WILKIE COLLINS
ANTONINA O LA CADA DE ROMA
 Traduccin de Esther Prez
 Mntesins
  Wke   Cons   nac   en   Londres   en   1824.   Prmognto   de 
pasa|sta   Wam   Cons   sobre   quen   pubc   un   bro, 
Recuerdos de la vida de William Collins, 1848, curs estudos de 
Derecho,   profesn  que  cas   no  e|erc  y  que  atern  con  a  de 
actor y profco escrtor. A os 26 aos pubc su prmera novea, 
esta  Antonina   o   la   cada  de   Roma  (1850),   escrta   ba|o   a 
mpresn   que   e   produ|o   a   ectura   de   a   cebre   novea   de 
Buwer-Lytton,  Los ltimos das de Pompeya. En 1860 pubca La 
dama  de  blanco,   novea  reamente  excepcona   que  ntroduce 
mportantes   cambos   en   a   estructura   de   reato,   e   ms 
sgnfcatvo de os cuaes es a puradad de  punto de vsta 
ms  tarde  adoptado  y  desarroado  por   Henry  |ames,   tcnca 
que acanza su madurez en La piedra lunar (1868), ta vez su obra 
maestra y una de as ms reevantes de sgo XIX. Otras noveas 
de reeve son Armadale, Doble engao, El secreto de ara! y in 
nombre.   Maestro  de   reato  breve,   en  su  obra  destacan,   entre 
otros,  El   !otel   encantado,   La   mano   muerta   y   La   dama   de 
"len#it!  "range.   Amgo  ntmo  de  Dckens,   con  quen  coabor 
asduamente, Cons mur en Londres en 1889.
La ville cesse d$%tre&
Le romain est esclave, el le "ot! est son maitre'
SODDERE, Aarque
PRE!ACIO
 A dsponerse a escrbr una obra de fccn basada sobre hechos 
reaes,   e   autor   de   estas   pgnas   no   consder   requsto 
ndspensabe que sus protagonstas fueran persona|es hstrcos 
de  a  poca.   Por   e   contraro,   estm  que  varas  ob|econes  de 
peso se oponan a esa dea. Ben saba que atenerse a a hstora 
obgaba  a   autor   a  aadr   a  os  datos  conocdos  mucho  de  su 
magnacn a vestr, con e coordo de a fccn noveesca, e  
escueto esquema de a verdad hstrca y, por tanto, a stuar a 
nvencn de novesta en o que no poda menos que consderar 
un   contraste   sumamente   desfavorabe   con   a   exacttud   de 
hstorador. Por otro ado, no estaba de nngn modo convencdo 
de   que   un   reato   en   e   cua   os   actores   prncpaes   fueran 
persona|es  hstrcos  pudera  preservar   a  adecuada  undad  de 
accn  y  mantenerse  dentro  de  os  mtes  apropados  para  su 
desarroo  sn  fasfcacones  o  confusones  de  fechas  hstrcas: 
una   espece   de   cenca   potca   que   no   senta   a   menor 
dsposcn   de   concederse,   ya   que   su   preocupacn   prncpa 
conssta   en   que   su   argumento   nacera   y   se   dervara   en   su 
totadad de os grandes acontecmentos de a poca, en e orden 
precso en que ocurreron.
 Sometdo, entonces, a peso de esas consderacones, pens que 
creando   con  su  magnacn  a  todos   os   protagonstas   podra 
modearos   a   su   anto|o   segn   as   necesdades   de   a   trama; 
haceros actuar a nfu|o de sus menores ncdentes de a manera 
que  parecera  ms   excepconamente  nteresante,   sn  cometer 
nnguna  nconvenenca,   y,   adems,   presentaros   en  todas   as 
ocasones,   sn   mpedmentos   n   estorbos,   como   exponentes 
prctcos   de   esprtu  de  a  poca,   de  os   dversas   prototpos 
hstrcos de perodo que as nvestgacones que e Autor ev a 
cabo   con   ayuda   de   bros   de   guamente   notabes,   aunque 
dscrepantes, autordades sobre e tema, e permteron acopar. 
A   msmo   tempo,   estm   que   a   aparenca   de   verosmtud 
necesara  en  una  novea  hstrca  podra  preservarse  con  xto 
ntroducendo  ocasonamente  agunos   persona|es   reaes   de  a 
poca,   en  aqueas   partes   de   argumento  que  se  refreran  a 
acontecmentos   con   os   cuaes   haban   estado   vsbemente 
asocados.
 La presente obra es fruto de ese proyecto.
  Los persona|es de fccn son os ncos encargados de a tarea 
de  representar   e   esprtu  de  a  poca.   E   emperador   romano 
Honoro  y  e   rey  godo  Aarco  se  mezcan  muy  poco  desde  un 
punto de vsta persona con e reato so aparecen vncuados a 
crcunstancas   y   acontecmentos   estrctamente   verdcos 
regstrados   por   a   hstora,   pero   se   ha   observado   a   ms 
rgurosa   exacttud   en   o   que   respecta   a   tempo,   ugar   y 
stuacones en todos os hechos hstrcos ncudos en a trama, 
desde e perodo de a marcha de os nvasores godos a travs de 
os Apes hasta e fn de prmer sto de Roma por os brbaros.
ANTONINA O LA CADA DE ROMA
CAPT"LO I
#OIS$INT%A
  Las   montaas   de  a   cordera   de  os   Apes   que   bordean  a 
frontera nordeste de Itaa ya estaban, en e otoo de ao 408, 
surcadas en numerosas dreccones por as hueas que de|aban a 
su paso as fuerzas nvasoras de as nacones septentronaes a 
cuyo  con|unto  se  suee  desgnar   con  e   nombre  de  godos.   En 
agunos stos, esas hueas consstan en rboes cados a un ado 
de   camno,   y   en   ocasones,   cuando   cas   as   borraban   os 
destrozos provocados por as tormentas, asuman a aparenca de 
pantanos  desoados  e  rreguares.   En  otros  ugares  eran  menos 
papabes. Aqu, e sendero crcunstanca estaba competamente 
cuberto por as nundacones de un torrente desbordado; a, era 
posbe advnaro en os ocasonaes trechos de terreno mudo, o 
dstnguro parcamente merced a os fragmentos de armaduras 
abandonadas, os esqueetos de cabaos y hombres y os restos 
de toscos puentes que srveran en aguna ocasn para pasar un 
ro o savar un precpco.
 Entre as rocas de os pcos ms atos de a cordera montaosa 
que se azaba |unto a as anuras taanas y que eran e tmo 
obstcuo  que  se  nterpona  a  os  afanes  de  un  va|ero  o  a  a 
expedcn  de  un  nvasor,   haba,   a  prncpos   de   sgo  V,   un 
pequeo ago. Ese sto sotaro sempre meancco, rodeado de 
precpcos   por   tres   de   sus   ados,   con   estrechas   oras 
despobadas   tanto   de   vegetacn   como   de   seres   humanos   y 
aguas  oscuras  y  estancadas  raras  veces  umnadas  por   un  so 
radante, presentaba, en a tarde de da en que comenza nuestra 
hstora,   un  aspecto  de  desoacn  que  resutaba  gubre  a  os 
o|os y opresvo para e corazn.
  Era cerca de medoda, pero e so no braba en e ceo. Unas 
nubes pomzas, pesadas por su forma y su coor, ocutaban toda 
a  beeza  de   frmamento  y  proyectaban  una  espesa  oscurdad 
sobre a terra. Las cumbres de as montaas estaban envuetas 
en vapores densos y estancados; de os rboes ncnados haca 
e   sueo  caan  ocasonamente  ho|as  muertas  y  ramas  podrdas 
para hundrse en e terreno cenagoso o despearse en e sombro 
precpco; y una ovzna pertnaz caa enta y tenaz en toda a 
zona  yerma  que  crcundaba  e   ago.   Un  observador   stuado  de 
frente   a   ago   sotaro,   en   e   sendero   que   otrora   recorreran 
e|rctos y que otros e|rctos estaban destnados a recorrer, a 
prncpo no habra odo otro sondo que e goteo rreguar de a 
uva a caer de roca en roca; no habra vsto ms que as aguas 
nmves a sus pes y os oscuros rscos que proyectaban sobre 
eas su sombra desde o ato. No obstante, cuando ba|o e efecto 
de a msterosa soedad de  ugar sus o|os se huberan tornado 
ms   penetrantes  y  sus   odos  ms   aguzados,   habra  vsto  una 
caverna en os precpcos que rodeaban e ago, y en as pausas 
entre as gruesas gotas de uva habra escuchado e sondo cas 
mperceptbe de una voz humana.
  La  entrada  de  a  caverna  estaba  parcamente  ocuta  por   una 
gran pedra, encma de a cua  se apaban montones de ramas 
podrdas   que  parecan  cumpr   e   propsto  de  proteger   a  os 
posbes habtantes de a gruta de fro que renaba afuera en a 
atmsfera. Stuado en e mte este de  ago, e  extrao refugo 
permta   vgar   no   so   e   escarpado   sendero   que   quedaba 
nmedatamente  deba|o,   sno  tambn  una  vasta  extensn  de 
terreno  ano  a  corta  dstanca  haca  e   oeste,   que  separaba  e 
ugar de una segunda cordera de montaas menos empnadas. 
En  os  das  en  que  a  atmsfera  acaraba,   desde  ese  punto  se 
poda ver, a a o e|os, muy aba|o, os ovares que cubran a 
base de a montaa, y an ms a, datadas hasta e dstante 
horzonte, as anuras de a Itaa abandonada de a suerte, cuyo 
sno   de   derrota   y   vergenza   se   aproxmaba   veoz   haca   su 
tenebroso y tembe cumpmento.
 Adentro, a caverna era ba|a y de forma rreguar. De sus paredes 
speras rezumaba a humedad, que empapaba e sueo cuberto 
de musgo podrdo. Los agartos y otros anmaes rudosos haban 
pobado sus ncmodos  rncones sn que nade se  os  dsputara 
hasta   e   momento   que   acabamos   de   descrbr,   cuando   sus 
mseros derechos comenzaran a ser usurpados por prmera vez 
por ntrusos humanos.
  Cerca  de  a  entrada  de  a  cueva  estaba  agachada  una  mu|er. 
Haca   adentro,   donde   e   sueo   era   ms   seco,   haba   un   no 
dormdo.  Entre  ambos,  unas  ramas secas y  unas ho|as mustas 
estaban   dspuestas   como   para   encender   fuego;   ese   escaso 
combustbe  se  vea  geramente  ennegrecdo  en  varos  puntos, 
pero,   mo|ado  como  estaba  por   a  uva,   todos  os  ntentos  de 
encendero   de   manera   permanente   haban   resutado 
evdentemente nfructuosos.
  La mu|er tena a cabeza ncnada, y su rostro, ocuto entre as 
manos,   descansaba  sobre  sus   rodas.   De  cuando  en  cuando 
mustaba  ago  para  s   con  voz  ronca  y  que|umbrosa.   Se  haba 
qutado una parte de sus escasos vestdos para cubrr a no. Los 
que an evaba puestos eran una mezca de pees de anmaes y 
de   un   tosco   te|do   de   agodn.   Ese   msero   atavo   exhba 
numerosas manchas de sangre, y os rzos en desorden de argo 
cabeo rubo de su duea mostraban a msma mcua omnosa y 
repusva.
  E  no pareca tener unos escasos cuatro aos y en su rostro 
en|uto  y  pdo  se  observaban  todas   as   caracterstcas   de  su 
orgen godo. Sus rasgos parecan haber sdo hermosos, tanto en 
su expresn como en su forma; pero una profunda herda a o 
argo  de  una  de  sus  me|as  o  haba  deformado  para  sempre. 
Tembaba y se estremeca en su sueo, y de cuando en cuando 
extenda mecncamente os bractos haca as ramas muertas y 
fras  desparramadas  frente  a  .   De  pronto,   un  pedazo  roca  se 
desprend en un ugar dstante de a caverna y cay a sueo con 
gran  estrpto.   A   rudo,   e   no  se  despert  con  un  grto,   se 
ncorpor,   hzo   un   esfuerzo   por   avanzar   haca   a   mu|er   y 
retroced trastabando hasta a pared de a cueva. Una segunda 
herda  en  a  perna  haba  tendo  e   msmo  efecto  destructvo 
sobre su vgor que a prmera sobre su beeza. Era un sado.
  En  e   msmo  nstante  en  que  e   no  despertara,   a  mu|er   se 
evant.   Fue,   o  az  de   sueo  y,   tras  tomar   unas  herbas  que 
evaba en e seno, as apc a su me|a herda. A hacero, se e 
desorden   e   tra|e:   a   sangre   coaguada,   que   evdentemente 
haba manado de una herda en su cueo, encartonaba su porcn 
superor. Todos sus ntentos para auxar a nos fueron vanos; e 
pequeo  se  que|aba  y  soozaba  astmeramente,   y  mustaba  a 
ntervaos ncoherentes excamacones de mpacenca por o fro 
de ugar y e door que e causaban sus herdas recentes. Muda, 
sn derramar una grma, a nfez mu|er o mraba a a cara con 
are ausente. No era dfc coegr, a partr de esa mrada f|a y 
extravada, a naturaeza de os azos que unan a a desdchada 
con   e   no   que   sufra.   La   expresn   de   tensa   y   terrbe 
desesperacn que braba en sus o|os sombros y f|os; a vda 
padez que robaba e coor a sus abos apretados; os espasmos 
que   sacudan   su   cuerpo   frme   e   mperoso   expresaban   sn 
paabras,   con  a  dvna  eocuenca  de  a  emocn  humana,   que 
entre os dos membros de a sotara pare|a exsta a ms ntma 
de as reacones terrenaes: e vncuo que une a una madre con 
su h|o.
 Durante agn tempo a mu|er se mantuvo en a msma postura. 
A   cabo,   como   presa   de   sbta   suspcaca,   se   ncorpor   y, 
sostenendo a  no con un brazo, separ con e  otro as ramas 
que cegaban a entrada de su refugo para otear con precaucn 
e   panorama   que   a   neba   de|aba   entrever   haca   ponente. 
Despus  de  una  corta  nspeccn  retroced  como  tranquzada 
por   a  absouta  soedad  de   ugar   y,   vovndose  haca  e   ago, 
contemp as aguas negras a sus pes.
 La noche ha suceddo a a noche must sombra, y no ha 
trado avo a m cuerpo n esperanza a m corazn! He recorrdo 
ma tras ma, sempre con e pegro a a espada y a soedad 
ante m. La sombra de a muerte se espesa sobre e no, e fardo 
de  a  angusta  se  me  hace  demasado  pesado.   Ms  amgos  han 
sdo asesnados, ms protectores estn dstantes, ms benes se 
han   perddo.   E   Dos   de   os   sacerdotes   crstanos   nos   ha 
abandonado  en  e   pegro  y  nos   ha  desamparado  en  nuestro 
door. A m me toca poner fn a os sufrmentos de ambos. Este 
ugar   que  ha  sdo  nuestro  tmo  refugo  ser  tambn  nuestra 
seputura!
 Tras una tma mrada a ceo fro y deprmente, avanz hasta e  
msmo borde de a escarpada ora de ago. Ya haba azado a 
no en brazos y haba arqueado e cuerpo para no faar e sato 
fata,   cuando   eg   a   sus   odos   un   sondo   tenue,   dstante, 
fugtvo procedente de evante. A nstante sus o|os braron, un 
suspro hnch su pecho, sus me|as se cubreron de rubor. Con 
os  tmos  restos  de  sus  menguadas  fuerzas  trep  a   eevado 
peasco  que  quedaba  a  sus  espadas  y  aguard,   con  doorosa 
expectacn, a repetcn de mgco sondo.
 Unos momentos despus vov a oro, porque e no, atontado 
de terror por a conducta que haba acompaado a decsn de su 
madre  de  anzarse  con     a   ago,   se  mantena  en  senco,   de 
modo   que   poda   prestar   atencn   sn   estorbos.   A   odos   no 
entrenados, e sondo que tanto a aentaba es habra resutado 
cas   naudbe.   Hasta  a   va|ero  expermentado  habra  pensado 
que no era ms que e  eco de una pedra que rodaba entre as 
rocas e|os haca evante. Pero para ea e sondo era de a mayor 
mportanca,   porque   era   a   benvenda   sea   de   que   se 
aproxmaban a savacn y a dcha.
 A medda que pasaba e tempo se haca cada vez ms cercano, 
repetdo en todas dreccones por os ecos travesos, y reveaba 
ya  caramente  que  su  orgen,   como  haba  advnado  a  mu|er 
desde e  prncpo, era a trompeta goda. Pronto ces a msca 
dstante y fue susttuda por otro sondo ba|o y retumbante, como 
de  un  terremoto  e|ano  o  de  os  premnares  de  una  tormenta. 
Poco despus se convrt en un rudo spero y confuso, como e 
de paso de un vento fuerte por entre as ramas de un bosque. En 
ese   momento   a   mu|er   perd   todo   contro   de   s   msma;   su 
pacenca y precaucn prevas a abandonaron y, sn cudarse de 
pegro,   cooc   a   no   sobre   e   peasco   en   e   cua   haba 
permanecdo de pe y, aunque con todo e  cuerpo sacuddo por 
tembores,   ogr  trepar   tan  ato  por   e   rsco  que  acanz  una 
greta cercana a a cma de as rocas, desde a que se dvsaba un 
panorama  nnterrumpdo  de  as  vastas  extensones  escarpadas 
que mtaban por e este con a sguente cadena de precpcos y 
quebradas.
 Uno tras otro transcurreron entos os argos mnutos, y aunque 
se segua oyendo un gran rudo, nada se vea an. A cabo, e are 
nebnoso y pesado reson de nuevo con e  sondo agudo de a 
trompeta; y unos nstantes despus, a vanguarda de un e|rcto 
godo emerg de bosque dstante.
  A   poco  rato,   as   grandes   masas   humanas   que  formaban  e 
grueso  de   e|rcto  comenzaron  a  sar   de  entre  os  rboes  y 
cubreron  como  una  masa  oscura  e   terreno  que  separaba  e 
bosque  de  as  rocas  que  bordeaban  e   ago.   Las  prmeras  fas 
hceron  un  ato,   como  para  comuncarse  con  e   trope   de  a 
retaguarda y con os rezagados que marchaban |unto a os carros 
de a mpedmenta, y que seguan saendo, a parecer en huestes 
ntermnabes,   de   refugo   que   es   proporconaban  os   rboes 
dstantes. Las avanzadas seguan marchando a toda veocdad, 
evdentemente con a ntencn de exporar e camno, de modo 
que egaron a  pe de a subda que conduca a os rscos a os 
que  an  se  aferraba  a  mu|er   y  desde  os   cuaes   segua  con 
ansosa atencn su movmento.
 Coocada en stuacn de extremo pegro, su fuerza era o nco 
que a preservaba de  pegro de resbaar de su ata y estrecha 
ataaya. Hasta ese momento, a exctacn mora causada por a 
expectacn a haba dotado de a resstenca fsca necesara para 
mantenerse en su poscn; pero en e precso nstante en que os 
deres de a vanguarda egaban a a caverna, sus energas, de 
as que haba abusado, a abandonaron de repente; sus manos se 
sotaron, trastab, y se habra despeado a una muerte segura 
s as pees que e cubran e pecho y a cntura no se huberan 
enganchado en un saente de una de as rocas rreguares que 
haba a su arededor. Por fortuna porque no poda proferr n un 
grto  as  tropas  hceron  ato  en  ese  momento  para  que  sus 
cabaos recobraran e aento. Dos de os sodados advrteron su 
stuacn  y  advnaron  su  naconadad.   Treparon  a  as  rocas  y, 
mentras uno se haca cargo de no, e otro ogr rescatar a a 
madre y evara a savo a terra.
  Los resopdos de os cabaos, e  entrechocar de as armas, a 
confusn de voces atas y speras que rompan ahora e senco 
usua de ago sotaro, y que habran sobresatado y anonadado a 
personas ms fuertes qu se encontraran tan exhaustas como a 
mu|er,   pareceron,   por   e   contraro,   camar   sus   emocones   y 
reanmar   sus  fuerzas.   Se  apart  de   apoyo  que  e  prestaba  su 
savador y, despus de tomar en brazos a no, avanz haca un 
hombre de estatura ggantesca, cuya rca armadura anuncaba a 
as caras que ocupaba una poscn de mando en e e|rcto.
  Soy Gosvntha e d|o con voz frme y serena, a hermana 
de Hermanrco. Escap con m h|o de a masacre de os rehenes 
de Aquea. Est m hermano en e e|rcto que acompaa a rey?
  Esa  decaracn  produ|o  un  marcado  cambo  en  os  presentes. 
Las   mradas   de   ndferenca   o   curosdad   con   que   haban 
consderado a nco a a fugtva se transformaron en a ms vva 
expresn de sorpresa y respeto. E caudo a quen se drgera 
az  e   vsor  de  su  yemo  para  descubrrse  e   rostro,   respond 
afrmatvamente  su  pregunta  y  orden  a  dos   sodados  que  a 
condu|eran haca a retaguarda hasta e  campamento tempora 
de grueso de e|rcto. Cuando a mu|er se vova para partr, un 
ancano avanz haca ea, apoyado en su arga y macza espada, 
y e drg as sguentes paabras:
  Soy Wthmer; m  h|a qued como rehn de os romanos en 
Aquea. Est entre os muertos o ogr escapar?
  Sus  huesos  se  pudren  ba|o  os  muros  de  a  cudad  fue  a 
respuesta.   Los  romanos  a  echaron  a  os  perros  para  que  a 
devoraran.
  E   ve|o   guerrero   no  pronunc  paabra   n   de|  escapar   una 
grma.   Se  vov  en  dreccn  a  Itaa,   pero  a   mrar  haca  as 
anuras que quedaban a sus pes frunc e ceo y sus manos se 
cerraron mecncamente en torno a a empuadura de su enorme 
espada.
  Los   dos   hombres   que  a   guaban  hasta   e   campamento   de 
e|rcto e hceron a Gosvntha a msma meancca pregunta 
que   su   ancano   compaero.   Recberon   a   msma   respuesta 
terrbe, que fue recbda con dntca severa compostura seguda 
por   a  msma  o|eada  omnosa  en  dreccn  a  Itaa  que  as  de 
veterano Wthmer.
  Conducendo e cabao que evaba a a exhausta mu|er con e 
mayor cudado pero con maravosa rapdez por os senderos que 
tan recentemente ascenderan, os hombres egaron en breve a 
ugar   donde   e   e|rcto   haba   hecho   ato,   y   e   mostraron   a 
Gosvntha, en toda a ma|estad de sus proporcones y de reposo, 
a vasta congregacn marca de os guerreros de Norte.
 Sus armaduras no despedan desteos de uz, sobre sus cabezas 
no  ondeaban  estandartes,   no  se  oa  msca  en  sus  fas.   A  sus 
espadas,   e   bosque  gubre  segua  vomtando  grupos   que  se 
sumaban  a  a  muttud  bca  que  ya  ocupaba  e   campamento; 
arededor,   rscos  desoados  que,   a  travs  de  a  opacdad  de  a 
neba,   mostraban   un   are   ma|estuoso   y   sava|e;   sobre   sus 
cabezas,   nubes  oscuras  que  pendan  nmves  sobre  as  cmas 
yermas de as montaas y derramaban aguas de tormenta sobre 
os  eraes  de  as  anuras;   todo  o  que  haba  de  soemne  en  e 
aspecto de os godos guardaba una espantosa armona con a faz 
fra   y   desoada   que   haba   asumdo   a   Naturaeza.   Sencoso, 
amenazador, tenebroso, e e|rcto pareca a fe encarnacn de 
propsto tremendo de su |efe: e sometmento de Roma.
 Los guas de Gosvntha a condu|eron veozmente a travs de as 
prmeras  fas  de  guerreros  y,   tras  hacer   ato  en  un  sto  que 
ascenda  descrbendo  un  nguo  recto  con  e   camno  prncpa 
que saa de bosque, e pderon que desmontara, e seaaron e  
grupo que ocupaba e ugar, y e nformaron:
  Un  poco  ms  a  est  e   rey  Aarco,   y  con     se  encuentra 
Hermanrco, tu hermano.
  Desde cuaquer punto de vsta que se consderara, e grupo de 
personas que de esa forma ndcaban a Gosvntha habra amado 
a atencn de  ms ndferente. Cerca de una masa confusa de 
armas,   desperdgadas   por   e   sueo,   descansaba   recnado   un 
grupo de guerreros aparentemente absortos en a conversacn 
que   sostenan   en   voz   queda,   susurrante,   tres   hombres   de 
avanzada   edad   sentados   sobre   unas   rocas,   cuyas   cabezas 
sobresaan  entre  as  de  os  dems,   y  cuyos  cabeos  argos  y 
bancos, toscos vestdos de pees de anmaes y formas en|utas y 
vacantes   contrastaban   amatvamente   con   as   fguras 
ggantescas,   cubertas  por  armaduras  de  herro,   de  quenes  os 
oan tumbados a sus pes. Encma de os ancanos, en e camno, 
se  vea  uno  de  os  carros  de  Aarco:   e   futuro  conqustador  de 
Roma haba escogdo como asento os butos apados contra sus 
toscas ruedas. La parte superor de vehcuo pareca hervr con su 
carga humana. Apados en todos sus rncones se vean mu|eres 
y  nos  de  as  ms  dversas  edades,   as   como  una  muttud  de 
armas y anmaes domstcos. Ahora un no vvaz, ntranquo, 
curoso  atsbaba   sobre   un   arete.   Poco   despus,   una   ove|a 
hambrenta y de carnes en|utas osqueaba e are con sus narces 
nqustvas   y,   a   moverse   con  su   are   de  congo|a,   de|aba   a 
descuberto a cabeza de una ancana enteca que haba tomado 
de amohada su fanco anudo. Ac, apareca una |ovencta que 
bataaba medo seputada por unos escudos. A, resoaba una 
mu|er escuda de as que seguan a a tropa, cas sofocada por 
un montn de pees. Toda a escena, con e ten de fondo de 
gran bosque, mpregnada en e vapor de una ovzna nebnosa, 
con   sus   fuertes   contrastes   en   un   momento   y   sus   soemnes 
armonas a sguente, era una vasta combnacn de ob|etos que 
asombraba   o   pasmaba:   una   tenebrosa   con|uncn   de   o 
amenazador y o subme.
 Despus de ndcare a Gosvntha que esperara cerca de carro, 
uno  de  os  sodados  que  a  haban  conducdo  hasta  e   ugar  se 
aproxm a un |oven que se encontraba cerca de rey y o am a 
un  ado.   Cuando  e   guerrero  se  ncorpor  para  responder   a  su 
amada  puso  de  manfesto,   adems   de  todas   as   cuadades 
fscas de su raza, una facdad y una eastcdad de movmentos 
nusuaes en os hombres de su nacn. En e  momento en que 
respond  a  a  amada  de   sodado  que  se  haba  drgdo  a  , 
tena   e   rostro   parcamente   cuberto   por   e   nmenso   yemo, 
coronado por una cabeza de |aba, cuyas fauces, abertas por a 
fuerza en e momento de a muerte, parecan a punto de cerrarse 
sobre su presa. Pero cas sn de|ar concur a sodado, e guerrero 
experment una voenta sacudda, se qut e torvo adtamento 
guerrero y se apresur a aproxmarse, con a cabeza descuberta, 
a costado de carro donde Gosvntha o aguardaba.
 En cuanto o vo, a mu|er corr a su encuentro, e puso a no 
herdo entre os brazos y o saud con estas paabras:
  Tu   hermano   srv   en   os   e|rctos   de   Roma   cuando   os 
nuestros estaban en paz con e Impero. Esto es todo o que han 
de|ado os romanos de su fama y de sus benes!
  Nada ms d|o, y durante un nstante os hermanos se mraron 
sumdos en un senco expresvo y conmovedor. Aunque adems 
de  as  caracterstcas  generaes  de  su  comn  naconadad  os 
rostros   de   ambos,   como   es   natura,   compartan   rasgos   que 
evdencaban que evaban a msma sangre, en ese nstante toda 
seme|anza  entre  eos   tan  extraordnara  es   a  fuerza  de  a 
expresn,   que   supera   a   a   de   parecdo   fsco   haba 
desaparecdo. E sembante y as maneras de |oven (so contaba 
vente aos de edad) expresaban un profundo pesar, vr en su 
severa cama, sncero en a nocenca perfecta con que o de|aba 
trasucr.   A   contempar   a   no,   sus   o|os   azues   umnosos, 
penetrantes, vvaces adoptaron a suave expresn de unos o|os 
femenno; sus abos, que no egaban a ocutar su corta barba, se 
cerraron y tembaron; y su pecho se evant en un suspro ba|o a 
armadura   que   cubra   sus   nobes   proporcones.   Haba   en   su 
meancoa smpe, muda, sn grmas en ese exqusto respeto 
de   a   fuerza   trunfante   por   a   debdad   doente  ago   cas 
subme;   y   todo   eo   contrastaba   con   os   sentmentos   de 
maevoenca   y   desesperacn   que   mostraba   e   rostro   de 
Gosvntha.   La  ferocdad  que  braba   en  sus   o|os   datados   y 
reumbrantes; os pegues snestros que enmarcaban sus abos 
pdos   y   entreabertos;   a   turgenca   de   sus   grandes   venas, 
abutadas hasta un punto extremo de tensn en su ma|estuosa 
frente; todo eo dstorsonaba tanto su sembante que a |untos, 
en o que a expresn concerne, os hermanos parecan por un 
momento haber ntercambado sus sexos. E guerrero demostraba 
su  stma  por  os  que  sufran;   a  madre,   su  ndgnacn  por  a 
afrenta.
  Ponendo punto fna a su meancca contempacn de no y 
todava sn responder paabra a Gosvntha, Hermanrco sub a 
carro  y,   tras  coocar   a   tmo  de  os  h|os  de  su  hermana  en 
brazos de una ancana decrpta que cavaba examnando unos 
butos de herbas que cubran su regazo, e drg as sguentes 
paabras:
 Estas herdas son causadas por os romanos. Revve a no, y 
de os despo|os de Roma recbrs tu recompensa.
  |a,   |a,   |a!   r  entre  dentes   a  ve|a;   Hermanrco  es   un 
guerrero ustre y ser obedecdo. Hermanrco es grande, porque 
su  brazo  sabe  matar;   pero  Brunequda  es  ms  grande  que  , 
porque su arte sabe curar.
  Como  deseosa  de  hacer  bueno  su  despante  ante  os  o|os  de 
guerrero,   a   ancana   comenz   de   nmedato   a   preparar   as 
compresas necesaras con agunas herbas de su provsn; pero 
Hermanrco  no  se  qued  para  ser   testgo  de  sus   habdades. 
Despus   de   una   tma   o|eada   a   no   pdo   y   exhausto, 
descend entamente de carro y, tras acercarse a Gosvntha, a 
condu|o  hasta un  ugar  resguardado cerca  de   pesado vehcuo. 
Una vez a se sent a su ado, sto para escuchar con a mayor 
atencn e  reato de as escenas de terror y sufrmento que a 
mu|er vvera en fecha tan recente.
 So t comenz Gosvntha, nacdo durante un perodo de 
paz  de  nuestra  nacn,   trasadado  de   campo  de  bataa  a  as 
dstantes   provncas   donde   todava   mperaba   a   tranqudad, 
preservado  durante  toda  a  nez  de  os   azares   de  a  guerra, 
ncorporado   a   e|rcto   en   tu   |uventud,   ya   termnadas   sus 
penadades y con sus trunfos a acance de a mano; so t has 
escapado a as penuras de nuestro puebo y partcpars en a 
gora de su cercana venganza.
  No haba pasado un ao de tu partda de os asentamentos 
godos cuando despos a Prufo. La raza de nconstantes a a que 
estaba entonces aado, a pesar de su atvez romana, atenda a 
sus opnones en os conse|os, y en sus egones se reconoca que 
era  un  vaente.   Me  v,   con  aegra,   esposa  de  un  guerrero  de 
renombre;   cre,   en  m   orguo,   que  estaba  destnada  a  ser   a 
madre  de  una  raza  de  hroes;   cuando,   de  sbto,   nos  egaron 
notcas   de   que   e   emperador   Teodoso   haba   muerto.   A   su 
faecmento sgueron a anarqua entre os naturaes de pas y 
os  utra|es  a  as  bertades  de  sus  aados,   os  godos.   No  pas 
mucho   tempo   antes   de   que   nuestra   nacn  se   evantara   en 
armas.   Pronto  nuestros   carros   de  guerra  cruzaron  e   Danubo 
heado; nuestros sodados abandonaron e campamento romano; 
nuestros hombres descogaron as armas de as paredes de sus 
chozas;   as   mu|eres   nos   aprestamos   |unto  a  nuestros   h|os   a 
segur a nuestros esposos a campo de bataa; y Aarco, e rey, 
se puso a a cabeza de nuestras huestes.
  Marchamos  sobre  os  terrtoros  de  os  gregos.   Pero,   cmo 
contarte  de  os   acontecmentos   de  esos   aos   de  guerra  que 
sgueron a nuestra nvasn; de a gora de nuestros trunfos; de 
as  penuras  de  nuestra  resstenca;   de  as  fatgas  de  nuestras 
retradas;   de   hambre   que   ogramos   domear;   de   as 
enfermedades  que  soportamos;   de  a  paz  vergonzosa  que  fue 
fnamente  ratfcada,   en  contra  de  os  deseos  de  nuestro  rey! 
Cmo contarte todo eo cuando ms pensamentos vueven a a 
masacre  de  a  cua   acabo  de  escapar;   cuando  esos   prmeros 
maes,   en   un   tempo   recordados   con   angusta,   han  sdo   hoy 
ovdados merced a os horrores ms terrbes que os sucederon!
  "Se  concert  una  tregua.   Aarco  part  con  os  restos  de  su 
e|rcto y pant su campamento en Aemona, en os confnes de 
os  terrtoros  que  ya  haba  nvaddo  y  que  se  apresta  ahora  a 
conqustar.   Nuestro  rey  y  Estcn,   e   genera   de  os  romanos, 
ntercambaron muchos mensa|es, porque os |efes dscutan os 
trmnos de a paz que fnamente se concertara. Mentras tanto, 
como  prenda  de  a  buena  fe  de  os  godos,   grupos  de  nuestros 
guerreros, entre os que se encontraba Prufo, fueron envados a 
Itaa  de  nuevo  como  aados  de  as  egones  de  Roma,   y  eos 
evaron consgo a sus esposas e h|os, para que permaneceran 
como rehenes en dstntas cudades.
 "A m y a ms h|os nos condu|eron a Aquea. Nos abergaron, con 
nuestros benes, en una casa dentro de os muros de a cudad. 
Era  de  noche  cuando  me  desped   de  Prufo,   m   esposo,   a  as 
puertas de as muraas. Lo segu con a vsta mentras se ae|aba 
con e e|rcto, y cuando a oscurdad o ocut a ms o|os regres 
a a cudad, de a cua soy a nca mu|er de nuestra nacn que 
ogr escapar con vda.
  A pronuncar esas tmas paabras, e tono de Gosvntha, que 
hasta ese momento haba sdo sosegado y tranquo, comenz a 
cambar;   hzo   una   abrupta   pausa   en   su   narracn,   ncn   a 
cabeza sobre e seno, su cuerpo se estremec como presa de as 
convusones   de  una  voenta  agona.   Cuando  se  vov  haca 
Hermanrco para rencar su hstora despus de un ntervao de 
senco,   e  oscureca  e   sembante  a  msma  expresn  magna 
que haba aparecdo en  cuando e entregara a su h|o herdo; su 
voz se torn entrecortada, ronca y poco femenna, y apretndose 
contra e costado de |oven, e puso a mano sobre e brazo, como 
para recamar toda su atencn.
  Pas e tempo  contnu, sn que egaran notcas de que 
a   paz   se   hubera   a   fn   concertado.   Nosotros,   os   rehenes, 
vvamos  aparte  de  os  habtantes  de  a  cudad,   porque  aun  en 
ese momento nos separaban sentmentos de enemstad. En m 
cautvero   no   tena   ms   empeo   que   a   pacenca   n   ms 
ocupacn  que  a  esperanza.   Soa  con  ms  h|os,   acostumbraba 
otear e mar en dreccn a campamento de nuestro rey; pero un 
da segua a otro da y sus guerreros no aparecan en as anuras, 
n regresaba Prufo con as egones para pantar su campamento 
a as puertas de a cudad. Y as  me amentaba en m  soedad, 
pues m corazn extraaba os hogares de os mos; aoraba ver 
una  vez  ms  e   rostro  de  m   esposo  y  vover  a  contempar  as 
coumnas  de  nuestros  guerreros  y  a  ma|estad  de  su  orden  de 
bataa.
  "Pero cuando ya se acercaba a pasos veoces e gran da de a 
desesperacn,   un   amargo   utra|e   me   aguardaba   a   m   en 
partcuar. Cambaron a os hombres que nos haban custodado 
hasta e momento, y uno de os nuevos guardanes puso sus o|os 
en m con u|ura. Noche tras noche de|aba caer sus ruegos en 
ms odos renuentes, porque en su vandad y desvergenza, crea 
que  ,   que  no  era  ms  que  descendente  de  romanos,   poda 
ganarme a m, que era goda y a esposa de un godo! Pronto pas 
de as spcas a as amenazas; y una noche fue a verme todo 
sonrente para decrme que Estcn, que deseaba hacer a paz 
con os godos, haba sdo condenado a a pena de muerte por su 
devocn  a  nuestro  puebo;   que  se  aproxmaba  una  poca  de 
desastre genera; y que so  a quen yo desprecaba poda 
savarme de a ra de Roma. De| de habar y se me acerc; pero 
yo,   que  haba  estado  en  muchos  campos  de  bataa,   no  senta 
nngn temor ante a perspectva de a guerra, y o ech de m 
ado rendo a carca|adas.
  "Entonces,   durante   varas   noches   m   enemgo   no   vov   a 
aproxmrseme. Hasta que una tarde, cuando estaba yo sentada 
en a terraza deantera de a casa con e no que has vsto, cay 
de repente a ms pes a cmera de un yemo y una voz me grt 
desde e |ardn que quedaba a ms pantas: "Tu esposo Prufo ha 
sdo   muerto   en   una   trfuca   por   os   sodados   de   Roma!   Las 
egones en as que serva ya venen haca a cudad, porque se ha 
ordenado  a  masacre  de  os  rehenes.   Una  paabra,   y  todava 
puedo savaros!"
 "Examn a cmera. Estaba cuberta de sangre, y era suya! Por 
un  nstante  sent   e   corazn  oprmdo  a   pensar   en  m   amado 
guerrero!   Despus,   a   or   as  madcones  de   mensa|ero  de  a 
muerte  cuando  se  retraba  de  su  escondr|o  en  e   |ardn,   me 
percat  de  que  ahora  ms   h|os   so  tenan  a  su  madre  para 
defenderos;   y   de   que   os   enemgos   de   su   raza   se   haban 
confabuado  contra  eos.   Adems  de   pequeo  que  evaba  en 
brazos tena otros dos que dorman en a casa. En e momento en 
que mraba a m arededor, aturdda y desesperada, para ver s 
tenamos an oportundad de escapar, e sondo de una trompeta 
quebr a quetud de a tarde y se oy en a cae que quedaba a 
ms pes e rudo de pasos de hombres armados. Y entonces, de 
todos  os  rncones  de  a  cudad  se  evantaron,   como  un  trueno 
sbto,  os aardos de  as  mu|eres y  os  grtos de  os  hombres. 
Mentras   corra   haca   as   camas   de   ms   h|os,   os   mavados 
romanos  suberon  as  escaeras  y  v   como  bandan  en  cruento 
trunfo sus espadas chorreantes de sangre! Legu a a escaera, y 
cuando mr haca arrba me anzaron e cuerpo de m h|o ms 
pequeo. Ah, Hermanrco! Hermanrco! Era e ms hermoso y e 
que yo ms amaba! Lo que nos dcen os sacerdotes que debe 
ser Dos para todos, eso era e ms beo de ms h|os para m! A 
vero   muerto   y   mutado   apenas   una   hora   antes   o   haba 
acunado en m regazo para dormro! me abandon e vaor, y 
cuando os asesnos avanzaron haca m, trastab y ca. Sent 
cuando a punta de a espada se hnc en m  cueo; v  a daga 
brar sobre e h|o que evaba en brazos; o e amento de muerte 
de a tma vctma de pso superor; y despus perd e sentdo 
y no o ms n hce e menor movmento!
  "Debo  haber  permanecdo  argo  tempo  desvanecda  a   pe  de 
esa  escaera  fata,   porque  cuando  despert  de  m   desmayo  se 
haban apagado os rudos que provenan de a cudad y a una 
braba con suave fugor sobre a casa deserta desde su sto en 
e frmamento. Prest odo, para estar segura de que estaba soa 
con ms h|os asesnados. En a casa no se oa n un sondo; os 
asesnos  haban  partdo,   convencdos  de  que  su  cruenta  faena 
haba termnado cuando cayera vctma de sus espadas; y pude 
arrastrarme   sn   correr   nngn   resgo   para   echar   una   tma 
mrada   a   ms   h|os   asesnados   por   os   romanos.   E   no   que 
evaba |unto a m  pecho an respraba. Vend sus herdas con 
unos  trozos  de  ms  vestdos  y,   despus  de  coocaro  con  todo 
cudado  |unto  a  a  escaera  donde  aumbraba  a  una,   para 
percatarme cuando se movera, avanc a tentas a amparo de 
as  paredes  en  busca  de  m   h|o  ms  pequeo,   e   prmero  que 
haba   sdo   asesnado;   en   busca   de   ms   menudo   y   e   ms 
hermoso de ms h|os, a quen haban masacrado ante ms o|os! 
Toqu e cadver: chorreaba sangre; toqu su rostro: ms manos 
snteron su fradad; ac su cuerpo: a rgdez de a muerte ya 
agarrotaba  sus   membros!   Entonces   record  a  m   h|o  mayor, 
cuyo  cadver   estaba  en  a  acoba  de   pso  superor.   Pero  as 
fuerzas me abandonaban rpdamente. An tena un h|o a cua 
savar, y saba que s a egada de a maana me encontraba an 
en a casa,  habra perddo toda posbdad de escapar. As  que 
aunque  me  doa  e   corazn  a   de|ar   e   cadver   de  un  h|o  a 
merced de os romanos, tom en brazos a muerto y a herdo y 
sa a |ardn, y de ah me drg a a zona costera de a cudad.
 "Recorr as caes desertas. A veces tropezaba con e cadver de 
un no, a veces a uz de a una me reveaba a faz empadecda 
por a muerte y vueta haca e ceo de una mu|er de m nacn a 
quen aprecaba, pero aun as segu avanzando hasta que egu 
|unto a as muraas de a cudad y o de otro ado as aguas de 
ro que corran haca e puerto de Aquea y e mar aberto.
  "Mr a m arededor. Saba que as puertas estaban cerradas y 
custodadas.   Las   muraas   eran   m   nca   posbdad   de 
escapatora,   pero  e   tacto  me  reve  que,   sendo  en  ese  punto 
atas,   sus  paredes  eran  sas.   Desesperada,   exhausta,   de|  m 
carga  a   amparo  de  as   sombras   y  avanc  unos   pasos,   pues 
permanecer   nmv   era   un   tormento   que   me   resutaba 
nsoportabe.   A   corta   dstanca   v   a   un   sodado   que   dorma 
apoyado contra os muros de una casa. A su ado, deba|o de una 
ventana, haba una escaera de mano. Cuando evant a vsta v 
a cabeza de un cadver que descansaba en su parte superor. La 
vctma deb haber sdo asesnada poco antes, porque su sangre 
an goteaba en una |arra de vno que estaba a  acance de as 
manos de sodado. A ver a escaera renaceron ms esperanzas. 
La ev a as muraas; sub y cooqu a m h|o muerto sobre as 
grandes pedras de su tope; regres para coocar a m h|o herdo 
|unto a cadver. Lentamente, tras muchos esfuerzos, ogr trar 
de a escaera hasta que, por su propo peso, uno de sus extremos 
cay en terra de ado opuesto. Ba| como haba ascenddo. Abr 
una fosa con ms propas manos en a arena de a ora de ro y 
a   enterr  e   cuerpo  de  m   pequeo,   porque  no  poda  segur 
cargando con e peso de ambos. Despus, con m h|o herdo en 
brazos, egu a unas cavernas cercanas a a costa. A permanec  
escondda   todo   e   da   sguente   acompaada   so   por   os 
sufrmentos de m cuerpo y a afccn de m corazn hasta que 
eg a noche, cuando emprend va|e haca as montaas, porque 
saba que en Aemona, en e campamento de os guerreros de m 
puebo, estaba e tmo refugo que me quedaba en este mundo. 
Cansada, enta, ocutndome de da y va|ando de noche, segu a 
marcha hasta egar a ago entre as rocas donde os guardas de 
e|rcto se adeantaron para rescatarme de a muerte.
  Ca. Durante a tma parte de su narracn su acttud haba 
sdo camada y trste; y a descrbr, con a doorosa maestra que 
produce e door, cada uno de os ms menudos detaes de as 
prddas sufrdas, su voz se haba suavzado hasta adqurr esos 
acentos de tranquo desconsueo que tornan conmovedoras as 
paabras   ms   sencas   y   muscaes   os   acentos   ms 
entrecortados. Era como s as ternas y duces emocones que os 
encantos de sus h|os despertaran en otras pocas en su carcter 
huberan  revvdo  en  sus   maneras,   a   caor   de  os   recuerdos, 
mentras   narraba   su   muerte.   Durante   unos   breves   nstantes 
contemp   con   f|eza   e   nquetud   e   rostro   de   Hermanrco,   a 
medas  hurtado  a  sus  mradas  y  reveador  de  una  pesadumbre 
fera  y  vengatva  que  ma   se  avena  con  su  nobe  sembante. 
Despus, dndoe a espada, se cubr e rostro con as manos y 
no  hzo  ms   esfuerzos   por   atraer   su  atencn  o  apremaro  a 
contestar.
 E soemne senco que mantenan a mu|er enutada y e hombre 
ensmsmado  duraba  ya  unos  mnutos  cuando  se  oy  una  voz 
destempada y temborosa, provenente de o ato de carro, que 
repeta una y otra vez:
 Hermanrco! Hermanrco!
  E   |oven  no  parec  or  de  nmedato  e   recamo  dscordante  y 
repusvo. No obstante, a voz rept su nombre tan a menudo y 
con   tanta   perseveranca   que   a   cabo   se   percat   y,   tras 
ncorporarse  de  un  sato,   como  mpacente  por   a  nterrupcn, 
avanz haca e  costado de  carro de donde pareca provenr a 
msterosa amada.
  Cuando az a vsta haca e vehcuo, a voz ca. Hermanrco 
advrt que a ancana a quen e confara e no era a persona 
que  con  tanta  urgenca  o  amara  momentos  antes.   Su  cuerpo 
sen,   cuberto  con  pees   de  oso,   se  ncnaba  sobre  un  gran 
escudo tranguar de bronce pudo en e que apoyaba os brazos 
sarmentosos y arrugados. Su cabeza se agtaba con un tembor 
trmuo y convusvo; un gesto, mezca de sonrsa y de mueca, 
dstenda sus abos marchtos y haca brar sus o|os hunddos. 
Era snestra, rastrera, repusva, con a faz vda por e refe|o de 
arma  que  e  serva  de  apoyo  y  a  fgura  que  cas   no  pareca 
humana;   cuberta   por   os   toscos   vestdos   que   abrgaban   su 
cuerpo consumdo, seme|aba un ser deforme creado por esprtus 
magnos para hacer bura de a ma|estad de as formas humanas: 
seme|aba a encarnacn de una stra de o ms deporabe de a 
enfermedad y o ms repugnante de a ve|ez.
 En e nstante en que se percat de a presenca de Hermanrco, 
se ncn an ms sobre e escudo y apuntando haca e nteror 
de carro must una soa y espantosa paabra: "muerto!"
 Sn esperar ms expcacones, e |oven godo sub a vehcuo y, 
a   egar   |unto  a  a  ancana,   vo  tenddo  sobre  su  surtdo  de 
herbas hermoso en a subme y meancca nmovdad de a 
muerte e cadver de tmo h|o de Gosvntha.
  Se ha eno|ado Hermanrco?gmote a bru|a, retrocedendo 
ante a  mrada  frme y  reprobadora  de  |oven.  Menta cuando 
d|e   que   Brunequda   era   ms   grande   que   Hermanrco. 
Hermanrco  es  e   ms  poderoso!   Mra,   cooqu  as  compresas 
sobre sus herdas; y aunque e no ha muerto, no sern mos os 
tesoros   prometdos?   Hce   todo   cuanto   pude,   pero   m   arte 
empeza a abandonarme, porque soy ve|a, ve|a, ve|a! He vsto 
morr a m generacn! Ah, Hermanrco, soy ve|a, soy ve|a!
  A   contempar  a   no,   e   |oven  guerrero  se  percat  de  que  a 
bru|a haba dcho a verdad, y de que a vctma no haba muerto 
debdo a su neggenca. Pda y serena, a faz de no reveaba 
cuan tranqua haba sdo su muerte. Las compresas haban sdo 
preparadas   con  habdad  y  apcadas   con  todo  cudado  a  sus 
herdas,   pero  os   sufrmentos   y  as   prvacones   de  a  marcha 
emprendda  |unto  a  su  madre  haca  a  tma  y  tembe  meta 
haban  anquado  a  db   resstenca  humana;   a  tracn  de  a 
Roma mpera haba trunfado una vez ms, y esta vez sobre un 
no!
 Cuando Hermanrco descenda con e cadver, o prmero con o 
que tropezaron sus o|os fue con Gosvntha. Cuando su hermano 
eg a sueo, a madre recb de sus brazos sn excamacones n 
grmas a carga nanmada. La herda causada por a muerte de 
su tmo h|o extngu en ea para sempre os efuvos de su 
anteror y ms duce natura, evdencado durante a narracn de 
sus tmas cutas!
 Sus herdas o haban sado d|o e |oven con tono sombro. 
No habra poddo uchar |unto a os dems guerreros! Nuestros 
ancestros   se  nmoaban  cuando  ya  carecan  de  vgor   para  e 
combate. Es me|or que haya muerto!
  Venganza!   |ade  Gosvntha  apretndose  a  su  costado. 
Nos vengaremos por a masacre de Aquea! Cuando a sangre 
corra en os paacos de Roma, recuerda a ms h|os asesnados y 
no te apresures a envanar a espada!
  En   ese   nstante,   como   para   encender   an   ms   a   feroz 
determnacn que ya era evdente en e rostro de |oven godo, se 
oy  a  voz  de  Aarco  que  ordenaba  a   e|rcto  avanzar.   De  un 
sato, Hermanrco arrastr consgo a a mu|er anheante hasta e 
sto donde descansaba e  rey. A, armado hasta os dentes, y 
azndose  muy  por   encma  de  a  muttud  que  o  rodeaba  en 
vrtud de su superor estatura, se haaba e temdo captn de as 
huestes godas. Levaba e yemo azado, para mostrar sus caros 
o|os   azues,   que   braban   sobre   a   muchedumbre   que   se 
encontraba a su arededor. Apunt con su espada en dreccn a 
Itaa; y cuando, coumna tras coumna, os hombres tomaron sus 
armas  y  se  prepararon  |ubosos  para  a  marcha,   sus  abos  se 
abreron  en  una   sonrsa   de  trunfo,   y   antes   de  dsponerse  a 
acompaaros, es d|o as:
  Guerreros  godos,   nuestro  ato  entre  as  montaas  ha  sdo 
breve; pero que no se af|an os que se senten agotados, porque 
e goroso ugar donde descansaremos de nuestros afanes es a 
cudad  de  Roma!   Tendremos  e   prvego  de  evar   a  cabo  a 
madcn que pronunc Odn cuando, en a nfanca de nuestra 
nacn, se retr ante as egones de Impero! Somos nosotros 
os amados a convertr en readad a destruccn de Roma que 
   anuncara!  Recordad  a  vuestros  rehenes  asesnados  por  os 
romanos;   vuestros  benes  confscados  por  os  romanos;   vuestra 
confanza traconada por os romanos! Recordad que yo, vuestro 
rey, poseo esa fuerza Sobrenatura que nunca mente, y que me 
haba para aentarme: Avanza, y e Impero ser tuyo! Rene a 
os   guerreros   y  a  Capta   de   Mundo  caer  en  manos   de  os 
conqustadores  godos!  Avancemos  sn  demora!  Nuestra  presa 
espera por nosotros! E trunfo est prxmo! La venganza est 
a acance de nuestras manos!
  Hzo una pausa, y en ese momento a trompeta do a sea de 
marcha.
  Arrba!  Arrba!  excam  Hermanrco  tomando  de   brazo  a 
Gosvntha  y  seaando  a   carro,   que  ya  haban  comenzado  a 
moverse; preprate para e va|e! Yo me encargar de enterro 
de   no.   En  pocos   das   quzs   acampemos   a  as   puertas   de 
Aquea. Pacenca; te vengar en os paacos de Roma!
  La  mponente  masa  humana  comenz  a  moverse.   La  muttud 
cubr   a   extensn  yerma,   y   os   que   ban   en  a   retaguarda 
remontando os tmos pasos de a cordera que se nterpona 
entre as anuras de Itaa y os godos podan ver a os guerreros 
que marchaban a a cabeza de e|rcto.
CAPT"LO II
LA CORTE
  E   va|ero  que  se  desva  tanto  de   recorrdo  habtua   de  os 
turstas que recorren a Itaa moderna como para vstar a cudad 
de   Rvena,   recuerda   con   asombro,   a   andar   por   sus   caes 
sencosas y meanccas y contempar os vedos y pantanos 
que  se  extenden  por   una  superfce  de  cuatro  mas  entre  e 
Adrtco y a cudad, que ese sto, ahora cas deshabtado, fue en 
un tempo a mas popuosa de as cudades fortfcadas de Roma; 
y que donde ahora se muestran ante sus o|os campos y bosques, 
en  una  poca  permanecan  ancadas   y  seguras   as   fotas   de 
Impero, y os mercaderes romanos desembarcaban sus precosos 
cargamentos a as puertas de os amacenes.
  A medda que menguaba e podero de Roma, e Adrtco, por 
una   extraa   fatadad,   comenz   a   retrarse   de   a   cudad 
fortfcada, cuya defensa haba garantzado hasta entonces. Con 
a   gradua   degeneracn   de   puebo   se   produ|o   a   pauatna 
retrada  de   ocano  de  as  muraas  de  a  cudad;   hasta  que  a 
ncos de sgo VI ya se azaba un pnar donde estuvera antes e 
puerto de Augusto.
 En e perodo en que tene ugar nuestra hstora aunque e mar 
se haba ae|ado perceptbemente os fosos que rodeaban as 
muraas an estaban enos de agua, y a cudad todava estaba 
dvdda por canaes muy smares a os que recorren Veneca en 
a actuadad.
  En a  maana  que  nos  dsponemos a  descrbr,  e   otoo haba 
avanzado  agunos   das   desde  os   sucesos   menconados   en  e 
captuo anteror. Aunque e so ya estaba ato sobre e horzonte 
de   evante,   e   desasosego   producdo   por   e   caor   haca   que 
agunos   transentes   de   Ravena   se   atreveran   a   desafar   e 
bochorno   de   a   atmsfera,   con   a   vana   esperanza   de   verse 
recompensados   por   una   brsa   procedente   de   Adrtco 
remontando  os  bauartes  costeros  de  a  cudad.   A   acanzar  su 
evado destno, esos entusastas cudadanos vovan e rostro con 
ansas   desesperadas   e   nfructuosas   haca   todos   os   puntos 
cardnaes,   pero   n   una   bocanada   de   are   premaba   su 
perseveranca.   Nada  ratfcaba  de  modo  ms  peno  a  ncume 
unversadad de caor que a vsta que abarcaban sus o|os desde 
a poscn que ocupaban. A sus espadas, as casas de pedra de 
a cudad fuguraban con un vvdo respandor que cegaba hasta 
os o|os ms resstentes. Las vanas cortnas pendan exnmes 
en  as  ventanas  desertas.   N   una  sombra  ateraba  a  brante 
monotona  de  as  paredes,   o  avaba  e   vvaz  centeeo  de  as 
aguas en as fuentes a sus pes. N una onda rzaba a superfce 
de ancho cana que reempazaba ahora a antguo puerto. N una 
bocanada  de  are  hnchaba  as  veas  abrasadas  de  os   navos 
abandonados en e fondeadero. Sobre os pantanos que se vean 
a certa dstanca penda una neba ardorosa y trepdante; y en 
os vedos prxmos a a cudad, n una ho|a se agtaba en os 
esbetos taos. Por e ado de mar se extenda, vasto y pano, e 
panorama de a arena quemante y, ms a, e mar aberto sn 
oas, trpdo, baado por un torrente de feroz respandor que se 
proongaba hasta e horzonte sn nubes que remataba e soeado 
panorama.
 En as caes de a cudad donde as atas casas proyectaban una 
ancha  sombra  sobre  os  adoqunes,   se  vean  aqu   y  a  unos 
pocos  escavos  que  dorman  recostados  en  as  paredes,   o  que 
comadreaban   ngudamente   sobre   os   defectos   de   sus 
respectvos  amos.   En  ocasones,   se  poda  observar   a  un  ve|o 
mendgo  que  cazaba  en  os  ben  provstos  cotos  de  su  propo 
cuerpo os vvaces parstos de  Sur. En otras, un no nqueto 
gateaba  desde  e   umbra   de  una  casa  para  chapotear   en  as 
aguas   estancadas   de   arroyo;   pero   con   excepcn   de   esas 
dudosas  evdencas  de  actvdad  humana,   o  que  caracterzaba 
sobre  todo  a  os  pocos  grupos  de  membros  de  os  ms  ba|os 
estratos de a socedad que se vean en as caes era a ndoenca 
ms desfaecda y competa. Todo o que dotaba de espendor a 
a cudad a otras horas de da se ocutaba en ese momento a as 
mradas. Los eegantes cortesanos permanecan recnados en sus 
ma|estuosos   saones;   os   sodados   de   guarda   buscaban 
proteccn en os nguos de as muraas y os rncones de os 
prtcos;   as   encantadoras   damas   dormtaban   sobre   echos 
perfumados   en   habtacones   a   oscuras;   os   carros   dorados 
estaban guardados en as cocheras; os corcees corveteaban en 
os   estabos;   y   hasta  os   productos   de  os   mercados   estaban 
resguardados de so. Era obvo que os opuentos habtantes de 
Rvena  no  consderaban  nngn  deber   o  bastante  mportante, 
nngn   pacer   o   sufcentemente   atractvo,   para   exponer   sus 
decados cuerpos a caor de medoda.
 Para dare a ector una dea de a manera en que os ndoentes 
patrcos   de  a  corte  mataban  e   tempo  durante  as   prmeras 
horas   de   a   tarde,   y   para   satsfacer,   a   msmo   tempo,   as 
exgencas que se dervan de a contnuacn de esta hstora, es 
necesaro abandonar a compaa de os pebeyos en as caes y 
aproxmarnos   a   os   trcnos   de   os   nobes   en   e   paaco   de 
emperador.
  Despus  de  pasar  por  a  enorme  puerta  de  entrada,   cruzar  e 
vasto  corredor   de  a  resdenca  mpera   con  sus  estatuas,   sus 
mrmoes   y  sus   guardas   en  poscn  de  atencn,   y  despus 
tambn de ascender a nobe escanata, e prmer ob|eto que ta 
vez   atra|era   en   esta   ocasn   a   atencn   de   observador,   a 
acercarse  a  as   habtacones   prvadas,   habra  sdo  una  puerta 
rcamente   abrada   y   entreaberta   stuada   en   e   extremo   de 
corredor.   En   ese   ugar   se   arracmaban  unos   qunce   o   vente 
ndvduos  que  se  comuncaban  por  seas  y  que  mantenan  en 
todos  sus  movmentos  e   ms  decoroso  y  competo  senco.   A 
veces, un membro de grupo se acercaba de puntas a a puerta, 
mraba haca dentro con e   mayor  cudado y regresaba  cas   de 
nmedato   para   transmtre   a   su   vecno   ms   cercano,   con 
varadas muecas, su nmenso nters en o que acababa de ver. 
En  ocasones,   saan  de  esa  habtacn  msterosos  sondos  que 
seme|aban  e  cacareo  de ganas,  segudos,  de  vez  en cuando, 
por un rudo como e  de una uva de pequeos fragmentos de 
una  sustanca   vana   sobre  un  sueo  duro.   Cada   vez   que  se 
de|aban escuchar esos sondos, os ndvduos congregados a a 
puerta  se  mraban  entre  s   y  sonrean,   agunos  con  expresn 
sarcstca,   otros   con   are   de   trunfo.   Unos   pocos   de   esos 
pacentes crcunstantes evaban consgo roos de pergamno; e 
resto,   rametes   de   fores   extcas,   estatuas   y   mosacos 
pntados. Agunos de eos eran pntores y poetas; otros, oradores 
y  fsofos;   y  otros   ms,   escutores   y  mscos.   Puede  parecer 
extrao  que  una  asambea  tan  heterognea  de  membros   de 
profesones famosas  en  todas as  pocas por nsprar  entre sus 
cutvadores   e   pecado   de   a   rrtabdad,   mantuvera   una 
conducta  tan  tranqua  y  ordenada  como  a  que  se  acaba  de 
descrbr.   Pero  hay  que  observar  que,   a   acudr  a  paaco,   esos 
hombres de geno haban dado muestras de una unanmdad a 
menos superfca, ya que venan guamente provstos de aguna 
de   sus   obras   e   guamente   anmados   por   una   esperanza: 
confaban   en   empear   un   medo   comn,   a   aduacn,   para 
acanzar un fn comn, e propo benefco .
  La   habtacn   vedada   hasta   a   a   ntrusn   de   a   nspracn 
nteectua   no   era   de   dmensones   notabes,   aunque   estaba 
rcamente  ornamentada.   En  otro  momento  as  mradas  podran 
haberse  deetado  con  as   pantas   y  as   fores   exqustas   que 
cubran profusamente una nobe terraza haca a que se abra una 
segunda puerta de a peza; pero en ese nstante, e quehacer de 
ocupante  de  a  habtacn  era  de  naturaeza  tan  extraordnara 
que hasta a ms atenta observacn habra pasado por ato as 
caracterstcas secundaras de ugar para f|arse de nmedato en 
.
  En   medo   de   una   gran   bandada   de   ganas,   que   pareca 
extraamente fuera de ugar sobre un sueo de mrmo y ba|o un 
techo  dorado,   se  encontraba  un  |oven  pdo,   degado,   can|o, 
espnddamente   atavado,   que   sostena   entre   as   manos   un 
recpente  de  pata  eno  de  grano  que  dstrbua  de  cuando  en 
cuando   a   a   cacareante   muttud   que   se   arremonaba   a   sus 
pantas.   Nada  poda  ser  ms  astmosamente  afemnado  que  a 
aparenca   de   |oven.   Sus   o|os   eran   pesados   y   carentes   de 
expresn; su frente, ba|a y escurrdza; sus me|as, hunddas; y 
su cuerpo, encorvado como por una ve|ez prematura. Una sonrsa 
nsusa databa sus abos fnos y descoordos; y cuando ba|aba 
a vsta haca sus extraas favortas, es mustaba en ocasones 
entrecortadas   expresones   de   caro,   cas   pueres   por   su 
smpcdad. Toda su ama pareca absorta en a abor de dstrbur 
e grano, y segua os movmentos de as ganas con una vva 
atencn que pareca cas dota por su rdcua ntensdad. S se 
me pregunta por qu he presentado con tanto cudado y descrto 
con  tanta  mnucosdad  a  una  persona  tan  abyecta  como  ese 
|oven  sotaro,   me  vera  obgado  a  responder   que,   aunque  no 
est destnado a ser un persona|e mportante de esta narracn, 
desempeaba, por su poscn, un pape notabe en e gran drama 
que e srve de base: ese cebador de ganas no era n  ms n 
menos que Honoro, e emperador de Roma.
 Es a mbecdad msma de ese hombre, en un momento como e 
que nos ocupa, a que dota a persona|e de un horrendo nters a 
o|os de a posterdad. A esa nudad, que era a personfcacn de 
os ms mezqunos vcos tpcos de a depravada cvzacn de 
su poca, e correspond a terrbe responsabdad de desatar a 
tormenta  que  se  vena  formando  desde  haca  argo  tempo  y 
cuyos   eementos   hemos   ntentado   exponer   en   e   captuo 
precedente. Dotado de a ntegenca |usta para ser caprchoso y 
de vountad apenas sufcente para tornaro empecnado, era un 
nstrumento   adecuado   para   que   o   manpuara   cuanto   vano 
ambcoso  ograba  ganar   ascendente  sobre  .   Para  aduar   su 
puer   trana,   os   aprovechados   ntrgantes   de  a  corte  haban 
recompensado con a pena de muerte a heroco Estcn por su 
savacn   de   pas,   y   escamoteado   a   Aarco   as   moderadas 
concesones   que   se   haban   comprometdo   soemnemente   a 
cumpr. Para satsfacer su vandad, se e paseaba en trunfo por 
as  caes  de  Roma  en  honor   a  una  vctora  que  otros  haban 
obtendo. Para amentar su arroganca medante una exhbcn 
de ms v de os prvegos que e conceda e poder confado a 
  de por vda, se haba ordenado sn vacar a masacre de os 
ndefensos  rehenes,   confados  por   e   honor   de  os  godos  a  a 
tracn romana; y, fnamente, para apacar a turbuenca de sus 
temores   poco  vres,   a  tma  decsn  de  sus  nescrupuosos 
conse|eros   antes   de   a   cada   de   Impero   fue   autorzaro   a 
abandonar   a  su  puebo  en  a  hora  de  pegro,   sn  cudarse  de 
qun sufra en a Roma nerme, mentras  permaneca seguro 
en a fortfcada Rvena. Ese era e hombre ba|o cuya conduccn 
estaba condenada a tambaearse hasta caer a ms poderosa de 
as   estructuras   de   mundo!   Ese  era  e   persona|e  destnado  a 
poner fn a a obra que e Tempo y a Gora se haban undo para 
consagrar   y   adornar!   For|ada   y   sostenda   por   una   osada 
sobrehumana   que   revesta   os   nauseabundos   horrores   de 
ncesante derramamento de sangre con una magnfcenca ruda y 
aterradora,   a   seora   de   todas   as   nacones   estaba   ahora 
destnada a hundrse en a ms gnomnosa derrota, ba|o a gua 
de   ms  abyecto  de  os  cobardes.   Para  esto  haba  sacuddo  a 
hordas de enemgos con su brazo vgoroso e ve|o y rudo Reno! 
Para   esto   haban   desconcertado   y   asombrado   a   mundo   as 
dudosas vrtudes de a Repbca y a pegrosa magnfcenca de 
Impero! En un fna como Honoro cumnaban os dgnos excesos 
de   un   Bruto,   os   pudos   espendores   de   un   Augusto,   as 
sobrehumanas atrocdades de un Nern y as nmortaes vrtudes 
de un Tra|ano! En vano, a o argo de pocas de afanes sn fn, 
sobre   a   devastacn   de   sus   corazones   ms   nobes   y   a 
prosttucn de sus mayores ntegencas, haba marchado Roma 
sn compasn, tratando de acanzar una sombra: a Gora; pero 
ya  se  haba  pronuncado  a  sentenca  que  a  condenaba  a  ser 
vctma de su esenca: a Ignomna!
 Una vez agotadas as reservas de grano y satsfecho e apetto de 
as   voraces   favortas,   dos   asstentes   beraron   a   nsustanca 
emperador de peso de su recpente de pata. Despus sacaron 
por una puerta a a bandada de ganas a tempo que se haca 
entrar por a otra a a bandada de genos.
 De|emos que ahora a emperador pose sus ngudos o|os sobre 
ob|etos de arte por os cuaes no sente admracn, y que preste 
sus  poco  dspuestos  odos  a  panegrcos  que  no  comprende,   y 
conduzcamos a ector a una habtacn en e extremo opuesto de 
paaco,   donde  se  encuentran  congregadas  toda  a  beeza  y  a 
eeganca de su corte.
  Imagnad  una  peza  de  doscentos  pes  de  argo  y  un  ancho 
proporcona.   Sus  sueos  son  de  mosacos  que  forman  os  ms 
encantadores   dseos.   Sus   costados   estn   decorados   con 
nmensos pares de mrmoes de dversos coores, ntercaados 
por   estatuas,   todas   dspuestas   en   una   exqusta   varedad   de 
acttudes, de modo que parecen ofrecere a quen se acerca as 
fores   extcas   que  es   deber   de  os   srventes   coocar   en  sus 
manos.   E   techo  est  pntado  a   fresco,   en  combnacones   de 
matces y formas que armonzan con os de sueo de mosacos. 
Las cornsas son de pata, y estn decoradas con versos de os 
poetas ertcos de da, cuyas etras forman pedras precosas. En 
medo de a habtacn hay una fuente que anza chorros de agua 
perfumada, rodeada por |auas doradas que encerran p|aros de 
todos  os  tamaos  y  nacones.   Tres  ventanaes,   stuados  en  e 
extremo  este  de  a  peza,   se  abren  a   Adrtco,   pero  en  este 
momento  estn  cubertos  por  su  parte  exteror  por  cortnas  de 
seda de un decado tono verde, que proyectan una uz suave y 
vouptuosa  sobre  todos  os  ob|etos,   pero  que  son  tan  sutes  y 
estn  tan  hbmente  coocadas  que  a  brsa  ms  eve  que  se 
evanta afuera ega de nmedato a os ngudos ocupantes de a 
saa de espera de a corte. Se trata de unos cncuenta o sesenta 
ndvduos.  Con mucho,  a mayora son mu|eres. Su peo negro, 
trenzado con graca de dversas formas y adornado con fores o 
pedras   precosas,   contrasta   eegantemente   con   a   brante 
bancura de os tra|es que evan a mayor parte de eas. Agunas 
se entretenen contempando desmayadamente os movmentos 
de  os  p|aros  en  sus  |auas;   otras  sostenen,   entre  murmuos, 
una conversacn nguda con os cortesanos que se encuentran 
a su ado. Los hombres exhben en sus tra|es una mayor varedad 
de   coordo,   y   en   sus   ocupacones   una   superor   fertdad   de 
recursos   que  as   mu|eres.   Sus   atuendos,   de  suavsmos   tonos 
rosa, voeta o amaro, aegran fantstcamente a monotona de 
os   vestdos   bancos   de   sus   gentes   compaeras.   De   sus 
actvdades,   as  ms  conspcuas  son  tocar   e   ad,   |ugar   a  os 
dados, azuzar a sus faderos e nsutar a sus parstos. Pero sea 
cua   fuere  a   manera   en  que  se  ocupan,   o  hacen  con  poca 
atencn   y   menos   entusasmo.   Agunos   se   recuestan   en   sus 
asentos   con   os   o|os   cerrados,   como   s   e   caor   es   hcera 
demasado  ardua  a  tarea  de  empear  os  rganos  de  a  vsn; 
otros,   en   medo   de   una   conversacn,   de   repente  de|an   una 
oracn nconcusa, aparentemente ncapactados por a astud de 
expresar  a  dea  ms  senca.   Todas  as  escenas  que  atraen  a 
mrada en a saa, todos os sondos que egan a os odos, son 
expresvos de un opuento reposo. Nngn respandor estropea a 
suavdad que mpregna a atmsfera; nngn coor encenddo e 
confere materadad a os tonos eves, etreos, de os vestdos; 
nngn   rudo   sbto   nterrumpe   as   notas   entrecortadas   y 
que|umbrosas  de   ad,   n   desentona  con  e   suave  par   de  os 
p|aros en sus |auas, n ahoga a meoda reposada y reguar de 
as  voces  de  as  damas.   Todos  os  ob|etos,   tanto  os  anmados 
como os nanmados, guardan perfecta armona entre s. Es una 
escena   de   ndoenca   esprtuazada,   un   cuadro   de   beattud 
soadora   en   e   santuaro   ms   recndto   de   reposo 
nnterrumpdo.
  En  medo  de  esa  reunn  de  hermosura  y  nobeza,   de  cuyos 
membros   se   soa   advertr   a   presenca   genera   ms   que   e 
aspecto   de   cada   uno   en   partcuar,   haba,   sn   embargo,   un 
ndvduo  que,   tanto  por  a  naturaeza  sotara  de  a  ocupacn 
que haba escogdo como por a poscn accdenta que ocupaba 
en   a   habtacn,   resutaba   amatvo   entre   os   patrcos 
desenfadados que o rodeaban.
 Su asento estaba ms cerca de a ventana que e de os dems 
ocupantes   de  a  peza.   Agunos   de  sus   ndoentes   vecnos   
especamente   os   de   sexo   ms   gent  e   echaban   o|eadas 
ocasonaes   en   as   que   se   mezcaban   a   admracn   y   a 
curosdad,   pero   nade   se   e   aproxmaba   n   ntentaba   trabar 
conversacn con . A su ado haba un pedazo de pergamno en 
e que, de tempo en tempo, trazaba unas pocas paabras, para 
despus   vover   a   recnarse,   aparentemente   sumdo   en   sus 
refexones   y  totamente  ndferente  a  todos   os   ocupantes   
mascunos y femennos de a habtacn mpera. A |uzgar por 
su aparenca genera, apenas acanzara os ventcnco aos de 
edad. La forma de a parte superor de su rostro era totamente 
nteectua   a  frente  ata,   despe|ada  y  recta;   os  o|os  caros, 
penetrantes   y  pensatvos,   pero  su  parte  nferor   era,   por   e 
contraro,   nnegabemente   sensua.   Los   abos,   grandes   y 
carnosos, contrastaban curosamente con e fno cnceado de a 
recta  narz  grega;   a   tempo  que  a  sodez  de  a  barba  y  a 
|ocunda redondez de as me|as eran a anttess de carcter que 
reveaban  a  frente  pda  y  nobe  y  a  expresn  de  os   o|os 
vvaces e ntegentes. Su estatura era apenas medana, pero as 
dferentes  partes  de  su  cuerpo  guardaban  una  proporcn  tan 
perfecta que en cuaquer poscn pareca ms ato que o que 
reamente era. La parte superor de su tra|e, aberta por e caor, 
permta entrever a fna forma estatuara de su cueo y su pecho. 
Sus ore|as, manos y pes posean a pequenez y decadeza que se 
supone que denota a arstocraca de nacmento; y sus maneras 
reveaban esa ndescrptbe combnacn de dgndad dscreta y 
eeganca  sn  afectacn  que  en  todas  as  pocas  y  pases,   y  a 
pesar   de  todos  os  cambos  de  modaes   y  de  costumbres,   ha 
hecho   de   taante   de   sus   pocos   y   prvegados   propetaros 
anunco evdente de su rango soca.
 Mentras e patrco segua ocupado con su pergamno, se produ|o 
a  sguente  conversacn,   en  voz  muy  ba|a,   entre  dos  damas 
sentadas cerca de sto que ocupaba.
  Dme, Cama d|o a mayor y de ms acurna de as dos, 
qun es e cortesano que tanto se afana en su composcn? He 
ntentado, no s cuntas veces, amar su atencn con a vsta, 
pero e hombre no mra nada ms que su roo de pergamno o os 
rncones de a habtacn.
  Cmo!   Eres  tan  forastera  en  Itaa  que  no  o  conoces?  
contest   a   otra,   una   muchacha   vvaz   de  formas   menudas   y 
decadas   que   se   remova   con   contnua   ntranqudad   en   su 
asento   y   que   pareca   ncapaz   de   dedcare   un   nstante   de 
atencn a nnguno de os ob|etos que a rodeaban sn dstraerse 
de nmedato. Por todos os santos, mrtres y requas de m 
to e obspo!
 Caa! No debes |urar en vano!
  Oue   no   debo   |urar   en   vano!   Cmo!   Estoy   hacendo   un 
nventaro de |uramentos para uso excusvo de as damas! Me 
propongo ncar a moda usndoos yo msma!
 Pero te ruego que respondas m pregunta! Nunca aprenders 
a habar de un soo asunto a a vez?
 Tu pregunta... ah, tu pregunta! Era sobre os godos?
  No, no! Era sobre e hombre que escrbe sn cesar y que no 
mra a nade. Es cas tan rrtante como Cama!
 No frunzas as e entrece|o! Ese hombre, como e amas, es e 
senador Vetrano.
 La dama se sobresat. Evdentemente, Vetrano era famoso.
 S! contnu a vvaz Cama. Es e ngenoso Vetrano; pero 
no se convertr en uno de tus favortos, porque a veces |ura en 
vano... y por os antguos doses, o cua est prohbdo!
 Es apuesto.
  Apuesto?   Es   hermoso!   No   hay   mu|er   en   Itaa   que   no 
angudezca por !
 He odo decr que es ntegente.
  Oun no o ha odo decr? Es e  creador de agunas de as 
sasas   ms   ceebradas   de  nuestros   tempos.   Los   cocneros   de 
todas  as  nacones  o  acaman  como  a  un  orcuo.   Y  adems, 
escrbe poesa y compone msca y dbu|a fguras! Y en o que 
toca a a fosofa, razona me|or que m to e obspo!
 Es rco?
  Ah,   m   to  e   obspo!...   Tengo  que  contarte  cmo  ayud  a 
Vetrano a escrbr una stra sobre ! Cuando me qued en su 
casa de Roma, a menudo vea que conducan por e |ardn, hasta 
su   estudo,   a   una   mu|er   cuberta   por   un   veo;   as   que   para 
confundro  e  pregunt  de  qun  se  trataba.   M   to  frunc  e 
entrece|o,   tartamude  y  me  d|o  a   prncpo  que  me  mostraba 
rrespetuosa, pero despus me cont que era una arrana a a que 
se esforzaba por convertr. As que me parec que me gustara 
ver  cmo  progresaba  a  conversn  y  me  escond   detrs  de  un 
armaro. Pero es ago muy secreto, te o cuento en a ms estrcta 
reserva.
 No me nteresa. Habame de Vetrano.
  Ou  ma   humor   e   tuyo!   Nunca  ovdar  cmo  nos  remos 
cuando e cont a Vetrano o que haba vsto! Tom sus tes de 
escrtura y compuso a stra de nmedato. A da sguente toda 
Roma se haba enterado. M to estaba mudo de raba! Creo que 
sospech de m; pero de| de convertr a a dama arrana y...
 Vuevo a preguntarte: es rco Vetrano?
  Meda  Sca  es  suya.   Tene  nmensas  posesones  en  Afrca, 
ovares en Sra y campos de maz en a Gaa. Asst a un agasa|o 
que ofrec en su va de Sca. Dspuso uno de sus barcos segn 
a descrpcn de a gaera de Ceopatra e hzo que sus escavos 
nadaran  detrs   de  nosotros   como  s   fueran  trtones.   Ah,   fue 
magnfco!
 Me gustara conocero.
  Deberas ver sus gatos! Tene toda una egn de eos en su 
va  y  doce  escavos  para  atenderos.   Le  encantan  os  gatos,   y 
afrma que os antguos egpcos tenan razn en adoraros. Ayer 
me  d|o  que  cuando  muera  e   ms  corpuento  de  sus  gatos  o 
canonzar, dgan o que dgan os crstanos! Y trata tan ben a 
sus escavos! Nunca os azota n os castga, savo cuando no se 
cudan  o  se  desfguran;   porque  Vetrano  no  permte  que  se  e 
acerque nada feo o suco. Debes vstar su saa de banquetes en 
Roma! Es a perfeccn msma!
 Pero, por qu est aqu?
 Ha vendo a Rvena a traer un mensa|e secreto de Senado, y 
e ha regaado unas ganas de una raza extca a ese tonto...
 Caa, que pueden orte!
 De acuerdo: a ese sabio emperador nuestro! Ah, e paaco ha 
sdo un ugar tan agradabe desde que eg!
  En  ese  momento,   e   dogo  anteror   de  cuya  frvodad  me 
temo que os ectores de os tempos modernos, dueos de una 
cutura unversa, se apartarn con desdn se vo nterrumpdo 
por  un  movmento  de   hroe  a   que  haca  referenca,   sea   de 
que  su  tarea  haba  concudo.   Con  a  deberada  enttud  de  un 
hombre  que  desea  demostrar  que  nngn  asunto  reatvo  a  os 
mortaes puede mponere prsa, Vetrano dob pausadamente e 
pergamno que haba cuberto con su escrtura y, tras guardaro 
|unto a su pecho, e hzo una sea a un escavo que pasaba en 
ese momento a su ado con una bande|a de frutas.
  Recbdo  e   mensa|e  que  e  comunc  e   senador,   e   escavo 
retroced hasta a entrada de a peza y am con un gesto a un 
hombre que estaba a otro ado de a puerta, a que e ndc que 
se acercara a asento de Vetrano.
 De nmedato, e ndvduo se apresur a atravesar a habtacn 
hasta egar a a ventana donde o esperaba e eegante romano. 
No es necesara n a ms somera descrpcn de su aparenca, 
porque perteneca a una case con a que os modernos estn tan 
famarzados  como  o  estaban  os  antguos,   una  case  que  ha 
sobrevvdo a todos os cambos de nacones y costumbres, una 
case que nac con e prmer hombre opuento de mundo y so 
desaparecer con e tmo. En una paabra, era un parsto.
  Gozaba, sn embargo, de una gran venta|a sobre sus epgonos 
modernos.   En   sus   tempos,   a   aduacn   era   una  pro(esi)n, 
mentras que en os nuestros se ha degradado hasta no ser ms 
que una ocupaci)n.
 Partr de Rvena esta tarde d|o Vetrano.
  E   parsto  hzo  tres  profundas  ncnacones  y  sonr  como  en 
xtass.
  Dars   a  orden  de  que  m   carrua|e  est  a  as   puertas   de 
paaco una hora antes de a puesta de so.
  E  parsto decar que nunca ovdara e  honor de  encargo y 
abandon a habtacn.
  La  travesa  Cama,   que  haba  odo  a  orden  de  Vetrano,   se 
evant de un sato de su asento en cuanto e parsto vov a 
espada  y  tras   correr   hasta  donde  se  encontraba  e   senador, 
comenz a reprochare a decsn que acababa de tomar.
 No te da stma condenarme a aburrmento de este horrbe 
paaco para satsfacer tu caprchosa ocurrenca de r a Roma? 
d|o,  hacendo un hocquto con sus ndos abos y |ugueteando 
con un rzo de cabeo castao oscuro que se arremonaba sobre 
a frente de Vetrano.
 Tan poco e mportan sus amgos a senador Vetrano que os 
abandona a merced de os godos? d|o otra dama que avanz 
con una sonrsa cautvadora hasta egar |unto a Cama.
 Ah, esos godos! excam Vetrano, vovndose haca a que 
acababa de habar. Dme, |ua, acaso no hay nformes de que 
os brbaros en verdad se adentran en Itaa?
 Todos os hemos odo. E rumor ha aterado tanto a emperador 
que  ha  prohbdo  hasta  que  se  mencone  en  su  presenca  a 
paabra godo .
  Por m parte contnu Vetrano trando haca s de Cama y 
propnndoe unos gopectos |uguetones en su manta adornada 
por   unos   hoyueos,   espero   con   ansas   a   os   godos,   porque 
paneo escupr una estatua de Mnerva para a que no concbo 
modeo ms adecuado que una mu|er de esa pendencera nacn. 
S de buena tnta que tenen membros coosaes, y un pudor que 
se acomoda con suma obedenca a a dscpna de una bosa ben 
provsta.
  S   os   godos   te  proporconan  un  modeo  de  ago  d|o  un 
cortesano que se haba undo a grupo mentras Vetrano hababa
, ser e de una representacn de a quema de tu paaco de 
Roma,   que  te  permtrn  pntar  con  a  sangre  de  a  nsondabe 
fuente de tus propas herdas.
 E ndvduo que pronunc esta tma observacn se haca notar 
en  e   brante  crcuo  de  os  que  o  rodeaban  por   su  extrema 
feadad. Urgdo por sus desventa|as nnatas y por a prdda de 
todos   sus   benes   en   a   mesa   de   |uego,   haba   asumdo 
recentemente  una  personadad  cuyas  vrtudes  o  savaban  en 
esa  poca  frvoa,   gracas   a  su  desagradabe  orgnadad,   de 
ovdo o e despreco. Era un fsofo cnco.
  No  obstante,   su  comentaro  no  produ|o  otro  efecto  sobre  a 
mperturbabdad   de   sus   oyentes   que   exctar   su   hardad. 
Vetrano r, Cama r, |ua r. La dea de unas tropas brbaras 
capaces de quemar un paaco en Roma era demasado rdcua 
para que nade a tomara en sero, y a medda que a decaracn 
recorr e resto de a habtacn toda a corte r, a pesar de su 
aburrmento y su astud.
 No s por qu me dverten as tonteras de ese hombre d|o 
Cama, con una gravedad repentna que e borr de rostro una 
sonrsa   sumamente   atractva,   cuando   me   sento   tan 
meancca ante a dea de a partda de Vetrano. Ou ser de 
m cuando se haya do? Desgracada de m! Oun quedar en e 
paaco para componer cancones a m beeza y msca para m 
ad?  Oun  me  tomar  de  modeo  para  pntar  a  Venus  y  me 
contar hstoras sobre os antguos egpcos y sus gatos? Oun 
me  dr  en  os   banquetes   qu  patos   debo  escoger   y   cues 
rechazar? Oun? y a pequea Cama se detuvo de sbto en 
a enumeracn de os paceres que estaba a punto de perder, y 
parec  estar   a   borde  de  soozar   tan  sn  consueo  como  rera 
encantada haca so un nstante.
  Vetrano   se   snt   conmovdo,   no   por   os   eogos   a   sus 
capacdades nteectuaes, sno por a admsn de su supremaca 
como anftrn y mentor en os banquetes, contenda en a tma 
parte de reproche de Cama. Entonces, como ahora, e beo sexo 
era  reo  de  nsufcenca  en  nocones  gastronmcas.   Consttua, 
por tanto, un trunfo perfecto, haber convertdo a esa cenca a a 
ms |oven y encantadora de as damas de a corte.
  S   puede  obtener  cenca  para  marcharse  d|o  e   haagado 
senador, Cama me acompaar a Roma y asstr a a prmera 
presentacn   de   m   ms   recente   creacn:   a   sasa   para 
ruseores.
 Cama estaba en xtass. Agarr as me|as de Vetrano con sus 
dedtos  rosados,   o  bes  con  e   msmo  entusasmo  con  que  un 
no  besa  un  |uguete  nuevo  y  sa  aegre,   como  una  fecha,   a 
preparar su partda.
 Vetrano encontrara me|or empeo para sus habdades d|o 
e cnco con sonrsa despectva, nventando nuevos ungentos 
para futuras herdas que nuevas sasas para futuros ruseores! 
Los   godos   o   trncharn  con  sus   espadas   para   que  srva   de 
banquete a os gusanos antes de que sus p|aros sean ensartados 
en espetones romanos para e  festn de sus nvtados! Es este 
acaso   momento   para   taar   estatuas   e   nventar   sasas? 
Vergenza  para  os  senadores  que  se  entregan  a  ocupacones 
como   as   de   Vetrano!
 Tengo otros panes repc e ob|eto de toda esa ndgnacn 
mora,   a   tempo   que   mraba   con   nsutante   ndferenca   a 
repusva fsonoma de cnco que, por su nmensa mportanca 
para e mundo, sn duda gozarn de aprobacn unversa. La obra 
que acabo de termnar es un proyecto de una sere de tres cuya 
reazacn he acarcado desde hace agn tempo. E prmero es 
un  anss   de   nuevo   sacerdoco;   e   segundo,   una   verdadera 
personfcacn de Venus, tanto en pntura como en escutura; e 
tercero, una nvencn que nade haba ogrado: una sasa para 
ruseores. La nescrutabe sabdura de Destno ha querdo que 
e  tmo de os ob|etvos que me propuse haya sdo e  prmero 
que acanc. La sasa est nventada, y acabo de concur en este 
pergamno   a   oda   con   a   que  a   presentar   en  m   mesa.   M 
prxma tarea ser e anss. Adoptar a forma de un tratado, 
en e cua, tomando como punto de partda a experenca de os 
aos   transcurrdos   para  profetzar   sobre  e   futuro,   devear  e 
nmero   exacto   de   dsensones,   controversas   y   dsputas 
adconaes  que  sern  necesaras  para  permtres  a  os  nuevos 
sacerdotes   convertrse   en   os   extermnadores   de   su   propa 
regn. Medante ccuos precsos, determnar e ao en e que 
se   consumar   dcha   destruccn;   tengo   en   m   poder,   como 
matera   para  m   obra,   un  resumen  hstrco  de  os   csmas   y 
dsputas ocurrdos en Roma en os tmos cen aos. En cuanto a 
m segundo proyecto, a personfcacn de Venus, su dfcutad es 
formdabe. Exge nvestgar a as mu|eres de todas as nacones 
ba|o e so, comparar as exceencas y pecuardades reatvas de 
sus dversos encantos, y combnar en una soa fgura todo o ms 
adorabe   de   a   nfnta   varedad   de   sus   ms   sobresaentes 
atractvos.   Para   evar   adeante   a   e|ecucn   de   este   arduo 
proyecto, ms apoderados en Roma y ms mercaderes de escavos 
en e extran|ero tenen rdenes de envar a m va de Sca a as 
ms beas mu|eres nacdas en e mpero, y a as ms hermosas 
que encuentran en otras nacones. Las har desfar ante m, con 
sus  dversos  coores  de  tez  y  pecuardades  de  formas!   En  e  
momento adecuado comenzar ms nvestgacones, sn de|arme 
abrumar por as dfcutades y decddo a acanzar e xto. An 
no ha sdo personfcada a verdadera Venus! S cumpo esa tarea, 
qu exqusto ser m trunfo! M obra ser e atar ante e cua 
mes ofrendarn os ms duces sentmentos de sus corazones. 
Ea berar a magnacn reprmda de a |uventud y reavvar 
as remembranzas mortecnas de os recuerdos de a ve|ez!
  Vetrano hzo una pausa. E cnco estaba mudo de ndgnacn. 
Un sotaro fantco de a Igesa que estaba cerca de eos frunc 
e   entrece|o  ante  a  dea  de   anss.   Las  damas  reron  entre 
dentes ante a de a personfcacn. Los gastrnomos ahogaron 
sus rsas ante a de a sasa para ruseores; pero durante unos 
mnutos  nade  hab.   Aprovechando  ese  momento  de  turbacn 
genera, Vetrano must unas paabras a  odo de |ua, y en e 
precso nstante en que e cnco se haba recuperado o sufcente 
para  respondere,   abandon  a  habtacn  acompaado  por   a 
dama.
  Nunca  nade  goz  de  popuardad  ms  unnme  que  Vetrano. 
Dotado   de   una   dsposcn   cuya   maeabdad   e   permta 
adaptarse a todas as contngencas, su generosdad desarmaba a 
sus enemgos, a  tempo que.su afabdad e gran|eaba amgos. 
Munfcente  sn  presuncn,   extoso  sn  arroganca,   e   senador 
haca  favores   con  graca  y  braba  sn  pegros.   Sus   nvtados 
admraban su hosptadad, porque saban que era desnteresada; 
y   admraban  sus   conocmentos,   porque   sentan  que   no   eran 
pedantes. A veces (como en su dogo con e  cnco), e  anto|o 
de momento o e atgazo de sarcasmo provocaban que audera 
a  su  poscn  o  que  hcera  gaa  de  sus  excentrcdades;   pero 
como  era  sempre  e   prmero  en  rerse  poco  despus  de  esos 
arranques,   su  crdto  de  patrco  no  sufra  por   su  debdad  de 
hombre. Se mova con humor y graca en todos os estratos de a 
socedad de a poca, y en todos eos ganaba aurees socaes, 
sn  hacer   rvaes   que   se   os   dsputaran  n   enemgos   que   es 
restaran vaor.
  Tras  abandonar  a  saa  de  espera  de  a  corte,   Vetrano  y  |ua 
descenderon a escanata de paaco y se adentraron en e |ardn 
de   emperador.   Utzado  por   o  genera   como  ugar   de  paseos 
vespertnos, en ese momento se encontraba deserto, savo por a 
presenca de unos pocos servdores que atendan os arrates de 
fores y regaban e csped de os anos y sombreados senderos. 
Despus de entrar en uno de os ms retrados de os numerosos 
cenadores   ocutos   entre   os   rboes,   Vetrano   condu|o   a   su 
acompaante   a   un   asento   y   e   drg   nmedatamente   as 
sguentes paabras:
 Me he enterado de que ests a punto de partr haca Roma; es 
certo?
  Hzo a pregunta en voz ba|a, y con un contnente ansoso que 
resutaba extrao s se o comparaba con a aegra voube que 
haba despegado so unos momentos antes en presenca de os 
nobes de a corte. Cuando |ua e contest afrmatvamente, su 
sembante expres una vvda satsfaccn y, tras sentarse a ado 
de a dama, contnu as a conversacn:
  S creyera que tu ntencn era quedarte agn tempo en a 
cudad,   me   atrevera   a   abusar   una   vez   ms   de   tu   amstad 
pdndote que me prestaras tu pequea va de Arca!
 Levars contgo a Roma una orden a m mayordomo para que 
ponga a tu dsposcn a va y todo o que hay en ea.
  M generosa |ua! Eres uno de esos pocos seres agracados 
que   saben   cmo   otorgar   un   favor!   Otra   mu|er   me   habra 
preguntado para qu quera a va; t me a ofreces sn reservas. 
Tan decada aversn a voar un secreto me recuerda que ahora 
e secreto debe ser tuyo!
 Para que e ector pueda entender a desenvueta confanza que 
presda  as  reacones  entre  Vetrano  y  |ua,   resuta  necesaro 
nformare que a dama, aunque an de aparenca atractva, tena 
una  edad  ms  adecuada  para  recaptuar   as  conqustas  de  su 
pasado   que  para   medtar   en  as   de  su  futuro.   Conoca  a  su 
excntrco  compaero  desde  a  nez;   este  a  haba  haagado 
aguna vez con sus versos y era o bastante sensata ahora que 
sus encantos se desvanecan para sentrse tan satsfecha con a 
amstad de senador como antes ufana de a adoracn de |oven.
  Eres  demasado  aguda  contnu  Vetrano  despus  de  una 
breve pausa, como para no haber sospechado ya que necesto 
tu va para ayudarme a ocutar una ntrga. Tan pecuar es m 
aventura  por   sus  dversas  crcunstancas  que  hacer   uso  de  m 
paaco como escenaro de ea sera correr e  resgo de que se 
produ|era una reveacn que dara a traste con todos ms panes.  
Pero temo que o proongado de m confesn exceda e mte de 
tu pacenca!
  Has   despertado  m   curosdad.   Podra  segur   escuchndote 
toda a vda!
 Poco tempo antes de sar de Roma en dreccn a este ugar 
contnu   Vetrano,   me   top   con   una   aventura   de   a   ms 
extraordnara   naturaeza,   que  me  ha   persegudo   con  a   ms 
extraordnara  perseveranca  y  que,   estoy  seguro,   producr  os 
ms  extraordnaros  resutados.   Me  encontraba  una  tarde  en  e 
|ardn de m paaco en a cona Pncana, ocupado en ensayar en 
m ad una nueva composcn musca. En una de as pausas de 
a   meoda,   que  era   terna   y   que|umbrosa,   o   un  sondo   que 
pareca   ser   e   de   os   soozos   de   una   persona   que   oraba 
angustada entre os rboes que quedaban a ms espadas. Mr 
arededor con cudado y entrev, medo ocuta por a vegetacn, 
a fgura de una |oven que pareca escuchar a msca como presa 
de un embru|o. Haagado por ese testmono de m  habdad, y 
deseoso de contempar ms de cerca a m  msterosa vstante, 
avanc haca su escondte, ovdando, en a prsa, segur tocando 
e  ad. En e  nstante en que ces a msca se percat de m 
avance y desaparec. Decddo a vera, vov a pusar as cuerdas, 
y pocos mnutos despus vov a ver su vestdo banco entre os 
rboes. Redob ms esfuerzos. Toqu con a mayor expresvdad 
as   partes   ms   meanccas   de   a   meoda.   Como   ba|o   a 
nfuenca de un hechzo, a |oven comenz a avanzar haca m, 
ora vacante, ora retrocedendo unos pasos, ora aproxmndose, 
a   medas   renuente,   a   medas   de   buen   grado,   hasta   que, 
totamente  vencda  por   e   argo  y  trepdante  fna   de  a  tma 
cadenca de a tonada, corr de sbto haca m y, tras caer a ms 
pes, az sus manos como mporando m perdn.
  En  verdad  que  no  era  un  trbuto  comn  a  tu  perca!   Te 
hab?
  No  pronunc  paabra  contnu  Vetrano.   Sus  grandes  y 
duces o|os, abrantados por as grmas, se azaron astmeros a 
m rostro; sus abos decados tembaron como s qusera habar, 
pero no se atrevera; sus brazos redondos y tersos eran de una 
beeza perfecta. Pareca una na por sus aos y sus emocones, 
pero una mu|er por su encanto y sus formas.  De momento me 
sent demasado sorprenddo por o repentno de su spca como 
para   moverme   o   habar.   En   cuanto   me   recobr,   trat   de 
acarcara y consoara, pero rehuy m abrazo y parec ncnada 
a vover a hur de m, hasta que ta  de nuevo as cuerdas de  
ad, momento en e que de| escapar una sofocada excamacn 
de gozo, se ov a m ado y me mr a rostro con una expresn 
tan extraa, mezca de adoracn y rapto,  que te admto, |ua, 
que me sent tan tmdo ante ea como un no.
  *  tmdo!   E   senador   Vetrano   tmdo!   excam   |ua 
azando a vsta con franca expresn de asombro e ncredudad.
  E   ad   prosgu   Vetrano,   grave,   sn   hacer   caso   de   a 
nterrupcn era e nco medo de que dspona para procurar 
comuncarme   con   ea.   S   cesaba   yo   de   tocar,   ramos   como 
extraos;   s   vova  a  empezar,   ramos   como  amgos.   As   que 
sacando   de   m   nstrumento   notas   muy   suaves   mentras   me 
hababa  con  voz  trmua,   musca,   contnu  tocando.   Por   este 
medo averg en nuestra prmera entrevsta que era h|a de un 
ta   Numerano,   que   pronto   cumpra   qunce   aos   y   que   se 
amaba   Antonna.   So   haba   ogrado   que   me   contara   este 
esquemtco  bosque|o  de  su  vda  cuando,   como  presa  de  una 
sbta aprensn, se apart de m ado con are de ms profundo 
terror y, tras rogarme que no a sguera s es que deseaba vover 
a vera, desaparec veozmente entre os rboes.
 Cada vez ms fascnante! Y en tu nuevo carcter de hombre 
tmdo sn duda obedecste sus exgencas?
 As fue contest e senador; pero a a tarde sguente vov 
a vstar a arboeda de |ardn, y en cuanto ta as cuerdas vov 
a de|arse ver como por arte de maga. En esa segunda entrevsta 
averg   a   razn   de   sus   msterosas   aparcones   y 
desaparcones.   Su  padre,   me  cont,   perteneca  a  una  nueva 
secta   cuyos   membros   magnan   por   qu   razn   resuta 
mposbe  de  entender  que  ganan  mrtos   a  os   o|os   de  su 
dedad   convrtendo   sus   vdas   en   una   perpetua   sucesn   de 
sufrmentos  corporaes  y  angustas  mentaes.   No  contento  con 
reprmr   sus   propos   sentmentos   y   facutades,   ese   trano   e 
mpona tambn a a pobre na a msma nsana austerdad. Le 
prohba asstr a os teatros, contempar escuturas, eer poesa, 
escuchar msca. Le haca aprender argas pegaras y presencar 
ntermnabes sermones. No e permta a compaa de |venes 
de   su   edad,   n   squera   de   muchachas   como   ea.   La   nca 
recreacn   que   haba   poddo   procurarse   y   que   e   haba 
conceddo con mucha renuenca y tras abundantes regaos era 
a de cutvar e |ardncto de a casa donde vvan, que condaba 
con as arboedas que rodean m va. Fue a, mentras cudaba 
de as fores, que oy por prmera vez e sondo de m ad. Desde 
muchos meses antes de que yo a descubrera haba adqurdo e 
hbto  de  savar   a  cerca  de  su  |ardn  y  esconderse  entre  os 
rboes para escuchar m  msca cada vez que as ocupacones 
de su padre o obgaban a sar de a casa. Un ancano que tena 
a  tarea  de  vgara  en  ausenca  de   amo  haba  descuberto  su 
afcn.   No  obstante,   a   or  a  confesn  de  a  |oven,   no  so  e 
promet guardar su secreto, sno que e permt contnuar sus 
vstas a m arboeda cada vez que tocaba yo a e ad. Ahora 
ben, o ms msteroso de a cuestn es que a muchacha pareca 
sentr   un   gran   afecto   por   su   hurao   padre,   a   pesar   de   su 
severdad  para  con  ea;   porque  cuando  e  ofrec   brara  de  su 
custoda, me manfest que nada a nducra a abandonaro, n 
squera  a  atractva  posbdad  de  vvr   rodeada  de  hermosos 
frescos y de escuchar hermosa msca a toda hora. Pero veo que 
te  canso,   y  es  evdente,   por   e   argo  de  as  sombras,   que  se 
acerca a hora de m partda. Permteme, por tanto, pasar de ms 
entrevstas ntroductoras con Antonna a as consecuencas que 
de eas se haban dervado cuando emprend m va|e a Rvena.
  Creo  que  ya  puedo  magnar  as  consecuencas!  d|o  |ua 
sonrendo con maca.
  Comenza entonces repc Vetrano, por magnar que o 
extrao de a stuacn de a |oven y a orgnadad de sus deas 
me  a  engaanaban  con  un  atractvo  que  os   encantos   de  su 
persona  y  de  su  edad  contrbuan  nmensamente  a  aumentar. 
Deetaba  ms   facutades   de  poeta  tanto  como  nfamaba  ms 
sentmentos de hombre; y decd  seducra medante e  empeo 
de  todas  as  artmaas  que  m   ngeno  pudera  sugerrme  para 
que abandonara a trnca proteccn de su padre. Comenc por 
enseare a e|erctar e taento que tanto e haba atrado en otro. 
Medante   a   famardad   que   ta   ocupacn   engendraba   entre 
ambos, confaba en avanzar en su afecto tanto como en habdad 
progresaba   ea   gracas   a   m,   pero,   para   m   asombro,   segu 
notando que se mantena tan ndferente haca e maestro y tan 
sensbe  a   a   msca   como   en  nuestra   prmera   entrevsta.   S 
hubera rechazado ms avances, s eos a huberan sumdo en a 
confusn, yo podra haberme adaptado a su humor y me habra 
sentdo anmado por una esperanza; pero a fradad, e desapego, 
a  ncomprensbe  y  anorma   dspcenca  con  que  recba  hasta 
ms  carcas  me  desconcertaban  por  competo.   Pareca  que  me 
consderaba   una   estatua   dotada   de   movmento,   a   mera 
encarnacn   de   ago   tan   nmatera   como   a   cenca   que   e 
enseaba.   S   e  hababa,   cas   no  me  mraba;   s   me  mova,   e 
hecho e pasaba cas nadvertdo. No poda achacaro a aversn: 
Antonna   pareca   demasado   amabe   para   expermentar   ese 
sentmento por nnguna cratura de este mundo. No poda creer 
que se tratara de fradad: era toda vda, toda agtacn en cuanto 
escuchaba  unas  notas  muscaes.   Cuando  taa  as  cuerdas  de 
nstrumento, todo su cuerpo tembaba. Sus o|os apacbes, seros, 
pensatvos cuando me mraban, ora braban de deete, ora se 
ducfcaban merced a as grmas cuando escuchaba e ad. A 
medda  que  con  e   paso  de  os   das   aumentaba  su  habdad 
musca,   sus   maneras   haca   m   se   tornaban   ms 
nexpcabemente   ndferentes.   A   cabo,   cansado   de   as 
constantes desusones que expermentaba y decddo a hacer un 
tmo   esfuerzo   para   conmover   su   corazn   despertando   su 
grattud, e rega e msmo ad que escuchara por prmera vez y 
en e  cua  haba aprenddo ya a tocar. Nunca he vsto a un ser 
humano ms derantemente fez que esa ncomprensbe |oven 
cuando  recb  de  ms  manos  e   nstrumento.   Loraba  y  rea  a 
msmo  tempo,   o  besaba,   o  acarcaba,   e  hababa  como  s   se 
tratara   de   un   ser   anmado.   Pero   cuando   me   aproxm   para 
sofocar as expresones de agradecmento que derramaba sobre 
m  por e presente, de pronto escond e  ad entre sus ropas, 
como temerosa de que se o arrebatara, y se march presurosa 
de   m   ado.   A   da   sguente   a   esper   en   nuestro   ugar   de 
encuentro  acostumbrado,   pero  no  acud.   Env  a  un  escavo 
dsfrazado   a   casa   de   su   padre,   pero   Antonna   no   quso 
comuncarse   con   .   Era   evdente   que,   ahora   que   haba 
consegudo   su   ob|etvo,   no   senta   nngn   deseo   de   vover   a 
verme. En un prmer momento de rrtacn, decd hacera sentr 
m   poder,   ya  que  desprecaba  m   bondad;   pero  a   refexonar 
sobre e asunto me convenc, a partr de conocmento que tena 
de su carcter, de que en o que a esta cuestn tocaba, a fuerza 
resutaba   mpotca,   y   de   que   corra   e   resgo   de   perder   m 
popuardad  en  Roma   y   de  verme  enzarzado   en  una   dsputa 
ndgna  de  m   que  a  nade  benefcara.   Insatsfecho  conmgo 
msmo   y   desusonado   con   a   |oven,   obedec   os   prmeros 
dctados de m mpacenca y, aprovechando a oportundad que 
me brndaban ms deberes en e Senado de escapar de a escena 
de ms frustradas esperanzas, part enfadado a Rvena.
  Partste  a  Rvena!   excam  |ua,   rendo  sn  dsmuos. 
Ou  concusn  para  tu  aventura!   Te  confeso,   Vetrano,   que 
consecuencas como esa superan cuaquer magnacn!
  Res,   |ua  repc  e   senador,   un  tanto  amoscado,   pero 
escchame   hasta   e   fna   y   te   percatars   de  que   no   me   he 
resgnado   a   a   derrota.   Durante   os   pocos   das   que   he 
permanecdo aqu, a magen de Antonna no ha cesado de turbar 
ms  pensamentos.   Me  doy  cuenta  de  que  tanto  m   ncnacn 
como m reputacn exgen que consga mponerme a su ngrata 
aversn. Sospecho que, de no verse satsfecha, m ansedad por 
ganara nfur de ta modo sobre m carcter que de Vetrano e 
Sereno  pasar  a  conocrseme  como  Vetrano  e   Sardnco.   E 
orguo,   e   honor,   a   curosdad   y   e   amor:   todo   me   nsta   a 
conqustara. La preparacn de m banquete es m excusa ante a 
corte para m sbta partda: e verdadero ob|eto de m va|e es 
Antonna. Ah!, vuevo a reconocer a m  amgo de sempre 
coment a dama con aprobacn.
  Me   preguntars   cmo   me   propongo   obtener   una   nueva 
entrevsta con ea contnu Vetrano. M respuesta es que e 
srvente de a |oven se ha ofrecdo vountaramente a servr de 
nstrumento  para  e   ogro  de  ms   panes.   E   da  antes   de  m 
partda  de  Roma  se  present  de  repente  en  m   |ardn  y   me 
propuso   ntroducrme   en   a   casa   de   Numerano,   despus   de 
preguntarme, con are de gua ms que de nferor, s era certo 
e rumor de que yo era un adepto secreto de a antgua regn, 
de   cuto   a   os   doses.   Sospechando   os   motvos   de   hombre 
(porque se neg a recbr recompensa aguna por su tracn) e 
rrtado   por   a   recente   ngrattud   de   a   |oven,   recb   su 
ofrecmento   con   despreco.   No   obstante,   ahora   que   se   ha 
camado  m   nsatsfaccn  y  se  ha  despertado  m   ansedad,   he 
decddo  confarme  a  toda  costa  a  ese  ndvduo,   sean  cuaes 
fueren sus motvos para ayudarme. S en a esperada entrevsta 
ms esfuerzos y no ahorrar nnguno se ven coronados por e 
xto, ser necesaro encontrar un refugo para Antonna que no 
desperte sospechas y que est a savo de cuaquer ntento de 
encontrara.  Nada se avene  me|or  a eso que  tu  va  de  Arca. 
Ahora que conoces e uso a cua a destno, te arrepentes de tu 
generosdad para ayudarme en m proyecto?
  Me   encanta   ser   su   propetara   para   poder   brndrtea   
contest  a  bera   |ua  a   tempo  que  apretaba  entre  as  suyas 
una de as manos de Vetrano. Tu aventura es sn duda poco 
comn. Ardo de mpacenca por saber cmo termnar. Suceda o 
que  suceda,   puedes  confar   en  m   dscrecn  y  contar   con  m 
coaboracn. Pero mra, e so ya se ncna a ponente; y a veo 
a uno de tus escavos que, estoy segura, vene a nformarte de 
que   tu   carrua|e   est   sto.   Regresa   conmgo   a   paaco   y   te 
entregar a carta que necestas para que puedas dsponer como 
dueo de m resdenca campestre.
& & &
  Los dgnos cudadanos de Rvena reundos en a paza frente a 
paaco para ser testgos de a partda de senador haban agotado 
por   competo   e   pacer   que   proporconan   dstraccones   tan 
nocentes como mrar f|amente a os guardas, cazar as nubes de 
mosqutos que revooteaban en torno a sus ore|as y peearse unos 
con otros, y se vean ya reducdos a una muy rudosa y unnme 
mpacenca  cuando  su  descontento  se  vo  camado  de  manera 
repentna y caba por a aparcn de carrua|e en e que Vetrano 
y Cama trasponan as puertas de paaco.
  Grtos   estruendosos   saudaron  a  aparcn  de   senador   y  su 
magnfca  comtva,  pero  se mutpcaron por  cen cuando,  a a 
orden de su amo, sus escavos prncpaes dstrbuyeron puados 
de monedas entre os ms pobres de os espectadores. Cada uno 
de os membros de a heterognea muchedumbre compuesta por 
bandoeros, ocos y vagabundos vocfer cuanto pudo e hzo as 
cabroas   ms   amatvas   de   as   que   fue   capaz   en   honor   a 
generoso   patrco.   Los   ustres   va|eros   atravesaron   enta   y 
cudadosamente a muttud que os  rodeaba,  hasta egar a as 
puertas  de  a  cudad.   Y  a,   en  medo  de  ncesantes  apausos, 
acrecentados   por   una   mponente   unanmdad   de   pumones   y 
ampfcados  hasta  acanzar   a  ms  trastornadora  dscordanca, 
Vetrano y su vvaz acompaante parteron en trunfo haca Roma.
& & &
  Unos das despus de ese suceso, os cudadanos se vovan a 
reunr en e msmo ugar y a a msma hora probabemente para 
ser  testgos  de  a  partda  de  otro  patrco  cuando  eg  a  sus 
odos   un  sondo  nesperado,   producdo  por   una  amada  a  as 
armas, a que sgu nmedatamente e cerre de as puertas de a 
cudad. Cas no haban tendo tempo de preguntarse unos a otros 
qu  sgnfcaran  esos  nusuaes  hechos  cuando  un  campesno, 
cas   oco  de  terror,   eg  correndo  a  a  paza,   propagando  a 
grtos a terrbe notca de que os godos estaban a a vsta!
 Los cortesanos oyeron as nuevas y, tras abandonar un suntuoso 
refrgero, se apresuraron a acercarse a as ventanas de paaco 
para contempar e portentoso espectcuo. Durante e resto de a 
tarde  os  comensaes  no  voveron  a  acercarse  a  as  mesas  de  
banquete.
  Las   temdas   notcas   sorprenderon   a   ncapaz   emperador 
rodeado de sus ganas.  tambn corr haca as ventanas y a 
mrar   haca   afuera   vo   a   e|rcto   vengador   de|ar   a   un   ado, 
desprecatvo,   su   sotara   fortaeza   y   moverse   veoz   haca   a 
ndefensa  Roma.   Mucho  despus  de  que  as  tnebas  huberan 
ocutado a sus o|os as masas de esa nmensa muttud, sgu con 
os o|os cavados en e  pasa|e que se dfumnaba, presa de un 
estupor de asombro y temor; y por prmera vez desde que estaba 
a  su  cudado,   a  bandada  de  ganas  pas  a  noche  sn  que  a 
atendera a mano de amo.
CAPT"LO III
ROMA
 La prmera o|eada a ttuo de este captuo despertar, me temo, 
sentmentos  de  aprensn  y  no  de  curosdad  en  e   pecho  de 
ector   expermentado.   Imagnar  sn  duda  que  contene  argos 
dtrambos sobre as maravas de a antgedad cuya descrpcn 
se e ha hecho, desde hace tempo, absoutamente repugnante, 
debdo  a  su  ncesante  reteracn.   Preveer  amentos   ante  e 
paaco de os Csares y medtacones a propsto de os arcos de 
Coseo,   que  enaran  una  arga  sere  de  agobantes   prrafos 
hasta e msmo fn de captuo; y, consderabemente ansoso por 
dspensar a su atencn de una tarea ante a que retrocede, se 
apresurar  a  de|ar   atrs  e   temdo  deserto  de  as  refexones 
convenconaes para egar a prmer oass que se presente, sea 
por un nuevo acpte de a narracn, sea por a sbta aparcn 
de  un  dogo.   Aertado,   entonces,   por  aprensones  como  esas, 
me apresuro a asegurare que en nngn caso nuestra hstora se 
ubcar en os mtes de trado y evado Foro, n ascender a os 
arcos de exhausto Coseo. Su atencn se centrar en os seres 
humanos  de  a  antgua  Roma,   no  en  sus  edfcacones.   Lo  que 
deseo es presentare a ector un panorama de as emocones ms 
ntmas   de   a   poca,   de   as   accones   y   pasones   vtaes   y 
anmadas  de  os  habtantes  de   mpero  condenado  a  a  runa. 
De|o  a  topografa  de  a  antgedad  y  a  arqutectura  csca  a 
pumas ms hbes, y as confo a otros ectores.
  No   obstante,   resuta   necesaro   audr   en   aguna   medda   a 
escenaro  en  e   cua   se  despazarn  os  persona|es  de  nuestra 
hstora, a fn de factar a comprensn de sus movmentos. La 
porcn de a cudad extnta que me propongo revvr ha de|ado 
pocas hueas de su exstenca en a cudad moderna. Sus stos 
de nters son tema de a tradcn; sus edfcacones, povo. Las 
gesas se azan donde en una poca se evantaran os tempos, y 
as tabernas tentan ahora a quenes deambuan por os ugares 
donde as termas acogeran a sus antepasados de ayer.
 Las muraas de Roma tenen en a actuadad a msma extensn 
que   en   e   perodo   de   que   escrbo.   Pero   ah   termna   toda 
seme|anza entre a cudad antgua y a moderna. Las casas que 
esas muraas cas no podan abarcar en un tempo hace mucho 
que han desaparecdo, y sus modernas sucesoras ocupan so un 
terco de espaco entonces asgnado a a capta de mpero.
 Fuera de as muraas, antao se extendan nmensos suburbos. 
Magnfcas  vas,   arboedas  suntuosas,   tempos,   teatros,   termas 
ntercaadas   entre   os   barros   de   vvendas   de   os   estratos 
nferores  de  a  pobacn  rodeaban  a  portentosa  cudad.   De 
esas nnumerabes resdencas cas no quedan rastros. E va|ero 
moderno, a contempar e ugar donde se evantaban os famosos 
suburbos, ve, aqu y a, un acueducto en runas o un mausoeo 
tambaeante,   que  se  mantenen  en  precaro  equbro  sobre  a 
superfce de un pantano pestente.
 La entrada actua a Roma por e Porta de Popo ocupa e ugar 
de a antgua Puerta Famna. Hoy en da, tres grandes avendas 
conducen desde a hasta e extremo sur de a cudad, y forman, 
con as caes que en eas desembocan, a seccn prncpa de a 
Roma moderna. A un ado mtan con a cona Pncana, a otro, 
con e Tber. De esas avendas, as ms cercanas a ro ocupan e 
sto donde se encontraba e famoso Campo de Marte; as de ado 
opuesto, os antguos accesos a os |ardnes de Sausto y Lcuo, 
en e Pnco.
 En a ora opuesta de Tber (a a que se ega por e Puente de 
Santo  Ange,   antes   Pons   Eus)   dos   caes,   que  atravesan  un 
barro heterogneo y popuoso, conducen a a moderna gesa de 
San Pedro. En e perodo en que transcurre nuestra hstora, esa 
parte  de  a  cudad  tena  mucha  mayor   mportanca  que  en  e 
presente,   tanto  por   sus   dmensones   como  por   su  aspecto,   y 
evaba drectamente a a antgua Basca de San Pedro, que se 
evantaba   en   e   msmo   sto   que   ocupa   hoy   a   edfcacn 
moderna.
  Los   acontecmentos   que   se   narrarn   a   contnuacn   se 
desarroan por entero en as partes de a cudad que acabo de 
descrbr. A menudo nvtar a ector a acompaarme para partr 
de a cona Pncana, atravesar e Campo de Marte, cruzar e Pons 
Eus  y  egar   a  a  Basca  de  San  Pedro,   pero  e  evtar  toda 
necesdad  de  penetrar   en  runas   famares   o  orar   sobre  os 
sepucros de patrotas dos.
 No obstante, antes de regresar a os persona|es ya conocdos, o 
presentar a agunos nuevos, ser precso pobar as caes que he 
tratado  de  reconstrur.   Confo  en  que,   gracas  a  eo,   e   ector 
adqurr certa famardad con as maneras y as costumbres de 
os  romanos  de   sgo  V,   de  a  que  depende  fundamentamente 
esta hstora, y que me sento ncapaz de nstar medante una 
dsquscn fosfca sobre as caracterstcas de a poca. Unas 
pocas  pgnas  ustratvas  se  adaptarn  quzs  me|or  a  nuestro 
propsto   que   varos   vomenes   de   descrpcn   hstrca.   No 
exste ndce ms nequvoco de  carcter de un puebo que as 
caes de sus cudades.
 Se acerca a tarde. En a parte ms ampa de Campo de Marte 
se agopan grupos de personas a as puertas de un paaco. Se 
han   congregado   para   recbr   agunas   cestas   de   provsones, 
dstrbudas   con   ostentosa   cardad   por   e   propetaro   de   a 
mansn.   E   camor   y   a   agtacn   ncesantes   de   a   muttud 
mpacente   forman   un   extrao   contraste   con   a   ma|estuosa 
serendad de os ob|etos naturaes y artfcaes que a rodean.
  E   espaco  que  ocupan  es   de  forma  obonga  y  de  una  gran 
amptud.   Parte   de      consste   en   un   camno   de   csped 
sombreado   por   rboes,   y   parte  os   accesos   pavmentados   a 
paaco y a as termas que se evantan muy prxmas a . Ambas 
edfcacones  resutan  notabes  por  as  magnfcas  estatuas  que 
adornan   sus   fachadas   y   por   a   eeganca   y   profusn   de   as 
escanatas que es srven de acceso. Con otras edfcacones de 
nferor cadad, os mercados y sus propos |ardnes cubren una 
extensn sufcente para mpedr que a vsta egue ms a por 
uno   de   os   ados.   La   aparenca   de   monotona   que   en   otras 
crcunstancas  se  podra  crtcar  a  a  vastedad  y  reguardad  de 
sus   fachadas   bancas,   se  ve  agradabemente  nterrumpda  en 
este momento por varos todos de vvos coores coocados sobre 
sus  puertas  y  sus  bacones.   E   so   se  refe|a  en  eos  con  bro 
cegador; os adornos metcos de as ventanas reumbran como 
gemas  de  fuego;   hasta  os  rboes  de  sus  bosquecos  se  ven 
nundados   por   ese  bao  unversa   de  uz,   y,   a   gua   que  os 
ob|etos que os rodean, fracasan en e ntento de brndare a o|o 
fatgado frescura o reposo.
 Haca e norte, e mausoeo de Augusto, que se aza orguos en e 
ceo   brante,   atrae   de   nmedato   a   atencn.   Debdo   a   a 
poscn  que  ocupa,   parte  de  esa  nobe  edfcacn  ya  est  en 
sombras. No se observa a nngn ser humano en sus seoraes 
gaeras:   se   evanta   sotaro   y   subme,   encarnacn 
mpresonante de as emocones cuya ereccn quso representar.
  A   ado  opuesto  de   paaco  y  os  baos  queda  e   sendero  de 
csped ya menconado. Un espeso bosqueco, a cuyos rboes se 
trepan as enredaderas, proyectan sobre  una decosa sombra. 
Contempado desde certa dstanca, en sus nterstcos se atsban 
vestdos   de  vvos   coores,   grupos   de  fguras   en  acttudes   de 
reposo,   puestos   rebosantes   de  frutas   y  fores   e  nnumerabes 
estatuas de mrmo banco de faunos y nnfas de os bosques. De 
ese   decoso   retro   escapa   e   sondo   de   fuentes   de   aguas 
murmurantes, nterrumpdo ocasonamente por e susurro de as 
ho|as o as cadencas que|umbrosas de a fauta romana.
 Haca e sur, dos tempos paganos se azan en sotara grandeza 
entre  un  puado  de  monumentos  y  trofeos.   La  smetra  de  su 
construccn   orgna   permanece   an   ntacta,   sus   pares   de 
mrmo   banco  reucen  brantes  a  a  uz  de   so   como  antao, 
aunque ahora presentan a a mrada de observador un aspecto 
de   extraa   desoacn,   de   anmaa   y   msterosa   obreguez. 
Aunque   as   eyes   prohben   e   cuto   para   e   cua   fueran 
construdos,   e   brazo  de  a  reforma  no  se  ha  atrevdo  an  a 
condenaros  a  a  runa  n   a  adaptaros  a  propstos  crstanos. 
Nade  se  aventura  a  recorrer   sus  perstos  antes  atestados  de 
vstantes. No emerge de eos nngn sacerdote para anuncar e 
orcuo desde sus puertas; a sangre de os sacrfcos no corre 
por sus atares desnudos. Ba|o sus techos, vstados so por a uz 
que se cuea por as estrechas puertas, se azan, sn que nade os 
atenda n os adore, os poderosos doos de a antgua Roma. Las 
emocones  humanas,   que  otrora  os   tornara  omnpotentes,   os 
han reducdo a a condcn de pedra nanmada. La "Estrea de 
Orente" ha hecho desvanecer e tembe hao que una devocn 
cruenta te|era en torno a sus fguras. Abandonados y sotaros, 
se   azan   como   bregos   monumentos   a   a   mayor   fasedad 
orquestada por e ngeno de hombre.
 Ya he expuesto, por amaro de aguna manera, e escenaro que 
enmarca   e   cuadro   anmado   que   a   contnuacn   ntentar 
presentare  a   ector  medante  e   expedente  de  hacer  que  nos 
mezcemos con a muttud que permanece frente a as puertas 
de paaco.
 La muchedumbre se dvda en tres grupos: os reundos ante os 
escaones   que   conducan   a   paaco,   os   que   deambuaban 
arededor de os baos pbcos y os que reposaban a a sombra 
de   a   arboeda.   E   prmero   era   e   ms   consderabe   por   o 
numeroso,   y   porque   era   e   de   mayor   varedad   en   cuanto   a 
aspecto de sus membros. Compuesto por rufanes de a ms ba|a 
estofa de todos os confnes de mundo, se podra afrmar que, por 
su aspecto genera  y sus dmensones, era representatvo de a 
ms subme degradacn. Confados en su ruda undad cuya base 
era  a  comn  avdez,   esos  dgnos  cudadanos  descargaban  su 
nsoenca  en  todo  y  en  todas  dreccones,   con  una  neggente 
mparcadad   que   habra   de|ado   pequeos   os   ms   extosos 
esfuerzos  de  as  turbas  modernas.   E   buco  de  sus  voces  era 
terrbe. Las toscas madcones de os gaos ebros, os agudezas 
cencosas de os afemnados gregos, a rudosa satsfaccn de 
os  romanos  natvos,   a  camorosa  ndgnacn  de  os  rrtabes 
|udos,   todas   a   unsono   formaban   un  coro   nnterrumpdo   de 
sondos dscordantes. Y os sentdos de a vsta y e ofato no se 
vean ms agradabemente mpresonados que e de odo por a 
anmaa  concentracn.   |uventud  mpdca  y  ve|ez  rreverente, 
mu|eres brutaes y hombres cobardes, morenos etopes untados 
de apestosos acetes, estdos brtanos mugrentos, esas y otras 
cen   varadas   combnacones,   ms   para   magnar   que   para 
detaar, recamaban a atencn en todos os puntos. Descrbr os 
oores   que   e   caor   haca   exhaar   a   esa   hrvente   mezca   de 
muchas  nmundcas  equvadra  a  obgar   a   ector   a  cerrar   e 
bro;   prefero  retornar   a  a  dstrbucn  que  era  a  causa  de 
envecedor tumuto, y que conssta en a entrega o me|or, e 
anzamento a a muchedumbre de pequeos cestos de carne 
asada acompaados de frutas y vegetaes de os ms correntes 
por parte de os srventes de nobe que ofreca e festn. La pebe 
se gozaba en a abundanca que as  se e donaba. Se anzaban 
sobre ea como bestas sava|es, a devoraban como cerdos, o se 
a evaban como sateadores, a tempo que, seguros en e ugar 
ato  que  ocupaban,   os   proveedores   de  ese  banquete  pbco 
expresaban su despreco por sus rudosos benefcaros tapndose 
as  narces,   cubrndose  os  odos,   vovndoes  as  espadas  y 
hacendo   otras   demostracones   mudas   de   seora   y   extrema 
repugnanca.   Sus   gestos   no   escapaban   a   a   atencn   de   os 
membros de a turbamuta que, despus de sacada e hambre, 
haban   recobrado   e   uso   de   a   engua,   y   que   anzaban   un 
ncesante torrente de nsutos a os crados de su benefactor.
 Mra a esos tpos! grt uno; son os srventes de nuestro 
festn y se buran de nosotros en nuestras caras! Aba|o con os 
cochnos adrones de cocnas!
 Muy ben dcho, Davo; pero, qun puede acercrsees? Hasta 
a esta dstanca apestan!
  Esos   snvergenzas   repodrdos   tenen   narces   de   perros   y 
fguras de cabra.
 Despus se evant un coro de voces:
 Aba|o con eos! Aba|o con eos!
  En  medo  de  os  grtos,   un  berto  ndgnado  se  adeant  para 
amonestar a a muttud y recb, como premo a su temerdad, 
una uva de proyectes y un torrente de nsutos, despus de os 
cuaes un enorme carncero grasento, azado sobre os hombros 
de su compaero, e drg as sguentes paabras.
  Por e  ama de  emperador,  s  pudera acercarme,  rufn, te 
descuartzara con as manos! Brbn sonrente que se bura de 
os dems! Suco aduador que ensuca a terra que psa! Por a 
sangre  de  os  mrtres,   s   e  echara  encma  as  barreduras  de 
matadero no sabra cmo mparse!
 T, andra|o vvente! rug un vecno de ndgnado carncero
, crtcas a os nvtados de tu amo, cuando as raspaduras de 
sus   pee|os   vaen  ms   que  todo  tu  caparazn?   Es   ms   fc 
fabrcar   una   copa   de   crneo   de   una   puga   que   un   hombre 
honrado de un merodeador nocturno y un vano como t!
  Saud y prosperdad para nuestro nobe anftrn! grt una 
seccn  de  a  agradecda  muttud  aprovechando  que  e   tmo 
orador haca una pausa para resprar.
 Muerte a todos os brbones parstos! vocfer otro.
 Honor a os cudadanos de Roma! rug un tercer grupo con 
moderado entusasmo.
 Dade a berto nuestros huesos para que os monde! ch 
un chquo que estaba en as oras de a muttud.
  E  ngenoso conse|o fue segudo de nmedato, y a pebe de| 
escapar   un   grto   de   trunfo   cuando   e   desventurado   berto, 
asustado   por   una   nueva   ronda   de   proyectes,   se   retr   con 
gnomnosa rapdez a buscar refugo en os saones de su patrn.
 En e breve y expurgado e|empo de a "chara de sobremesa" de 
una  turba  romana  que  me  he  aventurado  a  mostrar,   e   ector 
percbr a extraordnara mezca de servsmo e nsoenca que 
caracterzaba   no   so   as   conversacones,   sno   tambn   as 
accones de os estratos ms ba|os de a socedad en e perodo 
sobre  e   cua   versa  nuestra  hstora.   Por   un  ado,   oprmdas  y 
degradadas hasta un nve de msera dfcmente concebbe para 
e   pbco  de  nuestros   das,   as   cases   ms   pobres   de  Roma 
gozaban,   por  e   otro,   de  ta   grado  de  cenca  mora   y  de  taes 
prvegos   potcos   que   su   vandad   son|eada   ahogaba   sus 
sentmentos   de   ndgnacn.   Escavas   en   su   tempo   de 
servdumbre,   amas  en  sus  horas  de  recreo,   consttuan,   como 
case, una de as ms sorprendentes anomaas socaes que haya 
exstdo  en  nacn  aguna,   y  eran,   por   su  pegrosa  y  artfca 
poscn,   una   de   as   ms   mportantes   causas   nternas   de   a 
decadenca de Roma.
  La  escanata  de  as  termas  estaba  cas   tan  atestada  como  e 
espaco   frente   a   a   edfcacn   vecna.   Ros   ncesantes   de 
personas que egaban y partan recorran as grandes a|as de sus 
perstos de mrmo. Esa muttud, aunque compuesta en parte 
por  a  msma  case  de  personas  que  as  congregadas  frente  a 
paaco,   presentaba  certa  aparenca  de  respetabdad.   Aqu   y 
a, nterrumpendo a opaca monotona de as masas de tncas 
sucas, se dscerna a refrescante vsn de un vestdo mpo, o a 
novedad que no poda menos que agradecerse, de una persona 
agracada.   Se   haban   formado   pequeos   grupos   o   ms 
apartados posbe de a vecndad de os rudosos pebeyos que 
se   encontraban   enfrascados   en   anmadas   conversacones   o 
sucumban a a astud producda por e bao recente. Un nstante 
de  atencn  a   tema  de  a  chara  de  os  ms  actvos  de  esos 
ndvduos   nos   ayudar   a   prosegur   nuestras   ndagacones 
socaes.
  La voz ms ata de entre os que conversaban provena en ese 
momento de un hombre ato, degado, de aspecto snestro, que 
arengaba a un pequeo grupo de oyentes con gran vehemenca y 
fudez.
  Te  dgo,   Soco  d|o,   vovndose  sbtamente  haca  uno  de 
sus compaeros, que a menos que se aprueben nuevas eyes 
de escavos, m profesn desaparecer. La hacenda de m patrn 
necesta un abastecmento ncesante de esos desgracados. Hago 
o que puedo para satsfacer a demanda, y e nco resutado de 
m  traba|o es que esos ma  nacdos ponen en pegro m  vda o 
huyen con toda mpundad para unrse a as cuadras de adrones 
que nfestan nuestros bosques.
  Creme que o sento por t; pero, qu cambos ntroducras 
en as eyes de escavos?
  Autorzara  a  os  mayordomos  a  a|ustcar   sumaramente  a 
todos os escavos que consderaran revotosos, para que srvera 
de e|empo a os dems!
 Y de qu te vadra ese permso? Son necesaros, y esa ey os 
extermnara en pocos meses. Acaso no es posbe amansaros 
con   e   traba|o,   su|etar   su   fuerza   con   cadenas   y   vencer   su 
obstnacn encerrndoos en cedas?
 Todo eso he hecho, pero o os mata a dscpna o escapan de 
sus prsones. Ahora tengo trescentos escavos en as hacendas 
de   m   patrn.   Poco   tengo   que   que|arme   de   os   nacdos   en 
nuestras terras. Es certo que muchos de eos comenzan e da 
entre soozos y o termnan con a muerte; pero en su mayora, 
gracas a su racn dara de azotes, son toerabemente sumsos. 
Son os desgracados que me he vsto obgado a comprar entre 
os prsoneros de guerra y os habtantes de as cudades que se 
han evantado en armas os que me causan esta nsatsfaccn. 
Los castgos no producen efectos en eos, se muestran sempre 
ndoentes,   huraos,   desesperados.   E   otro  da  dez  de  eos  se 
envenenaron cuando traba|aban en e campo; y otros cncuenta, 
despus  de  ncendar   una  vvenda  en  a  fnca  cuando  vov   a 
espada,   escaparon  para  unrse  a  una  cuadra  de  os  suyos,   y 
ahora  son  asatantes  en  e   bosque.   No  obstante,   esos  son  os 
tmos   de   a   mesnada   que   perpetrarn   taes   detos.   He 
adoptado un pan, con a aprobacn de m patrn, que a partr de 
ahora os amansar con toda efcenca!
 Ests en bertad para contaro?
  Por as aves de San Pedro, s me gustara que se practcara 
en  todas  as  hacendas  de  a  nacn!  Se  trata  de  o  sguente: 
cerca  de  un  ago  sufuroso  que  queda  a  certa  dstanca  de  m 
casa en e campo hay un terreno pantanoso, en e que aqu y a 
se pueden ver as runas de un antguo matadero. Me propongo 
excavar en ese ugar varas cavernas subterrneas, cada una de 
as  cuaes  tendr  capacdad  para  vente  hombres.   A   dormrn 
ms  escavos  evantscos  tras  a  abor   de   da.   Las  entradas  se 
causurarn   hasta   a   maana   con   una   gran   roca   en   a   cua 
grabar   a   sguente   nscrpcn:   "Estos   son   os   dormtoros 
nventados por Gordano,  mayordomo de  nobe Saturnno, para 
guardar a os escavos rebedes."
  Tu  pan  es  ngenoso;   pero  sospecho  que  tus  escavos  (tan 
nsensbes   a   as   fatgas   son   esos   brutos)   dormrn   tan 
despreocupadamente  en  sus   nuevos   dormtoros   como   en  os 
ve|os.
 Dormr! E reposo de que dsfrutarn ser de una espece muy 
pecuar.   E   hedor   de   ago  sufuroso  es   har  resprar   aromas 
nauseabundos cuando descansen sobre su echo de odo. E eo 
con e que se ungrn ser a baba de os reptes de pantano. Sus 
perfumes qudos sern as gotas de agua estancada que cagan 
de   techo  de  su  acoba.   Su  msca,   e   croar   de  as  ranas  y  e 
zumbdo de os mosqutos; y en cuanto a sus gaas, se adornarn 
con taras de gusanos y broches de escaraba|os y sapos. Dme 
ahora,   sagaz  Soco,   an  crees  que  ms  escavos  dormrn  en 
medo de esos u|os?
 No, morrn.
 De nuevo te equvocas. Ouzs madgan y desvaren, pero eo 
no   tene   mayor   consecuenca.   Traba|arn   ms   tempo   en   a 
superfce   para   acortar   e   perodo   de   su   reposo   subterrneo. 
Despertarn en cuanto se es ame y acudrn a m menor gesto. 
No tengo temor de que mueran!
 Te rs pronto de Roma?
  Sago esta tarde, y me evo conmgo un grupo de ayudantes 
de  confanza  que  me  permtrn  e|ecutar   m   pan  sn  demora. 
Ads, Soco!
 Ads, oh t, e ms ngenoso de os mayordomos!
  Cuando  e   dgno  Gordano  arranc  a  camnar,   hnchado  con  a 
vandad de su nuevo proyecto, atra|eron su atencn os gestos y 
e   tono   de   un   hombre   en   torno   a   cua   se   arremonaba   un 
pequeo grupo de personas en un rncn remoto de prtco que 
estaba a punto de abandonar. La curosdad era un ngredente 
tan conspcuo de su carcter como a cruedad. Se ocut tras a 
base  de  un  par  cercano;  y  como  a  frecuente  repetcn  de  a 
paabra "godos" eg a sus odos (ya que os nformes sobre a 
nmnente nvasn de esa nacn ya haban egado a Roma), se 
dspuso  a  escuchar   con  e   mayor   nters  as  paabras  de   que 
hababa.
  Los  godos!   excam  e   hombre  con  os  acentos  graves  y 
concentrados   de  a  desesperacn.   Acaso  hay  aguno  entre 
nosotros a quen estos nformes de su avance haca Roma no e 
nspren   esperanza   en   vez   de   terror?   Tendremos   acaso   una 
oportundad  de  azarnos  de  a  degradacn  en  que  nos  sumen 
nuestros  superores  mentras  que  ese  hata|o  de  veedosos  sn 
corazn y cobardes desvergonzados no sea barrdo de a faz de a 
terra que contamna?
 Tus sentmentos sobre as amarguras de nuestra stuacn son 
sn   duda   totamente   |ustos   observ   un   hombre   gordo   y 
pomposo a quen ban drgdas as anterores paabras pero no 
puedo  desear   os  cambos  en  os  que  con  tanto  ardor   confas. 
Pensa   en   a   gnomna   que   supondra   ser   conqustados   por 
brbaros!
  Yo no gozo de nnguno de os prvegos que otorga m pas. 
Ou nters puedo tener en mantener su honor?... s es que de 
honor se trata! contest e prmero que haba habado.
 No! Tus expresones son demasado severas. Ests demasado 
descontento para ser |usto.
  Seguro?  Escchame  un  momento  y  cambars  de  opnn. 
Aqu me ves, superor por m porte y m aparenca a aque rebao 
de pebeyos que est a. Pensas, sn duda, que vvo satsfecho, 
que no me preocupan ms futuras necesdades personaes. Ou 
dras s te contara que s quero una comda, un abergue para a 
noche, una tnca mpa para maana debo robar o aduar a un 
gran   persona|e   para   conseguros?   Pues   as   es.   Carezco   de 
esperanzas y de amgos; estoy desamparado. En todo e mpero 
no  hay  un  traba|o  honesto  en  e   cua   pueda  refugarme.   Debo 
convertrme en un acahuete o un parsto en e trano a suedo 
de un grupo de escavos o en e serv acayo de un nobe para 
no morr de hambre en as caes o robar a mano armada en os 
bosques! Eso es o que soy. Ahora escucha o que fu. Nac bre. 
Hered de m padre una fnca que  haba defenddo con xto de 
as embestdas de os rcos, a expensas de su comoddad, de su 
saud  y  de  su  vda.   Cuando  o  suced   en  a  posesn  de  esas 
terras, decd protegeras con tanto fervor como o haba hecho 
.   Traba|  sn  reposo.   Amp  m   hogar,   me|or  ms   campos, 
aument  ms  rebaos.   Hce  caso  omso,   una  tras  otra,   de  as 
amenazas, y derrot as marrueras de ms nobes vecnos, que 
deseaban hacerse de m fnda para ncrementar a grandeza de 
sus hacendas. Con e tempo me cas y tuve un h|o. Crea ya que 
haba  sdo  eegdo  de  entre  os   de  m   condcn  para  ser   un 
hombre   afortunado,   cuando   una   noche   me   atacaron   unos 
adrones:   eran   escavos   evados   a   a   desesperacn   por   a 
cruedad   de   sus   opuentos   amos.   Arrasaron   ms   campos,   me 
despo|aron de ms rebaos. Cuando ped |ustca, se me d|o que 
vendera   ms   terras   a   quenes   podan   defenderas:   a   os 
acaudaados nobes cuya trana era a causa de que se hubera 
organzado a cuadra  de nfeces  que  me  haba  despo|ado  de 
ms   benes,   y   a   cuyos   tesoros   ma   habdos   e   goberno   se 
compaca en brndares a proteccn que es haba negado a ms 
honrados ahorros. Orguoso, decd segur sendo ndependente. 
Pant  nuevos   cutvos.   Con  e   poco  dnero  que  me  quedaba, 
contrat nuevos servdores y compr ms rebaos. Acababa de 
recuperarme  de  m   prmer   desastre  cuando  fu   vctma  de  una 
segunda   caamdad.   Nuevamente   fu   atacado.   Esta   vez 
dsponamos de armas e ntentamos defendernos. M esposa fue 
asesnada ante ms o|os; m casa, quemada hasta os cmentos; 
so  yo  escap,   sado  por   ms  herdas;   poco  despus  m   h|o 
enferm  y  mur.   Me  qued  sn  esposa,   sn  descendente,   sn 
casa,   sn  dnero.   Ms  campos  an  se  extendan  a  m   arededor, 
pero no tena quen os cutvara. Los muros de m casa seguan 
derrumbados   a   ms   pes,   pero   no   tena   quen   os   vovera   a 
evantar, n quen os habtara s se evantaban. Las terras de m  
padre   se   haban   convertdo   en   un   pramo.   Era   demasado 
orguoso para venderas a ms rcos vecnos. Prefer abandonaras 
antes  que  veras  en  as  garras  de  un  trano  cuyo  ttuo  haba 
vencdo  a  m   aborosdad,   y  que  ahora  se  |acta  de  que  puede 
recorrer dez eguas de su propedad senatora sn contamnarse 
por   a  cercana  de  a  propedad  de  un  gran|ero.   Sn  casa,   sn 
hogar,   sn   amgos,   he   vendo   soo   a   Roma   en   m   afccn, 
ndefenso  en  m   degradacn.   Te  sorprende  ahora  que  no  me 
mporte e honor de m pas? Le habra servdo con m vda y ms 
benes cuando era dgno de servco; pero me ha abandonado, y 
no me mporta qun o conquste. A os godos es dgo |unto a 
mes   que   sufren   as   msmas   trbuacones   que   padezco: 
"Entrad por nuestras puertas! Derrbad nuestros paacos hasta 
sus cmentos! Confunddnos, s quers, en una msma matanza, 
a  as  vctmas  con  os  tranos!   Vuestra  nvasn  traer  nuevos 
amos   a   pas.   No   pueden   apastaro   ms;   quzs   o   oprman 
menos. Ta vez nuestra progene conquste sus derechos merced 
a sacrfco de unas vdas que nuestro pas ha despo|ado de vaor. 
Aunque somos romanos, estamos prestos a sufrr y someternos!
 Se detuvo, porque ya para ese entonces se haba exctado hasta 
a fura. Sus o|os reumbraban, sus me|as estaban encenddas, 
su voz era cada vez ms ata. S hubera tendo a ms eve vsn 
de   destno   que   as   pocas   futuras   e   reservaban   a   a 
descendenca  de  os  que,   como  ,   sufran  entonces  a  todo  o 
argo de a cvzada Europa; s hubera poddo magnar que, con 
e correr de os aos, a "case meda", desprecada en sus das, 
egara a gozar de prvegos y poder, a sostener en sus |ustas 
manos e equbro de a prosperdad de as nacones, a apastar 
a  opresn  y  reguar   os  gobernos,   a  eevarse  en  ma|estuoso 
vueo sobre tronos, prvegos, rangos y rquezas, aparentemente 
obedente, pero en readad a mando; s o hubera poddo prever, 
qu  uz  no  habra  rrumpdo  en  su  trsteza,   qu  esperanza  no 
habra camado su desesperacn!
 Es dfc decr a qu otros extremos podra habero evado su ra, 
de qu maqunacones podra habero hecho vctma e ndgnado 
Gordano,   que  an  escuchaba  desde  su  escondte;   porque  as 
que|as de nfortunado gran|ero y as medtacones de autortaro 
mayordomo   se   veron   sbtamente   nterrumpdas   por   un 
estruendo que se az en ese momento en torno a un carrua|e 
que acababa de sar de paaco que se ha descrto antes.
  E   vehcuo   pareca   hecho   todo   de   pata.   A   su   arededor 
onduaban cortnas de seda bordada, ornamentos de oro estaban 
ncrustados en sus pudos costados, y su ocupante no era otro 
que e nobe que haba regaado a a pebe as cestas de carne. La 
gentuza   reunda   frente   a   as   puertas   de   paaco   se   haba 
enterado de hecho. No se poda desperdcar esa oportundad de 
mostrar e |bo que es provocaba su su|ecn, e rea servsmo 
que ocutaba su magnara ndependenca; en consecuenca, os 
reundos   entonaron  ta   torrente  de  camorosa  grattud  cuando 
aparec  su  anftrn  que  un  forastero  habra  pensado  que  en 
Roma se desarroaba una revueta. Sataban, corran, danzaban 
en torno a os cabaos corcoveantes, anzaban a are sus cestas 
vacas y se daban aprobadoras pamadas en sus "beos ventres 
redondeados". A medda que e carrua|e avanzaba, de todos ados 
acudan nuevos recutas y e  tumuto adqura mayor magntud. 
Los tmdos huan a su paso, os rudosos grtaban con eos, os 
osados   se   unan   a   sus   fas;   y   e   sonsonete   constante   de 
aborozado coro era: "Saud a  nobe Pompono! Prosperdad a 
os   senadores   de   Roma,   que   nos   regaan   su   comda   y   nos 
conceden  a  entrada  bre  a  sus   teatros!   Gora  a  Pompono! 
Gora a os senadores!"
 E destno pareca compacerse ese da en satsfacer a nsacabe 
curosdad de mayordomo Gordano. Los grtos de a muttud que 
segua  a   carrua|e  que  se  ae|aba  acababan  de  perderse  en  a 
dstanca cuando egaron a su odo as voces de dos hombres que 
conversaban en tono confdenca de otro ado de par donde se 
encontraba. Ech una mrada cauteosa y vo que se trataba de 
dos sacerdotes.
  Ou bufn es este Pompono! d|o una de as voces. Va a 
recbr   a  absoucn  y  va|a  en  su  carroza  ofca,   como  s   se 
preparara   para   ceebrar   un   trunfo   y   no   para   confesar   sus 
pecados!
 Ha cometdo, entonces, aguna nueva mprudenca?
