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Las Ofrendas en El Nuevo Testamento

El documento describe las enseñanzas de Jesús sobre las ofrendas en el Nuevo Testamento. Jesús enseñó que las ofrendas deben provenir de un corazón lleno de gratitud y amor a Dios, no por motivos egoístas. También enseñó que deben equilibrarse con la responsabilidad hacia la familia. Pablo también discute la teología de las ofrendas en sus escritos.

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Las Ofrendas en El Nuevo Testamento

El documento describe las enseñanzas de Jesús sobre las ofrendas en el Nuevo Testamento. Jesús enseñó que las ofrendas deben provenir de un corazón lleno de gratitud y amor a Dios, no por motivos egoístas. También enseñó que deben equilibrarse con la responsabilidad hacia la familia. Pablo también discute la teología de las ofrendas en sus escritos.

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Las ofrendas en el Nuevo testamento

Hay muy pocas referencias a ofrendas en el Nuevo Testamento, aunque se usa extensamente el
verbo“dar” (dídomi). Lo que es particularmente impresionante es que alrededor del 25 por ciento de
las veces es que se usa el verbo didome, Dios es el sujeto. El nos da nuestro pan cotidiano (Luc.
11:3), la lluvia, la cosecha, el alimento (Hech 14:17), la vida y todo lo que necesitamos (Hech.
17:25. Nos da arrepentimiento (Hec. 11:18), victoria (1 Cor. 15:57), gracia (1 Ped. 5:5), amor (1
Juan 3:1), sabiduría (Sant. 1:5), el Espíritu Santo (Juan 3:34; Hech. 5:32), los dones espirituales (1
Cor. 12:7-10), una herencia (Hech. 20:32), el reino (Luc. 12:32), y la vida eterna (1 Juan 5:4). De
una manera muy especial y única Dios dio a su Hijo (Juan. 3:16), el Pan de Vida (6:32), quien a su
vez dio su propia vida en rescate (Mat. 20:28; 1 Tim. 2:6), al entregarse a si mismo “por nuestros
pecados” ( Gál. 1:4).

El Nuevo Testamento describe a Dios y a Cristo como los Grandes Dadores que enriquecen a los
seres humanos mediante su bondadosa gracias. Debido a eso Cristo puede desafiar sus
seguidores a dar libremente debido a que ellos recibieron libremente (Mat. 10:8). El propósito de la
dadivosidad cristiana no es suplir las necesidades de Dios puesto que Dios no necesita nada
(Hech. 17:25). Nuestro dar nos hace más semejantes a nuestro Señor.

A. Jesús y las ofrendas

Jesús instruyó a sus seguidores con respecto a la naturaleza y espíritu del verdadero dador. Los
evangelios proveen varios incidentes en la vida de Cristo donde este tema importante es discutido.
Los hemos agrupado aquí bajo diferentes subtítulos

1. Ofrendas y la grandeza de Jesús

Cuando Cristo nació, un grupo inesperado de personas le trajo una ofrenda. Ciertos extranjeros
vinieron del oriente para verlo y le dieron dones de oro, incienso y mirra (Mat. 2:1-11). Estos
“hombres sabios” pertenecían a una clase oriental de gente bien educada, rica y de influencia
llamados mágoi –“magos”. En general se los conocía como expertos en astrología y en la
interpretación de sueños. Mateo entendió que eran hombres instruidos quienes podían identificar
las señales del nacimiento de Jesús y al haberlo hecho, salieron a buscarlo.

Habían entrado en contacto con las Escrituras hebreas y creían en las profecías mesiánicas que
allí se encontraban (véase Núm. 24:17).

Los magos no vinieron a Jesús con las manos vacías, sino que trajeron con ellos dones para el
nuevo rey. El término doron = “regalo, ofrenda”, es el equivalente griego del término hebreo
qorban, que el Antiguo Testamento se refiere a los dones y ofrendas sacrificiales (véase Heb. 5:1).
En este caso en particular los tres reyes trajeron ofrendas para honrar al Niño. Habían venido,
según su propias palabras, “para adorarlo” (Mat. 2:2). El acto de adoración podía ser entendido
como “significando homenaje y sumisión” al rey mesiánico.
Pero en el contexto de Mateo “Jesús es la manifestación de la presencia de Dios (Mat. 1:23), el hijo
de Dios (2:15) en un sentido único, y así alguien que puede ser adorado”.

En este pasaje, se asocia la ofrenda o don costoso con los conceptos de adoración, homenaje y
sumisión. Tales dones son expresiones tangibles de esos sentimientos y actitudes. Mediante sus
ofrendas los magos estaban reconociendo la grandeza y superioridad de este gran Rey de Israel.

2. Las ofrendas y las relaciones interpersonales

Jesús, así como los profetas del Antiguo Testamento, no separó la devoción religiosa que se
expresa mediante las ofrendas de la ética correcta en la interacción social. Una ofrenda reflejaba
no sólo un estado de paz con Dios sino también con la comunidad de la cual uno forma parte. El
vivir en armonía con otros era casi un prerrequisito al dar una ofrenda. Esto parece ser lo que
Jesús tenía en mente al decir:“Por tanto, si al llevar tu ofrenda ante el altar, te acuerdas que tu
hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, y ve a reconciliarte primero con tu
hermano. Entonces vuelve y ofrece tu ofrenda” (Mat. 5:23-24). Una ofrenda pierde su valor como
una expresión de amor y gratitud a Dios si proviene de un corazón en guerra con otros. Las
dimensiones verticales y horizontales de nuestra experiencia religiosa si interceptan en el acto de
adoración mediante la ofrenda.

