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Cuadernillo FIC III - 2023

Este documento presenta el plan de estudios para el tercer año del curso de Formación Integral Cristiana. Incluye contenidos como el Credo, la Iglesia, la liturgia, el sacerdocio cristiano y los sacramentos. El plan se divide en dos partes, con la primera centrada en las verdades fundamentales de la fe y la Iglesia, y la segunda enfocada en los sacramentos, los ciclos litúrgicos y contenidos básicos obligatorios.
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Cuadernillo FIC III - 2023

Este documento presenta el plan de estudios para el tercer año del curso de Formación Integral Cristiana. Incluye contenidos como el Credo, la Iglesia, la liturgia, el sacerdocio cristiano y los sacramentos. El plan se divide en dos partes, con la primera centrada en las verdades fundamentales de la fe y la Iglesia, y la segunda enfocada en los sacramentos, los ciclos litúrgicos y contenidos básicos obligatorios.
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Formación Integral

Cristiana III
3er. Año

Profesor Claudio Durán


- Ciclo 2023 –
2
Índice
Contenidos básicos comunes – 5
• Mandamientos, preceptos y sacramentos
• Obras de misericordia. Oraciones básicas.
• Oraciones básicas del cristiano.
• Oraciones Murialdinas.
• Libros y abreviaturas de la Biblia. Gloria litúrgico.
• Como citar la Biblia.
• Las partes de la Santa Misa.
• Nociones del Año Litúrgico.

------------------ Parte I ------------------


I – El Credo y las verdades fundamentales • La Iglesia continúa la obra de Jesús.
de nuestra fe. – 15 • Origen de la Iglesia.
• ¿Qué es un “credo”? • Fundación de la Iglesia.
• El Credo de los apóstoles. o La Iglesia como “sacramento
• El misterio de la Santísima Trinidad. universal de salvación”.
• Implicancias del misterio Trinitario
en nuestra vida. VI – Características o notas de la Iglesia. –
• El símbolo Niceno 31
Constantinopolitano. • La Iglesia es una.
• La Iglesia es santa.
II – Desde la Pascua hacia Pentecostés. – • La Iglesia es católica.
19 • La Iglesia es apostólica.
• ¿Y si Cristo no hubiera resucitado?
• La resurrección, culmen de la VII – El misterio de la Iglesia. – 37
revelación. • La Iglesia, a la vez visible y
• La resurrección y el Espíritu Santo. espiritual.
• El don del Espíritu Santo. • La Iglesia, misterio de la unión de
• El envío misionero. los hombres con Dios.
• Jesús, modelo de los discípulos.
• Los primeros discípulos, modelos VIII – La Iglesia según el Concilio Vaticano
de los creyentes futuros. II. – 39
• La Iglesia, Pueblo de Dios.
III – El Espíritu Santo en la Iglesia. – 22 • La Iglesia, Cuerpo de Cristo.
• Los Apóstoles. • La Iglesia, Templo del Espíritu
• Dones y frutos del Espíritu Santo. Santo.
• Pecados contra el Espíritu Santo.
IX – María, Madre de Cristo y madre de la
IV – La expansión de la Iglesia. – 26 Iglesia. – 41
• A la “conquista” del Imperio. • La maternidad de María respecto
• La conversión y misión de Pablo. de la Iglesia.
• Los viajes de San Pablo. • El culto a la Santísima Virgen.
• Muerte de Pablo y Pedro. • María, icono escatológico de la
Iglesia.
V – La Iglesia. – 30

3
X – La Liturgia. – 43 • Concepto de “sacerdote”
• Razón de ser de la Liturgia. • El sacerdocio común de los fieles.
• Significado y definición de Liturgia. • El sacerdocio ministerial u
• La Espiritualidad Litúrgica. ordenado.
• Signos y símbolos. Riqueza del • Dignidad sacerdotal.
símbolo.
• Símbolos en la Liturgia. Elementos XIV – Introducción a los Sacramentos. –
naturales usados en la Liturgia. 55
• Eucaristía ¿símbolo o realidad? • Pecado, gracia y sacramentos.
Concepto de Transubstanciación. • ¿Qué es el pecado?
• ¿Qué es la gracia?
XI – La Liturgia, culto santificante de la • ¿Qué son los sacramentos?
Iglesia. - 49 • Los siete sacramentos. Base
• El culto. escriturística de su institución.
• Santificante. • Eficacia sacramental.
• De la Iglesia. • Efectos de los sacramentos (las tres
gracias).
XII – La Liturgia como fuente y culmen. – • ¿Qué es el “carácter sacramental”?
52 • Los óleos sacramentales.
• Validez de los ejercicios de piedad. • Materia, forma, ministro y sujeto
de los sacramentos.
XIII – El sacerdocio cristiano. – 53

------------------ Parte 2 ------------------


XV – Los sacramentos de iniciación XIX – Los ciclos litúrgicos. – 85
cristiana. – 65 • El año Litúrgico.
• El Bautismo. • El tiempo de Adviento.
• La Confirmación. • La Navidad.
• La Eucaristía. • El tiempo ordinario.
• La Santa Misa. • El tiempo de Cuaresma.
• Las partes de la Misa. • El tiempo Pascual.
• Las fiestas del Señor.
XVI – Los sacramentos de sanación. – 74 • La Virgen María en el año litúrgico.
• Penitencia, reconciliación o • El culto a los santos.
confesión.
• La unción de los enfermos. Anexos. - 93
• Anexo 1: Actitudes, posturas y
XVII – Los sacramentos al servicio de la gestos durante las celebraciones
comunidad. – 79 litúrgicas
• El matrimonio cristiano. • Anexo 2: Colores usados durante
• El orden sagrado o sacerdotal. los tiempos litúrgicos
• Anexo 3: Lugares para el culto
XVIII – El domingo, centro de la • Anexo 4: Objetos litúrgicos
celebración litúrgica. • Anexo 5: Explicación detallada de
• Participación en la Liturgia. las distintas partes de la Misa

4
Contenidos básicos comunes

Los contenidos básicos que encontrarás a continuación son de estudio obligatorio. Pueden
ser evaluados en cada lección oral o escrita que se realice durante el año.

Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios


1º Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2º No tomarás el Nombre de Dios en vano.
3º Santificarás las fiestas.
4º Honrarás a tu padre y a tu madre.
5º No matarás.
6º No cometerás actos impuros.
7º No robarás.
8º No dirás falso testimonio ni mentirás.
9º No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10º No codiciarás los bienes ajenos.

Los mandamientos o preceptos de la Iglesia

Tienen por fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el
esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo. Los mandamientos más
generales de la Santa Madre Iglesia son cinco:

1º El primer mandamiento: Oír misa entera los domingos y fiestas de precepto.


2º Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte, y si
se ha de comulgar.
3º Comulgar por Pascua de Resurrección.
4º Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.
5º Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

Los siete Sacramentos

Hay en la Iglesia siete sacramentos (Catecismo de la Iglesia Católica Ns. 1113 a 1324):

1.- Bautismo
2.- Confirmación o Crismación
3.- Eucaristía
4.- Penitencia, Reconciliación o Confesión
5.- Unción de los enfermos
6.- Orden sacerdotal
7.- Matrimonio

5
Las Obras de Misericordia
La Iglesia nos ha dado un listado bastante completo, basado en este texto bíblico, que nos
sirve de guía en nuestro amor al prójimo. Son las llamadas Obras de Misericordia Corporales
y Obras de Misericordia Espirituales. El Papa Francisco nos pide recordarlos y ponerlos en
práctica:

Obras corporales de misericordia


1. Dar de comer al hambriento
2. Dar de beber al sediento
3. Dar posada al necesitado
4. Vestir al desnudo
5. Visitar al enfermo
6. Socorrer a los presos
7. Enterrar a los muertos

Obras espirituales de misericordia


1. Enseñar al que no sabe
2. Dar buen consejo al que lo necesita
3. Corregir al que está en error
4. Perdonar las injurias
5. Consolar al triste
6. Sufrir con paciencia los defectos de los demás
7. Rogar a Dios por vivos y difuntos

Oraciones básicas del cristiano

PADRENUESTRO
Padre nuestro que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu Reino.
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada. Y
perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Y no nos
dejes caer en la tentación. Más líbranos del mal. Amén.

AVE MARIA
Dios te salve María, llena eres de gracias. El Señor es contigo. Bendita tú
eres entre todas las mujeres. Y bendito es el fruto de tu vientre: Jesús.
Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.

GLORIA
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

CONSAGRACIÓN DIARIA A LA VIRGEN MARÍA


Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa
belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, yo te ofrezco en este día: alma, vida y
corazón. Mírame con compasión. No me dejes madre mía morir sin tu bendición. Amén.

6
ACTO DE CONTRICIÓN

Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido. Pésame por el
infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando
ofendí un Dios tan bueno y tan grande como vos. Antes querría haber muerto que haberle
ofendido, y propongo firmemente no pecar más y evitar las ocasiones próximas de pecado.
Amén.

ORACION A SAN MIGUEL ARCANGEL

San Miguel Arcángel, defiéndenos en el


combate; sé nuestro auxilio contra la
perversidad y las asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y Tú,
Príncipe de la milicia Celestial, lanza al
infierno con el divino Poder, a Satanás y a
los demás espíritus malignos, que vagan por
el mundo para la perdición de las almas.
Amén. María, Reina de los ángeles - ¡Ruega
por nosotros!

ACORDAOS (de San Bernardo)

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que
han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio y reclamando vuestro socorro,
haya sido abandonado de Vos. Animado por esa confianza a Vos también acudo, oh Madre,
Virgen de las vírgenes y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a
comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, oh Madre de Dios, mis humildes
súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.

SALVE

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida y dulzura y esperanza nuestra: Dios te
salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en
este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos
y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima! ¡oh piadosa! ¡oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros santa Madre de
Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

A LA SAGRADA FAMILIA

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía. Jesús, José y María, asistidme en mi
última agonía. Jesús, José y María, con vos descanse en paz el alma mía.

7
Oración a San Leonardo

San Leonardo Murialdo, apóstol de ardiente caridad,


enséñanos a amar al Señor y a servirlo con generosidad en nuestros hermanos.
Tú, que fuiste un ejemplo admirable de devoción al Sagrado Corazón de Jesús,
haz que sepamos imitarte durante toda nuestra vida.
Protege a la Iglesia y renueva en nosotros la fe en Cristo y en su Vicario.
Te pedimos sobre todo por los jóvenes: Líbralos de las asechanzas del mal
y dales entereza y fidelidad, para que sean testigos de Cristo en el mundo.
Sigue siendo amigo de los pobres, de los huérfanos y de los trabajadores, tus predilectos,
y alcánzanos las gracias que tanto deseamos. Amén.

Oración (de la Familia de Murialdo)

Oh Señor, Padre bueno y misericordioso,


te damos gracias
por el testimonio evangélico
de San Leonardo Murialdo;
te pedimos que nos ayudes
a seguir su ejemplo
y a caminar en las dificultades de la vida.
Tú que lo has donado a los jóvenes
como amigo, hermano y padre,
concédenos la gracia de continuar
su misión en la Iglesia,
con humilde caridad
y con valiente confianza,
para que el mundo te conozca
y crea en tu amor.
Amén.

Abreviaturas de los libros de la Sagrada Escritura

La Sagrada Escritura o Biblia, se divide en


Antiguo Testamento (AT) y Nuevo
Testamento (NT) con un total de 73 libros en
las Biblias Católicas.

En este curso citaremos muchas veces


durante el año la Palabra de Dios de la
manera que usualmente lo hace la Iglesia. A
continuación, el listado de los libros y su
abreviatura más común:

8
LIBROS DEL Eclesiástico (Sirácida) Eclo ó Si

ANTIGUO TESTAMENTO LIBROS PROFETICOS


(46 libros en 4 grupos)
Isaías Is
EL PENTATEUCO (primer grupo)
Jeremías Jer
Génesis Gén o Gn
Lamentaciones de Lam
Exodo Ex Jeremías
Levítico Lv o Lev Baruc Bar
Números Nm o Núm Ezequiel Ez
Deuteronomio Dt Daniel Dan
LIBROS HISTÓRICOS Oseas Os
Josué Jos Joel Jl
Jueces Jue Amós Am
Rut Rut o Rt Abdías Ab
Samuel, 1 y 2 1 Sam ,2 Jonás Jon
Sam
Miqueas Miq
Reyes, 1 y 2 1 Re , 2 Re
Nahún Nah
Crónicas, 1 y 2 1 Cron, 2
Cron Habacuc Hab

Esdras Esd Sofonías Sof

Nehemías Neh Ageo Ag

Tobías Tob Zacarías Zac

Judit Jdt Malaquías Mal

Ester Est
1ro de los Macabeos 1 Mac LIBROS DEL NUEVO TESTAMENTO
(27 libros)
2do de los Macabeos 2 Mac
EVANGELIOS
LIBROS POETICOS Y SAPIENCIALES
Mateo Mt
Job Jb o Job Marcos Mc
Salmos Sal Lucas Lc
Proverbios Prov Juan Jn
Eclesiastés (Qohélet) Qo. ó Ecl
Cantar de los Cantares Cant Hechos de los Apóstoles Hch
Sabiduría Sab

9
Cartas de San Pablo
Romanos Rom
Primera a los Corintios 1 Cor
Segunda a los Corintios 2 Cor
Gálatas Gál
Efesios Ef
Filipenses Flp
Colosenses Col Gloria Litúrgico
Primera a 1 Tes
los Tesalonicenses Gloria a Dios en el cielo,
Segunda a los 2 Tes y en la tierra paz a los hombres
Tesalonicenses que ama el Señor.
Primera a Timoteo 1 Tim
Por tu inmensa gloria te
Segunda a Timoteo 2 Tim alabamos,
Tito Tit te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Filemón Flm
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso, Señor,
Hebreos Heb - Hb Hijo único, Jesucristo. Señor Dios,
Epístolas o Cartas católicas Cordero de Dios, Hijo del Padre;

Santiago St ó Sant Tú que quitas el pecado del


Primera de Pedro 1 Pe mundo,
Segunda de Pedro 2 Pe ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del
Primera de Juan 1 Jn mundo,
Segunda de Juan 2 Jn atiende nuestras súplicas;
Tercera de Juan 3 Jn tú que estás sentado a la derecha
del Padre,
Judas Jds _ Jd
ten piedad de nosotros;

Apocalipsis Ap - Apoc porque sólo tú eres Santo,


sólo tú Señor, sólo tú Altísimo
Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria
de Dios Padre.

Amén.

10
¿Cómo escribir o interpretar citas de la Biblia?
Habitualmente se cita el libro en forma abreviada, según la tabla que tienes anteriormente.
Por ejemplo, si encuentras la abreviatura Mt, significa Evangelio según San Mateo.

ATENCIÓN: Para escribir una cita bíblica primero escribes el libro, luego dejas un espacio y
escribes el capítulo seguido de una coma y finamente el o los versículos citados. Si es un
intervalo se ponen el primero y último separados por un guión. Y si se citan versículos
puntuales pero no consecutivos, se separan por un punto.

Luego, se pueden combinar según la necesidad. Si se hace referencia a dos citas de distintos
capítulos o distintos libros, estas se separan con un punto y coma. Y si se indica que se
deben tener en cuenta el versículo citado y los que siguen, se agrega una o dos ss a la cita.
A continuación, algunos ejemplos para que lo tengas más claro:

Jn 18,7 significa Evangelio según Juan, capítulo 18, versículo 7.


Lc 15,1-10 significa Evangelio según Lucas, capítulo 15, del versículo 1 al 10.
Mc 16, 6.8 significa Evangelio según Marcos, capítulo 16, versículo 6 y versículo 8.
Mt 10, 2-5; 13, 10.14-15 significa Evangelio según Mateo, capítulo 10, del versículo 2
al 5 y el capítulo 13, versículo 10 y del versículo 14 al 15.
Lc 1,1 ss significa Evangelio de Lucas, capítulo 1, versículo 1 y siguiente.

Como ves un guión “–“ significa “hasta”, un punto “.” Significa “y”, y un punto y coma “;”
significa “también” o “además”.

Hay algunas otras convenciones, pero estas son suficientes para nuestro curso.

Nociones sobre “Año Litúrgico”

Las fiestas cristianas han surgido paulatinamente a través de los siglos. Estas nacen de un
deseo de la Iglesia Católica de profundizar en los diversos momentos de la vida de Cristo. Se
comenzó con la fiesta del Domingo y la Pascua, luego se unió Pentecostés y, con el tiempo,
otras más.

En la liturgia, celebramos nuestra fe. No solo tenemos fe y vivimos de acuerdo con ella, sino
que la celebramos con acciones de culto en las que manifestamos, comunitaria y
públicamente, nuestra adoración a Jesucristo, presente con nosotros en la Iglesia. Al vivir la
liturgia durante todo el año y nuestra vida, nos enriquecemos de los dones que proceden de
la acción redentora de Dios.

El Año litúrgico es el desarrollo de los misterios de la vida, muerte y resurrección de Cristo y


las celebraciones de los santos que nos propone la Iglesia a lo largo del año. Es vivir y no sólo
recordar la historia de la salvación.

El Año litúrgico está formado por distintos tiempos litúrgicos. Estos son tiempos en los que la
Iglesia nos invita a reflexionar y a vivir de acuerdo con alguno de los misterios de la vida de
Cristo. Comienza por el Adviento, luego viene la Navidad, Epifanía, Primer tiempo ordinario,
Cuaresma, Semana Santa, Pascua, Tiempo Pascual, Pentecostés, Segundo tiempo ordinario y
termina con la fiesta de Cristo Rey.
Las partes de la Santa Misa

12
Parte 1

La Obra del Espíritu


en la Iglesia

13
14
I - El Credo y las verdades fundamentales de
nuestra Fe
La palabra procede del latín credo que significa “yo creo”.

Pero… ¿Qué es un Credo?: Un credo es una declaración o una profesión de lo que los
miembros de una iglesia o religión particular creen como esencial y necesario.

Los dos credos más antiguos e importantes de la cristiandad son: el Credo de los Apóstoles y
el Credo de Nicea.

El más antiguo es el Credo de los Apóstoles. Aunque es dudoso que los mismos 12 apóstoles
lo hubieran escrito, el origen de este credo data del primer siglo d.C. y es sin duda el
resumen de la fe de aquellas primeras comunidades post apostólicas, en donde se resumen
las enseñanzas de los Apóstoles.

El Credo de Nicea es el fruto del Concilio de Nicea, llevado a cabo en el año 325 d.C. en el
que se condenó la herejía del arrianismo y se afirmó la doctrina de la divinidad de Cristo.

El Catecismo de la Iglesia Católica explica que el Credo es uno de los cuatro pilares de la fe,
junto a los Diez Mandamientos, los siete sacramentos y el Padrenuestro.

El texto del Credo de los Apóstoles que aquí te presentamos, es el que normalmente
rezamos en la Misa del domingo, y resume brevemente todo lo que el catolicismo considera
verdad revelada:

El Credo de los Apóstoles: Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del


cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María
Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y
sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los
muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre
todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los
santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida
eterna. Amén.

El Credo de Nicea es más explícito y explicativo en lo que se refiere a las características de las
distintas Personas Divinas, especialmente en lo que se refiere a Jesucristo, ya que lo que
buscaba era demostrar la fe en la divinidad de Jesús, tema que veremos con detalle más
adelante. En el bloque de Contenidos Básicos Comunes está el texto completo para su
estudio.

El Evangelio, al penetrar en lo más profundo del corazón del creyente, se desborda como
confesión de fe pública en el Credo: «¡Creemos!, por eso hablamos» (2 Cor 4,13).

15
En los primeros siglos del cristianismo, el obispo en persona se encargaba durante la
cuaresma de explicar el contenido del Credo a aquellos adultos que iban a recibir su
bautismo el día de Pascua, profesándolo solemnemente frente a la comunidad. De esta
forma se volvían testigos y mensajeros de la fe, y cumplían con las palabras de Jesús: «Por
todo el que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre
que está en los cielos» (Mt 10, 32).

Cada vez que recitamos el Credo en la Misa, recordamos todo lo que Dios ha hecho por nosotros,
dando nuestra respuesta de fe. Es como encender una luz en la oscuridad y poder andar seguros.
El Credo es para la vida, para ponernos a caminar como Abraham y seguir a Jesucristo. El Credo
de Nicea (325 d.C.), se recita o se proclama en las Misas de domingo en las parroquias,
aunque usualmente en Argentina se recita el Credo de los Apóstoles porque es más corto y
fácil de aprender y entender.

Como vemos, el Creo tiene tres partes, como tres columnas fundamentales. Nuestra Fe tiene
como base la Fe en un Dios que es Uno y Trino. Estudiemos esto.

El misterio de la Santísima Trinidad

Como vimos en las formulaciones del Credo, la principal verdad de fe de los cristianos es la
fe en Dios Uno y Trino. La confesión de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo es lo que
distingue al cristianismo de todas las religiones. Antes de continuar estudiando la obra de
Jesucristo y el Espíritu Santo en la Iglesia, es importante que tengamos en claro que enseña
esta doctrina.

Los cristianos creemos en Un solo Dios en Tres Personas en perfecta Unidad

16
Es el misterio central de la fe y de la vida cristiana, pues es el misterio de Dios en Sí mismo.
No es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las tres Personas es enteramente
Dios.

Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen la misma naturaleza, la misma divinidad, la misma
eternidad, el mismo poder, la misma perfección; son un sólo Dios. Además, sabemos que
cada una de las Personas de la Santísima Trinidad está totalmente contenida en las otras dos,
pues hay una comunión perfecta entre ellas. Con todo, las personas de la Santísima Trinidad
son distintas entre sí, dada la diversidad de su misión:

Este esquema nos ayudará a contemplar el misterio de la Vida íntima de Dios:

Implicancias del misterio Trinitario en nuestra vida

En la percepción que los cristianos tienen de Dios, es esencial que Dios no quede reducido a
una «noción» o a un «poder». Según el concepto bíblico, Dios es una persona. Si Dios fuera
solamente una categoría filosófica, la mejor forma de conocerlo sería la reflexión intelectual.
Pero como Dios es una persona, la mejor manera de obtener información es tener un
encuentro personal con esta persona. ¿Quién podría afirmar que «conoce» a alguien si
nunca se ha encontrado con él, nunca se ha comunicado con él y nunca ha tenido una
relación personal con él? Sin la dimensión de la experiencia, es totalmente imposible
comprender la fe cristiana.

Los primeros cristianos reconocían a Dios como el Creador, experimentaban a Cristo como
Dios a través de la oración y sentían el poder del Espíritu Santo en sus vidas. En otras
palabras: experimentaban a Dios de una manera trinitaria, y como resultado reflexionaban
sobre la Trinidad. Lo mismo ocurre hoy.

17
O sea, podemos decir que el cristiano cree de forma trinitaria; en otras palabras,
experimenta una relación con Dios como trino.

Dios nos ha revelado como es su vida íntima. Y ese conocimiento, al que hemos llegado no
por el esfuerzo de nuestra razón sino por revelación de Dios, es una invitación, de alguna
manera, a que se abran a la experiencia de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son
reales y que insistentemente nos llaman a participar de la comunión de Su amor.

Las personas divinas son realmente distintas la una de la otra

El catecismo, en el Nº 253, es claro cuando dice: «La Trinidad es una». No confesamos tres
dioses sino un solo Dios en tres personas: «la Trinidad consubstancial». Las personas divinas
no comparten una divinidad entre ellos, sino que, cada uno de ellos es Dios en su totalidad.
En palabras del Cuarto Concilio de Letrán (1215): «Cada una de las personas es esa suprema
realidad… la sustancia divina, esencia o naturaleza».

El catecismo en el numeral 254 continúa explicando: «Las Personas divinas son realmente
distintas entre sí. «Dios es único, pero no solitario» (Fides Damasi: DS 71). «Padre», «Hijo»,
Espíritu Santo» no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues
son realmente distintos entre sí: «El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el
Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo» (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530).
Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: «El Padre es quien engendra, el Hijo quien
es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede». (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS
804). Por lo tanto, la Unidad divina es Trina.

La Trinidad no es sólo un misterio y un artículo de nuestra fe, es una realidad viva y


palpitante. El Dios vivo de la Biblia no es otro que la Trinidad viviente. Que el Espíritu nos
introduzca también a nosotros en ella y nos haga gustar su dulce compañía.

El Símbolo Niceno Constantinopolitano

Ya hemos dicho que los símbolos o Credos, surgieron no solo como expresión de la fe
cristiana sino como respuesta a las herejías de la época, que negaban principalmente la
divinidad de Jesús y por lo tanto, herían lo revelado respecto de la naturaleza del Dios
Trinitario. He aquí el maravilloso texto del año 381:

Creemos en un solo Dios,


Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible;
y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos,
luz de luz,
Dios verdadero de Dios verdadero;
engendrado, no creado,
consustancial con el Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres y por nuestra salvación
bajó del cielo

18
y se encarnó por obra del Espíritu Santo
y de María la Virgen
y se hizo hombre;
por nuestra causa fue crucificado
en tiempo de Poncio Pilato
y padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día
según las Escrituras
y subió al cielo;
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre;
que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria,
que habló por los profetas.
Creemos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica.
Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados.
Esperamos la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.

“Todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono... se postraron ante el
trono rostro en tierra y adoraron a Dios, diciendo: ¡Amén! Alabanza, gloria,
sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios por los
siglos de los siglos. Amén.” (Ap 7,11-12)

II -Desde la Pascua hacia Pentecostés


Introducción

La Pascua del Señor no es solamente el recordatorio de su


resurrección. La Pascua es un acontecimiento salvador, por
el cuál Jesús, paga con su propia sangre el rescate de los
hijos de Dios, esclavizados por el pecado. Jesús, con su
Pasión, su muerte y su resurrección, ha vencido a la muerte
y nos ha reconciliado con Dios.

Ese fue el mensaje primero de la Iglesia naciente. Lo que


conocemos como el Kerigma o primer anuncio, era la noticia
de que “aquél que ha muerto en la cruz tra un juicio injusto
y una pasión terrible, ha resucitado”.

Pero… ¿Y si Cristo no hubiera resucitado?

19
La pregunta es crucial. Era la seguridad en que se afirmaron las autoridades judías que pidieron la
muerte de Jesús: era un charlatán… y como dice el refrán, también dirían ellos: “muerto el perro se
acaba la rabia”. Pero, la gran noticia de María Magdalena y otras mujeres se extendió por toda
Jerusalén: ¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado! Hasta los mismos romanos, pensando que los discípulos
robarían su cuerpo para luego mentir sobre su resurrección, habían sellado con una piedra el
sepulcro y habían montado una guardia. Pero… Jesús resucitó.

Los primeros cristianos, los apóstoles y discípulos, testigos de Jesús resucitado, tal como lo cuentan
los Evangelios, proclamaron aún a riesgo de sus vidas esta certeza. Y decimos a riesgo de su vida pues
la mayoría murió mártir. Era tan incontestable su experiencia de Jesús vivo que no dudaron en dar su
vida. ¿Y quien da la vida por un muerto? Pero la vida por quien es la Camino, la resurrección y la Vida,
eso si.

Pero al pasar el tiempo algunos comenzaron a morir. Y ellos esperaban que Jesús regresara ¡muy
pronto! Entonces empezaron a cuestionar a San Pablo al respecto. Y San Pablo, les contestó en una
carta de la siguiente manera:

1 Cor 15, 14-19, 20.55.57-58

“… si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes… Y si


Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. En
consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre. Si nosotros
hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los
hombres más dignos de lástima.”

“Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos… La muerte ha sido
vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?… ¡Demos gracias a
Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo! Por eso, queridos
hermanos, permanezcan firmes e inconmovibles, progresando constantemente en la obra
del Señor, con la certidumbre de que los esfuerzos que realizan por él no serán vanos.”)

La Resurrección, culmen de la Revelación

Entonces, la resurrección es el fundamento de la fe cristiana y toda la predicación de la Iglesia, desde


los tiempos apostólicos, a través de los siglos y de todas las generaciones, hasta hoy, se refiere a la
resurrección y saca de ella la fuerza impulsora y persuasiva, así como su vigor.

La resurrección constituía en primer lugar la confirmación de todo lo que Cristo mismo había hecho y
enseñado. La resurrección confirma la verdad de su misma divinidad. Además, la resurrección de
Cristo está estrechamente unida con el misterio de la encarnación del Hijo de Dios: es su
cumplimiento, según el eterno designio de Dios.

La resurrección y el Espíritu Santo

Si recordamos, en nuestro Credo, en la tercera parte sobre la fe y acción del E.S. vemos que El y la
resurrección aparecen unidos. Para los Evangelios sinópticos, desde la resurrección de Jesús hasta su
ascensión al cielo, pasan 40 días. Pero es significativo que para el Evangelio de San Juan, esta
temporalidad no se tiene en cuenta. Al leerlo, da la impresión que todo ocurre en un mismo día.

20
“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana,
estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del
lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó
Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los
discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra
vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió,
también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les
dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.»” (Jn 20,19-23)

El relato de la primera aparición de Cristo resucitado a los


discípulos en el Evangelio de Juan puede ser dividido en dos
partes: una etapa de reconocimiento (vv. 19-20) y una etapa de
misión (vv. 21-23). Jesús motiva el reconocimiento de los
discípulos presentándose en medio de ellos y mostrando las manos y el costado. Recordemos que el
Evangelio de Juan es el único que menciona la herida del costado (cf. Juan 19,34). Los discípulos
pasan del encierro por miedo a los judíos a la alegría de haber visto al Señor. El centro de la etapa de
reconocimiento es ocupado por el saludo de paz. Y tras el saludo de la paz, el soplo del Espíritu.

El don del Espíritu Santo

En los dos momentos de su glorificación (muerte y


resurrección), Jesús entregó su Espíritu (cf. Juan 19,30;
20,22), cumpliendo la Promesa de la Última Cena (cf. Juan
14,16-17.26; 15,26-27; 16,7.13). El Evangelio de Juan, al
unir el día de Pentecostés con el día de Pascua, subraya la
relación de la misión de la Iglesia con la resurrección de
Cristo. El Espíritu Santo Consolador da a los discípulos la
paz, la alegría y la fuerza para realizar la misión que Jesús
les encomienda. El Espíritu Santo, enviado por el Padre en
nombre del Hijo, recuerda a los discípulos las palabras de
Jesucristo, Palabra del Padre y luz verdadera (cf. Juan 1,1.9;
14,24-26), está siempre con ellos y mora en ellos, en unión
con el Padre y el Hijo (cf. Juan 14,16-17.23).

El envío misionero

El encuentro con Jesús resucitado conlleva una misión (cf. Juan 20,17). Jesús, el enviado del Padre,
envía a sus discípulos (cf. Juan 20,21) a dar testimonio de Él (cf. Juan 17,18-23; 20,31). A fin de
fortalecerlos para esta misión, les comunica el Espíritu Santo (cf. Juan 20,22). El Espíritu capacita a los
discípulos para hacer lo mismo que hace Jesús. Como Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo (cf. Juan 1,29-34), la misión de los discípulos incluye el ministerio del perdón de los
pecados (cf. Juan 20,23). La reconciliación con Dios y con los hermanos es necesaria para alcanzar la
paz y la alegría que los discípulos han recibido en su encuentro con el Resucitado. La misión de los
discípulos manifiesta que la resurrección de Jesús es para todos los hombres una fuente inagotable
de alegría y paz. Los discípulos obedecieron inmediatamente el mandato misionero, anunciando al
Apóstol Tomás la resurrección de Jesús (cf. Juan 20,24).

21
Jesús, modelo de sus discípulos

“Como el Padre me envió, también yo os envío” (Juan 20,21). Jesús, el enviado del Padre, es el modelo
de los discípulos enviados por Jesús. El Evangelio nos invita a ser enviados de Jesucristo, testigos de
su resurrección. Para ser un enviado de Jesucristo, el discípulo debe recibir el Espíritu Santo, el cual lo
capacita para vivir en la paz de Cristo y para amar y perdonar como Jesús ama y perdona.

Los primeros discípulos, modelos de los creyentes futuros

Continuando la lectura del Evangelio de Juan, vemos que


Jesucristo resucitado declara al Apóstol Tomás: “Porque me has
visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.”
(Juan 20,29). Los primeros discípulos de Jesucristo lo han visto
resucitado y han creído en Él (cf. Juan 20,20.28). Así han pasado a
ser los primeros testigos de la resurrección de Cristo (cf. Juan
20,24).

Conclusiones

Juan 20,19-29 nos descubre las siguientes verdades cristianas


fundamentales:

• Jesús resucitado da a sus discípulos su paz y el Espíritu


Santo.
• El encuentro con Jesús resucitado requiere un acto de fe en Él.
• Jesús, el Hijo enviado por el Padre, envía a sus discípulos a dar testimonio de su
resurrección ante el mundo, con la fuerza del Espíritu Santo.
• Para ser un enviado de Jesucristo, el discípulo debe recibir el Espíritu Santo, el cual lo
capacita para vivir en la paz de Cristo y para amar y perdonar como Jesús ama y perdona.
• La celebración eucarística dominical es una ocasión privilegiada para el encuentro con Jesús
resucitado.
• El lector del Evangelio es invitado a asumir ante Jesucristo, el Hijo de Dios, una actitud
creyente que lo hace bienaventurado.

Este año hincamos juntos un camino que nos lleva hacia el Sacramento de la Confirmación. Pero
como nadie ama lo que no conoce, profundizaremos en la persona del Espíritu Santo y en su acción
sobre la Iglesia y el alma de todo creyente.

Así como el Amor es más fuerte que la muerte, la Verdad es superior a cualquier duda. Busca con
pasión la Verdad y hallarás el camino adecuado. ¡Vamos! ¡Adelante!

III - El Espíritu Santo en la Iglesia


Buscar los orígenes de la Iglesia es encontrarse con Jesús. Él, desde el principio, quiso formar
su Iglesia: una comunidad de hombres y mujeres que continuaran su misión en el mundo.
Para ello eligió a los apóstoles y les prometió el Espíritu Santo.

22
Los apóstoles

Los Evangelios nos dicen que un grupo numeroso de personas, hombres y mujeres, seguían a
Jesús y se instruían con sus palabras. Son los discípulos, es decir, los que aprenden del
maestro.

De entre los discípulos, Jesús eligió a doce que recibieron el nombre de apóstoles, que
significa “los enviados a predicar”. Eran sus amigos, vivían juntos y lo tenían todo en común.
A los apóstoles, Jesús:

a. Les asignó la misión de predicar el Evangelio y hacer discípulos a todos los


pueblos, transmitiéndoles lo que de Él habían recibido.
b. Les dio autoridad sobre la comunidad que formaban los discípulos, pero una
autoridad que será siempre de servicio y de entrega.

Podemos decir por tanto que:

Son elegidos por Jesús


Son llamados a ser sus amigos y colaboradores
Los apóstoles Son enviados a predicar el Evangelio
Reciben de Jesús la autoridad sobre la comunidad

Jesús sabía que, cuando Él ya no estuviera con ellos, necesitarían a una persona que los
alentara y guiara, y eligió a Pedro. A él le encomendó la tarea de ser el guía y el apoyo del
resto de la comunidad:

“Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el


poder del infierno no prevalecerá contra ella.”(Mt 16,18)

Es así como Jesús crea la comunidad de sus seguidores e inicia la Iglesia. Pero, después de la
muerte de Jesús, muchos discípulos se dispersaron… Pero los apóstoles, la madre de Jesús,
María Santísima, y algunos discípulos, se reunían para recordarlo. Eran conscientes de la
misión que habían recibido, pero les faltaba el valor y la fuerza para llevarla a cabo. Era la
Iglesia naciente.

Pentecostés

Un día, mientras estaban reunidos, notaron cómo el


Espíritu Santo entraba dentro de ellos y los llenaba de
valor y fuerza. Su presencia se manifestó como ruido,
viento impetuoso y lenguas de fuego.

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en


el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido,
semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en
toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron
aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron
por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron
llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en
distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.” (Hch 2,1-4)

23
Era el día de Pentecostés, una fiesta judía que reunía en Jerusalén a gente de toda Palestina
y a creyentes judíos que vivían en otras naciones del imperio Romano. Muchos de ellos
oyeron el ruido y sintieron el viento y, llenos de curiosidad se acercaron al lugar de los
hechos.

Inspirado por el Espíritu Santo, que desde aquel momento sigue presente en la Iglesia, pedro
les dirigió la palabra. Todos lo entendieron a pesar de hablar lenguas diferentes.

Pedro les explicó:

• Todas las promesas sobre la salvación de Dios que hicieron los profetas del
A.T. se habían cumplido con Jesús de Nazaret.
• Jesús, a quien ellos habían crucificado, era el Mesías, el Hijo de Dios hecho
hombre, es decir, el Cristo prometido.

A raíz de este discurso de Pedro, unos tres mil judíos se convirtieron, fueron bautizados e
incrementaron la comunidad de los seguidores de Jesús.

La venida del Espíritu Santo y el discurso de Pedro, fueron la primera manifestación pública
de la Iglesia. Por eso decimos que, en Pentecostés, nació la Iglesia.

En Pentecostés, la comunidad de los discípulos y Apóstoles, había visto cumplida con creces
la promesa hecha por Jesús: el Espíritu Santo se derrama en sus corazones y estos reciben la
fuerza necesaria para ser testigos de Jesús. Ahora los discípulos tienen la ayuda del Espíritu
Santo, que es la presencia del Resucitado que les da fuerza y los ayuda a comprender el
mensaje de salvación. Muchos hechos y acontecimientos que no habían comprendido
incluso en vida de Jesús, a la luz del Espíritu Santo se hicieron claros y comprensibles. La
Iglesia, que había “nacido” del costado abierto de Jesús en el Viernes Santo, era fortalecida
ahora por la efusión del Espíritu. Sólo así podrían sus discípulos realizar la misión que Jesús
les había confiado.

Jesús la Son elegidos de


Los inicios La primera confía a los Jesús
de la Iglesia Iglesia apóstoles Son sus amigos y
colaboradores
Son enviados a
predicar el
Constituida por la Recibe el Evangelio
comunidad de los seguidores Espíritu Reciben de Jesús la
de Jesús Santo autoridad sobre la
comunidad

Da valor y fuerza a los apóstoles para predicar el Evangelio

24
Dones y frutos del Espíritu
La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son
disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu
Santo.

Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia,
piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2).
Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles
dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas. «Tu espíritu bueno me guíe
por una tierra llana» (Sal 143,10).

Don de Ciencia, es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la
luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo.

Don de Consejo, saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento
necesario conforme a la voluntad de Dios.

Don de Fortaleza, es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia,
es una fuerza sobrenatural.

Don de Inteligencia, es el del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación,
camino para acercarse a Dios.

Don de Piedad, el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el
cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.

Don de Sabiduría, es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos,
lo que presentimos de la obra divina.

Don de Temor, es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la
misericordia divina.

Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a su perfección las


virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las
inspiraciones divinas.

«Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios [...] Y, si hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo» (Rm 8, 14.17)

Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como
primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz,
paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia,
continencia, castidad” (Ga 5,22-23)

Pecados contra el Espíritu Santo

Jesús dice en el Evangelio que cualquier pecado se perdonará menos el pecado contra el
Espíritu Santo. Este pecado es la desconfianza total y el rechazo voluntario de la misericordia
de Dios. Por lo tanto, se citan como estos pecados los siguientes: Desesperar de la

25
misericordia de Dios; Presunción de salvarse sin ningún mérito; La impugnación de la verdad
conocida; La envidia de los bienes espirituales del prójimo; La obstinación en el pecado y La
impenitencia final.

IV - La expansión de la Iglesia
Los primeros cristianos procedían del judaísmo como Jesús y los
apóstoles. A simple vista no se diferenciaban de sus conciudadanos.
Al igual que ellos, acudían a orar al Templo y frecuentaban las
sinagogas.

Pero, desde un principio, observamos grandes diferencias:

• Creían en Jesús, el Señor, Hijo de Dios y salvador de la


humanidad
• Se bautizaban y se reunían en comunidades para orar
y frecuentar la fe
• Celebraban la Eucaristía como Jesús les había mandado en la última Cena
• Escuchaban la enseñanza de los Apóstoles
• Vivían como hermanos y compartían todos los bienes de los pobres

Al principio, ponían inclusos sus bienes en común. Los Apóstoles eran quienes administraban
esos bienes y ayudaban a los pobres, pero, al aumentar los creyentes, eligieron personas
llamadas “diáconos”, que significa servidores, para que se responsabilizaran de las tareas de
caridad y así poder los Apóstoles dedicarse a la predicación y administración de los
Sacramentos.

“La multitud de los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma. Nadie
consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.”
(Hch 4,32)

Pero, los adversarios de Jesús, no toleraban que aquel grupo de hombres y mujeres
anunciaran su resurrección y afirmaran que era el Hijo de Dios. Por esto, persiguieron a la
pequeña comunidad:

• Primero encerraron en la cárcel a Pedro y a Juan, los azotaron y les


prohibieron que predicasen. (Hch 4,3-23)
• Mas tarde arrestaron a todos los apóstoles. Gracias a la intervención de un
maestro de la Ley judía, Gamaliel, los dejaron en libertad luego de azotarlos.
(Hch 5,18-35)
• Después apedrearon al diácono Esteban, que fue el primer mártir de la Iglesia.
(Hch 6,8-7,60)

26
Tras el martirio de Esteban, la comunidad de Jerusalén se dispersó, huyendo de la
persecución, y comenzaron a predicar en otros pueblos.

A la “conquista” del Imperio

Parece una paradoja, pero un grupo pequeño de hombres iletrados y pobres logró aquello
que los más radicales judíos soñaban con las armas: derrotar al Imperio. Pero no con la
fuerza de las armas ni de la política. Jamás se plantearon algo así. Pero lo cierto es que Dios
hizo que la estructura geográfica del Imperio Romano se cristianizara con el poder del
Espíritu Santo. En el Siglo I, toda la cuenca del mediterráneo formaba parte del Imperio
Romano. Las vías (caminos) romanas, facilitaban las comunicaciones entre los distantes
pueblos y permitían al poderoso ejército desplazarse con rapidez. Además, se favorecían las
relaciones comerciales y gracias a todo esto, la fe cristiana se extendió con gran rapidez por
todo el Imperio.

La ciudad de Antioquia, en Siria, fue una de las principales a la que llegaron los cristianos que
huían de la persecución en Jerusalén. Allí predicó Pedro y también Pablo luego de su
conversión (de feroz perseguidor a apóstol de Cristo).

La conversión y misión de Pablo

27
Desde Antioquia, Pablo emprendió grandes viajes para anunciar el Evangelio. Con el esfuerzo
y entusiasmo de los Apóstoles y de otros misioneros, es decir, de cristianos que lo dejaban
todo para predicar a Jesús, el cristianismo se extendió rápidamente por todo el Imperio, llegó
a Roma y a todo el mundo conocido.

En esta época el cristianismo llegó hasta España de la mano, según cuenta la Tradición, del
Apóstol Santiago. Allí echó raíces muy profundas y desde España, mucho más tarde y de la
mano de Cristóbal Colón y los Reyes Católicos, la fe cristiana llegará a América en 1492.
Pero no nos adelantemos tanto.

Los viajes de San Pablo

Volviendo a la época de los Apóstoles, San Pablo, tras su increíble conversión luego de un
encuentro prodigioso con Jesús resucitado, permaneció en Antioquia un tiempo, mientras la
comunidad de los creyentes crecía día a día.

Fue aquí, en Antioquia de Siria, donde por primera vez se dio el nombre de “cristianos” a los
seguidores de Jesús.
Desde Antioquia, San Pablo llevó a cabo cuatro viajes misioneros. A continuación, una gráfica
con los famosos cuatro viajes misioneros del Apóstol de los gentiles.

28
Como ves, San Pablo visitó muchas naciones y numerosas ciudades.
En ellas predicaba el Evangelio y fundaba nuevas comunidades
cristianas. Permanecía poco tiempo en cada ciudad y, como los
demás apóstoles, elegía entre sus miembros a algunas personas
piadosas y formadas, les imponía las manos y les confiaba la
misión de presidir la comunidad, predicar el Evangelio y
celebrar los Sacramentos. Eran los primeros Obispos, sucesores
de los Apóstoles, y los presbíteros, colaboradores de los Obispos.

En nuestras Biblias podremos comprobar que muchas Cartas


contenidas en el Nuevo testamento se adjudican a San Pablo y so frutos de aquellos viajes.
Están dirigidas a las comunidades cristianas de aquella época. Por ejemplo: carta a los
cristianos de tesalónica, de Corinto, de Roma, de Éfeso, de Galacia, etc.

Por supuesto que todos estos hechos que se cuentan en pocas páginas del Nuevo
testamento, llevaron su tiempo, su esfuerzo y su no poco sufrimiento. A continuación,
encontrarás una línea de tiempo con hechos históricos de la época de los apóstoles y el
momento aproximado en que fueron escritos los libros del Nuevo testamento.

Como vemos, muy pronto el cristianismo llegó a Roma. El libro de los hechos de los
Apóstoles nos dice que Pablo, en su cuarto viaje, llega a Roma como prisionero y es recibido
ya por un grupo de cristianos. Pedro también se trasladó a Roma, presidió a los cristianos
como el primer Papa. Con la predicación de ambos, los cristianos crecieron en gran número,
se consolidaron las comunidades y Roma acabó convirtiéndose en el centro de la Iglesia.

Pero la vida de la Iglesia bajo el Imperio Romano no fue fácil. Ya vimos en la línea del tiempo
que fue en Roma donde se generalizaron las persecuciones. Rápidamente les prohibieron la
predicación y fueron perseguidos con crueldad. Los acusaban de “ateos”, pues no querían
adorar a los dioses romanos ni al Emperador y por lo tanto los veían como rebeldes al
Estado.

La primera gran persecución la decretó Nerón, acusándolos del incendio de Roma que él
mismo había provocado. Hubo muchos mártires que murieron por confesar su fe en Jesús.
Entre ellos los mismos Pedro y Pablo. Se cuenta que Pablo fue decapitado y Pedro crucificado
boca abajo.

29
V - La Iglesia
La Iglesia continúa la obra de Jesús

La actividad de la Iglesia, desde el día de Pentecostés hasta el final de los tiempos, forma
parte esencial del Plan de Dios para la Salvación de la humanidad. La Iglesia es la etapa actual
de la historia de la Salvación. Y esto es así por su origen: Dios, y su fundador: Jesucristo.
Repasaremos estos conceptos antes de adentrarnos en el estudio de la Iglesia.

Origen de la Iglesia

Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de
la verdad (1 Tim 2,4), escribió San Pablo. Para esto se hizo hombre el Hijo de Dios, para
salvarnos. Para esto enseñó con su Palabra y su ejemplo, y para esto dio su vida en una cruz y
resucitó.

Lógicamente, la gracia de la Salvación y del


conocimiento de Dios no podía ir destinada
únicamente a las personas que conocieron a
Jesús en Palestina hace dos mil años; debía
llegar a todas partes y a lo largo de todos los
tiempos para hacer realidad aquel designio
divino. Pues bien, precisamente para esto
Jesucristo fundó su Iglesia (Mt 28,19): para
hacer llegar a todos los pueblos la Redención
que él había realizado.

El pueblo de Israel, el pueblo de la Antigua


Alianza, era una preparación o una figura del
pueblo de la Nueva Alianza que sería la
Iglesia. Porque Dios quiere salvar a todos los
hombres y mujeres no aisladamente, sino formando un pueblo: el Reino de Dios que había
anunciado.

Y así como la Alianza que dio origen a Israel fue sellada para siempre con el sacrificio de
animales, la Nueva Alianza de la que nació la Iglesia fue sellada con la sangre de Cristo.

Fundación de la Iglesia

Entre los Apóstoles, Jesús otorgó a Pedro un


lugar principal: “Tú eres Pedro…” (Mt 16,18).
Los doce recibieron además de una instrucción
mas intensa, la potestad de continuar su
misión: enseñar, bautizar, perdonar, celebrar
la Eucaristía, etc. Y como ya vimos, el día de
Pentecostés, con la recepción del Espíritu
Santo, iniciaron con gran eficacia su misión de
anunciar a Jesús resucitado comenzando por
Jerusalén y llegando a todo el mundo.

30
Si Jesús no hubiera enviado a los Apóstoles y estos a la vez tampoco hubieran recibido la
ayuda del Espíritu Santo, el cristianismo se habría diluido en poco tiempo, dejando solo un
recuerdo remoto del paso de Jesús por este mundo. En cambio, el hecho de que sus
discípulos hayan sido constituidos en Iglesia, con una misión y una autoridad dada por su
mismo fundador, permite que la obra salvadora de Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, se
difunda con eficacia a las almas a través de los siglos.

Por eso se dice de la Iglesia que es sacramento universal de salvación.

Los sucesores de los Apóstoles son los Obispos. El Papa es el sucesor de Pedro como Obispo
de Roma.

VI - Características o Notas de la Iglesia


Esta es la única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica
y apostólica" (LG 8). Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí , indican rasgos
esenciales de la Iglesia y de su misión. La Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien,
por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser

una, santa, católica y apostólica,

y Él es también quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades. (Catic 811)

La Iglesia es una: "El sagrado misterio de la unidad de la Iglesia"

Nos dice el Catecismo en el número 813:

“La Iglesia es una debido a su origen: "El modelo y principio supremo de este misterio es la
unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de personas".

La Iglesia es una debido a su Fundador: "Pues el mismo Hijo encarnado, por su cruz
reconcilió a todos los hombres con Dios, restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo y
en un solo cuerpo".

La Iglesia es una debido a su "alma": "El Espíritu Santo que


habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia,
realiza esa admirable comunión de fieles y une a todos en
Cristo tan íntimamente que es el Principio de la unidad de
la Iglesia".

Por tanto, pertenece a la esencia misma de la Iglesia ser


una: «¡Qué sorprendente misterio! Hay un solo Padre del
universo, un solo Logos del universo y también un solo
Espíritu Santo, idéntico en todas partes; hay también una
sola virgen hecha madre, y me gusta llamarla Iglesia»
(Clemente de Alejandría, Paedagogus 1, 6, 42).”

