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Tema 17

Este documento trata sobre la acción de Dios por la gracia y el orden sobrenatural. Explica que la gracia es el favor gratuito que Dios nos da para responder a su llamada y nos hace participar de la vida divina. También define la gracia según San Agustín y contrasta su perspectiva con el pelagianismo. Finalmente, clasifica los diferentes tipos de gracia como la gracia santificante, habitual, actual y sacramental.

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Tema 17

Este documento trata sobre la acción de Dios por la gracia y el orden sobrenatural. Explica que la gracia es el favor gratuito que Dios nos da para responder a su llamada y nos hace participar de la vida divina. También define la gracia según San Agustín y contrasta su perspectiva con el pelagianismo. Finalmente, clasifica los diferentes tipos de gracia como la gracia santificante, habitual, actual y sacramental.

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Seminario Arquidiocesano

“San Jerónimo”

SÍNTESIS
TEMA 17

Curso: Síntesis Teológica

Profesor: P. Walter Soto De la Cruz

Alumno: Richard Bolaños Dongo

Arequipa — 2018
TEMA 17

1. La acción de Dios por la Gracia y el Orden Sobrenatural.


El mensaje de Salvación que nos transmite la Escritura, es el lenguaje de la revelación y que la
teología traduce, además de la teología trinitaria, por la palabra “gracia”. El gran mensaje de la
salvación es el mensaje de la gracia1.

1.1. El orden sobrenatural


Según el plan de Dios el hombre se hallaba:
1. Dones naturales: lo natural.
2. Dones sobrenaturales: la gracia, la naturaleza elevada.
3. Dones preternaturales: integridad, inmortalidad, ciencia infusa.
Por la caída el hombre pierde los dones preternaturales y entra la muerte, la concupiscencia y
la ignorancia. Entonces en el hombre hay una simultánea vocación a la gracia. Dios redime al
hombre para sacarlo de esta situación de pecado con la redención, obrada por Cristo, en la
justificación2.

1.2. Definiciones de Gracia


La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada. La
gracia nos hace ser hijos de Dios (Jn 1,12–18), hijos adoptivos (Rm 8, 14–17), partícipes de la
naturaleza divina (2 P 1,3–4), de la vida eterna (Jn 17,3). Es una participación en la vida de Dios, es
decir, que nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria por el Bautismo. Nuestra vocación a
la vida eterna es sobrenatural y depende enteramente de la iniciativa gratuita de Dios, puesto que
sobrepasa las capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana, como de toda
criatura (1 Co 2,7–9)3.
En la tradición teológica se denominaba al tratado de gracia, de la vida sobrenatural, como De
Deo elevante, en cuanto que el hombre es elevado al orden sobrenatural. La gracia es el
extraordinario don que Dios concede a quienes son beneficiarios de la obra salvadora de Cristo,
los cuales, al hacerles participantes de la riqueza de la redención, se convierten en “hombres
nuevos”. Esta gracia da al bautizado un nuevo ser: el ser en Cristo. La gracia no ocasiona una
nueva esencia: “No destruye la naturaleza sino que la perfecciona”4.

1.3. La gracia en San Agustín


Dos corrientes de espiritualidad del siglo V: pelagianismo y augustinismo: una ponía todas las
fuerzas de salvación y perfección en el libre albedrio humano, la otra, invocaba el auxilio interior
de la gracia de Dios.

1.3.1 Pelagianismo
Pelagio entendía la gracia desde la creación y la ley. Veía al hombre “sano en sus fuerzas…”,
capaz por sí mismo de alcanzar la sanctitas naturalis, prescindiendo de la gracia divina.
Afirmando así el arbitrio de la voluntad y no dejando lugar a la gracia. El bien o mal que cada uno
1
W. SOTO DE LA CRUZ, La gratuidad de la gracia según San Agustín, Arzobispado de Arequipa, Perú 2017,
19.
2
Síntesis de la facultad RM
3
CICAT 1996-1998.
4
A. FERNÁNDEZ, Teología Dogmática I, BAC, Madrid 2012. 148-149.

1
hace es fruto de su voluntad. La ayuda divina hace que el bien se pueda hacer con más facilidad,
pero el hombre es capaz por sí mismo. Esta doctrina es un golpe a la cristología, la teología
sacramental y la doctrina de la gracia.

1.3.2. Augustinismo
o Agustín parte de su experiencia personal a través conversión como mudanza espiritual
totalmente inmerecida.
o La gracia es fundamentalmente la iluminación de la mente por la Verdad divina, el verbo de
Dios, y el movimiento de la voluntad por el Amor divino, el Espíritu Santo. Algún auxilio
para bien obrar añadido a la naturaleza y a la doctrina por medio de la comunicación de la
ardentísima y luminosísima caridad.
o Por la gracia somos hechos participantes de la naturaleza divina, hijos de Dios, templos de la
Santísima Trinidad y por la que la imagen de Dios en el hombre es, no solamente restaurada
por la curación de las heridas de la ignorancia y concupiscencia, sino embellecida por los
dones de la sabiduría y de la caridad.
o La gracia nos llega por medio de Cristo-hombre mediador.
o Es la capacidad para obrar el bien (auxilium gratiae). El Espíritu Santo permanece en el hombre
(adiunctum naturae), insinuando dos órdenes de dones: natural (homo capax Dei- homo capax Dei
trinitati en su condición de imago Dei) y sobrenatural (gracia habitual o santificante).
o Dos formas principales de los beneficios divinos: luz y calor; verdad y caridad. Siendo el
entendimiento y la voluntad las dos potencias en las que más influye y se comunica la acción
divina (gracia adyuvante), alejando al hombre de los obstáculos de la ignorantia et infirmitas,
consecuencia del pecado original.
o Afirma la realidad, necesidad y gratuidad de la gracia en dos aspectos.
o Se debe admitir un “adiutorium bene agendi adiunctum naturae atque doctrinae” (como
auxilio para bien obrar añadido a la naturaleza y a la doctrina); esta ayuda es “interior,
admirabilis et ineffabilis”, y consiste esencialmente en “inspiratio flagrantissimae et
luminosissimae caritati”.
o II Concilio de Orange (529) se dice que consagró en la Iglesia un augustinismo moderado.
o La batalla sobre la justificación se llevó a cabo en nombre de San Agustin, considerado fiel
interprete de San Pablo.
o El decreto saber la justificación del 13 de enero de 1547 del concilio de Trento manifiesta la
correcta interpretación de Agustín. Invita a los enemigos de la gracia diciéndoles: “Aprendan
a ser católicos” (1Co 1, 31)5.

