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Trabajo Final Redencion de Pena 2

El documento aborda la importancia de la redención de penas en el sistema penitenciario peruano, destacando el trabajo y la educación como herramientas clave para la rehabilitación y reintegración social de los internos. Se discute la individualización de la pena y cómo el trabajo penitenciario ha evolucionado de ser una mera obligación a un derecho que permite a los internos acortar su condena. Finalmente, se enfatiza que la redención no solo beneficia al interno, sino que también contribuye a la seguridad y bienestar de la sociedad al reducir la reincidencia delictiva.
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Trabajo Final Redencion de Pena 2

El documento aborda la importancia de la redención de penas en el sistema penitenciario peruano, destacando el trabajo y la educación como herramientas clave para la rehabilitación y reintegración social de los internos. Se discute la individualización de la pena y cómo el trabajo penitenciario ha evolucionado de ser una mera obligación a un derecho que permite a los internos acortar su condena. Finalmente, se enfatiza que la redención no solo beneficia al interno, sino que también contribuye a la seguridad y bienestar de la sociedad al reducir la reincidencia delictiva.
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UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNA

AGRADECIMIENTO

Queremos agradecer a Dios por


cuidarnos y protegernos cada día
para así, lograr nuestros sueños,
sobre todo a nuestros padres por
orientarnos a seguir estudiando
y obtener buenos resultados en
nuestra carrera profesional

DERECHO PENITENCIARIO Página 2


INTRODUCCION

En este trabajo monográfico buscamos conocer sobre la importancia de

la redención de las penas penitenciarias sobre trabajo y educación, extinción

entre otros puntos importantes , empezaremos en señalar sobre el régimen

penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la

reforma y readaptación social de los penados; sí que inspirados además en la

institución de la prevención especial que destaca como fin de la pena la

resocialización y reincorporación del penado en la sociedad que dentro de

nuestras legisladoras, que regula la ejecución de la pena se han desarrollado

instituciones que contribuyan con dicho objetivo, como es el caso de los

beneficios penitenciarios.

Cuando una persona es privada de su libertad se le restringen diversos

derechos sin embargo es la educación y el trabajo los que de ninguna manera

pueden ser restringidos, si no por el contrario, es tarea de la autoridad

penitenciaria incentivar que los internos realicen labores y se eduquen,

buscando con ello, que los internos puedan acceder a un trabajo fuera del

centro penitenciario urna vez cumplida con su condena.

3
CAPITULO I

REDENCION DE PENAS POR EL TRABAJO

SUMARIO.- 1°) La redención de penas por el trabajo como manifestación de la

individualización penal.- 2ª) La redención de penas como culminación del

proceso evolutivo del trabajo penitenciario.- 3ª) Derecho penal peruano.- 4ª)

Naturaleza jurídica de la redención.- 5ª) El trabajo como base y módulo de la

redención.- 6ª) Conclusiones.

1°) La redención de penas por el trabajo como manifestación de la

individualización penal.-

Individualización de la pena es el proceso de adaptación que se produce en el

sujeto, autor del hecho delictivo y la pena. Esta debe ser adecuada y

proporcionada a las características personales del delincuente.

El Estado en el ejercicio de su función represiva y preventiva de la criminalidad,

actúa en tres momentos que podemos precisar:

A. La individualización legal al definir el legislador los delitos y las penas

en que incurre el que delinque. Este momento corresponde al Derecho

penal, material o substativo, y es una conminación abstracta, una

4
advertencia, para que no se cometan los hechos previstos por la ley

como delitos.

B. La individualización judicial. Cometido el delito, nos encontramos

frente a otra actuación del Estado: la realización de la ley penal por

medio de un procedimiento a cargo de los jueces. Y tenemos entonces,

el Derecho Procesal Penal que tiene por objeto aplicar (a sanción al

autor del delito. Sin su ayuda, el Derecho penal quedaría sin eficacia

práctica.

Desde que se comete el delito, nace para el Estado el Derecho y el

deber de aplicar la ley penal, lo que da origen a una relación jurídica con

el encuentro de estos dos derechos: el del Estado que sanciona y el del

imputado que exige que su responsabilidad sea previamente

determinada y aplicada la pena dentro de los límites legales.

El conjunto de las normas jurídicas por las cuales se aplica la sentencia

penal, prevista por las leyes, al que resulta ser autor de un delito,

constituye el proceso penal o juicio penal.

C. Individualización administrativa. Esclarecido este derecho, tenemos el

tercer momento en que el Estado ejecuta lo resuelto por el Juez,

aplicando la pena, en el caso concreto, al delincuente. El Juez por

exigencias del principio de legalidad, garantía de la seguridad jurídica,

se mueve dentro de los límites que la Ley le impone en orden a la

determinación de la pena. Hay que buscar, entonces la verdadera

individualización penal en su fase administrativa. Dictada la sentencia, y

cerrada la puerta de la prisión, queda en pie, ante la administración

5
penitenciaria, la figura humana del delincuente, estamos ante lo que

FERRI llamó "el protagonista de la justicia punitiva".

Sí el objetivo del tratamiento penitenciario es la recuperación del delincuente,

habrá de ser su personalidad la que prime a la hora de elegir el tratamiento a

seguir y su duración.

Con ello queda apuntada la doble vertiente, cualitativa y cuantitativa, de la

individualización penitenciaria. La vertiente cualitativa hace referencia a la

elección de la pena o forma de tratamiento más idóneo a la personalidad del

delincuente; la vertiente cuantitativa se proyecta sobre la extensión temporal de

ese mismo tratamiento.

La duración de la pena impuesta por los jueces es un principio inalterable, y lo

es de modo absoluto en cuanto a su límite máximo. De ahí la importancia y

trascendencia de aquellas instituciones, dentro del marco de la indeterminación

relativa de la pena, permitan a la Administración penitenciaria su

individualización cuantitativa. Es el caso de la redención de pena por el trabajo.

2°) La redención de penas como culminación del proceso evolutivo

del trabajo penitenciario

La redención de penas representa la culminación del proceso evolutivo de su

dignificación.

En los primeros tiempos, el trabajo era impuesto a los condenados; y el trabajo

penitenciario no era más que un instrumento en manos del poder público para

aprovechar sus resultados económicos.

6
En los tiempos actuales ha sucedido la fase de su consideración como

instrumento de corrección, pero naturalmente sin abandonar su antigua

finalidad en favor del poder público.

En los tiempos contemporáneos es cuando el trabajo penitenciario adquiere su

configuración de medio de readaptación social del penado.

Afirmamos que con la redención culmina el proceso de dignificación y

espiritualización del trabajo penitenciario, porque ahora sólo un medio

reformador del interno, sitio que también tiene de reducir la pena.

El trabajo penitenciario resulta potenciado al máximo: a) su eficacia es plena al

reeducar al interno; b) le prepara para su reinserción social; c) le proporciona el

medio de rehabilitarse ante sí mismo y ante la sociedad; y d) y por su propio

esfuerzo el interno anticipa el cumplimiento de la pena pronunciada por la

Justicia.

3°) Derecho positivo peruano.-

La redención de las penas por el trabajo tiene una sobria raíz española.

Se le encuentra en el Código de 1822, con apoyos bien diversos de los que hoy

día la soportan: se afincó en el arrepentimiento y en la enmienda, con fiel ajuste

a las ideas morales que dominaban el sistema de la prisión. Del Código del 22

pasó la redención a otras legislaciones.

La redención de penas por el trabajo sirve para acortar la duración de las

penas privativas de libertad, esencialmente en virtud del correcto cumplimiento

del trabajo, notoria buena conducta, participación en las actividades educativas

7
que se organicen en el establecimiento y revelar por otros datos efectiva

readaptación social.

En realidad es un beneficio en favor del interno (art. 53 del C. de E. P.)

basado en la observancia de buena conducta, sintomática de la corrección del

mismo.

El art. 53 del C. de E.P. dice, en efecto: "El interno sentenciado redimirá

la pena mediante el trabajo, a razón de un día de pena por dos días de labor. El

interno, cualquiera que sea su situación jurídica, que reciba educación en sus

diversas modalidades bajo el control del órgano técnico del establecimiento

penitenciario, redimirá un día de pena por dos días de estudio. Los beneficios

de la reducción de la pena por el trabajo y el estudio no son acumulables".

El Reglamento transcribe el artículo anterior, pero añade en su art. 86:

“La redención de pena por el trabajo y el estudio se aplicará: a) Para el

cumplimiento de la pena; b) Libertad bajo vigilancia de acuerdo al C. de P.P.; c)

Semi—Libertad; y d) Libertad condicional”.

Como se puede observar la regulación de la redención ha quedado tan

ampliamente fijada que podemos decir que hoy día tiene aplicación

prácticamente a todos los internos, con muy ligeras excepciones. Incluso ni

siquiera la observancia de la buena conducta es requisito ahora para su

concesión, pues la capacidad para redimir sigue subsistiendo con la comisión

de alguna falta, pues conforme al art. 87 del Reglamento: "El interno que

observara mala conducta durante la jornada de trabajo o en el horario de

enseñanza o aprendizaje, perderá el derecho a que se le compute dicha

jornada para la redención de la pena, sin perjuicio de las sanciones

8
disciplinarias que se le imponga conforme al Código de Ejecución Penal y el

presente Reglamento".

Hay dos modo de entender y aplicar la remisión: el matemático o

mecánico y e! lógico. El sistema matemático de reducción penal atiende sólo al

tiempo transcurrido; basta con el curso de ciertos años y de una proporción

determinada de la pena para que opere la reducción. El sistema mecánico

agrega al paso del tiempo otros factores, demasiados simples, sin embargo por

ser puramente objetivos: el trabajo, la educación o la instrucción, también es un

desvaido fundamento para la reducción penal, si es que suponemos, como en

efecto, suponemos, que aquélla no constituye un instrumento de premio

automático, sino una herramienta de readaptación.

Se ha de ir a una concepción lógica de redención penal. Esta ha

substituido a una de las instituciones más desacreditadas—salvo en lo que

respecta a la delincuencia política—, que es el indulto. La suspensión

carcelaria no es un problema de gracia o de desgracia, no apareja, en esencia,

un perdón. No es algo en que juegue el peor o mejor humor del soberano o la

más o menos aparatosa celebración de alguna fecha significativa. Sólo tiene

aquí importancia el reconocimiento de la rehabilitación, acto de técnica, no de

mecánica autoridad.

4°) Naturaleza jurídica de la redención.-

Hay dos criterios contrapuestos: a) Los que ven en la redención un

beneficio de naturaleza graciable; y b) Los que consideran que se trata de un

derecho subjetivo del interno.

9
La redención de penas por el trabajo no es ni lo uno ni lo otro. Es una

institución de Derecho Público que constituye una expresión de la

individualización penal en su fase administrativa. Su aplicación obedece a las

exigencias individualizadoras del tratamiento. La institución no crea una

situación activa de titularidad en favor del condenado, sino que sólo produce un

interés natural y legítimo a su actuación, una posibilidad de aprovechamiento

de su beneficio. Sin embargo, no corrobora esta tesis, la expresión de la ley:

"El internó sentenciado redimirá la pena mediante el trabajo.

Ahora bien, dada la circunstancia de que nuestra ley no establece las

circunstancias excluyentes de la redención, cuál es el criterio que debe

seguirse para otorgar o denegar la autorización?.

La solución se haya en razones de tipo penitenciario, en función de la

naturaleza de la institución, en tanto en cuanto el interno se reforme.

5°) El trabajo como módulo y base de la redención.-

La redención de penas se apoya en el trabajo penitenciario.

El trabajo constituye en el exterior (en libertad), un derecho social de

finalidad económica. En el interior, junto con esa finalidad yace la de

rehabilitarse, de dignificarse. Por esta última finalidad, más que por la primera,

el trabajo penitenciario debe reglamentarse se requieren medidas concretas

que faciliten la justicia social.

Comprender la función social de las labores penitenciarias, significa, en

primer término tener conciencia de que el interno forma parte de la comunidad,

lo que implica el respeto de ésta para con ellos; y en segundo lugar, entender

10
que el interno ha creado un problema a la sociedad al transgredir la ley—

independientemente de aquellas que otorgan sentencias absolutorias---y que

su rehabilitación y readaptación social representa una erogación que la

sociedad misma absorbe por lo que, con justicia, puede y debe solicitar de él

una contribución.

La contribución o aportación del interno a la sociedad presenta varias

formas: a) la ayuda o sostenimiento económico para su familia; b) El pago de

sus alimentos y vestidos durante su reclusión; c) el pago de la reparación del

daño causado por el delito cometido.