Desde el principio, esta Iglesia una se presenta, no


obstante, con una gran diversidad que procede a la vez de

31
la variedad de los dones de Dios y de la multiplicidad de las personas que los reciben. En la
unidad del Pueblo de Dios se reúnen los diferentes pueblos y culturas. Entre los miembros de
la Iglesia existe una diversidad de dones, cargos, condiciones y modos de vida; "dentro de la
comunión eclesial, existen legítimamente las Iglesias particulares con sus propias
tradiciones". La gran riqueza de esta diversidad no se opone a la unidad de la Iglesia. No
obstante, el pecado y el peso de sus consecuencias amenazan sin cesar el don de la unidad.
También el apóstol debe exhortar a "guardar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz"
(Ef 4, 3). (Catic 814)

La unidad de la Iglesia peregrina está asegurada por vínculos visibles de comunión:

• la profesión de una misma fe recibida de los Apóstoles;


• la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos;
• la sucesión apostólica por el sacramento del orden, que conserva la concordia
fraterna de la familia de Dios.

Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia
católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él" (LG 8).

El decreto sobre Ecumenismo del Concilio Vaticano II explicita: «Solamente por medio de la
Iglesia católica de Cristo, que es "auxilio general de salvación", puede alcanzarse la plenitud
total de los medios de salvación. Creemos que el Señor confió todos los bienes de la Nueva
Alianza a un único Colegio apostólico presidido por Pedro, para constituir un solo cuerpo de
Cristo en la tierra, al cual deben incorporarse plenamente los que de algún modo pertenecen
ya al Pueblo de Dios» (UR 3).

La Iglesia es santa

«La fe confiesa que la Iglesia no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a
quien con el Padre y con el Espíritu se proclama "el solo santo", amó a su Iglesia como a su
esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la
llenó del don del Espíritu Santo para gloria de
Dios» (LG 39). La Iglesia es, pues, "el Pueblo
santo de Dios" (LG 12), y sus miembros son
llamados "santos" (cf Hch 9, 13; 1 Co 6, 1; 16,
1). (Catic 823)

La Iglesia, unida a Cristo, está santificada por


Él; por Él y en Él, ella también ha sido hecha
santificadora. Todas las obras de la Iglesia se
esfuerzan en conseguir "la santificación de
los hombres en Cristo y la glorificación de
Dios". En la Iglesia es en donde está
depositada "la plenitud total de los medios
de salvación". Es en ella donde "conseguimos
la santidad por la gracia de Dios". (Catic 824)

"La Iglesia, en efecto, ya en la tierra se


caracteriza por una verdadera santidad,
aunque todavía imperfecta" (LG 48). En sus

32
miembros, la santidad perfecta está todavía por alcanzar: "Todos los cristianos, de cualquier
estado o condición, están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la
santidad, cuyo modelo es el mismo Padre" (LG 11). (Catic 825)

La caridad es el alma de la santidad a la que todos están llamados: "dirige todos los medios
de santificación, los informa y los lleva a su fin". (Catic 825)

«Mientras que Cristo, "santo, inocente, sin mancha", no conoció el pecado, sino que vino
solamente a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores,
es a la vez santa y siempre necesitada de purificación y busca sin cesar la conversión y la
renovación". Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben reconocerse
pecadores (cf 1 Jn 1, 8-10). En todos, la cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con
la buena semilla del Evangelio hasta el fin de los tiempos (cf Mt 13, 24-30). La Iglesia, pues,
congrega a pecadores alcanzados ya por la salvación de Cristo, pero aún en vías de
santificación:

La Iglesia «es pues santa, aunque abarque en su seno pecadores; porque ella no goza de otra
vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida, se
santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma, que impiden que la
santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos
pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del
Espíritu Santo» (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 19).

Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han
practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia
reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los
fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores.

"La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arruga. En cambio,
los creyentes se esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad. Por eso
dirigen sus ojos a María" (LG 65): en ella, la Iglesia es ya enteramente santa.

La Iglesia es católica

Qué quiere decir "católica": La


palabra "católica" significa
"universal" en el sentido de "según la
totalidad" o "según la integridad".

La Iglesia es católica en un doble


sentido:

• Es católica porque Cristo está


presente en ella. "Allí donde
está Cristo Jesús, está la Iglesia
Católica". En ella subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza (cf Ef 1,
22-23), lo que implica que ella recibe de Él "la plenitud de los medios de salvación" que
Él ha querido: confesión de fe recta y completa, vida sacramental íntegra y ministerio
ordenado en la sucesión apostólica. La Iglesia, en este sentido fundamental, era
católica el día de Pentecostés y lo será siempre hasta el día de la Parusía.

33
• Es católica porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del
género humano (cf Mt 28, 19): «Todos los hombres están invitados al Pueblo
de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el
mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios,
que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus
hijos dispersos [...] Este carácter de universalidad, que distingue al pueblo de
Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia Católica
tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos sus
valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu».

Cada una de las Iglesias particulares es "católica": Se entiende por Iglesia particular, que es
la diócesis, una comunidad de fieles cristianos en comunión en la fe y en los sacramentos con
su obispo ordenado en la sucesión. Estas Iglesias particulares están "formadas a imagen de la
Iglesia Universal. En ellas y a partir de ellas existe la Iglesia católica, una y única" (Catic 833).
Las Iglesias particulares son plenamente católicas gracias a la comunión con una de ellas: la
Iglesia de Roma "que preside en la caridad".

Quién pertenece a la Iglesia católica: "Todos los hombres, por tanto, están invitados a esta
unidad católica del Pueblo de Dios [...] A esta unidad pertenecen de diversas maneras o a ella
están destinados los católicos, los demás cristianos e incluso todos los hombres en general
llamados a la salvación por la gracia de Dios" (LG 13).

«Están plenamente incorporados a la sociedad que es la Iglesia aquellos que, teniendo el


Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos los medios de salvación
establecidos en ella y están unidos, dentro de su estructura visible, a Cristo, que la rige por
medio del Sumo Pontífice y de los obispos, mediante los lazos de la profesión de la fe, de los
sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión. No se salva, en cambio, el que no
permanece en el amor, aunque esté incorporado a la Iglesia, pero está en el seno de la
Iglesia con el "cuerpo", pero no con el "corazón"». (Catic 836-837)

34
"Fuera de la Iglesia no hay salvación" (Catic 846-848)

¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia?
Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia
que es su Cuerpo:

El santo Sínodo [...] «basado en la sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia
peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y camino de
salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras,
bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad
de la Iglesia, en la que entran los hombres por el Bautismo como por una puerta. Por eso, no
podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica
como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en
ella» (LG 14).

Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia:

«Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con
sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios,
conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (LG
16).

«Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe, "sin la que es
imposible agradarle" (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia,
corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado
de evangelizar».

La Iglesia es apostólica

La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles, y esto en un triple sentido:

• fue y permanece edificada sobre "el


fundamento de los Apóstoles" (Ef 2, 20; Hch
21, 14), testigos escogidos y enviados en
misión por el mismo Cristo (cf. Mt 28, 16-20;
Hch 1, 8; 1 Co 9, 1; 15, 7-8; Ga 1, l; etc.).
• guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu
Santo que habita en ella, la enseñanza (cf. Hch
2, 42), el buen depósito, las sanas palabras
oídas a los Apóstoles (cf 2 Tm 1, 13-14).
• sigue siendo enseñada, santificada y dirigida
por los Apóstoles hasta la vuelta de Cristo
gracias a aquellos que les suceden en su
ministerio pastoral: el colegio de los obispos,
"al que asisten los presbíteros juntamente con
el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la
Iglesia":

"Así como permanece el ministerio confiado personalmente por el Señor a Pedro, ministerio
que debía ser transmitido a sus sucesores, de la misma manera permanece el ministerio de

35
los Apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ser ejercido perennemente por el orden
sagrado de los obispos". Por eso, la Iglesia enseña que "por institución divina los obispos han
sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha, escucha a Cristo; el
que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió" (cfr. Catic 861-862)

El apostolado

Toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de San Pedro y
de los Apóstoles, en comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en
cuanto que ella es "enviada" al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de
diferentes maneras, tienen parte en este envío. "La vocación cristiana, por su misma
naturaleza, es también vocación al apostolado". Se llama "apostolado" a "toda la actividad
del Cuerpo Místico" que tiende a "propagar el Reino de Cristo por toda la tierra". (Catic 863)

Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la Iglesia", es evidente
que la fecundidad del apostolado, tanto el de los ministros ordenados como el de los laicos,
depende de su unión vital con Cristo (AA 4; cf. Jn 15, 5). Según sean las vocaciones, las
interpretaciones de los tiempos, los dones variados del Espíritu Santo, el apostolado toma las
formas más diversas. Pero la caridad, conseguida sobre todo en la Eucaristía, "siempre es
como el alma de todo apostolado". (Catic 864)

Conclusión

La Iglesia es una, santa, católica y apostólica en su identidad profunda y última, porque en


ella existe ya y será consumado al fin de los tiempos "el Reino de los cielos", "el Reino de
Dios" (cf. Ap 19, 6), que ha venido en la persona de Cristo y que crece misteriosamente en el
corazón de los que le son incorporados hasta su plena manifestación escatológica. Entonces
todos los hombres rescatados por él, hechos en él "santos e inmaculados en presencia de
Dios en el Amor" (Ef 1, 4), serán reunidos como el único Pueblo de Dios, "la Esposa del
Cordero" (Ap 21, 9), "la Ciudad Santa que baja del Cielo de junto a Dios y tiene la gloria de
Dios" (Ap 21, 10-11); y "la muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los
nombres de los doce Apóstoles del Cordero" (Ap 21, 14).

36
VII - El misterio de la Iglesia

La palabra "Iglesia" significa "los convocados". Designa la asamblea de aquellos a quienes


convoca la palabra de Dios para formar el Pueblo de Dios y que, alimentados con el Cuerpo
de Cristo, se convierten ellos mismos en Cuerpo de Cristo. Son los llamados, los congregados,
de todos los pueblos del mundo en torno a Cristo.

Sin embargo, muchos piensan que es posible, e incluso preferible, relacionarse con Dios “sin
intermediarios”. Incluso ven a la Iglesia como un obstáculo. En ocasiones, los apartan de Ella
los escándalos que a veces protagonizan algunos de sus miembros.

La Iglesia está en la historia, pero al mismo tiempo la transciende. Solamente "con los ojos de
la fe" puede ver al mismo tiempo en esta realidad visible una realidad espiritual, portadora
de vida divina.

El acontecimiento cristiano, tanto para los que fueron contemporáneos de Jesús como para
nosotros, exige entrar en contacto con una realidad concreta, histórica, que se pueda
escuchar, ver, tocar; una realidad que irrumpe en nuestra vida como una ráfaga de aire
fresco y en la que se intuye que algo colma nuestras expectativas más hondas.

Cristo Jesús quiso seguir en la historia, accesible a todos de un modo real, con el rostro
concreto de la comunidad cristiana: la Iglesia. Dios, que nos creó para el amor, no quiso que
nos salvemos solos.

“Porque Cristo se comprometió de tal modo con nosotros los pecadores que no abandona
nunca a su Iglesia, incluso si lo traicionamos a diario. Esta unión inseparable de lo humano y
lo divino, de pecado y gracia, forma parte del misterio de la Iglesia.”

37
La Iglesia, a la vez visible y espiritual

"Cristo, el único Mediador, estableció en este mundo su Iglesia santa, comunidad de fe,
esperanza y amor, como un organismo visible. La mantiene aún sin cesar para comunicar por
medio de ella a todos la verdad y la gracia". La Iglesia es a la vez:

* «sociedad [...] dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo;


* el grupo visible y la comunidad espiritual;
* la Iglesia de la tierra y la Iglesia llena de bienes del cielo».

Estas dimensiones juntas constituyen "una realidad compleja, en la que están unidos el
elemento divino y el humano" (LG 8):

Es propio de la Iglesia «ser a la vez humana y divina, visible y dotada de elementos


invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin
embargo, peregrina. De modo que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo
divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura
que buscamos» (SC 2).

La Iglesia, misterio de la unión de los hombres con Dios

En la Iglesia esta comunión de los hombres con


Dios por "la caridad que no pasará jamás"(1 Co
13, 8) … «su estructura está totalmente
ordenada a la santidad de los miembros de
Cristo. Y la santidad se aprecia en función del
"gran misterio" en el que la Esposa (la Iglesia)
responde con el don del amor al don del Esposo
(Cristo)».

La Virgen María nos precede a todos en la


santidad, que es el misterio de la Iglesia, como
la "Esposa sin mancha ni arruga" (Ef 5, 27). Por
eso la dimensión mariana de la Iglesia precede
a su dimensión petrina". Volveremos mas
adelante sobre el papel de María en la Iglesia.

La Iglesia, sacramento universal de la salvación

La palabra griega mysterion ha sido traducida en latín por dos términos: mysterium y
sacramentum. En la interpretación posterior, el término sacramentum expresa mejor el signo
visible de la realidad oculta de la salvación, indicada por el término mysterium. En este
sentido, Cristo es Él mismo el Misterio de la salvación: "No hay otro misterio de Dios fuera de
Cristo"; dice san Agustín.

Los siete sacramentos son los signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo
distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo. La Iglesia
contiene, por tanto, y comunica la gracia invisible que ella significa. En este sentido analógico
ella es llamada "sacramento".

38
Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. La Iglesia es, en este mundo, el
sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los
hombres.

VIII - La Iglesia según el Concilio Vaticano II


PUEBLO DE DIOS, CUERPO DE CRISTO, TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO

I. La Iglesia, Pueblo de Dios

Dios nos llama a cada uno por nuestro nombre y toca a


cada uno también responder personalmente y libremente
a ese llamado. Pero al mismo tiempo Dios no nos convoca
en solitario, sino que nos llama junto con los demás, para
formar un Pueblo.

No se forma parte de este pueblo llamado a la santidad,


por el nacimiento biológico, como ocurría en el pueblo
judío, sino por la fe en Cristo y por el Bautismo; por eso la Iglesia convoca y recibe a personas
de toda raza, lengua, pueblo o nación (Ap 5,9).

El Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos
religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia:

— Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero Él ha


adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: "una raza elegida, un
sacerdocio real, una nación santa" (1 P 2, 9).

— Se llega a ser miembro de este cuerpo, como ya señalamos, no por el nacimiento físico,
sino por el "nacimiento de arriba", "del agua y del Espíritu" (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en
Cristo y el Bautismo.

39
— Este pueblo tiene por Cabeza a Jesús el Cristo [Ungido, Mesías]: porque la misma Unción,
el Espíritu Santo fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es "el Pueblo mesiánico".

— "La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos
corazones habita el Espíritu Santo como en un templo".

— "Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo mismo nos amó (cf. Jn 13,
34)". Esta es la ley "nueva" del Espíritu Santo (Rm 8,2; Ga 5, 25).

— Su misión es ser la sal de la tierra y la luz del mundo (cf. Mt 5, 13-16). "Es un germen muy
seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano".

— "Su destino es el Reino de Dios, que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser
extendido hasta que él mismo lo lleve también a su perfección".

II. La Iglesia, Cuerpo de Cristo

Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (cf. Mc. 1,16-20; 3, 13-19); les
reveló el Misterio del Reino; les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos.
Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: "Permaneced en
mí, como yo en vosotros [...] Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5). Anuncia
una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y
bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Jn 6, 56).

Cuando fueron privados los discípulos de su presencia visible, Jesús no los dejó huérfanos (cf.
Jn 14, 18). Les prometió quedarse con ellos hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28, 20), les
envió su Espíritu (cf. Jn 20, 22; Hch 2, 33).

La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación íntima entre
la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a Él: siempre está unificada en Él, en
su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia "cuerpo de Cristo" se han de resaltar más
específicamente: la unidad de todos los miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo
Cabeza del cuerpo; la Iglesia, Esposa de Cristo.

III. La Iglesia, Templo del Espíritu Santo

“Lo que nuestro espíritu, es decir, nuestra alma, es para


nuestros miembros, eso mismo es el Espíritu Santo para
los miembros de Cristo, para el Cuerpo de Cristo que es
la Iglesia"; dice san Agustín. "A este Espíritu de Cristo,
como a principio invisible, ha de atribuirse también el
que todas las partes del cuerpo estén íntimamente
unidas, tanto entre sí como con su excelsa Cabeza,
puesto que está todo él en la Cabeza, todo en el Cuerpo,
todo en cada uno de los miembros" (Papa Pío XII). El
Espíritu Santo hace de la Iglesia "el Templo del Dios
vivo" (2 Co 6, 16; cf. 1 Co 3, 16-17; Ef 2,21):

El Espíritu Santo es "el principio de toda acción vital y


verdaderamente saludable en todas las partes del

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cuerpo" (Pío XII). Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el cuerpo en la
caridad (cf. Ef 4, 16): por la Palabra de Dios, "que tiene el poder de construir el edificio" (Hch
20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12, 13); por los
sacramentos que hacen crecer y curan a los miembros de Cristo; por "la gracia concedida a
los apóstoles" que "entre estos dones destaca", por las virtudes que hacen obrar según el
bien, y por las múltiples gracias especiales [llamadas "carismas"] mediante las cuales los
fieles quedan "preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que
contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia".

«Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido "por la unidad del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo" » cf. San Cipriano de Cartago)

IX - María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia


Conviene considerar ahora el lugar de la Santísima Virgen
María en el Misterio de la Iglesia. «Se la reconoce y se la
venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor [...]
más aún, "es verdaderamente la Madre de los miembros
(de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en
la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza" (LG
53; cf. San Agustín)"». "María [...], Madre de Cristo, Madre
de la Iglesia" (Pablo VI, Discurso a los padres conciliares al
concluir la tercera sesión del Concilio Ecuménico, 21 de
noviembre de 1964).

La maternidad de María respecto de la Iglesia

Totalmente unida a su Hijo...

El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva
directamente de ella. "Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se
manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte" (LG 57).
Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión:

«La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión


con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su
Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba amorosamente
su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima que Ella había engendrado.
Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas
palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26-27)» (LG 58).

Después de la Ascensión de su Hijo, María "estuvo presente en los comienzos de la Iglesia


con sus oraciones" (LG 69). Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, "María pedía con
sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra" (LG
59).

41
... también en su Asunción...

"Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original,


terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y
enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su
Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59; cf. Pío XII, Const.
apo. Munificentissimus Deus, 1 noviembre 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima
Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación
de la resurrección de los demás cristianos.

... ella es nuestra Madre en el orden de la gracia

Por su total adhesión a la voluntad


del Padre, a la obra redentora de su
Hijo, a toda moción del Espíritu
Santo, la Virgen María es para la
Iglesia el modelo de la fe y de la
caridad. Por eso es "miembro
supereminente y del todo singular
de la Iglesia" (LG 53), incluso
constituye "la figura" [typus] de la
Iglesia (LG 63).

Pero su papel con relación a la


Iglesia y a toda la humanidad va
aún más lejos. "Colaboró de
manera totalmente singular a la obra del Salvador por su obediencia, su fe, esperanza y
ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es
nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61).

"Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el


consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la
cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su asunción
a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su
múltiple intercesión los dones de la salvación eterna [...] Por eso la Santísima Virgen es
invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada,
Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (LG 62).

El culto a la Santísima Virgen

"Todas las generaciones me llamarán


bienaventurada" (Lc 1, 48): "La piedad de la Iglesia
hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco
del culto cristiano". La Santísima Virgen «es
honrada con razón por la Iglesia con un culto
especial. Y, en efecto, desde los tiempos más
antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el
título de "Madre de Dios", bajo cuya protección se
acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y
necesidades [...] Este culto [...] aunque del todo

42
singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo
mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente"; encuentra su
expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y en la oración mariana, como
el Santo Rosario, "síntesis de todo el Evangelio".

María icono escatológico de la Iglesia

Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino, no se


puede concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la
Iglesia en su misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de su marcha,
donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en comunión con
todos los santos", aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su
propia Madre.

"Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el
cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo”. (Credo del Pueblo
de Dios, 15).

X - La Liturgia
Razón de ser de la liturgia

En el Credo, la Iglesia confiesa el misterio de la


Santísima Trinidad y su "designio benevolente" (Ef 1,9)
sobre toda la creación: El Padre realiza el "misterio de
su voluntad" dando a su Hijo Amado y al Espíritu Santo
para la salvación del mundo y para la gloria de su
Nombre. Tal es el Misterio de Cristo (cf Ef 3,4),
revelado y realizado en la historia según un plan, una
"disposición" sabiamente ordenada que san Pablo
llama "la Economía del Misterio" (Ef 3,9) y que la
tradición patrística llamará "la Economía del Verbo
encarnado" o "la Economía de la salvación". (Catic
1066)

«Cristo el Señor realizó esta obra de la redención


humana y de la perfecta glorificación de Dios,
preparada por las maravillas que Dios hizo en el pueblo de la Antigua Alianza, principalmente
por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, de su resurrección de entre los muertos
y de su gloriosa ascensión. Por este misterio, "con su muerte destruyó nuestra muerte y con
su resurrección restauró nuestra vida". Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el
sacramento admirable de toda la Iglesia». Por eso, en la liturgia, la Iglesia celebra
principalmente el misterio pascual por el que Cristo realizó la obra de nuestra salvación.
(Catic 1067)

43
Es el Misterio de Cristo lo que la Iglesia
anuncia y celebra en su liturgia a fin de que
los fieles vivan de él y den testimonio del
mismo en el mundo:

«En efecto, la liturgia, por medio de la cual


"se ejerce la obra de nuestra redención",
sobre todo en el divino sacrificio de la
Eucaristía, contribuye mucho a que los
fieles, en su vida, expresen y manifiesten a
los demás el misterio de Cristo y la
naturaleza genuina de la verdadera
Iglesia» (SC 2). (Catic 1068)

Significado y definición de “LITURGIA”

La palabra liturgia es de uso reciente en la Iglesia. Antiguamente se hablaba sólo de


culto divino, sacramentos o misterios. Liturgia proviene de dos palabras griegas, que
significan “público” y “trabajo”, o sea, trabajo público. Se realiza no en forma personal ni
para beneficio propio, sino en bien de la comunidad. Como toda realidad viva es casi
indefinible, pero trataremos de darle alguna explicación.

• Liturgia es el conjunto de signos y símbolos con los que la Iglesia rinde culto a Dios y
se santifica.
• La definimos: La Liturgia es el culto santificante de la Iglesia. (Lo explicaremos luego)

ESPIRITUALIDAD LITÚRGICA

La espiritualidad puede entenderse de dos maneras: como ciencia y como vida. Como
Ciencia, la espiritualidad “es la parte de la Teología que estudia en qué consiste la unión del
hombre con Dios y los medios para lograrla mejor”. Como vida, “es la actitud de la persona
que busca progresar lo más posible en la unión con Dios”.

Así llegamos a la conclusión que, a nivel teórico, “la espiritualidad es el estudio de cómo
progresar en el amor a Dios y al prójimo” y, a nivel práctico, “es la vivencia del amor que
busca siempre crecer”.

La unión con Dios, el amor, la perfección o la santidad no son conquista nuestra, sino obra de
Dios en nosotros. Claro que se necesita de nuestra colaboración, porque Dios nos transforma
si nosotros nos dejamos transformar, si nos abrimos a Él. Nuestra acción debe disponernos,
abrirnos a la acción de Dios en nosotros, que somos seres libres a quienes Dios no fuerza.

Existen varias espiritualidades, pero todas persiguen el mismo fin: estudiar y realizar la unión
del hombre con Dios, por ejemplo: monacal, laical, franciscana, murialdina, misionera, etc. Si
la finalidad es la misma, lo único que varía son los medios para lograrla.

¿Qué caracteriza a la espiritualidad litúrgica?

La espiritualidad Litúrgica es la espiritualidad de la Iglesia. Cada una de las otras


espiritualidades centra su atención en un aspecto particular del Misterio de Cristo. La

44
espiritualidad litúrgica abarca la totalidad del misterio cristiano. La Iglesia expresa y vive su
espiritualidad en la Liturgia. La espiritualidad litúrgica se caracteriza por estar plenamente
centrada en la oración y celebración de la Iglesia y, además, porque la mentalidad litúrgica
impregna y regula los demás medios empleados para llegar a Dios.

Dice el catecismo en el numeral 1136: La Liturgia es "acción" del "Cristo total" (Christus
totus). Los que desde ahora la celebran participan ya, más allá de los signos, de la liturgia
del cielo, donde la celebración es enteramente comunión y fiesta.

Características de la espiritualidad litúrgica

Una espiritualidad no puede limitarse a algunos momentos, como serían los actos litúrgicos,
sino que es un modo de vivir, el modo de concebir a Dios y caminar hacia Él. Por tanto, las
características que vamos a señalar se aprenden en la Liturgia y se transforman en un modo
de ser y de actuar:

1. La espiritualidad litúrgica es eclesial o comunitaria. Eclesial o


comunitaria significa que valora y vive el espíritu de caridad; que la persona se
interesa por los demás; que se siente a sí misma y siente a los otros como parte del
mismo cuerpo que es la Iglesia.

