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Historia de La Iglesia Antigua

Este documento resume la unidad VIII de un curso de Historia de la Iglesia I sobre el giro Constantiniano y el arrianismo. Explica la conversión de Constantino al cristianismo tras su victoria en la batalla del Puente Milvio en 312, y el Edicto de Milán de 313 donde Constantino y Licinio decretaron la tolerancia religiosa en el Imperio Romano, poniendo fin a las persecuciones. También analiza el Concilio de Nicea de 325 donde se condenó el arrianismo, y los efectos positivos y negativos que tra
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Historia de La Iglesia Antigua

Este documento resume la unidad VIII de un curso de Historia de la Iglesia I sobre el giro Constantiniano y el arrianismo. Explica la conversión de Constantino al cristianismo tras su victoria en la batalla del Puente Milvio en 312, y el Edicto de Milán de 313 donde Constantino y Licinio decretaron la tolerancia religiosa en el Imperio Romano, poniendo fin a las persecuciones. También analiza el Concilio de Nicea de 325 donde se condenó el arrianismo, y los efectos positivos y negativos que tra
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Pontificia Universidad Católica Argentina

"Santa María de los Buenos Aires"


Facultad de Teología

HISTORIA DE LA IGLESIA I
(Antigüedad Cristiana)

Año 2012 Pbro. Dr. Ernesto R. SALVIA

UNIDAD VIII
EL GIRO CONSTANTINIANO Y ARRIANISMO

1. Constantino, su persona y su conversión;


2. El Edicto de Milán y sus consecuencias.
3. Alcances del vuelco constantiniano (luces y sombras)
4. Cisma donatista en África
5. Controversias trinitarias y arrianismo
6. Celebración del Concilio de Nicea (325)
7. Política religiosa de los emperadores
8. Efectos negativos y positivos del arrianismo

1. CONSTANTINO, SU PERSONA Y SU CONVERSIÓN


1.1. Su llegada al poder:
En el año 311 el emperador Galerio en Oriente suscribía el primer edicto de tolerancia
que favoreció el buen gobierno y la paz en el IR, recordemos que estamos en la época de la
tetrarquía, cuando el IR tenía cuatro cabezas. A su muerte, su sucesor Licinio es el primero en
promulgar el edicto. Sin embargo el otro cesar de Oriente, Maximino Daya volvía a oprimir a
los cristianos mediante algunas medidas como: prohibir reuniones en cementerios, se
intenta echar a los cristianos de las ciudades; levantar diversas calumnias hacia ellos, entre
ellas se cuentan las "Actas de Pilatos" libro apócrifo en el que aparecían blasfemias al nombre
de Cristo; también un propaganda general difamatoria en las diversas escuelas.
Maximino D., reorganiza también los cultos paganos, donde aparecen nuevos sacerdotes
de probada fidelidad al Estado, se impone de nuevo el castigo al destierro; recomenzaron los
martirios de obispos como Silvano de Emesa y Pedro de Alejandría (obispos), Luciano,
presbítero de Antioquía, etc. Si bien los distintos rescriptos hablan de tener buen trato a los
cristianos que deben sacrificar a los dioses, sin embargo se realizan verdaderos despojos a los
distintos cristianos confesos.
En el 312 la persecución en Oriente va mermando por la intercesión de Constantino a la
sazón, dueño de Italia y de África, después de su victoria sobre Majencio. Interviene en favor
de los cristianos y la línea de influencia política aconseja a Maximino inclinarse hacia la
tolerancia.
2

1.2. La conversión de Constantino


Este es un tema polémico ya que la fuentes que nos acercan al tema son también
polémicas debido a su inclinación positiva hacia el Emperador.
Para Eusebio de Cesarea, concibe a Constantino como instrumento de la providencia y
por tanto como un héroe. Se hace amigo de él desde el año 325.1
A la luz de esta misión contempla todos los acontecimientos de su vida, que cambió sin
lugar a dudas la faz de la historia de su tiempo. Su posición la encontramos en dos de sus
obras:
- La Vita Constantini aparecida aproximadamente en el 324.2
- Y su Historia Eclesiástica, X, publicada en el 343, en donde aparece el emperador como la
3

gran figura puesta por Dios. Así lo expresa el padre de la historia eclesiástica:
“…como en tiniebla profunda y noche oscurísima, una gran lumbrera y a la vez un salvador para
todos: su siervo Constantino, a quien llevó de la mano para esta empresa con brazo enhiesto.
A éste, Dios le otorgó, desde arriba, como fruto digno de su piedad, el trofeo de la victoria
contra los impíos. En cambio, al criminal lo precipitó con todos sus consejeros y amigos a los
pies de Constantino”.4

Lactancio, también es subjetivo, fue preceptor de un hijo de Constantino, llamado


Crispo. Tiene una obra anterior a la Vita Constantini de Eusebio, que aparece en el 318,
llamada La muerte de los perseguidores, en donde presenta como un hecho prodigioso el
triunfo del joven Constantino sobre el usurpador Majencio, como el origen de su acercamiento
al Cristianismo.5

Los adversarios contemporáneos tanto del Cristianismo como del mismo Constantino,
como el emperador Juliano el apóstata, o el historiador pagano Zoísmo, señalan a Constantino
como aquel que abandona los dioses antiguos de Roma para abrazar la fe cristiana.
Salvador o culpable, Constantino detenta un lugar protagónico en la historia.
Hasta el s. XIX se le atribuyó ese rol principal, tradición que se originó con la
literatura hagiográfica que se inaugura con Eusebio en su Vita Constantini, cuando se lo
presenta como un santo. Por otro lado la historiografía a partir del s. XIX, se lo critica
agudamente.6
Durante su vida o contemporáneamente a él, se alzaron así mismo voces dentro de la
Iglesia que reivindicaban la libertad de una iglesia avasallada por la “protección del príncipe”,
Atanasio, Hilario de Poitiers y toda la tradición de autores.

1.3. Datos Biográficos


Nació en el 285, sus padres fueron Constancio y Elena que eran paganos. Elena era de
origen indígena, de allí que no se pudo casar oficialmente aunque después su hijo le dio el
rango de Emperatriz y primera dama.
En cuanto a sus ideas religiosas, nos remontamos a su padre, Constancio que ya antes
del edicto de Galerio había dejado de perseguir duramente a los cristianos, su inclinaba
religiosamente hacia el culto de Marte. Aparentemente tiene influencias cristianas por el
1
Cfr. QUASTEN, J, o.c . II, 344.
2
Cfr. PG 20, 905-1440
3
HE., X, 8, 19-9, 8-9.
4
ib en BAC, 640.
5
La muerte, 38.
6
Gibbon por ejemplo que considera a Constantino culpable del golpe fatal que le dio al IR, entrando él en
decadencia. Jacobo Burckhardt para él es como un “califa” que utiliza contra el derecho y la libertad de los
romanos antiguos, un sistema de opresión basado sobre el oscurantismo religioso.
3

nombre que pone a una de sus hijas: Anastasia (solamente usado entre judíos y cristianos)
Otra hija será Constancia, que luego se mostrará una cristiana convencida. Hay por tanto en
su casa paterna una atmósfera que hace pensar en su posible acercamiento a la fe.
Hacia el 305, Constantino sale de Nicomedia y va a Occidente junto a su padre. Al año
siguiente ya ostenta la dignidad de Augusto (en las Galias) donde apoya y aplica la tolerancia
para con los cristianos, mostrando de esa forma una cierta independencia respecto a las
directivas de los emperadores del Oriente.
En el 312, lucha en Italia contra el usurpador Majencio (caudillo en Italia y África). El
mismo 28 de octubre se da la batalla de Puente Milvio, victoria con la que accede a ser el amo
de Occidente, allí en esta oportunidad, se da su conversión, relatada por Lactancio y por
Eusebio.
Constantino tiene un sueño en que se le dice que grabe en los escudos de todos sus
soldados el monograma de Cristo. El desenlace victorioso hace pensar y atribuir al Dios de
los cristianos, el éxito y la protección de los cristianos. Los relatos son variados, mientras que
la de Lactancio es más escueto, mientras que el relato de Eusebio es más detallado. 7
Dice concluyendo Baus, que "estaba persuadido de que al comenzar su campaña contra
Majencio, se le había manifestado el signo de la cruz, y que con la ayuda de Cristo había
vencido al rival que confiaba en dioses gentiles. A partir de este acontecimiento, Cristo fue
para él, objeto de culto o veneración como su Dios protector, ella fue su ocasión de su
conversión al cristianismo". 8