Otro aspecto de este vínculo entre las ofrendas y cómo nos relacionamos con otros aparece en la
crítica de Jesús a la práctica Judía del Corbán (Mar. 7: 10-12). Una persona podía consagrar al
Señor sus posesiones haciéndolas inaccesibles a cualquier otro miembro de la familia. Al argüir
que sería una violación del voto usar los recursos para aliviar las necesidades de la familia se
estaba en realidad descuidando a los padres, y violando uno de los mandamientos. El principio
ejemplificado aquí parece ser el de la responsabilidad del mayordomo de proveer para las
necesidades de sus padres. En otras palabras, deberíamos equilibrar nuestra dádiva a Dios con
nuestra responsabilidad para con nuestras familias, puesto que el cuidado de ellos y el suplir sus
necesidades son parte de nuestra experiencia cristiana.

3. Ofrendas y entrega al Señor

El dar una ofrenda a Dios no es forma automática, un reflejo de nuestra entrega indivisa al Señor.
La viuda pobre trajo una ofrenda voluntaria al templo posiblemente como una expresión de gratitud
y amor a Dios (Luc. 21: 1-4). El rico también trajo ofrendas voluntarias.

Jesús comparó y evaluó su dádiva y consideró la ofrenda de la viuda como una verdadera ofrenda.
Sus ojos percibieron que el rico daba “de lo que le sobraba; pero la viuda dio de lo que ella ni
siquiera tenía”.

Ambos dieron para el sostén de los servicios del templo, pero el rico, una ofrenda tal era una
formalidad religiosa que podía satisfacerla con un mínimo, una muestra, no de lo que podía dar,
sino de lo que estaba dispuesto a dar. No era una expresión genuina de entrega personal a Dios.

Esto reafirma un principio que se encuentra en el Antiguo Testamento y en otros lugares del Nuevo
Testamento: no es la cantidad dada sino el grado o nivel de entrega y dedicación al Señor lo que
hace aceptable la ofrenda delante de Dios.
La viuda quería dar una ofrenda y trajo lo único que tenía, dos monedas de poco valor, confiando
que Dios proveería para ella. Su dádiva se basaba en una decisión; de hecho, se basaba en una
lucha de fe en la que prevalecieron su gratitud y amor por Dios. Esta fe provenía de las
profundidades de su ser.

Para el rico, el dar no tenía ningún significado profundo, y era una experiencia trivial, una
formalidad en la cual la fe en Dios estaba inactiva.

4. Las ofrendas y la verdadera benevolencia

Lo que acabamos de decir sugiere que la verdadera benevolencia es más que compartir o dar.
Tiene que ver con la condición interior de la persona, la fuerza espiritual de su amor a Dios. Este
entendimiento incluye el egoísmo del acto de dar. El buscar reconocimiento propio mediante
nuestras ofrendas es totalmente incompatible con la verdadera benevolencia.
Jesús declaró claramente que debemos dar sin esperar recompensa alguna de otros y que, por
consiguiente, nuestra dádiva debe ser silenciosa y secreta (Mat. 1:4). El nos prohíbe llamar la
atención a la nuestra benevolencia, puesto que es una “transacción” privada entre el individuo y
Dios.
Jesús rechaza el egoísmo como motivación para dar porque corrompe la ofrenda. La benevolencia
no se realiza ante otros; tiene lugar “delante de Dios quien... la hará pública, la recompensará, y
castigará, las obras secretas en juicio final”.

La dádiva debe provenir de un corazón que está dispuesto a dar y debe llegar a ser una respuesta
natural de amor a Dios y de fe en él (Luc 6:30). No es menos que una expresión de negación
propia hecha por amor al Reino de Dios.
Cuando se da una ofrenda con este espíritu, se transforma en un reflejo, en la esfera humana, de
la dadivosidad inconmensurable de Dios (véase Mat. 10:8; 8:4).

5. Las ofrendas y el ministerio cristiano

Jesús dijo a los discípulos que es una responsabilidad de la comunidad de los creyentes proveer
para sus necesidades: “el obrero es digno de su alimento” (Mat. 10:10). El término traducido
“obrero” es ergátes, que se usa en el griego secular para designar a una persona que trabaja por
pago.
En algunos casos se usa en el Nuevo Testamento para referirse a los apóstoles y maestros (véase
2 Tim. 2:15). Digno parece reforzar la idea de que la persona debía recibir un pago apropiado.
Mateo llama el pago trophé (literalmente “alimento”), que en este contexto podría traducirse como
“sostén” o “salario”.
El pasaje paralelo en Luc. 10:7 usa la palabra misthos = “salario, pago”. Es de esta una declaración
de Jesús que la iglesia deriva su autoridad para apoyar el ministerio evangélico mediante ofrendas
de los miembros de la iglesia.

Las enseñanzas de Jesús sobre las ofrendas ponen el énfasis principal en la motivación para dar.
El culto ofrece la oportunidad de dar ofrendas de homenaje y sumisión, a través de las cuales se
reconoce el Señorío de Cristo. Nuestro dar es, por consiguiente, una expresión de nuestra entrega
plena a Jesús basada en fe y confianza en él, en una decisión del corazón y no en una formalidad.
Cuando damos no estamos motivados por un deseo de reconocimiento propio puesto que el
egoísmo y la ofrenda aceptable son incompatibles.
Nuestros dones y ofrendas debieran provenir de un corazón lleno de gratitud y amor cuya principal
preocupación es la promoción del reino de Dios.

Tales personas están en paz con los demás y proveen para las necesidades de sus familias. Las
ofrendas deben usarse en la iglesia para promover su misión.