1.4. Clasificación de la gracia:


1. La gracia santificante o deificante, recibida en el Bautismo. Es un don habitual, una
disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con
Dios, de obrar por su amor. Es en nosotros la fuente de la obra de santificación (Jn 4,14; 7,38–39;
2 Co 5,17–18). Es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo
en nuestra alma para curarla del pecado y santificarla.
2. la gracia habitual, disposición permanente para vivir y obrar según la llamada divina.
3. Las gracias actuales, que designan las intervenciones divinas sea en el origen de la
conversión o en el curso de la obra de la santificación.

5
W. SOTO DE LA CRUZ, La gratuidad de la gracia según San Agustín, Arzobispado de Arequipa, Perú 2017,
253-266.

2
4. Las gracias sacramentales, dones propios de los distintos sacramentos, que son los dones que
el Espíritu Santo nos concede para asociarnos a su obra, para hacernos capaces de colaborar a
la salvación de los otros y al crecimiento del Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
5. Las gracias especiales (Gratia gratis data), llamadas también "carismas", según el término
griego empleado por S. Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio (LG 12).
Cualquiera que sea su carácter, a veces extraordinario, como el don de milagros o de lenguas,
los carismas están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la
Iglesia. Están al servicio de la caridad, que edifica la Iglesia (1 Co 12; Rm 12,6–8).
6. Entre las gracias especiales conviene mencionar las gracias de estado, que acompañan el
ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la
Iglesia6.
La gracia tiene siempre una función sanante y elevante porque libera al hombre del pecado y lo
eleva a la vida filial. Ahora bien, La gracia viene a manera de invitaciones para dejar el mal
camino y convertirse a la vida divina, no es que transforma de inmediato al hombre. Tenemos,
pues, la gracia actual, que es el inicio de la amistad con Dios, donde el hombre es introducido a la
vida divina de manera parcial y no plena. Esta puede ser suficiente (ha llegado al hombre pero no
hay todavía respuesta) o eficaz (alcanza la respuesta del hombre). Esta preparación para la
justificación se hace con la gracia actual, que acompaña al hombre antes, durante el camino y
después, llamándose previniente, concomitante y consecuente. Por la gracia habitual o
santificante el hombre queda totalmente integrado en Dios (justificación). Esto no es otra cosa que
la inhabitación de Dios en el hombre (gracia increada) de forma permanente y transformante, por
la que el hombre aparece como nueva creatura en Cristo (gracia creada). La gracia actual llega a
su término en la gracia santificante y esta es el anticipo de la visión beatífica que es su
consumación7.
Gracia preveniente, concomitante, subsiguiente. La primera precede el acto del hombre,
moviendo o disponiendo la voluntad. La segunda acompaña el acto del hombre. La tercera se dice
por relación a un efecto anterior producido por otra gracia8.
Enseña el concilio de Trento (DS 1525ss; 1553ss). La gracia “previniente” da comienzo al
proceso por el que el hombre llega a la amistad con Dios. Es la preparación a la justificación,
necesaria en los adultos. Es la gracia que excita a los hombres a que acepten y libremente
cooperen con la gracia de Dios.
Por la gracia Dios realiza una doble acción en los bautizados: a) gracia increada: Se refiere a
Dios mismo y a la donación que hace de sí mismo al hombre, como la inhabitación trinitaria en el
alma del justo (1Co 3). b) gracia creada: Es el efecto que produce en quien la recibe “regeneración”
(Tt 3, 5), “nueva criatura” (2Co 5, 17). La vida nueva en Cristo (Jn 3,3; Ef 4, 24)9.

2. La Gracia como realidad presente en la historia


La iglesia primitiva vio desde el principio la gracia como algo que va mucho más allá de la
remisión de los pecados, como algo que eleva al hombre a una dignidad y grandeza que no solo
tiene ya nada que ver con el pecado, sino que además sólo puede entenderse desde Dios y para
Dios. La gracia no es una abstracción ni puede separarse del hombre histórico ni de la acción
histórica del Dios que opera la salvación.

6
CICAT 1999-2005.
7
J. SAYES, La gracia de Cristo, BAC, Madrid 1993, 23-25.
8
ROYO MARÍN A., Dios y su Obra, BAC, Madrid 1963, 579.
9
A. FERNÁNDEZ, Teología Dogmática I, BAC, Madrid 2012, 148-149.

3
2.1 En el AT
Se presenta la salvación de Dios hacia su pueblo como una acción gratuita que procede de su
exclusiva benevolencia. Esta acción salvífica se concretiza en la alianza que hace Dios con el
pueblo de su elección y que mira al reino mesiánico como realización plena de la donación divina
y la salvación que se ofrece al hombre.La iniciativa salvadora de Dios se manifiesta sobre todo en
la elección del pueblo de Israel. Iniciativa totalmente gratuita no justificada por mérito alguno (Dt
7,7). Dios es fiel y guarda su alianza y su amor (Dt 7, 9). Es el Dios de ternura (rahamin), de gracia
(hen), rico en bondad (hesed) y virtud (emet). El Dios de justicia (sedeq) y derecho (mispat) y de
fidelidad (emunah) (Ex 34,6-7; Os 2, 21-22). En Isaías la gracia aparece en conexión con la salvación
mesiánica futura. En Jeremías aparece la perspectiva de una nueva y definitiva alianza por parte
de Dios. Esta salvación llegará a purificar y renovar el corazón (Ez 36, 24-27).En los salmos
sobretodo aparece el amor (hesed) y la misericordia de Dios como don gratuito. En los LXX el
término JÁRIS (gracia) traduce el término hebreo Hen que significa permanente benevolencia,
favor de un personaje de alta posición y su manifestación concreta (Sal 4,2; 6,3).Así pues, el
término sedeq (justicia) indica lo que se ajusta a una norma, por lo que la justicia de Yahvé
aparecerá principalmente en socorrer a su pueblo y porque cumple las promesas de la alianza en
favor de su pueblo. Justicia viene a ser sinónimo de salvación.
El termino gracia no se encuentra en el AT, aunque evidentemente Dios tuvo manifestaciones
gratuitas y graciosas con su pueblo, apareciendo numerosas acciones de favor. La teología de la
gracia queda virtualmente revelada10.

2.2 En el NT
2.2.1 Sinópticos
Jesucristo presenta la salvación gratuita de Dios con el término de reino de Dios, que llega de
forma inmerecida y gratuita. Es el acontecimiento salvífico por antonomasia (Mc 1, 15). Es el amor
y la misericordia divina, que por iniciativa del Padre se ha realizado en Cristo y presenta una
doble dimensión: divinización del hombre y liberación del pecado. Es iniciativa absolutamente
gratuita de Dios. Supone la comunicación de Dios, la concesión de la paternidad divina (Ef 2,18) y
la liberación definitiva del pecado, y por la participación en la resurrección de Cristo, la liberación
de las tres grandes servidumbres iniciadas por el pecado de Adán: pecado, muerte y sufrimiento.
Este reino coincide en último término con la persona de Cristo (Mc 10, 29; Mt 19, 29).