  As   es,   por  desgraca!  Para  ser  un  senador  padece  de  una 
terrbe fata de dscrecn! Hace unos das, presa de un arrebato 
de pasn, e anz una copa a una de sus escavas. La muchacha 
mur en e acto, y su hermano, que tambn est a su servco, 
amenaz   con   tomarse   una   nmedata   venganza.   Para   evtar 
consecuencas  desagradabes  para  su  cuerpo  morta,   Pompono 
ha  envado  a   ndvduo  a  sus  propedades  de  Egpto;   y  ahora, 
para tomar as msmas precaucones con respecto a benestar de 
su   ama,   va   a   pedre   a   absoucn   a   nuestra   sagrada   y 
benefactora Igesa.
  Me   temo   que   estas   ncesantes   absoucones   conceddas   a 
hombres  demasado  neggentes  para  tomarse  e   traba|o  de  a 
menos  fngr   arrepentmento  por   sus  crmenes  termnarn  por 
per|udcarnos a os o|os de puebo.
  Ou  mportanca  tenen  os  sentmentos  de   puebo  cuando 
tenemos de nuestro ado a sus gobernantes? La absoucn es e 
ensamo que mantene su|etos a os bertnos de Roma a nuestra 
vountad. Sabemos qu fue o que hzo convertrse a Constantno: 
son|a potca y absoucn; e puebo afrma que fue a sea de 
a Cruz.
  Es   certo  que  Pompono  es   rco   y   que  puede  ncrementar 
nuestras rentas, pero aun as e temo a a ndgnacn de puebo.
 No temas nada; pensa durante cuan argo tempo se somet a 
as  antguas  nsttucones  y  duda,   s   puedes,   de  que  ogremos 
amodaro  a  nuestros  deseos.   Cuaquer  mentra  trunfar  sobre 
una muttud, sempre que e nstrumento empeado para ponera 
en prctca sea una regn.
  Las   voces   caaron.   Gordano,   que  an  conservaba  una  vaga 
ntencn de denuncar a  gran|ero fugtvo ante as autordades 
senatoraes,   empe  a  bertad  en  que  e   senco  de  os  dos 
sacerdotes   de|aba  a  su  atencn  para   voverse  a   mrar   a  su 
pretendda vctma. Para su sorpresa, vo que e hombre se haba 
apartado  de  os  nterocutores  a  os  cuaes  se  drgera  antes  y 
estaba   en   otra   parte   de   prtco,   enfrascado   en   una   ntensa 
conversacn  con  un  ndvduo  que  pareca  habrsee  reundo 
haca unos momentos, y cuyo aspecto era tan amatvo que e 
mayordomo ya se haba adeantado unos pasos para ograr vero 
con ms cardad, cuando una vez ms o hceron detenerse as 
voces de os sacerdotes.
  Dudando   durante   unos   nstantes   acerca   de   a   qu   ob|eto 
consagrar  su  nescrupuosa  atencn,   regres  mecncamente  a 
su poscn orgna. Sn embargo, a poco tempo a ansedad por 
enterarse de msteroso ntercambo que sostenan e gran|ero y 
su   amgo   super   a   deca   que   e   produca   desentraar   os 
secretos  teogcos  de  os  sacerdotes.   Se  vov  una  vez  ms, 
pero   para   su   sorpresa,   os   ob|etos   de   su   curosdad   haban 
desaparecdo. Sa de prtco y os busc en todas dreccones, 
pero se haban perddo de vsta. Irrtado y chasqueado, retorn, 
como tmo recurso, a par donde haba de|ado a os sacerdotes, 
pero  e   tempo  que  consumera  en  buscar  a  una  de  as  partes 
haba   resutado   fata   para   su   reencuentro   con   a   otra.   Los 
hombres de gesa se haban do.
  Sufcentemente castgado en su curosdad por ese fracaso, e 
mayordomo  se  encamn,   tozudo,   haca  a  cona  Pncana.   S 
hubera  proceddo  en  a  dreccn  opuesta,   haca  a  Basca  de 
San  Pedro,   se  habra  encontrado  de  nuevo  en  a  vecndad  de 
gran|ero y su amatvo amgo, y se habra enterado de tema de 
su conversacn tanto como pretendo que o haga e ector en e 
curso de sguente captuo.
CAPT"LO I$
LA I#LESIA
  En e ao 324, en e ugar donde a voz pbca aseguraba que 
haba tendo ugar e martro de San Pedro, y sobre as runas de  
Crco   de  Nern,   Constantno   erg  a   gesa  que  evaba  por 
nombre e de Basca de San Pedro.
  Durante doce sgos, esa edfcacn, construda por un hombre 
famoso por sus asesnatos y su despotsmo, se mantuvo ncume 
en medo de as conmocones que a o argo de ese proongado 
perodo devastaron e resto de a cudad. A cabo de ese tempo 
fue  demoda  hasta  sus  cmentos,   a  pesar   de  su  reverenda  e 
ustre antgedad, por e Papa |uo II, para ser susttuda por a 
gesa actua.
  Es   haca   a   estructura   que   se   mantuvo   en   pe   durante   m 
doscentos aos, evantada por manos manchadas de sangre y, 
sn embargo, preservada como una estrea de paz a o argo de 
tormentosos sgos de guerra, que quero ahora drgr a atencn 
de ector. Lo que e arte ha hecho por a gesa actua, o hzo e 
tempo por a antgua. S a una es ma|estuosa a os o|os por su 
grandeza, a otra es santa para a memora por su antgedad.
  Mentras  que  a  construccn  de  esa  gesa  conmemoraba  a 
trunfante mpantacn de  crstansmo como regn de Roma, 
su   desarroo   refe|   todos   os   cambos   que   a   ambcn,   e 
dspendo o a frvodad de os sacerdotes ntrodu|o en e esprtu 
de   nuevo   cuto.   A   nco   se   az   maravosa   e   mponente, 
hermosa  en  todas  sus  partes  como  a  regn  a  cuya  gora  se 
ergera.   Vastos   prtcos   de   prfdo   ornaban   sus   accesos   y 
rodeaban  una  fuente  cuyas  aguas  brotaban  de  a  fgura  de  un 
ggantesco   pno   de   bronce.   Cuarenta   y   ocho   coumnas   de 
precoso  mrmo   servan  de  apoyo  a  cada  una  de  sus  dobes 
naves  ateraes.   Su  techo  pano  estaba  adornado  con  vgas  de 
meta   dorado,   rescatadas   de  a   perversn  de  varos   tempos 
paganos. Sus paredes estaban decoradas con grandes pnturas de 
temas   regosos,   y   su   confesonaro   tena   ncrustacones   de 
eegantes  mosacos.   As   se  azaba  en  sus  ncos,   smpe  pero 
subme, mponente pero atractva, embema de a aborada de 
cuto que deba representar. Pero cuando, arrogantes por e xto 
obtendo,   os  sacerdotes  empezaron  a  servrse  de   crstansmo 
como va para acceder a a potca y a poder, e aspecto de a 
gesa comenz a cambar pauatnamente. A medda que, enta e 
nsensbemente, e hombre, ambcoso, amonton as mpurezas 
de  sus  msteros,   sus  doctrnas  y  sus  dsputas  sobre  a  prstna 
pureza  de  a  estructura  que  Dos  haba  puesto  en  sus  manos, 
estrdentes   adornos   y   meretrcas   ateracones   comenzaron   a 
mancar   a   ma|estuosa   Basca,   hasta   que   a   amenazante   y 
reprobadora  aparcn  de  |uano  e   Apstata  hzo  que  tanto  a 
gesa   como   sus   servdores   veran   sbta   y   enrgcamente 
frenado e curso de su depravacn.
  Una   vez   superado   e   breve   perodo   de   renacmento   de   a 
doatra,   os   sacerdotes,   sn   hacer   caso   de   a   advertenca 
recbda, se deron otra vez, con renovados bros, a a tarea de 
trastocar o que tanto en os Evangeos como en a Igesa fuera 
smpe en otra poca. Da tras da pubcaban nuevos tratados, se 
enzarzaban   en   feroces   controversas,   naufragaban   en   nuevas 
sectas; y da tras da ateraban ms y ms e otrora nobe aspecto 
de  a  antgua  Basca.   Cogaban  sus  repusvas  requas  de  os 
gruesos muros; empotraban sus cros dmnutos en os gorosos 
pares; entrete|an sus oras abgarradas en os maczos atares. 
Aqu puan, a bordaban. Dondequera que haba una ventana, 
cogaban cortnas de coores estrdentes; dondequera que haba 
una estatua, a accaaban con fores artfcaes; dondequera que 
haba un recnto soemne, profanaban su obreguez regosa con 
una   uz   ndscreta;   hasta   que   (egado   e   perodo   de   esta 
narracn) haban ogrado cambar tan totamente e aspecto de 
edfco que ms pareca una |uguetera pagana que una gesa 
crstana. Certo que aqu y a un par o un atar se mantenan 
sn mcua  como  en os tempos  antguos,  tan dscrepantes  de 
barato que os rodeaba como as ctas de as Escrturas en os 
sermones de a poca. Pero en o que toca a aspecto genera de 
a  Basca,   as   goras   serenas   de  sus   prmeros   das   parecan 
rrevocabemente arrunadas e das.
  Despus  de  o  dcho  sobre  a  edfcacn,   e   ector   no  tendr 
mayor dfcutad para magnar que a paza en a que se azaba 
haba perddo con mayor rapdez que a propa gesa a eevacn 
de  carcter   que  pudo   haber   posedo   en  otros   tempos.   S   a 
catedra   pareca   ahora   una   nmensa   |uguetera,   sus   prtcos 
anexos haban egado a adoptar e aspecto de os puestos de una 
enorme fera.
 E da, a cuyo ocaso ya se hzo ausn en e captuo precedente, 
se  acercaba  veozmente  a  su  fn  cuando  os  habtantes  de  as 
caes de a ora occdenta de Tber se aprestaban a sumarse a 
a   muchedumbre   que   vean   pasar   |unto   a   sus   ventanas   en 
dreccn a a Basca de San Pedro. La causa de esa repentna 
confuenca de a corrente popuar en una nca dreccn comn 
resutaba  sufcentemente  cara  para  todos  os  curosos  que  se 
encontraban cerca de una gesa o de un edfco pbco, dada a 
aparcn  en  taes  ugares  de  un  gran  pergamno  profusamente 
umnado, eevado sobre un poste y preservado de contacto con 
a   nqustva   pebe   por   dos   sodados   armados.   Los   anuncos 
nsertados   en  esos   extraos   cartees   eran  todos   de  a  msma 
naturaeza  y  estaban  drgdos  a   msmo  fn.   En  todos  eos,   e 
Obspo   de   Roma   es   nformaba   a   "sus   pos   y   honorabes 
hermanos", os habtantes de a cudad, que como a da sguente 
se  conmemoraba  un  anversaro  de   Martro  de  San  Lucas,   esa 
noche se ceebrara una vga en a Basca de San Pedro y que, 
en  consderacn  a  a  mportanca  de  a  ocasn,   se  exhbran 
antes   de   comenzo   de   a   ceremona   as   precosas   requas 
asocadas a a muerte de  santo, convertdas ya en nestmabe 
egado de a Igesa, consstentes en una rama de ovo en e cua 
se ahorcara a San Lucas, un pedazo de a soga ncudo e nudo
 con que se rodeara su cueo y un cuadro de a Apoteoss de a 
Vrgen  pntado  por   su  propa  mano.   Tras  agunas  otras  frases 
expresvas  de   pesar   por   os  sufrmentos  de   santo,   que  nade 
ey   y   que   resuta   nnecesaro   reproducr   aqu,   a   procama 
contnuaba seaando que en e curso de a vga se predcara 
un sermn y que ms tarde se encendera a gran araa de dos 
m   cuatrocentas  veas  para  umnar   a  gesa.   Fnamente,   e 
dgno  obspo  amaba  a  todos  os  membros  de  su  rebao,   en 
consderacn a a soemndad de da, a abstenerse de paceres 
sensuaes,   a   fn   de   que   puderan   contempar   ms   padosa   y 
decorosamente os sagrados ob|etos que se exhbran, y dgerr e 
amento esprtua que se ofrecera a su entendmento.
 Tenendo en cuenta a muestra que ya hemos dado de carcter 
de  a  pebe  de  Roma,   quzs  resute  nnecesaro  decr   que  as 
grandes atraccones de ese men teogco eran as requas y a 
araa. La eocuenca en e pupto y as soemndades de a vga, 
por s soas, tendran que haber exhbdo durante un argo tempo 
sus ms sobros encantos antes de ograr atraer a as caes a una 
cncuentava   parte   de   a   nmensa   muttud   que   ahora   se 
apresuraba en dreccn a a profanada Basca. Tan vasta era a 
muchedumbre que pronto se congreg, que as avanzadas de 
os   curosos   ya  enaban  a  gesa  a  rebosar   antes   de  que  a 
retaguarda pudera ver sus prtcos a o e|os.
  Por   ms   nsatsfechos   que   se   puedan   haber   sentdo   os 
cudadanos que se veron excudos de tempo, o certo es que 
encontraron una poderosa compensacn en os entretenmentos 
que encontraron en a Paza, cuyos ocupantes parecan no hacer 
e   menor   caso   de   as   admoncones   de   obspo   acerca   de 
comportamento  decoroso  que  recamaba  a  soemndad  de  a 
fecha.   Como   en   aberto   desafo   a   a   compostura   y   e   orden 
recomendados  por  e   cero,   en  as  grandes  osas  de  pedra  de 
ampo espaco que quedaba frente a a gesa se evaban a cabo 
exhbcones   popuares   de   os   ms   dversos   tpos.   Baarnas 
cae|eras   practcaban   en   todos   os   stos   bres   os   "gros 
onduantes" tan eocuentemente condenados por e dgno Amano 
Marceno,   de   crcunspecta   e   hstrca   memora.   Puestos 
atestados de requas de dudosa autentcdad; cestas enas de 
pro|os   resmenes   manuscrtos   de   manuaes   furbundamente 
pomcos; mgenes paganas reconvertdas en fguras de santos; 
representacones   pctrcas   de   arranos   presas   de   as 
convusones   de   nferno   y   de   mrtres   baados   por   una   uz 
ceesta:   todo   eo   tentaba,   procedente   de   as   ms   dsmes 
dreccones,   hasta   a   os   ms   padosos   de   os   espectadores. 
Crcuaban cocneros con sus utensos a a espada; trafcantes 
de escavos rvaes recamaban a grtos a os centes; vendedores 
de vno predcaban a fosofa bquca trepados en sus barres; 
agunos poetas rectaban os versos que tenan a a venta; unos 
sofstas   sostenan   dscusones   destnadas   a   convertr   a   os 
vacantes   y   de|ar   perpe|os   a   os   gnorantes.   E   movmento 
ncesante y e ncesante rudo parecan ser a soa compensacn 
que procuraba a muttud frustrada por su excusn de a gesa. 
S   un   forastero,   tras   eer   a   procama   de   da,   se   hubera 
encamnado   a   a   Basca   para   recrear   a   vsta   con   a 
contempacn de a ustre agomeracn humana descrta por e 
obspo como "sus pos y honorabes hermanos", a mezcarse en 
ese momento con a muttud seguramente habra dudado de a 
verdad  de  a  apeacn  epscopa   o  es   habra  atrbudo  a  os 
cudadanos   ese   refnamento   de   a   vaa   ntrnseca   cuya 
naturaeza es demasado eevada para nfur sobre e carcter de 
comportamento pbco.
  A a puesta de so, nada poda haber de ms pntoresco que e 
panorama   de   a   |ubosa   escena   contempado   desde   certa 
dstanca.   Los  rayos  de  un  ro|o  ntenso  de  a  umnara  que  se 
pona proyectaban su fugor, en parte desde atrs de a gesa, 
sobre a vasta muttud congregada en a paza. La uz profusa se 
desz brante y fugaz sobre as aguas que sataban haca ea 
desde a fuente con todo e  encanto de sus formas naturaes y 
evanescentes.   Baadas   por   ese   brante   respandor,   as   sas 
coumnatas   de  prfdo   destearon  con  matces   tan  etreos   y 
cambantes como os de os camaeones; as estatuas de banco 
mrmo   se  teron  de  un  decado  tono  rosa,   y  hasta  o  ms 
ntrncado   de   as   exuberantes   frondas   reumbr,   como   s   os 
rboes   de   sobros   coores   estuveran   embebdos   en   as 
exhaacones   de  una  neba  dorada.   Por   su  parte,   en  extrao 
contraste  con  a  maravosa  umnosdad  que  os  rodeaba,   os 
ggantescos  pnos  de  bronce  de   centro  de  a  paza  y  a  ancha 
fachada de a Basca se azaban como sombras gubres, vagas 
y desmesuradas, que acecharan, cua esprtus de ma, a gozosa 
beeza   de   resto   de   a   escena,   y   proyectaran   sus   profundas 
sombras  en  medo  de  a  uz  cuya  vctora  desprecaban.   Vsta 
desde   certa   dstanca,   esa   derante   combnacn   de   vvdo 
respandor   y   sombra   soemne;   esas   edfcacones,   en   parte 
oscurecdas   hasta   haceras   parecer   ggantescas,   en   parte 
umnadas  hasta  adqurr   un  aspecto  etreo;   esa  muttud  que 
seme|aba  una  gran  masa  movedza  baada  aqu   por   una  uz 
radante, entenebrecda a por espesas sombras, formaban un 
con|unto tan ncongruente y a a vez tan hermoso, tan grotesco y, 
sn embargo, tan subme, que a escena seme|aba ms ben un 
meteoro  habtado,   a  medas  ecpsado  por   su  proxmdad  a  a 
terra, que un espectcuo morta y matera.
  Las   beezas   de   ese   efecto   atmosfrco   eran   de   naturaeza 
demasado sera y subme para nteresar a a muttud reunda en 
a   paza.   De   todos   os   congregados,   so   dos   hombres 
contempaban  a   gorosa   puesta   de   so   con  a   aparenca   a 
menos  de  concedere  a  admracn  y  a  atencn  que  mereca. 
Uno  era  e   gran|ero  cuyas  desgracas  reatamos  en  e   captuo 
precedente; e otro, su amatvo amgo.
  Ensmsmados  en  a  contempacn  de   ceo  carmes,   os  dos 
hombres   formaban   un   snguar   contraste,   tanto   por   su 
comportamento   como   por   su   aparenca.   E   gran|ero   era   un 
hombre  de  aspecto  nqueto  y  taa  nferor   a  a  norma,   cuyo 
sembante, naturamente vvaz, estaba ahora desfgurado por una 
constante expresn de trsteza y descontento. Su mrada rpda y 
penetrante   sataba   ncesantemente   de   un   punto   a   otro, 
percbndoo todo, pero sn posarse en nada. Daba a mpresn 
de que atenda a a escena que se desarroaba ante sus o|os ms 
por a nfuenca de e|empo que por sus propos y espontneos 
deseos, porque de cuando en cuando voteaba a vsta mpacente 
haca   su   amgo,   como   s   esperara   que   e   habara;   pero   su 
compaero no de|aba escapar n una paabra n un gesto. Absorto 
excusvamente   en   a   contempacn,   pareca   totamente 
nsensbe  a  cuaquer   amada  ordnara  procedente  de   mundo 
exteror.
  En o que toca a edad y aparenca, este ndvduo estaba en e 
ocaso  de  a  vda,   ya  que  haba  cumpdo  os  sesenta  aos  de 
edad; su peo era grs y su rostro estaba surcado por profundas 
arrugas. No obstante, a pesar de esos estragos de tempo, era, 
en  e   sentdo  me|or   de   trmno,   un  hombre  apuesto.   Aunque 
enve|ecdos y magros, sus rasgos eran an acusados y reguares; 
y a trsteza habtua de su expresn tena una eevacn, y sus 
o|os   un   s   es   no   es   severos   y   preocupados   reveaban   una 
ntegenca ta, que daban testmono de a superordad de sus 
capacdades nteectuaes. A mraro ahora mentras contempaba 
f|amente   e   ceo   refugente,   con   su   cuerpo   ato   y   degado 
geramente   apoyado   en   su   bastn,   os   abos   apretados   con 
fuerza,   e   entrece|o  evemente  fruncdo  y  su  frme  y  esttca 
acttud, e observador ms superfca habra sentdo de nmedato 
que no tena ante s a un ser ordnaro. La hstora de una vda 
dedcada   a   profundas   refexones   sometda   quzs   a 
proongadas  afccones  pareca  nscrta  en  cada  rasgo  de  su 
medtatva   fsonoma;   y   sus   maneras   deataban   una   dgndad 
natura que, evdentemente, e mpeda a su nqueto compaero 
nterrumpr perentoramente e curso de sus refexones.
 E so haba segudo ponndose en e horzonte, ento y soberbo, 
y en ese momento se ocut por competo. Cuando sus tmos 
rayos  desapareceron  tras  as  conas  dstantes,   e   desconocdo 
sa  de  su  trance  y  se  acerc  a   gran|ero,   apuntando  con  su 
bastn haca e respandor que mora veoz en e ponente.
  Probo, e d|o en voz ba|a y meancca, a contempar a 
puesta de so pensaba en a stuacn de a Igesa.
 No me parece que haya mucho que refexonar sobre a Igesa, 
o que observar en a puesta de so e contest su compaero.
  Ou  pura,   qu  vvda  murmur  e   otro,   cas   sn  prestar 
atencn a comentaro de gran|ero era a uz que proyectaba e 
so sobre a terra a nuestros pes! Cuan nobemente trunf por 
un  tempo   su  uz   sobre  as   sombras   que  a   rodeaban;   y,   no 
obstante, a pesar de a promesa de esa cardad, cuan pronto se 
desvanec tras uchar contra as tnebas; y cuan totamente ha 
abandonado  a  terra  y  despo|ado  a   ceo  de  a  beeza  de  su 
gora! Las sombras ya se aargan en torno a nosotros y cubren 
con su manto de oscurdad todos os ob|etos en a paza. De no 
sar   a  una,   en  menos  de  una  hora  as  tnebas  de  a  noche 
caern sobre Roma sn que se es oponga nnguna resstenca!
 Con qu fn me o dces?
 No te recuerda o que hemos observado e curso de cuto que 
tenemos e prvego de profesar? No smboza ese hermoso y 
prmer   fugor   su  puro  y  perfecto  ascenso;   ese  breve  confcto 
entre a uz y as tnebas su extosa preservacn a manos de os 
Apstoes y os Padres; ese rpdo desvanecmento de a cardad 
su profanacn en pocas posterores; y as tnebas que ahora 
nos rodean a destruccn de que ha sdo vctma en esta poca 
en que vvmos? Y es una destruccn que nada puede evtar sno 
un  retorno  a  aquea  prmera  fe  pura  que  debe  ser   ahora  a 
esperanza de nuestra regn, como a una es a esperanza de a 
noche!
  Ou  reforma  debemos  emprender?  Acaso  quenes  carecen 
de bertades se preocupan por a regn? Oun os nstrur?
 Yo o he hecho y o segur hacendo. E propsto de m vda es 
hacer   retornar   a   puebo  a  a   santdad  de  a  antgua  gesa; 
rescataro de as trampas que e han tenddo esos tradores a a fe 
a quenes os hombres aman sacerdotes. E puebo aprender de 
m   que  en  e   pasado  a  Igesa  no  tuvo  ms  ornamento  que  a 
presenca de os puros; que e sacerdote no ansaba vestdo ms 
fno  que  su  santdad;   que  e   Evangeo,   que  soa  predcar   a 
humdad y ahora es causa de dsputas, fue antao e canon de a 
fe, y que bastaba para todas as necesdades y superaba todas as 
dfcutades. Por m boca sabr que en e pasado era e guardn 
de corazn; yo e har ver que en e presente es |uguete de os 
soberbos; gracas a m egar a temer que en e futuro pueda 
convertrse en e ocaso de a Igesa! A esa tarea he dedcado m 
vda: a abatr a doatra que, como cuaquer otro pagansmo, 
se aza entre nosotros con sus mgenes, sus requas, sus |oyas 
y su oro dedcar m vda, ms energas, ms benes y a m h|a. 
Nunca abandonar esta empresa, nunca vacar en esa decsn. 
Mentras aente en m un sopo de vda, perseverar en a msn 
de restaurar en esta cudad de|ada de a mano de Dos e cuto 
verdadero de Atsmo!
  Ca  abruptamente.   La  ntensdad  de  su  agtacn  parec  de 
pronto mpedre segur hacendo uso de a paabra. Cada mscuo 
de   cuerpo   de  ese  hombre  severo   y   meancco   tembaba   a 
mpusos de ama nmorta que o espoeaba en su nteror. Haba 
ago cas femenno en su tota susceptbdad a a nfuenca de 
una  nca  emocn.   Hasta  e   tosco  y  desesperado  gran|ero  se 
snt conmovdo por e entusasmo de hombre que vea ante s, y 
ovd sus desgracas aun cuando eran terrbes y su afccn 
aun   cuando   era   aguda  a   contempar   e   rostro   de   su 
compaero.
  Durante  agunos  mnutos  nnguno  de  os  dos  d|o  paabra.   No 
obstante,   poco  despus,   e   que  haba  habado  antes  cam  su 
agtacn   hacendo   uso   de   a   capacdad   de   un   hombre 
acostumbrado a contener as emocones que no puede avasaar 
y,   aproxmndose  a   gran|ero,   e  tom  una  mano  con  are  de 
pena.
 Veo, Probo, que te he sorprenddo d|o; pero e tema de a 
Igesa es e nco a cua no puedo referrme con parsmona. En 
o  que  concerne  a  todos  os  dems  asuntos,   he  domeado  os 
arrebatos de m |uventud; en este, an tengo que uchar contra 
m   natura   vehemenca.   Cuando   veo   as   bufonadas   que   nos 
rodean;   cuando   contempo   un   sacerdoco   ntegrado   por 
embusteros,   un  puebo  engaado,   una   regn  mancada,   te 
confeso que m  ndgnacn se sobrepone a m  pacenca y que 
ardo   en   deseos   de   destrur   o   que   debera   so   confar   en 
reformar.
 Sempre he sabdo que eras de carcter voento, pero cuando 
te v por tma vez, tu entusasmo era amoroso. Tu esposa...
 Caa! Me enga!
 Tu h|a...
 Vve conmgo en Roma.
  La  recuerdo  de  na,   cuando,   hace  catorce  aos,   era  yo  tu 
vecno  en  a  Gaa.   Cuando  part   de  a  provnca  acababas  de 
regresar   de   un   va|e   a   Itaa   sn   que   e   xto   coronara   tus 
esfuerzos   por   descubrr   a   e   rastro  de  tus   padres   o  de  ese 
hermano  mayor   cuya  ausenca  soas  amentar   contnuamente. 
Dme, pudste encontrar despus a os membros de tu antguo 
hogar? Hasta ahora has estado tan concentrado en escuchar a 
hstora  de  ms  desgracas  que  cas   no  me  has  habado  de  os 
cambos que han tendo ugar en tu vda desde que nos vmos por 
tma vez.
  S he guardado senco sobre ms cosas, Probo, es porque no 
me resuta muy agradabe recordaras. Cuando an estaba en m 
poder regresar |unto a os padres que abandon en m |uventud, 
no pensaba en e arrepentmento; y ahora que seguramente os 
he perddo para sempre, de nada vae m deseo de reunrme con 
eos. En o que toca a m  hermano, de quen me separ en un 
momento   de   ceos   e   ra   puer,   y   por   cuyo   perdn   y   amor 
sacrfcara hasta a ambcn de m vda, an no he encontrado 
rastros de . Expar ms cupas ante quenes her en m |uventud 
es un prvego por e que oro en a ve|ez y que no me ha sdo 
conceddo.   Part   de   ado  de  ms  padres  y  de  m   hermano  sn 
recbr  su  bendcn,   y  sento  que  estoy  condenado  a  morr  sn 
que me  concedan  su perdn! M   vda ha  sdo superfca,  nt, 
mpa; he pasado de a voenca y a rapa a u|o y a ndoenca, 
hasta desembocar en e matrmono de que me ufanaba cuando 
nos   vmos   por   tma   vez,   pero   que   ahora   sento   que   fue 
gnomnoso tanto por sus motvos como por sus resutados. Pero 
bendta  y  tres  veces  bendta  sea  esa  tma  caamdad  de  m 
mavada exstenca, porque abr ms o|os a a verdad: me hzo 
crstano an en vda.
  Es   as   como  debe  un  crstano  consderar   sus   afccones? 
Deseara   entonces   ser   un   crstano   como   t!   murmur   e 
gran|ero con voz queda y anheante.
 Fue en esos prmeros das, Probo contnu e otro, cuando 
me v abandonado y deshonrado, con m ndefensa h|a a m soo 
cudado,   desterrado  para  sempre  de   hogar   a   que  yo  msmo 
haba renuncado, que me arrepent snceramente de ms errores, 
que busqu a sabdura de Lbro de a Savacn y una pauta de 
vda  en  os  Padres  de  a  Igesa.   Fue  en  esa  poca  que  decd 
dedcar a m h|a, como antao Samue, a servco de Ceo, y m 
propa vda a a reforma de nuestro envecdo cuto. Como ya te 
he   contado,   me   march   de   m   hogar   y   camb   m   nombre 
(recuerda que de ahora en adeante debes amarme Numerano), 
para que no quedaran rastros de m antgua exstenca y para que 
nnguno de ms antguos compaeros me encontrara y vovera a 
tentarme. He protegdo a m  h|a con ncesantes cudados de a 
corrupcn de mundo. En a casa de su padre se a ha vgado y 
guardado como cuda e avaro una |oya precosa. Su destno ser 
e de consoar a os afgdos, cudar a os enfermos, socorrer a os 
desamparados,   cuando  yo,   su  maestro,   haya  devueto  a  esta 
terra e reno de a antgua fe y a tutea de su Evangeo perfecto. 
Nnguno de os dos tenemos afectos o esperanzas que nos aten a 
as cosas terrenaes. Nuestros corazones mran a Ceo, nuestras 
esperanzas estn cfradas so en o ato!
  No  depostes   demasadas   esperanzas   en  tu  h|a.   Recuerda 
cmo   destruyeron  os   nobes   de  Roma   e   hogar   que   tuve,   y 
temba por e tuyo.
 No temo por m h|a; a cuda en m ausenca aguen que se ha 
comprometdo a auxarme en ms abores en pro de a Igesa. 
Hace ya cas un ao que conoc a Upo, y desde ese momento se 
ha consagrado a m servco y a cudado de m h|a.
 Oun es ese Upo en e que tanto confas?
 Es un hombre de m edad. Lo encontr cuando, como a m, o 
atormentaban as caamdades de su |uventud y se abandonaba, 
como  yo  haba  hecho,   a  os  embustes  de  os  doses  paganos. 
Estaba desoado, afgdo, desamparado, y me compadec  de su 
door.   Le  demostr  que  e   cuto  que  an  profesaba  haba  sdo 
barrdo por sus nqudades; que a regn que o haba susttudo 
haba sdo profanada por e hombre; y que s quera savarse, so 
poda abrazar una fe: a de os prmeros tempos de a Igesa. Me 
oy y se convrt. Desde entonces me ha servdo con pacenca y 
me  ha  ayudado  de  buena  vountad.   Es  e   prmero  en  egar   a 
ugar   donde  reno  a  os   pocos   que  sguen  sendo  verdaderos 
creyentes, y e tmo en retrarse. Nunca ha sado de sus abos 
una paabra de ra; en sus o|os no ha aparecdo nunca una mrada 
de mpacenca. Aunque atrbuado, es amabe; aunque sufre, es 
ndustroso. Le he confado todo o que poseo y me enorguezco 
de m confanza! Upo es ncorruptbe!
 Y tu h|a? Venera tanto a Upo como o respetas t?
  Sabe que su deber es amar a quenes amo y evtar a quenes 
evto.   Acaso  pensas   que  una  vrgen  crstana  puede  abrgar 
sentmentos que contradgan os deseos de su padre? Ven a m 
casa, |uzga por t msmo a m h|a y a m compaero. T, a quen 
as   desgracas   han   prvado   de   hogar,   encontrars   uno,   s   o 
deseas, en e mo. Ven y dedcate conmgo a m gran empresa! 
Tu mente se apartar de a contempacn de tus nfortunos y tu 
devocn te ganar e favor de Atsmo.
  No, Numerano, quero segur sendo ndependente, hasta de 
ms amgos! N Roma n Itaa son ugares en os que pueda vvr. 
Parto haca otras terras para morar entre otras personas, hasta 
que  as  armas  de  un  conqustador   devuevan  a  bertad  a  os 
vaentes y e amparo a os honrados en os pases que ntegran e 
mpero.
 Probo, te mporo que te quedes!
 Nunca! M decsn est tomada. Ads, Numerano!
  Y  e   gran|ero  se  ae|  veozmente,   como  s   temera  que  as 
spcas de su amgo resquebra|aran su resoucn.
 Numerano se mantuvo nmv unos mnutos, mrando pensatvo 
a su compaero que se ae|aba. A nco, una expresn de door y 
stma  suavz  a  austerdad  que  pareca  caracterstca  de  su 
sembante   cuando   estaba   en   reposo;   pero   esos   sentmentos 
amabes y ternos se desvaneceron de su corazn con a msma 
rapdez   con   que   haban   surgdo;   sus   rasgos   recobraron   su 
severdad  usua,   y  must  para  s   msmo  mentras  se  mezcaba 
con a muchedumbre que se agopaba en dreccn a a Basca:
  No  debo  amentar   su  partda;   se  ha  negado  a  ponerse  a 
servco de su Creador. Ya no o consderar m amgo.
  En esas paabras se encontraba a cave de  carcter de aque 
hombre. Su exstenca era un vasto sacrfco, un acto de ntrpda 
nmoacn. Aunque en as breves ausones a os sucesos de su 
vda  que  e  haba  comuncado  a  su  amgo  haba  exagerado  a 
magntud de sus errores, no haba hecho |ustca a fervor de su 
pentenca,   que   traspasaba   os   mtes   usuaes   de 
arrepentmento y  arrancaba de  a desesperacn para  termnar 
en e fanatsmo. Su abandono de hogar paterno (cuyas causas no 
es   nuestra   ntencn   abordar   ahora)   y   e   argo   perodo 
subsguente de voenca y excesos,  hceron que sus pasones, 
fuertes por naturaeza, fueran ncapaces de someterse a menor 
freno. Sguendo su prmer mpuso, contra|o matrmono a edad 
madura  con  una  mu|er   competamente  ndgna  de  a  ardente 
admracn  que  haba  nsprado.   Cuando  se  supo  engaado  y 
deshonrado  por   ea,   a  sacudda  que  e  produ|o  esa  afccn 
conmov todo su ser, anqu todas sus energas, sum en a 
postracn,   de  un  soo  gope,   su  corazn  y  su  ntegenca.   Los 
errores de sus aos mozos, cometdos con toda mpundad mora 
durante su etapa de prosperdad, e produ|eron en a adversdad 
una reaccn tan fuerte que resut fata  para su futura paz de 
esprtu. Su arrepentmento se vea nubado por e desaento, a 
esperanza  no  aumbraba  sus  decsones.   Huy  haca  a  regn 
como e sucda huye haca a daga, presa de a desesperacn.
  De|emos  ahora  as  restantes  partcuardades   de   carcter   de 
Numerano  para  habar   de  eas   en  una  futura  oportundad  y 
sgmoso a su paso por entre a muttud hasta a entrada de a 
Basca; y contnuemos amndoo, ahora y en adeante, por e 
nombre  que  asumera  en  su  conversacn  y  por   e   cua   haba 
nsstdo   en   que   o   amara   e   gran|ero   fugtvo   durante   a 
entrevsta que con  haba sostendo.
 Aunque a nco de su avance haca a gesa nuestro entusasta 
amgo se encontraba en as mrgenes de a turba que haca a 
se drga, pronto se as ngen para de|ar atrs a sus camosos y 
grruos pr|mos, con o cua acanz en breve pazo os pedaos 
de a entrada de sagrado edfco. A, |unto a otros muchos, se 
vo obgado a detenerse, mentras que os que se encontraban 
ms   prxmos   a   a   Basca   se  agopaban  para   pasar   por   as 
ma|estuosas   puertas.   En   esa   stuacn   era   nevtabe   que   su 
amatva fgura resutara advertda, y fue reconocdo en senco 
por muchos de os que a se encontraban, agunos de os cuaes 
o mraron con asombro y otros con aversn. Nade, sn embargo, 
se e acerc o e drg a paabra. Todos sentan a necesdad de 
evtar a hombre cuyas osadas y daras denuncas de os abusos 
cometdos por a Igesa ponan en ncesante pegro su bertad y 
hasta su vda.
  No  obstante,   entre  os  que  rodeaban  a  Numerano  haba  dos 
hombre que no se contentaron con evtar toda comuncacn con 
e ntrpdo y sospechoso Reformador. Ambos pertenecan a cero 
ms ba|o, y parecan dedcados a observar cudadosamente as 
accones y escuchar as conversacones de os ndvduos que os 
rodeaban. En e nstante en que se percataron de a presenca de 
Numerano  se  hceron  a  un  ado  para  evtar   que  os  vera,   a 
tempo que se tomaron e cudado de ocupar una poscn que es 
permtera   mantener   a   a   vsta   a   ob|eto   de   su   evdente 
desconfanza.
 Mra, Oso d|o uno, ese hombre aqu de nuevo!
 Y seguramente o trae e msmo motvo que ayer contest e 
otro.   Vers  que  vueve  a  entrar   en  a  gesa,   a  escuchar   e 
servco, a retrarse a su capta cerca de a cona Pncana, y a, 
ante  su  astrosa  banda  de  smpatzantes,   a  atacar  as  doctrnas 
que nuestros hermanos han predcado, como sabemos que hzo 
anoche, y como sospechamos que segur hacendo hasta que as 
autordades   consderen  que  ha  egado  e   momento  de  dar   a 
sea para metero en a crce.
  Me maravo de que e hayan permtdo durante tanto tempo 
mantener su acttud de contumaca contra a Igesa. Acaso sus 
escrtos no son evdenca sufcente para condenaro por here|a? 
La neggenca de obspo en este asunto resuta nexpcabe!
  Deberas   tener   en   cuenta   que   como   Numerano   no   es 
sacerdote, a neggenca en o que toca a nuestros ntereses es 
ms  ben  de   Senado  que  de   obspo.   E   tempo  que  nuestros 
nobes   pueden  sustraer   a  sus  francacheas  o  han  consagrado 
tmamente a debatr a conducta de  emperador a  retrarse a 
Rvena, y ahora o dedcarn a tratar de verfcar a veracdad de 
rumor sobre os godos. Adems, ncuso s dspusera de tempo, 
que e mportan a Senado as dsputas teogcas? Lo nco que 
sabe   es   que   este   Numerano   es   cudadano   romano,   que   es 
hombre  de  certa  nfuenca  y  fortuna  y,   en  consecuenca,   un 
membro  mportante  de  a  comundad  desde  e   punto  de  vsta 
potco. Adems de que en a actuadad no nos resutara tarea 
fc   mpugnar   as   doctrnas   de   nuestro   contrncante,   porque 
demuestra una probemtca facdad para encontrar en a Bba 
base para o que dce. Creme, en este asunto, a nca manera 
de sar con ben ser condenaro por escndao contra os ms 
atos dgnataros de a Igesa.
 La orden que recbmos hace poco de segur sus movmentos y 
prestar   atencn  a  sus  arengas  me  eva  a  creer   que  nuestros 
superores son de tu opnn.
  Sean o no certas ms convccones, hay ago de o que estoy 
seguro: sus das de bertad estn contados. Hace so unas horas 
v a asstente prncpa de chamben de obspo, y me d|o que 
por a rend|a de una puerta haba odo...
  Caa!,  se mueve,  est  empu|ando para entrar en  a  gesa. 
Puedes   segur   contndome   o   que   estabas   a   punto   decrme 
mentras o segumos. Rpdo!, mezcmonos con a muttud.
 Sempre entusastas en e cumpmento de su odoso deber, esos 
dos dscretos pastores de rebao crstano sgueron a Numerano 
con toda precaucn a nteror de edfco sagrado.
  Aunque an se vea e eve rastro carmes de so en e ceo de 
ponente y a una apenas haba comenzado a sar, a gran araa 
de as dos m cuatrocentas veas, menconada por e obspo en 
su comuncado a puebo, ya estaba encendda. En os das de su 
beeza  severa  y  sagrada,   esa  amarada  de  uz  artfca   habra 
daado  fatamente  e   aspecto  de  a  gesa,   pero  ahora  que  e 
carcter   orgna   de  a  Basca  haba  cambado  por   competo, 
ahora que de tempo soemne haba pasado a seme|ar un u|oso 
paaco, ganaba nmensamente con esa destempada umnacn. 
Todos os detaes de os adornos que cubran a vasta extensn 
de   su   espndda   nave   centeeaban   vvdamente   a   a   uz 
enceguecedora  que  manaba  de   techo.   Las  vgas  doradas,   os 
sos pares con ncrustacones de mrmo, as rcas cogaduras de 
as   ventanas,   os   en|oyados   candeabros   de   os   atares,   os 
cuadros, as estatuas, os bronces, os mosacos, todos y cada uno 
braban   con   una   durabe   y   suntuosa   transparenca   que 
embragaba  a  vsta.   Nngn  ob|eto  mostraba  ahora  hueas  de 
uso o vestgos de desgaste. Cada porcn de a nave que atraa a 
atencn   se   mostraba   demasado   nmacuada   y   fnamente 
radante para haber sdo tocada por manos mortaes. Hechzada y 
sorprendda,   a  mrada  vagaba  por   a  superfce  de  a  brante 
escena,   hasta   que   fatgada   de   nnterrumpdo   prmor   de 
panorama   se   desvaba   en   busca   de   reposo   haca   as   naves 
dbmente  umnadas  y  se  posaba  con  deete  en  as  suaves 
sombras que rondaban por sus dstantes pares y en as formas 
snuosas   que   pobaban   sus   oscuros   rncones   o   recorran   sus 
ma|estuosos muros.
 Cuando Numerano entr en a Basca, acababa de concur una 
parte de  servco. E  tmo eco apagado de as voces de  coro 
resonaba   an   en   e   are   cargado   de   ncenso,   y   cuando   e 
entusasta reformador recorr a gesa con a vsta, as vastas 
masas   de   espectadores,   agrupadas   en   acttudes   dversas, 
conservaban e are de prestar odo a a msca. Hasta , a pesar 
de  su  severdad,   parec  por   un  momento  presa  de   nefabe 
encanto  de  a  escena,   pero  a   cabo  de  unos  momentos,   como 
dsgustado por su nvountaro sentmento de admracn, frunc 
e   entrece|o  y  de|  escapar  un  profundo  suspro  a   tempo  que 
(segudo  an  por   os   atentos   espas)   buscaba  a  comparatva 
soedad de as naves.
  Durante   e   ntervao   que   se   produ|o   en   e   servco,   a 
congregacn se dedc a contempar as requas, que estaban 
guardadas   en   un   gabnete   de   pata   con   puertas   de   crsta 
coocado  en  a  cspde  de   atar   mayor.   Aunque  era  mposbe 
obtener   una   panormca   satsfactora   de   esos   tesoros 
ecesstcos, en eos se centr a atencn de todos hasta que a 
aparcn  de  un  sacerdote  en  e   pupto   do  a   sea   de  que 
comenzaba e sermn y advrt a todos os que tenan asentos 
que deban regresar a eos de nmedato.
 Pasando por entre as fas de os asstentes a sermn agunos 
de os cuaes se entretenan en contar as veas de a araa, para 
estar seguros de que e obspo no es haba escatmado n una de 
as   dos   m   cuatrocentas   veas,   mentras   otros   sostenan 
conversacones en voz ba|a y abran ca|tas de duces vovemos 
a conducr a ector a exteror de a gesa.
  Ya  en  ese  momento  a  muttud  haba  dsmnudo  mucho;   as 
sombras   proyectadas   sobre   e   sueo   por   as   ma|estuosas 
coumnas de prtco haban aumentado y se haban espesado; y 
en muchos de os rncones ms remotos de a Paza cas  no se 
adverta nnguna presenca. En uno de esos extremos, donde os 
pares   se   encontraban   con   a   cae   y   a   oscurdad   era   ms 
ntensa,   un  ancano  sotaro  se  ocutaba  cudadosamente  en  a 
oscurdad y escrutaba con atencn as nmedacones de a va 
pbca.
  Tras un breve tempo de espera,  un hermoso carro,  preceddo 
por   una   escota   de   escavos   vestdos   con   ropas   de   aegres 
coores, se detuvo a unos pasos de su escondte, y a voz de a 
persona que vena en  pronunc con voz fuerte as sguentes 
paabras:
  No, no! Sgue adeante... es ms tarde de o que pensaba. S 
me  quedo  para  ver   a  umnacn  de  a  Basca  no  egar  a 
tempo para recbr a ms nvtados a  banquete de esta noche. 
Adems, este nestmabe gatto de a raza ms venerada por os 
antguos egpcos ya tene fro, y por nada de mundo expondra 
ms tempo de necesaro a tan susceptbe anma a a humedad 
de are nocturno. Sgue adeante, buen Carro, sgue adeante!
  Sn  esperar   e   fn  de  esa  perorata,   e   ancano  corr  hasta  e 
carro, de donde asomaron nmedatamente dos cabezas: una era 
de  a  de   senador   Vetrano;   a  otra,   a  de  un  gatto   de  peo 
reucente, adornado con un coar de rubes y medo envueto en 
os  pegues  de  a  ampa  tnca  de  su  amo.   Antes  de  que  e 
sorprenddo   nobe   pudera   pronuncar   paabra,   e   hombre   e 
susurr con tono ronco y apremante:
 Soy Upo; despde a tus srventes; tengo ago mportante que 
comuncarte!
 Ah, m dgno Upo! Tenes a funesta costumbre de transmtr 
tus mensa|es con e  are de un asesno. Pero debo perdonar tu 
desagradabe  brusquedad  en  consderacn  a  tu  dgenca.   M 
exceente Carro, s vaoras m aprobacn, d t y tus compaeros 
adonde no nos pods or!
  E   berto   obedec   de   nmedato   a   orden   de   su   amo.   A 
contnuacn se produ|o a sguente conversacn, que comenz 
as e extrao ancano:
 Recuerdas tu promesa?
 S.
  Por   tu   honor   de   nobe   y   de   senador,   ests   dspuesto   a 
cumpra
 cuando egue a hora?
 S.
  Entonces,   renete  conmgo  a   amanecer   en  a  entrada  de 
|ardn de tu paaco y te conducr hasta a acoba de Antonna.
 E momento me convene. Pero, por qu a amanecer?
  Porque  e   ve|o  decrpto  de   crstano  ceebrar  una  vga 
hasta a medanoche, a a cua resuta muy probabe que assta a 
muchacha. Ouse r a decrteo a tu paaco, pero a supe que te 
habas   marchado   a   Arca   y   que   a   regresar   pasaras   por   a 
Basca. Por eso me apost para nterceptarte.
 Industroso Upo!
 Recuerda tu promesa.
 Vetrano sac a cabeza de carro para contestare, pero Upo ya 
haba partdo.
  Mentras daba a orden a su carrua|e de que echara a andar de 
nuevo, e senador anz mradas nquetas a su arededor, como s 
esperara  ver  de  nuevo  a  su  extrao  ncondcona   merodeando 
cerca  de   carro.   No  obstante,   so  advrt  a  presenca  de  un 
hombre  a  quen  no  conoca,   segudo  de  otros  dos  que  pasaron 
veozmente a su ado. Eran Numerano y os espas.
 A fn se aproxman a su consumacn ms proyectos excam 
Vetrano para su coeto, cuando  y su gatto rencaron e va|e
.  Fue bueno  que recordara  tomar  posesn  hoy  de a va de 
|ua,   porque  sn  duda  querr  usara  maana.   Por   |pter,   qu 
suma   de   pegros,   contradccones   y   msteros   rodea   esta 
aventura! Cuando penso que yo, que me preco de m fosofa, 
he  abandonado  Rvena,   he  peddo  prestada  una  va,   me  he 
asocado  con  un  pebeyo  ncuto,   y  todo  por  una  |oven  que  ha 
defraudado   ms   expectatvas   a   aceptarme   como   maestro   de 
msca sn admtrme como amante, me sorprendo de m propa 
debdad!   Aunque  hay  que  reconocer   que  e   aspecto  que  ha 
egado a asumr m aventura a torna nteresante en s msma. E 
mero pacer de conocer os secretos de hogar de Numerano no 
es,   con  mucho,   e   menor   de  os   numerosos   atractvos   de  m 
proyecto. Cmo ha ogrado egar a e|ercer tanta nfuenca sobre 
a |oven? Por qu a mantene en tan estrcta recusn? Oun 
es este monstruo humano, ve|o, medo oco y poco ceremonoso 
que  dce  amarse  Upo,   que  rechaza  toda  recompensa  por   su 
vana,   desvara  sobre  e   retorno  de  a  antgua  regn  de  os 
doses y se entusasma con a promesa que me ha arrancado de 
que,   como   buen   pagano,   apoyar   a   prmera   ntentona   de 
restauracn  de   antguo  cuto  que  se  produzca  en  Roma?  De 
dnde vene? Por qu fnge pbcamente ser crstano? Ou o 
hzo ponerse a servco de Numerano? Por e cnturn de Venus, 
todo o que se reacona con a |oven es tan ncomprensbe como 
ea msma! Pero pacenca, pacenca! Unas pocas horas ms y 
todos   estos   msteros   de|arn  de  sero.   Mentras   tanto,   debo 
pensar  en m  banquete  y en  a  dedad  que o presde:  a Sasa 
para Ruseores!
CAPT"LO $
ANTONINA
  Oun   que   ha   vstado   Roma   no   recuerda   con   deete   os 
atractvos de  monte Pnco? Oun, tras recorrer as maravas 
de  a  cudad  oscura  y  meancca,   no  se  ha  sentdo  revvr   a 
recorrer   sus   senderos   sombreados   y   resprar   sus   fragantes 
brsas?   Esa   decosa   eevacn   se   aza   gera,   ventada   e 
nvtadora, para avo de cuerpo y soaz de esprtu, en medo de 
a pesadumbre soemne que rena en a Roma decadente. Desde 
su tersa cma se apreca a urbe en toda su ma|estad, y e campo 
que   a   crcunda   exhbe   su   aspecto   ms   respandecente.   Los 
crmenes  y  mseras  de  Roma  parecen  desterrados  de  su  sueo 
prvegado; mpresona os sentdos como un ugar reservado de 
comn acuerdo para abergue de a nocenca y a aegra, como 
un pasa|e que e reposo y e recreo han consagrado como sto 
prohbdo a a ntrusn de estrpto y e afn.
  Su aparenca en a poca moderna es un refe|o de su carcter 
en eras pasadas. Sucesvas guerras pueden haber empaado su 
beeza   momentneamente,   pero   a   paz   e   devov 
nvarabemente su prstna hermosura. Los antguos romanos o 
amaban "E  Monte de os |ardnes". A o argo de os desastres 
de   Impero   y   as   convusones   de   a   Edad   Meda   contnu 
merecendo  su  antguo  nombre,   y   hasta  e   da  de  hoy   sgue 
sendo, trunfante, un "Monte de os |ardnes".
  A comenzos de sgo V, a magnfcenca de a cona Pncana 
estaba   en   su   zent.   S   convnera   a   ho   de   nuestra   hstora 
descrbr as goras de sus paacos y sus arboedas, sus tempos y 
sus  teatros,  se reveara a  ector un  cuadro tan  brante  de  su 
espendor   artfca   reazado   por   beezas   naturaes   que   se 
asombrara  y  aun  o  consderara  con  ncredudad.   Pero  no  es 
necesaro que nos dedquemos ahora a esa tarea; no es sobre as 
maravas de u|o y e buen gusto de a antgedad, sno sobre e 
hogar  de   fantco  y  regoso  Numerano  que  resuta  necesaro 
despertar e nters y atraer a atencn.
 Detrs de ugar donde a cona Pncana topa con a va Famna, 
y exactamente encma de as muraas de a cudad, se evantaba, 
en   e   perodo   de   nuestra   narracn,   una   casa   pequea   pero 
eegantemente  construda,   rodeada  por   un  |ardncto  propo  y 
protegda en su parte posteror por as ma|estuosas arboedas y 
edfcacones  anexas  de   paaco  de   senador   Vetrano.   En  una 
poca  preva,   a  resdenca  haba  sdo  a  casa  de  veraneo  de 
anteror propetaro de a mansn vecna.
  Las penuras causadas por a dspacn haban obgado a ese 
propetaro a desprenderse de esa parte de sus benes, que fue 
adqurda por un comercante amgo de Numerano, quen, a su 
vez,   a  recb  en  herenca  a  a  muerte  de  su  compaero.   E 
austero  crstano,   dsgustado  ante  a  mera  dea  de  vvr  en  as 
cercanas  de  os  ennobecdos  bertnos  romanos  en  cuanto  os 
proyectos   reformadores   se   aduearon   de   su   mente,   decd 
desprenderse de ese egado y vendero; pero ante as repetdas 
spcas   de   su   h|a,   consnt   a   fn   en   cambar   de   panes   y 
sacrfcar su antpata por sus opuentos vecnos a apego |uven 
de su h|a a as beezas naturaes que atesoraba su heredad de a 
cona  Pncana.   So  en  ese  asunto  e   afecto  natura   de   padre 
trunf   sobre   a   adqurda   severdad   de   reformador.   En    
condescend, por prmera y nca vez, a as duces nmedades 
de  a |uventud.   A,  ndugente  a pesar de  s   msmo,  asent su 
reducda  fama  y  e  permt  a  su  h|a  a  soa  recreacn  de 
atender as fores de su |ardn y deetarse con a hermosura de 
pasa|e dstante.
& & &
  Ha transcurrdo una hora ms de a noche desde que tuveran 
ugar os hechos narrados en e captuo precedente.
 La cara y brante uz de a una taana nvade ahora todos os 
barros   de   a   gorosa   cudad   y   baa   con   su   puro   fugor   as 
arboedas  y  os  paacos  de   monte  Pnco.   Desde  e   |ardn  de 
Numerano, os edfcos rreguares de os grandes suburbos de 
Roma,   a   frt   y   onduante  campa  ms   e|ana  y   as   argas 
cadenas montaosas en a dstanca resutan ahora vsbes ba|o 
a suave y espendorosa uz. Cerca de ugar desde e que se ve 
ese panorama no se apreca a prmera vsta nngn ser vvente; 
pero una observacn ms cudadosa y pacente permte detectar 
en una de as ventanas de a casa de Numerano, medo ocuta 
por una cortna, a fgura de una |oven.
  Pronto   esa   efge  sotara  se  acerca   ms   a  os   o|os   que  a 
contempan:   os  rayos  de  uz  de  una,   que  hasta  ese  momento 
braban   so   en   a   ventana,   umnan   ahora   otros   ob|etos. 
Prmero muestran un pequeo brazo banco; despus, un vestdo 
gero   y   senco;   ms   tarde,   un   cueo   grc   y   hermoso;   y, 
fnamente, un rostro radante, |uven, nocente, vueto sn pausa 
haca e pasa|e de as montaas dstantes, aumbrado por a una.
  Durante un tempo a |oven permanece en su ventana en pose 
contempatva. Despus abandona su ataaya y cas de nmedato 
reaparece  en  a  puerta  que  conduce  a   |ardn.   Mentras  avanza 
haca  e   csped  que  e  queda  en  frente,   se  adverte  que  es 
menuda  y  de  pequea  estatura,   y  que  sus  movmentos  estn 
dotados  de  una  graca  y  un  pudor  naturaes;   apreta  contra  su 
pecho  y  esconde  a  medas  entre  sus  vestdos  un  ad  dorado. 
Cuando acanza un caro desde e cua se apreca a msma vsta 
que desde  su  ventana,  cooca e  nstrumento sobre una  de  sus 
rodas   y,   con   certo   are   de   reserva   en   sus   maneras,   tae 
decadamente   as   cuerdas.   Entonces,   como   aarmada   por   e 
sondo que ha producdo, anza mradas nquetas a su arededor, 
aparentemente temerosa de que a hayan odo. Sus grandes o|os 
oscuros y brantes se muestran aprensvos; sus abos decados 
estn   entreabertos;   su   tez   suave   y   acetunada   se   te   de 
repentno  rubor   mentras  examna  cada  rncn  de   |ardn.   Tras 
competar   su  escrutno  sn  descubrr   nnguna   causa  para  as 
sospechas   que   parece   abergar,   vueve   a   dedcarse   a   su 
nstrumento. Una vez ms tae as cuerdas,  y ahora con mano 
ms  frme.  Las  notas que de|a  escapar toman a  forma  de una 
meoda   agreste,   que|umbrosa,   peregrna,   que   se   eeva   y 
descende como  a  mpusos  de  un caprchoso  vento  veranego. 
Los sondos se ven pronto armonosamente acompaados por a 
voz de a |oven trovadora, que es tranqua, camada y meodosa, 
y que se adapta con exqusto ngeno a as arbtraras varacones 
de tono de acompaamento. La cancn que ha escogdo es una 
de   as   magnatvas   odas   de   a   poca.   Para   ea,   su   mrto 
prncpa  radca en su parecdo con e  extrao are orenta  que 
escuchara  durante  su prmera  entrevsta con e   senador que e 
rega   e   ad.   Traducda   a   nuestra   engua,   a   etra   de   a 
composcn es ms o menos como sgue:
EL ORIGEN DE LA MSICA
I
Esprtu que e|erces tu nfuenca
Sobre a Msca y sobre sus cadencas,
En qu para|e se acun tu estrpe?
Ou te tent a ba|ar entre os trstes?
* * *
Escucha ben, morta; m aparcn
Tuvo ugar en pena Creacn
Cantando a as estreas tempraneras,
A suave eco de son de as esferas.
Mas certa vez, a cosmos contempar,
aba|o este paneta v brar,
Y un ansa de ver su raza cutada
Sobrecog m ama nmacuada!
Los querubnes que a fn me recberon
Cederon a m anto y a ms ruegos;
Mas ovdar m frmamento orundo
Fue fata que, por descender a mundo,
nunca me perdonaron; fu exada
a a terra, soa y abandonada!
II
Nngn pesar sent ya desterrada;
Porque, aun s as tnebas mperaban,
Y nade oa en ceesta esfera,
En a terra tena quen me oyera.
Me rodeaban, con sus gracosas rsas,
Ternos esprtus de suave brsa
de prmavera, y ms, Eco rente
Repeta m canto en e ponente.
La Msera, e Door y a Afccn
Ducfqu con m gent cancn;
La Aegra corr con pes geros,
A ovarse a ms pes en muee sueo;
Y Amor, a quen m canto despert,
un beso desde o ato me env!
III
Desde entonces voy por e mundo andando,
Y fe a hombre e segu cantando;
He voado haca todas as regones
Sempre acogda y para sempre |oven!
M soaz brndo, sempre an compacda,
A a esperanza que temba aterda
Sempre puedo hechzar e corazn
prvado de aegras; duce don!
E tempo, que en todos de|a su huea,
Pasa a m ado sn hacerme mea;
La mudanza, que es ey para e morta
M aroso mpero no ogra aterar;
M potestad es, con amor eterno,
Abrr e corazn a o ms terno!
 En e momento en que os tmos sondos de su voz y de su ad 
se apagaron suavemente en a queta atmsfera nocturna, un are 
de ndescrptbe eevacn cubr a faz de a |oven. Az a vsta 
extasada   a   e|ano   ceo   tachonado   de   estreas,   sus   abos 
tembaron, sus o|os oscuros se enaron de grmas y su pecho se 
estremec   como   a   caor   de   tumuto   de   emocones   que   e 
nspraban  a  msca  y  a  escena.   Despus  recorr  entamente 
con a vsta e pasa|e que a rodeaba; detuvo os o|os con ternura 
en os fragantes arrates de fores que eran obra de sus manos; y 
contemp a o e|os, con una mezca de reverenca y xtass, as 
vastas   anuras   tersas   y   fugurantes   y   as   soberbas   e 
nconmovbes montaas que durante tanto tempo haban sdo a 
nspracn  de  sus  ms  entraabes  pensamentos,   y  que  ahora 
reumbraban   ante   sus   o|os,   apacbes   y   hermosas   como   os 
sueos   que   a   vstaban   en   su   echo   vrgna.   Ms   tarde, 
conmovda   por   os   ngenuos   pensamentos   y   os   nocentes 
recuerdos   que  as   aas   mgcas   de  a  Naturaeza  y   a  Noche 
despertaban en su mente, ncn a cabeza sobre e ad, apret 
contra   su   sa   ca|a   su   me|a   turgente,   adornada   por   unos 
hoyueos, y mentras sus dedos vagaban mecncamente por as 
cuerdas se abandon sn reservas a os ensueos de a donceez 
y a |uventud.
 Ese era e ser consagrado por a fata ambcn de su padre a un 
desterro perpetuo de todo o que es atractvo en e arte y beo 
en e nteecto humano! Esa era a h|a cuya exstenca deba ser 
una arga convvenca con e door de os mortaes y un nvarabe 
rechazo  de  sus  paceres;   cuyos  pensamentos  deban  centrarse 
so  en  sermones  y  ayunos;   cuyas  accones  deban  mtarse  a 
cudar as herdas y en|ugar as grmas de extraos; cuya vda, 
en resumen, estaba condenada a ser a encarnacn de austero 
dea creado por su padre de as asctcas vrgenes de a antgua 
Igesa!
  Prvada de su madre, apartada de a compaa de as personas 
de su edad, despo|ada de toda famardad con otros seres vvos 
carente  de  un  corazn  que  atera  en  smpata  con  e   suyo, 
vctma de mposcones y nunca consentda; amonestada y nunca 
apaudda habra sucumbdo a as severdades que e mpona 
su  padre  de   no   ser   por   a   desobedenca   vena   cometda   a 
entregarse   a   sotaro   pacer   que   e   proporconaba   e   ad. 
Vanamente  ea,   en  sus  horas  de  estudo,   os  feros  anatemas 
contra e amor, a bertad y e pacer, a poesa, a pntura y a 
msca, e oro, a pata y as pedras precosas, compuestos por 
os prmeros Padres para benefco de as sumsas congregacones 
de  pocas  pretrtas;   en  vano  magnaba,   durante  esas  argas 
horas  de  nstruccn  teogca,   que  as  ansas  reprmdas  de  su 
corazn estaban desterradas y muertas, que su pacente y puer 
temperamento  se  someta  totamente  hasta  a  a  ms  rgurosa 
orden   de   su   padre.   En   cuanto   concuan   sus   entrevstas   con 
Numerano,   a  amada  de  esa  naturaeza  que  anda  en  todos 
nosotros y que e  empeo puede torcer, pero nunca destrur, a 
nctaba a ovdar todo o que acababa de or y a ansar mucho de 
o que se e prohba. En esta vda so aentamos, gracas a a 
compaa de una ncnacn, una aspracn o un propsto en os 
que soemos refugarnos de as trbuacones de mundo. E msmo 
sentmento que condu|era a Antonna en su nfanca a mporar 
un |ardn de fores a ndu|o en a |uventud a hacerse de un ad.
 De nacmento e vena a pasn por a msca que a mpusara a 
vstar   a  Vetrano,   que  era  o  nco  que  haba  savado  a  sus 
afectos de agonzar en a soedad que se es haba mpuesto, y 
que enaba sus horas de oco de modo que hemos descrto.
  Su madre espaoa e haba cantado hora tras hora en su cuna 
durante e corto tempo en que se e permt cudar de su h|a. 
Nada haba ogrado borrar a mpresn que eo causara en as 
nacentes facutades de a pequea. Aunque sus ms tempranos 
recuerdos eran so os de a amargura de su padre, aunque a 
forma  que  pronto  asum  a  desesperada  pentenca  de  ste  a 
conden a una vda de recusn y a una educacn preada de 
admoncones, e apego apasonado a os sondos meodosos que 
e  nsprara  a  voz   de  su  madre,   que  cas   bebera  de   pecho 
materno, se mantuvo a pesar de todas as ncuras y sobrevv a 
todas   as   oposcones.   Su   fuente   nutrca   eran   os   recuerdos 
nfantes,   os  retazos  de  cancones  odas  desde  su  ventana,   e 
paso nocturno de vento nverna por as arboedas de a cona 
Pncana; y  su  prmera  y extasada  gratfcacn  haban  sdo  os 
prmeros   sondos   de   ad   de   senador   romano.   E   ector   ya 
conoce, por a narracn de Vetrano en Rvena, cmo se haba 
hecho  de  un  nstrumento  y  de  a  habdad  para  tocaro.   S   e 
frvoo senador hubera descuberto a verdadera ntensdad de as 
emocones  que  su  arte  despertaba  en  e   pecho  de  su  aumna 
mentras e enseaba; s hubera magnado cuan ncesantemente 
su sentdo de deber uchaba durante as eccones con su amor 
por a msca cuan competamente se suma en un momento en 
una agona de dudas y temores, en otro en un xtass de dsfrute 
y   esperanzas,   su   asombro   ante   a   fradad   que   ea   e 
manfestara   y   que   de   manera   tan   vvda   expresara   en   su 
entrevsta con |ua en os |ardnes de a corte habra sdo mucho 
menor.   Lo   certo   es   que   nada   era   ms   caba   que   a   puer 
nconscenca   de   Antonna   acerca   de   os   sentmentos   que 
despertaba   en   Vetrano.   Cuando   estaba   en   su   presenca,   os 
remanentes de sus afectos que no haban sdo agostados por sus 
temores   se   sentan   ncamente   atrados   y   apresados   por   e 
amado   y   hermoso   ad.   A   recbr   e   nstrumento,   ante   a 
apoteoss que sgnfcaba ser su duea, cas ovd a quen se o 
obsequaba; o, s  pens en , fue para sentrse agradecda por 
escapar ncume de manos de un membro de a case sobre a 
cua   as  reteradas  admoncones  de  su  padre  e  haban  hecho 
concebr   vagos   sentmentos   de  temor   y  desconfanza,   y  para 
decdr que, ahora que e haba dado as gracas por su amabdad 
y que se retraba de sus domnos, nada a nducra a correr e 
resgo de que su padre a descubrera y de arrostrar os pegros 
de vover a eos.
  Inocente   en  su   asamento,   cas   puer   debdo   a   su   natura 
smpcdad,   un  senco  entretenmento  bastaba  para  satsfacer 
todas   sus   pasones.   Padre,   madre,   amante   y   compaeros; 
bertades, dstraccones y gaas; todos se resuman para ea en 
un  smpe  ad.   E   ngeno,   a  vvacdad  y  a  genteza  de  su 
carcter; a poesa de su natura y os afectos de su corazn; e 
aegre forecer de a |uventud, que n a recusn haban poddo 
marchtar   por   competo   n   os   torcdos   preceptos   corromper, 
ahora  estaban  petrcos,   agrandados,   reverdecdos  ta   es  a 
capacdad   creatva   de   as   emocones   humanas   por   su 
nestmabe   posesn.   Poda   habare,   sonrere,   acarcaro,   y 
creer, en e xtass de su deete, en e abandono de su fantasa, 
que e ad comparta su aegra. Durante sus argas soedades, 
cuando   en   ausenca   de   su   padre   a   vgaba   e   cavoso   y 
meancco   desconocdo   a   cuyo   cudado   a   de|aba,   era   un 
compaero ms querdo que e |ardn de fores, ms, ncuso, que 
as   anuras   y   as   montaas   que   eran   su   pasa|e   predecto. 
Cuando  su  padre  regresaba  y  a  conduca  a  ocupar   un  ugar 
oscuro   entre   personas   extraas   y   sencosas   para   escuchar 
ntermnabes   sermones,   su   soaz   conssta   en   pensar   en   e 
nstrumento ocuto en su cuarto y dscurrr deetosamente en a 
msca compuesta por ea msma que podra tocar en  despus. 
Y ms tarde, cuando egaba a noche y quedaba a soas en su 
|ardn,   egaba  a  hora  de  a  uz  de  a  una  y  de  a  cancn,   e  
momento  de  rapto  y  meoda  que  a  haca  desdobarse,   que  a 
eevaba  sn  que  supera  cmo  y  a  transportaba  a  ugares  que 
gnoraba.
  Pero   a   aparcn   de   otro   actor   en   a   escena   nos   obga   a 
abandonar nuestras refexones sobre os motvos y os exmenes 
de carcter para retornar a mundo externo de os ntereses y os 
acontecmentos   pasa|eros.   De|emos   a   Antonna   en   e   |ardn 
medtando ncnada sobre su ad. La |oven permanece en esa 
poscn pensatva, pero ya no est soa.
 Tras ba|ar os pedaos por os que ea descendera, un hombre 
se adentra en e  |ardn y avanza haca e  ugar que ea ocupa. 
Co|ea,   tene  una  |oroba,   su  cuerpo  es  contrahecho.   Los  rasgos 
pronuncados y anguosos de su rostro resutan ncongruentes con 
sus me|as en|utas. E so ha quemado su cabeo spero y reseco 
hasta de|aro de un extrao y atezado coor castao. Su expresn 
es de concentrada, severa, amargada refexn. Mentras avanza 
sgosamente   en   dreccn   a   Antonna,   murmura   ago   entre 
dentes   y   se  agarra   mecncamente   as   ropas   con  os   dedos 
descarnados y deformes. La radante uz de a una que cae de 
eno   sobre   su   sembante   e   confere   una   aparenca   vda, 
msterosa, espectra; un extrao que o vera en este momento o 
habra encontrado cas espantoso.
  Ese  era  e   hombre  que  haba  nterceptado  a  Vetrano  en  e 
camno a su casa, y que ahora se apresuraba a vover a ocupar su 
ugar  acostumbrado antes  de   regreso de  su amo:  era  Upo,   e 
ancano   converso   que   Numerano   menconara   durante   su 
entrevsta con e gran|ero en a Basca de San Pedro.
 Cuando eg a unos pasos de a |oven, se detuvo y d|o con voz 
ronca y reca:
 Esconde tu |uguete: Numerano est a as puertas!
 Antonna experment un voento sobresato a or esos acentos 
repusvos. La sangre afuy a sus me|as; cubr rpdamente e 
ad con su tnca, se detuvo un nstante, como s qusera decre 
ago   a   Upo,   se   estremec   convusvamente   y   despus   se 
apresur a regresar a a casa.
 Cuando suba os pedaos de a entrada se top con Numerano, 
que   avanzaba   por   e   corredor.   Ya   no   tena   posbdades   de 
esconder e ad en e sto de costumbre.
  Permaneces hasta una hora demasado avanzada en e |ardn 
e d|o su padre, quen, a pesar de su austerdad, contemp con 
mrada de orguo a su hermosa h|a a egar a su ado. Pero, 
qu te sucede? aad a notar su confusn. Te estremeces, 
cambas de coor, tus abos temban; dame tu mano!
  A   obedecero  Antonna,   se  desz  un  pegue  de  a  tradora 
tnca y de| expuesto un pedazo de a ca|a de  ad. Los o|os 
aertas  de  Numerano  o  descubreron  de  nmedato.   Arranc  e 
nstrumento de as dbes manos que o sostenan. Su asombro a 
vero fue tan grande que no encontr paabras para expresaro, y 
por un nstante encar a a pobre na, cuyo rostro pdo estaba 
rgdo de terror, en medo de un senco omnoso y expresvo.
 Esto d|o a fn, esta nvencn de os bertnos en m hogar, 
en manos de m h|a! y anz a sueo e ad, que se romp en 
m pedazos.
  Durante   unos   momentos   Antonna   contemp   con   mrada 
ncrdua os fragmentos de querdo compaero centro de todas 
sus   me|ores   esperanzas   futuras.   Despus,   cuando  comenz  a 
percatarse de a readad de  despo|o de que haba sdo ob|eto, 
sus o|os perderon toda a brantez que e ceo es concedera y 
se enaron de grmas terrenaes.
  A tu cuarto! tron Numerano cuando Antonna se arrod 
|unto a os desventurados fragmentos entre soozos convusvos
. A tu cuarto! Maana acararemos este ncuo mstero!
  Antonna  se  evant  con  humdad  para  obedecero,   porque  a 
ndgnacn no era una de as emocones que conmovan su gent 
y afectuoso natura. Mentras avanzaba haca a habtacn que ya 
no ocupara e ad, a pensar en e maana que ya no aegrara 
su nstrumento, e door cas a venc. Se vov para mrar a su 
padre   con   o|os   mporantes,   como   pdndoe   permso   para 
recoger   hasta  os  ms  pequeos  pedazos  de   nstrumento  que 
yaca a sus pes.
  A  tu  cuarto!   reter  Numerano,   severo.   Acaso  se  me 
desobedecer ante ms propos o|os?
 Sn repetr su sencosa spca, Antonna se retr a nstante. En 
cuanto desaparec, Upo sub os pedaos de a entrada y se 
detuvo |unto a arado padre.
  Mra, Upo excam Numerano, m h|a, en cuyo cudado 
he puesto tanta atencn, a quen consagr a ser un e|empo para 
e mundo, me ha engaado!
 Apuntaba, a habar, a os restos de nfortunado ad; pero como 
Upo no e respondera, contnu cas de nmedato:
  No   mancar   os   soemnes   ofcos   de   a   noche 
nterrumpndoos   con   ms   asuntos   mundanos.   Maana 
nterrogar a a desobedente. Mentras tanto, Upo, no magnes 
que te asoco con este mavado e ndgno engao! Gozas de toda 
m confanza; confo penamente en tu eatad!
  Hzo otra pausa durante a cua Upo sgu guardando senco. 
Cuaquera menos agtado, menos confado que su poco suspcaz 
amo,   se  habra  percatado  de  que  una  eve  y  snestra  sonrsa 
comenzaba   a   dbu|arse   en   su   sembante   macento.   Pero   a 
ndgnacn   de   Numerano   era   an   demasado   voenta   para 
permtre observara, y a pesar de os esfuerzos que haca para 
controarse, vov a prorrumpr en que|as.
  Y adems, precsamente esta noche excam, cuando me 
propona evara a m  pequea asambea de fees para que se 
sumara   a   sus   pegaras   y   escuchara   ms   exhortacones; 
precsamente esta noche tengo que descubrr que tae un ad 
pagano, que se entrega a as ms cencosa de as vandades de 
mundo!  Oue  Dos  me  d  pacenca  para  conducr  e   cuto  esta 
noche sn que ms pensamentos se extraven, porque m corazn 
est tan astmado por a fata de m h|a como en a antgedad e 
corazn de E ante as nqudades de os suyos!
 Ya se marchaba a toda veocdad cuando, como s recordara ago 
de  repente,   se  detuvo  abruptamente  y  vov  a  drgrse  a  su 
sombro compaero.
 Esta noche r soo a a capa d|o. T, Upo, te quedars 
para vgar a m desobedente h|a. Vga ben m casa, querdo 
amgo, porque ahora msmo, cuando regresaba, me parec que 
dos desconocdos seguan ms pasos, y present  que ago mao, 
ncuso peor que a trbuacn que me provoca a fata de m h|a, 
me   acontecer   como   castgo   por   ms   pecados.   Mantente 
vgante, buen Upo; mantente vgante!
 Y en su apresurada retrada, e ancano severo y grave se senta 
tan afgdo por e utra|e nfgdo a su sombro fanatsmo como a 
db y tmda |oven por a destruccn de su nofensvo ad.
  Tras   a   partda   de   Numerano,   a   sonrsa   snestra   vov   a 
aparecer   en   e   sembante   de   Upo.   Durante   unos   breves 
momentos   qued   sumdo   en   sus   pensamentos   y   despus 
comenz a descender entamente por una escaera cercana que 
conduca   a   unos   aposentos   subterrneos.   No   haba   avanzado 
mucho cuando se oy un eve rudo en e  extremo de corredor 
de   pso  superor.   Aguz  e   odo  aguardando  que  e   sondo  se 
reptera y escuch un soozo; a mrar sgosamente haca arrba 
descubr,   a   a   uz   de   a   una,   a   Antonna   que   avanzaba 
cauteosamente por e sueo de mrmo de paso.
 Levaba una amparta en as manos; sus dmnutos pes estaban 
desnudos y as grmas an corran por sus me|as. Camn con 
as   mayores   precaucones   (como  temerosa  de  que  a  oyeran) 
hasta   egar   a   os   restos   de   ad   roto,   que   an   estaban 
desperdgados por e sueo. Una vez a, se arrod y se ev a 
os   abos   cada  uno  de  os   fragmentos.   Despus,   tras   ocutar 
apresuradamente  un  pedacto  en  su  pecho,   se  ncorpor  y  se 
march rpdamente en a msma dreccn de donde procedera.
 Ten pacenca hasta e amanecer must su per|uro guardn 
mentras a contempaba desde su escondte, que e traer a tu 
ad quen o restaure y a Upo un aado!
CAPT"LO $I
EL APRENDI' DEL TEMPLO
 Las actvdades de nuestros persona|es durante a noche descrta 
en os dos tmos captuos han cesado ahora. Vetrano espera a 
os nvtados a su banquete; en a capa, Numerano prepara e 
sermn que pronuncar ante sus amgos; Upo medta en a casa 
de   su  amo;   Antonna   est   echada   en  su   echo   y   acarca   e 
precoso fragmento savado de a destruccn de su ad. Por e 
momento,   todos   os   agentes   nmedatos   de   nuestra   hstora 
guardan reposo.
 Convene aprovechar este ntervao de nactvdad para drgr a 
atencn de ector haca un escenaro dferente a escogdo para 
nuestro   reato   y   haca   acontecmentos   hstrcos   de   pasado 
estrechamente   reaconados   con   a   vda   preva   de   prfdo 
converso   de   Numerano.   Este   ndvduo   ser   de   a   mayor 
mportanca   en  e   desarroo   posteror   de  nuestra   hstora.   Es 
necesaro,   a  fn  de  entender   su  carcter   y  as  causas  de  sus 
propstos ya auddos, y os que en e  futuro puedan aparecer, 
que   remontemos   e   argo   curso   de   su   exstenca   hasta   sus 
orgenes.
 En e renado de |uano, cuando os doses paganos obtenan su 
tma   vctora   sobre   e   Evangeo   crstano,   un   nombre 
decorosamente  vestdo  que  evaba  de  a  mano  a  un  apuesto 
|oven de qunce aos de edad eg a as puertas de Ae|andra y 
se drg a toda prsa a as habtacones de sumo sacerdote de 
Tempo de Seraps.
  Tras  una  estanca  de  agunas  horas  en  su  destno,   e   hombre 
abandon a cudad con a msma rapdez con que haba egado y 
nunca  ms  se  e  vo  en  Ae|andra.   E   mozo  permanec  en  as 
habtacones de  sumo sacerdote hasta e  da sguente, cuando 
fue soemnemente consagrado a servco de Tempo.
 E muchacho era e |oven Emo, conocdo despus por e nombre 
de Upo. Era sobrno de sumo sacerdote, a cuya custoda o haba 
confado su padre, un comercante romano.
 La ambcn era a pasn domnante de padre de Emo. Ea o 
haba mpusado a anhear todas as dstncones conceddas por 
e   Estado  a  os   trunfadores,   pero  no  o  haba  dotado  de  as 
capacdades   necesaras   para   convertr   sus   aspracones   en 
readades. Su vda fue a de un hombre desusonado, que fragu 
panes, pero nunca concret sus proyectos en a prctca; que vo 
a su hermano,  ms afortunado,  eevarse a a mxma |erarqua 
de sacerdoco; y que se vo rremsbemente condenado a vvr 
en  e   hogado  anonmato  que  e  proporconaban  sus  empresas 
comercaes.
  Cuando,   a   raz   de   ascenso   de  |uano   a   trono  mpera,   su 
hermano Macrno eg a  pncuo de su poder y su ceebrdad 
como   Sumo   Sacerdote   de   Tempo   de   Seraps,   e   fracasado 
comercante perd toda esperanza de rvazar con  en cuanto a 
dstncn. Su nsacabe ambcn, que ya no poda satsfacer en 
su  persona,  se centr en uno de sus h|os.  Decd que  e   no 
trunfara donde  haba fracasado. Ahora que su hermano haba 
conqustado a mxma poscn en e Tempo, nnguna vocacn 
poda ofrecere venta|as ms obvas a uno de sus descendentes 
que  e   sacerdoco.   Desde  sus   orgenes,   su  fama  era  de  un 
ortodoxo  pagansmo.   Uno de  sus  membros ya haba  acanzado 
os  ms  dstngudos  honores  de   vstoso  cuto.   E   comercante 
decd que otro rvazara con su hermano, y que ese sera su 
h|o mayor. Frme en su resoucn, consagr de nmedato a su 
h|o a gran proyecto que ahora ocupaba todos sus pensamentos. 
Saba ben que e pagansmo, aun tras su reanmacn, ya no era 
e   cuto  unversa   que  haba  sdo;   que  enfrentaba  resstencas 
secretas   y   que   quzs   pronto   tendra   que   vrseas   con   a 
oposcn   aberta   de   os   crstanos,   persegudos   en   todo   e 
mpero;  y  que  para  que  a  |oven  generacn  o  preservara  con 
xto  de  futuras  amenazas  y  se  eevara  sn  resgos  a  sus  ms 
atos honores, se e deba exgr ms que a cmoda aceptacn 
de a antgua regn recamada a os practcantes de antao. En 
pocas  pretrtas,   os  ms  mportantes  deberes  de   sacerdoco 
haban   sdo   compatbes   con   os   cargos   mtares   o   potcos. 
Ahora,   os   futuros   servdores   de   os   doses   tendran   que 
consagrarse  a   Tempo  y  so  a   Tempo.   Una  vez  adoptada  su 
decsn,   e   padre  se  encarg  de  que  todas  as  ocupacones  y 
estmuos   de   su   h|o,   desde   sus   prmeros   aos,   estuveran 
reaconados de aguna manera con a profesn a a que estaba 
destnado.   Sus   paceres   nfantes   fueron   os   sacrfcos   y   os 
auguros; sus |uguetes y regaos, as mgenes de os doses. E 
muchacho  no  opuso  nngn  reparo  a  ese  pan  educatvo.   Muy 
dferente   a   su   hermano   menor,   cuyo   turbuento   carcter 
desafaba   toda   autordad,   era   dc   por   naturaeza;   y   su 
magnacn, cuya vveza era mayor que sus aos, era presa fc 
de todo ob|eto amatvo que se e presentara. Aentado por eo, 
e  padre se consagr por entero a a tarea de formaro para su 
vda   futura.   Vgaba   ceosamente   cuaquer   nfuenca   que   a 
madre pudera e|ercer sobre ; senc sn pedad, cuando quera 
que a percb, a expresn furtva de su amor y de su afccn 
ante a perspectva de separarse de ; y descud cas ovd 
a hermano menor, para concentrar su vganca paterna entera e 
nvarabemente en e h|o mayor.
  Cuando Emo cump qunce aos, su padre advrt con gozo 
que  haba  egado  a  hora  de  dar  nco  a  a  reazacn  de  sus 
proyectos. E orguoso y trunfante comercante o separ de su 
hogar,   o  condu|o  a  Ae|andra  y  o  de|,   regoc|ado,   a   cudado 
persona de Macrno, e sumo sacerdote.
 E rector de Tempo concordaba por competo con os panes de 
su   hermano   a   propsto   de   |oven   Emo.   En   cuanto   se   e 
asgnaron a  muchacho sus nuevas responsabdades, se e d|o 
que deba ovdar todo o que haba de|ado atrs en Roma; que en 
adeante deba consderar a sumo sacerdote como su padre y a 
Tempo  como  su  hogar;   y  que  e   nco  ob|eto  de  sus  abores 
presentes y de su futura ambcn deba consstr en ascender a 
servco   de   os   doses.   No   se   detuvo   ah   Macrno.   Tan 
competamente decddo estaba a ocupar e ugar de padre con 
su aumno, y a asegurarse su eatad separndoo de mundo en e 
que hasta entonces haba vvdo, que eg a cambare e nombre 
y e do uno de os suyos, o que |ustfc como un prvego para 
estmuaro   a   esforzarse   en   e   porvenr.   E   |oven   Emo   se 
transform ya para sempre en e pupo Upo.
 Con una dsposcn natura como a que hemos descrto, y ba|o 
os  cudados  de   sumo  sacerdote,   exstan  pocos  regos  de  que 
Upo frustrara as nusuaes expectatvas cfradas en su persona. 
Su atencn a as nuevas tareas nunca decay, su obedenca a 
os nuevos maestros nunca mengu. Lev a cabo sn vacacones 
todo  o  que  Macrno  e  pdera.   Nunca  evdenc  as  ansas  que 
quzs senta por regresar a su hogar; nunca ntent satsfacer as 
ncnacones   naturaes   de  su  edad.   E   sumo   sacerdote  y   sus 
coegas se asombraban ante a extraordnara pronttud con que 
e   propo  muchacho  se  apcaba  a  os   propstos   que  para   
concberan.   De   haber   sabdo   cuan   pro|amente   se   e   haba 
preparado   en   e   hogar   de   su   padre   para   sus   futuras 
responsabdades,   se  habran  sentdo  menos  admrados  por   a 
nusua   docdad  de  su  pupo.   Con  e   entrenamento  recbdo, 
habra necestado una racn de perversdad mayor que a norma 
en  os   seres   humanos   para  despegar   aguna  oposcn  a  os 
deseos   de   su   to.   No   se   e   haba   permtdo   ser   no,   n   en 
pensamento   n   en   accn.   Se   haba   aprovechado   su   natura 
precocdad como motor que obgara a su taento a asumr una 
madurez   pegrosa   y   poco   saudabe,   y   cuando   sus   nuevos 
deberes recamaron su atencn, se apc a eos con e msmo 
entusasmo sncero que sus coetneos habran mostrado por un 
nuevo |uego. Su gradua ncacn en os msteros de a regn 
crearon en su mente una extraa y vouptuosa sensacn, mezca 
de temor e nters. Escuch os orcuos y temb; asst a os 
sacrfcos  y  os  auguros  y  se  marav.   Toda  a  poesa  de  a 
atrevda y hermosa superstcn a a que haba sdo consagrado 
fuy a su |oven corazn hasta sobrecogero, puso a su servco su 
ozana   magnacn   y   o   transport   ncesantemente   de   as 
readades   vtaes   de   mundo  a  as   regones   umbrosas   de  as 
aspracones y a especuacn.
 Pero a atencn de Upo no estaba totamente ocupada por sus 
deberes.   E   muchacho   tena   paceres   pecuares,   adems   de 
pecuares  ocupacones.   Cuando  fnazaba  as  tareas  de   da,   e 
produca un gozo extrao, sobrehumano, vta, deambuar a paso 
ento a a sombra de os prtcos de tempo y contempar desde 
esa  msterosa  atura  a  popuosa  cudad  tendda  a  sus  pes  y 
aumbrada por e so, y a rutante vastedad de as aguas de No 
que  cabreaban  aegres  ba|o  a  uz  desumbrante  y  ubcua.   O 
azar   a  vsta  de  os  campos  y  os  bosques,   os  paacos  y  os 
|ardnes que se extendan a deba|o, hasta e encantador ceo 
sn nubes que a o e|os, en o ato, cubra todo o que e rodeaba, 
y   que  despertaba  en     todo   o   que  sus   nuevos   deberes   no 
agostaran   de   a   aegra   y   a   afectuosa   sensbdad   que   sus 
escasos   ratos   de   nnterrumpda   comuncacn   con   su   madre 
haban sembrado en su corazn. Despus, cuando a uz de da 
empezaba  a  desvanecerse  y  a  una  y  as   estreas   ocupaban 
hermosas  sus  ugares  en  e   frmamento,   pasaba  a  as  bvedas 
subterrneas  de  a  edfcacn,   temboroso,   ya  que  su  pequeo 
cro so acanzaba a penetrar dbmente as tnebas espesas y 
soemnes,   y  escuchaba  contenendo  e   aento  as  voces  de  os 
esprtus guardanes que moraban aseguraba a fbua pbca 
en   as   habtacones   de   mbto   sagrado.   O,   una   vez   que   a 
muttud   se   retraba   a   sus   hogares   y   a   sus   dversones,   se 
ntroduca   subreptcamente   en   os   ma|estuosos   recntos   y 
deambuaba en torno a os pedestaes de as fabuosas estatuas, 
resprando, transdo de temor, a atmsfera estancada de tempo 
y contempando os fros y meanccos rayos de a una que se 
coaban por as aberturas de techo y aumbraban os rostros y os 
membros coosaes de as mgenes de os doses paganos. En 
ocasones, cuando concuan e servco de Seraps y os deberes 
resutantes  de  sus  comuncacones  con  e   emperador,   Macrno 
conduca  a  su  pupo  a   |ardn  de  os  sacerdotes  y  aababa  su 
docdad, hasta que e  corazn de Upo rebosaba de grattud y 
orguo.   Otras   veces   o   evaba   cauteosamente   fuera   de 
permetro sagrado para enseare, en os suburbos de a cudad, 
a   unos   hombres   sencosos,   pdos,   meanccos,   que   se 
deszaban sgosamente por as caes |ubosas y atestadas de 
personas.   Le   nssta   en   que   esas   fguras   fugtvas   eran   os 
enemgos de Tempo y de todo o que  contena; afrmaba que 
conspraban contra e emperador y os doses, que eran canaas 
que  deban  ser   desterrados  de   seno  de  a  humandad,   que  se 
hacan amar "crstanos" y que su cuto mpo, de ser toerado, o 
prvara de to que amaba, de Tempo que reverencaba y de a 
dgndad  y   a   fama   sacerdotaes   cuya   conqusta   deba   ser   a 
ambcn de su vda.
  As, guado en sus deberes por su tutor y en su recreo por sus 
propas  ncnacones,   con  e   paso  de   tempo  e   muchacho  fue 
perdendo graduamente todas as restantes caracterstcas de su 
edad.   Hasta  e   recuerdo  de  su  madre  y  de   amor   materno  se 
desvanec  de  su  memora.   Sero,   sotaro,   medtabundo,   so 
vva  para  trunfar   en  e   Tempo;   e   nco  fn  de  su  abor   era 
emuar a sumo sacerdote. Todos sus sentmentos y capacdades 
eran escavos de una ambcn anorma a su edad y presago de 
afccones   en  su   vda   futura.   E   proyecto   que  Macrno   haba 
concebdo como una abor de aos cumn en unos pocos meses. 
Las   esperanzas   que  e   padre  de  Upo  cas   no  se  atrevera  a 
aentar para su adutez, se hceron readad en su |uventud.
  En  esos  preparatvos  para  su  xto  futuro  transcurreron  tres 
aos de a vda de Upo. A trmno de ese perodo, a muerte de 
|uano   anz   una   sombra   sobre   as   brantes   perspectvas 
abertas   a   mundo   pagano.   Los   sacerdotes   de   Seraps   no   se 
haban recuperado  an  de  a  prmera conmocn  de  asombro  y 
door   que  es  produ|eran  as  fataes  notcas  de  a  vacante  de 
trono mpera, cuando e edcto sobre a toeranca, emtdo por 
|ovano, e nuevo emperador, eg a a cudad de Ae|andra y se 
exhb en os muros de Tempo.
  La prmera confrontacn con esa procama que es otorgaba a 
os crstanos a bertad de cuto despert en e natura ya muy 
tenso de Upo as ms voentas emocones de ra y despreco. E  
entusasmo de su carcter y su edad, guado nvarabemente en 
a soa dreccn de sus creencas, asum a forma de ms feroz 
fanatsmo   cuando   tuvo   notcas   de   a   dspcente   expoacn 
efectuada   por   e   emperador   de   os   derechos   supremos   de 
Tempo.   En  sus  prmeros  momentos  de  fura,   se  ofrec  como 
vountaro para arrancar e edcto de os muros, para encabezar 
un ataque contra as reunones de os eufrcos crstanos o para 
trasadarse a a resdenca mpera a fn de exhortar a |ovano a 
revocar   su   pegrosamente   bengna   ey   antes   de   que   fuera 
demasado   tarde.   Sus   aados,   ms   cauteosos,   se   veron   en 
dfcutades para mpedre a e|ecucn de sus mpetuosos panes. 
Durante  dos   das   se  mantuvo  apartado  de  sus   compaeros   y 
rum  en  tota   soedad  a  n|ura  perpetrada  contra  su  amada 
superstcn y e nevtabe aumento de a nfuenca de a secta 
crstana.
  Pero a  desesperacn  de   |oven  entusasta  estaba destnada a 
acentuarse debdo a una caamdad de orden prvado, de causas 
msterosas   y   pavorosos   efectos.   Dos   das   despus   de   a 
pubcacn   de   edcto,   e   Sumo   Sacerdote   Macrno   mur   de 
repente, en a pentud de su edad y su vgor.
 Narrar a confusn y e horror que produ|o en e Tempo y fuera 
de  e descubrmento de ese acontecmento fata; descrbr as 
execracones y os  tumutos  de  os sacerdotes y e  puebo,  que 
sospecharon   de   nmedato   que   os   favorecdos   y   ambcosos 
crstanos haban causado a muerte, medante veneno, de su |efe 
esprtua, podra resutar nteresante a manera de hstora de as 
costumbres de a poca, pero resuta rreevante en o que toca a 
os fnes de este captuo. Resuta preferbe examnar os efectos 
que produ|o en a mente de Upo su prdda persona y prvada, 
a carenca rreempazabe para  de maestro a quen amara 
y e gua que fuera su prvego reverencar.
  Una  doenca  que  se  proong  durante  varos  meses,   y  que  a 
fna hzo que quenes o cudaban temeran por su vda y por su 
razn, fue muestra papabe de a sncerdad de  door de Upo 
por   a  prdda  de  su  protector.   Durante  os  paroxsmos  de  su 
dero, os sacerdotes que montaban guarda en torno a su echo 
extra|eron de sus desvaros muchas y sabas concusones acerca 
de os efectos que sus ataques y as causas que os provocaran 
probabemente producran en su futuro carcter, pero a pesar de 
toda   su   perspcaca,   estaban   e|os   de   aprecar   en   toda   su 
magntud a revoucn que a prdda sufrda haba efectuado en 
su natura. E propo muchacho no haba estado conscente, antes 
de   a   muerte   de   sumo   sacerdote,   de   a   profunddad   de   a 
devocn que senta por su segundo padre. Aunque deformados 
por su padre natura,  os  afectos  que eran  e   basamento de su 
carcter   nunca   haban   sdo   enteramente   destrudos,   y   se 
aferraban a toda paabra amabe o accn generosa de Macrno 
como  a  un  amento  que  se  es  negara  desde  a  cuna.   Mora   e 
nteectuamente, Macrno haba sdo para  e faro que apuntaba 
en dreccn a su destno, e  |uez que reguaba su conducta, a 
Musa a a que mraba en busca de nspracn. Y ahora que ese 
esabn que haba enazado todas as ramfcacones de sus deas 
ms centraes y querdas se quebraba de repente, su mente fue 
presa de una desoacn que paraz su eastcdad y agost su 
frescura.   S   mraba  atrs,   no  vea  ms  que  un  hogar  de  cuyos 
paceres y afectos o haba exado para sempre a ambcn de 
su padre. S a porvenr, a pensar en a ncapacdad tanto de su 
carcter  como  de  su  educacn  para  reaconarse  en  e   mundo 
como otros se reaconaban, no vea una estrea que o guara en 
su exstenca futura haca a fecdad en socedad. No e quedaba 
ya ms recurso que entregarse por entero a a tarea que haba 
hecho  de  su  hogar  un  sto  que  e  resutaba  a|eno,   que  estaba 
santfcada por su reacn con e ob|eto ahora perddo de sus 
afectos,   y   que,   en   todo   e   vasto   mundo,   era   capaz   de 
proporconare  a  nca  fecdad  y  a  soa  dstncn  que  poda 
ansar para e porvenr.
  Adems  de  ese  motvo  para  entregarse  a  su  vocacn,   en  a 
mente  de  Upo  andaba  un  profundo  y  acendrado  sentmento 
que o anmaba a prosegur sus amadas ocupacones con ardor 
ncesante. Ese prncpo rector era su aborrecmento de a secta 
crstana. Las sospechas que otros abergaran sobre a muerte de 
sumo sacerdote eran para   una certeza. Rechazaba toda dea 
opuesta a su decdda convccn de que os ceos de os crstanos 
os haban evado a envenenar a ms poderoso y dgente de os 
sacerdotes  paganos.   Traba|ar  ncesantemente  hasta  acanzar  a 
nfuenca  y  a  poscn  de  que  gozara  su  to,   y  empear   esa 
nfuenca   y   esa   poscn,   una   vez   adqurdas,   para   vengar   a 
Macrno  barrendo  de  a  faz  de  a  terra  todo  vestgo  de  a  fe 
crstana, se convrt en e propsto ms hondo de su corazn. 
Insprado por esa determnacn, con a premedtacn que es, en 
a  mayora  de  os  hombres,   fruto  so  de  a  experenca  de  os 
aos, empe os prmeros das de su convaecenca en madurar 
cudadosamente sus panes futuros y evauar mparcamente sus 
probabdades   de   xto.   Competado   ese   examen   nteror,   se 
dedc de nmedato y para sempre a gran proyecto de su vda. 
Nada  o  agobaba,   nada  o  desaentaba,   nada  o  detena.   Los 
acontecmentos de mundo pasaban a su ado sn que os notara, 
as  afccones  y  os  trunfos  de  a  cudad  ya  no  hababan  a  su 
corazn. Los aos sucederon a os aos, pero e Tempo nada e 
deca.   E   pagansmo  zozobraba  graduamente,   mentras  que  e 
crstansmo   prosperaba   de   manera   mperceptbe,   pero   a 
Mudanza no se reveaba a sus o|os. Todo e mundo exteror no era 
para  ms que un vaco hasta a egada de momento que sera 
testgo de trunfo de sus panes. Sus preparatvos para e futuro 
absorban todas as facutades de su mente, y o convertan, en o 
referdo  a   presente,   en  un  autmata  que  no  refe|aba  nngn 
prncpo  y  a   que  no  anmaba  nngn  acontecmento.   Era  una 
mquna  que  se  mova  sn  percbr,   un  cuerpo  que  actuaba  sn 
una mente pensante.
  S   vovemos  un  momento  a   mundo  de  os  sucesos  hstrcos 
sabremos que a a muerte de |ovano en e ao 364, Vaentnano 
I,   e   nuevo   emperador,   mantuvo   e   rgmen   de   toeranca 
adoptado por su predecesor. A su muerte en e ao 375, Favo 
Gracano, su sucesor en e trono mpera, super tanto e e|empo 
de os dos soberanos anterores que se cooc resuetamente de 
ado de os adeptos de a nueva fe. No contento con aentar con 
sus  preceptos  y  su  e|empo  e   crecmento  de   crstansmo,   e 
emperador   do   muestras   de   su   ceo   por   a   regn   que   se 
expanda  ordenando  ncesantes  persecucones  de  os  cada  vez 
ms escasos smpatzantes de antguo cuto, con o que, merced 
a esas accones evadas a cabo durante su renado, se convrt 
en antecesor de a revoucn regosa que su sucesor, Teodoso 
e Grande, ese ustre oponente de pagansmo, estaba destnado 
a efectuar.
  A a muerte de Favo Gracano en e ao 383, Upo era uno de 
os sacerdotes de mayor rango en e Tempo, y se deca que sera 
e   prxmo  en  heredar   e   mportante  cargo  que  desempeara 
otrora  e   poderoso  y  dgente  Macrno.   E   ambcoso  sacerdote, 
consderando segura a dstncn por a que se haba esforzado, 
encontr tempo a  fn para echar una mrada a os asuntos de 
da. La desoacn ensombreca en todas dreccones e panorama 
que   contemp.   En   muchas   provncas   de   mpero   e   ceo 
destructor   de   os   crstanos   trunfantes   haba   derrbado   os 
tempos   de   os   doses.   Grandes   cantdades   de   personas 
aterrorzadas, temerosas de correr a  fna  a msma suerte que 
sus   doos,   abandonadas   por   sus   sacerdotes   dspersados   y 
rodeadas   por   mpacabes   enemgos   de   a   antgua   fe,   haban 
ab|urado de sus creencas para savar su vda y sus benes. En 
medo de as vastas runas de pagansmo se azaba, ahora una 
soa   estructura   ntacta.   E   Tempo   de   Seraps   se   mantena 
ncume: frme, nconmovbe, ncontamnado. A  forecan an 
os   sacrfcos,   y   os   fees   se   prosternaban   en   honor   a   as 
dedades. Hasta e  crecente podero de a supremaca crstana 
retroceda   descorazonado   ante   ese   monumento   a   as   goras 
regosas de tantos sgos. Aunque dsmnuan perceptbemente 
as   fas   de  su  congregacn  otrora  muttudnara,   aunque  as 
nuevas gesas desbordaban de conversos, aunque os edctos de 
Roma o denuncaban como una mcua sobre a faz de a terra, 
su  grandeza  sombra  y  sotara  se  mantena  en  pe.   Nnguna 
panta  profana  hoaba  sus  rncones  secretos,   nnguna  mano  se 
haba azado hasta e  momento contra sus antguos y gorosos 
muros.
 Fue ndgnacn y no desaento o que se apoder de corazn de 
Upo a anazar a stuacn mperante en e mundo pagano. Una 
determnacn  como  a  suya,   amentada  por  as  refexones  de 
aos   y   madurada   por   ncesantes   consderacones,   est   por 
encma de as conmocones que afectan una decsn apresurada 
o  destruyen  una  ntencn  vacante.   Insensbe  a   fracaso,   os 
desastres a nstan a a accn, no a deprmen hasta condenara a 
a nactvdad. Su exstenca es e are que preserva a vtadad de 
a mente, e muee que pone en movmento a refexn. N por 
un  momento  vac  Upo  en  su  entrega  a  su  gran  proyecto,   n 
desesper   de  su  e|ecucn  y   xto   tmos.   Aunque  cada   da 
egaban notcas de nuevas desgracas de os paganos y nuevos 
trunfos de os crstanos, sgu, |unto con unos pocos de sus ms 
ceosos camaradas, esperando e advenmento de otro |uano y 
e   da  de  a  restauracn  de  os  atares  desmanteados  de  as 
dedades   a  as   que  serva.   Mentras   e   Tempo  de  Seraps   se 
mantuvo  ncume,   como  fuente  de  aento  para  sus  abores  y 
refugo para sus hermanos persegudos, cont con una certeza de 
xto  que  o  espoeaba  en  todos  sus  esfuerzos  y  e  daba  vaor 
contra todos os pegros.
  Y   entonces,   para   asombro   de   os   sacerdotes   y   de   a 
congregacn,   e   sencoso,   pensatvo,   sotaro   Upo   sa 
repentnamente de su arga nactvdad y se convrt en un feroz 
defensor de os derechos de su agredda regn. En unos pocos 
das  a  fama  de  sus  exhortacones  a  os  paganos  que  seguan 
asstendo a os rtos de Seraps se propag por toda a cudad. 
Los crstanos ms bravos tembaban nvountaramente a pasar 
|unto  a  os  muros  de   tempo  y  escuchar  a  vehemenca  de  os 
apausos   que   e   nsprado   sacerdote   es   arrancaba   a   os 
asstentes.   Drgdas   a   creyentes   de   muy   dversas   edades   y 
temperamentos, esas arengas despertaban un eco en todos os 
pechos. Para os |venes estaban atavadas con toda a poesa de 
cuto por as que abogaban. Hababan de os atares de Venus que 
os   crstanos   devastaran;   de   os   bosques   a   os   cuaes   os 
crstanos  despo|aran  de   encanto  de  as  drades;   de  as  Artes 
sagradas   que   os   crstanos   se   azaran   para   anquar.   A  os 
ancanos es haca recordar as goras de pasado, conqustadas 
gracas   a   favor   de  os   doses;   os   antepasados   muertos   a  su 
servco;   os   ve|os   amores,   aegras   y   trunfos   ovdados   que 
haban  nacdo  y  prosperado  merced  a  a  amabe  tutea  de  as 
dedades de antao. Y para todos, a nvarabe nferenca era a 
reterada afrmacn de que e ustre Macrno haba sdo vctma 
de a toeranca concedda a a secta crstana.
  Pero   os   esfuerzos   de   Upo   no   se   mtaban   a   pronuncar 
aocucones.   Dedcaba  todo  su  tempo  bre  a  reazar   secretas 
excursones a Ae|andra. Sn hacer caso de pegro, sn atender a 
as amenazas, e mpvdo fantco se nftraba en os ugares de 
encuentro ms excusvos de os crstanos, nterpeaba en todos 
ados a os apstatas de credo pagano y desafaba a hostdad 
de meda cudad desde a fortaeza de os muros de Tempo. Da 
tras da nuevos recutas se sumaban a as fas de os adoradores 
de   Seraps.   Los   mensa|eros   personaes   de   ncansabe   Upo 
reunan  en  Ae|andra  a  os  escasos  membros  de  as  dspersas 
congregacones  de  provncas  que  seguan  fees  a   ve|o  cuto. 
Comenzaron a producrse ras tumutuaras entre os paganos y 
os crstanos, y os sacerdotes de Seraps se aprestaban a drgre 
una   protesta   a   nuevo   emperador   en   nombre   de   a   antgua 
regn  de   mpero.   Parec  probabe  en  ese  momento  que  os 
esfuerzos herocos de un soo hombre, encamnados a apuntaar 
a estructura de a superstcn, cuyos cmentos estaban mnados 
y cuyos muros eran asedados por mares, se veran coronados 
por e xto.
  Pero  pas  e   Tempo;   y  con     eg,   nexorabe,   a  Mudanza, 
derrbando   as   pequeas   barreras   ergdas   contra   ea   por   a 
oposcn   humana   y   susttuyndoas   con   sus   extraas   y 
transtoras  urdmbres.   En  vano  e   perseverante  sacerdote  puso 
en  |uego  todas   sus   energas   para  ncrementar   y  artcuar   sus 
fuerzas   dspersas;   en  vano  e   formdabe  Tempo  despeg  su 
ma|estad  de  sgos,   sus  espnddos  sacrfcos,   sus  msterosos 
auguros. E esprtu de crstansmo avanzaba haca e trunfo en 
este mundo; e pagansmo se acercaba veozmente a su destno 
fna.   No   obstante,   transcurreron   agunos   meses   ms   de 
resstenca nt  hasta que e  arzobspo de Ae|andra emt un 
decreto que ordenaba a destruccn de Tempo de Seraps.
  Cuando   se   corr   e   rumor   de   a   decsn   adoptada   por   e 
prmado,  hordas de crstanos  fantcos  se azaron en todos os 
rncones de Egpto y marcharon a toda prsa haca Ae|andra para 
presencar a democn. Desde as rdas soedades de deserto, 
desde sus conventos en as rocas y sus cavernas subterrneas, 
bandadas   de  mon|es   regoc|ados   voaron  a  as   puertas   de  a 
cudad  y  se  uneron  a  as   fas   de  sodados  y  de  cudadanos, 
mpacentes por partr a asato. La reunn de os extermnadores 
se  convoc  a   amanecer;   cuando  e   so   comenz  a  evantarse 
sobre Ae|andra, eg ante os muros de Tempo.
 Las puertas de a espndda estructura estaban cerradas; en os 
muros   se   agomeraban   sus   defensores   paganos.   En   todo   e 
edfco renaba un senco de muerte, mpasbe, msteroso; y de 
todos os hombres que en  se hacnaban, so uno se despaz 
de ugar asgnado; so uno deambuaba ncesantemente de un 
ugar a otro, buscando os puntos dbes que podan aprovechar 
os asatantes. Los stadores que se encontraban ms prxmos a 
tempo comprenderon que e geno que presda os preparatvos 
de a defensa era e ob|eto de su odo ms vruento y de su temor 
ms ngobernabe: e sacerdote Upo.
 En cuanto e arzobspo do a sea para e ataque, una partda de 
mon|es  entonando  a  grtos  fragmentos  de  samos  con  voces 
roncas   y   dscordantes,   os   harapos   que   vestan  ondeantes   a 
vento,  os rostros cadavrcos reumbrantes de feroz gozo se 
puso  a  a  cabeza  de  as  huestes,   cooc  as  prmeras  escaeras 
contra os muros y comenz e asato. Los stadores enfurecdos 
atacaban e Tempo por todos os ados, y en todos os ados o 
defendan con xto os resuetos stados. Oeada tras oeada de 
asatantes choc contra as puertas maczas sn ograr forzaras; 
proyect  tras proyect  se anz contra a edfcacn sn que se 
produ|era   nnguna   brecha   en   su   sda   superfce.   Muttudes 
escaaban   os   muros,   egaban   a   os   prtcos   exterores   y 
masacraban   a   sus   defensores   paganos,   pero   eran 
ncesantemente   repedas   sn   poder   aprovechar   a   venta|a 
obtenda.   Una  y  otra  vez  os  asatantes  pareceron  a  punto  de 
tomar   e   Tempo,   pero  a  fgura  de  Upo,   que  nvarabemente 
apareca   en   e   momento   crtco   entre   sus   descorazonados 
segudores,   funconaba  como  una  provdenca  que  destrua  os 
efectos   de   os   ms   osados   ntentos   y   os   ms   mportantes 
trunfos. Dondequera que surga un pegro, dondequera que se 
produca   una   matanza,   dondequera   que   brotaba   a 
desesperacn, a marchaba e mpvdo sacerdote para nsprar 
a   os   vaentes,   socorrer   a   os   herdos,   reanmar   a   os 
atemorzados. Nnguna estratagema o confunda, nnguna fatga 
o   agotaba:   haba   ago   cas   demonaco   en   su   actvdad 
destructora,   en  su  determnacn  en  medo  de  a  derrota.   Los 
stadores   advnaban   su   recorrdo   por   e   tempo   por   as 
caamdades que sufran a su paso. S anzaban sobre eos desde 
o ato de os muros os cuerpos de crstanos asesnados, sentan 
que a estaba Upo. S os sodados ms vaentes vacaban a 
subr as escaeras, se saba que Upo era responsabe, desde o 
ato, de a derrota de sus camaradas. S una partda armada que 
saa de Tempo haca retroceder a vanguarda hasta as reservas 
de a retaguarda, se esgrma como excusa que Upo combata a 
a cabeza de as huestes paganas. Sucesvos grupos de guerreros 
crstanos seguan anzndose a ataque; pero aunque as fas de 
os nfees dsmnuan perceptbemente, aunque as puertas que 
os   defendan   a   fn   comenzaban   a   estremecerse   ba|o   os 
reterados gopes de os asatantes, todos os patos de  edfco 
sagrado seguan en poder de os stados y estaban a dsposcn 
de nvcto captn que organzaba a defensa.
 Desaentado por e fracaso de sus esfuerzos y horrorzado por a 
carncera   de   que   haban   sdo   vctmas   sus   partdaros,   e 
arzobspo  orden  de  repente  e   cese  de  as  hostdades  y  es 
propuso  a  os  defensores  de   tempo  una  tregua  breve  que  os 
favoreca.   Tras   certa   demora,   y   aparentemente   a   costa   de 
agunas   dscordas   en   sus   fas,   os   paganos   e   envaron   a 
prmado   una   garanta   de   a   aceptacn   de   os   trmnos 
propuestos, que consstan en que ambas partes se abstendran 
de entabar nuevo combate hasta que se soctara y obtuvera un 
edcto de Teodoso que decdera e destno tmo de Tempo.
  Una vez acordada a tregua, graduamente se despe| e vasto 
espaco frente a a edfcacn, a a que se conceda un respro. 
Lenta y trstemente e  arzobspo y sus segudores abandonaron 
os   ve|os   muros   cuyas   cspdes   en   vano   haban   asatado;   y 
cuando  e   so   se  puso,   de  a  gran  muttud  congregada  en  a 
maana  no  quedaban  ms   que  unos   pocos   cadveres.   En  e 
nteror de   edfco  sagrado,  a  Muerte  y  e  Reposo presdan  a 
noche  donde  a  maana  haba  umnado  con  su  respandor   a 
Vda y a Actvdad. Los herdos, os exhaustos y os temborosos 
de   fro   yacan   guamente   mudos,   abancados   por   as   brsas 
nocturnas   que   se   coaban   por   os   ma|estuosos   prtcos,   o 
apacguados   por   a   oscurdad   que   renaba   en   os   sencosos 
recntos. So uno de os paganos an bregaba y refexonaba. E 
sotaro y medtabundo Upo recorra una y otra vez e Tempo, 
nqueto   como   una   besta   sava|e   acorraada   en   su   guarda, 
vgante  como  un  esprtu  esquvo  en  una  cudad  de  extraas 
tumbas.  Para   no  haba  descanso  de   cuerpo  n  sosego  de  a 
mente. De os acontecmentos de os prxmos das dependa e 
tembe azar, que pronto nfura rremsbemente en todo o que 
e restaba de vda, para procurare a fecdad o causare a ms 
profunda afccn. Recorra una y otra vez os poderosos muros 
que vgaba  con ansedad mecnca e  nt.  Cada pedra  de  a 
edfcacn e hababa con eocuenca a su sotaro corazn, cada 
una  e  resutaba  hermosa  a  su  enfebrecda  magnacn.   Esas 
rdas estructuras abergaban para  e hogar amado y feraz; all 
estaba e atar a cuya gora se haba escavzado su nteecto, a 
cuyo honor se haba sacrfcado su |uventud! Recorra con paso 
apresurado os recntos secretos y os patos sagrados, mpando 
con   mano   gent   e   ndustrosa   as   manchas   de   sangre   y   as 
mcuas con as que e combate haba cuberto as estatuas |unto 
a   as   que   pasaba.   Afgdo,   sotaro,   pensatvo,   como   en  sus 
prmeros das de aprendz de os doses, deambuaba ahora por 
os   msmos   rncones   aumbrados   por   a  uz   de  a  una  donde 
Macrno o nstruyera en su |uventud. S  e  amenazador tumuto 
de da haba estmuado su fereza, a cama de a noche tranqua 
despert   su   duzura.   Haba   combatdo   por   e   tempo   en   a 
maana  como  un  h|o  por   su  padre,   y  ahora,   en  a  noche,   o 
cudaba como un avaro a su tesoro, como un amante a su amada, 
como una madre a su h|o!
 Transcurreron os das, y a fn eg a maana memorabe que 
decdra  a  suerte  de   tmo  tempo  preservado  de   fanatsmo 
crstano para admracn de mundo. A una hora temprana de a 
maana  as   dsmnudas   huestes   de  paganos   recactrantes   se 
encontraron   con   sus   decddos   contendentes,   ahora   ms 
numerosos ambas partes guamente desarmadas, en a gran 
paza  de  Ae|andra.   Se  ey  entonces   pbcamente  e   bando 
mpera. Comenzaba asegurndoes a os paganos que se haba 
prestado a msma consderacn a a spca de su sacerdote de 
que se protegera e Tempo que a que se brndara a a petcn 
que abogaba por a emnacn de os doses presentada por e 
arzobspo  crstano;   y  termnaba  procamando  as   rdenes   de 
emperador de que Seraps y todos os dems doos de Ae|andra 
fueran nmedatamente destrudos.
 An resonaba en as fas de os crstanos e grto de trunfo que 
sgu a a ectura de edcto mpera cuando aparec en a paza 
a   vanguarda   de   os   sodados   desgnados   para   e|ecutar   as 
rdenes   de   emperador.   Durante  unos   mnutos,   os   desvados 
paganos  permaneceron  nmves  en  e   sto  donde  se  haban 
congregado,   contempando   os   preparatvos   bcos   que   se 
desarroaban  a  su  arededor,   presas  de  un  estupor   mezca  de 
asombro y desesperacn. Despus, a percatarse de cuan escaso 
era  su  nmero,   a   recordar   cuan  ardua  haba  sdo  a  prmera 
defensa contra unos pocos y percatarse de cuan mposbe sera 
una segunda contra muchos, desde os ms tmdos hasta os ms 
osados  fueron  presa  de   pnco;   y  sn  hacer  caso  de  Upo,   de 
honor n de os doses, deron meda vueta a unsono y huyeron 
de ugar.
  Con a huda de os paganos comenz a democn. Hasta as 
mu|eres  y  os  nos  se  apresuraron  a  sumarse  a  a  benvenda 
abor   de  ndscrmnada  destruccn.   En  esta  ocasn  no  haba 
defensores  que  cerraran  as  puertas  de   Tempo  a  as  huestes 
crstanas. En un nstante se nvad y utra| a subme soedad 
de edfco deserto. Se romperon estatuas, se sustra|o e oro, se 
hceron pedazos as puertas; pero en ese punto se detuvo por un 
tempo  e   avance  de  a  democn.   Ouenes  haban  recbdo  a 
encomenda  de  derrbar   a  estructura  exteror   tuveron  menos 
xto que sus pr|mos encargados de saquear su contendo. Las 
pesadas  pedras  de  os   pares,   as  maczas  superfces   de  os 
muros ressteron os ms vgorosos de sus mezqunos esfuerzos y 
os obgaron a contentarse con mutar o que no podan destrur: 
arrancar   techos,   deterorar   mrmoes   y   demoer   captees.   E 
resto   de   as   edfcacones   permanec   ntacto,   e   ncuso   ms 
mponente  ahora,   en  medo  de  a  runosa  confusn,   que  en  a 
ma|estuosdad de su perfeccn y su fuerza.
 Pero an permaneca en pe e smboo ms mportante; todava 
no  se  haba  dado  e   tro  de  graca  a   pagansmo;   era  precso 
destrur a magen dotrca de Seraps, que haba renado en os 
corazones  de  mones  y  que  era  famoso  en  os  ms  remotos 
rncones de mpero! Un senco absouto nvad as fas de os 
crstanos   cuando   penetraron  en  e   san  de   dos.   Un  temor 
superstcoso de que hasta ese momento se haban consderado 
ncapaces se adue de sus corazones cuando un sodado, ms 
osado que sus compaeros, sub con a ayuda de una escaera a 
a cabeza de a estatua coosa y gope su me|a con un hacha. 
Apenas do e gope, se oy un profundo amento procedente de 
ado opuesto de a habtacn y, a contnuacn, e rudo de unos 
pasos   que   se   ae|aban;   despus,   todo   vov   a   senco.   E 
ncdente  contuvo  por   unos  mnutos  a  quenes  se  dsponan  a 
unrse  a su compaero  en a mutacn de  doo,  pero a  cabo 
ces su vacacn; se sucederon os gopes contra a estatua y no 
se escucharon ms amentos, no se oyeron ms sondos que os 
ecos brutaes de os gopes de martos, barras de herro y porras 
que   resonaban   en   a   ma|estuosa   habtacn.   Tras   un   tempo 
ncrebemente  breve,   a  magen  de  Seraps   yaca   reducda   a 
grandes pedazos sobre e sueo de mrmo. La muttud agarr os 
membros de doo y se march a toda prsa para arrastraros en 
trunfo por as caes. Unos mnutos ms tarde as runas quedaron 
desertas, e tempo mudo, e pagansmo anquado!
  Durante  todo   e   avance  devastador   de  os   crstanos   por   e 
Tempo, os haba segudo con terca perseveranca y, a a vez, en 
tota  naccn, e  nco pagano que no haba ntentado savarse 
con  a  huda.   Ese  hombre,   conocedor   de  todos   os   pasa|es   y 
escaeras   secretos   de   edfco   sagrado,   presenc   sn   que   o 
detectaran cada acto de democn en cuaquer parte de edfco 
que se perpetrara. De corredor en corredor, de recnto en recnto, 
sgu con pasos sencosos y o|os centeeantes os movmentos 
de   a   turba   crstana,   ahora   ocutndose   tras   un   par,   ahora 
refugndose  en  cavdades   dsmuadas   en  as   paredes,   ahora 
mrando  haca  aba|o  a  travs   de  fsuras   mperceptbes   en  e 
techo;   pero,   fuera   cua   fuese   e   ugar   que   ocupaba, 
nvarabemente observaba, con a msma atencn dgente y a 
msma ausenca de emocones, os menores actos de expoacn 
cometdos   hasta   por   os   ms   humdes   segudores   de   os 
crstanos. Fue so a entrar con os saqueadores vctorosos en a 
vasta habtacn que ocupaba a magen de Seraps que a faz de 
ndvduo comenz a evdencar a agona que expermentaba su 
corazn.   Sub   una   escaera   secreta   cuyos   pedaos   estaban 
cortados en a macza pared de a habtacn, y tras acanzar un 
pasa|e  que  ba  de  uno  extremo  a   otro  de   techo  mr  por  una 
espece de ceosa dsmuada por os ornamentos de a cornsa. 
Cuando drg a vsta haca aba|o y vo a sodado subr, hacha 
en  mano,   hasta  a  cabeza  de   doo,   grandes   gotas   de  sudor 
cayeron de su frente. E  aento espeso y cdo sse entre sus 
dentes   apretados   y  sus   manos   se  cerraron  sobre  os   fuertes 
soportes metcos de a ceosa, que se torceron ba|o su presn. 
Cuando e sodado e propn e prmer gope a a estatua, cerr 
os   o|os.   Cuando  e   pedazo  arrancado  por   e   mpacto  cay  a 
sueo,   un  amento  escap  de  sus   abos   temborosos.   Durante 
unos  momentos  contemp  con  o|os  reumbrantes  y  mrada  de 
horror a a muttud a sus pes, y despus, a veocdad frentca, 
ba|  a  empnada  escaera  por   a  cua   haba  subdo  a   techo  y 
huy de Tempo.
 Esa noche, unos pastores a quenes a curosdad ev a vstar e 
edfco profanado, veron a  msmo hombre orar amargamente 
en sus prtcos destrudos y desertos. Cuando se acercaron para 
habare, az a cabeza y con una spca muda es ndc que 
abandonaran e ugar. En esos breves momentos en que os mr 
de frente, a uz de a una aumbr su rostro, y os pastores, que 
en   pocas   anterores   haban   asstdo   a   as   ceremonas   de 
Tempo,   veron   con   asombro   que   e   doente   sotaro   cuyas 
medtacones haban  nterrumpdo  no era  otro  que e   sacerdote 
Upo.
 A amanecer, a os pastores se es present de nuevo a ocasn 
de  pasar   |unto  a  os  muros  de   Tempo  saqueado.   Durante  as 
horas de a noche, e recuerdo de a escena de door sotaro e 
nconsoabe  de  a  que  haban  sdo  testgos   de  a  terrbe  y 
esquva afccn de a que haban vsto presa a hombre abatdo y 
abandonado por todos, cuyas menores paabras en otra poca es 
deetara   reverencar  es   haba   nsprado   un   sentmento   de 
pedad haca e pagano desamparado muy dferente a esprtu de 
persecucn   que   e   crstansmo   espuro   de   a   poca   ansaba 
nfundr en e corazn de sus ms humdes adeptos. Dspuestos 
a   consueo,   deseosos   de   ayudar,   esos   hombres,   como   e 
samartano   de   antao,   se   drgeron,   correndo   eos   msmos 
pegro, a socorrer a un hermano afgdo. Regstraron cada rncn 
de edfco vaco, pero e ob|eto de su compasn no aparec por 
nngn  ado.   Lamaron,   pero  nngn  sondo  es  respond,   savo 
as  endechas  de   vento  de  as  prmera  horas  de  a  maana  a 
atravesar   os  recntos  en  runas,   que  haca  tan  so  un  breve 
tempo resonaran con a eocuenca de otrora ustre sacerdote. A 
excepcn   de   unos   pocos   p|aros   nocturnos   que   ya   haban 
buscado refugo en e edfco deserto, no haba ser vvente en o 
que antes fuera e Tempo de Orente. Upo haba partdo.
 Los acontecmentos que acabamos de narrar tuveron ugar en e 
ao  389.   En  e   390,   as  ceremonas  paganas  fueron  decaradas 
por ey actos de tracn en todo e mpero romano.
 A partr de ese momento, os pocos ndvduos dspersos que an 
se  mantenan  apegados   a  a  antgua  fe  se  dvderon  en  tres 
faccones,   todas   guamente   nsgnfcantes,   fueran   enemgas 
abertas o secretas de a nueva regn de estado.
  La  prmera  faccn  se  afan  sn  xto  por  eudr  as  eyes  que 
prohban   os   sacrfcos   y   as   advnacones   dsfrazando   sus 
ceremonas regosas de reunones socaes.
  La   segunda   mantuvo   e   antguo   respeto   por   a   teora   de 
pagansmo,   pero  abandon  toda  esperanza  y  toda  ntencn  de 
vover a nstaurar su prctca. Gracas a tan oportuna concesn, 
muchos   de   sus   membros   conservaron   y   agunos   ncuso 
conqustaron atos y ucratvos empeos como funconaros de 
estado.
  La  tercera  se  retr  a  a  vda  prvada,   y  sus  smpatzante  se 
apartaron  vountaramente  de  todas  as  regones;   renuncaron 
por necesdad a a prctca de su antguo cuto y repudaron por 
propa decsn a comunn con os crstanos.
  Taes fueron as nsgnfcantes faccones a as que se redu|eron 
os tmos restos de a antao poderosa comundad pagana; pero 
e abatdo y humado Upo nunca se un a nnguna de eas.
  Durante   cnco   argos   aos   a   partr   de   momento   de   a 
prohbcn de  pagansmo deambu por  e   mpero,  vstando 
en   cada   pas   os   atares   en   runas   de   su   regn   ahora 
abandonada   por   todos;   era   un   hombre   sn   amgos,   sn 
esperanzas, sn compaa.
 Por toda Europa, Asa y e Orente que an estaba en manos de 
Roma o ev su paso ento y penoso. Va| sn compaa, como 
un  hombre  que  anduvera  ba|o  e   peso  de  una  madcn,   soo 
como  un  segundo  Can  por  os  frtes  vaes  de  a  Gaa,   as 
ardentes  arenas  de  Afrca  y  as  cudades  nundadas  de  so   de 
Espaa. N por un nstante abandon su memora e recuerdo de 
sus proyectos frustrados, n se ae| de su mente a dsparatada 
decsn de revvr su cuto. En cada vestgo de pagansmo, por 
eve que fuera, que encontraba a su paso, haaba amento para 
su feroz angusta, empeo para sus deas de venganza. A menudo, 
en  as  adehueas,   a  aparcn  de  su  fgura  macenta  y  rgda 
entre os pares vacantes de un tempo deserto, o e sondo de 
su voz  hueca  cuando mustaba para  s  msmo  en medo  de as 
runas de tumbas paganas, nterrumpa os |uegos de os nos, 
que  huan  atemorzados.   A  menudo,   en  popuosas  cudades,   se 
detena   a   escuchar   a   os   hombres   que   se   reunan   para 
ntercambar sus recuerdos sobre a cada de  pagansmo, y os 
consoaba cuando os oa amentarse ncautamente de a prdda 
de   su   antgua   fe,   garantzndoes,   entre   susurros   y   con   una 
sonrsa, que ya egara a hora de a redencn. En todas partes o 
tenan   por   un   oco   nofensvo,   cuyos   extraos   desvaros   y 
propensones   no   se   deban   contrarar,   sno   que   era   precso 
consentr.   Deambu  as   por  todo  e   mundo  crstano,   sn  hacer 
caso  n   de   paso  de   tempo  n   de  os  cambos  de  cma;   vva 
encerrado en s msmo; se permta e nco u|o de orar por a 
cada   de   cuto   que   profesaba;   soportaba   con   pacenca 
desgracas, nsutos y desusones; esperaba a oportundad que 
an   nssta   en   creer   que   egara;   se   aferraba   a   su   fata 
determnacn con toda a temerdad que nace de a ambcn y 
toda a perseveranca que producen os deseos de venganza.
  Esos cnco aos  transcurreron sn que  Upo  os  advrtera,  os 
cacuara,   os  amentara.   Para  ,   que  vva  en  e   pasado  y  no 
confaba ms que en e futuro, e espaco no era un obstcuo y e  
tempo no exsta. Cuando se extnguen as varadas emocones 
de aegra o de door que de|a e tempo en a memora y que 
mprmen su huea en e tneraro de corazn, os aos son como 
horas,   as   horas,   como   nstantes.   Insensbe   a   toda   nueva 
sensacn, durante todo e perodo de sus va|es a mente de Upo 
se  mantuvo  embotada  ba|o  e   peso  de  una  nca  dea  que  se 
haba  adueado  de  ea.   Fue  so  a   trmno  de  esos  aos  que 
transcurreron sn que Upo se percatara, cuando os azares de 
camno   torceron   sus   pasos   haca   Ae|andra,   que   su 
entendmento se ber de as cadenas que durante tantos aos 
o mantuveran preso. Y ms tarde, cuando atraves as puertas 
por as que haba entrado en su poca de |oven orguoso y eno 
de ambcones; cuando recorr sn que nade saera a recbro e 
tempo derrbado donde antao vvera ustre y reverencado, fue 
que sus deas, apagadas y yertas hasta ese momento, renaceron 
en su nteror fuertes y vtaes. E  espectcuo de  escenaro de 
sus   goras   pasadas,   que  a  otros   quzs   es   habra  producdo 
desesperacn, despert en  as pasones dormdas y ber sus 
energas  reprmdas.   Los  panes  de  venganza  y  as  vsones  de 
redencn   que   haba   medtado   durante   cnco   argos   aos 
desfaron ante sus o|os ahora, a caor de a vvda nfuenca de 
as   escenas   de  profanacn  que   o   rodeaban,   como   s   ya   se 
huberan convertdo en readad. A, a a sombra de os prtcos 
reducdos a acos de ugar sagrado, cada pedra que se deshaca 
ba|o sus pes e recrmnaba su pasada naccn y robusteca su 
vaor para consprar y tomar venganza en nombre de os doses 
utra|ados. Su magnacn revv uno a uno, medante un penoso 
e|ercco de a memora, os tempos derrudos que haba vstado 
en  su  trste  peregrna|e.   De   sueo  se  evantaron  pares  rotos; 
doos profanados voveron a ocupar sus pedestaes vacos; y , 
e   exado,   e   doente,   vov   a   ser   e   gua,   e   maestro,   e 
sacerdote.   La  hora  de  a  redencn  haba  egado;   y  aunque  su 
razn   no   e   ofreca   panes   precsos,   su   corazn   o   urga 
cegamente   a   emprender   a   reforma.   Ya   haba   egado   e 
momento: Macrno sera vengado; e Tempo sera a fn devueto 
a sus antguas goras.
  Ba|  a  a  cudad:   corr  sn  que  nade  o  reconocera  o  o 
saudara por as caes atestadas; eg a a casa de un hombre 
que haba sdo su amgo y coega en tempos pasados y e cont 
atropeadamente   sus   trastornadas   decsones   y   sus   panes 
ncoherentes, a tempo que e supcaba ayuda y e prometa un 
soberbo   xto.   Pero   su   antguo   compaero,   gracas   a   una 
oportuna   conversn   a   crstansmo,   haba   egado   a   ser   un 
hombre de poscn y prestgo en Ae|andra, y vov a espada 
ndgnado y desprecatvo a sotaro entusasta. Rechazado, pero 
no   descorazonado,   Upo   fue   en   busca   de   otros   a   quenes 
conocera cuando era prspero y famoso. Todos haban ab|urado 
de   a   antgua   regn,   todos   o   recberon   con   una   fradad 
estudada o un neggente desdn; pero aun as persst en sus 
ntes esfuerzos. Cerr os o|os a as mradas de despreco; se 
neg a escuchar as paabras de bura. Perseverante en su dero, 
es encomend mensa|es para os hermanos de otros pases, os 
nombr   captanes   de  a   conspracn  que  estaba   a   punto  de 
comenzar en Ae|andra y oradores pbcos cuando se desatara a 
memorabe revoucn. En vano rechazaban toda partcpacn en 
sus   panes:   se   marchaba   de   su   ado   cuando   comenzaban   a 
expresare  su  rechazo   y   se  apresuraba   haca   otra   parte,   tan 
ndustroso en sus esfuerzos, tan apcado a su mportante msn 
como   s   a   mtad   de   a   pobacn   de   a   cudad   se   hubera 
comprometdo con aborozo a ayudaro en su extravado ntento.
  Durante todo e da contnu su abor de nt persuasn entre 
os   habtantes   de  a   cudad  que  fueran  sus   amgos   en  otros 
tempos.   Cuando   eg   a   noche,   regres   agotado,   pero   no 
desaentado,   a   paraso   terrena   que   estaba   decddo   a 
reconqustar,   a   Tempo   donde   antes   enseara   y   en   e   cua 
todava magnaba que estaba destnado a vover a presdr. A 
proced, gnorante de as nuevas eyes, ndferente a pegro y a 
a sorpresa, a averguar como antao, medante a advnacn, s 
su magno pan se vera coronado por e fracaso o por e xto.
  Mentras   tanto,   os   amgos   cuya  ayuda  Upo  haba  decddo 
obtener  no  se  mantuveron  nactvos  despus  de  a  partda  de 
ambcoso   sacerdote.   A   recordar   con   terror   que   as   eyes 
castgaban   con   a   msma   severdad   a   quenes   ocutaban   su 
conocmento   de   una   ntrga   pagana   que   a   quenes   se 
encontraban  reamente  nvoucrados  en  drgr  una  conspracn 
mpa, a preocupacn por su segurdad persona  venc a toda 
consderacn de o que deban a honor o a as exgencas de una 
antgua  amstad  y  marcharon  como  un  soo  hombre  a  ver   a 
prefecto de a cudad para nformare, con toda a urgenca que 
es dctaba a aprensn, de a presenca de Upo en Ae|andra y 
de o dectvo de os propstos que es haba expuesto.
  De  nmedato  comenz  a  bsqueda  de   resueto  pagano.   Lo 
encontraron esa msma noche ante un atar en runas, medtando 
frente a as entraas de un anma que acababa de sacrfcar. No 
se  requeran  ms  pruebas  de  su  cupa.   Fue  hecho  prsonero  y 
conducdo a |uco en a maana entre os nsutos de os msmos 
que antes cas  o adoraran.  A  da sguente o condenaron a a 
pena de muerte.
  A  a  hora  seaada  se  congreg  un  gento  para  presencar   a 
e|ecucn. No obstante, para su ndgnacn y su fasco, cuando 
os funconaros de a cudad apareceron frente a a prsn fue 
so para nformares a os espectadores que se haba pospuesto 
a   fata   ceremona.   Tras   una   msterosa   dacn   de   varas 
semanas,   de   nuevo   se   es   convoc,   no   para   presencar   a 
e|ecucn, sno para escuchar e extraordnaro anunco de que se 
haba perdonado a vda a cupabe y que a nueva sentenca o 
condenaba a traba|ar de por vda como escavo en as mnas de 
cobre de Espaa.
  Nunca  se  reve  qu  poderosa  nfuenca  ndu|o  a   prefecto  a 
correr   e   resgo   de   enfrentar   e   odo   que   poda   despertar   e 
otorgamento  de   perdn  a  un  prsonero  cuya  cupa  haba  sdo 
tan pamaramente probada como a de Upo. Agunos d|eron que 
e   magstrado  de  a  cudad  segua  sendo  pagano  en  o  ms 
ntmo,   y   que,   en  consecuenca,   no   se  atreva   a   autorzar   a 
muerte de un hombre que haba sdo e ms ustre entre os que 
profesaran  e   antguo  credo.   Otros  aseguraban  que  Upo  haba 
comprado a ndugenca de sus |ueces revendoes a ubcacn 
de uno de os depstos secretos de os enormes tesoros que se 
supona que dorman ba|o os cmentos de derrbado Tempo de 
Seraps.   Pero  nunca  se  pudo  probar   a  satsfaccn  de  todos  a 
veracdad de esos rumores. So se supo que Upo fue trasadado 
de Ae|andra, en medo de a noche, hasta e ugar de terrenaes 
tormentos que egeran para  as ceosas autordades, y que e 
centnea que estaba a as puertas por as que abandon a cudad 
e  oy  murmurar  para  s   msmo,   mentras  o  hacan  marchar  a 
buen  paso  haca  su  destno,   que  sus   advnacones   o  haban 
preparado para a derrota, pero que e gran da de a redencn 
pagana egara a fn.
  En   e   ao   407,   doce   despus   de   os   acontecmentos   que 
acabamos de narrar, Upo eg a a cudad de Roma. No haba 
avanzado mucho cuando a agazara y a confusn que renaban 
en as caes pareceron desconcertaro por competo. Se apresur 
a  egar   a   |ardn  pbco  ms   cercano,   donde,   tras   evtar   os 
senderos frecuentados, se de| caer, aparentemente desfaecdo 
de agotamento, a pe de un rbo.
  Permanec   un   tempo   en   e   sombreado   para|e   que   haba 
escogdo para descansar, resprando penosamente, sacuddo de 
cuando en cuando por sbtos espasmos, os abos temborosos 
por   una   agtacn   que   en   vano   se   esforzaba   por   camar.   Su 
aspecto   haba   cambado   tanto   que  a   os   guardas   que   se  o 
evaron de Ae|andra aun cuando su aparenca entonces era 
ya amentabe es habra resutado mposbe reconocero como 
e msmo hombre a que haban conducdo a a escavtud en as 
mnas  de  Espaa.   Los  efuvos  de   mnera   de  cobre  en  e   que 
haba  estado  seputado  durante  doce  aos   no  so  e  haban 
secado as carnes sobre os huesos, sno que e haban dado a su 
pe   un  tono  vdo,   cas   tan  mate  como  e   de  un  cadver.   Sus 
membros,   debtados   por   a   edad   y   deformados   por   e 
sufrmento, tembaban y apenas o sostenan; y su cuerpo, antes 
tan  ma|estuoso  por   sus  nobes  proporcones,   estaba  ahora  tan 
retorcdo y contrahecho que quen o vera no habra pensado sno 
que  era  tudo  de  nacmento.   De   hombre  que  haba  sdo  no 
quedaba ms que a expresn de os o|os severos y doentes; y 
eos, ntrpretes fees de a mente ndomabe cuyas emocones 
parecan  creados  para  expresar,   conservaban,   naterada  por  e 
sufrmento  e  nmune  a   tempo,   a  msma  mrada,   mezca  de 
refexn, reto y desesperacn, que os caracterzara en a poca 
de   a   destruccn   de   Tempo   y   a   dspersn   de   as 
congregacones paganas.
 Pero su mente ndmta, ncansabe, e neg a cuerpo agotado e 
reposo que en ese momento e demandaba; y cuando a voz de 
ve|o   dero   vov   a   habare,   e   desventurado   sacerdote 
abandon  su  sotaro  refugo  y  contemp  a  gran  cudad  cuya 
nueva regn se haba prometdo derrocar.
  Gracas  a  varos   aos  de  pacente  vganca  must  he 
ogrado escapar de m ceda en as mnas. So un poco ms de 
astuca, un poco ms de resstenca, un poco ms de desveo y 
vvr  para  ver   pobarse,   gracas  a  ms  esfuerzos,   os  tempos 
desertos de Roma.
  Mentras   hababa   haba   sado   de   a   arboeda   y   se   haba 
nternado en as caes. La uz aborozada de a que estuvera 
prvado durante tantos aos acarcaba tba su rostro, como s 
qusera dare a benvenda a mundo y a a bertad. Legaba a 
sus   odos   e   sondo   de   aegres   rsas,   que   parecan   ntentar 
seducro   para   que   dsfrutara   de   as   bendcones   y   os 
esparcmentos de a vda; pero su corazn sotaro era sordo a 
nfu|o  de  a  Naturaeza  y  a   e|empo  de  os   hombres.   En  sus 
gubres eraes renaba an a despadada ambcn que o haba 
prvado de amor en a |uventud y de a amstad en a adutez, y 
que   estaba   destnada   a   cumnar   su   msn   destructva 
mpdndoe toda tranqudad en a ve|ez. Tras revsar con una 
mueca feroz os arededores y mrar haca o ato busc as caes 
ms sotaras y tenebrosas. La soedad se haba convertdo ya en 
un mperatvo de su corazn. E gran ocano de sus aspracones 
no  compartdas  o  haba  ae|ado  haca  ya  argo  tempo  y  para 
sempre   de   todo   trato   soca   con   e   resto   de   os   hombres. 
Pensaba, traba|aba y sufra so para s msmo.
  Descrbr   os  aos  de  abor   sn  recompensa  y  rgor   sn  avo 
soportados por Upo en su cautvero; detaar sus das, que traan 
con eos fuera cua fuese a estacn de ao en a superfce 
a msma carga nevtabe de esfuerzo y fatga; hacer a crnca 
de noche tras noche de etargo sobresatado durante una hora y 
medtacn agotadora a prxma, sera trazar un cuadro de cuya 
trste monotona se apartara con dsgusto a atencn de ector. 
Baste con seaar aqu que a nfuenca de a msma qumera que 
o  haba  anmado  a  defender   e   tempo  atacado  y  aentado  a 
evar   a   vas   de   hecho   su   desordenada   restauracn   de 
pagansmo  o  haba  mantendo  vvo  a  pesar  de  que  haba  sdo 
vctma  de  sufrmentos  que  habran  anquado  a  hombres  ms 
fuertes  y  |venes;   haba  nutrdo  su  decsn  de  escapar   de  a 
escavtud;   y   o   traa   ahora   de   regreso   a   Roma   ve|o, 
abandonado por todos y enfermo para correr nuevos pegros y 
sufrr nuevas afccones, en nombre de a causa a a que se haba 
consagrado brutamente y para sempre en cuerpo y ama.
 Espoeado, entonces, por su trste espe|smo, egaba ahora a una 
cudad donde hasta su nombre resutaba desconocdo, fe  a su 
extravado proyecto de oponerse sotaro e nerme a puebo 
y e goberno de un mpero. Durante e perodo de su escavtud, 
y a pesar de su avanzada edad, haba proyectado una sere de 
panes  cuya  gradua   e|ecucn  habra  demandado  as  venta|as 
que proporcona una vda arga y pena de vgor. Ya no quera, 
como en su anteror ntentona en Ae|andra, poner en resgo sus 
proyectos debdo a a precptacn. Ahora estaba preparado para 
observar, esperar, panear y tramar durante aos y aos; estaba 
resgnado  a  contentarse  con  e   avance  menor   y  ms  ento,   a 
sentrse aentado por a ms mnma perspectva de trunfo fna. 
Anmado por esa decsn, comenz a e|ecucn de sus proyectos 
dedcando  todo  o  que  restaba  de  sus   menguadas  energas  a 
nformarse prudentemente, por todos os medos a su acance, de 
as   opnones   personaes,   potcas   y   regosas,   de   todos   os 
hombres   que   gozaban   de   nfuenca   en   Roma.   Assta   a   as 
reunones   popuares   para   enterarse   de   as   murmuracones 
escandaosas de  da; se as ngenaba para escuchar sn que o 
advrteran   as   conversacones   personaes   que   se   ponan   a 
acance de sus odos. Deambuaba sencoso como una sombra 
por as puertas de as tabernas y as covachas de os srventes 
despeddos,   atento   a   as   despreocupadas   reveacones   de   a 
embraguez y a a procacdad de os escavos mantenconados. 
Da tras da se dedc sn pausa a esa ocupacn que, serv en 
s msma, estaba ennobecda a sus o|os por sus eevados fnes 
hasta que a cabo de agunos meses se ha en posesn de un 
con|unto de nformacones vagas e nfundadas que guard en su 
mente como naprecabe tesoro. Despus avergu e nombre y 
e   domco  de  cada  nobe  romano  de   que  se  sospechaba  una 
mnma smpata por a antgua forma de cuto. Asst a gesas 
crstanas, aprend hasta os menores detaes de as dferentes 
sectas y cacu a mportanca de tendencas csmtcas rvaes; y 
obtuvo  esa  amagama  de  datos   heterogneos   a  pesar   de  as 
desventa|as   que   suponan   a   pobreza,   a   soedad   y   a   ve|ez, 
mentras   dependa   para   su   sustento   de   as   ms   mserabes 
cardades  pbcas  y  para  su  abrgo  de  os  ms  pobres  asos 
pbcos.   Todas   as   concusones   que   extra|o   de   sus 
averguacones  eran  tan  optmstas  como  e   fata   desvaro  que 
haba  amargado  toda  su  vda.   Crea  que  as   dsensones   que 
sacudan   a   a   Igesa   producran   a   rpda   destruccn   de 
crstansmo; que cuando egara ese momento, a opnn pbca 
no requerra ms que a gua de un nteecto superor para vover 
a sus antguas preferencas regosas; y que a fn de sentar as 
bases para que se produ|era a deseada revoucn era necesaro 
por   mposbe   que   parecera   en   su   run   stuacn  que   se 
reaconara  con  os  nobes  romanos  desafectos  y  encontrara  a 
manera   de   adqurr   ta   nfuenca   sobre   eos   que   pudera 
nfundres   su  entusasmo  e  nfamaros   con  su  determnacn. 
Otros hombres haban vencdo dfcutades mayores. Antes que , 
ndvduos sotaros haban dado orgen a otras revoucones. Los 
doses  o  favoreceran;   su  propa  astuca  o  protegera.   So  se 
necestaba un poco ms de pacenca, un poco ms de vountad, 
y, despus de todas sus desgracas, acanzara e xto.
 Fue en ese perodo que oy habar por prmera vez, en e curso 
de  sus  nvestgacones,   de  un  desconocdo  que  haba  asumdo 
sbtamente a msn de reformar a Igesa crstana, y cuyo fn 
decarado era rescatar a nuevo cuto de a degeneracn en cuyo 
fata   progreso se  apoyaban  todas as  esperanzas  de trunfo de 
pagano.   Se  deca  que  haca  ya  agn  tempo  que  ese  hombre 
estaba   dedcado   a   sus   abores   reformadoras,   pero   que   as 
dfcutades de a tarea que se haba mpuesto e haban mpeddo 
hasta  e   momento  ograr   a  notoredad  que  resutaba  esenca 
para e ogro de sus panes. A or esos rumores, Upo se un de 
nmedato   a   os   pocos   que   asstan'   a   as   prdcas   que 
pronuncaba  e   nuevo  orador,   y  a   escuch  o  sufcente  para 
convencerse de que oa a  fantco crstano ms resueto de a 
cudad de Roma. Ganar su confanza, frustrar todos sus esfuerzos 
en a empresa a a que se haba consagrado, desacredtaro ante 
sus oyentes y amenazar su segurdad persona traconando sus 
ms ntmos secretos con os poderosos enemgos que tena en a 
Igesa  fueron  decsones   que  adopt  de  nmedato  e   pagano 
como  deberes  que  demandaban  as  exgencas  de  su  credo.   A 
partr de ese momento aprovech toda oportundad de atraer a 
favorabe  atencn  de   nuevo  reformador   haca  su  persona,   y, 
como ya conoce e ector, su astuca y su perseveranca se veron 
recompensadas a cabo con su ngreso como padoso converso a 
crstansmo  de  a  prmera  Igesa  en  e   hogar   de   cartatvo  e 
ngenuo Numerano.
