.
En la actualidad, esta lucha adquiere múltiples dimensiones:
en primer lugar, se ha venido expresando en el interior de comunidades étnicamente homogéneas como los Páez; en Inzá hoy en
día existe un conflicto de linderos entre los resguardos paeces
de San Andrés de Pisimbalá y Santa Rosa, originado en la falta
de títulos del primero y el intento de expansión del segundo.
Igualmente, la lucha por la tierra puede asumir un carácter
interétnico, como en la hoy latente pero ancestral disputa entre
paeces y guambianos. En tercer lugar, aparece el conflicto entre
los indígenas y los campesinos que se han visto afectados por las
tomas de tierra adelantadas por las comunidades indígenas, como
sucede en algunas zonas de los municipios de Inzá y de Caldono.
Departamento del Cauca
85
Por último, la dimensión más grave del conflicto por la tierra
es la disputa entre indígenas y terratenientes narcotraficantes. El
17 de diciembre fueron asesinados por hombres armados que
vestían prendas militares 20 indígenas en la hacienda El Nilo,
en el municipio de Caloto; dicha finca se hallaba ocupada por
indígenas, estando pendiente un litigio con los propietarios, quienes vendieron la hacienda a narcotraficantes que a su vez amenazaron a los indígenas a través de un abogado. A pesar de que se
temía un desenlace violento del conflicto, las autoridades y entidades estatales no tomaron las medidas necesarias para resolverlo: desde hace cuatro años los indígenas habían pedido al INCORA
que comprara la finca ocupada, pero esta entidad no realizó la
compra ni siquiera después de que los indígenas fueron amenazados; por su parte las autoridades civiles y de policía no hicieron
nada para protegerlos, salvo recomendarles que se marcharan de
la finca. Después de la masacre no hubo ningún funcionario que
tuviera que renunciar por no haber actuado a tiempo.
Recientemente se denunció que una comunidad indígena, después de invadir en el mes de agosto una finca comprada poco
antes por narcotraficantes, fue amenazada por hombres armados
en la zona de Cachimba!, municipio de Caloto. En efecto, los
narcotraficantes vienen invirtiendo en grandes propiedades en el
norte del Cauca, y organizando grupos de justicia privada para
expulsar a los indígenas que reclamen derechos sobre la tierra.
La presencia de los narcotraficantes, dada su fuerte inclinación
a recurrir a la violencia, ha alterado la estructura de un conflicto
de por sí violento.
.
El otro aspecto de la disputa por la tierra es el relacionado con
su productividad. La élite regional ha venido formulando propuestas de desarrollo opuestas, si no antagónicas a la de las comunidades indígenas; y además sostiene que una de las causas del
atraso caucano es la deficiente explotación de la tierra por parte
de estas. Sin embargo, esta afirmación tiende a ocultar la propia
ineficiencia de la clase dirigente caucana, expresada en la ya
mencionada disminución de su participación en el PIB: hacia
finales de los años cincuenta el departamento del Cauca contaba
con una participación del 5.6% en dicho producto nacional, y
para 1975, época en la que recién comenzaban las tomas de
86
La violencia en las regiones
t¡erras por parte de los indígenas, esta participación se había
reducido al 1. 6 % , para llegar en 1988 al 1. 3%. Así, la responsabilidad por la baja productividad de la tierra no es exclusivamente indígena. Los pequeños productores se ven enfrentados a
varios problemas: los suelos del Cauca son poco fértiles y exigen
asistencia técnica, créditos baratos y vías de comunicación, y su
carencia ha dificultado el control de las comunidades indígenas
sobre la comercialización de sus productos.
De todos modos, y si bien no hay que perder de vista que para
los indígenas la tierra no es solamente un medio de subsistencia,
sino también un espacio para preservar o recuperar su cultura,
sus costumbres y su identidad, el problema de la productividad
en las zonas indígenas es real y en muchas comunidades ha dado
lugar a altos índices de pobreza y de miseria. En ello tienen una
gran responsabilidad las organizaciones indígenas que al enfatizar
la formación jurídica y cultural, descuidaron la capacitación de
las comunidades en aspectos económicos, y en particular en la
definición, ejecución y control de proyectos de desarrollo. En
efecto, los proyectos de desarrollo más importantes-el proyecto
"NASA", en Toribío y el "Proyecto Global" en Jambaló--, han
sido el resultado de la gestión autónoma de las comunidades,
más que de una política de la organización indígena como tal.
Si el desarrollo cultural se sigue entendiendo como algo separado del aumento de la productividad, la visión de las organizaciones indígenas conspirará, sin que ello sea intencional, contra
el crecimiento y la satisfacción de las necesidades básicas de las
comunidades. La baja productividad, aunada a las presiones sobre
la tierra, puede fortalecer la opinión de que los indígenas son
los causantes del atraso, lo cual a su vez podría entrar a justificar
un nuevo ciclo de expulsión de las comunidades de sus territorios.
Como ya se señaló, otro de los graves problemas que aqueja
al Cauca, especialmente en las zonas indígenas, es la nula o
ineficiente prestación de servicios públicos (acueducto, energía,
pavimentación de vías, etc.) y satisfacción de las necesidades
básicas (salud, educación, vivienda digna, etc.). En agosto de
1991, los habitantes de los municipios del sur realizaron un paro
cívico (llamado Paro del Macizo), exigiendo del Gobierno Nacional soluciones a estos problemas. Para llegar a adoptar estas
87
Departamento del Cauca
soluciones en todo el departamento se requiere de la intervención
estatal con participación de las comunidades indígenas y campesinas.
ACTORES VIOLENTOS
En medio de este complejo panorama social, econom1co y
político han hecho su aparición varios grupos guerrilleros y también los narcotraficantes, alterando la estructura de los conflictos
sociales. El afán del Estado por recuperar el control territorial
perdido apoyándose ante todo en sus Fuerzas Armadas, ha fortalecido la tendencia de intentar resolver los conflictos de una
manera violenta.
Ultimamente, en las comunidades indígenas y campesinas se
ha extendido vertiginosamente el cultivo de la amapola; los narcotraficantes ofrecen por adelantado a los indígenas y campesinos
un millón de pesos para que inicien el cultivo y les pagan $600.000
por cada kilo de "látex" que cosechen.
Este pago también se realiza en especie, representado en bienes
de consumo básicos o suntuarios y en armas. En especial en las
comunidades indígenas, las tradicionales relaciones sociales entran en crisis a medida que se extiende y se desarrolla el negocio:
en lo político, los gobernadores de los cabildos han venido perdiendo autoridad por su permisividad frente a la amapola o por
su voluntad de enfrentar su siembra y tráfico; en lo económico,
los miembros de las comunidades abandonan sus cultivos de
pancoger y comienzan a manejar grandes sumas de dinero sin
que mejore a largo plazo su nivel de vida; en lo social y cultural
la llegada de foráneos con prácticas y valores mercantilistas influye negativamente sobre las comunidades.
Sin embargo, cabe resaltar la voluntad que tienen algunos
gobernadores de cabildos para afrontar la extensión del cultivo
de amapola y así poder recuperar la autoridad resquebrajada por
el narcotráfico; ellos han solicitado al Estado programas de diversificación de cultivos y otorgamiento de créditos para la inversión.
Con tales soluciones, las comunidades esperan poder descartar
soluciones de fuerza.
88
La violencia en las regiones
Aspectos del manejo represivo de la amapola como la destrucción de cultivos y la falta de un tratamiento diferenciado entre
el cultivador y el traficante sólo contribuyen a agravar el problema. En efecto, después de la destrucción de los cultivos, el
traficante retorna a la zona para iniciar de nuevo el negocio a
costa de una mayor dependencia de las comunidades; la criminalización de los cultivadores de amapola sólo conduce a que algunos pocos indígenas y campesinos sean procesados penalmente,
pero no a que se acabe el negocio.
Ligada a la expansión del cultivo, aparece la delincuencia que
agrava el desorden social en el interior de las comunidades,
mientras que las debilitadas autoridades tradicionales tienden a
ser incapaces de reprimirla. Algunos delincuentes que actúan en
las zonas amapoleras son ex-combatientes del Quintín Lame que
dejaron de pertenecer a este grupo antes del proceso de paz, y
ex- combatientes del M-19 que se "bandolerizaron" después de
la desmovilización.
Otros actores violentos en la región son las organizaciones
guerrilleras. En las zonas indígenas donde operó el Quintín Lame
hoy en día hacen presencia el Frente 6 de las FARC, que opera
en los municipios de Miranda, Suárez y Corinto, y ha venido
penetrando en la zona indígena de los municipios de Caldono,
Mondomo, Jambaló y Toribí0; y el Frente 30 del mismo grupo,
que opera en la zona de Inzá y Belalcázar. En el resto del departamento operan también el Frente 39 de las FARC y el ELN en
la región del Macizo colombiano. Al parecer también opera una
disidencia del EPL en el sur del departamento.
La relación de las comunidades indígenas con los frentes de
las FARC ha sido bastante problemática, llegando a un enfrentamiento violento cuando esta organización ejecutó, a principios
de los ochenta, a varios líderes indígenas que no se subordinaron
a su dominio. En otros casos, las FARC se aliaron con terratenientes locales interesados en detener por cualquier medio las luchas
indígenas por la tierra. Finalmente, los indígenas buscaron una
salida "negociada" a su conflicto con las FARC cuando, en 1985,
las comunidades indígenas agrupadas en el CRIC, mediante la Resolución de Vitoncó, lograron someter el accionar de la guerrilla en
los resguardos indígenas al control de las autoridades tradicionales.
Departamento del Cauca
89
En vista de lo anterior, es posible afirmar que históricamente
el accionar de las FARC en los territorios indígenas se ha basado
más en la intimidación que en el apoyo de la población. De ahí
que sea inprobable que las FARC y el ELN puedan ganar legitimidad entre la población de los territorios dejados por la desmovilización del Movimiento Armado Quintín Lame. Es de anotar
además, que las FARC se encuentran asociadas al mercado de la
amapola garantizando la seguridad del negocio y vinculándose
a la comercialización del látex.
Los agentes estatales constituyen otro actor violento en el
departamento del Cauca. El Estado, en su afán de combatir a los
grupos guerrilleros y al narcotráfico, ha desbordado los límites
legales y ha violado los derechos humanos de los ciudadanos.
Uno de los factores que propician los abusos de las Fuerzas
Armadas es su visión criminalizadora de protestas populares como
movilizaciones y paros, tal como sucedió en muchas tomas de
tierra por parte de las comunidades indígenas, y durante y después
del Paro del Macizo, cuando los líderes del movimiento fueron
sometidos a atropellos y ultrajes.
Además, prevalece entre algunos miembros de la Fuerza pública la convicción de que los indígenas son culturalmente inferiores y que deben someterse a la tutela de los "blancos"; y al
igual que la élite regional, culpan a los indígenas por el atraso
del departamento. Esta convicción ha motivado la realización de
numerosos actos de violencia contra líderes indígenas, como los
asesinatos de Germán Escué, Remando Camayo y Enrique Yugue, cometidos en 1988.
Actualmente, más del 80% de las denuncias elevadas ante la
Procuraduría departamental son contra miembros de la policía
por detenciones arbitrarias, maltratos, allanamientos ilegales,
hostigamientos e incluso asesinatos cometidos en la ciudad de
Popayán. A otros miembros de la policía se les acusa de estar
comprometidos en robos y asaltos, y de haberse corrompido con
el narcotráfico, al cobrar, igual que los grupos guerrilleros, un
"peaje" a los narcotraficantes -y en algunos casos asegurar la
"seriedad" del negocio, ajusticiando a los que no pagan.
La violación a los derechos humanos se ve favorecida por la
impunidad imperante. Ninguno de los asesinatos denunciado por
90
La violencia en las regiones
las comunidades indígenas ha sido esclarecido, y por lo tanto
los responsables no han sido castigados. En ello no sólo influye
la falta de recursos de las autoridades judiciales para adelantar
las investigaciones correspondientes, sino también la obstaculización de las investigaciones por parte de los mismos agentes estatales.
EL PROCESO DE PAZ CON EL MOVIMIENTO ARMADO
QUINTIN LAME
En el contexto de persecución y asesinato de líderes indígenas
por parte de la guerrilla y de las Fuerzas Armadas, se conformó
el grupo guerrillero Quintín Lame que originalmente tuvo un
carácter de autodefensa y sólo actuó en las zonas indígenas del
Cauca y Huila; en general, este grupo cumplía además funciones
policivas en las comunidades, reprimiendo la delincuencia.
Posteriormente, al vincularse a la Coordinadora Guerrillera
Simón Bolívar, asumió el carácter de guerrilla móvil, debilitando
así los lazos que unían el grupo a las comunidades, lo cual en
algunos casos condujo al desplazamiento de las autoridades tradicionales.
Sobre la efectiva desmovilización del Quintín Lame se ciernen
algunas dudas. Entre ciertos sectores sociales y miembros de los
organismos de seguridad prevalece la opinión de que los desmovilizados organizaron otra guerrilla: el grupo Alvaro Ulcué, pero
hasta ahora esta versión no ha pasado de ser un rumor, pareciendo
más bien que este grupo fue un intento abortado de parte de las
FARC para ocupar el espacio dejado por el Quintín Lame. En
cambio, hay razones para esperar una reactivación de las autodefensas indígenas si la violencia generada por la lucha por la
posesión de la tierra vuelve a incrementarse.
La reinserción política y socioeconómica de los ex-combatientes ha sido exitosa. A diferencia de lo sucedido con otros grupos
guerrilleros, los ex- combatientes del Quintín Lame saben realizar
actividades agropecuarias, cuentan con una gran capacidad para
el trabajo asociativo y han podido vincularse a sus comunidades
de origen, lo cual ha facilitado la reinserción econémica, pues
91
Departamento del Cauca
como comuneros son propietarios de la tierra del resguardo. Los
ex-combatientes del Quintín Lame participaron en las elecciones
del 27 de octubre como parte del movimiento Alianza Social
Indígena.
Este aspecto de la desmovilización contrasta con la notable
falta de voluntad de los gremios económicos para vincularse al
proceso de reinserción. Igualmente es necesario señalar que la
reinserción de los ex-combatientes del Quintín Lame ha sido
exitosa al margen del programa estatal, pero la ineficiencia, la
demora en la aprobación de los proyectos productivos de los
reinsertos y en la celebración de los contratos de asesoría por
parte de la Oficina Nacional de Reinserción, si bien no constituyen
obstáculos que amenacen con revertir la reinserción, sí limitan
el exitoso desarrollo del proceso.
Por último, la desmovilización del Quintín Lame ha dejado
un marcado vacío de control social en muchas comunidades: si
las autoridades tradicionales y estatales no son capaces de imponer
cierto orden en el interior de las comunidades, es previsible un
rápido incremento de la delincuencia.
RECOMENDACIONES
- La propuesta de realización de inversiones y de obras que
el Comité Cívico Intergremial le presentará al Gobierno Nacional
debe ser concertada previamente con otros sectores sociales, y
particularmente con las organizaciones indígenas y campesinas.
Se recomienda que esta iniciativa_sea estudiada y tenida en cuenta
por el CORPES en la definición de los planes y programas de
desarrollo.
- Se debe agilizar la delimitación de los territorios indígenas
y el saneamiento de los resguardos. Al mismo tiempo, la adopción
de estas medidas debe ser aprovechada para promover la concertación entre los distintos sectores sociales de la sociedad caucana.
- Con base en la nueva Constitución y previa regulación legal,
se debe crear e impulsar la organización de provincias y de
consejos provinciales, como instituciones que pueden contribuir
a la generación de soluciones a los problemas subregionales.
92
La violencia en las regiones
- Es importante impulsar la creación de veedurías populares,
con el concurso del PNR y de los alcaldes. Estas veedurías servirán
para que la comunidad intervenga en la fiscalización de la realización de inversiones y la prestación de servicios públicos.
- Hay que apoyar a los cabildos como autoridades tradicionales
en su papel de interlocutores de la comunidad para contener la
expansión de los cultivos de amapola. Con ellos y con las organizaciones indígenas, así como con las organizaciones campesinas, se debe promover la definición de planes de desarrollo alternativos, que contribuyan a erradicar el cultivo de amapola.
- Buscar mecanismos concertados con las comunidades y las
organizaciones indígenas dirigidos a estimular proyectos con los
cuales se asegure una mayor productividad de la tierra.
- Para asegurar una mayor capacidad operativa de las autoridades en su lucha contra la delincuencia, y para asegurar el
respeto del fuero indígena, deben buscarse mecanismos de coordinación entre la fuerza pública y los cabildos indígenas. Entre
otras medidas se recomienda asegurar la presencia permanente
de representantes de las organizaciones indígenas y de los cabildos en los Consejos de Seguridad.
- Combatir a los grupos paramilitares presentes en el norte
del departamento.
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ACTORES VIOLENTOS
GUERRILLA Y PROCESO DE PAZ
INTRODUCCION
Uno de los problemas más agudos que deben enfrentar los
guerrilleros que se reincorporan a la vida civil es la continuación
de las operaciones de guerra en las zonas donde viven, laboran
o hacen política.
La ocupación territorial de las áreas donde actuaban los grupos
guerrilleros reincorporados a la vida civil, por parte de las FARC
y de la UC-ELN, ha sido constante de acuerdo con su política
expansiva y la estrategia de guerra prolongada que hasta el momento han mantenido estas dos organizaciones como Coordinadora guerrillera. Así, incluso sus ex-militantes que permanecen
en las zonas de operación, quedan expuestos al fuego cruzado
entre el ejército y la citada Coordinadora.
Por ello los resultados de los diálogos de Caracas son fundamentales para afianzar un clima de convivencia en las antiguas
zonas de operación guerrillera del Ejército Popular de Liberación
(EPL) y del Movimiento Armado Quintín Lame.
Como se puede observar en el Cuadro No. 1, un total de 46
ex-guerrilleros del EPL fueron asesinados durante el tiempo transcurrido entre la firma de los acuerdos de paz y finales de noviembre de 1991; tres han perdido algunos de sus familiares, y hay
cinco desaparecidos. Los responsables de los asesinatos, de
acuerdo con los testimonios recogidos por la Comisión, provienen
98
Actores violentos
de distintos grupos: paramilitares, agentes del Estado, grupos
disidentes del propio EPL, y ante todo de los frentes de las FARC
o de sus Milicias Bolivarianas.
En todas las regiones consideradas existen serias amenazas
contra la vida de los ex-guerrilleros, provenientes de estos mismos
sectores, y quienes han sufrido detenciones, han sido en general
acusados de estar propiciando acciones de delincuencia común,
o en Antioquia de estar ligados o liderando las llamadas "Milicias
Populares" en las comunas de Medellín. Sin embargo, estas
acusaciones no han encontrado asidero y sólo cuatro de ellos aun
permanecen detenidos. En cuanto hace a las zonas de influencia
del Movimiento Quintín Lame, han sido asesinados tres de los
guerrilleros reincorporados a la vida civil.
Cuadro No. 1
Córdoba
Antioquia
Atlántico
Nororiente
Magdalena
Urabá
Pasto-Putumayo
Bolívar
Valle
Risaralda
Totales
Asesinatos
Desapariclones
8
9
3
Detenciones Detenciones
actuales
21
12
2
2
1
*
8
Amenazas
+
+
+
+
+
+
+
11
**
+
5
9
+
+
46
5
40
4
+
* Asesinados varios miembros de la familia de un ex-combatiente.
** Asesinados familiares de dos ex-combatientes.
+ En el conjunto de los departamentos considerados se presentan amenazas, de distinta índole,
contra los ex-combatientes del EPL.
Fuente: Síntesis de los informes presentados al Taller sobre Derechos Humanos, realizado por
la Fundación Progresar, Bogotá, diciembre de 1991.
Se podría considerar la siguiente tipología de los agentes ligados de una u otra forma al fenómeno guerrillero, cuya distribución, según las zonas estudiadas en el Informe, aparece en el
Cuadro No. 2:
Guerrilla y proceso de paz
99
Cuadro No. 2
Tipología de agentes ligados al fenómeno guerrillero
Región
Grupos Disidentes
delEPL
Risaralda
Pequeños grupos delincuenciales provenientes
del Frente Osear William
Calvo
Norte de
Santander
Disidencia política del
frente Libardo Toro
Mora
Cauca
Disidentes políticos
del Frente Aldemar
Londoño
FARC
ELN
Frente33
Frente Armando Cacua
Frente Diego Cristóbal
Uribe Escobar
Frente Camilo Torres
Frente6
Frente Manuel
Vásquez Castaño
Frente 30
Frente29
Frente 8
Córdoba
Urabá
Putumayo
Disidentes del Frente
Francisco Garnica en
pequeños núcleos
delincuenciales
Frente5
Pequeña disidencia
política del Frente
Bernardo Franco
Frente5
Disidencia del Frente
Aldemar Londoño
Frente 32
Occidente de Disidentes del Frente
Antioquia
Pedro León Arboleda.
Un grupo de carácter
político y otro de
tendencia delincuencia!.
Frente 35
Frente 18
Frente Astolfo
González (hoy de la
Corriente de
Renovación socialista)
Frente Astolfo
González (CRS)
Frente34
Frente34
Frente35
Frente Compañero
Tomás
100
Actores violentos
a. Los distintos frentes guerrilleros, tanto de las FARC como
del ELN;
b. Los guerrilleros disidentes del EPL, que mantienen claras
posturas políticas;
c. Los guerrilleros disidentes del EPL, del M-19 o del Quintín
Lame, que han sufrido un proceso de degradación delincuencial;
d. Aun cuando no son objeto de estudio en este Informe, se
deben considerar igualmente los grupos delincuenciales que realizan sus actividades bajo las siglas de los grupos guerrilleros,
desmovilizados o no.
EL EJERCITO POPULAR DE LIBERACION
El 30 de noviembre de 1985, a raíz del asesinato de Osear
William Calvo, vocero político del EPL, y luego de un año de
vacilaciones y contínuos tropiezos, esta organización guerrillera
declaró roto el acuerdo de tregua suscrito con el gobierno de
Belisario Betancur el año anterior y reanudó sus actividades bélicas. Pese al fracaso, fruto en buena medida de la mutua desconfianza entre las partes 1 , las experiencias adquiridas a lo largo de
este proceso reforzaron las nuevas posturas ideológicas que sostenía el grupo desde 1981, cuando en un congreso nacional había
abandonado la estrechez dogmática del maoísmo, y había iniciado
una revaloración de la acción política y sindical.
Durante este período se produjo en el terreno político un importante acercamiento entre esta organización y estamentos democráticos y organizaciones legales de izquierda, que le permitieron
a este movimiento armado ampliar su penetración en áreas urbanas y suburbanas, y cualificar su participación en el movimiento
sindical.
Esto se puede apreciar sobre todo en Urabá, donde la tregua
significó una temporal apertura de los espacios de acción demol. El excomandante del EPL Bernardo Gutiérrez, en una entrevista reciente definió
el proceso de paz bajo Betancur como "una táctica de paz en una estrategia de guerra".
Entrevista con Rocío Londoño, en Cuadernos de la Democracia, No. 3, julio de
1991, pág. 3.
Guerrilla y proceso de paz
JO/
crática, que hizo posible no sólo una ampliación del tr.abajo
político mediante el Frente Popular, sino también un crecimiento
notable en la actividad sindical.
En el terreno militar, una vez rota la tregua, se dio un crecimiento cuantitativo y cualitativo acelerado, que le permitió al
EPL aumentar considerablemente su capacidad ofensiva, hasta
convertirse a finales de los años ochenta en el tercer grupo guerrillero del país. Fuentes oficiales señalan que para 1989 el número de hombres en armas se acercaba a mil, distribuidos en
ocho frentes principales, tal como puede observarse en el Cuadro
No. 3. En los dos años siguientes ese numero se duplicaría.
Cuadro No. 3
Frentes del Ejército Popular de Liberación
Frente
Departamento
Regiones
Jesús María Alzate
Bernardo Franco
Pedro León Arboleda
Pedro Vásquez Rendón
Marisela Niebles
Francisco Gamica
Antioquia
Antioquia
Antioquia
Antioquia
Antioquia
Antioquia
Córdoba
Carlos Alberto Morales
(más tarde Osear William
Calvo)
Aldemar Londoño
Antioquia
Caldas Risaralda
Urabá
Urabá
Noroccidente
Nororiente
Medellín
BajoCauca
AltoSinú
San Jorge
Sur de Antioquia
Putumayo
Occidente
Sin embargo, no todos estos frentes habían alcanzado el mismo
grado de desarrollo. A finales de los años ochenta los que estaban
ubicados en la sabanas de Córdoba y en el Urabá antioqueño se
habían consolidado militar y políticamente, hasta el punto en
que el EPL se había constituido en el grupo guerrillero dominante
en estas regiones, neutralizando incluso el avance de las FARC.
Por el contrario, en la región montañosa del occidente antioqueño,
102
Actores violentos
una zona relativamente poblada que vivía una fuerte crisis producida por el deterioro de la producción cafetera, el movimiento
aún estaba en proceso de consolidación.
Una situación parecida se vivía también en el sur de Antioquia
y en el Viejo Caldas, mientras que los frentes ubicados en el
Putumayo y en el Catatumbo apenas estaban en formación. En
las zonas en las cuales el EPL había configurado una base social
sólida, el proceso de reinserción de los guerrilleros encontró un
ambiente político y social favorable; pero en aquellas donde los
frentes eran ante todo "máquinas de guerra", con débiles vasos
comunicantes con la sociedad local, el proceso es excesivamente
complejo e, incluso, frustrante.
Los requerimientos del proyecto militar, tal como lo concibió
esta organización a partir de 1985, implicaron cambios en la
modalidad del reclutamiento que modificaron sustancialmente la
composición social del EPL. El crecimiento numérico trajo consigo una pérdida de calidad del combatiente, que ahora era rápidamente integrado a las filas sin una preparación política y
militar previa.
Existe una marcada diferencia entre los guerrilleros provenientes de la "vieja" guerrilla de los años sesenta y setenta, poseedores
de un buen grado de formación política, que tuvieron un estrecho
contacto con la importante movilización campesina de la Costa
Atlántica de los setenta, y que tomaron la opción de las armas
como una vía para el desarrollo de una política; y los guerrilleros
de la "nueva generación", integrados a partir de 1985, en general
jóvenes de bajo nivel educativo y poseedores de una formación
laboral precaria, quienes en muchas ocasiones se incorporaron
por motivaciones ajenas a la identidad política2 • Esta situación
ha influido directamente en los resultados de la reinserción. Mientras para los guerrilleros de la "primera generación" parece haber
sido más fácil aceptar la dejación de armas e integrarse rápida-
2. CLAUDIA STEINER y GERARD MART'"', "El EPL: reinserción política y social",
en Cuadernos por la Democracia, No. 3, julio de 1991, pág. 18.
Guerrilla y proceso de paz
103
mente a sus nuevas responsabilidades políticas, los jóvenes de
la "segunda generación" parecen haber encontrado mayores dificultaes, en la medida en que carecen de una formación distinta
a la de las armas y de una trayectoria política que les permita
asumir con éxito las responsabilidades derivadas de la nueva
situación.
Una evaluación parcial de las encuestas realizadas entre los
desmovilizados por parte de la Consejería para la Paz, permitió
establecer que el 67% de ellos tenía menos de 24 años y casi la
mitad de este porcentaje estaba entre los 14 y los 19 años; y a
su extrema juventud se sumaba un bajo nivel de formación, lo
cual se aprecia en el hecho de que sólo un 13% eran bachilleres
o tenían algún grado de formación superior, mientras que casi
el 70% eran analfabetas o apenas poseían algún grado de instrucción primaria.
El crecimiento tan acelerado del EPL en estos últimos años de
la década de los ochenta, implicó necesariamente la búsqueda
de alternativas de financiación, lo que disparó su participación
en actividades como el boleteo, el secuestro y la extorsión, en
las cuales había empezado a incursionar desde antes de 1984.
Es decir, se pasó de unos recursos modestos obtenidos mediante
el apoyo de sus bases sociales, como era habitual cuando se
dieron los primeros pasos en los años sesenta, a una grave depredación de sus adversarios regionales en los ochenta.
El aumento de recursos permitió una notable ampliación de la
capacidad militar (armas, equipos, dotación); pero el costo fue
la multiplicación de los adversarios armados, con la emergencia
de grupos paramilitares y de autodefensa en sus zonas de operación.
En este contexto, la degradación del conflicto terminó por
afectar a la población civil debido al desarrollo de la "guerra
sucia" contra las bases de apoyo social del PC-ML y del EPL, sin
ninguna clase de obstáculos.
En síntesis, puede afirmarse que la organización que se desmovilizó en marzo de 1991 era muy distinta a la que había entablado
conversaciones con el gobierno de Betancur. En ese momento,
más que una guerrilla era un pequeño ejército en formación, que
debió enfrentar a varios adversarios armados a la vez, y que al
104
Actores violentos
ampliar su rango de actividades había dejado expuestas sus bases
sociales a la represión masiva.
Por otra parte, ahora se trataba de un movimiento que había
abandonado el lenguaje dogmático y sectario del pasado, en
beneficio de una revaluación de la democracia y la acción política.
Así las cosas, la reincorporación no es un problema simple.
La acción política y sindical del movimiento que surgió del
proceso de paz, denominado Esperanza, Paz y Libertad, e incluso
la simple subsistencia de los ex-guerrilleros en las antiguas zonas
de operación militar, exigen un tratamiento especial por parte
del Estado para erradicar los factores persistentes de violencia,
e impedir las posibles acciones de retaliación.
EL MOVIMIENTO ARMADO QUINTIN LAME
A comienzos de los años setenta emergió en el Cauca un
importante movimiento indígena bajo el liderazgo del Consejo
Regional Indígena del Cauca (CRIC), que había sido fundado en
1971, el cual se articuló en tomo de tres objetivos: la reconstrucción de los resguardos; el fortalecimiento de las autoridades de
los cabildos, y la reafirmación de la autonomía de las comunidades.
La respuesta de los sectores que vieron en el movimiento
indígena una amenaza para su hegemonía regional, no se hizo
esperar. El hostigamiento y encarcelamiento de los dirigentes se
generalizó y rápidamente se acompañó del asesinato a cargo de
"pájaros" que por lo general contaron con la complicidad de las
autoridades locales. En estas circunstancias, el desarrollo de la
resistencia fue, según uno de sus dirigentes, "un proceso casi
natural".
Inicialmente solicitaron el apoyo de algunas organizaciones
que operaban en la zona -las FARC, el M-19 y el EPL- las
cuales, aunque brindaron alguna colaboración, no estaban interesadas en el desarrollo de un proyecto limitado dentro de un inarco
regional y político estrecho.
Esto aceleró la decisión de crear un grupo permanente que se
mantuviera bajo el control de las autoridades indígenas. En 1977,
Guerrilla y proceso de paz
105
se procedió a crear los primeros grupos de autodefensa que contaron con el apoyo inicial del M-19, el cual entregó las primeras
armas y realizó en Tierradentro algunas "escuelas" encargadas
de la instrucción militar básica. La formación de las autodefensas
permitió contar con un grupo más o menos estable de veinte
hombres aproximadamente, que realizaba periódicamente giras
de dos o tres semanas, durante las cuales ejecutaban acciones de
apoyo a las comunidades y de control de la delincuencia común,
luego de lo cual el grupo se desmovilizaba provisionalmente.
En 1980, este primer esfuerzo de organización se abandonó,
ante la decisión del M-19 de trasladar todos sus efectivos al
Caquetá. Sólo un año más tarde, con el regreso a la zona de Luis
Angel Monroy, quien junto con otros dirigentes del CRIC había
sido detenido durante la ola represiva de 1979, se reactivó la
formación de las autodefensas y se estableció un núcleo coordinador encargado de apoyar a los cabildos y comunidades, y de
promover la creación de nuevos núcleos de autodefensa.
Estos fueron propiamente el germen del Movimiento Armado
Quintín Lame, que como tal empezó a operar en 1984, y que
pronto comenzó a acercarse más a un modelo de guerrilla convencional, sin abandonar enteramente los rasgos de un movimiento
de autodefensa y con hondas raíces sociales.
El grupo armado permanente contaba entre cien y trescientos
miembros (las fuentes varían en esta apreciación), y mantenía
una política de reclutamiento periódico y una presencia estable
mediante cuatro frentes en el norte, el sur, el centro y el oriente
de los municipios de fuerte presencia paez.
El surgimiento del Quintín Lame debe entenderse como una
respuesta a dos hechos: por una parte, el incremento de la represión contra las comunidades indígenas que habían iniciado
la invasión de haciendas en desarrollo del proceso de recuperacion de tierras, esta vez dirigido a las zonas planas en el norte
del departamento, amenazando así el control de los cañicultores, quienes reaccionaron violentamente. Las primeras acciones
del Quintín Lame se realizaron en respuesta al asesinato del
sacerdote Alvaro Ulcué Chocué y al desalojo violento de los
ocupantes de la hacienda López Adentro, promovido por el Ingenio Castilla.
106
Actores violentos
De otra parte, las operaciones del Quintín Lame respondían
al enfrentamiento que se venía dando entre las comunidades
indígenas y las FARC, las cuales habían incrementado su presencia
en la región desde los años sesenta, e iniciado un proceso de
agresión a través de milicias locales contra los dirigentes de las
comunidades cuando estas rechazaron su intento de imponer un
modelo organizativo de corte militar. Se desató así un enfrentamiento abierto entre esta organización y las autodefensas y los
cabildos, que tan sólo en el municipio de Toribío entre 1981 y
1987, le costó la vida a más de cien miembros de la comunidad.
La respuesta de las autoridades indígenas se dio primero en
el terreno militar, a través de las autodefensas y luego del Quintín
Lame, y más tarde en el terreno político. En efecto, en febrero
de 1985 casi todos los cabildos de la región, 39 en total, firmaron
una declaración exigiendo el retiro de las guerrillas de las regiones
indígenas. Esta situación obligó a las FARC a reconsiderar su
actitud y a firmar en 1987 un acuerdo por el cual, en líneas
generales, se comprometía a reconocer a las autoridades de los
cabildos y a actuar de común acuerdo con éstas. Lo anterior
ponía en evidencia la imposibilidad de adaptar el esquema de
una guerrilla convencional a las formas organizativas tradicionales de las comunidades indígenas.
Pero este antagonismo entre la guerrilla y el movimiento indígena, en particular con respecto a las FARC, también tuvo otros
orígenes. En algunas regiones del Cauca las bases de apoyo
social de las FARC no eran indígenas, e incluso estaban compuestas por sectores que mantenían diferencias pronunciadas con estas
comunidades alrededor de asuntos como la posesión o la propiedad de la tierra. Como subraya Christian Gros, en algunos lugares
del país "las guerrillas, en su afán de crear bases campesinas,
apoyaban a menudo a los pequeños colonos contra las comunidades indígenas, que estaban empeñadas en la reconquista de sus
tierras" 3 • De esta manera, la tradicional violencia ejercida sobre
3. CHRISTIAN GROS, "Los campesinos de las cordilleras frente a los movimientos
guerrilleros y a la droga: "¿víctimas o actores?", en Análisis Político, No. 15, eneroabril de 1992.
Guerrilla y proceso de paz
107
los indígenas proveniente de un gran número de actores, entre
quienes se encuentran agentes del propio Estado, se vió acompanada por la de algunos grupos guerrilleros.
El Quintín Lame estuvo integrado fundamentalmente por jóvenes en su mayoría menores de veinte años, analfabetos en gran
parte y con un bajo nivel de formación política; y dado que este
grupo nunca se propuso conformar una vanguardia, los mejores
cuadros estuvieron casi siempre vinculados a las actividades legales. Aunque, oficialmente, el reclutamiento debía hacerse previa recomendación de los cabildos o las autoridades indigenas,
esta condición no siempre se cumplió; lo cual, sumado a la
periódica rotación de los militantes (el promedio de permanencia
era de sólo ocho meses), disminuyó el control social del grupo
armado y fue una de las mayores fuentes de conflicto con las
autoridades indígenas, molestas ante la imposibilidad de garantizar el debido comportamiento de los ex-combatientes una vez
regresaban a sus comunidades.
Las necesidades de estas últimas limitaron el crecimiento del
Quintín Lame, y sus miembros no percibían retribución alguna
distinta de los recursos mínimos para su subsistencia, circunstancia que determinó un nivel económico que apenas lograba mantener los recursos básicos mediante pequeñas acciones como asaltos a empresas transportadoras de valores y oficinas bancarias,
y contribuciones por lo general en especie. En otras palabras, y
a diferencia del EPL, el Quintín Lame no practicó una depredación
sistemática en sus zonas de operación.
Finalmente, aunque se presentaron algunas tensiones con las
autoridades indígenas, no hubo nunca un enfrentamiento abierto
entre éstas y el grupo armado, y mucho menos cuando aquellas
respondían a las directrices del cruc; entre otras razones, porque
aún cuando el Quintín Lame mantuvo contacto con otras guerrillas, nunca abandonó del todo el carácter limitado de su proyecto,
circunscrito al ámbito regional de sus redes sociales.
Las tensiones surgieron en los momentos de ambigüedad o
confusión entre sus filas.
Un factor de conflicto entre esta organización y algunos movimientos guerrilleros nació mas bien de las dimensiones de los
proyectos de estos, centrados en estrategias globales que buscaban
108
Actores violentos
subordinar los intereses particulares de todos los actores sociales
a un objetivo final. La disparidad con el proyecto local y particular
del Quintín, se constituyó necesariamente en fuente de tensiones
múltiples, hasta distanciarlo finalmente de todas las guerrillas,
incluyendo al M-19, con el cual había tenido estrechas relaciones
en sus orígenes.
Las acciones del Quintín Lame, limitadas en un inicio fundamentalmente a su ámbito de defensa comunitaria, fueron adquiriendo autonomía frente al movimiento social indígena, cuyas
comunidades habían alcanzado importantes conquistas por medios pacíficos de organización y movilización; bajo esta óptica,
el Quintín Lame había cumplido una función cuya existencia
empezaba a perder justificación a los ojos de dichas comunidades.
Por ello, bajo la presión de éstas, el grupo armado expidió en
julio de 1988 un comunicado en el cual presentó una propuesta
regional de pai, fundada en tres puntos: a) la desmilitarización
de las zonas indígenas y campesinas, tanto de parte de la fuerza
pública, como de los grupos guerrilleros; b) un acuerdo con
participación de todas las fuerzas sociales de la región; c) proyectos de desarrollo regionales que tuvieran en cuenta los intereses
de toda la población caucana.
Se trataba, evidentemente, de objetivos parciales y por tanto
altamente negociables con el Estado; pero las negociaciones se
prolongaron debido a las tensiones internas y a las contradicciones
políticas que sufría este movimiento.
Como se dijo, el Quintín Lame había empezado a hacer el
tránsito desde su condición de autodefensa hacia grupo guerrillero
con objetivos que iban más allá de sus motivaciones iniciales,
en especial por sus vínculos con las dos Coordinadoras guerrilleras cuyos objetivos eran de orden nacional: primero se había
integrado a la Coordinadora Nacional Guerrillera, y más tarde,
en septiembre de 1987, participó en la fundación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, con el objeto de definir un espacio de negociación de igual a igual con los grupos guerrilleros
que actuaban en sus áreas. Esta decisión pragmática sirvió para
resolver algunos diferendos, pero se convirtió en una fuente de
conflictos entre el Quintín Lame y las comunidades que éste
afirmaba representar.
Guerrilla y proceso de paz
109
Sin duda, esta integración a las Coordinadoras le significó una
disminución de su capacidad para definir las dimensiones de su
accion con la precisión de sus inicios, oscilando entre su proyecto
particular y el mas amplio de aquellas organizaciones; y así,
cuando las comunidades indígenas alcanzaron parcialmente algunos de sus fines prioritarios como el reconocimiento de sus autoridades, la recuperación de tierras y la desmilitarización, el Quintín Lame no se disolvió debido a sus compromisos globales con
las CGSB, y empezaron a aflorar las contradicciones con las
comunidades, ahora urgidas de paz en la región para disfrutar
sus conquistas.
Otra fuente de tensiones se presentó con respecto de las autoridades de la comunidad. A pesar de haber surgido para rescatar
el papel de las autoridades indígenas, desconocidas por distintos
sectores estatales o de la sociedad nacional, incluso guerrilleros,
el Quintín Lame pretendió a su vez suplantarlas.
En estas circunstancias, esta organización corría el riesgo de
convertirse en una "máquina de guerra" aislada de sus bases
sociales y dedicada a la depredación de las propias comunidades,
y por ello bajo la presión de estas últimas sus negociaciones de
paz se hicieron irreversibles.
***
La breve recapitulación anterior sobre los rasgos sociológicos
e históricos del Quintín ·Lame, nos permiten vislumbrar que los
factores de violencia que sirvieron para incubar su origen, continúan latentes. Con respecto a la guerrilla, que es el objeto de
este capítulo, es necesario subrayar que con la reincorporación de aquella organización, y la percepción de las potencialidades de movilización social y política de las comunidades indígenas que hoy disponen de tres senadores y de varios aparatos
políticos, entre ellos la Alianza Social Indígena, tanto las FARC
como la UC-ELN intentan cooptarlas para sus proyectos insurgentes, a través de copar el espacio abandonado por el Quintín
Lame y el M-19 en el Cauca, reviviendo un clima de pugnacidad que nuevamente hace inevitables sus roces con las comunidades.
Actores violentos
110
De otra parte, este es sólo uno de los factores potenciales de
una nueva etapa de violencia en esta región caucana, pues narcotraficantes, terratenientes, delincuentes comunes, y grupos de
"pájaros" al servicio de gamonales políticos, son otras tantas
amenazas, cuya superación exige políticas de seguridad.
En un horizonte posible de rechazo a agresiones sistemáticas,
el Quintín Lame podría eventualmente reactivarse en el ciclo
autodefensa /guerrilla/ autodefensa, lo cual significaría un cese
al fuego provisional, pero no necesariamente una paz duradera.
Como lo evidencia la experiencia histórica vivida por el país
en las últimas décadas, la reactivación de la guerrilla es siempre
una posibilidad latente si los factores de violencia no son desterrados4; la reciente masacre perpetrada contra 20 indígenas es un
llamado de alerta para el país entero.
LA UNION CAMILISTA DEL EJERCITO
DE LIBERACION NACIONAL (UC-ELN)
El ELN, movimiento que había estado al borde de su total
extinción entre 1973 y 1974 a causa de la exitosa "Operación
Anorí" adelantada por el ejército, vivió a principios de los años
ochenta una etapa de reconstrucción y fortalecimiento que sorprendió a todos los observadores.
En esta nueva etapa fue abandonado el discurso vagamente
nacional-popular de sus orígenes, que había sido plasmado en
el Manifiesto de Simacota (1965), en beneficio de un discurso
marxista-leninista integral, y se reforzó la subordinacion de la
acción política a la acción militar, así como la de los aparatos
políticos a los militares.
Sin embargo, esta doble subordinación se produjo en un contexto nuevo, ya que el ELN comenzaba a desarrollar raíces sociales
en sus zonas de influencia, y entraba a apoyar, no sin reticencias
internas, frentes de acción política como el movimiento A Luchar,
en una verdadera superposición de lógicas de acción que es una
4. CHRISTIAN GROS,
Bogotá, Fondo Editorial
Colombia indígena. Identidad cultural y cambio social,
1991, pág. 106.
CEREC,
Guerrilla y proceso de paz
111
de las fuentes de tensión en el seno de esta organización, y que
la condujeron a un cambio de visión con respecto de la política
de paz.
Los debates que suscitaron un nuevo clima interno en el que
había sido el grupo más intransigente de los años ochenta, y que
facilitaron su participación en la mesa de negociaciones de Caracas, comenzaron en 1989, año en el cual se produjo la fusión
del Movimiento de Izquierda Revolucionaria Patria Libre (MIRPatria Libre) con el antiguo ELN, para conformar una nueva
organización denominada la Unión Camilista del ELN. La importancia del MIR-Patria Libre residió en el aire renovador que introdujo en el tradicional discurso del ELN, y también, dos años más
tarde, en que fue la base del grupo disidente denominado Corriente de Renovación Socialista (CRS), que cuenta con una importante presencia en la Costa Atlántica y en distintos centros
urbanos.
Es importante señalar que el ELN no conformó, a partir de su
reestructuración en los años ochenta, un movimiento único con
base en una disciplina centralizada, similar, por ejemplo, a la de
las FARC. Se trató más bien de una "razón social" que reunía
múltiples búsquedas de sectores radicales no comunistas, como
ha sido, por ejemplo, el caso de los cristianos, una de cuyas
vertientes formó el grupo disidente "El Parche", en Antioquia;
o el del MIR-Patria Libre, cuyo ingreso al ELN no le impidió
mantener su propio perfil a pesar de haber sido señalado por
algunos como el "inicio de la socialdemocratización del ELN".
En efecto, ·este grupo introdujo una revaluación de las luchas
democráticas y de la acción política, en el seno de una organización renuente a estas líneas de acción.
Proveniente de una fusión de antiguos grupos maoístas desprendidos del Partido Comunista de Colombia Marxista-Leninista
(PCC-ML), este grupo había nacido en 1984 como organización
política mediante un frente de acción política, Pan y Libertad,
y como organización guerrillera con pequeños núcleos en Sucre
y Córdoba. Durante el proceso de paz desarrollado en el gobierno
de Belisario Betancur, el MIR conformó con el ELN y el PRT, un
grupo opuesto a las negociaciones de paz denominado la Tripartita
Guerrillera, cuya proyectada fusión se frustró con el PRT, grupo
112
Actores violentos
que se integraría a la vida civil en 1990, y sólo dió resultado
con el MIR en el año 1989.
Dentro del MIR-Patria Libre se produjo un debate en relación
con las características de su incorporación; para algunos, se trataba de una disolución total en la estructura del ELN, mientras
que para otros se debía mantener un perfil propio allí dentro,
que fue lo que se escogió. El MIR fue integrado mediante un
representante en el Comando Central (cocE), compuesto por seis
personas, y otros dos miembros en la Dirección Nacional, que
cuenta con trece miembros adicionales a los anteriores. Unos y
otros son designados por una Conferencia Nacional, que constituye la instancia máxima de la UC-ELN.
A pesar de esta modalidad de incorporación, en realidad el
MIR-Patria Libre no encontró en la UC-ELN un espacio adecuado,
pues sus cuadros, que habían estado ligados en forma íntima a
las importantes luchas agrarias de la Costa en los años setenta,
y que tenían una alta sensibilidad para la acción reivindicativa
y la actividad política, nunca encontraron un ambiente propicio
en un movimiento tan militarista.
Entonces la crisis se hizo inevitable con los cambios políticos
que vivió el país en los inicios de los noventa. En diciembre de
1989 se convocó al congreso constitutivo de la UC-ELN, que
coincidió con una etapa de reflujo e involución del ELN. En
efecto, casi un año después de las dos grandes marchas del
nororiente del país (1987-1988), que movilizaron a decenas de
miles de campesinos de varios departamentos, empezó una etapa
de pérdida de representatividad política y social, y por tanto un
período de aislamiento creciente de la UC-ELN; hecho que contribuyó a ahondar las divergencias internas ante el inevitable resurgimiento de la tendencia al raquítico "foquismo" militar de los
comienzos.
Este hecho se reflejó en dicho congreso, en el cual se presentaron tres tendencias definidas cuya enumeración es fundamental
para comprender la situación actual de esta organización:
Por una parte, con el 30% de los delegados, se encontraban
los miembros del MIR, quienes recogieron a antiguos miembros
del ELN descontentos y en virtual pero difusa oposición frente a
la dirección de su movimiento; su representación se explica por
Guerrilla y proceso de paz
113
el prestigio alcanzado por el MIR en las movilizaciones campesinas de 1987 y 1988, por su papel destacado en el crecimiento
del frente político A Luchar, y por su capacidad de cooptar a
los sectores politizados del ELN, cansados del militarismo a ultranza. Esta fracción planteó la necesidad de impulsar tareas
democráticas, de luchar por la convocatoria de una Asamblea
Constituyente Popular, y ante todo de participar en las segundas
elecciones populares para elegir alcaldes en 1990.
Otro sector, que representaba otra tercera parte y que cobijaba
a los frentes más radicales del ELN (el Domingo Laín de Arauca,
el José Solano Sepúlveda del sur de Bolívar y el José Antonio
Galán de Antioquia), denunciaron la "socialdemocratización" del
ELN si se llegaban a aceptar las tesis del primer sector, y rechazaron toda opción distinta a la estrategia militar.
Finalmente, un sector "centrista" encabezado por Manuel Pérez, Francisco Galán y Nicolás Rodríguez ("Gabino"), se colocó
en una posición tercerista que apoyó a los sectores militaristas
para alcanzar la mayoría en el Comando Central y en la Dirección
Nacional, pero tambien aceptó la opción del grupo renovador de
buscar una salida política al enfrentamiento armado con el Estado.
En pocas palabras, la UC-ELN, desde su primer congreso, se
configuró como una organización fundada en un equilibrio complejo de fracciones políticas cada una con su propio perfil.
Aún ahora, tras el retiro de la CRS, persisten en el seno de la
UC-ELN distintos matices, tales como los más radicales del Frente
Domingo Laín de Arauca, o los sectores que ven en las negociaciones de Caracas una "variante posible" de solución al conflicto
armado. Mientras para los primeros la negociación es sólo una
táctica para alcanzar visibilidad política sin abandonar la estrategia armada para alcanzar el poder, para los segundos esta opción
constituye una "variante posible" de la solución al conflicto armado que vive el país.
Es importante conocer estas tendencias en cuanto a su ubicación
regional y a sus posturas ideológicas, por cuanto la presencia de
una u otra puede ser determinante para decidir la consolidación
de una política de paz en las distintas regiones.
114
Actores violentos
LA CORRIENTE DE RENO V ACION SOCIALISTA
Así pues, la existencia de corrientes diversas dentro de los
grupos alzados en armas en las distintas regiones en consideración, incide de manera protuberante en las condiciones del orden
público en cada zona.
Por ello resulta de enorme importancia tener en consideración
a esta corriente política, hoy autónoma de la UC-ELN, dada su
influencia sobre todo en la Costa Atlántica, Antioquia y algunos
centros urbanos, a través, por ejemplo, del llamado Frente Costa
Norte, urbano, con sede en Barranquilla, o del Frente Astolfo
González, rural, que actúa entre Córdoba y Urabá.
La CRS es el resultado de la fusión de distintos grupos disidentes
de la UC-ELN, y en particular de la gran mayoría de los militantes
del antiguo MIR Patria Libre, del citado grupo "El Parche", y de
antiguos militantes históricos del ELN.
Las principales razones de la ruptura entre la CRS y la UC-ELN,
fueron las siguientes5 , se¡;ún el pensamiento de la primera: .
a. La guerrilla continua teniendo asiento en las áreas rurales
y suburbanas, en detrimento de las áreas urbanas en un país en
acelerado proceso de urbanización; por ello es marginal con respecto al grueso de la población e incapaz para acceder a una
sociedad de masas.
b. En los últimos años, la "combinación de las formas de
lucha" se ha dado con predominio de la lucha armada, en detrimento de la acción política y del movimiento de masas.
c. En la Colombia de hoy es indispensable cultivar una nueva
perspectiva pluralista, renovando el papel de los intelectuales y
la cultura.
d. Ha sido imposible desarrollar un debate en el seno de la
UC-ELN, debido a los métodos autoritarios y antidemocráticos
de su Comando Central (cocE).
e. Los cambios ocurridos en el campo socialista obligan a un
serio replanteamiento de los modelos alternativos de sociedad,
5. Entrevista con GABRIEL BORJA, dirigente de la CRS, noviembre de 1991. Ver
también, "La Corriente de Renovación Socialista. Un paso hacia la paz", en Caja de
Herramientas, No. 10, noviembre de 1991.
Guerrilla y proceso de paz
115
distintos a aquellos que fueron concebidos bajo el denominado
"socialismo real".
f. Finalmente -retomando la vieja prédica del MIR Patria Libre-- , es indispensable privilegiar la idea del poder popular (el
autogobiemo y la autogestión de la población), por encima de
las concepciones vanguardistas y mesiánicas. Es decir, en este
caso la CRS critica el protagonismo de las vanguardias que suplantan a la población que afirman representar, ahogando sus iniciativas y terminando por ser un fin en sí mismas.
La gran paradoja de todo esto estuvo en que estas tesis se
impusieron por mayoría en el congreso nacional de la UC-ELN
celebrado a fines de 1989, pero el Comando Central (cocE) se
negó a ponerlas en ejecución.
En alguna medida, dicho congreso marcó el punto de inflexión
del ELN hacia un creciente aislamiento social, luego de su gran
influencia en el auge del movimiento de masas durante los dos
años anteriores; lo cual favoreció a las corrientes militaristas
(como el Frente Domingo Laín), en detrimento de los sectores
ansiosos de fortalecer a la UC-ELN como actor político.
