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El Hombre y Lo Divino - Maria Zambrano - 201 Z 23

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- mbre y lo divino M. Zambrano 2a. edicién BRE V EPA RavO 5 DFl. FONDO DE CULTURA ECONOMICA a 4 : pees MARIA ZAMBRANO EL HOMBRE Y LO DIVINO fa. ed.] Para el hombre moderno, acostumbradn 4 proyectar su futuro sin cnntar con Dins, es dificil cnmprender aquel ntro tiempo en que lo divino formaba parte integrante y esencial de la vida humana. Claen esta que puede aceptarse sin mag el “hecho” de ja creeocia en Dins 0 en Ins dinses; lo dificil est4 en revivir esa vida en que la fe nn era férmula rigida sinn hélite vi- viente. Sin embargo, la relacién entre lo ivino y In humano on es de aquellas que pueden hacerse a un ladn, encasillan- dolas bajo un nombre. Tal vez pudiéra- mos caracterizarla hablandno de un delirio de persecucién o, comn lo ha hecho al- guien en nuestros dias, de un lebrel divinn que enrre tras el hombre, avido de alcan- zarlo, Porque Ia relacién inicial, primaria, entre el ser humano y lo divino es preci- samente la de una persecucién; el hombre sé siente vigilado, perseguido implacable- mente, por Alguien que est4 siempre pre- sente, cercandnio. Hasta que al fin ef hombre, exasperado, hace culminar su delirio en una siplica: “Permiteme, Sefior, que vea tu rnstro,” Maria Zambrano, fa ilustre discipula de Ortega y Gasset, conncida ya de nuestro pUblloo por sue obras scbre filosnfia y peas, analiza en este Jihro, en forma ‘g0p0lea y sugerente, esa peculiar relacién idevde al nacimienta de los ‘dioses griegos pasando por el fenémeno tnico del ialiee=:— hasta nuestra epoca, que fatura an ding deaconacido. 20) Zz , El hombre y lo divino por MARIA ZAMBRANO FONDO DE CULTURA ECONOMICA México - Buenos Aires | SUPREMK BIBL Hace muy poco tiempo que el hombre cuenta su historia, examina su presente y proyecta su futuro sin contar con los dioses, con Dios, con alguna forma de manifestacién de lo divino. Y, sin embargo, se ha hecho tan habitual esta’ actitud que, aun para com prender la historia de los tiempos en que habia dioses, necesitamos hacernos uma cierta violencia. Pues la mirada con que contemplamos nuestra vida y nues- tra historia se ha extendido sin més a toda vida y a toda historia. Y, asi, solamente tomamos en cuenta el hecho de que en otro tiempo lo divino ha formado parte intimamente de la vida humana. Mas, claro estA que esta intimidad no puede ser percibida desde la conciencia actual. Aceptamos la creencia —“el he- cho” de la ereencia—-, pero se hace dificil revivir la vida en que la creencia era no férmula cristalizada, sino viviente halito que en wiltiples formas indefinibles, incaptables ante la razon, levantaba ls vida humana, la incendiaba o la adormia evandola por secretes luga- res, engendrando “vivencias”, cuyo eco encontramos en las artes y en la poesia, y cuya réplica, tal vez, ha dado nacimiento a actividades de la mente tan esen- ciales como Ia filosofia y la ciencia misma. Sélo los arriesgados “novelistas” o los ambiguos pensadores se han adentrado, imaginandola desde su particulary pers- pectiva, en aquella vida vivida bajo la luz y la som- bra de dioses ya idos. Y en cuanto al nuestro —a nuestro Dios—, se le deja estar, Se le tolera. Y asi pasamos de largo, confindndolos en un nombre, ante fenémenos de la mas honda significa- cién, considerandolos como un hecho y cuando mas, buscando su explicacién en Jas causas que nuestra mente actual estima como las imicas reales, las Gni- cas ecapaces de produeir cambios: causas econdmicas o espeeificamente histéricas, Pero gqué es lo his- térico? tendriamos, ante todo, que preguntarnos. 7 8 INTRODUCCION Y eso es justamente lo que hoy nos preguntamos con més ansia que ninguna otra cuestién. {Qué es lo histérico? ZQué es lo que a través de la historia se hace y se deshace, se despierta y se aduerme, apa- tece para desaparecer? {Es algo siempre oiro, o algo siempre Jo mismo bajo todo acontecimiento? Ha sido Hegel quien precisé antes que la pregur- ta, la respuesta. Pues descubrié la historia como una vicisitud necesaria, inexorable del espiritn. ¥ no fue el filésofo racionalista, sino el cristiano anbelante de ra- zones filoséficas —de ver desplegada en razén su fe inicial— quien le Ilevé a au idea de que es el “espiritu” quien se despliega en la historia, quien se mamificata, se niega y se supera, realizdndose; el cristiano exigente de que toda la realidad viniera a estar justificada por el espiritu creador. La realidad no podia ser Ja naturaleza creada y hecha de una veg para siempre, sino esa otra de la que el hombre es portador, de la que el individuo es Ja mascara que la expresa y al par la contiene; mascara que se sacrifica recitando su parte para caer después. Tuvo que concluir, asi, su cristianismo en esta idea tan poco cristiane, tan pagana de que el in- dividuo es la mascara del logos. Pues, para evitarla sélo tenia el camino de la ortodoxia cristiana: el de transferir el dltimo y decisive acontecer, el sen- tido iltimo del suceso, a otra vida. Y al no ser asi, no se ofrece a la mente otro camino que el de la descalificacién del individuo en mascara, actor de la historia, y que sea ella, Ia historia, la depositaria de]. sentido, : Eata situacién que Hegel llevé a su extremo es la més clara expresion de la tragedia “humana”, de la tragedia de lo humano: no poder vivir sin dioses. Tomemos ahora este término, dioses, en el sentido ele- mental de una realidad distinta y superior a lo humano. El cristianismo habia transferido a “otro mundo” él sentido Wkimo de la vida individual. Fi “Reino de Dios” eaperado como algo inminenf€ ¢ inmediate en- lrg los primoros cristianos, tuvo que ser transferida INTRODUCCION 9 a otro mundo y la “Ciudad de Dios” establecida en lo invisible. -La ciudad de los hombres se seguiria edi- ficando en el “valle de lagtimas”, Y hasta el César habia de ser aceptado como principe de este mundo, en tarito que no tocara a la comutitdad de los sthdi- tos de la invisible y divina ciudad. Naturalmente que esta situacién. hnbo, de cambiar, cuando advino el triunfo del cristianismo, y sufrir modificaciones en cuanto sus pretensiones frente a “este mundo”, El cristianismo filoséfico, totalizado por la filo- sofia racionalista, en Hegel ya en el otro extremo del arco, sé abismé en el gigantesco intento de absorber dentro de si el acontecer y la ciudad de este mundo, Y, asi, vino a divinizar la historia que para el hege- Hiano ocupa el lugar de lo divino; ese lugar cualita- tivamente distinto de la realidad humana y de