08 Derrida - Espectros de Marx
08 Derrida - Espectros de Marx
Exordio
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Capitulo uno.
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espíritu es trabajo. Entiendo aquí por espíritu cierta potencia de transformación, el
espíritu trabaja.
Repetición y primera vez, pero también repetición y ultima vez, pues la
singularidad de toda primera vez hace de ella también una ultima vez. Cada vez es
el acontecimiento mismo una primera vez y una ultima vez. Completamente
distinta. Puesta en escena para un fin de la historia. Llamemos a esto un fantologia.
Esta lógica del asedio no seria solo mas amplia y mas potente que una ontología o
que un pensamiento del ser. ( del to be, en el supuesto de que haya ser en el to be
or not to be, y nada es menos seguro que eso) Abrigaría dentro de si aunque como
lugares circunscriptos o efectos particulares la escatología o la teleología mismos.
Después del fin de la historia el espíritu viene como reaparecido, figura a la vez
como un muerto que regresa y como un fantasma cuyo esperado retorno se repite
una y otra vez.
Cuestión de repetición: un espectro es siempre un reaparecido. No se pueden
controlar sus idas y venidas por que empieza por regresar.
En el manifiesto comunista se manifiesta en primer lugar un espectro, este primer
personaje paterno tan poderoso como irreal, alucinación o simulacro y
virtualmente mas eficaz que lo que tranquilamente se denomina una presencia
viva.
No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx: en todo caso
de un cierto Marx: de su genio, de al menos uno de sus espíritus. Pues esta será
nuestra hipótesis o mas bien nuestra toma de partido: hay mas de uno, debe haber
mas de uno.
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Según blanchet: en Marx vemos que toman fuerza y forma tres tipos de discurso,
los tres necesarios pero separados y mas que opuestos, como yuxtapuestos. La
disparidad que los mantiene unidos designa una pluralidad de exigencias a la cual,
desde Marx, cada uno , al hablar, al escribir, no deja de sentirse sometido so pena
de darse cuenta de que esta prescindiendo de todo.
Prescindir de todo, es cierto, será siempre posible. Nada podrá nunca asegurarnos
contra ese riesgo menos aun contra ese sentimiento.
Mantener unido lo que no se mantiene unido y la disparidad misma, la misma
disparidad volveremos constantemente a ello como la espectralidad del espectro.
Es algo que solo puede ser pensado en un tiempo de presente dislocado en la
juntura de un tiempo radicalmente disyunto, sin conjunción asegurada. El
tiempo esta desarticulado, descoyuntado, desencajado, dislocado, el tiempo esta
trastocado, acosado y trastornado, desquiciado, a la vez desarreglado y loco. El
tiempo esta fuera de quicio, el tiempo esta deportado, fuera de si, desajustado. Una
obra maestra se mueve siempre por definición a la manera de un fantasma
(el clásico y su actualización constante)
La cosa asedia por ejemplo, habla y causa, habita las numerosas versiones de
ese pasaje: The time is out of joint. Sin residir nunca en ellas, sin confinarse
jamás en ellas. Plurales las maneras de traducir se organizan, no se dispersan de
cualquier modo. También se desorganizan por el efecto mismo del espectro, a
causa de la causa a la que se denomina el original, y que , como todos los fantasmas
dirige demandas mas que contradictorias , justamente dispares.
Hamlet no maldice tanto la corrupción del tiempo. Mas bien, y en primer lugar,
maldice ese injusto efecto del desarreglo, a saber, la suerte que le habría destinado
a el, a Hamlet, a volver a colocar a sus goznes un tiempo dislocado y a volver a
ponerlo al derecho, a reponerlo conforme al derecho. Maldice su misión: hacer
justicia por una di-misión del tiempo. Jura contra un destino que le conduce a
hacer justicia por una falta, una falta del tiempo y de los tiempos, rectificando una
dirección: haciendo de la rectitud y del derecho (tu set it right) un movimiento de
la corrección, de la reparación, de la restitución, de la venganza, de la revancha, del
castigo. Jura contra esa desdicha y esa desdicha carece de fondo, pues no es otra
que el mismo. Hamlet esta out of joint por que maldice su propia misión. El castigo
que consiste en deber castigar, vengar, ejercer Lajusticia y el derecho bajo la forma
de represalias. El golpe fatal, el entuerto trágico que habría sido hecho en su
nacimiento mismo, la hipótesis de una intolerable perversión en el orden mismo
de su destino es el haberle hecho ser, a el, y nacer para el derecho, en virtud del
derecho, reclamándole así que vuelva a poner el tiempo en el camino derecho, a
hacer derecho, a impartir justicia, y a enderezar la historia, y el entuerto de la
historia. No hay tragedia, no hay esencia de lo trágico, sino bajo la condición de esa
originariedad, para mayor precisión: de esa anterioridad pre originaria y
propiamente espectral del crimen. Del crimen del otro, una fechoría cuyo
acontecimiento y cuya realidad, cuya verdad, no pueden nunca presentarse en
carne y hueso sino solamente dejarse presumir, reconstruir, fantasear.
