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The Aztatlán tradition of northwest Mesoamerica (AD 850/900–1350+) is one of the most understudied and enigmatic cultural developments in the Americas. This volume presents a spectrum of interdisciplinary research into Aztatlán societies,... more
The Aztatlán tradition of northwest Mesoamerica (AD 850/900–1350+) is one of the most understudied and enigmatic cultural developments in the Americas. This volume presents a spectrum of interdisciplinary research into Aztatlán societies, combining innovative archaeological methods with historical and ethnographic investigations. The results offer significant revelations about west Mexico’s critical role in over a millennium of cultural interaction between Indigenous societies in northwest and northeast Mexico, the Greater U.S. Southwest, Mesoamerica, lower Central America, and beyond.

Volume contributors show how those responsible for the Aztatlán tradition were direct ancestors of diverse Indigenous peoples such as the Náayeri (Cora), Wixárika (Huichol), O’dam (Tepehuan), Caz’ Ahmo (Caxcan), Yoeme (Yaqui), Yoreme (Mayo), and others who continue to reside across the former Aztatlán region and its frontiers. The prosperity of the Aztatlán tradition was achieved through long-distance networks that fostered the development of new ritual economies and integrated peoples in Greater Mesoamerica with those in the U.S. Southwest/Mexican Northwest.

https://uofupress.lib.utah.edu/reassessing-the-aztatlan-world/
This volume presents a sampling of how documentary relations are employed in archaeological inference. We use the term documentary relations as an inclusive term for data sources outside of the material remains that are typically the... more
This volume presents a sampling of how documentary relations are employed in archaeological inference. We use the term documentary relations as an inclusive term for data sources outside of the material remains that are typically the focus of archaeological inquiry. These sources include historical texts, ethnographic observations, and oral histories. The contributors to this volume use these sources to various ends. A few examples include reconstructions of what might be traditionally considered historical events and periods. Most contributors primarily use these data sources as a means to “upstream” interpretations from historical contexts to precolonial periods through derivations of the direct historical approach.
The use of documentary relations as supporting evidence or a font of inference generation is certainly not new, as we will discuss below, but has grown substantially in popularity over the last three decades. This increased use of documentary relations is concurrent with a humanistic turn in archaeology that emphasizes historical, or narrative approaches to interpretation. However, the use of documentary relations (a data source), a humanistic narrative approach (a theoretical stance), and the direct historical approach (a methodology for inference generation) are not uniformly coincident in application. In fact, stark differences of opinion occur even among those who espouse a historical perspective on whether various forms of documentary relations are a hindrance or boon to accurate reconstructions of pre- and postcolonial societies (Lekson 2018; Smith 2011). This volume is thus a timely contribution to a discussion of both diverse methods and application case studies in the Borderlands (Borderlands is our inclusive term for northwest Mexico and the Southwest United States).
Our overarching goal in this chapter is to situate the
Este libro refleja/es el resultado de mi querer a poder “reencarnar los huesos” de las tradiciones arqueológicas del periodo prehispánico tardío en Sinaloa. Este estudio nació en mi reanálisis e interpretación de los datos del montículo... more
Este libro refleja/es el resultado de mi querer a poder “reencarnar los huesos” de las tradiciones arqueológicas del periodo prehispánico tardío en Sinaloa. Este estudio nació en mi reanálisis e interpretación de los datos del montículo funerario de El Ombligo (sitio Guasave) y  mis investigaciones arqueológicas que continúan hasta el presente en elaborar una historia cultural por la región del norte de Sinaloa (y lo cual, debido a las escasas investigaciones sistemáticas, queda casi totalmente en blanco). También, este trabajo refleja mi formación en la disciplina materna de la antropología y un énfasis menor en la etnohistoria antropológica como manera de contar las historias de los grupos indígenas que no tenían su propia historia.
La parvedad de la documentación histórica que existe para el periodo de contacto en la región de Sinaloa es particularmente infortunada y frustrante ya que la planicie costera y su colindante zona serrana estaban siendo ocupadas por numerosos grupos cuya afinidad cultural y lingüística fue rápidamente obscurecida, o más bien obliterada, en el curso de la conquista. Los siguientes relatos de la conquista española y de las culturas indígenas de la planicie costera del Norte de México en la víspera del contacto se derivan de diferentes fuentes. Las fuentes históricas primarias más significativas para Sinaloa y sur de Sonora son una serie de testimonios anónimos presentados en el juicio contra Nuño Beltrán de Guzmán (Carrera Stampa 1955; García Icazbalceta 1866), las narrativas de Diego de Guzmán (Heredia 1960), las crónicas de la expedición de Francisco de Ibarra de Baltasar de Obregón (1988) y Antonio Ruiz  (Nakayama 1974), los relatos de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1944) y sus acompañantes, y la obra de Andrés Pérez de Ribas (1944) “Triunfos de nuestra santa Fe entre gentes lás más bárbaras y fieras del Nuevo Orbe.” Otras fuentes primarias adicionales incluyen los relatos del padre jesuita Martín Pérez (López Alanis 2005), fraile Marcos de Niza (1865) y Vásquez de Coronado (Hammond y Rey 1940), Alonso de la Mota y Escobar (1940), y varias Anuas de los misioneros jesuitas.