la natural, ya que en.el momento histérico en que vivid Hegel. “lo natural” ya habia sido desentrafiado de lo humano, objetivado. El intento de Hegel en el momento en que apare- cié, ofrece una gravedad extrema, que nada puede borrar. La vida europea no admitia limites y se creia —el propio Hegel mas que nadie— haber legado a la madurez de los tiempos, al momento en que to- dos los enigmas han sido descifrados y el camino aparece libre; sélo falta recorrerlo y, por ello, la ac- cién necesaria —la dniea— sera mostrarlo y descu- brirlo. La filosoffa volvia a ser arquitectura, ¥ para los no creyentes en la filosofia, el camino estaria sefialado por la ciencia con un simple gesto indicador. Era el camino del progreso indefinido, ya que eb hom- bre habia vencide definitivamente fos viejos obstacu- los. ¥ estos “viejos obsticulos” no eran otros, no podian ser otros, que los levantados por la creencia en la divinidad, E] hombre se habia emancipado, De ahi que lag réplicas a Hegel tuvieran en de- finitiva una identica significacién, como suele suce- de con todas las réplicas que sélo difieren en el cémo, pues creyendo diferir en el qué, dan por-supuesto ese 10 INTRODUCCION qué y lo que rodea y aun el horizonte que lo hace visible. En este caso, el borizonte que Hegel habla hecho visible al hombre. Era la comm visién, pre- sente a los adversarios de Hegel, de acuerdo con el sentir formulado o informulado de la mayoria de los hombres de aquel tiempo. Se vivian los momentos sagrados de una revela- cién, Aunque esta revelacién fuese la de la emanci- pacién de lo sagrado, no dejaban por ello de ser sagrados aquellos instantes. Marx y Comte presentaron su demanda ante la hasaiia de Hegel. Cabria interpretar la réplica de Comte y la de Marx como simples interpretaciones de la tesis fmdamental hegeliana, si la miramos desde esa su honda significacién que es, al paz, su-supre- ma audacia: la revelacién de lo humano. Bien es verdad que, dicho asi, recuerda demasiado a la “re velacién cristiana’”, pero la diferencia estriba en que ahora la revelacién de to humano se cumple eman- cipandose de lo divino. En Hegel, porque Ja historia —hecha por los hombres, no lo olvidemos— exa el desarrollo mismo del espititu, del divino Logos, —-mo- tor m6vyil— que actiia ~ padece a la vez, él, el mismo siempre. El hombre cristiano en Hege) cumplia el proceso por el cual su Dios se le habia dado en ali- mento: ya se habia alimentado por entero de El; lo Hevaba en su interior, Y su interior, por ello mismo, se habia vaciado. “El hombre interior” de San Pa- blo y San Agustin, el protagonista del cristianismo, al haber absorbido a su Dios, se hacia inexorablemente exterior a si mismo, se habia desensimismado. EL cristianismo al nacer habia ensimismado al hombre volviéndolo hacia dentro, ya que “en el interior del hombre habita la verdad”, Ahora, la verdad habitaba tombién en el interier del hombre, mas solamente en eae interior. Y no en cada uno por entero, sino en el Interior de algo hecho entre todos estaba Ja verdad. Vemos asi que lo ocurrido en Hegel, y a través de su pensamiento en nuestra alma, es un cambio # INTRODUCCIGN W en la relacién entre lo divino y lo humano. Un cu- rioso, extraiifsimo cambio que afecta gravemente al hombre, a su teélaci6n con la divinidad. Era la revelacién del hombre. Y al verificarse esta revelacién del hombre en el horizonte de la di- vinidad, el hombre que habia absorbido lo divino se crela —aun no queriéndolo— divine. Se dejficaba. Mas, al deificarse, perdia de vista su condicién de indiyiduo. No era cada uno, ese “cada uno” que el cristianismo habja revelado como sede de la verdad, sino. el hombre en su historia, y aun mis que el hombre, lo humano, Y asi, vino.a surgir esta divini- dad extraiia, humana y divina a la vez: la historia divina, mas hecha, al fin, por el hombre con sus acciones y padecimientos. La interioridad se habia transferido a la historia y el hombre individuo se habia hecho exterior a si mismo. Su mismidad fun. dada en la verdad que lo habitaba quedaba ahora transterida a esa semideidad: la historia. Deidad entera como depositaria dei espiritu absoluto, dei dad a medias porque, como los dioses paganos, estaba. creada, configurada por e] hombre. Y, asi, Ja relacién entre lo divino y lo humano venia a situatse en un plano andjogo a aquel habido en el mundo antiguo —griego— entre los dioses de la mitologia y el hombre, Mas, con una diferencia: en los dioses mitolégicos no habia interioridad. Ana- logia tan sdlo por Ja relacién subordinada en el hom bre a algo al fin hécho por él, mas de esencia divina, a una esencia divina que dependia de él, de su_activi- dad, cuya revelacién estaba, por decizlo asi, librada a su suerte. Mas ¢l problema se presentaha en términos inédi- tos por lo que hace a la unidad, a la unidad que refe- rida a un sex vivientc y personal —cristiano— aparece mag clara, si es Harnada mismidad. Pues sdlo la per- sona puede ser si misma. Los dioses mitologicos no eran si mismo, por la simple razén que la unidad, la esencia idéntica fue R INTRODUCCION descubierta por la filosofia y aun frente a ellos. La esencia idéntica significé en su dia una emancipa- cién de los dioses entre los cuales el hombre andaba enajenado, sin poder encontrarse. Se encontré por virtud del pensamiento, no enteramente dentro de si, ni enteramente fuera, en ia esencia inteligible e inte- ligente, universal, cuya entronizacién en la. individual sustancia quedaha siempre un tanto problematica. Bajo el cristianismo, la unidad en el hombre ha- hia Hegado a ser suya propia; en el infierno o en el cielo, sobre la tierra, era.y serd siempre él mismo, aunque podia olvidarse de ello. Y el olvido de nada le valdria, Lo divino fuera de él reposaba en su mis- teriosa unidad desplegada en tres personas: uno y miltiple. Lo divino era de tal condicién, que podia entrar en todos y cada uno de los hombres, sin dejar de estar en si. Pues estaba en todas partes, como el dios de Platén y de Aristételes, mas dentro del hom: bre en modo bien distinto. Y, asi, no tendria que desprenderse de-lo que en su ser era no divino, no inteligenie, sino que todo ello vuelto en unidsd seris eternamente uno y sin disolucién, en una unidad pro- pia, indestructible. El cristianismo descubre en el hombre una_ani- dad propia, no adventicia, ni fugitiva. Unidad en- gendrada mas alla del comienzo visihle de su vida, de la aciualidad de su ser. La idea de sustancia heredada de la filosofia griega parecié convenir a este género de unidad subsistente. La emancipacion de lo divino, que aparece en el