No se hereda nunca sin explicarse algo del espectro, y con algo espectral, y desde
ese momento con mas de un espectro. Con la falta, pero también con la inyuncion
de más de uno. Ese es el entuerto originario, la herida de nacimiento que padece
una herida sin fondo, una tragedia irreparable, la maldición indefinida que marca
la historia del derecho o la historia como derecho. La maldición estaría inscrita en
el derecho mismo, en su origen homicida.
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La disyunción ¿ no es acaso la posibilidad misma del otro? ¿cómo distinguir entre
dos desajustes, entre la disyunción de lo injusto y la que abre la infinita disimetría
de la relación con el otro., es decir, el lugar para la justicia? No para la justicia
calculable y distributiva. No para el derecho, el calculo de la restitución, la
economía de la venganza o del castigo (ya que si Hamlet es una tragedia de la
venganza o del castigo en el triangulo, o el circulo de un Edipo que habría dado un
paso mas en la represión de Freud. Todavía hay que pensar la posibilidad de un
paso mas allá de la represión: hay un mas allá de la economía de la represión cuya
ley le empuja a desbordarse a si misma en el transcurso de una historia, ya sea la
historia del teatro o de la política entre Edipo rey y Hamlet). No el lugar para la
igualdad calculable por tanto, para la contabilidad o imputabilidad simetrizante y
sincrónica de los sujetos y de los objetos, no para un hacer justicia que se limitaría
a sancionar, a restituir y a resolver en derecho, sino para la justicia como
incalculabilidad del don y singularidad de la exposición no económica a otro. La
relación con el otro, es decir, la justicia.(levinas)
Uno de los lugares mas sensibles, aunque no el único, en esta singular topología
seria quizá hoy en día, la sentencia de Anaximandro. Heidegger interpreta allí
Dike como juntura, conexión, ajuste, articulación de lo acorde o la armonía.
En tanto se la piensa a partir del ser como presencia, Dike conjunta
armoniosamente de alguna manera la juntura y el acorde. Adikia, lo contrario: a
la vez lo que esta disyunto, desencajado, torcido y fuera del derecho, en el
entuerto de lo injusto incluso en la necedad. Cuando Heidegger insiste en la
necesidad de pensar, dike mas acá, antes o aparte de las determinaciones jurídico-
morales de la justicia, reencuentra en su lengua, las virtualidades múltiples
reagrupadas y suspendidas de the time is out of joint, algo en el presente no va, no
va como debería ir. Así: la palabra adikia dice, en primer lugar, que la dike no
esta ahí. Se acostumbra a traducir dike por derecho. En las traducciones de la
sentencia de Anaximandro, se traduce incluso por castigo. Si apartamos nuestras
representaciones jurídico-morales, si nos atenemos a lo que le ocurre a la palabra,
entonces adikia dice que allí donde ella reina, algo no va como debería. Lo que
significa: algo esta fuera de quicio, disyunto. No obstante, ¿de que se trata? Del
presente en su transitoria instancia. Mas importante aun parece aquí la
interpretación de Weilen: un paso, ciertamente y, por tanto, un momento,
transitorio por definición, pero cuya transición viene, por así decirlo, del
porvenir. Proviene de lo que, por esencia, aun no provino, menos aun vino y
que por tanto, queda por venir. El paso de este tiempo del presente viene del
porvenir, para ir hacia el pasado, hacia el ir de lo ido.
¿ se podría concluir de ello cierto pesimismo o nihilismo en la experiencia griega
del ser? Heidegger lo pone en duda. Tanto al pesimismo nihilista como al
optimismo, contrapone la huella de lo trágico, de una esencia de lo trágico.
Seguimos sin estar lejos de Edipo o de Hamlet. Que no se deja explicar de forma
estética o psicológica, lo que quiere decir también psicoanalítica. La disyunción en
la presencia misma del presente, esa especie de no contemporaneidad consigo
mismo del tiempo presente ( esa intempestividad o anacronïa radicales a partir de
las que intentaremos, el fantasma) es algo que según H, la sentencia de
Anaximandro dice y no dice.
