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Prácticas Completo

La adaptación del cuento 'Ricitos de Oro' por María Elena Cuter, ilustrada por Leicia Gotlibowski, presenta la historia de una niña traviesa que entra en la casa de tres osos y prueba su sopa, sillas y camas. Al regresar los osos, Ricitos de Oro se asusta y escapa, prometiendo no volver. Este libro digital está destinado a niños y forma parte de una colección de cuentos clásicos infantiles.

Cargado por

Yanina Pinnola
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
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Prácticas Completo

La adaptación del cuento 'Ricitos de Oro' por María Elena Cuter, ilustrada por Leicia Gotlibowski, presenta la historia de una niña traviesa que entra en la casa de tres osos y prueba su sopa, sillas y camas. Al regresar los osos, Ricitos de Oro se asusta y escapa, prometiendo no volver. Este libro digital está destinado a niños y forma parte de una colección de cuentos clásicos infantiles.

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Versión libre de un cuento popular

Ilustraciones de Leicia Gotlibowski


Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de
Buenos Aires
Ricitos de Oro / adaptado por María Elena Cuter; ilustrado por
Leicia Gotlibowski. -1a ed.- La Plata: Dirección General de Cultura y
Educación de la Provincia de Buenos Aires, 2022.
Provincia de Buenos Aires
Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga y online Gobernador


ISBN 978-987-676-109-3
Axel Kicillof
1. Libro para niños. 2. Cuentos clásicos infantiles. I. Cuter, María
Elena, adapt. II. Gotlibowski, Leicia, ilus. III. Título. Vicegobernadora
CDD 808.899282 Verónica Magario

Director General de Cultura y Educación


Este material ha sido elaborado por la Alberto Sileoni
Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia
de Buenos Aires. Jefe de Gabinete
Adaptación: María Elena Cuter y Mirta Torres Pablo Urquiza
Ilustración y edición: Leicia Gotlibowski
Subsecretaria de Educación
Claudia Bracchi

Directora Provincial de Educación Primaria


Mirta Torres

Directora Provincial de Comunicación


Carla Tous
Versión libre de un cuento popular
Ilustraciones de Leicia Gotlibowski
abía una vez
tres osos
pardos: un oso
grande, una osa
mediana y un
oso pequeño. Vivían en una
casa amarilla, con techo
rojo, en medio del bosque.

6 7
Un día, los osos cocinaron Como la sopa estaba muy caliente,
una gran olla de sopa el oso grande dijo a la osa y al osito:
deliciosa para el almuerzo. ¡Salgamos a dar
un paseo mientras
la sopa se enfría!

8 9
Cerca del bosque vivía una niña Miró a su alrededor y vio, entre los árboles
llamada Ricitos de Oro. La pequeña era del bosque, el techo rojo de una casa.
muy traviesa. Esa mañana estaba jugando Corrió hacia allí y golpeó la puerta:
en el bosque y se entretuvo persiguiendo
a una ardilla que corría por allí. ¡PUM, PUM,
De pronto sintió un olor delicioso PUM!
a sopa y dijo:
¡Oh, tengo hamb
re!
¿De dónde vendrá
ese
olor riquísimo
a sopa?

10 11
La pequeña se acercó y miró a través de
la ventana. Luego, espió por el ojo de la
cerradura. La casa parecía estar vacía pero
vio tres tazones de sopa sobre la mesa.

Entonces, Ricitos de Oro abrió la


puerta y entró a la casa porque era
una niña pequeña y traviesa.

12 13
Por último, Ricitos de Oro probó una
cucharada de la sopa de la tacita
del oso pequeño y exclamó:
¡ESTA SOPA ESTÁ PERFECTA!
Primero, probó la sopa del
tazón del oso grande y dijo:
¡AY! ¡ESTA SOPA ESTÁ
MUY CALIENTE!

Entonces, Ricitos de
Oro probó la sopa de
la osa mediana.
¡PUAJ! ¡ESTA SOPA ESTÁ
DEMASIADO FRÍA!

Y le gustó tanto que se la tomó toda.

14 15
Con el estómago lleno, Ricitos de Luego se sentó en la silla de la osa mediana
Oro buscó un lugar donde sentarse pero le pareció que su almohadón era
para descansar un rato. Junto a demasiado duro y se puso de pie.
la chimenea vio tres sillas.

La niña se sentó en la silla del oso Finalmente, Ricitos de Oro se


grande pero no se sintió cómoda sentó en la silla del osito y dijo:
porque los pies no le llegaban al suelo. ¡ESTA SILLA ES PERFECTA!

16 17
Entonces Ricitos de Oro subió por
la escalera de la casita y llegó a una
habitación donde había tres camas.

Pero cuando se acomodó para


descansar, la sillita se rompió
porque era demasiado pequeña.

18 19
del Finalmente, se ac
Primero, probó la cama ostó
stó. en la camita del
oso grande pero no le gu oso
Y DURA!
¡ESTA CAMA ES MU
pequeño y pensó
:
¡ESTA CAMA
ES PERFECTA
!

Luego, se recostó
en la
cama de la osa m
ediana:
¡ESTA CAMA ES
INCÓMODA!

Ricitos alegremente se durmió


y soñó con tres gatitos que se
acercaban para jugar con ella.

20 21
Mientras dormía, los tres
ediana vio
osos volvieron a casa. Tenían Entonces la osa m
del tazón
hambre después de su paseo la cuchara dentro
finita:
y querían tomar la sopa. y chilló con su voz
PROBADO
¡ALGUIEN HA
SOPA!
TAMBIÉN MI

El oso grande levantó su tazón


y con su voz gruesa rugió:
¡ALGUIEN HA
PROBADO MI SOPA!

El oso pequeño
miró su tacita y llo
ró:
¡ALGUIEN HA
PROBADO M
¡Y SE LA I SOPA!
HA COMID
O TODA!

22 23
El oso grande fue entonces hasta su na miró
La osa media
silla. Vio que el almohadón no estaba ue el
su silla, vio q
en su lugar y rugió con su voz gruesa: mpoco
almohadón ta
lugar y
¡ALGUIEN SE HA estaba en su
voz suave:
SENTADO EN MI SILLA! chilló con su
SE HA
¡ALGUIEN
TAMBIÉN
SENTADO
!
EN MI SILLA

24 25
El oso pequeño miró ieron las
su sillita y lloró: Los tres osos sub
rande
escaleras. El oso g
ha y con
¡ALGUIEN
vio su cama deshec
SE HA SENTADO gruñó:
su voz de trueno
EN MI SILLA!
¡ALGUIEN SE
HA ACOSTADO
EN MI CAMA!

HA HECHO
¡Y LA
PEDAZOS!
26 27
iana miró El oso pequeñ
La osa med o se acercó
ordenada y a su cama y llo
su cama des ró:
nita chilló:
con su voz fi ¡ALGUIEN ES

S E HA DURMIENDO
¡ALGUIEN
TAMBIÉN EN MI CAM
AC O STADO
! A!
EN MI CAMA

28 29
Ricitos de Oro oyó el gruñido del oso Cuando oyó llorar al oso
grande pero pensó que era un pequeño abrió uno de
trueno. Oyó luego el chillido de la osa sus ojos y vio a los tres
mediana y creyó que caía granizo. osos a su alrededor.

30 31
Entonces la niña saltó de la cama, Los tres osos fueron hacia la puerta detrás
bajó las escaleras, de ella, vieron que Ricitos de Oro corría
abrió la puerta por el bosque hacia su propia casa
y escapó. y no la persiguieron.

32 33
Ricitos de Oro corrió y corrió
y nunca más regresó
a la casa de los
tres osos.

34
DIRECCIÓN
GENERAL DE
CULTURA Y
EDUCACIÓN
Anexo

RICITOS
DE ORO

DIRECCIÓN GENERAL DE
CULTURA Y EDUCACIÓN
Anexo | Ricitos de Oro

¿CUÁL ES CUÁL?

RICITOS DE ORO OSO GRANDE SILLA

OSA MEDIANA SOPA ARDILLA

CAMA OSO PEQUEÑO BOSQUE

2
Anexo | Ricitos de Oro

LA SOPA DE LOS OSOS

• Escribí los nombres de los ingredientes que usan los osos para
hacer la sopa.

INGREDIENTES

3
Anexo | Ricitos de Oro

¿QUIÉN LO DICE?

• Uní cada personaje con lo que dice en el cuento.

¡ALGUIEN HA PROBADO

MI SOPA!

¡Y SE LA HA COMIDO

TODA!

¡ALGUIEN HA PROBADO

MI SOPA!

¡ALGUIEN HA PROBADO

TAMBIÉN MI SOPA!

4
Anexo | Ricitos de Oro

LOS NOMBRES DE LAS COSAS PEQUEÑAS

Ricitos usa la taza, la silla y la cama de los osos. Completá como


corresponde.

LA TAZA DEL OSO PEQUEÑO ES UNA TACITA.

LA SILLA DEL OSO PEQUEÑO ES UNA __________________________.

LA CAMA DEL OSO PEQUEÑO ES UNA __________________________.

• Escribí el diminutivo de estas palabras.

CUCHARA ____________________ MESA __________________________

CAMPERA ____________________ ZAPATO _______________________

VASO ________________________ SÁBANA ________________________

BOTA _______________________ GORRA _________________________

5
Anexo | Ricitos de Oro

UN EPISODIO “NUEVO”

• Escribí el episodio en el que Ricitos encuentra


en la casa de los osos.

Podés empezar así:

RICITOS SE LEVANTÓ DEL PISO Y SIGUIÓ MIRANDO TODO LO QUE HABÍA


EN EL COMEDOR DE LA CASA DE LOS OSOS. DE PRONTO, VIO TRES

6
Anexo | Ricitos de Oro

¿CÓMO LO DIJO?

• Completá como lo dice el cuento.

Primero, probó la sopa del tazón del oso grande y ______________________

—¡AY! ¡ESTA SOPA ESTÁ MUY CALIENTE!

Entonces, Ricitos probó la sopa de la osa mediana y ________________

________________________

—¡ESTA SOPA ESTÁ DEMASIADA FRÍA!

Por último, Ricitos de Oro probó una cucharada de la sopa de la tacita

del oso pequeño _____________________________

—¡ESTA SOPA ESTÁ PERFECTA!

• Pensá y escribí otras formas en que el narrador podría anunciar


que habla cada oso (en lugar de “gruñó”, “chilló” o “lloró”).

El oso grande ___________________________:

—¡ALGUIEN HA PROBADO MI SOPA!

Entonces la osa mediana _______________________:

—¡ALGUIEN TAMBIÉN HA PROBADO MI SOPA!

El oso pequeño _________________________:

—¡ALGUIEN HA PROBADO MI SOPA! ¡Y SE LA HA COMIDO TODA!

7
Anexo | Ricitos de Oro

LOS TRES INTENTOS

CUENTO TRES VECES SUCEDE QUE ...

Ricitos de Oro

El hombrecito de jengibre

Los tres cerditos y el lobo

8
Anexo | Ricitos de Oro

El lobo y los siete


cabritillos

Cenicienta

La hija del molinero

Blancanieves y los siete


enanitos

Ilustraciones, en orden de aparición: Leicia Gotlibowski (1), Mariana Ardanaz (2), Helga
Bansch (3), Margarita Ruiz (4), Diego Moscato (5 y 6), Zdenko Basic y Manuel Sumberac (7).

9
Anexo | Ricitos de Oro

LOS PERSONAJES DE LOS CUENTOS

Niñas o jóvenes de los cuentos Características

RICITOS DE ORO

CENICIENTA

BLANCANIEVES

LA HIJA DEL MOLINERO

GRETEL

10
Anexo | Ricitos de Oro

Fragmento del cuento “BLANCANIEVES”

Blancanieves, como estaba muy hambrienta, comió un poquito de


legumbres y un bocadito de pan de cada plato, y bebió una gota de
vino de cada copita, pues no quería tomarlo todo de una sola. Luego,
sintiéndose muy cansada, quiso echarse en una de las camitas; pero
ninguna era de su medida: resultaba demasiado larga o demasiado
corta; hasta que, por fin, la séptima le vino bien; se acostó en ella, se
encomendó a Dios y se quedó dormida.

Cerrada ya la noche, llegaron los dueños de la casita, que eran siete


enanos que se dedicaban a excavar minerales en el monte. Encendieron
sus siete lamparillas y, al iluminarse la habitación, vieron que alguien
había entrado, pues las cosas no estaban en el orden en que ellos las
habían dejado al marcharse.

Dijo el primero: —¿Quién se sentó en mi sillita?

El segundo: —¿Quién ha comido de mi platito?

El tercero: —¿Quién ha cortado un poco de mi pan?

El cuarto: —¿Quién ha comido de mi verdurita?

El quinto: —¿Quién ha pinchado con mi tenedorcito?

El sexto: —¿Quién ha cortado con mi cuchillito?

Y el séptimo: —¿Quién ha bebido de mi vasito?

Luego, el primero recorrió la habitación y, viendo un pequeño hueco


en su cama, exclamó alarmado: —¿Quién se ha subido en mi camita?

Acudieron corriendo los demás y exclamaron todos: —¡Alguien estuvo


echado en la mía!

Pero el séptimo, al examinar la suya, descubrió a Blancanieves,


dormida en ella.

11
Anexo | Ricitos de Oro

PALABRAS SEGURAS

Tarjetas recortables

RICITOS DE ORO OSO GRANDE

OSA MEDIANA OSO PEQUEÑO

ARDILLA TAZÓN DE SOPA

SILLA CAMA

12
Anexo | Ricitos de Oro

ARMAR PALABRAS

• Escribí el nombre sin que te sobre ninguna letra.

A U R E P
T

A R B J
U

A N C
G
U R
O

A C N
G
E J O
R

13
Anexo | Ricitos de Oro

PARA PENSAR Y ESCRIBIR

• Escribí el nombre que corresponde a cada imagen.

14
Anexo | Ricitos de Oro

• Escribí el nombre que corresponde a cada imagen.

15
Anexo | Ricitos de Oro

LOS ANIMALES PEQUEÑOS

• Escribí el nombre que corresponde a cada imagen.

Las imágenes utilizadas con fines pedagógicos en este Anexo forman parte del Archivo DGCyE o fueron
tomadas de bancos de imágenes de uso libre: Pixabay, Freepik, Pxhere, Pexels.com y Unsplash.

Las tapas de los libros fueron tomadas de OQO Editora, Editorial Susaeta, Editorial Pictus y Pirueta editorial.

16
EL LOBO Y
LOS SIE TE CABRITOS
Hermanos Grimm
Ilustraciones: Virginia Piñón

1
PROVINCIA DE BUENOS AIRES

GOBERNADOR
Axel Kicillof

VICEGOBERNADORA
Verónica Magario

DIRECTOR GENERAL DE CULTURA Y EDUCACIÓN


Alberto Sileoni

JEFE DE GABINETE
Gustavo Alcaraz

SUBSECRETARIO DE EDUCACIÓN
Pablo Urquiza

DIRECTORA PROVINCIAL DE EDUCACIÓN PRIMARIA


Mirta Torres

DIRECTORA PROVINCIAL DE COMUNICACIÓN


Carla Tous

2
EL LOBO Y
LOS SIE TE CABRITOS
Hermanos Grimm

En una bonita casa del bosque vivían siete cabritos y su


mamá. La cabra siempre cuidaba mucho a sus hijos y,
cuando necesitaba salir, insistía en que tuvieran cuidado
y no abrieran la puerta a nadie.
Un día la mamá cabra tuvo que ir de compras al pueblo.
–El lobo es muy astuto y es capaz de mentirles para
devorarlos –les dijo.
Los cabritos escuchaban con atención.
–Si llaman a la puerta y escuchan una voz ronca,
seguramente es el lobo. ¡No lo dejen entrar!
–Sí, mamá -respondieron sus hijos.
–Recuerden que puede disfrazarse para engañarlos… No
dejen de mirar por el agujerito de la cerradura y verán
que los pelos negros cubren todo su cuerpo...

