Su pontificado dura del 6 de febrero de 1922 hasta el 10 de febrero de 1939.
Su
predecesor fue Benedicto XV y su sucesor Pío XII. Su lema del Papado PAX CHRISTI IN
REGNO CHRISTI, es un buen resumen de su Papado. “La Paz de Cristo en el Reino de
Cristo” es su lema, el buscará durante todo su Pontificado la paz. Su Papado coincide con
el período de entreguerras.
Y con este lema buscaba motivar a todos los hijos de la Iglesia para que aportasen, cada
cual en su particular ámbito de competencia, a la construcción de un nuevo orden social
según los principios que para la convivencia en sociedad posee la Iglesia.
Durante su pontificado, la Iglesia Católica se fortaleció como institución y comenzó a ser
un referente importante a nivel mundial no solamente en los aspectos religiosos sino
también en los aspectos sociales.
Contexto histórico.
La Primera Guerra mundial ocurre entre 1914 y 1918. La revolución bolchevique liderada
por Lenin tomo el poder en Octubre del año 17. Pío XI, defensor de los judíos, irá
evolucionando hacia la negación de los nazis. La Segunda Guerra Mundial ocurre entre
1939 y 1945. El Pontifice muere cuando apenas faltaban unos meses para que estallase
la Segunda Guerra Mundial.
El siglo XIX había llegado a su término, el nuevo siglo ensayaba un sistema económico
apoyado en los progresos de la ciencia y la técnica. El incremento de la industria en la
mayor parte de las naciones propició una sociedad humana dividida en dos clases: una,
con ser la menos numerosa, gozaba de casi todas las ventajas, provenientes de inventos
modernos que proporcionaban una vida muy confortable; mientras que otra, compuesta
de muchedumbres de obreros, sumergidos en una preocupante miseria, luchaban por salir
de la estrechez en que vivían.
En 1929, la caída de la bolsa en Wall Street indicaba el final de una época de capitalismo
salvaje guiado únicamente por la libre competencia, el mayor enriquecimiento posible y la
no intervención de los Estados ante el auge de las multinacionales. Tampoco los Estados
comunistas resuelven los problemas económicos y sociales; en este clima de perplejidad
aparece un fenómeno sociopolítico nuevo, el fascismo en Italia (surgido a partir de 1929) y
el nazismo en Alemania que van a dar soluciones al problema económico y se van a
enfrentar al comunismo. Se dan, por lo tanto, una serie de situaciones nuevas que
reclaman una intervención del Magisterio de la Iglesia.
Nos encontramos en un momento en que el nazismo y el fascismo luchan contra el
comunismo.
Después de la Segunda Guerra Mundial el mundo quedó dividido en dos bloques:
El bloque capitalista: liderado por los Estados Unidos y con influencia en Europa
Occidental.
El bloque comunista: liderado por la URSS y con influencia por Europa del Este.
Partes de Q.A.
La encíclica tiene una introducción y tres partes.
1.° Beneficios de la encíclica R.N.
2.° Doctrina económica y social de la Iglesia.
3.° Cambio profundo operado después de León XIII.
CONTENIDO PRINCIPAL
Esta encíclica establece en qué consiste la autoridad que tiene la Iglesia en materia social
y económica, al poner en claro la relación que existe entre la economía y el orden moral.
La restauración del orden social quebrantado por la guerra. Condena por igual al
socialismo, y al individualismo como impedimentos para la restauración del respeto a la
vida humana y a las costumbres cristianas.