 Una vez nstaado ba|o e techo de Numerano, e desea pagano 
vo en a h|a de crstano un nstrumento admrabemente dneo 
para hacer avanzar, en sus manos poco escrupuosas, su nsano 
proyecto de adqurr nfuenca sobre un romano poderoso y rco 
que  fuera  desafecto  a   cuto  estabecdo.   Entre  os  patrcos  de 
cuyas   ncnacones   antcrstanas   haba   recbdo   nformacones 
estaba  e   senador   Vetrano,   e   vecno  de  Numerano.   Para  ese 
hombre   famoso   por   su   vda   de   excesos,   una   |oven   de   a 
hermosura de Antonna sera un soborno tan precado como para 
arrancare   a   promesa   que   Upo   qusera,   en   pago   por 
entregrsea  cuando  se  encontrara  ba|o  su  tutea  en  e   hogar 
paterno.   Adems  de  que  a  runa  de  a  |oven  e  reportara  esa 
venta|a,   estaba   seguro   de   que   su   cada   afectara   tanto   a 
Numerano  que  o  ncapactara,   a   menos  por   un  tempo,   para 
contnuar   sus   abores   en   pro   de   crstansmo.   Adoptado, 
entonces,   su   detestabe   propsto,   e   despadado   sacerdote 
esper   una   oportundad   para   poner   en   marcha   sus 
maqunacones.   No   esper   en   vano.   La   vctma   cay 
nocentemente en a trampa que e haba preparado a escuchar 
por prmera vez a msca de ad de Vetrano, y e permt a su 
desea   guardn   convertrse   en   e   amgo   que   ocutaba   su 
desobedenca  a  os  o|os  de  su  padre.   Despus  de  ese  prmer 
paso fata, cada da haca ms prxmo e xto de os proyectos 
de  Upo.   La  argamente  esperada  entrevsta  con  e   senador  se 
obtuvo a  fn; a promesa mperatvamente demandada por una 
de as partes fue, como ya se ha reatado, despreocupadamente 
aceptada por a otra; se acord e da en que os panes de trador 
se   veran   coronados   por   e   xto   y   por   e   deshonor   os   de 
traconado; y una vez ms e gozo entb e heado corazn de  
fantco. Nunca pas por su mente una duda sobre a veracdad 
de   a   promesa   hecha   por   Vetrano.   Nunca   magn   que   e 
poderoso   senador   pudera   negare   con   perfecta   mpundad   a 
ayuda mpractcabe que e exgera como recompensa, y hacero 
echar   de  as  puertas  de  su  paaco  como  a  un  oco  gnorante. 
Crey frme y snceramente que Vetrano se senta tan satsfecho 
con  su pronttud  para  atender  a  sus dspados  proyectos,  y  tan 
desumhrado por a perspectva de gora que traera apare|ado e 
xto de a magna empresa, que se atendra entusasmado a su 
promesa   cuando   e   exgera   su   cumpmento.   Entretanto, 
comenz   a   e|ecutar   sus   panes.   Merced   a   su   dgenca, 
Numerano ya era vgado por os espas de una Igesa ceosa y 
carente de escrpuos. En as fas de os crstanos proferaban 
as enemstades, os csmas, as tracones y as dsensones. Todo 
se aunaba para garantzar que egaba a hora en que, gracas a 
sus   esfuerzos   y   a   a   ayuda   de   ben   dspuesto   senador,   se 
consumara a restauracn de pagansmo.
  A  pesar   de   a   extrema   dferenca   entre   os   empeos   y   os 
propstos   de   Upo   y   de   Numerano,   exsta   una   extraa   y 
msterosa   anaoga   entre   as   stuacones   de   ambos   en   ese 
momento. Uno estaba presto a convertrse en mrtr de Tempo; 
e   otro,   a  ser   un  mrtr   de  a  Igesa.   Ambos  haban  abrazado 
causas  que  no  gozaban  de  popuardad;   ambos  haban  sufrdo 
ms que a racn norma de afccn de un ser humano; y ambos 
eran ancanos: ya se encontraban cerca de punto en que deban 
pasar   rremedabemente   de   una   exstenca   terrena   que   se 
apagaba   a   futuro   eterno   que   os   aguardaba   en   as   gnotas 
esferas de ms a.
  Pero ah termnaban as smtudes. E prncpo que anmaba a 
crstano a a accn, dervado de a Dvndad a a que serva, era 
e amor; e de pagano, nacdo de a superstcn que o destrua, 
era  e   odo.   E   prmero  traba|aba  en  pro  de  a  humandad;   e 
segundo,   para   s   msmo.   De   ah   que   as   aspracones   de 
Numerano, fundadas en e ben comn, nutrdas por e e|ercco 
de a bondad y drgdas con nobeza a un fn generoso, puderan 
conducro  a  excesos,   pero  nunca  envecero  hasta  e   crmen; 
podan menoscabar a serendad de su vda, pero nunca prvaro 
de  consueo de a esperanza; mentras que, por e  contraro, a 
ambcn de Upo, cuyo orgen era a venganza y cuyo fn era a 
destruccn,   exga   cruedad   a   su   corazn   y   dupcdad   a   su 
mente; y, como recompensa por sus servcos, o haba engaado 
aternatvamente,   a   o   argo   de   su   vda,   con   e   dero   y   a 
desesperanza.
CAPT"LO $II
LA ALCO(A
  Es   hora   de   contnuar   nuestra   crnca   de   a   agtada   noche 
seaada   por   a   destruccn   de   ad   de   Antonna   y   por   a 
conspracn contra su honor.
 Las puertas de paaco de Vetrano estaban cerradas, y os rudos 
en su nteror haban cesado; e banquete haba egado a su fn, 
e trunfo de a Sasa para Ruseores era un hecho, y e amanecer 
ya asomaba sus prmeras uces en e ceo de orente cuando e 
srvente favorto de senador, e berto Carro, abr e postgo de 
a portera, donde dormtara desde e fn de banquete, y ech una 
mrada  sooenta  a  a  cae.   La  uz  tenue  y  apagada  de   aba 
creca  entamente  sobre  e   camno  sotaro  y  os  muros  de  as 
ma|estuosas  mansones.   No  quedaba  nnguno  de  os  grupos  de 
vagabundos de a ms ba|a estofa que se congregaran en a cae 
durante a noche para asprar os fragantes vapores que despeda 
a gran dstanca a cocna de Vetrano; hombres, mu|eres y nos 
se haban do haca mucho rato para buscar refugo y robustecer 
sus   magros   cuerpos   con   as   sobras   menos   exqustas   de 
banquete, que cartatvamente es haban obsequado. La soedad 
y a paz msterosas de amanecer en una gran cudad renaban 
sobre   todas   as   cosas.   Sn   embargo,   e|os   de   sentrse 
mpresonado por e pecuar y soemne atractvo de a escena, e  
berto n|ur con fuertes expresones de moesta a are fresco 
de a maana que sop sobre su rostro, e ncuso se atrev, en 
tono ms ba|o, a que|arse de ncmodo caprcho de su amo de 
hacer  que  o  despertaran  a   aba  despus  de  un  banquete.   No 
obstante,  ms  que convencdo de  a necesdad  de despegar a 
ms mpcta obedenca a as rdenes que haba recbdo y no 
segur  cedendo  a  as  decosas  tentacones  de   reposo,   Carro, 
despus   de  bostezar,   frotarse  os   o|os   y  dsfrutar   unos   pocos 
nstantes   ms   de   pacer   de  protestar,   emprend  dgente  a 
marcha por os corredores que evaban a nteror de paaco con 
a ntencn de despertar a Vetrano sn ms demora. No haba 
avanzado  ms  que  unos  pasos  cuando  atra|o  su  atencn  una 
procama  cogada  en  a  pared  a  un  costado,   escrta  en  etras 
doradas  sobre  un  tabero  de  coor   azu.   Ese  avso  pbco  que 
detuvo su avance en e msmo momento en que o ncaba, y que 
estaba   redactado   para   especa   edfcacn   de   todos   os 
habtantes de Roma, deca o sguente:
  A   PARTIR   DE   HOY,   Y   POR   UN   PLAZO  DE   DIEZ   DAS,   LAS 
OCUPACIONES DE NUESTRO AMO LO OBLIGAN A AUSENTARSE DE 
ROMA.
  As termnaba a procama, sn entrar en ms detaes. Se haba 
coocado, a a manera prctca de a poca, para que srvera de 
nmedata  respuesta  a  quenes  vstaran  e   paaco  de  Vetrano 
durante a ausenca de senador. Aunque a pntura de tabero, e 
trazado de as etras y a composcn de a frase eran obra de su 
propo ngeno, e  dgno Carro no pudo pasar |unto a  avso sn 
admrar   de  nuevo  su  magnfcenca.   Durante  agn  tempo   o 
examn   con   a   msma   expresn   de   grave   y   compacente 
aprobacn que vemos en a poca moderna umnar e rostro de 
un coecconsta ante uno de sus ve|os cuadros, que ha ogrado 
adqurr a muy buen preco; o anmar a fsonoma mpasbe de 
tendero cuando revsa desde e pavmento e arrego matutno de 
escaparate de su tenda. No obstante, todo tene un mte, hasta 
e   benepcto  de  un  hombre  frente  a  os  frutos  de  su  propa 
habdad.   En  consecuenca,   tras   un  proongado  examen  de  a 
procama,   una  vaga  dea  sobre  a  necesdad  de  obedecer   de 
nmedato as rdenes de su amo renac en a mente de |ucoso 
Carro y e aconse| vover urgentemente sus pasos en dreccn a 
os dormtoros de paaco.
  Preguntndose   todo   e   tempo   qu   nuevo   caprcho   habra 
nducdo  a   senador   a  contempar   a  posbdad  de  abandonar 
Roma con as prmeras uces de da ya que Vetrano no e haba 
reveado   a   nade   e   ob|etvo   de  su   partda  e   berto   entr 
precavdamente   en   e   cuarto   de   su   amo.   Corr   as   ampas 
cortnas de seda que formaban e techo y os costados de dose 
de   echo,   sostendas   por   as   manos   de   Gracas   y   Cupdos 
escupdos   en  mrmo;   pero  as   estatuas   rodeaban  una  cama 
vaca. Vetrano no estaba a. A contnuacn, Carro se drg a 
bao; en a gran baera de mrmo e agua perfumada despeda 
vapor;   os  suaves  enzos  para  envoverse  despus  de  tomar  e 
bao estaban stos; e escavo, medo dormdo, esperaba en su 
sto  de  costumbre  con  os  nstrumentos  para  a  abucn;   pero 
tampoco aqu haba sgnos de a presenca de amo. Ago perpe|o, 
e berto revs otras habtacones. Encontr nvtados, baarnas, 
parstos,   poetas,   pntores   un   con|unto   muy   abgarrado   de 
personas  que   ocupaban   todo   tpo   de   dormtoros,   y   todos 
apacbemente   dedcados   a   emnar   medante   e   sueo   os 
efectos de vno que haban bebdo en e banquete, pero e magno 
ob|eto de su bsqueda sgu eudndoo. Por fn se e ocurr que 
quzs e senador, en un exceso de entusasmo |ocundo y |ova  
hosptadad podra estar retenendo a agn nvtado favorto en 
a mesa de banquete.
  De ah que, tras hacer una pausa ante unas puertas repu|adas 
que  permanecan  entornadas  en  uno  de  os   extremos   de  una 
espacosa  habtacn,   as  abrera  de  un  empu|n  y  entrara  con 
paso vvo en a saa de banquetes.
 Una umnacn suave, tenue, opuenta, renaba sempre en esa 
peza,   que  ahora  mostraba un aspecto de  confusn  que era a  
msmo tempo smptco y pntoresco. De as numerosas mparas 
de todas as varedades y dseos que cogaban de  techo, so 
unas pocas permanecan encenddas. No obstante, as que an no 
se   haban   apagado   emtan   una   uz   suave   admrabemente 
adecuada   para   reazar   os   ob|etos   que   se   encontraban   ms 
cercanos a eas. Las gurnadas doradas y as vas|as de aabastro 
con   decados   ungentos,   suspenddas   frente   a   os   nvtados 
durante  e   banquete,   cogaban  an  de   techo  ornamentado  con 
pnturas. Sobre a mesa macza, de bano y pata, permanecan 
en a mayor confusn restos de decas gastronmcas, grotescas 
pezas   de  va|a,   foreros,   nstrumentos   muscaes   y  dados   de 
crsta; y coronndoo todo se azaba e rutante pato en que se 
srveran os ruseores consumdos por os comensaes, con os 
cuatro Cupdos dorados que os rocaban con a ustre nvencn: 
a Sasa para Ruseores. En unas pocas yardas arededor de os 
trcnos voetas y rosas aneados a o argo de a mesa, an se 
advertan os povos perfumados y tedos de aegres coores con 
os que se haban trazado dbu|os sobre e sueo de mrmo; pero 
ms a, ya nada era caramente dscernbe. La mrada recorra 
os costados de a espndda habtacn y ograba captar vagos 
atsbos de soberbas cogaduras, muttud de estatuas y coumnas 
de  mrmo,   pero  no  dstngua  nada  con  precsn  hasta  que 
egaba a as ventanas entreabertas y se posaba sobre a fresca 
vegetacn cuberta de roco, ahora vagamente perceptbe en os 
sombreados   |ardnes   de   a   parte   exteror   de   paaco.   A   
mecndose  a   comps  de  as  brsas  matutnas,   con  cada  ho|a 
rebosante de una pura y benvenda humedad  se  azaban os 
ma|estuosos pnos que se gozaban con e retorno de a hermosa e 
nmorta   |uventud  de   nuevo  da,   enhestos  como  para  reprobar 
por contraste os atractvos ya mustos de u|o y as pervertdas 
creacones  artstcas  que  comaban  as  mesas  de  a  habtacn 
contgua.
  Tras revsar rpdamente e comedor, e berto parec a punto 
de abandonaro consternado, cuando e rudo de un pato a caer, 
segudo  de  excamacones  de  temor   parcamente  sofocadas  y 
totamente confusas, egaron a sus odos. Vov a acercarse a a 
mesa de banquete, despab una mpara que cogaba cerca de 
donde  se  encontraba  y,   tras  tomara  en  a  mano,   se  drg  a 
ugar   de   a   habtacn   de   donde   proceda   a   conmocn.   Un 
espantoso  negrto,   que  mraba  f|amente  con  rdcuo  terror   un 
horno de pata parcamente eno de pan que acababa de caerse 
a su ado, fue o prmero que advrt. Unos pasos ms a de 
negro reposaba un hermoso no coronado de ho|as de parra y de 
yedra, dormdo an |unto a su ra; y todava ms a, sumdo en 
un sueo ntranquo sobre un echo de seda, estaba e ob|eto de 
a   bsqueda   de   berto:   e   ustre   creador   de   a   Sasa   para 
Ruseores.
 Encma de dormdo senador cogaba su retrato, en e que estaba 
modestamente representado subendo con ayuda de Mnerva a a 
cma de  Parnaso, rodeado por as nueve musas aborozadas. A 
sus  pes  estaba echado un  magnfco  gato  banco,  cuya  cabeza 
descansaba  con  toda  a  opuenta  hogazanera  de  a  sacedad 
sobre e borde de un pato dorado, eno de rones cocdos en 
eche.   E   desorden   de   os   vestdos   y   e   rostro   encenddo   de 
Vetrano eran, a o|os de berto, as ms ndudabes evdencas de 
os excesos de a noche anteror. Durante unos mnutos, e dgno 
Carro dud de s deba o no despertar a su amo, pero fnamente 
decd obedecer as rdenes que haba recbdo e nterrumpr e 
sueo de agotado sbarta. Para hacero era necesara a ayuda 
de no cantor, porque por un refnamento de u|o, Vetrano es 
haba prohbdo a sus srventes que o despertaran de cuaquer 
otra forma que no fuera con sondos muscaes.
  Con  aguna  dfcutad,   e   no  se  despab  o  sufcente  para 
entender e servco que se e soctaba. Durante un corto tempo, 
as  notas  de  a  ra  sonaron  en  vano.   A   fn,   cuando  a  meoda 
adopt  un  carcter   ms  sonoro  y  marca,   e   dormdo  patrco 
abr entamente os o|os y recorr con mrada ausente o que e 
rodeaba.
 M respetado patrn d|o e corts Carro en tono de dscupa
 do a orden de que o despertara a aba; e so ya ha sado.
  Cuando e berto ca, Vetrano se sent en e echo, pd una 
|ofana de agua, ntrodu|o os dedos en e qudo refrescante y se 
os sec con are dstrado en os argos y sedosos rzos de no 
cantor,  que permaneca  a  su ado;  despus vov a  recorrer e 
ugar con a vsta, rept con tono nterrogatvo a paabra "aba" 
y vov a recostarse mueemente en e echo. Duee confesaro, 
pero e creador de a Sasa para Ruseores estaba ago ebro.
 A contnuacn se produ|o una pausa durante a cua e berto y 
e no cantor se mraron con are de mutua perpe|dad. A cabo, 
e   prmero  rept  sus  paabras  de  dscupa,   y  e   segundo,   sus 
esfuerzos   con   a   ra.   De   nuevo,   pasados   unos   momentos, 
Vetrano abr os o|os sooentos, y en esta ocasn comenz a 
habar;   pero   sus   pensamentos   s   pensamentos   poda 
amrsees graban todava en tomo a a chara de sobremesa 
de banquete de a noche anteror.
  Los  antguos  egpcos  oh,   aegre  y  encantadora  Cama 
eran  una  nacn  saba!   murmur  mareado  e   senador.   Yo 
descendo de os antguos egpcos, y, por tanto, sento una gran 
veneracn por ese gato que est en tu regazo, y por todos os 
dems gatos. Herodoto  un hstorador cuya obra sento certa 
satsfaccn en ceebrar pbcamente nos nforma que cuando 
un gato mora en e  hogar de un egpco antguo, e  hombre se 
afetaba  as  ce|as  en  sea   de  dueo,   embasamaba  a   dfunto 
anma   en   una   casa   consagrada   a   esos   fnes   y   o   evaba   a 
enterrar   a   una   mportante   cudad   de   Ba|o   Egpto   amada 
Bubasts, una paabra egpca que he descuberto que sgnfca "E 
sepucro de todos os gatos"; de ah que no sea errneo nferr...
  Legado  a  ese  punto,   a  capacdad  de  recordar   y  de  artcuar 
paabras   o   abandon   de   repente,   y   Carro   quen   haba 
escuchado  con  toda  gravedad  e   dscurso  de  su  amo  sobre  os 
gatos  aprovech   de   nmedato   a   oportundad   que   se   e 
presentaba de vover a habar.
 E carrua|e que m patrn se compac en ordenar para que o 
evara a Arca d|o, ponendo un fuerte nfass en esa tma 
paabra o espera |unto a a puerta de os |ardnes de paaco.
 A or a paabra "Arca" e senador parec recobrar sbtamente 
a   memora   y   a   capacdad   de   percbr   a   readad.   Vetrano 
ocupaba   un   sta   de   honor   entre   e   exceso   grupo   de   os 
bebedores   que   pueden   ngerr   cores   hasta   acanzar   e   ms 
perfecto dsfrute y detenerse centfcamente antes de caer en a 
ms perfecta amnesa. E vno que haba tomado durante a noche 
e haba trastornado a memora y afectado geramente a contro 
de  s   msmo,   pero  no  e  haba  prvado  de   entendmento.   N 
squera   en   sus   excesos   haba   nada   pebeyo;   hasta   su 
ntemperanca tena ago de arte y refnamento.
  Arca... Arca rept para s msmo; ah, a va que |ua 
me  prest  en  Rvena!   Los   paceres   de  a  mesa  deben  haber 
ecpsado   por   un   momento   a   magen   de   m   bea   pupa   de 
antao,   que  ahora  renace  de  nuevo  ante  ms  o|os,   tan  pronto 
Amor recupera e domno que Baco usurp. M exceente Carro 
contnu,   drgndose  a   berto,   has   hecho  perfectamente 
ben  en  despertarme;   no  demores  n   un  momento  en  ordenar 
que preparen m  bao, para que Upo, m  monstruo con forma 
humana, e rey de os conspradores y sumo sacerdote de todos 
os msteros, no espere en vano por m! Y t, Gyco contnu 
drgndose  a   no  cantor,   una  vez  que  Carro  hubo  partdo, 
preprate para un va|e y espera |unto a m carrua|e a a puerta 
de |ardn. Necesto que me acompaes en m expedcn a Arca. 
Pero   antes,   taentoso   y   estmado   cantor,   permteme 
recompensarte   por   a   armonosa   snfona   que   acaba   de 
despertarme.   De  qu  categora  de  ms  mscos  formas  parte 
ahora, Gyco?
 De a qunta contest e no.
 Te compr o nacste en m casa? pregunt Vetrano.
  N una cosa n a otra; Geta me eg a t en su testamento 
repc e compacdo Gyco.
  Te   ascendo   contnu   Vetrano  a   os   prvegos   y   a 
remuneracn de m prmera categora de mscos, y te doy este 
ano   en  prueba   de  m   contnuado  favor.   En  pago  por   estas 
concesones,   deseo   que   mantengas   en   secreto   todo   o 
concernente  a  m   prxma  expedcn;   que  empees  tu  msca 
ms   suave   para   regaar   os   odos   de   una   |oven   que   nos 
acompaar,   para  camar  sus  medos  s   se  sente  atemorzada, 
para secar sus grmas s ora; y, por tmo, que e|erctes a voz 
y  e  ad de  modo  ncesante  enazando e   nombre  de Antonna 
con   as   armonas   sonoras   ms   duces   que   te   sugera   a 
magnacn.
  Tras  pronuncar   esas  paabras  con  sonrsa  ana  y  benvoa  y 
mrar con are compacdo e despegue de u|osa confusn que 
o rodeaba, Vetrano se retr a tomar e bao que o preparara 
para su prxmo trunfo.
  Mentras   tanto,   una   escena   de  naturaeza   muy   dferente  se 
desarroaba a are bre, |unto a a ver|a de |ardn de Numerano. 
Aqu   no  haba  nos  cantores,   n   bertos,   n   profusn  de  rcos 
tesoros;   aqu   so  se  vea  a  sotara  y  contrahecha  fgura  de 
Upo, semocuto tras os rboes crcundantes, que esperaba en 
e   sto   convendo.   A  medda   que   pasaba   e   tempo   sn   que 
aparecera   Vetrano,   a   segurdad   de   pagano   comenz   a 
abandonaro. Iba y vena nqueto por a suave herba cuberta de 
roco, a veces pdndoes a sus doses en voz ba|a que aceeraran 
e paso moroso de patrco bertno que haba de convertrse en 
e nstrumento para devovere a Tempo a regn de antao; a 
veces   madcendo   e   pegroso   retraso   de   senador   o 
regodendose en a tracn medante a cua crea nsanamente 
que a  fn satsfara su ambcn; pero fueran cuaes fuesen sus 
paabras y sus pensamentos, exacerbados hasta e msmo nve 
de   entusasmo   feroz   y   fantco   que   e   concedera   e   vgor 
necesaro para defender sus doos en Ae|andra y o sostuvera 
en  medo  de  os   tormentos   y  as   afccones   de  sus   aos   de 
escavtud   en   as   mnas   de   cobre   de   Espaa,   os   precosos 
mnutos  pasaban  veoz  e  rrevocabemente.   Su  mpacenca  se 
transformaba   rpdamente   en   raba   y   desesperacn   cuando 
aguz a vsta una vez ms para mrar en dreccn a os |ardnes 
de   paaco  y  pudo  a   fn  dstngur  una  tnca  banca  entre  os 
rboes dstantes. Vetrano se acercaba a paso gero.
  Refrescado por e bao, en e cerebro de senador no quedaban 
ms rastros de a ceebracn de a noche que una sensacn de 
exatacn.   A  no  ser   por   una  eve  nsegurdad  a   andar   y  una 
nusua vacudad de a sonrsa, e eegante gastrnomo e habra 
parecdo a  ms agudo observador .bre de a nfuenca de as 
bebdas acohcas. Avanz radante de contento, preparado para 
a conqusta, hasta e ugar donde Upo o aguardaba, y estaba a 
punto  de  drgrse  a   pagano  con  a  satrca  famardad  tan  de 
moda entre os nobes de Roma para comuncarse con a pebe, 
cuando e ob|eto de su pretendda cortesa o nterrump severo, 
dcndoe en tono ms de mando que de conse|o:
  Senco!   S   queres   ograr   tus   propstos,   sgeme   sn 
pronuncar paabra!
  Haba  ago  tan  voento  y  decddo  en  e   tono  de  a  voz  de 
ancano a pronuncar esas frases a pesar de que era trmuo, 
apagado, quedo, que e osado y seguro senador nstntvamente 
guard senco mentras segua a su severo gua hasta a casa de 
Numerano. Upo, quen evt a entrada norma, que a esa hora 
tan   temprana   de   a   maana   estaba,   por   necesdad,   cerrada, 
condu|o   a   patrco   a   travs   de   un  pequeo   porto   hasta   a 
habtacn, o me|or, acceso subterrneo, que era e refugo usua 
aunque   ncmodo   de   sus   horas   de   oco,   y   donde   rara   vez 
entraban os dems membros de a fama crstana. De techo de 
adros ba|o y abovedado penda una mpara de barro cuya uz, 
exgua y trmua, de|aba todos os rncones de a habtacn en 
tota oscurdad. Los anchos contrafuertes que sobresaan de as 
paredes,   vsbes  por  su  promnenca,   exhban  en  su  superfce 
toscas representacones de doos y tempos dbu|adas con tza y 
cubertas  de  extraos  y  msterosos  |erogfcos.   En  una  a|a  de 
pedra   que   serva   como   mesa   yacan   agunos   fragmentos   de 
estatuas   que   Vetrano   reconoc   como   as   antes   usuaes 
representacones  de  os  doos  paganos.   En  os  costados  de  a 
mesa   estaban   escrtas   en   atn   dos   paabras:   "Seraps"   y 
"Macrno";   y  en  torno  a  su  base  haba  |rones  de  no  suco  y 
desgarrado   que   an   conservaban   o   bastante   de   su   anteror 
naturaeza, tanto en su forma y su tamao como en su coor, para 
convencer a Vetrano de que otrora haban formado parte de a 
vestmenta   de   un   sacerdote   pagano.   E   senador   no   pudo 
contnuar   su   examen   de   ugar,   porque   su   atmsfera 
encaustrada,   cas   meftca,   comenz   a   afectaro.   Snt   una 
sensacn de ahogo en a garganta y de mareo en a cabeza. La 
nfuenca  restauradora  de  su  recente  bao  ceda  rpdamente. 
Los vapores de vno bebdo a noche anteror, e|os de haberse 
dspado   defntvamente,   como   creyera,   vovan   a   nubare   a 
mente.   Se  vo  obgado  a  apoyarse  en  a  mesa  de  pedra  para 
conservar e equbro, y e pd a pagano con voz sofocada que 
acortaran a estanca en ese mserabe refugo.
  Sn  advertr   squera  a  petcn  de   senador,   Upo  proced  a 
toda   prsa   a   borrar   os   dbu|os   de   os   contrafuertes   y   as 
nscrpcones   de  a  mesa.   Despus   recog  os   fragmentos   de 
estatuas y os pedazos de no y os guard en un escondr|o de 
un rncn de a habtacn. Hecho o anteror, regres |unto a a 
a|a  en  a  que  se  apoyaba  Vetrano  y  contemp  a   senador  en 
senco   durante   unos   mnutos   con   mrada   frme,   sera, 
penetrante.   La   terrbe   sospecha   de   que   se   haba   puesto   en 
manos  de  un  vano  que  tramaba  un  atroz  proyecto  contra  su 
vda o su honor comenz a tomar forma en a mente aturdda de 
senador mentras se someta contra su vountad a agudo examen 
de a mrada de pagano. Pero en ese momento se entreabreron 
entamente os abos marchtos y e ancano comenz a habar. 
Resuta nt preguntarnos s se trataba de que a percatarse de 
rostro consternado y a postura nestabe de Vetrano, e corazn 
de Upo, por prmera vez desde que conocera a senador, snt 
pena a pensar en su monstruoso pan; o de que a acercarse e 
momento en e cua su extravada magnacn e evaba a pensar 
que Vetrano se convertra para sempre en su aado y asstente, 
su  mente  se  vo  tan  afectada  que  nstntvamente  ntent  dar 
sada a su agtacn medante ago tan natura como a paabra. 
Fueran   cuaes   fuesen   sus   motvos   para   expcarse,   a 
mpresonante gravedad de su tono a drgrse a senador puso en 
evdenca a profunddad e ntensdad de sus emocones:
  Me he sometdo a a servdumbre en e hogar de un crstano, 
he sufrdo a contamnacn de as pegaras de un crstano para 
poder   dsponer   de   tu   poder   y   tu   poscn   cuando   egara   e 
momento de empearos. Ha egado a hora de cumpr mi parte 
de  as  condcones  de  nuestro  trato;   ya  egar  a  de  exgr   e 
cumpmento de a tuya! Te preguntas por qu he hecho y har 
estas cosas? Te maravas de que un ganapn e habe as a un 
nobe de Roma? Te asombra que corra un resgo como e de osar 
astarte  medante  e   sacrfco  de  a  |oven  que  ahora  duerme 
arrba en a causa cuyo fn es a restauracn de os doses de 
nuestros   padres,   y   a   cuyo   servco   he   sufrdo   y   enve|ecdo? 
Escucha, y sabrs de qu atura he cado; sabrs qun fu!
  Te  mporo,   por   todos   os   doses   y  as   dosas   de  nuestra 
antgua regn, permteme escucharte donde pueda resprar: en 
e   |ardn,   en   a   azotea,   en   cuaquer   ugar   que   no   sea   esta 
mazmorra! murmur e senador con tono supcante.
  E   ugar   de   m   nacmento,   ms   padres,   m   educacn,   m 
antguo hogar: nada de eso te revear o nterrump e pagano 
azando  un  brazo  con  gesto  autortaro  como  para  mpedre  a 
Vetrano  acercarse  a  a  puerta;  he  |urado  por  ms  doses  que 
nngn odo extrao conocer esos secretos de m  vda pasada 
hasta   e   da   de   a   restauracn.   Legu   a   Roma   como   un 
desconocdo,   y  como  un  desconocdo  traba|ar  en  Roma  hasta 
que  os  proyectos  a  os  cuaes  he  consagrado  m   vda  se  vean 
coronados por e xto! Bsteme con confesarte que vv en una 
poca |unto a esas mgenes sagradas cuyos fragmentos acabas 
de  ver;   que  en  e   pasado  us  esas  sagradas  vestduras  cuyos 
restos   dstnguste   a   tus   pes.   No   hubo   nada   a   o   que   no 
renuncara para acanzar a gora de sacerdoco; no hubo nada 
que no hcera para mantenera; no hay nada que no ntente para 
recuperara!   En   otra   poca   fu   ustre,   prspero,   amado;   os 
crstanos  me  han  robado  a  gora,   a  fecdad,   a  popuardad; 
an   vvr   o   bastante   para   pagares   generosamente   con   a 
msma   moneda!   De   |oven,   tuve   un   tutor   que   me   am;   os 
crstanos   o   asesnaron!   Ya   hombre,   tuve   un   tempo   a   ms 
rdenes; os crstanos o destruyeron! Todo un puebo escuchaba 
en otros tempos ms paabras; os crstanos o dspersaron! Los 
sabos, os grandes, os hermosos, os buenos me reverencaban; 
os crstanos me convrteron en un extrao a sus puertas, en un 
para de sus afectos y sus pensamentos! Acaso no me vengar 
por  todo  eso?  Acaso  no  consprar  para  reconstrur  m   tempo 
destrudo y recuperar, en a ve|ez, os honores que me adornaron 
en a |uventud?
  Sn duda, de nmedato, sn ms demora! babuc Vetrano 
devovendo  a  mrada  severa  e  nqustva  de   pagano  con  otra 
consternada y nervosa.
 Treparme a una montaa de cuerpos de crstanos asesnados 
contnu  e   ancano  con  os   o|os   snestros   datados   por   a 
antcpacn  de   trunfo,  susurrando |unto a  odo de  senador, 
reconstrur   os   atares   que  os   crstanos   han  derrbado,   es   a 
ambcn  que  ha  paado  os  sufrmentos  de  toda  una  vda.   He 
combatdo, y ese sueo me sostuvo en medo de a matanza; he 
vagado  por   e   mundo,   y  ha  sdo  m   hogar   en  e   deserto;   he 
fracasado, y me ha sustentado; he sdo amenazado de muerte, y 
me ha mpeddo sentr temor; he sdo condenado a a escavtud, 
y ha hecho geras ms cadenas. Ahora me ves ve|o, dsmnudo, 
sotaro; creme que no aoro esposa, n h|os, n tranqudad, n 
benes;   que  no  deseo  ms  compaa  que  a  de  m   ato  y  caro 
propsto!   Recuerda,   entonces,   a   a   hora   de   cumpra,   a 
promesa que has hecho de ayudarme a ograr ese fn! Recuerda 
que   t   tambn   eres   pagano!   Come,   re,   dvrtete   con   tus 
compnches, sgue sendo un gracoso bufn, un aegre camarada; 
pero no ovdes nunca e ob|etvo a que te has comprometdo, e 
destno  de  gora  que  a  restauracn  de  nuestras  dedades  nos 
depara a ambos!
 Hzo senco. Aunque a habar su voz nunca se az por encma 
de un tono ronco y montono, cas murmurante, toda a ferocdad 
de su natura utra|ado y dsmnudo despert por un nstante a 
caor   de   recuento   de   sus   desgracas.   S   Vetrano   hubera 
mostrado  en  ese  momento  cuaquer   sntoma  de  ndecsn,   o 
dcho  ago  para  desaconse|aro,   o  habra  asesnado  en  e   acto. 
Todos os rasgos de rostro duro y vdo de pagano reveaban as 
tormentosas emocones que sacudan su corazn a conmnar a su 
nterocutor   aturddo,   pero   atento.   Su   postura   frme   y 
amenazadora;   sus   pobres   y   escasos   vestdos;   su   cabeo 
aborotado e hrsuto; su cuerpo deforme y contrahecho; su mrada 
frme, soemne y f|a; e contraste (a a uz vacante de a mpara 
que expraba y a crecente uz de da) con a postura nestabe, a 
expresn  ausente,   as  rcas  vestduras,   a  graca  |uven   de  as 
formas y a decadeza de os rasgos de ob|eto de su sostenda 
contempacn, e contraste, en fn, entre Upo y su aado patrco 
resutaba tan dsparatado y extrao que cas no parecan seres de 
a msma raza. Nada poda ser ms nsondabe que a dferenca 
entre eos, ms aberrante que su fata de congruenca. Eran a 
enfermedad de a mano de a saud; e door empare|ado con e 
dsfrute;   a  oscurdad  coocada  en  monstruosa  dscordanca  a 
ado msmo de a uz.
  A nstante mentras todava e  asombrado senador ntentaba 
encontrar  una  respuesta  adecuada  a  a  soemne  aocucn  a   
drgda Upo o tom de brazo y, tras abrr una puerta en e 
extremo de a habtacn que daba a a casa, o condu|o por unas 
escaeras que evaban a nteror de a vvenda.
  Atravesaron   e   corredor,   en   cuyo   sueo   an   estaban 
desperdgados os pedazos de ad roto, vagamente dscernbes 
a a suave uz de amanecer; y, tras subr otra escaera, hceron 
una  pausa  ante  una  puertecta  que  Upo  abr  cauteoso;   un 
momento despus, Vetrano penetraba en a acoba de Antonna.
  La   habtacn   no   era   de   grandes   dmensones;   sus   escasos 
muebes eran de tpo ms comn; en sus paredes no desteaba 
nngn adorno; nngn fresco adornaba su techo; y, sn embargo, 
haba   en   sus   menores   detaes   una   aparenca   de   senca 
eeganca,   de   pudor   dscreto,   que   a   haca   de   nmedato 
nteresante y atractva. Desde as cortnas bancas de a ventana 
hasta e forero |unto a echo, e msmo refnamento natura de 
gusto era evdente en e arrego de todo o que contena e cuarto. 
Nngn  sondo  quebraba  e   profundo senco de   ugar,  savo a 
suave, tenue respracn, nterrumpda de cuando en cuando por 
un argo y temboroso suspro, de su dormda ocupante. La nca 
umnacn de a peza provena de una amparta coocada de ta 
modo en medo de as fores de un bcaro que su uz no daba de 
eno sobre nngn ob|eto. Habra poddo magnarse que ago en 
e decoroso pudor de todo o que resutaba vsbe en a acoba, en 
a   suave   oscurdad   de   su   atmsfera,   en   e   nco,   gent   y 
meodoso sondo que nterrumpa su mgca quetud, resutara o 
bastante conmovedor como para despertar dudas en e pecho de 
ms temeraro bertno antes de atreverse a perturbar e sueo 
ndefenso   de   su   ocupante.   Sn   embargo,   nnguna   ndecsn 
estorb os pensamentos de Vetrano a recorrer rpdamente con 
a   vsta   a   habtacn   que   haba   osado   nvadr   de   modo   tan 
traconero.   La  atmsfera  opresva  de   refugo  subterrneo  que 
acababa   de   abandonar   haba   hecho   revvr   de   ta   modo   os 
vapores de vno ngerdo durante e banquete que nada quedaba 
en pe de su ms refnado natura. Todo o honorabe e nteectua 
de   su   carcter   haba   ceddo   a   o   ba|o   y   anma.   Mr   a   su 
arededor,   y  a   percatarse  de  que  Upo  se  haba  retrado  en 
senco,   cerr  a  puerta  con  suavdad.   Despus,   tras   avanzar 
hasta e echo con e mayor sgo compatbe con a nvountara 
nestabdad de un hombre ebro, tom a mpara de forero que 
a medas a ocutaba y examn nqustvamente a su uz a fgura 
de a |oven dormda.
  Antonna  tena  a  cabeza  echada  haca  atrs,   de  modo  que 
descansaba ms ben por encma de a amohada que sobre ea. 
Su vaporoso vestdo de ho se haba desordenado tanto durante 
a  noche  que  de|aba  a   descuberto,   expuestos  a  a  mrada  de 
cencoso romano, su garganta y parte de su pecho, con todas as 
beezas  en  agraz  de  sus  formas  |uvenes.   Una  de  sus  manos, 
posada sobre su cabeza, estaba cas  competamente ocuta por 
os  rzos  de  su  argo  cabeo  negro,   que  haba  escapado  de  a 
banca   cofa   cuyo   propsto   era   aprsonaro,   y   que  ahora   se 
extenda sobre a amohada dando ugar a un cegador contraste 
con a ropa de cama de coor caro que e serva de fondo. En a 
otra   mano,   cerrada,   sostena   |unto   a   su   pecho   e   precoso 
fragmento de su ad roto. E profundo reposo de su postura no 
concordaba con a expresn de su rostro. De vez en cuando, sus 
abos entreabertos se movan y tembaban, y en una que otra 
ocasn   una   ateracn,   tan   eve   y   fugtva   que   era   cas 
mperceptbe,   apareca   en   su   faz,   tendo   su   suave   tono 
acetunado  natura   con  e   eve  rubor   que  as  emocones  de  a 
noche anteror haban mpreso en  antes de dormr. Su pose de 
vouptuosa neggenca pareca a quntaesenca de a hermosura 
orenta,   mentras  que  su  rostro,   con  su  expresn  tranqua  y 
afgda,   despegaba   as   gracas   ms   refnadas   y   sobras   de 
prototpo europeo. Esas caracterstcas de dos tpos dstntos de 
beeza, reundas en una soa persona, producan un con|unto tan 
heterogneo   y,   a   msmo   tempo,   tan   armonoso,   tan 
mpresonante   y,   a   a   vez,   tan   atractvo,   que   e   senador,   a  
ncnarse  sobre  e   echo,   no  pudo  menos  que  magnar   que  a 
escena  que  tena  ante  s   no  era  ms  que  un  sueo  radante  y 
engaoso, a pesar de que e aento tbo y suave de a |oven roz 
sus me|as y acarc as puntas de os rzos perfumados de su 
cabeo.
  Mentras   Vetrano   segua   absorto   en   a   admracn   de   sus 
encantos,   Antonna  se  mov  geramente,   como  agtada  por  a 
nfuenca  de  un  sueo  pasa|ero.   E   consecuente  cambo  en  su 
postura   romp   e   hechzo   que   su   nmovdad   y   su   beeza 
anterores nconscentemente provocaran, y que haba refrenado 
e   ardor   sacrego  de   dspado  romano.   Vetrano  de  nmedato 
rode con un brazo a fgura menuda y tba, y, an sentado |unto 
a   echo,   az   suavemente   a   cabeza   de   a   |oven   para   que 
descansara en su hombro y bes una y otra vez os abos puros 
que a nocenca de sueo de|aban brados a su poder.
 Como haba prevsto, Antonna despert a nstante; pero para su 
enorme sorpresa, n  se sobresat n  grt. Desde que abr os 
o|os reconoc a Vetrano, y ese terror supremo que mpde a sus 
vctmas e uso de sus facutades, tanto mentaes como fscas, se 
apoder de nmedato de su corazn. Demasado nocente para 
magnar e motvo rea que anmaba a ntrusn de senador en 
su   sueo,   mentras   que   otros   membros   de   su   sexo   habran 
temdo e deshonor, Antonna rece a muerte. Todas as vagas 
denuncas de su padre sobre as enormdades cometdas por os 
nobes  de  Roma  pasaron  en  un  nstante  por  su  mente,   y  a  su 
magnacn nfant se e anto| que o que mova a Vetrano era 
un   terrbe   y   msteroso   afn   de   venganza   por   haber   ea 
nterrumpdo  toda  comuncacn  con     en  cuanto  obtuvera  su 
ad. Postrada por e petrfcador mpero de sus temores, nmv 
e mpotente ante  como a presa ante a serpe, no ntent n 
moverse   n   habar,   sno   que   cav   sus   grandes   o|os,   f|os   y 
datados por una mrada de sobrehumano terror, en e rostro de 
senador.
 Aunque ebro, Vetrano se percat de a expresn temerosa de a 
faz pda y rgda de a pobre na, y puso en tensn su mente 
confusa   para   encontrar   as   expresones   reconfortantes   y 
tranquzadoras   que   e   permteran   hacer   sus   dspadas 
propuestas con aguna posbdad de ser odas y entenddas.
  Ouerda  pupa!   Oh,   t,   a  ms   hermosa  de  as   donceas 
romanas comenz en e tono pesado y montono de a ebredad
  depon  tus  temores!  He  vendo  aqu,   en  aas  de   amor,   para 
restabecer   e   cuto   de...   quero   decr,   para   evarte   apretada 
contra m pecho a una va cuyo nombre se me ha do ahora de a 
mente. No puedes haber ovdado que fu yo quen te ense a 
preparar   a  Sasa  para  Ruseores  ...   no...   ms  ben  a  tocar   e 
ad. Amor, msca, pacer, todo eo te espera en brazos de tu 
enamorado Vetrano. Tu eocuente senco e dce a m  corazn 
que puede abergar esperanzas. Amada Anto...
  En ese momento e senador hzo una sbta pausa, porque os 
o|os de a |oven, que hasta ese momento haban estado cavados 
en  con a msma expresn de espanto que adoptaran desde e 
prmer momento, se despazaron entamente haca a puerta. Un 
nstante  despus,   eg   a  odos   de  Vetrano   un  eve  rudo,   y 
Antonna   sufr   un   estremecmento   tan   voento   que,   aun 
apretada   como   a   tena   contra   su   costado,   sacud   todo   su 
cuerpo.   Lentamente,   contra   su   vountad,   apart   os   o|os   de 
sembante pdo pero hermoso en e cua os haba mantendos 
cavados, y evant a vsta.
  |unto  a  a  puerta  aberta,   pdo,   sencoso,   nmv,   estaba  e 
dueo de a casa.
  Incapaz,  debdo a  a  confusn de sus  deas,  de cuaquer  otro 
sentmento   que   no   fuera   e   nstnto   anma   de   defenderse, 
Vetrano  se  ncorpor  tan  pronto  vo  a  fgura  de  Numerano  y, 
tras  extraer   una  pequea  daga  de  su  pecho,   trat  de  avanzar 
haca  e   ntruso.   Sn  embargo,   se  encontr  con  que  o  retena 
Antonna, quen haba cado de rodas ante  y se agarraba de 
sus  ropas  con  una  fuerza  que  pareca  totamente  ncompatbe 
con o menudo de su fgura y con a fragdad caracterstca de su 
sexo y de su edad.
  La   prmera   voz   que   romp   e   senco   que   se   produ|o   a 
contnuacn fue a de Numerano,  quen do unos pasos con e 
rostro   vdo   de   angusta,   os   abos   temborosos   de   emocn 
reprmda, hasta egar |unto a senador, y e drg as sguentes 
paabras:
 Guarda tu arma. So vengo a pedrte un favor.
  Vetrano  o  obedec  mecncamente.   Haba  ago  en  a  severa 
cama   de  a   manera   de  habar   de   crstano   tembe  en  un 
momento como ese que o amedrent muy a su pesar.
 E favor que quero pedrte contnu Numerano, en voz ba|a, 
frme, amarga, es que te eves a tu mu|erzuea a tu casa. Aqu 
no   hay   nos   cantores,   n   saas   de   banquete,   n   echos 
perfumados. E ugar de retro de un ancano sotaro no es sto 
para aguen como ea. Te o ruego, vatea a un techo ms a su 
medda. Tene cuadades para e ofco; antes que ea, su madre 
fue tambn una mu|erzuea!
 De| escapar una carca|ada burona y sea mentras hababa a 
a fgura de a nfez |oven arrodada a sus pes con os brazos 
extenddos.
  Padre,   padre!   grt  Antonna,   con  voz   de  a  que  haban 
desaparecdo a suavdad y a meoda que e eran pecuares, 
acaso me has ovdado?
  No  te  conozco!   respond  Numerano  apartndoa  de  un 
empu|n. Retorna |unto a  su  pecho; nunca ms te estrechar 
contra el mo. Ve a su paaco; mi casa ya no es a tuya! Eres su 
mu|erzuea, no m h|a! Te o ordeno: vete!
  Cuando   Numerano   avanzaba   haca   ea   con   mrada   feroz   y 
contnente amenazador, Antonna se ncorpor abruptamente. La 
razn pareca habera abandonado; su mrada extravada ba de 
Vetrano a su padre, y despus de nuevo a Vetrano. En uno vea 
a  un  enemgo  que  haba  provocado  su  runa  sn  que  supera 
cmo, y que a amenazaba sn que supera con qu; en e otro, a 
un padre que a haba arro|ado de su ado. Drg una breve y 
postrera  mrada  a  a  habtacn  que,   aunque  trste  y  desnuda, 
haba sdo un hogar para ea; y despus, sn una paabra n un 
suspro, se vov y, encogda como un perro apaeado, huy de a 
casa.
 Durante toda a escena, Vetrano permanec tan parazado por 
a  estupefaccn  mpotente  de  a  ebredad  que  fue  ncapaz  de 
moverse  o  pronuncar  paabra.   Todo  o  suceddo  en  a  breve  y 
terrbe  entrevsta  entre  padre  e  h|a  o  de|aba  absoutamente 
perpe|o.   No  escuch  ra  voenta  y  arrebatada  de  un  ado,   n 
camorosas spcas de perdn por e otro. Le|os de vengarse por 
su nvasn de cuarto de Antonna, e severo ancano a quen a 
|oven haba amado padre, y de quen e haban dcho que era e 
crstano  ms  austero  de  Roma,   haba  abandonado  a  su  h|a  a 
arbtro  de  su  cencosa  vountad.   Oue  a  ra  o  a  rona  de  un 
hombre  tan  severo  nsprara  una  accn  ta,   o  que  Numerano, 
como  su  srvente,   estuvera  manobrando  para  obtener   de   
agn  favor   extrao  y  msteroso  empeando  a  Antonna  como 
prenda, pareca totamente mposbe. Todo o que suceda ante 
os o|os de senador e resutaba totamente ncomprensbe a su 
aturdda  magnacn.  Aunque era  frvoo,  nsustanca,  dspado, 
su natura no era radcamente abyecto; y cuando a escena de a 
que haba sdo sorprenddo testgo eg a su abrupto fn con a 
huda de Antonna, a mrada de trste desvaro que e drgera a 
nfez |oven en e  momento  de su partda cas   o  devov a a 
sobredad, frente a frente a ahora sotaro padre, recorrendo e 
ugar   con   mrada   ausente,   conmovdo   por   ncontroabes 
sentmentos de asombro y consternacn.
  Entretanto,   una   tercera   persona   se   haba   undo   a   os   dos 
ocupantes   de   a   acoba   abandonada   por   su   desventurada 
propetara. Aunque en e refugo subterrneo a que se retrara a 
de|ar   a  Vetrano,   Upo  no  se  haba  percatado  de  a  sencosa 
entrada de dueo de a casa, haba odo a travs de as puertas 
abertas e sondo, aun quedo como era, de a voz de crstano. A 
ncorporarse  para  drgrse  a  a  acoba,   sospechando  de  todo  y 
preparado   para   cuaquer   contngenca,   vo,   mentras   suba  e 
prmer tramo de as escaeras, una fgura vestda de banco que 
atravesaba veoz e corredor y desapareca por a puerta prncpa 
de  a  casa.   Vac  un  nstante  y  a  sgu  con  a  vsta,   pero  a 
fgura   fugtva   pas   tan   raudamente   a   a   uz   ncerta   de   as 
prmeras horas de a maana que no pudo dentfcara, y decd 
evauar e curso de os acontecmentos subendo de nmedato a 
cuarto   de   Antonna,   sn   cudarse   de   as   consecuencas   que 
pudera  acarreare  a  ra  de   padre  ante  su  ntromsn  en  un 
momento   como   ese,   una   vez   que   Numerano   pareca   haber 
descuberto a  menos una parte de  compot tramado contra su 
h|a y contra  msmo.
 En cuanto e pagano aparec ante sus o|os, un cambo vsbe se 
produ|o en Vetrano. La presenca de Upo en a acoba resut un 
verdadero avo para as facutades perturbadas de senador, tras 
a   msterosa   e  rresstbe  nfuenca   que  e   mperatvo   mora 
expresado  por   a  presenca  de   padre  y  dueo  de  casa,   en  un 
momento  como  e   vvdo,   e|ercera  sobre  .   Upo  estaba  a  su 
merced; Upo era su subordnado, y decd, por tanto, arrancare 
a srvente a quen desprecaba una expcacn de a msterosa 
conducta de dueo de casa, a quen tema, y de a h|a, de cuyos 
motvos comenzaba a dudar.
  Dnde   est   Antonna?   excam,   como   s   saera   de   un 
trance,   mentras   avanzaba  con  fereza  en  dreccn  a   desea 
pagano. Se ha do de esta habtacn; debe haberse refugado a 
tu ado.
 Upo recorr a habtacn con mrada enta y penetrante. En su 
faz   vda  se  aprecaba  una  eve  agtacn,   pero  no  pronunc 
paabra.
 E rostro de senador padec y despus se encend, a nfu|os 
de sucesvas emocones de aprensn e ra. Agarr a pagano de  
cueo; sus o|os despedan rayos, su sangre herva; comenzaba a 
sospechar que haba perddo a Antonna para sempre.
 Vuevo a preguntarte, dnde est? grt con voz de fura. 
S  gracas a o suceddo esta noche desaparece o e sobrevene 
agn  dao,   m   venganza  recaer  sobre  ti.   Es  esto  o  que  me 
prometste? Acaso crees que es a cambo de esto que me pondr 
a a cabeza de tu anheada restauracn de os antguos doses? 
S ago e sucede a Antonna debdo a tu tracn, no so no te 
ayudar en tus panes secretos, sno que me aegrar de verte a 
t   y   a   tus   madtas   dedades   ardendo   en   e   nferno   de   os 
crstanos! Dnde est a |oven, escavo? Vano, dnde estaba 
tu   vganca,   que   de|aste   a   este   hombre   sorprendernos   en 
nuestra prmera entrevsta?
 Mentras hababa, se vov haca Numerano. Las contraredades 
y as urgencas dotan a as facutades de una penetracn superor 
a  as  de  os  mortaes  correntes.   Cada  una  de  as  paabras  de 
Vetrano   haba   penetrado   como   una   daga   de   fuego   hasta   e 
corazn   de   padre.   Horas   de   expcacones   no   o   habran 
convencdo tan absoutamente de o fata de su engao como as 
pocas   frases   apresuradas   que   acababa   de   escuchar.   N   una 
paabra   escap   de   sus   abos;   n   un   movmento   deat   su 
afccn.   Se  mantuvo  nmv   ante  os  voadores  de  su  hogar, 
transformado  en  un  nstante  de  cora|udo  fantco  en  ser  db, 
ndefenso, acerado.
  Aunque  toda  a  ferocdad  de  su  ve|a  sangre  romana  se  haba 
despertado en Vetrano a amenazar a Upo, e are de fra, muda, 
tembe   desesperacn   de   padre   a   conge   en   sus   venas   a 
nstante. E suyo era an e mpresonabe corazn de a |uventud; 
y  conmovdo  por   prmera  vez  en  su  vda  por   sentmentos  de 
horror   y   remordmento,   avanz   un   paso   para   ofrecer   as 
expcacones  y  satsfaccones  que  se  e  ocurran,   pero  en  ese 
momento  e   sondo  de  a  voz  de  Upo  o  hzo  desstr   de  sus 
ntencones y hacer una pausa para escuchar o que deca.
  Pas  a  m   ado  en  e   corredor  must  e   pagano  con  tono 
terco. Yo hce mi parte de|ndoa ndefensa en tu poder; a t te 
tocaba mpedr que huyera. Por qu no o derrbaste de un gope 
contnu  apuntando  con  una  sonrsa  burona  a  Numerano 
cuando  te  sorprend?  Eres   un  nobe  romano,   y  rco;   puedes 
asesnar mpunemente!
  Atrs! excam e senador, apartndoo de un empu|n de 
ugar que haba ocupado hasta ese momento en e umbra de a 
habtacn.   Ouzs   sea   posbe   encontrara   an!   Hay   que 
regstrar toda Roma en su busca!
  Y con esas paabras desaparec de a peza, con o que amo y 
srvente quedaron a soas.
  Un  rudo  dstante  de  aboroto  y  confusn  en  as  caes  de  a 
cudad quebr e senco que renaba en e cuarto. Esos sondos 
omnosos haban comenzado con e aba, pero os membros de 
hogar de Numerano haban estado tan embargados por dstntas 
emocones que nnguno haba notado e estrpto de exteror. No 
obstante,  tan pronto  Vetrano part,  Upo o  percb  y  avanz 
hasta   a   ventana.   Lo   que   a   vo   y   oy   no   era   de   poca 
mportanca,   porque   o   cav   a   sueo   presa   de   muda   e 
ngobernabe   sorpresa.
 Mentras Upo permaneca |unto a a ventana, Numerano avanz 
trastabando hasta e  echo que su noportuna severdad haba 
de|ado  deserto,   quzs  para  sempre.   La  facutad  de  actuar,   a 
capacdad  para  sar      msmo  a  buscar   a  su  h|a  haban  sdo 
totamente anquadas por a agona de su prdda: e nfez cay 
de  rodas  e  ntent  encontrar   en  a  oracn  consueo  para  a 
angusta de su corazn. Ambos, amo y srvente, permaneceron 
argo rato en sus poscones respectvas: e trador mrando por a 
ventana, e traconado penando |unto a echo de su h|a perdda; 
ambos guamente mudos, ambos guamente nsensbes a paso 
de tempo.
  A  cabo, aparentemente nconscente a  prncpo de que no se 
encontraba  soo  en  a  habtacn,   Numerano  hab.   En  su  tono 
quedo,   entrecortado,   trmuo,   nnguno  de  sus   adeptos   habra 
reconocdo a voz de eocuente predcador, de resueto crtco de 
os vcos de a Igesa. Todo su natura mora, nteectua, fsco
 pareca tota e rrevocabemente transformado.
  Era   nocente,   era   nocente!   must   para   s   msmo.   E 
ncuso s hubera sdo cupabe, deba habera yo expusado de 
m   hogar?  M   pape,   como  e   de  m   Redentor,   era  predcar   e 
arrepentmento y mostrar msercorda. Madtos sean e orguo 
y a ra que desterraron a |ustca y a pacenca de m corazn 
cuando  cre   vera  abandonarse  sn  resstenca  y  sn  anto  a  m 
deshonor y e de ea! Acaso no pude magnar su terror, recordar 
su pureza? Ah, amada h|a, s yo msmo fu engaado por estos 
mavados,   qu  hay  de  extrao  en  que  t  tambn  hayas  sdo 
traconada?  Y  te  he  arrancado  de  m   ado,   a  t,   de  cuya  boca 
|ams sa una paabra de ra! Te he apartado de m pecho, a t, 
que eras e orguo de m ve|ez! Se acerca a hora de m muerte, 
y no estars aqu para perdonarme m  gran ofensa, para cerrar 
ms o|os cansados, para orar |unto a m  tumba sotara! Dos, 
oh, Dos, s quedo as de soo en este mundo me habrs mpuesto 
un castgo mayor que e que puedo soportar!
 Ca; durante un nstante sus emocones o prvaron de don de 
a paabra. Despus de unos momentos, murmur para s msmo 
con voz queda y que|umbrosa:
  La  am  mu|erzuea!  A  m   h|a  pura  e  nocente!  La  am 
mu|erzuea; a am mu|erzuea!
  Presa  de  un  paroxsmo  de  desesperacn,   se  ncorpor  de  un 
sato   y   mr   a   su   arededor   con   are   azorado.   Upo   an 
permaneca  nmv   |unto  a  a  ventana.   A   ver   a   despadado 
pagano, Numerano temb. Todas as doencas de a ve|ez, que 
hasta ese momento no o haban aque|ado, pareceron aduearse 
de  en un nstante. Avanz con paso cansado hasta egar |unto 
a trador y e drg as sguentes paabras:
 Te d un techo, te nstru, cud de t; nunca me nmscu en tus 
secretos, nunca dud de tu paabra; y e  pago que me das es 
confabuarte  contra  m   h|a  y   engaarme!   S   tu  ob|etvo  era 
hacerme dao destruyendo a fecdad y e honor de m h|a, o 
has ogrado! S queres expusarme de Roma, condenarme a a 
oscurdad   para   satsfacer   una   msterosa   ambcn,   puedes 
dsponer de m! Me ncno ante e terrbe poder de tu tracn! 
Renuncar a o que me ordenes, con ta de que me devuevas a 
m   h|a!   Estoy  ndefenso  y  abatdo;   carezco  de  corazn  y  de 
fuerzas   para   buscara   yo   msmo!   T,   que   o   sabes   todo   y 
arrostras   todos   os   pegros,   puedes   devovrmea,   s   as   o 
queres,   para   que   me   perdone   y   me   bendga!   Recuerda, 
quenquera   que   seas   reamente,   que   una   vez   tambn   t 
estuvste   ndefenso   y   abandonado   por   todos,   y   que   eres   un 
ancano, gua que yo! Recuerda que he prometdo darte o que 
desees!   Recuerda   que   a   no   ser   a   de   m   h|a,   no   hay   voz 
femenna que me aente, n  corazn femenno que ata por m, 
ahora que estoy ve|o y soo! Las paabras de nobe a quen srves 
me   han   hecho   advnar   os   panes   que   abrgas   y   a   fe   que 
profesas: no deatar os prmeros n atacar a segunda! Estaba 
yo convencdo de que ms abores en pro de a Igesa me eran 
ms querdas que nnguna otra cosa en este mundo; pero ahora 
que,  por  m   cupa,  m  h|a  ha abandonado  e  techo  paterno,  s 
que a amo ms que a ms mportante de ms proyectos: debo 
obtener su perdn; debo vover a ganar su caro antes de morr! 
T eres poderoso y puedes encontrara! Upo! Upo!
  Mentras hababa, e crstano se haba arrodado a os pes de 
pagano. Resutaba terrbe ver a un hombre tan ntegro y amoroso 
as humado ante un ndvduo crmna y sn corazn.
  Upo  se  vov  para  mraro,   y  despus,   sn  decr   paabra,   o 
evant de sueo y, tras empu|aro hasta a ventana, e sea con 
o|os centeeantes e panorama que se aprecaba desde a.
  E   so   ya  estaba  ato  en  e   ceo  y  braba  con  fugor  cegador 
sobre   Roma   y   sus   suburbos.   Una   vaga,   terrbe,   msterosa 
desoacn  pareca  haberse  apoderado  de  todas   as   vvendas 
stuadas   fuera   de   as   muraas.   Nngn   sondo   se   oa   en   os 
|ardnes, nade deambuaba por as caes. Por otra parte, toda a 
zona vsbe de as muraas rebosaba de personas de todas as 
categoras   socaes,   y  os   dstantes   anfteatros   y  pazas   de  a 
cudad parecan bur como hormgueros debdo a as muttudes 
que   se   apretu|aban   en   eos.   Esas   masas   de   seres   humanos 
de|aban escapar grtos confusos y sondos brbaros y extraos. 
Toda   Roma   pareca   protagonzar   una   revueta   vasta   y 
generazada.
  Aunque   a   escena   que   se   desarroaba   ante   sus   o|os   era 
extraordnara  y  terrorfca,   e   cas   nsensbe  padre  cas   no  a 
advrt. Estaba cego a todo o que no fuera a fgura de su h|a, 
sordo  a  todo  menos   su  voz;   y  must,   mentras   anzaba  una 
mrada ausente sobre e enoquecdo cuadro que se desarroaba 
ante sus o|os:
 Dnde est m h|a? Dnde est m h|a?
  Ou  me  mporta  tu  h|a?  Ou  mportan  as  fortunas  o  os 
afectos de os hombres y as mu|eres en un momento como este? 
excam   e   pagano,   parado   |unto   a   Numerano,   con   a   faz 
horrbemente anmada por os sentmentos de deete y trunfo 
feroces  que  se  agtaban  en  su  pecho  ante  e   espectcuo  que 
presencaba. Tonto, mra por a ventana! Escucha esas voces! 
Los  doses  a  os  que  srvo,   os  doses  que  t  y  tu  regn  con 
gusto  habras   destrudo,   se  han  azado  a   fn  para  vengarse! 
Contempa esos suburbos, estn desoados! Escucha esos grtos, 
saen   de   abos   romanos!   Mentras   transcurran   os   nfmos 
probemas   de   tu   hogar,   esta   cudad   de   apstatas   ha   sdo 
condenada a a runa! Esta maana permanecer para sempre 
en os anaes de a hstora de mundo! LOS GODOS ESTAN A LAS 
PUERTAS DE ROMA!
CAPT"LO $III
LOS #ODOS
  No era un faso rumor e que empu|ara a os habtantes de os 
suburbos   a  hur   en  busca  de  a  segurdad  que  brndaban  as 
muraas de a cudad. No era un grto de terror desatnado e que 
egaba a os odos de Upo mentras mraba desde a ventana de 
Numerano. E nombre de Roma ya haba perddo e terror prstno 
que   nsprara;   as   muraas   que   protegeran   moramente   a 
mpero  con  su  fama,   tanto  como  a  a  cudad  con  su  fortaeza, 
haban perddo a fn su antgua nvunerabdad. Un e|rcto de 
brbaros haba penetrado en a Capta  de  Mundo anmado por 
propstos   de   conqusta   y   venganza!   E   ob|etvo   que   as 
nvasones de os tmos sescentos aos se propuseran en vano 
ya   se   haba   ogrado,   y   o   haban   hecho   os   hombres   cuyos 
antepasados huyeran otrora como bestas persegudas haca sus 
reductos  natvos  ante  as  egones  de  os  Csares.   Los  godos 
estaban a as puertas de Roma!
  Y ahora, mentras sus guerreros pantaban e campamento a su 
arededor; mentras contempaba as huestes armadas a as que 
su amada haba reundo y su energa conducdo; mentras que 
amenazaba  as  puertas de   senado  corrupto y mentroso  y a  a 
|actancosa muttud que o haba desprecado, qu emocones no 
atenazaban  e   corazn  de  Aarco!   A  medda  que  as   rdenes 
marcaes   saan  de  sus   abos   y   que  sus   o|os   observaban  e 
movmento  de  as  hordas  que  o  crcundaban,   qu  exatadas 
aspracones, qu osadas resoucones no nacan y se fortaecan 
en  a  mente  de   hombre  que  era  e   ponero  de  a  grandosa 
revoucn  que  barr  de  uno  de  os  cuadrantes  de   mundo  e 
poder,   a  cvzacn,   a  vda  y  e   esprtu  msmos  de  sgos  de 
antgua   domnacn!   Pasaban  veoces   por   su  mente  eevados 
pensamentos; una osada ambcn ensanchaba su pecho: no a 
de   saqueador   brbaro,   sno  a  de   vengador   cuya  msn  era 
nfgr un castgo; no a de guerrero que combata por e combate 
msmo, sno a de hroe amado a conqustar y a mperar. Desde 
os e|anos das en que Odn fuera expusado de sus terras por os 
romanos hasta a noche mancada por a masacre de os rehenes 
de Aquea, a hora de a |usta y terrbe expacn de os maes 
nfgdos  a  os  godos  haba  sdo  pospuesta  durante  agobantes 
aos y convusones anuncadoras de enconados enfrentamentos, 
y  egaba  ahora  a   fn,   en  su  renado.   Contemp  as  enormes 
muraas, que so fueran avstadas antes por otro nvasor: Anba. 
Y   snt,   a   mraras,   que   sus   nuevas   aspracones   no   o 
engaaban, que sus sueos de domnacn cua|aban en orguosa 
readad, que su destno estaba gorosamente vncuado con e 
derrocamento de a Roma mpera!
  Pero  ncuso  en  ese  momento  en  que  e   trunfo  estaba  tan 
prxmo,   e   der   de   os   godos   segua   sendo   astuto   en   sus 
propstos   y   moderado   en   sus   accones.   Los   mpacentes 
guerreros   no   aguardaban   ms   que   a   orden   de   comenzar   e 
ataque, saquear a cudad y masacrar a sus habtantes, pero e 
|efe  supremo  a  postergaba.   Poco  despus   de  que  e   e|rcto 
hcera ato ante as puertas de Roma, se hzo correr a voz entre 
as fas de que, por causas so por  conocdas, Aarco haba 
decddo reducr a a cudad medante un asedo.
  Sus  fuerzas,   a  as  que  se  haban  sumado  durante  a  marcha 
trenta m auxares, se dvdan ahora en bataones, cuya fuerza 
varaba segn e servco que se requera de cada uno de eos. 
Esas  dvsones  rodeaban  as  muraas  de  a  cudad,   y  aunque 
cada una de eas ocupaba una poscn dstnta y cumpa una 
msn  especfca,   estaban  dspuestas  de  forma  ta   que,   a  una 
sea,   poda reunrse  en un punto  dado e   nmero  de sodados 
que se deseara. Cada cuerpo de e|rcto estaba a mando de un 
guerrero veterano y probado, en cuya fdedad Aarco confaba 
penamente; a eos es haba encomendado a tarea de mponer 
a ms estrcta dscpna mtar que mperara |ams en as fas 
godas. Ante cada una de as doce puertas prncpaes se nsta 
un campamento. Muttud de o|os vgaban ncansabes e  Tber 
en todas dreccones para mpedr a navegacn, y nnguna de as 
entradas  usuaes  a  Roma,   por   nsgnfcante  que  parecera,   se 
haba pasado por ato. De ese modo se cort toda comuncacn 
entre  a  cudad  stada  y  os  ampos  y  frtes  campos  que  a 
rodeaban. Cuando se recuerda que ese eaborado pan de asedo 
se evaba a cabo contra una urbe que, segn os ccuos ms 
conservadores,   abergaba  un  mn  doscentos   m   habtantes, 
carentes de amacenes de amentos en e mbto amuraado, de 
modo   que   dependan   para   su   abastecmento   de   os   arrbos 
reguares procedentes de a campa; una cudad gobernada por 
un  senado  vacante  y  defendda  por   un  e|rcto  enervado,   se 
puede  magnar   fcmente  os  horrores  que  amenazaban  a  os 
ahora stados romanos.
  Entre  as   dvsones   que  rodeaban  a  cudad  condenada  a  a 
destruccn,   a   ms   dgna   de   a   atencn   de   ector   en   este 
momento es a destacada frente a a Puerta Pncana, porque uno 
de   os   guerreros   desgnados   para   cumpr   en   ea   funcones 
subaternas de mando era e |oven caudo Hermanrco, a quen 
Gosvntha  acompaara  a  o  argo  de  todas   as   dfcutades   y 
pegros de a marcha desde e momento en que os de|amos en 
os Apes taanos.
 Se haba apostado a guarda, se haban evantado as tendas, se 
haban  ergdo  as  defensas  en  e   terreno  seecconado  porque 
controaba todo posbe acceso a a Puerta Pncana, de modo que 
Hermanrco  se  haba  retrado  |unto  a  Gosvntha  para  aguardar 
cuaquer   msn  futura  que  e  confaran  sus   superores   en  e 
e|rcto godo. E  ugar que ocupaba a senca tenda de  |oven 
guerrero era una pequea eevacn, separada de as poscones 
escogdas por sus camaradas, a este de a puerta de a cudad y 
encma, aunque a certa dstanca, de os desertos |ardnes de os 
suburbos   y  os   seoraes   paacos   de   monte  Pnco.   Tras   su 
abergue tempora se extenda e campo aberto, reducdo a una 
frt   soedad  por  a  huda  de  sus  aterrorzados  habtantes;   y  a 
ambos ados se aprecaba un panorama nnterrumpdo de fuerza 
y  preparatvos  mtares,   consstente  en  una  anmada  confusn 
de sodados, tendas y mqunas de guerra que cubra todo o que 
acanzaba a vsta. Transcurran as prmeras horas de a noche. 
Las   muraas   de   Roma,   envuetas   en   a   nebna   que   haba 
comenzado  a  evantarse  de   sueo,   se  azaban  dfumnadas   e 
mponentes   ante   os   godos.   Los   rudos   de   a   cudad   stada 
amnoraban  y  se  hacan  ms   sordos,   como  s   os   sofocara  a 
crecente oscurdad de a noche otoa, y se tornaban cada vez 
menos audbes a os atentos odos de os stadores que trataban 
de dstnguros desde sus respectvas poscones. Una tras otra, a 
ntervaos   rreguares,   se   encenderon   brantes   uces   en   e 
campamento godo. Ronco e ntermtente, e penetrante sondo de 
as trompetas de seaes reson entre as fas; y en e are opaco 
y espeso comenz a eevarse, en os ntervaos de senco entre 
otros sondos ms graves, e estrpto de pesados martos y os 
grtos  de  as  rdenes  guerreras.   A   donde  os  preparatvos  de 
asedo no se haban competado, no se permt n por un nstante 
que   a   cada   de   a   noche   o   e   pretexto   de   agotamento 
obstruyeran  su  contnuacn.   La  ndomabe  vountad  de  Aarco 
venca   todos   os   obstcuos   de   a   naturaeza   y   todas   as 
mtacones humanas. Las tnebas no eran o bastante oscuras 
para  obgaro  a  descansar,   y  a  extenuacn  no  hababa  con 
eocuenca sufcente para tentaro a perder tempo.
 Nnguna seccn de e|rcto haba e|ecutado as rdenes de rey 
godo de manera tan rpda e ntegente como a destacada |unto 
a   a   Puerta   Pncana.   En   consecuenca,   a   conversacn  entre 
Hermanrco y Gosvntha en a tenda de |oven caudo no se vo 
nterrumpda   durante   un   argo   rato   por   nuevas   rdenes 
provenentes de cuarte genera de campamento.
  En o tocante a su aparenca externa, ambos hermanos haban 
sufrdo un cambo tan notabe que resutaba vsbe ncuso a a 
uz ncerta de a antorcha que os aumbraba a a puerta de a 
tenda.   Los   rasgos   de  Gosvntha,   que  en  a  poca  en  que  a 
conocmos   en  as   oras   de   ago  ntramontano  conservaba,   a 
pesar de sus acerbos sufrmentos, buena parte de a ma|estuosa 
e mponente beeza que os caracterzara en das ms feces, no 
tenan  ya  n   a  ms  eve  traza  de  sus  anterores  atractvos.   La 
frescura de su sembante se haba marchtado, a redondez de sus 
formas  haba  desaparecdo.   Sus  o|os  se  haban  contrado  hasta 
adoptar  una  permanente  expresn  de  magna  rrtacn,   y  sus 
maneras se haban vueto huraas, repusvas y desconfadas. Esa 
ateracn de su aspecto era resutado de una transformacn ms 
pegrosa  de  as  ncnacones  de  su  corazn.   La  muerte  de  su 
tmo h|o en e precso nstante en que su huda cumnara con 
xto a acanzar a proteccn de os suyos, a haba afectado ms 
decsvamente que todas as prddas sufrdas con anterordad. 
Las dfcutades y pegros que haba arrostrado para savar a su 
retoo de a masacre; a trste certdumbre de que ese no era o 
nco  que  e  quedaba  de  os  antguos  ob|etos  de  su  afecto;   a 
ndmta sensacn de trunfo que expermentara a recordar que 
a menos en eso haba ogrado burar, merced a sus esfuerzos, a 
bruta   tracn   de   a   corte   romana,   e   haban   nsprado 
sentmentos de devocn haca e tmo membro de su fama 
que  ndaban  con  a  ocura.   Y  ahora  que su amado vastago,  su 
vctma nocente, su futuro guerrero haba agonzado y muerto a 
pesar de todos sus desveos por mantenero vvo; ahora que no 
tena h|os; ahora que a cruedad romana haba ogrado sus fnes 
a pesar de toda su pacenca, todo su vaor, toda su entereza, os 
sentmentos nobes que abergaba en su corazn desapareceron, 
anquados por a conmocn. Su door adopt esa forma fata que 
destruye rremedabemente en as mu|eres todas as me|ores y 
ms ternas emocones; se transform en esa desesperacn que 
no pde compasn, en ese door que no guarda reacn aguna 
con as grmas.
  La   nueva   expresn   de   brusquedad   y   as   maneras   huraas 
vsbes   ahora  en  Hermanrco  de  nteecto  menos   eevado  y 
dsposcn menos susceptbe que su hermana eran resutado 
sobre   todo   de   su   constante   contempacn   de   a   sombra 
desesperacn   de   Gosvntha   ms   que   de   una   verdadera 
revoucn   de   su   carcter.   De   hecho,   por   ms   puntos   de 
seme|anza que fueran ahora dscernbes en a aparenca de os 
hermanos, a dferenca de grado de su stuacn mora tena que 
ver con a dferente ntensdad de door que cada uno senta. A 
pesar de sus pruebas y afccones, Hermanrco tena a su favor a 
saudabe eastcdad de a |uventud y as ocupacones vres de a 
guerra.  Gosvntha  no  posea nnguna  de  eas.  Sn  ms  empeo 
para  sus  pensamentos  que  os  recuerdos  amargos,   carente  de 
generosas   aspracones,   de   una   esperanza   consoadora   que 
enara   su   corazn,   estaba   rrevocabemente   brada   a   a 
nfuenca de un door hurao y una vengatva desesperacn.
  La  mu|er  y  e   guerrero  guardaron  senco  durante  un  rato.   A 
cabo,  sn  apartar a  vsta de a masa oscura  e  rreguar que  se 
azaba ante sus o|os, que era todo o que a noche de|aba ver de 
a   nfortunada   cudad,   Hermanrco   e   drg   a   Gosvntha   as 
sguentes paabras:
  No tenes n una frase de trunfo a contempar as muraas 
que  os  tuyos  han  uchado  durante  generacones  para  ver  a  su 
merced, como ahora as vemos? Acaso puede una mu|er goda 
permanecer en senco ante a cudad de Roma?
  Vne hasta aqu  para ver a Roma saqueada y a os romanos 
muertos. Ou mportanca puede tener para m Roma sitiada? 
contest   Gosvntha   con  fereza.   Los   tesoros   que  guarda   a 
cudad  servrn  para  comprar  su  nmundad  de  nuestro  rey  tan 
pronto   como   os   que   ahora   temban   en   as   amenas   de   as 
muraas renan e vaor sufcente para venr a campamento de 
os godos. Dnde est a venganza que me prometste acanzar 
en esos paacos dstantes? Te veo acaso evando a os hogares 
de Roma a destruccn que os sodados de esa cudad evaron a 
os hogares de os godos? Es en busca de botn o de gora que 
ha  egado  e   e|rcto  hasta  aqu?   Cre,   en  ms   desvaros   de 
mu|er, que era en busca de venganza!
 E deshonor ser tu venganza; a hambruna ser tu venganza; 
as epdemas sern tu venganza!
 Sern a venganza de m nacn, no la ma. He vsto a sangre 
de as mu|eres godas derramada a m ado; he vsto os cadveres 
de ms h|os desangrarse a ms pes! Crees que una hambruna 
que  no  podr  ver   y  unas  epdemas  que  no  podr  contempar 
sern sufcente venganza para m? Mra! Esta es a cmera de 
yemo de quen fue m esposo y tu hermano, a cmera de yemo 
que  me  arro|aron  como  prueba  de  que  os  romanos  o  haban 
asesnado! Desde a masacre de Aquea a evo |unto a m pecho. 
|ur que a sangre que a mancha y a oscurece se avara con 
sangre  romana.   Aunque  perezca  ba|o  esas  muraas  madtas; 
aunque   en   tu   nsensbe   pacenca   me   negues   proteccn   y 
ayuda;   yo,   vuda,   db,   abandonada  de  todos  como  estoy,   no 
ce|ar hasta cumpr m |uramento!
  A   termnar  sus  paabras  envov  a  cmera  en  su  manto  y  e 
vov a espada bruscamente a Hermanrco en gesto patente de 
amargo despreco. Todos os atrbutos de su sexo en o reatvo a 
pensamentos,   expresones   y   maneras   a   haban   abandonado. 
Hasta su tono de voz era spero y poco femenno.
  Cada   paabra   pronuncada   por   Gosvntha,   cada   una   de   sus 
accones, haba egado a o ms profundo de corazn de |oven 
guerrero y haba removdo en  as ms feras pasones. E prmer 
sentmento  nacona   que  se  puede  dscernr  en  e   orgen  de  a 
hstora goda es e amor a a guerra; e segundo es a reverenca a 
a  mu|er.   Esa  segunda  emocn  especamente  notabe  en  un 
puebo   tan   fero   y   poco   susceptbe   como   os   antguos 
escandnavos  no  guardaba   nnguna  reacn  con  os   fuertes 
vncuos   de   afecto   que   son   a   consecuenca   natura   de   os 
temperamentos cdos de nacones ms merdonaes; a frgda y 
robusta dsposcn de os guerreros de Norte casfcaba e amor 
entre as pasones nferores y desprecabes. Aquea reverenca 
era  h|a  de   razonamento  y  a  observacn,   no  de  sentmentos 
nstntvos e mpusos de momento. En e cdgo sava|e y potco 
de   as   antguas   superstcones   godas   haba   un   axoma   que 
recordaba extraamente una mportante teora de a concepcn 
crstana: a exstenca de un Creador omnpotente que cuda de 
as craturas mortaes. En e sstema regoso de os godos, toda 
accn   de   cuerpo,   todo   mpuso   de   a   mente,   era   resutado 
nmedato  de  a  ntervencn  drecta,   aunque  nvsbe,   de  as 
dvndades que adoraban. Por tanto, cuando observaron que as 
mu|eres estaban ms sometdas fscamente que os hombres a 
as msterosas eyes de a naturaeza y e temperamento, y ms 
afectadas   mentamente   que   eos   por   os   nstntos   nnatos   y 
unversaes de a humandad, dedu|eron a nevtabe concusn 
de que e sexo femenno era ms ncesantemente atenddo y ms 
constante y notabemente nfuencado que e mascuno por os 
doses que reverencaban. A partr de esa creenca, encargaron a 
sus  mu|eres  e   estudo  de  a  medcna,   a  nterpretacn  de  os 
sueos y, en muchos casos, os msteros de a comuncacn con 
e mundo nvsbe. Las ntegrantes de sexo db se convrteron 
en  conse|eras  en  os  tempos  dfces  y  en  mdcas  en  os  de 
enfermedad, en compaeras ms que en amantes, en ob|etos de 
veneracn  y  no  en  proveedoras  de  pacer.   Aunque  en  pocas 
posterores  as  mgracones  de  a  nacn  goda  transformaron  e 
temperamento   de   a   nacn,   aunque   a   adoracn   a   Crsto 
reempaz a a antgua mtooga, ese sentmento prevaecente 
en  su  exstenca  preva  como  puebo  nunca  os  abandon  por 
competo,   sno  que,   con  dversas   modfcacones   y  en  formas 
dferentes, mantuvo buena parte de su antguo ascendente a o 
argo   de   todos   os   cambos   de   hbtos   y   varacones   de 
costumbres, hasta egar fnamente a su posterdad en e seno de 
as   actuaes   nacones   de  Europa  en  forma  de  ese  cdgo  de 
cortesa unversa haca as mu|eres que se admte que es una de 
as seaes que dferenca os sstemas socaes de os habtantes 
de os puebos cvzados y os ncvzados.
  Esa   poderosa  y   notabe  nfuenca   de  as   mu|eres   sobre  os 
hombres  que  se  observaba  entre  os  godos  dfcmente  podra 
haberse manfestado de forma ms portentosa que en e caso de 
Hermanrco.   No   so   se   evdencaba   en   e   deteroro   que   a 
constante  compaa  de  Gosvntha  produca  en  su  tempe  vr, 
sno tambn en  e  fuerte  mpacto  que sus tmas paabras de 
fura   y   despreco   haban   e|ercdo   sobre   su   mente.   Sus   o|os 
reampaguearon de ra, sus me|as se encenderon de vergenza 
a escuchar as partes de su ndgnada arenga que se referan a  
con  ms  amargura.   Cas   de  nmedato,   cuando  su  hermana  se 
vova para retrarse haca a tenda,  Hermanrco a  detuvo y  e 
contest con voz ata y acusadora:
 Tus paabras son n|ustas! Acaso te negu proteccn cuando 
te  encontr  en  os  Apes?  De|  que  tu  h|o  sufrera  sn  buscar 
ayuda cuando o v herdo? Lo conden a corromperse nseputo 
o  de|  que  su  madre  se  vera  obgada  a  a  tarea  de  cavar  su 
tumba cuando mur? Ovd a acercarnos a Aquea y a pasar 
|unto a Rvena que a espada cogaba de m hombro? Fue acaso 
por m vountad que permanec envanada, o que no traspuse as 
puertas de as cudades romanas, sno que as de| atrs a toda 
prsa?  No  fueron  as  rdenes  de   rey  as  que  me  contuveron? 
Poda  yo,   uno  de  sus   guerreros,   desobedecero?  Te  |uro  que 
anso cumpr a venganza que te promet, pero, me corresponde 
a m quebrantar e mandato de Aarco? Puedo yo soo atacar a 
cudad que ha ordenado que stemos? Ou querras que hcera?
  Ouerra que recordaras repc Gosvntha ndgnada, que 
os  romanos  asesnaron  a  tu  hermano  y  me  arrebataron  a  ms 
h|os!  Ouerra  que  recordaras  que  aos  y  aos  de  una  guerra 
generazada   no   vaen   una   hora   de   venganza   persona!   Te 
querra menos sometdo a a perca de tu genera y ms dedcado 
a   vndcar   tus   propos   agravos!   Ouerra   que   como   yo 
ansaras derramar a sangre de prmer habtante de ese ndo de 
tradores que en son de paz o de guerra abandone e cerco de 
as muraas que protegen a cudad!
  Hzo   una   pausa   abrupta   en   espera   de   respuesta,   pero 
Hermanrco no pronunc paabra. E veeroso corazn de |oven 
caudo  se  aman  ante  e   asesnato  deberado  que  as  frases 
veadas   pero   expresvas   de   Gosvntha   e   exgan.   Tomar   por 
asato  a  cudad  |unto  a  sus  camaradas,   superar  a   caor  de  a 
bataa   os   ms   terrbes   horrores   de   a   masacre   de   Aquea, 
habra  armonzado  con  su  arro|ada  dsposcn  y  su  educacn 
guerrera; pero someterse a os proyectos de Gosvntha mpcaba 
un sacrfco que as msmas pecuardades de su carcter marca 
e hacan repugnante. Le habra comuncado esos sentmentos a 
su compaera a medda que pasaban por su mente; pero haba 
ago   en   a   tembe   y   omnosa   transformacn   que   se   haba 
operado en su dsposcn desde que a encontrara en os Apes, 
en su afn voento y anorma de obtener venganza y ver correr a 
sangre, que e otorgaba una msterosa e ntensa nfuenca sobre 
sus   pensamentos,   sus   paabras   e   ncuso   sus   accones. 
Hermanrco vac y guard senco.
  Acaso no he sdo pacente? contnu Gosvntha ba|ando a 
voz hasta adoptar un tono de urgente y agtada spca que hr 
e   odo  de  Hermanrco  a   recordar   qun  era  a  petconara  e 
magnar cu sera a petcn. Acaso no fu pacente durante 
as   agotadoras   marchas   a  travs   de  os   Apes?   Acaso  no  he 
aguardado por a hora de a revancha, ncuso ante as cudades 
ndefensas   que   de|amos   atrs   a   nuestro   paso?   Acaso,   por 
nstgacn tuya, no he domeado m ansa de venganza hasta e 
da en que pudera verte remontar esas muraas con e resto de 
os   guerreros   godos   para   arrasar   a   sangre   y   fuego   a   os 
arrogantes tradores de Roma? Ha egado ese da? Es medante 
este asedo que se acanzar a reparacn que me |uraste sobre 
e   cadver   de   m   h|o   asesnado?   Recuerda   os   pegros   que 
arrostr yo para preservar a vda de tmo de os membros de 
m  fama. No arresgars t nada para vengar su muerte? Su 
seputura permanece sotara y abandonada. Le|os de os hogares 
de os suyos, muerto en e aborear de su hermosura, asesnado 
en as prmcas de su fuerza yace e  retoo de a sangre de tu 
hermano.   Y  os  otros  ms  dos  h|os  an  mpberes;   su  padre, 
bravo  en  e   combate  y  sabo  en  e   conse|o,   dnde  estn? 
Banquean sus huesos en a anura deshabtada, o se corrompen 
nseputos a a ora de ocano? Pensa, s huberan vvdo, con 
cunta  fecdad  habran  transcurrdo  tus  das  |unto  a  eos  en 
pocas de paz! Cuan contento se habra sentdo tu hermano de 
acompaarte  a  cazar!  Con  cunto  gozo  se  habran  subdo  sus 
h|os   a   tus   rodas   para  aprender   de  tus   abos   as   prmeras 
eccones que os formaran para a vda de guerrero! Pensa en 
goces como esos, y despus recuerda que as espadas romanas 
te han prvado de todos eos!
  Su   voz   tembaba.   Ca   un   nstante   y   evant   os   o|os   con 
desconsueo a Hermanrco, que haba vueto e rostro. Todos os 
rasgos  de   sembante  de   |oven  caudo  reveaban  e   trope   de 
sentmentos  que  as  paabras  de  Gosvntha  haban  despertado 
en . Intent responder, pero a voz e fa en ese momento de 
prueba. Incn a cabeza sobre e pecho anheante y, tomando de 
a mano a su hermana sn decr paabra, de| escapar un profundo 
suspro.   Gosvntha  estaba  a  punto  de  ograr   o  que  e  haba 
mporado:   Hermanrco  ceda  aceeradamente  a  os  cacuados 
esfuerzos de su tentadora!
  Sgues mudo? contnu sombra. Te extraa esta ansa 
de venganza, esta sed de sangre romana? Pues te dr que esos 
deseos  me  os  han  nsprado  voces  provenentes  de  un  mundo 
gnoto. Eas me nstan a tomar a revancha de una nacn que 
me convrt en una vuda sn h|os a, en su cudad ostentosa, 
entre sus mmados cudadanos, en sus amados hogares, en e 
msmo sto en que sus vergonzosos panes se hceron readad, 
en que sus ncementes tracones tenen su cruento orgen! He 
odo eer, en e bro que nuestros maestros adoran, que a voz de 
a sangre cama desde a terra! Esa es a voz, Hermanrco; esa 
es a voz que he odo! He soado que camnaba |unto a un mar 
de   sangre   por   una   ora   cuberta   de   cadveres!   He   vsto 
evantarse  de   mar   os   cuerpos   de  m   esposo  y  de  ms   h|os, 
atravesados por espadas romanas! Me han amado a travs de 
vaho  de  a  carncera  que  os   rodeaba:   "An  no  hemos   sdo 
vengados? Sgue envanada a espada de Hermanrco?" Noche 
tras noche he contempado esa vsn y he odo esas voces, y no 
he  tendo  esperanzas  de  respro  hasta  e   da  en  que  vera  a 
e|rcto  acampado  ante  as  muraas  de  Roma,   preparando  as 
escaas   para   e   asato!   Y   ahora,   despus   de  todo   o   que  he 
soportado, qu sucede ese da? Madta sea e ansa de botn! 
Ea es ms mportante para t y para e resto de os guerreros 
que a |ustca que nace de a venganza!
 Escucha! Escucha! excam mporante Hermanrco.
 No escucho ms! o nterrump Gosvntha. La engua de 
os mos se ha convertdo a ms odos en un doma extran|ero, 
porque so haba de rapa y de paz, de obedenca, de pacenca 
y de esperanza! No ogo ms, porque ya no estn os membros 
de m fama a quenes me encantaba escuchar: todos, menos t, 
fueron asesnados por os romanos; y de t ab|uro!
  Prvado  de  toda  capacdad  de  refexn  por  a  voenca  de  as 
emocones   que   despertaran   en   su   corazn   as   atroces 
reveacones de as maas pasones que consuman a Gosvntha, 
e   |oven  godo,   entre  estremecmentos   que  recorran  todo  su 
cuerpo,   y  an  sn  mrar  de  frente  a  su  hermana,   murmur  con 
acento ronco y vacante:
  Pdeme o que queras! No tengo paabras con que negarme, 
n fuerzas para censurarte. Pdeme o que queras!
  Promteme  excam  Gosvntha,   tomando  de  a  mano  a 
Hermanrco  y  contempando  con  expresn  de  feroz  trunfo  su 
sembante turbado, que este asedo de a cudad no se pondr 
en e camno de m venganza! Promteme que a prmera vctma 
de a |usta expacn ser e prmer habtante de Roma que, en 
son de paz o de guerra, aparezca ante t!
 Lo prometo excam e godo. Y esas dos paabras searon a 
suerte de su vda futura.
  Durante   e   senco   que   se   produ|o   a   contnuacn 
entre'Gosvntha   y   Hermanrco,   mentras   ambos   permanecan 
sumdos  en  profundas  refexones,   e   oscuro  panorama  que  se 
despegaba  a  su  arededor   comenz  entamente  a  acararse  a 
nfu|o de una uz suave y cara. La una, cuyo ancho dsco mate 
haba sado entre as nebas de a noche tedo de un sombro 
coor ro|o, haba superado ya os ms atos vapores terrestres, y 
braba   en   e   ancho   frmamento,   ucendo   una   vez   ms   su 
acostumbrado tnte pdo. Gradua, pero perceptbemente, capa 
tras capa de nebna se desprenderon de os orguosos remates 
de os paacos de Roma, y as eevacones de a opuenta cudad 
pareceron aborear a a uz suave, apacbe, msterosa de a una; 
a   tempo  que a porcn nferor  de as muraas,   os  desoados 
suburbos   y   agunas   partes   de   campamento   godo   sgueron 
sumdos   en   a   umbra   oscurdad   de   a   neba,   formando   un 
contraste magnfco y sombro con e  panorama de radante uz 
que pareca fotar sobre eos y cercaros. Los trechos de terreno 
ms atos y despe|ados tras a tenda de Hermanrco comenzaron 
a hacerse parcamente vsbes, y empez a orse tenuemente, a 
ntervaos,   e   canto  de   ruseor   entre  os   rboes   sotaros   y 
dstantes.   Fuera  cua   fuese  a  dreccn  en  que  se  mrara,   e 
aspecto  de  a  naturaeza  prometa  una  noche  tranqua  y  sn 
nubes, tpca de cma otoa de a antgua Itaa.
  Hermanrco  fue  e   prmero  en  vover   a  contempar   o  que  o 
rodeaba. A percatarse de que a antorcha que segua encendda 
|unto a su tenda se haba tornado nt, ahora que a una haba 
sado y dspersado a neba, fue hasta ea y a apag; despus 
hzo   una   pausa   para   echar   una   mrada   a   a   anura   que   se 
umnaba   entamente   ante   su   vsta.   Levaba   poco   tempo 
dedcado a esa tarea cuanto crey dstngur una forma humana 
que se mova entamente en una zona de terreno parcamente 
umnado y onduado, a corta dstanca de donde se encontraba. 
Era mposbe que esa fgura errante fuera uno de os suyos; todos 
eos   ocupaban  sus   poscones;   y   saba  que  su  tenda  estaba 
ubcada en uno de os extremos de campamento que guardaba a 
Puerta Pncana.Vov a mrar. L fgura segua avanzando, pero a 
una dstanca demasado grande como para permtre descubrr, 
a a ncerta uz renante, su naconadad, sexo o edad. E corazn 
e  do  un  vueco  a   recordar   a  promesa  que  e  haba  hecho  a 
Gosvntha,   y   consder  a  posbdad  de  que  quen  ahora  se 
aproxmaba   a   campamento   fuera   un   mserabe   escavo, 
abandonado por os fugtvos que abandonaran os suburbos en a 
maana,   y  que,   como  tmo  recurso,   se  drga  a  recabar   a 
pedad   y   a   proteccn   de   sus   enemgos.   Se   vov   haca 
Gosvntha cuando esa dea pas por su mente, y se percat de 
que segua an sumda en sus medtacones. Tranquzado a ver 
que  su  hermana  todava  no  haba  vsto  a  fgura  de   fugtvo, 
vov a concentrar su atencn con una ansedad que no poda 
expcarse en e sto en que a vera por prmera vez; pero haba 
desaparecdo. O ben se haba procurado un escondte o segua 
avanzando haca su tenda por entre una arboeda que cubra a 
fada de a cona.
  Pacente,   sencoso,   sgu  examnando  e   rea,   y  no  advrt 
nngn ser vvo. A cabo, cuando comenzaba a preguntarse s no 
o habran engaado sus o|os, a fgura fugtva vov a aparecer 
de   repente   entre   os   rboes.   Esforzndose   savar   con   paso 
desgua a fran|a de terreno ba|o y hmedo que an a separaba 
de |oven godo, eg a su tenda y, con un grto de extenuacn, 
cay nerme a sus pes.
  E   grto,  aunque apagado,  atra|o a  atencn  de  Gosvntha.  Se 
vov a nstante, ech a un ado a Hermanrco de un empu|n y 
az a a desconocda en sus brazos. La fgura menuda y esbeta, 
a mano y e brazo hermosos que cogaban nmves, os argos 
rzos   de   cabeo   negrsmo,   saturados   por   a   humedad   de   a 
atmsfera nocturna, deataron de nmedato e sexo y a edad de 
a errante. E fugtvo sotaro era una |oven.
 Tras hacere una sea a Hermanrco de que vovera a encender 
a  antorcha  apagada  en  a  fogata  de  unos  centneas  cercanos, 
Gosvntha ev a a |oven an nanmada hasta a tenda. Por a 
mente de godo, que proced a obedecera en senco, cruz una 
sospecha   vaga   y   horrenda   que   se   neg   a   admtr.   Su  mano 
tembaba de ta modo que cas no poda sostener a antorcha, y 
aunque era bravo y vgoroso, sus pernas Saqueaban a regresar 
entamente a a tenda.
  Cuando penetr en su abergue tempora, a uz de a antorcha 
umn una escena extraa e mpresonante.
  Gosvntha   estaba   sentada   en   un   tosco   arcn   de   robe, 
sostenendo   sobre   sus   rodas   e   cuerpo   de   a   |oven   y 
contempando con e ms ntenso y absorto nters su sembante 
pdo y desme|orado. La estoa reducda a harapos en que hasta 
ese   momento   se   envovera   a   fugtva   haba   cado   a   sueo, 
de|ando  a   descuberto  a  tnca  banca,   que  era  a  nca  otra 
prenda de ropa que a cubra. La exposcn a fro haba hecho 
adqurr a su rostro, su garganta y sus brazos a vrgna bancura 
de mrmo. Sus o|os estaban cerrados, y sus rasgos pequeos y 
decados estaban agarrotados en una rgda nmovdad. De no 
ser por e peo negrsmo, que subrayaba e aspecto espectra de 
su  rostro,   se  a  habra  tomado,   recnada  en  os   brazos   de  a 
mu|er,   por   una  estatua  exqustamente  cnceada  de  a  muerte 
|uven.
  Cuando  a  fgura  de   |oven  guerrero,   atavado  con  sus  arreos 
marcaes, detendo cerca de a |oven nconscente con evdentes 
emocones de sorpresa e nquetud, se aad a grupo de as dos 
mu|eres;   cuando   e   respandor   vacante   y   montaraz   de   a 
antorcha umn e cuerpo ato y reco de Gosvntha, vestdo con 
ropas oscuras e ncnado sobre a frg fgura y a tnca banca 
de a fugtva; cuando se pudo aprecar e coor subdo, os rasgos 
marchtos   y   a   expresn   anheante   de   a   mu|er,   ahora   en 
sombras,   ahora   umnados,   en   cercano   contraste   con   e 
sembante  pdo,   |uven,   nmv   de  a  |oven,   e   con|unto  de 
voentas uces y profundas sombras dotaron a a escena de un 
carcter a msmo tempo msteroso y subme. E cuadro era de 
una  armonosa  varedad  de  coores  graves,   reundos  gracas  a 
exqusto arte de a Naturaeza en forma grandosa y, a a vez, 
smpe: pareca un enzo e|ecutado por a mano de Rembrandt e 
magnado por a mente de Rafae.
  Dando   por   termnado   abruptamente   su   argo   y   mnucoso 
examen de a fugtva, Gosvntha proced a tratar de devovere 
e sentdo a su nconscente protegda. Mentras estuvo dedcada 
a esa tarea mantuvo un senco tota. Una ntensa expectacn, 
que  absorba  todos   sus   sentdos   en  esa  nca  faena,   pareca 
haberse adueado de su corazn. Se consagr a su abor con a 
energa mecnca e mperturbabe de quenes tenen a atencn 
ms   concentrada   en  sus   pensamentos   que  en   sus   accones. 
Lentamente, como de maa gana, e prmer eve rubor vta, de 
ms terno y decado matz, aparec en as me|as sn coor de 
a   |oven.   Gradua,   suavemente,   su   respracn   cada   vez   ms 
rpda agt un fno rzo de sus cabeos que haba cado sobre su 
rostro.   Un   nstante   ms   y   os   o|os   cerrados,   sosegados,   se 
abreron de repente y anzaron una rpda mrada arededor de a 
tenda con expresn ena|enada de extraeza y terror. Despus, 
cuando  Gosvntha  se  evant  para  ntentar   depostara  en  un 
asento, se sot de sus manos, a contemp por un momento con 
ntensdad pagada de temor y, por tmo, tras caer de rodas, 
murmur con voz supcante:
 Tened pedad. M padre ha ab|urado de m, no s por qu. Las 
puertas de a cudad se me han cerrado. M hogar en Roma me 
est prohbdo para sempre!
 Apenas haba pronuncado esas paabras cuando e sembante de 
Gosvntha   sufr   una   omnosa   transformacn.   Su   anteror 
expresn  de  ardente  curosdad  se  convrt  en  un  gesto  de 
trunfo   mavado.   Sus   o|os   se   cavaron   con   una   mrada   f|a, 
reampagueante, hpnotzada en e rostro vueto haca o ato de 
a |oven. Contemp con deete perverso a a cratura ndefensa 
que se haaba a sus pes como a besta sava|e contempa a a 
presa  que  ha  cazado.   Su  cuerpo  parec  datarse,   una  sonrsa 
burona  aparec  en  sus  abos,   un  rubor   de  fuego  cubr  sus 
me|as, y comenz a mustar una y otra vez para s msma:
 Saba que era romana! A|a! Saba que era romana!
 Hermanrco haba permanecdo todo ese tempo en senco. Sus 
respracn se hzo entrecortada y dfc, su rostro padec, y su 
mrada,   tras   posarse  por   un  nstante  en  a  mu|er   y  a  |oven, 
recorr a tenda enta y ansosamente. En uno de sus rncones 
yaca   una   pesada   hacha   de  guerra.   Sus   o|os   fueron,   por   un 
momento, con vvda expresn de horror, de arma a Gosvntha, 
y despus, tras atravesar entamente a tenda, tom e arma con 
brazo   frme,   aunque   temboroso.   Cuando   evant   a   vsta, 
Gosvntha   se   e   acerc.   En   una   mano   evaba   a   cmera 
ensangrentada, y con a otra apuntaba a a fgura arrodada de a 
|oven.   Una   sonrsa   morbosa   mantena   an   sus   abos 
entreabertos, y e must a godo:
  Recuerda  tu  promesa!   Recuerda  a  os  tuyos!  Recuerda  a 
masacre de Aquea!
  E  |oven guerrero no respond. Avanz rpdo unos pasos y e 
hzo seas apresuradas a a |oven de que huyera por a puerta; 
pero   a   esas   aturas   e   terror   a   haba   prvado   de   todas   sus 
capacdades   normaes   de   percepcn   y   comprensn.   Mr   a 
Hermanrco   con   are   ausente   y   tras   sufrr   un   voento 
estremecmento se arrastr hasta un rncn de a tenda. Durante 
e   corto  senco  que  se  produ|o  a  contnuacn,   e   godo  a  oy 
trtar   y   susprar;   mentras   tanto,   contempaba,   con   toda   a 
nquetud  que  produce  a  aprensn,   e   entrece|o  cada  vez  ms 
fruncdo de Gosvntha.
 Es romana; es a prmera habtante de a cudad que aparec 
ante  tus   o|os!   Recuerda  tu  promesa!   Recuerda  a  os   tuyos! 
Recuerda a masacre de Aquea! d|o a mu|er con voz fera, 
mpetuosa, concentrada.
 Recuerdo que soy un guerrero y un godo repc Hermanrco 
con  are  desafante.   He  prometdo  vengarte,   pero  es  en  un 
hombre que debo cumpr m promesa, en un hombre en son de 
guerra, que pueda enfrentarme con as armas en a mano, en un 
hombre vgoroso y vaente a quen matar en combate snguar 
ante  tus   o|os!   La  muchacha  es   demasado  |oven  para  morr, 
demasado db para atacara!
 N una saba de as que pronuncara pas desapercbda para a 
fugtva; cada una de sus paabras pareca reanmar sus anuadas 
facutades. Cuando Hermanrco ca, a |oven se ncorpor y, con 
e   rpdo   nstnto   h|o   de   terror,   corr   |unto   a   |oven   godo. 
Despus, tomndoo de a mano a mano que an sostena e 
hacha de guerra se arrod, depost un beso en ea, a apret 
contra su pecho y comenz a pronuncar rpdas y entrecortadas 
frases que su voz trmua hacan competamente nntegbes.
  Acaso  os  romanos  pensaron  que  ms  h|os  eran  demasado 
|venes   para   morr,   o   demasado   dbes   para   atacaros?   
excam Gosvntha.  Por e  Dos de os Ceos, os asesnaron 
con ms saa porque eran |venes, y os hreron con ms fereza 
porque eran dbes! E corazn me sata en e pecho a mrar a 
esta  |oven!   Ser  dobemente  vengada  s   se  me  venga  en  os 
nocentes y os |venes! Sus huesos se pudrrn en as anuras 
de Roma, como se pudren os huesos de ms h|os en as anuras 
de  Aquea!  Haz  correr  su  sangre  en  m   nombre!  Recuerda  tu 
promesa! Haz correr su sangre en m nombre!
  Avanz  haca  a  fugtva  con  os  brazos  extenddos  y  os  o|os 
reampagueantes.   Con   a   respracn   |adeante,   e   rostro 
sbtamente   cuberto   de   una   vda   padez,   os   rasgos 
desfgurados  aumbrados  por  a  uz  de  a  antorcha,   pareca,   en 
ese momento tembe, un ser sobrenatura; pero a dvna pedad 
haba robustecdo a decsn de |oven godo de enfrentar todas 
as eventuadades. No ba| n por un nstante os o|os fugurantes 
y   frmes   ante   a   mrada   extravada   de   a   fura   que   se   e 
enfrentaba. Con una de sus manos mpd que Gosvntha dera 
otro paso; a otra no poda berara de a |oven, que a apretaba y 
a besaba con ms vehemenca que antes.
  Lo   haces   so   para   rrtarme   d|o   Gosvntha,   adoptando 
sbtamente  una  papabe  acttud  de  astuca,   ms  preada  de 
pegro para a fugtva que a fura que haba despegado hasta 
ese momento. Me engaas, porque, como s fuera una na, no 
he  demostrado   pacenca!   Pero   hars   correr   su  sangre,   eres 
honorabe y cumprs tu promesa, hars correr su sangre! Y yo 
contnu exutante, tras tomar asento en e arcn de robe que 
haba   ocupado   antes   y   coocar   os   puos   cerrados   sobre   as 
rodas, esperar para vero!
  En ese momento  se oyeron voces  y  pasos  cerca  de a tenda. 
Hermanrco   ayud   a   a   temborosa   |oven   a   ncorporarse   y, 
sostenndoa con uno de sus brazos, se adeant para conocer a 
causa de a nterrupcn. De nmedato top con un ve|o guerrero 
de  rango  superor,   ayudante  persona   de  Aarco,   quen  vena 
acompaado por un pequeo grupo de sodados de campamento.
  Gosvntha, a hermana de Hermanrco, es una de as mu|eres 
desgnadas por e rey para atender esta noche a os sodados que 
enfermaron o resutaron herdos durante a marcha. S est aqu, 
que  se  acerque  y  me  sga  d|o  e   |efe  de  a  partda  con  tono 
autortaro desde a entrada de a tenda.
  Gosvntha se  ncorpor.   Durante  un  momento fue presa  de a 
ndecsn.   Abandonar   a  Hermanrco  en  un  nstante  como  ese 
consttua un sacrfco que atenazaba su brbaro corazn; pero 
record a severdad de a dscpna de Aarco, vo a os hombres 
armados  que  a  esperaban  y  tras  una  ucha  nterna  ced  a  a 
mperosa   necesdad   de   someterse   a   as   rdenes   de   rey. 
Tembando  de  ra  reprmda  y  amargo  desengao,   e  susurr  a 
Hermanrco a pasar a su ado:
  No   podras   savara   aunque   quseras!   No   te   atrevers   a 
encomendrsea   a   tus   compaeros;   es   demasado   |oven   y 
demasado hermosa para abandonara a su dudosa proteccn. No 
puedes   escapar   con   ea,   porque   debes   permanecer   aqu   de 
guarda en tu puesto. No a de|ars partr soa, porque sabes que 
morr de fro y de prvacones antes de que saga e so. Cuando 
regrese  por   a  maana  a  ver  aqu   en  a  tenda.  +o  puedes 
escapar  de  tu  promesa:   no  puedes  ovdara;   tienes  que  hacer 
correr su sangre!
  A caudo Hermanrco d|o e ancano guerrero mentras es 
ndcaba   con   una   sea   a   os   sodados   que   parteran   con 
Gosvntha, quen ahora mantena una cama forzada, en espera 
de que a guaran se e comuncarn maana as rdenes de 
rey.   Recuerda   contnu   en   tono   ms   ba|o,   apuntando   con 
despreco   a   a   temborosa   |oven,   que   e   desveo   que   has 
despegado   en   e   empazamento   de   a   guarda   ante   aquea 
puerta no excusar nnguna neggenca que ese trofeo de guerra 
te  haga  cometer.   Dsfruta  cuanto  gustes  de  os  paceres  de  a 
|uventud, pero recuerda tus deberes. Ads!
  Tras   pronuncar   esas   paabras   con   tono   severo   y   grave,   e 
veterano  part.   Pronto  se  apagaron  en  a  dstanca  os  tmos 
ecos   de  os   pasos   de  su  escota,   y   Hermanrco   y   a  fugtva 
quedaron a soas en a tenda.
 Mentras e ve|o guerrero e hababa a caudo, a muchacha se 
haba apartado de su protector y se haba retrado veozmente a 
nteror de a "tenda. Cuando vo que haban quedado soos de 
nuevo, avanz con paso ttubeante en dreccn a |oven godo y 
evant  a  vsta  para  mraro  a   rostro  con  expresn  de  muda 
nterrogacn.
  Soy   muy   desdchada   d|o   con   acento   suave,   caro   y 
meancco,   tras   un  ntervao  de  senco.   S   me  abandonas 
ahora, morr, y he vvdo un tempo tan corto en este mundo, he 
conocdo tan breves momentos  de fecdad y  de amor,   que  no 
estoy preparada para morr! Pero t me protegers! Eres bueno, 
fuerte y vaente, evas armas en as manos y eres compasvo! 
Me has defenddo y me has habado bondadosamente; te venero 
por a compasn que me has demostrado.
  Su engua|e y sus accones, aunque smpes, e resutaban tan 
nuevos a Hermanrco, cuya experenca con as personas de sexo 
opuesto  se  haba  mtado  cas   excusvamente  a   trato  con  as 
mu|eres   de   su   severa   e   mpasbe   nacn,   que   so   pudo 
contestar, a ver que a supcante esperaba una respuesta, con 
una  breve  aseveracn  de  que  a  protegera.   Ante  sus  o|os  se 
abra  una  nueva  pgna  de  a  hstora  de  a  humandad,   y  a 
examnaba en un senco que era h|o de a sorpresa.
  S  regresa esa mu|er  contnu a |oven, cavando sus o|os 
oscuros   y   eocuentes   en   e   sembante   de   godo,   vame 
rpdamente  donde  no  pueda  egar.   M   corazn  se  estremece 
cuando a mro! Me matar s ogra acercarse a m de nuevo! La 
ra de m padre es tembe, pero a de ea es horrorosa, horrorosa, 
horrorosa!   Caa!   Ya   a   ogo   vover;   vaymonos,   te   segur 
adonde  queras  evarme,   pero  no  perdamos  un  nstante  ahora 
que todava estamos a tempo! Me sacrfcar s me vueve a ver, 
y   no   puedo   morr   todava!   Ah,   m   savador,   m   compasvo 
defensor, no puedo morr todava!
  Nade te har dao, nade se acercar a t esta noche, en a 
tenda   ests   a   savo   de   todos   os   pegros   d|o   e   godo, 
contempndoa con asombro y admracn vsbes.
 Te dr por qu me resuta tan tembe a muerte contnu a 
muchacha,   y  su  voz  se  hzo  ms  grave  a   adoptar   un  tono  de 
atrbuada  soemndad,   extraamente  mpresonante  en  aguen 
tan |oven. He vvdo mucho tempo soa, sn ms compaa que 
ms pensamentos, e ceo a que poda azar os o|os y as cosas 
de mundo que poda contempar. A mrar e caro frmamento y 
os suaves campos, a asprar e perfume de as fores y escuchar 
a o e|os e canto de os p|aros, me he preguntado por qu e 
msmo  Dos   que  cre  todo  eso,   y  que  me  cre  a  m,   habra 
engendrado   tambn   e   door,   e   sufrmento   y   e   nferno,   e 
temdo  nferno  eterno  de   que  m   padre  haba  en  su  gesa. 
Nunca  contemp  a  uz  de   so,   n   despert  de  m   sueo  para 
mrar  as  estreas  dstantes  y  pensar  en  eas,   sn  que  ansara 
amar   ago  que  prestara  odo  a  m   gozo.   Pero  m   padre  me 
prohb   estar   aegre!   Frunca   e   entrece|o   hasta   cuando   me 
rega m |ardn de fores, aunque Dos cre as fores. Destroz 
m ad, aunque Dos cre a msca. M vda ha consstdo en un 
ansa   sotara   de   voces   amgas!   M   corazn   se   ha   sentdo 
oprmdo y ha tembado en m  pecho, porque cuando camnaba 
en e |ardn y contempaba as anuras, os bosques y as atas e 
umnadas montaas que me rodeaban, saba que as adoraba yo 
sola! Sabes por qu no me atrevo a morr? Porque prmero debo 
haar a fecdad que sento que Dos debe haber creado para m. 
Porque  debo  vvr   para  aabar   este  mundo  maravoso  y  beo 
|unto  a  otros   que  o  dsfruten  tanto  como  yo  podra  hacero! 
Porque he vvdo rodeada de os que suspran, y nunca de os que 
sonren!   Es   por   eso  que  temo  a   a   muerte!   Debo  encontrar 
compaeros cuyas pegaras sean e canto y a fecdad, antes de 
partr haca e terrbe ms a que todos temen. No me atrevo a 
morr! No me atrevo a morr!
  Tras   pronuncar   esas   tmas   paabras   comenz   a   orar 
amargamente. E asombro y a compasn de|aron mudo a |oven 
godo. Ba| a vsta a a mano pequea y suave que a |oven haba 
posado  en  su  brazo  mentras  hababa  y  vo  que  tembaba;   a 
apret, snt que estaba fra, y a mpusos de a pedad que esa 
accn e produ|o recuper a capacdad de habar que hasta ese 
momento haba tratado de con|urar en vano.
  Tembas y ests pda d|o; encender fuego a a puerta 
de a tenda. Te traer vestdos que te abrguen y amentos que 
te devuevan as fuerzas; dormrs y yo vear para que nade te 
haga dao.
 La |oven evant a vsta rpdamente. Una expresn de nefabe 
grattud   cubr   su   afgdo   sembante.   Murmur   con   voz 
entrecortada:
 Ah, qu msercordoso, qu msercordoso eres!
  Y despus, tras una evdente ucha consgo msma, se cubr e 
rostro con as manos y vov a romper en anto.
  Cada   vez   ms   turbado,   Hermanrco   comenz   a   ocuparse 
mecncamente de procurarse o necesaro para hacer fuego y os 
amentos y vestdos que haba prometdo entre aqueos de sus 
asstentes que as obgacones propas de boqueo no mantenan 
ocupados.   La  |oven  recb  a  ndumentara,   se  aproxm  a  as 
brantes amas y compart con entusasmo e senco refrgero 
que  e  ofrec  e   |oven  guerrero.   Despus  permanec  un  rato 
sentada  en  senco,   sumda  en  profundas  refexones,   ncnada 
haca e fuego, aparentemente nconscente de a curosdad con 
que todava a contempaba e godo. A cabo, evant a vsta de 
repente y a ver sus o|os cavados en ea, se ncorpor y e hzo 
seas de que se sentara a su ado.
 S superas cuan soa estoy d|o, no te sorprenderas como 
o haces de que yo, una extraa y, adems, romana, te procurara 
como  o  he  hecho.   Te  he  contado  cuan  sotaro  era  m   hogar, 
pero era a menos un refugo y una proteccn hasta a maana 
de este argo da que acaba de termnar, cuando fu desterrada de 
   para  sempre!   Me  despertaron  de  repente  en  m   echo...   m 
padre entr racundo... me am...
 Vac, se sonro| y ca a nco msmo de su narracn. Aunque 
nocente,   os   nstntos   naturaes   de   su   sexo   habaron   en   su 
corazn  con  tono  msteroso,   pero  admontoro,   y  e  mpuseron 
motvos para e senco que no poda n dscernr n expcar. Se 
agarr as manos temborosas sobre e pecho como para reprmr 
a  respracn  anheante,   y,   ba|ando  os  o|os,   contnu  en  tono 
ms ba|o:
 No puedo decrte por qu m padre me puso a as puertas de su 
casa.   Conmgo   sempre   ha   sdo   sencoso   y   atrbuado:   me 
asgnaba  argas  tareas  tomadas  de  bros  trstes;   me  ordenaba 
que me  mantuvera  encerrada dentro de as  cuatro  paredes de 
nuestra   casa;   y   me   prohba   habare   cuando   e   peda   en 
ocasones   que   me   contara   de   m   madre,   a   quen   perd.   No 
obstante, nunca me amenaz n me ae| de su ado, hasta esta 
maana de a que ya te cont. Entonces su cera fue terrbe; 
sus o|os, feros; su voz, amenazante! Me orden que me fuera, y 
o obedec asustada, porque creo que s me hubera quedado me 
habra matado! Hu de a casa, sn saber adonde ba, y atraves 
correndo   aquea   puerta,   que   est   prxma   a   nuestro   hogar. 
Cuando entr en os suburbos me top con grandes muttudes 
que marchaban apresuradas haca Roma. Me sent  aturdda por 
ms  medos  y  por   a  confusn  que  me  rodeaba,   pero  aun  as 
recuerdo que me grtaban que regresara a a cudad antes de que 
se  cerraran  as  puertas  para  resstr  e   ataque  de  os  godos.   Y 
otros me empu|aban y se buraban de m a pasar a m ado, a ver 
a gera ropa de dormr que evaba cuando fu expusada de m 
hogar.
 Hzo una pausa y presto odo atento unos momentos. Todo rudo 
accdenta   que  oa  segua  despertando  en  ea  a  aprensn  de 
regreso  de  Gosvntha.   Tranquzada  por   Hermanrco  y  por   su 
propa observacn de o que pasaba fuera de a tenda, contnu 
su narracn, ahora con voz ms frme:
 Pens que m corazn estaara prosgu mentras trataba 
de escapar de eos. Todo graba ante m vsta; no poda habar, 
no   poda   detenerme,   no   poda   orar.   Corr   y   corr   sn   saber 
adonde,   hasta  que  ca   a   sueo  exhausta,   a  as  puertas  de  una 
casta en os confnes de os suburbos. A ped ayuda, pero no 
haba nade que me pudera or. Entr a rastras a a casa, porque 
ya no poda ncorporarme. Estaba vaca. Mr por as ventanas: 
nngn ser humano pasaba por as caes sencosas. E estruendo 
de una portentosa confusn an se de|aba or desde as muraas 
de  a  cudad,   pero  yo  o  escuchaba  competamente  soa.   En  a 
casa  v   trados  en  e   sueo  unos  pedazos   de  pan  y  una  ve|a 
tnca.   Tom   ambas   cosas,   me   ncorpor   y   part,   porque   e 
senco de ugar me resutaba horrbe, y record os campos y 
as  anuras  que  en  otros  tempos  me  encantaba  contempar,   y 
pens que a quzs encontrara e refugo que se me negaba en 
Roma.   De  modo  que  me  puse  en  marcha  de  nuevo;   y  cuando 
egu a a herba suave, me sent a a sombra de os rboes y v  
a uz de so que aumbraba a terra, m corazn se entrstec y 
or a pensar en m soedad y a recordar a ra de m padre.
 "No haca mucho que me encontraba descansando cuando o un 
sondo de trompetas en a dstanca, y a mrar en dreccn a  
v,   a   o   e|os,   una   enorme   muttud   que   avanzaba   sobre   as 
anuras   y  que  portaba  armas   que  reampagueaban  a   so.   A 
vera,   ntent  ponerme  en  pe  y  regresar   a  os  suburbos  cuya 
soedad me haba asustado. Pero as pernas no me sostuveron. 
V   una   pequea   oquedad   escondda   entre   os   rboes.   Me 
ntrodu|e en ea y a me ocut durante todo e sotaro da. O e 
sondo acompasado de os pasos de tu e|rcto que marchaba por 
os camnos que quedaban a ms pes; y despus, tras esas horas 
de medo, vneron as extenuantes horas de soedad.
  "Ah, esas horas sotaras! He vvdo sn compaa, pero esas 
horas   me  resutaron  ms   terrbes   que  todos   os   aos   de  m 
exstenca anteror! No me atreva a abandonar m escondte, no 
me atreva a amar! Soa en e mundo, me ov en m refugo 
hasta que e so se puso! Despus vneron a neba, a oscurdad 
y   e   fro.   Los   penetrantes   ventos   de   a   noche   me   hceron 
tembar!   La   deshabtada   oscurdad   que   me   rodeaba   pareca 
pobada   de  fantasmas   que  no   poda   ver,   que   me   tocaban  y 
rozaban  a  superfce  de  m   pe.   Cas   me  enoqueceron!   Me 
evant para partr; para r en busca de m padre racundo, o de 
e|rcto que haba pasado a m ado, o de a soedad de os prados 
fros y fugurantes no me mportaba qu!, y en ese momento 
dstngu   a  uz  de  tu  antorcha,   un  momento  antes  de  que  se 
extnguera. Aunque estaba oscura, encontr tu tenda. Y ahora s 
que he encontrado ago ms: un compaero y un amgo!
  A pronuncar esas paabras evant a vsta para mrar a |oven 
godo con a msma expresn de grattud que aparecera antes en 
su sembante; pero esta vez as grmas no empaaban sus o|os. 
Ya  su  natura   a  pesar   de  a  pobreza  de  as  perspectvas  de 
fecdad que se abran ante ea haba comenzado a retornar, 
con   una   capacdad   de   transformacn   cas   puer,   a   nfu|o 
restaurador de as emocones ms optmstas. Las momentneas 
tranqudades   de   presente   comenzaban   a   operar   en   ea   e 
magro  de  borrar   as   proongadas   agtacones   de   pasado.   La 
desesperacn no era un sentmento que brotara de ese corazn 
nfant;   y   aunque   a   vergenza,   e   temor   y   e   door   podan 
sobrecogero un tempo, no de|aban huea de su presenca en su 
tersa   y   brante   superfce.   Por   naturaeza   era   terna, 
pegrosamente   sensbe   a   os   sentmentos,   extraamente 
retentva de as bondades que se e hacan, y a msma soedad a 
a que se haba vsto condenada a haba dotado, a pesar de su 
|uventud, de una capacdad de mrtr para soportar as penas y 
de una pacenca estoca para resstr e door.
  No  te  af|as  ahora  por   m   prosgu,   nterrumpendo  unas 
entrecortadas  expresones  de  compasn  que  saeron  de  abos 
de   |oven  godo.   S  t  te  muestras   msercordoso  conmgo, 
ovdar todo o que he sufrdo! Aunque tu nacn sea enemga 
de a ma, mentras sgas sendo m amgo, nada temer! Ahora 
puedo  contempar   tu  gran  estatura,   tu  poderosa  espada  y  tu 
brante  armadura  sn  tembar!   No  eres  como  os  sodados  de 
Roma: eres ms ato y ms fuerte, y ests ms espnddamente 
atavado! Eres como a estatua de un guerrero grego que v una 
vez   por   casuadad.   Tenes   are   de   conqusta   y   aspecto   de 
mando!
  La   |oven  contemp   con  expresn  de  nters   y   asombro   a 
robusta y vr fgura de |oven guerrero, vestda con os atavos de 
su becosa nacn; e pregunt e  nombre y a funcn de cada 
una de as partes de su equpamento a medda que despertaban 
su   atencn,   y   termn   sus   averguacones   pdndoe 
nsstentemente que e d|era su nombre.
  Hermanrco   rept   a   |oven   cuando      se   o   d|o, 
pronuncando  con  certa  dfcutad  os  speros  sondos  godos. 
Hermanrco! Es un nombre severo, soemne: un nombre dgno de 
un guerrero y de un hombre. Despus de un nombre como ese, e 
mo suena nsgnfcante. No es ms que Antonna!
  Aunque  estaba  profundamente  nteresado  en  cada  una  de  as 
paabras pronuncadas por a |oven, Hermanrco no pudo menos 
que  percatarse  de  as   evdentes   seaes   de  agotamento  que 
reveaban ya sus menores accones. Tras buscar unas pees en 
un rncn de a tenda, prepar una suerte de tosco echo |unto a 
fuego,   ech   ms   combustbe   a   as   amas   y   e   aconse| 
amabemente a a muchacha que repusera as energas perddas 
medante e reposo. Haba ago tan ngenuo en as maneras de 
|oven guerrero, tan sncero en e  tono de su voz a  hacere ese 
senco ofrecmento de hosptadad a a desconocda que haba 
buscado refugo a su ado, que hasta a mu|er ms desconfada o 
habra   aceptado   con   tan   pocas   vacacones   como   Antonna, 
quen,   agradecda  y  sn  ttubear,   se  acost  en  e   echo  que   
extendera a sus pes.
 Tan pronto a cubr cudadosamente con un manto y dspuso e 
echo  en  a  poscn  que  cacu  que  era  a  me|or   para  que  a 
|oven recbera todo e caor que despeda e combustbe que se 
consuma entre as amas, Hermanrco se retr a otro ado de a 
hoguera; y, apoyado en su espada, se abandon a as nuevas y 
absorbentes refexones que resutaba natura que a presenca de 
a |oven e despertaran.
 No pens en as obgacones que e asedo e mpona; tampoco 
record  a  escena  de  raba  y  ferocdad  que  se  haba  producdo 
cuando evadera e cumpmento de su aventurada promesa, n a 
fera  determnacn  que  Gosvntha  expresara  a   marcharse  esa 
noche.   Las   preocupacones   y  dfcutades   que  vendran  con  a 
maana, y que o obgaran a exponer a a fugtva a a madad de 
una enemga sedenta de venganza; as m  contngencas a as 
que   pudera   exponeros   a   dferenca   entre   sus   sexos,   sus 
nacones y sus vdas, y que se opondran a a contnudad de a 
proteccn permanente que e haba prometdo; nada de eo e 
produca   maos   presentmentos.   Antonna,   y   so   Antonna, 
ocupaba   todas   as   facutades   de   su   mente   y   todos   os 
sentmentos  de  su  corazn.   Su  nombre  msmo  sonaba  en  sus 
odos suave y meodoso!
  Su vda preva o haba hecho un buen conocedor de a engua 
atna, pero so cuando a oy en abos de Antonna descubr a 
natura   tersura   de   su   sondo,   a   eeganca   de   su   estructura. 
Paabra por paabra repas en su mente sus varadas, sencas y 
feces   expresones,   a   tempo   que   recordaba   as   mradas 
eocuentes,   a  rpda  gestcuacn,   os   tonos   cambantes   que 
acompaaran esas paabras, y refexonaba sobre cuan vasta era 
a dferenca entre esa |oven h|a de Roma y as fras y tacturnas 
mu|eres de su nacn. E msmo mstero que rodeaba su hstora, 
que habra exctado a sospecha o e despreco de hombres ms 
cvzados,   no  despertaba  en     ms  emocones  que  as  de  a 
compasn   y   e   asombro.   Nngn   sentmento   de   ms   ba|a 
naturaeza haca a |oven penetr en su corazn. Antonna estaba 
a   savo   ba|o   a   proteccn  de   enemgo   brbaro,   despus   de 
haberse perddo por a ntervencn de senador romano. Para as 
sencas percepcones de godo, e haazgo de tanta ntegenca 
unda a una |uventud tan extrema, de tanta beeza condenada a 
tan competa soedad, consttua e encuentro con una aparcn 
que o desumhraba, y no con una mu|er que o hechzaba. No se 
habra atrevdo n  a tocar a mano de a cratura ndefensa que 
reposaba  ahora  a   abrgo  de  su  tenda,   a  menos  que  ea  se  a 
extendera  por  su  propa  vountad.   So  poda  pensar  con  un 
deete cuya enormdad estaba e|os de estmar  msmo en e 
ser   sotaro  y  msteroso  que  haba  vendo  a     en  busca  de 
amparo y de ayuda; que haba despertado en su pecho nuevas 
sensacones; y que ahora e pareca a su conmovda magnacn 
que se haba trenzado con e destno de su vda futura.
  Estaba   an   sumdo   en   profundas   medtacones   cuando   o 
sobresat una mano que se pos de sbto sobre su brazo. Az 
a vsta y vo a Antonna, a quen magnaba dormda en su echo, 
de pe a su ado.
 No puedo dormr d|o a |oven en voz ba|a y ena de temor, 
sn pedrte que perdones a vda de m padre cuando entres en 
Roma.  S  que ests aqu  para  arrasar a  cudad,   y,   por o que 
veo, es posbe que a ataqus y a destruys esta msma noche. 
Me prometes avsarme antes de asatar as muraas? Te dr e 
nombre y e domco de m padre, para que e perdones a vda 
gua   que  has  perdonado  a  ma.   Me  ha  negado  su  proteccn, 
pero sgue sendo m padre; y recuerdo que o desobedec en 
una ocasn, cuando me hce de un ad! Me prometes que e 
perdonars  a  vda?  M   madre,   a  quen  no  conoc,   y  que,   por 
tanto, debe haber muerto, me amar en e otro mundo por pedr 
por a vda de m padre!
  Con  unas  breves  paabras  Hermanrco  cam  su  agtacn,   a 
expcare a naturaeza y a ntencn de asedo godo, de modo 
que  a  |oven  regres  a   echo.   A   cabo  de  un  corto  tempo,   su 
respracn   enta   y   reguar   e   ndc   a   |oven   guerrero,   que 
permaneca vgante |unto a fuego, que a fn haba ovdado a 
sucesn   de   desgracas   de   da   gracas   a   a   benvenda 
nconscenca que proporcona e sueo.
CAPT"LO )
LA #RIETA EN LAS M"RALLAS
 Cuando Upo sa apresuradamente de a casa de Numerano en 
a   maana   de   asedo   no   o   hzo   con   a   cara   ntencn   de 
trasadarse a nngn ugar en especa n de dedcarse a nnguna 
tarea  nmedata.   Busc  as  caes   para  dar   renda  sueta  a  su 
aegra,   a   xtass  que  hencha  su  corazn  hasta  cas   hacrseo 
estaar.   Todo   su   ser   estaba   exatado   por   esa   abrumadora 
sensacn de trunfo que urge a a naturaeza fsca a a accn. Se 
apresur a sar a are bre como corre un no por os campos en 
un da soeado; su pacer era demasado arrebatado para poder 
contenero  entre  cuatro  paredes;   su  extraordnara  fecdad  se 
ensanchaba rreprmbe hasta superar todos os mtes artfcaes 
de espaco.
 Los godos estaban a a vsta! Unas pocas horas ms y pantaran 
sus  escaas   en  as   muraas.   En  una  cudad  con  defensas  tan 
dbes   como   as   de   Roma,   su   ataque   se   vera   cas 
nstantneamente coronado por e xto. Sedentas de botn, sus 
hordas furosas caeran sobre as caes ndefensas. Aunque eran 
crstanos, e freno de a regn sera mpotente, en ese momento 
de  feroz  trunfo,   para  contener  a  una  nacn  de  merodeadores 
ante  a  tentacn  de   pa|e.   Las  gesas  seran  depredadas  y 
destrudas; os sacerdotes, asesnados s ntentaban defender os 
tesoros  ecesstcos;   e   fuego  y  a  espada  reducran  a  cenzas 
hasta sus ms remotos confnes a bauarte de crstansmo, y a 
a muerte y e ovdo a os ms osados de os devotos crstanos! 
Despus,   cuando  e   huracn  de  destruccn  y  crmen  hubera 
arrasado  a  cudad,   cuando  un  puebo  nuevo  estuvera  maduro 
para  otro  goberno  y   otra  regn,   habra  egado  a  hora  de 
devoveres a os  doses proscrtos de a  antgua  Roma  su ve|o 
podero; de nstar a os sobrevventes de a muttud dezmada a 
recordar   e   castgo   que   su   apostasa   a   a   antgua   fe   haba 
merecdo y producdo; de borrar de a memora de hombre hasta 
e recuerdo de a Cruz y renstaar e pagansmo en su trono de 
sacrfcos,   ba|o   su   cpua   de   oro,   ms   poderoso   por   as 
persecucones sufrdas, ms unversa por su sbta restauracn, 
que en toda a gora de su pasado espendor!
  Esos eran os pensamentos que atravesaban a febrmente de 
pagano mentras, ndferente a o que aconteca a su arededor, 
camnaba  por   as   caes   de  a  cudad  amenazada.   Ya  vea  a 
e|rcto godo preparar e camno, como nconscente adeantado 
de   retorno  de  os   doses,   para  e   despegue  de  a  grandosa 
revoucn   que   estaba   decddo   a   encabezar.   E   caor   de   su 
pasada eocuenca, e espendor de su antguo cora|e henchan su 
pecho  mentras  magnaba  e   panorama  que  pronto  veran  sus 
o|os: una cudad devastada, un puebo aterrorzado, un goberno 
trastornado,   una  regn  destruda.   Entonces  se  azara  de  as 
tnebas y as runas, de a soedad, a desoacn y e desastre, y 
sera suyo e goroso prvego de convocar a un puebo nfe a 
retornar   a   antguo   ob|eto   de   su   amor,   a   evantarse   de   su 
postracn ba|o una Igesa abatda y a buscar a prosperdad en 
tempos nuevamente comados y en atares restaurados!
  Todos   os   recuerdos   de   os   tmos   acontecmentos   se 
evaporaron de su mente. Numerano, Vetrano, Antonna: todos 
fueron  ovdados  ante  a  memorabe  egada  de  os  godos!   Su 
escavtud   en   as   mnas,   su   tma   vsta   a   Ae|andra,   su 
deambuar prevo: hasta eos, tan presentes en su memora hasta 
a  maana  de   asedo,   fueron  barrdos  ahora  de  su  mente.   La 
ve|ez, e asamento, a enfermedad as trstes sensacones que 
hasta ese momento consttuan para  a prueba de que segua 
vvo  desapareceron  de  repente  de  su  memora  como  s   no 
exsteran; y ahora, a  fn, ovd que era un para y record en 
trunfo  que  era  an  un  sacerdote.   Se  snt  anmado  por   as 
msmas esperanzas, eevado por as msmas aspracones, que en 
os  das  e|anos  en  que  arengara  a  os  vacantes  paganos  de 
tempo y en que comenzara a consprar para derrocar a a Igesa 
crstana.
  E   ancano   errante   entre   as   muttudes,   todava   escavo, 
despus de tantos aos de sufrmento y soedad, humacn y 
crmenes,   de   a   msma   ambcn   suprema   que   destrozara   a 
promesa de su prmera |uventud, resutaba una prueba terrbe y 
admontora de a nfuenca todopoderosa que una dea f|a puede 
e|ercer sobre toda una vda! Ver su fgura consumda y debtada 
y despus observar cmo a mente ndomabe todava gobernaba 
a ese cuerpo en runas que an a obedeca con cunta fdedad 
se   aprestaban   a   a   accn,   a   su   feroz   mandato,   os   tmos 
recursos exhaustos de desfaecdo vgor; con cunta rapdez, a su 
voz sarcstca, os o|os hunddos vovan a brar con una uz de 
esperanza   y   os   abos   pdos   y   fnos   se   entreabran 
mecncamente en una sonrsa de trunfo consttua un horrbe 
testmono de a naturaeza eterna y msterosa de pensamento! 
Pasaban  as  horas,   pero  Upo  segua  andando  sn  saber   haca 
dnde  o  |unto  a  qunes,   n   hacer   de  eo  e   menor   caso.   Su 
corazn  no  senta  nngn  remordmento  por   a  desoacn  que 
haba  provocado  en  e   crstano  que  e  dera  abrgo;   su  ama 
nunca se sobrecog ante a prevsn de as desgracas que crea 
que se preparaba a hacer caer sobre a cudad e enemgo que se 
encontraba a sus puertas. E ob|etvo que haban sacrazado para 
   os  muchos  tormentos  y  ofensas  sufrdos  borraba  ahora  sus 
nqudades recentes y despo|aba de su horror a as atrocdades 
por venr.
  Otros podran consderar destructores a os godos, pero para ,l 
eran benefactores, porque eran os nstrumentos de a runa que 
sera e cmento de su reforma y a fuente de su trunfo. Nunca e 
pas por a magnacn a dea de que, sendo un habtante de 
Roma,   comparta  os  pegros  que  amenazaban  a   resto  de  os 
cudadanos, y que en e momento de ataque podra compartr su 
suerte. So vea a nueva y magnfca perspectva que e abran 
a guerra y a rapa. So pensaba en e tempo que tendra que 
transcurrr   antes   de   que   pudera   dar   nco   a   sus   renovados 
esfuerzos,   en  os  rdenes  de  personas  entre  os  cuaes  tendra 
que   hacer   or   su   voz   sucesvamente,   en   os   tempos   que 
seecconara  para  restaurar,   en  e   barro  de  Roma  que  eegra 
para ser e prmero que acogera su osada reforma.
  A   cabo  se  detuvo;   sus  energas  exhaustas  cederon  ante  os 
esfuerzos   que   es   exgera   y   o   obgaron   a   consderar   a 
posbdad de procurarse reposo y un refrgero. Ya era medoda. 
Su deambuar o haba hecho vover nsensbemente a barro de 
su antguo domco; se encontraba detrs de a cona Pncana, 
separado so por una fran|a de terreno rreguar y boscoso de a 
base  de  as  muraas  de  a  cudad.   E   ugar   era  muy  sotaro. 
Espesas arboedas y ampos |ardnes que se extendan a o argo 
de a onduada fada de a cona o separaban de as caes y as 
mansones  stuadas  en  terreno  ms  eevado.   A  corta  dstanca 
haca   ponente   quedaba   a   Puerta   Pncana,   pero   un   abrupto 
nguo de as muraas y agunos ovos que crecan cerca de ea 
obstruan a vsta en esa dreccn. De otro ado, haca e este, se 
de|aban  ver  as  amenas  de  as  muraas,   que  se  extendan  en 
nea  recta  hasta  un  punto  en  que  dobaban  haca  adentro  en 
nguo recto y se ocutaban tras os muros de un paaco dstante 
y os pnos de un |ardn pbco. E nco ser vvente dscernbe 
en ese sto apartado era un centnea que pasaba de cuando en 
cuando  por  as  amenas  que,   stuadas  como  estaban  entre  dos 
puestos de sodados, uno ubcado en a Puerta Pncana y e otro 
en  e   ugar   donde  a  muraa  descrba  e   nguo  ya  descrto, 
permanecan   desertas,   savo   por   e   guarda   que   vgaba   e 
segmento de as muraas dentro de cuyos mtes se encontraban 
stuadas.   En  ese  sto  e   pagano  do  reposo  durante  un  breve 
espaco de tempo a su cuerpo agotado y comenz a despertar 
nsensbemente de as absorbentes medtacones que hasta ese 
momento e mpderan ver e probemtco aspecto que ofreca e 
mundo que o rodeaba.
  Escuch  por  prmera  vez  con  cardad  os  rudos  confusos  que 
seguan   azndose   de   todos   os   barros   de   Roma.   E   msmo 
estruendo ncesante de voces destempadas y pasos apresurados 
que egara a sus odos por a maana vov a atraer su atencn; 
pero no  se  mezcaban con    as  excamacones  de afccn,   e 
entrechocar   de  as  armas,   os  grtos  de  furor   y  desafo;   y  eso 
aunque,   como   percb   por   a   poscn   de   so,   e   da   haba 
avanzado o sufcente para que e e|rcto godo hubera poddo 
avanzar desde haca mucho tempo hasta e pe de as muraas. 
Cu   podra  ser   a  causa  de  esa  demora  de   asato,   de  esa 
omnosa  tranqudad  que  se  observaba  en  as  amenas  de  as 
muraas?   Se  habra  esfumado  sbtamente  e   mpetu  de  os 
godos   a   a   vsta   de   Roma?   Se   habra   decddo   sostener 
conversacones   de   paz   en   cuanto   apareceran   os   nvasores? 
Vov  a  prestar  odo.   No  percb  nngn  sondo  de  naturaeza 
dferente  a  os  que  acababa  de  escuchar.   Aunque  stada,   era 
evdente que a cudad debdo a aguna causa msterosa no 
estaba n squera amenazada de ataque.
  De repente, por un senderto cercano que contorneaba a base 
de as muraas, desemboc en e ugar donde se encontraba una 
mu|er precedda por un no que e grtaba mpacente mentras 
corra:
  Corre,   madre,   corre!   No  hay  nade  aqu.   La  Puerta  queda 
cerca. Podremos echares un vstazo a os godos!
  Ago  en  as   paabras   que  e   no  e  drga  a  a  mu|er   hzo 
sospechar  a  Upo  desde  ese  msmo  nstante  o  que  muy  poco 
despus  comprobara.   Se  ncorpor  y  os  sgu.   Atravesaron  e 
ovar |unto a as muraas hasta acanzar e espaco aberto frente 
a  a  Puerta  Pncana.   A   se  haba  reundo  un  gran  grupo  de 
personas a as que os sodados que cudaban a escaera por a 
que se suba a as amenas de as muraas es permtan ascender 
por turno. Tras una corta espera, Upo y os que con  estaban 
puderon  satsfacer   su  curosdad,   como  o  haban  hecho  otros 
antes.   Suberon   a   as   muraas   y   contemparon   a   vasta 
crcunferenca  que  descrban  as  neas  godas,   despegadas  en 
toda a zona de os suburbos y ms a.
  Aunque  e   panorama  de  esa  nmensa  muttud  brantemente 
umnada  por  e   so   de   medoda  era  terrbe,   cas   subme,   no 
resutaba o  bastante  mpresonante  para  sencar  a turbuenta 
ocuacdad  enrazada  en  e   carcter   de  os  romanos.   Hombres, 
mu|eres  y  nos  emtan  rudosas  y  encontradas  observacones 
sobre   o   que   vean,   en   todos   os   tonos   posbes,   desde   os 
trmuos acentos de terror hasta as desaforadas vocferacones 
de a bravata.
  Agunos se |actaban de a vctora que obtendran os romanos 
cuando egaran os refuerzos que se esperaban de Rvena. Otros 
predecan, con vsbe terror, un ataque a cuberto de a noche. 
Aqu,   un  grupo  denostaba  en  tono  quedo  y  confdenca   de  a 
potca de goberno en sus reacones prevas con os godos. A, 
una partda de  harapentos  vagabundos se  dverta confndose 
pomposamente  unos  a  otros  su  absouta  convccn  de  que  en 
ese msmo nstante os brbaros seguramente tembaban en su 
campamento   so   de   contempar   a   todopoderosa   Capta   de 
Mundo.   De  un  ado  egaban  rudosas   especuacones   sobre  e 
tema   de   s   os   godos   seran   expusados   de   a   poscn   que 
ocupaban frente a as muraas por os sodados de Roma, o s se 
es honrara con una nvtacn a concur un tratado de paz con e 
augusto  mpero  a   que  de  modo  tan  traconero  haban  osado 
nvadr.   De  otro,   se  oan  as   voces   de  os   ms   mesurados   y 
respetabes de os espectadores, quenes expresaban sus temores 
de hambruna, deshonor y derrota s as autordades de a cudad 
cometan  a  tontera  de  aventurarse  a  presentar   resstenca  a 
Aarco  y   sus   brbaras   huestes.   Pero  aunque  haba  una  gran 
varedad   de   opnones   entre   os   cudadanos   presentes,   todos 
concordaban en una nevtabe convccn: Roma haba escapado 
de os horrores nmedatos de un ataque para verse amenazada 
s   no  recba  a  ayuda  de  as   egones   de  Rvena  por   as 
prevsbes caamdades de un asedo.
 De a confusn de voces que se escuchaban a su arededor, so 
a  paabra  "asedo"  eg  a  odos  de   pagano.   Y  e  produ|o  una 
ptora de emocones que o abrum. Todo o que vea, todo o 
que  oa,   se  reaconaba  mperceptbemente  con  esa  expresn. 
Una   sbta   oscurdad,   mposbe   de   dspar   o   evadr,   parec 
ensombrecer   sus   facutades   por   un   nstante.   Se   abr   paso 
mecncamente  entre  a  muttud,   descend  a  escaera  de  as 
muraas y regres a sto sotaro donde vera por prmera vez a 
a mu|er y a no.
 La cudad estaba stada! Eso sgnfcaba que os godos estaban 
decddos a negocar a paz y no a conqustara por as armas! La 
cudad estaba stada! No era un error de a muttud gnorante: 
haba vsto con sus propos o|os as tendas y as poscones de 
enemgo;   haba   escuchado   a   os   sodados   apostados   en   as 
muraas pontfcar sobre e admrabe despegue de as fuerzas 
de   Aarco,   sobre   a   mposbdad   de   estabecer   a   menor 
comuncacn  con  a   campa   crcundante,   sobre  a   vganca 
ncesante que se haba estabecdo a a navegacn en e  Tber. 
No   haba   dudas   sobre   a   cuestn:   os   brbaros   se   haban 
decddo por e asedo!
  Caban   an   menos   ncertdumbres   sobre   os   resutados   que 
producra  esa  nmagnabe  potca  de  os  godos:  a  cudad  se 
savara!   En   ocasones   anterores,   Roma   no   haba   tendo 
escrpuos  en  comprar   a  retrada  de  todos  sus  enemgos  que 
amenazaran as provncas dstantes; y ahora que e centro de su 
gora,   e   pncuo   msmo   de   su   decnante   poder,   se   vea 
amenazado de una sbta e nesperada runa, es entregara a os 
godos   os   tesoros   de  todo  e   mpero  para  comprar   a  paz   y 
tentaros   a   retrarse.   Posbemente   e   Senado   pospondra   as 
necesaras concesones con a esperanza de unos refuerzos que 
nunca   egaran;   pero   tarde   o   temprano   se   producran   as 
negocacones;   a   rqueza   merdona   satsfara   a   rapacdad 
septentrona;   y  |usto  cuando  pareca  nevtabe,   as  gesas  de 
Roma escaparan de a runa que habra sdo e sdo cmento de 
a revoucn soada por e pagano.