Como finalidades del trabajo penitenciario recibimos tres que creemos

ajustadas a la realidad peruana del momento: a) Terapia ocupacional

(laboraterapia); b) Capacitación; c) Ayuda económica.

La Autoridad Penitenciaria es la llamada a calificar el trabajo a efectos

de redención; facultad que responde a la necesidad de exigir una intensidad y

calidad determinadas al trabajo penitenciario para reconocerle la virtualidad de

redimir la pena.

Pensando, sin duda, en estas característica cualitativa y cuantitativas

mínimas de trabajo, la ley estableció la proporción de la redención de un día de

condena por cada dos de trabajo.

6°) Conclusiones.-

A manera de resumen, podemos concluir:

11
Primero.- El trabajo para el interno no sólo constituye una obligación, sino un

derecho, puesto que entre los beneficios se levanta el de la redención de pena,

uno de los más anhelados.

Segundo.- La redención de penas por el trabajo o la educación es una

institución típicamente española, que sirve para acortar la duración de las

penas privativas de libertad, en virtud del trabajo o de la educación.

Tercero.- Para que opere el beneficio de la redención se requiere la

concurrencia de dos elementos: uno objetivo, compuesto por la reducción de

un día de privación de libertad por cada dos de trabajo, la buena conducta

demostrada y la participación en las actividades educativas que se organicen

en los establecimientos penales; y otro subjetivo que consiste en probar la

existencia de una auténtica readaptación social, la que sólo podrá determinarse

a través del examen y análisis que se haga de la personalidad del interno.

12
CAPITULO II

LA REDENCIÓN DE LA PENA POR LA EDUCACIÓN

1. CONCEPTO E IMPORTANCIA.-

Al solicitar la libertad definitiva del interno por haber cumplido la pena

impuesta en la sentencia, a la que se ha computado los días remitidos por el

trabajo o educación realizados en el Establecimiento Penitenciario.

El beneficio de la redención de la pena por el trabajo y a la educación le

ofrece al interno una mejor instancia en el Establecimiento Penitenciario y le

resulta importante para su tratamiento por que le permite mantenerse ocupado

y sentirse útil, e incrementar sus conocimientos.

“El trabajo en el campo Penitenciario se convierte en un elemento capaz

de transformar la conducta del interno hacia una relación que motive y valore la

actividad tendente, a lograr no solo el sostenimiento del recluso si no que este

pueda mantener a la familia, haciendo del encierro una permanencia útil para él

mismo y los suyos. El trabajo contribuye a la mejora espiritual y física del

interno, evitando la serie de actos contrarios al tratamiento que se dan en la

prisión como consecuencia de la prisionalización”.

13
A través de este beneficio se contribuye la rehabilitación del delincuente,

de tal forma que permita asegurar que no volverá a delinquir y que actuará en

adelante por el buen camino. Pero también es importante que el esfuerzo por

hacer del interno una persona resocializada se vea complementada con el

apoyo de la sociedad cuando egrese del penal, brindándole un ambiente no

hostil no delincuencial, que podría perjudicar su aprendizaje.

Un complemento de la contribución a la rehabilitación del delincuente, es

el ingreso económico que percibe por el trabajo efectuado. Esta retribución no

solo coopera económicamente con su familia, le sirve para pagar la reparación

civil impuesta en la sentencia y acortar el plazo en el que se encontrará

privado de su libertad.

La inclusión en nuestra norma de este beneficio, incentiva el proceso de

rehabilitación del delincuente, permite conservar la disciplina.

Para los internos representa un avance en su readaptación, le incentiva

a mantener una buena conducta, a trabajar y estudiar, requisitos necesarios

para el otorgamiento de este beneficio conforme lo establece el Código de

Ejecución Penal. El aprendizaje y el trabajo reprimen en el interno la ociosidad

y otros hábitos que conviven el comportamiento delincuencial.

Es necesario participar en las actividades laborales programadas por la

administración, siendo necesarios a efectos de establecer el cómputo de los

días, para llevar un control del tiempo laborado.

El otorgamiento del beneficio de la redención del a pena por el trabajo y

la educación, permite obtener la libertad bajo vigilancia en audiencia

14
extraordinaria, cuando el tiempo de detención sumada a la redención de la

pena por el trabajo o la educación es igual a la pena, de igual forma permite

alcanzar la liberta condicional ante el cumplimiento de la mitad o las tres

cuartas partes de la pena impuesta, con la correspondiente disminución el

computo laboral o educativo, finalmente permite alcanzar la liberación definitiva

con anticipación a la fecha fijada en la sentencia siempre que no haya sido

beneficiado con anterioridad con un beneficio penitenciario.

De lo mencionado se desprende la importancia que tiene este beneficio

no solo en el Tratamiento Penitenciario, o en la permanencia del interno en el

Establecimiento Penitenciario, si no en la obtención de la libertad a través de

otros beneficios, manteniéndolo sujeto al cumplimiento de las normas internas

del penal y al buen comportamiento.

Es necesario entonces que se realicen programas de trabajo que le

permita al interno laborar y acceder a este beneficio, en la actualidad buen

número de ellos realizan labores para la penitenciaria, la misma que debe

llevar, como se dijo ante, un control detallado de ello a efectos de calcular el

computo de los días, por lo que una distribución de las labores sería

beneficiosa para los internos, para que de esta manera un mayor número de

internos pueda acceder a este beneficio. En cuanto al control de la asistencia y

las evaluaciones que se efectúen.

2. EN NUESTRA LEGISLACIÓN.-

DECRETO LEGISLATIVO N° 1296 QUE MODIFICA EL CÓDIGO DE

EJECUCIÓN PENAL EN MATERIA DE BENEFICIOS PENITENCIARIOS DE

15
REDENCIÓN DE LA PENA POR EL TRABAJO O LA EDUCACIÓN, SEMI -

LIBERTAD Y LIBERACIÓN CONDICIONAL

Artículo 1º.- Objeto de la norma

La presente norma modifica el Código de Ejecución Penal con el objeto

de reformular el modelo de otorgamiento de los beneficios penitenciarios de

redención de pena por el trabajo o la educación, de semi-libertad y de

liberación condicional.

Artículo 2º.- Modificación de los artículos 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, 53,

54, 55, 56 y 57 del Código de Ejecución Penal

Modifícanse los artículos 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 55, 56 y 57

en los siguientes términos:

“CAPITULO CUARTO

BENEFICIOS PENITENCIARIOS

SECCIÓN II

REDENCION DE LA PENA POR EL TRABAJO Y LA EDUCACIÓN

Artículo 44º.- Redención de pena por el trabajo

El interno ubicado en la etapa de mínima y mediana seguridad del

régimen cerrado ordinario redime la pena mediante el trabajo a razón de un día

de pena por dos días de labor efectiva.

En caso de encontrarse en la etapa de máxima seguridad del régimen

cerrado ordinario, la redención será a razón de un día de pena por cuatro días

de labor efectiva.

16
En caso de encontrarse en la etapa “C” del régimen cerrado especial, la

redención será a razón de un día de pena por cinco días de labor efectiva.

En caso de encontrarse en la etapa “B” del régimen cerrado especial, la

redención será a razón de un día por seis días de labor efectiva.

En caso de encontrarse en la etapa “A” del régimen cerrado especial, la

redención será a razón de un día de pena por siete días de labor efectiva.

Los regímenes penitenciarios y las etapas aplicables a los internos se

encuentran regulados en el Reglamento del Código de Ejecución Penal.

Artículo 45º.- Redención de pena por estudio

El interno ubicado en la etapa de “mínima” y “mediana” seguridad del

régimen cerrado ordinario redime la pena mediante la educación a razón de un

día de pena por dos días de estudio, aprobando previamente la evaluación

periódica de los estudios.

En el caso de encontrarse en la etapa de “máxima” seguridad del

régimen cerrado ordinario, la redención será a razón de un día de pena por

cuatro días de estudio, aprobando previamente la evaluación periódica de los

estudios.

En caso de encontrarse en la etapa “C” del régimen cerrado especial, la

redención será a razón de un día de pena por cinco días de estudio, aprobando

previamente la evaluación periódica de los estudios.

17
En caso de encontrarse en la etapa “B” del régimen cerrado especial, la

redención será a razón de un día de pena por seis días de estudio, aprobando

previamente la evaluación periódica de los estudios.

En caso de encontrarse en la etapa “A” del régimen cerrado especial, la

redención será a razón de un día de pena por siete días de estudio, aprobando

previamente la evaluación periódica de los estudios.

Artículo 46º.- Improcedencia y casos especiales de redención de pena por

trabajo o estudio.

No es procedente el beneficio penitenciario de redención de la pena por el

trabajo o la educación para aquellos internos que hayan cometido delitos

vinculados al crimen organizado conforme a la Ley 30077 Ley Contra el Crimen

Organizado.

En los casos de internos que hayan cometido los delitos previstos en los

artículos 107, 108, 108-A, 108-B, 153, 153-A, 200, 279-G, 297, 317, 317-A,

317-B y 319 a 323 del Código Penal, la redención de pena por el trabajo o la

educación se realiza a razón de un día de pena por seis días de labor o de

estudio, respectivamente.

Los reincidentes y habituales de cualquier delito, siempre que no se

encuentre prohibida la redención, redimen la pena mediante el trabajo o la

educación a razón de un día de pena por siete días de labor efectiva o de

estudio, respectivamente.

Artículo 47º.- Sobre la acumulación de la redención de pena por el estudio y el

trabajo

18
El beneficio de la redención de la pena por el trabajo y la educación no

es acumulable cuando estos se realizan simultáneamente.

Siempre que la ley no prohíba la redención, el interno podrá acumular el

tiempo de permanencia efectiva en el establecimiento penitenciario con el

tiempo de pena redimido por trabajo o educación para el cumplimiento de la

condena o el cumplimiento del tiempo requerido para acceder a la semi-libertad

o a la liberación condicional. En estos casos se deberá cumplir con el

procedimiento y requisitos establecidos por el Reglamento.1

3. TRÁMITE.-

 Solicitud al juez que conoció el proceso, adjuntando los requisitos como:

copia certificado de testimonio de condena, certificado de buena

conducta expedida por la autoridad competente del Establecimiento

Penitenciario, certificado de ingreso, certificado de los días redimidos por

el trabajo o educación por el INPE.

 El juez remitirá la solicitud al Fiscal Provincial Penal, para que emita su

dictamen el que será efectuado dentro del tercer día.

 Recibido el Dictamen el juez resolverá la solicitud dentro del mismo

término; contra lo resuelto por el juez procede recurso de apelación.

 Una vez concedido el beneficio el interno que no observe las reglas

establecidas durante la jornada de trabajo o de educación, perderá el

derecho al cómputo de dicha jornada para la redención de la pena.

4. LIMITACIONES.-
1
http://busquedas.elperuano.pe/normaslegales/decreto-legislativo-que-modifica-el-codigo-de-
ejecucion-pena-decreto-legislativo-n-1296-1468962-3/

19
En los casos en que el interno sea sancionado disciplinariamente con

aislamiento no puede redimir la pena mientras dure dicha medida.

La Sanción Disciplinaria de Aislamiento: Es de aplicación sólo en los casos,

en que el interno manifiesta agresividad o violencia y cuando en forma

reiterada y gravemente altera la normal convivencia en el Establecimiento

Penitenciario. Para aplicar esta sanción se necesita previamente de informe

médico el que puede suspender o modificar la sanción de acuerdo al estado de

salud del interno. No se aplica esta sanción:

 A la mujer gestante

 A la madre que tuviera hijos consigo,

 Al interno mayor de sesenta años

5. INAPLICABILIDAD.-

DE ACUMULACIÓN.

El beneficio de la redención de la pena por el trabajo y la educación, no

es acumulable cuando estos se realizan simultáneamente. Se accede a este

beneficio sea por el cómputo de los días trabajados como por los estudiados,

pero no los dos a la vez. Si el intento estudia y trabaja a la vez, realiza las dos

actividades en el día, no puede computarse el día trabajado dos veces en cada

modalidad. Se tendrá en cuenta el día como trabajado o estudiado a elección

del interno, de no ser así se daría el uno por uno, no contemplado por nuestra

legislación.

20
CAPITULO III

LA LIBERTAD CONDICIONAL

I. DEFINICIONES:

Define Antón Oneca (1), la libertad condicional como “la concedida a los

condenados a privación de libertad en el último período de su condena bajo la

condición de observar buena conducta”. La libertad condicional se enmarca

dentro de los diversos períodos en los que la intensidad del régimen y la forma

de ejecución de la pena no son las mismas durante toda su duración, sino que

van evolucionando hacia la libertad. El último período de la ejecución de la

pena puede constituirlo la libertad condicional.