2 33
–¡Sííí, mamá! -exclamaron los cabritos. –Tendremos Fuera de la casa, detrás de un árbol, se escondía un
cuidado. terrible lobo que observaba cómo la cabra salía con su
–Muy bien, hijitos, me voy a comprar al pueblo y cuando bolsa, dejando a sus hijos solos dentro de la casa.
vuelva daremos un paseo por el campo. Les traeré rica
comida.
Los pequeños dijeron a coro:
–¡Sí, mamá!

4 5
Minutos después, el lobo se acercó y dio unos golpes en
la puerta:
TOC-TOC-TOC

Dijo:
–Soy mamá y les traigo rica comidita,
¿pueden abrirme la puerta?

6 7
6 7
Los cabritos reconocieron la voz ronca del lobo y
gritaron:
–¡NOOO… TÚ NO ERES NUESTRA MADRE! ¡ERES EL
LOBO!
Enojado, el lobo se fue y se acercó a una granja que
estaba cerca. Se comió docenas de huevos porque dicen
que los huevos aclaran y suavizan la voz. Volvió a la casa
de los cabritos.

8 9
TOC-TOC-TOC

Y con voz suave dijo: –Hijos, soy mamá, ¿pueden


abrirme la puerta?
No convencidos de que fuera su madre, los cabritos le
dijeron:
–Si eres nuestra madre, enséñanos tu pata.
El lobo les enseñó su pata negra y peluda por debajo de
la puerta. Y los cabritos dijeron:
–NOOO… TÚ NO ERES NUESTRA MADRE. ¡ERES EL LOBO!

10 11
11
Enfurecido, el lobo se dirigió a la casa del panadero y le El lobo le gruñó al pobre hombre, le mostró sus grandes
pidió una bolsa de harina. dientes y lo amenazó:
El panadero pensó que algo malo planeaba hacer el –¡TE COMERÉ DE UN SOLO BOCADO!
lobo y le respondió: El panadero se quedó sin palabras y le entregó la bolsa.
–No, señor lobo, no le daré harina porque la usaré para El lobo metió allí una pata para que se blanqueara y se
cocinar una torta muy rica. fue otra vez a la casa de los cabritos.

12 13
TOC-TOC-TOC El lobo enseñó la pata bien rebozada en harina por
Y les dijo: debajo de la puerta y los cabritos gritaron:
–Niños, soy mamá y les traigo comida exquisita. ¡Abran –¡ESTA VEZ ES MAMÁ! y abrieron la puerta.
la puerta!
Los cabritos volvieron a decirle:
–Si eres nuestra madre, entonces enséñanos tu pata.

14 15
El lobo entró rápidamente en la casa y empezó a correr El mayor se metió debajo de la mesa; el segundo, debajo
para alcanzar a los cabritos. de la cama; el tercero se escondió detrás de la estufa; el
Todos huyeron y se escondieron cada uno en un lugar cuarto, en la cocina; el quinto, en el armario; el sexto,
distinto. bajo la pileta de lavar los platos y el más pequeño, se
metió en la caja del reloj de pared.

16
16 17
17
Pero el lobo los fue encontrando y los devoró uno detrás En ese momento pasaba por allí un cazador que vio
de otro. No encontró al pequeño, el que estaba en la caja la puerta abierta de la casa de los cabritos y escuchó
del reloj. Como no tenía más hambre, el feroz animal se sollozos. Entonces, entró. Fue y vino
alejó caminando muy despacio hasta un prado verde, se tratando de encontrar de dónde venían
tendió debajo de un árbol y se quedó dormido. los sollozos.

18 19
Llegó la cabra de hacer sus compras, vio el desorden, no La madre lo sacó de allí, y el cabrito
encontró a sus hijos y gritó: le contó lo que había sucedido. El
–Ay, ¡mis hijitos! Seguro que a todos se los ha llevado el cazador oyó a la cabra y a su hijito
lobo. y se acercó a ellos.
Pero al acercarse a la caja del reloj pudo oír la vocecita
de su hijo más pequeño:
–Mamita, estoy aquí escondido, abre la puerta.

20 21
–Señora cabra -le dijo. –Salgamos a buscar a ese animal, Luego los tres salieron y encontraron al lobo roncando
tal vez podamos salvar a sus hijos. bajo el árbol. El hombre lo miró atentamente, de pies a
Antes de salir, el hombre pidió al cabrito: cabeza, y vio que en su abultada panza, algo se movía y
–Pequeño, trae una tijera, una aguja y un ovillo de hilo pateaba.
de coser. Sin dudarlo, abrió la barriga del monstruo y el primer
cabrito asomó la cabeza…

22 23
A medida que seguía cortando, fueron saliendo dando Luego, la mamá cabra cosió el agujero con hilo y aguja,
brincos los seis cabritos, que no habían sufrido ningún y lo hizo tan bien que el lobo ni siquiera se despertó.
daño, pues el lobo, con su hambre desesperado, se los
había tragado enteros.
¡Qué alegría sintieron todos! Los cabritos se abrazaron a
su madre y saltaron felices.
El cazador, mientras tanto, buscó piedras para llenar la
barriga del lobo, mientras aún estaba dormido.

24 25
La cabra, los cabritos y el cazador
regresaron a la casa y la mamá
preparó una rica comida para sus
hijos y para el buen hombre que
los había ayudado.

26 27
El lobo se despertó poco después, se levantó y cuando Como sentía mucha sed, se dirigió lentamente hacia
echó a andar se preguntó: el río dispuesto a beber gran cantidad de agua fresca.
–¿Qué es lo que pesa tanto en mi barriga? Desde la ventana de su casa los cabritos lo vieron
alejarse. El malvado animal caminaba inclinado hacia la
tierra por el peso de las piedras.

28 29
Llenos de alegría, los cabritos bailaron alrededor de su
madre y cantaron:

¿QUIÉN TEME AL LOBO FEROZ?


TAN ATROZ, TAN ATROZ…

30 31
Dirección General de Cultura y Educación
El lobo y los siete cabritos / Adaptado por Mirta Torres; Ilustrado por Virginia Piñón. - 1a ed - La
Plata: Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Subsecretaría de
Educación, Dirección Provincial de Educación Primaria, 2024.
32 p. : il. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-676-145-1

1. Cuentos Clásicos. I. Torres, Mirta, adapt. II. Piñón, Virginia, ilus. III. Título.
CDD 808.899282

Este material ha sido elaborado por la Dirección General de Cultura y Educación de


la provincia de Buenos Aires.

Ejemplar de distribución gratuita. Prohibida su venta.

32
Anexo
EL LOBO Y LOS SIETE CABRITOS
Anexo | El lobo y los siete cabritos

¿QUIÉN ES QUIÉN?

• Leé para unir los nombres con los personajes del cuento.

Cabra

Cabritos

Cazador

Lobo

Panadero

2
Anexo | El lobo y los siete cabritos

LAS RECOMENDACIONES DE LA MAMÁ CABRA

• Leé el inicio del cuento y las recomendaciones de la mamá.

EL LOBO Y
LOS SIETE CABRITOS
Hermanos Grimm

En una bonita casa del bosque vivían siete cabritos y su mamá. La cabra
cuidaba mucho a sus hijos y, cuando necesitaba salir, insistía en que
tuvieran cuidado y no abrieran la puerta a nadie.

Un día la mamá cabra tuvo que ir de compras al pueblo.

—El lobo es muy astuto y es capaz de mentirles para devorarlos -les


dijo.

Los cabritos escuchaban con atención.

—Si llaman a la puerta y escuchan una voz ronca, seguramente es


el lobo.

—¡No lo dejen entrar!

—Sí, mamá -respondieron sus hijos.

—Recuerden que puede disfrazarse para engañarlos… No dejen de


mirar por el agujerito de la cerradura y verán que los pelos negros
cubren todo su cuerpo…

—¡Sííí, mamá! -exclamaron los cabritos. —Tendremos cuidado.

3
Anexo | El lobo y los siete cabritos

EL PRIMER INTENTO DEL LOBO

• ¿Qué pasa cuando el lobo llega a la casa de los cabritos? Leé el siguiente
fragmento del cuento para saberlo.

Minutos después, el lobo se acercó y dio unos golpes en la puerta:

TOC-TOC-TOC

Dijo:

—Soy mamá y les traigo rica comidita, ¿pueden abrirme la puerta?

Los cabritos reconocieron la voz ronca del lobo y gritaron:

—¡NOOO… TÚ NO ERES NUESTRA MADRE! ¡ERES EL LOBO!

4
Anexo | El lobo y los siete cabritos

EL SEGUNDO INTENTO DEL LOBO

• Releé el siguiente fragmento del cuento.

Enojado, el lobo se fue y se acercó a una granja que estaba cerca. Se


comió docenas de huevos porque dicen que los huevos aclaran y suavizan
la voz. Volvió a la casa de los cabritos.

TOC-TOC-TOC

Y con voz suave dijo:

—Hijos, soy mamá, ¿pueden abrirme la puerta?

• Respondé estas preguntas.

1. ¿Qué sentía el lobo?

2. ¿Qué hizo para volver a la casa de los cabritos?

5
Anexo | El lobo y los siete cabritos

LA AMENAZA

• Leé qué sentía el lobo y qué hizo en la casa del panadero.

Enfurecido, el lobo se dirigió a la casa del panadero y le pidió una


bolsa de harina.

El panadero pensó que algo malo planeaba hacer el lobo y le respondió:

—No, señor lobo, no le daré harina porque la usaré para cocinar


una torta muy rica.

El lobo le gruñó al pobre hombre, le mostró sus grandes dientes y lo


amenazó:

—¡TE COMERÉ DE UN SOLO BOCADO!

El panadero se quedó sin palabras y le entregó la bolsa.

6
Anexo | El lobo y los siete cabritos

EL TERCER INTENTO

• Leé qué pasó cuando el lobo logró engañar a los cabritos.

El lobo metió allí una pata para que se blanqueara y se fue otra vez a
la casa de los cabritos.

TOC-TOC-TOC
Y les dijo:

—Niños, soy mamá y les traigo comida exquisita. ¡Abran la puerta!

Los cabritos volvieron a decirle:

—Si eres nuestra madre, entonces enséñanos tu pata.

El lobo enseñó la pata bien rebozada en harina por debajo de la puerta


y los cabritos gritaron:

—¡ESTA VEZ ES MAMÁ! y abrieron la puerta.

7
Anexo | El lobo y los siete cabritos

LOS ENGAÑOS DEL LOBO

1. ¿Cómo es la voz del lobo después de comer muchos huevos? Marcá con una X
donde corresponda.

VOZ RONCA

VOZ FINITA

2. ¿Cómo son las patas del lobo cuando las mete en la bolsa de harina? Marcá
con una X donde corresponda.

PATAS NEGRAS

PATAS BLANCAS

8
Anexo | El lobo y los siete cabritos

LOS ESCONDITES

• ¿Dónde se esconden los cabritos?

El lobo entró rápidamente en la casa y empezó a correr para alcanzar


a los cabritos. Todos huyeron y se escondieron cada uno en un lugar
distinto. El mayor se metió debajo de la mesa; el segundo, debajo de la
cama; el tercero se escondió detrás de la estufa; el cuarto, en la cocina;
el quinto, en el armario; el sexto, bajo la pileta de lavar los platos y el
más pequeño, se metió en la caja del reloj de pared.

• Leé para unir dónde se escondió cada uno.

El segundo • Debajo de la mesa

El cuarto • Detrás de la estufa

El mayor • En el armario

El quinto • En la cocina

El tercero • Debajo de la cama

El más pequeño • Bajo la pileta de lavar los platos

El sexto • En la caja del reloj de pared

9
Anexo | El lobo y los siete cabritos

LA ADVERTENCIA DE LA MAMÁ CABRA

• Escribí qué les dijo la mamá cabra a sus hijos antes de ir al mercado.

• Cuando termines, podés releer lo que escribiste. Si te falta algo importante, agregalo.

10
Anexo | El lobo y los siete cabritos

LA ASTUCIA DEL LOBO

La mamá cabra advirtió a sus hijos sobre la voz ronca y las patas negras del lobo,
sin embargo, el animal logró engañarlos para que le abrieran la puerta.

• Escribí lo que hizo el lobo para que los cabritos no lo reconocieran.

CON LA PANZA LLENA DE CABRITOS

• ¿Qué hizo el lobo después de comerse a los cabritos?

11
Anexo | El lobo y los siete cabritos

¡ENCONTRARON AL LOBO!
Actividad por parejas

El cazador, la mamá cabra y el más pequeño de los cabritos decidieron ir en


busca del lobo.

• Cuenten qué pasó cuando fueron al bosque y encontraron al lobo dormido.

• Cuando terminen, pueden revisar lo que escribieron. Conversen acerca de si falta


contar algo para que se entienda bien cómo la mamá salva a sus hijitos.

12
Anexo | El lobo y los siete cabritos

POR FIN ¡TODOS EN LA CASA!

• Contá qué pasa cuando la mamá, los cabritos y el cazador vuelven a la casa.

• Cuando termines, podés revisar lo que escribiste. Si te falta escribir algo, podés
agregarlo.

13
Anexo | El lobo y los siete cabritos

EL FINAL DEL CUENTO

• ¿Cómo termina el cuento? Releé el final.

Llenos de alegría, los cabritos bailaron alrededor de su madre y cantaron:

¿QUIÉN TEME AL LOBO FEROZ?


TAN ATROZ, TAN ATROZ…

14
Anexo | El lobo y los siete cabritos

LOS LOBOS DE LOS CUENTOS


¿En qué se parecen y en qué se diferencian los lobos de los cuentos que leíste?

• Releé algunas partes de los cuentos y completá el cuadro. Agregá otro cuento
con lobos que hayas leído.

¿A QUIÉN QUIERE
¿CÓMO ES EL LOBO?
COMERSE?

EL LOBO Y LOS
SIETE CABRITOS

CAPERUCITA
ROJA

15
Anexo | El lobo y los siete cabritos

• Releé algunas partes de los cuentos de lobos que leíste y completá el cuadro.
Agregá otro que conozcas.

¿CUÁL ES EL PLAN DEL LOBO?

EL LOBO Y LOS
SIETE CABRITOS

CAPERUCITA
ROJA

16
Anexo | El lobo y los siete cabritos

EL COSTURERO DE LA CABRA
Estos son algunos de los objetos que usó la cabra para salvar a los cabritos.

• Escribí sus nombres sin que te sobre ninguna letra. Cuando uses una letra,
tachala. Leé lo que escribiste para tener la seguridad de que están todas.

R T E S
J I A

A A J
U G

D E A
D L

17
Anexo | El lobo y los siete cabritos

¿CUÁL ES CUÁL?

• Poné cada cartel donde corresponda.

HUEVOS BOLSA DE HARINA PIEDRAS

RELOJ PATA NEGRA

18
Anexo | El lobo y los siete cabritos

¿CUÁL ES CUÁL?

• Poné cada cartel donde corresponda.

