UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNA
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Queremos agradecer a Dios por
cuidarnos y protegernos cada día
para así, lograr nuestros sueños,
sobre todo a nuestros padres por
orientarnos a seguir estudiando
y obtener buenos resultados en
nuestra carrera profesional
DERECHO PENITENCIARIO Página 2
INTRODUCCION
En este trabajo monográfico buscamos conocer sobre la importancia de
la redención de las penas penitenciarias sobre trabajo y educación, extinción
entre otros puntos importantes , empezaremos en señalar sobre el régimen
penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la
reforma y readaptación social de los penados; sí que inspirados además en la
institución de la prevención especial que destaca como fin de la pena la
resocialización y reincorporación del penado en la sociedad que dentro de
nuestras legisladoras, que regula la ejecución de la pena se han desarrollado
instituciones que contribuyan con dicho objetivo, como es el caso de los
beneficios penitenciarios.
Cuando una persona es privada de su libertad se le restringen diversos
derechos sin embargo es la educación y el trabajo los que de ninguna manera
pueden ser restringidos, si no por el contrario, es tarea de la autoridad
penitenciaria incentivar que los internos realicen labores y se eduquen,
buscando con ello, que los internos puedan acceder a un trabajo fuera del
centro penitenciario urna vez cumplida con su condena.
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CAPITULO I
REDENCION DE PENAS POR EL TRABAJO
SUMARIO.- 1°) La redención de penas por el trabajo como manifestación de la
individualización penal.- 2ª) La redención de penas como culminación del
proceso evolutivo del trabajo penitenciario.- 3ª) Derecho penal peruano.- 4ª)
Naturaleza jurídica de la redención.- 5ª) El trabajo como base y módulo de la
redención.- 6ª) Conclusiones.
1°) La redención de penas por el trabajo como manifestación de la
individualización penal.-
Individualización de la pena es el proceso de adaptación que se produce en el
sujeto, autor del hecho delictivo y la pena. Esta debe ser adecuada y
proporcionada a las características personales del delincuente.
El Estado en el ejercicio de su función represiva y preventiva de la criminalidad,
actúa en tres momentos que podemos precisar:
A. La individualización legal al definir el legislador los delitos y las penas
en que incurre el que delinque. Este momento corresponde al Derecho
penal, material o substativo, y es una conminación abstracta, una
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advertencia, para que no se cometan los hechos previstos por la ley
como delitos.
B. La individualización judicial. Cometido el delito, nos encontramos
frente a otra actuación del Estado: la realización de la ley penal por
medio de un procedimiento a cargo de los jueces. Y tenemos entonces,
el Derecho Procesal Penal que tiene por objeto aplicar (a sanción al
autor del delito. Sin su ayuda, el Derecho penal quedaría sin eficacia
práctica.
Desde que se comete el delito, nace para el Estado el Derecho y el
deber de aplicar la ley penal, lo que da origen a una relación jurídica con
el encuentro de estos dos derechos: el del Estado que sanciona y el del
imputado que exige que su responsabilidad sea previamente
determinada y aplicada la pena dentro de los límites legales.
El conjunto de las normas jurídicas por las cuales se aplica la sentencia
penal, prevista por las leyes, al que resulta ser autor de un delito,
constituye el proceso penal o juicio penal.
C. Individualización administrativa. Esclarecido este derecho, tenemos el
tercer momento en que el Estado ejecuta lo resuelto por el Juez,
aplicando la pena, en el caso concreto, al delincuente. El Juez por
exigencias del principio de legalidad, garantía de la seguridad jurídica,
se mueve dentro de los límites que la Ley le impone en orden a la
determinación de la pena. Hay que buscar, entonces la verdadera
individualización penal en su fase administrativa. Dictada la sentencia, y
cerrada la puerta de la prisión, queda en pie, ante la administración
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penitenciaria, la figura humana del delincuente, estamos ante lo que
FERRI llamó "el protagonista de la justicia punitiva".
Sí el objetivo del tratamiento penitenciario es la recuperación del delincuente,
habrá de ser su personalidad la que prime a la hora de elegir el tratamiento a
seguir y su duración.
Con ello queda apuntada la doble vertiente, cualitativa y cuantitativa, de la
individualización penitenciaria. La vertiente cualitativa hace referencia a la
elección de la pena o forma de tratamiento más idóneo a la personalidad del
delincuente; la vertiente cuantitativa se proyecta sobre la extensión temporal de
ese mismo tratamiento.
La duración de la pena impuesta por los jueces es un principio inalterable, y lo
es de modo absoluto en cuanto a su límite máximo. De ahí la importancia y
trascendencia de aquellas instituciones, dentro del marco de la indeterminación
relativa de la pena, permitan a la Administración penitenciaria su
individualización cuantitativa. Es el caso de la redención de pena por el trabajo.
2°) La redención de penas como culminación del proceso evolutivo
del trabajo penitenciario
La redención de penas representa la culminación del proceso evolutivo de su
dignificación.
En los primeros tiempos, el trabajo era impuesto a los condenados; y el trabajo
penitenciario no era más que un instrumento en manos del poder público para
aprovechar sus resultados económicos.
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En los tiempos actuales ha sucedido la fase de su consideración como
instrumento de corrección, pero naturalmente sin abandonar su antigua
finalidad en favor del poder público.
En los tiempos contemporáneos es cuando el trabajo penitenciario adquiere su
configuración de medio de readaptación social del penado.
Afirmamos que con la redención culmina el proceso de dignificación y
espiritualización del trabajo penitenciario, porque ahora sólo un medio
reformador del interno, sitio que también tiene de reducir la pena.
El trabajo penitenciario resulta potenciado al máximo: a) su eficacia es plena al
reeducar al interno; b) le prepara para su reinserción social; c) le proporciona el
medio de rehabilitarse ante sí mismo y ante la sociedad; y d) y por su propio
esfuerzo el interno anticipa el cumplimiento de la pena pronunciada por la
Justicia.
3°) Derecho positivo peruano.-
La redención de las penas por el trabajo tiene una sobria raíz española.
Se le encuentra en el Código de 1822, con apoyos bien diversos de los que hoy
día la soportan: se afincó en el arrepentimiento y en la enmienda, con fiel ajuste
a las ideas morales que dominaban el sistema de la prisión. Del Código del 22
pasó la redención a otras legislaciones.
La redención de penas por el trabajo sirve para acortar la duración de las
penas privativas de libertad, esencialmente en virtud del correcto cumplimiento
del trabajo, notoria buena conducta, participación en las actividades educativas
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que se organicen en el establecimiento y revelar por otros datos efectiva
readaptación social.
En realidad es un beneficio en favor del interno (art. 53 del C. de E. P.)
basado en la observancia de buena conducta, sintomática de la corrección del
mismo.
El art. 53 del C. de E.P. dice, en efecto: "El interno sentenciado redimirá
la pena mediante el trabajo, a razón de un día de pena por dos días de labor. El
interno, cualquiera que sea su situación jurídica, que reciba educación en sus
diversas modalidades bajo el control del órgano técnico del establecimiento
penitenciario, redimirá un día de pena por dos días de estudio. Los beneficios
de la reducción de la pena por el trabajo y el estudio no son acumulables".
El Reglamento transcribe el artículo anterior, pero añade en su art. 86:
“La redención de pena por el trabajo y el estudio se aplicará: a) Para el
cumplimiento de la pena; b) Libertad bajo vigilancia de acuerdo al C. de P.P.; c)
Semi—Libertad; y d) Libertad condicional”.
Como se puede observar la regulación de la redención ha quedado tan
ampliamente fijada que podemos decir que hoy día tiene aplicación
prácticamente a todos los internos, con muy ligeras excepciones. Incluso ni
siquiera la observancia de la buena conducta es requisito ahora para su
concesión, pues la capacidad para redimir sigue subsistiendo con la comisión
de alguna falta, pues conforme al art. 87 del Reglamento: "El interno que
observara mala conducta durante la jornada de trabajo o en el horario de
enseñanza o aprendizaje, perderá el derecho a que se le compute dicha
jornada para la redención de la pena, sin perjuicio de las sanciones
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disciplinarias que se le imponga conforme al Código de Ejecución Penal y el
presente Reglamento".
Hay dos modo de entender y aplicar la remisión: el matemático o
mecánico y e! lógico. El sistema matemático de reducción penal atiende sólo al
tiempo transcurrido; basta con el curso de ciertos años y de una proporción
determinada de la pena para que opere la reducción. El sistema mecánico
agrega al paso del tiempo otros factores, demasiados simples, sin embargo por
ser puramente objetivos: el trabajo, la educación o la instrucción, también es un
desvaido fundamento para la reducción penal, si es que suponemos, como en
efecto, suponemos, que aquélla no constituye un instrumento de premio
automático, sino una herramienta de readaptación.
Se ha de ir a una concepción lógica de redención penal. Esta ha
substituido a una de las instituciones más desacreditadas—salvo en lo que
respecta a la delincuencia política—, que es el indulto. La suspensión
carcelaria no es un problema de gracia o de desgracia, no apareja, en esencia,
un perdón. No es algo en que juegue el peor o mejor humor del soberano o la
más o menos aparatosa celebración de alguna fecha significativa. Sólo tiene
aquí importancia el reconocimiento de la rehabilitación, acto de técnica, no de
mecánica autoridad.
4°) Naturaleza jurídica de la redención.-
Hay dos criterios contrapuestos: a) Los que ven en la redención un
beneficio de naturaleza graciable; y b) Los que consideran que se trata de un
derecho subjetivo del interno.
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La redención de penas por el trabajo no es ni lo uno ni lo otro. Es una
institución de Derecho Público que constituye una expresión de la
individualización penal en su fase administrativa. Su aplicación obedece a las
exigencias individualizadoras del tratamiento. La institución no crea una
situación activa de titularidad en favor del condenado, sino que sólo produce un
interés natural y legítimo a su actuación, una posibilidad de aprovechamiento
de su beneficio. Sin embargo, no corrobora esta tesis, la expresión de la ley:
"El internó sentenciado redimirá la pena mediante el trabajo.
Ahora bien, dada la circunstancia de que nuestra ley no establece las
circunstancias excluyentes de la redención, cuál es el criterio que debe
seguirse para otorgar o denegar la autorización?.
La solución se haya en razones de tipo penitenciario, en función de la
naturaleza de la institución, en tanto en cuanto el interno se reforme.
5°) El trabajo como módulo y base de la redención.-
La redención de penas se apoya en el trabajo penitenciario.
El trabajo constituye en el exterior (en libertad), un derecho social de
finalidad económica. En el interior, junto con esa finalidad yace la de
rehabilitarse, de dignificarse. Por esta última finalidad, más que por la primera,
el trabajo penitenciario debe reglamentarse se requieren medidas concretas
que faciliten la justicia social.
Comprender la función social de las labores penitenciarias, significa, en
primer término tener conciencia de que el interno forma parte de la comunidad,
lo que implica el respeto de ésta para con ellos; y en segundo lugar, entender
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que el interno ha creado un problema a la sociedad al transgredir la ley—
independientemente de aquellas que otorgan sentencias absolutorias---y que
su rehabilitación y readaptación social representa una erogación que la
sociedad misma absorbe por lo que, con justicia, puede y debe solicitar de él
una contribución.
La contribución o aportación del interno a la sociedad presenta varias
formas: a) la ayuda o sostenimiento económico para su familia; b) El pago de
sus alimentos y vestidos durante su reclusión; c) el pago de la reparación del
daño causado por el delito cometido.
Como finalidades del trabajo penitenciario recibimos tres que creemos
ajustadas a la realidad peruana del momento: a) Terapia ocupacional
(laboraterapia); b) Capacitación; c) Ayuda económica.
La Autoridad Penitenciaria es la llamada a calificar el trabajo a efectos
de redención; facultad que responde a la necesidad de exigir una intensidad y
calidad determinadas al trabajo penitenciario para reconocerle la virtualidad de
redimir la pena.
Pensando, sin duda, en estas característica cualitativa y cuantitativas
mínimas de trabajo, la ley estableció la proporción de la redención de un día de
condena por cada dos de trabajo.
6°) Conclusiones.-
A manera de resumen, podemos concluir:
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Primero.- El trabajo para el interno no sólo constituye una obligación, sino un
derecho, puesto que entre los beneficios se levanta el de la redención de pena,
uno de los más anhelados.
