CARTA ENCÍCLICA RERUM NOVARUM – DE LAS COSAS
NUEVAS
La RERUM NOVARUM es la primera encíclica social de la Iglesia católica. Fue
promulgada por el papa León XIII el viernes 15 de mayo de 1891 con el título "De
Conditione Opificum", aunque se la denomina por sus dos primeras palabras.
En ella se describe las situaciones sociales, enfocándose en hablar sobre el problema que
existe entre las clases sociales a raíz del capitalismo a expensas de la Revolución Industrial,
donde el papa, expone su punto de vista y como la ve la situación en que esta todo en ese
punto de la historia pero que aun hoy en día seguimos viviendo algunos de este
acontecimiento, pero en otro contexto. En la carta el papa da lo que el cree que es la
solución a esto, lo veremos mas adelante en el resumen
Contexto histórico de la Encíclica
Como toda encíclica, esta primera no irrumpe en la historia como un documento a espaldas
de la realidad elaborado por un prisionero en el Vaticano. La causa social del hombre, del
pobre y del obrero estuvo desde el Antiguo Testamento presente ante Dios, que legisla en
su favor y patéticamente denuncia con los Profetas los abusos contra los débiles. Más tarde
el Evangelio de Jesús es la más revolucionaria proclama social, cuando hizo estallar la
bomba en la historia de un mundo injusto, haciendo a todos los hombres y particularmente
a los pobres hermanos suyos, hijos de un mismo Padre-Dios. La primitiva Iglesia y los
Padres de los primeros siglos abundaron en ejemplos y formulaciones que aun hoy
escandalizan a los explotadores de los pobres. También la Escolástica medieval formuló
tesis de avanzado y polémico alcance respecto a la usura, al derecho de propiedad y al de
gentes, y que servirán a teólogos y misioneros de los siglos XVI al XVIII para esgrimir sus
cáusticas defensas en favor de los indígenas y de los esclavos. Esas son las fuentes de la
doctrina social que se formula en la primera encíclica. Más concretamente el contexto
histórico de la encíclica se tiene en el siglo XIX, testigo de los efectos de la revolución
industrial y la política francesa, culminación de la modernidad "ilustrada" que proclamó la
autonomía individualista del hombre plasmada en el capitalismo que a cuenta de igualdad y
libertad proclamó como meta el lucro ilimitado y como instrumento la libre competencia, lo
que acarreó la más inhumana explotación del hombre por el hombre. Para finales del siglo,
época de la "Rerum Novarum", la sociedad sufría cambios radicales en todo orden: en el
ideológico, la confrontación del capitalismo con el socialismo marxista; en el científico-
tecnológico, el auge de la industrialización; en el económico, la aparición de nuevas formas
de propiedad (el capital) y de trabajo (el salarial); en el político, las nuevas concepciones de
Estado y de autoridad y en el social, la agudización del conflicto de clases. En este siglo
XIX Carlos Marx, nacido ocho años después del futuro Papa León XIII, proclama su
revolución social como soluci6n al problema obrero, problema que será el eje de la
endclica. Ni se piense que la encíclica es la primera manifestación de la preocupación de la
Iglesia por el problema, lo cual es falso, pues ya en tiempos del "Manifiesto Comunista"
(1848) existían asociaciones obreras católicas en defensa de los derechos: así por ejemplo,
para esa época las asociaciones católicas de obreros en Alemania contaban con 70.000
afiliados; también en Francia, Bélgica y Austria surgieron movimientos de esa índole.
Además, por esos años se oyeron enérgicas voces de prelados como Monseñor Ketteler,
que en varias de sus obras denuncia las injusticias contra los obreros, o la de Bergeron en
Francia, que defiende el derecho de asociación y que inicia (1840) en la Asamblea francesa
un debate sobre la cuestión obrera, o la del Obispo de Angers que estimula a los católicos
A. de Mun y La Tour de Pin, fundadores de los Círculos de Obreros; se deben añadir las
protestas enérgicas de Monseñor Marmillod, las denuncias de Monseñor Manning en
Inglaterra y las de Monseñor Gibbons en Estados Unidos, que junto con la jerarquía ya en
la segunda mitad del siglo XIX no dudó en emprender la lucha contra el oro y el monopolio
que pisotean al hombre; también en Italia se oyen las denuncias de los Obispos Jacobini y
Volpini. Le6n XIII aprecia esas experiencias y desde el principio de su pontificado convoca
una comisión que examine las aplicaciones de la moral católica en lo económico, a lo cual
se sumaron los sociólogos católicos de varios países reunidos en Friburgo y que en su
"Unión de Estudios Sociales" habían elaborado sus tesis al respecto y las propusieron a la
Santa Sede. Sin embargo, las opiniones encontradas creaban confusion, pues unos sostenían
la posición con~ervadora de connivencia con el capitalismo y otros la progresista de
simpatía por el socialismo. Urgía pues una clarificación de posiciones de la Iglesia.
