NACIMIENTO DEL MUNDO MEDIEVAL
La crisis social, económica, política, religiosa y cultural desarrollada en los últimos siglos del Imperio Romano originó la
aparición de una nueva realidad histórica, el mundo medieval.
Durante las primeras centurias del Medievo fue la depositaria del legado de la Antigüedad, que se vio transformado por la
influencia del elemento germano, pero, sobre todo, por el cristianismo, auténtico factor aglutinante de las tierras europeas
en ese momento. Asimismo, durante esos siglos Europa vivió el fracaso del Imperio Carolingio, y presenció el nacimiento
del Sacro Imperio Romano Germánico, al tiempo que se veía obligado a defenderse de nuevos invasores, que pusieron en
jaque algo más que su seguridad.
Durante la Plena Edad Media (siglos XI a XIII), Europa se convirtió en artífice de nuevos procesos en todos los campos,
mientras experimentaba un momento de expansión y desarrollo. Son los siglos del feudalismo clásico, también los de la
revolución comercial. Asimismo, esas centurias contemplaron la lucha entre Papado e Imperio como consecuencia del
desarrollo de las aspiraciones de dominio universal, y la consolidación de las monarquías; consecuencia de todo esto
fueron las Cruzadas, que muestran, entre otras cosas, la pujanza que había logrado el mundo europeo.
Finalmente, durante la Baja Edad Media (siglos XIV y XV), el mundo europeo se vio sacudido por la crisis del siglo XIV:
hambres, guerras y la terrible epidemia de Peste Negra. Estos acontecimientos transformaron la fisonomía europea,
propiciando cambios de gran calado, precursores de la Modernidad: la Edad Media se extingue, pero lo hace dentro de un
clima generalizado de renacimiento, que se proyecta hacia el futuro.
Entre las principales características de la Edad Media, podemos definir:
       Comenzó en 476 d. C., con la caída del Imperio Romano de Occidente y finalizó en 1492 d. C., con la llegada de los
        colonizadores europeos a América.
       Pertenece a una periodización tradicional y se centra especialmente en estudios sobre la historia de las
        sociedades europeas y del Próximo Oriente.
       Durante sus más de diez siglos de historia, surgieron y cayeron diferentes Estados; en Europa predominó la
        fragmentación política y el establecimiento de un sistema político, económico y social llamado feudalismo.
       La religión cristiana dominó la escena europea como fuerza política y generó una identidad cultural que se
        enfrentó a la expansión musulmana.
Los historiadores dividen la Edad Media en tres etapas:
       Temprana Edad Media (476-843 d. C.). Luego de la caída de Imperio Romano de Occidente, se conformaron tres
        grandes centros de poder: los reinos romano-germánicos, el Imperio bizantino y los califatos musulmanes. De
        esta etapa data el Imperio franco de Carlomagno, el reinado de Justiniano en Bizancio y la gran expansión de la fe
        musulmana.
       Alta Edad Media (843-1100 d. C.). Durante este periodo tomó forma el sistema feudal, basado en las relaciones
        de fidelidad personal, la producción agrícola y la autosuficiencia económica. Las incesantes guerras y la pérdida
        de grandes unidades políticas llevaron al despoblamiento de las ciudades y la preponderancia de la vida rural. Se
        consolidó el poder del Papa cristiano sobre Occidente, en confrontación directa con el Imperio Bizantino, que
        fundó la Iglesia Ortodoxa.
       Baja Edad Media (1100-1492 d. C.). En este periodo resurgieron las ciudades y apareció un nuevo grupo social:
        la burguesía. De este periodo datan las Guerras Cruzadas cristianas para recuperar territorios en Oriente, la crisis
        del siglo XIV, la peste negra de 1348, el fortalecimiento de las monarquías (Inglaterra, Francia y España) y el gran
        Cisma de la Iglesia cristiana. Finaliza con la llegada de Colón a América en 1492 d. C.
Poder político en la Edad Media
Desde la caída del Imperio Romano de Occidente, se disolvió la unidad política, cultural y administrativa que existía en
torno al mar Mediterráneo. El continente europeo, el norte de África y el Cercano Oriente asiático pasaron a ser áreas de
disputa entre diversos pueblos e identidades culturales.
