EL CONTEXTO HISTÓRICO
«Tierra o muerte» fue el lema que entre 1958 y 1964 identificó al movimiento
campesino más importante por esos años en América del Sur. Cientos de miles
de campesinos y trabajadores agrícolas se organizaron y movilizaron a lo largo
del país, ocuparon cientos de miles de hectáreas en manos de grandes
propietarios. Sin embargo, en todos esos años murieron sólo 166 personas,
menos que en los primeros diez días de agosto de 1991.
En la década de 1970, una segunda oleada de ocupaciones de tierras
conmovió al país en plena aplicación de la reforma agraria más radical de
América del Sur. La movilización no fue tan amplia como en la década previa,
pero la organización campesina alcanzó su pico más alto luego de la
reorganización de la Confederación Campesina del Perú (CCP) y la creación
de la Confederación Nacional Agraria (CNA) en 1974. Sin embargo, otra vez, el
costo en vidas humanas fue bajísimo en comparación a las muertes de la
década siguiente.
Mientras tanto, las ciudades del país vivían desde 1976 una efervescencia
social sin precedentes, que se traducía en movilizaciones y paros obreros,
magisteriales, regionales, que desembocaron en los paros nacionales de julio
de 1977 y mayo de 1978.
El primero de ellos tuvo incidencia directa en la apertura democrática que se
inició pocos días después, cuando el régimen militar convocó a una Asamblea
Constituyente para el año 1978. Pero también aquí, nuevamente, en los paros
nacionales, regionales y sectoriales de la segunda mitad de la década de 1970,
el número de víctimas fatales fue mínimo.
Una objeción al argumento desarrollado en las líneas anteriores es que tiene
como eje a movimientos sociales, mientras que los proyectos del PCP-SL y del
MRTA tenían objetivos, políticos. Sin embargo, también en ese plano un
recorrido por las décadas previas encuentra poca violencia.
En comparación con otros países de América Latina, la oleada guerrillera
inspirada en la revolución cubana, fue menor. Las guerrillas del MIR y del ELN
en 1965 provocaron algunas decenas de muertos. Los pleitos entre el APRA y
la izquierda en sindicatos y universidades, y entre distintas facciones de
izquierda en esos mismos ámbitos dejaban por lo general sólo un saldo de
contusos. A pesar de su naturaleza autoritaria y de lo radical y controvertido de
sus reformas, tampoco el régimen militar (1968-1980) fue especialmente
represivo en comparación con sus coetáneos del Cono Sur. Durante la primera
fase, encabezada por el Grl. Velasco (1968-75), algunos líderes opositores
fueron enviados al exilio; 18 personas murieron en los movimientos por la
gratuidad de la enseñanza en Ayacucho y Huanta en junio de 1969; asimismo,
cinco trabajadores en la mina Cobriza (Huancavelica) en 1971. El episodio más
sangriento del gobierno Velasco fue la huelga policial el 5 de febrero de 1975 y
los desórdenes que le siguieron, en los que murieron alrededor de 100
personas. Ya durante el gobierno de Morales Bermúdez (1975-80), en los
paros nacionales de 1977 y 1978 hubo muy pocas víctimas. De esta forma, la
Constitución aprobada el 12 de julio de 1979 por la Asamblea Constituyente
elegida el año anterior, parecía poner simbólica y legalmente fin a las grandes
exclusiones políticas que habían obstaculizado nuestra construcción como
estado nacional moderno. En efecto, la Constitución no excluía a ningún partido
político y consagraba por fin la vigencia plena del sufragio universal, pues
otorgaba derecho a voto a varones y mujeres mayores de 18 años y a los
analfabetos. Para ese entonces, esta última categoría se superponía en lo
fundamental con la de peruanos y peruanas monolingües quechuas, aymaras y
de lenguas amazónicas. Luego de las profundas transformaciones
demográficas, económicas y socioculturales de las décadas previas, y del
sismo político que significó el reformismo militar del Grl. Velasco (1968-75), el
país parecía encaminado por fin a consolidar un Estado nacional, moderno y
democrático, de manera fundamentalmente pacífica.
No es de extrañar, entonces, que el inicio del conflicto armado interno tomara
por sorpresa al conjunto del país. No es de extrañar tampoco que su extensión
y brutalidad nos sigan sorprendiendo. Resulta por tanto indispensable
preguntarse por las causas del conflicto. No sólo por qué sucedió, sino: ¿por
qué duró tanto?, ¿por qué fue tan cruel? Pero también: ¿por qué no duró más?