2.2.2. San Pablo


La doctrina sobre la gracia aparece elaborada al punto de calificarlo como teólogo de la gracia.
Usa explícitamente el término de gracia (járis) para hablar de salvación gratuita que nos ha dado
en Cristo. La gracia es la justificación divina que se nos ha dado en Cristo por la fe. El hombre
caído en Adán era impotente para conseguir la justicia, la salvación, por la fuerza del pecado que
lo esclaviza. El hombre es impotente ante la ley (Rm 7, 15-20) y ésta da el verdadero conocimiento
del pecado (Rm 3,20), mientras que su impotencia ha sido sustituida por los méritos de Cristo (Rm
3, 21-24). La razón única de toda justicia es Cristo (1Co 1, 30) y el único medio para participar de
ésta es la fe en cuanto acogida de la salvación y no la confianza en las obras humanas
(autojustificación). La justificación es por tanto puro don de Dios (1Co 1,30; 2Co 5,21). La fe es don
de Dios sin dejar de ser un acto del hombre, personal y responsable, que supone su libertad y
cooperación, es decir, una fe activa que obra por la caridad (Ga 5,6). El fundamento de la
justificación será la cruz y la resurrección de Cristo (1Co 6, 20; 7,23, 11,25). Esta nueva vida es un
vivir para Cristo, unión con Cristo que es vida en el Espíritu (Rm8,9) y que nos da la filiación
10
A. FERNÁNDEZ, Teología Dogmática I, BAC, Madrid 2012, 149.

4
divina para poder llamar a Dios Abba (Rm 8,14-17;Ga4,4-7). Esta nueva economía se recibe por el
bautismo (Rm6,1-11) y supone una transformación total del hombre que queda santificado y
convertido en nueva criatura (Gal6,15; 2Co5,17).

2.2.3 San Juan


El término járis no aparece en boca de Cristo, pero sí en la reflexión teológica de San Juan (Jn
1, 14). Aparece cuatro veces el termino járis, pero contiene todos los elementos que la
constituyen. Juan usa la palabra vida para hablar de la gracia. Es la vida propia de Dios de la que
el hombre participa (soé) (Jn 3,15ss; 10,10; 10,28; 17,2s). Es diferente a vida natural (psiché). Esta
nueva vida se comunica por el renacimiento sacramental, por obra del Espíritu (Jn1,13; Jn 6,15). La
esencia de esta vida es el ser comunión con el Padre por Cristo; es decir, una vida de filiación
divina (Jn1,12;1Jn3,1-2.10). La concesión de vida al mundo es sosein (salvar).
Mussner afirma que esta vida tiene un marco dualista: viene de arriba y es gratuita; y tiene una
base cristológica: Cristo concede la vida; se hace en la carne Logos de la vida (Jn1, 4) y es la vida
de la persona (Jn 11, 25).

2.3 Santos Padres


Dice Cipriano “Cuando pedimos no caer en la tentación, somos amonestados de nuestra
debilidad y nuestra insuficiencia. Rogamos así para que nadie se ensoberbezca y se atribuya nada
a sí mismo con arrogancia.” San Juan Crisóstomo:”Que sea absolutamente imposible llevar una
vida virtuosa sin oración es algo de todos conocido.” Padres del concilio de Milevi: “El hombre,
privado de la gracia, no puede sino sucumbir a los lazos del demonio.” El que más ha desarrollado
el tema es San Agustín en oposición a Pelagio.

2.4 Testimonio de la Liturgia


Es inevitable que en la oración de la Iglesia se manifieste la conciencia que tiene el cristiano de
su impotencia para cumplir el bien. “Te pedimos Señor que tun gracia continuamente nos
preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien.” Domingo 28
T.O11.

2.5 Recorrido Histórico. La doctrina de la Gracia a través de los debates en toda la


historia de la Iglesia.
 El sínodo de Cartago de 418 aprobó ocho cánones sobre el pecado original contra los
pelagianos (D222-230).
 Próspero de Aquitania (390-455) sintetizó en ocho capítulos las sentencias de los romanos
pontífices sobre la gracia y el libre albedrío que luego fueron publicadas bajo el nombre del
papa Clemente I (D267)
 El sínodo de Orange (529) contiene veintidós cánones contra el pelagianismo y el
semipelagianismo, que comprenden los temas del pecado original, la gracia, el inicio de la fe,
la cooperación del hombre y la predestinación.
 El sínodo de Quiercy (853) rebatió la opinión de la doble predestinación y precisó la
definición de la relación entre el libre albedrío humano y la predestinación divina (D316-319).
 El sínodo de Valence (855) confirmó la doctrina de la doble predestinación y criticó al sínodo
de Quercy. En los sínodos de Langers (859) y de Toul (860) se consiguió la reconciliaciónde
ambas corrientes. (D320-325).

11
J. SAYES, La gracia de Cristo, BAC, Madrid 1993, 9-23. 53-55.

5
 El concilio de Trento (1547) mediante los Decretos sobre el pecado original y la justificación
rechazó los ataques reformistas y expuso la concepción católica de la doctrina de la
justificación (D729-843 y D787-792).
 El papa Pio V (1567) condenó los errores de Bayo sobre la naturaleza del hombre y sobre la
gracia (D1001-1080).
 El papa Inocencio X (1653) condenó cinco sentencias jansenistas sobre la gracia (D1291-
1321).
 El papa Clemente XI (1713) condenó los errores jansenistas de Quesnel (D1351-1451).
 Los papas Paulo V (1607), Inocencio X (1654) y Benedicto XIV (1748) declararon que existe
libertad de opinión sobre el problema de una más exacta definición de la gracia auxiliar y la
libertad humana, debatido por tomistas, agustinos y molinistas (D1090, 1097, 2564).
 El papa Pio VI (1794) aclaró conceptos sobre el estado de inocencia, la gracia excitante y la fe
(D1516-1522).
 El papa Pio XII (1943) en la encíclica Mystici Corporis trata de la gracia “creada e increada”
y se refería a la gracia como autodonación o autocomunicación de Dios y como unión
comunicativa con él: “Por esta visión será posible, por modo absolutamente inefable,
contemplar con los ojos adornados con sobrenatural luz al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
asistir de cerca por toda la eternidad a las procesiones de las divinas Personas y ser
bienaventurados por gozo muy semejante al que hace bienaventurada a la santísima e
individual Trinidad (D2290).
 El mismo Pio XII en la encíclica Humanae generis afirmaba en contra de distintas
interpretaciones la gratuidad absoluta de la gracia y la posibilidad, en principio, de natura
puray afirmaba: “Otros desvirtúan el concepto de “gratuidad”del orden sobrenatural, como
quiera que opinan que Dios no puede crear seres intelectuales sin ordenarlos y llamarnos a la
visión beatífica (D2318).
 Por último, el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes ofrece una exposición
cristológica y pneumatológica global de la antropología teológica (GS 11-23)12.