Contenido
Hace un análisis de la situación actual desde la siguiente perspectiva: al mercado libre le
está reemplazando la dictadura económica. Al propugnar el Papa la restauración del orden
social (esto constituye la finalidad de la encíclica), tiene en cuenta los tres sistemas
vigentes (capitalismo, marxismo y totalitarismo) y hace una crítica descalificadora de los
tres. Del capitalismo condena la acumulación de ganancias que hace el capital, la ley de la
oferta y la demanda sin control y un falso concepto de libertad que sólo beneficia a los más
poderosos. No admite el comunismo por el rechazo que hace de la propiedad privada, y
por la lucha de clases como motor de la historia; reconoce que el socialismo ha aminorado
los postulados del marxismo, pero su comprensión del hombre y de la sociedad no puede
ser asumida por un católico. El totalitarismo no se puede aceptar porque sitúa al Estado
por encima del individuo y no pone en práctica el principio de subsidiariedad. . (El principio
de subsidiariedad, en su definición más amplia, dispone que un asunto debe ser resuelto
por la autoridad (normativa, política o económica) más próxima al objeto del problema)
Tras hacer un resumen de las intervenciones anteriores de León XIII en los temas más
sociales, hace un elogio de la Rerum novarum sea por su oportunidad (la penetración de
un nuevo sistema económico y el desarrollo industrial habían producido una fuerte división
de clases sociales). Luego resume la misma encíclica recordando el modo en que León
XIII se hizo cargo del problema de los obreros sin pasar por el liberalismo ni por
el socialismo.
El Papa Pío XI recuerda también los frutos que dio la encíclica: el hecho de que los
gobernantes que hubieron de reconstruir el mundo después de la Primera Guerra
Mundial se rigieran en cierta medida por los principios enunciados por la Rerum Novarum,
la mejora de la situación de los obreros y las líneas dadas sobre sus asociaciones.
A continuación el Papa Pío XI retoma las enseñanzas del Papa León XIII sobre la
capacidad que la Iglesia tiene de intervenir en los problemas económicos y sociales con
oportunas líneas e indicaciones por parte del Magisterio.
Afronta el tema de la propiedad privada recordando que León XIII no hizo una defensa a
ultranza de la propiedad privada a costa de la comunidad o de la sociedad, sino que
mostró su doble carácter haciendo hincapié en el problema que en aquel entonces más se
debatía ante las teorías socialistas. Quienes niegan el carácter social y público del derecho
a la propiedad pueden caer en el individualismo; pero quienes disminuyen o rechazan este
carácter caen el en colectivismo. De ahí que, como se dice en la Rerum novarum el
derecho de propiedad se distinga de su ejercicio (cf. núm. 19).
Defiende el Papa Pío XI el salario aunque aconseja que los contratos de los trabajadores
se hagan no tanto como “contratos de trabajo” sino como “contratos de sociedad”. Luego
recuerda que al fijar el sueldo se han de tomar en cuenta diversos factores y no solo el
valor del fruto producido por el trabajador. Éste ha de recibir lo necesario para afrontar el
sustento de su familia y tal sustento se viera afectado por aumentos de precios de
productos de necesidad u otros de esa índole, esos cambios deberían darse también de
manera proporcional en el sueldo. También ha de considerarse la situación de la empresa
y del dador de trabajo.
La encíclica ofrece una renovada condena del comunismo al recordar los numerosos
crímenes que se le achacan en Europa del Este y Asia. Asimismo, el Papa da unas guías
para quienes deseen hacer apostolado entre los socialistas (que mitigan tanto la
concepción de la lucha de clases como de la propiedad privada): no se permite ninguna
connivencia con el error sino buscar y mostrar claramente la verdad. En efecto indica:
Considérese como doctrina, como hecho histórico o como "acción" social, el socialismo, si
sigue siendo verdadero socialismo, aun después de haber cedido a la verdad y a la justicia
en los puntos indicados, es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica, puesto que
concibe la sociedad de una manera sumamente opuesta a la verdad cristiana.
Quadragesimo anno, núm. 117
Ante los diversos males que la ambición y la avaricia, “tristes consecuencias del pecado
original”, traen a la sociedad y la economía, el Papa Pío XI pide que sean los valores, las
virtudes y la doctrina cristianas las que imbuyan a fondo estas realidades poniendo en el
primer lugar a Dios y considerando lo demás como medios.
