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Alexander Lernet Holenia - El Monarquista Como Fetichista

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agu ijon

Alexander Lernet-Holenia:
el monarquista como fetichista

Héctor Orestes Aguílar

para Héctor Cairelo

urante los años 60 fue una puntada muy conocida:


decir que la literatura austriaca de aquellos días
B estaba constituida por dos escritores, Lemet y
Holenia, era rendir homenaje a una carrera litera-
ría para entonces ya muy dilatada en más de una
treintena de libros de poesia, teatro, narrativa y crítica. Alexan
der Lemet-Holenia nació al final del siglo pasado y a partir del »k
tercer decenio del nuestro comenzó a publicar sus obras esen
ciales, una suerte de biografía de época que adquirió muchas
formas pero que siempre tuvo por materia la celebración
memoriosa y nostálgica del imperio danubiano, de la monarquía
austrohúngara hoy tan extrañada como ecumene y crisol de
naciones y culturas.
Sí los escritos de Lemet forman parte de esa pasión por
recuperar el pasado que anima tanto a la cultura austriaca, su
mirada y su voz le otorgan un lugar aparte en el escenario de la
literatura contemporánea. Antimodemo, perteneció siempre a
una raza de escritores cuya aristocracia espiritual los separó del
sentido comercial de actualidad literaria. Ya desde sus mejores
días, las obras más refinadas de Lemet tomaron distancia de
aquellos libros que tuvo que escribir como encargo o con el claro
propósito de concebirán best-seller.Incluso en obras farragosas
que se prolongan penosamente sólo para poder completar un
cierto número de páginas, la fantasía del polígrafo austríaco
esboza momentos de una prosa inteligentísima y alucinante.
En novelas menores como E! Conde Ltina, El batallón de las
dos Sicilias, y El collar de la reina, resulta encantador hallar no
pocos pasajes de depurada concepción novelística que se diluyen
o desaparecen bajo el peso de tramas banales y mal resueltas. Un
cuento memorable, "El unicomio" -en el que se habla de un
rinoceronte que ha escapado de un zoológico y que ronda por los
páramos que circundan a un castillo, si no mal recuerdo- desa
provecha su anécdota y se pierde completamente en las últimas
tres páginas, dejando la sensación de que el escritor se divertía
más lanzando su imaginación hacia donde fuera que en hacerla
aterrizar en piezas completas y acabadas.

Héctor Orestes Aguílar. Hizo estudios de música, comunicación y lingüistica.


El dios ciego Ensayista y narrador, colabora en diversas revistas, periódicos y suplementos,
como El Nacional, Casa del Tiempo,El Semanario, La Gacela FCE y Biblioteca
En Alexander Lemet-Holenia las obsesiones recurrentes de todo de México.