2.6 Concilio Vaticano II


En la constitución Gaudium et Spes se presenta una antropología o visión del hombre
contemporáneo afectado por los éxitos y desequilibrios del mundo moderno, al tiempo que desde
los ojos de la fe presenta la profundidad trascendente del hombre, imagen de Dios, herido por el
pecado y restaurado en Cristo. El hombre siente la división de sí mismo (GS10), fruto del pecado
original y que comprueba con su inclinación al mal; se siente anegado por muchos males, que no
tienen origen en su santo Creador. El hombre se niega a reconocer a Dios como a su principio y
rompe la subordinación al fin último y también a su ordenación, como propia persona como a las
relaciones con los demás y con el resto de la creación.
Toda la vida humana, individual y colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática,
entre el bien y el mal. El hombre se nota incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques
del mal. Pero el Señor vino en persona a librarlo, renovándolo interiormente y expulsando al
príncipe de este mundo que lo retenía en la esclavitud del pecado (GS13). El hombre ha de luchar
continuamente en medio de la batalla contra el pecado, y solo a costa de grandes esfuerzos, con la
ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad de sí mismo (GS 37) 13.
Como resumen14 de las declaraciones de los concilios y de los papas y del Magisterio de la
Iglesia a través de la historia se puede afirmar:
12
Síntesis de la Facultad RM.
13
J. SAYES, La gracia de Cristo, BAC, Madrid 1993, 55-57.
14
Síntesis de la Facultad RM.

6
1) La gracia es la amorosa inclinación de Dios al hombre pecador, como autocomunicación de
Dios en Jesucristo y en el Espíritu Santo bajo la forma de revelación, perdón, justificación y
consumación.
2) Esta inclinación se produce de forma totalmente libre. Aunque el hombre no puede merecer, o
arrebatar la gracia, está ordenado a su recepción en virtud de su naturaleza espiritual y libre y
ha sido predispuesto por Dios. “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la
comunicación del Espíritu Santo son la síntesis del encuentro Dios-hombre.
3) Todos los hombres han sido elegidos antes de la creación del mundo para ser santos e
inmaculados. Ningún hombre puede merecer la gracia de la predestinación, pero sí es libre
para rechazar la recepción de la gracia.
4) Sólo por la gracia previniente actual puede preparase el hombre para la recepción de la
justificación.
5) El hombre no está justificado solo externamente, sino que lo está verdaderamente.
6) La gracia de Dios trino ha asumido forma encarnada en Cristo que se transmite por el Espíritu
Santo, y de ordinario, bajo la forma eclesial y sacramental de la misión de la Iglesia,
básicamente el bautismo y la eucaristía.
7) La gracia de Cristo tiende a la divinización de la criatura, es decir, a la participación personal
en la koinonia del amor trino de Dios, mediante la inhabitación del Espíritu Santo.
8) La gracia es la síntesis de la revelación y de la fe cristiana. La teología intenta articular la
gracia en el contexto histórico salvífico cristológico, pneumatológico y eclesial del ser y de la
vida cristiana.

3. La Gracia de Cristo como realidad activa que lleva a la justificación,


santificación y redención (1Co 1, 30).
“De él os viene que estéis* en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de Dios*,
justicia, santificación y redención*, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe,
gloríese en el Señor.”

3.1 Notas de la Biblia de Jerusalén


(a)Los que antes no existíais (v. 28) a los ojos del mundo, ahora existís en Jesucristo, mientras
que los que existen según el mundo quedan reducidos a la nada. De esta existencia nueva debéis
gloriaros (v. 31) y solo de ella (v. 29).
(b)No es pues la sabiduría cristiana el fruto de un esfuerzo humano “según las carne”. Sino que
se halla en un ser humano aparecido en la plenitud de los tiempos (Ga4,4), Cristo, a quien hay que
ganar para encontrar en el todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (Col 2, 3). Y esta
sabiduría es la de la salvación total: justicia, santificación y redención.
(c)Son los temas fundamentales de la futura epístola a los Romanos.

4. Teología de la justificación

4.1 Definición
Etimológicamente JUSTUM – FACERE. En la edad media se denominaba gratia gratum
faciens (gracia que hace grato a Dios). El concilio de Trento la llamó gracia santificante como
gracia que santifica interiormente. “La justificación no es sólo la remisión de los pecados, sino
también santificación y renovación del hombre interior, por la voluntaria recepción de la gracia y
los dones, donde el hombre se convierte de injusto en justo, de enemigo en amigo, para ser
heredero según la esperanza de la vida eterna” (DS 1528).

7
La revelación nos muestra que es siempre perdón de los pecados y al mismo tiempo elevación,
sanación y santificación. En cuanto perdón de los pecados supone una acción divina que alcanza
al hombre y realiza un nuevo acto creador. Enseña el concilio de Trento que la justificación no es
solo un recubrimiento del pecado o un no tener en cuenta la culpa por parte de Dios, sino una
verdadera cancelación del pecado (D 792-1515). Asimismo, es una obra exclusiva de Dios que al
hombre hace partícipe de la obra redentora de Cristo (Rm 5,12; 1Co 15,22) (D 811-1551).
Existen cinco causas que concurren simultáneamente a la justificación: La causa final que es la
gloria de Dios y la salvación del hombre. La causa eficiente es Dios misericordioso que sin merito
nuestro nos lava de nuestros pecados y nos santifica (1Co 6,11). La causa meritoria es el Hijo que
nos mereció la justificación y satisfizo por nosotros a Dios Padre (Rm5,10; Ef2,4). La causa
instrumental es el bautismo, sin laque nadie recibe la justificación. La causa formal es únicamente
la justicia de Dios (Rm3,12ss). Cada uno recibe esta justicia según la medida en que el Espíritu
Santo la reparte como quiere (1Co 12,11) y conforme a la cooperación de cada uno (Rm 5, 3-5).
Por la justificación el cristiano alcanza la verdadera filiación divina (Rm8,15; Ga 4,6) cuya
característica peculiar es la libertad de los hijos de Dios (Rm8, 21; Ga2, 4), que implica un camino de
acción redentora de Cristo en obediencia al Padre y seguimiento de Cristo (Ga5, 1; Rm 5,18). La
forma propia de esta libertad es el amor (Rm5, 5). La justificación nos da la participación en la vida
trinitaria (Jn14, 23; 2Pe 1, 4; 2Co 13,13).