Desde esta victoria, tanto las fuentes cristianas como los historiadores paganos
reconocen así que el joven emperador se aleja cada vez más de las prácticas y rituales paganos
a los que estaba acostumbrado.
Desde sus medidas tomadas después de su victoria es fácil reconocer el cambio de
actitud; así por ejemplo, a) exige a Maximino que cese la persecución, b) en África, pide que
sean devueltas las propiedades de la Iglesia que habían sido incautadas durante la última
persecución, c) la intervención en la polémica suscitada en la iglesia de Cartago apoyando la
legitimidad del obispo Ceciliano, d) exonera al clero de Cartago de los servicios públicos, e) la
cercanía como su consejero de Osio obispo de Córdoba.

2. EL EDICTO DE MILÁN Y SUS CONSECUENCIAS

En febrero de 313 Licinio y Constantino se reunieron en Milán para realizar un


acuerdo sellado por el casamiento de la hermana de Constantino con Licinio. Por el cual
Constantino se reservaba el occidente, mientras que Licinio en el oriente se lanzaría a su
conquista que estaba en manos de Maximino Daya. Después de la batalla de Campus Ergenus,
en Tracia, se queda con el oriente.
En tanto Constantino superó y se afianzó en el Occidente inclusive en el mismo
Senado, que después de Puente Milivio le otorgó el título de “primer augusto” (313) y dos
años después el de Pontifex Maximus, titulo propio de los ritos paganos.
Si bien se negó a participar de fiestas paganas, para congraciarse con el Senado (en su gran
mayoría seguía pagano), realizó la reforma monetaria, algunas medidas fiscales que fueron
beneficiosas para ellos.
Al mismo tiempo demostró su benevolencia hacia los cristianos como ordenar al
Procónsul de Africa en una carta que devolviera propiedades eclesiásticas que habían pasado a
manos privadas. Envió a Ceciliano de Cartago, una gran suma de dinero para repartir entre
los cristianos que figuraban en una lista realizada por Osio, obispo de Córdoba.
2.1. La conferencia de Milán
7
La muerte de los ... o.c., 44 y en EUSEBIO, De vita Constantini, 1, 27-32..
8
BAUS, K., oc. 580.
4

Es claro que desde febrero del 313, Constantino impuso su voluntad de establecer
entre el IR y los cristianos nuevas relaciones. Las decisiones fueron tomadas en Milán en
conjunto por ambos emperadores. El llamado edicto más abajo copiamos textualmente.
Se trata de un rescripto anunciado en Nicomedia. El otro enviado a los funcionarios de
Palestina después de la muerte de Maximino Daya se conserva gracias una versión griega
transmitida por Eusebio en HE, X, 5, 1-13.9

2.2. El texto del Edicto


“Yo, Constantino Augusto, y yo también, Licinio Augusto, reunidos felizmente en Milán para
tratar de todos los problemas que afectan a la seguridad y al bienestar público, hemos creído nuestro
deber tratar junto con los restantes asuntos que veíamos merecían nuestra primera atención el respeto
de la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a todos los demás, facultad de seguir
libremente la religión que cada cual quiera, de tal modo que toda clase de divinidad que habite la
morada celeste nos sea propicia a nosotros y a todos los que están bajo nuestra autoridad.
Así pues, hemos tomado esta saludable y rectísima determinación de que a nadie le sea negada
la facultad de seguir libremente la religión que ha escogido para su espíritu, sea la cristiana o cualquier
otra que crea más conveniente, a fin de que la suprema divinidad, a cuya religión rendimos este libre
homenaje, nos preste su acostumbrado favor y benevolencia. Para lo cual es conveniente que tu
excelencia sepa que hemos decidido anular completamente las disposiciones que te han sido enviadas
anteriormente respecto al nombre de los cristianos, ya que nos parecían hostiles y poco propias de
nuestra clemencia, y permitir de ahora en adelante a todos los que quieran observar la religión
cristiana, hacerlo libremente sin que esto les suponga ninguna clase de inquietud y molestia.
Así pues, hemos creído nuestro deber dar a conocer claramente estas decisiones a tu solicitud
para que sepas que hemos otorgado a los cristianos plena y libre facultad de practicar su religión. Y al
mismo tiempo que les hemos concedido esto, tu excelencia entenderá que también a los otros
ciudadanos les ha sido concedida la facultad de observar libre y abiertamente la religión que hayan
escogido como es propio de la paz de nuestra época. Nos ha impulsado a obrar así el deseo de no
aparecer como responsables de mermar en nada ninguna clase de culto ni de religión. Y además, por lo
que se refiere a los cristianos, hemos decidido que les sean devueltos los locales en donde antes solían
reunirse y acerca de lo cual te fueron anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean
propiedad de nuestro fisco o hayan sido comprados por particulares, y que los cristianos no tengan que
pagar por ello ningún dinero de ninguna clase de indemnización. Los que hayan recibido estos locales
como donación deben devolverlos también inmediatamente a los cristianos, y si los que los han
comprado o los recibieron como donación reclaman alguna indemnización de nuestra benevolencia,
que se dirijan al vicario para que en nombre de nuestra clemencia decida acerca de ello. Todos estos
locales deben ser entregados por intermedio tuyo e inmediatamente sin ninguna clase de demora a la
comunidad cristiana. Y como consta que los cristianos poseían no solamente los locales donde se
reunían habitualmente, sino también otros pertenecientes a su comunidad, y no posesión de simples
particulares, ordenamos que como queda dicho arriba, sin ninguna clase de equívoco ni de oposición,
les sean devueltos a su comunidad y a sus iglesias, manteniéndose vigente también para estos casos lo
expuesto más arriba (...) De este modo, como ya hemos dicho antes, el favor divino que en tantas y tan
importantes ocasiones nos ha estado presente, continuará a nuestro lado constantemente, para éxito de
nuestras empresas y para prosperidad del bien público.
Y para que el contenido de nuestra generosa ley pueda llegar a conocimiento de todos, convendrá
que tú la promulgues y la expongas por todas partes para que todos la conozcan y nadie pueda ignorar
las decisiones de nuestra benevolencia».10
Si analizamos el texto es contundente el principio de libertad religiosa que se establece cuando
dice

9
Hoy día los críticos como Seek, suponen que el edicto en vez de ser redactado por Constantino, mas bien fue
redactado en Nicomedia y por orden de Licinio. De ahí que al documento hay que llamarlo rescripto de
Nicomedia y no Edicto de Milán.
10
LACTANCIO, De mortibus persecutorum (c.318-321). En M. Artola, Textos fundamentales para la Historia,
Madrid, 1968, p. 21-22.
5

“…conceder tanto a los cristianos como a todos los demás, facultad de seguir libremente
la religión que cada cual quiera, de tal modo que toda clase de divinidad que habite la
morada celeste nos sea propicia a nosotros y a todos los que están bajo nuestra
autoridad”.
O esta:
“a nadie le sea negada la facultad de seguir libremente la religión que ha escogido para
su espíritu…”
O también: “…el deseo de no aparecer como responsables de mermar en nada ninguna clase
de culto ni de religión…”
Por otra parte se levanta la prohibición de ser cristianos cuando dice: “hemos decidido
anular completamente las disposiciones que te han sido enviadas anteriormente respecto al
nombre de los cristianos…”. Y también “hemos otorgado a los cristianos plena y libre
facultad de practicar su religión”.
Con respecto a sus propiedades dice “…hemos decidido que les sean devueltos los
locales en donde antes solían reunirse y acerca de lo cual te fueron anteriormente enviadas
instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro fisco o hayan sido comprados por
particulares, y que los cristianos no tengan que pagar por ello ningún dinero de ninguna clase
de indemnización”.
Esto significaba la devolución inmediata de aquellos privados que habían comprado
legítimamente estos bienes al Estado que se los había expropiado.
Se vivió desde entonces un clima de libertad porque los cristianos podían debatir
libremente los temas internos que se trataban, construir templos en superficie, incrementar el
anuncio de su fe cristiana, etc.