Segundo.- La redención de penas por el trabajo o la educación es una
institución típicamente española, que sirve para acortar la duración de las
penas privativas de libertad, en virtud del trabajo o de la educación.
Tercero.- Para que opere el beneficio de la redención se requiere la
concurrencia de dos elementos: uno objetivo, compuesto por la reducción de
un día de privación de libertad por cada dos de trabajo, la buena conducta
demostrada y la participación en las actividades educativas que se organicen
en los establecimientos penales; y otro subjetivo que consiste en probar la
existencia de una auténtica readaptación social, la que sólo podrá determinarse
a través del examen y análisis que se haga de la personalidad del interno.
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CAPITULO II
LA REDENCIÓN DE LA PENA POR LA EDUCACIÓN
1. CONCEPTO E IMPORTANCIA.-
Al solicitar la libertad definitiva del interno por haber cumplido la pena
impuesta en la sentencia, a la que se ha computado los días remitidos por el
trabajo o educación realizados en el Establecimiento Penitenciario.
El beneficio de la redención de la pena por el trabajo y a la educación le
ofrece al interno una mejor instancia en el Establecimiento Penitenciario y le
resulta importante para su tratamiento por que le permite mantenerse ocupado
y sentirse útil, e incrementar sus conocimientos.
“El trabajo en el campo Penitenciario se convierte en un elemento capaz
de transformar la conducta del interno hacia una relación que motive y valore la
actividad tendente, a lograr no solo el sostenimiento del recluso si no que este
pueda mantener a la familia, haciendo del encierro una permanencia útil para él
mismo y los suyos. El trabajo contribuye a la mejora espiritual y física del
interno, evitando la serie de actos contrarios al tratamiento que se dan en la
prisión como consecuencia de la prisionalización”.
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A través de este beneficio se contribuye la rehabilitación del delincuente,
de tal forma que permita asegurar que no volverá a delinquir y que actuará en
adelante por el buen camino. Pero también es importante que el esfuerzo por
hacer del interno una persona resocializada se vea complementada con el
apoyo de la sociedad cuando egrese del penal, brindándole un ambiente no
hostil no delincuencial, que podría perjudicar su aprendizaje.
Un complemento de la contribución a la rehabilitación del delincuente, es
el ingreso económico que percibe por el trabajo efectuado. Esta retribución no
solo coopera económicamente con su familia, le sirve para pagar la reparación
civil impuesta en la sentencia y acortar el plazo en el que se encontrará
privado de su libertad.
La inclusión en nuestra norma de este beneficio, incentiva el proceso de
rehabilitación del delincuente, permite conservar la disciplina.
Para los internos representa un avance en su readaptación, le incentiva
a mantener una buena conducta, a trabajar y estudiar, requisitos necesarios
para el otorgamiento de este beneficio conforme lo establece el Código de
Ejecución Penal. El aprendizaje y el trabajo reprimen en el interno la ociosidad
y otros hábitos que conviven el comportamiento delincuencial.
Es necesario participar en las actividades laborales programadas por la
administración, siendo necesarios a efectos de establecer el cómputo de los
días, para llevar un control del tiempo laborado.
El otorgamiento del beneficio de la redención del a pena por el trabajo y
la educación, permite obtener la libertad bajo vigilancia en audiencia
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extraordinaria, cuando el tiempo de detención sumada a la redención de la
pena por el trabajo o la educación es igual a la pena, de igual forma permite
alcanzar la liberta condicional ante el cumplimiento de la mitad o las tres
cuartas partes de la pena impuesta, con la correspondiente disminución el
computo laboral o educativo, finalmente permite alcanzar la liberación definitiva
con anticipación a la fecha fijada en la sentencia siempre que no haya sido
beneficiado con anterioridad con un beneficio penitenciario.
De lo mencionado se desprende la importancia que tiene este beneficio
no solo en el Tratamiento Penitenciario, o en la permanencia del interno en el
Establecimiento Penitenciario, si no en la obtención de la libertad a través de
otros beneficios, manteniéndolo sujeto al cumplimiento de las normas internas
del penal y al buen comportamiento.
Es necesario entonces que se realicen programas de trabajo que le
permita al interno laborar y acceder a este beneficio, en la actualidad buen
número de ellos realizan labores para la penitenciaria, la misma que debe
llevar, como se dijo ante, un control detallado de ello a efectos de calcular el
computo de los días, por lo que una distribución de las labores sería
beneficiosa para los internos, para que de esta manera un mayor número de
internos pueda acceder a este beneficio. En cuanto al control de la asistencia y
las evaluaciones que se efectúen.
2. EN NUESTRA LEGISLACIÓN.-
DECRETO LEGISLATIVO N° 1296 QUE MODIFICA EL CÓDIGO DE
EJECUCIÓN PENAL EN MATERIA DE BENEFICIOS PENITENCIARIOS DE
15
REDENCIÓN DE LA PENA POR EL TRABAJO O LA EDUCACIÓN, SEMI -
LIBERTAD Y LIBERACIÓN CONDICIONAL
Artículo 1º.- Objeto de la norma
La presente norma modifica el Código de Ejecución Penal con el objeto
de reformular el modelo de otorgamiento de los beneficios penitenciarios de
redención de pena por el trabajo o la educación, de semi-libertad y de
liberación condicional.
Artículo 2º.- Modificación de los artículos 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, 53,
54, 55, 56 y 57 del Código de Ejecución Penal
Modifícanse los artículos 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 55, 56 y 57
en los siguientes términos:
“CAPITULO CUARTO
BENEFICIOS PENITENCIARIOS
SECCIÓN II
REDENCION DE LA PENA POR EL TRABAJO Y LA EDUCACIÓN
Artículo 44º.- Redención de pena por el trabajo
El interno ubicado en la etapa de mínima y mediana seguridad del
régimen cerrado ordinario redime la pena mediante el trabajo a razón de un día
de pena por dos días de labor efectiva.
En caso de encontrarse en la etapa de máxima seguridad del régimen
cerrado ordinario, la redención será a razón de un día de pena por cuatro días
de labor efectiva.
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En caso de encontrarse en la etapa “C” del régimen cerrado especial, la
redención será a razón de un día de pena por cinco días de labor efectiva.
En caso de encontrarse en la etapa “B” del régimen cerrado especial, la
redención será a razón de un día por seis días de labor efectiva.
En caso de encontrarse en la etapa “A” del régimen cerrado especial, la
redención será a razón de un día de pena por siete días de labor efectiva.
Los regímenes penitenciarios y las etapas aplicables a los internos se
encuentran regulados en el Reglamento del Código de Ejecución Penal.
Artículo 45º.- Redención de pena por estudio
El interno ubicado en la etapa de “mínima” y “mediana” seguridad del
régimen cerrado ordinario redime la pena mediante la educación a razón de un
día de pena por dos días de estudio, aprobando previamente la evaluación
periódica de los estudios.
En el caso de encontrarse en la etapa de “máxima” seguridad del
régimen cerrado ordinario, la redención será a razón de un día de pena por
cuatro días de estudio, aprobando previamente la evaluación periódica de los
estudios.
En caso de encontrarse en la etapa “C” del régimen cerrado especial, la
redención será a razón de un día de pena por cinco días de estudio, aprobando
previamente la evaluación periódica de los estudios.
17
En caso de encontrarse en la etapa “B” del régimen cerrado especial, la
redención será a razón de un día de pena por seis días de estudio, aprobando
previamente la evaluación periódica de los estudios.
En caso de encontrarse en la etapa “A” del régimen cerrado especial, la
redención será a razón de un día de pena por siete días de estudio, aprobando
previamente la evaluación periódica de los estudios.
Artículo 46º.- Improcedencia y casos especiales de redención de pena por
trabajo o estudio.
No es procedente el beneficio penitenciario de redención de la pena por el
trabajo o la educación para aquellos internos que hayan cometido delitos
vinculados al crimen organizado conforme a la Ley 30077 Ley Contra el Crimen
Organizado.
En los casos de internos que hayan cometido los delitos previstos en los
artículos 107, 108, 108-A, 108-B, 153, 153-A, 200, 279-G, 297, 317, 317-A,
317-B y 319 a 323 del Código Penal, la redención de pena por el trabajo o la
educación se realiza a razón de un día de pena por seis días de labor o de
estudio, respectivamente.
Los reincidentes y habituales de cualquier delito, siempre que no se
encuentre prohibida la redención, redimen la pena mediante el trabajo o la
educación a razón de un día de pena por siete días de labor efectiva o de
estudio, respectivamente.
Artículo 47º.- Sobre la acumulación de la redención de pena por el estudio y el
trabajo
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El beneficio de la redención de la pena por el trabajo y la educación no
es acumulable cuando estos se realizan simultáneamente.
Siempre que la ley no prohíba la redención, el interno podrá acumular el
tiempo de permanencia efectiva en el establecimiento penitenciario con el
tiempo de pena redimido por trabajo o educación para el cumplimiento de la
condena o el cumplimiento del tiempo requerido para acceder a la semi-libertad
o a la liberación condicional. En estos casos se deberá cumplir con el
procedimiento y requisitos establecidos por el Reglamento.1
3. TRÁMITE.-
Solicitud al juez que conoció el proceso, adjuntando los requisitos como:
copia certificado de testimonio de condena, certificado de buena
conducta expedida por la autoridad competente del Establecimiento
Penitenciario, certificado de ingreso, certificado de los días redimidos por
el trabajo o educación por el INPE.
El juez remitirá la solicitud al Fiscal Provincial Penal, para que emita su
dictamen el que será efectuado dentro del tercer día.
Recibido el Dictamen el juez resolverá la solicitud dentro del mismo
término; contra lo resuelto por el juez procede recurso de apelación.
Una vez concedido el beneficio el interno que no observe las reglas
establecidas durante la jornada de trabajo o de educación, perderá el
derecho al cómputo de dicha jornada para la redención de la pena.
4. LIMITACIONES.-
1
http://busquedas.elperuano.pe/normaslegales/decreto-legislativo-que-modifica-el-codigo-de-
ejecucion-pena-decreto-legislativo-n-1296-1468962-3/
19
En los casos en que el interno sea sancionado disciplinariamente con
aislamiento no puede redimir la pena mientras dure dicha medida.
La Sanción Disciplinaria de Aislamiento: Es de aplicación sólo en los casos,
en que el interno manifiesta agresividad o violencia y cuando en forma
reiterada y gravemente altera la normal convivencia en el Establecimiento
Penitenciario. Para aplicar esta sanción se necesita previamente de informe
médico el que puede suspender o modificar la sanción de acuerdo al estado de
salud del interno. No se aplica esta sanción:
A la mujer gestante
A la madre que tuviera hijos consigo,
Al interno mayor de sesenta años
5. INAPLICABILIDAD.-
DE ACUMULACIÓN.
El beneficio de la redención de la pena por el trabajo y la educación, no
es acumulable cuando estos se realizan simultáneamente. Se accede a este
beneficio sea por el cómputo de los días trabajados como por los estudiados,
pero no los dos a la vez. Si el intento estudia y trabaja a la vez, realiza las dos
actividades en el día, no puede computarse el día trabajado dos veces en cada
modalidad. Se tendrá en cuenta el día como trabajado o estudiado a elección
del interno, de no ser así se daría el uno por uno, no contemplado por nuestra
legislación.
20
CAPITULO III
LA LIBERTAD CONDICIONAL
I. DEFINICIONES:
Define Antón Oneca (1), la libertad condicional como “la concedida a los
condenados a privación de libertad en el último período de su condena bajo la
condición de observar buena conducta”. La libertad condicional se enmarca
dentro de los diversos períodos en los que la intensidad del régimen y la forma
de ejecución de la pena no son las mismas durante toda su duración, sino que
van evolucionando hacia la libertad. El último período de la ejecución de la
pena puede constituirlo la libertad condicional.
Actualmente, la LOGP ha abandonado el sistema progresivo y acoge el
llamado sistema de individualización-científica de la pena, en el que se
establecen tres grados, el último de los cuales es el de la libertad condicional
(cfr. artículo 72 LOGP).Actualmente, la LOGP ha abandonado el sistema
21
progresivo y acoge el llamado sistema de individualización-científica de la
pena, en el que se establecen tres grados, el último de los cuales es el de la
libertad condicional (cfr. artículo 72 LOGP).