4.2 En el AT
Aparece la expresión “justicia de Dios” (Dt33,21) que indica el modo de obrar y de
comportarse de Dios respecto del pueblo dentro del marco de la alianza. Es una justicia salvadora
(1S12,7;Sal103,6). Esta justicia es fidelidad de Yahvé a su promesa (Sal40,11). En el exilio se
relaciona con la liberación que trae el ungido de Yahvé (Is9,6;Jr23,5s). En el Deutero y Tritoisaias
equivaldrá a la presencia de Dios y tendrá un carácter escatológico de salvación para su pueblo (Is
51,1.5-8;45,8). En el periodo posexílico será la fidelidad salvadora a la alianza en beneficio de Israel
y de los demás pueblos. El interés se va centrando en la justicia del hombre y la justicia será como
algo que el “justo” posee, que asegura la salvación personal (Pr 3,33;10, 3s)

4.3 En el NT
Encontramos principalmente en 1Co1,30 que Cristo es para nosotros “sabiduría, justicia,
santificación y redención”. El Padre es el origen de la obra salvadora y la justicia viene de Dios en
Jesucristo. Según 2Co5,21 “a quien no conoció pecado Dios lo hizo pecado por nosotros, a fin de
que viniéramos a ser justicia de Dios en él.” La justicia se convierte en una cualidad del hombre,
pero solo podemos adquirirla por la obra de Jesús que, por iniciativa salvífica del Padre.
Aquí se formula la tesis más importante: la salvación por la fe en el acontecimiento de Cristo.
15

El hombre se encuentra en una situación de pecado que pide la intervención de Dios. Pablo
demuestra que con la venida de Cristo ha comenzado una nueva etapa en la historia humana: La
etapa de la justicia de Dios, de la salvación por medio de Cristo.
La justicia de Dios es la acción salvadora y escatológica de Dios en la persona y en la obra de
Cristo. Es una justicia que llega al hombre y lo justifica por medio de la fe en Cristo Jesús, de
modo que la fe es el principio necesario de salvación para todos, judíos y gentiles. Esta justicia de
Dios manifestada en Cristo, el hombre se la apropia por la fe. Es una justificación gratuita, no
debida a las obras del hombre, sino a la redención expiatoria realizada por Cristo16.

15
CICAT 2006-2011
16
L. LADARIA, Teología del pecado original y de la gracia, BAC, Madrid 1993, 186-200.

8
4.4. La justificación por la fe en la reforma
Lutero diferencia entre Ley y Evangelio. Enseña que es imposible para el hombre el
cumplimiento de la ley y, haciendo referencia a los mandamientos, dice que enseñan lo que hay
que hacer pero no dan fuerza para ello. Por tanto, la Ley acusa constantemente al hombre y
muestra su fracaso porque ha pecado. En cambio, el evangelio es el anuncio del cumplimiento de
la Ley en Cristo; gracias a éste se conoce el pecado en su profundidad y se cumple lo que la Ley
ordena. Ley expresa condenación del hombre y el Evangelio, salvación por la fe en Cristo.
Asimismo, el pecado es aquello que la libertad humana hace en sus fuerzas incluso las “obras
buenas”. Toda la existencia humana “carne” es resistencia contra Dios. El pecado fundamental es
la falta de fe. Defiende la primacía total de la gracia y condena el libre arbitrio. Insiste en el poder
del pecado y la imposibilidad del hombre de obrar el bien. Cristo nos libera en su pasión, muerte
y resurrección.
La justificación por la fe es el tema central de la predicación cristiana. Toda justicia del
hombre es ajena a él, no inherente. La justicia de Dios es la única justicia. El hombre es hecho
justo por la fe; no obstante, el pecado sigue existiendo en el hombre, siendo a la vez “justo y
pecador”.
La única justicia que se nos da es la de Jesús y el único medio para alcanzarla es la fe: Solus
Christus, sola fide, sola gratia. Las buenas obras son sólo consecuencia de la fe y nunca
anteriores a ella y está excluida la “cooperación” del hombre con Dios que pueda dar lugar a un
mérito” por nuestra parte ante él.

4.5. La justificación según el concilio de Trento


La reacción católica se encuentra sobre todo en el decreto sobre la justificación del concilio de
Trento (sesión VI, 13 de enero de 1547; DS 1520-1583).
 El punto de partida es el pecado original: Su situación no es de corrupción total. El libre
albedrio esta atenuado en sus fuerzas e inclinado al mal, pero no se ha extinguido.
 El libre albedrio no sirve para alcanzar la justificación sin la gracia (DS378, De Orange).
 La libertad, existente y debilitada, bajo el impulso de la gracia posibilita la “cooperación” del
hombre en el proceso de justificación.
 El proceso de justificación se da en el hombre que, a pesar del pecado, sigue siendo una
criatura de Dios llamada a la comunión con él.
 Se constata la universalidad del pecado y la imposibilidad del hombre de salir de él,
contemplando la obra redentora de Cristo (DS 1522ss).
 Se define la “justificación del impío” como el paso del estado del hombre en que el hombre
nace como Adán al estado de gracia y filiación adoptiva (DS 1524). La acción de Dios nunca
es separada de la transformación del hombre. Este de enemistad a la amistad con Dios se da
por medio del bautismo o del deseo del mismo; con él recibimos los méritos de la pasión de
Cristo.
 Afirma la primacía absoluta de la gracia y la libertad humana. El hombre sólo acepta la gracia
movida por la misma gracia, siendo capaz de dar una respuesta libre, asentimiento y
cooperación con la gracia) porque no es pura pasividad, sino aceptación activa de la invitación
divina.
 Trata de la esencia y las causas de la justificación. Santificación y renovación interior del
hombre; por ella se hace de injusto justo, de enemigo amigo, heredero de la vida eterna. (DS
1528; 1561). No es una simple “no imputación” de los pecados, sino una radical
transformación.

9
 Se hace “inherente” al hombre la caridad de Dios infundida por el Espíritu Santo. Junto con la
remisión de los pecados, el hombre recibe por medio de Cristo, en quien se inserta, la fe,
esperanza y caridad17.