  Acaso  a  fama  de   nombre  de  Roma  conservaba  tanto  de  su 
antgua   nfuenca   que   haba   atemorzado   a   os   recos   godos 
despus  de  que  penetraran  con  tanto  xto  en  e   terrtoro  de 
mpero   que   haban   ogrado   egar   ante   as   muraas   de   su 
ostentosa   capta?   Habra   concebdo   Aarco   una   dea   tan 
exagerada  de  as  fuerzas  acantonadas  en  a  cudad  como  para 
desconfar, a pesar de sus muttudes, de tomara por asato? Eso 
tena que ser. Nnguna otra consderacn poda haber nducdo a 
genera brbaro a abandonar un pan tan ambcoso como e de 
destrur  a  Roma.  Con  a posbdad  de  un ataque,  e  futuro de 
pagansmo haba adqurdo brantez; con a certdumbre de un 
asedo,   se   suma   de   nmedato   en   as   ms   desconsoadoras 
tnebas!
 Absmado en esos pensamentos, Upo recorra de un ado a otro 
su sotaro refugo, totamente desvanecda ya a exatacn que 
e devovera a sus facutades en a maana e perddo vgor de a 
|uventud.   Vova   a   sentr   os   achaques   de   a   ve|ez,   vova   a 
recordar   as  desgracas  que  haban  hecho  de  su  exstenca  un 
martro nfnto, vova a advertr a presenca en su nteror de a 
ambcn, como un castgo a que estaba condenado a acoger de 
buen grado, como una madcn que hubera nacdo para amar. 
Afrmar que sus sensacones de  momento eran as de  reo que 
escucha a orden de su e|ecucn habendo estado convencdo de 
que   sadra   bre,   es   dar   una   evsma   dea   de   as   brutaes 
emocones  de  raba,   door  y  desesperacn  que  se  combnaban 
para destrozar e corazn de pagano.
  Abrumado por e agotamento fsco y menta, se de| caer a a 
sombra  de  unos   arbustos   que  crecan  |unto  a  a  base  de  as 
muraas. A  tenddo tan nmv  en su pesada astud que a 
vda msma pareca habero abandonado, uno de esos grandes 
agartos  verdes,   tan  comunes  en  Itaa,   se  sub  a  su  hombro. 
Atrap  a   anma   dudoso  por  un  momento  de  s   sera  de  una 
espece venenosa y o examn. A prmera vsta descubr que 
era de una case nofensva, y o habra anzado e|os sn hacer 
ms caso de   s no hubera sdo por un detae de su aspecto 
que, en medo de a genera rrtacn de su estado de nmo en 
ese momento, e produ|o un extrao y sbto pacer contempar.
  A  travs  de  a  pe   transcda  y  exqustamente  moteada  de 
agarto  pudo  percbr   as  pusacones  de  su  corazn,   y  vo  que 
ata  con  voenca   a  mpusos   de  a   agona   de  terror   que  e 
causaba verse aprsonado por su mano. Mentras o contempaba 
y   pensaba  cuan  repetdamente  se  vera  frustrado  un  ser   tan 
pusnme   en   sus   humdes   preocupacones,   sus   pequeos 
esfuerzos, sus cortos va|es de un montcuo de herba a otro, por 
cen  obstcuos   que,   aunque  nsgnfcantes   para  anmaes   de 
especes   superores,   eran,   no  obstante,   de  cruca   mportanca 
para   saband|as   como   ,   comenz   a   percbr   una   anaoga 
ncompeta,   pero  notabe,   entre  su  propo  destno  y  e   de  ese 
pequeo ser de a creacn. Snt que, en su reducda esfera, a 
corta vda de humde anma que contempaba seguramente era 
vctma de frustracones y desencantos tan seros para e agarto 
como as ms severas y destructvas afccones de as que ,l, en 
su  exstenca,   fuera   vctma;   y   a   contempar   as   sutes 
pusacones de pequeo corazn batente experment un pacer 
crue   a   advertr   que  haba  en  a  creacn  otros  seres,   ncuso 
agunos   de  os   ms   nsgnfcantes,   que  haban  recbdo  como 
egado parte de sus desgracas, y que sufran unas mga|as de su 
desesperacn.
  No   obstante,   a   cabo   de   un   corto   tempo   sus   emocones 
adoptaron   un   tono   ms   adusto   y   sombro.   Se   cans   de 
contempar   a   anma   y  o  anz  e|os   de  s   con  despreco.   E 
agarto desaparec en dreccn a as muraas, y cas a nstante 
Upo   oy   un   eve   sondo   que   recordaba   e   de   a   cada   de 
dmnutas  partcuas  de  adro  o  de  una  pedra  banda,   y  que 
pareca proceder de muro a sus espadas.
  Era nexpcabe que ta sondo provnera de una estructura tan 
sda.   Upo  se  ncorpor,   apart  os  arbustos  y  se  acerc  a  a 
superfce   de   as   ma|estuosas   muraas.   Para   su   sorpresa,   se 
encontr  con  que  en  muchos   stos   e   moho  haba  carcomdo 
tanto e  muro que poda extraer fcmente os adros con as 
manos.   La  causa  de   tenue  sondo  que  escuchara  se  expcaba 
ahora caramente: centos de agartos haban hecho su hogar en 
as fsuras entre os adros; e anma a que permtera escapar 
haba buscado refugo en una de esas cavdades, y en a prsa de 
su   huda   haba   hecho   caer   varos   fragmentos   suetos   que 
rodeaban su escondr|o.
 No contento con e descubrmento reazado, Upo se apart un 
poco y, cavando a vsta en o ato de muro a travs de agunos 
rboes   que   crecan   a   os   pes   de   as   muraas,   vo   que   su 
superfce estaba surcada en muchos ugares por grandes gretas 
rreguares,   agunas  de  as  cuaes  egaban  cas   hasta  su  cma. 
Adems, advrt que, en un punto, toda a estructura se apartaba 
consderabemente de a perpendcuar. Pasmado por o que vea, 
tom  un  pao  de   sueo  y  o  nsert  en  una  de  as  gretas  ms 
pequeas y ba|as, y ogr sn mayores dfcutades ntroducro en 
toda su ongtud en e muro, parte de cua pareca hueco, y parte 
hecho   de   os   msmos   adros   carcomdos   que   atra|eran   su 
atencn a nco.
 Era evdente que, a o argo de varas yardas, toda a estructura o 
ben haba sdo construda de modo endebe y neggente, o ben 
haba sufrdo en agn momento una sacudda sbta y voenta. 
Upo de| e  pao enca|ado en e  muro para seaar e  ugar, y 
estaba a punto de retrarse cuando oy os pasos de un centnea 
en o ato de as muraas. Sbtamente cauteoso, aunque en ese 
momento no habra sabdo expcar por qu, se mantuvo ocuto a 
amparo de os rboes y os arbustos hasta que pas e guarda; 
despus sa de su escondte tomando todas as precaucones y, 
tras   retrarse   a   certa   dstanca,   se   entreg   a   una   sere   de 
pensamentos graves y absorbentes.
  Para que e ector entenda e fenmeno en e que se centraba 
ahora a atencn de pagano ser necesara una breve dgresn 
acerca de a hstora de as muraas de Roma.
  La   crcunferenca   de   a   prmera   fortfcacn   de   a   cudad, 
construda por Rmuo, era de trece mas. No obstante, a mayor 
parte de esa gran rea estaba ocupada por campos y |ardnes que 
e   fundador   de   mpero   haba   querdo   preservar   como   terra 
abranta, a modo de precaucn contra os dferentes enemgos 
que o amenazaban desde e exteror. Con e gradua aumento de 
tamao de Roma, sucesvos gobernantes amparon y modfcaron 
sus   muraas.   Pero   no   fue   hasta   e   renado   de   emperador 
Aureano   (270   D.C.)   que   se   efectu   una   transformacn 
mportante o fuera de o comn de as defensas de a cudad. Ese 
soberano  comenz  a  ereccn  de  unas   muraas   de  ventuna 
mas de crcunferenca, que fueron fnamente competadas en e 
renado de Probo (276 D.C.) y restauradas por Besaro (537 D.C), 
y agunas de cuyas seccones pueden admrarse hasta e presente 
en as fortfcacones de a cudad moderna.
  En   a   fecha   de   nuestra   hstora   (408   D.C),   as   muraas 
permanecan ta como fueran construdas durante os renados de 
Aureano  y   Probo.   Eran  en  o  fundamenta   de  adros;   y   en 
agunas   partes,   probabemente   se   haba   aaddo   a   matera 
bsco una espece de pedra arensca banda. En varos puntos 
de su crcunferenca, en especa en a parte que quedaba detrs 
de a Puerta Pncana, as muraas estaban construdas a manera 
de  arcos,   a  trechos   dspuestos   en  dos   heras,   que  formaban 
profundos   nchos.   E   mtodo   empeado   para   su   construccn 
haba  sdo,   por  o  genera,   e  opus  reticulatum  menconado  por 
Vtruvo, en cuya poca se orgn.
  E  opus reticulatum  conssta en una sere de pequeos adros 
(o pedras) undos en nguo, y no de manera horzonta, o que e 
daba  a a superfce  de  a muraa  e   aspecto de una suerte  de 
sda  red.   Agunos  arqutectos  de  a  antgedad  consderaban 
que ese modo de construccn no produca resutados duraderos, 
y Vtruvo afrma que agunos edfcos en os que o haba vsto 
empeado se haban derrumbado. Resuta dfc decdr sobre sus 
mrtos sobre a base de as mperfectos muestras de su uso que 
se conservan en os tempos modernos. E aspecto actua de as 
muraas en esa parte de a cudad, que se conserva an en a 
actuadad ncnada con respecto a a perpendcuar y agretada 
en agunos ugares cas  desde a base hasta a cma, evdenca 
que era sn dudas nsufcente para soportar e peso de a adera 
de a cona Pncana  que se aza nmedatamente detrs,  en e 
escondr|o sotaro descrto agunas pgnas antes. Los taanos 
de nuestros das e dan a esas runas e expresvo nombre de -l  
.uro *orte, es decr, E Muro Torcdo.
  Ouzs sea oportuno observar que resuta muy mprobabe que 
se advrtera a exstenca de esa brecha natura en as defensas 
de Roma, o que, de advertrse, fuera consderada con a menor 
nquetud  o  preocupacn  por  a  mayora  de  sus  descudados  e 
ndoentes   habtantes   en   e   perodo   en   que   transcurre   esta 
narracn.   Se   supone   que   era   evdente   ya   en   tempos   de 
Aureano, pero so a mencona Procopo, un hstorador de sgo 
VI, quen cuenta que Besaro, en sus ntentos por fortaecer as 
defensas  de  a  cudad  contra  un  asedo  de  os  godos,   trat  de 
reparar ese punto db de as muraas, pero se vo mpeddo de 
evar adeante sus propstos por e puebo devoto, que decar 
que estaba ba|o a persona  proteccn de San Pedro y que, en 
consecuenca,   sera   una   mpedad   arregaro.   E   genera   se 
somet   sn   protestas   a   a   decsn   de   os   habtantes   y   no 
encontr   motvos   despus   para   arrepentrse   de   su   fc 
conformdad, porque, para empear as paabras de escrtor antes 
menconado,   "durante  e   asedo  n   e   enemgo  n   os  romanos 
tuveron en cuenta ese punto". Es de suponer que un suceso tan 
extraordnaro es otorgara a as muraas e carcter sagrado que 
hzo   que   varas   autordades   subsguentes   se   abstuveran   de 
emprender   su  reparacn,   o  que  permt  que  se  conservaran 
torcdas y ra|adas a todo o argo de as convusones de a Edad 
Meda, y que as sgueran hasta nuestros das, para dar fe de a 
veracdad   de   os   hstoradores   que   nctan   a   curosdad   de 
antcuaro de va|ero de os tempos modernos.
  Retornemos  a  Upo.   Es  un  rasgo  pecuar   de   carcter   de  os 
hombres   que   vven   sometdos   a   nfu|o   de   una   dea   f|a 
dstorsonar   nconscentemente   cuaquer   cosa   que   atraga   su 
atencn  en  e   mundo  crcundante  y  reaconara  ms  o  menos 
estrechamente con e nco ob|eto que su mente pondera. Desde 
que e pagano fuera expusado de Tempo, sus facutades haban 
funconado,   sn  que     msmo  se  percatara  de  eo,   so  en  o 
reaconado con e osado proyecto que era a nca razn de su 
exstenca. De ah que, sometdo a a nfuenca de esa parcadad 
de   sus   sentmentos,   en   cuanto   comenz   a   medtar   sobre   e 
descubrmento que acababa de hacer en a base de as muraas 
de  a  cudad,   su  mente  retorn  de  nmedato  a  as  ambcosas 
refexones  que  a  ocuparan  en  a  maana;   y  pasados  apenas 
unos momentos, empez a concebr un atrevdo y pegroso pan 
que absorb sus desasosegados pensamentos.
  Refexon  sobre  as  pecuardades  y  a  poscn  de   trozo  de 
muraa   que   tena   ante   s.   Aunque   a   ra|adura   ms   ancha   e 
mportante de as que observara en  quedaba demasado cerca 
de  as  amenas  para  acanzara  sn  e   auxo  de  una  escaera, 
haba otras pegadas a sueo, que saba, por os resutados de a 
prueba que haba hecho, que podan ser ampadas con xto sn 
ms nstrumentos que e esfuerzo y a perseveranca. A |uzgar por 
e   estado   de   a   superfce,   e   nteror   de   muro   no   ofrecera 
obstcuos nsavabes a un ntento de penetracn tan parca que 
se  mtara  a  una  atura  y  un  ancho  de  unos  pocos  pes.   Las 
amenas,   ubcadas   como   estaban   entre   dos   puestos   de 
acantonamento  de  sodados,   no  se  veran  asatadas   por   una 
muttud   curosa.   E   centnea   a   cuya   vganca   estaban 
encomendadas sera, a egar a noche, e nco ser vvente que 
pasara  por  e   ugar;   y  a  esa  hora  su  atencn  necesaramente 
estara   concentrada   dadas   as   crcunstancas   en   que   se 
encontraba a cudad en e panorama que quedaba de otro ado 
de  as  muraas  y  no  en  e   sueo  y  a  sus  espadas.   Por   tanto, 
pareca  cosa  segura  que  un  hombre  cauteoso  que  traba|ara  a 
amparo de a noche podra evar a cabo as nvestgacones que 
qusera a pe de as muraas.
 Examn os arededores. La aparenca de soedad era tota. Los 
|ardnes prvados de a cona, stuados ms arrba, mpedan toda 
comuncacn  por  ese  ado.   So  se  poda  egar  a   ugar  por  e 
sendero  que  contorneaba  a  cona  Pncana  y  a  base  de  as 
muraas. Dadas as condcones que mperaban en a cudad, no 
era probabe que nade acudera a ese sto sotaro, desde donde 
nada se vea, y donde poco se oa, en vez de mezcarse con a 
estmuante  confusn  que  renaba  en  as  caes  o  dedcarse  a 
observar e campamento de os godos desde as poscones en o 
ato   de   as   muraas,   que   a   todos   es   resutaban   fcmente 
accesbes.   Adems  de   carcter  candestno  que  a  soedad  de 
ugar e garantzaba a cuaquer abor que en  se emprendera, 
os rboes y a maeza que cubran su parte ms e|ana, y que 
ocutaran  totamente  a  un  ntruso  durante  a  oscurdad  de  a 
noche  de  a  ms   penetrante  observacn  desde  o  ato  de  a 
muraa, consttuan una venta|a adcona.
  Hechas  esas  refexones,   no  dud  de  que  un  hombre  astuto  y 
decddo pudera ampar mpunemente cuaquera de as gretas 
de a parte nferor de extremo ms ae|ado de as muraas hasta 
hacer un orfco o bastante grande como para permtr e paso de 
una persona, atravesaras hasta su superfce exteror y partr de 
a  cudad  y  egar  a   campamento  godo  con  a  bertad  que  as 
puertas cerradas es negaban ahora a todos os cudadanos por 
gua.   Para  una  mente  comada  de  aspracones   como  as   de 
pagano, descubrr que e asunto resutaba practcabe equvaa a 
decdr   de  modo   rrevocabe   su  nmedata   e|ecucn.   Resov 
comenzar  su  abor  en  as  muraas  en  cuanto  egara  a  noche; 
buscar s a abertura resutaba y o favoreca a oscurdad a 
tenda de Aarco; y una vez a, nformare a rey godo sobre a 
debdad   de   as   defensas   de   a   cudad   y   as   dapdadas 
condcones de as fortfcacones ba|o a cona Pncana, e nsstr 
en  que  e   pago  por   su  tracn  fueran  as  segurdades  de   |efe 
brbaro   (que   no   dudaba   que   e   seran   nmedata   y 
venturosamente   conceddas)   de   que   destrura   as   gesas 
crstanas, saqueara os benes de os crstanos y masacrara a 
os sacerdotes crstanos.
  Se retr en senco de ugar sotaro que se haba convertdo 
ahora en e centro de sus renovadas esperanzas y, de nuevo en 
as caes de a cudad, proced a hacerse de un nstrumento que 
e factara a abor que pronto emprendera, y de amentos que 
e deran fuerzas para evar a cabo os esfuerzos paneados, para 
evtar e pegro de que se o mpdera a fatga. A pensar en o 
osado de a tracn que proyectaba, vov a sentr a exatacn 
de   a   maana.   Todos   sus   ntentos   prevos   de   renstaurar   e 
pagansmo  resutaban  nsgnfcantes  ante  este  nuevo  pan.   La 
defensa de Tempo de Seraps, a conspracn de Ae|andra, a 
ntrga con Vetrano eran os esfuerzos de un hombre; pero esta 
proyectada   destruccn   de   os   sacerdotes,   as   gesas   y   os 
tesoros   de   toda   una   cudad   por   ntermedo   de   un   poderoso 
e|rcto movdo por as maqunacones de un soo ndvduo sera 
a desumbrante obra de un dos!
  Las   horas   transcurreron  entas.   E   so   recorr  espnddo  e 
frmamento  y  fnamente  se  puso,   entre  nubes  ro|as  y  oscuras. 
Despus  renaron  e   senco  y  as  tnebas.   Las  fogatas  de  os 
centneas godos se encenderon una tras otra en e are fosco. Se 
dob a guarda en os dferentes empazamentos. Se desao| a 
gento de as amenas de as muraas, y en as fortfcacones de 
a gran cudad so reson e eco de os pasos de os ncansabes 
centneas o e entrechocar de armas procedente de as dstantes 
cuartees dstrbudos a o argo de as ma|estuosas muraas.
  Fue  entonces  cuando  Upo  ogr  egar  a  su  destno  con  toda 
cautea,   por   as   caes   menos   frecuentadas,   sn  que  nade  o 
advrtera.   E   ugar,   sotaro  y  pantanoso,   estaba  envueto  en 
espesos vapores. Lo nco vsbe era e vago e ncerto contorno 
de os paacos stuados en o ato, y a masa, tan sumda en as 
tnebas que seme|aba tambn una oscura capa de bruma, de 
as  fortfcacones  agretadas.   En  e   rostro  de   pagano  se  dbu| 
una  sonrsa  de  compacenca  cuando  advrt  e   espeso  manto, 
tan oportuno, en que o envova a atmsfera. Avanz a tentas 
entre a maeza hasta egar a a base de as muraas. La recorr 
entamente,   mdendo   a   tacto   e   ancho   de   as   dferentes 
ra|aduras   que   acanzaba   con   e   brazo   extenddo.   A   cabo   se 
detuvo |unto a una mayor que as dems, se sac de entre os 
vestdos,   donde  a  traa  escondda,   una  ancha  barra  de  herro 
aguzada  por  uno  de  sus  extremos  y  comenz  a  traba|ar   en  a 
greta.
 E azar o haba evado a ugar me|or adaptado a sus propstos. 
E  nco obstcuo en ese sto eran unos espesos herbazaes y 
unas   maezas   de  poca  atura  cerca  de  as   muraas;   e   sueo 
estaba cuberto sobre todo de un csped mudo y hmedo. De 
ah   que  cuando afo|aba con  todo  cudado  os adros,  estos  a 
caer no hacan ms rudo que un eve sseo a rozar as ramas por 
entre   as   cuaes   descendan   a   sueo.   Aunque   e   sondo   era 
nsgnfcante, despert a aprensn de receoso pagano. Puso a 
un ado a barra de herro y se deshzo de a maeza arrancndoa 
de raz o partendo sus ramas, hasta que ogr hacer un caro de 
agunos   pes   de   argo   frente   a   a   base   de   as   muraas.   A 
contnuacn  se  dspuso  a  rencar   su  penosa  abor   y,   con  as 
manos sangrantes por as herdas causadas por as espnas que o 
hncaran a dsponer de a maeza, contnu su faena en e muro. 
Prosgu  su  tarea  con  tota   mpundad,   ya  que  as  tnebas  o 
protegan de mradas ndscretas; nade se acerc a nterrumpro 
en   e   deserto   escenaro   de   sus   operacones;   y   de   os   dos 
centneas apostados cerca de segmento de a muraa que era e 
centro  de  todos   sus   esfuerzos,   uno  permaneca  nmv   en  e 
extremo ms ae|ado de trecho que deba vgar, y e otro ba y 
vena   sn   descanso   por   as   amenas   entonando   una   cancn 
dsparatada y errtca sobre a guerra, as mu|eres y e vno, que, 
por  ms  bertad  que  e  consntera  a  sus  rganos  de  a  vsn, 
obstacuzaba e vgante empeo de su sentdo de odo.
  Uno   tras   otro,   os   adros   cederon   ante   os   vgorosos   y 
oportunos esfuerzos de Upo. Ya haba aberto un orfco obcuo, 
o   bastante   grande   para   deszarse   por   ,   y   se   aprestaba   a 
amparo, cuando un trozo de matera carcomdo de nteror de 
muro ced sbtamente a una presn accdenta de su barra de 
herro  y  se  hund  entamente  haca  adentro,   hasta  caer  en  e 
fondo  que,   a  |uzgar   por   os   eves   sondos   que  produ|o,   deb 
haber   estado   compuesto   por   una   mezca   de   agua,   sueo 
pantanoso   y   fragmentos   de   adros   carcomdos.   Despus   de 
escuchar   atentamente   para   asegurarse   de   que   e   eve   rudo 
ocasonado  por  e   hecho  no  haba  egado  a  odos  n   pcado  a 
curosdad  de  os   neggentes   centneas,   Upo   se  ntrodu|o   a 
rastras en e orfco que haba hecho, tanteando e camno con su 
barra  de  herro,   hasta  que  toc  e   borde  de  una  sma  a  cuyas 
profunddades   no   egaba   su   bcuo,   y   cuyo   ancho   no   pudo 
cacuar.
  Se   detuvo,   rresouto;   as   tnebas   que   o   rodeaban   eran 
mpenetrabes; por sus pernas trepaban sapos y otras saband|as 
vocngeras.   La  humedad  de   ugar  comenz  a  penetraro  hasta 
os  huesos;   o  excesvo  de  sus  esfuerzos  prevos  haca  tembar 
todo  su  cuerpo.   Sn  uz,   no  poda  ntentar   segur   su  camno  n 
averguar   e   tamao   y   a   profunddad   de   a   fosa   que   haba 
contrbudo  a  abrr.   La  noche  avanzaba  y  a  neba  se  dspaba 
veozmente;   era  necesaro  adoptar   una  decsn  antes  de  que 
fuera   demasado   tarde.   Sa   reptando   de   orfco.   En   ese 
momento, e centnea se detuvo exactamente encma de donde 
se encontraba e pagano e nterrump sbtamente su cancn. 
Se produ|o un nstante de senco durante e cua e ama de Upo 
se  estremec  a  mpusos  de  una  aprensn  tan  vvda  como  a 
que atera en e corazn de desprecado agarto, cuya fuga haba 
sdo  a  gua  que  o  evara  a  reazar   su  descubrmento  en  as 
muraas.   No  obstante,   a   cabo  de  un  momento  oy  a  voz  de 
sodado que e comentaba contento a otro centnea:
  Camarada,   ves   a   una?   Est   saendo   para   aegrarnos   a 
guarda.
 Nada se haba descuberto! Segua a savo! Pero, s permaneca 
|unto a orfco hasta que a uz de a una dspara a neba, qu 
segurdad tendra de que no o detectaran? Estaba convencdo 
de que deba marcharse!
 Ou mportaba una noche de ms o de menos para un proyecto 
como e suyo? Pasaran meses quzs antes de que os godos se 
retraran   de   as   muraas.   Me|or   aceptar   un   retraso   que 
arresgarse   a   ser   descuberto.   Decd   abandonar   e   ugar   y 
regresar   a  noche  sguente  armado  de  una  nterna  cuya  uz 
pudera mantener ocuta hasta penetrar en e orfco. Una vez a, 
resutara  nvsbe  para  os  centneas  en  o  ato:  ea  o  guara 
para  savar   todos  os  obstcuos  y  o  preservara  de  todos  os 
pegros.   Estaba  convencdo  de  que  a  pesar   de  su  espesor,   e  
nteror de as muraas estaba en condcones tan runosas como 
su  superfce.   Bastaba  con  a  cautea  y  a  perseveranca  para 
garantzares a sus esfuerzos e ms rpdo y competo xto.
 Esper hasta que e centnea retorn a mte ms dstante de su 
zona de guarda, y despus, tras recoger sn hacer nngn rudo a 
maeza arrancada a su arededor, cubr con ea a entrada de 
orfco en a superfce de a muraa y os fragmentos de adro 
que  haban  cado  sobre  e   csped.   Hecho  eso,   vov  a  prestar 
odo  para  asegurarse  de  que  nade  o  haba  vsto;   y  entonces, 
andando  con  e   mayor   sgo,   se  march  por   e   sendero   que 
contorneaba a cona Pncana.
  Fuerza, pacenca y a noche de maana! must e pagano 
a ncorporarse a as caes de a cudad y sumarse una vez ms a 
os cudadanos de Roma.
CAPT"LO )I
EL RE#RESO DE #OIS$INT%A
  Era   de   maana.   E   so   haba   sado,   pero   su   uz   estaba 
parcamente oscurecda por espesos nubarrones que ya cubran 
ceudos a cardad que uchaba por abrrse paso en e horzonte 
de evante. E buco y a anmacn de nuevo da se propagaban 
graduamente  por todos  os  rncones de   campamento  godo.   La 
nca  tenda  cuya  cortna  permaneca  an  cerrada,   y  en  cuyas 
proxmdades  no  se  congregaba  nngn  grupo  atareado  atrado 
por   una   dscusn   o   convocado   por   una   tarea   era   a   de 
Hermanrco.   E   |oven   caudo   permaneca   de   pe   |unto   a   as 
brasas   agonzantes   de   su   hoguera,   acompaado   por   dos 
guerreros   a   os   que   pareca   dares   agunas   nstruccones 
apresuradas.   Su   rostro   expresaba   nquetud   y   descontento,   y 
aunque  reprm  parcamente  esas  emocones  mentras  estuvo 
en presenca de sus compaeros, eas se tornaron perfectamente 
vsbes, no so en su sembante, sno tambn en sus maneras, 
cuando o de|aron a soas veando ante su tenda.
  Durante un tempo camn de un ado a otro con paso reguar, 
mentras   mraba   nqueto   haca   as   neas   occdentaes   de 
campamento  y  de  vez  en  cuando  mustaba  para  s   una  rpda 
excamacn  de  duda  e  mpacenca.   Con  e   prmer  hto  de  a 
nueva maana haban comenzado a desvanecerse as decosas 
medtacones  que  o  ocuparan  |unto  a  su  hoguera  durante  as 
horas  de  oscurdad  de  a  noche.   Y  ahora,   cuando  e   esperado 
retorno de Gosvntha se haca cada vez ms prxmo, su magen 
haca hur de a mente de guerrero todo resto de as apacbes y 
feces cavacones en as que estuvera sumdo hasta entonces. 
Mentras ms pensaba en su fata promesa, en a naconadad de 
Antonna, en sus deberes para con e e|rcto y e puebo a os que 
perteneca, ms dudosa e pareca a posbdad de ofrecere una 
proteccn permanente a a |oven romana sn correr e resgo de 
envecerse como godo y perderse como guerrero; y ms severa y 
omnosa  resonaba  en  sus  odos  a  nnegabe  verdad  de  o  que 
Gosvntha   e   echara   en   cara   a   partr:   "Debes  recordar   tu 
promesa; no podras savara aunque quseras!"
 Cansado de unas cavacones que no hacan ms que ahondar su 
meancoa y aumentar sus dudas, y deseoso de sumergrse en un 
ovdo  tempora   e  usoro  de  as   omnosas   refexones   que  o 
embargaban  a  pesar   de  s   msmo  aprovechando  mentras  e 
estaba   an   conceddo   ese   dsfrute   a   compaa   de   su 
desdchada   protegda,   se   encamn   a   su   tenda,   apart   as 
pesadas y gruesas cortnas de pees de anmaes que cubran su 
entrada y se acerc a rudo echo en e que Antonna an dorma.
  En ese momento, mentras contempaba a a |oven dormda, un 
rayo de so, tmdo e ncerto, atraves os nubarrones y se co 
por a entrada de a tenda. Transt su fudo curso por a mano y 
e   brazo  desnudos  de  a  |oven,   revoote  sobre  su  pecho  y  su 
cueo,   y  ba  con  un  respandor   fresco  y  fugurante  su  rostro 
nmv   y  sereno.   Poco  a  poco  Antonna  comenz  a  mover   os 
membros, sus abos se entreabreron suavemente en una meda 
sonrsa,   como   s   agradecera   e   saudo   de   a   uz;   entorn 
geramente os o|os, y despus, desumbrada por a cardad que 
penetr   por   entre   sus   prpados   abertos,   vov   a   cerraros 
temborosamente.   A   cabo   de   unos   momentos,   totamente 
desperta,   se   hzo   sombra   con   as   manos   sobre   e   rostro   y, 
sentndose en e echo, se percat de a mrada de Hermanrco, 
que a contempaba f|amente con trsteza.
  Tu   brante   armadura,   tu   nombre   goroso   y   tus   padosas 
paabras   me  han  acompaado  hasta  en  ms   sueos   e  d|o 
Antonna  con  are  de  sorpresa,   y   ahora,   cuando  desperto, 
vuevo a verte ante m! Es una fecdad que me d a benvenda 
e so que me ha aegrado toda a vda, y que sea para verte a ti, 
que me has brndado un refugo en m nfortuno! Pero, por qu 
contnu con voz aterada e nqustva, por qu me mras con 
o|os de duda y de trsteza?
 Dormste ben, bre de todo pegro d|o Hermanrco evasvo
. Cerr a entrada de a tenda para protegerte de a humedad 
de a noche, pero ahora a abr, porque e so ya entba e are...
  Ests   cansado   de   vear?   o   nterrump   Antonna, 
ponndose de pe y contempando nqueta su sembante.
 Pero Hermanrco no e respond. Su rostro estaba vueto haca a 
puerta de a tenda. Pareca esperar agn sondo. Era evdente 
que no haba odo su pregunta. Antonna sgu a dreccn de sus 
o|os.   E   panorama   de  a  gran  cudad,   a   medas   umnada,   a 
medas a oscuras, segn sus mares de edfcacones refe|aran 
a uz de  so  o retuveran as sombras de as nubes, tra|o a su 
mente  de  nuevo  su  petcn  de  a  noche  anteror   reatva  a  a 
segurdad  de  su  padre.   Puso   su  mano   sobre  e   brazo   de  su 
compaero para atraer su atencn y contnu de nmedato:
 No has ovdado o que te ped anoche? E nombre de m padre 
es  Numerano.   Vve  en a  cona Pncana.   Svao,  Hermanrco, 
svao! Recuerda tu promesa!
  A   ora,   e   |oven   guerrero   ba|   os   o|os   y   un   rreprmbe 
estremecmento  sacud  todo  su  cuerpo.   La  tma  frase  de  a 
petcn  de  Antonna  era  exactamente  gua   a  una  spca  que 
oyera   antes   de   otros   abos   y   en   otros   acentos,   y   que   an 
permaneca en su memora. Antonna e haca a msma exgenca 
Recuerda   tu   promesa,   que   e   panteara   Gosvntha   para 
nstaro   a   asesnato.   La   petcn   de   afecto   concua   en   os 
msmos  trmnos  que  a  petcn  de  a  venganza.   A   pensar  en 
ambas, a pedad humana de una y a cruedad demonaca de a 
otra se azaron en snestro y sgnfcatvo contraste en a mente 
de godo, anuncndoe todos os pegros de enfrentamento que 
se   producra   a   regreso   de   Gosvntha   y   dspando   de   modo 
nstantneo   as   tmas   esperanzas   que   se   haba   atrevdo   a 
acarcar con respecto a a fugtva.
  No  se  ha  ordenado  e   ataque  a  a  cudad;   no  se  pretende 
atacar. La vda de tu padre est a savo de as espadas de os 
godos repc sombro en respuesta a as tmas paabras de 
Antonna.
  La  |oven  se  apart  unos  pasos  de     mentras  e  deca  esas 
paabras  y  recorr  a  tenda  con  o|os  pensatvos.   E   hacha  de 
guerra que Hermanrco bandera durante a escena de a noche 
anteror yaca an en e sueo en un rncn. A vera, regres a su 
mente   un   torrente   de   recuerdos   terrbes.   Experment   un 
voento  sobresato,   un  cambo  sbto  se  oper  en  su  rostro,   y 
cuando   vov   a   drgrse   a   Hermanrco   o   hzo   con   abos 
temborosos y con paabras cas nntegbes.
  Ya  s  por  qu  me  mras  con  are  tan  sombro  d|o;   esa 
mu|er va a regresar! Estaba tan absorta en ms sueos y en ms 
pensamentos  sobre  m   padre  y  sobre  t,   y  en  ms  esperanzas 
para os das venderos, que a despertar a haba ovdado. Pero 
ahora   o   recuerdo   todo!   Va   a   regresar   o   veo   en   tus   o|os 
entrstecdos, va a regresar para asesnarme! Morr ahora 
que confaba tanto en m vda futura! No podr ser fez! Nunca! 
Nunca!
 E sembante de godo comenz a ensombrecerse. Must para s 
varas veces:
 Cmo puedo savara?
  Durante  unos  breves  mnutos  en  a  tenda  ren  un  profundo 
senco,   roto  so  por   os  soozos  de  Antonna.   Hermanrco  se 
vov a cabo de unos nstantes para mrara. La |oven se cubra 
os o|os con as manos, as grmas corran por entre sus dedos 
entreabertos,   su   pecho   se   agtaba   como   s   sus   emocones 
estuveran a punto de abrrse paso a exteror de forma papabe, 
y sus membros tembaban de ta forma que cas no se sostena 
en pe. A vera as, Hermanrco rode nconscentemente con su 
brazo a fgura esbeta, e apart suavemente as manos de rostro 
y e d|o, aun cuando en su corazn no crea en as paabras que 
pronuncaba:
 No tengas temor; confa en m!
  Cmo   puedo   permanecer   tranqua?   excam   Antonna 
azando os o|os a  rostro de  |oven caudo con una mrada de 
spca.   Anoche  estaba  tan  contenta,   me  senta  tan  segura, 
tena  tantas  esperanzas   para  e   porvenr!   Y  ahora  tu  are  de 
pesar, tu voz dubtatva me dcen que para apacguar m angusta 
me has prometdo ms que o que puedes cumpr! La mu|er que 
te acompaa tene un poder tan enorme sobre ambos que resuta 
terrbe  hasta  pensar   en  !  Regresar,   ograr  que  tu  corazn 
desterre  de     toda  su  compasn,   me  cavar  os  o|os  con  su 
mrada tembe, me matar a tus pes! Morr despus de todo o 
que  he  sufrdo  y  todo  o  que  he  esperado!   Ah,   Hermanrco, 
escapemos  ahora  que  todava  estamos  a  tempo!  *  no  ests 
hecho para derramar sangre; t eres demasado compasvo para 
eso! Dos no te hzo para destrur! No puede ser que propendas 
a  a  cruedad  y  e   door,   porque  me  ayudaste  y  me  protegste! 
Huyamos! Te segur adondequera que vayas! Har o que me 
pdas! Ir contgo ms a de esas dstantes y respandecentes 
montaas que estn a nuestras espadas, a una terra extraa y 
e|ana;   porque   en  todas   partes   hay   cosas   beas;   en   toda   a 
superfce  de  este  mundo  vasto  y  ancho  hay  bosques   en  os 
cuaes vvr y vaes a os cuaes amar!
  E  godo a contemp con trsteza cuando ca, pero no e do 
nnguna respuesta. Las tnebas se espesaban en su corazn; as 
fasas paabras de consueo mureron en sus abos.
  Pensa   en   cuntas   cosas   pacenteras   dsfrutaramos,   en 
cuntas veramos! contnu a |oven con voz queda y supcante
. Seramos bres para r adonde qusramos; nunca estaramos 
soos,   n   trstes,   n   cansados!   Yo  te  escuchara   da  tras   da, 
mentras me contabas hstoras de pas donde naceron os tuyos! 
Te  cantara  duces  cancones  que  he  aprenddo  a  tocar   en  e 
ad! Ah, cunto he orado en m soedad por evar una vda as! 
Cmo he anheado esa bertad y ese aegra! Cmo he pensado 
en  as  terras  e|anas  que  vstara,   en  as  feces  nacones  que 
descubrra, en os ares de montaa que resprara, en os ugares 
sombreados en os que reposara, en os ros cuyo curso segura, 
en as fores que pantara y os frutos que recogera! Cmo he 
ansado  una  exstenca  as!   Cmo  he  anheado  un  compaero 
que a dsfrutara tanto como yo! Nunca has sentdo ese gozo que 
he  magnado,   t  que  has   tendo  bertad  para  r   adonde  has 
querdo? Vaymonos de este ugar y yo te ensear a sentro, s 
no  o  has  hecho.   Ser  tan  pacente,   tan  obedente,   tan  fez! 
Nunca   estar   trste,   nunca   me   que|ar;   pero   huyamos, 
Hermanrco,   huyamos   mentras   podemos!   Me   retendrs   aqu 
para  que  me  maten?  Me  de|ars  partr  soa  a   ancho  mundo? 
Recuerda que as puertas de a cudad y as de m hogar estn 
cerradas para m! Recuerda que no tengo madre y que m padre 
me ha arro|ado de su ado! Recuerda que soy una forastera en a 
terra  que  fue  hecha  para  m   dsfrute!   Pensa  en  cuan  pronto 
regresar a mu|er que ha |urado asesnarme; pensa cuan terrbe 
es   temer   a   muerte;   y   mentras   an   podemos,   partamos, 
Hermanrco. Hermanrco, s te compadeces de m, partamos.
  Se agarr as manos y az os o|os a  rostro de  guerrero con 
mrada mporante. A sus sentdos, aguzados como estaban por e 
pegro,   as   maneras   de   Hermanrco   e   haban   resutado   ms 
eocuentes que o que o huberan sdo sus paabras, ncuso de 
habere  confesado a causa de as dudas y as aprensones que 
oprman   su  mente.   No   haba   testmono   ms   papabe  de  a 
nocenca   de   carcter   de   a   |oven   y   de   a   recusn   en   que 
transcurrera su vda, que su ntento de combnar su huda de a 
fura de Gosvntha con a adquscn de un compaero como e 
godo.   Pero  a  a  |oven  desamparada  y  afectuosa  que  se  vea 
anzada   de  repente,   sn  un  amgo,   a   un  mundo   host   una 
desconocedora de as eyes que pautaban a vda soca  de sus 
pr|mos,   poda  acaso  e   corazn  dctare  naturamente  otro 
deseo que a ansedad por procurarse un compaero despus de 
haber haado a un protector? En a nocenca de su carcter, en a 
absouta  gnoranca  de  a  humandad,   de  a  nfuenca  de  as 
costumbres,   de   a   adecuacn   de   os   sentmentos   a   as 
dferencas de os sexos, magnaba vanamente que a tranqua 
exstenca que e haba descrto a Hermanrco bastara para ograr 
sus   fnes,   ya   que   e   resutara   guamente   atractva   a   ,   un 
guerrero  y  un  godo,   que  a  ea,   una  |oven  sotara,   refexva  y 
vsonara. Y, sn embargo, tan extraordnara era a ascendenca 
que haba ogrado en e corazn de |oven caudo con a maga 
de su presenca, a frescura de su beeza y a novedad de sus 
maneras, que ste, que habra apartado de su ado con desdn a 
cuaquer otra mu|er que e hubera drgdo una petcn como a 
de Antonna, ba| os o|os con pesar haca e  rostro de a |oven 
cuando ea ca, y por un nstante dud acerca de qu hacer.
 En ese momento, cuando a atencn de ambos estaba f|a en e 
otro,   una   tercera   persona   se   acerc   subreptcamente   a   a 
entrada de a tenda y, a  veros as  |untos, romp en una rsa 
amarga e nsutante. Hermanrco az os o|os a nstante, pero e 
sondo  de  esa  voz  spera  y  poco  femenna  e  haba  resutado 
totamente eocuente a Antonna. Escond e rostro en e pecho 
de godo y must sn aento:
 Ha vueto! Morr! Morr!
  En efecto, haba vueto! Vo a Hermanrco y a Antonna en una 
poscn que no de|aba ugar a dudas de que durante su ausenca 
haba  nacdo  en  e   corazn  de  su  parente  un  sentmento  ms 
profundo  que  e   mero  deseo  de  proteger   a  a  vctma  de  su 
proyectada   venganza.   Hora   tras   hora,   mentras   cumpa   sus 
deberes |unto a echo de os sodados enfermos de Aarco, haba 
medtado   en   sus   proyectos   de   revancha   y   sangre.   N   a 
enfermedad n a muerte que haba contempado a su arededor 
haban e|ercdo una nfuenca o bastante potente sobre a terca 
ferocdad que era  ahora o  nco que  anmaba su  natura,  para 
ncnara   a   a   compasn   o   amedrentara   hasta   e 
arrepentmento.   Robustecdas   por   a  demora  e  ncrementadas 
por a frustracn, as maas pasones que a consuman no haban 
hecho ms que aumentar su fuerza y despertar sus energas ms 
atentes durante a sencosa vga que acababa de reazar. La 
noche  anteror  haba  detestado  a  a  |oven  por  su  naconadad; 
ahora a odaba por s msma.
 Ou haces t con os atavos de un guerrero godo? excam 
burona, apuntando a Hermanrco con un argo cucho de caza 
que  evaba  en  a  mano.   Ou  haces  t  en  un  campamento 
godo?  Ve  y  arrodate  a  as  puertas  de  Roma,   mpraes  de 
rodas  a  os  guardas  que  te  admtan  entre  sus  cudadanos;   y 
cuando te pregunten por qu, mustraes a esa |oven! Des que 
a amas, que queres casarte con ea; que no te mporta que os 
suyos hayan asesnado a tu hermano y a sus h|os! Y despus, 
cuando t tambn tengas h|os, bastardos godos contamnados 
con sangre romana, s tu msmo romano de corazn y mndaos 
a  termnar  o  que  os  concudadanos  de  tu  esposa  de|aron  por 
hacer en Aquea: mndaos a asesnarme!
  Ca  por   un  momento  y  de|  escapar   una  carca|ada  mordaz. 
Entonces,   su  humor   camb  de  repente,   avanz  unos  pasos  y 
contnu en tono ms ato y severo:
  Has   roto   tu   promesa;   me   has   mentdo;   has   ovdado   tus 
nfortunos y os mos; pero an recuerdas o que te d|e anoche 
a partr! Te d|e que haba que sacrfcara; y ahora que te negas 
a   vengarme,   har   buenas   ms   paabras   matndoa   con   ms 
propas manos! Para defendera a ella, tendrs que asesnarme a 
m. Tendrs que derramar su sangre o la ma!
  Do un paso a  frente, se az en toda su ma|estuosa estatura, 
sus  mscuos  se  tensaron  cuando  evant  os  brazos  desnudos 
sobre   a   cabeza.   Durante   un   nstante   cav   os   o|os 
reampagueantes en a fgura encogda de a |oven; despus, de 
nmedato,   se   abaanz   sobre   ea   y   trat   de   asestare   una 
cuchada feroz a su cueo desnudo. Cuando e arma descenda, 
Hermanrco e agarr a mueca. Gosvntha uch con furor para 
sotarse, pero no o ogr.
 E sembante de |oven guerrero, que a mraba, se cubr de una 
padez   de  muerte.   Durante   unos   mnutos   recorr   ansoso   a 
tenda   con   a   vsta,   presa   de   una   agona   de   desconcerto   y 
desesperacn. E confcto de ntereses entre su deber para con 
su hermana y su preocupacn por savar a Antonna atenazaba 
su corazn  hasta  perturbaro  por competo.  Vac  un  momento 
ms, y durante ese corto apso, e  despotsmo de a costumbre 
tuvo   fuerza   sufcente   para   avasaar   os   dctados   de   a 
compasn.  Le  grt  a  a |oven,  a  tempo  que  retraba e  brazo 
que hasta ese momento e srvera de apoyo a Antonna:
 Vete! Ten pedad de m! Vete!
  Pero ea n se percat de que e hababa n o escuch. Se de| 
caer   de   rodas   a   os   pes   de   a   mu|er   y   en   voz   ba|a   y 
que|umbrosa pronunco con voz vacante as sguentes paabras:
  Ou  he  hecho  para  merecer   a  muerte?  No  fu   yo  quen 
asesn a tus h|os; nunca he vsto un no a que no amara de 
nmedato; s hubera vsto a tus h|os, os habra amado tambn!
  S   hubera  conservado  a   h|o  que  sav  de  a  masacre  y  te 
huberas acercado a  repc con fereza a mu|er,e habra 
enseado a gopearte con sus mantas! S e huberas habado, te 
habra escupdo en respuesta... as!
 Aunque temborosa, exhausta y aterrada, a |oven snt e nsuto 
y a sangre romana afuy a sus pdas me|as. Se vov haca 
Hermanrco,   o   mr   con   are   supcante,   ntent   habare   y 
despus, de|ndose caer a sueo, comenz a orar amargamente.
 Por qu e oras, y e supcas y e habas? ch Gosvntha 
apuntando a Hermanrco con a mano que conservaba bre. No 
tene  n   vaor  para  protegerte  n   honor  para  ayudarme.   Acaso 
crees  que  me  conmovern  tus  grmas  y  tus  ruegos?  Pues  te 
dgo que os tuyos mataron a m esposo y a ms h|os, y que te 
odo  por   eso.   Te  dgo  que  has   seducdo  a  Hermanrco  hasta 
hacero amar a una romana y consegur que me tracone, y que 
por eso te matar! Te dgo que no hay a todo o argo y o ancho 
de este mpero ser vvente que eve a sangre de tu pas, o e 
nombre  de  tu  nacn,   que  no  destruyera  yo  s   estuvera  en  m  
poder!   S   os   rboes   msmos   de   ese   camno   que   ves   a 
puderan sentr, es habra arrancado a corteza de tronco con ms 
propas manos! S un p|aro de estos ceos hubera voado a m 
pecho, manso y |uguetn, o habra apastado a ms pes! Y crees 
que t escapars? Crees que no vengar en ti  a muerte de m 
esposo y de ms h|os?
  A   habar,   abr  mecncamente  as  manos.   E   cucho  cay  a 
sueo. Hermanrco se agach a nstante y se hzo de . Por un 
momento   Gosvntha   o   mr   frente   a   frente,   ya   sn   que   a 
su|etara,   nmv,   muda.   Entonces,   como  sobresatada  por   una 
dea sbta, avanz haca a entrada de a tenda, y con tono de 
magno trunfo, e drg as sguentes paabras:
  No   ogrars   savara!   Eres   ndgno   de  tu  nacn  y   de  tu 
nombre!   Les   revear   a   tus   hermanos   de   campamento   tu 
cobarda y tu tracn! Y sa correndo de a tenda mentras 
es   grtaba   a   unos   |venes   guerreros   que   pasaban   a   corta 
dstanca:   Vend!   Vend!   Frtgerno,   Athanarco,   Coas, 
Suerdo, Wtherco, Fravtta! Rpdo, aqu! Hermanrco tene una 
cautva en su tenda, una prsonera a quen os gustar ver! Aqu! 
Aqu!
  En  e   grupo  a   que  se  drga  se  encontraban  agunos  de  os 
esprtus  ms  turbuentos  y  despreocupados  de   e|rcto  godo. 
Acababan  de  reevaros  de  sus  deberes  de  a  noche  pasada  y 
gozaban  de  bertad  para  satsfacer   a  petcn  de  Gosvntha. 
Apenas haba esta acabado de habar cuando se voveron y se 
drgeron   presurosos   a   a   tenda,   mentras   e   grtaban   a 
Hermanrco que sacara a a prsonera a are bre para vera.
  Probabemente  esperaban  dvertrse  con  e   rdcuo  terror   de 
aguna   escava   romana   a   quen   su   compaero   descubrera 
acechante en os suburbos desertos, porque cuando entraron en 
a tenda y no veron ms que a fgura encogda de a acongo|ada 
|oven, hncada en terra a os pes de Hermanrco, se detuveron 
como  un  soo  hombre  y  mraron  a  su  arededor   presas  de  un 
asombro mudo.
  Mrada!   excam   Gosvntha   rompendo   e   momentneo 
senco.   Esa  es   a  prsonera  romana  que  este  vaente  ha 
consegudo! Por esa na temborosa ha ovdado os odos de su 
puebo!   Ya  e  mporta  ms   que  su  e|rcto,   su  genera   y  sus 
compaeros.   /osotros  habs  veado  durante  a  noche  a  as 
puertas de a cudad, mentras que ,l ha guardado e sueo de a 
doncea romana! No espers que vueva a partcpar de vuestras 
faenas   o   a   mezcarse   en   vuestros   paceres.   Aarco   y   sus 
guerreros  ya  no  cuentan  con  sus  servcos:   su  futuro  rey  est 
aqu encogdo a sus pes!
  Gosvntha haba confado en despertar a ra y os ceos de sus 
rudos nterocutores; pero e  resutado de sus venenosas buras 
no estuvo a a atura de sus esperanzas. E humor de momento 
nct  a  os   |venes   a  as   chanzas,   acttud  nfntamente  ms 
negatva   para   os   ntereses   de   Antonna   con   respecto   a 
Hermanrco que as amenazas o as recrmnacones. Recuperados 
de su desconcerto nca, romperon en estruendosas y unnmes 
carca|adas.
 Marte y Venus capturados in (raganti! Pero, por San Pedro, no 
veo  a  Vucano  con  su  red!   excam  Fravtta,   a  quen,   como 
haba  servdo  en  e   e|rcto  romano  y  adqurdo  en     un  vago 
conocmento de a antgua mtooga y de a potca moderna de 
mpero, sus compaeros o tenan por e ngeno de batan a 
que estaba asgnado.
  Me  gusta  su  fgura  buf  Frtgerno,   un  ggante  pesado  y 
femtco,   famoso   por   su   mperturbabe   buen   humor   y   su 
capacdad a a hora de beber. Es tan poquta cosa y est tan 
debta que Hermanrco a puede empaquetar en su equpa|e y 
evara sobre os hombros adondequera que vaya!
 Con qu maas pensas t, ve|o chupador de pee|os de vno, 
que  ograr  a  dobe  hazaa  de  conservara  so  para  s   y  de 
mantenera   sempre   caente?   o   nterrump   Coas,   un 
muchacho atoondrado, cooradote, de decss aos, a quen se 
e  conceda  e   prvego  de  a  mpertnenca  en  atencn  a  su 
edad.
 Es ortodoxa o arrana? pregunt con are grave Athanarco, 
quen   se   vanagoraba   de   sus   conocmentos   teogcos   y   su 
extraordnara regosdad.
  Y  qu  peo  tene!   excam  Suerdo,   sarcstco.   Es  tan 
negro como e de os cabaos de un escuadrn de hunos!
  Mustranos   su  cara!   Ou  tenda  vstar  despus?  grt 
Wtherco con una carca|ada nsoente.
  La  ma!   contest  Frtgerno  con  are  de  compacenca. 
Cmo dce e estrbo de a cancn...? "E dnero y e vno traen 
a  bedad  a  m   camno!"   Yo  tengo  ms   de  ambas   cosas   que 
cuaquera de vosotros. Ir a mi tenda!
 Durante e curso de esas torpes bromas que se sucederon a toda 
veocdad, e desdn que expresara a prncpo e sembante de 
Hermanrco se vo graduamente susttudo por un taante de ra 
rreprmbe. A or as paabras de Frtgerno, perd todo contro 
sobre   s   msmo   y   avanz   amenazante,   espada   en   mano,   en 
dreccn a afabe ggante, que no hzo ademn de retroceder o 
defenderse, sno que excam en tono concador:
 Pacenca, hombre! Pacenca! Mataras a un ve|o camarada 
porque te gasta unas bromas? Te envdo a buena suerte como 
amgo, no como enemgo!
  Tras ceder a a necesdad de ba|ar su espada ante un hombre 
ndefenso,   Hermanrco   comenzaba   a   respondere   arado   a 
Frtgerno   cuando   ahogaron  su  voz   as   agudas   notas   de   una 
trompeta que sonaron cerca de su tenda. E grupo de bromstas 
que  todava  rodeaba  a   |oven  godo  entend  de  nmedato  a 
sea.   Todos  voveron  as  espadas  y  se  retraron  a   nstante. 
Acababa de sar e tmo cuando e msmo veterano que habara 
a  noche  anteror  con  Hermanrco  tras  a  partda  de  Gosvntha 
entr  en  a  tenda  y  e  drg  as  sguentes  paabras  a   |oven 
caudo:
 Se te ordena apostarte, con a dvsn que ya te espera, en un 
ugar que te mostrar un gua haca e este de tu poscn actua. 
Aprstate  a  partr   de  nmedato;   no  tenes  n   un  nstante  que 
perder!
  Cuando   oy   as   paabras   pronuncadas   por   e   ancano, 
Hermanuco   se   vov   a   mrar   a   Gosvntha.   Mentras 
permaneceron   os   godos   en   a   tenda   se   haba   mantendo 
sentada escuchando sus rudas bromas con ra reprmda y desdn 
mudo; ahora se ncorpor y avanz unos pasos. Pero, de repente, 
su avance se torn nustadamente vacante; su rostro padec; 
su respracn se hzo agtada y traba|osa.
  Dnde   a   esconders   ahora?   excam   drgndose   a 
Hermanrco y amenazando a a |oven con as manos extenddas. 
Abandnaa en manos de tus compaeros o d|amea a m; en 
ambos casos est perdda! Trunfar, trunfar!
 En ese momento su voz se convrt en un murmuo nntegbe; 
se  tambae   sobre  sus   pes.   Era   evdente   que  e   proongado 
tumuto de pasones que expermentara durante a noche en vea, 
y  as  feras  y  varadas  emocones  de  a  maana,   sbtamente 
evadas a una crss por su exutacn a or e fata mensa|e de 
ancano   guerrero,   por   fn   haban   resutado   superores   a   as 
energas hasta de su poderosa consttucn. Trat todava durante 
unos   momentos   de   avanzar,   de  habar,   de   arrancare   de   as 
manos  a  Hermanrco  e   cucho  de  caza;   un  nstante  despus, 
cay conscente a sus pes.
  Trastornado   cas   hasta   a   ocura   por   as   sucesvas   pruebas 
sufrdas   a   furosa   decsn   de   Gosvntha   de   torcer   sus 
propstos todava fresca en su mente, as paabras buronas de 
sus   compaeros   an   resonantes   en   sus   odos,   su   atencn 
demandada   sn   reserva   o   demora   por   nexorabes   deberes 
Hermanrco  sucumb  a   fn  a  as  dfcutades  de  su  stuacn  y 
abandon presa de a desesperacn toda esperanza de savar a 
a |oven. Sea en dreccn a agunos amentos que estaban en 
un rncn de a tenda y a os campos crcundantes, y e d|o a 
Antonna con voz entrecortada y sombra:
 Toma esas provsones y huye ahora que Gosvntha no puede 
persegurte! Me resuta mposbe segur protegndote!
 Hasta ese momento, Antonna haba mantendo e rostro ocuto y 
haba permanecdo arrodada en e sueo, nmv savo cuando 
un  estremecmento  recorr  su  cuerpo  a   escuchar   as  bromas 
groseras y burdas de os godos; y muda, a no ser porque cuando 
Gosvntha cayera a sueo sn sentdo haba de|ado escapar una 
excamacn de terror. Pero ahora, a or su sentenca de desterro 
de os msmos abos que a noche anteror e prometeran abrgo 
y proteccn, se ncorpor a nstante y e anz a |oven godo una 
mrada de una trsteza muda y una desesperacn taes que este 
retroced   nvountaramente;   y   despus,   sn   derramar   una 
grma n de|ar escapar un suspro, sn una mrada de reproche n 
una paabra de spca, petrfcada y dobegada por un trance de 
terror y congo|a absoutos, abandon a tenda.
 Apresurando sus preparatvos con a energa nconscente de un 
hombre   decddo   a   desterrar   sus   pensamentos   medante   a 
accn, Hermanrco se cooc a a cabeza de sus tropas y abr a 
marcha rpdamente en dreccn a este, ms a de a Puerta 
Pncana. Dos de sus asstentes que entraron por azar en a tenda 
tras  su  partda,   a   ver  a  Gosvntha  an  tendda  en  e   sueo,   a 
trasadaron a a seccn de campamento ocupada por as mu|eres 
que acompaaban a e|rcto; y despus, e reducdo y acogedor 
entodado que hcera as veces de hogar de godo, y que en tan 
pocas horas fuera testgo de una racn tan eevada de mseras 
humanas  y  de  un  despegue  tan  fero  de  humanos  confctos, 
qued tan muda y sotara como a campa deserta en a cua 
Antonna se vea ahora condenada a buscar refugo y hogar.
CAPT"LO )II
EL PASO DE LAS M"RALLAS
  Ou  hermosa  noche,   Babo!   Toda  uz  de  una  y  nada  de 
neba!  Anoche  estuve  de  guarda en a  Puerta  Osta y cas   me 
asfxa a nebna.
 S hcste guarda anoche en a Puerta Osta, estabas en me|or 
sto que ahora. Las muraas son aqu  tan sotaras como unas 
runas de provnca. A a espada no tenemos ms que a cona 
Pncana;   a   frente,   os  suburbos  vacos;   a  os  ados,   adros  y 
pedra;   y  en  nuestro  puesto,   so  nosotros   msmos.   Oue  me 
crucfquen  como  a  San  Pedro  s   exste  otro  ugar  en  todas  as 
muraas tan aburrdo y sotaro como este!
  T  eres  de  os  que  encontraran  ago  de  qu  que|arse  s   te 
ao|aran en aguno de os paacos que se ven a. Es certo que e  
ugar   es   sotaro;   pero   s   resuta   aburrdo   o   no   depende   de 
nosotros,   sus   honorabsmos   ocupantes.   En   o   que   a   m 
concerne, estoy decddo a contrbur a su anmacn medante a 
oabe empresa de regaarte, m descontentadzo amgo, con una 
sere  nfnta  de  os  cuentos  por  os  cuaes,   o  dgo  sn  nnguna 
vandad,   se  me  ceebra  a  o  argo  y  ancho  de  os  cuartees  de 
Roma.
  T hars todos os cuentos que queras, pero n magnes que 
voy a formar parte de tu audtoro.
  Atndeme  o  no,   como  te  pazca.   Aunque  no  me  escuches, 
expcar ms cuentos para no perder a prctca. Se os contar a 
estos  muros,   o  a   are,   o  a  os  dfuntos  doses  y  dosas  de  a 
antgedad, s es que se cernen furosos en este momento sobre 
a cudad, como queren hacernos creer agunos de os que an no 
se han convertdo; o a nuestros vecnos os godos, s se aduea 
de  eos   e   sbto   deseo   de  abandonar   su  campamento   para 
echares  un  vstazo  ms  cercano  a  as  fortfcacones  que  con 
tanta dscrecn se muestran remsos a atacar. O, s no consgo a 
nnguno de os anterores como adecuado y honorabe pbco, e 
contar  ms   cuentos   a   ms   atento  de  todos   os   oyentes:   yo 
msmo.
  Y,   sn  ms  demora,   e   centnea  ech  mano  de  su  cauda   de 
ancdotas con a fc ocuacdad de un hombre en posesn de 
una ben merecda confanza en a perfeccn de sus habdades 
como   narrador.   Decddo   a   que   su   mohno   compaero   o 
escuchara, aun s no e prestaba atencn, hababa en voz muy 
ata  mentras  ba  y  vena  a  paso  vvo  por  e   espaco  que  tena 
encomendado   cudar   y   rea   con   chusca   reguardad   y 
compacenca   cada   broma   que   haca   en   e   curso   de   su   ma 
recompensada narracn. Nunca magn, a hacer su reato, que 
su  nco  hubera  sdo  recbdo  con  benepcto  por   un  oyente 
nvsbe, cuyas emocones eran muy dferentes a as que dctaran 
as observacones de su hurao compaero de guarda.
  Fe   a  su  decsn,   Upo  se  haba  agencado  con  parte  de  os 
saaros ahorrados durante sus aos a servco de Numerano una 
pequea nterna en un comerco de un barro apartado de Roma, 
y veando su uz con un pedazo de tea gruesa y spera, se haba 
drgdo por e sendero sotaro a emprender su segunda noche de 
traba|o  en  as  muraas.   Leg  |unto  a  a  fsura  a   comenzo  de 
dogo   antes   reatado,   y   escuch   con   deete   a   vocngera 
determnacn   de   centnea   de   entretener   a   su   compaero 
ncuso  a  su  pesar.   Mentras   ms   ato  y  durante  ms   tempo 
habara e sodado, menos probabe resutaba que se sospecharan 
u oyeran os tra|nes de pagano en e nteror de muro.
  Apartando a un ado con decadeza a ho|arasca que tapaba e 
orfco que haba hecho a noche anteror, Upo se ntrodu|o en  
hasta donde penetrara en aquea ocasn; y entonces, con una 
mezca de esperanza y aprensn que se adue de  con tanta 
fuerza que por un momento cas no fue dueo de sus accones, 
destap su uz enta y cudadosamente.
 Su prmera mrada nstntva fue para a sma que se abra a sus 
pes. Vo de nmedato que era menos ancha y profunda de o que 
haba  magnado.   En  ese  sto,   e   sueo  haba  ceddo  ba|o  os 
cmentos de as muraas, que se haban hunddo y, con su peso, 
haban profundzado a depresn de terreno bando sobre e que 
estaban  construdos.   Un  pequeo  mananta   (probabemente  a 
causa de hundmento de  terreno) haba brotado en e  espaco 
bre entre os adros, a os cuaes, poco a poco, ao tras ao, 
haba  desgastado.   Y  no  se  haba  estancado  a.   Haba  corrdo 
aegre y sencosamente un dmnuto arroyueo, berado de su 
prsn en a terra so para penetrar en otra en as muraas sn 
rberas de verde herba, n a uz de un aborozante respandor, n 
admrados o|os humanos, n ms testgos de su breve curso por 
as fsuras nternas de a pared que un sapo hnchado o un agarto 
sotaro; pero aun as, se haba aberto camno en a oscurdad y 
entre os escombros como sus hermanos que dsfrutaban de a uz 
de so en as praderas o retozaban con as frescas brsas de as 
aderas de as montaas.
  Tras  apartar   a  vsta  de   pequeo  mananta,   Upo  drg  su 
atencn haca o ato.
  Exactamente encma de su cabeza, e matera que formaba e 
nteror de a muraa presentaba una superfce sa, pare|a, dura, 
que   pareca   capaz   de   resstr   os   ms   vgorosos   ntentos   de 
democn; pero a echar una mrada a su arededor, percb a 
un costado y ms haca adentro o que daba a mpresn de ser 
una   rreguardad   oscura   e   mprecsa   que   prometa   ser   ms 
procve  a  os  esfuerzos  que  se  propona  emprender.   Ba|  a  a 
cavdad de arroyueo y se sub a un montn de adros partdos 
hasta acanzar un hueco que de nmedato comenz a ensanchar 
para  que  e  permtera  e   paso.   Pugada  a  pugada  amp  a 
greta, se ntrodu|o en ea, y se do cuenta de que se haaba en 
un fragmento de vrtce de uno de os arcos de cmentacn, que, 
aunque   parcamente   destrudo,   an   se   mantena   en   pe, 
separado por competo de a porcn superor de as muraas a 
as cuaes  srvera  de base,  y graduamente  derrumbado  en as 
oquedades de terreno.
  Upo  drg  a  vsta  haca  arrba.   Una  greta  nmensa  que  se 
cerna sobre su cabeza extenda sus tortuosas ramfcacones, en 
dversos puntos, haca todas as partes vsbes de muro. En ese 
sto,   a  estructura  pareca  haber  sufrdo  una  sacudda  sbta  y 
tremenda.   De  no  ser   por   e   apoyo  que  e  prestaban  as   ms 
sdas fortfcacones stuadas a ambos ados, no habra poddo 
sostenerse  en  pe  despus  de  esa  conmocn.   E   pagano  mr 
haca o ato, a as tembes ra|aduras que abran sus fauces sobre 
su cabeza, con un ngobernabe terror. Su uz pequea y vacante 
no  resutaba  sufcente  para  aumbrar   todo  su  recorrdo.   Vstas 
as,   en  oscuro  contraste  con  e   resto  de  a  porcn  hueca  de 
muro,  seme|aban poderosas serpentes que reptaban arrasando 
con  todo  en  su  camno  haca  as   amenas   de  a  cma  de  as 
muraas;   y  ,   agachado  en  e   pncuo  que  ocupaba,   con  su 
pequea   uz   a   un  costado,   se  vea   reducdo   por   a   ndmta 
grandeza, por a vasta y soemne obreguez de as masas oscuras, 
sombras,   fantstcas   que   o   rodeaban,   a   a   estatura   de   un 
pgmeo.   De  habrsee  poddo  ver  desde  o  ato  de  as  muraas 
mentras   trataba   de   atsbar   con   su   mpara   en   as   smas   e 
rreguardades que quedaban a sus pes, habra parecdo, con su 
uz   parpadeante,   como   un   topo   que   se   aumbrara   con   una 
ucrnaga.
  Se  detuvo  un  nstante  para  panear   sus   prxmos   pasos.   La 
nmovdad   hzo   que   a   hmeda   fradad   de   a   atmsfera   e 
resutara  cas   nsoportabe,   pero  e  conced  una  gran  venta|a: 
pudo dedcarse a escuchar sn que o mportunara e rudo de os 
adros que se desbarataban ba|o sus pes cuando avanzaba.
  A os pocos momentos oy un sondo agudo, e|ano, unas veces 
ms ato, otras ms apagado, que ahora se aproxmaba, ahora se 
ae|aba; ahora se haca penetrante, despus vova a ser un eve y 
suave rumor.  De  repente,  esa  msca extraa,  sobrenatura,   se 
vo   nterrumpda   por   una   sere   de   retumbos   proongados, 
ntensos, que recorreron, ma|estuosos, as fsuras a en o ato 
como  truenos  cautvos  que  ucharan  por  escapar  de  su  prsn. 
Competamente  gnorante  de  que  e   prmero  de  esos  rudos  o 
produca  e   vento  nocturno  a   coarse  por  as  gretas  entre  os 
adros de as muraas un poco ms e|os; y e segundo, os ecos 
que  despertaban  os  pasos  de  os  centneas  en  as  oquedades 
rreguares de a parte superor; evado por a nfuenca de ugar 
y o subreptco de su tarea a apogeo de una exatacn fantca 
que  o  prvaba  momentneamente  de  razn;  eno  de   frentco 
entusasmo  que  e  provocaban  sus  panes  y  de   temor   que  e 
nspraban as eyendas de seres y mundos nvsbes que eran a 
base de su fe, Upo crey, a or os sondos que se escuchaban a 
su  arededor   y  en  o  ato,   que  os  doses  de  a  antgedad  se 
cernan sobre su cabeza en nvsbe asambea y o nstaban con 
voces  sobrenaturaes  y  en  una  engua  desconocda  a  contnuar 
con su arresgada empresa, a a que e garantzaban un pronto y 
competo xto.
 Rugd y murmurad, y haced sonar vuestra msca huracanada 
en   ms   odos!   excam   e   pagano   azando   as   manos 
sarmentosas  y  drgndose  presa  de  un  xtass  sava|e  a  sus 
magnadas dedades. Vuestro servdor Upo no se detene en 
e   peregrna|e   que   o   conduce   a   vuestros   atares   de   nuevo 
concurrdos! A os pes de vuestros santuaros he ofrendado en 
sacrfco a sangre, e  crmen, e  pegro, e  door, y tambn e  
orguo, e honor, a aegra y e descanso! E tempo ha pasado 
veoz   a   m   ado   sn   tocarme;   m   nez   y   m   |uventud  yacen 
seputadas desde hace tempo en e ocuto Leteo que es e sno 
de a vda; a ve|ez oprme ms fuerzas con sus tentcuos; pero yo 
sgo   veando   |unto   a   vuestros   tempos   y   srvendo   a   vuestra 
poderosa causa! Se aproxma e momento de vuestra venganza! 
Monarcas   de   mundo,   vuestro   trunfo   est   a   acance  de  as 
manos!
 Permanec durante un tempo en a msma poscn, con os o|os 
cavados en a nsondabe oscurdad a en o ato, cautvado por 
os  sondos  que  ya  aumentando,   ya  dsmnuyendo  seguan 
fotando a su arededor. E temboroso fugor de su nterna tea 
de un ro|o brbaro su sembante vdo. La fra brsa agtaba su 
cabeo  hrsuto.   En  ese  momento,   vsto  desde  certa  dstanca 
habra parecdo un fantasma de fuego que exprara en una neba 
oscura;   un   gnomo   postrado   en   acttud   de   adoracn   en   as 
entraas de a terra; un esprtu madto en un purgatoro sotaro 
que   esperara   a   egada   de   un   atsbo   de   beeza   o   de   una 
bocanada de are.
 A cabo de un rato despert de su trance, despab con cudado 
a nterna que o guaba y se puso en camno para penetrar hasta 
o profundo de a gran greta en a que acababa de entrar.
 Se despaz varos pes en dreccn obcua, ahora arrastrndose 
sobre as cmas de os arcos de cmentacn, ahora rodeando os 
bordes  saentes  de  a  pared  en  runas,   ahora  descendendo  a 
absmos oscuros, resbaadzos, enos de escombros, hasta que de 
pronto a abertura se estrech en todas dreccones.
 En e ugar que ocupaba ahora a atmsfera era ms tba; poda 
dstngur   vagamente   manchas   de   un   musgo   oscuro   que 
moteaban aqu y a a superfce rreguar de muro; y en una o 
dos  ocasones,   e  azotaron  e   rostro  as  argas  brznas  de  una 
herba pana que creca en un promontoro exactamente encma 
de su cabeza, y a as que agtaba e vento, a que ahora senta 
sopar por a estrecha henddura que se aprestaba a ensanchar. 
Era evdente que haba egado a unos pocos pes de a superfce 
exteror de muro.
  Numerano  deambua  por   as   caes   buscando  a  su  h|a  
must e pagano a tempo que depostaba a su ado a nterna, 
se   arremangaba   a   tnca   de|ando   a   descuberto   os   brazos 
temborosos y banda a barra de herro, y os escavos de su 
vecno e senador han sado en m persecucn. Por todos ados 
me asedan ms enemgos; pero aqu me ro de a bsqueda ms 
acucosa! Para encontrar m escondte tendran que penetrar en 
as muraas de Roma! Para sacarme de m madrguera, tendrn 
que   atacarme   esta   noche   en   e   campamento   de   os   godos! 
Tontos!  Oue  cuden  de  s   msmos!  Con  e   tmo  adro  que 
arranque de sus nocuas muraas sear a suerte de su cudad!
  R  para  s   msmo  a   ntroducr   con  fuerza  su  paanca  en  a 
rend|a de muro. En agunos stos os adros cedan fcmente 
a  sus   esfuerzos;   en  otros,   so  ograba  vencer   su  resstenca 
hacendo  uso  de  todas  sus  fuerzas.   Resueta  e  ncesantemente 
prosgu su abor; ahora hrndose as manos en as superfces 
serradas   de   a   abertura   ampada,   ahora   de|ando   caer 
nvountaramente   su   nstrumento   debdo   a   un   nsoportabe 
agotamento;   pero   sempre   traba|ando   con   cora|e,   desafando 
todos os obstcuos que se e oponan, hasta que ogr egar a  
nteror de a nueva greta.
  A   ntroducrse  con  a  nterna  en  a  cavdad  que  acababa  de 
practcar advrt que a menos que aumentara su atura no podra 
contnuar, n squera arrastrndose. Irrtado ante esa nesperada 
necesdad   de   nuevos   esfuerzos   voentos,   empecnado   en   su 
determnacn  de  atravesar  a  muraa  a  toda  costa  esa  msma 
noche,   comenz   a   gopear   haca   arrba  precptadamente  con 
todas  sus  fuerzas,   en  vez  de  afo|ar   gradua   y  suavemente  e 
matera   de  a   superfce   que  e  obstacuzaba   e   paso,   como 
hcera antes.
  A  os   pocos   mnutos,   una  porcn  consderabe  de  a  pared, 
agutnada   en   una   soa   masa   compacta,   se   despom   con   a 
veocdad  de  un  rayo  y  o  arrastr  en  su  cada.   Upo  qued 
postrado ba|o e  derrumbe sobre e  arco de cmentacn que e 
srvera de apoyo, con e hombro derecho apastado y dsocado y 
su  nterna  hecha  pedazos.   Un  que|do  de  rreprmbe  angusta 
escap de sus abos. Haba quedado reducdo a una mpenetrabe 
oscurdad.
  Despus   de   gopearo,   a   masa   de   pared   haba   rodado 
geramente   haca   un   costado.   Medante   un   esfuerzo 
desesperado,   Upo   ogr   desembarazarse   de   ea,   so   para 
desmayarse   a   consecuenca   de   nuevo   supco   que   eo   e 
causara.
 Permanec nconscente durante un corto tempo en medo de a 
fra  y  oscura  soedad.   Despus,   a   recobrar   e   sentdo  tras  esa 
prmera  conmocn,   comenz  a  sufrr  en  toda  su  severdad  os 
feroces   espasmos,   as   sordas   mordeduras,   os   paptantes 
tormentos   que   eran   as   terrbes   consecuencas   de   a   herda 
recbda.   Su  brazo  penda  nt   a  su  costado;   careca  tanto  de 
pu|anza   como   de   fuerza   de   vountad   para   mover   sus   otros 
membros   sanos.   Por   un   momento,   sus   |adeos   profundos, 
que|umbrosos,   ahogados   fueron   un   babuceo   de   horrbes 
madcones   a   medas   formuadas;   despus,   su   respracn 
acezante se detuvo de repente en su pecho y pudo or a sangre 
que goteaba entamente de su hombro con gubre reguardad y 
que ya haba formado un charco a su ado.
 Ahora so senta en e membro herdo a brsa cortante que se 
coaba   por   as   gretas   de   muro.   Rozaba   su   pe   como 
nnumerabes cuchos de un heo fno y afado; penetraba sus 
carnes   como  raudas   chspas   escapadas   de  un  mar   de  pomo 
funddo. Hubo momentos, durante os prmeros tormentos de su 
agona, en que, de haber tendo un arma y a fuerza sufcente 
para   usara,   habra   sacrfcado   para   sempre   su   ambcn 
prvndose de a vda.
 Pero e deseo de poner fn a sus sufrmentos termnando con su 
exstenca no dur mucho tempo. Poco a poco, os doores de su 
cuerpo hceron despertar una desazn ms potente y brbara en 
su mente, y as dos agonas, a fsca y a menta, se enzarzaron 
en su nteror en feroz combate, prvndoo de todo pensamento 
que no fueran os creados o despertados por eas.
 Durante un tempo permanec nerme en su afccn, ora dando 
renda sueta medante ahogados que|dos a mpacabe tormento 
de sus herdas; ora amentando entre madcones e fracaso de su 
empresa en e precso nstante en que pareca trunfar en ea. A 
cabo, os atgazos de door pareceron hacerse cada vez menos 
frecuentes,   a   tempo  que  de|aba  de  saber  de  qu  parte  de  su 
cuerpo procedan. Insensbemente, su capacdad de pensar y de 
sentr   se  embot  y   durante  un  corto  tempo  experment  un 
msteroso   sosego   fsco   y   menta   que,   sn   embargo,   no   e 
devov   as   fuerzas;   y   despus,   sus   desordenados   sentdos, 
carentes  de  gua  y  de  freno,   cayeron  vctmas  de  un  sbto  y 
terrbe espe|smo.
  La   mpenetrabe   oscurdad   que   o   rodeaba   e   parec 
transformarse  poco   a   poco   en  una   ncerta,   opaca,   nebnosa 
cardad,   como   a   que   refe|an   as   nubes   cuando   amenaza 
tormenta   a   a   cada   de   a   tarde.   Pronto   crey   ver   que   un 
fantstco  entramado  de  hrvente  vapor  banco  atravesaba  esa 
atmsfera.   Despus,   dstngu  e   trozo  de  pared  que  o  haba 
derrbado   a   sueo,   enormemente   magnfcado   y   dotado   de 
capacdad de movmento, gracas a cua se encog y se redu|o 
msterosamente,   crec  y  se  deprm,   sn  abandonar  nunca  e 
ugar   que   ocupaba   cerca   de   .   Y   despus,   de   su   oscura   y 
oscante superfce se evant un torrente de formas oscuras que 
se trenzaron en o ato con e entramado nebnoso y adoptaron a 
forma   cara   y   papabe   de   sembantes   humanos,   de   muy 
dferentes   edades   y   desfgurados   por   una   gran   varedad   de 
sufrmentos.
 Haba rostros nfantes orados por graves gusanos que pendan 
a sus costados como sucos rzos de cabeo; rostros de ancanos 
sapcados   de   sangre   y   ta|ados   de   herdas;   rostros   |uvenes 
surcados   por   vdas   zan|as   por   as   que   corran   ncesantes 
grmas;  rostros  adorabes retorcdos  en expresones  de agudo 
door,   brbara  maevoenca  y  desesperada  obreguez.   Nnguno 
era  exactamente  gua   a   otro.   Cada  uno  se  dstngua  por  una 
repugnante caracterstca propa. No obstante, por ms aterados 
que estuveran sus otros rasgos, os o|os de todos permanecan 
ndemnes. Mudos e ncorpreos, fotaban en ncesantes mradas 
hasta egar a  fantstco entramado que pareca ensanchar sus 
ya enormes proporcones para recbros. A se congregaban, en 
su  anfteatro  de  trasgos,   y   cavaban  os   o|os   en  senco,   sn 
excepcn, en e rostro de pagano!
  Entretanto, os muros de  costado comenzaron a brar con uz 
propa, encerrando en un marco de bordes rreguares a escena 
de  as  caras  fantasmaes  suspenddas  en  e   are.   Despus,   as 
gretas de su superfce se ensancharon y vomtaron as fguras 
contrahechas de sacerdotes e doos de antao, que avanzaron, 
cada una espantosamente deforme, burndose de os rostros de 
entramado, a tempo que por detrs y domnando toda a escena, 
se cernan sobre e con|unto formas oscuras y ggantescas cuyos 
vestdos  tenan  una  vaga  y  torva  seme|anza  con  as  pees  de 
anmaes que usaban os godos, y que bandan, en medo de os 
paptantes vapores, potentes e ncorpreas armas de guerra. De 
espectra   cncave  no  escapaba  e   menor   sondo.   Un  senco 
como de un mundo muerto y en runas domnaba a prodgosa 
escena. Se haban apagado os retumbantes ecos de os pasos de 
os centneas y a tenue cantnea de os ventos meanccos. A 
os odos de pagano ya no egaba e sondo de a sangre que an 
goteaba de su herda; y hasta su agona de terror era tan muda 
como  as   vsones   demonacas   que  a  despertaran.   Pareceron 
transcurrr das,   aos,   sgos,  mentras Upo yaca,   presa  de un 
trance de horror, con a vsta cavada en ese mundo de popuosa 
y fantasma oscurdad. A cabo, a Naturaeza ced ante tamaa 
prueba;   e   espectra   panorama  gr  en  torno  a     con  tembe 
veocdad y sus sentdos buscaron avo a a opresn que eos 
msmos crearan en un profundo y benvendo desmayo.
 E tempo transcurr ento, os ventos uuantes agtaron muchas 
veces  os  resecos  rzos  de  cabeo  sobre  su  frente,   como  para 
anmaro  a  despertar   y  evantarse,   antes  de  que  recobrara  e 
sentdo. Conscente una vez ms de su stuacn y de door que 
e  produca  su  herda,   se  ncorpor  entamente  con  ayuda  de 
brazo   sano   y   mr   espantado   a   su   arededor   para   tratar   de 
percbr   e   menor   rayo   de  uz.   Pero   a   forma   serpenteante  e 
rreguar   de   camno  que  se  haba  aberto  a  travs   de   muro 
mpeda que a uz de a una, que se coaba por as gretas ms 
superfcaes que ensanchara, egaran a ugar en e que ahora se 
encontraba. No poda n squera dstngur vagamente nada de o 
que o rodeaba. La oscurdad se cerna sobre  con sus tnebas 
trunfantes e mpenetrabes.
 E supco que e produ|era antes a herda se haba transformado 
en una pesada, sorda, constante sensacn de door. La vsn que 
o hcera perder e sentdo ya no era ms que una forma vasta y 
fantasma en su memora que pobaba a oscurdad de tembes 
remnscencas  y  no  de  fguras  espantosas,   y  que  o  urga,   con 
ansa   ncontenbe   y   precptada,   a   escapar   de   sotaro   y 
sacrego sepucro, de a prsn de soedad y muerte con que o 
amenazaban   sus   propos   desveos   fataes,   en   caso   de   que 
permanecera mucho ms tempo en as cavernas de as muraas.
  Debo sar de estas tnebas a a uz; debo resprar e are de 
os ceos, o morr en a humedad de esta bveda excam con 
voz ronca y que|umbrosa, a tempo que se ncorporaba gradua y 
penosamente hasta quedar agachado y se vova entamente para 
comenzar su proyectada retrada.
  Inc  su  traba|oso  va|e  apoyndose  en  e   brazo  zquerdo  y 
reptando  unas  pocas  pugadas  cada  vez.   Las  emocones  de  as 
que  haba  sdo  presa  haca  tan  poco  an  agtaban  su  mente; 
arrastraba e brazo derecho, que penda nt a su costado, como 
a cadena de un convcto, y as superfces rreguares de terreno 
por e cua se arrastraba entamente se o astmaban.
 Aqu se detena aturddo en medo de a oscurdad; a ograba, 
con un esfuerzo convuso, no precptarse en os absmos gnotos 
que se abran ante , o perda e poco terreno que haba ganado 
con afanes y agonas a verse obgado a vover sobre sus pasos 
ante  un  obstcuo  nesperado.   Ahora  rechnaba  os  dentes  de 
angusta, despus madeca desesperado, ms tarde e cansanco 
o de|aba sn aento; pero aun as, con una obstnacn que tena 
ago de heroco, nunca ce| en su feroz determnacn de escapar.
  Lenta   y   penosamente,   movndose   a   rtmo   y   con   a 
perseveranca de una tortuga, descorazonado, pero tan decddo 
como un navegante que se aventura en un ocano gnoto, rept 
sn descanso en un curso sn derrotero hasta que a cabo obtuvo 
a   recompensa   a   sus   proongados   sufrmentos   a   percbr 
sbtamente un fno rayo de una que se coaba por una rend|a 
de a oscura pared que se azaba ante . Los corazones de os 
reyes magos, a avstar por prmera vez a Estrea de Orente, no 
expermentaron  un  transporte  ms  vvdo  que  e   que  anm  e 
corazn de Upo cuando vo a estmuante y orentadora uz.
  Un poco ms de esfuerzo, un poco ms de pacenca, un poco 
ms de angusta y ogr de nuevo enderezar a fgura fantasma y 
badada frente a orfco externo de muro.
 Estaba a punto de amanecer; a una braba con eve fugor en e 
ceo  pomzo  y  grs;   una  ovzna  mpapabe  caa  de  as  nubes 
nformes;   a  noche  que  mora  de|aba  en  a  terra  un  rastro  de 
desaento y desdcha, pero no abata a pagano n e haca ver o 
reprobabe de su conducta. Upo recorr con a vsta su sotaro 
escondr|o  sn  percbr   nngn  ser   humano  en  sus  despobados 
rncones. Az a vsta a as amenas y vo que os centneas se 
mantenan  apartados   y  en  senco,   envuetos   en  sus   pesadas 
capas   y  apoyados   en  sus   fabes   espadas.   Era  perfectamente 
evdente   que   os   avaares   de   su   noche   de   sufrmento   y 
desesperacn   haban   pasado   nadvertdos   para   e   resto   de 
mundo.
  Lanz una nueva mrada, acompaada por un estremecmento, 
a su brazo herdo e nt; despus, cav os o|os en as muraas. 
Tras   examnaras   con   o|os   graves   y   desafantes,   mov 
entamente   a   ho|arasca   con   e   pe   para   ocutar   a   pequea 
abertura de su superfce exteror. Los das pasan, as herdas 
sanan,   a  suerte  camba  must  e   ancano,   abandonando  su 
guarda   con   paso   ento   e   nseguro.   En   as   mnas   soport 
atgazos  sn  de|ar  escapar  un  suspro;   sent   cmo  as  cadenas 
ahondaban cada da as ceras que sus dentes de herro haban 
aberto en ms carnes, y, a pesar de todo, sobrevv para brarme 
de ms gretes y curar ms agas! Acaso esta nueva agona ser 
ms capaz de vencerme que as de pasado? Vover para vencer 
a  resstenca  de  as  muraas!   M   brazo  est  herdo,   pero  m 
propsto permanece ncume!
CAPT"LO )III
LA CASA DE LOS S"("R(IOS
  Retrocedamos   unas   horas   y,   apartndonos   de   as   muraas 
agretadas,   vovamos  a  os  suburbos  y  a  campa  que  se  ven 
desde o ato de sus amenas; de|emos de segur os pasos y as 
oscuras   maqunacones   de   matrecho   Upo   y   concentremos 
nuestra  atencn  en  a  suerte  de  Hermanrco  y  e   destno  de 
Antonna.
 Aunque a tarde apenas termnaba, e godo es haba asgnado a 
os   guerreros   a   su   mando   as   poscones   que   deban   ocupar 
durante   a   noche   en   os   desertos   suburbos   de   a   cudad. 
Cumpdo  ese  deber,   qued  brado  a  a  absouta  soedad  de  a 
vvenda abandonada que e serva de abergue tempora.
 La casa que ocupaba era a tma de una cae ancha e rreguar; 
su frente daba a as muraas ba|o a cona Pncana, de as que a 
separaba un |ardn pbco de una meda ma de extensn. Ese 
ugar de recreo, otrora concurrdo, estaba ahora totamente vaco. 
Nnguna forma humana aegraba sus meanccas arboedas; as 
habtacones  de  sus  aegres  cenadores  permanecan  oscuras  y 
desoadas; os puestos de os vendedores de frutas y fores |unto 
a   os   senderos   que   no   hoaba   nnguna   panta   se   mantenan 
desocupados. Meancco y abandonado por todos, se extenda 
como  una  frt   soedad  a   pe  msmo  de  as  muraas  de  una 
cudad atestada.
  Y,   sn  embargo,   su  senco  tena  un  encanto  ndecbemente 
soemne   y   confortante,   ahora   que   as   sombras   de   a   noche 
prxma   oscurecan  graduamente  os   arrates   de  fores   y   os 
rboes.  Haba ganado en refnamento todo o que  perdera  en 
aegra; conservaba un senco atractvo, aunque no desumhraba 
a vsta con su acostumbrada umnacn n acarcaba e odo con 
a msca y as rsas que se azaban de  en tempos de paz. A 
contempar   e   panorama   desde   a   terraza   de   su   nuevo 
ao|amento,   e   recuerdo   de   os   atropeados   sucesos   de   as 
tmas horas huy de a memora de |oven godo, de|ando bres 
a   sus   sentdos   para   acoger   as   refexones   que   a   noche 
comenzaba  nsensbemente  a  despertar   y  a  dar   forma  en  su 
mente.
  Ba|o  esos  auspcos,   haca  dnde  dervaban  naturamente  os 
pensamentos de Hermanrco?
  Desde a uz de a una que ya comenzaba a refugr sobre as 
ho|as temborosas de as copas de os rboes a o e|os hasta as 
fores  decadas  y  sutes  trenzadas  a  os  pares  de  a  terraza 
deserta   donde   ahora   se   encontraba,   todo   o   que   vea   se 
reaconaba, en su vvda e ncuta magnacn, con e ser que e 
pareca e modeo perfecto y eocuente de todo o hermoso que 
exsta  en  a  Naturaeza.   Pensaba  en  Antonna,   a  quen  haba 
protegdo y a quen despus abandonara; en Antonna, a quen 
haba perddo!
  De   magnacn   feraz   y   pobres   facutades   de   razonamento; 
dotado   de   grandes   ntucones   tcas   y   poca   frmeza   mora; 
demasado  fc   de  nfuencar   y   demasado  ento  para  tomar 
decsones,   Hermanrco  no  haba  traconado  os  ntereses  de  a 
|oven   a   causa   de   un   desgno   de   su   vountad,   sno   de   una 
debdad de su carcter. Por tanto, termnados ya os deberes de 
da, cuando e senco y a soedad hacan retroceder su memora 
a   abandono   en   que   de|ara   en   a   maana   a   su   ndefensa 
protegda,   ese   acto   de   mpacenca   e   ndecsn   fataes   e 
nspraba   fuertes   emocones   de   pesar   y   remordmento.   S 
mentras permanecera a su cudado Antona haba e|ercdo una 
nsensbe nfuenca sobre su corazn, ahora que refexonaba en 
a  parte  de  cupa  que  e  correspondera  en  a  escena  de  su 
partda, a magen de a |oven ocupaba todos sus pensamentos, 
entrstecndoo y avergonzndoo a recordar e momento en que 
e negara e abrgo de su tenda.
 Todos os sentmentos que anmaran sus medtacones en torno 
a Antonna a noche anteror dupcaban su ntensdad ahora que 
pensaba   de   nuevo   en   ea.   Vova   a   recordar   sus   paabras 
eocuentes y a rememorar e encanto de sus gentes e nocentes 
maneras;   vova  a  evocar   a  beeza  de  sus  formas.   Todas  as 
.expresones cdas, todas as entonacones de su voz cuando e 
soctaba proteccn y compaa, todos os argumentos que usara 
para conmovero revvan ahora en su memora y se apoderaban 
de  su  corazn  con  nconmovbe  nfuenca  y  crecente  fuerza. 
Todas as apremantes e mperfectas mgenes de fecdad que 
Antonna evocara para convencero se aggantaron y refugeron 
ante  sus  o|os,   hasta  que  su  mente  empez  a  producr  vsones 
desconocdas para sus facutades, antes centradas soamente en 
rvadades, turbuencas y uchas. Las escenas con|uradas por as 
expresones   ms  nsgnfcantes   y  apresuradas   de  Antonna  se 
azaban  ahora  vagas   y  etreas   ante  su  esprtu  medtabundo. 
Encantadores rncones de  mundo que haba vstado y despus 
ovdado   regresaban   ahora   a   sus   recuerdos,   deazados   y 
embeecdos  a   reaconaros  con  ea.   La  |oven  se  e  apareca 
ahora   con   todos   os   atractvos   de   una   magen   anmada   que 
cumpa todos os deberes y dsfrutaba de todos os paceres que 
e propusera. La magnaba fez y ozana, va|ando aegre a su 
ado  en  a   fresca  maana,   as   me|as   sonrosadas   y   e   paso 
estco; a magnaba deetndoo con as cancones prometdas, 
nsprndoo con su paabra eocuente en e  duce senco de a 
noche; a magnaba durmendo, suave, tba, tranqua, entre sus 
brazos protectores, sempre aegre y gent; una na por su edad 
y   una   mu|er   por   sus   capacdades;   a   un   tempo   amante   y 
compaera, maestra y aumna, segudora y gua!
 Todo eso podra haber sdo! Y ahora qu estara sucedendo?
  Se  renda  Antonna   a  su  soedad,   pereca  de  fro   y   fatga, 
rechazada por os cruees o escarnecda por os nconscentes? A 
todos esos pegros y maes a haba expuesto,  y con qu fn? 
Con  e   de  conservar  e   nconstante  favor  y  preservar  a  odosa 
amstad  de  una  mu|er   desprovsta  hasta  de  as   vrtudes   ms 
comunes   e   nstntvas   de   su   sexo,   cuyo   frentco   anheo   de 
venganza confunda a |ustca con a tracn, a nocenca con a 
cupa,   a  ndefensn  con  a  trana;   cuyas  prerrogatvas,   dadas 
por   a  nacn  y  e   parentesco  que  os   unan,   deberan  haber 
ceddo en su estmacn a a maevoenca confesa de sus panes 
en   e   momento   fata   en   que   se   os   comuncara   en   toda   su 
atrocdad ante as muraas de Roma. De| escapar un que|do de 
desesperacn   a   pensar   en   a   ndgna   exgenca   a   a   cua 
sacrfcara a a desvada |oven.
 No obstante, su mente pronto abandon esos pensamentos para 
concentrarse   en   sus   deberes   y   su   fama,   con   o   que   su 
remordmento se hzo ago menos agudo, aunque su pesar sgu 
sendo dntco.
  S ben a nfuenca de a presenca y as paabras de Antonna 
sobre e |oven godo haba sdo extraordnara, no haba egado a 
ser  tan  fuerte  como  para  sofocar  en     por  entero  os  nstntos 
guerreros de su sexo y su nacn, n para derrotar as potentes y 
begerantes ntmdacones de su educacn y sus costumbres. La 
|oven   e   haba   hecho   concebr   nuevas   emocones   y   haba 
despertado  en     nuevos  pensamentos;   haba  avvado  toda  a 
bondad atente de su carcter para combatr a ruda ndferenca, 
a desatnada energa que as enseanzas y os e|empos recbdos 
convrteran en su segunda naturaeza. Haba ogrado egar a su 
mente   para   umnar   sus   rncones   oscuros,   ampar   sus 
estrecheces,   embeecer   os   tesoros   que   guardaba   en   bruto. 
Durante  as  breves  horas  en  que  se  comuncara  con     haba 
creado,   haba  refnado,   pero  no  haba  consegudo  desvaro  por 
entero   de   sus   ve|os   hbtos   y   afcones;   no   haba   ogrado 
despo|ar  de  su  faso  bro  a  ucha  brbara  n   de  su  pompa  a 
fama guerrera; no haba eevado en o. ms ntmo de su carcter 
as nferores facutades nteectuaes a a atura de as superores 
capacdades moraes. Sometdo cas con gua fuerza a domno 
contrapuesto  y  smutneo  de  dos  amos,   e   Amor   y  e   Deber, 
Hermanrco   amentaba   a   prdda   de   Antonna   y,   a   msmo 
tempo, se aferraba mecncamente a a antgua obedenca a as 
trncas exgencas de su nacn y su fama que a ocasonaran.
  Domnado   por   sus   encontradas   emocones,   desprovsto   de 
consueo  y  conse|o,  a nactvdad a  a  que se  vea sometdo o 
deprma sensbemente. Se ncorpor mpacente y, tras cerse 
sus  armas,   trat  de  hur  de  sus  pensamentos  abandonando  e 
ugar   que  con  su  nfuenca  os  haba  despertado.   Le  vov  a 
espada   a  a   cudad  y   comenz   a   camnar   sn  rumbo   por   e 
compcado abernto de as caes de os desertos suburbos.
 Despus de de|ar atrs as casas ocupadas por as neas godas y 
egar a as ubcadas ms cerca de a desoada campa, a escena 
que o rodeaba se torn tan mpresonante como para absorber a 
atencn   de   cuaquer   hombre   que   no   estuvera   totamente 
sumdo en a consderacn de otros y ms mportantes asuntos.
 La soedad que observaba ahora por todas partes no era a de a 
destruccn:   os   edfcos   cercanos   estaban   en   perfectas 
condcones; no era a soedad de a peste: no haba cadveres en 
as   caes   que   nngn   pe   hoaba;   no   era   a   soedad   de 
encaustramento: no haba nnguna ventana atrancada, y pocas 
puertas   permanecan  cerradas.   Era  a  soedad  que  produce  a 
desaparcn  de   os   seres   humanos.   Las   saas   de   os   teatros 
estaban   abertas   y   vacas;   os   prtcos   de   as   gesas 
permanecan desertos; os bancos a as puertas de as posadas 
se mantenan desocupados; en os mostradores de os tenderetes 
cae|eros   an  se  vean  abgarrados   utensos   domstcos   que 
nade compraba y por os que nade veaba; trozos de carne y de 
pan (tesoros destnados a adqurr pronto un vaor superor a de 
oro y a pata en a stada Roma) se podran a are bre, como a 
basura   en   os   estercoeros;   |uguetes   nfantes,   adornos 
femennos,   monederos,   dnero,   prendas   de   amor,   precosos 
manuscrtos yacan desperdgados aqu  y a en a va pbca, 
trados y abandonados por sus dueos en as prsas de a sbta y 
genera   huda.   Cada  cae  deserta  hababa  con  eocuenca  de 
caros   proyectos   a   os   que   se   renuncara   en   medo   de   a 
desesperacn,   de   aprecados   afanes   abandonados   con 
desconsueo, de encantadoras dversones perddas para sempre. 
De   ugar   haban  partdo  hasta  os   anmaes   domstcos,   esos 
doses ares de rcos y pobres, que, o haban segudo a sus amos 
a a cudad, o se haban marchado, sn que nade se o mpdera o 
veara  por   eos,   a  a  campa  crcundante.   Las  mansones,   os 
baos pbcos, e crco exhban en vano su abgarrada pompa y 
su   suntuosa   hogura;   en   sus   recntos   desertos   n   squera 
deambuaban   os   godos,   porque,   ante   a   perspectva   de 
sometmento   de   Roma,   e   e|rcto   se   haba   contagado   de 
entusasmo de su |efe por a magna tarea y obedeca sn chstar 
sus rdenes de no saquear os suburbos, desdeando os tesoros 
comparatvamente carentes de vaor que os rodeaban, de os que 
podran aproparse en cuaquer momento, ante a dea de que as 
rcas arcas  romanas se  abrran  rpdamente a   recamo  de sus 
vdas   manos.   Mudos   y   sencosos,   despobados   e   ntactos 
permanecan  os   afamados   suburbos   de  a  mayor   cudad  de 
unverso, a os que no aumbraban n e so de a Naturaeza, n e 
de a Fortuna, n e de a Gora!
  Por ms que e panorama que se despegaba ante os o|os de 
|oven   godo   era   desconsoador   e   mpresonante,   no   ograba 
debtar a poderosa nfuenca que sus medtacones de a noche 
seguan e|ercendo sobre su mente. A gua que durante as horas 
prevas a magen de a |oven traconada dspara e recuerdo de 
os deberes que haba cumpdo y se opusera a examen de as 
rdenes que an deba segur, ahora e mpeda a sus sentdos 
aprecar a escena sotara que se despegaba a su arededor, a 
cua vea pero no adverta. Mentras recorra as caes sombras, 
sus vanos arrepentmentos y recrmnacones de un ado, y sus 
predeccones   naturaes   e   ncnacones   adqurdas   de   otro, 
seguan domnndoo y bataando en su nteror, con tanta fuerza 
y   tan   ncesantemente   como   en   os   momentos   en   que 
despertaran, con a egada de a noche, en a terraza de a casa 
deserta.
  Haba egado ahora a  mte de os edfcos de os suburbos. 
Ante      se   extenda   un   panorama   nnterrumpdo   de   campos 
tersos y rutantes, y de bosques suaves, nebuosos, ndefnbes. 
A un ado quedaban agunos vedos y huertos; a otro, una casa 
sotara,   a   ms   apartada   de   todas   as   edfcacones   de   a 
vecndad. Aunque se vea oscura y trste, a contemp durante 
certo   tempo   con   a   atencn   mecnca   de   un   hombre   ms 
sumdo en sus pensamentos que concentrado en a observacn, 
y avanz poco a poco haca ea, ensmsmado en sus refexones, 
hasta   que   se   detuvo   nconscentemente   ante   unos   pocos 
pedaos rreguares que evaban a su puerta de entrada.
  Interrumpdas   sus   medtacones   por   su  sbta   proxmdad  a 
ob|eto a que se acercara sn proponrseo, examn por prmera 
vez a sotara vvenda con verdadera atencn.
  La  casa  no  se  dstngua  por   nada  notabe,   savo  su  aspecto 
extremadamente  desoado,   que  pareca  deberse  en  parte  a  su 
asamento y en parte a a nusua ausenca de decoracones de 
su fachada. Era demasado grande para haber sdo e domco de 
un hombre pobre, demasado carente de pompa y adornos para 
haber   sdo   a   mansn  de  un   rco.   Ouzs   pertenecera   a   un 
cudadano   o   un   extran|ero   de   case   meda:   a   un   tacturno 
septentrona,   a   un   sotaro   egpco,   a   un   tamado   |udo.   No 
obstante, aunque no se aprecaba en ea nngn rasgo amatvo 
o curoso,   e   godo experment  una  msterosa,  cas  mpacente 
curosdad  por   examnar   su  nteror.   No  encontraba  causas   n 
descubra  excusas   para  subr   entamente,   como  ya  haca,   os 
pedaos que evaban a a entrada de a casa. Un mn nvsbe e 
nexpcabe o atraa haca ea. A abrr de un empu|n su puerta 
entreaberta,   snt  que  habra  segudo  adeante  aun  cuando  e 
msmo   Aarco   e   hubera   ordenado   regresar   de   nmedato,   o 
ncuso   s   en   ese   sto   sotaro   o   aguardaran   agazapadas 
ndudabes evdencas de tracn.
 Entr en a casa. La cardad se co por a puerta aberta hasta e 
corredor en penumbra: e vento nocturno, veoz tras sus hueas, 
sop penetrante y gubre entre  os pares de pedra y en os 
rncones ocutos y as acobas deshabtadas de pso superor. No 
se aprecaba nngn sgno de vda, no se oa e sondo de un paso, 
no se vea n squera un artcuo de uso domstco. Afuera, os 
suburbos   desertos   seme|aban   un   pramo;   adentro,   a   casa 
pareca un sepucro vaco de cadveres, pero que aun as hababa 
con eocuenca de a muerte!
  E   aposento   abovedado   y   sotaro   e|erca   una   nexpcabe 
fascnacn   sobre   e   godo.   Se   detuvo   nmv   a   a   entrada, 
contempando soador e sombro panorama que se despegaba 
ante  sus   o|os,   hasta   que,   sbtamente,   una   fuerte  rfaga   de 
vento   abr   de   par   en   par   a   puerta,   que   admt,   en 
consecuenca, una mayor cardad.
  E  ugar no estaba deshabtado. En un rncn de a habtacn, 
hasta   entonces   sumdo   en   a   oscurdad,   se   agazapaba   una 
persona. Estaba envueta en una prenda oscura y acurrucada en 
forma  ndefnbe  e  nusua.   Nada  deataba  su  orgen  humano, 
savo una mano pda que contrataba cas fantasmagrcamente 
a a fra uz de a una con a estoa negra que su|etaba.
  Vagas   remembranzas   de   as   terrbes   superstcones   de   a 
antgua fe de su nacn se agoparon en a mente de |oven godo 
a descubrr a espectra ocupante de a habtacn. Pero mentras 
permaneca   con   a   vsta   cavada   en   a   fgura   nmv,   esta 
comenz a e|ercer a msma extraa nfuenca sobre su vountad 
que   e   hcera   expermentar   antes   a   casa   sotara.   Avanz 
entamente en dreccn a a fgura agazapada.
  Esta   no   se   mov   con   e   rudo   que   hzo   e   |oven   godo   a 
acercarse. La mano pda sgu sostenendo a estoa sobre a 
fgura encogda con a msma rgda nmovdad. A pesar de su 
vaenta,   Hermanrco  se  estremec  a   ncnarse  para  tocar   os 
dedos exanges y heados. A nfu|os de esa accn, como dotada 
de una nstantnea vtadad por e contacto con un ser vvente, 
a fgura experment un sbto sobresato.
  Entonces, os pegues de a estoa oscura se abreron y de|aron 
a descuberto un rostro tan pdo como os pares de pedra que 
o rodeaban; y se de| or a voz de ser sotaro, que mustaba 
con acento db y apagado as sguentes paabras:
  Me  ha  ovdado  y  me  ha  abandonado!  Mtame  s   queres; 
estoy dspuesta a morr!
  Y  aunque  era  vacante  y  destempada,   a  voz  conservaba  un 
barrunto   de   su  antguo   tono   musca;   en   os   o|os   pesados   y 
ausentes   braba  an  un  rayo  de  su  graca  natura.   Con  una 
sbta excamacn de compasn y sorpresa, e godo do un paso 
a frente, az en brazos a a temborosa proscrta y abandonando 
a nfu|os de mpuso de momento a casa sotara, gan en un 
nstante a terra frme y e ceo estreado, undo una vez ms a 
a protegda que desamparara, a Antonna, a quen haba perddo.
  Le hab, a acarc, e mpor perdn, e asegur que cudara 
de  ea  de  a   en  adeante;   pero  Antonna  n   e  responda  n   o 
reconoca. No o mraba a os o|os, no se mova entre sus brazos, 
no mporaba cemenca. No daba sgnos de vda, savo a que|a 
que repeta a ntervaos reguares con acento astmero: "Me ha 
ovdado,   me  ha  abandonado!",   como  s   esa  smpe  expresn 
condensara  a  certeza  de  a  nutdad  de  su  vda  y  su  canto 
fnebre ante a muerte esperada.
  E   rostro  de   godo  padec  de  ta   forma  que  hasta  sus  abos 
adqureron  un  tono  vdo.   Empez   a   temer   que  as   pruebas 
sufrdas huberan prvado a Antonna de a razn. Se apresur a 
evara con paso temboroso hasta a campa cercana,  porque 
amentaba a tenue e nstntva esperanza de que a vsta de os 
bosques,   campos  y  montaas  que  ea  e  ceebrara  cuando  e 
rogaba   en   a   maana   que   a   protegera,   podran   ayudara   a 
recuperar e conocmento.
  Corr  hasta  ae|arse  a   menos  meda  ma  de  os  suburbos  y 
acanzar  un  promontoro  rodeado  de  atos  maczos  de  herba  y 
espesas   arboedas,   desde   e   cua   se   aprecaba   un   panorama 
varado, aunque angosto, de vae que quedaba a sus pes y de 
as frtes anuras que se, extendan ms a.
  En ese sto e guerrero se detuvo con su carga y, tras sentarse 
en e promontoro, ntent una vez ms camar e trastorno y e 
terror  de  a  |oven.   No  pens  en  os  centneas  a  os  que  haba 
abandonado; n  en su ausenca de os suburbos, que poda ser 
advertda y castgada por una nesperada vsta de sus superores 
de   campamento   a   su   empazamento   deserto.   La   nfuenca 
soca   que  mueve  e   mundo;   e   frg   doo  ante  cuyo  atar   e 
orguo aprende a ncnarse y a nsensbdad a sentr; a suave, 
amabe   nfuenca   de   naturaeza   toerante,   pero   que   domna 
sempre   a   nfuenca   de   a   mu|er,   fuente   de   vrtudes   y 
crmenes, de goras y desastres terrenaes haba sencado en 
,   en   ese   momento   de   angusta   y   expectacn,   todos   os 
amados   de   deber,   y   haba   vencdo   todos   os   obstcuos 
nterpuestos por dudas egostas. Le hababa ahora a Antonna con 
seduccn  dgna  de  una  mu|er,   con  a  genteza  de  un  no.   La 
acarcaba  con  e   ardor   de  un  amante,   con  a  vvacdad  de  un 
hermano,   con   a   bondad   de   un   padre.   E   rudo   guerrero 
septentrona, cuya soa educacn haba sdo a de as armas, y 
cuyas   aspracones   |uvenes   haban  sdo  encauzadas   haca   a 
guerra, a sangre y a gora, posea ahora a terna eocuenca de 
a pedad y e amor, un ceo ncansabe y destro, una pacenca 
tranqua y tenaz.
 Gent e nfatgabe se do a a tarea de camara; y muy pronto, 
para su aegra y su satsfaccn, se percat, merced a os entos 
cambos que se hceron graduamente perceptbes en e rostro y 
as   maneras   de   a   |oven,   de   que   sus   esfuerzos   se   vean 
recompensados   por   e   xto.   Antonna  se  ncorpor  entre  sus 
brazos,   e  cav  en  e   rostro  una  mrada  ausente,   con  a  que 
despus recorr e pasa|e caro y tranquo, para vover una vez 
ms   a   f|ara   en   su   compaero;   y   a   cabo,   entre   voentos 
tembores, must suavemente varas veces e nombre de |oven 
godo, mentras o mraba con ansedad y aprensn, como s, a 
tempo que o reconoca, temera y dudara.
  Me evas a a muerte excam de repente. *, que una 
vez me protegste; t, que me abandonaste! Me de|ars a merced 
de a mu|er que tene sed de m sangre. Ah, es horrbe, horrbe!
  Ca,   vov   e   rostro,   y   tras   expermentar   un   voento 
estremecmento  se  zaf  de   abrazo  de  Hermanrco.   Tras  unos 
momentos de senco, contnu:
 A o argo de todo e da y durante a prmera parte de a fra 
noche   aguard  en   un   ugar   sotaro   a   muerte   que   me   est 
destnada!   He  sufrdo  sn  que|as  a  soedad  de  ms  horas  de 
espera; he escuchado con muy poco temor y sn nngn door a 
egada de a enemga que ha |urado derramar m sangre! Dado 
que nade me ama y que soy una forastera en m propa nacn, 
no tengo nada por o cua vvr! Pero me resuta muy amargo que 
seas t e encargado de hacerme cumpr m destno; que sea a 
mano  de  Hermanrco  a  que  me  prve  de  a  vda  que  tanto  he 
uchado por preservar!
  Su  voz  haba  cambado;   pronunc  esas  paabras  con  un  tono 
mpresonante,   acongo|ado  y  quedo.   Sus   acentos   tranquos   y 
apesadumbrados   reveaban   una   resgnacn   y   una   pena   cas 
dvnas   que   parecan   guardar   una   msterosa   e   nexpcabe 
armona   con   a   quetud   meancca   de   pasa|e   nocturno.   La 
Vrgen, a contempar a egada de nge de a anuncacn, no 
deb estar adornada de una beeza ms pura y senca que a 
que se observaba en e rostro de a h|a desterrada de Numerano 
mentras  mraba  con  faz  pda  y  tranqua  y  o|os  duces  y  sn 
grmas a ceo, cuya cardad unar aumbraba suavemente su 
fgura.
  Incapaz ya de controar su agtacn, rebosante de admracn, 
door   y  desesperacn  a   contempar   a  a  vctma  de  su  crue 
mpacenca, Hermanrco se ncn a os pes de a |oven, y en os 
apasonados acentos de un remordmento verdadero e supc su 
perdn y e promet proteccn y amor. Todo o que e ector ya 
conoce  sus  amargas  recrmnacones  de  a  tarde,   su  penoso 
deambuar de a noche, a msterosa atraccn que o condu|era a 
a casa sotara, su aegra a encontrar de nuevo a a protegda 
que haba perddo, todas esas confesones se as hzo ahora a 
Antonna   con   a   eocuenca   senca,   pero   vgorosa,   de   as 
emocones pu|antes y e arrepentmento verdadero.
  Poco  a  poco,   Antonna  despert  sorprendda  de  su  trance  a 
escuchar   as   paabras   de  Hermanrco.   Hasta   a   expresn  de 
rostro de godo y a gravedad de sus maneras, percbdas con a 
ntutva agudeza de su sexo, e|erceron una nfuenca benfca y 
curatva sobre su mente. Se ncorpor de un sato, sus me|as 
pdas  se  cubreron  de  un  vvdo  rubor,   se  ncn  y  examn 
ansosa   y   anheante   e   sembante   de   godo.   Sus   abos   se 
moveron, pero su respracn rpda y agtada ahog as paabras 
que en vano se esforzaba por pronuncar.
  S   contnu  Hermanrco  ponndose  de  pe  y  vovendo  a 
atraera a su ado no vovers a penar, n a temer, n a orar! 
Aunque  has   perddo  a  tu  padre  y  eres   una  extraa  entre  os 
tuyos,   aunque  te  han  amenazado  y  desterrado,   conservars  a 
hermosura  y  a  fecdad,   porque  cudar  de  t   y  nade  te  har 
dao; traba|ar para t y nunca carecers de nada! M puebo y 
m   fama,   a   fama   y   e   deber:   todo   o   abandonar   para 
compensarte por o que has sufrdo!
 A or esas paabras de |oven guerrero, a frescura y a esperanza 
|uvenes regresaron a corazn de a |oven como e agua a una 
prmavera   agostada   por   a   sequa.   Sus   o|os   se   enaron   de 
grmas, pero no de| escapar un suspro n pronunc paabra. 
Su  cuerpo  temb  de  sorpresa  y  deete,   a   tempo  que  segua 
mrndoo f|amente y escuchndoo con atencn.
 No temas ms por tu segurdad; Gosvntha, a quen temes, se 
encuentra  e|os;   no  sabe  que  estamos  aqu;   no  puede  segur 
nuestros   pasos   para  amenazarte  o  hacerte  dao!   Ovda  tus 
sufrmentos  y  ms  pecados!  Pensa  so  en  cuan  amargamente 
me he arrepentdo de nuestra separacn de esta maana, y en 
cunto gozo me produ|o nuestro reencuentro de esta noche. Ah, 
Antonna!, tu hermosura revea una enorme beeza; tu |uventud, 
una ozana perfecta y nada nfant; tus paabras suenan en ms 
odos con a msca de una cancn antgua; cuando azo os o|os 
y  te  veo  a  m   ado  sento  que  vvo  un  sueo  pobado  por   os 
esprtus que ms padres adoraban!
 Un rubor mezca de confusn, pacer y sorpresa cubr e rostro 
que   a   |oven   haba   vueto   a   medas   mentras   escuchaba   as 
paabras  de   godo.   Se  puso  de  pe  con  una  sonrsa  de  nefabe 
grattud y deete y apunt a pasa|e, a tempo que e contestaba 
con voz suave:
  Camnemos un poco ms, hasta donde a una bra a en e 
vae.   M   corazn  est  a  punto  de  estaar   en  este  ugar   de 
sombras! Vayamos a, a a uz, que parece tan fez como yo!
  Emprenderon  a  marcha  y,   mentras  avanzaban,   ea  vov  a 
contare   os   pesares   de   da   transcurrdo,   su   sotaro   y 
desesperanzado   deambuar   desde   a   tenda   hasta   a   casa 
abandonada donde a encontrara en a noche y donde se haba 
resgnado  desde  e   prncpo  a  esperar  a  muerte,   que  ya  no  e 
nspraba horror. Esta nueva versn de su meancca narracn 
no tena n asomo de reproche, n una expresn de que|a. So 
para  vover   a  deetarse  con  as  exqustas  manfestacones  de 
arrepentmento   y   devocn   que   saba   que   provocara   en 
Hermanrco era que e contaba una vez ms su hstora de door.
 Mentras avanzaban, y a medda que Antonna escuchaba a ruda 
y  fervente  eocuenca  de   engua|e  de   godo  y  contempaba  a 
profunda  quetud  de   pasa|e  y  a  suave  transparenca  de   ceo 
nocturno, su mente, sempre dct a os efectos de a conmocn 
provocada  por   as  ms  voentas  emocones,   sempre  pronta  a 
recuperar su saud y nmo usuaes, recobr su antguo vgor y 
reasum  su  acostumbrado  equbro.   Su  memora  comenz  de 
nuevo   a   pobarse   de   amados   recuerdos,   y   su   corazn   a 
regoc|arse   con   sus   ngenuas   ansas   y   sus   vsonaros 
pensamentos. A pesar de todos sus temores y sufrmentos, se 
senta ahora venturosa gracas a una dsposcn natura que os 
padecmentos   no   eran   capaces   de   ensombrecer   durante 
demasado  tempo  n   e   abandono  de  dstorsonar;   andaba  tan 
fez, tan ovdada de pasado, t.an confada en e futuro como en 
a noche cuando a conocmos en e |ardn de su padre mentras 
cantaba a son de ad.
 Sn darse cuenta, Antonna y Hermanrco se haban apartado de 
camno y tomado por un sendero que os condu|o a a ver|a de 
una  pequea  casa  campestre,   rodeada  de  |ardnes   y  vedos, 
abandonada por sus habtantes ante a proxmdad de os godos 
a gua que os suburbos que de|aran atrs. Atravesaron a ver|a 
y, a egar a terreno que quedaba frente a a casa, se detuveron 
un momento para nspecconar e ugar.
  Los forra|eadores de e|rcto nvasor haban desnudado e vae 
de su herba y os rboes ternos de sus ramas, pero ese era e  
nco   sgno   de  destruccn  que  se  observaba   en  a  pequea 
propedad.   La   casa,   con   su   prmoroso   techo   de   pa|a   y   sus 
ventanas   de   dversas   maderas;   e   |ardn,   con   su   pequea 
provsn  de  frutas  y  sus  cudados  arrates  de  fores  extcas, 
destnadas probabemente a adornar e banquete de un nobe o a 
estatua de un mrtr, no haban e|ercdo nngn atractvo sobre 
os toscos gustos de os sodados de Aarco. En e csped frente a 
a   puerta   de  a  casa   no  se  vea  n   una  huea;   a  hedra   se 
enredaba con su usua opuenca en os pares de porche de ba|o 
punta;   y   cuando   Hermanrco   y   Antonna   se   encamnaron   a 
estanque que quedaba en un extremo de |ardn, as pocas aves 
acutcas a nstaadas por os dueos de a qunta se acercaron 
nadando a a ora, como para dar a benvenda, tras su soedad, 
a esas formas humanas.
  Le|os  de  resutar  meancca,   a  quetud  de  a  gran|a  deserta 
tena   ago   de   tranquzador   y   atractvo.   Sus   dependencas 
desva|adas y sus terrenos saqueados, que de da habran quzs 
parecdo desoados, se vean tan retrados, serenos y oscurecdos 
por   a  atmsfera  nocturna  que  no  contrastaban  voentamente 
con  a  tersura  y  a  opuenca  de   pasa|e  que  os   rodeaba.   A 
contempar   os  campos  umnados  y  os  bosques  en  sombras, 
aqu  entremezcados, a aternados, que se extendan un gran 
trecho hasta egar a as dstantes montaas, a eocuente voz de 
a naturaeza, cuyo audtoro es e corazn humano y cuyo tema 
es  e   amor  eterno,   e  hab  con  voz  nspradora  a  sus  sentdos 
atentos.   Mentras   examnaba   con  mrada   frme  y   arrobada  e 
fugurante   panorama,   Antonna   extend   os   brazos   como   s 
ansara   que   su   beeza   se   transformara   en   una   nca   forma 
vvente,   en  un  esprtu  o  bastante  humano  como  para  poder 
habare y o bastante vsbe como para adoraro.
  Terra  hermosa  must  suavemente  para  s   msma,   tus 
montaas son as ataayas de os ngees, a uz de tu una es a 
sombra de Dos!
  Sus o|os se enaron de mpdas grmas de fecdad; se vov 
haca Hermanrco, que a contempaba, y contnu:
  Nunca  has  pensado  que  a  uz,   e   are  y  e   perfume  de  as 
fores  quzs  abergan  agunos  restos  de  as  beezas  de   Edn, 
escapadas  con  Eva  cuando  se  aventur  a  un  mundo  sotaro? 
Eas refugan y aentaban por Eva, y Eva vva y era hermosa en 
eas. Estaban undas a una a as otras como e rayo de so a a 
terra  que  entba.   Acaso  a  espada  de  os   querubnes   poda 
separaras de un gope? Cuando Eva part, as puertas cerradas 
voveron a encerrar en e Paraso vaco toda a beeza que haba 
crecdo, haba brado, se haba trenzado a ea? Nngn rayo de 
su  uz  orgna   huy  tras   Eva  haca  a  desoacn  de   mundo? 
Nnguna  huea  de  sus  fores  perddas  qued  en  e   pecho  que 
seguramente   as   aprsonaba   antes?   Imposbe!   Parte   de   sus 
posesones de Edn deben habere sdo conceddas con e resto 
de su vda. Eva debe haber refnado a atmsfera enrarecda de 
a  terra,   cuando  penetr  en  ea,   con  e   aento  de  as  brsas 
fragantes  y  e   respandor   de  uz  de  so   que  huy  con  ea  de 
Paraso  perddo!  Y  deben  haberse  robustecdo  y  abrantado,   y 
deben  segur   ahora  msmo  robustecndose  y  abrantndose, 
con  e   ento  correr   de  os   aos   mortaes,   hasta  que  a  terra 
msma  se  converta  en  un  Edn  y  vuevan  a  ser   uno  con  ese 
mundo   ocuto   de   perfeccones   de   cua   an   permanecen 
apartados. Por eso, cuando contempo e pasa|e, a uz que veo 
tene un respandor de Paraso; y esta for que troncho, un aento 
de a fraganca que antao sntera m prmera madre, Eva!
  Aunque ca despus de esas paabras, como s  esperara una 
respuesta,   e   godo   permanec   en   absouto   senco.   N   su 
naturaeza  n   su  stuacn  o  nducan  a  partcpar   de  os  ocas 
fantasas y os eevados pensamentos que guardaba e  corazn 
de Antonna y que a nfuenca de mundo natura haca aforar.
  E   mstero   que   rodeaba   su   stuacn   actua,   su   vaga 
remembranza de os deberes que abandonara, a ncertdumbre 
sobre su fortuna y su suerte futuras, a presenca de ser sotaro 
tan  nseparabemente  vncuado  a  sus  emocones  pasadas  y  su 
vendera exstenca, tan extraamente atractvo por su sexo, su 
edad, su persona, sus desgracas y sus dotes; todo eo contrbua 
a turbar sus facutades. Gosvntha, e e|rcto, a cudad stada, 
os suburbos abandonados parecan acorraaro como un crcuo 
de  ncorpreos  y  amenazantes  |ueces;   y  en  medo  de  eos  se 
azaba   a   |oven   romana,   con   su   eocuente   sembante   y   sus 
paabras   nspradoras,   presta   a   urgdo   a   marchar   no   saba 
adonde, y capaz de nfuro sn que supera cmo.
  Interpretando  nconscentemente  e   senco  de  su  compaero 
como   un   deseo   de   cambar   de   escenaro   y   de   tema   de 
conversacn,   tras   contempar   un   momento   ms   e   |ardn, 
Antonna   abr   a   marcha   haca   a   casa   deshabtada.   Ambos 
camnantes  qutaron  e   pasador   de  madera  de  a  puerta  de  a 
casa  y,   guados  por   a  brante  uz  de  a  una,   entraron  en  su 
estanca prncpa.
 Los sencos adornos de a pequea peza permanecan ntactos, 
y aunque eran so vagamente dscernbes, e proporconaban, a 
o|os de os dos extraos, e msmo aspecto de humde comoddad 
que   probabemente   se   a   hcera   querda   a   sus   exados 
ocupantes. Cuando Hermanrco se sent |unto a Antonna en e 
senco banco que era e muebe prncpa de ugar y contemp a 
travs de a ventana e pasa|e que contemparan en e |ardn, a 
mgca quetud y a novedad de a escena comenzaron a e|ercer 
su   nfuenca   sobre   sus   entas   percepcones,   como   nfuyeran 
antes   sobre   as   ms   refnadas   y   sensbes   facutades   de   a 
refexva  |oven.   Nuevas  esperanzas  y  sosegadas  deas  naceron 
en su |oven entendmento, y e comuncaron a su expresn una 
genteza  nusua,   a  su  voz  una  suavdad  nustada,   cuando  e 
drg as sguentes paabras a su compaera:
  Con  un  hogar   como  este,   con  este  |ardn,   con  a  campa 
cercana,   sn  guerra,   sn  maestros  severos,   sn  un  amenazador 
enemgo,   con   compaeros   y   ocupacones   que   amaras,   dme, 
Antonna, no sera competa tu fecdad?
 Cuando se vov haca a |oven para escuchar su respuesta, vo 
que   su   sembante   haba   cambado.   Su   rostro   haba   vueto   a 
adoptar a expresn de profundo door que mostrara antes. Sus 
o|os estaban cavados en a corta daga que penda sobre e pecho 
de   godo,   que  pareca  haber   despertado  en  ea  una  sere  de 
pensamentos meanccos y desapacbes. Cuando a  fn hab, 
fue  con  voz  trste  y  aterada,   y  con  una  expresn  mezca  de 
resgnacn y abatmento.
  Debes   de|arme,   debemos   separarnos   de  nuevo  d|o;   a 
vsta de tus armas me ha recordado o que hasta ahora ovdara, 
todo o que de| en Roma, todo o que has abandonado ante as 
muraas  de  a  cudad.   Una  vez  pens  que  podramos  escapar 
|untos de a confusn y e pegro que nos rodeaba, pero ahora s 
que es me|or que partas! Debo decr ads a ms esperanzas y m  
fecdad; debo vover a quedarme soa!
  Ca por un nstante, mentras uchaba por recuperar e contro 
de s msma, y despus contnu:
  S, debes de|arme y regresar a tu puesto frente a a cudad; 
porque  e   da  de   ataque  so  t  podrs   cudar   de  m   padre! 
Hasta que sepa que est a savo, hasta que o vueva a ver, e 
pda perdn y e mpore su amor, no me atrever a ae|arme de 
a pegrosa vecndad de Roma! Regresa, por tanto, a tus deberes, 
tus  compaeros  y  tus  ocupacones  de  renombre  mtar;   y  no 
ovdes a Numerano cuando se asate a cudad, n  a Antonna, 
que queda pensando en t en as sotaras anuras!
  Se  puso  de  pe,   como  para  dar   e   e|empo  de  que  haba  que 
partr,   pero  a  abandonaron  as  fuerzas  y  a  decsn  y  se  de| 
caer de nuevo en e banco, ncapaz de moverse o de habar.
  Fuertes y encontradas emocones contendan en e corazn de 
godo. Las paabras de a |oven haban despertado os recuerdos 
de  sus   cas   ovdados   deberes   y  robustecdo  a  menoscabada 
nfuenca de sus antguas ncnacones, h|as de su educacn y 
de su raza. Tanto su concenca como su vocacn se oponan a 
que dsntera de su urgente y generosa petcn. Durante unos 
pocos   mnutos   permanec   sumdo   en   profundas   refexones; 
despus se ncorpor y mr ansoso por a ventana, y ms tarde 
a Antonna y a habtacn que ocupaban. A cabo, como anmado 
por una sbta determnacn, vov a acercarse a su compaera 
y e d|o o sguente:
  Es |usto que regrese. Har o que me pdes y partr haca e 
campamento   (pero   no   hasta   e   amanecer);   y   t,   Antonna, 
permanecers aqu ocuta y segura. Nade vendr a moestarte. 
Los godos no vovern a vstar os campos que ya han saqueado; 
e gran|ero dueo de a casa permanece prsonero en a cudad 
stada;   os   campesnos   de   a   campa   crcundante   no   se 
atrevern a acercarse tanto a as huestes nvasoras; y Gosvntha, 
a quen temes, n  squera conoce a exstenca de este refugo. 
Aqu,   aunque  sotara,   estars  segura;   aqu   podrs  esperar   m 
regreso, cuando a noche me d a oportundad de ae|arme de 
campamento; y aqu te advertr con tempo s se decde atacar a 
cudad.   Aunque  soa,   no  estars  abandonada;   no  voveremos  a 
separarnos.   Vendr  muy  a  menudo  a  mrarte,   a  escucharte,   a 
amarte! Aqu te sentrs ms fez, ncuso s e ugar es sotaro, 
que en e hogar de que te arro| a ra de tu padre!
  Ah! Con gusto me quedar! Te esperar gozosa! excam 
a |oven azando os o|os respandecentes a rostro de Hermanrco
. Nunca vover a habarte de cosas trstes; nunca vover a 
recordarte todo o que he sufrdo y todo o que he perddo! Cuan 
compasvo te mostraste conmgo cuando te conoc en tu tenda; 
cuan   dobemente   compasvo   te   muestras   ahora!   Me   sento 
orguosa cuando mro tu estatura, tu fuerza, tus pesadas armas, 
y s que te sentes fez de estar  conmigo; que socorrers a m 
padre; que regresars de tu respandecente campamento a esta 
gran|a   donde   estar   esperndote.   Ya   he   ovdado   todas   as 
desgracas que me han ocurrdo; ya me sento ms fez que en 
cuaquer otro momento de m vda! Ves?, ya no oro de pesar! 
S ves grmas en ms me|as, son de una benvenda dcha; son 
grmas que nspran a cantar y aegrarse!
  Ca de repente, como s as paabras no puderan expresar su 
nueva aegra. Todas as emocones sombras que haca so un 
rato a oprmeran se haban borrado por competo; y su |oven y 
ozano  corazn,   vctoroso   de  a  desesperacn  y   a   pena,   se 
regoc|aba  baado  por   su  atmsfera  usua   de  aegra  como  e 
p|aro por a uz de so maanero en a prmavera.
 Despus, cuando tras un corto ntervao de tempo recobraron su 
anteror  tranqudad,   cuan  rpda  y  suavemente  transcurreron 
as tranquas horas de resto de a noche para os dos seres que 
veaban en a casa sotara! Con cunto gozo se deet ea en 
reveare sus ms ocutos pensamentos y hacere sus nocentes 
confesones a h|o de otra nacn y de experencas dferentes a 
as suyas! Antonna extra|o de os rncones de su memora en que 
as   atesoraba,   y   conf   a   os   odos   de   godo,   as   refexones 
despertadas  en  su  mente  por  os  ob|etos  de  a  naturaeza  que 
estudara en secreto, por a poderosa magnera que extra|era de 
su conocmento de a Bba, por as meanccas hstoras de as 
vsones de os santos y os sufrmentos de os mrtres que haba 
aprenddo y sobre as que haba medtado |unto a su padre. Como 
corre  e   no  |unto  a  su  nodrza  con  a  hstora  de  su  prmer 
|uguete, como recurre a |oven a su hermana con a confesn de 
su  prmer  amor,   como  se  apresura  e   poeta  a  su  amgo  con  e 
proyecto  de  su  prmera  composcn,   as   demand  Antonna  a 
atencn de Hermanrco con as prmeras reveacones de dsfrute 
de sus sentdos y a prmera confesn de as emocones sadas 
de su corazn.
  Mentras  ms  a  escuchaba  e   godo,   ms  perfecto  se  haca  e 
encanto de sus paabras, que eran cas poesa, y de su voz, que 
era cas msca. A medda que as nfexones de su voz sempre 
quedas,   aunque   varadas,   egaban   tersas   a   sus   odos,   os 
pensamentos   de  Hermanrco  nstntvamente  retornaban  a  os 
recuerdos que antes e reatara a |oven de su ad perddo, y eo 
o nct a preguntare con nters y anmacn renovados de qu 
manera  se  haba  hecho  de  os  conocmentos  de  canto  que  e 
haba asegurado que posea.
 Conozco as odas de muchos poetas d|o Antonna, evtando, 
confundda, e nombre de Vetrano, que una respuesta drecta a a 
pregunta de Hermanrco e habra obgado a menconar, pero 
no recuerdo nnguna competa, savo aqueas cuyo tema son os 
esprtus y as cosas de otros mundos, y a beeza nvsbe que 
podemos  magnar,   pero  no  ver.   De  eas,   hay  una  que  fue  a 
prmera que aprend y a que ms me gustaba. La cantar, para 
que tengas a segurdad de que no te defraudar de a promesa 
que te hce de mostrarte m arte.
 Vac un momento. En su pecho despertaron penosos recuerdos 
de os sucesos que sgueran a as tmas notas que entonara en 
e   |ardn  de  su  padre,   y  a  prvaron  de   uso  de  a  paabra.   No 
obstante, tras un corto ntervao de senco vov a ser duea de 
s   msma  y  comenz  a  cantar   en  un  tono  ba|o  y  trmuo  que 
armonzaba con e carcter de a etra y con e are de a meoda 
que haba escogdo.
LA MISION DE LA LAGRIMA
I
La LAGRIMA es a h|a, en e ceo nacda,
De a vrgna PENA, por GOZO seducda
Nacda entre afccones, crada en e door
E mundo era an |oven cuando a  descend.
II
Su cuna no rodearon os ngees guardanes,
Antes de que a a terra ncara su va|e;
Nngn nma aegre su forma acarc;
A son de os SUSPIROS a LAGRIMA durm.
III
Aunque e GOZO ntent, con besos y carcas
Atraera a su hogar pobado de sonrsas;
Huy ena de medo de a uz de su hogar
Para r |unto a TRISTEZA a a noche tota.
IV
Cuando eg a a terra y escog ocupacn,
Fue a que a una LAGRIMA cuadra por condcn:
Santfcar e goce y conceder avo
que a mpotenca nega a ntenso supco.
V
Rechazada o bendta cuando con su presenca
Avaba doores o paaba a afrenta.
Y, hasta os |ubosos aunque teman su nombre,
A menudo agradecen su egada a os hombres.
VI
Han pasado os aos y desde e ato ceo
Vgada, prosgue su abor con ms ceo:
Exada de o ato, nunca se marchar.
Vaya donde qusere, en e ama caer! 
Durante   os   prmeros   mnutos   despus   de   concuda   a   oda, 
Hermanrco   cas   no   tuvo   conscenca   de   que   Antonna   haba 
termnado de cantar; y cuando a fn a |oven az a  os o|os, su 
mudo peddo de aprobacn era de una eocuenca ta  que una 
smpe paabra e habra parecdo a godo un agravo. En su pecho 
se ncubaba un rapto, una nspracn, una nueva vda. La hora y 
e ugar competaban o que haba ncado a maga de a cancn. 
Su sembante respandeca ahora con una cadez merdona; sus 
paabras asumeron un fervor romano. Poco a poco, a medda que 
conversaban, a voz de a |oven se de| or con menos frecuenca. 
Su esprtu sufra una transformacn: de maestra, se converta en 
aumna.
 A medda que Antonna escuchaba a godo, a medda que senta 
nacer en su nteror nuevos sentmentos a caor de sus paabras, 
sus me|as comenzaron a respandecer, su sembante se acar, 
sus formas msmas pareceron revvr y espgarse. No desvaban 
su   absorta   atencn   n   a   ntrusn   de   un   pensamento   n   e 
despertar de un recuerdo. En as paabras de su compaero no 
haba n fras dudas n sombras vacacones. E uno hababa, a 
otra  escuchaba,   ambos  con  todo  e   corazn,   con  e   ama  toda. 
Mentras   una  revoucn  de  acance  munda   condensaba  sus 
fuerzas huracanadas en torno a eos; mentras a capta  de un 
mpero se tambaeaba anuncando su estreptosa cada; mentras 
Gosvntha   paneaba   nuevas   venganzas;   mentras   Upo   se 
afanaba  por   convertr   en  readad  su  sangrenta  y  devastadora 
conmocn; mentras todos esos oscuros ngredentes de desastre 
genera y contenda partcuar hervan y ganaban fuerzas en torno 
a eos, Hermanrco y Antonna ovdaron por competo, abstrados 
en s msmos, e  tormentoso mundo que os rodeaba; pensaban 
serenamente en un amor tranquo; se daban un beso con tanta 
pasn  y  o  devovan  con  tanta  ternura  como  s   su  exstenca 
transcurrera en os tempos buccos de os poetas pastores, y 
sus deberes y dsfrutes futuros aguardaran por eos en una terra 
de eterna paz!
CAPT"LO )I$
LA %AM(R"NA
  Se aproxma e  fn de novembre. Ha transcurrdo cas  un mes 
desde que tuveran ugar os sucesos menconados en e captuo 
anteror, pero as neas godas sguen rodeando as muraas de a 
cudad. Roma, a a que de|amos orguosa y opuenta aunque a 
runa tocaba a sus puertas, ha sufrdo una terrbe e nquetante 
transformacn.   Ahora  que  nos  acercamos  a  ea  de  nuevo,   e 
door,   e   horror   y   a   desoacn   ya   cubren   de   sombras   sus 
ma|estuosos paacos y entenebrecen sus brantes caes.
  E espectro de Hambre se aza a fn trunfante sobre a Pompa 
que o menosprecaba; sobre e Pacer que o desafaba; sobre a 
Abundanca que o amedrentaba en sus rondas secretas. Da tras 
da, a nsufcente racn de amentos de a cudad se ha tornado 
ms escasa; e vaor de as provsones ms bastas y sencas ha 
segudo aumentando; as reservas que a compasn y a cardad 
reparteran   para   contentar   a   puebo   desfaecente   se   han 
reducdo hasta desaparecer. Para os rcos an queda grano en a 
cudad: un tesoro comestbe que se trueca por tesoros en oro. 
Para os pobres, e sustento natura de hombre ya no exste; a 
poca   de   os   abomnabes   banquetes   de   a   hambruna,   os 
prmeros das de sacrfco de gusto a a necesdad, ya son una 
ttrca e rrevocabe readad.
  Es  de  maana.   Una  muttud  trste  y  caada  avanza  sobre  os 
fros adoqunes de a Gran Paza, frente a a Basca de San |uan 
de  Letrn.   E   gento  haba  en  susurros.   Los  dbes  oran;   os 
fuertes tenen un are sombro; todos se mueven con paso ento y 
ngudo   y   evan   en   brazos   a   sus   perros   u   otros   anmaes 
domstcos. Rodean a muchedumbre os extenuados guardas de 
a cudad, con p|aros domestcados de extravagante puma|e y 
meodosa voz en as rudas manos; os sguen nos y donceas 
que  ruegan  en  vano  con  tono  astmero  que  es  devuevan  sus 
mascotas.
  A   cabo,   a  extraa  procesn  se  detene  frente  a  un  enorme 
cadero  coocado  sobre  una  gran  fogata  en  medo  de  a  paza, 
arededor   de   cua   aguardan   os   carnceros   de   a   cudad 
bandendo   sus   cuchos   y   os   egonaros   romanos   de   ms 
confanza  amenazadoramente  armados.   Se  repte  entonces  una 
procama en a que se ordena a a pobacn que carece de dnero 
para comprar amentos que eve a sus anmaes domstcos para 
cocnaros todos |untos en una oa comn a fn de contrbur a 
sostenmento genera.
  Un momento despus, en cumpmento de edcto, as aeadas 
mascotas de a muttud pasaron de as manos amorosas de sus 
dueos   a   as   rudas   de   os   prestos   carnceros.   Durante   unos 
momentos, os apagados grtos de os anmaes, tan hambrentos 
como   sus   amos,   se   mezcaron   con   os   soozos   y   as 
amentacones de as mu|eres y os nos a quenes perteneca a 
mayora de eos. Y es que en esa prmera etapa de a caamdad 
que azotaba a puebo, os rgores de hambre que extnguen a 
pedad  y  ecpsan  e   door   e  resutaban  an  desconocdos;   y 
aunque perda rpdamente e nmo, no se haba sumdo an en 
os absmos de feroz desesperacn que ya se abran nvsbes a 
sus   pes.   Se   expermentaron   m   congo|as,   se   vveron   m 
humdes  tragedas   durante  os  breves  momentos   que  dur  a 
separacn entre amos y mascotas. E no e daba un tmo beso 
a   p|aro   que   cantara   sobre   su   echo;   e   perro   supcaba 
proteccn con os o|os por tma vez de ama que nunca antes 
haba de|ado de responder a su mrada con una carca. Entonces 
se  produ|o  e   corto  ntervao  de  agona  y  muerte;   despus,   e 
vapor se eev  fero de a srdda  oa; ms tarde,  e  gento  se 
dspers  por   un  rato;   os   afgdos   permaneceron  cerca  de  a 
fogata;   os   hambrentos   decderon   camar   su   mpacenca 
medante una vsta a a vecna gesa.
 Las naves ateraes de mrmo de a nobe Basca abergaban a 
una sombra congregacn. So tres pequeas veas aumbraban 
e   atar  mayor.   No  se  oan  duces  voces  entonando  meodosos 
hmnos y |ubosas aabanzas. Los mon|es cantaban en tono ronco 
y con montona armona os samos pentencaes. Aqu y a se 
vea una fgura arrodada vestda con ropas de uto y absorta en 
secretas   pegaras;   pero   prevaeca   en   a   mayora   de   os 
asstentes una desgana como de ausente, o una hosca fata de 
atencn.
  Cuando  mureron  en  os  ma|estuosos  recntos  de  a  gesa  as 
notas   sordas   de   tmo   samo,   una   procesn   de   padosos 
crstanos  hzo  su  aparcn  a  as  puertas  y  avanz  entamente 
haca e atar. Estaba ntegrada por hombres y mu|eres descazos, 
atavados   con   ropa|es   negros,   y   con   e   cabeo   despenado 
cuberto   de  cenza.   De  sus   o|os   manaban  as   grmas,   y   se 
gopeaban  e   pecho  a   ncnar   a  frente  sobre  os  pedaos  de 
mrmo de atar.
  Esa humde expresn pbca de pentenca ante a caamdad 
que se abata sobre a cudad estaba confnada, sn embargo, a 
sus pocos habtantes verdaderamente regosos, y no despertaba 
n a atencn n as smpatas de a terca y desamada pobacn 
de Roma. Agunos seguan acarcando a engaosa esperanza de 
ayuda  prometda  por   a  corte  de  Rvena;   otros  crean  que  no 
pasara   mucho   tempo   antes   de   que   os   godos   abandonaran 
mpacentes su proongado asedo para dedcarse a saquear os 
rcos   e   ndefensos   campos   de   sur   de   Itaa.   Pero   a   msma 
confanza  cega  en  e   terror  que  ya  no  nspraba  e   nombre  de 
Roma, a msma fera y temerara decsn de desafar a os godos 
hasta   e   fna,   sostena   e   vacante   cora|e   y   sofocaba   os 
sentmentos   de   desaento   de   a   gran   masa   de   a   sufrda 
pobacn, desde e mendgo que escarbaba en a basura hasta e 
patrco  que  suspraba  ante  su  novedoso  y  execrado  sustento 
consstente en un smpe pan.
 Mentras os pententes que formaban a procesn antes descrta 
se encontraban an ocupados en e cumpmento de sus deberes 
de  pentenca  y  oracn,   que  os  dems  asstentes  a   tempo  n 
advertan n compartan, un sacerdote sub a gran pupto de a 
Basca   para   hacerse   cargo   de   a   ngrata   tarea   de   predcar 
pacenca  y  pedad  a  a  hambrenta  muttud  congregada  a  sus 
pes.
  Comenz   su   sermn   recordando   os   prncpaes   sucesos 
acontecdos   en  Roma  desde  e   nco  de   asedo  godo.   Aud 
dscretamente a prmer acontecmento que mancara os anaes 
de a cudad stada: a e|ecucn de a vuda de genera romano 
Estcn, a causa de a nunca comprobada sospecha de que haba 
sostendo  una  correspondenca  desea   con  Aarco  y  e   e|rcto 
nvasor;   se   detuvo   un   argo   rato   en   as   promesas   de   ayuda 
procedentes de Rvena despus de perpetrado ese acto de ma 
agero. Hab con admracn de a habdad despegada por e 
goberno a adoptar as necesaras e nmedatas reduccones de a 
racn   dara   de   amentos;   ament   a   terrbe   escasez   que, 
nevtabemente,   sgu   a   esas   mprescndbes   reduccones. 
Pronunc  un  eocuente  eogo  de  a  nobe  cardad  de  Laeta,   a 
vuda de emperador Favo Gracano, quen, gua que su madre, 
dedcara as provsones adqurdas con as rentas mperaes a su 
dsposcn  a  socorrer,   en  esa  cruca   coyuntura,   a  os  pobres 
hambrentos  y  abatdos.   Admt  que  se  avecnaba  una  nueva 
escasez debdo a agotamento de as reservas de Laeta; depor 
a necesdad de momento de sacrfcar os anmaes domstcos 
de os cudadanos; conden os enormes precos que se exgan 
ya   por   os   tmos   restos   de   amentos   que   se   encontraban; 
asegur  que  todos  estaban  frmemente  persuaddos  de  que  en 
unos   pocos   das   egara   a   ayuda   procedente   de   Rvena;   y 
termn sus paabras nformndoe a a concurrenca que, como 
ya haban sufrdo tanto, ben podan sufrr con pacenca un poco 
ms; y que s  a cabo tenan a maa fortuna de sucumbr a as 
caamdades, es resutara un nobe consueo morr por a causa 
de   a   Roma   catca   y   apostca,   y   que   seguramente   seran 
canonzados como santos y mrtres por a prxma generacn 
de padosos crstanos en cuanto se renstaurara una paz frt y 
reparadora.
 Aunque e sermn era de una forda eocuenca, fue ncapaz de 
nducr squera a uno de aqueos a quenes ba drgdo a ovdar 
os sufrmentos de presente y f|ar a atencn en a vsn de as 
benaventuranzas futuras expuestas a sus oyentes por e ocuaz 
sacerdote.   Con   os   msmos   murmuos   que|osos   y   a   msma 
expresn  de  odo  y  desafo  mpotentes   contra  os   godos   que 
depuseran a entrar en a gesa, os congregados saeron ahora 
de tempo para recbr de manos de os funconaros de a cudad 
a   exgua   racn   de   repugnantes   amentos   preparados   en   e 
cadero de a paza pbca para sacar su hambre.
 Y ved cmo de otros escondr|os de barro vecno de Roma, sus 
concudadanos se aprestan a reunrse con eos arededor de a 
oa a a sea convenda! E desmayado centnea, berado de su 
guarda, aparta a vsta de desagradabe panorama que ofrece e 
campamento godo y se apresura a compartr a comda pbca; e 
panadero   desperta   de   sueo   concado   sobre   su   mostrador 
vaco,   e   mendgo  se  evanta  de  a  perrera  ahora  bre  de  su 
anteror   ocupante   |unto   a   a   casa   de   carncero,   e   escavo 
abandona  su  puesto  |unto  a  as  brasas  morbundas  de   fogn: 
todos  se  apresuran  a  aumentar   e   nmero  de  os  comensaes 
nvtados  a   horrbe  banquete.   Los  congregados  en  a  Basca 
saen rpda y atropeadamente por sus ma|estuosas puertas; os 
sacerdotes y os pententes se retran de  pe de  atar; y en a 
gran gesa, atestada so unos momentos antes, so permanece 
un hombre sotaro.