La libertad condicional es una medida alternativa a una pena privativa de
libertad, como la prisión o el arresto domiciliario, que contemplan los
ordenamientos jurídicos de algunos países, y que es posible imponer en la
sentencia cuando se cumplen ciertos requisitos establecidos en la ley, que le
permite al condenado por un delito cumplir su sanción penal en libertad,
aunque sujeto a ciertas obligaciones o bajo ciertas condiciones, por ejemplo, no
cometer nuevos delitos o faltas. En caso de incumplir tales condiciones, la
persona a la cual se le ha concedido la libertad condicional debe cumplir su
condena en la cárcel.
Del mismo modo, esta figura es contemplada en ciertos sistemas legales
como una medida de rehabilitación, que le permite al condenado, tras cumplir
una cierta proporción de la pena impuesta y otros requisitos, terminar su
condena en libertad, aunque sujeto a ciertas condiciones.
La liberación condicional es el último de los regímenes penitenciarios
progresivos, en el que el liberado sigue siendo técnicamente un penado,
aunque su vida transcurre en libertad efectiva, sólo recortada en algunos
sistemas por la vigilancia y sujeción de determinadas restricciones y, en todo
caso, sujeta a la condición de buen comportamiento hasta el momento de
pronunciarse el licenciamiento efectivo. De ahí, precisamente, la terminología
de “condicional” con que recoge en los sistemas latinos, o “bajo palabra” en lo
anglosajones.
22
CODIGO DE EJECUCION PENAL
Artículo 53.- Liberación condicional
La liberación condicional se concede al sentenciado que ha cumplido la mitad
de la pena, siempre que no tenga proceso pendiente con mandato de
detención. En los casos de los delitos a que se refiere el artículo 46, la
liberación condicional, podrá concederse cuando se ha cumplido las tres
cuartas partes de la pena y previo pago del íntegro de la cantidad fijada en la
sentencia como reparación civil y de la multa o, en el caso del interno
insolvente, la correspondiente fianza en la forma prevista en el artículo 183 del
Código Procesal Penal. Este beneficio no es aplicable a los agentes de los
delitos tipificados en los artículos 296, 297, 301, 302 y 319 a 323 del Código
Penal
II. CONDICIONES DE CONCESIÓN
Conforme al artículo 90.1 del Código penal (español)2:
“Se establece la libertad condicional en las penas privativas de líbertad para
aquellos sentenciados en quienes concurran las circunstancias siguientes:
1a. Que se encuentren en el tercer grado de tratamiento penitenciario.
2
ANTÓN ONECA, Derecho penal, Parte General, Madrid, 1986, p. 547.
a dp1 La libertad condicional, a diferencia del caso español, se encuentra reconocido
dentro del catálogo de beneficios penitenciarios a que alude el artículo 42 del Código
de ejecución penal; al respecto: SOLÍS ESPINOZA, Ciencia penitenciaría y Derecho de
ejecución penal, Lima, 1999, pp. 301 y ss.; GARAYCOTT ORELLANA, Comentarios al
Código de ejecución penal, Lima, 2000, pp. 100-105.
23
2a. Que hayan extinguido las tres cuartas partes de la condena
impuesta.
3a. Que hayan observado buena conducta, y exista respecto de los
mismos un pronóstico individualizado y favorable de reinserción social,
emitido por los expertos que el Juez de Vigilancia estime convenientes”.
Existen unas condiciones mínimas para la concesión de la libertad
condicional que conforman la regla general y, junto a estas, unos supuestos
excepcionales de concesión, aunque no concurran aquellas condiciones. Así
pues, distinguiremos entre las condiciones mínimas y los supuestos
excepcionales.
2.1. Condiciones mínimas
El artículo 903 exige tres condiciones de carácter objetivo y dos de carácter
subjetivo.
2.1.1. Objetivas
Naturaleza de las penas
Ha de tratarse de penas privativas de libertad.
En tercer grado
El Código exige que los sentenciados “se encuentren en el tercer grado
de tratamiento penitenciario”.
Aquel interno que no se encuentre previamente clasificado en tercer
grado (establecimiento de régimen abierto), aunque concurran los de más
3
a dp2 Los requisitos para la procedencia de la libertad condicional se encuentran
regulados en el artículo 53 del Código de ejecución penal.
24
requisitos, no podrá obtener la libertad condicional. Esto, por una parte, supone
una progresión absoluta y. por otra parte, no debe olvidarse que la clasificación
es actividad de la administración penitenciaria (el Juez de Vigilancia solo
conoce los recursos referentes a la clasificación inicial y a las progresiones y
regresiones de grado (artículo 76.2. f) de la LOGP).
Extinguidas las tres cuartas partes de la pena
- Una sola condena
Otro de los requisitos exigidos por el artículo 90 del CP es que el penado
haya extinguido las tres cuartas partes de la pena. Lo que significa también que
la libertad condicional tiene una duración de un cuarto de la pena, y que, por
tanto, es variable en función de la duración de esta. Así, no durará lo mismo si
se trata de una pena de cuatro años, que si es una pena de doce años. Esto
plantea el tema de si la concesión es automática, una vez transcurridas las tres
cuartas partes, o facultativa4. Evidentemente, lo más adecuado es defender
una solución que impida automatismos. Dicho esto, la variación de la duración
de la libertad condicional es aun mayor pues, con idéntica duración de pena, un
interno puede obtener la libertad condicional al cumplir las tres cuartas partes
de la pena, mientras que otro puede obtenerla cuando haya extinguido más
4
Similar interrogante podría plantearse en el caso peruano. En n i opinión tos términos
del artículo 53 del Código de ejecución penal establecen - lo que debería corregirse de
lege ferenda- una obligación ai operador de justicia penal de conceder la liberación
condicional al sentenciado que cumpla los requisitos establecidos en el mencionado
precepto. De otra opinión GARAYCOTT ORELLANA, Comentarios al Código de ejecución
penal pp. 101-102, considera que el requisito de un informe técnico de readaptación
establecido mediante el artículo 54.5 del Código de ejecución penal hace facultativa te
concesión de la libertad condicional) que exige que e l interno experimente una
progresión en su proceso de adaptación*.
25
pena. Las tres partes de la pena suponen el límite mínimo para que pueda ser
concedida, pero no es el único momento de concesión.
Para el cómputo de las tres cuartas partes de la pena es indiferente la
forma de extinción de la misma. El Código solo exige que el penado haya
extinguido esa parte de la condena, La extinción pue de producirse por indulto,
por redención ordinaria, etc. El artículo 193 del Reglamento penitenciario dicta
unas normas para realizar el cómputo, que son las siguientes:
1 (a) El tiempo de condena que fuera objeto de indulto se rebajará al penado
del total de la pena impuesta, a los efectos de aplicar la libertad condicional,
procediendo como si se tratara de una nueva pena de inferior duración.
2 a) Cuando el penado sufra dos o más condenas de privación de libertad, la
suma de las mismas será considerada como una sola condena a efectos de
aplicación de la libertad condicional, Si dicho penado hubiera sido objeto de
indulto, se sumará igualmente el tiempo indultado en cada una para rebajarlo
de la suma total”.
Sin embargo, no estamos conformes con la totalidad de la regulación
reglamentaria citada, que entendemos transgrede lo normado en el Código. No
es posible ahora realizar un examen exhaustivo de este precepto
reglamentario, por lo que simplemente señalaremos que el artículo 130-3 del
CP establece como una de las formas de extinción de la responsabilidad penal,
el indulto, por lo que el penado al que se le ha concedido un indulto parcial ha
extinguido la parte de la pena indultada y no es correcto computar---como hace
el artículo 193 del Reglamento--- como si se tratara de nueva pena de menor
duración. Así, por ejemplo: pena de doce años; 3/4 partes = nueve años; se le
26
indultan tres años (1/4 de la pena); si consideramos que 1/4 la tiene extinguida
por el indulto, necesitará seis años para cumplir el requisito de llevar 3/4 de
extinción. Por el contrario, si computamos conforme al Reglamento, la nueva
pena será de nueve años, es decir, precisará de 6,75 años (casi siete años)
para cumplir el requisito. Ha de estarse, sin duda, a lo dispuesto en el artículo
90 del CP en relación con el artículo 130-3 del mismo Código.
Conviene indicar que, como veremos más adelante, existen supuestos
excepcionales que reducen este requisito de tiempo.
- Varias condenas
Uno de los problemas graves que pueden plantearse se refiere al
supuesto de que el penado tenga que cumplir varias condenas.
Acabamos de ver que, conforme al artículo 193-2 del Reglamento
penitenciario, la suma de las mismas se considerará como una sola condena a
efectos de aplicación de la libertad condicional. Ello no plantea grandes
problemas cuando son todas tenidas en cuenta al momento de acordar la
concesión del beneficio.
Pero podemos preguntamos qué ocurriría si, concedida la libertad
condicional, el penado es condenado en otra sentencia por hecho anterior.
¿Puede esta nueva pena ser sumada también a las anteriores o, por el
contrario, ha de entenderse que el artículo 193-2 se refiere solo a aquellas que
se tienen en cuenta en el tiempo de la concesión de la libertad condicional?
27
A nuestro juicio, esta última solución conduce al absurdo de que el
penado cumpla independientemente esta condena y luego continúe el período
de libertad condicional que le restaba por cumplir.
Evidentemente esta solución pugna con el sistema de la libertad condicional.
Entendemos que el conjunto (la suma de penas) de la condena única a
efectos de la libertad condicional puede rehacerse cuantas veces fuere preciso,
para así incluir en el nuevo conjunto la última condena (y así se hace en los
casos de refundiciones sucesivas de condenas, con arreglo al artículo 76 del
Código penal; o en el supuesto de errores o inexactitudes, a que se refiere al
artículo 199.4 del Reglamento penitenciario). De manera que habrá que
distinguir: a) si el penado ya terminó el período de libertad condicional y se
encuentra en situación de libertad definitiva, la nueva pena no es incluible en el
conjunto del artículo 193-2 del Reglamento penitenciario;
b) si el penado se encuentra todavía en período de libertad condicional cuando
recae la nueva condena, entonces esta debe, “en su caso”, ser sumada a
efectos de obtener una sola pena final, sobre la que se calculará el período de
las tres cuartas partes.
Y decimos “en su caso”, pues lo que ocurre es que en tal supuesto serán
reexaminados los requisitos, objetivos y subjetivos que avalan la concesión de
la libertad condicional de esa nueva pena así considerada. Sobre esa nueva
pena es sobre la que tendrá que pronunciarse el juez de vigilancia penitenciaria
en cuanto a la concesión del beneficio.
2.1.2. Subjetivas
28
Buena conducta
Otro requisito para poder conceder la libertad condicional es, conforme
al artículo 90.3, “que hayan observado buena conducta”5.
Ha sido criticado este requisito, por entender que la simulación podría
impedir observarlo correctamente y, por otra parte, como señala Quintano 6,
porque no es siempre el que más fácilmente se somete a las normas de la
buena conducta carcelaria el que luego, una vez en libertad, se adaptará a las
normas tan distintas de la convivencia social. Por lo que señalaba que podía
ser un “fácil premio a la doblez y a la hipocresía”. Pese a todo, Quintano
mantuvo que el requisito de la buena conducta era de fácil crítica, pero de difícil
sustitución, por lo que era necesario mantenerlo.
Desde un punto de vista constitucional, este requisito merece, a nuestro
juicio, una severa crítica. En un Derecho penal de un Estado social y
democrático de derecho, las valoraciones para incriminar o para restringir
derechos o beneficios deben operar sobre hechos concretos y no sobre formas
de ser o de conducirse en la vida.
Al tratarse de un requisito formulado en “positivo” (que merezca dicho
beneficio por haber observado buena conducta) se invierte la carga de la
prueba, con la consecuencia de obligar al sujeto a ser él quien demuestre que
5
El Código de ejecución penal peruano -reiteramos lo señalado en la anotación
anterior- nada dice respecto a la exigencia de buena conducta o progreso en la
resocialización del penado, pues aunque es cierto que el artículo 54 del Código de
ejecución penal establece que el expediente de libertad condicional debe contener un
“certificado de conducta", no exige que este contenga una valoración positiva de la
conducta del penado.
6
QUINTANO, Comentarios al Código penal, Madrid, 1966, p. 420.
29
ha observado buena conducta. Una formulación en “negativo” (por ejemplo:
“que no haya cometido faltas graves o leves” o “que no haya observado mala
conducta”) obligaría, por el contrario, a que, para negar el beneficio, fuera
preciso destruir la presunción favorable al reo.