El debate se enrareció definitivamente con ocasión de la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente y la segunda
elección de alcaldes. Las contradicciones afloraron y los distintos
sectores de la UC-ELN asumieron diferentes posturas: algunos
mantuvieron su tradición abstencionista, otros apoyaron el movimiento de negritudes o el movimiento indígena, mientras que
otros llamaron a votar por la Unión Patriótica. En síntesis, se
abrió paso una crisis que condujo, en agosto de 1991, a la expulsión de la CRS de las filas de la UC-ELN. Manuel Pérez, tras
oscilar entre las dos corrientes más polarizadas (la reformista y
la radical), terminó apoyando a la segunda en detrimento de la
primera.
A pesar de este hecho la CRS se considera parte de la CGSB
y aspira a participar en los diálogos de Caracas, para lo cual
cuenta con el aval de las FARC, pero con una férrea oposición
de la UC-ELN. Su aspiración de participar en las negociaciones
conjuntas en Caracas, a pesar de sus hondas divergencias con la
CGSB en tomo a prácticas como la voladura de los oleoductos y
torres de energía, el "boleteo" y el secuestro, o el ritmo de las
116
Actores violentos
negociaciones, nace de su deseo de contribuir a acelerar el proceso
de negociación para articularse al proceso político con mayor
prontitud.
Para alcanzar estos objetivos, la CRS estaría dispuesta a acordar
un cese al fuego bilateral, prorrogable, con claras delimitaciones
territoriales para sus frentes, y bajo la condición de que el Estado
desmonte los factores de violencia en estas zonas y ofrezca garantías para la acción política y social de los reincorporados.
LAS DISIDENCIAS DEL EJERCITO POPULAR DE LIBERACION
Con respecto a estas disidencias es necesario intentar una diferenciación entre los grupos que conservan un ideario político,
y los que se encuentran en franca descomposición delincuencia!.
La mayoría de los grupos politizados son liderados por Francisco Caraballo, uno de los miembros fundadores del Partido
Comunista de Colombia, Marxista leninista (PCC-ML) y del propio
EPL, quien asumió la Secretaría General del Partido tras la desaparición de Pedro León Arboleda, caido en combate en 1975; en
los años ochenta, aquel tomó en sus manos la conducción simultánea del EPL como consecuencia del asesinato de su comandante,
Ernesto Rojas; pero es probable, de acuerdo con los testimonios
recogidos por la Comisión, que algunas de las fracciones disidentes se encuentren bajo la tutela directa de las FARC, como sucede
con algunos de los miembros del antiguo frente Aldemar Londoño
del Putumayo, quienes se hallan en actividad en la Bota Caucana.
Es importante subrayar la importancia que han tenido las antiguas milicias populares en la emergencia de las disidencias
delicuenciales. Al lado de las fuerzas guerrilleras móviles y profesionales, el EPL desarrolló a partir de 1980 las llamadas Milicias
Populares urbanas, suburbanas y rurales, con funciones de autodefensa y de apoyo logístico para el aparato móvil de la guerrilla.
Al parecer en este caso, y quizás en el de las mismas Milicias
Bolivarianas de las FARC, se trataba de grupos con muy bajo
nivel de formación política, dedicados a actividades de depredación económica (secuestro, extorsión), y por tanto susceptibles en
determinadas circunstancias de degenerar en bandas delincuenciales.
Guerrilla y proceso de paz
117
Un buen porcentaje de los componentes de estas disidencias
delincuenciales provienen de las citadas milicias, como lo corroboran los casos de los núcleos que actúan en Quinchía (Risaralda),
y el de las pequeñas bandas que desarrollan sus actividades en
regiones ganaderas de Córdoba.
En entrevistas desarrolladas por la Comisión se habla de una
disidencia del EPL en la Sierra Nevada de Santa Marta, proveniente de un Frente que se hallaba en pleno proceso de formación
en el momento de la firma de los acuerdos de paz, la cual fue
reforzada por miembros de las Milicias populares que operaban
en Barranquilla.
LAS FUERZAS ARMADAS REVOLUCIONARIAS
DE COLOMBIA (FARC)
En el año de 1982 se celebró la Séptima Conferencia de las
en la cual se le añadió a su sigla tradicional el nombre
de Ejército del Pueblo (EP), con el cual esta organización buscaba
simbolizar el cambio cualitativo y cuantitativo que habría de
vivir a partir de entonces.
En el plano cuantitativo se trataba de un desdoblamiento de
los Frentes tradicionales con el objeto de ampliar su cobertura a
todo el territorio nacional. Para 1979 las FARC contaban con
escasos nueve frentes, muy desiguales en importancia: cinco
localizados en el sur del país (Caquetá, Huila, Cauca y Tolima),
dos en el centro (Magdalena Medio y Santander), y uno en el
norte (en los límites entre Antioquia y Córdoba); tres años más
tarde habían pasado a 18 frentes, y para finales de la década se
acercaban a 50.
En el plano cualitativo se buscaba pasar de ser una guerrilla
con un papel secundario, a ser una guerrilla que estuviese en
capacidad de liderar un proceso revolucionario. Hasta 1982 las
FARC se habían reducido a configurar una serie de "poderes
regionales" ante todo en zonas de colonización en las cuales se
presentaba una precaria presencia del Estado, y donde esta organización se configuraba como un contra-Estado; pero a partir de
esa fecha empezaron a buscar una proyección de orden nacional,
FARC,
118
Actores violentos
hasta lograr una presencia en todas las regiones que conciernen
a este Informe, con la sola excepción de Risaralda (Cuadro No. 2).
Las F ARC fueron protagonistas de la primera firma de un
acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla moderna, el 28
de mayo de 1984; y dos años más tarde, gracias al partido legal
que había surgido como consecuencia de ese proceso de paz, la
Unión Patriótica (uP), las organizaciones comunistas obtuvieron
en las elecciones de 1986, 14 senadores y representantes, 20
diputados y más de trescientos concejales. Dos comandantes de
las FARC, Braulio Herrera e lván Márquez, accedieron a la Cámara de Representantes. Las posibilidades políticas que quedaban
al descubierto eran enormes; pero la cúpula de las FARC no
comprendió el momento político, el cual exigía la desmovilización de la organización y su transformación en un aparato legal.
Los voceros de la UP aseguraron que desde las corporaciones
públicas iban a continuar la vieja brega en nuevas condiciones,
para alcanzar la transformación revolucionaria de Colombia; pero
a continuación subrayaron que no habría entrega de armas y que
la permanencia de la organización guerrillera se configuraba como
la única garantía para el desarrollo del proceso.
La "guerra sucia", conducida en forma abrumadoramente mayoritaria por agentes estatales, se desató sin diques de contención
contra la UP, incidiendo en forma muy negativa en el proceso
de paz. Sin duda esta práctica criminal y repudiable acrecentó
el escepticismo con respecto a las posibilidad_es de la paz, reforzando un proceso de militarización que se hallaba en curso en
las FARC.
Otros factores tambien afectarían el proceso: la perspectiva
política misma de las FARC, influenciada por un partido comunista particularmente ortodoxo; y sus orígenes históricos en la
época de la Violencia, que conllevaron una muy temprana experiencia de "combinación de formas de lucha" que teminaría por
estrangular a la organización comunista. Si hacían la paz, debían
sacrificar su aparato armado y por tanto su perspectiva estratégica
de acceder al poder por esta vía, en caso de que las condiciones
políticas no dejaran otra opción; pero si se comprometían en la
guerra total, colocaban en vilo la sobrevivencia de sus aparatos
políticos y sociales.
Guerrilla y proceso de paz
119
Este movimiento insurgente se iba condenando lentamente a
una ambivalencia persistente, que consistiría en mantener simultáneamente espacios de diálogo y de guerra con predominio progresivo de estos últimos. La política de combinación implicaba
intentar una acumulación simultánea de poder político y de poder
militar; pero debido a múltiples factores como la acción de exterminio contra su frente de masas, la UP, y la ruralización acentuada
que vive el Partido Comunista, se fue generando un desbalance
a lo largo de la segunda mitad de la década de los ochenta, en
detrimento de la acumulación de fuerza política. Estos factores
condujeron a que después de haber sido la primera organización
guerrillera que firmara un acuerdo de paz con el Gobierno, hoy
esté a la retaguardia de este proceso. Sin embargo, las conversaciones de Caracas han permitido colocar al descubierto la existencia de diversos matices en el seno de las FARC, para algunos de
los cuales el proceso de paz es una "variante posible" en la
solución del conflicto armado, mientras que para otros se trata
de un instrumento táctico para ganar presencia política sin abandonar el proyecto armado.
Igualmente el proceso de Caracas ha permitido salir a plena
luz del día las diversas posturas que se mueven al interior de la
CGSB, y ha estimulado a los sectores de la guerrilla comprometidos con la construcción democrática, en detrimento de los sectores recalcitrantes, cada vez más débiles.
POBLACION, ORDEN PUBLICO Y EXPANSION TERRITORIAL
La respuesta de la población en las antiguas áreas de operación
de las guerrillas reincorporadas, frente a los intentos de ocupación
territorial de las guerrillas que todavía persisten en la vía armada,
no es homogénea. En general, tomando en consideración los
rasgos socio-económicos de las distintas áreas, es muy diferente
la actitud de los pobladores en zonas de colonización reciente,
o en donde existe una agricultura comercial o un campesinado
consolidado.
En las primeras, tales como Putumayo o Catatumbo en Norte
de Santander, en las cuales el Estado está ausente o presente de
120
Actores violentos
modo traumático como simple represor o como un precario perceptor de impuestos, se observa una aceptación de la guerrilla
como contra-Estado; por el contrario, en las zonas en las cuales
se ha desarrollado una economía mercantil más o menos desarrollada, como en el Urabá antioqueño o las zonas ganaderas de
Córdoba, o en aquellas donde existe un campesinado estable con
organizaciones locales sólidas o con valores comunes compartidos, como en las zonas de minifundio de Boyacá o Nariño, la
guerrilla es percibida como un agente depredador del excedente
económico y el responsable de la desarticulación del movimiento
social que queda expuesto al "fuego cruzado".
De esta manera, en el primer caso la ocupación-territorial de
las antiguas áreas de influencia del EPL por parte de otras guerrillas, puede desarrollarse con poco traumatismo; pero en el segundo caso puede motivar el resurgimiento de grupos paramilitares y de prácticas de guerra sucia que no sólo se dirigen contra
los alzados en armas, sino contra todo tipo de agente social no
institucional, incluyendo, como es obvio, a los propios desmovilizados.
La diversidad regional y la complejidad de la situación en cada
una de las áreas contempladas en el estudio, muestran que el
problema de la reinserción no es sólo una cuestión individual.
Además de esta dimensión, es indispensable dirigir todos los
esfuerzos del Gobierno sostenidos a través del Plan Nacional de
Rehabilitación (PNR), hacia el impulso de una "reinserción regional". De lo contrario, lo más probable es que se esté reincorporando a algunos grupos guerrilleros que simplemente serán reemplazados por otros al cabo de un tiempo ..
VIOLENCIA POLITICA, DISIDENCIAS DELICUENCIALES
Y PROCESOS DE REINSERCION
La disputa en el terreno político y social entre los miembros
de los grupos reincorporados y las guerrillas que continúan actuando militarmente, es una fuente de tensiones y conflictos que
están degenerando en asesinatos políticos, en muchas regiones
como Urabá, el nororiente del país y el sur de Bolívar, en donde
Guerrilla y proceso de paz
121
los frentes de las FARC o sus Milicias Bolivarianas han asesinado
a algunos miembros de Esperanza, Paz y Libertad.
Otra expresión de esta disputa son las amenazas que deben
soportar los ex-combatientes por parte de los grupos disidentes
del EPL, así como de las FARC. En distintos boletines, los Frentes
35 (Córdoba, sur de Bolívar, noroccidente antioqueño), 23 (nororiente del país) y 34 (Urabá), han expresado a los ex-guerrilleros
que deben desalojar sus áreas de acción, a riesgo de ser "ajusticiados". En el mismo sentido, se han dado a conocer amenazas
provenientes de grupos disidentes del EPL en el nororiente del
país, y en los departamentos del Magdalena y del Putumayo;
amenazas que en algunos casos se han convertido en asesinatos
de ex-combatientes.
Una característica común de las FARC y del ELN, compartida
en su momento por el EPL y el Quintín Lame, es la búsqueda
de legitimidad en las regiones donde actúan, mediante la utilización de métodos de "limpieza social". Delincuentes comunes,
abigeos, expendedores de droga, dementes, etc., son objeto de
esta política cuasi-fascista en su concepción del orden.
Como lo evidencia el estudio regional desarrollado por la Comisión, en la medida en que a título personal o en términos
colectivos se ha producido una derivación delincuencia) de antiguos miembros del EPL, estos pueden ser víctimas de tales métodos de exterminio. Por otra parte, cuando esta forma de control
social se extiende al conjunto de la población, debido a la necesidad de garantizar su neutralidad o su adhesión forzada, viene
el repudio generalizado y la emergencia de una capa social suceptible de impulsar la creación de grupos paramilitares y de autodefensa, lo cual agrava la situación de los reincorporados en.determinadas regiones, ante el deterioro inevitable del orden p_úblico.
De otro lado, es indispensable diferenciar en el seno de las
FARC y de la UC-ELN, las diversas actitudes que mantienen los
distintos frentes en relación con la población civil y con respecto
a los miembros de otras organizaciones de izquierda que eventualmente les pueden estar disputando el espacio político y sindical.
Esta diferenciación está mediada por dos variables:
En primer lugar, las características asignadas por sus Estados
Mayores a una zona determinada en relación con funciones po-
122
Actores violentos
líticas e instrumentales tales como la acción política o militar,
la configuración de un refugio, o simplemente la adquisición de
recursos. Evidentemente, en los dos primeros casos ambas organizaciones pueden ser más sensibles frente a eventuales competidores en el plano de la adhesión política.
La segunda variable tiene que ver con la actitud que asumen
las comandancias regionales o de frente con respecto al proceso
de solución negociada al conflicto armado; es decir, su favorabilidad o no frente a los diálogos de Caracas. En las áreas donde
predominan sectores radicales, como son por ejemplo las zonas
de actividad del Frente Domingo Laín en Arauca, difícilmente
los reincorporados podrán encontrar un ambiente propicio para
su reinserción. Por el contrario, en las áreas de influencia de la Corriente de Renovación Socialista, ante todo en la Costa Atlántica, las posibilidades son mayores.
Otra fuente de tensión en las antiguas áreas de influencia del
EPL son las continuas amenazas provenientes de los grupos disidentes de esta misma organización, contra los militantes reincorporados, quienes son tachados de "traidores" a la causa revolucionaria y, en algunos casos, asesinados.
Finalmente, en algunas regiones se presenta una situación preocupante, que es la idea sobre juego sucio al proceso de paz por
parte del EPL, compartida por algunos sectores sociales, políticos
e incluso gubernamentales, y en particular por miembros de las
Fuerzas Armadas, de la policía o de los servicios de inteligencia.
Contra toda evidencia, la percepción de estos sectores es que la
existencia de disidencias es un indicio de doble juego, de una
"combinación de formas de lucha", lo cual va en contravía de
los hechos, si se considera simplemente que los disidentes se
han convertido en enemigos declarados de quienes se han acogido
a la vida civil. Es indispensable, por parte del Estado, contribuir
a la aclaración de este equívoco que puede llevar a acciones de
retaliación absolutamente injustificadas.
Así pues, tanto la reinserción individual como las posibilidades
de desarrollar actividades de orden político o sindical, se ven
seriamente amenazadas por la persistencia del conflicto armado.
Guerrilla y proceso de paz
123
RECOMENDACIONES
- Las negociaciones de paz con la UC-ELN y las FARC se
deben llevar a cabo con el conjunto de sus tendencias, aún bajo
el supuesto de que una eventual reincorporación a la vida civil
sólo cobije a algunas de las facciones que se debaten en su seno.
Una política tendiente a ahondar las diferencias internas puede
conducir a una "solidaridad de cuerpo" en beneficio de los sectores más recalcitrantes. Por otra parte, en el caso específico de
la UC-ELN es importante darle juego al sector "tercerista" de
Manuel Pérez, el único que puede neutralizar las corrientes radicales que actúan en este movimiento.
- Dos presupuestos básicos deben animar la continuidad de
la política de paz. De un lado, abandonar la negociación como
opción es conducir al país a la búsqueda de una costosa solución
al conflicto fundada en un esquema de vencedores y vencidos.
En una situación de "empate negativo" 6 , los costos de una confrontación total pueden ser extremadamente altos para el país.
De otro lado, frente a unas organizaciones guerrilleras crecientemente aisladas, no necesariamente aumentan las posibilidades de
su derrota militar a mediano plazo. Es más probable que la
continuidad de una confrontación en las actuales circunstancias
conduzca a actitudes terroristas o de bandolerización en unos u
otros sectores, siendo ambas posibilidades indeseables para Colombia.
- Tomando en consideración que la CRS constituye hoy en
día una organización autónoma de la uc-ELN, es indispensable
que el Estado presione a las organizaciones de la CGSB, en particular a esta última, para que aquella fracción pueda participar
integralmente en las conversaciones de Caracas. Sus posturas
políticas e ideológicas podrían contribuir eficazmente para la
firma de acuerdos moderados, pragmáticos, realistas y lejanos
de una "revolución por decreto". No obstante, si esta posibilidad
queda excluida por una oposición total de la UC-ELN, queda
6. Es decir, en una situación en la cual a pesar de la superioridad estratégica de
las Fuerzas Armadas, por un cúmulo de factores, éstas se muestran incapaces de
resolver por la vía armada el conflicto a su favor.
124
Actores violentos
abierta una opción: su reconocimiento como un actor autónomo
y, por consiguiente, el desarrollo de negociaciones distintas a
Caracas, impulsadas por el gobierno central.
- La realización de "diálogos regionales" no va en detrimento
de las negociaciones de Caracas, como ha afirmado el gobierno;
por el contrario, las puede reforzar a través de su posible implicación en la distensión en áreas de alta conflictividad, lo cual
contribuye a la generación de un clima de mayor confianza para
el conjunto del proceso de paz; pero también en tanto los diálogos
regionales multiplican los actores comprometidos con el proceso
de paz, así se mantenga como interlocutores estratégicos a los
representantes del gobierno y a los voceros de la guerrilla.
Dicha multiplicación es fundamental para comprometer a quienes tarde o temprano harán parte del proceso de reincorporación:
gremios, empresarios, grupos políticos, autoridades departamentales y municipales, iglesias, etc.; su ausencia está comprometiendo el éxito de una política concebida en forma total, es decir,
en el conjunto de sus etapas. Un ejemplo nos sirve de ilustración:
el marginamiento de los empresarios conduce a que, en el momento de la reincorporación de los ex-guerrilleros, aquellos no
se sientan comprometidos y se nieguen sistemáticamente a generar empleo en favor de estos últimos.
- Tomando en consideración que hoy en día se han ido produciendo claras diferenciaciones de tendencias en el seno de los
grupos que componen la CGSB, es perfectamente factible pensar
en la realización de acuerdos con fracciones políticas que de
forma autónoma y previamente hayan definido su propio perfil
político. El objetivo central de esta recomendación es posibilitar
un nuevo escenario de negociación sin afectar los diálogos de
Caracas, y en el caso de que éste fracasara, mantener canales de
solución abiertos para los sectores de la guerrilla que mantengan
una disponibilidad real para su reinserción a la vida civil.
- Un grave error de la política de paz en el que se incurrió
con el EPL consistió en el desconocimiento de las Milicias Populares como una parte muy importante de los acuerdos. Este vacío
dejó a la deriva a estos grupos, cuyo destino ha sido diverso,
recuperados por la CGSB o degenerados en bandas delincuenciales. En los procesos de paz que se hallan en curso en Caracas,
Guerrilla y proceso de paz
125
es indispensable tomar en consideración tanto las Milicias Bolivarianas de las FARC, como los grupos de autodefensa del ELN,
los cuales podrían ser en el futuro un semillero de nuevos factores
de violencia.
CONTRIBUCION DEL NARCOTRAFICO
ALA VIOLENCIA EN REGIONES
DEL EPL Y EL QUINTIN LAME
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
La vinculación de Colombia al mercado mundial de las drogas
en las últimas dos décadas, y la creación de una capa delincuente
de burguesía nacional, han sido dos de los principales factores
que han originado el replanteamiento de los grandes conflictos
sociales acumulados históricamente en el país. Ellos han cambiado en forma decisiva los mercados y las relaciones de poder
e internacionales de Colombia con el resto del mundo.
El Estado, tradicionalmente precario y privatizado, se ha debatido en medio del desgarramiento producido por la existencia de
dos enemigos principales, con desigual poder y capacidad desestabilizadora: el narcotráfico y las guerrillas, adversarios que tienden a destruirlo, el primero desde dentro, y el segundo desde
fuera, disputándole adhesiones sociales, territorios y capacidad
militar.
La coexistencia de poderes fragmentados en cabeza de los tres
adversarios, que se expresa en la constitución de dominios territoriales en disputa, es una situación imposible de sostener sin
pagar un alto precio en términos de unidad nacional, legitimidad
del Estado y vigencia de la democracia.
La decisión del gobierno y del M-19, el EPL, el Quintín Lame
y el PRT de culminar un proceso de paz, igual que la decisión
Contribución del narcotráfico a la violencia en regiones del EPL y el Quintín Lame 127
de las FARC y el ELN de realizar conversaciones tendientes al
mismo fin, permite al Estado terminar en algún plazo la guerra
de guerrillas y concentrar sus esfuerzos en la tarea de superar la
violencia asociada con las actividades del narcotráfico; y aunque
una paz parcial no permite todavía adivinar el nuevo escenario
de confrontación, sí ofrece elementos de juicio para estimar la
magnitud de los nuevos problemas a 1os que se ve abocado el país.
El poder del gobierno frente a las formas de violencia administradas por narcotraficantes se toma una de las variables centrales
en el proceso de superación de la violencia. Ese poder se mide
por la eficacia de los controles y sanciones a los miembros de
las Fuerzas Armadas y funcionarios oficiales que cooperen en la
organización de la violencia del narcotráfico, y por la eficacia
en la tarea de desmovilizar los grupos paramilitares y bandas
sicariales, y sancionar a quienes sean responsables de crímenes
de guerra.
La formulación de políticas para afrontar las consecuencias
violentas del narcotráfico exige una comprensión amplia del fenómeno, de las condiciones que lo favorecen y restringen, y las
modalidades de violencia con las cuales enfrentan los narcotraficantes el cuadro de conflictos de cada región del país.
CONDICIONES Y CONSECUENCIAS ESTRUCTURALES
DEL NARCOTRAFICO
La ventaja comparativa colombiana en el negocio del narcotráfico está conformada por un conjunto de factores estructurales
complejos, anteriores al negocio y acrecentados por él, entre los
cuales están:
La debilidad y poca legitimidad de las instituciones públicas;
el abandono presupuesta! del poder judicial; la existencia de
extensas regiones no controladas por el Estado; tradiciones de
ilegalidad como el contrabando, la corrupción pública y privada
y la evasión tributaria; atraso de sectores empresariales dependientes de privilegios gubernamentales, con su secuela de desempleo y pobreza; desorganización social en grandes y medianas
ciudades por la avalancha migratoria interna, que resulta del
128
Actores violentos
monopolio de la tierra y la crisis agraria; redes de migración al
exterior en busca de oportunidades de progreso.
Estos factores contribuyen a explicar la notoria tolerancia de
la sociedad colombiana en casi todas sus capas sociales, y la
impotencia estatal frente al desarrollo y consolidación de los
negocios del narcotráfico durante las etapas críticas de su crecimiento.
El narcotráfico ha penetrado más profundamente, imponiendo
sus propios intereses, en aquellas regiones y grupos humanos
que atraviesan situaciones de crisis más severas; su impacto es
sólo el reflejo del propio debilitamiento interno del respectivo
sector afectado: el sistema político del clientelismo ha sido infiltrado más fácilmente por los dineros del narcotráfico allí donde
la adhesión electoral depende más del dinero, y la administración
pública es más ineficaz; los narcotraficantes reemplazaron parcialmente a las élites territoriales o se asociaron con ellas allí
donde éstas estaban más debilitadas por su ineficiencia como
élites y por el acoso de las guerrillas; estas mismas fueron barridas
allí donde no tenían arraigo distinto a la extorsión y la intimidación; y finalmente, aquellos desarrollaron una oferfa de mano de
obra criminal empleando a grupos humanos abandonados por el
Estado y la sociedad, en los tugurios donde se concentra el
desempleo. De esta forma, lo que no pudieron lograr la protesta
popular y las luchas guerrilleras durante casi tres décadas, es
decir, poner al descubierto una gran crisis estructural y llevarla
hasta el borde de una ruptura mayor, lo ha conseguido la actividad
del narcotráfico. Este es el espejo en el cual se reflejan hoy la
debilidad de los sistemas de aplicación de la ley por parte del
Estado, la inmoralidad que afecta los negocios públicos y privados, y la estrechez de criterios para atender la que se llamó la
"deuda social".
Los negocios del narcotráfico han creado una ancha avenida
de ascenso en la escala económica, con efectos de arrastre sobre
el conjunto de la sociedad; han transformado la dinámica social
en las principales áreas de colonización campesina vinculadas al
cultivo de coca, que se han conectado con grandes mercados
internacionales; han enriquecido a algunas capas medias asociadas a procesos de acopio, transformación y transporte de cocaína,
Contribución del narcotráfico a la violencia en regiones del EPL y el Quintín Lame 129
lo que se expresa parcialmente en el auge de construcciones y
nuevos negocios en algunas ciudades importantes del país; y han
concentrado fortunas en manos de los capos medianos y grandes,
quienes han comenzado a invertir en la economía legal en condiciones ventajosas frente a inversionistas tradicionales.
Con todo ello los negocios del narcotráfico han contribuído a
llevar a la sociedad en su conjunto hacia una "trampa de deshonestidad", que consiste en la gradual adaptación de la conducta
individual a los valores de irrespeto a la ley que demuestre practicar la mayoría en el medio social, según las experiencias pasadas
de las personas. Si en el ambiente local prevalece la deshonestidad
y la corrupción, paulatinamente un número sustancial de personas
encuentran más difícil ser honestas y adaptan su comportamiento
al medio, hasta que los sistemas de relaciones sociales llegan a
un nivel de equilibrio de "alta deshonestidad"'.
El narcotráfico es un sistema extremo de des-regulación macroeconómica. El sustancial ingreso adicional de divisas atribuíble a ese negocio ha obligado al gobierno, al no disponer de
superávit presupuesta!, a emitir dinero para adquirirlas y transformarlas en reservas internacionales, e impedir la dolarización de
la economía. Aún así, la sobreoferta de divisas forzó a las autoridades monetarias a revaluar el peso en 1991. Convertidos a
moneda nacional, esos capitales han aumentado la oferta mone-
1. FRANCISCO E. THOUMI desarrolla este argumento para analizar los efectos del
narcotráfico sobre los valores de la sociedad colombiana. "La magnitud que ha alcanzado el crecimiento de la economía subterránea ha tenido un profundo efecto sobre
los valores de la sociedad como un todo, puesto que ha hecho: 1) Más difícil el respeto
por la ley y 2) Más aceptable comprometerse con actividades ilegales. El desarrollo
de una gran industria ilegal alcanza efectos sobre toda la sociedad que trascienden esa
industria, puesto que su misma presencia incrementa los niveles de corrupción, así
como la tolerancia de la sociedad por la ilegalidad en el resto de la economía. Un
vicio panicularmente característico de esta relación interactiva entre los valores y la
conducta, es que una vez que la mayoría de la gente adopta conductas ilegales entra
en juego un proceso de reforzamiento. En esta situación, una sociedad entra y puede
permanecer en lo que se puede llamar una 'trampa de ilegalidad o deshonestidad' de
la cual es muy difícil escapar". Ver FRANCISCO ELÍAS THOUMI, "Algunas implicaciones del crecimiento de la economía subterránea en Colombia", en Juan Tokatlian
y Bruce Bagley (compiladores), Economía y Política del Narcotráfico, Bogotá, CERECUniandes, 1990, p. 98.
130
Actores violentos
taria, han alterado el comportamiento de la demanda marginal
de muchos bienes y servicios, y han contribuido a elevar los
precios, con lo cual han hecho más difícil la lucha contra la
inflación. Por último, se ha multiplicado el volumen de las inversiones de colombianos en el mercado financiero mundial, al
sumar al lavado de dinero de las drogas la fuga de capitales
tradicionales, facilitada por las transferencias de inmuebles y
negocios a los narcos, pagadas en divisas que se depositan en
cuentas bancarias del exterior.
EL NARCOTRAFICO Y LA VIOLENCIA
Un grupo reducido de empresarios del narcotráfico ha jalonado
la dinámica de acumulación de capital privado más importante
y con mayores tasas de ganancia que existe a corto plazo en el
país, y con ello ha cambiado las reglas del juego para los empresarios de la economía legal, y disminuido notoriamente la capacidad del Estado para regular la política, la economía y la vida
social.
Por tratarse de un mercado ilegal, la represión de la oferta no
afecta sustancialmente la tasa de ganancia del negocio en su
conjunto, aunque sí la de traficantes individuales. La demanda
tiende a no disminuir con el aumento de precios causado por la
represión; y ésta encarece los costos de los embarques, y aumenta
los precios y por tanto la tasa de ganancia de quienes tienen éxito
en el negocio. Mientras no se reduzca el consumo, lo que a corto
plazo exige afectar las libertades individuales y multiplicar los
controles policiales en los países compradores, la represión aumenta los precios y por tanto la tasa de ganancias de los traficantes
y expendedores.
La represión a los narcotraficantes en Colombia ha estado en
parte vinculada a la extradición a los Estados Unidos. La administración Turbay firmó en 1979 el tratado de extradición de
narcotraficantes, pero se abstuvo de aplicarlo; conducta reiterada
por la administración Betancur hasta el momento del asesinato
Contribución del narcotráfico a la violencia en regiones del EPL y el Quintín Lame 131
del ministro Rodrigo Lara, que lo indujo a extraditar a algunos
narcotraficantes. Por su parte la administración Barco declaró
una guerra contra el narcotráfico, y les mostró a sus promotores
que Colombia estaba dispuesta a asumir altos costos para impedir
el empleo del terrorismo como arma de negociación.
La muerte de Gonzalo Rodríguez Gacha en noviembre de 1989
y el acoso policial contra quienes agenciaban el terrorismo permitieron a la administración Gaviria dar un paso estratégico, al
establecer una política para el sometimiento de los narcotraficantes a la justicia colombiana, como delincuentes comunes y no
políticos. La contrapartida de esa política fue la no aplicación
del tratado de extradición con los Estados Unidos, aceptada por
ese país. El Presidente Gaviria aseguró con ello un mayor margen
de independencia nacional para controlar el manejo del problema,
condición esencial para diseñar políticas acordes con los intereses
colombianos --0ien distintos de los planteados por Estados Unidos y otros países consumidores en materia de narcotráfico---,
y a partir de esos intereses concertar la cooperación internacional
que el país debe ofrecer y recibir.
La represión afecta preferencialmente a los eslabones más dé'::.
hiles de la cadena del tráfico, como los cultivos y laboratorios
campesinos o los transportadores individuales, y con ello mantiene, sin proponérselo, controles naturales a una competencia que
representaría para los grandes negocios la entrada de muchos
participantes al mercado. Otros controles en este mismo sentido
los proporcionan las mismas organizaciones del narcotráfico, con
sus prácticas de liquidación de socios incumplidos o de rivales
por el control de mercados.
La ventaja indudable de los grandes narcotraficantes para enfrentar la represión es su capacidad de corrupción económica y
su disposición al empleo de la violencia para proteger el negocio,
que crean un premio muy alto a la complicidad de las autoridades
y una sanción muy drástica a sus acciones de control. A las
dificultades para comportarse con honestidad que tiene cualquier
ciudadano en esta situación, se suma, en el caso de las autoridades de control, el riesgo adicional constituido por las amenazas de violencia provenientes de quienes participan en el mercado de drogas, y el riesgo de aislamiento, insolidaridad y aún
132
Actores violentos
violencia que proviene de miembros deshonestos de las autoridades.
Es necesario distinguir las modalidades de violencia que corresponden a las formas de desarrollo de la actividad del narcotráfico,
empezando por la violencia derivada del mismo negocio de las
drogas, y la violencia que sus agentes ejercen como grandes
inversionistas.
La primera tiene varios propósitos: busca sustituir la ausencia
de normas y sanciones legales que garanticen el cumplimiento
de acuerdos y eviten la filtración de informaciones reservadas,
esenciales a la operación del mercado ilegal. Es la violencia del
"ajuste de cuentas" al que se refieren las crónicas policiales, y
se caracteriza por su ubicuidad, pues aunque se concentra en
regiones densamente ocupadas por actividades de narcotráfico,
alcanza a sus víctimas en cualquier parte del país o del exterior.
Otro propósito de esta forma de violencia es controlar a grupos
rivales en la captación de mercados de acopio o destino de las
drogas. Finalmente, como violencia propia del negocio, que ocasionalmente ha llegado a los actos terroristas, debe mencionarse
la ejercida para impedir operaciones de intercepción, decomiso
y arresto por parte de las autoridades, y la que se ejerce contra
jueces, periodistas y funcionarios que amenacen los negocios del
narcotráfico con medios judiciales o políticos de control.
Una forma de violencia que no se deriva de la lógica del
negocio, pero que está asociada a los cambios sociales inducidos
por el narcotráfico, con gran capacidad destructiva, es la que
ocurre en contextos en los cuales irrumpen grandes masas monetarias en ambientes sociales deprimidos. La ética del enriquecimiento fácil dispara los índices de criminalidad y reduce súbitamente el valor de la vida humana en proporción semejante al
aumento de dinero en manos de la población local. Es la violencia
característica de las grandes áreas de cultivo y tráfico, y de las
ciudades donde los participantes del negocio concentran sus inversiones y consumos.
Existe, finalmente, la violencia agenciada por grandes narcotraficantes que se han hecho dueños de dominios territoriales y
enfrentan a las guerrillas con la organización de ejércitos privados. En este caso la violencia vincula la lógica de la contrainsur-
Contribución del narcotráfico a la violencia en regiones del EPL y el Quintín Lame 133
gencia con la defensa de intereses, y como tal es semejante a la
que promueven algunos grandes propietarios, aunque con mayores recursos y superior coordinación. Como contrainsurgencia,
esta modalidad de violencia evoluciona según como avancen los
procesos de desmovilización de las guerrillas y según como cambien las políticas gubernamentales de lucha antiguerrillera.
CONSECUENCIAS DEL NARCOTRAFICO
PARA LAS GUERRILLAS
Las guerrillas en Colombia también han caído, bajo diversas
formas y en distintas intensidades, en la trampa de deshonestidad
señalada atrás. Enfrentadas las FARC al dilema de rechazar por
la fuerza la incontenible expansión de cultivos de marihuana y
coca, o de insertarse en el mercado como poder local para regularlos, fueron arrastradas en las áreas de cultivo y procesamiento
hacia la tendencia a convertirse en las fuerzas de policía locales
en reemplazo del Estado.
El dato fundamental en esta realidad es que se produjo una
ruptura entre la capacidad militar de las guerrillas, que permanece
y aún crece con la economía local de la droga y la bonanza
petrolera, y los propósitos de cambio social y político que inspiraron su creación, los cuales se desdibujan a medida que la
población en la que están insertas vive una rápida transformación
social en dirección opuesta a la de los ideales revolucionarios.
La creación de oportunidades de ascenso individual inducida
por la economía de las drogas en amplias regiones del país, opera
como un canal alternativo, aunque deformado, a la redistribución
del ingreso por la vía reformista. Si el apoyo popular a la lucha
guerrillera, esencialmente es un medio de protesta contra las
desigualdades sociales, más instrumento de reforma que motor
de la revolución, la expansión del narcotráfico erosiona su motivación original de lograr las reformas por medio de dicha lucha,
cuyos riesgos y dificultades son generalmente mayores que los
inherentes al narcotráfico en pequeña escala.
Las guerrillas han tenido relaciones de acomodamiento y de
confrontación con narcotraficantes; la lucha sostenida durante
134
Actores violentos
varios años en el Magdalena Medio, Ariari, Caquetá, Guaviare
y Putumayo entre la organización paramilitar de Gonzalo Rodríguez Gacha y las FARC, entre 1986 y 1989, es evidencia de los
intereses encontrados. En éstas y otras regiones algunos narcotraficantes han estado asociados a las campañas de exterminio de
activistas populares y políticos de izquierda.
De otra parte, es importante destacar un efecto mas del narcotráfico sobre el cambio en el escenario de conflictos del país. Se
trata del fenómeno de la integración de formas delincuenciales
que se produce en la sociedad cuando irrumpe con mucha fuerza
una modalidad dominante de enriquecimiento ilegal, bien conocido en otros medios. La demanda por todo tipo de trabajos
criminales creada por el narcotráfico ha potenciado el empleo de
sicarios en otras actividades ilegales, llegando incluso a penetrar
en las guerrillas y miembros de las organizaciones armadas del
Estado; unos y otros han hecho ocasional uso encubierto de
sicarios y otros delincuentes para operaciones que no desean
realizar en forma directa.
Se han reportado casos en los cuales las guerrillas y grupos
delincuenciales de las autoridades armadas se relacionan con
bandas de secuestradores comunes para negociar el traspaso de
personas secuestradas, con el fin de obtener ganancias adicionales; la relación entre narcotráfico y contrabando de mercancías
y de armas es ampliamente conocida; por su parte, la infiltración
y cooptación de miembros de las autoridades por parte del narcotráfico ha conducido a algunos oficiales a la realización de operativos armados contra adversarios por encargo de narcotraficantes, como ocurrió en el caso del allanamiento y asesinatos en el
edificio Altos del Portal en Bogota, en 1989, motivados por
ajuste de cuentas entre Rodríguez Gacha y sus víctimas.
EL NARCOTRAFICO Y LA DESMOVILIZACION
DEL EPL Y DEL QUINTIN LAME
Con la desmovilización del EPL desaparece parcialmente una
de las interferencias a la participación democrática de los sectores
populares, especialmente en aquéllas regiones donde esta guerri-
Contribución del narcotráfico a la violencia en regiones del EPL y el Quintín Lame 135
lla era la fuerza dominante: Córdoba, el centro y norte de Urabá
y algunos municipios del Eje cafetero. Igual ocurre en el nororiente del Cauca con la desmovilización del Quintín Lame. En
las restantes regiones el EPL no era la fuerza guerrillera dominante
y por tanto su desmovilización tiene una menor incidencia en la
superación de la violencia: Noroccidente de Antioquia, Norte de
Santander y Putumayo.
Las principales interferencias que continúan amenazando el
proceso de pacificación en las que fueron regiones del EPL y el
Quintín Lame son: la violencia de otras guerrillas activas, la
asociada al narcotráfico, la acción de grupos paramilitares para
la defensa y promoción de intereses privados, y las acciones
violentas abiertas o encubiertas de las autoridades armadas del
Estado.
El EPL fue confrontado militarmente por narcotraficantes en
Córdoba, Urabá y Putumayo. En Córdoba y Sucre algunos narcotraficantes adquirieron grandes extensiones de tierra, y junto
con algunos antiguos propietarios organizaron fuerzas paramilitares y atacaron a las poblaciones rurales que se presumía eran
bases de apoyo de la guerrilla. Esta guerra local, liderada por
Fidel Castaño y por algunos propietarios menores, tuvo el beneplácito de miembros de las fuerzas armadas del Estado y la
complacencia general de muchos de los restantes propietarios de
tierras de la región.
Las repetidas masacres de campesinos realizadas por estas
fuerzas paramilitares, que extendieron su acción al norte de Urabá, debilitaron sustancialmente la acogida popular al EPL y lo
acercaron a la mesa de negociaciones de paz con el gobierno, al
presenciar la magnitud del castigo recibido por el pueblo como
venganza por las acciones guerrilleras.
Las consecuencias sociales de la violencia en Córdoba son
enormes. La población campesina vive bajo el impacto del terror
causado por las masacres de 1988 y 1989, y el Estado no ha
sancionado penalmente a los responsables. Montería y otras poblaciones han acumulado en la última década varias decenas de
miles de refugiados que no encuentran oportunidades de vida en
el medio urbano; la vieja capa terrateniente ha sido desplazada
en parte por los narcotraficantes inversionistas; la crisis política
136
Actores violentos
y administrativa del departamento no puede ser más profunda,
y la regla es la corrupción y la desidia en el manejo de los
intereses públicos; finalmente, la organización campesina y los
movimientos populares han sido debilitados por el fuego cruzado
de guerrillas y paramilitares.
En Urabá la situación tiene una dinámica diferente; allí los
narcotraficantes han comprado algunas haciendas ganaderas que
rodean como zonas de reserva la región productora de banano.
Los bananeros antioqueños, dueños de un negocio de alta rentabilidad, han sido más exitosos que los ganaderos de Córdoba
en el empeño de conservar sus propiedades ante la voracidad
compradora de los narcotraficantes. Siendo los Estados Unidos
su principal mercado, fueron concientes del riesgo implicado en la transferencia de fincas a los narcotraficantes y adoptaron, con éxito relativo, la política expresa de impedir que ocurriera.
El EPL y las FARC se vincularon a las luchas sindicales de los
obreros del banano, y luego de impulsarlas, las subordinaron a
sus objetivos militares y financieros. Algunos empresarios, por
su parte, luego de sufrir secuestros, asesinatos, extorsiones y
sabotajes a instalaciones productivas, decidieron crear grupos
paramilitares y contratar acciones con grupos de Puerto Boyacá.
En esas operaciones hubo lazos de cooperación con narcotraficantes y miembros de las fuerzas armadas, como lo indicaron los
informes respectivos del DAS sobre las masacres de Urabá.
En Putumayo, la colonización campesina del fértil valle del
río Guamués sufrió una rápida transformación social desde 1979,
cuando la frontera con Ecuador por el río San Miguel se convirtió
en la principal ruta de importación de pasta de coca proveniente
del Perú. Poco tiempo después los campesinos iniciaron cultivos
propios y pequeños laboratorios para procesar la coca, hasta que
la región pasó a ser una de las principales áreas de acopio bajo
el control de Gonzalo Rodríguez Gacha.
A comienzos de la década de los ochenta, primero el M-19 y
luego las FARC penetraron en la región desde el- Caquetá y la
Bota caucana, y establecieron frentes en ella; despues el EPL
comenzó a operar en el valle del Guamués. La respuesta de
Rodríguez Gacha fue la creación de una fuerza paramilitar cono-
Contribución del narcotráfico a la violencia en regiones del EPL y el Quintín Lame 137
cida localmente como "Los Masetos", que combatió y casi destruyó al frente del EPL entre 1987 y 1989.
A raíz de la muerte de este narcotraficante en noviembre de
1989, las FARC y el EPL contratacaron a "Los Masetos" y liquidaron a la mayoría de sus miembros; sus pocos sobrevivientes
sembraron el terror en Puerto Asís hasta cuando una movilización
cívica, liderada por los párrocos católico·s, exigió a la policía su
expulsión de la región en 1990. Un rasgo muy notable en el
Putumayo fue la estrecha colaboración de la policía local con
"Los Masetos", durante el predominio de Rodríguez Gacha, y
su corrupción con dineros del narcotráfico. Con todos estos procesos, esta region padeció la violencia asociada a la desorganización social, fruto del rápido enriquecimiento de la población
vinculada a cultivos, procesamiento y tráfico de coca. Actualmente la coca sufre una crisis de producción y precios que constituye una oportunidad para avanzar en programas de sustitución
de cultivos.
El Noroccidente de Antioquia, por su parte, es la región de
antigua influencia del EPL que tiene menos presencia del narcotráfico, pues allí sólo se reportan pequeños cultivos y laboratorios
campesinos en Peque y Cañasgordas, y alguna inversión en tierras
por parte de narcotraficantes en Santa Fé de Antioquia, Frontino
y Dabeiba.
En cambio en los departamentos del Eje cafetero los narcotraficantes están invirtiendo en fincas cafeteras y propiedades urbanas, pues además de tener sus propios narcotraficantes, ésta zona
es la frontera entre los narcos de Antioquia y Valle del Cauca.
Es un secreto a voces en la región que el narcotráfico ha disparado
los índices de homicidio y la desorganización social; en Pereira,
por ejemplo, comienza a hablarse de una oferta sicarial semejante
a la que vivió Medellín a mediados de los años ochenta.
En Norte de Santander el problema del narcotráfico tiene efectos fronterizos; existen algunos pequeños cultivos campesinos en
Catatumbo, en áreas de influencia de las FARC, pero el problema
más serio es la ruta de transporte de cocaína que se ha establecido
por Cúcuta hacia Venezuela y las Antillas, y el desplazamiento
de narcos del nororiente y el interior del país hacia la capital
nortesantandereana. Esta ruta aprovecha las redes de inmigrantes
138
Actores violentos
colombianos en Venezuela y el debilitamiento institucional de
ese país a raíz de la crisis económica.
En Cúcuta es visible el auge de construcciones de alto precio
que en otras ciudades ha sido la señal inequívoca de inversiones
masivas de narcotraficantes; y también es un secreto a voces en
la región la vinculación de mandos medios y agentes de la policía
y el F-2 con el narcotráfico, tanto para dejar circular la droga
con el pago de "peajes", como para facilitarles servicios armados
de protección y asesinatos por contrato.
La situación del narcotráfico en el Cauca difiere de todos los
casos anteriores. El problema central en ese departamento es la
proliferación de cultivos y pequeños laboratorios campesinos en
muchos municipios de los valles de los ríos Cauca y Patía.
Claramente puede hacerse una relación entre los cultivos de drogas y la generalizada crisis agraria del departamento en sus dos
extremos: la ineficiencia de las grandes haciendas, con tradiciones
feudales, para impulsar el desarrollo productivo, y la pobreza de
suelos y recursos de producción con los que cuenta la economía
campesina. La población indígena, que en algunas áreas también
ha preferido la rentabilidad de los cultivos de marihuana y coca,
ha sido desplazada durante siglos a las tien-as altas de la cordillera
central, donde ha conservado áreas de refugio no apetecidas por
los hacendados y la iglesia. Como en otras regiones, en el Cauca
las FARC regulan la producción y establecen contribuciones forzosas a los participantes en el mercado ilegal.
Probablemente, la perspectiva mas grave hacia el futuro inmediato es la visible expansión de cultivos de amapola para la
producción de heroína, producto que gozaba en 1991 de un precio
intemacionai quince veces superior al de la cocaína. Para comprender el nivel de incentivos ante los cuales se ven tentados los
agricultores, basta comparar las dificultades y costos que existen
para la obtención de un crédito en la Caja Agraria, con la oferta
que les hacen los traficantes: un avance de un millón de pesos
en efectivo y las semillas de amapola por cada hectárea que estén
dispuestos a sembrar. Una hectárea de cultivo puede producir
entre seis y siete millones de pesos de ganancias al año.
En el norte del Cauca, especialmente en los municipios de
Miranda, Corinto, Caloto, Santander de Quilichao y Buenos Ai-
Contribución del narcotráfico a la violencia en regiones del EPL y el Quintín Lame 139
res, existe un frente de conflictos con gran potencial de violencia;
allí chocan las aspiraciones indígenas de recuperar tierras planas
y fértiles con la expansión de propiedades de los cañicultores y
narcotraficantes del Valle del Cauca.
Los informes recibidos por la Comisión señalan que esa expansión incluye, como brazo armado, el empleo de grupos paramilitares destinados a aterrorizar a los indígenas. La masacre de
veinte indígenas ocurrida en Caloto en diciembre de 1991, asociada a la recuperación de una finca recién vendida, según lo anotado
en otro acápite de este informe, es prueba del potencial de violencia del conflicto de tierras con narcotraficantes. Esta es una de las
áreas donde se hace más necesaria una clara intervención del Estado con los instrumentos de la reforma agraria y la expropiación.
CONCLUSIONES
En todas las regiones donde tuvieron influencia armada el EPL
y el Quintín Lame, las actividades del narcotráfico han causado
impactos significativos en el medio social, al vincular la violencia
al funcionamiento de los mercados. Los cambios ocurridos han
modificado sustancialmente los presupuestos de acción revolucionaria propios de la lucha guerrillera, tanto en la población como en la
composición interna de las organizaciones guerrilleras. También
han cambiado la composición y las actitudes de los adversarios sociales de las guerrillas, que han tendido a transformarse en adversarios militares y han consolidado dominios territoriales mediante
el terror sobre la población asociada con aquellas organizaciones.
Algunas regiones han sufrido el fenómeno de la expansión
masiva de cultivos campesinos de coca, como el Cauca y el
Putumayo; y en otras los cultivos son marginales, como el Catatumbo en Norte de Santander, Urabá, Noroccidente de Antioquia
y los departamentos del Eje cafetero. Las áreas de cultivo reciben
grandes masas de dinero y nuevos inmigrantes, sufren procesos
agudos de desorganización social y delincuencia, y mantienen
tasas de homicidios crónicamente altas.
En tres de esas regiones el narcotráfico ha constituído grandes
redes de acopio para la importación de pasta y la exportación de
140
Actores violentos
la coca: en Putumayo se recibe la pasta del Perú, y en Córdoba
y Norte de Santander se despacha al mercado internacional de
drogas; en todas ellas los narcotraficantes organizan sistemas
armados para la protección del negocio.
Las grandes inversiones de capitales del narcotráfico han transformado la estructura de propiedad y la dinámica económica en
Córdoba y en menor grado en los departamentos del Eje cafetero
y en la periferia del área bananera de Urabá; tendencia que se
repite en las tierras bajas del norte del Cauca. En estos casos la
violencia tiende a concentrarse en la organización de grupos
armados para múltiples fines.
En casi todas las regiones algunos miembros de las autoridades
de policía y de las fuerzas militares han colaborado con los grupos
armados por narcotraficantes en labores contraguerrilleras y en
operaciones de limpieza, inducidas por la desorganización social
asociada al narcotráfico. Como ya se ha señalado antes, en Urabá
algunos miembros del ejército han colaborado con las masacres
de campesinos y trabajadores; en Córdoba el ejército no interfirió
la lucha contrainsurgente de Fidel Castaño que afectó a los campesinos, y la policía sólo atacó a los narcotraficantes luego del
asesinato del jefe antinarcóticos de la DUIN; en Norte de Santander
algunos miembros de la policía y el F-2 han tenido complicidad
con la exportación de drogas; en algunas ciudades del Eje cafetero
algunos miembros de la policía han estado asociados a operativos
de limpieza social contra indigentes; y en Putumayo algunos
integrantes de la policía, incluso de la antinarcóticos, colaboraron
con los paramilitares de Rodríguez Gacha.
La perspectiva más preocupante hacia el futuro es la expansión
de cultivos de amapola para la elaboración de heroína: mientras
la coca se siembra a altitudes inferiores a 500 metros, la amapola
se siembra, en la zona tropical, a altitudes superiores a 2.000
metros, y en Argelia (Africa) se está ensayando el cultivo de
variedades que crecen a 1. 700 metros. Este dato significa que
mientras la coca es el cultivo de las grandes áreas de colonización,
marginales a la frontera agrícola, la amapola tiene un potencial
de expansión que abarca a la gran masa de población campesina
del país, productora de la dieta alimenticia nacional.
Contribución del narcotráfico a la violencia en regiones del EPL y el Quintín Lame 141
RECOMENDACIONES
1. Reconocimiento del interés nacional
El gobierno debe segúir concertando lazos de cooperac1on
internacionales que tengan en cuenta los intereses nacionales y
respeten la autonomía de las autoridades del país para afrontar
el problema. En el pasado inmediato el énfasis de la cooperación
estadounidense ha sido puesto en equipos militares y asesores en
estrategias para reprimir la producción y el tráfico, con una tendencia inconveniente hacia la militarización del conflicto y la
pérdida de independencia nacional para su manejo.
El interés nacional tiene varias dimensiones principales que
deben ser objeto de formulación de políticas:
- La superación de las formas de violencia asociadas a los
mercados ilegales de las drogas.
- La contención del tráfico que pasa por el país y la disminución de las ventajas comparativas de producción en Colombia.
- La recuperación del tejido de la organización social en comunidades campesinas y suburbanas que han sido afectadas por
la economía y violencia del narcotráfico.
- La separación de aquellos miembros de las fuerzas armadas
y servicios de seguridad y de aquellos funcionarios que tengan
acuerdos de cooperación encubiertos con operaciones armadas o
comerciales de narcotraficantes.
- El control de los efectos económicos de los dineros del
narcotráfico para evitar la concentración de la riqueza y la competencia desleal con los inversionistas legales.
- Lograr la aceptacióh y apoyo de la comunidad internacional
para las políticas definidas por el Estado colombiano.
De otra parte, las recomendaciones que siguen se limitan al
problema de las formas de violencia asociados con las actividades
del narcotráfico, pues se exceptúan los temas relativos a los
grupos paramilitares, que serán tratados en el capítulo correspondiente.