5. Cuestiones ecuménicas en relación a la justificación.


La doctrina de la justificación tuvo una importancia capital para la reforma luterana del siglo
XVI. Desde la perspectiva de la reforma, la justificación era l raíz de todos los conflictos, tanto en
las confesiones luteranas, como en el Concilio de Trento, donde hubo condenas de una y otra
doctrina. Una de las finalidades de la declaración conjunta es demostrar que a partir de este
dialogo, las iglesias luteranas y católica se encuentran en posesión de articular una interpretación
común de nuestra justificación por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo. Pero esto no
engloba todo lo que una y otra Iglesia enseña acerca de la justificación pero demostrando que las
diferencias subsistentes en cuanto a su explicación ya no dan lugar a condenas doctrinales18.
Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación firmado en nombre de la Iglesia
católica, por el Cardenal Edward Idris Cassidy, presidente del consejo pontificio para la
promoción de la unidad de los cristianos y, en nombre de la Federación Luterana mundial, por el
Dr. Christian Krause. El acto tuvo lugar en Augsburgo – Alemania el 31 de Octubre de 199919.

5.1 Acuerdo católico-luterano

5.1.1 El mensaje bíblico de la justificación


La Sagrada Escritura nos da los mensajes sobre la justificación en Jn 3,16. En el AT
escuchamos la palabra de Dios acerca del pecado como en Sal 51, Dn 9,5 y la desobediencia
humana Gn 3,1-19 así como la justicia en Is 46,13; Jr 9,24 y el juicio Eclo 12,14; Sal 9. En el NT
se alude de diversas maneras a la justicia y la justificación tanto en los Evangelios, en las cartas
católicas y en San Pablo Rm 3,23-25 a la cabeza de todas ellas está la justificación del pecado de
los seres humanos por la gracias de Dios por medio de la fe, esto cobró singular revelación en el
periodo de la reforma. San Pablo proclama que la justicia de Dios se revela por fe y para fe Rm 1,
16-17. Y ello concede la justificación Rm 3, 21-31. Jesucristo fue entregado a la muerte y
resucitado para nuestra justificación Rm 4,25. Por lao tanto la justificación nos llega a través de
Cristo a quien Dios puso como propiciación por medio de fe en sangre. Por la justicia de Cristo
vino a todos los hombres la justificación que produce vida (Rm5,18).

5.1.2 Doctrina de la justificación en cuanto problema ecuménico.


En el siglo XVI, las divergencias en cuanto el mensaje bíblico de la justificación no solo
fueron la causa principal de la Iglesia occidental; también dieron lugar a las condenas doctrinales.
Por lo tanto, el dialogo ecuménico entablado después del Vaticano II ha permitido llegar a una
convergencia notable con respecto a la justificación y cuyo fruto es la presente declaración
conjunta, que recoge sobre los planteamientos básicos de la doctrina de la justificación a la luz de
dicho consenso, las respectivas condenas doctrinales del s. XVI ya no se aplican a los
interlocutores de nuestros días.

17
LUIS F. LADARIA, Teología del pecado original y de la gracia, BAC, Madrid 1993, 200-227.
18
Síntesis de la Facultad RM
19
L’OSSERVATORE ROMANO N. 47 – 19 de noviembre de 1999. Página 5 - 7

10
5.1.3 Doctrina de la justificación en cuanto problema ecuménico.
La Iglesia luterana y católica ambas comparten esta doctrina de la justificación. Ambos tienen
la convicción de que la justificación es obra de Cristo: por tanto, la justificación significa que
Cristo es justicia nuestra, en la cual participamos mediante el Espíritu Santo, de acuerdo con la
voluntad del Padre. Todos los seres humanos somos llamados por Dios a la salvación EN Cristo.
Solo a través de él somos justificados.
Por consiguiente la doctrina de la justificación que recoge y explica este mensaje establece un
vínculo esencial entre todos los postulados de la fe. Los luteranos no niegan la justificación por la
fe, de manera igual los católicos, por tanto compartimos la meta de confesar a Cristo a quien
debemos creer el único mediador (1Tm 2,5-6).
Una de las finalidades de la presente declaración es demostrar que a partir de este dialogo, las
iglesias luterana y católica se encuentran en posesión de articular una interpretación común de
nuestra justificación por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo.

5.1.4 La impotencia y el pecado humano respecto a la justificación.


Ambas iglesias están de acuerdo que el ser humano depende de la gracia de Dios. La
justificación es obra de la gracia de Dios. No hay acuerdo en cuanto que los luteranos enseñan
que el ser humano es incapaz de contribuir a su salvación porque en cuanto pecador se opone
activamente a Dios y a su acción redentora y dicen que solo puede recibir la justificación
“pasivamente”.

5.1.6 La justificación en cuanto perdón del pecado y fuente de justicia


Juntos confesamos que la gracia de Dios perdona el pecado del ser humano y a la vez, libera
del pecado cuando comparten en Cristo por fe. Los luteranos interpretan que el pecador es
justificado solo por la fe. Por fe pone su plena confianza en el creador y redentor. Es decir que la
justificación está exenta de la cooperación y no depende de los efectos renovadores de vida que
surge de la gracia en el ser humano. En cuanto a los católicos no niegan que el don de la gracia de
Dios en la justificación sea independiente de la cooperación humanan.

5.1.7 Justificación de fe y por gracia


Juntos confiesan que el pecador es justificado por la fe en la acción salvífica de Dios en Cristo.
Dicha fe es activa en el amor, es decir por la obra. Según Lutero, el pecador es justificado por la
sola fe. Por fe pone su plena confianza en Dio con quien vive en comunión y Dios mismo insufla
esa fe. En la interpretación católica también se considera que la fe es fundamental en la
justificación porque sin la fe no puede haber justificación. Esta nueva relación personal con Dios
se funda totalmente en la gracia y depende de la obra salvífica de Dios. El ser humano es
justificado mediante el bautismo en cuanto oyente y creyente de la palabra. La enseñanza católica
pone énfasis en la renovación de la vida por la gracia de la justificación, y esta renovación en la
fe, esperanza y el amor depende de la gracias de Dios.

5.1.8 El pecador justificado


Los luteranos entienden que ser cristiano es ser al mismo tiempo justo y pecador. Los católicos
mantienen que la gracia impartida por Jesucristo en el bautismo lava de todo aquello que es
pecado y que es posible de condenación (Rm 8,1). Pero de todos modos queda en el ser humano
una concupiscencia.

11
5.1.9 Ley y Evangelio
Los luterano declaran que la fe en el Evangelio s encomienda a la misericordia de Dios en
Cristo que justifica. Los católicos dicen que aunque es cierto que la ley fue superada por el
evangelio no puede decir que Cristo es un legislador como lo fue Moisés. El justo está obligado
observar los mandamientos de Dios, no por ello niegan que por medio de Jesucristo Dios ha
prometido misericordiosamente a sus hijos, la gracia de la vida eterna.