Responder a estas preguntas contribuirá a evitar que otro espasmo de
violencia semejante pueda volver a ocurrir.
¿Qué hizo Sendero en el Perú en los ochentas y noventas?
Antes de poder determinar si las actividades terroristas de Sendero
Luminoso pueden ser calificadas como conflicto armado es importante
poder dejar sentado qué fue exactamente Sendero Luminoso y qué hizo en
el Perú durante los años de violencia terrorista. La historia de Sendero
Luminoso puede rastrearse hasta la época de la famosa Polémica Chino-
Soviética y el rompimiento del maoísmo con el comunismo ruso.
Esta polémica, causó en el Perú la división del Partido Comunista Peruano
en dos subgrupos, uno pro-soviético y otro pro-chino.Sendero Luminoso
aparecería a inicios de los setenta como la escisión ayacuchana del ala pro-
china del Partido Comunista.
Este rompimiento, liderada por Abimael Guzmán, un desconocido Profesor
de Filosofía de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga,
buscaba lograr lo que él llamaba la re-constitución del Partido Comunista del
Perú y, posteriormente, el inicio de una así llamada “Lucha Armada”, en
contra del Estado Peruano con miras a la “conquista del poder” a fin de
instaurar una “República Popular de la Nueva Democracia”.
Así, el 17 de mayo de 1980, Sendero Luminoso inicia su “Lucha Armada” en
contra del Perú. En esa fecha, según relata la Comisión de la Verdad, “en la
localidad ayacuchana de Chuschi, un grupo armado de cinco encapuchados
irrumpió en el local donde se guardaban las ánforas y padrones para las
elecciones nacionales del siguiente día y quemaron once de ellas”.Esa
autodenominada “Guerra Popular”, sin embargo, seguiría una estrategia
muy diferente a la experimentada en otros países latinoamericanos.
En palabras de la Comisión de la Verdad: “Involucrado en una lógica de
aniquilamientos, provocación, progresivo escalamiento de la violencia y
armamentización de antiguos conflictos intercomunales, el Partido
Comunista Peruano - Sendero Luminoso causó una forma de conflicto
armado sumamente costoso en vidas humanas, sin precedente en la
historia de los conflictos armados internos en América Latina”.La estrategia
armada de Sendero Luminoso era, pues, diferente y consistía, en “’batir el
campo’ (y batir es ‘arrasar y no dejar nada’), crear vacíos de poder y
conformar los Comités Populares que constituían el germen del ‘nuevo
poder’ senderista” que permitan la implementación de una “República
Popular de Nueva Democracia”. Esta forma de entender su “revolución” hizo
que, a diferencia de otros grupos subversivos, el senderismo concentrara
sus esfuerzos principalmente en contra de los representantes de la
autoridad estatal (policías y alcaldes) con miras a tomar el control de un
número creciente de poblados y aplicar en ellos el llamado “marxismo-
leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo”.
En estas zonas, Sendero aplicaría una política totalitaria y dictatorial que
privaba al campesinado de toda libertad. Así, como relata un testimonio de
la Comisión de la Verdad, “ellos se comportaron, al inicio, de maravilla, pero
no pasó ni tres meses creo, empezaron a sujetarnos y no podíamos ni
movilizarnos, ni irnos a Ayacucho siquiera, ni a Vinchos, ni a visitar a
nuestra familia. Tampoco querían que vengan de otros sitios. Todo eso
pues a uno le imposibilita la vida, los campesinos somos libres y a cualquier
sitio nos movilizamos y eso es lo que les ha dolido a los demás”.
De esta forma, según la Comisión de la Verdad, “en los hechos,
encontramos un férreo sistema de justicia donde no se toleraba el error y
simplemente no existía oportunidad alguna para la reconciliación. El Partido
Comunista Peruano - Sendero Luminoso sólo entendía dos cosas: Se
estaba a favor de ellos o, de lo contrario, se tenía que morir”. Por ende, para
cuando las Fuerzas Armadas tuvieron que hacer frente a la amenaza
senderista, si bien hubo serios enfrentamientos entre patrullas del Ejército
Peruano y columnas senderistas, éste no sería el principal frente de lucha
contra-subversiva. En cambio, la lucha principal se llevaría a cabo por
turnos, con los senderistas implantando su pesadilla comunista en un
poblado y, posteriormente, el ejército intentando descubrir a los infiltrados y
derrotarlos. En palabras de la Comisión de la Verdad, la labor del ejército
era sui generis: [...] Es obvio que no se trataba de ocupar militarmente la
zona. Las bases militares existentes en la zona antes de establecido el
control militar del orden interno nunca fueron atacadas por el [Partido
Comunista Peruano - Sendero Luminoso], ni tampoco los transportes ni el
personal militar, por más que quedaran eventualmente en situación
vulnerable.