Actualmente, la LOGP ha abandonado el sistema progresivo y acoge el

llamado sistema de individualización-científica de la pena, en el que se

establecen tres grados, el último de los cuales es el de la libertad condicional

(cfr. artículo 72 LOGP).Actualmente, la LOGP ha abandonado el sistema

21
progresivo y acoge el llamado sistema de individualización-científica de la

pena, en el que se establecen tres grados, el último de los cuales es el de la

libertad condicional (cfr. artículo 72 LOGP).

La libertad condicional es una medida alternativa a una pena privativa de

libertad, como la prisión o el arresto domiciliario, que contemplan los

ordenamientos jurídicos de algunos países, y que es posible imponer en la

sentencia cuando se cumplen ciertos requisitos establecidos en la ley, que le

permite al condenado por un delito cumplir su sanción penal en libertad,

aunque sujeto a ciertas obligaciones o bajo ciertas condiciones, por ejemplo, no

cometer nuevos delitos o faltas. En caso de incumplir tales condiciones, la

persona a la cual se le ha concedido la libertad condicional debe cumplir su

condena en la cárcel.

Del mismo modo, esta figura es contemplada en ciertos sistemas legales

como una medida de rehabilitación, que le permite al condenado, tras cumplir

una cierta proporción de la pena impuesta y otros requisitos, terminar su

condena en libertad, aunque sujeto a ciertas condiciones.

La liberación condicional es el último de los regímenes penitenciarios

progresivos, en el que el liberado sigue siendo técnicamente un penado,

aunque su vida transcurre en libertad efectiva, sólo recortada en algunos

sistemas por la vigilancia y sujeción de determinadas restricciones y, en todo

caso, sujeta a la condición de buen comportamiento hasta el momento de

pronunciarse el licenciamiento efectivo. De ahí, precisamente, la terminología

de “condicional” con que recoge en los sistemas latinos, o “bajo palabra” en lo

anglosajones.

22
CODIGO DE EJECUCION PENAL

Artículo 53.- Liberación condicional

La liberación condicional se concede al sentenciado que ha cumplido la mitad

de la pena, siempre que no tenga proceso pendiente con mandato de

detención. En los casos de los delitos a que se refiere el artículo 46, la

liberación condicional, podrá concederse cuando se ha cumplido las tres

cuartas partes de la pena y previo pago del íntegro de la cantidad fijada en la

sentencia como reparación civil y de la multa o, en el caso del interno

insolvente, la correspondiente fianza en la forma prevista en el artículo 183 del

Código Procesal Penal. Este beneficio no es aplicable a los agentes de los

delitos tipificados en los artículos 296, 297, 301, 302 y 319 a 323 del Código

Penal

II. CONDICIONES DE CONCESIÓN

Conforme al artículo 90.1 del Código penal (español)2:

“Se establece la libertad condicional en las penas privativas de líbertad para

aquellos sentenciados en quienes concurran las circunstancias siguientes:

1a. Que se encuentren en el tercer grado de tratamiento penitenciario.

2
ANTÓN ONECA, Derecho penal, Parte General, Madrid, 1986, p. 547.
a dp1 La libertad condicional, a diferencia del caso español, se encuentra reconocido
dentro del catálogo de beneficios penitenciarios a que alude el artículo 42 del Código
de ejecución penal; al respecto: SOLÍS ESPINOZA, Ciencia penitenciaría y Derecho de
ejecución penal, Lima, 1999, pp. 301 y ss.; GARAYCOTT ORELLANA, Comentarios al
Código de ejecución penal, Lima, 2000, pp. 100-105.
23
2a. Que hayan extinguido las tres cuartas partes de la condena

impuesta.

3a. Que hayan observado buena conducta, y exista respecto de los

mismos un pronóstico individualizado y favorable de reinserción social,

emitido por los expertos que el Juez de Vigilancia estime convenientes”.

Existen unas condiciones mínimas para la concesión de la libertad

condicional que conforman la regla general y, junto a estas, unos supuestos

excepcionales de concesión, aunque no concurran aquellas condiciones. Así

pues, distinguiremos entre las condiciones mínimas y los supuestos

excepcionales.

2.1. Condiciones mínimas

El artículo 903 exige tres condiciones de carácter objetivo y dos de carácter

subjetivo.

2.1.1. Objetivas

Naturaleza de las penas

Ha de tratarse de penas privativas de libertad.

En tercer grado

El Código exige que los sentenciados “se encuentren en el tercer grado

de tratamiento penitenciario”.

Aquel interno que no se encuentre previamente clasificado en tercer

grado (establecimiento de régimen abierto), aunque concurran los de más

3
a dp2 Los requisitos para la procedencia de la libertad condicional se encuentran
regulados en el artículo 53 del Código de ejecución penal.
24
requisitos, no podrá obtener la libertad condicional. Esto, por una parte, supone

una progresión absoluta y. por otra parte, no debe olvidarse que la clasificación

es actividad de la administración penitenciaria (el Juez de Vigilancia solo

conoce los recursos referentes a la clasificación inicial y a las progresiones y

regresiones de grado (artículo 76.2. f) de la LOGP).

Extinguidas las tres cuartas partes de la pena

- Una sola condena

Otro de los requisitos exigidos por el artículo 90 del CP es que el penado

haya extinguido las tres cuartas partes de la pena. Lo que significa también que

la libertad condicional tiene una duración de un cuarto de la pena, y que, por

tanto, es variable en función de la duración de esta. Así, no durará lo mismo si

se trata de una pena de cuatro años, que si es una pena de doce años. Esto

plantea el tema de si la concesión es automática, una vez transcurridas las tres

cuartas partes, o facultativa4. Evidentemente, lo más adecuado es defender

una solución que impida automatismos. Dicho esto, la variación de la duración

de la libertad condicional es aun mayor pues, con idéntica duración de pena, un

interno puede obtener la libertad condicional al cumplir las tres cuartas partes

de la pena, mientras que otro puede obtenerla cuando haya extinguido más

4
Similar interrogante podría plantearse en el caso peruano. En n i opinión tos términos
del artículo 53 del Código de ejecución penal establecen - lo que debería corregirse de
lege ferenda- una obligación ai operador de justicia penal de conceder la liberación
condicional al sentenciado que cumpla los requisitos establecidos en el mencionado
precepto. De otra opinión GARAYCOTT ORELLANA, Comentarios al Código de ejecución
penal pp. 101-102, considera que el requisito de un informe técnico de readaptación
establecido mediante el artículo 54.5 del Código de ejecución penal hace facultativa te
concesión de la libertad condicional) que exige que e l interno experimente una
progresión en su proceso de adaptación*.
25
pena. Las tres partes de la pena suponen el límite mínimo para que pueda ser

concedida, pero no es el único momento de concesión.

Para el cómputo de las tres cuartas partes de la pena es indiferente la

forma de extinción de la misma. El Código solo exige que el penado haya

extinguido esa parte de la condena, La extinción pue de producirse por indulto,

por redención ordinaria, etc. El artículo 193 del Reglamento penitenciario dicta

unas normas para realizar el cómputo, que son las siguientes:

1 (a) El tiempo de condena que fuera objeto de indulto se rebajará al penado

del total de la pena impuesta, a los efectos de aplicar la libertad condicional,

procediendo como si se tratara de una nueva pena de inferior duración.

2 a) Cuando el penado sufra dos o más condenas de privación de libertad, la

suma de las mismas será considerada como una sola condena a efectos de

aplicación de la libertad condicional, Si dicho penado hubiera sido objeto de

indulto, se sumará igualmente el tiempo indultado en cada una para rebajarlo

de la suma total”.

Sin embargo, no estamos conformes con la totalidad de la regulación

reglamentaria citada, que entendemos transgrede lo normado en el Código. No

es posible ahora realizar un examen exhaustivo de este precepto

reglamentario, por lo que simplemente señalaremos que el artículo 130-3 del

CP establece como una de las formas de extinción de la responsabilidad penal,

el indulto, por lo que el penado al que se le ha concedido un indulto parcial ha

extinguido la parte de la pena indultada y no es correcto computar---como hace

el artículo 193 del Reglamento--- como si se tratara de nueva pena de menor

duración. Así, por ejemplo: pena de doce años; 3/4 partes = nueve años; se le

26
indultan tres años (1/4 de la pena); si consideramos que 1/4 la tiene extinguida

por el indulto, necesitará seis años para cumplir el requisito de llevar 3/4 de

extinción. Por el contrario, si computamos conforme al Reglamento, la nueva

pena será de nueve años, es decir, precisará de 6,75 años (casi siete años)

para cumplir el requisito. Ha de estarse, sin duda, a lo dispuesto en el artículo

90 del CP en relación con el artículo 130-3 del mismo Código.

Conviene indicar que, como veremos más adelante, existen supuestos

excepcionales que reducen este requisito de tiempo.

- Varias condenas

Uno de los problemas graves que pueden plantearse se refiere al

supuesto de que el penado tenga que cumplir varias condenas.

Acabamos de ver que, conforme al artículo 193-2 del Reglamento

penitenciario, la suma de las mismas se considerará como una sola condena a

efectos de aplicación de la libertad condicional. Ello no plantea grandes

problemas cuando son todas tenidas en cuenta al momento de acordar la

concesión del beneficio.

Pero podemos preguntamos qué ocurriría si, concedida la libertad

condicional, el penado es condenado en otra sentencia por hecho anterior.

¿Puede esta nueva pena ser sumada también a las anteriores o, por el

contrario, ha de entenderse que el artículo 193-2 se refiere solo a aquellas que

se tienen en cuenta en el tiempo de la concesión de la libertad condicional?

27
A nuestro juicio, esta última solución conduce al absurdo de que el

penado cumpla independientemente esta condena y luego continúe el período

de libertad condicional que le restaba por cumplir.

Evidentemente esta solución pugna con el sistema de la libertad condicional.

Entendemos que el conjunto (la suma de penas) de la condena única a

efectos de la libertad condicional puede rehacerse cuantas veces fuere preciso,

para así incluir en el nuevo conjunto la última condena (y así se hace en los

casos de refundiciones sucesivas de condenas, con arreglo al artículo 76 del

Código penal; o en el supuesto de errores o inexactitudes, a que se refiere al

artículo 199.4 del Reglamento penitenciario). De manera que habrá que

distinguir: a) si el penado ya terminó el período de libertad condicional y se

encuentra en situación de libertad definitiva, la nueva pena no es incluible en el

conjunto del artículo 193-2 del Reglamento penitenciario;

b) si el penado se encuentra todavía en período de libertad condicional cuando

recae la nueva condena, entonces esta debe, “en su caso”, ser sumada a

efectos de obtener una sola pena final, sobre la que se calculará el período de

las tres cuartas partes.

Y decimos “en su caso”, pues lo que ocurre es que en tal supuesto serán

reexaminados los requisitos, objetivos y subjetivos que avalan la concesión de

la libertad condicional de esa nueva pena así considerada. Sobre esa nueva

pena es sobre la que tendrá que pronunciarse el juez de vigilancia penitenciaria

en cuanto a la concesión del beneficio.

2.1.2. Subjetivas

28
Buena conducta

Otro requisito para poder conceder la libertad condicional es, conforme

al artículo 90.3, “que hayan observado buena conducta”5.

Ha sido criticado este requisito, por entender que la simulación podría

impedir observarlo correctamente y, por otra parte, como señala Quintano 6,

porque no es siempre el que más fácilmente se somete a las normas de la

buena conducta carcelaria el que luego, una vez en libertad, se adaptará a las

normas tan distintas de la convivencia social. Por lo que señalaba que podía

ser un “fácil premio a la doblez y a la hipocresía”. Pese a todo, Quintano

mantuvo que el requisito de la buena conducta era de fácil crítica, pero de difícil

sustitución, por lo que era necesario mantenerlo.

Desde un punto de vista constitucional, este requisito merece, a nuestro

juicio, una severa crítica. En un Derecho penal de un Estado social y

democrático de derecho, las valoraciones para incriminar o para restringir

derechos o beneficios deben operar sobre hechos concretos y no sobre formas

de ser o de conducirse en la vida.