2. Teocéntrica y cristocéntrica. La oración de la Iglesia está impregnada


del sentido de Dios y de la mediación de Cristo. Todo en la Liturgia va al Padre por
Cristo en el Espíritu Santo. La gran mayoría de las oraciones van dirigidas a Dios
Padre, siguiendo el axioma litúrgico: que la oración se dirija siempre al Padre.

3. Bíblica. La Liturgia, no sólo emplea abundantemente las Sagradas


Escrituras, sino que incluso los textos no bíblicos encierran una mentalidad bíblica.
Lectura, cantos, etc. todo se sumerge en la Palabra de Dios.

Lo que da valor a esta espiritualidad es poder obrar la caridad en la verdad. La Iglesia en su


oración es la mejor guía para vivir la verdad, y la celebración de la Iglesia está impregnada
de caridad, de modo que quien vive en su verdadero espíritu, crece en La caridad. La
espiritualidad litúrgica para ser verdaderamente buena debe pasar de la teoría a la práctica,
es decir: debe vivirse.

Vive la Liturgia quien está impregnado de profundo sentido de comunión eclesial; quien
participa de ella con sentido comunitario, no quien simplemente reza bien los ritos. La vive
quien, al escuchar la Palabra de Dios proclamada y hacer
suyas las oraciones compuestas por la Iglesia, se deja
embeber profundamente del sentido de Dios. La vive
quien, dentro y fuera de las celebraciones, se esfuerza
por tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús.

Viviendo así, experimentamos la riqueza de ser


miembros de la Iglesia y entramos de lleno y con
seguridad en lo que Dios espera de nosotros: que
seamos hijos en el Hijo.

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SIGNOS Y SÍMBOLOS

La Liturgia se traba en el lenguaje armonioso de signos y símbolos, que


pueden ser personas, palabras, cosas… No solo la palabra, sea de Dios
o de los hombres, es lenguaje. En la Liturgia hay otros modos de
expresarse: un buen edificio de culto es una “buena palabra”. Una
imagen bella será un lenguaje bello y expresivo-comunicativo. El buen
silencio, más de una vez, “grita”. La expresión corporal “nos hablará”
de alegrías y penas, manifestando a Cristo-cabeza y a la Iglesia, en sus
gozos y dolor.

Los humanos somos seres compuestos por cuerpo y espíritu, de


elementos externos y elementos internos. Por consiguiente, nuestra
actividad litúrgica también ha de ser externa e interna. Empleamos
signos, palabras, gestos y diversas acciones como expresión de
actitudes interiores. La concurrencia entre lo externo con lo espiritual
ayuda a captar mejor la realidad y a enriquecer la vivencia. Un mismo gesto o una misma
palabra pueden significar realidades y sentidos distintos. Pero no solo palabras. También
usamos signos y símbolos.

Signo y símbolo son dos realidades distintas.

SIGNO: El signo es una señal sensible que nos trae a la mente otra definida, clara y
comprensible, tal como ocurre con las señales de tránsito.

Hay signos naturales y signos convencionales.

1. Los signos naturales: llevan su significado en lo que son. Por ejemplo: el humo que
indica fuego, la sonrisa que expresa alegría.

2. Los signos convencionales: significan lo que las personas hemos convenido que
signifiquen. Ejemplo: las señales de auxilio, las palabras tanto orales como escritas,
también son signos convencionales.

SÍMBOLO: El símbolo es un elemento sensible que hace presente una realidad de


otro orden, más allá de lo que la razón alcanza a dominar. Están compuestos por
elementos como el agua, la luz, el fuego, la ceniza, el ramo, la sal y el incienso y
por gestos como imposición de manos, unciones y procesiones.

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El motivo por el cual la realidad simbolizada no es percibida con precisión por la razón, es
que esa realidad afecta a lo más profundo y significativo de nuestra persona o a algo
trascendente; y lo más significativo, profundo y/o trascendente escapa a nuestro raciocinio.
Esas realidades son sentidas, experimentadas, vividas, pero no razonadas.

Al no estar situado en el plano ordinario de la razón, el símbolo no emplea el lenguaje


corriente, sino un lenguaje figurado: el lenguaje simbólico.

Signo y símbolo se complementan, uniendo el mundo de la razón con el de los sentimientos.

Riqueza del símbolo

El símbolo nos hace presentes realidades que no alcanzamos a razonar, pero que intuimos o
expresamos. El mundo del misterio es mucho más amplio de lo que podemos dominar con la
razón. Quien no emplea símbolos se ve empobrecido en su capacidad de comunicación.

En el campo de la fe y de la religión, su importancia es trascendental, ya que limitarse a lo


racional es desconocer lo sobrenatural. Alguien escribió una vez: "la belleza del mundo es
casi la única vía para el hombre actual de llegar a una creencia en Dios".

Los símbolos son un lenguaje. La finalidad del lenguaje es comunicarse. Todo el lenguaje es
comunitario: no existe para uno solo, sino para las relaciones entre muchos. Los símbolos
responden a algo que siente una comunidad. Los símbolos se heredan. Nacen
espontáneamente en una comunidad y la gente se acostumbra a ellos, las personas nuevas
que se integran en esa comunidad sintonizan ese lenguaje gestual y lo utilizan. La gente usa
lo símbolos sin pensar siquiera que lo está haciendo, simplemente los vive. Es un lenguaje
más intuitivo y más afectivo, más poético. Nos introducen en el Misterio, nos hacen
experimentarlo.

Todos los pueblos poseen símbolos relacionados con lo más significativo de la vida:
nacimiento, matrimonio, muerte, etc.

Todos los símbolos tienen su historia: nacen, viven, se modifican, mueren, son reemplazados
por otros. No es fácil crear símbolos nuevos. Signos, sí, porque no dificulta ponerse de
acuerdo en el significado de algo, como una señal de tránsito. Pero con los símbolos no
sucede lo mismo, pues ellos expresan el sentir profundo del pueblo.

Símbolos en la Liturgia

Puesto que el símbolo es el lenguaje


propio de las experiencias profundas
y de lo trascendente, la Liturgia
necesita de los símbolos. Sin ellos no
se podría experimentar ni vivir los
más profundo, la vivencia quedaría
en lo superficial.

Cuando en la Liturgia se quiere


explicar o razonar todo, se pierde la

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mayor riqueza: la profundidad, la celebración se queda en lo superficial. Hay que permitir
que el símbolo se exprese por sí mismo. Si se explica se perjudica la vivencia litúrgica.

Por eso si bien es necesario entender la Liturgia no se debe pretender racionalizarla o


dominarla intelectualmente, puesto que su fondo es sobrenatural. Se explican ciertos
elementos, ciertos significados naturales, el modo como se ha estructurado, su historia, etc.;
y se señala su ámbito propio, el ámbito del misterio, así como las disposiciones adecuadas
para sintetizar con él. Nunca se podrá explicar racionalmente la presencia de Dios en la
comunidad que celebra, ni el modo cómo el Misterio se hace presente.

Las explicaciones en Liturgia buscan iniciar en el Misterio más que instruir. Estas
explicaciones deben hacerse antes o después de la Celebración, pero jamás durante la
Celebración. Durante la misma caben algunas explicaciones muy breves y discretas para
hacer vivir a toda la asamblea al unísono (comunitariamente) lo que se está realizando, hacer
vivir la celebración con toda el alma.

Elementos naturales empleados en la Liturgia

Todo lo creado es Epifanía o manifestación del Señor de


alguna manera. La Iglesia en su Liturgia muestra el sentido de
misterio que envuelve a toda la creación; en los elementos
naturales ve el reflejo de Dios y a través de los mismos expresa
su actitud ante las tres Personas de la Santísima Trinidad.

Luz: La luz es uno de los elementos simbólicos más


importantes en el ámbito religioso. Expresa la realidad de las
cosas, que son como recreadas al pasar de la oscuridad a la luz.
Simboliza al mismo Cristo y a la luz. La Liturgia emplea
constantemente la luz: Cirio Pascual, las velas, otras lámparas
como la del Sagrario, etc.

Fuego: El fuego habla de lo que consume (sacrificio), del calor que saca la pesadez
(acción del Espíritu Santo) y se relaciona con la luz.

Agua: Simboliza ante todo la fecundidad y la limpieza. La Liturgia la emplea en el


Bautismo, en la Eucaristía, en el oficio de los difuntos, en bendiciones y en aspersiones.

Incienso: Es una resina que al caer sobre el fuego (ascuas) despide olor agradable y
humo. Se emplea en Misas solemnes incensando el Altar, las ofrendas, el Santísimo, a los
ministros, a la asamblea, a algunas imágenes religiosas, el Cirio Pascual, los cuerpos de los
difuntos, la cruz. Es signo de honor y de oración que se eleva a Dios. Significa la adoración
debida a Dios, la oración que se eleva y la Gracia que Dios da al alma, cuyo símbolo es el olor
agradable que invade el Templo.

Ceniza: Es signo de la caducidad de las cosas y por lo


mismo, invitación a la penitencia. Recuerda lo que queda de la
quema. Se usa el Miércoles de ceniza al principio de la
Cuaresma. Se hace quemando las ramas de olivo bendecidas el
año anterior.

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Ramos: Expresan alegría y triunfo, vida y resurrección Se bendicen el domingo de
Ramos.

Sal: Sazona los alimentos y los conserva. De ahí que se la considere expresión de
hospitalidad y recibimiento y sobre todo de fidelidad. Por eso se emplea al pactar las
alianzas.

Ahora bien… ¿Y la Eucaristía?

En la Santa Misa, ofrecemos el pan y el vino. En principio, el pan simboliza lo cotidiano, el


trabajo de cada día, una dimensión horizontal. El vino, evoca o simboliza lo divino, una
dimensión vertical. También evoca lo festivo de la vida. Pero hay una diferencia fundamental
comparando estos símbolos con otros. Cuando el Sacerdote impone las manos sobre estas
ofrendas y repite con Cristo, las mismas Palabras de Cristo en la última cena, se produce el
milagro de la transubstanciación. El pan se transforma en el Cuerpo de Cristo y el vino se
transforma en la Sangre derramada por Jesucristo. Aquellas especies del pan y el vino con
toda su simbología, ahora son verdaderamente, el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Jesucristo. Es la presencia real de Jesucristo entre nosotros, escondido bajo la apariencia de
las especies del pan y el vino.

XI - La Liturgia, culto santificante de la Iglesia


Esta es la otra manera de definir a la Liturgia: “La Liturgia es el culto santificante de la
Iglesia” (nos referimos al culto auténtico, al bien practicado).

El culto

Culto es la actitud de respeto y veneración hacia una persona. La actitud de admiración hacia
una persona es un culto natural. A esa persona la sentimos superior, en el aspecto que sea, y
eso que sentimos lo expresamos con palabras, con gestos, con actitudes. La actitud interna

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se expresa corporalmente. Generalmente a esta actitud no se la llama culto, pero nos sirve
para aclarar su significado.

Culto: es el reconocimiento y la manifestación de aprecio y


respeto ante un ser superior.

Si el motivo de tal veneración es religioso, tenemos el culto religioso. Ese culto si se dirige al
Ser Supremo (Dios), se llama culto de adoración (latría). Si lo dirigimos a los santos se llama
culto de veneración (dulía). Si lo dirigimos a la Virgen María, por ser la más santa entre los
santos se le debe un culto de veneración especial llamado hiperdulía y a San José, en cuanto
padre adoptivo de Dios se le debe el culto de protodulía.

A Dios lo adoramos
A la Virgen y a los santos los veneramos

Cuando el culto de latría o dulía lo manifestamos no a Dios o los santos o a la Virgen sino a
algo relacionado con ellos (como imágenes, la cruz, estatuas de santos), el culto no es
absoluto, sino relativo, pues no se dirige a los objetos sino a las personas que esos objetos
nos recuerdan (como darle un beso a una foto de un ser querido).

Santificante

El culto auténtico, que es expresión


de amor, me identifica con Dios, me
hace similar a Él (uno se identifica
con la persona a quien ama), es
decir me Santifica, me hace santo
por el parecido con Dios: el culto es
santificante.

Al ser Dios el Sumo Bien nos


produce alegría estar en su
Presencia. Si, por el contrario, nos
produce temor es porque nuestra
conciencia nos acusa o porque
tenemos una idea deformada de Él.
A sí mismo, cumplir con un deber
religioso por temor o por otro
motivo ajeno, que no sea el mismo
Dios (como ir a Misa para ver a
alguien), no es culto auténtico. Es
pura exterioridad.

“Para los que creen en el Dios que se revela en Jesucristo, el culto no es un


problema, sino un privilegio, ya que permite al hombre participar en el
gozo, la paz y en el amor de Dios. Es el mismo Dios quien reúne a su pueblo
en la adoración, es Él quien inspira su respuesta.”

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De la Iglesia

Existen dos formas de practicar el culto o la oración (que es la expresión del culto): la privada
y la litúrgica.

La oración es privada cuando la persona


ora por su cuenta, no en la forma
establecida por la Iglesia, es decir, con sus
palabras o con fórmulas; ya lo haga sola o
con un grupo. Si está bien hecha es buena.
“La oración es trato de amistad con Dios,
estando a menudo a solas con quien
sabemos que nos ama.” (Santa Teresa).

Hay un modo de orar o de rendir culto a


Dios establecido por la Iglesia: el culto
litúrgico o la oración litúrgica.

Si la oración privada es buena, la litúrgica es, de por sí, mejor. La litúrgica es correcta porque
ofrece mayor seguridad de expresar lo correcto y de llevar en sí el espíritu eclesial. Si es de la
Iglesia, el culto es eclesial. La Liturgia es culto eclesial en dos sentidos:

1. Es establecido y regulado por la Iglesia: Al ser establecido por la Iglesia, tenemos la


garantía de que es doctrinalmente seguro. La oración de la Iglesia reproduce lo que la
Iglesia conoce de Dios.

2. Se caracteriza por el espíritu comunitario o eclesial: Eclesial significa con espíritu de


Iglesia, espíritu de comunidad. Esto es fundamental porque espíritu de comunidad es
espíritu de caridad.

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XII - La Liturgia como fuente y culmen
Según el Concilio Vaticano II, en la Constitución Sacrosanctum Concilium, no existe nada
más valioso que la Liturgia para que asimilemos y vivamos el misterio de Cristo y lo que es la
Iglesia. Es decir, que nada nos ayuda tanto como la Liturgia a progresar en hacernos
semejantes a Cristo. (SC 2)

La Liturgia celebra la perfecta glorificación del Padre que Cristo realizó con su Misterio
Pascual. (SC 6). Cristo está de un modo particular e intenso en la Liturgia (SC 7) para la
glorificación de Dios y santificación de los hombres. De modo que la Liturgia no es
fundamentalmente obra de la Iglesia sino del mismo Cristo, y junto con Él está la Iglesia. Por
eso la Liturgia es tan excelente.

La Iglesia no sólo se dedica a la Liturgia, también están el apostolado, la conversión, la


predicación del Evangelio, las obras de caridad, etc. Sin embargo, la Liturgia nos fortalece
para hacer todo esto y nos impulsa a hacerlo.

“La Liturgia es la cumbre a la cual tiende toda la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la
fuente de donde emana su fuerza” (SC 10).

La liturgia es cumbre, es decir lo más elevado, porque en ella se vive con mayor intensidad el
amor a Dios y al prójimo, o sea la caridad. La Liturgia está llena de alabanza a Dios y la
alabanza sincera y gozosa es amor. Cuando toda la comunidad se une en alabanza, ésta se
incrementa. La auténtica celebración litúrgica es también ejercicio de caridad fraterna.

VALIDEZ DE LOS EJERCICOS DE PIEDAD

La Liturgia es la cumbre, pero los demás ejercicios de piedad (meditación, rezo del rosario,
mes de María, devoción de los santos, Ángelus, etc.), los no litúrgicos, son muy buenos,
sobre todos aquellos que han recomendado la Santa Sede y los Obispos. (SC 13).

El concilio no dice que todos los ejercicios deben


ser litúrgicos, pero afirma que todos deben ir en
armonía con la Liturgia. (SC 13). Para ello hay que ir
viviendo los tiempos litúrgicos y las demás
celebraciones, así nos vamos empapando del
espíritu eclesial. La Liturgia nos proporciona una
espiritualidad sólida.

Si en los ejercicios no litúrgicos existe la verdad o


corrección doctrinal respecto de Dios y de nosotros
mismos, y si se hacen con espíritu eclesial o de
caridad, esos ejercicios tienen valor semejante al
de la Liturgia. La Liturgia es una espiritualidad en
acto, es una acción, es el modo como la Iglesia nos
introduce en la unión con Dios y entre nosotros mismos.

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XIII - El Sacerdocio cristiano
Comencemos primero acercándonos al significado de la palabra “sacerdote”, que no es
privativa del cristianismo, ya que el sacerdocio ha existido en las religiones desde tiempos
inmemoriales.

Sacerdote, es la persona que tiene la capacidad de llegar


a Dios para ofrecerle sacrificios y para interceder por sí
mismo y por otros.

Cristo es el único sacerdote por naturaleza. Es sacerdote en cuanto Hombre, no en cuanto


Dios. Porque como Hombre es perfecto, no tiene pecados, por eso es plenamente agradable
a Dios.

Todo otro sacrificio es participación del sacerdocio de Cristo. Cristo comunica su sacerdocio
en dos formas, o, dicho de otra forma, existen dos clases de sacerdocio cristiano: el
sacerdocio común o regio y el sacerdocio ministerial o jerárquico.

Sacerdocio común de los fieles

El sacerdocio común es una semejanza


con Cristo que hace a la persona capaz
de llegar a Dios para ofrecerle
sacrificios y para interceder o mediar.

Esa semejanza con Cristo se adquiere


por la gracia o amistad con Dios, que
coincide con la incorporación a la
Iglesia en el Bautismo. A este
sacerdocio se lo llama también
sacerdocio bautismal.

Muchas personas no conocen bien a Cristo ni a la Iglesia, sin embargo, son amigos de Dios
porque siguen con rectitud lo que les dicta su conciencia. A ellos a veces se los llama
cristianos anónimos. Estas personas rectas también poseen la capacidad de llegar a Dios,
también son sacerdotes con este sacerdocio común, porque en su infinita Misericordia, Dios
salva a toda la humanidad.

Sacerdocio ministerial u ordenado

El sacerdocio ministerial es una semejanza con Cristo, adquirida


por el Sacramento del Orden Sagrado, que hace a la persona capaz
de llegar a Dios para ofrecerle sacrificios y para mediar en nombre
de Cristo y de la Iglesia. El presbítero, en la Persona de Cristo,
ofrece el sacrificio y preside la asamblea.

53
Ambos sacerdocios son iguales en su
semejanza con Cristo y en la capacidad de
llegar a Dios para ofrecer sacrificios y para
mediar. Pero entre ellos se dan diferencias:

El sacerdocio ministerial se adquiere por el


Sacramento del Orden. A diferencia del
Sacramento del Bautismo y del sacerdocio
común, que puede ser suplido por la
rectitud de conciencia en quienes no
conocen a Cristo ni a su Iglesia, el
Sacramento del Orden no puede ser
suplido por el deseo o la rectitud de
intención.

El sacerdocio ministerial “actúa en nombre de Cristo y la Iglesia”, es decir, este sacerdocio


afecta a la persona en cuanto su función. Por eso sus actos son válidos, aunque él mismo sea
indigno.
El sacerdocio común afecta tan radicalmente a la persona, es decir a toda la persona en
cuanto a su ser, que no es concebible que uno pueda llegar a Dios para ofrecer o mediar no
estando en gracia, o sea, estando en pecado grave. En cambio, el sacerdote ministerial
realiza actos válidos, aunque él personalmente esté en pecado grave, porque no actúa por sí
mismo, sino en nombre de otro. El presbítero, aunque no esté en gracia, administra en forma
válida los sacramentos, pero su misma misión le está pidiendo el amor verdadero a Dios y a
quien sirve: la comunidad.

DIGNIDAD SACERDOTAL

Al penetrar mejor el sentido de Iglesia, en la


cual todos somos miembros activos y
responsables, se revaloriza el carácter
sacerdotal de todos los fieles. (1 Pe 2, 5.9).
Nosotros somos sacerdotes para siempre por
el Bautismo. Este es el sentido escatológico
del sacerdocio regio (escatológico: del fin, la
esperanza en el Reino de los Cielos). (Ap 1, 5-
6; Ap 5, 6-10; Ap 20, 6). Este sacerdocio
durará para siempre.

Del sacerdocio de todos los fieles se


desprende que éstos tienen el derecho y el deber de participar activamente en la Liturgia.

Al sacerdote ministerial, por ser representante de Cristo, le corresponde en forma exclusiva


el presidir y el realizar algunos actos, como consagrar y las fórmulas centrales de los demás
Sacramentos. Pero en el conjunto de la Misa y de las otras celebraciones todos los
componentes de la asamblea deben ser miembros activos. Nadie debe considerarse
asistente pasivo que presencian lo que hace el Presbítero y los otros ministros. Las
celebraciones no son para la asamblea, sino de la asamblea. La asamblea ofrece, alaba,
suplica, canta, etc.

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Los presbíteros poseen también el sacerdocio común pero además asumen el ministerio
para servir (ministerio = servicio), y renuncian a muchos valores humanos para entregarse a
servir. Servicio es caridad y caridad es el único valor definitivo.

XIV – Introducción a los Sacramentos

Jesucristo, en su amor infinito a los hombres, instituyó los siete sacramentos, por medio de
los cuales llegan hasta nosotros los bienes de la redención.

Los Sacramentos son eficaces en sí mismos, porque en ellos actúa directamente Cristo. En
cuanto signos externos también tiene una finalidad pedagógica: alimenta, fortalecen y
expresan la fe.

Cuanto mejor es la disposición de la persona que recibe los sacramentos, más abundantes
son los frutos de la gracia.

Pecado, Gracia y Sacramentos

Cristo, después de su Resurrección envió a sus Apóstoles a predicar "en su nombre la


conversión para perdón de los pecados a todas las naciones" (Lc 24, 47). Este "ministerio de
la reconciliación" (2 Co 5, 18), no lo cumplieron los Apóstoles y sus sucesores anunciando
solamente a los hombres el perdón de Dios merecido para nosotros por Cristo y llamándoles
a la conversión y a la fe, sino comunicándoles también la remisión de los pecados por el
Bautismo y reconciliándolos con Dios y con la Iglesia gracias al poder de las llaves recibido de
Cristo:

La Iglesia «ha recibido las llaves del Reino de los cielos, a fin de que se realice en ella
la remisión de los pecados por la sangre de Cristo y la acción del Espíritu Santo. En
esta Iglesia es donde revive el alma, que estaba muerta por los pecados, a fin de vivir
con Cristo, cuya gracia nos ha salvado» (San Agustín, Sermo 214, 11).

No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. "No hay nadie,
tan perverso y tan culpable que, si verdaderamente está arrepentido de sus pecados, no
pueda contar con la esperanza cierta de perdón" (Catecismo Romano, 1, 11, 5). Cristo, que ha

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muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas
del perdón a cualquiera que vuelva del pecado (cf. Mt 18, 21-22).

¿Qué es el pecado?

El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta
oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en
primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta
relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y
oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia.

La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a
la luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede
reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un
defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria
de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre
el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas
creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente.

Aunque propio de cada uno, el pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un
carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero la
naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas
naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al
pecado (esta inclinación al mal es llamada "concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la
gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias
para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al
combate espiritual.

El Pecado es toda acción u omisión voluntaria contra la ley de Dios, que consiste en decir,
hacer, pensar o desear algo contra los mandamientos de la Ley de Dios o de la Iglesia, o faltar
al cumplimiento del propio deber y a las obligaciones particulares.

¿Qué es la Gracia?

Según el Catecismo de la Iglesia 1996-2005: "La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios
nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cf Jn 1,12-18), hijos adoptivos
(cf Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (cf 2 P 1, 3-4), de la vida eterna (cf Jn 17,
3).”

Al hablar de gracia se hace una distinción:

a) Gracia Santificante: Es una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma


para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor. Y esta la recibimos en el
Bautismo y cuando la perdemos por el pecado mortal la recuperamos en el Sacramento
de la Confesión.

b) Gracia Actual: Son las intervenciones de Dios en nuestras vidas para ayudarnos a la
conversión y al crecimiento en santidad. Es decir, son aquellas gracias que Dios derrama
en momentos específicos de nuestras vidas en los que recibimos una luz nueva sobre la
vida de Dios y la vida en Dios, o en un momento de tentación para poderla soportar y

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vencer, o las gracias que se nos dan en un momento de sufrimiento o prueba que nos
ayudan a tener la fortaleza necesaria para soportarlo. Estas gracias son auxilios
momentáneos de parte de Dios para ayudarnos en nuestro diario vivir.

La gracia aumenta a medida que permitimos al Espíritu Santo actuar por la participación en
los sacramentos, la oración y la vida virtuosa - todo por los méritos de Cristo. La gracia nos
asemeja a la vida de Cristo: sus virtudes, forma de pensar y actuar.

