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Berni, y El Arte Social

Antonio Berni fue un artista argentino que utilizó su obra para abordar temas sociales y políticos, destacando la vida de los marginados a través de personajes como Juanito Laguna y Ramona Montiel. Su enfoque en el arte como una herramienta de acción colectiva y su uso de materiales reciclados reflejan su compromiso con la realidad de la pobreza en América Latina. Berni dejó un legado significativo en la cultura nacional, enfatizando que el arte es una respuesta a la vida y una forma de libertad.

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Berni, y El Arte Social

Antonio Berni fue un artista argentino que utilizó su obra para abordar temas sociales y políticos, destacando la vida de los marginados a través de personajes como Juanito Laguna y Ramona Montiel. Su enfoque en el arte como una herramienta de acción colectiva y su uso de materiales reciclados reflejan su compromiso con la realidad de la pobreza en América Latina. Berni dejó un legado significativo en la cultura nacional, enfatizando que el arte es una respuesta a la vida y una forma de libertad.

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Berni, y el arte social, el muralismo móvil

“El arte debe ser usado socialmente. Ningún artista se puede negar a eso; a lo único que
se debe negar un artista es a que lo usen a él”. La frase sintetiza lo que fue la vida y obra
de su autor, Antonio Berni.

Fue un artista que buscaba pensar trascendiendo para esclarecer las conciencias y dejó
una extensa obra que debe ser enmarcada en los hechos políticos y sociales y en las
tendencias culturales que la jalonaron, la influyeron y la suscitaron. “Él nos entregó un
mundo de trascendente belleza y hondura que sacude los cimientos de nuestra propia
realidad, como únicamente el arte puede hacerlo. Sus cuadros, habitados por hombres y
mujeres de pueblo, modestos trabajadores o angustiosos desempleados que luchan en un
mundo devastado por la crueldad y la injusticia, paradójicamente, nos engrandecen”,
señaló Sabato sobre el amigo con el que compartió tardes inolvidables en el taller que
éste poseía en Buenos Aires.

El propio Berni lo definía en estos términos: “Toda estética lleva contenida una ideología,
manifiesta o no, porque toda forma contiene un pensamiento y una sensibilidad, cuya
sombra se proyecta al igual que cualquier objeto, más grande o más pequeña, más intensa
o más desvaída, según la posición y el voltaje del foco que ilumina. En nuestra sociedad de
promoción y consumo, las imágenes se diseñan como sombras chinescas sobre pantallas
gigantes que poco dejan adivinar lo duro, lo blando, lo metálico, lo chico o lo grande del
objeto mostrado y publicitado, particularmente del objeto cultural donde la sugestión es
avasallante”.

Hijo de padres italianos que llegaron al país junto con otros miles de inmigrantes en los
albores del siglo XX, Delesio Antonio Berni nació en Rosario el martes 14 de marzo de
1905. Un episodio de cuando tenía 10 años marcó a fuego su futuro. “Yo me escapaba de
la escuela –recordó– para ir a la librería de un amigo de mi padre que levantaba quiniela.
La clientela era escasa y este hombre y yo nos pasábamos el día dibujando. Cuando mi
padre me pescó, me dio una paliza con una cinta métrica, de esas de hule que usaban los
sastres. Y después habló con el amigo, quien le dijo que yo tenía un don natural. En esa
poca no había academias en Rosario, pero él conocía un taller de unos catalanes, los
Buxadera. Así que los convenció de que me tomaran”.

En aquel iniciático taller de vitrales, Berni entró en contacto por primera vez con la idea
del arte como una dinámica de acción colectiva. Y descubriría algo más, como él mismo
solía decir con su proverbial sentido del humor: “Los que te dan la paliza son siempre los
que tienen en la mano la cinta de medir”. Luego asistió a clases de dibujo y pintura en el
Centre Catalá hasta que, a los 14 años, dedicado a pintar paisajes y retratos, realizó tres
exposiciones consecutivas en la Galería Witcomb de Rosario. Dos años después, expuso
por primera vez en Buenos Aires y en 1924 comenzó sus envíos de obras al Salón Nacional
de Bellas Artes.
En 1925 obtuvo una beca del Jockey Club de Rosario para estudiar pintura en Europa.
Viajó por Francia, España, Italia, Bélgica y Holanda, visitando sus principales museos y los
talleres de artistas famosos. Gracias a otra beca realizó en 1928 un nuevo viaje a Europa,
donde descubrió las vanguardias plásticas contemporáneas y tuvo un decisivo encuentro
con los surrealistas.

En 1930, Berni regresó a Rosario, junto con su mujer, la francesa Paule Cazenave y su hija
Lilí. En 1936 se radicó en Buenos Aires. Entre su obra se destaca su ciclo de Juanito Laguna
y Ramona Montiel, con el que desarrolló hasta los años 80 uno de los capítulos más
originales de la historia del arte argentino, y concluyó su tarea como uno de los artistas
clave de la cultura nacional (ver recuadro).

El martes 13 de octubre de 1981, Antonio Berni murió en Buenos Aires, a los 76 años. Días
antes, mientras pintaba, señaló: “El arte es una respuesta a la vida. Ser artista es
emprender una manera riesgosa de vivir, es adoptar una de las mayores formas de
libertad, es no hacer concesiones. En cuanto a la pintura es una forma de amor, de
transmitir los años en arte”.

Juanito y Ramona, un símbolo

A comienzos de los años 60, Antonio Berni comenzó a trabajar en una serie nueva: las
obras dedicadas a Juanito Laguna y Ramona Montiel, dos personajes inventados por él
para utilizarlos como símbolos de la niñez explotada en América latina, especialmente en
las grandes ciudades como Buenos Aires, Lima, Río de Janeiro y México.

Se trata de dos habitantes de las villas miseria, medio del cual Berni extrajo los materiales
que utilizó para realizar su obra. “Descubrí que en los baldíos, en las calles pobres, estaba
diseminado, como un decorado patético, todo el material que componía ese mundo. Allí
estaban aquellos pedazos de lata herrumbrada, cajones de madera rotos, escobas viejas,
chapas alquitranadas. Antes de elegir esos materiales, los sentí, testimonios mudos y
aparentemente sin importancia de una terrible realidad. Incorporándolos a las telas
conseguí darle a mi pintura el realismo incisivo que yo me proponía dar, que necesitaba
expresar”, señaló el artista. “A Juanito y Ramona los hice precisamente en collage, con
materiales de rezago, porque era el entorno en que ellos vivían; y así no apelaba,
justamente, a lo sentimentalista”, explicó.

“Con Juanito y Ramona, les puse nombre y apellido a una multitud de anónimos,
desplazados, marginados niños y humilladas mujeres, y los convertí en un símbolo, por
una cuestión, exactamente de sentimiento. Los rodeé de la materia en que se
desenvolvían sus desventuras, para que de lo sentido brotara el testimonio”, detalló. Para
Berni, en ese testimonio “está incluido lo caché, es decir lo feo, lo cursi, lo que no queda
bien, lo incómodo, la triste vulgaridad de lo cotidiano, la ilusión de lo bello reemplazada
por un objeto de consumo”.

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