pensamiento. de Hegel, Ileva al ser humano a una extrafia situacién pues se ha emaneipado de lo divino heredindolo. Mas de un modo tsi, que como indivi- duo sélo serd efimero portador de un momento, obre- ro —cosa que tal vez percibiese Marx—, obrero de Ja historia, ante Ja cual, a la manera del siervo antiguo, no puede alzar la frente. ‘al sumersién del ser humano, de sa unidad, en @l devenir fue formulada no con resignacién, sino con 4 INTRODUCCION B entusiasmo. FE] entusiaamo venido por dejarse pene: trar la intimidad por un dios nuevo, o por una nueva versién de lo divino. Entusiasmo también por exteriorizarse; por soltar la carga de ja intimidad, y hacerse exterior a si mis- mo. Mientras ia historia se interiorizaba, adquiria intimidad al ser expresién del. espiritu, el individuo se exteriorizaba Hevado por el entusiasmo de sen- tirse participar de un dios en devenir, en una divini- dad que se esta haciendo, Tal entusiasmo dice que el suceso que io despier- ~ ta_es de indole religiosa. Un cambio habido en la rélacién dei hombre con la divinidad que le ha acer- cado a lo divino de un modo inédito. Y este entu- siasmo no qued6 abolido en ias réplicas antihegelia- nas, excepto en Kierkegaard. Como una onda fue ganando en amplitud hasta Iegar al mismo corazén de la masa anénima. Comte es portador de este mismo entusiasmo, un tanto mas mesurado. Su filosofia sélo comienza des- pués de esa destruccién de la antigua situacién reli- giosa. Su accién es igualmente emancipadora y por ella la revelacién del homhre queda afin mds neta- mente dibujada. Se trata de una nueva religion sin Dios, de Ja religién de lo humano. Y lo humano-ha ascendido asi a ocupar el puesto de lo-divino. Al abolirse lo divino como tal, es decir, como trascen- dente al hombre, él vino a ocupar su sede vacante. Tal acontecimiento, el mas grave de cuantos pue- den haber conmovide ios tiempos actuales, se ha expresado con teda claridad en la filosofia: idealismo aleman, positivismo francés, marxismo, hasta MHegar al materialismo inclusive. Entremezclado con la poe- sia, aparece fulgurante en Nietzsche. Y en él se verifica el mas trégico acontecimiento que al hombre le haya acaecido: que es, en su soledad emancipada, sofiar con dar nacimiento a un dios nacido de si mismo. En la desolacign de lo “demasiado humano”, suefia con engendrar un dios. Ei futuro en el cual 14 INTRODUCCION este superhombre tendra realidad, Mena el vacio de “el otro mundo”, de esa supravida o vida divina des- aparecida y de la cual lo humano se habia emancipado, Es el futuro el términe en el cual el pensamiento situard esa otra vida abandonada, esa vida divina que la esperanza humana encuentra irrenunciable: Y asi, no hace sino transferirla en realidad, cuando eree haberla anulado, _ El futuro es-cl lugar hacia el eual se ha vivido a partir del momento en que Descartes encontro la férmula mis adecuada a lq situacién del hombre mo- derno. Ortega y Gasset ha denunciado a partir de Descartes el “futurismo” consustancial de la filosofia europea. ;No podriamos ver en esa proyeccién hacia el futuro, la transferencia de este anhelo de una vida divina, de este contar con Dios? Pues Descartes, que recoge cristalinamente las pruchas clasicas de la exis- tencia de Dios, ha realizado en su filosefia un sutil cambio: Dios sigue siendo la clave del edificio me- tafisice, la garantia de la existencia de la realidad, mas el horizonte quedaba despejado de su presencia. La conciencia habia lenado este espacio. Dios seria el garante de la existencia del ser que existe en y por la conciencia. Mas, la conciencia es por defini- cion misma auténoma. La conciencia, dominio netamente humano, donde lo divino no interviene, ni se refleja; la contviencia que husca y necesita de Ja soledad. Al definir el ser del hombre, la conciencia lo define como solitario, instaurando un reino, un dominio ingpelable. El hom- bre, ser de conciencia, es radicalmente distinto del hombre ser de alma y cuerpo, unidad sustaneial de cuerpo'y de alma. Con respecto al alma, la concien- cia es na mayor desnudez, como si el ser humane por haher renunciado extendiese su dominio. Su vida contenida, envuelta por la conciencia, se lanza asi hacia el futuro, Yes en el futuro en el que vive antialpadamente. Vivir sera, bajo el reciente idealis- mo, previvir, lanzaree hacia el futuro como hace el INTRODUCCION 5 conocimiento. Obligar a la vida, a toda la vida, a que siga el destino del conocimiento, La vida instalada en el lugar del conocimiento resulta al propio tiempo sometida a él y deificada. El primer aspecto fue denunciado por Ortega y Gasset en su critica del idealismo desde sy “Tesis metafisica acerca de la razén vital”, en Jas lecciones que tuve la fortuna de escucharle, cuande esto era posible, en la Facultad de Filosofia y Letras de Madrid. De aque- llos afios, ya lejanos, acd, la situacién denunciada por Ortega no ha hecho sino extremarse, aunque el idea- lismo no aparezca como un pensamiento vigente hoy. Mas, una situacién vital puede subsistir y aun ex- tremarse mas allA del pensamiento que la recogicra y que la provocara. Pues en esto, sin duda que el idea- lismo no sélo forjé ideas, sino que se nutrié de “creen- clas”; de creencias nacidas de los mds intimos anhelos de la época en que aleanzara su esplendor. Anhelo de deificacién, pues en el idealismo el “sujeto del co- nocimiento” Mega a reproducir la situacién de la Inteligencia pura en Aristételes: es decir, de Dios. Y, asi, el Dios del pensamiento absorbia la vida, a toda la vida. Mss Ja vida le infundia su pasion; la pasién que e] hombre ha padecido por lo divino, su persecucién sin tregua en todes los vericuetos de su historia. En el idealismo sleman esta pasién de lo divino en el hombre est4 volcada en el conocimiento; la vida venia a ser subyugada por si misma, por su propio anhelo, El idealismo ha sido una especie de “entusiasmo”, El conocimiento depuraba al hombre de cuanto en la vida es pasividad. No de Iss “pasiones”, que ‘se- gan Hegel sirven a la historia como su materia, como su motor; mds bien como su alimento necesario; tal como se desprende de las primeras paginas de las Lecciones de filosofia de la historia. Aqui, él hom- hre —lo humano— venia a servir de alimento a lo divine a través de la historia o en la historia. Como si el antiguo sacrificio humano de ciertas religiones 16 INTRODUCCION —tal la azteca—- reapareciese bajo otra forma; la accién vendria a ser la misma: ofrecer el corazén y la sangre —metdfora usuaj de las pasiones— a un dios ahora Hamado 1g historia, Ta] era al menos la verificacién “‘bistérica” del penaamiento hegeliano, simplificado hasta el esquematismo como sucede siem- pre que de una filosoffa se extrae una ideologia para “Jas masas”. Y asi el cirenlo ha parecido cerrarse para el hombre occidental; reaparece su prehistoria, su par sado hundido en Ja noche de jos suefios, rechazado det campo de la memoria, aim inconsciente. Y aquello que el hombre no se atrevia ni a sofiar, hs sido —si- gue siendo— realidad. La liberacién de “lo humano” ha encontrado este escollo, esta resistencia insospechada saliéndole al paso. Lo divino eliminado como tal, borrado bajo el nombre familiar y conocide de Dios, aparece, mal tiple, irreductible, 4vido, hecho “idolo”, en suma, en la historia, Pues 1a historia parece devorarnos. con la misma insaciable e indiferenie avidea de los idolos mag remotos. Avidez insaciable porque es indiferen- te. El hombre esta siendo reducido,. allanado en su condicién a simple nimero, degradado bajo la ca- tegoria de Ja cantidad. : gNo existe pues el hombre en la hora actual? Existir es resistir, ser “frente 5”, enfrentarse. Fl hom- bre ha existido cuando, frente a sus dioses, ha ofrecido una resistencia. Job es el mds antiguo “existente” de nuestra tradicién occidental, Porque frente a] Dios que dijo:.“‘soy el que £8”, resistié en la forma mds humana, mds claramente humana de resistencia; Ha- mandole 3 razones, {Se atreve el hombre de hoy a pedir razones a la historia? Aunque ella sea su idolo, el hacerlo Heva consigo pedirse razones a si mismo. Confesarse, hacer memoria para lberarse. Y liberarse humanamente es reducirse; ganar es- pacto, el “espacio vital”, leno por la inflacién de su propio ser. Uno de los efectos de la “deificacién” es La INTRODUCCION li toma de posesién de mds espacio del que realmente podemos ensefiorearnos; desbordar Jos limites que io humane tiene; de lo que es guia y ejemplo Ia limi- tacién que nos impone el tener un cuerpo y estat en él. Redueir lo humano Ievara consigo, inexorable- mente, dejar sitio a lo divino, en esa forma en que se hace posible que lo divine se insinie y aparezca como presencia y aun como ausencia que nos devora. La deificacién que arrastra por fuerza la limitacién hutnana —-la impotencia de ser Dios— provoca, hace que lo divino se configure en idolo insaciable, a tra- vés del cual el hombre —sin saberle— devora su propia vida; destruye él mismo su existencis. Ante lo divino-“verdadero”, e! hombre se detienc, espera, « inguiere, razona. Anté lo divino extraido de su pro- pia sustancia, queda inetme. Porque es su propia impotencia de ser Dios Ja que se le presenta y repTe- senta, objetivada hajo un nombre que designa tan sélo la realidad que 4 no puede eludir. Viene a caer asi en un juego sin escape de fatalidades, de las que en su obstinacién no encuentra salida. Reduycirse, en- trar en razon, es también recobrarse. Y puesto que ha caido bajo la. historia hecha idolo, quizds haya de recobrarse adentrandose sin temor en ella, como el eriminal vencido suele hacer volvientio al lugsr de su crimen; como el hombre que ha perdido 1a felicidad hace también, si encuentra el valor: volver la vista atras, revivir su pasado a ver si sorprende el instante en que se rompié su dicha. El que no sabe lo que le pasa, hace memoria para salvar la interrupcién de su cuento, pues no és enteramente desdichado el que puede contarse a si mismo su propia historia. I EL HOMBRE Y LO DIVINO DEL NACIMIENTO DE LOS DIOSES Una cultura depende de la calidad de sus dioses, de la configuracién que lo divino haya tomado frente al hombre, de la relacién declarada y de la encubierta, de todo lo que permite se haga en su nombre y, ain mas, de la contienda posible entre el hombre, su ado- rador, y esa realidad; de la exigencia y de 1a gracia que el alma humana a través de ja imagen divina se oterga a si_misma, ~Cémo han nacido jos dioses y por qué? 2Podria el hombre haberse pasado sin elles? {0 es Ja nece* sidad humana, la que insaciable les hace surgir, man- teniéndose escondida, para aceptatlos después como algo que ha encontrado sobre y aun en contra de si misma? Los dioses persiguen al hombre con su gra- cia y su rencor; es su primera caracteristica, Sélo en esa madurez en la que se insinaa la decadencia de una era, los dioses aparecen impasibles, indife- rentes al hombre. “En el caso de que haya dioses, no se ocupan para nada de les hombres”, decia Lucrecio en la desolacién de la cultura greco-remana. Para esta conciencia vigilante, los dioses estaban ya muer- tos. Mas, cuando los dioses aparecen, se hacen sentir, ante todo, porque se ocupan mucho, tal vez, demasisdo, de los hombres. Es como un delirio de persecucién que los hombres padecen. En lo més hondo de la relacién del hombre con los dioses anida Ia persecucién: se esta perseguido sin tregua por ellos y quien no sienta esta persecucién fmpliscable sobre y alrededor de si, enredada en sus pasos, mezclada en los mds sencillos acontecimientos, decidiendo y aun dictando los sucesés que cambian su vida, terciendo sus caminos, latiende enigmatica- mente en el fondo setreto de su vida y de la realidad toda, ha dejado en verdad de creer en ellos. Y sabido es cuan facilmente ge trasmuta la sctitud persecu- toria de un hombre hacia un dios en su adoracién 1 22, FEL HOMBRE Y LO DIVING iis ferviente. Y es que la relacién inicial, primaria, del hombre con lo divino no se da en la razén, sino en el delirio. La razén encanzaré el delirio en amor. Un delivio de persecucién. La medicina moderna —psicolégica tanto mas que fisiolégica— hunde su mirada en este delirio que hoy vuelve a asolar el mundo. Y lo cierto es que cualquiera que sea su con figuracién, su motivacién aparente, la lucha con fo divino no anda lejos. Fi dominio de la psiquiattia coincide con el dominio de fo sagrado; lo divino no revelado atin, Y a la loz de este delitic, el m4s implacable de todos, podriamos ver eémo lo que mds tarde va a ser nombradg Dios se hare sentir al hombre. Y qué de- clara y qué denuncia acerca de la condicién de la vida humana. {Que se dé vida, es esa? 2Qné alguien es ése, cuya vida se siente oprimida por los dioses? Cuando no los hay todavia ga qué crearloa? Si se les ha creado, debe de ser por algo ineludible. Es, sin duda, el aspecto primario, original de la tragedia gue es vivir bumanamente. Pues antes que entrar en lucha con otro hombre y mds alla de esa lucha, apa- rece la iucha con ese algo que més tarde, después de un largo y fatigoso trabajo, se Hamardn dioses, su situacién inicial el hombre no se siente sole, A so alrededor no hay un “espacio vital’, libre, en cuyg vaeio puede moverse, sing tedo lo coniraria. Lo gue le rodea esti lleno. Lleno » no sabe de qué.’ Mas, podsis no secesitar saber de qué estd Wleno eso que je rodes. Y si lo necesits es porque se siente dife- rents, extraio. No se lo pregunta tampoco; hasta llegar el momento en que pueda preguntar per lo que le rodea, avin fe queda largo camino que recorrer; ues la realidad le deshorda, le sabrepasa y no le asts. No es realidad, es vision lo que le falta. Su necesidad inmediata eg ver, Que esa tealidad desigual ee dibuje en entidades, que lo continuo se dihuje en formas separadas, identificables. AI perseguir lo que le persigue, lo primero que necesita es identificarlo. DL NACIMIENTO DE LOS DIOSES 23 Pues quiza no sea necesario decir que el delirio de persecucién ebliga a perseguir y quien le padece no sabe, no puede discernir si persizue o es perse- guido. Su conducta observada desde afuera es la de quien persigue, pero él va arrastrado, inocente de su aceién. Y asi, cuando el delirig culmine en la de manda “Permiteme Sefior que vea tu cara”, la hard én el maximo de la exasperacién, en e) Limite de su yesisteticla tras de una agotadora hicha, Y cuando poéticamente los defina creerd trascribir Jo que ha sido, se ha mostrado siempre asi, Entonees habra finalizado ef delivio de perseeucién; ha alcan- zadg por fin el pacto. Les dioses griegos —homéricos— han sufrido la inierpretacién de ser la _expresién personificada de las fuerzas naturales. Mas, para que asi fuese hu- hiera sido neceaario que estas fuerzas hubieran sido: sentidas come tales. Lo centrario ha side més bien Jo cierto: las fuerzaa naturales; “Ja naturaleza” ha sido vista tan sdlo después de que los dioses en sv per- fecta figuracién la dejaron visible; después de haherla despejado de ese algo de que sou portadores; después también, de qué el pacte con ellos habja desilusionado al hombre, dejandolo en libertad, pacificado ya de su primer delirie. Y, por tanto, victoriosa.t tes en el principio era el delirio; el delirio vi- stonario del Caos y de la ciega noche. La realidad agobia y no se sabe su nombre. Es continua ya que todo lo Hena y no ha aparecide todavia el. espacio, conquista lenta y trahajosa, Tanta o mas que la del tiempo. Lo primero que se precisa para la apari- eign de un espacio libre, dentro del cual el hombre ne tropiece con algo, es concretar Ja realidad, en la forma de irla identificando;.de ix deseubriendo en ella entidades, unidades cualitativas., Es el discerni- miento primero, muy anterior al ldgico, a ta especifi- ' En fa Incha con fos dioses, ef hombre interpreta la paz coma victoria. De ahi que Jos dioses vuelvan a perseguirle, 24 EL HOMBRE Y LO DIVINO cacién de la realidad en géneros y especies, y que la prepara. No hay “cosas” ni seres todavia en esta situacién; solamente quedardn visibles después de que los dioses han aparecido y tienen nombte y figura. Los dioses parecen ser, pues, una forma de trato con la realidad, aplacatoria del terror primero, ele- mental, de la que e] hombre se siente preso al sentirse distinto, al ceupar una situacién impar. No siente to- davia la “extrafieza” que se presenta sélo ef la con- ciencia y lo que le ocurre es el vivir inmediato sin coneiencia, sin visién de su situacién “extrafia”, fuen- te del delirio de persecucién. Los dioses, identificaciones primeraa que el hon bre descubre en la realidad, tienen doa grandes funcio- nes —de las cuales algo quedara siempre en las ideas, en los conceptos mucho més tarde—- liberado- Taa que en ellos tienen su raiz. Y esta primera forma de trato con la realidad tenia que darse en una imagen. La necesidad de tener una idea de los dioses sdlo puede aparecer cuando ya hay ideas, mas todavia, cuando ya hay ideas de casi todas las cosas, pues los dioses son los tiltimos en atrasr esa mirada propia de la liberacién humana: el conscimiento. Y entonces ya han dejado de ser pro- piamente dioses. Su forma adecuada, su envoltura es una imagen; la imagen primera que el hombre es ca- paz de formarse, esto es, una imagen sagrada, que reapareceré siempre en el delirio del amor. Pero antes de ver qué sea la imagen sagrada y la imagen, se nos presenfa esta cuestién entre todas: gpor qué esta primera forma de trato con Ja reali- dad, estas identificaciones que el alma humana opera en la plenitud de la realidad, han de ser dioses? 3 Por qué ha habido siempre dioses, de diverso tipo, cierta— mente, pero, al fin, dioses? La situacién a la que he Wegado el hombre occi- dental de un declarade o enmascarado laicismo, ¢s la que puede sugerir esta pregunta, Fn la necesidad de justificarlo todo que padecemos hemos de justi- DEL NACIMIENTO DE LOS DIOSES 26 ficar ya esa necesidad abismal, definitoria de la con- dicién humana. Pues dondequiera que volvamos la vista, descubri- mos dioses attnque de distintas especies. No todos han cumplido la funcién de los dioses griegos, ni han sido revelados de la misma manera. Pero todo ates- tigua que la vida humana ha sentido sjempre estar ante algo, bajo algo, mas bien. En el principio era el delirio; quiere decir que el hombre se sentia mirado sin ver. Que tal es ef co- mienzo del delirio persecutorio: la presencia inexora- ble de una estancia superior a nuestra vida que encu- bre la realidad y que no nos es visible. Es sentirse mirado no pudiendo ver a quien nos mira. ¥ asi, en lugar de ser fuente de luz, esa mirada es sombra.! Mas, como en todos los delirios humanos, la esperanza esta presente, y mds quizd que en ninguno, por ser el timero. La esperanza esté prisionera en el terror; ja angustia de sentirse mirado envuelve la apeencia de serlo, y foda la esperanza que se despierta, qne acude ‘: ante esa presencia que se manifiesta ocultandose, La forma primaria en que la realidad se presenta al hombre es ja de una completa ocultacion, oculta- cién radical; pues la primera realidad que al hombre se le oculta es él mismo. El hombre —ser escondido— anhela salir de si y lo teme, aunque la realidad toda no ebyolviera ningiin alguien, nadie que pudiese mi- rarlo, él proyectaria esta mirada; la mirada de que -€l esti dotado y que apenas puede ejercitar. Y asi, él mismo, que no puede aim mirarse, se mira desde lo que le rodea. ¥ todo, los arboles y las piedras, le mira y, sobre todo, aquello que esta sobre su cabeza y permanece fija sobre sus pasos, como una béveda de la que no puede escdpar: el firmamento y sus huéspedes. resplandecientes. Y de aquello de que no puede escapar, espera, _? La sombra que aun en ¢] -cristianismo visitara a Ja criotura elegida. 