Pronóstico de reinserción social
El último requisito que exige el Código es que exista, respecto de los
condenados, “un pronóstico individualizado y favorable de reinserción social”.
Este requisito debe conectarse con el artículo 195 del Reglamento
penitenciario. Conforme a este artículo el expediente contendrá la
manifestación del interesado sobre la localidad en que piensa fijar su
residencia. Asimismo, deberá manifestar el trabajo o medio de vida de que
dispondrá al salir en libertad o, en el supuesto de que no disponga, informe de
los servicios sociales sobre la posibilidad de trabajo en el exterior.
A nuestro juicio, este requisito es de fácil concurrencia, pues no debe
olvidarse que se trata de un condenado que ya se encuentra en tercer grado de
tratamiento penitenciario.
III. SUPUESTOS EXCEPCIONALES
Junto a los casos ordinarios, en los que la concesión de la libertad
condicional exige el concurso de los requisitos examinados, existen otros
supuestos de excepción en los que puede ser concedida la libertad condicional
aunque no concurran los requisitos indicados7.
7
La legislación penal o penitenciaria nacional no comprende tales supuestos
excepcionales.
30
Estos supuestos son: el relativo a los septuagenarios, el referente a los
enfermos muy graves, con padecimientos incurables, y los de adelantamiento
de la libertad condicional.
3.1. Septuagenarios
Señala el artículo 92 del Código penal (v. artículo 196 Reglamento
penitenciario) que “los sentenciados que hubieran cumplido la edad de setenta
años, o la cumplan durante la extinción de la condena, y reúnan los requisitos
establecidos, excepto el haber extinguido las tres cuartas partes de aquella, o,
en su caso, las dos terceras, podrán obtener la concesión de la libertad
condicional”.
3.2. Enfermos incurables
El párrafo segundo del artículo 92 del Código penal señala que el mismo
criterio que con los septuagenarios, se aplicará “cuando, según informe
médico, se trate de enfermos muy graves, con padecimientos incurables”.
3.3. Adelantamiento de la libertad condicional
Señala el artículo 91 del Código penal que “excepcionalmente cumplidas
las circunstancias 1a y 3a del apartado 1 del artículo anterior, el juez de
Vigilancia Penitenciaria podrá conceder la libertad condicional a los
sentenciados a penas privativas de libertad que hayan extinguido las dos
terceras partes de su condena, siempre que merezcan dicho beneficio por
haber desarrollado continuadamente actividades laborales, culturales u
ocupacionales”.
31
En el mismo sentido, y considerándolo claramente como un beneficio
penitenciario, el artículo 205 del Reglamento penitenciario.
IV. PROCEDIMIENTO
4.1. Expediente
La tramitación es muy sencilla. Con antelación suficiente, cuando el
penado va a cumplir las tres cuartas partes de la condena, la Junta de
Tratamiento iniciará un expediente. En este se invitará al penado a que fije
residencia y manifieste si posee empleo o medio de vida y si acepta la tutela y
control de un miembro de los servicios sociales del Centro. En el expediente
constará el informe pronóstico final de la Junta de Tratamiento emitido
conforme al artículo 67 LOGP. Concluido el expediente, será examinado por la
Junta de Tratamiento, que lo elevará, previo acuerdo, pudiendo proponer la
aplicación de una o varias de las reglas de conducta previstas en el artículo
105 del Código penal, al Juez de Vigilancia para la resolución que proceda
(artículos 194 al 198 del Reglamento penitenciario). El contenido del
expediente de libertad condicional está recogido exhaustivamente en el artículo
195 del Reglamento penitenciario8.
El Consejo Técnico Penitenciario, de oficio o a pedido del interesado, en un
plazo de diez días, organiza el expediente de liberación condicional, que debe
contar con los siguientes documentos:
8
Sobre la formación del expediente de liberación condicional se ocupa el artículo 54
del Código de ejecución penal. En el citado precepto se señala que el Consejo Técnico
Penitenciario debe rá, de oficio o a pedido de parte y en plazo de 10 días, formar el
expediente respectivo, que deberá contener a) testimonio de condena, b) certificado
de conducta, c) certificado de no tener proceso pendiente con mandato de detención,
d) certificado de cómputo laboral o de estudio, y e) informe sobre el grado de
readaptación del interno de acuerdo a la evaluación del Consejo Técnico Penitenciario.
32
1) Testimonio de condena.
2) Certificado de conducta.
3) Certificado de no tener proceso pendiente con mandato de detención.
4) Certificado de cómputo laboral o estudio, si lo hubiere.
5) Informe sobre el grado de readaptación del interno, de acuerdo a la
evaluación del Consejo Técnico Penitenciario.
La liberación condicional se concede por el Juzgado que conoció el proceso.
Recibida la solicitud de otorgamiento del beneficio de liberación
condicional, que debe estar acompañada de los documentos originales que
acrediten el cumplimiento de los requisitos, el Juez la pone en conocimiento del
Fiscal correspondiente, quien emite dictamen pronunciándose por su
procedencia o denegatoria, en el plazo improrrogable de cinco días. Recibido el
dictamen fiscal, el Juez resuelve dentro del término de diez días en Audiencia,
que se realiza con la presencia del solicitante, el Fiscal y el Juez. En dicha
diligencia se dará lectura a las piezas más importantes del expediente de
petición. El Fiscal fundamentará oralmente las razones por las que conviene o
rechaza la petición de concesión del beneficio, luego hará uso de la palabra el
Abogado Defensor, lo que constará en el Acta de la Audiencia.
El beneficio será concedido en los casos que la naturaleza del delito
cometido, la personalidad del agente y su conducta dentro del establecimiento,
permitan suponer, que no cometerá nuevo delito.
33
Contra la resolución procede recurso de apelación, en el plazo de tres
días.
4.2. Resolución: normas de conducta
El Juez de Vigilancia resuelve la propuesta de libertad condicional en la
forma que estime más adecuada (artículos 76.2 b de la LOGP y 90.2 del
Código penal)9.
Señala el artículo 90.2 que “el Juez de Vigilancia, al decretar la libertad
condicional de los penados, podrá imponerles la observancia de una o varias
de las reglas de conducta previstas en el artículo 105 del presente Código”10.
V. TUTELA Y CONTROL
Conforme al artículo 200 del Reglamento penitenciario:
1. Para su adecuado seguimiento y control, los liberados condicionales se
adscribirán al centro penitenciario o al Centro de Inserción Social más
próximo al domicilio en que vayan a residir.
2. El seguimiento y control de los liberados condicionales, hasta el
cumplimiento total de la condena o, en su caso, hasta la revocación de
la libertad condicional, se efectuarán por los servicios sociales
penitenciarios del centro al que hayan sido adscritos, con arreglo a las
directrices marcadas por la Junta de Tratamiento correspondiente.
9
En el caso peruano, quien decide la concesión del beneficio de liberación condicional
es el juez
penal que conoció el proceso que originó el internamiento (artículo 55 del Código de
ejecución penal).
10
Similar es el artículo 56 del Código de ejecución penal peruano.
34
3. Con este fin, la Junta de Tratamiento, como continuación del modelo de
intervención de los penados, elaborará un programa individualizado para
el seguimiento de los liberados condicionales que se adscriban al centro
penitenciario, que será ejecutado por los servicios sociales del mismo.
4. Las reglas de conducta que imponga, en su caso, el Juez de Vigilancia,
se incorporarán al programa a que se refiere el apartado anterior.
5. Los informes que soliciten las autoridades judiciales y los órganos
responsables del seguimiento y control de los liberados condicionales,
los realizarán los servicios sociales penitenciarios del centro
correspondiente.
VI. LA REVOCACIÓN DE LA LIBERTAD CONDICIONAL
El Código penal en el artículo 93 trata la revocación de la libertad
condicional concedida y, conforme a ello, establece que “el período de libertad
condicional durará todo el tiempo que le falte al sujeto para cumplir su condena.
Si en dicho período el reo delinquiere o inobservare las reglas de conducta
impuestas, el Juez de Vigilancia Penitenciaria revocará la libertad concedida, y
el penado reingresará en prisión en el período o grado penitenciario que
corresponda, sin perjuicio del cómputo del tiempo pasado en libertad
condicional”.
Así pues, las causas de revocación de la libertad condicional son
únicamente dos: la inobservancia de las reglas de conducta y la comisión de
nuevo delito11. En ambos casos se revocará la libertad condicional decretada y
se ordenará el ingreso en prisión del que disfrutaba del beneficio. En cuanto a
Las causales de revocación de la liberación condicional en la legislación de ejecución
11
peruana (artículo 56 del Código de ejecución penal), son exactamente las mismas.
35
los efectos, el tiempo de condena extinguido durante el período de libertad
condicional es computado para la determinación de la duración de la pena12.
6.1. Inobservancia de las reglas de conducta
El Código es severísimo en este punto, que además resulta
sorprendente cuando lo comparamos con la revocación de la suspensión de la
ejecución de la pena. En efecto, en este último supuesto, solo cuando el
incumplimiento de las reglas de conducta es reiterado, el Código posibilita
(pero no obliga; y al tiempo permite soluciones alternativas) la revocación de la
suspensión de la pena. Por el contrario, en el supuesto de la libertad
condicional, el Código es categórico: el incumplimiento de las reglas de
conducta obligan al juez a revocar la libertad condicional.
A nuestro juicio, hubiera sido preferible que se concediera un margen de
apreciación a l Ju e z de Vigilancia Penitenciaria con posibilidades alternativas.
En otras palabras, debió establecerse el mismo régimen que el previsto en los
su puestos de suspensión de la pena.
6.2. La comisión de un nuevo delito
Si durante el período de libertad condicional el penado comete un delito,
la libertad concedida ha de ser revocada. El Código expresamente se refiere a
cuando vuelva a delinquir, expresión que, a nuestro juicio, no abarca los casos
de comisión de una falta.
No hay, con relación a esta causa de revocación, discrecionalidad. Los
términos del Código son categóricos. La comisión de nuevo delito llevará
12
En este sentido, también el artículo 57 del Código de ejecución penal.
36
consigo, sin duda, la revocación de la libertad. Ahora bien, será preciso que la
determinación de que el penado ha cometido nuevo delito sea realizada por
medio de sentencia. Es decir, no basta el atestado policial ni la denuncia para,
en base a ello, revocar la libertad; es necesario que exista una sentencia firme
que acredite la causa de revocación. Esto plantea problemas,
fundamentalmente temporales. Por una parte, en cuanto al momento de la
comisión del nuevo delito, lo que aparece resuelto en el Código, pues se refiere
al periodo de libertad condicional; y, por otra parte, en relación con el momento
de la revocación. Este problema, si bien resulta sencillo en el Código, sin
embargo no lo estimamos así. La lentitud en llegar a sentencia firme puede
impedir revocar la libertad condicional concedida cuando ya haya llegado el
penado a la libertad definitiva. En este caso, lo que habría de revocarse no es
la libertad condicional sino la definitiva, y aun así, como la pena se encontraría
ya extinguida, la revocación sería inoperante.
6.3. Competencia para la revocación
Conforme al artículo 201.2 del Reglamento penitenciario, si en el período
de libertad condicional el penado “volviera a delinquir o inobservare las reglas
de conducta impuestas, en su caso, por el Juez de Vigilancia, el responsable
de los servicios sociales lo comunicará, con remisión de cuantos datos puedan
ser útiles a este para la adopción de la resolución que proceda respecto a la
revocación de la libertad condicional”. Es precisamente al Juez de Vigilancia a
quien corresponde resolver sobre la revocación. Así lo señala el artículo 76.2 b)
de la y el artículo 93 penal. El Juez de Vigilancia Penitenciaria, antes de
37
“decidir” habrá unir al expediente, en su caso, testimonio de la nueva sentencia
condenatoria firme.
CAPITULO lV
CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL Y DE LA EJECUCIÓN
DE LA PENA
I. CONCEPTO Y FUNCIÓN
El ejercicio del jus puniendi del Estado se encuentra regulado por diferentes
principios que son el resultado de un largo proceso de lucha por la libertad, la
democracia y los derechos humanos. Los principios penales de legalidad,
lesividad, proporcionalidad y humanidad, entre otros, surgieron en la necesidad
38
de controlar el uso arbitrario y prepotente del control penal por parte del Estado
y de sus órganos delegados de poder.
