¿Paz para quién?
Defensa del territorio
y minería en
Colombia
Estudios de caso
desde comunidades
indígenas, campesinas y afrodescendientes
Barcelona, Junio 2017
Equipo de Investigación
Alejandra Durán Castellanos, Núria Morelló Calafell, Moritz Tenthoff,
Catalina Caro Galvis, Pablo Martínez Silva, Socorro Corrales Carvajal,
Marilyn Machado Mosquera, Lina María González Correa
Equipo Editorial
Lina María González Correa y Alejandra Durán Castellanos.
Con el apoyo de:
Fotografía
Javier Sulé Ortega, Conchita Guerra Cabrito, UNIPA: Unidad Indígena del
Pueblo Awá, Alejandra Durán Castellanos, Lina María González Correa.
Diseño y Maquetación
Erika de la Espriella.
ISBN: 978-84-16553-92-1
Depósito Legal: B 13382-2017
Editorial Descontrol, 2017
C/Constitució 19, recinto Can Batlló
Observatorio por la Autonomía y Derechos de los pueblos
Indígenas en Colombia
Bloque 11, Nave 83-90
08014, La Bordeta-Sants - Barcelona
C / Riego 37 Bajos. 080014, Barcelona
info@observatorioadip.org
Fotografía: Javier Sulé O.
-
www.observatorioadip.org
Agradecimientos
El Observatorio por la Autonomía y los Derechos de los Pueblos
Indígenas de Colombia (Observatorio ADPI) quiere expresar su
agradecimiento a todas las personas y organizaciones que, desde
su caminar, sus saberes y energías, hicieron posible la elaboración
de este informe.
En primer lugar, agradecer el apoyo brindado por el Ayuntamiento de
Barcelona en el marco del proyecto “Teixint Noves solidaritats”.
En segundo lugar, este informe no hubiera sido posible sin la solidaridad,
la confianza y la sabiduría de todas aquellas personas que forman
parte de las comunidades y organizaciones indígenas, campesinas y
afro descendientes con las que se ha compartido e intercambiado
intereses y aspiraciones. Merecen una mención especial el Consejo
Regional Indígena del Cauca (CRIC) y su programa económico
ambiental; el Cabildo Mayor Yanakona, en particular a todas y cada
una de las amables y acogedoras mujeres y hombres del Cabildo de
Santa Bárbara; en Nariño, gracias a la Unidad Indígena del Pueblo
Awá (UNIPA) por abrir sus puertas y enseñar la cruda cotidianidad de
la guerra que sigue padeciendo el Pueblo Awá aún en la actualidad.
Todas ellas, desde distintos puntos del territorio colombiano y con sus
testimonios de vida, son las verdaderas tejedoras de las reivindicaciones y propuestas que se han visto representadas en estas páginas.
Fotografía: Javier Sulé O.
Así mismo, queremos destacar la labor de las organizaciones radicadas
en Colombia y que trabajan en defensa de los derechos humanos desde diferentes ámbitos. Su acompañamiento diario a las comunidades
es imprescindible y crucial para visibilizar y reivindicar un modelo
de desarrollo distinto para el país, sin violencia de ningún tipo y respetuoso
con la autonomía y dignidad de los pueblos. Agradecer especialmente el trabajo de Socorro Corrales, Cofundadora de Comunitar,
organización que acompaña la Ruta pacífica de las mujeres; a Moritz
Tenthoff y a Catalina Caro, gracias por explicar, escuchar y colaborar
5
en todo lo que ha estado en sus manos; a Pablo Martínez Silva y a
Marilyn Machado por su compromiso; a Arturo Escobar y a Claudia
Jimena Pai por su apoyo incondicional a lo largo de este trabajo.
En Barcelona, agradecer a todas las personas que integran, desde
diferentes partes del globo, el equipo del Observatorio ADPI. A
Núria Morelló, Martí Surís, Lina González y Alejandra Durán. Sin su
determinación y energía sin duda estas líneas no existirían.
Adicionalmente, quisiéramos agradecer a Javier Sulé y Conchita
Guerra por haber cedido varias imágenes para este texto. También
a Fidel Mingorance, uno de los coordinadores de geoactivismo.org
y coordinador de geographiando.net por los mapas cedidos para la
introducción.
Todas ellas, organizaciones y personas que las conforman, desde
otro caminar y áreas de conocimiento, han aportado perspectivas de
gran interés a un asunto tan complejo como el que se ha intentado
abordar en este informe. Sobre todo, gracias a ellas por ayudarnos
a comprender y por enseñarnos a ver de otra manera; por humanizar
un discurso institucional tan rígido y ciego como el actual, perdido en
teorías, tecnicismos, clasificaciones legales y que, desafortunadamente,
olvida lo esencial. La defensa del agua y el territorio es, en definitiva,
la defensa de la vida plena o del Buen Vivir (Sumak Kawsay) que sólo
es posible cuando se conjuga lo humano y lo natural con lo espiritual.
Los textos reproducidos en este informe son responsabilidad del
Observatorio ADPI y no reflejan necesariamente la posición del
Ayuntamiento de Barcelona, como institución de soporte, o de alguna
de las organizaciones o instituciones que nos han brindado su apoyo.
6
Índice
12.
Introducción
Lina María González C y Alejandra Durán C.
58.
Capítulo 1
La minería de oro como empresa criminal
Moritz Tenthoff.
72.
Capítulo 2
La minería en el Cauca: conflictividades, resistencias
y desafíos
Catalina Caro G.
96.
Capítulo 3
La construcción de la autonomía territorial en el
municipio de La Vega. La resistencia colectiva e
intercultural frente a la minería
Alejandra Durán C.
134. Capítulo 4
La amenaza de la minería en el pacífico nariñense y
en el Katsa Su. El Pueblo Awá y sus resistencias
Núria Morelló C.
178. Capítulo 5
Oro y mercurio en el medio río Caquetá. Sinergias
y alianzas estratégicas para la salud y el desarrollo
social
Pablo Martínez S.
198. Capítulo 6
Cómo afecta el extractivismo en el cuerpo y la vida
de las mujeres. Una mirada ecofeminista desde el
Cauca
Socorro Corrales C.
236. Capítulo 7
Territorios de resistencia, minería, ancestralidad y
esperanzas
Marilyn Machado M.
258. Conclusiones y recomendaciones
Equipo Observatorio.
268.
Anexos
1. Presencia de GAPD y guerrillas en territorios donde
se encuentran los pueblos indígenas, afrodescendientes
o campesinos de este informe (2016).
2. Situación humanitaria del pueblo Awá.
Alejandra Durán
Lina María González
Fotografía: Conchita Guerra C.
INTRODUCCIÓN
Introducción
por: Lina María González y Alejandra Durán
Hace tres años el Observatorio ADPI publicó “Sus armas no lograrán
extinguir nuestra palabra”, un informe que buscó señalar cuáles eran,
en ese momento, los principales riesgos de extinción física o cultural
en varios pueblos indígenas en Colombia. Se mostró cómo, incluso
en pueblos demográficamente numerosos, existían riesgos gravísimos
sobre la vida y la cultura. En aquel informe hablamos de riesgos
asociados al conflicto armado; a los proyectos de agroindustria o de
extracción de recursos naturales, ya fueran por hidrocarburos, minería
o explotación de acuíferos. En esta línea también se identificaron los
proyectos multimodales, es decir, proyectos de infraestructura cuya
intención se encontraba orientada a la extracción de recursos
naturales, tales como la Represa del Río Ranchería en el departamento
de la Guajira, la troncal del Libertador en el departamento del Cauca
o del Corredor Multimodal Pasto-Mocoa. Finalmente, en el informe de
2013 se mencionaron la infinidad de amenazas de tipo cultural sobre
los pueblos indígenas.
Como ya lo habían temido varios sectores sociales, los últimos años
nos han sorprendido con una oleada de asesinatos a líderes y lideresas
sociales en Colombia, varios de ellos indígenas, en pleno proceso
de negociación de paz con la guerrilla de las Farc. Las amenazas
sobre la vida también fueron una constante. La mayoría de los
casos se presentaron sobre personas vinculadas directamente con la
defensa de sus territorios y en contra de la extracción de recursos.
Recientemente, la Alta Consejería para los Derechos Humanos en
Colombia de Naciones Unidas sacó su informe anual de seguimiento
sobre el país. Destacó como una de las amenazas más graves a la
consecución de la paz en Colombia la persecución, las amenazas
14
y la violencia de género que están padeciendo líderes y lideresas
sociales. Según Naciones Unidas, en 2016 fueron asesinadas, en
el marco del conflicto, 127 personas. El movimiento político Marcha
Patriótica perdió a 64 de sus integrantes. Las restantes 63 víctimas
fueron líderes sociales, seis de ellos indígenas. La mayoría de
los crímenes sucedieron en regiones donde la guerrilla de las Farc
se está retirando o donde predominaban los cultivos ilícitos y la
minería ilegal (OACNUDH, 2016: 10).
1. Desafíos de la paz territorial: la minería como principal
amenaza
La situación está demostrando que el verdadero reto para la
consolidación de una Colombia en paz se encuentra en los territorios,
no tanto en las ciudades capitales. Y, en el mismo sentido, la
conflictividad y violencia actuales y futuras se encuentran atravesadas
por la extracción de recursos. De hecho, se corresponden con la
forma como el Es tado se ha relacionado con los territorios alejados
de los centros de poder. La actual configuración de la violencia parece
mostrar que el abandono estatal por las necesidades de la población
ha sido un permanente histórico. En esa medida, también lo ha sido
la dificultad de ejercer un verdadero control democrático contra la
corrupción y el clientelismo armado o criminal.
Por ejemplo, el 2016 sacó a la luz cifras escandalosas sobre la muerte
de un número indeterminado de niñas y niños del pueblo Wayúu,
ubicado en el extremo norte de Colombia, en pleno desierto de la
Guajira. Los Wayúu son el pueblo demográficamente más numeroso
del país. En el departamento donde se ubican representan el 44%
del total de la población1. Su alta demografía comparada con otros
pueblos indígenas en Colombia se explica, en parte, por habitar una
zona desértica que había sido de escaso interés para los sucesivos
gobiernos colombianos. Paradójicamente, ese escaso interés llevó a que
1
El pueblo Wayúu es binacional –Colombia y Venezuela– y su población del lado colombiano,
en el Departamento de la Guajira, llega casi a los 280 mil habitantes.
15
en 2016 se confirmaran las muertes de 75 indígenas por malnutrición
donde la mayoría de los casos fueron niños2.
El pueblo Wayúu, al encontrarse en una zona desértica, fue considerado
en un ámbito geográfico de poco interés para el estado colombiano
desde su creación. Los indígenas, sabios conocedores de su entorno,
lograron coexistir en el desierto, entenderlo y crecer con él. A pesar
de ser una zona desértica, por la cercanía con la Sierra Nevada de
Santa Marta y sus múltiples fuentes de agua, los Wayúu se han surtido
de los acuíferos subterráneos y de varios arroyos que hacen parte de
los brazos hídricos del río Ranchería.
Para el Estado colombiano, el desierto de la Guajira comenzó a existir
en razón de la explotación de sus recursos naturales, en particular del
mineral del Carbón. En 1977 se iniciaron los procesos de exploración
y la gran explotación de la mina se consolidó desde 1985. Hoy en
día, esta mina del Carbón –denominada el Cerrejón– es una de las
más grandes del mundo a cielo abierto y ocupa un territorio de 69 mil
hectáreas: territorio ancestral del pueblo Wayúu. Le han bastado a este
monstruo del carbón 30 años para devorar los recursos hídricos de la
región y producir la sequía que ha terminado en hambruna. Ésta, sumada a la corrupción y cooptación de los recursos públicos por políticos
locales vinculados a grupos armados y a la omisión y ceguera estatal,
derivó en la muerte reciente de un altísimo e indeterminado número de
indígenas Wayúu. Allí, en ese territorio alguna vez olvidado, la escasa
intervención del Estado ha sido nefasta y se ha expresado otorgando
la concesión para la explotación minera que ahora tienen tres grandes
multinacionales3. La inadecuada intervención del Estado no implicó un
mejoramiento en las condiciones de vida del pueblo Wayúu, al contrario. La intervención del Estado implicó muerte y amenaza territorial.
Los grandes peligros que mencionamos en el informe de 2013 siguen
vigentes, aun cuando el conflicto armado con las Farc está en camino a
2
Estos datos son un subregistro de la magnitud de las muertes presentadas ya que los indígenas
de territorios alejados no han reportado todos los casos dados.
3 El complejo Cerrejón está integrado por las multinacionales BHP Billiton (de Australia), Glencore (de
Suiza) y Anglo American (de Sudáfrica). Esta última se encuentra en proceso de vender sus acciones.
16
su fin. No obstante, son muchos los actores armados que permanecen
en los territorios y que están posicionándose en aquellos espacios que
quedarán vacíos tras la desmovilización de las Farc. La disputa territorial está demostrando, nuevamente, que la violencia se ensaña contra
las defensoras y defensores de los territorios. Personas que llevan años
pidiendo por la paz y que realmente anhelan una tregua para sus vidas.
El que este informe se enfoque en las afectaciones del neoextractivismo
minero es una manera de visibilizar que la paz territorial no llegará si la
política de la llamada “locomotora minera” no cesa.
Consideramos una falacia el discurso estatal que argumenta que, de
las regalías producidas por la actividad minera, se podrá financiar el
postconflicto con la guerrilla de las Farc en el país. Y es una falacia
porque un porcentaje muy alto de la minería en el país se produce de
manera ilegal y/o criminal, con lo cual a duras penas produce ingresos
para el Estado. Además, como se señala en el artículo de Tenthoff en
este informe, el criterio de ilegalidad asignado por el gobierno colombiano confunde actividades abiertamente criminales de la minería con
prácticas no formales artesanales o ancestrales históricas que, por su
vocación, no deben entrar en la formalización que se les pretende dar.
En segundo lugar, también es una falacia porque el impuesto por
extracción de recursos minerales en Colombia es de los más bajos
la región latinoamericana. Es decir, no se compensan los daños ambientales y territoriales externalizados por la explotación minera con
los ingresos percibidos por el Estado. Mucho menos se compensa la
violencia que está generando. Como lo menciona el investigador Luis
Jorge Garay en uno de sus estudios para la Contraloría:
“La generación de recursos para el Estado dista mucho de ser
aceptable por los beneficios tributarios generalizados a las empresas mineras a través de la denominada estrategia de seguridad inversionista, generando innumerables mecanismos para
reducir el pago de las tasas de impuestos nominales fijadas por
la Ley. Las tasas fijas de regalías, que no son progresivas ni reflejan el comportamiento de los precios –como sí está reglado en
la industria de hidrocarburos–, castigan los ingresos del Sistema
17
General de Regalías que se transfieren a los territorios. El desbalance integral se profundiza aún mucho más cuando se toman
en consideración la gravedad y perdurabilidad de los múltiples
y diversos impactos en los sistemas ambiental, social, cultural,
territorial y de salud pública asociados con la explotación minera
en el país” (Garay, 2014b: 35).
Y, claramente, la actividad minera no compensa la sostenibilidad de
la vida en los territorios ni la soberanía alimentaria, es decir, no está
mejorando las condiciones de vida de las poblaciones. De hecho,
el área de vocación agrícola está reduciéndose cada vez más en el
territorio colombiano, en beneficio de la asignación de tierras para
la minería. En 2016, desde las campañas en contra de la minería
se ha denunciado que se han concedido 5 millones de hectáreas, a
través de 12 mil títulos, para explotación minera. Otros 25 millones de
hectáreas estarían en solicitud. Esto contrasta los 4,9 millones de tierras
asignados a labores agrícolas.
Simultáneamente, en otros estudios del Sistema de Información Ambiental
de Colombia (SIAC), se ha destacado que la minería y la ganadería han
desplazado la vocación agrícola de la mayoría de los suelos en el país,
generando una transformación desde finales de los años noventa. En su
momento, cerca de 50 millones de hectáreas tenían proyección de ser
cultivables. Las implicaciones sobre la utilización de los suelos en otro tipo
de actividades diferentes a su vocación ha generado afectaciones a la
productividad de la tierra, contaminación y desequilibrio ecosistémico4.
Además, no ha contribuido al mejoramiento de las condiciones de vida
de la población y a la redistribución de los ingresos.
Un estudio realizado para Oxfam en 2013, demostró que la actividad
agrícola, especialmente la realizada por pequeños productores, era
una de las que más lograba mejorar las condiciones de vida rurales
si contaba con el apoyo y el incentivo estatal necesarios. Se demostró
que “la eficiencia económica en el sector agrícola no depende de la
4
Ver: http://agenciadenoticias.unal.edu.co/detalle/article/uso-de-suelos-colombianos-no-corresponde-con-su-vocacion.html
18
escala de producción y ofrece evidencias sobre la capacidad de los
pequeños productores de incorporar cambios técnicos en la producción
y de enfrentar coyunturas adversas (...) demostrando así su capacidad
de resiliencia”. Esta característica está íntimamente ligada a acceso
al mercado y a condiciones tecnológicas y no aplica en los casos
de “pequeños productores con tierra insuficiente, aislados e incomunicados. Concluyendo así, que la eficiencia económica y por ende la
generación de ingresos, no depende solamente del acceso a la tierra
sino de una justa y equitativa distribución de los recursos productivos
y de condiciones favorables del entorno”. (Garay, et al, 2013: ix-x).
En este sentido, la consolidación de procesos de paz en los territorios está
relacionada con la posibilidad de las poblaciones a tener la capacidad
de cubrir las necesidades materiales de su existencia de manera digna.
Colombia es uno de los países con mayor desigualdad en el mundo,
presentado un coeficiente de Gini de 53,5, y en donde la pobreza
multidimensional es 2,3 veces más elevada en el medio rural que en
zonas urbanas (Programa Mundial de Alimentos, 2017: 10). En los
departamentos en los que se centrará el presente informe, tales como
el Cauca, Nariño, Chocó o la Guajira, existe un alto porcentaje de inseguridad alimentaria, principalmente en zonas con elevada presencia
de poblaciones étnicas, siendo la minería uno de los factores clave en
el empeoramiento de la misma (Ibid: 4).
Uno de los principios que sustentan las políticas de desarrollo rural
es la necesidad de fomentar un enfoque territorial participativo, que
reconozca la ruralidad diferenciada, las ventajas de la asociatividad
así como a los habitantes rurales como gestores y actores de su propio
desarrollo. Este principio cardinal, con importantes efectos beneficiosos
para el campo, sería de gran ayuda para equilibrar los intereses minero
energéticos que existen en el país con el urgente y necesario impulso
al medio rural que exigen los territorios.
El Departamento Nacional de Planeación (DNP) ha establecido recientemente una serie de estrategias a fin de transformar el campo
colombiano. Algunas de ellas aluden a la mejora del ordenamiento y
19
desarrollo territorial; al cierre de las brechas sociales y a un enfoque
de derechos e inclusión productiva.
sus necesidades. Además, la investigación se ha nutrido, también, de los
estudios elaborados por múltiples autores expertos en la temática.
Lo cierto es que este abanico de principios y estrategias deben
conjugarse en un contexto internacional, donde la responsabilidad
compartida entre actores privados, sociedad civil y Estados, toma cada
vez más importancia. Uno de estos espacios es la agenda mundial
de desarrollo sostenible. Se trata de un horizonte a alcanzar para el
año 2030, a partir del cual los diferentes actores implicados, entre
ellos y especialmente el Estado colombiano, deben implementar todas
las medidas que estén a su alcance para la consecución de los 17
objetivos que en total fueron suscritos en el año 2015. Si bien las
políticas minero energéticas presentan repercusiones en la mayoría de
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), entre todos ellos destaca el
ODS 16. Esta meta, a la que se debería llegar durante los próximos
5 años, llama a los Estados que la suscribieron –entre ellos Colombia—
a la promoción de sociedades justas, pacíficas e inclusivas.
A raíz de este proceso y dirigiéndose a los estudios de caso -departamentos de Caqueta, Cauca y Nariño- se elaboró una matriz inicial
con las tipologías de minería. Esta matriz contenía aquellas categorías
genéricas, sustentando su elaboración en el material de contexto
consultado. Así, inicialmente la matriz se estructuró con base en los
tres tipos de minería genéricos: minería a gran escala, minería ilegal
a mediana y pequeña escala y, finalmente, minería de subsistencia
(artesanal, ancestral y tradicional). Cada una de estas categorías se
abordó con base en los siguientes parámetros: 1. Planificación y ordenamiento territorial existente; 2. Participación ciudadana en los instrumentos de planificación; 3. Presencia militar en el territorio; 4. Repercusiones medioambientales y cosmogónicas; 5. Procesos de resistencia
locales; 6. Propuestas de organizaciones sociales existentes (ver matriz
al final de esta introducción).
2. Objetivo, proceso y metodología de investigación
El objetivo de este informe de investigación ha sido visibilizar las
afectaciones específicas que la minería está teniendo en territorios
indígenas, afrodescendientes e interétnicos. A partir de las denuncias
realizadas por las organizaciones sobre la presión armada, medioambiental, sobre la soberanía alimentaria y sus propias vidas, hemos
querido visibilizar la gravedad de los efectos de una política minera
que está desbordando a Colombia.
Los textos que se encontrarán aquí buscan ser insumos para las personas
que están viendo sus vidas afectadas por la minería. Por este motivo,
el trabajo de campo realizado y los escritos finales han contado con el
consentimiento y aprobación de las comunidades entrevistadas. Esta ha
sido una investigación con un ingrediente fundamental de participación
comunitaria y ha habido un interés explícito en que la información se
construya desde los pueblos implicados, ya que son quienes mejor
conocen su realidad y los llamados a proponer cómo transformarla desde
20
Con base en dicha matriz de categorías de minería y efectos territoriales, se elaboró un cuestionario estructurado que fue la base de las
entrevistas individuales y grupos focales del trabajo de campo. Las entrevistas no mantuvieron una estructura cerrada, sino que fueron permitiendo la retroalimentación de las comunidades según sus realidades.
Siguiendo algunas de las sugerencias sobre las consecuencias del
neoextractivismo en los territorios étnicos, presentes en los trabajos
de Astrid Ulloa (2014), esta investigación quiso abordar la idea de
territorialidad y relación con la naturaleza de manera más profunda,
más detallada en las afectaciones cotidianas de las comunidades y
en sus prácticas culturales, para poder dimensionar las diferencias
sociológicas de los efectos de la minería. En ese sentido, se incorporaron en el análisis varios de los criterios de la propuesta de Ulloa al
respecto de:
“a) La forma en que los territorios y las naturalezas de los pueblos
indígenas son apropiados de manera discursiva, simbólica o de
hecho; b) La superposición de territorialidades en diversas escalas, en
21
lugares específicos. El análisis de los diversos actores que entran en
juego y que tienen diferencias en cuanto al acceso y reconocimiento
de los derechos legales; c) Las continuidades o el desplazamiento de
sus roles a otros actores que interactúan en un mismo territorio y d) El
rol del Estado en los territorios indígenas” (Ibid: 430).
Asimismo, también se ha añadido la visibilización de la lucha de los
actores sociales en el territorio, con el fin de evidenciar que las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas, en espacios
interétnicos o no, es permanente y los pueblos no están siendo sujetos
pasivos ante las afectaciones que están viviendo. En algunos casos
estas resistencias han sido exclusivas en su condición étnica. En otros
casos se han dado desde la interculturalidad en la que conviven los
pueblos en los territorios.
3. Conflictividad Estado - territorialidad indígena o
afrodescendiente
La conflictividad entre el Estado y la territorialidad indígena y afrodescendiente es un permanente en Colombia. El eje de esta discusión ya
fue planteado en el informe pasado del Observatorio ADPI haciendo
énfasis en los aspectos de la jurisdicción del control territorial que llevaba
a los indígenas a exigir sus territorios libres de presencia de la Fuerza
Pública. También se destacaron la conflictividad en el ámbito territorial
sobre a) la justicia indígena y la jurisdicción nacional; b) los sistemas de
educación propia y las obligaciones nacionales; c) el reconocimiento
de los principios de salud indígena y la compaginación con el sistema
de salud nacional; d) el solapamiento jurisdiccional de resguardos
indígenas con Parques Naturales Nacionales y e) la determinación de la
vocación económica de los territorios indígenas5. En este último asunto
existe una diferencia muy importante sobre la concepción de “desarrollo”
que propone el Estado colombiano contrastada con los principios del
Buen Vivir de los pueblos indígenas.
5
El texto completo se puede encontrar online en el siguiente enlace: https://es.scribd.com/
doc/234084249/Sus-Armas-No-Lograran-Extinguir-Nuestra-Palabra#scribd
22
3.1 Jurisdicción propia - Jurisdicción nacional
En diversas ocasiones, funcionarios gubernamentales han planteado que
las propuestas y exigencias de los indígenas son opuestas al desarrollo,
son temerosas del progreso económico y retardatarias de la modernización
del país. Lo que se observa en la realidad es una diferencia abismal en
el entendimiento entre dos concepciones de la vida, que se trasladan al
ámbito de las decisiones políticas y territoriales, cuando el Estado considera
válido sobreponer su jurisdicción a la que le ha reconocido constitucionalmente desde 1991 a los pueblos indígenas o afrodescendientes.
Esta permanente conflictividad sobre quién toma las decisiones en los
territorios indígenas y afrodescendientes enmarca la situación de la
minería. El Estado ha querido mantener el control de los recursos naturales en los resguardos indígenas y en los consejos comunitarios afro
con el argumento de que la propiedad del subsuelo es de la nación.
Para el caso de la minería, ha planteado las Zonas Mineras Indígenas
(ver mapa 1) o Zonas Mineras de Comunidades Negras. Las define
como “zonas mineras en las cuales la exploración y explotación del suelo
y subsuelo mineros deberán ajustarse a las disposiciones especiales del
Capítulo XIV del Código de Minas sobre protección y participación
de las comunidades y grupos indígenas asentados en dichos territorios.
Establecer zonas mineras especiales, con extensión y linderos, dentro de
los terrenos baldíos ribereños, adjudicados por el Instituto Colombiano
de la Reforma Agraria como propiedad colectiva de una comunidad
negra, a solicitud de ésta. Dentro de estas zonas, la autoridad otorgará
concesión como titular a la aludida comunidad, y no a sus integrantes
individualmente considerados”6. Es clave mencionar que esta determinación de zona de interés estratégico para la minería no había sido
previamente consultada con las comunidades allí establecidas.
Hasta la reciente sentencia 035 de 2016, según la cual la potestad
para reglamentar el uso del suelo es ahora de los municipios, el orden
6 Disponible en: http://siminero.minminas.gov.co/siminero/documentacion/category/zona-minera-de-comunidades-negras-e-indigenas/
23
nacional era quien decidía la explotación de minerales. De hecho, las
declaraciones de la Agencia Nacional Minera hacían énfasis en que
la propiedad del Estado era superior a la de otras entidades públicas,
particulares o de comunidades o grupos.
La declaración de zonas mineras en territorios étnicos, en la práctica, les da
la prioridad de explotación a indígenas o afrodescendientes si ya se ha determinado que hacen presencia. Pero también se les conmina a realizar esta
actividad, presionando que así sea. En primer lugar, porque esta prelación
tiene un ingrediente de prescripción, es decir, si no se hace uso a ese derecho éste cesa y se permite el acceso a un tercero, no indígena o no afrodescendiente, para que aplique a la licitación y al derecho de explotación.
Lo que han hecho las comunidades para proteger sus territorios, entonces,
es adscribir la prelación con un segundo aspecto de presión: la actividad
minera paga un impuesto denominado canon superficiario. Los resguardos
indígenas o los consejos comunitarios, por ejemplo, están exentos del
pago de impuestos de superficie. Y con la declaración de zonas mineras
en su área, se les presiona a hacer un pago del canon superficiario cuyo
valor es muy alto para los Cabildos y sus comunidades. Si el canon
superficiario no se paga, da a lugar a la caducidad del derecho de
explotación y a la asignación de ésta a un tercero. En resumen, se está
presionando a las comunidades para ejercer la minería.
Ahora bien, esto sucede en algunos casos cuando es muy evidente la
presencia étnica en la zona de explotación minera. Pero, al haber solapamientos territoriales, es claro que el Estado busca hacer valer su fuerza
y presencia frente a las comunidades y la Consulta Previa no sólo es un
paso estorboso, sino que se incumple permanentemente o se practica
sin cumplir con los requisitos de plena libertad o información completa.
3.2 Presencia de grupos armados en territorios estudiados y
presencia de cultivos de hoja de coca
Mapa 1.
Varios de los municipios que se referencian en este informe se encuentran
bajo la acción de Grupos Armados Post Desmovilización (GAPD), que son
Territorios indígenas y minería.
Fuente: geoactivismo.org (2015)
24
25
las nuevas formas del paramilitarismo. Desde el Estado se les ha venido
llamando Bandas Criminales - BaCrim para despolitizar su accionar en
los territorios y para hacer referencia exclusivamente a su dedicación a
actividades ilícitas, es decir, a la explotación de cultivos ilícitos o a la
minería criminal. Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica se acaba
de publicar un informe interesante sobre las formas que han asumido estos
grupos armados, controvirtiendo el señalarlos solo como criminalidad
común (CNMH, 2016: 12). En el Cauca, por ejemplo, la tipología de
amenazas permanentes que realizan a las defensoras y defensores de los
territorios demuestran un mensaje de control político, racista, de derecha
y que reproduce el discurso de que los pueblos que se oponen a las
actividades mineras son antidesarrollistas. Sobre este último punto, hay una
coincidencia con declaraciones estatales que acusan, especialmente a
los indígenas, de retrasar el desarrollo colectivo de la nación. Cuando las
amenazas de los grupos paramilitares se han producido, salvo el caso de
la Defensoría del Pueblo, se ha extrañado una declaración por parte del
Estado en la que éste se desmarque de dicha coincidencia discursiva y
se rechacen con contundencia las intimidaciones de estos grupos.
Los defensores de territorios descritos en este informe, donde hay presencia
armada, han sido amenazados permanentemente. Porque existe una
coincidencia entre la presencia del paramilitarismo y las guerrillas con
la existencia de cultivos ilícitos o minería criminal, debido a que son
actividades desde las que se financian. En el anexo 1, que se encuentra
al final del libro, se detalla la lista de la presencia de GAPD y guerrillas
en los territorios. El caso Awá es, sin lugar a dudas, el más preocupante:
en su territorio y, concretamente en el municipio de Tumaco, confluye la
presencia de siete grupos armados diferentes en el año 2016. Uno de
estos grupos armados es la guerrilla de las Farc, la cual se encuentra
inactiva actualmente. No es coincidencia esta presencia armada con que
sea Tumaco el municipio del país donde hay una mayor extensión de
cultivos de hoja de coca (ver punto 6 del anexo 2 al final de este libro).
Según datos del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos - SIMCI (2016), en 2015 entre los municipios de Tumaco, Barbacoas y Olaya
Herrera, los tres en Nariño, se concentraba el 22,5% de los cultivos de
hoja de coca en el país (ver mapa 2, con información SIMCI 2014).
26
Mapa 2.
Presencia de cultivos ilícitos en territoios indígenas.
Fuente: Fidel Mingorance. https://geographiando.net/
27
Abordar este tema implica una complejidad que no suele ser entendida
por los organismos gubernamentales. Por una parte, la presencia
de cultivos en territorios indígenas evidencia la invasión de colonos
en los resguardos para promover esta actividad. Esa invasión es
espontánea, cuando son colonos sin tierra que buscan nuevas formas de
subsistencia, o dirigida, cuando son colonos presionados o invitados
por mafias que se toman los territorios indígenas.
Por otra parte, en varios resguardos, algunos indígenas se han sumado
a la siembra de cultivos de hoja de coca por fuera de su consumo ritual,
para vender y garantizar un mínimo de excedentes para su sustento
material, cuando las circunstancias de comercialización de productos
agrícolas son deficientes y carecen de políticas públicas de apoyo.
3.3 Minería y bienestar social
Como se ha visto, las repercusiones que presenta la actividad minera
van desde el aumento de la conflictividad social hasta graves daños en
la salud de las personas y del medio ambiente. Uno de los principales
y más preocupantes efectos de la puesta en práctica de proyectos
mineros extractivos, especialmente en ecosistemas frágiles y estratégicos,
es el uso del mercurio.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en uno de sus documentos de trabajo (2009) relativos al uso
del mercurio en diferentes actividades, llama atención a los Estados
sobre la enorme cantidad de efectos adversos del mercurio en la
salud humana y medio ambiente (PNUD, 2009: 3). En el mismo
sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce
a esta sustancia química tóxica como “uno de los diez grupos de
productos químicos con mayores repercusiones en la salud pública”7,
afectando principalmente la salud y bienestar de las mujeres
embarazadas y los niños. Está comprobado que la exposición al
7
Ver: Departamento de Seguridad Pública y Medio Ambiente. OMS. (2011) Preguntas frecuentes:
el mercurio y la salud. Disponible en: http://www.who.int/phe/chemicals/faq_mercury_health/es/
28
mercurio, aunque sea en leves cantidades, puede causar graves
enfermedades para el sistema inmunitario y nervioso, para la piel,
los ojos o los pulmones. Un ejemplo sobre este asunto se encuentra
en el artículo de Pablo Martínez en este libro, el cual aborda
esta problemática para el caso de las poblaciones indígenas del
Caquetá y Amazonas colombianos.
La preocupación que existe sobre este tema en esferas internacionales
viene manifestándose desde hace no pocos años. Durante la evaluación
mundial sobre el mercurio8 del año 2002 realizada por el PNUMA
se advertía de los graves problemas que a nivel mundial planteaba el
mercurio. Desde entonces ya se indicaba que una de las principales
fuentes de exposición a esta sustancia era el desarrollo de la actividad
minera de oro y plata a pequeña escala, mediante el proceso de
amalgamación, extendiendo sus efectos incluso después del cierre de
la mina (PNUMA, 2002: 10 y 139). Así, con independencia de las
liberaciones de mercurio que se generan de manera natural9, lo cierto
es que la mayor parte de liberación de esta sustancia en la atmósfera
a través de fuentes antropógenas, esto es, la propia actividad humana.
La proporción de liberación antropógena de esta sustancia depende de
muchos factores tales como el tipo de fuente del cual se emite, el aire y
características del propio ecosistema donde se libera. Por ejemplo, la
existencia de un río en las proximidades de la mina, favorece el traslado
de este elemento a zonas alejadas de la fuente de emisión.
Ahora bien, la conocida locomotora minera impulsada en los últimos
gobiernos y especialmente ahora con los conocidos procesos de formalización, no ha hecho más que aumentar la minería que usa mercurio, esto es, la minería de oro y plata a pequeña escala -siendo un
elevado porcentaje minería ilegal- y, como no, los grandes proyectos
de extracción que se encuentran en fase de exploración o explotación.
Pese a los esfuerzos gubernamentales en reducir el uso de esta sustancia
-mediante la conocida ley 1658/2013- y, en particular, respecto de
las extracciones mineras, lo cierto es que el control del uso del mercurio
8 Departamento de Seguridad Pública y Medio Ambiente. OMS. (2011). Disponible en:
http://www.who.int/phe/chemicals/faq_mercury_health/es/
9 Por ejemplo, mediante la actividad volcánica o la erosión de rocas.
29
es uno de los mayores retos para el país. Los actores armados, que
siguen estando en las zonas de interés minero extractivo, no desistirán
tan fácilmente de la minería ilegal y criminal como fuente de financiación. Tampoco lo hará la minería foránea, relacionada con redes
criminales y a la que le resulta mucho más rentable el uso de esta
sustancia que entrar a formar parte del ciclo minero. Esto implicaría
la formalización de la actividad y, por lo tanto, la identificación de
quienes la desarrollan y el cumplimiento de una cantidad de requisitos
técnicos y ambientales.
En 2014, Colombia era el segundo país del mundo, después de China,
donde más se consumía mercurio para actividades mineras. La
contaminación del agua, a causa de este químico, alcanzó ese año a
17 departamentos. En 2017 ya son 21 los departamentos afectados
por la contaminación de mercurio. Cinco grandes ríos en el país
están seriamente afectados: El Sambingo, el Ranchería, el Caquetá,
el Muña y el San Jorge10.
Pese a los datos y advertencias emitidos hace años desde instancias
nacionales e internacionales, el Estado colombiano sigue reconociendo y defendiendo el aumento de la participación de la minería
en la economía regional, justificando los impactos positivos de esta
actividad en las comunidades indígenas y afro descendientes y basándose en la mejora de la economía, representada en el aporte de esta
actividad al aumento del Producto Interior Bruto (PIB) del país. Así, se
usan datos macroeconómicos para justificar un supuesto efecto positivo
de la actividad minera en las economías regionales y locales y, lo
que es aún más grave, se identifica erróneamente el bienestar de las
comunidades con un crecimiento económico que, en la mayoría de
casos, es ajeno a los usos y costumbres de los pueblos.
Incluso, la evolución de la participación de las actividades mineras
en el PIB ha ido decreciendo. Durante los primeros años de la política
de la locomotora minera hubo un aumento del PIB asociado a esta
10 En
el reporte hecho por la Fiscalía General se responsabiliza a la minería ilegal. No obstante, está
claro que la minería formal a gran escala también está generando terribles impactos ambientales en
las aguas de los ríos del país. http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-15675184
30
actividad, pero poco a poco ha ido disminuyendo drásticamente,
como se puede evidenciar en la tabla 1 a continuación:
Año
Variación Porcentual
2010
11.1%
2011
14.4%
2012
5.6%
2013
4.9%
2014
-0.2%
2015
0.6%
2016
-6.5%
Tabla 1.
Comportamiento de la rama de actividad económica de “minas y canteras” en el
global del PIB colombiano entre 2011 y 2016. Datos en variación porcentual anual.
Fuente: elaboración propia con base en Informes anuales del DANE (2011-2017)
El argumento conforme la minería trae prosperidad a las comunidades
que la desarrollan ha sido rebatido por el informe de 2013 de la
Contraloría General de la República. En dicho documento, se demostró cómo los municipios mineros -a excepción de los municipios del
departamento de Antioquia- muestran un comportamiento más deficiente en los indicadores integrales de desempeño municipal que otros
municipios donde no se practica la minería. Incluso ese desempeño es
más bajo que en aquellos municipios donde hay producción cocalera:
“Que los niveles de desempeño municipal dentro de los cuales
ocupa un papel determinante la institucionalidad pública, así
como las tasas de deforestación, sean significativamente menos
malos para el caso de los municipios cocaleros que en los que
se ha venido realizando la extracción de minerales a gran escala durante 2 o 3 décadas, es en extremo preocupante. Esto
permite afirmar, sin duda alguna, que los municipios donde se
31
concentra la explotación minera tienen una institucionalidad (es
decir, unas reglas de juego) mucho peores no sólo que la que
rige en aquellos no mineros con mayor desarrollo relativo, sino
también que la que se observa donde se concentra una de las
actividades más nocivas para el desarrollo: los cultivos de uso
ilícito.” (Rudas, E y J.E. Espitia: República, 2013: 69).
El argumento del Estado en defensa de la locomotora minero energética
y su imposición territorial, usando diferentes estrategias, se resume
claramente en la siguiente frase, expresada en el documento guía
Política Minera después de Colombia como uno de los principales
obstáculos para el desarrollo de la actividad minera: “Actualmente, hay
desinformación en las comunidades cuando se expone la idea errónea
de que la minería en general es nociva para el ambiente, la economía
y la sociedad, lo cual dificulta la implementación y puesta en marcha
de los proyectos mineros.” (Ministerio de Minas y Energía, 2016: 16).
Estas afirmaciones que catalogan a las comunidades de tener poca
información sobre el tema y la falta de claridad en los parámetros
jurídicos va muy ligada a las estadísticas internacionales de interés
inversionista en materia minero energética. En el marco de los estudios realizados por el Instituto Fraser, el gobierno colombiano ha
llegado a conclusiones poco precisas sobre el potencial minero del
país. Ha utilizado estos estudios a fin de argumentar que Colombia
ha mantenido, e incluso aumentado, su atractivo respecto de la inversión minera de capitales extranjeros. Lo cierto es que estas afirmaciones no son del todo ciertas. De acuerdo con los datos expuestos
por este instituto en su más reciente estudio, “Survey of Mining and
Exploration Companies”, se señala que para el año 2016 Colombia
fue uno de los países de Latinoamérica y el Caribe con más atractivo
en materia minera para los inversores: de un índice donde 100 es
el máximo posible, Colombia obtuvo una puntuación relativamente
elevada (59,52), aunque cabe señalar, con gran diferencia respecto
de países como Perú (73,47), Chile (69,66) o México (67,06).
Además, si se compara el claro potencial geológico que presenta el
país versus la disminución progresiva del atractivo que están teniendo
32
las políticas mineras internas implantadas en Colombia para los inversores -para el año 2012, Colombia obtuvo un puntaje de 60.19,
pasando a 45.68 para el año 2016- se puede concluir que, en sentido opuesto a lo dicho por el gobierno, el índice relativo a las percepciones de las políticas mineras en Colombia por parte de los inversores
ha disminuido en gran medida en los años recientes. El 2016, en
especial, dio lugar a tres sentencias claves de la Corte Constitucional
para la defensa de los territorios y poblaciones: las sentencias C-2732016, C-035-2016 y C-389-2016.
Los parámetros en los que se sustenta la Política Nacional Minera son
sólo un ejemplo de cómo el Estado colombiano está vulnerando el
imperativo constitucional del art. 79 CC, dirigido a garantizar que
todas las personas gocen de un ambiente sano y que participen en
las decisiones que las afecten. Siendo un mandato constitucional, no
se está protegiendo la diversidad e integridad del medio ambiente
sino que, por el contrario, se está priorizando sobre éste a los intereses
privados o incluso económicos de algunas empresas, dando por hecho
que la oposición de las comunidades se basa en la ignorancia y no en
la defensa consciente de los espacios de vida.
Así, mientras las autoridades dedican sus esfuerzos políticos y militares
contra la minería ilegal, paralelamente ofrecen incentivos para formalizar
la actividad minera de aquellas personas que se encuentren en el marco
de la minería ilegal, en ocasiones disfrazada de la llamada minería informal, esto es, aquella que tiene vocación de formalizarse. El conjunto
de estas dos medidas es ciertamente preocupante. La inclusión en el
circuito minero de este tipo de minería lo único que logrará es ampliar
el sector minero a nivel nacional, principalmente en zonas de interés
minero-extractivo, que coinciden con áreas de gran riqueza ambiental.
Así es como el Estado ya no sólo se centra en potenciar la gran
minería sino también en incluir en los circuitos de ésta a la pequeña
y mediana minería. Estas medidas no reducirán las repercusiones
sociales y ecológicas ni modificarán el modelo económico que, sin
lugar a dudas, implica el desarrollo de esta actividad extractiva en las
comunidades. Más allá de los impactos ambientales e incluso de
33
su justificación, como por ejemplo que una minería realizada bajo
estrictos estándares técnicos generará un “menor” impacto ambiental,
las comunidades han dicho claramente que no quieren minería en sus
territorios ancestrales. Los pueblos indígenas mediante la movilización,
encuentros e incluso en sus propios Planes de Salvaguarda, se han
pronunciado y han mandatado un contundente NO frente a la minería,
sea el tipo que sea. Las comunidades afrodescendientes organizadas
se oponen también a la gran minería depredadora y abogan por las
prácticas y formas históricas artesanales.
Por ello, sobre la base de un necesario diálogo real y respetuoso entre
las partes, el gobierno colombiano debería tomar en serio las determinaciones de un sector nada desdeñable de la población colombiana,
que además tiene reconocido un estatus jurídico especial de protección constitucional. De la misma manera, se debería ponderar conscientemente los -múltiples- derechos e intereses en juego, visualizando
realmente otras alternativas existentes, que no necesariamente pasan
por la inclusión y casi imposición de la minería y su aceptación en los
territorios rurales.
3.4 Política minera y de extracción de recursos naturales
versus incentivos a las actividades agrícolas
El desarrollo de la locomotora minero energética de los recientes gobiernos se enmarca en un fuerte proceso de reestructuración del sector
minero a partir del año 2010. En este nuevo organigrama destaca
la creación de la Agencia Nacional de Minería (ANM) como nueva
autoridad minera, encargada de ejecutar la política minera del país
y la responsable de los procesos de titulación de áreas mineras, así
como de la administración del Catastro minero.
Las prioridades del sector minero se han mantenido durante a lo largo
de este proceso de reajuste. Ahora bien, destaca un elemento, antes
casi inexistente en la política minero-energética, y que actualmente forma parte de las prioridades de este sector: la creación de la Dirección
de Formalización Minera como ente dependiente del Viceministerio
34
de Minas. Pero no fue hasta un año después de la creación de esta
Dirección cuando el gobierno justificó, en el año 2014, la formulación
de una política exclusiva en materia de formalización minera -y la
creación de la mencionada Dirección- en el incremento del interés inversionista que en materia minera suscita Colombia, así como en el crecimiento del sector minero (Ministerio de Minas y Energía, 2014: 32).
Desde entonces se han publicado una serie de decretos con el fin
de llamar a la formalización de los mineros que estén realizando
la actividad sin algún o ningún requisito legal. Como hoja de ruta
de estos procesos destacan dos documentos: por un lado, el decreto 480, de 6 de marzo de 2014, por el cual se impulsa la formalización minera sin título y, por otro, la Política Nacional para la
Formalización minera11, publicada el mismo año. A nivel regional y
desde el año 2015, la ANM está promoviendo las llamadas “juntas
para la formalización” y los ciclos “hablando de minería”, siendo
estos espacios donde participan los alcaldes de las regiones, las
gobernaciones de los departamentos y la propia ANM. Las organizaciones sociales y las comunidades no tienen ni voz ni voto en estas
reuniones y las caracterizaciones mineras que se realizan se centran
únicamente en eso: la caracterización y evaluación del territorio para
efectos de la minería.
Así, sin contar realmente con el conocimiento de las propias comunidades que habitan las zonas, las caracterizaciones mineras han sido
uno de los grandes disgustos y una de las grandes demandas por parte
de las organizaciones sociales. Se exige por parte de las y los implicados de las áreas que han sido seleccionadas, poder realizar una
caracterización propia, partiendo del conocimiento que, ellas mejor
que nadie, tienen del uso e importancia del suelo, las fuentes hídricas, la flora y la fauna existentes. Además, cuestionan fuertemente que
estas caracterizaciones estén únicamente destinadas a establecer la
capacidad del territorio para la realización de actividades extractivas,
11 Ministerio de Minas y Energía. Política Nacional para la Formalización de la Minería en
Colombia. Disponible en: https://www.minminas.gov.co/documents/10180/581708/DocumentoPoliticaVersionFinal.pdf/9fd087db-7849-4728-92ff-6e426acccf9c
35
dejando de lado las riquezas ambientales, socioeconómicas e incluso
geográficas que podrían verse afectadas.
una repercusión “muy importante para la economía del país” (MNM,
2016:10).
Por otro lado, después de años de incertidumbre en la denominación oficial de los tipos de minería, el gobierno colombiano,
mediante el Plan Nacional de Desarrollo (PND) finalmente la clasificó, dividiéndola con base en dos parámetros: según la producción o según el tamaño (art. 21 PND). Es decir, dividiéndola según
la escala. En este sentido, la Política Nacional Minera diferencia
entre minería de subsistencia y minería de pequeña, mediana y
gran minería.
En definitiva, esta clasificación obvia algunas situaciones importantes que están sucediendo en muchos territorios indígenas y
afrodescendiente y que, ciertamente, están afectando sobremanera en muchos aspectos a las comunidades. Llama la atención que
en este documento no se mencione prácticamente a la minería
criminal. Las pocas veces que es mencionada, se le identifica
con la minería ilegal, sin llegar a ahondar un poco más en cuál
puede ser la relación entre estos dos tipos de minería o si son o
no equivalentes.
Así, la minería de subsistencia se define como aquella que “no
requiere título minero para su ejecución y que es desarrollada por
personas naturales que dedican su fuerza de trabajo a la extracción
a cielo abierto de metales preciosos, piedras preciosas y semipreciosas (...) utilizando herramientas manuales” (PNM, 2016: 59). La
minería formal se define actividades con unidades productivas que
trabajan, o bien con un título minero vigente o bajo el amparo del
mismo12, que han obtenido un instrumento ambiental y que cumplen
con todos los parámetros establecidos por la ley para desarrollar la
actividad minera.
Por su parte, el documento centra su atención en dos tipos de minerías: por un lado, aquella realizada a pequeña escala, considerada
como la más numerosa y con más deficiencias y, sin embargo, a ojos
del Ministerio de Minas, aquella que presenta la mayor capacidad
para generar empleo. Por otro lado, la minería denominada como
“ilícita” es vista como aquella que más efectos negativos comporta, entre otras razones y principalmente porque confunde la minería
legal con la ilegal. Lo cierto es que la minería a mediana y gran
escala quedan relegadas a un segundo plano del análisis, consideradas como aquellas que presentan muy buenos estándares técnicos, ambientales y sociales y, para el caso de la gran minería, con
12
Esta segunda opción integraría la preocupante figura de los subcontratos de formalización con
empresas ya presentes en la zona.
36
Las diferentes denominaciones dadas para cada tipo de minería ha
sido y es un foco de tensión entre las comunidades y el Estado, sobre todo debido a las repercusiones prácticas que esta clasificación
jurídica pueda tener en los territorios. Uno de los debates consiste
en la identificación de minería informal en las zonas de interés minero-extractivo. Algunas comunidades -el caso del conjunto de comunidades y organizaciones en defensa del macizo colombiano, por
ejemplo- consideran que el concepto de informalidad y el tratamiento
jurídico que se le está dando al tema, está abriendo la puerta a la expansión de la minería en las comunidades. Incluso se está facilitando
que aquellas personas que ejercen una actividad minera ilegal, y que
normalmente son personas foráneas, puedan constituirse de manera
legal en el territorio, a partir del acuerdo con algún propietario de la
zona y sin el consentimiento del conjunto de personas que realmente
habitan allí.
En este sentido, las comunidades, organizaciones indígenas, afrodescendientes y campesinas insisten y tienen claro que su aceptación
a la minería no depende de la calidad de los estándares técnicos sino de las fuertes transformaciones ambientales y sociales que
conlleva, ineludiblemente, el ejercicio de esta actividad. Es decir,
con independencia de que pueda llegar a darse una minería “bien
hecha” o lo que es lo mismo, una minería formalizada y bajo unos
estándares técnicos y ambientales, esta circunstancia no eliminará las
37
transformaciones territoriales, sociales y, sobre todo cosmogónicas,
que los Pueblos vivirán.
Otro elemento relevante a tener en cuenta, y que de hecho enfatiza la
Política Nacional Minera, es la necesidad articular la autoridad minera
con la autoridad ambiental, la importancia de la infraestructura y de
la intermodalidad. En sentido similar a la clasificación antes descrita,
esa articulación parece perfecta para una descripción teórica pero muy
difícil de plasmar en la realidad práctica de los territorios -sobre todo en
cuanto a la distinción entre minería formal e informal. Así es como existe,
a nivel ambiental y territorial, una falta de coordinación entre los instrumentos de planificación territorial y ambiental. El ordenamiento ambiental en Colombia se realiza bajo un enfoque de Cuenca Hidrográfica,
por lo que los Planes de Ordenación y Manejo de Cuencas Hidrográficas (POMCA) son instrumentos cruciales para el uso coordinado del
suelo, el agua, la flora y la fauna (Decreto 1640 de 2012) del territorio
nacional. Los POMCA son formulados por las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) y de Desarrollo Sostenible (art. 215 Ley 1450
de 2011) quienes también, como autoridad ambiental, se encargan de
expedir las licencias ambientales en los casos que no corresponda a la
Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA).
Si las autorizaciones ambientales expedidas por las Autoridades ambientales deben aprobarse con base en los mencionados Planes de Manejo, desgraciadamente los POMCA no están articulados con los Planes
de Ordenamiento Territorial (POT) de los municipios (Política Nacional
Minera, 2016: 14). Esta desarticulación llama la atención, preocupa
y muy probablemente está relacionada con la sobre utilización de las
áreas agrícolas mencionadas anteriormente, esto es, con la mala gestión
de las mismas. Más aún, el Estado lleva décadas planificando de un
modo deficiente, no controlando un importante y básico factor de deterioro ambiental como es el uso del suelo y de los recursos hídricos. Pese
a la superioridad jerárquica de los POMCA y la consideración de éstos
como determinante ambiental en la elaboración y adopción de los POT
(art. 23 Decreto 1640 de 2012) la falta de coordinación entre los dos
instrumentos es una circunstancia más que ha comportado una desprotección no sólo de la flora y de la fauna de los territorios sino también de
38
la gestión y la cosmovisión que desarrollan los pueblos indígenas y afro
descendientes en las zonas donde están presentes.
3.5 Introducción jerarquía derechos en general y luego en
materia minera.
Como se ha visto y como se verá a lo largo de este informe, uno de
los principales ejes del discurso político actual en torno a la defensa de
la minería, es que se trata de un sector de utilidad pública e interés
social en todas sus ramas y fases.
No obstante, la utilidad pública de esta actividad debe conciliarse,
sin lugar a dudas, con dos principios adoptados por el Estado
colombiano y que tienen un importante reconocimiento constitucional:
en primer lugar, el modelo de desarrollo sostenible (art. 80 CC) y, en
segundo lugar, la autonomía municipal (art. 311 CC).
Respecto del primero, es importante recordar que el Estado colombiano asumió este modelo de desarrollo a fin de mejorar la calidad
de vida y el bienestar social de las personas y, en la misma medida,
respetar el medio ambiente. En efecto, -en su momento ya lo estableció
y los sigue recordando la Corte Constitucional- de manera consciente
y representando un importante cambio a nivel constitucional, la constituyente de 1991 instauró lo que comúnmente se ha denominado la
“Constitución ecológica”, reconociendo al medio ambiente como un
bien jurídico constitucional que contiene una triple dimensión: como
principio que irradia todo el orden jurídico; como un derecho subjetivo
de todas las personas a gozar de un ambiente sano (art. 79 CC) y,
finalmente, como un conjunto de obligaciones impuestas no sólo a
los particulares sino también y especialmente al Estado (art. 8 CC y
Sentencia Corte Constitucional C-595/10).
Nada más lejos de la realidad: la preponderancia del derecho a un
medio ambiente sano en los diferentes espacios de regulación, viene
dada por su especial naturaleza jurídica -como derecho individual
pero también como derecho colectivo- y por la aplicación de la teoría
39
jurisprudencial de la conexidad. Así, en su dimensión de derecho subjetivo, el derecho a un medio ambiente sano ha sido definido como un
derecho fundamental por conexidad, esto es, un derecho que puede
ser amparado mediante acción de tutela cuando de su vulneración se
desprenda la amenaza o lesión de un derecho fundamental, como por
ejemplo la vida o la salud de las personas (Sentencias T-415 de 1992;
T-095 de 2016).
del suelo en el ámbito territorial municipal (art. 313.7 CC) pues la
extracción de recursos afecta especialmente esta última circunstancia.
Así, no es novedosa la necesidad de armonizar las competencias
estatales con las territoriales -municipales y locales- a partir de los
principios de coordinación, concurrencia y subsidiariedad y bajo el
paraguas de la protección del medio ambiente como bien jurídico
constitucional.
En palabras de la Corte, la teoría de la conexidad implica “que exista
conexidad entre la vulneración de un derecho colectivo y la violación
o amenaza a un derecho fundamental, de tal suerte que el daño o
la amenaza del derecho fundamental sea consecuencia inmediata y
directa de la perturbación del derecho colectivo” (SU- 1116 de 2001).