6 Pablo y las ofrendas


En el Nuevo Testamento, Pablo, más que ningún otro escritor, es el que discute la teología de las
ofrendas. Lo hace en tres contextos principales.
El primero es el que tiene que ver con su renuncia personal en aceptar ofrendas. En el segundo
revela su reacción a las ofrendas que le enviaron y que él ni pidió ni esperaba.
Y el tercero tiene que ver con los pasajes relativos a la colecta para los pobres de Jerusalén.
1. La renuncia de Pablo para aceptar ofrendas

Pablo rechazó su derecho al soporte financiero de su ministerio de parte de los miembros de la


iglesia. Escribiendo a los tesalonicenses enfatizó el hecho de que él trabajaba para ganarse el
sustento y no aceptaba ofrendas de ellos.

Declaró específicamente: hicimos esta obra día y noche “no porque no tuviésemos derecho” de tal
ayuda, “sino para daros un ejemplo que imitar” (2 Tes. 3:9). Pablo justifica su decisión diciendo
que desea establecer un ejemplo para los que no están dispuestos a trabajar para ganar su sostén.
Otra razón que lo llevó a buscar su propio sostén financiero fue para demostrar que no era
avaro (que acumula dinero por el placer de poseerlo, y no lo usa), (1 Tes. 2:6-9; compárese con
Hech 20:33-35).
A veces Pablo sentía que al aceptar dinero podía volverse un obstáculo en la
predicación del evangelio, lo que da a entender, probablemente, que no quería dar la impresión
de que se estaba aprovechando de la iglesia (véase 2 Cor. 11:9; 12:14-18).
Sin embargo, pablo sabía que tenía derecho al soporte financiero de la iglesia (2 tes. 3:9). En 1
Tes. 2:6 dice a la iglesia: “Como apóstoles de Cristo podíamos haber sido una carga”.

Defiende este derecho enfáticamente en 1 Cor. 9:1-18. Arguye que como apóstol tiene los mismos
derechos que tienen los apóstoles, derechos que los corintios han reconocido en el caso de
otros apóstoles.

El emplea varias ilustraciones basadas en el sentido común para justificar su derecho apostólico
para el sostén de las iglesias: el servicio militar de sostén propio es prácticamente inimaginable; un
granjero tiene libertad de comer de las uvas que plantó; y un pastor tiene el derecho de
beneficiarse de la leche de su rebaño (v. 7).

7. Pablo apela también a la autoridad del Antiguo Testamento citando Deut 25:4 y concluyendo que
“si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa que cosechemos de vosotros
lo material? Si otros tienen este derecho entre vosotros, ¿no lo tenemos aún más nosotros“? (1
Cor. 9:11-12).
A esto agrega un argumento que toma de los servicios del santuario: Los levitas eran sostenidos
por el diezmo, y los sacerdotes por el diezmo del diezmo y ciertas partes de las ofrendas de
sacrificios que se llevaban al altar (versículo 13). Pablo usa la ley del Antiguo Testamento
acerca del diezmo como modelo de dadivosidad cristiana.
Según Pablo, la regulación del Antiguo Testamento contaba con apoyo de Jesús mismo: “De la
misma manera, el Señor ha ordenado que los que predican el evangelio vivan del
evangelio”(versículo 14).
La frase “de la misma manera” establece que la regla del Antiguo Testamento es válida no sólo
para los judíos sino también para los cristianos.
El Señor mandó a la iglesia aplicar la misma regla para sostener el ministerio de la iglesia. El verbo
“mandar” es una traducción de diatásso que significa “ordenar ”, “proclamar un edicto ”.
Designa una declaración oficial y normativa, en este caso del Señor.

El rechazo de Pablo en aceptar ofrendas no era un rechazo de la práctica bíblica que el Señor
apoyó y que había llegado a ser una práctica aceptada en la iglesia para el sostén del
ministerio evangélico (véase 1 Ped. 5:2).
Pablo estaba simplemente usando su libertad para proclamar el evangelio sin ocasionarle gastos a
los corintios a fin de proteger la integridad de su ministerio apostólico.

2. Pablo como recipiente de la ofrendas

No todas las iglesias gentiles aceptaron la decisión de Pablo de trabajar en la proclamación del
evangelio sin recibir pago. A pesar de su renuencia, las Iglesias en Macedonia lo apoyaron
mientras estaba en Corinto (2 Cor. 11:9). Es en Filip. 4: 10-19 que Pablo analiza el impacto y
significado de la generosidad de los macedonios.

Mientras estaba en prisión Pablo recibió la visita de Epafrodito, un mensajero de las iglesias de
Macedonia quien trajera con él una ofrenda de las iglesias para Pablo. En la epístola a los
filipenses, Pablo discute el significado de esta ofrenda y establece varias cosas importantes.
Primero, la ofrenda de Macedonia era una expresión de preocupación o interés por Pablo como
predicador del evangelio (Filip 4:10). El verbo froneo que se traduce ``estar preocupado ́ ́ es difícil
de traducir en castellano. Combina las ideas de pensar y simpatizar y designa un vínculo
emocional que una el intelecto y la voluntad.
No significa simplemente pensar a cerca de alguien sino estar sinceramente interesado y dispuesto
a hacer algo por esa persona. Este tipo de preocupación busca la oportunidad para expresarse en
forma tangible. La ofrenda de los macedonios no era el resultado de un arranque emocional, sino
que se basaba en un análisis racional, en el reconocimiento de una necesidad real de alguien a
quien se estaba unido emocional y espiritualmente, y con cuya misión podrían identificarse.
Ellos se preocupaban por Pablo en pensamiento y acción, y la ofrenda era la prueba de
esta profunda preocupación.
Esto sugeriría que la ofrenda debía ser la expresión de una preocupación seria y de interés en el
bienestar de la iglesia y en el cumplimiento de su misión.