El Papa Pío XI da una gran importancia en su encíclica a la restauración del principio
rector de la economía, basado en la unidad del cuerpo social. Esta unidad no puede
basarse en la lucha de clases, como el orden económico no debe dejarse a la libre
concurrencia de fuerzas, que cae fácilmente en el olvido de su propio carácter social y
moral.
El libre mercado es beneficioso, pero no puede gobernar el mundo únicamente la
economía, como muestra la dura experiencia de los obreros, ni tampoco convertirse en
una dictadura económica que se rige por sí misma.
La caridad y justicia social debe ser el alma del nuevo orden, defendida y tutelada por la
autoridad pública. También son necesarios tras las dos instituciones internacionales y
compre para una buena organización de la sociedad.
A pesar de defender la existencia de los sindicatos, se prohíben las huelgas y se critica
duramente a las organizaciones socialistas. Como alternativa se proponen las estructuras
de la Acción Católica.
El texto ataca, mediante un análisis lúcido, real y terrible, a la acumulación de poder y
recursos en manos de unos pocos, que los manejan a su voluntad. Esta realidad produce
tres tipos de lucha: por la hegemonía económica, por adueñarse del poder público y entre
los diferentes Estados.
En referencia al capitalismo, la encíclica critica con dureza la libre concurrencia del
mercado, especialmente con la mezcla y confusión entre el estado y la economía con
olvidando el bien común y la justicia. Son funestos tanto el
"nacionalismo o imperialismo económico" como el "internacionalismo" del dinero, que sólo
tiene patria en sí mismo.
La solución al desorden actual está para Pío XI en la cristianización de la vida económica y
la aportación de la caridad cristiana; el camino no es fácil y necesita de la gracia de Dios y
la colaboración de todos.
Principales aportaciones de Q.A.:
Pío XI hace en esta encíclica dos aportaciones muy importantes: actualiza la reflexión de
la DSI a los problemas actuales, y sitúa la cuestión social en los sistemas existentes que,
además, están enfrentados. La perspectiva propia de su tiempo le llevó a no matizar
adecuadamente la relación entre ser socialista y católico, así como la "prohibición de
huelgas" que se daba en la Italia de Musolini. La distinción que hace entre comunismo y
socialismo es importante y matizada, aunque termina invitando a los católicos que se han
pasado a las filas socialistas a que vuelvan a ámbitos más cercanos a la Iglesia.
Q.A. hace una gran aportación al hablar del contrato de trabajo, que después sería
ampliamente desarrollado en la doctrina social de los Papas posteriores. También clarifica
un tema que era objeto de discusión: si un cristiano podría militar en un sindicato no
católico; Pío XI dice que con ciertas condiciones puede pertenecer a un sindicato neutro.
Propuestas
Se propone llevar a la práctica los principios de la recta razón y de la filosofía
socialcristiana sobre el capital de trabajo y su mutua coordinación. Es necesario evitar
tanto el individualismo como el colectivismo, sopesar con equidad y rigor el carácter
individual y social del trabajo, regular las relaciones económicas conforme a las leyes de
justicia conmutativa, con ayudas de la caridad cristiana y someter el libre mercado a la
autoridad pública siempre que sea ésta última el garante de la justicia social dentro de un
orden sano para todos.
Todas las propuestas de la encíclica se centran en la vuelta a la doctrina evangélica, de
las que defiende su intemporal validez.
Algunas propuestas más concretas son:
Reforma ajustada de la economía a la razón iluminada por la caridad cristiana.
Colaboración mutua y armoniosa de todas las actividades humanas en la sociedad.
Reconstrucción del plan divino para todos los hombres.
El enriquecimiento es lícito siempre que no menoscabe los derechos ajenos.
"Ley de la templanza cristiana" contra los apegos desordenados, que son una afrenta a los
pobres, y que se basa en "buscar primero el reino de Dios y su justicia".
"Ley de la Caridad", mucho más amplia que la pura justicia.
Igualdad radical de todos los hombres en la misma familia de hijos de Dios, encarnado en
el hijo de un carpintero, para potenciar mutuo amor entre ricos y pobres.