Sin embargo, el proceso de configuración y consolidación de límites y garantías
contra el poder punitivo del Estado, conoce también un desarrollo formal no
menos significativo a través de las llamadas causales de extinción de la acción
penal y de la pena. Se trata de un conjunto de circunstancias diferentes de
carácter político, legal, natural o privado, que son ajenas al hecho punible, pero
que extinguen su posibilidad de persecución (acción penal) o de sanción
efectiva (ejecución de la pena). Corno afirma Cuello Calón:
«Las causas de extinción de la responsabilidad penal son determinadas
circunstancias que sobrevienen después de la comisión del delito y anulan la
acción penal o la pena. Se diferencian de las causas de exención de
responsabilidad penal en que estas son anteriores a la ejecución del delito
(corno la infancia, la locura), o coetáneas, es decir, surgen en el momento de
su realización (gr., la legítima defensa), mientras que las causas de extinción
de la responsabilidad penal sobrevienen no sólo después de delito sino aún
después que la justicia ha comenzado su persecución y, en ciertos casos, con
posterioridad a la sentencia condenatoria».
Precisando más tales diferencias Roy Freyre ha sostenido también que: «la
diferencia está en que las causas "extintivas" cancelan una responsabilidad
penal que se supone ya surgida o que se tuvo por incuestionable; por tanto,
39
miran al pasado. En cambio las causas "eximentes" impiden el nacimiento de
una responsabilidad penal; en consecuencia, tienen en perspectiva el futuro».
Como suele ocurrir en otros ámbitos de la dogmática de las consecuencias
jurídicas del delito, la denominación que se otorga a las causales que estamos
analizando no es uniforme. Si bien resulta frecuente que se les designe como
causal de extinción de la acción penal y de la pena, también es común detectar
que se les denomina causas de extinción de la responsabilidad penal. Sin
embargo, en la doctrina coexisten otras nomenclaturas como la de condiciones
de operatividad de la coerción penal que utiliza Zaffaroni.
En el derecho penal peruano se ha optado por la primera de las
denominaciones mencionadas. Es así que tanto en el Código Penal de 1924
(Título XV del Libro Primero) como en el de 1991 (Título V del Libro Primero) el
legislador nacional se ha referido a la extinción de la acción penal y de la pena.
Sólo en el Código Penal de 1863 el legislador no organizó estas causales bajo
una denominación común
Resulta anecdótico recordar la preocupación que mostraba Cornejo en torno a
que las causales que analizamos no podían extinguir la acción penal, por lo
que su denominación correcta debería ser causales de extinción del delito: da
acción no es susceptible de extinción, y que no puede impedirse su ejercicio
aun cuando llegare a faltar el fundamento de la pretensión correlativa. Cuando
la ley penal o civil habla de la extinción de la acción, entiende referirse, no a la
facultad de pretender un derecho, sino a la relación jurídica objeto de la
pretensión; o al delito (si se trata de relación personal) pero no como hecho que
históricamente no puede suprimirse- sino como ente jurídico, según la
40
concepción de Carrara. Esto equivale a decir que lo que propiamente se
extingue es la relación de que el delito como ente, es elemento»
Cabe señalar, finalmente, que otros sistemas jurídicos nacionales de nuestro
hemisferio se han inclinado también por denominaciones similares a la
acordada en nuestra legislación peruana. Así, por ejemplo, el Código Penal
argentino se refiere a Extinción de Acciones y Penas (Título X del Libro
Primero) y el Código Penal colombiano de 1980 trataba De la Extinción de la
Acción y de la Pena (Capítulo V, del Título IV del Libro Primero). En cambio el
Código Penal mejicano adopta el término Extinción de la Responsabilidad
Penal (Título Quinto del Libro Primero), muy semejante, pese a su diferencia
cronológica, al que emplea el Código Penal cubano que alude a La Extinción
de la Responsabilidad Penal (Título VIII del Libro I).
Ahora bien, según Bustos Ramírez «es mucho más correcto hablar de extinción
de la responsabilidad criminal y no de extinción de la responsabilidad penal.
Las causas de dicha extinción no están necesariamente vinculadas
exclusivamente con el sentido y función de la pena, sino con el sentido y
función de la responsabilidad en términos generales, esto es, con el sentido y
función del derecho penal. Se trata de dilucidar cuales son los principios que
informan el problema de la fundamentación y límites de la intervención penal.
Tales principios no son otros que el de la dignidad de la persona, el de los
bienes jurídicos y el de la necesidad de la pena.
41
II. CLASIFICACIÓN
Generalmente los códigos penales contemporáneos incluyen las mismas
causales de extinción de la acción penal y de la pena. En ese contexto se
advierte que la legislación concede tal condición a la muerte del imputado o
reo, a la amnistía, al indulto, a la prescripción y al perdón del ofendido (Cfr.
C.P. argentino, Art. 59°; C.P. colombiano de 1980, arts. 76° a 79°; C.P.
ecuatoriano, arts. 96° a 101 °).
Bustos Ramírez, sin embargo, considera que desde la teoría de la pena
«pareciera que en sentido estricto, esto es, desde los contenidos tradicionales
de las teorías de la pena, sólo son causas de extinción de la responsabilidad
penal, la muerte del reo y el cumplimiento de la condena».
Las causales de extinción pueden clasificarse en razón de varios criterios.
La doctrina en este dominio ha planteado varias propuestas que toman en
cuenta la efectividad de la causal, su origen o sus alcances. En relación a su
efectividad se diferencia a las causales atendiendo a que ellas proyecten sus
efectos únicamente sobre el autor (la muerte del imputado), o que ellos
abarquen conjuntamente al autor y a los partícipes del hecho punible (la
prescripción).
Luego atendiendo a su origen, las causales se subdividen en aquellas de
etiología natural (muerte del imputado), legal (amnistía e indulto) o privada
(perdón del ofendido).
42
Y, finalmente, en torno a sus alcances las causales pueden afectar
exclusivamente la persecución del delito (extinguen la acción penal) o su
sanción punitiva (extinguen la pena).
Roy Freyre, siguiendo a Maggiore y Núñez, ha sistematizado las causales de
extinción de una manera idónea y práctica. Para el apreciado jurista
sanmarquino es posible una clasificación a partir de dos indicadores. Primero,
según el alcance extintivo del jus puniendi. En este ámbito se detectan
causales que extinguen la acción penal y la pena como la muerte del reo o la
prescripción. Pero también hay causales que sólo extinguen la acción penal
como la cosa juzgada o el desistimiento; y causales que únicamente suprimen
la pena, caso del indulto o el perdón del ofendido.
El segundo indicador gira en torno a los responsables que comprende la causal
extintiva. Aquí se incorporan causales subjetivas o personales que sólo
benefician a los autores o partícipes en quienes se cumplen los presupuestos
específicos de la causal: la muerte del imputado o la prescripción. Luego se
ubican, también, causales subjetivas que alcanzan a todos los responsables sin
atender a sus niveles de intervención en el delito, como la amnistía. Y, por
último, se incluyen causales mixtas que reúnen aspectos subjetivos y objetivos
como la renuncia del titular del interés ofendido.
III. LAS CAUSALES DE EXTINCIÓN EN EL CÓDIGO PENAL DE 1991
43
Siguiendo igual sistemática que su antecesor, el Código Penal vigente trata,
por separado, a las causales de extinción de la acción penal (Art. 78°) y a las
causales de extinción de la ejecución de la pena (Art. 85°).
IV. CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL
Se encuentran reguladas en el artículo 78° del Código Penal. Estas causales
extinguen el derecho de persecución penal del Estado y con él la facultad del
Ministerio Público de ejercitar ante la autoridad judicial competente la acción
penal. Entendida esta última, como propone San l'vfartín Castro, como «Un
poder deber de activar la jurisdicción penal, o sea de pedir al órgano
jurisdiccional un pronunciamiento concreto sobre una noticia criminal
específica, y que, además, se trata de una iniciativa típicamente procesal
dirigida a la activación de la función jurisdiccional para la actuación del derecho
penal sustantivo».
El legislador nacional ha considerado las siguientes causales de extinción de la
acción penal:
a) La muerte del imputado
b) La prescripción
c) La amnistía
d) El derecho de gracia
e) La autoridad de cosa juzgada
f) El desistimiento
g) La transacción
44
Cabe señalar que las dos últimas causales sólo son aplicables a los delitos
perseguibles por ejercicio privado de la acción penal, como los delitos contra el
honor (injuria, difamación o calumnia).
V. CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA
Estas circunstancias suprimen el derecho del Estado de hacer cumplir al
condenado la pena que le fue impuesta por una autoridad judicial competente.
Sin embargo, alguna de estas causales, como el indulto, operan directamente
sobre la ejecución efectiva de la pena, extinguiendo sus períodos regulares de
cumplimiento.
Conforme al artículo 85° del Código Penal son causales de extinción de la
ejecución de la pena las siguientes:
a. La muerte del condenado
b. La amnistía
c. El indulto
d. La prescripción
e. El cumplimiento de la pena
45
f La exención de la pena
g. El perdón del ofendido
La última de las causales mencionadas tiene también una operatividad
condicionada a que la infracción cometida por el sentenciado corresponda a un
delito de acción penal privada.
Como se puede apreciar de ambos catálogos, coexisten causales de extinción
que poseen una doble función operativa en tanto pueden extinguir la acción
como el derecho de ejecución de la pena. En efecto, ello ocurre con la muerte
del infractor, con la amnistía y la prescripción.
VI. ESTUDIO ANALÍTICO DE LAS CAUSALES DE EXTINCIÓN
Para un mejor análisis de todas las causales de extinción nos referiremos a
partir de la siguiente secuencia metodológica:
Primero revisaremos las causales que afectan tanto a la acción penal como a la
ejecución de la pena. En segundo lugar, abordaremos aquellos supuestos que
sólo extinguen a la acción penal. Y, en tercer lugar, trataremos de las causas
que cancelan únicamente la ejecución de la pena. Aquí también haremos una
breve alusión a la naturaleza y función de la rehabilitación.
46
Finalmente, por su mayor trascendencia práctica, analizaremos de modo
individual a la causal de prescripción.
VII. CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL Y DE LA
EJECUCIÓN DE LA PENA
a. La muerte del autor o partícipe del delito. Esta causal obedece a una
razón natural y jurídica. La acción penal y la pena tienen su realización en una
persona. Conforme a nuestra legislación civil se deja de ser persona con el
suceso biológico-social de la muerte (Cfr. Artículo 61 o del Código Civil). Por lo
demás, el contenido de la punibilidad y de la punición se orienta a retribuir un
mal a una persona, a la cual se le va a privar o restringir determinados bienes
jurídicos. Y desde una perspectiva funcional preventiva, la pena sólo puede
promover efectos utilitarios en una persona viva.
Como explica Bustos Ramírez «Desde la perspectiva del principio de la
dignidad de la persona, el derecho penal aparece con un carácter estrictamente
personal e intransferible en su contenido; de ahí que la muerte del reo le
signifique al derecho penal la pérdida de su función y sentido.
La intervención el Estado más allá de la vida no tiene ninguna legitimación
posible.
47
Resulta relevante la preocupación de Roy Freyre por discutir los efectos de la
causal que analizamos ante la llamada muerte clínica y la muerte presunta.
Con relación a la primera, estimamos que los efectos funcionales de la pena y
el marco legal vigente, permiten, de modo coherente, estimar que ante la
declaración de un estado de muerte clínica, el derecho del Estado para
perseguir o hacer cumplir una pena al autor o partícipe de un delito ha dejado
también de existir. Por lo demás, se trata de una situación excepcional que, a
nuestro modo de ver, no puede apreciarse exclusivamente en su esfera
biológica o en el de sus consecuencias estrictamente civiles, como con acierto
y atendibles argumentos postula el maestro sanmarquino.
La vida es sobre todo interacción social, capacidad de vincularse con terceros y
con el entorno, y la muerte clínica evidencia imposibilidad irreversible de todo
ello. Cabría preguntarse si un «descerebrado» puede sentir e interpretar una
pena. Y en el caso de que se le condene a muerte biológica, nos preguntamos:
¿cuál sería la oportunidad de su ejecución?, o ¿qué sentido funcional cabría
reconocer a dicho proceder punitivo?