Años antes, en el principio 1 de la paradigmática Declaración de
Estocolmo sobre el Medio Ambiente humano de 1972 se indicaba
que: “el hombre tiene el derecho fundamental a la libertad, la igualdad y adecuadas condiciones de vida, en un medio ambiente de una
calidad que permita una vida de dignidad y bienestar”. Pues bien,
como se verá a continuación, a la luz de las diarias y reales circunstancias en las que se encuentran los pueblos indígenas, campesinos y
afrodescendientes que habitan algunas áreas nacionales de potencial
minero-extractivo, es fácilmente intuible que la tan defendida utilidad
pública de la minería no ha aportado ni dignidad, ni mucho menos
bienestar a los territorios y a las personas que los habitan. Así, cabría
preguntarse qué entiende el gobierno colombiano -y qué entiende la
ciudadanía- por desarrollo y, sobre todo, cuál es su grado de sostenibilidad, pues parece más bien equiparado a un crecimiento económico
que, paralelamente, está generando enormes costos ambientales y
conflictos sociales.
Teniendo en cuenta este importante marco jurídico que sin duda
alguna vincula al Estado colombiano, resulta preocupante el discurso
oficial que se viene adoptando hace años, en donde se declara que
fácilmente puede y debe existir una “minería bien hecha”. No es raro
que irresponsablemente se defienda a la industria minera como una
oportunidad para la construcción de paz, señalando y desprestigiando
expresamente a aquellos que adoptan una postura crítica con la
industria minero-extractiva como sensacionalistas o populistas, vacíos
de contenido, y nulos en el cuestionamiento de la realidad (El tiempo,
Alejandro Riveros, mayo 201713).
El segundo elemento con el que debe conciliarse la denominada
utilidad pública de la minería y que se ha encargado de recordar
la honorable Corte Constitucional (ST C-035 de 2016 que protege
páramos y autonomía territorial) es el hecho de que el Estado, aún
siendo propietario de los recursos del subsuelo (art. 332 CC), no
puede vaciar de contenido la autonomía municipal (art. 287, 288
CC), menos aún cuando se trata de la reglamentación de los usos
40
Frente a estas estrategias, impulsadas por una parte del sector público
y del sector privado, lo cierto es que existen no pocos argumentos
que avalan la firme postura adoptada por la gran mayoría de comunidades frente a la locomotora minero-energética. Estas razones fueron
claramente expuestas el pasado 20 de junio de 2016, mediante una
carta pública firmada por un conjunto de organizaciones sociales,
abogados y juristas expertos en la materia. En ella, se resume el análisis jurídico que en tiempos recientes ha desarrollado profusamente la
Corte Constitucional en aras de ponderar los intereses divergentes y
derechos en juego que, sin duda alguna, existen respecto de las industrias extractivas y todo aquello que gira en torno a ellas.
“(...) el accionar de los recientes gobiernos ha favorecido la
actividad extractiva sin atender debidamente los derechos
de los pueblos y comunidades, y las competencias de las
13
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alejandro-riveros-gonzalez/el-enemigo-es-la-mineria-mal-hecha-alejandro-riveros-gonzalez-84722
41
autoridades territoriales, lo que ha llevado a que la Corte
Constitucional le ponga un freno a dichas irregularidades,
reafirmando la necesidad de una revisión estructural del modelo
minero con base en el respeto de los deberes previstos en la
Constitución y en los Tratados Internacionales (...) se ve con
claridad el quebrantamiento evidente de la Constitución por
parte de decisiones económicas amparadas en supuestos
motivos de utilidad pública, en cuanto que no puede obviarse
que derechos tales como la vida o la salud, la participación,
la diversidad cultural y biológica del país, la conservación
ambiental, también son de interés general, razón por la cual
su prevalencia es evidente”.
Esta declaración también señala duramente al Estado colombiano y a
los organismos ambientales como facilitadores de los intereses mineros,
refiriéndose a la autoridad ambiental como “una oficina funcional al
Ministerio de Minas y Energía”.
El documento finaliza su análisis recordando los principios de diligencia
que rigen para las empresas, aclarando que no se debe confundir la
utilidad pública que tiene el sector con las expectativas contractuales
existentes por parte de las personas jurídicas:
“Tampoco pueden confundir (...) sus expectativas de derechos
contractuales, con la utilidad pública de su sector, ni olvidar
que dicha utilidad se encuentra condicionada a garantizar el
bienestar de todas y de todos, en especial el de quienes se ven
directamente afectados por las actividades mineras (...) recordamos [que los empresarios] han aceptado una serie de deberes
en cabeza de sus empresas, establecidos en el marco de los
Principios internacionales sobre empresas y derechos humanos
y otros estándares internacionales (...) también es importante
recalcarles que el Marco de Proteger, respetar y remediar: un
marco para las actividades empresariales y los derechos
humanos, también aceptado por su sector, establece que además
del cumplimiento de las leyes nacionales, las empresas tienen la
obligación básica de respetar los derechos humanos”.
42
3.6 Últimas sentencias de la Corte Constitucional colombiana
sobre minería y pueblos indígenas.
No sólo organizaciones sociales, comunidades y expertos académicos
han llamado la atención sobre la regulación y el funcionamiento de
la industria minero extractiva en Colombia. Afortunadamente la Corte
Constitucional, como intérprete de la adecuación constitucional de las
normas emitidas por el Estado, ha cristalizado los principios constitucionales aplicables al contexto jurídico y político de estos últimos años.
Especialmente, ha tenido un papel muy importante en cuanto a la interpretación de las normas referentes a la minería y su afectación en los
derechos fundamentales de los Pueblos Indígenas y comunidades étnicas.
El caso de El Cerrejón no ha sido ajeno a la atención de la Honorable
Corte. Mediante la Sentencia T-704/16 de diciembre de 2016, se
ordenó no sólo la suspensión del plan de manejo ambiental obtenido
por la empresa El Cerrejón para la ampliación del proyecto “Puerto
Bolívar”, sino también la realización de la Consulta Previa a las
comunidades. Todo ello con relación a un megaproyecto minero que ya
lleva más de 30 años en la zona y que ha causado una gran cantidad
de daños, vistos en páginas anteriores, algunos de los cuales vale la
pena recordar: graves problemas de salud, sequía y deterioro de las
formas sociales. Se trata de un caso “desproporcionado” según el
parecer de la Corte. Sin embargo, sus efectos se asemejan a situaciones que se dan o que potencialmente pueden llegar a darse en
otras zonas del territorio nacional y que, de replicarse, podrían llegar
a representar magnitudes similares de este megaproyecto.
El análisis que realiza la Corte recuerda la importancia que tiene
el derecho a la Consulta Previa para las comunidades étnicas. Este
derecho, reconocido como fundamental, otorga un amplio margen de
protección y, sin embargo, ha sido prácticamente obviado por el
Estado. Sin ser considerado como un derecho de veto por parte de
los Pueblos Indígenas -como tampoco una imposición de medidas que
afecten directamente al Pueblo Indígena- lo cierto es que el derecho a
la Consulta previa conlleva un complejo pero necesario procedimiento.
Así, su ámbito de aplicación material es suficientemente amplio y,
43
por lo tanto, extensible y susceptible de aplicarse a cualquier medida
que pueda afectar directamente al Pueblo Indígena y no únicamente
limitándose a aquella (medida) que comprenda el ámbito territorial14 esto es, resguardo indígena (Sentencia SU 383 de 2003; Sentencia
T-009 de 2013). Pese a no existir una lista taxativa de supuestos en
los que procede la Consulta Previa, mediante esta reciente sentencia,
la Corte consolida las directrices mínimas que el Estado debe tener en
cuenta al respecto (Corte Constitucional, 2016b, FJ 39):
1. Verificar si la medida hace parte de los eventos concretos de
afectación directa del Convenio 169 de la OIT.
2. Analizar si la medida comporta algún tipo de riesgo de afectación
directa para la comunidad o bien si afecta a sus intereses, con independencia de que éstos cuenten o no con un reconocimiento formal
del Estado.
En la resolución del caso Cerrejón, la Corte resume la esencia de este
derecho:
“(...) esta misma Corporación ha señalado que a pesar de que la
consulta no es un derecho al veto, tampoco las medidas a implementar, son un un derecho a la imposición en cabeza del Gobierno o Congreso o cualquiera que sea el sector (...) el propósito de
la consulta no es otro que el de llegar a consensos en los que la
opinión de las comunidades tenga incidencia en las medidas que
se adelantarán y que les afecten directamente.” (Ibid: FJ. 2.30).
Meses antes, mediante la Sentencia C-389/16 de 27 de julio de
2016 la Corte había analizado algunos preceptos del Código de
Minas (Ley 685 de 2001) relativos a las normas reguladoras de las
concesiones mineras. Entre ellos los artículos 122, 124 y 128, sobre
14
“No sólo las áreas tituladas, habitadas y explotadas por una comunidad –por ejemplo bajo
la figura del resguardo-, sino también aquellas que constituyen el ámbito tradicional de sus actividades culturales y económicas, de manera que se facilite el fortalecimiento de la relación espiritual y material de estos pueblos con la tierra y se contribuya a la preservación de las costumbres
pasadas y su transmisión a las generaciones futuras (FJ 81, Sentencia T-247/15)”.
44
las figuras de las Zonas Mineras Indígenas y al derecho de prelación
de los pueblos indígenas que ya ha sido mencionado. Merece la pena
indicar lo establecido entonces, pues se plantearon dudas de constitucionalidad de ciertos artículos del Código que, finalmente, la Corte
acabó declarando exequibles -acordes con la Constitución- aunque
condicionados al respeto del art. 330 de la CP. Es decir, a “la facultad
de los pueblos para actuar como autoridades ambientales”. Así, se
recordó el adecuado uso que debe hacerse del principio de integración
respecto de los derechos de los Pueblos Indígenas y en relación con
las normas emitidas por el Estado:
“La Corte Constitucional ya ha advertido que todas las normas relacionadas con zonas mineras de los pueblos indígenas deben ser integradas, en términos normativos, con los mandatos constitucionales
que defienden los derechos de los pueblos indígenas, normas de
jerarquía constitucional y directamente aplicables en todos los asuntos que involucren sus intereses”. (Corte Constitucional, 2016c).
Es especialmente remarcable la conclusión jurídica a la que llega la
Corte en cuanto al papel que juega el derecho a la Consulta Previa
frente al derecho de prelación de las comunidades (art. 124) al encontrarse en zonas mineras indígenas. Así, se establece la manera en que
deben entenderse los artículos declarados exequibles:
“(...) los artículos 124 y 133 (...) en el ámbito de la entrega de
títulos mineros, resultan inconstitucionales si se interpreta que, una
vez agotada la oportunidad, las comunidades se ven privadas
de la posibilidad de tomar decisiones en torno al territorio
colectivo, en el ámbito de la minería.” (Ibid).
La Corte concluye que los mencionados artículos son aplicables y no
pueden limitar el derecho a la Consulta Previa y al consentimiento libre,
previo e informado que se daría, por ejemplo, en caso de amenaza
de extinción física y cultural del Pueblo Indígena.
También merece atención el voto particular emitido por el magistrado Luis
Ernesto Vargas Silva. Vargas Silva considera que el condicionamiento
45
de dicha exequibilidad puede acarrear problemas si no existe una norma
que formalmente indique la relación que procede entre el derecho de
prelación y el derecho a la Consulta P revia en estos casos. Así, manifiesta
que el hecho de que el derecho a la consulta previa no se incluya en
la regulación del Código de Minas debería hacer que las norma se
considerara inconstitucional:
“(…) el condicionamiento planteado…es problemático en tanto
pretende extender sin sustento suficiente la interpretación de
las normas demandadas, incorporándole un contenido que en
realidad no tienen. En contrario, lo que se demuestra es que
la omisión del legislador configura un déficit de protección en
contra de las comunidades étnicas, consistente en que si bien se
establece una regulación que permite la explotación minera en
los territorios indígenas y afrodescendientes, se omite regular un
aspecto constitucionalmente obligatorio para que dicha modalidad
de usos de los recursos naturales se muestre constitucional, como
es prever los instrumentos para la eficacia del derecho a la
consulta previa.” (Ibid).
Sin duda alguna, esta introducción es pertinente y es sólo un esbozo
de los principales problemas a la hora de evaluar la política de la
“locomotora minera”, promovida por el actual gobierno colombiano.
Al discutir sobre la jerarquía de los derechos de las personas en detrimento de los derechos de las empresas nacionales y multinacionales
de extracción de recursos, no se observa que se esté cumpliendo el
principio de la prevalencia del bienestar general por encima del interés
de las empresas.
Como bien lo señala Luis Jorge Garay, en un informe publicado por la
Contraloría General de la Nación, “además del grave impacto que
estas actividades (exploración y explotación minera) generan al agua,
al suelo, al aire y al paisaje, no son objeto de un control riguroso por
parte de las entidades mineras, ambientales y territoriales, a lo que
se suma que por ser consideradas de utilidad pública por el artículo
13 del Código de Minas -Ley 685 de 2001-, están ocasionando una
serie de conflictos sociales en muchas regiones del país, por cuanto
46
diversas entidades estatales están privilegiando dichas actividades
sobre los derechos fundamentales de las comunidades y, por tanto,
desconociendo la jerarquía de derechos previsto en el ordenamiento
jurídico” (Garay, 2013:24).
Las páginas que siguen dan testimonio de distintos casos, en distintos
lugares del territorio nacional, con distintas comunidades y puntos
de vista. Esta amalgama de espacios se reúnen en la discusión y
planteamiento jurídico-político y sobre todo social que se acaba de
ver. La promoción de la extracción de recursos naturales no renovables
por parte de los últimos gobiernos no es una novedad para Colombia
ni tampoco en la mayoría de países latinoamericanos. La sustracción
masiva de recursos naturales es vista como un negocio muy lucrativo,
ya no sólo para el gran capital sino también para las redes criminales
que desgraciadamente siguen teniendo presencia en diferentes zonas
del país. En medio, se encuentran las comunidades indígenas,
campesinas y afrodescendientes. Familias enteras se encuentran al
margen del bienestar e intereses nacionales provenientes de la
capital y paralelamente justo en la mira de la codicia de diferentes
actores legales e ilegales. Por su parte, el marco normativo existente,
no favorece sino que, al contrario, sigue siendo fuente generadora
de incertidumbre para las personas y de estímulo para la economía
capitalista. No importa quiénes estén asentados en las zonas de
extracción, qué conflictos existan o puedan emerger, lo cierto es
que los países están legislando en contra de las comunidades para
garantizar el estímulo a una economía capitalista que necesita
involucrar todas las esquinas del orbe. Esto no quiere decir que en el
pasado no se haya ejercido la minería. La novedad es el volumen de
extracción en un tiempo tan corto.
47
Organización del texto
El presente libro se encuentra estructurado de la siguiente manera.
Además de esta introducción que enmarca la metodología y principales reflexiones con las comunidades y los trabajos teóricos e investigaciones al respecto de la minería, se han querido trabajar tres ejes
temáticos.
Por una parte, en el capítulo 1 de Moritz Tenthoff, se hace una
reflexión general acerca de la ruta de la minería, desde los resguardos
o territorios donde se extraen la materia prima, hasta los mercados
o bancos internacionales que transan el oro. También se pueden
encontrar varias reflexiones sobre la legislación minera, la relación de
esta actividad con la militarización de los territorios o la criminalidad
asociada a determinadas formas de minería.
El capítulo 2 a cargo de Catalina Caro, da cuenta de la situación
general del Cauca, de las formas de minería presentadas, los conflictos, retos y resistencias que se presentan. Hay un enfoque específico
en este capítulo sobre la situación del norte del departamento y se
especifican aspectos comunes a la situación pluriétnica.
Los capítulos 3, 4 y 5 son estudios de caso en territorios indígenas o
pluriétnicos. En el capítulo 3, Alejandra Durán presenta la amenaza
de la minería en el resguardo de Santa Bárbara, territorio Yanakona,
y las luchas de comunidades indígenas y campesinas. También en
su capítulo se encuentran mapas muy útiles de las solicitudes mineras
en la zona, de las cuales las comunidades a duras penas tenían
información.
el Observatorio Adpi lleva haciendo desde hace cinco años y que
complementa el accionar de la Veeduría Internacional del Pueblo Awá.
Como se verá, la información proviene de fuentes diversas, pero especialmente ha sido facilitada por la organización Awá - Unipa, ubicada
en la ciudad de Pasto - Colombia.
El capítulo 5 ilustra la dramática realidad que está viviendo el pueblo
indígena Murui Muinane, presente en los departamentos de Putumayo
y del Amazonas, a causa de la contaminación por mercurio del río
Caquetá. El autor, Pablo Martínez, presenta un panorama de la
situación y está acompañando a las comunidades indígenas que se
encuentran gravemente afectadas por la contaminación de mercurio.
Finalmente, los capítulos 6 y 7 ilustran dos alentadores ejercicios de
resistencia por la defensa de los territorios, aunque preocupantes a la
vez, por la tipología de afectaciones que se señalan. En el capítulo 6,
Socorro Corrales explica la resistencia de las mujeres por la defensa
de los territorios del macizo colombiano. Es una experiencia pluriétnica
con una concepción por la defensa de la vida con perspectiva de
género. También se evidencian en su texto, además de las especificidades de las alteraciones de la minería sobre las mujeres, los
mecanismos de resistencia diferenciales y la exigencia de la inclusión,
a largo plazo y de manera sostenible, de la participación de las
mujeres en la toma de decisiones territoriales y en los acuerdos de paz
que el gobierno colombiano adelanta con los grupos guerrilleros.
En el capítulo 7, Marilyn Machado, hace una explicación de la
resistencia de las mujeres afrodescendientes frente a la minería y por la
protección de los territorios. El proceso que describe sucede en el norte
del Cauca, específicamente en el Consejo comunitario de La Toma.
El capítulo 4 da cuenta de la situación del pueblo Awá. En un marco
ampliado, Núria Morelló, relaciona la situación de la minería ilegal
con la violencia producida, con la presencia de cultivos ilícitos y, en
general, con la manera cómo se afecta la cosmovisión Awá a causa
de la actividad extractiva. Este capítulo se acompaña, al final del libro,
de un Anexo muy detallado sobre la situación humanitaria del pueblo
Awá en sus territorios. Dicho Anexo hace parte de un seguimiento que
48
49
Matríz de Categorías
de Minería y
Afectaciones
1.
Planificación y
ordenamiento
territorial
existente
2.
Participación
ciudadana en
instrumentos
planificación
3.
Presencia
militar en
territorio
4.
Repercusiones
medioambientales y
cosmogónicas
Minería formal
a gran escala
Minería ilegal a
Minería de subsistencia:
mediana/pequeña escala artesanal/ ancestral/tradicional
1. Ordenamiento ambiental (POMCA)
2. Ordenamiento territorial (POT)
3. Licencias y permisos ambientales.
Periodo aproximado: 2010 a 2016 .
4. Empresas con títulos mineros adjudicados.
5. Conflicto por la tierra y revalorización a causa de la minería y
resistencia a titulaciones con derechos
especiales.
6. Conflicto en las Zonas Mineras Indígenas por presión sobre la tierra.
1. Sin planificación ambiental
ni territorial.
2. No existe correlación legislativa de la minería criminal
- Exploración/explotación ilícita
de yacimientos
- Aprovechamiento ilícito de los
recursos naturales
- Explotación en áreas prohibidas ipso iure.
3. Redes ilegales de control
minero que generan mecanismos
descontrol de las dinámicas
locales.
1. Incipiente planificación.
2. No existe categoría correlativa en la ley que se refiera a la
minería ancestral
- Planificación propia.
- Mención en los Planes de Vida
y Planes de Salvaguarda.
3. Repensar lo público, lo privado,
lo individual y lo colectivo en la
minería.
4. Control local.
5. ¿Artesanal es equivalente a
tradicional y ancestral? ¿Tiene
carácter ocasional?
1. Leyes y reglamentos inconsultos.
Presión jurídica a gobiernos municipales.
2. Participación y movilización ciudadana: campesina, indígena y afro descendiente. En ocasiones intercultural.
- Consulta popular y Consulta Previa
3. Acceso, uso, control y toma de decisiones del entorno
4. Autodeterminación ambiental.
1. ¿Vocación de formalización?:
nuevas leyes y política estatal.
A consultarlo con las propias
organizaciones y comunidades
implicadas
1. Guerrilla: circuitos de control
- Apropiaciones territoriales de facto.
2. Paramilitares
- Apropiaciones territoriales de facto.
3. Ejército y rol del Estado
- Bases militares
- Casos de complacencia/negligencia
4. Seguridad Privada de las empresas
- Apropiaciones territoriales de facto.
5. Redes ilegales y/o criminales de
control minero: mapa de presencia
armada (INDEPAZ), violencia y minería.
Correspondencia de los asesinatos con
la presencia de minería).
1. Guerrilla: circuitos de control
- Apropiaciones territoriales de facto.
2. Paramilitares
- Apropiaciones territoriales de facto.
3. Ejército y rol del Estado
- Bases militares
- Casos de complacencia/negligencia.
4. Seguridad Privada de las empresas.
- Apropiaciones territoriales de facto.
5. Redes ilegales y/o criminales de
control minero: mapa de presencia armada (INDEPAZ), violencia y minería.
Correspondencia de los asesinatos
con la presencia de minería).
1. Guerrilla: circuitos de control.
- Apropiaciones territoriales de facto.
2. Paramilitares
- Apropiaciones territoriales de facto.
3. Ejército y rol del Estado
- Bases militares
- Casos de complacencia/negligencia.
4. Seguridad Privada de las
empresas.
- Apropiaciones territoriales de facto.
5. Redes ilegales y/o criminales de
control minero: mapa de presencia
armada (INDEPAZ), violencia y
minería. Correspondencia de los
asesinatos con la presencia de
minería).
1. Tipo de contaminación. Pasivos
ambientales:
- Pérdida de biodiversidad y degradación forestal.
- Transformación del paisaje
- Represamiento de ríos y cambios estructurales en los regímenes hidrológicos
2. Transformación social
- Destrucción/transformación de los
modos de vida de Pueblos Indígenas y
1. Tipo de contaminación. Pasivos
ambientales:
- Pérdida de biodiversidad y degradación forestal.
- Transformación del paisaje
- Represamiento de ríos y cambios estructurales en los regímenes
hidrológicos
2. Transformación social
- Destrucción/transformación de los
A consultarlo con las propias
organizaciones y comunidades
implicadas.
4.
Repercusiones
medioambientales y
cosmogónicas
Matríz de Categorías
de Minería y
Afectaciones
5.
Procesos de
resistencia
locales
6.
Propuestas de
organizaciones
sociales locales
existentes15
15
comunidades
- Desplazamiento y desarraigo
- Conversión de economías locales/
coexistencia de economías diversas
- Transformación de relaciones y conceptos de los pueblos indígenas con
lugares específicos (sagrados)
- ¿Confrontaciones entre pueblos indígenas y comunidades locales?
- Disolución y/o fragmentación de
procesos sociales: coaptación líderes,
confrontación.
- Fragmentación de dinámicas sociales
de toma de decisiones.
3. Transformación territorial:
- Nuevos usos de la tierra: ampliación
fronteras internas y externas
- Toma de decisiones sobre el entorno:
agua y soberanía alimentaria
- Superposición de territorialidades o
presencia de nuevos procesos poblacionales de facto
- Ordenamiento territorial que repiensa
las relaciones interculturales.
4. Articulación diferentes formas
de conocimiento (gobierno, organizaciones sociales, Ong’s, corporaciones) asociado a la minería.
Desconocimiento de otros conocimientos locales o ancestrales.
modos de vida de Pueblos Indígenas
y comunidades
- Desplazamiento y desarraigo (ya
sea por amenazas o por XX)
- Conversión de economías locales/
coexistencia de economías diversas
- Transformación de relaciones y
conceptos de los pueblos indígenas
con lugares específicos (sagrados)
- ¿Confrontaciones entre pueblos
indígenas y comunidades locales?
Minería formal
a gran escala
Minería ilegal a
mediana/pequeña escala
Minería de subsistencia:
artesanal/ancestral/tradicional
1. Organizaciones indígenas, campesinas y afro descendientes
- Acciones sociales a favor y en contra
de procesos mineros
2. Ejercicios colectivos de todas las
organizaciones.
1. Organizaciones indígenas,
campesinas y afro descendientes
- Acciones sociales a favor y en
contra de procesos mineros
2. Ejercicios colectivos de
todas las organizaciones.
1. Organizaciones indígenas,
campesinas y afro descendientes
- Acciones sociales a favor
y en contra de procesos
mineros
2. Ejercicios colectivos de
todas las organizaciones.
1. Participación y acceso a las regalías
- Pueblos indígenas: conflicto entre
cosmogonía. valoración simbólica vs
valoración económica.
- Campesinos: régimen jurídico distinto
2. Acciones sociales a favor y en
contra de la minería.
- Medios de defensa del territorio
- Proyectos a pequeña escala.
A consultarlo con las propias
organizaciones y comunidades
implicadas.
A consultarlo con las propias
organizaciones y comunidades
implicadas.
Recogería los 5 elementos anteriores en las demandas. Se indican las principales, sin perjuicio de la gran cantidad de elementos.
Bibliografía
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de 2016. Bogotá.
56
Capítulo 1
Moritz Tenthoff
Fotografía: Javier Sulé O.
LA MINERÍA DE ORO
COMO EMPRESA CRIMINAL
La minería de oro como empresa criminal
Gold mining as a criminal enterprise
por: Moritz Tenthoff / moritz@riseup.net
“El sector llamado a ser el gran jugador en el posconflicto se llama la
minería. (…) No hay un municipio de Colombia donde no tengamos
minería.”
- Viceministro de Minas, César Díaz Guerrero
(El Espectador, 2014)
“Deje de joder con esa cosa de la minería, eso es riesgoso y se va a
hacer matar”
- llamada recibida por la lideresa social Adelinda Goméz un mes
antes de su asesinato en 2013 en Almaguer, Cauca
En Colombia defender la tierra, el agua o el territorio es una actividad peligrosa. Según el informe anual del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la situación de
los derechos humanos en Colomb ia, entre el 1ero de enero y el 31
de diciembre de 2016, ocurrieron 389 ataques contra defensores de
derechos humanos, incluyendo 59 homicidios y tres desapariciones
forzadas. La mayoría de estas agresiones (73%) ocurrieron en zonas
rurales, muchas veces en contextos de actividades extractivas, entre
esas la explotación de oro.
La minería de oro en Colombia es una industria extractiva en la
que confluyen cientos de miles de personas que están involucrados
en uno o varios de los eslabones de esta cadena productiva. El
60
camino que se recorre desde la venta de los insumos para hacer la
minería, a la producción, comercialización, exportación, fundición
o transformación, implica un viaje que empieza con la producción
de mercurio en los laboratorios químicos de Holanda y Alemania;
pasa por las montañas y ríos de áreas remotas del departamento
del Cauca, Chocó, Bolívar o Nariño; y termina en lingotes almacenados en los bancos centrales de Europa, Estados Unidos, China
y la India.
Una certificación de denominación de origen o una trazabilidad del
origen del oro de los lingotes en los bancos centrales extranjeros pocas
veces existe. Según la Asociación Colombiana de Minería, el 82%
de la producción de oro en 2016 en Colombia fue producida de
forma ilegal, esto es sin los títulos y licencias necesarias, sin pagar sus
impuestos y sin tener claridad sobre su procedencia (Portafolio, 2016).
Este 82% de la producción de oro, que el gobierno colombiano ha
denominado como ilegal, representa practicas tan distintas como la
minería artesanal hecha por comunidades, la explotación en socavón
por pequeños mineros o la utilización de retroexcavadoras sobre los
ríos por estructuras criminales.
¿De cuál minería estamos hablando?
Minería ancestral o tradicional. Pequeña minería, mediana o grande.
La minería ilegal, la criminal y la legalización de la misma. En medio
de tantos términos que refieren a una sola actividad, se ve reflejada
la maraña jurídica que se ha creado alrededor de la explotación de
minerales en Colombia. También refleja un conflicto entre la minería
hecha por comunidades, grandes empresas y estructuras criminales
donde el Estado tiene la última palabra sobre quién puede desarrollar
qué tipo de minería y en qué territorio.
El gobierno del actual presidente colombiano Juan Manuel Santos
declaró, en 2010, a la minería como una de las principales locomotoras de la economía nacional. El camino para la llegada de las
empresas multinacionales, sin embargo, ya había sido despejado
61
previamente durante los dos periodos de gobierno del expresidente
Álvaro Uribe. La transformación del marco jurídico, la privatización
de las empresas estatales vinculadas a la minería y el incremento
de las concesiones en todo el país, habían creado el clima perfecto
para la llegada de empresas mineras de todo el mundo, mientras que
criminalizaban las practicas mineras de las comunidades y pequeños
mineros. Se abrieron nuevas zonas de exploración y, zonas mineras
que habían estado cerradas desde hace décadas, volvieron a llamar
el interés de las grandes empresas. En los ocho años que gobernó Uribe la superficie de hectáreas con título minero pasó de 1,13
millones a 8,53 millones.
Las empresas de origen canadiense, sudafricano y estadounidense llegaron a las zonas donde existía minería hecha por las mismas comunidades, como es el caso del Chocó, del Norte del Cauca, sobre los
ríos del Cauca y Nariño, del Sur de Bolívar y del Nordeste Antioqueño.
En otras zonas donde las empresas pudieron hacer su exploración, los
títulos otorgados se sobreponían con territorios de comunidades campesinas, indígenas y afrocolombianas que vivían de la agricultura o
se encontraban ecosistemas de vital importancia como los páramos,
protegidos por la Ley Colombiana. En todos los casos los derechos de
las empresas mineras prevalecían, según el gobierno nacional, por
encima de los derechos de las comunidades.
Ajustar el marco jurídico
Para poder entrar a los territorios las empresas y el Estado colombiano optaron por una serie de estrategias jurídicas. El Estado, a través
del código minero de 2001, se constituyó en el dueño del subsuelo
y la minería se convirtió en una actividad de interés público, lo que
sobrepuso la actividad minera por encima de derechos de propiedad
privada y de las zonas de interés ambiental. Después de la reforma
al código minero en 2010, y su posterior derogación en 2011, el
gobierno nacional buscó fortalecer su capacidad de imponer la minería en los territorios, monopolizando el ordenamiento territorial a lo
largo y ancho del país. Sin embargo, la Corte Constitucional en una
62
serie de fallos entre 2014 y 2016, terminó de devolver esta facultad
a las entidades locales.
Por otro lado, el gobierno nacional ha buscado ajustar el marco jurídico para ilegalizar muchas de las practicas ancestrales de las comunidades y forzarlas a aliarse con empresas nacionales y multinacionales
para la extracción y comercialización del oro. En esa lógica, en 2014
el gobierno colombiano propuso la formalización de la minería ilegal
con un doble propósito. Por un lado, para imponer unos criterios laborales y ambientales frente a la minería que son muy difíciles de cumplir por parte de las comunidades y pequeños mineros, obligándoles
en muchas situaciones a trabajar en conjunto con las empresas que
habían llegado a sus territorios. Por otro lado, permitiendo que se legalicen puntos de explotación en donde operan estructuras criminales
dedicadas a la minería ilegal, en una lógica que no resuelve las raíces
del problema y solo legaliza prácticas ilegales.
La militarización del territorio como estrategia de imposición
de la minería
Para proteger e imponer la locomotora minera, la estrategia jurídica
ha estado acompañada con la militarización del territorio. La Fuerza
Pública en Colombia ha jugado un papel clave en los proyectos de
reordenamiento y reestructuración del país para la acumulación de
riquezas. Durante los dos gobiernos sucesivos de Uribe, la política de
Seguridad Democrática orientaba el accionar de la Fuerza Pública,
permitiendo a través de la fuerza militar, hacer “una política de reordenamiento territorial que favorece la inversión económica privada a
gran escala.” (Comisión Colombiana de Juristas, 2009).
El auge de las actividades extractivistas minero-energéticas en Colombia de los últimos años ha venido acompañada de una fuerte militarización de las zonas donde el sector minero-energético opera. El
gobierno colombiano ha creado, a lo largo de los últimos años, los
denominados Batallones Energéticos, Mineros y Viales. Su crecimiento
ha acompañado la política de atraer la inversión extranjera de las
63
empresas multinacionales del sector para la implementación de la política neoliberal extractivista: la denominada “locomotora minero-energética”. Si a inicios de 2011 eran 11, en 2014 ya son 21 los batallones
minero-energéticos. (Gisbert, T. y Pinto, M., 2014).
Los Batallones Minero-Energéticos hoy en día están conformados por
un estimado de 80.000 efectivos, representando casi un 30% de las
fuerzas armadas. El Senador Iván Cepeda Castro denunció, en 2014,
que el Ministerio de Defensa “suscribió 103 contratos entre enero de
2010 y octubre de 2013, por un monto total de 45.729’809.600,
para que el Ejército le brinde protección especial a las empresas mineras
más grandes que explotan los recursos del país”. (El Espectador, 2014).
las comunidades, ejerciendo múltiples resistencias frente a la minería,
le han dado a las empresas y al gobierno, es que en regiones donde
no existen prácticas de minería ha sido más difícil que entren empresas
multinacionales que se dedican a esta actividad extractiva. Promover
la minería, a partir de la inacción del Estado, se convirtió entonces en
una estrategia para que ésta pudiera entrar a los territorios. La minería
criminal no sólo permitió que estructuras criminales podían invertir sus
dineros del narcotráfico y amasar enormes fortunas. También le sirvió
al Estado colombiano y a las empresas multinacionales en la medida
en que lograba destruir la producción agrícola y, por lo tanto, generar
dependencia económica para crear aceptación social de la minería
en las comunidades.
La convivencia entre la estrategia paramilitar y la Fuerza Pública en
Colombia, tiene una larga historia y sigue existiendo hasta el día de
hoy. En El Bagre, Antioquía, la Asociación de Hermandades Agroecólgicas y Mineras (Aheramigua) ha denunciado, desde 2014, la
convivencia entre paramilitares y el batallón energético y vial No 5.
Varias empresas que han tenido que proteger los batallones minero-energéticos han sido vinculadas a investigaciones judiciales por
sus nexos con estructuras paramilitares y violaciones a defensores de
derechos humanos1. El libre accionar de estructuras paramilitares en
zonas de actividad minera y petrolera, en donde existe presencia
de los batallones minero-energéticos, demuestra la confluencia de
intereses entre ambas.
Aunque el Estado se ha querido presentar como víctima de la minería
criminal, fueron las mismas empresas mineras y el Estado colombiano
quienes permitieron y promovieron la incursión de la minería criminal
en los territorios y las comunidades. Durante años alcaldes, funcionarios de las Corporaciones Autónomas Regionales, concejales y miembros de la Fuerza Pública a lo largo de país, dejaron pasar lasmiles de
retroexcavadoras y cientos de toneladas de mercurio sin actuar. Según
la Contraloría General de la Nación, la Policía Nacional reportó en
2016 un número elevado de operativos y retenes en contra de la minería criminal. Cuando las cifras son el indicador que tiene que medir
una política se inflan los números. Así fue en la lucha contra-insurgente
que terminó en miles de ejecuciones extrajudiciales de civiles para
mostrar el supuesto éxito de la Seguridad Democrática.
La minería criminal como puerta de entrada para la minería
multinacional
El Congreso de la República, sabiendo de la magnitud del problema,
no legisló para ofrecer soluciones reales a los problemas económicos que se constituían en la raíz del problema en muchas de las comunidades rurales. En otros casos, los mismos funcionarios públicos
e integrantes de la Fuerza Pública se aliaron con estructuras criminales para sacar y legalizar oro de la minería ilegal2. Las empresas
A pesar de la combinación de estrategias jurídicas y militares por
parte del Estado colombiano, las comunidades alcanzaron frenar la
explotación de minería en muchos territorios. Una de las lecciones que
1
Los paramilitares John Jairo Esquivel Cuadrado, Alcides Manuel Mattos Tabares, Jesús Albeiro Guisao
Arias, Oscar José Ospino Pacheco y Oscar David Pérez Bertel declararon cada uno en versión libre que
la minera multinacional Drummond Company Inc. realizaba aportes a su estructura criminal a cambio
de seguridad y en la compra de tierras para la expansión de la explotación carbonífera. (PAX, 2016).
64
2 En el municipio de Barranco de Loba, en el Sur de Bolívar, la comunidad denunció en junio de
2016 que el alcalde del municipio se había aliado con un paramilitar para apropiarse de las
minas que los mineros artesanales de la comunidad estaban explotando. (El Espectador, 2016).
65
multinacionales se aliaron con estructuras criminales o terminaron, por
omisión, justificando la minería criminal que se estaba desarrollando
en sus títulos mineros. El ex-vicepresidente de la Continental Gold, Eduardo Otoya Rojas, es investigado por la Fiscalía por posibles nexos
con el Clan Úsuga y la Oficina de Envigado. (El Espectador, 2017)
A pesar de haber interpuesto decenas de amparos administrativos en
contra de mineros informales para poderles desalojar de sus títulos,
no se conoce el primer caso en donde las empresas multinacionales
hayan adelantado una acción jurídica en contra de la minería criminal
para hacer prevalecer sus derechos de explotación. Han preferido no
hacer nada y esperar. La violencia, la prostitución, la drogadicción
y la afectación ambiental que han venido en un solo paquete con la
minería criminal son la excusa perfecta para, posteriormente, presentar
a las grandes empresas mineras como una solución a un problema que
antes no existía.
Hay dos caras de los mafiosos hoy: una tradicional y una moderna.
La tradicional es la mafia que practica ese ejercicio de la violencia y la
intimidación y reproduce valores arcaicos para crear identidad y pertenencia de sus hombres a la organización. La otra es la del mafioso
que se relaciona con la globalización capitalista, y que es un mánager
criminal que viaja por el mundo blanqueando el dinero de las actividades mafiosas en la economía legal. Hoy una mafia es un holding
financiero y el mafioso ya no es como el Padrino. (Declaraciones de
Fransisco Gorgione, presidente de la comisión anti-mafia entre 20062008 en Italia. El Tiempo, 2011).
Las grandes cantidades de oro que han sido extraídas por estructuras
criminales necesitan ser ingresadas a las economías legales para luego
exportarlas. Las dos principales modalidades para la legalización
de la minería criminal necesitan de empresas comercializadoras, la
mayoría de ellas ubicadas en Cali y Medellín. En este momento, la
Fiscalía está investigando alrededor de diez comercializadoras por su
relación con la minería criminal y el lavado de activos.
Para la legalización del oro la estructura criminal crea una alianza con
una empresa o persona natural que tiene un título minero vigente, para
66
presentar su producción ilegal de oro como parte de la producción
legal. Éste luego es vendido a la empresa comercializadora. Otra
modalidad es cuando el comercializador que recibe el oro genera falsos certificados de origen. La comercializadora Giraldo y Duque, que
opera desde la Zona Franca del Pacifico y S & JIL SAS de Medellín,
presentó a personas que nada tenían que ver con la actividad minera
o que incluso ya estaban muertos como productores de oro.
Luego de haber insertado el oro a la economía legal, éste sigue su
trayecto para terminar en las empresas internacionales de producción
de lingotes. Estas, a pesar de haber comprado a comercializadoras
que están siendo investigadas por su relación con la minería criminal, lavado de activos o violaciones a los derechos humanos, casi
todas hacen parte de la London Bullion Market Association (LBMA).
Esta asociación, conformada por 75 miembros y 64 asociados de
21 países, certifica que los miembros y asociados no contribuyen a
conflictos armados ni a violaciones de derechos humanos. Varias de
las empresas de producción de lingotes tienen, además de la certificación del LBMA, su propio código de conducta en donde afirman
no beneficiarse de violaciones de derechos humanos, ni crímenes de
guerra o crímenes contra la humanidad. Por ser el principal proveedor
de lingotes para los bancos centrales, la comercialización, a través de
empresas que forman parte de la LBMA, implica que la producción
criminal de oro del Cauca colombiano termina directamente en varios de los principales bancos del mundo, entre estas HSBC, Deutsche
Bank y JP Morgan.
Minería criminal y Estado mafioso
La política de liberalización del sector minero en Colombia coincidió
con un fuerte incremento del precio de oro por la crisis financiera
en Europa y Estados Unidos. Tal como lo señala el presidente, entre
2006 y 2008, de la comisión italiana anti-mafia Francesco Forgione,
“en periodos de crisis los narcos son los únicos que tienen liquidez
financiera y eso se puede transformar en control de la economía.” (El
Tiempo, 2011). Ante el incremento en la demanda mundial de oro, la
67
voluntad de sectores criminales para invertir en el negocio de la minería y la imposibilidad para las empresas transnacionales de sacarla
por los múltiples obstáculos jurídicos y por las resistencias populares de
las comunidades, se formó una alianza criminal entre redes criminales,
instituciones del Estado y el sector privado con el objetivo de seguir
supliendo las necesidades de una demanda mundial.
La estrategia paramilitar, como extensión de intereses políticos regionales y nacionales, tiene una larga trayectoria en Colombia como
instrumento para “imponer un nuevo orden social, cultural, político y
económico mediante la acumulación de tierra y de recursos naturales.”
(Salinas Y. y Zarama J., 2012). A pesar de que el Estado colombiano
ha querido mostrarse como víctima argumentando que fueron las instituciones del Estado las que fueron tomadas por estructuras criminales,
ha sido el propio Estado el que ha instrumentalizado las estructuras
criminales para la reconfiguración económica, política y militar del
país. En este sentido, la economía de la minería no es la excepción. El
17% de la minería que tiene trazabilidad en el país y para el gobierno
se constituye en minería legal, también está entrelazada con estructuras
criminales.
68
Bibliografía
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sobre los derechos humanos y libertades fundamentales de los pueblos indígenas (2005-2008)”
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de su municipio” 8 de junio de 2016. Disponible en: http://www.elespectador.com/noticias/judicial/el-alcalde-de-barranco-de-loba-estaria-tras-el-orode-s-articulo-636676-0
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de marzo de 2017. Disponible en: http://www.elespectador.com/noticias/judicial/ofensiva-de-la-fiscalia-contra-la-mineria-ilegal-de-oro-articulo-685872
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70
LA MINERÍA
EN EL CAUCA:
CONFLICTIVIDADES,
RESISTENCIAS
Y DESAFÍOS
Capítulo 2
Catalina Caro Galvis
Fotografía: Javier Sulé O.
72
73
La minería en el Cauca: conflictividades,
resistencias y desafíos
Mining in Cauca province: conflict, resistance and challenges
por: Catalina Caro Galvis / catakaroun@gmail.com
Introducción
El departamento del Cauca ubicado al sur occidente de Colombia fue durante la colonia una zona caracterizada por sus yacimientos de oro, asociados a la cuenca del gran río Cauca que nace en su extremo sur. Esta
zona, que en tiempos coloniales perteneció a la gobernación de Popayán,
se caracterizó por ser uno de los enclaves mineros granadinos y una de las
mayores receptoras de población esclava. Durante los primeros siglos de
colonización en América, la extracción de metales preciosos fue el motor
de la economía y centenares de indígenas esclavizados y sometidos se
convirtieron en la mano de obra para la extracción, especialmente el oro.
Para el caso de la gobernación de Popayán, luego de las expediciones de
reconocimiento hechas hasta 1536, en donde se ubicaron varios yacimientos, la actividad extractiva del oro se formalizó y se constituyó en la primera
actividad productiva (Díaz, 1998). La minería, compatible con el desarrollo
de la agricultura y la ganadería, cumplió un papel fundamental en los procesos de poblamiento en la Nueva Granada, constituyendo asentamientos
o asientos mineros que tenían un carácter de enclave en donde los mismos
mineros talaban bosque y cultivaban (Duarte, 2012: 4). Esta característica
fue de vital importancia para la zona norte de la antigua gobernación ya
que, a través de los asientos de minas, se formaron los gérmenes de lo que
posteriormente serían las actuales ciudades.
La industria minera desde la década de los 90s del siglo XX ha sufrido una significativa expansión en los países sur americanos y centro
74
americanos. Este nuevo ciclo extractivo ha transformado a América Latina y reencontrado nuevamente proyectos territoriales diversos, varias
geografías que entran en disputa por la gobernanza de los recursos y
del modelo de producción que defienden (Bebbington, 2007). En Colombia, esta expansión no ha sido menor y las respuestas que ha generado impactan de manera contundente la forma en cómo se produce
el espacio, los lugares y el territorio desde la percepción y la acción
de los distintos actores que están involucrados. En este sentido, las comunidades indígenas y campesinas, que han sido fundamentalmente
las más afectadas por los emprendimientos mineros a gran y mediana
escala, han transformado sus maneras de relacionarse con su territorio,
con los bienes de la naturaleza y con el Estado; quién de diversas
maneras ha promovido un modelo económico extractivo orientado a la
reprimarización de la economía (Fierro, 2012) y a la apropiación de
los bienes del subsuelo como principal motor de desarrollo nacional.
Precisamente, esta incorporación del subsuelo en los proyectos territoriales y de desarrollo en Colombia ha afectado directamente a los pueblos
indígenas, campesinos y afrodescendientes quienes son los poseedores
y propietarios comunitarios de varios territorios que son codiciados por
su potencial minero tanto por la industria a gran escala como por las
cuadrillas mineras que hacen explotaciones a mediana escala.
Situación minera del departamento del Cauca
Durante los últimos 7 años el incremento de las actividades mineras
de diversa naturaleza en el departamento del Cauca ha significado
grandes cambios y trasformaciones, no sólo a las maneras en que las
comunidades entienden y se relacionan con el territorio sino también
en los paisajes hídricos (Budds, 2012) y agrarios del departamento
que han sido el escenario del crecimiento de esta actividad.
La minería en departamento del Cauca, como ya se ha dicho, es una
actividad que ha sido constitutiva de la historia territorial, no sólo por
sus orígenes coloniales, sino también porque algunas comunidades
como las afrocaucanas asentadas en municipios como Santander de
75
Quilichao, Buenos Aires y Suarez ha realizado minería artesanal y
esta actividad ha estado relacionada directamentamente con sus arraigo territorial y ancestral. Para el caso indígena, la minería ha sido
una actividad complementaria a la agricultura y que se ha realizado
con poca frecuencia. En este sentido, la minería realizada por estas
comunidades no estaba en clave extractiva, es decir, no era intensiva,
depredadora y productora de conflictos ambientales.
Después de lo que se llamó “la piñata minera” ocurrida en Colombia a principios de los 2000, varias regiones se volvieron a configurar como enclaves mineros encadenados al capital trasnacional que,
por medio de inversión extranjera, llevarían la minería a gran escala
a ser el primer renglón de la economía colombiana. Este cambio
geopolítico y económico, que implicaba no sólo una adecuación
jurídica y política de las prioridades gubernamentales sino también
una trasformación local en el sentido de Escobar (2000) –es decir, en
todas las dimensiones del territorio–, fue el proyecto gubernamental
que orquestaron los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel
Santos por medio de políticas mineras producidas desde Bogotá,
al servicio del capital trasnacional y de espaldas a las realidades
regionales en el país.
correspondientes al 8,52% del territorio caucano, así como 416
solicitudes y autorizaciones temporales.
Entre el año 2013 y el tercer trimestre de 2016 la participación del Cauca
en la producción de oro del país fue de 7,71%; de plata respecto al país
fue de 1,07%; de platino del país fue de 0,8%; de carbón del país fue
de 0,03% y de materiales de construcción del país fue de 1,07% (ANM,
2017). Estas cifras nos muestran un amplio abanico de extracción, el cuál
sin duda se convierte en un atractivo escenario para el capital trasnacional
que, como en otros lugares del país, pretende ampliar su operación y la
frontera extractiva con el fin de resarcir la caída de precios que durante los
últimos 4 años ha golpeado las finanzas de este sector.
El Cauca, por su tradición minera de antaño y por su potencialidad
en minerales como el oro, el carbón y materiales de construcción,
no se escapó de este terrible destino y durante los primeros años de
esta “bonanza” se otorgaron 241 títulos entre particulares y empresas
multinacionales como Anglo Gold Ashanti, Votoratim Metais, Anglo
American, Cerro matoso S.A., entre otras (Duarte, 2015). Además de
estas concesiones, también se contaban en ese momento, con casi
610 solicitudes para títulos mineros.
No obstante, para hablar de minería en el Cauca, es necesario tener en
perspectiva que en este departamento, así como en otros, conviven y se
superponen varios tipos de minería y que entender los procesos de transformación que esta actividad ha producido también pasa por analizar
la complejidad de cada una de estas modalidades. Para los primeros
años del Boom minero, los datos entregados acerca de concesiones y
títulos eran la forma más ortodoxa de dimensionar la magnitud de esta
actividad y su afectación a los territorios. Sin embargo, luego de casi
15 años de arreciamiento del extractivismo y de resistencias locales, la
minería ha tomado nuevas caras que son necesarias de caracterizar, ya
que la amenaza del capital trasnacional y de los emprendimientos mineros de gran escala ya no es la única. Las oleadas de cuadrillas mineras
que se instalan en el territorio y que sin un título minero legal empiezan
a realizar minería con retroexcavadoras y motobombas en las riberas
de los ríos, y en otros casos utilizando dinamita y taladros para minería
subterránea, se ha convertido durante los últimos cinco años en una de
las mayores productoras de conflictos ambientales en el departamento.
Desde 2012 a la actualidad, el panorama de titulación y de solicitudes
ha cambiado levemente, contando además con la eliminación de
figuras como las áreas estratégicas mineras que también estaban
proyectadas en el departamento. En la actualidad y según los datos
presentados por la Agencia Nacional Minera -ANM- (2017), existen
225 títulos mineros vigentes que representan un área de 260.951,05ha,
Desde la perspectiva de las comunidades mineras y no mineras del
departamento, se han caracterizado los tipos de minería que se realizan y además las apuestas político-organizativas que las distintas expresiones indígenas, campesinas y afrocaucanas tienen frente a esta
actividad, esta caracterización ha sido útil para complejizar la lectura
del fenómeno minero y las distintas posiciones que se tiene al respecto.
76
77
Tipo de Minería ¿Dónde se hace?
¿Cómo se hace?
Sustancias para la separación del oro
¿Quiénes lo hacen?
Es intermitente en
algunas zonas de los
cauces de los ríos y es
complementaria a otras
actividades de sustento
familiar como la agricultura y la ganadería.
Se practica utilizando
Batea, barra, cacho y
almocafre.
No se utilizan químicos. El oro se separa
por métodos tradicionales como el uso de
saliva, escoba, limón e imanes.
Mineros artesanales
o grupos familiares.
Mazamorreo
Este tipo de minería
es conocida como
minería de aluvión
y se realiza en las
riberas de los ríos.
Socavón
Artesanal
En pendientes de
cerros y en grutas
de la parte plana.
Usando pica y pala se
construyen grutas que
siguen las vetas. Se
realiza como actividad
complementaria.
Se utilizan molinos para triturar el material y
laberintos con tapetes para separar el oro.
Grupos familiares.
Hombres de forma
permanente y mujeres
temporalmente.
Se usa Tolba, lavados,
retroexcavadoras,
motobombas,
dinamita, volquetas
y molinos para la
trituración del material.
Tiene una intención de
lucro para particulares
dueños del entable.
Se utiliza mercurio y cianuro para facilitar la
amalgamación del oro.
Socavón en
montaña
mecanizado
En pendientes de
cerros y en grutas
de la parte plana.
Se realiza en
predios propios
o en predios
arrendados de las
comunidades.
Cuadrillas mineras
de personas externas
a las comunidades y
muchas veces
personas de las
comunidades con
fines de lucro.
¿Cómo se hace?
Sustancias para la separación del oro
¿Quiénes lo hacen?
Tipo de Minería ¿Dónde se hace?
Gran minería
aurífera
mecanizada
En planicies y
lechos de ríos.
Retroexcavadoras,
motobombas, dragas y
dragones.
Se utilizan mercurio y cianuro para la
amalgamación.
Tabla 1.
Tipología de la minería en el Cauca.
Fuente: Construcción colectiva. Taller Mesa Interétnica e Intercultural del Cauca. Mayo 2014
Cuadrillas mineras
o dueños
particulares con
músculo económico,
con gran cantidad
de maquinaria
y fines de lucro.
También están
involucrados grupos
armados y mafias
mineras.
Como se ilustra en la tabla 1, existen varias modalidades de minería que, en medio de las adecuaciones territoriales que el modelo
económico extractivista ha dictado, aún perviven. Muchas de ellas
se constituyen en una talanquera para el avance la minería trasnacional, otras en cambio se han constituido como una puerta de entrada
para que emprendimientos mineros de mayor envergadura sean contemplados y promovidos por los gobiernos locales y regionales, como
respuesta a los impactos ambientales que estas formas de minería producen. En general, la superposición y disputa entre estos distintos tipos
de minería, que a su vez son propuestas y ejercicios de producción
territorial, se han constituido hoy en uno de los principales motores de
los conflictos ambientales por minería en el Cauca.
En la mayoría de los casos, la minería metálica, sobre todo de oro,
se han constituido como la explotación mayoritaria y de mayor conflictividad, otros tipos de explotación como la minería de materiales
de construcción, bauxita, calizas, mármoles y azufre, han generado
conflictos entre comunidades y empresas o particulares, pero estos han
sido de menor intensidad.
Analizaremos tres grandes frentes de conflictividad que ha producido la minería en el departamento del Cauca, mostrando cómo los
ordenamientos territoriales y sociales impuestos por la minería trasnacional y la minería sin título en cualquiera de sus acepciones, han
significado una trasformación sustancial en las maneras en que las
comunidades caucanas se relacionan con el paisaje, el agua, los
minerales, en general con su territorio. En estos escenarios de conflictividad, las resistencias han sido disímiles y muchas veces han
significado acuerdos interétnicos e interculturales, así como disputas
interculturales e intraculturales.
A diferencia de otros conflictos por minería en otros lugares de Colombia en donde las estrategias de los actores son claramente visibles y en donde las empresas han jugado un papel preponderante;
la fluidez y la versatilidad del accionar minero en el Cauca hace que
sus efectos ambientales, sociales y políticos resuenen de manera diversa. No sólo porque en el departamento la minería no se encarna
80
solamente en grandes empresas foráneas que llegan al territorio, sino
porque se ha incrustado en los intersticios de los pueblos indígenas,
afrocaucanos y campesinos, logrando fracturar, en algunos casos, los
fuertes tejidos organizativos construidos por años entre estos procesos
sociales; trasformando formas de relacionamiento con los elementos
de la naturaleza y poniendo en riesgo, e inclusive destruyendo, la
integralidad de ecosistemas de gran importancia para la pervivencia
de las comunidades.
Esta situación no sólo ha estado relacionada con la actuación de los
sectores mineros en los territorios, sino con el propio quehacer de la
minería aurífera contemporánea. Como es señalado por Gómez y
Eschenhagen la minería aurífera hoy necesita la utilización de técnicas y formas de extracción más agresivas ambientalmente, dado que
“casi todos los grandes depósitos de minerales metálicos presentan
el mineral diseminado. Lo que significa que en grandes áreas se encuentran cantidades extraíbles de mineral diseminado en concentraciones bajas.” (Gómez y Eschenhagen, 2014: 390). Esta condición,
significa mayor mecanización y además la incorporación intensiva
de sustancias químicas de alta toxicidad y grandes cantidades de
agua y energía.
Justamente, la minería metálica consume grandes cantidades de agua,
no sólo en la operación sino también en los procesos posteriores. Esto
genera varios momentos de apropiación y privatización del agua, que
se realiza por varias modalidades: por control de la fuente, por contaminación y por desvío de cauces.