Entonces es cuando el Papa decide hablar como Maestro de la fe y después de serias
consultas a pensadores connotados como Toniolo, Taparelli, Pesch, Liberatori, Zigliara y
otros, va escogiendo personalmente entre las diversas propuestas de esquemas hasta
redactar el texto, definitivo que no por equilibrado deja de ser audazmente revolucionario y
profético.
En Rerum Novarum, el papa Leon XIII exige los siguientes puntos:
• Que la fuerza de trabajo del hombre no sea considerada una mercancía.
• Reconocer el derecho de los trabajadores a constituir sus propias asociaciones (Derecho a
la Asociación laboral). Se insta al Estado a reconocer, por ser natural, el derecho de
asociación profesional.
• El Descanso dominical.
• La Prohibición del trabajo infantil.
• La Protección a la mujer trabajadora.
• El reconocimiento del justo salario.
• La Previsión social.
• Establecer la adopción, frente al socialismo y al liberalismo capitalista extremo, del
principio de colaboración entre clases sociales. Condena la lucha de clases.
• El reconocimiento pleno de la propiedad privada porque era un derecho natural, aunque,
dentro de los límites de la justicia.
• La identificación del Capitalismo como causa de pobreza y degradación de los
trabajadores.
• Que el Estado tenía la misión de promover el bien público y el privado, confiriéndole, no
obstante, un carácter suplementario respecto de la iniciativa privada.
Marca el comienzo del interés de la Iglesia por los problemas sociales contemporáneos, Su
espíritu recogía el pensamiento de distintas corrientes surgidas en el entorno católico
durante años anteriores.
Entre las ideas de igualdad que propone el papa en la Rerum Novarum
• Reconocía el derecho de los trabajadores a constituir sus propias asociaciones: El derecho
a la asociación laboral. Se insta al Estado a reconocer, por ser natural, el derecho de
asociación profesional.
• Descanso dominical para todos los trabajadores.
• Limitación al trabajo diario.
• Prohibición del trabajo infantil.
• Protección a la mujer trabajadora.
• El reconocimiento del justo salario.
• Previsión social.
• Frente al socialismo y al liberalismo capitalista extremo, propone que se adoptara el
principio de colaboración entre clases sociales. Condena la lucha de clases.
• La propiedad privada era un derecho natural, dentro de los límites de la justicia.
• Condenaba al capitalismo como causa de la pobreza y degradación de muchos
trabajadores.
• Atribuía al Estado la misión de promover el bien público y el privado, confiriéndole, no
obstante, un carácter suplementario respecto de la iniciativa privada.
• Destacaba el aspecto cristiano del socialismo, pero éste era condenado por materialista y
antirreligioso. El papa, recomendaba que los católicos, si así lo deseaban, organizaran
partidos socialistas propios y uniones de trabajadores bajo principios católicos; de esta
manera, la Iglesia buscaba un camino intermedio entre el socialismo marxista y el
capitalismo.
El derecho de libre asociación profesional, es mencionado en la carta, de la siguiente
manera:
“que la experiencia de la poquedad de las fuerzas del hombre le mueve a juntar las propias
a las ajenas. ‘Mejor es que estén juntos que uno solo, porque tienen la ventaja de su
compañía. Si uno cayere, le sostendrá el otro. ¡Ay del solo, cuando cayere no tiene quien lo
levante!’ (Romanos 14: 23). Es esta propensión natural la que mueve al hombre a juntarse
con otros y formar la sociedad civil, y la que del mismo modo le hace desear formar con
alguno de sus conciudadanos otras sociedades pequeñas.”