1) dice, desde luego, inequívocamente, que el presente, en tanto que presente,
esta en la adikia es decir, trastornado, desquiciado. El presente es lo que
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pasa, el presente pasa, reside en ese pasaje transitorio(weile), en el ir y
venir, en el punto medio entre lo que se va y lo que llega, en la articulación
entre lo que se ausenta y lo que se presenta. Este entre dos articula
conjuntamente la doble articulación conforme a la cual estos dos
movimientos se conectan. La presencia esta prescrita, ordenada,
dispuesta en las dos direcciones de la ausencia, en la articulación de lo
que ya no es y de lo que todavía no es. Juntar e inyungir. Este
pensamiento de la juntura es también un pensamiento de la
inyuncion.
2) Y sin embargo, al declarar esto inequívocamente, es spruch dice también
otra cosa o no dice aquello sino bajo condición. No hablaría de la disyunción
, adikia o de la injusticia del presente sino para decir que el deber o la
deuda están quizá demás y se deben expiar. En cualquier caso se trata
de donar. De donar la dike. No de hacer justicia, de traerla de vuelta,
según el castigo, el pago o la expiación, como se traduce la mayoría de las
veces. Se trata, en primer lugar, de un don sin restitución, sin calculo, sin
contabilidad. H sustrae así aquel don a todo horizonte de culpabilidad, de
deuda, de derecho, e incluso, quizá, de deber.
H querría sobre todo desgajarlo de aquella experiencia de la venganza cuya idea
sigue siendo muy apreciada por aquellos para quien tan solo lo vengado es lo justo.
(lo que dicho sea de paso, no descalificaría en lo absoluto una lectura psicoanalítica
o no, de la lógica de la venganza, por ejemplo en Hamlet, y allí donde permanezca
así de pujante. No obstante y sin privarla de su pertinencia, esa otra lectura hace
aparecer precisamente su clausura económica, incluso la fatalidad circular, el
limite mismo que hace posible la pertinencia o la justeza de su interpretación. Este
ultimo limite impide en efecto comprender aquello mismo de lo que quiere dar
razón: la tragedia, justamente, la vacilación en vengar, la de liberación, la no
naturalidad o la no automaticidad del calculo: la neurosis, si se quiere.) La cuestión
de la justicia que lleva siempre más allá del derecho no se separa ya, ni en su
necesidad ni en sus aporías, de la del don. En un movimiento H interroga la
paradoja de ese don sin deuda y sin culpabilidad. En efecto, entonces se pregunta,
como siguiendo una huella de ese plotino, a quien no nombra ni aquí ni casi nunca:
¿ es posible donar lo que no se tiene?
El donar no reposa aquí mas que en la presencia, no significa solo abandonar
sino, más originariamente acordar, que marca en la mayoría de los casos la
adición, incluso el exceso, en cualquier caso, aquello que se ofrece como
suplemento, por añadidura, fuera del comercio, sin intercambio, y eso se dice a
veces de una obra musical o poética. Esta ofrenda es suplementaria pero sin coste
adicional, aunque necesariamente excesiva respecto a la renuncia o la privación
que separaría de lo que se podría tener. La ofrenda consiste en dejar: dejar al otro
aquello que le corresponde como propio.
se piensa dike a partir del ser como presencia, se confirmaría que la justicia es ante
todo, y finalmente, y sobretodo propiamente la conjunción del acuerdo: la
conjunción propia del otro, donada por quien no la tiene. Injusticia seria la
disyunción o la des conjunción. Una vez reconocidas la fuerza y la necesidad de
pensar la justicia a partir del don, es decir, mas allá del derecho, del calculo y del
comercio, reconocida por tanto la necesidad (sin fuerza, sin necesidad y sin ley) de
pensar el don, al otro como el don de lo que no se tiene y que desde entonces no
puede sino corresponder al otro. ¿ no hay un riesgo de inscribir este movimiento
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de la justicia bajo el signo de la presencia en el sentido de Heidegger, del
acontecimiento como venida a la presencia, del ser como presencia unida consigo
misma, de lo propio del otro como presencia? ¿cómo presencia del presente
recibido, ciertamente, pero apropiable como lo mismo y así re-unido?