A continuación veremos entonces tres rostros de las conflictividades
mineras del depar tamento del Cauca, advirtiendo que esta foto que
describiremos es altamente cambiante y se cruza también por problemáticas estructurales del departamento asociadas con los sistemas,
formas y conflictos por la propiedad de la tierra, con los largos años
de conflicto armado y con la afectación de otros tipos de extractivismo como el monocultivo de caña, que ha generado desplazamientos
forzados, despojos y acorralamientos productivos a muchas comunidades, especialmente en el norte del departamento.
81
La amenaza de la minería trasnacional
El Cauca no ha escapado a la voracidad del capital trasnacional y,
como dijimos más arriba, las solicitudes y la titulación que tiene el departamento desde los tiempos del Boom Minero se ha caracterizado
principalmente por la minería metálica de oro y por las aspiraciones
de empresas multinacionales como Anglo Gold Ashanti, Continental Gold, entre otras. Como es analizado por Duarte (2015) las
concesiones mineras otorgadas y las expectativas de nuevas se han
concentrado en la parte norte y en el extremo sur del departamento.
Para el caso del norte, estas solicitudes y títulos, en algunos casos,
se sobreponen a territorios de comunidades afrocaucanas o territorios ancestrales de comunidades indígenas. Esta sobreposición ha
generado una reacción vehemente de estas comunidades quienes,
argumentando sus derechos territoriales y acudiendo a su autoridad
territorial- ambiental, han rechazado la entrada de la minería trasnacional a sus territorios.
intentos de entrada en los territorios indígenas han sido permanentes.
No obstante, las comunidades han resistido y han legislado autónomamente para evitar estas amenazas.
“…Entonces resulta que a nivel del resguardo desde que se conformó la zona minera, comenzaron a venir varias empresas por
ejemplo esta la Anglo, luego entró la Cosigo Resources que es
una empresa Colombo Canadiense, a la que sacamos. Primero sacamos a la Hiliski… Luego entró la Anglo, quien fue muy
inteligente en su manejo porque, igual que ellos, no pidieron
permiso porque el modo de operar ellos es que nunca andan
por la carretera, ellos le andan es por el agua por pura rivera
de los ríos…” Entrevista líder indígena Norte del Cauca, 2014.
Específicamente el sector indígena asociado en el Consejo Regional
Indígena del Cauca (CRIC), por medio de sus autoridades y de sus
mecanismos asamblearios, ha rechazado tajantemente la gran minería
trasnacional. Tanto en los lineamientos de política minera indígena del
año 2010, cómo en los encuentros regionales en donde se ha discutido
el tema minero y en las asambleas regionales y zonales, las autoridades,
comuneras y comuneros indígenas han determinado que cualquier tipo
de ofrecimiento o entrada de empresas multinacionales a los territorios
indígenas será frenada, por medio del control territorial. Así mismo, en
las mesas de concertación con el gobierno nacional se han cuestionado
los procedimientos por los cuáles fueron entregados los títulos a particulares y multinacionales y aceptado las solicitudes mineras. Previo a estos
procedimientos se debió llevar acabo la consulta previa con estas comunidades, pero ésta se pasó por alto violando todas las disposiciones
constitucionales que deben garantizar los derechos territoriales y de autodeterminación de las comunidades étnicas en el país.
En el caso de las comunidades afrocaucanas y campesinas, la decisión frente a las multinacionales es la misma. Dentro de las formas
tradicionales y ancestrales de habitar el territorio, las comunidades
afrocaucanas han defendido el ejercicio de la minería artesanal
– ancestral como una actividad crucial para su arraigo y su sobrevivencia. Sus territorios al igual que los territorios indígenas fueron
concesionados sin su consentimiento y las empresas y particulares
han querido hacer explotaciones de gran escala, desconociendo
su presencia y sus derechos territoriales. Frente a esta situación
comunidades que hacen parte de consejos comunitarios como el
de la Toma, han adelantado fuertes procesos de movilización y
exigibilidad jurídica que han contenido el avance trasnacional sobre sus territorios y además han protegido la práctica de la minería
ancestral como un patrimonio de su pueblo1. No obstante, esta
lucha que ha instado al gobierno para detener el otorgamiento de
títulos en los territorios afrocaucanos y que en el caso de la Toma se
derivó en una sentencia de la Corte Constitucional, ha tenido pocos
efectos ya que los títulos no han sido derogados y, por otra parte,
la implementación de los acuerdos y disposiciones de la Corte ha
sido casi nula.
Aunque en el momento no se registran minas en etapa de explotación
en los títulos otorgados a estas multinacionales, los ofrecimientos y los
1 Nota de la editora: Ver en el capítulo 7 de este informe el texto de Marilyn Machado al
respecto.
82
83
organizativa y los conocimientos han permitido frenar el avance de
la frontera extractiva de oro a gran escala en el departamento. Así
mismo, los espacios de diálogo interétnico e intercultural han permitido
que las diversas organizaciones del Cauca se unan para proteger el
agua como centro de la lucha contra la minería. Esto, sin duda, es
una ganancia ya que ha permitido superar otros desencuentros entre
procesos y ha propiciado el diálogo y la construcción de consensos
frene a la amenaza minera trasnacional.
“…Que siga la pala, la batea y almocafre, eso es lo de
nosotros acá…”
Imagen 1.
Resguardo indígena en el norte del Cauca.
Créditos: Javier Sulé O.
Los campesinos al sur del departamento, específicamente del Macizo,
además de la movilización constante y la denuncia frente a las afectaciones que la minería de oro produce, han avanzado en ejercicios de
reconocimiento territorial y de investigación que han permitido profundizar el conocimiento de toda la población acerca de las afectaciones
de la minería a los bienes comunes. Las organizaciones campesinas
han identificado cómo el modelo extractivo transnacional amenaza la
riqueza hídrica de esta zona, en donde nacen tres de los más grandes
ríos de Colombia. Y a través del Comité de Integración del Macizo
(CIMA) se han impulsado luchas territoriales por el agua, que han permitido fortalecer las sinergias y aumentar la presión a las autoridades
locales para garantizar un ordenamiento territorial con el agua y para
el agua. Todo ello, en búsqueda de mantener las vocaciones tradicionales de los suelos del macizo y consolidar sistemas agroalimentarios
autónomos y sustentables.
Como vemos, en esta primera arena de la conflictividad asociada
a las luchas contra la minería trasnacional, el arraigo, la capacidad
84
Con la promoción de la minería a gran escala como modelo económico en los últimos gobiernos y la creación de políticas públicas promineras como la “locomotora minera”, no sólo las empresas trasnacionales
ambicionaron los territorios colombianos para la explotación. Los altos
precios de los minerales en los mercados internacionales entre 2009
y 2012, movieron a sectores informales al negocio de la minería,
produciendo un fenómeno que ha afectado fuertemente las dinámicas
económicas, ambientales y sociales en los territorios.
La mal llamada por los gobiernos de turno “minería ilegal o criminal”
se ha tomado los territorios de departamentos del Choco, Antioquia,
Valle del Cauca y, por su puesto, del Cauca, en donde los enclaves
informales se extienden por toda la geografía y por gran parte de las
riberas de los ríos más importantes. La minería informal, es decir sin título minero otorgado por las autoridades mineras nacionales, ha tomado
varias formas, que como vimos en el cuadro de tipología, puede realizarse por explotación a cielo abierto en las riberas de los ríos o por
minería de filón. En sus dos acepciones, esta minería ha significado
la introducción de maquinaria pesada como retroexcavadoras y motobombas para la explotación y, además, el uso de sustancias tóxicas
como el mercurio y el cianuro para la separación del oro.
La minería de los paisas o retreros, desde su llegada al territorio caucano
se ha disputado los mismos “lugares” en donde las comunidades
85
indígenas, campesinas y afrocaucanas tenían sus minas artesanales,
sus territorios sagrados, sus fincas agroalimentarias y sus ríos. Esta sobreposición de aspiraciones territoriales y económicas ha producido
por supuesto fuertes conflictos alrededor no sólo del aprovechamiento
de los minerales, sino también de la ocupación territorial, ya que la
llegada de estos “paisas”2 ha causado algunos desplazamientos y
ha traído nuevas dinámicas a la vida cotidiana de las comunidades
como otros consumos, otras formas de diversión y, además, un conflicto estructural por el acceso, aprovechamiento y cuidado del agua.
Es importante también anotar, que las actividades mineras informales y específicamente la actividad de estos retreros ha estado
sostenida por varios relacionamientos de distintas escalas. En la
escala micro local, la minería de retroexcavadora y de dinamita,
ha establecido acuerdos y muchas veces asociaciones con los mineros tradicionales de algunos de los enclaves mineros instalados en
las zonas. Este tipo de relacionamiento no ha sido voluntario, sino
que responde a los copamientos económicos, paramilitares y sociales que la minería informal impone en los territorios. Con esto nos
referimos a que las comunidades muchas veces se ven avocadas
a encadenar sus prácticas mineras tradicionales con el trabajo de
la maquinaria ilegal: uno porque están en el mismo lugar de extracción; dos porque las maquinaria facilita la remoción de la tierra,
lo que disminuye el trabajo en el quehacer minero; tres porque los
retreros no llegan solos y utilizan formas de seguridad privada que
atemorizan a las comunidades y las obligan a prestarles servicios
de distintas naturaleza y cuatro porque las condiciones estructurales
de los territorios rurales en Colombia son precarias y se ve en esta
actividad una manera de superar el hambre, lograr el acceso a la
tierra y a mejores oportunidades.
En las escalas municipales y regionales existe, en primer lugar, una
institucionalidad ambiental muy laxa que no controla el territorio y
2 Nota de la editora. En el artículo de Marilyn Machado hay una referencia al término “paisa”
para explicar que se refiere a foráneos a la región, algunos de los cuales provienen del departamento de Antioquia, pero no siempre es así.
86
que no cumple con sus funciones de veeduría y conservación. Por
otro lado, las autoridades encargadas de controlar y evitar que estos
mineros informales se instalen con sus retroexcavadoras en el territorio
son muchas veces cooptadas por este sector y por medio de la corrupción conceden la entrada, la instalación y el libre tránsito hacia
estos entables.
Finalmente, las autoridades nacionales han construido un discurso
equivocado, y de espaldas al país, en donde culpan a la minería
informal de los problemas sociales, económicos y ambientales de la
minería de oro. Muchas veces desde las instancias nacionales se desconocen las dinámicas locales de los territorios y se criminaliza a todos
los emprendimientos mineros, mezclando la minería tradicional-ancestral con esta minería de mayor escala, sin título y mecanizada. Este discurso, funcional para la industria minera a gran escala “legal”, se ha
convertido en la punta de lanza para impulsar la entrada de proyectos
multinacionales de minería a los territorios que, aunque cumplen con
estándares ambientales, no significan ningún beneficio para las comunidades ni para los territorios.
Para el Cauca se han presentado dos casos paradigmáticos que
ilustran la afectación que la minería informal tiene sobre las comunidades, el paisaje y el agua. En el año 2014, en la vereda
San Antonio del municipio de Santander de Quilichao, ocurrió
en uno de los entables mineros informales llamado “agua limpia”
una tragedia que sepultó a 14 mineros. Este hecho tuvo un revuelo regional y nacional que desenmascaró la aguda situación del
Cauca respecto a la minería de retroexcavadoras. En los municipios de Buenos Aires, Suarez y Santander de Quilichao se han
instalado varios entables informales que están afectando principalmente las cuencas de los ríos Cauca, Quinamayó, Mandivá, Palo,
Mondomo, entre otras.
Así mismo, el segundo caso que despertó las alarmas, pero sobre
todo develó cómo el agua ha sido la principal víctima de la minería,
fue el caso del río Sambingo. Los noticieros y periódicos hablaron del primer río asesinado por la minería ilegal y tal afirmación
87
ilustra literalmente lo que sucedió. El río Sambingo se ubica en el
sur del departamento del Cauca entre los municipios de Mercaderes, Bolívar y Almaguer en donde la minería informal también se
ha instalado destruyendo las fuentes de agua y transformando la
vocación agraria de esta zona del departamento. En este caso, el
agua de este río sufrió una contaminación desmesurada, así como
alteraciones de su cauce y sedimentación en sus riberas por la
actividad minera. Como este, otros ríos del departamento están
en peligro por la minería, lo que significa una violación directa a
los derechos de las comunidades caucanas al acceso y aprovechamiento del agua.
El agua es un elemento con una conexidad directa con la vida
material y simbólica de las comunidades y la minería, en todas sus
modalidades, ha ejercido formas de apropiación y privatización
del agua. Precisamente esta relación de apropiación, que puede
ser agenciada por una persona, un sector o una clase social, se
efectúa como un proceso de acumulación no sólo de un bien natural
sino también de un poder (Isch, 2010). En estos casos, la minería
de oro informal ha apropiado las fuentes hídricas y ha desarrollado
actividades que han privado a otras y otros del acceso de agua
de buena calidad para el consumo, para el riego de sus cultivos y
para su disfrute.
Cuando la minería extingue un río como el Sambingo, se están también eliminando las prácticas sociales y culturales de las y los campesinos con el agua, se elimina la memoria territorial y ambiental de este
paisaje y se causan transformaciones irreparables a la relación entre
las personas, las comunidades y el agua.
Sin duda, la minería de retroexcavadoras y de socavón informal, es
uno de los escenarios más complicados de la conflictividad minera en
el Cauca, ya que sus encadenamientos económicos y de poder han
producido situaciones de criminalización y persecución a las y los líderes
que luchan por la defensa del agua y el territorio. Por su “clandestinidad”, esta actividad fluye entre la corrupción de autoridades, el paramilitarismo y los intereses de algunos sectores de las comunidades. Lo que
88
resulta claro, es que sus implicaciones son tremendamente agresivas con
el ambiente, generan nuevas configuraciones territoriales asociadas a
la extracción y trasforman los modos de vida y relacionamientos de las
comunidades.
Frente a ella, las comunidades afrocaucanas han manifestado que es
necesario defender la minería tradicional-ancestral y exigir a las autoridades estatales celeridad en el desalojo de estas maquinarias y en el
desmantelamiento de las mafias asociadas con este tipo de minería.
La minería informal en los territorios indígenas: ¿indígenas
mineros?
Precisamente estas trasformaciones producidas por la minería informal,
han resonado de manera preocupante en algunos territorios indígenas
del departamento del Cauca. En el norte, pese a que las comunidades
indígenas tienen figuras de prelación de extracción como las zonas
mineras indígenas (ZMI), la minería informal de socavón se ha instalado entre las comunidades, convirtiéndose en un motor de conflictividad
intracultural. Nuevos sectores de indígenas mineros y socavones que
están causando graves impactos al paisaje de los resguardos se configuran como otro campo de disputa.
La ZMI de Canoas – Delicias, que tiene jurisdicción en los municipios
de Santander de Quilichao y Buenos Aires, en donde desde tiempos ancestrales las comunidades han trabajado la minería artesanal
de oro. El pueblo Nasa, luego del intenso proceso de extracción
minera sucedido en la colonia y parte de la época republicana,
abandonó la práctica minera y sólo hasta hace unos 20 años aproximadamente, debido a la incursión de empresas multinacionales en
búsqueda de yacimientos para la extracción, algunas comunidades
han reactivado su interés minero. Este es el caso de la comunidad
indígena de Delicias, que se encuentra ubicada al Sur del municipio de Buenos Aires con aproximadamente 1.145,4625 has de resguardo legalmente constituido (Estudio socioeconómico de Delicias,
2002). Esta zona cuenta con depósitos auríferos localizados en los
89
alrededores del cerro Teta o Catalina, que es un sitio sagrado para
el pueblo indígena Nasa y en donde se concentra la mayoría de la
extracción minera de la zona.
En la misma ZMI Delicias – Canoas, encontramos el resguardo indígena
de Canoas que se encuentra ubicado en jurisdicción del municipio
de Santander de Quilichao con aproximadamente 931 has de resguardo y 23 veredas. Esta zona, al igual que Delicias, tiene una
tradición minera colonial que dinamizó durante un largo periodo la
economía local y trajo un gran número de población esclava para
la explotación de las minas. De hecho, muchos de los indígenas que
hacen parte del resguardo de Canoas son venideros de Jambaló y
Toribio, así como la población afrodescendiente que se asentó tanto
en las veredas del ahora resguardo, como en la cabecera municipal
de Santander de Quilichao. Encontramos precisamente, rastros de los
poblados coloniales dispuestos para la actividad minera reflejados
en las capillas doctrineras de la vereda de Dominguillo, la Vetica y
Vilachí (Collazos, 2011).
Esta tradición minera, desarrollada en conjunto por las comunidades indígenas y afrodescendientes con los años se fue desestimulando y otras actividades agrícolas y comerciales caracterizaron la
economía de la zona. No obstante, hacia el año 2008, con la arremetida de la Anglo Gold Ashanti sobre todo el territorio caucano,
y en este caso con 12 solicitudes sobre el resguardo de Canoas, el
tema minero volvió a ser parte de la agenda política y económica
del cabildo.
Después de varias negociaciones, la multinacional Anglo Gold que
estaba codiciando las reservas ubicadas en el cerro Munchique, también un sitio sagrado para el pueblo nasa, fue expulsada y las autoridades indígenas insistieron en un rechazo tajante a la gran minería
en sus territorios. Sin embargo, el cabildo presionado por la alcaldía
y el ministerio de minas tuvo que hacer valer su derecho de prelación
adquiriendo títulos con el fin de adelantarse a las solicitudes de las
grandes multinacionales. Esto además de acarrear altos costos frente
al canon superficial, dejó abierta la posibilidad para exploración,
90
siendo este hecho el germen de las dificultades que actualmente se
presentan3.
A propósito de los títulos adquiridos durante los años 2009 y 2010,
comuneros y comuneras de varias veredas, principalmente de la vereda el Cóndor, avivaron la intención de practicar minería en algunos
socavones abandonados en la parte alta del cerro Munchique. Pese
a las discusiones y discrepancias presentadas en varios encuentros
con el cabildo, los comuneros mineros empezaron a realizar minería
afectando a la comunidad y contaminando fuentes hídricas que surten los acueductos veredales. Esta situación puso alerta al Cabildo
y se intentó hacer algunos acuerdos. No obstante, las y los mineros
incumplieron y el cabildo y la guardia indígena, en su ejercicio de autonomía y control territorial, han realizado repetidas acciones de control territorial, subiendo al cerro, decomisando herramientas y cerrando
socavones. No obstante, la expectativa de las nuevas familias mineras
movidas por las ventajas y rentabilidad de esta actividad creció y la
exploración de los socavones en el cerro continuó.
Este auge de la pequeña minería en el resguardo hecha por comuneros
y comuneras, sin permiso ambiental y sin aval del cabildo, ha causado
fracturas y conflictos entre comuneros y comuneras que defienden la
actividad minera y otros que han alertado de sus efectos en el agua.
En Canoas, las autoridades del cabildo durante varios años han fortalecido el control territorial y los reglamentos ambientales propios con el
fin de controlar esta actividad. No obst ante, los sectores mineros del
resguardo han sido resistentes y han migrado a otros territorios vecinos
como el resguardo indígena de Munchique, incentivando la minería y
acercando a más indígenas a la actividad.
Como cualquier economía de enclave, la minería en los resguardos
ha transformado la circulación del dinero y del valor, trayendo a las
comunidades grandes cantidades de dinero que modifican las concepciones acerca de sus necesidades y del consumo. En Canoas,
la población joven que está vinculada con la minería no sólo ha
3
Nota de la editora: Ver al respeto la discusión en el apartado 3.1 de la Introducción.
91
aumentado sus consumos suntuarios, reflejados en la ingesta de
alcohol, drogas, compra de motos, etc.; sino que el dinero está transformando la misma concepción indígena de la tierra y de los elementos de la naturaleza. Mientras que para los mayores y los médicos
tradicionales el cerro Munchique es un lugar que debe cuidarse y
preservarse por su importancia en la cosmovisión nasa, para las nuevas generaciones el cerro es la despensa del dinero.
espacios de vida por parte del gobierno, de las empresas y de los particulares durante toda la historia. Sin duda, existe un reto intercultural
que es el ordenamiento ambiental autónomo de los territorios caucanos, que desde siempre han tenido una importante vocación forestal y
que, pese a toda su historia de violencia y extractivismo, resguardan un
invaluable patrimonio cultural y ambiental de nuestro país.
Pese a estos cambios y a la conformación de un sector minero con
peso político dentro de los cabildos, se han emprendido varios procesos de concientización, ordenamiento ambiental de los territorios y
diálogo que permitan contrarestar “la fiebre minera indígena” y construir desde lo comunitario otras alternativas que logren decantar los
planes de vida indígena en alternativas de subsistencia sustentables y
que ofrezcan sobre todo a la población juvenil incentivos para continuar en el territorio y defenderlo.
A modo de conclusión
Sin duda, la minería en cualquiera de sus modalidades ha producido
un cambio territorial en el Cauca y en las comunidades que lo habitan. Esta problemática se ha convertido en un lubricante para otros
conflictos de gran calado en el departamento como el tema la propiedad de la tierra, los cultivos de uso ilícito, el conflicto armado y otras
amenazas extractivas. Dado que en este caso la minería ha adoptado
varias formas, la lucha frente a los impactos ambientales y sociales de
esta actividad se ha venido trasformando. Las alianzas interétnicas e
interculturales han sido fundamentales para detener la entrada de la
minería trasnacional y también el crecimiento de la minería de retroexcavadoras. Además, en la diferencia también se ha establecido el
agua como el eje de lucha contra la minería y esto ha permitido avanzar en estrategias regionales para su defensa.
La condescendencia estatal con el sector minero ha sido inmensa, pero
las comunidades desde el corazón de la tierra siguen defendiendo el
territorio, que debe perdurar más allá de la mercantilización de sus
92
93
Bibliografía
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en transición en los países andinos: análisis de la gobernanza de recursos y
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http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-16508658
http://www.elpais.com.co/multimedia/fotos/en-fotos-vea-como-se-extiendela-mineria-ilegal-en-el-norte-del-cauca.html
94
Capítulo 3
Alejandra Durán Castellanos
LA CONSTRUCCIÓN DE LA
AUTONOMÍA TERRITORIAL EN
EL MUNICIPIO DE LA VEGA
La resistencia colectiva e intercultural
frente a la minería
Fotografía: Lina María González C.
La construcción de la autonomía territorial en el
municipio de La Vega: la resistencia colectiva
e intercultural frente a la minería
The construction of territorial autonomy in the municipality of La Vega:
collective and intercultural resistance to mining
por: Alejandra Durán / alejandraducast@gmail.com
1. Contexto socio ambiental del Pueblo indígena Yanakona
en el municipio de La vega. El Cabildo de Santa Bárbara.
El Pueblo indígena Yanakona, después del pueblo Nasa, constituye
el segundo Pueblo Indígena más numeroso del Cauca. Debido a las
presiones externas que en ocasiones alejaron y desterritorializaron al
pueblo indígena Yanakona, la identidad es fuertemente expresada por
las familias y personas organizadas en cabildos, unidades básicas de
gobierno indígena estructuradas en torno al Cabildo Mayor del pueblo
Yanakona (Cabildo Mayor Yanakona, 2014: 27). El Cabildo Mayor
es la autoridad tradicional así como la estructura social, política y organizativa de las 31 comunidades que forman el Pueblo Yanakona. Su
principal función es la aplicación y defensa del Plan de Vida así como
del Plan de Salvaguarda y, por lo tanto, asegurar el mantenimiento de
la identidad física y cultural de este pueblo indígena. Estas estructuras
políticas se integran e interrelacionan en el Consejo Regional Indígena
del Cauca (CRIC) que constituye el proceso organizativo indígena más
importante del Cauca, una de cuyas principales reivindicaciones es
la defensa de la autonomía y protección de los espacios de vida en
armonía y equilibrio con la Madre Tierra.
Si bien en el municipio de La Vega figuran como resguardos coloniales el resguardo de Guachicono y el de Pancitará (Cabildo Mayor
98
Yanakona, 2001: 8), Santa Bárbara es una comunidad originaria
que formaba parte de un resguardo ancestral que históricamente perdió el título constitutivo y que actualmente se encuentra en proceso de
constitución. Por su parte, Paraíso y Nueva Argelia constituyen comunidades rurales, establecidas a raíz del desplazamiento de la población
proveniente de los resguardos ancestrales. Todas tienen como fin el
fortalecimiento político y organizativo del pueblo indígena Yanakona.
El proceso de recuperación de la identidad de la comunidad de
Santa Bárbara se remonta al año 1994, dos años después de la
constitución del Cabildo Mayor del pueblo Yanakona. Considerado
entonces como territorio rural, el resguardo de Santa Bárbara fue uno
de los primeros resguardos ancestrales existentes en el territorio (Ibid:
5). De hecho, la construcción de la iglesia data de aproximadamente
hace 400 años y es contemporánea al resguardo de Pancitará, desde
donde cuentan que los habitantes cargaban las piedras a fin de erigir la edificación. En este sentido, el nombre fundacional del cabildo
proviene de la patrona Santa Bárbara que, según se narra, apareció
remanecida1 en una piedra hacia el año 1700. Así, en palabras del
Gobernador del Cabildo “primero nos dogmatizaron para podernos
doblegar y someter a los intereses que ellos tenían”.
No obstante, no fue hasta inicios del siglo XX cuando el resguardo
Santa Bárbara se disolvió y los habitantes de la zona fueron constreñidos a adoptar las formas religiosas y las dinámicas provenientes del
gobierno central. Por conocimiento de la comunidad, en la época de
la República, se produjeron mayores cambios identitarios pues, pese a
seguir trabajando de forma mancomunada, “la imposición política fue
aún más fuerte que la propia colonización” (Entrevista 2).
Pese a las imposiciones establecidas, durante el año 1994 un grupo
de habitantes de la comunidad empezaron a indagar sobre su identidad, reconociendo sus rasgos, apellidos y formas en otros hermanos
indígenas. Se comenzaron a convocar reuniones con los resguardos
1 Las vírgenes remanecidas son las patronas de las comunidades Yanakona donde éstas han
aparecido. Porello, representan la guía espiritual de este pueblo indígena y se relacionan específicamente con el agua. (Observatorio ADPI, 2014: 177 y 179).
99
ancestrales ya constituidos, donde fueron fundamentales los saberes de
los mayores para recordar los orígenes del proceso, así como el apoyo
de resguardos como el de Pancitará. Finalmente, en el año 1998 los habitantes tomaron la decisión de organizarse como territorio y comunidad
indígena, solicitando al Cabildo Mayor Yanakona el reconocimiento e
iniciando, desde ese momento, un proceso de fortalecimiento identitario
más profundo, analizando la cultura y las formas propias internas.
De esta manera, la recuperación identitaria empezó siendo un proceso asambleario, trabajando primero como junta de acción comunal durante los años 2000 y 2001 y luego como Cabildo Yanakona
reconocido por las autoridades del Cabildo Mayor el 2 de noviembre del año 20022. A partir de ese momento, se potenció el trabajo
mancomunado de los 120 núcleos familiares. De esta manera, 400
mujeres, niños, jóvenes y mayores – la mitad de lo que en su momento
fue el Cabildo – trabajaron impulsando el proceso organizativo del
mismo. Para el fortalecimiento identitario de la comunidad, se ha seguido trabajando y dando aplicabilidad al Plan de Vida Yanakona,
también como proceso de resistencia que implica proteger lo común y
colectivo a partir de la Ley de origen. Así, desde la comunidad se le da
importancia a la escucha de los mayores, quienes estuvieron al inicio
del proceso pues [ellos] “conocen, lo que falta es el ejercicio del uso
de las plantas. Ahora nos hemos vuelto dependientes, nos ha venido
transformando la forma de pensar. Falta capacitación.” (Entrevista 1).
La comunidad también ha impulsado actividades en torno a la recuperación del idioma propio, el Runashimi, creando el año 2012 el
centro educativo “Yachay Churikuna” (hijos de la sabiduría) siendo
éste un eje vertebral para fortalecer la cosmogonía de la comunidad
desde los más pequeños y orientar su caminar. Así mismo se ha propuesto y se está trabajando en que vaya un profesor (Yachachí) para
enseñar también a los adultos que están olvidando el idioma pues este
elemento es una de las bases fundamentales de la conservación del
pueblo indígena como comunidad milenaria3. “Este pueblo tiene años,
aquí en esta comunidad se educó gente que ahora vive en La playa, el
Ventiadero, Santa Rita... todos estudiaron aquí.” (Entrevista 2).
Paralelamente al reconocimiento por parte del Cabildo Mayor Yanakona, también se está dando un proceso con el gobierno nacional,
en donde el Ministerio del Interior les reconoció como comunidad indígena mediante Resolución 0044 de 27 de abril de 2012 a fin poder
llevar a cabo procesos de consulta previa. Por otro lado, a fin de constituirse como resguardo, se llevó a cabo un estudio socioeconómico
en donde uno de los temas claves y prioritarios fue, y sigue siendo, la
legalización de los territorios y predios mediante figuras jurídicas como
la prescripción de dominio. Este punto es crucial para la comunidad,
pues sería un primer paso para potenciar la economía propia con
nuevas tierras y cultivos propios4.
Imagen 1.
Centro educativo “Yachay Churikuna”, Santa Bárbara, La Vega. Agosto 2016.
Créditos: Alejandra Durán C.
2 Es por este motivo que en el Plan de Vida Yanakona de 2001 no se incluye al cabildo de Santa
Bárbara como resguardo colonial.
3 De hecho este es uno de los elementos resaltados por la jurisprudencia constitucional en sentencias como la T-513 de 2012, T-993 de 2012, T-849 de 2014 o la T-704 de 2016.
100
4
Las comunidades manifiestan su convencimiento en que, al potenciar los cultivos propios y, por
lo tanto, la economía local, se favorecerá la cohesión no sólo de cada comunidad, sino también
los lazos existentes con otros procesos.
101
1.1 La estrella fluvial del Macizo Colombiano
Ubicado al sur oriente del departamento del Cauca, el municipio de la
Vega forma parte de los 54 municipios que integran el Macizo colombiano, una eco región estratégica de aproximadamente 3’368.237
ha, reconocida como reserva de la biósfera y considerada como una
de las fuentes hídricas más importantes del país.
Así es como el municipio de La Vega, ubicado en el corazón del macizo
montañoso y en el llamado Cinturón Andino, constituye parte de una de
las estrellas fluviales de Colombia (IDEAM, 2015: 175) donde nacen los
cuatro ríos más importantes de Colombia: Magdalena, Cauca, Caquetá
y Guachicono, afluente del río Patía. Estos ríos constituyen el 70% del
recurso hídrico total de Colombia, encontrándose también un gran número de lagunas, ríos, quebradas y nacimientos de agua. Una parte del
municipio se integra en el complejo de páramos del macizo colombiano,
concretamente a través del páramo de Sotará que presenta una extensión
de 53.664,2 ha. Esto implica que en La Vega se encuentren territorios
que constituyen, en zonas altas, el ecosistema de páramos como también
el bosque andino. Este último es un ecosistema terrestre predominante en
la zona que crece junto con los agro sistemas que, en general, han sido
formados por la actividad agrícola de las comunidades (Ibid: 164).
Debido a la gran riqueza hidrológica que caracteriza a Colombia, el
ordenamiento ambiental del país se realiza bajo un enfoque de Cuenca
Hidrográfica5. Por su parte, el cabildo de Santa Bárbara forma parte
de la gran cuenca del río Patía que, como su nombre lo indica, “corresponde al área de captación del río Patía” (CRC, 2010: 20) y que, con
una extensión de 533.422 has, representa el 17,1% del área del departamento del Cauca (CRC, 2012: 37). Esta gran cuenca integra a su
vez 16 subcuencas, entre ellas la de Pancitará, Sambingo - Hato Viejo y
la del Guachicono. Así, el río Pancitará, muy próximo a la comunidad,
se une con el río Putis, formando el río Samangoy que, a través de la
desembocadura del río Guachicono, va a parar el gran río Patía.
A nivel geográfico, el Cabildo Indígena Yanakona de Santa Bárbara se
encuentra a 111 Km de Popayán. Fue constituido hace 15 años como
autoridad territorial y se definió formalmente como un territorio rural, conformado por 120 núcleos familiares y 3 veredas que abarcan aproximadamente 400 hectáreas: la cabecera corregimental (Santa Bárbara), la
vereda Piedra Negra y la vereda El Guayabo. La comunidad de Santa
Bárbara, en actual proceso de constitución formal como resguardo ancestral, tiene un radio de acción enmarcado por el río Pancitará, el río
más importante del municipio, la quebrada los Ingenios y otras microcuencas de gran importancia para el abastecimiento de agua potable
como son la quebrada las Minas, quebrada Flautillar y la Ciénaga, las
cuales además constituyen sitios sagrados para la comunidad.
El municipio de La Vega no está exento de dos graves amenazas
estrechamente relacionadas: por un lado, el preocupante proceso de
Imagen 2.
Vistas desde el resguardo de Santa Bárbara, La Vega. Agosto 2016.
Créditos: Alejandra Durán C.
102
5 Es decir, el área que comprende las aguas superficiales y subterráneas que vierten a una red hidrográfica
natural, con uno o varios cauces naturales, que confluyen en un curso mayor que, a su vez, puede desembocar en un río principal, en un depósito natural de aguas, en un pantano o directamente en el mar (art.
3 Decreto 1640 de 2012). Se considera una unidad adecuada para la planificación ambiental territorial
debido a que sus límites fisiográficos se mantienen en un tiempo mayor a otras unidades de análisis.
103
degradación ambiental, ya advertido y manifestado en su momento y
desde hace años por Corporaciones y Parques Nacionales Naturales
(Revista Semana, 2004) y por la propia Ministra de Medio Ambiente
de entonces, el cual tiene su origen en la fuerte presión ejercida sobre
los recursos naturales existentes, principalmente a causa de los cultivos de uso ilícito y de las actividades mineras. Por otro lado, sigue
existiendo en el territorio una histórica precariedad estructural si se
comparan los datos de pobreza extrema desde 2002 y 2016 pues,
si bien los últimos datos indican que ésta ha disminuido, el Cauca
sigue siendo uno de los departamentos con el porcentaje más elevado de extrema pobreza de Colombia (PNUD, 2016). De hecho, si
se analiza desde la perspectiva de la pobreza multidimensional6, el
municipio de la Vega presenta un porcentaje superior al 90% (Duarte,
2015: 150).
Frente a esta situación, destacan las relaciones de hermanamiento entre
la población campesina e indígena quienes, caminando el territorio y
cuidando los espacios comunes de vida, han ido de alguna manera
compensando estas carencias, fraguando alianzas en protección de los
recursos naturales y de las costumbres propias a lo largo de estos años.
1.2 Presencia de grupos armados en el Macizo Colombiano
El interés geoestratégico que presenta la zona no sólo por su biodiversidad y riqueza mineralógica e hídrica sino también por ser un
importante corredor estratégico, ha propiciado la presencia de una
amplia variedad de actores armados en la zona, en disputa por el
control territorial. Esto ha perjudicado gravemente la seguridad de
la población y a las dinámicas vitales del pueblo Yanakona y de las
comunidades que se encuentran en los municipios del Macizo.
La comunidad de Santa Bárbara manifiesta la presencia de las fuerzas
del ejército nacional, concretamente del Batallón de Alta Montaña No.4
6 El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la define como aquella pobreza
que refleja la prevalencia e intensidad de las carencias multidimensionales en diferentes ámbitos
tales como la salud, la educación y el nivel de vida.
104
Benjamín Herrera (Observatorio del Programa Presidencial, 2010: 6 y
17) ubicado en el páramo de las Papas, municipio de San Sebastián.
Desde allí se despliegan unidades móviles en todo el territorio, incluido el
municipio La Vega. No obstante, la presencia militar no ha sido obstáculo
para que la dinamita y los materiales dirigidos a la extracción minera
ilegal se sigan transportando. Así, la comunidad declara que “El Recreo
era un punto estable cuando había minería ilegal porque ahí se explotaba
dinamita a cada rato, se oía mucho (de 10 a 15 denotaciones diarias) y
no hacían nada.”
En los últimos años existieron en la zona estructuras del frente 8 de
las Farc. La comunidad tiene conocimiento que algunos militantes
de esta guerrilla, en actual proceso de desmovilización, están pasando a integrar las filas del Ejército de Liberación Nacional (Eln),
reactivándose también las estructuras del Ejército Popular de Liberación (Epl). En este sentido, actualmente se destaca la presencia
de los frentes “Manuel Vásquez Castaño” (FMVC) y Camilo Cienfuegos del Ejército de Liberación Nacional (Eln) (Ver anexo 1 al final
de este informe)
En cuanto a la presencia de los Grupos Armados Post Desmovilización (GAPD), la comunidad tiene conocimiento de presencia de las
Águilas Negras y de Los Rastrojos y, en general, existe la sensación
del afianzamiento de los mismos. Los datos de Indepaz indican
que, a raíz de la presencia paramilitar, personas relacionadas a los
movimientos campesinos e indígenas han sido objeto de atentados,
en especial en el departamento del Cauca. Durante el año 2016, de
un total 27 homicidios conocidos perpetrados por paramilitares, cinco
sucedieron en este departamento, siendo la cifra más elevada a
nivel nacional después del departamento de Antioquia. Ahora bien,
esta cifra aumentaría pues, sólo durante el mes de agosto de 2016,
fueron asesinados tres integrantes del Comité de Integración del
Macizo Colombiano – CIMA - en el municipio de Almaguer. Entre ellos
uno de sus fundadores, quien ya había recibido varias amenazas
contra su vida durante los últimos meses. El CIMA ha acompañado
al movimiento indígena del macizo, formando parte de la Minga de
la Resistencia Social y Comunitaria junto con otras organizaciones
105
como el Comité Prodefensa del Río Marmato (CPRM) y el Proceso de
Unidad Popular del Suroccidente Colombiano (PUPSOC).
La comunidad de Santa Bárbara ha manifestado haber recibido
amenazas telefónicas dirigidas a algunos de sus habitantes, así como
panfletos en donde se identifican a estos actores armados, quienes
han ido circulando por la zona y al parecer están directamente relacionados con la movilización en contra de las actividades mineras y en
defensa de los recursos en el territorio. También denuncian casos de
intimidación, sobre todo en la zona de El Recreo, por parte de grupos
de personas armadas que indagan los nombres de quienes acuden a
las reuniones informativas sobre el tema minero.
Por otro lado, el 11 de junio de 2012 un menor de edad halló 83
proyectiles de arma de largo alcance al interior de la escuela Santa
Bárbara. La comunidad puso en conocimiento de las autoridades
policiales este grave hecho, pero no fue hasta el año 2015 cuando
finalmente se recogió la declaración del Gobernador del Cabildo, sin
haberse realizado diligencias adicionales hasta la fecha. La comunidad
sospecha que los autores podrían haber sido los grupos paramilitares,
pues durante esos días estaban realizando retenes. Sucesos parecidos
se dieron en horas de la tarde el 21 de agosto de 2014, denunciando
la comunidad ante la personería municipal de La Vega la presencia
oculta del Ejército Naciona l en las proximidades del Cabildo y en las
huertas de algunos de los comuneros, así como disparos a una camioneta
que pasaba por la zona sin tener en cuenta que algunas personas se
encontraban transitando en ese momento y que la situación generó
pánico entre los habitantes.
Así mismo, a causa de su actividad como autoridad tradicional en
defensa del territorio, el gobernador del Cabildo fue víctima de un
atentado contra su vida el 24 de marzo de 2011, recibiendo tres
impactos de arma de fuego. Las amenazas en su contra continuaron en los años 2012, 2013 y 2014. Habiendo denunciado estos
hechos ante la policía municipal de La Vega, ante la Fiscalía y ante
la personería municipal de La Vega, después de 5 años la Unidad
Nacional de Protección (UNP) le aprobó un esquema de seguridad
106
que, sin embargo, nunca se hizo efectivo. Pese a ser considerada
una zona roja, al gobernador sólo se le han hecho entrega, durante
el 2016, de algunos implementos. Además, se ha obviado la política diferencial de protección para pueblos indígenas, así como la
solicitud de que sea la guardia indígena quien maneje el protocolo
de seguridad. Del mismo modo, el gobernador del Cabildo indígena
de Nueva Argelia, Edgar Chicangana, fue retenido por actores armados, quienes lo amenazaron obligándole a renunciar a su cargo
como autoridad indígena.
Así, pese a la preocupante situación de seguridad, lo cierto es que las
denuncias puestas en conocimiento ante las autoridades competentes
por la comunidad en su conjunto así como por las personas directamente afectadas no han tenido respuesta hasta la fecha.
2. Actividad extractiva en el departamento del Cauca y en el
municipio de La vega
Las industrias extractivas se han convertido en una de las formas
de despojo más agresivas hacia los pueblos indígenas y las comunidades que habitan los territorios de interés estratégico. Se trata
de un despojo aún más atroz, pues presiona a las comunidades
rurales en la dicotomía entre la obtención fácil y rápida de ingresos
económicos o la preservación de la ancestralidad y la economía
familiar y parcelaria. Así, el mayor riesgo es que la minería –sea
artesanal, ilegal o gran minería– se esté convirtiendo en una vía
rentable y casi forzada para suplir las carencias estructurales difíciles
de superar mediante las formas agropecuarias o de intercambio en
las comunidades rurales.
Aunque uno de los objetivos de la Política Nacional Minera para el
año 2025 es que Colombia cuente con un sector minero legítimo, en la
actualidad, en los años recientes y venideros y sólo analizando el
sector minero formalizado, salta a la vista la fuerte y desorbitada presencia
de la minería en el territorio. Ya para 2012 la actividad minera se
encontraba cerca a Parques y Reservas naturales así como a zonas de
107
páramos y, en el Cauca, representaba un 43,67% del territorio total
del departamento, con total de 250 títulos y 696 solicitudes.
Los datos del Sistema de Información Minero Colombiano (SIMCO)
señalan que, para el año 2016, el Cauca fue el quinto departamento
con más producción de oro del país (SIMCO, 2016) con un volumen de 3.742,81 kg de oro. Por su parte, el municipio de La Vega,
pese a tener en cuenta información disponible relativa a tan sólo 2
meses del total del año 2016, es también el quinto municipio con más
producción de oro anual, con un volumen de 38.437,86 gramos.
Así mismo, respecto a la caracterización minera del departamento del
Cauca (Agencia Nacional de Minería, 2017: 1), para el año 2017
existen 188 procesos de titulación de oro y metales preciosos, además
de 148 solicitudes y autorizaciones temporales. La cifra de las regalías
provenientes de metales preciosos no es nada desdeñable: un 98,4%
de regalías en el Cauca ingresan por el oro en comparación con el
1,2% del carbón y el 0.4 % de otros minerales.
2.1 La presencia minera en el municipio de La Vega
Hablar de minería y sobre todo de minería de oro implica atender,
antes que nada, al altísimo nivel de ilegalidad en la producción del
mismo. Datos del catastro minero a fecha enero 2017, indican que
existe en el departamento 225 títulos mineros vigentes (Ibid: 1), de los
cuales 28 se encuentran en etapa de exploración, 13 en construcción
y montaje y 184 en explotación.
En este contexto, también se debe tener en cuenta que en algunos de
los municipios del sur del Cauca como La Vega, Almaguer, La Sierra
y Bolívar se concentra un fuerte tejido social, no sólo campesino
mediante procesos como el CIMA, el Proceso Campesino y Popular
de la Vega (PCPV), y el PUPSOC, sino también a partir de la fuerza
política de los pueblos indígenas (Duarte, 2015: 55). Una de las
grandes demandas y exigencias de las comunidades respecto del
tema minero energético es que, de la mano de la caracterización
del tipo de minería, también se tengan en cuenta principalmente las
108
transformaciones que subyacen en cada una, entendiendo, conociendo y caracterizando los elementos socio ambientales del territorio en
su conjunto. Una caracterización que dichas comunidades, mejor
que nadie, pueden hacer mediante sus propios saberes.
A. La mega minería: dudosa legalidad y legitimidad
En estos últimos años, la gran minería no ha sido ajena a los habitantes
del municipio de La Vega, La Sierra o Almaguer, donde la presencia
de intereses extractivos ha sido latente. Datos del catastro minero colombiano indican que en La Vega existen un total de 5 títulos vigentes
y 2 solicitudes de licencia de exploración a empresas como Anglo
Gold Ashanti, Continental Gold Limited Sucursal Colombia, Negocios
Mineros S.A. o Carbones de los Andes S.A.
En el caso del cabildo de Santa Bárbara, su proximidad a la vereda
(Sector) La Playa, y a quebradas como La Plata, llevó a que en su
momento la multinacional Continental Gold propiciara acercamientos con la comunidad, debido a su interés en la extracción de oro
a partir del proyecto exploratorio “Dominical” que abarca 26.000
ha. A partir de documentos oficiales y declaraciones de la propia
comunidad consta que el día 27 de enero de 2012, mediante el
oficio 12-0087-DCP-0201, la multinacional con la intermediación
del Ministerio de Interior –Dirección Consulta Previa– convocó una
reunión de Consulta Previa en etapa de Pre consulta en relación al
“Programa exploratorio Dominical” que llevaba a cabo. En los documentos obrantes se informa que Continental Gold ya tenía previsto realizar el proyecto y que en nombre de la empresa únicamente
acude la gerente de sostenibilidad de la misma. Llegada la fecha
prevista para la reunión y durante la misma la comunidad tuvo el
acompañamiento del PCPV y, una vez informados y oída la propuesta de la empresa, se decidió de manera asamblearia su rechazo al
proyecto exploratorio Dominical. Ante la insistencia de la empresa la
comunidad manifestó su malestar no sólo porque no se convocó a las
7 Esto es, la presencia de las autoridades de cada una de las 31 comunidades que forman parte
del Pueblo Yanakona.
109
autoridades tradicionales7 que acompañaban en el proceso a la comunidad, sino también porque no asistieron las autoridades municipales
y, finalmente, debido a sus discrepancias en cuanto a lo que se entiende por territorio y desarrollo territorial. Frente a esta situación, una
de las personas presentes y en nombre de la empresa manifestó que si
no querían por las buenas les tocaría por las malas.
Lo cierto es que en la actualidad el proyecto Dominical no figura en
la página web de la mencionada empresa, pero en cambio sí consta
en datos del catastro minero. Se sabe que a finales del año 2015
nuevamente una persona en nombre de la empresa acudió a la comunidad, manifestando que Continental Gold seguía interesada en
retomar el proceso de Pre Consulta. No obstante, como se aprecia en
los mapas 1 y 2, existen actualmente dos títulos mineros vigentes en
fase exploratoria a partir de dos contratos de concesión: el primero, el
HI1-15401 (ver mapa 1) a nombre de Negocios Mineros S.A y de la
Anglo Gold Ashanti S.A y, el segundo, el HI1-15451 (ver mapa 2) a
nombre de éstas dos últimas empresas y de Continental Gold Limited
Sucursal Colombia. El área de las dos concesiones se encuentra en la
confluencia de la quebrada de Valles Hondo con la quebrada La Plata.
El área de estos dos proyectos, que abarcan principalmente el municipio de La Vega pero también Almaguer y Sucre, se superponen
con la zona de páramo de Sotará, por lo que recientemente han sido
interpelados por la ANM a fin de obtener la licencia ambiental, algo
que ninguno de los dos proyectos dispone.
Además de la necesaria reivindicación de derechos de las comunidades
como moradores de estos territorios, otro gran reto es el fortalecimiento
continuo y permanente de la fuerza colectiva frente a las propuestas, muchas veces tentadoras, que ofrecen estas empresas. Especialmente, cuando las condiciones materiales de vida son precarias y los umbrales de pobreza relativa son tan altos, como se explicó anteriormente. El testimonio
de una de las mujeres de la comunidad de Santa Bárbara lo ejemplifica:
“Cuando llegó la Continental algunas personas de la comunidad querían participar por los beneficios económicos ofrecidos,
porque la empresa pagaba mucho más que lo que se ganaban
en un jornal. Les pagaban cien mil pesos por día, cuando por
jornal ganaban nueve mil pesos al día”.
Por otro lado, otra empresa, esta vez colombiana, también está llevando a cabo trabajos exploratorios en la zona. Se trata de Carbones de
los Andes S.A (Carboandes), que tiene el proyecto de La Custodia,
ubicado entre los municipios de La Sierra y de la Vega –en la vereda
Hueco Hondo, corregimiento de Santa Juana para el caso de este
último– (ver mapa 3). Este proyecto se enmarca en el contrato de
Mapas 1 y 2.
Mapa 3.
Títulos mineros HI1-15401 y HI1-15451 en el municipio de La Vega.
Título minero HI1-15451 en el municipio de La Vega.
Fuente: Catastro minero colombiano.
Fuente: Catastro minero colombiano.
110
111
concesión con expediente nº HGI-08106X (ANM, 2016) que otorga
derechos de exploración a la empresa en un área de 3.625 ha y cuya
etapa de exploración ha sido recientemente prorrogada hasta el 22
de noviembre de 2017, por lo que una vez vencido el término se daría
inicio a la etapa de construcción y montaje.
La comunidad de Santa Bárbara manifiesta su preocupación frente al
proyecto de esta empresa, defensora de una “minería sostenible” y
que opera en la zona desde el año 2006, pues afectaría a la zona
alta del río y, por lo tanto, los recursos hídricos que proveen a la
comunidad.
Frente a este panorama, la gran minería podría clasificarse como
ilegítima8. Pese a contar con los requisitos legalmente establecidos,
se está intentando imponer en una zona de gran riqueza natural y
en donde se encuentran principalmente comunidades indígenas y
campesinas que llevan muchos años trabajando en la autonomía territorial,
conservando y respetando los espacios naturales o espacios de vida
como base de su identidad cultural y claramente en oposición a estos
proyectos. Vistos estos datos, resulta cuanto menos alarmante que en el
foro “Mujeres derechos y territorio: impacto diferenciado de la minería
en la vida de las mujeres”, celebrado en agosto de 2016 en Popayán,
la directora de Formalización minera del Ministerio de Minas negara
que existiese gran minería en el Cauca, recordando que el (único)
objetivo del gobierno en este punto es eliminar la minería ilegal, pero
no la minería “bien hecha” o legal que, a su parecer, forma parte del
desarrollo de las regiones.
Es así como las transformaciones que la gran minería genera implican
impactos sociales, ambientales, socioculturales e incluso cosmogónicos. Aunque nuevamente la política Nacional minera de 2016 se
empeña en señalar que la minería tiene impactos positivos en las comunidades, lo cierto es que no sólo la minería ilegal, sino también
la gran minería, influyen en la manera como es percibida la minería
8
En opinión de las comunidades, no se puede dar por hecho que, por la mera tenencia de un
título minero, un proyecto extractivo no presente deficiencias ambientales.
9 ANM. Radicado nº 20159050012881.
112
artesanal o tradicional (Duarte, 2015: 173) generando, por ejemplo,
casos de solicitudes de legalización de minería tradicional9–como
sucede en el caso del proyecto La Custodia–. O aumentando los
casos de la formalización minera en las zonas de interés extractivo,
los cuales dividen a las comunidades al ser una alternativa de ingresos
económicos para algunas personas que se dedican a esta actividad.
Estos proyectos no sólo imponen una economía que gira prácticamente
entorno a la actividad minera, sino también vienen acompañados de una
idiosincrasia e incluso una cultura que comporta el abandono de las
formas propias, por ejemplo del desarrollo de la agricultura propia o del
cultivo de semillas. Así, en palabras de una mujer indígena integrante
del programa mujer y familia del CRIC “se está promoviendo un
desarrollo criminal. Queremos trabajo digno y para la dignidad pero
la minería no lo trae” (foro “Mujeres derechos y territorio: impacto
diferenciado de la minería en la vida de las mujeres”, 2016)
Parece claro que la dimensión de los proyectos mencionados generará
un enorme impacto ambiental, no sólo sobre el área de extracción
sino también en zonas colindantes, incluyendo a la comunidad de Santa Bárbara. Además, como se habrá podido notar, estos proyectos no
han llevado a cabo procesos de consulta previa10 cuando la misma
ha debido realizarse con anterioridad al otorgamiento del título minero
y no dentro del trámite de licencia ambiental (Fierro, 2011: 175) pues
se trata de un derecho –la consulta previa– que se extiende no sólo a
la fase de explotación, sino también a las labores exploratorias que
se estén realizando. Por otro lado, el hecho de que la comunidad de
Santa Bárbara aún no esté formalmente constituida como resguardo
no es óbice para que sea exigible el derecho a la Consulta Previa: la
Corte Constitucional colombiana ha dejado claro que “este derecho
no solo debe predicarse, sobre las comunidades cuyos resguardos ya
se encuentran reconocidos, sino sobre todos aquellos territorios que
tradicionalmente han ocupado los grupos presentes en el municipio y
que constituyen “el ámbito tradicional de sus actividades culturales y
económicas.” (Corte Constitucional, 2015: 20).
10 Pese a no existir una lista cerrada de supuestos en que procede la consulta previa, lo cierto es
que deben darse dos condiciones fundamentales: que el proyecto a un pueblo indígena o tribal
y que esta afectación sea directa (Corte Constitucional, 2015: 2)
113
B. La minería ilegal y extracción criminal
Además de los megaproyectos ya adjudicados y que se encuentran
en desarrollo, los municipios del Macizo están siendo afectados por
la minería ilegal a pequeña y mediana escala, esto es, una minería
mecanizada que no cumple con ningún requisito normativo (GDIAM,
2015: 20) y que se identifica con el tipo de minería realizada en su
mayoría por personas foráneas a la comunidad.
Desde el año 2014 la comunidad de Santa Bárbara, junto con organizaciones en defensa del Macizo, han denunciado la minería subterránea
que estaría afectando, entre otras, a las fuentes hídricas ubicadas en la
vereda el Ventiadero (Corregimiento de Santa Bárbara) o el deterioro de
la quebrada las Minas que abastece de agua potable a aproximadamente 500 familias a través de la red de distribución comunitaria11. La comunidad testimonia que este tipo de minería se está realizando a partir de
la construcción de túneles de gran profundidad (hasta 15 metros) a partir
del uso de explosivos como la dinamita. Recientemente, sólo en el municipio de La Vega se ha alertado de la reactivación de aproximadamente
28 focos de explotación minera ilegal, entre ellos: la vereda el Recreo
(corregimiento Altamira); la vereda el Cairo (corregimiento de Santa Bárbara); las veredas el Bamboleo y San Vicente (corregimiento de Albania);
la vereda la Pampa (corregimiento Arbela) y la explotación sobre el río
Samangoy en la vereda Hueco Hondo (corregimiento Santa Juana). Ésta
última explotación ilegal coincide con el proyecto exploratorio “La Custodia” de la empresa minera Carboandes, indicado en líneas anteriores.
Algunas de estas explotaciones se ubican en antiguas minas coloniales y todas ellas han sido cooptadas por personas foráneas que
en su mayoría provienen de los departamentos de Nariño, Valle del
Cauca, Chocó y Antioquia.
Se trata de actividades que, si bien algunas de ellas no se encuentran en el radio de acción del Cabildo12, están provocando daños
11
Las comunidades no aceptan el concepto de “acueducto”, pues para ellas representa la privatización del recurso hídrico mediante la concepción de éste como servicio y no como derecho
fundamental.
114
y variaciones en los recursos hídricos y en la provisión de agua de
la comunidad. En vista de la inacción de las instituciones oficiales
competentes, el año 2014 la comunidad de Santa Bárbara mandató, mediante asamblea general, impulsar la movilización Campesina, Étnica y Popular en defensa del agua y el territorio. Junto
con los cabildos Paraíso, Nueva Argelia y el PCPV, inspeccionaron
la zona afectada y entablaron diálogo con los mineros que se encontraban allí, quienes manifestaron ser originarios del departamento del Chocó, y con la persona que manifestó ser propietario del
predio donde se estaban llevando a cabo las labores. Esta fuerte
movilización colectiva y acción de control territorial facilitó el acercamiento e interés del gobierno municipal que, finalmente, demolió
la tolva13 en el año 2015.