La solución que propone el Papa:
Cooperen los gobiernos plenamente con buenas leyes y previsoras ordenanzas; ricos y
patronos tengan siempre muy presentes sus deberes; hagan cuanto puedan, dentro de lo
justo, los obreros, porque ellos son los interesados: y puesto que, según hemos dicho ya
desde el principio, el verdadero y radical remedio tan sólo puede venir de la religión, todos
deben persuadirse de cuán necesario es volver plenamente a la vida cristiana, sin la cual aún
los medios más prudentes y que se consideren los más idóneos en la materia, de muy poco
servirán para lo que se desea.
La carta tiene una relevancia tan grande que aun hoy en día es posible que veamos los
puntos por los que se origino esta carta y que aun los gobiernos y la sociedad en general no
consideran las soluciones que daba el papa para toda esta problemática
Animosos y con derecho claramente nuestro, entramos a tratar de esta materia: porque
cuestión es ésta a la cual no se hallará solución ninguna aceptable, si no se acude a la
Religión y a la Iglesia. Y como la guarda de la Religión y la administración de la Iglesia a
Nos principalísimamente incumbe, con razón, si calláramos, se juzgaría que faltáramos a
nuestro deber. — Verdad es que cuestión tan grave demanda la cooperación y esfuerzo de
otros, a saber: de los príncipes y cabezas de los Estados, de los amos y ricos, y hasta de los
mismos proletarios de cuya suerte se trata; pero, afirmamos sin duda alguna, que serán
vanos cuantos esfuerzos hagan los hombres, si desatienden a la Iglesia.
Porque la Iglesia es la que del Evangelio saca doctrinas tales, que bastan, o a dirimir
completamente esta contienda, o por lo menos a quitarle toda aspereza y a hacerla así más
suave; ella es la que trabaja no sólo en instruir el entendimiento sino en regir con sus
preceptos la vida y las costumbres de todos y cada uno de los hombres; ella, la que con
muchas utilísimas instituciones promueve el mejoramiento de la situación de los
proletarios; ella, la que quiere y pide que se aúnen los pensamientos y las fuerzas de todas
las clases para poner remedio, lo mejor que sea posible, a las necesidades de los obreros; y
para conseguirlo, cree que se deben emplear, aunque con peso y medida, las leyes mismas y
la autoridad del Estado.
La Rerum Novarum surge en un momento histórico en que las falacias marxistas iban
ganando adeptos; se estaba adoquinando el camino al advenimiento en cadena del golpismo
totalitarismo que asoló el s. XX.
El comunismo legitima su violenta actuación a través de la llamada "teoría de la
explotación capitalista": la propiedad privada de los medios de producción (del capital)
coloca al trabajador en un situación dependiente y sumisa, hasta el punto de que se ve
obligado a vender su fuerza trabajo a cambio de un salario. Sin embargo, debido a su
especial situación de sumisión, el proletario trabaja más horas de las que realmente cobra,
de donde surge la plusvalía capitalista.
León XIII no vio nunca esta falsa relación de dependencia unidireccional. Muy al contrario,
entendió que "ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital". Y es
que "los que carecen de propiedad, lo suplen con el trabajo; de modo que cabe afirmar con
verdad que el medio universal de procurarse la comida y el vestido está en el trabajo".
De hecho, prestaba un flaco favor a la sociedad el "suponer que una clase social sea
espontáneamente enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a
los pobres para combatirse mutuamente".
El Papa León XIII creía que los diversos individuos "como en el cuerpo se ensamblaban
entre sí", llegando a una disposición que podría denominarse "armonía" (parece como si la
encíclica rindiera un tácito homenaje al liberal francés Frédéric Bastiat, quien 40 años antes
había escrito su famosa obra Armonías económicas).
La armonía de intereses es el resultado necesario de la libre cooperación humana
denominada "capitalismo". A tal conclusión llegó medio siglo después Friedrich von
Hayek, en su obra Individualism and economic order. Según Hayek, la virtud proverbial del
sistema capitalista era haber conseguido que los seres humanos se dedicaran a satisfacer las
necesidades de otras personas desconocidas al buscar el interés personal.
El preconizado conflicto marxista de intereses era en realidad una milonga anticientífica.
Los contratos y los acuerdos, a fuer de voluntarios, son siempre beneficiosos para ambas
partes; esta armonía de intereses generaba un "orden espontáneo" en la sociedad (que
Hayek contraponía al concepto de "organización") del que todos podían aprovecharse para
satisfacer sus fines.