Un-fu (a partir o no del ser como presencia y de la propiedad de lo propio) entraría
en juego la relación de la deconstrucción con la posibilidad de la justicia, la
relación de la deconstrucción ( en tanto que esta procede de la irreducible
posibilidad del un-fu y de la disyunción anacrónica, y en tanto que extrae de ahí el
recurso mismo y la inyuncion de su afirmación reafirmada) con lo que debe(sin
deuda ni deber) entregarse a la singularidad del otro, a su precedencia o a su
solicita proveniencia absolutas, a la heterogeneidad de un pre, que significa lo que
viene antes que yo, antes que todo presente, por tanto, antes que todo presente
pasado, pero también aquello que por eso mismo, viene del por venir o como por
venir: como la venida misma del acontecimiento. La necesaria disyunción, la
condición destotalizante de la justicia es aquí la del presente y, al tiempo, la
condición misma del presente y de la presencia del presente. Aquí se anunciaría
siempre la deconstrucción como pensamiento del don y de la indeconstructible
justicia. Indeconstructible condición de toda deconstrucción, cierto, pero condición
que esta ella misma en deconstrucción y permanece ,y debe permanecer esta es la
inyuncion en la disyunción del un fu. En caso contrario descansaría en la buena
conciencia del deber cumplido, perdería la oportunidad del porvenir, de la
promesa o de la llamada, del deseo también. En caso contrario la justicia corre el
riesgo de reducirse a reglas, normas o representaciones jurídico-morales, en un
inevitable horizonte totalizador. H corre ese riesgo a pesar de tantas precauciones
desde el momento en que da primacía a la re-unión y a lo mismo sobre la
desconexión que implica mi dirección al otro, sobre la interrupción que reclama el
respeto a su vez, la rige, sobre una diferencia cuyo único, diseminado en las
innumerables virutas del absoluto entreverado con cenizas no se asegurara jamás
en el uno. Lo que , por otra parte, no deja jamás de suceder también, pero no
sucede sino en la huella de lo que sucedería de otra manera y, por tanto, sucede
también como un espectro en lo que no sucede.
No hay ningún gusto por el vacío o por la destrucción en quien satisface esta
necesidad de vaciar continuamente y de deconstruir respuestas filosóficas que
consisten en totalizar, en llenar el espacio de la cuestión o en denegar su
posibilidad, en huir de eso mismo que aquella habrá permitido entrever. Por el
contrario se trata aquí de un imperativo ético y político, de un llamada tan
incondicional como la del pensamiento del que no se separa. Se trata de la
inyuncion misma si es que la hay.
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al designar la revolución como una inminencia pues es carácter propio de la
revolución no ofrecer demora, si abre y atraviesa el tiempo, haciendo que se la
viva como exigencia presente.
Violencia de la ley antes de la ley y antes del sentido, violencia que interrumpe el
tiempo, lo desarticula, lo desencaja, lo desplaza fuera de su alojamiento natural:
out of joint. Es ahí donde la diferencia, aun cuando permanece irreductible,
irreductiblemente requerida por el espaciamiento de toda promesa y por el
porvenir que viene a abrirla. No significa solamente, como se ha creído,
diferimiento, demora, posposición. En la incoercible diferencia se desencadena el
aquí- ahora.
El tercer discurso es el discurso indirecto, el del lenguaje científico. A tal
titulo, Marx es honrado y reconocido por los otros representantes del saber. Es
entonces, hombre de ciencia, responde a la ética del sabio, acepta someterse a
cualquier revisión critica. Sin embargo, el capital es una obra esencialmente
subversiva. No tanto por que conduciría por las vías de la objetividad científica a la
consecuencia necesaria de la revolución, cuanto por incluir, sin formularlo
demasiado, un modo de pensar teórico que trastoca la idea misma de ciencia.
No la ciencia ni el pensamiento salen intactos de la obra de Marx, y esto en el
sentido mas fuerte, por cuanto que la ciencia es designada allí como
transformación radicar de si misma, teoría de una mutación siempre en juego en la
practica, así como, en dicha practica, mutación siempre teórica.
Dice blanchot: El ejemplo de Marx nos ayuda a comprender que la palabra de
escritura, palabra de incesante protesta, debe constantemente desarrollarse y
romperse bajo formas múltiples.
El discurso comunista es siempre a la vez tácito y violento, político y erudito,
directo, indirecto, total y fragmentario, largo y casi instantáneo. Marx
no vivió cómodamente con esta pluralidad de lenguajes que siempre están
chocando y descoyuntándose en él. Incluso aunque estos lenguajes parecen
converger hacia el mismo fin, no podrían ser retraducidos uno a otro, y su
heterogeneidad, el hiato o la distancia que los descentran, los tornan no
contemporáneos y tales que, produciendo un efecto de distorsión irreductible,
obligan a quienes tienen que sostener su lectura (su práctica) a someterse a
una incesante modificación.