En conclusión, los Sacramentos están vinculados con la Gracia, pues a través de ellos Cristo
nos devuelve la Gracia, o sea, interviene con su acción para devolver la santidad a nuestra
alma y perdonar los pecados, fortaleciéndonos para hacer frente en lo cotidiano a esa herida
que tenemos a consecuencia del pecado original.

Profundicemos ahora en los Sacramentos.

¿Qué son los sacramentos?

La palabra latina sacramentum significa etimológicamente algo que santifica (res sacrans), y
equivale en griego a la voz misterio (mysterion: cosa sacra, oculta o secreta).

Del significado nominal se ve claro que el sentido de la palabra es muy amplio: significa
cualquier cosa sagrada o religiosa. En este sentido amplio, por ejemplo, toda la Creación es
un sacramento, es decir, un signo en cierto sentido sagrado, por ser un modo visible en que
se manifiesta la realidad del Dios invisible.
También, mirando el Antiguo Testamento, vemos que Dios quiso asociar algunas realidades
que representaban anticipadamente las del Nuevo Testamento, por ejemplo: el Cordero
Pascual, signo de Cristo; el Arca de la Alianza, símbolo de la Iglesia y de María; el maná, de la
Eucaristía, el paso del Mar Rojo, símbolo del Bautismo, etc.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas realidades difieren esencialmente de
Los Sacramentos de la Nueva Ley, porque no producían la gracia, sino sólo eran figura de la
que había de venir por la Pasión de Cristo.

Ya sabemos que la Redención del hombre la realizó Jesucristo, el Hijo de Dios con su Pasión,
muerte y resurrección. Allí Cristo abrió un canal de Gracia que permite al hombre volver a
vivir en amistad con Dios y además poder recibir el caudal de la participación en la vida
divina haciéndonos verdaderos hijos de Dios.

Históricamente estos hechos ocurrieron hace 2000 años. ¿De qué manera nos llegan
entonces esas gracias a nosotros? Tras la resurrección, Cristo prometió su presencia todos
los días hasta el fin del mundo. Esa promesa implica su acción directa para todos aquellos
que acepten su salvación. Para distribuir esa Gracia, fundó su Iglesia y dio poder a sus
Apóstoles y sucesores de ser los administradores de esta Gracia a través especialmente de
los Sacramentos.

Bajo esta concepción de misterio, ha de afirmarse que el sacramento esencial es Cristo.


Cristo es el misterio personificado: su ser, sus palabras y sus obras son la manifestación
visible de lo invisible, la aparición de Dios oculto en la realidad de un hombre. Los
sacramentos como tales no serán sino la ampliación del ser y del obrar del misterio de
Cristo a través de los tiempos y del espacio. Ellos, los Sacramentos, manifiestan el Amor de

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Dios que está oculto y, como oculto, presente en el mundo. El Amor divino se actualiza a
través de ellos.

El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece la siguiente definición de los Sacramentos:

“Los Sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y


confiados a la Iglesia, por los cuales nos es dispensada la vida divina” (n. 1131).

También se enseña que un Sacramento es “una cosa sensible que por institución divina tiene
la virtud, tanto de significar como de conferir la gracia santificante”.
Como vemos, la noción de sacramento incluye los siguientes elementos:

1) que es una ‘cosa sensible’, es decir, algo que el hombre es capaz de percibir por los
sentidos corporales (Por ej. el agua en el Bautismo, el pan y el vino en la Eucaristía, etc.);

2) esa cosa sensible es, además, ‘signo’ de otra realidad (la ‘gracia’ o ‘vida divina’);

3) que ha sido instituido por Jesucristo durante su vida terrena;

4) que tiene eficacia sobrenatural para producir la gracia en quien lo recibe. No sólo
significa la gracia, sino, sobre todo, la produce de hecho;

5) como los sacramentos han sido confiados a la Iglesia, se dice que ‘los sacramentos
son de la Iglesia’. Esto tiene un doble sentido: existen ‘por ella’ y ‘para ella’. Existen ‘por la
Iglesia’ porque Cristo actúa en ella gracias a la misión del Espíritu Santo. Y existen ‘para la
Iglesia’ porque ellos son ‘sacramentos que constituyen la Iglesia’.

Los siete Sacramentos

Los sacramentos son siete, a saber: Bautismo, Confirmación (o Crismación), Eucaristía (o


Comunión), Penitencia (o Reconciliación o Confesión), Unción de los enfermos, Orden
Sagrado (u Orden Sacerdotal), y Matrimonio (NO “casamiento”…).

Grupos sacramentales

En general los siete sacramentos se agrupan en tres:

• Sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo, Eucaristía y Confirmación.


• Sacramentos de sanación: Penitencia y Unción de los enfermos
• Sacramentos de servicio o al servicio de la comunidad: Matrimonio y Orden Sagrado

Institución de los sacramentos por Cristo

Cristo instituyó directa y personalmente todos los sacramentos. Él determinó tanto el signo
externo correspondiente como la gracia que de él se derivaría.

Aunque el Nuevo Testamento en ningún lugar los enumera juntos, sí habla de modo claro y
explícito de cada uno de ellos. Señalamos los principales textos:

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1. Bautismo: Mateo 28, 19; Marcos 16, 16; Juan 3, 5; Hechos 2, 41.
2. Confirmación: Hechos 8, 17; 19, 6.
3. Eucaristía: Mateo 26, 26; Marcos 14, 22; Lucas 22, 19; I Cor. 11, 24.
4. Penitencia: Mateo 18, 18; Juan 20, 23.
5. Unción de los enfermos: Marcos 6, 13; Sant. 5, 14-15.
6. Orden sacerdotal: I Tim. 4, 14; 5, 22; II Tim. 1, 6.
7. Matrimonio: Juan 2, 1-11, Mateo 19, 1-9; Efesios 5, 31-32.

Desde los primeros momentos, los Apóstoles bautizan a los que aceptan el Evangelio,
siguiendo el mandato del Señor, y confirman después a los bautizados. El Apóstol Santiago
habla de la Unción de los enfermos como de algo perfectamente sabido por todos,
recomendando y promulgando lo establecido por Jesucristo. El Matrimonio queda
santificado por la presencia del Señor en las bodas de Caná reafirmando Cristo mismo la
unidad e indisolubilidad de la primera institución

Ningún sacramento, pues, ha sido instituido por la Iglesia, ya que la autoridad eclesiástica
no tiene poder sobre la esencia de los sacramentos; sólo puede cambiar “aquello que, según
la variedad de las circunstancias, tiempos y lugares, juzgara que conviene más a la utilidad de
los que lo reciben o a la veneración de los mismos sacramentos” (Conc. de Trento, sesión XXI).

LA EFICACIA SACRAMENTAL

Ya mencionamos que los sacramentos son -por voluntad de Cristo- la continuación, hasta el
fin de los tiempos, de las mismas acciones salvadoras realizadas por el Señor durante su vida
terrena. De ahí que sean medios de santificación con la misma eficacia infalible que poseía la
Santísima Humanidad de Cristo: actúan comunicando siempre la gracia, cuando el rito se
realiza correctamente y el sujeto no pone un obstáculo.

Los sacramentos “son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo;


Él es quien bautiza, Él quien actúa en sus sacramentos con el fin de
comunicar la gracia que el sacramento significa”.

Sin embargo, los sacramentos no son la causa principal de la comunicación de la gracia, sino
que son causas instrumentales. Así, se dice que una es la acción del que obra (causa
principal, p.ej., el artista que pinta un cuadro), y otra la del instrumento con que obra (causa
instrumental, p.ej., el pincel del pintor). En los sacramentos, la causa principal es Dios, a
través de la Humanidad Santísima de Jesucristo; el sacramento es sólo instrumento a través
del cual Dios produce la gracia. Aunque no sean la causa principal, es sin embargo correcto
afirmar, como lo hicimos más arriba, que los sacramentos son signos eficaces de la gracia,
pues de un modo infalible la producen en el alma.

EFECTOS DE LOS SACRAMENTOS

Señala el Concilio Vaticano II que los sacramentos tienen la virtud de identificarnos con
Jesucristo por medio de la gracia que confieren: por ellos “somos incorporados a los
misterios de su vida, configurados con Él, muertos y resucitados, hasta que con Él reinemos”).

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Podemos afirmar que tres son los efectos que producen los sacramentos:

- la gracia santificante, que se infunde o se aumenta; (en todos)


- la gracia sacramental, específica de cada sacramento;
- el carácter, que es producido por tres sacramentos (Bautismo, Confirmación y
Orden sacerdotal).

Respecto a la “gracia sacramental”, para comprenderlo mejor, son las gracias específicas que
otorga cada sacramento y en general son distintas unos de otros. Por ejemplo, el sacramento
del Matrimonio otorga a los esposos las gracias necesarias para ser buenos y fieles esposos y
buenos padres. Estas gracias no las da el sacramento del orden, que otorga al Presbítero las
gracias inherentes a su misión específica que no es la misma que la de los esposos. Lo mismo
ocurre con cada sacramento. Obviamente, tal como ya adelantamos, la Gracias de Dios
opera en la persona contando con su disposición y libertad de aceptarla. La Gracia no se
impone a la naturaleza del hombre. Esto no significa que Dios sea impotente de operar en el
alma humana, sino que Dios actúa respetando la libertad del hombre.

¿Qué es el carácter sacramental?

El carácter sacramental es un sello espiritual que configura con Cristo al que lo recibe. Por
ello, se trata de un sello indeleble, es decir, permanente y, por tanto, el cristiano los recibe
una sola vez en la vida. Solo tres de los siete Sacramentos imprimen este carácter o sello
espiritual: El Bautismo, la Confirmación y el Orden Sacerdotal. Como veremos enseguida,
solamente en la celebración de estos tres sacramentos se usa el Santo Crisma.

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Los Oleos sacramentales

Se llaman óleos sagrados a los que se emplean para administrar algunos sacramentos. Son
tres: el santo crisma, el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos.

Los óleos sagrados se preparan con aceite vegetal, preferentemente de oliva, aunque puede
ser de otras plantas. Se confeccionan con aceite porque es un producto con propiedades de
gran significado bíblico, que expresan la unción del Espíritu para sanar, confortar, etc. El
santo crisma tiene además del aceite de oliva un bálsamo aromático.

Los óleos se emplean en los sacramentos habiendo sido recientemente consagrados o


bendecidos por el obispo, de ordinario en la Misa crismal del Jueves Santo anterior. Sólo en
caso de necesidad, el óleo de los enfermos puede ser bendecido por cualquier presbítero,
pero dentro de la ceremonia.

El párroco debe obtener los óleos sagrados del propio obispo y guardarlos con diligencia en
lugar decoroso, generalmente se guardan en el mismo Sagrario, pero no necesariamente.
Está permitido a todo sacerdote llevar consigo el óleo bendito, de manera que en caso de
necesidad pueda administrar el sacramento de la unción de los enfermos.

• Óleo de los catecúmenos: se utiliza en el Sacramento del Bautismo.


• Óleo de los enfermos: se utiliza en la Unción de los enfermos.
• Santo Crisma: Crisma significa ungido. Expresa cristificación o configuración con
Cristo. Se utiliza en el Bautismo, la Confirmación y el Orden Sagrado, y en la
dedicación de las iglesias.

61
Materia, forma ministro y sujeto de los Sacramentos

Todos tienen una materia y una forma, pues en todos hay algún objeto o gesto exterior y en
todos hay unas palabras. En todo sacramento hay un ministro que lo confiere. Debe ser el
ministro legítimo para que Cristo actúe por él.

SACRAMENTO MATERIA FORMA MINISTRO SUJETO


La persona
“Yo te bautizo en el Nombre que bautiza,
Persona sin
BAUTISMO Agua natural del Padre y del hijo y del Obispo, bautizar
Espíritu Santo.” Sacerdote,
Diácono.
La unción con
Obispo,
el Santo
“Recibe por esta señal el don (O Sacerdote Bautizado no
CONFIRMACIÓN Crisma. del Espíritu Santo.” confirmado.
delegado por
La imposición
el Obispo.)
de manos.
Sacerdote
Pecados “Yo te absuelvo de tus (En casos Todo bautizado
pecados en el Nombre del con conciencia
PENITENCIA veniales y/o Padre y del Hijo y del Espíritu
excepcionales de pecado
mortales Santo.” el Obispo o el venial o mortal.
Papa)
“Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo que
será entregado por ustedes.
Tomen y beban todos de el Todo bautizado
Pan de trigo y porque este es el cáliz de mi en gracia y
EUCARISTÍA Sangre, Sangre de la Alianza
Sacerdote debidamente
vino de la vid.
nueva y eterna que será preparado.
derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los
pecados. ”
“Por esta santa unción y por Bautizado
Oleo de los su bondadosa misericordia te llegado al uso
ayude el Señor con la gracia de razón en
UNCIÓN DE LOS enfermos.
del Espíritu Santo para que Sacerdote peligro de
ENFERMOS Unción con el libre de tus pecados te muerte por
óleo. conceda la salvación y te enfermedad o
conforte en tu enfermedad.” vejez.
“Te pedimos Padre
Todopoderoso que confieras a
Varón
este siervo tuyo la dignidad
bautizado y
ORDEN La imposición del presbiterado, renueva en
su corazón el espíritu de
Obispo confirmado que
SACERDOTAL de manos tome esta
santidad, reciba de Ti el
opción de vida.
sacerdocio y sea con su
conducta ejemplo de vida”
“Yo… te recibo a ti … como
Todo bautizado,
esposo/a y prometo serte fiel
varón y mujer,
en lo favorable y en lo
Los Los debidamente
MAATRIMONIO adverso, con salud o
preparados y
contrayentes enfermedad, y amarte y contrayentes
sin
respetarte todos los días de
impedimentos.
mi vida.”

62
Parte 2

La Obra del Espíritu


en la Iglesia

63
64
XV - Los Sacramentos de iniciación cristiana
Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la
Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la
naturaleza divina que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene
cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los
fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y
finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio
de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los
tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad" (Pablo VI).

El Bautismo
El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el
pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los
otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y
regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de
Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su
misión. (CatIC 1213)

Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del


carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar, en
griego, significa "sumergir", "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza
el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección
con El como "nueva criatura" (2 Co 5,17; Ga 6,15). (CatIC 1214)

Este sacramento es llamado también “baño de regeneración y de renovación del Espíritu


Santo” (Tt 3,5), porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual
"nadie puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,5). (CatIC 1215)

El Bautismo es el más bello y magnífico de los dones de Dios... lo llamamos don, gracia,
unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más
precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque, es
dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción,
porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz
resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello,
porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios (S. Gregorio Nacianceno, Or. 40,3-4).

¿Quién puede recibir el Bautismo?

Dice el Catecismo en el n°1246: "Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano, aún no
bautizado, y solo él".

¿Quién puede bautizar?

Son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también
el diácono. En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar si

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tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal trinitaria. La intención requerida
consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar.

La Confirmación
Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación
constituye el conjunto de los "sacramentos de la iniciación cristiana",
cuya unidad debe ser salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los
fieles que la recepción de este sacramento es necesaria para la
plenitud de la gracia bautismal. En efecto, a los bautizados "el
sacramento de la confirmación los une más íntimamente a la Iglesia y
los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta
forma se comprometen mucho más, como auténticos testigos de
Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras" (LG
11).

Los signos y el rito de la Confirmación (CatIC 1293-1324)

En el rito de este sacramento conviene considerar el signo de la unción y lo que la unción


designa e imprime: el sello espiritual o carácter sacramental del que hablamos más arriba.

La unción antes del Bautismo con el óleo de los catecúmenos significa purificación y
fortaleza; la unción de los enfermos expresa curación y el consuelo. La unción del santo
crisma después del Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación, es el signo de una
consagración. Por la Confirmación, los cristianos, es decir, los que son ungidos, participan
más plenamente en la misión de Jesucristo y en la plenitud del Espíritu Santo que éste posee,
a fin de que toda su vida desprenda "el buen olor de Cristo".

Por medio de esta unción, el confirmando recibe "la marca", el sello del Espíritu Santo. Cristo
mismo se declara marcado con el sello de su Padre (cf Jn 6,27). El cristiano también está
marcado con un sello. Este sello del Espíritu Santo, marca la pertenencia total a Cristo, la
puesta a su servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en
la gran prueba escatológica.

Vale recordar que el Santo Crisma que se usa en estos Sacramentos es consagrado por el
Obispo en la Misa Crismal del Jueves Santo.

La celebración de la Confirmación

Cuando la Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, como es el caso en el rito


romano, la liturgia del sacramento comienza con la renovación de las promesas del Bautismo
y la profesión de fe de los confirmandos. El obispo extiende las manos sobre todos los
confirmandos, gesto que, desde el tiempo de los apóstoles, es el signo del don del Espíritu.

Sigue el rito esencial del sacramento. "El sacramento de la confirmación es conferido por la
unción del santo crisma en la frente, hecha imponiendo la mano, y con estas palabras:
"Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo".

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Los efectos de la Confirmación

De la celebración se deduce que el efecto del sacramento es la efusión especial del Espíritu
Santo, como fue concedida en otro tiempo a los Apóstoles el día de Pentecostés.

Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal:

– nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abbá,
Padre" (Rm 8,15).;

– nos une más firmemente a Cristo;

– aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;

– hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (cf LG 11);

– nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe
mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar
valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz (cf DS 1319;
LG 11,12):

Recuerda, pues, que has recibido el signo espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el
Espíritu de consejo y de fortaleza, el Espíritu de conocimiento y de piedad, el Espíritu de temor
santo, y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo, Cristo Señor te ha
confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda del Espíritu (S. Ambrosio).

La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La


Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el "carácter",
que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu
revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (cf Lc 24,48-49).

El "carácter" perfecciona el sacerdocio común de los fieles, recibido en el Bautismo, y "el


confirmado recibe el poder de confesar la fe de Cristo públicamente" (S. Tomás de Aquino).

¿Quién puede recibir este sacramento?

Todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe recibir el sacramento de la Confirmación.


Puesto que Bautismo, Confirmación y Eucaristía forman una unidad, de ahí se sigue que "los
fieles tienen la obligación de recibir este sacramento en tiempo oportuno", porque sin la
Confirmación y la Eucaristía el sacramento del Bautismo es ciertamente válido y eficaz, pero
la iniciación cristiana queda incompleta.

Para recibir la Confirmación es preciso hallarse en estado de gracia. Conviene recurrir al


sacramento de la Penitencia para ser purificado en atención al don del Espíritu Santo. Hay
que prepararse con una oración más intensa para recibir con docilidad y disponibilidad la
fuerza y las gracias del Espíritu Santo (cf Hch 1,14).

Para la Confirmación, como para el Bautismo, conviene que los candidatos busquen la ayuda
espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el mismo que para el Bautismo
a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos.

67
El ministro de la Confirmación

Tal como ya vimos, el ministro ordinario de la Confirmación es el Obispo, aunque el Obispo


puede, en caso de necesidad, conceder a presbíteros la facultad de administrar el
sacramento de la Confirmación.

La Eucaristía
La Sagrada Eucaristía culmina la
iniciación cristiana. Los que han sido
elevados a la dignidad del sacerdocio real
por el Bautismo y configurados más
profundamente con Cristo por la
Confirmación, participan por medio de la
Eucaristía con toda la comunidad en el
sacrificio mismo del Señor.

"Nuestro Salvador, en la última Cena, la


noche en que fue entregado, instituyó el
sacrificio eucarístico de su cuerpo y su
sangre para perpetuar por los siglos,
hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial
de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor,
banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una
prenda de la gloria futura" (SC 47).

La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida eclesial

La Eucaristía es "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11). "Los demás sacramentos,
como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la
Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien
espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua".

En la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna
cuando Dios será todo en todos (cf 1 Co 15,28).

En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: "Nuestra manera de


pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de
pensar" (S. Ireneo).

El nombre de este sacramento

La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos nombres que se
le da. Cada uno de estos nombres evoca alguno de sus aspectos.

Veamos un resumen de estas maneas de llamar al Sacramento:

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Eucaristía porque es acción de gracias a Dios. Las
palabras "eucharistein" (Lc 22,19; 1 Co 11,24) y
"eulogein" (Mt 26,26; Mc 14,22) recuerdan las
bendiciones judías que proclaman -sobre todo
durante la comida- las obras de Dios: la creación, la
redención y la santificación.

Banquete del Señor porque se trata de la Cena que


el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete
de bodas del Cordero (cf Ap 19,9) en la Jerusalén celestial.

Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por Jesús cuando
bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (cf Mt 14,19; 15,36; Mc 8,6.19), sobre
todo en la última Cena (cf Mt 26,26; 1 Co 11,24). En este gesto los discípulos lo reconocerán
después de su resurrección (Lc 24,13-35), y con esta expresión los primeros cristianos
designaron sus asambleas eucarísticas (cf Hch 2,42.46; 20,7.11).

Asamblea eucarística, porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea de los fieles,


expresión visible de la Iglesia (cf 1 Co 11,17-34).

Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor.

Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de
la Iglesia.

Santa y divina Liturgia, porque toda la liturgia de la Iglesia encuentra su centro y su


expresión más densa en la celebración de este sacramento; en el mismo sentido se la llama
también celebración de los santos misterios. Se habla también del Santísimo Sacramento
porque es el Sacramento de los Sacramentos. Con este nombre se designan las especies
eucarísticas guardadas en el sagrario.

Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su
Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (cf 1 Co 10,16-17).

Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se termina con el
envío de los fieles (missio) a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana.

La institución de la Eucaristía

El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había llegado la
hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de una cena, les lavó
los pies y les dio el mandamiento del amor (Jn 13,1-17). Para dejarles una prenda de este
amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su Pascua, instituyó la
Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección y ordenó a sus apóstoles
celebrarlo hasta su retorno, "constituyéndoles entonces sacerdotes del Nuevo Testamento"
(Cc. de Trento: DS 1740).

Los tres evangelios sinópticos y S. Pablo nos han transmitido el relato de la institución de la
Eucaristía; por su parte, S. Juan relata las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm,

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palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo se designa a sí mismo como el
pan de vida, bajado del cielo (cf Jn 6).

Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en Cafarnaúm: dar
a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre.

Al celebrar la última Cena con sus apóstoles en el transcurso del banquete pascual, Jesús dio
su sentido definitivo a la pascua judía. En efecto, el paso de Jesús a su Padre por su muerte y
su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada en la Eucaristía que da
cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino.

“Tomad y comed todos de él”: la comunión

El Señor nos dirige una invitación urgente a


recibirle en el sacramento de la Eucaristía:

"En verdad en verdad os digo: si no coméis la


carne del Hijo del hombre, y no bebéis su
sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6,53).

Para responder a esta invitación, debemos


prepararnos para este momento tan grande y
santo. S. Pablo exhorta a un examen de
conciencia: "Quien coma el pan o beba el cáliz
del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y
de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada
cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz.
Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,
come y bebe su propio castigo" (1 Co 11,27-
29). Quien tiene conciencia de estar en pecado
grave debe recibir el sacramento de la
Reconciliación antes de acercarse a comulgar.

Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe
ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8,8): "Señor, no soy digno de que entres en mi
casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.

Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben observar el
ayuno prescrito por la Iglesia. Por la actitud corporal (gestos, vestido) se manifiesta el
respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento en que Cristo se hace nuestro huésped.

La Iglesia obliga a los fieles a participar los domingos y días de fiesta en la divina liturgia y a
recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en tiempo pascual, preparados por
el sacramento de la Reconciliación. Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la
santa Eucaristía los domingos y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los
días.

Gracias a la presencia sacramental de Cristo bajo cada una de las especies, la comunión bajo
la sola especie de pan ya hace que se reciba todo el fruto de gracia propio de la Eucaristía.

70
Por razones pastorales, esta manera de comulgar se ha establecido legítimamente como la
más habitual en el rito latino.

Por lo tanto, el que quiere recibir a Cristo en la Comunión eucarística debe hallarse en
estado de gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente no debe acercarse a
la Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia.

Frutos de la Comunión

La Sagrada Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo acrecienta la unión del comulgante
con el Señor, le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves. Puesto que
los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de este
sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.

Adoración a la Santa Eucaristía

Puesto que Cristo mismo está presente en el Sacramento del Altar es


preciso honrarlo con culto de adoración. "La visita al Santísimo
Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber
de adoración hacia Cristo, nuestro Señor".

Cristo, que pasó de este mundo al Padre, nos da en la Eucaristía la


prenda de la gloria que tendremos junto a él: la participación en el
Santo Sacrificio nos identifica con su Corazón, sostiene nuestras
fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace desear la Vida
eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Santa Virgen
María y a todos los santos.

La Santa Misa
• El misterio de fe “Nuestro Salvador, en la última cena, la noche que lo traicionaban,
instituyo el sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre, con lo cual iba a perpetuar por
los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y a confiar a su esposa, la iglesia, el
memorial de su muerte y resurrección: sacramento de piedad; vinculo de caridad;
banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da
una prenda de gloria venidera”(CLV n. 47)

Con esta solemne y sentenciosa declaración presenta el Vaticano II a los fieles cristianos el
misterio de la fe, de la Eucaristía. Lo califica de Sacrosanto y dice que es: Sacrificio salvador,
memorial perenne del Señor, sacramento de sacramentos, banquete pascual, prenda de
salvación.