Al tratarse de un requisito formulado en “positivo” (que merezca dicho

beneficio por haber observado buena conducta) se invierte la carga de la

prueba, con la consecuencia de obligar al sujeto a ser él quien demuestre que

5
El Código de ejecución penal peruano -reiteramos lo señalado en la anotación
anterior- nada dice respecto a la exigencia de buena conducta o progreso en la
resocialización del penado, pues aunque es cierto que el artículo 54 del Código de
ejecución penal establece que el expediente de libertad condicional debe contener un
“certificado de conducta", no exige que este contenga una valoración positiva de la
conducta del penado.
6
QUINTANO, Comentarios al Código penal, Madrid, 1966, p. 420.
29
ha observado buena conducta. Una formulación en “negativo” (por ejemplo:

“que no haya cometido faltas graves o leves” o “que no haya observado mala

conducta”) obligaría, por el contrario, a que, para negar el beneficio, fuera

preciso destruir la presunción favorable al reo.

Pronóstico de reinserción social

El último requisito que exige el Código es que exista, respecto de los

condenados, “un pronóstico individualizado y favorable de reinserción social”.

Este requisito debe conectarse con el artículo 195 del Reglamento

penitenciario. Conforme a este artículo el expediente contendrá la

manifestación del interesado sobre la localidad en que piensa fijar su

residencia. Asimismo, deberá manifestar el trabajo o medio de vida de que

dispondrá al salir en libertad o, en el supuesto de que no disponga, informe de

los servicios sociales sobre la posibilidad de trabajo en el exterior.

A nuestro juicio, este requisito es de fácil concurrencia, pues no debe

olvidarse que se trata de un condenado que ya se encuentra en tercer grado de

tratamiento penitenciario.

III. SUPUESTOS EXCEPCIONALES

Junto a los casos ordinarios, en los que la concesión de la libertad

condicional exige el concurso de los requisitos examinados, existen otros

supuestos de excepción en los que puede ser concedida la libertad condicional

aunque no concurran los requisitos indicados7.

7
La legislación penal o penitenciaria nacional no comprende tales supuestos
excepcionales.
30
Estos supuestos son: el relativo a los septuagenarios, el referente a los

enfermos muy graves, con padecimientos incurables, y los de adelantamiento

de la libertad condicional.

3.1. Septuagenarios

Señala el artículo 92 del Código penal (v. artículo 196 Reglamento

penitenciario) que “los sentenciados que hubieran cumplido la edad de setenta

años, o la cumplan durante la extinción de la condena, y reúnan los requisitos

establecidos, excepto el haber extinguido las tres cuartas partes de aquella, o,

en su caso, las dos terceras, podrán obtener la concesión de la libertad

condicional”.

3.2. Enfermos incurables

El párrafo segundo del artículo 92 del Código penal señala que el mismo

criterio que con los septuagenarios, se aplicará “cuando, según informe

médico, se trate de enfermos muy graves, con padecimientos incurables”.

3.3. Adelantamiento de la libertad condicional

Señala el artículo 91 del Código penal que “excepcionalmente cumplidas

las circunstancias 1a y 3a del apartado 1 del artículo anterior, el juez de

Vigilancia Penitenciaria podrá conceder la libertad condicional a los

sentenciados a penas privativas de libertad que hayan extinguido las dos

terceras partes de su condena, siempre que merezcan dicho beneficio por

haber desarrollado continuadamente actividades laborales, culturales u

ocupacionales”.

31
En el mismo sentido, y considerándolo claramente como un beneficio

penitenciario, el artículo 205 del Reglamento penitenciario.

IV. PROCEDIMIENTO

4.1. Expediente

La tramitación es muy sencilla. Con antelación suficiente, cuando el

penado va a cumplir las tres cuartas partes de la condena, la Junta de

Tratamiento iniciará un expediente. En este se invitará al penado a que fije

residencia y manifieste si posee empleo o medio de vida y si acepta la tutela y

control de un miembro de los servicios sociales del Centro. En el expediente

constará el informe pronóstico final de la Junta de Tratamiento emitido

conforme al artículo 67 LOGP. Concluido el expediente, será examinado por la

Junta de Tratamiento, que lo elevará, previo acuerdo, pudiendo proponer la

aplicación de una o varias de las reglas de conducta previstas en el artículo

105 del Código penal, al Juez de Vigilancia para la resolución que proceda

(artículos 194 al 198 del Reglamento penitenciario). El contenido del

expediente de libertad condicional está recogido exhaustivamente en el artículo

195 del Reglamento penitenciario8.

El Consejo Técnico Penitenciario, de oficio o a pedido del interesado, en un

plazo de diez días, organiza el expediente de liberación condicional, que debe

contar con los siguientes documentos:


8
Sobre la formación del expediente de liberación condicional se ocupa el artículo 54
del Código de ejecución penal. En el citado precepto se señala que el Consejo Técnico
Penitenciario debe rá, de oficio o a pedido de parte y en plazo de 10 días, formar el
expediente respectivo, que deberá contener a) testimonio de condena, b) certificado
de conducta, c) certificado de no tener proceso pendiente con mandato de detención,
d) certificado de cómputo laboral o de estudio, y e) informe sobre el grado de
readaptación del interno de acuerdo a la evaluación del Consejo Técnico Penitenciario.
32
1) Testimonio de condena.

2) Certificado de conducta.

3) Certificado de no tener proceso pendiente con mandato de detención.

4) Certificado de cómputo laboral o estudio, si lo hubiere.

5) Informe sobre el grado de readaptación del interno, de acuerdo a la

evaluación del Consejo Técnico Penitenciario.

La liberación condicional se concede por el Juzgado que conoció el proceso.

Recibida la solicitud de otorgamiento del beneficio de liberación

condicional, que debe estar acompañada de los documentos originales que

acrediten el cumplimiento de los requisitos, el Juez la pone en conocimiento del

Fiscal correspondiente, quien emite dictamen pronunciándose por su

procedencia o denegatoria, en el plazo improrrogable de cinco días. Recibido el

dictamen fiscal, el Juez resuelve dentro del término de diez días en Audiencia,

que se realiza con la presencia del solicitante, el Fiscal y el Juez. En dicha

diligencia se dará lectura a las piezas más importantes del expediente de

petición. El Fiscal fundamentará oralmente las razones por las que conviene o

rechaza la petición de concesión del beneficio, luego hará uso de la palabra el

Abogado Defensor, lo que constará en el Acta de la Audiencia.

El beneficio será concedido en los casos que la naturaleza del delito

cometido, la personalidad del agente y su conducta dentro del establecimiento,

permitan suponer, que no cometerá nuevo delito.

33
Contra la resolución procede recurso de apelación, en el plazo de tres

días.

4.2. Resolución: normas de conducta

El Juez de Vigilancia resuelve la propuesta de libertad condicional en la

forma que estime más adecuada (artículos 76.2 b de la LOGP y 90.2 del

Código penal)9.

Señala el artículo 90.2 que “el Juez de Vigilancia, al decretar la libertad

condicional de los penados, podrá imponerles la observancia de una o varias

de las reglas de conducta previstas en el artículo 105 del presente Código”10.

V. TUTELA Y CONTROL

Conforme al artículo 200 del Reglamento penitenciario:

1. Para su adecuado seguimiento y control, los liberados condicionales se

adscribirán al centro penitenciario o al Centro de Inserción Social más

próximo al domicilio en que vayan a residir.

2. El seguimiento y control de los liberados condicionales, hasta el

cumplimiento total de la condena o, en su caso, hasta la revocación de

la libertad condicional, se efectuarán por los servicios sociales

penitenciarios del centro al que hayan sido adscritos, con arreglo a las

directrices marcadas por la Junta de Tratamiento correspondiente.

9
En el caso peruano, quien decide la concesión del beneficio de liberación condicional
es el juez
penal que conoció el proceso que originó el internamiento (artículo 55 del Código de
ejecución penal).
10
Similar es el artículo 56 del Código de ejecución penal peruano.
34
3. Con este fin, la Junta de Tratamiento, como continuación del modelo de

intervención de los penados, elaborará un programa individualizado para

el seguimiento de los liberados condicionales que se adscriban al centro

penitenciario, que será ejecutado por los servicios sociales del mismo.

4. Las reglas de conducta que imponga, en su caso, el Juez de Vigilancia,

se incorporarán al programa a que se refiere el apartado anterior.

5. Los informes que soliciten las autoridades judiciales y los órganos

responsables del seguimiento y control de los liberados condicionales,

los realizarán los servicios sociales penitenciarios del centro

correspondiente.

VI. LA REVOCACIÓN DE LA LIBERTAD CONDICIONAL

El Código penal en el artículo 93 trata la revocación de la libertad

condicional concedida y, conforme a ello, establece que “el período de libertad

condicional durará todo el tiempo que le falte al sujeto para cumplir su condena.

Si en dicho período el reo delinquiere o inobservare las reglas de conducta

impuestas, el Juez de Vigilancia Penitenciaria revocará la libertad concedida, y

el penado reingresará en prisión en el período o grado penitenciario que

corresponda, sin perjuicio del cómputo del tiempo pasado en libertad

condicional”.

Así pues, las causas de revocación de la libertad condicional son

únicamente dos: la inobservancia de las reglas de conducta y la comisión de

nuevo delito11. En ambos casos se revocará la libertad condicional decretada y

se ordenará el ingreso en prisión del que disfrutaba del beneficio. En cuanto a


Las causales de revocación de la liberación condicional en la legislación de ejecución
11

peruana (artículo 56 del Código de ejecución penal), son exactamente las mismas.
35
los efectos, el tiempo de condena extinguido durante el período de libertad

condicional es computado para la determinación de la duración de la pena12.

6.1. Inobservancia de las reglas de conducta

El Código es severísimo en este punto, que además resulta

sorprendente cuando lo comparamos con la revocación de la suspensión de la

ejecución de la pena. En efecto, en este último supuesto, solo cuando el

incumplimiento de las reglas de conducta es reiterado, el Código posibilita

(pero no obliga; y al tiempo permite soluciones alternativas) la revocación de la

suspensión de la pena. Por el contrario, en el supuesto de la libertad

condicional, el Código es categórico: el incumplimiento de las reglas de

conducta obligan al juez a revocar la libertad condicional.

A nuestro juicio, hubiera sido preferible que se concediera un margen de

apreciación a l Ju e z de Vigilancia Penitenciaria con posibilidades alternativas.

En otras palabras, debió establecerse el mismo régimen que el previsto en los

su puestos de suspensión de la pena.

6.2. La comisión de un nuevo delito

Si durante el período de libertad condicional el penado comete un delito,

la libertad concedida ha de ser revocada. El Código expresamente se refiere a

cuando vuelva a delinquir, expresión que, a nuestro juicio, no abarca los casos

de comisión de una falta.

No hay, con relación a esta causa de revocación, discrecionalidad. Los

términos del Código son categóricos. La comisión de nuevo delito llevará

12
En este sentido, también el artículo 57 del Código de ejecución penal.
36
consigo, sin duda, la revocación de la libertad. Ahora bien, será preciso que la

determinación de que el penado ha cometido nuevo delito sea realizada por

medio de sentencia. Es decir, no basta el atestado policial ni la denuncia para,

en base a ello, revocar la libertad; es necesario que exista una sentencia firme

que acredite la causa de revocación. Esto plantea problemas,

fundamentalmente temporales. Por una parte, en cuanto al momento de la

comisión del nuevo delito, lo que aparece resuelto en el Código, pues se refiere

al periodo de libertad condicional; y, por otra parte, en relación con el momento

de la revocación. Este problema, si bien resulta sencillo en el Código, sin

embargo no lo estimamos así. La lentitud en llegar a sentencia firme puede

impedir revocar la libertad condicional concedida cuando ya haya llegado el

penado a la libertad definitiva. En este caso, lo que habría de revocarse no es

la libertad condicional sino la definitiva, y aun así, como la pena se encontraría

ya extinguida, la revocación sería inoperante.

6.3. Competencia para la revocación

Conforme al artículo 201.2 del Reglamento penitenciario, si en el período

de libertad condicional el penado “volviera a delinquir o inobservare las reglas

de conducta impuestas, en su caso, por el Juez de Vigilancia, el responsable

de los servicios sociales lo comunicará, con remisión de cuantos datos puedan

ser útiles a este para la adopción de la resolución que proceda respecto a la

revocación de la libertad condicional”. Es precisamente al Juez de Vigilancia a

quien corresponde resolver sobre la revocación. Así lo señala el artículo 76.2 b)

de la y el artículo 93 penal. El Juez de Vigilancia Penitenciaria, antes de

37
“decidir” habrá unir al expediente, en su caso, testimonio de la nueva sentencia

condenatoria firme.