5.1.10 Certeza de salvación


Los católicos en el Concilio Vaticano II declaran que tener fe es encomendarse a Dios que nos
libere del pecado y que nos lleve a la vida eterna. Para los reformadores, el creyente no debería
mirarse a sí mismo sino contemplar únicamente a Cristo y confiar tan solo en él.

5.1.11 Las buenas obras de justificación


Juntos confiesan que las buenas obras, una vida de fe, esperanza y amor, surgen después de la
justificación y cuando el justificado vive en Cristo y en la gracia que le fue concedida. Según los
católicos las buenas obras posibilitadas por obra y gracia del Espíritu Santo, contribuyen a crecer
en gracia. Los luteranos sustentan de preservar la gracia y crecer en la fe, haciendo hincapié en
que la justicia en cuanto ser aceptado por Dios y compartir la justicia de Cristo es siempre
completa y que las buenas obras son fruto de la justificación y es un don de la gracia

5.2 Acuerdo católico- anglicano20


Existe un documento de la segunda comisión Internacional Anglicano-Católica Romana,
titulado “La Salvación y la Iglesia”, que a juicio de la Congregación para la Doctrina de la Fe es
sustancialmente positivo, pero todavía encontramos divergencias sobretodo en el aspecto
eclesiológico (Iglesia como sacramento de la salvación) y de la doctrina sacramental de la
justificación y santificación del hombre quedan muy vagos y débiles como para llegar a algún
acuerdo sustancial. Asimismo, se hicieron las siguientes observaciones:
a) Falta un desarrollo más amplio sobre el tema de la sola fides.
b) Falta precisar la relación entre la gracia y la fe, en cuanto “initium salutis”.
c) Falta aclarar la fórmula “simul iustus et peccator”.
d) Falta evidenciar mejor la economía sacramental de la gracia y la libertad rescatada del pecado.
e) La Iglesia no solo debe dar testimonio de la salvación, sino ha de ser instrumento eficaz de
salvación. Falta aclarar la distinción entre santidad de la Iglesia y sus miembros que, en parte,
todavía caen en pecado.

6. Jansenismo
Es un augustinismo extremo defendido por Cornelius Jansen, en su obra Augustinus, publicada
en 1640, y se caracteriza por una desconfianza total en la filosofía y una vuelta a la Sagrada
Escritura y a los Padres, particularmente a San Agustín, a quien interpreta con un sentido
ahistórico y exclusivista, como si en él se encerrase de forma definitiva y plena toda la doctrina de
la gracia.
Según Jansenio, el hombre hace necesariamente lo que más le agrada, por lo que hará el mal o
el bien según le atraiga más la concupiscencia o el amor de Dios. El hombre no tiene libertad de
elección, sino que obra movido por una necesidad interior de manera espontánea. Después del
pecado, la concupiscencia es más fuerte que la atracción por el bien, por tanto es necesaria la
20
J. SAYES, La gracia de Cristo, BAC, Madrid 1993, 248-261.

12
gracia que actúa infaliblemente en el hombre. Sin embargo, la gracia no es para todos, no se da
fuera de la Iglesia, de manera que Cristo no ha muerto por todos (DS2005).
El sistema de Jansenio se desarrolla así: la teoría de la doble delectación, de la doble
complacencia vencedora: una delectación terrena, que determina el pecado y otra celestial
(mediante la gracia eficaz) que determina al bien y por lo tanto a la vida eterna. El hombre es
esclavo o de la una o de la otra. En la situación actual, al hombre no le queda sino la solución de
recibir de Dios el deleite celestial, que supera infaliblemente la inclinación contraria. En el estado
actual no se da ya la gracia suficiente, sino la gracia eficaz, a la cual el hombre no puede resistir.
Por tanto, Dios predestina al cielo o al infierno antecedentemente de los méritos. Cristo murió
solamente por los predestinados, por aquellos que alcanzan la gracia eficaz. En este sistema los
infieles no pueden realizar obra buena alguna. No hay en el hombre sustrato alguno bueno que
permita hacer algunas obras buenas desde el punto de vista moral.
Inocencio X condenó con la bula Cum occasiones (1653) cinco proposiciones de Jansenio que
se refieren a la concepción de la gracia. Particularmente tenemos la 2 y la 3 declaradas heréticas
(D006): Proposición 2: “En el estado de naturaleza caída no se resiste nunca a la gracia interior”
(D2002). Proposición 3: “Para merecer o desmerecer en el estado de naturaleza caída no se
requiere en el hombre la libertad que excluye la necesidad; basta la libertad que excluye la
coacción externa” (D2003). Dicen los jansenistas que es semipelagiano decir que Cristo murió
por todos los hombres (D2005).
Se reprueban asimismo las afirmaciones sobre la imposibilidad de guardar los mandamientos,
sobre la libertad, la imposibilidad de resistir a la gracia y sobretodo se condena la negación del
valor universal de la redención de Cristo. Es inaceptable hablar de una restricción universal de la
voluntad salvadora de Dios y de la minusvaloración de la libertad humana propia de la doctrina de
Bayo y Jansenio, que muestran a un Dios diverso al que nos revela Jesús, empequeñecido e
incapaz de suscitar la libre respuesta de la criatura a su acción.
En 1690 Alejandro VIII condenó 31 proposiciones jansenistas y una de ellas se refiere al libre
albedrío (D2301). No obstante, el jansenismo se ha extendido por la Iglesia, como un movimiento
de tendencia rigorista, particularmente en la universidad de Pavía. El papa Pio VI con la bula
Auctorem fidei (1794) condena la doctrina de la doble delectación. El concilio de Trento enseña
que el hombre por el pecado original no ha perdido del todo la condición de imagen de Dios y hay
en él un sustrato bueno no corrompido, con el que puede hacer ciertas obras buenas. Puede existir,
por tanto, un amor humano lícito (D 2624 V).

7. El mérito
El término "mérito" designa en general la retribución debida por parte de una comunidad o una
sociedad por la acción de uno de sus miembros, digna de recompensa o de sanción. Frente a Dios
no hay mérito por parte del hombre porque nosotros lo hemos recibido todo de él, nuestro
Creador.
El mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene de Dios que ha dispuesto
libremente asociar al hombre a la obra de su gracia. La acción paternal de Dios es lo primero, en
cuanto que él impulsa, y el libre obrar del hombre es lo segundo en cuanto que éste colabora, de
suerte que los méritos de las obras buenas tengan que atribuirse a la gracia de Dios en primer
lugar, y al fiel en segundo lugar. Por otra parte el mérito del hombre recae también en Dios, pues
sus buenas acciones proceden, en Cristo, de las gracias prevenientes y de los auxilios del Espíritu
Santo.