Tampoco se trataba de proteger o reinstaurar un sistema policial, judicial e
institucional desbordado por las acciones de una agrupación criminal pero
requerida por la población, porque ese sistema ya no funcionaba como tal,
si alguna vez lo hizo. [...] La misión real de las Fuerzas Armadas era mucho
más extraña y difícil, era poner las condiciones para el surgimiento de un
Estado de Derecho allí donde no las había, es decir, posibilitar que se
genere en la población la conciencia de tener derechos básicos y de
pertenecer a un Estado que los garantiza, y para ello eliminar a la
organización empeñada en destruir todo asomo de esa conciencia, el
[Partido Comunista Peruano - Sendero Luminoso]”.El problema era, pues,
que el tipo de contienda iniciada por Sendero Luminoso implicaba
necesariamente involucrar en el conflicto a la población civil. Así, en un
enfrentamiento en donde era sumamente difícil para el Estado discernir
entre amigo y enemigo, el Estado también tuvo que acudir a la colaboración
de la población civil, a través de lo que hoy conocemos como Comités de
Auto-Defensa o, como eran popularmente conocidos en ese entonces, las
“rondas campesinas”. La idea de estos comités era asegurar las zonas en
donde los senderistas habían sido expulsados, sea por acción del ejército o
por acción de las propias comunidades que se alzaban en contra de la
opresión senderista (como ocurrió, por ejemplo, en Luccanamarca), en una
estrategia que, en última instancia, sería decisiva para el triunfo del Estado
en contra de Sendero.
Bajo estas condiciones, empero, la lucha en la Sierra terminó constituyendo
una especie particular de conflicto, en donde por lo general no se
reportaban grandes batallas frontales entre subversivos y militares, sino que
las formas más usuales de violencia armada eran las luchas con los
ronderos, las emboscadas a los militares, los asesinatos selectivos y las
matanzas, mientras que el contra-ataque militar consistía, principalmente,
en labor de inteligencia, cooperación con las rondas campesinas e
intervenciones armadas selectivas –de mayor y menor escala– en lo que se
conocía como “zonas rojas”, copadas por los senderistas.
Esta guerra de baja intensidad en la Sierra, sin embargo, fue bastante
diferente a la estrategia de Sendero Luminoso en Lima, en donde, mediante
el uso de explosivos, mantuvo a la población aterrorizada durante gran parte
de su “Guerra Popular”. En Lima, después de todo, Sendero Luminoso
emprendió una campaña de destrucción de infraestructura, asesinatos y
bombardeos selectivos de zonas pobladas a fin de lograr el mayor terror en
la población y lograr así la rendición del Estado. Para Sendero, las ciudades
eran “cajas de resonancia” que permitían “adquirir notoriedad, hacer que los
efectos de sus acciones tengan repercusión nacional e internacional” 46. Con
esto en mente, Sendero colocó coches bomba en diversos lugares de la
capital, entre los que destacan la Embajada de Estados Unidos (febrero de
1992), en las oficinas del Canal 2 (junio de 1992) y en la Calle Tarata (julio
de 1992), sólo por nombrar algunos ejemplos. De igual forma, realizó otros
actos violentos, como los paros armados, y una serie de atentados a torres
de alta tensión (destinadas a causar apagones) y aniquilamientos selectivos
como el intento de asesinato del entonces Presidente del Jurado Nacional
de Elecciones, Domingo García Rada (abril de 1985) o el brutal asesinato
de la teniente alcalde de Villa El Salvador, María Elena Moyano (febrero de
1992).Esta dualidad sierra-costa del conflicto, que presenta escenarios
manifiestamente distintos, es pues un gran reto para la tarea de determinar
si las hostilidades en el Perú llegaron o no a la intensidad y organización
suficiente como para poder ser considerado un conflicto armado interno.
¿Constituyeron estos hechos un conflicto armado?
Ya hemos visto tanto el tipo de organización sanguinaria que enfrentó el
Perú de los ochentas y noventas, como los requisitos que existen en la
doctrina y jurisprudencia para evaluar la existencia de un conflicto armado.