2.4. El poderío de Constantino


Con el tiempo se demostró en cambio la débil convicción cristiana de Licinio en
contraste con el fuerte cumplimiento que se le dio en el occidente de la mano de Constantino.
Eusebio relata en su Vita Constantini, y tambien en su HE, que a partir del 320 Licinio no
mantuvo plenamente lo estipulado en el Edicto. El autor refiere a que el emperador de Oriente
imagina un plan para destruir la Iglesia. Afirma que recurre a los sortilegios mágicos y a los
ídolos antiguos para vencer a su rival.11
Sin embargo no fueron las causas religiosas las que originaron el desacuerdo paulatino
entre Constantino y Licinio, sino más bien los entre telones familiares y sobre todo, las
apetencias políticas de ambos los que resintieron las relaciones entre las dos mitades del IR.
Como decíamos, las políticas religiosas se tornaron cada vez más divergentes, mientras
que Constantino se alejaba cada vez mas del paganismo, tornándose hacia un monoteísmo
neutro. Entre algunos ejemplos citamos el de las monedas, a las que fue haciendo desaparecer
la leyenda “Sol invicto” usada anteriormente. Reprimió además algunas prácticas paganas.
En cambio Licinio, (de origen dacio que había hecho carrera gracias a la amistad con
Galerio), no se destacaba por su simpatía por el cristianismo. Todavía en el 315 había hecho
imprimir en sus monedas al Júpiter conservator. Sin embargo, con prudencia y tolerancia
dejaba construir iglesias y había hecho restituir los bienes confiscados.
Pero a partir de que su distanciamiento con Constantino, inclinó su relación con los
cristianos hacia una hostilidad más manifiesta. Sacó de la vida política a los cristianos y echó
a los obispos del palacio imperial, procedió también a depurar del ejército a oficiales
declarados cristianos; prohibió a los clérigos visitar a los prisioneros en las cárceles
considerando que interferían en las decisiones del estado. También tomó medidas
concernientes al culto, como la exclusión de las mujeres en la catequesis dada por obispos y
11
Cf. Se representaba a Licinio como el faraón y frente a él, C., que hacía lass veces de Moisés. HE, X, 8, 14 y
VC, II,1.
6

sacerdotes; prohibición de celebraciones litúrgicas mixtas invocando razones de moralidad y


por último que las ceremonias fueran allende los muros de las ciudades.
Según Eusebio fueron tomándose medidas cada vez más hostiles contra los cristianos:
arrestos, confiscaciones, degradaciones y exilios donde fueron protagonistas los mismos
obispos que fueron arrestados y depuestos de sus sillas; hasta el martirio de 40 mártires en
Sebaste. Se hizo frecuente la destrucción de iglesias. Todo esto ayudó a que se recibiera
como una liberación la llegada de Constantino al oriente.
Entre tanto en occidente Constantino había logrado retener a las hordas godas, más allá
de las fronteras del Rin y del Danubio y luego de su victoria contra ellos comenzó a avanzar
con sus legiones hacia el oriente. Este movimiento hizo protestar a Licinio que no obtuvo
respuesta del César de occidente.
Licinio se declaró defensor de los dioses y lo decidió a romper con el “jefe de los
ateos”. Así comenzaron las hostilidades. A la cabeza de sus tropas, Constantino obtuvo una
primera victoria que obligó a Licinio a retroceder a Bizancio. Constantino cercó la ciudad al
tiempo que Crispo lanzó la ofensiva naval que obligó a Licinio a huir más allá del Bósforo
hasta Crisopolis donde el 18 de septiembre de 324 las dos armadas se enfrentaron venciendo
la occidental. Sin piedad alguna el vencedor ejecutó a Licinio en Nicomedia, donde se había
exilado a pesar de los pedidos de su hermana Constancia, esposa del César oriental.

3. ALCANCES DEL VUELCO CONSTANTINIANO (LUCES Y SOMBRAS)

3.1. Las consecuencias de este vuelco fueron definitivamente incalculables respecto de la


situación anterior en que la Iglesia vivía “en las catacumbas” de allí que nuestra asignatura
puede dividirse en dos bloques; en un antes y un después del Edicto de Milán.
Entre las positivas contamos con el despliegue de la Iglesia en todas sus fuerzas
evangelizadora.
El cuadro orgánico quedó constituido completamente en todas sus expresiones y en
toda su geografía. Tendremos jerarquía, disciplina conciliar muy aceitada, la formación, el
catecumenado, etc.
También alcanzó su desarrollo la liturgia, la catequesis, la expansión misionera, la
espiritualidad, la devoción a los mártires, la acción benéfica y caritativa hacia los pobres.
No podemos olvidar que es un siglo el IV y el V de síntesis y esplendor en la vida y
doctrina de los padres de la Iglesia: Atanasio, los capadocios, Ambrosio, Agustín, Jerónimo,
entre otros.
En otro aspecto surgieron las construcciones especiales dedicadas al culto, las iglesias,
los monasterios.
El Cristianismo fue poco a poco teniendo una situación de privilegio frente a las demás
religiones y cultos en boga hasta llegar al 380, en que de religión aceptada y libre, pasará a
constituirse en religión oficial del Imperio, como veremos en la otra unidad.
3.2. Entre las consecuencias negativas contamos ante todo con el inicio de un cesaropapismo
que se dejó notar muy pronto en la vida de la Iglesia. Serán los emperadores los que llevarán
la iniciativa en muchos casos de disciplina interna eclesial, emprendimientos, organización
eclesiástica muy vinculada a la civil, etc.
Esta unidad “trono-altar”, fue muy negativa para la Iglesia ya que llevó prácticamente
tanto a la jerarquía como al mismo pueblo de Dios, a una sujeción frente al Estado.

4. CISMA DONATISTA EN ÁFRICA


7

4.1. Los orígenes del cisma:

Al morir el obispo Mensurio de Cartago (311) le sucedió en la cátedra episcopal el


diácono Ceciliano después de vencer a los otros pretendientes, los presbíteros Broto y
Celestio. La iglesia se dividió en dos bandos: el favorable a Ceciliano y el de sus adversarios.
Al frente de estos se puso la rica matrona Lucila, a quien Ceciliano había reprendido en alguna
ocasión por su culto supersticioso a las reliquias de los mártires.
Para justificar su actitud rebelde este bando, alegaba la ilegitimidad de su consagración
episcopal por dos razones: 1ª) por no haber esperado la llegada de los obispos de Numidia; y
2ª) por haber participado en la consagración el obispo Félix de Aptunga, que había sido
acusado de haber entregado (traditor) los libros sagrados de la comunidad, durante la
persecución de Diocleciano.
Los obispos de Numidia declararon inválida la consagración de Ceciliano, y eligieron
(312) en su lugar a Mayorino, que era un fiel servidor de la matrona Lucila. La Iglesia de
Cartago quedó así dividida en dos facciones. Al morir Mayorino (313) le sucedió Donato, de
quien proviene el nombre de donatismo con que se conoce este cisma norteafricano.
Lo que en un principio no era nada más que mera cuestión de divisiones por
ambiciones personales, se trocó en un cisma que asumió característica doctrinales que
confluyeron en la separación de la Iglesia por parte de los donatistas.
Este movimiento se apoyó en la praxis cartaginesa de la rebautización de los herejes y
en los principios doctrinales sostenidos por Novaciano en el siglo anterior.
En realidad, en el donatismo estaba en juego algo más profundo que una simple
cuestión de simpatías personales, porque los donatistas hacían depender la eficacia de los
sacramentos de la dignidad o indignidad personal de los ministros que los dispensaban, no
sólo en cuanto a la ortodoxia de la fe, sino también en cuanto a la moralidad; y, además,
afirmaban que la Iglesia no puede tener pecadores en su seno, de manera que la verdadera
iglesia está compuesta solamente por hombres santos, por hombres puros.
En el desarrollo del donatismo se pueden distinguir tres períodos:

4.2. Cronología del donatismo

4.2.1. Primer período (312-321)


Los donatistas apelaron al emperador recién convertido al cristianismo Constantino,
quien hizo examinar la cuestión en un sínodo romano (octubre 313), que se pronunció
claramente a favor del obispo Ceciliano. Los donatistas acudieron de nuevo al emperador, y
éste sometió otra vez el asunto a un sínodo celebrado en Arlés (314), el cual confirmó la
decisión del anterior y además condenó los errores que servían de base al donatismo, esto es
no hay que rebautizar a quienes habían sido válidamente bautizados por un ministro hereje.
Esto además implicaba la legitimidad y la validez de los sacramentos administrados por un
ministro indigno.
Los donatistas no sólo no se sometieron a las decisiones sinodales de Arlés, sino que
agitaron a la población y ocasionaron grandes revueltas de tipo social. Constantino publicó
entonces, un edicto de unión, por el que se declaró una vez más a favor del obispo Ceciliano y
obligó a los cismáticos a entregar todas sus iglesias a los católicos. La ejecución de este
edicto se llevó a cabo con gran rigor; y los soldados dieron muerte a algunos donatistas, lo
cual les sirvió de bandera para autoproclamarse “iglesia de los mártires”.

4.2.2. Segundo período (321-362)


8

En el año 321, Constantino, por un nuevo edicto, concedió la libertad a los donatistas.
En este segundo período, el donatismo se convirtió en un foco de revuelta o protesta social; en
las filas cismáticas se infiltraron esclavos, fugitivos, bandoleros, desertores del ejército y
alborotadores conocidos como los circunceliones. Para tener apariencia de verdadera Iglesia,
los donatistas consagraron obispos para todas las ciudades y aldeas del norte de Africa, de
manera que en el año 336 se reunió un sínodo en el que participaron 270 obispos.
Desde el año 340 estos circunceliones incrementaron sus correrías de rapiña y sus
alborotos; lo cual motivó que Constantino II promulgase un nuevo “decreto de unión” (347)
que volvía a poner en vigor el decreto de unión promulgado por su padre en el año 316. Los
obispos donatistas que no se sometieron, fueron desterrados, entre ellos el propio Donato (+
355), que fue sucedido por Pirminiano, que llevó la Iglesia donatista a su máxima expansión.

4.2.3. Tercer período (362-411)


El emperador Juliano el Apóstata permitió a los obispos donatistas desterrados regresar
a sus sedes episcopales. Pirminiano escribió un libro titulado Contra la Iglesia de los
traidores (362), al que replicó Optato de Milevi con su libro Contra el donatista Pirminiano.
Al morir Pirminiano (390), el cisma empezó a decaer; y, en cambio, la Iglesia católica
elevó cada vez más su prestigio, sobre todo con la figura de San Agustín, obispo de Hipona,
que se puso al frente de la polémica contra el cisma, trabajando para atraer a los cismáticos;
pero, al ver la inutilidad de su mansedumbre, recurrió al emperador Honorio, quien publicó un
nuevo edicto de unión (405), por el que se aplicaban a los donatistas las mismas penas que a
los herejes.
El cisma donatista se solucionó definitivamente en la Conferencia de Cartago (411), en
la que tomaron parte siete delegados por cada parte, restableciéndose la paz de la Iglesia del
norte de Africa. Algunos donatistas de buena fe no se sometieron a las decisiones de la
Conferencia de Cartago, y continuaron el cisma hasta la conquista de África por Justiniano
(533).

5. CONTROVERSIAS TRINITARIAS. EL ARRIANISMO

5.1. Introducción:
Ya habíamos adelantado el gran desafío que constituyó y sigue constituyendo para la
Iglesia procurar inculturar el mensaje revelado, a fin de que todos los pueblos pudieran
acercarse lo más posible a Evangelio; y la primera inculturación o explicación se realizó con
las categorías filosóficas griegas.
En el NT se encuentran los primeros indicios del camino teológico que siguieron
después los primeros padres para iniciar la especulación teológica cristiana que se desarrolló a
lo largo y ancho de la geografía cristiana, incluyendo las mismas desviaciones doctrinales,
pero sobre todo con la enseñanza del genuino depósito de la fe, que bajo la luz del magisterio
de la Iglesia, colocó a la “única verdad”, por encima de todas las opiniones divergentes entre
sí. Esto se realizó mediante la obra magisterial de la Iglesia, especialmente desde las
definiciones dogmáticas de los Concilios ecuménicos.
La pregunta fundamental será siempre ésta: ¿de qué modo las verdades reveladas se
tradujeron, a fórmulas teológicas concretas?
Durante el s. III, la Iglesia se dedicó a luchar contra el monarquianismo, que por insistir
en el Dios único, descuidaba la distinción de las personas divinas. De ahí que surja la
posición contraria, esto es, negar la consubstancialidad entre el Padre y el Hijo.
La especulación teológica primero se ocupó del misterio trinitario, y por derivación
lógica, del cristológico después, ya que mientras no se aclarara el “dogma trinitario”, tampoco
9

se podía aclarar el cristológico, es decir que mientras no se aceptara el misterio de Dios, uno y
trino, no podía aclararse el misterio de Cristo.
La Iglesia tiene hoy día conciencia explícita de que el Dios, revelado es Padre, Hijo y
Espíritu Santo; pero no siempre fue así. Mientras que la persona del Padre (revelado
plenamente en el Antiguo Testamento) y su persona divina nunca ha sido objeto de discusión
o controversia; la divinidad del Hijo en tanto, (manifestado en el Nuevo Testamento), fue
considerada por algunos inferior a la primera, será definida en el Concilio I de Nicea (325)
cuando será definida su «consustancialidad» con el Padre. En cuanto al Espíritu Santo
(anunciado por Jesús, manifestado en los orígenes de la Iglesia) su condición de tercera
Persona de la Trinidad no se definió como dogma hasta el Concilio I de Constantinopla (381).