Ahora bien, pese a estas acciones, los mineros continuaron en la
zona, lo cual llevó nuevamente a denunciar estos hechos ante la
Corporación Autónoma Regional del Cauca (CRC), quien meses
después realizó una visita de verificación de impactos ambientales. No obstante lo anterior, ni la CRC ni las demás instituciones
interpeladas como la Alcaldía Municipal de La Vega y la Defensoría del Pueblo tomaron medidas al respecto, por lo cual la
comunidad resolvió desmantelar, el pasado 22 de julio de 2016,
la explotación minera ubicada en la vereda el Recreo. Lo hizo mediante la quema de aparatos y la destrucción del material ya que
sus dimensiones habían aumentado y los daños socio ambientales
continuaban.
Paralelamente, los habitantes y las autoridades de Santa Bárbara así
como las organizaciones en defensa del macizo han manifestado en
12 Es preciso recordar que mediante sentencias como T-379 de 2014 la Corte Constitucional indica que, con base en el Convenio 169 de la OIT, el concepto de tierra abarca todo el territorio que
utiliza el pueblo indígena, comprendiendo bosques. ríos, montañas y mares, y tanto su superficie
como suelo. Continúa el Manual de aplicación del mencionado convenio “La tierra tiene importancia fundamental para la cultura y la vida de muchos de estos pueblos. Es la base de su subsistencia
económica, de su bienestar espiritual y de su identidad cultural. Por tales motivos, la pérdida de
tierras ancestrales amenaza su supervivencia misma en cuanto comunidad y como pueblo.”
13 Se entiende por tolva la infraestructura construida en concreto, con cables acerados estilo línea
teleférico que se instala desde el punto de extracción de la mina hasta el punto de recepción de
la misma. A través de la tolva se traslada el material extraído de la mina.
115
diversas ocasiones a los organismos competentes su preocupación
por la contaminación de las siguientes fuentes hídricas: el Tambo (vereda el Recreo,); los Ingenios (vereda el Cairo); río Pancitará (vereda Santa Juana,) y, finalmente, la quebrada las Minas,
fuente hídrica que abarca diferentes zonas del municipio y que
provee de agua potable a la comunidad. Así mismo, han solicitado
definir acciones de protección integral de los acuíferos El Guambial,
Cerro Negro o la ya mencionada fuente ubicada en la vereda el
Ventiadero.
Del mismo modo que sucede con la gran minería, la desarticulación
de este tipo de actividades ha fortalecido los lazos de hermanamiento
entre la comunidad y los movimientos campesinos pese a que el ejercicio de estas acciones reivindicativas impliquen también un alto riesgo
para la seguridad y vida de quienes llevan la voz de sus comunidades
y colectivos.
Imagen 3.
Destrucción de mina en El Recreo, Santa Bárbara, La Vega. 2016.
Fuente: Comunidades en defensa del Macizo colombiano.
116
C. Minería tradicional y la minería de subsistencia
Como sucede en otros casos, y pese a las confusas definiciones establecidas por parte de la institucionalidad, algunos habitantes de la
comunidad de Santa Bárbara no llevan a cabo una minería informal ni
ilegal. Más bien se trata de una actividad a caballo entre la minería
ancestral y artesanal, por lo tanto, de subsistencia.
Es necesario conocer las razones sociales que en la actualidad
han llevado a algunas personas de la comunidad a ejercer ocasionalmente un tipo de minería, consistente en el lavado manual
de arena mediante bateas para obtención de oro, esto es, el barequeo (Cabildo Mayor Yanakona, 2001: 63; Ministerio de Minas
y Energía, 2012: 7). Ahora bien, es importante señalar que anteriormente la comunidad realizaba la explotación de minas pero
sólo de arena y grava (Cabildo Mayor Yanakona, 2001: 63)
con lo que para el caso de la comunidad de Santa Bárbara la extracción de oro no ha estado relacionada a un elemento ancestral,
sino más bien a una necesidad económica para compensar las
carencias presentes en las otras actividades que desarrollan. Así,
se trata de un tipo de minería de subsistencia, no mecanizada y
de carácter ocasional, con elementos de la minería ancestral y
artesanal y, por lo tanto, amparada por la ley con lo cual no es
necesaria la formalización o fiscalización, a diferencia de aquella
considerada como informal o ilegal. De formalizarse, dejaría
de ser ancestral y de subsistencia y pasaría a integrarse como
minería a pequeña escala en el circuito minero. Hasta hace poco
no existía una categoría correlativa en la ley que hiciera referencia a la minería ancestral o de subsistencia pero con el reciente
Decreto 1666 de 21 de octubre de 2016 se establece que es
aquella dirigida a la extracción y recolección a cielo abierto de
arenas, gravas de río, metales y piedras preciosas, por medios y
herramientas manuales, sin el uso de equipos mecanizados o maquinaria para su arranque. Este mismo año el Ministerio de Minas
y Energía mediante resolución deberá indicar el volumen máximo
de producción mensual de oro para este tipo de minería, por
lo que aquella cantidad que exceda a la permitida en principio
117
pasaría a formar parte de la denominada minería a pequeña escala y, por lo tanto, de necesaria formalización.
Así, si bien tanto la minería informal como la de subsistencia
generalmente se llevan acabo a pequeña escala, la denominada de
subsistencia no es, ni puede ser de ningún modo, equiparable a la
minería informal, así como tampoco a la minería ilegal pues estas
dos últimas usan instrumentos que mecanizan la extracción minera y
que, aunque sea a escala reducida, conlleva fuertes daños al medio ambiente. La Corte Constitucional también lo ha entendido así
y en recientes sentencias como la T-530/16 (F.J. 53) ha recordado
que las medidas legislativas y administrativas deben proteger –en
caso de existir– la minería de subsistencia, tradicional de comunidades campesinas y ancestral de pueblos indígenas y comunidades
negras.
En caso de darse efectivamente, la minería de subsistencia no requeriría título minero ni por lo tanto un proceso de formalización. El
gran problema es la falta de consenso en la denominación de los
tipos de minería y, por tanto, de su regulación, así como la confusión
de las propias instituciones competentes en algunos documentos oficiales pues, por un lado, en la en la propia la Política Minera Nacional se indica que la minería de subsistencia no requiere título minero
para su ejecución (Ministerio de Minas y Energía, 2016: 59) y, por
otro lado, en algunos documentos de trabajo oficiales, la ejecución
de la minería como economía de subsistencia es vista como uno
de los obstáculos para la formalización minera debido a los bajos
excedentes que genera (Ministerio de Minas y Energía, 2014: 72;
GDIAM, 2015: 23).
El conocimiento y reflexiones de la comunidad de Santa Bárbara
indican que se trataría de una minería de subsistencia que no se
identifica propiamente con una práctica ancestral de la comunidad
y cuyo origen estaría en las carencias socio productivas explicadas
anteriormente. Los dos principales riesgos de esta actividad son, por
un lado, la generación de conflictos en el seno de la comunidad
y, por otro, el efecto llamada frente a mineros foráneos a fin de
118
ejercer minería, esta vez informal e ilegal y por lo tanto mecanizada.
En este sentido, incluso las personas de la comunidad que llevan a
cabo estas prácticas consideran que este tipo de minería debería
compensarse o reducirse de la mano de otras iniciativas productivas
y agropecuarias adecuadas.
D. La formalización y la “minería bien hecha” de la Agencia
Nacional de Minería (ANM)
Como se acaba de ver, uno de los mayores retos para la autonomía
de los pueblos indígenas y comunidades rurales es la dicotomía
generada entre minería informal y minería de subsistencia. Una de
las líneas estratégicas de la Política nacional para la Formalización
de la minería en Colombia es que toda actividad extractiva, sea
del tipo que sea, se realice bajo una figura legal establecida en la
normativa minera, por lo que otro elemento que ciertamente tendrá efectos
en los territorios afectados por actividades mineras es la formalización
de aquellas realizadas a pequeña y mediana escala.
Así, de las tres vías para proceder a la formalización de los pequeños
mineros destaca la legalización, esto es, la solicitud de un título minero
o el trabajo bajo el amparo del mismo, con un acompañamiento por
parte de la institucionalidad. Mediante el Decreto 480 de 2014 de
5 de marzo de 2014 “Por el cual se reglamenta las condiciones y
requisitos para la celebración y ejecución de los subcontratos de formalización minera” los subcontratos de formalización14 se integrarían
en la segunda modalidad de formalización, pues permiten a aquellos
que ejerzan la actividad minera (sin título) dentro de un área ya ocupada por un título minero, formalizar un contrato con el titular del mismo.
Otras figuras, establecidas mediante la Ley 1753 de 2015 del 9 de
junio de 2015 “Por la cual se expide el plan Nacional de Desarrollo
2014-2018”, son las áreas de reserva para el desarrollo minero-energético
y las áreas libres para proyectos específicos de formalización (Art.
20) que el Estado puede constituir siempre y cuando se trate de zonas
14 Referidos por primera vez en la Ley 1658 de 2013 del 15 de julio de 2013 (art. 11) como
incentivos para formalización actividad minera.
119
libres y no protegidas. Para el caso de La Vega, el catastro minero
señala una zona bastante extensa reservada para el Estado.
Aunque aún no se tiene constancia que sea para tal fin, lo cierto es
que el solapamiento del área con títulos mineros ya concedidos hace
pensar que esa sea la intención.
Pese a que esta regulación no incluye la minería de subsistencia, se trata
de un claro propósito de ampliación del circuito minero que puede
llegar a tener efectos devastadores en zonas con gran potencial minero
energético y donde se encuentren comunidades étnicas o campesinas,
pues con este mecanismo sucedería algo parecido a lo ya comentado
respecto de la minería ilegal: el efecto llamada a otro tipo de minería
a partir del fomento y capacitación –en este caso de la minería a
pequeña escala– en aras de formalizar actividades que, como en
el caso de Santa Bárbara, no son primordiales para la comunidad ni
forman parte de su cosmovisión, sino que se ejercen de forma eventual,
sean estas formas ancestrales o no. Casos como estos se replican
en otras zonas de potencial minero y el gobierno es consciente de
ello pues uno de los ejes problemáticos identificados por el Ministerio
de Minas es, precisamente, la falta de normas especiales para las
comunidades étnicas.
2.2 Otras transformaciones socio ambientales generadas por
la minería
La mayoría de la población del macizo, y en este sentido también
la comunidad de Santa Bárbara, tiene una vocación de trabajo
agrícola, además del sustento que les proporciona el jornal. Es
así como la riqueza ambiental del municipio de La Vega y, concretamente, de Santa Bárbara también se refleja en la riqueza de
cultivos que hasta ahora se daban. El uso del suelo ha estado
destinado a tres actividades principales: conservación, uso forestal
y uso agroforestal (Duarte, 2015: 145). Según los habitantes del
Cabildo, los cultivos son los propios de una zona de clima templado, dándose arracacha, yuca, maíz, fríjol, cebolla, repollo y café,
120
así como una gran variedad de árboles frutales como la papaya,
el mango o el banano. Si bien el frijol y el maíz constituyen parte
importante de la dieta de la comunidad, denuncian que hace tres
años no pueden cultivar ninguno de los dos y, en el caso de que se
consiga sembrar y obtener el alimento, la comercialización de éste
es mucho más complicada. La producción ha mermado drásticamente debido la reducción de fertilidad de la tierra que, testimonia
la comunidad, se debe principalmente a dos factores: por un lado,
el uso de fertilizantes químicos y, por otro, la filtración de agua
contaminada a la tierra que llega a los cultivos. Los habitantes de
la comunidad intuyen que la contaminación del agua proviene del
uso de dinamita que se usa para explotar la mina, ya que en zonas
aledañas se ha evidenciado destrucción de flora y fauna. Incluso
lamentan la pérdida de muchas semillas de maíz propias debido a
la dificultad que tienen para cultivarlas y cuidarlas.
El manejo de las chagras como modo propio de producción agrícola
que combina cultivos o el trueque de alimentos o la mano de obra
cambiada (o cambio de mano) forman parte de la cosmovisión de
la comunidad y constituyen una práctica económica propia, social
y cultural que define el trabajo en minga (Cabildo Mayor Yanakona,
2014: 120). Ahora bien, debido a las mencionadas dificultades y a
fin de mantener sus necesidades básicas, mujeres y hombres se han
visto obligados a emigrar a otros departamentos, permaneciendo largas temporadas trabajando como jornaleros en grandes extensiones
de fincas o realizando trabajos domésticos en otros hogares. A ello
se añade la migración a las ciudades, por mucho más tiempo, de la
población más joven de la comunidad, siendo uno de los retos identificados también a nivel regional por parte del CRIC (CRIC. Autoridad
Territorial Económico Ambiental, 2016: 19).
Como se ha podido ver, los potenciales efectos ambientales y socioculturales de los diferentes tipos de minería en el territorio son
vastos. Como bien saben las comunidades, “la minería sin agua no
es minería” (Entrevista 1) por lo que la contaminación de los recursos hídricos implica esfuerzos añadidos para cultivar y obtener el
producto, algo que no se daba antes y que estaría desincentivando
121
a la comunidad a trabajar la tierra. La comunidad también está
preocupada por lo que consideran una privatización de los recursos
hídricos por parte del gobierno municipal pues, hasta el momento,
se hacía uso y cuidado colectivo de las fuentes de agua o “ojos
de agua”, es decir, pequeños arroyos, sin necesidad de contraprestación económica alguna. No obstante, la nueva normativa
les exige inscribir estas fuentes y pagar un canon sobre la misma.
Paralelamente a esta situación, alarman de la fuerte degradación
de la quebrada Los Ingenios o la contaminación por mercurio del
río Pancitará, que está perdiendo la biodiversidad de sus vegas y
que, en algunos tramos, los animales ya no pueden aproximarse a
tomar agua debido a la presencia de despeñaderos, a causa de la
actividad minera en la zona.
Entre los ríos que conforman la Gran Cuenca del río Patía se encuentran
también los ríos Esmita, Guachicono, Sánchez y Sambingo. El caso
de este último es ciertamente alarmante, pues las denuncias que la
comunidad de Mercaderes hizo durante tanto tiempo (Organizaciones
de Mujeres del Cauca, 2016) sobre el grave estado del mismo, no
sirvieron para evitar la degradación y desaparición de los bosques
naturales de esta subcuenca y del propio río. La propia CRC reconoce
el proceso de degradación en el que se encuentra la gran Cuenca
del río Patía, por contaminación de mercurio, cianuro o arsénico,
destrucción de riveras de bosque natural o cambio de curso de algunos
afluentes. Se reconoció también una alta tasa de deforestación –700
ha/año– (CRC, 2012: 39) que, de seguir así, podría conllevar –y en
efecto está llevando– a la desaparición de los bosques naturales de
las cuencas en menos de 20 años, identificando también que entre las
causas de desertización se encontraban los propios conflictos por el
uso del suelo.
Así, las condiciones vitales y socioculturales de esta comunidad, así
como de los habitantes del Macizo, se ven seriamente comprometidas,
pues se está afectando progresivamente al sistema económico-productivo que subyace en el mantenimiento de su soberanía alimentaria e
hídrica, presentando dificultades incluso para acceder a la compra de
mercado de alimentación en lugares cercanos.
122
3. Acciones y propuestas de la comunidad
3.1 Los procesos de control y defensa territorial a partir de la
autonomía indígena y campesina en el municipio de La Vega
En estos últimos años, los Cabildos indígenas de Santa Bárbara y Paraíso
han realizado diversas acciones conjuntas de control territorial (Comunicado 01) junto con las organizaciones campesinas – principalmente
con el Proceso Campesino y Popular del Municipio de la Vega (PCPV)
– en defensa de la autonomía del territorio y la protección de los recursos
hídricos. Durante el mes de marzo de 2015, y en el marco de la “Sexta
marcha por la vida y por el agua”, desarrollaron una acción de control
territorial, expulsando dragas mineras que se encontraban en el río Pancitará, corregimiento de Altamira, previo uso del diálogo con los sujetos
que se encontraban trabajando en las vegas del río. La última acción de
hecho fue el pasado año 2016 mediante la demolición de la tolva minera
ubicada en la vereda El Recreo y que afectaba al acuífero el Guambial.
Destacan acciones como la del pasado 12 de febrero de 2017, en
donde se desarrolló la “8ª Marcha por la vida y por el agua, defendiendo el macizo colombiano y la cuenca alta del río Patía” (ACPA
Cauca, 2017) en oposición no sólo a los megaproyectos mineros implantados como Dominical –se conoce que la empresa sigue trabajando
en la recogida de muestras para definir la rentabilidad de la operación–,
sino también a la legalización de las Unidades de Producción Minera
(UPM) que se está intentando impulsar desde el gobierno a fin de
formalizar la minería que llevan a cabo principalmente foráneos en el
territorio. Allí participaron las comunidades de Santa Bárbara, Paraíso,
Nueva Argelia, Santa Rita, entre otras tantas, movilizándose desde la
Dorada y Santa Bárbara y llegando hasta El Ventiadero, lugar donde se
encuentra actualmente una explotación minera subterránea ilegal que,
con más de diez túneles, está afectando al acueducto comunitario del
Cabildo de Santa Bárbara (Entrevista 2; Casa del Cauca, 2014).
Así mismo, frente a la amenaza latente que constituyen las actividades
extractivas para su fortalecimiento cultural y en aras de continuar en
123
el fortalecimiento comunitario en defensa del agua y de la vida, por
parte del PCPV se convocó a todas las organizaciones populares del
Macizo a fin reflexionar y aunar una estrategia conjunta a seguir en el
8º encuentro “Pueblos y Semillas”.
Son apenas unos pocos ejemplos de la fuerte movilización interétnica
e intercultural que ha resultado ser crucial en el Macizo Colombiano
y en La Vega en particular. Por ello resulta ciertamente irresponsable
que, en documentos oficiales, se señale que la conflictividad social
en el tema minero proviene de la mala reputación o aversión a este
tipo de actividades, las cuales son una consecuencia de la desinformación presente en las comunidades quienes exponen la idea
errónea de los efectos nocivos que tiene la minería para el medio ambiente, la economía y la sociedad, dificultando así la implementación
de proyectos mineros (Ministerio de Minas y Energía, 2016: 16). El
mismo argumento es asumido a nivel regional, centrándose esta vez
en los efectos nocivos de la minería a pequeña y mediana escala, sin
hacer referencia alguna a la gran minería (CRC, 2012: 11). Lo cierto
es que tal y como se reconoce en el propio Plan de Acción CRC
2016 – 2019 “Cauca, territorio ambiental para La Paz” existe una
débil gestión de la planificación ambiental territorial (CRC, 2016)
y lo más grave es que realmente no se tiene en cuenta ni se toman
enserio las preocupaciones y propuestas que las comunidades del
Macizo llevan años difundiendo.
3.2 Las propuestas generadas desde los procesos en defensa del
agua y de la vida
En el amplio mapa de actores implicados en los procesos del cuidado y defensa del Macizo como espacio de vida, existen no pocas
propuestas frente a la presión minero-energética en el Macizo. Las
iniciativas de la comunidad de Santa Bárbara van en línea con
las demandas del Cabildo mayor Yanakona, pues se dirigen a la
construcción del Pilar ambiental, concretado en el manejo ambiental del territorio de acuerdo a sus usos y costumbres (PDY, 2002:
74). De este modo, la propuesta principal de la comunidad consiste
124
fundamentalmente en la recuperación del equilibrio territorial, cultural
y espiritual. El fortalecimiento y la recuperación de las formas propias
como pueblo indígena Yanakona, esto es, el impulso de la lengua
propia a partir de la escuela Yachay Churikuna, el desarrollo de
iniciativas productivas basadas en la diversidad de cultivos que la
tierra puede ofrecer, las medidas de recuperación y de saneamiento
del suelo y de la fuentes hídricas contaminadas y, finalmente, la
posibilidad de constituirse como resguardo ancestral a fin de acceder
a nuevas áreas de territorio colindante con el área del cabildo y
poder sincronizar con los sitios sagrados.
Lo cierto es que estas iniciativas son acordes con el Sistema de
gestión ambiental Yanakona (SIGTAY) un instrumento jurídico-político
de construcción comunitaria orientado en cuatro componentes, a
saber: 1. Yachay Runa Yanakuna Marka o saber ancestral, territorio
y sitios sagrados; 2. Wilka Apu Kuna, esto es, territorio, montañas,
páramos, biodiversidad y calentamiento global en el Macizo Andino Amazónico colombiano; 3. Wilka Yaku o agua sagrada y
energías alternativas; 4. Kapak Ñan Marka o territorios vulnerables,
zonas de riesgo, vías y caminos ancestrales (Cabildo Mayor Yanakona, 2014: 111).
A su vez, estas medidas se enmarcan en algunos elementos esenciales de la plataforma de lucha del CRIC que, desde el año 2013 y en
ocasión del XIV Congreso del CRIC en el resguardo indígena Kokonuko, impulsó el mandato dirigido al rechazo de la minería llevada a
cabo por particulares o multinacionales en territorios. En el entendido
de que la verdadera autonomía de los pueblos indígenas se lleva
a cabo en el ejercicio territorial, el CRIC recientemente ha estado
desarrollando una interesante iniciativa que, bajo los principios de
unidad, tierra y cultura, impulsa la figura de la Autoridad Territorial
económico ambiental. No sólo los resguardos formalmente constituidos y los saberes y quehaceres de las comunidades sino también las
fuentes, montañas, ríos y en definitiva el territorio físico y espiritual son
considerados como espacios de vida “son un todo, no delimitado,
no separado, son la fuente de sustento, es el espacio material
y espiritual, de arriba, de abajo y del medio, es nuestra casa
125
grande, es la base de nuestra pervivencia.” (Autoridad Económico
Ambiental, CRIC, 2016: 4).
Frente a la presión minera en los territorios el CRIC propone, entre
otras medidas, la sustitución de la actividad minera por actividades
eco turísticas, el fomento de las cadenas productivas locales y propias
–un ejemplo sería la Central Cooperativa Indígena del Cauca (CENCOIC)– la diversidad productiva y, en definitiva, proyectos locales
sostenibles y en armonía con la madre naturaleza. Con el objetivo de
recuperar y restaurar los espacios de vida afectados, se propone el impulso de acciones conjuntas de manejo ambiental mediante, por ejemplo, la delimitación de la frontera agrícola o el uso de técnicas como
la bioingeniería. En definitiva, es necesaria una ampliación territorial
de la mano de alternativas productivas que claramente no concilian
con las actividades mineras que se están potenciando por parte de las
instituciones colombianas.
“sólo cuando los territorios estén armonizados y equilibrados, en calma
(...) sólo cuando nosotras las comunidades estemos tranquilas y podamos desarrollar nuestras actividades de sostenimiento en cada uno de
nuestros hogares, sólo a partir de ahí se podrá hablar de Paz”.
Ahora bien, para trazar estos objetivos es imprescindible reconocer a
las pueblos Indígenas como autoridades territoriales y económico-ambientales que, de manera mancomunada con las comunidades campesinas y afrodescendientes, llevan todos estos años caminando el
territorio. Ahí subyace la importancia del proceso conjunto al que se
ha hecho referencia a lo largo de estas páginas y que se enmarca en
el Proceso Campesino y Popular del Municipio de La Vega (PCPV).
Los encuentros anuales “Pueblos y Semillas” y la convivencia popular
del agua, cuenca del río Patía, donde se valora la situación del territorio, así como las estrategias de cooperación y movilización abiertas
a comunidades afro descendientes, campesinos, indígenas y sector
estudiantil, popular y social.
Como se ha visto, existe en el Macizo una confluencia de espacios
de gran riqueza no sólo natural sino también social, espacios que
en efecto alimentan la resistencia colectiva frente a tantas violencias
estructurales, amenazas y persecuciones de las que son objeto las comunidades. Pese al silencio institucional, se siguen generando nuevas
sinergias interétnicas y comunitarias, todas ellas con un horizonte claro
y que anuncia con fuerza el gobernador del Cabildo Santa Bárbara:
126
127
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www.semana.com/opinion/articulo/macizo-colombiano-ecosistema-estrategico/65670-3
Conferencias y foros
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Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, CENSAT Agua Viva y Fernando
Vargas Valencia” mayo 2 y 3 de 2016. Popayán, Colombia.
131
Entrevistas
Entrevista 1: Narváez, A., (2016) Entrevista realizada por el Observatorio
Adpi, La Vega, Cauca, 19 de agosto de 2016.
Entrevista 2: Comunidad indígena Yanakona de Santa Bárbara (2016) Entrevista realizada por el Observatorio Adpi, La Vega, Cauca, 19 de agosto
de 2016.
Entrevista 3: Almendra, A., (2016) Entrevista realizada por el Observatorio
Adpi, Popayán, Cauca, 16 de agosto de 2016.
Autoridad Económico Ambiental del CRIC (2016) Entrevista realizada por el
Observatorio Adpi, Popayán, Cauca, 17 de agosto de 2016.
Sentencias de la Corte Constitucional de Colombia
Corte Constitucional de Colombia (2012a). Sentencia T-513 de 2012. Julio
de 2012, Bogotá.
Corte Constitucional de Colombia (2012b). Sentencia T-993 de 2012.
Noviembre de 2012, Bogotá.
Corte Constitucional de Colombia (2014a). Sentencia T-379/14. Junio de
2014, Bogotá.
Corte Constitucional de Colombia (2014b). Sentencia T-849/14. Noviembre de 2014, Bogotá.
Corte Constitucional de Colombia (2015). Sentencia T-427/15. Abril de
2015, Bogotá.
Corte Constitucional de Colombia (2016a). Sentencia T-530/16. Septiembre de 2016, Bogotá.
Corte Constitucional de Colombia (2016b). Sentencia T-704/16. Diciembre
de 2016, Bogotá.
132
Capítulo 4
Núria Morelló Calafell
LA AMENAZA DE LA
MINERÍA EN EL
PACÍFICO NARIÑENSE
Y EN EL KATSA SU
El Pueblo Awá y sus resistencias
Fotografía: Unidad Indígena del Pueblo Awá - UNIPA.
La amenaza de la minería en el pacífico
nariñense y en el Katsa Su. El Pueblo Awá y sus
resistencias
The threat of mining in the nariño pacific area and in Katsa Su. The
Awá people and their resistance
por: Núria Morelló Calafell / nuriamorello@gmail.com
1. Introducción
Katsa Su es el nombre en awapit del territorio ancestral donde habita el pueblo Awá. Éste se ubica de un modo binacional, entre Colombia y Ecuador.
Desde hace tan sólo unos años, el pueblo awá de Brasil se incluyó dentro
del mismo tronco familiar común, al analizarse una gran variedad de similitudes lingüísticas a pesar de la distancia que los separa a nivel territorial.
Pero no sólo se comparte un origen común, el hecho de habitar en las selvas
tropicales con mayor biodiversidad del planeta, ha puesto al territorio ancestral de este pueblo indígena en el punto de mira de intereses económicos
transnacionales, megaproyectos, extractivismo minero y de hidrocarburos,
así como proyectos agroindustriales a gran escala como la producción de
palma de aceite. Además, en la parte colombiana, el pueblo awá habita
los departamentos de Putumayo y Nariño, zonas clave en la actividad
de la economía de la cocaína. Este contexto ha convertido parte del
Katsa Su en un espacio de lucha encarnizada por el control territorial
de los recursos que dan sus espacios de vida, así como de las rutas estratégicas que se disputan entre actores armados legales como el Ejército
colombiano, guerrillas, grupos paramilitares y los cárteles del narcotráfico.
De este modo, las lógicas coloniales de despojo actúan tanto en Brasil
como en Colombia. Este hecho se evidenció cuando, en un llamado
136
a una misión de solidaridad que hizo el pueblo Awá en Brasil ante la
penetración de empresas trasnacionales madereras en su territorio, los
y las awá de la parte pacífica pudieron comprobar que compartían un
mismo origen lingüístico y una problemática común que amenaza su
persistencia como pueblo.
El pueblo Awá posee una cosmovisión de una gran complejidad enraizada en el sistema ecológico de la selva tropical húmeda, hecho
que hace que se definan como gente de la montaña y la selva, y
cuidadores de la naturaleza:
“Los Awá somos hijos de la montaña; nuestros padres son dos
barbachas, una blanca y una negra que se encontraban en un
árbol ubicado en la cabecera y a la orilla del río chatanalpí,
somos de la unión de las dos barbachas, de allí el nombre de
Inkal Awá que traduce gente de la montaña o selva, y nuestra
misión es cuidar la naturaleza.” (Plan de Vida Awá, 2012).
En Colombia y Ecuador, zona donde se ubicaba el antiguo “reino
zambo” compuesto por indígenas y afrodescendientes durante la colonización española, el pueblo Awá pasó prácticamente desapercibido
para el Estado hasta finales de los años 80 del pasado siglo, momento
en que su territorio aún no estaba en el foco de los intereses económicos y políticos. Ha sido en el transcurso de las últimas 3 décadas en
que este pueblo se ha visto inmerso en un espiral fulminante de violencia y despojo que ha perturbado el equilibrio del Katsa Su.
El trabajo que aquí se presenta tiene como precedente el informe realizado por parte de los miembros del Observatorio ADPI y titulado Sus armas
no lograrán extinguir nuestra palabra. Informe de riesgos de extinción en
6 Pueblos Indígenas de Colombia. En éste, José Aristizábal (2014) hizo
una primera investigación con el pueblo Awá y expuso los principales
riesgos de extinción física y cultural, contextualizando regionalmente su
situación en un territorio estratégico en disputa y con una institucionalidad
muy precaria en manos de intereses privados. En este estudio preliminar
se planteó como factor principal de riesgo de extinción la presencia e
intervención de todos los actores armados del conflicto. También,
137
se indicó que la economía de la cocaína, la política antidrogas, los
megaproyectos para infraestructuras –como el corredor Multimodal Tumaco (Colombia)-Belem do Para (Brasil), conocido como eje amazonas
– la minería y los hidrocarburos y la explotación agroindustrial para combustibles, son actividades que constituyen la impronta de la penetración
capitalista y la fase de despojo actual, así como sus lógicas agresivas
de acumulación por desposesión.
En este informe se hará especial hincapié en una actividad en concreto: la extractiva minera, que amenaza y constituye un factor más de
desestabilización, conflictividad social y violencia en el territorio awá.
Para ello se han utilizado varias fuentes de información. Por un lado,
se han aplicado métodos cualitativos de recolección de datos y se han
realizado cuatro entrevistas en profundidad con miembros del pueblo
awá y de la UNIPA (Unidad Indígena del Pueblo Awá). Durante la
visita a terreno en 2016 se tuvo la oportunidad de entrevistar al Consejero Mayor de la UNIPA, al actual consejero de Educación y mayor
indígena, al presidente de la UNIPA y al asesor sobre afectaciones
ambientales de la misma organización. También, se ha utilizado información brindada por la Consejería de Mujer y Familia de la UNIPA,
en su visita a Barcelona durante el mes de julio de 2016. Para complementar sus testimonios, se han utilizado fuentes como documentos
generados por el pueblo Awá y sus organizaciones, tales como la
Actualización del Plan de Salvaguarda étnica Awá (2012), los comunicados de la UNIPA, sus bases de datos internas o el Plan de Vida
del pueblo awá, así como también publicaciones de los medios de
comunicación locales.
En el texto que sigue se expondrán, en primer lugar, las principales
características del pueblo awá, su organización, demografía y su
cosmovisión, todas ellas relacionadas en el contexto socieconómico
reciente. En un tercer punto, se expondrá la situación actual amparada
en el Auto 004 de 2009 de la Corte Constitucional, que define a este
pueblo indígena como el que posee más riesgo de desaparición física
y cultural de Colombia. Dicho riesgo se relacionará con las principales
vulneraciones a derechos humanos en el marco del conflicto armado
documentadas hasta la fecha actual (mayo de 2017). En tercer lugar,
138
y como cuarto aparatado, se ahondará en la actividad minera y sus
afectaciones en dos casos concretos: el del resguardo Hojal la Turbia
y el del resguardo Gran Rosario (ambos casos en el departamento de
Nariño en Colombia). Se va a mostrar como la actividad minera tiene
un carácter ilegal e informal, no existen concesiones, ni titulaciones, y
presenta vínculos con grupos armados ilegales y criminales. También, se
verá cómo esta actividad se yuxtapone a distintas afectaciones territoriales
y de contaminación vinculadas a actividades ilegales, como el cultivo y
procesamiento de la coca y los derramamientos de crudo que se asocian
a ésta. Esta yuxtaposición también se presenta en actividades legales
como la explotación petrolífera y las fumigaciones con glifosato para
la erradicación de los cultivos de coca. En un quinto apartado se van
a indicar las afectaciones a los modos de vida en los resguardos awá.
Finalmente, se expondrán las principales respuestas de resistencia del
pueblo Awá en su oposición a la explotación minera de sus territorios.
2. El pueblo Awá y sus organizaciones en el contexto económico
reciente
En Colombia, el pueblo Awá se encuentra en el departamento de
Nariño, concretamente en los municipios de Tumaco, Ricaurte, Samaniego, Barbacoas y Roberto Payán, y en el departamento de Putumayo, en los municipios de Orito, Puerto Caicedo, Villagarzón y San
Miguel. En Ecuador se ubica en la zona norte en las provincias de
Esmeraldas, Carchi e Imbabura (ver mapa 1).
A nivel administrativo, organizativo y territorial, desde 1983 se ha
trabajado colectivamente en el proyecto de la “Gran familia Awá”, la
cual se organiza mediante cuatro organizaciones de segundo nivel:
1. CAMAWARI (Cabildo Mayor Awá de Ricaurte).
Ubicado en un territorio que comprende unas 107.000 hectáreas de
selva húmeda tropical con una población de 10.500 habitantes repartida en 11 resguardos. Ésta constituye el 80% la población y el 90 %
del territorio del municipio de Ricaurte.
139
Mapa 1.
Mapa 2.
Territorio awá en Nariño y Putumayo (Colombia y Ecuador).
Resguardos y municipios administrados por la UNIPA, con señalización en los puntos
de extracción minera.
Fuente: ONIC, UNIPA, CAMAWARI, ACIPAP, FCAE.
2. ACIPAP (Asociación de Cabildos indígenas del Pueblo Awá del
Putumayo).
Tiene reconocidos 17 resguardos y cinco en proceso de titulación. Se
encuentra en los municipios de Villagarzón, Orito, San Miguel, Puerto
Caicedo y San Francisco, y alberga una población de unos 4.000
habitantes.
3. UNIPA (Unidad Indígena del Pueblo Awá).
Radicada en los municipios de Tumaco, Barbacoas, Samaniego y Roberto Payán en el departamento de Nariño, en el pie de monte costero
de la región pacífica. Este territorio lo integran unos 20.700 indígenas,
asentados en 25 resguardos legalmente constituidos y 5 en proceso de
constitución, con una extensión de 210.000 hectáreas. Concretamente,
140
Fuente: UNIPA.
los dos casos de minería ilegal que se van a describir en este capítulo
pertenecen a los resguardos Hojal la Turbia y Gran Rosario gestionados
por esta organización (ver mapa 2).
4. FECAE (Federación Awá del Ecuador).
Según la Actualización del Plan de Salvaguarda étnica Awá (2012) ésta
posee una superficie de 116.919 hectáreas de bosque tropical que
representan la extensión más grande que queda en la costa ccuatoriana,
aparte de la reserva rcológica Cotacachi-Cayapas y que forma parte
del sistema de áreas protegidas del Ecuador. Sin embargo, en este país
se da el menor número de población awá, 3051 personas que viven en
21 comunidades, organizadas desde 1985 en torno a la Federación
de Centros Awá del Ecuador (FCAE), que a su vez está afiliada a la
Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE).
141
Siguiendo la Actualización del Plan de Salvaguarda étnica del pueblo Awá (2012, 60-65), elaborado por miembros de las tres organizaciones awá colombianas y revisado en 2012, las personas awá
entienden y viven el territorio como un todo:
de las negociaciones entre estos seres y del respeto de las normas que
rigen la montaña depende la reproducción de la vida de los Awá, incluyendo al Inkal-Awá.” (Actualización del Plan de Salvaguarda étnica
del pueblo Awá, 2012: 61).
“El territorio lo entendemos como todo lo de la tierra, que es más que
todo los límites. La tierra es lo palpable, lo que se puede ver, coger,
sembrar, donde hacemos casa, echamos semilla, eso es la tierra. El
territorio es un todo, el conjunto de tierra que incluye bosque, río, quebrada, personas, todo.” (Gabriel Bisbicús, 1995, Actualización del
Plan de Salvaguarda étnica del Pueblo Awá, 2012: 60).
Las negociaciones descritas en la anterior cita tienen lugar en un territorio definido como cosmos-ambiente que se divide en cuatro mundos:
Para los y las awá, esta comprensión del territorio refleja una cosmovisión
basada en una concepción integral del mundo, que se diferencia
claramente de la concepción occidental de mercado que convierte
en mercancías, bienes y propiedades privadas a la naturaleza y sus
espacios de vida. De esto modo, el pensamiento awá no incluye las
nociones de propiedad privada o de recursos naturales, ya que considera que todos los seres y las partes de la naturaleza están constituidos en la misma esencia y pertenecen a todos. En este sentido, se
cuestionan y rechazan las relaciones de dominio sujeto (humanos)/
objeto (naturaleza), ya que las relaciones sociales no son exclusivas
únicamente en las relaciones humanas:
“La presencia en el territorio de habitantes humanos, animales y plantas
así como de espíritus que nos protegen mediante normas y castigos,
pone las condiciones a los humanos para decidir sobre la explotación
de lo que los occidentales o mestizos llaman “recursos” (…) El manejo
ambiental Awá es el resultado de relaciones tensas y complejas con
diferentes seres de la naturaleza, con quienes mediante la negociación
constante y el respeto por las normas que regulan el uso material y
simbólico de la naturaleza, se construye la convivencia equilibrada
de todos ellos. La noción del ser humano como único ser responsable
de la toma de decisiones sobre el futuro de la naturaleza es ajena a
la lógica cultural Awá. El territorio es, por lo tanto, un espacio físico
y simbólico en el que diferentes seres conviven y comparten espacios
comunes, entrando algunas veces en situaciones de conflicto. Del éxito
142
1. El Maza Su = Ishkum Awa (mundo abajo, gente que come humo).
2. El Pas Su = Awaruzpa (mundo donde vivimos).
3. El Kutña Su = irittuspa. (mundo de los muertos).
4. El Ampara Su = Katsamika (mundo de los dioses).
“En este análisis está el mundo de arriba, el cuarto mundo, digamos
que es como el firmamento, está el creador, pero también los satélites.
Debajo de este hay otro mundo, el tercer mundo, donde están las
aves, también dicen que los espíritus. Después el segundo mundo que
es donde nosotros estamos, Y después el de abajo, que es el suelo,
donde está lo de abajo. Para ellos todo es vida. De los bosques,
pues hay su dueño. Ahora los dueños de estos lugares se han vuelto
enemigos de los awá, antes eran amigos. Este es el acunda. También
están los sitios sagrados. En las peñas y donde hay cascadas son sitos
de curación. Este sistema de control tradicional que antes se daba, se
daba muy bien, hoy día muchos ya ni saben, ni conocen siquiera los
lugares” (Asesor sobre afectaciones ambientales de la UNIPA, 2016,
Nariño, Colombia).
Para los y las awá esta concepción se define como una apuesta política
de raíz ecologista, que persigue el objetivo de vivir en el territorio y mejorar la vida desde “lo propio”, ante las amenazas del despojo capitalista.
Como ya se ha indicado con anterioridad, éste se inicia a en los años
80 con la llegada de los primeros cultivos de uso ilícito y se agudiza en
los años 90, ante el inicio de una profunda crisis en el sector agrícola.
Dicha crisis se inicia como consecuencia de la liberalización comercial,
143
el fomento del contrabando y los inicios de la inseguridad y la violencia1. A partir de ese momento, varios autores señalan cómo la región se
configuró en un complejo escenario que expresaba múltiples intereses y
dinámicas de dominio, convirtiéndose en uno de los espacios más conflictivos de la historia reciente de Colombia. Por ejemplo, Vargas Meza
(2003: 125-159) cita la penetración del cartel de Cali en la región, de
los grupos insurgentes y de los paramilitares por la disputa de las rutas
de salida de la cocaína al Pacífico. Junto con la dinámica de guerra
y de penetración de distintos actores y sus intereses, paralelamente se
desarrolló el despojo y la acumulación de tierras, enfocadas hacia el
monocultivo de la palma aceitera. De este modo, en la región del Pacífico
se ha vivido una crisis cultural que lleva a asumir por la fuerza una
nueva escala de valores, en base a la inserción hacia un capitalismo
gansteril, y la vinculación entre capital legal e ilegal.
La presencia de todos los actores armados ha supuesto una afectación
letal a los derechos humanos de las poblaciones de la zona y, en el caso
que nos interesa, del pueblo Awá. Según Aristizábal (2014: 57-59) los
actores armados con presencia en el Katsa Su son los siguientes: las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Frentes 2 y 29,
Columna Mariscal Sucre y Daniel Aldana; el Ejército de Liberación Nacional (ELN), Frente Comuneros del Sur y las columnas Mártires de Barbacoas y Héroes de Sindagua; los Grupos Armados Post Desmovilización
(GAPD)2 y, finalmente, la fuerza pública, que ejerce una presencia permanente en el territorio a través de la Brigada XXIX del Ejército Nacional.
El Ejército ha realizado numerosas ofensivas contrainsurgentes y antidrogas en el territorio y en general operaciones militares que han conllevado en varias ocasiones bombardeos por parte de la Fuerza Aérea. Con
la implementación del Plan Colombia y la militarización en los años
2007, el territorio se convirtió en un terreno de enfrentamientos con
graves consecuencias para la población civil. Ya sea por ser utilizadas
1 Según Vargas Meza (2003, 125-128) en relación a todo el departamento de Nariño, se han desarrollado tres grandes momentos en la presencia de cultivos ilícitos. El primero, a comienzos de los años 80,
en el norte del departamento y muy focalizado a consumo local; el segundo se relaciona con los cultivos
de amapola, los cuales de 1992 a 1995 registraron el mayor incremento (1.312 ha en 1994) y que
descendieron posteriormente para volver a repuntar en 2002. El tercero se relaciona con el auge de los
cultivos de coca en Nariño, situados en la llanura del Pacífico, a fínales de los años 90 y que supusieron
la instalación del narcotráfico y el cambio en el mapa del conflicto armado en esta región del país.
144
como escudos humanos, o como informantes, lo cierto es que los y las
awá han sido víctimas de un intenso control territorial efectuado por los
actores armados, así como de las extorsiones, el reclutamiento forzado,
la violencia sexual o el uso de las Minas Antipersonal (MAP) que se han
implantado en el Katsa Su como arma de guerra.
3. El Auto 004 de 2009 y la vulneración de derechos
humanos en el pueblo Awá
Organismos de derechos humanos nacionales e internacionales han
considerado al pueblo Awá como víctima de un lento exterminio en
Colombia. Un ejemplo de ello lo encontramos en el Auto 004 de
2009 emitido por la Corte Constitucional de Colombia. Este Auto
alerta que el pueblo Awá es uno de los pueblos indígenas colombianos que atraviesa por una crisis humanitaria de proporciones desmesuradas y sin precedentes en los y que les pone en un claro riesgo de
exterminio (Aristizábal, 2014: 66).
Mediante este Auto, la Sala Especial del alto tribunal define al pueblo
Awá como sujeto especial de protección y lanza tres órdenes específicas:
1. Establecer un programa de garantía de los derechos de los
Pueblos Indígenas.
2. Configurar planes de Salvaguarda étnica para el pueblo Awá.
3. Adoptar determinaciones encaminadas a evitar la impunidad.
Esta última orden se dirige especialmente a la Fiscalía General
de la Nación.
En múltiples ocasiones el pueblo Awá ha acordado con el gobierno
nacional y los ministerios encargados la concertación de reuniones a
fin de desarrollar los mandatos establecidos no sólo en el auto 004
2 Estructuras desmovilizadas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Las Águilas Negras, la Organización Nueva Generación, el Bloque Pacífico y Los Rastrojos.
145
de 2009, sino también en los autos 174 de 2011 (Plan Provisional
Urgente de Reacción y Contingencia) y el 143 de 2013 emitidos por
la Corte Constitucional colombiana.
territorio y el fortalecimiento de la Guardia Indígena, sobre todo en el
último año, en que se han producido varias agresiones e intentos de
homicidio perpetrados por la fuerza pública.
De este modo, se creó la Mesa de Concertación del pueblo Awá (MCAWA) que constituye el espacio de encuentro entre el gobierno colombiano
y el pueblo Awá, y que fue instalada hace ya siete años en virtud de
esta Orden Constitucional. Junto con el Plan de Salvaguarda Étnica del
pueblo Awá (PSA), la MCAWA constituye una herramienta fundamental
de defensa y negociación con el gobierno colombiano. Sin embargo,
la UNIPA e instancias nacionales e internacionales como la Comisión de
Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas (2006) o la Veeduría Internacional por el pueblo Awá (a la cual pertenece el Observatorio ADPI)
han llamado la atención sobre los incumplimientos de los acuerdos en
numerosas ocasiones, la lentitud en sus avances y la ausencia de personal
autorizado con capacidad de decisión en las reuniones. Por ejemplo, en
relación al Plan de Salvaguarda étnica, en 2011 se debían concertar en
Orito (Putumayo) 19 lineamientos políticos y 6 componentes, de los que tan
sólo se concertaron un 80%, quedando fuera los temas medioambientales
y minero-energéticos. El Auto 174 de 2011, pese a ser un plan que se
debía implementar en 6 meses, también permanece estancado desde
2013. En respuesta a esta preocupante situación, el pueblo Awá se ha
organizado en asambleas y mingas, con el mandato de seguir a las vías
de hecho y protestar ante la falta de voluntad política para implementar
los compromisos.
Esta frágil, y a la vez tensa, relación entre el pueblo Awá y las instituciones colombianas, pone de manifiesto la gravedad de la situación,
sobre todo si se adentra en el alarmante baile de cifras de vulneración
de derechos humanos que arrojan los datos de estos últimos años. A
continuación, se exponen las principales afectaciones desde el año
2011 y también otras violencias como la machista, asociada al recrudecimiento del conflicto en el interior de las comunidades (para mayor
profundización en los procesos de encuentro entre la MCAWA y el
A lo largo del año 2016, se ha solicitado de manera reiterada al
Ministerio de Interior (a través de la Dirección de Asuntos Indígenas, Rom
y Minorías), y a las diferentes instancias ministeriales, varias audiencias
para abordar la revisión del estado de cumplimiento de los compromisos
suscritos. Llama la atención que, desde entonces, se hayan suspendido y
reprogramado los encuentros, hecho que ha incrementado la sensación
de abandono, desgaste e indignación en las organizaciones awá.
La respuesta del gobierno para garantizar la seguridad en el territorio
donde habita el pueblo Awá ha sido aumentar la presencia de la Fuerza
Pública. Por contra, los y las awá defienden la desmilitarización del
146
Casos
Período
Cantidad
Homicidios
2011-2017
73 casos
Ataques, amenazas o presencia de grupos armados
2011-2017
31 casos
Desapariciones forzadas
2011-2015
9 casos
Minas antipersonales (MAP)
2011-2017
25 casos
10 muertos
Impactos por derrame de crudos
2011-2015
6 casos
Detenciones arbitrarias
2012-2013
11 personas
Desplazamiento y confinamiento forzado
2011-2016
3.637 personas
237 familias
Reclutamientos
2014-2015
9 casos
Violencia de Género
2013-2016
8 casos
Restricciones de la movilidad en territorios ancestrales
2011-2017
4 casos
Tabla 1.
Vulneración de Derechos Humanos en territorio Awá entre 2011-20173
3
La siguiente tabla ha sido elaborada partiendo del material recompilado en el Anexo 2:
Principales vulneraciones a Derechos Humanos del pueblo Awá: hechos presentados entre el
1 de enero de 2011 y abril de 2017, realizado por el Observatorio ADPI partiendo de datos
actualizados y proporcionados desde las bases de datos de la UNIPA. Existen algunas entradas
en las que los períodos cambian, ya que no hay información disponible.
147
pueblo Awá, así como en los datos que vamos a exponer, se puede
consultar el anexo 2 al final de este libro).
la propiedad colectiva de los resguardos y la propiedad privada no
titulada en zonas de colonización agrícola y cocalera.
En relación a la violencia contra las mujeres, desde la Consejería de Mujer y Familia de la UNIPA se apunta al incremento de la violencia machista
en las comunidades como efecto de la llegada de los actores armados,
de las “gentes foráneas” y de la militarización que ha permeado la vida
cotidiana de las personas que habitan el Katsa Su. En su visita a Barcelona, la actual Consejera de Mujer y Familia nos explicaba que “antes
de la entrada de los actores armados no se miraba esta violencia dentro
de los hogares, la gente estaba tranquila, se escuchaba a los mayores…
después se pierde el respeto”. Con la finalidad de intervenir sobre este
incremento de las violencias en las comunidades, se están investigando y
documentando los casos de maltrato, violencia sobre las mujeres y abusos
sexuales, para tratarla con un enfoque diferencial de género. Algunos de
los datos que se están recabando, se anticipan en la siguiente tabla:
Autores como Garay (2014) y Garay et al. (2014) hablan de la simbiosis dinámica entre los diferentes tipos de minerías. Es decir, la coexistencia en un mismo espacio de la explotación de varios tipos de
minería: 1) la tradicional o de barequeo; 2) la de pequeña escala
informal, familiar y sin titulaciones; 3) la de empresas legales pequeñas
y medianas; 4) la de grandes empresas formales y legales –pero que
en algunos casos cometen actos ilegales y criminales- y, finalmente, 5)
la minería criminal, impulsada por los grupos armados, con el objetivo
de obtener fuentes de financiamiento más rentables que la cocaína.
No obstante, para el caso que nos ocupa, se ha documentado una
incipiente simbiosis de minerías que se yuxtaponen o complementan
con las actividades legales e ilegales anteriores.
Violencia
Número de casos
Maltrato intrafamiliar
321
Maltrato a menores de edad con agresión sexual
127
Tabla 2.
Casos de violencia contra las mujeres Awá entre 2011-2017.
Fuente: Elaboración propia con base en información facilitada por la Consejería de
Mujer y Familia de la UNIPA.
4. La “maldición” de los recursos naturales. Actividades criminales
y minería.
En un contexto de flagrante vulneración a los derechos humanos, impunidad y extracción legal e ilegal de plusvalías, la actividad minera irrumpe
en algunos resguardos del Katsa Su y se encuentra en fase de concesión
y primeras exploraciones. Para el caso awá se está documentado cómo
la actividad minera se fusiona con canales de extracción criminales,
confundiendo sobre las autorías y generando un creciente conflicto entre
148
De este modo, en el territorio awá existe una minería artesanal que
practican algunos habitantes de los resguardos indígenas y algunas
familias de los Consejos Comunitarios afrodescendientes. A ello hay
que añadirle una naciente actividad minera criminal, vinculada a los
grupos armados –concretamente a las FARC, el ELN y a los diferentes
Grupos Armados Post Desmovilización (GAPD) presentes en el territorio
(ver anexo 1: presencia de GAPD y guerrillas en territorios indígenas,
al final de este informe)– y otra ilegal realizada por algunas familias
colonas. De este modo, se ha empezado a documentar y denunciar la
presencia de maquinaria pesada y explotación de oro ilegal, carente
de título minero y licencia ambiental. Por otro lado, las personas entrevistadas informan que se tiene constancia del interés del gobierno en
facilitar concesiones mineras, ya que existen solicitudes del gobierno
para explorar en varios resguardos y que se están llevando a cabo sin
consultar a la comunidad. Así describe un consejero de la UNIPA la
entrada de las personas que practican la minería mediante el intento
de afianzar vínculos personales en el seno de la comunidad:
“¿Cómo entran? Personas amigas de la zona se vuelven amigas
de la gente que va llegando. La gente externa no llega sola,
sino porque se vuelven amigos de la gente de la zona. Incluso
149
pasa en ocasiones que los indígenas se vuelven amigos de estas
gentes, entonces caen en el error. Existe gente que estuvo en la
minería, que son gente de la zona, cuando ya se quiso desalojar, ya había gente de la zona que defendía a gente que se
volvían dueños de las tierras del resguardo” (Consejero Mayor
de la UNIPA, 2016, Nariño, Colombia).
Paralelamente, se sospecha de los vínculos de estas personas con los
grupos armados, así como se tiene constancia de que en determinados
espacios coinciden actividades de narcotráfico, bandas y grupos armados que “con el tema de la minería, están todas allí” (ver anexo 1: ibid):
“Toda cosa llega cuando ve que se dan las condiciones económicas,
llegan a pedir. Entonces si pregunta en una selva grande
dónde está la minería, tiene que ver con alguna amistad con la
guerrilla. Es una zona donde está el corredor fronterizo y ha
sido golpeado por el conflicto, no se puede desconocer eso. En
Llorente, la misma zona ha demostrado un índice de violencia
alto y donde operan distintos actores armados ilegales. Entonces
se deduce: ¿cómo gente externa puedan ir a las 7montañas
y andar en los pueblos, sin ningún problema? (...) pero yo no
puedo confirmar y decir “así es” pero sí decimos que tiene que
haber algún vínculo.” (Consejero Mayor de la UNIPA, 2016,
Nariño, Colombia).
4.1. Caso del resguardo Hojal La Turbia
El primer caso a analizar se ubica en el municipio de Tumaco, en el
resguardo Hojal La Turbia (comunidad Peña Caraño), donde se ha
documentado extracción ilegal de oro y en donde la guardia indígena
ha desalojado a las empresas mineras en dos ocasiones, durante los
años 2012 y 2015. Según las personas entrevistadas, en 2008 se
inician las denuncias por extracción ilegal de oro por parte de la empresa minera “La Esperanza”. Esta explotación minera, propiedad de
Didier Cadavid, fue nuevamente desalojada cuatro años después, en
julio de 2012 (ver fotografías 1-6).
150
Imagen 1y 2.
Actividad minera ilegal, mina la Esperanza, 2012.
Comunidad de Peña Caraño. Resguardo Hojal la Turbia, Municipio de Tumaco.
Créditos: UNIPA.
151
“Entramos a Peña Caraño, muy cerca de la frontera con Ecuador, con el fin de ejercer autonomía dentro de nuestro territorio y
exigir el retiro inmediato de todas las personas, infraestructura y
maquinaria relacionada con esta mina (...) En la mina La Esperanza había unas 50 personas que se fueron al río Mayasquer, no
sin antes amenazarnos con acabarnos uno por uno” (Vocero de
la Guardia Indígena, 2012, citado en el Documento de afectaciones colectivas en el resguardo Hojal la Turbia, Tumaco, 2016).
Durante ese mismo mes, la UNIPA alertó que la intervención de la policía,
la Fiscalía y la Unidad de Protección se llevó a cabo sin garantizar unas
condiciones de seguridad puesto que se limitó a realizar entrevistas a las
autoridades, identificándolas en lugares públicos y de forma inadecuada.
En el año 2016, la investigación seguía abierta y sin avances contundentes.
A finales del año 2016 y en la zona del resguardo se denuncia la agresión
a una mujer awá, quien presentaba un agravante de violencia de género,
al haber sido abordada de manera violenta por dos hombres encapuchados. Los hombres la retuvieron en contra de su voluntad y durante 10
minutos golpearon fuertemente su cara y cuerpo. Además, la intentaron
ahorcar mientras le exigían información sobre los líderes que participaron
del desalojo de la mina la Esperanza. La víctima logró escapar y declaró
que los agresores manifestaron en reiteradas ocasiones que las cosas que
pasaron en el desalojo de la mina no se iban a quedar así.