En este punto, buscaremos combinar ambos para poder determinar si, en
definitiva, hubo o no un conflicto armado en el Perú. Para ello, como ya
hemos mencionado, se deberá evaluar tanto la intensidad de la violencia
armada cometida, como la organización de la agrupación terrorista Sendero
Luminoso
1. La intensidad de la violencia
Sendero Luminoso es, sin lugar a dudas, un grupo terrorista y sus
acciones, además de ser ilegales, constituyeron actos terroristas. La
pregunta que surge a raíz del caso peruano en particular, entonces,
es si el tipo preciso de violencia que enfrentó el Perú –consistente en
atentados terroristas, coches bomba y matanzas indiscriminadas de
civiles– puede calificar o no como “violencia armada prolongada”. Por
ende, la calificación de actos como terroristas no es relevante para
efectos de la clasificación de la situación. Más bien, lo que importa
para esto es la forma (esto es, la intensidad) en que se lucha contra
estos actos terroristas. No es, pues, lo mismo un atentado terrorista
aislado como la destrucción del Edificio Murrah en Oklahoma, a
manos de Timothy McVeigh, en 1995, que evidentemente no califica
como un conflicto armado; que una campaña sistemática y
generalizada de atentados terroristas como la que experimentan
países como Colombia e Israel, que han sido claramente clasificados
como conflictos armados, a pesar de la denominación de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (“las FARC”) y Hamas como
grupos terroristas.
2. La organización de Sendero Luminoso
Sendero Luminoso era un grupo altamente jerarquizado y que
dependía completamente de las órdenes del “Presidente Gonzalo”.
Las acciones de los senderistas eran cometidas a nombre de la
agrupación y no a título individual, a tal punto que incluso Abimael
Guzmán ha sido condenado como autor mediato de un gran número
de atentados senderistas en los que él no participó directamente. Así,
según la Corte Suprema: “El Partido Comunista del Perú - Sendero
Luminoso era definitivamente una organización ilícita, con una
estructura y dirección claramente establecidas y diferenciadas”.
Después de todo, la cúpula senderista “[gobernaba] el conjunto de la
organización sancionando los acuerdos y estableciendo las directivas
y consignas que debían ser ejecutadas por todos los aparatos y
comités de la organización”. Incluso, la acción armada de Sendero
Luminoso –que se ejecutaba a través de lo que ellos denominaban un
“Ejército Guerrillero Popular”– estaba organizada en dos frentes; uno
para el campo y otro para la ciudad. La acción en el campo se
estructuraba a partir de una Fuerza Principal, una Fuerza Local y una
Fuerza Base, que conformaban pelotones y columnas. En la costa, en
cambio, Sendero se organizó en base a destacamentos. Finalmente,
como señala la Corte Suprema, “los miembros que formaban parte
del Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso, sean estos
dirigentes, cuadros, militantes, comba-tientes o ‘masas’ estaban
subordinados por jerarquía a los acuerdos de los organismos de
dirección, las directivas y las consignas, las que obligatoriamente
debían ser cumplidas, por estricta aplicación de los principios de
centralismo y disciplina, correspondientes a los miembros encargados
de la ejecución de los atentados la planificación en concreto de cada
acción, elaborando el denominado Plan Operativo Táctico [...]”.Puede
verse entonces que Sendero Luminoso era una organización
terrorista altamente organizada y jerarquizada, al punto que sus
miembros tenían que firmar cartas de sujeción a Abimael Guzmán
para poder pertenecer al grupo65. Por ende, sería un grupo lo
suficientemente organizado como para satisfacer las exigencias del
estándar Tadic para la existencia de conflicto armado.
CONSECUENCIAS DE LA EXISTENCIA DE UN CONFLICTO
ARMADO NO INTERNACIONAL
Hemos determinado que en los ochentas y noventas, el Perú
atravesó por un conflicto armado sin carácter internacional y que eso
activa las disposiciones aplicables del Derecho Internacional
Humanitario con respecto a la conducción de las hostilidades. La
pregunta es ¿cuáles son esas disposiciones?
A. La inexistencia del Privilegio de Combatiente.
El privilegio de combatiente hace que el soldado sea un objetivo
legítimo, la condición de civil, en cambio, causa el completo opuesto:
La población civil no puede ser objeto de ataque por parte de los
combatientes. Dicho esto, sin embargo, si así lo desea, un civil puede
abandonar su status protegido si decide participar directamente en las
hostilidades o asumir una función continua de combate. Estos
“combatientes no privilegiados”, como suelen ser llamados
coloquialmente, no están autorizados para participar en las
hostilidades y no gozan del trato del prisionero de guerra ni del
privilegio de combatiente: Son objetivos válidos y también pueden ser
juzgados por su participación en las hostilidades.