142
Actores violentos
2. Política de justicia y de seguridad
- La Comisión sugiere al gobierno continuar intensificando
los esfuerzos dirigidos a celebrar convenios internacionales para
el intercambio de pruebas contra narcotraficantes, y continuar
apoyando al poder judicial en la investigación y juicio de quienes
se sometan voluntariamente a la justicia. La policía debe proceder
a la captura y la entrega a los jueces de aquellas personas sobre
las cuales se tengan evidencias suficientes para ser procesadas
por delitos de narcotráfico y acciones de violencia.
- El Estado debe aplicar a los responsables de delitos asociados
a las actividades del narcotráfico una justicia que garantice sus
derechos fundamentales a la vida y la integridad personal. El
objetivo de la represión no puede ser la aniquilación física de
los participantes, sino impedir y sancionar las actividades ilegales. Debe asegurarse la eliminación de prácticas como la tortura,
el arresto ilegal, el homicidio fuera de combate y la desaparición
de personas, cometidas por miembros de las fuerzas de seguridad.
La investigación criminal y la aplicación de justicia debe proteger
no solamente los derechos de la sociedad y de terceros por acciones de narcotraficantes, sino también los derechos de los narcotraficantes por acciones ilegales de agentes del Estado contra
ellos.
- Las autoridades militares deben revocar las licencias para
porte de armas y proceder a su decomiso con mayor eficiencia
cuando se trate de personas vinculadas al narcotráfico. Las autoridades policiales deben intensificar los esfuerzos para detectar
y decomisar más depósitos de armas y explosivos en poder de
narcotraficantes. En las operaciones de control de armas las autoridades deberán evitar el uso injustificado de la fuerza. El éxito
de las tareas de inteligencia y de comando debe evaluarse como
inversamente proporcional al número de víctimas que ocasionen.
- Debe procederse a una operación general de desarme de las
poblaciones urbanas afectadas por altos índices de delincuencia
y presencia de sicarios o milicias populares. El desarme debe
realizarse sin confundirlo con una operación de arrestos en masa
no de eliminación física de los portadores de armas, y puede
incluir medidas como la venta voluntaria de armas al Estado
Contribución del narcotráfico a la violencia en regiones del EPL y el Quintín Lame 143
durante un período, seguido por el decomiso forzoso a quienes
las conserven.
- El gobierno debe mejorar los sistemas de registro y control
de armas decomisadas para evitar que sean revendidas en el
mercado negro por quienes las decomisan. Preferiblemente deben
destruirse las armas decomisadas.
3. Políticas relativas al conOicto social
- El gobierno debe hacer un inventario de predios en disputa
entre narcotraficantes y poblaciones campesinas o indígenas, los
cuales deben ser objeto prioritario de reforma agraria para resol ver
los conflictos de tenencia que amenacen desatar procesos de
violencia.
- La erradicación mecánica o manual de cultivos campesinos
sólo debe realizarse cuando forme parte de una política de sustitución de cultivos y fomento agrario que asegure fuentes alternativas de ingreso a los productores. El gobierno no debe erradicar
cultivos de drogas usando productos químicos que envenenen el
ambiente y amanacen la salud humana y animal.
- El gobierno debe realizar un estudio sobre la concentración
de tierras en poder de narcotraficantes en aquellas regiones donde
exista una fuerte presión campesina por la distribución de la
propiedad rural; con base en él, debe elaborarse un plan especial
de reforma agraria, que haga uso de la nueva facultad constitucional para decretar la extinción del dominio cuando los bienes
hayan sido adquiridos con dineros del mercado ilegal de drogas.
CAUSAS Y MANIFESTACIONES
DE LA VIOLENCIA
EJERCIDA POR FUNCIONARIOS OFICIALES
Estudiada la situación de violencia en cada una de las regiones
analizadas, la Comisión ha llegado al convencimiento de que en
todas ellas ha habido, además de otros actores, funcionarios
estatales gravemente comprometidos en violaciones reiteradas de
derechos humanos. Asimismo, no se encontró ningún elemento
de juicio que permita afirmar que tales violaciones hayan sido
el producto de un designio único o de un plan diseñado desde el
Estado con determinados propósitos.
El gobierno nacional no ha ordenado ni patrocinado esas violaciones; pero tampoco puede afirmarse, como frecuentemente
se hace, que se trate de "casos aislados": son demasiado numerosos y se presentan en regiones tan disímiles como para que no
existan unos elementos comunes que los expliquen. Atribuir tales
hechos en forma individual a uno que otro empleado que inevitablemente se habría desviado del recto cumplimiento de sus
funciones, sería engañarse en relación con el pasado y podría
dar lugar a que esa situación se mantenga en el presente o se
repita en el futuro. Algunos de esos elementos comunes pueden
ser los siguientes:
CRIMINALIZACION DE LA PROTESTA SOCIAL
Durante años la sociedad colombiana ha estado marcada por
pautas de exclusión en relación con las aspiraciones de los sectores
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
145
menos favorecidos de la población. Las demandas de tierra hechas
por campesinos e indígenas, y las reclamaciones laborales o de
mejores condiciones de vida formuladas por los trabajadores,
frecuentemente se han enfrentado a una negativa que en ocasiones
excede los límites de una razonable y moderada defensa de los
intereses de los sectores sociales que se verían afectados por
dichas pretensiones: terratenientes, empresarios, dirigentes políticos. Más allá de un entendible egoísmo, en el exceso de celo
con que se defienden esos intereses influye una minusvaloración
de la calidad humana de quienes aspiran al reconocimiento de
derechos.
Colombia ha hecho en el siglo xx un tránsito relativamente
rápido de un sistema de relaciones sociales fundado en la desigualdad y la servidumbre, a otro que tiene como postulados la igualdad
y la competencia entre los sujetos y grupos sociales. Admitir que
todos los colombianos sin excepción tienen los mismos derechos,
algo que casi nadie se atreve a negar en teoría, ha sido traumático
y dificil de asumir en la práctica de las relaciones cotidianas,
salpicadas de notorias diferencias de cultura y de fisonomía que
a veces se repugnan.
Esta mentalidad de discriminación todavía presente en la sociedad colombiana, existe también en los agentes del Estado encargados de velar por la seguridad ciudadana. Imbuidos de esa
concepción en el uso de las armas oficiales, su actitud discriminatoria se ve reforzada al enfrentarse a diario con individuos
provenientes de sectores desvalidos de la población, que estadísticamente constituyen el grueso de personas capturadas en actos
de delincuencia.
Este condicionamiento mental colectivo, que puede no diferir
mucho del existente entre los encargados de funciones policivas
en otros países, no habría generado quizá consecuencias tan
graves en nuestro territorio, de no ser por la generalización de
la insurgencia armada. Al asumir ésta como propias parte de las
reivindicaciones populares, los agentes del orden, junto con muchos sectores sociales, se acostumbraron a vertales reivindicaciones como un ingrediente del enfrentamiento armado.
En consecuencia, lo que inicialmente eran conflictos susceptibles de ser tratados mediante arreglos directos, mediaciones po-
146
Actores violentos
líticas o debates judiciales, se transformo primero en materia de
contención policiva1, y posteriormente en objetivo de aniquilamiento militar. Los portadores civiles de tales reivindicaciones
entraron a ser considerados paulatinamente como exponentes camuflados de las organizaciones guerrilleras, y en algunos casos
efectivamente lo eran. Los actos sociales y masivos de protesta
o de reclamo fueron temidos como prolongación del conflicto
bélico, tanto más cuanto que a veces eran estimulados o acompañados por comandos subversivos. Y las poblaciones beneficiarias
de este tipo de demandas ingresaron en la lista de sospechosos
de colaborar con los movimientos insurgentes, lo que en ocasiones
podía ser cierto. La descalificación social del desposeído se
agravó al ser mirado como un posible adversario de guerra.
Como el conflicto guerrillero no se ha circunscrito a la satisfacción de unas aspiraciones gremiales, sino que está presidido
por el objetivo de conquistar el poder político en nombre de una
ideología socialista, fue diagnosticado militarmente como expresión de una confrontación más amplia, de dimensiones universales, entre capitalismo y comunismo. La lucha armada en Colombia, como en otros países de Latinoamérica, fue tratada por el
Estado como un intento de invasión de potencias extranjeras a
nuestro país.
Para los estrategas militares, el conflicto social subyacente
pasó a un segundo plano y se transformó en una pieza instrumental
de una conflagración mayor, que debía ser enfrentada con herramientas geopolíticas. El combatiente irregular fue identificado
por los servicios de inteligencia como el agente interno de un
1. Una expresión clara de criminalización de la protesta social puede advertirse
en la clasificación que la Policía Nacional hace de las cuatro manifestaciones a su
juicio más representativas de perturbación del orden público: junto a las contravenciones
y los delitos ubica las huelgas y los conflictos estudiantiles. Sobre las huelgas señala:
"Siendo expresión legítima del descontento laboral, también son manifestaciones que
desequilibran el orden público, de una parte porque en la mayoría de los casos es un
servicio público el que se está dejando de prestar y de otra, porque la infiltración de
personas ajenas, pero con el propósito de sembrar el caos, desvían la razón de ser de
las huelgas, degenerando en conflictos violentos". Policía Nacional de Colombia,
Estadística de criminalidad 1990, Bogotá, Imprenta del Fondo Rotatorio de la Policía
Nacional, 1991, pág. 131.
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
147
enemigo externo, otorgándole una calidad de apátrida que se hizo
transferible a quien cooperara real o supuestamente con aquel.
Campesinos, trabajadores e indígenas, en cuanto sospechosos de
tal cooperación, fueron percibidos políticamente como traidores,
además de ser despreciados socialmente como inferiores. Llegados
a ese punto, su vida estaba reducida al mínimo valor y su conservación o pérdida podía depender de cualquier pequeña circunstancia.
Circunstancias se dieron muchas y por ello no es extraño que
miembros de las Fuerzas Armadas hayan tenido algún grado de
participación en matanzas de trabajadores bananeros en Urabá,
como la realizada en las fincas Hondu.ras y La Negra en Currulao,
donde fueron asesinados veinte obreros agrícolas el 4 de marzo
de 1988. La matanza fue perpetrada con participación de paramilitares desplazados desde el Magdalena Medio; pocos días antes
del hecho el ejército había practicado allanamientos en el lugar
y detenido a un desertor del EPL que luego apareció en la masacre
actuando como informante; los testigos que lo vieron aseguran
también que miembros del ejército cubrieron la operación cerca
a los campamentos de los trabajadores mientras los paramilitares
actuaban directamente en estos. A fines de 1991 se dictó sentencia
en el juzgado 1' de orden público contra varios de los sindicados
particulares, la cual se encuentra en apelación. Respecto de los
funcionarios implicados, el mayor Luis Becerra, el teniente Pedro
Bermúdez, el cabo Félix Ochoa y el capitán Marco Fidel Mendieta, los tres primeros del ejército y el último de la policía, fueron
detenidos preventivamente, pero la medida se revocó y el proceso
pasó a la justicia penal militar. La Procuraduría Delegada para la
Policía ordenó abrir formal averiguación disciplinaria contra el capitán Mendieta; la Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares,
por su parte, no encontró pruebas contra los miembros del ejército.
Dos de los oficiales mencionados aparecen comprometidos
también en el asesinato de 25 campesinos que se produjo en
Punta Coquitos un mes más tarde, el 11 de abril de 1988. La
masacre se produjo como retaliación por la invasión de una finca:
antes de ser asesinados, los campesinos fueron retenidos por sus
victimarios durante suficiente tiempo para que la policía y el
ejército intervinieran en su liberación, como lo solicitaron infructuosamente sus allegados. El juzgado 1セ@ de orden público de
148
Actores violentos
Bogotá solicitó la suspensión del mayor del ejército Luis Felipe
Becerra Bohórquez, del capitán de la policía Marco Fidel Mendieta Sierra, del cabo primero del ejército Félix Antonio Ochoa
Ruiz y del alcalde de Puerto Boyacá, Alfredo Rubio.
Sindicado como presunto responsable aparece también el cabo
Ramiro Lagos, quien había sido acusado en 1983 por el Procurador General de la Nación de pertenecer al grupo paramilitar
MAS, epoca en la cual estaba acantonado en el Batallón Patriotas
de Honda2 •
Además de estas masacres, que revelan un grado extremo de
menosprecio por la vida humana, ha habido agentes estatales
implicados en la muerte de indígenas en Cauca, Risaralda, Putumayo y Córdoba. Los indígenas del Resguardo de San Andrés
de Sotavento, en este último departamento, que reclaman la recuperación de 83. 000 ha. de tierra, acusan a miembros del ejército
de haber colaborado con el particular William Tulena en el incendio de sus viviendas y la destrucción de 35 hectáreas de cultivos
en San José el 31 de marzo de 1990; aseguran que capturaron a
los responsables en flagrancia, pero que no se les hizo justicia
y los soltaron; y acusan también a miembros de la policía de
haber practicado allanamientos ilegales y de ejercer un permanente hostigamiento en su contra, auspiciado por terratenientes 3 •
Con relativa frecuencia se encuentra a funcionarios oficiales
comprometidos en la muerte de activistas populares. En Norte
de Santander, Remando de Jesús Sanguino, dirigente del Paro
del Nororiente realizado en 1987, fue asesinado el mismo año a
plena luz del día en Ocaña frente a las instalaciones del colegio
donde trabajaba; el asesino, un agente del F-2, se marchó a pie
2. Matanzas igualmente estremecedoras se nan sucedido en el mismo Urabá (la
desaparición de 43 campesinos en Pueblo Bello, 1990), en Córdoba (Mejor Esquina
y El Tomate, 1988), y en el Cauca (Los Uvos y El Nilo, 1991) entre otras, como se
verá más adelante.
3. En el Putumayo se acusa a miembros de la Policía Antinarcóticos de haber
asesinado al gobernador indígena de Buenavista, en julio de 1991, en inmediaciones
de Puerto Asís. Tres indígenas más, de la comunidad de Buenavista, habían sido
asesinados en Puerto Asís en 1990: Bellamil Payoguaje y Salomón Florentino Yaiguaje
(junio 17) y Fanny Lucía Piaguiaje (agosto). También ha habido asedio contra indígenas
en Cauca y Risaralda.
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
149
tranquilamente4 • En Putumayo, la Unión Patriótica, varios de
cuyos activistas fueron acribillados, desapareció como fuerza
política luego de la muerte en 1988 de su principal dirigente en
Puerto Asís, Rigoberto Torres, atribuida al grupo paramilitar de
"Los Masetos", que actuaba con el respaldo de miembros de la
policía. En Córdoba, Orlando Díaz Tirado, campesino candidato
a elecciones por el Frente Popular, que había denunciado la
realización de bombardeos por el ejército en Puerto Libertador,
apareció torturado y asesinado en ese municipio el 21 de noviembre de 1989, junto con un cadáver desconocido, luego de haber
sido detenido por unidades del Batallón Junín dos días antes 5 •
No es raro, además, que los habitantes de escasos recursos,
cualquiera que sea su ideología, se vean expuestos a atropellos
por parte de miembros de la Fuerza Pública. En La Hormiga
(Putumayo) era ampliamente conocido por su espíritu matón un
funcionario de la policía apodado "Metralleta", quien fue finalmente asesinado por las FARC en 1991.
4. También en Ocaña se presentaron varias muertes en 1991, después de la realización de un foro de derechos humanos: Orlando Carrascal Claro, abogado, asesinado
el 2 de septiembre; Fabio Amaya, estudiante de la Universidad Francisco de Paula
Santander y miembro de un grupo político de oposición; Hugo García y Yeiner Antonio
Reyes, asesinados el 7 de septiembre. En todos estos casos se acusa a miembros de
organismos de seguridad del Estado.
5. Por esa época el comandante militar en Córdoba había dicho públicamente que
el EPL estaba realizando extorsiones para financiar las actividades proselitistas del
Frente Popular, luego de lo cual varios líderes de ese movimiento fueron víctimas de
atentados. El 17 de octubre de 1989 atentaron contra el diputado Andrés López. El
4 de noviembre Nurdín Díaz recibió nueve impactos de pistola, a los cuales sobrevivió,
pero quedó inválido. También en Córdoba, la Asociación de Maestros -ADEMACORdenuncia que 29 educadores han sido asesinados en el departamento entre 1989 y
1991 la Brigada había enviado folletos intimidatorios a las casas de los profesores
afiliados a ADEMACOR con leyendas como esta: "Como profesor usted tiene la obligación moral de: ( ... ) 5. Impedir que sus alumnos caigan en la subversión, no olvide
que la subversión forma criminales. Si usted incumple esta obligación moral: Está
faltando a sus deberes éticos. No está representando la autoridad paterna. No merece
ser respetado ni acatado. Piense: la guerrilla no es la solución para el país y usted no
debe formar elementos para la subversión". La sede de la Asociación ha sido varias
veces allanada pnr el ejército.
Un militante de Esperanza, Paz y Libertad fue asesinado el 12 de octubre de 1991:
Neftalí Ajaad Oyola, tesorero de San Juan de Urabá. Se señala a miembros de la
policía de Arboletes, quienes además habrían realizado otras acciones de persecución
política contra ese movimiento.
150
Actores violentos
Pero sin duda el fenómeno más frecuente son los desmanes
contra campesinos y pobladores por parte de miembros de la
Fuerzas Armadas luego de alguna operación de la guerrilla en
inmediaciones de sus predios; en todos los lugares visitados por
la Comisión se recibieron quejas constantes en ese sentido. En
la vereda Las Palmeras del municipio de Mocoa fueron muertas
el 23 de enero de 1991 seis personas que construían el pozo
séptico de una escuela. La acción se produjo en forma combinada
entre el ejército y la policía, al parecer en persecución de una
columna guerrillera; las víctimas, Antonio Pantoja, Hernán Guerra, Hernán Lizcano y Julio Cerón y sus dos hijos, eran ampliamente conocidos y apreciados en el lugar, y todavía causa indignación en la población el hecho de que las autoridades, en vez
de reconocer su error, hubieran preferido presentarlas como guerrilleros muertos en combate, vistiéndolas con prendas militares
que no presentaban sin embargo ningún impacto de bala6 •
La criminalización de la protesta social, por llamar de alguna
forma imperfecta la mentalidad descrita en este apartado, unida
al desprecio reinante por el derecho a la vida en Colombia, ha
sido el caldo de cultivo para estimular la proliferación de arbitrariedades por parte de funcionarios en las diversas regiones del
pais estudiadas por la Comisión, sin necesidad de que exista un
plan preconcebido y centralizado de exterminio de determinado
tipo de personas.
ATRIBUCIONES INCONVENIENTES CONCEDIDAS
A AUTORIDADES MILITARES Y DE POLICIA
EN RELACION CON CIVILES
En 1989, el Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre desapariciones forzadas señaló en su informe sobre Colombia lo
siguiente:
6. En Urabá hubo un caso especialmente atroz, en el que aparecen implicados
miembros de la Fuerza Pública, que fue la detención del trabajador Fortunato Ruiz
en la finca donde laboraba, luego de lo cual agentes del ejército le colocaron dinamita
alrededor de la cintura y allí mismo lo hicieron estallar.
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
151
"Por uha serie de decretos, emitidos en virtud del estado de
sitio por gobiernos consecutivos, se han ido concediendo más
poderes a las fuerzas armadas y a los servicios de seguridad en
el mantenimiento del orden público ( ... ) se impone la necesidad
de una revisión a fondo de los poderes policiales esgrimidos por
las Fuerzas Armadas en los servicios de seguridad, con objeto
de garantizar mejor los derechos humanos del ciudadano particular
( ... ). Los procedimientos de habeas corpus( ... ) han estado sometidos a unos requisitos formales rigurosos que han dificultado la
interposición de este recurso por el ciudadano particular ( ... ).
Hay que adoptar las oportunas medidas jurídicas e institucionales
para volver a poner el habeas corpus en el lugar que le corresponde" (Parágrafos 132, 133 y 134 del documento E/cN4/1989/18/
Add.1).
Esta opinión aludía en síntesis a la conexión existente entre
la violación de derechos humanos y la concesión de amplios
poderes a las Fuerzas Armadas y los organismos de seguridad,
particularmente como facultades de investigación judicial y restricciones indebidas al ejercicio del derecho de habeas corpus.
En efecto, las Fuerzas Armadas y los organismos de seguridad
fueron facultados para detener y mantener incomunicadas a personas acusadas de ser terroristas o narcotraficantes7 • Durante el
tiempo de la detención, las personas detenidas no podían interpo-
7. El decreto 180 de 1988 atribuyó a miembros de las Fuerzas Militares, de Policía
y del Departamento Administrativo de Seguridad la facultad de "penetrar en residencias
donde se tenga indicio de que se guarden ilegalmente municiones, armas de fuego o
explosivos, cuando fueren requeridos por algún morador" (ordinal c, del artículo 40).
La Cone Suprema de Justicia declaró inconstitucional esa facultad por considerarla
privativa del juez. Posteriormente, el Gobierno expidió los decretos 1859 y 1863 del
18 de agosto de 1989. El primero, autorizó la detención de personas por parte de los
organismos de seguridad y su mantenimiento en estado de incomunicación durante
siete días hábiles. El segundo, le otorgó facultades a los jueces penales militares para
realizar allanamientos. Estos decretos les devolvieron de hecho a los organismos de
seguridad, a través de los jueces penales militares para el caso de l0s allanamientos,
las atribuciones que la misma Cone Suprema de Justicia les había negado anteriormente.
Ese mismo año se expidió el llamado Estatuto para la Defensa de la Justicia (decreto
2790), que reiteró el contenido de las anteriores disposiciones. En primer lugar, creó
unas denominadas unidades investigativas permanentes de orden público, compuestas
por funcionarios del cuerpo técnico de policía judicial o del DAS o por miembros de
la Policía Nacional (Dijin y Sijin). El Estatuto también dispuso que las secciones de
inteligencia de las Fuerzas Militares conformaran unidades investigativas y tuvieran
152
Actores violentos
ner habeas corpus para recobrar oportunamente su libertad; la
tramitación de este recurso era tan complicada, que de hecho
estaba bastante restringido si no negado. Durante el tiempo de
la detención las personas permanecían incomunicadas, por disposición de un decreto de estado de sitio, y los agentes estatales
tenían un gran poder sobre la vida y la integridad de las personas.
Violando claras disposiciones constitucionales y legales, así
como tratados y convenios internacionales suscritos y ratificados
por Colombia, muchos detenidos han sido torturados, asesinados
o desaparecidos después de haber sido detenidos por miembros
de las Fuerzas Armadas y de los organismos de seguridad.
Con base en atribuciones como éstas, 17 personas fueron ilegalmente detenidas entre el 4 y el 23 de junio de 1988 y conducidas
al Batallón San Mateo de Pereira, donde fueron torturadas. La
mayoría de los allanamientos ilegales fueron practicados en la
noche o en la madrugada en Pereira, pero también en Armenia,
Dosquebradas, Anserma y Cali, por hombres vestidos de civil
que se identificaban como miembros del F-2 de la policía o del
ejército. Las víctimas eran campesinos, pequeños comerciantes,
estudiantes, técnicos e incluso amas de casa, se les consideraba
sospechosos de haber participado en el secuestro del cafetero
Hemán Londoño, quien luego fue asesinado, según se refirió
anteriormente en este mismo informe. La Procuraduría Delegada
para las Fuerzas Militares corrió pliego de cargos contra el capitán
Marco Aurelio Quintero Trejos, y la investigación disciplinaria
concluyó con solicitud de destitución del mencionado oficia8 • En
facultades para investigar a civiles, de manera transitoria o por comisión de un juez
de orden público (art. 18). En segundo lugar señaló que fuera de los casos de flagrancia
en los cuales fuere necesario realizar allanamientos, intercepción de líneas telefónicas,
registro de correspondencia o captura de una persona, y no siendo posiblé recurrir
ante un juez ordinario por razones de tiempo, tales medidas podrían ser autorizadas
por un juez militar (art. 23).
8. Por la misma sospecha de participación en el secuestro y asesinato de Hemán
Londoño fueron también detenidos por las Fuerzas Armadas, con base en atribuciones
de excepción, seis indígenas del resguardo de San Lorenzo entre julio y noviembre
de 1988, cuatro de los cuales se encuentran aun desaparecidos y uno fue asesinado.
Fabián de Jesús Bueno, Orlando Bueno y Jaime Gañán fueron detenidos el 29 de
septiembre de 1988 por una patrulla militar en el municipio de Palestina (CaWas) y
desde entonces se desconoce su paradero. Balduvino Gañán Andica y José Nicolás
Gañán Tapasco fueron detenidos por la policía el 27 de noviembre de 1988 en el
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
153
San Alberto, sur del Cesar, fue detenido por una patrulla militar
de la Base Morrison el educador y líder sindical Isidro Caballero,
junto con María del Carmen Santana, el 7 de febrero de 1989.
Se interpuso habeas corpus pero los organismos de seguridad
negaron tenerlos en su poder, pese a que la detención fue presenciada por varios testigos. Por estos hechos, el juez 2~ de orden
público de Valledupar dictó auto de detención contra el capitán
Héctor Alirio Forero Quintero, el cabo segundo Norberto Báez
Báez y el soldado Norberto Alturo, del Batallón Caldas, además
del particular Luis Gonzalo Pinzón Fonteche; auto que posteriormente fue revocado.
En Córdoba, el 27 de enero de 1990, en la población de Chinú,
diez hombres de la policía detuvieron arbitrariamente a Jaime
Beltrán, Eliécer Suárez, Fredy Pérez y Saúl Ortiz, indígenas del
resguardo de San Andrés de Sotavento; al día siguiente aparecieron muertos, con señales de tortura, en una carretera cercana.
La Procuraduría Regional de Montería formuló pliego de cargos
contra un cabo y siete agentes; el juez 1セ@ de orden público de
Montería dictó auto de detención contra los mismos, pero después
los dejó en libertad por considerar que no existían pruebas suficientes para procesarlos, decisión que fue enviada en consulta al
resguardo de San Lorenzo y trasladados a las instalaciones de la policía en Riosucio,
acusados de pertenecer al EPL. Mientras que José Nicolás fue puesto a órdenes de un
juzgado de orden público, Balduvino todavía está desaparecido, Rey María Salazar
Tapasco había sido detenido por el ejército el 17 de julio de I 988 en el camino de
San Lorenzo a Riosucio. Su cadáver fue encontrado tres días después con señales de
tortura. Por este asesinato, la Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares sancionó
al mayor José Urbina Sánchez con solicitud de suspensión por treinta días y al teniente
Gustavo Adolfo Duque Rodríguez con solicitud de destitución, lo cual se cumplió.
El juez tercero de orden público de Bogotá y el juez 121 penal militar adelantan
investigación por los mismos hechos. En relación con las otras detenciones y desapariciones no se ha iniciado ninguna acción. Por su parte, Gloria Inés Gañán Blandón
fue sacada de su casa en Riosucio el 26 de octubre de 1988 por hombres encapuchados
vestidos de civil. Pocos días antes, soldados estuvieron averiguando sobre los nexos
de Gloria Gañán con el EPL. Actualmente se desconoce su paradero y no se ha iniciado
ningún tipo de investigación. El tendero de Riosucio, Hemán de Jesús Marín Rojas,
fue secuestrado también ese mismo día por hombres vestidos de civil que actuaron
sin que interviniera la policía, cuya sede se encuentra a 80 metros del lugar. Su casa
había sido registrada por el ejército en dos ocasiones. También se encuentra desaparecido.
154
Actores violentos
Tribunal Superior de Orden Público. El cabo y los agentes fueron
separados de la policía9 •
En Urabá fueron detenidos el 29 de marzo de 1989 Clímaco
Herrera, Mario lbarra y Femando Pérez, directivos de Sintagro,
durante un operativo militar en Apartadó. Fueron torturados para
obligarlos a declararse como enlaces de la guerrilla; Mario lbarra
perdió un oído a consecuencia de las torturas. La Procuraduría
Delegada para las Fuerzas Militares formuló pliego de cargos
por estos hechos contra el capitán Fredy José Velandia y el
sargento viceprimero Heriberto Pérez González, del Batallón Voltígeros1º.
·
En Putumayo, once jóvenes fueron detenidos por la policía en
Puerto Asís en febrero de 1991. La misma noche de su detención
fueron entregados al grupo paramilitar de "Los Masetos"; al día
siguiente sus cadáveres aparecieron con las entrañas abiertas en
el muelle de la vereda Playa Rica 11 •
Tortura, desaparición y asesinato suelen ser pues la consecuencia de la autorización de detenciones sin orden judicial, de la
detención con incomunicación y de las restricciones al habeas
corpus. Si la primera se permitió en el país contrariando las
recomendaciones del Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre
desapariciones forzadas, la detención con incomunicación tam-
9. También en Córdoba, además de la mencionada detención y posterior asesinato
de Orlando Díaz Tirado, el F-2 detuvo en Montería el 28 de enero de 1988 a Julio
Arturo Jaramillo, quien apareció muerto en Sahagún el lo. de febrero siguiente. EL
DAS es acusado de haber detenido el 28 de septiembre de 1988 en Montería a Jesús
Cuesta Bader, quien apareció muerto de dos tiros pocas horas después.
10. Igualmente en Urabá se sindica a miembros de las Fuerzas Militares de haber
desaparecido a cinco sindicalistas en 1991: Isidro Salazar (desaparecido el 6 de abril),
Leonel Aristizábal y José Albeiro Macías (el 4 de junio), Héctor de Jesús Villalba (el
23 de agosto) y Rodrigo Salinas Valencia. Recuérdese además la detención y muerte
de los hermanos Cordero Villalba.
11. En Norte de Santander fue torturado y asesinado, luego de haber sido detenido
por el ejército el 25 de noviembre de 1988 en el corregimiento de El Tarra, Luis
Lizarazo. La investigación judicial, iniciada apenas en 1991, está a cargo de la juez
27 de Instrucción Penal Militar. Moisés Navarro, como se verá, fue detenido, torturado
y asesinado en Ocaña el 10 de octubre de 1988. En el departamento del Cauca, las
muertes de Germán Escué y Hemando Camayo en 1988 estuvieron también precedidas
de detención por miembros de las Fuerzas Armadas en desarrollo de atribuciones de
estado de sitio.
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
155
bién se puso en práctica pese a las advertencias del Relator de
Naciones Unidas sobre tortura, quien señaló en su informe ante
la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en 1990:
"Nadíe podrá ser mantenido en detención sin tener la posibilidad
de ser oído sin demora por un juez u otra autoridad. Habida
cuenta de que la tortura suele practicarse inmediatamente después
de la detención, este requisito de ser oído sin demora por un juez
puede servir para garantizar la integridad física de la persona
detenida, al permitir examinar la legalidad de su detención y
garantizar su derecho a entrar en contacto con un abogado. ( ... ) .
Dado que la gran mayoría de las denuncias recibidas por el Relator
Especial se referían a la tortura realizada durante la detención
con incomunicación, debe prohibirse" (documento EICN 4/1990/
17, parágrafos 263 y 272).
La restricción del habeas corpus también se hizo en contradicción con la Opinión Consultiva N~ 8, emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 1987, en el sentido de que
el habeas corpus no puede ser suspendido ni siquiera en situaciones de emergencia porque "el derecho a la vida y a la integridad
personal son amenazados cuando el habeas corpus es parcial o
totalmente suspendido".
Si en vez de otorgar atribuciones inconvenientes mediante el
estado de sitio el gobierno hubiera atendido_ estas indicaciones,
es posible que se hubiera evitado la realización de numerosas
violaciones a los derechos humanos.
A su tumo, la creación de la Jefatura Militar en Urabá en
1988, ya hoy inexistente, en la medida en que concentró el poder
civil y militar en la zona, dificultó la posibilidad de efectuar un
control de las Fuerzas Armadas en su relación con la población
civil; además, facilitó que se acentuara entre las autoridades la
percepción de que toda reivindicación social era un acto criminal
o parte de una estrategia de guerra impulsada por las guerrillas,
independientemente de la legitimidad del reclamo en cada caso.
LA IMPUNIDAD: CAUSA Y CONSECUENCIA DE VIOLACIONES
Una de las funciones esenciales de todo Estado es la prestación
del servicio público de administración de justicia, el cual, enten-
156
Actores violentos
dido como un todo, implica la existencia de un sistema eficiente
y confiable de tramitación de los conflictos entre particulares, y
de estos con el Estado.
La ausencia de mecanismos fidedignos para procesar disputas
de tierras, controversias salariales, desavenencias comerciales o
contiendas familiares, estimula en general el desarrollo de formas
privadas de coerción ilegítima; con ellas se intenta sustituir la
fuerza que debería ser ejercida legítimamente por las instituciones
estatales para garantizar la definición y el cumplimiento de las
obligaciones inherentes a las relaciones sociales. Si la deficiente
administración de justicia civil, laboral, comercial y agraria da
lugar a manifestaciones de violencia privada ilegítima, la ineficacia en la justicia penal agrava doblemente el problema; de una
parte, porque la incapacidad para prevenir y perseguir delitos
alienta los sentimientos de venganza personal; y de otra, porque
la impunidad permite que esta venganza se ejerza sin riesgos
significativos.
Esta deficiente situación del servicio público de administración
de justicia, tanto en lo penal como en las otros campos, es un
fenómeno que se presenta con mayor intensidad en las regiones
estudiadas por la Comisión, de la que ya de por sí tiene en el
conjunto del país. La precariedad de recursos de que dispone la
rama judicial alcanza niveles dramáticos en algunas de las zonas
analizadas: en Urabá, para señalar el caso más diciente, hay sólo
cuatro agentes de policía judicial encargados de la investigación
de todos los crímenes que ocurren en ese territorio.
Si a la ausencia de recursos se le agrega el problema de la
privatización de importantes sectores de la administración pública, que se percibe en la mayoría de estos departamentos y regiones, el resultado es grave: el margen de autonomía y eficiencia
que puede quedar en un juez desprovisto de medios adecuados
y circundado por redes clientelistas, tiende a ser reducido; y ese
estrecho margen, unido al temor de enfrentar intereses poderosos,
inhibe con frecuencia a la población para declarar en los estrados
determinados hechos, aunque sean públicamente conocidos. Es
abnegada la labor de un funcionario judicial que, en tales circunstancias, no ceda a las tentaciones de la corrupción; el resultado
en su conjunto genera un círculo vicioso en el que la ineficiencia
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
157
de la justicia estimula mecanismos de ajustamiento privado, y
estos a su vez alimentan una mayor ineficacia de la justicia.
Un caso ilustrativo al respecto es la matanza de Mejor Esquina,
ocurrida en Córdoba el 13 de abril de 1988, donde fueron abatidas
28 personas y heridas otras 20 que celebraban una fiesta; antes
de marcharse, los asesinos escribieron amenazas de muerte contra
los habitantes· de otras veredas en los muros de la población. Se
sindica como responsable al grupo paramilitar "Los Magníficos";
el DAS capturó a ocho personas sindicadas de ser responsables
de la masacre; el Juez 2o. especializado de Montería le rebajó
la pena a uno de ellos y dejó en libertad a los siete restantes; y
posteriormente el Tribunal Superior de Orden Público, al conocer
en consulta el caso, condenó a uno de los sindicados a una pena
de 10 años y a los otros siete a una pena de 6 años. Los acusados
fueron procesados por el delito de porte ilegal de armas que, al
parecer, fueron las utilizadas en la masacre. La Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia declaró la nulidad de lo
actuado desde que el proceso se envió en consulta a la segunda
instancia: según ella, en este caso no procedía el mecanismo de
la consulta, y en el mismo auto ordenó investigar penalmente la
conducta del Juez 2o. especializado de Montería y al fiscal que
actuó ante dicho despacho en ese proceso "para que se establezca
si el juez prevaricó al disponer la absolución de la mayoría de
los procesados y la rebaja de pena por colaboración eficaz para
el único condenado, averiguación que deberá hacerse extensiva
al fiscal del juzgado por su solicitud en este último sentido y por
su actitud pasiva frente a las absoluciones". Actualmente las
diligencias relativas a la investigación de este caso se encuentran
inactivas en la Oficina Secciona} de Orden Público de Medellín 12 •
12. Otro tanto podría decirse de la matanza de El Tomate, también en Córdoba,
en la que el 30 de agosto de 1988 un grupo compuesto por 30 hombres asesinó a ocho
personas en una finca. Luego atacaron la aldea lanzando granadas y disparando indiscriminadamente. En los hechos resultaron muertas cinco personas más y heridas otras
once. Estos hombres además incendiaron las viviendas hasta dejar el caserío completamente arrasado, mientras afirmaban que el ataque lo hiceron en represalia por la
toma que había realizado la guerrilla en la población de Saiza. Según información de
la dirección nacional de Instrucción Criminal, el grupo estaba compuesto por desertores
del EPL y el ELN, quienes conformaron una banda dedicada a la extorsión y a la
158
Actores violentos
Si las dificultades para el desarrollo de la función jurisdiccional
son notables en estas regiones respecto de actos imputables a
particulares, lo son aún más tratándose del enjuiciamiento de
agentes estatales; algunas veces, los propios sindicados son miembros de organismos de seguridad encargados de las investigaciones, que por esta razón no prosperan; o la investidura y las
funciones de su cargo les facilitan ocultar pruebas o intimidar a
quienes corresponde recaudarlas. La ausencia de un grupo investigati vo independiente formal y realmente de los servicios de
inteligencia permite que esto ocurra 13 •
comisión de otros delitos. La investigación fue asumida inicialmente por el Juzgado
5o. de orden público de Bogotá y por los jueces 12 y 16 de Instrucción Criminal.
Este último ordenó abrir indagación preliminar. Las diligencias fueron remitidas posteriormente a Montería, correspondiéndole el proceso por reparto al Juzgado primero
de orden público de Montería. Este ordenó remitir las diligencias al Cuerpo Técnico
de Policía Judicial, por no haber podido individualizar a los autores. Este organismo,
el DAS y el F-2 adelantaron pesquisas con resultados negativos.
13. GERMÁN EscuÉ, indígena Páez del resguardo de Jambaló, fue detenido el
lo. de febrero de 1988 por varios hombres armados quienes, después de torturarlo,
lo sacaron de su casa en dirección a la vereda Loma Redonda. Más tarde fue encontrado
su cadáver. Se sindica a miembros del Ejército de ser los responsables de esta acción,
pues a la sazón se hallaban acantonados en la vereda Loma Redonda. Se afirma que
los "pájaros" de esa vereda ordenaron la realización de la ejecución. A pesar de que
el hecho se denunció, hasta ahora no se ha iniciado ninguna investigación. El Juez
11 de Instrucción Criminal de Popayán informó el 10 de septiembre de 1991 a la
Procuraduría Delegada para los Derechos Humanos que "revisados libros radicadores
asuntos reparto no se encontró anotación alguna acerca investigación homicidio occiso
Germán Escué Zapata o Zapata Escué".
Remando Camayo, indígena Páez, fue detenido por miembros del Ejército adscritos
a la Tercera Brigada el 23 de agosto de 1988 en su propia parcela, en la zona rural
de Buenos Aires (Cauca). Después de interrogarlo, fue dejado en libertad. Seguido
por hombres uniformados hasta su casa, fue sacado al patio y fusilado. El ejército
afirmó posteriormente que Remando Camayo fue dado de baja en combate. El día
anterior también había sido detenido e interrogado por el ejército. La Procuraduría
Delegada para las Fuerzas Militares adelanta una investigación por estos hechos. Uno
de los testigos señaló que el levantamiento del cadáver de Remando Camayo lo realizó
la inspectora de policía de San Ignacio en "asocio de los mismos militares que cometieron el ilícito". Este mismo testigo señaló que dicha inspectora se encuentra amenazada y que se desconoce su paradero. Hasta ahora no se ha iniciado ninguna investigación por parte de la justicia penal ni de la justicia militar. La inexistencia de
investigaciones para comprobar el hecho y la desaparición del acta de levantamiento
del cadáver indujeron a la Procuraduría en 1992 a archivar las diligencias administrativas, basadas en que "no es posible determinar a los presuntos responsables del
homicidio" y que "es difícil indagar ante el ejército sobre sus actividades en la zona"
(El Espectador, 16 de enero de 1992, página 9A).
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
159
La aplicación generalizada del fu~ro militar en relación con
soldados y policías acentúa las dificultades para que opere una
verdadera administración de justicia. No son pocos los casos
acogidos por ese fuero especial a pesar de que ostensiblemente
no se les podía considerar actos regulares de servicio, como las
matanzas de Honduras, La Negra y Punta Coquitos en Urabá,
en contravención de lo dispuesto por la antigua y la nueva Constitución (artículos 170 y 221, respectivamente); y no son muchas
las sanciones que la justicia penal militar ha impuesto por violación de derechos humanos.El juzgamiento en consejos de guerra
de delitos distintos de los actos de indisciplina atribuidos a la
fuerza pública, incrementa el temor de la población a denunciar
abusos; además, no ofrece suficientes garantías de imparcialidad,
debido al espíritu de cuerpo que naturalmente tiende a existir
entre juez, acusado y jurado, y tampoco permite una adecuada
fiscalización por los particulares interesados, pues no está autorizada su constitución como parte civil en el proceso penal militar.
Moisés Navarro Pacheco fue detenido el 10 de octubre de 1988
en cercanías del aeropuerto de Ocaña por varios agentes de la
policía que lo sindicaban de pertenecer a un grupo guerrillero;
su vehículo supuestamente había sido utilizado por la guerrilla
para hacer un atentado dinamitero contra una patrulla de la policía. Navarro fue asesinado; según los agentes, su muerte se
produjo cuando trató de escapar: al intentar arrebatarle el arma
a su captor, ésta se habría disparado accidentalmente. Sin embargo, su cadáver fue encontrado con visibles huellas de tortura: su
cabeza había sido fuertemente golpeada y en su piel había heridas
causadas con ácido que no guardaban ninguna relación con los
disparos. La Procuraduría Delegada para la Policía acusó al
agente Luis Aníbal Suaza de ser el responsable de tal violación,
y el proceso disciplinario concluyó solicitando la destitución del
agente Suaza, pero la Justicia Penal Militar lo absolvió de toda
responsabilidad penal 14 •
Características de impunidad más complejas rodean el asesinato de 17 campesinos ocurrido el 7 de abril de 1991 en el sitio
14. Los ya mencionados casos de Isidro Caballero, Luis Lizarazo y Orlando Díaz
adolecen de problemas semejantes.
160
Actores violentos
denominado Los Uvos, en el municipio de Bolívar (Cauca), en
relación con el cual fueron denunciados como responsables efectivos de la Base Militar de Piedra Sentada, del Batallón José
Hilario López. La denuncia señala que en los hechos fue asesinado
un hombre de apellido Prieto, a quien el ejército le había allanado
su casa dos años antes. El ejército patrulló la zona la víspera de
los hechos; la Base Militar de Piedra Sentada queda a cinco
minutos del sitio de la matanza. El comandante del Batallón José
Hilario López formuló inicialmente una denuncia acusando a la
Coordinadora Guerrillera de ser la responsable, pero luego la
retiró. La investigación penal corresponde a la Oficina Secciona!
de Orden Público. A finales de 1991 un soldado denunció a un
sargento y a otros tres soldados como comprometidos en el asesinato; la justicia penal militar le inició un proceso por deserción
y el denunciante se encuentra detenido en el Batallón José Hilario
López.
Peor puede ser el desafío a la justicia en el caso de las torturas
practicadas en el Batallón San Mateo en 1988, ya consignadas
atrás; la investigación disciplinaria adelantada por la Procuraduría
Delegada para las Fuerzas Militares concluyó con solicitud de
destitución del entonces capitán Marco Aurelio Quintero Trejos,
quien, sin embargo, ha sido ascendido a mayor, y la orden de
la Procuraduría no ·se ha hecho efectiva. Se ignora si se ha
iniciado investigación penal por estos mismos hechos.
PRACTICAS ILEGALES REALIZADAS EN ASOCIO
DE DETERMINADOS SECTORES SOCIALES (GRUPOS
PARAMILITARES Y OPERACIONES LIMPIEZA)
Con preocupante frecuencia, miembros de la fuerza pública
han sido señalados como colaboradores de acciones violentas
realizadas por grupos particulares; en tal sentido sobresalen las
vinculaciones con fuerzas paramilitares en Urabá, Putumayo y
Córdoba, o con organismos privados dedicadas a operaciones de
la mal llamada "limpieza social", como en Ocaña y Pereira.
En Urabá, además de las masacres ejecutadas por paramilitares
en Honduras, La Negra y Punta Coquitos, ocurrió también el
secuestro y desaparición de 43 personas en Pueblo Bello el 14
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
161
de enero de 1990, las cuales fueron transportadas en dos camiones
que pudieron atravesar sin problema un retén militar situado en
la única vía de acceso y regreso del lugar. Durante un tiempo
las autoridades militares sostuvieron que había otros caminos por
los cuales podrían haber transitado los vehículos; los familiares
de los campesinos solicitaron a la juez 4a. de orden público que
levantara un croquis en el que se señalaran los caminos que hay
en la zona, pero la juez se negó a hacerlo por temor. Más de un
año después, una investigación del DAS estableció que la única
carretera viable era la que pasaba por el retén instalado frente a
la base militar. En el mes de abril de 1990 fueron encontrados
en una de las fincas de Fidel Castaño varios cadáveres, seis de
los cuales fueron identificados como integrantes del grupo de
campesinos secuestrados y desaparecidos; además de la investigación penal, que aún se encuentra en la etapa de instrucción,
la Procuraduría delegada para los derechos humanos formuló
pliego de cargos contra el capitán Alvaro Gómez Luque y el
subteniente Néstor Enrique Barrera Vega; los dos oficiales fueron
absueltos en 1991.
En el Putumayo hay serias acusaciones contra la policía por
su complicidad con "Los Masetos", al menos desde que estos se
instalaron en 1990 en las cabeceras municipales. La población,
que los veía circular diariamente por las calles, y que era testigo
de sus continuos atropellos, nunca supo de una detención ni de
una interferencia en su contra por parte de los agentes del orden;
y más bien en ocasiones percibió signos evidentes de connivencia,
como en Puerto Asís, donde el numeroso grupo de una decena
de "Los Masetos" estaba alojado en una visible residencia contigua a la estación de policía. En tales circunstancias, no es extraño
que la Comisión hubiera recibido declaraciones de personas que
aseguran que "Los Masetos" intercambiaban armas con los agentes del F-2 y que se reunían con la policía dentro de la estación.
Por razones como estas, la credibilidad ciudadana en la policía,
y especialmente en la SIJIN ( el antiguo F-2), decayó considerablemente. El 22 de marzo de 1991 "Los Masetos" asesinaron a un
conocido vendedor de carne, Eustorgio Martínez Solarte. Como
reacción se realizó un cabildo abierto en el que se decidió su
expulsión de la región; enfrentados a esta manifestación popular,
162
Actores violentos
los paramilitares, encabezados por su jefe Pablo González Castro,
abordaron un avión luego de ser escoltados por miembros de la
policía en el aeropuerto local; este acompañamiento policivo
hasta el final reafirmó entre la sociedad la percepción de que el grupo
de delincuentes gozaba de la protección de agentes del Estado.
En el Cauca, recuérdese la ya citada en este libro matanza de
veinte indígenas en la hacienda El Nilo (17 de diciembre de
1991, Caloto), atribuida a un grupo paramilitar auspiciado por
narcotraficantes, sin que las autoridades hubieran intervenido
eficazmente para prevenir la tragedia' 5 •
En Pereira, miembros de la policía junto con particulares han
estado involucrado.sen asesinatos de mendigos. La Procuraduría
General y la Dirección General de la Policía confirmaron a finales
de noviembre de 1991 la participación de dos oficiales, seis
suboficiales y 52 agentes en estos delitos y su negligencia en el
control de comercio de basuco; el obispo de la ciudad había
denunciado públicamente que en sólo dos meses, entre mayo y
junio del mismo año, fueron acribillados 58 indigentes en la
calle; el Director de la Policía Nacional anunció que los procesos
penales que cursaban al respecto en la justicia penal militar pasarían a la justicia ordinaria porque los actos no tenían relación
con el servicio 16 •
15. En Córdoba actúan grupos paramilitares en diversos parajes del departamento.
Al parecer pasan de diez, el más temible de los cuales es el conocido con el nombre
de "Los Mochacabezas", por la fonna como ejecuta sus crímenes. Opera especialmente
en Planeta Rica, cubriendo el triángulo formado con Puerto Libertador y Caucasia.
Las gentes de Córdoba coinciden comúnmente en señalar el nombre de las personas
o familiares que dirigen cada uno de estos grupos y de las fincas donde tienen sus
"escuelas" o donde se alojan. Como las poblaciones más críticamente afectadas por
su actividad se señalan Tierra Alta, Montelíbano, Caucasia, Tarazá, Canalete, Pueblo
Buho, San Francisco del Rayo, Buenos Aires y la Manta. Existen dudas acerca de si
estos diferentes grupos obedecen a una estructura única, o a varias.
16. También han sido notorias estas matanzas de marginados sociales en la ciudad
de Ocaña. Entre los casos más recientes puede mencionarse la muerte de Jesús Armando
Verjel y de Jairo Feizola el 28 de agosto y el 2 de septiembre de 1991. La policía
los sindicaba de pertenecer a una banda de ladrones. Putumayo también ha padecido
esta perversión. En Mocoa, en una operación de limpieza contra expendedores de
basuco, y de la que se acusa a miembros del F-2, fueron asesinados dos indígenas
Ingas, Alfonso Jamioy y Jesús Antonio lmbachí, quienes además no eran indigentes,
a finales de junio de 1991 en el barrio San Agustín. También en Turbo, en Urabá,
el fenómeno ha asumido carácter crónico.
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
163
La deficiencia en la administración de justicia incide mucho
en este tipo de prácticas repudiables. El secuestro y la extorsión
han dado lugar a la formación de bandas dedicadas abusivamente
a eliminar sospechosos, y la inseguridad urbana ha estimulado
la operación de brigadas ciudadanas empeñadas criminalmente
en asesinar personas consideradas peligrosas, especialmente por
su aspecto o sus hábitos. Agentes del Estado sin suficiente control
han promovido en ocasiones esos grupos o han accedido a colaborar con ellos, algunas veces motivados por la liberación de
individuos capturados sin suficientes pruebas; otras, por la convición de preservar su vida mediante la liquidación anticipada
de su presunto adversario; y unas más por la obsesión de destruir
a un enemigo ideológico.
Ninguna de estas motivaciones puede tolerarse como justificación de las arbitrariedades y atrocidades que se cometen en su
nombre; pero es importante saber que ellas existen y que no
habrían prosperado si hubiera existido en la fuerza pública mayor
formación, control y sanción para prevenir y corregir este tipo
de graves y recurrentes desviaciones.
Desafortunadamente, durante algún tiempo la asociación entre
particulares y miembros de las Fuerzas Armadas para el ejercicio
de labores de seguridad tuvo soporte legal: el parágrado 3o. del
artículo 33 del "Estatuto orgánico de la defensa nacional" (decreto
legislativo 3398 de 1965, convertido en norma permanente por
la ley 48/68), autorizaba la entrega de armas de uso exclusivo
de la fuerza pública a grupos privados de autodefensa. Dicha
norma dejó de regir en 1988, primero por decisión del gobierno
(decreto legislativo 815, expedido en abril), y luego confirmada
por la Corte Suprema de Justicia, que declaró inconstitucional
el mencionado parágrafo (sentencia de 25 de mayo), dando un
paso importante para poner fin a una equivocada práctica institucional que durante su vigencia de más de 22 años pudo generar
costumbres, nexos y secuelas que aún se manifiesten hoy en día,
y cuya erradicación requiere esfuerzos complementarios.
164
Actores violentos
LA AUSENCIA DE UNA REACCION ADECUADA DEL EJECUTIVO
En 1990, el Relator de Naciones Unidas sobre Ejecuciones
Sumarias y Arbitrarias consignó la siguiente recomendación dirigida a las autoridades colombianas en el informe sobre su visita
realizada al país en octubre de 1989:
"En relación con la desarticulación de los grupos paramilitares,
debe separarse del servicio a todos los miembros de las Fuerzas
Armadas y de la Policía que hayan conformado a esos grupos,
a los asesinos a sueldo o a los traficantes de estupefacientes.(. .. ).
Se ha sugerido que mediante la aplicación de medidas administrativas y el ejercicio de las facultades constitucionales conferidas
al Presidente para nombrar y remover libremente a sus agentes,
el poder ejecutivo podrí_a y debería separar dél servicio a los
integrantes de las Fuerzas Armadas implicados en esos grupos.
( ... ). El gobierno ya ha comenzado a hacerlo. ( ... ). Este es el
caso del coronel Luis Bohórquez Montoya, Comandante de Puerto
Boyacá, destituido por sus relaciones evidentes con los grupos
paramilitares de la región. (... ). Sin embargo, debe haber un
empeño más enérgico en destituir a esos oficiales de las Fuerzas
Armadas y de la Policía" (parágrafo 67, documento E/CN .4/1990/
22/Add. l de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones
Unidas) 11 •
Si el Gobierno hubiera aplicado esa recomendación habría
disminuido el número de víctimas imputables a agentes del Estado, por tres razones: habrían quedado sin poder los funcionarios
más caracterizados por su inclinación a violar la legalidad; habrían
perdido libertad de acción los grupos irregulares de tipo privado
amparados por aquellos; y se habría desestimulado la comisión
de ilícitos por parte de otros agentes estatales. Desafortunadamente, no se ha puesto en práctica esa importante y razonable recomendación; o si acaso ha sido aplicada alguna vez, no se tiene
conocimiento público de ello, con lo cual pierde eficacia el poder
intimidatorio de saber que el gobierno mantiene una actitud firme
y vigilante al respecto.