Distinta, es la situación de la muerte presunta a la que nuevamente Roy Freyre
dedica fundamentada reflexión. En este supuesto compartimos plenamente su
opinión, en cuanto siendo la muerte presunta una suposición juris tantum la
extinción de la acción penal y de la pena estará sujeta a la eficacia formal de
dicha presunción:
48
“Nada impide la decisión de tenerse por extinguida la acción penal o la pena de
un reo a quien se declaró muerto presunto con motivo, por ejemplo, de un
incendio en un centro carcelario o respecto de quien se tiene noticia de haber
sido incinerado en el horno de la panadería del penal”
En resumen, pues. Desde nuestra posición la muerte biológica, clínica o
presunta extinguen la acción o la ejecución de la pena. Ahora bien, no se ha
presentado jurisprudencialmente la oportunidad de debatir los casos de muerte
clínica o presunta y sus efectos de extinción.
La jurisprudencia nacional, sin embargo, exige como medio para acreditar el
fallecimiento del imputado o condenado la partida de defunción
correspondiente. Es así que en la Ejecutoria Suprema del 16 de setiembre de
1991, recaída en la causa No 160-91 y originaria del Distrito judicial de
Huánuco se declaró que «si se ha acreditado con partida de defunción,
instrumento público pertinente, la muerte del procesado, resulta procedente
declarar la extinción de la acción penal conforme a lo establecido en el inciso 1
del artículo 78° del Código Penal». Entendemos que en el caso de la muerte
clínica el documento pertinente para acreditarla será la declaración médica de
dicho estado. Luego en la Ejecutoria Suprema del 13 de enero de 1992, emitida
en el proceso No 1271-92 y procedente de Lima, se sostiene también que
«Habiéndose acreditado que el procesado, condenado en primera instancia,
49
falleció durante la tramitación en segunda instancia de un recurso
impugnatorio, cabe anular la condena que le fue impuesta y declarar
extinguida, por muerte del imputado, la acción penal incoada».
b. La amnistía. Es una causal de origen político. Surge de las decisiones que
adopta el Estado frente al tratamiento de determinados delitos, para los cuales
estima innecesario mantener la punibilidad o la punición. Por consiguiente es,
en esencia, una causal de aplicación coyuntural. Según Bustos Ramírez:
«Estimamos que la amnistía y el indulto solo pueden basarse en la necesidad
de la pena.
En relación a la amnistía, las precisiones sobre la necesidad de la pena
requieren de una diferenciación según se trate de determinados delitos
cometidos con ocasión de una guerra, o bien de delitos comunes. Para los
primeros, la innecesaridad surge fundamentalmente de la idea de la
reconciliación social y política. Su persecución o la aplicación de la pena
significarían una perturbación de la paz social, y de la vigencia del
ordenamiento jurídico, lo cual entraría en contradicción con el sentido y función
del derecho penal. Por tanto, y en atención a la fundamentación de la amnistía,
ésta se extiende a la acción penal y a la pena.
En cambio, en relación a los delitos comunes, la innecesaridad de la pena sólo
puede estar vinculada con transformaciones profundas de la economía y de la
50
sociedad. La alteración de las condiciones que hicieron surgir determinados
hechos delictivos deja sin sentido el mantenimiento de la pena. En este sentido
la amnistía se convierte en la anticipación de una reforma de derogación de
dichos tipos penales. En otros casos no se podría aplicar la amnistía respecto
de los delitos comunes y habría que recurrir a la vía del indulto».
La amnistía en nuestra legislación se encuentra regulada por el artículo 89° del
Código Penal que señala que ella «elimina legalmente el hecho punible a que
se refiere e implica el perpetuo silencio respecto a él». Ella, pues, demanda la
promulgación de una ley ordinaria.
Esto es, conforme al artículo 102°, inciso 6° de la Constitución de 1993 es
atribución exclusiva del Congreso «ejercer el derecho de amnistía».
La historia de la amnistía en el Perú ha estado ligada a los avatares de la
persecución política o al interés de excluir la punibilidad y punición de delitos
cometidos por las agencias de seguridad durante la etapa de violencia que
vivió el país entre 1980 y 1995. La última amnistía fue promulgada con la Ley
No 26479 del 14 de junio de 1995. Ella repercutió fundamentalmente en la
condena a efectivos militares por los graves sucesos de la Cantuta. 16 Y su
aplicación constituyó una de las más flagrantes interferencias del Poder
Legislativo en las competencias exclusivas de la administración de justicia.
51
Ahora bien, en torno a la efectividad y alcances de la amnistía resultan
pertinentes las observaciones que formula Roy Freyre:
a. La ley amnistiante debe identificar los hechos delictivos que beneficia
mediante la mención de los numerales que los tipifican.
b. La amnistía únicamente aprovecha a los infractores cuyas conductas
están comprendidas en el tiempo que precisa la ley.
c. e) La ley de amnistía comprende a los delitos consumados, no
existiendo inconvenientes para que abarque a los continuados y permanentes,
siempre que la continuidad o permanencia cesen en el plazo que la norma
conceda para este efecto.
d. Si la autoridad encargada de aplicar la ley de amnistía no lo hace con la
debida celeridad, o si se niega a hacerle partícipe de su beneficio a quien se
cree con tal derecho, entonces procede la acción de hábeas corpus (Art. 12°,
Inciso 16, de la Ley No 23506).
e. La Comisión Permanente del Congreso sólo podrá amnistiar en caso
que se delegue dicha facultad».
VIII. CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL
a) El derecho de gracia. Esta causal es novedosa en nuestra legislación
penal. Sus antecedentes los encontramos en la debatida regulación del
52
«indulto de procesados» que tuvo lugar a través del Decreto Supremo N° 017-
90-JUS del 02 de octubre de 1990.
Su fundamento está referido a la necesidad de un juzgamiento que resuelva la
situación jurídica del imputado en un tiempo razonable.
Sin embargo, lo equívoco de su naturaleza jurídica, así como lo poco
ideográfico de su denominación, han generado un justificado desconcierto en la
doctrina, al extremo que Roy Freyre le niega la condición de «institución del
Derecho», y la asimila a una atípica praxis de corte de secuela del proceso que
se aplicó durante el régimen militar de la década de los años setenta. 18
Conforme al artículo 118° de la Constitución de 1993, inciso 21, es atribución
del Presidente de la República«[ ... ] Ejercer el derecho de gracia en beneficio
de los procesados en los casos en que la etapa de instrucción haya excedido el
doble de su plazo más un ampliatorio ».
Justamente, la exigencia de un plazo de duración exagerado en la
investigación judicial del delito, y que opera como presupuesto de su
concesión, es lo que diferencia esta causal de la controvertida corte de secuela
del proceso.
Por otro lado, su efecto cancelatorio de la acción penal incoada diferencia al
derecho de gracia de las previsiones del artículo 13r del Código Procesal Penal
53
que alude a una excarcelación por el tiempo de detención acumulado. Esta
disposición adjetiva sólo posibilita que el imputado sometido a una medida
cautelar de detención, pueda cambiar dicha medida por una comparecencia,
cuando se han vencido en exceso los plazos ordinarios de la instrucción.
La operatividad de este derecho de gracia está, pues, condicionada a la
decisión del Presidente de la República. El cual decide al respecto, luego de
evaluar los informes que formulan Comisiones Especiales como la creada por
la Ley No 26239 del 27 de junio de 1994.
b. La autoridad de la cosa juzgada. El artículo 90° del Código Penal declara
que «Nadie puede ser perseguido por segunda vez en razón de un hecho
punible sobre el cual se falló definitivamente». De esta manera el legislador
nacional ha regulado la garantía procesal del nebis in ídem. La cual, nos
vincula con la autoridad de la cosa juzgada.
Ahora bien, en el inciso 3 ab initio del artículo 139° de la Constitución de 1993,
y que trata de los principios y derechos de la función jurisdiccional,
expresamente se prohíbe «revivir procesos fenecidos con resolución
ejecutoriada». La doctrina nacional se ha preguntado si tiene igual contenido
semántico la expresión «cosa juzgada» que la de «autoridad de la cosa
juzgada».
IX. CAUSALES DE EXTINCIÓN DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA
54
a. El indulto. Según el artículo 89° del Código Penal «el indulto suprime la
pena impuesta». Se trata, pues, de una verdadera causal de extinción de la
ejecución de una pena concreta. En ese sentido, Soler señalaba que «El
indulto es un perdón y extinguir la pena presupone, en consecuencia, una
sentencia condenatoria firme» Y Esta causal es también una manifestación
especial del llamado derecho de gracia. Ella se manifiesta como una
circunstancia extintiva de origen legal y que a diferencia de la amnistía, se
proyecta de modo individualizado sobre un condenado, para quien se estima
que la pena ha devenido en innecesaria y no podrá alcanzar efecto funcional
alguno.
Sobre su fundamento Bustos Ramírez ha sostenido desde una posición político
criminal que con el indulto se pretende «encontrar una solución a la falta de
sentido de la pena frente a un caso específico, que pone de manifiesto que el
Derecho Penal no podrá cumplir su función protectora de bienes jurídicos ni
tampoco servir para la profundización de la capacidad de liberación personal
del sujeto.
Más bien todo lo contrario. De ahí que la pena aparezca como innecesaria.
Nos encontramos frente a la última regla legal no meta jurídica, de
determinación de la pena que lleva justamente a su no aplicación.
55
b. El cumplimiento de la pena. Esta es, si se quiere ser ideográfico, no una
causal de extinción de la pena, sino la vía natural del término de aquella. El
cumplimiento de la pena no extingue la sanción, pues sencillamente después
del vencimiento total de la pena no quedanada que extinguir. Esta posición es
también compartida, para el derecho penal español, por Mapelli Caffarena y
Terradillos Basoco:
«Es obvio que el derecho subjetivo del Estado a imponer y hacer ejecutar la
pena desaparece una vez cumplida ésta. Por ello hubiera resultado
aconsejable no aludir al cumplimiento como causa de extinción, puesto que
nada extingue» (Borja Mapelli Caffarena - Juan Terradillos Basoco. Op. cit, p.
222). En su enfoque particular de las causales de extinción de la
responsabilidad criminal, Bustos Ramírez, en cambio, encuentra en el
cumplimiento de la condena la realización de las funciones retributiva o
preventivas de la pena, lo que justificaría sus facultades extintivas: «La teoría
de la retribución tiene como fundamento legítimamente la justicia y la igualdad
en relación a las personas; esto es a toda persona sin discriminación de
ninguna especie, ha de aplicársele un mal que restablezca el ordenamiento
jurídico en la misma magnitud que el mal que quebróese ordenamiento. Luego,
si la magnitud de ese mal impuesto se ha ejecutado plenamente no hay
fundamento legítimamente para mantener la responsabilidad criminal. Por su
parte, para las teorías generales, sea ésta intimidatoria, o bien positiva,
conforme a las nuevas concepciones, en especial de Hassemer y Jakobs, se
pueda plantear una posición semejante».
56
c. El perdón del ofendido. Esta causal tiene un viejo arraigo en el derecho
penal nacional y extranjero. Podríamos decir que es un rezago de la etapa
inicial de la venganza privada. Landrove Díaz se refiere a ella como a una
«modalidad de gracia privada».36 Sus orígenes tienen una base idealista
cristiana (dar la otra mejilla, perdonar a quienes nos ofenden). No obstante
encuentra en la actualidad una nueva justificación basada en la recuperación
del espacio de la víctima en la composición del conflicto. Lo cual, entiende
Bustos Ramírez, que conlleva riesgos de arbitrariedad: «Ciertamente se podría
sostener que es más garantista establecer el perdón del ofendido como causa
de extinción de la responsabilidad criminal; pero ello es dudoso, pues equivale
a dejar entregada la responsabilidad criminal a la arbitrariedad de una persona,
y más aún, como ha sucedido frecuentemente, a que el proceso penal cumpla
fines que son ajenos al sentido y función del derecho penal (cuál sería la
obtención de una indemnización de perjuicios conforme a las miras de la
víctima y no al ordenamiento jurídico). Este criterio empalma con una ideología
victimológica, en que se pretende garantizar exclusivamente a la víctima, más
allá de los ciudadanos en general, lo que equivale que esta forma de extinción
criminal quede en una total y absoluta arbitrariedad».
d. La exención de pena. Nuevamente el legislador peruano utiliza esta
equívoca denominación en el artículo 85° inciso 3. En esta ocasión lo hace
para referirse a una causa de extinción de la pena, pero cuya eficacia no se
proyecta sobre la ejecución de la sanción sino exclusivamente sobre su
57
imposición. En realidad se alude, pues, a una institución diferente a la que
regula el artículo 68° del Código Penal.