En cambio, en caso de conflicto armado no internacional, como el que
existió en el Perú, la regulación del privilegio de combatiente cambia
radicalmente. En estos casos, después de todo, no puede existir un
privilegio puesto que el enemigo a combatir no es un Estado, sino un
mero grupo armado no estatal, a cuyos miembros no puede
exceptuárseles de responsabilidad por alzarse en contra de su
Estado. En estos casos, entonces, las Fuerzas Armadas estarán
autorizadas a combatir a las fuerzas irregulares que se levantan en su
contra en virtud al Derecho nacional, por lo que evidentemente no
serán sancionados por su participación en las hostilidades, mientras
que los miembros del grupo armado, que no están autorizados por el
Derecho nacional a tomar las armas en contra de su propio Estado, sí
podrán ser legítimamente sancionados como participantes ilegales.
En otras palabras, entonces, la calificación de conflicto armado no
obsta para que, una vez capturados, los miembros de Sendero
Luminoso puedan ser penalmente procesados por terrorismo,
asesinato, etcétera, tal como hasta la fecha viene sucediendo. Esto
está claramente establecido en el artículo 3 común de las
Convenciones de Ginebra, cuando señala que la aplicación de sus
disposiciones “no surtirá efectos sobre el estatuto jurídico de las
Partes en conflicto”.
B. El estándar para el uso de la fuerza letal
Para poder entender la regulación del uso de la fuerza letal en los
conflictos arma-dos, es preciso explicarla diferenciándola de la
regulación existente en ausencia de conflicto armado. Así,
mientras en los conflictos armados el Derecho Internacional
Humanitario sirve como lex specialis para la aplicación de los
Derechos Huma-nos, que deben ser interpretados a la luz de sus
disposiciones, en tiempo de paz únicamente debe aplicarse el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos, sin que el
Derecho Internacional Humanitario entre al ruedo. Así, cuando el
régimen legal aplicable está constituido solamente por el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos(es decir, en ausencia de
conflicto), el uso de la fuerza –sobre todo de la fuerza letal– está
severamente restringido y debe responder a altos requisitos para
poder ser empleada. El régimen aplicable en ausencia de conflicto
armado, entonces, señala que nadie puede ser privado
arbitrariamente de su vida72. En tiempo de paz, por ende, las
fuerzas estatales deben primero intentar arrestar a los
sospechosos y sólo hacer uso de la fuerza cuando esto sea
absolutamente necesario73. Así, por ejemplo, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ha establecido que“[sólo
podrá hacerse uso de la fuerza o de instrumentos de coerción
cuando se hayan agotado y hayan fracasado todos los demás
medios de control [...] el uso de la fuerza letal y las armas de fuego
por parte de agentes de seguridad estatales contra las personas
[...] debe estar prohibido como regla general De forma similar, la
Convención Europea de Derechos Humanos impone altos
requisitos para que el uso de la fuerza letal pueda ser legal. En
este sentido, el artículo 2.2 señala: “La muerte no se considerará
como infligida en infracción del presente artículo cuando se
produzca como consecuencia de un recurso a la fuerza que sea
absolutamente necesario:
a. En defensa de una persona contra una agresión ilegítima;
b. Para detener a una persona conforme a Derecho o para impedir
la evasión de un preso o detenido legalmente;
c. Para reprimir, de acuerdo con la Ley, una revuelta o
insurrección”.
CONCLUSION
Estos hechos califican jurídicamente como un conflicto armado
interno; Para muchos en nuestro país, como hemos visto, esta
determinación es sinónimo de debilidad; de un Estado que no sólo
es “permisivo” con el terrorismo, sino que les otorga “legitimidad” a
sus actos y “victimiza” a los responsables y es que, después de
todo lo que ha atravesado nuestro país, sería simplemente una
lástima que veamos nuestra historia reciente reducida a una pelea
por letreros que empañe la memoria de aquellas personas y
aquellas historias que realmente deberíamos honrar y recordar; no
tenemos que escoger entre “conflicto armado” y “violencia
terrorista”; podemos simplemente reconocer que en esos oscuros
años el Perú padeció de ambas cosas.