17. Hay edición disponible en Colombia, publicada por ILSA y la Comisión Andina
de Juristas Secciona! Colombian~, en Bogotá, 1990.
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
165
Se ha recurrido más bien a robustecer el discurso gubernamental en materia de derechos humanos, a crear nuevas instituciones
estatales para la protección de los mismos (como la Defensoría
del Pueblo y la acción de tutela adoptadas en la nueva Constitución), y a estimular la configuración de una conciencia más
profunda de respeto a los derechos humanos entre los miembros
de los organismos de seguridad, de tal forma que ellos mismos
prevengan y sancionen los eventuales abusos a través de medidas
disciplinarias internas y de la actividad de la justicia penal militar.Todo eso es importante y necesario, pero quizá no suficiente;
la voluntad del gobierno de respetar los derechos humanos habría
sido más evidente si se reflejara en la desautorización de la
actividad de funcionarios estatales que en concreto estuvieran
implicados notoriamente en graves violaciones a ellos, o que
fuesen políticamente responsables de que ellas no se produjeran.
No se trata de que el gobierno hubiera castigado a determinadas
personas desconociendo su derecho de ser oídas y vencidas en
juicio, sino de que, sin detrimento del ejercicio de las acciones
judiciales correspondientes, el ejecutivo hubiera retirado del servicio a quienes de manera ostensible contrariaran la política oficial en perjuicio de la vida de otros colombianos. Así como el
comandante del ejército en Medellín solicitó su propio retiro al
ser sancionado disciplinariamente con cinco días de arresto por
haber permitido la visita del arquero de la Selección Colombia
a la cárcel donde se encontraba el narcotraficante Pablo Escobar,
hecho que evidentemente contrarió la política del gobierno en
materia de sometimiento de los narcotraficantes a la justicia, con
mayor razón se habría debido producir la desvinculación administrativa de funcionarios que tuvieron a su cargo la responsabilidad
de que no se produjeran las matanzas ocurridas durante este
período.
Las masacres de Honduras y La Negra, Punta Coquitos, Mejor
Esquina, El Tomate, Pueblo Bello, Los Uvos y El Nilo han
constituido hechos de conmoción nacional; no es fácil de entender
que nadie dentro del Estado haya sido removido como consecuencia de las 166 muertes que en ellas se produjeron.
Un caso entre varios, menos conocido por el público, pero del
cual pudo enterarse la Comisión, es el de un capitán de la policía,
166
Actores violentos
quien fue comandante de Puerto Asís en 1989 y 1990. Ha sido
acusado en varias oportunidades de graves violaciones a los derechos humanos y de tener alianzas con el grupo paramilitar "Los
Masetos", y se le acusó el 9 de septiembre de 1990 de dirigir
acciones contra campesinos acusándolos de ser miembros de la
guerrilla; de realizar sobornos, y de ser el autor intelectual de la
muerte de la juez Carmen Elisa Rosas. También apareció vinculado en el proceso iniciado por el asesinato de Abdul Mustafá
Burbano y Pablo Hidalgo Chicunque; pero fue absuelto de toda
responsabilidad disciplinaria por la Dirección General de la Policía el 31 de octubre de 1990.
A este mismo capitán se le acusó de haber intervenido en el
asesinato de cinco jóvenes (Edwin Albán, Adelmo Cerón, Ricardo Romero, Marcos Sánchez y N.N.) el 18 de noviembre de
1990 en Puerto Asís, los cuales fueron bajados de un bus durante
el desarrollo de una requisa rutinaria, a cuyo término dos hombres
en motos que dialogaban con el cabo Bedoya, señalaron a los
cinco jóvenes; posteriormente, a cinco kilómetros del lugar de
la requisa, los hombres en moto les dieron muerte. Uno de ellos
(Marcos Sánchez) sobrevivió y pidió auxilio en las instalaciones
de la empresa Western, hasta donde llegó el capitán acompañado
de un miembro de "Los Masetos" de nombre Everth, ordenándole
ejecutar a Marcos. Este fue detenido por varios trabajadores, y
en ese momento el capitán intervino, llevándose a Everth con
él. Marcos fue trasladado a Bogotá donde murió. El capitán
también aparece vinculado como responsable del asesinato del
mayor (r) de la policía Mesulán Martínez, realizado el 26 de
diciembre de 1990 en Puerto Asís. Este era propietario del hotel
Clímaco, de esa localidad. El asesinato fue motivado porque
días antes Martínez había denunciado al capitán por exigirle el
pago de una "vacuna". Todos estos casos aparecen denunciados
ante la Consejería para los Derechos Humanos, pero no se ha
iniciado ningún tipo de acción penal o disciplinaria al respecto.
Es probable que alguna de las imputaciones hechas al capitán
sea infundada o inexacta; pero el cúmulo de las mismas, unido
a la libertad con que actuaba el grupo de "Los Masetos" en Puerto
Asís y a la grave situación de derechos humanos vivida en ese
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
167
municipio durante 1990, ameritarían un decidido acto de gobierno
para no cohonestar ese tipo de proceder.
Más de uno de los restantes casos reseñados en este informe
podría ser tratado en la forma sugerida por el Relator de Naciones
Unidas sobre ejecuciones sumarias o arbitrarias.
RECOMENDACIONES
1. Recomendaciones en relación con violaciones pasadas
El tratamiento de las violaciones a los derechos humanos atribuibles a agentes estatales no debería ofrecer dudas desde el
punto de vista normativo: se trata de delitos graves y sus autores
deben ser juzgados y sancionados conforme a las disposiciones
penales vigentes. Más aún, en algunos casos no sólo se han
infringido reglas del orden jurídico interno sino prescripciones
universales cuya observancia no podría el Estado colombiano
ignorar, so pena de incumplir compromisos internacionales solemnemente adquiridos en función de la preservación de la paz
mundial y de la convivencia nacional 18 • Además de un imperativo
18. Tal vinculación entre la paz mundial, la convivencia nacional y el respeto de
los derechos humanos está señalada en todos los instrumentos internacionales básicos
sobre la materia (entre ellos la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana de Derechos
Humanos) y ha sido recordada por la Proclamación de Teherán (expedida por la
Conferencia Internacional de Derechos Humanos el 13 de mayo de 1968) en su artículo
11: "La denegación general de los derechos humanos que acarrean los actos de agresión
produce indecibles sufrimientos humanos y provoca reacciones que podrían sumir al
mundo en conflictos cada vez mayores. Es obligación de la Comunidad Internacional
cooperar para erradicar tales azotes". Concordante con esa motivación, el Estado
colombiano ha contraído internacionalmente el deber de proteger y garantizar los
derechos humanos, en la forma señalada por el Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos en su artículo 2.1.: "Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto
se comprometen a respetar y a garantizar a todos los individuos que se encuentren en
su territorio y estén sujetos a su jurisdicción los derechos reconocidos en el presente
Pacto, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o
de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social". Y se ha comprometido a sancionar los delitos tenidos como
tales por la comunidad internacional, tal como se expresa en el artículo 15 .2 del
mismo Pacto: "Nada de lo dispuesto en este artículo se opondrá al juicio ni a la
168
Actores violentos
jurídico, la sanción de estas violaciones es una condición de la
legitimidad del orden político. Sin el respeto a los derechos
humanos, que son un presupuesto ético y político de la democracia, ésta no podría ser lo que es; a un Estado no le basta detentar
el monopolio del uso de la coerción para mantener el orden: si
ello no se apoya en pretensiones normativas de respeto, susceptibles de verificación, el pueblo quedaría autorizado a recurrir a
la fuerza para garantizar sus derechos, "tomando así insegura
toda constitución legal. Si nada hay que infunda racionalmente
un respeto inmediato (como es el caso de los derechos humanos),
todo influjo sobre el arbitrio de los hombres será incapaz de
refrenar su libertad" 19 •
Sin embargo, la realización de esta exigencia jurídica y política
tropieza, en las actuales circunstancias del país, con dificultades
técnicas y políticas para llevarse a cabo, que es necesario considerar para definir la forma de superarlas.
Las dificultades técnicas se derivan de la precariedad de medios
de investigación para esclarecer los numerosos casos de real o
presunta violación de derechos humanos registrados en el pasado.
Un alto porcentaje, cercano al 90% de los homicidios causados
por razones ideológicas entre 1988 y 1991, entre los cuales puede
haber algunos imputables a agentes estatales, han sido reportados
condena de una persona por actos u omisiones que, en el momento de cometerse,
fueran delictivos según los principios generales del derecho reconocidos por la comunidad internacional". Entre tales delitos además de los que afecten genéricamente el
derecho a la vida, se encuentran el genocidio y la tortura. Sobre el primero, la
Convención para la Prevención y la Sanción del delito de Genocidio señaló en su
artículo lo.: "Las partes contratantes confirman que el genocidio, ya sea cometido en
tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un delito de derecho internacional que ellas
se comprometen a prevenir y a sancionar". Y la Convención sobre la imprescriptibilidad
de los crímenes de guerra y de los crímenes de Lesa Humanidad atribuyó el carácter
de tales a los señalados en su artículo lo. Sobre la tortura, la Convención contra la
tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, estableció: "En ningún
caso podrán invocarse circunstancias excepcionales tales como estado de guerra o
amenaza de guerra, inestabilidad política interna o cualquier otra emergencia pública
como justificación de la totura. No podrá invocarse una orden de un funcionario
superior como justificación de la tortura. Todo Estado parte castigará esos delitos con ·
penas adecuadas en las que se tenga en cuenta su gravedad". (artículos 2.2, 2.3 y 4.2).
19. EMMANUEL KANT, Teoría y práctica, Tecnos, Madrid, 1986, pág. 50. (El
paréntesis de la cita es del original).
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
169
como cometidos por autor desconocido. La labor de exploración
que habría que realizar en relación con tales casos tendría que
ser particularmente esforzada. Además, en relación con tales
homicidios no son muchos los procesos judiciales realmente en
curso, ni las investigaciones de Procuraduría exitosamente adelantadas; y de los expedientes abiertos, varios enfrentan obstáculos serios, atribuibles a alguna de las siguientes causas: escaséz
o falta de idoneidad del personal investigativo; entorpecimiento
de la investigación por los funcionarios implicados y en ocasiones
por sus superiores o colegas; y temor de ciertos testigos a declarar.
Es claro entonces que los actuales procedimientos de verificación
de estos hechos de violencia no permitirían conocer siquiera
medianamente la verdad de lo sucedido en concreto con la mayoría de los casos.
Se requiere un mecanismo especial que permita minimizar
estos inconvenientes de tipo técnico, tal como la conformación
de un grupo de trabajo encargado de identificar los casos, verificar
su estado procesal, ubicar las· dificultades para el progreso de
cada uno de ellos, contribuir a allegar las pruebas necesarias para
el perfeccionamiento de las investigaciones, y supervisar el desarrollo de los procesos con miras a su adecuada culminación.
Este grupo de trabajo no tendría el carácter de tribunal especial,
no detentaría función judicial alguna, ni implicaría modificación
de los procedimientos ordinarios establecidos para el juzgamiento
de cada conducta. La alteración de los procedimientos judiciales,
práctica a la que se ha recurrido frecuentemente en el país para
otros efectos, no ha producido necesariamente resultados positivos y sí ha causado un debilitamiento preocupante de la justicia
ordinaria. El grupo propuesto tendría simplemente el carácter de
un refuerzo investigativo para que alimente la información judicial y vele por la adecuada resolución de los litigios en esta
materia, a través de los dispositivos procesales establecidos.
Para que dicho grupo realice su tarea eficazmente debería estar
conformado tanto por representantes del Estado como de la sociedad. Los primeros serían necesarios para, en ejercicio de su
autoridad y de sus atribuciones, contribuir a remover los obstáculos judiciales y administrativos que puedan existir; aportar
ágilmente los datos que estén a su alcance, y servir de correa de
170
Actores violentos
transmisión para la eficaz intervención del ministerio público en
cada proceso.
A su tumo, los representantes de la sociedad serían indispensables para facilitar el adecuado contacto del grupo de trabajo
con las víctimas de violaciones, dinamizar su actividad, y percatarse directamente de las posibilidades y limitaciones de esclarecimiento de cada caso, así como de la justeza o precariedad de
las imputaciones que existan.
Los funcionarios estatales más indicados para hacer parte de
ese grupo serían el Defensor del Pueblo, el Procurador General
de la Nación, el Procurador Delegado para la Defensa de los
Derechos Humanos, el Fiscal General de la Nación (o el Director
Nacional de Instrucción Criminal), el Consejero Presidencial para
la Seguridad, y el Consejero Presidencial para los Derechos Humanos.
El grupo se completaría con seis representantes de organizaciones sociales, entre las cuales parecería ser lo mas indicado incluir
en primer lugar a las asociaciones de víctimas, a las agremiaciones
de tres de los sectores sociales más afectados (campesinos, indígenas y trabajadores), a los organismos de derechos humanos y
a la iglesia católica, las congregaciones religiosas u otras iglesias
que a través de sus múltiples parroquias y comunidades han dado
apoyo con frecuencia a víctimas y recibido información de violaciones cometidas contra ellas.
El grupo de trabajo sería una instancia de intercambio de
información y de coordinación de actividades. Para el adecuado
desempeño de su labor requeriría del apoyo de un importante
equipo especial de funcionarios investigadores, de reconocida
idoneidad y honorabilidad, con posibilidad de desplazamiento
territorial y capacidad para recibir formalmente testimonios que
puedan ser allegados a los procesos. Teniendo en cuenta el fundado temor de muchos testigos a rendir declaraciones, podría
solicitarse al Congreso de la República autorización para aplicar,
en las diligencias que promueva el grupo de trabajo, la institución
de la reserva de la identidad del testigo, establecida en el artículo
293 del nuevo Código de Procedimiento Penal, extremando al
máximo las previsiones para garantizar que no vaya a haber
ningún testimonio fraudulento en este procedimiento. Dicha ins-
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
171
titución sólo rige actualmente para los procesos de conocimiento
de los futuros jueces regionales, hoy jueces de orden público.
De igual forma, los doce miembros del grupo de trabajo y sus
asistentes tendrían acceso al conocimiento de los procesos por
intermedio del agente del Ministerio Público sin que se les pueda
oponer ninguna reserva, pero quedando obligados a mantener el
sigilo durante la etapa de instrucción, sometidos, en caso de
incumplimiento, a las sanciones previstas en el artículo 332 del
nuevo Código de Procedimiento Penal. Es importante señalar
que la existencia de reserva especial sobre los procesos de conocimiento de la jurisdicción de orden público limitó considerable
e innecesariamente la labor de la presente Comisión para la Superación de la Violencia. El grupo de trabajo propuesto no debería
estar sometido a este tipo de restricciones, si se quiere que su
labor sea eficaz; la reserva sumarial está establecida para evitar
que se entorpezcan las investigaciones y no para impedir que se
contribuya a su desarrollo, que sería el propósito del mencionado
grupo.
Por último, además del equipo especial de funcionarios investigadores, el grupo de trabajo debería contar con el apoyo de un
equipo especial de investigadores no funcionarios, también con
facilidades de desplazamiento territorial, que puedan recaudar
informalmente las versiones y demás elementos de información
sobre los hechos y transmitirlos al equipo de funcionarios para
su recepción formal.
Si se lo dota de grupos adecuados, este grupo de trabajo para
el esclarecimiento de hechos de violencia podría cumplir su labor
en dos etapas: una inicial, de seis meses, para las tareas de
identificación de casos, verificación de su estado procesal, ubicación de las dificultades para su progreso y acopio de pruebas;
al cabo de ese lapso se podría reducir sustancialmente el equipo
de apoyo, pero el grupo de trabajo continuaría actuando en su
función de supervisar el desarrollo de los procesos con miras a
su adecuada culminación. Como puede verse, el grupo de trabajo
no necesitaría más que la coordinación de esfuerzos institucionales y sociales ya existentes, reforzada por un equipo técnico cuyo
costo no tendría por qué ser considerado excesivamente alto,
además de necesario, para superar la grave situación de impunidad
172
Actores violentos
en este campo, que afecta las posibilidades de consolidación de
la paz en cuanto a las responsabilidades del Estado se refiere.
Su creación se haría por la ley de la República, con solicitud de
trámite de urgencia por parte del Presidente, para conferir a esta
actividad la alta importancia que en sí reviste.
De otra parte, además de las dificultades de tipo técnico para
el esclarecimiento de las violaciones de derechos humanos imputables a agentes estatales en el pasado, pueden existir dificultades
políticas para el juzgamiento y sanción de quienes resulten responsables. Este segundo tipo de dificultades puede provenir tanto
de los organismos estatales de seguridad como de los grupos
guerrilleros desmovilizados y hoy reinsertados. Los miembros
de las Fuerzas Armadas y de los organismos de seguridad, así
como algunos sectores sociales, podrían considerar injusto que
se juzguen sus actuaciones mientras que los delitos de los guerrilleros han sido amnistiados o indultados. Esta objeción, sin embargo, no es válida si se tiene en cuenta que los crímenes atroces
imputables a los insurgentes no han sido objeto de perdón y
olvido; ellos deben ser sancionados y su investigación tendría
que hacer parte de las labores asignadas al propuesto grupo de
trabajo para el esclarecimiento de hechos de violencia. Además,
la reacción de los agentes estatales implicados sería admisible si
se promovieran en su contra sanciones sin fundamento; pero
tratándose de graves violaciones y de actuaciones realizadas por
fuera o en contra del marco de atribuciones del respectivo funcionario, no tendría por qué omitirse la deducción de responsabilidades. Tal omisión no la aceptarían las Fuerzas Armadas que,
por boca de autorizados voceros, han manifestado en repetidas
ocasiones que ellas considerarían ofensiva una amnistía en su
favor, pues eso implicaría asumir que la Fuerza Pública, como
institución, ha delinquido.
Se trata entonces de proseguir o iniciar, en su caso, el enjuiciamiento de quienes se hayan apartado de los cánones inherentes
a la prestancia de su cargo, lo cual se haría en beneficio de las
propias Fuerzas Armadas, preservando y robusteciendo su dignidad, y de la sociedad, libérandola de quienes hayan demostrado
no merecer la confianza de portar las armas en su nombre. Proceder en forma contraria sería, además de incomprensible desde
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
173
el punto de vista ético y jurídico, políticamente peligroso en un
doble sentido: generaría desconfianza social en las instituciones
estatales, justo en el momento en que éstas han tratado de recuperar dicha confianza a través de procesos como la Constituyente;
y toleraría la permanencia en el Estado de funcionarios que pueden seguir cometiendo graves abusos.
Los grupos guerrilleros desmovilizados y hoy reinsertados también pueden ser reacios al esclarecimiento de hechos de violencia
imputables a agentes estatales en el pasado. El debate que generaría cada caso podría hacer revivir resquemores debidos a acciones del respectivo grupo guerrillero, poniendo en peligro la vida
de sus miembros reincorporados a la vida legal y su existencia
como fuerza política.
Lo ya dicho es válido también frente a esta objeción: no es
admisible condonar graves violaciones cometidas por funcionarios oficiales en desviación de su deber, como tampoco crímenes
atroces imputables a la guerrilla. El tratamiento simultáneo de
unos y otros permite un manejo adecuado de las eventuales reacciones que se susciten; pero a ello debe agregarse que los grupos
guerrilleros desmovilizados no son depositarios ni titulares de la
necesidad que las víctimas y sus familiares tienen de que se haga
justicia en relación con violaciones estatales. A estos les asiste
el derecho de saber por lo menos la verdad de lo que pasó y de
obtener una adecuada reparación; ningún proceso de reconciliación social puede construirse pasando por alto esta elemental
aspiración. Obviar la clarificación de lo sucedido so pretexto de
no afectar el buen desarrollo de la reinsercción de las fuerzas
desmovilizadas en el presente, es incubar graves motivos de
disgregación social y desestabilización política para el futuro.
El llevar adelante las acciones judiciales tendientes a esclarecer
y sancionar las violaciones ocurridas en el pasado, no inhibe al
gobierno de su capacidad para desvincular del servicio a los
agentes estatales notoriamente comprometidos en las mismas.
Ya se ha señalado que la aplicación de esta recomendación,
sugerida por ~l Relator de Naciones Unidas sobre Ejecuciones
Sumarias o Arbitrarias luego de su visita a Colombia en 1989,
habría contribuido a evitar algunas de las muertes violentas ocurridas en los años anteriores. Todavía es tiempo de poner en
174
Actores violentos
práctica esa importante sugerencia para prevenir la repetición de
esos hechos actualmente y en los años venideros.
Las víctimas de graves acciones de violencia y sus familiares
no requieren solamente del esclarecimiento de la verdad y la
sanción de los responsables; muchas de ellas han sido gravemente
afectadas económicamente, y algunas requieren especial atención
psicosocial, como es evidente en el caso de los allegados a los
43 hombres desaparecidos en Pueblo Bello, Urabá, en enero de
1990.
En parte, la reparación económica podría obtenerse a través
de los procesos penales que se impulsen mediante los mecanismos
aquí recomendados; pero el Estado debería emprender una acción
más directa para hacer frente a un fenómeno que asume las
características de calamidad colectiva. Para ello se precisaría
identificar las necesidades, determinar fórmulas de solución, y
en tercer lugar, ejecutarlas. Un organismo como la recientemente
creada Consejería de Política Social, de la cual dependen el Plan
Nacional de Rehabilitación (PNR) y el Programa Presidencial
para la Reinserción (PPR), podría ser encargado de llevar a cabo
esas tres tareas. El levantamiento de un censo de damnificados,
que sería el primer paso para avanzar en esa dirección, podría
ser realizado fácilmente por el propuesto grupo de trabajo para
el esclarecimiento de hechos de violencia. Con tal fin, sería
recomendable que el Consejero de Política Social haga parte del
mencionado grupo de trabajo, con lo cual el número de sus
integrantes sería de trece.
2. Recomendaciones para evitar violaciones futuras
Investigación y sanción
El grupo de trabajo propuesto antes podría cumplir un importante papel para la superación significativa de la impunidad, no
solamente en relación con ilícitos ya cometidos, sino con los que
se puedan cometer en lo sucesivo. Entendido como una instancia
de coordinación entre altos funcionarios estatales y organizado-
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
175
nes civiles, su funcionamiento no resultaría dispendioso ni tiene
por qué generar mayores costos que dificulten su labor; antes
bien, mediante su función de alimentación y supervisión de los
procesos, en conexión estrecha con el Ministerio Público, estaría
llamado a convertirse en una sencilla y eficaz herramienta para
acercar a la sociedad colombiana al ideal de obtener una pronta
y cumplida justicia.
De manera más genérica, ese ideal requiere un decidido fortalecimiento democrático de la función judicial concebida como
un todo; lo cual implica, en primer lugar, un sustancial incremento
de los recursos económicos, humanos y técnicos destinados a los
jueces y a sus auxiliares, no sólo en la rama penal sino también
en las restantes, y especialmente en la atención de los pequeños
conflictos que afectan la convivencia cotidiana.
Muchos de ellos, causados por problemas de vecindad, incumplimientos contractuales y lesiones personales, han tendido tradicionalmente a ser vistos como asuntos de menor importancia, en
cuanto considerados aisladamente no representan un interés patrimonial alto, y susceptibles en consecuencia de ser tratados por
funcionarios de segundo orden. Se trata, sin embargo, de disputas
de frecuente ocurrencia cuya inadecuada atención ha venido generando una preocupante pérdida de credibilidad en la capacidad
de la justicia para resolver las necesidades del ciudadano corriente. Lejos de ser confiados a autoridades de policía, a estudiantes
de derecho o a personas sin formación jurídica, su conocimiento
debería estar atribuido a verdaderos jueces altamente calificados
que, en virtud de su conocimiento, rectitud y rapidez para decidir,
gozaran del respeto y acatamiento de la población. Con estos
criterios, más que con los prevalecientes hasta el momento, sería
conveniente desarrollar el artículo 247 de la nueva Constitución,
que autoriza la creación legal de juzgados de paz.
En el plano propiamente penal sería indispensable también
elevar al máximo el nivel de los investigadores auxiliares, tanto
en el aspecto de su profesión específica como en el respeto
riguroso a las garantías procesales. La consolidación de un cuerpo
técnico de policía judicial supondría desechar prácticas de inteligencia más propias del combate bélico que de la coexistencia
social. A pesar de que la nueva Constitución prohibe claramente
176
Actores violentos
en sus artículos 116 y 213 que los civiles sean investigados por
la justicia penal militar, en varias de las regiones estudiadas por
la Comisión continúan los detectives militares teniendo injerencia
en procesos ordinarios;. y es frecuente encontrar agentes de la
SUIN de la policía que se comportan también como investigadores
militares en los procesos judiciales. Tal injerencia da a veces
lugar a violaciones y, en otras, al ocultamiento de las mismas.
Preocupa por ello el énfasis que el gobierno ha venido dando
al fortalecimiento y coordinación de las actividades de inteligencia militar y policial como auxiliares de la justicia. Este énfasis,
expresado en la "Estrategia Nacional contra la Violencia" y reiterado en la Directiva Presidencial No. 5 del 28 de diciembre de
1991, pasa por alto los criterios no siempre civilizados con que
en la práctica se suelen desempeñar tales agentes de inteligencia,
en ocasiones más preocupados por ganar una guerra que por
esclarecer la verdad. Son inmensos el poder y la autonomía que
pueden llegar a detentar esos cuerpos de policía secreta: tendencialmente son ellos los agentes del Estado que más repetidamente
aparecen comprometidos en violaciones de derechos humanos.
Resulta encomiable que, para reducir esa tendencia, la Directiva
Presidencial No. 5 haya insistido en la formación educativa en
derechos humanos y derecho humanitario para los miembros de
la Fuerza Pública y de la policía judicial; pero es en todo caso
aconsejable una radical separación entre las funciones de control
armado sobre la población y las actividades de investigación
judicial, que son de· tipo eminentemente civil y técnico.
De igual forma, sería sano revisar la discrecionalidad que el
nuevo Código de Procedimiento Penal y el Estatuto para la Defensa de la Justicia otorgaron a los funcionarios de policía judicial
para realizar actuaciones por su cuenta durante la noche y festivos
sin autorización previa del Fiscal (artículo 315 del código), practicar allanamientos sin orden judicial en casos de flagrancia (artículo 344), y ejercer facultades de oficio durante la indagación
preliminar y aún durante la investigación (artículos 20, 23, 24,
33 y 39 del Estatuto, convertidos en norma permanente por el
decreto 2271 de 1991). Las actuaciones que impliquen riesgo
para la libertad de las personas deben estar rigurosamente controladas por una autoridad judicial, estableciendo tumos en horas
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
177
de la noche y días feriados para jueces y fiscales si es preciso;
tal es el sentido de las recomendaciones del Grupo de Trabajo
de Naciones Unidas sobre desapariciones forzadas, en su ya
citado informe de 1. 989 sobre Colombia.
Tanto la tecnificación civilista de la policía judicial, como el
fortalecimiento democrático de la administración de justicia en
un conjunto, no pueden llevarse a cabo sin un protuberante aumento del rubro destinado a la justicia. En un país con ingresos
limitados como el colombiano, ello es tarea difícil; pero los
costos sociales de prolongar una situación como la actual pueden
resultar mayores. El presupuesto nacional destina tan sólo un 3%
a la administración de justicia, mientras que asigna un 20% a
las Fuerzas Armadas.
Además del incremento y cambio de orientación de los recursos
empleados en la justicia, la situación de impunidad no mejorará
significativamente si no existe una atención adecuada a la aplicación del fuero militar. Consagrado para policías y militares por
los ártículos 221 y 250 de la nueva Constitución, tal fuero sólo
debe regir para "delitos cometidos por miembros de la fuerza
pública en servicio activo y en relación con el mismo servicio".
Una interpretación ortodoxa de esas normas implicaría que los
actos de homicidio premeditado, detención arbitraria, desaparición forzada, tortura y otras violaciones graves en que eventualmente incurran miembros de las Fuerzas Armadas, no serían
materia del fuero especial, pues por definición se trata de actos
extraños al servicio. Mientras una ley regula adecuadamente esa
interpretación, correspondería al gobierno desplegar el mayor
celo para lograr que predomine ese criterio; y de todas maneras,
no existe razón válida para que permanezca la prohibición de
constituir parte civil en los procesos penales militares cuando la
víctima sea un particular.
Responsabilidad política
Sigue teniendo vigencia para el futuro la recomendación formulada por el Relator de Naciones Unidas sobre ejecuciones sumarias o arbitrarias en el sentido de que el gobierno colombiano
178
Actores violentos
debería separar del servicio a miembros de las Fuerzas Armadas
notoriamente responsables de graves violaciones. Para el efecto
dispone de facultades de libre nombramiento y remoción, de las
derivadas de la autoridad disciplinaria interna en las instituciones
armadas, y de los mecanismos de selección para ascensos y calificación de servicios. Una actividad cuidadosa pero ejemplarizante en
este sentido sería lo natural en una administración seriamente preocupada por el respeto de los agentes estatales a la población civil.
Prevención
Los principios de pluralismo y tolerancia consagrados en la
nueva Constitución Nacional proporcionan una buena base para
contrarrestar los sentimientos de discriminación que lamentablemente subsisten en muchos sectores de la sociedad colombiana.
En la medida en que dichos principios se desarrollen efectivamente, a través de instituciones y prácticas que garanticen un mínimo
de goce de derechos para todos~ dejarán de ser considerados
como enemigos internos las personas y grupos sociales que reclamen la satisfacción de determinadas necesidades.
Entre dichas instituciones y prácticas cabe mencionar en primer
lugar las relativas a derechos sociales y económicos, especialmente los que tienen que ver con acceso a tierra, trabajo y servicios públicos. Los esfuerzos que se hagan por garantizar una
amplia y diáfana participación política, preservar la acción de
tutela y desarrollar la Defensoría del Pueblo, pueden contribuir a hacer realidad aquellos derechos para sectores que hoy carecen de ellos
y afianzar una actitud de mayor respeto en las relaciones sociales.
Las Fuerzas Armadas y los organismos de seguridad, como
parte de la sociedad, deben ser también acercados cada vez más
a esa nueva actitud de tolerancia y pluralismo. Para ello resulta
indispensable desarrollar en forma integral lo dispuesto por el
artículo 222 de la nueva Constitución , según el cual "en las
etapas de su formación, se les impartirá la enseñanza de los
fundamentos de la democracia y de los derechos humanos". Los
programas que en ese sentido se hayan diseñado y los que se
ejecuten deben ser tal naturaleza que la democracia y los derechos
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
179
humanos se constituyan en el eje de la acción de la fuerza pública,
y no en un agregado que se sabe que existe teóricamente pero
que no se aplica.
Un medio, entre otros, para lograr esa vivencia práctica es el
fomento de encuentros de diálogo e intercambio de preocupaciones, con plenas garantías de respeto, entre mandos locales, regionales y nacionales de las Fuerzas Armadas, con organizaciones
de sectores populares, especialmente trabajadores, campesinos,
indígenas y grupos comunitarios. La experiencia vivida al respecto por esta Comisión con motivo de los Talleres Regionales
por la Superación de la Violencia enseñó que tales encuentros
son útiles para generar climas de distensión, en cuanto constituyen
escenarios para confrontar visiones parciales, formular quejas y
explorar o acordar mecanismos de solución práctica a problemas
diversos. Una posibilidad para propiciar esos encuentros está
dada por el reciente decreto 2615 de 1991 que, al reorganizar
los Consejos de Seguridad, dispuso que estos podrían realizar
"audiencias con participación de dirigentes cívicos, gremiales y
representantes de organismos comunitarios con el fin de discutir
propuestas, canalizar inquietudes y escuchar iniciativas sobre
situaciones que afectan la convivencia regional y local, con el
objeto de buscar soluciones integradas entre el Estado y la comunidad, atir....-:ntes al orden público".
La mencionada Directiva Presidencial No. 5 invita a los mandatarios seccionales a hacer uso de esa atribución y autoriza
además la realización de sesiones especiales de los Consejos de
Rehabilitación con el objeto de analizar situaciones regionales
de violencia. Esta interesante innovación podría hacerse más
imperativa y operativa, señalando una periodicidad obligatoria
mínima para esas reuniones con dirigentes cívicos, gremiales y
comunitarios, definiendo quiénes deben entenderse por tales y
clarificando cuáles son sus derechos y garantías en el Consejo
de Seguridad. De esa forma se podría prevenir el riesgo de que
estos valiosos mecanismos puedan convertirse en letra muerta.
En la misma dirección sería sano orientar una decidida y consistente política de impulso, apoyo y proteción al funcionamiento
de comités locales de derechos humanos. En la actualidad, los
personeros municipales tienen la posibilidad legal de cumplir una
180
Actores violentos
función semejante, pero su poder real para llevarla a cabo es
débil. Dependiendo de las redes políticas locales y sin un respaldo
orgánico más allá del ámbito municipal, la labor que los personeros puedan realizar en defensa y promoción de derechos humanos descansa mucho más en su compromiso personal, a veces a
riesgo de su propia vida, que en las atribuciones estatales de las
que teóricamente están investidos. Las procuradurías provinciales
y regionales, por su parte, que no adolecen de las carencias
señaladas para los personeros, han recibido de la Procuraduría
General el encargo de realizar reuniones con grupos de derechos
humanos para facilitar la formulación de denuncias, y de crear
para el efecto en cada sede principal un organismo permanente
llamado Comisión de Derechos Humanos. Sin embargo, no en
todos los sitios se han conformado tales comisiones, y los grupos
locales de derechos humanos, cuando existen, suelen tener recelo
todavía a integrar ese tipo de organismos en zonas de violencia
extrema donde no son claras las garantías para su vida. Se requiere
un empeño más dinámico, que cree y garantice esas condiciones
de seguridad. Si la Defensoría·del Pueblo, al reglamentarse legalmente, se dotara de esas funciones para promoverlas en cada
municipio, se daría un paso adelante en el camino de estimular
y proteger los comités municipales de derechos humanos.
Ello redundaría a su vez en beneficio de las actividades de
control que la Defensoría del Pueblo y la Procuraduría General
de la Nación deben realizar sobre los actos de los funcionarios
públicos, control que en todo caso es preciso fortalecer. Conviene
proseguir la elaboración y divulgación de informes de derechos
humanos como el publicado en septiembre de 1991 por la Procuraduría, pues mantiene viva una conciencia de vigilancia y permite revisar el desempeño de esta entidad; pero es necesario
acompañarlas de resultados más dicientes, pues apenas un 10%
de los 3 .161 expedientes adelantados por esa dependencia entre
enero de 1990 y abril de 1991 habían concluido con un fallo, y
más de la mitad (56.7%) se encontraba apenas en etapa de indagación preliminar2º. Al igual que la rama judicial, el Ministerio
20. Procuraduría General de la Nación, Informe sobre deréchos humanos, Bogotá,
septiembre de 1991, pág. 16.
Causas y manifestaciones de la violencia ejercida por funcionarios oficiales
181
Público requiere un mejoramiento importante de sus recursos
humanos y ecónomicos.
Para reforzar esas labores de control, al mismo tiempo que
estimular el funcionamiento de comités locales de derechos humanos y dinamizar el desempeño de la justicia local, esta Comisión recomienda que en los departamentos y municipios se creen
también, con carácter permanente, grupos de trabajo para el
esclarecimiento y reparación de hechos de violencia.
Estos podrían estar conformados, según el caso, por el delegado departamental o municipal del Defensor del Pueblo, el
Procurador Departamental o el personero municipal, el Director
de Instrucción Criminal o el representante de la Fiscalía General,
el secretario de Gobierno, el delegado del PNR o del Programa
Presidencial de Reinserción, sendos representantes de las organizaciones de trabajadores, indígenas y campesinos, además de un
representante de la iglesia o iglesias, otro del comité departamental o municipal de derechos humanos si lo hubiere, así como de
las asociaciones de damnificados.
Las funciones de estos grupos de trabajo departamentales y
municipales serían semejantes a las sugeridas para el grupo propuesto a nivel nacional, pero el equipo de apoyo de este sería
común a aquellos. Así, la conformación de estos grupos departamentales y municipales exigiría un esfuerzo especial en materia
de voluntad de los funcionarios y particulares llamados a integrarlo, pero su costo económico sería mínimo, y demandaría sobre
todo una labor de coordinación realizada desde los municipios
hasta el departamento, y de los departamentos hacia la nación.
La entidad indicada para ejercer esa labor, velando por que se
constituya cada grupo de trabajo y haciendo circular la red de
información y actividad que se derive de ellos, sería la Defensoría
del Pueblo. De esa manera, además, el trabajo de esta nueva e
importante institución tendría un sólido apoyo territorial, necesario para el desarrollo del propósito perseguido por la Constituyente al crearlo.
PARAMILITARES Y PROCESO DE PAZ
CON EL EPL Y EL QUINTIN LAME
¿HACIA LA BANDOLERIZACION DE LOS GRUPOS
PARAMILITARES?
Ninguno de los procesos de la violencia en Colombia ha sido
más persistente que la organización privada de bandas de hombres
armados para cumplir propósitos de defensa y ataque por cuenta
de otros. La experiencia nacional enseña que ellas se originan
como reacción contra las amenazas a la seguridad, cuando el
gobierno no puede garantizarla, pero también que degeneran en
bandolerismo y se funden en el gran torrente de la delincuencia,
como ocurre también con los sectores descompuestos de las guerrillas.
A la violencia partidista vivida entre 1946 y 1957, siguió la
bandolerización de los actores militares, ocurrida entre 1958 y
1965. De igual modo, al período de expansión y crecimiento de
las guerrillas, desde 1980, siguió el período de descomposición
de los frentes. La respuesta a esta descomposición fue la iniciativa
local para la organización de grupos paramilitares que se vincularon a la guerra contrainsurgente, invitados por las autoridades
militares a comienzos de la década. Las mismas guerrillas habían
surgido del seno de un vasto movimiento de resistencia campesina
a la Violencia, pero se organizaron durante la fase de bandolerización de la guerra civil, en buena medida como autodefensas
contra el bandolerismo social.
Paramilitares y proceso de paz con el
EPL
y el Quintín Lame
183
La proliferación de grupos paramilitares en la segunda mitad
de los años ochenta, algunos con orientaciones políticas y otros
como medios de promoción de intereses privados, especialmente
de narcotraficantes, ha extendido la acción de la violencia a
muchos conflictos agrarios y urbanos distintos a la confrontación
con las guerrillas. En muchas ciudades se ha creado un mercado
de la seguridad y la muerte, al cual concurren oferentes y demandantes adicionales a la contrainsurgencia y el narcotráfico. La
simple posesión de armas y la práctica en su uso se ha vuelto
un capital de trabajo para quienes se ofrecen como sicarios o
escoltas.
Para la continuación o debilitamiento del paramilitarismo el
factor esencial es el comportamiento de miembros de las Fuerzas
Armadas, que en parte, pero no totalmente, corresponde a las
políticas oficiales de defensa, y a las órdenes del mando.
La actuación de grupos paramilitares fue un elemento explícito
de las estrategias de contrainsurgencia del Ejército Nacional,
hasta que hizo crisis en 1987: muchos grupos fueron creados por
iniciativa de comandantes de batallón o de brigada y fueron
dotados con armas oficiales; era el tiempo en que Estados Unidos,
bajo coordinación de la CIA, había tejido una red para proveer
de armas a los contras nicaragüenses, la cual pasaba por narcotraficantes de Medellín, el general Noriega, el coronel Oliver
North y la venta de armas a Irán.
En Colombia algunos miembros de las Fuerzas Armadas también aceptaron la colaboración de narcotraficantes como Rodríguez Gacha en la lucha antiguerrillera; los Ministros de Justicia,
José Manuel Arias Carrizosa, y de Defensa, General Rafael Samudio, del gabinete Barco, defendieron la defensa privada armada por fuera del Estado ante la impugnación que otros, como
el Ministro de Gobierno César Gaviria, hicieron a los paramilitares.
En 1987 fue evidente que se había sellado una triple alianza
entre grupos de las Fuerzas Armadas, algunos narcotraficantes
y grupos paramilitares. El desbordamiento del modelo de Puerto
Boyacá hacia otras regiones provocó el rechazo de algunas instituciones del Estado como el DAS y la Procuraduría. El asesinato
de jueces en La Rochela, Santander, en enero de 1989, resolvió
184
Actores violentos
el debate en contra del apoyo oficial a los paramilitares; unos
meses después el Gobierno Barco derogó la autorización para la
organización de grupos de autodefensa y paramilitares; y en los
dos últimos años el DAS ha desarticulado algunos de ellos.
A medida que se desmovilicen las guerrillas, el paramilitarismo
que obedece a orientaciones de contrainsurgencia pierde su razón
de ser; la desautoriz~ción del gobierno a la existencia de grupos
privados, consagrada además como norma constitucional, los
sitúa de lleno al margen de la ley. Se ha resuelto así la ambigüedad
política que probó ser un elemento esencial al paramilitarismo.
Los grupos que siguen operando, en la mayoría de los casos,
defienden intereses puramente privados de sus promotores.
La tendencia que se ha observado en los últimos dos años
apunta hacia la desintegración de los grupos de mayor estructura
y cubrimiento, como el que tenía su base principal en Puerto
Boyacá; pero muchos miembros licenciados de grupos paramilitares emprenden negocios del crimen organizado por su cuenta.
Esta situación sugiere pensar no sólo en políticas para desmovilizar a los grupos existentes, sino además para hacer frente a una
muy probable bandolerización de una parte de sus miembros.
GRUPOS PARAMILITARES EN REGIONES DEL EPL
Y EL QUINTIN LAME
En 1988 y 1989, antes del proceso de paz con el M-19, los
ataques de paramilitares registrados por la prensa, muchos de
ellos con cuatro o más víctimas, subieron a cincuenta y ocho en
todo el país; una tercera parte de ellos, veintiuno, en el Magdalena
Medio; catorce, la cuarta parte, en la gran región antioqueña,
desde Urabá hasta Quindío; y otros catorce en la región nororiental, desde la Guajira hasta el norte de Boyacá.
Al EPL se lo confrontó con la ofensiva desatada por varios
grupos paramilitares que atacaron a la población en sus áreas de
influencia, lo que contribuyó a romper más aún los lazos de esa
población con la guerrilla.
En 1990, la policía mencionó como municipios con bases
paramilitares en la gran región antioqueña, a Arboletes, Apartadó,
Paramilitares y proceso de paz con el EPL y el Quintín Lame
185
Chigorodó, Carepa, Currulao, Turbo y Necoclí, en el Urabá
antioqueño; Remedios, Segovia, Yalí y Amalfi en el oriente; y
a Pereira, capital de Risaralda.
En Urabá han operado grupos paramilitares en todos los municipios del área bananera y en Arboletes, Necoclí y San Pedro;
según una fuente militar de Urabá, algunos bananeros contrataron a sicarios de grupos paramilitares de Puerto Boyacá para
realizar las masacres en los campamentos y poblaciones obreras; y al norte de Urabá Fidel Castaño extendió su radio de
influencia paramilitar, en desarrollo de acuerdos de ayuda entre
una vasta red de autodefensas de haciendas y grupos paramilitares.
En Córdoba los primeros grupos paramilitares aparecieron en
Canalete, Puerto Libertador y Caucasia (Antioquia); y posteriormente surgió la mayor organización regional financiada y dirigida
por Fidel Castaño, con un amplio radio de acción en el sur de
Córdoba y norte de Urabá, desde sus sedes ubicadas en varias
de las grandes haciendas al sur de Montería y en el municipio
de Valencia.
Castaño creó una fuerza cercana a 300 hombres, con un costo
de sostenimiento mensual de $200 millones, con equipos de comunicación y transporte y una estricta supervisión personal.
En el Cauca existen viejas tradiciones de utilización de sicarios
y matones para la protección de las haciendas contra las invasiones
indígenas. Como ya se mencionó, antes de la creación del Quintín
Lame, durante los años setenta, fueron asesinados más de cien
dirigentes de comunidades paeces.
Según se informa en la región, en 1991 han seguido operando
otros grupos paramilitares en Canalete, Puerto Libertador, Caucasia (Antioquia), Sahagún, San Marcos (Sucre), Valencia, Ayapel y Planeta Rica. En Canalete, donde hay centros de acopio y
exportación de cocaína, continúa un permanente hostigamiento
a la población campesina y a las organizaciones cívicas por parte
de miembros de la policía, a quienes se acusa de practicar desapariciones, torturas y asesinato de ciudadanos. En Planeta Rica
han continuado los asesinatos por parte de un grupo conocido en
la región como "Los Mochacabezas". En San Andrés de Sotavento han caído muertos varios dirigentes indígenas que mantie-
186
Actores violentos
nen un conflicto de tierras con las familias Guerra Tulena, de
Sucre, y Chimá, de Córdoba.
En Córdoba se han sumado dos fenómenos que han dado origen
a la creación de grupos paramilitares: las tradiciones de los ganaderos de enfrentar con guardias armados las luchas campesinas
por la tierra de los años setenta, y la expansión territorial de
narcotraficantes antioqueños y costeños sobre una región previamente ocupada por guerrillas.
A estos dos fenómenos se vinculó la actitud complaciente de
miembros de las Fuerzas Armadas con la contrainsurgencia privada.
Como resultado, se militarizó la polarización social asociada
con la extrema concentración de la propiedad y el ingreso, intensificada por la compra de cerca de un tercio de l;is mejores tierras
del Sinú por unos pocos narcotraficantes.
En el Eje cafetero las fuerzas paramilitares, conformadas por
grupos de sicarios, surgieron en parte como reacción de algunos
cafeteros por el secuestro y muerte de Hemán Londoño y en
parte por la influencia de narcotraficantes que han adquirido gran
cantidad de fincas y propiedades urbanas. Se mencionan en la
región el grupo "Los Magníficos" en Quinchía (Risaralda), desactivado por el DAS y al parecer en vías de reorganización; otros
grupos en Riosucio (Caldas), Andes y Jardín (sur de Antioquia),
y el último en Isaza (Caldas), conectado con los paramilitares
del Magdalena Medio. Además, la violencia paramilitar y narcotraficante en Risaralda se encuentra asociada a la del norte del
Valle, donde los narcotraficantes tienen grupos armados para
hacer justicia por mano propia.
En el Cauca existen viejas tradiciones de utilización de sicarios
y matones para la protección de las haciendas contra las invasiones
indígenas. Como ya se mencionó, antes de la creación del Quintín
Lame, durante los años setenta, fueron asesinados más de cien
dirigentes de comunidades paeces.
Otro factor que reforzó este tipo de violencia fue la expansión
de la agroindustria de la caña controlada por vallecaucanos sobre
el norte plano del Cauca, que chocó con la recuperación de tierras
por parte de los indígenas. Un poco después, los narcotraficantes
del Valle se asociaron a negocios de caña y aumentaron las
Paramilitares y proceso de paz con el
EPL
y el Quintín Lame
187
compras de fincas, sustituyendo en parte a la vieja clase terrateniente caucana. Este frente de conflicto se despliega en los municipios de Miranda, Corinto, Caloto, Santander de Quilichao y
Buenos Aires. Algunos miembros de la Tercera Brigada del Ejército con sede en Cali son señalados por habitantes del norte del
Cauca como colaboradores de la campaña de terror desplegada
por grupos armados de narcotraficantes contra las comunidades
campesinas e indígenas.
En el Putumayo el grupo paramilitar llamado "Los Masetos"
fue organizado por Gonzalo Rodríguez Gacha en 1987 para combatir a las guerrillas y asegurar el dominio de las rutas de acopio
y las áreas de producción de coca del valle del Guamués. Este
grupo paramilitar combatió con el EPL y casi destruyó al frente
guerrillero entre 1987 y 1989. Con la muerte de Rodríguez Gacha
"Los Masetos" perdieron su financiación y se bandolerizaron,
pues sus miembros aumentaron la extorsión sobre la población
y multiplicaron los asaltos. Las FARC atacaron y eliminaron a
muchos integrantes del grupo paramilitar y los sobrevivientes se
refugiaron en Puerto Asís, hasta cuando fueron expulsados de la
región (Véase lnfra, pags. 49 y 50).
En Norte de Santander no se ha informado la existencia de
grupos paramilitares. En Cúcuta se menciona que hay un incipiente mercado sicarial asociado al tráfico de drogas; también se
señala a miembros del F-2 como integrantes de escuadrones de
la muerte, cuyas víctimas son miembros de movimientos populares a los que se percibe cercanos a las guerrillas, u otros ciudadanos. El problema más serio en el departamento es el de Ocaña,
donde hay fuerte presencia rural del ELN y ha operado un escuadrón de la muerte llamado "La Mano Negra", integrado por
miembros de la policía, del F-2 y civiles, con el apoyo de algunos
comerciantes y empresarios locales. Con frecuencia las víctimas
aparecen con señales de tortura.
CONCLUSIONES
El paramilitarismo subsiste a pesar de su prohibición oficial.
Bajo el nombre genérico de paramilitares se esconde una gran
188
Actores violentos
variedad de conductas y alianzas entre intereses privados y organizaciones armadas, que se sitúan en tomo de dos polos de acción:
la iniciativa local de propietarios y empresarios, y la conducta
de miembros de las Fuerzas Armadas. En algunos casos las
acciones de estas últimas no se distinguen de las realizadas por
paramilitares, de manera que se teje un continuum de solidaridades entre unas y otros.
Como se proclaman defensores del orden social y político, los
líderes e integrantes de los grupos paramilitares se sienten aliados
y protegidos por las Fuerzas Armadas, aceptados por otros empresarios y propietarios, y exentos de rendir cuentas ante la justicia. El rasgo característico de sus operaciones es la aplicación
privada de funciones punitivas o de justicia contra sus víctimas.
Al desmovilizarse el EPL y el Quintín Lame, han seguido
actuando grupos paramilitares en Córdoba, Urabá y el Cauca,
tres de las principales regiones de esas dos guerrillas. La masacre
de 20 colombianos de cultura páez en Caloto el 16 de diciembre
de 1991, coloca el problema en el primer plano de prioridades
en la agenda de superación de la violencia. La población indígena
espera recibir una señal clara sobre la actitud del gobierno frente
a la amenaza que se cierne sobre sus vidas. La política oficial
vigente coincide con la nueva Constitución, que prohibe la existencia de grupos armados por particulares; pero la continuidad
de estos en algunas regiones señala la posibilidad de que miembros de las Fuerzas Armadas sigan, contra las órdenes expresas,
tolerando y en ocasiones ofreciendo colaboración e impunidad a
los integrantes y financiadores de estos grupos.
RECOMENDACIONES
- El gobierno debe promover activamente el sometimiento de
los integrantes de grupos paramilitares a la justicia, consagrado
en los decretos 2047 y 3030 de 1990 y 303 de 1991. Para adelantar
esta política las autoridades deben realizar campañas de información pública sobre su carácter ilegal y sobre los procedimientos
y garantías legales consagradas para la entrega, en los municipios
donde operen grupos paramilitares.
Paramilitares y proceso de paz con el
EPL
y el Quintín Lame
189
- El gobierno debe combatir y adelantar una operación de
desarme de grupos paramilitares que no se sometan a la justicia,
precedida por tareas de inteligencia que permitan averiguar quiénes promueven, organizan, financian o dirigen los grupos paramilitares, así como sus enlaces en instituciones del Estado.
- Las instituciones armadas del Estado deben separar del servicio y sancionar a los miembros activos que se les compruebe
su vinculación con acciones de grupos paramilitares, y a quienes
actúan clandestinamente en acciones de represión ilegales con
métodos similares a los de paramilitares.
- El poder judicial debe establecer responsabilidades penales
y aplicar las sanciones que corresponda a los autores de homicidios y masacres realizados por paramilitares. El gobierno debe
ofrecer el adecuado respaldo a los jueces para la tarea.
- La fuerza pública debe adoptar planes para garantizar la
seguridad de la población y de los ex-combatientes en las regiones
donde se desmovilicen grupos paramilitares, o las guerrillas amenacen con extender su influencia.
UNA VICTIMA ESPECIAL:
LOS INDIGENAS
Una mañana de febrero de 1915, el Secretario de Gobierno
del Cauca halló entre la correspondencia del día un telegrama
del Presidente José Vicente Concha, que se apresuró a responder
de esta manera: "Hónrome corresponder atentamente saludo Su
Excelencia. Causa fracasada sublevación indígenas es espíritu
inquieto, aventurero, turbulento del indio Manuel Quintín Lame,
quien diciéndose Cacique General, haciéndoles promesas deslumbrantes, habíales excitado levantarse para separarse de los blancos
y recobrar todas las tierras por éstos usurpadas. Causa más honda
disposición dejarse persuadir Lame, conceptúo ser defectuosa
legislación referente ellos, que no garantízalos suficientemente
contra codicia gamonales ni promueve su mejoramiento progresivo; además ignorancia. Escuelas primarias debieran nacionalizarse, pues departamentos pocas pueden costear, y difundirse
hasta último rincón País"'.