CABRA CABRITOS CABRITO PEQUEÑO

CAZADOR CASA PANADERO

19
Este material ha sido elaborado por la Dirección General
de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires.

Las imágenes utilizadas con fines pedagógicos en este


material fueron tomadas de Wikimedia Commons,
Freepik, Unplash, Researchgate.net y Proyecto aullidos
(https://proyectoaullidos.wordpress.com/, p. 11).

Ejemplar de distribución gratuita.

Prohibida su venta.
Índice
Ficha técnica 4

Características físicas 6

Esqueleto del lobo 8

Aunque los lobos casi nunca atacan a los seres humanos, histó- Alimentación 9
ricamente fueron considerados uno de los enemigos naturales 10
más temibles del mundo animal. Comportamiento

Reproducción 11
Debido a su naturaleza cazadora, los lobos siempre han entrado
en conflicto con los intereses de las personas porque provoca- Comunicación 14
ron pérdidas a los rebaños ganaderos. En innumerables ocasio-
Cánidos de la Argentina: el aguará guazú 15
nes, les han disparado, atrapado y envenenado. Hoy, muchas de
sus subespecies se encuentran en peligro de extinción debido a Distribución del aguará guazú 16
la caza indiscriminada.

Esa enemistad transformó la mirada hacia los lobos, convirtién-


dose en personajes de fábulas. Aparece, entonces, la figura del
“lobo feroz” en Caperucita Roja, en El lobo y los siete cabritos o
en Los tres cerditos.

Actualmente, los lobos siguen apareciendo en la literatura in-


fantil en obras como El lobo gris, de George MacDonald, o La
auténtica historia de los tres cerditos, de Jon Scieszka.
LOBOS

Ficha técnica

El lobo, conocido con el nombre científico de Canis lupus, es un mamí-


fero del orden de los carnívoros.

Orden: Carnívoro

Familia: Cánidos

Tamaño: mide entre 65 y 90 centímetros de alto y entre 1,30 y 2 me-


tros de largo (desde el hocico hasta la punta de la cola). La cola suele
tener la longitud de un cuarto del cuerpo.

Peso: varía entre 30 y 80 kilos dependiendo de la especie. Las hembras


suelen pesar menos que los machos.

Pelaje: su cuerpo está cubierto de un grueso pelaje de distintos colores. El El lobo europeo, también conocido como lobo común o lobo gris, es
color varía en cada especie y, en algunos casos, funciona como camuflaje. el más grande de los lobos. Su pelaje es relativamente corto y áspero, y
generalmente es de color rojizo con blanco en la garganta, que apenas
Patas: son largas y ágiles. Sus dedos están unidos por pequeñas mem- se extiende hasta las mejillas.
branas, de forma tal que están adaptados para moverse con facilidad en
todo tipo de terrenos, incluyendo la nieve.

El cuerpo del lobo está preparado para recorrer amplias distancias en un


solo día. Sus características físicas le permiten alcanzar velocidades de
hasta 65 kilómetros por hora en persecuciones de corta duración y de
10 kilómetros por hora en trotes que pueden durar muchas horas. Al
correr, puede dar saltos de hasta 5 metros de largo.

El lobo de las grandes llanuras


es la subespecie más común en
América del Norte. En la actua- El lobo ártico tiene un pela-
lidad está presente en la región je blanco que le permite pasar
occidental de los Grandes Lagos desapercibido entre los paisajes
en Estados Unidos y Canadá. helados.

4 5
LOBOS

Características físicas

Los ojos de los lobos se adaptan tanto a la visión diurna como noc-
Los lobos son cazadores temibles debido a la rapidez de sus patas, su agu- turna. Sin embargo, de noche pierden parte de su agudeza visual.
do sentido del olfato, la visión nocturna y la fuerza de sus mandíbulas. El
tamaño de sus patas, los ojos amarillos y los dientes más grandes ayudan a
distinguir a los lobos de otros caninos, particularmente de los perros. El lobo se caracteriza por su excelente olfato, que le permite iden-
tificar a otros lobos y detectar los olores de sus presas a larga dis-
tancia.

Las patas de los lobos tienen


una pequeña membrana en-
tre cada dedo. Están adapta-
das para moverse con facilidad La dentadura de los lobos es formidable, idéntica a la del perro, pero
por una amplia variedad de de mayor tamaño.
terrenos, especialmente en la
nieve y la tierra blanda.

6 7
LOBOS

Esqueleto del lobo Alimentación

COLUMNA
Los lobos son depredadores carnívoros. Se alimentan de ovejas, ca-
CRÁNEO VERTEBRAL
bras, cerdos, ciervos, renos, alces, zorros, focas y peces, entre otros.

COSTILLAS

FÉMUR

MANDÍBULA

HÚMERO

FALANGES También pueden cazar roedores como conejos, liebres y castores o aves,
OMÓPLATO sobre todo si son lobos solitarios, fuera de una manada.

RÓTULA

8 9
LOBOS

Comportamiento Reproducción

Los lobos se agrupan en manadas de entre 6 y 20 animales,   generalmen- La temporada de cría de los lobos comienza en el invierno o la primavera
te dirigidas por una pareja dominante que controla la comida y mantiene temprana. La gestación dura entre 61 y 63 días.
a la manada unida.

La hembra busca un lugar protegido para dar a luz. En cada camada


Los lobos se comunican aullando. Un lobo solitario puede aullar para
pueden nacer entre 5 y 8 cachorros.
atraer la atención de su manada, del mismo modo que los aullidos de una
manada pueden actuar como mensajes territoriales entre varias de ellas.

Los lobatos mantienen los ojos


cerrados durante 10 o 15 días.

Cuando nacen, los cachorros sue-


Los lobos solitarios len tener el pelaje más oscuro y
deben evitar los terri- los ojos azules que se volverán
torios de otros lobos de color amarillo dorado en las
porque una manada siguientes semanas.
puede acosar y matar
a los intrusos.

10 11
LOBOS

A las 3 semanas, los cachorros


comienzan a salir de la madriguera
y a explorar los alrededores. Depen-
den totalmente de los adultos hasta
alcanzar el primer año de vida.

12 13
LOBOS

Comunicación Cánidos de la Argentina: el aguará guazú  

Los lobos se comunican a través de sonidos, tanto aullando como Aguará guazú es el nombre que recibe en guaraní. Es la especie de ma-
ladrando. No se conocen todas las funciones de su aullido, pero se yor tamaño dentro de la familia de los cánidos en América del Sur.
sabe que pueden utilizarlo para detectar la ubicación de su manada.

Los lobos tienen gran variedad de gestos para expresar diferentes esta-
dos anímicos o relaciones con otros lobos.

Para mostrar dominio sobre otro lobo, se mantiene alto, con las orejas
erectas, e incluso puede erguirse sobre sus patas traseras. Por el contra-
rio, puede expresar sumisión bajando el cuerpo y echando los labios
y las orejas hacia atrás.

Tiene patas bastante largas y cabeza pequeña en relación con el resto


del cuerpo. Es un corredor veloz y un hábil saltador. Su pelaje es largo y
áspero, de un color que oscila entre anaranjado y rojizo de acuerdo con
la región que habite.

14 15
LOBOS

Distribución del aguará guazú

En este mapa se muestra el lugar


-
rica del Sur.

Zona del territorio argentino en la

16
Anexo
LOBOS
LOBOS

EL LOBO
• Completá la siguiente ficha.

FICHA TÉCNICA

TAMAÑO

MIDE DE ALTO

MIDE DE LARGO

PESO

EL MACHO PESA

LA HEMBRA PESA

PELAJE

COLOR

TIPO DE PELO

VELOCIDAD

PUEDE CORRER A

PUEDE SALTAR HASTA

2
LOBOS

DISTRIBUCIÓN DE LOS LOBOS EN EL MUNDO


• Uní cada lobo con el cartel que le corresponde.

LOBO ÁRTICO: TIENE EL PELAJE BLAN-


CO QUE LE PERMITE CAMUFLARSE EN
LUGARES DONDE HAY NIEVE.

LOBO MEXICANO: ES EL MÁS PEQUEÑO


DE LOS LOBOS. MIDE UN POCO MÁS DE
UN METRO

AGUARÁ GUAZÚ: ES UNA ESPECIE DE


LOBO QUE VIVE EN LA ARGENTINA. TIE-
NE LAS PATAS MUY LARGAS Y LA CABE-
ZA PEQUEÑA.

LOBO EUROPEO: ES EL MÁS GRANDE DE


LOS LOBOS. TIENE PELOS BLANCOS EN
LA GARGANTA.

3
LOBOS

¿POR QUÉ LOS LOBOS SON CAZADORES TEMIBLES?

Porque sus ojos le permiten Porque las patas del lobo son

y alcanza a su
presa.

Porque su olfato les permite

Porque sus dientes son Porque el lobo cuando corre


puede saltar hasta

4
LOBOS

EL PELAJE DEL LOBO


• Leé junto a dos o tres compañeras o compañeros y comenten entre todas y todos.

¿Sabían que…?
Los lobos tienen dos capas de pe-
laje. El pelaje externo impide que
penetre la lluvia o la suciedad. El
pelaje interno también resiste la
penetración del agua pero, sobre
todo, los protege del frío.

5
LOBOS

EL ESQUELETO
• Colocá los rótulos correspondientes.

6
LOBOS

ALIMENTACIÓN
• Anotá de qué se alimentan los lobos.

7
LOBOS

LA MANADA Y SU FORMA DE COMUNICARSE


• Leé junto a una compañera o un compañero. Ensayen un ratito y lean la información a su familia cuando vuelvan a casa.

Los lobos se agrupan en manadas de entre 6 y 20 animales, generalmente


dirigidas por una pareja dominante que controla la comida y mantiene a
la manada unida.

Los lobos se comunican aullando. Un lobo solitario puede aullar para


atraer la atención de su manada. Los aullidos de una manada pueden
actuar como mensajes territoriales entre varias manadas.

Los lobos producen una gran variedad de sonidos: ladran, gruñen y aúllan.
Si olfatea un peligro, la madre loba ladra para proteger a los lobatos.

8
LOBOS

EL NACIMIENTO DE LOS CACHORROS


En el invierno o en las primeras semanas de la primavera nacen las crías de los lobos.

• Uní cada imagen con el epígrafe que le corresponde.

Los lobos de la manada esperan fuera de la


cueva el nacimiento de los cachorros.

La loba busca una madriguera para que los lo-


batos al nacer estén protegidos.

En cada camada nacen entre 5 y 8 cachorros.

Los cachorros salen de la cueva a las 3 sema-


nas de su nacimiento.

Hasta cumplir 1 año, los cachorros dependen


de los adultos para alimentarse.

9
LOBOS

GLOSARIO

AULLIDO: sonido que emiten algunos animales, como los lobos, para comunicarse entre ellos.

CAMUFLAJE: modo de disimular su presencia tomando la forma o el color del lugar donde se vive.

CÁNIDOS: animales carnívoros que tienen 5 dedos en las patas delanteras y 4 dedos en las patas traseras, como los lobos
y los perros.

CAMADA: conjunto de crías de un animal nacidas en el mismo parto.

CARNÍVOROS: animales que se alimentan de la carne de otros animales.

DEPREDADOR: animales que se alimentan de otros animales de distinta especie.

LOBATO: se llama así a los cachorros del lobo. También se los denomina LOBEZNOS.

MADRIGUERA: cueva donde habitan algunos animales para proteger a sus crías.

MANADA: conjunto de animales de una misma especie que viven organizados en grupos de distinta cantidad de miembros.

PRESA: animal que fue cazado o pescado por otro animal para devorárselo.

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MIS LIBROS Las aventuras
de PINOCHO
DE TERCERO

de Carlo Collodi
Adaptación de Marcelo Andiñach

SANTILLANA y los autores


ceden los derechos de la reproducción parcial
de la obra en el marco de
la cuarentena por el Coronavirus.

Las aventuras de PINOCHO

978-950-46-5986-0

MIS LIBROS
9 789504 659860 DE TERCERO
Carlo Collodi (1826-1890)
Es el autor de Las aventuras de
Pinocho. Nació en Italia en 1826.
ESTE LIBRO PERTENECE A Publicó diversos libros pero llegó a ser
reconocido por su gran obra infantil.
En 1883 publicó Le avventure di
Pinocchio. Storia di un burattino. ¿Qué
significa “burattino” en italiano?
¡Títere! La historia apareció capítulo
a capítulo en el diario Il Giornale dei
Bambini, es decir, El diario de los niños.
Collodi murió en 1890. Nunca
llegó a pensar que las aventuras
de su “burattino” seguirían siendo
disfrutadas por los chicos de todo el
mundo durante más de cien años.

ILUSTRACIONES DE ALEJANDRA KARAGEORGIU


MIS LIBROS
DE TERCERO

Las aventuras
de PINOCHO
de Carlo Collodi
Adaptación de Marcelo Andiñach
Con la colaboración de Cinthia Kuperman, Mirta
Torres y María Elena Cuter
La novela Las aventuras de Pinocho se entrega gratuitamente con
El libro de 3.° Lengua. Prácticas del lenguaje y no puede venderse por separado.

El libro de 3.° Lengua. Prácticas del lenguaje es un proyecto realizado


por el siguiente equipo:
Coordinación pedagógica: Cinthia Kuperman
Lectura crítica: Mirta Torres
Asesoría literaria: María Elena Cuter

Edición: Marcelo Andiñach


Corrección: Andrea Gutiérrez
Jefa de edición: Gabriela M. Paz
Diagramación: Silvina Gretel Espil
Ilustraciones: Alejandra Karageorgiu
Gerencia de arte: Silvina Gretel Espil
Gerencia de contenidos: Paticia S. Granieri
Collodi, Carlo
Las aventuras de Pinocho / Carlo Collodi ; adaptado por Marcelo Andiñach.
- 2a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Santillana, 2020.
64 p. ; 20 x 14 cm. - (El libro de)

ISBN 978-950-46-5985-3

1. Literatura. 2. Escuela Primaria. I. Andiñach, Marcelo, adap. II. Título.


CDD 372.4

Obra Completa 978-950-46-5986-0

© 2020, Ediciones Santillana s.A.


Av. Leandro N. Alem 720 (C1001AAP),
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
ISBN: 978-950-46-5667-8
ISBN de obra completa: 978-950-46-5668-5
Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723.
Impreso en Argentina. Printed in Argentina.
Primera edición: agosto de 2018.
Segunda edición: diciembre de 2019.

Todos los derechos reservados.


Este libro no puede ser reproducido total ni parcialmente en ninguna forma, ni
por ningún medio o procedimiento, sea reprográfico, fotocopia, microfilmación,
mimeógrafo o cualquier otro sistema mecánico, fotoquímico, electrónico,
informático, magnético, electroóptico, etcétera. Cualquier reproducción sin
permiso de la editorial viola derechos reservados, es ilegal y constituye un delito.