CAPITULO lV

CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL Y DE LA EJECUCIÓN

DE LA PENA

I. CONCEPTO Y FUNCIÓN

El ejercicio del jus puniendi del Estado se encuentra regulado por diferentes

principios que son el resultado de un largo proceso de lucha por la libertad, la

democracia y los derechos humanos. Los principios penales de legalidad,

lesividad, proporcionalidad y humanidad, entre otros, surgieron en la necesidad

38
de controlar el uso arbitrario y prepotente del control penal por parte del Estado

y de sus órganos delegados de poder.

Sin embargo, el proceso de configuración y consolidación de límites y garantías

contra el poder punitivo del Estado, conoce también un desarrollo formal no

menos significativo a través de las llamadas causales de extinción de la acción

penal y de la pena. Se trata de un conjunto de circunstancias diferentes de

carácter político, legal, natural o privado, que son ajenas al hecho punible, pero

que extinguen su posibilidad de persecución (acción penal) o de sanción

efectiva (ejecución de la pena). Corno afirma Cuello Calón:

«Las causas de extinción de la responsabilidad penal son determinadas

circunstancias que sobrevienen después de la comisión del delito y anulan la

acción penal o la pena. Se diferencian de las causas de exención de

responsabilidad penal en que estas son anteriores a la ejecución del delito

(corno la infancia, la locura), o coetáneas, es decir, surgen en el momento de

su realización (gr., la legítima defensa), mientras que las causas de extinción

de la responsabilidad penal sobrevienen no sólo después de delito sino aún

después que la justicia ha comenzado su persecución y, en ciertos casos, con

posterioridad a la sentencia condenatoria».

Precisando más tales diferencias Roy Freyre ha sostenido también que: «la

diferencia está en que las causas "extintivas" cancelan una responsabilidad

penal que se supone ya surgida o que se tuvo por incuestionable; por tanto,

39
miran al pasado. En cambio las causas "eximentes" impiden el nacimiento de

una responsabilidad penal; en consecuencia, tienen en perspectiva el futuro».

Como suele ocurrir en otros ámbitos de la dogmática de las consecuencias

jurídicas del delito, la denominación que se otorga a las causales que estamos

analizando no es uniforme. Si bien resulta frecuente que se les designe como

causal de extinción de la acción penal y de la pena, también es común detectar

que se les denomina causas de extinción de la responsabilidad penal. Sin

embargo, en la doctrina coexisten otras nomenclaturas como la de condiciones

de operatividad de la coerción penal que utiliza Zaffaroni.

En el derecho penal peruano se ha optado por la primera de las

denominaciones mencionadas. Es así que tanto en el Código Penal de 1924

(Título XV del Libro Primero) como en el de 1991 (Título V del Libro Primero) el

legislador nacional se ha referido a la extinción de la acción penal y de la pena.

Sólo en el Código Penal de 1863 el legislador no organizó estas causales bajo

una denominación común

Resulta anecdótico recordar la preocupación que mostraba Cornejo en torno a

que las causales que analizamos no podían extinguir la acción penal, por lo

que su denominación correcta debería ser causales de extinción del delito: da

acción no es susceptible de extinción, y que no puede impedirse su ejercicio

aun cuando llegare a faltar el fundamento de la pretensión correlativa. Cuando

la ley penal o civil habla de la extinción de la acción, entiende referirse, no a la

facultad de pretender un derecho, sino a la relación jurídica objeto de la

pretensión; o al delito (si se trata de relación personal) pero no como hecho que

históricamente no puede suprimirse- sino como ente jurídico, según la

40
concepción de Carrara. Esto equivale a decir que lo que propiamente se

extingue es la relación de que el delito como ente, es elemento»

Cabe señalar, finalmente, que otros sistemas jurídicos nacionales de nuestro

hemisferio se han inclinado también por denominaciones similares a la

acordada en nuestra legislación peruana. Así, por ejemplo, el Código Penal

argentino se refiere a Extinción de Acciones y Penas (Título X del Libro

Primero) y el Código Penal colombiano de 1980 trataba De la Extinción de la

Acción y de la Pena (Capítulo V, del Título IV del Libro Primero). En cambio el

Código Penal mejicano adopta el término Extinción de la Responsabilidad

Penal (Título Quinto del Libro Primero), muy semejante, pese a su diferencia

cronológica, al que emplea el Código Penal cubano que alude a La Extinción

de la Responsabilidad Penal (Título VIII del Libro I).

Ahora bien, según Bustos Ramírez «es mucho más correcto hablar de extinción

de la responsabilidad criminal y no de extinción de la responsabilidad penal.

Las causas de dicha extinción no están necesariamente vinculadas

exclusivamente con el sentido y función de la pena, sino con el sentido y

función de la responsabilidad en términos generales, esto es, con el sentido y

función del derecho penal. Se trata de dilucidar cuales son los principios que

informan el problema de la fundamentación y límites de la intervención penal.

Tales principios no son otros que el de la dignidad de la persona, el de los

bienes jurídicos y el de la necesidad de la pena.

41
II. CLASIFICACIÓN

Generalmente los códigos penales contemporáneos incluyen las mismas

causales de extinción de la acción penal y de la pena. En ese contexto se

advierte que la legislación concede tal condición a la muerte del imputado o

reo, a la amnistía, al indulto, a la prescripción y al perdón del ofendido (Cfr.

C.P. argentino, Art. 59°; C.P. colombiano de 1980, arts. 76° a 79°; C.P.

ecuatoriano, arts. 96° a 101 °).

Bustos Ramírez, sin embargo, considera que desde la teoría de la pena

«pareciera que en sentido estricto, esto es, desde los contenidos tradicionales

de las teorías de la pena, sólo son causas de extinción de la responsabilidad

penal, la muerte del reo y el cumplimiento de la condena».

Las causales de extinción pueden clasificarse en razón de varios criterios.

La doctrina en este dominio ha planteado varias propuestas que toman en

cuenta la efectividad de la causal, su origen o sus alcances. En relación a su

efectividad se diferencia a las causales atendiendo a que ellas proyecten sus

efectos únicamente sobre el autor (la muerte del imputado), o que ellos

abarquen conjuntamente al autor y a los partícipes del hecho punible (la

prescripción).

Luego atendiendo a su origen, las causales se subdividen en aquellas de

etiología natural (muerte del imputado), legal (amnistía e indulto) o privada

(perdón del ofendido).

42
Y, finalmente, en torno a sus alcances las causales pueden afectar

exclusivamente la persecución del delito (extinguen la acción penal) o su

sanción punitiva (extinguen la pena).

Roy Freyre, siguiendo a Maggiore y Núñez, ha sistematizado las causales de

extinción de una manera idónea y práctica. Para el apreciado jurista

sanmarquino es posible una clasificación a partir de dos indicadores. Primero,

según el alcance extintivo del jus puniendi. En este ámbito se detectan

causales que extinguen la acción penal y la pena como la muerte del reo o la

prescripción. Pero también hay causales que sólo extinguen la acción penal

como la cosa juzgada o el desistimiento; y causales que únicamente suprimen

la pena, caso del indulto o el perdón del ofendido.

El segundo indicador gira en torno a los responsables que comprende la causal

extintiva. Aquí se incorporan causales subjetivas o personales que sólo

benefician a los autores o partícipes en quienes se cumplen los presupuestos

específicos de la causal: la muerte del imputado o la prescripción. Luego se

ubican, también, causales subjetivas que alcanzan a todos los responsables sin

atender a sus niveles de intervención en el delito, como la amnistía. Y, por

último, se incluyen causales mixtas que reúnen aspectos subjetivos y objetivos

como la renuncia del titular del interés ofendido.

III. LAS CAUSALES DE EXTINCIÓN EN EL CÓDIGO PENAL DE 1991

43
Siguiendo igual sistemática que su antecesor, el Código Penal vigente trata,

por separado, a las causales de extinción de la acción penal (Art. 78°) y a las

causales de extinción de la ejecución de la pena (Art. 85°).

IV. CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL

Se encuentran reguladas en el artículo 78° del Código Penal. Estas causales

extinguen el derecho de persecución penal del Estado y con él la facultad del

Ministerio Público de ejercitar ante la autoridad judicial competente la acción

penal. Entendida esta última, como propone San l'vfartín Castro, como «Un

poder deber de activar la jurisdicción penal, o sea de pedir al órgano

jurisdiccional un pronunciamiento concreto sobre una noticia criminal

específica, y que, además, se trata de una iniciativa típicamente procesal

dirigida a la activación de la función jurisdiccional para la actuación del derecho

penal sustantivo».

El legislador nacional ha considerado las siguientes causales de extinción de la

acción penal:

a) La muerte del imputado

b) La prescripción

c) La amnistía

d) El derecho de gracia

e) La autoridad de cosa juzgada

f) El desistimiento

g) La transacción

44
Cabe señalar que las dos últimas causales sólo son aplicables a los delitos

perseguibles por ejercicio privado de la acción penal, como los delitos contra el

honor (injuria, difamación o calumnia).

V. CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA

Estas circunstancias suprimen el derecho del Estado de hacer cumplir al

condenado la pena que le fue impuesta por una autoridad judicial competente.

Sin embargo, alguna de estas causales, como el indulto, operan directamente

sobre la ejecución efectiva de la pena, extinguiendo sus períodos regulares de

cumplimiento.

Conforme al artículo 85° del Código Penal son causales de extinción de la

ejecución de la pena las siguientes:

a. La muerte del condenado

b. La amnistía

c. El indulto

d. La prescripción

e. El cumplimiento de la pena

45
f La exención de la pena

g. El perdón del ofendido

La última de las causales mencionadas tiene también una operatividad

condicionada a que la infracción cometida por el sentenciado corresponda a un

delito de acción penal privada.

Como se puede apreciar de ambos catálogos, coexisten causales de extinción

que poseen una doble función operativa en tanto pueden extinguir la acción

como el derecho de ejecución de la pena. En efecto, ello ocurre con la muerte

del infractor, con la amnistía y la prescripción.

VI. ESTUDIO ANALÍTICO DE LAS CAUSALES DE EXTINCIÓN

Para un mejor análisis de todas las causales de extinción nos referiremos a

partir de la siguiente secuencia metodológica:

Primero revisaremos las causales que afectan tanto a la acción penal como a la

ejecución de la pena. En segundo lugar, abordaremos aquellos supuestos que

sólo extinguen a la acción penal. Y, en tercer lugar, trataremos de las causas

que cancelan únicamente la ejecución de la pena. Aquí también haremos una

breve alusión a la naturaleza y función de la rehabilitación.

46
Finalmente, por su mayor trascendencia práctica, analizaremos de modo

individual a la causal de prescripción.

VII. CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL Y DE LA

EJECUCIÓN DE LA PENA

a. La muerte del autor o partícipe del delito. Esta causal obedece a una

razón natural y jurídica. La acción penal y la pena tienen su realización en una

persona. Conforme a nuestra legislación civil se deja de ser persona con el

suceso biológico-social de la muerte (Cfr. Artículo 61 o del Código Civil). Por lo

demás, el contenido de la punibilidad y de la punición se orienta a retribuir un

mal a una persona, a la cual se le va a privar o restringir determinados bienes

jurídicos. Y desde una perspectiva funcional preventiva, la pena sólo puede

promover efectos utilitarios en una persona viva.

Como explica Bustos Ramírez «Desde la perspectiva del principio de la

dignidad de la persona, el derecho penal aparece con un carácter estrictamente

personal e intransferible en su contenido; de ahí que la muerte del reo le

signifique al derecho penal la pérdida de su función y sentido.

La intervención el Estado más allá de la vida no tiene ninguna legitimación

posible.

47
Resulta relevante la preocupación de Roy Freyre por discutir los efectos de la

causal que analizamos ante la llamada muerte clínica y la muerte presunta.

Con relación a la primera, estimamos que los efectos funcionales de la pena y

el marco legal vigente, permiten, de modo coherente, estimar que ante la

declaración de un estado de muerte clínica, el derecho del Estado para

perseguir o hacer cumplir una pena al autor o partícipe de un delito ha dejado

también de existir. Por lo demás, se trata de una situación excepcional que, a

nuestro modo de ver, no puede apreciarse exclusivamente en su esfera

biológica o en el de sus consecuencias estrictamente civiles, como con acierto

y atendibles argumentos postula el maestro sanmarquino.

La vida es sobre todo interacción social, capacidad de vincularse con terceros y

con el entorno, y la muerte clínica evidencia imposibilidad irreversible de todo

ello. Cabría preguntarse si un «descerebrado» puede sentir e interpretar una

pena. Y en el caso de que se le condene a muerte biológica, nos preguntamos:

¿cuál sería la oportunidad de su ejecución?, o ¿qué sentido funcional cabría

reconocer a dicho proceder punitivo?