Este mensaje testimonia una de las raras oportunidades en las
cuales a lo largo de los últimos ciento ochenta años, el Gobierno
nacional llegó a formularse la cuestión de por qué de tarde en
tarde los pueblos indígenas dejaban oír su voz o hacían presencia
para reclamar sus derechos olvidados o conculcados.
1. Archivo Central del Cauca, "Informes Secretaría de Gobierno 1910-1916", pp.
45 y 46.
194
Pacificar la paz
Con respetables y múltiples razones, muchos investigadores y
los propios pueblos indígenas afirman hoy que el modelo de
relación mantenido a lo largo de los años por la sociedad y el
Estado republicanos con los pueblos indígenas, ha representado
más un factor de perturbación y de daño que de beneficio para
ellos. En cambio el régimen colonial, con toda su secuela de
sometimiento, usurpación de territorios y recursos, sustitución
de gobiernos, castellanización y cristianización forzadas, llegó
a reconocer a los indígenas algunos derechos territoriales y cierto
grado de autonomía administrativa, y a observar algún respeto
por las expresiones culturales propias de estas agrupaciones humanas, a través de la Legislación de Indias apoyada en las formulaciones y discursos de algunos teólogos y predicadores.
Por su parte, la instauración del régimen republicano de gobierno representó para los indígenas la pérdida, o por lo menos
el riesgo inminente de pérdida de aquellas pequeñas garantías
defendidas o conquistadas por las comunidades aborígenes en el
penoso y largo período colonial.
Al revisar la abierta política emprendida por los gobiernos
republicanos de disolución y distribución de los resguardos indígenas, liquidación de los cabildos de indios y otorgamiento de
poderes ilimitados a la labor misionera para la rápida asimilación
cultural, se ha considerado con razón que para los indígenas el
modelo de relación colonial, lejos de llegar a su fin, adquirió en
este nuevo contexto caracteres de mayor agresividad y capacidad
destructiva. Como en todos los de su género, la violencia ha sido
su característica más constante y señalada: con pocas excepciones
las avanzadas de la economía agraria, las haciendas tabacaleras,
ganaderas, cañeras y bananeras, los grandes procesos colonizadores del pasado y del presente siglo, la extracción cauchera de
ambos siglos en territorio amazónico, y las explotaciones modernas de la coca y la amapola, se han ejecutado y algunas se siguen
ejecutando a costa de miles de familias indígenas que han tenido
que emigrar a zonas más distantes o resignarse al despojo y a su
nueva condición de peones de los advenedizos.
Habría que señalar dos distintivos muy destacados de esta
violencia: su diversidad, sutil en los internados indígenas establecidos con fines de civilización o "reducción de salvajes", o directa
Una víctima especial: los indígenas
195
en sucesos de tan dolorosa recordación como la "Casa Arana",
"La Rubiera" y "Planas"; y la complicidad de casi todos los
sectores sociales nacionales o estatales con ella.
***
Las observaciones precedentes pueden ser oportunas para intentar la revisión sucinta de las condiciones presentes en varias
zonas indígenas para el aclimatamiento de la paz después de la
desmovilización del EPL y el Quintín Lame, pues no parece fácil,
y tal vez no sea posible, entender la situación indígena y la
naturaleza, fines y características de las reclamaciones y luchas
de estas poblaciones, prescindiendo de la realidad histórica en
que ellas han vivido y padecido.
En este sentido, todo indica que a las comunidades indígenas
y sus territorios se les ha dado un tratamiento de colonias internas,
es decir se les ha negado su existencia como sectores sociales
con identidad, valores y derechos propios. Esa realidad histórica
indica también que en el juicio sobre el tratamiento dado a los
indígenas, no caben responsabilidades parciales: el Estado y la
sociedad nacional son los responsables de unas condiciones que
por fortuna para el país y para los pueblos indígenas, han empezado a cambiar. Dentro de estas perspectivas, analizaremos los
casos del Cauca, Córdoba, el Eje cafetero, el Medio Putumayo
y Urabá.
EL CASO DEL CAUCA
El departamento del Cauca aparece hoy como el epicentro de
múltiples factores de perturbación de la paz y la tranquilidad
públicas: grupos armados insurgentes, que adelantan allí sus acciones y su proselitismo; cuerpos armados regulares y grupos de
contrainsurgencia de carácter privado; grupos llamados de "limpieza" o de "saneamiento social" de origen y con apoyo aún no
esclarecidos a plenitud, dedicados a perseguir y exterminar a
sectores urbanos marginados; amplios sectores indígenas pugnando por recobrar antiguos dominios de sus antepasados y por
196
Pacificar la paz
lograr, a través de las movilizaciones y los paros, servicios públicos que nunca han tenido y condiciones más decorosas de
vida; y, como si algo faltara, núcleos de campesinos e indígenas
cada vez más numerosos que se dedican por cuenta de los carteles
de la droga o de los grupos guerrilleros, al cultivo de la coca y
la amapola.
Determinar dentro de circunstancias tan complejas la incidencia
de las comunidades indígenas en la vida del departamento, en
qué grado las afecta la actual situación, y qué podría esperarse
de ellas para construir en el Cauca una sociedad más equilibrada
y más justa, son las inquietudes que intentaremos abordar en
seguida.
Incidencia indígena actual en el Cauca
Antes que todo es preciso señalar que el triunfo final de los
conquistadores españoles contra los indígenas en el Cauca, después de casi cien años de guerra, pudo ser reconocido como un
insuceso militar pero nunca como una derrota política, como lo
ponen de presente las frecuentes rebeliones locales contra la
dominación española durante la Colonia; la resistencia pasiva y
legal a la dominación extranjera; la participación en las guerras
de independencia y en nuestras contiendas civiles del siglo pasado; el alzamiento }amista de la segunda década de este siglo, y
la resistencia organizada contra la violencia política de los años
49 y 50.
En segundo término, en el Cauca se desarrolló durante siglos
un modelo de relación política y social de marcado aislamiento
mutuo entre los principales actores regionales, debido a la franca
resistencia indígena al sometimiento total, y a la persistente voluntad del sector político dominante para imponerlo.
La defensa intransigente de privilegios y pretendidos fueros
de raza y de conquista; y la celosa protección de las propias
tradiciones, de la libertad quebrantada pero no olvidada, y de
las pocas tierras que se lograron conservar, hicieron imposible
por siglos la ruptura de estos compartimentos cerrados de criollos
e indígenas, dentro de los cuales funcionaron en el pasado del
Una víctima especial: los indígenas
197
Cauca la economía, la política, la vida social, la religión, la
administración pública, la educación, la justicia, todo.
De otra parte, para los indígenas ese largo período de aislamiento fue una etapa de aprendizaje en la defensa del territorio
que lograron mantener, y de salvaguardia del sistema de gobierno
relativamente independiente que consiguieron construir.
Asimismo, no obstante la larga vida de dicho modelo de relación, y la voluntad de perpetuarlo que mostró siempre el sector
dominante, llegó a ser insostenible por su ineficiencia en el ámbito
de la rentabilidad económica, su incompatibilidad con nuevas
condiciones políticas, las extremas condiciones de atraso y de
pobreza a que había llevado a las comunidades indígenas, y el
indudable desarrollo de las concienciá de éstas sobre sus derechos
largamente conculcados.
Si en las observaciones preliminares se aludió a las que podríamos llamar causas o condiciones básicas en la gestación y aparición en el Cauca de un movimiento indígena con amplias proyecciones sociales y políticas y notable respaldo, se hace necesario
hacer referencia a otras señaladas por algunos estudiosos 2 , que
aquí llamaremos causas inmediatas o coyunturales, entre las cuales están:
- El ingreso a los resguardos indígenas del norte del Cauca
de campesinos desplazados de otros departamentos por la violencia de los años 50 y 60 y por el crecimiento en el vecino departamento del Valle de la gran propiedad latifundista y agroindustrial;
- la aparición en las mismas décadas de un liderazgo indígena
resultante de los movimientos de resistencia a las campañas de
"conservatización";
- la creación a comienzos de los años 60 del INCORA y de la
División de Asuntos Indígenas, adscrita al Ministerio de Gobierno, y la realización por estos organismos de algunos proyectos
de discutible pero reconocido impacto, como la afectación de las
haciendas capuchinas en el Valle de Sibundoy por el primero de
2. SÁNCHEZ, ENRIQUE. "Movimientos Campesinos e Indígenas (1960-1982)".
Historia de Colombia. Salvat, p. l. 755 y ss.
198
Pacificar la paz
ellos, y su programa de conversión de aparceros y arrendatarios
en propietarios, que motivó una expulsión masiva de campesinos
de las haciendas y su reasentamiento en los resguardos;
- la aparición, al finalizar la década de los 60, de la ANUC
como movimiento integrador de los campesinos sin tierra;
- el amplio debate suscitado por los trágicos sucesos de La
Rubiera en 1967 y de Planas en 1969;
- y, en fin, la aparición en el oriente y norte del Cauca, a
mediados de los 60, de movimientos campesinos locales con
propósitos reivindicativos o de resistencia a la expansión terrateniente, como la Cooperativa Agrícola de Las Delicias, en Silvia,
y el Frente Social Agrario, FRESAGRO, en Corinto.
En el marco de estos hechos y al calor de los debates que
·algunos de ellos motivaron, surgió el Consejo Regional Indígena
del Cauca (CRIC), en Toribío, el 24 de febrero de 1971, con la
sanción de una asamblea representativa de nueve resguardos, una
cooperativa y una organización agraria del norte del Cauca.
Su programa o plan de acción inicial se compendiaba en siete
puntos: recuperar y ampliar las tierras de los resguardos; fortalecer
los Cabildos; no pagar terrajes; hacer conocer las leyes indígenas
y exigir su aplicación; defender la propia historia, la lengua y
las costumbres; y formar profesores indígenas. Su contenido no
difería mucho del programa planteado en la segunda década del
siglo por el movimiento lamista.
La organización ganó un rápido apoyo entre las parcialidades
del nororiente y del centro del departamento, pues los hacendados
caucanos e incluso la Iglesia y las comunidades religiosas dueñas
de tierras habían ocupado grandes espacios de los dominios indígenas, violentando o manipulando legalmente viejos títulos coloniales en poder de estos3 ; y la mayoría de las comunidades del
departamento, agrupadas en cerca de cuarenta y ocho resguardos
y por los menos diez comunidades civiles, afrontaban agudos
3. Los estudios legales adelantados por el INCORA sobre un buen número de
resguardos del Cauca y los trabajos de delimitación del Instituto Geográfico Agustín
Codazzi en casi todos los resguardos del departamento, acreditan plenamente el fenómeno de la usurpación de grandes superficies de tierra a sus dueños originales.
Una víctima especial: los indígenas
199
problemas de minifundio y por lo tanto se veían forzadas a
emigrar periódicamente a otras regiones en busca de trabajo,
emplearse por bajos salarios en las haciendas, o someterse en
estas mismas al trabajo semiservil del terraje o la aparcería4 •
Igualmente, los pequeños cabildos o gobiernos internos de las
comunidades, no obstante el reconocimiento que tenían en las
leyes y su consagración centenaria en la conciencia indígena
como elementos vitales para la estabilidad económica y administrativa de los grupos, habían entrado en un franco proceso de
descomposición víctimas de la indebida suplantación por las autoridades municipales, la drástica reducción o el agotamiento de
las tierras de su administración, y el aprovechamiento que hacían
de ellos los partidos políticos en menesteres ajenos a su función.
La abundante y en muchas ocasiones favorable legislación
sobre derechos de los indígenas, no había recibido una adecuada
responsabilidades del Estado con estas entidades, y en general
sobre derechos de los indígenas, no habían recibido una adecuada
divulgación entre éstos y frecuentemente las autoridades evadían
o escamoteaban su cumplimiento.
La política de asimilación e integración forzadas del Estado
hacia los indígenas, de otra parte, había compelido a éstos a
subvalorar su propia experiencia histórica, su lengua y sus tradiciones y costumbres, o a esconderlas en sus relaciones con el
mundo de afuera y frecuentemente a olvidarlas. La educación
formal que se impartía a las comunidades indígenas no sólo era
escasa y pobre en contenidos, sino que, cuando se daba, contravenía la realidad cultural y social de las comunidades, ignoraba
sus necesidades y contribuía a reforzar el estado de sometimiento
de los educandos.
4. El censo indígena del Cauca, realizado en el año de 1972, mostró que, en los
resguardos del departamento, un 68% de las parcelas familiares tenían superficies
menores a 3.2 ha. También señaló que el déficit total aproximado de tierras para los
comuneros era de 304.000 ha. (Censo Indígena del Cauca, DANE, 1973). No está
demás, también, apuntar en corroboración de lo dicho sobre las formas serniserviles
de trabajo a que se veían forzados los indígenas por falta de espacio en los resguardos,
que en su programa de dotación de tierras a los arrendatarios, aparceros y terrajeros,
iniciado por el INCORA en 1968, este organismo alcanzó a censar en el Cauca a cerca
de 5.000 familias indígenas que servían con este modelo de trabajo en las haciendas
(INCORA. Gerencia General. Informes de Actividades de los años 1970 y siguientes).
200
Pacificar la paz
No obstante la gravedad de todas estas circunstancias, acreditadas, si hubiere alguna duda, por unas tasas de mortalidad general
e infantil en el Cauca indígena casi tres veces superiores a las
tasas nacionales 5 , el movimiento indígena caucano se planteó
desde un comienzo una lucha pacífica, asumida en el Estado de
derecho y dentro del marco de garantías consagradas por las leyes.
La misma naturaleza de las metas de trabajo propuestas por
el CRIC entrañaba ese carácter legal de las reclamaciones y de
los medios de acción. Tal vez el único asunto legalmente conflictivo del programa del CRIC vino a ser el de la recuperación de
las tierras de los resguardos, en la medida en que casi desde su
fundación esta organización recurrió al procedimiento de la toma
de tierras ocupadas por terceros, como medio para asegurar su
reincorporación al dominio de las comunidades.
No obstante, éstas y el CRIC siempre defendieron el principio
de que tales ocupaciones eran actos de "recuperación" legal, en
cuanto se trataba casi siempre de tierras de resguardos no disueltos
o ilegalmente disueltos y, en cuanto tales en virtud de ley, eran
inenajenables, inembargables e imprescriptibles.
En innumerables documentos públicos el CRIC se definió como
un movimiento pacífico y dispuesto a prestar su concurso para
que las aspiraciones de las COJllunidades indígenas pudieran asegurarse por las vías y procedimientos legales establecidos. Como
ejemplos de voluntad de cooperación y de entendimiento legal,
tal vez se podrían mencionar entre otros los acuerdos políticos
5. La gravedad de la situación social de la población caucana, se patentiza en el
siguiente cuadro sobre indicadores comparativos del país y el sector indígena del Cauca:
Indicadores
Tasa bruta natalidad
Tasa bruta mortalidad
Tasamort. infantil
Tasa bruta crecimiento
Esperanza de vida al nacer)
Años
Población indígena
del Cauca 1972
Promedio Nal.
64-74
47.Spormil
27.1 por mil
233.2pormil
20.7 por mil
Hombres
Mujeres
36.1
38.7
33.Spormil
9.7 por mil
87.0pormil
24.1 por mil
Hombres
Mujeres
56.5
62.3
Fuente: Bayona, Alberto y Vejarano, Femán. Bogotá, 1977.
Población Colombiana, 1977.
DNP.
Proyecciones de
Una víctima especial: los indígenas
201
de esta organización con algunos sectores independientes del
liberalismo para participar en elecciones6 , y los celebrados incluso
con sectores de hacendados para asegurar el pacífico acceso de
los indígenas a la tierra y la obtención de los recursos para
explotarla1 •
Si quedase alguna duda sobre esta vocación legalista del CRIC,
por llamarla de algún modo, se podría hacer referencia a las
varias oportunidades en que éste consideró su deber reclamar el
debido respeto a la autonomía política y administrativa de los
cabildos, establecida en las leyes nacionales, contra la usurpación
de autoridad practicada con frecuencia por los grupos extremistas
armados 8 • Entre los logros alcanzados por el CRIC como organización legal se han señalado: la recuperación de una superficie
superior a las 80.000 hectáreas de tierra para las comunidades
del Cauca; el restablecimiento en este departamento del prestigio
de los cabildos de las comunidades, como entidades de gobierno
con algún grado de autonomía para el manejo de sus propios
asuntos; el impulso y desarrollo de algunas iniciativas en materias
de producción y mercadeo, educación, salud y asistencia jurídica
a las comunidades; la cooperación con otras agremiaciones populares para el impulso de sus propios procesos organizativos; y el
apoyo a poblaciones indígenas de otros departamentos para la
recuperación o adjudicación de la tierra, la formación de cabildos
y entidades representativas de segundo grado.
La misma creación y desarrollo de la Organización Nacional
Indígena de Colombia (ONIC), por lo menos en sus primeros
años, debe abonarse en alto grado a la voluntad del CRIC y sus
dirigentes.
6. Como el formalizado en las elecciones de 1974 con el Movimiento de Izquierda
Liberal que presidía el doctor Ornar Henry Ve)asco.
7. Dentro de los acuerdos, es necesario destacar el firmado con FEDEGAN en marzo
de 1984, cuyo incumplimiento atribuyen los indígenas a la falta de cooperación de
algunas entidades gubernamentales y a la renuencia de sectores del gremio de los
ganaderos.
8. Para corroborar este punto conviene releer la llamada Resolución de Vitoncó,
aprobada en la localidad de este nombre, municipio de Belalcázar, el 23 de febrero
de 1985, por 45 cabildos, y las llamadas Conclusiones de Paniquitá, aprobadas en
este lugar del municipio de Totoró, el 30 de marzo de 1989 por 37 cabildos vinculados
al CRIC. Ambos documentos pertenecen al período de actividad militar del Movimiento
Armado Quintín Lame.
202
Pacificar la paz
Pero en general lo que se señala como logros o conquistas del
movimiento indígena en su conjunto, aun considerando sus dos
vertientes actuales, CRIC y Movimiento de Autoridades Indígenas
del Suroccidente (Aiso), no ha sido posible sin grandes conflictos
y dificultades externos e internos, a los cuales conviene hacer
una breve alusión.
Los primeros han sido de distinto orden e intensidad, tales
como el vivido con los organismos de gobierno nacionales y
regionales encargados de cumplir la vieja política indigenista
inspirada en la integración forzada de los indígenas y la liquidación de sus fonnas de gobierno y de tenencia de la tierra; o el
desarrollado frente a los partidos y sectores políticos tradicionales
y sus dirigentes, que habían encontrado en el electorado indígena
su reserva más económica y segura.
Igualmente la lucha con el, también tradicional, Partido Comunista, que tenía algún trabajo político en el norte del Cauca y
que tras algún corto período de convivencia con el movimiento
indígena, creyó amenazada su influencia sobre este sector; o con
los movimientos armados irregulares que comenzaron a hacer
presencia en las zonas del norte y el oriente del departamento al
finalizar la década de los años 70.
Otro conflicto de carácter particularmente agudo, fue el relacionado con el gremio de hacendados y ganaderos ocupantes de
tierras usurpadas a los resguardos indígenas, entre los cuales se
encontraban figuras de la política regional, de la Iglesia y de la
misma Arquidiócesis de Popayán. Esta confrontación tuvo un
momento crucial con motivo de la celebración en Tóez, en agosto
de 1975, del IV Congreso del CRIC; un mes mas tarde, en reunión
promovida en el mismo lugar por el ministro de gobierno de
entonces, Cornelio Reyes, acompañado del senador caucano Víctor Mosquera Chaux, éstos rechazaron severamente las determinaciones del congreso indígena y ofrecieron su apoyo al Consejo
Regional Agrario del Cauca -CRAC-, fundado poco antes por
hacendados caucanos para dar respuesta a las acciones de los
indígenas organizados9 •
9. Rev. Alternativa No. 53, Sep. 29 a Oct. 6 de 1975, pp. 14.
203
Una víctima especial: los indígenas
Los registros señalan que para 1978 los indígenas muertos en
estas confrontaciones por tierras pasaban de treinta, especialmente líderes y gobernadores de resguardo 10 ; para el año de 1980
el Tribunal Russel conoció denuncias que acreditaban cuarenta
y cinco muertos, encabezados por el dirigente agrario Gustavo
Mejía, uno de los más decididos impulsores del CRIC, asesinado
en 1974. En el mismo sentido debe señalarse que las confrontaciones externas de los indígenas se dieron y siguen dándose con
los cuerpos armados del ejército, la policía y los organismos de
seguridad, los cuales asumieron desde la aparición del CRIC la
función de prestar protección a las propiedades reclamadas por
los indígenas, y de reprimir los frecuentes intentos de recuperación.
En el marco de estos conflictos externos del movimiento indígena es fácil entender cómo, no obstante las reiteradas expresiones pacifistas que el CRIC hizo conocer públicamente, tuvo lugar
la gestación y el nacimiento del Movimiento Armado Quintín
Lame. Este proceso, como aparece claramente señalado en el
capítulo Guerrilla y Proceso de Paz de este informe, tomó aliento
en los últimos años de la década de los setenta como simple
formación de autodefensas de las comunidades, y concluyó para
el año de 1984, al calor de la masacre y el desalojo violento de
López Adentro, con un claro perfil de movimiento guerrillero,
con capacidad y tácticas para la lucha ofensiva y una estrategia
articulada a propósitos políticos revolucionarios.
De otra parte, los conflictos que llamaremos internos hacen
referencia a las diferencias de criterio que se han venido registrando y proyectando en el desarrollo de las actividades gremiales
y políticas de la población indígena del Cauca, sobre la naturaleza
y los métodos de-trabajo que debería tener la organización indígena.
Desde que estas diferencias aparecieron en los años subsiguientes a la creación del CRIC, el centro de ellas se refirió a varios
asuntos considerados por unos y otros como de vital interés en
el futuro del movimiento: la finalidad del movimiento indígena,
10.
GROS, CHRISTIAN.
Colombia Indígena.
CEREC,
1991 p. 196.
204
Pacificar la paz
como organización gremial y como organización política; la naturaleza de la organización, como instancia de encuentro y coordinación de las comunidades o como órgano de representación
y dirección; la posible alianza del movimiento indígena con otros
sectores políticos o gremiales en la tarea de construcción de una
sociedad nueva; y el manejo de las relaciones con el Estado y
los órganos de poder en general, entre otros.
De hecho estas diferencias de criterio confluyeron en la formación de dos vertientes del movimiento indígena: una representativa de la gran mayoría de la población Páez del nororiente y
centro del Cauca, y otra fundada en el apoyo del gran resguardo
de Guambía y resguardos y comunidades paeces de otros sectores
del departamento, en alianza con indígenas de Nariño. Algunos
entendidos han visto razones de carácter histórico y cultural en
la aparición de ellas; otros han atribuido su formación al doctrinarismo y la intransigencia de los respectivos cuerpos de asesores
con que una y otra han contado en su desarrollo; y algunos más,
legitiman su existencia a partir de la perspectiva más amplia que
esa realidad ofrecía para el acopio de experiencias de lucha y
alternativas disponibles en la solución de los problemas.
Tal vez haya razón en todas estas afirmaciones; pero es necesario apuntar que en algunos momentos las diferencias entre los
dos sectores han adoptado un carácter de extrema agresividad
que ha quebrantado o puesto en serio riesgo la paz entre las
propias comunidades.
La aparición y la mayor parte de la vida activa del Movimiento
Armado Quintín Lame corresponden a la etapa más difícil en el
desarrollo de estas conflictivas relaciones, cuyos términos son
aún imposibles de valorar de modo ponderado. Durante su desarrollo el aludido movimiento era presentado por una de las partes
como un legítimo instrumento exclusivamente orientado a la
defensa frente a la agresión y la represión militar y terrateniente,
y por la otra como un aparato de coacción que sólo buscaba
quebrar la libertad de pensamiento e imponer la hegemonía en
el interior del movimiento indígena.
Las nuevas circunstancias creadas por la desmovilización del
Quintín Lame y la participación conjunta de las varias tendencias
indígenas en la Asamblea Nacional Constituyente, con los resul-
Una víctima especial: los indígenas
205
tados ya conocidos, parecen haber dejado atrás, en parte al menos,
la virulencia de algunos debates pasados. Las fuerzas indígenas
del Cauca tienen hoy en el Senado la vocería de dos representantes
suyos; y todo parece indicar que por encima de los intereses
sectoriales, se impondrá la necesidad de resolver las enormes
dificultades a las que se enfrentan hoy las comunidades de ambos
sectores, y de otros que, como en el caso de la zona de Tierradentro y del sur, han expresado su voluntad de participar en la
vida económica y política del departamento.
La condición indígena en la realidad actual del Cauca
La condición de las comunidades indígenas en las actuales
circunstancias del Cauca debe mirarse y analizarse en función
de los factores que contribuyen a mantener, ensanchar o restringir
el ámbito y los medios de su vida, y la vigencia de sus derechos,
centrados según las reiteradas reclamaciones de los propios indígenas, en la tierra, el gobierno autónomo, el desarrollo ajustado
a sus necesidades y condiciones, la justicia y la paz 11 •
Aunque desde su aparición como movimiento los indígenas
caucanos han accedido al dominio de nuevos espacios territoriales
en superficie cercana a las 100.000 ha., no debe olvidarse que
el censo indígena del año 1972 señalaba un déficit superior a las
300.000 ha., ni que al interior de los resguardos del departamento,
un 68% de las parcelas familiares tenía superficies menores a
las 3.2 ha. 12
Un estudio de 1986 de la URPA del Cauca, realizado sobre un
total de treinta y cinco de los cuarenta y ocho resguardos legalmente existentes en el departamento, señalaba las agudas limitaciones físicas de las tierras de estos resguardos por su topografía
accidentada, por la baja calidad de sus suelos, por tratarse de
zonas paramunas o de bosques protectores, entre otros factores,
lo cual haría aún más grave el problema 13 •
11. Veánse las conclusiones de los tres congresos nacionales indígenas -publicaciones ONIC- 1982, 1986 y 1990.
12. DANE. Censo Indígena del Cauca, 1973.
13. URPA. Cauca "Resguardos indígenas del Cauca - Uso actual del suelo; informe
preliminar". Copia mimeografiada, Popayán, agosto de 1986.
206
Pacificar la paz
A estas dificultades de tales resguardos, debe añadirse el de
las diez comunidades caucanas denominadas hoy por la ley como
comunidades civiles indígenas; se trata de asentamientos que
poseen algún pedazo de tierra salvado de las acciones divisionistas
del Estado o de la ambición expansionista de los propietarios
vecinos, los cuales presentan agudos índices de minifundio.
Estas últimas comunidades afrontan un grave problema adicional: la imposibilidad legal para darse una propia organización
interna que les facilite su defensa y les asegure la invulnerabilidad
de sus escasos territorios, debida a la carencia de títulos escritos.
Sin duda todos estos problemas pueden ser resueltos, pero se
hace necesaria una clara voluntad política para dar cumplimiento
a las leyes agrarias, y se demandan recursos financieros suficientes.
En el pasado hubo serias limitaciones al funcionamiento de
las autoridades propias de las comunidades indígenas; era frecuente la renuencia de las alcaldías a reconocer a los cabildos,
o su inclinación a invadir sus jurisdicciones y competencias. Aún
se presentan en algún grado estos problemas, pero ahora hay
factores de perturbación todavía más grandes:
- La incursión frecuente de grupos armados irregulares a los
resguardos para adelantar sus acciones, buscar el apoyo o reclutar
a los indígenas, castigar a presuntos delatores o resolver asuntos
de competencia de los cabildos;
- el avance de los empresarios del narcotráfico que, sin la
anuencia o con la anuencia forzada de algunos cabildos, comprometen o incentivan a los comuneros de los resguardos en sus
actividades ilegales;
- la falta de un apoyo técnico del Estado y sus organismos
responsables a las comunidades indígenas para facilitarles la realización de tareas de prioritario interés, tales como la delimitación
precisa y legal de sus territorios, la definición de planes de manejo
adecuado de los mismos, la elaboración de programas de desarrollo, y la orientación de los asociados en el conocimiento y ejercicio
de sus derechos;
- y finalmente, para mencionar sólo uno más entre los factores
de perturbación, el abuso frecuente de algunos cuerpos armados
del Estado cuando incursionan al interior de los territorios indígenas en operaciones de contrainsurgencia, estableciendo condi-
Una víctima especial: los indígenas
207
ciones y regímenes de comportamiento público o capturando
indígenas comuneros sin aviso ni consulta a las propias autoridades de estos. Las nuevas normas constitucionales redefinen y
amplían las atribuciones de los pequeños gobiernos indígenas,
en cuyo desarrollo se tendrá que considerar la expresa solución
a los problemas señalados.
En materia de desarrollo, las perspectivas de las comunidades
indígenas del Cauca son de franca incertidumbre; son frecuentes
los reproches que les hace el sector de grandes propietarios por
su supuesta negligencia o incapacidad para aprovechar productivamente las tierras recuperadas, lo cual no puede enunciarse
siquiera en términos relativos sin una explicación complementaria:
Las comunidades indígenas en general tienen sus propios modelos económicos de acuerdo con su cultura y sus patrones de
organización social; las del Cauca, por su parte, con excepción
de la cooperación que reciben de organizaciones internacionales
y de algunos recursos aportados en el pasado por el PNR, carecen
hoy de todo acceso a las fuentes de crédito y de todo apoyo
tecnológico para desarrollar iniciativas de producción de alguna
envergadura.
Al CRIC le ha sido cuestionado, con razones fundadas, su
dedicación preferencial a las actividades reivindicativas y políticas, en desmedro de las iniciativas de producción y mejoramiento económico y social; así como la excesiva sujeción de los
planes económicos y técnicos a los criterios ideológicos de la
estrategia política del movimiento.
Este asunto merece atención especial; pero ante todo es claro
que el desarrollo de las comunidades indígenas, para serlo, tendría que estar articulado por lo menos al desarrollo regional, y
este supone un verdadero plan basado en la concertación de los
distintos sectores sociales, económicos y políticos del departamento, lo cual está lejos de darse. Es cierto que hay experiencias
altamente prometedoras de empresas impulsadas y manejadas
por las propias comunidades, varias de ellas con el apoyo de las
organizaciones regionales 14 • Sin embargo algunos dirigentes in14. Para ejemplificar el punto, pueden mencionarse los casos de la empresa El
Chimán, en Silvia; las de Cobaló, de El Cristal y Patugó en Coconuco; la Cooperativa
208
Pacificar la paz
dígenas las están viendo amenazadas por las nuevas políticas de
apertura económica y de endurecimiento de las condiciones de
crédito para el sector campesino impulsadas por el gobierno nacional. Tampoco constituye hoy un secreto que la ausencia casi
total de alternativas de mejoramiento económico en las comunidades más marginadas y deprimidas del departamento, ha favorecido el ingreso masivo de sus habitantes en las actividades de
cultivo y explotación de la amapola.
Asunto muy ligado al desarrollo es el de la justicia. Su concepto
reviste tal amplitud que en él podríamos englobar el conjunto de
las aspiraciones más sentidas por las comunidades, pero en este
aparte se pretende ·aludir sólo a dos asuntos: la necesidad de dar
satisfacción a los derechos elementales de los indígenas, como
individuos y como miembros de comunidades con derechos específicos, y la necesidad de sancionar las conductas que constituyen
violaciones de estos derechos.
El señalamiento que hemos hecho de las carencias en la atención debida a los indígenas apoya, en relación con el primer
punto, la deducción de que no se está haciendo justicia social ni
distributiva con las comunidades indígenas. La reciente organización de un amplio movimiento cívico de indígenas y campesinos del sur del Cauca, cuyos objetivos centrales eran la obtención
de servicios públicos elementales (salud, educación, comunicaciones etc.), reafirma el aserto.
En este sentido, se ha señalado con razón que no se hace
justicia porque no hay voluntad política; pero la afirmación no
corresponde a toda la verdad, la cual consiste en que frecuentemente no se hace justicia porque hay una voluntad deliberada de
no hacerla en relación con los indígenas. Como ya se lo ha
expuesto en este informe, de lo averiguado por la Comisión se
colige que entre algunos oficiales de los cuerpos armados hay
una tendencia a confundir los reclamos de derechos y justicia
presentados por los sectores marginados, con formulaciones subversivas, y a darles a ambas el mismo tratamiento; así como a
Integral de Toribío, Tacueyó y San Francisco; y las que adelantan las comunidades
de algunos resguardos de lnzá, con asesoría del antropólogo Mauricio Puerta.
Una víctima especial: los indígenas
209
juzgar como privilegio leonino de los indígenas el poder de
reclamación de tierras que les otorgan las leyes.
El segundo aspecto de la justicia que demanda nuestra atención
es el de la sanción de las conductas punibles contra los derechos
indígenas. En esta materia bastaría señalar que, pese al abultado
inventario de denuncias sobre graves violaciones a los derechos
de las personas y las comunidades indígenas formulados contra
agentes del Estado ante los organismos investigativos, los escasos
avances en los procesos hacen improbable que alguno pudiera
concluir esclareciendo el origen y responsabilidad del acto delictuoso. A la innegable pobreza de recursos humanos y técnicos
para la investigación, lo que más que una justificación constituye
una clara voluntad de no hacer justicia, debe añadirse la inequívoca desidia de muchas autoridades para colaborar en el esclarecimiento de los hechos, y la frecuente labor de entorpecimiento
directo de las investigaciones.
La paz, como se sabe, depende de todos los factores anteriores,
pero a su vez los hace posibles. Al referirnos a ella aludimos en
este caso a la simple cesación de las acciones de guerra y de las
formas de relación social que ésta genera; e igualmente al cumplimiento de los compromisos que se derivan de la cesación de
las acciones de guerra entre las partes del conflicto.
Según esto parece obvia la afirmación de que la paz no tiene
vigencia actual en el Cauca. La desmovilización del Movimiento
Quintín Lame y, antes de éste, del M-19, contribuyeron sin duda
a crear un clima de esperanza; representaron una distensión entre
los sectores en pugna, y redujeron en alto grado el número de
acciones y de víctimas de la guerra y de actos delictivos concomitantes. Pero, pese al curso normal que ha tenido la reinserción
de los desmovilizados del Quintín Lame en el seno de sus comunidades, gravita sobre el gobierno la responsabilidad de cumplir
algunos de los compromisos adquiridos, particularmente en lo
que referido al aporte de los recursos económicos y de asesoría
técnica para la ubicación de los ex-combatientes en actividades
productivas.
Sin embargo, los riesgos mayores de la paz se derivan de la
sustitución de los grupos desmovilizados, por los grupos aún en
armas de la Coordinadora Guerrillera (FARC y ELN), los cuales
210
Pacificar la paz
han venido llenando los espacios dejados por el Movimiento
Quintín Lame y expandiendo _sus efectivos en zonas como la
región del sur y del oriente, donde se les señala como partícipes
o de algún modo beneficiarios de las empresas de cultivo y
procesamiento de la amapola.
La situación de los indígenas de aquellas regiones, en la actual
perspectiva, es más que preocupante; además del reclutamiento
más o menos forzado que se hace de jóvenes indígenas por los
grupos armados, es previsible que la autoridad guerrillera vaya
invadiendo la jurisdicción y las atribuciones de la autoridad indígena.
Tampoco parece improbable la conversión del territorio de los
resguardos en un espacio de guerra que sería objeto de ocupaciones y retiradas sucesivas por parte de las fuerzas en pugna, con
la secuela de venganzas y retaliaciones usadas en éstos eventos.
Algunos entendidos suponen tal vez con razón, que no hay vocación ni interés por la guerrilla en los pueblos indígenas del Cauca,
y que estos apenas soportarían largo tiempo un destacamento
armado de gentes extrañas; pero esta suposición razonable no
contempla las variables que pueden darse con la presencia de
elementos tan impredecibles como el narcotráfico, o los procedimientos militares de represión a ultranza.
Las comunidades indígenas en la perspectiva
de un nuev-o orden en el Cauca
En el departamento del Cauca la población indígena, con sus
130.000 individuos, alcanza apenas algo más del 15% de la
población total 15 ; sin embargo, según nuestro propio estimativo,
representa una cifra superior al 30% del campesinado. Sólo esta
consideración bastaría para apuntar que las comunidades indígenas del Cauca constituyen un factor decisivo en el propósito de
asegurar la vigencia de la paz en el departamento; pero hay
algunas consideraciones adicionales que apenas enunciaremos:
15. ARANGOy SÁNCHEZ. LospuebloslndígenasdeColombia. DNP. 1989, p. 33.
Una víctima especial: los indígenas
211
- Ellas ocupan aproximadamente una sexta parte del territorio
de este departamento, correspondiente a la inmensa mayoría de
las zonas de topografía más escarpada, de indudable interés estratégico para la defensa de los recursos hídricos y el mantenimiento del equilibrio ecológico del Cauca y de otros departamentos, pero también para asegurar el control de los movimientos
armados que encuentran en estas áreas de cordillera el espacio
más propicio para sus acciones de guerra.
- Asimismo, representan en este departamento uno de los
pocos sectores sociales, si no el único, dueños de una sólida
organización de base y de segundo grado con clara conciencia
de sus derechos, con unos propósitos a mediano y largo plazo
al menos medianamente definidos y con un liderazgo que se ha
formado en un largo proceso de luchas y dificultades.
- Pese a su articulación más o menos larga dentro de la economía de la libre competencia y del mercado, han conseguido
mantener a salvo un modelo de vida comunitario que incluye la
posesión colectiva de sus territorios, el sometimiento a un gobierno de elección popular, la prestación general de servicios de
interés colectivo y formas de trabajo comunitarias, elementos
altamente significativos en la perspectiva de asegurar la convivencia local' entre vecinos y la convivencia regional.
- No obstante el largo tiempo de sometimiento a que se vieron
forzados, los indígenas del Cauca han salvado un fuerte sentido
étnico de dignidad y, por encima de todo, mantienen una estrecha
, ligazón material y espiritual con la tierra que ha constituido el
ámbito de su vida física y cultural.
- Varias comunidades indígenas del Cauca, por su sola iniciativa y con sus propios recursos o con el apoyo de otras entidades
públicas o privadas, han puesto en marcha empresas productivas
que muestran buenos rendimientos, buena administración y adecuada aplicación de las utilidades en propósitos de mejoramiento
de la calidad de vida de sus integrantes. Estos hechos acreditan
que existe entre ellos una voluntad de trabajo y de participación
en la vida económica de la región.
Las consideraciones anteriores nos permiten señalar, a modo
de corolario, que para el desarrollo del proceso de paz en el cual
se encuentran empeñados el gobierno nacional, la sociedad en
212
Pacificar la paz
general, y en particular las gentes del Cauca, no sólo se deberá
contar con las comunidades indígenas de este departamento, sino
que ellas podrían constituirse en un apoyo y un aporte importantes
para este propósito.
EL CASO DE CORDOBA
La población indígena
En 1908 el personero municipal de San Andrés de Sotavento,
en apoyo de una solicitud al Gobernador de Bolívar para que
autorizara la transferencia de las tierras del viejo resguardo al
municipio, acreditaba algunas declaraciones extrajuicio sobre la
inexistencia de indígenas en San Andrés, porque todos habían
entrado por "la vía de la civilización" al perder el idioma y
abandonar la tradición de elegir cabildos; esa petición, apoyada
en la ley 55 de 1905 adoptada a iniciativa de la representación
costeña en la Asamblea Constituyente y Legislativa de la época,
produjo la usurpación de 84.000 ha. a sus legítimos propietarios,
los indígenas Zenú 16 , antiguos dueños de las tierras bajas de los
ríos Cauca y San Jorge, donde construyeron una de las más
avanzadas sociedades precolombinas de selvas tropicales, sustentada en un modelo de manejo técnico de sus territorios inundables
que les aseguraba abundante y permanente producción de alimentos para el consumo y el intercambio con sociedades limítrofes.
Hoy, ochenta y tres años después, el máximo organismo de
planificación del país reconoce que San Andrés de Sotavento
constituye un resguardo colonial, y que en él habitan 15.624
indígenas de dicho grupo étnico . También señala dicho organismo que en el mismo departamento, en los municipios de Tierra
Alta, Puerto Libertador y Montelíbano, tienen sus asentamientos
cinco comunidades de la etnia Embera Catío con una población
total de 1.761 individuos.
16.
ARANGO
y
SÁNCHEZ.
Op. cit. p. 18.
Una víctima especial: los indígenas
213
En términos generales, las comunidades indígenas de Córdoba
han estado sometidas a las mismas condiciones de negación de
derechos, olvido gubernamental y marginamiento padecidas por
el resto de la población indígena del país: la población zenú,
dueña del resguardo de San Andrés, ha enfrentado la ambición
expansionista de los hacendados y propietarios vecinos hasta
perder la casi totalidad de sus dominios, del mismo modo que
los indígenas andinos dueños de tierras de resguardos; y como
estos, para sobrevivir han tenido que vender su fuerza de trabajo
a los invasores o emigrar a otros lugares en busca de tierra o de
empleo ocasional. Los de San Andrés también vieron desaparecer
sus formas de gobierno interno, señaladas como rezagos coloniales incompatibles con las leyes del progreso y el desarrollo. Los
Embera Catío de Córdoba, por su parte, como todas las comunidades selváticas del país, han visto periódicamente invadidos sus
territorios por el avance de la colonización, y han tenido que
replegarse a zonas más distantes y menos aptas para proveer a
su supervivencia, hasta llegar, como hoy, al último límite posible
para tales desplazamientos.
Condiciones actuales de vida
Las condiciones actuales de vida de los indígenas de Córdoba
sólo puede comprenderse analizando su situación en materia de
posesión y propiedad de la tierra; organización y gobierno internos; vida económica, y servicios básicos de salud y de educación.
Aludiremos brevemente a estas materias.
De las 84.000 ha. que engloba el resguardo de San Andrés,
los Zenú hace diez años sólo mantenían unas tres mil, vale decir,
apenas un 3.5% de su territorio histórico; el resto había pasado
a manos ajenas en las primeras ocho décadas de este siglo. Las
reclamaciones y las acciones de recuperación de los indígenas
en los últimos diez años les permitieron recobrar la posesión
sobre unas 7. 000 ha. para completar un total de diez mil, equivalente de manera aproximada a un 12% de la superficie total
del Resguardo. Las áreas ganadas en estos años han contribuido
a resolver en parte la falta de tierras laborables; pero en opinión
214
Pacificar la paz
de los directivos del cabildo central, un porcentaje no inferior al
80% de las 2.834 familias que componen el pueblo Zenú carecen
aún de tierras de labor.
Igualmente difícil aparece la situación de la etnia Embera
Catío: los 336 indígenas de los parajes El Paraíso y Río Verde,
en Tierra Alta, que recibieron en 1979 un título de reserva sobre
9260 ha., no han conseguido en doce años de súplicas y reclamos
el saneamiento de su territorio invadido por colonos, ni la entrega
del mismo en propiedad real como resguardo; las 830 personas
que habitan los sitios de Esmeralda, Sinú, Cruz Grande y El
Manso llevan más de quince años pidiendo la entrega de sus
tierras, pero la presunta necesidad de éstas para el montaje de la
hidroeléctrica de Urrá, primero, y la inexplicable inacción del
INCORA, después, han impedido que se les reconozca al fin este
derecho. Tampoco han conseguido acceder al dominio de un
globo de tierra los 160 indígenas de los sitios de Man y Urrá,
en Montelíbano, ni los 374 que habitan los parajes de Quebrada
Barrio, Río Sucio, Soledad y San Cipriano.
También deben señalarse los esfuerzos realizados durante la
última década por los indígenas Zenú en la reconstrucción de un
cabildo central, con poder de administración de los territorios
recuperados y de gobierno de todos los vecinos que se identifican
como indígenas, y en la creación de cerca de cuarenta cabildos
menores o veredales que en nombre del cabildo central ejercen
funciones en sus comunidades. Igualmente se han registrado
avances organizativos en las comunidades Embera Catío, aunque
el cerco de la colonización y la presencia de los cuerpos armados
en pugna, a los cuales se aludirá más adelante, han afectado este
proceso.
Con las áreas recuperadas en los últimos años y apoyadas por
algunas entidades públicas y privadas, un buen número de comunidades Zenú de San Andrés de Sotavento ha conseguido reconstruir en parte su menguada economía estableciendo huertas de
pancoger, cosechando algunos productos para el mercadeo y
fomentando la cría de ganado y especies menores; pero estos
avances apenas favorecen a un sector menor al 30% de la población, cuya gran mayoría sobrevive del trabajo al jornal que ocasionalmente consigue en San Andrés o en municipios vecinos,
Una víctima especial: los indígenas
215
y de la industria artesanal cuyo comercio controlan los intermediarios.
Entre las comunidades Embera Catío se registran síntomas
crecientes de deterioro en la dieta alimentaria de la población
por la disminución drástica en el consumo de proteínas, situación
originada en la desaparición de la fauna silvestre y en la merma
en la producción de alimentos por la reducción en las áreas de
cultivo.
La prestación de los servicios básicos de salud y educación
por el Estado presenta fallas graves entre los indígenas de Córdoba. Entre los últimos citados prácticamente no se conocen
estos servicios; salvo casos excepcionales, los indígenas son analfabetas, y en cuanto a salud no se presta ningún servicio regular.
La prensa nacional dio cuenta de la muerte reciente de un alto
número de estos indígenas víctimas de la epidemia del cólera no
atendida oportunamente. En San Andrés de Sotavento, como
fruto del esfuerzo organizativo de las comunidades, se han asegurado avances en educación con el establecimiento de algunas
escuelas y el nombramiento de maestros; sin embargo, hay informes del cabildo central en el sentido de que un amplio sector de
los niños en edad escolar del pueblo Zenú no tiene acceso a la
educación básica primaria, y de que en las escuelas existentes la
escasa dotación, la falta dé materiales didácticos y las fallas de
los educadores, se traducen en una educación de baja calidad.
Expresiónes de la violencia entre
los indígenas de Córdoba
Los problemas de violencia y desorden público vividos en el
departamento en las últimas décadas han afectado a las comunidades indígenas. Entre los Embera Catío de las cuencas altas del
San Jorge y el Sinú la presencia del EPL atrajo en todo momento
sobre ellos la sospecha de vinculación con este movimiento armado, por lo cual los Embera llegaron a restringir al máximo sus
contactos con el mundo exterior para ahorrarse dificultades con
las fuerzas armadas y con los mandos guerrilleros que nunca, al
parecer, llegaron a tener en los indígenas una entera confianza.
216
Pacificar la paz
Hoy los espacios dejados por el movimiento armado desmovilizado vienen siendo ocupados por los frentes de las guerrillas
activas que buscan su base de apoyo en el sector mayoritario de
los colonos ocupantes de las tierras de los indígenas. Estos en
su aislamiento, carecen de todo respaldo para hacer respetar sus
derechos.
Entre los Zenú de San Andrés de Sotavento, el inicio de su
proceso organizativo y reivindicatorio de las tierras correspondió
al de los enfrentamientos con el sector de propietarios afectados.
La lista de indígenas muertos en estas confrontaciones incluye
ya más de veinte nombres, la mayoría de gobernadores y otros
dirigentes de las comunidades. Es también extensa la relación
de allanamientos, torturas y detenciones arbitrarias ejecutados
por la fuerza pública con ocasión de· la ocupación de predios
particulares que aparecen dentro del perímetro del viejo resguardo. La presencia y la labor de adoctrinamiento cumplidas por
grupos políticos y guerrilleros, que han visto entre los zenú de
San Andrés la perspectiva de una amplia base de apoyo a sus
proyectos, han contribuido a desdibujar el carácter de justicia
histórica y legal de las reclamaciones y luchas indígenas para
asignarles el de acciones subversivas y criminales.
Esta visión de las reclamaciones indígenas está bastante generalizada entre los altos y medios mandos militares y no es infrecuente en agentes gubernamentales regionales, más identificados
con los intereses del sector terrateniente que con el indígena.
También parece ser un efecto del asedio de los grupos políticos
armados, la aparición entre los Zenú de facciones contendientes;
divisiones que han limitado, sin duda, la capacidad de darse un
gobierno interno sólido y de gestionar la solución a sus graves
problemas.
Conclusiones preliminares
- Las comunidades indigenas de Córdoba afrontan serios problemas en su situación territorial: los unos porque los pocos
espacios de su viejo resguardo recuperados hasta ahora apenas
satisfacen las necesidades de un sector minoritario de la comuni-
Una víctima especial: los indígenas
217
dad, mientras la mayoría de la población carece en absoluto de
tierra; los otros porque el cerco de la colonización ha reducido
sus áreas de cacería, pesca, recolección y agricultura, y hasta
hoy no se han adoptado firmes medidas legales ni administrativas
para protegerles su derecho.
- Ambos grupos étnicos padecen una grave desatención estatal
en materia de servicios públicos básicos de salud y educación,
que afecta de manera especial a las comunidades Embera Catío
de la cordillera, amenazadas en su misma supervivencia por las
enfermedades endémicas y las recurrentes epidemias que atacan
a sus integrantes.
- Las circunstancias de violencia generalizada que ha vivido
Córdoba, y en especial la presencia de grupos armados estatales
y guerrilleros en el interior de las comunidades indígenas, han
ocasionado a éstas grave deterioro de sus condiciones de vida:
han quebrantado sus posibilidades de acceder a las tierras que la
ley les reconoce, les han marginado de la prestación de los servicios públicos y han entorpecido su proceso organizativo, les
han expuesto a frecuentes allanamientos, torturas y detenciones,
y en el caso de San Andrés de Sotavento han contribuido a
dejarles un saldo doloroso de muertos entre dirigentes, dignatarios
de cabildos y simples comuneros.
EL CASO DEL EJE CAFETERO
La población indígena
La población indígena de esta zona del país alcanza un total
de 11.500 personas, distribuidas así: 8.178 entre los municipios
de Riosucio y Belalcázar, en el departamento de Caldas; y 3.322
en los Municipios de Pueblo Rico y Mistrató en el departamento
de Risaralda. Estos últimos, todos de la etnia Embera Chamí,
se encuentran distribuidos en dos comunidades que tienen sus
territorios en los márgenes izquierdo y derecho del río San Juan,
afluente del Cauca. Los primeros, en cambio, pertenecen a cuatro
comunidades, dos de la etnia Embera Chamí, con asentamientos
218
Pacificar la paz
en los municipios de Riosucio y Belalcázar, y dos de ascendencia
étnica no esclarecida, señalados por el Departamento Nacional
de Planeación como indígenas campesinos, con asentamiento en
el Municipio de Riosucio.
De un modo general, puede decirse que unos y otros están
diferenciados claramente entre sí: los de Risaralda, con población
bastante marginada de la economía de mercado, tradicionalmente
han vivido de la agricultura en pequeña escala, complementada
con actividades de caza y pesca, y han mantenido elementos importantes de su cultura ancestral como la lengua y expresiones de
su organización social tradicional; el grupo de Caldas, cuya población ha ocupado de tiempo atrás áreas incorporadas al modelo
de producción y de mercado del campesinado caldense, ha perdido las expresiones fundamentales de su cultura ancestral, pero
ha mantenido algún sentido de identidad con su pasado indígena
y algunas formas de organización social y de manejo comunitario
de la tierra.
Las condiciones actuales de vida
Los Embera Chamí de Pueblo Rico y Mistrató son adjudicatarios hoy de dos resguardos: de 17. 770 hectáreas el de la margen
derecha del San Juan, y de 7.030 el de la margen izquierda, cuya
titularidad en cabeza de cada comunidad, junto con la adquisición
de un alto número de mejoras de colonos que se habían establecido
allí, han significado un alivio para su existencia.
También ha sido muy importante para dichas comunidades la
corrección de graves injusticias que llevaron al Estado, primero
a crear en la década de los años 30 en aquellas tierras una colonia
penal que ocasionó graves daños a los nativos, y después, en la
década de los sesenta, a impulsar allí mismo un programa de
colonización con financiación de abogados que gestionaran la
adjudicación a los nuevos ocupantes.
Subsisten sin embargo factores de perturbación de carácter
interno, a los cuales se aludirá mas adelante; y otros que dependen
de la lentitud gubernamental para concluir el saneamiento de los
Una víctima especial: los indígenas
219
resguardos y para ofrecer un apoyo técnico y financiero a los
indígenas, sin el cual no es posible hacer un equilibrado manejo
de tierras drásticamente afectadas por la irracional explotación a
que las sometió la colonización.
Menos halagüeña aparece la situación de los indígenas de
Caldas. En Belalcázar, la comunidad Chamí de La Betulia -con
más de 40 familias-, sobrevive en un lote que no alcanza las
tres hectáreas, sin que el Estado haya conseguido una ampliación
a costa de alguna de las grandes haciendas vecinas. Un caso
similar se registra en Riosucio con el Resguardo de Cañamomo
y Lomaprieta, poblado por cerca de 350 familias que disponen
de poco más de 1.000 ha. Un viejo expediente que va a cumplir
pronto treinta años y reposa en la secretaría jurídica del INCORA,
contiene la primera solicitud de un grupo indígena en el país a
este organismo en demanda de tierras, y el cúmulo de peripecias
de esta solicitud que nunca ha podido ser resuelta en favor de
los peticionarios.