El sacrificio de la Nueva Alianza, la Santísima Eucaristía o Santa Misa es el único sacrificio


incruento de la Nueva y definitiva Alianza.

Partes de la Misa

Podríamos decir que la Santa Misa tiene dos grandes partes intrínsecamente unidas entre sí:
La Mesa de la Palabra y la Mesa de la Eucaristía. Cristo nos alimenta a través de su Palabra
primero y luego con su propio Cuerpo y Sangre. Ejemplo de esto siempre se ha tomado la

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escena del Evangelio de Lucas de los llamados discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), cuando
estos se alejaban de Jerusalén apesadumbrados por la muerte de Jesús y se les aparece el
Resucitado que les explica primero las Escrituras y luego les parte el pan.

Pero continuemos. Cada una de estas dos grandes partes, puede subdividirse y
esquemáticamente podríamos representar la Misa según el siguiente esquema.

Las partes de la Misa

A 1. Ritos Iniciales.

1. Procesión
2. Canto de Entrada
3. Saludo
4. Acto Penitencial
5. Gloria
6. Oración Colecta

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A 2. Liturgia de la Palabra

1. Primera Lectura
2. Salmo
3. Segunda Lectura
4. Evangelio
5. Homilía
6. Credo
7. Oración Universal

B 3. Liturgia de la Eucaristía

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1. Presentación de dones
2. Plegaria Eucarística:
1. Prefacio
2. Santo
3. Epíclesis
4. Narración de la Institución
5. Aclamación
6. Anamnesis
7. Conmemoración
8. Doxología
3. Rito de Comunión
1. Padre Nuestro
2. Rito de la paz
3. Fracción del Pan
4. Cordero de Dios
5. Comunión
6. Silencio
7. Oración después de la Comunión

B4. Bendición y Envío

XVI - Los Sacramentos de sanación


Los sacramentos de sanación son aquellos que continúan la obra de Jesús al sanarnos y
salvarnos. Por medio del Espíritu Santo, en estos sacramentos, Jesús continúa su obra en la
Iglesia para ayudarnos a obtener nuestra salvación y nuestra sanación. Son dos: Penitencia y
Unción de los enfermos.

74
Penitencia, Reconciliación o Confesión
"Los que se acercan al sacramento de la penitencia
obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los
pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se
reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus
pecados. Ella le mueve a conversión con su amor, su
ejemplo y sus oraciones" (LG 11).

El pecado es, como ya vimos, ante todo una ofensa a


Dios, la ruptura de la comunión con él. Al mismo
tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por
eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la
reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y
realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación (cf LG 11).

Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo:
"El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10) y ejerce ese
poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su
autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan
en su nombre.

Pero hay que añadir que tal reconciliación con Dios tiene
como consecuencia, por así decir, otras reconciliaciones
que reparan las rupturas causadas por el pecado: el
penitente perdonado se reconcilia consigo mismo en el
fondo más íntimo de su propio ser, en el que recupera la
propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos,
agredidos y lesionados por él de algún modo; se
reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación
(RP 31).

En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus


apóstoles y les dijo:

"Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan


perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23).

El sacramento de la Penitencia está constituido por el conjunto de tres actos realizados por
el penitente, y por la absolución del sacerdote.

Los actos del penitente son: el arrepentimiento, la confesión o manifestación de los pecados
al sacerdote y el propósito de realizar la reparación y las obras de penitencia.

Sólo los sacerdotes que han recibido de la autoridad de la Iglesia la facultad de absolver
pueden ordinariamente perdonar los pecados en nombre de Cristo.

Los efectos espirituales del sacramento de la Penitencia son:

- la reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia;

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- la reconciliación con la Iglesia;

- la remisión de la pena eterna contraída por los


pecados mortales;

- la remisión, al menos en parte, de las penas


temporales, consecuencia del pecado;

- la paz y la serenidad de la conciencia, y el


consuelo espiritual;

- el acrecentamiento de las fuerzas espirituales


para el combate cristiano.

Estructura de la celebración del Sacramento

* Acogida del penitente: “En el nombre del Padre y del


Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. El penitente tiene que
experimentar, desde que entra en el confesonario, la ternura de Dios y la alegría de poderle
abrazar a su Padre Dios, lleno de misericordia.

* Lectura de la Palabra de Dios: puede leerse un texto evangélico; puede hacerse dentro de
la confesión o, mejor, antes de entrar a la confesión, para no retrasar a otros penitentes que
están ya esperando. (Por razones pastorales generalmente se obvia)

* Confesión de los pecados del penitente: “Estos son mis pecados:...”. Contarlos con
sencillez, humildad y sinceridad, sin poner excusas, sin enrollarse, ni ocultar circunstancias
importantes que agraven el pecado.

* Manifestación del dolor por parte del penitente: “Yo confieso; o Pésame; o Señor mío
Jesucristo...”. Este dolor es por haber ofendido a Dios nuestro Padre lleno de amor y de
ternura. Este dolor está unido a un propósito firmísimo de enmienda, sin el cual la confesión
no tiene efecto.

* Absolución sacramental por parte del


confesor: “Dios Padre misericordioso,
que reconcilió consigo al mundo por la
muerte y resurrección de su Hijo, y
derramó el Espíritu Santo para la
remisión de los pecados, te conceda, por
el ministerio de la Iglesia, el perdón y la
paz, Y YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS
EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y
DEL ESPÍRITU SANTO”.

En cada confesión experimentamos en


nuestra alma toda la sangre redentora de
Cristo que nos limpia, nos purifica, nos
perdona y nos santifica. Cada confesión

76
es una auténtica y renovada Pascua.

* Alabanza a Dios: - “Da gracias al Señor porque es bueno”

-” Porque es eterna su misericordia”.

* Despedida del sacerdote: “Vete en paz, y anuncia a los hombres las maravillas de Dios que
te ha salvado”. Salimos felices para proclamar la gran misericordia de Dios en nuestras vidas.

La Unción de los enfermos


"¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que
oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe
salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometidos
pecados, le serán perdonados" (St 5,14-15).

El sacramento de la Unción de los


enfermos tiene por fin conferir una
gracia especial al cristiano que
experimenta las dificultades inherentes
al estado de enfermedad grave o de
vejez.

El tiempo oportuno para recibir la Santa


Unción llega ciertamente cuando el fiel
comienza a encontrarse en peligro de
muerte por causa de enfermedad o de
vejez.

Cada vez que un cristiano cae gravemente enfermo puede recibir la Santa Unción, y también
cuando, después de haberla recibido, la enfermedad se agrava.

Sólo los sacerdotes (presbíteros y obispos) pueden administrar el sacramento de la Unción


de los enfermos; para conferirlo emplean el óleo de los enfermos bendecido por el Obispo
durante la Misa Crismal, o, en caso necesario, por el mismo presbítero que celebra.

Lo esencial de la celebración de este


sacramento consiste en la unción en la
frente y las manos del enfermo (en el rito
romano) o en otras partes del cuerpo (en
Oriente), unción acompañada de la
oración litúrgica del sacerdote celebrante
que pide la gracia especial de este
sacramento.

La gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como efectos:

- la unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia;

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- el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la
enfermedad o de la vejez;

- el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de


la penitencia;

- el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual; la


preparación para el paso a la vida eterna.

Esquema de la celebración del sacramento

* Ritos de entrada:

· Saludo.

· Acto penitencial.

* Liturgia de la Palabra:

· Se lee un texto del evangelio referido a un enfermo


(generalmente la cita de la Carta de Santiago que pusimos
en la página anterior).

· Letanías

* Liturgia del sacramento: santa unción.

Así es la hermosa fórmula que dice el sacerdote:

“Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del
Espíritu Santo”. El enfermo responde (si puede): Amén.

“Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”. El


enfermo responde: Amén.

Acto seguido el sacerdote dice esta oración:

“Te rogamos, Redentor nuestro, que, con la gracia del Espíritu Santo, cures la debilidad de
este enfermo, sanes sus heridas y perdones sus pecados. Aparta de él todo cuanto pueda
afligir su alma y su cuerpo; por tu misericordia devuélvele la perfecta salud espiritual y
corporal, para que, restablecido por tu bondad, pueda volver al cumplimiento de sus
acostumbrados deberes. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos”. El enfermo
responde: Amén.

* Ritos conclusivos: Padrenuestro y bendición final.

La unción de los enfermos, está considerada en la Iglesia, como un sacramento "de vivos" o
sea de cristianos en gracia de Dios y por lo tanto presupone si es necesario, el sacramento de
la reconciliación previsto en el ritual de la unción.

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En casos extremos, por ejemplo, cuando el enfermo o accidentado está inconsciente, puede
administrarse sin la previa reconciliación considerando que, en la intención del Señor, los
sacramentos son para facilitar la salvación de los hombres y hay que ampliar en lo posible, el
camino de la Gracia Santificante.

Hay muchos que por miedo a que el enfermo se “asuste” si ve al Sacerdote, no lo llaman
para que le administre el Sacramento, privándolo a este de que en consciencia pueda
confesarse y recibir las gracias que Dios quiere darle. Esto ocurre porque lamentablemente
los católicos muchas veces no conocen el verdadero sentido del Sacramento.

Es por eso que hace más de 60 años existe en la Argentina el Servicio Sacerdotal Nocturno,
que en horarios en los que no es fácil encontrar un Sacerdote, provee uno que está de
guardia durante la noche para administrar este Sacramento durante la noche. En Mendoza
es posible llamar a este servicio para un familiar enfermo o en peligro de muerte llamando al
4253314. Es un servicio gratuito y es quizá la mejor obra de misericordia que podemos hacer
por un ser querido.

XVII - Sacramentos al servicio de la comunidad


Enseña el Catecismo: “El Matrimonio y el Orden sacerdotal están ordenados a la salvación
de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero eso lo hacen mediante el
servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la
edificación del Pueblo de Dios” (nº. 1534).

El Matrimonio cristiano
Naturaleza del matrimonio

La unión conyugal tiene su origen en Dios, quien al crear al hombre lo hizo una persona que
necesita abrirse a los demás, con una necesidad de comunicarse y que necesita compañía.
“No está bien que el hombre esté solo, hagámosle una compañera semejante a él.” (Gen. 2,
18). “Dios creó al hombre y a la mujer a imagen de Dios, hombre y mujer los creó, y los
bendijo diciéndoles: procread, y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla” (Gen. 1, 27- 28).

Desde el principio de la creación, cuando Dios crea a la primera pareja, la unión entre ambos
se convierte en una institución natural, con un vínculo permanente y unidad total (Mt. 19,6).
Por lo que no puede ser cambiada en sus fines y en sus características, ya que de hacerlo se
iría contra la propia naturaleza del hombre. El matrimonio no es, por tanto, efecto de la
casualidad o consecuencia de instintos naturales inconscientes. El matrimonio es una sabia
institución del Creador para realizar su designio de amor en la humanidad. Por medio de él,
los esposos se perfeccionan y crecen mutuamente y colaboran con Dios en la procreación de
nuevas vidas.

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El matrimonio para los bautizados es un sacramento que va unido al amor de Cristo su
Iglesia, lo que lo rige es el modelo del amor que Jesucristo le tiene a su Iglesia (Cfr. Ef. 5, 25-
32). Sólo hay verdadero matrimonio entre bautizados cuando se contrae el sacramento.

El matrimonio se define como la alianza por la cual, - el hombre y la mujer - se unen


libremente para toda la vida con el fin de ayudarse mutuamente, procrear y educar a los
hijos. Esta unión - basada en el amor – que implica un consentimiento interior y exterior,
estando bendecida por Dios, al ser sacramental hace que el vínculo conyugal sea para toda la
vida. Nadie puede romper este vínculo. (Cfr. CIC can. 1055).

Institución

Hemos dicho que Dios instituyó el matrimonio desde un principio. Cristo lo elevó a la
dignidad de sacramento a esta institución natural deseada por el Creador. No se conoce el
momento preciso en que lo eleva a la dignidad de sacramento, pero se refería a él en su
predicación. Jesucristo explica a sus discípulos el origen divino del matrimonio:

“¿No habéis leído, como Él que creó al hombre al principio, lo hizo varón y
mujer? Y dijo: por ello dejará a su padre y a su madre, y los dos se harán una
sola carne”. (Mt. 19, 4-5).

Cristo en el inicio de su vida pública realiza su primer milagro – a petición de su Madre – en


las Bodas de Caná. (Cfr. Jn. 2, 1-11). Esta presencia de Él en un matrimonio es muy
significativa para la Iglesia, pues significa el signo de que - desde ese momento - la presencia
de Cristo será eficaz en el matrimonio. Durante su predicación enseñó el sentido original de
esta institución. “Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”. (Mt. 19, 6). Para un cristiano
la unión entre el matrimonio – como institución natural – y el sacramento es total. Por lo
tanto, las leyes que rigen al matrimonio no pueden ser cambiadas arbitrariamente por los
hombres.

Materia, forma, ministro, Sujeto y (agregamos) testigos

Repasemos algunos datos estudiados en el primer cuatrimestre. La materia son los mismos
contrayentes y su donación recíproca como esposos, se donan toda la persona, todo su ser.
La forma es el Sí que significa la aceptación recíproca de ese don personal y total. A
diferencia de los otros sacramentos, donde el ministro es – normalmente – el Obispo o el
sacerdote, en este sacramento los ministros son los propios cónyuges o contrayentes. Ellos lo
confieren y lo reciben al mismo tiempo (Cfr. Catec. nos.1623).

La presencia del Obispo, o sacerdote o representante de la Iglesia se requiere como testigo


para que el matrimonio sea válido. (Cfr. CIC no. 1108). En casos muy especiales se puede
celebrar el matrimonio con la sola presencia de los testigos laicos, siempre y cuando estén
autorizados. (Cfr. CIC no. 1110 - 1112).

El sujeto puede ser todo varón y mujer bautizados y sin impedimentos, ya sean católicos o
de otra confesión cristiana: Ejemplo: un luterano, un ortodoxo, un anglicano, pero no con un
Testigo de Jehová o mormón. En el caso de que sea un matrimonio de un católico con un
bautizado en otra religión cristiana, se deberá de pedir una dispensa eclesiástica. (Cfr. CIC no.
1124-1129). En el caso de disparidad de culto, es decir, desear casarse con una persona no

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bautizada, se puede pedir una dispensa, siempre y cuando se cumplan las condiciones
mencionadas en el Código de Derecho Canónico nos. 1125 y 1126. (CIC no. 1086 & 1- 2).

El Rito y la Celebración

El matrimonio entre dos fieles católicos se celebra – normalmente – dentro de la Santa Misa.
En la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió a su
esposa, la Iglesia, por la cual se entregó. Por ello, la Iglesia considera conveniente que los
cónyuges sellen su consentimiento - de darse el uno al otro - con la ofrenda de sus propias
vidas. De esta manera unen su ofrenda a la de Cristo por su Iglesia. La liturgia ora y bendice a
la nueva pareja, en el culmen (epíclesis) de este sacramento los esposos reciben el Espíritu
Santo. (Cfr. Catec. n. 1621 –1624).

Para ello la Iglesia pide una serie de requisitos previos que hay que cumplir. Como son
constatar que no exista un vínculo anterior (Cfr. CIC. c. 1066), la instrucción sobre lo que
conlleva el sacramento y las amonestaciones o proclamas matrimoniales con el fin de
corroborar que no existe ningún impedimento. Debe de celebrarse ante un sacerdote, un
diácono, o como ya dijimos, en un caso especialísimo de un laico autorizado y dos testigos.
(Cfr. CIC. n. 1111 – 1112).

El Orden sagrado o sacerdotal


El Orden sagrado es el sacramento, administrado por el obispo, que confiere los tres grados
del ministerio jerárquico de la Iglesia, es decir, que consagra a los obispos, a los sacerdotes y
a los diáconos.

¿Es necesario que en la Iglesia haya ministros ordenados?

Es absolutamente necesario, por explícita voluntad de Jesucristo, que en la Iglesia haya


ministros ordenados, a través de los cuales el Señor resucitado continúa obrando la salvación
en medio de nosotros. Si no hubiese obispos ni sacerdotes faltaría el sacramento de la
confesión y permaneceríamos en nuestros pecados, no se celebraría la Santa Misa y no
podríamos recibir la Eucaristía, por tanto, comprometida toda la existencia cristiana.

Naturaleza

El Sacramento del Orden es el que hace posible que la misión, que Cristo le dio a sus
Apóstoles, siga siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos. Es el Sacramento del
ministerio apostólico.

De hecho, este es el sacramento por el cual unos hombres quedan constituidos ministros
sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a
apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada uno, desempeñando en la persona de
Cristo Cabeza, las funciones de enseñar, gobernar y santificar”. (CIC. c. 1008)

Ya habíamos dicho que todos los bautizados participan del sacerdocio de Cristo, lo cual nos
capacita para colaborar en la misión de la Iglesia. Pero, los que reciben el Orden quedan
configurados de forma especial, quedan marcados con carácter indeleble, que los distinguen

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de los demás fieles y los capacita para ejercer funciones especiales. Por ello, se dice que el
sacerdote tiene el sacerdocio ministerial, que es distinto al sacerdocio real o común de
todos los fieles que se confiere con el Bautismo. Por el Bautismo nos hacemos partícipes del
sacerdocio común de los fieles.

El sacerdote actúa en nombre y con el poder de Jesucristo. Su consagración y misión son


una identificación especial con Jesucristo, a quien representan. El sacerdocio ministerial está
al servicio del sacerdocio común de los fieles.

Los sacerdotes ejercen los tres poderes de Cristo. Son los encargados de transmitir el
mensaje del Evangelio, y de esa manera ejercen el poder de enseñar. Su poder de gobernar
lo ejercen dirigiendo, orientando a los fieles a alcanzar la santidad. Así mismo son los
encargados de administrar los medios de salvación – los sacramentos – cumpliendo así la
misión de santificar.

Si no hubiera sacerdotes, no sería posible que los fieles reciban ciertos sacramentos, de ahí la
necesidad de fomentar las vocaciones. De los sacerdotes depende, en gran parte, la vida
sobrenatural de los fieles, pues solamente ellos pueden consagrar, al hacer presente a
Cristo, y otorgar el perdón de los pecados. Aunque estas son las dos funciones más
importantes de su ministerio, su participación en la administración de los sacramentos no
termina ahí.

Los tres grados del Orden Sagrado

No muchos saben que, aunque el sacerdocio de Cristo es uno


solo, existen en la Iglesia 3 grados dentro de este ministerio y
los tres participan en distinto grado del único Sacerdocio de
Cristo.

Estos grados son:

• El diaconado
• El Presbiterado (o comúnmente llamado sacerdocio)
• El Episcopado (los Obispos)

Diaconado, los diáconos: los has visto pero quizás, no los has reconocido. Son hombres que
van al seminario y antes de ordenarse sacerdotes se ordenan diáconos de forma transitoria.
Estos pueden bautizar, predicar y repartir la comunión, pero no pueden celebrar la misa,
consagrar, ni confesar.

Hay también unos varones solteros o casados que son ordenados


diáconos para quedarse así y ayudar a los sacerdotes: son los
diáconos permanentes.

Se los puede identificar porque durante las celebraciones


litúrgicas usan una estola cruzada sobre el pecho de izquierda a
derecha.

Presbiterado, los presbíteros: Son los sacerdotes (o


coloquialmente llamados “curas”) que pueden convertir el pan y

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el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, pueden presidir misa y pueden perdonar los
pecados. Todos los sacerdotes hacen promesas (no votos), o sea, que prometen, el celibato
(esto significa que renuncian al matrimonio y a tener hijos). Además, se comprometen a
imitar las virtudes que vivió Cristo de oración, pobreza y obediencia.

Episcopado, los obispos: Finalmente se encuentran los obispos. El Papa


es quien los escoge y les encarga una zona o territorio específico de la
Iglesia, una diócesis. El obispo vela por varios sacerdotes que a su vez
cuidan de sus parroquias. Varias parroquias hacen una diócesis. Los
obispos hacen las mismas cosas que cualquier sacerdote común y
corriente y, además, son los que administran el Sacramento de la
Confirmación y los únicos que pueden ordenar otros sacerdotes. Algo
muy importante es saber que un obispo debe ser siempre fiel al Papa.

Institución

El Concilio de Trento definió como dogma de fe que el Sacramento del


Orden es uno de los siete sacramentos instituidos por Cristo. Los
protestantes o evangélicos niegan este sacramento, para ellos no hay diferencia entre
sacerdotes y laicos.

Por la Sagrada Escritura, podemos conocer como Jesús escogió de manera muy especial a los
Doce Apóstoles (Cfr. Mc. 3, 13-15; Jn. 15, 16). Y es a ellos a quienes les otorga Sus poderes de
perdonar los pecados, de administrar los demás sacramentos, de enseñar y de renovar, de
manera incruenta, el sacrificio de la Cruz hasta el final de los tiempos. Les concedió estos
poderes con la finalidad de continuar Su misión redentora y para ello, Cristo les dio el
mandato de transmitirlos a otros. Desde un principio así lo hicieron, imponiendo las manos a
algunos elegidos, nombrando presbíteros y obispos en las diferentes localidades para
gobernar las iglesias locales.

El Jueves Santo, en lo que se conoce como la Cena del Señor, se conmemora la institución de
este Sacramento y del Sacramento de la Eucaristía.

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XVIII - El Domingo, centro de la celebración
litúrgica
El centro del tiempo litúrgico es el domingo, fundamento y núcleo de todo el año litúrgico,
que tiene su culminación en la Pascua anual, fiesta de las fiestas.

La Pascua lleva a cumplimiento pleno el Misterio de Cristo. Y Él mismo estando ya en estado


glorioso (Resucitado), sin limitaciones de tiempo ni espacio, se hace presente en nuestras
celebraciones.

En la Liturgia siempre celebramos ese misterio de Cristo, aunque le demos otros nombres y
lo realicemos de diversas formas, en el fondo, siempre es el Misterio Pascual de Cristo lo
que la Iglesia celebra en la Liturgia. Ese Misterio se celebra en la forma más solemne en el
Triduo Pascual, desde la tarde del Jueves Santo al Domingo de Resurrección y cada semana
en el Domingo, Pascua Dominical.

El Domingo es la fiesta semanal del Señor y una fiesta no es comprensible sino en la alegría,
en el amor manifestado en el sentido comunitario, en la esperanza de la Pascua eterna. Las
demás fiestas son algún aspecto del mismo Misterio Pascual.

Participación en la Liturgia

Participar es tomar parte. En la Liturgia es equivalente a vivir la celebración. No existe


participación activa cuando la asamblea simplemente está en la Iglesia durante las
celebraciones, pero ni las entiende, ni sintoniza con lo que realizan los ministros.

La asamblea es el sujeto de la celebración. No celebran los ministros para la asamblea, sino


que es la misma asamblea quien celebra, el ministro preside. Para explicar el por qué de esta
afirmación el Concilio Vaticano II expone dos razones:

La Liturgia es por sí misma (por naturaleza) acción de la comunidad (SC 26).

El carácter sacerdotal del pueblo pide su participación. El Concilio nos ha dicho que el pueblo
cristiano tiene derecho y deber de participar. Forma un solo Cuerpo con Cristo, por eso

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participa de su sacerdocio y tiene llegada al Padre para ofrecerle el sacrificio e interceder por
sí mismo y por los demás.

La participación ha de ser interna y consciente y también activa y externa. Participa más


aquél que se adhiere internamente a lo que se celebra y lo expresa externamente.

Lo propio de los miembros de la asamblea es:

Escuchar con recta actitud interior, estando dispuestos a vivir conforme a lo que Dios
pide.
Responder en los diálogos y hacerlo con interés. Ponerle vida a las aclamaciones.
(Amén, Aleluya, Anunciamos...)
Cantar con piedad y entusiasmo.
Tomar las composturas adecuadas, junto a los demás miembros de la asamblea
como signo de unión interna.
Algunos miembros de la asamblea deben colaborar como lectores, salmistas, guías,
acólitos, etc.

La participación como bautizados que participamos de sacerdocio común de los fieles, la


ejercitamos en distintos momentos, pero de manera muy especial lo hacemos en dos
momentos de la Eucaristía:

La capacidad de súplica y de mediación en la Oración universal o de los fieles, en la cual


oramos por las necesidades del mundo entero. Por nuestra respuesta, la petición se
convierte en oración y en el conjunto de la comunidad toma fuerzas y se eleva al Padre.

La capacidad de ofrecer el único sacrificio que ahora existe, la cumplimos especialmente en


la oración que sigue inmediatamente a la Consagración:

“Por eso, Señor, al celebrar ahora el “Por eso, nosotros, Señor al celebrar ahora el
memorial de la Muerte y Resurrección memorial de nuestra redención, Recordamos
de Jesucristo, te ofrecemos el pan de vida la Muerte de Cristo y su Descenso al lugar de
y el cáliz de salvación, dándote gracias, los muertos, proclamamos su Resurrección y
porque nos haces dignos de servir en tu su Ascensión a tu derecha y, mientras
presencia”. (Plegaria Eucarística II) esperamos su Venida gloriosa, te ofrecemos
su Cuerpo y su Sangre, el sacrificio agradable
a Ti y de salvación para todo el mundo.
(Plegaria Eucarística IV)

De este modo nos unimos a Cristo, que está presente ofreciéndose en sacrificio al Padre.