  Desde e comenzo de servco, sn que nade o observara n e 
drgera a paabra, ese ndvduo ha recorrdo con paso vacante 
e   crcuo   de   os   congregados,   observando   arga   y 
cudadosamente  os  rostros  con  os  que  topaba.   Ahora  que  e 
sermn ha concudo y que e tmo rezagado ha abandonado a 
gesa, de|a e sto desde e que ha escudrado con ansedad a 
os membros de a muttud que parte y se arroda con are de 
agotamento |unto a a base de par ms prxmo. Tene os o|os 
hunddos y as me|as pdas; os cabeos grses de su ancana 
cabeza son raos y escasos. No hace nngn ntento por segur a 
a muttud y compartr su sustento; nade se detene para nstaro 
a   eo,   nade   regresa   para   conducro   |unto   a   a   oa   comn. 
Aunque   db   y   ancano,   est   totamente   abandonado   en   su 
soedad y carece de todo consueo para su door, sus amgos han 
perddo toda traza de su exstenca, sus enemgos han de|ado ya 
de temero u odaro. Arrodado y soo |unto a par, se cubre a 
frente con as manos pdas y temborosas, sus o|os apagados se 
enan  de  amargas  grmas,   y  de|a  escapar  de  vez  en  cuando 
entre   profundos   suspros   as   sguentes   excamacones,   cas 
naudbes:
  Da tras da! Da tras da! Y m h|a perdda no aparece! M 
h|a amada y afrentada no vueve a m! Antonna! Antonna!
 Pocos das despus de a dstrbucn pbca de amentos en a 
paza de San |uan de Letrn, se vo a berto favorto de Vetrano 
drgrse con paso ento y trste a paaco de su amo.
  No e fataban motvos a ntegente Carro para andar con are 
de   funera   y   expresn   de   desconsueo.   Aunque   e   perodo 
transcurrdo  desde  que  tuvera  ugar   a  escena  que  ya  hemos 
descrto en a Basca era breve, as condcones mperantes en a 
cudad   haban   empeorado   de   modo   terrbe.   La   hambruna 
avanzaba con zancadas de ggante; cada hora a dotaba de nuevo 
vgor;   cada   esfuerzo   encamnado   a   ae|ara   so   serva   para 
aumentar su crecente y pavoroso ascendente. Uno tras otro, os 
paceres y ocupacones de a cudad menguaban ba|o a funesta 
trana  de  ese  ma   unversa,   hasta  que  e   esprtu  pbco  de 
Roma eg a tener, en todas as cases de a socedad, una nca 
y   sombra   fuente   de   nspracn:   un   desafo   cada   vez   ms 
desesperado a a hambruna y a os godos.
  E berto entr en e paaco de su amo sn que o saudaran n 
saeran a dare a benvenda os otrora obsequosos escavos de 
a portera. En os saones desertos no resonaban ya os ecos de 
arpas y nos cantores, de sonoras rsas de mu|er o de bqucas 
carca|adas mascunas. E puso de pacer ya no pareca atr en e  
nfez y metamorfoseado hogar de Vetrano.
 Apurando e paso tras entrar en a mansn, Carro se drg a a 
peza donde e senador o esperaba.
 En dos trcnos separados por una mesta estaban recnados e  
seor de paaco y su pupa y compaera de Rvena, a otrora 
vvaz   Cama.   La   frente   antes   despe|ada   de   Vetrano   haba 
adqurdo una expresn severa y borrascosa; y n  mraba n  se 
drga  a  su  nvtada,   quen,   por   su  parte,   guardaba  e   msmo 
senco  y  mostraba  e   msmo  are  meancco  que  e   senador. 
Toda huea de as antguas pecuardades de aegre y eegante 
vouptuoso   y   de   a   vvaz   y   grrua   |oven   parecan   haber 
desaparecdo. En a mesa entre ambos haba una gran botea de 
vno de Faerno, y un recpente con un poco de sopa aguada en a 
que fotaba una torta de masa parcamente sapcada con herbas 
de as ms correntes. En o que toca a os usuaes adornos de os 
aposentos prvados de Vetrano, no se es vea por nngn ado. 
Poemas, cuadros, |oyas, ades, todos braban por su ausenca. 
Hasta  e   "nestmabe  gatto  de  a  raza  ms   sagrada  para  os 
antguos   egpcos"   se   haba   esfumado.   Haba   sdo   robado, 
cocnado y comdo por un escavo fugado que tambn cambara 
su coar de rubes por una cotorra faca y medo perro crudo.
  Lamento confesaro, nestmabe patrn, pero he fracasado en 
m msn observ Carro sacando de su manto varos saqutos 
de dnero y |oyeros que depost con todo cudado sobre a mesa
.   E   propo   prefecto   ha   coaborado   con   e   regstro   de   os 
graneros pbcos y prvados, y ha egado a a concusn de que 
no  queda  en  a  cudad  n   un  puado  de  grano.   Ofrec   en  e 
mercado cnco m sestercos por un gao y una gana vvos, pero 
me nformaron que esa raza de anmaes se ha extngudo desde 
hace tempo, y que como con e dnero ya no se puede comprar 
comda,   n   e   ms   pobre   de   os   mendgos   de   Roma   quere 
aceptaro. Ya no se puede adqurr n a preco ms exorbtante e 
heno   que   compr   ayer.   Los   que   todava   conservan   una 
reducdsma reserva de amentos a guardan y a ocutan con e 
mayor   ceo.   Lo  nco  que  pude  obtener   para  consumo  de  os 
pocos   escavos   que  sguen  fees   a  a  casa   es   esta   pequea 
provsn de pee|os de perro que qued de a dstrbucn pbca 
de comda que se ev a cabo hace agunos das en a paza de a 
Basca de San |uan.
  Y  e   berto,   con  una  mezca  de  trunfo  y  asco,   sac,   mentras 
hababa, su provsn de sucos pee|os.
  Con   qu   reservas   contamos   todava?   nqur   Vetrano 
despus de tomar un argo trago de vno de Faerno, a tempo 
que e ndcaba con un gesto a su srvente que qutara de su vsta 
os tesoros que consguera.
  Tengo   esconddos   en   un   recpente   seguro,   porque   no   s 
cundo   e   hambre   puede   conducr   a   os   escavos   a   a 
desobedenca  respond  Carro,   sete  bosas  de  heno,   tres 
cestas de carne de cabao saada, una ca|a de duces ena de 
avena  y  otra  de  pere|   seco;   os  p|aros  cantores  de  a  Inda 
permanecen ntactos en su |aua; tenemos una gran provsn de 
especas   y   nos   quedan   agunas   boteas   de   a   Sasa   para 
Ruseores.
  Ou   aspecto   tene   a   cudad?   o   nterrump   Vetrano 
mpacente.
  Roma  se  ve  tan  gubre  como  un  sepucro  subterrneo  
contest   Carro   con   un   estremecmento.   Las   personas   se 
renen  en  grupos  mudos  y  hambrentos  a  as  puertas  de  sus 
casas y en as esqunas; os centneas apostados en as muraas 
se tambaean en sus puestos; as mu|eres y os nos duermen 
exhaustos en e sueo de as gesas; a os teatros no assten n 
os actores n e pbco; os baos resuenan con os grtos de os 
que pden comda y madcen a os godos; ya se cometen robos 
en as tendas que permanecen abertas y no estn custodadas; y 
os  brbaros  permanecen  mpvdos  en  sus  campamentos,   sn 
que os amenacen as egones que Rvena nos promet, y sn 
que nos ataquen en nuestra debdad n se apresten a evantar e 
asedo.   Nuestra  stuacn  se  torna  cada  vez  ms  pegrosa;   me 
nspra una gran confanza nuestra reserva de provsones, pero...
 Arr|ae tus esperanzas a a corte de Rvena y e forra|e de tus 
bestas a a turba vocngera! excam Vetrano con repentna 
energa. Ya es demasado tarde para ceder; s en os prxmos 
das no recbmos ayuda, a cudad se convertr en un desastre 
humano!   Y   crees   t   que   yo,   que   ya   he   perddo   por   esta 
suspensn pbca de as dversones socaes ms paceres, ms 
ocupacones y a ms compaeros, aguardar tranquo a muerte 
enta   e   nnobe   que   nos   amenazar   entonces   a   todos?   No! 
Nunca se dr de m que mor de nancn con e rebao, como 
un escavo a quen su amo abandona! Aunque as fuentes de m 
saa de  banquetes tengan que permanecer vacas,   ms  |arras  y 
ms copas de vno centeearn todava ante ms nvtados! An 
queda vno en a bodega, y especas y perfumes en as aacenas. 
Invtar a ms amgos a un tmo festn, a una saturnaa en una 
cudad hambrenta, a banquete de a muerte, servdo por e |ova 
Seno y sus faunos! Aunque as Parcas hayan te|do para m e 
destno de un perro, ser a mano de Baco a que corte e  ho 
fata!
  Sus me|as estaban encenddas, sus o|os centeeaban, toda a 
derante   energa   de   su   determnacn   se   ea   en   su   rostro 
mentras   hababa.   Ya  no  era   e   |uergusta   gero,   amabe,   de 
paabra   fc,   sno   un   hombre   apasonado,   temeraro, 
desesperado,   a   quen   no   e   mportaban   nnguna   de   as 
obgacones   y   actvdades   que   hasta   entonces   e|erceran   su 
nfuenca   sobre   a   tersa   superfce   de   su   vda   patrca.   La 
sorprendda Cama, que hasta ese momento haba mantendo un 
senco meancco, corr haca  con expresn de temor y e 
rostro cuberto de grmas que no ntentaba dsmuar. Carro se 
qued  mrando  e   taante  desordenado  de  su  amo  con  are  de 
desconcertado asombro, y ovdando su cargamento de pee|os 
de perro, de| que cayera a sueo. A contnuacn se produ|o un 
momento  de  senco  nterrumpdo  sbtamente  por   a  abrupta 
entrada   de   una   cuarta   persona,   pda,   temborosa,   fata   de 
aento,   que  no  era  otro  que  e   vstante  de  Vetrano  en  das 
pasados: e prefecto Pompeyano.
 Te doy a benvenda a m prxmo festn de copas rebosantes 
de vno y patos vacos! excam Vetrano enando su vaso con 
e centeeante vno de Faerno.Ser yo quen ofrezca e tmo 
banquete en Roma antes de que a cudad sea anquada! Los 
godos y a hambruna no tendrn nada que ver con m muerte! E 
pacer presdr ms tmos momentos, como ha presddo toda 
m   vda!  Morr  como  Sardanpao,   rodeado  por  ms  amores  y 
ms tesoros, y e tmo de os nvtados que sobrevva a nuestra 
festa dar fuego a m  paaco,  como e  rea  asro do fuego  al  
suyo!
  No es momento para bromas excam e prefecto, echando 
una   mrada   a   su   arededor   con   o|os   turbados   y   me|as 
descoordas.   Nuestras   desgracas   no   han   hecho   ms   que 
comenzar!   En  a  cae  ms   prxma  yace  e   cadver   de  una 
mu|er, y terrbe presago! unas serpentes rodean su cueo! 
No tenemos dnde enterrara, n tampoco a os mes que pueden 
morr como ea antes de que nos egue ayuda! Los sepucros de 
a cudad, que quedan fuera de as muraas, estn en manos de 
os godos. Arededor de cuerpo se ha congregado una muttud 
horrorzada,   porque  acaba  de  descubrr   una  verdad  fata   que 
habramos preferdo ocutare... E prefecto hzo una pausa, mr 
con  are  atemorzado  a  sus  oyentes  y  aad  con  voz  queda  y 
temborosa:
  Los  cudadanos estn  murendo  de  hambre  en as caes  de 
Roma!
CAPT"LO )$
LA CI"DAD * LOS DIOSES
 Vovamos una vez ms a campamento godo en os suburbos a 
este de a Puerta Pncana, y a Hermanrco y os guerreros a sus 
rdenes,   que  an  ocupan  esa  poscn  en  e   gran  crcuo  que 
forman as tropas encargadas de asedo.
  Los   despazamentos   de   |oven   caudo   expresaban,   por   su 
dversdad  y  rapdez,   a  nquetud  de  que  era  presa  su  mente. 
Apartaba con frecuenca os o|os de os guerreros que o rodeaban 
para cavaros en e extremo remoto y opuesto de os suburbos, y 
en   ocasones   drga   a   vsta   a   ponente   como   s   esperara 
ansosamente   a   egada   de  una   hora   especfca   de  a   noche 
prxma.   Cansado  a   fn  de  dedcarse  a  ocupacones   que  era 
evdente  que  ms   que  camar   su  mpacenca  a  rrtaban,   se 
vov   abruptamente   y,   avanzando   haca   a   cudad,   se   do   a 
recorrer entamente una y otra vez e terreno bado que separaba 
os suburbos de as muraas de Roma.
  Contnuaba examnando de cuando en cuando a escena que o 
rodeaba.   Es  dfc   concebr  un  panorama  ms  desoador,   en  a 
terra o en os ceos, que e  que ahora se presentaba ante sus 
o|os.
 E da opaco, sn so, egaba rpdamente a su fn, y e portentoso 
ceo   prometa   una   noche   de   tormenta.   Espesas   capas   de 
nubarrones negros e nformes cubran todo e frmamento, savo 
en  e   extremo  de  ponente,   donde  se  aprecaba  una  estrecha 
fran|a de una pda uz amarenta, rodeada por todos ados por 
os bordes compactos, rreguares, sn gradacones, de masas de 
un   oscuro   vapor.   Un   profundo   senco   renaba   en   toda   a 
atmsfera.   E   vento   no   de|aba   or   su   voz   entre   os   rboes 
nmves.   E   movmento   y   a   accn   consustancaes   a   a 
naturaeza y a vda humana parecan encantados, suspenddos, 
sofocados. E are estaba saturado de un caor pesado; y todas as 
cosas sobre a superfce terrestre, tanto as anmadas como as 
nanmadas,   sentan   a   opresn   que   sobre   eas   e|ercan   os 
eementos ms votes. Las personas que |adeaban en a cudad 
azotada por e hambre, y as brznas de herba que pendan acas 
en e seco csped de otro ado de as muraas, sentan por gua 
su nfuenca extenuante.
 Con e paso de as horas y e avance gradua y subreptco de a 
noche, una oscurdad unforme envov uno tras otro os ob|etos 
que Hermanrco era capaz de dscernr desde e sotaro bado en 
e que an permaneca. Pronto a gran cudad se desvanec en a 
sombra vasta  e  mpenetrabe,  mentras que os suburbos  y os 
anos que os  rodeaban desapareceron en a  espesa  oscurdad 
que cubra cas perceptbemente e sueo. Ahora e nco ob|eto 
caramente  vsbe  era  a  fgura  de  un  cansado  centnea  que 
estaba   en   as   foscas   amenas   en   o   ato   de   as   muraas 
agretadas,  cuyo cuerpo desmade|ado,  apoyado en su arma,  se 
destacaba en agudo reeve contra a fna, sotara fran|a de uz 
que  an  braba  en  as  fras  extensones  de   ceo  de  ponente 
cubertas de nubes.
  Pero  con  e   gradua   avance  de  a  noche,   ncuso  ese  espaco 
umnado  se  desvanec,   se  contra|o,   desaparec,   y  con     e 
centnea y a amena en a que estaba apostado. E domno de 
as tnebas se hzo entonces unversa. Densa y veozmente se 
extenderon por toda a cudad con sorprendente rapdez, como s 
e tembe destno que comenzaba a cumprse en Roma hubera 
obgado a a aparenca externa de a noche a armonzar con su 
propa naturaeza auguradora de desastres.
  De  nmedato,   mentras  e   |oven  godo  an  permaneca  en  su 
puesto de observacn, se comenz a or e argo, quedo, trmuo, 
absorbente retumbar de trueno e|ano. Pareca proceder de una 
dstanca cas ncacuabe; haber emtdo os prmeros sondos en 
su cuna en e heado norte; haber recorrdo as estancas cercadas 
de heo de os sotaros poos. No nterrump a quetud pesada, 
msterosa   de   a   atmsfera,   sno   que   a   ahond.   E   mudo   y 
frecuente  respandor   de  os  rempagos  tambn  denotaba  una 
suavdad estva. No eran os feros rempagos de nverno, sno 
una  cardad  cda,   ntermtente,   cas   fascnante  por   su  eve, 
rpda recurrenca, teda por e respandor de os ceos y no por 
a umbre de averno.
  No  sopaba  e   vento,   no  ova;  y  e   are  estaba  tan  sencoso 
como  s   durmera  sobre  e   caos  en  os  abores  de  una  nueva 
creacn.
  Entre os ob|etos que a fugaz uz de os rempagos umnaba 
ante a vsta de Hermanrco, e ms fc y caramente dscernbe 
era  a  vasta  superfce  de  as  muraas  agretadas.   Las  grandes 
pedras  suetas  desperdgadas  aqu   y  a  |unto  a  su  base,   y  e 
borde saente de sus ampas amenas se reveaban a sus o|os 
ntda,   aunque  ntermtentemente,   durante  os  breves  nstantes 
de uz. Los rempagos ya evaban certo tempo umnando esa 
estructura de as defensas de a cudad y e terreno bado que se 
extenda nmedatamente a contnuacn cuando a pared sa que 
permtan atsbar ocasonamente se vo |aspeada de repente por 
una bandada de p|aros que aparec en una zona ae|ada de as 
muraas, y que comenz a revootear enoquecda de un ado a 
otro frente a su superfce.
  Como   os   rempagos   contnuaron   aumbrando   a   escena   a 
ntervaos, as fguras negras de os p|aros que graban confusa e 
nnterrumpdamente en torno a  punto donde era evdente que 
una   nterrupcn   nexpcabe   os   haba   espantado,   resutaban 
perceptbes para os o|os avezados de godo como evanescentes 
chspas  de  fuego  o  copos  de  neve.   A   cabo  de  certo  tempo, 
desapareceron con a msma rapdez con que haban aparecdo, 
con agudos chdos de medo que se oan a pesar de contnuado 
retumbar de trueno; e nmedatamente despus, cuando a uz de 
un   nuevo   rempago   dsp   as   tnebas,   Hermanrco   vo   un 
respandor   ro|zo,   como  una  chspa  de  fuego  ncrustada  en  a 
superfce de muro, en a seccn de as muraas de a cua os 
p|aros voaran ahuyentados a nco. Enseguda desaparec: se 
produ|o   en   a   atmsfera   un   ntervao   de   oscurdad   ms 
proongado que o usua; y cuando e  godo aguz a vsta en a 
prxma ronda de rempagos, percb o que de momento y con 
muchas  dudas  e  parec  una  fgura  humana  de  pe  sobre  as 
pedras |unto a a base de as muraas.
  Hermanrco experment un sobresato de asombro. Voveron a 
cesar os rempagos. En e  ardor de su ansedad por ver ms, 
forz a vsta con a vana esperanza de penetrar a oscurdad que 
o   rodeaba.   Las   tnebas   parecan   nfntas.   De   nuevo   e 
rempago umn a escena unos nstantes. Hermanrco cav a 
vsta en e muro: a fgura segua a.
  Su  corazn  at  con  fuerza;   permanec,   ndecso,   en  e   ugar 
que ocupara desde que os prmeros truenos egaran a sus odos. 
Acaso seran a uz y e hombre una entrevsta un nstante, e 
otro an vsbe meros fantasmas, h|os de un error de su vsta 
desumbrada por a rpda sucesn de cambos atmosfrcos en 
medo de os cuaes se haba vsto obgada a actuar? O ben era 
ndudabe que haba vsto una forma humana y haba detectado 
una uz de naturaeza matera? Ouzs se preparaba en a cudad 
stada una extraa tracn, un pegroso mstero, y su deber era 
observaro y desenmascararo. Desenvan a espada y, a resgo 
de ser vsto a a uz de os rempagos y odo en as pausas de 
trueno por e centnea apostado en as muraas, avanz resueto 
hasta a base msma de as defensas de a Roma host.
  No oy nngn sondo, no percb nnguna uz, no vo nnguna 
fgura  cuando,   tras  varos  ntentos  nfructuosos  por   acanzar   e 
ugar   donde  as  detectara,   se  detuvo  a   fn  |unto  a  as  pedras 
suetas  que  saba  que  se  amontonaban  a   pe  de  as  muraas. 
Estaba tan prxmo a eas que pudo recorrer su superfce rugosa 
con a punta de a espada. Apenas haba examnado, vado de su 
arma, una seccn de un poco ms de dez yardas, cuando esta 
tropez   con   un   borde   afado   e   rreguar;   y   un   repentno 
presentmento   e  reve   a   nstante  que  haba   encontrado   e 
punto donde vera un momento a uz, y que estaba parado sobre 
a msma pedra que ocupara despus a fgura de hombre.
  Tras vacar un momento, estaba a punto de subr un poco ms 
por   as   pedras   suetas   para   examnar   ms   de   cerca   a 
rreguardad que acababa de descubrr en as muraas, cuando a 
uz vvda de un rempago, nusuamente proongada, e reve a 
una   escasa   yarda   de  dstanca   y   en  a   msma   dreccn  que 
segua, a fgura que vera de e|os desde e bado que quedaba a 
sus espadas.
  Durante   e   prxmo   ntervao   de   oscurdad   snt   ago 
nexpresabemente tembe en esa cega vecndad a a sente y 
msterosa  forma,   reveada  de  manera  tan  mperfecta  por   os 
rempagos  que  centeeaban  sobre  su  cuerpo,   todava  apenas 
entrevsto.   E   corazn   de   godo   parec   detenerse   mentras 
permaneca,   espada   en   mano,   escudrando   as   sombras 
tnebas, en espera de prxmo rempago. Cuando a fn eg, e 
permt   ver   os   o|os   ameantes   de   hombre   cavados   en   su 
rostro;   otro  respandor  y  vo  un  dedo  faco  coocado  sobre  sus 
abos en sea de que guardara senco; un tercero, y vo que e 
brazo   de   hombre   apuntaba   haca   e   terreno   bado   a   sus 
espadas; y despus, en e ntervao de oscurdad que se produ|o 
a contnuacn, snt un aento cdo |unto a su odo y oy una 
voz que e susurraba en una pausa de trueno:
 Sgeme.
 A nstante Hermanrco snt e roce momentneo de cuerpo de 
hombre   cuando   con   paso   sgoso   cruz   a   su   ado   sobre   as 
pedras: no era momento de refexones o dudas. Sgu de cerca 
a desconocdo, cuya forma oscura dvsaba movndose frente a 
 cada vez que os rempagos umnaban por un breve nstante 
a escena, hasta que egaron a unos rboes no muy dstantes de 
as casas que ocupaban en os suburbos os godos que estaban 
ba|o su mando.
  A   e   desconocdo  se  detuvo  |unto  a   tronco  de  un  rbo   que 
quedaba entre   y as muraas y se sac de  manto en |rones 
una pequea nterna cudadosamente veada con una tea que 
ahora  qut  que  az  por  encma  de  su  cabeza  para  estudar 
atenta y ansosamente a godo.
 Hermanrco ntent habare, pero e aspecto de hombre, aunque 
apenas dscernbe a a pobre uz de su nterna, era tan turbador 
y repusvo que as paabras mureron en sus abos. E rostro de 
desconocdo era de una padez espectra; sus me|as hunddas 
estaban surcadas por profundas arrugas; y sus o|os centeeaban 
con  una  expresn  de  feroz   desconfanza.   Uno  de  sus   brazos 
estaba cuberto de ve|os venda|es y sangre coaguada, y cogaba 
parazado   a   su   costado.   La   mano   que   sostena   a   mpara 
tembaba  de  ta   manera  que  sta  oscaba  contnuamente.   Sus 
membros nferores eran esquetcos y estaban tan descarnados 
que   cas   parecan   deformes;   y   era   evdente   cuan   dfc   e 
resutaba  mantenerse  ergudo.   Todo  su  cuerpo  pareca  estarse 
consumendo con una muerte enta, mentras que su expresn, 
ardente  y  repusva,   transmta  toda  a  energa  de  a  prmera 
adutez y toda a osada de a |uventud.
  Era  Upo!   Las  muraas  haban  sdo  atravesadas!   La  greta 
haba hecho buena su promesa!
  Tras   un  proongado  examen  de   sembante  y  e   atuendo  de 
Hermanrco,   e   hombre,   con   una   expresn   mperosa   que 
contradeca   extraamente   su   voz   vacante,   e   drg   as 
sguentes paabras:
 Eres godo?
 S contest e |oven caudo, y t eres...?
 Un amgo de os godos fue a rpda respuesta.
 A contnuacn se produ|o un nstante de senco. Fue de nuevo 
e desconocdo quen renc e dogo:
 Ou te hzo r soo a pe de a muraa? nqur, y a habar 
sus o|os adoptaron una expresn de ngobernabe aprensn.
  V   a  fgura  de  un  hombre  a  a  uz   de  os   rempagos   
respond Hermanrco. Me acerqu para estar seguro de que no 
me engaaban os o|os, para descubrr...
  So  un  hombre  de  tu  nacn  sabr  de  dnde  vengo  y  qu 
deseo o nterrump e desconocdo con fereza. Ese hombre 
es Aarco, tu rey.
  En   e   rostro   de   godo   aparec   una   expresn   de   sorpresa, 
ndgnacn y despreco a escuchar esa decaracn de ndefenso 
desventurado   que  tena   frente  a   s.   E   hombre   o   advrt,   y 
hacndoe e gesto de que guardara senco, vov a drgre a 
paabra:
  Escucha!  excam.   Tengo  ago  que  reveare  a   |efe  de 
vuestras   fuerzas   que   har   trepdar   e   corazn   de   todos   os 
hombres de este campamento, s es que vuestro rey os o confa 
despus de sabero de ms abos! Te negas an a conducrme a 
su   tenda?
 Hermanrco r con sorna.
  Mrame  contnu  e   hombre,   ncnndose  haca  adeante  y 
cavando  os   o|os   con  mpacenca  sava|e  en  e   rostro  de  su 
nterocutor.Estoy soo, herdo, db, ve|o; soy un extrao para 
os tuyos, un hombre hambrento e ndefenso. Me aventurara a 
venr   a   vuestro   campamento,   correra   e   resgo   de   que   tus 
camaradas me mataran por ser romano, osara ncurrr en a ra 
de vuestro orguoso |efe sn motvo?
 Hzo una pausa, y despus, con os o|os an cavados en e godo, 
contnu en tono ms quedo y agtado:
  Ngame   tu   ayuda:   deambuar   por   vuestro   campamento 
hasta encontrar a vuestro rey! Hazme prsonero: tu voenca no 
ograr que despegue os abos! Mtame: nada ganars con m 
muerte! O ben, aydame, y te aegrars hasta e tmo nstante 
de   tu   vda   de   habero   hecho!   Tengo   ago   tremendamente 
mportante que comuncare a Aarco; un secreto por e cua he 
pagado con esto!
 Sea su brazo herdo. La soemndad de su voz; a ruda energa 
de  sus  paabras;   a  nexorabe  determnacn  de  su  aspecto;   a 
negrura de a noche que os rodeaba; e retumbar de trueno que 
pareca partcpar en e  dogo que sostenan; e  mpresonante 
mstero  de  ese  encuentro  a   pe  de  as  muraas  de  a  cudad: 
todo  eo  comenzaba  a  e|ercer  dversas  y  poderosas  nfuencas 
sobre a mente de godo, con o que cambaron nsensbemente 
os   sentmentos   que   e   nspraran   as   prmeras   paabras   de 
hombre. Vac y despus ech una o|eada cargada de dudas a 
as neas de campamento.
 Se produ|o un argo senco que e desconocdo vov a romper.
 Aprsame, encadname, brate de m, s queres! excam 
a  grtos  y  con  o|os  reampagueantes,   pero  condceme  a  a 
tenda  de  Aarco!   Te  |uro   por   e   trueno  que  retumba  sobre 
nuestras cabezas que as paabras que e dr e resutarn ms 
precosas que a |oya ms espndda que pueda arrebatar de as 
arcas romanas!
  Aunque vsbemente nqueto e mpresonado,  Hermanrco an 
vacaba.
  Dudas   todava?   excam   e   hombre   con   desdeosa 
mpacenca.   Hazte  a  un  ado!   Ir  yo  soo  hasta  e   msmo 
centro   de   vuestro   campamento!   Emprend   soo   m   pan,   no 
necesto ayuda tampoco para evaro hasta su trmno! Hazte a 
un ado!
  Y pas |unto a Hermanrco, en dreccn a os suburbos, con e 
msmo are de feroz energa en su rostro marchto que e que e 
dera   tan   extraordnara   aparenca   a   nco   de   su   nusua 
entrevsta con e |oven caudo.
  La   osada   determnacn   de   su   propsto,   a   nconmovbe 
dgenca   en   pos   de   un   xto   arresgado   y   dudoso   que   se 
manfestaba   en   as   paabras   y   as   accones   de   aguen   tan 
desbocado y soo como e desconocdo, despertaron en e godo e 
sentmento   de   rreprmbe   admracn   que   nevtabemente 
produce  a  con|uncn  de   vaor  mora   con  e   fsco.   Adems  de 
ese ncentvo para ayudar a hombre, una ardente curosdad por 
descubrr   su   secreto   enaba   a   mente   de   Hermanrco,   y   o 
ncnaba  an  ms  a  conducr   a  su  decddo  acompaante  a  a 
presenca de Aarco; porque era  so  por  ese medo que  poda 
abergar esperanzas, despus de a frme decaracn de hombre 
de que so se comuncara en prmera nstanca con e  rey, de 
descfrar e ob|etvo de su msterosa emba|ada. Anmado por esos 
motvos, e grt a desconocdo que se detuvera y e comunc 
en breves paabras su dsposcn a conducro a nstante ante e 
|efe de os godos.
  E   hombre  e ndc  con  un  gesto  que  aceptaba  su  oferta.  Era 
evdente que su fortaeza fsca o abandonaba veozmente; pero 
aun   as   avanz   penosamente   haca   e   cuarte   genera   de 
campamento,   mustando  y  gestcuando  para  s   de  modo  cas 
ncesante. So una vez e drg a paabra a su gua; y o hzo de 
modo   pasmosamente   abrupto   y   en   tono   de   vehemente 
ntranqudad y desconfanza, para preguntare a  |oven godo s 
haba examnado aguna vez antes de esa noche a superfce de 
as muraas de a cudad. Hermanrco e contest negatvamente 
y prosgueron a marcha en absouto senco.
  E   camno  haca  as  neas  de   campamento  segua  un  rumbo 
oeste  y   estaba   pobremente  umnado  por   as   amas   de  una 
antorcha ocasona o e respandor de aguna fogata dstante. Los 
truenos haban dsmnudo su frecuenca, pero haban aumentado 
en  ntensdad;   eves  rfagas  de  vento  sopaban  de  cuando  en 
cuando de occdente, y unas pocas gotas de uva comenzaban a 
caer  entamente  sobre  a  terra  sedenta.   Los  guerreros  que  no 
estaban de guarda en os dferentes puestos de observacn se 
haban  retrado  a   abrgo  de  sus   tendas;   nnguno  de  os   m 
merodeadores   y   asstentes   que   seguan   a   gran   e|rcto 
permaneca en sus ugares de reunn usuaes; hasta as escasas 
voces   que   se   de|aban   or   sonaban   dstantes   y   apagadas.   La 
escena  nocturna  en  as  fas  de  os  nvasores  de  Itaa  era  tan 
sombra y desagradabe como en as anuras sotaras ante as 
muraas de Roma.
 A poco tempo e desconocdo advrt que egaban a una parte 
ms pobada, me|or umnada y ms fortfcada de campamento 
que   a   que   haban   atravesado   antes;   y   e   sondo   qudo   y 
borboteante de as aguas de rpdo Tber eg a sus atentos y 
desconfados   odos.   Camnaron   todava   unas   pocas   yardas;   y 
entonces se detuveron sbtamente ante una tenda rodeada de 
muchas   otras,   cuyos   accesos   cudaban   grupos   de   guerreros 
rcamente armados. Aqu Hermanrco se detuvo un nstante para 
ntercambar   unas   paabras   con  un  centnea,   quen,   tras   una 
breve espera, az a cuberta que daba entrada a a tenda, y un 
momento despus e aventurero romano se encontraba, |unto a 
su gua, en presenca de rey godo.
  E   nteror   de  a  tenda  de  Aarco  estaba  forrado  de  pees  e 
umnado  por   una  pequea  mpara  cogada  de   poste  centra 
que sostena e techo. Los ncos muebes eran unos montones de 
pees desperdgados por e sueo y un arcn de madera grande y 
toscamente taado sobre e que reposaba una caavera humana 
vacada y pumentada hasta adoptar a forma de una basta copa 
de vno. En a espacosa tenda mperaba una rudeza tpcamente 
goda,   una  ma|estuosa  smpcdad  septentrona,   que  reveaban 
no so sus espesas sombras, sus pocas uces y su carenca de 
pompa y espendor, sno ncuso a aparenca y a ocupacn de 
su dstngudo ocupante.
 Aarco estaba sentado a soas en e arcn de madera ya descrto, 
contempando  con  a  frente  ncnada  y  a  mrada  atenta  unas 
antguas runas trazadas en a superfce taada de un escudo de 
bronce y pata de cnco pes de ato, apoyado contra uno de os 
costados  de  a  tenda.   La  uz  de  a  mpara,   a   caer   sobre  a 
superfce puda de arma a a que hacan dobemente brantes 
as  pees  de  coores  oscuros  contra  as  que  descansaba,   se 
refe|aba  sobre  a  fgura  de   |efe  godo.   Fuguraba  en  su  ampa 
coraza;   reveaba  sus  abos  frmes,   evemente  curvados  en  una 
expresn  de trunfo burn;  reazaba  a  forma magnfca de  os 
mscuos de su brazo, que se apoyaba, cuberto por una apretada 
funda de cuero, en sus rodas; desteaba sobre una porcn de 
sus   cabeos   cortos   y   rubos;   y  centeeaba  en  sus   o|os   f|os, 
pensatvos, vres, a os que ocutaba parcamente a sombra que 
proyectaba su entrece|o fruncdo; a tempo que de|aba a parte 
nferor de su cuerpo y su mano derecha, posada sobre a cabeza 
de un gran perro de anas echado a su ado, cas competamente 
en   as   sombras   que   proyectaba   e   desordenado   montn   de 
gruesas   pees   a   os   ados   de   arcn   de   madera.   Estaba   tan 
competamente   absorto   en   a   contempacn   de   as   runas 
trazadas entre as fguras taadas de su nmenso escudo que no 
se percat de a entrada de Hermanrco y e desconocdo hasta 
que  e   grudo  de   ceoso  perro  o  dstra|o  sbtamente  de  su 
ocupacn. Az os o|os a nstante; su mrada rpda, penetrante, 
se  pos un momento  en e   |oven  caudo y despus  se detuvo 
nqustva en a fgura can|a y contrahecha de su acompaante.
 Acostumbrado a a brevedad y pronttud mtares exgdas por su 
|efe en todas as comuncacones que e drgan sus subaternos, 
Hermanrco, sn esperar que o nterrogara n tratar de |ustfcar o 
hacer   un   prefaco   a   su   narracn,   e   cont   brevemente   a 
conversacn que haba tendo ugar entre  y e desconocdo en 
a   anura   prxma   a   a   Puerta   Pncana;   y   despus   aguard 
respetuosamente   a   fectacn   o   a   censura   de   rey,   segn 
decdera e azar de momento.
 Tras vover a f|ar os o|os en a persona de romano y sometero 
a   un   severo   escrutno,   Aarco   e   d|o   o   sguente   a   |oven 
guerrero en e doma de os godos:
  De|a conmgo a hombre: regresa a tu puesto y espera a as 
rdenes que pueda resutarme necesaro envarte esta noche.
  Hermanrco   part   de   nmedato.   Entonces,   drgndose   a 
desconocdo por prmera vez, y habando en atn, e |efe godo e 
ndc  breve  y  eocuentemente  a  su  ncgnto  vstante  que  se 
encontraban a soas.
  Las  abos  resecos  de   hombre  se  moveron,   se  entreabreron, 
tembaron; sus o|os ena|enados y hunddos comenzaron a brar 
hasta   anzar   desteos,   pero   pareca   ncapaz   de   pronuncar 
paabra; su rostro se contorson horrbemente, en as comsuras 
de   sus   abos   apareceron   unos   espumara|os,   se   tambae,   y 
habra cado a sueo s e rey no o hubera su|etado con su fuerte 
brazo y sentado en e arcn de madera que hasta ese momento 
ocupara.
 Ser posbe que un romano hambrento haya escapado de a 
cudad stada? must Aarco mentras tomaba a caavera que 
haca  as  veces  de  copa  y  obgaba  a   desconocdo  a  tragar  un 
poco de vno que contena.
  E   cor   consgu   de   nmedato   devovere   a   normadad   a 
sembante de hombre y e sentdo a su mente. Se ncorpor por 
s soo de su asento, se en|ug e sudor fro que cubra su frente y 
se rgu deante de rey e ancano sotaro y desvado frente 
a   vgoroso  seor  de  mes  rodeado  por  sus  guerreros  sn  un 
tembor   en   os   o|os   frmes   n   una   pegara   en   demanda   de 
proteccn en os atvos abos.
 Yo, un romano comenz, vengo de Roma, combatda con e 
hambre por e nvasor, para poner a cudad, sus habtantes, sus 
paacos y sus tesoros en manos de Aarco e godo.
  E   rey  se  estremec,   mr  un  momento  a   que  hababa  y  a 
contnuacn vov e rostro con mpacenca y despreco.
  No  mento  contnu  entusasta,   con  una  tranqua  dgndad 
que   ogr   mpresonar   a   ruda   sensbdad   de   hroe   godo. 
Mrame de nuevo! De qu otro ugar que no sea Roma podra 
haber vendo as hambrento, marchto, consumdo? No ha pasado 
n   una  hora  de  m   sada  de  a  cudad,   y  por  donde  yo  a  de| 
pueden entrar esta noche as fuerzas de os godos.
 La prueba de a cosecha est en a cantdad de grano, no en a 
engua de gran|ero. Mustrame tus puertas abertas y creer que 
me dces a verdad repc e rey con una rsa ruda.
  Tracono a a cudad contnu e hombre con tono grave, 
pero con una condcn; concdemea y...
 Te concedo la vida o nterrump Aarco, atvo.
 La vda! excam e romano, y su cuerpo consumdo parec 
crecer, y su voz trmua hacerse frme y fuerte con a amargura 
de despreco. La vda! No es o que pdo de tu poder! Este 
cuerpo   en   runas   cas   no   tene   fuerzas   sufcentes   para 
mantenerme vvo un da ms! No tengo hogar, n seres querdos, 
n amgos, n benes! Levo en Roma una vda sotara en medo 
de a muttud; soy un pagano en una cudad de apstatas! Ou 
me  mporta  la  vida!   La  estmo  so  porque  puede  servr   a  os 
doses, en cuyo nstrumento de venganza contra a nacn que os 
ha negado te convertr a t y a tus huestes. S me matas, ser 
una sea  que me envan de que no soy dgno de eos. Morr 
contento.
  Ca.   Mentras   o   escuchaba,   e   rey   haba   do   perdendo   a 
brusquedad de maneras y a fata de nters que hasta entonces 
mostrara, hasta asumr una acttud de atencn y seredad ms 
acorde   con   su   ato   cargo   e   mportantes   responsabdades. 
Comenz a de|ar de consderar a desconocdo como un renegado 
corrente,   un  espa  ordnaro,   un  mpostor   nsustanca   a  quen 
poda echar de su tenda con desdn; empez a vero como un 
hombre o bastante mportante para ser escuchado, y o bastante 
ambcoso para desconfar de . En consecuenca, vov a ocupar 
e   asento  que  abandonara  durante  a  entrevsta  y  e  pd  con 
toda cama a su nuevo aado que e expcara a condcn de a 
que dependa a prometda entrega de a cudad de Roma.
  E sembante de Upo, aterado por e door y e desaento, se 
anm  con  un  respandor   de  trunfo  a   escuchar   a   repentna 
prudenca   y   moderacn   de   a   petcn   rea;   az   a   cabeza 
orguoso,   avanz   unos   pasos   y   contnu   en  voz   ata   y   tono 
abrupto:
  Promteme e derrbo de as gesas crstanas, e extermno 
de os sacerdotes crstanos y a restauracn unversa de cuto a 
os doses y esta noche sers e  amo de a prncpa  cudad de 
mpero, que te afanas en subvertr!
  E atrevmento, a vastedad, a nsana de madad contenda en 
ta   propuesta  y  provenente  de  ta   fuente  asombraron  tanto  a 
Aarco  que  qued  mudo  por   un  momento.   E   desconocdo,   a 
advertr   su  tempora   ncapacdad  para  respondere,   romp  e 
senco y contnu:
 Acaso es m condcn dfc de satsfacer? Un conqustador es 
todopoderoso; puede derrbar un cuto de a msma manera que 
derrba e goberno de una nacn. Ou te mporta, sempre que 
sean tuyos e mpero, a fama y os tesoros, qu doses adora e 
puebo? Es acaso un gran preco por una fc conqusta cambar 
ago que no amenaza n tu poder, n tu renombre, n tu rqueza? 
Os  marava  que  desee  yo  ta   transformacn?  Nac   para  os 
doses; a su servco gan mportanca y fama; por su causa he 
sufrdo  humacones  y  doores;   por  su  restauracn  consprar, 
combatr,   morr!   |rame  entonces   que  con  e   nuevo  estado 
evantars   e   antguo  cuto  e  ntroducr  en  a  cudad  por   m 
entrada  secreta  sufcentes   sodados   godos   para  asesnar   con 
toda mpundad a os centneas de guarda y abrr as puertas de 
Roma a tu fuerza nvasora. No sentas a tentacn de desprecar 
a ayuda de un hombre desconocdo y carente de proteccn; os 
cudadanos nunca cedern a vuestro asedo; no quers correr os 
pegros de un ataque; se dce que as egones de Rvena ya han 
partdo en esta dreccn. Aunque soy un para, te dgo aqu, en 
tu campamento, que vuestra ms segura garanta de xto somos 
o que he descuberto y yo msmo!
 E rey se ncorpor de un sato de su asento.
  Oun es e tonto o e oco excam cavando os o|os con 
sarcasmo  e  ndgnacn  feroces  en  e   rostro  de   desconocdo, 
que parotea en m presenca sobre as egones de Rvena y os 
pegros  de  un  ataque?  Acaso  crees,   renegado,   que  tu  cudad 
hubera  poddo  resstrseme  s   yo  hubera  eegdo  tomara  por 
asato e  msmo da que acamp frente a sus muraas? Sabes 
que vuestros afemnados sodados han desechado os escudos de 
sus   antepasados   porque   sus   cuerpos   can|os   son   demasado 
dbes   para  soportar   su  peso,   y  que  a  mtad  de  m   e|rcto 
trpca   e   nmero   de   os   guardas   de   Roma?   Ahora   msmo, 
mentras ests aqu frente a m, no tendra ms que ordenaro y a 
cudad sera anquada por e fuego y a espada, sn a ayuda de 
uno soo de os membros de rebao de tradores que se esconde 
a abrgo de sus ma defenddas muraas!
  Tras   esas   paabras   de   Aarco,   una   fuerza   nvsbe   parec 
anquar  tanto  e   cuerpo  como  a  mente  de   nfez  a  quen  as 
drgera. La conmocn que e produ|o a respuesta de |efe godo 
parec dotzaro, como cega a uz de un rempago. Contemp 
a   rey  con  mrada  atnta,   mentras  se  pasaba  a  mano  por   e 
rostro, como para emnar una magnara opacdad de sus o|os; 
despus de| caer e brazo nerte a un costado, ncn a cabeza 
sobre e pecho y se ament con voz queda y ausente:
  La   restauracn   de  os   doses;   esa   es   a   condcn  de   a 
conqusta; a restauracn de os doses!
  No  he  vendo  hasta  aqu   para  ser   e   nstrumento  de  unos 
sacerdotes dementes y ovdados excam Aarco con desdn
. Dondequera que tope con vuestros madtos doos, os fundr 
para  fabrcar   armaduras  para  ms  guerreros  y  herraduras  para 
ms   cabaos;   transformar   vuestros   tempos   en   graneros   y 
convertr   vuestras   mgenes   de   madera   en   ea   para   as 
hogueras de ms huestes!
  Mtame   y   caa!   gm   e   hombre,   mentras   retroceda 
trastabando hasta e costado de a tenda y se encoga ante as 
nmsercordes paabras de godo, como e escavo ba|o e tgo.
 Les cedo a tus concudadanos romanos e derecho a derramar 
tu  sangre  respond   e   rey;   so  eos   son  dgnos   de  ta 
hazaa!
  N   una   saba   de   respuesta   escap   ahora   de   os   abos   de 
desconocdo, y tras un ntervao de senco Aarco contnu con 
voz despo|ada de a quemante rrtacn de antes, y sgnada por 
una soemne gravedad que e confera una dgndad y una fuerza 
rresstbes a cada una de sus paabras:
 Mra os caracteres grabados aqu! d|o, seaando a escudo
.   Son   a   madcn   pronuncada   por   Odn   contra   a   gran 
opresora: Roma! Antao esas paabras formaron parte de a fe de 
nuestros padres; esa regn desaparec hace ya tempo, pero 
as paabras permanecen; eas sean e  odo eterno de  puebo 
de norte a puebo de sur; eas contenen e esprtu de destno 
magnfco   que   me   ha   trado   hasta   as   muraas   de   Roma. 
Cudadanos   de   un   mpero   abatdo:   a   medda   de   vuestros 
crmenes   est   comada!   E   mando   que   vuestros   antepasados 
ganaron   por   a   fuerza,   no   o   conservarn   sus   descendentes 
medante   a   mentra.   Durante   doscentos   aos,   treguas 
nsustancaes y poco duraderas han aternado con proongadas y 
sangrentas   guerras   entre  tu  puebo  y  e   mo.   Recordndoo, 
recordando os matratos a que fueron sometdos os godos en sus 
asentamentos de a Traca, e asesnato de os |venes godos en 
os puebos de Asa, a masacre de os rehenes godos en Aquea, 
he vendo eegdo por mandato dvno para ograr a bertad y 
satsfacer a ra de m nacn humando a sus pes e podero de 
a trnca Roma! No es para combatr y derramar sangre que he 
acampado frente a esas muraas. Es para apastar, medante e 
hambre  y  e   door,   e   orguo  de  tu  gente  y  e   nmo  de  tus 
gobernantes;   para   arrancaros   vuestras   rquezas   esconddas   y 
despo|aros de vuestro aardeado honor; para derrbar medante a 
opresn a os opresores de mundo; para negaros a gora de una 
resstenca e mponeros a vergenza de un sometmento. Es por 
eso que ahora me abstengo de tomar por asato vuestra cudad y 
a cerco con un nconmovbe asedo!
 A medda que a decaracn de su gran msn saa a borbotones 
de   entre   os   abos   de   rey   godo,   e   esprtu   de   su   eevada 
ambcn pareca rradar a todo su cuerpo. Su nobe estatura, sus 
hermosas   proporcones,   su   sembante   autortaro   pareceron 
adoptar una grandeza smpe y prmtva. En comparacn con a 
fgura   encogda   de   descorazonado   desconocdo,   se   vea   cas 
subme.
  Una  sere  de  proongados  estremecmentos  recorr  e   cuerpo 
de   pagano,   quen,   a  pesar   de  eso,   n   derram  una  grma  n 
pronunc paabra. La nfructuosa defensa de Tempo de Seraps, 
a  derrotada  revueta  de  Ae|andra  y   a  abortada  ntrga  con 
Vetrano venan ahora a su memora para ahondar e horror de su 
presente y peor fracaso. Revveron terrbemente vvdos en su 
memora   todos   os   detaes   de   su   paso   por   as   muraas 
agretadas. Record todas as sensacones de su prmera noche 
de abor en medo de as tnebas; todas as mseras de a tortura 
sufrda  en  su  segunda  noche  ba|o  a  pared  derrbada;   toda  e 
door, e pegro y a desesperacn que acompaaran sus afanes 
sguentes   en   os   que   perseverara   a   pesar   de   hambre,   a 
debdad y e brazo nt hasta rebasar, en engaoso trunfo, e 
tmo   de   os   obstcuos   de   boquete   que   con   tanto   traba|o 
abrera.   Uno  tras  otro,   esos  recuerdos  ovdados  voveron  a  su 
memora   a   escuchar   a   recrmnacn  de  Aarco,   que  revva 
ve|as   doencas,   hurgaba   en   antguas   herdas,   abra   nuevas 
agas.   Pero   savo   por   os   estremecmentos   que   seguan 
sacudendo   su   cuerpo,   nnguna   sea   externa   tracon   e 
tormento nteror que o aque|aba. Era demasado fuerte para as 
paabras   humanas,   demasado   terrbe   para   a   humana 
compasn: o sufr en absouto senco. Aun s su proyecto era 
monstruoso, e castgo mora sufrdo a ntentar consumaro era o 
bastante severo para ser dgno de crmen proyectado.
  Tras contempar a hombre durante unos mnutos ms, con una 
tma mrada de desdn nmsercorde, Aarco am a uno de os 
guerreros de guarda, y despus de ordenare que es pasara a 
voz a os centneas de que e desconocdo estaba autorzado para 
atravesar con toda bertad e campamento, se vov haca este 
tmo y e hab por tma vez:
  Regresa  a  Roma  por  e   msmo  agu|ero  por  e   que  como  un 
rept saste, y amenta a tus concudadanos hambrentos con as 
paabras que has.escuchado en a tenda de brbaro!
 E guarda se acerc, o condu|o fuera de a presenca de rey, es 
do  a  os  centneas  as  ndcacones  necesaras  y  o  de|  soo. 
Upo az una vez os o|os como camando desesperado a ceo 
adusto, pero tampoco ahora de| escapar n una paabra, n una 
grma, n un amento. Camn despaco en medo de as espesas 
tnebas  y,   tras  dare  a  espada  a  a  cudad,   se  ntrodu|o,   sn 
mportare  adonde  o  evaban  sus   pasos,   en  as   caes   de  os 
desoados y desertos suburbos.
CAPT"LO )$I
ENC"ENTROS AMOROSOS
 Oun que ha contempado un ceo amenazador y tempestuoso 
no ha sentdo e pacer de descubrr nesperadamente un pequeo 
caro   de  azu   sereno   que  sgue  brando   entre  as   nubes   de 
tormenta?   Mentras   menos   gusto   haya   sentdo   a   mrada   a 
recorrer a sombra vastedad de resto de frmamento, con ms 
aegra se posar fnamente en e  pequeo oass de uz con e 
que tropezan a cabo os o|os cansados y que, cuando cubra toda 
a bveda ceeste, quzs so merec una o|eada neggente. En 
comparacn con os tonos oscuros y uctuosos que o rodean, ese 
pequeo   retazo   de   azu   adquere   graduamente   e   poder   de 
conferre   a   panorama   ms   vasto   y   trste   certo   nters   y 
anmacn que no posea antes de que a mente reconocera en a 
atmsfera  de  tormenta   que  o   crcunda   un  punto  que  aade 
varedad   a   a   escena,   un   espectcuo   cuya   trsteza   puede 
nteresar, adems de repeer.
  Sera   con   sentmentos   parecdos   a   esos   (apcados,   sn 
embargo,  a a mente y no a os o|os) que e  ector recorr as 
pgnas dedcadas a Hermanrco y Antonna? Acaso a fecdad 
descrta en eas e parece ahora brar en medo de tormentoso 
curso de a narracn como bra e trozo de ceo azu por entre 
as nubes arremonadas? Le parec esa perspectva umnosa, 
a vsumbrara, un |ardn de sosego en medo de era de feras 
emocones que o rodeaba? Le do nmos, a compararo con o 
suceddo antes, para adentrarse en e terreno de ms sombros 
ntereses   que  vendra  a  contnuacn?   S   as   o  mpreson,   s 
puede an recordar a escena de a casa de a gran|a ms a de 
os  suburbos  con  emocones  como  esas,   no  pondr  reparos  a 
de|ar por un momento as nubes arremonadas y retornar a trozo 
de ceo azu; no se negar a que hagamos una breve dgresn 
sobre Antonna y sus sotaras anuras antes de contnuar con a 
hstora de Upo y a cudad hambreada.
 Durante e tempo transcurrdo desde que nos separamos de ea, 
Antonna ha permanecdo segura en su soedad, fez en su ben 
seecconado retro. Los pocos godos que aparecan de cuando en 
cuando  en  a  vecndad  de  su  santuaro  nunca  trasponan  sus 
apacbes   mtes.   La   vsn   de   os   campos   arrasados   y   os 
graneros  vacos  de  a  pequea  propedad  abandonada  bastaba 
nvarabemente para desvar sus merodeos en otra dreccn. Los 
das pasaban tersa y veozmente para a gent usurpadora de a 
abandonada  vvenda  de  a  gran|a.   E   estrecho  crcuo  de  sus 
|ardnes y sus bosques protectores condensaba para ea todos os 
paceres y ocupacones de su nueva vda.
  Las  sencas  provsones  abandonadas  en  a  casa,   as  frutas  y 
vegetaes que recoga en e |ardn, bastaban ampamente para su 
sustento.   La  soedad  bucca  de   ugar   e|erca  sobre  ea  una 
tranqua y soadora fascnacn, un encanto ncesante, despus 
de austero asamento a que se vera sometda su exstenca en 
Roma. Y cuando egaba a cada de a tarde y e so comenzaba a 
brur as copas de os rboes haca ponente, entonces, tras as 
apacbes   emocones   de   da   sotaro,   egaba   a   hora   de   os 
absorbentes   cudados   y   as   aegres   expectatvas:   sempre  os 
msmos   y   sempre,   sn   embargo,   decosamente   renovados. 
Entonces  as   toscas  ventanas   se  cerraban  con  ceo,   a  puerta 
hasta entonces aberta se atrancaba; a pequea mpara ahora 
nvsbe desde afuera se encenda aegremente; y entonces a 
seora de a casa y e|ecutora de esos preparatvos se resgnaba a 
esperar, con compacda ansedad, a egada de nvtado a cuyo 
recbmento estaban destnados.
  Y nunca aguard en vano e  arrbo de esa precada compaa. 
Hermanrco recordaba su promesa de vstar constantemente a 
vvenda  de  a  gran|a,   y  a  cumpa  con  toda  a  constanca  de 
amor y todo e entusasmo de a |uventud. Cuando es asgnaba a 
os centneas a su mando su guarda de a noche, y a confanza 
que depostaban en   sus superores o exma de nspeccones 
durante   as   horas   de   oscurdad,   de|aba   e   campamento, 
atravesaba os desoados suburbos y egaba a a vvenda donde 
a |oven romana o esperaba; y regresaba a su puesto antes de 
amanecer   para  recbr   as  comuncacones  que  reguarmente  e 
transmta a esa hora uno de sus subordnados.
  Y  as,   faaz  con  su  nacn,   pero  fe   a  a  nueva  Egera  de  sus 
pensamentos y sus accones desea a os requermentos de a 
venganza y a guerra, pero ea a os ntereses de a tranqudad y 
e amor procuraba, noche tras noche, a presenca de Antonna. 
Su pasn, aunque opuesta a sus deberes de sodado, no haba 
causado  nngn  deteroro  de  su  dsposcn.   Los   cambos   que 
haba producdo en  o ennobecan. Haba hecho ms varadas y 
exatadas sus rudas emocones, porque no se nspraba so en a 
beeza y a |uventud que vea, sno tambn en os pensamentos 
puros y a ngenua eocuenca que oa. Y ella, a h|a desterrada, a 
fuente  en  a  cua   e   guerrero  de   norte  beba  esas  sensacones 
nuevas   y   ms   eevadas   que   nunca   antes   expermentara, 
dstngua a su protector, su prmer amgo y compaero adems 
de su prmer amor, con una devocn que, por o heterognea y 
exatada,   a  mente  puede  magnar,   pero  a  puma  so  puede 
descrbr de manera muy mperfecta. Era una devocn nacda de 
a nocenca y a grattud, de gozo y a pena, de a aprensn y a 
esperanza.   Era   demasado   ozana,   demasado   ceesta   para 
aceptar nngn reproche h|o de una vergenza artfca, nnguna 
reprobacn   nacda   de   un   artfca   pudor.   Recordaba,   por   su 
esenca,   aunque  no  por  su  ob|eto,   a  devocn  de  as  prmeras 
h|as de a Cada por sus hermanos y seores.
 Pero ya es hora de que retomemos e curso de nuestra narracn, 
aunque antes de rencorporarnos a  exctante y rpdo presente 
ser menester todava vover a vsta atrs unos momentos, haca 
e pasado comado de acontecmentos.
  Sn embargo, no es a paz, a beeza, e  pacer o que concta 
ahora nuestra atencn. Es a ra, a enfermedad y e crmen, es a 
obstnada y  poco femenna Gosvntha  o  que  ahora nos  ocupa. 
Desde e da en que a voenca de sus encontradas emocones a 
prvara  de   sentdo  en  e   momento  decsvo  en  que  trunfaba 
sobre os escrpuos de Hermanrco y e destno de Antonna, una 
febre anquadora a haba hecho sufrr una parte de os amargos 
tormentos que habra deseado nfgres a otros. Parte de tempo 
permaneca sumda en un furoso dero; parte, en un desvado 
agotamento;   pero  nunca  ovd,   fuera  cua   fuese  a  forma  que 
adoptaba   su   enfermedad,   e   desesperado   propsto   en   cuya 
prosecucn   a   contra|era.   Lentamente,   tras   agunas   recadas, 
recuper a  cabo su vgor, y con   se robustec y aument e 
feroz   deseo   de   venganza   que   absorba   sus   menores 
pensamentos y gobernaba sus ms nmas accones.
  Supo,   a  travs   de  as   notcas   que  e  egaban,   de  a  nueva 
poscn que ocupaba Hermanrco en as neas de asedo, y os 
ncos acompaantes de su parente de os que e habaron eran 
os   guerreros   a   su   mando.   Pero   aunque   persuadda   de   a 
separacn  de  Antonna  y  e   godo,   su  gnoranca  de  a  suerte 
corrda por a |oven era como una herda enconada en su sava|e 
corazn. Dudosa de s habra convertdo de modo permanente a 
Hermanrco   a   sus   deas   de   venganza   y   muerte;   vagamente 
sospechosa de que en su ausenca e |oven se hubera nformado 
sobre e  ugar donde se refugara Antonna o sobre a dreccn 
que tomara a hur; resuetamente decdda an a ograr a muerte 
de   su   vctma,   estuvera   donde   estuvese,   aguard   con 
temborosa  ansedad  e   da  en  que,   recuperadas  totamente  as 
fuerzas  y  e   dnamsmo,   pudera  vover   a  e|ercer   su  nfuenca 
sobre   e   godo   y   reemprender   sus   maqunacones   contra   a 
segurdad de a |oven fugtva. E  momento en que se oper su 
tota y argamente esperada recuperacn fue precsamente e da 
que precedera a a noche tormentosa que ya hemos descrto, y e 
prmer empeo que do a sus renovadas energas fue envare a 
|oven   godo   e   mensa|e   de   que   ra   a   vero   a   ugar   donde 
acampaba antes de a egada de a noche.
  Fue esa ntmacn a que causara a nquetud en e  nmo de 
Hermanrco ya menconada a  nco de  captuo precedente. La 
noche a descrta era a prmera en que se vea prvado, ante a 
amenaza de a vsta de Gosvntha, de a antcpacn de saber 
que  ra  |unto  a  Antonna,   como  haca  habtuamente,   ba|o  e 
amparo de a noche; porque no hacer caso de omnoso avso de 
su parenta equvaa a correr e resgo de que se produ|era a ms 
fata de as reveacones. Confado hasta entonces en a engaosa 
segurdad que e proporconaba su enfermedad, haba desterrado 
de su mente e ngrato recuerdo de su exstenca. Pero ahora que 
haba recobrado as fuerzas y con eas a capacdad de cometer 
un  crmen,  Hermanrco senta  que  para  preservar en secreto e 
escondte de Antonna y proteger su vda, deba oponer a fuerza 
a  a  fuerza  y  a  astuca  a  a  astuca  cuando  Gosvntha  fuera  a 
vero, aun a resgo de causare a a sotara |oven, debdo a su 
ausenca  de  a  casa  de  a  gran|a,   todas   as   afccones   de  a 
ansedad y a aprensn.
  Sumdo  en  esas  refexones,   ansando  partr,   pero  decddo  a 
quedarse, aguardaba mpacente a egada de Gosvntha, hasta 
que e nco de a tormenta, con a sere de sucesos msterosos y 
absorbentes   que   tra|era   apare|ados,   obgaron   a   sus 
pensamentos y sus accones a tomar otros rumbos. No obstante, 
cuando termn su entrevsta con e desconocdo y e rey godo y 
regres, como se e ndcara, a su puesto en e campamento, as 
anterores  nquetudes,   de|adas  a  un  ado,   pero  no  emnadas, 
voveron  a  e|ercer   a  msma  nfuenca  sobre  .   Les  pregunt 
ansoso a sus camaradas s Gosvntha haba egado durante su 
ausenca y todos e deron a msma respuesta negatva.
  Mentras   escuchaba  e   sondo  meancco  de   vento  que  se 
evantaba, e crecente retumbar de trueno, os chdos agudos 
de as dstantes aves nocturnas que voaban raudas en busca de 
refugo,   su   corazn   se   snt   embargado   por   emocones   de 
trsteza   y   temor.   Se   asombraba   ahora   de   que   os   sucesos 
ocurrdos,   por   sorprendentes  y  pasmosos  que  fueran,   huberan 
ogrado desvar  su  mente  por un momento  de as  meanccas 
medtacones en que estuvera sumda a fna de da. Pens en 
Antonna, sotara y desvada, que ora temerosa a tempestad y 
esperara en vano por su ya demorado arrbo. Su magnacn e 
hzo   ver   pegros,   conspracones   y   crmenes,   aderezados   con 
todas as terrbes exageracones de os sueos. Hasta e sondo 
rpdo y montono de as gotas de uva despertaba en  oscuras 
e ndefnbes  premoncones  de  desgraca.  La  pasn  que hasta 
ese momento haba orgnado nuevos paceres cumpa ahora a 
otra mtad de su msn en a terra, y e causaba afccones antes 
desconocdas.
  A  medda   que   a   tormenta   aumentaba   su   fuerza   y   que   as 
tnebas se espesaban, aumentaba su nquetud, que termn por 
echar por terra a tma db resstenca de su vacante frmeza. 
Tras   persuadrse   de   que   despus   de   un   retraso   tan   argo 
Gosvntha no ra a vero hasta e da sguente, y que cuaquer 
comuncacn de Aarco, de haber sdo envada, ya habra ego a 
sus manos; ncapaz de segur combatendo su preocupacn por 
a   segurdad   de   Antonna;   decddo   a   enfrentar   as   peores 
caamdades con ta de no ausentarse de a casa de a gran|a en 
esos momentos de tempestad y pegro, recorr por tma vez 
as   poscones   de   os   atentos   centneas   y   abandon   e 
campamento hasta a maana sguente.
CAPT"LO )$II
LOS %"NOS
  Ms   de   una   hora   despus   de   que   Hermanrco   partera   de 
campamento, un hombre entr a toda prsa en a casa destnada 
a   abergue   de   |oven   caudo.   No   hzo   nngn   ntento   por 
encender uz o fuego, sno que se sent en a peza prncpa y, de 
cuando en cuando, mustaba agunas paabras para s msmo en 
una engua extraa y brbara.
  Levaba  un  corto  tempo  en  esa  ncmoda  soedad  cuando  o 
nterrump   un   asstente   de   campamento   que   evaba   una 
pequea   mpara,   y   a   que  segua   de  cerca   una   mu|er   que, 
cuando   e   hombre  se  evant  para  preguntare  qu  deseaba, 
anunc ser parenta de Hermanrco y exg ver de nmedato a  
godo.
  Aunque  e   sembante  de  Gosvntha  (porque  era  ea)   se  vea 
macento y espectra debdo a su recente doenca y proongada 
agtacn, comparado, a a uz de a mpara, con e  rostro y a 
fgura   de   ndvduo   a   quen   se   drga,   pareca   enormemente 
atractvo.  Una narz  apastada,  una  tez cetrna,  argos,  speros, 
enmaraados rzos de un peo negrsmo, una barba hudza sn 
sombra  de  barba,   y  unos  o|os  pequeos,   sava|es,   hunddos,   e 
daban  a  a  fsonoma  de   hombre  un  carcter  cas   besta.   Sus 
hombros anchos y forndos remataban un cuerpo de estatura tan 
ba|a  cuanto  attca  era  su  compexn;   a   mraro  se  vean  os 
mscuos   de   un   ggante   en   e   cuerpo   de   un   enano.   Y,   sn 
embargo,   ese  Hrcues  deforme  no  era  un  error   asado  de  a 
Naturaeza,   una  extraordnara  excepcn  entre  sus  seme|antes, 
sno  e   prototpo  de  toda  una  raza  tan  contrahecha  y  repusva 
como . Era un huno.
  Ese puebo sava|e, que nspraba terror ncuso a sus brbaros 
vecnos, y que vva sn goberno, n eyes, n regn, comparta 
un nco sentmento con e resto de a raza humana: e nstnto 
guerrero. Se puede afrmar que su hstora haba comenzado con 
sus tempranas conqustas en Chna y que haba prosegudo con 
sus prmeras vctoras sobre os godos, quenes os consderaban 
demonos   y   huan  ante  su  egada.   Las   hostdades   entonces 
comenzadas  entre  as  dos  nacones  fueron  a   cabo  de   tempo 
nterrumpdas merced a a aanza tempora de os conqustados 
con e   mpero,  y  cesaron despus con a gradua  fusn de  os 
ntereses de ambos en un sentmento que a ambos anmaba: e  
odo a Roma.
  Merced a ese azo de hermandad se uneron pbcamente os 
godos y os hunos, aunque en prvado seguan sendo enemgos, 
porque una de as nacones recordaba sus anterores derrotas tan 
vvdamente como a otra recordaba sus anterores vctoras. A o 
argo de sucesvos desastres, dsensones y xtos, prosgueron 
su  derrotero  de  guerra  y  rapa,   a  veces   separados,   a  veces 
|untos,   hasta  e   perodo  en  que  se  desarroa  nuestra  novea, 
cuando   as   fuerzas   con   as   que   Aarco   montara   su   asedo 
contaban entre sus fas de auxares brbaros con un cuerpo de 
hunos, quenes,  admtdos a regaadentes como aados de os 
godos,   se   encontraban   dspersos   en   todas   as   undades   de 
e|rcto  en  poscones  subordnadas,   y  de  quenes  e   ndvduo 
antes  descrto  era  uno  de  os  desdeosamente  favorecdos  con 
una promocn a una poscn menor de mando, a as rdenes de 
Hermanrco como |efe godo.
  Una  expresn  de  aversn,   aunque  no  de  terror,   cubr  a  faz 
musta de Gosvntha cuando se acerc a brbaro y e rept su 
deseo de que a condu|eran ante a presenca de Hermanrco. No 
obstante, por segunda vez, e hombre no e respond. Romp a 
rer   con   carca|adas   breves   y   chonas   y   mene   os   anchos 
hombros con torpe hardad.
  Las  me|as  de  a  mu|er   se  cubreron  un  nstante  de  rubor   y 
despus   retornaron   a   su  padez   vda,   antes   de   drgre  as 
sguentes paabras:
 No vne hasta aqu para que se burara de m un brbaro, sno 
para  que  me  recbera  un  godo!  Vuevo  a  preguntarte:   dnde 
est m parente Hermanrco?
  Se  fue!  excam  e   huno.   Y  su  rsa  se  hzo  ms  sava|e  y 
dscordante.
  Un  sbto  estremecmento  recorr  e   cuerpo  de  Gosvntha  a 
advertr  e   tono  de   brbaro  y  or  su  respuesta.   Sofocando  con 
dfcutad su ra y su agtacn, contnu con mrada aprensva y 
tono de spca:
  Adonde se ha do? Haca donde part? S que hace mucho 
que  pas  a  hora  que  sea  para  nuestro  encuentro,   pero  he 
estado enferma durante varas semanas, y cuando me preparaba 
para   marchar   esta   tarde,   ms   doencas   pasadas   pareceron 
sbtamente   vover   a   aque|arme.   Me   evaron   a   echo.   Pero 
aunque as mu|eres que me socorreron me ndcaron que deba 
quedarme  y  reposar,   encontr  fuerzas  a   egar   a  noche  para 
escapar de eas y venr soa hasta aqu en medo de a tormenta 
y   de   a   oscurdad,   porque   estaba   decdda,   aunque   eo   me 
costara   a   vda,   a   encontrarme   con   Hermanrco,   como   e 
prometera  por  ntermedo  de  ms  mensa|eros.   T,   que  eres  su 
compaero de patrua, debes saber adonde ha do. Ve y de o 
que te he contado. Esperar su regreso!
  Su  msn  es  secreta  se  mof  e   huno.   Se  ha  marchado, 
pero sn decrme adonde. Cmo podra yo, un brbaro, saber por 
dnde  anda  un  ustre  godo?  No  me  corresponde  conocer   sus 
actvdades, sno obedecer sus rdenes!
  No  te  bures  de  tu  obedenca  repc  Gosvntha  con  una 
ansedad que e cortaba e aento; te repto que sabes adonde 
ha do y debes decrme a qu ha marchado. Lo obedeces  a ,l; 
aqu hay dnero para hacer que me obedezcas a m.
 Cuando d|e que su msn era secreta no menta d|o e huno 
mentras recoga codcoso as monedas que a mu|er e anzara; 
pero  no  ha  ogrado  mantenera  secreta  para  m!   Los   hunos 
somos astutos! A|, feos y astutos!
 La desconfanza, que es a nca emocn eevada de un corazn 
crmna,   cas   e  hzo  advnar  a  Gosvntha  en  ese  momento  a 
nformacn   que   an   no   e   haba   comuncado   e   huno.   Sn 
embargo, n una paabra sa de sus abos, sno que e hzo un 
gesto a brbaro para que contnuara.
  Ha do a a casa de una gran|a que queda en a anura, ms 
a de os suburbos a nuestras espadas. No regresar hasta e 
amanecer contnu e huno |ugueteando descudadamente con 
e dnero entre sus grandes y caosas manos.
 Lo viste? pregunt a mu|er con voz entrecortada.
  Lo   segu   hasta   a   casa   contest   e   brbaro.   Durante 
muchas noches o vg, porque sospechaba de ; esta noche o 
v   partr.   Hace  muy  poco  que  regres  despus  de  seguro.   La 
oscurdad no me o mpd; e ugar queda |unto a a cazada que 
sae de os suburbos; e prmer sendero haca e oeste eva hasta 
a ver|a de su |ardn. Lo s! He descuberto su secreto! Soy ms 
astuto que !
  Para  qu  fue  a  a  casa  de  a  gran|a  de  noche?  nqur 
Gosvntha despus de unos momento durante os cuaes parec 
permanecer en senco para f|ar as tmas paabras de hombre 
en  su  memora.   Eres  o  bastante  astuto  para  poder  decrme 
eso?
  Por   qu  arresgan  os  hombres  su  segurdad  y  su  vda,   su 
dnero y su renombre? r e brbaro. Los arresgan por as 
mu|eres! Hay una |oven en a casa de a gran|a; a v a a puerta 
cuando e |efe entr!
  Hzo  una  pausa,   pero  Gosvntha  no  e  respond.   Recordando 
que   descenda   de   una   raza   de   mu|eres   que   mataban   a   sus 
esposos, hermanos e h|os herdos con sus propas manos cuando 
se reunan con eas, despus de una bataa, deshonrados por a 
derrota; recordando que e fuego de a antgua ferocdad de esas 
antepasadas  an  arda  en  su  corazn;   recordando  todo  cuanto 
esperara de Hermanrco y todo cuanto consprara contra Antona; 
cacuando en toda su mportanca a conmocn producda por a 
nformacn que ahora recba, resuta a un tempo ndeseabe e 
mposbe descrbr sus emocones de momento. Durante agunos 
mnutos nngn sondo que no fuera e retumbar de os truenos, a 
respracn convusva de Gosvntha y e tntneo de as monedas 
que  e   huno  pasaba  mecncamente  de  una  mano  a  a  otra, 
quebr e senco que renaba en a habtacn.
 La abor de esta noche me rendr una buena cosecha de oro y 
pata contnu e brbaro, ponendo fn a senco. * me has 
dado dnero para que habe; cuando e |efe regrese y se entere de 
que o he descuberto, ,l me dar dnero para que cae. Maana 
beber con os hombres ms ustres de e|rcto, aunque soy un 
huno!
 Regres a su asento a termnar de pronuncar esas paabras, y 
comenz   a   evar   en   a   ho|a   de   su   espada,   con   una   de   as 
monedas, e  montono comps de  estrbo de una cancn de 
borrachos, mentras Gosvntha, pda y sn aento, de pe |unto a 
a puerta de a habtacn, o mraba con o|os f|os y ausentes. A 
cabo a mu|er de| escapar un profundo suspro; cerr os puos 
nvountaramente a os costados; sus abos se entreabreron en 
una sonrsa amarga; y despus, sn decre una paabra a huno, e 
vov   a   espada   y   abandon   a   habtacn   caada   y 
subreptcamente.
  A   nstante,   un  repentno  cambo  se  oper  en  e   brbaro.   Se 
evant de un sato, una mueca de odo y trunfo sava|es aparec 
en su hrsuto entrece|o, y comenz a recorrer a habtacn de un 
ado a otro como una besta sava|e en|auada,
  A   fn  o  derrbar  de   pncuo  de  su  poder!  must  feroz 
para s msmo. Su parenta o odar por o que e he contado 
esta noche: me d  cuenta cuando me hab! Por abandonar su 
puesto   es   posbe   que   Aarco   o   deshonre,   o   desterre,   o 
ahorque! Su suerte est en ms manos; me brar para sempre 
de     y  de  su  mando!  Odo  a  este  godo  ms  que  a  todos  os 
restantes membros de su nacn! A estar cuando o even a 
rastras  a   rbo   y  o  humen  con  su  vergenza  como  me  ha 
humado  con m deformdad!. Ca para rer en compacda 
aprobacn de su proyecto, mentras apretaba e paso y se daba 
pamadas de gozo en a brbara exatacn de su trunfo.
  Levaba  agn  tempo  sumdo  en  esas   secretas   medtacones 
cuando de otro ado de a puerta se de| or e sondo de unos 
pasos. Los reconoc de nmedato y e ndc en voz queda a a 
persona que estaba afuera que se aproxmara. A a sea de su 
voz,   entr  un  hombre  de  compexn  menos   attca,   pero  su 
dobe  en  o  que  a  deformdad  toca.   A  contnuacn  se  produ|o 
entre os dos hunos e sguente dogo, que comenz e recn 
egado:
 Lo seguste hasta a puerta?
 Hasta e msmo umbra.
 Entonces su cada es segura! He vsto a Aarco.
  Apastaremos  a  ese  muchacho  a   que  e  han  dado  mando 
sobre nosotros que somos sus mayores, so porque es un godo y 
nosotros  somos  hunos!  Pero,   qu  suced  con  Aarco?  Cmo 
ograste que te oyera?
 Los godos que rodeaban su tenda me amaron buronamente 
sava|e, y |uraron que ms padres eran un demono y una bru|a. 
Pero yo recordaba a poca en que esos fanfarrones huan de sus 
puebos cuando nuestras trbus montadas en sus corcees negros 
os perseguan como s fueran bestas! A|! En esa poca hasta 
sus abos padecan de medo.
  Cuntame   o   de   Aarco;   no   tenemos   mucho   tempo   o 
nterrump e otro fero.
 No contest n una paabra a sus provocacones contnu su 
compaero, sno que d|e en voz muy ata que era un aado de 
os godos, que evaba un mensa|e para Aarco y que tena tanto 
derecho como cuaquera a que me concedera una audenca. M 
voz eg a odos de rey, que asom a cabeza fuera de su tenda 
y  me  hzo  una  sea  de  que  entrara.   V   e   odo  a  m   nacn 
ensombrecere  os o|os cuando nos mramos,  pero  e hab  con 
sumsn y en voz muy ba|a. Le cont cmo e caudo a cuyas 
rdenes   nos   pusera   haba   abandonado   en   secreto   su 
responsabdad; e d|e cmo habamos vsto muchas noches a 
guerrero que tanto ha favorecdo drgrse a os suburbos; cmo 
esta noche, a gua que as anterores, haba sado sgosamente 
de   campamento,   y   cmo   tu   o   habas   segudo   hasta   su 
escondr|o.
 Y e trano se enfurec?
  Sus   me|as   enro|eceron,   sus   o|os   reampaguearon  y   sus 
dedos tembaron sobre a empuadura de su espada mentras se 
o contaba! Cuando ca, me respond que menta. Me mad|o 
afrmando que era un huno nfe  que caumnaba a un caudo 
crstano.   Me  amenaz  con  ahorcarme!   Le  ped   que  antes  de 
matarme  envara  agn  mensa|ero  a  nuestras   poscones   para 
comprobar a verdad. Le orden a un guerrero que regresara aqu 
conmgo.   Cuando   egamos,   no   encontramos   rastros   de 
crstansmo   caudo   y   nade   saba   adonde   haba   do! 
Regresamos a a tenda de rey; e guerrero a quen honra e d|o 
o msmo que e huno a quen despreca. Entonces se despert a 
ra   de   Aarco.   "Esta   msma   noche",   excam,   "e   ndqu 
personamente que aguardara vgante ms rdenes en e puesto 
que e haba sdo asgnado! Hasta a m propo h|o castgara por 
una desobedenca seme|ante! Ve, eva contgo a otros sodados 
de tus tropas e que o sgu te guar hasta su escondte y 
treo prsonero a m tenda!" Esas fueron sus paabras. Nuestros 
compaeros nos esperan a afuera; partamos sn demora para 
que no pueda escaprsenos.
  Y   s   ofrece   resstenca   nqur   e   otro   a   tempo   que 
marchaba   mpacente   haca   a   puerta,   qu   d|o   e   rey   que 
debamos hacer s ofrece resstenca?
 Mataro con nuestras propas manos.
CAPT"LO )$III
LA CASA DE LA #RAN+A
  A  medda  que  avanzaba  a  noche  aumentaba  a  fuerza  de  a 
tormenta. En as anuras, a campo aberto, era donde me|or se 
poda aprecar su voenca. A nnguna voz desentonaba con a 
meancca   msca   de   os   eementos;   nnguna   antorcha 
ameante  uchaba  contra  as  espesas  tnebas  n   mtaba  a  os 
brantes rempagos.  E  trueno prosegua sn nterrupcones su 
snfona tempestuosa, y e vento fero o acompaaba, formando 
os  acordes   de  una  sava|e  armona  cuando  sopaba  entre  os 
rboes, como s pusara en sus ramas tremoantes as cuerdas de 
un arpa ggantesca.
  En  a  pequea  peza  de  a  casa  de  a  gran|a,   Hermanrco  y 
Antonna,   sentados   uno   |unto   a   otro,   escuchaban   con   muda 
atencn e crecente estruendo de a tempestad.
  La  habtacn  y  sus  ocupantes  estaban  dbmente  umnados 
por  as  amas  de  un  fuego  mortecno.   La  pequea  mpara  de 
barro cogaba de su ugar usua de techo, pero su acete se haba 
acabado  y  su  uz  se  haba  extngudo.   Un  frutero  de  aabastro 
yaca roto a un ado de a mesa, desde donde haba cado a sueo 
sn  que  nade  o  notara.   En  a  habtacn  no  haba  nngn  otro 
adorno. Los o|os ba|os y a constante expresn de meancoa de 
Hermanrco  reveaban  as   sombras   refexones   en  as   que  se 
encontraba  sumdo.   Con  una  mano  entre  as   de     y  a  otra 
apoyada  |unto  con  su  cabeza  en  e   hombro  de  su  compaero, 
Antonna  prestaba   odo  atento   a  a  sucesva  ntensfcacn  y 
dsmnucn de vento. Su beeza se haba tornado ms ozana y 
femen   durante   su   estanca   en   a   gran|a.   La   aegra   y   a 
esperanza parecan haber conqustado a fn toda a racn de su 
ser que a naturaeza es asgnara a nacer a |oven. Incuso en ese 
momento de tempestad y tnebas, mentras escuchaba, con as 
me|as encenddas y os o|os brantes, e avance de a tormenta 
nocturna, haba ms en su expresn de asombro y pasmo que de 
agtacn y temor.
  As   absortos   en   sus   pensamentos,   Hermanrco   y   Antonna 
permaneceron en senco en su pequeo refugo hasta que as 
dvagacones de ambos se veron sbtamente nterrumpdas por 
e rudo que hzo a partrse a tranca de madera que aseguraba a 
puerta   de   a   habtacn   cuya   presn,   a   combarse   ante   os 
repetdos embates de vento, no haba poddo segur sostenendo 
e soporte podrdo. Haba ago nexpresabemente desoador en e 
torrente   de   uva,   vento   y   oscurdad   que   parec   nvadr   a 
nstante a habtacn a travs de a puerta aberta, cuando esta 
gr voentamente sobre sus frges goznes hasta quedar de par 
en   par.   Antonna   camb   de   coor   y   sufr   un   nvountaro 
estremecmento   mentras   que   Hermanrco   se   evant 
rpdamente y vov a cerrar a puerta, qutando e tosco pesto 
de sostn que o su|etaba cuando no estaba en uso. A hacero, 
ech una o|eada a a habtacn en busca de un susttuto para a 
tranca  rota,   pero no encontr en  ese  momento nada  adecuado 
para   ta   propsto,   y   must   para   s   msmo,   a   tempo   que 
regresaba mpacente a su asento:
 Mentras estemos aqu para vgara, e pesto ser sufcente; 
es nuevo y fuerte.
  Parec  estar   a  punto  de  vover   a  sumrse  en  su  meancoa 
anteror, pero a voz de Antonna recam su atencn y o dstra|o 
por e momento de sus pensamentos:
 Tene a tempestad e poder de ponerte a ti, un guerrero que 
descende   de   una   raza   de   hroes,   tan   pesaroso   y   trste?   
pregunt con acento de amabe reproche. Hasta yo, a  mrar 
estas paredes que haban con tanta eocuenca de m fecdad, y 
mentras   dsfruto   de   tu   presenca,   que   es   a   fuente   de   esa 
fecdad, puedo or e rugdo de a tormenta sn sentr e corazn 
apesadumbrado! Por qu habra de oprmrnos con su obreguez 
a   tormenta?   Acaso   e   trueno   de   as   noches   nvernaes   no 
provene de msmo ceo que e so de un da de verano? Eres tan 
|oven,   tan  generoso,   tan  vaente;   me  has   amado,   has   tendo 
compasn de m, me has brndado tu ayuda; por qu te pone 
tan sencoso y trste e engua|e nocturno de ceo?
  No  es   por   pesar   que  cao    repc  Hermanrco  con  una 
sonrsa forzada, sno por e cansanco de mucho traba|o en e 
campamento.
 Ahog un suspro a habar. Vov a ba|ar a cabeza. E combate 
entre   su   dspcenca   asumda   y   su   rea   nquetud   era 
evdentemente desgua. Antonna se qued mrndoo f|amente 
con a.mrada vgante de afecto, y su rostro se entrstec como 
e de . Se apret ms a su costado y sgu habando con voz 
nqueta y supcante:
  Ta   vez  o  que  te  deprme  es  a  guerra  entre  nuestras  dos 
nacones, que ya nos ha separado y que puede vover a hacero 
d|o; pero pensa, como yo, en a poca de paz que vendr, y no 
en   a   contenda   actua.   Pensa   en   os   paceres   que   hemos 
compartdo   en   e   pasado   y   en   a   fecdad  de   os   momentos 
presentes  as   undos,   as   vvos,   amantes,   con  as  esperanzas 
puestas e uno en e otro y, como yo, no tendrs dudas sobre e 
futuro que a ambos nos aguarda! Puede que nuestra tranqudad 
retorne con a temporada prmavera. E sereno ceo se refe|ar 
entonces en un pas en cama y un puebo fez; y en esos das de 
so   y   paz,   habr   entre   a   pobacn   aegre   corazones   ms 
regoc|ados que os nuestros?
  Hzo  una  pausa.   Un  pensamento  o  un  recuerdo  repentnos  a 
hceron   ruborzarse   y   ttubear   antes   de   prosegur.   Iba   ya   a 
contnuar   cuando   un   trueno   ms   fuerte   que   os   precedentes 
retumb amenazador en a casa y ahog sus prmeras paabras. 
E   vento  gm,   a  uva  gope  contra  a  puerta,   e   pesto  se 
sacud   con   fuerza.   Hermanrco   vov   a   evantarse   y,   tras 
aproxmarse a  fuego, puso un nuevo pedazo de ea sobre os 
rescodos agonzantes. Su postracn parec comuncarse ahora 
a Antonna, quen no vov a drgre a paabra cuando se sent 
de nuevo a su ado.
  Pensamentos   ms   terrbes   y   angustosos   que   nnguno   que 
hubera tendo antes surgan en a mente de godo. La nquetud 
que   sntera   en   e   campamento   de   os   suburbos   era   a 
tranqudad   msma   comparada   con   a   angusta   que   ahora   o 
abrumaba. Revvan vengatvos en su memora todos os deberes 
para con su nacn, su fama y su profesn que haba voado; 
todos os recuerdos que reprmera de as ocupacones marcaes 
descudadas; todas as enemstades mpuestas por a guerra que 
echara a un ado. Y sn embargo, aunque todos esos recuerdos 
eran  sumamente  vvdos,   no  ograban  debtar   su  apasonada 
devocn  por   Antonna,   que  hasta  ese  momento  e  ayudara  a 
vencer  a  nfuenca  que  sobre     e|ercan.   Coexstan  os  ve|os 
recuerdos con as nuevas emocones, os severos reproches de 
natura de guerrero con os nquetos presentmentos de corazn 
de   amante.   Y   ahora,   su   msteroso   encuentro   con   Upo;   a 
nesperada  recuperacn  de  a  saud  de  Gosvntha;   e   sombro 
comenzo   y   furoso   desarroo   de   a   tempestad   nocturna, 
comenzaron a adoptar en su mente superstcosa a ndoe de una 
sere de ncdentes nusuaes y sgnfcatvos, destnados a marcar 
e fata retorno de a nfuenca de su parenta sobre sus accones 
y sobre a suerte de Antonna.
  Una  a  una,   su  mente  revv  aborosamente,   en  sus  menores 
detaes,   todas  as  crcunstancas  de  sus  dferentes  encuentros 
con a |oven romana, desde a prmera noche en que errara hasta 
su tenda hasta a tma veada fez que pasara con ea en a 
casa  deserta  de  a  gran|a.   Despus,   retrocedendo  ms  en  e 
curso de su exstenca, record su encuentro con Gosvntha en 
os Apes taanos; su presenca durante a muerte de tmo h|o 
de a mu|er, y su soemne promesa, tras escuchar e recuento de 
a  masacre  de  Aquea,   de  vengara  de  os   romanos   con  sus 
propas manos. Agtado por esas vsones opuestas de pasado, su 
magnacn   pobaba   e   futuro   de   mgenes   de   Antonna 
nuevamente  en  pegro,   afgda  y  abandonada;   de  vsones  de 
e|rcto   mpacente   espoeado   a   fn   a   una   feroz   actvdad, 
creando un caos generazado entre os romanos y obgndoo a 
ncorporarse   para   sempre   a   sus   vengadoras   fas.   Su 
entendmento  no  se  representaba  a  posbdad  de  resstrse  o 
hur.   La   duda,   a   desesperacn   y   a   aprensn   se   haban 
adueado   de   sus   facutades   mpresonabes,   pero   nertes.   La 
noche msma, cuando a contempaba, no e pareca ms oscura; 
os  brbaros  truenos,   cuando  os  escuchaba,   ms  gubres;   e 
nombre   de   Gosvntha,   a   recordaro,   ms   omnoso,   que   as 
snestras vsones que exctaban su magnacn y agobaban su 
mente cansada.
  Haba ago ndescrptbemente smpe, conmovedor y eocuente 
en  a  acttud  de  Hermanrco  y  Antonna,   sentados  uno  |unto  a 
otro en a sotara casa de a gran|a: eran os ncos membros de 
sus respectvas nacones undos por e afecto y a paz. La |oven 
tena ambas manos posadas sobre e  hombro de Hermanrco, y 
apoyaba en eas a cabeza, con e rostro vueto haca e nteror 
de a habtacn, con o que su espeso cabeo negro se mostraba 
en  toda  su  opuenca.   E   godo  segua  con  a  cabeza  ncnada 
sobre e pecho, como s estuvera sumdo en un profundo sueo, y 
sus manos cogaban desmade|adas sobre a funda de su espada 
envanada, que tena sobre as rodas. So a ntervaos despeda 
amas  e   hogar:   a  ea  que  Hermanrco  acababa  de  echar   a 
fuego no haba prenddo ben an. En ocasones, a uz |ugueteaba 
con os bancos pegues de a tnca de Antonna; en otras, con a 
puda superfce de a coraza que Hermanrco se haba qutado y 
coocado en e sueo a su ado; en otras, por fn, con su espada y 
sus   manos   posadas   sobre   ea;   pero   e   fataban   fuerza   y 
estabdad para umnar a habtacn, cuyas paredes y rncones 
permanecan en una oscurdad cas tota.
  E   trueno  an  retumbaba,   pero  a  uva  y  e   vento  se  haban 
apacado.   Las   horas   nocturnas   haban   transcurrdo   con   ms 
veocdad  que  o  que  hemos   tardado  en  descrbr   os   sucesos 
ocurrdos en eas. Ya era medanoche.
  Los  ncos  sondos  de  a  habtacn  que  egaban  a  odos  de 
Antonna  eran  as  rpdas  sacuddas  de   pesto,   movdo  en  su 
soporte por e vento. Pareca que su spera msca guardara una 
montona reguardad con e transcurso de cada ento segundo, y 
que marcara e rtmo de su paso eterno. Poco a poco a muchacha 
comenz a prestare a ese sondo agudo y dscordante a msma 
atencn que e habra conceddo en otro momento a borboteo de 
un arroyo dstante o a a armona confortante de un ad, pero en 
e nstante en que pareca adaptarse me|or a sus sentdos, ces 
de repente y una sbta racha de vento, como a que se coara 
por   a  puerta  aberta  a   partrse  a  tranca  podrda,   agt  sus 
cabeos e hzo ondear os pegues de su tnca gera y sueto. 
Az e rostro y e susurr con voz trmua a Hermanrco:
 La puerta vov a abrrse; e pesto ced!
  E godo despert de su ensueo y az a vsta rpdamente. En 
ese   nstante   recomenzaron   as   sacuddas   de   pesto   tan 
sbtamente como haban cesado, y a atmsfera de a habtacn 
recuper su anteror tranqudad.
  Cmate, amor d|o Hermanrco afectuoso; a magnacn 
te ha engaado; a puerta est ben cerrada.
  Mentras hababa e apart de rostro con una carca e cabeo 
aborotado. Incapaz de dudar de a menor paabra que saa de 
abos  de   |oven,   y  a   no  escuchar  nngn  sondo  sospechoso  o 
nusua   en  a  habtacn,   Antonna  no  hzo  nngn  esfuerzo  por 
confrmar sus sospechas. Vov a apoyar a cabeza en e hombro 
de godo, y aunque un vago receo que e hzo exhaar un suspro 
rreprmbe oprma su corazn, no expres sus aprensones. Tras 
prestar  atencn un momento  ms para  convencerse de  que e 
pesto segua en su ugar, e godo se sum nsensbemente en 
sus nterrumpdas medtacones; de nuevo ncn a cabeza, y de 
nuevo   sus   manos   regresaron   mecncamente   a   su   anteror 
desmayo, una |unto a a otra, sobre a vana de su espada.
 Las amas dbes y nconstantes seguan azndose y murendo, 
aumbrando aqu y de|ando aque  rncn en sombras; e  pesto 
segua   sacudndose   sn   ceder;   e   trueno   an   de|aba   or   su 
tempestuoso  retumbar,   pero  e   vento  ya  no  era  ms   que  un 
amento apagado y a uva gopeaba cada vez con menos fuerza 
as ventanas. Los desveados habtantes de a casa de a gran|a 
no advrteron nnguna ateracn, cas  no oyeron nngn sondo 
nuevo. Fata segurdad! En os tmos mnutos se haba decddo 
omnosamente   su  destno   futuro:   ya   no   estaban   soos   en   su 
amado y predecto refugo.
  No  escucharon  os  pasos  sgosos  en  torno  a  su  morada;   no 
veron os o|os feroces que atsbaban haca e nteror de a casa 
por una rend|a de as ventanas; no advrteron a fgura tenebrosa 
que se ntroduca por a puerta suave y rpdamente aberta y se 
deszaba   hasta   a   esquna   ms   oscura   de   a   habtacn.   No 
obstante,   mentras  permanecan  sentados  uno  |unto  a   otro,   en 
muda comunn con sus |venes y apesadumbrados corazones, a 
fgura amenazadora de Gosvntha, amparada en e manto de a 
oscurdad  cmpce,   se   azaba   nmv   y   sencosa   a   su  ado 
msmo, ba|o e techo que os cubra y en a estanca que amaban.
  Aunque e fuego de su pasada febre haba vueto a crcuar por 
sus   venas,   aunque   peregrnas   vsones   de   os   asesnatos   de 
Aquea   haban   fugurado   en   su   mente   como   os   terrbes 
rempagos   o   hceran   ante   sus   o|os,   haba   atravesado   os 
suburbos   y   recorrdo  a  cazada,   y   despus   haba  tomado  e 
sendero que evaba a a ver|a de a casa de a gran|a sn vacar y 
sn  extravarse.   Hacendo  caso  omso  de  as   tnebas   y  de  a 
tormenta,   haba  acechado  en  torno  a  a  casa,   haba  qutado  e 
pesto, haba esperado un trueno fuerte para atravesar e umbra 
y  se  haba  escabudo  como  una  sombra  hasta  e   rncn  ms 
oscuro de a habtacn, con una pacenca y una determnacn 
que nada consegua aterar. Y ahora que estaba cerca de ogro 
de sus peores deseos, ahora que espaba a os dos seres que a 
haban engaado y burado, su feroz segurdad no a abandon; 
sus   abos   tembaron   sobre   sus   dentes   apretados,   su   pecho 
papt  ba|o  sus  vestdos  empapados,   pero  no  de|  escapar   n 
suspros n madcones, n squera se e escaparon una sonrsa de 
trunfo o un gesto de ra.
  No   mraba   a   Antonna;   sus   o|os   no   se   apartaban   n   porun 
momento   de   Hermanrco.   Su   mrada   ansosa   segua   e   curso 
caprchoso   de   ms   eve   y   fugaz   respandor   de   hogar   que 
umnaba por momentos a fgura de godo. Pronto su atencn se 
centr  en  as  manos  de   |oven  coocadas  sobre  a  vana  de  su 
espada; y entonces, enta y oscuramente, nac en su nteror una 
nueva   y   fata   determnacn.   Las   varas   emocones   que   se 
observaban en su rostro deron paso a una expresn snestra y, 
sn   apartar   os   o|os   de   godo,   sac   entamente   de   entre   os 
pegues de a parte superor de sus vestdos un cucho argo y 
afado.
  Las   amas   seguan   tembando   umnosas   y   murendo   en   a 
oscurdad;   Hermanrco  y  Antonna  se  mantenan  en  a  msma 
poscn,   sumdos   en   sus   pensamentos   y   en   s   msmos,   y 
Gosvntha  permaneca  nconmovbe,   con  e   cucho  entre  as 
manos, vgante, frme, muda.
  Pero  ba|o  su  aspecto  de  tranqudad  ruga  una  tormenta  que 
oscureca su mente y desgarraba su corazn. Dos veces guard e 
cucho y dos veces  o vov  a  sacar; sus  me|as  se  tornaban 
cada   vez   ms   pdas,   apretaba   a   mano   crspada 
convusvamente  sobre  e   pecho  y  se  apoy  rendda  contra  a 
pared  que  quedaba  a  sus  espadas.   En  esa  gran  contenda  de 
secretas emocones no e dedc n un pensamento a Antonna; 
su   ra   tena   una   doss   demasado   eevada   de   angusta   para 
desencadenarse   contra   una   extraa   que   era,   adems,   una 
enemga.
  A  cabo de unos momentos recuper as fuerzas y con eas a 
entereza.   Las   tmas   hueas   de   door   y   desesperacn   que 
apareceran en sus o|os se borraron en un nstante. La raba, a 
venganza, a ferocdad reumbraban en eos mentras avanzaba 
sgosamente  hasta  egar   |unto  a   godo;   y  cuando  e   prxmo 
fugor de hogar o umn, e cav e cucho en as manos con 
ferocdad. La herda fue rpda, fuerte y certera: e haba cortado 
desde  e   prmero  hasta  e   tmo  tendn;   o  haba  sado  para 
toda a vda.
  En ese momento e fuego acanz e centro msmo de trozo de 
ea   que   Hermanrco   depostara   en   e   hogar.   La   madera 
chsporrote   aegre   y   emt   un   brante   respandor.   La 
habtacn   qued   tan   desumbrantemente   umnada   como   s 
entre sus paredes se preparara una de as festas de Navdad de 
a antgua Ingaterra!
  La uz cda y aegre e reve a godo a fgura de su agresora 
antes de que e prmer grto de angusta murera en sus abos o 
e   prmer   estremecmento  de  horror   rreprmbe  termnara  de 
recorrer   su  cuerpo.   Los  grtos  de  su  desventurada  compaera 
cuando a escena de venganza, aevosa y crmen reampague 
por un nstante terrbe ante sus o|os pareceron no egar a odos 
de   godo.   Lanz  una  mrada  a  sus  manos  ntes  en  e   msmo 
nstante  en  que  a  espada  se  deszaba  pesadamente  a   sueo. 
Despus, sus o|os se cavaron en Gosvntha, que permaneca a 
poca dstanca, con su cucho manchado de sangre y tan muda 
como .
  N   a  fura,   n   e   desafo,   n   squera  una  momentnea  mueca 
causada por e  sufrmento  fsco desfguraban  e   sembante  de 
|oven   caudo.   Un   horror   ausente   y   rgdo,   una   ndefensa 
desesperacn   que   no   admta   as   grmas   n   as   paabras, 
parecan haber petrfcado a expresn de su rostro en un gesto 
eterno   y   haber   ahuyentado   para   sempre   de   sus   rasgos   a 
|uventud y a esperanza, como s hubera estado preso desde a 
nez y una voz ntentara seducro ahora con os paceres de a 
bertad desde una re|a empotrada en os muros de su ceda. N 
squera cuando Antonna, tras recobrarse de su prmera agona 
de terror, comenz a besar convusvamente sus me|as fras y a 
supcare que a mrara, vov e  rostro o apart os o|os de a 
fgura de Gosvntha.
  A   cabo,   se   de|aron   or   en   medo   de   desoado   senco   os 
profundos y frmes acentos de a voz de a mu|er.
 Podrs an ser un trador de pensamento y de paabra, pero 
nunca  ms  o  sers  con  tus  actos!  comenz  apuntando  a  as 
manos de godo con e cucho. Esas manos que han protegdo 
una vda romana nunca bandrn una espada romana n vovern 
a profanar con su roce un arma goda! Mentras te contempaba 
en a oscurdad record cmo castgaban antao as mu|eres de 
m raza a os guerreros cobardes que huan derrotados. As te he 
castgado! E brazo que no srv a a causa de a hermana y os 
h|os de a hermana de rey y a nacn de rey no servr a 
nnguna otra! Ahora que me he vengado en t, he cumpdo a 
mtad de m  venganza por os asesnatos de Aquea! Ve, huye 
|unto a os romanos que has escogdo, a a cudad de ea! Tu 
vda de guerrero ha egado a su fn!
 Hermanrco no e respond. Hay emocones as tmas de una 
vda que despo|an a a naturaeza de as ms fuertes barreras 
que as costumbres han ergdo para contenera, que revean que 
en  os  pechos  de  os  ms  e|anos  descendentes  de  una  gran 
nacn   se   esconden   acechantes   as   prmeras   y   rudas 
percepcones socaes de as pocas prmgenas de ese puebo, 
por   ms  que  os  ogros,   a  prosperdad  y  as  transformacones 
parezcan separaros moramente de sus antepasados. Esas eran 
as   emocones   que  nacan  ahora  en  e   corazn  de   godo.   Su 
crstansmo,   su  amor,   su  concenca  de  a  exstenca  de  atas 
metas   y   su   contacto   con   nuevas   deas   se   dfumnaban   y   o 
abandonaban  como  s   nunca  os  hubera  conocdo.   Pensaba  en 
sus manos mutadas, y en su nteror no se agtaba otro esprtu 
que   a   antgua   ama   goda   de   sgos;   a   nspracn   de   as 
tempranas   cancones   y   os   tempranos   ogros   de   ese   puebo 
septentrona: a fama conqustada con e vaor, a supremaca de 
a fuerza.
 En vano se esforz Antonna, en medo de su desesperacn, por 
ograr  una  paabra  de  sus  abos  o  una  mrada  de  sus  o|os;  en 
vano sus dedos temborosos tras rasgar sus vestdos para hacer 
vendas  contuvo  a  sangre  de  sus  manos  herdas;   en  vano  o 
nst su voz a correr a pedr a ayuda de sus compaeros en e  
campamento! La mente de Hermanrco estaba e|os, medtando 
en  as  eyendas  de  os  campos  de  bataa  de  sus  antepasados, 
recordando   cmo,   ncuso   en   e   momento   de   a   vctora,   se 
mataban  s   haban  resutado  sados  en  a  contenda,   cmo  se 
mofaban de vvr para ago que no fuera a ucha, cmo mutaban 
a os tradores como Gosvntha o haba mutado a ,l. Esos eran 
os temas que encadenaban sus pensamentos, a tempo que sus 
sentdos  seguan  hechzados  por   a  horrbe  fascnacn  que  e 
provocaba  a  proxmdad  de  su  agresora.   Aunque  se  mova  y 
respraba, pareca haber perddo hasta a percepcn de su propa 
exstenca.
  Pensaste  engaarme  mentras  estaba  enferma,   confabas  en 
aprovecharte  de  m   muerte  contnu  Gosvntha  devovendo 
con despreco a mrada de su vctma. Te faste de a noche, a 
oscurdad  y  a  tormenta;   te  protegan  tu  audaca,   tu  fuerza,   o 
secreto de esta guarda que escogste para tu tracn; pero tus 
estratagemas   y   tus   expectatvas   han   fracasado!   En   Aquea 
aprend a ser tan astuta y vgante como t! Descubr que habas 
abandonado   e   campamento   y   a   tus   guerreros;   recorr   os 
senderos que evaban a tu escondte; entr en  con e msmo 
sgo  con  que  hace  tempo  abandon  a  casa  donde  ms  h|os 
fueran asesnados! Para acanzar m |usta venganza, he sdo tan 
traconera  como  o  habras   sdo  t  conmgo!   Recuerda  a  tu 
hermano asesnado, recuerda a  no que depost herdo entre 
tus brazos y que recb de eos muerto; recuerda tus |uramentos 
ovdados   y  tus   promesas   rotas,   y  haznos   a  tu  nacn,   a  tus 
deberes  y  a  m   e   desagravo  e   tmo  y  nco  que  en  m 
compasn  he  de|ado  en  tu  poder   hacer;   e   desagravo  de  tu 
muerte!
 Ca de nuevo, y de nuevo no recb respuesta. E godo segua 
sn   moverse   y   sn   habar,   y   Antonna   arrodada 
nconscentemente   sobre   a   espada   que   ahora   ya   no   tendra 
nunca   utdad   para   Hermanrco  contnuaba   restaando   a 
sangre que fua de sus manos con un ceo mecnco que pareca 
prvara  de  a  posbdad  de  atender  a  nada  ms.   Las  grmas 
corran  ncesantes  por  sus  me|as,   pero  nunca  se  vov  haca 
Gosvntha, nunca nterrump su tarea.
  Mentras  tanto,   e   fuego  segua  ardendo  rudoso  en  e   aegre 
hogar,   y   a   tormenta,   como   negndose   a   sumarse   a   horror 
producdo   por   os   humanos   en   a   casa   de   a   gran|a,   ceda 
rpdamente. E trueno retumbaba con menos frecuenca y menos 
fuerza, e vento aternaba con ntervaos de una cama sencosa, 
y  de  cuando  en  cuando  a  uz  de  a  una  se  coaba  con  bro 
momentneo por entre os |rones de as nubes que se deshacan 
veozmente.   En  e   frmamento  de  a  noche  de  tormenta  ya  se 
advnaba e aento de a maana tranqua.
  Sgue  a  vda  tenendo  para  t   a  msma  maga?  contnu 
Gosvntha  con  tono  de  mpacabe  reproche.   Has   ovdado, 
adems  de   esprtu  de  os  tuyos,   e   fn  para  e   cua   vvan  tus 
antepasados? No est tu espada a tus pes? No est e cucho 
en ms manos? No te ofrecen as aguas de Tber, que corren a 
haca e  mar, a tumba de ovdo que est a  acance de todos? 
Muere entonces! S un godo en tu hora postrera; n squera a 
os romanos es resutas ahora de utdad! Tus camaradas ya han 
descuberto   tu   desercn;   esperars   a   que   te   ahorquen   por 
nsubordnacn?   Vvrs   para   mporar   a   compasn   de   tus 
enemgos?   O,   deshonrado   e   ndefenso,   tratars   de   escapar? 
Levas a sangre de m fama, pero te repto: muere!
  Los abos pdos de Hermanrco tembaban; mr por prmera 
vez   a   Antonna,   pero   uch   en   vano   contra   su   nvencbe 
desesperacn a tratar de pronuncar unas paabras. Permanec 
en senco.
 Gosvntha e vov a espada con desdn, se aproxm a hogar 
y  se  sent  frente  a     ncnando  e   rostro  marchto  haca  as 
brantes amas. Durante agunos mnutos permanec sumda en 
sus   maos   pensamentos,   pero   de  sus   abos   no   sa   nngn 
sondo,  y cuando  a   fn romp  abruptamente e  senco  no  fue 
para drgrse a godo n para cavar en  os o|os, como antes.
 Todava ncnada sobre e fuego, en aparenca tan ndferente a 
a presenca de os dos seres cuya fecdad acababa de destrur 
para sempre como s nunca huberan exstdo, comenz a rectar 
con  tono  soemne,  rtmco,  mesurado,  una eyenda  de  a poca 
ms temprana y oscura de a hstora de os godos, cuyo comps 
marcaba  con  e   cucho  que  an  sostena  entre  as  manos.   La 
maevoenca de su expresn mentras estaba entregada a canto 
reveaba   de   modo   cas   tan   papabe   e   motvo   crue   que   a 
anmaba como a etra de a composcn que entonaba:
E dos de a tormenta ecpsa e frmamento
Las oas rompen atas en oa a a borrasca:
Odn en su morada oye e horrendo eco
Oue e fero mar evanta con su gope en as rocas.
Mentras, entre os rscos perddos en a arena
Est e |oven AGNAR con a doncea SIONA;
Las grmas son suave roco en sus me|as,
Y e |oven |efe godo susurra con voz queda:
"Lsado para sempre en esta retrada,
Hoy es peor m sno que a temda muerte;
Db, deforme, nt, ya nunca ms podr
Ver e trunfo en a guerra de a hueste marca!
Tras un trunfo en a za y con todo su honor
Acaba ahora a vda de AGNAR en este mundo!
"Cuando e cuerpo deshecho so puede ceder,
S vas en pos de un nuevo combate y un aure;
Cuando e brazo que otrora decd a contenda
Ya no puede a vda nt preservar;
Cuando as manos |untas ya no consguen nunca
Empear a espada a fondo matando a enemgo;
Entonces hay un nombre que debes preservar,
Hay que enfrentar a muerte; vvr es run vergenza!
Esa es a vountad de Odn; no a resstas!
Esa es a orden que ahora me apresto yo a cumpr!"
 En ese punto de a eyenda Gosvntha hzo una pausa y se vov 
de repente para observar e efecto que provocaba en Hermanrco. 
Todas as horrbes mpcacones que tena para  traspasaban e 
corazn  de   godo.   Abat  a  frente  y  de  sus  abos  escap  un 
quedo amento. Pero n squera a evdenca de sufrmento que 
causaba fund a acerada maevoenca de a resueta Gosvntha.
 Recuerdas a muerte de Agnar? excam. De no yo te a 
cantaba  cuando  bas  a  dormr,   y  |uraste,   a   ora,   que  cuando 
fueras hombre, s sufras sus herdas, tendras su msma muerte! 
Agnar  resut  mutado  en  una  bataa  vctorosa,   y  aun  as   se 
prv de a vda en e da de su trunfo; t, que has sdo mutado 
como resutado  de  tu tracn,  has  ovdado tu honor de no  y 
vvrs en as sombras de tu vergenza! Acaso has ovdado esa 
antgua  cancn?  La  oste  de  ms  abos  en  tus  prmeros  aos; 
escucha  y  a  ors  hasta  e   fna:   es  e   canto  fnebre  por   tu 
muerte cercana!
 Contnu:
"SIONA, no ores ms!; a donde yo voy
Los guerreros no senten n pena n door;
Levantan a o ato a ho|a respandecente,
Y sus herdas sanan sn que haya que atenderas;
Sus fechas, numerosas como a msma uva
Sban cortando e are a combatr a;
Su vno es escancado en copas ggantescas,
Y su echo comparten donceas vrgnaes!
Pero no creas nunca que muero satsfecho;
Lamento e hado fero que me bera ahora,
Cuando magno, SIONA, amada, nova ma,
Los gozos que ya nunca dsfrutar a tu ado!
Educar a ms h|os para que se ncorporen,
A campo de bataa con a dvsa goda;
Vear e sueo tuyo, rer cuando t ras,
Era a dcha soa con que soaba AGNAR;
Y ahora debo, empero, ovdar esos sueos,
A AGNAR ya no e tocan en suerte esos paceres!
Mra, donde a una ya no rrada su uz
Fotan os nubarrones de a Noche ceuda!
Los guerreros de Odn ceosos me acompaan
|unto a a mar que encerra a terra que psamos!
E agua aua un canto fnebre de dfuntos
Es hora de que muera; Ads; Ads, amor!"
Se rgu sonrente, presto para e sato morta,
Vo de a ata roca como un p|aro aado
Un sato y un rugdo de mar o recberon,
Y SIONA qued soa a a ora de mar!
E vento bram hondo con sondo agorero
Mentras SIONA oraba a ver de AGNAR as hueas
Y os butres chaban, porque e |oven caudo
Oue hzo de campo osaro yaca entre os muertos.
  Mentras rectaba con ento y rtmco nfass os tmos versos 
de poema, Gosvntha vov a acercarse a Hermanrco. Pero os 
o|os  de   godo  ya  no  a  buscaban.   Su  canto  haba  camado  as 
emocones  que  quera  exacerbar.   De  as  tmas  estrofas  de  a 
eyenda, so as ms pattcas haban ogrado atraer a atencn 
de   caudo,   y   as   embotadas   facutades   de   su   corazn 
recuperaron su antguo refnamento a escucharas. Una soemne 
mezca de amor, pena y pedad se hzo evdente en a mrada de 
afecto que drg a sembante de a |oven desesperada. Aos de 
buenos pensamentos, una exstenca ena de ternos cudados, 
una  eterndad  de  devocn  |uven   hababan  en  esa  eocuente, 
rpda, absorta mrada, y dotaron a a expresn de godo de una 
beeza y una cama nefabes, de una nobeza sobrenatura que 
se acercaba a o angco y o dvno.
  Gosvntha  sgu  nstntvamente  a  dreccn  de  esa  mrada  y 
contemp, como , e  rostro de a |oven romana. Una sombra 
expresn  de  odo  susttuy  a  a  bura  que  hasta  ese  momento 
aterara   su   apasonado   sembante.   Mecncamente,   su   brazo 
vov  a  azar   a  medas   e   cucho,   y  os   acentos   de  su  voz 
racunda quebraron una vez ms e sagrado senco de afecto y 
e door.
  Es   por   a  |oven  que  desearas   segur   vvendo?  excam 
spera.   Lo  vatcn,   cobarde,   cuando  te  v   por   vez  prmera! 
Para eso me prepar cuando te her! Me asegur de que cuando 
m ra vovera a amenazar a a nueva duea de tus pensamentos 
e nspradora de tus accones, no fueras ya capaz de protegera! 
Crees que porque m desdn o ha apazado he abandonado a 
dea de cobrarme en ea m venganza? Hace mucho te |ur que 
morra, y sgo frme en m propsto! A ti te he castgado, a ella 
a matar! Puedes protegera hoy de m pua como a protegste 
en tu tenda? Ante m fuerza eres ms db que un no!
  Hzo senco sbtamente, porque en ese momento un rudo de 
pasos  apresurados  y  de  voces  que  porfaban  eg  de  repente 
desde e exteror. A oro, una padez espectra susttuy a rubor 
de a ra en as me|as de Gosvntha. Con una pronttud nacda 
de  a  aprensn,   agarr  a  espada  de  Hermanrco  sobre  a  que 
estaba  arrodada  Antonna  y  a  atraves  en  os  soportes  que 
normamente   sostenan   a   tosca   tranca   de   a   puerta.   En   un 
nstante,   se  oyeron  os  pasos  en  e   sendero  de   |ardn,   y  poco 
despus a puerta fue asatada.
  La espada no se quebr, pero a frg barrera ced a segundo 
embate  y  cay  haca  adentro,   hecha  pedazos.   De  nmedato, 
varas  formas  humanas  oscureceron  e   vano  de  a  puerta,   y  e 
fuego de hogar aumbr os repusvos rostros de os dos hunos 
que ban a frente de a partda, de competa armadura y con as 
espadas desnudas.
 Date preso por orden de Aarco grt uno de os brbaros, 
o preprate a morr por desertor!
 E godo se haba puesto de pe cuando a puerta cayera a sueo. 
La egada de sus persegudores parec devovere as energas 
perddas,   despertaro   de   un   soo   gope   de   un   hechzo 
todopoderoso.   Una  expresn  de  trunfo  y  desafo  umn  sus 
rasgos  frmes  a   or  a  exgenca  de   huno.   Por  un  momento  se 
ncn haca Antonna, que se haba aferrado a , desmayada. Su 
boca temb y sus o|os braron cuando bes su me|a fra. En 
ese   nstante   pasaron   por   su   mente   como   un   rempago   o 
desesperado   de   su   stuacn,   a   nutdad   de   su   exstenca 
mutada,   a   gnomna   que   e   aguardaba   a   regresar   a 
campamento. En ese nstante o asataron, pero no o venceron, 
os peores horrores de a separacn y a muerte, os ms feros 
embates   de   amor   y  a  desesperacn;   en  ese  nstante  rnd 
trbuto fna a afecto y se hzo fuerte por tma vez con e bro de 
a ntrepdez vr y a espartana resoucn.
  Se  desprend  de  os   brazos  de  a  |oven;   e   antguo  esprtu 
heroco de su nacn conqustadora tom posesn de cada uno 
de  sus  nervos;   sus  o|os  voveron  a  brar   espnddos  con  e 
perddo fugor guerrero, sus membros recuperaron su frmeza, su 
rostro, a cama; se enfrent a os hunos con are de autordad y 
sonrsa desdeosa, y no se oy en su voz e ms eve tembor a  
presentares   e   pecho   desnudo   y   excamar   con   frme   voz   de 
mando:
 Here! No me entrego!
  Los   hunos   se   abaanzaron   sobre      con   grtos   feroces   y 
enterraron sus espadas en su cuerpo. Su tba sangre |oven brot 
como un surtdor y se derram sobre e sueo de a casa que fuera 
e atar de amor para e corazn de cua manaba. Sn un suspro 
de sus abos n un gesto de su rostro, cay muerto a os pes de 
sus enemgos; todo e vaor de su dsposcn, toda a bondad de 
su corazn, todo e vgor de su cuerpo quedaron reducdos en un 
breve nstante a una matera onerosa y sn sentdo!
 Antonna presenc e asesnato, pero se br de ser testgo de a 
muerte.   Cay  sn  sentdo  |unto  a  su  |oven  guerrero;  su  vestdo 
estaba manchado de sangre, su cuerpo permaneca tan nmv 
como e de .
 D|ao aqu para que se pudra! E orguo por su superordad 
no e servr ahora n para tener una tumba! es grt e huno 
que encabezaba a partda a sus compaeros, mentras mpaba 
a sangre de su espada en as ropas de cadver.
  Y a mu|er pregunt uno de sus camaradas,  a de|amos 
bre o a evamos prsonera?
 A habar, seaaba a Gosvntha, que durante a breve escena de 
asesnato  parec  perder   e   uso  de  sus  facutades.   En  todo  su 
transcurso no haba movdo un dedo n pronuncado una paabra.
  E huno a reconoc como a mu|er que o haba nterrogado y 
sobornado en e campamento.
 Es parenta de trador y ha abandonado as tendas sn permso 
respond.   Levada   prsonera   ante   Aarco;   ser   nuestro 
testgo de que hcmos o que nos orden. En cuanto a a |oven 
contnu   echndoe   una   mrada   a   a   sangre   en   a   tnca   de 
Antonna  y  empu|ndoa  descudadamente  con  e   pe,   puede 
que est muerta tambn, porque n se mueve n haba, y puede 
quedarse donde est, como su protector, sn tumba. En cuanto a 
nosotros,   es  hora  de  que  partamos;   a   rey  e  mpacentan  as 
tardanzas.
  Cuando   a   sacaban   con   rudeza   de   a   casa,   Gosvntha   se 
estremec  y  trat  de  detenerse  un  momento  a   pasar  |unto  a 
cuerpo de godo. La muerte, que puede extngur as enemstades 
y separar a os amantes, se azaba ante ea terrbe y atractva 
ahora que e echaba una tma mrada a su hermano asesnado y 
recordaba a su esposo muerto. Sus o|os no derramaron grmas, 
su voz no romp en amentos, pero su corazn experment una 
sacudda,   una  tma  sacudda  momentnea  de  door  y  pedad, 
que a hzo murmurar mentras a sacaban a a fuerza:
 Aquea! Aquea! Y para esto fue que te sobrevv!
 Los sodados se retraron. Durante unos mnutos ren un senco 
tota  en a habtacn donde a |oven nconscente yaca nmv 
|unto a todo o que quedaba de ob|eto de su prmer amor |uven. 
Pero a poco rato, de nuevo unos pasos ndcaron que aguen se 
acercaba a a  puerta de a  casa;  eran  dos godos que  formaran 
parte de a escota de huno, y que se acercaron a cadver de 
caudo.   Rpdamente  y  en  absouto  senco  o  cargaron  y  o 
evaron  a   |ardn.   A   abreron  con  sus  espadas  una  fosa  poco 
profunda en e csped fresco y sapcado de fores, y una vez que 
depostaron  en  ea  e   cuerpo,   a  cubreron  a  toda  prsa  y  se 
fueron rpdamente sn regresar a a casa.
  Los   dos   hombres   eran   guerreros   que   haban   servdo   a   as 
rdenes de Hermanrco. Merced a muchas accones medante as 
que  es  demostrara  su  generosdad  y  es  nfundera  aento,   e 
|oven  caudo  se  haba  ganado  su  rudo  afecto.   Lamentaban  su 
suerte,   pero   no   se   haban  atrevdo   a   dscutr   a   sentenca   u 
oponerse a su cumpmento. Sn encomendarse a nade, haban 
abandonado en secreto as fas de sus camaradas para e|ercer e 
tmo   prvego   y   obedecer   e   postrer   dctado   de  a   bondad 
humana. No pensaron en a |oven que quedaba soa, abandonada 
en su desoacn, y se apresuraron a regresar a su puesto antes 
de que fuera demasado tarde.
  E   csped  acarcaba  e   cuerpo  de   |oven  guerrero;   as  fores 
desho|adas e|ercan una suave presn contra sus fras me|as; a 
fraganca  de  a  nueva  maana  exhaaba  suavemente  su  puro 
aroma en torno a a senca tumba. A su arededor forecan as 
pantas   decadas   que  as   manos   de  Antonna  cutvaran  para 
compacer   sus  o|os.   Cerca  se  azaba  a  vvenda  que  desde  e 
prmero hasta e tmo beso que depostara en os abos de a 
|oven  haban  hecho  sagrada;  y  a  su  arededor  se  extendan  en 
todas dreccones as anuras y os bosques que haban sdo, |unto 
con   a   magen   de   Antonna,   e   ob|eto   de   sus   ms   querdos 
pensamentos.   Yaca,   en   a   muerte,   en   e   centro   de   crcuo 
mgco  de  as  mayores  aegras  de  su  vda!   La  suya  era  una 
tumba  ms   apropada  para  os   restos   mortaes   de  su  esprtu 
afortunado  y   generoso  que  a  fosa  de  un  cruento  campo  de 
bataa o os sepucros desoados de una terra septentrona!
CAPT"LO )I)
EL #"ARDI,N RETORNA A S"S DE(ERES
  La tumba recn cavada no queda confada mucho tempo a a 
soemne vganca de a Soedad y a Noche. Transcurrdos unos 
pocos   mnutos,   su   banda   superfce   es   hoada   por   pasos 
humanos   y   una   mrada   humana   examna   atentamente   su 
pequeo y senco tmuo.
  Pero no es Antonna, a quen amara Hermanrco, n Gosvntha, 
cuya  sed  de  venganza  o  perdera,   quen  ahora  contempa  a 
terra   que   cubre   e   cadver   de   |oven   guerrero.   Es   un 
desconocdo,   un   para,   un   hombre   ovdado,   deshonrado, 
abandonado;   es   e   sotaro   y   derrotado   Upo   quen   ahora 
examna   con   o|os   ndferentes   e   apacbe   |ardn   y   a   tumba 
eocuente.
  E   pagano   era   otra   vctma   fata   de   as   nfaustas   fortunas 
encomendadas   a   cudado   de   a   noche.   La   catstrofe   que 
destrozara e cuerpo de |oven que ahora yaca ba|o terra haba 
acanzado tambn a mente de ancano que se encontraba sobre 
su senca seputura. E cuerpo de Upo, con todas sus doencas, 
estaba a; pero e  ama de feroz pacenca e ndomabe osada 
que  o  enfervorzaran  aun  en  medo  de  sus   quebrantos   haba 
desaparecdo. E veo de ovdo haba cado para sempre sobre 
a  proongada  angusta  de  su  vda  de  door!   Aarco  o  haba 
echado, pero Upo no haba regresado a a cudad adonde e rey 
o  envara.   Durante  toda  a  noche  haba  deambuado  por   os 
sotaros  suburbos,   uchando  en  a  ms  absouta  soedad  y  en 
medo de espantosos sufrmentos por conservar e contro de su 
mente. La prdda de todas as esperanzas que depostara en os 
godos  madur  rpdamente  hasta  anzar   por   terra  a   nteecto 
que hcera nacer sus aspracones. Su razn romp as cadenas 
que   durante   tanto   tempo   a   aprsonaran,   a   pervrteran,   a 
degradaran! A cabo, tras errar sn rumbo durante agn tempo, 
haba  trado  de   cuerpo  nt,   ya  bre  de  a  mente  pegrosa, 
hasta egar e |ardn de a casa de a gran|a en e que ahora se 
encontraba, y en e que mraba aternatvamente os terrones que 
cubran a tumba de caudo y e fugor ro|zo de fuego que saa 
de   a   meancca   habtacn   por   e   vano   de   a   puerta 
despedazada.
  Sus   facutades,   ms   que   totamente   destrudas,   estaban 
fatamente trastornadas. Su penetracn, su frmeza y su astuca 
haban   desaparecdo;   pero   todava   conservaba   restos   de 
memora,   ntes   e   nmane|abes,   y   una   certa   capacdad   de 
percepcn momentnea. Su vergonzoso fracaso en a tenda de 
Aarco,   que  fuera  a  causa  de  a  prdda  de  sus  facutades,   se 
haba borrado de su mente como s nunca hubera ocurrdo, pero 
recordaba fragmentos de su exstenca anteror; an conservaba 
una vaga concenca de propsto que guara toda su vda.
 Esos pensamentos embronaros, desconectados e ntermtentes, 
revooteaban  en  su  mente  turba  como  exhaacones  umnosas 
sobre  un  pantano:   nacan  y  moran,   nofensvos   y  engaosos, 
dscontnuos   e   rreguares.   Lo   que   retena   de   su   pasado   o 
recordaba con ndferenca, y o consderaba con una curosdad 
tan ausente como s se tratara de qumrco espectcuo de as 
uchas,   nfortunos  y  esperanzas  de  otro  hombre  que  actuara  a 
nstancas  de  un  msteroso  nfu|o  cuyos  fnes  y  razones  no  e 
nteresaba averguar. En o que toca a  (uturo, sus pensamentos 
permanecan   totamente   en   banco.   Y   e  presente  era   una 
dscordante combnacn de agotamento fsco y etargo menta.
 La fradad de a ntempere ba|o e ancho ceo o estremec. E  
fro  que  desafara  en  as   bvedas   de  as   muraas   agretadas 
penetr hasta sus huesos en e |ardn de a casa de a gran|a; sus 
membros,   que  desdearan  e   reposo  en  e   argo  va|e  desde 
Roma hasta e campamento de os godos, tembaban ahora de ta  
modo que con gusto se sent en e sueo a descansar. Durante 
unos breves momentos permanec sentado, contempando con 
are ausente y atemorzado a morada aberta, como s  deseara 
entrar pero no se atrevera. A cabo, a tentacn de respandor 
ro|zo  de   fuego  parec  vencer  su  ndecsn;   se  ncorpor  con 
dfcutad, y entamente, vacante, penetr en a casa.
 Haba avanzado como un adrn unos pocos pasos, haba sentdo 
so un momento e benvendo caor de hogar, cuando a fgura 
de Antonna, an nconscente en e sueo, captur su atencn; se 
e acerc con ansosa curosdad y, azndoa en brazos, a hzo 
ob|eto de un argo y detaado escrutno.
  Durante  agunos  momentos,   mentras  con  gesto  mecnco  de 
afecto  sen   e  apartaba  de  a  frente  e   cabeo  desordenado, 
nnguna   sea   de   habera   reconocdo   sa   de   sus   abos   o 
aparec en su sembante. En eso se encontraba revvendo de 
modo tan espantoso os restos de a bondad de su |uventud en a 
ocura  de  su  ancandad  cuando  a  cuerda  de  un  nstrumento 
musca,   enroada  en  un  pedacto  de  madera  dorada,   cay  de 
pecho   de   a   muchacha;   Upus   a   recog   de   sueo:   era   e 
fragmento  de   ad  roto  que  Antonna  evaba  consgo  desde  a 
noche cuando, en su nocente door, o mo|ara con sus grmas 
en su acoba de doncea.
  Aunque   mnscuo,   ambguo,   nsgnfcante,   ese   pequeo 
recuerdo toc as fbras de a mente destrozada de pagano que a 
forma y a presenca eocuentes de su desvada duea no haban 
ogrado  conmover;   su  memora  vo  a   nstante  a   |ardn  de  a 
cona   Pncana   y   a   sus   antguos   deberes   en   e   hogar   de 
Numerano, pero no e hab de as caamdades que sus actos e 
provocaran despus a su crduo patrono. En su magnacn se 
dbu| una nca magen: a de su servdumbre en e  hogar de 
crstano; y a mrar ahora a a |oven no pudo asumr otra acttud 
que a de "guardn que retorna a sus deberes".
  Ou har aqu con su msca? murmur aprensvo. Esta 
no es a casa de su padre, y este |ardn no est en a cma de a 
cona!
  A examnar con curosdad a habtacn, as manchas ro|as de 
sueo  atra|eron  de  repente  su  atencn.   Un  pnco,   un  terror 
demenca pareceron sobrecogero a nstante. Se ncorpor con 
un   grto   de   horror   y,   todava   con   a   |oven   en   brazos,   sa 
apresuradamente   a   |ardn   tembando   y   sn   aento,   como   s 
huyera atemorzado de arma de un asesno.
  La  conmocn  de   voento  trasado  y  e   sbto  efecto  de   are 
fresco   e   devoveron   e   sentdo   a   Antonna   en   cuanto   Upo, 
ncapaz   de  segura   sostenendo,   a   apoy   contra   e   pequeo 
tmuo de csped que marcaba a poscn de a tumba de |oven 
caudo; a |oven abr os o|os con are de desvaro: su prmera 
mrada  fue  para  a  puerta  destrozada  y  a  habtacn  vaca.   Se 
evant,   avanz  unos  pasos  en  dreccn  a  a  casa,   despus  se 
detuvo rgda, sn aento, muda y, vovndose entamente, cav 
os o|os en a terra removda.
  La tumba reveaba con toda eocuenca qun era su ocupante. 
La   coraza   de   Hermanrco,   que   os   sodados   haban   pensado 
enterrar |unto a  cuerpo que protegera en otros tempos, haba 
quedado   ovdada   en   as   prsas   de   enterramento   secreto,   y 
aunque parcamente seputada por a terra removda, estaba a a 
vsta: era un monumento senco para una tumba senca! Los 
o|os secos y datados de Antonna contemparon a coraza como 
s qusera memorzar cada brzna de herba, cada terrn que a 
rodeaban! Su cabeo ondeaba revueto en torno a sus me|as, 
agtado por e  eve vento; pero su rostro no mostraba nnguna 
expresn,   sus  membros  no  hacan  nngn  gesto.   Su  mente  se 
afanaba  y  trepdaba,   como  apastada  ba|o  un  fardo  quemante; 
pero su corazn permaneca mudo y su cuerpo nmv.
  Antonna  no  se  haba  percatado  de  a  presenca  de  Upo.   De 
pronto, e pagano se mov hasta quedar frente a ea y Antonna 
o mr. Una expresn momentnea de sorpresa y desconfanza 
deste en sus o|os, de os cuaes a ntensa desesperacn haba 
ahuyentado  a  natura   y   femenna   ternura;   pero   tambn  esa 
expresn   desaparec   rpdamente.   Le   vov   a   espada   a 
pagano, se arrod |unto a a tumba y apret e rostro y e pecho 
contra e pequeo tmuo de yerba.
  Ahora  que  su  mente  comenzaba  a  penetrar   os  msteros,   a 
sondear  os  ms  oscuros  absmos  de  as  caamdades  ocurrdas 
durante esa arga noche, no haba una voz que a confortara, una 
mano que a acarcara! Desamparada y prvada de consueo, a 
a   uz   cada   vez   ms   mortecna   de   as   pocas   estreas   que 
aumbraban en e frmamento, rodeada por a subme quetud de 
a naturaeza ya tranqua, permaneca de rodas ante e atar de 
a  muerte  y  azaba  su  ama  haca  e   ato  ceo,   con  su  sagrada 
ofrenda de door humano!
  Se  mantuvo  as   un  argo  rato,   y  cuando  a   fn  se  ncorpor  
cuando,   tras  acercarse  a   pagano,   cav  en     sus  o|os  secos  y 
trstes,   Upo  retroced  ante  su  mrada,   a   tempo  que  sus 
facutades embotadas trataban en vano de recuperar su antgua 
capacdad  de  evocacn,   perdda  para  sempre.   Nada  savo  e 
recuerdo  que  despertara  e   fragmento  de   ad  renac  en  su 
nteror,   y  se  mt  a  susurrare  a  Antonna  con  voz  queda  y 
supcante:
 A casa, a casa! Tu padre puede egar antes que nosotros; a 
casa!
  Cuando   egaron  a   odos   de  Antonna   as   paabras   "casa"   y 
"padre" esos doses ares  de  a  vda prmera de su corazn 
todo e aspecto de a |oven sufr un cambo nstantneo, de una 
ceerdad  ectrca.   Az  a   ceo  as  manos  pdas;   a  ternura 
femenna se adue de nuevo de su corazn; y cuando vov a 
arrodarse  sobre  a  tumba,   sus   soozos   resonaron  en  e   are 
tranquo y fragante.
  Con  e   cadver   de  Hermanrco  a  sus  pes,   con  a  habtacn 
sapcada de sangre a sus espadas, con un e|rcto host y una 
cudad asoada por e hambre un poco ms e|os, fue so gracas 
a  ese  torrente  de  grmas,   a  esa  pasn  benfca  de  gentes 
emocones, que pudo azarse sobre os mtpes horrores de su 
stuacn en e precso momento en que pareca perder a a vez a 
razn y a vda. Lor coposa, amargamente, sn reservas, sobre 
a amabe y materna terra  sobre e pacente y fraterno sueo 
en e que se posara a panta gera de prmer h|o de una raza 
que  no  fue  creada  para  a  muerte  que  guarda  en  su  seno 
protector a os seres querdos que depostamos orando en ea 
para que duerman; esos que estarn confnados an en o ms 
absma de sus profunddades cuando a refugente presenca de 
os esprtus que retornan bre sobre su cuerpo renovado, y e  
amor se reanude con perfeccn angca en e punto en que a 
muerte   o   de|   en   suspenso   merced   a   a   fragdad   de   os 
mortaes!
 A casa, tu padre te espera, a casa! rept e pagano con are 
ausente, ae|ndose entamente mentras hababa.
  A   sondo   de   su   voz,   Antonna   se   evant   de   un   sato   y 
agarrndoo de  brazo con dedos temborosos para mpedr que 
sguera avanzando, anz una mrada de temor a su sembante 
nsensbe  y  surcado  de  arrugas.   A   mraro  as   parec  a   fn 
reconocero. En su expresn se mezcaron e medo y e asombro 
con e door y a desesperacn, y cay a sus pes, camando en 
tonos de honda spca:
  Ah, Upo, s  es que eres Upo, ten pedad de m  y vame 
|unto a m padre! M padre! M padre! En este mundo desoado 
no me queda ms que m padre!
  Por qu me recamas a m  por tu ad roto? e respond 
Upo con una sonrsa vacua y sn sentdo. No fu yo quen o 
hzo pedazos!
  Lo han matado! grt Antonna trastornada, hacendo caso 
omso  de  a  respuesta  de   pagano.   Los  v   sacar  sus  espadas 
para mataro! Mra, su sangre me ha sapcado, a mi, a Antonna, 
a quen proteg y am! Mra a una tumba, su tumba, o s! No 
o he vueto a ver; est ah aba|o, ah aba|o! Deba|o de as fores 
que cutv para ! Lo mataron; y o enterraron, no s cundo! 
O quzs fuste t, t, quen o enterr! Lo has ocutado ba|o a 
terra fra de |ardn! Se ha do, ah, se ha do para sempre!
 Y vov a arro|arse arrebatada y voentamente sobre a tumba. 
Tras mrara f|amente un momento, Upo se acerc y a evant 
de sueo.
  Vamos excam rrtado a noche avanza y tu padre nos 
espera!
  Las  muraas  de  Roma  se  nterponen  entre  m   padre  y  yo! 
Nunca vover a ver n a m padre n a Hermanrco! excam 
Antonna,   que  ahora  recordaba  me|or   toda  a  desdcha  de  su 
stuacn, con voz de amarga angusta, a tempo que ntentaba 
berarse de as manos de pagano.
 Las murallas de Roma! A or esas paabras, a mente de Upo se 
abr  para  de|ar   pasar   un  torrente  de  oscuros   recuerdos   que 
reempazaron   as   vsones   que   hasta   ese   momento   a 
embargaran. R con are de trunfo.
 Las muraas de Roma se ncnan ante m! excam en tono 
exutante,   Las   perfor  con  m   buena   barra   de  herro!   Me 
escurr  a travs de eas con m  brante nterna! Los esprtus 
rugeron a m arededor, y me anzaron a sueo, y se reron de m 
en medo de as espesas tnebas, pero atraves as muraas! E 
trueno  retumb  a  m   arededor   cuando  me  arrastraba  por   as 
tortuosas   gretas;   pero   ogr   abrrme   paso   entre   eas!   Sa 
trunfante   a   otro   ado!   Vamos,   vamos,   vamos,   vamos! 
Regresaremos! Puedo encontrar e camno aun en medo de a 
oscurdad! Puedo burar a os centneas! Recorrers e sendero 
que abr entre os muros!
  E   rostro  de  a  |oven  perd  por  un  momento  su  expresn  de 
door y qued rgdo de horror a contempar os o|os ameantes 
de pagano, porque a terrbe sospecha de su demenca penetr 
en su mente. Oued nerme, temborosa, sn hacer resstenca a 
as   manos   que  a  su|etaban,   sn  ntentar   engaaro  para  que 
partera soo n camaro para que pospusera sus panes.
  Por qu  atraves as muraas? must  e  pagano con voz 
queda y ena de asombro, detenndose de pronto cuando estaba 
a punto de echar a andar. Por qu arranqu os adros y me 
ntern en os suburbos oscuros?
  Ca, y durante unos momentos bata con sus pensamentos 
ncoherentes   e   nfecundos;   pero   un   veo,   unas   tnebas,   una 
devastacn que en vano trat de dspar ocutaban a Aarco y e 
campamento godo. Suspr con amargura. Lo he ovdado! y 
todava su|etando a Antonna de a mano a arrastr tras  a a 
ver|a de |ardn.
  D|ame  grt  ea  a   egar   a   sendero  que  conduca  a  a 
cazada. Ah, ten pedad y d|ame morr donde ,l mur!
  Tranqua,   o   te   arranco   os   membros   uno   a   uno   como 
arranqu   as   pedras   de   as   muraas   para   atravesaras!   e 
susurr  con  acento  fero  mentras  ea  bataaba  por  sotarse. 
Regresars conmgo a Roma! Recorrers e camno que abr en 
os muros agretados!
 E terror, a angusta, e agotamento trunfaron sobre os dbes 
esfuerzos de Antonna. Mentras se de|aba conducr de a mano 
mecncamente   por   e   pagano,   sus   abos   moduaron   unas 
paabras mtad pegara mtad mprecacn, pero fueron so un 
murmuo.
 La temerosa y dscordante pare|a march a a uz cada vez pda 
de  as   estreas   por   e   camno  fro  y  sotaro,   y  atraves  os 
suburbos sombros y desertos. Heada, obedente, mpasbe, a 
|oven  abatda  camnaba  como  en  sueos  |unto  a  su  gua,   que 
poco  conservaba  de  humano!  Excamacones  ncoherentes,   que 
se aternaban de modo horrbe entre una smpcdad puer y una 
fera madad, escapaban sn cesar de os abos de pagano, pero 
Upo   nunca   vov   a   drgrse   a   su   aterrorzada   compaera. 
Marchando a toda veocdad egaron a as neas godas; y a e 
orate afo| e paso y se detuvo, como una fera, para examnar e 
terreno a acercarse a a zona habtada por e hombre.
  Todava  sn  nnguna  oposcn  por   parte  de  Antonna,   cuyas 
facutades   de   observacn   se   encontraban   petrfcadas   por   e 
terror hasta reducra a una tota naccn; an a, a acance de 
a dudosa ayuda de os enemgos de su nacn, e pagano avanz 
sgosamente por os ugares ms sotaros de  campamento y, 
orentado  por  a  msterosa  astuca  de  su  raza  mserabe,   ogr 
evadr   a   vganca   de   os   centneas   sooentos.   Nunca 
desconcertado   por   a   oscurdad   porque   a   una   se   haba 
ocutado,   guado   sempre   por   e   nstnto   anma   que   suee 
acompaar   su   enfermedad,   atraves   e   terreno   bado   que 
separaba e campamento enemgo de a cudad y eg trunfante 
a   montn  de  pedras  que  marcaba  su  puerta  de  entrada  a  as 
muraas agretadas.
 Se detuvo un momento y, tras voverse haca a |oven, e sea 
orguoso a oscura y estrecha brecha por a que estaba a punto 
de ntroducrse. Despus, tras trar haca s de a muchacha cas 
desmayada, escrutar atentamente as amenas de as muraas y 
avanzar tan sencosamente como s e sueo estuvera cuberto 
de   herba,   penetr   en   a   oscura   greta   con   su   ndefensa 
compaera.
 Cuando desapareceron en e nteror de as muraas, a noche 
tormentosa, accdentada, fata egaba a su fn; y e hambrento 
centnea apostado en as defensas de a cudad stada despert 
de sus sombras y absorbentes refexones, porque se percat de 
que e nuevo da aboreaba por evante.
CAPT"LO ))
DE N"E$O EN LAS M"RALLAS
 Lento y pesaroso e centnea ubcado en o ato de as agretadas 
muraas   az   os   o|os   a   as   nubes   de   orente,   a   as   que 
comenzaban a umnar as uces de  aba. Aunque e  amanecer 
grs y nebnoso mostraba un aspecto desoado, era, sn embargo, 
e panorama ms atractvo que se ofreca a as ngudas mradas 
de hambrento sodado. Vover a vsta a a cudad que quedaba a 
sus espadas equvaa a contempar e sombro osaro de hambre 
y  de  a  muerte;   ba|ara  a   bado  de   otro  ado  de  as  muraas 
mpcaba  ver   e   cadver   de  su  compaero  de  guarda,   quen, 
enoquecdo por as punzadas de hambre que sufrera durante a 
noche, se haba arro|ado de bauarte haca una muerte anheada 
en e sueo que quedaba a sus pes. Famco y desesperado, e 
centnea se agach en o ato de muro que ya no tena fuerzas 
para recorrer n ntencn de defender, ansando unos amentos 
que no tena esperanzas de agencarse, mentras contempaba e 
grs amanecer desde su sotaro puesto.
 Mentras estaba absorto en su contempacn, e brego senco 
de a escena se vo roto sbtamente por e sondo de adros que 
caan a sueo |unto a a base nteror de as muraas, segudo por 
apagadas   spcas   de  pedad  y  beracn  que  egaron  a  sus 
odos, extraamente mezcadas con ncoherentes expresones de 
desafo   y   exutacn   que   pronuncaba   una   segunda   voz.   E 
centnea vov entamente a cabeza y, a mrar haca aba|o, vo 
a sus pes a una |oven que uchaba por desasrse de as manos de 
un ancano que a evaba a toda prsa en dreccn a a Puerta 
Pncana.
  Durante un nstante, os o|os de a |oven toparon con a mrada 
ausente de centnea, y con un tmo esfuerzo de sus energas y 
una  mayor   vehemenca  en  sus  spcas,   a  muchacha  vov  a 
pedr ayuda; pero e sodado n se mov n e respond. Estaba 
tan exhausto que o nco que o habra mpresonado habra sdo 
a aparcn de comda. Como e resto de sus concudadanos, se 
encontraba  sumdo  en  e   pesado  estupor   de   hambre,   egosta, 
nsensbe, brutazado. No haba desastre que pudera deprmro 
n atrocdad que o conmovera. La hambruna haba roto todos os 
azos   socaes,   agostado   todo   sentmento   humano   entre   os 
cudadanos sometdos a asedo; y  tena tanta hambre como os 
dems.
 De ah que, a or as spcas de ayuda cada vez ms apagadas 
de a |oven, no hcera e menor esfuerzo por mover sus ngudos 
membros;   y   observ  con  mrada  turba   y   mecnca  cmo   e 
ancano a evaba a rastras, hasta que en un recodo de camno a 
pe de a cona Pncana a perd de vsta; entonces vov os 
o|os   entamente   a   ceo   nubado   que   contempara   con 
anterordad, y su mente se sum de nuevo en sus doorosas e 
nfecundas   refexones,   como  s   so  un  nstante  antes   no  se 
hubera   producdo   un   hecho   que   acosaba   a   sus   menguadas 
facutades.
 S merced a agn recurso msteroso hubera poddo mrar desde 
as   amenas   donde   cumpa   su   meancca   guarda   haca   e 
nteror de os cmentos de as muraas en e momento en que 
rompa e aba, habra vsto ago capaz de transformar hasta su 
ndoente vganca en atenta atencn e nvountara sorpresa.
  Se  e  habran  mostrado  entonces,   zgzagueantes  entre  trozos 
rreguares de muro en runas, ahora ocutos en as sombras de 
oscuras smas, ahora promnentes sobre os vrtces de eevados 
arcos, os tenebrosos pasa|es serpenteantes abertos por Upo en 
as   muraas   carcomdas,   y   no   gubremente   sotaros,   n 
pobados so por os reptes propos de ugar, sno recorrdos en 
todo   su   aberntco   trayecto   por   formas   humanas.   Habra 
percbdo entonces a fero y resueto pagano avanzando con paso 
seguro y soemne en medo de a oscurdad, vencedor de todos 
os obstcuos, arrastrando tras de s, como a un perro fe, a a 
|oven cuya desventurada suerte a haba condenado a caer en su 
poder. Habra poddo ver a a muchacha cas desmayada, a veces 
postrada  en  os  ugares  ms  eevados  de   pasa|e,   mentras  su 
tembe  gua  descenda  a  una  nueva  sma  y  despus  se  vova 
para  trar  de  ea  haca  un  foso  an  ms  profundo  y  oscuro;   a 
veces   ncnada  en  pose  de  spca,   a   tempo  que  sus   abos 
de|aban  escapar  un  tmo  ruego  desesperado  y  sus  membros 
tembaban   con   un   esfuerzo   fna   para   escapar   de   as   garras 
mpacabes de su captor.  Y todo e  tempo,  en as accones de 
Upo   ante   todo   o   que   se   nterpona   en   su   camno,   habra 
aprecado a msma fera tenacdad de propstos que afanzaba 
constantemente su derante decsn de ograr que su vctma o 
sguera en su trnsto por as muraas, y que o guaba sempre, 
merced a un extrao nstnto, a superar todas as dfcutades y a 
sortear todos os pegros, hasta hacero sar trunfante, con su 
prsonera an en su poder, de nuevo bre para recorrer as caes 
desoadas y mezcarse con os hambrentos cudadanos de Roma.