Distinta, es la situación de la muerte presunta a la que nuevamente Roy Freyre

dedica fundamentada reflexión. En este supuesto compartimos plenamente su

opinión, en cuanto siendo la muerte presunta una suposición juris tantum la

extinción de la acción penal y de la pena estará sujeta a la eficacia formal de

dicha presunción:

48
“Nada impide la decisión de tenerse por extinguida la acción penal o la pena de

un reo a quien se declaró muerto presunto con motivo, por ejemplo, de un

incendio en un centro carcelario o respecto de quien se tiene noticia de haber

sido incinerado en el horno de la panadería del penal”

En resumen, pues. Desde nuestra posición la muerte biológica, clínica o

presunta extinguen la acción o la ejecución de la pena. Ahora bien, no se ha

presentado jurisprudencialmente la oportunidad de debatir los casos de muerte

clínica o presunta y sus efectos de extinción.

La jurisprudencia nacional, sin embargo, exige como medio para acreditar el

fallecimiento del imputado o condenado la partida de defunción

correspondiente. Es así que en la Ejecutoria Suprema del 16 de setiembre de

1991, recaída en la causa No 160-91 y originaria del Distrito judicial de

Huánuco se declaró que «si se ha acreditado con partida de defunción,

instrumento público pertinente, la muerte del procesado, resulta procedente

declarar la extinción de la acción penal conforme a lo establecido en el inciso 1

del artículo 78° del Código Penal». Entendemos que en el caso de la muerte

clínica el documento pertinente para acreditarla será la declaración médica de

dicho estado. Luego en la Ejecutoria Suprema del 13 de enero de 1992, emitida

en el proceso No 1271-92 y procedente de Lima, se sostiene también que

«Habiéndose acreditado que el procesado, condenado en primera instancia,

49
falleció durante la tramitación en segunda instancia de un recurso

impugnatorio, cabe anular la condena que le fue impuesta y declarar

extinguida, por muerte del imputado, la acción penal incoada».

b. La amnistía. Es una causal de origen político. Surge de las decisiones que

adopta el Estado frente al tratamiento de determinados delitos, para los cuales

estima innecesario mantener la punibilidad o la punición. Por consiguiente es,

en esencia, una causal de aplicación coyuntural. Según Bustos Ramírez:

«Estimamos que la amnistía y el indulto solo pueden basarse en la necesidad

de la pena.

En relación a la amnistía, las precisiones sobre la necesidad de la pena

requieren de una diferenciación según se trate de determinados delitos

cometidos con ocasión de una guerra, o bien de delitos comunes. Para los

primeros, la innecesaridad surge fundamentalmente de la idea de la

reconciliación social y política. Su persecución o la aplicación de la pena

significarían una perturbación de la paz social, y de la vigencia del

ordenamiento jurídico, lo cual entraría en contradicción con el sentido y función

del derecho penal. Por tanto, y en atención a la fundamentación de la amnistía,

ésta se extiende a la acción penal y a la pena.

En cambio, en relación a los delitos comunes, la innecesaridad de la pena sólo

puede estar vinculada con transformaciones profundas de la economía y de la

50
sociedad. La alteración de las condiciones que hicieron surgir determinados

hechos delictivos deja sin sentido el mantenimiento de la pena. En este sentido

la amnistía se convierte en la anticipación de una reforma de derogación de

dichos tipos penales. En otros casos no se podría aplicar la amnistía respecto

de los delitos comunes y habría que recurrir a la vía del indulto».

La amnistía en nuestra legislación se encuentra regulada por el artículo 89° del

Código Penal que señala que ella «elimina legalmente el hecho punible a que

se refiere e implica el perpetuo silencio respecto a él». Ella, pues, demanda la

promulgación de una ley ordinaria.

Esto es, conforme al artículo 102°, inciso 6° de la Constitución de 1993 es

atribución exclusiva del Congreso «ejercer el derecho de amnistía».

La historia de la amnistía en el Perú ha estado ligada a los avatares de la

persecución política o al interés de excluir la punibilidad y punición de delitos

cometidos por las agencias de seguridad durante la etapa de violencia que

vivió el país entre 1980 y 1995. La última amnistía fue promulgada con la Ley

No 26479 del 14 de junio de 1995. Ella repercutió fundamentalmente en la

condena a efectivos militares por los graves sucesos de la Cantuta. 16 Y su

aplicación constituyó una de las más flagrantes interferencias del Poder

Legislativo en las competencias exclusivas de la administración de justicia.

51
Ahora bien, en torno a la efectividad y alcances de la amnistía resultan

pertinentes las observaciones que formula Roy Freyre:

a. La ley amnistiante debe identificar los hechos delictivos que beneficia

mediante la mención de los numerales que los tipifican.

b. La amnistía únicamente aprovecha a los infractores cuyas conductas

están comprendidas en el tiempo que precisa la ley.

c. e) La ley de amnistía comprende a los delitos consumados, no

existiendo inconvenientes para que abarque a los continuados y permanentes,

siempre que la continuidad o permanencia cesen en el plazo que la norma

conceda para este efecto.

d. Si la autoridad encargada de aplicar la ley de amnistía no lo hace con la

debida celeridad, o si se niega a hacerle partícipe de su beneficio a quien se

cree con tal derecho, entonces procede la acción de hábeas corpus (Art. 12°,

Inciso 16, de la Ley No 23506).

e. La Comisión Permanente del Congreso sólo podrá amnistiar en caso

que se delegue dicha facultad».

VIII. CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL

a) El derecho de gracia. Esta causal es novedosa en nuestra legislación

penal. Sus antecedentes los encontramos en la debatida regulación del

52
«indulto de procesados» que tuvo lugar a través del Decreto Supremo N° 017-

90-JUS del 02 de octubre de 1990.

Su fundamento está referido a la necesidad de un juzgamiento que resuelva la

situación jurídica del imputado en un tiempo razonable.

Sin embargo, lo equívoco de su naturaleza jurídica, así como lo poco

ideográfico de su denominación, han generado un justificado desconcierto en la

doctrina, al extremo que Roy Freyre le niega la condición de «institución del

Derecho», y la asimila a una atípica praxis de corte de secuela del proceso que

se aplicó durante el régimen militar de la década de los años setenta. 18

Conforme al artículo 118° de la Constitución de 1993, inciso 21, es atribución

del Presidente de la República«[ ... ] Ejercer el derecho de gracia en beneficio

de los procesados en los casos en que la etapa de instrucción haya excedido el

doble de su plazo más un ampliatorio ».

Justamente, la exigencia de un plazo de duración exagerado en la

investigación judicial del delito, y que opera como presupuesto de su

concesión, es lo que diferencia esta causal de la controvertida corte de secuela

del proceso.

Por otro lado, su efecto cancelatorio de la acción penal incoada diferencia al

derecho de gracia de las previsiones del artículo 13r del Código Procesal Penal

53
que alude a una excarcelación por el tiempo de detención acumulado. Esta

disposición adjetiva sólo posibilita que el imputado sometido a una medida

cautelar de detención, pueda cambiar dicha medida por una comparecencia,

cuando se han vencido en exceso los plazos ordinarios de la instrucción.

La operatividad de este derecho de gracia está, pues, condicionada a la

decisión del Presidente de la República. El cual decide al respecto, luego de

evaluar los informes que formulan Comisiones Especiales como la creada por

la Ley No 26239 del 27 de junio de 1994.

b. La autoridad de la cosa juzgada. El artículo 90° del Código Penal declara

que «Nadie puede ser perseguido por segunda vez en razón de un hecho

punible sobre el cual se falló definitivamente». De esta manera el legislador

nacional ha regulado la garantía procesal del nebis in ídem. La cual, nos

vincula con la autoridad de la cosa juzgada.

Ahora bien, en el inciso 3 ab initio del artículo 139° de la Constitución de 1993,

y que trata de los principios y derechos de la función jurisdiccional,

expresamente se prohíbe «revivir procesos fenecidos con resolución

ejecutoriada». La doctrina nacional se ha preguntado si tiene igual contenido

semántico la expresión «cosa juzgada» que la de «autoridad de la cosa

juzgada».

IX. CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA

54
a. El indulto. Según el artículo 89° del Código Penal «el indulto suprime la

pena impuesta». Se trata, pues, de una verdadera causal de extinción de la

ejecución de una pena concreta. En ese sentido, Soler señalaba que «El

indulto es un perdón y extinguir la pena presupone, en consecuencia, una

sentencia condenatoria firme» Y Esta causal es también una manifestación

especial del llamado derecho de gracia. Ella se manifiesta como una

circunstancia extintiva de origen legal y que a diferencia de la amnistía, se

proyecta de modo individualizado sobre un condenado, para quien se estima

que la pena ha devenido en innecesaria y no podrá alcanzar efecto funcional

alguno.

Sobre su fundamento Bustos Ramírez ha sostenido desde una posición político

criminal que con el indulto se pretende «encontrar una solución a la falta de

sentido de la pena frente a un caso específico, que pone de manifiesto que el

Derecho Penal no podrá cumplir su función protectora de bienes jurídicos ni

tampoco servir para la profundización de la capacidad de liberación personal

del sujeto.

Más bien todo lo contrario. De ahí que la pena aparezca como innecesaria.

Nos encontramos frente a la última regla legal no meta jurídica, de

determinación de la pena que lleva justamente a su no aplicación.

55
b. El cumplimiento de la pena. Esta es, si se quiere ser ideográfico, no una

causal de extinción de la pena, sino la vía natural del término de aquella. El

cumplimiento de la pena no extingue la sanción, pues sencillamente después

del vencimiento total de la pena no quedanada que extinguir. Esta posición es

también compartida, para el derecho penal español, por Mapelli Caffarena y

Terradillos Basoco:

«Es obvio que el derecho subjetivo del Estado a imponer y hacer ejecutar la

pena desaparece una vez cumplida ésta. Por ello hubiera resultado

aconsejable no aludir al cumplimiento como causa de extinción, puesto que

nada extingue» (Borja Mapelli Caffarena - Juan Terradillos Basoco. Op. cit, p.

222). En su enfoque particular de las causales de extinción de la

responsabilidad criminal, Bustos Ramírez, en cambio, encuentra en el

cumplimiento de la condena la realización de las funciones retributiva o

preventivas de la pena, lo que justificaría sus facultades extintivas: «La teoría

de la retribución tiene como fundamento legítimamente la justicia y la igualdad

en relación a las personas; esto es a toda persona sin discriminación de

ninguna especie, ha de aplicársele un mal que restablezca el ordenamiento

jurídico en la misma magnitud que el mal que quebróese ordenamiento. Luego,

si la magnitud de ese mal impuesto se ha ejecutado plenamente no hay

fundamento legítimamente para mantener la responsabilidad criminal. Por su

parte, para las teorías generales, sea ésta intimidatoria, o bien positiva,

conforme a las nuevas concepciones, en especial de Hassemer y Jakobs, se

pueda plantear una posición semejante».

56
c. El perdón del ofendido. Esta causal tiene un viejo arraigo en el derecho

penal nacional y extranjero. Podríamos decir que es un rezago de la etapa

inicial de la venganza privada. Landrove Díaz se refiere a ella como a una

«modalidad de gracia privada».36 Sus orígenes tienen una base idealista

cristiana (dar la otra mejilla, perdonar a quienes nos ofenden). No obstante

encuentra en la actualidad una nueva justificación basada en la recuperación

del espacio de la víctima en la composición del conflicto. Lo cual, entiende

Bustos Ramírez, que conlleva riesgos de arbitrariedad: «Ciertamente se podría

sostener que es más garantista establecer el perdón del ofendido como causa

de extinción de la responsabilidad criminal; pero ello es dudoso, pues equivale

a dejar entregada la responsabilidad criminal a la arbitrariedad de una persona,

y más aún, como ha sucedido frecuentemente, a que el proceso penal cumpla

fines que son ajenos al sentido y función del derecho penal (cuál sería la

obtención de una indemnización de perjuicios conforme a las miras de la

víctima y no al ordenamiento jurídico). Este criterio empalma con una ideología

victimológica, en que se pretende garantizar exclusivamente a la víctima, más

allá de los ciudadanos en general, lo que equivale que esta forma de extinción

criminal quede en una total y absoluta arbitrariedad».

d. La exención de pena. Nuevamente el legislador peruano utiliza esta

equívoca denominación en el artículo 85° inciso 3. En esta ocasión lo hace

para referirse a una causa de extinción de la pena, pero cuya eficacia no se

proyecta sobre la ejecución de la sanción sino exclusivamente sobre su

57
imposición. En realidad se alude, pues, a una institución diferente a la que

regula el artículo 68° del Código Penal.