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De camino hacia el Danubio

En lamayor parte de sus relatos y novelas, Lemet apeló, sobre


todo para lograrconsistenciayveracidad narrativas, a lacreación
de un alter ego que le permitiera conducir articuladamente su
maquinaria argumental. Comoen otrasobras de fícción involu
cradas a la servidumbre y grandeza militares, en El estandarte
Lemet convierte a unjoven suboficial en los ojos y la voz, el
agonista y la mirada omnisciente de un curso de peripecias que
inicia -típico en nuestro autor- en una fiesta de la milicia
novelista de largo aliento siguen seduciendo al lector contem austrohúngara. En este cuadro inicial sepercibe ya el trasfondo
poráneo porsupureza literaria, porla noble fantasía que distin de lanovela; si la fiesta celebra el fin de la guerra europea, lo
guea losescritores fundacionales. Lospuentes, loscastillos, las que tendrá ante sus ojos el lector será la crónica en clave del
batallas entre la nieve, los palcos en la Opera, los salones desmoronamiento de lamonarquía. Esa reunión deguerreros de
cortesanos, los pasadizos y las catacumbas: toda esta cauda de los más altos rangos de lajerarquía europea, dirá Lemet, esuna
imágenes -parafemalia común de losperpetradores en serie de suertede cónclave donde los muertos, los sacrificados en com
folletines "góticos"-desempeña enlos libros deLemet elpapel bate tambiéndeparten y festinan.
de un código dentro del propio lenguaje narrativo, constituye Herbert Menis, personaje nodal de El estandarte,es -como
una serie de símbolos que articulan la memoria novelística de Lemet-un "corazón aventurero" que, familiarizado conla élite
una época. Más que meros escenarios, esos ambientes dan militar y crecido en los vaivenes de la aristocracia de cambio de
cuerpo a climas, atmósferas meridianas convertidas en pro siglo, va templando alma y sabiduría a medida que vive el
tagonistas que tensan y aun llegan a resolver por sí mismas las desasosiego de la Europa envuelta en llamas. La primera esca
tramas tejidas por Lemet. ramuza deMenis, sinembargo, noesenlastrincheras: conquis
En El Barón Bagge, novela breve con la que el escritor tadoporla ineludible imagen de unajovenaristócrata, librauna
austríaco alcanzó unodesusmomentos cumbres, elgran hallaz encarnizada lucha paraacceder a su atención y conocencia.
go consiste precisamente en la generación de un sutil clima de Memorables como las más altas páginas de Balzac, los
irrealidad. La secuencia central del libro, la carga enloquecida capítulos en losque Menis tiene que forcejear con lasreglas de
de un regimiento austrohúngaro en medio de una tormenta, es cortesía de laaristocracia centroeuropea para poder serpresen
unartificio literario parametaforizar elsalto delasimple recrea tado a la mujer que lo hechiza, dan cuenta del dominio tan
ción de época a la literatura de ñcción, del mero costumbrismo preciso y suspicaz que tenía Lemet de los trucos y estrategias
a lagran imaginación. Ensu fugaz ymortal trayecto elregimien necesarios paraalcanzar eléxito enlos juegos del amor cortés y
to es sacrificado casi por completo. Los jinetes no alcanzan a laaristocracia delaalcoba. Sin serun tunante, Menis conjuga la
percatarse, sin embargo, de que han sucumbido bajola metralla suficiente picardía y el necesario arrojo como paranodetenerse
del ejército mso. Deambulan nueve días, toman prisioneros, frente a ningún requisito de nobleza o algún obstáculo enapa
acampan en un villorio de los Cárpatos orientales e incluso se riencia insalvable. Elmejor salvoconducto para el conquistador
desposan. Sólo lentamente aceptan lo inadmisible: fueron abati de corazones, parece decimos Lemet, no es la realeza de la
dos y han dejadopara siempre el mundo de los vivos. sangre sino la pureza del espíritu.
El trance onírico, esa oscura ensoñación de la muerte que Lección narrativa deslumbrante, en la que los diálogos se
captura al desgraciado regimiento de dragones habsbúrguicos, suceden en el incesante ritmo delmejor duelo de inteligencias,
reaparece -en otros registros y con diferentes propósitos- en los pasajes en que Menis emprende su alucinada carrera para
varios de los libros esenciales de Lemet. En El estandarte ese conocer a sudama esbozan también unamoral sin programa, un
estado de suspensión de los sentidos de los personajes sólo conjunto de principios sin ideario, una parte de la cultura para
emerge hasta las últimas secciones de la novela y está contra muchos indescifrable, cursi o prescindible. Maneras de mesa,
punteadopor un vigoroso acento épico que impulsalas correrías reglas cortesanas, juego de gestualidades, la porción delmundo
galantes del protagonista durante toda la primera parte de su que Lemet rescata para su literatura en esas páginas es uno de
relato. El clima delirante irá surgiendo paulatinamente, en el sus legados mayores.
contraste entre el fatuo oropel de los oficiales de la monarquía
quetransitan por bailes, recepciones y funciones de ópera, y los La disolución de lo invisible
harapientos soldados rasos que deambulan lastimeramente por
las calles de Viena mendigando para sobrevivir. En lasrápidas Siempre al galope para llegar con premura a una cita amorosa,
y certeras pinceladas con que Lemet esboza a los inválidos de la Herbert Menis recorre encadaescapada noctuma losintangibles
guerra y a los señoritos de las academias militares encontramos paisajes del alma imperial austríaca. Aun en su propia audacia
unode sus secretos para poder cantar la pérdidade Austria-Hun -que se permite rebasar los límites de los códigos militar y
gría: la frialdad e inteligencia con que disecciona lasestrategias caballeresco-, Menisreconoce una mpturacon la fidelidad a la
de los cortesanos, que literalmente combatían por acceder a monarquía. Enamorado másquetraidor, el alférezse percata, sin
favores, prebendas y recámaras; y la sincera compasión por las embargo, de que el estado deánimo del ejército, de su ejército
víctimas que, carne de cañón al fin y al cabo, habían sido austrohúngaro, se desmorona hasta alcanzar la indiferencia y
entregadas al ciego Dios Marte. el inmovilismo. En cadabreve corruptela, en cadauna de las

