República Bolivariana de Venezuela
Universidad Central de Venezuela
Caracas, 6 de Diciembre de 2024
Catedra: Administración en Salud Pública
Profesor: Carlos Valdés
   Prácticas sociales y Salud pública (Capítulo 5)
                                                                 Integrantes:
                                           Johani Canache C.I. 31.089.707
                                               Fabián Cruz C.I. 31.591.148
                                            Camila La Rosa C.I. 31.212.950
                                             Juan Rengifo C.I. 30.712.044.
                                            Sharith Trujillo C.I. 30.678.953
   1. Cultura, capital social y prácticas sociales
La salud pública abarca no solo la salud de la población, sino también la que esta genera. Las sociedades juegan
un papel crucial en su promoción, tanto a través de acciones organizadas como de interacciones sociales
informales que pueden impactar la salud de manera positiva o negativa. Aunque estas acciones no siempre
buscan mejorar la salud, son más efectivas cuando se realizan con ese propósito consciente.
Las acciones sociales reflejan valores y normas que estructuran comportamientos individuales y grupales. Este
conjunto de configuraciones sociales, conocido como capital social, es esencial para el desarrollo sostenible y
equitativo. Las sociedades con altos niveles de confianza y cohesión fomentan el desarrollo humano, la
protección ambiental y un uso más eficiente de los recursos.
El capital social, apoyado en la cultura, fortalece la capacidad de las sociedades para identificar y satisfacer sus
necesidades, construir consensos y generar políticas públicas que beneficien al colectivo. Este equilibrio entre
sociedad, Estado y mercado se basa en principios democráticos y participación ciudadana, promoviendo la
sostenibilidad y el cambio necesario para el desarrollo.
En contextos donde el capital social es débil, como en muchos países periféricos, prevalecen la desconfianza y la
desintegración social, lo que obstaculiza el desarrollo y la mejora de la salud pública. Sin embargo, fortalecer el
capital social mediante prácticas sociales saludables puede reducir riesgos y mejorar las condiciones sanitarias.
                 2. Las prácticas sociales y la salud
Las prácticas sociales relacionadas con la salud son variadas y abarcan múltiples factores y ámbitos que buscan mejorar el
bienestar de las poblaciones. Se identifican cuatro grupos principales de estas prácticas:
•   Desarrollo y fortalecimiento de una cultura de la vida y de la salud: Este grupo busca convertir la vida y la salud en
    valores fundamentales, promoviendo la convivencia, el respeto y la cooperación social. La cultura de la vida se vincula
    con la calidad de vida y el bienestar, fundamentada en valores como la paz, la solidaridad y la participación democrática.
    La cultura de la salud es esencial para proteger la salud y mejorar la calidad de vida.
•   Atención a las necesidades y demandas de salud: Engloba prácticas necesarias para abordar problemas de salud y
    satisfacer necesidades de atención. Esto incluye tanto la demanda de servicios de salud como su organización y
    prestación, abarcando el autocuidado y prácticas informales.
•   Desarrollo de entornos saludables y control de riesgos: Este grupo se centra en crear condiciones de vida saludables y
    proteger el medio ambiente. Incluye prácticas que mejoran la calidad de vida, como la gestión de recursos naturales y la
    protección social. Estas prácticas son intersectoriales y requieren la colaboración de diversos actores sociales y del
    Estado para reducir los riesgos a la salud colectiva.
•   Desarrollo de la ciudadanía y la capacidad de participación: La participación ciudadana es crucial para la democracia y
    el bienestar social. Este grupo destaca la importancia de la participación en la creación de instituciones efectivas,
    asegurando el control social y el ejercicio del poder.