  Y  ahora,   cuando  despus   de  os   pegros   y  as   angustas   se 
encontraba  una  vez  ms  en  su  cudad  nata,   qu  esperanzas 
tena  Antonna  de  ograr  un  tmo  refugo  ba|o  e   techo  de  su 
padre y de acanzar un postrer consueo merced a sus esfuerzos 
por vover a ganarse e amor de ancano? A egar a Roma, de a 
memora   deshvanada   de   pagano   haba   desaparecdo   todo 
recuerdo  de   paso  por  a  brecha  de  as  muraas.   Un  vaco,   tan 
desoado como e que a embargara a noche de su egada |unto 
a a tumba de |oven caudo en e |ardn de a casa de a gran|a, 
se adue de su razn perdda. Sgu andando sn advertr o que 
o   rodeaba,   sn   pensar,   carente   de   ob|etvo   y   esperanzas, 
empu|ado  por   una   msterosa  nquetud,   ovdado  hasta   de  a 
presenca   de   Antonna   que   o   segua,   pero   su|etndoa   an 
mecncamente  de  a  mano  y  arrastrndoa  consgo  sn  saber 
adonde.
  Y ea, por su parte, no haca ya nngn esfuerzo por berarse. 
Haba   vsto   a   centnea   mpasbe   ante   sus   spcas;   haba 
contempado as paredes de a casa de su padre ae|arse de sus 
o|os anheantes a medda que Upo, nmsercorde, a arrastraba 
cada  vez  ms  e|os  de  su  puerta  dstante;   y  haba  perddo  a 
tma y eve esperanza de regresar a su hogar, a tma ansa de 
vda, porque a certdumbre de su ndefensn pesaba como un 
gran  fardo  sobre  su  mente.   Mentras  segua  a   pagano  a  una 
extenuacn y una muerte rpdas, con paso cansado, resgnada, 
presa   de   una   desesperacn   absouta,   su   corazn   estaba 
embargado por e recuerdo de |oven guerrero asesnado y e de 
su padre, de cuyo ado partera en a hora de su cera.
  Upo y Antonna se ae|aron de a Puerta Pncana y egaron a 
Campo  de  Marte,   donde  e   aspecto  de  a  cudad  stada  y  a 
stuacn de sus mahadados habtantes se despegaban tota  y 
terrbemente a a vsta de todos. En a superfce de ese nobe 
permetro,   antao   atestado   de   afanosas   muttudes   que   o 
recorran   en   todas   dreccones   guadas   por   sus   dversas 
ocupacones   o   caprchos,   no   egaban   ahora   a   vente   os 
camnantes.  Esos pocos que an conservaban  as energas o a 
fuerza de vountad para recorrer a mayor va pbca de Roma, 
andaban  a  hurtadas,   con  os  o|os  f|os  en  a  nada,   as  bocas 
cubertas  por as manos  exanges; cada uno soo,  desconfado, 
mudo, feroz, como dementes en sus cedas; todos nquetos como 
espectros perturbados en un para|e de tumbas.
 Esos eran os cudadanos que an deambuaban por e Campo de 
Marte   y,   a   su   paso,   en   cuaquer   dreccn   que   se   vovan, 
tropezaban con e terrbe nmero de muertos y agonzantes: as 
vctmas de a peste que se haba desatado ahora en a cudad 
nfectada, y que se una a hambre en su abor de desoacn y 
muerte.   Arededor   de  as  fuentes  pbcas,   donde  e   agua  an 
borboteaba fresca como en e esto de a prosperdad y a paz, era 
donde  se  haban  congregado  os  habtantes  ms  pobres  de  a 
Roma stada para exprar. Agunos conservaban todava fuerzas 
sufcentes para beber con avdez de borde de os depstos de 
pedra, en os cuaes otros yacan muertos, con as cabezas y os 
hombros sumergdos en e agua, ahogados por fata de energas 
para  echarse  atrs  despus  de   prmer  trago.   Los  nos  suban 
sobre os cadveres de sus padres para egar hasta e borde de 
as   fuentes;   os   padres   contempaban   con   are   ausente   os 
cuerpos de sus h|os, que ora fotaban ora se hundan en e agua 
en  a  cua   haban  cado  sn  que  nade  os   ayudara  a  sar   n 
amentara su muerte.
  En  otras  partes  de   ugar,   |unto  a  as  puertas  abertas  de  os 
teatros e hpdromos, en os prtcos de os paacos y os baos 
ya sn custoda, yacan os cuerpos descoordos de os que haban 
muerto antes de egar a as fuentes sobre todo mu|eres y nos
 rodeados, en terrbe contraste, por os enseres de u|o y as 
nvencones   desechadas   de   vco:   trcnos   dorados,   mesas 
repu|adas,   cornsas   en|oyadas,   cuadros   y   estatuas   obscenos, 
manuscrtos   de   cancones   cencosas   espnddamente 
enmarcados   y   extravagantemente   umnados,   que   todava 
cogaban de sus stos de costumbre en os ma|estuosos saones 
de  mrmo.   Un  poco  ms  e|os,   en  as  caes  secundaras  y  os 
patos   retrados,   donde   e   cadver   de   comercante   reposaba 
sobre su mostrador vaco; donde e sodado de a guarda de a 
cudad cayera renddo antes de termnar su ronda; donde e rco 
mercader yaca vctma de a peste sobre sus tmas reservas de 
os repugnantes amentos que se procurara con su oro, se vea a 
asesno  y  a   adrn,   ora  devorando  con  voracdad  os  desechos 
esparcdos a su arededor, ora cayendo muertos sobre os cuerpos 
que acababan de despo|ar.
  En toda a extensn de a escena, e|os y cerca, fueran cuaes 
fuesen os horrores que en cada sto ocurran, renaba un senco 
enrarecdo,   sobrenatura.   No   se   oa   n   un   sondo;   os   vvos 
guardaban   tanto   senco   como   os   muertos;   e   crmen,   e 
sufrmento, a desesperacn eran todos mudos; en e cuarte no 
sonaba a trompeta; en a gesa no taan as campanas; hasta a 
espesa  ovzna  que  derramaban  as  nubes  negras  e  nmves, 
que oscureca con sus fras sombras e contorno de os edfcos 
dstantes y e pncuo de os ma|estuosos paacos, caa a sueo 
sn  rudo.   En  e   ceo  no  haba  vento,   n   ecos  en  a  terra;   a 
desoacn  renante abrumaba  a  vsta; e  vasto  senco  pesaba 
sobre os odos: pareca a tma cudad de un mundo exhausto 
que regresara sn rudo a caos prmgeno.
  Por  entre  esa  atmsfera  de  oscurdad  y  muerte;  a  o  argo  de 
esos senderos de peste y hambre; sn mrar y sn ser vstos, e 
pagano y su prsonera avanzaron entamente haca e barro de a 
cudad que quedaba en dreccn opuesta a monte Pnco. A as 
embotadas facutades de Upo no as umnaba an a uz de una 
dea; segua andando con are ausente y detrs de   segua a 
|oven, cada vez ms db.
  Sumda   en   e   estupor   causado   por   a   debdad   fsca   y   a 
desesperacn   menta,   Antonna   no   pronuncaba   paabra,   no 
azaba a cabeza, no mraba a os ados. Haba de|ado ncuso de 
sentr a presn de a mano frme y heada de  pagano. Por su 
mente  desfaban  vsones  ncorpreas  de  esferas  utraterrenas 
dotadas   de  una  encantadora  beeza  y  pobadas   por   esprtus 
feces con sus antguas formas terrenaes, donde una proongada 
exstenca  sn  a  amenaza  de  a  muerte  transcurra  apacbe  y 
soadora,   sn   trazas   de   tempo   n   hueas   de   door.   De   su 
memora desapareceron as afccones y as desgracas, y todo 
temor   ante   e   pegro   que   representaba   e   demente   a   cuya 
merced   se   encontraba.   Y   era   en   ese   estado   que   avanzaba 
dbmente,   guada  por   a  vountad  de  Upo,   sn  consderar   e 
pegro  que  corra  n   angustarse  por   a  suerte  que  e  estaba 
reservada.
  De|aron   atrs   a   gran   estructura   crcuar   de   Panten,   se 
nternaron en as argas y estrechas caes que moran en a ora 
de ro y egaron por fn a as mrgenes de Tber, muy cerca de 
sote  que  an  hoy  se  aza  en  medo  de  sus   aguas.   A,   por 
prmera  vez,   e   pagano  se  detuvo  mecncamente  y  drg  a 
mrada   ausente   de   sus   o|os   extravados   a   os   muros   que, 
hacendo un nguo abrupto con a dreccn que hasta a haban 
segudo,   rodeaban   e   |ancuo   y   su   masa   rreguar   de 
edfcacones, en a ora opuesta de ro.
  A   pasar   sbtamente   de  a   actvdad  a   reposo,   as   fuerzas 
exhaustas de Antonna, que hasta ese momento haban dotado a 
sus   membros   de  un   poder   anmao   de   resstenca,   cederon 
repentnamente. La |oven cay a terra nerme y muda; su cabeza 
se ncn haca e duro sueo como s se tratara de una ansada 
amohada, pero no encontr apoyo, porque e pagano mantena 
agarrada   su   mano   con   presn   frrea.   Pareca,   merced   a   su 
enfermedad,   nconscente  de  que  su  prsonera  se  haaba  a  su 
ado.   Toda  evocacn  reaconada  con  ea,   todo  recuerdo  de  a 
poscn   que   ocupara   en   a   casa   de   su   padre,   haban 
desaparecdo  de  su  memora.   Una  ceguera  aun  ms   absouta 
pareca   afectar   sus   percepcones   fscas;   sus   o|os   recorran 
entamente una y otra vez e panorama que se despegaba ante 
eos,   pero  nada  vean;   su  respracn  anheante  era  voenta  y 
rpda;   su  pecho  hunddo  se  hnchaba  como  s   encerrara  una 
agona profunda y terrbe: era evdente que estaba a punto de 
producrse una nueva crss de demenca.
  En  ese  momento,   aparec  en  a  cae  una  de  as  bandas  de 
merodeadores os desesperados crmnaes de hambre y de a 
peste que an recorran a cudad. A ver a pagano y a a |oven, 
banderon   sus   armas   con   manos   temborosas   y   sus   rostros 
macentos  se  umnaron;   pero  a   acercarse,   una  o|eada  a  as 
fguras   de   ambos   es   bast   para   echar   por   terra   todas   sus 
esperanzas   de   arrebatares   botn   o   comda.   Por   un   nstante 
permaneceron |unto a sus vctmas potencaes, como debatendo 
s asesnaras por e puro pacer de hacero, cuando a aparcn 
de  dos  mu|eres  que  saan  sgosamente  de  una  casa  un  poco 
ms dstante en a msma cae con una cesta cuberta por unos 
harapos atra|o su atencn. Se voveron de nmedato para segur 
a as que evaban a cesta y de nuevo Upo y Antonna quedaron 
soos a a ora de ro.
  La aparcn de os asesnos no haba ogrado, como todas as 
dems  escenas  y  sucesos  de  a  cudad,   devovere  a  razn  a 
Upo.   No  os  haba  mrado  n   haba  hudo  de  eos   cuando  o 
rodearan; pero ahora que se haban marchado, vov entamente 
a  cabeza  en  a  dreccn  que  tomaran.   Su  mrada  recorr  as 
hmedas  pedras  de  a  cae,   dos  cadveres  que  yacan  sobre 
eas   a  corta  dstanca,   a  fgura  de  una  escava,   abandonada 
cerca   de   a   pared   de   una   casa,   que   empeaba   sus   tmas 
energas en beber a turba agua de uva que caa por a cana 
que se haaba a su ado; y sgu sn nteresarse en nada de o 
que sus o|os e reveaban. E prxmo ob|eto que por azar atra|o 
su   atencn   nconstante   fue   un   tempo   deserto.   Se   do   de 
nmedato a a tarea de contempar e sotaro edfco, que estaba 
amado a naugurar una nueva y amenazadora fase de a oscura 
trageda de fna de su vda.
  A atravesar a cudad no haba hecho caso de muchos tempos 
stuados   en  ugares   mucho  ms   promnentes   y   de  estructura 
mucho ms formdabe que e que ahora observaba. Este era una 
edfcacn   que   no   tena   n   una   atura   notabe   n   una 
extraordnara beeza. Sus estrechos prtcos y su oscura entrada 
ms ben amaban a desvar a vsta que a cavara en eos; pero 
posea  un  atractvo  ms  poderoso  que  todas  as  goras  de  a 
arqutectura  y  todas   as   grandezas   de  a  ubcacn,   capaz   de 
hacer   que  se  concentraran  en     as  errtes  facutades  cuyos 
ms eevados y graves fnes haban cesado para sempre: estaba 
dedcado   a  Seraps,   e   doo  que  haba  sdo  a  dedad  de  su 
prmera   creenca   y   a   nspracn   de   su   postrera   bataa   por 
restaurar su fe. Taada en e  prtco estaba a magen de  dos 
monstruoso   de   tres   cabezas   rodeado   por   una   serpente, 
obedente a su mandato.
  Durante os prmeros momentos nnguna sea vsbe reve e 
torrente de emocones que nund os pensamentos ausentes de 
Upo a dstngur a ben conocda y tanto tempo amada magen 
de   dos   egpco.   Su   nsensbdad   anmca   parec   ncuso 
ahondarse, ya que mantena a vsta cavada con rgda ntensdad 
en e prtco de tempo. Segua as nmv, como s o que vea o 
hubera petrfcado en e ugar, cuando as nubes, que haban do 
oscurecndose cada vez ms a medda que avanzaba a maana, 
y  que,   todava  cargadas  de  eectrcdad,   se  amontonaban  para 
recomenzar   a   tormenta   de   a   noche   anteror,   estaaron 
abruptamente en un trueno que retumb sobre su cabeza.
  A   or  ese  sondo  amenazador,   como  s   se  tratara  de  a  sea 
sobrenatura que esperaba para despertar como s en un breve 
nstante   renaceran   os   recuerdos   de   todo   o   que   tan 
resuetamente reazara a noche anteror a son de os truenos 
recobr   nstantneamente   e   movmento.   Su   sembante   se 
umn, su cuerpo se rgu; sot a mano de Antonna, az os 
brazos a ceo racundo en frentco trunfo y, trastabando, cay 
de rodas |unto a a base de os pedaos de tempo.
  Fueran cuaes fuesen os recuerdos de su paso por as muraas 
|unto a a cona Pncana y de os afanes y pegros subsguentes 
revvdos   a   escuchar   e   trueno,   todos   desapareceron   de   su 
mente con a msma rapdez con que haban surgdo y de|aron en 
bertad  a  su  memora  errtca  para  retrotraerse  a  as  escenas 
que  resutaba  ms  gco  que  despertara  en  ea  a  magen  de 
Seraps. Remembranzas de sus gozos nfantes en e Tempo de 
Ae|andra, de os entusasmos de su |uventud, de os trunfos de 
su prmera madurez todas ncoherentes y desorentadas, pero 
todas   brantes,   gorosas,   embragadoras  pasaron   como   un 
rempago por su mente destrozada. Por sus me|as marchtas 
correron raudas as grmas, as prmeras que derramaba desde 
sus  feces  aos  |uvenes.   Se  apret  a  frente  febr,   gope  en 
xtass, con as manos resecas, os fros y hmedos pedaos de 
tempo.   Must   ahogadas   nter|eccones,   babuce   extraos 
mmos,   se  hum  arrebatado  de  pacer   ante  as   paredes   de 
tempo,  como un  perro  que  ha encontrado a su  amo  perddo  y 
hace   arrumacos   carosos   a   sus   pes.   Es   certo   que   era   un 
crmna,   pero   e   gozo   de   su   abyeccn,   a   exutacn   en   su 
mserabe   asamento   de   a   humandad,   eran   una   vsn 
degradante penosa de contempar.
 A cabo de un rato su estado de nmo camb. Se puso de pe y, 
con os membros temborosos robustecdos por un vgor |uven, 
sub os pedaos de tempo hasta egar a su puerta. Se vov 
por   un  momento  y  mr  a  a  cae  antes   de  penetrar   en  os 
domnos  sagrados  de  su  destempada  magnacn.   Para  ,l,   e 
ceo   nubado   braba   con   e   fugor   de   Orente   soeado.   Las 
cazadas romanas pobadas de cadveres que se extendan ante 
sus o|os estaban embeecdas por ma|estuosos rboes y repetas 
de personas feces; y en as oscuras pedras a sus pes, donde 
yacan an os cuerpos que sus o|os no vean, ya coumbraba a os 
sacerdotes de Seraps con su reverencado guardn, su amado 
Macrno  a  a  cabeza,   que  avanzaban  para  recbro  y  dare  a 
benvenda  en  e   recnto  de   dos   egpco.   Vsones   como  esa 
pasaron soberbas ante e pagano, que permaneca trunfante en 
os  pedaos  de   tempo,   y  aumbraron  a  sus  o|os,   con  una  uz 
merdana, os rncones oscuros de a edfcacn cuando, tras esa 
breve  pausa,   vov  a  espada  a  a  cae  y  desaparec  por   a 
puerta de ugar sagrado.
  La   uva   era   ms   fuerte   que   antes;   e   trueno,   una   vez 
comenzado, retumbaba profunda y frecuentemente; Antonna se 
evant de  sueo y mr a su arededor, temerosa en e  prmer 
momento de encontrar a fgura de Upo. En a cae no quedaba 
n un ser vvente. La escava abandonada segua apoyada en a 
pared   de   a   casa   como   cuando   e   pagano   egara   a   as 
nmedacones de tempo, pero ahora estaba muerta. No haba a 
a  vsta  nnguna  otra  banda  de  asatantes.   Una  soedad  tota 
renaba en todas dreccones hasta donde os o|os acanzaban a 
ver.
  En  e   momento  en  que  Upo  sotara  su  mano,   Antonna  haba 
cado a sueo nerme y resgnada, pero no tan exhausta que no 
sntera o no pudera pensar. Mentras permanec tendda en e 
fro   pavmento   su   mente   sgu   percbendo   vsones   de   una 
muerte  rpda  y  de  una  vda  tranqua  en  a  muerte  como  un 
estado  futuro.   Pero  a  medda  que  transcurran  os  mnutos  sn 
que   sonara   en   sus   odos   una   voz   spera,   n   una   mano 
nmsercorde   a   arrastrara,   n   percbera   e   sondo   de   pasos 
omnosos,   sus   pensamentos   sufreron   un   cambo   gradua;   e 
nstnto de conservacn renac en ea entamente; y cuando se 
ncorpor para contempar e sombro panorama, as posbdades 
de  una  huda  con  xto  y  a  segurdad  que  e  brndaba  en  ese 
momento a soedad de a  cae  a  despabaron  como s  fueran 
una voz de aento o una nesperada promesa de ayuda.
  Vov   a   advertr   o   que   a   rodeaba:   snt   a   uva   que   e 
empapaba a ropa, e trueno que retumb sobre su cabeza a hzo 
estremecer,   contemp   con   horror   os   cadveres   sobre   as 
pedras. Se apoder de ea un deseo rresstbe de hur de ugar, 
de escapar de a escena de desoacn aunque cayera exhausta 
por e esfuerzo en a prxma cae. Se ncorpor entamente; sus 
membros  tembaban  de  ndsposcones  prematuras,   pero  ogr 
ponerse en pe. Avanz vacante ae|ndose de ro; pas aturdda 
entre argas fas de casas desertas y eg a un |ardn pbco en 
torno a un pequeo cenador cuyo prtco deserto e ofreca cob|o 
y  escondte.   A,   por  tanto,   busc  refugo,   ovada  en  e   rncn 
ms oscuro de edfco, y con a cara entre as manos, como para 
no  ver   nnguna  de  as  espantosas  aunque  cambantes  escenas 
que se desarroaban ante sus o|os.
 Pensamentos y recuerdos penosos a asataban en medo de su 
trastornadora  confusn.   Todo  o  que  haba  sufrdo  desde  que 
Upo a obgara a abandonar a casa de a gran|a en os suburbos 
e   peregrna|e  nocturno  por  a  anura,   e   tembe  paso  de  as 
muraas  revva  en  su  memora  mezcado  ahora  por   prmera 
vez con vagas deas de a peste y a hambruna que asoaban a 
cudad y con sbtas aprensones de que Gosvntha pudera an 
segura, cucho en mano, por as caes sotaras; a tempo que, 
pasvamente   preponderante   sobre   estas   dversas   fuentes   de 
angusta   y   temor,   a   escena  de  a   muerte  de   |oven  caudo 
pesaba   sobre   su   corazn   afgdo   como   un   fardo   heado.   Le 
pareca sentr apretada an contra su pecho a herba hmeda de 
su tumba; e  tmo beso que e dera tembaba todava en sus 
abos; saba, aunque no se atreva a mrara, que su sangre an 
manchaba sus vestdos.
  Tanto s se decda a ncorporarse y contnuar huyendo como s 
vova   a   ovarse   en   e   prtco,   resgnada   por   un   amargo 
momento   a   morr   ba|o   e   cucho   de   Gosvntha,   s   es   que 
Gosvntha estaba prxma; o a caer una vez ms en manos de 
Upo, s es que Upo a haba segudo hasta su escondte, nunca 
a abandonaba a apastante sensacn de que haba perddo para 
sempre a su amado protector, de que nunca ms vera a amgo 
de su breve temporada de fecdad, de que Hermanrco, que a 
haba savado de a muerte, haba cado asesnado a su ado en a 
for de su |uventud y de su fuerza. A partr de crmen en a casa 
de  a  gran|a  estaba,   por   prmera  vez,   soa;   y  por   prmera  vez 
senta  ahora  todo  e   rgor   de  su  afccn  y  comprenda  cuan 
tenebroso se presentaba e panorama para su futuro.
  Pero aunque e peso de su desoacn pareca haberse tornado 
contnuo, cas eterno, poco despus o susttuyeron sentmentos 
de una trsteza ms terna y un door ms resgnado. La nnata e 
nocente fuerza de carcter que a hcera arrostrar con pacenca 
os rgores de su educacn |uven y mantener a confanza a o 
argo de todas as pruebas a as que se vera sometda despus 
de ser desterrada de hogar de su padre; esa fuerza que nunca a 
haba abandonado hasta que as horrbes escenas de asesnato y 
muerte de a noche anteror se despegaran en trunfante horror 
ante sus o|os, y que, ncuso entonces, quedara en suspenso pero 
no murera, no poda menos que recuperar su benfca nfuenca 
sobre  su  corazn.   Mentras   permaneca  an  agazapada  en  su 
refugo  sotaro,   a  tma  esperanza  e   ansa  de  recobrar   a 
compaa y e amor de su padre que a hcera apartarse de a 
tumba de |oven caudo y evar a cabo un tmo esfuerzo por 
berarse de Upo cuando ste a obgara a atravesar as muraas 
agretada, revv sbtamente.
 Se vov a ncorporar y contemp a cudad desoada y e ceo 
tormentoso,  pero  ahora con  o|os  camados y ben  abertos.  Sus 
recuerdos de  pasado se teron de a ternura de  door |uven; 
sus vsones de futuro se tornaron pacentes, soemnes y serenas. 
Pasaron   por   su   magnacn,   convertdas   en   refugo   para   su 
corazn fatgado, mgenes hermosas de su prmer protector e 
nco que ahora e quedaba, de su antguo hogar, de a soedad 
de su |ardn en a cona Pncana. Ba| os escaones de cenador 
sn sentr aprensn por a posbe cercana de sus enemgos n 
dudar de su decsn, porque ya saba qu faro guara ahora su 
senda. Sus o|os se enaron de grmas a egar a |ardn, pero su 
paso no vac nunca, su sembante nunca perd su expresn, 
mezca de tranqua afccn y tenues esperanzas. Una vez ms 
acanz  as  pegrosas  caes  y,   mustando  para  s   msma  "M 
padre!   M   padre!",   como  s   esas   sencas   paabras   fueran  a 
mano que a guaba y a provdenca que a protega, emprend 
su marcha sotara en dreccn a Pnco.
  Era conmovedor, hermoso, cas subme ver a a |oven, berada 
haca  so  unas  pocas  horas  por   senderos  pegrosos  y  manos 
crmnaes de crcunstancas que comenzaran con una tracn y 
cumnaran con a muerte, pasar ahora, resueta y soa, por as 
caes   de   una   opuenta   cudad   aque|ada   por   a   ms   honda 
angusta humana y e ms tenebroso crmen. Vera marchar as 
en  busca  de  su  ob|etvo,   superor   a  todos   os   horrores   de  a 
desoacn   y   a   muerte   que   se   nterponan   en   su   camno, 
reveando  nconscentemente  en  e   suave  sondo  de  a  paabra 
"padre", que an murmuraban sus abos de cuando en cuando, e 
propsto puro que a sostena, e frme herosmo que a mantena 
en su ncerto curso, era una nobe evdenca de gran poder sobre 
e   mundo  y  sus  pegros  con  que  e   ms  smpe  de  os  afectos 
puede armar a  ms frg de os seres. Las tormentas de  ceo 
caan sobre su cabeza, os crmenes y os sufrmentos de Roma 
cubran de tnebas e camno de su peregrna|e, pero ea segua 
adeante con frmeza como un esprtu auxador que recorrera 
para|es   terrestres   con   a   refugente   nvunerabdad   que   e 
concederan   su   msn   de   msercorda   y   sus   santos 
pensamentos;   como  un  rayo  de  uz   que  se  amentara  de  a 
fuerza  de  su  propa  beeza,   en  medo  de  as  tempestades  y  a 
oscurdad de una esfera que e resutaba a|ena.
  Leg de nuevo a Campo de Marte. De nuevo pas |unto a as 
fuentes   pbcas,   an  convertdas   en  anmaos   echos   de  os 
agonzantes  y  sepucros  de  os  muertos;   de  nuevo  recorr  os 
sombros   camnos,   donde  os   ms   fuertes   de  os   hambrentos 
habtantes  de  a  cudad  todava  ban  y  venan  en  medo  de  un 
feroz senco y un host retramento. Nade e hab y cas nade 
e drg una mrada a o argo de su sotaro trayecto.  Estaba 
soa  entre  os  soos,   abandonada  entre  otros  tan  abandonados 
como ea.
 E adrn, a pasar a su ado, se percataba de que tena tan poco 
nters para un saqueador como e ms pobre de os cudadanos 
que agonzaba a su arededor. E patrco, que marchaba con paso 
vacante  en  busca  de   refugo  de  os  muros  de  su  paaco,   a 
evtaba a consderara una supcante ms por a ddva que no 
poda  dar,   y  apretaba  e   paso  a   acercrsee  en  a  cae.   Sn 
proteccn,   pero   sn   sufrr   nnguna   moesta,   huyendo   de   su 
soedad y de sus amargos recuerdos haca e abrgo de amor de 
su  padre,   como  huyera  de  na  de  sus  prmeros  temores  para 
refugarse en e caor de os brazos paternos, eg a fn a pe de 
a  cona  Pncana,   y  a   fn  sub  por   as  caes  tan  a  menudo 
recorrdas en os tranquos das de antao.
 A pasar |unto a os portaes y as edfcacones anexas a paaco 
de Vetrano presenc un espectcuo mpresonante y omnoso. 
Tras as ma|estuosas re|as de acero que protegan e edfco, os 
escavos de senador, consumdos por e hambre, trastababan y 
vacaban   ba|o   e   peso   de   copas   rebosantes   de   vno   que 
ntentaban, exhaustos, evar a as habtacones nterores. De os 
bacones   pendan   abgarradas   cogaduras,   as   estatuas   de   a 
fachada de mrmo estaban adornadas con gurnadas de hedra. 
En medo de a cudad stada, y en mpa bura a a hambruna y 
a epdema que a azotaban hasta sus ms remotos confnes a 
a   choza   y   a   paaco   por   gua,   se   desarroaban   en   ese 
mahadado hogar os preparatvos de un trunfa banquete!
  Hacendo caso omso de sorprendente aspecto que presentaba 
a casa de Vetrano, con os o|os f|os en un punto en e que se 
centraba toda su atencn, con paso cada vez ms vvo, Antonna 
se aproxm a hogar de cua fuera expusada en medo de temor 
y a que regresaba presa de door. Un tmo esfuerzo, un tmo 
sentmento  de  sobrecogedora  antcpacn  y  eg  por   fn  a  a 
ver|a de |ardn!
  Se  ech  haca  atrs   a  espesa  cabeera  que  a  uva  haba 
pegado  a  su  frente;   ech  una  rpda  o|eada  a  su  arededor; 
advrt a ventana de su acoba con a ve|a y senca cortna an 
en  su  ugar   de  costumbre;   vo  os  rboes  tan  recordados,   as 
fores  de  os  arrates  que  tanto  cudara,   con  sus  coroas  ahora 
ncnadas  trstemente  ba|o  e   ceo  encapotado.   Su  corazn  se 
estremec  en  su  pecho,   parec  de  repente  fatare  e   aento 
mentras recorra e sendero de |ardn y ascenda os pedaos de  
umbra. La puerta estaba entreaberta. Con un tmo esfuerzo a 
abr de par en par y penetr una vez ms sn ayuda y sn nade 
que e dera a benvenda, pero confada en encontrar consueo, 
perdn y amor en e prmero y e tmo de sus santuaros, en e 
recnto de as paredes de su hogar!
CAPT"LO I)
LAS DOS ENTRE$ISTAS
 Es a tarde de prmer da de asedo godo; e ugar, e paaco de 
Vetrano en Roma. En una de as habtacones de su mansn se 
encuentra sentado e gaardo dueo de casa, berado a fn de a 
arga sesn convocada por e Senado en ocasn de nesperado 
sto   de   a   cudad.   Aunque   en   e   domco   de   senador   an 
mperan, en esos momentos de nmnente pegro para pobres y 
rcos en Roma, a msma absouta dscpna, a msma reguardad 
eegante  y  a  msma  pompa  opuenta  que  o  dstngueran  en 
tempos  normaes,   Vetrano  parece  no  compartr  a  tranqudad 
de   su   hogar   patrco.   Sumdo   en   mudas   refexones, 
competamente ndferente a o que acontece a su arededor, en 
sus maneras se apreca una severdad nusua, y en su rostro un 
dsgusto nustado. Dos damas que o acompaan e prodgan en 
vano  todos  os  haagos  para  devovere  a  rsa.   No  recama  os 
servcos de os mscos que esperan sus rdenes, os man|ares 
de su mesa permanecen ntactos, y hasta "e nestmabe gatto 
de a raza ms venerada por os antguos egpcos" retoza a sus 
pes sn que adverta su presenca y o apauda. Es evdente que, 
a menos por e momento, toda su habtua ecuanmdad fosfca 
ha desaparecdo de a mente de senador.
 E senco hasta ese momento desconocdo en as habtacones 
de paaco ya haba renado en eas sn nterrupcn durante un 
tempo, cuando e berto Carro nterrump as medtacones de 
Vetrano e hzo hur a as damas que o acompaaban a anuncar 
con voz sonora que e prefecto Pompeyano deseaba sostener una 
entrevsta a soas con e senador Vetrano.
  Un nstante despus e prmer magstrado de Roma entr en a 
habtacn. Era un hombre grueso, de pequea estatura y aspecto 
nnobe.   Seaes   de   ndoenca   e   rresoucn   se   observaban, 
caramente mpresas, en su aparenca y su expresn. Desde que 
se e vea por prmera vez era obvo que su mente graba, como 
una veeta, en cuaquer dreccn, a mpusos de a opnn a|ena, 
pero   que   era   totamente   ncapaz   de   tomar   decsones   por   s 
msmo. So se saba de una determnacn resueta a a que e 
prefecto  Pompeyano hubera egado sn ayuda de nade,  y  ea 
haba consstdo en decdr una feroz dscusn entre un obspo y 
un genera sobre os mrtos reatvos de dos equbrstas rvaes 
de gua fama.
 He vendo, querdo amgo d|o e prefecto en tono agtado, 
para   pedr   tu   opnn,   en   este   momento   de   terrbe 
responsabdad para todos nosotros, sobre e pan de operacones 
propuesto  por   e   Senado  en  a  sesn  de  hoy!   Pero  antes   
contnu precptadamente, a notar, con e nstnto certero de un 
ve|o sbarta, que os tentadores man|ares de a mesa de Vetrano 
permanecan   ntactos,   permteme   recuperar   ms   energas 
exhaustas medante una vsta a tu sempre ben provsta mesa. 
Ah, querdo amgo, cuando penso en a tembe escasez de as 
reservas de provsones de a cudad y en e apso de tempo que 
podemos   esperar   que   se   mantenga   este   madto   asedo,   me 
sento ncnado a creer que so os doses saben quero decr, 
San Pedro cunto tempo ms podremos dar empeo a nuestra 
dgestn y ocupacn a nuestros cocneros.
  He observado prosgu e prefecto despus de un rato, con 
a boca todava ena de estofado de pavo rea, he observado, 
estmado  coega,   a  meancoa  de  tus   maneras   y  e   absouto 
senco que guardaste durante as deberacones de da de hoy. 
Opnas   que   hemos   adoptado   una   decsn   errnea?   No   es 
mposbe! Nuestra confusn ante esta nesperada aparcn de 
os brbaros puede haber nubado nuestra usua penetracn! S 
por aguna casuadad dsentes de nuestros panes, te ruego que 
me comunques tus ob|econes sn reservas!
  De nada dsento, porque nada o repc Vetrano hurao. 
Durante  a   sesn  de   Senado   estaba   tan  concentrado   en  un 
mportante   asunto   persona   que   permanec   sordo   a   as 
deberacones. S que estamos stados por os godos; por qu 
no os expusan de ugar que ocupan frente a as muraas?
 Sordo a nuestras deberacones! Oue se expuse a os godos 
de   ugar   que  ocupan  frente  a  as   muraas!   rept  con  voz 
desfaecda   e   prefecto.   Cmo   puedes   pensar   en   asuntos 
personaes  en  un  momento  como  este?  Sabes  e   pegro  que 
corremos? Sabes que nuestros amgos han quedado tan atntos 
con esta terrbe caamdad que andan como quenes no acaban 
de  despertar   de  un  sueo?  No  has  vsto  as  caes  enas  de 
muttudes   despavordas   e   ndgnadas?   No   has   subdo   a   as 
amenas   en   o   ato   de   as   muraas   para   contempar   as 
nnumerabes huestes de desamados godos que nos rodean por 
todos   ados,   nterceptan   nuestros   sumnstros   de   provsones 
procedentes   de   campo   y   nos   amenazan   con   una   rpda 
hambruna, a menos que os refuerzos que ansamos eguen de 
Rvena?
  No  he  subdo  a  as  amenas  n   observado  con  atencn  as 
muttudes en as caes contest Vetrano ndferente.
  Pero aunque no hayas vsto nada t msmo, seguramente has 
odo habar de o que otros veron nsst e prefecto; debes 
saber   a   menos  que  as  egones  con  as  que  contamos  en  a 
cudad no bastan para defender ms que a mtad de crcuto de 
as muraas. Nade te ha nformado que s e |efe de os brbaros 
qusera pasar de asedo a asato es ms que probabe que no 
pudramos   rechazaro   con   xto?   Sgues   sordo   a   nuestras 
deberacones  cuando  maana  tu  paaco  puede  arder   contgo 
adentro, cuando puede reducrsenos a hambre, cuando podemos 
estar   condenados  a  un  deshonor   eterno  a   vernos  obgados  a 
negocar   a  paz?  Sordo  a  nuestras  deberacones  cuando  una 
caamdad tan nmagnabe como esta nvasn ha cado como un 
rayo nada menos que frente a nuestras muraas! Me asombras! 
Me abrumas! Me horrorzas!
  Y  en  su  desmesurada  sorpresa,   e   asombrado  prefecto  eg  a 
de|ar a un ado su estofado de pavo rea y avanz, bandendo su 
copa   de  vno,   para   mrar   ms   de  cerca   e   sembante   de   su 
mperturbabe anftrn.
  S no tenemos fuerza sufcente para expusar a os godos de 
Itaa repc Vetrano sn aterarse, t y e Senado sabs que 
somos   o   bastante   rcos   como   para   compraros   para   que   se 
marchen a os ms apartados confnes de mpero. S no tenemos 
espadas sufcentes para uchar, nos acanzan e oro y pata para 
pagar.
  Bromeas!   Recuerda  nuestro  honor   y  os  refuerzos  que  an 
confamos   que  eguen  de  Rvena  d|o  e   prefecto  con  tono 
reprobador.
 E honor ha perddo a mportanca que tuvo en tempos de os 
Csares repc e senador. Nuestros das de combatentes ya 
termnaron. Hemos tendo hroes sufcentes para gozar de una 
reputacn de buenos guerreros. En cuanto a os refuerzos en os 
que an confas, no egarn! Mentras e emperador permanezca 
a   savo   en   Rvena,   nada   e   mportarn   as   caamdades   que 
puedan sufrr os romanos.
  Pero   ovdas   tus   deberes   o   aprem   e   asombrado 
Pompeyano,   pasando  de   reproche  a  a  exhortacn.   Ovdas 
que este es un momento en que se deben hacer a un ado todos 
os ntereses personaes! Ovdas que he vendo a pedrte conse|o; 
que me confunden os m  proyectos que me egan de os ms 
varados  ugares  para  gobernar   con  xto  a  cudad  durante  e 
asedo; que vengo a t en tu condcn de amgo y hombre ustre 
para que me ayudes a decdr entre os dversos conse|os que se 
someteron a m consderacn hoy en e Senado.
 Escrbe e parecer de cada senador un una tra de pergamno, 
chaas todas en una urna y guate para gobernar a cudad en as 
condcones actuaes por a prmera que extragas a azar! d|o 
Vetrano con una sonrsa burona.
 Ay, amgo mo, amgo mo, eres crue a burarte as de m! 
excam   e   prefecto,   desoado.   Oueres   reamente 
convencerme   de   que   gnoras   que   con   os   centneas   de   que 
dsponemos   ya   hemos   redobado   a   guarda   de  as   muraas? 
Intentas   afrmar   con   seredad   que   no   oste   e   proyecto   de 
Saturnno  para  reducr   mperceptbemente  a  racn  dara  de 
comda?  O  as  recomendacones  de  Emano  de  que  se  debe 
evtar que e puebo refexone sobre os pegros y caamdades 
que  o  acechan  proporconndoe  ncesantes  dversones  en  os 
teatros y os hpdromos? Acaso queres decr que permaneces 
reamente   ndferente   ante   os   horrores   de   nuestra   actua 
stuacn? Por as amas de os apstoes, Vetrano, comenzo a 
pensar que no crees en os godos!
 Ya te he dcho que por e momento me encuentro ocupado por 
asuntos  personaes  que  me  mpden  atender  os  pbcos  d|o 
Vetrano   mpacente.   Debatd   cuanto   quers,   aprobad   os 
proyectos   que   deses:   me   nego   a   ntervenr   en   vuestras 
deberacones!
 Esta es a tma y mayor de todas as caamdades! must 
e   rechazado  prefecto  para  s   msmo  mentras  vova  a  ocupar 
mecncamente   su   puesto   ante   a   mesa.   Ahora   cuando   e 
conse|o y a cooperacn me resutan ms precosos que as |oyas, 
no  obtengo  nnguno  de  os  dos!   Nade  me  ofrece  as  sabas  y 
savadoras   sugerencas   que,   en   m   condcn   de   prmer 
magstrado de esta cudad mpera, es m derecho exgr a todos; 
y e hombre en quen ms confaba es e que ms me defrauda! 
Pero,   Vetrano,   yeme  una  vez  ms  contnu,   drgndose  a 
senador; s os pegros que nos acechan fuera de as muraas 
no  te  afectan,   hay  un  mportante  asunto  que  se  ha  decddo 
dentro de eas y que debe mportarte. Despus de tu partda de 
Senado, se acus a Serena, a vuda de Estcn, como se acusara 
antes a su esposo, de mantener una correspondenca secreta y 
desea con os godos; y se a ha condenado, como se condenara 
a   su  esposo,   a   a   pena   de  muerte.   Yo  no   encontr  nnguna 
evdenca que |ustfcara a sancn; pero e gento, presa de un 
frenes unnme, vocfer que era cupabe y que deba morr; y 
que cuando os brbaros se enteraran de castgo mpuesto a su 
secreta aada, se retraran consternados de Roma. Ese era otro 
punto  dscutbe  que  en  vano  me  esforc  en  acarar;   pero  e 
Senado  y  e   puebo  fueron  ms   sabos   que  yo,   y  Serena  fue 
condenada  a  morr  estranguada  maana  a  manos  de   verdugo 
pbco. Hasta ahora sempre fue una mu|er de buena reputacn, 
y es a madre adoptva de emperador. Muchos dudan ahora de 
que   su   esposo   Estcn   haya   sdo   reamente   cupabe   de 
mantener a correspondenca con os godos de a que se e acus; 
y yo, por m parte, dudo mucho de que Serena merezca morr a 
nuestras manos. Te ruego, Vetrano, a menos aydame con tu 
opnn sobre este asunto!
 E prefecto esper una respuesta con ansedad, pero Vetrano n 
o mr n e contest. Era evdente que e senador no haba odo 
n una paabra de o que e haba dcho.
  Esa  recepcn  a  su  petcn  fna   de  ayuda  produ|o  sobre  e 
petconaro e efecto que quzs estaba destnada a consegur: e 
prefecto Pompeyano abandon a habtacn desesperado.
 Poco despus de a partda de Pompeyano, Carro vov a entrar 
en a habtacn y e drg a su amo as sguentes paabras:
  Me resuta penoso comuncrteo, reverencado patrn, pero 
tus escavos han regresado despus de fracasar en su bsqueda!
 Dae a un nuevo grupo de eos a descrpcn de a |oven y haz 
que  contnen  sus  esfuerzos  durante  a  noche,   no  so  en  as 
caes,   sno   tambn  en   todos   os   ugares   de  dversn  de   a 
cudad. *iene  que estar en Roma, y tienen  que encontrara! 
d|o e senador con are sombro.
  Carro   hzo   una   profunda   ncnacn   y   estaba   a   punto   de 
abandonar   a   habtacn   cuando   a   voz   de   su   amo   o   hzo 
detenerse en e umbra.
 S un ancano amado Numerano quere verme d|o Vetrano
, hazo pasar de enseguda.
  Haca so un momento que haba abandonado a habtacn 
cuando trat de encontrara contnu e senador habando para 
s   msmo,   pero  cuando  sa   de  a  casa  ya  no  estaba  por  os 
arededores!   Se  debe  haber   mezcado  sn  proponrseo  con  a 
muttud  que  os  godos   empu|aron  haca  a  cudad,   y  por   eso 
permanec ocuta a m vsta. Tan |oven y tan nocente! Hay que 
encontrara! Hay que encontrara!
  Ca  a   sumrse  de  nuevo  en  sus   profundos   y   meanccos 
pensamentos.   A   cabo   de   un   argo   rato,   o   sac   de   su 
ensmsmamento   e   sondo   de  unos   pasos   sobre  e   sueo   de 
mrmo. Levant a vsta. La puerta se haba aberto sn que o 
notara, y un ancano avanzaba con paso ento y temboroso haca 
su trcno de seda. Era e apesadumbrado y doente Numerano.
  Dnde   est?   La   han   encontrado?   pregunt   e   padre 
echando   una   mrada   de   ansedad   a   a   habtacn,   como   s 
esperara encontrar en ea a su h|a.
  Ms   escavos   an   a   buscan   d|o   Vetrano   con   voz 
desconsoada.
  Ah,   qu  door,   qu  door!  Ou  ma   a  |uzgu!  Ou  ma   a 
|uzgu! excam e ancano mentras se vova para marcharse.
  Escchame  antes  de  partr   d|o  Vetrano  detenndoo  con 
suavdad.   Te   he   hecho   mucho   dao,   pero   te   resarcr 
encontrando  a  tu  h|a!   Cuando  haba  mu|eres  que  se  habran 
sentdo  orguosas  de  despertar  m   admracn,   no  deba  haber 
ntentado prvarte de tu h|a! Recuerda, cuando a recobres, y a 
recobrars,   que  desde  e   prmer   momento  en  que  a  engatus 
para que oyera m ad hasta a noche en que tu desea srvente 
me  condu|o  a  su  acoba,   ha  sdo  nocente  en  este  mahadado 
asunto. So yo he sdo cupabe! Acababa de despertar cuando 
a descubrste entre ms brazos, y m entrada en su acoba fue tan 
sorpresva para ea como para t. De no haber estado aturddo 
por  os  vapores  de   vno  y  por  a  confusn  que  me  produ|o  tu 
sbta aparcn, a habra protegdo de tu ra antes de que fuera 
demasado tarde! Los sucesos de esta maana, aunque confusos, 
me  han  convencdo  de  que  estaba  equvocado  con  respecto  a 
vosotros dos. Ahora s que tu h|a era demasado pura para ser e 
ob|eto de mis  maqunacones; y creo que, por ms errneos que 
puedan parecer, tus propstos a  apartara de  mundo como o 
hcste  eran  honestos.   Nunca  comet   un  error  ms  fata   en  m 
bsqueda  de  paceres  que  cuando  traspuse  as  puertas  de  tu 
hogar!
 A pronuncar esas paabras, Vetrano no haca ms que dar voz a 
os  sentmentos  que  as  nspraban.   Como  ya  hemos  seaado, 
aunque  a  superfcadad  de  su  carcter   y   a   cenca   que  e 
conceda su poscn soca o haban convertdo en un bertno, 
no  era  desamado  n   crmna   por   naturaeza.   Otros   padres   o 
haban hecho antes ob|eto de su cera, pero su generosdad os 
haba   apacguado   a   todos.   Otras   h|as   haban   orado,   pero 
sempre   haban   encontrado   consueo   en   e   espendor   de   su 
paaco y a amabdad de su natura. De ah  que a  ntentar e 
rapto  de  Antonna,   aunque  se  haba  preparado  para  encontrar 
obstcuos nustados, no esperara peores resutados de su nueva 
conqusta   que   os   que   e   produ|eran   sus   anterores   ances 
gaantes.   Pero  cuando  en  a  soedad  de  su  hogar   y  en  tota 
posesn de sus facutades repas todas as crcunstancas de su 
tentatva,   desde  e   momento  en  que  se  ntrodu|o  en  a  acoba 
aprovechando   que   a   |oven   dorma   hasta   e   nstante   en   que 
Antonna  huyera  de  su  hogar;   cuando  record  a  nexorabe  y 
concentrada ra de Numerano y a agona y a desesperacn de 
a  |oven;   cuando  pens  en  e   nconsoabe  arrepentmento  de 
padre engaado y en a fata partda de a h|a ofendda, se snt 
cupabe   de   un   crmen   y   no   de   una   mera   mprudenca;   se 
convenc de que haba ncurrdo en a tembe responsabdad de 
destrur a fecdad de un padre reamente vrtuoso y de una h|a 
verdaderamente  nocente.   A  un  hombre  cuya  vda  tena  como 
soo sentdo procurarse una sucesn nnterrumpda de paceres, 
cuya nca ocupacn era satsfacer a refnada sensuadad que 
os hbtos  de toda  una  vda  haban convertdo  en a  sustanca 
msma  de  su  ama,   y  que  derramaba  espendor   y  despertaba 
sonrsas donde quera que o evaban sus pasos, e desasosego 
menta   producdo   por   su   caamtosa   nvasn   a   hogar   de 
Numerano   e   resutaba   tan   penoso   como   e   amargusmo 
remordmento que habra provocado en una mente de ms atos 
prncpos.   De  ah   que  ordenara  a  bsqueda  de  Antonna  y  e 
expresara  a   padre  su  arrepentmento  a  partr  de  una  genuna 
convccn de que so a ms caba reparacn de error cometdo 
e devovera a tranqudad cuya prdda, como  msmo d|era, 
o haba tornado sordo a as decsones de Senado e ndferente a 
a nvasn de os godos.
  Dme   contnu   despus   de   hacer   una   pausa,   adonde 
march Upo? Es precso encontraro. Ouzs pueda revearnos e 
refugo de Antonna. Se e detendr e nterrogar.
 Part de m ado de repente. Desde m ventana o v mezcarse 
en  as   caes   con  a  muttud,   pero  no  s  adonde  march  
contest   Numerano,   y   un   estremecmento   recorr   todo   su 
cuerpo a habar de mpentente pagano.
  De nuevo se produ|o un breve ntervao de senco. E door de 
acongo|ado   padre   era,   en   su   humdad   y   desesperacn,   una 
reconvencn vvente que hzo vacar nstntvamente a senador, 
a   pesar   de   su   desda   y   bertna|e   usuaes.   Durante   unos 
momentos trat en vano de combatr a nfuenca reprobadora e 
ntmdante  que  e|erca  sobre     a  mera  presenca  de   hombre 
doordo   a   quen   tan   fatamente   per|udcara.   A   cabo   de   un 
momento, recuper e sufcente contro de s msmo para drgre 
a Numerano agunas otras expresones de consueo y esperanza; 
pero  e  hababa  a  unos  odos  que  no  o  escuchaban.   E   padre 
haba vueto a sumrse en su trsteza, y cuando e senador ca, 
se mt a mustar para s msmo:
 Se ha perddo! Ay! Se ha perddo para sempre!
  No,   no  se  ha  perddo  para  sempre  excam  Vetrano  con 
vehemenca.   Tengo  rquezas  y  poder   sufcentes  para  hacer 
que  a  busquen  hasta  os  confnes  de  a  terra!  Se  capturar  a 
Upo y se e nterrogar; se e har prsonero, se e torturar s es 
necesaro. Encontraremos a tu h|a. Nada es mposbe para un 
senador romano!
  No  saba  que  a quera  hasta a  maana  en que tan ma   a 
|uzgu y a desterr de m hogar! contnu e ancano habando 
an  para  s   msmo.   Perd   todo  rastro  de  ms  padres  y  de  m 
hermano,   m   esposa  se  fue  de  m   ado  para  sempre,   so  me 
queda   Antonna;   y   ahora   tambn   ea   ha   desaparecdo!   N 
squera m gran ambcn, que en un tempo pens que era todo 
para   m,   conforta   ahora   m   ama;   porque   a   anheaba,   ay, 
nconscentemente a anheaba!, a travs de m h|a. Destroc su 
ad, pens que era una desvergonzada, a ech de m casa! Ah, 
cmo me equvoqu, cmo me equvoqu!
  Oudate aqu  y reposa en una de as acobas hasta que ms 
escavos   regresen   por   a   maana.   As   podrs   conocer   de 
nmedato  e   resutado  de  a  bsqueda  durante  a  noche  d|o 
Vetrano con voz bondadosa y compasva.
  Oscurece, oscurece! gm e padre mentras avanzaba con 
paso vacante haca a puerta; pero de nada mporta, porque 
hasta a uz de  da me parece ahora oscura! Debo rme; tengo 
deberes   que   cumpr   en   a   capa.  Para   ti  a   noche   sgnfca 
reposo; para m, desventura y oracn!
  Con  esas  paabras  part.   Recorr  entamente  as  caes  que 
evaban   a   su   capa,   echando   o|eadas   penetrantes   a   os 
habtantes de a cudad stada que pasaban a su ado. Leg a su 
destno con certa dfcutad, porque Roma estaba an atestada 
de hombres armados que corran de un ado a otro y de turbas 
desordenadas de cudadanos que se abaanzaban haca todos os 
espacos cuya amptud es permta congregarse. Las nuevas de 
a desgraca que e haba acontecdo ya eran de conocmento de 
sus oyentes, quenes ntercambaban nquetos murmuos cuando 
eg  a  a  senca  y  penumbrosa  capa  y  sub  entamente  a 
pupto para comenzar e servco eyendo e captuo de a Bba 
que es haba ndcado que estudaran esa noche, y que era e 
qunto  de   Evangeo  de  San  Marcos.   Cuando  comenz,   su  voz 
vacaba, su rostro estaba cuberto de una padez fantasma, sus 
manos tembaban perceptbemente; pero ey sn nterrupcones 
en voz ba|a y entrecortada, con door y dfcutad evdentes, hasta 
egar a  sguente verscuo: "M  h|a se est murendo." En ese 
punto se detuvo de repente, ntent en vano contnuar durante 
agunos mnutos, y despus se cubr e rostro con as manos, se 
derrumb   sobre   e   pupto   y   comenz   a   orar   con   grandes 
soozos. Su apenado y sorprenddo audtoro nmedatamente se 
congreg   a   su   arededor,   o   az   en   brazos   y   se   dspuso   a 
conducro a su hogar. No obstante, cuando egaron a a puerta 
de a capa, Numerano es pd amabemente a sus compaeros 
que   o   de|aran   y   regresaran   para   contnuar   e   servco   eos 
msmos.   Sempre   mpctamente   obedentes   a   sus   menores 
deseos, os membros de su pequea grey, conmovdos hasta as 
grmas  ante  e   espectcuo  de   sufrmento  de  su  maestro,   o 
obedeceron y retornaron en senco a sus asentos. En cuanto se 
vo soo, Numerano abandon e oca mustando para s msmo:
  Debo   unrme   a   quenes   a   buscan!   Debo   ayudaros   a 
encontrara!
  Y   vov   a   mezcarse   con   as   turbas   de   cudadanos   que 
abarrotaban as caes oscuras.
CAPT"LO ))I
PADRE E %I+A
  Aunque a prmera vsta parece abandonada en a maana que 
ahora nos ocupa, a casa de Numerano no est deshabtada. En 
uno de os dormtoros, tenddo en su echo sn nade que vee a 
su ado, yace e amo de a pequea vvenda. Lo vmos por tma 
vez mezcado con a hambrenta congregacn de a Basca de 
San  |uan  de  Letrn,   buscando  an  a  su  h|a  en  medo  de  a 
confusn   causada   por   a   dstrbucn   pbca   de   amentos 
durante a prmera etapa de os nfortunos que asoaban a Roma. 
Desde entonces, se ha afanado y ha sufrdo mucho, y ahora han 
egado a fn as horas de desvada soedad tan constantemente 
temdas, e da tan dferdo de a postracn.
  Desde   os   prmeros   perodos   de   asedo,   cuando   todo   a   su 
arededor   en  a  cudad  sufra  cambos  cada  vez  ms  terrbes; 
cuando  a  hambruna  desembocaba  veozmente  en  epdema  y 
muerte;   cuando   as   esperanzas   y   os   propstos   humanos 
menguaban   y   desfaecan   graduamente   con   cada   da 
transcurrdo, so  permaneca fe a una soa abor, anmado por 
un soo ob|etvo; era e nco de sus concudadanos a que nngn 
suceso externo poda nfur para ben o para ma, para hacere 
concebr esperanzas o nsprare temor.
  En cada  cae  de  Roma,  a todas horas,  en  medo  de  cuaquer 
case  de  personas,   se  e  vea  constantemente  enfrascado  en  a 
msma  bsqueda  sn  esperanzas.   Cuando  a  muttud  rrump 
furosa en os graneros pbcos para hacerse por a fuerza de as 
tmas reservas de grano acaparadas para consumo de os rcos, 
   estaba  a  sus  puertas  observando  a  os  que  saan.   Cuando 
manzanas   de  casas  fueron  abandonadas  por   todos  menos   os 
muertos, se e vo adentro, de ventana en ventana, buscando en 
cada   habtacn   su   tesoro   perddo.   Cuando   agunos,   en   os 
prmeros   das   de  a  peste,   uneron  sus   esfuerzos   en  un  vano 
ntento por arro|ar a  otro ado de as ma|estuosas muraas os 
cuerpos que cubran as caes de a cudad, se mezc con eos 
para  escudrar   os  rgdos  rostros  de  os  muertos.   En  para|es 
sotaros, donde e padre que an no haba sdo prvado de sus 
afectos se esforzaba por evar a su h|o agonzante para que no 
murera en e camno deserto, sno a amparo de un techo; donde 
a esposa, fe an a sus deberes, recoga e tmo aento de su 
esposo con muda desesperacn, se e vea pasar y mrar a todos 
por un breve nstante con o|os atentos y trstes. Pero fuera donde 
fuera, y vera o que vera, n peda consueo n recababa ayuda. 
Marchaba  adeante,   como  un  peregrno  en  su  senda  sotara, 
como un observador a quen nade observara, en busca de una 
ddva que so  anheaba.
  Cuando  a  hambruna  comenz  a  hacerse  sentr   en  a  cudad, 
parec   no   advertr   su   egada;   no   hzo   nngn   esfuerzo   por 
procurarse  de  antemano  as  provsones  que  e  garantzaran  e 
sustento durante unos das; s asst a as prmeras dstrbucones 
pbcas  de  comda,   fue  para  prosegur  a  bsqueda  de  su  h|a 
entre a muttud que o rodeaba. Habra sdo una de as prmeras 
vctmas de hambre, de no haberse encontrado en su deambuar 
sotaro con agunos membros de a congregacn que su pedad 
y su eocuenca reuneran antao.
 Esas personas, a cuyas spcas de que suspendera su bsqueda 
sn esperanzas sempre responda con e msmo rechazo frme y 
pacente,   vgaron   atentamente   sus   pasos   y   proveyeron 
preocupados  sus  necesdades.   Le  evaron  nvarabemente  a  a 
casa una racn de as provsones que conseguan. Se acordaban 
de su maestro en su hora de afccn, como o reverencaran en 
os  das  de  su  vgor;   se  afanaban  tanto  por   preservar   su  vda 
como  o  hceran para  sacar provecho de  a nstruccn  que  es 
brndaba;   s   antes   o   escuchaban   como   dscpuos,   ahora   o 
atendan como h|os.
  Pero estaba escrto que sobre esa, a gua que sobre todas os 
dems   accones   dctadas   por   a   bondad   humana,   e   hambre 
e|ercera gradua e neuctabemente su domno. La provsn de 
amentos   reunda   por   a   congregacn   dsmnua 
consderabemente  con  cada  da  que  pasaba.   Cuando  a  peste 
hzo  su  tenebrosa  aparcn,   e   nmero  de  os  que  vstaban  a 
afgdo maestro en su hogar o de os que o seguan por as caes 
gubres comenz a decrecer fatamente.
  Y  entonces,   cuando  os   comestbes   que  o  sostuveran  y   a 
atencn   dedcada   a      dsmnuyeron,   as   energas   de   nfez 
padre,   sometdas   a  tan  dura  prueba,   comenzaron  a  dsmnur 
cada vez con mayor rapdez. Cada maana a evantarse su paso 
era ms vacante, su corazn estaba ms oprmdo, su deambuar 
por   a   cudad   era   menos   resueto   y   proongado.   A   cabo   o 
abandonaron  totamente  as   fuerzas;   os   sobrevventes   de  su 
congregacn, a acercarse a su hogar con sus tmas provsones 
de  comda,   o  encontraron  postrado  de  agotamento  |unto  a  a 
ver|a  de  su  |ardn.   Lo  evaron  a   echo,   coocaron  a  su  ado  a 
cartatva ofrenda y, tras de|ar con  a uno de eos para que o 
protegera   de   adrones   y   asesnos,   abandonaron   a   casa 
desesperados.
  Durante  varos  das  e   guardn  permanec  fe   en  su  puesto, 
hasta que os sufrmentos provocados por a fata de amentos 
puderon  ms  que  su  vganca.   Temendo  que,   en  su  extrema 
necesdad, podra verse tentado a arrebatare a ancano o poco 
que quedaba de sus reducdas provsones, huy de a casa para 
procurarse   en   as   caes   agn   sustento,   aunque   fuera 
abomnabe;   a   partr   de   ese   momento   Numerano   qued 
ndefenso en su sotara vvenda.
  Cuando  o  vmos   por   prmera  vez   en  as   escenas   que  estas 
pgnas   descrben,   era   un   hombre   de   propstos   austeros   y 
energas nagotabes; un vaente reformador que venca todos os 
obstcuos que se nterponan en su camno; un extoso maestro 
que mpona su vountad sobre todos os que o escuchaban; un 
padre   que   dscurra   orguoso   sobre   e   estado   futuro   que 
destnaba  a  su  h|a.   Ahora  su  aspecto  era  muy  dstnto.   Con  a 
ambcn perdda, e esprtu quebrantado y e cuerpo desvado, 
apartado  de  su  h|a  por   su  propa  decsn,   yaca  en  e   echo 
sotaro  sumdo  en  un  etargo  seme|ante  a  a  muerte.   E   fro 
vento   que   se   coaba   por   a   ventana   aberta   no   despertaba 
nnguna sensacn en su nsensbe organsmo; a taza de agua y 
os escasos restos de vugares amentos permanecan a acance 
de  su  mano,   pero  era  ncapaz  de  percbros.   Sus  o|os  abertos 
estaban f|os en o ato, aunque o embargaba un estupor como e 
de quen duerme profundamente o e de quen ya est destnado 
a a tumba, savo que, de cuando en cuando, sus abos se movan 
entamente  con  una  arga  y  penosa  nspracn,   o  un  rubor   de 
febre   tea   sus   me|as   hunddas   con   un   tnte   cambante   y 
pasa|ero.
  Aunque  su  aparenca  ndcaba  que  vacaba  entre  a  vda  y  a 
muerte, sus facutades conservaban una db vtadad. Sn que 
as despertara nnguna nfuenca externa n as gobernara nngn 
freno menta, creaban ahora ante sus o|os, en pena vga, una 
extraa vsn, tan papabe como un hecho rea.
  Le  pareca  que  no  reposaba  en  su  acoba,   sno  en  un  mundo 
msteroso   nundado   por   una   atmsfera   crepuscuar, 
nexpresabemente   tranquzadora   y   amabe   para   sus   o|os 
doordos.   En   esa   suave   cardad   poda   dscernr,   cada   certo 
tempo, etreas representacones de as escenas de as que fuera 
partcpe mentras buscaba a su h|a perdda. Las caes sombras 
y as casas sotaras abandonadas a os muertos nseputos, que 
exporara,   aparecan  y  desaparecan  ante  sus  o|os  en  soemne 
sucesn; y de vez en vez, cuando se esfumaba una vsn y antes 
de  que  brotara  otra,   oa  a  o  e|os  e   sondo  de  amabes  voces 
femennas que murmuraban con acento soemne: "La bsqueda 
se ha hecho con pentenca, pacenca y oracn, y no ha sdo en 
vano. La que se ha perddo regresar; e ser amado vover a tu 
ado!"
  Ta como comenzara, a vsn se proong un argo rato. Ahora 
as escenas que haba presencado pasaban entamente ante sus 
o|os; ahora as suaves voces murmuraban msercordosas en su 
odo.   A   cabo   desapareceron   as   prmeras   y   as   segundas 
caaron;   entonces   se   produ|o   un   argo   ntervao   de   senco 
despus  de   cua   a  uz  grs  y  tranqua  umn  entamente  un 
punto   en  e   cua   vo   a  su  h|a   perdda   que  avanzaba   en  su 
dreccn.
  Leg  a su ado,   se ncn  amorosa sobre  ; sus  o|os,   con  su 
antgua  expresn  pacente,   de  na,   o  mraron  con  pena.   E 
corazn   de   ancano   revv   con   un   sentmento   de   pavor   y 
contrcn   nenarrabes,   con   emocones   de   amor   y   doorosa 
esperanza; recuper e haba y susurr trmuo:
 H|a! H|a! Me he arrepentdo con amargo door de dao que 
te hce; te he buscado en medo de m soedad en este mundo, 
durante e argo da y a tenebrosa noche! Y ahora Dos, en su 
msercorda, te ha envado para que me perdones! Te he amado; 
he orado por t.
 Las paabras mureron antes de egar a sus abos, porque ahora 
sus sentdos se haban agudzado. Snt as grmas tbas que 
corran  por   sus   me|as;   se  percat  de  que  o  rodeaban  unos 
brazos amorosos; oy una voz que repeta con terno acento:
  Padre,   habame  como  soas;   mame,   padre,   y  perdname, 
como me amabas y me perdonabas cuando era na!
  E sondo de esa voz tan recordada, que sempre e habara con 
bondad y reverenca; que e drgera, a tma vez, paabras de 
desesperada  spca;   que  cas   haba  perddo  a  esperanza  de 
vover a or en este mundo, penetr todo su ser, como a msca 
que nos desperta en e senco de a noche. Sus o|os perderon su 
expresn ausente; se ncorpor de repente en e echo; vo que o 
que   comenzara   como   una   vsn   haba   termnado   como   una 
readad; que su sueo haba sdo e anunco de a satsfaccn de 
sus   ansas;   que   su   h|a   e   haba   sdo   devueta   en   su   forma 
corpora; e ncn a cabeza, y temb y or sobre su pecho con 
a sobrecogedora pentud de su grattud y su goce.
 Durante agunos momentos, Antonna, camando con e resueto 
herosmo de afecto sus propas emocones tumutuosas de temor 
y aprensn, se esforz por tranquzar y consoar a su padre, que 
perda fuerzas por momentos. Se senta cas parazada de horror 
a pensar que ahora, cuando tras arrostrar penas y pegros a fn 
regresaba |unto a Numerano, este exprara en sus brazos; pero 
aun as no a abandon su determnacn. La tma esperanza de 
su breve y amarga exstenca era a de revvr a su padre, y se 
aferr a ea con a tenacdad que nace de a desesperacn.
 Le hab con voz serena; e rog que recordara que su h|a haba 
vueto  para  cudar   de  ,   para  ser   su  pupa  obedente  como 
antao.   Vanos  esfuerzos!   Cuando  an  as  paabras  no  haban 
termnado de sar de sus abos, os brazos de Numerano, que a 
abrazaban, se afo|aron; su cabeza se hzo ms pesada sobre su 
pecho. En medo de a desesperacn de momento, Antonna se 
apart  de  su  ado  y  mr  arededor  en  busca  de  a  ayuda  que 
nade  se  aprestaba  a  prestare.   La  taza  de  agua,   as   tmas 
provsones de comda, atra|eron su vsta. Con rpdo nstnto as 
tom:   a  esperanza,   e   xto,   a  savacn  dependan  de  esos 
mserabes restos. Introdu|o a comda a a fuerza en a boca de su 
padre; e humedec con e agua os abos agretados y a frente 
reseca. Durante un nstante de horrbe suspenso o vo todava 
nconscente; entonces, revveron as funcones vtaes; vov a 
abrr os o|os, que f| con a fuerza de hambre en e mserabe 
amento.   Lo  devor  con  avdez;   tom  hasta  a  tma  gota  de 
agua  de  a  taza;   vov  a  hundrse  en  e   echo.   Pero  ahora  a 
sangre aetargada crcuaba de nuevo por sus venas; su corazn 
ata  menos  dbmente:   estaba  savado.   Antonna  o  advrt  a 
ncnarse sobre ; savado por su h|a perdda en a hora de su 
regreso! Snt un xtass de trunfo y grattud cuyo sbto fugor 
nngn  recuerdo  dooroso  poda  amargar!   Se  arrod  |unto  a 
echo,   cas   desfaecda   por   sus   propas   emocones.   Sobre   a 
tumba de |oven guerrero haba azado su corazn a os Ceos en 
agona y door; y ahora, |unto a su padre, eevaba toda su ama a  
Creador   con   temborosas   excamacones   de   agradecmento   y 
esperanza!
 As uno recuperando entamente o que quedaba de vda y de 
vgor   en  su  debtado  organsmo,   a  otra  an  embargada  por 
absorbentes   emocones   de  grattud  permaneceron  un  argo 
rato e padre y a h|a. Y cuando a maana comenz a ceder su 
ugar   a   medoda,   a  tempestad  empez  a  amanar.   Gradua   y 
soemnemente, voaron e|os as vastas nubes de tormenta y e 
brante ceo azu aparec por entre as fantstcas fsuras que 
se abreron entre eas. Las gotas de uva, cada vez ms escasas, 
caan eves y argentadas sobre a terra, y as brsas y a uz de 
so comenzaron a atravesar a ntervaos rreguares a atmsfera 
de   Roma,   nfectada   por   a   peste.   Amortguados   an   por   as 
sombras   de  as   nubes   que  se  ae|aban  fotando,   os   prmeros 
rayos de so se coaron con suave fugor por as ventanas de a 
acoba de Numerano. |uguetearon, tbos y vvfcantes, sobre su 
rostro  agostado,   como  herados  de   ceo,   de  donde  provenan, 
que evaran un mensa|e de resurreccn y esperanza. Su fresco y 
gent roce parec devovere a vda. Una vez ms se ncorpor y 
se  vov  haca  su  h|a;   y  ahora  su  corazn  ata  con  un  gozo 
saudabe,   y  sus  brazos  no  se  cerraron  en  torno  a  ea  con  e 
desvamento de a enfermedad, sno con a acogda de amor.
 Cuando e hab, as paabras que saan de sus abos eran cas 
ncoherentes; se mezcaban en eas confusas frases de ternura, 
contrcn,   agradecmento.   Todo   e   entusasmo   nnato   de   su 
carcter,   todo   e   amor   atente  por   su  h|a  que  durante  aos 
sofocara su austerdad y desvara su ambcn, se expresaba a fn 
ahora.
  Temborosa y muda entre sus brazos, Antonna se esforzaba en 
vano por devovere sus carcas y por responder a sus paabras 
de benvenda. Ahora saba por prmera vez cuan profundo era e 
afecto que su padre senta por ea; cuan a|ena a su verdadero 
natura   haba sdo a severdad que  asumera en sus  reacones 
prevas; y en e rpdo torrente de nuevos sentmentos y antguos 
recuerdos   producdos   por   a   decosa   sorpresa   que   e 
proporconaba  ese  descubrmento,   qued  muda.   Se  mtaba  a 
escuchar ansosa, cortado e aento, as frases de su padre. Sus 
paabras,   aunque  vacantes  y  confusas,   eran  de  un  caro  que 
nunca antes e haba escuchado; eran as que a madre que no 
haba tendo no pronuncara |unto a su cama de na; y andaron 
dvnamente   consoadoras   en   su   corazn,   como   mensa|es   de 
perdn sados de abos de ngees.
 Poco a poco a voz de Numerano se hzo ms tranqua. Az a su 
h|a en os brazos y pos anheante en su rostro os o|os atentos y 
padosos.
 Has vueto! Has vueto! must mentras a mraba, Para 
no  rte  nunca   ms!   Has   vueto,   hermosa  y   pacente,   y   ms 
bondadosa y terna que nunca! Amame y perdname, Antonna. 
Te   busqu   en   medo   de   a   soedad   y   a   desesperacn   ms 
amargas. No me recuerdes como era, sno pensa en m  como 
soy ahora! Hubo das, cuando eras an una na, en que m nco 
pensamento era cmo consentrte y deetarte, y ahora esos das 
han   regresado.   No   eers   bros   sombros;   nunca   vovers   a 
separarte  de  m;   tocars  duces  meodas  en  e   ad;   evars 
gurnadas  de  fores  que  yo  te  traer!  Encontraremos  amgos  y 
aegres  compaeros;   evaremos  con  nosotros  a  aegra  donde 
quera que vayamos! H|os como t son una bendcn de Dos, y 
esa bendcn me ha tocado en suerte, me ha evantado de entre 
os muertos! M Antonna me ensear a adorar a Dos, como yo 
e ense a ea en otros tempos. Orar por m en a maana, y 
orar por m en a noche; y cuando no o sepa, cuando duerma, 
r  caado  |unto  a  su  echo  y  vear  su  sueo,   de  modo  que 
cuando abra os o|os sea yo o prmero que vea; porque son os 
o|os  de  m   h|a,   que  me  ha  sdo  devueta;   no  hay  nada  en  e 
mundo que pueda habarme como eos de aegra y de paz!
  Ca por un momento y mr transdo de gozo e  rostro de su 
h|a,   vueto  haca  .   Su  sembante  se  entrstec  un  poco  a 
contempara;   tom   sus   argos   cabeos   todava   hmedos   y 
desordenados  por  a  uva  y  os  apret  contra  sus  abos,   su 
rostro, su cueo. Despus, a ver que Antonna ntentaba habar, 
a ver as grmas que nundaban sus o|os, a atra|o ms haca s 
y contnu en voz ms queda y apresurada:
 Caa! Caa! No ms door, no ms grmas! No me cuentes 
dnde has estado, no me habes de o que has sufrdo, porque, 
no   sera   cada   paabra   un   reproche?   Y   t   has   vendo   a 
perdonarme y no a reprocharme! Oue no me obguen tus abos 
a recordar que fu  yo quen te apart de m  ado! Recordemos 
so que nos hemos vueto a encontrar; pensemos que Dos ha 
aceptado m pentenca y perdonado m pecado a devoverme a 
m   h|a!   O,   s   es  que  hemos  de  habar   de  os  das  de  nuestra 
separacn,   que   ya   han  termnado,   cuntame  cmo   estuvste 
tranqua  y  segura;   agrame  contndome  que  no  todo  fueron 
pegros y penas en ese amargo destno que m ra cupabe for| 
para m propa h|a! Dme que no so encontraste enemgos en tu 
huda,   sno   tambn   protectores;   que   no   todos   fueron   duros 
contgo   como   o   fu   yo;   que   aqueos   de   quenes   soctaste 
amparo  y   resguardo  te  recberon  como  habran  recbdo  una 
petcn de cardad y benevoenca de abos de amgos querdos! 
Cuntame so sobre quenes te brndaron proteccn, Antonna, 
porque eso me consoar, y has vendo a consoarme!
  Mentras  esperaba  a  respuesta  de  Antonna,   a  snt  tembar 
sobre su pecho y vo e estremecmento que recorr su cuerpo. 
La desesperacn de su voz aunque su nca respuesta fueron 
as  sencas  paabras  "Hubo  uno",   y  despus  ca,   ncapaz  de 
segur penetr como un cucho de heo hasta su corazn.
  No ha vendo? contnu Numerano apresurado. Por qu 
no  est  aqu?  Busqumoso  ahora  msmo.   Debo  expresare  m 
grattud con a mayor humdad. Debo mostrare que mereca que 
me devoveran a m Antonna.
 Ha muerto! d|o a |oven con voz ahogada, faqueando entre 
os  brazos  que  a  rodeaban  a   recordar   en  todo  su  horror   os 
sucesos   de  a  noche  pasada.   Lo  asesnaron  a  m   ado.   Ah, 
padre, padre;  me amaba;  te habra reverencado y protegdo!
 Oue Dos msercordoso o recba entre sus bendtos ngees y 
o honre como a uno de os sagrados mrtres! excam e padre 
azando  a   ceo  os  o|os  supcantes  y  cua|ados  de  grmas. 
Oue su esprtu, s an puede ver o que ocurre en este mundo, 
sepa que su nombre se nscrbr en m  corazn |unto a  de m 
h|a;   que  pensar  en     como  en  un  amado  compaero,   y  que 
orar por  como por un h|o que me hubera sdo arrebatado!
 Ca y ba| os o|os a rostro de Antonna, que an se o hurtaba. 
Ambos sentan que se haba for|ado un nuevo azo de afecto entre 
eos   debdo   a   o   que   cada   uno   d|era,   pero   ahora   ambos 
permaneceron en senco.
  Durante   ese   ntervao,   os   pensamentos   de   Numerano   se 
apartaron   de   as   refexones   que   hasta   entonces   os   haban 
ocupado.   Las  pocas  paabras  penosas  que  su  h|a  pronuncara 
haban bastado para desterrar de su corazn a pentud de gozo, 
y   para   desvaro   de   aegre   dsfrute   de   presente   haca   os 
tenebrosos   recuerdos   de   pasado.   Dudas   y  temores   vagos   se 
mezcaban   ahora   con   su   grattud   y   sus   esperanzas,   e 
nvountaramente sus pensamentos retornaron a o que habra 
querdo  ovdar   para  sempre:   a  maana  en  que  expusara  a 
Antonna de su hogar.
  Naceron  en  su  mente  aarmantes   e  nfundadas   aprensones 
sobre  e   posbe  regreso  de   traconero  pagano  y  su  cencoso 
patrn tras e regreso de su vctma, desesperantes certdumbres 
acerca de su propa ndefensn y debdad. Sus o|os recorreron 
a   habtacn   con   mrada   ausente,   sus   manos   se   cerraron 
temborosas sobre e cuerpo de su h|a; y entonces, sotndoa de 
repente, se ncorpor como presa de pnco y excam:
  Hay  que  asegurar  as  puertas!  Upo  puede  estar  cerca;   e 
senador puede regresar!
  .Intent   atravesar   a   habtacn,   pero   as   fuerzas   no   o 
acompaaron; se apoy en a pared y rept sn aento:
 Asegura as puertas! Upo! Upo! mentras e haca seas 
a Antonna de que ba|ara.
  La |oven o obedec temborosa. E recuerdo de su paso por a 
greta de as muraas y de su terrbe recorrdo por as caes de 
Roma  e  hzo  descender   as   escaeras   con  una  aprensn  que 
superaba ncuso a de su padre.
 La puerta permaneca entreaberta, como a de|ara a entrar a a 
casa. Antes de cerrara y asegurara a toda prsa, ech una o|eada 
rpda a a cae. Las fguras macentas de os escavos an ban y 
venan penosamente en medo de os preparatvos de a paroda 
de feste|o que se reazaban en casa de Vetrano, y aqu  y a 
unas   pocas   formas   fantasmagrcas   yacan   por   terra 
contempndoos presas de un ngudo asombro. An renaba en 
todo   e   resto   de   a   cae   a   fatdca   cama   de   a   paga   y   a 
hambruna.
  Antonna  se  apresur  a  subr   para  asegurare  a  su  padre  que 
haba obedecdo sus rdenes y que ya estaban a savo de toda 
ntrusn.   Pero  durante  su  breve  ausenca,   una  nueva  y   ms 
trgca  posbdad  de  desastre  haba  nacdo  en  a  mente  de 
ancano.
  Cuando   a   |oven   entr   en   a   habtacn   se   percat   de   que 
Numerano haba regresado a echo y de que sostena entre as 
manos e pequeo cuenco de madera, ya vaco, que contuvera su 
tma provsn de comda. No pronunc paabra a vera entrar; 
su   rostro   se   vea   rgdo   de   horror   y   desesperacn   mentras 
contempaba e cuenco vaco, y mustaba con are ausente:
 Era a tma reserva que quedaba, y fu yo quen a consum! 
Las feras de bosque es evan amentos a sus h|os, y yo e he 
arrebatado a a ma e tmo bocado!
 En un nstante, e tota desamparo de su stuacn, ovdado con 
as aegras de encuentro, se pasm vvdamente en a mente de 
Antonna.   Trat  de  nsufare  a  su  padre  consueo  y  esperanza; 
pero as tembes readades de hambre que padeca a cudad se 
azaban ahora de modo papabe ante sus o|os y sofocaron en sus 
abos   as   vanas   paabras   de   sosego.   En   medo   de   a   an 
popuosa Roma, a a vsta de as anuras crcundantes donde e 
so  creador maduraba hora tras hora a vegetacn de un sueo 
feraz,   donde   os   campos   y   os   graneros   despegaban 
profusamente sus abundantes frutos, e padre y a h|a se mraron 
ahora, tan mposbtados de renovar sus agotadas provsones de 
amentos como s se encontraran abandonados en una basa tras 
un  naufrago  en  un  mar  nexporado,   o  desterrados  en  una  sa 
deserta  cuyos   productos   huberan  sdo  agostados   por   ventos 
nfectos  y  cuyas  rdas  costas  ameran  aguas  tan  destructoras 
como as que herven en as cudades de as anuras.
 E senco que ren un argo rato en a habtacn, as amargas 
refexones  que  an  embargaban  a   desesperado  padre  y  a  a 
pacente  h|a  y   que  os   mantenan  mudos,   se  veron  a   cabo 
nterrumpdos por una voz hueca y meancca que pronuncaba 
en a cae, a manera de anunco pbco, as sguentes paabras:
  Yo, Pubo Damaco, mensa|ero de Senado romano, procamo 
que para mpar as caes de cadveres, e prefecto pagar tres 
m  sestercos por cada dez cuerpos que sean arro|ados a otro 
ado de a muraa. Este es e decreto fe de Senado.
  La voz ca,  pero no se percb en respuesta n  e  sondo de 
apausos n e murmuo de a muttud. Entonces, tras un ntervao 
de senco, se vov a or a o e|os cuando e mensa|ero rept e 
decreto  en  otra  cae;  despus,  e   senco  vov  a  renar sobre 
todas as cosas, ms terrbemente mpenetrabe que antes.
  Cada  paabra  de  a  procama,   tanto  cuando  se  reptera  en  a 
dstanca  como  cuando  se  pronuncara  ba|o  su  ventana,   haba 
egado   a   odos   de   Numerano.   Su   mente,   ya   sumda   en   a 
desesperacn, qued presa de o que haba escuchado en a voz 
agorera de herado, con una fascnacn tan absorbente como a 
que atrapa e o|o de va|ero, mareado en o ato de un precpco, 
a   contempar   e   espectcuo  de   absmo  que  se  abre  ba|o  sus 
pantas.   Cuando   fnamente   mureron   os   tmos   ecos   de   a 
procama, e nfez padre de| caer e cuenco vaco que hasta ese 
momento sostuvera mecncamente y, con una mrada de temor 
drgda a su h|a, gm para s msmo:
  Arro|arn  os   cadveres   a   otro  ado  de  as   muraas!   Los 
muertos   sern  anzados   a  os   ventos   de   ceo!   No  podemos 
esperar ayuda en a cudad! Oh, Dos, Dos! Es posbe que ella 
muera! Oue arro|en su cadver como os dems, y que yo vva 
para vero!
 Se evant de echo de un trn; por un momento parec haber 
perddo a razn y avanz vacante hasta a ventana grtando:
 Comda! Comda! Dar m casa y todo o que contene por un 
bocado  de  comda;   no  tengo  con  qu  amentar  a  m   h|a,   que 
maana morr de hambre ante ms o|os s no encuentro comda! 
Soy  un  cudadano  romano;   ex|o  ayuda  de   Senado!   Comda! 
Comda!
 En tono cada vez ms apagado sgu grtando o msmo desde a 
ventana, pero no e responderon voces compasvas o buronas. 
De os reundos en a cae ante e paaco de Vetrano ahora un 
nmero   mayor   de   personas  n   uno   se   vov   para   mraro. 
Durante das y das se haban odo, sn que ya nade es prestara 
atencn, petcones nfructuosas como a suya a todas horas y en 
todas as caes de Roma, ahora resonando en e are pesado con 
os tonos agudos de dero, ahora cas naudbes con os tmos 
murmuos entrecortados de agotamento y a desesperacn.
  Numerano  habra  segudo  un  argo  tempo  pdendo  en  vano 
ayuda y pedad de un puebo que haba de|ado de prestar a una y 
de  sentr   a  otra  s   su  h|a  no  se  hubera  aproxmado  a     y, 
evndoo suavemente a su echo, no e hubera dcho con acento 
terno y soemne:
 Recuerda, padre, que Dos env a os cuervos para amentar 
a  Eas y com  e  cntaro de  a vuda!  E   no  nos abandonar, 
porque nos ha devueto e uno a otro, y no me ha mandado aqu 
a morr de hambre, sno a cudarte!
 Dos ha abandonado a a cudad y a todo o que hay en ea! 
respond Numerano trastornado. E nge de a destruccn se 
pasea por nuestras caes y a Muerte camna a su sombra! En 
este da en que a esperanza y a fecdad parecan sonremos, 
nuestro  pequeo  hogar   ha  sdo  condenado!   Los   ve|os   y   os 
|venes, os exhaustos y os avzores yacen por gua en as caes; 
a   hambruna   ha   dspuesto   de   todos;   a   hambruna   dspondr 
tambn  de  nosotros;   no  tenemos  socorro  n   escape!   Yo,   que 
habra muerto pacentemente por a segurdad de m  h|a, debo 
morr   ahora   en  medo   de  a  desesperacn,   de|ndoa  sn  un 
amgo  en  este  mundo  vasto,   gubre,   pegroso;   en  a  cudad 
sombra   de   a   angusta,   e   horror,   a   muerte,   donde   afuera 
acechan nuestros enemgos y puertas adentro matan e hambre y 
a peste! Ah, Antonna! Has regresado a m  ado por un corto 
tempo; e da de nuestra segunda separacn ya est prxmo!
 Durante unos momentos ncn a cabeza y os soozos ahogaron 
sus paabras; despus se puso en pe de nuevo traba|osamente. 
Hacendo caso omso de as spcas de Antonna, ntent otra vez 
atravesar a habtacn, so para comprobar de nuevo que sus 
dbes fuerzas no o sostenan.  A  de|arse caer |adeante en un 
asento sus o|os adoptaron una expresn extravada y anmaa: 
a  desesperacn  de  su  mente  y  a  debdad  de  su  cuerpo  se 
haban undo para hacere perder parcamente a razn. Cuando 
su  h|a  se  e  aproxm  temerosa  para  camaro  y  socorrero,   e 
hzo una sea mpacente de que se apartara, y comenz a habar 
con   voz   apagada,   ronca,   montona,   mentras   se   apretaba   a 
frente con una mano y recorra ncesantemente con a vsta todos 
os ob|etos que haba en a habtacn.
 Escucha, h|a, escucha! comenz con tono apremado; Te 
repto  que  no  hay  comda  n   en  a  casa  n   en  Roma!  Estamos 
stados; nos han arrebatado os graneros de os suburbos y os 
terrenos  de  cutvo  de  as  anuras;   en  a  cudad  hay  una  gran 
hambruna; os que an comen, ngeren extraos amentos que 
asquean   a   os   hombres   cuando   se   menconan.   Hasta   eso 
buscara,   pero   no   tengo   fuerzas   para   r   a   as   cae|as   y 
arrebatrseos a otros a punta de espada! Soy ve|o y estoy db 
y  abatdo;   yo  morr  prmero  y  de|ar  hurfana  a  m   buena  y 
bondadosa  h|a,   a  quen  tanto  tempo  busqu  y  a  quen  quse 
como a m ungnta!
 Ca un nstante, no para prestar odo a as paabras de aento y 
esperanza   que   Antonna   e   drgera   mecncamente   mentras 
hababa,   sno   para   ordenar   sus   pensamentos   errtcos,   para 
hacer acopo de as fuerzas que o abandonaban. Su voz adqur 
un matz ms acucante y su sembante asum una expresn de 
energa y ansedad sbtas, como s un nuevo pan hubera nacdo 
en su mente. Despus de ese ntervao de senco contnu as:
 Pero aunque m h|a me perda, aunque muera en e momento 
en que ms ansaba vvr para ea, no debo de|ara desvada; a 
envar |unto a os membros de m  congregacn,  que me han 
abandonado, pero que se arrepentrn cuando se enteren de m 
muerte y recbrn a Antonna para honrarme. Escucha, escucha! 
Debes  decres  que  recuerden  todo  o  que  es  reve  sobre  m 
hermano,   de  quen  me  separ  en  m   |uventud;   m   hermano,   a 
quen nunca ms he vueto a ver. Puede que vva an, puede que 
sea posbe encontraro; deben buscaro, porque para t, que no 
tendrs padre n guardn, e sera ambas cosas. Puede que est 
ahora en Roma, puede que sea rco y poderoso, puede que tenga 
comda   sobrante   y   un   refugo   seguro   contra   enemgos   y 
desconocdos! Atende, h|a, ms paabras: en estos tmos das 
he pensado mucho en ; o he vsto en sueos como o v  por 
tma vez en casa de m padre; era ms fez y ms querdo que 
yo;   y  eno  de  envda  y  de  odo  abandon  a  ms  padre  y  me 
separ de . No sabas nada de esto, pero ahora debes sabero, 
para   que  cuando   yo   muera   puedas   buscar   a   aguen  que  te 
prote|a! Recb con ra e ads de m hermano y hu de m hogar 
antes   recordaba   ben   aqueos   das,   pero   ahora   todo   se 
desvanece   de   m   memora,   despus   vv   argos   aos   de 
desasosego y cambos y nunca o vov a encontrar; hombres de 
muchas nacones fueron ms compaeros, pero  no estaba entre 
eos; despus  sufr  grandes  afccones,  me arrepent,  conoc   e 
temor de Dos y regres a hogar de m  padre. Desde entonces 
han  pasado  os  aos,   no  s  cuntos;   poda  decr   cuntos  eran 
cuando e hab de m vda preva a ,l; a m amgo, cuando nos 
encontramos  cerca  de  a  Basca  de  San  Pedro,   antes  de  que 
comenzara e asedo de a cudad, mentras mrbamos a puesta 
de   so   y   conversbamos   sobre   a   poca   en   que   ramos 
compaeros;   pero  ahora  hasta  a  memora  me  faa;  e   hambre 
que nos amenaza con a separacn y a muerte oscurece con su 
sombra   ms   pensamentos;   pero   escchame;   escchame   con 
pacenca; por t, debo contnuar!
 Ahora no, padre, ahora no! En otro momento, en un da ms 
fez! murmur Antonna con voz trmua y supcante.
  Cuando  egu,   m   hogar   haba  desaparecdo  contnu  e 
ancano, trste, sn advertr n atender sus paabras. Otras casas 
haban sdo construdas donde antes se azara a nuestra; nade 
pudo  darme  razn  de  ms  padres  y  de  m   hermano;   entonces 
regres  y  ms  antguos  compaeros  me  resutaron  odosos;   os 
abandon  y  me  persgueron  con  sus  buras.   Escucha,   escucha. 
Part en secreto contgo una noche para escapar de eos y para 
competar   m   expacn  donde  eos   no  estuveran  cerca  para 
obstacuzara;   y  va|amos  durante  muchos  das  hasta  egar   a 
Roma, donde fund m hogar. Pero tem que os compaeros de 
os   que   haba   abomnado   me   descubreran   y   voveran   a 
persegurme;   y  en  a  nueva  cudad  donde  me  asent  me  hce 
amar por otro nombre que no era e que evaba antes; supe as 
que  perderan  todo  rastro  de  m   y  que  estara  a  savo  de  esos 
hombres  a  quenes  ahora  consderaba  ms  enemgos,   Ve,   h|a! 
Apresrate!  Trae  tu  taba  y  anota  os  nombres  que  te  dr, 
porque eos te permtrn encontrar a quen te prote|a cuando yo 
me haya do! No e dgas que eres h|a de Numerano, porque no 
conoce   ese   nombre;   de   que   eres   a   h|a   de   Ceandro,   su 
hermano, que mur ansando reunrse con . Anota, anota con 
cudado, Ceandro! Ese es e nombre que me do m padre y que 
ev  hasta  que  hu   de  ms  mavados  compaeros  y  o  camb, 
temeroso de que me sgueran! Ceandro! Antao y recurdao! 
Ceandro!   Ms   vsones   me   han   reveado   que   haars   a   m 
hermano. No o encontrar yo, sno t! Tus tabas, tus tabas! 
Escrbe su nombre |unto a mo, se ama...
  Ca  de  repente.   De  sbto  recuper  sus  facutades  mentaes 
que,   trastornadas,   pero  no  anuadas  por  as  pruebas  que  haba 
sufrdo, oscaban entre e  etargo y a anmacn, y a  recobrar 
parte de su acostumbrado equbro, Numerano tom concenca 
de su propo extravo. Las vagas reveacones que hcera sobre su 
vda   pasada   (que   e   ector   recordar   que   se   aseme|aban   a 
ntercambo   sostendo   sobre   e   msmo   tema   con   e   gran|ero 
fugtvo,   y  que  antes  reatramos)   se  e  mostraron  en  toda  su 
ncongruenca   e   nutdad.   Su   rostro   se   ensombrec,   suspr 
amargamente para s msmo:
  Comenzo a perder a razn! Me faa e  |uco, que debera 
servrme para guar a m h|a, y a resoucn que debera ser su 
sostn! Cmo podra ella encontrar a m hermano, a quen no he 
poddo  encontrar  yo  desde  que  era  un  |oven?  Para  vencer   e 
hambre   que   nos   amenaza   a   ambos   no   e   ofrezco   ms   que 
paabras vanas! Sus fuerzas comenzan a faquear; su rostro, que 
tanto gustaba yo de contempar, se consume ante ms o|os! Oue 
Dos se apade de nosotros! Oue Dos se apade de nosotros!
  Regres vacante a su echo, con a cabeza ncnada sobre e 
pecho; en ocasones un eve que|do saa de sus abos, pero no 
vov a habar.
 Aunque era presa ahora de una ntensa postracn, a Antonna e 
resutaba menos penoso vero as que escuchar as ncoherentes 
reveacones sadas de sus abos unos momentos antes, y que, 
asombrada  y  temerosa,   haba  temdo  que  fueran  as   terrbes 
seaes de a prdda de a razn de su padre. Cuando vov a 
avanzar para egar |unto a , temb a sentr que e agotamento 
se adueaba rpdamente de ea, pero uch contra su nacente 
desesperacn y se esforz por pensar so en os medos para 
resstr  y  as  posbdades  de  encontrar  avo  a  a  stuacn  de 
ambos.
  E   senco   que   renaba   en   a   habtacn   en   a   que   ahora 
permanecan sentados uno |unto a otro, era profundo y gubre. 
Una brsa eve ora sopaba desfaecente por a ventana aberta, 
ora   amanaba;   os   ntermtentes   rayos   de  so   aparecan  y   se 
desvanecan  con  e   paso  etreo  de  as  nubes  por  os  ceos.   E 
tempo   avanzaba   nfexbe,   y   a   Naturaeza   varaba 
tranquamente en e marco de os mtes que e eran propos; y 
an nnguna esperanza, nngn proyecto savador, nada que no 
fueran sombros recuerdos y terrbes antcpacones ocupaban a 
mente   de   Antonna;   pero   |usto   cuando   ncnaba   a   cabeza 
cansada,   |usto  cuando  sus  sensacones,   su  fortaeza  y  hasta  e 
door msmo parecan dervar haca un etargo nefasto despobado 
de   sueos,   nac   en   su   mente   para   anmara,   despertara, 
nsprara,   un  tmo   pensamento   cuyas   conexones   o   causas 
resutaban nexpcabes. Se ncorpor de un sato.
  E |ardn, padre, e |ardn! excam sn aento. Recuerda 
os   amentos   que  crecen  en  e   |ardn!   Anmate,   nos   quedan 
provsones, Dos no nos ha abandonado!
  Numerano  az  e   rostro  a   ora  habar;   su  faz   asum  una 
expresn an ms trste y desesperanzada; mr a su h|a en un 
senco  omnoso  y  e  puso  a  mano  temborosa  sobre  un  brazo 
para   detenera   cuando   se   aprestaba   rauda   a   abandonar   a 
habtacn.
 No me prohbas sar e supc Antonna ansosa. Conozco 
cada rncn de |ardn, porque era mo en nuestras pocas feces; 
nuestra tma esperanza resde en e  |ardn,  y debo regstraro 
sn demora! Aprubame aad con voz queda y meancca; 
aprueba, querdo padre, todo o que ahora hago! Despus de que 
nos   separamos   sufr   un  crue   door,   que  pesa  como  un  fardo 
oscuro   sobre   todos   ms   pensamentos;   no   me   queda   ms 
consueo  que  e   prvego  de  atender   a  tu  benestar;   m   nca 
esperanza de avo es ocuparme de t!
  Mentras  Antonna  hababa,   e   ancano  e  apret  ms  fuerte  e 
brazo; pero cuando ca, de| caer su mano e ncn a cabeza 
como  sea   muda  de  que  se  someta  a  su  ruego.   La  |oven  o 
contemp un momento tan sencosa como ; despus sa de 
a habtacn con paso vvo e nseguro.
 A egar a |ardn tom nconscentemente e sendero que evaba 
a caro donde en otros tempos tanto e gustara tocar en secreto 
su  ad  y  contempar  as  dstantes  montaas  tumbadas  ba|o  a 
tba  atmsfera  que  as  noches  estvaes  derramaban  sobre  su 
azu   vastedad.   Con   cunta   eocuenca   hababa   e   pequeo 
terreno  de  os  tranquos  sucesos  ya  dos  para  sempre:   de  as 
aegras, as esperanzas, as aegres ocupacones que comenzan 
con e da que as resea y pasan como ese da para no retornar 
nunca  guaes;   ncamente  a  memora  puede  preservaras   ta 
como eran, y e  corazn so puede vover a sentras ba|o una 
nueva forma a estar prvadas de a presenca de compaero, de 
ncdente de momento ya vvdo, que eran a cave de encanto 
de pasado y consttuyen a mperfeccn de presente!
  Ternos   y   numerosos   fueron   os   recuerdos   que   e   pasa|e 
crcundante despert en a trste duea de  |ardn, que vova a 
recorrer   su  pequeo  domno!   Vo  e   caro  donde  nunca  ms 
podra sentarse a cantar con os msmos sentmentos que antao 
nspraran  su  msca;   vo  as  coroas  mustas  de  as  fores  que 
nunca podra cudar con e msmo regoc|o puer que a anmara 
antao! Aunque an era |oven, as emocones ya das de sus das 
|uvenes nunca renaceran ta  como fueran antes, gua  que as 
aguas crecdas que corren por su echo para no regresar nunca a 
a   fuente   que   es   do   orgen!   Los   recuerdos   de   os   aos 
transcurrdos   de   |oven   guerrero   que   yaca   heado   ba|o   a 
pesada   terra,   de   padre   abatdo   que   se   amentaba 
desesperanzado  en  a  habtacn  de  os   atos  oprmeron  su 
corazn cuando es vov a espada a os arrates de fores, no, 
como en otras pocas, para procamar su fecdad a  son de a 
msca de ad, sno para rebuscar aborosamente una fuente de 
sustento para a vda.
 A prncpo, cuando se ncn en e sueo en os ugares de |ardn 
donde saba que haba pantado con sus propas manos frutas y 
vegetaes, as grmas a cegaron; se as en|ug rpdamente y 
mr arededor con ansedad.
 Otros haban cosechado e campo que Antonna confaba en que 
e proporconara abundantes frutos! En os prmeros tempos de 
a  hambruna,   os  membros  de  a  congregacn  de  Numerano 
haban   recorrdo   e   |ardn   y   recoectado   para      todo   o   que 
contena; no so sus productos ms exqustos, sno tambn os 
ms humdes, se haban agotado; a terra yerma estaba cuberta 
de ho|as marchtas, y sobre eas se baanceaban en e are ramas 
desnudas. Antonna recorr todos os senderos, rebuscando entre 
as zarzas y os abro|os, que e daban un aspecto runoso a |ardn 
desoado;   expor   os   rncones   ms   ocutos   con   a   penosa 
perseveranca que es h|a de a desesperacn; pero dondequera 
que se vova encontraba a msma ardez. En ese terreno otrora 
frt,   en  e   que  se  adentrara  con  tan  gozosa  confanza  en  sus 
recursos,   so   quedaban   unas   pocas   races   descompuestas, 
ovdadas entre enmaraados herbazaes y fores mustas.
 A acoparas, Antonna se percat de que apenas bastaban para 
una  comda  exgua,   y  regres  entamente  a  a  casa.   Mentras 
suba os pedaos de a entrada no de| escapar una paabra, n 
una grma corr por sus me|as: sus esperanzas, sus temores, 
su entendmento, sus sensacones msmas se haban embotado 
desde e momento en que descubrera que en e |ardn, como en 
a   casa,   a   nexorabe   hambruna   se   haba   adeantado   para 
dsponer de sus tmas posbdades de avo.
 Entr en a habtacn y, todava con as races resecas entre as 
manos,   avanz   mecncamente   hasta   e   echo   de   su   padre. 
Durante   su   ausenca,   as   facutades   mentaes   y   fscas   de 
Numerano haban ceddo a cansanco: e ancano estaba sumdo 
en un profundo y pesado sueo.
  Antonna experment certo avo a  advertr que se vea bre 
durante un tempo de a nevtabe necesdad de confesare o ft  
de as esperanzas que ea msma despertara. Se arrod |unto a 
Numerano y apart con suavdad os cabeos que e cubran a 
frente; despus corr a cortna de a ventana, porque tema que 
a  brsa  que  se  coaba  por   ea  o  despertara.   Una  extraa  y 
secreta  satsfaccn  ante  a  dea  de  dedcare  a  su  padre  cada 
momento   de   tempo   y   cada   partcua   de   a   energa   que   e 
restaban una pronta resgnacn a a muerte, a morr por ,l se 
adue de su corazn y ocup a e ugar de toda otra aspracn 
y todo otro pensamento.
  A  contnuacn  comenz  a  moverse  por  a  habtacn  con  una 
prudente   tranqudad   que   nada   ograba   aterar;   prepar   sus 
races escudas con un pacente cudado que nada nterrump. 
Incapaz   de   sentr,   merced   a   cmuo   de   desgracas   de   su 
stuacn,   nuevos   doores   y   aprensones,   poda   an   reazar 
nstntvamente  as   sencas   tareas   que  como  mu|er   e  h|a  e 
correspondan, como as habra reazado en una poca de paz y 
en e seno de un hogar prspero. Es as que os afectos prmeros 
sobrevven a agotamento de todas as emocones tormentosas y 
todas  as  ambcones  de  aos  posterores,   que  pueden  ocupar, 
pero no absorber, e esprtu que nos anma; es as que cuando e 
camor   de  as   pasones   encontradas   se  apaga  a   caor   de  su 
propa fura, su voz amstosa y famar vueve a habarnos, serena 
y nutrca como a nco, cuando a mente se mova segura dentro 
de os mtes de su smpcdad orgna y e corazn an ata fez 
en a pura tranqudad de su reposo prmero!
 La tma y exgua comda estuvo pronto sta; Antonna a prob 
y a encontr amarga y desabrda hasta a os ms vgorosos es 
habra resutado dfc preservar a vda con amentos tan poco 
apropados, pero a puso a un ado con tanto cudado como s se 
tratara de pato ms exqusto de ms abundante festn.
  Nada  haba  cambado   mentras   se  mantuvo  entregada  a  su 
sotara  tarea:   su  padre  segua  durmendo;   e   msmo  sombro 
senco renaba en a cae. Se fue a a ventana y descorr un 
poco  a  cortna  para  que  a  brsa  tba  que  vena  de   exteror 
sopara  sobre  su  frente  fra.   La  msma  nefabe  resgnacn,   a 
msma   extraa   quetud  que  se  abatera   sobre  sus   facutades 
desde   que   egara   a   a   habtacn   segua   domnndoas.   Los 
ob|etos   que  a  rodeaban  no  ograban  captar   su  atencn;   os 
recuerdos y os presentmentos no abandonaban su mente. Una 
mpavdez marmrea cubra su sembante; en ocasones sus o|os 
se  trasadaban  mecncamente  de  os  bocados  de  comda  que 
conservaba a su ado hasta su padre dormdo, segn revva o se 
apagaba su nca dea f|a de dedcarse a atendero hasta que e 
db   puso   de  a   vda   atera   en     por   tma   vez;   pero   no 
mostraba   nnguna   otra   evdenca   de   vda   fsca   o   actvdad 
menta. Sentada como estaba en a habtacn en sempenumbra 
|unto   a   echo   donde   reposaba   su   padre,   con   e   sembante 
tranquo, pdo, nmv y e cuerpo envueto en ropa|es de un 
banco frgdo, por momentos se aseme|aba a una de as devotas 
pententes  de  a  Igesa  prmtva,   desgnada  para  vear   en  as 
casas vstadas por a parca y sorprendda en su santa vga por 
a egada de a muerte.
  Pas  e   tempo;   as  montonas  horas  de   da  deron  paso  de 
nuevo a a noche; y a peste y a hambruna corran su curso en as 
cazadas romanas condenadas a una terrbe suerte. Para e padre 
y a  h|a  la arena del  relo0  pasaba rauda; y nnguno  de  os dos 
comprobaba   su   mengua.   E   durmente   segua   sumdo   en   su 
reposo y a guardana an veaba a su ado; pero ahora su mrada 
cansada se posaba en a cae, atrada nconscentemente por e 
sondo de voces que a fn suba de ea a ntervaos, y por a uz 
de antorchas y mparas que se encendan en e gran paaco de 
senador Vetrano a medda que e so se pona poco a poco en e 
horzonte y as gneas nubes que o rodeaban se apagaban en os 
vapores de a ya prxma noche. Antonna tena a vsta cavada 
en e cuadro que se desarroaba a sus pes, pero no haca nngn 
movmento  n   su  rostro  asuma  otra  expresn  que  no  fuera  a 
soemne y ausente paz que o embargaba.
  Entretanto, e breve, suave crepscuo refuga sobre a terra y 
daba   paso   a   a   fra   una,   sotara   en   e   ceo   sn   estreas; 
entonces, a su pda sea, as sgosas tnebas se espesaron 
entamente en torno a a Cudad de a Muerte!
CAPT"LO ))II
EL (AN-"ETE DEL %AM(RE
  De   todas   as   profecas,   probabemente   as   que   con   ms 
frecuenca resutan errneas son as que tenemos ms tendenca 
a aventurar a  tratar de predecr e  efecto de os sucesos en e 
carcter   de  os   hombres.   Nunca   se   ven   ms   frecuentemente 
desmentdos   nuestros   pronstcos   que   en   esos   ntentos   de 
estmar por antcpado a nfuenca de as' crcunstancas sobre a 
conducta, no so a de os dems, sno ncuso a propa. Cuando 
ocurren os hechos, os hombres a quenes |uzgamos a a uz de 
nuestras  observacones  prevas  de  eos,   actan  ba|o  su  nfu|o 
como  contradccones  vventes  de  su  propo  carcter.   E   amgo 
con e que mantenemos un trato soca cotdano en e curso de a 
vda y e hroe favorto de nuestros estudos hstrcos en e curso 
de   a   pgna,   desconcertan,   exceden   o   frustran   nuestras 
expectatvas. Y a fna nos percatamos de que resuta tan vano 
prever   una  causa  de  as  arbtraras  ncoherencas  de  a  ndoe 
humana como f|ares un mte.
 Pero aunque especuar sobre a futura conducta de os dems a 
caor de crcunstancas por venr no srva a menudo ms que para 
poner   en   evdenca   a   faaca   de   nuestras   ms   sabas 
predccones,   contempar   a   naturaeza   de   dcha   conducta 
despus de que se desarroa es un t empeo para a curosdad 
y   puede   quzs   resutar   una   fructfera   fuente   de   nstruccn. 
Acontecmentos   smares   ocurrdos   en  dferentes   perodos   se 
despo|an de su monotona y adqueren nueva mportanca a partr 
de os sempre cambantes efectos que producen en e carcter 
humano. De ah que en e gran acontecmento que srve de base 
a   nuestra   narracn,   e   asedo   de  Roma,   encontremos   quzs 
poco, s o consderamos como un mero suceso, que o dstnga 
notabemente  de  cuaquer   otro  asedo  prevo  a  a  cudad:   e 
msmo afn de gora y venganza, de rquezas y poder que ev a 
Aarco a sus muraas, ev antes que  a otros nvasores. Pero s 
observamos e efecto que a marcha de os godos sobre Itaa tuvo 
sobre   os   habtantes   de   a   capta,   encontraremos   abundante 
matera para un examen novedoso y una sorpresa sn mtes.
  Advertremos, como pasmoso e|empo de as ncoherencas de 
carcter humano, e espectcuo de todo un puebo que responda 
con  un  resueto  desafo  a  una  abrumadora  nvasn  extran|era 
que se haaba a sus puertas, |ustamente en e  perodo en que 
haba cado de modo ms rremedabe de as aturas de a gora 
a  os   absmos   de  a  degradacn;   que  ressta  a  un  enemgo 
todopoderoso  con  nfexbe  obstnacn,   en  nombre  de   msmo 
honor   de   Roma   que   mancara   vmente   u   ovdara   con 
neggenca   durante   sgos.   Veramos   morr   de   hambre 
resuetamente por a causa de su pas a hombres que hasta ese 
momento reran ante a mera mencn de patrotsmo; a hombres 
que no se detenan ante nnguna vana para obtener rquezas 
vacando   antes   de   empear   sus   ganancas   ma   habdas   para 
adqurr   e   ms   mportante   de   todos   os   benes:   a   paz   y   a 
segurdad  propas.   Se  podran  ctar   e|empos   de   nmagnabe 
efecto   producdo  por   e   sto   de  Roma   en  e   carcter   de  os 
habtantes de as ms dversas cases socaes de a cudad, desde 
as nferores hasta as ms atas, desde a de os patrcos hasta 
a   de  os   pebeyos;   pero   ntroducros   aqu   sera   aceptar   una 
nterrupcn   demasado   arga   en   e   curso   de   a   presente 
narracn. S abordamos e tema con todos sus detaes, debe ser 
so en un caso caramente vncuado a as necesdades reaes de 
nuestra   hstora;   y   es   posbe   encontrar   ta   caso,   en   esta 
coyuntura, en a conducta de senador Vetrano ba|o e nfu|o de 
as  peores caamdades  resutantes  de   asedo  de  Roma por os 
godos.
  Oun  podra  preguntarse  conocendo  e   carcter   de  ese 
hombre,   a   frvodad   de   su   ndoe,   su   vouptuoso   afn   de 
dversones y comoddades sn fn, su horror ante a ms gera 
proxmdad de una afccn o un door, o habra magnado capaz 
de  rechazar   con  desdn  todas   as   pequeas   posbdades   de 
segurdad   presente   y   prosperdad   futura   que   su   poder   y   su 
rqueza   mtados   e  habran  poddo   procurar,   ncuso   en  una 
cudad azotada por a hambruna, y de azarse sbtamente a as 
submes cmas de a desesperacn crmna  con a decsn de 
abandonar a  vda por ndgna de ser  vvda en e  momento en 
que  de|aba   de  correr   por   e   cmodo   cauce  de  su  exstenca 
anteror? Y sn embargo, a esa decsn haba egado ahora; y o 
que  es  todava  ms  extraordnaro,   haba  encontrado  entre  as 
fas   de  os   patrcos   a  otros   que  se  e  haban  undo  en  esa 
determnacn.
  E  ector recordar su aocado anunco a  prefecto Pompeyano, 
durante  a  etapa  temprana  de   asedo,   de  a  orga  que  tena 
ntencn  de  ceebrar;   ese  anunco  ba  a  convertrse  ahora  en 
readad.   Vetrano  haba  nvtado  a  sus  convdados  a   Banquete 
de Hambre. Un escogdo nmero de senadores de a gran cudad 
vndcara  su  fama  de  osada  murendo  como  os  bertnos  que 
fueron;   rehusando   desprecatvos   a   perspectva   de   morr   de 
hambre, como e rebao de os hombres comunes, sobre a base 
de  una  racn  dara  cada  vez   menor   de  comda  abomnabe; 
hacendo una sada trunfa de una vda de sumsn y snsabores, 
ahogados en torrentes de vno y aumbrados por as amas de 
paaco ms opuento de Roma!
  La  ntencn  nca   haba  sdo  a  de  mantener   esa  extravada 
decsn en tota secreto, para que a tremenda catstrofe cayera 
sobre os restantes pobadores de a cudad como un prodgo de 
ceo,   pero  os   escavos   encargados   de  organzar   e   banquete 
sucda haban sdo sobornados con vno para que reazaran sus 
tareas, y en e descudo de a embraguez haban reveado a otros 
todo o que oan dentro de as paredes de paaco. La notca pas 
de  boca  en  boca.   La  perspectva  de  presencar  e   ncendo  de 
paaco   y   e   sucdo   ebro   de   os   desesperados   comensaes 
bastaba para anmar hasta a curosdad embotada de una turba 
hambrenta.
 En a noche escogda, personas procedentes de todos os barros 
de a cudad arrastraron sus membros cansados hasta a cona 
Pncana. Muchos mureron en e trayecto; muchos dessteron de 
a decsn de egar a trmno de va|e y buscaron refugo en as 
casas   vacas   a   o   argo'de   camno;   muchos   encontraron 
oportundad para e saqueo y e crmen mentras se drgan a su 
destno,  y  eo  os  tent  a abandonar  su  empeo; pero muchos 
perseveraron en sus propstos, os morbundos arrastrados por 
os vvos, os cobardes espoeados por as buras mavoas de os 
temeraros, hasta que egaron a as puertas de paaco. Eran sus 
voces,   que  egaran  a  sus  odos  desde  a  cae,   as  que  haban 
despabado  as  desfaecentes  facutades  de  Antonna,   aunque 
no ograron revvras; y a, en e ancho pavmento, se haaban 
tumbados   os   cudadanos   de   una   cudad   extenuada,   una 
asambea  de  apestados  y  crmnaes,   una  horda  hambrenta  y 
terrbe!
 La una, abrantada por a crecente oscurdad, umnaba ahora 
dfanamente   a   cae   y   reveaba   a   escena   mpresonante   y 
heterognea que se desarroaba en un reducdo espaco.
  E   ado  de   camno  en  e   que  se  azaba  e   paaco  de  Vetrano 
estaba ocupado, hasta donde acanzaba a vsta en a noche, por 
as arboedas y edfcacones anexas a a mansn de senador. En 
e   extremo  ms  ato  y  ae|ado  de  a  cae  mrando  desde  a 
Puerta Pncana un ancho pasa|e abovedado una os terrenos 
de paaco a ambos ados de a cae, que despus se extendan 
hasta topar con os rboes de |ardncto de hogar de Numerano. 
Paraea   a   esa   casa,   pero   separada   de   ea   por   un   pequeo 
espaco, haba una arga hera de edfcos que se aquaban por 
psos a dferentes nqunos, y que se azaban hasta una atura 
pegrosa,   porque   en   a   antgua   Roma,   como   en   e   Londres 
moderno,   debdo  a  os   atos   precos   de   sueo  en  una  cudad 
superpobada, os constructores so podan aumentar e espaco 
de una vvenda hacendo una nconvenente adcn a su atura. 
Ms a de esos edfcos de vvenda se azaban os rboes que 
rodeaban  otra  morada  patrca,   y  todava  ms   a,   as   casas 
hacan un gro brusco, y no se vea nada ms en nea recta que 
agunos ob|etos ndstntos y nebuosos en a dstanca.
  E   aspecto  de  a  cae  frente  a  a  mansn  de  Vetrano,   de  no 
haber estado ocupada por os repusvos grupos que a se haban 
formado, habra sdo muy hermoso en e momento sobre e que 
escrbmos. La fachada nobemente smtrca de paaco, con su 
gracosa   sucesn   de   argos   prtcos   y   estatuas   coosaes, 
contrastaba  con  a  aparenca  pntorescamente  rreguar   de  a 
casa de Numerano y de os grandes edfcos que quedaban a su 
costado.   Las   suaves   masas   ndstntas   de   foa|e   despegadas 
paraeamente  a  o  argo  de  os  extremos  ms  cercanos  de  a 
cae, a as que e  pasa|e abovedado daba trmno y conectaba 
con e |ardn de ado opuesto, en e que haba unos atos pnos 
que  se  recortaban  ggantescos  contra  e   ceo  transparente;   a 
brante umnacn que se ftraba hasta e pavmento a travs 
de   as   coordas   cortnas   de   as   ventanas   de   senador,   en 
nmedato contraste con a apacbe uz de a una que aumbraba 
e panorama ms dstante; todo eo formaba un cuadro en e que 
se   mezcaban   o   natura   y   o   artfca   en   as   ms   exqustas 
proporcones; un cuadro cuyas poesa y beeza nefabes habran 
hechzado,   en  otra  noche,   e   o|o  ms  ndferente  y  exatado  a 
mente ms frvoa. Pero ahora, comado de grupos de personas 
macentas   de   hambre   y   deformadas   por   a   enfermedad; 
quebrantada   su   quetud   a   ntervaos   sombros   por   grtos 
encontrados   de   spca,   desafo   y   desesperacn,   sus   ms 
soberbas perfeccones, h|as de a Naturaeza y de Arte, parecan 
refugr con amarga bura en torno a a msera humana que su 
espendor pona a descuberto.
 Ms de cen personas en su mayora de as cases ms ba|as 
se congregaban frente a mahadado hogar de senador. Agunos 
recorran entamente a cae de un ado a otro, y a uz que os 
rodeaba   dotaba   a   sus   fguras   de   un   aspecto   ncorpreo   y 
soemne; pero a mayora permaneca tumbada en e pavmento 
entre a pared de a casa de Numerano y a entrada de as atas 
edfcacones a su costado. Iumnados por e  respandor drecto 
de  a  uz  que  saa  por   as  ventanas  de   paaco,   esos  grupos, 
apeotonados en as poses convusas que producen e sufrmento 
y   a   desesperacn,   haban   adqurdo   un   aspecto   tembe   y 
sobrenatura.   Sus  rostros  consumdos,   sus  vestdos  en  harapos, 
sus   cuerpos   macentos,   aqu   postrados,   a  semncorporados, 
estaban baados por un tenaz respandor ro|zo. Muy por encma 
de   eos,   en   as   ventanas   de   os   atos   edfcos   cuyos   psos 
ocupaban   ahora   os   muertos,   unos   pocos   ndvduos   (os 
mercenaros guardanes de os morbundos) sacaban as cabezas 
para   ver   e   paaco   de   otro   ado   de   a   cae,   y   sus   rostros 
marchtos se vean pdos a a cara uz de a una. A veces se 
oan   sus   voces,   que   exhortaban   buronas   a   os   congregados 
deba|o   a   derrbar   as   fuertes   ver|as   de   acero   de   paaco   y 
arrancar a copa rebosante de vno de os abos de su dueo. A 
veces, os que estaban a sus pes es respondan con nsutos que 
se azaban en coro derante, mezcados con os amentos de as 
mu|eres y os nos, os que|dos de os apestados y as spcas 
de   os   hambrentos,   que   es   rogaban   cardad   y   ayuda   a   os 
escavos que ban y venan tras as re|as de paaco.
  En  os   ntervaos,   cuando  e   tumuto  de  voces   exhaustas   se 
debtaba   un   poco,   se   oa   un   sondo   montono,   de   gopes 
reguares,   producdo   por   os   que   haban   encontrado   huesos 
mondos  durante  e   trayecto  hasta  e   paaco,   y  gopeaban  con 
eos   e   pavmento,   en   stos   abrgados,   pdendo   comda.   E 
vento, que fuera fresco por e da, haba cambado a atardecer, y 
ahora   sopaba   desde   e   este   en   bocanadas   entas,   dbes, 
caentes,   portadoras   de   a   peste.   Trozos   de   os   vestdos 
harapentos de agunos de os cuerpos postrados que yacan ms 
expuestos   a  su  paso,   ondeaban  entamente  con  cada  rfaga, 
como  estandartes   pantados   por   a  Muerte  en  as   defensas   a 
punto de caer renddas de a cudadea de a Vda. E  vento se 
coaba  por   as  ventanas  abertas  de   paaco,   cdo  y  meftco, 
como   contamnado   por   e   aento   de   as   paabras   furosas   e 
mpdcas   que   evaba   hasta   a   saa   de   banquetes   donde  se 
encontraban os temeraros nvtados de senador. A recorrer as 
escenas que se despegaban a su paso, adqura una portentosa 
sgnfcacn:   pareca  sopar  como  a  atmsfera  que  exudan  os 
absmos   de  horno  de   centro  de  a  terra  y  exhaar   snestras 
advertencas sobre una  fata  convusn de toda  a trama de a 
Naturaeza en a cae atestada y gubre.
 Ese era e panorama que se despegaba frente a paaco y esos 
os espectadores reundos con feroz ansedad para ser testgos de 
a destruccn de hogar de senador. Mentras tanto, en e nteror 
de edfco ya estaba a punto de comenzar a fata orga.
  Los escavos (quenes, a partr de as caamdades acaecdas en 
a cudad stada haban rea|ado con absouta mpundad a usua 
obedenca mpcta a sus amos) haban acordado que en cuanto 
concuyeran   os   tmos   preparatvos   estaran   en   bertad   de 
ocuparse de su propa segurdad abandonando e paaco madto. 
Ya se poda advertr a agunos de os ms dbes y pusnmes 
sar a toda prsa haca os |ardnes por as puertas traseras, como 
ngeneros   que,   tras   coocar   a   carga   para   voar   un   tren, 
escaparan antes de que se produ|era a exposn. La mayora de 
os srventes que an permanecan en e paaco se dedcaban a 
beber de as |arras de vno que se es haban entregado para que 
conservaran hasta e tmo momento as fuerzas desfaecentes.
  La  bufonada  de  a  ocasn  se  haba  extenddo  ncuso  a  sus 
vestdos: sus cuerpos consumdos estaban atavados con breas 
verdes y fa|as de coor cereza. Beban en absouto senco. En sus 
fas no se adverta a menor sea  de bertna|e o embraguez. 
Confusamente apeotonados, como tratando de protegerse unos a 
otros,   de   vez   en   cuando   es   anzaban   rpdas   o|eadas   de 
sospecha   y   aprensn  a   unos   ses   u   ocho   srventes   de  ms 
categora que ban una y otra vez hasta e extremo ms ae|ado 
de   corredor   ocupado  por   sus  camaradas,   y  que  en  ocasones 
avanzaban por os rectos pasos que desde a conducan a as 
puertas  deanteras  de  a  mansn,   donde  parecan  ntercambar 
furtvas seaes con agunos de os congregados en a cae. Se 
haban   corrdo   vagos   rumores   sobre   a   exstenca   de   una 
conspracn secreta entre agunos de os escavos prncpaes y 
certos  rufanes  escogdos,   encamnada  a  asesnar   a  todos  os 
ocupantes de paaco, apoderarse de sus tesoros y, despus de 
abrr as puertas de Roma a os godos, escapar con e  botn en 
medo   de   a   confusn   de   pa|e   de   Roma.   Nada   se   haba 
averguado   de   certo,   pero   os   pocos   domstcos   que   se 
mantenan apartados eran ob|eto de a unnme sospecha de sus 
compaeros, que os vgaban con o|os ansosos mentras beban 
su vno. Aunque a escena que se desarroaba entre os escavos 
que   an   permanecan   en   e   paaco   era   dferente   de   a   que 
protagonzaban os grupos dspersos en a cae, a prmera era, a 
su manera, un anunco tan sombro de una caamdad en cernes 
como a segunda.
  La gran saa de banquetes de paaco, preparada como estaba 
ahora  para  una  festvdad,   mostraba  un  aspecto  desconocdo  y 
meancco.
 Las maczas mesas an se extendan a todo o argo de a nobe 
habtacn,   rodeadas   por   u|osos   trcnos,   como   en   pocas 
pasadas; pero en sus brantes superfces no haba n e menor 
vestgo   de   comda.   Rcas   |arras,   garrafas   y   copas,   todas 
rebosantes   de   vno,   ocupaban   a   mesa   de   banquete.   Arrba, 
cogadas de techo a poca atura, ardan dez grandes mparas, 
cuyo nmero se corresponda con e de os comensaes reundos, 
que, de os centos de caaveras que se hartaran a expensas de 
Vetrano   durante   as   espnddas   veadas   que   ya   nunca   se 
repetran, eran os ncos que se haban mostrado dspuestos a 
asstr a |ogoro. En e extremo de a habtacn ms ae|ado de a 
gran   puerta   .de   entrada   cogaba   una   gruesa   cortna   negra, 
aparentemente  destnada  a  mantener   en  e   mstero  un  ob|eto 
que se encontraba detrs de ea. Deante de a cortna arda una 
amparta de crsta amaro coocada sobre una ata base dorada, 
y   deba|o   y   a   su   arededor,   amontonados   contra   as   paredes 
ateraes y sobre parte de a mesa, haba una masa heterognea 
y confusa de ob|etos suntuosos, todos de naturaeza ms o menos 
nfamabe, y todos rocados con acetes perfumados. Centos de 
yardas   de   cogaduras   de   espndda   varedad,   roos   de 
manuscrtos, abgarrados vestdos de todos os coores, |uguetes, 
utensos,   nnumerabes   muebes   de   madera   repu|ada   con 
hermosos y raros dseos haban sdo descudadamente apados 
contra  as   paredes   de  a  habtacn  y  se  azaban  en  un  ato 
montn haca e techo.
 En todos os espacos de as mesas que no estaban ocupados por 
as   |arras   de  vno  se  haban  coocado  |oyas   de  oro  y  pedras 
precosas que desumhraban a vsta con su bro, mentras que 
en   extraordnaro   contraste   con   a   magnfcenca   tan 
profusamente   despegada,   en   una   de   as   esqunas   de   a 
habtacn ms cercanas a a puerta se adverta un ve|o pedesta 
de madera, cuberto por una burda tea, en e  que haba uno o 
dos cuencos de barro ms corrente que contenan o que podra 
denomnarse una "papa" de savado cocdo y carne de cabao 
saada.   E   oor   repusvo   que   quzs   despdera   ese   extrao 
compuesto era ahogado por os dversos perfumes que se haban 
dspersado en a habtacn, que, a mezcarse con a brsa cda 
que  se  coaba  desde  a  cae  por   as  ventanas,   producan  una 
atmsfera  tan  opresva  y  debtante,   a  pesar   de  a  seduccn 
artfca que consttuan para e sentdo de ofato, como e are de 
una ceda o os vapores de un pantano.
  Aunque a transformacn de  aspecto de a saa de banquetes 
resutaba notabe, no era ms que un db refe|o de deteroro 
sufrdo  por   a  aparenca  de   anftrn  y  sus  nvtados.   Vetrano 
estaba recnado a a cabeza de a mesa, vestdo con una estoa 
escarata.   Cubra   su   pecho   una   toaa   bordada,   con   boras   y 
festones morados undos por aros de oro, y brazaetes de pata y 
marf   adornaban  sus  brazos.   Pero  e   atuendo  era  o  nco  que 
quedaba   de   hombre   de   otros   tempos.   La   ncnacn   de   su 
cabeza se seme|aba a a que produce a ve|ez; sus brazos en|utos 
parecan cas ncapaces de sostener e peso de os adornos que 
refugan  en  eos;   sus   o|os   haban  adoptado  una  permanente 
expresn de trastorno y ena|enacn; y una padez morta cubra 
as   me|as   otrora   turgentes   y   |ovaes   que   tantas   amantes 
besaran, en rapto mercenaro, en pocas pasadas. Tanto en su 
aparenca  como  en  sus   maneras   e   eegante  vouptuoso  que 
conocmos en a corte de Rvena estaba tota e rremsbemente 
cambado.   Los   otros   ocho   patrcos   que  se  recnaban  en   os 
trcnos   en   torno   a   su   transformado   anftrn   agunos 
vocngeros e rrefexvos, otros sombros e dotzados tambn 
haban sufrdo a ordaa de asedo, e hambre y a peste.
 Esos eran os reundos, representados en o ato por nueve de as 
mparas encenddas. La dcma y tma ndcaba a presenca de 
un nvtado ms, que se recnaba en su trcno un poco apartado 
de resto.
 Ese ndvduo era un |orobado; su rostro en|uto y huesudo era de 
un tamao repusvamente desproporconado en reacn con su 
cuerpo dmnuto, que pareca dobemente desprecabe envueto 
como estaba en una tnca ancha y de coores abgarrados. Sado 
de   os   estratos   ms   ba|os   de   a   pebe,   haba   conqustado 
graduamente e favor de sus superores con su habdad para as 
parodas burdas y para proveer os medos que satsfceran os 
peores vcos de todos os que empeaban sus servcos. Despus 
de perder a a mayor parte de sus centes durante e asedo y de 
haarse   brado   a   morr   de   hambre,   haba   obtendo   permso 
ahora,  como tmo  recurso,  para partcpar en e  Banquete  de 
Hambre,   a  fn  de  anmaro  con  una  tma  exhbcn  de  sus 
bufonadas y de morr con sus amos como vvera con eos: como 
un escavo, un parsto, un mtador de os peores de sus vcos y 
os ms horrendos de sus crmenes.
 A nco de a orga, cas o nco que se oa era e entrechocar de 
as copas de vno, os ocasonaes murmuos de os comensaes y 
as voces confusas de os congregados afuera, que se coaban por 
a  ventana  desde  a  cae.   E   desesperado  pacto,   ahora  que  su 
e|ecucn   haba   fnamente   comenzado,   sobrecog   a   os 
comensaes a prncpo a pesar de s msmos. A cabo de un rato, 
cuando   se   hzo   una   pausa   de  reatvo   senco   cuando   una 
tempora cama se mpuso a os sondos procedentes de exteror, 
cuando se vacaron as copas de vno y reposaron sobre a mesa 
por   un   momento   antes   de   que   fueran   de   nuevo   enadas, 
Vetrano se evant vacante y tras anuncar con una sonrsa de 
bura que  ba  a pronuncar a  apooga fnebre  propa y de sus 
amgos, apunt a a pared que quedaba a sus espadas como a un 
ob|eto  destnado  a  despertar   e   asombro  o  a  hardad  de  sus 
temperamentaes nvtados.
  En  a  parte  superor   de  a  pared  se  haban  coocado  varas 
estatuas de bronce y mrmo que representaban todas a dueo 
de paaco y estaban todas adornadas con mnas de oro. Deba|o 
se podan ver os contratos de arrendo de sus hacendas, escrtos 
en dversos coores sobre pergamno banco; y todava ms aba|o, 
rayado  en  e   mrmo   con  caracteres  superfcaes  e  rreguares, 
estaba nada menos que su eptafo, compuesto por  msmo. Su 
traduccn sera ms o menos a sguente:
 Detente, Espectador!
 S has cutvado con reverenca os paceres de gusto,
 haz un ato en estas ustres runas
 de o que fue un paaco;
 y ee con respeto, sobre esta pedra,
 e eptafo de
 VETRANIO, e senador.
 Fue e prmero en nventar una
 Sasa para Ruseores extosa:
 su geno atrevdo y creatvo aad mucho, y habra
 aaddo an ms a
 ARTE DE LA GASTRONOMA;
 pero por desgraca para os ntereses de a cenca
 vv en a poca en que os brbaros godos staron
 LA CIUDAD IMPERIAL;
  a   hambruna   o   de|   sn   recursos   para   sus   expermentos 
gustatvos,
 y a peste o prv de cocneros a os cuaes nstrur!
 Desafado en todo sentdo por a fuerza de crcunstancas
 adversas, y convencdo de que su vda ya no era de utdad para
 os ntereses cunaros de Roma,
 nvt a amgos escogdos a ayudaro,
 beb a concenca hasta a tma gota de vno que quedaba
 en sus bodegas,
 encend a pra funerara de  y de sus nvtados
 en a saa de banquetes de su propo paaco
 y mur, como haba vvdo,
 como e patrtco CATON
 de a gastronoma de su pas!
  Ved  excam  Vetrano  seaando  a   eptafo  con  are  de 
trunfo,   ved   en   cada   nea   de   esas   paabras   eocuentes   a 
garanta de m resueta adhesn a compromso que nos une aqu 
y as bases de m |usto recamo a respeto de a posterdad por 
ms servcos a a ms t de as artes, que practqu en benefco 
de a espece! Leed amgos, hermanos, mrtres tambn de a 
gora, y mentras es, regoc|aos conmgo por a hora de nuestra 
partda  de  este  teatro  mancado,   que  ya  no  es   dgno  de  a 
ceebracn de os |uegos de a Vda! Pero antes de que contne 
e   banquete,   escuchadme:   este   es   m   tmo   dscurso,   que 
pronunco en m cadad de arbtro de nuestro fnebre cncave, 
de anftrn de Banquete de Hambre!
 "Oun se resgnara a consumrse nnobemente vencdo por a 
enta   superordad   de   hambre,   o   a   perecer   ba|o   e   acero 
centeeante de a espada de conqustador brbaro, cuando se e 
ofrece a posbdad de optar por una muerte como a nuestra? 
Cuando e  vno corre respandecente para ahogar os sentdos 
en   a   ndferenca,   y   un   paaco   y   todos   sus   tesoros   son   e 
escenaro de a |uerga y a radante pra funerara? Los grandes 
fsofos   de  a  Inda  os   nsprados   gmnosofstas  mureron 
como  o  haremos  nosotros!  Caano  ante  Ae|andro,   Zamaro  en 
presenca   de   Augusto,   encenderon   as   hogueras   que   os 
consumeron!   Sgamos   su  goroso   e|empo!   Los   gusanos   no 
harn   presa   de   nuestros   cuerpos,   no   auarn   dscordantes 
paderas   a  suedo  en  nuestros   funeraes!   Purfcados   por   e 
respandor de fuego prmgeno, desapareceremos trunfantes de 
a   vsta   de   amgos   y   enemgos,   y   seremos   un   maravoso 
espectcuo  para  este  mundo  y  una  vsn  de  gora  para  os 
msmos doses!
  "Es  acaso  un  da  ms  o  menos  de  vda  o  que  nos  mporta 
ahora? No; es so haca a muerte ms fc y nobe que pueden 
voverse  nuestras   aspracones!   No  hay  uno  entre  nosotros   a 
quen puedan ya nteresare as preocupacones de a exstenca!
  "Aqu,   a   m   derecha,   se   encuentra   recnado   m   estmado 
camarada de m banquetes, Furo Baburo Pcdo, quen, cuando 
navegbamos   por   e   ago   Lucrne   se   que|aba   de   ntoerabes 
moestas s una mosca se posaba en os dorados pegues de su 
sombra; quen penaba por una terra de oscurdad cmera s un 
rayo de so penetraba a travs de dose de seda de a terraza de 
su |ardn; y quen ahora e dsputa un bocado de carne de cabao 
a ms mserabe de sus escavos y cambara a ms rca de sus 
vas campestres por un cesto de pan ms v! Ah, Furo Baburo 
Pcdo, de qu puede servrte ya a vda?
  "A,   a  m   zquerda,  dstngo e   sembante aterado,  pero  an 
expresvo, de resueto Taco, que castgaba con cen atgazos a 
un escavo s no e traa su agua tba en cuanto a ordenaba; e 
msmo   cuyo   sereno   despreco   por   todos   os   membros   de   a 
espece humana con excepcn de  msmo o dspuseran otrora 
entre   os   ms   grandes   fsofos   de   a   humandad;   hasta    
deambua ahora por su paaco sn que nade o srva y adua a 
pebeyo  que  e  vende  una  racn  de  asqueroso  savado!   Ah, 
admrado  amgo,   sabo  Taco,   dme,   hay  ago  en  Roma  que  te 
haga posponer tu va|e a os Campos Eseos?
  "Un  poco  ms  e|os  en  a  mesa  veo,   bebendo  coposamente 
mentras habo, oh, Marco Moeco Moemo, tu fgura antao roza 
y |ova! T, que soas otrora regoc|arte de o argo de tu nombre, 
porque es permta a tus amgos beber ms a brndar con una 
copa por cada una de sus etras, dme, qu saa de banquetes 
que no sea esta permanece aberta para t? Y as, prvado en a 
cudad de tus trunfos socaes, qu te convencera de no hacer 
de nuestra soemndad festva tu tma |uerga en este mundo?
  "Y   t  tambn,   gracoso   |orobado,   prncpe   de   os   parstos, 
nescrupuoso Reburro, dnde que no sea en este Banquete de 
Hambre te proporconarn tus bufonadas ahora un trago de vno 
reanmador?   Tus   amos   te   han   de|ado   abandonado   en   e 
estercoero  de   que  saste!   Nunca  ms   hars   zaemas   en  su 
nombre cuando pdan prstamos n bravuconadas cuando pagan! 
No hars ms fasas acusacones de envenenamento o empeo 
de a maga para envar a prsn a sus eno|osos acreedores! Ah, 
ofcoso scofante, ya tus ocupacones son cosa de pasado! Bebe 
mentras puedas y despus abandona tus despo|os a arryente 
odo!
 "Y vosotros, ms cnco amgos restantes, a quenes, poco deseoso 
de ms demoras, me drgr coectvamente, pensad en a poca 
cuando a sospecha de una enfermedad nfeccosa de cuaquera 
de vuestros compaeros bastaba para separaros de ms querdo 
de eos; cuando os escavos que venan de sus paacos se vean 
sometdos   a   argas   abucones   antes   de   acercarse   a   vuestra 
presenca; y a recordaro, refexonad que a mayora de nosotros, 
quzs   todos,   nos   reunmos   aqu   ahora  ya  contagados   por   a 
peste, y entonces decdme, qu de bueno tene penar por una 
vda que ya no os pertenece?
 "No, amgos, hermanos de este banquete; a sentr que cuando a 
vda  no  tene  vaor   es  ocura  vvra,   no  pods  renuncar   a  a 
espndda decsn que nos une, no pods deteneros en vuestra 
gozosa   partda   de   este   mundo;   os   agravo   a   dudaro! 
Permtdme, en cambo, recamar vuestra atencn para un tema 
ms   dgno:   a   enumeracn   de   as   ceremonas   festvas   que 
marcarn e curso de banquete. Concuda esa tarea, despus de 
reazar   como   corresponde   a   ceremona   de   daros   a   tma 
benvenda a estos saones, me uno a vosotros una vez ms en 
vuestro  homena|e  fna   a  a  dedad  que  presde  nuestras  vdas 
socaes, a dos de Vno!
  "No os resuta nuevo, conocedores como sos de as antguas y 
amenas   costumbres   de  a  mesa,   que  agunos   de  os  que  nos 
precederon   acostumbraban   a   pedre   que   presdera   sus 
banquetes a uno de os grandes esprtus avezados en a fosofa, 
hacendo as as veces de maestro adems de ser un comensa. 
Me he ocupado de revvr esa tradcn; y como nuestra reunn 
no  tene  paraeos  en  o  heroco  de  su  propsto,   me  propuse 
nvtar a  a aguen tambn sn paraeo, fuera como maestro o 
como   comensa.   Anmado   por   una   orgna   dea,   sn   que   o 
advrteran ms escavos, auxado so por m no cantor, e fe  
Gyco,   he  ogrado  esconder   detrs  de  esa  cortna  negra  a  un 
nvtado  a  nuestra  |uerga  dstnto  a  todos   con  os   que  habs 
compartdo  antes  un  banquete,   cuya  aparcn  en  e   momento 
adecuado os  enar  de  rresstbe  asombro,  y  cuyo dscurso  
peno no so de sabdura humana se nsprar en os secretos 
nocturnos de a tumba. A m ado, en este pergamno, estn as 
preguntas que e drgr Reburro a  Orcuo de os Msteros de 
Otras Esferas cuando se corra a cortna.
  "Ved ante vosotros, en esas |arras, todo o que queda de ms 
bodegas   antao   ben   surtdas,   y   todo   o   que   ofrezco   a   os 
paadares de ms nvtados! Asstmos a Banquete de Hambre, y 
nngn amento ms vugar que e vno nsprador se admtr en 
a mesa de a bacana. No obstante, s aguno de vosotros, en sus 
tmos momentos, sente a debdad de contamnar sus abos 
con una comda dgna so de os gusanos, puede drgrse a a 
pobre y mezquna mesa, smboo de a pobre y mezquna comda 
que  en  ea  se  encuentra,   y   que  est  a,   a  oscuras,   a  ms 
espadas.   A   encontrar   (en   cantdad   apenas   sufcente   para 
mserabe sustento de un hombre) os tmos bocados de ms v  
amento  que  quedan  en  e   paaco.   En  o  que  a  m   toca,   m 
decsn es rrevocabe; so a generosa copa de vno tocar ms 
abos!
  "A  encma  estn  dez  mparas  que  se  corresponden  con  e 
nmero de os amgos aqu  reundos. A medda que e vno nos 
venza,   os  comensaes  que  permanezcan  ndemnes  a  nuestras 
bacones extngurn, una tras otra, esas mgenes nfamadas 
de a vda; y e tmo de eos, tras encender esta antorcha con 
a tma mpara, dar cumnacn a  banquete y ceebrar su 
goroso   fna   encendendo   a   pra   funerara   con   ms   tesoros, 
amontonados a, |unto a as paredes de m paaco! S perdo e 
sentdo  antes  que  vosotros,   |uradme  que  aque   que  pueda  an 
evarse a copa a os abos despus de que haya cado de as 
manos   de  os   dems,   encender  a  pra!   |urado  por   vuestras 
amantes   perddas,   vuestros   amgos   perddos,   vuestros   tesoros 
perddos!   |urado  por   vuestras   propas   vdas,   dedcadas   a  os 
paceres de vno y a a purfcacn medante e fuego!
  Cuando  con  os   o|os   reampagueantes   y  e   rostro  encenddo 
Vetrano se de| caer de nuevo en su trcno, sus compaeros, 
nfamados por e vno que ya haban bebdo, se puseron de pe, 
copa  en  mano,   y  se  voveron  haca  .   Sus  voces  dscordantes 
pronuncaron   a   unsono   e   |uramento;   y   despus,   cuando 
regresaron a su anteror poscn,  todos cavaron os o|os en a 
cortna negra presas de ardente curosdad.
 Haban advertdo a expresn snestra y sarcstca de Vetrano a 
menconar a su nvtado ocuto; saban que e |orobado Reburro, 
entre  sus  muchas  otras  habdades  para  as  bufonadas,   era  un 
destro  ventrocuo;   y  sospechaban  a  presenca  de  una  magen 
espantosa o grotesca de un dos o demono pagano en e rncn 
ocuto,   a   que  a  payasada  de   parsto  dotara  de  voz.   Todos 
esperaban ansosamente comentaros basfemos sobre a vda, a 
muerte y a nmortadad. Vetrano percb a mpacenca genera 
porque se correra a cortna, y tras pedr senco con un gesto, 
excam mperoso:
 An no ha egado a hora Hay que beber ms, hay que servr 
ms bacones antes de que se revee e mstero de a cortna! 
Aqu! Gyco! contnu vovndose haca e no cantor, quen 
haba entrado en senco en a habtacn, ha egado tu hora! 
Afna   a   ra   y   recta   m   tma   oda,   que   os   he   dedcado   a 
vosotros! Oue a beeza de a poesa presda e banquete de a 
Muerte!
  E   no  avanz  temboroso;   su  rostro  antes  rozagante  se  vea 
ahora  marchto  y  sn  coor;   sus  o|os  estaban  cavados  con  una 
mrada de terror en a cortna negra; su sembante reveaba de 
manera   papabe   que   o   atormentaba   un   recuerdo   secreto   y 
abrumador  que  haba  anquado  todas  sus  dems  facutades  y 
percepcones.   Desvando  e   rostro  de   de  su  amo  con  are  cas 
cupabe, ese frg y degradado ser, trste exponente de docdad 
descarrada y |uventud envecda, se detuvo |unto a trcno de 
Vetrano.
  No obstante, an fe a os deberes de su profesn, desz os 
dedos facos y temborosos por as cuerdas de a ra y preud 
mecncamente e nco de a oda. Pero e senco atento que se 
produ|o  permt  que  egaran  a  a  saa  de   banquete  con  ms 
cardad os confusos rudos que producan os congregados en a 
cae; y en ese momento, por sobre os dems sondos, se az 
ronca, arrebatada, terrbe a voz de un hombre.
  No   me   dgs   grt,   que   de   paaco   sae   aroma   de 
perfumes. Son vapores maoentes! Ved, se asentan aqu y me 
sofocan!   Baan  e   ceo  y  a  terra,   y  a  os   hombres   que  se 
mueven a nuestro arededor, en un fero respandor verde!
  Entonces,   as   voces   de  otros   hombres   y   mu|eres,   agudas   y 
sava|es, o nterrumperon a coro:
 Paz, Davo! Despertas a os muertos que te rodean!
 Octate en a oscurdad; has contrado a peste; tenes a pe 
arrugada y as encas sn dentes!
 Cuando prendan fuego a paaco te van a arro|ar a as amas 
para purfcar tu caparazn podrdo!
  Canta!   excam   Vetrano   furoso   a   advertr   os 
estremecmentos que recorran e cuerpo de no y o mantenan 
mudo. Tae a ra, como a ta Tmothets en presenca de 
Ae|andro!   Ahoga   en   meodas   e   adrdo   de   os   perros   que 
esperan por os restos de nuestro banquete en a cae!
  Db   y  vacante,   con  voz  nsegura  y  exange,   e   aterrorzado 
Gyco comenz a entonar a fosofa pagana de su cancn, con e 
espantoso   acompaamento   de   os   rudos   sava|es   e 
nnterrumpdos   de   as   voces   que|umbrosas   que   egaban   de 
exteror. La oda deca as:
 A GLYCO
 Ah, Gyco! Te adornas de fores
 Oue perden sus beos coores
 Ms ento que e gozo, tan breve?
 Los eaes que hoy son tu soaz
 Son nada, son barro mendaz,
 Mentras de a Muerte aeve!
 E gozo que nsprar soas
 S eves a ra taan
 Lgeros y raudos tus dedos,
 Brotar ha de otra destreza.
 E canto, da ya tu beeza
 Ser en otro son y otro ruedo!
 La nube que ascende hasta e so,
 Oue rrada su beo fugor
 Y parte sn decrnos dnde
 Es copa de apso fugaz
 De a vda, y despus, a fna,
 De ro y e fero Caronte!
 Cuando otros o queren nacemos
 Y en a vda cegos cedemos,
 A a bsqueda de pacer;
 Lo dgno, o nco heroco
 Es morr cua fees estocos,
 Acto tmo en nuestro poder!
 Oun quere entre amargos fracasos
 Esperar de Sno e acaso
 S a vda cobra su preco?
 Ah, no! Cuando e fo se embota
 Tremos a vda ya rota
 Ufanos en nuestro despreco!
 Un brnds a a saud de Gyco! Un buen trago en honor a un 
cantante  ceesta   que  ha  ba|ado  a  a  terra!   excamaron  os 
comensaes   azando   sus   copas   cuando   concuy   a   oda   y 
vacndoas  hasta  a  tma  gota.   Pero  sus  apausos  ebros  no 
egaron a os odos a os que se drgan. La voz de no, a cantar 
a tma estrofa de a oda, haba adqurdo sbtamente un tono 
agudo,   cas   sobrenatura,   y   despus   haba   vueto   a   ba|ar   a 
susurrar as tmas notas; y ahora, cuando sus dsoutos oyentes 
voveron  haca     sus  mradas  de  aprobacn,   o  veron  de  pe 
ante  eos,   fro,   rgdo  y  mudo.   Un  nstante  despus,   su  rostro 
parazado   se   contra|o   en   una   mueca   sbta;   su   cuerpo   se 
tambae, como desgarrado por un espasmo; cay pesadamente 
a sueo. Los que estaban ms cerca se acercaron a  con paso 
nseguro y o azaron en brazos. Su ama haba roto as ataduras 
de vco con que otros a manataran; a voz de a Muerte e haba 
susurrado a escavo de Crmen, ese gran dspota, "S bre!"