Un año después, en 2013, se documenta otra vez la presencia de minería
ilegal en la comunidad de Peña Caraño, en el límite fronterizo con
Ecuador, principalmente sobre las vegas del río San Juan y de su afluente
el Mallasquer. Dicha información proviene de una misión de verificación
de daños medioambientales en el resguardo Hojal la Turbia (Comunidad Peña Caraño) realizada el 2 y 3 de diciembre de 2013. En ésta
participaron gobernadores de diversos resguardos de la UNIPA, delegados de la UNIPA, miembros de la Guardia Indígena, una delegada
de la Unidad de Restitución de Tierras y un delegado de Corponariño.
La misión realizó una ruta por los ríos Mira, San Juan y Mallasquer. En
el recorrido se encontraron diez dragas en distintos puntos y grupos de
152
Imagen 3.
Guardia Indígena del pueblo Awá preparada para desalojar la mina ilegal “La
Esperanza”, julio de 2012.
Créditos: UNIPA.
personas realizando minería en cuatro áreas distintas del río. Se utilizaba
el método de la motobomba (realizar huecos profundos en las orillas de
los ríos). Posteriormente, la misión se dirigió hacia la explotación minera
desalojada en 2012. Se llevaron a cabo registros fotográficos, grabación
de video así como toma de muestras de agua y de material mineral. Se
encontraron diversos elementos abandonados que hacían parte de la maquinaria utilizada para mantener la extracción del material como tanques
de almacenamiento de combustibles, desechos de alimentos enlatados,
las ruinas de algunas casetas donde se hospedaban los mineros y rastros
de la carretera por donde ingresaban las retroexcavadoras. En otra parte
del río, se encontraron más vestigios como piscinas excavadas con agua.
Debido a su mal estado se tomaron muestras para analizar si eran vertidos
tóxicos. Seguidamente, la comunidad expresó su oposición a la actividad
minera y manifestó que no permitiría el ingreso de minería en el territorio.
Sin embargo, para julio de 2015, se verifica la existencia de dos
empresas ilegales más (una de ellas llamada “Inversiones Alejandra”),
instaladas en el territorio y causantes de graves afectaciones, con uso
153
de maquinaria pesada, e ingreso de retroexcavadoras mediante la vía
fluvial del Nulpe Medio.
En respuesta, se convoca una minga de resistencia de 150 personas
y se realiza una asamblea en el resguardo Hojal la Turbia, entre indígenas, autoridades, empresas mineras y agentes institucionales como
la Unidad de Restitución de Tierras y la Defensoría del Pueblo. En
ésta se exigió la retirada inmediata de las empresas del territorio y la
comunidad se reafirmó en la negativa a conceder permisos para la explotación de los recursos naturales del resguardo, pues consideran que
les pertenecen por ley de origen. Además, se advirtió que, de no ser
escuchada su solicitud, se efectuaría una recuperación del Katsa Su.
Imagen 4.
Guardia Indígena del pueblo Awá preparada para desalojar la mina ilegal “La
Esperanza”, julio de 2012.
Fuente: UNIPA.
Para el 7 de octubre de 2015 se anunció públicamente una nueva
verificación del territorio:
“El pueblo Awá sostuvo que los daños al territorio y especialmente
a sus sitios sagrados y zonas para la siembra de productos de
154
pancoger, los ha movido a tomar la decisión de desalojar la minería
que actualmente existe en el resguardo Peña Caraño frontera
con el Ecuador, donde reposan maquinarias para actividades
mineras: “Esta reunión consiste en dejar en conocimiento público
que la organización indígena del pueblo UNIPA llevaremos una
asamblea para tratar el tema minero y de esa asamblea vamos
a decidir su desalojo de inmediato o dar un plazo prudente, ya
que como pueblo y basándonos en nuestras leyes rechazamos
cualquier tipo de minería que exista en el territorio acudimos a las
autoridades para que tengan conocimiento del proceso y poder
contar con su apoyo” (Centro de Noticias de la Alcaldía de
Tumaco, 30 de julio de 2015)
En consecuencia y durante el año 2016, con la intención de realizar un seguimiento del proceso de investigación, las autoridades
del pueblo Awá y sus organizaciones mantuvieron varias reuniones
institucionales con agentes estatales, locales y del sistema judicial,
así como encuentros con organismos observación internacional.
Según las personas entrevistadas, en dicha reunión se evidenció
que el caso había sido abandonado durante años por la fiscalía
encargada, pues no había ningún avance en la investigación del
caso. Recientemente, parece existir un creciente interés por parte de
la institucionalidad respecto del caso Hojal, ya que se ha manifestado la necesidad de obtener materiales probatorios de un modo
oficial, y se está trabajando en efectuar una nueva verificación con
asistencia técnica a fin de recabar pruebas de cara a un proceso
de judicialización. Así mismo, se está trabajando con la Defensoría
del Pueblo para determinar el grado de vulneración de derechos
étnicos y territoriales.
Paralelamente a ello, la exposición y extrema vulnerabilidad del
pueblo Awá ha persistido mediante el goteo incesante de agresiones
y asesinatos. A nivel de violación de Derechos Humanos, cabe
destacar que en agosto de 2016 se produjeron cuatro homicidios en el
territorio awá: tres a personas pertenecientes al resguardo Hojal la
Turbia y un cuarto a una persona oriunda del resguardo. Estos casos
se suman a la agresión violenta en agosto de 2012 relacionada con
155
el desalojo de la mina la Esperanza, que recibió una chica por parte
de encapuchados para sacarle información.
A pesar de tener una autoría desconocida, desde el sentir de la comunidad estos casos presentan una correlación con las denuncias a la
minería y habían sido señalados por grupos de “limpieza social”. Sus
casos se relacionan con el incremento de la violencia, los hostigamientos
y asesinatos en contextos de extracción minería y oposición local. Por
un lado, en fecha 26 de agosto de 2016 de Camilo Roberto Taicús
Bisbicus, líder y profesor del resguardo Hojal la Turbia, que se entendió
como un paso más hacia el exterminio del pueblo Awá dirigido hacia
personas defensoras del territorio. Por otro lado, el 29 de agosto fueron
asesinados los hermanos Luciano y Omar Alberto Pascal García, de
21 y 23 años respectivamente, habitantes del mismo resguardo, con el
agravante de que el primero participó en el desalojo de la mina ilegal4.
Por otro lado, las informaciones más recientes sobre este conflicto las
proporciona un Oficio de la Defensoría del Pueblo, del pasado mes
de enero del 2017. Dicho documento alerta de los riesgos y la tensa
situación entre el resguardo indígena Awá de Hojal La Turbia y la
familia de colonos Caicedo, quien tiene subarrendadas propiedades a
personas que practican la minería. El oficio, firmado por la Delegada
para los Derechos de la Población Desplazada, muestra los resultados
de la visita de la “Comisión Binacional de verificación de la vulneración
de los Derechos Humanos asociados a la actividad minera en el
territorio del resguardo Hojal la Turbia”. Así, esta misión encuentra
varios hallazgos de vulneración de los Derechos Étnicos:
1. Actividad minera en el marco de la ilegalidad, con extracción en
varios puntos documentados y propagación hacia distintos ríos del
territorio.
2. Conflictos territoriales que elevan el nivel de riesgo en la comunidad. Según el documento, la familia Caicedo son colonos que afirman ser titulares de propiedades que se traslapan con el resguardo y
aseguran que la propiedad la heredaron directamente de sus padres.
Durante la investigación realizada por la Comisión, la familia aseguró
que la herencia se reparte entre 8 hermanos y reclaman 80 ha cada
uno, incluidos sus hijos. Además, afirmaron estar en posesión de 480
ha, pero no les mostraron los títulos. Contestaron que no los tenían. Por
su lado, el documento indica que la comunidad Awá afirma que las
tierras están en el territorio del resguardo y sólo 5 ha se encuentran
fuera. Según la comisión “esta situación se pone cada vez más tensa,
ya que los colonos sostienen que hasta la muerte defenderán la herencia de sus padres”.
Imagen 5.
Mina ilegal “La Esperanza”, desalojada por la Guardia indígena del pueblo Awá,
julio de 2012.
Fuente: UNIPA.
4
Paralelamente, en el mismo mes se produjo el caso de Diego Alfredo Chirá Nastacuas, de 24
años de edad, asesinado en el resguardo La Faldada del municipio de Barbacoas.
156
La situación se agrava de un modo preocupante. El oficio describe que
uno de los hermanos Caicedo vendió 100 ha de tierra a Ovidio Mosquera, propietario de dos máquinas y con 19 personas trabajando para
él en la minería. Mosquera amenazó que estaba dispuesto a recuperar la
zona, ante la evidencia que la Comisión le hizo de estar practicando una
actividad ilegal. Por su lado, Fanny Mosquera tiene arrendada una parte
de la herencia a actividades mineras. Finalmente, el documento hace
157
referencia a cómo esta última familia se ha organizado entorno a una Junta
de Acción Comunal que ejerce gobernabilidad y le disputa el terreno al
resguardo. El posicionamiento de la familia recae en que tienen derecho
a ejercer la minería y niegan la jurisdicción del cabildo indígena.
3. Ante la consideración de la actividad minera como riesgo y amenaza
a la vida y la integridad del pueblo Awá, la comisión solicita a la
Defensoría del pueblo a avanzar en medidas de protección individual
(existen 7 personas amenazadas) y colectiva, e intervenir ante la crisis
alimentaria por impactos de la minería. Esta se deriva de la no
realización de las actividades normales y del confinamiento en los
hogares por miedo ante la presencia de maquinaria, que se agrava
con las fumigaciones a los cultivos de coca.
4. Se demanda la intervención de las instituciones responsables para
mediar en la disputa territorial e interétnica con carácter urgente.
Este caso descrito guarda relación con otro conflicto relacionado con
la restitución de tierras vinculada al conflicto armado y sin claridad en
las titulaciones. Según las personas entrevistadas, se han concedido
títulos a terceros sin georreferenciación. Mediante éstos se pretende
acceder a títulos mineros en los resguardos. Ejemplo de ello es el caso
del Señor Didier Cadavid, que en un primer momento estuvo vinculado
al resguardo, y que era el propietario de la Mina la Esperanza, desalojada en 2012.
Finalmente, es importante destacar algunos aspectos fundamentales
para comprender la complejidad del caso, su gravedad y los actores
que están involucrados:
1. La necesidad de una investigación oficial exhaustiva. Según la Defensoría del Pueblo las autoridades locales competentes tienen la potestad de frenar la actividad minera ilegal mediante el artículo 306 del
Código de Minas.
2. El alcance binacional de la explotación minera, con múltiples intereses tanto en Ecuador como en Colombia. Según la UNIPA, desde
158
2013 se explotó 24 horas al día y cuando llegaba la guardia indígena
las máquinas se escondían en el Ecuador.
3. Según los líderes de la UNIPA existe una relación con los actores
armados ilegales y la implantación de las minas en Peña Caraño.
4. Ante la escasa efectividad de las denuncias formales, la jurisdicción
indígena toma mediadas de desalojo.
5. Riesgo de confrontación interétnica. A pesar de que desde algunos
Consejos Comunitarios existe una firme oposición a la minería, algunos
líderes Awá apuntan como en el interior de otros se ha dado el permiso
para que pasen las máquinas por sus predios. Además, las personas
entrevistadas nos indican como desde Corponariño se afirma que
existen peticiones para la explotación de materiales de construcción en
predios del vecino Consejo Comunitario Chiringuito Alto Mira y Frontera. Además, el caso de la familia Caicedo, agrava esta situación.
6. Conflictos por la propiedad de la tierra y la titulación de predios.
Se dan dos casos de titulaciones individuales de tierras poco claras y
sin documentos que acrediten compra-venda u otorgación de títulos.
Éstas se vinculan a la actividad minera y entran en conflicto con la
propiedad colectiva del resguardo.
4.2. Caso Gran Rosario
El siguiente caso se sitúa en el resguardo vecino de Gran Rosario
donde, desde 2012, las organizaciones Awá vienen denunciando
exploraciones mineras y entrada de maquinaria pesada por su territorio. Estas intrusiones, efectuadas sin la consulta ni el consentimiento
de la comunidad y las autoridades del resguardo, se yuxtaponen a
varias afectaciones por la explotación y transporte de hidrocarburos.
Concretamente, el derramamiento de crudo por atentados por parte
de grupos armados, así como fumigaciones aéreas con glifosato hacia
cultivos ilícitos en la zona, o el desmantelamiento de infraestructuras de
producción de pasta base de cocaína por parte de la Fuerza Pública.
159
En conjunto, el mapa de pasivos medioambientales, contaminación
del territorio y destrucción de la biodiversidad, ya de por sí críticos, se
agrava con la actividad minera y pone en alerta al pueblo Awá.
Los primeros hechos se remontan al 5 junio de 2012 cuando, según
un comunicado de la UNIPA que data del 25 de junio del mismo año,
durante el II Congreso del Awá, dos retroexcavadoras ingresaron en
el resguardo de Gran Rosario en dirección al municipio de Roberto
Payá n. Según el mismo comunicado, unas semanas más tarde, tuvo
lugar una reunión entre las autoridades del resguardo y los operadores
de las excavadoras. Durante la misma se les comunicó que no se les
autorizaba a ingresar en el resguardo. En respuesta los operadores
argumentaron que contaban con una autorización de las alcaldías de
Tumaco y Roberto Payán. Sin embargo, unos días más tarde, estas
afirmaciones se pusieron en tela de juicio cuando el mismo alcalde
de Tumaco negaba la existencia de dichas autorizaciones. El día 22
de junio se notificó al gobernador del Gran Rosario que: “me permito
informar que la actual administración no ha concedido ni piensa conceder permiso a personas particulares para el ingreso de maquinaria
para la apertura de vías o explotación minera en los territorios colectivos y resguardos Indígenas”. Por consiguiente, la Guardia Indígena
procedió a suspender los trabajos de las máquinas y las sacó del territorio. Según el gobernador de ese momento, el paso por su territorio
tiene que ver con que se les permitió la entrada en los territorios vecinos
de los Consejos Comunitarios:
“No hubo consulta, ni el responsable. Para entrar a los Consejos
Comunitarios les faltaban 3 Km, en los resguardos ya habían
entrado (…) Para pasar por los resguardos necesitan la
autorización de la comunidad. Se debía hacer de buena fe.
Pero como lo habían hecho de mala fe, nosotros les dimos plazo
de 2 horas, para que pudieran desalojar. Que se regresaran
de allí, que los íbamos a decomisar y a destruir. Les planteamos
esto. Entraron dos retroexcavadoras. Nos pusimos muy serios
con la comunidad y decidimos… parar. Les planteamos esto: que
lo íbamos a destruir” (Ex Gobernador del resguardo Gran Rosario
y Consejero Binacional de la UNIPA, 2016, Nariño, Colombia).
160
Imagen 6 y 7.
Huellas de la entrada de maquinaria pesada en el territorio awá.
Resguardo Gran Rosario.
Fuente: UNIPA.
161
Seguidamente, y en relación directa a esta acción, el 13 de septiembre de 2012 el gobernador del resguardo, recibe amenazas de
muerte por su papel activo en la denuncia y oposición a la minería
ilegal. En relación a otras agresiones perpetuadas en el resguardo,
la situación se agrava cuando en febrero de 2016, dos hermanas
Awá fueron víctimas de disparos por parte de la Policía Nacional
cuando viajaban en automóvil, hiriéndolas a ambas. A pesar de que
no se puede relacionar directamente esta agresión con la oposición
a la minería, ni se ha determinado las causas de la agresión, este
hecho se suma a la lista de agresiones y asesinatos que recibe el
pueblo Awá en esta zona como consecuencia de que allí operan
actores armados como las FARC y el ELN, y hasta el momento se han
efectuado operativos y combates tanto de la Fuerza Pública, como
de los grupos armados.
No obstante, este hecho se debe poner en relación a otra problemática que enfrentan los Awá en el territorio: los derramamientos
de crudo y las fumigaciones a los cultivos de uso ilícito. Las personas
entrevistadas consideran que se trata de afectaciones emblemáticas
de destrucción del territorio que preceden a la amenaza medioambiental del extractivismo minero y que empiezan a coexistir.
La presencia de la empresa nacional Ecopetrol y el paso del
Oleoducto Transandino (OTA) por el Katsa Su data de los años 90
y se perpetúa hasta la actualidad, con la posibilidad de nuevas
extracciones en pozos detectados en el territorio, por ejemplo, en
Alto Palay y Campoalegre.
Imagen 8 y 9.
Contaminación medioambiental por derramamiento de crudo en territorio awá.
Resguardo Gran Rosario.
Fuente: UNIPA.
162
Asimismo, cabe destacar que la construcción del oleoducto se realizó
sin ninguna consulta a las comunidades, ni indígenas, ni campesinas,
ni afrodescendientes. Desde el 2003, la presencia de esta empresa
en el territorio es la que más afectaciones ha dejado, ya sea por
derramamientos provocados para robar crudo o por intervenciones
del Ejército para desmantelar refinerías clandestinas. Por ejemplo, la
intervención del 18 de febrero del 2013, dejó graves consecuencias
medio ambientales ya que contaminó considerablemente quebradas y
ríos, así como la flora, la fauna, y bienes de los miembros del pueblo
Awá afectados por la presencia de estas instalaciones ilegales en sus
163
territorios. En relación a los derramamientos, la inseguridad debido a
señalamientos y las agresiones a la población, se apunta:
“Lo que se ha mirado en la comunidad es que han llegado
terceros y han comenzado a hacer hurto. La realidad del
problema es de los mismos de Ecopetrol, se forman y saben cómo
romper este tubo. Pero, en última, terminan juzgando a las
comunidades indígenas, y la policía señala arbitrariamente o
deteniendo a la comunidad. Lo detiene como sospechoso de
hurto de hidrocarburo y lo van imputando para que se haga
cargo responsable, para ellos hacer rendir informe, de que
ellos sí que están prestando servicio por el tubo de Ecopetrol.
Por otro lado, el caos es el control territorial. Y con todo, ha
sido con Las FARC, el ELN, y detrás de ellos hay minería y
narcotráfico. Y esto a mí me ha afectado en 3 ocasiones que
me han hecho atentado. Y he vivido sin ninguna protección y
ninguna garantía del gobierno y las instituciones. He permanecido con la parte quizás de la naturaleza, que me ha tenido la
vida. Me ha mantenido muy fuerte. Aquí que nadie nos vendría
a ayudar… si queremos tener territorio, fortalecido, con trabajo
en harmonía y equidad, eso nos queda…” (Ex Gobernador del
resguardo Gran Rosario y Consejero Binacional de la UNIPA,
2016, Nariño, Colombia).
5. Trasformaciones territoriales y afectación a los modos de
vida y la integralidad con la naturaleza
A continuación, se expondrán las principales afectaciones documentadas a nivel territorial. Éstas se dividen en impactos medioambientales
e impactos sociales, culturales y espirituales. En relación a ello, se
considera pertinente indicar que la impronta que dejan las exploraciones mineras en el Kats a Su se suma a los daños medioambientales
generados por la extracción de otros recursos y las fumigaciones con
glifosato, y aceleran los cambios en los modos de vida del pueblo
Awá que han estado profundamente conectados al medio ecológico
durante años.
164
5.1. Impactos ambientales
El primer cambio asociado a la penetración de la minería es la pérdida de fertilidad de los suelos. En la misión de verificación que se llevó
a cabo en diciembre de 2013 en el resguardo Hojal la Turbia, se indicó cómo la pérdida de vegetación primaria y la remoción de la tierra
imposibilitan el establecimiento de cultivos, ya que la tierra pierde su
fertilidad. De este modo, se ha perdido espacio para los sembrados
de pancoger. El mayor y Consejero de Educación de la UNIPA, señala
que la minería también afecta a la cacería y a la pesca, actividades
económicas y de subsistencia características del pueblo Awá:
“Estas son una de las cosas que están gravemente afectando,
no sólo por la presencia de explotar y dañar. A parte de acabar con estas tierras donde hacemos parte de la cacería y de
la pesca. Es en donde más se produce para sembrar la yuca,
el plátano, el chiuro, sembrar maíz, chirma, que es una papa
de monte, guayabas… Lo que llamamos a la orilla del río son
tajos. Es una parte de tierra de productiva, que es donde echamos todo para sembrar. Y lo que la minería trae es acabar con
estas tierras productivas, más que estas tierras vale el oro. Pero
después ¿Qué? ¿Qué sembramos? ¿Dónde sembramos? Ya lo
que quedó es destrucción...” (Mayor y Consejero de Educación
de la UNIPA, agosto de 2016, Nariño).
Por otro lado, según las personas entrevistadas, existen otros impactos ambientales emblemáticos debido a su capacidad destructiva. El
primero es la contaminación por derramamientos de crudo. El derrame
de crudo ha afectado a varios ríos, entre los cuales se encuentran el
río Inda, el río Pulgande y el río Rosario, los cuales son más contaminados. El asesor medioambiental de la UNIPA, explica cómo se dan
estos derramamientos: el cultivo de coca es un elemento financiador
de la guerra y este hecho conlleva a que se requiera combustible refinado como producto en el proceso de fabricación de pasta base de
cocaína. El mecanismo es simple: se perfora el oleoducto, se mide la
distancia hasta los laboratorios y se instalan tuberías para transportar
el petróleo en crudo. Gran parte de los accidentes y de los desastres
165
ecológicos tienen lugar al quebrarse estos procedimientos, hecho que
ha conllevado la contaminación en casi todos los resguardos (existen
grandes afectaciones en Inda Guacaray e Inda Sabaleta). Otra causa
de los derrames han sido los atentados directos al oleoducto.
La gran problemática de este tipo de desastre ecológico ha sido la atribución de responsabilidades. Las personas entrevistadas señalan la insurgencia y otros grupos armados como autores de la manipulación del
oleoducto. Sin embargo, la empresa Ecopetrol, elude toda responsabilidad y aumenta la presión del oleoducto para disuadir las perforaciones,
hecho que agrava la situación. Desde las autoridades Awá se les hace responsables de los derramamientos e indican que en los planes de manejo
del oleoducto a las organizaciones indígenas no se las contempla como
población a consultar, a pesar de ser las más damnificadas. Finalmente,
las intervenciones del Ejército contra los laboratorios clandestinos también
generan graves consecuencias medioambientales al quemarlos y derramar los productos químicos e inflamables que allí se encuentran:
“Las comunidades indígenas le hemos dicho a Ecopetrol que
controle, que atiendan esos daños que se hacen. Porqué los
daños no son solamente al río, se acaba todo lo que vive en ese
río y eso es una gran preocupación. Ecopetrol ha dicho que no
es culpable, sino que es la gente que contamina y que económicamente no tienen dinero para hacer un plan de manejo para
limpiar. Se han hecho reuniones, pero continúa con esa contaminación y eso es complicado de llevar. El tema de contaminación
también recae en Corponariño, pero tampoco ha hecho nada
esta institución para remediar estas condiciones” (Consejero
Mayor de la UNIPA, 2016, Nariño, Colombia).
Finalmente, la otra gran afectación medioambiental recae en las fumigaciones aéreas con glifosato y en las manuales de tipo “mata por
mata”. Según el asesor sobre afectaciones ambientales de la UNIPA,
se han producido impactos negativos sobre la salud de sus habitantes
tales como abortos, diarreas intestinales por la contaminación del
agua, infecciones y alergias, siendo los derrames y las fumigaciones
los de mayor gravedad junto con las consecuencias de la minería.
166
5.2. Cambio en los modos de vida e impactos sociales,
culturales y espirituales
En el plano social y cultural los efectos de la minería también se superponen a los cambios acaecidos durante más de 20 años de conflicto
armado, penetración de la economía de mercado en su faceta más
agresiva, extracción de recursos naturales y megaproyectos.
Volviendo a la misión de verificación sobre el impacto de la minería en
Hojal la Turbia de 2013, durante una de las visitas se realizó un acto
público en el que la población Awá y las autoridades relataron su sentir al resto del equipo investigador. El gobernador preguntó en awapit
cómo se vivía antes la llegada de la explotación minera y cuáles fueron
las afectaciones durante el proceso de extracción.
Varias personas indicaron que antes de la llegada de la minería había más
unidad y se vivía de un modo más comunitario. Por ejemplo, practicando
mingas en los momentos de la siembra y recolección de los productos de
pancoger. Expusieron que se vivía de la pesca en el rio San Juan, de sembrar cultivos para autoconsumo y eventualmente de la minería artesanal
de batea en el río. Desde su sentir, la introducción de la actividad minería
vino acompañada del ingreso de personas extrañas a la comunidad, de
amenazas para apropiarse de los terrenos, e incluso de algunos asesinatos que generaron inseguridad y desintegración del tejido social.
Se inicia así lo que algunos entrevistados definen como despojo cultural
y vulneración de la integridad física y cultural del pueblo Awá, iniciados
con la penetración de la economía de la cocaína y que se reafirman con
la minería y los intentos de su implantación en los dos estudios de caso: un
proceso incipiente de pérdida de la identidad cultural, interrelacionado con
el cambio en los hábitos alimenticios (al imposibilitarse las labores de pesca
y siembra), el debilitamiento de la economía propia, la desnutrición en gran
parte de la población infantil, la afectación a la salud de la población Awá
y el debilitamiento del proceso político-organizativo del resguardo.
Finalmente, otras afectaciones que indicaron durante la verificación
son de tipo psicológico, cultural y espiritual como la profanación de
167
sitios sagrados; entre ellos el cementerio de la comunidad y demás
lugares donde habitan los espíritus del territorio.
Así describe el asesor sobre afectaciones ambientales de la UNIPA el
proceso el despojo cultural que sufre el pueblo Awá. Éste varía según
la zona, el nivel de intensidad del conflicto y de dinamismo en las
actividades económicas legales o ilegales:
“En Tumaco existen procesos que les generan ingresos. Están inmersos en el consumismo y la economía de mercado. Ya ha cambiado
la cultura, ya que algunos jóvenes han vivido el crecimiento de
la economía de la coca. En los resguardos tradicionales existe la
visión filosófica indígena. Los 4 mundos, donde todo el quehacer
está relacionado con la estructura mítica, las historias, las tradiciones, hablan en awapit. Todo su quehacer está relacionado con
la cosmovisión. En la parte baja ya se ha terminado. Se debe a
este proceso de cultivo. Con la necesidad de financiar el conflicto
se ha persuadido a los individuos y existe una dinámica que ha
llevado al exterminio de la cultura awá. Cuando hay recursos, a
los niños la educación los ha concentrado en un lado, lejos del
ciclo vital. Antes iban a la selva, estaban con la abuela,… después
los escolarizan, los enclaustran en la primaria y cuando llega al
bachillerato los padres dicen: -“Tiene que seguir”, y los mandan a
la vía. Y ya viene otro proceso de sacarlo, y aquí aprenden todo
este proceso, de salir, la chicas… y a mitad de curso ya se meten
en los cultivos ilícitos. En toda la vía. Y este es un problema grave.
En el Gran Sábalo se ha logrado mantener lo tradicional, por las
distancias, existe otra visión. Pero poco a poco se va permeando” (Asesor sobre afectaciones ambientales de la UNIPA, 2016,
Nariño, Colombia).
En definitiva, se trata del cambio en la concepción de la vida y de
la ruptura de otros esquemas culturales con la penetración de las relaciones de mercado:
“Para nosotros, los pueblos indígenas, dentro de nuestra cosmovisión,
el territorio es un todo. Y en esta forma de ir afectando con
168
excavaciones, con presencia en estos sitios sagrados, donde
también además está el cambiar de mentalidad, el pensamiento
de la vida normal de un awá… a decir: “explote, venda, hagamos alianzas”, pues afecta de manera grave a nuestra manera
de ver el mundo. Es decir: somos awá. Un-uwá, que es selva,
hijos de la selva… como personas íntegras que vivimos en armonía y equilibrio. Y hay lugares donde viven los espíritus… O
sea, para nosotros en el agua, en el río, hay gente, pi-awá, que
son gente del río. Y en la selva, son awantans enga la guagía…
pero se está generando un desequilibrio, que está acabando
esta visión de nuestro mundo. Digamos: la percepción propia
de nuestra cultura se debilita. Y aparte de eso, trae simplemente
algo irreparable en el territorio. Donde hasta el momento sabemos que para nosotros el territorio… Por ejemplo, decimos que
en cada temblor, o en cada terremoto, la tierra está viva, que
se mueve, y camina. Tiene su explicación, de que hay allí un
respeto. En este sentido, todo proyecto que no sea de beneficio
comunitario, sino más bien de particulares, pues es otra consecuencia grave que afecta al territorio” (Mayor y Consejero de
Educación de la UNIPA, agosto de 2016, Nariño).
6. Actos de resistencia y ejercicio de autonomía en el marco
de la jurisdicción indígena
Con la intención de concluir la investigación sobre las afectaciones de
la minería en el Katsa Su del pueblo Awá, se van a indicar las principales acciones de resistencia a la actividad minera, el posicionamiento oficial y público que emerge del tejido organizativo y político Awá,
así como algunas iniciativas surgidas en el seno de las comunidades,
que apuestan por la reproducción de la vida y del territorio desde el
mantenimiento y el rescate de “lo propio”.
Como ya se ha mostrado en los dos estudios de caso, el pueblo Awá
y las organizaciones que lo representan han tomado parte activa en
oponerse a estas primeras explotaciones mineras y a las incursiones de
maquinaria. El caso de la comunidad Peña Caraño en el resguardo
169
Hojal la Turbia, que ha vivido dos desalojos (2012 y 2015), el del
resguardo Gran Rosario en 2012, son actos de resistencia realizados
en el ejercicio de la autonomía en los territorios y los intentos de la
aplicación de la jurisdicción propia a través de la Guardia Indígena.
La siguiente referencia describe el procedimiento del desalojo en Peña
Caraño:
“En primer lugar, fue siempre en aras de dialogar. El diálogo
siempre debe ser lo primero. Se les dijo: -“Necesitamos que
ustedes se vayan porque esto es un territorio colectivo”. Incluso
en ese entonces se hicieron dos compromisos. En 2011 ellos
dijeron: -“Ok”, que en un mes se iban. Ahora bien, pasaron
meses y no se fueron. Tomaron casi un año ahí. Como no se
obedece ni se respeta, la Guardia Indígena tomó su postura,
aplicando el derecho propio que nos da acogida. Sacaron
comunicados, reunieron y lo exigieron en el marco de las mesas, exigieron que se verificara por parte del gobierno, pero
el gobierno no acudió. Los mineros tampoco obedecieron en
irse, entonces tuvieron que buscar la manera de sacarlos. Pero
siempre intentando que sea de la forma más pacífica posible,
nada de agredir, sino haciendo entender que el territorio se
tiene que respetar” (Consejero Mayor de la UNIPA, 2016,
Nariño, Colombia).
Otros ejercicios de defensa del territorio recaen en el hecho de
investigar lo ocurrido de cara a iniciar una judicialización por vulneración de los derechos étnicos y territoriales, así como por delitos
medioambientales.
Los intentos de fortalecer y aplicar los principios del Plan de Salvaguarda Étnica del Pueblo indígena Awá, conllevan la defensa del territorio
y, por ende, la oposición a la minería. Como ya se ha indicado al
principio del texto, este plan es una hoja de ruta y la principal herramienta de la que dispone el pueblo Awá para defender sus derechos
colectivos, así como para garantizar su pervivencia física, cultural y
espiritual ante los embates del conflicto armado, la implementación de
megaproyectos y las amenazas de desaparición física y cultural. En
170
sus lineamientos políticos el objetivo prioritario es la defensa de la
vida garantizando el territorio, la territorialidad, la identidad, así como
la conservación, uso y protección armónica del cosmos-ambiente, así
como favorecer la defensa de sus derechos fundamentales. Para ello
se exigen 3 puntos clave:
1. El respeto a la condición de autoridad legítima para la defensa plena
de la vida en el territorio y garantizar, a través de la normatividad
especial, el pluralismo jurídico, el ordenamiento ambiental y el
fortalecimiento organizativo.
2. El reconocimiento por parte del gobierno nacional y entidades
estatales del papel de los médicos tradicionales, los curanderos y los
mayores consejeros como autoridades protectoras del Katsa Su.
3. La adopción de instrumentos de autogobierno y el respeto al derecho fundamental a la consulta previa, libre, informada, con consentimiento y de buena fe.
Por este motivo y en relación a las industrias extractivas, el plan de
Salvaguarda étnica del pueblo Awá (2012, 207) exige cuatro puntos
clave. Precisamente, cabe destacar que éstos constituyen uno de los
puntos conflictivos en los espacios de diálogo con el gobierno. En
relación a las industrias extractivas no se alcanzó acuerdo con el gobierno en la Mesa de Concertación con el Pueblo Awá (MCAWA),
puesto que se demandaba la revocación de las licencias y concesiones mineras en el territorio y la reorientación de la política de intervención territorial del gobierno:
1. En el territorio Inkal Awá no se permiten las licencias y concesiones
mineras. Se declaran inconsultos e ilegales los procesos de licencia
para la exploración, explotación y transporte de hidrocarburos, minerales y recursos renovables otorgados o en proceso de adjudicación.
2. Se exige la revocación de las licencias y el retiro inmediato de
las empresas extractoras del territorio, debido al incumplimiento de lo
estipulado en la declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos
171
de los pueblos indígenas, el Convenio 169 de la OIT ratificado por
la Ley 21 de 1991, la Sentencia T - 129 de Marzo 3 de 2011 y el
Decreto-Ley 4633 del año 2011.
3. Se propone la re-orientación de las políticas de intervención territorial que conllevan consecuencias negativas, derivadas de la exploración y explotación minera, de hidrocarburos, el aprovechamiento
forestal, servicios ambientales y de la biodiversidad.
4. Se demanda prevenir, restaurar, compensar y garantizar la no
repetición de los impactos y efectos nocivos generados por la implementación de megaproyectos de infraestructura, viales, energéticos y
de comunicaciones en el territorio Inkal Awá, aplicando las medidas
de asistencia, atención, reparación integral y de restitución de derechos territoriales contenidos en la ley.
Así mismo, la demanda de este reconocimiento de la organización
propia Awá como autoridad ambiental y territorial se produce paralelamente a la realización de procesos internos para fortalecer a las
poblaciones Awá y su descendencia:
“Ha sido muy interno de la comunidad. Hemos hecho una minga, equipos de trabajo. Nos ha permitido afianzar con toda la
comunidad, y lo hemos mantenido. Mantener de nuestra cultura,
nuestra costumbre y nuestra vivencia. Y así nos hemos ganado
espacio en las entidades y en nuestro ámbito territorial. Nos ha
permitido sostener nuestros 4 ejes centrales, son los elementos y
nuestra herramienta para ponernos en defensa para toda la familia” (Ex Gobernador del resguardo Gran Rosario y Consejero
Binacional de la UNIPA, 2016, Nariño, Colombia).
El mismo entrevistado destaca que la postura se basa en ser indígena.
Es decir, ser Inkal Awá (gente de la selva), pero con la responsabilidad
de mantener la parte territorial y ejercer la autonomía, para mantener la
cultura propia. Considera que, si no se interviene, no se hacen valer los
principios de lucha de las organizaciones indígenas –en este caso la
UNIPA. Por este motivo, no se puede permitir la entrada de la minería
172
que es “llegada de otra gente y a la fuerza, con amenaza. Sus intereses
traen muertes, amenaza e invasiones”. En relación a ello, se han llevado a cabo propuestas de los mayores de ir al territorio y explicar a los
jóvenes:
“Mucha gente de la comunidad ya no cree, se explica a los
jóvenes, para reafirmar la identidad y fortalecimos la parte
organizacional, reafirmamos el ser Awá y la UNIPA como organización. Este parte de que hay que defender lo propio y
que la cultura es clave a nivel político. Y lo ecológico parte y
se parte de estos 4 mundos. Lo que se hace es analizar. Ya que
todo está relacionado. El suelo con el segundo, en la contaminación del aire afecta al tercero, inclusive se habla del cuarto
como afecta, por los satélites. Y es bueno, ¿cómo lo vamos
a corregir? Y la parte espiritual habla de armonizar” (Asesor
sobre afectaciones ambientales de la UNIPA, 2016, Nariño,
Colombia).
Si bien no se trata de respuestas directas ante la minería, en una
línea similar se han producido iniciativas por parte de las mujeres
que parten de esta concepción integral con el territorio. Desde la
Consejería de Mujer y Familia de la UNIPA, la misma consejera
informa de la realización de proyectos iniciados por mujeres. Un
ejemplo de ello se da en el resguardo el Gran Sábalo, donde se
impulsó el proyecto de “Mujeres mensajeras de vida” -inkaltas awá
ashampa kamakpas-, por parte de mujeres hablantes de awapít,
con la idea de recuperar la lengua. Ante la violencia extrema y las
masacres contra la población civil, la presencia de todos los actores armados conllevó muchos cambios a nivel relacional y en los
modos de vida. Uno de ellos ha sido el incremento de la violencia
machista fuera y dentro de las familias, también la pérdida de la
lengua propia, por miedo, por vergüenza y por aculturación, en los
contextos con más presencia de la economía de la cocaína y de
la economía de mercado. Según la consejera, fue un proceso lento
de trabajar el “reconocerse como mujer y ser una misma”. La idea
del proyecto “Mensajeras de vida” es el retorno al modo de vida y
cosmovisiones anteriores, mediante una estrategia de comunicación
173
artística y audiovisual y el trabajo interno de visibilización y promoción del rol de la mujer Awá.
En el Katsa Su, se parte del rol de la mujer como transmisora de vida
y de conocimiento. Son las gestoras de “lo propio”, con lo cual preservan la identidad cultural: transmiten la historia originaria y la concepción de la realidad basada en los cuatro mundos. En relación a la
reproducción de la vida, gestionan los rituales de los ciclos vitales (por
ejemplo, el de devolver las placentas a la tierra después de los partos). También, realizan la conexión oral y transmiten el conocimiento
de las plantas y sus propiedades curativas, trabajo que siempre han
hecho “las mayoras” quienes poseen los conocimientos médicos con
las plantas. En relación a las mayoras, se está priorizando reconocer
su historia y se hace hincapié en la parte espiritual de las plantas y la
importancia de las prácticas chamánicas.
La importancia de este proyecto recae en poder recuperar las relaciones sociales y espirituales truncadas por el conflicto y el despojo no
sólo económico, sino también cultural. La recuperación de la lengua
awapit constituye, en sí misma, un acto de resistencia que conecta el
estar, vivir e interaccionar en el territorio y el en cosmos-ambiente, con
la reproducción de la vida y las acciones de resistencia activa.
En definitiva, como fruto de esta investigación, se ha proporcionado
una primera radiografía de la actividad minera en el territorio Awá así
como del posicionamiento que emerge desde sus organizaciones. Se
ha mostrado cómo la actividad se encuentra en una fase incipiente
de exploración y explotación basada en la ilegalidad, por un lado,
por parte de pequeñas empresas familiares sin titulaciones y, por otro,
bajo la sospecha de vínculos con los grupos armados (guerrilleros y
paramilitares) que actúan en el seno de canales de extracción criminales. También se ha explicado cómo el Katsa Su está en el punto de
mira de los intereses extractivistas y se tiene constancia de solicitudes
de exploración minera. Éstas amenazan con solaparse y complementarse con las actividades de extracción de hidrocarburos, agroindustria, megaproyectos y producción y comercialización de cocaína.
También, se ha apuntado en cómo la irrupción de la minería del oro es
174
concomitante al surgimiento de casos de violación de Derechos Humanos relacionados con ésta. Prueba de ello se encuentran en algunos
casos de señalamientos, hostigamientos, amenazas, agresiones, violencia de género y homicidios perpetuados contra la población vinculada a la movilización colectiva.
En definitiva, se han expuesto las experiencias de lucha y defensa
territorial de un pueblo atrapado en una tupida telaraña de intereses
económicos y que intenta ejercer jurisdicción, autonomía e intervención
en un laberinto político y militar donde operan los agentes locales, nacionales e internacionales que deberían construir y garantizar el proceso de paz. Por esto el Katsa Su debe ser foco de atención de nuestras
miradas. En el momento en que se realizaba la investigación existía
un horizonte en donde, aunque visto desde una cierta incredulidad, la
paz parecía posible. A día de hoy, quedan muy lejos las garantías,
sobre todo para los pueblos y comunidades que habitan en la encrucijada de un capitalismo gansteril depredador y unos grupos armados
funcionales a éste. Ante el cambio de arena política y la retirada de
uno de los actores armados, ¿cómo se configura el escenario político
local? ¿Está el proceso de paz libre de conflicto? ¿Qué garantías
tiene el pueblo Awá? En plena construcción de paz, es alarmante
cómo la minería está asociada, más que nunca, a la continuidad de
la violencia y de la criminalidad, lo cual da una vuelta de tuerca a la
vulnerabilidad de las personas que defienden la vida, para oponerse
a unos planes de muerte.
175
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Informe de riesgos de extinción en 6 Pueblos Indígenas de Colombia, Barcelona, Observatorio ADPI (autoedición).
176
177
Capítulo 5
Pablo Andrés Martínez Silva
Fotogrtafía: Conchita Guerra C.
ORO Y MERCURIO EN EL
MEDIO RÍO CAQUETÁ
Sinergias y alianzas estratégicas para
la salud y el desarrollo social
Oro y Mercurio en el medio río Caquetá. Sinergias
y alianzas estratégicas para la salud y el
desarrollo social
Gold and mercury in middle Caquetá River
por: Pablo Andrés Martínez Silva / pmartinez@sinergiasong.org
I
una pequeña isla que se ubica justo al frente de ésta, donde abundan
una variedad de monos selváticos, y pareció que, exceptuando por los
ruidos de estos, el silencio continuaría.
Sin embargo, al desembarcar, nos tomó por sorpresa la música de lo que
suelen conocerse como “corridos prohibidos”, una variación de la música norteña de ascendencia mexicana que se usa para narrar historias
de ilegalidad y violencia, las cuales suelen encerrar las incertidumbres
éticas y morales de estos contextos. La música, retumbando en medio
del asentamiento inmóvil, con el ruido de fondo de la planta generadora
de combustible, salía de la primera casa, que a su vez tenía un letrero
que la identificaba como tienda, donde se podían ver elementos básicos
para la vida amazónica: velas, pilas, sal, arroz, etc.
Llevábamos días en que el silencio prolongaba nuestra estancia en los
asentamientos del medio río Caquetá. Desde la embarcación, vimos a
la distancia la comunidad de Los Monos, la cual toma su nombre de
El responsable de la tienda y de la música era un joven Murui-Muinai
por los 20 años, de camiseta y pantalón acabado por el uso. Al vernos,
atinó a saludarnos y ofrecer lo que tenía a la vista. Le solicité unas velas,
un par de encendedores y algunas pilas para la linterna. Luego de la
Imagen 1.
Imagen 2.
Entrada a la comunidad de Los Monos.
El río Caquetá a la entrada al Canal de Angosturas.
Créditos: Pablo A. Martínez S.
Créditos: Pablo A. Martínez S.
180
181
breve transacción, dijo: “También tengo cerveza. No esta fría, fría, pero
esta buena”. Agradecí la oferta, y le afirmé que de pronto un poco más
tarde vendría y compraría alguna, pero antes debía hacer otras cosas.
Estábamos expuestos al calor y humedad propios de la selva ecuatorial. Seguíavanzando por el asentamiento con la intención de poder
hablar con la autoridad, contarle el interés de nuestra visita y, de ser
posible, encontrar una manera de reunirnos con todos los habitantes
de Los Monos. Al paso me salió una señora ya mayor, y procedí con
las habituales pautas de formalidad que estas visitas requieren. Pronto
llegamos a la pregunta por la situación del asentamiento, las novedades y hechos inesperados de los últimos días.
“En general, hemos estado bien”, dijo, “lo único raro es que regreso
este joven que trabaja en la minería. Ya lleva unos días bebiendo y
con esa música a todo volumen. Y nadie le puede decir nada, porque
es el que trae dinero”, concluyó.
II
El medio río Caquetá es el territorio localizado en ambos márgenes de un
largo trayecto fluvial delimitado entre las Bocas del río Caguán y el casco
urbano del corregimiento departamental de La Pederera1, departamento
de Amazonas, muy cerca de la frontera colombo-brasilera. Este río funciona como principal vía de comunicación de una extensa región amazónica, delimitando en distintos momentos el departamento del Caquetá de
Putumayo y Amazonas, respectivamente. Algunos cientos de metros abajo
del Canal de Araracuara, el río pasa de lleno al departamento de Amazonas, en el corregimiento departamental de Puerto Santander.
A estas formas de ordenamiento territorial se sobreponen, en primer lugar,
algunos municipios –Solano en el caso del Caquetá, Puerto Leguizamo en
1
La figura territorial de “corregimiento departamental” es una figura irregular en la legislación
colombiana. Su existencia se ha dado en virtud de mantener cierto tipo de ordenamiento anterior
a la Constitución Política de Colombia de 1991.
182
el de Putumayo–; variedad de resguardos indígenas –el Predio Putumayo,
Mirití-Paraná, Puerto Zábalo Los Monos, Monochoa, Nonuya de Villazul,
entre otros –; y territorios denominados “baldíos”, pero con ocupación
de cientos de colonos desde hace décadas. A lo anterior, se suma la
existencia de Parques Nacionales Naturales, los cuales se sobreponen o
delimitan territorios de resguardo.
Este complejo entramado político-administrativo, que genera profundos
problemas de gobernanza que son reforzados por la dispersión geográfica y dificultades de comunicación, es el resultado de las formas como
el Estado colombiano asumió desde su creación hasta años recientes
su relación con la Amazonía. De ser un territorio agreste, habitado por
“salvajes” (Serje de la Ossa, 2005), es introducido en el imaginario
nacional a partir de las primeras bonanzas extractivas –caucho y pieles–
(Gómez López y Dominguez, 1990 y 1994), y los procesos de evangelización encomendados a la iglesia católica a partir del Concordato
establecido entre Colombia y la Santa Sede en 1887 (Gómez López,
2010). Posteriormente, volverá a ocupar una primera plana con el desarrollo del conflicto armado Colombo-Peruano entre 1932 y 1933 (Gómez López, Lesmes, Rocha, 1995) y la creación, algunos años después,
de la Colonia Penal de Araracuara (Useche Losada, 1994 y 1998).
Finalmente, se integrará como una parte importante de la geografía del
conflicto armado y del narcotráfico de las últimas décadas del siglo XX,
estigma que poco a poco cede en este nuevo siglo (Tobón, 2008).
La población mayoritaria del medio río Caquetá la constituyen indígenas conocidos como “Gente de Centro”, los cuales se reconocen
como parte de los pueblos Murui-Muinai, Muinane, Andoque, Nonuya,
Bora, Miraña, Okaína y Resígaro. A esta población se suma un porcentaje menor de mestizos procedentes de otras regiones del país,
quienes han llegado o son descendientes de aquellos que llegaron en
los procesos históricos antes mencionados. A diferencia de los indígenas, que ocupan el territorio en asentamientos en los márgenes fluviales, los mestizos se ubican en los cascos urbanos de los corregimientos departamentales de Puerto Santander y La Pedrera, donde viven
principalmente del comercio, de cargos institucionales o de la Fuerza
Pública. Por la parte alta del río, en los márgenes del río Caquetá y
183
el Caguán se asientan algunos colonos, quienes vienen organizando
asentamientos a la forma de caseríos.
Algunos de los pueblos indígenas ocupan el mismo territorio de sus antepasados, el territorio ancestral, mientras que otros han llegado a la
región. Entre los pueblos que han llegado, se encuentran los Murui-Muinai
y Muinane, habitualmente denominados “Uitotos” o “Witotos”, los cuales
llegaron a la región huyendo de la Casa Arana, durante la primera bonanza del caucho. Ésta se había asentado en las riveras del Igara Paraná,
especialmente en el lugar hoy conocido como La Chorrera, que es reconocido por estos dos pueblos como el lugar de sus antepasados (Centro
Nacional de Memoria Histórica, 2014).
Con la Constitución Política de Colombia en 1991, surgen en el territorio expectativas por parte de los pueblos indígenas de administrar el
territorio de forma autónoma. Desafortunadamente, a dicha expectativa se contrapone la fragilidad de las entidades territoriales constituidas
jurídicamente, las cuales surgen con escasos recursos para garantizar
los procesos necesarios para hacer un ejercicio adecuado de dicha
autonomía (Andrade León, 2014). Este escenario, sumado al estigma
ya señalado de las últimas décadas del siglo XX, ha hecho que la
región se encuentre en un alto grado de abandono, lo cual constituye
el telón de fondo de la explotación de oro.
modelo de conocimiento, suele ser regulado a través de una serie de
pautas que garantizan la estabilidad de la reciprocidad y, por ende,
el “estar bien”. Entre dichas pautas se encuentra el reconocimiento
de tiempos y espacios de la selva más adecuados para su uso, las
acciones rituales, los procesos de formación y socialización del individuo como miembro de una familia, una comunidad y un pueblo
(Quiroga Sanabria, 2009).
Este conocimiento persiste gracias al trabajo oral que hacen hombres y
mujeres mayores, algunos de los cuales son considerados en la categoría
de sabedores. Circula en todas las actividades cotidianas, pero en el
caso de los hombres toma un lugar especial en las noches en las “malocas” o “mambeaderos”. En estos escenarios, la palabra se acompaña del
consumo de coca y ambil, lo que la hace poseedora del valor de verdad.
La “palabra de coca y tabaco” es el conocimiento de la “Gente de Centro”, y en ella se encuentra el origen de las cosas y los fundamentos para
lograr una vida exitosa en la selva (Candre y Echeverri, 1993).
III
El modelo de conocimiento de los pueblos indígenas de la región
amazónica, que presenta algunas variaciones entre ellos, suele ser
denominado “ecológico” (Reichel-Dolmatoff, 1997)2. En éste se parte de la comprensión del ser humano como una parte del universo
que establece relaciones, basadas principalmente en la reciprocidad, con el entorno visible o invisible. El aspecto relacional de este
Imagen 3.
2
Si bien aún persiste en la comprensión de estos modelos de conocimiento la noción ecológica,
en los años recientes han surgido importantes críticas orientadas a la especificidad de lo que
consiste dicha noción.
184
Maloca o “mambeadero” del medio río Caquetá.
Créditos: Pablo A. Martínez S.
185
El oro aparece en esta “palabra de coca y tabaco” de los pueblos
indígenas del medio río Caquetá. En ella se reconoce la existencia
del metal en el origen de los tiempos, siendo un rezago del sol y la
luna, que constituyen dos variedades del metal reconocidos por la
población, el cual se ha quedado como parte constitutiva del territorio, lo que la hace poseedora de múltiples relaciones con los otros
seres, visibles e invisibles, del entorno selvático (Fundación Tropenbos 2012). Estas relaciones son las que se ven alteradas cuando se
produce la remoción o extracción del oro y, por ende, se produce
una pérdida del atributo de reciprocidad, lo que obliga a prepararse
para un deterioro general del medio en sus diferentes niveles.
Al ser rezago de sol y luna, fundamentales en la definición de los tiempos y espacios selváticos, la remoción y extracción del oro va a producir
cambios de índole general que van a poner en riesgo la subsistencia.
Al ser un rezago inmerso en el territorio, éste se encontrará incompleto,
por lo cual las relaciones entre seres visibles e invisibles se deteriorarán,
generando mayores problemas. El efecto en los seres humanos será
una prolongación de lo anterior, haciendo daño a individuos, familias
y comunidades. Es por ello que, desde el conocimiento tradicional, la
extracción de oro pone en riesgo la pervivencia de los pueblos.
¿Qué hacer en un contexto de enorme fragilidad, con una expectativa
de autonomía, y un reconocimiento de los problemas posibles desde
lo tradicional, ante la obsesión del oro?
IV
Las primeras “balsas” mineras llegaron a mediados de la década de los
noventas. El contexto de transición jurídico-administrativo posterior al cambio constitucional, a la par de la presencia de los actores del conflicto
armado y del narcotráfico, favorecieron que éstas ingresaran sin ningún
control (Tobón, 2008; Resguardo Puerto Zábalo Los Monos, 2017).
La obsesión por el oro en el territorio amazónico viene de los tiempos de
la Conquista. La leyenda de El Dorado, una utopía construida edificada
186
con este metal, fue desplazándose progresivamente de los territorios del
istmo de Panamá hacía los Andes, y de allí hacia las llanuras de la
Orinoquía y la selva de la Amazonía. Francisco de Orellana, Pedro de
Ursúa, Lope de Aguirre, Pedro Malaver de Silva, entre muchos otros,
sucumbieron en la búsqueda de esta utopía y de otras hermanadas,
como “El País de la Canela”.
Ya en décadas recientes, la Amazonía colombiana tuvo su auge de
explotación minera en el actual municipio de Taraira, departamento
del Vaupés. Allí, en 1986, un indígena de apellido Valencia la ubica en una formación rocosa, que luego recibirá el nombre de Cerro
Rojo, de la cual se desprenden pepas de oro. La noticia se extenderá,
primero, en la región, y luego a nivel nacional, llevando a una oleada
migratoria de buscadores de fortuna. La producción será de tal magnitud que Taraira se convertirá en el asentamiento selvático más habitado
en este período, y se llegó a rumorear que el Banco de la República,
banco central de Colombia, alcanzó a planear una sucursal en este
lugar (Defensoría del Pueblo, s.f.).
La sobrexplotación de Cerro Rojo se acabó como yacimiento a cielo
abierto, reconociéndose que para seguir con la extracción se requería
de tecnología imposible de adquirir para los colonos ya asentados.
Inicia así la decadencia de Taraira y una larga discusión que ha continuado hasta el día de hoy en los denominados “Títulos Mineros”.
Los colonos buscaron nuevos horizontes en la recolección de hoja de
coca y su transformación en cocaína, que se incrementó exponencialmente en la década de los noventas, o buscaron nuevas alternativas
de minería basadas en el “bateo” o su expresión más elaborada: las
“balsas”.
Entre las personas que aprendieron las dinámicas de la minería en
Taraira, además de colonos, se encontrarán algunos indígenas de diferentes pueblos. Estos serán los encargados de transmitir este nuevo
discurso a los más jóvenes, que ante las posibilidades restringidas del
nuevo contexto jurídico-administrativo, verán en la minería una alternativa de existencia. Lo anterior ha implicado alejarse progresivamente
del conocimiento tradicional, de los mayores y sabedores, y acercarse
187
más a la obsesión del oro. Se ha abierto así una profunda brecha entre
comunidades y pueblos, que ha venido de la mano con problemas de
índole familiar y social.
V
Las “balsas” con las que me encuentro por el río Caquetá, las mismas
donde labora el joven Murui-Muinai que recientemente me ha ofrecido
una cerveza, tienen como base la ingeniería local. Dos canoas de
madera se cierran, convirtiéndose en sendos flotadores. Sobre estos se
hará una plataforma lo suficientemente amplia para ubicar la maquinaría necesaria para el proceso de extracción, y algunas otras cosas
necesarias: una pequeña cocineta, una bodega de combustible y un
lugar donde colocar la hamaca. A esta plataforma se le colocan unos
parales que sostendrán el techo, lo cual hace que las “balsas”, a la
distancia, parezcan casas flotantes.
Éstas se anclan en partes torrentosas del río, con la intención de obtener volúmenes importantes de agua que serán filtrados hasta obtener
los residuos. A dichos residuos se les agregará el mercurio, un metal
líquido con alta afinidad por el oro, el cual se ligará a este, obteniendo
una amalgama oro-mercurio, que después será separada bien sea por
evaporación o por uso de otro producto con el cual tenga mayor afinidad. El mercurio residual, el fijado inicialmente y después separado,
será arrojado a las aguas del río donde decantará al fondo, siendo
consumido por diferentes especies de peces, especialmente los siruliformes o nicuros, popularmente conocidos como “bagres”.
para caminar, problemas cognitivos-, en el caso del hígado problemas
propios del metabolismo, y en el caso de los riñones, insuficiencia
renal.