Y tampoco aquí nos encontramos regulando aquellos supuestos que cancelan
la pena como premio a los delincuentes que participan de un procedimiento de
colaboración eficaz, y a los cuales nuestro legislador identifica también como
casos de exclusión de pena.
Como causal de extinción de la pena el legislador nos vincula, más bien, con
las llamadas «excusas absolutorias o causales personales de exclusión de
pena». Como señala Zaffaroni: «Se trata de causas personales que excluyen
sólo la penalidad de la conducta y que se establecen por puras
consideraciones político-penales».
El Código vigente incluye excusas absolutorias en dos casos:
a) En los delitos contra el patrimonio cuyos sujetos se encuentran
estrechamente vinculados, tal como se regula en el artículo 208° del Código
Penal.
b) En los delitos de encubrimiento real y personal que ejecuta el agente por sus
relaciones estrechas con el autor de los mismos, tal como se dispone en el
artículo 406° del Código Penal.
58
De lo que eximen estas causales es de la imposición de la pena. En términos
más precisos se exime de la pena concreta, pues ella no llega a definirse ni
evaluarse judicialmente.
Ahora bien, como hemos mencionado en ocasiones anteriores, la exención de
pena que menciona el artículo 299° en los casos de posesión de drogas en
escasa cantidad y para consumo personal no es tal.43 Fundamentalmente
porque la exención presupone una persona culpable y esto último tiene como
presupuesto la ejecución de un injusto por el imputado. No siendo típica la
posesión de drogas para el consumo personal, no es posible declarar culpable
a su autor, ni mucho menos poder aplicarle una pena.
X. OTRAS CAUSALES DE EXTINCIÓN
El Código Penal y la legislación penal complementaria y especial han
incorporado varias instituciones que tienen también efectos cancelatorios sobre
la acción penal y la penalidad. El supuesto más generalizado, en los últimos
tiempos, es el que deriva de los procedimientos especiales de colaboración
eficaz o lo que se ha denominado también el derecho penal premial o el
derecho penal de recompensas.
Efectivamente, a partir de la experiencia de la legislación contra el terrorismo,
el legislador nacional viene promoviendo la aplicación de efectos de extinción
de la acción penal o de la ejecución de la pena, en el caso de delincuentes que
se arrepienten de su actividad ilícita y colaboraran con las autoridades del
sistema de control penal para la prevención y sanción de la criminalidad grave
59
y organizada.44 Cabe recordar que el Código Penal contiene también
supuestos premiales que se vinculan con un arrepentimiento posterior al delito,
y que permiten la exención de la pena. Ello ocurre en el caso del delito de
falsedad en juicio (Art. 158°) y en los delitos de rebelión, sedición y motín (Art.
351 °). La diferencia entre estos supuestos de exención y los que se regulan
como causales extintivas conforme al artículo 85° inciso 3 del Código Penal, es
que los primeros como en el caso del artículo 68° son facultativos y su
aplicación depende de una decisión judicial. En cambio en los segundos la
causal extintiva surge directamente por mandato imperativo de la ley.
XI. LA REHABILITACIÓN
Sostiene Jescheck que la rehabilitación permite “restablecer jurídicamente el
prestigio social de un condenado dentro de la comunidad”. Velásquez
Velásquez, de modo análogo, menciona que ella consiste en la restitución del
condenado al status jurídico en que se encontraba antes de proferirse la
sentencia.
Con la rehabilitación se deben, pues, eliminar los efectos penales de iure que
afectan al sentenciado y que, como señalan Cobo del Rosaly Vives Antón, son
distintos de las penas y medidas de seguridad. Según estos autores entre tales
efectos se pueden considerar a “la imposibilidad de obtener la condena
condicional si se comete otro delito, la posibilidad de que se aplique la
agravación por reincidencia o de que se califique al autor como habitual, la
incapacidad para participar en determinados concursos públicos o ejercer
ciertas profesiones, así como toda una serie de restricciones en orden al
ejercicio de actividades que necesiten permiso o licencia de algún organismo
60
público”. Y Se trata, pues, de un medio legal que anula los efectos penales de
la sentencia condenatoria en la persona del sentenciado. Ahora bien, opera
luego de cumplida o extinguida la sanción impuesta. Por tanto, la rehabilitación
no anula la pena (ésta ya se cumplió o extinguió) sino la condena. En términos
más específicos, con la rehabilitación se elimina la condición de condenado en
aquel que cumplió una pena.
Desde una perspectiva evolutiva, la rehabilitación ha transitado por tres etapas.
Primero se le identificó como una reposición del ejercicio de los derechos que
le fueron suspendidos al autor o partícipe de un hecho punible a través de una
sentencia condenatoria, y más precisamente por la imposición de una pena de
inhabilitación. Posteriormente, fue entendida como la cancelación de los
antecedentes o registros oficiales de las condenas impuestas a un sentenciado.
Y, finalmente, en su actual concepción, la rehabilitación ha integrado ambos
conceptos funcionales. Esto es, con la rehabilitación se habilita al inhabilitado y
se anulan los antecedentes penales del penado que surgieron con la
inscripción de su condena en los registros correspondientes. El Código Penal
peruano de 1924, por ejemplo, asignó a la rehabilitación ambas funciones (Cfr.
arts. 130° y 131 °). Sin embargo, en el Código de Procedimientos Penales de
1940 el legislador nacional sólo trató de la rehabilitación como cancelación de
antecedentes penales (Cfr. arts. 343° y 344°).
Se ha debatido constantemente en torno a la naturaleza sustantiva o procesal
de esta institución. Sin embargo, en la actualidad se admite que la
rehabilitación es una institución mixta, pues en su esfera normativa
61
corresponde al derecho penal, pero como realización de un derecho subjetivo
del sentenciado demanda de una vía procedimental para su reconocimiento.
El Código Penal de 1991 regula la rehabilitación en los artículos 69° y 70° los
cuales fueron, en parte, inspirados por el Código Penal Tipo para
Latinoamérica (Cfr. arts. sr, 88° y 90°).
La rehabilitación en la legislación vigente se extiende a penas y medidas de
seguridad. Sus efectos abarcan la restitución en el ejercicio de los derechos
suspendidos con la condena, así como la cancelación de antecedentes
penales. Sin embargo, ella no puede reponer en los cargos o funciones que le
fueron suprimidos al condenado. Ahora bien, el cambio más importante que
produjo la reforma penal fue la eliminación, para la procedencia de la
rehabilitación, de todo plazo posterior al cumplimiento o extinción de la sanción
impuesta.
En el Código vigente, pues, la rehabilitación opera desde el preciso momento
en que se cumple la pena o medida de seguridad, o cuando éstas son
suprimidas por alguna causal de extinción como el indulto, la amnistía o la
prescripción. Al respecto, el artículo 69° ab initio señala, expresamente: "El que
ha cumplido la pena o medida de seguridad que le fue impuesta, o que de otro
modo ha extinguido su responsabilidad, queda rehabilitado sin más trámite".
Otra innovación positiva fue la prohibición de comunicar a cualquier entidad o
persona, con posterioridad a la rehabilitación, ningún registro o antecedente
vinculado a la condena anteriormente impuesta. Esta obligación de silencio y
confidencialidad es imperativa y resulta funcional al objetivo de la rehabilitación
62
el cual no es otro que eliminar para siempre y ante la colectividad todo indicio o
rezago de marca penal.
En un plano jurisprudencial la rehabilitación no ha producido controversias
relevantes. En todo caso, las principales dudas que se han planteado en la
judicatura han girado en torno a su aplicación en casos de incumplimiento de
penas de multa impuestas conjuntamente con penas privativas de libertad, o
ante el no pago de la reparación civil fijada en la sentencia.
Con relación a lo primero se ha resuelto acertadamente negando la
rehabilitación, puesto que la misma sólo puede operar si se cumplieron todas
las penas impuestas. En ese sentido en la Ejecutoria Superior del 10 de agosto
de 1995, recaída en la causa No 163-92 de la Décimo Segunda Sala Penal de
la Corte Superior de Lima, se precisó que "Si al sentenciado se le impuso
conjuntamente con una pena privativa de libertad una pena de multa, la cual no
tiene la condición de sanción accesoria sino de principal, la rehabilitación no es
procedente mientras no se haya pagado dicha pena pecuniaria".
Y en cuanto a lo segundo se ha decidido, también con corrección, que el
incumplimiento del pago de la reparación civil no obstaculiza ni impide la
rehabilitación. Al respecto una Ejecutoria Superior del Primer Tribunal
Correccional de Lima, citada por Villavicencio Terreros, 5 1 y emitida en el
expediente No 68-84 declaró que «siendo la exigencia del pago de la
reparación civil, de carácter civil, no constituye un requisito para la
rehabilitación del sentenciado».
En realidad, el problema central de la rehabilitación en el Perú es que no se
concede de oficio, pese a que a ello apunta el sentido de la ley vigente. Esto
63
significa que en nuestro medio se puede seguir «condenado» pese a que se
haya cumplido la sanción impuesta en la sentencia. Ello también ocurre en los
casos donde se impuso una suspensión de la ejecución de la pena y el plazo
de prueba se venció exitosamente (Art. 61 °). Es, pues, necesario agotar los
esfuerzos administrativos pertinentes para revertir esta endémica situación de
inercia judicial frente a la rehabilitación y el derecho del sentenciado que
cumple los requisitos del artículo 69° a quedar "rehabilitado sin más trámite".
XII. LA PRESCRIPCIÓN
1. Concepto Y Fundamentación
De manera concreta la prescripción puede definirse como el transcurso del
tiempo que extingue la persecución de un delito o la ejecución de una pena. No
obstante, en un plano más técnico se identifica a la prescripción como la
pérdida, por parte del Estado, de la facultad de ejercitar en un caso concreto el
jus puniendi. En ese sentido, por ejemplo,
Rodríguez Devesa precisa que la prescripción viene a ser "la extinción por el
transcurso del tiempo del derecho del Estado a imponer o hacer ejecutar la
pena ya impuesta".
Otros conceptos de prescripción aluden más bien a los efectos que aquella
produce sobre la antijuricidad de un hecho punible y sobre la culpabilidad o
responsabilidad de su autor. Señalándose que aquella tendría la condición de
circunstancia que invalida el delito y sus consecuencias.
64
Al respecto, Del Toro Marzal, sostiene que la prescripción "supone la
invalidación por el transcurso del tiempo de la valoración penal de aquellas
acciones y omisiones que, hallándose penadas por la ley, comparecen en la
realidad social y jurídica".
Rey Gonzáles, luego de evaluar los distintos criterios de fundamentación de la
prescripción que se han sustentado en la doctrina y jurisprudencia, a lo largo
del tiempo, destaca que en el presente ella encuentra su sustento en "los
principios constitucionales de presunción de inocencia, prohibición de
indefensión y derecho a un juicio sin dilaciones indebidas, todos ellos
conectados con el principio de seguridad jurídica". Por su parte Bustos Ramírez
asocia el fundamento de la prescripción a la necesidad de pena, ya que
«después de pasado un determinado tiempo se estima innecesaria la pena, no
sólo por razones de tipo preventivo-general o especial, sino también en virtud
del concepto mismo de necesidad de la pena”.
A ello, Morillas Cueva agrega que: "el Estado, ante poderosas razones de
política criminal y utilidad social basadas todas ellas en los efectos que produce
el paso del tiempo y entre los que pueden incluirse la mayoría de los
enunciados con anterioridad que van desde la disminución del interés
represivo, la extinción de los efectos antijurídicos del hecho y de la alarma
social producida, las dificultades probatorias hasta la eliminación de un estado
de incertidumbre en las relaciones jurídicas entre el delincuente y el Estado,
renuncia al ejercitar el ius puniendi que le corresponde al declarar extinguida la
responsabilidad penal".
65
Por consiguiente, no cabe duda que el fundamento esencial de la prescripción
responde a una necesidad político criminal de controlar el ius puniendi a partir
de su ejercicio temporal razonable y a favor de la seguridad jurídica de los
ciudadanos.
2. Legislación nacional
Tradicionalmente en nuestro país, el legislador ha elaborado un sistema
normativo sobre la prescripción, en el cual se han diferenciado los plazos de
extinción en función de la naturaleza de las penas conminadas y de su
duración legal. Ese fue, por ejemplo, el criterio que predominó en el Código
Penal de 1924 y que era coherente con la pluralidad de tipos de penas
privativas de libertad que en él coexistían (Cfr. arts. 119° y ss.).
En el Código Penal de 1991 se ha establecido un régimen legal novedoso.