26 EL HOMBRE Y LO DIVINO La esperanza se dirige hacia esta estancia supe- rior que envuelve al hombre, no-humana. Estancia —realidad—- que él no inventa: la ha encontrado con su vida, De ahi que siempre haya habido dioses en una u otra forma. Los dioses han sido, pueden ha- ber sido inventados, pero no Ja matriz de donde han surgido un-dia, no ese fondo iltimo de la realidad, que ha sido pensado después, y traducido en el mundo del pensamiento como ens realissimus. La 8uma rea- lidad de la cual emana el cardeter de todo lo que es real, . La realidad no se le ha ofrecido al hombre como una ctalidad de las cosas, segiin se ha legado a formular al plantear el problema del conocimiento. zEs posible el conocimiento de objetos reales? La rea- lidad hecka problema en la filosofia posterior 4 Kant, ha hecho que se legue a creer 1a realidad como una condicién, modo de ser de algunas cosas. Mas, la realidad como se presenta en el hombre que no ha dudado, en el hombre que no ha entrado todavia en conciencia y aun mucho antes en el hombre.en el estado més original posible, en ef que crea € inventa los dio- ses, la realidad no es atributo ni cualidad que les con- viene a unas cosas si y a otras no: es algo anterior a Jas cosas, es una irradiacién de la vida que emana de un fondo de misterio; es 1a realidad oculta, escondida, co- rresponde, en. suma, a lo que hoy llamamos “sagrado”. La realidad es lo sagrado y sélo lo sagrado Ta tie- ne y la otorga. Lo demas le pertenece. “Somos pro- piedad de los dioses” decia todavia en él siglo Iv. Teognis de Mégara. Y es preciso recordar cOmo ¢n las viejas culturas, cuyos rastros s¢ conservan hoy en la mente de algunos pueblos al margen de Ia civi- lizacién, todo color, todo'ser viviente, animal o planta, las piedras, lo que nosotros —civilizados— Hamamos cualidades, colores, perfumes, pertenece a un dios. Saber, para estas gentes, es conocer a qué dios perte- necen, bs diferentes clases de seres, de cosas y de cualidades: “todo tiene un duefio”. DEL NACIMIENTO DE LOS DIOSES 27 Y es preciso imaginar que tal creencia no se ha formado posteriormente al descubrimiento de los dio- ses —su duefic— sino que la ha precedide. Se ha debido sentir detras de cada especie de cosas —que no han de coincidir precisamente con las nuestras, dibujadas por la mente— que aludian a alguien, a un duefio, a un sefior. También el hombre, lejos de sen- firse libre, se sentia poseido, esclavo, sin saber de quien. Porque se sentia mirado y perseguido. Detras de lo sagrado, se prefigura un alguien, dueiio y posesor, Max Scheler en El puesto del hombre en el cosmos describe la situacién del hombre como !a de alguien que no tiene un espacio propio, un medio, una casa. ¥ bien, al vagar entre todo sin tener un hueco que le esté preparado, proyecta en su alrededor lo que ne- Gesitaria para que su vida estuviera encajada en el medio. Y al no encontrar la verificacién, la adecuada respuesta, siente esta ausencia como algo positive; se siente rechazado porque no se siente amado; perse- guido, porque nadie le abre la puerta de su casa, de ese lugar que necesita, Y acecha cualquier aconteci- miento, por pequefio que sea, para sorprender algo de la atencién y del cuidado que espera. Pues la situacién de la vida humana es negativa inicialmente. La necesidad y Ja esperanza no en- euentran su pasto. Libres, con !a libertad del hambre, se hunden sobre todo para encontrar su alimento y si no lo encuentran, ef ser indigente que lo padece lo in- terpreta ingenuamente como contrario, como agresor, Pues ef hombre ha de estar rauy adentrado en la edad de la razén para aceptar el vacio y ef silencio en torno suyo. ‘ Mas, la demanda de Ja esperanza sufre también su delirio en el que se despliega la vida, EI delirio fe convierte entonces en exaltacién que llega a la embriaguez. Entonces, esta instancia superior y des- conocida se, hace sentir dentro del hombre mismo. Es dentro de si, donde siente esa realidad suprema 28 EL HOMBRE ¥ LO DIVING que le impulsa y Je Heva sobre todo obstdculo. La realidad en torno no se le presenta como enemiga y la pesadilla del terror ha desaparecido. Es el rever- so de la persecucién; es la gracia, que se diré més iarde; es el aspecto benéfico, positive. Porque la vida humana se da inicialmente en estss dos situaciones que eorresponden a las dos manifestaciones de lo sagrado: la doble persecucién del terror y de la gracia, La aparicién de un dios representa el final, de un Jargo periodo de oscuridad y padecimientos. ¥ es el suceso mas tranquilizador de todos los que pueden ocurrir em una cultura; sefial de que el pacto, la alianza esti concluida.. Ha cesado el delirio de perse- cucién, al menos en su fase inicial; en adelante, el perseguido lo sera por un dios a quien podré deman- una explicacién. Y serd la primera pregunta que el hombre se ba gtrevido a formular, pues ya tie- Ne a quien dirigirse. La aparicién de los dioses significa Ia posibilidad de la pregunta, de una pregunta ciertamente no filo séfica, todavia, pero sin la cual, Ia filos¢lica no po- dria haberse formulado. La actitud que engendra la pregunta sdlo puede surgir frente a alguien que haya aparecido; frente 2 una fuerza que haya’ dado la cara y tenga un nombre. Asi Job en e} Antiguo Tes- tamento; asi las consultas 2 Apolo a-través de sus oraculos. La aparicién de dioses como Apolo, y la revela- clon de Jehova, sefialan asi la aparicién de lo mas humano del hombre: ei preguntar, el hacerse. cues- tién de las cosas. Mss, no son ciertamente las cosas inanimadas Jas que sugieren la pregunta. A lo que sahemos, nunca se han presentade ante ningdn dios cuestiones de conocimiento. EJ ansia de saber no se ha dirigido nunca en demanda a los dieses, “dime dios, gqué son las cosas?”’