Segundo, mediante esta ofrenda los macedonios participaron de las aflicciones de Pablo (Filip
4:14). Las aflicciones son las pruebas que Pablo experimentaba en la predicación del evangelio.
El verbo sunkoinoneo esta relacionado con el sustantivo koininía= "compañerismo, participación", y
significa ``Participar, compartir con alguien. La idea básica del verbo y el sustantivo es ``tener
algo en común con alguien ́ ́, haciendo posible que ambos tengan comunión y compañerismo.
Los macedonios participaban en las pruebas de Pablo, haciéndolas suyas, y privándose a sí
mismos de algo para dar una ofrenda.
Pablo participó del bienestar de ellos al recibir sus ofrendas. De esta forma se unieron en propósito
y experiencia. Las ofrendas llegaron a ser un enlace de simpatía y amor entre los creyentes. El
ministerio de Pablo llegó a ser el ministerio de ellos también.
Los macedonios se volvieron copartícipes de Pablo en ``su encarcelamiento y sufrimiento, aunque
estaban a muchas millas de él. En su genuino y profundo sentido de preocupación que se
expresaba en una acción constructiva a favor del apóstol, y por consiguiente, a favor del evangelio,
habían tomado sobre sí algo de su carga ́ ́.

Tercero, se acreditó la ofrenda de los macedonios a la cuenta de ellos (Filip 4:17). Es significativo
notar que para Pablo, el valor de esta ofrenda no se encontraba en el hecho de que suplía
una necesidad que él tenía, sino más bien en el beneficio que contenía para los macedonios
mismos. El crédito, provecho, fruto, en la cuenta de ellos estaba creciendo, incrementándose.
Pablo está usando terminología comercial para describir la bendición espiritual que recibían
quienes daban.
La inversión material produce grandes dividendos espirituales en las vidas de los dadores.

Cuarto, el don que dieron los macedonios a Pablo era un don aceptable al señor (Filp 4:18). El
verdadero recipiente de esta ofrenda era Dios, no Pablo. Pablo expresa esta idea al referirse a
la ofrenda en el lenguaje del sacrificio: es un incienso fragante, un sacrificio aceptable y agradable
a Dios.
La ofrenda ha sido removida, por así decirlo, de la esfera de la benevolencia secular a una
interpretación de significado espiritual pues ésta no sólo los une a Pablo sino que también sirve
para fortalecer la relación de los creyentes con Dios.
Aquí se establece un principio importante: ``lo que se haga por el siervo se hace en realidad para el
señor; lo que se da a un hijo de Dios se lo da en realidad a Dios mismo ́ ́ (compárese Mat 10:40-
42).
El sostén del ministerio evangélico y de la misión de la iglesia mediante las ofrendas es siempre
una experiencia espiritual.

Quinto, la ofrenda de los macedonios testifica que Dios suple las necesidades del dador (Filip
4:19). Las iglesias en Macedonia no eran ricas en posesiones materiales (2 Cor 8:2); aún así,
dieron. Filip 4:19 parece ser tanto una oración como una declaración, una expresión de confianza
en el cuidado de Dios por su pueblo.

Aquellos que dan ofrendas no se preocupen demasiado por sus propias necesidades, porque el
amor de Dios es suficientemente poderoso para sostenerlos. Al referirse a Dios como el dador,
Pablo está indicando que es ahí donde debe localizarse la verdadera motivación para la
dadivosidad humana.
Dios provee para las necesidades de los macedonios y luego los usa para suplir las necesidades
de Pablo.
Pablo aceptó con renuencia esta ofrenda y procedió a informar a los macedonios que la había
recibido: ``He recibido pleno pago y aún más ́ ́ (v. 18).
Usa aquí otro término del mundo de las transacciones de negocios. El verbo apecho= ``he recibido ́
́ significa `he recibido en pleno ́, y funciona como un recibo. En la época del Nuevo Testamento
este verbo se escribía sobre un recibo para indicar que se había pagado en su totalidad la cantidad
indicada.

Aquí, en el versículo 18, ``Pablo presente lo que equivale a un recibo por la ofrenda que la iglesia
de Filipos le envió ́ ́.
Esto implica que los que dan una ofrenda debieran ser informados de que ésta fue recibida,
registrada, y que fue usada con el fin indicado. Surge aquí el elemento de responsabilidad de parte
de los que reciben las ofrendas. Ellos deben dar cuentas por el dinero que se les confía.

La ofrenda de los macedonios era una manifestación de un verdadero Interés por Pablo y su
ministerio apostólico. Fue este interés por él lo que los unió a Pablo en sus pruebas y en el
cumplimiento de su misión y el que también enriqueció sus vidas espirituales porque la ofrenda era
principalmente para Dios y no para Pablo. Su dádiva fue precedida por la dádiva de Dios y
preocupación por ellos. Pablo guardó registros adecuados de su ofrenda y les envió un recibo.

3. Pablo y la colecta: una ofrenda especial

La teología de Pablo acerca de las ofrendas aflora de manera particular en su discusión e


interpretación de la colecta que juntó entre las iglesias gentiles para la iglesia de Jerusalén.64 Esta
ofrenda especial fue tan importante que la menciona en varias de sus epístola (Rom 15:25-28; 1
Cor 16:1-4; y 2 Cor 8-9). Para esclarecer su significado y relevancia teológica, examinaremos los
conceptos y principios que Pablo vinculó a esta ofrenda.

a. Motivación para dar

Además de la necesidad obvia de la iglesia de Jerusalén, Pablo hace una serie de declaraciones
que parecen proveer una motivación teológica para participar en la colecta.