XIX - Los Ciclos Litúrgicos


Una madre, al querer alimentar a sus hijos, no les pone en un día sobre la mesa todos los
alimentos de la semana o del mes o del año entero, sino que cada día les da una pequeña
ración.

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De la misma manera la Iglesia, que desea que los fieles escuchen todo el contenido de la
Sagrada Biblia, reparte a su tiempo e inteligentemente cada día las porciones necesarias de
este alimento espiritual; y dar todo el alimento requiere su tiempo.

Por eso la Iglesia ha dividido las lecturas bíblicas en tres ciclos: A, B, y C. Es decir, si una
persona participa atentamente en la misa dominical durante tres años habrá escuchado
prácticamente toda la Sagrada Escritura. También escuchará un poco más completamente
toda la Biblia en un espacio de dos años si participa en la misa diaria todos los días
laborables.

Durante estos días feriales, las lecturas se dividen en dos grupos que se van alternando
según sea el año: Año par o año impar. ¿Cuándo es un año par o impar? Todo dependerá del
año civil en que transcurra la mayor parte del año litúrgico; por ejemplo, el año litúrgico, que
empezó el primer domingo de Adviento del año 2019 es, sin embargo, litúrgicamente
hablando un año par, porque la mayor parte del año transcurrirá en el 2020, que es un año
par.

En cuanto al evangelio dominical el orden de los ciclos A, B, C, coincide con los tres primeros
evangelios del Nuevo Testamento, los evangelios sinópticos; es decir durante el ciclo A se
leerá cada domingo el evangelio según san Mateo, durante el ciclo B se leerá cada domingo
el evangelio según san Marcos y durante el ciclo C se leerá cada domingo el evangelio según
san Lucas. Y cuando acaba el ciclo C, automáticamente se regresa al ciclo A. El año 2020 es
Ciclo A hasta concluir el Año Litúrgico. Al iniciar el siguiente 1er Domingo de Adviento
comenzará el Ciclo B en lo que reste del 2020 y casi todo el 2021. Y el mismo criterio con el
siguiente Ciclo C y así sucesivamente y “cíclicamente”.

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Y como los evangelios son cuatro, notarán que no hemos mencionado el evangelio de San
Juan. ¿Cuándo se lee el Evangelio de San Juan? El Evangelio de San Juan se lee durante el
tiempo de Pascua especialmente y esto durante los tres ciclos.

Ahora bien, aunque a una persona no les sea posible participar en la misa entre semana
puede, por lo menos, leer las lecturas bíblicas de las celebraciones eucarísticas diarias de los
tiempos fuertes: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua; y las lecturas bíblicas de las
celebraciones eucarísticas entre semana del tiempo ordinario.

No sobra añadir que esta distribución litúrgica de la palabra de Dios tanto para los días
domingos como para los días feriales es igual para toda la Iglesia en cualquier rincón del
mundo. O sea, las lecturas que hoy se hayan leído en una Parroquia o Capilla cercana a
nosotros, serán exactamente las mismas que se hayan leído en el Vaticano, en una capillita
de Vietnam, en una gran Catedral Gótica alemana o en el Santuario de Guadalupe en México.
Un claro sigo de la “unidad” de la Iglesia.

Ahora bien, varias veces hemos hecho referencia a los “años litúrgico”. Veamos que son.

El Año Litúrgico

El Año Litúrgico es la celebración del Misterio de Cristo


que la Iglesia realiza a lo largo del año

El Misterio de Cristo puede verse como una unidad o se lo puede considerar en las distintas
etapas de su desarrollo histórico.

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El Año litúrgico, si bien puede representarse como un círculo, no es un círculo cerrado en el
que la vivencia del tiempo se vuelve rutinaria, como en el tiempo pagano, en el que siempre
se vuelve a vivir lo mismo, un eterno retorno al punto de partida (una especie de ying yang).
Sino que en él celebramos los distintos momentos de ese único misterio que es el de Cristo,
año tras año vamos reviviéndolo y entrando cada vez más en él. Por eso a diferencia del
círculo cerrado, éste es un espiral que se ensancha a la par que crecemos espiritualmente y
avanzamos hacia la plenitud.

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Cristo vivió en su existencia terrena su Misterio, que fue su Pasión, su Muerte y su
Resurrección. Hasta allí su condición humana, sujeta a leyes terrenales, no le habría
permitido estar presente hoy en su Iglesia. Pero Cristo, al resucitar glorioso, libre de las
ataduras del tiempo y del espacio, puede ser Presencia permanente hoy entre nosotros.

Ya lo dijimos y lo repetimos: La Muerte, Resurrección y Ascensión al Cielo constituyen el


Misterio Pascual de Cristo y eso es lo que nosotros celebramos en el año. Ahora bien, la
Iglesia nos hace prestar atención a momentos particulares de ese mismo misterio.

El Año Litúrgico nos hace revivir, pedagógicamente presentados, los distintos momentos de
todo el Misterio Pascual. Al celebrar cada momento en particular, hacemos el recorrido de
toda su vida, atendiendo particularmente a cada uno de ellos. Así es más fácil profundizar el
Misterio que si prestáramos atención siempre a la totalidad.

En los orígenes de la Iglesia no existía el Año Litúrgico. Simplemente se celebraba al Señor,


muerto y glorificado. Lo primero que se destacó, ya desde la época de los Apóstoles, fue la
celebración del Domingo. Luego vino la celebración anual de la Pascua.
De esa celebración de la Pascua Semanal (Domingo) y de la Pascua Anual, surgió el Año
Litúrgico.

“La preeminencia que tiene el Domingo en la


semana, la tiene la Pascua en el Año Litúrgico.”

El Triduo Pascual es el centro del Año Litúrgico. Va desde la Misa vespertina del Jueves Santo,
Misa de la Cena del Señor, hasta la tarde del Domingo de Resurrección. Esos días son los más
importantes del año y dentro de ellos, el centro o núcleo es la Vigilia Pascual. En la Vigilia
celebramos la Resurrección de Cristo, su paso a la vida nueva.

La disposición de las celebraciones durante el año litúrgico es fijada por un calendario, que
puede ser general o particular. El calendario general comprende el total de las celebraciones
litúrgicas del año para la Iglesia universal. El particular es elaborado por las Diócesis,
naciones, órdenes religiosas, etc. y comprende además de las normas del calendario general
otras fiestas propias, de quien lo elabora.

Las celebraciones se dividen según su importancia en: Solemnidades, fiestas y memorias.

Solemnidades: Es el grado máximo de la fiesta y corresponde a los días principales cuya


preparación comienza en la víspera del día anterior.

Fiestas: Se celebran dentro de la naturalidad del día. NO poseen vísperas.

Memorias: Se celebran durante los días de la semana (ferias). Las memorias obligatorias que
coinciden con el tiempo de Cuaresma pueden celebrarse como memorias libres.

A partir de la Pascua, se estructuran los diversos tiempos litúrgicos. Veamos algún detalle de
los mismos en el orden en que aparecen durante el Año Litúrgico.

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El tiempo de Adviento

Adviento significa venida. Es el tiempo


litúrgico dedicado a la preparación en
espera de la Venida del Señor. Esta
espera tiene dos matices: por un lado,
esperamos el nacimiento del Señor, su
primera venida; y por el otro tiene un
tinte escatológico, esperamos la Próxima
venida del Señor, en la Parusía, al final de
los tiempos. Esto hace del Adviento un
tiempo de conversión gozosa, llena de
esperanza. Nos invita claramente a la conversión de nuestra vida en forma perdurable, hasta
el final de los tiempos. Su duración comprende las cuatro semanas que preceden a la
Navidad. Hasta el 17 de diciembre, centramos la atención en la futura venida del Señor y
desde ese día, comienzan las ferias que están dedicadas a la venida histórica. Es un tiempo
de alegre esperanza.

La Navidad

Es el dedicado a celebrar el Nacimiento del Señor. Se extiende desde la Vigilia de Navidad,


Nochebuena, hasta el domingo posterior a la Epifanía, en este domingo se celebra el
Bautismo del Señor. Epifanía significa manifestación, la manifestación del Señor a los Reyes.
Tanto Navidad como Epifanía son la manifestación del Señor a los hombres. El domingo
posterior a la Navidad se celebra la fiesta de la Sagrada Familia y el 1 de enero celebramos la
solemnidad de Santa María, Madre de Dios.

El Tiempo ordinario o tiempo durante el año

Está constituido por las 33 o 34 semanas en las cuales no se celebran aspectos particulares
del Misterio del Señor, sino a Cristo en su plenitud.

Este tiempo está dividido en dos partes:

Primera parte: comprende un mínimo de cuatro semanas y un máximo de nueve,


según cuando se celebre la Pascua. El primer domingo de este tiempo celebramos el
Bautismo del Señor.

Segunda parte: va desde el lunes que sigue a Pentecostés hasta el sábado anterior al
1er domingo de Adviento. El último domingo de este tiempo celebramos la solemnidad de
Cristo Rey. Esta solemnidad expresa la soberanía de Cristo sobre el universo y tiene el
carácter de culminación del Año Litúrgico y de la historia.

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El tiempo de Cuaresma

Cuaresma significa cuarenta días. Están ordenados


en memoria de los cuarenta días que, según el
Evangelio, ayunó Jesús en el desierto preparándose
para comenzar su vida pública. Va desde el
Miércoles de Ceniza al Jueves Santo; Misa de la
Cena del Señor. Se caracteriza por la ausencia del
Aleluya y del Gloria hasta la Vigilia Pascual y por la
abstinencia de carne el Miércoles de Ceniza y todos
los viernes y por el ayuno del Miércoles de Ceniza y
el Viernes Santo. Durante este tiempo tiene lugar la
Semana Santa que comienza con el Domingo de
Ramos. Esta semana está dedicada a la Pasión del
Señor. El Jueves Santo en la mañana tiene lugar la Misa Crismal.

La cuaresma es el tiempo de preparación para la Pascua. Es tiempo de conversión en


penitencia. Morir para resucitar con Cristo.

El Tiempo Pascual o Cincuentena Pascual

Es el tiempo dedicado a la celebración de la Resurrección del Señor


durante los cincuenta días desde el Domingo de Resurrección hasta
Pentecostés. Es un triunfo de gran alegría por el triunfo del Señor. Se
caracteriza por el canto del aleluya. A los cuarenta días de Pascua
(Domingo VII de Pascua) se celebra la Ascensión del Señor. La
Cincuentena pascual culmina en la solemnidad de Pentecostés, en la
que hacemos memoria de la Venida del Espíritu Santo sobre los
Apóstoles y María y celebramos el nacimiento de la Iglesia.

Los ocho primeros días después de la Resurrección constituyen la


octava de Pascua y se celebran como Solemnidades del Señor.

La Pascua se celebra el domingo posterior al plenilunio (luna llena) que sigue al 21 de marzo
o sea, el equinoccio de primavera en el hemisferio norte. Por tal motivo puede caer entre el
22 de marzo y el 25 de abril. Y respecto a esta fecha, se ordenan el resto de las fiestas
“móviles”: Cuaresma, Pentecostés, Corpus Christi, etc.

Las Fiestas del Señor

Aunque todo el año se celebra el Misterio del Señor, además


de las fiestas principales, se celebran otras, de carácter
universal:

Anunciación del Señor: 25 de marzo. Es solemnidad


por tratarse del momento en que Dios se hace
hombre. Se celebra al Señor junto a su Madre.
Presentación del Señor: 2 de febrero. Es memoria
conjunta del Hijo y de su Madre.

91
Santísima Trinidad: Domingo después de Pentecostés
Corpus Christi: Solemnidad del Santísimo Sacramento, del Cuerpo y Sangre del Señor.
Sagrado Corazón de Jesús: Expresión de devoción al Corazón de Jesús como símbolo
de su Amor. Solemnidad.
Transfiguración del Señor: 6 de agosto.
Exaltación de la Santa Cruz: 14 de setiembre.

La Virgen María en el Año Litúrgico

María no es venerada independientemente o por sí misma,


sino en la celebración de los Misterios de su Hijo. Su culto es
especial. La razón por la cual María está presente en el culto
es que, como Madre de Dios, está unida con un lazo
indisoluble a la obra salvadora de su Hijo: Su “sí” y su entrega
total a la voluntad de Dios posibilitó la redención que
comienza con la Encarnación del Hijo de Dios en su vientre por
obra del Espíritu Santo. En ese sentido se entiende el título de
Corredentora.

Solemnidades marianas

Inmaculada concepción: 8 de diciembre.


Anunciación del Señor: 25 de marzo.
Santa María, Madre de Dios: 1 de enero.
Asunción de María: 15 de agosto.

El Culto a los santos

Además de la Virgen María, la Iglesia rinde culto a los santos en cuanto estas celebraciones
están unidas al Misterio de Cristo, pues éste se ha cumplido en los santos. Es a Dios a quien
va la honra que tributamos a los santos. Ya dijimos y vale recordarlo, que la veneración
dirigida a los santos dulía, si lo dirigimos a la Virgen María, por ser la más santa entre los
santos se le debe un culto de veneración especial llamado hiperdulía y a San José, en cuanto
padre adoptivo de Dios se le debe el culto de protodulía.

92
Anexos
Anexo 1: Actitudes, posturas y gestos durante las celebraciones litúrgicas
Anexo 2: Colores usados durante los tiempos litúrgicos
Anexo 3: Lugares para el culto
Anexo 4: Objetos litúrgicos
Anexo 5: Explicación detallada de las distintas partes de la Misa

93
94
Anexo 1
ACTITUDES, POSTURAS Y GESTOS DURANTE LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS

La actitud es la disposición interior con


que se vive o realiza un acto. Tal actitud
se traduce espontáneamente en el
cuerpo. Estas actitudes se logran por
medio de la postura que se toma o de la
expresión del conjunto del cuerpo o de
gestos, como elevar las manos, inclinar la
cabeza, bajar o elevar los ojos, etc. El ser
humano por su misma constitución
espiritual y corporal, sólo se expresa
plenamente cuando a la actitud interna se une el gesto externo.

Pero las posturas y los gestos no sólo expresan actitudes, también las fomentan. El gesto que
expresa una actitud es lenguaje simbólico. Dice otra cosa, dice algo que está más allá de lo
racional, más allá de lo expresable con palabras.

En Liturgia, lo primero que ha de tenerse en cuenta es que todas las posturas señaladas para
la asamblea, significan y fomentan el sentido de comunidad y unidad de todos los
participantes.

Las posturas o actitudes, como integrantes de la acción sagrada, son expresión significativa y
simbólica que expresa una relación con Dios.

Estar de pie: es la actitud más normal de la Liturgia. Expresa la naturalidad y confianza del
hijo ante su padre, respeto, atención y escucha, disponibilidad para responder. (Ez 2, 1-3).

Estar sentado: expresa sosiego, recogimiento y contemplación, atención a lo que se lee o


escucha. La comodidad del cuerpo ayuda a la concentración en lo que se lee o lo que se
hace. (Lc 10, 39).

Estar de rodillas: expresa humildad y dependencia, arrepentimiento y petición de perdón,


súplica intensa. (Lc 22,41; Hch 21, 25; Mc 1, 40; Hch 9, 40; Hch 20, 36).
Postrarse: es decir tenderse por el suelo con el rostro contra la tierra, expresa profundo
sentimiento de indignidad, de humildad, de súplica. Es decir, estar de rodillas, llevado a
grado máximo. (Mc 5,6; Mt, 18, 26; Mt 2, 11; Mc 14, 35; Lc 17, 16; Jn 9,38; Ap. 15, 4). La
Liturgia prevé esta postura para el Viernes Santo, al comienzo de la Celebración de la Pasión,
en la Ordenación sacerdotal, en la profesión de religiosas y en la consagración de vírgenes.

Inclinar el cuerpo: corresponde a una actitud intermedia entre arrodillarse y estar de pie. Por
Ej.: al recibir la bendición o en caso de imposibilidad física se hace en la consagración o en
lugar de la genuflexión.

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Inclinar la cabeza: Es expresar reverencia.

Hacer la señal de la cruz: Se hace como recuerdo


respetuoso del Señor crucificado y si va
acompañado de las palabras es recuerdo de la
Santísima Trinidad. Se hace sobre sí mismo o lo hace
el ministro sobre las personas u objetos que
bendice. Significa también aceptar la redención que
Nuestro Señor nos hiciera en la cruz, por la cruz
hemos sido redimidos y también la aceptación de la
cruz como forma de vida del cristiano que espera la
gloria futura.

Elevar los ojos: Expresa adhesión, ternura, recogimiento, admiración. En la Liturgia está
prevista para el presidente en ciertas oraciones y para la asamblea, por ejemplo en la
exposición de la Hostia consagrada, de la cruz, en la exposición del Santísimo. El hecho de
exponer imágenes implica que se las mire.

Elevar las manos: Indica anhelo de unirse, actitud de ofrenda, súplica intensa. En el
Padrenuestro, corresponde al presidente.

Darse la mano: Expresa unidad, fraternidad. Es una de las formas de darse la paz.

Lavarse las manos: En Misa tiene el sentido de la purificación.

Juntar las manos: Es expresión de recogimiento y oración.

Abrir las manos: Expresa al mismo tiempo petición y acogida.

Imponer las manos: indica transmisión de gracia, don de poder espiritual, a una persona o a
la asamblea completa. Se realiza en la bendición final de la Misa, durante la absolución de la
confesión, en las ordenaciones sacerdotales, A veces va unida a la unción como en la
Confirmación. También los padres pueden imponer sus manos para bendecir a sus hijos.

Mostrar – elevar: Es proponer la adoración o


la veneración. Por ej.: la Hostia, la Cruz

Golpearse el pecho: Es expresión de dolor o


de contrición por el pecado.

Besar: El beso expresa afecto y gratitud. En


Liturgia también indica respeto. Se encuentra
en el momento de la paz, se besa el Altar, el
Evangelio, la Cruz, el Niño, u otras imágenes.

Caminar en procesión: Significa sentirse


Iglesia peregrina hacia la Patria del Cielo:
somos un pueblo que camina al encuentro
del Señor.

96
Sumergir, lavar: La inmersión y la ablución (sumergir en agua o derramarla sobre alguien)
realizadas en el Bautismo, significa que la persona se sumerge en Cristo, se incorpora a Él.

Asperjar: (echar agua sobre alguien o algo) con el hisopo, con una ramita, con la mano. Es un
gesto que recuerda el Bautismo. Se hace en lugar del rito penitencial sobre todo el domingo
de Resurrección, la Vigilia Pascual, el día del Bautismo del Señor, la Bendición de Ramos.

Lavar los pies: Expresa caridad y espíritu de servicio.

Ungir: Aplicar un líquido sobre una persona o un elemento. Significa vigorización o


consagración. La Liturgia lo prevé para el Bautismo, el Orden Sagrado, la Confirmación, la
Unción de los enfermos, en la dedicación de los templos la consagración de los Altares.

Signar: es hacer una señal sobre alguien o algo. Nosotros nos signamos y santiguamos
haciendo la señal de la cruz sobre nuestro cuerpo. La señal de la cruz es el sello de Cristo y
signo de que se le pertenece. Los padres pueden signar a sus hijos cuando los bendicen, de
hecho lo hacen ellos y los padrinos en el Bautismo.

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98
Anexo 2
COLORES USADOS DURANTE LOS TIEMPOS LITÚRGICOS

La finalidad de los distintos colores en las vestimentas y ornamentos litúrgicos es expresar el


sentido propio de cada fiesta o celebración. Así es posible incluirlos en los elementos
simbólicos.

Blanco: Expresa alegría festiva. Se utiliza en el tiempo de Navidad y en el de Pascua, en las


fiestas del Señor (excepto las de la Pasión), en las de la Virgen, en las de los ángeles, de los
santos no mártires y en algunas otras. Es el color más empleado en la Liturgia.
Rojo: Habla del fuego del Espíritu y de la sangre o entrega de sí mismo. Se utiliza el domingo
de Ramos, el Viernes Santo, el día de Pentecostés, en la Pasión del Señor, en las fiestas de la
muerte de los Apóstoles y de los mártires.

Verde: Tiene sentido de esperanza. Se emplea en el tiempo llamado Durante el año.

Morado: Es una conjunción de rojo y negro y expresa sentido penitencial. Es propio de


Adviento y Cuaresma.

Negro: color del luto. Está en desuso.

Rosado: puede sustituir al morado los domingos 3º de Adviento y 4º de Cuaresma, como


expresión de alegría moderada.

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100
Anexo 3
LUGARES PARA EL CULTO

Antiguamente, los primeros cristianos se reunían


en casas para escuchar la Palabra y celebrar la
Eucaristía, Más tarde fueron apareciendo lugares
dedicados exclusivamente al culto, dando origen a
los primeros templos cristianos, que con el correr
del tiempo crecieron en diseño arquitectónico y
belleza hasta las hermosas basílicas de hoy.

El templo debe ser adecuado para permitir la


celebración: acción litúrgica y participación activa
de la asamblea. Conocer los distintos lugares del templo y los objetos que se emplean en el
culto ayuda a percibir el sentido de lo que se celebra.

Iglesia: Edificio sagrado destinado al culto divino, al que los fieles tienen derecho de entrar
para la celebración del culto divino o para actos de piedad pública y privados.

Catedral: Es la Iglesia en la cual está la Cátedra o sede del Obispo. Es la Iglesia principal de la
Diócesis.

Basílica: El nombre viene de basileus = rey, en griego. Se da ese nombre a algunas iglesias de
mayor importancia. Hay cuatro basílicas mayores, que están en Roma: San Juan de Letrán,
San Pedro del Vaticano, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros. Hay otras basílicas
menores que están en Roma y en otras partes del mundo, a las que la Santa Sede les da ese
título y que están íntimamente unidas a Roma.

Parroquia: Es la iglesia de la vecindad. Está regida por el Párroco.

Santuario: Es una iglesia u otro lugar sagrado dedicado al Señor, a la Virgen, a algún santo, al
que, por autorización del Obispo, acuden los fieles en peregrinación.

Capilla: Iglesia o lugar de culto destinado a un grupo particular de fieles.

Las partes de un templo

En un templo encontramos sitios o espacios dedicados a diferentes acciones litúrgicas y


lugares relacionados con la iglesia.

Presbiterio: Este el lugar es de los presbíteros. Está reservado a ellos y a las personas que los
ayudan o acompañan en la celebración. Está bien diferenciado en la distribución del edificio,
ocupa un lugar principal, está elevado y posee una estructura particular. El presbiterio debe
estar diferenciado de la nave, pero no separado, pues esto atentaría contra la unidad de la
asamblea, de la cual los ministros forman parte.

101
Nave: Es el lugar destinado a los fieles. Los fieles han de poder oír bien, ver bien, participar.

Altar: El Altar es Ara y Mesa. Ara en cuanto lugar


del sacrificio y mesa en cuanto lugar de convite
del Banquete Eucarístico. Por eso debe ocupar
un lugar que sea de verdad el centro hacia el que
converja la atención de toda la asamblea.

Puede ser fijo o móvil. En casos especiales puede


usarse una mesa decente (de material sólido y
noble) siempre que se utilicen el mantel y el
corporal.

El Altar mayor debe construirse alejado de la pared para que se lo pueda rodear y la
celebración pueda hacerse de cara a los fieles. En lo posible de piedra natural. Debajo del
Altar, en el piso, se colocan reliquias de santos como expresión de la comunión con los
santos. El Altar sólo se dedica a Dios, no a los Santos.

Relacionados con el altar encontramos:

Credencia: Es un accesorio del Altar. Es la mesita en la cual se colocan el cáliz, la patena, las
vinajeras u otros elementos que se van a necesitar durante la celebración; éstos deben
llevarse al altar en el momento oportuno y deben retirarse de él cuando no son necesarios.

Mesa para las ofrendas: mesita en la cual se colocan el pan y el vino del sacrificio que son
llevados en el momento de la Presentación de las Ofrendas al Altar.

Ha de evitarse colocar cualquier elemento sobre el altar. En él pueden ir sólo el pan, el agua
y el vino para el sacrificio, el Misal. Las velas y los floreros es mejor que esté fuera del altar.
Pues el Altar es Cristo.

Ambón: El Ambón es el lugar destinado a la proclamación de la


Palabra de Dios. Debe ser ocupado exclusivamente para ello,
evitando hacer desde allí la homilía (aunque esta es la Palabra
explicada y se relaciona con la Palabra proclamada), la guía, los
cantos, etc. La Homilía tampoco debe hacerse desde el Altar sino que
ha de hacerse desde la sede. El Ambón es la Mesa de la Palabra.

Sede del presidente: Sede significa asiento. Es el lugar adecuado al


presidente, desde la cual preside. Debe estar al fondo del presbiterio,
de cara al pueblo, a no ser que la estructura del edificio o alguna otra
circunstancia no lo permita, en ese caso, conviene ponerla más
adelante, con cierta simetría con el Ambón, de cara a los fieles,
nunca de perfil. Lo esencial es que el lugar se preste para una buena
comunicación con la gente.