Entre las fuentes secundarias, la Crónica Miscelánea de la Sancta Provincia de Xalisco, del padre Antonio Tello permanece como el texto más comprehensivo. Las publicaciones posteriores, como la Historia del Reino de Nueva Galicia en la América Septentrional de Matías Mota Padilla y Conquista de la Nueva Galicia de Miguel López-Portillo y Weber, dependen principalmente en las descripciones de Tello. Sin embargo, cabe señalar que Antonio Tello, llegó de España en el año 1619, casi un siglo después de los eventos que describe, y su relato contiene información equivocada, fechas erróneas, y contradicciones irreconciliables (Brand 1971:651-653). Bancroft (1884, 1886), Beals (1933, 1943a, 1945), Brand (1971), Di Peso (1974), Reff (1991), Sauer (1932, 1934, 1935)  y Sauer y Brand (1932) son fuentes que reconstruyen eventos de la conquista Española y de la población indígena del siglo XVI de la planicie costera del Norte de México de Sinaloa y el Sur de Sonora.
El presente texto elabora en su introducción, una discusión del impacto de las epidemias y un resumen de los primeros relatos españoles, y una descripción de la conquista española de la planicie costera norte del Pacifico. Con base en esos documentos, en continuación, se documenta unos datos de las características culturales de los varios grupos indígenas que habitaron esta región entre el norte de Nayarit y el sur de Sonora, como los Totorame, los Tahue, los Mocorito, y los Cahita del norte, en que se incluye los Guasave, Nío, Ocoroni, Caminito, Urique, Zoe, Zuaques, Sinaloas, Mayo, Yaqui. También se presenta una breve discusión de los grupos de las barrancas (e.g. Acaxee, Xixime, Tepaca, Pacaxe, Hume, Sabaibo, etc.) y los grupos costeros (Achire, Batucari, Comopori).
En seguida, se presenta una discusión y síntesis de la cultura indígena al momento de contacto español en el siglo XVI. Los temas incluyen la organización sociopolítica, la población y patrones de asentamientos, la organización económica, subsistencia, intercambio regional e interregional, organización ideológica/ritual, costumbres funerarias, la guerra, y lenguaje.
Finalmente, se ofrece un breve resumen y unas conclusiones preliminares. Con la posible excepción de algunas poblaciones costeras, probablemente los diversos grupos fueron hablantes de la rama Sonora de Yutoazteca. Desde el río Piaxtla  hasta el río Yaqui, la planicie costera y la serrana adyacente fueron territorios ocupados por hablantes de varios dialectos de Cahita. De estos grupos, los Tahue son conocidos como el grupo más norteño con afinidad mesoamericana, mientras que los Yaquis y los Mayos (que son los únicos que sobreviven hasta tiempos presentes) se consideran como pertenecientes a las culturas del  “Gran Suroeste,” o sea las tradiciones culturales del noroccidente de México y el suroeste de los Estados Unidos.
Si recapitulamos la información lingüística, con las altas estimaciones poblacionales, la extensa distribución regional y las bien desarrolladas estrategias económicas, se sugiere que las poblaciones encontradas por los españoles a principios del siglo XVI reflejan desarrollos indígenas con profundas raíces prehispánicas, y las interpretaciones que ilustran a los Cahitas como recientes emigrantes que desplazaron ya sea a grupos hablantes de Tepima ó hablantes de Nahuatl no pueden ser sostenidas por las evidencias.
Las relaciones documentales ofrecen una gran riqueza de información con respecto al patrón de asentamiento, arquitectura, cultura material, estrategias de subsitencia, y la interacción intra e intergrupal, incluyendo esclavitud, guerra, selección de cónyuge e intercambio, además de proveer  algunos datos  de la organización social/ideológica y política. Dado el poco trabajo arqueológico hasta la fecha conducido en la región, esta información puede proveer una invaluable base cultural para compararla con el registro arqueológico que se vaya recuperando.
Sin embargo, estos registros históricos deben ser leídos como textos que requieren una evaluación crítica. Aquí cuestionamos, las interpretaciones previas las interpretaciones de complejidad social a nivel de estado conferidas a un gran rango de organizaciones socio-políticas así como a las entidades lingüísticas, culturales y entidades geográficas.
Mientras que virtualmente todas las sociedades agrícolas sedentarias encontradas por los españoles reflejaban algún grado de jerarquía social, ninguna comunidad puede considerarse  afuera del nivel de organización social de medio rango ni siquiera las villas autónomas o aquellas que tenían pueblos subordinados y extraían tributos de grupos vecinos. Considerar esta región como mesoamérica marginal, o marginalmente parte del “gran Noroeste/Suroeste” invoca los fantasmas del concepto de área cultural y finalmente obscurece su carácter indígena.
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