Este libro se terminó de imprimir en el mes de enero de 2020 en Triñanes Gráfica S.A.,
Charlone 971, Avellaneda, Buenos Aires, República Argentina.
Las aventuras
de PINOCHO
de Carlo Collodi
Adaptación de Marcelo Andiñach
Con la colaboración de Cinthia Kuperman, Mirta
Torres y María Elena Cuter

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ÍNDICE

Capítulo 1 .................................................................................... 7
El Maestro Cereza, el carpintero, encontró un trozo de madera
que lloraba y reía como un niño y se lo regaló a su amigo Gepeto.
Capítulo 2 ................................................................................... 11
El Maestro Gepeto decide construir un muñeco maravilloso
y le pone por nombre Pinocho.
Capítulo 3 ................................................................................... 14
De lo que sucedió a Pinocho con Grillo Parlante, en lo cual se
ve que los niños malos no se dejan guiar por quien les da buenos
consejos.
Capítulo 4 ................................................................................... 17
Pinocho tiene hambre y encuentra un huevo que pensó preparar
para comérselo. Cuando menos lo esperaba, vio que salía volando
por la ventana.
Capítulo 5 ................................................................................... 19
Pinocho se duerme junto al brasero y al despertarse se encuentra
con los pies carbonizados.
Capítulo 6 ................................................................................... 23
Gepeto vende su chaqueta para comprarle una cartilla a Pinocho,
pero él la vende para ver una función en el teatro de títeres.
Capítulo 7 ................................................................................... 27
Los títeres reciben a Pinocho como a un hermano. El dueño
de los muñecos aparece y Pinocho y su amigo Arlequín corren
peligro de terminar de mala manera.

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Capítulo 8 ................................................................................... 32
Comefuego le regala a Pinocho cinco monedas de oro para que
se las lleve a Gepeto. Pinocho se deja engañar por la Zorra y
el Gato y se marcha con ellos.
Capítulo 9 ................................................................................... 36
Pinocho siembra sus monedas. Un papagayo le cuenta la verdad
acerca de la Zorra y el Gato.
Capítulo 10 ................................................................................. 39
Pinocho llora porque desea encontrar a Gepeto. Llega a
una playa donde una bondadosa señora le asegura que él y
su padre se reencontrarán.
Capítulo 11 ................................................................................. 44
Pinocho descubre quién es la señora de largos cabellos. Pierde
la oportunidad de convertirse en niño y parte con su amigo Palito
al País de los Juegos.
Capítulo 12 ................................................................................. 48
Tras unos meses de diversión en el País de los Juegos, a Pinocho
y a Palito les crecen orejas y se convierten en burros.
Capítulo 13 ................................................................................. 53
Pinocho, convertido en burro, es vendido a un circo. Allí aprende
a hacer piruetas. Finalmente, vuelven a venderlo y termina
siendo arrojado al mar.
Capítulo 14 ................................................................................. 58
Una enorme ballena traga a Pinocho. Pero encuentra a alguien
y juntos logran salvarse.
Capítulo 15 ................................................................................. 63
Pinocho deja de ser un muñeco y se convierte en un niño
de verdad.

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Capítulo 1
El Maestro Cereza, el carpintero, encontró un trozo
de madera que lloraba y reía como un niño y se lo regaló a
su amigo Gepeto.

Escuchen, mis pequeños lectores.


Había una vez un pedazo de madera. Un simple trozo
de leña de esos con que en el invierno se encienden las
estufas y chimeneas para calentar las habitaciones.
Pues, niños, es el caso que el trozo de leña de mi cuento
fue a parar cierto día al taller de un viejo carpintero lla-
mado Maestro Antonio, a quien todo el mundo llamaba
Maestro Cereza, porque la punta de su nariz, siempre co-
lorada y reluciente, parecía una cereza madura.
Cuando el Maestro Cereza vio aquel trozo de madera se
puso muy contento. Comenzó a frotarse las manos, mien-
tras decía:
–¡Con esta madera voy a hacer la pata de una mesa!
Tomó el hacha para comenzar a quitar la corteza. Pero,
cuando iba a dar el primer hachazo, oyó una vocecita muy
fina que decía con acento suplicante: “¡No me pegues fuerte!”.
¡Se imaginarán la sorpresa del Maestro Cereza! Sus ojos
asustados recorrieron la habitación para ver de dónde po-
día salir aquella vocecita. Miró debajo del banco, y nadie;

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Las aventuras de PINOCHO

miró dentro de un armario, y nadie; en el cesto del ase-


rrín, y nadie; abrió la puerta del taller, salió a la calle, y
nadie tampoco. ¿Quién podría ser, entonces?
–Ya comprendo –dijo rascándose la peluca–, esta voce-
cita ha sido una ilusión mía. ¡Seguiré trabajando!
Tomó de nuevo el hacha y pegó un formidable hachazo
al pedazo de madera.
–¡Ay! ¡Me has hecho daño! –se quejó la misma vocecita.
Esta vez el Maestro Cereza quedó como si fuera de pie-
dra, con los ojos espantados, la boca abierta y la lengua
afuera, colgando casi hasta su barba. Cuando pudo ha-
blar, dijo temblando:
–Pero ¿se habrá escondido alguien dentro de la madera?
Agarró entonces el leño con las dos manos y empezó a gol-
pearlo contra las paredes del taller. Después se quedó inmóvil
tratando de escuchar nuevas quejas. Pero no escuchó nada.
Como tenía miedo, el Maestro Cereza se puso a can-
turrear y siguió con el trabajo. Dejó el hacha y tomó el
cepillo para cepillar y pulir el leño. Cuando lo estaba cepi-
llando por un lado y por otro, oyó la misma vocecita que
le decía riendo:
–¡Detente, detente! ¡Me estás haciendo cosquillas!
El Maestro Cereza se desmayó del susto. Cuando vol-
vió a abrir los ojos, se encontró sentado en el suelo. La
punta de la nariz ya no estaba colorada; del susto se le
había puesto azul.

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Capítulo 1

En aquel momento llamaron a la puerta.


–¡Adelante! –contestó el carpintero sin fuerzas para
pararse. Entonces entró al taller un viejecillo muy vivara-
cho que se llamaba Maestro Gepeto. Los niños de la ve-
cindad, para hacerlo rabiar, lo llamaban Maestro Fideos,
porque su peluca amarilla parecía que estaba hecha con
fideos finos. Como Gepeto tenía muy mal genio y le daba
rabia que lo llamasen así, ¡pobre del que se lo dijera!
–Buenos días, Maestro Antonio –dijo al entrar–, ¿qué
hace usted en el suelo?
–¡Ya ve usted! ¡Estoy enseñando a leer a las hormigas!
–¡Es una buena idea!
–¿Qué lo trae por aquí, compadre Gepeto?
–Maestro Antonio, he venido para pedirle un favor.
–Pues aquí me tiene –respondió el carpintero.
–Esta mañana se me ha ocurrido una idea. He pensado
hacer un magnífico muñeco de madera; una marioneta
maravillosa que sepa bailar y dar saltos mortales. Con ese
muñeco podría viajar por el mundo y ganarme la vida.
¿Qué le parece?
–¡Bravo, Maestro Fideos! –gritó aquella vocecita que
no se sabía de dónde salía.
Al oírse llamar de esa manera, Gepeto se puso rojo
como un tomate y volviéndose hacia el carpintero le dijo
furioso:
–¿Por qué me insulta usted?

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Las aventuras de PINOCHO

–¿Quién lo insulta?
–¡Usted! ¡Me ha llamado Fideos!
–¡Yo no he sido!
–¡Digo y repito que ha sido usted!
–¡No!
–¡Sí!
Furiosos los dos, pasaron de las palabras a las manos,
se arañaron, se mordieron y se dieron una paliza. Cuando
terminó la batalla, el Maestro Antonio se encontró con la
peluca amarilla de Gepeto en las manos y Gepeto tenía en
la boca la peluca gris del carpintero.
–¡Devuélvame mi peluca! –gritó el Maestro Antonio.
–¡Devuélvame usted la mía y hagamos las paces!
Los dos viejecillos se entregaron las pelucas y se dieron
las manos prometiendo ser buenos amigos toda la vida.
–Veamos qué favor tiene que pedirme, compadre Ge-
peto –dijo el maestro carpintero.
–Quisiera un trozo de madera para hacer ese muñeco
del que le he hablado. ¿Puede usted dármela?
El Maestro Antonio, contentísimo, se apresuró a to-
mar el leño que le había hecho pasar tan mal rato y se lo
entregó a su amigo. Gepeto tomó bajo el brazo el famoso
trozo de madera y, dando las gracias al Maestro Antonio,
se marchó a su casa.

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.
Capítulo 2
El Maestro Gepeto decide construir un muñeco maravilloso
y le pone por nombre Pinocho.

Gepeto vivía en una casa muy modesta, en la planta


baja, con una única ventana. Los muebles no podían ser
más sencillos: una silla medio rota, una cama bastante in-
cómoda y una mesa desvencijada. Apenas entró a su casa,
Gepeto tomó las herramientas y se puso a tallar.
Mientras trabajaba pensaba: “¿Qué nombre le pondré?
Voy a llamarlo Pinocho. Sí, ese nombre le dará suerte”.
Y cuando le encontró nombre a su marioneta se puso a
trabajar firmemente. Le hizo el pelo, luego la frente y des-
pués los ojos. Una vez hechos los ojos, imaginen la sor-
presa al ver que se movían y lo miraban fijamente. Irrita-
do, Gepeto les dijo:
–Ojos de madera, ¿por qué me miran así?
Pero nadie respondió.
Después de los ojos, le hizo la nariz. Pero en cuanto
estuvo hecha, empezó a crecer. Y creció y creció tanto
que en unos minutos se convirtió en una terrible nariz.
Y cuanto más Gepeto la recortaba, más seguía creciendo.

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Las aventuras de PINOCHO

Después de la nariz le hizo la boca. Y ahí sí, la madera


comenzó a reírse y a hacerle burlas.
–¡No te rías! –dijo Gepeto. Pero fue como decírselo a
la pared–. Te digo que no te rías –gritó con voz amena-
zadora.
Entonces la boca dejó de reír, pero le sacó la lengua.
Para no arruinar su trabajo, continuó con la talla hacien-
do como si nada pasara: le hizo la barbilla, el cuello, los
hombros, el tronco, los brazos y las manos. Allí Gepeto
notó que la peluca se le separaba de la cabeza. Miró hacia
arriba y ¿qué vio? Vio su propia peluca amarilla en las ma-
nos de la marioneta.
–¡Pinocho! ¡Devuélveme ahora mismo la peluca!
Gepeto, ante esa conducta insolente y burlona, se puso
un poco triste.
–¡Qué hijo más ingrato! ¡Aún no está terminado y ya le
está faltando el respeto a su padre!
Cuando terminó de hacerle las piernas, Gepeto puso
a la marioneta en el piso y, en un santiamén, salió co-
rriendo por toda la habitación; luego, cruzó la puerta de
la casa, salió a la calle y se dio a la fuga.
El pobre Gepeto salió corriendo tras él, pero no podía
alcanzarlo.
–¡Atrápenlo! ¡Atrápenlo! –gritaba Gepeto. Pero la gen-
te, al ver esa marioneta corriendo como un galgo, no pa-
raba de reír.

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Capítulo 2

Finalmente, un policía logró atraparlo por la nariz y lo


puso en manos de Gepeto.
–Vamos a casa. Y puedes estar seguro que de que cuan-
do lleguemos ajustaremos las cuentas.
Ante esa amenaza, Pinocho se tiró al suelo y comenzó
a hacer tal berrinche que los que pasaban comentaban:
–Pobre marioneta, hace bien en no querer volver a
casa.
–¡Gepeto es un buen hombre pero tiene poca paciencia
con los niños!
Tanto insistieron los vecinos que el policía puso en li-
bertad a Pinocho y se llevó preso a Gepeto. El pobre car-
pintero no sabía ni qué decir para defenderse de tanta
injusticia y mientras se lo llevaban a la cárcel se puso a
llorar y balbuceaba:
–¡Qué desgracia! ¡Con lo que he
trabajado para hacer una marione-
ta bien educada! ¡Debería haberlo
pensado antes!
Lo que sucedió después es una
historia increíble que les conta-
ré en los siguientes capítulos.

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Capítulo 3
De lo que sucedió a Pinocho con Grillo Parlante, en lo cual
se ve que los niños malos no se dejan guiar por quien les da
buenos consejos.

Mientras al pobre Gepeto lo llevaban a la cárcel sin ser


culpable de nada, el pícaro Pinocho seguía por allí sal-
tando y brincando por el pueblo. Luego retornó a la casa
y encontró la puerta de la calle entreabierta; entró y en
cuanto puso el cerrojo de la puerta se sentó en el suelo,
dejando escapar un suspiro de alivio.
Sin embargo, la tranquilidad duró poco porque de
pronto escuchó una voz pequeña que le decía:
–Cri-cri-cri.
–¿Quién me llama? –preguntó Pinocho asustado.
–Soy yo.
Pinocho miró hacia arriba y vio un enorme grillo que
subía lentamente por la pared.
–¿Y quién eres?
–Soy Grillo Parlante. Vivo en esta casa hace más de
cien años.
–Si quieres hacerme un favor de verdad –dijo Pino-
cho– vete rápido de aquí. Ahora esta es mi casa.

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Capítulo 3

–Me iré, pero antes debo decirte una gran verdad


–contestó el grillo.
–Dímela y lárgate.
–¡Ay de los niños caprichosos y de los que se rebe-
lan contra sus padres! Nunca encontrarán la paz en este
mundo y, más tarde o más temprano, se arrepentirán.
–¡Bah! Deja de decir pavadas, Grillo. Canta lo que se
te antoje. Ya tomé la decisión de irme cuando amanezca,
antes de que me pase lo que les sucede a todos los niños,
es decir, me mandarán a la escuela y no tengo ninguna
ganas de estudiar. Es mucho más divertido cazar mari-
posas y treparse a los árboles.
–Pobre bobalicón, ¿no sabes que, si no vas a la escuela,
de mayor serás un burro y todos se burlarán de ti?
–¡Cállate Grillo! –gritó furioso Pinocho.
Pero Grillo, que era sabio y tranquilo, en vez de enojar-
se continuó diciéndole:
–Si no te gusta ir a la escuela, puedes aprender un ofi-
cio.
–De todos los oficios que existen, solo hay uno que me
gusta –respondió Pinocho.
–¿Y cuál es ese oficio?
–El de comer, beber, dormir, divertirme y llevar de la
noche a la mañana la vida de vagabundo.
–Pues te advierto que todos los que se dedican a ese
oficio terminan mal en la vida. ¡Pobre Pinocho, qué pena

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Las aventuras de PINOCHO

me das! Eres una marioneta y, para peor, tienes la cabeza


de madera.
Pinocho se enojó tanto con Grillo Parlante que le arro-
jó uno de los martillos que había por allí y que fue justo
a darle en medio de la cabeza, de manera que el pobre
Grillo apenas pudo decir cri-cri antes de quedar tieso y
aplastado contra la pared.

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Capítulo 4
Pinocho tiene hambre y encuentra un huevo que pensó
preparar para comérselo. Cuando menos lo esperaba, vio que
salía volando por la ventana.

Ya empezaba a anochecer y Pinocho comenzó a sentir


apetito. Ese apetito se transformó en hambre, cada vez
más y más hambre. Un hambre atroz.
Entonces se puso a dar vueltas por la casa registrando
todos los cajones y todos los armarios tratando de encon-
trar algo para comer. Aunque fuera un hueso que hubiera
dejado algún perro, un mendrugo de pan duro, un carozo
de cereza. Pero nada de nada. Gepeto era muy pobre y no
tenía nada por ningún lado.
Entretanto, el hambre aumentaba y lo único que lo ali-
viaba era bostezar. Daba unos bostezos tan grandes que
la boca le llegaba al lugar de las orejas. Y después de bos-
tezar notaba como si el estómago se le saliera por la boca.
Llorando de desesperación decía:
–¡Grillo Parlante tenía razón! ¡Si me hubiera portado
bien, mi papá ahora estaría aquí y saciaría mi hambre!
–repetía sin parar de llorar–. ¡Ay, qué enfermedad más
horrible es el hambre!