La otra forma de toxicidad en humanos es por consumo de especies
animales o vegetales, que hayan almacenado mercurio en su interior.
Los pescados, por ser los más expuestos, ocupan un primer lugar de
riesgo, y de entre estos, el señalado “bagre”. Cuando se consume, pasa
directamente al hígado, y de ahí a la sangre, a través de la cual puede
llegar a los otros órganos.
Imagen 4.
Niños y niñas Murui-Muinai.
Créditos: Pablo A. Martínez S.
El mercurio es altamente tóxico. Durante el proceso de separación de la
amalgama mediante evaporación, puede despedir vapores que rápidamente irritan las vías respiratorias, generan inflamación en los pulmones, llegando incluso a provocar edema. Por esta misma vía pasa
al torrente sanguíneo, donde puede llegar a el cerebro, el hígado y los
riñones, donde se depositará y almacenará causando deterioro propio
de cada uno de estos órganos. En el caso del cerebro, los signos y
síntomas serán principalmente neurológicos –somnolencia, dificultad
188
Si bien la intoxicación por mercurio afecta por igual a todos los seres
humanos, son las mujeres en embarazo y los niños/as los que más
suelen preocupar. En el caso de las primeras, el mercurio puede pasar
al feto en proceso de crecimiento y desarrollo, produciendo daños
estructurales neurológicos irreversibles, llevando a una situación de
capacidad diferenciada permanente. En niños/as, por otro lado, se
pueden producir alteraciones que lleven a déficit cognitivo, y por esta
189
vía, un bajo desempeño de las capacidades necesarias para una vida
autónoma e independiente.
En la vida cotidiana de los pueblos indígenas del medio río Caquetá, la
pesca ocupa un papel central en la subsistencia: es un río amplio, torrentoso
y, con muchas especies. Entre estas, destaca el “bagre”, que posee bastante
carne de buen sabor, lo que permite la alimentación de familias y comunidades. Además, su pesca es bastante fácil, comparada con otras especies.
Estoy en la comunidad de Los Monos. La señora, dueña de la casa
donde nos hospedamos, me alcanza un plato de comida: un delicioso
caldo de “bagre” con ají. Me lo como completo.
VI
En los últimos años las organizaciones indígenas, con el apoyo de
algunas gubernamentales y no gubernamentales, vienen ejerciendo un
intenso cabildeo para visibilizar el problema de la minería en del medio río Caquetá. Como resultado de ello, en el año 2014 se realizó
el primer estudio de campo en el territorio comprendido entre Puerto
Santander y La Pedrera. Los resultados han pasado por diferentes procesos de socialización y divulgación, y fueron puestos a disposición de
la comunidad científica en 2016 (Olivero-Verbel et al., 2016).
Dicho artículo da cifras a lo que más se temía: de doscientas personas en
las cuales se tomó muestra de mercurio en cabello, el 94% tenía concentraciones que superaban las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, y un 79% incluso duplicaba esta. El pescado, con sus
debidas variaciones, se ve como un potencial riesgo en la región. Al final
del mismo artículo, se recomienda que las poblaciones del río restrinjan en
su dieta de algunos peces, especialmente carnívoros, así como de la lactancia en las mujeres. Solo una acción de Estado que limite la explotación
minera, podría garantizar un auténtico cambio en los riesgos encontrados.
Los pueblos Bora y Miraña, principales habitantes del territorio
del estudio, así como otros del medio río Caquetá, recibieron
190
con perplejidad los resultados y las recomendaciones. Sustraer
una parte importante de la dieta, implican profundos cambios
no tanto por lo que constituye sino en el manejo de los aspectos
relacionales del conocimiento tradicional. Pero también obliga a
que la población entre en una lógica desconocida de manejo de
tiempos a corto, mediano y largo plazo, que una intoxicación
crónica conlleva.
Lo anterior se resume en uno de los testimonios recogido por la propuesta transmedia “Una parte por millón” (Mejía López, 2016). En
este, un indígena del pueblo Miraña del asentamiento de Puerto Remanso, participante del estudio, visibiliza las incertidumbres de la
población en general de reconocer esta situación y tener que tomar
decisiones:
“Va a ser muy difícil decir dejé de comer. Ya. Lo único que ellos dicen. ¿No? Pues si eso tiene mercurio, y esa es la comida
favorita de mi hijo y de mi familia ¿cómo yo voy a dejar de
comer? Bueno, si es que vinieron a dar este resultado, pues,
¿para qué vinieron a nosotros a sugestionar? ¿Si? ¿O poner
en preocupación? Si no podemos hacer nada, pues vamos
a seguir consumiendo a ver hasta dónde es que llegamos”
(Mejía López, 2016).
Con los resultados del estudio, además, se hace evidente la necesidad de realizar una intervención terapéutica a la totalidad de la
población expuesta. El tratamiento de la intoxicación por mercurio,
al igual que el de muchas otras intoxicaciones, se realiza a través
de un procedimiento llamado “quelación”. Este consiste en la aplicación de otro producto, en este caso un fármaco, con afinidad
al mercurio, al cual se fija, facilitando su expulsión por medios
naturales.
Para hacer el tratamiento se requiere, en primer lugar, tomar muestras
de mercurio en sangre, para establecer los niveles. Luego, se inicia
la terapia que dura en promedio catorce días, bajo supervisión de
alguien capacitado. Se finaliza con una nueva medición de niveles en
191
sangre, y controles periódicos, cada seis meses, vigilando que no haya
nuevas exposiciones. Este tratamiento es bastante costoso, y según los
datos que se manejan en el territorio, llegarían a ser entre 2500 y
3000 personas expuestas.
Hasta el momento el Estado, el Sistema General de Seguridad Social en
Salud, sus instituciones y funcionarios, guardan silencio. La Convención
de Minamata de la Organización de Naciones Unidas (2013), la cual
se orienta a establecer pautas para el adecuado uso del mercurio, hasta
ahora inicia su tránsito por el legislativo colombiano.
Y mientras tanto, siguen las “balsas” en el río.
VII
La extracción de oro en el medio río Caquetá se puede comprender,
siguiendo el precepto del conocimiento tradicional, como una alteración de las relaciones entre distintos elementos. La primera de estas
relaciones, es aquella establecida entre la nación y la región, la
cual se haya compuesta de imaginarios de territorios ingobernables
habitados por “salvajes”, con presencia de actores armados ilegales
y narcotráfico. De otra parte, estos imaginarios tratan de ser controlados mediante un profundo ejercicio de ordenamiento territorial
que desconoce dinámicas de gobernanza local, capacidades de
producción de recursos propios de inversión, y escasas competencias
para el actuar administrativo. Esta combinación de elementos hace
que nuevas instituciones informales emerjan en el territorio, y con ello
la posibilidad de la minería.
Una segunda relación es la que se produce entre los mismos pueblos y comunidades. Las bonanzas extractivas, entre ellas la minera, ha deteriorado el profundo entramado existente entre pueblos
del medio río Caquetá y al interior de los asentamientos. Algunos
pueblos y comunidades actualmente reflexionan seriamente sobre
convertirse o no en “territorios mineros”, con lo cual podrían apalancar otros procesos que exigen recursos: mejoramientos de vivienda,
192
proyectos educativos, atención en salud y formación de líderes para
la gobernanza.
La tercera relación en crisis es la de los conocimientos. Una profunda transformación está teniendo lugar en los indígenas en torno a
su relación con el conocimiento tradicional, la cual se manifiesta en
desconocimiento de las formas tradicionales de uso de la selva o de
sus pautas de control en las generaciones más jóvenes. Junto a esto,
se impone el conocimiento occidental desde las escuelas e internados
de la región que, si bien no logra afianzarse, si genera profundas
transformaciones en las expectativas de los jóvenes. Expectativas que
con la obtención de dinero producto de actividades como las mineras,
pueden ser resueltas de forma temporal.
Cualquier acción que se quiera tomar para enfrentar la problemática,
requiere su integralidad. El Estado de la mano con la gobernanza
local, una reflexión como asentamiento y como región, un equilibrio
entre conocimiento tradicional y occidental. Solo la acción a todos los
niveles, será eficaz.
VIII
Estoy reunido con las autoridades del Resguardo Puerto Zábalo Los
Monos en la maloca de Puerto Berlín. La idea es discutir el trabajo
que hemos venido realizando durante los últimos meses. Una de las
autoridades ha traído de Puerto Santander una de las cartillas de
divulgación del estudio sobre la contaminación por mercurio en el
medio río Caquetá. Mientras hablamos, esta cartilla va circulando,
siendo leída con detenimiento. Toma la palabra el encargado de
liderar la reunión:
- “Esto del mercurio es serio. Al mayor de la comunidad de Los Monos
lo sacaron el otro día a Florencia , y le tomaron pruebas que salieron
muy altas. Estamos intoxicados”, dice.
- “Qué podemos hacer?”, pregunta algún otro.
193
Tomo la palabra, hago algunas aclaraciones, explico la situación y las
posibilidades. Intento resolver la mayor cantidad de dudas posibles.
- “Creo que debemos pasar a las vías legales”, dice un mayor, con su
voz clara, desde el rincón de la maloca.
194
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196
197
CÓMO AFECTA EL
EXRACTIVISMO EL CUERPO
Y LA VIDA DE LAS MUJERES
Capítulo 6
Socorro Corrales Carvajal
Una mirada ecofeminista desde
el Cauca, Colombia
Fotografía: Javier Sulé O.
198
199
Cómo afecta el extractivismo el cuerpo y la
vida de las mujeres: una mirada ecofeminista
desde el Cauca, Colombia
How Extractivism affects the body and life of women: an ecofeminist
outlook from Cauca, Colombia
por: Socorro Corrales Carvajal1 / acorrales@comunitar.org.co
Resumen
Este artículo es una especie de compendio del ideario político de
la Corporación de mujeres ecofeministas –COMUNITAR-. Ideario volcado en el Observatorio “Mujer tierra y territorio” que desde 2014
venimos trabajando con el fin de documentar, analizar y visibilizar las
dificultades de participación política y de acceso de las mujeres a la
tierra. El Observatorio, entre sus tres variables, pone en evidencia los
impactos de la minería en el cuerpo y vida de las mujeres. Con los datos y/o testimonios allegados al observatorio buscamos también visibilizar a las mujeres como actoras sociales y políticas, y pretendemos
incidir en el debate público para la construcción de la paz territorial
con enfoque de género; una paz que transforme la mirada sobre lo
que somos, queremos y necesitamos las mujeres para vivir con dignidad. En síntesis, el ideario de Comunitar apunta a la deconstrucción
del patriarcado y, desde esta deconstrucción, hacer aportes en la implementación de los Acuerdos de paz pactados entre el gobierno y las
FARC-EP. Acuerdos en los que las mujeres estamos comprometidas y
activas como gestoras de paz en los territorios físicos y emocionales.
Acorde con lo anterior, este artículo emerge, en parte, de los informes
del observatorio. Informes que, pese a la poca información estatal
y pública, recogen y expresan algunos de los graves efectos de la
minería en el cuerpo y vida de las mujeres.
Palabras claves: Ecofeminismo, tierra, territorio, cuerpo, vida digna,
derechos, extractivismo, minería.
Preludio
Imagen 1.
Movilización de las Mujeres en vía Panamericana. Ruta Pacífica de las Mujeres.
Créditos: Archivo Corporación Comunitar
1
Cofundadora de Comunitar, organización punto focal de la Ruta pacífica de las mujeres en
el Cauca. Profesora jubilada de la Universidad del Cauca, también fundadora del Grupo de
investigación de Educación en género de la misma universidad.
200
“Con la llegada de la minería, hemos visto que aumentan los
embarazos no deseados…”
Mujer testimoniante
En coherencia con uno de los objetivos del Observatorio de Mujer,
tierra y territorio por visibilizar y evidenciar los impactos de la minería
en el cuerpo y vida de las mujeres, la primera parte de este artículo
201
está dedicado a lo que expresan mujeres rurales sobre su sentipensar,
preocupación o visión de cómo la minería afecta no sólo sus cuerpos y
sus territorios, sino la convivencia. Y, por supuesto, cómo afecta la paz
cotidiana, justa, participativa e incluyente. Es decir, cómo la minería
afecta aquella paz con enfoque territorial y de género que esperamos
que el postacuerdo posibilite, tal como se pactó en respuesta a la
demanda histórica de las organizaciones de mujeres por romper el
patriarcado y por exigir que la ruralidad sea atendida por el Estado.
Esto en franco reconocimiento a que es en el Campo donde la violencia armada ha dejado los mayores estragos y el mayor número de
víctimas. Pero también, en reconocimiento a que las mujeres rurales
contribuyen de manera notable en el cuidado de la Biodiversidad y
en la producción de alimentos, pese a que el acceso a la tierra les ha
sido casi imposible.
La segunda parte del artículo muestra cómo un observatorio contribuye
a ampliar la mirada y la pertinencia del enfoque territorial y de género. Y la tercera parte está dedicada a ver, de manera más específica,
cómo la paz será más imperfecta si las mujeres no cuentan con garantías para su participación en la implementación de los Acuerdos,
así como también muestra los desafíos que tienen las organizaciones
de mujeres en su participación para persistir en el reconocimiento
y valoración de sus aportes a la biodiversidad de Colombia y a la
necesidad perentoria de ampliar y cualificar la democracia. Participación, oportunidades y desafíos que están en alto riesgo si en Colombia no se frena la minería, si el extractivismo sigue ensanchando sus
tentáculos desarrollistas que expropian y vulneran los territorios físicos y
emocionales de los pueblos.
Las tres partes del artículo, desde el ecofeminismo agenciado y resignificado por Comunitar, exploran y entretejen las afectaciones del
extractivismo en general y de la minería en particular. Dichas afectaciones son manifestaciones palpables de la histórica iniquidad en
la que las mujeres rurales han vivido en carne propia las asimetrías
sociales de un sistema centralista, patriarcal, discriminatorio, racista,
excluyente y depredador. En suma, un Estado ineficiente que debe dar
muestras de cambios institucionales profundos que permitan, desde
202
el estado social de derecho consagrado en la Constitución de 1991,
entender y atender a las mujeres rurales para alcanzar la Reforma
rural integral, que es solo uno de los puntos del Acuerdo “…el Nuevo
Acuerdo Final reconoce que el proceso de democratización del acceso a la tierra debe benefi¬ciar de manera preponderante a campesinos y campesinas sin tierra o con tierra insuficiente, partiendo de
la relevancia que tiene para el campesino la tierra y su relación con
ella.”(Bautista, 2017: 15). Pues es la tierra el hábitat natural, cultural,
ancestral y espiritual que nos posibilita vivir, si no se expropia, si no
se vuelve valor de cambio de negocios fraudulentos o de desmedido
enriquecimiento.
1. Graves afectaciones de la minería en el cuerpo y la vida
de las mujeres
En el recorrido de este artículo y de los informes del Observatorio
partimos de reconocer que las mujeres rurales del Cauca han tenido
y tienen un vínculo ancestral con la tierra, con los territorios en los que
han vivido, pervivido y resistido en su defensa. Este reconocimiento a
una lucha ancestral es constitutivo de sentipensares ecofeministas que
son los nichos histórico-políticos, teóricos, conceptuales y emocionales
de Comunitar.
“Sentipensares que revelan la conexión natural-social; individual
y colectiva, la razón y la emoción, el reconocimiento y la convivencia en un mundo biodiverso. Relación cosechada de tantas
semillas regadas en la historia por mujeres que se atrevieron y
atreven a descolocar, a despatriarcalizar las formas de nombrar y recrear el mundo; a subjetivar la historia, la ciencia, la
investigación y toda la sociedad en la que lo individual y lo
social salen –o debieran salir- del binarismo opositor, estrecho
y emprobrecedor de una sola mirada que ha sido endiosada
como única explicación y posibilidad humana. En síntesis,
mujeres en contra de todas las violencias, no solo las violencias
armadas. En contra de discriminaciones y exclusiones que laceran la dignidad, la convivencia, la posibilidad de vivir bien,
203
con tranquilidad y confianza de no ser arrasadas ni en la casa
ni en ningún lugar.” (Corrales, 2016: 32).
Es desde estos sentipensares ecofeministas que retomamos, valoramos
y analizamos algunos datos y, sobre todo, testimonios de mujeres que
expresan la magnitud de los problemas causados por la minería. Son
evidencias que traslucen las afectaciones cotidianas que enfrentan y
que casi nunca cuentan en las estadísticas y acciones oficiales.
“El sinnúmero de las afectaciones y daños que han tenido lugar en razón a ejercicios de minería en nuestro departamento,
en particular de aquella mega-minería y minería criminal. –Sin
número en su doble acepción: Sinnúmero por las cantidades de
daños, y sin número por la falta de datos oficiales confiables.
Afectaciones que pueden recogerse -agregándolas por aspectos
específicos- sin llegar a contemplarlas todas, en: afectaciones
sobre el medio ambiente, los sistemas económico-productivos
territoriales, político-organizativos, socio-culturales, además de
las afectaciones físicas y emocionales a las comunidades relacionadas.” (Ávila y Corrales, 2016: 78).
A pesar de las afectaciones mencionadas, las mujeres rurales han logrado pervivir y sobrevivir y han hecho contribuciones para ayudar a
cuidar y conservar la Bio–diversidad de la que se sienten y son parte.
Es decir, las mujeres reconocemos cada vez más la imbricada relación
biología - cultura en la que la Naturaleza no es solo lo ambiental o
ecológico. Las mujeres somos parte de la Naturaleza. Somos parte
del cuerpo individual y del cuerpo social –familia, comunidad, organizaciones, el Planeta que habitamos y nos habita–. Cuerpos en los
que se ha ensañado el patriarcado para perpetuar los estereotipos y
dogmas que inferirorizan a las mujeres y estigmatizan todo lo femenino
Conciencia que también alude a que las mujeres reconocemos que
somos parte de la multiculturalidad entendida como la diversidad de
culturas que comparten espacios y tiempos en los que coexistimos y
nos resistimos a la depredación, a la barbarie y la ignominia. A partir
de esta concienciación sobre la biodiversidad valoramos y visibilizamos las afectaciones sistémicas y estructurales y por ende, las serias
204
e injustas desatenciones estatales que afrontan las mujeres víctimas,
debido a la histórica ausencia gubernamental que impide garantizar
los Derechos Humanos de las mujeres.
De hecho, esta ausencia deviene en una falta de políticas públicas y
programas de estímulo a la producción agrícola, a para garantizar
la soberanía y autonomía alimentaria. Pero, por otro lado, la desatención estatal es más evidente aun cuando las mujeres se ven obligadas a salir de los territorios, a causa del asedio del conflicto armado
o porque no han podido garantizarse formas de vida digna en sus comunidades. Por ejemplo, cuando la minería ilegal y criminal incentiva
la profundización de grietas socioeconómicas, culturales, corporales y
emocionales; individuales y colectivas. En resumen, esas grietas profundas en la vida rural de las mujeres se producen por carecer de tierra
suficiente, o sencillamente no tenerla; o por efectos del desplazamiento
forzado, ya sea por causa del conflicto armado y/o por los asedios de
la minería ilegal y criminal.
“En 2013 y 2014, el número de mujeres desplazadas (25.066)
excede al número de hombres (22.473). La diferencia es de
2.593 mujeres más que los hombres. En 2013, la cifra de mujeres víctimas de este delito fue superior, con 1.364 casos al
de los hombres, y para 2014, fue superior en 1.229. Si bien
en 2014 disminuyó considerablemente el número de personas
desplazadas, pasando de 30.904 a 17.056, disminución
equivalente a un 55%, el desplazamiento de las mujeres siguió
siendo superior al de los hombres. El conflicto armado generó
que miles de personas (291.125) en el departamento del Cauca
abandonaran sus territorios. De estos territorios abandonados,
muchos fueron usufructuados por grupos armados, o incluso
negociados con terceros.” (Corrales y Fernández, 2015: 36-37).
No sólo nos referimos en este artículo al fenómeno del desplazamiento
forzado a causa de la minería, sino que anudamos o entretejemos
12 afectaciones que muestran el preocupante vínculo entre minería,
conflicto armado y explotación de recursos en general, con énfasis
en cómo afecta el modelo extractivista el cuerpo y la vida de las
205
mujeres. Sobre este vínculo versa la tercera variable del Observatorio
y sobre la cual la información de las instituciones es más escasa o
casi nula. Vínculo y variable estrechamente asociadas a las otras dos
variables que son: 1. Impacto del conflicto armado en el acceso, uso
y goce de las mujeres a la tierra. 2. Situación de las mujeres y sus
derechos civiles de propiedad, uso, goce y disposición de la tierra.
“… la dimensión histórica, cultural y política de las mujeres en sus
territorios, en sus cuerpos y en su cotidianidad, está asociada a tener
tierra para poder vivir, y a otros flagelos como la minería. Flagelos
que van en detrimento de la calidad de vida individual y colectiva.”
(Ávila y Corrales, 2016:23). En el Observatorio se trabaja sobre
estas tres variables que evidencian la complejidad del problema
estructural de la minería que acrecientan la iniquidad histórica en la
vida de las mujeres. Es sobre esta iniquidad que las organizaciones
de mujeres rurales han centrado su trabajo organizativo al reivindicar
y exigir sus derechos a la tierra, a territorios libres de violencias. Derechos que les permitan vivir en sus territorios con dignidad.
1.1 Ambientales
“La dimensión minera y de hidrocarburos en el territorio caucano continúa extendiéndose, según actualizaciones de las cifras
oficiales a febrero de 2016, con: 228 concesiones mineras
que están en buena parte ubicadas en el Norte del departamento, en su mayoría de materiales de arrastre pero también
de oro, plata, platino; 412 solicitudes mineras que comprenden
la región Occidental Pacífica y Centro del departamento hacia
el Norte y Sur; además de 27 áreas estratégicas mineras que
abarcarían 408,099 hectáreas en 17 municipios caucanos; 7
explotaciones de hidrocarburos básicamente en la Bota caucana
que conectan con bloques desde Putumayo; y 11 solicitudes de
hidrocarburos. Estos datos que reflejan la voracidad extractivista,
han puesto en gran peligro la gran mayoría de bienes naturales
de nuestro departamento, bienes tan vitales como las fuentes
hídricas.” (Ávila y Corrales, 2016: 73).
“La minería ilegal y hasta criminal, en sus diferentes tipos de excavación y explotación, materializa con creciente fuerza nuevas
disputas por la tierra, tenencia y usos del suelo y del subsuelo, convirtiéndose así la minería en otra expresión de la lucha
por la tierra y por los territorios del Cauca. Desde esta óptica
de expropiación, la tierra es vista no como madre dadora y
conservadora de vida, sino como fuente de recursos altamente
demandados en el sistema económico contemporáneo global.
La minería, entonces, coexiste y complejiza la realidad de un
país y departamento golpeados sentidamente por el conflicto
armado interno y otros fenómenos de violencia social, haciendo
más esquiva la posibilidad de habitar y convivir en paz.” (Ávila
y Corrales: 19).
A manera de ilustración, el Observatorio ha podido identificar entre las
afectaciones más sentidas, las siguientes 12 afectaciones que casusa
la minería en el cuerpo y vida de las mujeres y, por ende, en los territorios físicos y emocionales de la Biodiversidad de la que las mujeres
somos p(arte).
206
Mapa 1.
Distribución minera y de hidrocarburos y ríos en riesgo según CRC. Cauca.
Fecha de corte, febrero de 2016.
Fuente: Oficina del senador Iván Cepeda. Equipo de Trabajo
207
1.2 Específicamente en las fuentes hídricas
“…en grave riesgo las fuentes hídricas no solo del Cauca, sino
de todo Colombia. Al respecto, mediante Resolución, la Corporación Autónoma Regional del Cauca -CRC- caracterizó recientemente ciertas cuencas que en el departamento están en grave
peligro y que comprometen los ríos enunciados en el mapa 1
y, con ellos, la Biodiversidad y la calidad de vida de las comunidades. Si bien tales ríos serían sólo una proporción de las
muchas más fuentes hídricas” (Ávila y Corrales, 2016: 73).
En el Cauca la defensa del Agua ha sido uno de los puntos clave en la defensa de los territorios. Por ejemplo, a partir de los daños ocasionados por
la minería no formal en el norte del Cauca, las mujeres se han convertido
en autoridades ambientales, exigiendo su protección y recuperación. Así lo
testimonia una caucana, a propósito de la destrucción que se ha presentado
sobre las fuentes hídricas y lo que ha implicado para las mujeres: “Nosotros
teníamos unos hilos de agua, cada familia tenía su hilo de agua y se respetaba, nadie se pasaba a un hilo de otra familia. Iba toda la familia a ese
hilo y se iba a hacer la merienda, eso iba trascendiendo de generación en
generación, ahora con esta cosa de la minería ellos desviaron los ríos y ya
los hilos se perdieron. Con la dañada de los hilos de agua ya no se podía
ir a hacer nada al río, y, por ende, ya no se podía pescar que también era
otra forma de que uno más o menos se sostenía. Ya esas aguas son contaminadas y la tierra va perdiendo fertilidad entonces hay muchas mujeres que
se tienen que ir a trabajar a otras ciudades dejando sus hijos con otros y de
ahí viene de todo”. (Bautista, 2017: 13 y 14).
1.3 Más riesgos y obstáculos para las mujeres víctimas
En el informe del observatorio de 2015, una de las siete recomendaciones que hacíamos para que el gobierno atienda a las víctimas de
manera prioritaria y desde el enfoque diferencial era:
“Garantizar acompañamiento jurídico a las mujeres en los
municipios en los que hay solicitudes de concesión y los que
208
ya les otorgaron títulos mineros, pues las mujeres están en
evidentes desventajas para estar informadas y para protegerse
jurídicamente, ya que las empresas y multinacionales de minería
podrán pagar para conceptos jurídicos que favorezcan sus
pretensiones, y las mujeres no para no vender sus tierras.
Para evitar a la vez argucias nefastas con las que ilusionan
a las mujeres si llega la minería y ellas permiten vender sus
predios.” (Corrales y Fernández, 2015:57).
Esta recomendación sigue vigente ante la arremetida de la minería y ante
la poca respuesta institucional para garantizar territorios libres de minería
ilegal y criminal, por garantizar el acompañamiento jurídico a las mujeres
víctimas de desplazamiento que quieren retornar a sus comunidades.
1.4 En riesgo, las garantías de retorno a las tierras
“…el retorno a las tierras que debieron abandonar ante las
amenazas o peligros, las víctimas reiteran que volverían sólo si
hay garantías para permanecer y pervivir en los territorios. Sin
embargo, por un lado han sido escasos los avances en términos
de las tierras restituidas a lo largo del Cauca, posiblemente a
causa de que el conflicto armado continúa vigente; por otro
lado, a muchos y muchas que fueron desplazados/as una vez,
habiendo podido ser retor¬nados a sus tierras o reubicados en
otras, la revictimización por un nuevo desplazamiento (incluso
una y otra vez más) les ha trastocado sus vidas por fenómenos
como la minería.” (Ávila, Corrales, 2016:41).
1.5 En los procesos de restitución de tierras
“A manera de hipótesis, se asume que el desarrollo de proyectos
extractivos como los de tipo minero y de hidrocarburos ha podido
afectar el adelanto de procesos de restitución de tierras a muchas
víctimas de desplazamiento y/o despojo forzado que han iniciado
un proceso de restitución de tierras. Hipótesis extensible a otras
209
víctimas que no han iniciado su proceso de restitución e incluso
a aquellas que aún no han sido registradas como víctimas. En la
respuesta de la UGRTD al derecho de petición elevado por el Observatorio…, respecto a las afectaciones que proyectos extractivos bajo sus diferentes figuras han generado sobre personas que
adelantan proceso de restitución de tierras en nuestro departamento, la Unidad reporta cifras que confirman la hipótesis planteada,
aún con cierta inexactitud y claridad en las categorías reportadas.
Es decir, a nuestro juicio, las cifras de la UGRTD muestran que los
proyectos minero energéticos de la locomotora estatal, afectan los
procesos de restitución de tierras que se pretenden documentar,
analizar y visibilizar como parte del Derecho a la información
pública como base para la toma de decisiones acordes a las
necesidades de la población y, en particular, para las mujeres
víctimas.”( Ávila y Corrales, 2016: 75).
1.6 En la soberanía alimentaria de la que las mujeres han
sido garantes
“Los daños económico-productivos que se vienen reconociendo como producto de la entrada de proyectos mineros suelen
ser la pérdida de actividades económicas tradicionales de
productos de pancoger garantes de la soberanía alimentaria
de las comunidades, dejándolas en una situación de inseguridad e inestabilidad alimentaria y económica en general: en
unos casos, a causa de la contaminación de los subsuelos,
suelos y también ríos por la que se hace riesgoso cultivar y
consumir sus productos; en otros casos por la dedicación de
las comunidades a la minería en reemplazo de otras actividades tradicionales en tanto la minería pasa a ser la mayor
o única fuente de ingresos; o también en otros casos por la
incapacidad de realizar minería artesanalmente como fuente de ingresos adicionales por comunidades ancestrales, en
tanto la actividad pasa a ser controlada por agentes externos
con el cuidado de armados legales y/o ilegales”. (Ávila y
Corrales, 2016: 79).
210
1.7 En la salud en general que repercute en la economía del
cuidado
“Las afectaciones a la salud se dan mucho pues anteriormente
la gente no necesitaba de mercurio ni de cianuro ni de esas
cosas para sacar el oro; por eso, hoy los niños están sufriendo
muchos problemas respiratorios. Y nosotras, vida como antes,
las mujeres negras tenemos un alto nivel para concebir hijos,
nosotras somos muy productoras muy dadoras de vida y, ya no.”
(Entrevista inédita).
1.8 Político-organizativos
“Daños político-organizativos que trasgreden el tejido social -motor de resistencia- de las comunidades «generando divisiones,
criminalizando las resistencias, abriendo las puertas a fuertes violaciones contra los derechos humanos» (Bermúdez et al, 2014)
suelen ser la proliferación de amenazas y asesinatos selectivos a
opositores a la minería con miras al despojo de las tierras de familias o parte de ellas y que se sustentan en el incremento del pie
de fuerza, legal y/o ilegal, en los territorios contiguos al desarrollo
de proyectos mineros. Con ello, y además con la polarización de
las comunidades frente a su apoyo a proyectos mineros, se han
generado divisiones y debilitado procesos organizativos territoriales pues a algunos integrantes de la comunidad se les ha buscado
para convencerlos y ponerlos a favor del desarrollo de la minería
mientras otros se oponen.” (Ávila y Corrales, 2016: 79).
1.9 En salud sexual y reproductiva
“Los embarazos adolescentes también se han incrementado a la
par que llegan personas de fuera de las comunidades a hacer
minería. También se ha incrementado la violencia en los relacionamientos de las personas, también al interior de las familias y
contra las mujeres. Con la llegada de la minería, hemos visto
211
que aumentan los embarazos no deseados por las mujeres: unas
porque van a trabajar a los burdeles y venden sus cuerpos; otras
porque empiezan relaciones sentimentales con mineros y de
pronto no se cuidan, no tienen los cuidados que deben de tener
y quedan en embarazo y la decisión es esa. O muchas veces
los mismos mineros y la gente que está ahí se dan cuenta y les
dicen «no, usted tiene que botar ese hijo, yo no voy a tener hijos
con usted», porque muchos de ellos tienen su familia, sino que se
vienen a trabajar por acá. Después del operativo de acabar con
esa minería, se encontró una cantidad de fetos enterrados, unos
en seguida de otros.” (Ávila y Corrales, 2016: 82).
1.10 En la credibilidad del estado
“La ausencia o ineficacia de las instituciones hace que la política
minera que guía hoy a Colombia sea contraria a las comunidades. Por ejemplo, bajo el precepto de formalización de la
actividad minera en los diferentes niveles (sobre todo a pequeña
escala), las entidades del gobierno darían pie al ejercicio de
proyectos mineros de mayor y gran escala que remplazarían o
desplazarían a la minería de pequeña escala como es la minería artesanal, y/o con ello, se abre la posibilidad de ingreso a
terceros de otras regiones del país que sí puedan desarrollar esa
minería de mayor envergadura e incluso con vinculaciones de
actores armados al margen de la ley o mafias del narcotráfico;
al mismo tiempo, abrirían las puertas indirectamente a la entrada
de empresas multinacionales sin el cumplimiento de normas y
procedimientos que deben incluir, ante todo, el consentimiento
de las comunidades. Empresas que, en vez de contribuir al desarrollo de los pueblos, los arrasan y someten a mayores vulneraciones individuales y colectivas. Vulneraciones que se reconocen y cuestionan en designios tales como las Áreas Estratégicas
Mineras y Proyectos de Interés Nacional y Estratégico –PINE-, la
Formalización mediante caracterización del convenio interinstitucional suscrito entre la Corporación Regional del Cauca CRC
y la Agencia Nacional Minera.” (Ávila y Corrales, 2016: 74).
212
1.11 En la cohesión social y/o daños socioculturales
“Los daños socio-culturales sentidos por las comunidades en sus
territorios suelen ser la pérdida de su tejido socio-cultural empezando desde los lazos familiares y prácticas tradicionales por
la sobreposición de intereses y deseos individuales aprendidos
de fuera sobre los del grupo familiar. Subsecuentemente, hay
desarticulación de núcleos familiares por el abandono por parte
de los padres mientras las madres pasan a asumir el rol de los
padres como suministrador en condiciones de mayor vulnerabilidad a la pobreza bajo el madresolterismo y madresolismo; crianza de niños y niñas en muchos casos sin la presencia continua
de padres y también de madres (que deben sustituir en trabajos
a los padres ya sea en trabajos informales en la minería o de
servicios personales); deserción escolar de niños/as y jóvenes
por dedicarse a la minería. Con la apertura de establecimientos
tales como cantinas y prostíbulos, se ha incrementado la prostitución con mujeres no sólo de fuera sino de las propias comunidades.” (Ávila y Corrales, 2016: 79).
1.12 En las economías rurales y locales
“Si bien hoy se reconoce que la minería con sus diferentes métodos y en diferentes grados ha sido nociva para los territorios,
es necesario distinguir la minería a gran escala o megaminería y
la minería que utiliza maquinaria pesada, distinguirla de aquella
minería realizada artesanalmente como fuente de ingresos adicionales por comunidades ancestrales. Con el auge de la minería de oro en razón al alza del precio del mineral, aumentó la
llegada de proyectos mineros de grandes empresas, tanto en comunidades con yacimientos explotados artesanalmente como en
aquellas donde la minería no se había desarrollado. Pero a los
diferentes territorios no sólo han llegado grandes empresas, sino
también otros actores como particulares de distintas regiones del
país e, incluso, miembros de grupos armados ilegales y otros
involucrados al narcotráfico.” (Ávila y Corrales, 2016: 68 y 69).
213
2. El Observatorio reafirma la necesidad del enfoque
territorial y de género
Es un propósito personal, social y político de los feminismos, de las
organizaciones feministas y, en general, de las organizaciones de mujeres, documentar y analizar lo que pasa con los Derechos de las
mujeres vulnerados en el marco de las doce afectaciones señaladas.
Ello porque buscamos, queremos, necesitamos y abogamos por una
vida libre de violencias, discriminaciones; sin prejuicios, machismo y
misoginia. Muchas mujeres y nosotras mismas en Comunitar reinterpretamos, retejemos y entretejemos al reconocer, que “El ecofeminismo
pone de manifiesto la conexión entre la explotación a la madre tierra
y la expropiación del cuerpo y la vida mujeres. Extractivismo perpetuado por todos aquellos que vulneran la integridad y la dignidad de
territorios ancestrales, físicos y emocionales”. (Corrales, 2016: 97).
Bajo un proceso de mirada atenta, con los sentidos bien abiertos en
el reconocimiento histórico y resignificación de diversas corrientes de
pensamiento –por ejemplo, el ecofeminismo y las corrientes emanadas
de las luchas de las mujeres por los Derechos Humanos y de las que han
surgido los estudios de género–, impulsamos el Observatorio de “Mujer,
tierra y territorio” en el Cauca, región del sur de Colombia, más rural que
urbana. “En su mayoría la población caucana es rural, fenómeno bien
distinto al de otros departamentos en los que prima la población urbana.
El 60,27% de la población caucana se ubica predominantemente en la
zona rural, mientras el restante 39,73% se distribuye en zonas urbanas
del departamento.” (Ávila y Corrales, 2016: 14). Ruralidad empobrecida en la que las mujeres hacen cotidianas contribuciones al Buen vivir,
sin que sean reconocidas y atendidas como actoras políticas que no
solo se resisten al desarrollismo extractivista, sino que generan alternativas de convivencialidad, de construcción de paz desde la casa, desde
los territorios que habitan y las habitan. Esta iniquidad en la que viven
las mujeres rurales caucanas es parte de la problemática, invisibilización
y desatención estatal a nivel mundial.
“Actualmente se calcula que existen en el mundo 1.600 millones
de mujeres campesinas (más de la cuarta parte de la población),
214
pero sólo el 2% de la tierra es propiedad de ellas y reciben únicamente el 1% de todo el crédito para la agricultura. En América
Latina y El Caribe, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la población rural asciende a 121millones de personas, lo que corresponde al
20% del total de la población. De este total, el 48% son mujeres
(58 millones), que trabajan hasta 12 horas diarias a cargo de
la huerta, de los animales, recolectando y cocinando alimentos,
criando a niñxs, cuidando a personas mayores y a enfermxs,
entre otras muchas tareas.” (Korol, 2016:9 y 10).
En esta iniquidad en la ruralidad sin tierra, parece un milagro que las mujeres proporcionen la mayor cantidad de alimentos en el mundo. Esta no
es una situación de la que estén exentas las mujeres del Cauca. En medio
de la ruralidad en que viven las mujeres, la voracidad del extractivismo ha
causado estragos en la bio-diversidad que implica reconocer a las mujeres
negras, campesinas, indígenas, jóvenes y mayoras, con distintas cosmovisiones de mundo que convergen en la defensa de la tierra como patrimonio
ancestral. Es decir, en las mujeres rurales que, en resistencia organizada
y pacífica, sobreviven en medio de la precariedad y de un sinnúmero de
violencias entre las que (no)cuentan las violencias generadas por la minería.
“Las mujeres en particular, han sufrido por la minería fuertes impactos sobre su salud. Malformaciones de fetos hacen parte
de sus denuncias, entre las primeras y principales afectaciones
sobre su salud y la de sus familias. El incremento de embarazos
adolescentes y -en otros casos- abortos practicados clandestinamente, además de enfermedades de transmisión sexual que aparecen en las denuncias de las mujeres de manera más recurrente.
Han sido las mujeres las mayores afectadas por fenómenos de
prostitución. Aunque estas afectaciones han tenido eco en otras
partes del país, en el Cauca aún no se cuenta con información
estadística clara oficial que visibilice estos estragos de la minería
en la salud de las mujeres.” (Ávila y Corrales, 2016: 81).
Son formas de violencia de una guerra en la que pareciera no sólo
importar la disputa por el poder de las armas, sino por el cuerpo de las
215
mujeres. Para el caso que nos ocupa, las violencias ocasionadas por
la minería y por el extractivismo no son registradas y menos atendidas
por las entidades del Estado. De esta falta de información y atención
adolecen los informes del Observatorio, pues no ha sido posible contar con información pública, confiable y pertinente, no obstante que
“…al amparo del derecho a la información pública actualizada elevamos numerosas solicitudes a la mayor parte de entidades oficiales que
tienen competencia y obligaciones directas para atender y reparar a
las víctimas del conflicto armado, y en particular, a las mujeres víctimas. Ha sido reiterada la dificultad a la hora de acceder oportuna y
claramente a la información solicitada.” (Ávila y Corrales, 2016: 11).
Por las dificultades en la búsqueda de información oficial actualizada y
desagregada sobre las mujeres, nos atrevemos a decir que el Derecho
a la información pública también es vulnerado, ya que “La renuencia
institucional a la no respuesta a los Derechos de petición viola no solo
el derecho fundamental a la información pública oportuna y confiable,
sino que viola el bien jurídico consagrado en el mecanismo de los
Derechos de petición”. Esta falencia esperamos que sea superada lo
más pronto posible en el marco del proceso ya iniciado de la implementación de los Acuerdos de paz, en el que las organizaciones de
mujeres nos comprometemos cada día más.
Tal falencia en información es síntoma de lo mucho que falta para el pleno
reconocimiento de las mujeres como sujetas de derechos y como actoras
sociales. Falencia que reafirma la necesidad de incrementar y demandar
la obligación estatal de atender a las mujeres en general, y en especial a
las mujeres víctimas, que son en su mayoría mujeres rurales. Éstas también
trabajan por el reconocimiento del proceso histórico que ha dado lugar a
que hablemos y aboguemos por los Derechos de las mujeres como condición de dignidad, de una democracia plural y participativa y de Paz. En
suma, que se plantee el Buen vivir como una alternativa al desarrollo que
implica descolonizar y despatriarcalizar al Estado, el cuerpo, el alma, las
instituciones, las organizaciones, el poder, las relaciones y el diario vivir.
Por la defensa de la dignidad de las mujeres, y por supuesto, de los
Derechos de las mujeres, en el observatorio y sus documentos, hemos
216
hecho énfasis en la importancia de la Paz como garantía de convivencia, de Buen vivir; como condición social inapelable para que Colombia logre reconstruir el tejido social roto por la guerra. Para que las
mujeres de la ruralidad, que han sido la más golpeada por el conflicto
armado, puedan vivir en paz, sin temor a seguir siendo ultrajadas,
desconocidas o no valoradas en sus apuestas por la defensa de sus
territorios, de sus cuerpos y, en general, en la defensa de sus iniciativas
de protección a la biodiversidad. Desde esta concepción de paz cotidiana y transformadora, esperamos y trabajamos en esta necesidad
de que las mujeres rurales gocen de garantías para participar en las
deliberaciones y decisiones que involucran directamente a los territorios
en los que viven. Este reconocimiento a la ruralidad afectada por la
guerra es parte de entender el enfoque diferencial en su más genuina
expresión humana, dimensión territorial y ambiental. Reconocimiento
imbricado con la necesidad de participación de las mujeres.
Necesidad que se reafirma no solo en los procesos históricos de las organizaciones de las mujeres para que la participación activa y propositiva trascienda la idea errática de que con el Derecho al voto la
democracia para las mujeres es completa, definitiva y suficiente. Esta
necesidad de participación real para las mujeres, con garantías estatales, con sensibilidad y convencimiento de las comunidades, se reafirma porque en los Acuerdos quedó expresamente pactada en respuesta
a las demandas históricas de las mujeres. También, porque se dio una
mayor conciencia de las partes pactantes de que la democracia en
Colombia es bastante restringida y de que las mujeres seguiremos demandando la paz transformadora, en la que el respeto por el cuerpo y
vida de las mujeres sea un indicador de inclusión, diversidad y justicia.
Verbigracia, indicador y sinónimo de dignidad.
Por lo tanto, el enfoque territorial y de género pactado en los Acuerdos
de paz pasa por asumir que la ruralidad, en su vasta biodiversidad,
tenga condiciones para la transformación de imaginarios sexistas y, gracias a ello, el campo colombiano recupere o reinstaure la vida digna
que tuvo antes de la colonización. Antes de que el capitalismo y el
extractivismo, en sus múltiples vertientes, convirtieran la tierra como mera
mercancía e invadieran los territorios con su modelo mercantil consumista
217
de expropiación, de empobrecimiento y, en consecuencia, de efectos
nefastos para la salud ambiental, personal y comunitaria de los pueblos.
vivencial participativa, histórica y política de protección y empoderamiento social.” (Bautista, 2017: 8).
“El régimen previo a la conquista, aseguraba la subsistencia. La
imposición de la minería, la esclavización de los pueblos conquistados o su sometimiento a servidumbre, rompió con las prácticas agrícolas con las que se aseguraba ese sostenimiento y
crecimiento de la población. En ese mismo proceso, se sometió
a las mujeres de los pueblos conquistados, a servidumbre, esclavitud, violencia sexual, prohibición y persecución de sus saberes ancestrales (muchos de ellos ligados con la agricultura) y
a la subordinación de sus formas de vida, suplantadas por estos
modos de opresión.” (Korol, 2016:23).
Ha sido y es desde este sentido de paz incluyente, participativa, creativa
y justa, que en Comunitar hemos incidido y abogado como parte del
Movimiento social de mujeres, por la negociación del conflicto armado
desde las voces y propuestas de las mujeres como actoras sociales, como
pactantes de paz, como ciudadanas plenas desde acciones pacíficas, organizadas y propositivas. Voces y sentidos femeninos y feministas con los
que hemos avanzado en la configuración, defensa y consolidación de los
Derechos Humanos como factor de Bien-estar y Buen Vivir, de empoderamiento individual y colectivo, como agentes de transformaciones culturales
en las que las diferencias, particularidades y complejidades sean reconocidas como la riqueza sine qua non de la biodiversidad, pluralidad y,
por ende, la base de la democracia profunda que requiere un país como
Colombia para vivir en paz en armonía con la Naturaleza.
En este trasfondo de deconstruir los sometimientos coloniales que perviven sobre las mujeres a través del patriarcado, se condensa el ideario
de Comunitar o la cosmovisión política, la forma de entender y transformar el mundo de y con las mujeres. Ideario en el que trabajamos
por la Paz con transformación cultural, cotidiana, creativa e incluyente,
con tierra y participación para las mujeres, con soberanía alimentaria,
con justicia, con coherencia ambiental y ecológica. Esperamos que
sea una paz que ayude a transformar las con-ciencias –los sistemas
de pensamiento y las formas androcéntricas de hacer ciencia-, en aras
de ampliar la democracia y contribuir a erradicar las violencias y las
exclusiones contra las mujeres. Por consiguiente,
“Para COMUNITAR en general, y en especial para el Observatorio de “mujer, tierra y territorio”, resulta fundamental la concepción y relación históricas que entretejen las mujeres con sus
territorios. Relación que atraviesa sus cuerpos y se manifiesta
en la particular manera como habitan los ríos y las montañas,
como cuidan la chagra, como conocen las plantas, crían los
animales y defienden la vida digna con autonomía y responsabilidad. De este entretejido histórico surge la pregunta ¿Qué
representa la tierra y el territorio para las mujeres en el Cauca?
Es una pregunta que debe ser respondida por las mismas mujeres y que está pendiente por construir desde una narrativa
218
Una paz en coherencia con las diferencias culturales, lingüísticas, de
género, étnicas, etarias. Paz con diálogos interculturales, intergeneracionales, con bioaprendizajes diversos en los que primen el respeto y la
voluntad de reconciliación. Procesos en los que, por ejemplo, quienes
han dejado las armas, mujeres y hombres puedan contribuir con sus
conocimientos sobre la riqueza ambiental de enorme alfaguara hídrica
como el Cauca, ya que vivieron por años en montes y montañas que
hacen parte de la biodiversidad de Colombia. Este solo ejemplo ilustra,
a nuestro entender, que la participación, la inclusión, la reconciliación,
la convivencia, el reconocimiento y el respeto de las diferencias, de
las experiencias, serán necesarias para ampliar la democracia. Para
lograr la transformación social, cultural, estructural, para comprender
más y mejor la Biodiversidad, para hacer posible el Buen vivir como
alternativa al modelo de desarrollo que ha sido bastante extractivista.
Para que, de manera conjunta y organizada, mujeres y hombres defendamos los territorios de la minería que ha causado y causará tantos
daños, y que será uno de los obstáculos mayúsculos para la restitución
de tierras si el gobierno concede licencias a empresas que buscan y
explotan minerales en territorios donde los campesinos e indígenas
se han desplazados a causa de la guerra. Asimismo, para que las
219
comunidades defiendan las Zonas de reserva forestal de las que el
gobierno prevé parte del fondo de tierras.
“La sustracción de tierra de las ZRF será una de las principales
fuentes de tierra del Fondo [de tierras] contemplado en el Nuevo
acuerdo final. Al respecto, surgen al menos dos preocupaciones
frente a las cuales el mismo Acuerdo plantea una respuesta,
consiste en que será necesario hacer veeduría para que no se
concreten los peligros que entraña el que las sustracciones de
ZRF sean una fuente privilegiada del fondo: La primera preocupación está relacionada con la sostenibilidad ambiental y con el
ensanchamiento recurrente de la frontera agrícola del país; y la
segunda preocupación tiene que ver con la calificación de actividades como la minería y los hidrocarburos como de “utilidad
pública e interés común” y, en consecuencia, la posibilidad que
se abre una vez hecha la sustracción para el desarrollo de estas
actividades, las cuales en principio tendrían como principal finalidad el acceso de la tierra a campesinos y campesinas sin tierra
o que carecen de ella.” (Bautista, 2017: 26).
tiene una deuda histórica con el 52% que somos las mujeres, sino
porque somos pactantes de paz, somos artífices del Acuerdo como
parte del Movimiento social de mujeres que durante 20 años participamos como sociedad civil en las exigencias de una negociación política
del conflicto armado. Porque las mujeres víctimas y mujeres del entorno rural, es decir mujeres afrodescendientes, indígenas y campesinas,
están atentas y preparadas a participar en los espacios veredales,
comunales, municipales y regionales para debatir, exigir, priorizar y
decidir sobre las necesidades de los territorios, en general sobre las
necesidades de las mujeres. Así lo reiteramos en el último Informe del
Observatorio, publicado en enero de este año 2017.
“En consonancia con lo anterior, las organizaciones de mujeres estaremos atentas a exigir el acceso paritario en cantidad y calidad
de la tierra, la priorización de la construcción de los PDET en el
departamento del Cauca, y a que cada uno de los 11 planes nacionales que se ordenan crear en el Acuerdo final, estén dirigidos a
erradicar barreras discriminatorias y a lograr la equidad entre hombres y mujeres. Lo que significa que la implementación del Nuevo
Acuerdo debe hacerse desde un enfoque transformador para las
vidas de las mujeres. En este sentido, las mujeres dejaremos dejar
de ser consideradas ciudadanas de segunda clase, y las violencias
que nos afectan, las públicas y las privadas deben cesar a la par
que se implementa el Acuerdo y la reconstrucción del tejido social
se va logrando. Por lo tanto, confiamos en que medidas como las
consagradas en materia de salud sexual y reproductiva, así como
las referidas a la educación de calidad y no sexista, serán de vital
importancia para que el Acuerdo contribuya a transformar los ima
ginarios hegemónicos androcéntricos y antropocéntricos con los
que se ha colonizado el cuerpo y el alma de las comunidades, y
en especial de las mujeres2” (Bautista, 2017: 53).
3. Sin la participación de las mujeres la paz en Colombia
será más imperfecta
De lo expuesto hasta aquí, reiteramos que después de más de 50
años de conflicto armado en Colombia, la paz territorial con enfoque
de género que se ha pactado entre el gobierno y las FARC-EP demanda interlocución, concertación, diálogo de saberes, reconocimiento
y respeto de la Biodiversidad, de la real y efectiva participación de
las mujeres en los procesos de planeación de los PDET –Programa de
Desarrollo con Enfoque Territorial- contemplados en los Acuerdos de
paz. Literalmente, en los Acuerdos se pactó que “La superación de la
pobreza no se logra simplemente mejorando el ingreso de las familias,
sino asegurando que niños, niñas, mujeres y hombres tengan acceso
adecuado a servicios y bienes públicos. Esa es la base de una vida
digna.” (Bautista, 2017: 23). Al cumplimiento de este pacto estaremos
atentas las organizaciones de mujeres, pues no solo porque el Estado
220
Es decir, los Acuerdos de paz, en general, y el enfoque de género,
en particular, exigen la participación de las mujeres en la democracia política, ambiental, en la organizativa, local y gubernamental. Así
2
Nota de la editora: resaltado en negrita en este texto.
221
como la participación en el debate público, en la toma de decisiones
para pensar y actuar de manera argumentada y consensuada en lo
que debe ser priorizado como lo más conveniente para la reconciliación y la convivencia en los territorios. En suma, la efectiva participación de las mujeres implica que las voces, necesidades e iniciativas
de las mujeres sean parte estructural para impulsar el buen vivir en los
municipios, en el departamento y, de hecho, en todo el país. De facto,
en las casas, en las organizaciones, instituciones en todos los lugares
en los que vivimos, interactuamos, trabajamos o nos encontremos; en
todo lo que encierra el sentipensar ecofeminista que pone de relieve
la urdimbre de lo natural con lo cultural, lo político, lo individual y lo
colectivo para salvaguardar el Planeta y poder vivir con dignidad.
Las organizaciones de mujeres esperamos, confiamos, estaremos atentas
a que en la implementación de los Acuerdos las mujeres rurales tengan
voz y voto, que sean actoras y gestoras con la legitimidad que les otorga
su reconocimiento y empoderamiento desde sus experiencias y liderazgos
gestados en sus procesos organizativos para hacer artífices de paz cotidiana, incluyente, justa y creativa. Que la participación, reconocimiento y
valoración de las mujeres en sus territorios contribuya a la transformación
cultural de prácticas que han lesionado la Naturaleza en general y, de
manera dramática, han vulnerado el cuerpo y la vida de las mujeres.
En otras palabras, que la participación incluyente, deliberativa, propositiva, justa en la que las mujeres sean oídas y atendidas, dé paso a la
transición de otras formas de resolver los conflictos, de analizar las problemáticas que afectan las comunidades y la convivencia, a concertar las
prioridades de inversión estatal que hagan posible la vida digna. La
vida libre de violencias y exclusiones; que el Buen vivir sea el propósito
humano más sobresaliente y creativo, más conveniente y pertinente para
la reconstrucción del tejido social roto por el conflicto armado.
Retomando el Buen vivir o “Sumak Kawsay” que en su origen de palabras
quichua y aymara, significan buen convivir. Concepto o paradigma que
feministas comunitarias revisan y analizan, pues reconocen y saben que,
en las comunidades indígenas, en las organizaciones sociales y en los
grupos que dicen defender la libertad y la autonomía también se auspicia
222
el machismo, se inferioriza a las mujeres, se sufren violencias y son los
hombres los que ejercen el poder. Una muestra más de que los feminismos son necesarios para deconstruir esencialismos, fundamentalismos y
estereotipos en los que el patriarcado sigue vigente no obstante los logros
de las luchas históricas de las mujeres. “Tomo en cuenta documentos, procesos y el análisis del discurso para acercarme a comprender por qué en
los últimos tiempos ha cobrado relevancia este paradigma -el buen viviren el accionar organizativo indígena continental, pero también como ha
cobrado importancia para otros pueblos en el mundo, otros movimientos
incluyendo el feminista en particular.” (Cabnal, s.f.: 8)3.
En virtud de lo anterior, entender y atender la participación activa de
las mujeres en el proceso del posacuerdo, es permitirnos como principio ético de convivencia, la paz cotidiana, justa, duradera e incluyente. Esta visión de la paz obliga a transformar la histórica iniquidad
a la que las mujeres rurales, en especial, han estado sometidas. Transformación que permita que las mujeres rurales sin tierra o con tierra
insuficiente puedan acceder a la tierra para vivir con dignidad en sus
territorios, para luchar por su sobrevivencia, para que no se les colonice más, ni se les expropie su cuerpo, sus bienes, cosmovisiones y prácticas ancestrales. Lucha feminista que ante la enorme devastación colonial y a los fuertes impactos de la guerra que ha padecido Colombia
por más de 50 años, las mujeres del campo han hecho posible no solo
la vida familiar y comunitaria en la ruralidad, sino que han contribuido
de manera significativa al cuidado y defensa de la biodiversidad. En
síntesis, las mujeres rurales se han resistido de manera organizada a la
barbarie colonial, a la ignominia de las violencias que expropian sus
cuerpos y sus vidas, sus proyectos familiares y comunitarios; violencias
que les impiden vivir con dignidad. Violencias originadas y exacerbadas no solo en el conflicto armado, sino de manera particular y preocupante por los efectos de la minería ilegal y criminal que se expande en
los territorios caucanos con beneplácito gubernamental.