       Reinos romano-germánicos. Durante el siglo V d. C., diferentes pueblos de origen germano se establecieron en
        los dominios del Imperio romano. Con la caída del Imperio, estos pueblos se convirtieron en reinos
        independientes. Aunque algunos desaparecieron rápidamente, otros prosperaron durante varios siglos. Los
        principales reinos romano-germánicos fueron los de los visigodos, suevos, francos, burgundios, ostrogodos,
        vándalos y anglosajones.
        Imperio bizantino. El Imperio Romano de Oriente sobrevivió a los ataques de los pueblos germánicos y se
         mantuvo como unidad política durante casi toda la Edad Media. Durante el siguiente milenio, diferentes
         influencias culturales y políticas se combinaron y transformaron la identidad del Imperio oriental, que se
         caracterizó por el legado de la cultura griega, el enaltecimiento sagrado del emperador y la Iglesia Cristiana
         Ortodoxa, autónoma de la influencia papal de Occidente. Durante todo el periodo, el Imperio Bizantino se
         constituyó como una barrera frente al avance de los califatos árabes.
        Califatos árabes islámicos. La expansión de la fe musulmana en la península arábiga se transformó en el
         elemento unificador de las diferentes tribus locales. A la muerte del profeta Mahoma, sus sucesores fundaron las
         primeras dinastías de califas y se ocuparon de la expansión militar del Islam hacia el norte de África, el Próximo y
         el Medio Oriente y la península ibérica en Europa. Los califatos se organizaron en torno a la creación de una red
         de ciudades (Damasco, Bagdad, Samarcanda, Fez, Córdoba, Granada), vinculadas a través del comercio y de la
         cultura islámica común.
        Imperio carolingio. Durante los siglos VIII y IX d. C., bajo la dinastía de los carolingios, el reino franco logró
         consolidar su autoridad política y territorial a través de una alianza con el papado cristiano. Durante el reinado de
         Pipino el Breve y Carlomagno, el Imperio se consolidó estableciendo lazos de fidelidad personal con la aristocracia
         guerrera, a cambio de tierras y privilegios reales. A la muerte de Carlomagno en 814 d. C., estallaron disputas por
         la sucesión del imperio, que finalmente terminó dividiéndose en diferentes reinos.
        Feudalismo. Con la segunda oleada de invasiones (normandos, magiares, sarracenos y eslavos), los reinos
         herederos del imperio Carolingio debieron recurrir a la aristocracia guerrera para defender los territorios, y su
         poder se fue debilitando. En el continente europeo se impuso un sistema político, económico y social llamado
         feudalismo, en el que los señores feudales (de origen guerrero o religioso) administraban justicia, protegían y
         controlaban sus territorios.
        Fortalecimiento de las monarquías. La crisis del siglo XIV disminuyó el poder de los señores feudales y permitió el
         fortalecimiento de la autoridad de los reyes. Inglaterra, Francia y los reinos cristianos de la península ibérica se
         aliaron con las burguesías locales e impulsaron políticas para controlar a los nobles.
        Estados Pontificios. Además de ser la religión imperante en Europa, la Iglesia Cristiana se constituyó como un
         poder político territorial, cuyos principales territorios se encontraban en la península itálica. En términos
         políticos, el Papa se atribuía la función de representar a Dios en la Tierra y afirmaba estar por encima de cualquier
         autoridad terrenal. En el ámbito económico, la Iglesia era dueña de extensas propiedades y acumulaba riquezas
         que obtenía a través de limosnas, el diezmo, donaciones y herencias de reyes y señores feudales. Desde el siglo
         XI, el Papa cristiano convocó a los reyes y señores cristianos a reconquistar Jerusalén, que estaba bajo el poder de
         los califatos musulmanes. Entre 1096 y 1291 d. C., se sucedieron las guerras cruzadas que, si bien tuvieron
         algunas victorias temporales, fueron finalmente derrotadas por los musulmanes.
Organización social en la Edad Media
Desde la imposición del feudalismo, la sociedad quedó atravesada por la desigualdad jurídica, ya que impusieron
diferencias legales entre los que tenían privilegios (el rey y los señores feudales) y los que no los tenían (los campesinos y
artesanos). La pertenencia a uno u otro grupo quedaba definida desde el nacimiento y no podía modificarse legalmente.