Cátedra: Es la sede del Obispo. Cátedra significa el lugar donde enseña el que sabe más. De
ahí que a los templos principales de una diócesis de lo llame Catedral. La Cátedra debe
ubicarse en un lugar elevado, al fondo del Presbiterio, y detrás del Altar. En las Catedrales la
sede del Párroco está a un costado del Altar y se suprime cuando el que preside es el Obispo.

102
Sagrario: Es un mueble precioso donde se guarda el Santísimo, es aconsejable que esté en
una capilla aparte. Durante la Celebración Eucarística la atención se centra en el Altar y en lo
que en él. Si el Sagrario está arriba o atrás del Altar, distrae la atención de la asamblea. La
finalidad de la Reserva, es en primer lugar, poder llevar la comunión a los enfermos, y en
segundo, venerarla en un lugar apto de oración. Cerca del Sagrario se coloca la Lámpara del
Santísimo, que encendida indica la presencia del Señor Sacramentado.

Atrio: Es el espacio por el que se accede al templo. Es un espacio que favorece el paso
gradual de la calle al lugar sagrado.

Baptisterio o bautisterio: (Fuente bautismal; o una Pila Bautismal). Es el lugar destinado a los
bautismos. Puede tener agua corriente.

Coro: Es el espacio en el que se ubica el grupo que anima el


canto de la asamblea. Su lugar es al lado de la asamblea en la
nave.

Sacristía: Es el lugar anexo a la iglesia en la cual los ministros se


revisten para la celebración y se guardan los ornamentos y
objetos utilizados para el culto.

Confesionario: Es el lugar destinado para las confesiones.

Pila de agua bendita: Es una pequeña pila con agua bendita


colocada en la entrada del templo, para que quienes lo deseen
puedan mojar la punta de los dedos y hacer sobre sí mismos la
señal de la cruz.

Imágenes: Son imágenes pictóricas o esculturas dedicadas al


Señor, a las Advocaciones de la Virgen o a los santos.

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104
Anexo 4
OBJETOS LITÚRGICOS

Vestiduras Litúrgicas

La vestidura litúrgica tiene una gran importancia en la celebración ya que distingue al


ministro de la asamblea y reviste a la celebración de clima festivo. El origen de la mayoría de
ellas es muy antiguo y muchas veces su uso en la antigüedad fue pagano, que con el correr
del tiempo fue adoptado por la cristiandad por su significación.

Alba: Es la túnica blanca (alba = blanca) que cubre el cuerpo desde el cuello hasta los tobillos.
Es la vestidura más común y la más significativa. Hace referencia a Cristo en la
Transfiguración y a los relatos bíblicos que dicen que los ángeles, los santos y hasta los
mártires están de blanco en el Cielo.
Cíngulo: Es un cordón, por lo general, blanco o del color correspondiente al tiempo litúrgico.
Se usa para sujetar la estola y ciñe el cuerpo como símbolo de la sumisión a la autoridad del
Obispo, tal como lo hiciera Juan el Bautista a la Persona de Jesús.

Estola: Es una banda larga de tela que emplean los ministros ordenados. El Obispo y el
presbítero se la colocan sobre los hombros y el cuello, de modo que las alas caigan sobre el
pecho. El Diácono la viste en forma cruzada, desde el hombro izquierdo. Es del color que
corresponde al tiempo litúrgico que se vive. Es símbolo de la dignidad sacerdotal. Sin ella los
presbíteros no pueden oficiar.

Casulla: Es la vestidura en forma de manto o capa que utilizan los obispos y presbíteros en la
celebración Eucarística, su color es el que indica el tiempo litúrgico. En las concelebraciones,
basta que la use el que preside. Parecida a
la casulla es la dalmática, tiene mangas
cortas y la usa el diácono en celebraciones
solemnes.

Capa pluvial: Es una capa larga, abierta


adelante cerrada con un broche en el
cuello.

Humeral: es un velo de unos dos metros de


largo por metro y medio de ancho que
cubre los hombros y brazos. Es utilizado
por los ministros ordenados para tomar
con sus extremos el ostensorio o custodia
en procesiones, exposición del Santísimo o
la bendición con el Santísimo.

Solideo: Es una pieza de tela de diferentes


colores según la jerarquía, en forma de
casquete, utilizado por el Obispo, el Papa y
otros prelados. Significa “Sólo tuyo”.

105
Insignias Episcopales (de los Obispos)

Además de lo propio del Sacerdote, los Obispos usan también el Báculo (cayado que utiliza el
obispo como símbolo de su carácter de pastor), la Mitra (Especie de sombrero alto
terminado en dos puntas, símbolo de la dignidad como obispo), el Anillo (es signo de la
unión del obispo con su diócesis y se usa en la mano derecha) la Cruz Pectoral, que los
obispos occidentales llevan colgada en el pecho.

Vasos sagrados y accesorios

Cáliz: es la copa o vaso metálico que se emplea en la Misa para


colocar el vino.

Patena: es el plato metálico en el que colocan las hostias durante la


Misa.

Copón: es el vaso destinado a colocar las hostias cuando se utilizan en


gran número.

Ostensorio o custodia: es una pieza, generalmente de metal precioso, en la que se coloca la


Hostia consagrada para ser expuesta a la adoración de los fieles o llevada en procesión.

Viril o luneta: es el receptáculo en el cual se pone la Hostia para ser colocado en el


ostensorio.

106
Corporal: es el lienzo cuadrado que se extiende en el centro del altar para colocar sobre él
los vasos que contienen el pan y el vino
dispuestos para la consagración o ya
consagrados.

Purificador: es el pequeño paño blanco que se


utiliza para limpiar el cáliz, la patena y el copón,
así como los labios de quien comulga con la
especie del vino.

Palia: es un paño o lienzo almidonado para que


quede rígido y se coloca a modo de tapa sobre
la patena o el cáliz para evitar que caiga sobre
ellos suciedad o se posen insectos.

Manutergio: es el pequeño paño con que el ministro se seca las manos después de
lavárselas.

Cruz del Altar: durante la Misa debe haber sobre el Altar, o mejor en las
cercanías, un crucifijo.

Cruz procesional: es la que llevada por un ministro encabeza las


procesiones.

Candeleros: son utensilios que sostienen las velas. Preferentemente deben


colocarse fuera del Altar.

Velas: Deben ser de cera y significan a Cristo, Luz del mundo.

Crismeras: son los vasos en los que se colocan los santos óleos.

Santos óleos

Vinajeras: son los recipientes destinados al vino y al agua que van a ser
empleados en la Misa.

Incensario o turíbulo: es un recipiente cubierto con una tapa elevable,


sostenido por unas cadenas que permiten moverlo para mantener vivas las
ascuas sobre las cuales se echa el incienso.

Naveta: recipiente en el que se lleva el incienso.

Campanas y campanillas: Las campanas colocadas en las torres llamadas campanarios,


sirven para convocar a los fieles a los actos de culto. Las campanillas son utilizadas dentro del
templo para destacar algunos momentos como el Gloria en la Vigilia Pascual y la
Consagración.

107
Libros litúrgicos más usuales

Libro de Altar o Misal: es el libro que contiene lo que en la Misa corresponde al presidente.

Leccionario: es el libro que contiene las Lecturas bíblicas para la Misa y para otros
Sacramentos.

Evangeliario: a veces los Evangelios de los domingos se colocan en un libro especial para
destacar la Palabra de Jesús.

Libro del salmista: es el libro que contiene los salmos responsoriales, los que se cantan o se
leen después de la primera lectura en la Misa.

Rituales: son los libros que contiene el desarrollo de las celebraciones de los Sacramentos.
Comienzan con una sección que resume la teología, la espiritualidad, la pastoral y las normas
prácticas. Luego viene la celebración del Sacramento y por último un leccionario con las
lecturas correspondientes.

Libro de la liturgia de las horas: es el libro que contiene la celebración del mismo nombre,
también llamada “Oficio Divino”.

108
Anexo 5
Explicación detallada de las distintas partes de la Santa Misa

Ritos iniciales

Procesión y canto de entrada

Preparamos una entrada procesional, cantamos una


canción adecuada que muestre el sentido de Asamblea,
por ejemplo: Celebremos o Juntos como hermanos.

El sacerdote puede iniciar la procesión con muchos


signos que permitan adentrarnos al Misterio, además,
puede estar acompañado por los lectores y los
ministros de la Eucaristía.

La procesión de entrada y el canto manifiestan la condición peregrina de nuestra Iglesia.

Saludo

Después de la procesión hacia el Altar, el sacerdote realiza una


reverencia y besa el Altar. Para solemnidades se utiliza
incienso.

Al culminar el canto de entrada el sacerdote inicia la


Celebración y la preside desde la Sede y no desde el Altar. Su
saludo hace presente y representa la Iglesia Universal en la
comunidad local.

Comenzamos la Celebración en el Nombre del Padre, del Hijo y


del Espíritu Santo, el pueblo aclama con un fuerte Amén.

Como sugerencia la comunidad puede saludarse entre sí después del canto y antes del
saludo del sacerdote (esto crea un clima de mayor acogida).

Acto Penitencial

El misal nos presenta cuatro fórmulas para el Acto Penitencial: Yo


confieso…; Señor, ten misericordia de nosotros…; Se reza con las
intenciones por las que se pide perdón….; y con el rito de la
aspersión.

Debemos recuperar el sentido penitencial de este momento,


guardando el debido silencio y realizando de manera adecuada los
ritos.

109
El sacerdote culmina el Acto Penitencial con los brazos extendidos y repitiendo la formula “El
Señor Todopoderoso tenga misericordia de nosotros…” Reafirmamos la oración con nuestro
Amen.

Gloria

Es un himno antiquísimo en donde expresamos nuestra alabanza al


Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

El Gloria actualiza la fe de la presencia del Señor en la Asamblea y


crea un sentimiento de alegría.

El Himno del Gloria se canta o se reza solamente los días


Domingos y las Fiestas religiosas.

El Gloria no se canta ni se reza en Adviento ni en Cuaresma.

Oración Colecta

Es una oración presidencial que recoge, sintetiza y reúne los


sentimientos que en silencio ha rezado la Asamblea.

Su función es dar el sentido de la celebración del día.

Tiene tres principales partes:

1. Invocación o motivo

“Señor, que en este admirable Sacramento nos dejaste el


memorial de tu pasión…

2. Petición

…concédenos venerar de tal manera los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre….

3. Finalidad

…para que podamos experimentar siempre en nosotros los frutos de tu redención”

Liturgia de la palabra (DIOS NOS HABLA)

•Primera Lectura
•Salmo Responsorial
•Segunda Lectura (En Domingo o solemnidad)
•Antífona. Aleluya
•Evangelio
•Homilía
•Credo
•Oración Universal

110
Las Lecturas

El esquema ritual de la liturgia de la Palabra está constituido y


estructurado a manera de diálogo entre Dios y su pueblo.
Dios habla a su pueblo a través de la Ley y los Profetas.

El pueblo responde a Dios y medita la revelación.

El Salmo

Se canta a continuación de la primera lectura; es la primera


respuesta de la asamblea creyente a la Palabra de Dios. Él salmo es una respuesta orante,
con textos inspirados por Dios mismo.

La proclamación del Evangelio

Encada Misa el Señor nos da una Buena Noticia.

Buena porque su anuncio y por sobre todo su recepción provoca


y produce nada menos que la SALVACIÓN.

Noticia porque aunque muchas veces hemos escuchado escenas


del Evangelio y por tanto no nos resultan novedosas, siempre
tienen actualidad.

La proclamación del Evangelio se introduce con el ALELUYA.

Homilía

•El sacerdote, sacramento de Cristo (SC 7) aplica y explica ese


mensaje al pueblo de Dios.
•La Homilía como parte de la Liturgia, es ocasión privilegiada para
exponer el misterio de Cristo en el aquí y ahora de la comunidad,
partiendo de los textos sagrados, relacionándolos a la vida
concreta. Su preparación debe ser esmerada y su duración
proporcionada a las otras partes de la celebración (Puebla, 930).

Credo

•El Credo, profesión de la fe de la Iglesia, es una respuesta a la Palabra de Dios. Tiene un


valor de tradición que expresa la unidad de la Iglesia en la misma fe.

•El Credo debe ser dicho por el sacerdote junto con el pueblo los domingos y las
solemnidades. Si el Credo se canta, de ordinario será cantado por todos.

•El Misal nos propone rezar el Credo Niceno Constantinopolitano o el Símbolo de los
Apóstoles.

111
Oración Universal

•Es una oración hecha por la Asamblea de los fieles.

•Una oración que tiene por finalidad la súplica o petición.

•Una oración que tiene como objetivo las grandes necesidades de la


Iglesia y del Mundo, de allí su nombre de “Universal”.

La comunidad cristiana reunida, ejerciendo de modo relevante su


sacerdocio bautismal, pide a Dios que la Salvación que se acaba de
proclamar se haga realidad:

-En la Iglesia
-En el mundo
-Entre los que sufren
-En la misma Asamblea Celebrante

Liturgia de la Eucaristía

Concluida la Liturgia de la Palabra (primer gran encuentro con el Señor) sigue la Liturgia de la
Eucaristía. Es el momento en que la Palabra se hace Carne en nosotros.

•Presentación de dones
•Plegaria Eucarística
•Rito de Comunión
•Rito de Conclusión

En esta liturgia reproducimos ritualmente los tres gestos que Jesús hizo en la Última Cena.

1- Tomo Pan…. Presentación de dones

2- Dio Gracias…. Plegaria Eucarística

3- Lo partió y lo dio…. Rito de Comunión

Presentación de Dones

• Presentación del pan y vino y de los otros dones


• Lavabo o purificación
• Orad Hermanos
• Oración sobre las ofrendas

Pan y Vino

•Corresponde al gesto tan simple del Señor de tomar el pan y de


preparar la copa de vino.

•El pan y el vino son dones que sintetizan nuestra condición


humana, nuestro dolor, nuestra alegría, nuestra vida.

112
¿Qué ocurre en el altar mientras cantamos?

•El sacerdote presenta a Dios el pan y el vino a través de una oración.

•El sacerdote vierte un poco de vino en el cáliz y agrega unas gotas de agua, realiza una
oración y presenta el vino.

•Se inclina ante el altar y dice una oración de súplica.


•En las solemnidades inciensa las ofrendas, al que preside la celebración y al pueblo.

Purificación

Ese rito expresa el deseo de purificación interior.

•Además del gesto práctico de lavarse exteriormente las manos después de tocar las
ofrendas o utilizar el incensario, simboliza el deseo espontáneo de purificarse el corazón
antes de tocar las cosas sagradas, santas.

•Mientras se lava las manos el sacerdote ora en silencio: “Límpiame Señor de mi iniquidad y
lávame de mi pecado”. Es decir, que hace un acto de contrición y se prepara para celebrar
más dignamente el Santo Sacrificio de la Misa.

Orad hermanos…

El origen de este rito se remonta al siglo VIII.

A continuación, dirigiéndose a todos los fieles les dice unas palabras que son como el
compendio de la Misa: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable
a Dios, Padre todopoderoso Todos contestan: El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia

Oración sobre las ofrendas

Es una oración que se recita en voz alta, con las manos extendidas, y que cierra y condensa el
sentido de esta primera parte de presentación de los dones

Esta oración prepara a la Asamblea para su participación en la gran oración eucarística.

La Iglesia ruega para que, unidos a la entrega de Cristo, los fieles ofrezcan su existencia
entera a Dios Padre.

Sugerencias pastorales:

•Es conveniente hacer notorio el paso de la liturgia de la Palabra al de la Eucaristía,


preparando el altar.

•Los dones son regalos y no símbolos, por ello se consideran ofrendas.

•Los cantos han de expresar la entrega a Dios de nuestra vida sintetizada en el pan y el vino.

113
•Participamos en este momento con nuestro canto y especialmente con el sentido de la vista
y el silencio.

Plegaria Eucarística: (Dio gracias…)

—Prefacio
—Santo
—Epíclesis
—Narración de la Institución
—Aclamación
—Anamnesis
—Doxología

¿Qué es la Plegaria Eucarística?

Es la Oración Eucarística, momento culminante de toda la celebración.

Es una plegaria de acción de gracias y santificación

El sacerdote invita a los fieles a levantar el corazón hacia Dios y a darle gracias a través de la
oración que él, en nombre de toda la comunidad, va a dirigir al Padre por medio de
Jesucristo.

Prefacio-Santo

—La Plegaria Eucarística se inicia con el Prefacio, que es un canto


de acción de gracias a Dios, por todos sus beneficios.

—Aclamación de todo el pueblo con el sacerdote


—Se reza el Santo, Santo, Santo, que es una alabanza solemne a
Dios.

Epíclesis

•La Iglesia implora el poder divino para que los dones ofrecidos por los
hombres queden consagrados y se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo.

•Epíclesis es una oración especial de invocación al Espíritu Santo y va


acompañado del gesto de la imposición de las manos sobre las ofrendas.

Narración de la Institución de la Eucaristía

•El centro de la Plegaria Eucarística lo ocupa la narración de la


Institución y la Consagración.

•Este es el momento de mayor recogimiento en el que el


sacerdote recitando las palabras de Jesús en la Última Cena,
convierte el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor.

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•“Este es mi Cuerpo”… “Esta es mi Sangre” y muestra a la adoración de la Asamblea el Pan y
el Vino convertidos en el Cuerpo y Sangre de Cristo (Transubstanciación).
Veamos que enseña el Catecismo acerca lo que ocurre en el milagro de la Eucaristía:

Aclamación

• Después de la Consagración, el sacerdote dice una oración de aclamación que todos


completamos.
1. ¡Este es el misterio de nuestra fe!…. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección,
Ven Señor Jesús.

2. ¡Aclamen el misterio de la Redención!... Cada vez que comemos de este pan y bebemos de
este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.

3. ¡Cristo se entregó por nosotros!... Por tu cruz y tu resurrección, nos has salvado, Señor.

Anamnesis

•Se recuerda la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión de Cristo, no como una evocación
fría de hechos pasados, sino como memorial viviente, realizado en el aquí y ahora. La
Eucaristía re-presenta, hace presente de nuevo, la fuerza salvadora de Cristo.
•Oblación, que significa ofrenda, la única ofrenda es Cristo quien se ofrece al Padre como
víctima para la salvación de todos.
•Epíclesis de Comunión, donde imploramos de nuevo la presencia del Espíritu Santo, con el
deseo de que la Víctima sea agradable al Padre y los fieles se ofrezcan también a sí mismos.
•Intercesión, a continuación, el sacerdote, con los brazos abiertos, sigue dirigiéndose a Dios
Padre pidiéndole por nuestras necesidades. Pide por la Iglesia y por todos sus miembros,
tanto vivos como difuntos; pide por la paz y la unidad; etc.

Significado teológico

•Anamnesis es Conmemoración, la Eucaristía no es mero recuerdo, es el mismo Cristo quien,


a través de su ministro, se hace presente y parte para nosotros el pan, que es Él mismo.
Cristo es Sacerdote, víctima y altar.
•Esto queda ritualizado en la población que significa ofrenda, ¡Cristo es la única ofrenda!

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•Además, este momento tiene un contenido escatológico y eclesial, pedimos por toda la
Iglesia, es decir, una intercesión explícita por el Papa, el obispo, la jerarquía, la asamblea, los
ausentes, los difuntos, por ello Comunión.
Doxología

•Es la coronación de la Plegaria Eucarística, un breve himno de


glorificación:

Por Cristo, con Él y en Él a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad


del Espíritu Santo todo honor y toda gloria por los siglos de los
siglos.

Respondemos con el Gran Amén, es decir la aceptación a este


Misterio que sale a nuestro encuentro.

Sugerencias pastorales:

•Participamos poniendo especial atención a los gestos y palabras del sacerdote que son las
palabras y gestos del mismo Cristo.

•Nos arrodillamos en el momento de la epíclesis y explicamos su significado.


•Respondemos a las aclamaciones como forma de participación en el misterio, para ello,
explicar a los fieles el significado de dichas palabras.
•Pedirle al sacerdote que rece la Plegaria Eucarística de manera pausada para que el pueblo
pueda comprenderla mejor.
•Responder con fuerza al gran Amén.

Rito de Comunión: (Lo partió y se lo dio…)

•Padre Nuestro
•Rito de la paz
•Fracción del Pan
•Cordero de Dios
•Comunión
•Silencio
•Acción de Gracias
•Oración después de la Comunión

Padre nuestro

•Comienza con la invitación para rezar el Padrenuestro.


•Durante el Padre Nuestro todos los sacerdotes con celebrantes
extienden las manos, como el celebrante principal.
•Todos juntos, el sacerdote y la Asamblea, recitan esta oración que
Cristo nos enseñó. Es la mejor manera de prepararse para recibir la
Sagrada Comunión.

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Rito de la paz

•Sigue el Rito de la paz por el cual los fieles se expresan


mutuamente la caridad. El sacerdote desea la verdadera paz a todos,
invitando a la Asamblea a manifestar ese mismo sentimiento.

•Ese gesto puede ser: darse la mano, inclinar la cabeza o un abrazo.


Es un gesto de comunión, no de felicitación.
•Debe ser un gesto verdadero. No hay ninguna fórmula. La paz que
se desea ha de entenderse en el sentido bíblico-teológico: compendio de todo bien, fruto del
Espíritu Santo que lleva a los fieles al amor a Dios y a los hermanos.

Fracción del pan

—El sacerdote toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena


y deja caer una parte del mismo en el cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, unidos en este
cáliz, sean para nosotros alimentos de vida eterna.

Cordero de Dios

•El sacerdote hace una genuflexión, toma el pan consagrado y sosteniéndolo sobre la
patena, lo muestra al pueblo diciendo: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
•A Jesús se le llama Cordero a semejanza de los corderos que se sacrificaban en el Templo,
pero con una gran diferencia: los corderos del Templo no quitaban el pecado del mundo, en
cambio el “Cordero de Dios” quita el pecado del mundo.
•Antes de comulgar decimos el “Señor no soy digno…” usando las palabras del centurión de
Cafarnaúm cuando se reconocía indigno de recibir a Jesús en su casa.

Comunión

El sacerdote comulga y, a continuación, lo hacen aquellos fieles -es decir, sólo pueden
comulgar los fieles bautizados- que se saben con las debidas disposiciones. Se han
examinado y han reconocido que están en gracia de Dios (que no tienen ningún pecado
mortal sin confesar).

La Iglesia nos recuerda que “los que van a recibir el sacramento no lo


hagan sin estar durante una hora en ayunas de alimentos sólidos y
bebidas, exceptuando el agua” (Ritual).
La comunión es un don que el Señor ofrece a los fieles por medio de
un ministro autorizado. Se imita el gesto del Señor: “se lo dio,
diciendo, tomad…”. Por esa razón, la Iglesia no admite que los fieles
tomen por sí mismos el pan consagrado y el cáliz sagrado; ni que se
lo pasen de uno a otro.

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Silencio y Acción de Gracias

•Después de comulgar seguimos rezando y cantando ya que


estamos en comunión.

•Cuando el Santísimo es reservado nos sentamos y se nos


ofrecen unos instantes de adoración profunda en silencio.
•El rito de comunión concluye con la llamada Oración después
de la Comunión, tercera oración presidencial, esta oración va
dirigida al Padre y se pide que el alimento recibido dé el fruto
esperado.

Rito de conclusión

—Bendición

—Envío y Despedida

Bendición

•El sacerdote saluda del modo litúrgico acostumbrado y luego bendice a


la Asamblea congregada con una bendición simple que invoca a la
Trinidad.

•La bendición también puede ser solemne y se imparte con las manos
extendidas y los fieles la reciben con la cabeza inclinada respondiendo
amén a cada invocación.

La Misión

•Finalmente el padre o el diácono despide a todos con el “Podemos ir en paz”, esto es un


mero permiso para retirarnos. Sino es un envío: semejante al de Jesús con sus discípulos, se
puede traducir: vayan llevando la paz que han obtenido en la celebración.

CANTO Y MÚSICA LITÚRGICA

La música y el canto se cuentan entre las actividades


humanas más universales y más valiosas, son
expresión profunda y trascendente, porque son arte
y por lo tanto son un lenguaje, una expresión y una
comunicación más completa, global y profunda que
el lenguaje ordinario, encerrado en la razón.

Si en el culto litúrgico se prescindiera del canto, la expresión sería menos completa, pues al
ser expresión de lo profundo y trascendente, tiene una especial sintonía con lo religioso. Por
ser la más inmaterial de las artes, la música es el camino privilegiado para elevarse a Dios. La
música como expresión tiene como finalidad básica estar íntimamente unida a la acción
litúrgica. El canto litúrgico es Liturgia porque:

• Confiere a la oración una mayor delicadeza.

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• Fomenta la unanimidad.
• Confiere mayor solemnidad al rito.
• Posee espíritu festivo.

Una expresión cantada dice más, expresa con mayor profundidad lo que puede decir la
palabra corriente.

Cantar la Liturgia es una forma superior de orar. Cantar es orar con


mayor profundidad y mayor altura. Es orar mejor. Siempre que no
se cante por cantar sino que sea una genuina oración cantada.

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