Una situación aún más apremiante afrontan las 800 familias
de campesinos de ascendencia indígena de la llamada Comunidad
Civil de San Lorenzo, cuyos abuelos indígenas sufrieron largos
años atrás y sin su aceptación la liquidación legal del resguardo
y la adjudicación de las tierras comunales en unidades familiares;
sus repetidas y ya largas reclamaciones se han orientado a demandar apoyo para recobrar las tierras perdidas y reconstruir su viejo
resguardo.
Sobrevive además en Riosucio otro resguardo antiguo llamado
La Montaña, cuyos comuneros mantienen un globo amplio de
tierras en su poder, pero frecuentemente amenazado y afectado
por incursiones de colonos que pretenden establecerse, madereros
que saquean los bosques y mineros que actúan sin conocimiento
de las autoridades indígenas.
Pero las dificultades antedichas no son únicas, pues a ellas se
les suman las limitaciones de las comunidades en el campo organizativo, penosas en el caso de los Embera Chamí de Risaralda:
después de avanzar en la reconstrucción del territorio, sus mayores esfuerzos se han perdido en una disputa estéril entre dos
cabildos por el poder y la jurisdicción de sus autoridades, en la
cual han participado en favor de uno u otro las entidades públicas
220
Pacificar la paz
encargadas de la legalización de las tierras, instituciones educativas privadas, y los partidos políticos, que han agitado el problema con fines electorales.
Pero aún sin tales injerencias parece poco probable que pueda
resolverse el nudo de las diferencias mientras los sectores en
pugna no asuman la decisión de revisar la raíz de sus dificultades
y buscar alternativas de entendimiento; la resistencia a esta búsqueda no puede mirarse al margen del largo proceso de deterioro
de los valores tradicionales indígenas, del desequilibrio social y
económico interno acaecido en este proceso, y de la presencia
al frente de la comunidad de algunos líderes que derivan beneficios de la división.
En Caldas, en cambio, no se registran enfrentamientos semejantes: el deterioro de la organización interna allí, y sobre todo
en Cañamomo y Lomaprieta, San Lorenzo y La Betulia, halla
más bien su origen en la pérdida de atribuciones de los cabildos
por la falta de tierra y el deterioro del pensamiento tradicional,
y por el desprestigio de su autoridad al convertirse con mucha
frecuencia en agentes al servicio de intereses políticos externos.
Entre todas estas comunidades se han venido cumpliendo en
las últimas dos décadas esfuerzos importantes para reconstruir y
fortalecer sus organizaciones internas, pero, como se anotará más
adelante, estos intentos han sufrido mengua en los años recientes,
como efecto de la presencia armada en la región y la violencia
generalizada que ella ha ocasionado.
La vida económica entre las comunidades indígenas del Eje
cafetero está estrechamente relacionada con la problemática de
la tierra y del gobierno interno; las de Risaralda, dueñas ahora
de sus resguardos y de varias fincas adquiridas por el INCORA a
colonos y devueltas a los indígenas, registran una mejoría notoria
en sus niveles de alimentación, lo que parece haber disminuido
los índices de mortalidad infantil y de riesgo de enfermedades
favorecidas por la desnutrición, pero se echa de menos la ausencia
de proyectos de compromiso y de beneficio generales, por la
carencia de administración interna capaz de orientar su desarrollo.
Entre las comunidades de Cañamomo, San Lorenzo y La Betulia, en Caldas, el extremo minifundio y la ausencia absoluta
de recursos técnicos y financieros han exigido a los comuneros
Una víctima especial: los indígenas
221
emplearse como asalariados ocasionales en las propiedades vecinas o emigrar a otras regiones del país para el mismo efecto. En
el resguardo de La Montaña, la mayoría de las familias han
podido crear pequeñas empresas agropecuarias y mantener un
grado relativamente amplio de autonomía económica; no obstante, la productividad y la rentabilidad de estas empresas supera
muy pobremente las necesidades de consumo doméstico y no
alcanza a percibirse un mejoramiento progresivo en la calidad
de vida de sus dueños.
En términos comparativos frente a muchos asentamientos indígenas en el país, podría apuntarse que los del Eje cafetero gozan
de algunas ventajas en materia de servicios públicos básicos de
educación y de salud: en todas sus comunidades hay escuelas
construidas por el Estado, que atienden la educación primaria de
los niños indígenas, aunque la presencia de estos centros no
garantiza la prestación de un servicio satisfactorio, y haya dificultades para evitar la deserción escolar, relacionadas especialmente
con las distancias que en algunos de los territorios tienen que
cumplir los alumnos para ir a la escuela, la necesidad de participar
en actividades productivas para contribuir a la manutención familiar, y la pobreza de la gran mayoría de las familias. Además,
las secretarías de educación que cubren la jurisdicción del Eje
cafetero no han asumido hasta ahora el estudio y mucho menos
la aplicación de las normas especiales sobre educación indígena.
En cuanto a salud, algunas de las comunidades del Eje cafetero,
por su vecindad a las cabeceras municipales, tienen alguna posibilidad de acceso a los centros médicos y hospitalarios, y en
algunas de ellas hay pequeños dispensarios de primeros auxilios.
Por desgracia los bajos ingresos familiares reducen al mínimo la
concurrencia de los enfermos indígenas a los servicios estatales,
ni hay tampoco, por lo menos en Caldas, información que acredite
el cumplimiento de las normas especiales sobre servicios de salud
para indígenas. Aparentemente los establecimientos de salud municipales en este departamento niegan a varias de estas comunidades el carácter de indígenas, para negar la gratuidad del servicio
como lo mandan tales normas.
222
Pacificar la paz
Expresiones de la violencia entre los indígenas
del Eje cafetero
La violencia no es un fenómeno nuevo entre los indígenas del
Eje cafetero, pues ha sido un elemento implícito en la colonización de estos territorios desde mediado del siglo pasado y, en el
caso de los Embera Chamí, desde la década del treinta de este
siglo, con la avanzada de los ex-convictos de una colonia penal.
Entre las comunidades de Riosucio la invasión se remonta mucho
tiempo atrás, pero la memoria indígena recuerda que aquella se
dio con amenazas y remoción de cercos del resguardo, y que
hubo sangre de sus dueños y de algún hacendado que fue sorprendido en labores de realinderamiento nocturno. Un intento pacífico
de reconstrucción territorial en Cañamomo y Lómaprieta, mediante un juicio reivindicatorio, no halló méritos ante la Corte
Suprema de Justicia que se limitó a lamentar la suerte malhadada
de los indios cuando su viejo título colonial desapareció en un
extraño incendio de la notaría local.
A pesar de todo, la nueva violencia tomó por sorpresa a los
indígenas del Eje cafetero por la brutalidad de sus métodos;
porque llegó a la par con sus esfuerzos legales y pacíficos por
encontrar solución al problema territorial y de reconstrucción de
sus formas de gobierno, y porque ninguna razón válida parecía
justificarla. Pero llegó y se impuso.
El primer golpe inusitado vino el 22 de Marzo de 1988 con
el asesinato de Gilberto Motato, un dirigente indígena que aspiraba, con amplio favoritismo, a ocupar la Alcaldía de Riosucio.
No tenía enemigos conocidos ni había razones para que alguien
pudiera ver una amenaza en el ejercicio de su poder como alcalde,
como no fuera por el cúmulo de pruebas históricas y legales que
había acopiado sobre el carácter de propiedad indígena que revestía aún buena parte de las tierras municipales. Su muerte permanece impune hasta hoy, y con la suya otras muchas que han
afectado sobre todo a indígenas de San Lorenzo.
La aparición en la región de un frente del EPL trajo como
respuesta la presencia del ejército y de grupos de autodefensa.
La desmovilización de aquella organización lamentablemente no
ha significado el fin de los atropellos a los vecinos indígenas de
Una víctima especial: los indígenas
223
Riosucio. Sobreviven hoy como agentes de perturbación bandas
de autodefensa apoyadas a juicio de algunos por el narcotráfico;
de delincuentes comunes, y de posibles guerrilleros disidentes
del EPL. La criminalización que se hizo de las reclamaciones indígenas como banderas del movimiento annado, convirtieron a las comunidades en el blanco de todas las represalias, sin que se pueda
determinar a ciencia cierta la autoría de muertes, secuestros,
allanamientos, detenciones arbitrarias o desapariciones, ni definir
hasta qué grado alcanza la voluntad de algunos mandos y agentes
de las Fuerzas Armadas para combatir aquellas bandas privadas
o hasta dónde llega su tolerancia o apoyo indirecto para muchas
de sus acciones.
Conclusiones preliminares
Las comunidades indígenas del Eje cafetero afrontan delicados
problemas de tierras: las Embera Chamí de Risaralda, porque el
Estado no ha concluido el saneamiento de los resguardos y porque
las disputas entre los dos cabildos que ejercen la autoridad en
los territorios indígenas ha creado un clima de zozobra entre los
comuneros; y las de Caldas, porque tres de ellas padecen un
agudo régimen de minifundio, de las cuales dos carecen en absoluto de títulos comunitarios que les permitan, como es su deseo,
reconstruir la unidad social y política; y, en cuanto a la cuarta
porque se cumplen sobre sus tierras reiteradas amenazas de ocupación y actos de saqueo de sus recursos naturales renovables y
mineros, sin que las acciones de reclamación de los cabildos
hayan conseguido respaldo de las autoridades para evitar o castigar estos hechos.
La economía de los indígenas del Eje cafetero atraviesa por
una complicada situación. En el caso de los Embera Chamí de
Risaralda porque pese al alivio experimentado con la creación
de los resguardos y la entrega de fincas de colonos ya mejoradas,
no ha prosperado ninguna iniciativa comunitaria que provea a
fortalecer la unidad social de las comunidades y a facilitarles la
ejecución de obras de interés general. En las comunidades de
224
Pacificar la paz
Caldas porque buena parte de las familias carecen de tierras
laborables y se ven forzadas a sobrevivir con la venta ocasional
de su fuerza de trabajo. Igualmente todas estas comunidades
enfrentan también serias limitaciones en la obtención de los servicios de educación y salud por las razones ya señaladas.
La violencia contra las comunidades indígenas del Eje cafetero
en el pasado, determinó en buena medida sus problemas actuales
de tierras, de gobierno interno y de falta de servicios públicos.
En los últimos años la presencia de cuerpos armados irregulares,
de tropas del ejército, de grupos de autodefensa privada y bandas
de delincuentes comunes en las áreas indígenas provocó un clima
de violencia que ha dejado entre los nativos un alto número de
víctimas entre asesinados, desaparecidos, secuestrados, torturados y detenidos ilegalmente.
Una consecuencia adicional muy delicada que ha suscitado
este clima de guerra ha sido la criminalización que se ha hecho
de las reclamaciones indígenas como propuestas guerrilleras; y
otra, la desconfianza frente a la voluntad de defensa de los derechos indígenas por parte del Estado y sus órganos de poder,
suscitada por la reiterada impunidad de la ya larga cadena de
crímenes padecidos por los indígenas.
EL CASO DEL MEDIO PUTUMAYO
La población indígena
En el Putumayo, según la información disponible 11 , la población indígena alcanza unas 22.000 personas, de las cuales unas
10.000 (45.5% aproximadamente) corresponden a la región del
Medio Putumayo (excluidos el llamado Valle de Sibundoy y la
jurisdicción del Municipio de Leguízamo), en la cual tienen
asentamiento siete grupos indígenas étnicamente diferenciados,
tres autóctonos y cuatro llegados de otras zonas del país.
17. ARISTIZÁBAL, SILVIO. "Proyecto de Investigación sobre Recursos Naturales
entre Indígenas Kofán, Páez y Awa del Putumayo". 1991, Archivo CECOIN.
Una víctima especial: los indígenas
225
Los primeros son unos 3.000 Inga que habitan la cuenca del
río Caquetá y el noreste del municipio de Mocoa; unos 400 Cofán
asentados en la cuenca del río San Miguel, afluente del Putumayo,
en límites con el Ecuador;y unos 600 Siona, ubicados en la orilla
del Putumayo, abajo de Puerto Asís, también en la frontera con
el Ecuador. Los indígenas colonizadores, por su parte, son Embera Chamí venidos del municipio del Dovio, Valle del Cauca,
con asentamientos iniciales en la vertiente del río San Juan, en
límites del Chocó y Risaralda, y que en número de 1.200 se
establecieron en los municipios de Orito, Guamués y Puerto Asís;
Awa, unos 1.500, llegados de la región limítrofe entre Colombia
y Ecuador, que se establecieron en los municipios de Villagarzón,
Orito y Valle del Guamués; Páez, en total unos 3.000, venidos
del Cauca hace cerca de 30 años, que se ubicaron en Villagarzón,
Puerto Asís y Valle del Guamués; y los Quichua, unos 300,
procedentes de la región del Napo, del Ecuador, que buscaron
asentamientos en el municipio del Valle del Guamués.
El encuentro de los indígenas del Putumayo con caucheros,
colonos, comerciantes, misioneros y demás forasteros, de ordinario estuvo marcado en el pasado por el sello de los conflictos.
La memoria de las acciones de los caucheros en el Putumayo
durante las últimas décadas del siglo pasado y las tres primeras
del presente; de la guerra con Perú en los años 32 y 33, registrada
en varias investigaciones, y de la labor misionera capuchina
recogida en el trabajo de Bonilla 18 , nos eximen de ahondar en el
tema.
Podría afirmarse sin exageración que los conflictos interétnicos
acaecidos en las últimas tres décadas, han representado por sus
consecuencias un impacto comparable con el daño ocasionado
por las caucherías. La llegada a comienzos de los 60 de las
compañías petroleras, y a su zaga la colonización que aprovechaba las vías carreteables y el apoyo estatal, la producción
masiva de marihuana y coca en amplios sectores rurales, la explotación maderera y las contingencias de la lucha entre guerrilla
y fuerzas militares, quebrantaron de manera drástica e irreversible
18. BONILLA, VíCTOR
Mundo. Bogotá, 1968.
DANIEL.
Siervos de Dios y Amos de Indios. Ecl. Tercer
Pacificar la paz
226
el modo de vida y los derechos de los indígenas en las tierras
que les fueron usurpadas, en sus formas de gobierno y de trabajo,
en su relación con la naturaleza y en su pensamiento.
.
La comparación de los censos de población realizados a mediados de los 60 con cifras recientes, señalan el caso de comunidades
que han desaparecido o perdido la mitad de sus integrantes por
causas no bien esclarec1as de muertes y emigración.
Las condiciones actuales de vida
Para determinar las comunidades indígenas que ocupan el territorio del Medio Putumayo, nos apoyamos en la información
de Planeación Nacional 19 según la cual existe en la región un
total de diecinueve comunidades indígenas claramente diferenciadas por sus lugares de asentamiento. La misma fuente citada da
cuenta de que en materia de reconocimiento legal de territorios,
solamente seis de ellas (el 31.5%) han recibido alguna atención
del Estado durante todo el período que lleva de funcionamiento
el INCORA; y las restantes 13 (el 68.5%) carecen de documentos
escriturarlos sobre las árci.s ocupadas, si se exceptúa alguna que
recibió su título por los años de la dictadura.
La antedicha atención cÍel INCORA se dio entre los años 1973
y 1983, lo cual significa que durante ocho años no se ha expedido
ninguna resolución reconociéndoles a las comunidades el derecho
de propiedad sobre su territorio, y no precisamente porque éstas
no lo reclamasen, pues las solicitudes sin solución tienen más
de ocho años.
Las comunidades atendidas, por su parte, enfrentan otros problemas; cinco de ellas, ubicadas en la zona fronteriza con el
Ecuador, recibieron títulos precarios de reserva y se les entregó
legalmente un espacio de 30.517 ha. de las cuales apenas tienen
en su poder menos del 15% (4.570 ha.); el resto ha pasado a
manos de colonos que ingresaron desde la década del 70 con
apoyo de lá ANUC y del gobierno comisaria! de entonces, que
19.
ARANGO
y
SÁNCHEZ.
Op. cit. pp. 26 y 121.
Una víctima especial: los indígenas
227
argüían el carácter de extranjeros de los indios y la consigna de
"la tierra para quien la trabaje". Inexplicablemente, en relación
con estas comunidades nunca se aplicó la política adoptada desde
1980 de otorgar a las reservas el carácter de resguardo en plena
propiedad .
.De otra parte, la situación de las comunidades no atendidas
es, en algunos casos, aún más precaria. En el municipio del Valle
del Guamués, los Páez y Embera Chamí de Tierralinda, Argelia
y Las Palmeras, integrados por sesenta y cuatro familias, son
ocupantes de pequeñas lotes individuales, la mayoría sin ningún
título, que en su conjunto no sobrepasan las 2.600 ha.
En el municipio de Orito las comunidades de La Cristalina,
La Venada, Agua Blanca, Caña Bravita y Villanueva, con sesenta
y cinco familias, son igualmente poseedoras de ínfimos lotes
individuales que no superan en conjunto las 1. 800 ha. de tierras
pobres y ya agotadas por el aprovechamiento intensivo. Pese a
estos problemas, agravados hoy por el deterioro ambiental que
dejan en la tierra y en las aguas la colonización arrasadora y los
residuos de la explotación petrolera y del procesamiento de la
coca, no se registran acciones para atender a las demandas de
nuevos resguardos ni del saneamiento de las áreas adjudicadas.
Una partida de $ 15.000.000 aportada en años anteriores para
este último efecto por el PNR, aún no ha sido invertida.
La intensidad y la celeridad de los últimos cambios padecidos
por las comunidades del Medio Putumayo trastornaron y en buena
medida liquidaron las formas de organización tradicional en liderazgo, manejo administrativo interno y control social. Los indígenas inmigrantes, por su parte, no se movilizaron por comunidades sino por familias y carecían a su arribo de todo .nexo
comunitario.
El esfuerzo organizativo indígena en el departamento es reciente y se traduce, por ahora, en la existencia de unos 46 cabildos, de los cuales cerca de la mitad pertenecen al Medio Putumayo. Con ellos se intenta dotar a las comunidades de base de un
organismo de administración definido en la Ley 89 de 1890 y
adoptado por las comunidades andinas. Estos nuevos órganos
han cumplido un papel importante de defensa pero, si se exceptúa
la labor de orientación de algunas entidades privadas y de la
228
Pacificar la paz
propia ONIC, no han recibido de las entidades estatales la información y capacitación necesarias para el correcto desempeño de
sus funciones.
Desde hace pocos años opera también en el Medio Putumayo
la OZIP, una entidad de segundo grado creada por iniciativa de
muchas comunidades, a la cual se le reconoce haber propiciado
algún acercamiento entre los núcleos indígenas dispersos; sin
embargo, la opinión general en el Putumayo señala que ella no
ha logrado integrar un buen equipo directivo, y que algunos de
sus líderes han dado pábulo a manejos personalistas y antidemocráticos que le han malogrado muchos de sus esfuerzos.
Conocida la situación territorial, se puede estimar el tamaño
de los problemas económicos de las comunidades: ninguna en la
región obtiene parte importante de su alimentación con las actividades de cacería y pesca que apenas dos décadas atrás représentaban la fuente esencial de aquella. Dentro de las nuevas condiciones, la misma agricultura de subsistencia, fundada en la chagra
tradicional, ha debido ser sustituida por la agricultura de productos comerciales y por la cría de animales domésticos. Pero ni el
reducido tamaño ni la calidad de los suelos disponibles favorecen
estas últimas actividades, y mucho menos los graves problemas
del mercadeo, que conspiran contra una mínima rentabilidad para
el indígena.
Algunas entidades como el INCORA y la Caja Agraria han
destinado recursos a programas productivos entre estas comunidades, pero la falta de asistencia técnica y administrativa los han
llevado al fracaso. Han optado entonces por la ganadería, como
único camino abierto a las expectativas indígenas, con la perspectiva ya probada de que el ganado acapara para sí la poca tierra
indígena de cultivo, y la agota e inutiliza sin dejar una mínima
compensación para el futuro del indígena.
De otra parte, no parecen injustificadas las quejas indígenas
contra las empresas petroleras que indujeron con su presencia la
quiebra de su modo tradicional de vida, y olvidaron la responsabilidad de corregir las consecuencias de su actividad exploratoria
y extractiva en territorios ancestralmente indígenas. Esta queja
comprende el rechazo al uso ya inveterado de abrir vías públicas
Una víctima especial: los indígenas
229
y usar al arbitrio territorios indígenas sin consulta ni autorización
de las comunidades.
Además de las forzosas consecuencias negativas en educación
y en salud que ocasionan las limitadas y con frecuencia penosas
condiciones territoriales, organizativas y económicas de las comunidades, debe señalarse que la prestación de estos servicios
adolece de dificultades y limitaciones.
En un estudio realizado en el mes de junio de 198920 , se
encontró que entre 10 comunidades Cofán, Inga y Embera Chamí
estudiadas, por lo menos tres carecían de escuela, y en aquellas
existentes sólo había dos maestros bilingües, uno de ellos con
apenas cinco años de educación primaria; también señalaba el
estudio cómo la imposición para todo el territorio del Putumayo
del sistema de "escuela nueva" desconoció el derecho de las
comunidades a una educación bilingüe y bicultural, fundada en
las necesidades y la cultura indígena, y definida con su participación según lo establecen las normas especiales.
La información acopiada por la Comisión permite generalizar
estas observaciones a todas las comunidades indígenas del Medio
Putumayo, y decir que esta recurrente burla de las normas representa, como lo dice el referido estudio, "una de las mayores
causas de destrucción de la diversidad étnica y cultural, es decir,
del etnocidio que se lleva a cabo en el Putumayo".
También el goce de la salud entre estos indígenas presenta
graves limitantes. Las deficiencias alimentarias generan los fenómenos generalizados de la desnutrición y la avitaminosis y favorecen el desarrollo frecuente de enfermedades como la TBC, el
parasitismo intestinal y las infecciones de la piel; a ello se añaden
las deplorables condiciones de saneamiento ambiental y el consumo de aguas contaminadas.
El servicio secciona! de salud ha hecho esfuerzos en los últimos
años para formar promotores, capacitar voluntarios y ampliar a
todas las comunidades la cobertura de sus servicios preventivos
y curativos, pero la precariedad de los recursos ha limitado su
buena voluntad.
20. HURTADO, ADRIANA y ARISTIZÁBAL, SIL VIO. "Inga, Kofán y Embera Chami
del Medio Putumayo. Situación Actual y Apoyo a Propuestas de Etnodesarrollo".
CECOIN, PNR, SIP. Junio de 1989.
230
Pacificar la paz
Expresiones de la violencia entre
los indígenas del Medio Putumayo
Como ya se dijo, la violencia ha sido un ingrediente constante
en las relaciones del mundo externo con las comunidades indígenas del Putumayo; pero ha tomado intensidad inusitada a partir
de los años 60, cuando se inició allí el cultivo y procesamiento
de marihuana y coca. El acoso territorial de la colonización a
los indígenas y la destrucción de su economía en zonas como la
vertiente del río San Miguel, favorecieron la participación de
varias comunidades en dichas actividades, y las que se integraron
a ellas debieron asumir represalias de muerte y presiones para el
desalojo.
Quienes participaron se han visto comprometidos a lo largo
de más de una década en la batahola mortal de ocupaciones y
desalojos que han protagonizado allí las guerrillas y las bandas
armadas del narcotráfico, en disputa por el dominio político de
la región y el acceso a los jugosos rendimientos del negocio. En
no pocas oportunidades los indígenas han estado también en la
mira de algunos oficiales y agentes de los cuerpos armados que
los han señalado como aliados o colaboradores de los bandos en
pugna.
Varias muertes de indígenas registradas antes en este informe
son atribuidas en la conciencia de las gentes del Putumayo a los
agentes de algunos de estas cuerpos, que ni habrían sido ajenos
a las alianzas con bandas de autodefensas, ni habrían sabido
distinguir entre las proclamas guerrilleras y las reclamaciones
legítimas de los indígenas.
Un efecto muy dañino del clima de violencia que inficiona la
vida de las comunidades indígenas del Medio Putumayo, tiene
que ver con la pérdida creciente de respeto y aceptación de los
valores ético-jurídicos y de control social tradicionales o asimilados de la legalidad nacional, como elementos esenciales de la
convivencia comunitaria.
La invariable frecuencia con que piquetes bien uniformados y
pertrechados de las fuerzas armadas y de las guerrillas quiebran
el sosiego de las viviendas indígenas con aspaviento de órdenes,
contraórdenes, requisas, interrogatorios y hasta toma de decisio-
Una víctima especial: los indígenas
231
nes en asuntos civiles de administración y justicia, han introducido un poco la convicción entre las comunidades de unos derechos fundados en la fuerza, y de la inutilidad de toda autoridad
y todo reglamento de convivencia.
No deja de contribuir a este pensamiento el nuevo papel que
entran a jugar los jóvenes indígenas que han hecho vínculos con
el narcotráfico y regresan a la vida en comunidad, frente a las
autoridades tradicionales de los grupos. Deben destacarse los
esfuerzos de muchas comunidades para responder con alternativas
a estas dificultades, e incluso de algunas para evadir todo nexo
con actividades ilegales, pero se echa de menos la presencia
estatal con medidas de elemental justicia en apoyo de tales esfuerzos.
Conclusiones preliminares
Sobre los pueblos indígenas nativos del Putumayo se ha cumplido un despojo casi generalizado de los territorios ancestrales.
Los que llegaron como inmigrantes afrontan serias limitaciones
en sus posesiones. La situación de ambos sectores se ve agravada
por la extraña inacción del organismo responsable de atender las
demandas de legalización de tierras y saneamiento de resguardos.
Contra las legítimas aspiraciones indígenas conspiran las políticas gubernamentales de apoyo indiscriminado a la colonización, y las continuadas acciones de la empresa petrolera, de
apertura de vías sin previo acuerdo con las comunidades ni previo
aseguramiento legal de sus territorios. Se han quebrantado drásticamente las formas tradicionales de organización y de gobierno
de las comunidades. Estas han hecho esfuerzos por contrarrestar
los efectos de este proceso y hallar modelos organizativos que
respondan a las nuevas circunstancias. Por desgracia estos esfuerzos han quedado a mitad de camino, porque no han tenido eco
en los gobiernos regional y nacional, y porque se han dado fallas
en la dirección de la organización zonal creada por iniciativa de
las propias comunidades.
Ha desaparecido casi en absoluto el modelo económico tradicional fundado en el aprovechamiento de los recursos de fauna
y flora y en la horticultura. Las comunidades no han podido crear
232
Pacificar la paz
uno nuevo ni asimilar el modelo que les han ofrecido por igual
el Estado y la colonización, reiteradamente desacreditado porque
no se acomoda ni a la experiencia ni a las expectativas de los
indígenas, ni puede reproducirse en tierras amazónicas, como lo
han demostrado .hasta el cansancio investigadores de todas las
escuelas y profesiones.
Debe lamentarse la falta de iniciativa de empresas como Ecopetrol en la destinación de recursos que permitieran a los indígenas el encuentro de soluciones a su falta actual de alternativas
económicas, derivada en parte de la actividad petrolera en sus
viejas posesiones.
Los actuales problemas de salud de los indígenas, en buena
medida, se originan en los citados problemas económicos y en
el nuevo régimen alimentario que practican, así como en la ausencia de normas de higiene y en los nuevos riesgos que ha
dejado la contaminación ambiental. El servicio secciona! ha intentado remediar esta situación, pero no ha contado con los recursos necesarios para lograrlo.
La educación adolece de grandes vacíos por la falta de escuelas,
maestros y dotación, y sobre todo por la ausencia de un modelo
ajustado a la cultura y a la realidad actual de los indígenas. La
imposición de la escuela nueva como alternativa educativa ha
escamoteado el cumplimiento de las normas especiales del gobierno nacional para educación indígena, y ha permitido impulsar
y sostener una educación propicia a la quiebra definitiva de los
valores, la ruptura de la unidad étnica de los grupos, y en definitiva la consumación del etnocidio.
De tiempo atrás la violencia ha estado presente en la vida de
los indígenas del Putumayo; pero hoy, como fruto de la lucha
armada y la presencia del narcotráfico, ha llegado a límites inusitados y altamente riesgosos para su supervivencia misma debido
a las deplorables condiciones de pobreza y de atraso en que viven
las comunidades, la pérdida recurrente de vidas humanas en
hechos de sangre, y la asimilación del modelo de relación violenta
y de fuerza que vienen haciendo algunos sectores de la población
indígena, como elementos normales e importantes en el desarrollo
de la vida social comunitaria.
Una víctima especial: los indígenas
233
EL CASO DE URABA2 1
La población indígena
La información de Planeación Nacional, de la OIA y del Comité
PNR de Antioquia sobre población indígena en las áreas que en
este informe se han identificado como Urabá, permite concluir
que en el territorio tienen asentamiento ochenta y cuatro comunidades definidas como tales por compartir un territorio, someterse a unas mismas autoridades y tener sentimientos de pertenencia étnica.
En total, el número de habitantes es de 7 .495, distribuidos
según las etnias así: 5.746 (algo menos del 77%) de los Embera
Catío; 939 (algo más del 12%) de los Zenú, y 810 (algo menos
del 11 % ) de los Cuna, ubicados en cinco subregiones que hemos
distinguido así: la de Atrato Medio, que comprende los municipios de Vigía del Fuerte y Murindó, con 1.028 indígenas, equivalentes al 14% del total; Noroccidente, que comprende los municipios de Urrao, Frontino, Dabeiba y Uramita, con 2.833 indígenas (38%); Urabá Central, los municipios de Mutatá, Chigorodó, Apartadó y Turbo, con 1.635 indígenas, (22%); Noreste, los
municipios de Necoclí, San Pedro y Arboletes, con 1.539 indígenas (20%); y Norte Chocoano, que comprende los municipios
de Acandí y Unguía, con 460 indígenas que representan el 6%
del total.
Los de Urabá constituyen una muy reducida minoría profusamente dispersa a todo lo ancho y largo de la región, lo que la
hace más vulnerable a los intereses de otros sectores y le dificulta
en alto grado un proceso organizativo; sus dos terceras partes
son los Embera Catío con un modelo de asentamiento disperso
21. Para los efectos de este trabajo, se ha determinado incorporar a la denominación
de Urabá no sólo las áreas que tradicionalmente le han pertenecido, sino la jurisdicción
de los municipios de Urrao, Dabeiba, Frontino y Uramita que también se denomina
Noroccidente de Antioquia. Igualmente la jurisdicción de Vigía del Fuerte y Murindó
que, frecuentemente, se distingue de Urabá con el nombre de Atrato Medio. Del
Chocó, se trabajan los datos de Acandí y Unguía, pero no Riosucio cuya información
disponible es apenas fragmentada.
234
Pacificar la paz
y en reducidos núcleos de familias; su mayor concentración se
registra en los municipios de Frontino y Dabeiba, subregión del
noroccidente, en las áreas que formaron el antiguo gran resguardo
indígena del noroeste antioqueño, disuelto y dividido a comienzos
de este siglo. Tanto ellos como los Cuna tienen una tradición
precolombina de asentamiento en la región, mientras que los
Zenú son inmigrantes recientes venidos desde Córdoba en busca
de tierra.
Las condiciones actuales de vida
Durante centurias las barreras naturales hicieron de Urabá un
lugar seguro para la población Cuna y Embera Catío; pero hacia
fines del siglo pasado y comienzos del actual hubo intentos de
colonización desde el litoral, e incluso llegaron a crearse empresas
de caña y de banano que fracasaron como tales, pero llevaron
enfermedades y muerte a los indígenas y forzaron la emigración
masiva de más 5.000 Cuna hacia Panamá.
La apertura de Urabá a la colonización se cumplió con la
conclusión de la carretera de Medellín al mar hacia 1953; desde
entonces el acaparamiento de tierras por las bananeras y la corriente colonizadora desde el interior, desalojaron sin miramiento
a indígenas y campesinos negros 22 • Muchos de estos últimos
fueron a pedir un refugio temporal a los Cuna, dueños del único
resguardo legal en el área, pero la tradicional hospitalidad cuna
no esperaba tantos huéspedes y en 1965 sus sailas y caciques,
Eduardo Uribe y César Castrillón, pidieron al Gobierno sacar de
su tierra a cerca de 400 invasores --entre colonos y nativos
desalojados por las bananeras-, si no prefería la emigración del
pueblo Cuna a Panamá.
22. La prensa nacional, por el año de 1964, dio cuenta de las irregularidades
legales que llegaron a cometerse en la tramitación, ante la alcaldía municipal de Turbo,
en las adjudicaciones de tierras baldías para la instalación de las empresas bananeras,
con la expulsión de indígenas y campesinos negros. Las denuncias dieron lugar a
algunas investigaciones, donde se ventiló el otorgamiento fraudulento de títulos sobre
tierras baldías a distinguidos caballeros y damas de la sociedad medellinense, manizaleña y samaria, con el carácter de "colonos y colonas cultivadores".
Una víctima especial: los indígenas
235
Este fue apenas el comienzo, pues pronto llegó el tumo a las
comunidades Embera Catío, removidas de sus viejos asentamientos por el avance de las vías de comunicación a regiones cada
vez mas alejadas.
Sin temor a equivocaciones puede afirmarse que, en mayor o
menor grado, las ochenta y cuatro comunidades mencionadas
afrontan problemas de tierras por su carencia absoluta o relativa,
ausencia de títulos, o invasiones por parte de terceros.
Ante la presión de las comunidades y en los últimos años de
la Organización Indígena de Antioquia (OIA), el INCORA ha
otorgado en el área trece títulos de resguardo para quince comunidades que comprenden una población total de 2.581 personas
distribuidas en 556 familias; la superficie adjudicada alcanza las
126.430 ha. 23 • La traducción en porcentajes significa que del
total de comunidades solo un 18% habría entrado a disponer de
títulos de respaldo a la ocupación de su tierras (porcentaje que
en otros términos equivale a un 36% de las familias indígenas y
un 34% de la población indígena total).
Debe precisarse que estos resguardos se han creado sobre tierras
consideradas baldías o fiscales; y también que el departamento
de Antioquia, el INCORA y otras entidades públicas han realizado
adquisición de tierras privadas para indígenas. El área total adquirida en Urabá suma 5.406 ha., de las cuales 4.137 ha.(el 76.5%),
han representado el saneamiento de tres de los resguardos creados;
las 1.269 ha. restantes constituyen terrenos destinados a ocho
comunidades con 214 familias que comprenden 1.160 personas
más que carecían de tierra. En resumen, se han atendido veintitrés
de las ochenta y cuatro comunidades existentes, con programas
de tierras: quince con resguardos en tierras fiscales y ocho con
tierras adquiridas a propietarios particulares, no entregadas aún
como resguardos. Se trata de 3.741 personas, es decir el 50%
de la población indígena total.
23. Véanse los siguientes documentos: "Embera, Kuna y Zenú. Población Indígena
de Antioquia. Comité Indígena PNR de Antioquia. 1990"; "Prediagnóstico para el Plan
de Etnodesarrollo de Urabá. OIA, CORPOURABÁ, CECOIN". Medellín, 1991; Pueblos
Indígenas de Colombia. DNP. Bogotá 1989.
236
Pacificar la paz
De otra parte, las comunidades de Urabá han impulsado en la
última década un activo proceso organizativo con apoyo de la .
ONIC y de otras organizaciones, que ha producido una muy sólida
entidad regional, la OIA, que cuenta con apoyo de la totalidad
de las comunidades de Antioquia y que ha cumplido el papel de
gestora de las organizaciones de base y vocera de los idtereses
de toda los indígenas del departamento.
Entre los asentamientos indígenas de Urabá funcionan algo
más de sesenta pequeños eabildos, cuya formación fue apoyada
también en el pasado por la secretaría departamental de desarrollo. La OIA ha mantenido esta línea de trabajo, pero dedicando
mayores esfuerzos a definir con las comunidades un modelo de
competencias y atribuciones a estos organismos y a capacitar
equipos que puedan asumirlas; dirigentes de la entidad argumentan que antes se creaban cabildos en función de proyectos, pero
no del gobierno de las comunidades.
Otro fundamento del trabajo organizativo actual responde a la
búsqueda de un equilibrio en el desarrollo de las comunidades,
idea que se proyecta en la creación de cabildos mayores o zonales,
encargados de orientar el proceso organizativo y participativo
zonal alrededor de los intereses indígenas comunes. En el Plan
de Desarrollo Indígena para Urabá, que está siendo definido por
la OIA, una propuesta muy destacada es la creación de una escuela
de formación de líderes y de administradores de proyectos indígenas.
Las variadas condiciones de sus asentamientos dificultan la
formulación de consideraciones generales sobre la economía de
los indígenas de Urabá; pero podría decirse que ella reviste el
carácter fundamental de actividad de subsistencia y se encuentra
centrada en los cultivos agrícolas y en la cría de especies menores.
Casi sin excepción las comunidades llevan algunos artículos
(agrícolas, del bosque o artesanales) al mercado, pero estas ventas
les reportan escasos ingresos que usan para adquirir los pocos
productos que compran en el comercio.
Hasta hace apenas unas décadas la cacería y la pesca constituyeron fuentes esenciales de alimentación para la población indígena de esta zona del país, pero ambas han desaparecido casi en
absoluto. El cerco que la colonización reciente ha puesto a los
Una víctima especial: los indfgenas
237
Embera Catío, ha liquidado sus formas de trabajo agrícola itinerante en áreas extensas, y les ha obligado a incrementar el tiempo
de labor y a vender su trabajo a los colonos, para suplir necesidades básicas.
Los Zenú afrontan muy serias dificultades en sus cultivos por
el reducido tamaño de sus áreas agrícolas, y en consecuencia
han impulsado el trabajo artesanal en busca de ingresos adicionales, pero tienen mucha competencia en la comercialización. Los
Cuna, por su parte, han mejorado sensiblemente su economía
con las tierras recuperadas y algún apoyo externo. La OIA hace
esfuerzos hoy por definir un plan coherente y viable de desarrollo,
que respalde la consecución de recursos nuevos y racionalice la
inversión de los recursos del FEAI24 , cuya aplicación parece no
haber constituido un modelo de equilibrio según un orden real
de prioridades.
En salud las comunidades de Urabá, como las del país en
general, han tenido su propio sistema empírico de conocimientos
y de prácticas, hoy severamente afectado por la colonización y
la desarticulación de su vida social, a pesar de lo cual se sabe
de la existencia actual de unos cuarenta y cinco jaibanás en la
región de Urabá.
El impacto de la colonización y el despojo territorial y de las
fuentes alimentarias básicas, parece muy drástico; un estudio
realizado entre 1. 985 y 1. 986 reporta índices de mortalidad para
este período, así: general del 14.5 por mil, cuando la de Colombia
es de 5.8 por mil habitantes; e infantil de 185 por.mil nacidos
vivos, cuando la del país es de 42 por mil25. En este mismo
estudio y en los del Servicio Secciona! se ha precisado, entre las
enfermedades más comunes, la desnutrición y las carenciales, la
multiparasitosis e intestinales, TBC y otras respiratorias, infecciones de la piel, paludismo y leishmaniasis, aborto y complicaciones
del embarazo.
24. El Fondo Especial de Ayuda a las Comunidades Indígenas (FEAI) fue creado
por ordenanza No. 78 de 1983 de la Asamblea Departamental de Antioquia, para
"promover su desarrollo ... , mejorar sus condiciones de vidas, fortalecer sus valores
étnicos y consolidar los nexos territoriales comunitarios".
25. ALCARAZ, GLORIA; ARIAS, MARÍA MERCEDES y GÁLVEZ, AíDA. Situación
de Salud Materno-Infantil entre los Embera del Noroccidente Antioqueño. Convenio
Colciencias. Universidad de Antioquia, I 985-1986.
238
Pacificar la paz
El Servicio de salud ha procurado responder con iniciativas
como los promotores indígenas, las enfermeras zonales, las unidades locales de salud y la formación de un equipo especial, con
algunos logros pero también con fallas ahora en proceso de evaluación; pero una deducción ya aceptada señala la imposibilidad
de avanzar en las soluciones mientras no se modifiquen las condiciones territoriales y económicas de las comunidades.
De otra parte, por largos años la educación indígena en Urabá
estuvo a cargo de las misiones, que se proponían una integración
religiosa, cultural, económica y política que nunca se alcanzó
por la resistencia constante de las comunidades, aunque con
frecuencia los misioneros asumieran la defensa de los derechos
indígenas. Hoy el grado de analfabetismo entre los indígenas de
Antioquia se estima en 70%, y en el caso de Urabá debe ser
mayor, porque esta región cuenta con el 90% de los indígenas
del departamento, y sólo posee el 72% de las 25 escuelas indígenas construidas. De las comunidades norteñas del Urabá chocoano no se tiene información. La Secretaría de Educación de
Antioquia ha asumido la experiencia pionera de dar aplicación
al Decreto 1142 de 1978 y demás normas sobre educación indígena en Colombia. Siguiendo los principios guías del etnodesarrollo aplicados a la educación, ha trabajado, en concertación
con las comunidades, en la definición de un nuevo modelo que
se funde en el conocimiento y respeto de su patrimonio cultural,
tecnológico y físico, y que fortalezca la capacidad de decisión
y autogestión de los educandos indígenas. Algunos avances palpables se han logrado en las escuelas indígenas del occidente y
noroccidente de Urabá.
Expresiones de la violencia entre los indígenas de Urabá
Las luchas en Urabá en los últimos años entre cuerpos armados
oficiales y destacamentos de insurgentes y otras bandas, han
afectado a las comunidades, tal vez con menos drasticidad a los
Embera Catio debido a su modelo de asentamiento disperso; pero
este factor quizá también ha impedido conocer o realizar denuncias oportunas sobre lo realmente acaecido.
Una víctima especial: los indígenas
239
Los Zenú de Necoclí y los Embera de Chigorodó y Mutatá
han hecho manifiesto su rechazo a los bombardeos indiscriminados en algunas zonas muy pobladas; así como a los allanamientos
de viviendas y a los interrogatorios inquisitivos de los cuerpos
armados a menores de edad, y a las detenciones sin orden judicial
y otros actos frecuentes de los cuerpos armados. Expresan que
estos sucesos les han llevado intranquilidad, afectado sus bienes,
coartado sus labores productivas y dificultando y debilitado los
esfuerzos del trabajo organizativo.
De Frontino y Dabeiba hay protestas y denuncias reiteradas contra
los procedimientos de los grupos guerrilleros y disidentes guerrilleros que han extendido sus acciones y establecido allí campamentos, porque esta presencia les expone a ser las víctimas propiciatorias de conflictos en los que no encuentran ningún atractivo
de compromiso. Aducen como ejemplo lo sucedido con la muerte
reciente de la señora Gabriela White, que les acarreó los atropellos
y la sindicación del ejército de complicidad con los asesinos.
Los indígenas de Murindó y Vigía del Fuerte que sin mayor
colaboración y más bien con el silencio del gobierno enfrentan
conflictos con los madereros que deforestan sus territorios, han
encontrado dificultades en sus justas reclamaciones, por la presumible alianza de estos empresarios con algún movimiento armado
al que estos últimos aportarían sus contribuciones. Estos problemas no parecen ser nuevos. Un periódico indígena de hace cinco
años repudiaba el asesinato de Javier Domicó Bailarín, gobernador de la Comunidad Embera Catío de Cordoncillares, en Murindó, y de cuatro indígenas más, perpetrado el 19 de Abril de 1986
por cuarenta hombres armados pertenecientes según la misma
publicación, a "una organización que dice defender los derechos
de los pobres ... , se oponen a que nos organicemos y nos imponen
su política" 26 •
Conclusiones preliminares
El sector de comunidades indígenas de Urabá ha sido críticamente afectado por el fenómeno de la agroindustrialización y
26. Unidad Indígena. Diciembre de 1986, p. 8.
240
Pacificar la paz
colonización, porque la inmensa mayoría de sus tierras ancestrales les fueron usurpadas o cercenadas. El Estado ha cumplido
algunas acciones de atención a este problema, que benefician a
un 50% de la población; sin embargo, la mayoría de los resguardos creados t_iene ocupación de colonos, y las tierras adquiridas
para otras comunidades no les han sido transferidas como lo
ordena la ley.
La mitad de la población indígena de Urabá, no atendida hasta
hoy, afronta problemas de minifundio o tiene invadidos o amenazados de invasión sus territorios. Ligado al problema de la
tierra está el saqueo de los recursos naturales de muchos territorios
indígenas, por la falta de definición legal y vigilancia estatal, y
en algunos sectores por el probable entendimiento de empresas
madereras con sectores guerrilleros.
Las comunidades indígenas de Urabá han avanzado en su
proceso de organización; como sector mayoritario de la población
indígena de Antioquia, apoyaron la creación de una organización
regional que ha contribuido a liderar acciones de defensa de los
derechos de las comunidades y de atención a sus necesidades
más apremiantes. Los esfuerzos actuales se orientan a fortalecer
las organizaciones y gobiernos de comunidad, a fomentar la
formación de instancias de administración y coordinación zonal,
y a definir un plan de desarrollo amplio, coherente y viable, para
ser ejecutado en coordinación con el Estado y bajo la responsabilidad directa de los propios indígenas.
Las condiciones económicas de estos en Urabá es crítica, si
se exceptúan los Cuna de Necoclí, beneficiados con algunos
proyectos y con la devolución de tierras adquiridas a colonos.
Los Embera y Zenú mantienen en su mayoría una agricultura de
mera subsistencia, cada vez más menguada en la medida en que
las tierras disponibles se agotan o se acelera el avance de la
colonización. La actividad artesanal y el trabajo al jornal han
sido buscados como paliativos de su precaria situación, pero ni
el trabajo asalariado es permanente ni la labor artesanal encuentra
canales ventajosos de comercialización. La OIA trabaja, en entendimiento con entidades de gobierno y privadas, en la definición
de alternativas económicas que estarían enmarcadas en un plan
general de desarrollo.
Una víctima especial: los indígenas
241
Los problemas de salud entre los indígenas de Urabá son
serios. Los índices de mortalidad general e infantil sólo podrían
equipararse a los que afrontan otras poblaciones indígenas del
país (como la del Cauca, según datos ya registrados) y tienen
relación con la baja calidad de la dieta indígena, la casi nula
adopción de medidas de higiene, y graves problemas de contaminación ambiental.
El servicio secciona! del ramo ha hecho algunos esfuerzos,
pero es de aceptación general que mientras no se ejecuten cambios
en las condiciones territoriales y económicas, la mayoría de los
esfuerzos serán vanos.
·
En cuanto a la educación, hay carencias muy grandes de instalaciones, materiales y equipo humano de profesores calificados;
pero la secretaría de educación ha cumplido un buen trabajo en
la búsqueda de un modelo educativo ajustado a las normas legales
sobre educación indígena.
Al lado de todos estos problemas está la violencia, que añade
complejidad a la situación, especialmente cuando ella se origina
en los grupos guerrilleros y otras bandas armadas, y en la respuesta de las fuerzas armadas regulares. Los asesinatos, las detenciones arbitrarias, las torturas, los allanamientos, y la descalificación de las reclamaciones legales de los indígenas como
demandas subversivas, parecen brindar la convicción de que no
existe entre algunos oficiales y agentes de las fuerzas armadas,
información y conciencia plenos sobre los derechos de los indígenas como colombianos, ni existe en algunos destacamentos
guerrilleros un mínimo no ya de información y conciencia, sino
de inteligencia y de humanidad para abstenerse de comprometer
y afectar en sus acciones a un sector que por cinco siglos no ha
tenido otro proyecto político que la paz.
RECOMENDACIONES
Recomendaciones de carácter especial
- EJ Estado a través del INCORA, la Dirección de Asuntos
Indigenas y otras entidades responsables, debe proceder a definir
242
Pacificar la paz
y adoptar los planes que sean necesarios para la ampliación territorial de las comunidades, el saneamiento de ocupantes extraños,
el otorgamiento de una sólida titularidad y el esclarecimiento de
la alinderación ajustada a derecho, según corresponda a cada
caso. El cumplimiento de estos propósitos constituye asunto de
apremiante atención en el caso de las comunidades indígenas del
Cauca, el Eje cafetero y el Resguardo de San Andrés de Sotavento
en Córdoba. Es urgente la adquisición de todas las tierras de
particulares actualmente ocupadas por comunidades indígenas,
y su transferencia a estas con carácter de resguardo.
- Las mismas entidades mencionadas deben entrar de inmediato a dar impulso, si ya fueron iniciados, o a dar comienzo,
si así no ha ocurrido, a los trámites destinados a resolver las
demandas de tierras formuladas por las comunidades indígenas
de Urabá, Medio Putumayo y Embera Catío de Córdoba, contando para ello con las tierras que tienen ocupadas y adquiriendo
para el mismo efecto las que se requiriesen si no tuvieren tierras
en ocupación, o si las que tuvieren no fueren suficientes para la
formación de un territorio adecuado.
Pese a la urgencia de atención de la totalidad de estos casos,
se hace apremiante resolver los viejos requerimientos de los Embera Catío en Córdoba y sanear y entregar como resguardos las
reservas del Valle del Guamués a Cofanes e Ingas afectados con
la invasión colonizadora. En todos los casos mencionados un
criterio central para definir prioridades debe ser la atención inicial
a quienes carecen en absoluto de tierra y el aseguramiento de los
territorios amenazados de usurpación o invasión.
- En materia de desarrollo económico se recomienda para el
conjunto de las comunidades del Cauca, de San Andrés en Córdoba, del Eje cafetero y en general para las que tienen mayores
nexos y vecindad con los grandes centros de mercado, que el
Estado a través de entidades como Planeación Nacional, INCORA,
Asuntos Indígenas, Caja Agraria, SENA, PNR, y DRI, y en coordinación con las ONGs que puedan cooperar, defina y oriente
con la participación activa de tales comunidades, un Plan de
desarrollo económico que contemple el aporte de recursos financieros y de asistencia técnica y administrativa, para poner en
marcha aquellas iniciativas de producción y comercialización que
Una víctima especial: los indígenas
243
sean económica y ecológicamente viables y ajustadas a las características culturales y necesidades reales de las comunidades.
Para esto deben tenerse como criterios centrales que las mismas
puedan ser administradas directamente por las comunidades; que
se asegure su continuidad a través de un modelo adecuado de
manejo de capital y rendimientos; que no contribuyan a generar
mayor dependencia; que favorezcan la producción de bienes destinados al consumo interno de las comunidades; y que, en el caso
del Cauca, representen alternativas a los cultivos destinados al
narcotráfico.
- Para las comunidades· de Urabá se recomienda prestar el
debido apoyo administrativo y financiero a la adopción y puesta
en ejecución de las propuestas formuladas en el Plan de Etnodesarrollo Indígena de Urabá, elaborado por la OIA con financiación
de Corpourabá.
Para las del Medio Putumayo se recomienda la evaluación de
los actuales proyectos en curso con apoyo de entidades privadas
y de gobierno, y la definición con las propias comunidades y su
organización regional, de un Plan de desarrollo general que contemple alternativas económicas ajustadas a la fragilidad del ecosistema donde habitan, y que se orienten básicamente a asegurar
la provisión de alimentos suficientes y la obtención de un margen
adicional de ingresos para atender la adquisición de bienes y
servicios básicos de los que no dispone la comunidad. En la
formulación y adopción de estas acciones debe darse prioridad
indiscutible a las comunidades afectadas por problemas de narcotráfico.
- Se recomienda que el Gobierno, a través de los ministerios
de Educación Nacional y de Salud Pública, adelante una labor
intensiva y continuada de divulgación entre los gobiernos departamentales y sus secretarías respectivas para asegurar la plena
aplicación de las normas especiales que se han adoptado en materia de educación y de salud destinados a comunidades indígenas
(Decretos 1142 de 1978 y 1811 de 1991), siguiendo patrones de
trabajo ajustados a la cultura, la organización y las necesidades
reales de las comunidades, y con su plena participación. Se
recomienda adicionalmente, que en cada uno de aquellos ministerios se eleven en jerarquía administrativa y se dote de los
244
Pacificar la paz
recursos humanos, técnicos y financieros, a las oficinas responsables de asesorar y concertar las políticas de educación y salud
indígenas con las entidades regionales. Se hace particularmente
urgente la adopción de medidas para atender con un plan de
emergencia articulado a los planes de desarrollo regional respectivos, a las comunidades indígenas de Urabá, Putumayo y Embera
Catío de Córdoba, afectadas por altos índices de mortalidad
general e infantil, relacionados con problemas de desnutrición.
Recomendaciones de carácter general
- El Estado, a través de los organismos de gobierno responsables de las políticas en materia indígena y a través de los medios
de comunicación, debe adelantar una intensa campaña de divulgación de la nueva normatividad constitucional, en lo se refiere
a los derechos y responsabilidades de los pueblos indígenas y de
los grupos étnicos en general.