Según la Iglesia cristiana, este orden social había sido establecido por Dios.
Los diferentes grupos que componían el orden social feudal eran:
         Campesinos y artesanos. La mayoría del campesinado estaba constituido por siervos, que eran campesinos
          sujetos a la tierra en la que vivían y que debían trabajar para el señor feudal. Los siervos debían trabajar sus
          propias tierras y las del señor. Además, existían algunos campesinos que eran libres y dueños de las tierras que
          trabajaban, llamadas alodios. Sin embargo, los campesinos libres fueron cada vez menos. Los artesanos
          dedicaban gran parte del tiempo a su oficio, pero también cultivaban sus tierras para la propia subsistencia.
      Señores feudales. Los señores integraban el grupo privilegiado de la sociedad feudal y eran nobles. No debían
          pagar tributos ni trabajar la tierra. Los señores podían ser laicos o religiosos. Los señores religiosos eran
          miembros de la jerarquía de la Iglesia y los señores laicos eran nobles que se dedicaban a la guerra.
Con el resurgimiento de las ciudades desde el siglo XI, apareció un nuevo grupo social: la burguesía. Los burgueses eran los
habitantes de los burgos: los nuevos núcleos urbanos que se fueron formando en cruces de caminos, cerca de los castillos
o las viejas ciudades romanas. Se dedicaban a la producción artesanal (herrajes, cerámicas, tejido, mobiliario, etc.) para el
intercambio con productos agrícolas del campesinado.
Con el tiempo, algunos de ellos comenzaron a convertirse en mercaderes que viajaban de ciudad en ciudad para la compra
y venta de productos. Los mercaderes que lograban reunir grandes fortunas comenzaron a instalarse en las ciudades,
construir mejores viviendas e invertir en empresas comerciales más provechosas. Se convirtieron en una clase social
adinerada, aunque no tenía los privilegios políticos de la nobleza y el clero.
Organización económica en la Edad Media
Entre los siglos VIII y XI, el peligro de los pueblos invasores y la fragmentación del poder político limitó el comercio y el
intercambio de bienes, se despoblaron las ciudades y predominó la vida rural.
En el sistema feudal, dentro de cada feudo se producían todos los bienes necesarios para la subsistencia de los señores
feudales y de los campesinos; desde los alimentos y la vestimenta, hasta las armas y las herramientas de trabajo. Por esta
razón, se sostiene que la economía feudal era una economía cerrada y autosuficiente.
Sin embargo, el desarrollo de la economía agraria durante el periodo feudal generó un importante crecimiento
demográfico y estimuló el comercio de mediana y larga distancia. A partir del siglo XI, resurgieron las ciudades como
centros poblacionales y económicos gracias al crecimiento de la actividad comercial y la presencia de universidades,
centros religiosos o sedes administrativas de poder político.
Los habitantes de las ciudades se dedicaban al comercio y a la producción artesanal, y eran llamados burgueses.
Formaron gremios con el fin de defender sus intereses económicos y reglamentar sus actividades. Además, con el
intercambio comercial resurgió el uso de la moneda y, con ello, aparecieron personas dedicadas especialmente al
intercambio, el préstamo y la financiación de empresas comerciales.
Hacia finales de la Edad Media, se dio la Crisis del siglo XIV. Esta crisis económica fue causada por la gran demanda de
alimentos generada por el aumento demográfico y el agotamiento de la fertilidad de las tierras agrícolas. Ante la escasez
de alimentos, comenzó a haber hambrunas y enfermedades que generaron, a su vez, levantamientos campesinos en
contra de los señores feudales. Además, hubo rebeliones urbanas en contra de la alta burguesía que controlaba las
ciudades.
En 1348 se extendió por toda Europa la llamada “peste negra”, una epidemia de peste bubónica que se estima mató a un
tercio de la población europea.
Una de las principales consecuencias de la crisis fue la escasez de mano de obra, la mayor disponibilidad de tierra para el
trabajo agrícola, el debilitamiento de los lazos de servidumbre feudal y el fortalecimiento de la burguesía y de
las monarquías, en detrimento del poder de los señores feudales.