(1). El don de la gracia de Dios

En 2 Cor 8:1 Pablo le señala a los corintios la gracia que Dios diera a las iglesias de Macedonia y
que las llevó a contribuir en la colecta. Esto podría interpretárselo como significado que la gracia de
Dios obró en ellos creando una disposición a dar, que la gracia salvífica de Dios llegó a las iglesias
como un don mediante la proclamación del evangelio. En este último caso, el hecho de que Dios
dio a su Hijo como un acto de gracia para la salvación de los macedonios, motivó la dádiva. Pero
ambas ideas concuerdan con el contexto. Los macedonios dieron una ofrenda porque la gracia de
Dios se manifestó en Cristo como un don de salvación y esa misma gracia estaba obrando en sus
corazones.

(2) El ejemplo de Cristo

En 2 Cor 8:9 Pablo sintetiza el contenido de un mensaje que desarrolló en Filip 2:6-11: ``Porque ya
conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre, siendo
rico; para que vosotros fueseis enriquecidos con su pobreza ́ ́. La disposición de Cristo de entregar
todo por la iglesia fue una revelación sublime de amor que debía motivar a los corintios a dar una
ofrenda para los pobres de Jerusalén.

(3) Las bendiciones de Dios


Pablo les recuerda a los corintios que la abundante gracia de Dios puede proveer para ellos lo que
necesitan a fin de capacitarlos para dar (2 Cor 9:8-11). Nótese que la dádiva divina se origina en la
gracia de Dios y no es una reacción de Dios ante la ofrenda de los corintios; Dios no está
endeudado con ellos.

Sus beneficios son actos de gracia para los corintios que les provee a ellos la oportunidad de
compartir lo que ya recibieron gratuitamente del Señor.

La bendición divina, dice Pablo, resulta en autarkeia = ``abundancia ́ ́: Dios proveerá a todas
vuestras necesidades (v. 8). Pablo asocia la abundancia con la riqueza económica. Pero esta
abundancia es para él un don de Dios y no, como se ha creído en algunas escuelas
contemporáneas de filosofía, el resultado de una disciplina personal estricta e independiente de
Dios y que se basa en un intento por vivir en armonía con la razón. En Filip. 4:12-13 él afirma una
independencia de circunstancias externas, es decir una auto suficiencia basada en su confianza o
dependencia en el poder fortalecedor de Dios.

Pablo entiende también suficiencia propia como ser capacitado por Dios ``para relacionarse en
forma más efectiva con otra gente, no para separarse de los demás ́ ́, ayudándoles cuando lo
necesiten. Pablo parece considerar la suficiencia financiera como alcanzable, porque la riqueza y la
gracia de Dios no se excluyen necesariamente. Según él ``la riqueza debiera vérsela como un don
de la beneficencia de Dios más que como el resultado de un logro puramente humano ́ ́.
La ofrenda de los corintios debía estar motivado por la convicción de que es Dios quien les provee
lo necesario para que lo compartan con otros.

De esta manera, se alienta a los corintios a vencer el egoísmo.

b. Planificación

La participación en la colecta no era un acto accidental sino bien planeado. Pablo menciona al
menos tres elementos importantes en la organización de la ofrenda.

(1) Basada en los ingresos personales

Pablo no requiere una cantidad específica de dinero de cada miembro de iglesia sino que
establece un principio bíblico que debía ser usado por todos al decidir cuánto dar:

``conforme a lo que tengáis ́ ́ (2 Cor 8:11). El criterio a usarse se basa en lo que la persona tiene
(ver 12), esto es, de acuerdo a como el Señor lo prosperó (1 Cor 16:2). Esta decisión es
obviamente privada y personal.

(2) Separarla en el hogar

La idea de separar en el hogar la cantidad que debe ofrecerse es sugerida en 1 Cor 16:2 : ``Cada
primer día de la semana cada uno de vosotros debe poner aparte una suma de dinero... ́ ́ La frase
``cada uno de vosotras ́ ́ podría traducírsela ``cada uno de vosotros por sí mismo ́ ́, y sugiere algo
hecho en privado en el hogar. Determinar y poner aparte la ofrenda era un asunto de familia. En el
Antiguo Testamento, se ponían las ofrendas aparte o se las consagraba en el hogar y más tarde se
las llevaba al templo.

Esto es lo que Pablo parece estar sugiriendo.

(3) Darla a instrumentos nombrados


Pablo estaba consciente de cuán importante era para los miembros de iglesia saber y estar
seguros de que la colecta sería manejada en forma adecuada. Un error accidental en el manejo de
las ofrendas dañaría su reputación como líder espiritual, y daría crédito a las acusaciones que los
falsos apóstoles levantaban contra él. Por consiguiente, envió a Corintio a Tito, su delegado
apostólico, acompañado por dos hermanos que eran bien respetados en las iglesias, para recoger
las ofrendas (2 Cor 8:17-23; 8:3). Uno de los hermanos fue elegido o nombrado por las iglesias
para acompañar a Tito. Representaba a otras iglesias que participaban en la colecta (8:19). La
palabra griega cheirotonein = ``elegir ́ ́, significa originalmente ``elegir por una muestra de manos ́ ́,
y sugiere cómo fue elegida esa persona. El segundo hermano puede haber sido elegido por Pablo
o por las iglesias (véase v. 22). Esta persona había sido probada y demostrada ser confiable.

Fue a estas tres personas confiables y bien calificadas, que se dieron las ofrendas. Ellos
representaban al apóstol y a las iglesias, lo que sugería que no se estaba dando la ofrenda a Pablo
sino a la iglesia.

La ofrenda global sería llevada a Jerusalén por personas aprobadas por la iglesia, personas a
quienes Pablo daría cartas de presentación (1 Cor 16:3). Todo esto fue hecho para evitar cualquier
crítica y ara hacer lo que era correcto no simplemente delante del Señor, sino también ante los ojos
del pueblo (2 Cor 8:20-21).