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abisman los valores, o, finalmente, como el acabamiento de la metafísica,
señal precursora de otra posibilidad que todavía no tiene nombre. Es éste el
crepúsculo que acompaña, a partir de entonces, a todo pensador, extraño
momento fúnebre que el espíritu filosófico celebra con una exaltación, por
otra parte, a menudo gozosa, presidiendo sus lentos funerales en el curso de
los cuales bien cuenta con, de una manera o de otra, obtener su resurrección.
Y, por supuesto, semejante espera, crisis y fiesta de la negatividad, experiencia
llevada a su extremo para saber qué resiste.
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no consiste en desbaratar esta oposición, incluso esta dialéctica, entre
la presencia efectiva y su otro.
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de apariencias o de apariciones. Más adelante, establecerá una relación entre
esta virtud espectral de la moneda y lo que, en el deseo de acumulación, especula
sobre el uso del dinero después de la muerte, en el otro mundo, como si el dinero
fuera a la vez el origen del espíritu y de la avaricia. La metamorfosis de las
mercancías era ya un proceso de idealización transfiguradora que puede ser
llamado legítimamente espectro poético.
Cuando el Estado emite el papel moneda de curso forzoso, su
intervención es comparada con una «magia» que transmuta
el papel en oro. Entonces el Estado (a)parece —pues se trata de una
apariencia, incluso de una aparición—«parece ahora, por la magia
de esa estampilla [la que marca el oro e imprime la moneda],
metamorfosear el papel en oro. Esta magia se afana siempre
cerca de los fantasmas, hace tratos con ellos, manipula o se afana
ella misma, se convierte en un trato, el trato o negocio que hace en
el propio elemento del asedio. Y este negocio atrae a los desenterradores,
aquellos que tratan con los cadáveres pero sólo para robarlos, para hacer
desaparecer a los desaparecidos, lo cual es la condición de su «aparición».
Comercio y teatro de sepultureros. En las épocas de crisis social, cuando el nervus
rerum social está, dice Marx, «enterrado junto al cuerpo del que es el nervio», el
enterramiento especulativo del tesoro no entierra sino un «metal
inútil», privado de su alma de dinero. el «metal inútil» del tesoro se convierte, tras
el enterramiento del tesoro, en algo parecido a la ceniza enfriada de la circulación,
en algo parecido a su caput mortuum, su residuo químico. El hombre del tesoro se
comporta, entonces, como un alquimista, especula en torno a los fantasmas,
a los «elixires de vida», a la «piedra filosofal». La especulación
permanece siempre fascinada, hechizada por el espectro. El que esta
alquimia siga estando abocada a la aparición del espectro, al asedio o
al retorno de los (re)aparecidos, es algo que aparece en la literalidad
de un texto que las traducciones, a veces, descuidan. Cuando, en ese
mismo pasaje, Marx describe la transmutación, se está tratando del
asedio. Lo que opera de manera alquímica son intercambios o mezclas
de (re)aparecidos, composiciones o conversiones locamente
espectrales. El léxico del asedio y de los (re)aparecidos (Spuk, spuken)
ocupa el frente de la escena. Lo que se traduce por «fantasmagoría
de una loca alquimia.
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conjura el mal mediante unas vías que también son irracionales
y mediante unas prácticas mágicas, misteriosas, incluso mistificantes.
Sin excluir, ni mucho menos, el procedimiento analítico y la raciocinación
argumentativa, el exorcismo consiste en repetir, a modo de
encantación, que el muerto está bien muerto. Procede mediante fórmulas
y, a veces, las fórmulas teóricas desempeñan este papel con
una eficacia tanto mayor cuanto que da el pego respecto a su naturaleza
mágica, su dogmatismo autoritario, el oculto poder que éstas
comparten con aquello que pretenden combatir.
Pero el exorcismo eficaz no finge constatar la muerte sino para
dar muerte. Como haría un médico forense, declara la muerte, pero,
en este caso, para darla. Esta táctica es bien conocida. La forma constativa
tiende a asegurar. La constatación es eficaz. Quiere y debe
serlo en efecto. Es efectivamente un performativo. Pero la efectividad,
aquí, se fantasmatiza ella misma. Se trata, en efecto, de un performativo
que intenta tranquilizar, y en primer lugar tranquilizarse
a sí mismo, asegurándose, pues nada es menos seguro, de que aquello
cuya muerte se desea está bien muerto.
En una palabra, se trata a menudo de hacer como que se constata la muerte
allí donde el certificado de defunción sigue siendo el performativo de una
declaración de guerra o la gesticulación impotente, el agitado sueño de un
dar muerte.
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