En ese orden de ideas, la minería y otros proyectos extractivos no
pueden verse de manera aislada ni ajenos al largo conflicto armado
3
Negrita resaltada para este artículo.
223
padecido en Colombia. Al contrario -como lo definió la propia
Corte Constitucional mediante la sentencia T025 de 2004- la
minería en Colombia es un factor subyacente del conflicto armado
interno en sentido amplio y una de las causas del desplazamiento
forzado (Bermúdez et al, 2014). Sin lugar a dudas, para las organizaciones étnicas y defensoras del Derecho a la Tierra, la minería
ilegal, expansiva y expropiadora ha contribuido y agudizado las
injusticias e inequidades de por sí ahondadas en escenarios de
guerra (Ávila, Corrales, 2016: 20).
Los impactos de la economía extractiva, y en este modelo la minería,
han sido tratados, casi siempre, en términos ambientales, económicos,
a veces políticos, como si en este entramado sociohumano en el que
cunden injusticias, pero también abundan procesos de resistencias a
las mismas, pareciera que las mujeres no existiéramos. A pesar de los
avances jurídicos y sociales para reconocer los estragos de los proyectos extractivos, casi nunca los impactos de la minería han sido abordados desde lo que significan para la vida de las mujeres. O como
decimos en Comunitar, lo que significa la minería en los cuerpos físicos
y emocionales de las mujeres. Como muestra de este planteamiento, el
bienvenido libro que Dejusticia acaba de publicar, “La paz ambiental”.
Libro que hace un exhaustivo análisis y balance de las oportunidades,
retos y riesgos de la Política ambiental en el posacuerdo. En tan importante libro no hay una sola mención sobre los aportes, implicancias y necesidades de las mujeres para que la democracia ambiental
sea consustancial a la paz territorial, ni siquiera nombra el enfoque
de género que el Acuerdo de Paz pactado para la terminación del
conflicto se implemente de manera transversal. Nos llama la atención
que una publicación tan reciente, y rigurosa en sus planteamientos, no
visibilice los aportes, iniciativas, los problemas y retos de las mujeres
en la conservación ambiental, que pasen inadvertidos los problemas
derivados del modelo extractivista y de la minería en el cuerpo y vida
de las mujeres.
La alusión al libro publicado constata, a nuestro juicio, una vez más
que el conocimiento que tienen las mujeres –campesinas, indígenas,
mestizas, las mayoras sobre el cuidado, conservación y defensa de
224
sus territorios, así como de las necesidades más sentidas, siguen invisibles aún en entidades, organizaciones y estudios vitales sobre la
Biodiversidad de Colombia. Estudios que deberían ayudar a entender y atender lo que encierra el Acuerdo de paz desde la mirada y
necesidades de las mujeres, de lo que demanda la transversalización
del enfoque de género para el fortalecimiento institucional, para las
dinámicas locales, para dar el giro de una economía extractiva o
una economía del conocimiento como muy bien lo argumenta el libro
“La paz ambiental”. Economía que se nutre o debe nutrirse de los
saberes de las mujeres sobre sus territorios sobre sus cultura, sobre su
diario vivir en el que han resistido a veces solas, a veces organizadas, no únicamente a las armas, sino al modelo patriarcal que sigue
predominando en el imaginario de Colombia y que en la minería se
agudiza por las violencias a la salud en general, a la salud sexual y
reproductiva, a la salud mental, y por consiguiente, a la salud familiar, comunitaria y ambiental desde su honda cosmovisión ancestral
de cuidado de la Naturaleza en el que las mujeres rurales han jugado un papel central.
Ante las barreras que persisten en Colombia para que las mujeres rurales participen en los procesos de toma de decisiones y de dirección de
sus territorios, lo que pretende el enfoque de género, que demandamos
las organizaciones sociales de mujeres en el Acuerdo pactado entre el
gobierno y las FARC-EP, es que se amplíe la participación ciudadana
y, en esta ampliación, las lideresas deben estar con garantías, tranquilidad y legitimidad. En este sentido, retomamos e interpelamos con buen
criterio la siguiente cita del libro en mención:
“Si bien ya existen instancias y mecanismos de participación
para la ciudadanía en temas ambientales, su implementación
ha sido débil. Por ejemplo, de los 1.923 procesos de licenciamiento ambiental que ha rea¬lizado la ANLA entre 1995
y 2015, tan solo 92 (4,7%) han tenido au¬diencias públicas
ambientales, lo cual evidencia un serio déficit de participación
ciudadana en la toma de decisiones ambientales. En esa medida, el desafío consiste en fortalecer estos mecanismos o pensar
en la creación de nuevas instancias que garanticen de forma
225
efectiva la participación de los ciudadanos.” (Rodríguez et al.,
2017: 100).
Al tenor de la cita y de lo planteado hasta aquí, uno de los grandes
desafíos de los Acuerdos de paz es la participación activa, veedora y
propositiva de las mujeres. Esta es una de las conclusiones que señalamos e insistimos en Comunitar, en el Movimiento social de mujeres del
que hacemos parte, en el Observatorio y, por ende, en los informes
del mismo. Y para el caso que nos ocupa: la minería en el modelo
extractivista, la implementación de los Acuerdos debe visibilizar y analizar los efectos de la minería en el cuerpo y la vida de las mujeres.
Propósito en el que la información de las instituciones, que son las
garantes de los derechos y de la acción pública consagrada en la
Constitución, es de suma importancia en la transparencia y rendición
de cuentas tan necesarias para la toma de decisiones, pues:
“Como hemos venido diciendo e insistiendo en estos ejercicios investigativos del Observatorio, es paradójico que Colombia no tenga
bases de datos confiables, pues es un país que se considera pionero
en la implementación de Tecnologías de la Información y Comunicación. Aún más paradójico cuando en el actual Plan Nacional de
Desarrollo 2014-2018 se hace énfasis en la necesidad de contar
con una política pública de estrategias de información estadística.
Estrategias de información de suma importancia y cada vez más
reconocidas como sustento en la toma de decisiones informadas. Es
tal la importancia de las estrategias de información que, en 2010,
la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó y decretó el
día 20 de octubre como el Día Mundial de la Estadística. Día a ser
observado cada cinco años, como en 2015, bajo el lema de ‘Datos
Mejores, Vidas Mejores.” (Corrales y Fernández, 2015).
Ante la falta de información actualizada, confiable y desagregada por
sexo, pertinente para que el enfoque de género no sea una promesa
más de las incumplidas por los gobiernos de Colombia, es perentorio
generar el giro: Pasar de la economía extractiva a la economía del conocimiento. Economía que contabilice, refleje y valore las necesidades
de las mujeres rurales, pero también que los datos oficiales recojan de
226
manera sistemática y actualizada lo que han hecho y lo que hacen las
mujeres rurales para el bien común. Máxime cuando Colombia y el
departamento del Cauca, claman por hacer posible la paz con justicia
social, con inclusión, por territorios físicos, culturales y emocionales sin
violencias: Paz con participación a todos los niveles. En tal sentido,
“Es importante recordar que la mayoría de indicadores sobre
mujer rural demuestran que las mujeres se encuentran en una
peor situación en relación a los hombres rurales. A manera de
ejemplo, en materia de participación y con base en datos del
Censo Nacional Agropecuario, en el 61.5% del área rural dispersa, los hombres toman las decisiones de producción sobre
la tierra, mientras las mujeres lo hacen en el 26% de los casos
(en el Cauca se encuentra el 9.6% de las Unidades Productoras
Agro¬pecuarios –UPA- que en el país están a cargo sólo de
mujeres) y sólo en 12.5% las decisiones se toman de manera
conjunta (siendo uno de los departamentos en donde ésta es la
situación más frecuente, nuevamente el Cauca, con el 13.5%
de las UPAS con este característica a nivel nacional). O en relación al desarrollo de actividades de cuidado no remuneradas
en el hogar, las mujeres trabajan 2:12 horas/día más que los
hombres -DANE-. Situación que en las zonas rurales es aún más
desproporcionada, actividades de cuidado que pueden llegar
a 5:51 horas/día (mujeres) y 1.51 (hombres). Actividades de
cuidado que resultan más demandantes cuando las familias rurales no tienen acceso a energía, agua o alcantarillado. Por lo
tanto, los planes nacionales son sin duda una oportunidad para
transformar ese tipo de situaciones.” (Bautista, 2017:47).
Un cierre transformador: El NO de Cajamarca a la minería
Al concluir este artículo, que no pretende ni logra abarcar todas las
afectaciones que causa la minería en el cuerpo y vida de las mujeres,
oigo con emoción la noticia de que el No a la minería ha sido rotundo
en la Consulta popular de Cajamarca. “…6.165 votos, un 97,92 por
ciento de la participación, frente a 76 votos por el sí”. Esperemos que
227
los datos de este ejemplo de defensa de la autonomía y la participación
puedan ser desagregados por sexo para, de esta forma, reafirmar que
en la defensa de los territorios, en la resistencia social, en los procesos
organizativos étnicos, –indígenas, campesinos y afrodescendientes– y
en los movimientos estudiantiles no faltan las mujeres como gestoras de
cambios estructurales y mentales para cuidar, proteger y exigir los derechos del cuidado de la biodiversidad y de la Economía del cuidado. Es
decir, en general, mujeres dispuestas a conocer más y mejor lo que significa la madre tierra como el más sublime derecho de tener donde vivir
con dignidad y reciprocidad, donde cultivar y cosechar con responsabilidad, sin desmedro de la producción sana, de mercados justos, de
la calidad de vida de las generaciones presentes y futuras. Todo este
entramado eco-sistémico de ser y hacer en el que el agua es el recurso
vital de sobrevivencia sin pobreza, y menos, con hambre.
El No de Cajamarca, entonces, cobra la fuerza afirmativa de la resistencia al extractivismo, a la expropiación y vulneración de los territorios. Esa fuerza afirmativa y transformadora de la organización y
persistencia durante 10 años por exigir la defensa de la Biodiversidad,
de la participación ciudadana en aras de proteger los territorios, la autonomía, el liderazgo local, la soberanía alimentaria, la deliberación
pública para enaltecer el Estado social de derecho, la determinación
de ponderar la necesidad soberana de que el pueblo es el que decide
sobre el suelo y el subsuelo. Así lo dice con orgullo y convicción de
generar cambios profundos, el líder Robinson Mejía, quien estuvo en la
coordinación de la campaña por el No a la minería en el municipio:
“La idea es definir de qué manera se ajustarán los resultados de la
consulta en el Esquema de Ordenamiento Territorial (EOT), y si no hay
tropiezos, antes de seis meses debe darse un Acuerdo del Concejo
Municipal en el cual quede consignado “que, por decisión del pueblo,
en Cajamarca no se puede ni se debe ejecutar proyectos mineros4”
de cara a cumplir la Constitución. “Cuando los 72 miembros de la
Asamblea Nacional Constituyente firmaron la Constitución que hoy
rige a Colombia, estaban firmando uno de los textos más “verdes”
que hasta entonces se habían redactado. De acuerdo con análisis
hechos por la misma Corte Constitucional, el 10 % de las normas en
la Carta Magna están relacionadas con el medio ambiente” (Rubiano, El Espectador: 3/04/2017)5. El inapelable No de Cajamarca
sobre la base constitucional, marca el derrotero de comenzar a generar los cambios en la arquitectura del Estado que permitan que la
paz sea territorial y con enfoque de género, paz cotidiana, incluyente y transformadora para que la voz de la gente tenga los ecos
y vínculos jurídicos. Es un reto fundamental, ya que, de inmediato,
el ministro del Medio ambiente quiso poner entredicho el resultado
de la consulta popular cuando manifestó: “La consulta popular de
Cajarmarca solo fue un sistema para la participación ciudadana,
más no una acción que impida la ejecución del proyecto minero.”
¿Qué entenderá o sabrá de participación el señor ministro? Ese
“solo fue”, deja mucho que pensar de un funcionario que ostenta
el cargo que tiene, pone en calzas prieta al compromiso gubernamental para acatar los principios constitucionales, para defender la
Biodiversidad y promover la participación que amplíe y profundice
la democracia como insumos insoslayables de paz territorial.
El No de Cajamarca es un proceso de resistencia ejemplarizante
para Colombia, abre la esperanza por recuperar la voz del pueblo,
la capacidad de lucha histórica por defender lo público, lo ancestral.
Por no dejarse imponer proyectos lesivos que vulneran los Derechos
Humanos y los Derechos de la madre tierra, de la Naturaleza, de los
ríos, páramos, bosques y todos los saberes ancestrales milenarios por
el bien del Planeta.
“El hecho de reconocer poco a poco la validez de otras formas
de conocimiento de la realidad obviamente influye en que un
movimiento así florezca. Que se reconozcan por ejemplo las
El no de Cajamarca a la minería pone al gobierno nacional y a las
instituciones que deben velar por la salvaguarda de la Biodiversidad,
4
http://m.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/habla-robinson-mejia-lider-de-la-consulta-en-cajamarca-72160
228
5
Disponible en: http://blogs.elespectador.com/actualidad/el-rio/derechos-los-rios-una-idea-notan-loca
229
formas de sanación de culturas ancestrales o afros, abre la
puerta. En el pasado queríamos occidentalizarlos, pretendíamos imponer nuestros valores culturales, pero ahora no”, expresa Germán Alberto Villa. Si bien las comunidades indígenas
alrededor del mundo han pedido un reconocimiento distinto de
la naturaleza desde que la cultura occidental empezó a entrar
en contacto con ellos y sus territorios, fue apenas en 2008
cuando se materializaron por primera vez. Ecuador reconoció
en el artículo 71 de su nueva constitución que “la naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida,
tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el
mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura,
funciones y procesos evolutivos.” (Rubiano, Ibid).
El ejemplo de participación, de resistencia y de organización de Cajamarca nos permite insistir en el Ecofemnismo que enarbola la necesidad de recuperar, releer y visibilizar los aportes y experiencias de las
mujeres en defensa de la tierra y los territorios; insistir en que es una
difícil, pero necesaria, prioritaria, ética y posible tarea. Al respecto,
concluye una lideresa frente al proceso de resistencia que vienen adelantando en su comunidad un grupo de mujeres:
“Ya es el momento de hablarlo y hacer todo lo posible, no se
puede dejar para mañana, porque eso nos está afectado de
una manera tan directa de que nos está acabando. No es
solo en el Cauca, está sucediendo a nivel nacional, a nivel
internacional, o sea que es el momento en que las mujeres
nos enfrentemos a esa situación. Y así sea que el trabajo
que estemos realizando ahora no se vea reflejado en el
momento y, a pesar de que ese reconocimiento de la comunidad hacia las mujeres está bastante débil: nos dicen que
nos estamos arriesgando mucho y no estamos consiguiendo
nada, que ‘tanto que pelean y no se han visto los resultados
rápido’, entonces no se está visibilizando el reconocimiento,
antes se está viendo es como un señalamiento. Pero lo que
queremos es que nuestras generaciones venideras no pasen
por este flagelo, que al menos que se vea en un futuro el
230
resultado de todo lo que estamos haciendo y sacrificando
ahora”. Testimonio inédito
Los pocos datos, testimonios, acciones y reflexiones que dan origen
a este artículo, sustentan –de sustentabilidad- al Ecofeminismo como
una de las corrientes de pensamiento que han emergido de la lucha
de las mujeres por romper los silencios, las barreras para participar
en lo público y por lo público, por romper los círculos de violencias que laceran el alma, los cuerpos, los territorios, la vida misma
que habita en la Biodiversidad de la que mujeres y hombres somos
p(arte). Por romper los estigmas y los obstáculos para acceder a la
tierra, por acceder a la justicia, por resistir a la usurpación de los
bienes materiales, espirituales y culturales de los pueblos. Por romper
los dogmas de pensamiento androcéntricos y antropocéntricos que
colonizan y expropian hasta los sistemas de pensamiento. En este
orden de ideas, el Ecofeminismo aboga, por romper, también, los
monocultivos de la mente pregonados por la científica india Vandana Shiva; monocultivos que afloran en la forma de actuar de la
institucionalidad obcecada, sorda y descalificadora de los saberes
populares, ancestrales, diversos, participativos, preguntones, protectores. En suma, saberes y acciones transformadoras que dan lugar a
liberar la madre tierra de la voracidad y las violencias. Dan lugar a
redes diversas de pensamiento, a descolonizar y despatriarcalizar el
mundo, los cuerpos-territorios, el hábitat cósmico que nos convoca a
aunar sentipensares y acciones de protección individual y colectiva,
a provocar y exigir medidas efectivas para evitar el acabose social
que generan la minería ilegal y criminal. A promover y a hacer historia contrahegemónica como en Cajamarca y otros países como el
Salvador que:
“…acaba de hacer historia al convertirse en el primer país
del mundo que prohíbe la minería de metales. El miércoles, el
Congreso del país centroamericano se reunió y con 69 votos
a favor, de un total de 84, aprobó la Ley de Prohibición de la
Minería Metálica. De esa forma, los legisladores declararon
a El Salvador como un territorio libre de minería. Al quedar
vetada la explotación en el suelo y el subsuelo salvadoreños,
231
como dice el decreto legislativo que dio vida a la ley, quedan
cerrados los procesos que estén abiertos para la obtención de
licencias mineras.” (El Espectador: 30/03/2017).
Es una historia contrahegemónica, no sexista, en la que las mujeres
ecofeministas proponemos, incentivamos y aportamos más allá de la
sobrevivencia material, aportamos a contemplar, a cuidar la bio-diversidad que significa la vida en pluralidad y la pluralidad de vidas
que habitan y nos habitan en el Planeta. Visión ética y cósmica del
Universo, del verso variopinto que brota y canta al unísono desde las
entrañas de la tierra.
232
Bibliografía
Ávila, M. Corrales, S. (2016). Permanencia, pervivencia, defensa de la tierra y los territorios: Situación de las mujeres en el Cauca. Informe Observatorio
“Mujeres, tierra y territorio”. Popayán, Comunitar.
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violencias y participación para las mujeres. Popayán, Comunitar.
Corrales S. y Fernández, P. (2015) Informe de tierra, inédito. Popayán, Comunitar.
Corrales, S. (2016) Foto-síntesis. Comunitar, minihistoria de eutopías. Popayán, Comunitar.
Korol, C. (2016) Somos tierra, semilla, rebeldía. Mujeres, tierra y territorio en
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retos y propuestas para el posacuerdo. Bogotá, Dejustica.
Webgrafía
El tiempo, lunes 2 de abril, 2017 ‘La Anglogold debe irse de Cajamarca’, dice líder del No. (http://m.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/
habla-robinson-mejia-lider-de-la-consulta-en-cajamarca-72160).
El Espectador - The Nature Conservancy - Dejusticia Lunes 3 de abril, 2017
¿Derechos para los ríos? Una idea no tan loca. (http://blogs.elespectador.
com/actualidad/el-rio/derechos-los-rios-una-idea-no-tan-loca).
El espectador, martes 3 de abril, 2017 http://blogs.elespectador.com/actualidad/el-rio/derechos-los-rios-una-idea-no-tan-loca).
El Espectador, marzo 30 de 2017. Es el primer país del mundo en hacerlo. El
Salvador hizo historia al prohibir la minería ( http://www.elespectador.com/
noticias/medio-ambiente/el-salvador-hizo-historia-al-prohibir-la-mineria-articulo-687074).
234
Capítulo 7
Marilyn Machado Mosquera
TERRITORIOS DE
RESISTENCIA,
MINERÍA,
ANCESTRALIDAD
Y ESPERANZAS
Fotografía: Javier Sulé O.
236
237
Territorios de resistencia, minería, ancestralidad
y esperanzas
entre otros, de las Américas, de África y sus descendientes? La esclavización de hombres y mujeres libres de África y sus renacientes
es un crimen de lesa humanidad3 que aún no pagan, pero que no
prescribe.
Territories of resistance, mining, ancestry and hope
Desde la lógica del capitalismo siguen en la búsqueda de imponer la
sinrazón que acompaña la insaciable ansia de sacarle a la tierra todo
lo que posee en sus entrañas, dejando a su paso desolación, hambre
y muerte. Y de nuestro lado resistencia, re-existencia.
por: Marilyn Machado Mosquera / marivenus@yahoo.com
1. El territorio es la vida, y la vida no se vende. Se ama y se
defiende
Contexto e Historia
La historia de Afrolatinoamérica1 es la historia del despojo y la negación de La Naturaleza: de su riqueza biológica y cultural.
Parece una maldición que persigue al pueblo negro. Desde el secuestro violento de nuestros ancestros y ancestras para traernos a este continente, el
látigo del esclavizador –cambiando de formas- pretende seguir golpeándonos. La ambición desmedida del hombre blanco2 por el oro en épocas
de la conquista y la colonia, configura el primer momento de saqueo de
las riquezas de este continente. Una sin razón se aposentó en sus almas,
sus mentes y sus cuerpos, y pareciera que aun hoy, más de 500 años
después le sigue generando la misma demencia por ese rutilante mineral,
haciendo caso omiso a los hechos comprobados de los desastres ambientales, sociales, económicos y culturales que trae consigo el desmedido
afán de sacar del seno de la tierra todo lo que ella contiene.
¿Entienden los países “desarrollados” que la riqueza que detentan
está cimentada en la sangre, muerte y el dolor de grupos humanos,
1 Ya es tiempo que se reconozca el fundamental aporte de África y sus descendientes en la conformación y consolidación de este continente.
238
Deshumanización y despojo; rebeldía y re-existencia ha sido nuestra historia como pueblo; y desde la barbarie civilizatoria, occidente
quieren erigirse como modelo de sociedad (Machado, 2009: 115).
Esa historia de violencias nos sigue alcanzando cuando se creía que
podíamos vivir tranquilos, sabiéndonos y sintiéndonos Naturaleza junto
con los ríos, los árboles, la lluvia, las montañas.
La minería de oro es parte de la cultura del pueblo negro en Colombia,
en el norte del Cauca lo expresan así líderes comunitarios: Dice Lisifrey
Ararat, del consejo comunitario de La Toma:
“…mire, la minería aquí en el Cauca y en el Ovejas es parte
de lo que somos, es nuestra cultura, nosotros aprendemos a sumar, a restar, a nadar, a vivir… haciendo minería. Desde muy
pequeños los abuelos, tías, tíos, papás y mamás nos traen al rio
a miniar, a lavar el oro. Allí aprendemos a relacionarnos con
los demás, a sentirnos parte de la comunidad, parte del río.
Todos los mayores de la comunidad nos enseñan la defensa y
el amor por el rio Ovejas que para nosotros es padre y madre,
tenemos el ejemplo de resistencia de doña Paulina que, en años
pasados, como en los ochenta, creo que en ese tiempo, si, se
paró al frente de una retroexcavadora que quería sacar oro del
2 Me refiero a las formas de ser y de imponerse del pensamiento occidental, un pensamiento y lógica
que ha demostrado un afán expansionista sin límites y de desprecio por las diversas formas de vida.
3 Artículo 13 (Pág. 11) de la Declaración y Programa de Acción de Durban Conferencia Mundial
contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia.
En: http://www.un.org/es/durbanreview2009/ddpa.shtml
239
Ovejas, y entonces toda la gente de Yolombó fue donde estaba
ella y sacaron la retro”
Mazamorrero (Buenos Aires y Santander de Quilichao), quien a su vez
es coordinador nacional de la guardia cimarrona:
Y en esa misma época se dio el desplazamiento y muchos más impactos y violaciones a los derechos de las comunidades de Buenos Aires
(que incluía a Suárez como corregimiento) y Morales, con la construcción de la represa de La Salvajina4. Esto expresan dos mayores y una
mayora de la comunidad5:
“…la minería ancestral nos dio la libertad, y por eso el negro y
el oro no se separan, el oro es más que el dinero que se puede
ganar cuando se vende, el oro es orgullo de nuestros ancestros,
el oro es parte de nuestra vida, por el oro somos lo que somos:
hombres y mujeres libres, y por eso es porque luchamos. Estamos
defendiendo el patrimonio de los mayores, de los que estamos
ahora y de los renacientes” Y continúa más adelante: “Siendo
yo del palenque Alto Cauca del PCN7 y con las enseñanzas del
hermano Plutarco (q.e.p.d.) y los demás mayores y mayoras del
PCN aprendí que hay que defender el territorio, respetando y
aplicando los principios que tenemos, siendo el Ser y el espacio
para el Ser la base de todo lo que somos como negros, como
pueblo negro”.
El Cauca era un rio vivo
El rio era la mayor vida
y con la Salvajina se acabó todo.
Con la Salvajina, fue un desastre.
El rio era vivo. Había una música suave.
De las mismas flores de los árboles,
había una loción
traían una fragancia bajando por el rio.
Era la común unión del rio, nuestras fincas
y el territorio y nosotros.
El rio nos inspiraba a sentirse parte de él.
Había piedras… bosques, animales,
el canto de los pájaros.
Uno se sentaba en una piedra a mirar ese paisaje.
El subía en la batea para lavar el oro, para la pesca,
recreación, cultivo.
Trabajar en el rio y vender lo producido
Era lo máximo que había6”
En las palabras del cimarrón Armando Caracas, del Consejo Comunitario Cuenca del Río Cauca y microcuencas de los ríos Teta y
4
La represa Salvajina (río Cauca) está ubicada entre los municipios de Suarez y Morales en
el departamento del Cauca. Ha tenido un impacto sobre las comunidades negras, indígenas y
campesinas de éstos y otros municipios aguas abajo de la represa, como Buenos Aires en el
Cauca, Jamundí en el Valle del Cauca y, en general, los demás que sigue bañando el rio Cauca.
5 Palabras expresadas por la mayora Isabel Valverde y los mayores Daniel Ibarra y Nicanor
Gonzáles del consejo comunitario de La Toma en reunión de coordinación institucional del proceso de Consulta previa y consentimiento previo, libre e informado del plan de manejo ambiental
de la central hidroeléctrica de Salvajina.
240
Para los paisas8 el oro es solo una mercancía, para el gobierno es un
producto que hará crecer la economía. La minería del oro se impone
como política económica de Estado como la locomotora del desarrollo
que según discursean traerá prosperidad para todos y todas. Pero saben y sabemos que no es así, que la riqueza queda en mano de unos
pocos (los de siempre), casi siempre extranjeros, y las consecuencias
nefastas se quedan en los territorios, como el deterioro de los ecosistemas, el quebrantamiento de las lógicas de vida comunitaria, y el
debilitando la diversidad cultural de este país.
El Norte del Departamento de Cauca, está conformado por 13 municipios, con una población mayoritaria de Afrodescendientes (46%)
e Indígenas (31%) y en menor proporción mestizos (23%)7. Buenos
6 Tomado de: Cuaderno Agenda 2016-2017. Documento de trabajo con las comunidades en
el marco del Proceso de consulta y consentimiento previo, libre e informado de la central hidroeléctrica de la Salvajina.
7 Proceso de Comunidades Negras en Colombia-PCN, organización que durante 25 años venimos
haciendo re-existencia desde, con, por y para las comunidades negras en Colombia, en articulación
con otros pueblos y movimientos en los ámbitos nacional e internacional. Los líderes y lideresas referidos en este artículo son PCN, al igual que quien escribe este artículo. Ver: www.renacientes.org
8 Así se denominan a las personas mestizas foráneas que llegan a los territorios ancestrales de
comunidades negras.
241
Aires es el municipio que tiene la mayor concentración de población
afrocolombiana del departamento del Cauca, con 16.564 personas negras que equivale al 68,3%. En el municipio de Suárez viven
11.007 personas negras que representan el 59,5% de sus habitantes
(Dane y Universidad del Valle, 2010).
Daremos una mirada a la situación de la minería en el norte del Cauca
entendiendo esta zona como una región histórico-cultural interétnica e
intercultural, con una fuerte y mayoritaria presencia de afrodescendientes. Me referiré a dos consejos comunitarios tomándolos como expresión
particular de una realidad que se vive en el norte del Cauca y que
manifiestan el poder colectivo del pueblo negro desde su cultura de río,
donde la minería ancestral ocupa un lugar importante de su existencia
histórica y cotidiana. Contaremos retazos de historias que aportan a historias trenzadas en escenarios más grandes, hablaremos de los procesos
de re-existencia de las comunidades negras de los consejos comunitarios
de La Toma, ubicado en el municipio de Suárez, y de Cuenca del Río
Cauca y microcuencas de los ríos Teta y Mazamorrero, en los municipios
de Buenos Aires y Santander de Quilichao.
La disputa por el territorio en la región tiene una larga historia de
despojo a sangre y fuego. Una vez los negros libertos habían establecido sus espacios de vida en un largo periodo, durante la segunda
mitad del siglo XIX (Mina, 1975), las élites y gobiernos de aquel entonces desplegaron toda suerte de estrategias desde la formalización
de la propiedad de la tierra para generar préstamos soportados en
las fincas que luego perderían los negros libertos, hasta el asesinato y
persecución de líderes y dueños de pequeñas propiedades, pasando
por el asedio y quema e inundación de los cultivos. Todo esto terminó
consolidando en la región la concentración de las mejores tierras de la
parte plana en manos de las élites mestizas de los departamentos del
Valle del Cauca y Cauca. El proceso de concentración de tierras dejó
a las comunidades negras, otrora dueñas de esas tierras, convertidas
en mano de obra de las haciendas de la agroindustria de la caña de
azúcar y viéndose obligadas a terminar arrendando sus parcelas para
este monocultivo.
Por supuesto, dándose resistencias. Y se ha logrado permanecer en el
territorio y mantener sus formas culturales tradicionales. Permanecen en
la memoria de la gente esas luchas de antaño, que nutren las luchas de
hoy día10. Y aun, en menor medida, las comunidades siguen teniendo
la propiedad de algunas de las fincas tradicionales, en medio del imponente desierto verde de la caña de azúcar.
Toda la expoliación de la que fueron víctimas las comunidades, limitó el devenir de bienestar y las formas propias de vida de la gente negra nortecaucana. Parte de esta historia de opresión, trampas
y resistencias nos la comparte el maestro Sabas Casarán (y otros
mayores y mayoras), en un conversatorio que se realizó a propósito
Imagen 1.
Río Ovejas que baña a los municipios de Suarez y Buenos Aires, donde se encuentran
los consejos comunitarios de La Toma y de Cuencia del río Cauca y microcuencas Teta
y Mazamoerrero.
242
9 Tomado de: Plan de etnodesarrollo de las comunidades negras del norte del cauca 2015-2035
ACONC.
10 Luchas cantadas del norte del Cauca https://www.youtube.com/watch?v=VXnwQBCidOg
243
de la celebración en el año 1997, de los 100 años del municipio
de Puerto Tejada11.
Mientras resistían los negros libertos en la zona plana, con unas luchas
ganadas, otras perdidas; los intereses expansionistas del capital nacional y extranjero nos recuerdan que no cesan, que no nos dan tregua.
La caña de azúcar continúa expandiéndose en la parte plana especialmente y, en la parte alta, en el pie de monte de la cordillera, se
quieren establecer las dinámicas de la minería ilegal e inconstitucional.
“A mi tierra llego un fulano
llevándose todo mi oro
a mi tierra llego un fulano
llevándose todo mi oro
mayor cantidad sus fincas y frentes de trabajo minero, por allá en los años
30, habiendo llegado a la presidencia Enrique Olaya Herrera, llegó la
empresa Gold Dreadging Limited fundada en Vancouver Columbia Británica, Canadá; e inició las gestiones de adquisición y legislación del contrato para explorar y explotar los metales en el municipio de Buenos Aires.
La compañía Asnazú Company realizó el dragado del río Cauca. No se
atreven a decir la gran cantidad de oro que salió de esas minas.
Actualmente, y a partir del auge generado por la política de la locomotora minera, prácticamente todo el territorio del norte del Cauca se
encuentra amenazado por una gran cantidad de concesiones mineras o
por solicitudes para esta actividad. Tal como se evidencia en el mapa 1.
vestido de blanco entero
y con acento extranjero
prometió a cambio de oro
dejarme mucho dinero
el tipo de quien les hablo
nunca más apareció
cogió mi metal precioso
y todo se lo llevó
ladrón te fuiste
con mi oro
y me dejaste
sin mi oro”
- Canción Oro - Choquibtown
Mapa 1.
En los actuales municipios de Buenos Aires y Suárez, el auge del oro ha
tenido varios momentos en la historia reciente del norte del Cauca, cuentan
los mayores y mayoras12 que en las tierras donde la gente aún posee en
11
Video subido por Carlos Alberto Velasco Díaz, 28 de febrero de 2014. https://www.youtube.com/watch?v=MkiUdEGjjI0
244
Títulos y solicitudes mineras en el norte del departamento del Cauca.
Fuente: Observatorio de Expansión Minero Energética y Re-existencia. En: http://
www.mineriayresistencia.org/
12 Conversatorio con mayores y mayoras en Asnazú-Suárez, mayo 23 de 2016. Realizado en
el marco del proceso de Consulta previa y consentimiento previo, libre e informado del plan de
manejo ambiental de la central hidroeléctrica de Salvajina.
245
Títulos y solicitudes mineras en el norte del Cauca
Es claro que el boom de la minería en Colombia responde a intereses
y orientaciones de la banca y el comercio internacionales, ante lo cual
el gobierno colombiano coresponde con los ajustes necesarios en materia de política pública. Para el caso que nos compete, presentamos
las consecuencias de las modificaciones que se introducen en el sector
minero con la expedición de la Ley 685 de 2001, como una de las
reflexiones que surgen del Encuentro Latinoamericano Mujer y Minería
(Bermúdez et al, 2011:7), y que compartimos a continuación:
La expedición de la Ley 685 de 2001, que modifica sustancialmente el
papel del Estado colombiano y ofrece condiciones favorables y ventajosas a las empresas mineras internacionales en el país, constituyó un punto de inflexión en esta dirección (Ministerio de Minas y Energía, 2002).
Las modificaciones centrales que esta Ley introduce son:
- El Estado se limita a regular y fiscalizar el sector minero y a facilitar
el desarrollo de la actividad por parte del sector privado. Se elimina
la existencia de una empresa minera nacional equivalente a Ecopetrol
para el sector de hidrocarburos.
- El contrato de concesión se erige en la única forma de contratar con
el Estado y se establece que, en forma automática, un empresario
minero pueda pasar de la fase de exploración a la explotación de
los recursos naturales no renovables, manteniendo la prioridad en la
explotación sólo resolviendo el requisito de la licencia ambiental.
2. Es más fuerte nuestro amor por la vida que nuestro temor
por la muerte
Despojo y Resistencia
Es claro para las comunidades que la minería en este tiempo viene de la
mano de los actores armados. Y en todo el norte del Cauca se ciernen
nuevamente la amenaza y los hechos del despojo, que se exacerban por
la presencia de grupos paramilitares, por los enfrentamientos entre grupos
armados y por el aumento de cultivos de uso ilícito y la llegada de foráneos a los territorios. Se ha disparado la llegada de retroexcavadoras en
los ríos del norte del Cauca, con las implicaciones que esto conlleva: la
comunidad ha identificado desplazamiento; aumento de la inseguridad,
del alcoholismo y la drogadicción; así como la precarización de la vida
de las comunidades, ya que el boom de la minería les ha contagiado
y puesto en competencia con los foráneos. Se han impuesto lógicas de
acumulación desmedida y voraz, haciendo uso de diversos mecanismos
que van desde la persuasión o las amenazas indirectas, hasta la violencia
abierta con la circulación y posesión de armas de todo calibre.
La consecuencia ha sido el dejar de lado, y en algunas ocasiones abandonar, otras actividades productivas como la agricultura, la pesca y la caza.
Han aumentado las amenazas de muerte a los líderes y lideresas de las comunidades, y se está poniendo en riesgo la pervivencia de la propia cultura
de las comunidades, como lo expresan las mujeres del norte del Cauca:
- Flexibiliza el contrato minero, permitiendo su cesión parcial o total y
la adición de nuevos minerales al objeto del contrato.
“Hoy nuestras vidas están en peligro y las posibilidades de existir como pueblo afrodescendiente es mínima, muchos hombres y
mujeres están amenazadas de muerte, nosotras hemos vivido de
la minería ancestral, como una actividad que les permitió a nuestros ancestros comprar su libertad y la nuestra. Esta actividad ha
estado articulada a la agricultura, a la pesca, a la cacería y a
los saberes ancestrales que las mayoras y comadronas han inculcado en nosotras para permanecer como pueblos13” .
- Define a la minería como una industria de utilidad pública e interés social, independientemente de su fase y escala y elimina la renta presuntiva.
Se sigue configurando la estrategia de vaciamiento de los territorios
ancestrales negros de diversas formas, los daños e impactos en los
- Define claramente las reglas para la expedición del título minero y elimina
la obligación de obtener licencia ambiental en la fase de exploración.
246
247
ecosistemas y la vida de las gentes de la región es el claro apuntalamiento y consolidación del modelo de desarrollo que arrasa y
aniquila a los ecosistemas y a los pueblos, en este caso, a los pueblos
negros, indígenas y campesinos del norte del Cauca. Muestra extrema
de esto es la muerte de mineros y mineras en los últimos años a causa
del derrumbe de minas14, los asesinatos de líderes y lideresas y los
desplazamientos que están convirtiendo a las gentes de esta región en
víctimas del “desarrollo”.
Hay toda una trama donde, al parecer, se articulan y ayudan paramilitares, élites, políticos, gobernantes, empresas… capital transnacional… Y, en tiempos de posacuerdos y negociación con las guerrillas,
tememos que la situación para nada cambiará. De hecho, creemos
que se agudizará, pues se están “despejando” zonas a las que las
empresas y el mismo Estado no llegaban por razón del conflicto armado interno. Y, como en los acuerdos con las FARC no se discutió el
modelo de desarrollo, queda claro entonces que tendremos más de lo
mismo: es decir, más del desarrollo que viene arrinconando, asesinando, masacrando a los pueblos y configurando un verdadero etnocidio
y ecocidio. La justificación se encuentra en la triada capitalismo, patriarcado y racismo; con todas las demás derivaciones que de allí se
desprenden, por ejemplo, la corrupción.
Ojalá esa situación sea una predicción equivocada y no pase mucho
tiempo más para que se logre esa anhelada “paz”. Al menos que a las
personas no las asesinen por pensar distinto... por ser distintas… por
vivir distinto al modelo capitalista y democrático (si, muy democrático)
que se impone con el discurso del desarrollo, que se ha impuesto a
sangre y fuego!
13
Primer comunicado de la Movilización de mujeres afrodescendientes por el cuidado de la vida
y los territorios ancestrales. Para tener una mayor comprensión de las exigencias de las mujeres,
ver la intervención de la compañera Francia Márquez. Ver el comunicado y el video en: http://
mujeresnegrascaminan.com/
14 Derrumbe de mina en Suárez, el 13 de octubre de 2007. Cifras oficiales: 22 personas fallecidas. En: https://www.youtube.com/watch?v=6XQLLr4Um1E Derrumbe de la mina San Antonio en
Santander de Quilichao, el 30 de abril de 2014. Cifras oficiales: 13 personas muertas. En: https://
www.youtube.com/watch?v=euGIPMICBfY; Derrumbe de mina en la vereda San Antonio en Santander de Quilichao, 1 de abril de 2016. Cifras oficiales: 4 personas muertas. En: http://www.elpais.
com.co/colombia/cuatro-mineros-muertos-tras-emergencia-en-mina-de-santander-de-quilichao.html
248
En el ámbito de “lo ambiental” la Corte Constitucional ha descrito
el racismo ambiental, cuando, a razón de proyectos de desarrollo,
se generan afectaciones a pueblos étnicos: La Corte en la sentencia
T-969 de 2014, manifestó que el racismo ambiental se caracteriza por
tres aspectos:
“1. Una comunidad claramente identificable que comparta una
identidad étnica o racial minoritaria que haya sido oprimida o
marginada del proceso de toma de decisiones. 2. Que dicha
comunidad deba soportar una serie de cargas y/o riesgos
en materia ambiental que signifiquen un detrimento para sus
derechos, bienes, valores, o intereses de relevancia constitucional. 3. Que tales cargas y/o riesgos ambientales resulten
desproporcionados en relación con aquellos que deben soportar
otros grupos étnicos a los que pertenecen las personas que
adoptan las decisiones con respecto de la distribución de tales
cargas considerada discriminatoria” (Sentencia T-969-2014,
Pág. 53).
Este racismo ambiental no es más que una manifestación del racismo
estructural que se ha vivido y se vive en el país y que niega el
disfrute de los derechos de ser y existir a las comunidades negras.
Como manifiesta igualmente la Corte Constitucional en la sentencia
T969 de 2014: “…incluso, la discriminación más nociva, o la que
tiene un efecto más devastador en el goce efectivo de los derechos,
proviene fundamentalmente de la organización y el funcionamiento
de las instituciones privadas y públicas…” (Sentencia T-969-2014,
Pág. 49).
A pesar de estas situaciones, son muchas las formas en que las comunidades han resistido- Y si bien han heredado los problemas del pasado
por la lógica del desarrollo, también han heredado orgullosamente la
resistencia de las ancestras y los ancestros.
La conformación de los consejos comunitarios y, más allá de ello, el
reconocimiento y apropiación de los territorios ancestrales como patrimonio dejado por los ancestros y ancestras, el compromiso de dejar ese
249
legado material y el sentido de la re-existencia a los y las renacientes
desde la fuerza de sentirse uno-a con el territorio, es la base fundamental
de la resistencia y la re-existencia aprendida de los cimarrones y cimarronas. Ese recurrir a la memoria histórica, sabiéndonos hacedores de
la misma, y el compromiso de enaltecer las luchas del pasado es lo que
fundamentalmente hace que las comunidades del norte del Cauca sigan
en la lucha. La espiritualidad vivenciada en el día a día, en las labores
cotidianas, en la danza, en la música, en la juga, en cosechar lo que se
siembra, en comer nuestra comida, en hermanarse con el río, el reconocer en cada nacimiento la raíz de dónde venimos, es lo que nos hace
re-existentes, sentirnos y sabernos pasado, presente y futuro. Saber que
somos hijas e hijos del tiempo y de la historia…
Experiencias de las comunidades negras, que muestran esas luchas
las tenemos en el consejo comunitario de La Toma, Suárez, donde
las mujeres de Yolombó15 inspiraron y animaron para que las mujeres
del norte del Cauca salieran a caminar desde sus comunidades hasta
Bogotá y, así, buscar soluciones a la llegada de retroexcavadoras a
los territorios ancestrales. Ellas enaltecen la vida y se rebelan frente a
las injusticias y atropellos cuando expresan con contundencia y convicción: “Es más fuerte nuestro amor por la vida que nuestro temor
por la muerte”. Haciendo conocer sus preocupaciones y presentando
alternativas, se movilizaron desde el 17 de noviembre al 12 de diciembre de 2014, exigiendo respuestas y soluciones que frenaran la
presencia de la minería ilegal en los territorios ancestrales. Ese andar
lo realizaron acompañadas por la Guardia Cimarrona.
Las mujeres, luego de su caminar, y al no encontrar respuestas de parte
la institucionalidad estatal, decidieron quedarse en asamblea permanente
en las instalaciones del Ministerio de Interior, dispuestas a estar el tiempo
necesario para forzar al gobierno colombiano a cumplir con los múltiples
compromisos que ha establecido con las comunidades para resolver el
problema minero en los territorios. Han sido varios los espacios de concertación con el gobierno donde las organizaciones hemos llegado con
propuestas y el gobierno se ha comprometido16. No obstante, no se ha
15
Una de las comunidades (vereda) del consejo comunitario de La Toma.
250
cumplido lo acordado y, entre tanto, la minería ilegal e inconstitucional se
está consolidando irrefrenablemente.
Es claro para las mujeres negras de los municipios de Suárez, Buenos
Aires, Guachené, Caloto, Santander de Quilichao y Puerto Tejada,
que trabajan día a día por la defensa de la vida y los territorios:
“…A pesar del abandono del Estado, hemos permanecido en
resistencia frente a los megaproyectos, que en nombre de su
visión de desarrollo y con el discurso de erradicar la pobreza,
han venido generando condiciones de despojo, destierro y miseria (…) Hoy nuestras vidas están en peligro y las posibilidades
de existir como pueblo afrodescendiente es mínima.”17
Desde la movilización venimos accionando diversas formas de resistencia.
Por ejemplo, gracias a múltiples acciones jurídicas se ha logrado el reconocimiento de los territorios ancestrales en una demanda de tutela que se
apoyó con la sentencia T1045A de 2010 de la Corte Constitucional. Es
esta sentencia, además, se reconoce la violación a los derechos de las
comunidades negras en los procesos de adjudicación de títulos sin la aplicación del derecho a la consulta y consentimiento previo, libre e informado. Por ello, en los territorios de los consejos comunitarios sólo es permitida
la realización de la minería ancestral, frenando a los foráneos hasta tanto
no se logre el consentimiento de la comunidad. Además, ya el consejo
comunitario había realizado diversas acciones de hecho para frenar una
orden judicial que ordenaba el desalojo de los mineros ancestrales.
Siguiendo la enseñanza de los mayores y las mayoras, miembros del
consejo comunitario desalojaron las retroexcavadoras del lecho del río
16 Algunos
escenarios de concertación entre organizaciones de comunidades negras y el gobierno nacional, en relación al tema minero y territorial en el Norte del Cauca: -Reunión con líderes
y organizaciones afrodescendientes de Suárez, Buenos Aires y Morales, 17 de diciembre de
2009. -Mesa minera de Suárez, mayo 26 de 2010. -Mesa minera Suárez y Buenos Aires, junio
23 de 2010. – Reunión de la Mesa Territorial Afrocaucana y el gobierno nacional, en el marco
de la asamblea permanente en las instalaciones del INCODER en Popayán, noviembre 9 de
2013. –Reunión entre organizaciones de la Mesa Interétnica e Intercultural del norte del Cauca
y el gobierno nacional, 7 de mayo de 2014.
17 Comunicado de la Movilización de mujeres afrodescendientes por el cuidado de la vida y los
territorios ancestrales.
251
“Los habitantes del Territorio ancestral Colectivo de Comunidades
Negras del consejo comunitario Cuenca del rio Cauca y microcuencas de los ríos Teta y Mazamorrero, nos afirmamos como
pueblo afrodescendiente, con pensamiento e identidad propia,
con más de cuatrocientos años de tradición, resistencia y presencia
en este territorio. Que hemos poseído, conservado, administrado,
aprovechado y regulado con base en nuestras prácticas ancestrales, heredadas de generación en generación, al conocimiento de
los ciclos lunares que rigen nuestra cotidianidad como grupo étnico,
para el aprovechamiento sostenible y eficiente de los recursos, para
beneficio y usufructo de presentes y futuras generaciones.”19
Ovejas porque las personas estaban cansadas de esperar que el gobierno cumpliese su obligación como garante de derechos. La lideresa
Francia Márquez así lo expresó en su momento:
“…han entrado dos retros o una, y ahí mismito hemos puesto en
conocimiento de toda la autoridad nacional y local. Claro, se hacen los de la vista gorda y a la semana ya hay 20 retroexcavadoras, y a la semana hay 80, y a la semana ya hay 100… y mientras
tanto nosotras, mujeres negras, hombres negros tenemos que ir a
enfrentarnos con esa gente, a sacar las retros por las malas, o
por las buenas, o como sea. Si, poniendo en riesgo nuestra vida,
poniendo en riesgo nuestra permanencia en nuestro territorio…”18
Este mismo tipo de acciones, ante la indiferencia y complicidad del
gobierno, también la vienen realizando otros consejos comunitarios en
el norte del Cauca. El consejo comunitario Cuenca del rio Cauca y
microcuencas de los ríos Teta y Mazamorrero en el ejercicio de autodeterminación y asumiendo su responsabilidad como autoridad en el
territorio, ha realizado, en los últimos años, veintidós (22) acciones de
expulsión de retroexcavadoras- Algunas de esas acciones (unas seis)
las han realizado en coordinación con los indígenas y campesinos.
Esta determinación ha conllevado a amenazas de muerte para los
líderes, lideresas y la comunidad en general. Aun así, la resistencia
al miedo es mayor y se ha establecido, desde su reglamento interno,
que no se permitirá la destrucción de los ríos a razón de la minería con
retroexcavadoras ni con otras acciones que afecten los ecosistemas.
Todas estas acciones se vienen realizando con la guardia cimarrona,
que replicando estrategias de los cimarrones y cimarrones en los
palenques, contados por los mayores y mayoras, se viene consolidando en los territorios como un mecanismo de auto-protección y
defensa del territorio. Son ejercicios de resistencia y coherencia con
los planteamientos aprobados en el reglamento interno del Consejo
Comunitario, donde se establece que:
3. Dejarle a los y las renacientes la herencia de resistencia
que nos dejaron los ancestros y ancestras
La parte final de este texto la escribo sentipensando con los pies y el
corazón en el territorio, en este territorio que un tiempo vio sufrir y sufrió
con nuestros ancestras/os esclavizadas/os y que, tiempo después,
los abrazó libres y orgullosas/os. La resistencia y el amor a la vida y
a la libertad dieron sus frutos: Nada nos ha sido regalado, NADA.
Todo lo hemos ganado resistiendo, re-existiendo, con sudor y sangre;
con alegría y decisión. La fuerza de la vida y de la justicia palpitan en
todo nuestro ser. En tiempos de injusticias y opresión pierden opresores
y oprimidos, pierde la humanidad. Pero aún en esos tiempos ganan
los seres libres, las y los que siempre se reconocieron libres a pesar de
las cadenas, que conquistaron su libertad, aun con su propia muerte.
Libres son sus cuerpos y sus almas que nos acompañan. Tenemos el
sueño de dejar a nuestros y nuestras renacientes lo que aprendimos y
aprendemos de los mayores y mayoras: la resistencia, la re-existencia,
que sólo son posibles en comunidad, en colectivo, siendo pueblo!
La resistencia y la re-existencia son parte constitutiva de nuestro ser mujeres negras, de nuestro ser hombres negros, está en nuestro ADN cultural-histórico-territorial. Seguiremos entonces resistiendo el embate de
18
Intervención de Francia Márquez (minuto 3:35…), en reunión con el gobierno nacional en
Bogotá en el marco de la Movilización de mujeres afrodescendientes por el cuidado de la vida
y de los territorios ancestrales. Ver en: http://mujeresnegrascaminan.com/
252
19
Reglamento interno del consejo comunitario aprobado en asamblea general en el año 2013.
253
esta racionalidad occidental. Esa que no quiere dejarnos ser, que quiere que seamos como “los desarrollados”, que veamos la vida con sus
ojos, que pensemos con su pensamiento, desde sus sentires. Así como
desde hace más de 400 años sabemos que no respetan las demás
formas de vida, que no cumplen con su palabra, hoy día sabemos
que seguirán irrespetando, aniquilando la vida, queriendo imponer sus
formas y sus decisiones. Los espacios de concertación serán para que
sepan que aquí estamos y aquí (en nuestros territorios) nos quedamos.
Los territorios ancestrales que hemos defendido y seguiremos defendiendo, -seguirán siendo espacio de vida en todas sus expresiones,
serán defendidos por nosotros y nosotras, continuando el legado de
hombres y mujeres cimarronas.
254
Bibliografía
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Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas
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Santander de Quilichao. [En línea]. Disponible en: http://www.elpais.com.
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y Re-existencia. [En línea]. Disponible en: http://www.mineriayresistencia.
org/
Videos
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el cuidado de la vida y los territorios ancestrales. [En línea]. Disponible en:
http://mujeresnegrascaminan.com/[Accesado en 2015]
Red de organizaciones de base (1985) Luchas cantadas del norte del Cauca.
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¿Una situación tan complejizada que sólo nos lleva a la marginalidad y a la
exclusión? En: Seminario regional: Las mujeres afrodescendientes y la cultura
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Disponible en: https://vertov14.files.wordpress.com/2011/01/mateo-mina-libertad-y-esclavitud-en-el-valle-del-cauca.pdf
256
257
CONCLUSIONES Y
RECOMENDACIONES
Capítulo 8
Equipo Observatorio ADPI
Fotografía: Conchita Guerra C.
258
259
Conclusiones y recomendaciones
por: Equipo Observatorio
Las siguientes conclusiones y recomendaciones han surgido de la visibilización de los múltiples casos presentados en este informe y llaman
la atención sobre los peligros de la actividad minera en relación a la
paz social y a la sostenibilidad de la vida en el territorio colombiano.
Se hará referencia a cinco aspectos principalmente
1. La minería es una amenaza a la sostenibilidad de la paz
en Colombia
La actividad minera es una de las principales amenazas al mantenimiento y promoción de procesos de paz estable y duradera. Como
ya se ha mencionado a lo largo de varios textos, el Estado considera
a la locomotora minera como la garantía de ingresos para pagar la
inversión social del posconflicto colombiano.
En el reciente congreso nacional de minería, llevado a cabo en la
ciudad de Cartagena de Indias el 12 de mayo de 2017, el presidente de la República Juan Manuel Santos expresó públicamente que el
derecho a la Consulta Previa y las concesiones mineras en territorios
étnicos están siendo “el dolor de cabeza” del avance de esta actividad en el país. Se interpreta, por ende, que los derechos adquiridos
constitucionalmente por los pueblos están siendo un impedimento al
progreso del país.
No obstante, la minería está implicando el mantenimiento de violencias
que componen los riesgos de extinción física y cultural de los pueblos
indígenas, afrodescendientes y de las comunidades campesinas. La
260
actividad minera, sea definida como formal, legal, ilegal, criminal o en
el marco de las múltiples clasificaciones en las que se ha incluido, engloba y repercute fuertemente el quehacer diario de las comunidades
indígenas, afrodescendientes y campesinas.
Los desafíos territoriales para la paz y la búsqueda de un verdadero
desarrollo para las zonas donde se ubican las comunidades ha comportado también el impulso de apuestas comunes, en donde ha sido
positiva y -en algunos casos- casi necesaria la unión de diversos procesos interculturales. Por el momento, se ha tratado fundamentalmente
de la unión en resistencia frente a las presiones externas e internas por
imponer formas ajenas a las propias. Ahora bien, debido al actual
proceso político en el que se encuentra Colombia y las transformaciones sociales que se llevarán a cabo, se está viendo como necesaria la puesta en marcha, con mayor contundencia, de propuestas
surgidas desde las comunidades, en pro de la soberanía alimentaria
y en el ejercicio de formas democráticas participativas frente a las actividades minero extractivas en particular. Es así como, en un contexto
de resistencia frente a distintas formas de violencia en muchos casos
arraigadas en intereses económicos, las comunidades le apuestan a
proyectos propios, algunos más desarrollados que otros pero con la
firme convicción de que esa es la única vía para el logro de una verdadera paz en Colombia.
En esta medida, una recomendación fundamental surgida desde los
múltiples espacios de participación de las organizaciones sociales,
así como desde los estudios de expertos que se han referenciado a lo
largo de este texto, es la necesidad histórica y urgente de dinamizar
el campo colombiano para que los pequeños productores agrícolas
puedan tener ingresos dignos para sus familias. Esta es una situación
compleja que implica múltiples aspectos: en primer lugar, una verdadera distribución de la tierra, especialmente en zonas donde la vocación
de ésta sea de uso agrícola. En segundo lugar, para garantizar la estabilidad de las poblaciones indígenas, afrodescendientes y campesinas
en sus territorios, se hace necesario desarrollar proyectos productivos
estables para sus ingresos con líneas de crédito flexibles, subsidios e
incentivos para toda la cadena que va desde la producción hasta la
261
distribución. De lo contrario, se estarían generando nuevos incentivos
al desplazamiento de las poblaciones y la precarización de la vida en
las ciudades.