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Las aventuras de PINOCHO

Pero de repente le pareció ver entre un montón de


desperdicios algo redondo y blanco que bien podía ser un
huevo de gallina. ¡Y era un huevo de verdad!
Imagínense la alegría de Pinocho. Había encontrado
algo para comer.
–¿Cómo lo voy a preparar? ¿Hago una tortilla? ¿Y si
solo lo hiervo y lo como con un poco de sal?… ¿No sería
más sabroso si lo hago frito en la sartén? ¡Tengo muchas
ganas de comerlo!
Dicho y hecho. Colocó la sartén con un poco de agua
sobre el brasero y cuando el agua estuvo bien caliente,
cascó el huevo. Pero, para su sorpresa, en vez de salir la
clara y la yema, un hermoso pichón de pajarito salió muy
feliz de adentro del huevo.
–¡Muchas gracias por haberme ahorrado el trabajo de
romper la cáscara, señor Pinocho! –dijo el pichón, que
abrió sus alas y salió volando por la ventana.
La pobre marioneta quedó patitiesa y con los ojos desor-
bitados, la boca entreabierta, la cáscara de huevo en la mano
y el hambre en la panza. Y mientras otra vez lloraba, decía:
–¡El Grillo tenía razón! ¡Si mi papá estuviera ahora aquí
yo no tendría hambre! ¡Qué horrible es tener hambre!
Pero como las tripas le gruñían y el hambre aumenta-
ba, se le ocurrió salir de la casa e ir hasta el pueblo vecino
con la esperanza de que alguien se apiadara de él y le diera
un poco de pan.

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Capítulo 5
Pinocho se duerme junto al brasero y al despertarse se
encuentra con los pies carbonizados.

Cuando Pinocho quiso salir, se dio cuenta de que era


una noche infernal. Tronaba tan fuerte y relampagueaba
de tal modo que parecía que el cielo fuera a incendiar-
se. Al muñeco le daba mucho miedo la tormenta pero el
hambre era más fuerte que el miedo. Así que echó a correr
y llegó al pueblo vecino.
Imagínense que, debido a esa tremenda tormenta, en
las calles del pueblo no había ni un alma. Todo estaba de-
sierto y oscuro. Entonces, Pinocho, presa del hambre y la
desesperación, se colgó de la campanilla de una casa con
la esperanza de que alguien se asomara. Y, efectivamente,
así fue.
Un viejito con gorro de dormir en la cabeza se asomó
por la ventana y gritó muy enfadado:
–¿Qué quieres a estas horas?
–¿Podría darme un poco de pan?
–Espera que vuelvo enseguida –respondió el viejo
creyendo que se trataba de uno de esos chicos que se

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Las aventuras de PINOCHO

dedican a molestar por las noches en las casas de la gen-


te que descansa.
Medio minuto más tarde volvió a asomarse por la ven-
tana y gritándole a Pinocho le dijo:
–¡Ven, acércate a la ventana y abre bien tu sombrero!
Pinocho hizo lo que el viejo le decía y, mientras acomo-
daba su sombrero para recibir el pan, le cayó una enorme
palangana de agua fría que lo empapó de pies a cabeza.
Pinocho se puso a llorar y regresó a la casa mojado y
agotado por el cansancio y el hambre. Como ya no tenía
fuerzas, apoyó sus pies en el brasero y se quedó dormido.
Así pasó la noche hasta que al amanecer escuchó que
golpeaban la puerta.
–¿Quién es? –preguntó la marioneta.
–Soy yo –respondió una voz. Esta vez era la voz de Ge-
peto.
Al escuchar la voz de su papá, Pinocho se levantó ve-
lozmente para ir a abrir la puerta, pero al querer dar un
paso cayó al piso.
–¡Abre la puerta! –le gritaba Gepeto.
–¡No puedo!
–¿Por qué no puedes?
–Porque me han comido los pies.
–¿Quién te los ha comido?
–El Gato –dijo Pinocho al ver que el Gato se divertía
con unas virutas de madera.

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Capítulo 5

–¡Basta, Pinocho, y abre la puerta de una vez! No me


hagas enojar de nuevo.
–No puedo tenerme en pie. Te lo digo de verdad.
Gepeto, que cada vez le creía menos a su hijo, decidió
no esperar más y trepó por la pared hasta que logró entrar
a la casa por la ventana. Al principio estaba muy enojado,
pero al ver a Pinocho tendido en el piso, lo tomó entre
sus brazos y comenzó a hacerle miles de mimos y caricias,
mientras unos lagrimones caían por sus mejillas.
–¡Pinocho mío! ¿Cómo te has quemado así los pies?
Pinocho comenzó a contarle a Gepeto todo lo que le ha-
bía pasado. Comenzó con la historia de Grillo Parlante, el
huevo con el pajarito, el hambre atroz que sentía, el agua
que le arrojó el viejo de otro pueblo y finalmente dijo:
–Luego volví a casa y como todavía tenía hambre y
frío, apoyé los pies en el brasero y entonces llegaste tú.
Ahora me acabo de dar cuenta de que tengo los pies que-
mados.
De todo el largo discurso de Pinocho, Gepeto solo en-
tendió que la marioneta estaba muerta de hambre, así
que sacó las tres peras que tenía para su desayuno.
–Estas tres peras son mi desayuno –dijo– pero con mu-
cho gusto te las doy.
–Si quieres que me las coma, haz el favor de pelarlas.
–¿Pelarlas? –replicó atónito Gepeto–. Hijo, nunca
pensé que fueras tan delicado. Eso no es bueno. Desde

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Las aventuras de PINOCHO

pequeño hay que acostumbrarse a comer de todo. La


vida puede dar muchas vueltas.
–Quizá tengas razón –contestó Pinocho–, pero jamás
comeré fruta que no esté pelada.
El bueno de Gepeto, armándose de paciencia, sacó un
cuchillo, peló las tres peras y dejó las cáscaras en una es-
quina de la mesa.
Cuando Pinocho se hubo comido de dos bocados la pri-
mera pera, hizo ademán de tirar el corazón, pero Gepeto
lo agarró del brazo y le dijo:
–No lo tires. En este mundo todo puede servir.
Después de haberse comido las tres peras, Pinocho le
dijo a Gepeto:
–Aún tengo hambre.
–No tengo nada más que las cáscaras de estas tres peras.
–¡Qué le vamos a hacer! –dijo Pinocho, y se comió las
cáscaras. Continuó luego con los corazones y, cuando ter-
minó, se frotó la barriga con las manos y dijo:
–¡Ahora sí que estoy satisfecho! Menos mal que no ti-
raste ni las cáscaras ni los corazones.
–¿Ves cómo tenía razón –observó Gepeto– cuando te
decía que todo se puede aprovechar en el mundo? ¡La
vida da muchas vueltas!

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Capítulo 6
Gepeto vende su chaqueta para comprarle una cartilla a
Pinocho, pero él la vende para ver una función en el teatro
de títeres.

Tan pronto como a Pinocho se le pasó el hambre, co-


menzó a refunfuñar y llorar porque quería unos pies nue-
vos. Pero Gepeto, para castigarlo por sus travesuras, lo
dejó llorisquear toda la mañana. Luego le dijo:
–¿Por qué debería hacerte pies nuevos? ¿Quizá para
ver cómo te escapas nuevamente?
–Te prometo que de ahora en adelante seré bueno.
–Todos los niños dicen lo mismo para conseguir lo que
quieren, pero luego vuelven a portarse mal.
–Te prometo que seré bueno, iré a la escuela y seré el
mejor alumno…
–No sé si debo creerte –le dijo Gepeto–. Al fin de cuen-
ta eres un niño como todos.
–¡Pero yo no soy como los demás niños! ¡Soy bueno
y siempre digo la verdad! Te prometo que aprenderé un
oficio y seré tu bastón cuando llegues a ser muy viejito.
Gepeto, a pesar de que parecía un señor muy severo, tenía
los ojos llenos de lágrimas y lo apenaba mucho ver a su hijo

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Las aventuras de PINOCHO

en ese estado. Así que tomó las herramientas y se puso a


construir dos piececitos muy bien hechos. Cuando la mario-
neta vio que ya podía caminar, loco de contento, comenzó a
hacer miles de cabriolas y vueltas carnero por toda la habi-
tación.
–Ahora verás que me portaré muy bien –le dijo Pino-
cho a su padre– y seré un niño bueno y estudioso. Ya mis-
mo quiero ir a la escuela.
Gepeto, con un poco de papel floreado, confeccionó
un traje para su hijo. Le hizo los zapatos con corteza de
árbol y, para hacerle el gorro, usó miga de pan. Pinocho
estaba muy feliz con su ropa nueva.
–Parezco todo un señor. Ahora solo me falta una carti-
lla nueva. ¿Me das una?
–Pero yo no tengo una cartilla –repuso Gepeto.
–Eso no es problema, vamos a la librería y la compramos.
–Pero no tengo dinero para eso –contestó Gepeto.
Y a pesar de que Pinocho era un niño muy alegre, se
entristeció. Porque cuando la pobreza es pobreza de ver-
dad, todos la sufren; incluso lo niños.
–Ya veré qué puedo hacer –dijo Gepeto–. Espérame
aquí.
Habría pasado una media hora cuando Gepeto volvió a
la casa con una cartilla nueva bajo el brazo. El pobre vie-
jo estaba en mangas de camisa aunque en la calle estaba
lloviendo.

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Capítulo 6

–¿Y tu chaqueta, papá?


–La he vendido porque me daba calor.
Pinocho comprendió en el acto lo que había sucedido,
así que no pudo reprimir el impulso y se lanzó a los bra-
zos de Gepeto y comenzó a comerle la cara a besos.
Apenas paró la lluvia, Pinocho con su cartilla nueva
partió bien temprano para la escuela. Mientras caminaba
hablaba solo:
–Hoy en la escuela aprenderé a leer y mañana aprende-
ré a escribir. Y pasado mañana, a contar; y al día siguiente
haré las primeras sumas y restas. Y con todo lo que apren-
da ganaré mucho dinero que me servirá para comprarle
una chaqueta nueva a mi papá, una chaqueta de paño que
tenga bordados de oro y plata y botones de brillantes. El
pobre se merece que le regale lo mejor.
Mientras caminaba distraído en sus pensamientos, le
pareció oír a lo lejos una música de flautas y bombos.
–¿Qué será esa música? ¡Qué lástima que tenga que ir a
la escuela y no pueda averiguar de qué se trata!
Se detuvo en la esquina a pensar, y finalmente se
decidió: “Hoy iré a escuchar esa música y mañana iré a
la escuela. Al fin de cuentas, siempre hay tiempo para
aprender”.
Dicho y hecho, se lanzó a correr por la calle a toda velo-
cidad y llegó a una plaza repleta de gente que rodeaba una
gran carpa de tela pintada de colores.

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Las aventuras de PINOCHO

–¿Qué es esta carpa? –preguntó Pinocho a un niño.


–Lee el cartel y te enterarás. Ahí lo dice.
–Con gusto lo leería, pero aún no aprendí a leer.
–¡Qué burro! Entonces te lo leeré yo. En estas letras
rojas dice: “GRAN TEATRO DE MARIONETAS”.
–¡Quiero entrar! ¿Cuánto cuesta la entrada?
–Cuatro monedas.
–¿Me las prestas?
–Con gusto te las daría, pero no las tengo.
–¿Te vendo mi chaqueta?
–De nada me servirá ni tu chaqueta de papel, ni tu go-
rro de miga y, mucho menos, esos zapatos que solo sirven
para hacer fuego.
Entonces, un vendedor ambulante que escuchaba la
conversación entre los niños le ofreció a Pinocho com-
prarle su cartilla nueva por cuatro monedas. De ese modo,
Pinocho consiguió el dinero para la entrada.
¡Y pensar que el pobre Gepeto había vendido su cha-
queta para comprarle la cartilla a su hijo!

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Capítulo 7
Los títeres reciben a Pinocho como a un hermano. El dueño
de los muñecos aparece y Pinocho y su amigo Arlequín corren
peligro de terminar de mala manera.

Cuando Pinocho entró al teatro, la función de títeres ya


había comenzado. El público moría de risa viendo cómo
las marionetas Arlequín y Polichinela se insultaban y se
daban bofetadas uno al otro. Pero de repente, Arlequín
dejó de actuar y señalando con su dedo hacia el fondo del
teatro, comenzó a gritar:
–¡Miren quién está allí! ¿Estoy soñando o estoy des-
pierto? ¡Es nuestro amigo Pinocho!
–¡Es verdad! –exclamó Polichinela–. Es nuestro amigo
Pinocho.
Las demás marionetas comenzaron a los gritos, locas
de alegría: “¡Es Pinocho! ¡Es nuestro hermano Pinocho!”
–¡Pinocho, ven aquí, sube a abrazar a tus hermanos de
madera! –le gritó Arlequín.
Pinocho saltó desde atrás de las butacas a las primeras
filas, de allí se lanzó a la cabeza del director de la orquesta
y, por último, dio un salto hasta el escenario.

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Las aventuras de PINOCHO

Imagínense los apretujones, abrazos, pellizcos amis-


tosos y coscorrones de auténtica hermandad que recibió
Pinocho de parte de los actores y actrices de aquella com-
pañía de marionetas. Pero el público comenzó a impa-
cientarse porque se daba cuenta de que la obra de títeres
no iba a continuar.
–¡Que siga la función! ¡Que sigan los títeres! –excla-
maban.
Tanto era el lío, el griterío y el alboroto que por detrás
del escenario apareció el titiritero, un hombre tan feo que
daba miedo. Tenía una barba negra como una mancha de
tinta, tan larga que se la pisaba; su boca era grande como
un horno y sus ojos parecían dos faroles de vidrios ro-
jos con luces adentro. La presencia del titiritero hizo que
todos enmudecieran. Las pobres marionetas temblaban
como hojas.
–¿Por qué has venido a armar todo este alboroto en mi
teatro? –gruñó con voz de ogro acatarrado–. Tráiganme
esa marioneta. A la noche arreglaremos cuentas.
EL titiritero dio un par de gritos más y todo volvió
al orden. Finalmente, Comefuego (que así se llamaba el
dueño de las marionetas) en cuanto terminó la función
se fue para la cocina donde asaba un enorme carnero para
la cena. Como el fuego era escaso y la carne no se había
cocinado del todo, Comefuego se dirigió a Arlequín y Po-
lichinela y les ordenó:

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Capítulo 7

–Tráiganme a ese muñeco que dejé colgado de un cla-


vo. Es de buena madera seca y me servirá para avivar el
fuego del asado.
Arlequín y Polichinela no querían hacerlo, pero el mie-
do a Comefuego era más grande que todo. Al poco tiem-
po, volvieron con Pinocho, que se retorcía como una an-
guila fuera del agua y chillaba desesperado:
–¡Papá, sálvame! ¡No quiero morir, no quiero morir!
Comefuego parecía un hombre terrible pero en el fon-
do no era malo. La prueba de ello es que cuando vio a
Pinocho desesperado comenzó a conmoverse y no pudo
evitar un estornudo.
–¡Achís! –estornudó Comefuego.
Al oír ese estornudo atronador, Arlequín se acercó a
Pinocho y le susurró:
–Tranquilízate. Comefuego estornuda cuando se emo-
ciona por algo. Te has salvado.
–¡Deja ya de llorar! –gritó el titiritero haciéndose el
malo–. Tus lamentos me han producido un dolor de es-
tómago que… ¡achís!, ¡achís! –Comefuego estornudó dos
veces más.
–¡Salud! –dijo Pinocho.
–Gracias. ¿Y tu papá y tu mamá están vivos? –le pre-
guntó Comefuego.
–Mi papá, sí; a mi mamá no la he conocido.
–¡Quién sabe el disgusto que le daría a tu padre si te

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Las aventuras de PINOCHO

mandara ahora al fuego! ¡Pobre hombre! ¡Achís! ¡Achís!