Pues bien, Leon XIII ya entendió suficientemente este punto, al concluir que "el acuerdo
engendra la belleza y el orden de las cosas". El orden no surge de la coacción planificadora
del socialismo, sino del acuerdo entre las personas. Es más, la violencia no puede
fundamentar el orden, pues "de la persistencia de la lucha tiene que derivarse
necesariamente la confusión juntamente con un bárbaro salvajismo".
Esta condena de la lucha supone tanto una reivindicación del principio liberal de "no
iniciación de la violencia" como una condena evidente de la lucha de clases. Condena que
no sólo tenía un fundamento moral (no iniciación de la violencia), también pragmático.
León XIII no dudó en criticar a todos aquellos que alardeaban de poder lograr "una vida
exenta de dolor y de calamidades, llena de constantes placeres". Esta pretensión socialista
(eliminar la explotación del hombre por el hombre para multiplicar la producción) fue
calificada como un "fraude que tarde o temprano acabará produciendo males mayores que
los presentes".
Y es que el Papa sabía que la lucha de clases y la nacionalización de los medios de
producción no eran el camino adecuado para enriquecer a la sociedad, "pues ejerce[n]
violencia contra los legítimos poseedores" e "incluso llega[n] a perjudicar a las propias
clases obreras". Así, una cosa era clara: "Cuando se plantea el problema de mejorar la
condición de las clases inferiores, se ha de tener como fundamental el principio de que la
propiedad privada ha de conservarse inviolable".
El derecho natural a la propiedad privada
Podemos afrontar los problemas morales desde una triple perspectiva: iusnaturalismo,
utilitarismo y evolucionismo. La primera encuentra la solución a los problemas en los
derechos "inherentes" al hombre, la segunda equipara bueno con útil y la tercera remite a la
costumbre para efectuar un juicio de valor.
En realidad, estas tres perspectivas no son excluyentes, y las tres fueron utilizadas por León
XIII para justificar la propiedad privada.
Desde el punto de vista iusnaturalista, el Papa aseguró que "el poseer algo en privado como
propio es un derecho dado al hombre por la naturaleza"; derecho que debía ser "estable y
permanente", pues incluso "las leyes divinas prohíben gravísimamente el deseo de lo ajeno:
'No desearás a la mujer de tu prójimo; ni la casa, ni el campo, ni la esclava, ni el buey, ni el
asno, ni nada de lo que es suyo'". Dado que no es un derecho legal, sino natural, "la
autoridad pública no puede abolirlo".
Desde el punto de vista utilitarista, la eliminación de la propiedad privada quitaría "el
estímulo al ingenio y a la habilidad de los individuos, necesariamente vendrían a secarse las
mismas fuentes de las riquezas y esa igualdad con que sueñan [los socialistas] no sería
ciertamente otra cosa que una general situación, por igual miserable y abyecta, de todos los
hombres sin excepción alguna". Y es que "los hombres, sabiendo que trabajan lo que es
suyo, ponen mayor esmero y entusiasmo" (lo cual parece una anticipación del reverso de la
Tragedia de los Comunes, popularizada por Gerrett Hardin en 1968).
Podemos comparar esta última afirmación con la de Ludwig von Mises en su tratado de
economía La acción humana: "Las tierras carentes de dueño efectivo las utiliza la gente sin
preocuparse del daño que pueden sufrir. Cada cual procura lucrarse al máximo, por
cualquier medio de sus rentas, desentendiéndose de los efectos que puedan producirse".
Incluso fue más allá y afirmó que no sólo "es lícito que el hombre posea cosas propias, sino
que incluso es necesario en absoluto", pues "es necesario también para la vida humana".
Desde la perspectiva evolucionista, León XIII explica cómo Dios dio la tierra en común al
género humano "no porque quisiera que su posesión fuera indivisa para todos, sino porque
no asignó a nadie la parte que habría de poseer, dejando la delimitación de las posesiones
privadas a la industria de los individuos y a las instituciones de los pueblos".
Esta teoría parece concordar a la perfección con las tesis institucionales del padre fundador
de la Escuela Austriaca, Carl Menger: "Así pues, la economía humana y la propiedad tienen
un mismo y común origen económico, ya que ambos se fundamentan, en definitiva, en el
hecho de que la cantidad disponible de algunos bienes es inferior a la necesidad humana".