Finalmente, es fundamental que el Estado colombiano dimensione la
manera como el incentivo de la minería está forzando a las poblaciones hacia una búsqueda de sustento material no sostenible, a corto
plazo y que rompe con la armonía social y de los ecosistemas.
2. Externalidades de las actividades mineras
Se ha hecho referencia a lo largo de los artículos sobre la multiplicidad
de afectaciones que la actividad minera está produciendo. Éstas se
podrían resumir así: a) sobre los ecosistemas asociadas a la contaminación de acuíferos, a la contaminación de las tierras y erosión de las
mismas, a la deforestación masiva -que conllevan a tragedias ambientales de proporciones descomunales, muchas de las cuales implican
pérdida de vidas humanas-, a la contaminación del aire, entre otras.
b) Sobre la fauna y la flora, que son una riqueza a la biodiversidad
en sí mismas, y que hacen parte de la cadena alimentaria humana.
Por ende, se presentan gravísimas consecuencias sobre la salud de
las poblaciones donde se está ejerciendo la minería. c) Sobre las comunidades al propiciar en éstas actividades económicas alejadas de
la vocación histórica de su trabajo y de su relación con el territorio.
Asimismo, incentivando los conflictos sociales como el rompimiento
de lazos comunitarios de solidaridad, el ingreso de multiplicidad de
dinámicas humanas como el consumo de alcohol, de drogas, la promoción a la prostitución, el aumento de los embarazos no deseados
en territorios de extracción minera, etc. d) Sobre el incremento de la
violencia y los asesinatos a las lideresas y líderes sociales porque la
actividad minera atrae a los grupos armados que usan dicha actividad
como una fuente de recursos y poder territorial. Asimismo, aumentando
la presencia de las Fuerzas Armadas en los territorios, lo cual contribuye a la militarización de la vida civil y las relaciones sociales. e)
Sobre la base cultural de las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas. En el caso de las primeras, se presentan graves
262
afectaciones sobre los principios cosmogónicos de los pueblos, generando desarraigo y ruptura de los equilibrios comunitarios.
Siendo estas sólo algunas de las múltiples consecuencias de la minería,
lo que nos interesa visibilizar aquí es que, además de las afectaciones
no materiales, los costos sociales y económicos para los ingresos
del Estado son enormes. Como lo mencionaba el artículo de Pablo
Martínez, el tratamiento médico de una persona del pueblo Murui
Miunane, contaminada con mercurio a causa de la minería, le costaría
al Estado colombiano entre 7 y 8 millones de pesos, es decir, unos 3
mil euros. O, por ejemplo, los enormes costos para cubrir las tragedias
ambientales derivadas de la deforestación masiva y la erosión -como
el caso reciente de la tragedia de Mocoa en el departamento de
Putumayo-. Finalmente, hasta el mantenimiento que implica la infraestructura de la Brigada Especial para perseguir la minería ilegal la cual
depende del Ejército Nacional.
Es así que nos preguntamos, ¿vale la pena invertir tanto dinero y esfuerzos para contrarrestar los efectos nocivos de la actividad minera?
¿Vale la pena la pérdida social, probablemente no contabilizada aún
en indemnizaciones monetarias, por la fiebre del oro? Y retornamos
sobre la misma reflexión: no hay compensación posible y los argumentos estatales de la sostenibilidad económica colombiana gracias a la
locomotora minera no se aguantan.
3. La necesaria conciliación con las comunidades
Con lo visto hasta aquí, consideramos fundamental el impulso de un proceso de conciliación claro y responsable entre las instituciones públicas y las
comunidades; entre la administración central y la administración territorial,
regional y local. Se debe tratar de lograr un equilibrio entre la presencia
del Estado central en los territorios y el permanente e ineludible respeto a
la autonomía de los municipios, comunidades y pueblos indígenas.
Para llevar a cabo esta conciliación se ha discutido en torno a la
mejora de algunos instrumentos ya existentes - tales como el derecho
263
a la Consulta Previa y la Consulta Popular- o del impulso ex novo de
algunas propuestas.
Por un lado, gracias a las recientes sentencias de la Corte Constitucional, los mecanismos de consulta a comunidades étnicas -Consulta
Previa- y a la población en general -Consulta Popular- encuentran una
sólida base jurídica que los avala. Sin embargo, en la mayoría de
casos, queda pendiente que todas las condiciones y requisitos jurídicos se cumplan en la práctica y, por lo tanto, que sean eficaces en su
cometido. En lo que concierne a comunidades indígenas, preocupan
los casos en que, como sucedió en el Cabildo Santa Bárbara, se
haya obviado este derecho fundamental debido a que el pueblo indígena no se constituyó como resguardo. Por mandato constitucional
-recordando la Sentencia T-427/15- el Estado debe garantizar que la
Consulta se realice incluso en estos casos y en el marco, por ejemplo,
de la autorización para realizar labores exploratorias en el territorio.
En cuanto a las propuestas, una de ellas es la surgida del Grupo de
Diálogo sobre Minería en Colombia (GDIAM). Este grupo propone
la creación de una Agencia Especializada en el Diálogo Intercultural
que con autonomía administrativa y financiera tenga presencia en los
territorios y de alguna manera sea el mediador entre las instituciones
públicas y las comunidades étnicas. No obstante, como se ha visto a
lo largo de estas páginas, existen múltiples complicaciones que subyacen a cada caso específico, en donde siempre se encontrarán particularidades que deberán tenerse en cuenta en el diálogo o incluso en
la imposibilidad de entablar el mismo, algo que también es necesario
reconocer y valorar como realidad. Esta última cuestión es de gran relevancia pues, en algunos casos, parece que la postura opuesta a cualquier tipo de minería que impulsan algunas organizaciones de base
-principalmente indígenas y campesinas- no es vista como una opción.
Asimismo, no se estaría considerando la disparidad de conocimientos
técnicos con los que se suele enredar a las comunidades a la hora de
proponerles la explotación de recursos en los territorios.
Aunque es claro que existen y son necesarios principios que guíen
esta interacción, en la práctica es complicado definir, con carácter
264
general y de manera unívoca, de qué manera van a participar las
comunidades étnicas frente a leyes o proyectos de inversión que les
afecten . Por ello, como se intuye en el desarrollo de las seis realidades
vistas en este informe, el propio diálogo intercultural debería producirse en el seno de las instituciones ya creadas, mediante la formación
responsable o presencia intercultural de, por ejemplo, aquellas personas encargadas de tomar decisiones y de entablar diálogo con las
comunidades étnicas.
Ahora bien, esta formación y sensibilización dirigida a los operadores
resultará insuficiente si las estructuras políticas y administrativas regionales no reconocen y toman en serio la autoridad de las comunidades
y de las personas que las representan. En definitiva, si no se logra establecer las bases para un diálogo basado en la paridad y el reconocimiento mútuo, difícilmente se podrá conciliar puntos de vista dispares
y, por lo tanto, las reivindicaciones democráticas -movilizaciones masivas, manifestaciones y denuncias públicas- seguirán siendo instrumentos idóneos para hacer oír la voz de los pueblos.
Por otro lado, esta conciliación también implica reconocer la criminalidad que representa para muchas comunidades no sólo la minería sin
título, sino también la minería formal, ya sea a pequeña, mediana o
gran escala. Así, aquella actividad minera que sea considerada como
criminal por las comunidades de un territorio debido a sus lazos con
grupos que ejercen la persecución y la violencia la convierte -independientemente de la existencia de un título minero concedido- en un
actividad ilegal e ilegítima, pues no es aceptada por las personas que
habitan efectivamente las zonas de influencia.
En este sentido, preocupa sobremanera el camino hacia la formalización minera que se está impulsando desde el gobierno nacional. El reciente decreto de clasificación minera debería dejar que la
minería artesanal y ancestral -identificada con la de subsistencia- de
aquellas comunidades étnicas que la desarrollan continuara siendo
eso: minería artesanal y ancestral. Cabría pensar hasta qué punto es
necesario y pertinente regular una actividad desarrollada a pequeña
escala y con un sentido cultural que poco tiene que ver con una
265
utilidad económica de grandes proporciones. Caso contrario es el
de la minería de subsistencia, desarrollada por algunas personas
de la comunidad, que no se relaciona con elementos culturales del
territorio y que pretende suplir las carencias económicas existentes.
Así pues, surge como necesidad que, en vez de potenciar este último
tipo de minería mediante figuras jurídicas como son los subcontratos
de formalización minera, el Estado debería apoyar realmente las
propuestas productivas que tienen las comunidades, como ya se ha
resaltado anteriormente. Esta es una manera de desincentivar aquel
tipo de actividad minera -de subsistencia- que busca la obtención de
un beneficio económico y que suele tener efectos dañinos para el
medio ambiente y, sobre todo, para la memoria y los saberes de las
comunidades.
4. La necesaria vigilancia de las comunidades sobre las
decisiones que se toman sobre sus territorios
Hemos visto hasta aquí que, constitucionalmente, existen mecanismos
como la Consulta Previa o la Consulta Popular que deben servir para
el propósito de incluir a las comunidades sobre las decisiones que
se toman en sus territorios. No obstante, además de que frecuentemente funcionan de manera deficiente, también generan divisiones en
los espacios interétnicos. Las poblaciones campesinas también tienen
derecho a ser consultadas y a vigilar lo que ocurre en sus espacios de
vida y subsistencia.
Por este motivo, consideramos importante el poder fortalecer los espacios interétnicos de diálogo y control. Un esquema de veeduría
ciudadana interétnica sería una opción alternativa para este fin. Su
objetivo también implicaría hacer un seguimiento exhaustivo a los
proyectos planeados o ejecutados, teniendo simultáneamente capacidad de vigilancia sobre la corrupción. El diálogo entre estos
espacios ciudadanos con otros más institucionales, es el que debería
tenerse en cuenta en los Planes de Desarrollo Municipal a nivel local,
o en otros planes similares en lo regional o nacional.
266
5. El papel de la comunidad internacional y las organizaciones
sociales
Teniendo en cuenta el complejo contexto en el que se enmarca la extracción minera y sus irreversibles efectos en las personas y los ecosistemas, la comunidad internacional, ya sea sociedad civil organizada, el
mundo académico y las organizaciones no gubernamentales, tenemos
tres roles fundamentales.
Primero, la responsabilidad de sensibilizar nuestro entorno más cercano -desde sociedad civil hasta instituciones y empresas radicadas en el
Norte Global- sobre los efectos reales y permanentes de la minería, así
como también del necesario impulso de consumo responsable en la ciudadanía. Las estrategias educativas en los entornos del Norte deben
ser fundamentales para propiciar la consciencia de las generaciones
por venir sobre los efectos humanos y ecosistémicos del consumo. En
esa misma medida, los efectos de la minería no son ajenos a la crisis
ecológica mundial.
Segundo, debemos empezar a trazar estrategias de seguimiento del
encadenamiento productivo que genera la industria minera y de exigibilidad de derechos desde diferentes esferas, jurisdiccionales y no
jurisdiccionales. Está claro que las rutas de la minería están generando
lazos desiguales y perjudiciales en el Norte y sur Global, principalmente en cuanto a los vínculos existentes entre los grupos financieros
del norte y las vulneraciones de derechos humanos que se producen en
el sur. En esa medida, el Norte global tiene una responsabilidad muy
importante en la venta de insumos como el mercurio.
Finalmente, y no por ello menos importante, desde la comunidad internacional debemos continuar acompañando a las organizaciones y
comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes en la reivindicación de sus derechos y de su posicionamiento como parte importante en el diálogo o acciones de hecho que se lleven a cabo.
267
1. Presencia de GAPD y guerrillas en territorios donde
se encuentran los pueblos indígenas, afrodescendientes
o campesinos de este informe
2. Situación humanitaria del pueblo Awá
Hechos presentados entre 2011 y 2017
Fotografía: Unidad Indígena del Pueblo Awá - UNIPA.
ANEXOS
Anexo1: Presencia de GAPD y guerrillas en territorios donde se
encuentran los pueblos indígenas, afrodescendientes o campesinos
de este informe (2016)1
Pueblo Indígena o
Departamento
Consejo Comunitario
Pueblo indígena Nasa y
Consejo comunitario de
la Toma
Pueblo Yanakona y
comunidades campesinas
Municipio
Anexo 2.
Situación humanitaria del pueblo Awá. Hechos presentados entre
2011 y 2017
Actor Armado
Cauca
Norte
Buenos Aires
Santander de
Quilichao
Suarez
Águilas Negras
El Clan del Golfo
Águilas Negras
AUC
Cauca
La Vega
Aguilas Negras
y Rastrojos
Los siguientes son algunos de los casos más significativos reportados
en este período. Aclaramos que se trata de datos y cifras parciales o
incompletos debido a la dificultad de completar o reconstruir un reporte
más exhaustivo.
1. Homicidios
Homicidios AWÁ 2011 - 2017
Clan del Golfo Farc
- Eln
Ricaurte
Farc - Eln
Roberto Payán
Farc - Eln
Samaniego
Clan del Golfo
Rastrojos - Farc - Eln
San Juan de Pasto Clan del Golfo - Farc
Clan del Golfo Rastrojos - Águilas Negras
Tumaco
La Empresa - Nuevo
Orden - Farc - Eln
Farc – La Constru
Orito
Farc - La Constru
Puerto Caicedo
Farc
Villa Gazón
Barbacoas
Nariño
Awá
Putumayo
Caquetá
Putumayo
Muriu Muinai
Amazonas
La Constru
Solano
Puerto Leguizamo
Corregimiento
la Chorrera
Corregimiento
Puerto Santander
Corregimiento
La Pedrera
1 Tabla elaborada a partir del XII Informe sobre presencia de grupos narcoparamilitares 2016.
Indepaz (2017)
270
Año
Según fuentes UNIPA (2)
2011
23
2012
12
2013
17
2014
4
2015
5
2016
6
2017 (primer trimestre)
6
Totales
73
Fuente: Tabla elaborada por Observatorio ADPI.
1. Según el Informe Muertes violentas contra pueblos indígenas en el conflicto armado
interno y accesos a la justicia, del Programa Presidencial Indígena del 10/09/2013.
2. Según el documento Proceso de concertación gobierno colombiano y pueblo indígena Awá Unipa, Acipap y resguardo indígena Awá el Sande, puntos 5 y 51, de la
UNIPA, finales del 2013. Así mismo, estos datos han sido contrastados con la base
de datos Noche y Niebla del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP).
271
Entre 2011 y 2017 hemos encontrado los datos de 73 homicidios:
23 en 2011; 12 en 2012 y 17 en 2013; 4 en el 2014 ; 5 en
2015, 6 en 2016 y 5 en el primer trimestre de 2017. El año anterior
a éstos, 2010, los homicidios fueron 25. En el Anexo 1 se encuentra el
listado de una parte de los casos de 2011 y todos los que se conocen
de 2012 y 20131. Se adicionan datos a 2015, 2016 y 2017.
2. Ataques, amenazas o presencia de grupos armados
Por su ubicación estratégica en la frontera con Ecuador, por la producción de la cocaína para el mercado internacional, por los intereses
de las guerras que se libran en Colombia y por las riquezas naturales
que alberga, el territorio del Pueblo Awá es un escenario permanente
del conflicto armado. Allí actúan o tienen presencia todos los actores
armados: las FARC, el ELN, los Rastrojos y otros paramilitares. El Ejército y la Policía no defienden las vidas ni los derechos del Pueblo Awá
y se comportan como un actor armado más, que también amenaza,
ataca o agrede a sus comunidades. Los 31 casos que se presentan
en la tabla de a continuación son apenas una muestra incompleta de
la zozobra y el terror en el que tienen que vivir diariamente los Awá.
Fecha
22/03/11
Lugar
Actores armados y acciones
Resguardo Chinguirito Mira,
municipio de Tumaco.
Fuerte enfrentamiento entre la Fuerza Pública y
las Farc a 100 metros del centro educativo de
este resguardo.
16/05/11
Resguardo Ñambí Piedra
Verde.
El Gobierno Nacional proyecta construir
una base militar en territorio de este resguardo.
01/11/11
Resguardo Cuasbil La Faldada, ubicado en el municipio
de Barbacoas.
Acciones perpetradas por las FARC en el
interior de este resguardo provocan un desplazamiento de 29 personas.
Fecha
Lugar
09-23/12/11
Resguardo de Ñambí
Piedra Verde, Municipio de
Barbacoas.
Acciones perpetuadas por un grupo paramilitar generan terror en las comunidades.
11-17/02/12
Corregimiento de Llorente,
Municipio de Tumaco.
Miembros de la Policía Nacional y efectivos del Ejército de Colombia acosan e
intimidan a líderes y jóvenes Awá.
4 y 8/07/12
Resguardo Tortugaña Telembí, Comunidad Sindawa.
Personas que visten prendas negras,
encapuchadas y armadas, ingresan y
amenazan a la comunidad.
20/09/12
Resguardo Indígena Awá
de Chinguirito Mira,
ubicado en el municipio de
Tumaco.
Hombres pertenecientes a la base militar el
Gualtal del Ejército Nacional ingresaron y
realizaron prácticas militares.
27/09/12
Resguardo Chinguirito Mira,
Tumaco.
Fuertes combates entre el ejército nacional
y grupos insurgentes dentro del resguardo.
16/10/12
Resguardo Indígena Chinguirito Mira, Tumaco.
El Ejército Nacional sigue ubicado a
sólo 500 metros del centro educativo de
la comunidad la Hondita, tres semanas
después de un desplazamiento masivo.
Resguardo Hojal La Turbia.
02/03/13
Resguardos de Gran
Sábalo, Kuambí Yaslambí
y Pingullo Sardinero, en la
frontera con Ecuador.
24-/03/13
Comunidades de Guadual
Sábalo y Quelbí Guadual.
Fuertes enfrentamientos por parte del
Ejército Nacional y el grupo armado de
las FARC.
Resguardos de Inda Guacaray y Pulgande Campo
Alegre.
Amenazas de la banda criminal “Los
Rastrojos”.
Resguardos indígenas Siloe,
Villa Unión, Damasco,
cabildo Indígena Awá
Alto Sardinas, municipios
de Puerto Caicedo y Villa
Garzón.
Se registran combates que se intensifican el
22/06 cerca al territorio de Playa Larga.
Las comunidades quedan confinadas por
orden de los grupos armados que restringen su movilidad. La Fuerza Pública instala
campamentos en territorios indígenas.
Principios
04/13
272
Desconocidos encapuchados agreden
física y psicológicamente a una mujer indígena de la comunidad en el momento en
que ésta salía de la comunidad. Durante
10 minutos fue golpeada, solicitando
información sobre los líderes que participaron del desalojo de la mina ilegal que se
encontraba dentro del Resguardo.
25/11/12
1
Salvo que se cite otra fuente, todos los datos de este informe han sido extraídos de estos documentos: Boletines Unipa (2011-2015); Actualización Plan de Salvaguarda, UNIPA, CAMAWARI
y ACIPAP (2012); Informe Audiencia Sala Especial de Seguimiento Sentencia T-025 de 2004
Corte Constitucional de Colombia Pueblo Awá, (2013) UNIPA, CAMAWARI, ACIPAP y Resguardo Indígena Awá del Sande; Proceso de concertación gobierno colombiano y pueblo indígena
Awá Unipa,
2 Acipap y resguardo indígena Awá el Sande, (2013)UNIPA.
Incluido un caso reportado de un indígena Awá de CAMAWARI.
Actores armados y acciones
08/06/13
273
Constantes enfrentamientos entre el Ejército
Nacional y el grupo armado de las FARC.
Fecha
Lugar
15/06/13
Resguardo El Palmar.
04/07/13
Resguardo La Cristalina II,
mpio. San Miguel – La Dorada, Putumayo.
Actores armados y acciones
12/05/14
Buenavista Barbacoas.
Hombres armados disparan contra dos menores Awá. Estos salieron ilesos.
21/12/14
Hombres armados intimidaron de manera
Resguardo Tortugaña Telembí. violenta a dos hermanos indígenas de 15 y
17 años.
19/10/014
Tumaco, Nariño.
Policía golpea con la culata de la pistola a un
joven Awá, rompiéndole la nariz.
Resguardo Chinguirito Mira
(Tumaco).
Combates entre efectivos de la Fuerza de
Tarea Conjunta Pegaso y guerrilleros de la
Columna Móvil Daniel Aldana. Murió un
guerrillero y resultaron heridas dos personas
civiles, una de ellas una adolescente de 16
años de edad en estado de gestación.
06/015
23/01/16
Actores armados y acciones
fiscalía, uno de ellos ingresa en domicilio
disparando indiscriminadamente a la vivienda en búsqueda del otro compañero. En el
hecho dejan herido de gravedad a un niño
de 7 años con un disparo en la cabeza.
Posteriormente se aclara que las viviendas
donde debían hacer el allanamiento quedan
a un kilómetro de distancia.
Aparece un panfleto en el que se informa que
se efectuará “limpieza en la zona”.
12, 27/05/14 Buenavista Barbacoas.
28/06/15
Lugar
Tres agentes de la Policía de Carretera de la
estación de Ricaurte ingresan buscando un
vehículo. Un joven de la guardia indígena es
herido por un disparo.
Personal del grupo de los rastrojos buscan a
familiares de Wilson Hernando Guanga, asesinado días antes, y al gobernador suplente
y a algunos guardias indígenas, igualmente
buscan a cuatro menores de edad estudiantes
del centro Educativo los Telembies.
29/05/15
Fecha
2501/16
03/02/16
18/02/16
Resguardo Gran Rosario.
Resguardo Gran Rosario.
Resguardo Gran Rosario.
Barbacoas, Resguardo Piedra Detención y tortura por parte de la policía
a un joven de 19 años perteneciente al
Verde.
Resguardo Piedra Verde.
Resguardo Ñambi Piedra
Verde, Cuasbil la Faldada, y
Saundé Guiguay.
Se amenaza a varios integrantes de la
comunidad, generando temor y riesgo de
desplazamiento forzado, Amenazas por
parte de las Farc al Gobernador del territorio
ancestral Awá Ñambi Piedra Verde se exige
la limitación de sus funciones de control
territorial frente a población mestiza que ha
venido entrando al territorio ancestral de este
resguardo, mucha de la cual se ha dedicado
a los cultivos ilícitos.
Km 80 vía Pasto - Tumaco,
corregimiento La Guayacana.
Personas pertenecientes a
Resguardo Gran Rosario.
Miembros activos del cuerpo de investigación
de la policía judicial, que se encontraban
adelantando procedimientos a dos viviendas
que tenían orden de allanamiento por la
274
25/02/16
El Diviso, predio El verde.
275
Frecuentes visitas de personas extrañas al
domicilio del abuelo del menor herido,
golpeando de manera violenta en la puerta,
gritando palabras amenazante y ofensivas
en contra de los familiares.
Agentes de la policía ingresan a la
habitación del niño donde está hospitalizado el menor herido. Sin previa autorización
e información a las autoridades indígenas
y de sus padres, aprovechando que se
encontraba solo y durmiendo, intentaron
despertarlo para indagar sobre lo ocurrido,
estos hechos buscan re-victimizar a nuestras
familias Awá, y violan todos los protocolos
establecidos para estos casos.
A las 5:30 de la tarde, momento en que
dos Hermanas Awá se encontraban
regresando a sus hogares, agentes de
Policía Nacional disparan sin motivo alguno al carro donde se desplazaban, los
impactos de bala propiciados de manera
irregular hirieron a Florinda Damaris
García García de 24 años y Patricia
García de 33 años.
La consejera de Mujer y Familia de la
UNIPA es víctima de agresiones verbales
por parte de hombres armados que se
encontraban de civil y que ingresaron
violentamente en su domicilio en horas
de la madrugada tumbando la puerta del
mismo, donde se encontraban tres menores de 8 meses, 13 y 15 años así como
también personas mayores. La UNIPA
afirma que fue un operativo realizado por
la Policía Nacional y el Ejército, pues eran
ellos quienes custodiaban a los hombres
en el momento en que ingresaron en el
domicilio.
Fecha
01/05/16
17/05/16
24/04/16
Lugar
Corregimiento de
Altaquer (Barbacoas).
Resguardo Chiringuito Mira (Tumaco).
Resguardo Piguambi
Palanga. Municipio
de Tumaco.
Actores armados y acciones
Consejero Zonal de la Guardia Indígena
de UNIPA es víctima de abuso de
autoridad por parte de un miembro de la
Policía Nacional. Es agredido verbalmente y se causan daños materiales al vehículo en el que se desplazaba, asignado
por la UNP como parte de esquema de
seguridad, debido a múltiples amenazas
desde hace 2 años.
Allanamiento e intimidación. Funcionarios de la Fiscalía y Ejército Nacional
ingresan, mediante helicóptero, sin previa
orden judicial y de manera ilegal en el
resguardo. Una vez en el sitio, ingresan
abruptamente en un domicilio sin autorización, amenazando a los presentes (mujeres Awá y dos de 2 y 8 años) hicieron
caer una arma de fuego en el interior del
domicilio con la intención de señalar a
las personas presentes que el arma era
suya. Toman fotografía a una persona
Awá y le hacen firmar un documento del
cual aún no se conoce el contenido.
(com 007 2016)
Mujer indígena junto a su hija de 1 año
de edad es atacada por un desconocido
a las 8am mientras se desplazaba desde
su casa hasta la IPS indígena ubicada en
el centro poblado del corregimiento de
Llorente. La mujer fue agredida, golpeada, violada. Su hija menor de edad
también es golpeada.
276
3. Desapariciones forzadas
En la tabla siguiente se presentan los hechos ocurridos, entre septiembre
de 2011 y el 8 de junio de 2015.
Fecha
Nombre
Lugares y circuntancuas
10/11
Tres jóvenes.
Son desaparecidos en el río Ñambí.
(Boletines 07/12/11 y 03/05/12, sin
más datos).
17/03/12
Augusto Marcial
Canticús.
En el sector de Tangarial, Tumaco (Boletín
21/032012).
Mauricio Paí Pascual
(22 años)
Lisandro Paí Paí
(23 años)
Juan Miguel Guanga
Pascual
(19 años)
Cuando regresaban del Centro Guadualito - Ecuador fueron retenidos por hombres
armados en el sector de Puerto Palma y
conducidos río Mira arriba con rumbo
desconocido. (Boletín 03/05/2012).
22/04/12
07/09/13
08/06/15
De la comunidad de Tangarial, Resguardo Pulgande Tronqueria municipio
de Barbacoas, cuando se dirigía al
corregimiento de Pispían (Comunicado
18 de 09/12/2013).
Iván Rodriguez
Goyes.
En el Barrio el Rosario del municipio
de Pasto, hombres en una camioneta
llegaron a la casa donde vivía desde que
fue desplazado del Resguardo Ñambi
Piedra verde. Los hombres lo abordaron
para indagar por la desaparición de una
señora del Remolino, lo amenazaron y
obligaron a subir a un vehículo. Hasta el
momento se desconoce su paradero.
Alfedro Pascal
Canticús.
277
4. Minas antipersonales
Una buena parte del territorio Awá se halla sembrado de minas antipersonales. Éstas se encuentran en tierras de cultivos, en los caminos,
cerca de sus escuelas y poblados e incluso en sus lugares sagrados.
Los estallidos y accidentes, los muertos y heridos a causa de estos artefactos son frecuentes. Esta situación, unida a las demás agresiones que
reciben, causa situaciones de pánico, terror, desplazamientos, confinamientos, cierre de escuelas y pérdida de sus cosechas. En la tabla
siguiente se presentan los casos de 10 muertes, entre ellas, las de
tres menores y situaciones de pánico en comunidades.
Fecha
Muertes y otras
afectaciones
24/04/12
Rodolfo Arquímedes Guanga y
Héctor queda gravemente herido.
Municipio de Ricaurte.
10/08/12
Se activó una mina antipersonal
donde perdió la vida el menor
de edad José Melandro Pai
Pascal estudiante de la institución
Educativa.
Cerca de la Institución Educativa
del Resguardo Indígena Awá de
Inda Sabaleta.
Entre el 10 y el 14, se produjeron 15 explosiones a sólo 600
metros del Centro Educativo Inda
Sabaleta. Silvio Antídio Loza
esposo de la señora Aleyda
Bisbicús Guanga y padre de 5
menores Awá, murió al caer en
el campo minado. Otros dos
indígenas gravemente heridos.
Cerca del Centro Educativo del
Resguardo Inda Sabaleta. Todos
los caminos y predios del Resguardo Inda Sabaleta han sido
sembrados de minas antipersonas
por lo cual se han producido
desplazamientos y confinamiento.
A raíz de fuertes enfrentamientos
entre el Ejército Nacional y las
FARC: Desplazamientos de 42 familias - 227 personas, por temor
por su propia vida, por posible
presencia de campos minados en
estas comunidades.
En inmediaciones de las comunidades de Guadual Sábalo y
Quelbí Guadual.
03/04/13
José Fabricio Delgado Canticús.
Vereda Berlín, Barbacoas.
Resguardo El Sande.
29/06/13
Robisnson Rubén Díaz Gómez
muere al caer en una mina ubicada a 200 metros del centro
poblado.
01/0/12
a
01/07/13
En estos dos semestres se
reporta pánico constante en las
familias de este resguardo por la
presencia de MAP, la prohibición
del tránsito libre por el territorio y
confinamiento.
Resguardo de Alto Comboy,
municipio del Valle del Guamuez,
Putumayo.
24/11/13
Tres indígenas Awá resultaron heridos debido a la detonación de
un artefacto explosivo colocado
en la vía que de Pasto conduce
a Tumaco.
Corregimientos de Llorente y la
Guayacana.
27/11/13
Fallece en el hospital universitario el Awá YORBAN DAVID
BISBICUS GARCÍA, uno de los
heridos del incidente del 24 de
noviembre de 2013.
15/08/12
Lugar y circunstancias
31/01/11
Padre e hijo, Wilfrido Rodriguez y José Richard Rodriguez.
José Richard falleció.
Hojal La Turbia (comunidad
Peña Caraño).
02/02/11
Rosa Aurelina Guanga, Maria Fernanda Canticús y Fabiola Guanga.
Hojal la Turbia (Comunidad
Quejuambí la Liza).
20/02/11
Segundo Eduardo Guanga Nastacuas, muerto. Nubia Rodríguez
Nastacúas, herida.
En el resguardo Tortugaña Telembi
(Municipio Barbacoas).
Un “hermano indígena Awá” (sin
nombre).
Los Awá denuncian el incremento
de campos minados en su territorio:
“en lo que va corrido del año 2011,
se han presentado 8 accidentes por
Minas Antipersonales. El último caso
registrado es el de un compañero
Awá que cayó en una mina cerca del
resguardo Hojal La Turbia, y falleció.
Los actores armados que transitan por
la zona no permitieron que se hiciera el
levantamiento del cuerpo del hermano
indígena Awá y obligaron a que fuera
enterrado cerca del lugar donde cayó.”
16/05/11
Las minas han llegado hasta la
cabecera del río Naya donde está
un sitio sagrado. “Durante el recorrido
hemos verificado que la mayor parte
del territorio se encuentra sembrado de
minas antipersonal.”
13/05/11
Vereda San Antonio,
Putumayo.
10/03/12
278
24,26/03/13
279
Corregimientos de Llorente y la
Guayacana.
Fecha
27/01/14
06/21
10/02/14
Primer semestre
2015
20/02/17
Muertes y otras
afectaciones
Lugar y circunstancias
Resulta gravemente herido el
guardia indígena Leonardo
Canticús Paí, quien cayó en
una mina antipersona causándole lesiones de gravedad en
sus extremidades inferiores y
superiores.
Comunidad de Peña Caraño,
resguardo indígena Awá de
Hojal la Turbia, municipio de
Tumaco.
Se denuncia la presencia de
MAP.
En los resguardos de Inda
Sabaleta, Inda Guacaray,
Chiringuito Mira, Pulgande
campo Alegre.
Se detectó un artefacto explosivo
sin identificar en una de las vías.
El caso se presentó durante los
combates entre grupos de la guerrilla y el Ejército Colombiano, que
confinaron a más de 50 personas
en la zona.
Comunidad Planadas, Resguardo
Piguambí Palangala, municipio
de Barbacoas.
Las autoridades denuncian la
siembra indiscriminada de minas
antipersona y artefactos explosivos realizada por las FARC.
Resguardo Chinguirito Mira,
comunidad La Nacedera, con
afectación de civiles y restricción
de la movilidad de 12 familias
(45 personas) indígenas.
Un menor de 15 años, Armando
Guanga Pai. es alcanzado por
una mina antipersonal cuando se
encontraba realizando labores
dentro de su finca, a 10 metros
de su casa.
Vereda La Aduana - Rio Mira, Municipio de Tumaco. Se denuncia que
desde hace más de 10 años estos
artefactos han sido dejados en los
caminos ancestrales que recorren las
comunidades Awá.
5. Impactos por derrame de crudo
Desde los años 60, el Territorio Awá es utilizado como espacio para el
tránsito del petróleo a través del oleoducto Transandino que conduce el
crudo desde los pozos de Orito, Putumayo, hasta el puerto de Tumaco
en donde se embarca hacia el extranjero. Este oleoducto ha sido objeto
de “rupturas” por accidentes, de “voladuras” por la subversión y en los
últimos 5 años se viene extrayendo crudo en algunos de sus tramos de
manera ilícita para producir gasolina y usarla en el procesamiento de
clorhidrato de cocaína. Todas estas acciones producen derrames del
280
crudo, a veces acompañados de incendios, que contaminan las aguas
de los ríos y quebradas, sus riberas, los suelos, el aire, la biodiversidad
y por lo tanto, los seres vivos, incluidos los Awá, sus alimentos y su salud,
lo cual configura una emergencia ambiental de grandes proporciones.
Fecha
Lugar
12/11/11
Derrame de crudo en el resguardo indígena de Saundé Guiguay, en los municipios de Barbacoas y Roberto Payán, Estos derrames han venido sucediendo
desde el año 2006 a lo largo del oleoducto transandino especialmente en el
tramo entre las poblaciones de Altaquer y Llorente, afectando los resguardos
de: Gran Sábalo, Saundé Guiguay, Pianulpi Palangala, Inda Guacaray e
Inda sabaleta, Pulgande Campo Alegre, Chimbagal y Guelmambi el Bombo.
(P. de S.)
01/03/12
Predio El Verde, resguardo del Gran Sábalo.
30/10/12
En los resguardos de Inda Guacaray e Inda Sabaleta se presenta otro gran
derrame afectando a la comunidad y su territorio.
23/10/13
En el corregimiento La Guayacana kilómetro 88 de la vía a Tumaco.
08/06/15
Las Farc voló un tramo del oleoducto transandino a la altura de los ríos
Caunapí y Rosario, los cuales abastecen al río Mira.
21/06/15
Las Farc vuela un tramo del oleoducto Trasandino a la altura de la quebrada
Pianulpí, que abastece al Güisa. Generó el derrame de 410.000 galones de
petróleo sobre suelo nariñense. Gran parte del crudo llegó al río Mira, que
abastece de agua a Tumaco.
6. Los cultivos de coca y las fumigaciones químicas
En primer lugar, el aumento de los cultivos de hoja de coca se corresponde con la tendencia al alza en estas regiones, incluso en áreas
que no se corresponden con los resguardos. Es decir, las motivaciones
para el cultivo guardan estrecha relación también con la precariedad
en las condiciones de vida de las comunidades, las cuales buscan
otras formas de complementar sus ingresos familiares. Los indígenas
Awá han tenido serias dificultades para la comercialización de sus
productos de pancoger por los altísimos costos del transporte, por la
intermediación de la cadena de comercialización de los productos
agrícolas, por la falta de políticas para abaratar los costos de producción y por la intoxicación que han sufrido los suelos de los resguardos
281
a causa de las fumigaciones aéreas con glifosato. Esto se complementa con la contradicción permanente de las políticas del Estado colombiano en materia agrícola: no se cuenta con incentivos a producción
agrícola y, simultáneamente, se han promovido la firma de Tratados
de Libre Comercio con varios países del Norte Global, afectando al
campo colombiano.
Gráfica 1.
Evolución de los cultivos de hoja de coca por hectáreas en resguardos Awá del Departamento de Nariño. (2012 - 2015) Fuente: Observatorio ADPI con base en los datos
extraídos del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci). UNODC.
En segundo lugar, expresando una situación compleja y grave, varias
de las personas que se están dedicando a la siembra de hoja de coca
en resguardos indígenas - e incluso en consejos comunitarios de la población afrodescendiente - son colonos ajenos a las comunidades. En el
caso Awá, los resguardos de Inda Zabaleta, Inda Guacaray, La Brava
y Gran Rosario son los que más están presentando este problema. Esta
colonización de territorios indígenas por foráneos se ha dado de forma espontánea o dirigida. Siendo espontánea para aquellos casos de
campesinos provenientes de otras zonas del país o, dirigida, cuando
los grandes traficantes de la zona han sido los que han promovido esta
invasión de los resguardos. Las actividades de los grupos relacionados
con el narcotráfico están estrechamente emparentadas con el auge de
los grupos neoparamilitares en la zona y con la explotación de la minería ilegal en territorios indígenas. Como ya se mencionó en la introducción de esta investigación y en el informe del Observatorio ADPI de
2013, las rutas de comercialización de la minería ilegal y de la hoja de
coca suelen coincidir.
En esta compleja situación, entre 2014 y 2015 los cultivos aumentaron cerca de un 40% en el país y un 89% en el municipios de Tumaco, el de mayor producción total. En ello influyó la reconfiguración de
los grupos armados derivada de la perspectiva de desmovilización de
la guerrilla de las Farc y la suspensión de la fumigación con glifosato
en mayo de 2015. No obstante, teniendo en cuenta el análisis hecho
anteriormente, es fundamental que la política antidrogas no presuma
que se deben reanudar las fumigaciones con glifosato.
Gráfica 2.
Evolución de los cultivos de hoja de coca por hectáreas en resguardos Awá del Departamento de Putumayo. (2012 - 2015) Fuente: Observatorio ADPI con base en los datos extraídos del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci). UNODC.
282
En primer lugar, porque como las gráficas 3 y 4 lo demuestran, la tendencia de incremento del área cultivada fue anterior a la suspensión
de las fumigaciones. En segundo lugar, se presentaron en territorio
Awá gravísimas afectaciones a la salud de la población y a la soberanía alimentaria. Las fumigaciones con glifosato no discriminaron
283
cultivos de pancoger y cultivos de hoja de coca. Por el contrario,
acabaron con otros cultivos que garantizaban la autosubsistencia
de los Awá o que eran potencialmente comercializables. Lo mismo
sucedió con los animales de la zona selvática que hacían parte de su
dieta. Además, las fuentes de agua fueron afectadas seriamente en
todos los años de fumigaciones. Es así que, además de encontrarse
en zona de conflicto armado, la supervivencia Awá también se vio
amenazada en los aspectos más básicos de salud y alimentación. En
este caso, por las fumigaciones promovidas desde el propio Estado.
En el área urbana y rural de Tumaco se aplica la estrategia del
Plan de Consolidación Integral. Uno de sus planes es la erradicación de cultivos ilícitos y la sustitución de los mismos por productos lícitos y comercializables. En la práctica, si bien se han logrado algunos avances modestos en comercialización del cacao
y el coco, es el ejército el que ejecuta estos programas, afectando
la autonomía territorial indígena y afrodescendiente, en una zona
azotada por el conflicto armado.
Gráfica 3.
Gráfica 4.
Comparación de área de cultivo de hoja de coca en los Municipios de Tumaco y Barbacoas y el área de cultivo en los resguardos Awá de esos municipios. (2012 - 2015)
Fuente: Observatorio ADPI con base en los datos extraídos del Sistema Integrado de
Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci). UNODC.
Comparación de área de cultivo de hoja de coca en los Municipios de Orito y Puerto
Asís y el área de cultivo en los resguardos Awá de esos municipios. (2012 - 2015)
Fuente: Observatorio ADPI con base en los datos extraídos del Sistema Integrado de
Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci). UNODC.
284
Finalmente, de las gráficas 3 y 4 se puede evidenciar que, especialmente en los resguardos de Putumayo, el área de hoja de coca
sembrada en los resguardos indígenas no es mayoritaria dentro
del total sembrado en los municipios de Orito y Puerto Asís, que
son donde los cultivos son más evidentes. Incluso en Nariño, que
las hectáreas sembradas en resguardos son mucho mayores, entre
2012 y 2015 en ningún caso han representado más del 50% del
total sembrado en dichos municipios. Según datos Simci de 2015,
del total de hoja de coca sembrada en el municipio de Tumaco, el
32% se encuentra en territorios indígenas.
285
7. Detenciones arbitrarias
En el Informe Audiencia Sala Especial de seguimiento Sentencia T-025
de 2004 Corte Constitucional, se detallan, sólo para el período entre
el segundo semestre de 2012 y el primer semestre de 2013, cinco
casos concretos de detenciones arbitrarias que afectaron a 9 indígenas Awá. El comunicado 18 de la UNIPA, del 9 de diciembre 2013,
informa sobre las detenciones arbitrarias de otros dos indígenas Awás
en el corregimiento de la Guayacana, Tumaco.
8. Desplazamientos y confinamiento forzados
Las masacres, los homicidios, las minas, los derrames de petróleo del
oleoducto, las fumigaciones con glifosato, los ataques y amenazas a
sus territorios y comunidades continúan produciendo desplazamientos
y confinamientos de una manera permanente. No hay una atención de
emergencia con los requerimientos de un enfoque diferencial exigido por
la normatividad nacional e internacional. Los retornos y reubicaciones
los tienen que hacer las familias sin ningún acompañamiento ni garantías
para su seguridad y bienestar. Tampoco existe una estadística completa
sobre estos hechos y en todos los informes se presenta un subregistro de
los casos. A continuación presentamos algunos de los casos que se han
denunciado en los boletines, comunicados y en el Plan de Salvaguarda.
Fecha
03/11
Lugar
Resguardos indígenas
de Magüí y Cuchilla
del Palmar del municipio de Ricaurte.
Cabildo Alto Comboy,
Putumayo.
25/02/12
Resguardo Integrado Mi- Desplazamientos masivos internos y confinamiento
lagroso. Cuaiquer Viejo de 168 familias, 845 personas, por enfrentamientos
entre el Ejército Nacional y grupos armados ilegales y
(CAMAWARI).
posteriores bombardeos. Muerte de un niño. (P. de S.)
16/08/12
Resguardo de Inda
Sabaleta.
450 familias de 7 comunidades se encuentran
confinadas y en riesgo de desplazamiento a causa
de la siembra de minas antipersonal en todos sus
caminos y predios.
27/10/12
Resguardo Chinguirito
Mira, municipio de
Tumaco.
76 familias salieron del territorio Inkal Awá por los
fuertes combates en la zona entre el Ejército Nacional
y grupos insurgentes Otras 40 familias habitantes no
indígenas también decidieron abandonar la zona.
16/10/12
Resguardo Chinguirito
Mira, municipio de
Tumaco.
A tres semanas del desplazamiento masivo de este
resguardo continúa el desplazamiento.
02/12/12
24,26
03/13
01/11/11 Resguardo Cuasbil La
Faldada en el municipio de Barbacoas.
7 familias que suman 29 personas “se desplazaron
forzadamente a causa de las acciones perpetradas
por las FARC”.
01/12/11 Resguardo Ñambi Piedra Verde, municipio
de Barbacoas.
Se produce el sexto desplazamiento forzado de
este resguardo de 45 familias con 215 personas,
después de que un grupo paramilitar asesinó a
Bolívar Guanga, retuvo a siete miembros de la
comunidad y abusó sexualmente de tres mujeres
entre ellas una menor.
286
Resguardo de Magui,
Ricaurte.
Desplazamiento de 219 familias con 807 personas
por enfrentamientos entre el Ejército y grupos armados
ilegales. Esta situación se agravó y en abril 2013
se denunció que las familias confinadas llegaban a
2040 personas.
En las comunidades
42 familias -227 personas- son desplazadas y conGuadual Sábalo, Quelbí finadas en este centro educativo por combates entre
Guadual y su centro
las FARC y Ejército.
educativo.
21/01/14
Durante tres días se
70 familias de Arrayan, 29 de Imbina, 41 de Magüí,
presentaron combates en 19 de Cumbas y 65 del Guadual.
la zona del Arrayán e
Imbina.
07/02/14
Continúan los hostigamientos en el Resguardo
de Magüí.
27/05/14
Desplazamiento forzado
de 11 familias de la
Comunidad Telembies,
Resguardo Tortugaña
Telembí.
Causada por el asesinato de Cristian Delgado y las
amenazas y torturas contra Rider Arias y Parmenio
Nastacuás.
02/10/14
Comunidad Planadas,
Resguardo Piguambí
Palangala, municipio de
Barbacoas.
Se presentaron fuertes combates entre grupos de la
guerrilla y el Ejército Colombiano, confinando a más
de 50 personas correspondientes a 20 familias en
el centro educativo de Planadas Piaguambi, otras
comunidades se encuentran afectadas por estos
hechos, entre esas Pianulpi y Palangala.
Actores armados y factores de la situación
49 familias, 988 personas, se desplazaron desde
las comunidades Awá de Magüí, Guadual, Cumbas, Invina y Cuchilla del Palmar por combates
entre el Ejército y las FARC. (P de S.)
24 familias tienen que abandonar el territorio por el
temor a caer en las minas sembradas por los grupos
armados y 10 familias sufren confinamiento. (P. de S.)
13/03/12
Continúa el confinamiento y aumenta la preocupación
de las comunidades pues los caminos se encuentran
minados y se comprueba que en otros resguardos que
están cerca se presenta la misma situación.
287
06/15
02/16
Durante la realización
de la MCAWA, la organización Unipa pone en
conocimiento que existe
una situación de confinamiento en la zona de
frontera por la presencia
de actores armados.
Resguardo Gran Rosario.
10. Violencias basadas en género
Por presencia de actores armados en Pipalta Palví,
y de riesgo de desplazamiento en Gran Sábalo,
Sangulpí, Piedra Sellada, Chingirito Mira.
El menor que fue herido en enero de 2016 al parecer
por cuerpos de la policía judicial así como su padre,
se encuentran desplazados de su territorio y no han
podido retornar a su vivienda, pues temen por su vida
y las represalias que se puedan tomar.
9. Reclutamientos
Fecha
Lugar
Actores armados y factores de la situación
Resguardo Pipalta Palbi
Yaguapi.
Miembros del ELN reclutan a 6 indígenas Awá, tres
de los cuales son menores de edad.
01/15
Centros educativos
resguardos de Barbacoas.
Desaparecen dos indígenas Awá, menores de edad,
Se presume que han sido reclutados por grupos
guerrilleros.
Resguardo WATSALPÍ.
05 y
Reguardo Tortugaña
Telembí y reguardo
Tronqueria Pulgande.
08/15
Lugar
17/11/13
Resguardo indígena
Awa de Gran Sábalo,
Municipio de
Barbacoas.
Homicidio de la señora María Elicena Ortiz PAÍ,
de 35 años de edad.
17/11/13
Resguardo el Gran
Rosario, comunidad
Guandapi.
Beatriz Canticús Canticús, aparece muerta a la
orilla del rio Rosario con un golpe en la cabeza que
destrozó su cráneo.
18/06/15
05/14
06/15
Fecha
En la comunidad
Alto Guelmambi del
resguardo Alto Ulbi
Nunalbi.
Actores armados y factores de la situación
Personal de la SIJIN irrumpieron en la vivienda de
la Gobernadora Indígena del Resguardo Alto Ulbi
Guelmambí (Barbacoas), procedieron a cortar el
fluido eléctrico, sin orden judicial ingresaron a la
vivienda de forma violenta rompiendo los vidrios de
las ventanas y puertas argumentando que tenían una
orden de allanamiento que no indicaron, procedieron
a realizar un registro en la casa bajo el argumento
de que allí se encontraba material de guerra, armas
largas, artefactos explosivos y cocaína. Durante el
procedimiento ilegal se agredió a 5 adultos y 3
menores de edad que se encontraban presentes en
la casa, constantemente se les apuntó con arma de
fuego y se los incomunicó quitándoles los celulares.
El menor CARLOS ALFREDO GARCÍA GARCÍA de 15
años de edad fue reclutado por el grupo denominado
“Los Rastrojos”. Fue rescatado por la guardia indígena
y entregado a ICBF, para garantizar su protección,
sin embargo la institucionalidad no pudo protegerlo
al no contar con una ruta de protección efectiva para
los miembros de los pueblos indígenas, El menor
retornó a su territorio, siendo asesinado poco
tiempo después por los grupos armados que ocupan
nuestro territorio.
Miembros de grupos armados de guerrilla y
paramilitares han citado a los estudiantes de las
comunidades, toman los nombres de los indígenas
que van a reclutar y posteriormente se los llevan
contra su voluntad.
288
289
11. Restricciones y limitaciones de la movilidad en territorios
ancestrales
Fecha
08 al 12
05/12
16/11/14
28/06/15
20/03/17
Lugar
Resguardo el Sande
Minga Permanente Awá
de las organizaciones
UNIPA y ACIPAP.
Corregimiento de
Junín, Municipio de
Barbacoas.
Actores armados y factores de la situación
Resguardo el Sande El ex-suplente Gobernador Indígena del Resguardo Awá del Sande, ubicado entre Ricaurte y Santa Cruz de Guachavez, Gabriel
Nastacuas, es hostigado y aprehendido sin causa
ni orden judicial y conducido a las instalaciones
de la Estación de Policía del lugar por parte de
miembros del CTI, quienes le manifestaron que
tenían una orden de captura pese a que nunca la
presentaron.
12. Concertación del plan de salvaguarda Awá (PSA) y mesa
de concertación Awá (MCAWA)
El Plan de Salvaguarda del Pueblo Awá (PSA) es uno de los instrumentos claves en cuanto al respeto de la autonomía y la protección
de los derechos del Pueblo Awá. De esta manera, el resumen de la
situación de estos últimos años (2015-2016 y 2017) en el marco de
la Mesa de Concertación Awá (MCAWA) deja mucho que desear.
La MCAWA es el espacio de encuentro entre el gobierno colombiano
y el Pueblo Awá, instalado hace ya 7 años en virtud la orden de la
Corte Constitucional mediante el Auto 004 de 26 de enero de 2009.
Es preciso recordar las 3 órdenes específicas que mandató la sala
especial del alto tribunal:
Durante el séptimo día de la movilización de la Minga Permanente Awá de las organizaciones UNIPA
y ACIPAP, la fuerza pública ejerce cada vez más
presión e intimidación sobre los participantes de
la movilización, realizan mayor despliegue de sus
tropas, intentos de incursiones a los lugares donde
se encuentra la concentración de los cabildantes e
incluso el lanzamiento de bengalas en horas de la
madrugada para precisar el sitio donde se encuentra concentrada la guardia indígena, atemorizando
a el grupo de indígenas reunidos.
1. Establecer un programa de garantía de los derechos de los Pueblos
Indígenas.
Luis Armando Bisbicús Canticús de 19 años de
edad, perteneciente al resguardo Ñambí Piedra
Verde, fue víctima de atropellos por parte de un
miembro de la policía nacional en el corregimiento
de Junín, Municipio de Barbacoas, lo acusa de
pertenecer a un grupo armado al margen de la
ley, le prohíbe hablar en su idioma propio y a
comunicarse por celular con su comunidad, luego
de realizar estas intimidaciones y señalamientos lo
soltaron.
En múltiples ocasiones el Pueblo Awá ha acordado con el gobierno nacional y los ministerios encargados la concertación de
reuniones a fin de desarrollar los mandatos establecidos no sólo
en el auto 004 de 2009 sino también en los autos 174 de 2011
y 143 de 2013 emitidos por la Corte Constitucional colombiana,
en donde se identificó claramente cómo el Pueblo Indígena Awá
se encuentra en grave riesgo de extinción física y cultural. Así, el
año 2009 la Corte evidenció la “violación permanente, sistemática y generalizada” de los derechos de este Pueblo Indígena por
todos los actores enfrentados en el conflicto armado colombiano,
añadiendo que:
El Pueblo Awá denuncia que la presencia de la
empresa palmicultora ASTORGA, presente en el territorio hace ya 30 años, está provocando despojo
de tierras, confinamiento, contaminación de ríos y
quebradas y deforestación de más de cuatro mil
hectáreas de selva. El Pueblo Awá proponen una
serie de medidas de compensación ya ante ello la
empresa amenaza con tomar medidas legales.
290
2. Configurar planes de Salvaguarda étnica para el Pueblo Awá.
3. La adopción de determinaciones encaminadas a evitar la impunidad. Esta última orden dirigida especialmente a la Fiscalía General de
la Nación.
“(...) es claro que la afectación diferencial de los pueblos indígenas por el conflicto armado constituye un proceso destructivo de
291
la diversidad étnica y cultural del país, que es invisible para la
sociedad y el Estado colombianos” (Auto 004 de 2009)
familias de las personas afectadas por los hechos violentos de los que
han sido objeto.
Desafortunadamente, la indiferencia estatal se ha mantenido estos
últimos años. En vista de la dificultad de medios y de personal alegada por las instituciones responsables para reunirse y coordinar
planes de manera conjunta, durante el mes de marzo de 2016 las
Autoridades Tradicionales Indígenas Awá -UNIPA decidieron establecerse en Asamblea Permanente a fin de evaluar y denunciar los
compromisos que firmó y asumió el gobierno nacional colombiano
desde hace ya casi 4 años en el marco de la reactivación de la
Minga Humanitaria por la vida y la dignidad del pueblo Awá. A
lo largo del año 2016 solicitaron de manera reiterada al Ministerio de Interior – Juan Fernando Cristo a través de la Dirección de
Asuntos Indígenas, Rom y Minorías – y a las diferentes instancias
ministeriales, audiencia para abordar la revisión del estado de
cumplimiento de los compromisos suscritos. Desde entonces, en
no pocas ocasiones se han reprogramado los encuentros e incluso, como el previsto para los días 29 y 30 de marzo de 2016,
no se presentó ni envió una explicación oficial por parte de la
institucionalidad.
Lo cierto es que resulta preocupante que, en el marco del proceso
de paz, se sigan vulnerando de manera flagrante los derechos del
Pueblo Awá y que, no obstante ello, el Estado no se haya pronunciado con contundencia. Más aún, es inaceptable que un porcentaje de
las mencionadas agresiones se hayan perpetrado impunemente por
la fuerza pública la cual, por imperativo constitucional (Constitución
Política colombiana, Arts 217 y 218) es la encargada de mantener
el orden constitucional y de velar por que los habitantes de Colombia
y de los territorios que han sido más afectados por la violencia del
conflicto armado puedan realmente dar inicio a la construcción de una
paz territorial.
En las reuniones que finalmente se llevaron a cabo durante el mes de
junio de 2016 en la ciudad de Bogotá y pese a la participación de
entidades y personas con capacidad de decisión – Unidad Nacional,
Dirección de Reparación de Víctimas, Dirección del programa contra
cultivos ilícitos, Ministerio de Educación y Agencia Nacional de Tierras
entre otros – los compromisos suscritos dirigidos a concertar encuentros
temáticos específicos con posterioridad, finalmente nunca tuvieron una
seria continuidad.
En prácticamente todos los comunicados emitidos por el Pueblo Awá
se han denunciado públicamente casos como allanamientos ilegales
(también mediante el oficio de 19 de junio de 2015 dirigido a la Defensoría del Pueblo), agresiones físicas y verbales por parte de las autoridades policiales a integrantes de la organización UNIPA así como
la inexistencia de un plan de reparación para las víctimas y para las
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