... La pregunta dirigida a la divinidad —-revelada o develada poéticamento— ha wido la angustiada pregunta sobre la propia vida DEL NACIMIENTO DE LOGS DIOSES 29 humana. Entre Jas des preguntas, sdlo hay de co- miin el hecho de preguntar, el cambio de actitud, la revolucién que lleva consigo. La actitud de preguntar supone la aparicién de la conciencia; de la conciencia, ese desgajamiento del alma. Una rotura... es lo primero que se imagina haya dado origen a la cenciencia siguiendo el hilo de esa nostalgia del “Paraise perdido” y de la “Edad de Oro”. Mas, este “Paraiso perdido” y la “Edad de Oro” no han existide jamas en la historia, ni en sa largo preludic, la pre-historia. Ninguna edad de -oro real precedido al camino de la desventura en el ‘Valle de lagrimas”. Y asi, este desgajamiento del alma, la pérdida de la inocencia en que surge Ja actitud cons- ciente no es sino la formulacién, la concrecién de una larga angustia, de este delirie persecutorio. El delirio persecutorio no pregunta, pues no tie- ne a quién dirigirse, y mas hien se aplaca, cuando puede preguutar. La pregunta solamente puede nacer dentro de una situacién de una cierta seguridad; el ser humano se ha afirmado a si mismo a través de! padecer y el trabajo es ese saber tragico que de- clara Esquilo en su Prometeo: el “aprender pade- ciendo”. Una henda experiencia de este género debe de haber precedido a toda pregunta dirigida a los dieses, cosa que se hace patente en el relato de} Libro de Job, En Jos mitos griegos este instante aparece sin tanta claridad, pues la claridad en Grecia parece haber irrumpido de repente y deja un tanto en la sombra‘la lenta y angustiosa preparacién. No en la “Edad de Oro”, sino en una edad de desdichas, hay que buscar la prehistoria de Ia actitud humana que se atreve a dirigirse a le divine requiriéndolo en pregunta. . . La historia que entre todas las que nos han Hega- do de las griegas parece’ mas adecuada a este prepé- sito, es la de Prometeo, sin duda. Fl es quien entra en contienda con los dioses y les requiere el pri- mere. Su pregunta es, como la de Jeb, una queja, que 30 EL HOMBRE ¥ LO DIVINO tal es la primera pregunta formulada por el hombre, © por un semidiés que le representa. Una queja ra- zonada, no el simple jay! perdido en el viento, sin destinatario. Es, pues, la pregunta que subsigue a una accion; es la expresion de una contienda. Job yace abrumado por el peso de la ira divina; él nada habia hecho que pudiera atraerla sobre si, que explicase esa sefialada persecucién. No era ne- cesario, porque detrds estaba actuando como supues: to, como fondo del misterio, el Libro del Génesis, la historia de la cteacién del hombre y de su rebeldia, de su salida de la nada. Bastaba, pues, recordarle su condicién. Mas, Prometeo no era un hombre; era un titan rebelado a favor del hombre, era un valedor. Su exis- tencia y su accién parecen Henar un abismo; un abis- mo de la injusticia dejado por los dioses entre la aituacion de la vida divina y la de log hombres. De ana parte, el privilegio; de otra, la pobreza que se- meja una desposesién, Frente a los dioses el hombre no era inferior en rango por razones de ser (que aim nto lo habia), sino un desposeido; como si los dioses, aprovechando una coyuniura favorable, hubie- ran tomado todo para si: la inmortalidad: y el pre- sente; 0 Contrariamente, como si en un instante de descuido, hubieran permitido alzarse a una criatura a Ia que no habian de hacer la menor donscién. La razin humana, el hombre ni siquiera podia pedirla en su absoluto desvalimiento. La lucha prometeica hace referencia a una situacién muy anterior a la del re- lato de Job, donde el hombre si bien hundido en la misetia puede Wegar a verla en funcién del ser, en que ya puede dolerse de su ser o de su falta de ser: “Flas permitido que nazea en ja iniquidad”... es un grite de un ser que se siente y que sabe y que re- lama Io que a él le deberia de estar conferido; ‘es la queja de la larva que tiene ya conciencia para do- Joraa de eu ser a medias. El hombre antes de la ac- alén de Prometeo no podia dolerse de si, acuciado ida a Jos dioses hay una DEL NACIMIENTO DE LOS DIOSES 31 por la necesidad; el destino, la incertidumbre no po- dian presentarse ante su conciencia sumergida en un ser desposefdo de todo; habian nacido hombres én un mundo que no les esperaba y, sin la accion de Prometeo, la existencia misma del hombre no hubiera podido establecerse, La historia bumana no habia comenzado todavia cuando Prometeo realizé su hazafia que forma parte en realidad de una lucha anterior; la lucha entre los dioses y los semidioses. No hay parangén en reali- dad, pues a la posibilidad de la vida humana sobre la tierra, precedié, segiin el mito griego y las teogo- nias 6rficas y la de Hesiodo, uma lucha entre “ellos”, jos mds que humanos. Era Zeus quien tenia que aprender padeciendo, para dejar asf hueco a la vida umana, que viene a ser hija de un padecer divino, de un abatimiento del orgullo y de una mella en la divina impasibilidad. Esta experiencia divino-huma- na ja recogera después, sin decirlo, la filosofia, cuan- do lanzé al hombre a preguntarse a si Mismo qué es Jo que le rodea, en lugar de ir en busca-de razones ante una divinidad que, a duras penas, condescendié con que fueran entregados a la desvalida criatura los medios mas elementales de subsistencia. La aparicién de los dioses, sy sedimentacién, mar- cara un periodo de oscuras luchas entre ellos o entre jos dioses y algunos elementos vencidos —China, In- dia, Significa pues un pacto, o una victoria habida en el interior mismo del misterio ultimo de Ja realidad; son la expresién de una ley que ya nunca mis se vera ‘ttansgredida, son el signo y la garantia de que el mundo est& formado; se.ha salido ya del Caos, Ex Sackiricio Mas antes de que pueda sungir pregunta alguna diri- orma de trato universal, abida siempre ante cualquier forma y funcién divi- na: el sacrificio. 32 EL HOMBRE Y LO DIVINO Mediante ei sacrificio el hombre entra a formar parte de la naturaleza, del orden del_universo y se Te- concilia o se amiga con los dioses, Pero entender asi el sacrificio zno significa abordarlo desde nuestra situacién actual? Como Ia situacién del hombre mo- derno es la de la soledad, el aislamiento, consecuencia dei vivir segin la conciencia, nos figuramos que el saerificio es una entrada en el orden de la realidad. Pero, et hombre que deseubrié el ritual de cualquier sacrificio, no necesitaba entrar en la realidad, sino salir; era soledad, libertad, lo que necesitaba ganar. Ei sentido “practico”’ del sscrificio debié ser un dar lugar-a una especie de “espacio vital” para el hom- bre; por medio de un intercambio entregar algo pata que se le dejara el resto, Entregar algo o alguienes, para que el resto de la tribu o del pucblo quedase bre; aplacar el hambre de los dioses para poder po- seer alguna eosa por algdn tiempo. Pues todo perte- necia a los dioses y al hombre nada; al darles algo, se les rogaba conformidad, aceptacién, limitacién en su demanda, Sin el sacrificio, el hombre hubiera permanecido encadenado por siempre a la realidad habitante en las entidades divinas. La funcién del sacrificio era méltiple, pero tenia principalmenie un fin: suscitar una manifestacién. Los dioses estén siempre presentes, pero no se les ve; no se dejan ver. Aun podriamos decir que una de las caracteristicas de las divinidades es no dejarse ver, de lo cual se conserva el