La logística de la colecta tuvo varios propósitos. Los miembros de la iglesia conocían a quién
debían dar la ofrenda. Además, los que la recogían debían estar dispuestos a rendir cuentas por la
tarea asignada. Pablo fue cuidadoso en hacer claro que la ofrenda no debía ser usada
incorrectamente o dedicada a un fin diferente al asignado. El como líder de iglesia era responsable
por la colecta.

c. Actitud hacia el dar

La colecta fue una ofrenda voluntaria, pero Pablo esperaba que fuese dada con el espíritu
adecuado. El hizo un esfuerzo especial para clasificar el significado y la importancia de esta
ofrenda.

(1) Dar es un privilegio

Aparentemente Pablo no pidió a los macedonios que participasen en la colecta, porque eran
pobres. No obstante, para sorpresa de Pablo, ellos rogaron e insistieron en ``el privilegio de
compartir en el servicio de los santos ́ ́ (2 Cor 8:4). El término griego traducido ``privilegio ́ ́ es
charis que se traduce usualmente por ``gracia ́ ́, y que aquí significa ``acción de gracia ́ ́, esto es
hacer algo que es considerado un privilegio. Para el cristiano es un privilegio poder realizar una
acción de gracia hacia otros. Los macedonios habían recibido la gracia de Dios (2 Cor 8:1), y ahora
consideraban un privilegio permitir que la gracias se manifestase mediante ellos ayudando a otros.

(2) Dando voluntariamente

Los macedonios dieron sus ofrendas ``sobre sus fuerzas”(2 Cor 8:3). Pablo no les pidió dar; ellos
dieron de su propia iniciativa. El termino griego authaíretos,= traducido ``sobre sus fuerzas ́ ́,
significa ``espontáneamente ́ ́. La ofrenda se basaba en una decisión voluntaria del corazón (2 Cor
9:7).

Dar de corazón significa que no se da la ofrenda renuentemente o bajo compulsión. El término lupe
= ``tristeza ́ ́, usado en 2 Cor 9:7, se lo traduce en el Nuevo Testamento por ``herida, dolor). Aquí
se refiere a los que consideran el dar como doloroso para ellos, pero que no se atreven a decir que
no. Dan de mala gana. El término anágke = ``por necesidad ́ ́, significa actuar bajo el control o
influencia de alguien o algo y no de nuestra propia voluntad.
Niega el elemento de libertad en el sujeto de la acción. La compulsión podría ser el resultado de la
presión del grupo o del líder, haciendo sentir a la persona que no tiene otra alternativa excepto la
de dar. Pablo contrasta el dar de mala gana o bajo compulsión con la actitud de gozo que debiera
caracterizar al dador (2 Cor 9:7). Es esta disposición interior positiva y no la cantidad dada la que
hace la ofrenda aceptable delante de Dios (2 Cor 8:12)

(3) Dar generosamente

Las bendiciones abundantes de Dios debieran impulsar a los cristianos a dar generosamente (2
Cor 9:11,13). El término griego aplotes = ``generosidad ́ ́ es significativo pero difícil de rendirlo en
castellano. La traducción común es ``simplicidad, sinceridad ́ ́.

Es difícil traducir el término porque contiene una variedad de significados que se expresan en
castellano en maneras diferentes. En 2 Cor 8:2, se usa el término para describir a los macedonios
como gente de ``simplicidad, sinceridad, rectitud, franqueza ́ ́, tanto como ``generosidad y
liberalidad ́ ́. Juntos estos términos expresan el ideal antiguo de la vida simple. Según esta idea
cultural, se esperaba que la gente que vivía una vida simple mostrase generosidad en su vida y en
su hospitalidad.

Para Pablo, la vida simple y generosa del cristiano es una imitación de la actitud de su Señor (2
Cor 8:9). Esta generosidad se expresa a veces al dar más de lo que uno es capaz de dar (2 Cor
8:3), pero Pablo espera que los corintios den sólo de acuerdo a sus medios. Aún así, debían tratar
de sobresalir en su generosidad, abundando en la gracia de dar (2 Cor 8:7).

(4) Dar y auto darse

Pablo fue impresionado por la participación inesperada de los macedonios en la colecta y lo


atribuyó a la disposición desinteresada que los caracterizaba y al hecho de que ``se dieron a sí
mismos primeramente al Señor y entonces a nosotros ́ ́ (2 Cor 8:5). Toda ofrenda es, en cierto
sentido, la ofrenda de la persona en una consagración a Dios y al servicio de su iglesia (``a
nosotros ́ ́). De allí que una ofrenda es la expresión tangible, la ``encarnación ́ ́, de una disposición
del corazón, de nuestra disposición a rendir consagrar nuestras vidas al Señor.

d. Propósito de la colecta

El primer propósito, y el más obvio, de la colecta era el de suplir las necesidades materiales de la
iglesia de Jerusalén (Rom 15:26; 2 Cor 9:12). Pero éste no era un simple acto de benevolencia
social. Pablo se refiere a la colecta como ``un servicio ́ ́ (leitourgia), y aunque el término se usa en
la literatura griega para designar un servicio llevado a cabo a expensas de uno mismo, en un
sentido no religioso, el contexto de 2 Cor 9:12 muestra que Pablo lo usó en sentido religioso,
significando ``servicio, culto ́ ́. La ofrenda que se daba para suplir las necesidades de la iglesia de
Jerusalén era un acto de adoración al Señor.