5.2. Arrio y su doctrina


Arrio, presbítero de Alejandría, había nacido en Libia (256), y se formó teológicamente
a la sombra de Luciano, fundador de la Escuela de Antioquía, que como sabemos adhería a un
tipo de exégesis bíblica de tipo literal, donde se ponderaba por un lado a la divinidad y por el
otro las excelencias de Cristo, pero sin que pasara el nivel de las criaturas. El patriarca de
Alejandría, Alejandro le encomendó la cura pastoral en la iglesia de Baucalis, (estamos ante
los principios de la vida parroquial), un suburbio de la ciudad, donde consiguió un gran
ascendiente entre los fieles, y especialmente entre las vírgenes, por su ascetismo y sus
extraordinarias cualidades de predicador.
La doctrina teológica de Arrio giraba por completo en tomo a la unidad de Dios; y,
tomando esta unidad de Dios como fundamento, había que repensar todo lo demás. Dios es el
UNO por antonomasia; el monoteísmo ya había sido filosóficamente demostrado por todos los
grandes filósofos de Grecia. Según Arrio, que en esto dependía de la filosofía platónica, el
Dios absolutamente uno, trascendente y estable en sí, no tolera ni pluralidad en sí, ni una
relación o vinculación con la materia. Por consiguiente, si en el Dios que se revela existe
alguna pluralidad y diferencia, es decir, una distinción entre el Padre y el Hijo, esto no puede
pertenecer al orden del Absoluto, sino al orden de lo creatural.
Arrio mantiene los términos tradicionales, como Cristo es «Hijo de Dios», Cristo «es
Dios», pero los interpreta en un sentido restrictivo; Cristo es Dios, pero solamente en cierta
medida, porque para él solamente el Padre es «verdadero Dios».
Entiende la naturaleza del Logos como mediador de la creación según el modelo
conceptual del Demiurgo platónico, el intermediario entre Dios y el mundo material. El Logos
es prototipo de la creación, una criatura plena, a imagen y semejanza del Dios invisible, pero
no puede pertenecer al ámbito de lo divino, sino al de la creación propiamente dicha y por
consiguiente, hubo un tiempo en el que el Logos no existía. Él es la primera criatura, el
instrumento, por el que todo ha sido creado. El Logos es resultado de la libre, y no necesaria,
decisión de la voluntad del Padre, no de la necesidad de su esencia.
Con estas teorías, parecía que Arrio radicalizaba el subordinacionismo, de los tres
primeros siglos y de este modo la doctrina arriana no constituía, a primera vista, una novedad,
sino una continuación de la teología tradicional; y parecía una explicación lógica porque, de lo
contrario, una identificación demasiado diferenciada del Hijo con el Padre le parecía que
conduciría necesariamente al atolladero del modalismo trinitario.
Como consecuencia de esto, Arrio tampoco reconocía la humanidad de Cristo en sentido
pleno, pues el Logos para él no es Dios, sino el «alma del mundo», que se une a un cuerpo, en
cuanto que asume la carne, pero no se hace hombre, sino que ocupa el puesto del alma
humana en Jesús de Nazaret; es decir, Cristo no es Dios y hombre, sino un ser intermedio.
Sin que pasara mucho tiempo, el patriarca Alejandro quiso convencer a Arrio por toda
clase de medios de sus errores, pero fracasó en el intento. Al fin, y para contrarrestar sus
10

doctrinas, reunió un sínodo en Alejandría (321) en el que tomaron parte unos cien obispos de
Egipto; y todos, (a excepción de los obispos, Segundo de Tolemaida y Teonás de Marmárica),
condenaron al arrianismo y a sus defensores que fueron depuestos de sus sedes. Alejandro
informó a los obispos orientales y al obispo d Roma, sobre estos errores.
Arrio, en tanto no se quedó pasivo y se dirigió a Cesarea de Palestina y luego a
Nicomedia donde se encontraban sus antiguos condiscípulos: ambos llamados Eusebio —el de
Cesarea— padre de la historia eclesiástica y el de Nicomedia.
Desde Cesarea emprendió una gran campaña propagando su doctrina a través de cartas
y sobre todo una obrita en prosa y verso, muy amena y motivadora, “Talía”, desde la que se
difundía con sencillez y para el gran público, su doctrina.
Durante este tiempo consiguió numerosos adeptos, incluso Eusebio de Nicomedia, lo
recibió en su casa y reunió un sínodo en Bitinia para absolver a Arrio. En el seno de esta
reunión se redacta una profesión de fe en la cual solo el Padre es eterno, el sin principio,
mientras que el hijo es la creatura perfecta de Dios, y no poseía el ser simultáneamente con el
padre, puesto que este existe antes que el Hijo.
Desde ese momento, podemos decir que la doctrina arriana se difunde por todo el
oriente.

6. CELEBRACIÓN DEL CONCILIO DE NICEA (325)


6.1. Intervención de Constantino y convocatoria del Concilio ecuménico:
Enterado Constantino de la división producida en la iglesia de Alejandría, después de su
victoria sobre Licinio en el 324, envió a su asesor religioso, el obispo Osio de Córdoba, con
cartas para Alejandro y para Arrio con el fin de acercar las partes, pero Osio no consiguió ni la
retractación de Arrio, ni la paz eclesial; en vista de lo cual, aconsejó al emperador que
convocase un Concilio universal para resolver el problema.
Constantino aceptó el consejo de Osio y convocó un concilio en el que participaran
obispos provenientes de todo el mundo. Tengamos presente que hasta aquel momento habían
existido muchos sínodos o concilios, más o menos numerosos, pero solamente habían tomado
parte en ellos obispos de una región. Ahora se trataba de un concilio “ecuménico”, aunque de
hecho no todos pudieron participar.
A todos, el emperador les pagaría y solventaría el viaje, las rutas imperiales estarían a su
disposición para la concurrencia a la asamblea.
El Concilio de Nicea no fue convocado por el Papa, sino por el emperador, como
sucederá con los seis concilios ecuménicos siguientes, pero el obispo de Roma lo aceptó y
legitimó enviando sus propios legados, los presbíteros Vito y Vicente.12
Tomaron parte en él unos doscientos obispos, según Eusebio de Cesarea, fueron cerca de
250, aunque según los escritos de S. Atanasio fueron 318. 13 Lo cierto es que en su casi
totalidad procedían de la Iglesia oriental, mientras que de la occidental estuvieron presentes
Osio de Córdoba, los delegados del papa Silvestre, Ceciliano de Cartago y probablemente
otros tres obispos.
Las aulas conciliares se celebraron en el palacio de verano del emperador.
El concilio se inauguró, con un discurso del propio Constantino, el día 25 de mayo del
año 325, y las sesiones se celebraron por dos meses.
Entre los más ardientes defensores de la ortodoxia, se contaban el patriarca y obispo
Alejandro, Eustacio de Damasco, Marcelo de Ancira y Macario de Jerusalén. Participó
además el mismo Arrio y los obispos que lo defendieron, ambos Eusebios.
12
Solamente el Concilio II de Constantinopla (553) fue convocado contra la voluntad del Papa, aunque también
acabó legitimándolo.
13
Cf. Vita Constantini, III, 8; Apología II, 23, 2.
11

Entre sus protagonistas, encontramos algunos monjes, como Pafnucio de Egipto.


Algunos padres presentes, cuenta Eusebio, que habían sido víctimas de suplicios durante las
últimas persecuciones se les notaban sus marcas testimoniales.

6.2. Desarrollo y doctrina del Concilio de Nicea (325)


Con la prestancia “cuasi sacral” del emperador las sesiones se iniciaron y desde el
principio se mostraron claramente los dos bandos, en los que se dividió la asamblea.
Lo más seguro es que la presidencia haya sido ocupada por Osio de Córdoba, como
representante del emperador, porque en todas las listas de los Padres de este concilio figura en
primer lugar; y después de él aparecen siempre los legados papales. Es probable que para
Constantino el concilio no fuese otra cosa que un consejo de expertos en materia de fe; y, en
cambio, para los obispos no era más que un concilio que se ocupaba de asuntos de fe y
costumbres, aunque con representación más ampliada y universal.
No faltaron en el aula conciliar, las intrigas y recelos ya que todos trataron de ganar su
propio prestigio frente al emperador.
Se presentaron los escritos de Arrio y aunque sus partidarios fueron los primeros en
hablar fueron rechazadas sus fórmulas de fe y también su popular Thalia.
El resultado de las discusiones y deliberaciones fue lograr la formulación del llamado
símbolo niceno14 y además el tratamiento sobre algunas cuestiones disciplinares.