rastro én aquella pasién del alma humana que revive la larga pasién prebisté- rica frente a lo sagrado: el amor. El amor ha surgido en toda su fuerza frente a lo que no se deja ver, sino en Taros y preciosos instantes que aleanzan, asi, la categoria de manifestaciones divinas, cuando una rea- lidad deslambrante aparece en su brevedad, como ma- nifestacién de algo imfinito. La manifestacién de lo divino es siempre iostan- tdnea. Y es més, dirfamos que la nocién del “instan- te” viene de lo diving o de su aubsecuencia en la vida DEL NACIMIENTO DE LOS DIOSES 33 mds moderna: la felicidad, los rarog instantes de fe- licidad equivalentes, en la vida meramente humana, a los instantes marcados por la aparicién de los dio. ses, cuando al fin, cediendo al sacrificio, se dejaban ver, De todo ello hay cumplida huella en la pasion amorosa que en tanto puede ilustrarnos acerea de la prehistoria de la vida humana; del padecer y del actuar del hombre frente a sus divinidades semies- condidas, El instante, unidad cualitativa del tiempo —que tal cosa es ef instante— esté caracterizado por con- sumir apenas nada, lo minimo en el tiempo aucesivo, en el que se puede medir. O mds bien, por escapar en gracia a su cualidad extraordinaria —sobre el nivel . de lo humano— a la cantidad, al tiempo que se mide, Un instante puede ser un segundo de nuestros veloces Telojes; puede ser, debe de haber sido, muchas horas baste dias y noches del tiempo solar. Todavia el nguaje lo dice en castellano: “se me fue en un ins- tante’. Porque el instante, cuando acaba de pasar, da la sensacién de que se ha escapado; pues en ver- dad, algo que patec{a. estar ahf para siempre, que Henaba con su presencia la totalidad de nuestra alma ha desaparecido de pronto sin que Io. podamos rete- ner, Tal es el instante: un tiempo en que el tiempo se ha anulado, en que se ha anulado su transcurrit, su paso y que por tanto no podemos medir sino exter- namente y cuando ha transcurrido ya por su ausencia, . El instante no podria aparecer si no fuera la ma- nifestacion de lo divino; algo que horra la inmedia- tez, cualquiera que ésta sea, y hace surgir en su vacio otra realidad distinta en cualidad. Realidad distinta que cualitativamente y més tarde, en las religiones ya ecantadas, .seré tenida como la realidad verdadera, ser aceptada como lo mds verdadero, cuando la idea de verdad funcione ei la mente humana. Antes de qve la nocién de verdad haya aparecido, no podra evidentemente ser asi, mas en su cualidad estarA la base de lo que mas tarde serd reconocido como ver- \ 34 El. HOMBRE ¥ LO DIVING dadero dentro de una religién y aun fuera de ella. Lo que aparece en el “instanie” es la pre-verdad, Kl sacrificie es cl acto o la serie de actos que hacen surgir cste instante en que le divino se hace presente; es la Yamada, diriamos la coaceién, divi- gida sobre esa realidad escondida para que aparezea. Neo es una palabra, sino ante tode, una accién, en La cual la palabra juega su papel. La palabra funciona ag con el eardcter que ha adquirido en los tempos tacionalistas de ser la enunciacién de alga, ¢) decir de un sujeto, en ol fondo: un juicie. Ts ava me la que ditjamos de suplica y comminaciOn: Liené un ca- racter ejecutivo dilfeil de concebir, cuando ya las palabras con funcién ejecutiva --la “voz ejecutiva”’ del mando militar-- proceden tan sélo del iwperio de unos hombres sobre otros. Y sin embargo, esta you de mando guarda, sin duda alguna, a gin rastro de ia palabra eficaz del sacrificio y se hace sensible si re- cordamos que esa vor de mando, esa “yor ejecutiva” dada per un superior en el ejército, es la vor que conmina a una aceién que, realizada en su hora opor- tuna. sera un sacrificio, Toda voz de mando, toda re- lacién de autoridad entre los hombres conserva una huella del ritual del sacrificio, to lleva como fonde, Yes que la vida humana se ha desarrollado en dos planos, por lo menos, que corresponden a dos modos de sentir el Hempo, mas exactamente al sentir el tiempo y a} sentir su anulacion, A estos “instan- tes’ nactdos del sacrificio corresponderan siempre las aceiones en las cuales la realidad se tevela origi nalmente. Constitayen actos originarios de la apa- ricién de la realidad en su maxima plenitnd, incluida la propia realidad de Ja vida humana. Que Jos dioses aparcacan estuvo ligado siempre con la aceion del saerificio. Y que haya hombre, que vl hombre se manifieste como tal, que se revele a si mismo y gane ona cierla Bberiad y un espacio don- ie desenvelverse, ha dependido inicialmente de esta npariciiy ale las dioses. Sin la manifestacion de lo DEL NACIMIENTO DE LOS DIOSES 35 divino en eualquier forma que se haya verificado, el hombre no hubiera pedido, por extraiio que pa- rezea, logtar esa su visible aunque precaria inde- pendencia, La realidad no aguarda, sino que ha de degeu- brirsele a} hombre, Para el animal y la planta, en- cajados en su medio, “perfectos”. Ja realidad esta presente en la medida en que les es neeesaria. Es decir,.. puede fallarle la realidad concreta, deter- minada, que en un momento hubtera de subyeniy a su necesidad. Mas. al hombre, a mas de faltarle en ocasiones y casi siempre en el principio de su marcha sobre la tierra, le falta la realidad sin mds, algo que no coincide con ninguna manifestacién particular, con ninguna * sino que debe de estar detris de ellas o en ellas, o en alguna otra parte, algo cuya sede eshi a veces —en el mundo sagrado— en un deter. minado Ingar: una roca, ua Arbol, un rio, “alli”. Cuando los dioses haa nacido esté en ellos, son cllos su contnente, su depositaria y con ellog anarece ¥ desaparece. distinta del contorne inmediate y, sin embargo, lo inmediato tiene alguna relaciin con elle ; nada je es ajeno. Todo le pertenece. Cuando los dioses apareecn, esta conformacién de ja realidad se precisa. Mas bien. cs cuando tiene lu- gar. La aparicidén de los dinses, el hecho de que haya dioses, configura Ja realidad. dibuia una pri- mera especificacién que mas tarde. cuando la loeiea haya sido descubierta, eran los géneroe v las espe- cles. La presencia de los dioves pene una clerta cla- vidad en Ja diversidad de la realidad ya existente desde el nmmndo sagrado mas primitivo y paradéjica- mente permite que vaya surgiendo el mundo profano. Lo sagrado » bo profano son las dos especics de tea- lidad: una es la incierta, contradictoria, miltiple realidad inmediata con la que “habérselas’”, el lugar de su lucha y de su domi- Hes al par. El orbe sagrado cs donde se deeidird esta ea, ual la vide humana tiene

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