El segundo propósito de la colecta era el de fortalecer la unidad de la iglesia y dar expresión a esa
unidad en forma objetiva. Era ``una expresión tangible de la unidad de los judíos con los gentiles ́
́80. Los judíos compartieron sus bendiciones espirituales con los gentiles, y ahora los gentiles
compartían sus bendiciones materiales con los judíos (Rom 15:27). Había sólo una iglesia, la
universal, que se caracterizaba por un espíritu de verdadero compañerismo en Cristo. Pablo
percibió que era necesario para la iglesia mundial expresar su unidad en mensaje y misión, y
encontró en esta ofrenda un canal por el cual esta unidad podía lograrse. Las bendiciones
materiales y espirituales de las iglesias pertenecían, por así decirlo, a la iglesia de Cristo.
El tercer propósito de la colecta era el de promover igualdad financiera (2 Cor 8:13-15). Esta es la
igualdad que se produce por el ``equilibrio entre la escasez y la abundancia que debe existir entre
las iglesias ́ ́. El concepto subyacente es el de asociación o compañerismo, koinonia, sugerido en
Hech 2:44-45. Es importante observar que Pablo basa su argumento en un pasaje del Antiguo
Testamento: ``El que juntó mucho, no tuvo de más; y el que poco no tuvo de menos ́ ́ (2 Cor 8:15;
vea Ex 16:18). El llamado a la igualdad se basa en la comprensión de que es Dios quien provee lo
necesario. Al compartir sus bendiciones, los creyentes trabajan con Dios en la creación de la
igualdad financiera de la iglesia. Los que tenían mucho debían compartir con aquellos que tenían
menos ``para que haya igualdad ́ ́ (2 Cor 8:14). La distribución equitativa de la riqueza puede ser
imposible en el mundo, pero debe ser una realidad dentro de la iglesia.

El cuarto propósito de la colecta era el de expresar el amor cristiano. La participación en la colecta


era una prueba de la sinceridad del amor de los corintios (2 Cor 8:8; compárese con el v 24). Esto
está estrechamente relacionado con la unidad de la iglesia debido a que el amor une a la iglesia
con Cristo. La ofrenda le da la oportunidad al amor de ir más allá de la esfera de un concepto o
idea, a la arena de la conducta cristiana como principio activo. Los corintios habían prometido
participar en la colecta, pero no habían cumplido con su promesa. Ahora Pablo los desafía a
demostrar su amor en acción (2 Cor 9:1-5).

El quinto propósito de la colecta era el de alabar a Dios. Pablo dijo que la ofrenda estaba
``abundando en muchas expresiones de gracias a Dios ́ ́ (2 Cor 9:12). Siendo que bendeciría a
los creyentes en Jerusalén, la ofrenda era motivo de alabanza a Dios (v. 13). El propósito
primordial de toda ofrenda debiera ser glorificar a Dios porque por medio de nuestras
ofrendas confesamos que Dios es quien proveyó los medios y creó la disposición a dar en el
corazón humano. La generosidad redundará en actos de agradecimiento a Dios (v. 11).

Pablo motivó a los corintios a dar ofrendas al recordarles la gracia de Dios, la que recibieron
gratuitamente, señalándoles el sacrificio de Cristo, y asegurándoles el constante amor de Dios que
se manifiesta en las bendiciones que recibían cada día. Para Pablo, dar era un privilegio porque la
gracia de Dios estaba usando a los que daba. Esto quiere decir que una ofrenda debe ser dada de
corazón y construirse en una experiencia gozosa.

Debe ser generosa y de una manera muy especial, debe ser un acto de auto entrega. Una ofrenda
según Pablo, era un medio de suplir las necesidades se la iglesia pero también contribuía a
la unidad de la iglesia y a la igualdad financiera. Mediante la colecta, se expresaba el amor
cristiano y se alababa a Dios. La ofrenda debía basarse en la situación financiera de la
familia, separase en casa, para luego darse en el momento señalado a los instrumentos
designados por la iglesia. Se esperaba un manejo adecuado de los fondos d aquellos que dirigían
la colecta.

C. Ofrendas en Hechos de los Apóstoles

El libro de lo Hechos menciona algunos problemas financieros que debió confrontar la iglesia
apostólica a medida que se desarrollaba y crecía hasta ser un movimiento mundial. Aunque el libro
de los Hechos no dice mucho acerca de las ofrendas- sería útil para nuestro propósito, examinar
los pasajes pertinentes. Esos pasajes muestran un interés partículas en las ofrendas a favor de los
pobres en la iglesia.

1. Ofrendas para los pobres

Según Hech. 2:44 los miembros de la iglesia apostólica tenían ``todas las cosas en común ́ ́, esto
es, sus posesiones estaban al servicio de la iglesia y de su misión. Esto no debe entenderse
como que debían vender todo lo que tenían y darlo a la iglesia. Lo que se dice es que a medida
que surgían necesidades ellos vendían algunas de sus propiedades para proveer para las
necesidades de los demás
(Hech. 4:34-35).
Por consiguiente, esta práctica no era un rechazo al derecho a propiedad privada sino más bien su
reconocimiento balanceado por la disposición a servir a otros.85 Esto era necesario porque en esa
época un número de nuevos conversos eran pobres.

Esta práctica era probablemente una continuación de la vida comunitaria fraternal de Jesús y sus
discípulos (compárese Luc 8:3; Juan 12:4-6; 13:6-9)

Hay dos ejemplos específicos que ilustran la práctica que seguía la iglesia. Bernabé tenía una
propiedad y decidió venderla y traer el dinero a la iglesia para proveer para las necesidades de los
pobres (Hec 4:36-37). Vendió la propiedad y trajo el dinero a los discípulos.

El segundo ejemplo es el de Ananías y Safira (5: 1-11). Hicieron una promesa similar, pero
después de vender la propiedad decidieron retener secretamente una parte del dinero. No
obstante, querían dar la impresión de que estaban trayendo a los apóstoles la cantidad completa.