6.2.1. En cuanto a las cuestiones dogmáticas, se afirma: que el Hijo es «Dios verdadero
de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza (homoousios) que el
Padre”.
De este modo algunos enunciados tradicionales sobre Jesús, como “Hijo de Dios”,
“Primogénito de todas las criaturas”, “Dios de Dios” que Arrio aceptaba, pero que interpretaba
erróneamente, quedaban precisados de tal modo que quedaba a la vista el error de la doctrina
arriana. Es decir que la expresión “Hijo de Dios” quedaba clarificada con la expresión “de la
misma sustancia del Padre” (homoousios); y para eliminar cualquier ambigüedad relativa a la
dimensión creatural que Arrio atribuía al Hijo, se clarificaba así: “engendrado no creado”. De
este modo se afirmaba que la procesión del Hijo respecto del Padre no es el resultado de un
acto libre de su voluntad, ni, menos aún, una “creación de la nada”, sino algo que existe en
Dios mismo desde la eternidad, y la expresión tradicional “Dios de Dios” que también Arrio
aceptaba, fue matizada así: el Hijo es «Dios verdadero de Dios verdadero»; de modo que se
afirmaba sin posible ambigüedad que el Hijo es Dios en sentido pleno.
El término homoousios, significaba justamente que el Hijo es de la misma naturaleza que
el Padre. Este término se convirtió en el concepto clave, de la lucha de la fe verdadera contra
la herejía.15
Si bien Arrio y sus partidarios tuvieron plenas facilidades para defender sus teorías
chocaron frontalmente con la argumentación del diácono de Alejandría, Atanasio, que
participó en el concilio como secretario del patriarca Alejandro, y a quien sucedió en la sede
desde 328.
La condena de Arrio como hereje fue aceptada por todos los participantes en la asamblea
conciliar, menos los obispos Segundo de Ptolemaida y Teonás de Marmárica, que fueron
desterrados juntamente con Arrio; Eusebio de Nicomedia, poco tiempo después también fue
desterrado.
14
DzH, 125 s.
15
Según San Atanasio, la posición de Osio de Córdoba fue determinante para la introducción de este término; y
ciertamente existen motivos para suponer que ese término procede de la teología trinitaria de la Iglesia
occidental, y que ya antes del Concilio I de Nicea había sido asumido por las Iglesias de Alejandría y Antioquía,
aunque esto puede ser discutible.
12

6.2.3. Cisma de Melecio El Concilio de Nicea se ocupó también de este cisma que por
espacio de una década había tenido dividida a la iglesia de Egipto. Durante la persecución de
Diocleciano, el obispo Pedro de Alejandría se ausentó de su sede y otros obispos habían sido
encarcelados. Melecio ocupó la silla alejandrina, pero al volver su titular, Pedro, éste lo
excomulgó. Un sínodo celebrado en Alejandría en torno al año 304, depuso solemnemente al
usurpador Melecio; éste no se sometió y la Iglesia de Alejandría se dividió. El obispo Pedro
murió mártir en el año 311, y Melecio fue desterrado, perdurando el cisma hasta el Concilio
de Nicea, que finalmente se pronunció sobre el problema y lo condenó. Como respuesta los
melecianos se fusionaron con los arrianos.

6.2.4. Los cánones disciplinares de Nicea El Concilio de Nicea promulgó también


algunos cánones disciplinares. Entre los principales se cuentan:
* Se reconocen los privilegios de las sedes Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Roma.
* Se prohibió la ordenación de recién bautizados, de eunucos y de quienes hubieran
apostatado durante la persecución.
* Con respecto a los obispos se mandó que fueran ordenados por obispos de la misma
provincia eclesiástica, y una vez nombrados debían ser confirmados por su respectivo
metropolitano o arzobispo.
* Se establecía la prohibición a los obispos de recibir en sus diócesis a presbíteros que
hubieren sido excomulgados por otro obispo.
* Se estipuló la fecha de la celebración de la Pascua conforme a la tradición romana, es
decir en día domingo, el siguiente al plenilunio de primavera. Encargándose a la Iglesia de
Alejandría el cálculo de la fecha de la Pascua, que debería comunicar a las demás Iglesias.
* Se estableció la vida común de clérigos, y se reorganizó la vida comunitaria de las
vírgenes.

7. POLÍTICA RELIGIOSA DE LOS EMPERADORES

7.1. Reposición de los arrianos:

Las cosas no quedaron tranquilas, después del concilio, ya que Constancia, hermana de
Constantino, influida por Eusebio de Cesarea instó al emperador a una reconciliación entre los
contendientes. Tomó bajo su protección a Eusebio de Nicomedia y gracias a los manejos
cortesanos, poco a poco hizo que el arrianismo fuera ganando adeptos en la corte, en contra de
los obispos y teólogos nicenos.

Ambos Eussebios emprendieron entonces una feroz campaña contra los principales
defensores de la ortodoxia y consiguieron la destitución de los obispos Eustacio de Antioquía
(330), Marcelo de Ancira16, entre otros. Incluso lograron la destitución de San Atanasio en
Alejandría, después del sínodo de Tiro, después de verter calumnias, fue desterrado al
occidente, en la lejana Tréveris (335); será el primero de los cinco destierros que tendrá que
sufrir a lo largo de su vida.
Se logró levantar el destierro a los condenados en Nicea, y en el año 328, al morir el
patriarca Alejandro, ya habían vuelto repuestos los arrianos, incluso el mismo Arrio que
vuelve a Constantinopla en 331, pero murió la víspera de la fecha establecida para su plena
readmisión en la comunidad alejandrina (336).

7.2. Sucesores de Constantino:

16
Este fue acusado de sabelianismo por los arrianos.
13

Al año siguiente moría también Constantino (337), quien durante los últimos años de su
vida favoreció a los arrianos.
Antes de morir, dividió el Imperio entre sus tres hijos:
 Constantino II, que obtuvo las Galias, España y Gran Bretaña;
 Constante, que le correspondió la otra parte de occidente, es decir, Italia, África,
el Ilírico, Macedonia y Dacia.
 Por último Constancio, que quedó dueño de todo el oriente, con Tracia, Asia
Menor, Capadocia, Ponto, Siria y Egipto.

Todos ellos dieron un decreto colectivo por el que se permitía el regreso de todos los
obispos nicenos que habían sido desterrados; incluso Atanasio. Gracias a un sínodo en el que
participaron más de cien obispos se le reconoció su inocencia, declararon inválida la sentencia
del sínodo de Tiro. Sin embargo Eusebio de Nicomedia y sus partidarios no se dieron por
vencidos y consiguieron que Atanasio fuera desterrado de nuevo, esta vez a Roma (339),
donde fue bien recibido. Los eusebianos se dirigieron al papa Julio I (336-352), en contra de
Atanasio pero el Papa reunió un sínodo en Roma, en 340, en el que San Atanasio, Marcelo de
Ancira y otros fueron declarados inocentes y rehabilitados. El Papa comunicó a los eusebianos
las decisiones del sínodo y estos, reunidos en un sínodo celebrado en Antioquía (341),
confirmaron la destitución de San Atanasio y redactaron cuatro fórmulas de fe, todas
ortodoxas, aunque no incluyen en ninguna de ellas la palabra homoousios.
A todo esto, Eusebio de Nicomedia, había logrado ser trasladado de la sede arzobispal de
Nicomedia a la de Constantinopla, capital del imperio.
En el orden doctrinal este último, no había aceptado propiamente la herejía de Arrio,
sino que pertenecía al grupo de los llamados semiarrianos, vale decir que no estaba de
acuerdo con las doctrinas extremistas de Arrio, sin embargo simpatizaban con él. Finalmente
murió en 342, pero a pesar de la desaparición de este ferviente defensor de Arrio, el problema
continuó.
A instancias del papa Julio, al año siguiente el emperador Constancio, convocó el
concilio de Sárdica —que inicialmente se pretendía que fuera ecuménico— en el que
participaron 90 obispos occidentales y 80 orientales. Con todos los esfuerzos de Osio de
Córdoba por retenerlos los orientales abandonaron el concilio, mientras que los occidentales
continuaron las sesiones. En el aula se examinaron de nuevo las causas de San Atanasio y de
Marcelo de Ancira, y se les declaró inocentes.17 Además se dictaron también algunos cánones
sobre la obligación de la residencia de los obispos en sus sedes episcopales, y sobre la
regulación de los procesos contra los clérigos entre otras disposiciones.