Se recomienda, particularmente, la inclusión en los programas
de educación básica primaria, de temas relacionados con la formación cultural y étnica del país y con su organización política
y administrativa, ofreciendo una información amplia y precisa
sobre la presencia histórica y social de los diversos pueblos indígenas nacionales, y sobre la articulación jurídica de estos pueblos
y comunidades en la vida política y administrativa de la nación.
- El Estado debe continuar con mayor intensidad brindando
una información y una capacitación amplias y persistentes a todos
aquellos funcionarios públicos que directa o indirectamente prestan sus servicios o tienen presencia en comunidades indígenas,
sobre la condición jurídica de éstas y de sus miembros en el
concierto de la legalidad nacional, haciendo particular hincapié
en las normas especiales adoptadas en la nueva carta política.
Se recomienda de manera especial que a través de un acuerdo
con el Ministerio de Defensa, se diseñe y se realice un programa
de cursos sobre esta materia para el personal de las distintas
graduaciones de las fuerzas armadas.
- Se recomienda que en los trabajos de preparación del proyecto de ley sobre nuevo ordenamiento territorial, en lo relativo
Una víctima especial: los indígenas
245
a la definición de funciones y responsabilidades de las nuevas
entidades territoriales indígenas y sus órganos de administración,
además de atender a la obligatoria participación de las poblaciones
indígenas, se debe asegurar que el nuevo modelo de manejo
político administrativo de dichas entidades tenga la flexibilidad
suficiente para ajustarse a las variables condiciones de todo orden
que presentan las comunidades indígenas.
Dicho modelo debe articularse con la legítima aspiración de
un crecido número de comunidades del país a la plena reconstrucción jurídica de sus espacios territoriales, y debe dejar un amplio
margen al desarrollo de las iniciativas indígenas derivadas de su
propias costumbres y tradiciones, como lo determina el mismo
texto constitucional.
Criterios semejantes de concertación con los indígenas deben
orientar la elaboración de otros proyectos para el desarrollo legal
y reglamentario de las nuevas normas constitucionales sobre otros
asuntos en materia de indígenas.
- Se recomienda que las oficinas gubernamentales que tienen
atribuciones en la vigilancia sobre la aplicación de las leyes
indígenas y la vigencia de sus derechos (Dirección de Asuntos
Indígenas, Consejería de Derechos Humanos de la Presidencia,
Procuraduría General de la Nación, INCORA etc.), definan y
concierten con las comunidades y sus organizaciones una estrategia de vigilancia sobre la vigencia de tales leyes y reconocimiento de tales derechos, y de seguimiento para los casos en que
se susciten investigaciones por la violación de los mismos.
- Se propone, como una medida urgente frente a la gravedad y
frecuencia de las violaciones actuales a los derechos humanos
de los indígenas, y frente a las nuevas responsabilidades estatales
en la atención a estas comunidades, la conveniencia de crear en
la Procuraduría General de la República una procuraduría delegada especial para asuntos indígenas: actualmente, todo lo tocante
a este sector está siendo atendido por la Procuraduría Delegada
de Asuntos Agrarios, aunque es claro que muchas materias de
derecho de los pueblos indígenas no tienen que ver con las normas
del derecho agrario.
- Se propone al gobierno nacional que en consideración a las
nuevas normas constitucionales, se proceda a efectuar una revi-
246
Pacificar la paz
sión de los lineamientos de la actual política del Estado en materia
de indígenas, y en coordinación con estos pueblos defina unos
nuevas orientaciones para el manejo de esta cuestión, en armonía
con las disposiciones de la última carta.
Para ello podrían tenerse en cuenta las siguientes pautas de
acción:
a. Solución rápida de los problemas territoriales de los pueblos
indígenas, con independencia de la política agraria del gobierno
nacional.
b. Protección de los recursos naturales de los territorios indígenas, con base en una normatividad clara y unos instrumentos
administrativos eficaces;
c. Capacitación de las comunidades indígenas con miras a
que éstas puedan asumir con entera responsabilidad y eficiencia
la administración de las entidades territoriales difinidas por la
última Carta;
d. Planes específicos del Estado para el desarrollo y mejoramiento de las comunidades indígenas, dotados de recursos suficientes y con instrumentos idóneos de capacitación, asistencia
técnica y administrativa;
e. Apoyo a los procesos organizativos internos de las poblaciones;
f. Creación de instancias operativas de coordinación interinstitucional y de efectiva participación de las comunidade~;
g. Dotación de capacidad de convocatoria y financiera a la
entidad coordinadora de la acción indígena del Estado, definida
por éste en entendimiento con los indígenas; y
h. Asignación de un papel más destacado a la labor investigativa en el conocimiento de las realidades culturales, sociales y
económicas de los pueblos indígenas, para prevenir la comisión
de los graves errores del pasado.
- Finalmente, se recomienda a las comunidades indígenas y
a sus organizaciones de base que, sin mengua de la defensa de
sus propios valores culturales, jurídicos y sociales, se revise la
conveniencia de ajustar los asuntos de sus manejos administrativos internos a los principios de pluralismo y democracia que
ellas mismas pueden y deben reclamar de los demás sectores de
la sociedad nacional, por disposición constitucional. También se
Una víctima especial: los indígenas
247
recomienda que se profundice en la comprensión y la aplicación
de los principios de autonomía administrativa y de manejo interno, para prevenir que puedan registrarse conductas reprochables
e inconvenientes por entendimiento amañado de los mismos,
como ocasionalmente ha sucedido. También es aconsejable que
las llamadas organizaciones de segundo y tercer grado, revisen
su carácter y la naturaleza de sus atribuciones y responsabilidades
frente a las comunidades y organizaciones adherentes, en función
de contribuir a la abolición del viejo modelo de relación colonial
y paternalista de la política oficial, y al avance de todos los
sectores indígenas nacionales, dentro del espíritu democrático y
pluralista de la nueva Constitución.
REINSERCION Y PAZ
EL PROCESO DE REINSERCION DEL EPL
Y DEL QUINTIN LAME
INTRODUCCION
Los acuerdos finales entre el gobierno nacional y las organizaciones Ejército Popular de Liberación y Movimiento Armado
Quintín Lame establecieron una serie de instrumentos para desactivar los factores generadores de violencia, y promover y aclimatar el proceso de paz entre los diferentes actores sociales, institucionales y políticos presentes en las antiguas regiones de influencia de estos grupos. Tales instrumentos son los Comités
Regionales de Promoción del Proceso; el Plan de Reinserción de
ex-guerrilleros; los Consejos Regionales de Normalización; los
Foros Regionales para la Superación de la Violencia; y los Planes
Regionales.
Dentro de ellos revisten particular importancia el Plan de Reinserción o Reincorporación de los ex-combatientes, y los Foros
y Planes Regionales en cuanto contemplan que su propio desarrollo "debe estimular una corriente de opinión fuerte en la nación
que se caracterice por la instauración de la tolerancia política"'.
Al reconocer su proceso específico, podemos identificar los
factores y los actores sociales, institucionales y políticos que han
l. Ver texto de los Acuerdos con el
EPL
y el Quintín Lame.
252
Reinserción y paz
impulsado o contrarrestado la aclimatación de la paz en las diferentes zonas investigadas por la Comisión.
A pesar de la larga historia nacional en materia de guerras,
conflictos armados, acuerdos y amnistías, la investigación en
Colombia ha estado dirigida al estudio de nuestras numerosas
guerras civiles y violencias; y muy probablemente por la prevalencia que la guerra ha tenido sobre la paz, se ha descuidado el
estudio de los procesos generalmente frustrados de amnistía,
reincorporación y rehabilitación de los ex-combatientes, que sistematicen y evalúen las experiencias y nos indiquen líneas de
acción y comportamiento al respecto 2 •
La reinserción de los guerrilleros del EPL y del Quintín Lame
a la vida civil está contemplada en capítulos específicos de cada
uno de los acuerdos y forma parte integral del proceso de paz;
sin embargo, después de la culminación de la fase de entrega de
las armas y la salida de los campamentos, la sociedad civil, el
gobierno y los desmovilizados se encontraron frente a la compleja
problemática de la reincorporación política, económica y social
de un número cercano a los 3.200 ex-combatientes, si incluimos
los del M-19. Nadie estaba preparado para este proceso.
En todos existe la certeza de que se trata de un complicado
proceso que compromete aspectos sociales, políticos, económicos, culturales y psicológicos; y que su potencial fracaso constituiría una nueva fuente de frustración y delincuencia, y daría
lugar a la permanencia de factores y actores de violencia en las
regiones afectadas, pues podría conducir a la "inserción" de
muchos de los antiguos alzados en armas en la categoría social
del lumpen y la delincuencia común, o a su retomo a la práctica
de la intransigencia y la violencia política.
La cultura de la violencia y la forma de vida que generó la
guerrilla, hacen factible que algunos miembros de los grupos
desmovilizados den el paso a la delincuencia común o creen
disidencias armadas, como en efecto ha sucedido; pero es nece2. GONZALO SÁNCHEZ realizó una primera y muy importante incursión sobre este
tema en su ensayo "Rehabilitación y Violencia bajo el Frente Nacional". GONZALO
SÁNCHEZ. Guerra y Política en la Sociedad Colombiana. El Ancora Editores, Bogotá
1991.
El proceso de reinserción del EPL y del Quintín Lame
253
sario realizar todos los esfuerzos posibles para que un adecuado
proceso de reinserción contrarreste al máximo esta tendencia.
REINSERCION Y PROCESO DE PAZ
En primer lugar, es pertinente recordar que la reinserción es
parte integral del proceso de paz, y que si bien ha sido dirigida
a los grupos alzados en armas, fue concebida como una tarea y
responsabilidad que compromete al gobierno y a toda la nación;
y asimismo, que el proceso de paz no se concibió como un mero
plan de desmovilización, amnistía, indulto y resocialización de
actores armados, sino que se relacionó desde un principio con
los siguientes aspectos:
a. La reforma política en curso en el país, como lo confirman
!as exposiciones de motivos de los decretos que convocaron a la
Asamblea Nacional Constituyente, los acuerdos políticos en que
se sustentó y las sentencias de la Corte Suprema de Justicia
referidas a su proceso de constitución3; por ejemplo, en el considerando del Decreto 1926 de 1990, expedido por el gobierno del
Presidente Gaviria se lee:
"Que es evidente que la convocación de una Asamblea Constitucional facilita la reincorporación de grupos alzados en armas a
la vida civil, puesto que antiguos grupos guerrilleros, como el
M-19, manifestaron como elemento trascendental para ese significativo paso, la posibilidad de participar en el seno de una Asam. blea Constitucional y que otros alzados en armas han manifestado
formalmente su intención de acogerse al régimen civil por medio
de su integración al proceso de cambio institucional a cargo de
la Asamblea Constitucional, entre ellos el EPL, el Quintín Lame
y el PRT ... Que además de los grupos guerrilleros, diversas fuerzas
sociales, incluidas aquellas que se encuentran marginadas o que
3. Decreto 927 del 3 de mayo de 1990. Sentencia de la Corte Suprema de Justicia
del 24 de mayo de 1990. Acuerdos Políticos del 2 y 23 de agosto de 1990. Decreto
1926 de 1990. Sentencia de la Corte Suprema de Justicia del 9 de octubre de 1990.
Decreto 2480 del 19 de octubre de 1990.
254
Reinserción y paz
desarrollan actividades de protesta en ocasiones por fuera de la
ley, tendrán en la convocación de la Asamblea Constitucional y
en el proceso de reforma para la adopción de nuevos derechos y
de mecanismos eficaces para asegurar su protección, una oportunidad de vincularse a la vida democrática institucional, lo cual
es necesario para alcanzar la convivencia pacífica de todos los
colombianos ... ".
b. La normalización de la vida ciudadana. Por oposición a la
creciente militarización de los conflictos sociaies y políticos, y
la criminalización de la protesta social, se ha planteado como
meta la construcción de un clima en el cual las diferencias políticas que existen en toda sociedad se tramiten de manera civilizada, sin el uso de la violencia y dentro de los canales democráticos institucionales diseñados para tal efecto.
c. La rehabilitación, referida a las tres perspectivas de trabajo
del PNR: como componente de la estrategia general de desarrollo
económico y social; como instrumento de la política de reconciliación y normalización, en relación con el fortalecimiento de la
democracia participativa, la autonomía local y las instituciones
democráticas; y como instrumento regional para fortalecer y apoyar los entes locales y seccionales en su capacidad de planeación
y desarrollo institucional.
d. La Estrategia nacional contra la violencia, determinada como
se sabe por factores como la delincuencia común, la existencia
de grupos terroristas de diferente inspiración y diversos propósitos, y los conflictos por el control de los recursos productivos.
La gente en las regiones afectadas por la violencia debe asumir
con responsabilidad y valor civil la búsqueda de soluciones para
la convivencia.
Pese a la importancia de estos aspectos, el gobierno nacional
y su consejería de paz se han visto copados en su interés y
capacidad operativa por las conversaciones y el conflicto con las
FARC y el ELN, lo cual desafortunadamente ha relegado a un
segundo plano las fases y actividades propias de la reinserción
de los ex-combatientes de los grupos con que ya se realizaron
acuerdos, y la promoción y aclimatación de la paz en las áreas
afectadas por la violencia.
El proceso de reinserción del
EPL y
del Quintín Lame
255
Si bien son claras la prioridad e importancia para la paz del
país que tienen las negociaciones con la Coordinadora Guerrillera, preocupa que el Ejecutivo haya descuidado políticamente el
proceso de paz con el EPL, el PRT y el Quintín Lame; con ello
el país está corriendo el riesgo de perder la perspectiva de la
política general de superación de la violencia y construcción de
la paz, para terminar confundiéndola con uno de sus aspectos:
las negociaciones y conversaciones que se adelantan con los
grupos que aún insisten en el uso de la violencia. Este extravío
de rumbo debe ser corregido rescatando toda la dimensión estratégica del proceso de paz en lo político y en lo social, de la cual
hace parte el proceso de re inserción.
La Iniciativa para la Paz, que enmarcó los acuerdos entre el
gobierno nacional, el M-19, EPL, PRT y Quintín Lame, previó
cuatro fases de desarrollo cualitativamente diferenciadas entre
sí, que requieren de tratamientos particulares e involucran la
participación de actores diferentes 4 •
Por su naturaleza, la etapa de las negociaciones y los acuerdos
políticos es de manejo centralizado, casi que cerrado y de exclusiva competencia del gobierno y las direcciones políticas y militares de los movimientos o grupos alzados en armas; sólo en un
escenario reservado es y será posible avanzar en materia de negociaciones directas como éstas, así como en la firma de acuerdos
políticos, en la desmovilización y entrega de las armas, o en la
fijación de condiciones para el cese de las operaciones subversivas
y la ubicación temporal de los alzados en armas.
Pero cosa distinta sucede con la aclimatación de la paz en las
regiones afectadas, y la reinserción social, económica y política
de un grupo numeroso de ex-combatientes. Además de la resuelta
participación del gobierno y de los grupos e individuos en vía
4. Fase de Distensión: manifestación de voluntad de reconciliación y diálogo directo
con la guerrilla. Fase de transición: Iniciación del tránsito hacia la normalidad institucional y el regreso a la democracia de los grupos alzados en armas, con los cuales se
hubieren establecido, en la fase anterior, procedimientos de reincorporación. Fase de
incorporación definitiva a la vida democrática: durante esta fase se produce el reintegro
pleno a la sociedad de los hasta entonces alzados en armas. Fase de Diálogos regionales
para la convivencia. La gente de las regiones afectadas por situaciones de perturbación
deben asumir la búsqueda de soluciones para la convivencia. La solidaridad colectiva
podrá aislar a quienes utilizan la violencia.
256
Reinserción y paz
de desmovilización, aquí se requiere la decidida intervención de
múltiples protagonistas políticos, institucionales y gremiales, antes, durante y después de las negociaciones y acuerdos entre el
gobierno nacional y los movimientos alzados en armas, que supone un tratamiento abierto, participativo y descentralizado.
Ambos temas son difíciles de abordar, pues pueden convertirse
en fuentes de conflicto y de recordación o reactivación de diversas
disputas entre los sectores sociales involucrados; y por ello precisan de una clara dirección y orientación del Ejecutivo y de la
participación de las distintas fuerzas sociales y políticas regionales. Las siguientes actividades son propias de esta etapa de desarrollo del proceso de paz:
-La coordinación de entidades públicas y privadas para la
ubicación definitiva y la incorporación o reinserción política,
económica y social de quienes han renunciado a la lucha armada.
-El cumplimiento de los compromisos establecidos en los procedimientos de incorporación a la vida democrática.
-La fase de los diálogos regionales para la convivencia.
A pesar de todo lo anterior, en la práctica el proceso y la
política de paz hasta ahora adelantados tienden a limitarse al
escenario de las negociaciones realizadas en Caracas: no se han
promovido actividades regionales de aclimatación de la paz, y
la reinserción se ha divorciado de su contexto natural, el proceso
de paz mismo, y ha perdido su dimensión política y social,
quedando reducida a una cuestión de seguridad, de chalecos
antibalas, escoltas y automóviles, y de diseño, aprobación y giro
de recursos para proyectos productivos cuyo éxito total no se
puede garantizar.
De no producirse cambios en este enfoque, el fracaso o logro
de la paz terminará midiéndose por aspectos operativos y no por
la efectiva superación de la violencia en las regiones afectadas
por ella.
AMBITOS DE LA REINSERCION
Para poder precisar las variables que tienen relación con la reincorporación de ex-combatientes, es necesario proponer una defi-
El proceso de reinserción del
EPL y
del Quintín Lame
257
nición y realizar una primera evaluación, aun a riesgo de quedarnos cortos.
Reinserción política
La dimensión política d~ la reinserción tiene que ver con la
transformación de las organizaciones políticas armadas en movimientos o partidos políticos legales, y su participación en el
proceso político-electoral en igualdad de condiciones con los
otros movimientos y partidos políticos 5 • Este aspecto se refiere
a los pasos que está dando el país en materia de transformación
de las condiciones y prácticas de la política y en la construcción
de una democracia amplia y participativa.
Igualmente, la reinserción tiene que ver con el reconocimiento
y la aceptación por parte de la sociedad civil y del Estado de
unos "nuevos" actores políticos; es de esperar que las organizaciones guerrilleras desmovilizadas y los reinsertos promuevan
luchas sociales y políticas en el marco de las leyes y por vías
pacíficas; la sociedad civil, los gremios y el Estado deben no
sólo estar preparados para que esto suceda, sino entender la
importancia que tienen para la paz y la concordia el que por
primera vez en muchos años, en amplias regiones del país se
aborden y solucionen los conflictos sin muertos y sin violencia.
Consolidar el tránsito a la paz supone reconstruir la posibilidad
de concertar entre gobernantes y gobernados la resolución de los
antagonismos sociales acumulados históricamente. Contra esta
necesidad conspira una equivocada concepción de la seguridad
nacional: las demandas de las comunidades urbanas y rurales en
regiones donde operan grupos alzados en armas, han sido desde
tiempo atrás casi automáticamente criminalizadas y relacionadas
con reivindicaciones de la guerrilla, lo cual ha conducido a las
autoridades a un terreno bélico cuando proyectan una acción
represiva de índole militar frente a los problemas sociales.
5. Con propuestas como las de la circunscripción especial de la paz se reconoce
la importancia de generar, en las fases iniciales de la reincorporación, condiciones de
favorabilidad política.
258
Reinserción y paz
La desmilitarización de estos problemas es parte integral del
proceso y la política de paz; es necesario consolidar el tránsito
de la guerra a la política: la reforma Constitucional estableció
nuevos derechos y medios de acción política a los sectores populares, y su desarrollo y aplicación permitirán la efectiva desmilitarización y tramítación pacífica de los conflictos sociales; la
recuperación de la legitimidad del Estado y de sus instituciones,
y el aislamiento y reducción de todos los violentos.
La perspectiva individual y particular del guerrillero reincorporado a la vida civil tiene que ver con la definición de un espacio
para el ejercicio de una nueva dimensión de la política en el seno
de su propia organización. Como se comprobó en el trabajo de
campo, algunas de las bases guerrilleras desmovilizadas no ven
como producto de su aporte los resultados políticos obtenidos
por sus organizaciones, lo cual conduce a que se prioricen los
problemas de orden individual frente a los colectivos.
Corresponde a las organizaciones políticas de las antiguas agrupaciones guerrilleras realizar un importante esfuerzo de educación
y orientación de sus participantes alrededor de los nuevos proyectos y propósitos políticos.
Reinserción social
La reinserción social tiene relación con el reconocimiento y
la aceptación por parte de la sociedad civil y del Estado de la
importancia del proceso de reinserción, y de unos "nuevos" actores sociales y económicos, ya sean considerados como grupo
o individualmente. De este componente hace parte también el
proceso de indulto.
En el campo de este tipo de reinserción es muy poco lo que
se ha hecho. La falta de difusión del proceso entre las entidades
y autoridades públicas y entre la dirigencia gremial y cívica en
los ámbitos nacional y regional, se manifiesta claramente en
varias cosas: el poco interés e incluso el desconocimiento total
mostrado por autoridades nacionales y regionales sobre la reinserción, y la Directiva Presidencial Nº 001 de 1991, que ordena
El proceso de reinserción del
EPL y
del Quintín Lame
259
darle la prioridad y la atención requeridas 6 ; la falta de "sintonía"
entre las entidades e instituciones; la inasistencia a las reuniones
con los Consejos de Normalización de algunos directores nacionales y regionales de entidades públicas directamente involucradas en el proceso 7 ; el carácter puramente protocolario y formal
que han venido adquiriendo estos mismos Consejos; y los pocos
resultados obtenidos hasta ahora por la Comisión de Reinserción,
creada mediante Decreto N° 2198 de 1991 con la tarea de apoyar
al gobierno en esta materia e integrada por importantes dirigentes
y figuras del sector privado.
Además, y a pesar de que a los pocos días de creada la Oficina
Nacional de Reinserción se planteó la importancia y necesidad
de propiciar foros o encuentros regionales por la paz y la reinserción, hoy no existen políticas, estrategias ni programas que apunten a este propósito; hecha excepción de algunas reuniones aisladas convocadas por dicha Oficina, y de los talleres regionales
propiciados por la Comisión de Superación de la Violencia, los
pocos encuentros y reuniones de promoción del proceso hasta
ahora efectuados han corrido por cuenta de la iniciativa de los
reinsertos y sus organizaciones.
Es de anotar que los diálogos directos entre ex-combatientes,
autoridades y gremios permiten superar las dificultades en los
lugares donde se han generado malentendidos o fricciones y
promover el entendimiento y la política de paz; pero a pesar de
ello apenas se han dado parcialmente el diálogo, la concertación
y la movilización social contra la violencia y por la reinserción,
a través de los mecanismos previstos en la política de paz y
definidos en los acuerdosª.
6. La interinidad de los jefes departamentales de la administración pública, derivada
de la nueva Constitución, y el propio proceso electoral han relegado en las regiones
el tema de la paz y la reinserción.
7. Los Consejos Nacional y regionales de Normalización fueron creados mediante
Decreto Nº 314 de febrero de 1990. En estos Consejos, presididos por el Ministro de
Gobierno o su delegado, participan representantes de las entidades públicas, Fuerzas
Armadas, Procuraduría, Iglesia y los grupos de proceso de reinserción. Los temas de
trabajo son seguridad y reinserción. Estos consejos funcionarán por un período máximo
de tres años, durante el cual se supone se lleve a cabo el proceso.
8. Diálogos Regionales para la Convivencia, los Comités Regionales de Promoción
del Proceso, los Planes Regionales y los Foros Regionales para la Superación de la
Violencia.
260
Reinserción y paz
De otra parte, el proceso de indulto ha sido excesivamente
lento a pesar de contar con un marco legal y jurídico que lo
sustenta: de hecho, alrededor del 70% de las solicitudes presentadas a las autoridades competentes no han sido resueltas.
Desde la perspectiva del ex-guerrillero, la reinserción social
tiene que ver con el reconocimiento, la aceptación y el aprendizaje
de las normas sociales para la vida ciudadana en sus diferentes
dimensiones; aspecto que comúnmente es. identificado con la
resocialización, y que nos remite incluso a problemáticas de
carácter sicosocial. Sólo ocasionalmente se ha prestado la asistencia sicológica requerida; y por ello es importante fortalecer este
área de acción, tratando de evitar un tratamiento meramente
contingente.
Reinserción económica
En una perspectiva general, ésta busca la generación y aplicación
de planes de desarrollo económico-social para la "recuperación
y reconstrucción" de las zonas azotadas por la violencia, bajo la
dirección del Estado y con _la participación de las distintas fuerzas
sociales, gremiales y políticas.
En este escenario es particularmente importante el papel que
ejerza el gobierno, por cuanto en muchas regiones los agentes
particulares o privados del desarrollo han sido expulsados por la
violencia.
En el marco de estos planes y programas regionales de desarrollo es mucho más fácil identificar y formular proyectos de
inversión en los cuales se pueda apoyar la reinserción económica
individual de los ex-combatientes, como lo demuestran los proyectos productivos de transporte intermunicipal, construcción de
vivienda y producción de pegantes diseñados en el contexto del
programa de desarrollo bananero en Urabá, y el llamado "Pacto
Social" suscrito entre Esperanza, Paz y Libertad y AUGURA.
Obviamente, la tarea de formulación de los planes de desarrollo
regional y local en las zonas azotadas por la violencia, rebasa la
acción y perspectiva individualista de un plan de amnistía, indulto
y reincorporación de ex-combatientes; pero es importante recor-
El proceso de reinserción del
EPL y
del Quintín Lame
261
dar que para las comunidades habitantes de estas regiones lo
sustancial de la paz, además de la tranquilidad personal, es la
oportunidad del progreso económico y social y la mejora en la
calidad de vida. Con el Plan Nacional de Rehabilitación, PNR,
el gobierno dispone de un instrumento adecuado para contribuir
a estos procesos de desarrollo socioeconómico.
En tal sentido preocupa la creciente separación y distanciamiento que se ha presentado entre la política de paz y el PNR.
Una clara demostración de lo anterior se encuentra en un docu_mento reciente del Consejo Nacional de Política Económica y
Social coNPES 9 ; al señalar los criterios y variables que se tuvieron
en cuenta en la clasificación de municipios y localidades para
efectos de su incorporación al PNR y la definición del alcance
temporal y programático de la acción del Plan Nacional de Rehabilitación en los municipios, no se mencionan ni el proceso de
paz, ni los efectos y los impactos económicos y políticos de la
violencia'º. Ello explica por qué, por ejemplo, no se consideran
como poblaciones objeto de una posible acción futura del PNR
las áreas de tugurios y cordones de miseria de grandes y medianas
ciudades en que habitan los desplazados por la violencia, y por
que no se está utilizando abiertamente la capacidad de convocatoria del Plan para diseñar programas de reconstrucción o rehabilitación de las zonas afectadas.
Así, en varias de las regiones de conflicto estudiadas el PNR
tiende a aislarse de la problemática regional y local, perdiendo
su capacidad de convocatoria social e institucional y su identidad
de plan interinstitucional con objetivos económicos y políticos
estratégicos. De esta manera el PNR corre el peligro de convertirse
en una oficina o entidad más, tramitadora de recursos y ejecutora
9. "El PNR 1991-1994". Documento DNP-2523- UDT-SIP, Bogotá, marzo 21 de
1991. CONPES, Versión aprobada.
10. Es altamente probable que la mayor parte de los municipios que han sido
afectados por la violencia sean cobijados por el PNR en razón de sus altos índices de
pobreza y atraso económico, que dicho sea de paso se han visto agravados por la
misma violencia. Sin embargo, la ausencia explícita de este criterio significa el desconocimiento de la relación existente entre violencia y atraso económico y social (en
sus dos vías) y la relación entre la promoción-y aclimatación de la paz y la convivencia
y el desarrollo.
262
Reinserción y paz
de obras, y objeto de las clásicas apetencias clientelistas y burocráticas.
La reinserción económica en su dimensión individual nos remite al arbitraje de recursos productivos o financieros; a la transferencia y aprendizaje de conocimientos técnicos, y a la puesta
en marcha de procedimientos que, en el menor plazo posible,
permitan al ex-guerrillero adelantar actividades productivas, colectivas o individuales que le garanticen mínimamente su propio
sostenimiento y el de su familia.
Este componente por su urgencia es el más trabajado y desarrollado en los acuerdos, y tiende a copar el perfil de todo el
proceso de reinserción, en tanto los aspectos atinentes a la reinserción política y social han sido descuidados por las organizaciones desmovilizadas y por las autoridades. 11
Los peligros de una perspectiva sesgada exclusivamente por
la problemática de la reinserción económica de individuos están
en que:
-se termina confundiendo la reinserción económica y social
con la mera transferencia, solicitud y trámite 12 de recursos económicos a un grupo de personas.
-se abandona la perspectiva del proceso de paz y de superación
de la violencia, que es lo socialmente atractivo, para simplificar
todo en un programa de resocialización de individuos.
-se acaba midiendo el éxito o fracaso del proceso de paz al
margen de los efectos de éste en la sociedad.
11. Según lo acordado con el EPL, PRT y el Quintín Lame cada ex-combatiente
recibe una beca de $75.000.oo mensuales durante un período de 6 meses, prorrogable
a un año, a partir de la entrega de annas. Además es sujeto de un crédito de
$2.000.000.oo ($1.500.000.oo con el M-19) para adelantar un proyecto productivo
que le asegure una actividad y su supervivencia. El crédito es desembolsado una vez
el proyecto, individual o asociativo, sea aprobado por la Oficina de Reinserción. Para
la formulación y diseño de los proyectos el Gobierno presta la asesoría requerida. El
tiempo máximo previs'to para la culminación del proceso es de 3 años a partir de la
fecha de entrega de las armas.
12. Es muy diciente que la Oficina Nacional de Reinserción haya terminado llamando "índice de reinserción" a la operación aritmética de dividir el número de
desmovilizados a los cuales les han sido aprobados créditos para proyectos productivos,
por el número total de desmovilizados. Ver documentos de la Oficina Nacional de
Reinserción.
El proceso de reinserción del
EPL y
del Quintín Lame
263
Lo anterior, y la falta de acompañamiento político y social y
de convocatoria que ha caracterizado al proceso hasta la fecha,
colocan al gobierno, a los desmovilizados y al país en una difícil
situación: ante la pérdida de la perspectiva general de la política
de paz y su confusión con las negociaciones de Caracas; la desarticulación del PNR con la política de paz; y el abordaje unidimensional de la reinserción en sus aspectos de reinserción económica
de individuos, todo el proceso de paz parecería depender de la
viabilidad técnica y económica de los proyectos productivos.
Frente a esta visión vale la pena preguntarse:
¿Quién puede convertir, en seis meses o un año, en empresario
exitoso a un ex-guerrillero?
¿Qué estudio de factibilidad de un proyecto productivo es
infalible?
¿Quién puede asegurar el éxito de la mayoría de unos proyectos
que estarán en manos de gente con voluntad pero sin ninguna o
muy poca experiencia en el terreno productivo y comercial?
¿Qué pasa con las personas cuyos proyectos productivos fracasen? Se consideraría "explicable o justificable" su reincidencia
en la guerrilla o su paso a la delincuencia común?
¿El gobierno mantendrá a los ex-combatientes hasta cuando
se encuentre un proyecto o una actividad económicamente viable?
Como se puede apreciar, el abordaje de la reinserción demanda
su articulación con el proceso de paz y la decisión política dé
un trabajo multidisciplinario y multisectorial que involucre al
gobierno, a los grupos e individuos desmovilizados y a la sociedad
civil en su conjunto; al igual que la permanente concertación
entre las partes y la consulta con la comunidad.
En este orden de ideas es evidente la pertinencia de las medidas
que ha venido adoptando el gobierno nacional desde finales de
1991 con la expedición de los decretos 2884 del 26 de diciembre
de 1991 y 53 del 13 de enero de 1992, mediante los cuales se
crean, respectivamente, la Dirección del Programa Presidencial
para la Reinserción, y la Consejería Presidencial para la Política
Social. Estas medidas posibilitan el replanteamiento del proceso
de reinserción· como parte de la política de paz.
264
Reinserci6n y paz
DIFICULTADES DE LA REINSERCION
Haciendo abstracción de la clara demostración de voluntad y
decisión de paz de los grupos guerrilleros desmovilizados, es
importante tener en cuenta los siguientes aspectos que afectan
negativamente el proceso de paz y de reincorporación.
Un primer elemento lo constituye el hecho de que en muchos
casos los grupos guerrilleros ganan legitimidad y fundamentan
su presencia ante la población en sus zonas de influencia, con
base en el control social que ellos ejercen, y no tanto por un
trabajo de convencimiento de la comunidad y difusión de un
proyecto político.
En efecto, su legitimidad y el respaldo que obtienen provienen
muchas veces del temor de la población y del ejercicio por parte
de la guerrilla de funciones policivas y de "administración de
justicia" que es "aceptada" por cosas muy concretas como el
ejercicio de un poder armado, la ausencia del Estado, y la presencia de delincuencia común y de grupos que cometen asesinatos
y atropellos contra la población.
Esta situación, que pone de manifiesto la falta de presencia
del Estado de derecho en estos territorios, es importante en relación con el rápido proceso de ocupación que han realizado otras
guerrillas (FARC y ELN) y grupos disidentes entre los desmovilizados, en las antiguas áreas de influencia militar y política de
estos últimos.
Desde el punto de vista del proceso de superación de la violencia y de la política de paz, para estas regiones aún no existe una
propuesta que permita garantizar la presencia del Estado en las
áreas abandonadas por los alzados en armas que se encuentran
en proceso de reinserción; así, una vez reocupadas estas regiones
por otras guerrillas o por grupos delincuenciales, las comunidades
no ven una ganancia en dicho proceso. El PNR parecería ser el
plan más indicado para ejercer una rápida coordinación interinstitucional que propicie esta presencia, pero su progresivo aislamiento del proceso de paz ha impedido una acción rápida y eficaz
en este campo.
Tal circunstancia se ve agravada por el hecho de que los actos
delincuenciales de algunos de los disidentes entre los desmovili-
El proceso de reinserción del
EPL y
del Quintín Lame
265
zados, además de ser un nuevo factor de violencia, han terminado
legitimando la presencia de las F ARC, el ELN o cualquier otro
grupo armado de derecha o izquierda que se autoatribuya el
ejercicio de funciones de control social en las zonas en que
aquellos operan.
De paso, en ejercicio de su poder y con base en amenazas y
en supuestos "ajusticiamientos a los traidores que se vendieron
por dos millones de pesos" 13 , en ocasiones las disidencias expulsan a los desmovilizados de sus regiones de influencia, lo que
dificulta aún más el proceso de reinserción. Esta circunstancia,
ya expuesta en este informe, ha derivado en masivas migraciones
hacia zonas en donde no se tenía previsto adelantar programas
de reinserción, como sucede en Bucaramanga, a donde ha ido a
"refugiarse" un número importante de miembros del EPL que
tenían influencia en el sur del Cesar.
Un segundo elemento que dificulta el proceso de paz es el
creciente uso de prácticas delincuenciales por parte de la guerrilla,
que ha banalizado y trivializado el secuestro, el boleteo,la vacuna
y los atentados contra la infraestructura económica y productiva.
"Ninguna guerrilla en el mundo ha practicado el secuestro en
dimensiones tan aberrantes como la colombiana. Y este componente de la lucha armada que merecería un análisis muy serio,
no puede escudarse en la también real lumpenización de sectores
vinculados a los aparatos armados del Estado ... Pues bien, el
elemento más notorio de tal indiferenciación (con la delincuencia
común) y el causante del creciente desencanto con la guerrilla,
e incluso del repudio social a ella, ha sido sin lugar a dudas el
uso generalizado y la rutinización del secuestro, sumado a las
masacres y a las ejecuciones" 14 • Esta situación conspira contra
la espontánea movilización de gremios, personalidades e incluso
organismos oficiales a favor de la reinserción.
Un tercera dificultad del proceso de reinserción se deriva de
las características y el perfil de la mayoría de los ex-combatientes:
13. Esta es la versión difundida contra los desmovilizados entre la población
campesina.
14. GONZALO SÁNCHEZ, op. cit.
266
Reinserción y paz
la Oficina Nacional de Reinserción señala que sobre un total
nacional de 3.292 personas vinculadas a dicho proceso, 791
pertenecen al M-19, 2.149 al EPL, 205 al PRT y 148 al Quintín
Lame; el Ministerio de Gobierno indica, en cambio, que son
3.157, de los cuales 800 del M-19, 2.000 del EPL, 200 del PRT
y 157 del Quintín Lame.
Según la primera oficina, ellos tienen los siguientes niveles
de escolaridad, de acuerdo con una muestra de 1.475 personas
entre ellos (45% del total) 15 :
Totalmente analfabetas: 137 (9.3%)
Algún nivel de educación primaria: 730 (49.5%)
Algún nivel de educación secundaria: 400 (27 .1 % )
Algún nivel de educación técnica-universitaria: 208 (14.1 %)
Si tomamos como referencia las encuestas realizadas por delegados de la Consejería de Paz a 597 guerrilleros desmovilizados
del EPL, encontramos a modo de tendencias la siguiente información:
Analfabetas: 115 (19,3%)
Algún nivel de educación primaria: 292 (48,9%)
Oficios: ninguno: 97 (16.2%)
agricultura, ganadería o jornaleo: 350 (58.6%)
Disposición de retomo a las zonas antiguas zonas de operación:
No quieren: 251 (42.0%)
No saben: 70 ( 11. 7%) ·
Si quieren: 276 (46.3%)
En general se trata de personas muy jóvenes, entre los 15 y
los 24 años, con un bajo nivel de educación, muchos de ellos
analfabetas, y de origen rural con conocimiento de oficios agropecuarios; casi la mitad de los ex-combatientes no piensa retomar
a sus antiguas zonas de operación.
Estas circunstancias constituyen obstáculos al proceso de reinserción económica, política y social, pues la mayor parte de los
proyectos productivos habrán de realizarse con personas de muy
precaria formación académica y ninguna experiencia de carácter
15. Fuente: Información Básica de la Población de Reinserción. Oficina Nacional
de Reinserción. Dirección PNR. Presidencia de la República.
El proceso de reinserción del
EPL y
del Quintín Lame
267
empresarial~ ello implica que será necesario llevar a cabo grandes
esfuerzos en materia de capacitación y diseño de modelos especiales de apoyo, monitoreo y acompañamiento de estos proyectos
durante sus distintas fases de desarrollo. Todo ello se ve agravado
por la baja propensión de los ex-combatientes a regresar a las
antiguas zonas de operación, la cual, en contra de lo deseable,
sitúa a un importante número de ellos en comunidades y regiones
en las que generalmente no tienen arraigo, ni mayores vínculos
familiares o sociales.
DISPOSITIVO OFICIAL PARA LA REINSERCION
Al momento de la firma de los acuerdos el Estado no estaba
preparado ni financiera ni administrativamente para asumir la
dirección y coordinación política y técnica de la reinserción y
reincorporación de los ex-guerrilleros, y tampoco contaba con
un número suficiente de funcionarios idóneos para coordinar el
proceso. A raíz de los acuerdos con el EPL, el PRT y el Quintín
Lame el gobierno decidió crear un equipo especializado que
asumiera esta responsabilidad, el cual no había sido planteado
entre otras circunstancias porque el proceso con el M-19 no hizo
relevante el componente de la reincorporación, debido al contenido de los acuerdos, y al número de los combatientes comprometidos.
Como instrumento para su coordinación el gobierno nacional
creó en abril de 1991, adscrita a la Secretaría de Integración
Popular de la Presidencia de la República (PNR), la Oficina Nacional de Reinserción, que a su vez creó oficinas regionales 16 ,
con el encargo de dirigir y adelantar las actividades requeridas
para una adecuada formulación y puesta en operación de dichos
programas, lo cual se puso en marcha en medio de grandes
dificultades administrativas y financieras.
16. Ciudad (fecha apertura): Medellín (V-91), Urabá (XI-91), Barranquilla (IX91), Bogotá-Cundinamarca (X-91), Cartagena (V-91), Popayán (Vl-91), Valledupar
(Cesar y Guajira) (VIIl-91), Montería (V-91), Santa Marta (V-91), Pasto (Nariño-Putumayo) (VIII-91), Cúcuta (Vl-91), Pereira (Eje cafetero) (V-91), Bucaramanga (XIl91), Sincelejo (VIII-91), lbagué (Tolima, Caquetá y Huila) (V-91), Cali (VIII-91).
Reinserción y paz
268
Al respecto el Cuadro N. 1 es ilustrativo del balance de proyectos productivos aprobados y los giros realizados a diciembre de
1991. 17
Cuadro No. 1
Proyectos de reinserción aprobados
Movimiento
M-19
EPL
PRT
Quintín Lame
Total
No.de Proyectos
reinsertos aprobados Beneficiados
791
2.149
205
148
3.293
147
48
34
13
242
% sobre total .Beneficiados
con giro
Movimiento
551
365
73
15
1.004
69,6
17,0
35,6
10, 1
30,4
352
60
3
7
422
% sobre total
Movimiento
44,5
2,3
1,4
4,7
12,8
En primer lugar, salta a la vista la gran diferencia existente
entre lo aprobado y lo efectivamente girado; pero lo preocupante
no es tanto esto sino la información contradictoria que se ha
suministrado a la opinión pública a través de los medios de
comunicación: la Oficina Nacional de Reinserción y el PNR han
hecho énfasis en los mas altos porcentajes, que son presentados
a manera de partes de victoria; y las organizaciones de los desmovilizados hacen cuentas y balances con base en las cifras de
los giros reales. El resultado es una percepción contradictoria y
poco clara por parte de la opinión pública, y una contundente
demostración de falta de concertación y comunicación entre unos
y otros.
De otra parte, es claramente manifiesto que los datos totales
son afectados "positivamente" por las cifras del M-19, que lleva
mucho más tiempo en el proceso; pero una simple reflexión pone
de presente el problema de que el tiempo previsto para la puesta
en marcha de los proyectos productivos de los militantes de esa
organización está terminando sin que se haya avanzado más del
50% en las metas propuestas. Habría que evaluar los resultados
obtenidos hasta ahora en cada uno de los proyectos productivos.
A lo anterior hay que agregar la falta de sintonía entre las
diferentes entidades que están involucradas en el proceso; nadie
17. Fuente: Oficina Nacional de Reinserción.
El proceso de reinserción del
EPL y
del Quintín Lame
269
puede negar, por ejemplo, la voluntad que ha puesto el INCORA,
pero la realidad muestra que muchos proyectos cuyos desembolsos podrían hacerse de inmediato, no arrancan por falta de predios. Lo mismo ha sucedido con otros proyectos a raíz de las
dificultades presentadas en la consecución de las libretas militares
que son requisito para la formalización de todo tipo de contratos.
Lo anterior pone de presente la urgente necesidad de un trabajo
concertado que en la actualidad no parece darse, con el cual los
resultados serían muy superiores a los logrados hasta ahora.
Es igualmente indispensable mejorar las condiciones de seguridad de los ex-combatientes, ya que el actual clima de amenazas
agrava su escepticismo con respecto a la disposición de las autoridades para agilizar la reinserción.
Si como lo plantea la Iniciativa para la Paz, consideramos que
la reinserción no comienza cuando los ex-guerrilleros dejan el
arma, sino mucho antes, desde la desmovilización misma (fase
de los campamentos), y que ella requiere del concurso y apoyo
del sector público y privado, es pertinente señalar y reconocer
que en el actual proceso de paz por múltiples razones las medidas
adoptadas fueron tardías; lo cual se vio agravado por la circunstancia de que los grupos y movimientos guerrilleros en un principio consideraron que el gobierno era el único responsable de
la reinserción y asumieron una actitud pasiva.
Antes del replanteamiento de la política de reinserción con la
creación de la Consejería Presidencial para la Política Social y
del Programa Presidencial para la Reinserción, el gobierno, a
pesar de su buena voluntad y de sus esfuerzos, así como de la
apropiación de recursos financieros necesarios, no pudo crear la
estructura, ni el aparato, ni los mecanismos administrativos apropiados para garantizar todo el proceso, como consecuencia de la
falta de oportunidad de los recursos económicos y de mayor
agilidad en los trámites, y de los negativos factores político-organizacionales.
En este contexto, y de manera aislada, la Secretaría de Integración Popular y la Oficina de Reinserción de una u otra manera
asumieron la dimensión operativa-técnica de la reinserción, encontrando grandes dificultades en el marco del régimen ordinario
de contratación pública: la apropiación y ejecución de recursos
270
Reinserción y paz
se tornó lenta, incluso en cuestiones tan elementales como el
pago a los propios funcionarios de la Oficina de Reinserción. Lo
mismo sucedió con la consecución del recurso humano y apoyo
logístico, y la contratación de la asistencia técnica para los proyectos productivos.
Al perderse la visión estratégica de la reinserción como parte
del proceso de paz, este terminó a cargo de una oficina de tercer
nivel del Plan Nacional de Rehabilitación, cuando el asunto exigía
liderazgo, convocatoria y orientación directa por parte del Ejecutivo.
Los resultados han sido:
-La proliferación de dificultades administrativas en el proceso;
y la poca importancia política que adquirió una visión integral
del proceso de paz, es decir, de la reincorporación, la promoción
y la aclimatación de la convivencia .
.-La creciente desarticulación y el distanciamiento operativo y
por lo tanto político entre la Consejería de Paz (proceso de paz)
por un lado, y el Plan Nacional de Rehabilitación (proceso de
rehabilitación y normalización) y la Oficina de Reinserción, por
el otro.
-La creciente separación operativa y política entre el Plan
Nacional de Rehabilitación y la Oficina de Reinserción.
-La tramitología de los créditos y proyectos, los procesos
administrativos, los registros presupuestales, los créditos y contracréditos, los fenecimientos de plano etc., y la falta de gerencia,
están ahogando muchas posibilidades de reinserción y al mismo
proceso de paz.
RECOMENDACIONES
-La perspectiva de la paz como propósito nacional se ha traspapelado, reduciéndose a las negociaciones directas, muy importantes por cierto, entre el gobierno nacional y los grupos guerrilleros que persisten en el uso de la violencia.
-La paz debe dejar de ser entendida por el conjunto de la
sociedad como la mera firma de los acuerdos o un simple problema entre el gobierno y la guerrilla, es decir, un problema de
El proceso de reinserción del
EPL y
del Quintín Lame
271
negociadores; para ello es necesario y urgente rescatar una concepción general mas amplia que permita avanzar en su consecución aún en la eventual complicación de los acuerdos con las
FARC, el ELN y otros grupos, y en la perspectiva de la participación de diferentes sectores políticos, sociales y gremiales a nivel
nacional y regional para que adquieran un mayor compromiso
en las diferentes fases del proceso.
-La reinserción de los ex-combatientes es tan importante en
el proceso de reconciliación nacional, como lo son la normalización de la vida ciudadana y la rehabilitación. Por ello se debe
rescatar una estrecha relación entre todos esos aspectos: si la
guerra y la violencia han sido sinóninos de corrupción, pobreza
y atraso, violaciones y atropellos de los derechos de las gentes;
la superación de la violencia debe significar la justicia, la eficiencia, la convivencia y la construcción del desarrollo y el progreso
económico y social en las zonas afectadas.
-Bajo la dirección del Ejecutivo, las gentes de las regiones
sometidas por la violencia deben buscar conjuntamente soluciones
para la reconstrucción y el desarrollo económico y social de ellas,
y para la convivencia pacifica; y en ese contexto deben ser promovidos los planes de reinserción.
En consecuencia, la reincorporación de ex-combatientes debe
ser liderada y dirigida por el Ejecutivo a través de un organismo
que tenga credibilidad y convocatoria ante la sociedad civil, las
autoridades civiles, militares y eclesiásticas, las organizaciones
políticas y cívicas y los grupos y personas en proceso de reinserción.
En este sentido han sido muy oportunas y adecuadas las recientes decisiones del gobierno nacional de crear, mediante los Decretos Nºs 2884 del 26 de Diciembre de 1991 y 53 del 13 de
enero de 1992 la Dirección del Programa Presidencial para la
Reinserción, y la Consejería Presidencial para la Política Social.
Consideramos que ellos deben prioritariamente impulsar en
coordinación con el PNR y con la Consejería de Paz la movilización social contra la violencia ypor la reinserción, a través de
los mecanismos ya definidos en los acuerdos: los diálogos regionales por la convivencia; los comités regionales de promoción
del proceso; los planes regionales de reinserción; y los foros y
talleres regionales para la superación de la violencia.
272
Reinserción y paz
-Para poder alcanzar la reincorporación de los ex-combatientes
a la sociedad en los términos y tiempo previstos, es necesario
que el equipo de gobierno encargado de dirigir y coordinar el
proceso de reinserción asuma la convocatoria y coordinación de
las entidades y autoridades públicas y privadas nacionales y regionales, y de los gremios y empresarios participantes.
-Igualmente se recomienda dotar al proceso de la mayor agilidad administrativa y operativa posible, haciendo uso de los
procedimientos previstos en el Régimen de la Contratación Pública (Decreto 222) para casos de "emergencia o urgencia evidente".
-La reinserción tiene diferentes dimensiones que requieren de
un tratamiento integral; es decir que todas las acciones relacionadas con el proceso deben colocarse bajo la coordinación de la
nueva Consejería y Programa Presidenciales para la Reinserción,
con el fin de superar la descoordinación hasta ahora prevalente
y evitar las perspectivas sesgadas que terminan privilegiando
unos aspectos sobre otros.
-La reinserción no puede concebirse como un proceso meramente político a través del cual quienes antes fueron guerrilleros
se toman en nuevas fuerzas y partidos que entran a competir en
la contienda democrática; sino también como un proceso personal
y colectivo de reubicación en un nuevo horizonte humano, social
y económico.
Esta es una tarea que involucra a las propias organizaciones
políticas de los desmovilizados, y por lo tanto garantizando su
autonomía del gobierno, se deben establecer mecanismos permanentes de concertación y coordinación con ellas, garantizando
su autonomía política y en medio de la mayor transparencia y
los menores efectos traumáticos posibles.
-La. capacidad que genere el país para resolver problemas de
violencia y de reinserción ha de ser un elemento importante para
aislar a todos los violentos y fortalecer las conversaciones que
desarrolla el gobierno con los grupos que permanecen en armas;
no sólo en cuanto a efecto demostrativo, sino porque es necesario
que el país y el gobierno se preparen para una posible reinserción
de un número muy superior de ex-combatientes.
-Por último, la reinserción y la reincorporación política, económica y social de regiones y ex-combatientes deben construirse
El proceso de reinserción del EPL y del Quintín Lame
273
con base en la más amplia participación posible de los sectores
sociales, políticos e institucionales, en un ambiente de tolerancia
y respeto por el otro, y en el marco del desarrollo de la nueva
institucionalidad, que es clara al señalar que "Colombia es un
Estado Social de derecho, organizado en forma de República
unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista ... " 18 •
18. Constitución Política de Colombia. Título I, De los Principios Fundamentales.
Art 1°.
UNA METODOLOGIA PARA LA PAZ:
EL FORTALECIMIENTO DE LA SOCIEDAD CIVIL
INTRODUCCION
La consolidación de la paz en una región, y la reinserción de
las personas y los grupos que tomaron el camino de la lucha
armada, hacen parte de un proceso social global; por ello hay
que pensar en las colectividades sociales y en el medio ambiente
humano donde se dió la guerra, antes que en los individuos que
dejaron o van a dejar las armas, o en las características físicas
de los territorios-escenarios de las confrontaciones.
La superación de la violencia comienza por la auto-reinserción
de las comunidades humanas regionales, mediante su constitución
en sociedades civiles que estén en condiciones de asimilar y
manejar dinámicamente las tensiones y conflictos propios de una
democracia, sin permitir la destrucción de las partes contrapuestas, mediante el establecimiento de las bases cívicas necesarias
para la formación de partidos políticos que expresen el sentir de
los diversos grupos de pobladores; una ética civil que reafirme
valores comunes preservando las diferencias; la defensa de los
derechos humanos y sociales; y un contexto de convivencia donde
la lucha por el poder no degenere en la guerra, y la economía
no derive en el negocio de las drogas.
La sociedad civil se origina en la acción de los ciudadanos
como miembros de las clases sociales, las etnias, los grupos
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
275
culturales y religiosos, los gremios económicos, los géneros y
las generaciones; y se vigoriza en la medida en que los ciudadanos
organizados toman dominio sobre su seguridad, sus vidas, sus
derechos, sus propios conocimientos, su medio ambiente, sus
relaciones con el Estado y las instituciones, y su capacidad de
situarse en los mercados con calidad, eficiencia y poder de control. Sólo una sociedad civil así está en camino de inserción
hacia un horizonte sociopolítico y económico en que la destruc- .
ción de la vida humana quede excluida como forma de solución
de los conflictos.
La nueva Constitución de Colombia apunta a esta sociedad
civil cuando establece el marco general de la participación de
los ciudadanos organizados, a cuyo servicio está el Estado. El
Plan de Desarrollo Económico y Social de La Revolución Pacífica
tiene como condición de posibilidad esta sociedad capaz de producir desde los sectores populares hasta los sectores de punta de
la economía, colocar sus productos en los mercados, generar
utilidades e invertirlas en la expansión de los medios de producción y la calidad de vida de todos.