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pequeñas licencias que Menis se confiere nias, los emblemas, del mismo protocolo
con tal de proseguir su romance, la indo y la ética de la milicia que se transforma
lencia militar aumenta y se reproduce ron en letra muerta a medida que los
como enfermedad sin cura, peste oscura movimientos centrífugos de las pequeñas
e impenetrable. nacionalidades se dispararon. En sus pe
En contrapunto a Bottenlauben -ofi sadillas, Menis vive asaltado por infinitos
cial que representa la mirada alemana brazos que intentan arrebatarle el estan
sobre la disgregación centroeuropea, sin darte, reliquia que ha servido (como un
aceptar siquiera fisicamente la posibili guerrero más) al imperio durante cien
dad de la indisciplina-, Menis asume en años. Luchar por convertirse en el por
lo profundo de su conciencia la disolu taestandarte se vuelve instinto de conser
ción de lo invisible: en el interior de los vación de la vida imperial, intento
campesinos convertidos en soldados de la salvírico que mucho tiene de acto contrito
monarquía el mundo que habían jurado y expiatorio.
defender se había hundido. Lo visible Si para salvar la monarquía dual había
podría sostener la apariencia de la dura que hacer valer una moral, una ética y un
ción, pero en la cabeza de los ucranianos, orden de valores, para salvarse personal
polacos, húngaros, checos, croatas e ita mente de la ruina, parece decimos Lemet,
lianos la única misión verdadera era vol hay que aspirar a un destino de héroe.
ver a casa a salvo, renunciar al imperio a Acosado por la devastación circuncidan
cambio de las diminutas y groseras casas te, al soldado le queda tan sólo aferrarse
de sus provincias. a su endeble entidad. El honor del guerre
En su fin de mundo, el soldado aus ro, su fortaleza física y la gloria de la
tríaco percibió el vacío de los valores a acción directa fueron, para los no poco
través de la pauperización de las insig militares austrohúngaros que hasta el fin
permanecieron fieles a la monarquía, el
asidero de emergencia para no verse ex
pulsados del siglo.