  Hemos   odo   a   voz   de   csne   cantando   su   propo   hmno 
fnebre! d|o e  patrco Pcdo mrando aternatvamente con 
pedad sensbera e cadver de no y e rostro de Vetrano, que 
haba   adqurdo   una   nvountara   expresn   de   door   y 
remordmento.
  Nuestro magro de beeza, nuestro no dos de a meoda, 
ha partdo antes que nosotros haca os Campos Eseos! must 
Reburro, e |orobado, con acento spero y sarcstco.
  Entonces,   en  e   corto  ntervao  de  senco  que  se  produ|o  a 
contnuacn, as voces procedentes de a cae undas en esta 
ocasn   a   rudo   de   unos   pasos   que   se   acercaban   por   e 
pavmento   voveron   a   orse   caramente   en   a   saa   de 
banquetes.
  Notcas!   Notcas!   grtaron  os   refuerzos   frescos   que  se 
ncorporaban   a   a   horda   ya   reunda   frente   a   paaco. 
Manteneos  |untos,   os  que  an  quers  segur   vvendo!   Unos 
desconocdos han atrado a caes despobadas a cudadanos que 
andaban soos, y nade ha vueto a veros! En una carncera se 
han   encontrado   tarros   de   carne   recn   saada   aunque   en   a 
cudad ya no quedan bestas que sacrfcar! Manteneos |untos! 
Manteneos |untos!
  Nngn canba de a pebe profanar e cuerpo de m pobre 
no!   excam  Vetrano  despertando  de  su  breve  etargo  de 
door. Taco! Marco! Vosotros que an pods manteneros de 
pe!   Levmoso  a  a  pra  funerara!   Ha  muerto  prmero:   sus 
cenzas se consumrn prmero!
  Los dos patrcos a quenes se haba drgdo se evantaron y o 
ayudaron   a   evar   e   cuerpo   a   extremo   ms   ae|ado   de   a 
habtacn y a coocaro sobre a mesa que estaba deante de a 
cortna  negra,   entre  os  montones  de  teas  y  muebes  apados 
contra as paredes. Despus, mentras sus nvtados regresaban 
atrompcones a sus ugares, Vetrano, todava |unto a cadver, y 
azando  en  sus   manos   nseguras   una  pequea  |arra  de  vno, 
excam con tono de feroz exutacn:
  Ha egado a hora; e banquete de Hambre ha concudo; ha 
comenzado e banquete de a Muerte! Un brnds a a saud de 
nvtado ocuto tras a cortna! Escancad e vno, bebed, mrad!
  Tom un argo trago de a |arra y corr a negra cogadura que 
quedaba por encma de su cabeza. Los comensaes embragados 
de|aron escapar un grto de terror y asombro a ver en e rncn 
ahora  expuesto  a  a  vsta  de  todos  e   cadver  de  una  ancana 
vestda de banco y sentada en un ato trono negro, con a faz 
vueta haca eos y os brazos (sostendos medante un artfco) 
extenddos   haca  a  mesa  de   banquete,   como  s   reaara  una 
acusacn.   La  mpara  de  crsta   amaro  que  arda  en  o  ato 
anzaba sobre a ancana una uz pavorosa y vacante; e cadver 
tena  os  o|os  abertos  y  a  mandbua  cada;   as  argas  trenzas 
grses cogaban pesadas a ambos ados de as me|as bancas y 
hunddas.
  Mrad! excam Vetrano seaando a  cadver, mrad a 
m nvtada secreta! Oun me|or que os muertos para presdr e 
banquete  de  a  Muerte?  Con  a  ayuda  de  Gyco  y  gracas  a  a 
oscurdad de a noche cmpce, me hce de prmer cadver que 
encontr en a cae y o cooqu ah, sn que nade o sospechara: 
e   ms   adecuado   doo   de   nuestras   devocones   y   fsofo   de 
nuestro banquete! Otro brnds en honor a a rena de as |uergas 
mortaes,   a   a   maestra   de   os   msteros   de   os   mundos 
desconocdos, rescatada de corromperse nseputa para sucumbr 
entre as amas consagradas, |unto a os senadores de Roma! Un 
brnds!  Un  brnds  a  a  saud  de  a  gran  madre,   antes  de  que 
comence sus reveacones mstcas! Escancad e vno, bebed!
  Exatados   por   e   e|empo  de  su  anftrn,   recuperados   de  su 
momentneo   pasmo,   ya   prevamente   nfamados   por   a   oca 
temerdad de a ncontnenca, os nvtados se puseron de pe y 
responderon   a   a   fanfarronada   de   Vetrano   con   grtos 
desenfrenados. La escena en ese momento era cas sobrenatura. 
E   sava|e  desorden  de  as   mesas   rcamente  puestas;   e   vno 
derramado de as |arras cadas a sueo; as grandes mparas que 
ardan  con  uz  brante  y  serena  sobre  a  confusn;   os  gestos 
feros,   os   sembantes   desordenados   de   os   |uergustas   que 
bandan sus copas en|oyadas por sobre sus cabezas en frentco 
trunfo; y, por otro ado, e cuadro sombro y aterrador en e otro 
extremo de san: a cortna negra, a uz que arda sotara sobre 
su ato pedesta, e no muerto sobre a mesa de banquete, e 
amo de pe a su ado que, como un esprtu magno, apuntaba 
haca arrba, en gesto de bura, a cadver vestdo de banco de a 
mu|er que se azaba en pose tan poco natura, con os degados 
brazos extenddos y e sembante espectra que pareca moverse 
cuando a uz db y vacante o aumbraba; todo eo consttua 
una combnacn cas sobrenatura que es posbe pntar, pero no 
descrbr.   Era  a  encarnacn  de  a  vsn  de  un  hechcero,   un 
apocapss   de   pecado   trunfante   sobre   os   tmos   .restos 
mortaes de mundo en as bvedas de a muerte.
  A o tuyo, Reburro excam Vetrano cuando e  tumuto se 
apacgu,   a  tus   preguntas   sn  ms   tardanza!   Observa  a  a 
maestra  con  a  cua   te  comuncars!   Estuda  con  atencn  e 
pergamno que tenes en tus manos. Pregunta, y hazo con voz 
fuerte: es habas a os muertos mperturbabes!
  Desde  poco  antes  de  que  se  deveara  e   cadver,   e   |orobado 
haba   permanecdo   aparte,   sentado   en   e   extremo   de   a 
habtacn   opuesto   a   rncn   ocuto   por   a   cortna   negra, 
estudando  e   manuscrto  que  contena  a  sta  de  preguntas  y 
respuestas  de   mpo  dogo  que  sostendra,   con  ayuda  de  sus 
habdades de ventrocuo, con e cuerpo profanado. A correrse a 
cortna,   haba  evantado  a  vsta  un  momento  para  saudar   a 
aparcn  de   cuadro   que  ea   ocutara   con  una   carca|ada   de 
regoc|o  bruta,   y  de  nmedato  haba  rencado  e   examen  de 
basfemo nterrogatoro confado a su cudado. Cuando Vetrano e 
orden que comenzara, se puso de pe, atraves a habtacn con 
paso   nseguro   en   dreccn   a   cadver   y,   a   medda   que   se 
aproxmaba a , comenz e dogo en voz ata y burona:
 Haba, mserabe resto de decrpta mortadad!
  Hzo  una  pausa  despus  de  pronuncar   esas  paabras  y,   tras 
coocarse en una poscn en que a uz de a mpara e de|aba 
ver   e   sembante   soemne   y   ptreo   de   a   muerta,   a   mr 
desafante,   nstantneamente   sufr   una   aterradora 
transformacn:   de|   caer   a   sueo   e   manuscrto,   su   cuerpo 
deforme se encog y trastab, de| escapar un grto agudo de 
reconocmento, ms parecdo a audo de una besta sava|e que 
a a voz de un hombre.
  De  nmedato,   cuando  os  restantes  nvtados  se  ncorporaron 
para  nterrogaro  o  mofarse  de  ,   vov  entamente  e   rostro 
haca  eos.   Aun  en  su  mprudenca  y  ebredad,   e   aspecto  de 
|orobado  os   redu|o  a   ms   absouto  senco.   Su  rostro  haba 
adqurdo  un  tono  cadavrco,   como  e   de   cuerpo  que  estaba 
sobre  su  cabeza;   gruesas  gotas  de  sudor   corran  por      como 
gotas  de  uva;   sus  o|os  muy  abertos  y  secos  recorreron  con 
mrada feroz os sorprenddos sembantes de sus compaeros, y, 
a   tempo  que  extenda  haca  eos   os   brazos   con  os   puos 
apretados, must con voz ronca y entrecortada:
 Oun ha hecho esto? MI MADRE! MI MADRE!
  Cuando esas pocas paabras de enorme sgnfcacn, aunque 
sencas en s  msmas egaron a odos de aqueos a quenes 
estaban  drgdas,   quenes   no  estaban  ya  sumdos   en  a  ms 
absouta  nsensbdad  se  mraron  entre  s   cas   sobros  por   un 
momento, y todos guamente mudos. Ahora no se oa en a mesa 
de   banquete  n   e   entrechocar   de  as  copas  de  vno;   so  se 
escuchaba e sondo, por momentos estreptoso o ms sofocado, 
de as voces de terror, cnsmo y angusta procedentes de a cae; 
y os roncos y convusvos acentos de |orobado, que vova de vez 
en cuando a pronuncar as paabras terrbes con que dentfcara 
a cadver:
 MI MADRE! MI MADRE!
 A cabo, Vetrano, que fue e prmero en recobrarse, se drg a  
aterrorzado   y   abyecto   ser   en   tonos   que,   aun   a   su   pesar, 
reveaban un espanto y una contencn nusuaes:
  Cmo, Reburro! excam, a bebda te ha prvado hasta 
ta   punto  de  a  razn  que  amas  madre  a   prmer  cadver  que 
encontr por casuadad en a cae y por casuadad tra|e aqu? 
Fue  acaso  para  que  nos   habaras   de  tu  madre,   que,   vva  o 
muerta, n conocemos n nos preocupa, que te admtmos entre 
nosotros?   Tus   orgenes   son  oscuros;   tu  herenca,   de  harapos, 
qu  nos  pueden  nteresar  tus  padres  pebeyos?  contnu,   a 
tempo que vova a enar su copa y asuma un are de fasa ra. 
A tu dogo sn ms retrasos, o te arro|aremos por as ventanas 
a reunrte con tus guaes, a chusma que est en a cae!
  E   |orobado  no  contest  a  as   amenazas   de   senador   n   con 
paabras   n   con   gestos.   Para  ,l,   a   presenca   de   a   muerta 
ahogaba a voz de os vvos. E castgo sufrdo haba destrozado 
su ser mora, como habra destrozado un rayo su ser fsco. Su 
ama   se   debata   en   a   agona   ante   a   dea   de   a   espantosa 
fatadad   que   ergera   a   a   madre   muerta   en   |uez   de   h|o 
envecdo; esa fatadad que haba drgdo nconscentemente a 
mano de senador a seecconar e cadver de a madre utra|ada 
como ob|eto de a aevosa bufonada de h|o rrefexvo, |usto a 
fna   de  su  mpa  carrera.   Su  pasado  desf  ante  sus  o|os,   por 
prmera  vez,   como  una  vsn  masana,   como  una  pesada  de 
horror, mpureza y crmen. Avanz a tropezones por a habtacn, 
apoyndose   en   as   paredes,   como   s   a   oscurdad   de   a 
medanoche  cubrera  sus  o|os,   y  se  agach  |unto  a  a  ventana 
aberta.   De  a  cae  suban  as  voces  mavadas  y  omnosas;   o 
rodeaba e nmsercorde grupo de sus amos; ante  se azaba a 
vsn acusadora de cadver.
  No   habra   pasado   mucho   tempo   antes   de   que   aguen   o 
nterrumpera en su refugo de no ser por un suceso que apart 
de     a  atencn  de  Vetrano  y  de  sus   nvtados.   Tras   beber 
furosamente   para   borrar   todo   recuerdo   de   a   catstrofe  que 
acababan de presencar, tres de os |uergustas haban sucumbdo 
a  as  maas  consecuencas  de  un  exceso  que  sus   organsmos 
debtados no estaban en condcones de soportar. Uno tras otro, 
con breves ntervaos entre eos, haban cado sn sentdo sobre 
sus  trcnos,   y  una  tras  otra,   as  tres  mparas  ms  cercanas 
haban   sdo   extngudas.   E   resto   de   os   comensaes   pareca 
destnado a sufrr e msmo rpdo fn, con excepcn de Vetrano 
y os dos patrcos recnados a su derecha y a su zquerda. Esos 
tres conservaban e aspecto de ser dueos de s msmos, pero en 
sus   sembantes   se   adverta   un   cambo   sombro.   Sus   rostros 
trastornados   ya   no   mostraban   as   anterores   expresones   de 
besta   |ovadad   y   fera   temerdad;   se   espaban   entre   s 
sencosos, con o|os vgantes y suspcaces; cada uno de eos, a 
enar su copa de vno, banda con gesto eocuente a antorcha 
con  a  que  e   tmo  bebedor   encendera  a  pra  funerara.   A 
medda que decreca e nmero de sus rvaes y se extngua a 
ama   de   mpara   tras   mpara,   a   competenca   fata   por   a 
supremaca sucda adqura un nuevo y profundo nters, y haca 
ovdar todo otro propsto y ob|etvo. E cadver a pe de a mesa 
de banquete y e nfez que se ovaba en su nfortuno |unto a a 
ventana   pasaban   guamente   nadvertdos.   En   as   mentes 
aturddas   y  brutazadas   de  os   comensaes   so  quedaba  una 
sensacn:   a   ntensdad   de   a   expectacn   que   precede   a 
resutado de un combate a muerte.
 Pero poco despus despertando a atencn que de otro modo 
nunca e habran prestado se oy a voz de |orobado en cuyo 
pecho   haba   nacdo   e   arrepentmento  que   haca   con   tono 
sava|e y que|umbroso una extraa confesn de envecmento y 
pecado   que   a   nade   estaba   drgda   y   que   brotaba   de   as 
profunddades de su ama herda. Se ncorpor a medas, y con 
os o|os hunddos cavados en e cadver, de sus abos saeron 
as sguentes paabras:
 La tma vez que a v con vda fue cuando se me acerc en a 
cae soa, db y pobre para rogarme que vovera a su ado 
en  su  ve|ez  y  su  soedad;   y  para  recordarme  cunto  me  haba 
amado en m nez precsamente porque era deforme, y cmo me 
haba cudado a o argo de os camnos romanos para que nade 
abusara o se burara de m! Las grmas corran por sus me|as; 
se arrod ante m en e pavmento! Y yo, que a abandon por 
su pobreza para convertrme en un escavo en os paacos de os 
madtos   rcos,   e  arro|  un  puado  de  monedas,   como  a  un 
mendgo   que   me   moestara,   y   segu   m   camno!   Mur 
desamparada! Su cuerpo estaba nseputo, y yo no o saba! E 
h|o que abandon a su madre no vov a vera nunca ms, hasta 
que se az ante , vengatva, horrbe, sn vda! Una vsn de 
muerte   que   nunca   podr   ovdar!   Ay   de   madto   por   su 
deformdad y por e cadver de su madre!
  Hzo  una  pausa  y  vov  a  caer   a   sueo,   abyecto  y  mudo.   E 
trnco Taco, tras examnaro con una mueca de cera h|a de a 
embraguez, tom un vaso vaco y mostr ntencones de anzaro 
con su mano vacante a a fgura postrada de |orobado, cuando 
un  grto  e   de  una  mu|er  que  se  az  sobre  e   crecente 
estrpto provenente de a cae, reson penetrante y turbador en 
a saa de banquetes. E patrco desst de su propsto a oro, y 
e  prest  mecnco  odo,   con  a  atencn  mezca  de  necedad  y 
astuca de a embraguez.
 Auxo! Auxo! ch a voz ba|o as ventanas de paaco; 
an me sgue; se abaanz sobre m h|o muerto, que yo evaba 
en  brazos!   Cuando  me  anc  a   sueo  para  protegero  con  m 
cuerpo, o v acechando a oportundad de trar de  por uno de 
sus membros para arrebatrmeo; en sus o|os se vean e hambre 
y   a   ocura;   o   ahuyent,   hu,   an   me   sgue!   Savadnos! 
Savadnos!
 En ese nstante, e sondo de feros aardos y pasos apresurados, 
segudo por e  rudo aterrador que producan os fuertes gopes 
asestados en varos puntos de a re|a de acero que guardaba as 
puertas de paaco, ahog sbtamente a voz de a mu|er. En e 
ntervao   entre   os   gopes,   que   eran   entos,   concertados   y 
reguares,   se   podan   or   os   grtos   entrecortados   que 
ntercambaban   os   enfurecdos   nfeces,   que   apeaban   a   sus 
tmas energas para gopear como o hacan:
  Ms   duro,   ms!   Por   as   puertas   traseras   nos   mpden   a 
entrada aqueos a quenes s se es permtr saquear e paaco. 
Vosotros, os que quers compartr e botn, gopead de frme! A 
vuestros pes tens as pedras, as puertas de entrada cedern a 
vuestros gopes.
  A  msmo tempo, procedente de as habtacones de os ba|os, 
sub un sondo confuso de pasos fuertes y voces acaoradas. Se 
oy   e   rudo   de   puertas   que   se   abran   y   se   cerraban 
voentamente;   grtos   e   nsutos   resonaron   a   o   argo   de   os 
ma|estuosos corredores de pedra que conducan de os saones 
de espera de os escavos a a escanata prncpa; a tracn en 
e   nteror   de   edfco  era  tan  evdente  como  a  voenca  que 
segua   manfestndose   en   e   asato   a   as   puertas   desde   e 
exteror.   No  sn  motvo  os  escavos  haban  sospechado  de  sus 
|efes;   en  a  casa  de  a  desvergenza  y   a  muerte  se  haban 
organzado bandas para proceder a pa|e y e asesnato; por a 
puerta de |ardn se haba admtdo en secreto a os cofrades de a 
cae,   quenes   a  haban  atrancado  y  vgado  para  mpedr   a 
entrada  a  otros  ntrusos;   un  sno  dferente  a   que  mpamente 
haban dspuesto para s  msmos amenazaba a os nfortunados 
senadores, a manos de os escavos a os que oprmeran y de os 
pebeyos a os que desprecaran.
  A a prmera ndcacn de  asato desde afuera y as prmeras 
seaes  de  a  tracn  fraguada  en  e   propo  paaco,   Vetrano, 
Taco  y  Marco  se  evantaron  de  un  sato  de  sus  trcnos;   os 
dems comensaes, ncapaces ya de pensar o actuar, esperaban 
su suerte sumdos en una etrgca nsensbdad. So esos tres 
hombres   comprendan   e   pegro   que   os   amenazaba,   y 
enoquecdos   por   e   acoho,   desafaron,   en   su   feroz 
desesperacn, a a muerte que es estaba deparada.
  Od!   Ya  se  acercan;   a  chusma  se  ha  rebeado  excam 
Vetrano burn, para arrebatarnos a vda que desprecamos y 
os tesoros a os que hace ya tempo que renuncamos! Ha egado 
a   hora;   encender   a   pra   para   que   nos   consuma   |untos   a 
nosotros y a nuestros asesnos!
  Espera!   excam  Taco,   arrebatndoe  a  antorcha  de  as 
manos , prmero hay que defender a entrada, o antes de que 
prendan  as   amas   os   escavos   estarn  aqu!   Amontonemos 
detrs   de  as   puertas   todo  o  que  se  pueda  mover:   trcnos, 
mesas, cadveres!
  Mentras hababa avanz a toda prsa haca e rncn donde se 
encontraba   a   cortna   negra,   para   dares   e   e|empo   a   sus 
compaeros apoderndose de cuerpo de a mu|er; pero no haba 
recorrdo ms de a mtad de a ongtud de a habtacn cuando 
e   |orobado,   que   o   haba   segudo   sn   que   o   advrtera,   se 
abaanz sobre  y con un grto penetrante, mentras e apretaba 
e cueo con as manos, o tr a sueo, matrecho y sn sentdo:
  Oun  osa  tocar  ese  cadver  que  es  mo?  ch  e   nfez 
contrahecho de|ando en e sueo a su vctma y amenazando con 
sus   manos   manchadas   de  sangre  a  Vetrano  y  a  Marco,   que 
permanecan  nmves,   trastornados   e  ndecsos   acerca  de  s 
vengar a su camarada o parapetar a puerta. E h|o rescatar a 
a madre! Voy a enterrara! Expacn! Expacn!
  Sat  sobre  a  mesa  sn  de|ar   de  habar,   arranc  con  fuerza 
rresstbe as cuerdas que ataban e cuerpo a trono, o tom en 
brazos y en un nstante acanz a puerta. A tempo que de|aba 
escapar   grtos   feroces   e   ncoherentes,   mezca   de   angusta   y 
desafo,   a  abr  de  un  trn  y  avanz  unos  pasos  dspuesto  a 
descender, pero tropez en o ato de a escanata con a banda 
de asesnos que suban apresurados, con espadas desenvanadas 
y fameantes antorchas, a comenzar su obra de pa|e y muerte. 
Oued  nmv   ante  eos,   con  os  membros  contrahechos  tan 
frmemente pantados en e sueo como s se aprestara a ba|ar a 
escaera  de  un  sato  y  e   cadver  apretado  contra  e   pecho;   e 
rostro   espectra   de   a   muerta   estaba   vueto   haca   os   recn 
egados, sus brazos desnudos an permanecan extenddos como 
sobre a mesa de banquete; su peo grs echado haca atrs se 
mezcaba con e  de su h|o: a a uz vacante de as antorchas, 
que umnaban con un respandor ro|zo y sava|e a |orobado y su 
tembe  carga,   os  muertos  y  os  vvos  parecan  undos  en  una 
nca fgura monstruosa.
  Amontonados   en  a  escaera,   nmves,   os   asesnos   de|aron 
morr en sus abos os grtos de venganza y fura; permaneceron 
un   momento   con   os   o|os   mecncamente   cavados   en   as 
vctmas a as que esperaran sorprender con tanta facdad, como 
hechzados   por   e   espantoso   obstcuo   que   se   opona   a   su 
avance; pasado un nstante, un pnco superstcoso se apoder 
de  eos;   cuando  e   |orobado  do  unos   pasos   dsponndose  a 
ba|ar,   a  sus  o|os  aterrorzados  e   cadver   parec  a  punto  de 
abrrse   paso   a   a   fuerza   entre   sus   fas.   Ignorantes   de   su 
ntroduccn   en   e   paaco,   creyendo,   con   e   renacer   de   sus 
temores  serves,   que  se  trataba  de  un  fruto  espectra   de  os 
encantamentos   mgcos   de   os   senadores,   se   voveron   a 
unsono  y  huyeron  escaeras  aba|o.   E   sondo  de  sus  grtos  de 
medo se fue  apagando  en  dreccn  a  |ardn a medda que  se 
precptaban  por   as  puertas  secretas  de  a  parte  posteror   de 
edfco.   Entonces   se  oyeron  con  espantosa  cardad  os   pasos 
pesados   y   reguares   de   |orobado   que   recorra   tras   eos   os 
corredores sotaros, con su fardo de muerte; despus tambn 
mur ese sondo y en a saa de banquete no se oy ms que e  
agudo  rudo  de  os  gopes  que  os  congregados  en  a  cae  es 
seguan propnando a as re|as de acero.
  Pero ncuso ese sondo se hzo ms espacado; e fuerte meta 
ressta  trunfante  os  esfuerzos  ms  enconados   de  a  chusma 
exhausta que o atacaba; con e paso de os mnutos, os gopes 
se tornaron ms dbes y ms escasos; pronto fueron so tres, 
asestados   a   argos   ntervaos;   despus   uno,   segudo   por 
excamacones   de  ntensa  desesperacn;   y   despus,   un  gran 
senco mper en e paaco y en a cae, donde so unos pocos 
momentos  antes  e   aboroto  y  a  confusn  despertaran  tantos 
ecos en e are nocturno.
 En e san de banquete esa rpda sucesn de acontecmentos 
transcurrdos en apenas unos mnutos pas ante os o|os de 
Vetrano y Marco como una sere de vsones, sn que sus mentes 
as asmaran n as comprenderan. Insensatos en su obstnada 
temerdad,   ofuscados   por   e   espectcuo   de   os   peregrnos 
pegros   que   os   rodeaban   amenazantes,   pero   nofensvos; 
aterradores,   pero  transtoros,   nnguno  de  os  dos  senadores 
mov un mscuo n pronunc paabra, desde que Taco cayera 
vctma de ataque de |orobado hasta que e tmo gope contra 
as re|as de paaco y e tmo sondo de voces procedentes de a 
cae  deran  paso  a   senco.   Entonces,   e   sava|e  curso  de  a 
exutacn producda por a embraguez, suspenddo durante ese 
breve ntervao, se reanud con ferocdad dupcada. Insensbes, 
en cuanto cesaron, a as escenas conmnatoras y terrbes de as 
que haban sdo testgos, se mraron e  uno a  otro con are de 
trunfante gereza.
 Escucha! excam Vetrano, as turbas de a cae, dbes 
y cobardes como sempre, dessten de sus rdcuos esfuerzos por 
forzar as puertas de m paaco! Contempa as mesas de nuestro 
banquete,   an   vrgenes   de   a   ntrusn   de   os   srventes 
amotnados, ahuyentados por a muerte de a presenca de ms 
nvtados como un rebao de ove|as a a vsta de un perro! Dme, 
oh, Marco!, no hce ben en coocar e cadver a pe de a mesa 
de nuestro banquete? Ou maravas ha producdo, banddo por 
e  frentco Reburro como ensea de as huestes de a muerte, 
contra  os  cobardes  escavos  cuya  nca  suerte  adecuada  es  a 
opresn  y  cuyo  soo  sentmento  es  e   medo!  Mra,   ya  somos 
bres   de   contnuar   y   dare   fn   a   banquete   como   habamos 
paneado! Los doses msmos han ntervendo para protegernos 
de os dems mortaes, a quenes desprecamos! Otro brnds de 
agradecmento   a   nvtado   que  ha   partdo,   y   que   ha   sdo   e 
nstrumento de nuestra savacn, gracas a |pter omnpotente!
  E   nco  de  os   |uergustas   que  reaccon  a  as   paabras   de 
Vetrano fue Marco.   Despus de  vacar as copas  con  e  brnds 
propuesto,      y   Vetrano   os   ncos   dos   combatentes   que 
quedaban en pe recorreron entamente e san, cada uno por 
un   atera,   contempando   con   desdn   a   sus   compaeros   ya 
postrados  y  extnguendo  todas  as  mparas  savo  as  dos  que 
ardan  sobre  sus  propos  trcnos.   Despus,   tras  regresar   a  a 
cabecera de a mesa, voveron a ocupar sus puestos, dspuestos 
a no abandonaros hasta que no se decdera a fata contenda y 
egara e momento de encender a pra.
 La antorcha estaba en e sueo entre ambos, y as tmas |arras 
de vno a acance de sus manos. De sus abos no escap n una 
paabra que quebrara e profundo senco que renaba ahora en e 
paaco. Cada uno hzo a otro ob|eto de un severo y escrutador 
examen,   y   copa   tras   copa,   beberon   en   aternanca   enta   y 
reguar. La orga, que hasta ese momento fuera un espectcuo 
de  envecmento  y  voenca  brutaes,   ahora  que  se  restrnga 
so a dos hombres cada uno de eos guamente mpasbe a 
pesar   de   as   escenas   de   horror   que   presencaran,   cada   uno 
comptendo con e otro por e ogro de a depravacn suprema 
asum una aparenca de nqudad cas nhumana, de torneo por 
conqustar una satnca superordad en e pecado.
  Durante un corto tempo os sembantes de ambos rvaes en e 
sucdo mostraron poca ateracn; pero haban bebdo hasta ese 
punto de exceso en e que e vno acta como su propo antdoto 
o  ahoga  con  fata   sofoco  os  pusos  de  a  vda.   Ambos  estaban 
prxmos a una crss en e  enfrentamento, y e  prmero que a 
experment  fue  Marco.   Vetrano,   que  o  contempaba,   observ 
que  su  rostro,   que  hasta  ese  momento  estaba  pdo,   cas   sn 
coor,   se  tea  de  un  rubor   voceo.   Sus  o|os  se  dataron  de 
sbto; comenz a |adear. La garrafa de vno, con a que trat en 
un tmo esfuerzo de enar su copa, se escap de sus manos y 
cay a sueo. En su rostro, cuando por un nstante se ncorpor a 
medas  y  mr  f|amente  a  su  compaero,   y  despus,   sn  una 
paabra n un amento, vov a caer sobre su trcno, se adverta 
a f|a mrada de a muerte.
  Se  haba  decddo  a  contenda  de  a  noche!  A   anftrn  de 
banquete  y  dueo  de   paaco  e  estaba  reservado  poner  fn  a 
prmero e ncendar e segundo!
 Una sonrsa mavoa de trunfo entreabr os abos de Vetrano, 
quen se evant y extngu a mpara que arda |unto a a suya. 
Hecho eso, agarr a antorcha. Az a vsta y recorr con mrada 
ausente  sus   tesoros   y   as   fguras   de  os   patrcos   muertos   o 
nconscentes que o rodeaban, y que seran pasto de as amas 
anquadoras merced a a accn que se dspona a e|ecutar. La 
sensacn de soemne soedad nocturna en e paaco condenado 
a   fuego  comenz  a  mpresonar   de  modo  vvdo  y  dspar   su 
mente,   que  recuperaba  un  poco  de  su  agudeza  acostumbrada 
gracas   a   a   reaccn   fsca   que   produca   en      ahora   a 
extravaganca  msma  de  os  excesos  de  a  noche.   Su  memora 
comenz a evocar confusamente as escenas, e|anas o recentes, 
asocadas con a mansn que estaba a punto de destrur. En un 
momento   revveron   ante   sus   o|os   a   pompa   de   pasados 
banquetes, os |ovaes grupos de comensaes, ya dos o muertos; 
en otro, e parec vover a vvr su excursn secreta de a noche 
preva  a  ese  tmo  festn;   su  sgoso  regreso  con  e   cadver 
recogdo  en  a  cae;   sus  afanes  para  coocaro  en  pose  chusca 
detrs   de   a   cortna   negra;   a   nvencn   de   dogo   que 
pronuncara   ante      e   |orobado.   Despus,   sus   pensamentos 
retornaron   a   os   ms   nmos   detaes   de   a   confusn   y   e 
desnmo que cunderan entre os membros de su casa cuando 
comenzaran  a  hacerse  sentr   en  a  cudad  as   penuras   de  a 
hambruna; y ms tarde, sn reacn o causa vsbe, voaron de 
repente a a maana en que se apresurara por os senderos ms 
sotaros de su propedad para encontrarse con e  trador Upo 
ante a ver|a de |ardn de Numerano. Una vez ms, a magen de 
Antonna   presente   con   tanta   frecuenca   en   su   magnacn 
desde que sus o|os ya no puderan recrearse en e  modeo que 
dera  vda  a   recuerdo  se  az  papabe  ante  .   La  record 
escuchando sentada a su ado e sondo de su ad; despertando, 
aturdda y aterrada, entre sus brazos; huyendo trastornada ante 
a  ra  de  su  padre.   La  magn  seguramente  ya  muerta,   en  su 
beeza y su nocenca, entre os mes de vctmas de a hambruna 
y a peste.
 Esas y otras refexones, que se atrepearon con a rapdez de un 
torbeno   en   su   mente,   no   ateraron   su   fata   propsto:   so 
pospuseron su e|ecucn. Su demora en encender a antorcha era 
a nconscente tardanza de sucda, seguro en su determnacn, 
antes de evarse a os abos e veneno, cuando a Vda se aza 
ante sus o|os como cosa de pasado y se detene por un momento 
tremendo en e borde de oscuro absmo que separa e presente 
de futuro; ya no ms peregrno de Tempo, todava no heredero 
de a Eterndad!
 As, en e san en sempenumbra, rodeado de as vctmas a as 
que haba urgdo a que o precederan en e enfrentamento a a 
suerte comn, se encontraba e sotaro amo de gran paaco; y 
as hababan en su nteror as voces msterosas de sus tmos 
pensamentos   en   este   mundo.   Graduamente   se   camaron   e 
hceron  senco,   y  os  oscuros  veos  de  a  quetud  y  e   vaco 
absoutos   cubreron   su   mente.   Sobresatndose,   como   quen 
desperta de un trance, vov a sentr a antorcha en su mano, y 
de nuevo con una expresn de fera desesperacn en os o|os, a 
encend  con  mano  frme  en  a  mpara  que  cogaba  sobre  su 
cabeza.
  E  roco caa puro sobre e  sueo nfecto; a brsa eve cantaba 
entre as ho|as de os rboes e quedo hmno de aba a Poder 
que e daba vda; a noche haba exprado y de ea haba nacdo 
ya a maana cuando Vetrano, con a antorcha encendda en as 
manos, avanz haca a pra funerara.
 Ya haba recorrdo a mayor parte de a ongtud de a habtacn 
cuando un eve sondo de pasos en una escaera que conduca a 
os  |ardnes  de   paaco  y  se  comuncaba  con  e   extremo  ms 
ae|ado de a entrada de a saa de banquetes a travs de una 
puertecta  con  ncrustacones   de  marf   atra|o  sbtamente  su 
nters. Vac en su fata propsto y prest atencn a ento y 
reguar sondo, cada vez ms prxmo, que, aunque tenue, eg 
con msterosa fuerza a sus odos en medo de senco gubre de 
todo o que o rodeaba. Cuando os pasos se acercaron, az a 
antorcha y cav os o|os en a puerta con ntensa expectacn. 
Esta se abr y aparec frente a  a fgura de una |oven vestda 
de  banco.   La  mr  un  nstante  con  o|os  desconcertados,   y  de 
nmedato  cay  de  sus  manos  a  antorcha,   que  sgu  ardendo 
sobre e sueo de mrmo sn que e prestara ms atencn. Era 
Antonna.
  E   rostro  de  a  |oven  estaba  cuberto  de  una  extraa  padez 
transcda;   sus   me|as,   otrora   suaves   y   turgentes   haban 
perddo  su  beeza  nfant;   su  expresn  mansa,   de  trsteza  y 
desesperanza  nefabes,   e  confera  n  aspecto  de  esprtua   y 
senca  soemndad.   A   cencoso  senador  e  parec  cambada, 
terrbemente   cambada;   ya   no   era   e   ser   que   despertara   su 
anteror admracn, pero sus o|os meanccos conservaban an 
o bastante de su antguo are de bondad y pacenca, que haba 
sobrevvdo a toda a angusta y e espanto sufrdos, como para 
evocar,   ncuso   en   su   estado   actua,   a   a   |oven   que   fuera. 
Antonna   haba   penetrado   en   e   recnto   de   desenfreno   y   e 
sucdo y haba avanzado hasta coocarse entre a pra funerara y 
e  hombre desesperado que haba |urado encendera; y aunque 
era  una  cratura  db   e  ndefensa,   a  nfuenca  que  e|erca  su 
presenca, en ese momento y en esa forma, era poderosa, como 
s se tratara de un esprtu de savacn y de censura, armado con 
a   omnpotenca   de   os   Ceos   para   atemperar   os   propstos 
humanos.
  Pasmado,   espantado,   como  s   vera  una  aparcn  sada  de  a 
tumba,   Vetrano  contemp  a  a  |oven  a  quen  amara  con  a 
pasn egosta que o caracterzaba; a |oven a quen orara como 
a aguen perddo para sempre con e  door ms sncero de su 
vda, y a quen vea ahora ante , aterada, supcante, desoada, 
henchda de emocones que o enmudecan de sorpresa e ncuso 
de temor en e precso nstante en que se aprestaba a qutarse a 
vda.   Mentras   segua  an  contempndoa  en  senco,   a  oy 
drgrse a  con acento quedo, meancco, mporante, que a 
egar a sus odos despus de as voces de terror y desesperacn 
que  se  azaran  a  su  arededor   durante  a  noche,   e  pareceron 
nfexones nunca antes odas.
 Numerano, m padre, se consume de hambre comenz; s 
no recbe ayuda, es posbe que muera antes de que amanezca! 
Eres rco y poderoso; vengo a t, sn que me quede otra cosa por 
a cua vvr que su vda, a rogarte agn amento para !
  Ca, superada momentneamente por sus emocones y cav 
os o|os ansosos en e rostro de senador. Entonces, a percatarse 
de que este trataba en vano de contestare, de| caer a cabeza 
sobre e pecho y contnu con voz an ms queda:
  En  medo  de  m   door   y  de  m   pena,   ntent  conservar   a 
pacenca  durante  a  arga  noche  que  termna;   me  pesaban  os 
o|os, me abandonaba e nmo; soa y exhausta habra entregado 
con  gusto  m  ama a  Dos,  su hacedor; pero  tena e  deber de 
uchar por m vda y por a de m padre, ahora que he vueto a su 
ado tras perder todo o dems! Incapaz de pensar, moverme o 
orar,   veaba  y  esperaba  durante  as  horas  de  a  noche  con  tu 
paaco   frente   a   ms   o|os;   pero   cuando   amanec,   sent   que 
dsmnua  e   peso  que  atenazaba  m   corazn;   record  que  e 
paaco   que   vea   era   e   tuyo;   y   aunque   as   puertas   estaban 
cerradas, saba que poda egar hasta aqu por e |ardn que nda 
con e de m padre. So a t poda supcar pedad en Roma! As 
que me apresur a venr, para que no me vencera a debdad, 
recordando que fuste e causante de muchos de ms nfortunos, 
pero   confada   en   que   cuando   me   voveras   a   ver   te 
compadeceras de m por todo o que he sufrdo. Me cost mucho 
traba|o atravesar e |ardn, no me resut fc encontrar e camno 
para   egar   hasta   aqu:   me   despedrs   tan   desvada   como 
egu?  Fuste  e   prmero  que  me  ense  a  desobedecer   a  m 
padre  a   regaarme  e   ad;   te  negars  ahora  a  ayudarme  a 
socorrero? E es todo o que me queda en e mundo! Ten pedad 
de ,l!. Ten pedad de m!
 Vov a evantar os o|os a rostro de Vetrano, quen entreabr 
os   abos   temborosos,   pero   no   emt   nngn   sondo.   Su 
sembante an mostraba una expresn de confusn y pasmo: se 
mt  a  seaar   entamente  haca  a  cabecera  de  a  mesa  de 
banquete. A Antonna, ese smpe gesto e resut ms eocuente 
que cuaquer paabra: a nstante se encamn con paso cansado 
en dreccn a ugar que  e ndcara.
 A a uz de a nca mpara que an arda, Vetrano a vo pasar a 
su ado fortaecda por a nspracn de  bondadoso propsto 
que a anmaba, sn concederse una pausa entre os cuerpos de 
os   sucdas   que   fueran   sus   compaeros.   Una   vez   egada   a 
extremo de a habtacn, Antonna tom de a mesa una garrafa 
de  vno,   y  de   pedesta   ubcado  detrs   de  ea  e   cuenco  de 
ptrafas  desprecado  por   os  comensaes  de   fata   banquete,   y 
regres de nmedato |unto a Vetrano, que no se haba movdo. 
A   se  detuvo  un  momento,   como  s   fuera  a  vover  a  habare, 
pero   sus   emocones   a   venceron.   De   as   fuentes   que   a 
desesperacn y e sufrmento haban secado, voveron a manar, 
a caor de a grattud y a esperanza, as grmas tanto tempo 
contendas. Mr a senador, mudo como ea, y a expresn de su 
rostro  en  ese  nstante  qued  grabada  en  a  mente  de  Vetrano 
para sempre, mentras conserv a memora. Despus, con paso 
vacante y apresurado, a |oven part por donde haba vendo, y 
Vetrano vov a quedar soo en e gran paaco que su masana 
nfuenca  sobre  a  vountad  de  otros  haba  convertdo  en  una 
espantosa seputura.
  No  hzo  nngn  esfuerzo  por  segura  o  detenera.   La  antorcha 
an arda en e sueo a su ado, pero no se ncn a recogera; se 
de| caer en uno de os trcnos desocupados, atontado por o 
que acababa de ocurrr. Lo que n as spcas, n as amenazas, n 
a   fera   oposcn   habran   consegudo,   o   haba   ogrado   a 
aparcn de Antonna,  que o haba obgado a detenerse en e 
precso nstante en que se dspona a poner en prctca su fata 
desgno.
  Record que desde e prmer da en que a vera a |oven haba 
e|ercdo una msterosa nfuenca sobre todo e curso de su vda; 
que e ardente deseo de poseera e haba hecho abandonar sus 
ocupacones   habtuaes,   e   ncuso   haba   nterferdo   con   sus 
dversones; que toda su energa y todas sus rquezas no haban 
bastado  para  encontrara  cuando  huyera  de  casa  de  su  padre; 
que  a  prmera  sensacn  de  remordmento  que  expermentara 
en su vda se haba debdo a a concenca de a responsabdad 
que e caba en e trste destno de a |oven. A recordar todo eso y 
refexonar en e hecho de que, de haberse acercado a  antes, 
Antonna  se  habra  retrado  atemorzada  por  e   aboroto  de  sus 
compaeros  ebros,   y  de  hacero  despus  habra  encontrado  e 
paaco   envueto   en   amas;   a   pensar   tambn   en   su   sbta 
presenca  en  a  saa  de  banquetes,   cuando  a  crea  muerta,   y 
cuando,   debdo   a   que   egaba   en   e   momento   en   que      se 
dspona a encender a pra, a nfuenca sobrenatura que e|erca 
sobre su nmo resutaba ms rresstbe, o estremec e vago 
sentmento de temor superstcoso que habta ntutvamente en 
a   mente   de   todos   os   hombres,   y   que   nunca   antes 
expermentara.   Cav  os  o|os  en  a  puerta  por  a  que  a  |oven 
haba  partdo,   como  s   esperara  vera  regresar.   E   destno  de 
Antonna pareca estar prodgosamente entreazado con e suyo; 
a un gesto de ea, su vda pareca cambar y hasta su muerte se 
pospona.   Las   emocones   que   sometan   a   a   naccn   sus 
facutades   fscas   no   tenan   nada   de   arrepentmento   o 
purfcacn   mora:   era   vctma   de   una   parss   menta 
momentnea.
 Los segundos ndetenbes contnuaron transcurrendo y Vetrano 
segua   postergando   a   consumacn   de   a   runa   a   a   que   a 
bacana de a noche dera comenzo. Lentamente, a suave uz de 
da aument su ntensdad y e fugor de su beeza, y comenz a 
caentar os cuerpos fros e nertes de san sencoso y a hacer 
padecer e db respandor de a mpara que se consuma; n 
una  negra  cortna  de  humo  n   e   ro|o  respandor   de  un  fuego 
devorador se azaron para extngur su hermoso ustre; e rugdo 
de   as   amas   no   nterrump   a   murmuradora   tranqudad 
maanera de a naturaeza n sobresat e pesado reposo de os 
exhaustos   desventurados   que   dorman   tumbados   sobre   e 
pavmento.   E   nobe   paaco   permanec   ncume   sobre   sus 
frmes cmentos; os ornamentos de sus prtcos y sus estatuas 
braron,   como   sempre,   acarcados   por   os   rayos   de   so 
nacente; y a mano de su dueo, que haba |urado destruro y 
destrurse   a   s   msmo,   sgu   cogando   exnme   cerca   de   a 
antorcha que yaca extnguda en nofensvas cenzas a sus pes!
CAPT"LO ))III
LOS .LTIMOS ES!"ER'OS DE LOS SITIADOS
  Regresemos   a   a   cae   frente   a   paaco.   Las   caamdades 
producdas   por.   e   asedo   haban   azotado   ferozmente   a   os 
congregados a durante a noche. La muchedumbre turbuenta y 
feroz  de  haca  so  unas  horas  no  de|aba  escapar   ahora  n   e 
sondo  de  una  voz.   Agunos,   vencdos  por   e   agotamento  y  a 
nsensbdad en medo de un paroxsmo de hambre, yacan con 
medo  puo  embutdo  en  a  boca,   como  s   en  su  voraz  ocura 
huberan pretenddo amentarse de su propa carne. Otros abran 
de  cuando  en  cuando  os   o|os   ngudos   que,   vctmas   de  o 
extremo   de   sus   sufrmentos,   ya   no   vean   e   edfco   cuya 
destruccn  se   haban  congregado   para   contempar,   sno   una 
magnada  vsn  de  mesas  rcamente  servdas  y  de  un  rpdo 
socorro que, como en bura, es provocaba e dero producdo por 
e hambre y a enfermedad.
  E   so   apenas   se  haba  azado  sobre  e   horzonte  cuando  a 
aparcn  de  una  procesn  desusada  ntegrada  en  parte  por 
cudadanos y en parte por funconaros de Senado, encabezada 
por dos hombres, y que se acercaba entamente desde e extremo 
de  a  cae  que  conduca  haca  e   centro  de  a  cudad  atra|o 
sbtamente  a  atencn  de  aqueos   que  an  conservaban  a 
posbdad de advertr o que suceda a su arededor. E grupo se 
detuvo   frente   a   paaco   de   Vetrano,   y   os   membros   de   a 
muttud que o contempaban y que todava no haban perddo 
todas  as  esperanzas,   se  enteraron  de  a  aentadora  notca  de 
que a procesn que vean era una comtva de paz, y de que os 
dos   hombres   que   a   encabezaban   eran   e   espao   Baso, 
gobernador de una provnca, y |ohannes, e |efe de os escrbanos 
mperaes, desgnados emba|adores para concur un tratado con 
os godos.
  A   enterarse   de   esas   nuevas,   hombres   que   antes   parecan 
ncapaces   de   reazar   e   menor   movmento   se   ncorporaron 
penosa, pero resuetamente,  y se agoparon en torno a os dos 
emba|adores como s se tratara de dos ngees ba|ados de ceo 
para  beraros  de  a  servdumbre  y  a  muerte.   Mentras  tanto, 
agunos   funconaros   de   Senado,   a   encontrar   cerradas   as 
puertas   deanteras   de   paaco,   se  drgeron  a  a  entrada  de 
|ardn, en a parte posteror de edfco, para entrevstarse con su 
dueo.   La   ausenca   de   Vetrano   y   sus   amgos   de   as 
deberacones de goberno se haba atrbudo a su dsgusto ante 
a obstnada e nt resstenca presentada a os godos. Por tanto, 
ahora que se haba optado por a rendcn, se haba consderado 
senco   y   convenente   recamares   de   modo   perentoro   e 
cumpmento   de   sus   deberes.   Adems,   os   ordenanzas   de 
Senado   tenan   otro   motvo   para   tratar   de   ntroducrse   en   e 
paaco.   La  decsn  ampamente  comentada  de  Vetrano  y  sus 
compaeros de morr entre as amas en medo de frenes de una 
tma orga negada o desatendda mentras se anazaban os 
pegros ms nmnentes que corra a cudad produ|eron certa 
aprensn  e  ntranqudad  entre  os  membros  de  a  asambea 
romana una vez que sus mentes se beraron de parte de peso 
que as oprma a resoverse a negocar a paz.
  En   consecuenca,   a   os   envados   a   paaco   se   es   haba 
encargado mpedr su destruccn, s es que a msma reamente 
se haba paneado, as como convocar a os a reundos para que 
voveran a ocupar su ugar en e Senado. E ector podr magnar 
qu posbdades tenan de cumpr su dobe msn cuando a fn 
egaron  a  a  saa  de  banquetes.   Encontraron  a  Vetrano  en  a 
msma poscn que asumera desde a partda de Antonna. Tras 
despertar,   merced  a  os  recn  egados,   de   estupor  que  hasta 
ese   momento   embargara   sus   facutades,   nsst   en   su 
desesperado propsto; hzo un esfuerzo por arrancar de su sto 
a   mpara   que   an   arda   dbmente   y   encender   a   pra   a 
despecho  de  toda  oposcn.   Pero  sus  energas,   tensadas  ya  a 
mxmo, o abandonaron. Pronuncando mpotentes amenazas de 
resstenca   y   venganza,   cay   desmade|ado   y   sn   fuerzas   en 
brazos  de  os  funconaros  de   Senado,   quenes  mpderon  sus 
propstos.   Uno   de   eos   part   de   nmedato,   mentras   sus 
compaeros   permanecan  en  e   paaco,   para  comuncares   a 
stuacn a os deres de grupo que permaneca afuera. Tras or 
su   nforme,   os   dos   emba|adores   avanzaron   entamente, 
apartndose de a comtva que os haba acompaado, segudos 
so  por   unos  pocos  asstentes  seecconados;   era  una  trste  y 
mezquna   emba|ada   a   envada   por   e   puebo   que   antao 
mpusera   su  domno,   sus   costumbres   y   hasta   su  doma   en 
Orente  y  Occdente,   para  paramentar   con  os  brbaros  cuyos 
padres escavzara en procura de una paz vergonzosa.
 Tras a partda de os emba|adores, todos os presentes capaces 
an de andar se drgeron a Foro para esperar su regreso, y a 
se es uneron habtantes de otras partes de a cudad. Se saba 
que as prmeras nformacones sobre e resutado de a emba|ada 
se daran en ese ugar, y a mpacenca producda por a ansedad 
de  oras,   a  penosa  ntensdad  de  as   tmas   esperanzas   de 
savacn,   pareceron   contener   momentneamente   hasta   a   a 
muerte en su fata avance por entre as fas de os stados. En 
senco   y   enos   de   aprensn,   os   congregados   contaban   os 
entos   momentos   de   a   espera,   y   contempaban   con   mrada 
extravada   cmo   se   acortaban   cada   vez   ms   as   sombras   a 
medda que e so suba por e ceo haca su cnt.
  A   fn,   a   cabo   de   una   ausenca   que   parec   nfnta,   os 
emba|adores regresaron a Roma. Nnguno de os dos pronunc 
paabra a atravesar a toda prsa a muttud; pero su aspecto de 
terror  y  desesperacn  resutaba  muy  eocuente  para  todos  os 
que os contempaban: haban fracasado en su msn.
 Durante agn tempo parec que nngn membro de goberno 
reuna vaor sufcente para sar a arengar a puebo a propsto 
de a fracasada emba|ada. No obstante, a cabo de un argo rato, 
e prefecto Pompeyano, nstado en parte por as egostas spcas 
de sus amgos, y en parte por su amor puer  a as aparcones 
pbcas,   que   an   conservaba   a   pesar   de   as   ansedades   y 
aprensones   de   momento,   sa  a  uno  de  os   bacones   de  a 
prmera   panta   de   senado   para   drgres   a   paabra   a   os 
cudadanos.
 E prmer magstrado de Roma ya no era e persona|e pomposo y 
corpuento   cuya   ntromsn   en   a   prvacdad   de   Vetrano   a 
comenzo   de   asedo   descrbmos   antes.   Las   escasas   carnes 
superfuas que an conservaba su rostro cogaban de  como un 
tra|e ma cortado; su tono se haba tornado acrmoso; os gestos 
de   oratora   con   os   cuaes   soa   adornar   profusamente   sus 
dscursos   haban   desaparecdo;   nada   quedaba   de   ndvduo 
orgna,   savo  a  grandocuenca  de  su  engua|e  y  a  mpdca 
compacenca con que reveaba a ata estma en que se tena a s 
msmo, y que ahora contrastaba de modo abyecto con su acttud 
abatda  y  su  descorazonadora  narracn  de  a  humacn  y  a 
derrota sufrdas.
 Romanos, que cada uno de vosotros haga gaa persona de as 
herocas vrtudes de un Rguo o un Catn! comenz e prefecto
. No nos ha sdo dado frmar un pacto con os brbaros! Es e 
propo  Aarco,   e   azote  de   mpero,   quen  comanda  as  fuerzas 
nvasoras! Vanos fueron os dgnos argumentos de grave Baso; 
ft   a   persuasva   retrca   de   astuto   |ohannes,   drgdos   a 
crmna   y  vandoso  godo!  A   ser   admtdos  a  su  presenca,   os 
emba|adores, deseosos de nsprare un temor que o obgara a 
captuar,   e   expcaron   en   detae,   con   sagaz   y   encomabe 
patrotsmo, a perca de os romanos en e mane|o de as armas, 
su   dsposcn   a   combatr   y   e   vasto   nmero   de   eos   que 
aguardaba  detrs  de  as  muraas  de  a  cudad.   Me  ruborzo  a 
repetr   a   respuesta   de   brbaro.   En   medo   de   ncontenbes 
carca|adas,   contest:   "Mentras  ms  espesa  es  a  herba,   ms 
fc es cortara!" Sn amanarse an, os emba|adores cambaron 
de  tctca  y  habaron  con  condescendenca  de  su  dsposcn  a 
comprar a paz. A esa propuesta, a nsoenca de Aarco traspuso 
todos   os   mtes   de   a   arroganca   brbara.   "No   evantar   e 
asedo",   excam,   "hasta  que  se  me  entregue  todo  e   oro  y  a 
pata  de  a  cudad,   todos  os  benes  que  guardan  sus  casas  y 
todos  os  escavos  procedentes   de  os  pases  septentronaes." 
"Ou   nos   de|as   entonces,   oh,   rey?",   preguntaron   nuestros 
sorprenddos   emba|adores.   "VUESTRAS   VIDAS!",   respond   e 
godo  mpacabe.   A   oro,   hasta  e   resueto  Baso  y  e   sabo 
|ohannes desesperaron. Soctaron un pazo para comuncare sus 
paabras   a   Senado   y   abandonaron   sn   ms   demora   e 
campamento  enemgo.   Ese  fue  e   fn  de  a  emba|ada;   esa  a 
arrogante ferocdad de brbaro adversaro!
 E prefecto hzo una pausa obgado por a debdad y a fata de 
aento.   No   obstante,   su   dscurso   no   haba   concudo.   Haba 
descorazonado a puebo con su narracn de o que es ocurrera 
a   os   emba|adores;   procedera   entonces   a   consoaro   con   un 
recuento  de  o  que  e  sucedera  a  ,   de  modo  que,   tras  unos 
momentos de senco, contnu:
  Pero   aun   as,   oh,   cudadanos   de   Roma,   no   hay   por   qu 
desesperar! Todava nos queda una esperanza de savacn; y he 
sdo   yo   quen  a   ha   descuberto.   Durante  a   ausenca   de  os 
emba|adores   me  entrevst  con  unos  toscanos  que  egaron  a 
Roma unos das antes de nco de asedo, y que comentaron que 
tenan un pan para savar a cudad que so e comuncaran a 
prefecto.   Sempre   preocupado   por   e   benestar   pbco, 
arrostrando   e   pegro   de   una   posbe   tracn   de   esos 
desconocdos  a  causa  de  m   cargo,   es  conced   una  entrevsta 
prvada. Me contaron ago sorprendente y magroso. A puebo de 
Nevea, que queda, como todos sabs, en a ruta que tomaron os 
brbaros   para   avanzar   haca   Roma,   o   sav   de   as   huestes 
saqueadoras  una  terrbe  tempestad  de  truenos  y  rempagos. 
Esa tempestad no fue producto, como puderas magnar, de una 
accdenta conmocn de os eementos, sno que a desencaden 
sobre as cabezas de os nvasores a ntervencn expresa de as 
dedades   tuteares   de   ugar,   nvocadas   por   sus   habtantes, 
quenes, ante e pegro que se avecnaba, retornaron a a prctca 
de   su   antgua   fe.   Eso   me   contaron   os   toscanos,   y   es 
recomendaron  a  os  romanos  que  hceran  uso  de  os  padosos 
recursos empeados por os pobadores de Nevea! En o que a m 
toca, admto que tengo fe en su pan. La antgedad de nuestra fe 
anteror   an   me   resuta   venerabe.   Las   pegaras   de   os 
sacerdotes   de  nuestra  nueva  regn  no  han  ogrado  que  se 
produzca   una   ntervencn   magrosa   y   savadora   en   nuestro 
favor;   mtemos,   por   tanto,   e   e|empo   de   os   habtantes   de 
Nevea,   y   medante   a   fuerza   de   nuestras   nvocacones, 
desencadenemos os truenos de |pter sobre e campamento de 
os   brbaros!   Confemos   nuestra   savacn   a   a   poderosa 
ntercesn  de os doses  a os que  nuestros  padres veneraban; 
esos doses que ahora, quzs, se vengan por nuestro abandono 
de sus tempos con as caamdades que nos aque|an. Me drgr 
de nmedato a proponere a obspo Inocenco y a Senado que se 
ceebren soemnes sacrfcos pbcos en e Captoo! Os de|o en 
a gozosa certdumbre de que os doses, apacados por nuestra 
renovada fdedad a sus atares, no es negarn a os cudadanos 
de  Roma  a  proteccn  sobrenatura   que  es  concederon  a  os 
habtantes de un puebo de provnca!
  N   apausos   n   expresones   de  desaprobacn   sgueron   a   a 
notabe  propuesta  de   prefecto  para  savar   a  a  cudad  de  os 
stadores medante a pbca apostasa de os stados. Cuando 
desaparec  de  os   o|os   de  os   reundos,   estos   se  marcharon 
mudos. Eran presas de una desesperacn genera que sofocaba 
hasta a posbdad de un tmo arranque de dscorda y crmen; 
se resgnaban a su suerte con a sombra ndferenca de seres en 
quenes se huberan extngudo todas as sensacones humanas, 
todas as pasones mortaes, buenas o maas. E prefecto march 
a su mahadada gestn de proponere a prctca de pagansmo 
a   obspo  de  una  gesa  crstana;   pero  n   e   goberno  n   os 
cudadanos sugreron squera un esfuerzo provechoso en pro de 
a savacn de a cudad.
 Y as eg a su fn tambn ese da: ms trste y desastroso, ms 
eno   de   pegros,   desgracas   y   abatmento   que   os   que   o 
precederan.
 Cuando amanec e da sguente no se advertan en e Captoo 
preparatvos para ceebrar ceremonas de a antgua fe. E Senado 
y  e   obspo  no  se  atrevan  a  ncurrr   en  a  responsabdad  de 
autorzar una restauracn pbca de pagansmo; os cudadanos, 
sn esperanzas de socorro, fuera dvno o humano, permanecan 
tan  ndferentes  como  os  muertos  a  todo  o  que  ocurra  a  su 
arededor.   Haba  en  Roma  un  hombre  que  podra  haber  tendo 
xto en a empresa de conctar sus ngudas energas para a 
prctca   de   pagansmo;   pero,   dnde   estaba   y   a   qu   se 
dedcaba?
  Ahora, cuando se e presentaba sn procurara, ms tentadora y 
favorabe que o que se hubera atrevdo a esperar hasta en sus 
ms   fantstcas   vsones   de   xto,   a   oportundad   que   haba 
buscado tan resueta e nfructuosamente durante una arga vda 
de sufrmentos, humacones y crmenes, dnde estaba Upus? 
Ocuto a os o|os de os hombres, como un rept asqueroso, en su 
escondr|o de tempo abandonado, ahora desvarando en torno a 
sus doos presa de una fura nsana, ahora postrado ante eos en 
adoracn  dota;   ms   nt   a  os   ntereses   de  su  fe,   en  ese 
momento crtco de su destno, que e ms db de os nos que 
se   arrastraban   hambrentos   por   as   caes;   vctma   de   sus 
mavadas  maqunacones  en  e   precso  nstante  en  que  podran 
habero evado a trunfo; ob|eto de peor castgo que se puede 
sufrr   en  este   mundo,   por   e   cua   os   mavados   fracasan,   se 
condenan y recben su merecdo, tanto aqu como en e ms a, 
merced a sus propos pecados.
  Pasaron otros tres das. Los senadores, cuyo nmero dsmnua 
rpdamente  debdo  a  a  peste,   ocupaban  su  tempo  en  vanas 
deberacones    se  suman  en  un  senco  mahumorado.   Cada 
maana, os agotados centneas oteaban e panorama desde as 
amenas   con   a   nfructuosa   esperanza   de   dstngur   as   tanto 
tempo prometdas egones de Rvena en camno haca Roma; y 
cada maana, a devastacn y a muerte ganaban terreno entre 
os  nfeces  stados.   A   fn,   a   cuarto  da,   e   Senado  abandon 
toda esperanza de uteror resstenca y acord a rendcn, fuera 
cua fuese e resutado. Se resov que otra emba|ada ntegrada 
por e peno de Senado, y seguda por una consderabe comtva, 
marchara  a  ver   a  Aarco;   que  se  hcera  un  nuevo  ntento  de 
persuadro a dsmnur as runosas demandas panteadas a os 
conqustados;   y   que,   de   fracasar   o   anteror,   se   abreran   as 
puertas de a cudad, y sta y sus habtantes quedaran brados a 
su msercorda.
  En   cuanto   a   comtva   de   esa   tma   emba|ada   romana   se 
congreg  en  e   Foro,   se  e  un  de  nmedato,   a  pesar   de  a 
oposcn que se e hzo, una buena parte de os habtantes de a 
cudad   que   conservaban   fuerzas   sufcentes   para   mover   sus 
cuerpos ngudos y enfermos, y que, ante o desesperado de a 
stuacn, haban decddo aprovechar a toda costa a apertura de 
as puertas y hur de a cudad nfectada en a que se encontraban 
prsoneros,   ndferentes   a   a   posbdad   de   perecer   ba|o   as 
espadas de os godos o de agonzar, prvados de ayuda, en as 
anuras. Haca tempo que se haba perddo toda capacdad de 
mponer   e   orden;   os   pocos   sodados   que   rodeaban   a   os 
senadores veron frustrados sus esfuerzos por hacer retroceder a 
os  congregados  y  despus  se  resgnaron  a  no  presentar   ms 
resstenca a sus deseos.
  E   abatdo  corte|o  march  en  senco  y  con  paso  cansno  a  o 
argo  de  os  espnddos  camnos,   tan  a  menudo  recorrdos  a 
comps de una atronadora msca marca y de os grtos de as 
muttudes   que   apaudan   os   desfes   trunfaes   de   a   Roma 
vctorosa; y a medda que avanzaba, de todas as caes saan a 
unrsee fguras consumdas, seme|antes a espectros. Entre eas 
haba  dos   que,   cuando  a  emba|ada  se  aproxm  a  a  Puerta 
Pncana,   se  apresuraron  a  mezcarse  con  sus   compaeros  de 
sufrmentos,   y  en  cuya  fortuna  en  a  atrbuada  cudad  se  ha 
f|ado  ms   partcuarmente  nuestra  atencn.   Para  expcar   su 
presenca  en  a  escena  (s   es  que  se  requrera  ta   expcacn) 
resuta necesaro hacer una momentnea dgresn de curso de 
os acontecmentos en os tmos das de asedo y regresar a a 
maana  cuando  Antonna  partera  de   paaco  de  Vetrano  para 
retornar a casa de su padre con su socorro de amentos y vno.
 E ector ya conoce, por a breve y senca narracn de a |oven, 
a hstora de as tmas horas de su trste vga nocturna |unto a 
su padre desfaecente, y os motvos que a mpusaron a r a 
paaco  de   senador  a  pedr,   en  medo  de  su  desesperacn,   a 
ayuda   de   aque   a   quen   so   recordaba   como   e   dsouto 
destructor de a tranqudad de que dsfrutara ba|o e techo de su 
padre. Por tanto, resuta me|or segura mentras regresa |unto a 
su  padre  por   os  |ardnes  de   paaco.   Nngn  otro  ser   vvente 
recorra   os   senderos   cubertos   de   herba   que   transtaba 
apresurada   con   paso   vacante,   esos   msmos   senderos   que 
recordaba  vagamente  haber  exporado  por  prmera  vez  cuando 
en  otra  poca  se  aventurara  a  segur  os  dstantes  sondos  de 
ad  de  Vetrano.   A  pesar   de  a  vaga  y  opresva  sensacn  de 
soedad  y  door   que  expermentaba,   ese  recuerdo  permanec 
penosamente presente en su mente, nexpcabemente mezcado 
con   as   sombras   y   tembes   aprensones   que   comaban   su 
corazn mentras avanzaba a toda prsa, hasta que eg una vez 
ms a hogar de su padre; una vez a, a vover a aproxmarse a 
su  echo,   todo  otro  sentmento  qued  ovdado  ante  e   vago  y 
pavoroso temor de que a pesar de toda su perseveranca y de 
xto de su msn de devocn fa, hubera egado demasado 
tarde.
 E ancano an vva; sus o|os cansados a mraron feces cuando 
a |oven o despert para que compartera os precosos donatvos 
de   a   mesa   de   banquete   de   senador.   E   padre   y   a   h|a 
|ustprecaron a pobre comda que os sucdas desdearan y a 
modesta garrafa de vno que habran vacado ndferentes de un 
trago,   como  e   sustento  savador   y  fortfcante  de  varos  das. 
Despus   de   consumr   cuanto   osaron   de   su   precara   reserva, 
guardaron cudadosamente o que restaba. Era a tma sea, a 
tma promesa de vda en a que confaban: a humde, aunque 
precosa  provsn  que  era  a  nca  certdumbre  de  mantener 
ae|ados, por unos pocos das ms, os tormentos de hambre y a 
separacn que es mpondra a muerte.
 Entonces, con a pequea reserva de amentos y de vno ben a 
a vsta como un faro que poda conducros a buen puerto, una 
serendad  profunda   y   soporfera   e   sueo   de  as   facutades 
agobadas   y   exhaustasse   apoder   de   sus   mentes.   Ba|o   su 
nfuenca   tranquzadora   y   msterosa,   todas   as   mpresones 
trstes  y  caamtosas  de  a  cudad,   todas  as  evdencas  fataes 
que os rodearan durante e asedo, se dsparon de su memora 
como esos ob|etos cuyos contornos se hacen dfusos a ae|arse, 
hasta que os o|os os de|an de dstngur. Poco a poco, mentras 
termnaba   e   da   de   a   prmera   e   nfructuosa   emba|ada,   sus 
pensamentos   voaron   suavemente   a   mundo   de   os 
acontecmentos   de   pasado   que   e   paso   de   tempo   haba 
desdbu|ado   en   e   ovdo.   Los   ms   antguos   recuerdos   de   su 
prmera  nfanca  revveron  en  a  memora  de  Antonna,   y   se 
mezcaron   snguarmente   con   trstes   remembranzas   de   as 
paabras y as mradas postreras de |oven guerrero que exprara 
a su ado, y con a dea tranqua y soemne de que e  esprtu 
amado, berado de a esfera de as sombras, quzs sobrevoara 
ahora   a   queta   tumba   de   |ardn   donde   derramara   ea   sus 
amargusmas grmas de soedad y afccn; o ta vez se mova 
a su ado nvsbe y bendta presenca mentras permaneca 
sentada a os pes de su padre y oraba por su separacn en este 
mundo!
 No haba en sus emocones amargura o agona: eas camaban y 
purfcaban e corazn en que andaban. La |oven era capaz, por 
prmera   vez,   de   habare   ahora   a   ancano,   sn   tener   que 
nterrumpr  su  meancco  reato,   de  os  das  en  que  estuvera 
ausente  de  su  ado,   de  as   breves   aegras   y  as   proongadas 
trstezas   de   sus   horas   de   exo.   En   ocasones   su   padre   a 
escuchaba con penosa y muda atencn; o ben, cuando ea haca 
una pausa, e hababa de consueo y esperanza, como Antonna o 
oyera habares a os membros de su congregacn cuando an 
estaba   frmemente   resueto   a   sacrfcaro   todo   en  aras   de  a 
reforma  de  a  Igesa.   A  veces,   cedendo  a  a  nfuenca  de  sus 
pensamentos,   que   retornaban   a   os   das   dos,   e   ancano   e 
reveaba a a |oven os varados sucesos de su vda pasada, no, 
como antes, con acento vacante y o|os extravados, sno con una 
voz  tan  camada  y  un  engua|e  tan  coherente  que  Antonna  no 
dudaba de a extraa y asombrosa narracn que escuchaba. Una 
vez ms, Numerano mencon a magen an vva en su mente 
de su hermano perddo (cuando se separara de  en a nfanca); 
de a terra que abandonara en aos posterores; de cambo de 
su  nombre  de  Ceandro  a  Numerano  para  confundr   a  sus 
antguos compnches, s es que an o buscaban; y de su ardente 
deseo  de  vover  a  ver  a   compaero  de  su  hogar  prmero,   que 
ahora  que  su  h|a  e  haba  sdo  devueta,   cuando  nnguna  otra 
aspracn   en   este   mundo   e   quedaba   por   satsfacer,   segua 
sendo, a trmno de su vda, e tmo afn de su corazn.
  En esa comunn pasaron e padre y a h|a as breves horas de 
suspensn de a sentenca de muerte por hambre dctada contra 
a  cudad  en  a  que  resdan:   as   vveron,   en  una  espece  de 
tranquo parntess de a exstenca, de camada pausa entre os 
afanes de pasado y os afanes venderos de a ardua abor de a 
vda.
 Pero se acercaba veozmente e trmno de esos breves das de 
reposo tras argos sufrmentos y doores. La pequea reserva de 
amentos  dsmnua  con  a  msma  rapdez  que  as  provsones 
ansosamente  acopadas  antes;   y  en  a  maana  de  a  segunda 
emba|ada a Aarco, se vacaron a garrafa de vno y e cuenco de 
comda.   E   breve   sueo   de   segurdad   haba   concudo:   as 
terrbes readades de a ucha por a vda haban recomenzado!
 Adonde o a qun voverse ahora en busca de ayuda? E asedo 
contnuaba;   a  comda  que  acababan  de  termnar  era  a  tma 
que quedaba en a mesa de senador; drgrse de nuevo a paaco 
equvaa a correr e resgo de una negatva, quzs ncuso de un 
nsuto, como resutado de una segunda spca de ayuda a quen 
seguramente   ya   haba   agotado   toda   posbdad   de 
proporconara. En eso pensaba Antonna cuando cooc e cuenco 
vaco   en   e   ugar   que   ocupara   antes,   pero   se   guard   sus 
pensamentos.   Vo,   con   horror,   que   vova   a   aparecer   en   e 
sembante de su padre a msma expresn de desesperacn, cas 
de  frenes,   que  aterara  os  rasgos  de  su  rostro  e   da  en  que 
regresara  a  su  ado.   Una  vez  ms  e   ancano  se  encamn  con 
paso nseguro a a ventana, denostando en medo de su amargo 
desaento  contra  a  segurdad  y  a  esperanza  usoras  que  o 
haban mantendo nactvo durante os tmos das en o tocante 
a os ntereses de su h|a. Pero a mrar ahora e panorama de a 
cudad  asedada,   vo  a  turba  que  marchaba  presurosa  por   a 
gubre cae que quedaba a sus pes, con toda a rapdez que es 
permtan  sus   agotados   membros,   para.unrse  a  a  emba|ada. 
Oy  as  paabras  de  aento  que  se  drgan  unos  a  otros  para 
avanzar  y  aprovechar  a  tma  oportundad  de  escapar  por  as 
puertas abertas de os horrores de hambre y de a peste; y se 
contag de a desesperacn y a temerdad que se adueara de 
sus compaeros de sufrmento de un extremo a otro de Roma.
  Se  vov  a   nstante,   tom  de  a  mano  a  su  h|a  y  a  arrastr 
haca afuera de  a  habtacn,  mentras e  ordenaba  r  con    a 
unrse   a   os   cudadanos   en   su   huda   antes   de   que   fuera 
demasado   tarde.   Aturdda   por   sus   paabras   y   sus   accones, 
Antonna  ntent  en  vano,   mentras  o  obedeca,   transmtre  e 
temor a os godos que su amarga experenca e nspraba, ahora 
que su nco protector entre eos yaca en a tumba. Numerano, 
como e  resto de a pobacn de a cudad, haba perddo toda 
aprensn,   toda  duda,   toda  posbdad  de  e|ercer   e   |uco,   a 
quedar embargado por una nca dea f|a: a de escapar de os 
fataes confnes de Roma.
  Fue  as   que  se  mezcaron  con  a  muttud  que  se  apeotonaba 
medosa   a   a   coa   de   a   emba|ada,   y   se   ncorporaron   como 
puderon a sus fas. Cuando se abr a Puerta Pncana para que 
pasaran os emba|adores y su comtva, e so braba en e puro 
ceo azu y e vento evaba a a cudad as notas penetrantes y 
amenazadoras de as trompetas de campamento godo. Como un 
soo   hombre,   a   muchedumbre  ntent   abrrse  paso   en  masa 
detrs de eos; pero ahora se mova en un espaco estrecho, y se 
e  opona un gran  refuerzo  de a guarda  de a cudad.  Tras  un 
breve enfrentamento, resut reducda y se cerraron as puertas. 
Unos pocos de os ms fuertes, que ban a frente, consgueron 
segur a os emba|adores; a mayora, sn embargo, permanec 
de ado de adentro de a puerta, arracmados contra ea en su 
mpacenca   y   su   desesperacn,   como   prsoneros   que 
aguardaran su beracn o que se aprestaran a escapar.
  Entre eos os ms dbes entre os dbes se encontraban 
Numerano  y   Antonna,   cercados   por   a  muttud  e  mpeddos 
tanto de hur de a cudad como de vover a su hogar.
CAPT"LO ))I$
LA T"M(A * EL CAMPAMENTO
 Mentras a segunda y tma emba|ada de Senado avanza haca 
a tenda de rey godo; mentras as caes de Roma permanecen 
desertas savo de cadveres, y a muttud de os vvos se agopa 
en muda expectacn tras a barrera de a Puerta Pncana, a fn 
se nos presenta a oportundad de vover nuestra atencn haca 
una escena que abandonamos hace argo tempo. Regresemos a 
a  casa  de  a  gran|a  de  os  suburbos  y  contempemos  una  vez 
ms e tranquo |ardn y a tumba de Hermanrco.
  La cama de  da  umnoso  y cdo  es  ms  pura  arededor de 
sendero   retrado   que   conduce   a   a   casta.   Aqu   a   herba 
onduante   de|a   escapar   a   agradabe   fraganca   de   as   fores 
svestres; e  zumbdo adormecedor y montono de os nsectos 
coma e are eve y sereno; os rayos de so, nterceptados aqu y 
a por os maczos de rboes, caen en manchas rreguares de 
uz sobre e sueo en sombras; y, savo os p|aros que de vez en 
cuando sobrevuean e ugar, cantando a su paso, nngn ser vvo 
partcpa en a tranqua escena hasta que, a egar a a ver|a que 
da  paso  a   |ardn,   nos  asomamos  a  su  nteror.   A,   a   fna   de 
pequeo   sendero   crcuar   que   sus   pasos   perseverantes   han 
aberto da tras da, se ve a fgura de una mu|er sotara que da 
vuetas entamente arededor de montcuo de herba que seaa 
a tumba de |oven godo.
  Durante  agn  tempo  contna  su  ronda,   con  una  reguardad 
mecnca   e   mperturbabe,   como   s   en   torno   a   ese   estrecho 
crcuo se azar una barrera que e mpdera desvar sus pasos.  
A cabo de un rato, cuando su recorrdo a eva |unto a a ver|a 
hace una pausa, avanza unos pasos haca ea, despus retrocede 
y   vueve   a   comenzar   su   montona   ruta,   hasta   que,   tras 
nterrumpr de nuevo a marcha, ogra fnamente apartarse de as 
cercanas  de a  tumba,  atravesar a  ver|a y  recorrer  e  sendero 
hasta  egar   a  a  cazada,   para  desde  a   marchar   entamente 
hasta   e   mte   orenta   de   campamento   godo.   La   expresn 
hertca, espectra, poco femenna de su rostro nos revea que es 
a  msma  mu|er   que  vmos  por   tma  vez  cuando  cometa  e 
crmen en a gran|a, pero a no ser por eso es dfc reconocera. 
Su   cuerpo   antes   vgoroso   y   ergudo   ahora   est   encorvado   y 
en|uto; rzos bancos e hrsutos de su cabeo ondean en torno a 
su  rostro  consumdo;   ha  perddo  toda  a  ruda  ma|estad  de  sus 
formas; nada ndca que se trata de Gosvntha, que recorre como 
un fantasma a escena de crmen, savo a expresn sava|e que 
envece su sembante y revea a madad de su corazn, sedento 
an de destruccn y venganza.
 Desde e momento en que a vramos por tma vez, cuando os 
hunos  a  separaron  de   cadver   de  su  parente,   a  casa  de  a 
gran|a  ha  sdo  e   destno  constante  de  su  peregrna|e  desde  e 
campamento, e refugo eegdo en e cua ruma en senco sus 
feroces  ansas.   Poco  ncnado  a  castgar  a  una  mu|er  a  a  que 
consderaba demente por ausentarse de as tendas de as godos 
ausenca que nnguna mportanca tena para e e|rcto o para 
 Aarco a haba despachado mpacente cuando a evaran a 
su presenca. Los sodados que regresaron despus a enterrar e 
cuerpo de su caudo en e |ardn de a casa de .a gran|a se as 
ngenaron  para  nformare  en  secreto  de   acto  de  cardad  que 
haban evado a cabo a pesar de os resgos que conevaba; pero 
no haba sostendo nngn otro ntercambo con nnguno de sus 
antguos conocdos.
  Todas   as   accones   de  Gosvntha  confrmaban  a  apresurada 
concusn de os godos de que su razn se haba extravado, de 
modo que a evtaban, gua que Gosvntha os evtaba a eos. Su 
racn dara de amentos se depostaba en un sto determnado 
de   campamento,   como  s   se  tratara  de  un  anma   demasado 
sava|e   para   que   o   cudara   una   mano   humana.   Cada   certo 
tempo, a mu|er abandonaba subreptcamente su deambuar e 
ba a buscara. Su abrgo nocturno no era e de os suyos, ante as 
muraas de Roma; sus pensamentos no eran os de os dems 
godos. Vuda, sn h|os, sn amgos, agresora de su tmo parente 
vvo, se mova en su propo mundo secreto pobado de prddas, 
desoacn y crmen.
 Sn embargo, a exstenca sombra y sotara que ahora evaba 
no estaba empaada por a ocura o os remordmentos causados 
por   su  responsabdad  en  a  suerte  de  Hermanrco.   Desde  e 
nstante en que e |oven guerrero expara con su muerte e ovdo 
de   os   odos   de   su   nacn   y   os   nfortunos   nfgdos   a   sus 
parentes,   Gosvntha  so  pensaba  en     como  en  una  vctma 
ms cuyo deshonor y prdda deba vengar en os romanos con 
sangre romana, y maduraba sus panes de vndcacn con una 
frme vountad que n e tempo, n a soedad, n a debdad fsca 
ograban borrar.
  Iba  y   vena   durante  horas   segudas,   en  medo  de  a   noche 
sencosa o a peno medoda, en torno a a tumba de guerrero, 
rumando   sus   vengatvos   pensamentos,   hasta   que   una   feroz 
antcpacn de trunfo daba aas a sus pes y haca fugurar sus 
o|os vgantes. Entonces, entraba en a casa de a gran|a y, tras 
sacar e cucho de sto en que o esconda entre sus vestdos, 
pasaba y repasaba su punta entamente por e hogar ante e que 
mutara  a  Hermanrco  con  sus  propas  manos,   y  desde  e   cua 
ste  avanzara,   sn  un  tembor,   a  enfrentar   as  espadas  de  os 
hunos.   Agunas  veces,   cuando  as  tnebas  cubran  a  terra,   se 
pantaba como una aparcn oscura y amenazadora sobre a 
propa   tumba,   y   cantaba,   uuando   en   e   vento   uuante, 
fragmentos de oscuras eyendas septentronaes, cuyo espantoso 
contendo era sempre de angusta y crmen, de cedas de tortura 
y  muerte  por   a  espada  anquadora,   y  mezcaba  con  eas  a 
sombra   hstora   de   a   masacre   de   Aquea   y   sus   feroces 
|uramentos de venganza contra os hogares romanos. E sotaro 
merodeador que pasaba a atas horas |unto a a casa de a gran|a 
de regreso a campamento, oa os acentos roncos y montonos 
de su voz y apuraba e paso. E habtante de a campa cercana 
amante de as aventuras que se acercaba a |ardn a abrgo de a 
noche para contempar desde e|os e campamento godo, vea su 
sueta, nebuosa y amenazadora, y hua atemorzado de ugar. N 
desconocdos   n   amgos   nterrumpan   su   terrbe   soedad.   La 
ncua presenca de a cruedad y e  crmen mancaba, sn que 
nada o mpdera, as escenas que exataran otrora a ternura y e 
amor, y que santfcaran a |uventud y a beeza!
 Pero ahora e |ardn de a casa de a gran|a permanece sotaro, 
e esprtu de ma que o ronda se ha apartado de a tumba; os 
pasos  de  Gosvntha  han  recorrdo  os  msmos  senderos  de  os 
suburbos   por   os   cuaes   e   |oven  godo  se  apresurara  ansoso 
antao en su peregrna|e nocturno de amor, y ante os o|os de a 
mu|er   se  azan  oscuras,   cercanas,   odadas  as  muraas  de 
Roma. Ahora deambua, como o ha hecho antes a menudo, a o 
argo   de   esas   ntes   defensas   de   a   cudad   derrotada, 
aguardando a prmera oportundad de penetrar por as puertas 
cerradas durante tanto tempo. Sgmosa.
 Mentras pasaba entamente |unto a as tendas godas en camno 
haca e acantonamento de a Puerta Pncana, su atencn estaba 
concentrada  en  as   anchas   amenas.   Una  vez   egada  a,   un 
desorden y una confusn nusuaes sacuderon por prmera vez 
su apata. Mr haca a tenda de Aarco y vo ante ea as fguras 
consumdas  y  amanadas  de  a  comtva  de  a  emba|ada,   que 
esperaba a sentenca de captn de as huestes septentronaes. 
Los   comentaros   de   os   godos   reundos   en   esa   parte   de 
campamento pronto e revearon a Gosvntha que haba sdo a 
travs   de   a   Puerta   Pncana   que   saeran   os   petconaros 
romanos,   y  que,   por  tanto,   era  muy  probabe  que  esa  fuera  a 
entrada  que  se  vovera  a  abrr   para  admtros  de  vueta  a  a 
cudad.   Con  esa  nformacn  en  mente,   comenz  a  cacuar   e 
nmero de os enemgos ya vencdos que se congregaban frente 
a a tenda de rey, y despus sum a eos mentamente os que 
seguramente   partcpaban   en   a   entrevsta   que   se   ceebraba 
adentro, a tempo que se ae|aba mecncamente cada vez ms 
haca e terreno yermo frente a as muraas de a cudad.
 Poco a poco vov e rostro haca Roma: comenzaba a fraguar un 
propsto   atrevdo,   una   decsn   fata   argamente   acarcada 
durante os das y as noches de su sotaro deambuar.
 Las fas de a emba|ada must en tono ntenso y medtatvo
  son  muy  densas.   Donde  hay  muchos   por   fuerza  renan  a 
confusn   y   e   apresuramento;   marchan   |untos   y   no   saben 
cuntos son; no se percatarn de s hay uno ms o uno menos 
entre eos.
  Ca.   Su   espectra   sembante   sufr   extraas   y   sombras 
ateracones  de  coor  y  expresn.   Se  sac  de   pecho  a  cmera 
ensangrentada de su esposo, que evaba consgo desde e da de 
su muerte; a contempara, su rostro se torn vdo y adopt una 
horrbe   expresn   de   raba,   ferocdad   y   desesperacn.   De 
repente, az a vsta haca a cudad, fera y desafante, como s 
as   grandes   muraas   que  se  azaban  frente  a  ea  fueran  un 
enemgo morta que a acorraaba en una ucha a muerte.
 La vudas y as madres despo|adas de sus h|os bebern de tu 
sangregrt,   a   tempo  que  extenda  a  mano  sarmentosa  en 
dreccn a Roma, aunque os e|rctos de su nacn trafquen 
con sus desgracas a cambo de unas bosas de pata y oro! He 
refexonado  sobre  e   asunto  en  m   soedad  y   soado  con   
mentras dorma! Me he |urado entrar en Roma y vengar a m 
fama asesnada, yo soa entre mes! Ahora, ahora cumpr m 
promesa! T, cudad manchada de sangre, cuna de cobardes y 
de tradores, enemga de os desvados y asesna de os dbes! 
T, que envaste a Aquea a os matadores de m esposo y a os 
asesnos de ms h|os! No espero ms ante tus muraas! Hoy me 
confundr  con  tus  cudadanos  que  retornan,   arresgndome  a 
todo, y franquear rodeada de romanos as puertas de Roma! Me 
ocutar   durante   e   da,   astuta   y   vgante,   en   tus   sotaras 
madrgueras, para caer sobre t de noche, como secreta envada 
de a muerte! Buscar a os |venes y os dbes en os rncones 
despobados;   os   prvar  de  a  vda  cuando  estn  nermes   en 
medo de as ms espesas tnebas; anquar a tus  h|os como 
sus  padres  anquaron  en  Aquea  a  os  h|os  de  os  godos!  Tu 
chusma me descubrr y se evantar contra m; me har pedazos 
y arrastrar m cuerpo destrozado por as caes; pero eso ser 
despu,s  de que yo haya vsto correr ba|o m  cucho a sangre 
que   he   |urado   derramar!   M   venganza   ser   competa,   y   os 
tormentos   y   a   muerte   sern   para   m   amgos   benvendos, 
redentores por os que aguardo!
 Vov a caar; a feroz expresn de trunfo de fantco que arde 
en  a  hoguera  reumbraba  en  su  rostro;   de  repente,   sus   o|os 
cayeron de nuevo sobre a cmera macuada y vov a adoptar un 
are de desesperacn; su voz, cuando vov a habar, era queda 
y padera:
 Estoy cansada de vvr; cuando haya competado m venganza, 
caern as cadenas que me mantenen prsonera en esta terra; 
en e mundo de as sombras ver a m esposo, y vover a acunar 
a  ms  pequeos  en  m   regazo.   Nada  me  ata  a  os  vvos;   anso 
reunrme con os esprtus que deambuan por os recntos de os 
muertos.
 Permanec unos mnutos ms con os o|os secos cavados en a 
cmera. Pero pronto a nfuenca de esprtu magno revv con 
toda su fuerza: az a cabeza de repente, se mantuvo un nstante 
sumda   en   profundas   refexones;   y   despus   retroced 
rpdamente por donde haba vendo.
 En ocasones mustaba quedamente:
  Tengo  que  apresurarme  antes  de  que  sea  demasado  tarde; 
debo  ocutar   m   rostro  y  cambar   ms  vestdos.   A,   entre  as 
casas, debo regstrar, y regstrar rpdo!
  En   ocasones   reteraba   sus   panes   de   venganza,   sus 
excamacones de trunfo por sus derantes panes. A recaptuar 
su  proyecto,   e   recuerdo  de  Antonna  despert  en  su  mente;   y 
entonces, una cruenta superstcn oscurec sus pensamentos y 
e confr un carcter vago y soador a sus paabras.
  Cuando  vov  a  habar,   fue  para  mustar   que  a  vctma  que 
haba escapado dos veces de sus manos quzs segura an vva; 
que  as  nfuencas  sobrenaturaes  que  a  menudo  guaran  a  os 
antguos godos en a hora de a venganza podran ta vez guara 
a  ella  y  drgr  e   gope  de  su  mortfera  arma  e   tmo  gope 
antes de que a descubreran y a asesnaran drectamente a 
corazn de a |oven.  Pensamentos  como esos desqucados  y 
oscuros se sucederon con rapdez en su mente; pero fuera que 
os expresara en paabras y accones, fuera que os reprmera y 
guardara senco, nunca vac n se detuvo en su veoz avance. 
Sus energas estaban a a atura de cuaquer contngenca; y su 
frrea vountad es mpeda faquear n por un nstante.
  Leg  a  una  cae  retrada  de  os  suburbos  desertos;   y,   tras 
anzar una o|eada para asegurarse de que nade a vea, entr en 
una de as casas abandonadas por sus habtantes a aproxmarse 
os stadores. De| atrs rpdamente as habtacones deanteras 
y se detuvo a  fn en. una de as acobas; y a  encontr, entre 
otros benes desechados en a huda, os vestdos de a duea de 
aposento.
 Seeccon una tnca romana, una estoa y unas sandaas de os 
coores y as texturas ms comunes que pudo encontrar; y tras 
dobaras para que abutaran o menos posbe, as escond entre 
sus   propas   ropas.   Despus,   evtando   a   todos   os   que   se 
tropezaba  en  su  camno,   regres  haca  a  tenda  de   rey;   pero 
cuando   estaba   prxma   a   ea   se   desv   sgosamente   haca 
Roma, hasta egar a un edfco en runas que quedaba a medo 
camno  entre  a  cudad  y  e   campamento.   En  ese  escondte  se 
puso su dsfraz, se cubr a medas a cabeza y e rostro con a 
estoa, y desde a camada, vgante, decdda, a mano en e 
cucho ba|o e  vestdo, mustando os nombres de su esposo y 
sus   h|os   asesnados  permanec   acechando   a   cazada   que 
evaba a a Puerta Pncana.
  De|mosa a unos nstantes y vayamos a a tenda de Aarco, 
donde  e   Senado  sgue  supcando  pedad  y  paz  a   Arbtro  de 
Impero.
 En ese momento, a emba|ada ya haba agotado su capacdad de 
ntercesn,   aparentemente   sn   que   e   |efe   de   os   godos 
reconsderara   su   prmera   e   nmsercorde   decsn   de   f|ar   e 
rescate  de  Roma  a   preco  de  todos  os  ob|etos  de  vaor   que 
contena  a  cudad.   En  a  gran  tenda  renaba  ahora  un  senco 
momentneo. En un extremo, congregados en un grupo apretado 
e   rreguar,   se   encontraban   os   exhaustos   y   descorazonados 
membros de Senado, apoyados por os asstentes a os que se 
haba permtdo que os acompaaran; en e otro, se azaban as 
ma|estuosas fguras de Aarco y de os guerreros que ntegraban 
su  conse|o  de  guerra.   E   espaco  vaco  en  medo  de  a  tenda 
estaba  ocupado  por   un  con|unto  de  armas  que  separaba  a  os 
representantes  de  as  dos  nacones,   y  que,   accdenta,   aunque 
papabemente, smbozaba a feroz hostdad que dvdera en e 
pasado y que segura dvdendo durante mucho tempo a puebo 
de Norte y e puebo de Sur.
 E rey godo se haba adeantado unos pasos a sus guerreros y se 
apoyaba en su espada, grande y pesada. Su mrada frme recorra 
os rostros de os abatdos senadores, contempando, con fra y 
crue   penetracn,   todos   os   cambos   que   e   sufrmento   y   a 
desesperacn   haban   mpreso   en   su   aspecto.   E   mpasbe   y 
sarcstco   examen   de   conqustador   se   detuvo   en   os   tra|es 
sucos,   as   me|as   consumdas,   os   membros   temborosos   de 
cada uno de eos. Aunque deshonrados y humados, agunos de 
os emba|adores snteron con ms ntensdad, precsamente por 
a  extrema  ndefensn  en  que  se  encontraban,   e   nsuto  que 
sencosa y deberadamente se es nfga. Se removan nquetos 
en   su   ugar   e   ntercambaban   susurros   con   voces   quedas   y 
amargas. A cabo, uno de eos az os o|os de sueo y romp e 
senco. E ve|o esprtu romano, que argos aos de frvodad y 
degradacn deberadas no haban ogrado pervertr por entero, 
cubr  de  rubor  su  rostro  pdo  y  en|uto  cuando  pronunc  as 
sguentes paabras:
  Hemos   supcado,   hemos   ofrecdo,   hemos  prometdo;   nada 
ms   pueden   hacer   os   hombres!   Abandonados   por   nuestro 
emperador   y  apastados   por   a  peste  y  e   hambre,   nada  nos 
queda sno perecer en una nt resstenca ante as muraas de 
Roma!   Estaba   en   manos   de   Aarco   conqustar   una   fama 
mperecedera  mostrndose  cemente  con  os  nfortunados  h|os 
de una nacn ustre; pero ha preferdo ntentar expoar a una 
cudad gorosa y subyugar a un puebo que sufre! Oue recuerde, 
sn embargo, que aunque a destruccn pueda sacar sus ansas 
de   venganza   y   e   pa|e   enrquecer   sus   arcas,   e   da   de   a 
revancha  egar.   E   mpero  cuenta  an  con  sodados   y  con 
hroes   que   encabezarn   confados   a   bataa,   aunque   estn 
rodeados  por  os  cadveres  de  sus  compatrotas  asesnados  en 
as caes de una Roma saqueada!
  Una momentnea expresn de ra e ndgnacn se adue de 
sembante de Aarco a  escuchar ese atrevdo dscurso, pero a 
reempaz de nmedato una sonrsa sardnca.
  Cmo!   Tens   an  sodados   ante  os   cuaes   os   brbaros 
deben tembar  por  sus conqustas!  excam.  Dnde  estn? 
Acaso se drgen haca aqu, o estn emboscados, o se esconden 
detrs  de  fuertes  muraas,   o  no  han  encontrado  e   camno  a 
campamento   godo?   |a!   He   aqu   a   uno   de   eos!   excam 
avanzando haca un macento y desarmado guarda de Senado 
que retroced ante su fera mrada. Peea, hombre! contnu 
en voz ms ata. Peea por a Roma mpera mentras an hay 
tempo! Has perddo tu espada; toma a ma y vueve a ser un 
hroe!
 Con una ruda carca|ada, a a que hceron eco os guerreros que 
se encontraban a su espada, e anz su poderosa arma a nfez 
ob|eto  de  su  sarcasmo.   La  empuadura  gope  con  fuerza  e 
pecho de hombre, que trastab y cay ndefenso a sueo. Los 
godos redobaron sus rsas; pero ahora su |efe no se un a eas. 
Sus   o|os   reampaguearon  de  desdn  trunfante  a   tempo  que 
seaaba a romano cado y excamaba:
  As   se  despoma  e   Sur   ba|o  a  espada  de   Norte!   As   se 
ncnar  e   Impero  ante  a  autordad  de  os   godos!   Decdme, 
ahora  que  ves  a  estos  romanos  ante  nosotros,   no  nos  hemos 
vengado   acaso   de   todo   o   que   nos   han   hecho?   No   mueren 
combatendo ba|o e fo de nuestras espadas, sno que vven para 
supcarnos pedad, como nos aterrorzados por e tgo!
 Hzo una pausa. Su reco y nobe sembante asum poco a poco 
una   expresn   medtatva.   Los   emba|adores   avanzaron   unos 
pasos,   quzs   para  hacer   un  tmo  ruego,   quzs   para  partr 
desaentados;   pero  Aarco  es  hzo  una  sea  con  a  mano  que 
ndcaba  que  mantuveran  senco  y  permaneceran  donde  se 
encontraban. En su nteror se debatan, en dura bataa, a sed 
de merodeador por e botn nmedato y a grandosa ambcn de 
gora  futura  de   conqustador.   Camn  hasta  a  abertura  de  a 
tenda  y,   tras  hacer   a  un  ado  de  un  manotazo  su  cortna  de 
pees, contemp a Roma en senco. La desumbrante ma|estad 
de  os   tempos   y  os   paacos   de  a  poderosa  cudad  que  se 
azaban  ante  sus  o|os,   fugurantes  ba|o  e   so   de  un  ceo  sn 
nubes, captur su atencn un argo rato. Poco a poco, sueos de 
un  seoro  futuro  en  medo  de  esas  estructuras  sn  rva   cuya 
destruccn y pa|e dependan de una paabra suya, comaron su 
ama anheante y savaron a a cudad de su ra. Se vov haca 
os emba|adores y es drg as sguentes paabras con a voz y 
e are de un ser de una esfera superor a aquea en a que eos 
se movan:
 Cuando e conqustador godo rene en Itaa, os paacos de sus 
mandataros an estarn en pe para servre de abergue. F|ar 
un rescate menor; perdonar a Roma.
  De   grupo  de  guerreros  que  estaba  a  sus  espadas  se  az  un 
murmu.   Su  |efe  es   negaba  por   prmera  vez   a  rapa  y  a 
destruccn que tan ardentemente anhearan. Cuando sus sordas 
protestas egaron a sus odos, Aarco cav en eos a nstante 
sus o|os severos y rept con tono deberadamente autortaro:
 F|ar un rescate menor; perdonar a Roma.
 Recorr, uno a uno, os sembantes de sus feroces segudores. N 
una   paabra   de   crtca   sa   de   sus   abos,   n   un   gesto   de 
mpacenca  se  observ  entre sus  fas;  mantuveron un  senco 
absouto, mentras e rey vova a avanzar haca os emba|adores 
y prosegua:
  F|o e rescate de a cudad en cnco m bras de oro, trenta 
m   bras  de  pata...   de  repente  ca,   como  s   medtara  os 
trmnos   que   mpondra.   Los   senadores,   avados   por   un 
momento ante e nesperado anunco de Aarco de que moderara 
sus   demandas,   voveron   a   desesperanzarse   a   pensar   en   e 
trbuto que se es exga y recordar sus tesoros agotados. Pero no 
era e momento de dscutr o datar, y responderon a unsono, 
aunque gnorantes de os medos de que se vadran para cumpr 
su promesa:
 E rescate ser pagado!
  E   rey   os   mr   cuando   habaron,   como   asombrado   de   que 
hombres a os que haba prvado de toda posbdad de eeccn 
osaran  hacer   gaa  de  ea  para  aceptar   unos  trmnos  que  no 
tenan  ms  remedo  que  aprobar.   Renac  en     e   esprtu  de 
bura a contempar de nuevo a a nerme y humada emba|ada, 
y  vov  a  rer  a   dar  contnuacn  a  sus  paabras,   drgdas  en 
parte a mudo grupo de os guerreros a sus espadas:
 E oro y a pata no son ms que as prmeras retrbucones de 
trbuto; a recompensa de m e|rcto no ser so a rqueza de 
enemgo. Los romanos os habs redo de nuestras rudas pees 
de  oso  y  nuestras  pesadas  armaduras;   pues  nos  vestrs  con 
vuestros  tra|es  de  gaa!  Aadrs  a   oro  y  a  pata  de   rescate 
cuatro m togas de seda y tres m pezas de tea escarata. Ms 
brbaros   de|arn   de   ser   brbaros!   Har   de   eos   patrcos, 
epcreos, romanos!
  Los membros de a fatdca emba|ada evantaron a vsta ante 
esas   paabras,   en   muda   spca   de   pedad   a   conqustador 
trunfante;   pero   todava   ban   a   segur   sendo   vctmas   de   a 
rapacdad y a bura apastantes de Aarco:
  Un  momento!   excam.   Hay  ms,   ms   an!   Sos   una 
nacn de buenos anftrones; nuestros banquetes rvazarn con 
os   vuestros   cuando  os   hayamos   despo|ado  de  os   tra|es   que 
vests en eos! A oro, a pata, a seda y a tea aadr ago ms: 
tres m bras de pmenta, esa precosa mercanca adqurda en 
pases e|anos con vuestras enormes rquezas! Ved que a tragan 
con e resto de rescate, hasta e  tmo grano! Adobaremos a 
carne de nuestros anmaes como hacs que adoben as de os 
vuestros!
 Tras pronuncar esas paabras es vov bruscamente a espada 
a os senadores y empez a drgrse en e doma de os godos y 
con tono de chanza a conse|o de guerreros que o acompaaba. 
Agunos   de  os   emba|adores   ncnaron  a  cabeza  en  sea   de 
muda resgnacn; otros, con a absouta ofuscacn de hombres 
trastornados por o vsto y odo durante a entrevsta que ahora 
concua, tra|eron mahadadamente a coacn os pactos voados 
antao a nqurr mecncamente, segn as frmuas de dchos 
acuerdos,   qu   garantas   de   pago   de   rescate   exgran   os 
stadores.
  Garantas!   excam   Aarco   con   fereza   retomando   de 
nmedato  su  tono  ms  severo.   Ved  a   as  futuras  garantas 
que tenen os godos de a buena fe de Roma! y apartando a 
cortna   de  a   tenda   sea   orguoso   as   argas   neas   de  su 
campamento,   que   rodeaban   toda   a   porcn   vsbe   de   as 
muraas de a cudad derrotada.
  Los   emba|adores   recordaron   a   masacre   de   os   rehenes   de 
Aquea  y  a  evasn  de   pago  de   trbuto  prometdo  antao,   y 
contemparon mudos a escena que se despegaba ante sus o|os 
desde a entrada de a tenda.
  Recordad  as   condcones   de   rescate  contnu  Aarco  en 
tono de advertenca, recordad as garantas con que cuento de 
que  se pagar con pronttud! De  esa  forma vvrs  seguros un 
breve   tempo,   y   feste|ars   y   estars   contentos,   mentras 
vuestros   terrtoros   os   sgan  pertenecendo.   Idos,   he  habado, 
basta ya!
 Se apart bruscamente de os senadores y a cortna de a tenda 
cay  tras   eos   cuando  saeron.   La  ordaa  de   arbtra|e  haba 
concudo; a sentenca fna haba sdo pronuncada; haba egado 
e momento de dsponerse a cumpra.
  Las notcas de que a  fn se haban acordado trmnos de paz 
enaron  a  os  romanos  que  aguardaban  ante  a  tenda  de  una 
fecdad que no oscurecan n as refexones sobre e pasado n 
as premoncones acerca de futuro. Impeddos por os godos que 
os   rodeaban   en   e   campamento   de   poner   en   prctca   su 
temeraro pan de hur a os campos; mposbtados de regresar a 
Roma por e  cerre de as puertas que haban traspuesto por a 
fuerza; expuestos en su ndefensn a a bruta befa de enemgo 
mentras aguardaban en una arga agona de suspenso por e fn 
de   a   pegrosa   entrevsta   entre   Aarco   y   os   membros   de 
Senado,   se   haban   vsto   sometdos   a   os   ms   extremos 
sufrmentos   y   se   haban   sumdo   unnmemente   en   a 
desesperacn, de modo que as nuevas sobre a concusn de 
pacto sonaban en sus odos como una promesa de savacn.
  Nnguna de as aprensones que despertara en a mente de sus 
superores  a  vastedad  de   trbuto  exgdo  empaaba  e   xtass 
rrefexvo de su gozo ante a perspectva de evantamento de 
asedo.   Se   ncorporaron   con   excamacones   de   mpacenca   y 
pacer   para   regresar   a   a   cudad   de   a   que   huyeran 
descorazonados.   Aduaron   como   perros   a   os   emba|adores   e 
ncuso  a  os  feroces  godos.   En  a  marcha  desde  Roma  haban 
conservado   mecncamente   certo   orden,   pero   ahora   se 
apresuraron  a  retornar   sn  dstncn  de  ugar   y  sn  dscpna: 
senadores,   guardas,   pebeyos,   todos  |untos  en  a  desordenada 
guadad que caracterza a una turba.
  Embargados por as segurdades tan recentemente adqurdas, 
nnguno repar en e edfco en runas |unto a a cazada; nnguno 
percb a fgura embozada que sa furtva de  para unrse a a 
retaguarda de grupo y que, despus, con paso sgoso y rostro 
recatado, se ncorpor a o ms denso de gento. La atencn de 
os emba|adores segua centrada en sus presentmentos de que 
no se ograra reunr e  rescate; os o|os de a muttud estaban 
cavados   en   a   Puerta   Pncana;   sus   odos   so   percban   sus 
propas   excamacones   de   gozo.   No   uno,   sno   muchos 
desconocdos dsfrazados habran poddo unrse a su tumutuoso 
avance sn ser observados o requerdos.
 De ah que voveran a entrar presurosos a a cudad, donde mes 
de   o|os   acongo|ados   pugnaban   por   veros,   y   mes   de   odos 
atentos porfaban por escuchar as aegres notcas que traan de 
campamento  godo.   Se  oyeron,   procedentes  de  todos  ados,   e 
sondo de antos hstrcos y rsas nsensatas, os dbes que|dos 
de os exhaustos a morr, vctmas de su sbto transporte, y os 
confusos camores de os fuertes que haban sobrevvdo a todas 
as caamdades y a fn vean a savacn a a mano. An caados 
y graves, os emba|adores atravesaron e gento para drgrse de 
nuevo   a   Foro;   y,   a   medda   que   avanzaban,   a   muttud   se 
dspers  poco  a  poco  para  abrres  paso.   Enemgos,   amgos  y 
desconocdos todos aqueos a quenes a mpacabe hambruna 
haba   enfrentado   segn   sus   ntereses   y   smpatas  estaban 
ahora undos como una fama ante a expectatva de un rpdo 
avo a su stuacn.
  Pero  en  a  muchedumbre  que  ahora  se  dspersaba  haba  una 
persona  cuyas  emocones  ocutas  eran  dferentes  a  as  de  os 
gozosos mares de seres humanos que a rodeaban. Las mu|eres 
y   os   nos,   tan   embargados   como   ea   por   sus   propos 
sentmentos,   pasaban   a   su   ado   sn   ver   a   ntensa   y   feroz 
atencn  que  reveaban  sus  o|os  mentras  os  contempaba  con 
f|eza  hasta  perderos   de  vsta.   En  e   recnto  de  a  cudad,   a 
desconocda enemga esperaba por as traconeras tnebas de a 
noche, y o haca sn que a advrteran. Se mantena en e msmo 
ugar a que a compacta muttud a confnara, ncuso ahora que 
entamente pasaban a su ado as personas y e espaco en torno 
a ea se despe|aba. Pero ba|o su cama y su senco exterores se 
agazapaban as ms sava|es pasones que pugnaran |ams por 
berarse de db freno de a vountad humana; hasta e severo 
contro de Gosvntha sobre s msma se tambae a verse dentro 
de as muraas de Roma.
  Nade   a   haba   mrado   con   sospecha;   n   uno   so   de   os 
ntegrantes de. gento se haba aproxmado a ea para empu|ara 
haca  afuera  cuando  penetr  por   as   puertas   rodeada  por   os 
cudadanos desprevendos. Sn que nade a detectara, tanto por 
a axa vganca de sus enemgos como por a estratagema de su 
dsfraz, haba egado a fn a as caes de Roma, como |urara, sn 
os e|rctos de su nacn, como sotara vengadora de a sangre 
vertda.
 No era un sueo, una vsn engaosa y fugaz. E cucho estaba 
en   sus   manos;   as   caes   se   extendan   ante   ea;   os   seres 
humanos   que  as   comaban  eran  romanos;   termnaban  ya  as 
horas de da; a cercana de su1 venganza era tan certa como a 
de  as   tnebas   que  a  haran  posbe.   Una  sava|e  exutacn 
aceer su puso vta cuando pens en os espantosos panes de 
asesnato  y  venganza  secretos  que  enfrentaban  ahora  en  fata 
enemstad   a   a   mu|er   sotara   que   era   contra   a   pobacn 
ndefensa   de   toda   una   cudad.   Mentras   sus   o|os   recorran 
entamente   de   un   extremo   a   otro   a   mv   muchedumbre; 
mentras refexonaba en e tempo que quzs transcurrra antes 
de que a descubreran y a mataran antes de sufrr e martro 
por ser fe  a su sangre, momento que esperaba con desdn, 
sus   manos   ocutas   tembaron  ba|o  sus   ropas   y  reter  en  un 
susurro:
  Esposo,   h|os,   hermano:   son   cnco   as   muertes   que   debo 
vengar! Recordad Aquea! Recordad Aquea!
  De'repente,   mentras  segua  con  a  vsta  a  os  grupos  que  se 
ae|aban, sus o|os se posaron en una persona; a nstante do un 
paso  a   frente;   despus  se  contuvo  abruptamente  y  retroced 
haca un punto donde a muttud era todava compacta, sempre 
con a vsta f|a en e msmo ugar. Haba vsto a a vctma que e 
arrancaran dos veces de entre as manos, en e campamento y en 
a  casa  de  a  gran|a,   y  que  ahora  se  pona  a  su  acance  por 
tercera vez en as caes de Roma. La posbdad de venganza que 
menos esperaba era a que prmero egaba. Una vaga y opresva 
sensacn de temor se mezc en su corazn con un sentmento 
de trunfo: un poder sobrenatura pareca guara con rapdez, por 
encma de todos os obstcuos de este mundo, haca e cmax de 
su venganza!
 Se escond entre e gento; sgu observando a a |oven desde 
un punto ms dstante; pero su dsmuo era ya vano: os o|os de 
ambas se haban encontrado. Su estoa se haba deszado cuando 
dera un brusco paso a frente, y en ese nstante Antonna a haba 
vsto.
  Numerano, que atravesaba entamente a muttud con su h|a 
snt que a mano de a |oven apretaba ms a suya y advrt 
que su rostro haba adqurdo una sbta rgdez; pero e cambo 
so dur un nstante. Antes de que pudera pronuncar paabra, 
Antonna  o  tom  de   brazo  y   o  arrastr  haca  adeante  con 
espasmdca energa. Despus, con voz cas naudbe, queda, sn 
aento, dferente a a suya usua, Numerano a oy excamar a 
tempo que segua apresurndoo:
 Est ah, detrs de nosotros! Vene a matarme como o mat 
a ! A casa! A casa!
  Ya  exhausto  por  e   rudo  contacto  con  a  muttud  debdo  a  a 
proongada  debdad  y  a  as   doencas   naturaes   de  su  edad; 
confunddo  por  e   aspecto  y  as  accones  de  Antonna  y  por  su 
sorprendente   mencn   de   un   pegro   desconocdo   que   e 
transmta  con  sus   entrecortadas"   excamacones   de  temor,   e 
prmer   mpuso  de  Numerano,   mentras  apretaba  e   paso  a  su 
ado, fue e de pedr proteccn y ayuda a gento que os rodeaba. 
Pero aunque hubera poddo seaar a a persona que provocaba 
su  aarma   en  medo   de  esa   heterognea   turba   de  todas   as 
nacones,   su  petcn  tampoco   habra   obtendo   respuesta.   De 
todos  os  sntomas  provocados  por   a  tembe  severdad  de  as 
prvacones sufrdas por os stados, nnguno era ms comn que 
esas aberracones mentaes que producen vsones de pegros, de 
enemgos, de muerte, tan papabes como para hacer que quenes 
os sufran mporen a ayuda de os dems contra as espantosas 
creacones de su propo dero. En consecuenca, a mayora de 
aqueos a quenes se drgan as spcas de Numerano pasaron 
a su ado sn hacer caso de eas. Agunos e pderon, sn dare 
mayor   mportanca,   que   recordara   que   ya   no   haba   ms 
enemgos, que se acercaba a paz, y que una comda nutrtva, de 
a que seguramente pronto podra dsfrutar, era e  nco auxo 
que requera un hombre hambrento. En medo de ese perodo de 
horror  y  sufrmento  que  se  acercaba  a  su  fn  nade  vea  nada 
extraordnaro en a confusn de padre y e terror de a h|a. De 
ah  que contnuaran su ncerta huda sn nnguna proteccn,  y 
que Gosvntha es sguera os pasos.
  Ya  haban  comenzado  e   ascenso  a  a  Cona  Pncana  cuando 
Antonna se detuvo de repente y se vov para mrar haca atrs. 
A sus pes, a cae estaba an atestada, pero os o|os de a |oven, 
aguzados   por   e   pegro,   penetraron   entre   e   gento   y 
dstngueron enseguda a ancha tnca y a ata fgura, an a a 
msma dstanca de ea y de su padre, nmv ahora que eos se 
haban detendo. Por un momento, Antonna cav os o|os en a 
mrada de  terror  y e   rostro trastornado e nerme  de su padre; 
pero   a   nstante,   e   msteroso   nstnto   de   conservacn   que 
coexste  con  e   nstnto  de   medo  y  que  dota  a   anma   ms 
ndefenso de a astuca necesara para afnar su fuga y ocupa e 
ugar   de  a  razn,   a  refexn  y  a  decsn  cuando  todas  han 
desaparecdo de a mente e advrt de fata error de permtr 
que su persegudora a sguera hasta su hogar.
 A no! A no! d|o con voz entrecortada cuando Numerano 
ntent contnuar e ascenso. Nos ver cuando eguemos a a 
puerta!   Por   as   caes!   Ah,   padre,   svame,   es   posbe   que 
ogremos   esquvara  en  as   caes!   A   estn  os   guardas,   a 
gente! Atrs! Atrs!
 Numerano temb a percatarse de terror de su rostro y de sus 
gestos; pero era vano nterrogara u oponerse a sus deseos. Nada, 
savo a fuerza, habra ogrado detenera; n  rdenes n  spcas 
obtenan otra respuesta que a msma excamacn entrecortada:
 Adeante, padre! Adeante, s es que queres savarme!
 Antonna era nsensbe a toda sensacn que no fuera e medo, 
e ncapaz de toda accn savo a de hur.
  Dando  vuetas  y  revuetas,   avanzando  sempre  a   msmo  paso 
rpdo,  tomaron sn  darse cuenta  por  as caes ntrncadas que 
evaban a a ora de ro; y a vengadora an segua a su vctma, 
tan   fe   como   a   sombra   a   a   sustanca;   constante,   ceosa, 
ncansabe, como e sabueso que sgue una huea recente.
  Y ahora a h|a de| de percbr hasta e sondo de a voz de su 
padre; ya no senta a presn de su mano n su presenca a su 
ado.   A   cabo,   frg   y  debtada,   vov  a  detenerse  y  a  mrar 
atrs.   La   cae   a   a   que   haban   egado   se   encontraba   muy 
tranqua   y   despobada:   en   su   extremo   fna   camnaban   dos 
escavos. Mentras se es pudo ver, nngn ser vvente aparec 
en  e   camno  a  espadas   de  Numerano  y   Antonna;   pero   en 
cuanto se perderon de vsta, una sombra avanz sgosa sobre e 
pavmento de un prtco e|ano; y a nstante Gosvntha aparec 
en a cae.
  E so aumbr con fuerza a oscura fgura que se detuvo y que, 
por un momento, mr furtva a su arededor. Gosvntha do un 
paso y Antonna no esper ms. Se vov para reemprender su 
nt huda; y de nuevo su padre, que so percba como causa 
de  su  msteroso  temor   a  una  mu|er   sotara  que,   s   ben  os 
segua, no ntentaba deteneros o ncuso drgres a paabra, se 
aprest   a   acompaara   hasta   e   fn,   abandonada   toda   otra 
esperanza de garantzar su segurdad. E  terror atenazaba cada 
vez ms as facutades de a |oven que segua recorrendo a toda 
prsa, nsensbe a o que a rodeaba, as caes que conducan a 
Tber. No era Numerano, n Roma, n a uz de so en una gran 
cudad o que vean sus o|os; o que vova a vvr era a tormenta, 
e asesnato, a noche en a casa de a gran|a.
 Contnuaron a rpda huda y a ncesante persecucn, como s 
nnguna de as dos fuera a tener fn; pero ya se aproxmaban a su 
escenaro defntvo. Durante su recorrdo por as caes, a mente 
de Numerano se haba recuperado graduamente de su confusn 
y  su  aarma  ncaes;   a   cabo  de  un  rato,   se  convenc  de  a 
necesdad de tomar una decsn fumnante y decsva, mentras 
haba tempo an de savar a Antonna de perecer vctma de su 
propo   temor.   Aunque   una   vaga   y   terrbe   premoncn   de 
desastre   y   muerte   embargaba   su   corazn,   adopt   a   frme 
resoucn de desentraar de nmedato, costar o que costase, 
e tenebroso mstero de os pegros que as paabras y os actos 
de su h|a e ndcaban que os acechaban, porque e nspraba e 
nco   motvo   o   bastante   poderoso   para   reanmar   todas   as 
energas de su vda pasada que e sufrmento y a enfermedad no 
haban anquado an: a savacn de su h|a. Ago de a frmeza 
y e vgor anterores de ntrpdo reformador de a Igesa asom 
a sus o|os mortecnos cuando se detuvo y, abrazando a Antonna, 
e mpd .contnuar su huda.
  La   |oven   ntent   escapar,   pero   so   dbmente   y   por   un 
momento. Comenzaban a abandonara as fuerzas y e sentdo. No 
ntent mrar a sus espadas; su corazn e deca que Gosvntha 
an os segua, y no se atrev a verfcar su terrbe convccn. 
Sus  abos  se  moveron,   pero  so  para  de|ar  escapar  un  ruego 
perturbado y vano:
 Hermanrco! Ah, Hermanrco! fue todo o que must.
  Haban egado a a arga cae que corra paraea a a ora de 
Tber.   Los   habtantes   de   a   cudad   se   haban   retrado   a   sus 
hogares   o   se   haban   encamnado   a   Foro   para   or   as 
nformacones   sobre   e   pazo   de   pago   de   rescate.   Cuando 
Numerano recorr a cae con a vsta, so vo a Gosvntha; y 
sta,   tras   asegurarse  cudadosamente  de  que  a  cae  estaba 
deserta, avanzaba ahora haca eos a paso rpdo.
  Por  un  momento  e   padre  a  mr  f|amente  a  medda  que  se 
aproxmaba, y en ese nstante tom su decsn. A sus pes, unos 
pedaos  conducan  a   estrecho  umbra   de  un  pequeo  tempo, 
que   era   e   edfco   ms   cercano.   Ignorante   de   s   Gosvntha 
contaba  con  cmpces  secretos  para  su  ncesante  persecucn, 
decd   utzar   e   ugar   como   refugo   a   menos   tempora   de 
Antonna,   a   tempo  que  obgara  a  a  mu|er   a  decarare  sus 
ntencones   ante   su   puerta,   s   es   que   os   segua   hasta   a. 
Enseguda comenz a subr os pedaos con a exhausta |oven a 
su ado. Cuando eg a umbra, a hzo atravesar a entrada y se 
detuvo  para  vover   a  examnar   os   arededores.   Gosvntha  se 
haba esfumado.
  Sn  de|arse  engaar   por   a  sbta  desaparcn  de  a  mu|er   y 
creer que se haba marchado de a cae, todava anmado por e  
propsto de conducr a su h|a a un ugar tranquo donde pudera 
sentrse  segura  cas   de  nmedato  y  vovera  a  ser  duea  de  s 
msma,   Numerano  penetr  con  Antonna  en  e   tempo.   Decd 
permanecer a  unos momentos antes de sar a vgar a cae 
desde e prtco.
  La  umnacn  de   edfco  era  pobre;   penetraba  so  por   una 
pequea abertura en e techo y por a estrecha puerta, donde su 
paso se vea obstacuzado por e saente de prtco exteror. En 
e oscuro nteror, un montn desordenado de ob|etos oscuros y 
aparentemente   pesados   se   azaba   haca   e   techo.   De   forma 
rreguar,   apados  en  extrao  desorden,   de  coor   oscuro  en  su 
mayora,   aunque   aqu   y   a   braban   agunos   puntos   de   un 
respandor   metco,   dchos   ob|etos   tenan   una   aparenca 
msterosa, ndefnda y estremecedora. Resutaba mposbe, con 
una prmera o|eada a su confusa dsposcn, descubrr qu eran, 
o advnar para qu haban sdo amontonados en e sueo de un 
tempo deserto. Desde e momento en que atra|eran os o|os de 
Numerano,   su  atencn  se  centr  en  eos,   y  a   contemparos, 
una  eve  sospecha  vaga,   nexpcabe,   sn  aparente  causa  u 
ob|eto e he e corazn.
  Se  haba  adeantado  un  paso  para  examnar   e   espaco  que 
quedaba  ocuto  detrs  de  esa  coumna  cuando  se  vo  detendo 
sbtamente  por   a  aparcn  de  un  hombre  que  emerg  de 
ugar, vestdo con e onduante tra|e de bordes prpuras y e fa|n 
banco  de  os  sacerdotes  pagaros.   Antes  de  que  padre  o  h|a 
puderan pronuncar paabra, antes ncuso de que ograran dar un 
paso para marcharse, e hombre se es aproxm y, tras coocar 
una mano en e hombro de cada uno, os contemp en senco.
  En   e   momento   en   que   e   desconocdo   se   es   acercaba, 
Numerano az una mano para rechazaro y, a hacero, cav os 
o|os en su sembante, umnado en ese nstante por un rayo de 
uz procedente de a puerta. Su brazo qued extenddo y rgdo, y 
despus cay nerte a su costado, a tempo que a expresn de 
horror de rostro de a |oven parec refe|arse en e de su padre. 
Nnguno de os dos ntent qutar de su hombro a pesada mano 
de  morador de  tempo, y ambos permaneceron nmves, tan 
mudos como .
CAPT"LO ))$
EL TEMPLO * LA I#LESIA
  Era  Upo.   E   pagano  no  so  haba  cambado  de  vestdo,   sno 
tambn de aspecto y manera de conducrse. Se e vea ms frme 
y ergudo; su rostro haba adqurdo un tono opaco, atezado; sus 
o|os,   otrora  tan  hunddos  y  fatos  de  bro,   estaban  ahora  ben 
abertos  y  reampagueaban  con  e   fugor  de  a  ocura.   Daba  a 
mpresn  de que  a medda  de que sus facutades mentaes  se 
deteroraban  hasta  a  tota   bancarrota,   sus  capacdades  fscas 
recuperaban su vgor.
  Nngn  o|o  humano  haba  presencado  por  qu  medos  ves  y 
secretos haba sobrevvdo a a hambruna; qu sustento naudto 
haba satsfecho as ansas de hambre nexorabe; pero a, en 
su  sombra  guarda,   haba  vvdo,   se  haba  movdo,   y  sbta  e 
nexpcabemente   se   haba   fortaecdo   e   demente,   e   para, 
despus de que os habtantes de a cudad agotaran todos sus 
recursos con|untos, empearan en vano toda su rqueza comn y 
angudeceran y mureran por mares a su arededor!
  An  posaba  sus  manos  frmes  sobre  e   padre  y  a  h|a,   y  an 
ambos  o  contempaban  mudos,   como  muertos  hechzados 
por su mrada; nmves, como heados por e roce de sus dedos. 
Su   presenca   e|erca   sobre   ambos   una   fata   fascnacn.   La 
capacdad   para   actuar,   suspendda   ya   en   Antonna   cuando 
entraran   en   su   mahadado   refugo,   haba   ahora   abandonado 
tambn a Numerano; pero en su caso, a dea de un enemgo 
que  os  aguardaba  en  a  cae  no  formaba  parte  de   rresstbe 
ascendente   que   o   retena   ndefenso   ante   e   enemgo   que 
encontrara  en  e   tempo.   Era  un  sentmento  de  un  terror   ms 
profundo   y   de   un   horror   ms   tenebroso.   Porque   ahora,   a 
contempar   a  espantosa  faz   de  Upo,   a   mrar   as   vestduras 
prohbdas de sacerdoco con que estaba atavado e pagano, no 
vea   so   a   trador   que   se   haba   confabuado   contra   a 
prosperdad  de  su  hogar,   sno  tambn  a   demente,   a   eproso 
mora de a fama humana, a un Ama muerta en un Cuerpo vvo, 
a   Desheredado  de  a  Dvna  Luz  de  a  Vda  que  os  mortaes 
tenen e terrbe prvego de compartr con os ngees de Dos.
 An sostena a Antonna pegada a su costado, pero su gesto era 
nconscente.   En   aparenca,   estaba   tan   ndefenso   como   su 
ndefensa  h|a  cuando  Upo  sot  entamente  os   hombros   de 
ambos,   os  separ,   y  tras  entreazar   sus  dedos  descarnados  y 
fros con os de eos, comenz a habares.
  Su   voz   era   profunda   y   soemne,   pero   su   acento,   duro   y 
montono,   no  pareca  expresar   nnguna  emocn  humana.   Sus 
o|os, e|os de ganar en brantez a habar, adoptaron un are de 
ausente y desmayada nsensbdad. La reacn entre e acto de 
habar   y   e   acto  concomtante  y   acaratoro  de  mrar   que  se 
observa  en  todos  os  hombres,   pareca  no  exstr   en  su  caso. 
Produca  espanto  ver   su  rostro  como  de  muerto  y,   a   msmo 
tempo, escuchar su voz de ser vvente.
 He aqu que os fees estn egando a Tempo! murmur e 
pagano. Los buenos servdores de poderoso cuto se renen a 
a   voz   de   su   sacerdote!   Ved   cmo   as   gentes   dspersas   se 
congregan   en   a   noche   en   as   e|anas   provncas,   donde   os 
enemgos   de  os   doses   se  aprestan  a  profanar   as   arboedas 
sagradas, para trasadarse hasta e atar de Seraps! Mares de 
adoradores se arrodan ba|o os ma|estuosos prtcos, mentras 
que adentro, en e recnto secreto donde a uz es tenue, donde e 
are   vbra   en   torno   a   as   dedades   que   aentan   sobre   sus 
pedestaes de oro, e gran sacerdote Upo ee e destno que nos 
depara e Futuro, despegado ante sus o|os como as pgnas de 
un bro!
 Cuando ca, an con as manos de sus cautvos entre as suyas, 
es   cav  os   o|os,   que  voveron  a  brar   y  datarse;   pero  su 
mrada  no  ndcaba  que  reconocera  n   a   padre  n   a  a  h|a.   E 
dero  de  su  magnacn  o  haba  transportado  a   tempo  de 
Ae|andra; revva os das en que  su  gora acanzara  su  punto 
cumnante, cuando os crstanos tembaban ante  como ante su 
ms  feroz  enemgo y os paganos  se agopaban  a su arededor 
como en torno a su tma esperanza. Las vctmas de su ovdada 
tracn no eran para  ms que dos de os muchos fees atrados 
por a fama de su eocuenca; por a trunfante notoredad de su 
poder   para  proteger   a  os  adeptos  de   antguo  credo.   Pero  su 
ocura  no  sempre  se  manfestaba  as:   tena  momentos  de  una 
extraordnara   exatacn.   Entonces   magnaba   que   vova   a 
arro|ar a os atacantes crstanos desde o ato de os muros de 
tempo stado, como cuando e obspo de Ae|andra decretara a 
destruccn  de  a  magen  de  Seraps.   Sus  grtos  de  fura,   sus 
extravadas   excamacones   de  desafo  se  oan  desde  e|os,   en 
medo  de   soemne  senco  de  a  Roma  azotada  por   a  peste. 
Ouenes,   en   os   peores   momentos   de   asedo   godo,   se 
despomaban   de   hambre   a   pasar   frente   a   pequeo   tempo, 
consttuan  una  terrbe  readad  de  muerte  que  amentaba  as 
vsones de combates y matanzas de demente. Mentras yacan 
agonzantes   en   a   cae,   esas   vctmas   de   a   hambruna 
escuchaban a voz ena|enada que os madeca por ser crstanos, 
se regoc|aba a  creeros enemgos a quenes derrotara con sus 
propas manos y exhortaba a sus magnaros adeptos a arro|ar a 
os que mataban sobre os muertos que yacan en a cae, hasta 
que os cuerpos de os stadores de tempo formaran una barrera 
arededor de sus muros que mpdera e paso de sus camaradas 
vvos.   En  ocasones  se  aborozaba  en  su.   dero  por  su  usora 
creenca  en  e   renacmento  de  as  repugnantes  y  sangunaras 
ceremonas de a superstcn pagana. Entonces se arremangaba 
a tnca y ordenaba a grtos e sacrfco; cometa tenebrosas e 
nnombrabes  atrocdades,   porque  de  nuevo  os  muertos  y  os 
agonzantes yacan a sus pes, para dare carne a a sombra de 
sus mavados pensamentos; y a Peste y e Hambre eran como 
h|as de su vountad que se encargaban de proveer as vctmas 
para ofrendar ante e atar.
  En otros momentos, cuando pasaba e  ataque de fura y yaca 
|adeante en e rncn ms oscuro de tempo, su demenca asuma 
un tono de pesadumbre. Su voz se tornaba queda y padera; su 
memora   deshecha   vaga   e   ncontroabe   remontaba   as 
oscuras aguas de  pasado; y su engua pronuncaba fragmentos 
de paabras y frases que murmurara en e  regazo de su padre; 
adoses  y  deseos  nfantes  que  susurrara  a   odo  de  su  madre; 
nocentes  y anheantes preguntas  que  e  drgera a Macrno,  e 
sumo   sacerdote,   cuando   entrara   a   servco  de  os   doses   en 
Ae|andra. Sus recuerdos nfantes, a genteza de as paabra y 
a poesa de os pensamentos de sus das |uvenes revvan en 
sus   paabras   entrecortadas,   merced   a   nfu|o   arbtraro   e 
nescrutabe de su doenca; renovadas en su ve|ez de ocura y 
crmen; babucdas en nconscente befa por sus abos, en cuyas 
comsuras   an   s   acumuaban   os   espumara|os,   mentras   os 
tmos rempagos de desvaro todava reampagueaban en sus 
o|os.
  Esa   pacdez   de   engua|e  y   esa   sodez   de  a   memora   tan 
anormaes, esa mentrosa aparenca de medtatvo y meancco 
contro sobre s msmo, a menudo se proongaban sn nterrupcn 
durante   argos   perodos   de   tempo;   pero   ms   tarde   o   ms 
temprano  se  produca  e   repentno  cambo;   a  fasa  cadena  de 
pensamentos   se   rompa   en   un   nstante;   a   paabra   que 
pronuncaba en ese momento quedaba a medas; os membros 
agotados  retornaban  convusvamente  a  a  accn;   y  a  medda 
que se dspaban sus ensueos de paz y renacan sus fantasas de 
voenca, e demente se rebeaba de nuevo furoso y recorra una 
y  otra  vez,   guado  por   sus  vsones,   su  santuaro  de   tempo  y 
cuando  a  noche  era  oscura  y   a  muerte  se  encontraba  ms 
atareada en Roma, as casas abandonadas, pobadas so por os 
agonzantes, y as caes sencosas cubertas de cadveres.
 Sn embargo, haba acontecmentos posterores de su exstenca 
que nunca acudan a su memora. La antgua y famar magen 
dotrca  de  Seraps,   que  o  atra|era  a   tempo  a  su  regreso  a 
Roma,   absorba  en  s   y  en  os  recuerdos  a  ea  asocados  todo 
cuanto   permaneca   actvo   de   sus   facutades   parazadas.   Su 
deseatad en e hogar de Numerano, su paso por a henddura de 
as  muraas,   e   apastante  rechazo  de  que  fuera  vctma  en  a 
tenda  de  Aarco  no  ocupaban  n   por   un  nstante  sus  errantes 
pensamentos.   Las   nubes   que   se   cernan  sobre   su   mente   se 
abran  para  permtre  atsbos  de  os  afanes  y  os  xtos  de  os 
ncos de su carrera, pero cubran con mpenetrabe oscurdad os 
das posterores de su vda terrbe.
  Ese era e ser a cuya merced, por una msterosa fatadad, se 
encontraban ahora e padre y a h|a; esa a exstenca sotara, 
sn esperanzas, aborrecbe de  mpacabe y artero trador de 
antao!
  Desde  que  Upo  caara,   a  presn  de  sus   manos   se  haba 
ncrementado   graduamente,   y   sus   o|os   haban   comenzado   a 
recorrer e ugar enta e nqustvamente. S ese cambo hubera 
sdo sntoma de que se acercaba otro de sus paroxsmos de fura, 
as  vdas  de  Numerano  y  Antonna  habran  sdo  sacrfcadas  a 
nstante;   pero  todo  o  que  denotaba  era  e   avvamento  de  as 
eevadas  y  tenebrosas  deas  de  ceebrdad  y  xto,   de  honor  e 
nfuenca sacerdotaes, de espendor y gora de os doses, que 
motvaran sus tmas paabras. De repente, avanz unos pasos 
haca   e   nteror   de   tempo   sn   sotar   a   as   vctmas   de   .su 
pegroso caprcho,   a quenes condu|o hasta e   gran montn  de 
ob|etos que atra|era a atencn de Numerano a penetrar en a 
edfcacn.
 Arrodaos y adorad! grt e demente furbundo, vovendo a 
poneres as manos sobre os hombros y empu|ndoos a sueo. 
Os has ante os doses, en presenca de su sumo sacerdote!
  La |oven ncn a cabeza y se cubr e rostro con as manos, 
pero e padre examn temboroso a nforme coumna. Sus o|os 
se haban acostumbrado nsensbemente a a pobre umnacn 
de tempo, y ahora dstngua me|or os ob|etos que formaban a 
masa que se azaba ante . Centos de mgenes de os doses 
hechas  de  oro,   pata  y  madera,   muchas  de  as  de  ese  tmo 
matera   de   tamao   mayor   que   e   natura;   badaqunos, 
vestmentas,   muebes,   utensos,   todos   de   antguas   formas 
paganas, se amontonaban en e sueo sn orden n concerto hasta 
unos qunce pes de atura. La coumna tena ago de espantoso y 
grotesco a a vez. Las monstruosas fguras de os doos, con as 
rudas taas de sus ropa|es y sus armas smbcas, yacan en as 
poscones ms dversas y dsparatadas, y exhban as neas ms 
caprchosas,   sobre  todo  as  que  ocupaban  a  parte  superor  de 
con|unto, hasta donde, evdentemente, as haba anzado desde e 
sueo a msma mano que evantara a estructura. Las cogaduras 
entremezcadas  con  as  mgenes  y  os  muebes  se  enredaban 
aqu   en  torno  a  eos  como  serpentes,   cogaban  a  hasta  e 
sueo, ondeando entas y soemnes con a brsa que se coaba por 
a puerta de tempo. Los ob|etos ms pequeos de oro y pata, 
desperdgados rreguarmente en e con|unto, braban como o|os 
desumbrantes; mentras que a coumna msma, en ese ugar y 
tan   pobremente   umnada,   seme|aba   un   monstruo   vasto   e 
nforme:   a   tenebrosa   encarnacn   de   as   ms   sangrentas 
superstcones   de   pagansmo,   una  excrecenca  de  atmsferas 
rezumantes y runas nmundas, de a sombra y a oscurdad, de 
una soedad madta e nfecta!
  Incuso por a poscn que ocupaba, adems de por os ob|etos 
que a formaban, a coumna presentaba un aspecto snestro y 
estremecedor;   su  contorno  desgua,   ms  ancho  en  a  cma,   se 
ncnaba pegrosamente en dreccn a a puerta; pareca como 
que bastara empu|ara con a mano para que perdera su ncerto 
equbro y cayera a nstante a terra como una masa compacta.
 Muchas horas de duro traba|o, una proongada y furtva abor, se 
haban   consagrado   a   a   ereccn   de   a   nsta   y   vacante 
estructura; pero era obra de una soa mano. Noche tras noche, e 
pagano   penetraba   en   os   tempos   desertos   de   as   caes 
crcundantes y os despo|aba de sus contendos para enrquecer 
su amado atar; a retrada de os doos de sus ugares habtuaes, 
que a un hombre menos posedo e habra parecdo un sacrego, 
era  a  sus  o|os  e   terrbe  prvego  de   sumo  sacerdote.   Haba 
acarreado pesadas cargas y roto de un trn fuertes cerres; haba 
recorrdo   una   y   otra  vez   durante  muchas   horas   segudas   as 
msmas   caes   sombras,   sn   descansar   en   su   tarea;   haba 
amontonado   unos   sobre   otros   tesoros   e   mgenes;   haba 
reforzado a base y aumentado a atura de su precosa y sagrada 
coumna;   cada  vez  que  se  derrumbaba  y  caa  a   sueo,   haba 
reparado y reconstrudo, con una pacenca y una perseveranca 
resuetas  que  n   os  reveses  n   a  fatga  ograban  vencer,   esa 
nueva  torre  de  Babe   que  ansaba  eevar   hasta  e   Ompo  de 
techo  de   tempo.   E   propsto  ms  anheado  de  su  qumrca 
superstcn  era  rodearse  de  nnumerabes  dedades  y  reunr  a 
nnumerabes fees, para hacer de  ugar sagrado que habtaba 
un portentoso Panten y un punto de encuentro de as dspersas 
congregacones de mundo pagano. Esa era a ambcn que haca 
que su ocura egara a ms feroz fanatsmo; y ahora, ergudo en 
toda   su   estatura,   con   sus   cautvos   a   sus   pes,   sus   o|os 
reampagueantes con temparon despavordos a sus doos; az 
os brazos en soemne, exttco trunfo, y enton con voz queda 
sus nvocacones dsparatadas, ncoherentes, fragmentaras, ante 
e brbaro atar evantado con su soo esfuerzo.
  Fuera  cua   fuese  e   efecto  que  e|erceron  en  Numerano  os 
derantes;.y confusos con|uros de Upo, Antonna n os advrt n 
os   escuch,   porque   ahora   que   a   voz   de   demente   haba 
descenddo hasta no ser ms que un murmuo, y que sus o|os 
cerrados   e   mpedan   ver   os   ob|etos   que   a   rodeaban,   sus 
sentdos comenzaron a percbr en e tempo sondos en os antes 
no cayera en cuenta.
  La rpda corrente de Tber ama os cmentos de un costado 
de edfco, en cuyo nteror se oa con snguar cardad e mpdo 
y adormecedor borboteo de agua. Pero, adems, otro sondo ms 
penetrante egaba tambn a sus odos. En e remate de techo 
de   tempo  an  se  conservaban  varas   heras   de  campanas 
doradas, dspuestas a  orgnamente en parte con a ntencn 
de adornar esa porcn de a estructura exteror, en parte para 
que e rudo que producan a agtaras e vento espantara a os 
p|aros que se posaban en e edfco sagrado. E sondo de esas 
campanas  era  argentado  y  agudo;   cuando  a  brsa  era  fuerte, 
tntneaban   todas   a   una   aegre   y   contnuamente;   cuando 
amanaba, sus notas eran tenues, ntermtentes e rreguares, cas 
que|umbrosas  en  su  pura  evedad  metca.   Pero  por   ms  que 
varara su tono ba|o a caprchosa nfuenca de  vento, pareca 
mezcarse  sempre  maravosamente,   en  e   nteror  de   tempo, 
con e quedo y eterno borbotear de ro, que enaba as menores 
pausas de agradabe tntneo de as campanas y conservaba su 
suave y montona armona, cas naudbe, cuando eas de|aban 
or su canto.
  Haba ago en esa extraa, nusua combnacn de sondos que 
se  oa  en  e   abovedado  nteror  de  a  pequea  edfcacn,   que 
resutaba  snguarmente  smpe,   atractvo  y  esprtua;   mentras 
ms odo se e prestaba, ms competamente ovdaba a mente 
todo recuerdo de su verdadero orgen, y poco a poco formaba a 
partr de ea fantasas cada vez ns caprchosas, hasta que as 
campanas,   con  su  dmnuto  repqueteo,   egaban  a  parecer   as 
aegres   voces   de   un   arroyo   ceesta   que   fotaran   sobre   sus 
frges   burbu|as,   gozando   de   a   suave   corrente   que   as 
murmuraba a fur.
  A pesar de pegro de su stuacn y de terror que a mantena 
muda y arrodada, e efecto que produ|o en Antonna a extraa 
combnacn musca de a corrente de agua y as campanas fue 
o bastante fuerte,  cuando a oy por prmera vez, para dspar 
toda   emocn   que   no   fuera   de   sorpresa   y   admracn.   Se 
descubr e rostro y anz una mrada mecnca haca a puerta, 
como s pensara que e sondo proceda de a cae.
 En ese momento, a uz de so ponente, que se coaba entre dos 
de  os  pares  que  rodeaban  e   tempo,   umnaba  con  brante 
respandor   e   so   pavmento   de   a   entrada.   Un   en|ambre   de 
nsectos revooteaba atontado en a uz tba y suave, y su eve y 
montono   zumbdo   no   nterrumpa,   sno   que   ahondaba,   e 
absouto senco que renaba en e exteror de edfco. Pero una 
ateracn   de   sosego   que   presda   a   tranqua   y   despe|ada 
escena  estaba  a  punto  de  ocurrr;   no  haba  pasado  un  mnuto 
cuando  Antonna,   que  segua  contempndoa,   vo  una  sombra 
oscura   que   cruzaba   sgosa   e   pavmento   soeado,   a   msma 
sombra que vera por tma vez cuando a detenerse en su huda 
para mrar haca atrs en a cae deserta. A prncpo crec y se 
aarg entamente, despus permanec estaconara, ms tarde 
se ae| y desaparec tan pauatnamente como haba avanzado, 
y entonces a |oven oy, o crey or, un eve sondo de pasos que 
se retraban por as coumnatas ateraes en dreccn a costado 
de edfco que ndaba con e ro.
  Antonna de| escapar un eve grto de horror a tempo que se 
refugaba entre os brazos de su padre, pero este no a escuch. 
La voz de Upo haba vueto a adoptar su tono ato y hueco; haba 
evantado a Numerano de sueo agarrndoo de brazo con una 
mano fuerte y tan fra que parec hear e corazn de ancano, 
con  a  cua   o  mantuvo  nmv   e  nerme  como  presa  de  un 
hechzo fata.
 Escuchad! Escuchad! excam e pagano, agtando su mano 
bre como s se drgera a una vasta concurrenca. Promuevo a 
este hombre a a condcn de servdor de sumo sacerdote! Ha 
egado a atar sagrado desde un pas e|ano; se muestra dc y 
obedente ante e taberncuo de os doses; su suerte futura est 
echada;   morar   en   e   tempo   hasta   e   da   de   su   muerte! 
Ceebrar  ante  m   atavado  con  vestduras  bancas,   mecer  e 
humeante ncensaro y har sacrfcos a ms pes!
  Ca. Una expresn sombra y snestra aparec en sus o|os a 
pronuncar a paabra "sacrfco"; must para s con are de duda:
  E  sacrfco! Ha egado ya a hora de  sacrfco? y anz 
una mrada haca a puerta.
 E so an pona su bro aegre sobre e pavmento; os nsectos 
seguan revooteando en crcuos en a suave uz; ya no se vean 
sombras  n   se  oan  pasos  e|anos;   so  se  escuchaba  a  aegre 
msca  de   agua  borboteante  y  de   tntneo  argentado  de  as 
campanas. Durante unos breves momentos, e demente examn 
a  cae  presa  de  ansedad,   sn  pronuncar  paabra  n   mover  un 
mscuo. E ataque de fura estaba a punto de aduearse de , a 
partr de que a dea de sacrfco atravesara como un rempago 
as   tnebas   de  su  mente;   pero  una  vez   ms,   se  pospuso  su 
egada. Vov entamente a cabeza en dreccn a nteror de 
tempo.
 E so an bra en os patos exterores must muy quedo, 
no ha egado an a hora de sacrfco! Ven! contnu en voz 
ms ata, sacudendo de brazo a Numerano, es hora de que e 
servdor de tempo revse e ugar de sacrfco y afe e cucho 
destnado  a  a  vctma  antes  de  que  se  ponga  e   so!   Servo: 
evntate y sgeme! Hasta ese momento, Numerano no haba 
habado   n   ntentado   escapar.   Aunque   nos   ha   evado   certo 
nmero  de  pgnas   descrbr   os   acontecmentos   precedentes, 
eos se haban desarroado en un perodo de tempo tan corto 
que  e   ancano  no  haba  ogrado  recuperarse  de  a  prmera  y 
sobrecogedora   conmocn   que   e   produ|era   e   encuentro   con 
Upo.   Pero   ahora,   aunque   segua   temeroso,   snt   que   haba 
egado e momento de uchar por su bertad.
  Aprtate y d|anos partr! No puede vover a haber nnguna 
reacn  entre  nosotros!  excam,   con  e   vaor   temeraro  que 
produce   a   desesperacn,   mentras   tomaba   de   a   mano   a 
Antonna y ntentaba desasrse de as garras de demente. Pero su 
esfuerzo  fue  en  vano;   Upus  o  su|et  con  ms  fuerza  y  de| 
escapar una carca|ada trunfa:
  Cmo!   E   servdor   de   tempo   sente   terror   de   sumo 
sacerdote y no se atreve a penetrar en e ugar de sacrfco! 
excam. No temas, servo! E todopoderoso, que rge sobre a 
vda   y   a   muerte,   sobre   e   tempo   y   e   futuro,   se   muestra 
bondadoso con os servdores que ege! Vamos, vamos! A ugar 
de tnebas y expacn, donde so yo soy omnpotente y todas 
os dems craturas temban y obedecen! A tu eccn, dscpuo! 
A ponerse e so a vctma debe ser coronada!
  Cuando se aprestaba a obgaro a avanzar, mr un nstante e 
rostro   de   Numerano   y   sus   o|os   se   encontraron.   En   a   fera 
autordad  de  su  gesto  y  a  sava|e  exutacn  de  su  mrada,   e 
padre   vo   repetrse   de   forma   ms   aberrante   a   acttud   y   a 
expresn que observara en e pagano a maana en que perdera 
a su h|a. Todas as crcunstancas de esa hora desventurada a 
acoba vaca, a h|a desterrada, e trunfo de trador, a angusta 
de traconado pasaron como un rempago por su mente y se 
azaron   ante   sus   o|os   tan   vvdas   como   un   cuadro.   De|   de 
bataar; toda a capacdad de resstenca de su cuerpo y de su 
mente   estaban   anquadas.   Hzo   un   esfuerzo   por   apartar   a 
Antonna de su ado, como s ovdando a a enemga ocuta fuera 
de   tempo,   tratara   de  factar   su  fuga  por   a   puerta   aberta 
mentras a atencn de demente an no se haba posado en ea. 
Pero ms a de ese tmo esfuerzo de fuerte nstnto de amor 
paterno, toda otra emocn dnmca pareca haber muerto en .
  En   vano   ntent   dsocar   a   a   h|a   de   a   suerte   que   quzs 
esperaba  a   padre.   E   terror   que  e  produca  a  ella  a  oscura 
sombra  sobre  e   pavmento  era  superor  a  toda  otra  aprensn. 
Antonna se aferr con ms fuerza a su padre y e apret todava 
ms  a mano.   De modo que  cuando e   pagano  avanz  haca  e 
nteror de tempo, no fue so Numerano quen o sgu a ugar 
de sacrfco, sno ea tambn. Camnaron hasta a parte trasera 
de a coumna de os doos. Detrs haba una ata dvsn dorada 
con ncrustacones de madera que egaba hasta e techo, y que 
separaba   a   parte   anteror   de   tempo   de   a   posteror.   En   a 
dvsn haba un pasa|e abovedado de techo ba|o, protegdo por 
puertas  taadas  smares  a  as  de   frente  de   edfco,   y  por   
pasaron Upo y sus prsoneros a otro recnto de tempo.