La experiencia de Ananías y Safira revela varios aspectos Importantes acerca de este tipo de
ofrenda.
En primer lugar, la donación no era simple acto de benevolencia social, sino una ofrenda que se
traía al Señor. Quien finalmente recibía la ofrenda era el Espíritu Santo. Esto explica la razón por la
razón por la que Pedro les dijo: “Habéis mentido al Espíritu Santo” (Hech. 5:3).
En segundo lugar, la ofrenda era voluntaria; de ninguna manera se forzaba a alguien a vender una
propiedad. Aparentemente después de vender la propiedad, Ananías y Safira podrían haberse
quedado con el dinero, si hubiesen sido honestos con los apóstoles. (Hechos 5:4).

En tercer lugar, una vez más somos testigos del hecho de que la motivación es de valor primario
en la ofrenda. En el caso de Ananías y Safira, la determinación que habían hecho con respecto a
su propiedad, estaba motivada “por el deseo de ganar la reputación de ser generosos, y no por una
preocupación genuina por los necesitados que había entre ellos”. Su egoísmo, que se manifestaba
en una preocupación ingobernable por mantener su seguridad financiera, los condujo a violar un
compromiso hecho con el Señor. Esta pareja rechazó el Espíritu Santo, quien guía a los creyentes
y a la iglesia, y a su vez el Espíritu los rechazó a ellos también. Finalmente, este incidente muestra
que es correcto e importante hacer promesas al Señor, pero es igualmente importante cumplir tales
promesas.

El procedimiento seguido en la colecta y distribución o uso de la ofrenda era simple. Los creyentes
decidían por sí mismos vender una parte de la propiedad y prometía y prometían dar todo el dinero,
o tal vez una parte del mismo a la iglesia. Se daba el dinero a los apóstoles, quienes se hacían
responsables por administrarlo (Hech. 4:37). Este puede haber sido el sistema que la
iglesia estableció y que los creyentes siguieron.

A medida que la iglesia crecía, era más evidente que los apóstoles no podían manejar las finanzas
de la iglesia y al mismo tiempo proclamar el evangelio a tiempo completo. Pronto descubrieron que
era imposible hacer bien ambas cosas. El problema se agudizó cuando un grupo se quejó de que
algunas viudas estaban siendo descuidadas en la distribución del pan (Hech. 6:1-6). Esto los llevó
a una revisión de los procesos administrativos, de tal forma que los apóstoles se reunieron con los
discípulos de la iglesia (miembros de hombres que se encargasen de la distribución del pan. En
el proceso de selección buscaron personas que estuviesen ”llenas del Espíritu y de sabiduría”
(Hech. 6:3). En otras palabras, se requirieron dos calificaciones importantes. En primer lugar,
eran líderes espirituales consagrados al Señor y poseídos por el Espíritu; y en segundo lugar, se
esperaba de ellos que tuviese algún conocimiento sobre asuntos administrativos, particularmente
en el manejo de los fondos.
La combinación de estos dos elementos muestra que la administración de las finanzas de la iglesia
no tiene que ver con una teneduría de libros de índole secular, sino que es un asunto profundo y
esencialmente espiritual.

En el fundamento de la ofrenda que estamos considerando se encuentran algunos conceptos


teológicos importantes. Siendo que se han discutido la mayoría de esos conceptos en el contexto
de otras ofrendas, las mencionaremos aquí sólo en forma breve. La ofrenda reflejaba una
abundancia de la gracia de Dios en los corazones de los creyentes “disfrutaban de abundante
gracia” (Hech. 4:32). El evangelio modificó radicalmente su concepto de la mayordomía. Ellos
sabían quién era el verdadero Propietario, finalmente, así como ocurrió con la colecta paulina, la
ofrenda era un testimonio de la unidad de la iglesia; todos eran “de un mismo corazón y mente”
(Hech. 4:32). Tenían un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios (compárese Efe. 4: 4-5) --eran uno
en Cristo, lo que se demostraba “en su prontitud para satisfacer las necesidades de los demás”.
Se expresa la unidad espiritual en manifestaciones tangibles de amor, y en este caso en particular
la ofrenda cumplía con ese papel.

2. Ofrendas especiales

Hech. 11:27-30 refiere una ofrenda especial que envió la iglesia de Antioquía a Jerusalén. Esta era
otra ofrenda voluntaria. El profeta Agabo predijo la venida de una hambruna severa en el
imperio romano, y esto impulsó a la iglesia “a proveer ayuda para los hermanos que vivían en
Judea” (Hech. 11:29). Este era un fondo especial que debía usarse en la emergencia inminente
Cada uno dio lo que podía dar, y se entregó la ofrenda a Bernabé y a Pablo para que la llevasen a
la iglesia de Jerusalén. La ofrenda “estuvo motivada por el amor de Cristo, expresaba la solidaridad
del compañerismo cristiano, y mostraba que Dios había recibido a los gentiles en la iglesia. La
congregación en Antioquía no se consideró a sí misma como una entidad aislada de la iglesia
madre en Jerusalén. Se consideró natural enviar ayuda a otra parte del cuerpo que estaba
teniendo dificultades”.

Esta ofrenda parece haberle provisto a pablo un antecedente y modelo teológico para su colecta
posterior a favor de la iglesia de Jerusalén.

El libro de los Hechos nos dice que los miembros de la iglesia ponían sus posesiones al servicio de
la iglesia. Esto se basaba en el entendimiento de que Dios el real dueño de lo que tenían.
Su disposición a dar era el resultado de la obra de la gracia de Dios en sus corazones. Aquellos
cuyas ofrendas estaban motivadas por el egoísmo, eran rechazados. Se daba la ofrenda a Dios,
aunque era recibida por los instrumentos humanos, los apóstoles. Se ponía la administración de los
fondos en las manos de personas capaces que conocían cómo manejar el dinero, y eran gigantes
espirituales en la iglesia.

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