Como regla general se señala que para la determinación del plazo de
prescripción de la acción penal o de la ejecución de la pena, debe atenderse al
límite máximo de pena privativa de libertad conminada en la ley para el delito
cometido. Esto es, dicho límite máximo de pena legal será el término del plazo
de la prescripción ordinaria. Sin embargo, el legislador ha establecido que el
plazo de prescripción no será superior, en ningún caso, a los veinte años.
Ahora bien, tratándose de penas conminadas no privativas de libertad (multas,
limitativas de derechos, restrictivas de la libertad), conjuntas o alternativas, el
plazo ordinario de prescripción será de tres años. En el caso de penas de
66
duración indeterminada como la cadena perpetua, la ley establece un plazo
legal de prescripción ordinaria de treinta años.
Los artículos 80° y 86° del Código Penal tratan de los plazos de prescripción
que hemos mencionado. Cabe anotar que dichas disposiciones asumen
criterios similares a los acordados durante el proceso de elaboración del
denominado Código Penal Tipo para Latinoamérica (Cfr. Art. 102°, Incs. 2 y 3).
La llamada prescripción extraordinaria, consecuencia de la concurrencia de
causales de interrupción de la prescripción y que se define en los artículos 83°
y 87° del Código Penal, mantiene el mismo requerimiento que se adoptó
durante la vigencia del Código Penal derogado.
En efecto, la ley precisa que la prescripción extraordinaria opera al cumplirse
cronológicamente el plazo de prescripción ordinario más la adición de la mitad
de dicho plazo. Esto supone que si la pena conminada para el delito de estafa
es de seis años (Art. 196°) como máximo, lo que sería el límite del plazo de
prescripción ordinaria para dicho delito, la prescripción extraordinaria se
cumpliría al transcurrir un total de nueve años.
En el caso de delitos cuyas penas conminadas sean multa, inhabilitación,
prestación de servicios a la comunidad, limitación de días libres, expatriación o
expulsión de extranjeros, la prescripción extraordinaria operaría transcurridos
cuatro años y seis meses. Esto último en atención a que, como se mencionó, el
plazo de prescripción ordinario en tales casos es de tres años.
El artículo 84° se refiere al supuesto de suspensión de la prescripción. La
norma mencionada solo se aplica a los plazos de prescripción de la acción
67
penal. En ella se precisa que se suspende la prescripción de la acción penal
cuando excepcionalmente el proceso penal a incoar o ya incoado, por el delito
imputado queda supeditado a lo que se resuelva en una vía extrapenal. Es el
caso, por ejemplo, de las cuestiones prejudiciales. En caso de suspensión los
plazos ordinario o extraordinario no corren mientras subsista la causal que
determinó dicho efecto. Cabe señalar que el Código vigente estipula en su
artículo 88° que ante la pluralidad de agentes, los plazos de prescripción se
aprecian y contabilizan de modo individualizado. Por su parte el artículo 91 o
declara expresamente que el imputado tiene el derecho de renunciar a la
prescripción de la acción penal. Esta disposición que implica un reconocimiento
de la primacía constitucional de la presunción de inocencia, contradice
radicalmente la posición que asumió sobre el particular el Código de 1924 (Art.
129° «La prescripción es irrenunciable»).
3. Reglas especiales
El Código Penal de 1991 contempla también normas especiales de
prescripción de la acción penal. Ello ocurre en los supuestos siguientes:
a. Cuando existe un concurso de delitos.
b. Cuando el autor o partícipe del hecho punible al momento de comisión del
delito tenía más de 18 años y menos de 21 años de edad, o más de 6 5 años
de edad.
c. Cuando se sanciona el delito con penas conminadas alternativas o
conjuntas.
68
d. Cuando el autor de un delito contra el patrimonio del Estado, tenía la
condición de funcionario o servidor público.
e. Cuando la infracción cometida es una falta.
Con relación al primero de los supuestos mencionados, esto es, cuando media
un concurso de delitos, el legislador ha diferenciado en el artículo 80° los
plazos de prescripción aplicables en un concurso ideal de delitos (Art. 48° C.
P.), y en un concurso real de delitos (Art. 50° c. P.).
En el caso de un concurso ideal el plazo de prescripción se contabiliza en
función de las penas conminadas para el delito más grave. Se aplica, pues, un
criterio similar al de absorción, que rige para la definición y determinación de la
pena en este tipo de concursos.
Tratándose de un concurso real, la regla es que el plazo de prescripción debe
apreciarse de modo independiente para cada uno de los delitos en concurso.
Esto es, contando por separado los términos que corresponden a las penas
conminadas para cada delito. Es claro que esta disposición no tiene efectos
prácticos ante un concurso real homogéneo, por tratarse del mismo tipo de
delito y por ende del mismo tipo de pena.
En atención a la edad del agente, lo temprano y avanzado de la misma, en los
niveles etáreos que fija el artículo 81° del Código penal, determinan que el
plazo de prescripción ordinario y extraordinario aplicables al delito cometido se
reduzcan a la mitad. Para lo cual, claro está, la edad del agente al momento de
comisión del delito debe acreditarse de modo suficiente, y con los documentos
69
pertinentes para ello (Partida de Nacimiento, Libreta Militar, Libreta Electoral,
Documento Nacional de Identidad, etc.). Cabe anotar que el artículo 81 o alude
de modo genérico al plazo de prescripción, sin diferenciar entre prescripción de
la acción penal y prescripción de la pena. En consecuencia, estimamos que la
reducción prevista es también aplicable para efectos de la prescripción de la
sanción. Lo cual, por lo demás, resulta coherente con lo establecido en el
artículo 86° del Código Penal que establece que: "El plazo de prescripción de la
pena es el mismo que alude o fija la ley para la prescripción de la acción
penal".
En consecuencia, pues, la extinción de la acción penal por prescripción
ordinaria o extraordinaria, sólo será posible cuando se hayan vencido, paralela
o secuencialmente, los diferentes plazos de prescripción que correspondan a
todas las penas alternativas o conjuntas. En tal sentido, no estimamos correcto
considerar la prescripción solamente en atención a los plazos de las penas
privativas de libertad. Sobre esto último hay que recordar que las penas no
privativas de libertad no son más benignas que aquellas, sólo se trata de penas
de distinta naturaleza. Tampoco consideramos legal entender que frente a
sanciones alternativas, la exclusión de una o más de tales penas se produce a
través de la acusación fiscal. Sobre esto último cabe recordar que la pena que
el Fiscal solicita en su acusación escrita u oral, es solamente una pretensión
punitiva y no un acto de determinación de la pena, tarea que, como bien lo
expresa el artículo 46° del Código Penal, es de absoluta competencia del
órgano jurisdiccional, el cual la ejerce exclusivamente en el momento de la
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sentencia. Sólo en ese instante se decide cuál de las penas alternativas se
aplicará al condenado.
4. Inicio de la prescripción
El artículo 82° y el artículo 86°, párrafo segundo, señalan el inicio de la
prescripción de la acción penal y de la pena, respectivamente. En cuanto al
inicio de la prescripción de la acción penal, la ley toma en cuenta el modo de
ejecución y el momento de consumación del delito.
La regla general es que el plazo de prescripción de la acción penal debe
comenzar a contarse a partir del momento en que el agente concluyó su
actividad ejecutiva del delito. Ahora bien, el legislador ha contemplado normas
específicas para los casos de tentativa, delito continuado y delito permanente.
Con relación a la tentativa (Art. 16° C.P.), acabada o inacabada, el plazo de
prescripción corre desde que cesa la ejecución imperfecta del hecho punible.
Para el caso del delito continuado (Art. 49° C.P.) la prescripción comienza
cuando el agente termine la actividad delictuosa que materializa su única
resolución criminal.
Y en el delito permanente, la cuenta de la prescripción se inicia desde que
concluye la situación antijurídica creada y mantenida por el agente. Un
tradicional problema jurisprudencia! y doctrinario vinculado a la prescripción, es
el que corresponde al cómputo de la acción penal para el delito de usurpación
en la modalidad de despojo (Art. 202°, lnc. 2 C. P.). Al respecto la discusión
siempre ha girado en torno a determinar si dicha infracción penal es un delito
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instantáneo o permanente. O si se trata de un delito instantáneo pero de
efectos permanentes.
Sobre el particular, debemos mencionar que el verbo típico que gobierna la
hipótesis del artículo 202° inciso 2 es despojar. Esto es, desposeer mediante
violencia, amenaza o abuso de confianza al sujeto pasivo de la conducción de
un inmueble. Es decir, la acción acontece de modo inmediato y concluye
excluyendo a la víctima de la posesión del bien. Y esto último determina la
consumación del delito, y, por ende, el inicio de la prescripción. El que el
inmueble se mantenga en poder del agente más o menos tiempo constituye un
efecto posterior a la consumación, y que ya no implica despojo. La usurpación,
pues, en su forma de despojo es un delito instantáneo pero que puede tener
efectos permanentes.
5. Problemas jurisprudenciales detectados
No cabe duda que en términos porcentuales la prescripción de la acción penal
se constituye en la causal de extinción más común y frecuente en la praxis
jurisdiccional. De allí, pues, que las decisiones judiciales en este dominio,
pronunciadas fundamentalmente a través de incidentes de excepción (Artículo
5° del Código de Procedimientos Penales) constituyen un volumen
considerable de la casuística que hemos tenido oportunidad de analizar. Sin
embargo, pese a la pluralidad de esta clase de resoluciones, los problemas
prácticos que se detectan son bastante concretos.
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Al parecer, pues, las tendencias y criterios con los que la magistratura evalúa y
resuelve la prescripción de la acción penal resultan en lo esencial sumamente
homogéneos y estables. Esta constatación resulta interesante si se tiene en
cuenta, como ya se precisó, que la regulación de la prescripción en el Código
Penal de 1991 (arts. 80° a 88° y 91 °) evidenció cambios importantes con
relación al marco legal existente en el Código Penal de 1924 (arts. 119° a 125°
y 129°). Al respecto, es de recordar que las principales variantes ocurridas
determinaron la unificación de los términos de prescripción para las penas
privativas de libertad temporales, así como la renunciabilidad de la prescripción
de la acción penal por parte del imputado. También se produjeron reformas en
lo concerniente a las causales de interrupción, sobre todo como consecuencia
de la autonomía funcional que hoy posee para el ejercicio de la acción penal el
Ministerio Público y por haberse suprimido la reincidencia como status
procesal.
Examinando, entonces, la evolución práctica del uso de las reglas sobre
prescripción de la acción penal se detectan principalmente dos tipos de
controversias:
a. La determinación de los plazos de prescripción en caso de delitos
sancionados con penas conjuntas.
b. La determinación del cómputo de la prescripción en delitos con
penas alternativas.
En torno a la prescripción de la acción penal en estos supuestos, donde
encontramos penas alternativas y conjuntas, se han desarrollado dos criterios
judiciales. El primero estima que la prescripción sólo operaría si se han vencido
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los plazos que corresponden a la pena privativa de la libertad (extremo máximo
legal de la pena conminada) y a la pena no privativa de libertad (tres años). Y el
segundo, considera que debe declararse la prescripción, únicamente cuando
se vence el plazo que corresponde a la pena privativa de la libertad a la cual se
califica como la "más grave".
CONCLUSIONES
La Redención de la Pena es un beneficio penitenciario que permite a un
privado de libertad reducir su permanencia en un establecimiento
penitenciario por realizar una actividad laboral o educativa, que
previamente ha sido registrada por la autoridad penitenciaria.
A lo largo del estudio de legislación nacional sobre beneficios podemos,
observar que se ha establecido cinco beneficios penitenciarios
correctamente identificados, su objetivo principal es buscar reinsertar al
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penado a la sociedad, y lograr así ansiada rehabilitación, por medio de
actividades socio educativas y productivas que genere el habito al
trabajo licito.
BIBLIOGRAFIA
GACETA JURIDICA “DERECHO PENAL – PARTE GENERAL” TOMO III
LAS CONSECUENCIAS JURIDICAS DEL DELITO, AUTOR JACOBO
LOPEZ BARJA DE QUIROGA, AÑO 2009 Pag. 181 al 191.
TEMAS DE DERECHO PENAL (TOMO IV), AUTOR BRAMONT-ARIAS
TORRES, LUIS ALBERTO PAG. 129 AL 135.
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MENZALA PERALTA, Walter, derecho Penitenciario, UNMSM, Lima,
2001
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