En lugar de centrar la reinserción en pequeños proyectos de
microempresas individuales para los ex-combatientes, o en un
propósito meramente político de formación de nuevos partidos
con los grupos que pasan de la guerra a la contienda democrática,
esta propuesta privilegia el control de las gentes organizadas
sobre los asuntos de su propia existencia: la calidad de vida, la
tranquilidad, los derechos fundamentales, la ecología, la cultura,
la política, la economía y la ética.
Por consiguiente, el problema que se trata de resolver aquí no
es qué puede hacer el Estado por la gente en las region~s de
violencia, sino qué puede hacer la gente organizada y cómo puede
el Estado coadyuvar los propios esfuerzos de los pobladores para
controlar los complejos procesos que garantizan una paz dinámica
en la cual ellos mismos son los primeros interesados. Esta es la
base real de la sociedad civil, la política, la democracia, el
desarrollo económico, la reinserción y la paz.
Por tanto, el desarrollo de las regiones no es entendido en
primer lugar como un aumento en la producción de cosas, sino
en el dominio ciudadano sobre las cosas que se producen y sobre
276
Reinserción y paz
los sucesos. Es obvio que el crecimiento económico está inmediatamente articulado con el problema de la paz; pero hoy en día
en Colombia este crecimiento sólo genera inequidad o toma el
camino clandestino y distorsionador de la economía subterránea,
como en el caso de la droga.
Esta contradicción entre logro económico y paz se acelerará
a menos que el crecimiento se plantee dentro de los parámetros
aquí formulados; y en cuanto a la posibilidad de que el Estado
sea suplantado en sus funciones en un proyecto como éste, nunca
se le exige tánto como aquí en términos de una presencia asidua
de carácter político, democrático y empresarial eficiente para
garantizar el desarrollo y la equidad del proyecto mismo; proveer
la infraestructura, los servicios y los bienes básicos que la gente
merece; ejercer justicia y constituirse en el último baluarte de la
seguridad ciudadana a través del ejercicio del monopolio de las
armas; y dotar de instrumentos de información, conocimiento,
tecnología, apoyo al crédito y estabilidad general a todos los
actores económicos, para concertar y negociar con la sociedad
civil los planes de desarrollo mismos.
El Estado no está al servicio de sí mismo, y mas bien ha sido
vigorizado en el espíritu de la nueva Constitución de Colombia
para procurar el bien de los ciudadanos, y mucho más en procesos
como el que ahora nos acupa, en el cual se trata de reconstruir
el tejido social en muchas regiones.
SOCIEDAD CIVIL, ESTADO Y MERCADO
De estos tres elementos, la sociedad civil es quien juega los
papeles determinantes en la construcción del nuevo escenario
que articula al país con el resto del continente y el mundo. El
campo del Estado es el del poder (ejecutivo, legislativo y judicial)
y la generalización de los intereses de la población; el del mercado
es el de la producción y circulación de bienes y servicios; el de
la sociedad civil la identidad y la pertenencia, los motivos emocionales y los esfuerzos racionales de hombres y mujeres que
han formado y tratan de mantener grupos sin desconocer sus
diferencias, porque hallan ventajas en establecerlos en los ámbitos
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
277
cultural o social, y que toman formas políticas en corregimientos,
municipios, departamentos, regiones y en la nación.
Un nuevo espacio social y político que garantice la paz debe
establecerse como una prioridad en las zonas reconocidas como
violentas; y él no puede ser totalizado por ninguno de esos tres
elementos cuyo destino es controlarse y necesitarse entre sí, pues
la ausencia o la hipertrofia de alguno de ellos destruye la posibilidad de mantener la convivencia humana.
Para poder situar a las comunidades de las zonas de reinserción
en la dinámica nacional e internacional del mercado, es necesario
garantizar que todas ellas estén en capacidad de generar excedentes, a sabiendas de que en este juego complejo y desigual unos
obtienen menos que otros; pero al situarse en el mercado con un
sentido de grupo y un propósito global que impidan las exclusiones, se puede facilitar el desarrollo económico y la paz.
Para esto es necesario que el Estado oriente el gasto público
hacia el autocontrol de la reproducción social por parte de las
mismas comunidades. Por ello debe impedirse que el gasto público en las zonas de violencia se concentre en unos pocos; o
que las políticas sociales sean meras políticas asistencialistas en
momentos de desastres.
Se trata de contribuir a que los sectores populares mayoritarios
del campo y de la ciudad se organicen para entender, asimilar,
generar y controlar la trasformación tecnológica, a medida que
avanzan en un proceso de ampliación paulatina y creciente de
sus propias capacidades, y de control de su participación en los
mercados.
De allí la importancia de aceptar el reto de nuestras "ventajas
absolutas" basadas en el desarrollo de la inteligencia y la creatividad popular para aprovechar lo que nuestras culturas y la riqueza
de nuestra ecología dan de sí mismas, en un mundo donde "las
ventajas comparativas" basadas en la explotación de recursos
naturales no renovables y materias primas están en decadencia.
Frente a los efectos destructores del mercado que siempre
acompañan sus fuerzas creadoras, tiene que aparecer la resistencia
de la propia sociedad civil bajo la forma de organizaciones de
la más diversa índole para la protección de la sociedad y la
naturaleza. No se trata en este caso de "distorsionar" el mercado,
278
Reinserción y paz
sino de actuar frente a sus distorsiones; pero esta función no
puede ser practicada por las organizaciones de la sociedad ci"il
sin recurrir al Estado como instancia de poder; por eso su primer
papel será la promoción de la sociedad civil, y luego la planificación económica de un desarrollo capaz de asegurar la integración de toda la población y su compatibilidad con la conservación
de la naturaleza.
Por eso, finalmente, no se trata de enfrentar al mercado sino
a la pretensión de transformarlo en maquinaria perfecta que devora todo y termina en sujeto totalitario.
En el estudio de las causas de la violencia, en las regiones
donde actuaban o actúan grupos que están hoy en día en proceso
de reinserción, se encuentran vacíos y distorsiones en estos tres
campos determinantes del Estado, el mercado y la sociedad civil.
Los hombres y mujeres que dejaron la sociedad civil para irse
a la guerra reaccionaron con las armas a esas distorsiones, enfrentando al Estado, y ahora quieren regresar. Se plantea por tanto
una demanda de reconciliación que no implica una conducta de
borrón y cuenta nueva, como si nada hubiera pasado, sino más
bien una llamada a recomponer el escenario; y ésto sólo es viable
si la sociedad civil acepta que a pesar de la gravedad de las cosas
ocurridas, es posible comenzar de nuevo con quienes desde dentro
de ella misma decidieron en un momento tomar las armas; o que
estos hombres y mujeres tomaron el camino de la guerra porque
había problemas en la misma sociedad, en el Estado y en los
mercados, y que todos fueron y son de alguna manera parte e
instrumentos de la violencia.
Por lo tanto, no se trata de reinsertar hombres y mujeres sino
de reincorporar conglomerados humanos donde había grandes
problemas no resueltos. Son la sociedad. civil, el Estado y el
mercado quienes tienen que reincorporarse a un horizonte nuevo
en las regiones, en el cual la vida con dignidad sea posible para
todos los hombres y las mujeres.
El énfasis que se hace en las organizaciones de la sociedad
civil en las-zonas de conflicto no significa un desconocimiento
de la importancia de la organización política y la necesidad de
reconstruir los partidos; sino más bien el reconocimiento de que
es preciso partir del hecho de su precariedad actual, su escasa
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
279
legitimidad en las zonas de violencia, su incapacidad de convocatoria, y su inoperancia para contribuir a la convivencia. Nadie
da lo que no tiene; por eso, antes de la construcción política que
lleva a la participación en el Estado, hay que construir el tejido
social desde las solidaridades más básicas de los movimientos y
organizaciones de la sociedad civil.
Precisamente la Comisión encontró que las regiones donde la
sociedad civil estaba mejor organizada, eran aquellas donde los
partidos políticos tenían más militancias reales, el Estado estaba
más presente y la economía incorporaba sectores más amplios
de la población.
GRUPOS QUE FORMAN LA SOCIEDAD CIVIL
EN LAS REGIONES EN CONFLICTO
La sociedad civil se construye a partir de las organizaciones
que se dan los ciudadanos, y se fortalece acrecentando la consistencia y la participación de ellas; por eso es importante reconocer
las existentes en las regiones consideradas por la Comisión.
En primer lugar, las organizaciones de base, que convocan y
constituyen el movimiento popular, expresan intereses y establecen las dinámicas de participación de las gentes de la base social,
quienes sin estas articulaciones se verían obligadas a enfrentar
solas la falta de garantías materiales y formales, y la violación
de los derechos humanos; y quedarían indefensas ante los mecanismo del mercado y sin elementos básicos para la construcción
de sus partidos políticos.
Estas organizaciones son creadas por campesinos, pobladores
urbanos, obreros, microempresarios y trabajadores independientes, grupos étnicos y estratos generacionales; y adquieren la forma
de asociaciones de usuarios, viviendistas, comunales, mutuales,
cooperativas, sindicales, de derechos humanos, intelectuales, artísticas, ecológicas, de mujeres y de recreación y deporte.
Por causa de las violencias ha habido una caída de las organizaciones populares en los escenarios de las guerras, y las luchas
sociales están huérfanas de organización: los conflictos no están
expresados ni encauzados por nadie, y el Estado no tiene políticas
para revivir las organizaciones de base.
280
Reinserción y paz·
La Comisión no tenía entre sus tareas la elaboración de un
estudio de las múltiples organizaciones de base que existen en
cada uno de los lugares considerados, pero los informes regionales, incluidos en el primer capítulo de este volumen, dejan ver
el accionar de algunas de ellas.
De otra parte están las comunidades étnicas, que forman núcleos bien cohesionados de sociedad civil y están realizando
propuestas de desarrollo cultural y económico a través de las
diversas organizaciones indígenas y de negritudes de carácter
regional y nacional; así como los gremios del sector privado,
que son parte muy dinámica de la sociedad civil y tienen gran
incidencia sobre los mercados y capacidad de influir sobre las
instituciones del Estado: ganaderos; _agricultores, cafeteros y comerciantes tienen expresiones gremiales importantes en estas zonas. 1
Una tarea urgente es la incorporación de los gremios y la
empresa privada al proceso de paz y reinserción, pues se constató
que en general se han mantenido alejados del proceso por intransigencia empresarial o por temor al boleteo, lo cual se ha traducido
en la resistencia a contratar ex-combatientes. 2
Al respecto es necesario hacer una labor de información y
persuasión con este sector gremial de la sociedad civil, algunos
de cuyos miembros, afectados personal o económicamente por
la violencia, han facilitado operaciones de "limpieza social"; o
1. Entre otros ejemplos pueden citarse: la ONIC, el Movimiento de Autoridades
Indígenas de Colombia, el CRIC en el Cauca, la OZIP en el Putumayo y los demás
comités regionales (zona cafetera, noroccidental de Antioquia y Costa Atlántica).
Varios cabildos llevan un proceso propio y están adelantando planes ambiciosos como
el proyecto NASA en Toribío y el Proyecto Global en Jambaló. En el Cauca el
movimiento de Autoridades y el Consejo Regional Indígena han liderado luchas heroicas por los territorios. Las comunidades de negritudes agrupadas nacionalmente en
asociaciones como los Cimarrones, con núcleos en Pereira, la Costa Norte y el Cauca
muestran cada vez mayor capacidad de ejecución en sus proyectos.
2. Como muestra del actuar de los gremios, en Córdoba los más importantes son
los ganaderos y agricultores, muy influyentes en la totalidad de la actividad económica.
En Risaralda los cafeteros llevan el liderazgo, su accionar se hace fundamentalmente
a través de la Federación, pero no se restringe a ésta. Por su parte el gremio de
Bananeros (AUGURA) es el más significativo en Urabá. En el Noroccidente Antioqueño
son los paneleros y ganaderos los más representativos. En el Cauca en la actualidad
los Comités Intergremiales trabajan liderando propuestas de desarrollo económico.
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
281
apoyado directa o indirectamente actos violentos de agentes estatales en la formación de grupos paramilitares para vengar secuestros; y han presionado a las fuerzas armadas y a la policía
para la represión violenta contra la protesta social. Su disposición
para jugar un papel activo en el proceso de la paz es esencial
como elementos de la sociedad civil.
En cuarto lugar, las organizaciones culturales y religiosas, que
conservan las tradiciones, las costumbres y los valores éticos
heredados por la gente, el folclor y la artesanía. En tomo a ellas
se fortalecen los sentidos de identidad y pertenencia.
Finalmente, los movimientos cívicos, forma de expresión de
la sociedad civil con características diferentes según las regiones:
estables o circunstanciales, agrupan a diversos sectores para una
campaña o una protesta ciudadana, y desaparecen después para
volver a tomar cuerpo con los mismos u otros componentes
cuando se presenta otra actividad. Su presencia se hace manifiesta
en la organización del paro cívico o la marcha, o en actividades
globalizantes como el diálogo regional. El movimiento cívico es
crucial cuando se trata de convocar diversos grupos e intereses
en una reivindicación común.
A través de estas organizaciones propias de cada población y
región se constituyen la sociedad civil y sus relaciones con el
Estado y con el mercado. Precisamente la violencia ha destruido
este tejido social por el asesinato de líderes populares, la criminalización de las luchas cívicas calificadas como movimientos
de inspiración subversiva, el secuestro y la extorsión sobre los
directivos gremiales, y la desaparición del espacio para la cultura
al frenarse por el terror la fiesta y las celebraciones.
LOS CONFLICTOS EN LA SOCIEDAD CIVIL
La sociedad civil es un campo de confrontación de intereses,
de contradicciones y de acuerdos en continuo movimiento y reacomodamiento donde se contraponen las clases sociales, las etnias, las culturas, las generaciones, los partidos políticos, los
grupos religiosos, los gremios, los intelectuales y académicos,
las organizaciones y las regiones; y su fortalecimiento en el nivel
282
Reinserción y paz
regional no significa la desaparición de los conflictos que la
dinamizan, sino más bien la posibilidad de resolverlos sin que
los ciudadanos se destruyan entre sí.
Por eso es pertinente poner en evidencia los distintos tipos de
conflictos que se dan en la sociedad y en las relaciones de ésta
con el Estado y con el mercado: su identificación continua es el
primer paso para establecer una metodología que permita manejarlos con un sentido de globalidad.
Los conflictos entre .ciudadanos
Hay conflictos profundos dentro de la sociedad civil en los
municipios y regiones de violencia, que se expresan en rupturas
producidas por un miedo a los demás que en ocasiones se convierte en verdadero terror; o en exclusiones del otro, cargadas
de resistencias raciales o sociales, aludiendo a prejuicios culturales o a historias pasadas o recientes de venganza; o en la ausencia
de un sentido de totalidad capaz de captar un horizonte de intereses
ciudadanos básicos sobre el cual poder confrontar las diferencias.
El colapso de los valores tradicionales es frecuente y pone en
evidencia una anomia ética que llega· hasta trivializar la vida
humana; y en las regiones se percibe la desaparición de las solidaridades fundamentales o su compartimentación en grupos que
se rechazan totalmente, así como es fácil establecer que se dan
contradicciones entre clases, etnias y culturas, que no tienen un
escenario para la negociación y que revelan en sí mismas la
· vitalidad y la pujanza de la sociedad que las produce.
De hecho en muchos lugares, al romperse el tejido social, no
cabe hablar de "pueblo" o de "ciudad", sino de un conglomerado
de temores y agresividades, de sorpresas inesperadas, de aparente
imposibilidad de planificación y de resistencia al diálogo, en
medio de mercados expropiadores y oscuros y de aparatos políticos que distorsionan y revientan desde dentro la posibilidad de
convivir en la tolerancia de lo distinto.
Los pobladores de las regiones aluden a la existencia de varios
tipos de contradicciones dentro de la sociedad civil: En primer
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
283
lugar, están los conflictos causados por la desaparición del espacio
ciudadano, cuando los diversos grupos armados (paramilitares,
narcotraficantes, guerrillas y ejército) invaden el escenario de la
vida social, y la gente no comprometida en la confrontación
armada queda entre fuegos y sospechas cruzadas. Se multiplican
los asesinatos de personas señaladas como "informantes" o aliados de los enemigos en guerra; y familias y comunidades enteras
se ven obligados a desplazarse por causa de la violencia.
En segundo lugar, están las confrontaciones por aplicación de
la justicia por cuenta propia. La ineficiencia de los aparatos de
justicia y los correspondientes fenómenos de impunidad son
fuente contínua de violencia entre los ciudadanos; la llamada
"guerra sucia" es precisamente una forma de ajusticiamiento promovida por grupos paramilitares y autodefensas para romper
movilizaciones populares por la tierra y otras reivindicaciones,
y para vengar secuestros, ejercer retaliación contra exigencias de
los trabajadores que se sospecha tienen apoyo de la guerrilla en
zonas bananeras, o generar terror en los sectores de campesinos
o pobladores que se dice tienen alguna relación con la subversión.
En varias de las regiones analizadas esta justicia privada acompaña a los cultivos y negocios de coca y a,napola, y polariza a
la sociedad civil desde la base de la población.
En tercer lugar, están las confrontaciones entre ciudadanos por
intereses de tierra, vivienda, y reivindicaciones laborales. La
lucha por la tierra se presenta en todas las regiones, particularmente por conflictos entre indígenas y colonos, terratenientes o
narcotraficantes; por presiones sobre la tierra originadas en la
contra-reforma agraria de narcotraficantes que con grupos armados fuerzan el desplazamiento de los campesinos hacia los cascos
urbanos; o por invasiones de terrenos para solucionar problemas
de vivienda.
Las reivindicaciones sindicales muestran el ejemplo más significativo en las luchas entre trabajadores y el gremio bananero en
Urabá; en otros años la guerra sucia que se desató por este
conflicto segó la vida de numerosos líderes obreros y de un
puñado de administradores de fincas, pero es importante mencionar la experiencia de negociación colectiva lograda finalmente
en la zona en 1989, que sentó las bases para una solución concer-
284
Reinserción y paz
tada del conflicto social que culminó con el acuerdo entre los
trabajadores, los empresarios y los desmovilizados del EPL, denominado el Pacto Social, buen punto de partida para otras salidas
negociadas a la confrontación de intereses.
En cuarto término están los conflictos por reivindicaciones
étnicas. Las diversas comunidades indígenas a través de sus
organizaciones regionales vienen luchando contra la discriminación en las esferas política, económica, social y cultural; y sus
luchas se han acentuado con motivo de la conmemoración de
"los 500 años".
Las comunidades han elaborado propuestas de etnodesarrollo
que tienen en cuenta no sólo la dimensión económica sino también
la cultura, la tierra, la ecología, la lengua, la autoridad y la
autonomía de los cabildos, así como la preocupación por el
desarrollo de los derechos logrados en la nueva Constitución. La
afirmación de la dignidad humana de los indígenas y de sus
derechos sigue produciendo crímenes en una sociedad civil excluyente en las zonas de violencia; también en estas luchas étnicas
ha habido significativos procesos de diálogo regional y pactos
sociales. 3
Los conflictos con el Estado
Son muchos las situaciones en que la sociedad civil entra en
coritradicciones con el Estado en el nivel local; en muchos sitios
la gente ha tenido que levantarse en paros y marchas para obtener
reivindicaciones fundamentales en salud, servicios básicos y respeto a los derechos humanos; y es común escuchar a los pobla- ·
dores que el Estado no existe en estas regiones, o constatar la
desconfianza total con respecto a los funcionarios públicos, lós
políticos, la policía y el ejército.
En no pocos casos las fallas éticas de la sociedad civil se han
traducido en corrupción de la actividad política; en otros el mer3. Muestra de los acuerdos logrados por las comunidades indígenas es la negociación y pacto de Vitoncó, en que las comunidades indígenas agrupadas en el CRIC
lograron que las guerrillas respetaran el control de las autoridades étnicas sobre los
resguardos.
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
285
cado ha invadido el campo de lo político y lo ha disuelto en
relaciones comerciales, y ha privatizado el manejo del Estado,
que debería centrarse en la generalización de los intereses de los
ciudadanos ; y la Comisión ha establecido numerosos hechos en
que los organismos del Estado destruyen la textura social, despedazando los derechos humanos.
En estas regiones existen tres clases de conflictos que enfrentan
a la sociedad civil con el Estado, generados por la ineficiencia
en la prestación de los servicios públicos, por la corrupción
administrativa y por la violación de los derechos humanos.
Los primeros están presentes en todas las regiones, y a juicio
de los pobladores son uno de los factores generadores de inconformidad que en algunos casos logra canalizarse dinámicamente
a través de movilizaciones y marchas cuya eventual limitación
para encauzar la protesta legítima, deja el conflicto al borde de
la violencia física4 • Igual ocurre cuando las movilizaciones son
atacadas por la fuerza pública después de señalarlas como subversivas, en complejos contextos en que se mezcla frecuentemente
la reivindicación cívica pacífica con una guerrilla que tiene un
proyecto político y está interesada por lo mismo en participar en
las luchas de los ciudadanos.
Los conflictos por la corrupción administrativa se originan en
contratos ficticios, inversiones en infraestructura que nunca se
efectuaron, y desfalcos millonarios a entidades estatales o pérdida
de los capitales de las regalías petroleras. Detrás de esta problemática muchas veces local, los ciudadanos tienden a proyectar
la percepción global de un Estado inoperante e inútil, llevado
por partidos que han hecho de la política un negocio sin ética,
donde no hay voluntad alguna de resolver los problemas, pero
ante el cual queda siempre, como último recurso, el negocio
clientelista para participár de alguna manera en las conexiones
y dineros que así circulan.
4. Tal es el caso del paro del "Macizo Colombiano" que se realizó en el sur del
Cauca, en el segundo semestre de 1991, y en el que las gentes exigieron la salud, la
educación, la pavimentación de vías, y otros tipos de servicios. O como la movilización
del llamado "Paro del Nororiente" que se llevó a cabo en Santander del Norte en.
1988, que también recogió la protesta ante la deficiente prestación de los servicios
públicos y otras reivindicaciones de carácter político.
286
Reinserción y paz
Esta situación real de vacío de Estado por ineficiencia y corrupción agrava los conflictos, porque muchas veces la ausencia es·
reemplazada por la exclusiva presencia militar del Estado, como
ocurrió con la Jefatura Militar de Urabá.
En este contexto se sitúan los conflictos de la sociedad civil
con el Estado por la violación de los derechos humanos, que en
importantes ocasiones se han canalizado en protestas cívicas o a
través de denuncias e investigaciones adelantadas por organizaciones de defensa de derechos humanos que presionan el actuar
de la Procuraduría o de las consejerías presidenciales.
Pero los logros precarios -de estos esfuerzos no han podido
evitar las retaliaciones violentas y el odio y el rechazo a la fuerza
pública; la misma sociedad civil se ha levantado en protesta por
los atentados de la guerrilla que privan del servicio eléctrico y
de vías a la Costa, y se ha manifestado por la paz, contra el
secuestro, las desapariciones y la guerra sucia.
En las zonas estudiadas -según el banco de luchas cívicas
del CINEP-, se presentaron 26 paros cívicos durante el cuatrienio
1987-1990 y 9 en el período enero-septiembre de 1991, ya en
pleno proceso de reinserción, todos causados principalmente por
deficiencia en la prestación de los servicios públicos y por violaciones a los derechos humanos.
Cabe destacar que en Urabá se dieron siete paros cívicos por
derechos humanos entre 1987 y 1990, y que en el Cauca y el
Nor-occidente de Antioquia se dieron paros por el mismo motivo
en 1991. Si se tiene en cuenta todos los tipos de protesta civil
(paros, amenazas de paros y luchas cívicas), la región de mayores
luchas ciudadanas es el Cauca~ seguida por Norte de Santander.
En los diez meses de 1991 ocurrieron en el primero el 55% de
los paros cívicos de todas las regiones contempladas; en Putumayo y Risaralda también hubo paros cívicos por servicios públicos en el mismo período.
Los conflictos en las relaciones de mercado
Existe una situación generalizada de distorsiones que convierten
al mercado de las zonas de violencia en un disparador de conflictos
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
287
entre los ciudadanos; cuando el mismo mercado debería organizarse como espacio de concertación de intereses contrapuestos
para la satisfacción de necesidades de todos, bajo el control de
la sociedad civil y del Estado.
De hecho la mayoría de los pobladores en estas zonas no tiene
la información y la preparación para participar en igualdad de
condiciones en las relaciones de mercado que hoy en día pernean
todas sus actividades de consumo, producción y cultura; por eso
la gente es expropiada y explotada en los diversos espacios donde
debería empezar a resolver las contradicciones sin violencia: los
mercados de tierra, mano de obra, bienes de capital, crédito,
bienes básicos, infraestructura, bienes culturales, materias primas, información y capital humano, convertidos ahora en espacios de expoliación.
Pero no solo los pobladores carecen de los instrumentos para
actuar responsablemente en estas relaciones de intercambio; sino
que los mismos mercados carecen de transparencia y están obstruidos por instituciones oligopólicas, cerrados a la entrada de
nuevos concurrentes, distorsionados por economías de enclave,
e incluso protegidos con violencia en sus propios límites y formas
actuales.
Por otra parte, se encuentra que es mínimo el papel del Estado
en la tarea de facilitar la entrada de todos al juego de los mercados
con creatividad, calidad y eficiencia, y que este ha sido puesto
al servicio de intereses particulares ya de suyo poderosos para
dominar en las relaciones comerciales.
Sin embargo, ninguna actividad ha contribuido más que el
narcotráfico a la distorsión y aniquilamiento de los dinamismos
productivos y distributivos de un mercado que podría estar en
expansión hacia la participación general; las actividades vinculadas a la droga han incidido en la vida económica, social y cultural
de las diversas comunidades, imponiéndose sobre otros cultivos
en el Cauca y el Putumayo; dominando el mercado de tierras y
los mercados laboral, tecnológico y de bienes suntuarios en Córdoba; incidiendo fuertemente en el mercado de capitales en zonas
de Risaralda y Urabá; y en todas partes jugando un papel importante en la determinación del volumen de la demanda agregada
por efectos multiplicadores diversos.
288
Reinserción y paz
tante en la determinación del volumen de la demanda agregada
por efectos multiplicadores diversos.
La capacidad de las actividades vinculadas al narcotráfico para
actuar como sifón de excedentes regionales o para servir de
plataforma de lanzamiento de otras actividades económicas es
tan dominante en muchos lugares, que a los indígenas, colonos
y campesinos les quedan pocas alternativas distintas a la de vincularse de alguna manera a ellas o ser aniquilados económicamente.
Las explotaciones de petróleo y banano en forma de enclave
han siclo también grandes distorsionadoras del desarrollo regional,
porque su inmensa capacidad de acumulación sobre los recursos
regionales no se ha distribuido para el bienestar de los pobladores
de la región y para la incorporación de los habitantes en los
circuitos económicos capaces de generar utilidades e invertirlas
en la misma región; casos como los de Tibú y Orito son muestras
de estos desajustes: el primero de estos pueblos, con más de
$300 millones de regalías, se mantiene en gran pobreza; y Orito,
con más de $400 millones, no tiene siquiera agua potable. El
Pacto Social logrado entre bananeros y pobladores en Urabá, a
través de la organización popular del sindicato, puede justamente
señalar un camino para romper estos desajustes generadores de
violencia impuestos por las economías de enclave.
El manejo de estos campos de conflicto sin una sociedad civil
suficientemente fuerte en sus organizaciones para encauzar y
resolver las contradicciones entre los ciudadanos, y entre estos,
el Estado y las relaciones de mercado, ha generado la existencia
de partidos políticos sin pueblo.
También ha creado condiciones para que desde la misma sociedad civil se hayan fortalecido los paramilitares, los ejércitos
privados, la guerrilla, las milicias populares, las cuadrillas de
extorsionistas, los narcotraficantes, los narcoterroristas, los mercaderes de votos y las bandas de jóvenes sicarios o justicieros.
Esta tendencia de los conflictos hacia el desmadre de la violencia
en la sociedad civil ha tenido su contraparte en el Estado con la
violación impune de los derechos humanos, la corrupción administrativa y la falta de equidad en el manejo de la cosa pública.
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
289
CONTROL CIUDADANO
La presencia de la sociedad civil en las regiones de violencia
y la forma como ella, gracias a sus organizaciones, ha probado
ser la alternativa para resolver en forma constructiva los conflictos
que de otra manera se acumulan sin encontrar salida o derivan
en confrontaciones armadas, plantea la necesidad de fortalecerla
y de dotarla de un objetivo y una metodología para que se constituya en el eje del proceso de paz y de reinserción de las mismas
regiones.
El objetivo que aquí se plantea es la ampliación paulatina de
la capacidad de control sobre la paz y el desarrollo regional de
los ciudadanos organizados. Al Estado se le pide que contribuya
a este proceso respetando la autonomía de los ciudadanos; su
apoyo es fundamental, dada la fragilidad de los pobladores y de
sus organizaciones en estos sitios que son caldo de cultivo de la
violencia, donde la guerra, el narcotráfico y la ausencia o la
presencia contraproducente de aquel han profundizado la debilidad de la ciudadanía.
Esta metodología de dominio sobre el proceso de paz y desarrollo
regional por parte de la sociedad civil, consiste en la ampliación
paulatina y sin límites de las capacidades de acceso y control de
todos los pobladores organizados de las zonas de reinserción,
sobre los bienes básicos y finales de cultura, consumo y servicio,
y los bienes de capital de la región.
Se trata por lo tanto de una metodología de crecimiento del
dominio comunitario al mismo tiempo socioeconómico (poder
de negociación regional y nacional) y político (poder marchar
conjuntamente con el Estado hacia la solución de los conflictos
y hacia la garantía de acceso a aquellos bienes que se merece
cada ciudadano simplemente por ser ciudadano).
Este enfoque no pregunta qué puede hacerse por la gente sino
qué puede hacer la gente; o más expresamente, qué pueden hacer
los pobladores organizados de las regiones de reinserción. Se
trata entonces de un proceso colectivo y de un sujeto social nacido
y estructurado desde la autonomía de los pobladores, y no llevado
desde el exterior; de la necesidad de una organización comunitaria
en expansión desde las veredas, los municipios y las regiones,
290
Reinserción y paz
que canalice los intereses divergentes o convergentes de las diversas agrupaciones ciudadanas, y haga posible manejar los conflictos para impulsar el desarrollo y avanzar en una paz dinámica.
Por otra parte, este enfoque es participativo, en el sentido de
la concertación entre los diversos grupos de ciudadanos, y entre
el conjunto de ellos y las instituciones del Estado, para delimitar
prioridades en común y bajo la hegemonía de la comunidad
regional.
El proceso se desarrolla sobre la participación en proyectos
concretos que forman parte de un programa global para expandir
una capacidad de control coherente y paulatina, con diversas
líneas de acción que a su vez contengan cada una sus propias
metas y ofrezcan un aporte específico al conjunto, siempre en
evolución. Veamos las principales:
Primera: Ampliar el control colectivo de los ciudadanos sobre
un marco en el que todos los sectores de la población busquen
no la eliminación de los conflictos sino la solución no violenta
de los mismos.
Esta línea enfatiza la construcción de la paz dentro de un marco
de tolerancia fundado en una ética civil que establezca mínimamente los valores sin los cuales la sociedad regional no es viable.
En esta línea se desarrollan los proyectos de concertación y
diálogo regional para manejar las contradicciones entre los diversos grupos.
Segunda: Expandir la capacidad de control de los pobladores
organizados sobre su propia vida; línea de acción que reúne los
proyectos que enfrentan problemas como la incapacidad de los
pobladores para defender ,su vida contra las principales causas
de enfermedad y muerte; la imposibilidad de lograr el mínimo
necesario de nutrición y de controlar el acceso al paquete indispensable de alimentos; y finalmente la escasez de medios para
acceder a centros de salud.
Tercera: Acrecentar el control de la gente sobre sus derechos
humanos, civiles y laborales. Esta-línea reúne los proyectos
dirigidos al dominio de las comunidades sobre el conocimiento de sus derechos y los instrumentos para protegerlos ante el
Estado, la guerrilla, el narcotráfico y el resto de la sociedad
civil.
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
291
Cuarta: Ampliar la capacidad de control de los pobladores
sobre los medios para desarrollar sus potencialidades humanas
para contribuir de manera eficaz, responsable y libre, al crecimiento individual y colectivo.
Esta línea de acción abarca los proyectos orientados a superar
los vacíos de educación formal e informal. Las regiones de reinserción corresponden a áreas de altos índices de analfabetismo
y carencia de educación primaria; los pobladores rurales son
frecuentemente grupos humanos de migración reciente, arrancados de sus raíces culturales y enfrentados a un medio exigente
donde las urgencias de la subsistencia dejan poco tiempo para
cultivar la dimensión humana. El contexto físico y la falta de
medios reclaman hombres y mujeres forjadores de una cultura
en construcción, dotados de formación técnica, conocedores de
las riquezas y limitaciones de su hábitat, capaces de enfrentar de
modo fructífero las posibilidades del campo, las selvas, los ríos
y el subsuelo.
En los sectores urbanos populares se requieren proyectos que
superen la falta de preparación humana para manejar información,
tomar decisiones, crear innovaciones tecnológicas propias, alcanzar calidad en los productos y desplazarse con conocimiento en
los mercados, y de situar todo este complejo desarrollo en un
proceso cultural más amplio y envolvente.
.
En un escenario internacional de apertura económica, en el
que la riqueza de las naciones se pone, en primer lugar, en la
expansión de las capacidades intelectuales de su población para
participar en el proceso productivo mundial, esta ampliación de
la inteligencia popular en las zonas de violencia se hace central
si Colombia va ,;1 superar el obstáculo de los conflictos armados
y el callejón sin salida del narcotráfico como forma de inserción
en el intercambio internacional.
Quinta: Expandir el dominio de la comunidad sobre la construcción y meJoramiento de sus condiciones de vida en familia; línea
de acción que recoge los proyectos dirigidos a apropiarse de los
elementos indispensables para el desarrollo afectivo, el espacio
de la intimidad y la reproducción responsable. Estos elementos,
una de cuyas concreciones materiales es la vivienda, son atendidos no como un fin en sí mismo sino como logros indispensables
292
Reinserción y paz
que hay que conseguir y trascender en el proceso hacia el bienestar
general, el cual debe lograrse por la vía de la participación comunitaria.
La carencia de vivienda es notable en las zonas de conflicto,
y particularmente entre las mayorías urbanas de· bajos ingresos,
que no pueden acceder a las soluciones tradicionales de crédito;
y en el sector rural y de comunidades indígenas, donde lo urgente
es asegurar condiciones humanas suficientes para los componentes materiales del hogar.
Sexta: Ampliar la capacidad de negociación de las gentes con
el Estado y las posibilidades de acceso a los servicios· que éste
d~be proveer.
Es indispensable que la gente.en sus organizaciones se adiestre
para entrar en relación con el Estado: que conozca claramente la
administración pública regional; que tenga acceso a los datos
indispensables sobre servicios públicos, presupuesto, planes y
seguridad ciudadana; y que aprenda a hacer planes de desarrollo
zonal y regional para negociar con el Estado y con los grupos
políticos que están haciendo gobierno.
Esta línea recoge los proyectos orientados hacia la relación
entre la comunidad civil y el Estado para la formulación de planes
de desarrollo zonal y regional, en los que hay que acompañar
cuidadosamente a la comunidades a fin de que éstas puedan
establecer las necesidades básicas, dar prioridades, fijar costos,
determinar un calendario, definir los compromisos de la gente
de la región y negociar en detalle con las diversas instancias
administrativas el plan así elaborado.
Por otra parte, es indispensable que la gente pueda acceder a
los centros de servicios básicos a través de vías de comunicación
físicas y canales de información, pues facilitar la conexión con
estos centros de .acopio es elevar control.
Finalmente, es necesario que en la ampliación del dominio de
las comunidades en las relaciones con el Estado ~e desarrollen
formas de control de las organizaciones ciuda~s sobre los
funcionarios y las entidades públicas.
·
_
Séptima: Acrecentar la capacidad de producir y generar ingresos de toda la sociedad civil regional.
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
293
El conjunto de los programas y proyectos que se elaboren
dentro de las líneas hasta aquí presentadas tiene la estructura
dinámica de un arco en el que cada parte se apoya en las otras
y las complementa; esta estructura, generada por la participación
social, requiere de una piedra angular que unifique las partes y
asegure la solidez y la perpetuación del conjunto en el tiempo:
se trata de la producción de bienes y servicios implícita en todo
el proceso de ampliación de las capacidades de la gente hasta
controlar los procesos productivos y de empleo, así como actuar
con información, creatividad, eficiencia y calidad en los mercados, hasta generar excedentes y controlar las inversiones subsiguientes.
Todo el andamio planteado para resolver los problemas anteriores, y toda pretensión de lograr la paz, es una construcción
frágil y provisoria si no culmina en este control por parte de la
misma comunidad en una región determinada. Más aún, si los
procesos de participación no confluyen en una cierta suficiencia
económica a partir de la cual la comunidad se valga por sí misma
y se integre al mercado regional, nacional e internacional, la
misma participación se puede convertir en un remezón fugaz que
deje finalmente a las comunidades a la intemperie de las mecanismos del mercado. 5
Un programa que se oriente a la búsqueda de la paz en un
proceso de reinserción, tiene que poner en primer plano el problema de las llamadas condiciones materiales de la democracia.
Los campesinos, los pobladores de barrios populares u obreros
y los indígenas en estas regiones no pueden entrar en el juego
democrático con autonomía y dignidad si no tienen la base de
5. Ejemplos de esta línea de acción son los programas que se preparan para Urabá
en proyectos conjuntos entre empresarios, obreros y personas venidas del EPL que
intentan un efecto de conjunto en la región y suponen una reinserción global de la
sociedad. Semejante puede ser el proyecto del banco de maquinaria agrícola de Abrego
para explotación de caña panelera, y el proyecto del centro integral de investigación
y desarrollo agropecuario de El Zulia. Cabe anotar que estos proyectos tendrán éxito
en la medida en que se instruya a las gentes y se impulse una dinámica de conjunto
de capacitación y participación en el control económico sin exclusiones. tareas que
reclaman un gran esfuerzo por parte del Estado.
294
Reinserción y paz
una mínima suficiencia económica que los coloque en igualdad
de condiciones para entrar a negociar con el Estado y con las
demás fuerzas de mercado.
La nueva Constitución y la sociedad civil
Tal metodología contribuirá a consolidar la participación democrática incoada en la Constituyente, que procura el fortalecimiento de las organizaciones de los ciudadanos (art.103).
La Constitución define espacios de participación de la sociedad
civil, y entre sus principios fundamentales consagra como fin
esencial del Estado el "facilitar la participación de todos en las
decisiones que los afectan y en la vida económica, polífica administrativa y cultural de la Nación" ( art.2 ).
En el plano político estipula que la "participación del pueblo
en ejercicio de su soberanía" se dará por medio de mecanismos
tales como "el voto, el plebiscito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto, la iniciativa legislativa y la revocatoria
del mandato" ( art.103 ).
En la parte administrativa, el nuevo régimen municipal y departamental, a través de la elección popular de los concejos
municipales, los alcaldes, las juntas administradoras locales, las
asambleas departamentales y los gobernadores, busca garantizar
un mayor control de la sociedad civil sobre sus representantes.
Dentro de este marco es fundamental el papel que jugará la
sociedad civil en la elaboración y ejecución de los planes regionales y en el plan nacional a través de su participación en el
Consejo Nacional de Planeación, el cual estará integrado por
"representantes de las entidades territoriales de los sectores
económicos, sociales, ecológicos, comunitarios y culturales" (art.
340); los cuales, unidos a los consejos territoriales conforman el
sistema nacional de planeación. La Constitución asigna a esta
instancia un papel consultivo para que se dé el foro en tomo al
Plan Nacional presentado por el gobierno.
Por su parte, las juntas administradoras locales de los diversos
cog~gimientos o comunas deberán "participar en la elaboración
de los planes y programas municipales de desarrollo económico
r
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
295
y social y de obras públicas"; además de prestar una función
fiscalizadora para controlar la prestación de los servicios municipales .y las inversiones que se realicen con recursos públicos, y
finalmente con la posibilidad de "formular propuestas de inversión ante las autoridades nacionales, departamentales y municipales" encargadas de realizar los respectivos planes de inversión.
(art. 318,1-3).
Para que los planes de desarrollo respeten las dinámicas regionales, está prevista la posibilidad de que dos o más departamentos
puedan constituirse en regiones administrativas y de planificación
con el objeto principal de llevar a cabo, de manera concertada,
el desarrollo económico y social; de igual manera, los municipios
y territorios indígenas circunvecinos pueden constituirse en provincias dentro de un mismo departamento.
Dinamizar la sociedad civil
La reconstrucción de la sociedad civil en las zonas de violencia
necesita de entes que actúen como dinamizadores de la misma;
se trata de grupos que ·pueden desatar procesos de participación
y decisión de las gentes en la totalidad de los asuntos que les
atañe, respetando la autonomía de las propias organizaciones que
reciben este impulso dinamizador.
Estos grupos son diferentes según las regiones y sus características dependen de variables concretas que no pueden generalizarse: pueden ser tan distintos como la acción comunal, un sindicato,
la organización campesina, una ONG, un gremio, una institución educativa, un comité indígena, una institución religiosa, etc.
Estas organizaciones dinamizadoras tienen que ser autónomas
frente al Estado; sus posibles logros se fundamentan en su capacidad de ser expresión del sentir ciudadano regional y de elegir
y poner en práctica los medios que localmente se consideran
indispensables para un proceso de desarrollo en paz. La subordinación al Estado es contraproducente, y por ello deben mantener
una negociación contínua con él, que debe estar al servicio de
los procesos locales proporcionándoles los instrumentos y la in-
296
Reinserción y paz
fraestructura básica, apoy&ndo los grupos mas débiles y siendo
garante de la protección de los intereses generales.
En cada región las organizaciones de la sociedad civil que
estén en condiciones de nuclear e impulsar la concertación entre
los grupos ciudadanos y entre estos y las instituciones, harían
tareas directamente focalizadas en la identificación y solución
no violenta de los conflictos; y realizarían procesos educativos
y culturales abiertos, dedicados a una movilización de lo simbólico y lo conceptual hacia la convivencia ciudadana.
Para movilizar a la opinión pública, estos grupos dinamizadores
deben educar masivamente sobre las ventajas de dejar de ser una
región que por su violencia quede aislada del país, y en la cual
se requiere la aceptación de todos para una salida global del
círculo de las confrontaciones. Deben además educar en el principio de que, para lograr la inserción en condiciones de igualdad,
a los desiguales debe tratárseles en forma desigual, asegurando
la prioridad para los grupos que están en proceso de reinserción
y para los sectores más deprimidos de la población, en consonancia con el mismo principio implícito en los derechos fundamentales en la nueva Constitución.
Si bien cada una de estas organizaciones dinamizadoras tendría
entre sus objetivos facilitar los procesos de reinserción social,
económica y cultural de los que estuvieron alzados en armas,
también realizaría estos procesos como parte de un plan de fortalecimiento de toda la sociedad civil, con una metodología de
ampliación paulatina de la capacidad de dominio de la gente en
todos los campos, y de autonomía de sus organizaciones.
RECOMENDACIONES:
UNA METODOLOGIA PARA FORTALECER LA SOCIEDAD CIVIL
Los ciudadanos son los primeros interesados y los primeros
actores en los complejos procesos que garantizan una paz dinámica, y por ello se trata ante todo de fortalecer la sociedad civil
contribuyendo a la expansión de la capacidad de control de aquellos: en la medida en que éste se expanda, serán posibles la
política en democracia y el desarrollo económico con equidad,
y también la reinserción.
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
297
Por tanto, el desarrollo de estas regiones debe ser entendido
fundamentalmente como el incremento del dominio ciudadano
sobre las cosas que se producen y las cosas que pasan. Sin ello
el crecimiento económico generaría en las regiones de conflicto
injusticias intolerables y procesos acumuladores de distorsiones
jalonadas por la incidencia diferenciada de la producción y comercialización de la droga.·
Las contradicciones entre las actividádes económicas y la paz
se acelerarán si el desarrollo no incorpora los elementos de dominio ciudadano en expansión, aquí formulados. El punto no es
cuántas cosas haya y cómo crecen (bienes básicos, tierra, tecnología, capital) sino quién las controla, y qué va a hacer la sociedad
civil con esas cosas para que la reinserción y el manejo de los
conflictos sean posibles sin destruir la vida humana y frenar el
mismo desarrollo.
En consecuencia, se trata de:
-Hacer planes de desarrollo zonal y regional orientados por
este enfoque y con la participación de todos los grupos relevantes
de la región y las entidades del Estado. Para este fin es indispensable entrenar a los pobladores; la interacción entre la comunidad
y las entidades públicas al elaborar planes zonales o regionales
se centra por lo menos en cuatro aspectos que exigen a los
ciudadanos especiales capacidades de manejo: el diagnóstico de
los problemas; el diseño y programación de las acciones; la ejecución, y finalmente el seguimiento y la evaluación. Es importante por lo tanto primero educar a las diversas organizaciones
para su participación en el plan.
-Impulsar la economía regional, facilitando a todos los pobladores la participación en la misma. Hasta ahora la función del
Estado para facilitar la entrada de todos al juego de los mercados
con creatividad, calidad y eficiencia es mínima. El Estado debería
ser agresivo en el desarrollo de la inteligencia de los pobladores
a partir de las bases de la sociedad, para que toda la gente pueda
situarse en esta dinámica; y proveer la infraestructura, los instrumentos, la información y los bienes fundamentales que necesita
la mayoría de la gente en el umbral del mercado, para poder
participar en igualdad de oportunidades en él.
298
Reinserción y paz
-De otra parte, es necesario impulsar estrategias económicas
locales que incorporen a todos los agentes de la región: las experiencias exitosas de economía empresarial y popular en todo el
mundo han probado que los planes de relanzamiento económico
y articulación comercial deben desarrollarse como totalidades
locales o regionales, que comprendan las diferentes ramas de
producción y comercialización para que se complementen y refuercen en economías de escala, control de calidad, circulación de información sobre oportunidades, entrenami~ntos y disciplina social.
Esto debe hacerse de manera que se involucre simultáneamente
a todos o a la mayor parte de los pobladores de un zona geográfica
en una dinámica controlada por la comunidad local, y que se
reviertan sobre la misma región los excedentes generados en el
proceso. Hoy en día es evidente que no hay camino para empresas
aisladas pequeñas o grandes; en una coyuntura de apertura económica que reclama un acomodamiento global de las regiones a
l~._ exigencias eje un mercado internacionalizado, la reinserción
;:, paz en su dimensión económica no pueden hacerse sino
Hrnente, en planes que movilicen a toda la población,e incor10:·n ~1 los que un día tomaron y luego abandonaron el camino
;.:_ '..: i,,;·ha armada.
·
-G\.,nerar procesos de concertación de la sociédad civil con
las empresas que actuaron como enclaves económicos, para que
éstas entren de lleno a esta concepción global del desarrollo.
-Fortalecer las organizaciones de los ciudadanos para darle a
la sociedad civil la hegemonía que le corresponde en la consolidación de la paz en las regiones. Este fortalecimiento exige cuidar
la seguridad y respetar la autonomía de las organizaciones de
base para no permitir la criminalización de sus luchas justas.
Particular atención debiera darse en estas regiones a las organizaciones campesinas, indígenas y juveniles.
De otra parte, es necesario incorporar a los gremios al proceso
global de desarrollo para la paz, el cual como se dijo tiene que
ampliar la economía hasta dar entrada en la producción y las
decisiones a todos los sectores, particularmente a los grupos que
regresan de la guerra.
Finalmente, es indispensable dar a las formas de protesta ciudadana todo su peso, como raíces y prácticas de democracia
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
299
directa, y como alternativa a la reivindicación social por medio
de las armas.
-Identificar y apoyar a los dinamizadores, esto es, a las organizaciones de los pobladores que están en la disponibilidad y en
la capacidad de actuar en la movilización de toda la sociedad
local, y que son diferentes en cada localidad o región y se diferencian de los grupos políticos.
Es importante identificar en cada caso cuál o cuáles de estas
organizaciones o instituciones locales pueden ser dinamizadores
de un proceso de reinserción cuyo objetivo es lograr la paz a
través de la expansión de la capacidad de dominio de la comunidad
local sobre los procesos conducentes a la convivencia. Se requiere
de grupos que al lado de sus intereses normales, tengan claro el
propósito de la reinserción y la paz regional y estén dotados de
condiciones internas idóneas y de todas las conexiones necesarias
para una tarea de cooperación y solidaridad que -sin ser de
orden estatal o partidaria- tiene que movilizar a todos los actores
en una misma dirección.
En algunos casos hay organizaciones no gubernamentales
(ONGs) que pueden jugar con ventajas este papel de dinamizador,
siempre y cuando no sustituyan el protagonismo de la subjetividad
social que está en las organizaciones populares y gremiales, y
jueguen claramente un papel de servicio para la interlocución,
animación y focalización del proceso hacia la concertación y la
paz.
Ventajas para actuar con estas ONGS son, entre otras:
a. Su capacidad de convocatoria general por no ser entidades
partidistas, y por lo mismo, su independencia para mantenerse
al margen de la instrumentación que los grupos poi íticos hacen
de todos los planes sociales en tiempo de elecciones.
b. El poder plantear el programa en un horizonte de tiempo
suficiente, diez años o más, lo cual no puede hacerse con una
institución vinculada al gobierno de tumo.
c. El tener acceso inmediato a la cooperación internacional y
a la cooperación interna de ciudadanos, gremios, empresas y
universidades.
d. Finalmente, la posibilidad de vincularse con otras ONGs
que, sin estar en la región, tienen experiencia en asuntos relevan-
300
Reinserción y paz
tes para el proceso, como educación, planes de desarrollo zonal,
derechos humanos, economía popular y producción campesina.
Se recomienda que se fortalezca a las ONGs creadas por los
grupos políticos que entraron en el proceso de reinserción, otorgándoles total autonomía frente al Estado. De otra parte, estas
ONGs deben actuar como entes de la sociedad civil, con suficiente
independencia de los grupos políticos que les dieron origen, para
ponerse al servicio de una causa más grande: la construcción de
la sociedad civil y sus relaciones con el Estado y con el mercado
para hacer posible la paz regional.
-Impulsar los diálogos regionales, que son uno de los derechos
de la sociedad civil. Es conveniente que estos diálogos no sean
restringidos a los interlocutores, aunque hay asuntos y decisiones
que corresponden solamente al gobierno central. Para la sociedad
civil es de gran importancia tener en cuenta todo lo que la comunidad local se juega en la reinserción, que toca actores económicos, culturales, religiosos, educativos, de orden público, y también grupos en armas (guerrillas, paramilitares y autodefensas).
Por eso es de gran relevancia para la sociedad civil poder dialogar
con todos estos actores, distribuir responsabilidades y compromisos, y establecer normas de seguimiento y control grupal sobre
las cosas que se acuerden. Finalmente, en estos diálogos se establecerán cuidadosamente aquellos compromisos que solo competen al Estado y a las fuerzas de seguridad.*
-Con los funcionarios públicos y las entidades estatales, establecer mecanismos de control y veeduría ciudadana para erradicar, hasta donde sea posible, la corrupción y la ineficiencia administrativa.
-Con las fuerzas armadas establecer canales contínuos de diálogo con las organizaciones de la sociedad civil, de tal manera
que en la realidad concreta de cada región la seguridad y el orden
público sean planeados y adelantados en un contexto de diálogos
transparentes entre los miembros de todas las organizaciones
relevantes de la sociedad civil en la zona, junto con la policía y
el ejército.
* Uno de los miembros de la Comisión, Eduardo Díaz Uribe, considera que los
diálogos regionales deben realizarse sin la presencia de actores armados ilegales.
Una metodología para la paz: el fortalecimiento de la sociedad civil
301
-Elevar el perfil social del proceso. Esta tarea primordial de
dar toda la pertinencia pública al proceso va de la mano con la
insistencia en el sentido de totalidad que reclama la presencia
comprometida de la sociedad civil como actor central.
-Desarrollar campañas educativas con metodologías de amplia
participación y control de los pobladores que se dirijan a los
siguientes aspectos: la nueva Constitución, los derechos humanos
y el derecho internacional humanitario, la apertura política, la.
actitud ante la producción, el mercadeo y el consumo de la droga.
-Promover la ética civil, que recoge el conjunto mínimo de
valores, mutuamente acordados, sin los cuales no es viable la
vida con dignidad para todos los miembros de la comunidad'
regional.
-Impulsar el apoyo a la cultura. El fortalecimiento de la sociedad civil tiene finalmente su fuente en los núcleos de identidad
y pertenencia cultural que se expresan en la tradición oral y
escrita, las particularidades lingüísticas, el folclor, las costumbres, los rituales y protocolos, las fiestas, las cerámicas y artefactos de otras épocas, y la arquitectura.