Y tampoco aquí nos encontramos regulando aquellos supuestos que cancelan

la pena como premio a los delincuentes que participan de un procedimiento de

colaboración eficaz, y a los cuales nuestro legislador identifica también como

casos de exclusión de pena.

Como causal de extinción de la pena el legislador nos vincula, más bien, con

las llamadas «excusas absolutorias o causales personales de exclusión de

pena». Como señala Zaffaroni: «Se trata de causas personales que excluyen

sólo la penalidad de la conducta y que se establecen por puras

consideraciones político-penales».

El Código vigente incluye excusas absolutorias en dos casos:

a) En los delitos contra el patrimonio cuyos sujetos se encuentran

estrechamente vinculados, tal como se regula en el artículo 208° del Código

Penal.

b) En los delitos de encubrimiento real y personal que ejecuta el agente por sus

relaciones estrechas con el autor de los mismos, tal como se dispone en el

artículo 406° del Código Penal.

58
De lo que eximen estas causales es de la imposición de la pena. En términos

más precisos se exime de la pena concreta, pues ella no llega a definirse ni

evaluarse judicialmente.

Ahora bien, como hemos mencionado en ocasiones anteriores, la exención de

pena que menciona el artículo 299° en los casos de posesión de drogas en

escasa cantidad y para consumo personal no es tal.43 Fundamentalmente

porque la exención presupone una persona culpable y esto último tiene como

presupuesto la ejecución de un injusto por el imputado. No siendo típica la

posesión de drogas para el consumo personal, no es posible declarar culpable

a su autor, ni mucho menos poder aplicarle una pena.

X. OTRAS CAUSALES DE EXTINCIÓN

El Código Penal y la legislación penal complementaria y especial han

incorporado varias instituciones que tienen también efectos cancelatorios sobre

la acción penal y la penalidad. El supuesto más generalizado, en los últimos

tiempos, es el que deriva de los procedimientos especiales de colaboración

eficaz o lo que se ha denominado también el derecho penal premial o el

derecho penal de recompensas.

Efectivamente, a partir de la experiencia de la legislación contra el terrorismo,

el legislador nacional viene promoviendo la aplicación de efectos de extinción

de la acción penal o de la ejecución de la pena, en el caso de delincuentes que

se arrepienten de su actividad ilícita y colaboraran con las autoridades del

sistema de control penal para la prevención y sanción de la criminalidad grave

59
y organizada.44 Cabe recordar que el Código Penal contiene también

supuestos premiales que se vinculan con un arrepentimiento posterior al delito,

y que permiten la exención de la pena. Ello ocurre en el caso del delito de

falsedad en juicio (Art. 158°) y en los delitos de rebelión, sedición y motín (Art.

351 °). La diferencia entre estos supuestos de exención y los que se regulan

como causales extintivas conforme al artículo 85° inciso 3 del Código Penal, es

que los primeros como en el caso del artículo 68° son facultativos y su

aplicación depende de una decisión judicial. En cambio en los segundos la

causal extintiva surge directamente por mandato imperativo de la ley.

XI. LA REHABILITACIÓN

Sostiene Jescheck que la rehabilitación permite “restablecer jurídicamente el

prestigio social de un condenado dentro de la comunidad”. Velásquez

Velásquez, de modo análogo, menciona que ella consiste en la restitución del

condenado al status jurídico en que se encontraba antes de proferirse la

sentencia.

Con la rehabilitación se deben, pues, eliminar los efectos penales de iure que

afectan al sentenciado y que, como señalan Cobo del Rosaly Vives Antón, son

distintos de las penas y medidas de seguridad. Según estos autores entre tales

efectos se pueden considerar a “la imposibilidad de obtener la condena

condicional si se comete otro delito, la posibilidad de que se aplique la

agravación por reincidencia o de que se califique al autor como habitual, la

incapacidad para participar en determinados concursos públicos o ejercer

ciertas profesiones, así como toda una serie de restricciones en orden al

ejercicio de actividades que necesiten permiso o licencia de algún organismo

60
público”. Y Se trata, pues, de un medio legal que anula los efectos penales de

la sentencia condenatoria en la persona del sentenciado. Ahora bien, opera

luego de cumplida o extinguida la sanción impuesta. Por tanto, la rehabilitación

no anula la pena (ésta ya se cumplió o extinguió) sino la condena. En términos

más específicos, con la rehabilitación se elimina la condición de condenado en

aquel que cumplió una pena.

Desde una perspectiva evolutiva, la rehabilitación ha transitado por tres etapas.

Primero se le identificó como una reposición del ejercicio de los derechos que

le fueron suspendidos al autor o partícipe de un hecho punible a través de una

sentencia condenatoria, y más precisamente por la imposición de una pena de

inhabilitación. Posteriormente, fue entendida como la cancelación de los

antecedentes o registros oficiales de las condenas impuestas a un sentenciado.

Y, finalmente, en su actual concepción, la rehabilitación ha integrado ambos

conceptos funcionales. Esto es, con la rehabilitación se habilita al inhabilitado y

se anulan los antecedentes penales del penado que surgieron con la

inscripción de su condena en los registros correspondientes. El Código Penal

peruano de 1924, por ejemplo, asignó a la rehabilitación ambas funciones (Cfr.

arts. 130° y 131 °). Sin embargo, en el Código de Procedimientos Penales de

1940 el legislador nacional sólo trató de la rehabilitación como cancelación de

antecedentes penales (Cfr. arts. 343° y 344°).

Se ha debatido constantemente en torno a la naturaleza sustantiva o procesal

de esta institución. Sin embargo, en la actualidad se admite que la

rehabilitación es una institución mixta, pues en su esfera normativa

61
corresponde al derecho penal, pero como realización de un derecho subjetivo

del sentenciado demanda de una vía procedimental para su reconocimiento.

El Código Penal de 1991 regula la rehabilitación en los artículos 69° y 70° los

cuales fueron, en parte, inspirados por el Código Penal Tipo para

Latinoamérica (Cfr. arts. sr, 88° y 90°).

La rehabilitación en la legislación vigente se extiende a penas y medidas de

seguridad. Sus efectos abarcan la restitución en el ejercicio de los derechos

suspendidos con la condena, así como la cancelación de antecedentes

penales. Sin embargo, ella no puede reponer en los cargos o funciones que le

fueron suprimidos al condenado. Ahora bien, el cambio más importante que

produjo la reforma penal fue la eliminación, para la procedencia de la

rehabilitación, de todo plazo posterior al cumplimiento o extinción de la sanción

impuesta.

En el Código vigente, pues, la rehabilitación opera desde el preciso momento

en que se cumple la pena o medida de seguridad, o cuando éstas son

suprimidas por alguna causal de extinción como el indulto, la amnistía o la

prescripción. Al respecto, el artículo 69° ab initio señala, expresamente: "El que

ha cumplido la pena o medida de seguridad que le fue impuesta, o que de otro

modo ha extinguido su responsabilidad, queda rehabilitado sin más trámite".

Otra innovación positiva fue la prohibición de comunicar a cualquier entidad o

persona, con posterioridad a la rehabilitación, ningún registro o antecedente

vinculado a la condena anteriormente impuesta. Esta obligación de silencio y

confidencialidad es imperativa y resulta funcional al objetivo de la rehabilitación

62
el cual no es otro que eliminar para siempre y ante la colectividad todo indicio o

rezago de marca penal.

En un plano jurisprudencial la rehabilitación no ha producido controversias

relevantes. En todo caso, las principales dudas que se han planteado en la

judicatura han girado en torno a su aplicación en casos de incumplimiento de

penas de multa impuestas conjuntamente con penas privativas de libertad, o

ante el no pago de la reparación civil fijada en la sentencia.

Con relación a lo primero se ha resuelto acertadamente negando la

rehabilitación, puesto que la misma sólo puede operar si se cumplieron todas

las penas impuestas. En ese sentido en la Ejecutoria Superior del 10 de agosto

de 1995, recaída en la causa No 163-92 de la Décimo Segunda Sala Penal de

la Corte Superior de Lima, se precisó que "Si al sentenciado se le impuso

conjuntamente con una pena privativa de libertad una pena de multa, la cual no

tiene la condición de sanción accesoria sino de principal, la rehabilitación no es

procedente mientras no se haya pagado dicha pena pecuniaria".

Y en cuanto a lo segundo se ha decidido, también con corrección, que el

incumplimiento del pago de la reparación civil no obstaculiza ni impide la

rehabilitación. Al respecto una Ejecutoria Superior del Primer Tribunal

Correccional de Lima, citada por Villavicencio Terreros, 5 1 y emitida en el

expediente No 68-84 declaró que «siendo la exigencia del pago de la

reparación civil, de carácter civil, no constituye un requisito para la

rehabilitación del sentenciado».

En realidad, el problema central de la rehabilitación en el Perú es que no se

concede de oficio, pese a que a ello apunta el sentido de la ley vigente. Esto

63
significa que en nuestro medio se puede seguir «condenado» pese a que se

haya cumplido la sanción impuesta en la sentencia. Ello también ocurre en los

casos donde se impuso una suspensión de la ejecución de la pena y el plazo

de prueba se venció exitosamente (Art. 61 °). Es, pues, necesario agotar los

esfuerzos administrativos pertinentes para revertir esta endémica situación de

inercia judicial frente a la rehabilitación y el derecho del sentenciado que

cumple los requisitos del artículo 69° a quedar "rehabilitado sin más trámite".

XII. LA PRESCRIPCIÓN

1. Concepto Y Fundamentación

De manera concreta la prescripción puede definirse como el transcurso del

tiempo que extingue la persecución de un delito o la ejecución de una pena. No

obstante, en un plano más técnico se identifica a la prescripción como la

pérdida, por parte del Estado, de la facultad de ejercitar en un caso concreto el

jus puniendi. En ese sentido, por ejemplo,

Rodríguez Devesa precisa que la prescripción viene a ser "la extinción por el

transcurso del tiempo del derecho del Estado a imponer o hacer ejecutar la

pena ya impuesta".

Otros conceptos de prescripción aluden más bien a los efectos que aquella

produce sobre la antijuricidad de un hecho punible y sobre la culpabilidad o

responsabilidad de su autor. Señalándose que aquella tendría la condición de

circunstancia que invalida el delito y sus consecuencias.

64
Al respecto, Del Toro Marzal, sostiene que la prescripción "supone la

invalidación por el transcurso del tiempo de la valoración penal de aquellas

acciones y omisiones que, hallándose penadas por la ley, comparecen en la

realidad social y jurídica".

Rey Gonzáles, luego de evaluar los distintos criterios de fundamentación de la

prescripción que se han sustentado en la doctrina y jurisprudencia, a lo largo

del tiempo, destaca que en el presente ella encuentra su sustento en "los

principios constitucionales de presunción de inocencia, prohibición de

indefensión y derecho a un juicio sin dilaciones indebidas, todos ellos

conectados con el principio de seguridad jurídica". Por su parte Bustos Ramírez

asocia el fundamento de la prescripción a la necesidad de pena, ya que

«después de pasado un determinado tiempo se estima innecesaria la pena, no

sólo por razones de tipo preventivo-general o especial, sino también en virtud

del concepto mismo de necesidad de la pena”.

A ello, Morillas Cueva agrega que: "el Estado, ante poderosas razones de

política criminal y utilidad social basadas todas ellas en los efectos que produce

el paso del tiempo y entre los que pueden incluirse la mayoría de los

enunciados con anterioridad que van desde la disminución del interés

represivo, la extinción de los efectos antijurídicos del hecho y de la alarma

social producida, las dificultades probatorias hasta la eliminación de un estado

de incertidumbre en las relaciones jurídicas entre el delincuente y el Estado,

renuncia al ejercitar el ius puniendi que le corresponde al declarar extinguida la

responsabilidad penal".

65
Por consiguiente, no cabe duda que el fundamento esencial de la prescripción

responde a una necesidad político criminal de controlar el ius puniendi a partir

de su ejercicio temporal razonable y a favor de la seguridad jurídica de los

ciudadanos.

2. Legislación nacional

Tradicionalmente en nuestro país, el legislador ha elaborado un sistema

normativo sobre la prescripción, en el cual se han diferenciado los plazos de

extinción en función de la naturaleza de las penas conminadas y de su

duración legal. Ese fue, por ejemplo, el criterio que predominó en el Código

Penal de 1924 y que era coherente con la pluralidad de tipos de penas

privativas de libertad que en él coexistían (Cfr. arts. 119° y ss.).