13
La adopción filial, haciéndonos partícipes por la gracia de la naturaleza divina, puede
conferirnos, según la justicia gratuita de Dios, un verdadero mérito. Se trata de un derecho por
gracia, el pleno derecho del amor, que nos hace "coherederos" de Cristo y dignos de obtener la
"herencia prometida de la vida eterna" (Cc. de Trento: DS 1546). Los méritos de nuestras buenas
obras son dones de la bondad divina (Cc. de Trento: DS 1548). "La gracia ha precedido; ahora se da lo
que es debido...los méritos son dones de Dios" (S. Agustín, serm. 298,4–5).
Por pertenecer a Dios la iniciativa en el orden de la gracia, nadie puede merecer la gracia
primera, en el inicio de la conversión, del perdón y de la justificación. Bajo la moción del Espíritu
Santo y de la caridad, podemos después merecer en favor nuestro y de los demás gracias útiles
para nuestra santificación, para el crecimiento de la gracia y de la caridad, y para la obtención de
la vida eterna. Los mismos bienes temporales, como la salud, la amistad, pueden ser merecidos
según la sabiduría de Dios. Estas gracias y estos bienes son objeto de la oración cristiana. Esta
remedia nuestra necesidad de la gracia para las acciones meritorias.
La caridad de Cristo es en nosotros la fuente de todos nuestros méritos ante Dios. Los santos han
tenido siempre una conciencia viva de que sus méritos eran pura gracia21.

8. Virtudes teologales22
San Pablo habla repetidas veces de la fe, esperanza y caridad. Son sobrenaturales porque las
otorga Dios en el Bautismo y solo son posibles con la gracia divina. Se llaman teologales porque
se refieren exclusivamente a Dios en cuanto causa efficiens, y como objeto (divinización),
contenido y fin.
Su lugar clásico es Rm 5, 1-5 “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos
en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe,
el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de
Dios. Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la
paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha
sido dado”. Y también el himno a la caridad (1Co 13,13).
Son virtudes infusas según Rm 5, 5, porque son un don de la gracia divina. Están
intrínsecamente unidas y con su acción conjunta edifican la nueva existencia cristiana: La fe es la
regla y auriga de las virtudes de la gracia (BUENAVENTURA). El amor se define como forma
ómnium virtutum (PEDRO LOMBARDO) o bien “principio vital” de las virtudes sobrenaturales.
La esperanza es la actitud fundamental de la existencia escatológica del cristiano en el mundo. Es
“principio del progreso espiritual” porque abre y prolonga a la historicidad de la existencia
cristiana y terrena la fe y el amor
Esta triada de virtudes se encuentra ya agrupadas en el NT, en particular en los escritos
paulinos (1Ts1,3;5,8; 1Co13,13;Rm5,1-5).El amor de Dios transformante tiene una repercusión directa
en el hombre que lo capacita para obrar al modo divino, esta nueva capacidad de obrar a lo divino
son las virtudes teologales. Son “la misma sustancia del alma, perfeccionada por la acción divina
en orden a los actos sobrenaturales” (Flick).
Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen a Dios uno y
trino como origen, motivo y objeto. Fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano.
Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles
para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la
21
CICAT 2006-2011
22
AUER, RATZINGER, El Evangelio de la gracia, Herder, España 197, 141-143.

14
presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano23. El Concilio de Trento
señala que en la justificación se infunden en el hombre las virtudes de fe, esperanza y amor
(DS1530) (1Co 13,13)

8.1. La fe 24
La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y
revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe "el hombre
se entrega entera y libremente a Dios" (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer
la voluntad de Dios. "El justo vivirá por la fe" (Rom 1,17). La fe viva "actúa por la caridad" (Gál
5,6). El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella (Cc Trento: DS 1545). Pero, "la
fe sin obras está muerta" (St 2,26): Privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente
el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo.
Podemos ver la fe como: a) Credere Deo es la fuerza divina parar darse lo que dice Hb 11, 1
“La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.” b)Credere
Deum: como firme convencimiento de la existencia de Dios como creador y superior a todo lo
que existe. Es una gracia, cuyo contenido puede derivar del pensamiento. c)Credere in Deum: No
es solo un aferrarse a un bien, sino una relación personal con Dios, una comunión de vida con
Dios, en, por y con Cristo25.

8.2. La esperanza
Virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad
nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras
fuerzas sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. (Hb 10,23; Tt 3,6–7). La esperanza
cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en
la esperanza de Abraham, (Gn 17,4–8; 22,1–18; Rm 4,18). Se manifiesta desde el comienzo de la
predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas (Rom 5,5). La esperanza es "el
ancla del alma", segura y firme, "que penetra...adonde entró por nosotros como precursor Jesús"
(Hb 6,19–20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación (1 Ts 5,8). Nos
procura el gozo en la prueba misma (Rm 12,12). En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con
la gracia de Dios, "perseverar hasta el fin" (Mt 10,22; Cc de Trento: DS 1541).

8.3. La caridad
Virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por él mismo y a nuestro
prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Jesús hace de la caridad el mandamiento
nuevo (Jn 13,34; Jn 13,1; Jn 15,9; Jn 15,12). Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los
mandamientos de Dios y de Cristo (Jn 15,9–10; Mt 22,40; Rm 13,8–10). El ejercicio de todas las
virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es "el vínculo de la perfección" (Col 3,14); es
la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica
cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección
sobrenatural del amor divino. La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano
la libertad espiritual de los hijos de Dios (1 Jn 4,19). La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la
misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la
reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión.
La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos;
hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos (S. Agustín, ep. Jo. 10,4).
23
CICAT 1812-1813
24
CICAT 1814-1829
25
AUER, RATZINGER, El Evangelio de la gracia, Herder, España 1975, 144.

15
En este amor hunde sus raíces la fe, no solo como un aferrarse a Dios, sino como conocimiento de
Dios (1Co 2, 9). Es el amor que nos va transformando cada vez más en Cristo (2Co3, 18). Es la unio
cum Deo y una mutua adhaesio cum Deo26.

26
AUER, RATZINGER, El Evangelio de la gracia, Herder, España 1975, 145-147.

16
BIBLIOGRAFIA

AUER J. Y RATZINGER, El Evangelio de la gracia, HERDER, Barcelona 1975.


A. FERNÁNDEZ, Teología Dogmática I, BAC, Madrid 2012.
Catecismo de la Iglesia Católica
LADARIA L., Teología del pecado original y de la gracia, BAC, Madrid 1993.
SAYES J., La gracia de Cristo, BAC, Madrid 1993.
W. SOTO DE LA CRUZ, La gratuidad de la gracia según San Agustín, Arzobispado De
Arequipa, Perú 2017.
ROYO MARÍN A., Dios y su Obra, BAC, Madrid 1963.

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