7.3. Triunfo momentáneo del arrianismo


En tanto la posición de los emperadores era fluctuante y poco clara. Así vemos el caso
de Atanasio que en 345 el emperador Constancio le permite regresar a su sede de Alejandría,
merced al influjo de su hermano Constante, que favorecía abiertamente a los nicenos.
Durante los años 346-350 cesaron las controversias arrianas y reinó la paz en toda la
Iglesia; pero en el año 350 al morir asesinado Constante, su hermano Constancio quedó dueño
de todo el IR, y de nuevo el arrianismo cobró fuerzas.
En el año 352 muere el papa Julio y le sucede el papa Liberio (352-366). Al año
siguiente, a instancias del nuevo papa, Constancio convoca un sínodo en Arlés, que fue
dominado por los obispos arrianos Ursacio y Valente; en este sínodo se condenó de nuevo a
San Atanasio; se obligó a los obispos a firmar por la fuerza las Actas del sínodo, incluidos los
legados papales. Paulino de Tréveris, que se negó a firmar, fue desterrado. El papa Liberio
17
Dz H., 133-136.
14

protestó enérgicamente ante Constancio y exigió la celebración de otro concilio en el que los
Padres tuvieran garantizada la libertad.
El nuevo concilio se celebró en Milán (355); pero fue también dominado por los
mismos obispos, que consiguieron de nuevo la condena de Atanasio; los padres también
tuvieron que firmar las actas a la fuerza. Lucífero de Cágliari, legado del Papa, y Eusebio de
Vercelli, que se negaron a firmar, fueron desterrados. También fueron desterrados el papa
Liberio a Berea (Macedonia), Osio de Córdoba, casi centenario, a Sirmio (Ilírico) y, al año
siguiente (356), Atanasio desterrado por tercera vez, en esta oportunidad se refugió con los
monjes de la Tebaida (Egipto).
En el año 357 se reunió un concilio en Sirmio, para tratar de acercar posiciones. Este
sínodo es importante, ya que en él, se puede ver con claridad la división interna de los
arrianos, como lo muestra el siguiente cuadro:

(1)
"El hijo es semejante al Padre en la Basilio de Ancira, Macedonio
HOMOIOU naturaleza, es decir en todo" Estaban de de Constpla., Silvano de
SIANOS acuerdo con los nicenos pero no aceptaban el Tarso.
HOMOUSIOS por temor al modalismo.
(2)
HOMOIANOS "El hijo, no es igual al Padre, pero sí Acacio de Cesarea de
u semejante. Aunque sea de distinta naturaleza Palestina
HOMEISTAS con todo se conforma perfectamente a su
voluntad".
(3)
ANHOMEOS o "El Verbo de naturaleza distinta del Padre". Eunomio
EUNOMIANO Son los arrianos "puros", secta herética. Mas Jorge de Alejandría
S que una corriente son muy pocos en número, Eudoxio de Antioquía
ya en ésta época.

La fórmula de fe redactada en ese concilio era a todas luces herética; y fue rechazada
tanto por el pueblo como por la mayor parte de los obispos. Entonces Basilio de Ancira logró
del emperador Constancio la convocación de otro concilio que se había de celebrar también en
Sirmio (358) en el cual se redactó una nueva fórmula de fe que, aunque no empleaba la
palabra homousios, es plenamente ortodoxa; pero este término no podía ser excluido, por lo
que las controversias continuaron.

7.4. Derrota definitiva del arrianismo


Después del Concilio de Sirmio (358), el papa Liberio pudo regresar a Roma; algunos
autores de los siglos IV y V insinúan que Liberio tuvo que hacer algunas concesiones al
emperador Constancio. Ciertamente el papa no firmó la fórmula herética del año 357, pero
parece que firmó la fórmula de fe del Concilio del año 358 y consintió en la destitución de San
Atanasio.
Algo semejante ocurrió con el venerable Osio. Los arrianos querían doblegar a toda
costa la firmeza de este campeón de la fe de Nicea, y afirmaron que lo habían conseguido;
pero las fuentes que lo afirman son sospechosas. Según San Atanasio, Osio no firmó ninguna
fórmula de fe herética; pero habría aceptado la condena de San Atanasio: «cedió a los arrianos
un instante, no porque nos creyera a nosotros reos, sino por no haber podido soportar los
golpes a causa de la vejez».18 «Y, si bien es verdad que al fin, como anciano y débil de cuerpo,
cedió por un momento a los arrianos a causa de los golpes sin medida que sobre él
descargaron, y de la conspiración contra sus parientes; esto mismo demuestra la maldad de
18
ATANASIO, Apología contra arrianos, 89: PG 25, 409.
15

aquéllos, los cuales se esfuerzan en todas partes por hacer ver que no son cristianos de
verdad».19
Osio es venerado como santo por las Iglesias de Oriente; y celebran su fiesta el día 27
de agosto.20
Después del tercer concilio de Sirmio (358), Constancio quiso unificar la fe del
Imperio, obligando a los obispos a suscribir una fórmula de fe semi arriana. Por instigación de
Ursacio y de Valente, el emperador convocó dos concilios: uno en Rímini, para los
occidentales, y otro en Seleucia para los orientales. A los dos concilios se les propuso una
misma fórmula de fe; una delegación de cada concilio firmó el 31 de diciembre del año 359
esta fórmula, que no era herética, pero no empleaba el término homousios. El emperador la
impuso a todos los obispos, bajo pena de destierro; solamente el papa Liberio y algunos otros
obispos se negaron.
En el año 361 murió el emperador Constancio, y le sucedió en el trono imperial
Juliano el Apóstata, que permitió de inmediato el regreso de todos los obispos desterrados con
la malévola intención de que se hicieran la guerra unos a otros. En París se celebró un sínodo
que restableció la fe católica en todo el Occidente.
San Atanasio regresó a Alejandría en el año 362, y presidió el Concilio de los
Confesores, llamado así porque en él tomaron parte veinte obispos que habían confesado y
padecido por la fe; en él se decidió que se tratara con benevolencia a quienes se habían pasado
al arrianismo; se definió la divinidad del Espíritu Santo, y se condenó el apolinarismo, una
herejía que toma su nombre de Apolinar de Laodicea, quien por poner a salvo la divinidad del
Hijo, puso en peligro su humanidad, pero murió en paz con la Iglesia (395). Ante el éxito
resonante que había alcanzado San Atanasio, al regresar a Alejandría, Juliano el Apóstata
decretó su cuarto destierro; pero al morir Juliano, el nuevo emperador, Joviano, le revocó el
destierro.
Con la llegada del emperador Valente, que era arriano, el arrianismo dominó de nuevo
la situación eclesial en Oriente durante diez años; y de nuevo quien había sido el
portaestandarte de la fe católica y martillo de herejes, San Atanasio, fue desterrado por quinta
y última vez.
En el año 369, un sínodo romano, presidido por el papa español m Dámaso, en el que
tomaron parte noventa obispos, proclamó la consustancialidad del Hijo con el Padre, y se
definió también la divinidad del Espíritu Santo. Los obispos orientales acudieron a San
Dámaso en demanda de ayuda para restablecer la paz en aquellas iglesias y con la llegada de
los emperadores Graciano y Teodosio (379), la fe de Nicea triunfó definitivamente.