–exclamó el hombrón y siguió estornudando.
–¡Salud! –volvió a decir Pinocho.
–Gracias. Ya ves, a mí también hay que compadecerme
porque no me queda leña para cocinar mi cena. Pero ya
me he compadecido de ti. Así que tiraré al fuego a una
marioneta de mi compañía. ¡Eh, guardias, tráiganme a
Arlequín! ¡Átenlo y arrójenlo al fuego!
¡Imagínense cómo se puso Arlequín al escuchar esa or-
den! La marioneta se asustó tanto que se tiró al piso y
comenzó a pedir piedad por su vida de madera.
Pinocho, también desconsolado de pensar que harían
leña de Arlequín, se arrodilló frente a Comefuego pidién-
dole por la vida de su amigo.
–¡Piedad, señor Comefuego!
–Aquí no hay ningún señor –replicó con dureza el titi-
ritero.
–¡Piedad, caballero!
–Aquí no hay ningún caballero.
–¡Piedad, Excelencia!
Al oírse llamar Excelencia, Comefuego puso cara de sa-
tisfacción. Pinocho notó el cambio de gesto del titiritero,
y continuó:
–No tiren a mi amigo al fuego. En tal caso, prefiero ser
yo la leña. Arrójenme a mí a las llamas. No es justo que mi
amigo sufra lo que debo sufrir yo.

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Capítulo 7

Estas palabras conmovieron tanto a Comefuego que


comenzó a estornudar tanto que le perdonó la vida a am-
bas marionetas.
–Eres un buen chico, ven aquí y dame un beso. Hoy me
resignaré a comer el cordero medio crudo, pero la próxi-
ma vez… ¡que se prepare!
Ante la buena noticia, todas las marionetas comenza-
ron a saltar y gritar de alegría.

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Capítulo 8
Comefuego le regala a Pinocho cinco monedas de oro para que
se las lleve a Gepeto. Pinocho se deja engañar por la Zorra y el
Gato y se marcha con ellos.

Al día siguiente, Comefuego llamó a Pinocho para


que le hablara de su padre. Pinocho le contó que era un
carpintero muy pobre pero de gran corazón; que había
vendido su único abrigo para comprarle la cartilla y le
confesó que él la había vendido para pagar la entrada del
teatro.
–¡Pobre hombre! Me da mucha lástima tu padre. Aquí
tienes cinco monedas de oro. Ve a llevárselas enseguida y
salúdalo de mi parte.
Pinocho le agradeció a Comefuego de mil maneras y
salió corriendo por la calle rumbo a su casa. No había
recorrido ni medio kilómetro cuando se cruzó con una
Zorra renga y un Gato ciego que caminaban ayudándose
mutuamente.
–Buenos días, Pinocho –lo saludó la Zorra amable-
mente.

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Capítulo 8

–Buenos días –respondió Pinocho–. ¿Cómo sabes mi


nombre?
–Porque conozco a tu papá. Lo vi ayer en la puerta de
su casa. Estaba en mangas de camisa muerto de frío.
–Muerto de frío –agregó el Gato.
–¡Pobre papá! Por suerte, ya no volverá a tener frío
porque el titiritero me dio unas monedas con las que le
compraré un abrigo nuevo. Además, quiero ir al colegio.
–¿Ir al colegio? –dijo la Zorra–. Por ir al colegio perdí
una pata.
–Una pata –dijo el Gato–. ¡Y yo quedé ciego de los dos
ojos!
Mientras continuaban conversando, los tres seguían
camino hacia la casa de Gepeto. Pinocho les contaba
acerca de los planes que tenía y cómo pensaba invertir
esas monedas que le había regalado Comefuego.
Habían hecho más de la mitad del camino cuando la
Zorra se detuvo de repente y le dijo a Pinocho:
–¿Te gustaría duplicar esas monedas de oro? Tal vez
más que duplicarlas, ¡centuplicarlas!
–¡Centuplicarlas! –agregó el Gato.
–¡Ojalá pudiera! ¿Pero cómo se puede hacer eso?
La Zorra le contó que no muy lejos de allí estaba
el País de los Cabeza Hueca, donde existe un terre-
no llamado el Campo de los Milagros en el que si
se plantan monedas de oro, a la mañana siguiente

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Las aventuras de PINOCHO

brotan árboles que, en pocas horas, se llenan de mi-


les de monedas.
Pinocho quedó pensativo frente a esa propuesta ver-
daderamente tentadora. En lugar de llegar con cinco
monedas podría entregarle a su papá cientos o miles de
monedas de oro y así nunca más tendrían ni hambre ni
frío. Luego de pensarlo, decidió acompañar a la Zorra y
al Gato hasta ese lugar maravilloso.
–Cuando haya centuplicado mis monedas, les daré
también a ustedes –prometió Pinocho.
–¿A nosotros? ¡No digas tonterías! –dijo la Zorra ha-
ciéndose la ofendida.
–¡No digas tonterías! –repitió el Gato.
–A nosotros no nos interesa el dinero, solo la felicidad
de los demás –prosiguió la Zorra.
Pero como el camino era un poco largo, la Zorra propu-
so detenerse a comer y descansar un rato en la posada del
Cangrejo Rojo y así lo hicieron. A medianoche, cuando Pi-
nocho estaba listo para continuar la marcha, el posadero
le informó que sus amigos habían partido hacía una hora
y que le habían pedido que le dijera que lo esperaban al
amanecer en el Campo de los Milagros.
–¿Y mis amigos pagaron su habitación y la cena? –le
preguntó Pinocho al posadero.
–¿A usted qué le parece? Son personas demasiado edu-
cadas y no querrían ofender a un señor como usted.

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Capítulo 8

Así fue cómo Pinocho pagó con una de sus monedas


y continuó solo el camino que iba desde la posada has-
ta ese lugar maravilloso que le permitiría hacer crecer su
fortuna sin ningún esfuerzo. Era de noche y la oscuridad
le daba miedo. Mientras caminaba, vio en el tronco de un
árbol un animalito que brillaba con luz tenue.
–¿Quién eres? –preguntó Pinocho.
–Soy la sombra de Grillo Parlante.
–¿Y qué quieres de mí? –respondió el muñeco.
–Solo vine a darte este consejo: vuelve atrás y llévale
las cuatro monedas que te quedan a tu padre, que llora
desesperadamente porque aún no has vuelto.
–Mañana mi papá será un gran señor porque converti-
ré estas cuatro monedas en miles.
–Pinocho, no te confíes de los que prometen hacerte
rico de la noche a la mañana.
–Aun así, yo quiero seguir adelante –respondió Pino-
cho.
–Los niños que siempre se quieren salir con la suya,
acaban arrepintiéndose.
–¡Tú siempre con la misma canción!
Nada más pronunciar estas palabras, Grillo Parlante se
apagó, como se apagan las velas de un soplo y el camino
quedó nuevamente a oscuras.

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Capítulo 9
Pinocho siembra sus monedas. Un papagayo le cuenta la
verdad acerca de la Zorra y el Gato.

“Hay que ver lo desgraciados que somos los niños


–pensaba Pinocho mientras proseguía camino hacia el
Campo de los Milagros–. Todos los adultos nos retan, nos
dicen lo que tenemos que hacer y nos dan consejos. Si
los dejáramos, se creerían con la autoridad de ser nues-
tros papás y nuestras mamás. ¡Hasta los Grillos Parlan-
tes! Y nos dicen cosas horribles, como que tenemos que
desconfiar de todos, ser más prevenidos, tener cuidado.
Nos dicen cosas horribles acerca de lo que nos va a pasar
y de lo que debemos hacer. Todos se creen con derecho a
decirnos y darnos órdenes.”
Caminando con esas ideas en la cabeza, Pinocho llegó
al País de los Cabeza Hueca donde se reencontró con la
Zorra y el Gato.
–Tenemos que ir ya mismo a sembrar tus monedas,
antes de que el nuevo dueño no permita a nadie sembrar
más dinero –propuso la Zorra.
–¡Sembrar dinero! –repitió el Gato.

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Capítulo 9

Después de atravesar la ciudad, llegaron al Campo de


los Milagros. Pinocho hizo un hoyo en el suelo, colocó las
cuatro monedas que le quedaban y las cubrió nuevamen-
te con tierra. Luego, tomó un balde con agua y regó la
tierra que cubría las monedas.
–Ahora –dijo la Zorra– hay que esperar a que broten y
den sus frutos.
–¿Y cuánto tardarán en brotar? –preguntó Pinocho.
–Vuelve aquí en veinte minutos y te encontrarás con
un pequeño arbolito cargado de monedas –respondió la
Zorra.
–Vuelvan conmigo –les propuso Pinocho–, así les daré
la parte que les he prometido.
–¡De ninguna manera! –exclamó la Zorra–. Nosotros
no hacemos esto por interés.
–Por interés –agregó el Gato.
Dicho esto, se despidieron y la marioneta regresó a la
ciudad.
Pinocho contaba los minutos y cuando le pareció que ya
había pasado tiempo suficiente regresó adonde había sem-
brado su dinero, pero no encontró el arbolito cargado de
monedas. Buscó por todas partes, por cada rincón del cam-
po y no encontró ningún indicio de su tan ansiado arbolito.
De pronto, una risotada le traspasó los oídos. Pinocho
miró hacia arriba y se encontró con un colorido papagayo
que lo miraba.

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Las aventuras de PINOCHO

–¿De qué te ríes?


–Me río de los cabeza hueca que creen todas las tonte-
rías que les dicen.
–¿Te refieres a mí? ¡Yo no soy ningún cabeza hueca!
–protestó Pinocho.
–Sí, me refiero a ti. Eres tan ingenuo como para creer
que las monedas crecen de los árboles.
–No te entiendo.
–Debes saber que mientras estabas en la ciudad, la Zo-
rra y el Gato regresaron, tomaron las monedas que habías
plantado y se marcharon.
Pinocho se quedó con la boca abierta y, como no podía
creer lo que el papagayo le contaba, comenzó a excavar el
terreno por todas partes, hasta que se dio por vencido y
aceptó que lo habían engañado.

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Capítulo 10
Pinocho llora porque desea encontrar a Gepeto. Llega a una
playa donde una bondadosa señora le asegura que él y su
padre se reencontrarán.

Pinocho lloraba desconsoladamente sentado en el sue-


lo. No podía creer que una vez más las cosas le salieran
tan mal. Entonces pasó por el aire una gran paloma que
se detuvo cerca de él:
–Dime niño, ¿por qué lloras?
–Lloro porque me han engañado y me robaron las mo-
nedas que tenía para mi padre –contestó Pinocho alzando
la cabeza y secándose los ojos con la manga de su camisa.
–¿Y por casualidad no conocerás a una marioneta lla-
mada Pinocho?
–¿Pinocho has dicho? ¡Pinocho soy yo!
–Entonces conocerás a Gepeto, ¿no?
–Claro que lo conozco. Es mi papá. ¿Qué sabes de él?
–Lo dejé hace tres días en la playa. Desesperado por-
que no tenía noticias tuyas se lanzó al mar a buscarte en
la otra orilla.

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Las aventuras de PINOCHO

–Pobre mi papá, con un hijo tan desobediente –se la-


mentó Pinocho–. ¿Podrías llevarme hasta él?
–¡Por supuesto! Sube a mi lomo y volaremos hasta la
playa. Ojalá lleguemos a tiempo.
Pinocho y la paloma volaron todo el día hasta que llega-
ron a la orilla del mar. Allí se encontraron con una gran can-
tidad de gente que se lamentaba y gritaba mirando el mar.
–¿Qué pasó? –preguntó Pinocho.
–Un pobre padre ha perdido a su hijo y se ha embarca-
do para ir a buscarlo. Pero el mar está muy agitado por la
tormenta y la barca está a punto de zozobrar.
–¡Es mi papá! ¡Es mi papá! –comenzó a gritar Pinocho
desesperado mientras veía cómo la barquita aparecía y
desaparecía entre el oleaje furioso, los truenos y los re-
lámpagos. Desde la orilla, Pinocho le hacía señas y agita-
ba su sombrero con la esperanza de que Gepeto lo viera
y regresara a la playa. El viejo lo reconoció y también le
hizo señas a su hijo, pero el mar estaba embravecido y
por más que intentaba, Gepeto no lograba regresar a la
playa. Desde la costa, la gente preocupada veía cómo la
barca se alejaba cada vez más, hasta que luego de una
gran ola y un trueno ensordecedor la barca desapareció
de la vista de todos.
Pinocho, desesperado por la suerte de su padre, se
arrojó al mar. Como era de madera flotaba liviano sobre
el agua. Con la esperanza de ayudar a su padre, Pinocho

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Capítulo 10

nadó toda la noche, pero no logró encontrar a Gepeto por


ninguna parte.
El muñeco empezaba a sentirse agotado por el esfuer-
zo. Desde la ventana de una casa cerca de la costa, una
señora de largos cabellos lo observaba. Cuando soplaba el
viento que venía del mar, sus cabellos se agitaban y mos-
traban reflejos azules.
Al salir el sol, Pinocho vio la playa a lo lejos. La tormen-
ta había pasado y logró llegar a la orilla.
En esos momentos, la señora que lo había visto llegar
hasta la playa se acercó a él; llevaba un cántaro de agua en
cada mano.
–¿Eres tú el muñeco llamado Pinocho? –lo interrogó
con voz suave.
–¡Sí! –respondió la marioneta temerosa.
–¿Es verdad que eres desobediente y mentiroso y que
no escuchas los consejos de tu padre? –preguntó la señora.
–¡Eso es mentira! –exclamó Pinocho–. Soy un chico es-
tudioso y cariñoso con Gepeto.
Mientras respondía, el muñeco se tocó la nariz y notó
que le había crecido tanto como la palma de su mano.
–¿No eres tú quien sale a hacer travesuras con tus ami-
gotes en vez de ir a la escuela? –volvió a interrogarlo la
señora en cuya cara se asomaba una leve sonrisa.
–¡Nunca haría semejante cosa! –volvió a mentir Pino-
cho y la nariz le creció aún más.

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Las aventuras de PINOCHO

La señora lo miraba y se reía; su cabello se veía del


color del mar.
–¿De qué te ríes? –preguntó el muñeco preocupado
porque su nariz no paraba de crecer.
–Me río de las mentiras que me has contado.
Pinocho no sabía dónde meterse de la vergüenza.
–Vamos, muchacho –dijo la buena señora–. Si me
ayudas a llevar estos cántaros a mi casa, te daré un peda-
zo de pan, coliflor y un pastel relleno de crema.
Pinocho levantó los pesados cántaros. Ya en la casa,
comió todo lo que la señora le había ofrecido. Cuando
no tuvo más hambre, la miró, vió sus largos cabellos y le
pareció una persona muy especial. Entonces le contó de
sus deseos de ser un niño bueno y obediente.
–Pero tú eres una marioneta, no puedes ser un niño
–repuso la señora.
–¿Por qué no puedo? –preguntó Pinocho.
–Porque las marionetas no crecen. Nacen marione-
tas, viven marionetas y mueren marionetas.
–Es muy aburrido ser una marioneta –exclamó Pino-
cho–. Ya es hora de que me convierta en un niño.
–Y te convertirás si haces lo necesario para merecerlo.
–¿De verdad? ¿Y cómo hago para merecerlo? –pre-
guntó Pinocho.
–Muy fácil. Debes acostumbrarte a ser bueno.
–¿No soy bueno, acaso?