  La   habtacn  a  a   que  egaron  era   consderabemente  ms 
pequea  que  e   prmer   aposento  de   tempo  que  acababan  de 
abandonar. E techo y e sueo tenan una ncnacn descendente 
y e sondo de as profundas aguas de Tber egaba a con ms 
cardad que en a parte anteror de edfco. Cuando entraron, e 
ugar estaba muy oscuro: a coumna de doos nterceptaba hasta 
a poca uz que podra haber penetrado por su estrecha entrada; 
pero   as   densas   tnebas   pronto   se   dsparon.   Arrastrando   a 
Numerano consgo haca a zquerda de a habtacn, Upo abr 
una espece de tragauz de madera y un vvdo rayo de so se co 
de nmedato por una pequea abertura crcuar practcada en esa 
parte de tempo.
  A hacero qued umnada una vasta cavdad en a pared ms 
ae|ada   de   a   habtacn,   o   bastante   ata   para   admtr   a   un 
hombre de pe, pero que se comuncaba medante una abertura 
cas   perpendcuar   con  un  foso  cuyo  fondo  resutaba  mposbe 
coumbrar, porque de ese nsondabe absmo artfca no brotaba 
uz, y a vsta no acanzaba a penetrar ms que unos pocos pes 
por   su  boca.   En  e   estrecho  espaco  de  a  base  que  quedaba 
vsbe se  advertan os prmeros  pedaos de  una escaera que 
evdentemente conduca haca o profundo de a cavdad. En as 
paredes   abruptamente   ncnadas   que   a   rodeaban   por   todas 
partes  aguen  haba  pntado,   con  os  brantes  coores  de  os 
frescos   antguos,   representacones   de   as   dedades   de   a 
mtooga,   todas   en  acttud  de  descender   a  a  crpta,   y  todas 
segudas por nnfas que portaban gurnadas de fores, hermosos 
p|aros y otros adtamentos smares de as ceremonas votvas 
de pagansmo. E repusvo contraste entre os brantes coores y 
as gracosas formas de os frescos, y e  aspecto amenazante y 
sombro de a cavdad que decoraban, subrayaba ntensamente a 
estremecedora  sgnfcacn  de   carcter   de  a  estructura.   Sus 
mavados usos prevos parecan ndeebemente nscrtos en toda 
ea,   como  os   crmenes   y  tormentos   de   pasado  permanecen 
ndeebemente   nscrtos   en   e   rostro   humano;   a   mente   se 
mpregnaba en ea de aterradoras deas de mortaes tracones, 
secretas  atrocdades,   tembes  refnamentos  de  a  tortura  que 
nngn no ncado contempara y que nnguna resoucn humana 
fuera nunca o sufcentemente frme para resstr.
 Pero esas mpresones no eran producto so de o que se vea en 
a extraa crpta y en torno a ea, sno tambn de o que a se 
oa. E vento penetraba en a cavdad a travs de una abertura 
nvsbe,   stuada   en   agn   punto   a   certa   dstanca,   y   todo 
ndcaba  que  ago  nterceptaba  su  paso,   porque  suba  hasta  a 
boca   de   a   crpta   con   un   sbdo   agudo   y   penetrante,   y   en 
ocasones  produca  otro  sondo  ms  prxmo,   que  recordaba  e 
voento  entrechocar  de  muchos  ob|etos  metcos.   E   rudo  de 
vento y e borboteo de a corrente de Tber parecan proceder 
de una dstanca mayor que a que |ustfcaba a estrechez de a 
parte trasera de tempo y a proxmdad de ro a sus cmentos. 
Resutaba  evdente  que  a  crpta  no  ba  recta  haca  e   exteror, 
sno que descrba una curva por deba|o de edfco haca su parte 
anteror, medante agn extrao enredo de pasa|es o abernto 
de   cavernas   artfcaes   que   quzs   fueran   construdos   mucho 
tempo atrs como mazmorras para os vvos o sepucros para os 
muertos.
 E ugar de sacrfco! A|a! E ugar de sacrfco!excam e 
pagano exutante mentras obgaba a Numerano a egar hasta a 
entrada   de   a   cavdad   y   apuntaba   soemnemente   haca   as 
tnebas de sus profunddades.
 E padre cav a vsta en a sma, sn voverse n una vez a mrar 
a   Antonna,   sn   ntentar   vover   a   uchar   por   su   bertad.   Los 
amores   y   as   esperanzas   de   este   mundo   comenzaban   a 
desvanecerse de su corazn: oraba. Las paabras soemnes de a 
mporacn crstana saan en un quedo murmuo de sus abos, 
en  e   atar   de  a  doatra  y  a  sangre,   entremezcadas  con  as 
ncoherentes excamacones de demente que o mantena cautvo 
y   que   ahora   haba   posado   sus   o|os   reampagueantes   en   as 
tnebas  de  a  crpta,   a  medas  ovdado  de  os  prsoneros  que 
retena   |unto   a  su  entrada,   ya   que  era   presa   de  a   sombra 
fascnacn que sobre ,l e|erca.
  E rayo de so que entraba por a abertura crcuar de a pared 
umnaba  fantstcamente  as  dsmes  fguras  de  os  tres,   tan 
extraamente reundas a a boca de absmo que se abra a sus 
pes.   Por   sobre  sus  cabezas,   en  torno  a  eos,   sombras:   en  e 
mahadado recnto no haba ms uz que a de vvdo rayo de so 
que caa sobre a macenta fgura de Upo, que segua apuntando 
a as tnebas; sobre e sembante tenso de Numerano, que oraba 
con a amargura de quen aguarda a muerte esperada; y sobre a 
fgura   frg   y   |uven   de  Antonna,   aferrada   temborosa   a   su 
padre. Era una escena soemne y utraterrena!
 Mentras tanto, a sombra que a |oven advrtera en e sueo ante 
a puerta de tempo vov a aparecer a, pero no para retrarse 
como antes; un nstante despus, Gosvntha penetr sgosa en 
e   recnto  anteror   de   edfco  que  abandonaran  sus  ocupantes 
precedentes.   Pas  sencosa  |unto  a  a  coumna  de  os  doos, 
ech una mrada a aposento posteror de tempo y vo, a a uz 
de rayo de so, a as tres fguras reundas, sombras e nmves, 
en a boca de a cavdad. Su prmera mrada fue para e pagano, 
que   e   nspraba   sospechas   y   un   temor   nstntvos,   y   cuyo 
propsto  a   mantener   cautvos   a   padre  y  a  a  h|a  no  poda 
advnar; a sguente fue para Antonna.
 La muchacha ocupaba una poscn resguardada; an sostena a 
mano de su padre, de modo que este a amparaba parcamente 
con su cuerpo; e, nconscentemente, se haba coocado ba|o e 
brazo evantado de Upo, que agarraba e hombro de Numerano. 
A advertro, y recordando que Antonna ya se e haba escapado 
en dos ocasones, Gosvntha vac por un momento, y despus, 
con paso cudadoso y gesto de dsgusto, comenz a retroceder de 
nuevo haca a puerta de tempo.
  An  no,   an  no  ha  egado  e   momento!  must  mentras 
vova a ntroducrse en su escondr|o; a uz es da de eno; a 
muchacha est a a vsta y os otros a protegen! Est en medo 
de os dos hombres! No ha egado e momento de dar e gope; 
e ta|o de cucho debe ser certero y seguro! Certero, porque 
esta  vez  debo  matara!  Seguro,  porque  tengo  otras venganzas 
que cobrarme adems de a que me cobro en ea! Yo, que he 
sdo  pacente  y  astuta  desde  a  noche  de  m   huda  de  Aquea, 
segur sendo pacente y astuta! S atravesa a puerta, a matar 
cuando saga; s permanece en e tempo...
 Gosvntha hzo una pausa y az a vsta; e so ponente aumbr 
con   su   ameante   respandor   su   rostro   marchto;   sus   o|os 
reumbraron feroces ba|o a ntensa uz.
 Se acercan as tnebas! contnu; a noche ser espesa y 
negra en os oscuros recntos de  tempo; a ver y ea no me 
ver! Se acerca a oscurdad; m venganza es segura!
  Cerr os abos, y con fata perseveranca contnu vgando y 
esperando,   tan  resuetamente  como  vgara  y  esperara  hasta 
entonces. E romano y a goda, opuestos por su sexo, su nacn y 
su suerte; e orate que soaba con as sangunaras superstcones 
de pagansmo ante e atar de tempo y a asesna que maduraba 
sus  cruentos   panes   ba|o  e   prtco  de   tempo  estaban  ahora 
undos por una msterosa dentdad de expectatvas que nnguno 
de   os   dos   sospechaba   o   se   comuncara:   cuando   e   so 
desaparecera de frmamento habra egado la !ora del sacri(icio.
& & &
  Se  produce  ahora  una  pausa  momentnea  en  e   curso  de  os 
acontecmentos.   Certos  hechos  ocurrdos  y  que  narraremos  a 
contnuacn   hacen   necesaro   aprovechar   este   ntervao   para 
nformar a ector acerca de a naturaeza y e empeo verdaderos 
de a crpta excavada en a pared e tempo, cuyo aspecto externo 
ya hemos descrto.
  La pecuardad ms saente de a regn pagana puede muy 
ben   compararse   con   a   caracterstca   ms   pecuar   de   a 
construccn de os tempos paganos. Ambos estaban dseados 
para  atraer  a  atencn  genera   por  sus  soos  efectos  externos, 
que  eran,   en  ambos  casos,   un  refe|o  faso  y  engaoso  de  su 
sustanca  nterna.   En  e   tempo,   cuando  as  personas  adoraban 
ba|o   as   argas   coumnatas   o   contempaban   os   ma|estuosos 
prtcos desde a cae, era gco que magnaran que e nteror 
de a estructura posea una ma|estad y una smetra smares, y 
no  se  es  permta  descubrr  cuan  amentabemente  contraraba 
ese nteror as brantes expectatvas que e exteror estaba tan 
ben  cacuado   para   nsprar;   cuan  poco   se  correspondan  os 
oscuros y estrechos recntos de os doos, as crptas secretas y 
os sombros aposentos nternos con a promesa de as grandes 
escanatas, as ampas extensones de pavmento y os maczos 
pares que centeeaban a so en su exteror. De gua manera en 
e caso de a regn, e adepto resutaba atrado por e espendor 
de as procesones; por a pompa de os auguros; por a poesa de 
una superstcn que pobaba os bosques que habtaba de ges 
drades y as fuentes de as que beba de vgantes nyades; que 
es  ad|udcaba  a  as  montaas  y  os  agos,   a   so,   a  una  y  as 
estreas, a todo o que o rodeaba, sus fantstcas aegoras o sus 
gracosas  eyendas  de  beeza  y  amor;   pero  no  se  e  permta 
profundzar   su  reacn  con  a  regn  ms  a  de  ese  prmer 
encuentro; ah concua su ncacn. Se e mantena gnorante de 
os oscuros y pegrosos absmos que se abran ba|o esa tersa y 
atractva superfce; se e de|aba con a mpresn de que o que 
se mostraba era so e preudo de su futuro descubrmento de 
as beezas ocutas de os rtos paganos; no se e permta ver as 
astmosas   mposturas,   as   repusvas   orgas,   os   espantosos 
encantamentos, os cruentos sacrfcos humanos perpetrados en 
secreto,   que  eran  a  repugnante  sustanca  rea   de  a  hermosa 
forma   externa.   Su   prmera   o|eada   a   tempo   resutaba   tan 
engaosa  para  sus   o|os   como  mstfcadora  para  su  mente  a 
prmera mpresn que e produca a regn.
 Era con esos msteros ocutos y cupabes de cuto pagano que 
estaba   ntmamente   reaconada   a   crpta   ante   a   cua   se 
encontraba ahora Upo con sus cautvos.
 Los sacrfcos humanos que reazaban os romanos eran de dos 
tpos:   pbcos   y   secretos.   En   os   ncos   de  a   repbca,   os 
prmeros   se   evaban   a   cabo   anuamente;   ms   tarde   se 
prohberon;   Augusto,   quen   sacrfcaba   a   sus   prsoneros   de 
guerra ante e atar de |uo Csar, os revv; y posterormente 
aunque  renovados  en  ocasones  por  motvos  especfcos  en  os 
renados   subsguentes  se   emnaron   por   competo   de   as 
ceremonas de pagansmo durante e resto de perodo mpera.
  Los   sacrfcos   secretos   se   practcaron   durante   mucho   ms 
tempo. Estaban reaconados con os msteros ms esotrcos de 
a   mtooga;   se   reazaban   a   espadas   de   a   supervsn 
gubernamenta; y probabemente contnuaron hasta a extncn 
genera   de  a  superstcn  pagana  en  Itaa  y  en  as  provncas. 
Muchos   y  muy  varados   eran  os   recntos   construdos   para  a 
nmoacn secreta de vctmas humanas en dferentes partes de 
mpero   tanto   en   as   cudades   muy   pobadas   como   en   os 
bosques sotaros y, entre eos, uno de os ms notabes y e 
que   durante   ms   tempo   se   conserv   fue   a   gran   cavdad 
excavada   en   a   pared   de   tempo   que   Upo   escogera   como 
sotaro escondr|o en Roma.
 La crpta no se haba construdo meramente con e fn de ocutar 
a  nmoacn  y  e   cadver  de  a  vctma.   A  su  construccn  se 
haba aaddo un sangunaro artfco que conssta en coocar en 
a propa cavdad e nstrumento de sacrfco, de manera que no 
era   un  mero   recnto,   sno,   por   decro   de   aguna   manera,   e 
devorador de su presa humana. A pe de a escaera (cuyo nco, 
como  ya  hemos  observado,   era  o  nco  que  resutaba  vsbe 
desde   a   entrada   aberta   en   e   recnto   de   tempo)   se   haba 
dspuesto a magen de un dragn de bronce.
  E   cuerpo   de   monstruo,   que  sobresaa   de   otro   ado   de  a 
escaera,   cas   en  nguo  recto  con  a  pared,   se  despazaba  en 
todas   dreccones   medante   unos   muees   de   acero   que   se 
comuncaban con uno de os escaones nferores y tambn con 
una espada coocada en a garganta de a magen y que serva 
como de engua de dragn. Las paredes se estrechaban en torno 
a os escaones, de modo que en as proxmdades de dragn so 
caba un cuerpo humano. A a menor presn en e pedaos con 
e   cua   se  comuncaba   e   muee,   e   cuerpo   de   monstruo   se 
ncnaba  haca  adeante  y  a  espada  saa  de  su  garganta  a 
nstante,   a   una   atura   de   sueo   que   a   haca   atravesar 
necesaramente agn rgano vta de a persona que ba|aba. E 
cuerpo, que se desprenda por su propo peso de a espada, caa 
por   un   tne   aberto   deba|o   de   dragn   que   descenda   en 
dreccn opuesta a a de as escaeras, y se depostaba en una 
re|a de herro baada por as aguas de Tber, que corra ba|o os 
cmentos  abovedados  de   tempo.   A  a  re|a  se  egaba  por   un 
pasa|e subterrneo secreto que saa de frente de edfco, y que 
es permta a os sacerdotes encargados de sacrfco egar hasta 
donde se encontraba e cadver, atare unos pesos y, tras abrr a 
re|a,   arro|aro  a   ro,   de  modo  que  nunca  ms   o  veran  o|os 
humanos.
  En   a   poca   en   que   se   autorzaba   que   esa   mquna   de 
destruccn cumpera e propsto para e cua e horrbe ngeno 
de sus nventores a construyeran, sus vctmas eran sobre todo 
|venes  donceas.   Coronadas  de  fores  y  atavadas  con  ropa|es 
bancos, se as nstaba a a nmoacn con rcos presentes y con 
as segurdades de que e  nco ob|etvo de su fata  expedcn 
haca o profundo de a crpta conssta en revvr as pnturas que 
adornaban   sus   paredes   (que   ya   descrbmos   agunas   pgnas 
atrs)   ofrendando   sus   dones   ante   e   atar   de   doo   que   se 
encontraba en e fondo.
 En os das de os que escrbmos, haca muchos aos desde a 
prmera   prohbcn   de   pagansmo  que   e   dragn   no   se 
amentaba de sus presas usuaes. La humedad haba corrodo y 
afo|ado  poco  a  poco  as  escamas  de  su  cuerpo;   y  cuando  as 
mova   e   vento   que   penetraba   por   deba|o   y   sbaba   en   su 
tortuoso  recorrdo  por   e   tne   que  corra  en  e   fondo  en  una 
dreccn y suba en otra haca o ato por a escaera de a crpta, 
produca e entrechocar que ya hemos menconado que se de|aba 
or en ocasones desde a  boca de a  cavdad.  Pero os  muees 
que movan e  morta  mecansmo de  aparato, protegdos en su 
nteror,   seguan   resstendo   e   ento   avance   de   tempo   y   e 
desuso,   y  estaban  tan  a  punto  como  sempre  para  e|ecutar   e 
fata propsto para e que fueran dseados.
 E destno tmo de dragn de bronce era e de a regn cuyas 
ms  cruentas superstcones encarnaba:  caer  ba|o e   rresstbe 
embate  de   crstansmo.   Poco  despus  de  a  poca  en  que  se 
desarroa  nuestra  narracn,   tras   un  accdente  ocurrdo  en  e 
nteror de edfco ba|o e cua estaba stuado, y que reataremos 
ms adeante, su exteror se desmante para utzar sus pares 
como  materaes  para a  construccn  de una gesa.   Un  mon|e 
que  haba  estado  presente  en  a  destruccn  de  otros  tempos 
paganos, y que se ofrec para nspecconar su contendo, expor 
a crpta excavada en a pared. Con una antorcha en una mano y 
una  barra  de  herro  en  a  otra,   ba|  a  a  crpta,   tanteando  as 
paredes y os escaones a medda que descenda. Por prmera y 
tma  vez  a  espada  sa  nocua  de  a  garganta  de   monstruo 
cuando  e   mon|e  hzo  presn  con  su  barra  de  herro  sobre  e 
pedao fata, antes de psaro. Ese msmo da se destruy y se 
arro| e aparato a as aguas de Tber, donde antes se arro|ara a 
sus vctmas.
& & &
 Han pasado agunos mnutos desde que de|amos a padre y a a 
h|a |unto a pagano ante a entrada de a crpta; y an no parece 
haberse producdo nngn cambo en as poscones de os tres. 
Pero a voz de Upo, que sgue con os o|os cavados en a sma 
aberta a sus pes, es ms ata, y sus paabras se han tornado ms 
caras. Tembes recuerdos reaconados con ese ugar comenzan 
a  remover   su  memora  fatgada,   a  evantar   e   oscuro  veo  de 
ovdo de sus pensamentos estres.
  Ba|an   a,   hasta   e   fondo!   excam   abruptamente, 
apuntando a as oscuras profunddades de a crpta, y nunca 
vueven  a  sar   a  a  uz  de   da!   E   gran  Destructor   vga  a 
deba|o en su soedad, y sus o|os penetran as tnebas esperando 
a que se aproxmen! Od! E sbdo de su respracn es como e 
entrechocar de as armas en una ucha a muerte!
 En ese momento e vento mov as escamas suetas de dragn. 
Por un nstante Upo guard senco, prestando odo a rudo que 
producan. Por prmera vez una expresn de temor aparec en 
su  rostro.   Su  memora  revva  oscuramente  os  detaes  de  su 
descubrmento   de   a   mortfera   maqunara   que   guardaba   a 
crpta,   cuando  hcera  de   tempo  su  hogar,   cuando  eno  de 
confusos recuerdos de rtos y encantamentos msterosos, de os 
sacrfcos secretos a os que asstera y reazara en Ae|andra 
encontrara y recorrera e pasa|e subterrneo que conduca hasta 
a re|a de herro deba|o de  dragn. Cuando e  vento aman y 
con   e  entrechocar de metaes, comenz a enumerar para s 
msmo, con acentos entos y soemnes, esos recuerdos.
 He vsto a Destructor; e Invsbe se me ha reveado! must
.   Legu   hasta   a   re|a   de  herro;   as   aguas   mpacentes   se 
afanaban  y  pugnaban  a  ms   pes  mentras  yo  contempaba  e 
ugar   de  as   tnebas.   Me  hab   una   voz.   "Busca   una   uz   y 
contmpame desde o ato! Busca una uz! Busca una uz!" E  
so, a una y as estreas no aumbraban a! Pero en a cudad, 
cuando recorra por as noches as casas de os muertos, haba 
vsto mparas encenddas; y a mpara aumbraba cuando no o 
hacan n e so, n a una, n as estreas! Desde qu puse e pe 
en os prmeros pedaos mr haca aba|o y v a Poderoso en su 
dorado fugor; y no me aproxm, sno que observ y prest odo 
presa de temor. La voz de nuevo! La voz se de| or de nuevo! 
"Ofrceme sacrfcos secretos, como os ofrecen tus hermanos! 
Dame a os vvos donde estn os vvos! Y a os muertos donde 
se haan os muertos!" E  are suba heado y a voz ca, y a 
mpara era como e so, a una y as estreas, no aumbraba en 
e ugar de as tnebas!
  Mentras   hababa,   as   escamas   metcas   suetas   voveron  a 
entrechocar   en  a  crpta,   porque  e   vento  aumentaba  con  a 
egada de a noche.
  Od!  La  sea   para  preparar  e   sacrfco!  grt  e   pagano 
vovndose  bruscamente  haca  Numerano.   Escucha,   servo! 
Los  vvos  y  os  muertos  estn  a  nuestro  acance.   E   aento  de 
Invsbe os derrba en as caes y en as casas; se tambaean en 
os camnos y caen ante os pedaos de tempo. Cuando egue a 
hora sadremos a buscaros. Por m mano descenden a a caverna 
que est a nuestros pes. Sea que os arro|emos muertos o que 
ba|en vvos, caen por a re|a de herro donde e agua sata y se 
goza de recbros! M tarea es conducros a sacrfco arrba, y a 
tuya esperar por eos deba|o, azar os barrotes y echaros a ro 
para que se os trague! Los muertos caen prmero: os vvos a 
quenes e|ecuta e Destructor sguen despus!
  Ca   de   sbto.   Por   prmera   vez,   sus   o|os   se   posaron   en 
Antonna, cuya exstenca pareca haber ovdado hasta entonces. 
Una   sonrsa   repusva,   mezca   de   astuca   y   satsfaccn, 
transform a  nstante su rostro a  mrara y despus desvar a 
vsta sgnfcatvamente haca a crpta.
  Aqu hay una! e susurr a Numerano tomndoa de brazo
. Mantena cautva, se acerca a hora!
  Hasta   ese   momento   Numerano   no   haba   reacconado   a   as 
paabras de Upo, pero cuando este toc a Antonna, esa smpe 
accn bast para vover a actvar a resstenca aun nt de 
padre.   Lber   e   brazo   de   Antonna   de   a   mano   de   Upo   y 
retroced  con  ea  sn  aento,   aerta,   desesperado  hasta  a 
pared que quedaba a sus espadas.
 E demente r con orguosa aprobacn.
  M servo me obedece y se apodera de a cautva! excam
. Recuerda que se acerca a hora y se aferra a a presa! Ven! 
contnu,   ven   a   a   otra   habtacn!   Es   hora   de   que 
busquemos ms vctmas para e sacrfco antes de que se ponga 
e so! E Destructor es poderoso, y hay que obedecero!
  Avanz  hasta  a  entrada  que  conduca  a   prmer   recnto  de 
tempo y esper a a que se e reunera Numerano, quen por 
prmera  vez  separado  de  Upo  permaneca  parazado  en  a 
msma  poscn  y  anzaba  mradas  ansosas  a  su  arededor.   No 
haba nnguna posbdad de escapar; as ncas sadas de ugar 
eran, de un ado, a boca de a crpta, de otro, e pasa|e a travs 
de a dvsn. La nca esperanza conssta en segur a pagano 
hasta e gran recnto de tempo, mantenerse a prudente dstanca 
de      y   aguardar   una   oportundad   de   hur   por   a   puerta   de 
entrada. La cae, tan desoada cuando a contempara por tma 
vez,   poda   ahora   encontrarse   ms   pobada.   Era   posbe   que 
pasaran cudadanos o guardas a quenes dares una voz desde e 
tempo;   era   posbe   que   aparecera   agn   auxo.   Mentras 
avanzaba   con   Antonna,   esos   pensamentos   atravesaron   con 
rapdez   a   mente  de   padre,   sn  que  os   acompaara   en  ese 
momento e recuerdo de a desconocda que os sguera desde a 
Puerta Pncana, o os de a desgana de a pobacn hambrenta 
para prestar ayuda en una emergenca. Vendo que venan tras  
como haba ordenado, Upo os preced en e trayecto hasta a 
coumna  de  os  doos;   pero  una  extraa  y  sbta  ateracn  se 
hzo evdente en su manera de andar. Hasta ese momento haba 
camnado  con  e   paso  de  un  hombre  |oven,   fuerte  y  resueto; 
ahora arrastraba as pernas con tanta enttud y dfcutad como 
s  hubera recbdo una herda morta. Avanz vacante, con un 
abatmento mayor que e que |ustfcaban sus aos; de| caer a 
cabeza sobre e pecho y comenz a que|arse y a emtr murmuos 
confusos en tono quedo y moroso.
  Ya se haba adeantado hasta a coumna de os doos, a medo 
camno de a puerta de tempo, cuando Numerano, cuya mrada 
penetrante advrtera e brusco cambo de su conducta, ovdando 
a smuacn, que poda ser an de a mayor mportanca, se de| 
evar por su prmer mpuso y, apretando e paso con Antonna a 
su ado, ntent rebasar a pagano y escapar. Pero de nmedato 
Upo detuvo su ento avance, se tambae, extend as manos 
con  un  gesto  crspado  y,   tras  agarrar   de   brazo  a  Numerano, 
trastab con  hasta dar contra a pared atera de tempo. Los 
dedos de torturado nfez se cerraron como s no fueran a abrrse 
nunca ms, como presas de a rgdez de a muerte, como en e 
tmo y frentco gesto de un hombre que se ahoga.
  Haba traba|ado ncesantemente da y noche ba|o a mpacabe 
trana de su ocura, azando cada vez ms ato su atar de doos 
y pronuncando sus nvocacones ante os doses en e ugar de 
sacrfco; y ahora, en e momento en que acanzaba e trunfo en 
su feroz propsto, cuando su pretenddo servo y su pretendda 
vctma  se  encontraban  ms   a  su  merced;   ahora  cuando  sus 
facutades, ya sometdas a una presn excesva, se tensaban a 
mxmo,   haba  hecho  presa  de     e   tan  pospuesto  paroxsmo, 
que era e precursor de reposo, de nco reposo que e conceda 
su  espantosa  suerte:   un  cambo  de  forma  (e   trste  cambo  ya 
descrto)   de  su  nsana.   Porque  en  os   raros   perodos   en  que 
dorma, su sopor no equvaa a nconscenca n a descanso; era 
un trance pobado de sueos terrbes: cuando se adormeca, su 
engua  hababa,   sus  membros  se  movan  como  cuando  estaba 
desperto. Era so cuando sus vsones de orguo, e poder, os 
feros   confctos   y   as   atrevdas   resoucones   de   sus   aos   de 
madurez cedan su ugar a os ensueos sosegados y tranquos 
de su nez, que sus facutades exhaustas reposaban, y con eas 
descansaba   su   cuerpo   en   a   nmv   angudez   de   a   fatga 
absouta. En esos momentos, s sus abos pronuncaban agunas 
paabras, eran como os murmuos de un sueo fez e nfant; 
porque  as   frases   nocentes   de  su  nfanca  que  eas   revvan, 
parecan  traere  consgo   tambn,   por   un  tempo,   e   nocente 
sosego   de   su   nez.
  Vete! Vete! Huye ahora que ests bre! grt Numerano 
sotando a mano de Antonna y apuntando a a puerta. Pero a 
|oven  se  neg  por  segunda  vez  a  dar  un  paso.   Nnguno  de  os 
horrores  o  pegros  de   tempo  borraba  de  su  mente  n   por   un 
nstante e  recuerdo de a noche en a casa de a gran|a de os 
suburbos. Vov e rostro haca a entrada deserta, cav os o|os 
en ea con a persstente atencn que produce e terror y, a as 
paabras de su padre, contest con un susurro espantado:
 Gosvntha! Gosvntha!
  E   pagano  segua  con  os  dedos  crspados  con  a  rgdez  de  a 
muerte; se apoy en a pared, tan nmv  como s  a vda y a 
capacdad  de  accn  o  huberan  abandonado  para  sempre.   E 
paroxsmo haba pasado; su rostro, contrado en una mueca haca 
so un nstante, estaba ahora en reposo; pero era un reposo que 
produca   horror   en   quenes   o   contempaban.   De   sus   o|os 
entrecerrados   brotaban   grmas   que   corran   por   sus   me|as 
marchtas y arrugadas; grmas que no eran una mpresonante 
expresn  de  angusta  menta   (porque  sus  abos  exhban  una 
sonrsa ausente e naterabe), sno a mera efusn mecnca de 
a debdad fsca que a pasada crss de agona de|ara tras de s. 
En  sus  rasgos  no  se  adverta  a  menor   traza  de  capacdad  de 
refexn o percepcn: su rostro era a faz de un dota.
  Numerano, que o mr un nstante, se estremec y desv a 
vsta, espantado de espectcuo. Pero se aproxmaba una prueba 
ms tremenda a su resoucn, y no a poda evtar. A poco rato, 
a voz de Upo vov a resutar audbe; pero ahora su tono era 
db, astmero, cas puer, y as paabras que pronuncaba eran 
suaves paabras de amor y bondad, que, saendo de esos abos, 
y pronuncadas en ese ugar, producan medo. E tempo y todo o 
que  contena se haban desvanecdo de os o|os y a memora 
de   demente.   Ba|o  a  tembe  y  sobrenatura   nfuenca  de  su 
enfermedad, retroced en un nstante por e oscuro vae de run 
peregrna|e  de  a  vda  hasta  os  aposentos  tanto  tempo  atrs 
abandonados   de   su   hogar   nfant.   Mentras   que   fscamente 
permaneca en e ugar de sus ms recentes crmenes, en o que 
tocaba a su concenca menta, e desheredado de a razn y a 
humandad  reposaba  entre  os   brazos   de  su  madre,   como  o 
hcera antes de partr haca e tempo de Ae|andra, y su corazn 
se comuncaba con e de ella, y sus o|os a contempaban como a 
contemparan   antes   de   que   a   fata   ambcn   de   su   padre 
separara para sempre a h|o de su progentura!
 Madre! Regresa, madre! must. No dorma; te v entrar, 
sentarte |unto a m cama y orar cuando me besaste! Regresa y 
sntate  a  m   ado!   Me  voy  e|os,   muy  e|os,   y  quzs   nunca 
vueva a or tu voz! Ou feces seramos, madre, s me quedara 
para sempre a tu ado! Pero es a vountad de m padre que vaya 
a tempo en otro pas y vva a para hacerme sacerdote, y debo 
obedecero. Ta vez no regrese nunca, pero no nos ovdaremos 
e uno de otro! Recordar tus paabras cuando soamos habar 
aegres, y t recordars as mas!
  Cuando Upo no haba termnado an de pronuncar a prmera 
frase, de repente Antonna snt tembar a su ado e cuerpo de 
su padre. Despeg os o|os de a puerta, donde os haba tendo 
cavados hasta ese momento, y o mr. La mano de pagano e 
haba sotado e brazo; era bre de partr, de hur como ansara 
hacero haca so unos mnutos; y an as, no haca un gesto. Su 
h|a  o  toc,   e  hab;   pero  n   respond  n   se  mov.   Lo  que 
enaba   de   terror   o   ms   ntmo   de   ama   de   Numerano   y 
parazaba   sus   membros   no   era   a   mera   conmocn   que   e 
produ|era  a  brusca  transcn  de   engua|e  de  Upo,   que  haba 
pasado de frenes de crmen a os murmuos de amor; no era e 
mero asombro de or, merced a a ocura, reveacones sobre sus 
prmeros  aos  que  nunca  escaparan  de  sus  abos  durante  su 
poca de desea  servdumbre en a casa de a Cona Pncana. 
Haba  ago  ms  en  o  que  oyera.   Las  paabras  que  escuchara 
parecan haber seado su suerte de un soo gope y para sempre. 
Sus o|os, cavados en peno rostro de demente, estaban datados 
de horror; e sondo de su respracn agtada, ronca, convusva, 
se mezc durante os momentos de senco que se produ|eron a 
contnuacn con e repqueteo de as campanas en o ato y con 
e   borboteo   de   agua   en   o   profundo:   con   a   adormecedora 
msca  de   tempo  que  eevaba  su  aegre  hmno  vespertno  a 
trmno de da!
  Lo  recordaremos,   madre!   Lo  recordaremos!   contnu  e 
pagano con voz muy queda, y nuestros recuerdos nos harn 
feces! M hermano, que no me ama, te amar a ti cuando yo me 
haya do! Cuando camnes por m  |ardncto pensars en m  a 
contempar as fores que hemos pantado y regado |untos en as 
tardes,   cuando   e   ceo   nos   mostraba   toda   su   gora   y   todo 
arededor guardaba senco! Escucha, madre, y dame un beso! 
Cuando me vaya a ese pas e|ano,  har un |ardn como e  de 
aqu; y pantar as msmas fores que hemos pantado; y en as 
tardes sadr a regaras, a a msma hora en que t saes a regar 
ms fores aqu en a casa; y as, cuando ya no podamos vernos, 
ser  como   s   todava   traba|ramos   |untos   en  e   |ardn,   como 
traba|amos ahora!
  La |oven segua con a vsta f|a y ansosa cavada en su padre. 
Los o|os de Numerano conservaban su tensa expresn de horror, 
pero  ahora  en|ugaba  mecncamente  con  una  de  sus   manos, 
como s no se percatara de que o haca, os espumara|os que e  
paroxsmo haba de|ado en as comsuras de a boca de demente; 
y  entre  os  amentos  que  de|aba  or,   Antonna  dscerna  frases 
como "Dos mo! Pedad, Dos mo! T que me o has devueto 
as''' as, peor que muerto! Pedad! Pedad!"
  La uz en e pavmento ba|o e prtco de tempo se apagaba a 
o|os vsta: e so se haba puesto.
  E demente hab por tercera vez, pero su voz haba perddo su 
anteror   mesura;   era   que|osa,   astmera,   nmagnabemente 
trste;   sus   ensueos   de   pasado   ya  comenzaban  a   sufrr   una 
ateracn:
  Ads, hermano, hasta dentro de muchos aos! excam. 
T no me has dado e amor que te d; no es ma a cupa de que 
nuestro padre me amara ms y de que me egera para envarme 
a tempo a ser un sacerdote ante e atar de os doses! No es ma 
a cupa de no partcpar en tus |uegos favortos y de no haberme 
undo  a  os  compaeros  que  escogste;   ha  sdo  a  vountad  de 
nuestro   padre   que   no   vvera   yo   como  t  has   vvdo,   y   a 
obedezco! Me has habado con ra y te has apartado de m ado 
desdeoso; pero te dgo ads de nuevo, Ceandro, te perdono y 
te amo!
 Habra segudo habando, pero un argo grto de agona que sa 
de abos de Numerano y retumb dscordante en e recnto de 
tempo  ahog  su  voz;   despus,   e   ancano  cay  con  e   rostro 
contra e sueo a os pes de pagano. E gubre y terrbe destno 
se haba cumpdo! E entusasta de ben y e fantco de ma; e 
hombre que se afanara por reformar a Igesa y e que o hcera 
por devovere a Tempo su espendor; e amo que haba recbdo 
a srvente en su hogar y haba confado en , y e srvente que 
haba traconado en ese hogar a confanza de su amo; os dos 
persona|es,   separados   hasta   ese   momento   por   a   subme 
dscorda entre e ben e ma escenfcaban ahora e reencuentro 
tremendo de hermanos que compartan un orgen y, que, cuando 
nos, se cob|aran ba|o un msmo techo!
  Ese   secreto   no   se   haba   reveado   cuando   e   buen   crstano 
socorrera a  pagano abandonado de todos que deambuaba sn 
hogar por as caes de Roma; nnguna paabra dcha a azar haba 
auddo a  cuando e embustero e contara a supuesta hstora 
de su vda a benefactor que se aprestaba a engaar; o cuando, 
en a prmera maana de asedo, as maqunacones de srvente 
trunfaran sobre a confanza de amo; e destno quera que se 
reveara  en  as  paabras  de   dero,   en  as  etapas  fnaes  de  a 
ocura,   cuando  e   que  o  confesaba  no  estaba  conscente  de  o 
que deca y sus o|os estaban cegos a a verdadera naturaeza de 
o  que  vea;   cuando  as  voces  terrenaes  que  quzs  huberan 
poddo   en   otros   tempos   nstaro   a   arrepentmento,   a 
reconocmento   y   a   amor,   se   haban   convertdo   para      en 
sondos   sn   sentdo;   cuando,   por   una   crue   y   estremecedora 
fatadad, era sobre e hermano que haba traba|ado en pro de a 
verdadera fe que caa e peso abrumador de a terrbe reveacn, 
sn que pudera compartro con e que haba traba|ado en pro de 
a fasa! Pero as sentencas pronuncadas en e Tempo proceden 
de trbuna de esa Eterndad a a que tenden os msteros de a 
vda y en a cua  todos sern reveados, y nada esperan de os 
ccos  humanos  n   se  a|ustan  a  a  humana  |ustca,   sno  que  e 
haban a ama en e engua|e de a nmortadad, que se escucha 
en este mundo y se nterpretar en e vendero.
  Ovdada   por   un   nstante   hasta   de   a   posbdad   de   que 
Gosvntha  ta   vez  contnuara afuera esperando  su  oportundad, 
Antonna,   que  amaba  desesperada  a  su  padre  e  ntentaba  en 
vano   azaro   de   sueo,   ovd,   trastornada   por   a   trbuacn 
tremenda  de   momento,   as  reveacones  sobre  su  pasado  que 
Numerano e hcera en os peores das de a hambruna en Roma. 
No   advrt   e   nombre   de   Ceandro   que   pronunc   en   su 
nconscenca e pagano y que haba odo entonces menconar a 
su   padre   como   e   que   abandonara   a   separarse   de   os 
compaeros que escogera en sus das de pecado. Para ea, toda 
a escena no era ms que una nueva amenaza de pegro,  una 
nueva vsn de terror, ms omnosa que todas as precedentes.
 Aunque e veo de tnebas con que os recuerdos nvountaros y 
basmcos   de   pasado   haban   cuberto   a   capacdad   de 
percepcn de Upo era espeso, e penetrante grto de angusta 
de   padre  parec  atravesaro  como  un  sbto  rayo  de  uz.   E 
demente abr a nstante os o|os que mantuvera entrecerrados 
y os cav, a prncpo con mrada aetargada, en e atar de os 
doos. Agt as manos frente a su rostro, como s  apartara os 
pegues de un pesado manto que oscurecera su vsta; pero sus 
errtes pensamentos no regresaron a su antguo derrotero de 
ferocdad y crmen. Cuando vov a habar, sus paabras an se 
nspraban en as vsones de sus prmeros aos; pero ahora eran 
os pasados en e tempo de Ae|andra. Sus expresones eran ms 
bruscas, ms ncoherentes que antes; pero seguan mostrando as 
msmas evdencas de una msterosas e nstntva capacdad de 
recordar   vvdamente,   resutado   de   repentno   cambo   en   a 
naturaeza  de  su  nsana.   Dvagaba  (an  como  s   habara  sn 
propsto n concenca) sobre os detaes de su prmer contacto 
con e servco a os doses, y aunque confunda e orden en que 
haban tendo ugar, recordaba su esenca, ta como se reataran 
en e captuo ttuado "e aprendz de Tempo".
  Ahora, en su magnacn, vova a contempar desde a cspde 
de   Tempo  de  Seraps   a  centeeante  vastedad  de   No  y  a 
extensa campa que o rodeaba; y ahora camnaba orguoso por 
as caes de Ae|andra |unto a su to Macrno, e sumo sacerdote. 
Ahora   deambuaba   de   noche,   curoso   y   atemorzado,   por   as 
sombras   crptas   y   os   corredores   subterrneos   de   recnto 
sagrado;  y  ahora  escuchaba  compacdo  e   bondadoso  saudo  y 
os estmuantes eogos de Macrno durante a prmera entrevsta 
que sostuveran. Pero en ese momento, y cuando an se refera a 
esa ocasn, su memora vov a oscurecerse e ntent en vano 
recordar   as   crcunstancas   que   rodeaban   a   evdenca   ms 
pamara  de   nters  de   sumo  sacerdote  en  su  pupo,   y  de  su 
preocupacn   por   dentfcaro   por   competo   con   su   nuevo 
protector  y  sus  nuevos  deberes:  e   otorgamento  hecho  a   no 
temboroso de uno de sus  propos nombres  para  que o  evara 
como futura dstncn.
  Hay  que  recordar   que  uno  de  os  esabones  prncpaes  de  a 
msterosa   cadena   de   fatadades   que   se   haba   for|ado   para 
mantener separados a os hermanos despus de que se voveran 
a   encontrar   en   a   adutez   era   que   ambos,   por   causas   muy 
dferentes, haban abandonado os nombres que recberan en e 
hogar paterno; uno de eos, por vountad y propstos propos, se 
haba  transformado  de  Ceandro,   e   camarada  de  temeraros  y 
crmnaes,   en   Numerano,   e   predcador   de   Evangeo   y 
reformador  de  a  Igesa,   mentras  que  (para  ctar   paabras  de 
captuo sexto) "e |oven Emo se transform ya para sempre en 
e pupo Upus", por orden expresa y sugerente de su superor, e 
sumo sacerdote Macrno.
  Mentras  e   pagano  ntentaba  an  nfructuosamente  revvr  os 
sucesos reaconados con e cambo de su nombre a su egada a 
Ae|andra y, debatndose con a osa de ovdo que oprma sus 
pensamentos, ntentaba por prmera vez apartarse de a pared 
en  a  cua   hasta  ese  momento  se  apoyara;   mentras  Antonna 
segua esforzndose en vano por recordare a su padre, que yaca 
postrado   a   os   pes   de   pagano,   os   terrbes   mperatvos   de 
momento, a fgura de Gosvntha se recort una vez ms en a 
puerta de  tempo. De pe en e umbra, a a uz agonzante de 
da,   era   una   sueta   sombra   e   ndstnta   que   escrutaba 
atentamente   e   oscuro   nteror   de   tempo.   A   percatarse   de 
cambo  de  poscn  de   padre  y  de  a  h|a,   de|  escapar   una 
sofocada expresn de trunfo, pero en e precso nstante en que 
saa  ese  sondo  de  sus  abos,   oy,   o  crey  or,   un  rudo  en  a 
cae a sus espadas. N squera en ese momento a abandonaron 
e ceo y a astuca, a cacuada y fata decsn de esperar con 
nconmovbe  pacenca  e   momento  adecuado  para  propnar   e 
gope  deberada  e  mpunemente.   Se  vov  a   nstante,   camn 
hasta   e   pedao   superor   de   tempo   y   se   detuvo   a   unos 
momentos,   examnando   vgante   e   espaco   aberto   que   se 
extenda ante ea.
 Pero en esos pocos segundos a escena en e nteror de tempo 
vov a cambar. E demente, que an oscaba entre recaer en su 
ataque de fura y contnuar ba|o a nfuenca de tranquo estado 
de   nmo   que   e   grto   de   Numerano   nterrumpera 
prematuramente,   se   percat   de   a   presenca   de   Gosvntha 
cuando a acercarse obstruyera a uz que entraba por a puerta 
de tempo. Su presenca, aunque momentnea, era para ,l a de 
aguen que no estaba antes; aguen que se haba coocado en 
una extraa poscn entre as sombras de nteror y a db uz 
de  exteror: era un nuevo ob|eto de nters que se presentaba 
ante sus o|os en e momento en que pugnaba por recuperar su 
mperfecta vsn usua, y e ascendente que e|erc sobre  fue 
nstantneo y todopoderoso.
  Se  estremec,   asombrado,   como  quen  desperta  sbtamente 
de   un   sueo   profundo;   voentos   tembores   sacuderon   un 
momento su cuerpo; despus vov a recuperar sus anterores y 
prodgosas fuerzas; e demono se agt en  con renovada fura, 
arranc   sus   vestduras   de  a   mano   db   de  Numerano   que, 
tenddo a sus pes, as su|etaba, y tras acanzar en unas zancadas 
a   coumna   de   os   doos   extend   as   manos   en   soemne 
mprecacn:
 E sumo sacerdote se ha dormdo ante e atar de os doses! 
excam  a  grtos,   pero  stos  han  sdo pacentes con su ben 
amado;   su  rayo  no  o  ha  fumnado  por   su  crmen!   Ahora  e 
servdor retorna a servco: comenzan os rtos de Seraps!
  Numerano   an   permaneca   postrado,   abatdo;   entamente, 
todava   en   e   sueo,   |unt   as   manos   y   se   oy   su   voz,   que 
supcaba   en   tono   quedo   y   ahogado,   como   s   una   pegara 
ncesante fuera su tma esperanza de conservar a razn:
  Dos! T que eres e Seor de a Msercorda, ten pedad de 
! must. T que aceptas e arrepentmento, concdee que 
se arrepenta, S en agn momento te he servdo sn tacha, pon 
ese servco en su baanza; haz que Tu ra caga sobre m!
  Od! Ya suenan as trompetas de sacrfco! o nterrump 
a  voz  enardecda  de   pagano,   que  e  do  a  espada  a   atar   y 
extend os brazos presa de frentca nspracn. E estruendo 
de a msca y a voz de regoc|o se eevan desde as cumbres de 
as   ms   atas   montaas!   Humea  e   ncenso;   y  as   baarnas 
entran, saen y dan vuetas en torno a os pares de tempo! E  
buey de sacrfco no tene mcua; sus cuernos son dorados: a 
corona y e fa|n adornan su cabeza; e sacerdote se para ante   
con  e   pecho  desnudo;   verte  a  bacn  de  a  copa;   a  sangre 
corre  sobre  e   atar!   Arrba!   Arrba!   Arranca  con  as   manos 
ensangrentadas e  corazn mentras an est tbo; e  futuro se 
revea  ante  tus  o|os  en  as  entraas  paptantes;   mraas  y  ee; 
ee!
  Mentras hababa, Gosvntha haba penetrado en e tempo. La 
cae segua vaca; no haba nade que pudera prestar auxo en 
as nmedacones.
 No avanz de nmedato, sno que se escond cerca de a puerta, 
tras   un   saente   de   a   coumna   de   os   doos,   y   se   qued 
esperando   a  que  a   evoucn  de   ataque  de  Upo   o  hcera 
apartarse de Antonna, frente a a cua se encontraba ahora. Pero 
no  haba  entrado  nadvertda;   Antonna  haba  vueto  a  vera.   Y 
ahora a angusta de a muerte, cuando es un |oven quen perece 
nerme en a for de a edad, hzo presa de a |oven, que excam 
con voz queda y padera, a tempo que se arrodaba |unto a 
Numerano:
  Voy  a  morr,   padre,   voy  a  morr   como  mur  Hermanrco! 
Mrame y habame antes de que muera!
  Su padre an oraba; nada oy, porque su corazn sangraba en 
procura de expacn ante e atar de su hogar nfant, y su ama 
permaneca en comunn con su Hacedor. La voz que respond a 
a de Antonna fue a de Upo.
 Ah, hermosos son os |ardnes que rodean os atares sagrados, 
y   ma|estuosos   os   rboes   que   entrete|en   sus   ramas   con   as 
respandecentes   aras!   excam,   presa   de   xtass   que   e 
producan sus nuevas vsones. Mrad, romper e da y hay que 
dar a benvenda con un sacrfco a os esprtus de a uz! E so 
se ocuta tras as montaas y os rayos de so ponente se agtan 
sobra a vctma que est ba|o e cucho de sacerdote encargado 
de  a  adoracn!   La  una  y  as  estreas  bran  en  o  ato  de 
frmamento,   y  cuando  renan  as  tnebas  hay  que  saudar  con 
sangre a os Genos de a Noche!
 Tras sus paabras, e amento de Antonna prosgu en tono cada 
vez ms quedo:
 Voy a morr, padre, voy a morr!.
 Y a unsono, se escuchaba a voz supcante de Numerano:
  Dos  Msercordoso,   sava  a  os  ndefensos  y  perdona  a  os 
afgdos!  Seor  de   |uco,   muestra  tu  bondad  a  tus  servdores 
que han pecado!
  Y mezcada de modo dscordante con ambas voces, a extraa 
msca   de   tempo   segua   de|ando   or   su   hpntca   meoda 
compuesta por e borboteo de agua que corra y e fno tntneo 
de as campanas!
  Adorad!   Emperadores,   e|rctos,   nacones,   gorfcadme   y 
adoradme!  vocfer  e   demente  con  voz  de  trueno  en  a  que 
reverberaban e trunfo y a autordad, cuando sus o|os tropezaron 
por prmera vez con a fgura de Numerano postrado a sus pes. 
Adorad   a   semds   que   va|a   con   as   dedades   por   esferas 
desconocdas   para   e   hombre!   He   odo   os   amentos   de   os 
nseputos  que  vagan  por   as  rberas  de   Lago  de  os  Muertos: 
adorad!   He  contempado  e   ro  cuya  oscura  corrente  ruge  y 
brama a atravesar as cavernas de a noche eterna: adorad! He 
vsto a as furas con un coar de serpentes en torno a sus cueos 
marchtos  y  as  he  segudo  hasta  ver   cmo  es  arro|aban  sus 
antorchas   a   os   espectros   desfaecentes!   He   permanecdo 
nconmovbe   en   medo   de   tumuto   huracanado   de   nferno: 
adorad, adorad, adorad!
  Se vov de nuevo haca e  atar de os doos, amando a os 
doses a procamar su defcacn y, en e msmo nstante en que 
se  apart,   Gosvntha  se  abaanz  sobre  su  vctma.   Antonna 
estaba arrodada con e rostro vueto haca e nteror de tempo 
cuando a asesna a agarr por a arga cabeera y e cav e 
cucho en e cueo. Los acentos que|umbrosos de a |oven, que 
oraba   su   cercana   muerte,   termnaron   con   un   eve   gemdo; 
extend os brazos y cay sobre e cuerpo de su padre.
  Poseda  de  un  feroz  sentmento  de  trunfo,   Gosvntha  az  e 
brazo  para  vover  a  cavar  su  cucho;   pero  en  ese  nstante  e 
demente anz una mrada a su arededor.
 E sacrfco! E sacrfco! grt, y se anz de un sato, como 
una besta, a su cueo. Gosvntha trat en vano de defenderse 
con e cucho cuando snt que sus argas uas se cavaban en 
su carne y que a anzaba de espadas a sueo. Entonces, Upo 
au   y   farfu   unas   frases   sn   sentdo,   presa   de   frentca 
exutacn, e puso un pe sobre e pecho y a escup.
 E contacto de cuerpo de a |oven a caer, e breve pero terrbe 
estrpto de ataque que haba suceddo cas sobre su cabeza, os 
grtos   penetrantes,   ensordecedores   de   orate,   sacuderon   a 
Numerano de trance de desesperanzadores recuerdos en que se 
haaba   sumdo,   o   despertaron   de   su   agona   de   supcante 
oracn: evant a vsta.
  La escena con a que toparon sus o|os era de as que parazan 
toda facutad excepto as de a actuacn mecnca; de as que 
hacen   desaparecer   todo   pensamento   de   as   mentes   de   os 
hombres,   congean   as   paabras   en   sus   abos,   nmovzan   a 
expresn de sus rostros. La fradad de a tumba parec exhaar 
su   aento   sobre   Numerano   cuando   contemp   a   terrbe 
catstrofe;   sus   o|os   estaban   vdrosos   y   ausentes;   sus   abos 
entreabertos  y  yertos;   hasta  e   recuerdo  de   encuentro  con  su 
hermano   pareca   haberse  borrado   de  su  memora   cuando   se 
ncn  sobre  su  h|a  y  e  envov  e   cueo  con  un  trozo  de  su 
tnca.   La  muda,   exnme,   espectra   nmovdad  de  a  muerte 
pareca  haberse  apoderado  de  su  sembante  cuando,   hacendo 
caso omso de su debdad y de sus aos, a az en brazos, se 
detuvo   unos   momentos   ante   a   puerta   y   vov   a   vsta 
entamente en dreccn a Upo antes de avanzar con paso frme 
y reguar. E pagano mantena e pe sobre e pecho de Gosvntha 
cuando e padre pas a su ado; sus o|os contnuaban cavados en 
ea;   pero  sus  grtos  de  trunfo  haban  cesado;   rea  y  mustaba 
ncoherencas.
  La una se azaba suave, eve, tranqua sobre as quetas caes 
cuando Numerano descend os escaones de tempo con su h|a 
en brazos; y tras un nstante de confusn y duda, nstntvamente 
reemprend e recorrdo ento y funeraro de a deserta cazada 
en dreccn a su hogar. Pronto, cuando hubo avanzado un trecho, 
vo a a uz de a una, en e otro extremo de a cae, un pequeo 
grupo  de  personas   que  camnaban  en  su  dreccn  con  paso 
tranquo  y  reguar.   Cuando  se  acercaron,   vo  que  uno  de  eos 
evaba un bro aberto y otro un crucf|o, y que otros seguan a 
esos dos prmeros con as manos undas y as cabezas ncnadas. 
Despus, a cabo de unos momentos, a fresca brsa que sopaba 
en su dreccn e ev as sguentes paabras, pronuncadas con 
enttud y reverenca:
  Dos   no  te  ha  castgado  tanto  como  mereces.   Crees   que 
puedes penetrar en os msteros de Dos y egar hasta o ms 
profundo de su
 ser
  En   ese   momento   afo|   a   brsa,   as   paabras   se   hceron 
ndstntas,  pero  a procesn  sgu  avanzando.  A   aproxmarse, 
se de| or de nuevo con toda cardad a voz de ector:
  S ests cargado de pecado, a|ao de t; no des ugar en tu 
casa  a  a  madad.   As   podrs   azar   mpa  a  frente  y  estars 
tranquo y sn temor; echars en e  ovdo tus sufrmentos; os 
ovdars como e agua que pasa. Tu vda brar ms que e so 
a medoda.
  E   ector   se  detuvo  y  cerr  e   bro;   porque  ahora  Numerano 
haba acanzado a os membros de a pequea procesn, quenes 
o vean nmv y mudo ante eos a a cara uz de a una, con a 
cabeza de su h|a, a a que evaba en brazos, sobre su hombro.
 En otro momento habra reconocdo os rostros de agunos de os 
que se congregaron en torno a  como os de os adeptos de su 
antgua congregacn que haban sobrevvdo. E grupo con e que 
se  haba  encontrado  estaba  ntegrado  por   os  pocos  crstanos 
snceros de Roma, que se reuneran a promugarse a notca de 
que Aarco haba ratfcado os trmnos de paz, para recorrer a 
cudad en un nt ntento de despertar en a rrefexva pobacn 
un sentmento de contrcn por sus pecados medante a ectura 
de  a Bba y as  exhortacones,   y para  dar muestra de  devota 
grattud por e cercano fn de os horrores de asedo.
 Pero ahora que os tena frente a frente, Numerano no demostr 
n con paabras n con ademanes reconocer a os que o rodeaban. 
A  todas   as   preguntas   que   e   drgeron   contest   con   gestos 
nervosos que nnguno entend. A todas as promesas de ayuda y 
proteccn   que   sus   adeptos   de   antao   generosamente   e 
ofreceron  desde  e   prmer  momento  de  door  y  conmseracn, 
respond  con  a  msma  mrada  ausente  y  aeada.   So  hab 
cuando o beraron de su carga y se dspuseron bondadosamente 
a evar entre todos a a |oven nconscente hasta a casa de su 
padre; y o hzo con voz db y supcante, para rogares que e 
permteran sostener su mano por e camno, para ser e prmero 
en sentr su puso... s es que an ata.
 Regresaron por donde haban vendo: era una procesn afgda 
y   enta   a   que   ahora   se   drga   a   casa   de   Numerano!   A 
emprender a marcha, e ector vov a abrr e Lbro Sagrado, y 
sus  paabras  se  eevaron  a  o  ato  en  a  basmca  y  ceesta 
serendad de as prmeras horas de a noche:
 Fez e hombre a que Dos reprende; no rechaces a reprensn 
de  Todopoderoso. S    hace una herda tambn a vendar; s 
con su mano da e gope, tambn da e avo.
CAPT"LO ))$I
E)PIACI/N
 A gua que en e curso de a Vda cada hombre sgue su senda 
como s evara a un ado as buenas pasones y a otro as maas; 
y,   vendo   sus   resutados   en   as   accones   de   su   pr|mo,   su 
atencn, aunque an atrada por e espectcuo de o nobe y o 
vrtuoso, se sente tentada de repente por e opuesto despegue 
de  o  v   y  crmna;   as,   en  e   curso  de  esta  narracn,   cuyo 
ob|etvo  es  refe|ar   a  Vda,   e   ector   que  nos  ha  acompaado 
hasta aqu y que puede sentrse ncnado a segur a a pequea 
procesn de devotos crstanos, a camnar |unto a padre afgdo 
y a sostener con   a mano de su desventurada h|a, debe, no 
obstante,   someterse  a  as  condcones  de  a  hstora  y  retornar 
durante   un   tempo   a   a   contempacn   de   sus   pasa|es   ms 
oscuros de cupa y de terror; debe vover a tempo, pero so por 
una tma vez.
  La   escena   que   se   desarroaba   ante   e   atar   de   os   doos 
avanzaba rpdamente haca su fata cmax.
  E arrebato de pagano se haba agotado en su propa fura; su 
nsana adqura una forma ms tranqua y pegrosa; sus o|os se 
tornaron astutos y suspcaces; todas sus accones comenzaron a 
deatar una deberacn y un ceo sgosos. Levant entamente 
e pe de pecho de Gosvntha, y a msmo tempo az una mano 
para tumbara de un manotazo s ntentaba escapar. A ver que a 
cada  a  haba  de|ado  nconscente,   se  retr  a  un  rncn  de 
tempo, tom de a una cuerda y, tras vover a su ado, e at os 
brazos a a espada por as muecas y as manos. La cuerda se 
ncrust en a carne de a mu|er; e door e devov e sentdo; su 
cuerpo  sufra  un  door   nsoportabe  en  e   msmo  ugar   en  que 
hrera a  |oven caudo en a casa de a gran|a ms a de os 
suburbos.
 Un mnuto despus, snt que a arrastraban por e sueo haca a 
parte posteror de edfco. E orate a az para que pasara a re|a 
de   pasa|e  a   que  daba  paso  a  dvsn  y,   tras  amarrar   a  os 
barrotes  e   extremo  de  a cuerda,  a  de| a.  En  esa  parte  de 
tempo renaba una absouta oscurdad, su verdugo no e drg n  
una paabra, Gosvntha no pudo n squera tener un atsbo de su 
aspecto; pero s o escuch rer para s msmo con tono ronco y 
montono, a veces cerca, a veces de nuevo dstante.
  Se   consder   perdda,   prematuramente   condenada   a   os 
tormentos y a a muerte que haba prevsto; pero su decsn y su 
energa  mascunas  no  desfaeceron.   La  msma  ntensdad  de 
door que e produca a cuerda atada a sus muecas, a forzara a 
hacer un feroz esfuerzo fsco para resstra, fortaec sus nervos 
de acero. No pd ayuda a grtos n mpor a pedad de pagano. 
E  sombro fatasmo que heredara de sus sava|es antepasados 
sostuvo su orguo sucda.
 A cabo de un corto tempo, a rsa de Upo, que se mova de aqu 
para a en medo de as tnebas de tempo, fue sofocada por e 
sondo de a voz de a mu|er honda, que|umbrosa, pero frme 
a   pronuncar  sus  tmas  paabras,   que  eran  como  os  sava|es 
poemas uctuosos, as feras cancones funeraras que entonaban 
os  antguos  godos  cuando  moran  abandonados  en  e   cruento 
campo  de  bataa  o  cuando  os   arro|aban  atados   a  profundas 
mazmorras para que fueran presas de as vboras y os spdes. 
Estas fueron sus paabras:
  |ur que me vengara! Cuando me ae|aba de Aquea con un 
h|o  cadver  y  otro  herdo;   cuando  franqueaba  en  a  noche  as 
atas muraas y oa e estruendo de as oas que batan cerca de 
a rbera donde enterr a muerto; cuando deambuaba en medo 
de   as   tnebas   por   e   desnudo   pramo   y   por   os   bosques 
sotaros; cuando escaaba os fancos vrgenes de as montaas y 
buscaba refugo en a caverna |unto a as aguas de ago oscuro.
  "|ur  que  me  vengara!   Cuando  os  guerreros  egaron  en  su 
marcha adonde me encontraba y e estruendo de as trompetas y 
e   entrechocar   de  as  armaduras  reson  en  ms  odos;   cuando 
saud a m parente, Hermanrco, un poderoso caudo a a vera 
de rey, en medo de as huestes nvasoras; cuando v a m tmo 
h|o,   muerto  como  os  dems,   y  supe  que  yacera  e|os  de  os 
suyos y de os otros a quenes os romanos asesnaron antes que 
a .
  "|ur  que  me  vengara!   Cuando  e   e|rcto  acamp  frente  a 
Roma y Hermanrco y yo contempamos as grandes muraas en 
a tarde brumosa; cuando a h|a de os romanos estaba prsonera 
en nuestra tenda y a v  apoyada en m  regazo; cuando por su 
causa  m   parente  se  convrt  en  un  trador   e  mpd  que  a 
a|ustcara; cuando entr sn ser vsta en a sotara casa de a 
gran|a para cumpr en  a sentenca con m cucho; cuando o 
v morr a ms pes como mueren os desertores, sabendo que era 
una romana quen o haba tentado a traconar a os suyos y e 
haba mpeddo ver o |usto de a venganza.
 "|ur que me vengara! Cuando camn en torno a a tumba de 
caudo que era e tmo de m raza; cuando abandon e e|rcto 
de  os  mos  para  drgrme  a  a  cudad  de  os  asesnos  de  ms 
h|os; cuando segu os pasos de a romana que por dos veces se 
me haba escapado, mentras hua de m  por as caes; cuando 
vg  e  hce  gaa  de  pacenca  entre  os  pares  de   tempo,   y 
aguard  para  dar   e   gope  a  que  e   so   se  pusera  y  a  que  a 
vctma estuvera ndefensa.
  "|ur   que   me   vengara!   Y   he   cumpdo   m   |uramento:   de 
cucho an gotea su sangre; he e|ecutado o fundamenta de m 
venganza!   Los   dems   que  deba  haber   matado  quedan  para 
otros! Porque ahora voy |unto a m esposo y ms h|os; ahora se 
aproxma a hora en que me reunr con sus esprtus en e Mundo 
Crepuscuar de as Sombras y en que fundar m hogar en e Vae 
de Reposo Eterno! E Destno o ha querdo; es sufcente!
  Pronunc esas tmas paabras con voz temborosa y db. E 
door que e producan as ataduras de as muecas estaba a fn 
prvndoa de sentdo, vencendo, a pesar de toda su resstenca, 
su tenaz fortaeza. Durante un corto tempo sgu habando de 
vez   en   cuando,   pero   sus   frases   eran   fragmentaras   e 
ncoherentes.   En   un   momento   an   se   vanagoraba   de   su 
venganza;   a   sguente   se   regoc|aba   de   a   magnada 
contempacn  de   cuerpo  de  a  |oven  todava  tenddo  frente  a 
ea; y sus manos se agtaban aprsonadas por as cuerdas, en un 
esfuerzo  por  vover  a  apoderarse  de   cucho  y  dar  otro  gope. 
Pero pronto de sus abos de| de sar todo sondo, savo e de su 
rudosa,   densa,   rreguar   respracn,   que   mostraba   que   an 
estaba conscente y que an vva.
  Mentras  tanto,   e   orate  haba  pasado  a   recnto  posteror   de 
tempo y haba cerrado e tragauz a travs de cua penetrara a 
uz   en   e   ugar   cuando   entraran   Numerano   y   Antonna.   Las 
espesas tnebas se tragaron hasta e negro absmo de a boca de 
a crpta de dragn, con todos os dems ob|etos de ugar. Pero 
no haba oscurdad que pudera confundr os sentdos de Upo en 
e tempo, cuyos rncones todos haba vstado en su ncansabe 
deambuar de da y de noche. Como guado por una msterosa 
agudeza  vsua,   se  drg  sn  vacacones   a  a  entrada  de  a 
crpta, se arrod frente a ea con as manos en e prmero de os 
pedaos por os que se descenda, escuch, atento y contenendo 
a   respracn,   os   sondos   que   suban   de   absmo;   escuch, 
ensmsmado,   nmv,   como  un  ser   formdabe  y  sobrenatura, 
como  un  mago  que  aguardara  por  una  voz  de  os  orcuos  de 
Inferno,   como   un   esprtu   de   a   Noche   que   contempara   as 
cavernas de  centro de a terra y observara os msteros de a 
creacn  subterrnea,   os  pusos  ggantescos  de  a  Accn  y  e 
Caor, que son as fuentes de a vda que hacen grar a mundo.
  Las  rfagas  ntermtentes   de  vento  sbaban  que|umbrosas  y 
agrestes   a   ascender   por   a   cavdad;   e   ro   se   debata   y 
borboteaba en a re|a de herro a en o profundo; as escamas 
suetas de dragn entrechocaban a roce de a brsa nocturna, y 
esos sondos seguan sendo para  como e doma de os doses, 
que  e  produca  un  tembe  rapto  y  o  comaba,   en  a  terrbe 
degradacn  de  su  ser,   como  con  un  ama  nueva.   Escuch  un 
argo rato. Lo estremeceron fragmentos de derantes fantasas 
as vanas ansas de a mente desahucada por recobrar su dvno 
derecho,   adqurdo  por   e   mero  hecho  de  nacer,   de  pensar   sn 
mtes que o mantuveron a arrodado, nmv y mudo. Pero 
a cabo, en medo de sombro senco de recnto, oy a voz de 
Gosvntha   que   se   azaba   una   vez   ms   y   en   tono   ronco   y 
desesperado camaba por uz y por ayuda. La agona de door y e 
suspenso,   a   horrbe   sensacn   de   oscurdad   y   quetud,   de 
cautvero  en  soedad  y  ento  tormento  haban  ogrado  a   fn  o 
que nngn pegro desembozado, nnguna amenaza ordnara de 
muerte voenta habran producdo. Gosvntha ceda a medo y a 
desesperacn,   yaca   postrada   por   un   temor   parazante   y 
superstcoso.   Expaba  con  a  suya  as  desdchas  que  es  haba 
nfgdo a otros, y se estremeca a expermentar por prmera vez 
en a vda e terror de a ndefensn.
 Upo se ncorpor de nmedato de a boca de a crpta y avanz 
sn vacacones en medo de a oscurdad hasta a puerta de a 
dvsn,   pero   pas   |unto   a   su   prsonera   sn   detenerse   un 
nstante.   Entr  en  e   recnto  anteror   de   tempo  y  comenz  a 
tantear en e sueo en busca de cucho que a mu|er de|ara caer 
cuando a atara. Rea de nuevo para s msmo, porque e esprtu 
de ma o nstaba a poner en prctca un nuevo pan, a ensayar 
un bruta refnamento de a cruedad y e engao.
  Encontr e  cucho y, tras  regresar con     |unto  a  Gosvntha, 
cort as cuerdas que e ataban as muecas. Entonces (a mu|er 
haba   caado   a   sentrse   avada   de   o   ms   agudo   de   sus 
sufrmentos) e susurr quedamente a odo:
 Sgeme y escapa!
  Trastornada y confundda por a oscurdad y e  mstero que a 
rodeaban,   Gosvntha   ntent   en   vano   penetrar   as   tnebas 
mentras Upus a conduca a  recnto. Intent habar cuando e 
orate  a  hzo  coocarse  frente  a  a  boca  de  a  crpta;   pero  so 
sondos quedos e ncoherentes saeron de su garganta crspada. 
Todava no haba  uz;   todava  e   quemante,  mordente door de 
sus muecas (avadas so un nstante cuando Upo cortara as 
cuerdas) contnuaba y aun se ncrementaba; y todava senta a 
presenca  de   ser   nvsbe  a  su  ado,   a   que  as   tnebas   no 
cegaban, y que apresaba y de|aba en bertad a su arbtro.
 Fera, resueta y rencorosa por naturaeza, Gosvntha era en ese 
momento una terrbe evdenca de poder envecedor de crmen: 
a   abrumaba   e   peso   de   sus   propas   ansas   cupabes   de 
venganza, que se azaban ahora para anquara en a hora de su 
trunfo, auxadas por a Oscurdad, cuyos pegros os nocentes y 
os  dbes  han  poddo  enfrentar;  por  e   Suspenso,   cuya  agona 
han  resstdo;   por   e   Door,   cuyo  tormento  han  soportado  con 
pacenca.
 Ba|a, ba|a hasta e fondo por a empnada escaera y escapa! 
susurr e demente con voz suave e nctante. Las tnebas 
de arrba evan a as uces de aba|o! Ba|a, hasta e fondo!
  Mentras  hababa,   a  sot.   Gosvntha  vac,   se  estremec  y 
retroced:   pero  de  nuevo  snt  que  Upo  a  empu|aba  haca 
adeante, y otra vez escuch su voz susurrante:
 Las tnebas de arrba evan a as uces de aba|o! Ba|a, hasta 
e fondo!
  La   desesperacn   e   do   frmeza   para   avanzar,   y   e   temor, 
esperanzas de escapar. Sus brazos astmados tembaron cuando 
os extend para tantear as paredes de ambos ados de a crpta. 
E  horror de a muerte en medo de a ms absouta oscurdad, 
nfgda por manos nvsbes, y a anheante y postrera ansa de 
ver una vez ms a uz de frmamento haban egado en ea a su 
punto  ms   ato  cuando  comenz  a  ba|ar   enta  y  receosa  os 
fataes pedaos.
  Mentras  Gosvntha  descenda,   e   pagano  vov  a  adoptar   su 
anteror poscn a a entrada de a crpta y contuvo a respracn 
para or o que suceda. Parecan transcurrr varos mnutos entre 
escan  y  escan  a  medda  que  a  mu|er   ba|aba.   De  repente, 
Upo  a  oy  detenerse,   como  presa  de   pnco  en  medo  de  a 
oscurdad,   y  e  eg  su  voz  en  un  gemdo:   Luz!   Luz!   Ah, 
dnde habr uz!
  E   orate  se  ncorpor  y  extend  as  manos  para  empu|ara  s 
ntentaba   regresar,   pero  Gosvntha  reemprend  e   descenso. 
Oy  dos   veces   su  pesado  paso  en  os   pedaos,   entonces   se 
produ|o  un  ntervao  de  profundo  senco,   despus   un  agudo, 
chrrante entrechocar de metaes reson penetrante en a crpta, 
segudo  por   e   rudo  de  una  cada  sorda,   pesada,   que  se  oy 
dbmente en o profundo, y despus nada vov a nterrumpr e 
ve|o y famar sondo de ugar. Se haba cumpdo e sacrfco a 
Dragn!
& & &
  E   demente  fue  hasta  os  escaones  de  a  entrada  de   edfco 
sagrado y contemp a cae que respandeca a a uz de a una 
taana.   No   conservaba   nngn   recuerdo   de   Numerano   y   de 
Antonna, n de os sucesos que tuveran ugar antes en e tempo. 
Medtaba mperfectamente, con un vago sentmento de orguo y 
trunfo,   en  e   sacrfco  que  ofrecera  en  e   atar  de   Dragn  de 
Bronce. Regoc|ndose as en secreto, permaneca ahora nactvo. 
Absorto en sus errtcas refexones, pospuso a tarea de recorrer 
os pasa|es subterrneos que conducan a a re|a de herro donde 
yaca   e   cuerpo   de   Gosvntha,   amdo   por   as   aguas   que   se 
coaban por os barrotes, y que so aguardaba por su mano para 
ser   arro|ado   a   ro,   que   ya   devorara   todos   os   sacrfcos 
anterores.
  La  uz  de  a  una  que  se  escurra  entre  os  pares  de   prtco 
umnaba  su  fgura  ata  y  sotara.   Frme  y  ergudo  ante  as 
puertas   de   tempo,   e   vento   haca   ondear   entamente   sus 
hogadas vestduras: seme|aba un geno espectra de pagansmo 
y no un ser humano. Pero, aunque pareca nanmado, sus o|os 
dgentes  se  mantenan  vgantes,   sempre  gobernados  por   a 
ncansabe suspcaca de a nsana. Transcurreron apacbes os 
mnutos   y   su   afanosa   vganca   sgu   sn   descubrr   otro 
panorama que no fuera e de a desoada cazada y e de as atas 
y  sombras  vvendas  que  a  fanqueaban  por   ambos  ados.   No 
obstante,   pronto  su  atencn  se  vera  atrada  por   cosas   muy 
dferentes,   por   sucesos   que   nterrumpran   a   quetud   de   a 
tranqua cae con e estrpto de a accn y de a vda.
  Todava   examnaba   atento   e   angosto   panorama   que   se 
despegaba ante sus o|os, mentras magnaba vagamente e fata 
descenso  de  Gosvntha  a  a  crpta  y  pensaba  trunfante  en  su 
cadver que ahora yaca sobre a re|a en o profundo, cuando e 
ro|o respandor de una antorcha que anzaba fantstcos refe|os 
sobre e pavmento umnado por a una, y cuya pureza pareca 
manchar, capt su atencn.
  La uz haba aparecdo a fna de a cae que evaba a a zona 
centra de a cudad, y a poco tempo de| ver con toda cardad 
un grupo de cuarenta o cncuenta personas que avanzaban haca 
e   tempo.   E   pagano   as   observ   ansoso   a   medda   que   se 
aproxmaban.   E   grupo   estaba   compuesto   por   sacerdotes, 
sodados  y  cudadanos;   os  sacerdotes  portaban  antorchas,   os 
sodados   evaban   martos,   paancas   y   otras   herramentas 
smares,  o se encorvaban ba|o  e   peso de grandes baes  con 
cerres de herro; muy cerca de eos se apaba e gento, como 
protegndoos con ceoso cudado. La extraa procesn estaba 
encabezada por dos hombres que marchaban consderabemente 
por deante de ea: un sacerdote y un sodado. Cuando su paso 
rpdo   os   aproxm   a   tempo,   fue   posbe   advertr   que   sus 
sembantes  pdos,   consumdos  por  e   hambre,   mostraban  una 
expresn de mpacenca y exutacn.
  Upo  no  se  mov,   pero  mantuvo  cavados  en  eos  sus  o|os 
penetrantes   a  medda  que  avanzaban.   No  era  por   gusto  que 
ahora  permaneca  vgante  y  amenazador   a  a  entrada  de  su 
sombro  atar.   Haba  sdo  testgo  de  as  prmeras  humacones 
nfgdas  a   derrotado  pagansmo  y  ahora  sera  testgo  de  as 
tmas.   Haba   nmoado   todos   sus   afectos   y   todas   sus 
esperanzas, todas sus facutades fscas y mentaes, a fecdad 
de  su  nfanca,   os  entusasmos  de  su  |uventud,   e   vaor  de  su 
adutez,   a  razn  de  su  senectud  en  e   atar   de  sus  doses;   y 
ahora e exgan an ms a sotaro, a crmna, a demente en 
su defensa y en aras de su causa! E Senado haba procamado 
un decreto que egazaba e saqueo de os tesoros conservados 
en os tempos de Roma!
 Gobernantes de un puebo empobrecdo por exaccones prevas, 
y  custodos  so  de  un  tesoro  exhausto,   os  mandataros  de  a 
cudad   haban   ntentado   en   vano,   apeando   a   os   recursos 
ordnaros,   encontrar   os   medos   para  pagar   e   fuerte  rescate 
exgdo  por  Aarco  como  preco  de  a  paz.   La  nca  posbdad 
que   quedaba   de   hacer   frente   a   a   emergenca   conssta   en 
despo|ar a os tempos paganos de os en|oyados ornamentos y 
utensos   y   de   os   doos   de   oro   y   pata   que   se   saba   que 
contenan, y que merced a a nfuenca msterosa y heredtara 
de a superstcn, cuyo poder es a ms proongada abor de a 
verdad destrur, haban permanecdo ntactos y respetados, tanto 
por e puebo como por e Senado, despus de que a regn que 
representaban fuera prohbda por as eyes y abandonada por a 
nacn.
  Ese tmo expedente para brar a Roma de asedo haba sdo 
adoptado  cas   en  cuanto  fuera  concebdo.   La  mpacenca  de 
puebo hambrento para que se reunera de nmedato e rescate 
e   conced   poco   tempo   a   Goberno   para   os   tedosos 
premnares de sus deberacones. De nmedato se provey a os 
sodados de os nstrumentos necesaros para a tarea que se es 
ordenara; agunos membros escogdos de Senado y e puebo os 
sgueron, para verfcar que dspuseran honestamente de botn 
pbco; y os sacerdotes de as gesas crstanos se ofreceron 
para santfcar a expedcn con su presenca, y se puseron a a 
cabeza   con   sus   antorchas   para   regstrar   todas   os   recntos 
secretos de os tempos que podan abergar tesoros. La snguar 
recaudacn de a suma de rescate comenz a toda prsa a fna 
de   da,   en   cuanto   se   autorz.   Ya   se   haba   reundo   mucho; 
ofrendas  votvas  muy  costosas  haban  sdo  arrebatadas  de  os 
atares,   donde   durante   tanto   tempo   permaneceran   ntactas; 
ocutos   baes   repetos   de   utensos   sagrados   haban   sdo 
descubertos y forzados; os doos haban sdo despo|ados de sus 
precosos ornamentos y arrancados de sus maczos pedestaes; y 
ahora a procesn de buscadores de oro, que avanzaba a o argo 
de a ora de Tber, egaba ante e pequeo tempo de Seraps y 
se dspona a vacaro tambn a toda prsa de os ob|etos de vaor 
que abergaba.
  E   sacerdote  y   e   sodado,   que  ya  haban  egado  hasta  os 
pedaos de a entrada de tempo, es grtaron a sus compaeros 
que venan detrs que se apresuraran. Ante eos se azaba, a a 
pda uz de a una, desde a atura que ocupaba, a extraa y 
sotara fgura de Upo, que seme|aba una aparcn: un pagano 
atavado con as espnddas vestduras de sacerdoco, sado de 
a tumba para ata|ar as manos de os depredadores ante e atar 
de sus doses.
 E sodado de| caer su arma a sueo y, tembando de os pes a 
a cabeza, se neg a avanzar. Pero e sacerdote, un hombre ato, 
severo,   demacrado,   sgu  adeante  ndefenso  e  mpvdo.   Se 
santgu soemnemente mentras suba entamente os pedaos; 
cav a vsta naterabe en e demente, que o mr a su vez con 
o|os reampagueantes; y excam con voz fuerte y spera:
  Hombre o demono! Aprtate en nombre de Crsto, a quen 
negas!
 Durante unos nstantes, mentras e sacerdote se aproxmaba, e 
pagano apart a vsta y mr a gento y a os sodados armados 
que  avanzaban  con  rapdez.   Sus  dedos  se  cerraron  en  torno  a  
mango   de   cucho   de   Gosvntha,   que   hasta   ese   momento 
sostuvera  descudadamente  en  as  manos,   y  excam  en  tono 
quedo y concentrado:
 A|a, e asedo, e asedo de Seraps!
 E sacerdote, que ya se encontraba en e msmo pedao que , 
extend una mano para hacero a un ado, y en ese momento 
recb  a  cuchada.   Trastab,   az  a  mano  de  nuevo  para 
persgnarse a frente y, a hacero, rod muerto hasta a cae.
  E  sodado, parazado por un terror superstcoso a unos pocos 
pes   de   cuerpo,   es   pd   ayuda   a   grtos   a   sus   compaeros. 
Bandendo e arma ensangrentada en gesto de desafo, mentras 
os vea correr en confuso grupo hasta a base de os pedaos de 
tempo, Upo entr en e edfco y cerr y encaden as puertas.
 Entonces, os reundos en torno a cadver de sacerdote oyeron 
a demente grtar presa de un frenes, como s arengara a un gran 
nmero  de  adeptos,   que  verteran  e   pomo  funddo  y  a  arena 
ardente; que traran aba|o todas as escaas pantadas contra os 
muros;   que  masacraran  a  todos   os   prsoneros   que  huberan 
subdo  a  o  ato  de  as   muraas  para  anzarse  a   asato;   y  a 
contempar   e   edfco   desde   a   cae,   veron   ntermtente   y 
fugazmente,   por   entre  os  barrotes  de  as  puertas  cerradas,   a 
fgura de Upo con os brazos extenddos, e argo cabeo grs y 
as  vestduras  bancas  fotantes  a  sus  espadas,   que  corra  en 
crcuos  por   e   tempo  reptendo  sus  sava|es  grtos  de  guerra 
paganos. E gento debtado y superstcoso temb; un espectro 
que grara en e vrtce de un huracn no habra sdo ms terrbe 
a sus o|os.
  Pero  os  sacerdotes  presentes  en  a  muttud,   furosos  por   e 
asesnato de uno de os suyos, reanmaron e vaor de os que os 
rodeaban. Hasta os grtos de Upo fueron ahogados por e sondo 
de sus voces, que prometan, a mayor voumen que conseguan 
vocferar,   recompensas   ceestaes   y   terrenaes   a  savacn, 
dnero, a absoucn, ascensos a todos os que os sgueran a o 
ato de os pedaos y a forzar as puertas de tempo. Anmados 
por   as   paabras   de  os   sacerdotes   y   confados   a   percbr   o 
crecdo de su nmero, os membros ms osados de a turba se 
hceron de un tronco que estaba a oras de ro y, empendoo a 
manera   de   arete,   a   emprenderon   contra   as   puertas.   Pero 
estaban debtados por e hambre y no podan mpusarse mucho, 
porque  tenan  que  subr  os  pedaos  de   tempo  para  empu|ar 
contra as puertas: e herro se estremec cuando o gopearon, 
pero as bsagras y  e  cerro|o permaneceron  nconmovbes.  Se 
aprestaban   a   ntentaro   de   nuevo   cuando   una   tremenda 
conmocn un fragor como s todo e pesado techo de edfco 
se  hubera  derrumbado  os  hzo  retroceder  aterrorzados  a  a 
cae.
  Regresando a causa de a vsn de os  hombres armados,  os 
sacerdotes y a muttud que avanzaban a nvadr su santuaro, a 
os   das   en   que   defendera   e   gran   Tempo   de   Seraps   en 
Ae|andra   de   enemgos   de   smar   aparenca,   aunque   muy 
superores  en  nmero;   persuaddo  con  e   renacer   de  sas,   as 
vsones  ms  sangunaras  de  su  nsana,   de  que  an  combata 
con  e   apoyo  de  sus   adeptos   a  os   fantcos   crstanos   en  a 
sagrada fortaeza de antao, e pagano no haba hecho uso de su 
sagacdad  y  precaucn  usuaes  a   despazarse  en  a  oscurdad. 
Corra de un ado a otro aentando a sus supuestos segudores y 
regoc|ndose en sus deros de extermno y xto, ovdando, en 
su frenes, todo o que e tempo contena.
 Mentras daba vuetas y vuetas en su derante carrera en torno 
a atar de os doos, su vestdo se enganch en un saente de 
una de sus esqunas y se rasg. De nmedato, a masa ggantesca 
se bamboe, pero todava no se derrumb. No obstante, agunos 
de os doos ms pequeos cayeron a sueo, y con eos se vno 
aba|o y cay a os pes de  pagano una magen de Seraps que 
estaba  parcamente  sostenda  por   eos:   una  fgura  pesada  y 
monstruosa,   de   tamao   natura,   taada   en   madera,   con 
ncrustacones  de  oro,   pata  y  pedras  precosas.   Pero  eso  fue 
todo:   so  os   ob|etos   ms   superfcaes  de  una  seccn  de  a 
pegrosa   estructura   se   desprenderon,   pero   a   coumna 
permanec en su ugar.
 E demente tom en sus brazos a magen de Seraps y avanz a 
cegas   con  ea   por   e   pasa|e   de  a   dvsn   hasta   e   recnto 
posteror de tempo. En ese nstante reson en todo e edfco a 
conmocn  de   prmer   asato  contra  as  puertas.   A   oro,   Upo 
grt:
 Nos asatan! Nos asatan! Hombres de Tempo, os doses y 
e sumo sacerdote os guan a combate! y an con e doo en 
brazos  corr  haca  a  entrada  y  choc  voentamente  contra  a 
parte posteror de a coumna.
  La nestabe masa de mgenes y muebes de muchos tempos, 
ms  pesada  en  a  cspde,   osc,   se  desntegr  y  sus  pedazos 
cayeron contra as puertas y contra as paredes a ambos ados de 
eas.   Herdo  y  sangrante,   derrbado  por   a  parte  nferor   de  a 
coumna que cayera contra a dvsn a derrumbarse a superor, 
e furor de Upo no hzo ms que aumentar ante e desastre que 
o rodeaba. Bata para vover a ncorporarse, trep a a cma de 
a masa cada ahora desperdgada por e sueo de tempo, pero 
contenda  en  una  dreccn  por   a  dvsn,   y  en  a  otra  por   a 
pared opuesta y as puertas, y todava aferrado a a magen de 
Seraps, areng cada vez ms fuerte a "os hombres de Tempo" 
a  subr   con     a  o  ato  de  as  amenas  para  verter   sobre  os 
stadores e pomo funddo.
  Los sacerdotes fueron de nuevo os prmeros en acercarse a as 
puertas de edfco tras a conmocn que se oyera en su nteror. 
La ucha por a posesn de tempo haba asumdo para eos e 
carcter de una guerra santa contra a doatra y a maga, de un 
combate sagrado que deba sostener a Igesa en nombre de su 
servdor martrzado a nco de a contenda. Fortaecdos en su 
fantco vaor, avanzaron como un soo hombre hasta as puertas. 
Agunas de as mgenes ms pequeas de a coumna derrbada 
haban sado por entre os barrotes, y detrs de eos se vean os 
grandes doos, as masas de muebes rotos, os argos ropa|es y 
as  costosas  cogaduras,   entremezcados  en  as  poscones  ms 
caprchosas: era un caos dsforme de ob|etos amontonados por 
un   terremoto!   Ms   arrba   y   haca   adentro,   se   dstngua 
vagamente a travs de os nterstcos superores de a puerta a 
parte nferor de a tnca de pagano que daba sus rdenes desde 
o ato de su atar derrbado, con su doo entre os brazos.
  Los sacerdotes snteron una nmedata convccn de a certeza 
de trunfo cuando comprenderon a causa de a conmocn que 
se produ|era en e  nteror de  tempo. Uno de eos agarr una 
pequea  magen  que  haba  cado  a   pavmento  cerca  de  ,   y 
azndoa ante os reundos aba|o, excam exutante:
  H|os  de  a  Igesa,   e   mstero  ha  sdo  reveado!  doos  ms 
precosos   que   este   yacen   por   centenares   sobre   e   sueo   de 
tempo.   No  es  un  demono,   sno  un  hombre,   un  soo  hombre, 
quen an nos desafa adentro! Un adrn que quere robares a 
os  romanos  e   rescate  que  han  de  pagar   por   sus  vdas!   A  su 
arededor   tene  e   botn  que  ha  obtendo  en  muchos  tempos; 
recordad que mentras ms nos acercbamos a este ugar, ms 
escasos se hacan os despo|os de a doatra que encontrbamos; 
e asesno de vuestro santo hermano se ha apoderado de tesoro 
que es vuestro, de tesoro que os brar de a hambruna, y que 
est all, desperdgado a sus pes! A as puertas! A as puertas 
de nuevo! La absoucn de todos sus pecados para os hombres 
que entren por as puertas!
 De nuevo evantaron e tronco; de nuevo asataron as puertas; y 
de nuevo estas se mantuveron frmes. Ahora estaban reforzadas 
por a barrcada que formaba a coumna derrbada; pareca nt 
ntentar traras sn un refuerzo de hombres, o sn empear contra 
eas os proyectes ms pesados, as ms potentes mqunas de 
guerra.
  La  muttud  de|  escapar   un  grto  de  fura  a   escuchar  a  rsa 
hueca de orate que, en e tempo, se regoc|aba con su derrota. 
Las paabras de sacerdote, a apacar sus medos superstcosos, 
haban  despertado  as   mortferas   pasones   que  hace  nacer   a 
superstcn. Unos pocos se drgeron a toda prsa a cuarte ms 
cercano   en   busca   de   ayuda;   pero   a   mayora   se   apeoton 
arededor de tempo; agunos grtaban mpotentes nsutos contra 
e adrn de botn pbco; otros se uneron a as exgencas de 
os sacerdotes de que se rndera. Pero e camor no se proong 
demasado: fue sbta y snguarmente acaado por a voz de un 
hombre que e grtaba a resto que prenderan fuego a tempo!
  Cas no haba termnado de decro cuando todos comenzaron a 
repetr sus paabras con are de trunfo.
  Fuego a tempo! grt e gento feroz. Ouemado con e 
adrn  adentro!   Un  horno!   Un  horno!   Para  que  de  paso  se 
fundan e oro y a pata! Fuego a tempo! Fuego a tempo!
  Los   ntegrantes   ms   actvos   de  a  muchedumbre  (que  haba 
crecdo mucho, porque se e haba undo gente dspersa de todos 
os rncones de a cudad) entraron en as vvendas que quedaban 
a sus  espadas  y  regresaron  a  os pocos mnutos  con todas as 
sustancas nfamabes que encontraron. Inmedatamente se az 
ante as puertas un montn de matera combustbe de dos o tres 
pes   de   atura,   y   sodados   y   cudadanos   se   adeantaron   con 
antorchas para encendero. Pero e sacerdote que haba habado 
antes es hzo una sea de que se detuveran:
  Esperad! grt; e destno de ese cuerpo est en manos 
de puebo, pero e destno de su ama es asunto de a Igesa!
 Entonces, vovndose haca e tempo, se drg a orate con voz 
soemne y severa:
 Ha egado tu hora! Arrepntete, confesa y sava tu ama!
  Segud   matando!   Segud   matando!   e   respond   desde 
adentro  a  voz  enardecda.   Matad  hasta  que  no  quede  n   un 
soo crstano! Vctora! Seraps! Mrad como caen de nuestros 
muros! Se retuercen sangrando en e sueo a nuestros pes! No 
hay mas regn que a de os doses! Segud matando! Segud 
matando!
  Encended  a  hoguera!   grt  e   sacerdote.   E   msmo  se 
condena! Anatema! Anatema! Morr madto!
  De  nmedato  e  deron  fuego  en  varos  puntos  a   combustbe 
seco. Era un adeanto de os autos de fe: a quema de un here|e 
en e sgo V. Cuando as amas se eevaron, e gento retroced 
para contempar su rpdo avance. Los sacerdotes, en una hera 
a   frente  de a  muttud,  extenderon as manos  denuncando a 
tempo y repteron a unsono a horrbe excomunn de a Igesa 
Romana.
& & &
  E   fuego  se  propag  de  as  puertas  a  os  doos  que  estaban 
dentro. Upo ya no se encontraba de pe sobre su atar derrbado, 
sno sobre su pra funerara; y a magen a a que se aferraba era 
e poste a que se haaba atado. Un respandor ro|zo, apagado a 
nco, comenzaba a abrantarse a sus pes; as amas, rpdas y 
sencosas,   suberon   y   ba|aron   y   voveron   a   subr   en   varos 
puntos, umnando e nteror de tempo con una uz ntermtente 
y cambante. Las formas torvas y oscuras de os doos parecan 
onduar  y  crsparse  como  seres  vvos  sometdos  a   tormento,   a 
medda que e fuego y e humo aternatvamente as mostraban y 
as ocutaban. Una nmovdad de muerte se adue de rostro y 
e   cuerpo  de   pagano  que,   con  os  o|os  cavados  en  e   sueo, 
contempaba   cmo   as   dedades   de   su   fe   engendraban   su 
destruccn. Su me|a a me|a que descansara en su nez 
sobre e pecho de su madre estaba apoyada en e pecho dorado 
de dos Seraps, su mpacabe amo en vda, su amohada en a 
muerte!
 Ascendo! Ascendo a mundo de a uz con as dedades a as 
que he servdo! must. E fugor de su presenca es como un 
fuego ameante; e humo de su aento se evanta a m arededor 
como e humo de ncenso! Ofco en os Tempos de as Nubes; y 
a  gora  de  a  eterna  uz  de   so   bra  a  m   arededor  mentras 
adoro! Ascendo! Ascendo!
  E humo graba en espesas vaharadas sobre su cabeza; a fera 
voz de fuego que se propagaba veozmente ruga a su arededor; 
as  amas  sataban  a  sus  pes;   sus  vestduras  se  ncendaron  y 
arderon con un radante espendor mentras a pra se abra para 
recbro.
& & &
  E tempo haba transcurrdo. La contenda entre e Tempo y a 
Igesa haba termnado. Los sacerdotes y e puebo formaban un 
crcuo ms ampo en torno a  edfco madto; todo o que era 
nfamabe  en     haba  arddo;  e   humo  y  as  amas  so  saan 
ahora   a   ntervaos   por   as   puertas,   y   ambos   se   apacaron 
graduamente. Entonces, a muttud se aproxm ms a tempo 
y,   a   mrar   haca  adentro,   snt  e   caor   de   horno  que  haba 
encenddo.
  Las re|as de herro estaban a ro|o vvo; de a gran masa detrs 
de eas (que todava despeda respandor en agunos puntos, y 
que  se  estremeca  y  se  agtaba  con  su  msmo  caor)   se  eev 
entamente   hasta   e   techo   de   pedra   de   edfco,   ahora 
ennegrecdo por e humo, una degada y transparente coumna de 
vapor. Los sacerdotes buscaron concenzudamente e cadver de 
pagano; veron dos ob|etos oscuros y chamuscados, cas funddos, 
sobre un montn de cenzas cerca de as puertas, en un punto 
donde  e   fuego  ya  se  haba  apagado;   pero  resutaba  mposbe 
dscernr cu era e hombre y cu e doo.
  Mentras as amas  rugan,  agunos  se haban  percatado  de a 
necesdad de procurarse os medos para entrar en e tempo. Ya 
se haban consegudo as herramentas adecuadas para abrr as 
puertas, y a turba ya sumerga sus bades en e Tber y echaba 
agua   dondequera   que   se   advertan   restos   de   fuego.   Pronto 
desapareceron todos os obstcuos; os sodados penetraron en 
e   edfco  con  sus  espadas  desenvanadas,   camnaron  sobre  e 
negro  ceno  de  cenzas  empapadas  de  agua  que  cubra  o  que 
fuera antes e atar de os doos, y tras arro|ar haca a cae os 
desechos   y   as   mgenes   de   pedra,   que   e   fuego   no   haba 
consumdo, cavaron en o que quedaba, como s se tratara de una 
mna recn descuberta, en busca de oro y a pata, que e fuego 
no poda destrur.
  E pagano haba vvdo con sus doos y haba muerto con sus 
doos! Y ahora que os traban, a  tambn o traban |unto con 
eos. A reducr a acos as negras runas de su atar escarbando 
entre eas, os sodados mezcaban con esos fragmentos os de su 
cuerpo!  A   anzar  a   ro  os  desechos  que  e  pasaban  desde  e 
nteror de tempo, e gento arro|aba a as aguas o que quedaba 
de     con  o  que  quedaba  de  sus  doses!   Y  cuando  e   tempo 
qued vaco, cuando os cudadanos se huberon evado todos os 
tesoros que encontraron, cuando de todo o que haba arddo so 
quedaban  unos   pocos   montonctos   de  povo,   e   vento  de  a 
noche arrastr consgo as cenzas de Upo con as cenzas de as 
dedades a as que Upo srvera!
CAPT"LO ))$II
LA $I#ILIA DE LA ESPERAN'A
  Se   abre   ahora   ante   nosotros   una   nueva   perspectva.   Los 
escarpados   senderos   por   os   que  ha  transcurrdo  hasta  ahora 
nuestra ruta se hacen ms anos a medda que nos aproxmamos 
a su trmno. Roma, tan argo tempo oscura y sombra a nuestras 
mradas, se umna a fn como un campo cuando pasa a uva y 
os prmeros rayos de so que retorna se cuean entre as nubes. 
Han   pasado   agunos   das,   y   en   eos   os   tempos   han   sdo 
despo|ados de todas su rquezas; os romanos conqustados han 
comprado  e   perdn  de  os   brbaros;   a  cudad  derrotada  ha 
pagado su rescate.
  E   e|rcto   godo   permanece   an   acampado   en   torno   a   as 
muraas,   pero   as   puertas   estn   abertas,   se   han   nstaado 
mercados   de  amentos   en   os   suburbos,   en   os   ros   se  ven 
barcos, y en as cazadas, carretas cargadas de provsones que 
se   drgen   haca   Roma.   Todos   os   tesoros   que   ocutaran   os 
cudadanos  se  truecan  ahora por comda; os  comercantes que 
controan   e   mercado   cosechan   un   rco   botn;   pero   os 
hambrentos   sacan   su   apetto,   os   dbes   revven,   todos   se 
senten satsfechos.
  Es e fna de  segundo da desde que os godos permteran a 
venta  bre  de  provsones  y  otorgaran  permso  para  sar  de  a 
cudad. Las puertas ya se han cerrado ante a egada de a noche 
y  os  habtantes  de  Roma  regresan  sencosos  a  sus  hogares, 
cargados  de  amentos.   Sus  o|os  no  topan  ya  con  as  terrbes 
hueas de avance de a peste y a hambruna en cada cae; os 
cadveres   han  sdo   retrados   y   os   enfermos   han  encontrado 
cudados   y   abrgo.   Roma   ya   se   ha   desembarazado   de   sus 
mpurezas,   y   as   vrtudes   de   a   vda   domstca   comenzan  a 
revvr a donde exstan antes. La muerte ha dezmado a todas 
as  famas,   pero  os  sobrevventes  vueven  a  reunrse  en  os 
saones   socaes.   Hasta   os   ms   terrbes   crmnaes,   os   ms 
abyectos paras de a pobacn, partcpan nofensvos durante un 
tempo de os prmeros benefcos generaes que trae consgo a 
paz.
  Segur   a   os   cudadanos   a   sus   hogares;   conocer   sus 
pensamentos,   sus  paabras,   sus  accones,   e   efecto  que  sobre 
eos e|ercera e fn de os horrores de boqueo; contempar a os 
habtantes  de  toda  una  cudad  recuperarse  de  una  espece  de 
profundo   desmayo   y   as   dversas   formas   que   adoptan   os 
prmeros  sntomas  de  reanmacn  en  as  dstntas  cases  de  a 
socedad   os   maos   y   os   buenos,   os   rcos   y   os   pobres 
consttura   matera   sufcente   para   una   novea   de   profundo 
nters  humano,   para  un  drama  de  as  pasones  que  agrupara 
cautvante  escenas  extraas,   compe|as  y  chocantes.   Pero  otra 
tarea recama nuestra atencn, que no se vueve haca un motvo 
de   nters   coectvo,   sno   haca   uno   de   ndoe   ndvdua; 
abandonamos a observacn de a masa genera de puebo para 
concentrarnos   so  en  Numerano   y   Antonna,   para  entrar   de 
nuevo en a casta de a cona Pncana.
  La   habtacn   donde   e   padre   y   a   h|a   sufreran   |untos   os 
tormentos de hambre durante e asedo presentaba un aspecto 
muy dstnto a que mostraba cuando a ocuparan por tma vez. 
Las paredes antes desnudas estaban ahora cubertas por rcas y 
gruesas cogaduras; y e senco echo y a mesa pobre de antao 
haban sdo susttudos por o ms u|oso y acabado en matera de 
muebes   en   a   poca.   En   un   extremo   de   a   habtacn,   tres 
mu|eres,   auxadas   por   una   na   pequea,   preparaban   unos 
patos   de   frutas   y   vegetaes;   en   e   otro,   dos   hombres   que 
sostenan una anmada conversacn en voz ba|a vovan de vez 
en cuando a mrada ansosa haca un echo coocado contra a 
tercera pared de a acoba, en e  cua  yaca Antonna, mentras 
Numerano  a  observaba  en  senco.   La  punta  de   cucho  de 
Gosvntha   haba   penetrado   profundamente,   pero   e   propsto 
fata de asesnato se haba frustrado hasta e momento.
 Los o|os de a |oven estaban cerrados, y sus abos permanecan 
entreabertos con a debdad de sufrmento; una de sus manos 
se apoyaba nguda en a roda de su padre. En su rostro pdo 
haba una eve expresn de door, de a ms sut meancoa, y 
de  cuando   en  cuando   escapaba   de  su  pecho   un  profundo   y 
estremecedor   suspro;   a   conmovedora   confesn   tma   que 
haca a naturaeza de su propa debdad! E ancano, sentado a 
su ado, tena cavados en ea os o|os atentos e nqustvos. A 
veces  azaba  a  mano  y  acarcaba  suave  y  mecncamente  os 
argos   rzos   de   cabeo   de   a   |oven,   desparramado   sobre   a 
cabecera  de   echo;   pero  no  se  vova  nunca  para  comuncarse 
con  as  otras  personas  presentes  en  a  habtacn:   permaneca 
sentado como s so vera a fgura de su h|a yacente ante  y 
no oyera ms que e eve sopo de su respracn |unto a su odo.
  Ya estaba oscuro, y una mpara cogada de techo proyectaba 
una uz suave y unforme en a habtacn. Los sembantes de as 
personas  que  a  ocupaban  mostraban  pocas  evdencas  de  una 
saud y una fuerza que contrastaran con e aspecto de a |oven 
herda;  todos  haban  sufrdo a  extenuante vsta de   hambre,  y 
todos,   como   ea,   estaban   pdos   y   ngudos.   En   a   escena 
mperaba una extraa e ndescrptbe armona. Hasta a cama de 
a   absorbente   expectatva   y   a   temborosa   esperanza   que 
expresaba a faz de Numerano pareca refe|arse en as accones 
de quenes o rodeaban, en e senco en que as mu|eres evaban 
a  cabo  su  tarea,   en  os  murmuos  cada  vez  ms  quedos  de  a 
conversacn de os hombres. Ago en e ambente que renaba en 
a habtacn produca esa sensacn de soemne y sobrenatura 
quetud que asocamos con a dea abstracta de a regn.
  Uno  de  os  dos  hombres  que  conversaban  en  voz  ba|a  era  e 
patrco Vetrano; e otro, un ceebrado mdco de Roma.
  Tanto  e   sembante  como  as  maneras  de   senador   eran  una 
meancca   prueba   de   que   a   orga   de   su   paaco   o   haba 
afectado para e resto de su vda. Su aspecto deataba o que era: 
un  hombre  cuyos  carcter  y  compexn  haban  cambado  para 
sempre.   Sus   o|os   mostraban   una   expresn   permanente   de 
ansedad y trsteza; su rostro demacrado se crspaba de vez en 
cuando   con   una   contraccn   nervosa   nvountara   de   os 
mscuos;   era   evdente   que   e   efecto   parazador   de   a 
francachea   que   pusera   fn   a   a   vda   de   sus   compaeros   o 
acompaara hasta e fn de su exstenca. Mentras escuchaba a 
conversacn de su nterocutor, en sus maneras no se adverta n 
rastro   de   su   desdeosa   segurdad   en   s   msmo,   de   su   fc 
afabdad patrca; pareca haber enve|ecdo varos aos desde e 
da en que presdera a mesa de "E Banquete de Hambre".
  S   d|o   e   mdco,   un  hombre  mpasbe  y   tranquo   que 
hababa  mucho,   pero  que  pronuncaba  todas  sus  paabras  con 
deberado nfass, s, como ba dcendo, a herda, en s msma, 
no era morta. S a ho|a de cucho hubera penetrado cerca de 
centro   de   cueo,   habra   muerto   a   momento.   Pero   pas   por 
afuera y por detrs, sn afectar os grandes vasos; no toc nngn 
rgano vta.
 Y an as nsstes en afrmar que dudas de que se recupere! 
excam Vetrano en voz muy ba|a y trste.
  As   es  contnu  e   mdco.   Debe  haber   estado  exhausta 
fsca y mentamente cuando recb a herda. La he observado 
atentamente. Lo s! No hay nada en ea de a saud y a fuerza 
naturaes  de  a  |uventud  que  pueda  combatr  os  efectos  de  a 
herda.   He  vsto  a  ancanos   morr   de  esones   de  as   que  os 
|venes se recuperan, porque en eos a vda perda su capacdad 
de resstenca: esta |oven se encuentra en a msma stuacn de 
os ancanos!
 Ellos mureron y yo qued vvo, y ella morr y yo segur vvo! 
Lo habr perddo todo... todo! suspr Vetrano con amargura 
para s msmo.
 Los recursos de nuestro arte se han agotado contnu e otro
; so nos queda vgar atentamente y esperar con pacenca; 
en   as   prxmas   horas   se  decdr   s   vve   o   muere;   en   este 
momento tene as msmas posbdades de una cosa que de a 
otra.
  Lo   habr   perddo   todo...   todo!   rept   e   senador,   con 
trsteza, como s no hubera reparado en as tmas paabras de 
su nterocutor.
  S   muere   d|o   e   mdco,   habando   en   tono   ms   cdo, 
porque, a pesar de s msmo, snt stma ante e  espectcuo 
de   absouto   abatmento   de   Vetrano;   s   muere,   a   menos 
sabrs que hcste todo o posbe por savare a vda. Su padre, 
nt por su etargo y por su edad, so era capaz de vear |unto a 
su   echo,   como   o   ha   hecho   da   tras   da;   pero   t   no   has 
escatmado nada, no has ovdado nada. Todo o que he peddo, o 
has trado; as cortnas en toda a habtacn y e  echo en que 
reposa  son  tuyos;   fuste  t  quen  tra|o  os  prmeros  amentos 
frescos  de  os  mercados  recn  abertos.   Te  d|e  que  a  |oven 
rememoraba   ncesantemente   o   sufrdo;   que   era   necesaro 
protegera de sus propos recuerdos; que a presenca de mu|eres 
a su arededor poda hacere ben; que a egada ocasona de una 
na a a habtacn poda camar su magnacn, poda hacera 
f|arse en o que suceda, en vez de pensar en o pasado; t as 
encontraste   y   as   envaste   aqu!   He   vsto   padres   menos 
preocupados por sus h|os, amantes por sus amadas, que t por 
esta |oven.
  M   destno   est   en   sus   manos   o   nterrump   Vetrano 
vovendo  a  vsta  con  are  superstcoso  haca  a  frg   fgura 
tendda en e echo. Desconozco os msteros que os crstanos 
aman  su  Fe,   pero  ahora  creo  en  e   ama.   Creo  que  un  ama 
aberga e destno de otra, y que su ama aberga e destno de a 
ma!
  E mdco sacud a cabeza con are |ocoso. Su profesn haba 
determnado su fosofa: era un materasta tan ardente como e 
propo Epcuro.
  Escucho  d|o  Vetrano;  desde que  a  conoc  se  oper un 
cambo en todo m ser; era como s su vda se entrete|era con a 
ma! No nfu sobre ea ms que para hacere ma: a am y fue 
desterrada de su hogar! Env a ms escavos a regstrar Roma 
noche y da;  puse  en |uego todo  m   poder y ms rquezas para 
encontrara; y, por prmera vez, fracas en ms propstos. Senta 
que   era   yo   e   cupabe   de  su   desaparcn...   de  su   muerte! 
Pasaron   os   das;   a   vda   me   resutaba   una   carga;   eg   a 
hambruna. T sabes de qu manera decd poner fn a ms das; 
os  rumores  de   Banquete  de   Hambre  deben  haberte  egado, 
como es han egado a otros!
 As es contest e mdco. Y veo con ms propos o|os, en su 
rostro aad tras una pausa  momentnea,   e  desastre que 
produ|o  ese  mahadado  banquete.   Amgo  mo,   haz  caso  de  m 
conse|o!   Abandona   para   sempre   a   confusn   de   tu   paaco 
romano y vete a resprar e are tranquo de campo. Las fuerzas 
que tuveras antao se han do para no vover; s queres segur 
vvendo, cuda as que an te restan.
 Escchame contnu Vetrano en tono quedo y sombro. Me 
encontraba soo en m paaco madto; os amgos a os que haba 
convencdo  para  corte|ar   a  a  muerte  yacan  nanmados  a  m 
arededor; tena en as manos a antorcha con a que habra de 
encender   nuestra  pra  funerara  para  escapar   de  este  mundo 
abomnabe!   Me   aproxm   trunfante   para   prender   as   amas 
anquadoras, y a v a ella de pe ante m...a ella, a quen busqu 
cuando a crea perdda y a quen haba orado por muerta! Sent 
que  una  mano   poderosa   me  arrancaba  a  antorcha;   cay  a 
sueo! Vov a partr; pero yo careca de fuerzas para recoger a 
tea:   an  tena  ante  ms  o|os  su  mrada,   su  rostro,   su  fgura... 
pareca nterponerse entre a antorcha y yo!
  Ms   ba|o!   Haba  ms   ba|o!   o  nterrump  e   mdco  a 
contempar  con  asombro  y  stma  patentes  e   aspecto  agtado 
de senador. Retrasa tu propa recuperacn y turbas e reposo 
de a |oven con paabras como esas.
  A   entrar   en  e   paaco  contnu  Vetrano  retomando  su 
anteror   tono  ms  moderado  os  funconaros  de   Senado  me 
encontraron  en  e   msmo  ugar  en  que  ea  me  de|!  Sgueron 
pasando   os   das;   yo   mraba   as   caes   y   pensaba   en   os 
compaeros  a  os  que  ev  a  a  muerte  y  en  m   |uramento  de 
compartr su suerte, que nunca cump. Me habra atravesado e 
corazn con m  daga; pero su rostro segua a, ante ms o|os, 
ms manos estaban atadas! Fue en ese momento cuando a v por 
segunda  vez,   v   que  a  evaban  cargada,   que  estaba  herda, 
muerta!   Ya  me  haba  savado  una  vez,   me  savaba  ahora  de 
nuevo!   Supe   que   se   me   ofreca   a   oportundad,   despus   de 
habere hecho tanto ma, de hacere un ben; despus de fracasar 
en   m   ntento   de   encontrara   cuando   estaba   perdda,   ograr 
savara cuando se encontraba agonzante; despus de sobrevvr 
a a muerte de os amgos sentados a m mesa, segur vvendo 
para esforzarme por dar a vda y no so para destrura! Eso fue 
o que pens, es o que penso an... pero so desde que a v  a 
ella!  Sabes  por  qu  creo  que  su  ama  aberga  a  suerte  de  a 
ma? Es posbe que me veas consumdo, destrozado, enve|ecdo 
antes de tempo, prvado de amgos, perddos para sempre os 
ozanos sentmentos de a |uventud, y que no comprendas que su 
vda es mi vda? Oue s ea muere se habr maogrado e nco 
propsto bueno de m exstenca? Oue habr perddo toda razn 
para segur vvendo? Todo, todo!
  Cuando   Vetrano   pronunc   esas   paabras   fnaes,   a   |oven 
entreabr  os  o|os  y  os  vov  ngudamente  haca  su  padre. 
Hzo un esfuerzo para evantar a mano de su roda a su cueo 
en una carca; pero sus fuerzas no e permteron n sguera ese 
eve movmento. La mano se az unas pocas pugadas antes de 
vover a caer; una grma se desz entamente por a me|a de 
a |oven, que vov a cerrar os o|os, pero no pronunc paabra.
  Mra d|o e mdco seaando a Antonna, a marea de a 
vda est en su punto ms ba|o! S es que va a subr de nuevo, o 
har esta noche.
 Vetrano no respond; se de| caer en e asento contguo a de  
mdco y se cubr e rostro con a tnca.
  E mdco, a ver a condcn de senador y refexonar sobre a 
extraa   y   apresurada   confesn   que   e   acababa   de   hacer, 
comenz  a  sospechar   que  os   sucesos   que  en  fecha  recente 
vvera su cente e haban trastornado a razn. Aunque era un 
fsofo, e hombre de cenca nunca haba observado os sntomas 
fscos de prmer efecto regenerador de as nfuencas buenas y 
puras sobre una mente envecda; nunca haba contempado as 
reveadoras seaes de paabra y de accn que ndcan e avance 
de   a   revoucn   menta   que   tene   ugar   cuando   a   antgua 
naturaeza  se  transforma  en  a  nueva;  para     no  exstan  esos 
ob|etos   de  contempacn.   Toc  a  Vetrano  en  e   hombro  con 
suavdad:
 Levntate e d|o, y partamos. Estn con ea quenes me|or 
pueden cudara. So nos queda esperar y confar. Regresaremos 
a prmera hora de a maana.
  Antes   de  rse  e  do  sus   tmas   nstruccones   a  una  de  as 
mu|eres encargadas de cudado de a |oven, y acompaado por e 
senador,   quen   sn   habar   se   ncorpor   mecncamente   para 
seguro, sa de a habtacn.
  Despus de su partda, e  senco so fue nterrumpdo por e 
sondo de un murmuo ocasona y de pasos geros y rpdos que 
ban y venan. Ms tarde, as mu|eres srveron en os vasos os 
remedos refrescantes y reanmadores preparados para a noche, 
y  se  acercaron  a  Numerano  como  para  habare,   pero  ste,   a 
veras,   es  hzo  un  gesto  de  mpacenca  con  a  mano;   y  eas 
tambn   se  marcharon,   a   esperar   en   una   habtacn   cercana 
hasta que se requreran de nuevo sus servcos.
 Nada camb en a acttud de padre cuando qued a soas en e 
aposento  de  a  enferma,   que  en  e   apso  de  unas  horas  poda 
convertrse  en  e   aposento  de  a  muerte.   Permanec  sentado 
contempando a Antonna y acarcando de cuando en cuando os 
rzos desordenados de su cabeo, como soera hacer antes. La 
noche era hermosa y estreada: e are fresco de tempado cma 
nverna   de   Sur   sopaba  suavemente  sobre  a  terra;   a  gran 
cudad se suma rpdamente en e  senco; a veces egaba de 
as  caes  prncpaes  un  tenue  eco  de  voces  y  de  as  dstantes 
notas   de   una   msca   marca   que   sonaba   festva   en   e 
campamento godo cuando os stadores cambaban a guarda.
  Pero pronto se acaaron esos rudos, y a quetud de Roma se 
aseme| a a que renaba en torno a echo de a |oven herda.
 Da tras da, noche tras noche, desde e asesnato en e tempo, 
Numerano se haba mantendo en e msmo sto, a ado de su 
h|a.   Hora  tras  hora  o  encontraban  absorto  en  su  proongada 
vga de esperanza: e curso de su vda pareca suspenddo por a 
soa nfuenca que ahora o embargaba. En os breves ntervaos 
en que su agotamento fsco o venca y o haca abandonar su 
meancca  tarea,   os  que  o  rodeaban  haban  observado  que, 
ncuso   durante   sus   breves   perodos   de   adormecmento, 
permaneca  con  e   rostro  vueto  haca  a  cabecera  de  a  cama, 
como   atrado   por   una   fuerza   rresstbe,   por   un   poderoso 
ascendente  que  senta  ncusve  en  medo   de   ms   profundo 
reposo  de  sus   sentdos   y  a  ms   pesada  fatga  de  su  mente 
exhausta   y   su   corazn   desfaecente   y   atormentando.   A   os 
amgos que o rodeaban no es hababa, sno que se comuncaba 
con eos por seas; pareca no confar, n dudar, n desesperar a 
a par de eos; todas sus facutades se tensaban para vbrar en 
un nco punto, y permanecan sordas e nsensbes en todos os 
dems.
  Pero   en  dos   ocasones   se  e  haba   odo   pronuncar   agunas 
paabras adems de as ms smpes y escasas. La prmera vez, 
cuando Antonna pronuncara e nombre de Gosvntha a recobrar 
e sentdo tras recbr a herda, e haba responddo ansoso con 
reteradas  decaracones  de  que  ya  no  haba  nada  que  temer, 
porque a sar de tempo haba vsto a a asesna morr ba|o e pe 
de   pagano.   La   segunda   vez,   cuando   se   menconaron   en   un 
descudo deante de   os rumores que crcuaban en Roma de 
que se haba quemado a un desconocdo sacerdote pagano que 
estaba esconddo en e Tempo de Seraps rodeado de nmensos 
tesoros, se vo a ancano sobresatarse y tembar, y se e oy orar 
por e ama que aguardaba ahora ante e tembe trono de |uco; 
mustar   unas   paabras   sobre   una   vana   restauracn   y   un 
encuentro  demasado  tardo;   amentarse  por   e   horror   que  se 
espesaba  en  torno  a  ,   por   as   esperanzas   nfructuosamente 
renacdas,   y  por   una  prdda  ms  terrbe  que  a  que  sufrera 
antes   nngn   morta;   supcar   que   su   h|a,   o   tmo   que   e 
quedaba, no e fuera tambn arrebatada; y pronuncar muchas 
otras   frases   parecdas,   que   todos   os   que   as   escuchaban 
consderaron resutado de as dvagacones de una mente cuyas 
ms   eevadas   facutades   se   encontraban   debtadas   por   e 
agotamento y e door.
 Haba transcurrdo una hora ntermnabe de a noche desde que 
e padre y a h|a quedaran a soas y en a meancca habtacn 
no  se  haba  pronuncado  una  paabra  n   se  haba  reazado  un 
movmento. Pero a comenzar a segunda hora, a |oven vov a 
entreabrr   os   o|os   y   se   remov   penosamente   en   su   echo. 
Acostumbrado   a   nterpretar   e   sgnfcado   de   sus   menores 
accones,   Numerano  se  evant  y  e  tra|o  uno  de  os  remedos 
que prepararan as mu|eres. Despus de que a |oven beb, sus 
o|os se encontraron con os de su padre, cavados en ea con una 
muda y trste pregunta, y sus abos se cerraron y adoptaron una 
expresn  que     recordaba  que  sempre  asumeran  cuando,   de 
na,   adeantaba  e   rostro  en  senco  para  que     a  besara.   E 
terrbe contraste entre su estado actua y e de entonces venc 
a resstenca pasva, a pacente resgnacn de abatdo ancano: 
de| caer a sueo a taza vaca, se arrod a ado de echo y se 
ament en voz ata.
 Ah, padre, padre! excam a voz db y que|umbrosa desde 
e   echo.  Voy a  morr! No ovdemos que e   tempo que  nos 
queda para estar |untos es cada vez ms corto, y pasmoso o 
ms aegremente que podamos!
  Numerano  evant  a  cabeza  y  a  mr,   ausente,   anheante, 
mpotente, como s ya a muerte os hubera separado.
  He   ntentado   vvr   con   agradecmento   y   humdad   d|o 
Antonna  a   tempo  que  de|aba  escapar  un  eve  suspro  y  he 
ansado hacer ms ben en este mundo que e  que he ogrado. 
Pero   ahora   me   perdonars,   padre,   como   sempre   me   has 
perdonado!   Has  sdo  pacente  conmgo  durante  toda  m   vda, 
ms pacente de o que yo mereca! Pero no tuve una madre que 
me enseara a amarte como deba, que me enseara o que s 
ahora que m muerte est prxma, y que no tengo ya n tempo 
n ocasn de poner en prctca!
 Caa! Caa! murmur e ancano asustado. Vvrs! Dos 
es bueno y sabe que ya hemos sufrdo bastante. La madcn de 
a separacn postrera no se ha anzado contra nosotros! Vve! 
Vve!
 Padre! d|o a |oven con ternura, en nosotros aenta ago 
que   n   a   muerte   puede   separar!   En   e   otro   mundo   segur 
pensando  en  t   cuando  penses   en  m!   Cada  vez   que  anses 
verme te segur vendo, aun cuando ya no est! Cuando sagas y 
te sentes a a sombra de os rboes en e caro de |ardn donde 
que   yo   soa   sentarme;   cuando   contempes   as   anuras   y 
montaas  e|anas  que  yo  soa  contempar; cuando  eas por  as 
noches a Bba que hemos edo |untos y recuerdes a Antonna; 
cuando  te  acuestes  apesadumbrado  a  descansar;   entonces  te 
ver,  entonces  sabrs   que   te   mro!   Te   sentrs   tranquo   y 
consoado, ncuso |unto a m  tumba, porque no pensars en e  
cuerpo que yace a, sno en e esprtu que espera por t, como te 
he aguardado aqu  tan a menudo cuando estabas e|os y saba 
que a cada de a tarde te traera de nuevo a hogar!
 Caa! Vvrs! Vvrs! rept Numerano en e msmo tono 
quedo y ausente. Las fuerzas que an o sostenan estaban todas 
en  esas  sencas  paabras:   eran  e   sustento  de  una  esperanza 
nacda de a agona y acunada por a desesperacn.
  Ah, s  pudiera vivir! d|o a |oven en voz muy ba|a, s 
pudera vvr so unos pocos das ms, cuntas cosas tendra por 
as cuaes vvr!
 Intent ncnar e rostro haca su padre mentras hababa, porque 
as   paabras   saan   cada   vez   ms   quedas   de   sus   abos:   e 
agotamento   vova   a   vencera.   Pronunc   e   nombre   de 
Hermanrco, mencon a tumba de a casa de a gran|a y vov 
de nuevo su atencn a su padre. Los tmos sondos dbes que 
pronunc   estaban  drgdos   a   ,   y   su  contendo  era   an  de 
consueo y esperanza.
  Pronto  e   ancano,   ncnado  sobre  ea,   vo  que  sus   o|os   se 
cerraban   de   nuevo   esos   o|os   nocentes   y   bondadosos   que 
ncuso ahora conservaban su antgua expresn mentras que e 
rostro en e que estaban engastados padeca y se consuma, y 
vo cmo as tnebas y a noche se apoderaban de ama de su 
h|a.
  Duerme murmur con voz asustada, a tempo que vova a 
ocupar su sto |unto a echo. Laman sueo a a muerte, pero 
en su rostro no se ve a muerte!
  La noche sgu su transcurso. Las mu|eres que cudaban de a 
enferma   regresaron   a   a   habtacn   haca   a   medanoche, 
sorprenddas de que sus servcos an no se huberan requerdo. 
Veron a expresn soemne y serena de rostro consumdo de a 
|oven;  a  absorta  atencn  de  Numerano,   sentado  en  a  msma 
acttud a su ado; y voveron a sar en senco, sn pronuncar 
paabra,   n   squera  un  murmuo.   En  e   aspecto  msmo  de  a 
habtacn  haba  ago  tembe  e  mpresonante;   a  Muerte,   que 
todo   o   destruye,   braba   en   ea   un   combate   morta   con   a 
|uventud y a Beeza, que adornan, y os o|os de ancano sotaro 
seguan a soas e terrbe curso de a contenda.
  Leg  a  maana y  an no  se  adverta  nngn cambo.  En  una 
ocasn,   cuando   a   mpara   que   aumbraba   a   habtacn 
comenzaba a extngurse a a egada de a aurora, Numerano se 
evant y examn de cerca e rostro de su h|a: magn en ese 
momento que su sembante se mova, pero se percat de que o 
haba engaado e parpadeo de a uz agonzante; segua presa de 
a msma nmovdad. Acerc su odo a os abos de a |oven por 
un  nstante,   y  despus  vov  a  su  ugar,   que  ya  no  vov  a 
abandonar. La enta crcuacn de su sangre pareca haber hecho 
una pausa; esperaba como espera un hombre con a cabeza sobre 
e cadaso antes de descenso de hacha, como espera una madre 
para escuchar que e sopo de a vda ha entrado en su h|o recn 
nacdo.
  E   so   sa  brante  en  e   ceo  sn  nubes.   Cuando  sus  rayos 
nacentes entbaron e are fresco y penetrante de amanecer, as 
mu|eres voveron a entrar en a habtacn, correron un poco a 
cortna y abreron a ventana. La uz de aba umn hermosa y 
gorfcadora   e   rostro   de   a   |oven;   a   brsa   tenue   y   suave 
desorden os rzos ms eves de su cabeo. En otra poca, eso a 
habra despertado, pero ahora no o hzo.
  Poco despus,   se oy  en e   san de  os  ba|os,  a travs de  a 
puerta entreaberta de cuarto, a voz de a na que permaneca 
en  a  casa  con  as   mu|eres.   La  pequea  suba  entamente  a 
escaera,   cantando   para   s   msma   su   babucente   cancn 
matutna. La preceda una paoma domestcada, comprada en e 
mercado de provsones de extramuros, pero que a madre de a 
na haba preservado para que fuera a mascota y compaera de 
|uegos  de  su h|a.  E  p|aro entr en a  habtacn batendo as 
aas y arruando, se pos en a cabecera de echo y comenz a 
componerse  as  pumas.   Las  mu|eres  se  haban  contagado  de 
suspenso que embargaba a ancano y no hceron un gesto para 
ndcare a a na que se retrara n que se evara a a paoma de 
sto donde se haba posado: como , aguardaban. Pero as notas 
suaves   y   apacguadoras   de   p|aro  no  e|ercan  nngn  efecto 
sobre os odos de a |oven, n  os rayos de uz sobre su rostro: 
segua sn despertar.
 La na entr y, hacendo una pausa en su cancn, se sub a un 
costado  de   echo.   Extend  una  de  sus   mantas   para  que  a 
paoma  se  posara,   toc  suavemente  con  a  otra  e   hombro  de 
Antonna y bes con sus frescos abos rosados a me|a pda de 
a |oven.
  M p|aro y yo hemos vendo a curar a Antonna esta maana 
d|o con are grave.
  Los  prpados  nmves,   pesadamente  cerrados,   se  moveron! 
Se estremeceron, se abreron, se cerraron y voveron a abrrse. 
La mrada de os o|os era vaga, amodorrada, nconscente; pero 
Antonna vva! Antonna haba despertado a fn a a uz de un 
nuevo da en este mundo!
 La mrada f|a y acucante de padre segua cavada en a |oven; 
pero en su sembante se adverta un vaco, una ausenca de todo 
sgno   de   sensacn   y   de   vda.   Las   mu|eres,   que   mraban 
aternatvamente a Antonna y a , se echaron a orar; a na 
vov   a   entonar   muy   suavemente   su   cancn   maanera, 
dedcada ahora a a |oven herda, ahora a a paoma.
  En ese momento apareceron en escena Vetrano y e  mdco. 
Este  tmo  avanz  hasta  e   echo,   evant  de     a  a  na  y 
examn   a   Antonna   cudadosamente.   A   cabo,   en   parte 
drgndose a Numerano, en parte habando para s msmo, d|o:
 Ha dormdo profundamente durante un argo rato, sn moverse, 
cas sn resprar: a quenes o contemparan, ese sueo es habra 
parecdo e de a muerte.
 E ancano no respond, pero as mu|eres asnteron con fuerza.
 Se ha savado contnu e mdco, apartndose sn prsa de  
echo  y  sonrndoe  a  Vetrano.   Habr  que  cudara  durante 
mucho tempo an.
  Savado! Savada! rept aborozada a na, que corr a 
subrse a  regazo  de  Numerano,  mentras  que a paoma,  bre, 
revooteaba en a habtacn. E padre ba| a vsta cuando eg a 
sus  odos  a  voz  cara  y  |oven.   Las  fuentes  de  a  aegra,   tanto 
tempo secas en su corazn, voveron a manar a ver as mantas 
azadas haca    con  are  de spca;  de| caer a  cabeza cana; 
or.
 A una sea de mdco as mu|eres condu|eron a a na fuera de 
a   habtacn.   Todos   os   presentes   guardaban   e   senco 
caracterstco  de  as  emocones  profundas  y  soemnes;   so  se 
oan os contendos soozos de ancano y as eves notas, cada 
vez  ms  e|anas,   de  a  voz  de  a  na,   que  an  entonaba  su 
cancn matutna. Pero ahora, a etra de su canto era una soa 
paabra, aborozadamente reterada:
 SALVADA! SALVADA!
CONCL"SI/N
"(I T%ESA"R"S I(I COR
 Poco despus de a apertura de os mercados de abastos frente a 
as puertas de Roma, os godos evantaron su campamento de os 
arededores de a cudad y se retraron a sus cuartees de nverno 
en  Toscana.   Las  negocacones  subsguentes  entre  Aarco  y  a 
corte  y  e   goberno  de  Rvena  fueron  conducdas   con  astuta 
moderacn por e  conqustador y con arrogante audaca por e 
conqustado,   y   termnaron   fnamente   en   e   renco   de   as 
hostdades. Roma fue stada dos veces ms por "os brbaros". 
En   a   tma   ocasn,   a   cudad   fue   saqueada,   sus   paacos 
quemados,   sus   tesoros   robados:   so   se   savaron   de   a 
destruccn os monumentos de a regn crstana.
 Pero nuestra narracn ya no vover a ocuparse de os godos; a 
reacn con eos que ha mantendo hasta aqu se cerra con e fn 
de   prmer   sto  de  Roma.   No  es  posbe  segur   recamando  a 
atencn de ector haca os acontecmentos hstrcos; nuestro 
pequeo espectcuo, organzado para su dsfrute, ha concudo. 
No  obstante,   s   ha  sentdo  agn  nters  por  Antonna  y  an  o 
conserva,   no  se  negar  a  segurnos  para  vera  por   tma  vez 
antes de que nos dgamos ads.
 Haba transcurrdo ms de un mes desde a retrada de e|rcto 
stador a sus cuartees de nverno cuando agunos cudadanos de 
Roma se reuneron en as anuras de extramuros para dsfrutar 
de  uno  de  esos  buccos  festvaes  de  a  antgedad  que  an 
ceebran,   a  usanza  dferente,   pero  con  e   msmo  esprtu,   os 
taanos de nuestros das.
  E   ugar   escogdo   era   un   terreno   ano   cerca   de   a   Puerta 
Pncana, a fondo de cua se evantaba un espeso pnar, y que 
mraba  a   norte,   haca  a  suave  campa  que  rodea  Roma.   Los 
congregados eran sobre todo personas de as cases ms ba|as. 
Sus  dversones  eran  a  danza,   a  msca,   as  competencas  de 
fuerza y os |uegos de azar y, sobre todo, tenendo en cuenta que 
se trataba de una pobacn que haba sufrdo recentemente os 
rgores de hambre, abundante comda y bebda: un proongado, 
grave,   exttco   dsfrute   de   a   capacdad   de   mastcacn   y   e 
sentdo de gusto.
  En   e   grupo   haba   agunos   ndvduos   cuya   ropa   y   modaes 
reveaban que, a menos en cuanto a hbto externo, estaban un 
poco  por   encma   de   con|unto  genera.   Esas   personas   ban  y 
venan por dferentes partes de ugar, y se dedcaban a observar, 
sn mezcarse en as dversones. No obstante, haba uno de eos 
que   fuera   cua   fuese   a   dreccn   que   tomaba,   se   mantena 
asado. En a mano evaba una carta aberta, a a que mraba de 
cuando   en   cuando,   y   pareca   totamente   absorto   en   sus 
pensamentos. Ese hombre, a quen resutaba fc partcuarzar 
tanto  por   su  msma  persona  como  por   a  pecuardad  de  su 
stuacn   en   ese   momento,   no   era   otro   que   e   favorto   de 
Vetrano,   e   encargado   en   otra   poca   de   sumnstrare   sus 
paceres, e ndustroso Carro.
  E   berto  (a  quen  presentamos  por  tma  vez  a   ector  en  e 
captuo   XIV,   cuando   exhba   ante   Vetrano   a   provsn   de 
desperdcos que consguera durante a hambruna, para consumo 
de paaco) haba ogrado en fecha recente ncrementar mucho 
a   confanza   que   su   amo   depostaba   en   .   Durante   a 
organzacn  de   Banquete  de   Hambre  haba  evtado  con  toda 
dscrecn expresar e menor deseo de savarse de a catstrofe 
en  medo  de  a  cua   e   senador   y  sus  amgos  haban  decddo 
perecer.   Despus   de   consegur   un   ugar   seguro   en   e   cua 
esconderse, aguard e fna de a orga, y cuando descubr que 
tras su nesperado fn su amo segua vvo, vov a aparecer ante 
   como  un  servdor   fe,   sto  para  asumr   sus  ocupacones  de 
costumbre con e msmo ceo de sempre.
  Tras  a  dspersn  de  sus  srventes  durante  a  hambruna  y  a 
confusn  genera   de   sstema  soca   de  Roma,   a   evantarse  e 
asedo  Vetrano  no  encontr  a  su  ado  nade  en  quen  confar 
excepto Carro, y en  conf. Y no fue una eeccn errnea: es 
certo  que  e   berto  era  egosta  y  srddo,   pero  esas  msmas 
cuadades garantzaban su fdedad a su amo, sempre que ste 
conservara e poder para castgar y a capacdad para premar. La 
carta que evaba ahora en as manos e haba sdo envada a una 
va  propedad  de  Vetrano  de  a  que  acababa  de  regresar, 
stuada en as oras de a baha de Npoes, y estaba escrta por 
e   senador en  Roma.   La parte  ntroductora  de a comuncacn 
pareca nteresar poco a berto: contena eogos a su dgenca 
en  astar  a  casa  de  campo  para  que  a  ocupara  su  dueo  de 
nmedato,   y   expresaba   e   ardente   deseo   de   su   amo   de 
abandonar   Roma   o   ms   rpdamente   posbe   para   vvr   en 
perfecta  tranqudad,   resprando  e   are  revvfcador   de   mar, 
como e aconse|aran os mdcos. Era a tma parte de a carta 
a que Carro ea y reea, y sobre a que despus medtaba con 
una atencn y un esfuerzo menta nusuaes. Deca o sguente:
  "Debo   ahora   confarte   una   msn   que   e|ecutars   con   toda 
fdedad s vaoras m favor y respetas as rquezas que pueden 
garantzar tu recompensa. Cuando te fuste de Roma, de|aste a a 
h|a  de  Numerano  en  pegro  de  muerte:   ya  se  ha  recuperado. 
Agunas preguntas que e drg durante su convaecenca me han 
permtdo averguar muchas cosas que no conoca de su hstora, 
y eas me han nducdo a adqurr, por razones excusvamente 
personaes, una casa y unos terrenos cercanos a os suburbos. 
(Las dmensones de ugar y su ubcacn estn en e pergamno 
ad|unto  a  esta  carta).   E   gran|ero  que  cutvaba  esa  propedad 
sobrevv a a hambruna y contnuar encargndose de a gran|a, 
que es ahora ma. Pero es m vountad que e |ardn y todo o que 
contene se mantengan a a entera dsposcn de Numerano y de 
su h|a, quenes es posbe que o vsten a menudo; y de quenes, 
a partr de ahora, se consderar que ocupan m ugar y cuentan 
con m autordad. T dvdrs tu tempo entre a supervsn de 
os pocos escavos que de|o en e paaco en m ausenca y a de 
gran|ero   y   os   traba|adores   que   he  nstaado   en  a   gran|a;   y 
responders ante m por e debdo cumpmento de tus deberes y 
os  de  quenes  estn  a  tus  rdenes,   en  a  segurdad  de  que  s 
cumpes   ben   esta   msn,   estars   traba|ando   en   pro   de   tus 
propos ntereses en este asunto y en todos os dems."
 La carta concua ordenndoe a berto que regresara a Roma un 
da especfco, y que se drgera a a casa de a gran|a a una hora 
precsa   para   encontrarse   a   con   su   amo,   quen   tena   otras 
ndcacones   que   dare,   y   que   vstara   a   recn   adqurda 
propedad antes de emprender e va|e a Npoes.
 La perpe|dad de Carro a eer e pasa|e que hemos ctado de a 
carta   de   su   patrono   fue   absouta.   Recordando   os   ncdentes 
asocados con e nco de as reacones entre Vetrano y Antonna 
y su padre, a mera crcunstanca de que e senador comprara una 
gran|a para satsfacer o que era sn dudas un caprcho pasa|ero 
de a |oven no o habra asombrado demasado. Pero que a ese 
acto sguera a nmedata separacn de  senador de a h|a de 
Numerano; que nada ganara Antonna, despus de todo, de esas 
terras que Vetrano haba adqurdo evdentemente a nstancas 
de ea, ms que a autordad sobre una pequea fran|a de |ardn; 
y, a msmo tempo, que se nsstera en a nvoabdad de ese 
prvego carente de  vaor en  trmnos de  una  gravedad  y una 
frmeza  que  e   senador   nunca  utzara  antes;   todas  esas  eran 
ncoherencas  que  e   ngeno  de  Garr  no  ograba  expcar.   E 
berto haba nacdo y se haba crado en e vco; e vco o haba 
amentado, o haba vestdo, e haba ganado a bertad, e haba 
dado e carcter, a reputacn, e mtado poder de que gozaba: 
vva en  como en a atmsfera que respraba; habare de una 
accn  cuya  nca  motvacn  fuera  un  prncpo  de  ntegrdad 
pura equvaa a panteare un probema que no poda resover. Y, 
sn  embargo,   desde  certo  punto  de  vsta,   resutaba  mposbe 
decararo totamente ndgno. Ignorante de toda dstncn entre 
e  ben y e  ma, se equvocaba a  pensar debdo a su absouta 
ncapacdad para consderar as cosas de manera |usta.
  Por ms que o de|aran perpe|o sus nstruccones, as sgu en 
ese momento y contnu sgundoas en os das uterores a 
pe de a etra. S traba|ar en pro de os ntereses propos fuera un 
arte, Carro mereca ser profesor ttuar de msmo. Leg a a casa 
de a gran|a no ya puntuamente, sno antes de a hora f|ada; y 
tras reunr a  honesto gran|ero y a os traba|adores, es expc 
todos   os   partcuares   de   a   autordad   que   su   patrn   haba 
depostado  en  ,   con  una  forda  y  perentora  soemndad  de 
paabra que desconcert e mpreson a sus sencos oyentes. A 
egar  a   |ardn  encontr  en     a  Antonna  y  a  Numerano.   A  a 
|oven a haban evado a todos os das en una tera desde que 
se  recuperara,   y   su  padre  a  haba  segudo.   Ahora  nunca  se 
separaban; cuando a ansedad por su h|a se hubo camado, e 
ancano   vov   a   recordar   de  manera   ms   precsa   e   terrbe 
descubrmento  que  hcera  en  e   tempo  y  a  an  ms  terrbe 
catstrofe sguente; y buscaba constante refugo contra e horror 
de sus recuerdos en a presenca de su h|a.
  Durante a entrevsta con e padre y a h|a, e berto observ, 
por una vez en a vda, un respeto nvountaro y sncero; pero es 
hab brevemente y os vov a de|ar a soas enseguda. Aunque 
humdes   e  ndefensos,   o  mpresonaron;   pensaban,   hababan, 
actuaban  como  seres  de  naturaeza  dferente  a  a  suya;   tenan 
una reacn, aunque no saba cu, con e mstero de a tumba 
de   |ardn;   aun  en  presenca  de   emperador   se  habra  sentdo 
seguro  de  s   msmo,   pero  en  a  de  eos  se  senta  confuso.   Por 
tanto,   se  drg  a   escenaro  ms   amabe  de   festva   que  se 
ceebraba  en  as  nmedacones  de  a  casa  de  a  gran|a,   para 
esperar a  a hora de a egada de su amo, y para reedtar su 
perpe|dad con una nueva ectura de a carta de Vetrano.
 Ya se aproxmaba a hora en que e berto deba regresar a sto 
seaado. Enro cudadosamente e pego con as nstruccones, 
se   detuvo   unos   mnutos   para   mrar   con   are   ausente   as 
dversones   que   hasta   ese   momento   amaran   tan   poco   su 
atencn   y,   tras   voveres   a   espada,   atraves   e   pnar   para 
regresar a a gran|a. Sgmoso.
 A otro ado de a arboeda, un sendero evaba a travs de unos 
campos  hasta  a  casa  de  a  gran|a.   Carro  vac  un  momento; 
despus avanz entamente para aguardar a su amo en e camno 
que conduca a a cazada. En ese punto nos separaremos de  
para acceder a |ardn por a ver|a de entrada.
  Los   rboes,   os   arrates   de   fores   y   os   trechos   de   herba 
permanecan guaes; nada se haba aaddo o qutado desde os 
meanccos das de antao, pero en a tumba de Hermanrco se 
aprecaba un cambo. E csped que a cubra se haba renovado, 
y en as oras de sendero aberto por Gosvntha aguen haba 
sembrado pequeos arbustos de semprevvas. En un extremo de 
montcuo se azaba una cruz de mrmo banco con una acnca 
nscrpcn en atn: ORAD POR LOS MUERTOS.
  La  uz  de   so   aumbraba  serena  a  tumba,   y  a  Numerano  y 
Antonna, sentados a su ado. A veces, cuando e |ogoro se haca 
ms rudoso en e bucco festva, es egaban sus ecos tenues, 
apagados; a veces escuchaban as voces de os |ornaeros de os 
campos   vecnos,   que   conversaban   mentras   traba|aban;   pero 
nngn   otro   sondo   era   o   bastante   fuerte   para   que   o 
dstngueran. Los sembantes de padre y de a h|a conservaban 
a expresn de meancoa y debdad que de|aran tras s e door 
y e sufrmento; pero en eos se ea tambn resgnacn y paz: 
una resgnacn acrecentada por as duras eccones de door; y 
una paz ms pura porque se a transmtan e uno a a otra, como 
e fuerte e nmorta amor de que naca.
  Haba   ago   dstnto   en  e   aspecto   y   a   acttud   de   a   |oven, 
mentras estaba sentada pensando en e |oven guerrero muerto 
en su defensa y por su amor y trataba de acercar os arbustos 
para que creceran ms cerca de a tumba, y ea, por mucho que 
hubera   cambado,   recordaba,   aunque   en   forma   dferente,   a 
antgua   poesa   y   a   serendad   de   cuando   a   conocramos 
cantando a son de su ad en e |ardn de a cona Pncana. La 
casa   de   a   gran|a   no   e   produca   sentmentos   de   horror   y 
desesperacn. E suyo no era e door que se aparta egosta de 
todo  cuanto  revve  e   recuerdo  de  os  muertos;   a  su  memora 
regresaban como esprtus guardanes cuyo retorno agradeca, y 
dotaban  de  un  me|or   propsto  a  a  vda  ms  santa  y  de  una 
naturaeza ms nobe a os ms puros pensamentos.
  Permanecan   as   sentados   |unto   a   a   tumba   trstes,   pero 
conformes; con os pes astmados por su peregrna|e en a vda, 
pero dspuestos a segur con pacenca e va|e cuando se oy 
en e sendero a sus espadas un estruendo nusua, un sondo de 
ruedas  en  movmento  mezcado  con  e   eco  confuso  de  voces. 
Mraron en esa dreccn y veron a Vetrano que entraba en e 
|ardn, soo, por a ver|a.
  E senador avanz entamente; e nsdoso veneno que nstara 
en sus venas e Banquete de Hambre era papabemente vsbe 
cuando a cara uz de so umnaba su rostro pdo y consumdo. 
Sonr  bondadoso  a   drgrse  a  Antonna;   pero  os  sufrmentos 
fscos y a agtacn menta que esa sonrsa ntentaba ocutar se 
revearon en su voz nsegura.
  Esta  es  a  tma  vez  que  nos  veremos  en  muchos  aos... 
puede  que  sea  a  tma  vez  que  nos  vemos  d|o.   So  he 
pospuesto   e   nco   de   m   va|e   para   verte   nstaada   como 
guardana de sto que es e ms precoso para t en este mundo; 
duea de o poco que te he dado!
  Hzo  una  pausa  momentnea  y  sea  a  a  tumba;   despus 
contnu:
 Nunca sabrs, nunca podr decrte, cunto te debo! Recuerda 
so que me evo conmgo tu recuerdo, como compaero en a 
soedad  haca  a  que  parto.   Haz  por   m   e   esfuerzo  de  segur 
tranqua, buena, hasta fez; y perdona a senador de antao, sn 
ovdar a amgo que se ae|a hoy de t enfermo y afgdo, pero 
tambn pacente y esperanzado! Ads!
 Su mano temb a adeantara; e rubor cubr as me|as de a 
|oven,   que  must  unas  confusas  paabras  de  grattud,   y  que, 
ncnndose  sobre  ea,   se  a  ev  a  os  abos.   E   corazn  de 
Vetrano at con fuerza; a accn de a |oven haba revvdo una 
esperanza que no se atreva a acarcar; pero contemp e rostro 
exange y trste de Antonna, a tumba que se azaba uctuosa a 
su ado, y vov a sofocara. Se demor an unos nstantes para 
despedrse   de   ancano,   y   despus   se   vov   rpdamente, 
atraves a ver|a y desaparec de a vsta de ambos.
  A  vover a ocupar su sto, Antonna mo| con sus grmas e 
csped a sus pes. Cuando vov a azar e  rostro y vo que su 
padre a mraba, se apret a su costado y rode su cueo con uno 
de sus brazos; e otro fue ba|ando entamente hasta que su mano 
se  pos  en  as   ho|as   ms   atas   de  os   arbustos   que  crecan 
arededor de a tumba.
& & &
 Permaneceremos an agn tempo en e |ardn de a casa de a 
gran|a?  No!  Para  nosotros,   como  para  Vetrano,   ha  egado  a 
hora de partr! Abandonemos a escena mentras a paz rena an 
en  torno  a  as  muraas  de  Roma,   mentras  os  corazones  de  
padre y de a h|a sguen reposando seguros tras as pruebas por 
as que se han vsto obgados a pasar! Aqu, a fn, se posa sobre 
un terreno apacbe a narracn que nos ha conducdo por una 
ruta oscura y tormentosa; y aqu e daremos fn!
  De  a  msma  forma,   e   va|ero  que  sgue  e   curso  de  un  ro 
marcha  durante  e   da  entre  as  rocas  y  os  precpcos  que  o 
bordean  desde  e   escabroso  mananta   que  e  da  orgen,   pero 
cuando  se  acerca  a  noche,   se  detene  y  descansa  en  e   sto 
donde   a   rbera   est   cuberta   de   herba   y   a   corrente   fuye 
tranqua.
FIN