La propiedad, para Menger, no es "una invención caprichosa", sino que surge como una
institución social evolutiva.
Por último, León XIII no deja lugar a dudas acerca de cómo se adquiere legítimamente la
propiedad: "Cuando el hombre aplica su habilidad intelectual y sus fuerzas corporales a
procurarse los bienes de la naturaleza, por este mismo hecho se adjudica a sí aquella parte
de la naturaleza corpórea que él mismo cultivó, en la que su persona dejó impresa una
huella, de modo que sea absolutamente justo que use de esa parte como suya y que de
ningún modo sea lícito que venga nadie a violar ese derecho de él mismo".
León XIII, pues, viene a respaldar la tesis liberal de la apropiación original (o
homesteading) propuesta por John Locke en su Segundo tratado sobre el Gobierno civil y
reincorporada por el mismísimo Murray Rothbard en su Ética de la libertad: "Al descubrir
los recursos de la tierra, al aprender a utilizarlos y, en especial, al transformarlos mediante
un remodelación más utilizable, Crusoe 'mezcló su trabajo con el suelo'. Al actuar así, al
estampar el sello de su personalidad y de su energía en la tierra, la convirtió, de manera
natural, a ella y a sus frutos, en su propiedad".
La propiedad no se extinguía con la muerte del propietario –como pretenden los impulsores
del impuesto de sucesiones– sino que era enteramente transmisible mortis causa. De hecho,
León XIII entiende que la herencia es parte del cumplimiento de la responsabilidad que
todo padre contrae para con sus hijos (esta construcción de la responsabilidad paternal ha
sido usada, recientemente, como epicentro de las modernas teorías antiabortistas): "Es ley
santísima de naturaleza que el padre de familia provea al sustento y a todas las atenciones
de los que engendró; e igualmente se deduce de la misma naturaleza que quiera adquirir y
disponer para sus hijos, que se refieren y en cierto modo prolongan la personalidad del
padre(...) Y esto es lo que no puede lograrse sino mediante la posesión de cosas
productivas, transmisibles por herencia a los hijos".
La "Rerum Novarum", dice Juan Pablo 11 (CA. 1), "marca una fecha de relevante importancia en la
historia reciente de la Iglesia". Los sucesores de León XlII han aprovechado cada decenio de la
aparición de este documento clave para ampliar sus aplicaciones a las circunstancias del momento:
así, a los 40 años (1931) Pío XI publica su encíclica "Quadragesimo Anno"; a los 50 años (1941)
Pío XII en plena guerra mundial le dedica su mensaje de Pentecostés; a los 70 años Juan XXIII
escribe su magna encíclica "Madre y Maestra"; a los 80 años (1971) Pablo VI envía su carta
"Octogesima Adveniens"; a los 90 años (1981) Juan Pablo 11, herido en la plaza de San Pedro en
vísperas de proclamar su encíclica "Laborem Exercens", firma con su sangre uno de los documentos
cumbres de la Doctrina Social de la Iglesia; y finalmente, para conmemorar el centenario de aquella
carta magna el mismo Papa proclama otra encíclica social en que muestra la actualidad del
documento leonino.
"Rerum Novarum" es la primera ende/ica social, no porque antes la Iglesia no se hubiera
preocupado de la cuestión social, como demostraremos más adelante, sino porque es el primer
documento oficial del Magisterio Pontificio que recoge y formula un cuerpo doctrinal que los
sucesores de León XIII en estos cien años han ido actualizando y han hecho operante en su tiempo,
hasta constituir lo que hoy se llama "Doctrina Social de la Iglesia" o "Enseñanza Social" o
"Magisterio Social". Una mirada retrospectiva del propio texto nos lleva a descubrir la riqueza de
los principios fundamentales que solucionan la cuestión obrera, meto: de la encíclica, cuyo enfoque
reasume Juan Pablo 11 en "Laborem Exercens". Por otra parte, si ella consideró las "cosas nuevas"
de ese entonces, al examinar las cosas nuevas de hoy, como observa el Papa actual (CA.3), no sólo
se confirma el valor de tales enseñanzas, sino también el sentido de la tradición de la Iglesia
siempre viva, es decir, de la vivencia cristiana del problema obrero sistematizado y avalado por el
magisterio de León XIII.