2.1 Desarrollo y fortalecimiento de una cultura de la vida y de la salud
El objetivo de las prácticas sociales es establecer la vida y la salud como valores fundamentales, reconocidos
como derechos y responsabilidades del ser humano en la sociedad. Se propone una cultura de la vida que
fomenta la sostenibilidad y el desarrollo social, promoviendo valores como la convivencia, el respeto mutuo, la
paz, la solidaridad y la participación democrática. Esta cultura no implica la negación del yo, sino la conciencia
del otro, reconociendo la interdependencia de todas las formas de vida.
La muerte se considera una contingencia biológica, lo que facilita la construcción de una convivencia pacífica
basada en la colaboración social. La calidad de vida y el bienestar son esenciales, ya que están estrechamente
ligados a la salud, definida de manera amplia por la OMS. La cultura de la vida se entrelaza con una cultura de la
salud, que no solo busca la supervivencia, sino también una vida plena y saludable.
Se enfatiza que el derecho a la vida y la salud es un derecho humano fundamental, aunque muchas realidades
actuales no reflejan este reconocimiento. A pesar de los desafíos, la promoción de esta cultura es vital y debe
ser defendida. Se requiere un capital social adecuado, que incluya instituciones y organizaciones como la familia
y la educación, para fomentar valores de vida y salud. La cultura de la vida se considera una expresión del
humanismo, donde los agentes de salud pública actúan como portadores de valores y esperanza, trabajando
para proteger y mejorar la vida. Finalmente, las prácticas sociales para fomentar esta cultura son la base para
otros grupos de prácticas complementarias.
        2.2 Atención a las necesidades y demandas de salud
El enfoque incluye la creación, organización y puesta en marcha de estos servicios, respondiendo a problemas y
necesidades de atención. En este contexto, se encuentran prácticas de autocuidado y el uso de servicios de
salud organizados, reflejando cómo la sociedad configura y utiliza los sistemas de salud.
Las prácticas dependen en gran medida de otros grupos de prácticas. La comprensión de la salud y el
reconocimiento de la enfermedad están influenciados por la cultura de la vida y de la salud, así como por las
condiciones de vida y los riesgos ambientales. Por lo tanto, las necesidades y percepciones son el resultado de
estas condiciones.
Aunque la oferta de servicios de salud se basa en decisiones científicas y técnicas, su utilización está
fuertemente ligada a la cultura. La racionalidad en la asignación de recursos también es política, relacionada
con la distribución del poder social y los valores que rigen su ejercicio, afectando el control sobre los mercados
de salud y la generación de demandas espontáneas.
Estas observaciones resaltan la importancia de las prácticas sociales en la atención de salud, aunque su
efectividad está relacionada con su conexión a otros grupos de prácticas. Sin esta relación, su comprensión y
consideración dentro de la salud pública podrían verse comprometidas.
   2.3 Desarrollo de entornos saludables y control de riesgos y daños a la salud colectiva
El origen de las sociedades se basa en la necesidad de protección colectiva para la supervivencia, un impulso
que persiste hoy en día, especialmente en culturas con estructuras sólidas. Esta necesidad se traduce en la
protección colectiva de la salud, la cual depende de entornos no agresivos y condiciones de vida favorables.
Las prácticas sociales que mejoran las condiciones de vida y protegen el medio ambiente son esenciales para el
análisis de la salud pública. Estas incluyen acciones relacionadas con la salud ambiental, así como la producción
y distribución de bienes y servicios, la generación de ingresos y los mecanismos de protección social. Este grupo
de prácticas está interrelacionado con otros, donde la cultura de la vida fomenta una actitud positiva hacia el
entorno natural y social.
Se subraya la importancia de la equidad y solidaridad social para prevenir situaciones de necesidad extrema,
con el bienestar colectivo como fundamento de las sociedades y sus instituciones, especialmente el Estado. La
demanda de atención a las necesidades de salud es crucial para crear un entorno saludable, y las prácticas
sociales de atención a la salud buscan controlar riesgos y daños, complementando la protección de la salud
personal y colectiva.