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Capítulo 10

–¿Tú qué crees, Pinocho? –preguntó la señora–. Los


niños buenos no mienten, no desobedecen, ni se escapan
de la escuela.
–Tienes razón –respondió la marioneta avergonzada–.
Yo siempre hago lo que quiero, digo mentiras y la escuela
me da dolor de cabeza.
Al decir estas palabras, la nariz de Pinocho se encogió y
volvió a su tamaño normal. Al darse cuenta, dijo:
–De ahora en adelante cambiaré de vida.
–¿Me lo prometes?
–Te lo prometo. Voy a convertirme en un niño bueno.
–Pues entonces, a partir de mañana irás a la escuela y
en poco tiempo podrás reencontrarte con tu papá. Es mi
promesa.

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Capítulo 11
Pinocho descubre quién es la señora de largos cabellos. Pierde
la oportunidad de convertirse en niño y parte con su amigo
Palito al País de los Juegos.

Al día siguiente, Pinocho fue a la escuela. Imagínense


a los demás chicos cuando vieron entrar a una marione-
ta al aula. Las carcajadas eran interminables. Le hacían
bromas, se reían de él, le sacaban el sombrero, le tiraban
del saco y hasta intentaron pintarle un bigote debajo de
la nariz.
Durante un rato hizo como si no le importara toda esa
burla, pero llegó un momento en que comenzó a perder la
paciencia y les dijo a sus compañeros:
–¡Cuidado, chicos! Yo no he venido aquí para ser el
centro de las burlas de nadie. Yo respeto a los demás y
pretendo que me respeten a mí.
–¡Bravo! Has hablado como un libro abierto –gritaron
los niños burlándose de él.
Pinocho prosiguió como si no escuchara a nadie y se
esforzaba día a día. Sin embargo la escuela y aprender no
era algo que le gustara demasiado.

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Capítulo 11

Como la señora de largos cabellos veía que Pinocho


progresaba día a día, una tarde lo llamó y le dijo:
–Pinocho, veo que estás progresando en la escuela.
Pronto podrás convertirte en un niño.
–Sí –dijo Pinocho–, estoy aprendiendo mucho y tam-
bién estoy siendo bueno. ¿Pero cómo haré para convertir-
me en niño? ¿Quién puede hacer que eso suceda?
–Yo puedo –respondió la bella señora.
–¿Cómo? ¿Acaso eres un hada buena? –se asombró la
marioneta.
–Puede ser… –dijo la señora y agregó–: invita a algunos
de tus amigos a merendar mañana y te convertiré en un
niño como todos los demás.
Resulta difícil imaginar la alegría de Pinocho ante esa
noticia. Todos sus amigos serían invitados a una gran me-
rienda en casa del hada y ella lo convertiría en un niño de
carne y hueso.
En ese mismo momento, Pinocho le pidió permiso al
hada para salir por la ciudad a invitar a sus amigos para
la merienda del día siguiente. De todos los chicos de la
escuela, Palito era su mejor amigo. Su nombre era Romeo,
pero le decían así porque era delgado y larguirucho. Pino-
cho lo buscó por todos lados y, finalmente, lo encontró en
la puerta de la casa de unos campesinos.
–Por fin te encuentro –le dijo Pinocho–. ¿Qué haces
aquí?

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Las aventuras de PINOCHO

–Me voy lejos, a otro país –respondió Palito.


–No puedes irte justo ahora. Mañana dejaré de ser una
marioneta porque el hada buena me convertirá en un
niño de verdad.
–Pues que te aproveche, pero yo me largo de aquí. Me
voy al País de los Juegos. ¿Por qué no vienes tú también?
–No puedo. Le prometí al hada que nunca más desobe-
decería y en recompensa ella me transformará en un niño
de carne y hueso.
–Como quieras –respondió Palito–, pero yo me quedo
aquí a esperar la carreta que me llevará al País de los Jue-
gos. Allí todo es diversión, no hay que aprender nada. Es
el mejor lugar del mundo.
Una vez más, a Pinocho comenzó a picarle el bichito
de la desobediencia. Le prometió a Palito que se quedaría
con él hasta que pasara la carreta, solo para hacerle com-
pañía. Luego de varias horas, cerca de la medianoche, una
luz tenue apareció en el camino. Cuando llegó hasta don-
de estaban Palito y Pinocho pudieron ver que se trataba
de un carruaje tirado por seis pares de burros lleno de ni-
ños que hacían gran barullo. El conductor del carruaje, un
enano barrigón y risueño, invitó a los niños a subir. Palito
rápidamente se hizo un lugar entre los demás niños.
–¿Y tú, marioneta, vienes con nosotros? –preguntó el
conductor a Pinocho.
–Yo me quedo –respondió Pinocho–. Me espera mi

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Capítulo 11

nueva mamá en mi casa. Quiero estudiar y lucirme en la


escuela, como hacen los niños buenos.
–Te lo pierdes. Si vinieras la pasarías de maravillas y
luego podrías retornar con tu mamá –le propuso el con-
ductor.
–¡Ven con nosotros! Ya verás cuánto nos divertiremos
–gritaron los chicos desde el carruaje.
Pinocho dudó, pensó y finalmente dijo:
–Háganme un lugar, yo también quiero ir.
Como el carruaje estaba lleno de niños y ya no entraba
ninguno más, Pinocho viajó montado sobre el lomo de
uno de los burros. Todo era diversión, risas y cantos.
Sin embargo, en medio de todo ese barullo a Pinocho
le pareció escuchar una voz que decía:
–¡Pobre marioneta! Te arrepentirás.
Pinocho asustado miró a todos lados y no vio a nadie.
Pero verdaderamente sintió terror cuando notó que uno
de los burros lloraba.
–¡Eh, señor enano! Este burro está llorando –le dijo al
conductor del carruaje.
–Déjalo llorar que ya le llegará la hora de reír –le res-
pondió él desde su lugar.

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Capítulo 12
Tras unos meses de diversión en el País de los Juegos, a
Pinocho y a Palito les crecen orejas y se convierten en burros.

Luego de andar toda la noche, al despuntar el día lle-


garon al País de los Juegos. Este país no se parecía a nin-
gún otro del mundo. Todos sus habitantes eran niños, los
mayores tenían catorce años y los más pequeños, apenas
ocho. Había grupos de chicos por todas partes, unos ju-
gaban a las bolitas, otros a la rayuela, otros a la pelota.
Los niños hacían lo que querían sin preocuparse de que
ningún adulto les dijera nada.
Pinocho, Palito y los demás niños que habían viajado
juntos, apenas pusieron un pie en el piso se incorporaron
a los juegos y rápidamente se hicieron amigos de todos.
–¡Qué vida tan maravillosa! –decía Pinocho cada vez
que se encontraba con Palito.
–¿Ves cómo yo tenía razón? –replicaba el amigo.
Así pasaron los días y pasaron los meses. Pinocho pa-
saba el día entero jugando, comiendo, bebiendo y dur-
miendo a su antojo. Ya se había olvidado del hada buena,

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Capítulo 12

de Gepeto, de la escuela y de su sueño de ser un niño de


verdad.
Pero una mañana, al despertar, Pinocho recibió una
desagradable sorpresa. Al sentarse en la cama y rascarse la
cabeza notó que le habían crecido las orejas. La marione-
ta siempre había tenido orejas tan pequeñitas que apenas
se le veían. Enseguida fue a buscar un espejo, pero como
no encontró ninguno, llenó una palangana con agua y al
reflejarse en ella vio lo que nunca hubiera querido ver: un
par de orejas de burro bien grandes le salían a los lados
de su cabeza. Pinocho comenzó a llorar. Lloró tan fuerte
que una marmota que vivía en el piso de arriba acudió a
su habitación.
–¿Qué pasa que lloras tan fuerte? –preguntó la mar-
mota.
–Estoy enfermo, muy enfermo. Mira las orejas que me
crecieron –dijo Pinocho y no paraba de llorar–. Fíjate si
tengo fiebre.
La marmota puso su pata delantera en la frente de Pi-
nocho y dijo:
–Efectivamente, estás enfermo de fiebre.
–¿De qué fiebre se trata? –preguntó Pinocho preocu-
pado.
–De la fiebre del asno. Es muy grave. En dos o tres ho-
ras te convertirás en un burrito como esos que tiran de
los carruajes.

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Las aventuras de PINOCHO

–¡Ay pobre de mí! –lloraba Pinocho–. ¿Y de verdad me


pasará eso?
–Es irremediable –respondió la marmota–. Está escri-
to en el libro de la sabiduría que los niños desobedientes
y haraganes, más tarde o más temprano, terminan con-
vertidos en burro.
–¡Esto me pasa por haberle hecho caso a Palito! –decía
Pinocho mientras seguía llorando–. Si me hubiera que-
dado con el hada buena que me quiere y me cuida como
una mamá esto no me habría pasado –se lamentaba Pino-
cho–. Ya mismo voy a buscar a Palito ¡y pobre de él cuan-
do lo encuentre!
Cuando hizo ademán de salir de la habitación, Pino-
cho recordó que tenía orejas de burro, así que tomó un
gran bonete y se lo puso para que nadie viera esas orejas.
Cuando encontró a Palito vio que su amigo también tenía
puesto un bonete.
–¿Por qué tienes ese bonete? –preguntó Pinocho.
–Me lo recetó el médico porque me lastimé la rodilla.
¿Y tú? –respondió Palito.
–A mí también me lo recetó el médico porque me pica
la nariz.
Tras estas palabras se hizo un largo silencio. Se mira-
ron fijamente hasta que ambos comenzaron a reírse.
–Aclárame una duda, querido Palito, ¿has sufrido alguna
enfermedad en las orejas? –dijo Pinocho en voz muy baja.

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Capítulo 12

–Nunca, ¿y tú? –contestó Palito.


–¡Jamás! Aunque desde esta mañana me pican de una
manera tremenda.
–A mí me pasa lo mismo –repuso Palito–. ¿Me mues-
tras tus orejas?
–Solo si tú me muestras las tuyas –retrucó Pinocho.
–A la cuenta de “tres” los dos nos sacamos los gorros,
¿te parece? –propuso Palito.
Pinocho empezó a contar en voz alta:
–¡Uno…, dos… y… tres!
Entonces, sucedió una escena desopilante. Ambos ni-
ños, al ver que sufrían de la misma enfermedad, empeza-
ron a mover las orejas y a burlarse uno del otro. Se reían a
carcajadas con todas sus ganas. De repente, Palito se puso
serio y le dijo a su amigo:
–¡Socorro, Pinocho, ayúdame! ¡No logro sostenerme
derecho sobre las piernas!
–¡Yo tampoco! –respondió el muñeco.
Mientras decían esto, sus piernas se transformaron en
patas de burro, les brotó una cola, se les dobló la espalda.
Y mientras corrían hacia la casa sus brazos se transforma-
ron en patas, sus caras se alargaron y les creció un hocico
y sus espaldas se cubrieron de un pelaje gris y negro. Pero
lo peor llegó cuando quisieron hablar y de sus bocas, en
vez de palabras salieron unos horribles rebuznos:
–Hi-hoooo, hi-hoooo, hi-hooo.

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Las aventuras de PINOCHO

En ese momento tocaron a la puerta.


–¡Abran! Soy el enano que conduce el carruaje. Sé que
ya están preparados.

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Capítulo 13
Pinocho, convertido en burro, es vendido a un circo. Allí
aprende a hacer piruetas. Finalmente, vuelven a venderlo y
termina siendo arrojado al mar.

El enano empujó la puerta y entró en la habitación,


acarició el lomo de los burritos y mientras les cepillaba el
pelaje les habló:
–¡Buenos chicos! Rebuznan muy bien. Reconocí sus
voces desde afuera.
Luego les colocó un cabestro a cada uno y los llevó al
mercado para venderlos. Eran tan hermosos ambos bu-
rros que rápidamente fueron vendidos. Un campesino
compró a Palito y el dueño de un circo se llevó a Pinocho.
Cuando llegaron al establo, el dueño del circo le prepa-
ró a Pinocho agua y heno para que comiera y lo dejó solo.
Él no quiso ni probar el heno, pero al cabo de un rato le
dio hambre y se comió todo lo que había en el establo. Al
día siguiente empezó una vida muy dura para Pinocho.
–¡Buenos días, burro! –gritó el amo–. Te he comprado
para que trabajes y me hagas ganar dinero, así que va-
mos a ponernos en acción. Ven conmigo al circo que allí

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Las aventuras de PINOCHO

te enseñarán a saltar por el aro, romper parches con la


cabeza y a bailar el vals y la polca en dos patas.
El pobre Pinocho tuvo que aprender todas esas mone-
rías, pero para hacerlo necesitó tres meses de entrena-
miento, azotes, latigazos y montones de maltratos.
Finalmente, el dueño del circo pudo anunciar en un
cartel:

GRAN NOCHE DE ESPECTÁCULO.


PRIMERA APARICIÓN EN PÚBLICO
DEL BURRO PINOCHO.
SALTOS, DANZAS Y PIRUETAS.

Las gradas del circo estaban llenas de niños y niñas


acompañados por sus padres. Acabada la primera parte
del espectáculo, el director del circo anunció:
–¡Señoras y señores! ¡Niñas y niños! ¡Damas y caballe-
ros! Démosle la bienvenida con un fuerte aplauso a…
En ese momento se abrió un cortinado y entró el bu-
rrito al centro de la arena. Los niños gritaban y aplaudían
tanto que al muñeco le dio cierto orgullo que lo aclama-
ran así. El director hizo una reverencia y dirigiéndose al
burrito le dijo:
–¡Ánimo Pinocho! Antes de comenzar los ejercicios,
saluda a este respetable público.

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Capítulo 13

Él se inclinó obediente con sus patas delanteras hasta to-


car el suelo con las rodillas. Enseguida, el director hizo res-
tallar el látigo y el burrito, erguido en sus dos patas traseras,
comenzó a bailar dando vueltas al compás de la música.
Pinocho hizo cientos de piruetas: bailó vals y polca, an-
duvo al trote y a la carrera. En un momento, el director
levantó el brazo y disparó una pistola. Al oír el disparo,
Pinocho cayó al suelo fingiéndose herido.
Cuando se levantó, en medio de una explosión de
aplausos y de gritos, alzó la cabeza y mirando hacia uno
de los palcos vio a una bella señora de largo cabellos. “Es
el hada buena” pensó reconociéndola al instante. Con una
incontenible alegría, intentó llamarla. Pero en vez de pa-
labras, de su boca salieron unos rebuznos horribles que
hicieron reír a todo el público. Cuando volvió a mirar, el
hada buena ya no estaba. Pinocho se sintió morir, los ojos
se le llenaron de lágrimas y comenzó a llorar desconso-
ladamente, pero nadie se dio cuenta. El director nueva-
mente hizo restallar su látigo y gritó:
–Ahora, mi burro le mostrará a este público cómo salta
a través de los aros. ¡Vamos!
Pinocho hizo dos o tres intentos, pero cada vez que
corría y llegaba al aro, en lugar de saltar pasaba por de-
bajo. Al final logró atravesarlo, pero cuando cayó al piso
una de sus patas se lastimó y ya no pudo seguir con la
función.