La noche nupcial del estandarte

El monarquista como fetichista: aferra


dos al culto de los símbolos, muchos de
los personajes de Alexander Lemet-Ho-

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una doncella se transforma, sucesiva
mente, en ninfeta y sadista. Pintor de
bacanales, grotescas escenas de mesa y
visionesperversas,Schulzera perseguido
por la aplastantesensualidad del empeine
femenino, al quededicó seriescompletas
de dibujos en donde él incluso aparece
siendo flagelado por la indiferencia o la
y documentos que le sirvieron para crueldad de una mujer que lo pisa. No es
erigir sus estatuas e iluminar sus másca de extrañarse que a esa colección de di
ras, para dar cuenta de la lucha con el bujos le diera por título El libro de los
demonio. fetiches.
Fioyear y cazador de almas, Heimito Alexander Lemet-Holenia fiie tam
von Doderer fiie por su parte un novelista bién fugitivo de los gestos y las cosas. En
que lo que más deseaba en la vida era una de las escenas cumbres de El estan
lenia transforman sus relaciones con los terminar por desaparecer sin piedad a darte, el regimiento del alférez Menis
objetos históricos y los vestigios del es consecuencia de severos excesos sexua tiene que refugiarse en una escuela a falta
plendor imperial en vínculos de un orden les, orgías desaforadas y mesurados actos de cualquier otro albergue propicio. En
insondable. Si, de acuerdo al código mili de violencia, según anotó en su libro de ese precario hospital de campaña, donde
tar, el honor y la beligerancia han de ser noche. Doderer coleccionaba plumas con los pobres caballos deben deambular las
hoiu^dos con distinciones y medallas, tintas especiales para cada tarea del hom timeramentepor las escaleras y pisos en
para el guerrero las condecoraciones son bre total de letras que quiso ser. Acaso su cerados del colegio para llegar al
el legado único y exacto al que puede más fina perversión consistía en la con incómodo abrigo de un gimnasio, Menis
aspirar. Al concentrar virtud y valor, los templación casi religiosa de dos célebres queda por fin a solas con el estandarte
emblemas militares se vuelven piezas de retratos martirológicos que después le que, erigido a mitad de un salón en pe
un tesoro sin medida que reclama el sa inspiraron rasgos, personajes, estados de numbra, deja ver por fin su altivez y
crificio de la sangre para ser alcanzado. ánimo y atmósferas de gran sensualidad soberanía,su inaccesibilidad y su virgini
Ganadas en el campo de batalla, las insig y erotismo. Sus cuadros preferidos -fa dad a pesar de haber transitado por las
nias se convierten, para el soldado, en el mosas escenas de Gaudenzio Ferrari y manos de decenas de soldados. En ese
veterano que vela por los combatientes José de Ribera- eran revisados constan momento de iluminación el alférez com
bisoños durante su bautizo de armas, el temente en arrebatos de un misticismo prende que, al tocar el brocado de su
impasible guerrero que desde el silencio feroz. Doderer fue proclive también a la estandarte, su mano se desliza por el ca
alienta e infunde el valor necesario para amistad con las armas y los instrumentos bello de una novia, que sus manos de
el combate. de cacería, y en el museo vienés que hoy soldado de un regimiento sin gloria po
En el universo literario austrohúngaro día acoge su legado pueden verse aún el dían encenderse sólo al contacto de las
el culto a los objetos alcanza registros arco y las flechas con que solía salir a cintas del pendón. Secretamente, Menis
memorables y muy diversos, que van des acampar. Más conservador que propia conoce su noche nupcial ya no con la
de la simple afición a los recuerdos mate mente monarquista, Doderer desarrolló mujer por la que ha cabalgado noctur
riales de una historia que zozobra hasta el un fetichismo complejo y literariamente namente sin descanso y por quien ha in
más refinado y radical de los fetichismos. más rico que ningún otro autor austríaco fringido reglas cortesanas y militares,
Stefan Zweig, retratista y biógrafo del de este siglo. No acumuló objetos para sino con el estandarte: una insignia "más
cambio de siglo, fue un perseverante co rendir tributo al pasado sino para poseer pura de lo que Jamás una niña había
leccionista de antigüedades napoleónicas de alguna manera el aura de sus antiguos s¡do".A
que le permitieron tener un conocimiento propietarios.
detallado de la cultura del vestido, del Sin pertenecer a la cultura literaria de
mobiliario y de la vida cotidiana de algu lengua alemana, Bruno Schulz compartió
nos de los personajes centrales en sus obsesiones y manías de autores de expre
memorias. sión germana como Alfred Kubin, Franz
Zweig, además, era un apasionado Kafka, Hermann Ungar, Paúl Leppin y
compilador de manuscritos autógrafos, aun Gustav Meyrink. Como aquellos pra-
vicio y obsesión de los historiadores, que guenses Schulz nació en la periferia im
Referencias
a través de los escritos originales de sus perial (Galitzia) y era de cultura Judía.
caracteres intentaba reconstruir tempera Fetichista sin sosiego, fiie también dibu Lemet-Holenia, Alexander, El Barón Bagge, Edi
mentos y humores, inteligencias e insa jante y compuso un espectral volumen cionesSiruela, Madrid, 1990,116 pp. Traduc
ción de Luis Alberto Bixió.
nias, estados críticos del alma y de la que retrataba escenas fantásticas inspira
, El estandarte. Ediciones Peuser, Buenos
historia. Sus libros sobre María Anto- das a veces por estampas bucólicas o
Aires,1950,340pp.Traducción de AmleKen-
nieta y Fouché no hubieran sido posibles idílicas convertidas enérgicamentepor su ney y Elvira Martín. Existe una reedición en
sin esa reconstrucción a través de cartas trazo en alucinaciones satánicas donde Ediciones El Equilibrista, México, 1993.

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