Estas prácticas son de interés intersectorial, destacando la multidimensionalidad del proceso de producción de
salud, especialmente en el ámbito de la salud pública. Los mecanismos de aculturación y socialización, como la
educación y la comunicación social, y las organizaciones relacionadas con la producción y el trabajo son
fundamentales.
    2.4 Desarrollo de ciudadanía y de la capacidad de participación
Este grupo de prácticas es esencial para las estrategias sociales que impulsan el dinamismo del desarrollo y la
creación de instituciones en la sociedad. Una ciudadanía eficaz, consciente y participativa es la base de una
democracia real y el motor regenerador de la sociedad. La participación ciudadana permite el desarrollo de un
poder cultural afirmativo y fortalece las instituciones, asegurando que el Estado cumpla con sus compromisos
sociales.
La ciudadanía, a través de la participación, integra la salud pública en sus dimensiones colectiva e individual,
siendo la expresión de la cultura y el capital social que promueve prácticas sociales saludables. El desarrollo de
la ciudadanía se fundamenta en la adquisición de conocimientos y experiencias, además de depender de
mecanismos de participación eficaces que conviertan la ciudadanía en acciones concretas. Los mecanismos de
información, educación y participación comunitaria son cruciales, así como el diálogo entre la sociedad civil y el
poder político, que fortalece la participación.
La participación ciudadana impacta profundamente la gestión pública, desde la formulación de políticas hasta la
administración de servicios, promoviendo la transparencia y limitando prácticas indeseables. El desarrollo de la
ciudadanía y su capacidad de participación son condiciones necesarias para una democracia plena y un estado
de derecho, fomentando la cohesión social y creando oportunidades para el desarrollo humano. En el ámbito
de la salud, especialmente en salud pública, la ciudadanía y la participación son fundamentales para alcanzar y
mantener los objetivos a largo plazo, garantizando que las políticas y programas de salud sean sostenibles y
eficaces.
              3. Desarrollo de ciudadanía y de la capacidad de participación
Las prácticas sociales están interrelacionadas con la cultura y el capital social, influyéndose mutuamente. La globalización, el
capitalismo y las nuevas tecnologías han transformado las culturas locales, fomentando un estilo de vida individualista y
consumista, y excluyendo a las personas más vulnerables, lo que erosiona valores importantes y afecta la formación del capital
social y la salud pública. A pesar de estas amenazas, es posible utilizar los mecanismos culturales y sociales para promover
valores positivos.
Desarrollar una cultura de vida y salud es fundamental, lo que se puede lograr mediante una combinación de autonomía y
heteronomía. Las prácticas sociales saludables deben tener un significado colectivo y estar conectadas con el bienestar de la
población, siendo responsabilidad de todos promoverlas.
Estas prácticas sociales se desarrollan en cuatro fases interdependientes:
a)Construcción de valores y conocimientos, b)Creación de organizaciones e instituciones, c)Movilización de esfuerzos,
d)Mantenimiento y evolución de prácticas. Siendo también que la educación es clave en este proceso.
La construcción de ciudadanía es un proceso político que implica adquirir poder y capacidad de acción. La participación es
crucial en este proceso, ya que implica un compromiso con valores, derechos y deberes que impacten colectivamente. Valorar
la pluralidad de ideas permite una participación efectiva sin homogenizar el pensamiento. El desarrollo de ciudadanía busca
un propósito transformador, mejorando la sociedad y formando capital social positivo. Las prácticas sociales pueden ser
diversas y, a veces, conflictivas, pero la salud pública puede aprovechar el consenso sobre la salud para crear entornos que
fomenten hábitos saludables. Los profesionales de salud deben ser agentes de cambio y promotores del capital social para
desarrollar la participación ciudadana. El Estado juega un rol importante al reconocer la relevancia de las prácticas sociales y
movilizar a los actores para trabajar juntos en su promoción, involucrando a la población como participantes activos y
responsables en la salud pública.