En el Código Penal de 1991 se ha establecido un régimen legal novedoso.

Como regla general se señala que para la determinación del plazo de

prescripción de la acción penal o de la ejecución de la pena, debe atenderse al

límite máximo de pena privativa de libertad conminada en la ley para el delito

cometido. Esto es, dicho límite máximo de pena legal será el término del plazo

de la prescripción ordinaria. Sin embargo, el legislador ha establecido que el

plazo de prescripción no será superior, en ningún caso, a los veinte años.

Ahora bien, tratándose de penas conminadas no privativas de libertad (multas,

limitativas de derechos, restrictivas de la libertad), conjuntas o alternativas, el

plazo ordinario de prescripción será de tres años. En el caso de penas de

66
duración indeterminada como la cadena perpetua, la ley establece un plazo

legal de prescripción ordinaria de treinta años.

Los artículos 80° y 86° del Código Penal tratan de los plazos de prescripción

que hemos mencionado. Cabe anotar que dichas disposiciones asumen

criterios similares a los acordados durante el proceso de elaboración del

denominado Código Penal Tipo para Latinoamérica (Cfr. Art. 102°, Incs. 2 y 3).

La llamada prescripción extraordinaria, consecuencia de la concurrencia de

causales de interrupción de la prescripción y que se define en los artículos 83°

y 87° del Código Penal, mantiene el mismo requerimiento que se adoptó

durante la vigencia del Código Penal derogado.

En efecto, la ley precisa que la prescripción extraordinaria opera al cumplirse

cronológicamente el plazo de prescripción ordinario más la adición de la mitad

de dicho plazo. Esto supone que si la pena conminada para el delito de estafa

es de seis años (Art. 196°) como máximo, lo que sería el límite del plazo de

prescripción ordinaria para dicho delito, la prescripción extraordinaria se

cumpliría al transcurrir un total de nueve años.

En el caso de delitos cuyas penas conminadas sean multa, inhabilitación,

prestación de servicios a la comunidad, limitación de días libres, expatriación o

expulsión de extranjeros, la prescripción extraordinaria operaría transcurridos

cuatro años y seis meses. Esto último en atención a que, como se mencionó, el

plazo de prescripción ordinario en tales casos es de tres años.

El artículo 84° se refiere al supuesto de suspensión de la prescripción. La

norma mencionada solo se aplica a los plazos de prescripción de la acción

67
penal. En ella se precisa que se suspende la prescripción de la acción penal

cuando excepcionalmente el proceso penal a incoar o ya incoado, por el delito

imputado queda supeditado a lo que se resuelva en una vía extrapenal. Es el

caso, por ejemplo, de las cuestiones prejudiciales. En caso de suspensión los

plazos ordinario o extraordinario no corren mientras subsista la causal que

determinó dicho efecto. Cabe señalar que el Código vigente estipula en su

artículo 88° que ante la pluralidad de agentes, los plazos de prescripción se

aprecian y contabilizan de modo individualizado. Por su parte el artículo 91 o

declara expresamente que el imputado tiene el derecho de renunciar a la

prescripción de la acción penal. Esta disposición que implica un reconocimiento

de la primacía constitucional de la presunción de inocencia, contradice

radicalmente la posición que asumió sobre el particular el Código de 1924 (Art.

129° «La prescripción es irrenunciable»).

3. Reglas especiales

El Código Penal de 1991 contempla también normas especiales de

prescripción de la acción penal. Ello ocurre en los supuestos siguientes:

a. Cuando existe un concurso de delitos.

b. Cuando el autor o partícipe del hecho punible al momento de comisión del

delito tenía más de 18 años y menos de 21 años de edad, o más de 6 5 años

de edad.

c. Cuando se sanciona el delito con penas conminadas alternativas o

conjuntas.

68
d. Cuando el autor de un delito contra el patrimonio del Estado, tenía la

condición de funcionario o servidor público.

e. Cuando la infracción cometida es una falta.

Con relación al primero de los supuestos mencionados, esto es, cuando media

un concurso de delitos, el legislador ha diferenciado en el artículo 80° los

plazos de prescripción aplicables en un concurso ideal de delitos (Art. 48° C.

P.), y en un concurso real de delitos (Art. 50° c. P.).

En el caso de un concurso ideal el plazo de prescripción se contabiliza en

función de las penas conminadas para el delito más grave. Se aplica, pues, un

criterio similar al de absorción, que rige para la definición y determinación de la

pena en este tipo de concursos.

Tratándose de un concurso real, la regla es que el plazo de prescripción debe

apreciarse de modo independiente para cada uno de los delitos en concurso.

Esto es, contando por separado los términos que corresponden a las penas

conminadas para cada delito. Es claro que esta disposición no tiene efectos

prácticos ante un concurso real homogéneo, por tratarse del mismo tipo de

delito y por ende del mismo tipo de pena.

En atención a la edad del agente, lo temprano y avanzado de la misma, en los

niveles etáreos que fija el artículo 81° del Código penal, determinan que el

plazo de prescripción ordinario y extraordinario aplicables al delito cometido se

reduzcan a la mitad. Para lo cual, claro está, la edad del agente al momento de

comisión del delito debe acreditarse de modo suficiente, y con los documentos

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pertinentes para ello (Partida de Nacimiento, Libreta Militar, Libreta Electoral,

Documento Nacional de Identidad, etc.). Cabe anotar que el artículo 81 o alude

de modo genérico al plazo de prescripción, sin diferenciar entre prescripción de

la acción penal y prescripción de la pena. En consecuencia, estimamos que la

reducción prevista es también aplicable para efectos de la prescripción de la

sanción. Lo cual, por lo demás, resulta coherente con lo establecido en el

artículo 86° del Código Penal que establece que: "El plazo de prescripción de la

pena es el mismo que alude o fija la ley para la prescripción de la acción

penal".

En consecuencia, pues, la extinción de la acción penal por prescripción

ordinaria o extraordinaria, sólo será posible cuando se hayan vencido, paralela

o secuencialmente, los diferentes plazos de prescripción que correspondan a

todas las penas alternativas o conjuntas. En tal sentido, no estimamos correcto

considerar la prescripción solamente en atención a los plazos de las penas

privativas de libertad. Sobre esto último hay que recordar que las penas no

privativas de libertad no son más benignas que aquellas, sólo se trata de penas

de distinta naturaleza. Tampoco consideramos legal entender que frente a

sanciones alternativas, la exclusión de una o más de tales penas se produce a

través de la acusación fiscal. Sobre esto último cabe recordar que la pena que

el Fiscal solicita en su acusación escrita u oral, es solamente una pretensión

punitiva y no un acto de determinación de la pena, tarea que, como bien lo

expresa el artículo 46° del Código Penal, es de absoluta competencia del

órgano jurisdiccional, el cual la ejerce exclusivamente en el momento de la

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sentencia. Sólo en ese instante se decide cuál de las penas alternativas se

aplicará al condenado.

4. Inicio de la prescripción

El artículo 82° y el artículo 86°, párrafo segundo, señalan el inicio de la

prescripción de la acción penal y de la pena, respectivamente. En cuanto al

inicio de la prescripción de la acción penal, la ley toma en cuenta el modo de

ejecución y el momento de consumación del delito.

La regla general es que el plazo de prescripción de la acción penal debe

comenzar a contarse a partir del momento en que el agente concluyó su

actividad ejecutiva del delito. Ahora bien, el legislador ha contemplado normas

específicas para los casos de tentativa, delito continuado y delito permanente.

Con relación a la tentativa (Art. 16° C.P.), acabada o inacabada, el plazo de

prescripción corre desde que cesa la ejecución imperfecta del hecho punible.

Para el caso del delito continuado (Art. 49° C.P.) la prescripción comienza

cuando el agente termine la actividad delictuosa que materializa su única

resolución criminal.

Y en el delito permanente, la cuenta de la prescripción se inicia desde que

concluye la situación antijurídica creada y mantenida por el agente. Un

tradicional problema jurisprudencia! y doctrinario vinculado a la prescripción, es

el que corresponde al cómputo de la acción penal para el delito de usurpación

en la modalidad de despojo (Art. 202°, lnc. 2 C. P.). Al respecto la discusión

siempre ha girado en torno a determinar si dicha infracción penal es un delito

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instantáneo o permanente. O si se trata de un delito instantáneo pero de

efectos permanentes.

Sobre el particular, debemos mencionar que el verbo típico que gobierna la

hipótesis del artículo 202° inciso 2 es despojar. Esto es, desposeer mediante

violencia, amenaza o abuso de confianza al sujeto pasivo de la conducción de

un inmueble. Es decir, la acción acontece de modo inmediato y concluye

excluyendo a la víctima de la posesión del bien. Y esto último determina la

consumación del delito, y, por ende, el inicio de la prescripción. El que el

inmueble se mantenga en poder del agente más o menos tiempo constituye un

efecto posterior a la consumación, y que ya no implica despojo. La usurpación,

pues, en su forma de despojo es un delito instantáneo pero que puede tener

efectos permanentes.

5. Problemas jurisprudenciales detectados

No cabe duda que en términos porcentuales la prescripción de la acción penal

se constituye en la causal de extinción más común y frecuente en la praxis

jurisdiccional. De allí, pues, que las decisiones judiciales en este dominio,

pronunciadas fundamentalmente a través de incidentes de excepción (Artículo

5° del Código de Procedimientos Penales) constituyen un volumen

considerable de la casuística que hemos tenido oportunidad de analizar. Sin

embargo, pese a la pluralidad de esta clase de resoluciones, los problemas

prácticos que se detectan son bastante concretos.

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Al parecer, pues, las tendencias y criterios con los que la magistratura evalúa y

resuelve la prescripción de la acción penal resultan en lo esencial sumamente

homogéneos y estables. Esta constatación resulta interesante si se tiene en

cuenta, como ya se precisó, que la regulación de la prescripción en el Código

Penal de 1991 (arts. 80° a 88° y 91 °) evidenció cambios importantes con

relación al marco legal existente en el Código Penal de 1924 (arts. 119° a 125°

y 129°). Al respecto, es de recordar que las principales variantes ocurridas

determinaron la unificación de los términos de prescripción para las penas

privativas de libertad temporales, así como la renunciabilidad de la prescripción

de la acción penal por parte del imputado. También se produjeron reformas en

lo concerniente a las causales de interrupción, sobre todo como consecuencia

de la autonomía funcional que hoy posee para el ejercicio de la acción penal el

Ministerio Público y por haberse suprimido la reincidencia como status

procesal.

Examinando, entonces, la evolución práctica del uso de las reglas sobre

prescripción de la acción penal se detectan principalmente dos tipos de

controversias:

a. La determinación de los plazos de prescripción en caso de delitos

sancionados con penas conjuntas.

b. La determinación del cómputo de la prescripción en delitos con

penas alternativas.

En torno a la prescripción de la acción penal en estos supuestos, donde

encontramos penas alternativas y conjuntas, se han desarrollado dos criterios

judiciales. El primero estima que la prescripción sólo operaría si se han vencido

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los plazos que corresponden a la pena privativa de la libertad (extremo máximo

legal de la pena conminada) y a la pena no privativa de libertad (tres años). Y el

segundo, considera que debe declararse la prescripción, únicamente cuando

se vence el plazo que corresponde a la pena privativa de la libertad a la cual se

califica como la "más grave".

CONCLUSIONES

 La Redención de la Pena es un beneficio penitenciario que permite a un

privado de libertad reducir su permanencia en un establecimiento

penitenciario por realizar una actividad laboral o educativa, que

previamente ha sido registrada por la autoridad penitenciaria.

 A lo largo del estudio de legislación nacional sobre beneficios podemos,

observar que se ha establecido cinco beneficios penitenciarios

correctamente identificados, su objetivo principal es buscar reinsertar al

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penado a la sociedad, y lograr así ansiada rehabilitación, por medio de

actividades socio educativas y productivas que genere el habito al

trabajo licito.

BIBLIOGRAFIA

 GACETA JURIDICA “DERECHO PENAL – PARTE GENERAL” TOMO III

LAS CONSECUENCIAS JURIDICAS DEL DELITO, AUTOR JACOBO

LOPEZ BARJA DE QUIROGA, AÑO 2009 Pag. 181 al 191.

 TEMAS DE DERECHO PENAL (TOMO IV), AUTOR BRAMONT-ARIAS

TORRES, LUIS ALBERTO PAG. 129 AL 135.

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 MENZALA PERALTA, Walter, derecho Penitenciario, UNMSM, Lima,

2001

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