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Las aventuras de PINOCHO

A la mañana siguiente, el veterinario examinó al burri-


to y declaró:
–Quedará rengo para toda la vida.
Entonces el dueño del circo ordenó que llevaran a Pi-
nocho al mercado para venderlo.
–¿Para qué quiero un burro que no camina bien? Solo
me traería gastos –dijo el dueño.
Ya en el mercado, un campesino preguntó:
–¿Cuánto quieres por ese burro? Te ofrezco veinte mo-
nedas, ni una más. Solo lo quiero para sacarle el cuero.
Apenas el comprador pagó sus monedas, llevó al burro
a lo alto de un acantilado, ató una soga con una pesada
piedra al cuello de Pinocho y lo arrojó al mar. Con seme-
jante piedra, el burro se hundió en el agua y el comprador
se sentó a esperar que se ahogara.
Cuando pasaron unos cincuenta minutos, el compra-
dor comenzó a tirar de la soga para sacar del agua el cuer-
po del burro, pero en vez de un burro apareció atada a la
soga una marioneta vivita y coleando. Al verla, el hombre
creyó que soñaba.
–¿Y el burro que tiré al mar? –preguntó asombrado.
–¡Ese burro soy yo! –respondió Pinocho.
–¿Pero cómo es posible?
–¡Fue fácil! –dijo Pinocho–. Ha sido el hada buena.
–¿Qué hada? –gritó el hombre, furioso.
–Mi mamá. Cuando usted me arrojó al mar, ella vio

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Capítulo 13

que yo corría peligro de ahogarme y mandó a los peces


para que se comieran todo lo que me cubría, de la cabeza
a los pies, hasta llegar a los huesos, o mejor dicho, hasta
llegar a la madera. ¡Y aquí estoy!
–Pero a mí no me hace ninguna gracia tu historia –se-
ñaló el comprador–. ¿Quién me repondrá las veinte mo-
nedas que pagué por ti?
–No lo sé, ese no es mi problema –respondió Pinocho.
Y, al mismo tiempo que decía esto, dio un gran salto y
volvió a arrojarse al mar. Mientras se alejaba de la playa,
gritaba:
–Adiós, tengo que ir a buscar a mi papá.
En un abrir y cerrar de ojos, Pinocho ya se había perdi-
do en el horizonte.

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Capítulo 14
Una enorme ballena traga a Pinocho. Pero encuentra a
alguien y juntos logran salvarse.

Mientras Pinocho nadaba, vio en medio del mar un peñón


muy pequeño y sobre él, un cabra que balaba indicándole que
se acercara a ella. La cabrita tenía cabellos largos y brillantes
que recordaban a los del hada buena. El corazón de Pinocho
comenzó a latir cada vez con más fuerza y eso le dio energía
para nadar hasta el peñón. Pero de pronto, emergió del agua
una enorme ballena que comenzó a perseguirlo. La pobre
marioneta, por más que se esforzaba, no lograba alejarse de
esa tremenda boca.
–¡Date prisa, Pinocho! ¡Apúrate! –balaba la cabra–. ¡El
monstruo va a comerte!
Pinocho nadaba desesperadamente, ya estaba a punto de
llegar al peñón y escapar del monstruo marino; la cabra ex-
tendió una de sus patas para ayudarlo, pero fue tarde, la balle-
na lo había alcanzado. El monstruo abrió aún más su enorme
boca y absorbió a Pinocho como si fuera un huevo de gallina.
En los primeros momentos, el muñeco no se daba cuen-
ta de dónde estaba. A su alrededor había una oscuridad

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Capítulo 14

profunda. Luego de unos minutos, descubrió que se encon-


traba en el estómago de la ballena. Se las ingenió para darse
ánimos y pensó algunas maneras de salir de allí. Pero cuando
vio que cualquier intento era en vano, se puso a llorar.
–Llorar no tiene sentido. Nadie vendrá a salvarte –dijo
una voz en medio de la oscuridad.
–¿Quién habla? –preguntó Pinocho.
–Soy yo, un pobre atún que se tragó la ballena al mismo
tiempo que a ti. Solo nos queda esperar a que la ballena nos
digiera.
–¡Pero yo no quiero ser digerido, quiero salir de acá! –gritó
Pinocho y volvió a llorar.
–Yo tampoco quiero ser alimento de esta ballena, pero
como nací atún me consuelo pensando que es más digno mo-
rir bajo el agua que frito en una sartén –dijo el atún.
Mientras conversaban a oscuras, a Pinocho le pareció ver
a lo lejos una tenue claridad.
–Mira –dijo Pinocho–, allí hay una luz. Debe de ser algún
compañero de desventura. Iré a buscarlo. A lo mejor conoce
alguna forma de salir.
–Ojalá pueda ayudarte, marioneta.
–Voy a investigar. Adiós, atún. Espero volver a verte –sa-
ludó Pinocho.
Mientras avanzaba por el vientre de la ballena hacia la luz
sentía un olor cada vez más penetrante a pescado frito. A la
vez, la luz se hacía más resplandeciente. Cuando por fin llegó,

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Las aventuras de PINOCHO

Pinocho no podía creer lo que veían sus ojos. Sentado a una


mesa estaba Gepeto comiendo a la luz de una vela.
–¡Papá! –gritó lleno de alegría y emoción–. ¡Soy yo, Pino-
cho!
Gepeto reconoció a su hijo inmediatamente, saltó de la
silla y se abalanzó para abrazarlo.
–¡Hijo querido! ¡No sabes todo lo que te busqué! ¡Qué ale-
gría volver a verte! –decía lleno de emoción Gepeto mientras
no paraba de darle besos.
Cuando los dos se calmaron un poco, cada uno comenzó
a contar todas las peripecias que habían vivido desde la últi-
ma vez que se habían visto. Pinocho le contó de la Zorra y el
Gato, de la paloma que lo llevó hasta la playa, del hada buena
y también todo lo desobediente que había sido.
–No importa Pinocho. Todo eso ya pasó –dijo tiernamen-
te Gepeto–. Mi alegría es saber que estás bien y que ya esta-
mos juntos otra vez.
–¿Y ahora qué haremos? –preguntó Pinocho.
–Ahora nos quedaremos a oscuras –respondió Gepeto.
–¡No papá! –replicó Pinocho–. Debemos encontrar la ma-
nera de salir de aquí.
–¡Deja de soñar, hijo!
–Hagamos esto –prosiguió Pinocho–, caminemos juntos
hasta la boca de la ballena y en algún momento encontrare-
mos la manera de escapar. Sígueme y no tengas miedo.
Caminaron tomados de las manos un buen trecho hasta

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Capítulo 14

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Las aventuras de PINOCHO

que llegaron a la garganta de la ballena. Allí se detuvieron


para esperar el momento oportuno para la fuga.
La ballena era muy vieja y sufría de asma y palpitaciones,
por eso debía dormir con la boca entreabierta. Así que Pino-
cho se asomó y pudo ver fuera un claro cielo nocturno lleno
de estrellas.
–Este es el momento –dijo Pinocho–. La ballena duerme y
tiene la boca abierta.
Y sin soltar a Gepeto de la mano comenzaron a caminar
en puntas de pie por la lengua. La ballena era tan grande que
la lengua parecía una ancha avenida. Cuando ya estaban a
punto de dar el salto, la ballena estornudó y arrojó a Pinocho
y a Gepeto al mar.
Por suerte era una noche de luna llena y mar calmo.
–¡Ven papá! ¡Súbete a mis hombros! –propuso Pinocho–
de lo demás me encargo yo.
Pinocho nadó hasta que llegaron a la playa y una vez allí
comenzaron a caminar hacia el pueblo. No habían dado ni
cien pasos cuando vieron al costado del camino a dos indivi-
duos pidiendo limosna.
–¡Oh, Pinocho! Dale una limosna a estos dos enfermos.
–¡ Enfermos! –repitió el muñeco.
Se volvió hacia la Zorra y el Gato que tendían su mano y
les dijo:
–¡Adiós, farsantes! Ya me engañaron una vez, pero no
volverán a hacerlo –exclamó Pinocho.

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Capítulo 15
Pinocho deja de ser un muñeco y se convierte en un niño
de verdad.

El carpintero y su hijo caminaron hasta que llegaron al


pueblo. Hacía tanto tiempo que se habían ido de allí que
todo estaba cambiado. Sin embargo, los vecinos que los
reconocían salían a saludarlos con gran alegría y les ofre-
cían comida y ayuda.
Los dos avanzaron entre los abrazos de la gente hasta
que llegaron a su casa. Al día siguiente, Pinocho se levan-
tó temprano para ir a la escuela y al volver ayudó a Gepeto
en su trabajo.
Pasaron los días, las semanas y los meses. Pinocho ya
no era el mismo niño desobediente de antes: se levantaba
temprano, preparaba el desayuno para Gepeto, iba a la
escuela y hasta había aprendido a hacer canastas de jun-
co que vendía en el mercado y con la venta de su trabajo
compraba todo lo necesario para vivir diariamente. Ade-
más, por las noches practicaba lectura y escritura.
Una noche mientras la marioneta dormía se le apare-
ció en sueños el hada buena. Y en el sueño le decía:
–¡Muy bien, Pinocho! Por tu buen corazón te perdono
todas las travesuras que has hecho hasta hoy. Los niños

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Las aventuras de PINOCHO

que ayudan cariñosamente a sus padres merecen ser re-


compensados.
Él se despertó repentinamente. Se levantó y fue co-
rriendo a mirarse al espejo. ¡Imaginen su sorpresa cuan-
do se vio transformado en un niño de carne y hueso! Ya
no estaba la imagen de la marioneta de madera, sino la de
un muchacho con el cabello castaño, los ojos azules y una
expresión alegre en el rostro.
Miró a su alrededor y vio su dormitorio sencillo pero
cómodo; junto a la cama encontró un traje, un gorro nue-
vo y un par de botas que le calzaban perfectamente.
Pinocho se sentía confundido frente a todas esas ma-
ravillas. Corrió a buscar a su papá para mostrarle lo que
había sucedido.
–Esto es mérito tuyo, Pinocho –le dijo Gepeto.
–¿Por qué?
–Porque cuando los niños desobedientes se vuelven
buenos suceden milagros –respondió el carpintero, que
se veía sano y de buen humor.
–¿Y qué se ha hecho del viejo Pinocho de madera?
–Míralo ahí –respondió Gepeto señalando a una mario-
neta apoyada contra una silla con la cabeza caída, los brazos
colgando y las piernas dobladas a la altura de las rodillas.
Pinocho miró la marioneta y pensó: “¡Qué cómico me
veía cuando era un muñeco! ¡Y qué feliz estoy de haberme
convertido en un niño de verdad!”

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Carlo Collodi (1826-1890)
Es el autor de Las aventuras de
Pinocho. Nació en Italia en 1826.
ESTE LIBRO PERTENECE A Publicó diversos libros pero llegó a ser
reconocido por su gran obra infantil.
En 1883 publicó Le avventure di
Pinocchio. Storia di un burattino. ¿Qué
significa “burattino” en italiano?
¡Títere! La historia apareció capítulo
a capítulo en el diario Il Giornale dei
Bambini, es decir, El diario de los niños.
Collodi murió en 1890. Nunca
llegó a pensar que las aventuras
de su “burattino” seguirían siendo
disfrutadas por los chicos de todo el
mundo durante más de cien años.

ILUSTRACIONES DE ALEJANDRA KARAGEORGIU


MIS LIBROS Las aventuras
de PINOCHO
DE TERCERO

de Carlo Collodi
Adaptación de Marcelo Andiñach

Las aventuras de PINOCHO

978-950-46-5986-0

MIS LIBROS
9 789504 659860 DE TERCERO
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

EL ÍNDICE DE LAS AVENTURAS DE PINOCHO

• Tené a mano el índice de la novela para leer qué vas a encontrar


en cada capítulo y para marcar los que ya leíste.

2
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

3
FICHAS DE
PERSONAJES

Estas fichas las podés ir completando a medida que leas la novela. ¡Hay
mucho para conocer de cada uno de los personajes!
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

¿Cómo es?

¿Qué piensa?

¿Qué hace?

5
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

¿Cómo es?

¿Qué piensa?

¿Qué hace?

6
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

MAESTRO CEREZA

¿Cómo es?

¿Qué lo sorprende?

¿Qué hace?

7
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

¿Cómo es?

¿Qué piensa?

¿Qué hace?

8
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

LAS MARIONETAS

ARLEQUÍN

¿Cómo es?

POLICHINELA

¿Cómo es?

9
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

¿Cómo es?

¿Qué piensa? ¿Qué le dice a Pinocho de sus planes?

10
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

¿Cómo es?

¿Qué piensa? ¿Qué le dice a Pinocho de sus planes?

11
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

¿Cómo es?

¿Qué piensa?

¿Qué hace?

12
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

PALITO

¿Cómo es?

¿Qué siente?

¿Qué hace?

13
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

PINOCHO TIENE HAMBRE

• Contá qué pasa en el capítulo 4.

▹ A la noche, Pinocho empezó a sentir un hambre de lobo.

▹ Releé lo que acabás de escribir para estar segura o seguro de que


no te olvidaste de contar algo importante.

- ¿Aparece el Grillo Parlante?

- ¿Se nota cómo era de grande el hambre de Pinocho?

14
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

PINOCHO VA A LA ESCUELA

• Anotá qué preparó el viejo carpintero para que Pinocho fuera a la


escuela.

• Contá qué hizo Pinocho con la cartilla que le compró Gepeto.

15
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

DOS BURROS

• Contá qué pasa en el capítulo 12, cuando Pinocho y Palito


empiezan a transformarse en burros.

16
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

EL CAMPO DE LOS MILAGROS

• Contá qué fue lo que la Zorra y el Gato le propusieron a Pinocho


que hiciera con sus cinco monedas.

17
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

PINOCHO BUSCA A SU PAPÁ

• Narrá qué pasa con Pinocho desde que se arroja al mar para buscar
a Gepeto hasta que se lo traga una ballena.

18
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

UNA NUEVA AVENTURA CON EL GATO Y LA ZORRA

• Anotá lo que vas a escribir para estar segura o seguro de lo que


querés contar.

1. ¿Dónde se encuentra Pinocho con la Zorra y el Gato?

2. ¿Qué trampa le quieren tender esta vez?

3. ¿Qué hace Pinocho?

4. ¿Vuelve a caer en manos de los dos estafadores?

5. ¿Cómo termina esta aventura?

1.

2.

3.

4.

5.

19
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

CAPÍTULO 16

• Escribí el capítulo 16: Pinocho, que ya es un niño, se encuentra,


nuevamente, con la Zorra y el Gato.

▹ Releé lo que acabás de escribir para estar segura o seguro de que


no te olvidaste de contar algo importante.

▹ Escribí el título de la nueva aventura.

▹ Volvé a leer el índice de la novela para ver cómo se anticipa en


el título lo que sucede en el capítulo. Te puede ayudar a escribir el
tuyo.

▹ Si necesitás que se entienda mejor lo que escribiste, podés


pasarlo a otra hoja.

20
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

IMÁGENES PARA LA GALERÍA DE PERSONAJES

21
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

22
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

23
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

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ANEXO | Las aventuras de Pinocho

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ANEXO | Las aventuras de Pinocho

26
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

PARA RECOMENDAR LA NOVELA

27
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

Se agradece a Editorial Santillana por autorizar el uso con fines pedagógicos de las imágenes incluidas
en este material. Las mismas se encuentran publicadas en Las aventuras de Pinocho y El Libro de 3°
(pp. 26 a 57). La ilustración de la página 14 es de Attilio Mussino (1911).

28
ANEXO | Las aventuras de Pinocho

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