7.5. Doctrinas derivadas del arrianismo


El obispo de Constantinopla, Macedonio, negaba la divinidad del Espíritu Santo
(macedonianismo), porque lo consideraba inferior al Hijo, como, según él, también el Hijo es
inferior al Padre; esta herejía consiguió algunos adeptos que se propagaron por Tracia y
Bitinia, siendo sus principales opositores San Atanasio, San Basilio y san Ambrosio.
Fotino de Sirmio defendió un adopcionismo parecido al de Pablo de Samosata; fue
combatido tanto por los arrianos como por los católicos. El Concilio de Sirmio (351)
anatematizó su doctrina, pero la continuaron sus discípulos (fotinianos).
El cisma de Melecio de Antioquía, se originó cuando fue depuesto el obispo católico
Eustacio, y fue entronizado el arriano Melecio. En el año 360, el obispo de los arrianos fue
depuesto por Juliano el apóstata, pero en su lugar colocó a otro arriano, de modo que en
Antioquía existían al mismo tiempo tres obispos: Eustacio (católico), Melecio (arriano), que
19
IB.ID, Apología de fuga. 5: PG 25.650; Historia Arianorum ad monachos', 45: PG 25,749.
20
PUEYO, A. M., Hacia la glorificación de Osio, 192-201.
16

conservó algunos seguidores al ser depuesto, y el nuevo obispo arriano entronizado en lugar
de Melecio. Al morir el obispo católico Eustacio (360), Lucífero de Cágliari colocó en su
lugar a Paulino, pero este cisma obstaculizó la paz de la de la Iglesia antioquena hasta el año
415.
El cisma luciferiano tuvo como autor a Lucífero de Cágliari, que no aceptó la
benignidad con que San Atanasio había tratado a los arrianos en el Concilio de los Confesores
(362), y rompió la comunión con él. Este cisma se propagó por Cerdeña, y algo también por
España, y duró hasta principios del siglo V.
El llamado cisma romano fue una consecuencia del destierro del papa Liberio; en su
ausencia un tal Félix se proclamó obispo de Roma (355); pero, al regresar el papa Liberio, el
antipapa Félix fue abandonado por todos; y murió en el año 365. Al subir al solio pontificio
San Dámaso (366-382), se produjo también un pequeño cisma capitaneado por el antipapa
Ursino, que fue desterrado a Colonia.
Marcelo de Ancira, que había sido uno de los grandes defensores de la divinidad del
Hijo contra los arrianos, más tarde cayó en una especie de sabelianismo.
En el Concilio I de Constantinopla (381) fue condenado de nuevo el arrianismo; y con
esta condena las Iglesias orientales se vieron libres de esta herejía.

8. EFECTOS NEGATIVOS Y POSITIVOS DEL ARRIANISMO:


El arrianismo no fue solamente una controversia teológica, sino algo muy complejo que,
durante un siglo, afectó a la vida de las comunidades cristianas, tanto por lo que se refiere a su
vida interna como a sus relaciones con el Estado, con efectos negativos y también positivos.

8.1. Aspectos negativos


Entre estos caben destacarse los siguientes:
1) La cura pastoral fue prácticamente abandonada por los Pastores, porque la mayor parte de
su tiempo lo empleaban en ir y venir a los sínodos y concilios. Y, además, con demasiada
frecuencia se alternaban obispos católicos y arrianos en una misma sede episcopal y todo esto
sucedía en un tiempo en que los paganos estaban entrando en masa en la Iglesia, a los que se
le debería haber prestado una atención especial.
2) Hubo una excesiva dependencia de los obispos respecto al poder del Estado, sobre todo en
tiempos del emperador Constancio; los continuos recursos a la autoridad imperial acabaron
por convencer a ésta de que tenía legítimo poder para interferir en los asuntos internos de la
Iglesia, hasta el punto de que imponían fórmulas de fe, desterraban a los obispos e imponían
obispos complacientes en las comunidades. Con el arrianismo empezó el verdadero
cesaropapismo.
3) Se inició un distanciamiento entre las Iglesias orientales y las occidentales; en el Concilio
de Sárdica ya se produjo una división entre estos dos bloques episcopales.
4) Si bien es verdad que, durante algunos momentos, el Primado romano en gran medida se
debilitó, sin embargo, al concluir la contienda salió ganando, por las frecuentes apelaciones de
los obispos orientales a la Sede de Pedro.

8.2. Aspectos positivos:


Estos negativos tuvieron su contrapartida en una serie de efectos positivos:
1) La teología experimentó un gran progreso, debido a la necesidad de refutar una y otra vez
la serie de doctrinas heréticas. En medio de las contiendas doctrinales surgieron teólogos de
la talla de Atanasio, Basilio, Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, Hilario de Poitiers, entre
otros.
17

2) Se clarificó la idea de comunión eclesial por los abusos y facilidad con que unos obispos
excomulgaban a otros; hasta que se llegó a la convicción de que la comunión en la misma fe,
implica también la comunión en los aspectos fundamentales de la disciplina eclesiástica.
3) Hubo muchos obispos que dieron ejemplo de una extraordinaria fortaleza a sus fieles como
los casos de Atanasio de Alejandría, Osio de Córdoba, Eusebio de Vercelli, Basilio de
Cesarea, Hilario de Poitiers y muchos otros.
4) El primado del obispo de Roma salió fortalecido. Como sucesor de Pedro y cabeza del
colegio de los obispos y fuente de la comunión eclesiástica. Se consolidó también como
árbitro en materia de fe y disciplina aun frente al poder ejercido por los emperadores
sucesores de Constantino.
5) La fe del pueblo sencillo salió en general fortalecida; los fieles en su conjunto no entendían
las sutilezas que se traían entre manos muchos obispos. En Occidente, ciertamente el pueblo
fiel creía que Cristo era Dios, sin distinción de ninguna clase; en Oriente, en cambio, quizás
habría que matizar más la cuestión, pero en general los fieles también creían explícitamente en
la divinidad del Hijo, porque, según dice San Hilario de Poitiers, los arrianos en su
predicación a la comunidad decían lo mismo que los católicos, de modo que «predicaban de
una manera, y pensaban de otra distinta»; pero los fieles, al oírlos, entendían lo que las
palabras indicaban, sin mayores complicaciones ni sutilezas; por eso concluye el santo: «son
más santos los oídos del pueblo que el corazón de los sacerdotes» .21

8.3. La acción del obispo Ulfilas:Debemos agregar una última consecuencia de tipo misionera
que generó la disputa arriana, y fue la expansión misionera que experimentó la iglesia de
oriente, más allá de las fronteras del IR.
Se conoce la vida y misión de uno de los obispos arrianos que difundió la fe en los
pueblos germánicos que ya asolaban las fronteras del IR, el capadocio Ulfilas, (o Wilfila)
nacido ca. 311 en la zona de Capadocia y que siendo niño sufrió junto a su familia un ataque
de los godos que lo llevaron al otro lado del Danubio. Conservaba su fe cristiana cuando en el
341 fue nombrado obispo de Constantinopla, pero se entregó a la difusión de cristianismo
arriano entre los godos.
Su acción misionera se desplegó al norte del río Danubio por siete años en donde bautizó
a muchas de estas parcialidades godas. En el 360 participó del concilio de Constantinopla
firmando el símbolo de fe arriana moderada.
Los autores modernos lo consideran como arriano moderado basándose en la suscripción
de la fórmula del 360. Aunque esa fórmula servía para apoyar un arrianismo radical
(anhomeísmo).
Su trabajo fue de capital importancia sobre todo en el plano cultural ya que Ulfilas creó
un alfabeto adaptado a su lengua y tradujo al gótico la Escritura obra que se reveló como
fundamental para la cristianización de estos pueblos germánicos que llegarán en el siglo
siguiente al occidente.

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HILARLO DE POITIERS, Contra Auxentium, 6: PL 10,612

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